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El abogado en el nuevo Código Civil y Comercial

Pablo Agustín Grillo Ciocchini

I. Mirada general sobre el sistema de la reforma


El nuevo Código Civil y Comercial actualiza ciertas instituciones adaptándolas a
criterios modernos y, sobre todo, plasma en el derecho común las soluciones
contenidas en los tratados internacionales incorporados a la Constitución Nacional.
Sin embargo, y aunque ya es demasiado tarde para lágrimas, lamentamos algunos
aspectos del sistema seguido por la reforma.
Por empezar, y sin perjuicio de algunas regulaciones novedosas, el nuevo Código
reitera gran cantidad de artículos similares o idénticos a los contenidos en el antiguo
Código Civil, pero con modificaciones mínimas, irrelevantes o apenas de
numeración1. Ello demuestra que hubiese sido preferible –aunque menos ampuloso-
reformar sólo los artículos en los que se pretendía introducir un cambio a la solución
normativa, y mantener a los demás, cuyas eventuales interpretaciones la
jurisprudencia y la doctrina han desmenuzado durante 140 años.
Por otra parte, hubiera sido generoso que la Comisión Redactora aportase las notas
y hubiese dado un fundamento detallado, artículo por artículo, del por qué de las
soluciones adoptadas. Esto hubiese facilitado la tarea a los operadores jurídicos y
demostrado generosidad y la inexistencia de cualquier negocio editorial detrás de la
reforma.
Finalmente, el Código abunda en disposiciones procesales, materia reservada a las
provincias y no delegada al gobierno nacional 2.
1
Como sencillo ejemplo, 13 de los 15 artículos que regulan las “Obligaciones con cláusula penal y
sanciones conminatorias” (790 a 804 del Proyecto) reproducen los artículos 652 a 666 del Código
Civil. Sólo 2 de esos 15 artículos (792 y 804) innovan respecto del título XI “De las obligaciones con
cláusula penal” del actual Código Civil. El mismo resultado –pero ganando en claridad, en facilidad
para el operador jurídico y en comodidad- se hubiese obtenido al modificar los arts. 654 y 666 bis del
Código Civil y dejar indemnes a los demás artículos del título. Así, podría haberse edificado sobre lo
ya hecho, sin obligar al abogado a bucear para encontrar que la interpretación del art. “726. Causa”
del Proyecto, puede buscarla en la doctrina y jurisprudencia relativa al art. 499 del Código Civil, o que
la ocupación del inmueble una vez concluida la locación (art. 1218 del Proyecto) tiene los efectos que
ya mencionaba Vélez en el art. 1622 del Código Civil.
2
Artículos 5, 75 inc. 12 y 126 de la Constitución Nacional. Ver el clásico estudio de MERCADER,
Amílcar A., Poderes de la Nación y de las Provincias para instituir normas de procedimiento, Ed.
Jurídica Argentina, Bs. As. 1939.
El texto no se ha limitado a dictar las disposiciones procesales imprescindibles para
aseguar la plena eficacia de los derechos de fondo 3, sino que ha incluido normas
procesales sobre la carga de la prueba, sobre su sistema de apreciación, la
regulación de ciertos procesos especiales, reglas de competencia, y así siguiendo.
Habrá que examinar, en cada caso, la constitucionalidad de tales regulaciones.

II. Disposiciones que rigen directamente la actividad del


abogado
Varias de las normas del nuevo Código Civil y Comercial rigen directamente la
actividad del abogado que ejerce en forma liberal su profesión. Veamos:
1) La relación del abogado con su cliente
La actividad del abogado puede ser encuadrada en el marco del contrato de
servicios, según el artículo 1251 del Código. En caso de duda, hay contrato de
servicios cuando la obligación de hacer consiste en realizar cierta actividad
independiente de su eficacia (artículo 1252 del Código Civil y Comercial).
Como resulta fácil advertirlo, estas disposiciones se relacionan con la labor del
abogado que ejerce su profesión en forma independiente. Ello incluye la decisión
respecto del modo de llevar adelante la actividad profesional pues, según el artículo
1253 del Código, a falta de ajuste al respecto, “…el prestador de los servicios elige
libremente los medios de ejecución del contrato…”.
Incluso se admite la colaboración de otros profesionales que integren el mismo
estudio jurídico, pues el artículo 1254 del Código establece que el prestador de
servicios “…puede valerse de terceros para ejecutar el servicio, excepto que de lo
estipulado o de la índole de la obligación resulte que fue elegido por sus cualidades
para realizarlo personalmente en todo o en parte. En cualquier caso, conserva la
dirección y la responsabilidad de la ejecución…”.
Es obligación del prestador –en nuestro caso, del abogado- ejecutar el contrato
conforme a las previsiones contractuales y a los “…conocimientos razonablemente
requeridos al tiempo de su realización por el arte, la ciencia, y la técnica
correspondientes…” (artículo 1256 del Código Civil y Comercial).
De su lado, el comitente o cliente debe pagar la retribución correspondiente y prestar
“…la colaboración necesaria…” (artículo 1257 del Código Civil y Comercial).

