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LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Y DESPUÉS

Segunda Guerra Mundial vio el surgimiento de una nueva generación de poetas, muchos de los
cuales fueron influenciados por WALLACE STEVENS y RICHARD EBERHART (1904-2005).
KARL SHAPIRO (1913-2000), RANDALL JARRELL (1914-1965) Y JAMES DICKEY
(1923-1997) escribió poesía que todo surgió de la experiencia de service. Together activo con
ELIZABETH BISHOP (1911-1979), THEODORE ROETHKE (1908-1963) Y DELMORE
SCHWARTZ (1913-1966), que formó una generación de poetas que a diferencia de la generación
anterior a menudo escribieron en formas poéticas tradicionales.
Después de la guerra, una serie de nuevos poetas y movimientos poéticos surgió. JOHN
BERRYMAN (1914-1972) Y ROBERT LOWELL (1917-1977) fueron los principales luces en lo
que iba a ser conocido como EL MOVIMIENTO CONFESIONAL, que iba a tener una fuerte
influencia en los poetas posteriores como SYLVIA PLATH (1932-1963) Y ANNE SEXTON
(1928-1974). Aunque ambos BERRYMAN y LOWELL estaban íntimamente familiarizados con el
Modernismo, que estaban interesados principalmente en la exploración de sus propias experiencias
como el sujeto y un estilo que LOWELL se refiere como "cocinado" - es decir, de manera
consciente y cuidadosamente elaborado.

