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Wittgenstein

Ocasionnes filosóficas. Filosofía

86-93 (págs. 405-35) del llamado «Big Typescript» (número de catálogo 213)

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Lo que hace que un asunto sea difícil de comprender —si es significativo,


importante— no es que sea necesaria alguna instrucción especial
sobre cosas abstrusas para su comprensión, sino más bien el contraste
entre la comprensión del tema y lo que la mayor parte de los | hombres
q u i e r e n ver. Por esto las cosas más evidentes pueden convertirse en
las más difíciles de comprender de todas. Lo que ha de vencerse no es
una dificultad del intelecto, sino de la voluntad.)/

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¿Es la gramática, tal_como_uso la palabra, sólo la descripción del manejo


efectivo del lenguaje // lenguajes //? ¿De modo que sus proposiciones
sólo se podrían entender cabalmente como proposiciones de una ciencia
natural?

Esto podría denominarse la ciencia descriptiva del hablar, en


contraposición con la de pensar.

Ciertamente, las reglas del_ajedrez podrían concebirse como


proposiciones de la historia natural de los hombres. (Como se describen
los juegos de los animales en los libros de historia natural.)

(…)

El filósofo nos proporciona la palabra con la que uno //yo// puede expresar
la cosa y hacerla inocua.

(La elección de nuestras palabras es tan importante porque de lo que se


trata es de dar exactamente en el centro de la diana de la fisonomía de la
cosa, puesto que sólo el pensamiento que se ajusta exactamente puede

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conducir a la vía correcta. El vagón debe colocarse sobre los raíles
precisamente así, para que, a continuación, pueda rodar correctamente.)

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Hacemos que las palabras se retrotraigan de su uso metafísico a su uso


correcto en el lenguaje.

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Si se pregunta a la filosofía: «<q u é e s, por ejemplo, la sustancia?», en este


caso uno está pidiendo una regla. Una regla general que valga para la palabra
«substancia», esto es: una regla de acuerdo con la cual he decidido jugar. —
Diré: la pregunta «qué es...» no se refiere a un | caso particular —práctico—,
sino que la planteamos desde nuestros escritorios. Acuérdate sólo del caso
de la ley de identidad para ver que preocuparse de una dificultad filosófica
no tiene que ver con pronunciar nuevas verdades sobre el objeto de la
investigación (identidad).

La dificultad reside solamente en comprender cómo nos ayuda el establecer


una regla. Por qué nos tranquiliza después de que estábamos tan
profundamente intranquilos. Lo que nos tranquiliza es obviamente que vemos
un sistema que (sisternáticamente) excluye esas estructuras que siempre nos
han intranquilizado, con las que no sabíamos qué hacer, y que creíamos que
todavía hay que respetar.

(…)

Los problemas filosóficos pueden compararse con cierres de cajas de


caudales que pueden abrirse componiendo una palabra determinada o un
número determinado, de modo que la puerta no puede abrirse utilizando
violencia alguna hasta que se da con la palabra, y una vez que se da con
ella, cualquier niño puede abrirla. //... y si se da con ella, no es necesario
esfuerzo alguno para abrir //la// la puerta.//

(…)

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Si alguien cree que ha encontrado la solución al «problema de la vida»
y quisiera decirse a sí mismo que todo es ahora completamente simple,
lo único que necesitaría para refutarse a sí mismo sería acordarse de que
hubo un tiempo en que esa «solución» no se había encontrado; pero en
a q u e l tiempo el hombre tenía también que poder vivir, y con referencia a
aquel tiempo la solución encontrada tendría el aspecto de //sería como//
una casualidad. Y esto es lo que nos sucede en lógica. Si hubiese una
«solución» a los problemas lógicos (filosóficos), entonces sólo tendríamos
que tener presente que hubo un tiempo en que no estaban solucionados
(y que también entonces uno tenía que poder vivir y pensar).

(…)

Todas las reflexiones pueden conducirse de manera mucho más llana de


la que yo solía conducirlas anteriormente. Y por ello no se necesita usar
palabras nuevas en filosofía, sino que las palabras viejas, familiares, del
lenguaje son suficientes, //las viejas son suficientes//

(Nuestra sola tarea es ser justos. Esto es: sólo tenemos que señalar y
resolver las injusticias de la filosofía, pero no establecer nuevos partidos —y
credos—.)

(Es difícil no exagerar en filosofía.)

(El filósofo exagera, grita, por así decirlo, en su impotencia, en | tanto que
no ha descubierto el núcleo de su confusión.)

El problema filosófico es una conciencia del desorden de nuestros


conceptos y el hacerlo desaparecer ordenándolos.

Toda la tarea de la filosofía, tal como yo la ejerzo, consiste en expresarme


de tal manera que ciertas intranquilidades //problemas// desaparezcan.
((Hertz.))

Si estoy en lo cierto, los problemas filosóficos deben de ser completamente


solubles, en contraposición a todos los demás.

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Si digo: aquí están los límites del lenguaje, parece //suena// siempre como
si aquí fuese necesaria una renuncia, mientras que, al contrario, se
produce una satisfacción completa, puesto que ya no queda n i n g u n a
pregunta.

Los problemas se disuelven en un sentido genuino como un terrón de


azúcar en el agua.

