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El TOTALITARISMO EN EL SIGLO XXI

JUAN SEBASTIÁN PANTOJA ZAPATA

SEMINARIO MAYOR FILOSOFADO SAN AGUSTÍN

MANIZALES

2015
EL TOTALITARISMO EN EL SIGLO XXI

JUAN SEBASTIÁN PANTOJA ZAPATA

Trabajo monográfico para la culminación de estudios filosóficos

Directora

PAOLA ANDREA CARMONA TORO

Magister en filosofía

SEMINARIO MAYOR FILOSOFADO SAN AGUSTÍN

MANIZALES

2015
RESUMEN

El presente trabajo es una reflexión sobre el totalitarismo en la actualidad tomando

como base el estudio de la filósofa Hannah Arendt que en su ensayo sobre “Los orígenes

del totalitarismo” describió los elementos más importantes en la construcción del estado

totalitario. Luego se presenta como ejemplo totalitario de nuestros días la Federación

Rusa, desde la postura del escritor ruso Vladimir Sorokin que describe en su libro “El

día del oprichnik” la transformación que ocurre en su país que se encamina hacia un

estado absolutista, recordando a los zares de la época imperial. Finalmente se muestra

desde el populismo, la llegada del totalitarismo a Latinoamérica, mostrando

particularmente el ejemplo de Venezuela que, desde el análisis realizado, se encamina a

ser un régimen totalitario.

Palabras claves

Totalitarismo - Regímenes políticos – Política – Geopolítica – Populismo – República


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CONTENIDO

Introducción ................................................................................................................ V
1. DEIFICACIÓN DEL HOMBRE Y ATOMIZACIÓN SOCIAL ......................... 1
1.1 La atomización de las masas ......................................................................... 1

1.2 El surgimiento del movimiento totalitario ..................................................... 8

1.3 Propaganda efectiva, líder divinizado ......................................................... 11

1.4 La policía secreta ......................................................................................... 15

2. LA RESURRECCIÓN DEL TOTALITARISMO ............................................. 17


2.1 Herencia soviética ....................................................................................... 17

2.2 Vladimir “el soberano” ................................................................................ 21

2.3 El muro occidental ....................................................................................... 24

2.4 La opríchnina de Putin ................................................................................ 26

2.5 Federación o imperio ruso ........................................................................... 28

3. POPULISMO TOTALITARIO .......................................................................... 31


3.1 Antecedentes y expansión del populismo en Latinoamérica ....................... 31

3.2 El giro del populismo al totalitarismo ......................................................... 36

3.3 Populismo venezolano o totalitarismo ........................................................ 37

3.4 Convergencias entre el totalitarismo y el populismo .................................. 41

Reflexiones finales ..................................................................................................... 48


Bibliografía ................................................................................................................ 50
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Introducción

El surgimiento de nuevas formas de gobierno en la actualidad inquieta el

panorama político mundial. Algunos modelos propuestos pretenden ser novedosos desde

el ámbito económico intentando dar soluciones estables, este tipo de ideologías

gobiernan desde la técnica y se llaman tecnocracias. Existen otros modelos que

gobiernan desde el culto a la persona y el adoctrinamiento, esta forma de gobierno

creída extinta en el siglo XX se llama totalitarismo y está resurgiendo hoy día.

El totalitarismo es un régimen político que se caracteriza por el obsesivo control

del estado y su capacidad para manipular las masas para la realización de sus ideales ya

que al defender la nación de intervenciones extranjeras coloca en práctica la frase “el fin

justifica los medios”, erróneamente atribuida a Maquiavelo que en realidad escribió en

el capítulo XVIII de su obra “El príncipe” que “en las acciones de los hombres, y más

aún en las de los príncipes, cuando no hay tribunal al que recurrir, lo que cuenta es el

fin” (Maquiavelo, 2011, p. 60) pretendiendo explicar hasta dónde puede llegar un líder

para lograr la paz manteniéndose en el poder.


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Aunque los países que colocaron en práctica la ideología totalitaria cayeron en el

pasado, en la actualidad las direcciones políticas seguidas por algunos estados muestran

la existencia de formas de gobierno que poseen características similares a las de los

países totalitarios.

Un retrato desde la literatura que busca analizar la problemática totalitaria en la

actualidad es ofrecido por el escritor ruso Vladimir Sorokin que desde su novela “El día

del oprichnik” muestra que es posible concebir un estado con las características que la

filósofa Hannah Arendt desarrolló en su extenso estudio sobre “Los orígenes del

totalitarismo”, del cual se tomarán algunos elementos característicos de los estados

totalitarios como el del Tercer Reich y la Unión Soviética.

La importancia de debatir esta forma de gobierno en la actualidad está en que su

estructura nace de la desesperación del pueblo que busca liberarse de las opresiones que

lo afligen, y del deseo de dirigentes obsesionados con el poder. Esta realidad que afecta

a muchos países del mundo, no excluye a Latinoamérica, antes bien la coloca como un

polvorín para que exploten este tipo de ideas, ya que surgen de dirigentes políticos que

con discursos apasionantes despiertan el interés del pueblo dando lugar al populismo del

que se puede afirmar es el totalitarismo en crecimiento, un crecimiento que preocupa

sobre todo en su etapa de madurez, ya que en algunos países de la región está dando

pasos agigantados.
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1. DEIFICACIÓN DEL HOMBRE Y ATOMIZACIÓN SOCIAL

1.1 La atomización de las masas

En la política podemos encontrarnos con muchas maneras de entender cómo se

construyó el estado totalitario, qué provoca que se termine llegando a tal extremo

político, cuáles son sus características y los actores más importantes en este evento

histórico. Sin embargo, la figura central que se quiere colocar en el pensamiento del

totalitarismo es la del líder, caudillo o Führer, como se le quiera llamar, quien ha robado

el papel protagónico en la historia de los estados totalitarios.

El surgimiento de los estados totalitarios más que estar ligado a la ideología o un

líder carismático, se centra en el reconocimiento exaltado del poder en el pueblo, ya que

es este el que posee la autoridad para elegir a sus líderes y ellos, a su vez, son quienes

tienen que trabajar por su pueblo. En muchos estados ha existido una clase dirigente que

concentra tanto los bienes como el poder, dedicándose a trabajar por sus intereses y los

de su clase social, no por los del pueblo. Esto muestra algo que es común en muchos
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países ya que la corrupción y la discriminación han sido el pan de cada día en nuestras

avanzadas e individualizadas sociedades occidentales.

La corrupción y la discriminación hacia los más necesitados, trajo como

consecuencia una clase de personas tanto desentendidas como desinteresadas en la

política, incluso en ejercer sus derechos políticos como el voto. Esa clase de personas

que dejaron de creer en promesas políticas y se desligaron rotundamente de una

afiliación política se hicieron antipáticos e imparciales hacia el sistema político y sus

decisiones, despreciándolo, ya que en nada les benefició. Así llegamos a la definición

del término “masas” que en palabras de Hannah Arendt:

Se aplica sólo cuando nos referimos a personas que, bien por su puro
número, bien por indiferencia, o por ambos motivos, no pueden ser
integradas en ninguna organización basada en el interés común, en los
partidos políticos, en la gobernación municipal o en las organizaciones
profesionales y los sindicatos (Arendt, 1998, p. 257).

La sociedad descrita en la definición de “masa” tiende a debilitar el sentido del

contrato social en relación al respeto por la diferencia, la coexistencia pacífica y la

armonía de la sociedad, porque su papel se limita a ser solo de obreros sin esperanza u

oportunidad de participar en el ámbito político. En un ambiente tan similar a este, pero

también tan adverso, como en el caso de la Unión Soviética, se prepara la sociedad a

recibir con brazos abiertos las ideas de un movimiento totalitario.


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La legalidad del totalitarismo como movimiento político radica en que obtiene el

apoyo de las masas ya preparadas por su contexto histórico o artificialmente para recibir

dicho sistema. Su acogida no se queda en un ejercicio de propaganda política,

sentimentalismo nacionalista y críticas a la clase dirigente, sino que va más allá de lo

que promueve y por eso prepara políticamente a las masas indiferentes para que tomen

partido afiliándose formalmente a sus ideales mediante el ejercicio del sufragio

universal.