KARL SHAPIRO
Nació en Baltimore, Maryland, Estados Unidos en 1913 y murió en Nueva York en el año 2000.
Durante su vida él recibió numerosos honores, incluyendo el premio Pulitzer en 1945 por su
segundo volumen de versos, V-Letter and Other poems; el premio Bollingen en Poesía en 1969 por
su selección de poemas, una colección de trescientas treinta y tres páginas de treinta años de trabajo.
Nombrado Consultor en Poesía para la Biblioteca del Congreso y miembro en el Instituto Nacional
de Artes y Letras quizás su volumen mejor conocido sea “To Abolish Children an Other Essays”
(1968)
REPORTAJE LLEVADO A CABO POR ROBERT PHILLIPS
EN DICIEMBRE DE 1984
Después de vivir por décadas en California, Karl Shapiro ahora vive al menos la mitad del año en el
Upper West Side de New York, veinte blocks al norte de Zabar’s el emporio de la marca de comida,
y diez blocks al sur de la Universidad de Columbia. Este reportaje tuvo lugar en su Morningside
Heights departamento donde él vive con su tercer esposa, el traductora y editora Sophie Wilkins. La
vista del piso once es la de la enorme catedral de San John el Divino. En el momento del reportaje,
finales de diciembre de 1984, Shapiro estaba ocupado con dos proyectos- poner juntos sus treinta
libros de poemas y finalizar su autobiografía. Durante su vida él recibió numerosos honores,
incluyendo el premio Pulitzer en 1945 por su segundo volumen de versos, V-Letter and Other
poems; el premio Bollingen en Poesía en 1969 por su selección de poemas, una colección de
trescientas treinta y tres páginas de treinta años de trabajo. Nombrado Consultor en Poesía para la
Biblioteca del Congreso y miembro en el Instituto Nacional de Artes y Letras quizás su volumen
mejor conocido sea “To Abolish Children an Other Essays” (1968)
PHILLIPS- Estabas en el ejercito durante la segunda guerra mundial, cuando tus primeros dos
libros de poemas, “Person, Place and Thing “ y “V – Letter and Other poems aparecieron en
EE.UU. ¿Cuando regresaste de la guerra fue que entendiste lo de tener que volverte el portavoz
literario de tu generación?
SHAPIRO- Palabras como “portavoz” y “piedra de toque” me toman completamente de sopresa.
Por una razón real. No solamente estuve fuera del país cuando mis dos primeros libros fueron
publicados pues he estado siempre fuera del país en el sentido de que yo jamás he tenido lo que
ordinariamente es pensados como una vida literaria o ser parte de un grupo literario.
Lo que los psiquiatras de hoy en dia llaman un sistema de soporte. Nunca lo tuve y continúo sin
tener. Nunca me sentí magnetizado por un centro como Nueva York. Nunca pensé en vivir en New
York. Cuando comencé a publicar particularmente poemas el lugar donde pensé hacerlo fue
Chicago, de hecho el magazín de Poesía fue de ahí. Y no necesité vivir en Chicago para tener algo
impreso por ellos. Pensaba que Poetry era preferible a cualquier magazín que yo conocía de New
York excepto quizás el Partisan Review que era relativamente nuevo y no era específicamente de
poesía. Entonces, cuando estuve en el ejercito en New Guinea y finalmente tuve los comentarios
que las personas enviaban de mi primer libro, ellos fueron demasiados temerarios para mí. Usaban
palabras como “portavoz.” Estaba frustrado. No estaba seguro acerca de qué hablaban los
comentarios, nunca conocí un poeta antes de ganar el Pulitzer en 1945. Bueno, esto no es
estrictamente la verdad; cuando fui a la Johns Hopkins en 1939, W H Auden dio una lectura
privada a un grupo especial de estudiantes de literatura y yo fui uno. Nos dimos la mano. Así pasó
porque para ese tiempo él era mi ídolo, por encima de todos los otros como los poetas modernos y
esa experiencia fue verdaderamente sostenedora. Pero difícilmente puedo decir “lo conocí.”
PHILLIPS- ¿Cuantos años tenia Auden entonces?
SHAPIRO - Bueno, en 1939 – él nació en 1907, era bastante joven. Se veía así. E hizo algo que me
impresionó en el final. Leía en ese club llamado el Tudor y Stuart, en la Johns Hopkins y no tenía su
libro con él. Recitó casi todo el libro bellamente e incluyó la elegía de Freud y uno de Yeats ¡Eso
fue una magnifica experiencia! Pero desde mi punto de vista, hubo algo así como una rústica forma
de ir a la opera. En ése tiempo yo no había publicado ninguna cosa excepto un libro en forma
privada.
PHILLIPS-¿Es verdad que tu esposa puso tu primer y segundo libro juntos durante
la guerra y en tu ausencia?
SHAPIRO-Lo primero realmente fue una adaptación de un extenso grupo de poemas a los que
James Laughlin en “New Directions” edito en una antología llamada “Five Young American
Poets.” Estos fueron publicados justo en el tiempo en que yo habia sido enviado al extranjero y le
pedí a Laughlin que en lugar de eso publicara un libro mío separado de los de a antología. Bueno,
yo era desconocido y el no pudo hacerlo. El nunca hizo un libro mío. Pero esa antología fue la
ocasión de mis primeras revisiones y ellas estuvieron buenas. Después de ir al extranjero, mi
esposa, Evalyn, de hecho se movió de Baltimore a New York con el propósito de obtener más de mi
trabajo publicado. Ella trabajó como secretaria en alguna oficina de Baltimore y no tuvo contactos
reales. Tenia algunos amigos en Manhattan. Le envié a Evalyn poemas individuales cuando los
hube finalizado. No tuve forma de enviarlo a los magazines. Nos movimos todo el tiempo con el
correo duramente censurado y todos los correos por4 ese tiempo eran enviados por barco, lo que
tomaba tres o cuatro meses.No fue sino mas tarde en la guerra que ellos comenzaron a
fotografiar las cartas, esas cartas llamadas “V-Letters”,de quienes tomé el titulo para mi segunda
colección. Entonces el correo se volvió mucho más rápido. De todos modos Evalyn conoció a los
editores, especialmente a Reynal y Hitchcock que entonces estaban en una nueva firma. Albert
Erskine, mi editor de toda la vida, era el editor ahí y acepto el libro al que llamé “Person, Place and
Thing.”Y cuando esa firma expiró, seguí a Erskine a “Random House”
PHILLIPS-¿Cuáles fueron las circunstancias físicas de tus escritos durante la guerra? ¿Tuviste
mucho tiempo libre?
SHAPIRO -Fui reclutado un año antes de la guerra, como hubo un año de paz la gente olvidó como
ahora. Y yo estuve adentro casi un año cuando Pearl Harbor ocurrió, así que no pude salir. Pero
quizás porque era de Baltimore, fui enviado a los Cuerpos Médicos-a todos los que habíamos sido
reclutados en Baltimore, ese primer día se nos envió a los Cuerpos Médicos. Yo creo que ellos
sabían que la guerra venía y trataban de construirla hacia arriba. Muchos de nosotros fuimos
ordenanzas de hospitales pero hubo muchos clérigos, estenógrafos y así. Yo estaba estudiando en la
biblioteca escolar en ése momento, estaba buscando ser bibliotecario. Pero no pude tomar el
examen final porque fui reclutado. Nadie nunca escuchó de un estudiante aplazado en aquellos días.
Debido a mis antecedentes de dos años en la universidad en la Johns Hopkins, ellos me pusieron en
la oficina de la jefatura de la compañía y me dieron una máquina de escribir.

