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Introducción
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Discípulo de un Grande
Santo Tomás tuvo la suerte de que en Colonia (1248-1251) cuyo Estudio General, que
acababa de fundarse en 1248, estaba regido por el maestro Alberto de Bollstadt. Quien
es designado en la tradición histórica y teológica con el calificativo de Grande, tanto
por la amplitud de su obra enciclopédica como por el papel especial que representó en
el desarrollo de la filosofía y de la teología a lo largo del siglo XIII .
Las lecciones de tal maestro produjeron en él una impresión profunda. Naturalmente
silencioso y concentrado, las altas lucubraciones que exponía Alberto lo hicieron
todavía más. Y como era de estatura eminente y de recia contextura, sus jóvenes
condiscípulos del Rhin, inclinados a la ironía, comenzaron a distinguirlo con el apodo
de Buey mudo de Sicilia. Lo creían abobado y como oprimido bajo el peso de la ciencia
que brotaba de los labios de su común maestro; tanto que, al exponer éste el famoso y
difícil libro De los nombres divinos, de Dionisio el Areopagita, un condiscípulo,
compadeciéndose de él, se le ofreció espontáneamente para repetirle las lecciones.
Aceptó agradecido fray Tomás. Pero al comenzar aquél su tarea de repetidor, comenzó
a confundirse y equivocarse, sin acertar a poner las cosas en su punto. Entonces nuestro
joven, tomando la palabra, no solamente volvió las aguas a su cauce, repitiendo
distintamente y sin titubear las explicaciones del profesor, sino que las completó,
poniendo de su cosecha muchas cosas que Alberto no había dicho.
Quedó atónito el condiscípulo y le rogó que en -lo sucesivo tuviese la caridad de ser su
repetidor. Accedió Tomás de buen grado, pero a condición de que no se lo contase a
nadie. Más le faltó tiempo para referírselo al maestro de estudiantes, quien ocultamente
escuchó la siguiente repetición y refirió todo al regente Alberto.
Acostumbraba también el de Aquino a redactar en hojas sueltas lo que había
escuchado en clase, añadiendo sus propias reflexiones y meditaciones. En cierta
ocasión se le cayó distraídamente a la puerta de su celda una de aquellas hojas que
contenía las notas y comentarios de una de las lecciones. Recogiéndola uno de sus
condiscípulos, y habiendo admirado al leerla la competencia y originalidad de su
compañero, se la entregó al referido Alberto.
Intrigado éste por tales indicios, decidió someterle a una prueba solemne y definitiva.
Le encargó preparar para el día siguiente un acto escolástico sobre un problema muy
difícil. El maestro le debate con fuerza. Tomás repite los argumentos de manera
impecable, y, antes de contestarlos, presenta una distinción fundamental, que era la
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clave de su solución y resolvía el problema definitivamente.
Entonces Alberto le dice: «Fray Tomás, no parece usted un estudiante que contesta,
sino un maestro que define y determina».
A lo que Tomás contestó con toda humildad y reverencia: «Dispense, maestro; pero no
veo otra manera de resolver la cuestión».
Replicó Alberto inmediatamente: «Ahora responda usted con su distinción a estos
argumentos». Y le soltó sobre la marcha cuatro silogismos tan fuertes, que todos
creyeron que lo había apabullado.
Pero Tomás los deshizo con su distinción tan fácilmente como los de la primera serie.
Visto lo cual, el maestro Alberto dijo: «Llamáis a éste el Buey mudo; pero yo os
aseguro que este buey dará tales mugidos con su ciencia, que resonaran en el mundo
entero».
Un buen biógrafo de Tomás de Aquino ha dicho que “su amor por la verdad venció a su
humildad” y bien entendido, es exactamente cierto. Pero, en un segundo sentido
psicológico y social, no describe toda la confusión de elementos que se movían en ese
masivo cerebro. Todas las relativamente escasas anécdotas acerca de Tomás de Aquino
tienen una vitalidad peculiar si visualizamos el tipo de hombre que era; y éste es un
excelente ejemplo. Entre esos elementos había algo de la timidez que las personas
realmente bien educadas tienen ante la posibilidad de pasar por presumidas La
extraordinaria humildad de este hombre tan extraordinario; y su incuestionable “amor a
la verdad” es un elemento que nunca debe ser dejado de lado en la caracterización de
Santo Tomás.
