Sei sulla pagina 1di 1

Teoría del Canto gregoriano.

43
que representan por los medios tonos las cosas incompletas, no
puede expresar sino la belleza perfecta, la verdad pura, est, est¡non
non. El oído acostumbrado á su incomparable franqueza, no puede
sufrir las cantinelas afeminadas, donde domina el sensualismo hasta
en aquello mismo que debiera ser la expresión del amor divino.
Hay algo angélico en la inflexibilidad misma de su gama al no
admitir alteración alguna 3».
Así se expresa el que ha llegado á compenetrarse del espíritu
del canto gregoriano.

C. — Necesidad de una buena ejecución.


Tales son los caracteres litúrgico y estético del canto gregoriano.
Estos caracteres para ser bien comprendidos reclaman ante todo
una buena ejecución del canto : y para ello se requiere indispensa­
blemente la anterior preparación próxima en los ensayos, y remota
en el estudio detenido de estas melodías. Ecclesiasticis canticis hcec
disciplina vel máxime necessaria.1 Y en efecto, ¿no se debe dar á
Dios lo mejor de nuestras acciones? no se le debe honrar en su
Casa con un canto decente y bien concertado? Y ¿no pondre­
mos, á lo menos el mismo cuidado para agradar al Señor, que
los cantores de teatro para agradar al público? A Dios debe­
mos honrarle con culto interno y externo. Grave, gravísima culpa
es la del que por su poco cuidado y esmero escandaliza al pueblo
fiel con lo mismo que debiera servirle de medio para elevar sus cora­
zones á las cosas santas.
Confesemos, para nuesta vergüenza, que no siempre en nuestros
días es el canto motivo de edificación en los templos; y por esto
uno de los primeros cuidados del Gran Papa que hoy rige los
destinos de la Iglesia, ha sido el de restablecer á su primitiva
pureza el canto litúrgico y dar reglas para que sirva para el fin
á que se destina, que es para la gloria de Dios y la santifi­
cación de las almas. — Grande y trascendental es la importancia
de esta reforma, y por lo tanto grandes han de ser también
nuestros esfuerzos para llevarla á cabo, y obtener el bien y fruto
espiritual que Pío X pretende. Con razón decía S. Bernardo : « qui­
mil tañí cantum^ mutant mores. J
¡Oué honra para nuestra Patria si fuese ella la primera en dar
ejemplo en este caso, como lo es en tantos otros! Nosotros hemos
de decir prácticamente á todo el mundo que la Nación Católica por
excelencia acoge siempre con amor y con delirio los mandatos y
los consejos de su Padre, el Representante de Jesucristo en la tierra.

’ Gerbert. Script; t. I, p. 173,

Potrebbero piacerti anche