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Mercedes Juan-Saura
WINONA STATE UNIVERSITY
Es indudable que uno de los hechos más relevantes en la cuentística de los últi-
mos años ha sido el movimiento de las cuentistas actuales, y también para afian-
zar su reputación, desde las mexicanas Rosario Castellanos, Inés Arredondo,
Elena Poniatowska en México, en Chile Marta Brunet, María Luisa Bombal,
Isabel Allende, en Uruguay Armonía Sommers, María Inés Silva Vila, Silvia
Lago y Cristina Peri Rossi. En Argentina figuran Luisa Mercedes Levinson, Sil-
vina Bulrich, Elvira Orphee, Marta Lynch, María Traba y Luisa Valenzuela en-
tre otras. Congresos, publicaciones, estudios críticos han servido para poner en
relieve a estas escritoras. Esta lista, por supuesto dista mucho de ser completa.
En Puerto Rico ocurre un fenómeno muy interesante dentro de la literatura
latinoamericana. Durante las décadas de los 30, 40 y 50, aparecieron en general,
gran profusión de investigadoras, críticas y profesoras enormemente respetadas,
sin que figuraran cuentistas de renombre. La antología de Rene Marqués publi-
cada en 1958 no incluye a ninguna mujer y la de Concha Meléndez, publicada
en 1961, sólo incluye a una, Esther Feliciano Mendoza. En cambio desde los
años 70, Rosario Ferré, Carmen Lugo Filippi y Ana Lidya Vega se destacan en-
tre los mejores cuentistas puertoriqueños y las mujeres representan más de un
40% en las nuevas antologías de Efraín Barradas y José Luis Vega.
Quizás se deba esto a que en la década de los 70 tomó fuerza el movimiento
pro liberación de la mujer después de una calma y apaciguamiento del movi-
miento estudiantil internacional. El movimiento feminista o quizás algunos pre-
fieran llamarlo femenino, no sé, ya que feminista tiene una connotación de lucha
reivindicativa y por lo tanto de trato igualitario en la educación, el trabajo, el
matrimonio, así como en las relaciones sexuales. Este movimiento feminista
coincide en la crítica literaria con el auge de las teorías estructuralistas y post-
estructuralistas, y también con los postmodernistas, engendrando una serie de
teorías que analizan el origen de la explotación de la mujer tanto en las socieda-
des primitivas, como en las actuales. Estas escritoras o esta literatura feminista
busca y cultiva en su mayoría una literatura intimista.
Pero en mi opinión, la literatura no es sexista en sí, y como bien dice la es-
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LO BURLESCO Y HUMORÍSTICO EN... 173
En «Letra para salsa y tres soneos por encargo», tenemos un lenguaje con
una tensión y un gran movimiento. Percibimos que algunos pasajes deben ser
leídos en voz alta, ya que las expresiones deben ser escuchadas, mejor que leí-
das. En un texto que se lee en voz alta se pueden escuchar mejor las voces, las
palabras, las expresiones. Un sonido original se transforma en trabajo escritural
de forma metafórica. Una escritura que es una ruptura entre la realidad (el len-
guaje vivo de los diferentes ideolectos) y su propia representación, una ruptura
de la escritura «convencional» con la tiranía de la ortografía.
«En la De Diego fiebra la fiesta patronal de nalga. Rotundas en sus pantis
super-look, imponentes en perfil de falda tubo, insurgentes bajo es fascismo de
la faja, abismales, olímpicas, nucleares, surcan las acera riopedrenses como in-
vencibles aeronaves nacionales». Tenemos aquí un canto, una oda a las nalgas.
Insurgentes, a pesar de llevar un faja fascista que las oprime.
«Entre el culipandeo, más intenso que un arrebato colombiano, más perseve-
rante que Somoza, el Tipo rastrea a la Tipa. Fiel como una procesión de Semana
Santa con su rosario de qué buena estás, mamichulín, qué bien te ves, qué ricos
te quedan esos pantaloncitos, qué chula está esa hembrota, men, qué cano e si-
lán, tanta carne y yo comiendo hueso...».
¿Es que los arrebatos con mayor intensidad son los colombianos? La narra-
dora evoca ese «arrebato colombiano», al cual le otorga la máxima intensidad.
Dos días de piropos y acoso, dos días bíblicos, y al tercero la Tipa dice:
¿Vamos?, y se dirigen y montan en un carro rojo, un Ford Torino del 69. Ella es
la que conduce, el Tipo le indica el camino pero ella se dirige hacia otro lado:
«Coge pa Piñones». Pero agarrando la carretera de Caguas como si fuera un do-
rado muslo de Kentucky-fried chicken, la Tipa se apunta otro canasto tácito.
