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El café concert

Jueves 19 de diciembre de 1996, Buenos Aires, República Argentina

Home EN 1966, CON HELP VALENTINO!, LA


RESISTENCIA CULTURAL CREABA UN
Primera
Página GENERO

Espectáculos
Hace treinta años nacía el
café concert
Entre sus creadores estaban Edda Díaz, Carlos
Perciavalle, Antonio Gasalla y Enrique Pinti.
Tenían veintipico. Y un humor inteligente y
despiadado.

I maginen que pagan el triple de lo que


vale una entrada de teatro para sentarse
apretujados en un rincón. Que les sirven
un vaso de whisky rebajado o un jugo de
naranja en peores condiciones. Que en
medio de la oscuridad descubren las
paredes adornadas por las manos más
TODO ES HISTORIA. Susana valiosas de la plástica local. Cuando
Rinaldi y Bergara Leumann en ustedes empiezan a acostumbrarse a esa
El Gallo Rojo.
enrarecida atmósfera suben a escena tres
o cuatro figuras paradigmáticas del
humor (pongamos: Edda Díaz, Antonio
Gasalla, Nacha Guevara, Les Luthiers...)
pero tienen veintipico y no los conoce
nadie. Imaginen que afuera hay olor a
censura y a golpe militar. Y que adentro
se respira sarcasmo, audacia, inteligencia,
rebeldía. El café concert, que desembarcó
en Buenos Aires hace treinta años, era
algo parecido. Año muy especial, 1966.
Y no solo porque Nora Blay, Díaz,
Gasalla y Perciavalle ingeniaron en
marzo Help Valentino!, experimento
psicodélico mezcla de Beatles y amante
latino que dio comienzo a este fenómeno,
uno de los más fértiles del siglo. En
diciembre despuntaba La Botica del
Angel de Eduardo Bergara Leumann,
antro inspirador y descubridor de
escondidos talentos (allí se largó a cantar
tangos una Susana Rinaldi todavía
aniñada y Haydée Padilla se convirtió en
La Chona). En el medio, Onganía
derrocaba a Illia, instalaba la Doctrina de
Seguridad Nacional, y echaba a los
sabios a bastonazos. "Es que el 66 es
Caballo de fuego", resume, zodíaca, Edda
Díaz.

¿Cómo siguió la cosa? Los artistas empezaron a


El género para salir de todas partes. De un sótano de San Telmo
una época
("Ojo -apunta Bergara Leumann- que en esa época
no había viejo almacén, ni feria artesanal ni
nada"), del vanguardista Instituto Di Tella (donde
se estrenó Nacha de noche y Jorge Schussheim le
puso letra al tema El culo me pesa), de la
televisión (como Marilina Ross), del coro de la
Facultad de Ingeniería (allí se formó I musicisti,
germen de los Luthiers), del Collegium Musicum
(donde enseñaba piano Gladys Le Bas antes de ser
Ladivaverde) o de la revista Billiken (que tenía a
Enrique Pinti escribiéndole los guiones a El mono
relojero).

En los primeros años 70 habían proliferado una


veintena de reductos más o menos civilizados que
servían whisky, la bebida de la época antes de que
el champán se impusiera definitivamente.
Periódicamente los clausuraban, los multaban, los
difamaban ("Ingenuos -musita Edda-, si allí lo
único pecaminoso era el precio de la entrada"). El
empresario Lino Patalano, que con Elio Marchi
abrió legendarios locales como La Gallina
Embarazada, reconoce que "a veces la puerta de
entrada no medía ni 1,60 metro, o ingresaban 90
tipos en un lugar previsto para 30". Pero se las
rebuscaban para renacer. Y siempre estaban
llenos! De un lado del escenario convivían
Vinicius de Moraes, Horacio Molina, Elsa
Berenguer y Cipe Lincovsky (La reina del
Kabaret). Del otro lado, o del mismo, porque la
clave era que público y artistas estuvieran bastante
mezclados, se sentaban Ernesto Sabato,
Dominguín, Robert Altman, Lee Strasberg,
Mujica Lainez y el-vecino-de-enfrente. "El
público podía tirarte con algo -recuerda Nacha-:
una vez, cantando la Canción de los boludos un
tipo me increpó: ¿Habla en sentido fisiológico o
psicológico?" El desenfado se contagiaba, y a
veces acobardaba. Costó meses convencer a la
tímida Niní Marshall de subirse a la tarima de El
Gallo Cojo y estrenar su ácido Y se nos fue
redepente....