UN JARDÍN EN CHICAGO
En mitad de la ciudad, bajo un cielo oleoso,
Yazgo en un jardín verde oscuro
Que parece sedimento de la imaginación
Rodeado a la vuelta por las elegantes espigas de las cercas de hierro
Mi rostro se vuelve una luna de soles ausentes.
Un tenue calor golpea mi lectora cara;
Las rosas no son rosas en este lugar arenoso
Pero el azul gris de las lilas sostiene sus campanillas afuera.
Dura zinias y feas caléndulas
Y una dulce estatua de un niño apoyado.
Un fluir de poesía en el canalón del otro lado del patio
Me hace pensar que yo fui un pájaro de la prosa;
Por sobre la cabeza, en una pesada nube dorada
Cuelgan las gordas almas de los animales
Y engañan a mis ojos los brillantes puntos de las mariposas
Que se encienden y apagan como distantes señales de neon.
Asumiendo que este jardín continuará existiendo
Una anciana dama patrulla las zinias
( Ella lanza miradas como George Washington al atravesar el Delaware)
El portero da recorridas hasta el hierro del rail,
Los amontonamientos ampulosos del trafico están fuera de ahí,
Y a través de la calle, en un bar para negros
Con espejos de medianoche, el profesional
Toma su primer Whisky de la tarde.

INVIERNO EN CALIFORNIA

Esto es invierno en California y afuera


Es como el interior del negocio de una florista:
Una fría – húmeda y repleta cosecha
De camelias rojas alineadas en el camino; y qué
Rosas raras para un banquete o una novia
¡Tan numerosas que parecen un exceso!
Una línea de caracoles atraviesa el verde prado de golf
Desde los arbustos de rosas hasta la cama de hiedra;
Un compuesto de arsénico es distribuido
Para ellos. El jardinero rastreará las conchas
Y las dejará en una esquina del patio en
El pequeño montículo de conchas vacías como calaveras
Al mediodía la niebla es calcinada por el sol
Y los inmensos mundos celestiales abren una página
Para el ejercicio de las edades futuras;
Ahora los jets se arrastran en parábolas de líneas rectas
Y los rayos xs con los cuales el viento, antes de que ellos lo hagan
Borra sin prisa o tira a las pelusas.
Este es el invierno en el valle de la vid.
Los viñedos crucificados en estacas sugieren
cementerios de guerra pero los frutos presionan
Los tanques de las secoyas están llenos hasta el borde en la vertiente
Y en los desvíos permanecen vagones de vino
Por los cuales el brillo del jugo de un billón de uvas ha sangrado
Y los esquiadores por las línea de nieve se dirigen a casa
Descendiendo a través del huerto de almendros, de las granjas verde oliva
Higueras y palmeras- todo esto se calienta en
La imaginación de la temporada invernal.
Si los muros fueran antiguos uno podría pensarlos de Roma
Si la tierra se encontrara endurecida uno podría pensarla de España
Pero esta tierra hizo crecer las viejas cosas vivientes
Estos árboles eran jóvenes cuando los Faraones gobernaban el mundo
Árboles cuyas nuevas hojas solo se despliegan.
Ellas no son bellas; ellas oprimen el corazón
Con gigantísimas y con inmortales alas;
Y uno siente las suntuosidades de esta tierra.
Llueve en California, una lluvia recta
Limpiando las pesadas naranjas en las ramas,
Rellenando los jardines hasta que el flujo de los jardines
Resplandece en los olivos, embaldosando las destellantes losas
Encerando con más verde las oscuras hojas de las camelias
Inundando todo el dia los valles como el Nilo.

TAPAS DE CLOACAS

La belleza de las tapas de pozos -¿qué es eso?


como las golpeadas medallas del salvaje Gran Khan
Como piedras del calendario Maya, incopiable, indescifrable,
No como el viejo electrón, cazado y anotado
Consignado y esculturado para hacerlo girar
Pero marcándolo y caracoleándolo y embolsándolo y destrozándolo
Con el nombre de las grande compañías
(Dulce Belén, sonriente Estados Unidos.
Este artefacto inoxidable de mi calle
Estará después derretido a lo largo de los caminos donde yacera
Hacia un lado en la tumba del viejo mundo de hierro
Mordiendo hasta el abismo
Con su fuerte misterio Americano con
Su obsoleta belleza.

POEMA Por Karl Shapiro

En el nombre de Dios Omnipotente, Amén,


Yo, William Shakespeare, tomo la pluma
Y estando sano, lego
A Cristo mi alma y a los míos mi fortuna
Cuando muera,
Y para Ana, buena dama
Dejo mi nombre
Una mesa, una silla y la otra cama.
Dejo a Judith ciento cincuenta libras
Y otro tanto si sirve más de tres años
Mis calzas, ropa y todo traje mío
Azules tanto como rojos.
Y para Ana, buena dama,
Dejo mi nombre,
Una mesa, una silla y la otra cama.
Diez libras a mendigos, que coman y beban,
A Mister Thomas Cole, mi espada,
A Richard Burbae, a Cundell, Nash,
Hemminge y Hamlet, libras seis en efectivo.
Y para aquella con que me casé,
Que es Ana, buena dama,
Dejo mi nombre
Una mesa, una silla y la otra cama.
A Juana también dejo mi casa de Stratford,
Que las hermanas no han de quedar sin nada,
Y a sus hijos cinco libras a cada uno
Pagaderas un año después de mi muerte.
Y como digo,
Para Ana, buena dama,
Dejo mi nombre,
Una mesa, una silla y la otra cama,
En fin, a mi hija, Née Susana Hall,
Mis graneros, establos, tierras y todo,
Casas, verjeles, joyas y vajilla
Y esto a perpetuidad, a ella y sus herederos,
Hasta que mueran todos.
Pero, para Ana, buena dama,
Dejo mi nombre,
Una mesa, una silla y la otra cama.
Buena esposa, la mala suerte tiene la culpa,
De que te deje, cuando me muera,
Mi honor y mi nombre,
Una mesa, una silla y la otra cama.

