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Harry Harlow: Un estudio sobre el apego.

El apego es un concepto que se refiere a la vinculación existente entre dos personas por medio de una interacción continuada, cuyo objetivo
es sentir seguridad y protección. John Bowlby atribuía una función vital a este proceso, identificándolo como una función biológica que
garantizaba obtener protección para garantizar la supervivencia. Para la entrada de hoy vamos a remontarnos al laboratorio de Harry Harlow
en los Estados Unidos de los años 70. Este investigador realizó estudios que proporcionaron un gran avance en el estudio del apego, pues
demostró la importancia de éste en el desarrollo social y cognitivo de los sujetos. No obstante, este investigador contaba con muchos
detractores por la, en ocasiones, dudosa moralidad de sus trabajos.

El estudio con monos Rhesus de este concepto le llevó a crear madres “sustitutas”, que eran unos muñecos construidos en dos versiones:
uno era de alambres y tenía comida, y otro era de felpa pero carecía de alimentos. Harlow descubrió que las crías preferían la madre de
felpa, incluso aunque ésta no pudiera proporcionarle alimento. Así, concluyó que el vínculo entre madres y crías iba mucho más allá del
alimento; las crías necesitaban establecer contacto para desarrollarse psicológicamente. Cuando Harlow exponía a las crías a situaciones
estresantes como un nuevo hábitat, éstas iban en busca de cobijo a las madres de felpa que les proporcionaba mayor protección. La
sensación de seguridad que proporcionaban las madres de felpa hacía que las crías se sintieran capaces de explorar, acudiendo a su madre
cada poco tiempo para garantizar que seguían ahí. En el momento en que Harlow separaba a las crías de las madres y las llevaba a nuevos
contextos, comenzaban a mostrar síntomas de ansiedad: lloraban, gritaban, se chupaban el dedo y buscaban objetos suaves como su madre.
Cuando las volvía a depositar en la jaula original en la que estaba la madre de felpa, las crías de mono se iban directas a ellas y permanecían
inmóviles a su lado, reticentes de abandonarlas.

Mono Rhesus obteniendo alimento de la madre de alambre sin perder el contacto con la madre de felpa.

Harlow estaba obsesionado con el estudio del apego, por lo que procedió a analizar las consecuencias de que éste no se llegara a establecer
en monos Rhesus. Para estudiar este fenómeno, recluía a los sujetos dentro de jaulas que estaban totalmente aisladas, denominadas “el
abismo de la desesperación”. En estas celdas los animales no recibían ningún tipo de estimulación, ni sensorial ni social. Las jaulas estaban
compuestas por una caja con comida, un bebedero y un espejo unidireccional desde el que poder observar las conductas de los sujetos, de
modo que los monos nunca tenían contacto con el exterior. Se les enjaulaba al poco de nacer y permanecían en el interior de este dispositivo
un tiempo variable: cuatro estuvieron 30 días, otros cuatro estuvieron 6 meses, y otros estuvieron un año entero.

Los resultados mostraron que tras 30 días de aislamiento total, los sujetos mostraban claras alteraciones comportamentales (nerviosismo,
confusión); y tras un año de aislamiento, presentaban cierta catatonía, permaneciendo inmóviles en una esquina de la jaulas. Cuando se les
juntaba con el grupo control, estos monos no mostraban conductas exploratorias, eran agredidos por sus compañeros, y no mostraban
interés en el sexo opuesto, inhibiendo las conductas reproductivas. Dos de los sujetos experimentales rehusaron la ingesta de cualquier tipo
de alimento, llegando a morir de hambre.

Cuando comprobó que el aislamiento afectaba a la conducta social, Harlow decidió analizar si estos efectos se podrían encontrar en la
interacción madre-cría. Para ello aisló a una serie de hembras, pero todavía tenía que conseguir que quedaran embarazadas… y de aquellas
la reproducción artificial no era una disciplina especialmente desarrollada. Para solventar esta problemática, nuestro protagonista se inventó
un sistema llamado “el potro de las violaciones” (vemos que Harlow no se andaba con rodeos), que consistía en una mesa con correas en las
que podía atar a las hembras en posición de lordosis, de modo que facilitaba que los machos pudieran fecundarlas, sin que existiera ninguna
interacción social.

Harlow encontró que las hembras eran incapaces de proporcionar cuidados a las crías, de hecho sólo les ofrecían un trato despectivo y
negligente. El mismo investigador señalaba,

“Jamás, ni en nuestros sueños más retorcidos, pensamos que seríamos capaces de designar sustitutos que fueran tan crueles con sus crías
como las auténticas madres. La ausencia de experiencias sociales hace que no sean capaces de interactuar socialmente con sus crías. Una de
las madres aplastó la cara de su cría contra el suelo y comenzó a comerle los pies y los dedos. Otra machacó la cabeza de la cría. El resto,
simplemente las ignoró”.

Estos experimentos mostraron que la necesidad de contacto y protección es instintiva en las crías, siendo esta sensación de afecto y
seguridad más importante para las crías que el propio alimento. Además, mostró los efectos del aislamiento, total o parcial, sobre el
desarrollo cognitivo-emocional de los monos, destacando que ninguno de los sujetos experimentales mostró diferencias en el afrontamiento
de esta situación de aislamiento. Los monos más activos y extravertidos sufrían las mismas consecuencias que otros, concluyendo que las
características de personalidad de los sujetos no suponían un factor de protección para los efectos de la depresión (aislamiento, soledad).

* Pero aun así, la importancia relativa del papel de la madre y el de los iguales no estaba clara. Entonces Harlow crió a monos sin madre pero
los crió con otros monos en sus mismas circunstancias. Los monitos se agarraban entre ellos en un patrón que llamó patrón “choo-choo”.
Aunque los monos mostraban conductas extrañas, la presencia de los otros monos hacía que al final desarrollaran respuestas sociales
estándar. Después de comparar monos con madres reales o sustitutas y monos criados con iguales, Harlow concluyó que las madres no eran
necesarias para la socialización, sino que meramente facilitaban la interacción de las crías con otros monos. Por lo menos en los monos, en
condiciones favorables, se podía prescindir de las madres reales pero no se podía prescindir de las experiencias con compañeros.

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