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Hay muchas ocasiones en que pretendemos que Dios nos libere de nuestra
condició n de criaturas, de nuestra circunstancia de seres necesitados, de
nuestras limitaciones, de la muerte. Querá moslo o no, vivimos en medio de
riesgos, y eso no tiene nada de malo. Todo eso es consecuencia de nuestra
condició n de criaturas, y por lo tanto es propio de nuestro ser. En una ocasió n
Jesú s dijo "Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti ú nico Dios verdadero y a tu
enviado Jesucristo." La salvació n es pues, toma de conciencia, descubrimiento de
una realidad que ya está ahí. El tesoro escondido en el campo.
Lo que nos dice el evangelio es que el seguidor de Jesú s tiene que considerar a
todo hombre como perteneciente a la comunidad, porque todos tienen que ser el
objetivo de su servicio. ¡Qué pocos cristianos han tenido esa actitud a través de
los veinte siglos que nos separan de Jesú s!
Solo la bú squeda del bien de los demá s, o por lo menos la disminució n de sus
carencias, debía ser el motivo de nuestra predicació n, sea de palabra o de obra.
Una comunidad no es cristiana si no está abierta a todos los hombres.
Termina el evangelio de hoy con una frase tajante: "Gratis han recibido, den
gratis". La gratuidad tenía que ser la característica de toda acció n comunitaria. Si
en mi servicio a los demá s, busco cualquier clase de interés, estoy fuera del
evangelio. Aunque ese interés sea ir al cielo, ser má s bueno, obedecer a Dios, etc.