Renovación Carismática Católica en España
Material de Formación
LA ORACIÓN: NECESIDAD Y PERSEVERANCIA
“Orar es tratar de amistad, estando muchas
veces a solas con quien sabemos nos ama”
(Santa Teresa de Jesús)
Objetivos
 Profundizar más en el significado de la
oración.
 Intensificar la oración personal cada una de
las personas que asistimos a los grupos.
 Ser conscientes de la necesidad de oración
no sólo para amar a Dios sino también al
prójimo
1. LA ORACIÓN ES EL ENCUENTRO PERSONAL CON
DIOS
S. Juan Crisóstomo también nos dice:” la oración es
hablar con Dios”.
Si orar es una relación entre amigos, será
necesariamente cosa de dos. Pero igual que sucede
en las relaciones humanas, estas no son posibles, si
no hay una buena disposición y aceptación por parte
de los que se encuentran.
Por parte de Dios la relación es segura, pero en lo
que respecta al hombre, la oración supone un
esfuerzo.
Juan Pablo II decía que la Oración “es un dialogo
misterioso, pero real, con Dios, un dialogo de
confianza y amor”. En la oración sencilla y sincera,
encontramos el medio de nuestro crecimiento
espiritual.
En la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, en el
número 32, el Papa escribe: “Para esta pedagogía de
la santidad es necesario un cristianismo que se
distinga ante todo en el arte de la oración”.
Pero sabemos bien que rezar tampoco es algo que
pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a
orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los
labios mismos del Maestro, como los primeros
discípulos: “Señor, enséñanos a orar (Lc 11, 1). Con
estas palabras de la Carta Apostólica El Nuevo
Milenio, el Sto. Padre nos anima y nos motiva a
conocer, valorar y practicar más la Oración.
En el número 33, sigue diciendo: “¿No es acaso un
signo de los tiempos, el que hoy, a pesar de los
vastos procesos de secularización, se detecte una
difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte
se manifiesta precisamente en una renovada
necesidad de orar?”
Y como si el Sto. Padre estuviese pensando en
nuestros grupos de la renovación Carismática, sigue
en ese punto diciendo: “Sí, queridos hermanos y
hermanas, nuestras comunidades cristianas tienen
que llegar a ser autenticas escuelas de oración,
donde el encuentro con Cristo no se exprese
solamente en petición de ayuda, sino también en
acción de gracias, alabanza, adoración,
contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el
“arrebato del corazón”.
“Una oración intensa, pues, que sin embargo no
aparta del compromiso en la historia: abriendo el
corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de
los hermanos, y nos hace capaces de construir la
historia según el designio de Dios “(NMI nº 33)
2. NECESIDAD DE LA ORACIÓN
La oración es la respiración del alma. Si esto es así, y
en realidad así es, entonces la Oración es una
necesidad vital en la vida del cristiano.
La vida del cristiano es lo que es la oración. Si no hay
oración, no hay vida, según sea la oración débil o
ardiente, así será el tono de su vida. Uno de los
mayores males que hoy sufren los cristianos y la
Iglesia en general, es la decadencia en la oración
individual. Muchos se sienten dispensados de esta
necesidad por la renovación que ha experimentado
la liturgia. Otros, por la revalorización de la acción y
La oración: necesidad y perseverancia
del compromiso por el servicio al prójimo. Y esta
crisis se acusa también en nuestras comunidades
religiosas.
Nuestra civilización actual favorece todo lo que
significa acción, ganar tiempo, disminuir esfuerzos.
Nos lleva a una extraversión, haciéndonos estar
siempre pendientes de los estímulos exteriores y
ser incapaces de interiorización. Éste es el problema
para mucha gente: no tienen capacidad de
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interiorización, no saben pensar, ni revisar su vida;
en cuanto quedan solos se aburren.
La acción no es cristiana si no hay oración. El símil
del fuego, nos ayuda a comprenderlo: si el fuego es
pequeño, si apenas hay llama y echamos encima
unos grandes troncos, lo apagamos. Pero cuando es
muy grande, si echamos un leño grueso el fuego se
hará más grande. Así también, con poca oración,
con poco fuego en tu vida, si le echas mucha acción,
apagarás el fuego; pero si tu vida tiene suficiente
oración, cuanto más trabajes y más te muevas, el
fuego será más grande.