"Esa fue la verdadera innovación -dice el creador


de Botica-: mandar al ruedo a los artistas,
obligarlos a meterse con el público. A diferencia
de lo que pasa ahora, el espectador no era
utilizado para economizar cachets y creación."
Otros parroquianos no debían sentirse tan a gusto
en ese ambiente donde, al decir de Schussheim,
"se revolvían cerebros". Que lo diga, si no,
Perciavalle, que en el 74 tuvo que suspender una
función del unipersonal Uno a querer porque un
energúmeno arremetió al grito de: "Soy coronel
del ejército y voy a reventar a tiros a todos".

Unos dicen que antes la gente era más buena, que


los artistas no se recelaban ni envidiaban, que la
solidaridad y el voluntariado forjaron el café
concert. Pero tal vez los años contribuyan a
idealizar esa tibia camaradería. En 1971, a Marcos
Mundstock (Les Luthiers), por caso, le tuvieron
que dar dos puntos después que Nacha lo atacó
con los restos de un vaso de vidrio roto, en medio
de una vehemente discusión por problemas de
horarios.

La auténtica violencia, sin embargo, se gestaba en


otro lado. No en los insultos que Pinti dedicaba a
los próceres en Historias recogidas, ni entre
quienes se pronunciaban a favor o en contra de las
canciones de protesta de Marikena Monti. Ni en la
hipocresía de cierta prensa que no publicaba
avisos de El Gallo Cojo "por obscenos". Rondaba
en cambio cerca del almirante Rojas y sus
custodios armados que vigilaban, en primera fila,
el show Orgullosamente humilde en el que Edda
Díaz satirizaba a Lanusse. Cerca de la comisaría
14ø, donde detuvieron e incomunicaron a
Ladivaverde por "ejecutar al piano el Himno,
agregarle partes de una canción rusa y una
norteamericana, y rematarlo con un malambo
como símbolo del triunfo de la patria liberada
sobre los imperialismos".

Así se fue deshaciendo el café concert. El clima de


terror y las amenazas de muerte que a partir de
1974 difundió la triple A tuvieron mucho que ver.
"Al principio -confiesa Elio Marchi- creíamos que
las listas eran en joda, porque las encabezaba
Isabel Sarli." Pero los encapuchados que fueron a
buscar a Marilina Ross los convencieron de que
era en serio. A fines del 74, una bomba dio por
terminado el ciclo de Las mil y una Nachas. Y en
el 76, otro explosivo destinado a Guevara y
Favero mató a un reflectorista y mandó al exilio a
estos y muchos otros artistas.

Algunos, como Tato Bores, expulsado de la TV,


elegían el escenario íntimo para seguir (pero ahora
les decían conspiradores en vez de creadores). En
el 76 estalló una bomba donde actuaba Gladys Le
Bas hacía su Expornoshoc. Hoy, desde su casa en
París, ella elige olvidar cuándo fue que huyó,
"revólver en mano", de esta ciudad.

Unos olvidaron. Otros ya no están. Hoy Gasalla


triunfa en la tele, Nacha repite su mejor acto de
los 60 y Perciavalle ensaya en su casa de Punta del
Este el novedoso garden concert. Triunfan los
monólogos de Pinti y "La Botica está ahí, lista
para retomar la posta", lanza Bergara. Ahora
imaginen por un momento que vuelven a
apretujarse. Que soñar el café concert no es
imposible.
En: http://edant.clarin.com/diario/96/12/19/c-00801d.htm

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