/Los hombres que no tienen ninguna necesidad de claridad en su


argumentación, están perdidos para la filosofía./

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Cómo es que la filosofía es un //una// edificio //estructura// tan


complicado //a//. Pues debería ser completamente simple si es aquello
que es último, independiente de toda experiencia, como tú intentas hacer
ver. — La filosofía desata los nudos de nuestro pensar y, por lo tanto, sus
resultados han de ser simples, pero su actividad es tan complicada
como los nudos que desata.

(…)

¿Por qué son los problemas de gramática tan duros y, aparentemente, |


imposibles de erradicar? — Porque están conectados con los más
antiguos hábitos de pensamiento, esto es: con las imágenes más
antiguas que están acuñadas en nuestro mismo lenguaje. ((Lichtenberg.))

(…)

/Los hombres están profundamente incrustados en confusiones filosóficas,


esto es: gramaticales. Y liberarlos de ellas presupone sacarlos de la
inmensa multitud de conexiones en las que están atrapados. Por así
decirlo, se tiene que reagrupar la totalidad de su lenguaje. — Pero este
lenguaje ha llegado a ser así //se ha desarrollado//, porque los hombres
tenían —y tienen— la inclinación de pensar de e s t a m a n e r a . Por
lo tanto el sacarlos fuera sólo funciona entre los que viven en una rebelión
instintiva contra //insatisfechos con// el lenguaje. No con aquellos que

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viven, de acuerdo con todos sus instintos, en el rebaño que este lenguaje
ha creado como su expresión genuina./

El lenguaje contiene las mismas trampas para todos; la inmensa red de


caminos equivocados bien conservados //transitables//. Y así vemos
transitar a una persona tras otra por los mismos caminos y sabemos de
antemano dónde hará un giro, dónde seguirá de frente, sin darse cuenta
del giro, etc. Por lo tanto, debería colocar, en todos los lugares en los que
los falsos caminos se bifurcan, señales que ayuden a transitar por los
puntos peligrosos.

Se oye una y otra vez la observación de que la filosofía no hace ningún


progreso genuino, que el mismo problema filosófico que ya había
ocupado a los griegos, nos ocupa todavía a nosotros. Pero los que dicen
esto no entienden la razón por la que esto es //tiene que ser// así. La
razón es que nuestro lenguaje sigue siendo el mismo y nos tienta una y otra
vez a plantear las mismas preguntas. En la medida en que se da un verbo
«ser», que parece funcionar como «comer y «beber, en la medida en que se
dan adjetivos como «idéntico», «verdadero», «falso», «posible», en la
medida en que se habla de un flujo de tiempo y de una dilatación del
espacio, etc., los hombres continuarán dándose coscorrones contra las
mismas misteriosas_dificultades y clavando la mirada en algo que ninguna
explicación parece poder eliminar.

(…)

Los resultados de la filosofía son el descubrimiento de algún absurdo


puro y simple y los chichones que se ha hecho el entendimiento al
golpearse contra los límites //el final// del lenguaje. Éstos, los chichones,
nos hacen comprender //reconocer// el valor del descubrimiento.

(…)

La filosofía no se consigna en las oraciones, sino en un lenguaje.

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NO ENCONTRAMOS EN ABSOLUTO PROBLEMAS FILOSÓFICOS
EN LA VIDA PRÁCTICA (COMO ENCONTRAMOS, POR EJEMPLO,
LOS DE LA CIENCIA NATURAL); SÓLO LOS ENCONTRAMOS
CUANDO, AL CONSTRUIR NUESTRAS ORACIONES, NOS
DEJAMOS GUIAR, NO POR UNA FINALIDAD PRÁCTICA, SINO POR
CIERTAS ANALOGÍAS DEL LENGUAJE.

(…)

El sentimiento es éste: el presente se desvanece en el pasado sin que


podamos detenerlo. Y aquí nos servimos obviamente de la figura de una
cinta que constantemente se mueve sobrepasándonos y que no
podemos parar. Pero es igualmente claro que la figura se usa de mala
manera. Que uno no puede decir «el tiempo fluye» cuando por
«tiempo» se quiere decir la posibilidad de cambio.

(…)

Cuando los filósofos usan una palabra y buscan su significado, hemos de


preguntarnos siempre: se usa efectivamente esta palabra de esta
manera en el lenguaje que la ha creado //para el que ha sido creada//?

En la mayor parte de los casos se encontrará que esto no es así, y que


la palabra se usa en contra de //contrariamente a// su gramática normal.
(«Saber», «ser», «cosa».}

(Los filósofos son a menudo como niños pequeños que primero


garabatean trazos sin ton ni son" en un papel y después //a continuación//
preguntan al adulto: «¿Qué es esto?» — Así sucedió: a menudo el
adulto ha dibujado algo para el niño y ha dicho: «esto es un hombre»,
«esto es una casa», etc. Y a continuación el niño hace también
garabatos y pregunta: ¿qué es e s t o ahora?)

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El descubrimiento auténtico es el que me hace capaz de dejar de


filosofar cuando quiero.

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El que da tranquilidad a la filosofía, de modo que ya no está //siendo//
fustigada por preguntas que e l l a m i s m a se plantea.

93

Las formas primitivas de nuestro lenguaje: sustantivo, adjetivo y verbo,


muestran la figura simple con la que el lenguaje quiere que encaje todo.

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