Nos dice su santidad Benedicto XVI “Alberto y Tomás entablaron una verdadera y
profunda amistad, y aprendieron a estimarse y a quererse, hasta tal punto que Alberto
quiso que su discípulo lo siguiera también a Colonia, donde los superiores de la Orden
lo habían enviado a fundar un estudio teológico. En ese tiempo Tomás entró en contacto
con todas las obras de Aristóteles y de sus comentaristas árabes, que Alberto ilustraba y
explicaba.
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Tomás de Aquino, siguiendo la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación
de fundamental importancia para la historia de la filosofía y de la teología, para la
historia de la cultura: estudió a fondo a Aristóteles y a sus intérpretes, consiguiendo
nuevas traducciones latinas de los textos originales en griego. Así ya no se apoyaba
únicamente en los comentaristas árabes, sino que podía leer personalmente los textos
originales; y comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo en ellas lo que
era válido de lo que era dudoso o de lo que se debía rechazar completamente, mostrando
la consonancia con los datos de la Revelación cristiana y utilizando amplia y
agudamente el pensamiento aristotélico en la exposición de los escritos teológicos que
compuso. En definitiva, Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste
una armonía natural. Esta fue la gran obra de santo Tomás, que en ese momento de
enfrentamiento entre dos culturas —un momento en que parecía que la fe debía rendirse
ante la razón— mostró que van juntas, que lo que parecía razón incompatible con la fe
no era razón, y que lo que se presentaba como fe no era fe, pues se oponía a la
verdadera racionalidad; así, creó una nueva síntesis, que ha formado la cultura de los
siglos sucesivos. ”
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medioevo. Permiten medir humanamente y apreciar cristianamente una teología que ha
sabido mantener en la unidad- en la unidad de la fe y en la unidad de la razón- dos
componentes tan dispares en los vértices de la historia.
Precisamente por este motivo la Iglesia ha propuesto siempre a Santo Tomás como
maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología.
Pablo VI, con ocasión del séptimo centenario de la muerte del Doctor Angélico decía :
« No cabe duda que santo Tomás poseyó en grado eximio audacia para la búsqueda de
la verdad, libertad de espíritu para afrontar problemas nuevos y la honradez intelectual
propia de quien, no tolerando que el cristianismo se contamine con la filosofía pagana,
sin embargo no rechaza a priori esta filosofía. Por eso ha pasado a la historia del
pensamiento cristiano como precursor del nuevo rumbo de la filosofía y de la cultura
universal. El punto capital y como el meollo de la solución casi profética a la nueva
confrontación entre la razón y la fe, consiste en conciliar la secularidad del mundo con
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las exigencias radicales del Evangelio, sustrayéndose así a la tendencia innatural de
despreciar el mundo y sus valores, pero sin eludir las exigencias supremas e inflexibles
del orden sobrenatural ».
Una de las grandes intuiciones de santo Tomás es la que se refiere al papel que el
Espíritu Santo realiza haciendo madurar en sabiduría la ciencia humana. Desde las
primeras páginas de su Summa Theologiae el Aquinate quiere mostrar la primacía de
aquella sabiduría que es don del Espíritu Santo e introduce en el conocimiento de las
realidades divinas. Su teología permite comprender la peculiaridad de la sabiduría en su
estrecho vínculo con la fe y el conocimiento de lo divino. La prioridad reconocida a esta
sabiduría no hace olvidar, sin embargo, al Doctor Angélico la presencia de otras dos
formas de sabiduría complementarias: la filosófica, basada en la capacidad del intelecto
para indagar la realidad dentro de sus límites connaturales, y la teológica, fundamentada
en la Revelación y que examina los contenidos de la fe, llegando al misterio mismo de
Dios.
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Conclusión
Mt. 11,25-27
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Bibliografía
- G.K. Chesterton Santo Tomas De Aquino. Espasa Calpe. Bs. As. 1938
-Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina. James A. Weisheipl EUNSA Navarra 1994.
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