RANDALL JARRELL.
Publicó su primer poemario, Blood from a Stranger, en 1942, el mismo año en que se enlistó en la
Fuerza Aérea. Sus dos libros posteriores, Little Friend, Little Friend (1945) y Losses (1948), fueron
inspirados por su experiencias en la guerra. Su poema de guerra más famoso es The Death of the
Ball Turret Gunner, en el cual se presenta al soldado como una figura infantil señalando al "Estado"
como el culpable de la guerra.Sin embargo, durante el inicio de su carrera, Jarrell trabajó
principalmente como crítico y no como poeta. Con el apoyo de Edmund Wilson, quien publicaba
sus críticas en The New Republic, Jarrell se convirtió en un feroz crítico de sus compañeros poetas.
Durante el periodo de posguerra, su estilo empezó a cambiar, mostrando un énfasis más positivo.
Sus críticas a Robert Lowell, Elizabeth Bishop y William Carlos Williams ayudaron a establecer o
resucitar sus reputaciones como poetas estadounidenses de renombre.Jarrell también es conocido
por sus ensayos sobre Robert Frost (quien fue una de sus mayores influencias), Walt Whitman,
Marianne Moore, Wallace Stevens y otros escritores. Estos ensayos fueron publicados como Poetry
and the Age en 1953. Muchos expertos consideran a Jarrell como el crítico poético más astuto de su
generación.Su reputación como poeta no se estableció firmemente hasta 1960, cuando su poemario
The Woman at the Washington Zoo ganó el National Book Award. Su último poemario, The Lost
World (1965), cementó esa reputación y muchos críticos lo consideran su mejor trabajo. Jarrell
también publicó una novela satírica, Pictures from an Institution, en 1954 basado en su experiencias
en el Sarah Lawrance College. La novela estuvo nominada al National Book Award en 1955.
También escribió varios libros infantiles tales como The Bat-Poet (1964) y The Animal Family
(1965).Jarrell también tradujo varios poemas de Rainer Maria Rilke y otros poetas, una obra de
Antón Chéjov y varios cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Jarrell trabajó como Asesor
Oficial sobre Poesía de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos entre 1956 y 1958.
Obras The Animal Family (1965) The Lost World (1965) The Bat-Poet (1964)
A Sad Heart at the Supermarket: Essays & Fables (1962) The Woman at the Washington Zoo
(1960) Selected Poems (1955) Pictures from an Institution (1954) Poetry and the Age (1953)
The Seven League Crutches (1951) Losses (1948) Little Friend, Little Friend (1945) Blood for A
Stranger (1942)

PÉRDIDAS

No fue el morir: todos mueren


No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidente rutinarios
-y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron
a nuestras casas.
y aumentó la estadística,
todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque
que no era la nuestra.
Desparramados sobre montañas
a cincuenta millas una de otra,
cayendo de cabeza en un pajar,
peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas
que nunca vimos.
Morimos como tías o perritos o extranjeros.
( Cuando dejamos la escuela
sólo estos habían muerto
para nosotros, y comprendimos
que estábamos así.)
En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones,
bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos espiados,
esperamos a ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a la respuesta,

y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
( pero un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas
y contábamos nuestros vuelos-
En bombarderos con nombres
de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela-
Hasta que se nos acabó la vida.
Nuestros cuerpos quedaron
con los de un pueblo que matamos
sin conocerlo.
Cuando duramos lo suficiente
nos dieron medallas;
cuando morimos dijeron:
"Nuestras bajas son pocas."
Dijeron: "Aquí están los mapas";
quemamos las ciudades.
No fue morir -no el tener que morir:
Pero la noche que morí soñé
que estaba muerto,
Y las ciudades me dijeron;
"Por qué estás muriendo?
Estamos contentas porque lo estás;
pero ¿por qué morí yo?

LA AMETRALLADORA

La sangre destrozada, la llama que persigue,


la máscara perforada y la granada florecida
no son aplacadas -ni la cara que ardió
donde enfocaron los reflectores;

en las manos soldadas está nuestra época


y nuestros destino en la cara de hule-
En el trípode del artillero , negro de aceite,
escupe y abre la boca la pitonisa.