Un escenario así es perfecto para legalizar ideas tan extravagantes y diabólicas

como las que pretendía el nacionalsocialismo alemán. Esto podríamos llamarlo una

jugada maestra hecha a costillas de la democracia, que por tanto tiempo se jactaba de ser

un “sistema perfecto” que no presentaría problemas, contrario a lo advertido por Platón

en su “República” al referirse a la democracia como una forma de gobierno

desestabilizadora, en la que la idea de libertad igualitaria limitaba con el desenfreno y

los vicios, alejándose de la idea de justicia tan apreciada por el filósofo griego. Algunas

de estas características se evidenciaron con la llegada del nazismo en Alemania, del

estalinismo en la Unión Soviética o del fascismo en Italia que absolutizaron el poder que

les entregaron sus simpatizantes para crear imperios de terror despiadados, tanto para

sus propios ciudadanos como para quienes no compartían su ideología.


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Un elemento significativo en la conquista de las masas es la creación de un

sentimiento de independencia, en el que el movimiento totalitario “ayuda” a liberar el

deseo de venganza que el pueblo está sintiendo por la opresión sufrida a manos de la

clase dirigente; esto, mezclado con el miedo infundado a determinados grupos vistos

con recelo como el antisemitismo en la Alemania nazi, desembocan en persecuciones y

exterminio, en este caso de los judíos, algo así como las purgas realizadas por Stalin en

el régimen soviético para limpiar “impurezas” soviets, campesinos y obreros que

colocaran en riesgo el “poder del pueblo”.

Lo anterior se debe al poder de manipulación que llegan a poseer estos grupos,

ya que desde la propaganda atraen a grandes grupos de masas deseosas de cambios y de

poder. Por eso Arendt no se equivoca al afirmar que “los movimientos totalitarios solo

son posibles allí donde existen masas que, por alguna razón u otra, han adquirido el

apetito de la organización política” (Arendt, 1998, p. 257). Este apetito se debe al

continuo sentimiento de pérdida e impotencia ante naciones o grupos elitistas que

controlan, saquean y destruyen los estamentos del estado y terminan representando un

peligro para el nacionalismo.

Las masas no juegan un papel secundario en la construcción del estado

totalitario; todo lo contrario, una vez aceptan las ideas que los movimientos les

presentan se convierten en los verdaderos artífices de la maquinaria controladora del


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estado, ya que, con su ayuda, se fortalece y disminuye el miedo de avanzar a ideas cada

vez más sofisticadas para sostener al aparato totalitario.

Antes de continuar, es preciso definir brevemente un concepto muy relevante

para Arendt, el “hombre masa” (Arendt, 1998), que necesariamente surge como

resultado del “aislamiento y la falta de relaciones sociales normales” (Arendt, 1998, p.

262)1, creándose natural o artificialmente un contexto de atomización en el individuo y

en las masas.

La necesidad de atomización de las masas, por las circunstancias históricas que

atraviesa determinado estado, como en el caso de Alemania, que antes de la llegada del

nazismo había sufrido la derrota frente a los demás países en la primera guerra mundial,

o por las condiciones que se pudieron haber creado artificialmente como en el caso de la

Unión Soviética, es casi un mandamiento fundamental del totalitarismo. Por eso el caso

soviético2 resulta adecuado para explicar a qué se refiere la atomización de las masas.

1
Las relaciones normales son los lazos familiares, las amistades e incluso las relaciones con los
vecinos.
2
Solo se citará el ejemplo de la Unión Soviética que Arendt expone en su obra, ya que es en este
contexto donde se crea artificialmente una atomización de la sociedad.
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La Unión Soviética después de la muerte de Lenin fue gobernada por Stalin

quien al acceder al poder implantó una serie de leyes que lo facultaron para establecer el

orden a su manera y, habiendo planeado de antemano la organización del estado, ejecutó

una serie de purgas creando artificialmente un contexto idóneo para sus ideas

totalitarias, por eso:

Para fabricar una masa atomizada y sin estructuras tenía antes que
liquidar los vestigios del poder de los soviets que, como órgano
principal de la representación nacional, todavía desempeñaban un
cierto papel e impedían la dominación absoluta de la jerarquía del
partido (Arendt, 1998, p. 264).

Luego de los soviets siguieron las otras clases sociales, entre ellas, los

campesinos, los obreros y la burocracia militar, que participó y contribuyó a la

realización de la primera purga.

Esta maquinaria de represión representaba el establecimiento de un régimen de

terror, donde todos los estamentos de la sociedad, los órganos de control que

conformaban el partido e incluso quienes no eran parte de él, estaban subordinados bajo

la autoridad de Stalin. Así “ni siquiera los altos cargos de la GPU3 que habían puesto en

3
Gosudárstvennoye politícheskoye upravlénie o policía secreta de la URSS.
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práctica el terror podían ya sentir como grupo que representaba algo, menos que nada al

poder” (Arendt, 1998, p. 265).

Las repetidas purgas que realizó Stalin en todas las instancias del estado que

representaban el poder e involucraron a personas de altos cargos, aunque eran un

llamado de atención y estaban orientadas más a la prevención de posibles saboteadores

de la transición del socialismo al comunismo, fueron efectivas para demostrar el grado

de poder que se ostentaba y quién lo poseía. Este sistema tranquilizó la paranoia de

Stalin y creó una sociedad en estado de vigilancia continua, donde los más inocentes

eran culpables y todos eran guardias de todos, importando mucho ganar méritos para

evitar tener problemas con el régimen. Estas características garantizaron que el conjunto

del sistema funcionara por sí mismo, convirtiéndose en una sociedad policial encerrada

en un panóptico en el que todos se vigilan entre sí.

En resumen, las aspiraciones de una sociedad profundamente aislada y dividida

que nunca actuaría en contra de su propio estado, que incluso sería capaz de traicionar

sus más arraigados valores para defender su propia vida, se habían cumplido, pues la

sociedad estaba dividida y encerrada en sí misma en medio del peligro, como lo afirma

Arendt:

La precaución más elemental exige que uno evite todos los contactos
íntimos si es posible no para impedir el descubrimiento de los propios
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pensamientos secretos, sino más bien para eliminar, en el caso casi


seguro de males futuros, a todas las personas que puedan tener no sólo
un interés en denunciarle a uno, sino una irresistible necesidad de
producir la ruina de uno simplemente porque se hallan en peligro sus
propias vidas (Arendt, 1998, p. 266).

1.2 El surgimiento del movimiento totalitario

“Los movimientos totalitarios son organizaciones de masas de individuos

atomizados y aislados” (Arendt, 1998, p. 266). Con esta afirmación comenzamos a tratar

el surgimiento del movimiento totalitario, ya que es indudable que el totalitarismo existe

cuando las masas son sometidas a un proceso de atomización en el que coexiste un

deseo continuo de poder sin control e ignorancia política, logrando una nación inestable

políticamente donde las masas siguen siendo masas. Estas circunstancias ya sean dadas

por la historia, como en el caso de Alemania, o planeadas artificialmente, como en el

caso de la Unión Soviética, crean un ambiente propicio que genera la aparición de este

tipo de posturas políticas.

Es sorprendente de los movimientos totalitarios la “exigencia de una lealtad

total, irrestringida, incondicional e inalterable del miembro individual” (Arendt, 1998, p.

266) que es cumplida por la mayoría cuando no es por la totalidad de sus miembros

activos. Resulta inquietante cómo logran convencer y cambiar la conciencia de sus


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seguidores para hacerles ver la importancia de esa lealtad no solo para con el partido y

sus miembros, sino también con el sentimiento nacionalista, exigiendo una completa

entrega y fidelidad a su país hasta la muerte.

Una lealtad ciega, como la que exige el movimiento, es capaz de justificar hasta

los crímenes más atroces contra la humanidad, lo cual es signo visible de una

degradación de la dignidad humana porque, el concepto de ser humano es aniquilado

como tal y se termina reconociendo en él un cuerpo insensible, carne y hueso, un animal

más, comparable con la condición más despreciable que pueda adquirir un hombre.

La dominación no solo de los pueblos germanos, que tienen como fin ver el

resurgimiento de Alemania de las cenizas, sino también de la conciencia moral de los

alemanes, constituye el grado más avanzado que tal vez pudiera haber ejercido doctrina

política alguna en la historia. Es la idea desenfrenada y despiadada de dominación

propuesta por Hitler en la que pudo más la mentira que la verdad, la ignorancia y la

discriminación que la razón y la lógica en sus premisas de la muerte. Así pues:

Su idea de la dominación era algo que ningún estado, ningún simple


aparato de violencia, puede nunca lograr, sino que sólo puede
conseguir un movimiento que se mantiene constantemente en marcha:
es decir, la dominación permanente de cada individuo en cada una de
las esferas de la vida (Arendt, 1998, p. 268).
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El movimiento totalitario podría ser previsible porque su manera de anunciarse a

las masas corresponde con una propaganda que suena extravagante pero esperanzadora,

algo que se cree imposible pero muy tangible, es algo que permite cautivar la conciencia

de las masas a seguir por ese camino que se les presenta como la alternativa mejor

considerada nunca antes vista, lo cual lleva a excitar el deseo de las masas en conocer lo

inconcebible, la curiosidad que desata una nueva y degradada forma de ver el mundo,

sin saber que están abriendo la caja de Pandora de las ideologías políticas.