3
CSJN, Fallos 136:154 y 138:157, entre muchos otros.
En cuanto a los honorarios, el artículo 1255 reitera una disposición semejante a la
contenida en el artículo 1627, segundo párrafo, del antiguo Código Civil, por la que
permite a los jueces adecuar la remuneración a la labor ejecutada “…si la aplicación
estricta de los aranceles locales conduce a una evidente e injustificada
desproporción entre la retribución resultante y la importancia de la labor cumplida…”.
Si bien el comitente (cliente) puede desistir del contrato por su sola voluntad, debe
indemnizar (i) los gastos, (ii) los trabajos realizados, y (iii) la utilidad que el prestador
hubiera podido obtener (artículo 1261 del Código Civil y Comercial). El juez puede
reducir equitativamente la utilidad si se hallara frente a una notoria injusticia.
Entendemos que, en el caso de los abogados, esta indemnización se encuentra
cubierta por la regulación de honorarios de conformidad con las tareas realizadas.
No obstante, podría ser utilizada como una pauta para tener en cuenta la posible
injusticia de la aplicación estricta de la ley arancelaria, esta vez por lo menguado del
monto regulado, y no por lo excesivo.
Finalmente entendemos que las dos normas especiales sobre el contrato de
servicios (artículos 1278 y 1279 del Código Civil y Comercial), también se aplican al
ejercicio de la abogacía.
La primera (artículo 1278) remite a lo normado sobre las obligaciones de hacer. La
segunda (artículo 1279) contempla el contrato de servicios continuados. En tal caso,
cualquiera de las partes puede poner fin al contrato dando preaviso con razonable
anticipación.
Ahora bien, los profesionales liberales no han sido excluidos de la relación de
consumo, tal como lo hace el artículo 2 de la Ley 24.240, que continúa vigente y que
evitará que los abogados se encuentren, ante sus clientes, frente a consumidores
que tengan a su respecto los derechos y prerrogativas que asisten a éstos en una
relación de consumo.
La actividad del abogado también puede cumplirse en el marco de un contrato de
suministro (artículo 1176 del Código Civil y Comercial), que es aplicable a los
servicios y que se configura cuando éstos se prestan en forma periódica o
continuada y sin relación de dependencia. Tal caso se verificaría, por ejemplo, en el
caso de los profesionales (suministrantes) que atienden en el marco de un “abono”
todos los asuntos que les remita el cliente (suministrado). El plazo máximo es de
diez años (artículo 1178 del Código Civil y Comercial), y a falta de cláusula expresa,
se entiende celebrado por tiempo indeterminado con la facultad de las partes de
resolverlo en cualquier momento dando aviso previo (art. 1183 del Código Civil y
Comercial).
2) Obligaciones contables
Según el artículo 320 quedan excluidos de la obligación de llevar libros contables las
personas humanas que desarrollan profesiones liberales.
Los abogados, por lo tanto, no están obligados a llevar contabilidad, salvo que se
organicen bajo alguna forma societaria para ejercer la profesión.
3) La relación con el mandante
A diferencia de lo que establecía el Código Civil, el mandato judicial ya no
necesariamente debe ser instrumentado en escritura pública. En efecto, el artículo
1017 del Código Civil y Comercial no lo enumera entre los documentos que deben
ser instrumentados en escritura pública, ni existe otra disposición del Código que
ordene esta forma.
Es cierto que el artículo 46 del C.P.C.C. alude a la “escritura del poder” pero, desde
que no es requerida la forma de “escritura pública”, la expresión del código de rito no
necesariamente debe ser entendida en el sentido que se le daba en su correlación
con el antiguo Código Civil.
La actuación del abogado como representante resulta cubierta, en relación con la
responsabilidad por los actos que ejerza en nombre de su representado, pues este
último tiene la obligación de dejar indemne al representante (artículo 373 inc. “c” del
Proyecto). Se trata de una disposición semejante a lo establecido por los artículos
1953 y 1954 del anterior Código Civil.
En cuanto a las obligaciones del mandante, destacamos lo establecido por el artículo
1328 inc. “d” del Código Civil y Comercial que, al tratar la cuestión de la
remuneración al mandatario aclara que “…si el mandato se extingue sin culpa del
mandatario, debe la parte de la retribución proporcionada al servicio cumplido; pero
si el mandatario ha recibido un adelanto mayor de lo que le corresponde, el
mandante no puede exigir su restitución…”.
Así, por ejemplo, si el abogado ha recibido un anticipo de honorarios mayor que el
monto que finalmente se le regule en concepto de honorarios mínimos y provisorios,
no puede exigírsele su restitución.
En lo que toca a las obligaciones del mandatario, el artículo 1324 del Código Civil y
Comercial –además de las obligaciones contenidas en sus nueve incisos- señala
que, si el negocio encargado al mandatario fuese de los que, por su oficio o su modo
de vivir, acepta él regularmente, aún cuando se excuse del encargo, debe tomar las
providencias conservatorias urgentes que requiera el negocio que se le encomienda.
Se trata de un texto idéntico al del artículo 1917 del viejo Código Civil y que impone
al profesional tomar las medidas mínimas y urgentes necesarias para no perjudicar
el derecho de quien viene a requerir sus servicios, aún si no acepta el caso.
En caso de conflicto de intereses, el artículo 1325 del Código Civil y Comercial
impone al mandatario posponer sus intereses ante los de su mandante.
4) La responsabilidad:
El artículo 1768 del Código Civil y Comercial regula específicamente la
responsabilidad de los profesionales liberales. Establece –con toda lógica- que su
actividad se encuentra regida por las reglas sobre las obligaciones de hacer, y que la
responsabilidad es subjetiva excepto que se haya comprometido un resultado
concreto.
Expresamente se excluye a la actividad del profesional liberal de la responsabilidad
por actividades riesgosas.
5) Los honorarios:
En cuanto a los honorarios, el artículo 2558 del Código Civil y Comercial establece
nuevos plazos de prescripción:
En el caso de honorarios regulados, el término comienza a correr desde que ha
vencido el plazo fijado para pagarlos por la resolución firme que los regula, o desde
que adquiere firmeza si no ha fijado un plazo.
En el caso de honorarios meramente devengados, el plazo corre desde que queda
firme la resolución que pone fin al proceso, o desde que el acreedor conoce tal
firmeza, si sus servicios han cesado antes.
Por otra parte, el artículo 730 del Código Civil y Comercial plantea un límite al total
de los honorarios semejante al que actualmente impone el art. 505 del anterior
Código Civil.

