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 EL PROCESO DE TRADUCCIÓN

El proceso se inicia con el encargo de traducción. Después de interpretar el encargo a


base de sus conocimientos y experiencias de la práctica profesional, es decir, después de
sacar del encargo las conclusiones adecuadas que guiarán sus decisiones traductoras, el
traductor procede al análisis del texto base, en el que le ayudan sus conocimientos
temático-terminológicos y sus conocimientos linguo-culturales de la cultura a que
pertenece el texto base. Comparando el resultado del análisis textual con el resultado de
la interpretación del encargo, el traductor puede planear la estrategia del transfer, es
decir, puede optar por un determinado tipo de traducción con los respectivos
procedimientos de reproducción, sustitución, adaptación, etcétera, dejándose guiar por
sus conocimientos teórico-metodológicos acerca de la traducción. Después tiene que
poner en práctica la estrategia, produciendo un texto meta que corresponda a los
requerimientos del encargo de traducción. En la producción del texto meta, el traductor
se basa otra vez en sus conocimientos temático-terminológicos y linguo-culturales de la
cultura a la que se traduce.

Según esta concepción funcional del proceso traductor, traducir es producir un texto en
una lengua meta (TM) a base de un texto formulado en otra lengua (texto base, TB). El
TM debe cumplir determinadas funciones comunicativas para los destinatarios
pertenecientes a la cultura receptora, mientras que el texto original cumple (o cumplió)
determinadas funciones comunicativos para unos destinatarios ubicados en otra cultura.
Siguiendo las instrucciones del encargo de traducción, formulado explícita o (en la
mayoría de los casos) implícitamente, el traductor "saca" las informaciones relevantes
del texto base, procesando y reformulándolas hasta que tengan una forma aceptable para
los receptores de la cultura meta. "Aceptable" será una forma que no impida o estorba la
comprensión y que permita a los receptores utilizar el texto para los fines comunicativos
que deseen.

En este proceso, el traductor necesita conocimientos (profesionales, temáticos,


lingüísticos y culturales de las dos culturas entre las que va a mediar y también
traductológicos en el sentido más amplio de la palabra). También es preciso que domine
las técnicas de interpretación del encargo de traducción, de análisis y producción
textuales y de planeamiento estratégico del transfer. Además necesita determinadas
capacidades personales que le facilitarán el trabajo de traductor: capacidad de
abstracción (para la comparación del texto original con las especificaciones del encargo
de traducción), capacidad de decisión (para elegir una estrategia adecuada de entre
varias que están a su disposición), capacidad de transfer (para poder en práctica la
estrategia elegida) y capacidad crítica (para evaluar su propio producto frente a los
requerimientos del encargo de traducción. Estas capacidades podrían considerarse como
condición previa para aprender a traducir.

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