Es posible pensar que la culpa de los males que ocurren en un movimiento

totalitario es compartida tanto por las masas como por los dominadores y otros agentes

externos que pudieron ser un motivo para generar un contexto propicio, pero no es así.

Conviene recordar que las masas antes del movimiento totalitario era un conjunto de

personas que no tenían clara su postura política o les era indiferente, pero sí tenían

claridad sobre sus problemas y necesidades cotidianas. Por eso dejar caer la culpa solo y

necesariamente sobre ellas es una injusticia.

Posturas tan similares a las de estos movimientos totalitarios se pueden

evidenciar en muchos estados modernos de ideología tanto democrática como de corte

socialista, que se aprovechan de la buena voluntad y de las necesidades del pueblo para

ganar poder político en la realización de su plan de conquista mundial. Esta postura de

dominación mundial resulta muy particular de estos movimientos que creen que su
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misión es limpiar el mundo de las razas vulnerables y establecer una sola manera de

verlo donde gobierna la raza más fuerte. Es un mensaje que adquiere un carácter

sobrenatural que comprende una expansión del poder absoluto del líder en un

movimiento totalitario mundial.

1.3 Propaganda efectiva, líder divinizado

“En sustancia, el líder totalitario no es nada más ni nada menos que el

funcionario de las masas a las que conduce; no es un individuo hambriento de poder y

que impone una tiránica y arbitraria voluntad sobre sus súbditos” (Arendt, 1998, p.268).

Con la anterior cita se puede definir al “líder totalitario”, como el que asume el poder

una vez instalada la élite del movimiento totalitario. No actúa como un simple jefe de

estado, sino que al estilo más déspota y absolutista gobierna como un emperador que

tiene ínfulas de semidiós y fija su vista ya no en un país sino en el mundo. Para alcanzar

este objetivo se necesita reforzar el nacionalismo y el orgullo de una raza que es

superior, que puede pasar por encima de cualquier otra nación porque está por encima

de las demás. El “líder totalitario,” tiene el deber de defender estas ideas y

materializarlas en el estado.

Cuando se habla políticamente del líder totalitario lo primero que viene a la

mente es poder absoluto y acciones desproporcionadas; sin embargo, esto no


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necesariamente es lo propio de un líder de este régimen, sino que lo más importante es

reconocer que no tiene la autoridad por sí mismo, sino que se la ha dado el pueblo ya

que el pueblo sin él tampoco obtendría lo que desea.

Esta relación mutua convierte al líder en una ficha dinámica, por eso “siendo un

mero funcionario, puede ser reemplazado en cualquier momento y tanto depende él de la

“voluntad” de las masas a las que encarna como dependen de él las masas a las que

encarna. Sin él carecerían de representación externa y seguirían siendo una horda

amorfa; sin las masas, el líder es una entidad inexistente” (Arendt, 1998, p. 268). El líder

se convierte en un semidiós del totalitarismo, aunque sea un cargo que prácticamente

cualquier hombre puede ocupar debido a su dinamicidad, en este sentido se llega a una

divinización del hombre.

De alguna manera resulta evidente deducir una mutua responsabilidad en cuanto

a los crímenes cometidos por los regímenes totalitarios, por la relación mutua entre el

líder y las masas, que implícitamente los coloca en las mismas condiciones para actuar y

dirigir las acciones del estado. Por eso no es errado decir que el pueblo alemán fue

cómplice del genocidio judío en cuanto a esta relación y en cuanto a la imposibilidad de

negar que realmente conocían qué estaba sucediendo, aunque esto fuera muy malo.
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En la relación del líder con las masas la propaganda ejerce una labor importante,

ya que entendida en un sentido amplio es todo aquello que el movimiento totalitario

utiliza para alcanzar uno de sus objetivos que es el poder; este término abarca todo

instrumento que le sirve a esta élite para colocar a prueba “sus doctrinas ideológicas y

sus mentiras prácticas” (Arendt, 1998, p. 279), resultando útil, en un estado atomizado, e

importante para probar la lealtad de las masas hacia el movimiento.

Es posible afirmar, aunque no en todos los casos, que uno de los objetivos de la

propaganda totalitaria es ejercer el control sobre la conciencia de las personas, su

memoria, su historia y su cultura, con el fin de generar una nueva conciencia nacional

que ayude a que el proceso de asimilación de una nueva identidad, como miembro de un

grupo o una élite mucho mayor, que abarca a una nación entera que está unida bajo la

dirección de un líder, sea mucho más rápido que si se hiciera sin el uso de la

propaganda.

Haciendo alusión a un caso específico relacionado con estas afirmaciones, se

puede colocar por ejemplo cómo “decidió Stalin reescribir la historia de la revolución

rusa, la propaganda de su nueva versión consistió en destruir, junto con los antiguos

libros y documentos, a sus autores y lectores: la publicación en 1938 de una nueva

historia oficial del Partido Comunista fue la señal de que había concluido la superpurga

que diezmó a toda una generación de intelectuales soviéticos” (Arendt, 1998, p. 280).
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La propaganda en sí es un recurso que no puede ser despreciable, sino un medio

que hace más atractiva la ideología, ya que la carga de un sentido de seriedad y

organización, algo de vital importancia durante el movimiento nacionalsocialista

alemán. Hitler pensaba en las formas de hacer la propaganda más provechosa cuando

decía: “Comencé entonces a reflexionar sobre la propaganda y sobre sus formas más

útiles” (Hitler, 1995, p. 116). “La actividad de la propaganda me había interesado

siempre en grado extraordinario. Veía en ella un instrumento que justamente las

organizaciones marxistas y socialistas dominaban y empleaban con maestría” (Hitler,

Ibíd, p. 139).

La propaganda, luego del líder totalitario, es otro semidiós del movimiento, por

eso el tema que se elige en sus publicaciones, casi siempre rodeado de un aurea de

misticismo y secreto, es fundamental y resulta valioso para ganar la atención de las

masas.

En la actualidad es posible observar que en los temas donde predomina el

secretismo son atractivos a las masas y de hecho se utiliza el cine para direccionar la

sociedad actual en tal sentido, mostrando la realidad como una película de espías o una

continua trama de suspenso donde se ocultan grandes misterios sin resolver.


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Lo anterior no es producto de una literatura de moda pasajera o un estilo de

literatura ficticia, sino que corresponde a esos deseos del hombre de superar su

condición y querer algo más que aún cree desconocer, pero que en realidad encarna algo

más superficial que su trascendencia, y es su ansia de poder, de tener lo que otros no

tienen o de pertenecer a algo donde otros no pertenecen, una continua búsqueda de

identidad.

El hombre está continuamente sometido a un proceso de atomización y por eso

sale a buscar una reivindicación consigo mismo, que lo lleva a salir de su estado de

masa y a elegir algo que sea exclusivo, en lo que él se sienta parte de sí, como si llegara

a encontrarse por fin con lo que realmente es. Se puede pensar que las masas terminan

siendo algo escépticas con relación a la realidad ya que “no creen en nada visible, en la

realidad de su propia experiencia; no confían en sus ojos ni en sus oídos, sino sólo en

sus imaginaciones” (Arendt, 1998, p.287).

1.4 La policía secreta

El movimiento totalitario en su afán por consolidar su influencia y obtener el

dominio total del aparato estatal, promueve la suplantación de las instituciones

legalmente establecidas, por las del movimiento que ha sabido mover influencias para
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llegar a tal punto y encontrarse “por encima del estado y tras la fachada de poder

ostensible, en un haz de organismos multiplicados” (Arendt, 1998, p.338).

Es la única fuerza de control y represión del estado totalitario, ya que tiene un

poder que supera a la capacidad de la ley para actuar; en este caso, es ella quien imparte

justicia y amplía su capacidad de maniobra resultando ser más poderosa que la que

normalmente debería tener el ejército.