También la oración es necesaria para algo tan
fundamental como es cumplir el principal
mandamiento: Amar a Dios y al prójimo .La oración
supone una unión vital con Cristo por la fuerza del
Espíritu para acercarnos al Padre. Y esto exige una
reforma de vida, una conversión.
Si en nuestra oración nos quedáramos en “un
sentirnos a gusto con Dios“, sin llegar a una radical
exigencia de conversión, nuestra oración no será
cristiana.
Cuando amamos a un hermano como Dios le está
amando, el amor de Dios y el mío se unen en el
hermano: esto no es posible sin la oración.
Hemos de orar para tener amor, de lo contrario
vamos cayendo en “la espontaneidad” de amar
aquello que nos gusta y entonces el amor sería un
inclinación natural y no una disposición sobrenatural
para amar a toda persona.
Antes de ponernos a orar, hemos de perdonar de
corazón a quien nos haya hecho algo .Si no podemos
perdonar, pidamos fuerza para ello, pues El Señor, no
puede conectar con nosotros si tenemos algo contra
nuestro hermano.
Nuestros grupos crecerán y se harán maduros, en la
medida que cada miembro se comprometa, en la
oración, en su vida privada, y en la comunidad. A los
servidores corresponde formar en este sentido, y
avivar la llama para que la vida de Oración crezca en
La oración: necesidad y perseverancia
cada hermano.
3. ¿CÓMO HAY QUE ORAR?
Es muy difícil dar recetas para orar .Mejor es hacerlo
que decirlo. No hace falta que a nadie se le enseñe a
orar, igual que a nadie se le enseña a respirar, o a
caminar….
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La Oración es un camino, en el cual encontramos
dificultades, que tenemos que conocer y aceptar. Es
un camino de fe. “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,
1)
Vamos a tener en cuenta algunos puntos que nos
ayuden a “hacer el camino” más fácil:
1.- Es importante, señalar un tiempo determinado al
día y el momento más oportuno para hacer oración.
Decidir de antemano el tiempo que vamos a dedicar
a ella y llegado el momento, ”respetar mi cita con el
Señor”.
2.- Buscar el lugar para la oración (sitio de
recogimiento y soledad).”Entra en tu aposento y
después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está
allí en lo secreto”. (Mt 6, 6)
La oración exige silencio exterior: Un clima de paz,
luz discreta, la postura que adoptemos, para que
también podamos orar con el cuerpo (toda nuestra
persona)….El silencio interior tiene aún más
importancia. Hacer silencio en el corazón: sin
nerviosismo, emociones.
Cuando empezamos a entrar en oración profunda,
enseguida experimentamos que nuestro corazón
necesita purificación y recordamos las palabras de
Jesús: “De dentro del corazón de los hombres, salen
las intenciones malas…todas estas perversidades
salen de dentro y contaminan al hombre“. (Mc 7, 21-
23)
Sosegado y purificado el corazón, es más fácil el
silencio de la mente: ideas, preocupaciones,
pensamientos y las mil cosas que constantemente
van a estar durante la oración tratando de invadir
nuestra consciencia y distraernos del objeto que ha
de centrar la oración: El Señor ante el que nos hemos
presentado
3.- Algunas veces, dentro de nosotros tenemos un
“tapón”, el que sea, que no deja entrar al Espíritu.
Hasta que eso no desaparezca por la fuerza del
Espíritu, nuestra oración se mantendrá a niveles
muy superficiales, si es que llegamos a hacer oración.
Es importante estar en gracia. Hoy no hay conciencia
clara de pecado. Hoy todo el mundo está convencido
de que Dios es muy bueno, de que Dios es
Padre,(esto es muy positivo),pero es algo que
comporta la necesidad de ponerse a tono con Dios y
hacer su voluntad.
Del estado de infidelidad contra Dios, a veces se
derivan estados de desgana, pereza, apatía, aridez o
falta de inquietud espiritual, etc., en los que NO se
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experimenta hambre de Dios y se vive en constante
tibieza.
Para llegar a restablecer el “amor y la confianza”,
debe empezar un dialogo con El Señor que muchas
veces tiene que ser largo y sincero. Solamente a
partir de este Encuentro, puede empezar a fluir de
nuevo la oración de forma más fácil y espontánea.
