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Humberto JIMÉNEZ G.
Para tratar este tema se necesita ser poeta y místico, tener una sensibilidad atenta a los
misterios de la naturaleza, al lenguaje de los símbolos, a los mensajes del amor. En
alguna forma se necesita participar del poder creador de Dios, penetrar en la realidad
oculta que evocan los mitos, descubrir en las narraciones la emoción de las personas, y
saber expresar todo eso en un lenguaje que sea capaz de llegar al corazón y hacerlo
vibrar con las emociones que han sentido los hombres y mujeres de todos los tiempos
que no han endurecido su espíritu y lo han mantenido receptivo a todas las experiencias
humanas.
Una forma gráfica de representarnos la importancia del agua en la Biblia es pensar que
en el Antiguo Testamento este tema se encuentra en 1.500 versículos y en 430 del
Nuevo Testamento. Y no se trata sólo de la cantidad numérica de textos, sino sobre
todo del rico simbolismo que ese elemento encierra, y como símbolo nos ayuda a captar
de una manera intuitiva realidades profundas que no podemos percibir y experimentar
sino de una manera indirecta.
Israel nunca tuvo vocación marinera. Sus costas no se prestaban para construir puertos
adecuados. Mientras que sus vecinos los fenicios fueron hombres de mar, Israel no se
distinguió como navegante. Los esfuerzos de Salomón por construir una flota no parece
que hubieran tenido continuadores (1 Re 9,26-28; 1 Re 22,39).
En el Apocalipsis el ángel vuelve a retomar las imágenes del paraíso para hablarnos de
la vida en el más allá y le muestra al vidente un río de agua viva, luciente como el
cristal, que sale del trono de Dios y del cordero. En la mitad de la calle de la ciudad, a
cada lado del río, crece un árbol de vida... Quien tenga sed, que se acerque; el que
quiera, coja gratuitamente agua viva (Ap 22,2a.17b). Toda la felicidad y la alegría que
se puede experimentar en la paraíso está expresada bajo el simbolismo del agua que se
toma. En otro texto referente al mismo tema dice el salmista: Les das a beber el
torrente de tus delicias (Sal 36,9b).
La narración bíblica no hace sino retomar el simbolismo del agua expresado en las
mitologías antiguas. Según la tradición védica el agua es la fuente de todas las cosas y
de toda existencia. Es el principio de lo indiferenciado y de lo virtual, fundamento de
toda manifestación cósmica, receptáculo de todo germen; las aguas simbolizan la
sustancia primordial de donde nacen todas las formas y a la cual retornan por regresión
o cataclismo. Las aguas están al principio y al final de todo ciclo histórico o cósmico.
En la cosmogonía, en el mito, en el ritual, en la iconografía, las aguas cumplen la
misma función, sin que importe la estructura del complejo cultural en que se
encuentren: preceden toda forma de vida y sostienen la creación(3).
Hay muchas mitologías de tipo acuático; por su cercanía con la Biblia mencionaremos
la cosmogonía babilónica en la cual encontramos también el caos primitivo donde el
océano primordial estaba constituido por apsû, masa de agua dulce sobre la que flota la
tierra, y Tiamat, el mar. Es la imagen primitiva de una totalidad acuática indiferenciada.
Las aguas llevan en sí los gérmenes de la vida. Otras parejas divinas tienen su origen en
la mezcla de las aguas dulces y las aguas saladas(4).
Tiamat aparecía personificado bajo la forma de una bestia monstruosa, representaba las
fuerzas caóticas y devastadoras que Marduk, el dios del orden, debía reducir a la
impotencia para organizar el cosmos(5). Derrotada Tiamat, Marduk divide su cuerpo en
dos para con sus despojos realizar la creación(6).
En el diluvio tenemos nosotros el reverso de la creación. El Génesis dice: vio Dios que
todo era bueno; en la introducción al diluvio se afirma: vio Dios que el hombre había
corrompido su camino sobre la tierra.