La policía secreta resulta siendo el caballo de Troya que invade el pensamiento y

la voluntad de los estados totalitarios ya que cada uno de nuestros cambiantes

pensamientos resultan ser de alguna manera objeto de sospecha para el movimiento

totalitario, por eso la más mínima duda de actividad rebelde y desleal es una sentencia

de muerte como la que le valió al pueblo judío en el régimen nazi o a los soviets en el

régimen de Stalin, por lo tanto en un estado totalitario, todos son sospechosos hasta la

muerte.
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2. LA RESURRECCIÓN DEL TOTALITARISMO

2.1 Herencia soviética

En el periodo actual la antiguamente llamada Unión de Repúblicas Socialistas

Soviéticas ha conformado una nueva nación que se conoce como la Federación Rusa. Es

el país más grande del mundo con una superficie total aproximada, incluyendo la

disputada península de Crimea, de 17.125.200 km² (Geohive, 2015) y una población de

alrededor de 143.819.569 habitantes (Banco Mundial, 2015).

Como heredera de un legado adquirido en el siglo pasado, Rusia está aferrada a

su pasado soviético, sobre todo quienes lo vivieron, que recuerdan con gran afecto y

nostalgia. Los tiempos en que el socialismo al estilo soviético era deseado por muchos

países terminó hace más de 20 años y lo que quedó fue un puñado de repúblicas, algunas

independizadas, luego del precipitado colapso de la Unión Soviética, otras decidieron

permanecer en la Federación Rusa y otras generaron una serie de conflictos nacionales e

internacionales que aún repercuten.


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En el ámbito político la Federación Rusa ha estado desempeñando un papel

mediador entre el sistema soviético comunista y el sistema democrático capitalista con

el cual funciona actualmente; algo que en décadas anteriores se daba por impensable

hoy es una realidad, y tal vez, para las potencias occidentales, representó en su tiempo

un alivio al no tener un competidor en la política global y además significó la

normalización de las relaciones diplomáticas y el fin de la guerra fría.

Rusia ha estado intentando dominar la escena geopolítica desde su resurgimiento

como potencia. Además de aprovechar el avance militar, científico y tecnológico que

desarrolló en la guerra fría con Estados Unidos, también ha sabido aprovechar su

posición estratégica al ser un punto de contacto entre tres continentes: Europa, Asia y

América, con los cuales ha pactado tratados comerciales que le han representado

beneficios arancelarios y ha hecho su economía muy fuerte, pero también frágil al

depender de las exportaciones de petróleo, gas y otras materias primas.

Rusia aprovecha este auge económico para mostrarse como una nación fuerte,

pues ha incrementado la producción armamentista y ha continuado el desarrollo de

programas nucleares. Sin embargo, la economía es su punto débil, algo que ha sido un

problema desde la caída de la Unión Soviética, que terminó en un déficit fiscal al no

soportar la guerra armamentista durante la guerra fría lo que le valió críticas desde

sectores que abogaban por una apertura a la democracia.


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En este contexto de desarrollo experimentado por Rusia desde hace más de una

década, ha estado surgiendo la necesidad de un análisis acerca de la manera de hacer

política en Rusia. No se puede dejar de pensar que un estado marcado por un largo

periodo totalitario pueda dejar de lado lo que alcanzó durante ese periodo y resulte

siendo democrático y capitalista de la noche a la mañana. Esto no sucedió

necesariamente en Rusia y por eso mismo su política actual refleja una gran influencia

adquirida de la era soviética.

Para describir mejor el proceso que ha ocurrido, desde la creación de la

Federación Rusa hasta la actualidad se debe saber que el primer presidente de la

Federación fue Boris Yeltsin quien en 1991 al firmar el tratado de Belovezha, disolvió la

Unión Soviética y buscó sacar a Rusia de la crisis en la que se encontraba, promoviendo

una economía de mercado con una política de privatizaciones. Al realizar las

privatizaciones inadecuadamente la riqueza cayó en manos de oligarcas que decidieron

aprovechar las ventajas del mercado para apoderarse del tesoro de la nación a costas de

un presidente permisivo que fue en lo que terminó convirtiéndose Yeltsin.

La mala gestión de los recursos del estado, el creciente poder de los oligarcas

rusos y la generalizada corrupción, que iba desde la familia presidencial hasta la policía,

hizo de la apertura rusa un fracaso y nuevamente surgieron crisis, algo característico de


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los tiempos de Yeltsin, que empañaron su imagen de líder democrático, pareciéndole a

la gente un oligarca más.

En este contexto surge la guerra en Chechenia, región invadida luego por el

ejército ruso por órdenes de Yeltsin para conservar el orden y restaurar la autoridad de

Moscú sobre ese territorio. Aunque la guerra fue un fracaso para los chechenos, Rusia

solo controló la situación hasta la llegada de Vladimir Putin al Kremlin. Es aquí donde

la política reciente de Rusia deja de estar en manos de oligarcas y familias influyentes,

para pasar a manos de un ex agente de la KGB4 que hace de la actual Rusia una versión

actualizada de los sistemas totalitarios del siglo XX.

No se puede hablar de totalitarismo si no existen los elementos característicos de

este tipo de régimen, elementos que fueron nombrados en el capítulo anterior, de los

cuales Rusia posee la mayoría, excepto las masas atomizadas. La versión moderna del

totalitarismo propuesto por Rusia entiende que mejor que la atomización, la unión en

valores tradicionales arraigados en el pueblo resulta más valioso y menos mortífero para

el sostenimiento de la nación, ya que en los tiempos de Stalin la población se redujo por

las purgas masivas ejecutadas durante su gobierno en la Unión Soviética, además de las

perdidas debido a la participación en la Segunda Guerra Mundial. Después de los

4
Komitet gosudárstvennoy bezopásnosti, Comité para la seguridad del estado.
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variados cambios en su población, Rusia aún tiene problemas con los índices de

natalidad, puesto que en la actualidad son muy bajos con respecto al índice de

mortalidad y se suma al envejecimiento de la población, algo que le preocupa a Putin.

Es importante analizar algunos de estos elementos del totalitarismo y para ello

creo prudente hacer uso de la obra literaria del escritor ruso Vladimir Sorokin, “El día

del oprichnik”, una crítica desde la literatura al sistema político que impera en Rusia. Su

autor se ha convertido en un controvertido y satírico opositor a la política y gobierno de

Vladimir Putin ya que encuentra en él la reencarnación del gobierno de los zares.

2.2 Vladimir “el soberano”

En la obra de Sorokin, el soberano es el omnipotente zar de la nueva Rusia que

ha sido elegido por voluntad divina, por eso tiene el apoyo de la iglesia ortodoxa rusa

para gobernar el destino de millones de ciudadanos rusos velando por la unidad y la

seguridad de la nación, que goza de tiempos de prosperidad por el retorno de los zares y

el imperio ruso.

El contexto de Sorokin se ubica aproximadamente en el año 2027 con algunas

características particulares. Rusia se encuentra aislada del resto del mundo por una gran
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muralla que la protege de las agresiones del “pútrido occidente” (Sorokin, 2011, p. 9).

La alianza con el imperio chino es de vital importancia tanto para el sostenimiento de

Rusia como para el soberano. El aislamiento asegura la pureza de la raza eslava, “evita

que las palabras libertinas que impusieron los extranjeros” (Sorokin, 2011, p. 110) sean

de uso común para los rusos, permite la divulgación interna de una sana literatura y ante

todo conserva la integridad de la gran madre patria Rusia.

Un escenario como el propuesto por Sorokin no está muy lejos de ser realidad en

la actualidad. El proceso de aislamiento de Rusia del mundo está en marcha, la

popularidad de Vladimir Putin es mayor entre los rusos, las persecuciones a escritores

son más frecuentes, las leyes procuran tener un corte conservador casi religioso y se han

limitado los derechos de minorías como homosexuales u opositores, quienes para Putin

son lo mismo. (Bonet, 2015)

Para Sorokin la actual Rusia ha vuelto a tomar el yugo del que se había liberado

con la caída del zarismo pues Vladimir Putin intenta mostrarse como un monarca, no

como presidente de la Federación, intentando restaurar el imperio ruso (Herpen, 2014).

Tiene además una evidente fascinación con el pasado soviético por lo que muchos

aspectos de su forma de gobernar son una reproducción de los tiempos de Stalin; tanto

así que decidió reformar la letra del antiguo himno soviético, eliminando las referencias
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a Stalin, pero conservando su música, lo cual le valió críticas de algunos sectores,

aunque la mayoría no le dio importancia a este asunto.

