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malsana fuente del mediumnismo.

Si durante su vida hubiesen pertenecido a un tiempo muy


material y sensual, los placeres que buscarán serán de tal, especie, que puede fácilmente
concebirse que su goce, en el estado desencarnado les será más perjudicial para su Karma que
lo que lo hayan sido durante la vida. En tales casos, facilis est descensus. Arrancados a la vida
terrena en pleno torbellino de pasiones que les ligan a escenas familiares, son seducidos por la
oportunidad que los médiums les ofrecen para satisfacerlas por procuración. Se convierten en
los íncubos y súcubos de que hablan los escritos medioevales, demonios sedientos y glotones,
provocando al crimen a sus víctimas. Un breve tratado sobre este asunto que escribí el año
pasado, y del cual he reproducido aquí algunos de sus párrafos, apareció en el Theosophist
con una nota, en cuya autenticidad tengo mis razones para confiar, y cuyo tenor es como
sigue:
"La variedad de estados después de la muerte es mucho mayor, si cabe, que la diversidad de
vidas humanas en esta tierra. Las víctimas de accidentes no se convierten por lo general, en
vagabundos terrestres, sino sólo los que caen en la corriente de atracción, los que mueren
llenos de alguna grosera pasión terrena, los egoístas que jamás han pensado en el bienestar de
los demás. Sorprendidos por la muerte en la realización, sea verdadera o imaginaría, de alguna
absorbente pasión de sus vidas que no hubiesen llegado a satisfacer, o que, habiéndola
satisfecho, continúen ansiando más, semejantes personalidades no pueden pasar nunca más
allá de la atracción terrena para esperar la hora de la liberación en feliz ignorancia y pleno
olvido. Entre los suicidas se aplica lo que antes hemos dicho de que provocan al crimen a sus
víctimas, etc., a aquellos que se han suicidado a consecuencia de un crimen, para escapar a la
pena de la ley humana, o a su propio remordimiento. La ley natural no puede ser violada
impunemente; la inexorable relación causal entre la acción y el resultado, únicamente obra en
su plenitud en el mundo de los efectos, el Kama Loka, y cada caso encuentra allí un castigo
adecuado de mil distintos modos, cuya sola descripción superficial requeriría volúmenes."