El tema del diluvio con su protagonista el agua es un arquetipo universal. Todos los
pueblos y culturas han tenido la experiencia de la fuerza destructora y regeneradora del
agua. El "mundo envejecido", poblado por una humanidad en decadencia, es sumergido
en las aguas para, poco tiempo después, resurgir como "mundo nuevo" del caos
acuático. Narraciones de diluvio encontramos en casi todos los pueblos. Hasta ahora se
han encontrado cerca de 302, lo que muestra que pertenece al patrimonio del hombre,
amenazado por la fuerza avasalladora del agua desbordada, pero también salvado del
cataclismo destructor.
El simbolismo del agua es un producto de la intuición del cosmos como unidad y del
hombre como modo específico de existencia que se realiza exclusivamente por medio
de la Historia. El mérito de la revelación judeo-cristiana está en haber asumido todos
esos símbolos humanos y haberlos empleado como vehículo de la revelación dándoles
un sentido histórico.
No hemos de considerar la narración del paso del mar Rojo como una crónica exacta y
puntual de los acontecimientos. En ese texto se mezclan muchas narraciones, que
representan diversas maneras de interpretar el hecho.
Moisés extendió la mano sobre el mar, el Señor hizo retirarse al mar con un
fuerte viento de levante que sopló toda la noche; el mar quedó seco y las aguas
se dividieron en dos. Los israelitas entraron por el mar a pie enjuto, y las
aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Los egipcios, persiguiéndolos,
entraron detrás de ellos por el mar, con los caballos del Faraón, sus carros y
sus jinetes...
Dios dijo a Moisés: Tiende tu mano sobre el mar, y las aguas se volverán con
los egipcios, sus carros y sus jinetes.
No debemos interpretar este texto literalmente, como lo hace v. gr. la película los Diez
Mandamientos. En realidad estamos frente a una epopeya que ha engrandecido y
magnificado los acontecimientos. Lo que importa es su sentido religioso y teológico
que para Israel adquirió un significado especial. El cántico de Moisés nos orienta en
esta búsqueda:
La división y separación de las aguas recuerda un poco las narraciones míticas donde se
habla de la derrota del dragón primordial (Tiamat) y la construcción del mundo con los
restos del dios vencido. El autor sacerdotal tomando elementos mitológicos para
expresar un hecho histórico, le ha dado una significación más profunda. El mar es aquí
un elemento del ambiente geográfico de Israel, no una figura mitológica, pero la forma
en que se presenta tiene rasgos mitológicos. No aparece el mar como una potencia
enemiga de Dios, sino como un arma usada por Dios contra los adversarios de Israel.
Muchos textos históricos y poéticos se refieren a esta hazaña como una de las
fundamentales de la intervención de Dios en el caminar del pueblo. Un profeta del
tiempo del destierro, el segundo Isaías, rememora poéticamente esta hazaña:
La liberación del yugo faraónico está escrita aquí con términos que sugieren que la
fuerza redentora es la misma fuerza creadora. Para sacar a los israelitas de la prisión de
Egipto y conducirlos a la tierra prometida, Dios venció a Rahab el Tempestuoso, a
Tannin el Dragón, a Yam el Mar y a Tehom el Abismo. Ahora bien en el Antiguo
Testamento esos cuatro nombres designan tanto las fuerzas cósmicas dominadas por el
Creador, como las fuerzas egipcias vencidas por el Redentor. Allá se habla del caos
primordial y del océano de los orígenes; aquí se trata del imperio egipcio con su rey, y
de las aguas del mar Rojo. Las personificaciones que transforman esas energías en
formidables combatientes, las encontramos en otras cosmogonías del oriente antiguo,
(ya hemos visto a Tiamat, vencida por Marduk y divida en porciones de donde se forma
la tierra), pero al pasar a la Biblia esas expresiones pierden su sabor politeísta: Dios, el
único Señor, no lucha contra otros dioses; él tiene delante de sí sólo elementos de la
naturaleza u hombres, que son por otra parte sus criaturas y que él domina a su
voluntad, como lo testimonia el mundo que sale del caos, e Israel que sale del Egipto.
El que dividió el mar en dos partes en los orígenes del universo, es el mismo que lo ha
dividido en los orígenes de Israel, para que los redimidos puedan pasar de Egipto a
Canaán(8).
Con el correr del tiempo la división del mar y el secarse de las aguas que eran parte del
mito, se convirtieron en un vocabulario estereotipado para describir el suceso del mar
Rojo.