La posibilidad de que Vladimir Putin se pueda llamar “zar de Rusia” es muy

remota ya que él entiende que el poder no lo da el título sino la capacidad de controlar el

estado, por eso no tuvo problema en asumir en 2008 el puesto de primer ministro de

Rusia para dejar que su amigo Dmitri Medvedev asumiera la presidencia del país

temporalmente, hasta las elecciones de 2012 en las que Putin nuevamente fue elegido

presidente de la Federación Rusa. En este orden de ideas no es descabellado pensar que

Putin quiere aprovechar la popularidad que se ha ganado y la influencia que tiene entre

sus protegidos, los nuevos oligarcas rusos, para hacer las veces de zar sin necesidad de

realmente serlo.

La figura de Putin resulta inquietante para Sorokin que, al intentar darle, a quien

probablemente sea su heredero en un futuro próximo, el título de soberano, quiere

mostrar que la verdadera intención de Putin es perpetuar su imagen y sus políticas de

gobierno en el poder. Pensar en esto no es extraño para los opositores rusos, pues las

reformas emprendidas por Medvedev en 2008 fueron prueba de ello ya que durante su

mandato logró aprobar la extensión del periodo presidencial de cuatro a seis años. Este

movimiento fue considerado estratégico para traer nuevamente a Putin al poder por más

tiempo, algo que efectivamente se realizó (Europa Press, 2008).


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2.3 El muro occidental

En la distopía propuesta por Vladimir Sorokin existe un contraste entre la

arquitectura medieval y los significativos avances tecnológicos que hacen de Rusia un

paisaje único pero retrógrado para el resto del mundo. Incluso su autor cree que ese será

el camino que Rusia adoptará, ya que Putin busca reconstruir muchos de los edificios

emblemáticos dentro del Kremlin, como algunas de las iglesias destruidas durante la

época soviética o algunos palacios que datan de la época zarista, para darle el aspecto

histórico que han perdido los monumentos rusos.

El “muro occidental” (Sorokin, 2011, p. 13) creado por Sorokin hace parte de la

arquitectura medieval en la que está inmersa la nueva Rusia pues, al mejor estilo de las

dinastías europeas, busca aislarse del resto del mundo occidental con un gran muro

construido por Nikolay Platónovich, padre del monarca. El muro en la obra literaria es

físicamente real, tangible; sin embargo, puede verse como una metáfora de Sorokin para

referirse a ese muro que representó la guerra fría que, para él, continúa sin acabar a

pesar de que la historia afirma que terminó junto con la Unión Soviética. Se puede decir

que representa el conjunto de sanciones que Occidente le impone actualmente a la

Federación Rusa por la violación de la soberanía a países como Georgia, en la guerra de


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Osetia y Abjasia, y Ucrania, recientemente despojada de la península de Crimea en el

Mar Negro.

La obra de Vladimir Sorokin deja la sensación de alerta, que advierte lo que

puede ocurrirle a Rusia si ésta se aísla de occidente, encerrándose en sus propios límites

para evitar todo contacto con la cultura occidental. Este tipo de estado ruso hipotético

propuesto en “El día del oprichnik”, más que una sátira literaria, es una aproximación a

una realidad vivida por su mismo autor quien ha sufrido la persecución literaria

emprendida por Putin.

Un “muro” como las sanciones económicas impuestas por occidente, lideradas

por Estados Unidos no es tan malo para Putin; para él sería peor un muro dentro de su

propio país en forma de partido político que le pise los talones al suyo o un líder político

que resulte más carismático e inmaculado de lo que él se cree. Por lo tanto, Sorokin no

se equivoca al plantear la futura existencia de un muro que divida a occidente de Rusia,

ya que actualmente el muro con el que se está atropellando Rusia es con el que Europa y

Estados Unidos le han estado construyendo a su alrededor, ese muro se llama la OTAN5,

que ha estado expandiendo sus actividades cerca de su frontera al instalar sus sistemas

antimisiles, esto con la autorización de algunos países exsoviéticos que temerosos del

5
Organización del Tratado del Atlántico Norte
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crecimiento militar de su vecino, se han incorporado a la eurozona y por tanto a esta

organización militar que también encuentra en Rusia un obstáculo para su expansión en

Europa del Este.

2.4 La opríchnina de Putin

La Rusia que ha estado forjando Vladimir Putin ha sido una demostración de su

sagacidad para enfrentar a sus enemigos que son los mismos del estado; también sirve

para satisfacer las necesidades de sus aliados, burócratas y oligarcas rusos que hoy día

controlan grandes capitales haciendo parte del problema de la corrupción que en un

principio juró combatir.

Desde este contexto de corrupción es necesario hablar de los grupos de asalto,

trabajadores clandestinos del estado ruso que ayudan a funcionarios del gobierno de

Putin, complaciendo a sus amigos, arreglándoles los problemas y sobre todo cumpliendo

el deber de proteger la nación. Esto lo reflejaba Sorokin en su obra cuando habla de ese

grupo de élite que acompañaba al zar Iván el terrible. Luego de mucho tiempo de

haberse suprimido pasan a ser restaurados, a servir al soberano de la nueva Rusia

teniendo por lema “la palabra y la acción” (Sorokin, 2011, p. 15), consigna arraigada

profundamente en las mentes de los oprichnik que viven con muchas libertades para
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arreglarle los problemas al soberano, pero con el miedo de desagradar la voluntad divina

y sus preceptos.

Los oprichnik de Putin son una versión más sofisticada, igual de cruel, pero

mucho más sigilosa y prudente que los del zar Iván el terrible, ya que ahora combaten en

tanques de guerra, con armas modernas de última generación y hacen de guardaespaldas

de los amigos burócratas y oligarcas de Putin asesinando a quienes el régimen señala.

Estos grupos de asalto ejercen la justicia en nombre de Rusia argumentando la necesidad

de controlar agentes, tanto internos como externos, que buscan perjudicar el gobierno y

la seguridad de la nación. Esto hace parte de una de las tantas acciones paranoicas de

Vladimir Putin para mostrarse ante los oligarcas como un hombre poderoso e incluso,

como en el caso de Stalin, para mostrar quién tiene el verdadero poder.

Putin ya posee antecedentes de haberse enfrentado a los primeros oligarcas

rusos, producto de las reformas de privatización impulsadas por Yeltsin, por este motivo

se presentó una crisis, desconfianza general entre estos adinerados hombres quienes

viendo cómo actuaba el nuevo dirigente de la nación y cómo había hecho caer a más de

uno de sus amigos, decidieron pactar un acuerdo con él para evitar más represalias

contra ellos, ganándose su confianza y el poder. Putin utilizó sus “oprichnik” o grupos

de asalto, para que ayudaran a sus aliados “oligarcas” en busca de negocios y

propiedades que, muchas veces, no pudieron conseguir solo con el dinero. En este caso
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los grupos de asalto eran las personas indicadas para presionar a dueños de empresas y

propiedades e insistirles en vender sus bienes.

En la obra de Sorokin “los oprichnik” no se pueden leer solamente como una

simple referencia a la antigua guardia personal de Iván el terrible, sino mucho más que

eso, porque intenta retratar la realidad de la actual Rusia en el sentir de muchos

opositores, al hacer la comparación de estos con los grupos de asalto que sirven al

gobierno federal y que son un problema social en Rusia.

2.5 Federación o imperio ruso

Actualmente muchos analistas, entre ellos el investigador holandés Marcel H.

van Herpen, insisten que bajo el gobierno de Putin lo que se busca es volver a construir

no tanto la Unión Soviética sino, como Vladimir Sorokin también cree, volver a los

tiempos del antiguo imperio ruso (Herpen, 2014). Putin es visto desde esta perspectiva

como el monarca de un imperio extinto.

Entre las cualidades que más admiran los rusos de Putin se encuentra su fervor

religioso, algo claramente reflejado en la manera de otorgar privilegios a la iglesia

ortodoxa rusa, que se jacta de poseer una excelente posición de influencia en las altas
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esferas de poder del país. Putin es presentado por los patriarcas ortodoxos como el

protector de las buenas costumbres y la fe cristiana en Rusia, por lo cual goza de gran

popularidad tanto entre los rusos como entre los ortodoxos, incluso de otras naciones del

este de Europa.

Esta cualidad hace ver a Putin como otro zar, pues en esa época estos monarcas

también se proclamaron defensores de la fe cristiana, es por eso que muchos sectores de

oposición encuentran molesta esta posición de la iglesia ortodoxa que es complaciente

con el gobierno y la forma en que actúa el mandatario ruso en las relaciones con la

iglesia, algo así como un regreso a las relaciones iglesia-estado, que no se veían desde el

imperio ruso.