LA MUERTE DEL ARTILLERO EN LA ESFERA DE PLEXIGLAS

Salí del sueño de mi madre en el Estado,


y me enrolé en su vientre hasta que el abrigo mojado
se me heló.
Libertado, a seis millas, del sueño de vida de la tierra,
me desperté al negro fuego antiaéreo y la pesadilla de los cazas.
Cuando morí me lavaron de la esfera con una manguera.

LA CARA

Ya no sirve, no es hermosa;
Ni siquiera joven.
No es mía.
¿Dónde está la de antes, las de antes?
Esas eran mías.
Así es la cosa: tengo fotos,
no tan viejas; la gente se comportaba
de otro modo entonces.Cuando me encuentran, me dicen:
No has cambiado.
Me dan ganas de decir: no has mirado.
Esto es lo que le pasa a todo el mundo.
Al principio uno se hace más grande, sabe más,
después algo empieza a andar mal.
Uno es y uno dice: yo soy;
y uno fue.Yo he sido demasiado tiempo.
Ya sé, de nada vale decir que no,
pero lo mismo uno lo dice. No.

REFUGIADOS

En el gastado tren no hay asiento vacante.


Los niños dentro de la mascara rasgada
Tendidos imperturbables en el desierto
Del destrozado compartimiento ¿Es la calma de ellos extravagante?
Tienen caras y vidas como vos¿ Qué es lo que los poseyó
Para que tuvieran voluntad para unirse por esto?
La seca sangre centellea a lo largo de la mascara
Que ayer poseía
Un país más agradable que éste.
¿Lo tuvo? Toda la noche en el interior del gastado
Tren que se mueve silenciosamente, los rostros están vacíos.
¿Alguno de ellos habrá encontrado el costo extravagante?
¿Cómo pudieron? Dieron lo que poseían
Aquí todas las bolsas de dinero están vacantes.
¿Y, además, qué podrá satisfacer estas extravagantes
Lágrimas y deseos del Niño?
¿Es obligatorio aceptar la anulación de su terrible mascara
En los días y rostros y en las vidas que ellos derrochan?
Qué otra cosa es sus vidas excepto un viaje a la vacía
Satisfacción de la muerte? Y la máscara
Que ellos vistan esta noche continuara sus derrochados
Ensayos de Muertes. Es realmente extravagante
Leer en sus caras ¿Qué los poseyó
Para que no fueran involuntarios a unirse para esto

LLAMADA DE CORREO

Las cartas siempre se evaden de las manos


Unas patinan como un destello
dentro de una piedra, caen como pájaros.
Seguramente el pasado desde los cuales
las cartas se levantan
Está esperando en el futuro ¿transcurrirá
en las tumbas?
Todos los soldados han sido visitados
por los fantasmas de sus vidas.
Ellos demandan desde su calidad pagada
en papel
Que establece, como el olor, una presencia.
En cartas y en sueños ellos ven el mundo.
Esperan: y el convenio de los años
En una mano vacía, en un sonido indecible-
El soldado simplemente anhela su nombre

EL CISNE NEGRO

Cuando los cisnes conviertan a mi hermana


en un cisne
Desde la ordeñadora, iré por la noche
hasta el lago.
El sol observará a través de las cañas
como un cisne
El rojo pico del cisne y el pico estará abierto
Y las estrellas y la luna ahí dentro,
donde hubo oscuridad.
Afuera, en el lago, una chica reirá.
"Hermana, aquí está tu guiso."
Llamaré y las cañas susurraran
"Vete a dormir, vete a dormir pequeño cisne."
Mis piernas estarán todas duras
y con membranas y los sedosos
Cabellos de mis alas sumergidos
como estrellas a lo lejos
En los murmullos que corren
hacia dentro y fuera de las cañas.
Escucharé a través del susurro
y el silbo del agua,
Algunos "Hermana, hermana"
lejos en la costa
Y entonces abriré mi pico para responder.
Escuchare mi risa áspera yendo hacia la costa
Y dirá - dirá al fin, nadando desde el pequeño
Terraplén del lago, piedra blanca de los cisnes,
El blanco nombre de los cisnes...
"Todo esto es un sueño,"
Suspiraré y me extenderé desde debajo
de la camilla
Hasta el susurro del agua y el silbido del piso.
"Duerme hermanita"
cantaran todos los cisnes
Desde la luna y las estrellas
y los sapos del suelo.
Pero el cisne de mi hermana pronunciará:
"Duerme al fin, hermanita,"
Y con un ala negra de mis alas,
la acariciaré toda la noche.

