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El negocio mundial de la alimentación; el aumento en el consumo de carne y

los monocultivos
A lo largo de la historia las poblaciones han hecho múltiples modificaciones en su
alimentación dependiendo de la zona geográfica, la disponibilidad de recursos, las
necesidades de adaptación y la evolución de la agricultura, la ganadería y en
general la industria alimentaria. La disponibilidad de alimentos se ha convertido en
una de las prioridades de todos los gobiernos para garantizar la seguridad
alimentaria, pero como es claro, hay excepciones de regiones sumidas en la
pobreza, zonas marginadas cuya población sufre de problemas de desnutrición
graves, sin embargo, estas poblaciones no están dentro del radar de las grandes
industrias que, en muchos casos, están aliadas con los gobiernos para generar
mayor acumulación de sus riquezas y camuflar sus intenciones por medio de
políticas públicas que garantizarían alimentación a las comunidades más
vulnerables. El objetivo de estas industrias alimentarias, en este caso las cárnicas,
se ve cumplido, gracias a los métodos extensivos de cría y a la simultánea
demanda de carne barata, hecho del que da cuenta el documental de DW
Documentals “El negocio mundial de la alimentación”, del cual se hablará en el
presente escrito.
El documental hace un recorrido por la cadena de producción de la industria
porcina en donde se evidencia la demanda creciente de carne por parte de la
población global, por lo cual se hacen comparaciones entre el consumo de carne
de la clase media china y la clase media estadounidense con el fin de comprobar
el excesivo consumo de esta proteína, tanto per cápita como agregado, además,
se habla de los monocultivos de soja (como alimento para los animales), los
cuales permiten generar producción a gran escala y aumentar la concentración de
capital en manos de los grandes industriales.
Al inicio del filme la atención se centra en los criaderos de cerdos en Estados
Unidos, los cuales concentran un enorme número de animales hacinados, que
como es obvio, producen una gran cantidad de excremento, el cual no es usado
como abono (lo que si ocurre en criaderos pequeños), debido al gran volumen que
se genera, optando por la disposición de excremento líquido afuera de las
industrias, lo que deriva en un problema de salud pública teniendo en cuenta que
las personas que viven cerca se ven obligadas a convivir con los terribles olores y
los gases dañinos para la salud. Posteriormente, el documental se dirige hacia las
masivas plantaciones de soja concentradas mayormente en Brasil, las cuales son
controladas por 5 principales industrias que se dedican a la exportación del grano
destinado a criaderos, zonas ganaderas y de producción avícola. Esta extracción
de recursos resulta muy rentable ya que la soja es bastante barata y proporciona
los nutrientes que necesitan los animales que posteriormente serán consumidos.
Los mismos actores globales llevan a cabo la estandarización de la producción del
grano, dando lugar a un nuevo modelo de producción de capital conocido como
agronegocio, y consolidando a la soja como la materia prima más importante para
la alimentación humana. No obstante, el proceso de producción homogéneo y el
mercado de la materia prima está orientado a los grandes productores, los
pequeños campesinos no logran competir contra las grandes empresas y son
desplazados de todos los mercados. Sumado a esto, cuando las grandes fábricas
se asientan en los territorios periféricos, no emplean a los lugareños y los que
intentan producir alguna materia prima se ven afectados directamente por las
plagas que se trasladan de las fábricas a sus alrededores. A pesar de todo esto,
los monocultivos se establecen sin que se les consulte a los pobladores de la
zona, los dueños de las industrias únicamente están interesados en controlar el
agua, la tierra y los recursos naturales, expulsando a los campesinos locales y a la
población regional.
El estudio planteado en el documental hace énfasis en el efecto negativo de la
existencia de monocultivos sobre la biodiversidad , teniendo en cuenta que estos
liberan gran cantidad de gases de efecto invernadero y que, para llevar a cabo la
producción masiva del grano, se requieren inmensas cantidades de fertilizantes
artificiales. Las grandes empresas multinacionales priorizan la acumulación del
capital por medio de monocultivos y la diversidad pasa a un segundo plano.