Según esto, se puede afirmar que en lo que realmente se ha estado convirtiendo

Rusia, es en una Federación monárquica o, lo que es lo mismo, una democracia con rey.

Estaría dejando a un lado su propia historia, un pasado marcado por la caída del régimen

absolutista de los zares y el régimen totalitarista comunista, para iniciar de nuevo con un

régimen totalitarista imperial, otra monarquía, integrando la democracia, como lo hacen

las actuales monarquías que subsisten en Europa occidental.

La vida en Rusia está tomando destinos impredecibles, ya que al no poder decir

cuáles son las pretensiones de Putin el destino de la nación se hace muy oscuro, sobre
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todo por el reciente aislamiento internacional, tanto comercial como político que está

sufriendo, aunque Rusia no lo admita y crea tener la suficiente influencia en el mundo

para manejar las crisis que enfrenta y que desató, como ocurre con la guerra civil que

enfrenta ucraniana.

Rusia es un factor clave en la geopolítica actual, sin embargo, sus acciones en

Europa del Este están amenazando la relativa paz que ha disfrutado Europa desde el

final de la Segunda Guerra Mundial. Esta situación coloca a Rusia en la posición de

potencia hegemónica y como el próximo actor de una eventual escalada militar que

quiere llegar a una guerra en el este europeo, por lo cual se puede pensar como una

resurrección del totalitarismo en el siglo XXI.


P á g i n a | 31

3. POPULISMO TOTALITARIO

3.1 Antecedentes y expansión del populismo en Latinoamérica

Nunca antes Latinoamérica había sido tan importante y representativa para el

mundo como lo es ahora, su creciente influencia en la economía mundial y su rápido

crecimiento demográfico han posibilitado que se le pueda tener en cuenta en algunas

decisiones que antes solo eran competencia de las potencias del norte.

Las potencias que alguna vez representaron el símbolo de la esclavitud, ahora

intentan establecer relaciones diplomáticas y comerciales con la nueva fuerza regional

que surge del caos, luego de años duros, cargados de violencia en los que ha imperado

una volatilidad política, desde que los países americanos proclamaron la independencia

“absoluta” de Europa, hasta nuestros días.

Latinoamérica representa una parte importante de la economía mundial, posee

una población en conjunto de aproximadamente 521.945.903 habitantes y una superficie

total de 20.425.332 km² (Banco Mundial, 2015), convirtiéndose en una de las regiones
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del mundo de más rápido crecimiento y con la mayor población urbana del mundo con

el 78% (Revista ICE, 2015), logrando atraer la atención de los países desarrollados que

actualmente intentan recuperarse de sus crisis económicas.

Este desarrollo económico en Latinoamérica ha estado acompañado de diversos

cambios en las ideologías políticas y en los paradigmas económicos que han hecho de la

región una zona fértil para el florecimiento de posturas marxistas y neoliberales que en

diversas ocasiones han logrado obtener el poder estableciendo gobiernos ideológicos.

Este tipo de fluctuaciones sociopolíticas pintan un panorama variado en la política

latinoamericana, que ha intentado adaptarse a los cambios sin poder evitar las

consecuencias económicas en los diversos países que conforman el bloque regional.

El anterior contexto de la política Latinoamérica es un modelo para analizar uno

de los problemas más importantes que atraviesa la geopolítica, la manipulación de los

sistemas políticos, para ejercer el poder del pueblo y transformarlo en voluntad absoluta.

Este escenario parecía estar lejos del contexto latinoamericano, cuando las relaciones

internacionales de la región se inclinaron hacia los países del hemisferio norte que,

liderados por Estados Unidos, lograron implementar una política exterior neoliberal en

muchos países de la región. Esto explica que Ecuador, siendo un país de habla hispana y

ubicado en Suramérica, tenga en la actualidad como moneda oficial el dólar

estadounidense.
P á g i n a | 33

La llegada del neoliberalismo a Latinoamérica se dio luego de que el contexto

político, donde el influjo de ideas comunistas traídas desde la Unión Soviética era

predominante, cayera para favorecer el surgimiento de dictaduras por la región. El

antecedente directo de estas dictaduras radica en que dentro de algunos países de la

región se formaron partidos comunistas que propugnaron por implementar ideas

socialistas populistas que rápidamente fueron apoyadas por las masas latinoamericanas.

Este contexto logró hacer de la democracia un medio para favorecer la ideología

soviética que se tomó algunos países latinoamericanos como Cuba, Chile, Argentina,

Colombia y Venezuela, entre otros. Teniendo estos, principalmente, una marcada

influencia de esta ideología, observable en los cambios que provocaron en los contextos

políticos particulares de estos países. Algunos casos representativos fueron el ascenso de

Fidel Castro al poder de Cuba por medio de una guerra de guerrillas, la llegada del

peronismo a Argentina que aún repercute en su actual política y el inicio de la guerra de

guerrillas propiciada por Cuba en Colombia que aún persiste como el “conflicto armado

más antiguo del hemisferio occidental” (BBC, 2012).

El ascenso al poder de grupos de ideología comunista tuvo buena recepción en

los ciudadanos de algunos países latinoamericanos, ya que, manejando el viejo discurso

antiimperialista, pedían menos intrusión de Estados Unidos en los asuntos internos de

los países, además de promover leyes populistas que movieron los sentimientos

nacionalistas de estos países. Estos populismos de izquierda preocuparon a los políticos


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conservadores y liberales que ya tenían larga tradición en el gobierno de sus países, y

mucho más a Estados Unidos, la nación que promovía las ideas neoliberales y que se

encontraba en una guerra ideológica con su rival, la Unión Soviética.

Con el arribo del comunismo a América, algunos estados liberales y otros

conservadores tratando de impedir la propagación de estos ideales, desarrollaron

organismos de control “clandestinos” en la región, que coordinados conjuntamente con

organizaciones de inteligencia estadounidenses comenzaron por controlar el influjo de

refugiados alemanes, italianos y soviéticos que escapaban de una Europa destruida por

la Segunda Guerra Mundial. Estos organismos estrecharon su colaboración cuando

empezaron a surgir gobiernos en la región que se proclamaron socialistas o comunistas,

emprendiendo acciones concretas para eliminar estos gobiernos izquierdistas, abriendo

paso a que los dictadores tomaran el poder de varios países latinoamericanos. Esta

política controladora y represiva se conoció como la “operación cóndor”.

El auge de las dictaduras significó la represión de las ideologías socialistas y sus

propagandistas, participando ampliamente las organizaciones que, aunque se dice que

fueron clandestinas porque no se asocian a un estado o gobierno en particular, no se

puede desconocer que fueron entidades de inteligencia nacionales que estuvieron

dirigidas por los gobiernos dictatoriales de Latinoamérica.


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En la conformación de estas instituciones de control, estuvieron miembros

activos de la CIA6 que colaboraron en el entrenamiento de las agencias militares de

inteligencia de países latinoamericanos, además en los Estados Unidos sabían de su

existencia, aunque no necesariamente aprobaban sus planes, esto lo demostrarían

algunos de los documentos desclasificados de la CIA en los que queda claro que la

“operación cóndor” fue ideada por miembros de esa organización con colaboración de

agencias homólogas en Latinoamérica, pero que no era el plan del gobierno

estadounidense de ese entonces (Dinges, 2010).

La cicatriz que estos acontecimientos dejaron a la política latinoamericana

permite inferir que los problemas políticos de la región, concretamente la expansión del

socialismo, son consecuencia directa de los bruscos cambios ideológicos que enfrentó,

lo que permitió una ambigüedad política en la mentalidad latinoamericana que se ve

reflejada en los actuales gobiernos que no parecen tener claridad de su identidad y que

más bien, al verse sin herramientas eficaces para ganar elecciones en la región, hicieron

una especie de eclecticismo ideológico, optando por el populismo como único medio

para alcanzar el poder.

6
Central Intelligence Agency
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3.2 El giro del populismo al totalitarismo

La puesta en práctica del populismo como herramienta para la consecución del

poder en los países latinoamericanos coloca de relieve que las necesidades políticas del

siglo XXI han cambiado, por lo cual los esfuerzos de los nuevos líderes de la región ya

no se enfocan en favorecer a una clase privilegiada, al estilo de una aristocracia, como

sucedía antes, sino que centra su atención en captar el interés de la mayoría que padece a

causa del poco desarrollo económico y el bajo nivel de vida; por lo tanto, favorecer a las

clases adineradas les resulta poco conveniente.