ARTILLERO

¿Me enviaron lejos de mi gato y de mi esposa


A un doctor que contó mis dientes y me empujó
Hacia una línea en el llano
hacia una cocina de hierro en una tienda?
¿Les cabecee a las moscas de las escuelas?
¿Y los luchadores se enrollaron
dentro del rastro como conejos-
La sangre congelada sobre mí entablillado
como una costra
Ronqué, todo quieto y gris en la torreta
Hasta que las palmeras fuera del mar
se volvieron rosa con mi muerte?
¿Y los finales del mundo aquí,
en la arena de una tumba
Con todas mis guerras encima?
¡ Cuán fácil ha sido morir!
¿Tiene mi esposa una pensión
para tantos ratones?
¿Las medallas hicieron regresar
mi gato a casa?

PÉRDIDAS

No fue el morir: todos mueren


No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidente rutinarios
-y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron
a nuestras casas.
y aumentó la estadística,
todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque
que no era la nuestra.
Desparramados sobre montañas
a cincuenta millas una de otra,
cayendo de cabeza en un pajar,
peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas
que nunca vimos.
Morimos como tías o perritos o extranjeros.
( Cuando dejamos la escuela
sólo estos habían muerto
para nosotros, y comprendimos
que estábamos así.)
En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones,
bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos espiados,
esperamos a ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a la respuesta,
y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
( pero un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas
y contábamos nuestros vuelos-
En bombarderos con nombres
de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela-
Hasta que se nos acabó la vida.
Nuestros cuerpos quedaron
con los de un pueblo que matamos
sin conocerlo.
Cuando duramos lo suficiente
nos dieron medallas;
cuando morimos dijeron:
"Nuestras bajas son pocas."
Dijeron: "Aquí están los mapas";
quemamos las ciudades.
No fue morir -no el tener que morir:
Pero la noche que morí soñé
que estaba muerto,
Y las ciudades me dijeron;
"Por qué estás muriendo?
Estamos contentas porque lo estás;
pero ¿por qué morí yo?

CAMPAMENTO DE PRISIONEROS EN UN BOSQUE PRUSIANO

Camino al lado de los prisioneros hasta la carretera.


Peso sobre sofocado peso,
sus cuerpos, apilados como madera mojada,
yacen confinados o llagados con sangre
cerca del calcinado almacén. Nadie viene hoy
como antes
a palpar las orificaciones de sus dientes;
la oscura, ahusada, común guirnalda
es doblada para sus tumbas-especie de dolor.
La hoja viva
se aferra al plantado provechoso
pino si es capaz;
las ramas suspiran, hito en el verde, calmo,
respirante hito,
de esta muerta fila
que los planificadores disponían para ellos...
Un año enviaron aquí un millón:
aquí los hombres eran bebidos como agua,
quemados como madera.
El sebo del bien
y del mal, la estrella de esperanza del pecho
convertidos en jabón.
Pinto la estrella que corté de un pino amarillo-
y la planto
en suelo que ahora no rehúsa
a sus cotidianos judíos
su primer asilo. Pero la blanca, diminuta estrella-
esta muerta estrella blanca-
nada esconde, nada paga; el humo
la ensucia, un amarillo juego,
las agujas de la guirnalda se tiznan de ceniza,
una capa de escombro
cubre los negros bosques con la muerte
de los hombres; y un último respiro
se encrespa en la monstruosa chimenea...
Rió fuerte una y otra vez;
la estrella ríe desde su podrido sudario
de carne. ¡Oh, estrella de los hombres!

LA MUERTE DEL ARTILLERO DE LA CÚPULA BLINDADA

Desde el sueño de mi madre caí en el Estado,


y me encorvé en su vientre

hasta que mi mojada piel se heló.


A seis millas de tierra, separado

de su sueño de vida,
me desperté ante una negra barrera antiaérea

y la pesadilla de los caza.


Cuando morí me lavaron de la torreta

con una manguera.