El desierto
La peregrinación de Israel por el desierto presenta algunos episodios significativos
donde el agua jugó un papel principal. En su travesía Israel llegó al oasis de Mara, más
no pudieron beber el agua de Mara, porque era amarga. Por eso se llama aquel lugar
Mara. El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: ¿Qué vamos a beber? Entonces
Moisés invocó al Señor, y el Señor le mostró un madero que Moisés echó al agua, y el
agua se volvió en agua dulce. (Ex 15,22- 25).
No fue éste el único caso en que el agua aparece en el primer plano de los
acontecimientos. En Meribá tenemos el episodio de la rebeldía del pueblo que
desconfiaba de la acción del Señor para proporcionarles agua.
Es también aquí el bastón de Moisés el que realiza el prodigio, como antes había
cambiado las aguas del Nilo en sangre y había dividido las aguas del mar Rojo.
. Sin embargo en la Biblia se le recuerda por los sucesos que en él se dieron y que
marcaron etapas decisivas en la historia del pueblo.
El comienzo de la vida en el desierto está señalado por el paso del mar Rojo, su fin y el
inicio de la entrada en la tierra prometida, por el paso del río Jordán. Todo el período de
la peregrinación está enmarcado por un episodio donde el Señor aparece como dueño
de las aguas.
El paso del río Jordán está presentado en una forma muy estilizada. A partir del texto
citado es difícil reconstruir los acontecimientos. ¿Es un pasaje que nos narra el hecho o
la conmemoración litúrgica del acontecimiento? Quizás se trató de algo más sencillo
que una partición milagrosa de las aguas. Varias veces ocurren en el curso de la historia
derrumbes en el Jordán que provocaron el represamiento de las aguas y permitieron que
el río fuera vadeado a pie enjuto. Sea lo que sea, este suceso fue significativo para
Israel. Muchos pasajes de la Biblia lo ponen en paralelo con lo acontecido en el mar
Rojo. Israel vio en él una intervención especial de Dios en su historia.
La tradición posterior ha unido los dos acontecimientos: el paso del mar Rojo y el paso
del Jordán. Así lo vemos en el salmo 115,3.5 donde el mar, al verlos huyó y el Jordán
se echó atrás. Una vez más la revelación ha desmitificado un motivo pagano. Como el
mar, también el Jordán se ha atemorizado. Al río también se trasladaron elementos
míticos de la lucha del caos. Aun cuando en realidad no hay lucha; la sola mirada de
Dios pone las aguas en fuga y hace temblar la tierra(11). El suceso legitima también el
papel de Josué como sucesor de Moisés. Como Moisés en el mar Rojo, ahora Josué ha
dividido las aguas del Jordán(12).
Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías cogió su manto, lo enrolló, golpeó
el agua y el agua se dividió por medio y así pasaron ambos a pie enjuto (2 Re
2,8-9)
En este caso el paso del Jordán por Elías y Eliseo hace eco al paso de los israelitas con
Josué, y de alguna manera recuerda también el milagro del mar Rojo. Quizás alguna
celebración litúrgica en este lugar recordaba con una procesión el suceso cuando Josué
continúo la obra de Moisés. Elías ha sido presentado como un segundo Moisés; el gesto
de dividir el Jordán lo muestra como poseedor de los mismos poderes de aquél.
Eliseo sucesor de Elías en su lucha contra la religión cananea aparece relacionado con
el río Jordán. El general sirio Naamán recibe la curación de su lepra al bañarse siete
veces en este río.
Mientras tanto las aguas del Jordán siguen discurriendo tranquilas, reflejando en sus
ondas las orillas de una tierra cargada de historia, y como testigo de luchas y derrotas,
de victorias y fracasos. Hasta él llegarán las lamentaciones de los vencidos y los cantos
de alegría de los que retornan del destierro. El eco de las enseñanzas de los sabios se
apagará en sus meandros. Se alegrará de verse citado en compañía de ríos de más
alcurnia que según el autor sagrado bañaban las regiones del paraíso, por el autor del
libro del Eclesiástico cuando habla de la ley y afirma de ella que:
El Jordán representa una figura clave en la cual se entrelazan los hilos que unen el
bautismo de Cristo y el de los cristianos. En el se refleja tanto el problema del
fundamento histórico del bautismo cristiano como el de su interpretación. Acabamos de
ver que el Jordán es un río con un gran pasado histórico, que Marcos revive al
pronunciar su nombre. Así se convierte en una magnitud que aglutina diversos sucesos,
en vehículo portador de muchas reflexiones, para descubrir finalmente las dimensiones
del bautismo cristiano al ser puesto en relación con él.