Algunos de los líderes que actualmente manejan las riendas de Latinoamérica se

han dado cuenta que manejando un discurso que ataca a los opulentos, enemigos

internos, y desprecia a los imperialistas, enemigos externos, despierta pasiones en las

masas y les permite hacerse con el control del pueblo para mostrarles el “camino” que

va mejorar la situación.

El populismo y sus defensores creen que el estado debe ser continuamente

protegido de las agresiones externas que intentan destruirlo, por lo cual es necesario que

existan un control férreo de las instituciones del estado y de la economía ya que la

intervención extranjera en estos sentidos tiene el fin de apoderarse de la nación e

implementar un sistema capitalista que según ellos controla la vida del hombre y no lo
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deja ser libre, por lo cual la propuesta específica del discurso populista es que el hombre

debe ser libre para tomar las riendas de su vida siendo este el objetivo de su

pensamiento.

El populismo crea enemigos dentro y fuera del estado con el fin de organizar a

las masas artificialmente, al estilo soviético, para generar el fenómeno que

anteriormente llamamos la “atomización de las masas”. Esta atomización es un paso a la

creación de un régimen totalitario que busca dividir las masas para después seducirlas

con un nuevo grupo político o partido que nace de un líder carismático. Es el caso de la

Venezuela de Hugo Chávez, que polarizando la política de ese país y haciendo uso del

discurso antiimperialista fue capaz de conseguir masas fieles que fueran simpatizantes

con sus ideales, de lo cual se valió para crear el Partido Socialista Unido de Venezuela

que aglutinó a una gran cantidad de partidos de izquierda de ese país en uno solo que se

hizo mayoritario desde su fundación. Con este ejemplo no es muy complicado darse

cuenta de qué manera el populismo comienza a dar el giro hacia el totalitarismo.

3.3 Populismo venezolano o totalitarismo

Venezuela y su actual sistema de gobierno se han convertido en el ejemplo más

claro de populismo ya que, desde la implantación del socialismo a sus estructuras, se ha

enfocado en mantener el control de sus ciudadanos y de la oposición a partir de las


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instituciones de seguridad del estado, en este caso, de la policía secreta (Vinogradoff,

ABC.es, 2008), de la guardia nacional bolivariana y el ejército, colocando en práctica su

clásico y acabado discurso antiimperialista con el objetivo de crear un enemigo externo,

o países imperialistas, y un enemigo interno, u opositores, que no aceptan la ideología

socialista del estado venezolano.

El chavismo ha movido el nacionalismo al adherir a las masas hacia una

identidad que despierta pasión. En la Alemania nazi esta pasión se enfocó hacia el

llamado “Tercer Reich” y en Venezuela se ha enfocado hacia la “República Bolivariana

de Venezuela”, una identidad creada a espaldas de la figura del libertador Simón

Bolívar, un héroe de la independencia, que históricamente ha unido a cinco naciones.

Entre los acontecimientos desarrollados en Venezuela, existen una serie de

factores que permiten pensar que su sistema populista deficiente tiene sus días contados

cuando la fragilidad del sistema termine siendo evidente, las fracturas desde dentro

irreparables y se desmorone el gobierno. Entre los factores que con frecuencia se

mencionan están: el fracaso económico, la fuerte escasez de productos, las frecuentes

manifestaciones en contra del gobierno y una sed de odio que produzca un golpe de

estado que ponga fin al régimen chavista. Toda una sucesión de hechos que muchos

piensan como impredecibles pero inevitables, siendo esto falso, ya que no hay garantía
P á g i n a | 39

para afirmar cómo se desmoronará el gobierno bolivariano, ni siquiera que estos hechos

puedan efectivamente suceder.

Aunque algunos de los factores que se mencionaron ya están ocurriendo, la

verdad es que nada hay más alejado de la realidad que un golpe de estado en Venezuela,

ya que la actualidad de ese país demuestra que, por el contrario, el gobierno se ha

blindado en años por medio de las instituciones y las fuerzas armadas para controlarlo

todo y evitar un efecto dominó que termine con este régimen que ha tiranizando al

pueblo, sometido el estado y, finalmente, eliminado la participación política de la

oposición por medio de presiones políticas y persecución (EFE, 2015).

Un caso particular de persecución política en Venezuela es el del reconocido

opositor Leopoldo Lopez quien fue apresado por orden del presidente Nicolás Maduro,

que lo acusó de conspirar contra el gobierno de Venezuela al convocar las protestas sin

autorización oficial; además la fiscalía de ese país, actuando en consecuencia de las

acusaciones del mandatario, le atribuyó la culpabilidad de las 43 muertes y los 878

lesionados (EFE, 2015) que se presentaron el día de las manifestaciones violentas, en las

que se evidenciaron abusos del régimen hacia los manifestantes opositores, por lo cual

este líder opositor fue condenado recientemente a más de 13 años de prisión (Lafuente,

2015).
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Siguiendo los acontecimientos recientes de la política venezolana, se destaca uno

que muestra el enfoque totalitario que ha estado formándose dentro de las estructuras

gubernamentales e institucionales de Venezuela, y es la masiva represión contra los

colombianos que se está viviendo en la frontera entre los dos países, y que ha desatado

una ola de atropellos a los derechos humanos por parte de la guardia nacional

bolivariana, que siguiendo las órdenes del presidente Nicolás Maduro, ha defendido su

postura argumentando que el problema del contrabando y la creciente llegada de

indocumentados colombianos a esa nación motivaron los decretos de emergencia que

han creado una crisis diplomática entre los dos países (BBC, 2015).

Este acontecimiento, aunque no se puede comparar con los traslados de judíos

europeos, por parte del ejército nazi hacia campos de concentración o los traslados

masivos de opositores y minorías étnicas de la Unión Soviética hacia los gulags en los

que luego eran torturados y asesinados, no hay que dejar de reconocer que tiene un

contexto discriminatorio hacia los colombianos. Aunque en Venezuela se piense que no

hay discriminación en las decisiones del régimen con relación a esta situación, no hay

nada que justifique que las casas de los colombianos sean marcadas para facilitar su

ubicación por parte de las autoridades, esto no es una invención, lo afirmaron las

victimas que decían “Las casas son marcadas para determinar quién vive en ellas y qué

se hará con el inmueble. Con la letra "d" se establece que será demolida y con la "r" que

fue revisada” (Noticias RCN, 2015). Esto, aunque parezca ser una cosa mínima, es una

prueba de clara discriminación, ya que esta existe cuando se comienzan a colocar


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prejuicios sobre las personas, diferenciándolas de los demás, cosa que también sucede

cuando los objetos son marcados.

Afirmar que el régimen populista que gobierna actualmente a Venezuela es un

totalitarismo, es apresurado, aunque no se puede desconocer de ninguna manera que

según las características anteriores su camino político se dirige hacia esa postura política

cuya implantación tal y como están sucediendo las cosas, no estará muy lejos de ser una

realidad. Aunque eso sí, al mejor estilo de los regímenes totalitarios, un hipotético

régimen totalitario establecido plenamente en Venezuela tendrá una corta duración, pues

su naturaleza despiadada y deshumanizante se convierte en su principal obstáculo para

perseverar en las sociedades donde es implantado ya que en determinados momentos las

pasiones son desplazadas por las razones y las ideologías terminan perdiendo su

encanto.

3.4 Convergencias entre el totalitarismo y el populismo

Las convergencias encontradas entre el régimen totalitario y el populista

permiten establecer que el totalitarismo antes de convertirse en una elaborada estructura

de control del estado, primero debe pasar de ser un movimiento de mucha acogida entre

las masas, o sea un populismo, a una organización política con convicciones que

pretenda el poder por el poder. Es por eso que para entender completamente el
P á g i n a | 42

fenómeno totalitario es necesario comprender su carácter evidentemente populista, ya

que en este tipo de sistema se pueden observar, no evidentemente, pero si en la práctica,

unas características totalitarias que, aunque no han madurado, con el tiempo lo harán.

La figura del líder es una de las convergencias importantes entre el populismo y

el totalitarismo, ya que en los dos sistemas se necesita de un referente que sea garantía

de las promesas políticas que se han hecho, que le han dado el poder al grupo o partido

político. El líder se constituye en la figura principal dentro del populismo, que al igual

que en el totalitarismo, es quien debe cumplir con sus obligaciones políticas respecto a

sus electores.

Lo más interesante de esta figura es que considera, con pleno convencimiento,

que el pueblo le ha elegido para darle un poder absoluto para hacer lo que considere

necesario con tal de mantener el aparato estatal en pleno funcionamiento, lo cual es

interpretado por el líder como la oportunidad que le ha brindado su nación para crear un

nuevo contrato social que sea “más justo” y “menos excluyente”, con el supuesto fin de

llevar la democracia a su plenitud, cuando en realidad lo que hace es crear una crisis

dentro del sistema democrático que termina con la redacción de una nueva carta magna

que en este caso es redactada por el líder.