III. Disposiciones que tienen influencia sobre la actividad


de los abogados
Algunas de las disposiciones del Código Civil y Comercial, si bien no regulan
directamente el ejercicio de la profesión de abogado, sí atañen a cuestiones con las
que hemos de lidiar asiduamente.
1) Domicilio y notificación de la demanda:
Señala el artículo 76 del Código Civil y Comercial que “…La persona cuyo domicilio
no es conocido lo tiene en el lugar donde se encuentra; y si éste también se ignora,
en el último domicilio conocido…”.
Es decir que, si se conoce el presunto domicilio de una persona, y se intenta una
notificación judicial que fracasa porque el destinatario “no vive allí”, puede
practicarse una notificación válida en el último domicilio conocido, pues el Código
establece que allí se domicilia la persona cuyo domicilio es ignorado.
Esta regla no rige para el caso de ausencia, pues en tal caso el artículo 81 del
Código Civil y Comercial señala que “…Es competente el juez del domicilio del
ausente. Si éste no lo tuvo en el país, o no es conocido, es competente el juez del
lugar en donde existan bienes cuyo cuidado es necesario; si existen bienes en
distintas jurisdicciones, el que haya prevenido…”. Se trata de una regla especial por
cuya virtud, en el caso del domicilio desconocido no se aplica el “último domicilio
conocido”, sino aquel en el que existan bienes.
2) El silencio como manifestación de voluntad:
El artículo 236 del Código Civil y Comercial establece que “…el silencio opuesto a
actos o a una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad
conforme al acto o la interrogación excepto en los casos en que haya un deber de
expedirse…”. Hasta ahí la disposición parece análoga a la del art. 919 del viejo
Código Civil. Sin embargo la norma proyectada agrega que este deber de expedirse
“…puede resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas o de
una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes…”.
Por lo tanto, la regla pasa a ser prácticamente la inversa, pues el silencio valdrá
como una manifestación de voluntad no sólo cuando el deber de expedirse resulte
de la ley, sino también cuando pueda inferirse de la voluntad de las partes, de los
“usos y prácticas”, de la “relación entre el silencio actual y las declaraciones
precedentes”. Por ejemplo, si el juez estima que hace a los “usos y prácticas”
contestar determinada intimación, podrá considerar el silencio como una
manifestación de la voluntad; también en el caso en que las primeras misivas se
hayan respondido, el silencio respecto de las siguientes podría interpretarse como
una manifestación de la voluntad en atención a la “relación entre el silencio actual y
las declaraciones precedentes”.
Es de destacar que, en el caso de la ratificación de la representación alegada, el
silencio se interpreta como una negativa (art. 370 del Código Civil y Comercial).
3) Renuncia anticipada a oponer defensas judiciales:
Según el artículo 944 del Código Civil y Comercial “…No se admite la renuncia
anticipada de las defensas que puedan hacerse valer en juicio…”. Por lo tanto,
resultan de ningún valor las declaraciones contractuales o estipulaciones en las que
una de las partes se compromete a no plantear determinadas defensas.

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