Un texto entre muchos, tomado de Gregorio de Nisa nos explica todo esto:
Largo tiempo has andado revolcándote en el barro. Corre a mí, Jordán, pero no
a la voz de Juan, sino a la llamada de Cristo. La corriente de la gracia prorrumpe
por doquier. No tiene sus fuentes en Palestina ni se derrama sólo en el mar que
le limita. Fluye por todo del orbe de la tierra y entra incluso en el paraíso, en
concurrencia con aquellos cuatro ríos que de allí brotan en sentido opuesto y
llevando al paraíso riquezas mucho mayores que las que de allí salen. Pues
aquellas aguas no hacen sino fertilizar los campos...; en cambio, este río trae
hombres renacidos del Espíritu... ya que Cristo es su fuente inagotable, fuente
que inunda todo el mundo(14).
Hemos llegado al final del proceso en que el agua, de símbolo de vida natural, de
elemento necesario para la subsistencia llega a ser, a través de los acontecimientos del
mar Rojo y del río Jordán, símbolo de una vida más alta, la que Cristo nos da con su
muerte y su resurrección.
Muchos sucesos están íntimamente ligados a un pozo. Muchas veces éste recibe el
nombre a partir del acontecimiento que allí se realiza:
Fuese Isaac, y acampó en el valle de Guerar y habitó allí. Volvió a abrir los pozos
abiertos en tiempo de Abraham, su padre y cegados por los filisteos después de la
muerte de Abraham, dándoles los mismos nombres que les había dado su padre (Gn
26.17-18).
- Por un pozo riñeron los pastores de Isaac con los pastores de Guerar y le pusieron el
nombre de Desafío (Ezec), porque le había desafiado. Cavaron otro pozo y también
riñeron por él y lo llamó "Rivalidad" (Sitna). Se apartó de allí y cavó otro pozo que
por fin no suscitó riñas y el llamó "Espacioso" (Rejobot), queriendo decir:" El Señor
nos ha dado espacio para crecer en el país" (Gn 26, 21-22)
-Berseba es el pozo del juramento, porque allí juraron la paz Isaac y Abimelec (Gn
26,30-33). Con los pozos está íntimamente asociada la mujer. Porque la vida de la
comunidad giraba alrededor del pozo. Las amistades se iniciaban cuando las gentes
acudían a él para calmar su sed. Las noticias de otras tribus allí llegaban y de allí se
difundían a otras partes. Los negocios se tramitaban mientras la gente refrescaba su
garganta. Pero eran especialmente las mujeres, especialmente las jóvenes las
encargadas de ir al pozo para sacar el agua. Y al pozo llegaban caminando con gracia
con el cántaro en la cabeza y llevando el ritmo con sus pies de gacela. A nadie se le
negaba un poco de agua. Muchos encuentros tuvieron lugar junto al pozo de ondas
transparentes.
-Agar la esclava egipcia que Sara había dado a su esposo resultó en cinta. Los celos de
su ama la hicieron huir de la casa de Abraham. El ángel del Señor la encontró junto a
la fuente del desierto, la fuente camino del Sur (Gn 16,7). En un momento de
desesperación ella recibe un anuncio. Tendrá una numerosa descendencia. Lo que iba a
ser muerte se convirtió en vida, la desesperación se hace promesa. Lo que iba a ser un
nacimiento escondido se transforma en origen de un gran pueblo. Los árabes son
descendientes de Abrahán. Ella la que pensaba que se iba a extinguir sin dejar huella se
convierte en fuente de una raza fuerte y vigorosa. Y por haber recibido ese mensaje al
pie del pozo Agar invocó el nombre del Señor, que le había hablado. Tú eres el Dios,
que me ve (diciéndose): ¡He visto al que me ve! Por eso se llama aquel pozo "Pozo del
que vive y me ve" (Ber Lahai Roi Gn 16,13-14).