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El líder comienza a acabar con la república a partir de la aniquilación o

ejerciendo influencia en las instituciones en que se fundó obstaculizando la separación

de poderes, como ejemplo se puede citar el caso de la Alemania nazi de Hitler que

destruyó la república de Weimar antes de proclamar el Tercer Reich En el contexto

latinoamericano observamos que todos sus países son repúblicas, una forma de gobierno

ideada por los griegos como una solución al debate del mejor sistema para ejercer el

poder, a partir de la unión de los tres sistemas de gobierno que se conocían.

Entonces se puede afirmar con razón que la constituyen ante todo la monarquía

representada en la forma de un presidente, la aristocracia, representada en forma de un

parlamento o congreso, y la democracia, como forma de participación del pueblo y

vínculo de unión entre estas instituciones para que actuaran según las demandas del

pueblo, por esto el pueblo tiene la autoridad para elegirles, aunque la soberanía de la

república la ejerce la ley (Álvarez, 2014).

El líder populista atomiza la república y sus instituciones desvirtuando primero

su figura de gobernante para convertirse, ya no en un monarca sino en un tirano, luego

destruye la unidad del pueblo con las leyes, por lo que intenta intervenir el parlamento

para que su grupo político resulte victorioso siempre por medio de la participación

democrática, garantizando la “pulcritud” del sistema electoral y la participación de los


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opositores, logrando aparentar legalidad, creando no ya una aristocracia sino una

oligarquía.

El siguiente paso consiste en desmantelar la democracia y el poder judicial

interviniendo el documento que debería ser el garante de esto, la constitución del país,

que al intervenirla logra ganar apoyo de las masas, obteniendo una demagogia para

conseguir el poder absoluto en supuestos “tiempos de crisis” creando facultades

arbitrarias que prácticamente concentran el poder en el tirano populista, lo que lo coloca

al mismo nivel del líder totalitario.

El populismo al darle al líder que gobierna un poder ilimitado logra apropiarse

del estado controlando un ejército leal que le brinda seguridad y mantiene al nuevo

estado, que no podrá ser llamado república ya que la división de poderes es

prácticamente nula, por lo tanto, se le llamará populismo, que es la degeneración de la

república, porque está gobernada por el tirano, la oligarquía y la demagogia. En este

sentido, la amplia capacidad de poder del tirano hace indispensable la creación de un

organismo de control y represión, una policía secreta, otra de las características que

evidencia su convergencia con el totalitarismo, por medio de la cual puede eliminar a

sus enemigos y garantizar el funcionamiento interno del estado, al estilo de las SS de la

Alemania nazi, sin mayores problemas.


P á g i n a | 45

Otra de las características que aproxima el populismo al totalitarismo es la

limitada actuación de los medios masivos de comunicación de los cuales se apropia el

estado para luego adoctrinar al pueblo por medio de ellos, censurando lo que considere

necesario para “proteger al pueblo” y logrando hacer del estado una máquina de

producción que ha absorbido a la gran mayoría de las empresas privadas al limitar su

actividad comercial y expropiándolas para provecho estatal, lo que le permite al estado

contratar mayor personal para mantener toda esta estructura en que se ha convertido el

estado.

Busca además incrementar sueldos, beneficios económicos, bolsas de comida y

la gratuidad de la educación para supuestamente aumentar el nivel de vida de la

población, usando una política propia del populismo que consiste en regalarlo todo, ya

que el estado debe ser garante de los derechos de sus ciudadanos por lo cual, la salud, la

educación, la vivienda y la comida, sobre todo para los más pobres, debe tener el

eslogan “todo es gratis”, sin medir las consecuencias que esto trae para la economía.

El despilfarro económico donde se malgastan los beneficios de las regalías que

recibe el estado por la explotación de sus minerales, la agricultura, la ganadería y todas

sus actividades económicas que generan beneficios monetarios, trae consigo la

degeneración de las necesidades del pueblo como la educación, que se convierte en otra

herramienta de adoctrinamiento; la vivienda que bajo la premisa de que todos son


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dueños de todo, acaban con la propiedad privada y permite al gobernante estatalizar los

inmuebles del país; y el mercado, que representado en los bienes y servicios que se

pueden adquirir, se convierten en el pan y circo de estos regímenes lo que permite

entretenerlo mientras se atropellan las estructuras del estado sin que nadie lo denuncie.

La mayor promesa del populismo, al igual que el totalitarismo, es garantizar que

todos tengan lo justo, sin embargo es evidente que en los sistemas económicos que usan

estas ideologías solo obtienen beneficios concretos la clase gobernante, además

destruyen la clase adinerada opositora al gobierno, limitan el poder de la clase media

que estaba en ascenso y mantienen o empeoran el estado de pobreza de los necesitados,

por eso con razón la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez, en su discurso en el primer

parlamento iberoamericano de jóvenes, cita al periodista y pensador argentino Mariano

Grondona su frase “el populismo ama tanto a los pobres que los multiplica” (Álvarez,

2014).

Se puede afirmar, aunque de manera anticipada, ya que el actual fenómeno

populista se encuentra en pleno desarrollo, que la importancia del estudio del fenómeno

totalitario en las sociedades actuales radica en su vigencia y en la transformación

política que ha estado realizando. En este sentido el populismo es “el hermano menor

del totalitarismo” o más precisamente “es el totalitarismo en crecimiento”, y cuando

tenga una edad madura, entonces ejercerá el control absoluto para el que se ha estado
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preparando. Así pues, si se afirma que el populismo es la degeneración de la república,

el totalitarismo es la degeneración o putrefacción del populismo.


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REFLEXIONES FINALES

Para finalizar es necesario reflexionar sobre algunos puntos considerados a lo

largo del trabajo, uno de ellos es lo referente al primer capítulo, donde se expusieron

algunos elementos de los sistemas totalitarios. En este capítulo se trabajaron cuatro

elementos importantes y sobresalientes del sistema, sin embargo, es necesario concluir

que no son los únicos elementos ya que este sistema se puede adaptar a diferentes

contextos y épocas sin que pueda ser claramente percibido. Según lo anterior, se puede

afirmar que no es posible aún comprobar la existencia de un movimiento totalitario en

nuestro tiempo, ya que algunos de sus elementos pueden ser adaptados a otros

movimientos que no son necesariamente totalitarios.

Aunque el ejemplo de la Federación rusa, parecía ideal, creo que durante el

desarrollo de la tesis se ha vislumbrado que lo que hay en Rusia no es un nuevo estilo

totalitario, sino la restauración del imperio ruso. Esta conclusión se da al analizar que su

perfil no es coherente con uno de los elementos que se definieron en el primer capítulo y

que deberían tener los sistemas totalitarios, ya que, en vez de atomización de masas,

prefiere optar por cohesión social mediante el nacionalismo, creando en las masas

adhesión al líder y los valores, permitiendo la unión de la nación a pesar de sus

diferencias. Aunque esta conclusión no es definitiva, queda la posibilidad de ahondar


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mejor la cuestión rusa, además es necesario saber hasta qué punto sigue siendo útil la

atomización de las masas dentro del sistema totalitario o si efectivamente la cohesión

social ha desplazado el elemento anterior convirtiéndose en un nuevo elemento de este

tipo de sistema, algo que no es ilógico pensar.

El populismo en cambio sí está encarnando el totalitarismo en las sociedades

donde surge y es una etapa pre totalitaria, que permite atomizar las masas, crear un

enemigo tanto externo como interno, y fracturar las instituciones para destruirlas desde

dentro, preparando el camino al movimiento totalitario que al madurar las invade para

establecerse en el poder sin problemas y desde las leyes lo que le da su apariencia de

legalidad. De esta manera la república que conocemos es desmantelada por el

movimiento en su fase de crecimiento, y se convierte a mi juicio, en el gobierno de las

degeneraciones, lo que quiere decir que el tirano, la oligarquía y la demagogia, forman

el populismo que luego en su madurez se degenera en totalitarismo.

Como conclusión general, es necesario reconocer que la política de esta época es

más propensa a caer en la creación de nuevos sistemas con rasgos totalitarios, pero su

dificultad para diferenciarlos hace pensar la existencia de nuevos elementos y formas del

totalitarismo que aún no han sido identificadas, pero que seguramente quienes estudien

el caso ruso y los populismos, tal vez las encontrarán.


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