Otra de las ideas más destacables del documental es sin duda el hecho de que la
dieta responde a las dinámicas del capitalismo, el aumento en el consumo de
carne por persona no se debe a una mayor necesidad de proteínas, sino a la
irracionalidad de la población a la hora de decidir sobre su alimentación. Las
grandes industrias alimentarias no buscan mejorar la calidad de la alimentación,
sino por el contrario, maximizar su beneficio homogenizando los procesos de
producción, si fuese de otro modo, se emplearía la excesiva proporción de soja
que se usa para alimentar a las vacas, cerdos y aves, en alimentar a las personas.
Al ser una actividad netamente industrial, el monocultivo de soja, deja de ser una
actividad extractiva y se transforma en un sector extractivo que busca cosificar la
naturaleza y establecer relaciones de poder con el exterior. En este caso se
configuran las relaciones territoriales gracias al poder de las élites, más
específicamente, las élites extractivas que dan lugar a cambios en el panorama
socioeconómico, político y cultural a través de la extracción de los recursos de su
carácter sistémico.
Pese a que China es una de las principales potencias mundiales y tiene diversas
actividades productivas que dinamizan la economía, teniendo en cuenta la
relevancia que tienen las actividades extractivas en el PIB, se puede deducir que
el país se mantiene sobre un sistema extractivo, que se configura territorialmente
hacia adentro y hacia afuera. Pero este sistema es posible mayormente gracias a
la exportación de recursos de países del tercer mundo o ‘en desarrollo’, que tienen
inestabilidad económica por la volatilidad de las exportaciones y porque no se
genera valor agregado, las jerarquías de poder entre países ya están establecidas,
y parece ser que los países que no producen bienes manufactureros, están
condenados al subdesarrollo.
La eficiencia del sistema capitalista radica en alterar los ciclos naturales para
lograr la maximización de los beneficios. Bajo esta lógica, se entretejen relaciones
sociales y de poder que propician el enriquecimiento de las potencias por medio
de sistemas de conocimiento jerarquizados y sistemas de deuda que repercuten
en la ampliación de la brecha de desigualdad entre países e incluso dentro de los
mismos territorios, ya que también es importante tener en cuenta que un sistema
extractivo no beneficia a todos los actores y mucho menos a todos los pobladores,
en muchos de los casos, los países capitalistas (que son la gran mayoría),
mantienen una estructura federal del Estado en la cual persiste la desigualdad.
Pese a la existencia de luchas políticas y sociales por la equidad y la correcta
distribución de los recursos, parece cada vez más difícil salir de los ciclos de
pobreza, no hay una solución clara con la que se superen las herencias coloniales
fundamentadas en las instituciones extractivas. Desde que se sigan perpetuando
estos lazos, los países no desarrollados no podrán tener soberanía y seguirán
bajo el yugo de los países industrializados.
Sin el ánimo de ser fatalista, es especialmente difícil que se reduzcan las brechas
de desigualdad y los impactos de un sistema extractivo, si en la mayoría de los
países latinoamericanos y del tercer mundo hay complicidad entre las grandes
multinacionales y los gobiernos. Si no hay intenciones claras de superar los
niveles de desarrollo en conjunto con las poblaciones y sus necesidades, no habrá
cambios sustanciales en las políticas públicas que permitan dignificar la vida y
reestablecer las economías.
El desarrollo no se va a alcanzar únicamente siguiendo recomendaciones de las
organizaciones internacionales, es fundamental que los gobiernos se basen en los
requerimientos de sus territorios, y aunque suene utópico, que las personas
abandonemos el individualismo en el que estamos sumidos. No podemos
quedarnos esperando a que en algún momento se cambien las lógicas del
capitalismo sin generar presión hacia las élites y los dirigentes, y tampoco
podemos creer que nuestras acciones no repercuten en el panorama social,
político y económico.
Comer es un acto político, es contradictorio luchar en contra de multinacionales y
élites terratenientes y a su vez seguir consumiendo sus productos (animales que
vivieron en condiciones deplorables), de esta forma continuaremos reproduciendo
la lógica especista, en la cual anteponemos los derechos de una especie sobre
otra. Si seguimos pensando en que somos los únicos poseedores de derechos no
habrá salida a la desigualdad, no necesitamos consumir más carne para estar
sanos, debemos reflexionar sobre nuestra alimentación y asimilar que comer es
una responsabilidad colectiva.
Bibliografía:
El negocio mundial de la alimentación, DW Documentals (2020). Disponible en:
youtube.com/watch?v=r0hlz79Lvkk (acceso el 05 de mayo de 2020 a las 6:50 pm)

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