-Agar puede mirar al futuro con tranquilidad. La fuente que se reflejó en sus ojos
negros, con su nombre le está recordando que Dios se le manifestó allí y la que estaba a
punto de morir encontró una razón para vivir. Las aguas frescas de la fuente la
reanimaron a ella y al niño que en su seno llevaba.
-Y siguen los encuentros junto a los pozos. Ahora la situación no es tan dramática como
la de Agar que veía en peligro su vida. Se trata sí de permitir que la vida continúe. Para
que la promesa hecha a Abraham pueda seguir su curso es necesario encontrarle una
esposa a Isaac, hijo de la promesa. Para eso parte Eliécer, el siervo más viejo de
Abraham, hacia una región lejana. Al llegar a la ciudad de Aram Naharaim (Entrerríos),
Es allí junto al pozo dónde comienza a tejerse la canción del amor. El agua fue el
vínculo que unió dos corazones que hasta ese entonces no se conocían. Llama la
atención en este relato la sencillez idílica con que actúan los personajes. La calidez de
Rebeca, su generosidad para compartir al agua con un desconocido, el espíritu de
servicio para dar de beber a los camellos. Abraham puede morir tranquilo; junto a un
pozo de aguas generosas, su siervo encontró una joven de ojos color miel, que día a día
iba la fuente, quizás con la secreta ilusión de encontrar allí el amor. Y al dar agua a un
desconocido y abrevar los camellos de un cansado viajero su ilusión se vio cumplida. A
lo mejor mientras miraba hacia la profundidad del pozo contempló un rostro que antes
nunca había visto. Y lo reconoció cuando al término de su viaje Isaac salió a su
encuentro y la abrazó.
Años más tarde y tal vez en el mismo lugar, la escena se repite, esta vez con el hijo de
Rebeca; (y volverá a darse con Moisés). También un pozo entra en escena: Jacob va a
casa de su tío Labán y
en campo abierto vio un pozo y tres rebaños de ovejas tumbadas cerca, pues los
rebaños solían abrevar del pozo; la piedra que tapaba el pozo era grande,
tanto que sólo cuando se reunían allí todos los pastores corrían la piedra de la
boca del pozo, abrevaban los rebaños y volvían a tapar el pozo poniendo la
piedra en su sitio... Todavía estaba hablando, cuando llegó Raquel con las
ovejas de su padre, pues era pastora. Cuando Jacob vio a Raquel, hija de
Labán su tío, se acercó, corrió la piedra de la boca del pozo abrevó las ovejas
de Labán, su tío; después besó a Raquel y rompió a llorar. Jacob explicó a
Raquel que era pariente de su padre, hijo de Rebeca (Gn 29,23.9-12).
Era el amor que ya nacía el que movió a Jacob a quitar la piedra que tapaba la boca del
pozo, antes del tiempo indicado, y lo que le dio fuerzas para realizar el esfuerzo
descomunal de mover la piedra que sólo entre varios pastores podía ser quitada(17).
Desde ese gesto de Jacob, Raquel sintió que sus fibras más íntimas se estremecían; allí
junto al pozo al mismo tiempo que se sacaba el agua se renovaba el misterio del amor.
Una vez más la mujer y el pozo como fuente de vida están en relación, esperando que
alguien venga a buscarlas, sediento de amor. El amor sigue uniendo las generaciones y
haciendo que la promesa como un manantial siga fluyendo y creciendo hasta llegar a
ser un río.
Sin embargo los pozos no eran siempre los lugares para un romance como lo hemos
visto hasta ahora. La vida cotidiana es siempre más complicada que nuestras
reconstrucciones ideales. A veces el agua no basta para todos y surgían dificultades
junto a los pozos. Las peleas por el agua eran frecuentes y los más débiles llevaban la
peor parte. Así acontecía con los hijas de Ragüel, sacerdote de Madián, que guardaban
los rebaños del padre. Quizás no tenían hermanos que las defendieran. Esa fue la
situación que encontró Moisés cuando en su huida del Faraón se refugió en el desierto
de Madián(18).