En el Motel que ella elige, el Tipo ni siquiera tiene para pagar, ni para la pro-
pina. La Tipa paga. Sin embargo cuando el Tipo les cuenta a sus amigos, la aven-
tura, sale la presunción y la arrogancia del típico macho: «por un polvillo La Ti-
pa estaba más dura que el corazón de un mañoso, mano. Yo no hice más que
mirarla y se me volvió merengue allí mismo. Me la llevé pa un motel, men, aho-
ra le tumban a uno siete cocos». El macho no puede decir que fue ella quien pagó.
Al pagar, rebusca en su cartera, «saca lipstick, compacto, cepillo, máscara,
kleenex, base, sombra, bolígrafo, perfume, panti bikini de encaje negro. Tam-
pax, desodorante, cepillo de dientes, fotonovela y dos pesos que echa como par
de huesos a la mano insaciable. El Tipo siente la obligación histórico-social de
comentar: 'La calle ta dura ¿ah?' Creyendo que ha encontrado una prostituta».
Es la Tipa quien dirige toda la acción. Decide cuándo y dónde, Sale desnuda
del baño, «con un guille de diosa bastante merecido, Esnuita, Tremenda india.
La Chacón era chumba, bródel» y al Tipo que la mira embobado, le dice que se
desnude y le arroja un «condescendiente condón. Y... de los indesechables». El
pobre Tipo entra al baño, y ...«al querer entrar en todo su esplendor bélico», no
puede, «se faja con la naturaleza». El Tipo al querer ponerse el condón y, frente
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Genette en su trabajo Palimpsestes (1982-33) nos dice que una parodia es una
transformación mínima de otro texto. Genette habla sobre la transtextualidad, es
decir las relaciones entre diferentes textos y de la hipertextualidad o las relacio-
nes de un texto con otro anterior. Escribe que una parodia seria también puede
efectuarse, pero que en ese caso no se la puede llamar parodia.
En desacuerdo con esta opinión tenemos la de Linda Hutcheon. Ella ve la
parodia como una relación formal o estructural entre dos textos, pero no como
un sinónimo de intertextualidad. No es solamente un asunto de partenogénesis o
mágica absorción y transformación de otros. El texto no genera nada hasta que
es percibido e interpretado, es decir que sin la presencia de un lector, los textos
escritos son simple colecciones de marcas negras en páginas blancas. La expe-
riencia de la literatura involucra un texto, un lector y sus reacciones, las cuales
toman la forma de sistemas de signos y símbolos que se agrupan asociativa-
mente en la mente del lector.
En el segundo soneto hay una mofa de un feminismo exagerado. De forma
fría y aséptica la narradora se confronta a una acción en la que siempre se nos
presentaba una perspectiva machista. Aquí los papeles se invierten, ya que es la
mujer la que domina, igual que en el primer relato.
SONEO II
SONEO III
La Tipa se viste. Le lanza la ropa al Tipo, aún atrincherado en el baño. Se lar-
gan del motel sin cruzar palabra. Cuando el Torino rojo metálico del '69 se detie-
ne en la De Diego para soltar su carga, sigue prendida la fiesta patronal con su
machina de cabalgables nalgas. Con la intensidad de un arrebato colombiano y la
perseverancia somociana, con la desfachatez del Sha, el Tipo reincide vilmente. Y
se reintegra a su rastreo cachondo, al rosario de la interminable aurora de qué me-
neo lleva esa mulata, oye «baby», qué tú comes pa estal tan saludable, ave mana
millo, lo que hace el arroz con habichuelas, qué troj de calne, mami, si te cojo...
La repetición del mismo tema a través de los tres sonetos ( no expresados en
forma de poesía, sino narrativa) nos da una construcción textual dinámica a pe-
sar y por su repetición. Se nos presentan signos literarios de destrucción del
lenguaje establecido, «normalizado», componiendo morfosintácticamente y fo-
néticamente una auténtica «construcción híbrida». En esta hibridación, las sofis-
ticaciones del lenguaje pueden descender abruptamente a niveles primarios e
infantiles, siguiendo una trayectoria de ironía, sátira y parodia. Y podemos per-
cibir c o m o telón de fondo el ataque al machismo, realizado con un ambiente
burlesco, llevándonos a una caracterización grotesca de los personajes.
Me parece sumamente interesante la distinción entre sátira, parodia e ironía.
Si tomamos un gráfico que aparece en la obra de Linda Hutcheon, para ampliar
estos conceptos tenemos una visualización del resultado de estas interrelaciones
lo cual nos daría:
Etos Burlesco
(marcado)