RANDALL JARRELL
1914-1965 Causa de muerte Accidente Estadounidense
Escritor y crítico literarioDistinciones Beca GuggenheimPremio Nacional del Libro
Randall Jarrell (Nashville Tennessee, Estados Unidos, 6 de mayo de 1914 - Chapel Hill Carolina
del Norte, Estados Unidos, 14 de octubre de 1965) fue un escritor y crítico literario estadounidense.
Biografía Jarrell nació en Nashville (Tennessee) y estudió en la Universidad Vanderbilt. Allí
estuvo relacionado con el grupo poético Los Fugitivos. Posteriormente, Jarrell asistió al Kenyon
College, en donde fue alumno de John Crowe Ransom y escribió una tesis sobre la poesía de Alfred
Edward Housman. Allí también fue compañero de cuarto del poeta Robert Lowell, con quien
mantendría una amistad por el resto de su vida.Jarrell terminó su maestría en Vanderbilt en 1938 y
empezó a enseñar en la Universidad de Texas en Austin, en donde trabajó entre 1939 y 1942. Allí
conoció a su primera esposa, Mackie Langham. En 1942, abandonó la universidad para unirse a la
Fuerza Aérea. Sus primeros poemas se enfocan en su experiencia en la guerra con la Fuerza Aérea.
Luego de terminar su servicio en la Fuerza Aérea, Jarrell se unió a la facultad del Sarah Lawrence
College en Nueva York. Sin embargo, un año más renunció a su puesto para trabajar como profesor
asociado de Inglés en el Woman's College de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
El 14 de octubre de 1965, mientras caminaban por una calle de Chapel Hill durante el atardecer,
Jarrell fue arrollado por un automóvil y murió.
Carrera Jarrell publicó su primer poemario, Blood from a Stranger, en 1942, el mismo año en
que se enlistó en la Fuerza Aérea. Sus dos libros posteriores, Little Friend, Little Friend (1945) y
Losses (1948), fueron inspirados por su experiencias en la guerra. Su poema de guerra más famoso
es The Death of the Ball Turret Gunner, en el cual se presenta al soldado como una figura infantil
señalando al Estado como el culpable de la guerra.Sin embargo, durante el inicio de su carrera,
Jarrell trabajó principalmente como crítico y no como poeta. Con el apoyo de Edmund Wilson,
quien publicaba sus críticas en The New Republic, Jarrell se convirtió en un feroz crítico de sus
compañeros poetas. Durante el periodo de posguerra, su estilo empezó a cambiar, mostrando un
énfasis más positivo. Sus críticas a Robert Lowell, Elizabeth Bishop y William Carlos Williams
ayudaron a establecer o resucitar sus reputaciones como poetas estadounidenses de renombre.Jarrell
también es conocido por sus ensayos sobre Robert Frost (quien fue una de sus mayores influencias),
Walt Whitman, Marianne Moore, Wallace Stevens y otros escritores. Estos ensayos fueron
publicados como Poetry and the Age en 1953. Muchos expertos consideran a Jarrell como el crítico
poético más astuto de su generación.Su reputación como poeta no se estableció firmemente hasta
1960, cuando su poemario The Woman at the Washington Zoo ganó el National Book Award. Su
último poemario, The Lost World (1965), cementó esa reputación y muchos críticos lo consideran
su mejor trabajo. Jarrell también publicó una novela satírica, Pictures from an Institution, en 1954
basado en su experiencias en el Sarah Lawrance College. La novela estuvo nominada al National
Book Award en 1955. También escribió varios libros infantiles tales como The Bat-Poet (1964) y
The Animal Family (1965).Jarrell también tradujo varios poemas de Rainer Maria Rilke y otros
poetas, una obra de Antón Chéjov y varios cuentos de hadas de los hermanos Grimm.Jarrell trabajó
como Asesor Oficial sobre Poesía de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos entre 1956 y
1958.
Si bien Randall Jarrell ha sido y es conocido por sus poemas de la Segunda Guerra Mundial, en los
cuales pinta el miedo extremo y el esfuerzo de los soldados por pelear y morir, también ha sido
reconocida su labor como crítico.Principalmente influenciado por la producción poética del
Profesor John Crowe Ransom, los tempranos poemas de Jarrell muestran el esfuerzo por crecer, la
situación política que lo rodeaba y la presencia activa de la muerte.Luego Jarrell virara hacia el
tema de la muerte de los soldados como método orientado a entender la vida pues connsigue
describirla con un tono intencionadamente amargo.Jarrell nació en Nashville, Tennessee, en 1914.
En 195 su familia se movió hacia la costa oeste – Long Beach - donde Randall pasó la mayor parte
de su infanciaCuando tenía 11 años sus padres se divorciaron y él fue enviado a vivir con sus
abuelos. En la escuela secundaria tomó un curso sobre negocios pero pronto cedió bajo el peso de la
influencia de John Crowe Ransom cayendo en cuenta que quería escribir poesía.Asistió a la
Universidad de Vanderbilt y recibió un titulo de bachiller y una maestría.Luego de ello, marchó a
enseñar en la Universidad de Texas, Austin, donde conoció a su primer mujer, Mackie
Langham.Los primeros poemas de Randall comenzaron a aparecer en muchos diarios y revistas
como “The American Review”, “The Southern View” y en “Kenyon Review.”En 1942 Jarrell se
alista en un cuerpo de la Fuerza Aérea pero al rendir prueba como piloto es desestimado. De
cualquier modo, es aceptado como instructor de navegador celestial, posición desde donde es
testigo de la destrucción producida por la Segunda Guerra Mundial y que inspira muchos de sus
“World War II Poems.”Finalizada la guerra, continúa escribiendo poesía.Durante los últimos años
de su vida estuvo extremadamente enfermo y se le diagnosticó desordenes maníacos.Fue embestido
por un automóvil mientras caminaba por una calle oscura de Greensboro y murió el 14 de octubre
de 1965