Allí se sentó junto a un pozo. El sacerdote de Madián tenía siete hijas, que
solían salir a sacar agua y a llenar los abrevaderos para abrevar el rebaño de
su padre. Llegaron unos pastores e intentaron echarlas. Entonces Moisés se
levantó, defendió a las muchachas y abrevó su rebaño. Ellas volvieron a casa
de Raguel, su padre, y él les preguntó:
- ¿Cómo hoy tan pronto de vuelta?
Contestaron:
- Un egipcio nos ha librado de los pastores, nos ha sacado agua y ha abrevado
el rebaño.
Replicó el padre:
- ¿Dónde está? ¿Cómo lo habéis dejado marchar? Llamadlo que venga a
comer.
Moisés accedió a vivir con él, y éste le dio a su hija Séfora por esposa (Ex 2,16-
21).
Isaac, Jacob y Moisés tres personajes de Israel. Rebeca, Raquel, Séfora tres mujeres
encontradas junto al pozo de aguas. Tres historias que escucharon las generaciones y
que se siguen repitiendo sin perder nunca su encanto. Tres historias paralelas como para
mostrar que a través de los tiempos la vida discurre siempre igual y tiene las mismas
raíces profundas. Tres fuentes de donde al par que el agua brotó el amor que permitió
que la promesa de una descendencia no quedara en el vacío. Y por encima de todo Dios
que dirige los acontecimientos dejando que el juego de las causas segundas vaya
anudando los hilos de la historia siempre fecunda, nunca interrumpida y de la cual
vivimos nosotros todavía. El elemento común a todas esas historias es el agua con su
simbolismo nunca agotado y siempre evocador.
Quizás las aguas que ahora bebemos fueron las mismas que estaban en el cielo cuando
el Señor las separó de las de abajo mediante el firmamento; quizás fueron las que
cayeron en las horas interminables del diluvio; o las que han refractado el sol después
del diluvio anunciando una era de paz para la tierra. O las que brotaron del pozo para
alimentar el amor de las matriarcas. O las que se dividieron cuando Moisés tendió su
mano sobre ellas para que pasase el pueblo escogido y se librara de la esclavitud del
Faraón. O las que formaron una muralla en el Jordán para que el pueblo atravesase el
lecho a pie enjuto. O las que resbalaron sobre Jesús cuando éste fue bautizado en el
Jordán O quizás fueron las que Jesús convirtió en vino en las bodas de Canaán. O la
que le ofreció la samaritana junto al brocal del pozo y que Jesús transformó en agua de
vida que salta hasta la eternidad. O son las que han brillado en los mares en noches de
tormenta cuando la luna se esconde para no ver la tragedia. ¿De cuántos pecados
habrán purificado a los que en el curso de los siglos se han sumergido en ellas, o han
dejado que ella diáfana y cristalina corra sobre sus cuerpos? ¡Cuánta sed han
apaciguado, cuántos incendios han extinguido; por cuántos cauces de ríos y montañas
han cruzado! Pero podemos preguntarnos, ¿por cuánto tiempo estará asegurada la
existencia de esa gota de agua? ¿Terminará contaminada, corrompida, adulterada de
modo que no sirva ya para la vida, sino que sea pregonera de muerte? Nosotros estamos
corriendo la misma suerte del agua. Para que podamos subsistir es menester que ella
también viva.
Notas:
3. ELIADE, Mircea , Trattato de storia delle religione, Edizioni Einaudi , Torino 1957,
pág. 193s.
8. BONNARD, P.E., Le Second Isaïe, son disciple et leurs éditeurs. Isaïe 40-6 6,
Gabalda , Paris 1972, pág. 252-253.
9. GÖRG. En: Theologisches Worterbuch zum Alten Testamen t, Vol III, col. 90 7.
10. DE VAUX, Roland , Histoire ancienne d'Israel, Gabalda, Paris 1971, pág. 558
11. GÖRG, o.c., col 907-909. KRAUS. H.J. BK Band XV SALMEN II. Neukirchener
Verlag l961 (2) pá g. 114-115.
12. GRAY, John , I & II King s, Old Testament Library , London 1977 , pág. 477
13. SCHÜTZ, Christian, El bautismo de Jesús, en: MYSTERIUM SALUTI S, Vol. III,
Tomo II, Cristiandad , Madrid 1971 , pá g. 78s.
17. VON RAD, Gerhard , Das erste Buch Mose. ATD, Göttingen 1967, p. 251
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