4.- Y es básico que cuando nos pongamos en
presencia de Dios Padre, tener conciencia de que
somos hijos amados por Él. Más que buscar un tema,
o tal pensamiento….
No nos debemos atar a ningún método: hemos de
estar en contacto con Dios como El Espíritu nos de a
entender: ya sea con una lectura lenta, una oración
de petición, de alabanza, de arrepentimiento, de
ofrecimiento, de acción de gracias, de revisión de la
vida, de oraciones bocales… lo importante es
sentirnos cerca de Dios, dejando al Espíritu en
libertad, para que Él nos conduzca si la oración es
movida por el Espíritu (y para nosotros no hay otra
forma de orar) Él lleva la iniciativa, es decir, que nos
dejemos guiar por sus insinuaciones y mociones
interiores.
4. PERSEVERANCIA EN LA ORACIÓN
San Bernardo, maestro de oración decía: ”Propio de
muchos es el empezar, pero de muy pocos el
perseverar”
Jesús contó un día la “Parábola de la Viuda
inoportuna”, precisamente para decir que es
necesario orar siempre, sin desfallecer. La mujer
cananea es una ilustración, viva en el Evangelio, esta
oración insistente, que no se deja desanimar por
nada y que al final, precisamente por esto obtiene
aquello que desea.
Pero, ¿por qué ha de ser perseverante la oración, y
por qué, Dios no escucha enseguida? ¿No es Él mismo
quien en la Biblia promete escuchar de inmediato,
apenas se le invoca, incluso antes de haber acabado de
orar? ¿No desmiente la experiencia estas palabras?
¡No! Dios ha prometido escuchar siempre, y
escuchar enseguida nuestras oraciones. Y esto es lo
que hace. Somos nosotros los que debemos abrir los
ojos.
Hay que distinguir entre socorrer según la
VOLUNTAD del orante y socorrer según la
NECESIDAD del orante. Esta última es su verdadera
salvación. Dios socorre siempre y de inmediato según
la SALVACIÒN del orante, no siempre socorre según
la VOLUNTAD del orante, ya que dicha voluntad
puede que no sea buena.
Así, pues, Dios escucha hasta cuando parece que no
escucha. Su demora en conceder las cosas buenas es
también eso: un ESCUCHAR y un ACUDIR en nuestro
auxilio. Él, en efecto, al retrasar su auxilio, hace
crecer nuestra fe y nos ayuda a pedir mejor.
Nosotros, normalmente al principio, nos
presentamos ante Dios para pedir por las
necesidades de la vida presente..
No conocemos las cosas que son verdaderamente
importantes. Retrasando la ESCUCHA, surgen en
nosotros las verdaderas necesidades: la necesidad
de tener fe, paciencia, caridad, humildad, fortaleza…
antes que cualquier otra cosa material.
Y así, al final, Dios habiendo dilatado nuestro
corazón, lo puede llenar con una medida digna de sí
mismo
A veces cuando se persevera en la oración, sucede
algo extraño que es importante conocer para no
perder una valiosa ocasión: los papeles se invierten y
Dios se convierte en Aquel que ora y tú en aquel a
quién se ora. Y he aquí que Dios TE PIDE
precisamente que aceptes esa cruz, esa enfermedad,
esa carga, esa situación, esa persona…
Con todo este esfuerzo aparentemente “inútil”, se
obtiene en realidad, el Espíritu Santo, porque aquí no
hay otra cosa más que fe, pura fe. En estos casos
debemos recordar a María, que es maestra de
oración, para que por su intercesión recibamos
como los apóstoles un nuevo Pentecostés, para
gustar y vivir cada día con más intensidad la oración
y que nuestros grupos se conviertan en “auténticas
escuelas de oración.”
BIBLIOGRAFÍA:
Carta Apostólica “El Nuevo Milenio”, de Juan Pablo II
La oración Perseverante (Rainiero Cantalamessa).
Necesidad de la oración Personal (D. Ricardo Carles).
La oración: necesidad y perseverancia
PREGUNTAS PARA COMPARTIR
1. ¿Has descubierto algún aspecto nuevo sobre
la oración con esta enseñanza?
2. ¿Quieres compartir alguna experiencia de
oración de la que guardes especial
recuerdo?
3. ¿Ves la necesidad de potenciar algún
aspecto de la oración que tuvieses un poco
descuidado?