Aquellos que "esperan la hora de la liberación en feliz ignorancia y pleno olvido" son, por
supuesto, aquellas víctimas de accidentes que ya en la tierra han engendrado puras y elevadas
afinidades, y que después de la muerte están tan fuera del alcance de la tentación, en forma de
corrientes mediumnísticas, como durante la vida lo estaban en las comunes incitaciones al
crimen.
Se encuentran ocasionalmente en Kama Loka entidades de otra especie, de las cuales tenemos
todavía que ocuparnos. Hemos seguido los principios superiores de personas recientemente
muertas, observando la separación del residuo astral de la porción espiritual duradera, la cual
es santa o satánica en su naturaleza, y por consiguiente, apropiada para el Devachán o el
Avitchi. Hemos examinado la naturaleza del cascarón elementario arrojado, y que conserva
durante un tiempo una engañosa semejanza con una entidad verdadera; hemos prestado
atención también a los casos excepcionales de seres en Kama Loka, con sus cuatro principios,
víctimas de accidentes o de suicidios. Pero ¿qué le sucede a una personalidad que no tiene ni
un átomo de espiritualidad ni rastro alguno de afinidad espiritual en su quinto principio, ni
para el bien ni para el mal? En tal caso, es claro que nada hay que el sexto principio pueda
asimilarse. O en otras palabras, semejante personalidad ha perdido ya su sexto principio,
cuando llega el tiempo de su muerte. Pero Kama Loka no es tampoco una esfera de existencia
para semejante personalidad; Kama Loka puede ser permanentemente habitado por seres
astrales, por elementales, pero sólo puede ser la antecámara de otros estados, en lo que se
refiere a los seres humanos. En el caso imaginado, la personalidad sobreviviente es pronto
arrastrada por la corriente de sus futuros destinos, y éstos nada tienen que ver ni con la
atmósfera de la tierra, ni con el Devachán, pero sí con la "octava esfera", acerca de la cual se
puede encontrar alguna mención incidental en escritos ocultos más antiguos. Hasta la fecha
habrá sido ininteligible para los lectores ordinarios el por qué se la llamaba la "octava esfera",
pero una vez conocida la constitución septenaria de nuestro sistema planetario, cuya ex-
plicación se ha dado ahora por primera vez, su significado se hace bastante claro. Las esferas
pertenecientes al proceso cíclico de la evolución son en número de siete, pero existe una
octava en conexión con nuestra tierra que, como se recordará, es el punto de giro en la cadena
cíclica, y esta octava esfera está situada, fuera del circuito; una especie de cul de sac, por ser
la región de la cual puede en verdad decirse que ningún viajero vuelve.
Puede conjeturarse fácilmente que la única esfera relacionada con nuestra cadena planetaria,
que ocupa un lugar inferior al de la nuestra en esa escala que tiene al espíritu en su extremo
superior y materia en el fondo, debe ser no menos visible al ojo y a los instrumentos ópticos
que la tierra misma, y como las funciones que esta esfera tiene que desempeñar en nuestro
sistema planetario están inmediatamente asociadas con esta tierra, no existe en la actualidad
mucho misterio en lo que al enigma de la octava esfera se refiere, ni en cuanto al punto del
cielo en donde puede encontrársela. Las condiciones de existencia en ella, sin embargo, son
materias acerca de las cuales los Adeptos son muy reservados en sus comunicaciones a
discípulos no iniciados, y respecto de las mismas no tengo por ahora más informes que
comunicar.
Sin embargo, existe acerca de lo anterior una afirmación definida, o sea, que semejante
degradación total de una personalidad, suficiente para arrastrarla después de la muerte hacia el
radio de atracción de la octava esfera, es una ocurrencia muy rara. En la inmensa mayoría de
las vidas existe algo que los principios superiores pueden atraer hacia sí, algo que puede
redimir la página de existencia que acaba de pasarse de una destrucción total, y aquí debe
tenerse presente que los recuerdos de la vida terrena en el Devachán, tan vividos como son,
sólo se refieren a aquellos episodios que pueden producir la clase de felicidad elevada que
existe en el Devachán, al paso que la vida, cuya esencia espiritual es así extraída en el
presente, puede llegar a ser recordada en el porvenir en todos sus detalles. El recuerdo
completo lo logra únicamente el individuo en los umbrales de un estado espiritual mucho más
exaltado que el del que nos ocupamos; estado al cual se llega mucho más tarde en el progreso
de los vastos ciclos de evolución. Cada una de las largas series de vidas por las cuales se haya
pasado, serán entonces a modo de páginas en un libro cuyo poseedor hojea a voluntad, aunque
muchas de tales páginas le parecerán entonces, probablemente, una lectura fastidiosa a la cual
no recurrirá con frecuencia. Esta reavivación eventual de recuerdos concernientes a las
personalidades largo tiempo ha olvidadas, es lo que realmente significa la doctrina de la
Resurrección. Pero no tenemos tiempo ahora de detenernos a desembrollar los enigmas del
simbolismo en su relación con las enseñanzas que en la actualidad se dan al lector. Sin
embargo, puede ser esta una empresa digna de llevarse a cabo más adelante; pero mientras
tanto, para volver a nuestra narración de cómo los hechos se presentan, puede decirse que
entre todas las páginas del libro, cuando por fin la "resurrección" ha tenido lugar, no existirán
páginas algunas totalmente perversas; porque, a la verdad, si alguna individualidad espiritual
durante su paso por este mundo ha estado alguna vez unida a personalidades tan deplorables y
desesperadamente degradadas que han pasado por completo dentro de la esfera de atracción
del vórtice inferior, esa individualidad espiritual no habrá retenido en tales casos, en sus
propias afinidades, ningún rastro o mancha de aquéllas. Son páginas que habrán sido
arrancadas del libro sin dejar huella alguna. Y como al final de la lucha, después de cruzar
Kama Loka, la individualidad espiritual habrá pasado al estado inconsciente de gestación,
desde el cual, rozando apenas el estado devachánico, volverá directamente (aunque no
inmediatamente en lo que al tiempo se refiere) a nacer a la vida de actividad objetiva, toda la
propia conciencia relacionada con aquella existencia habrá pasado al mundo inferior para allí
"perecer eternamente"; una expresión de la cual, como de tantas otras, la teología moderna ha
resultado ser guardián infiel, convirtiendo en puras necedades hechos psíquicocientificos.

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