CARTA DE ROBERT LOWELL A RANDALL JARREL


Querido Randall:
Mi vieja indulgencia por apartar las cartas ha crecido tan monstruosamente este invierno que hasta
ahora adeudo alrededor de treinta- Solo contando aquellas que respondí;pero las que deberé seran
bastante nuevament. Por éste motivo pedí prestado tres días el barco vivienda de un amigo
holandés.Se encuentra lejos de cualquier comunicación, esta lleno de aceitadas botas de esquiar y
donde quiera que te des vuelta hay libros en holandés, francés, inglés y alemán. (Todo intelectual
holandés se adecua fluidamente a cuatro lenguajes)Esta es la tarde del tercer día y esta es la primera
carta. De tu carta asi como de una nota (aun sin responder) de Flint, “¡Querido Jarrell, él nos
anonada y por nuestros galones está curado!” , estuve expectante por ese feo tratamiento en tu
revista y tuve que trabajar un poco más una refutación imaginaria.Mi defensa fue lo mismo que tu
ataque. Es decir: A esto lo derramé en variedades de sentimientos y técnicas dentro de lo que
conocía. El poema será grandioso, melodramático, conducido con una mezcla de drama y cambios
de tono, un poco como Maud. Estoy de acuerdo con la mayoría de lo que decís, excepto que para mi
la heroína es muy real, y esto en el antojadizo camino que tiene el poema, el cual es más que en
cualquiera de mis otros. De cualquier modo estoy deleitado con tu reseña y la leeré varias veces más
pero sin vanidad.Quizás acuerde con todo, pero de cualquier modo no he finalizado nada nuevo,
continúo sobreestimando el Kavanaughs.Peter o Robie nos escribieron acerca de tu divorcio y
estuve demasiado duramente sorprendido para creerlo. Quizás puedo entenderlo por lo que aportó,
pero vos y Mackie parecían desestimar los diferentes entusiasmos e indiferencias. No deberías tener
en cuenta mis dichos porque todos nosotros te envidiamos a vos y a Mackie porque las dificultades
de ustedes parecen no tener nada en común con las dificultades de otros matrimonios: .ninguna de
las faltas de respeto deliberadamente abiertas, escenas etc. Bueno, uno no debería decir algo acerca
de lo sabio de un divorcio o las propuestas, excepto que tus amigos siguen sintiendo lo mismo hacia
vos y que ellos saben, al menos, qué es lo que estás haciendo.Un frío y confortable elogio: De lo
que conozco, el (divorcio) de ustedes parece haber (sido) conducido con calma y
humanitariamente.Lo que realmente quiero decir fue dicho hace mucho tiempo atrás. Debés sentirte
aliviado de alguna manera y mucho más cercano a las pérdidas finales, en otras:- Una tortuga,
caminando fuera de su caparazón.En cualquier caso, pensamos ir a Italia.¿ No podés conseguir una
buena suma o al menos pedir prestado u poquito de dinero (el costo sería verdaderamente pequeño
con nosotros) y unirte a nosotros en septiembre?Hay allá casi innumerables atracciones, como la
maravillosa y económica opera. Pinturas, vino, luz del sol... pero lo mejor se encuentra en el interior
de antiguo verde mundo que completamente no se parece a América.Elizabeth y yo estuvimos largo
tiempo queriendo preguntarte si podías venir a vivir con nosotros, solo que no sabíamos dónde
preguntártelo. La certeza de ahora esta en Florencia o Roma. Le escribimos a los Taylors. Ellos
dicen que vienen. Pero con todas las indecisiones de Peter no voy a creerlo hasta que aparezcan.
En este momento me siento nervioso. Los muchachitos holandeses están chapoteando del otro lado
de mi tronera y parecen estar alterados por que la casa – bote está amarrada.Siento la escasez de
ambos lenguajes y presencio el detenimiento de ellos. Este ha sido un invierno sedentario. Nos
sentamos algunos metros alejados uno de otro en un cuarto y ahí pegamos un vistazo para ver si las
cosas habían sido equipadas con el rojo castor de Mackie. Leímos continuamente, excepto cuando
lo interrumpimos. Entonces observamos curiosamente, “Pero yo nunca tuve tiempo para leer”.
De éste modo pasé (a través) de veinte volúmenes del juicio de Nuremberg, un libro de un
psiquiatra entre los prisioneros, Hannah Arendt, la Historia de Macaulay, la República holandesa de
Motley, un montón de Clarendon, un montón del norteño Plutarco y miles de otras cosas- todas las
cuales no hay duda que las habrías finalizado en un viaje en ómnibus a Carolina del Norte y que
hubieras deseado mas antes de ir por la mitad de ello. Sin embargo, me siento inundado con la
miscelánea del conocimiento.Todo esto también es mas que un comentario excedido. La Arendt ha
escrito con una imparcial exaustividad y seriedad- aun éste estilo de boa constrictora da ayudas-,tal
cosa hace que otros libros continúen en los temas de ella y parecen livianos y con corazón(seguí su
sugerencia bibliográfica y traté con Brogan, Dallin, etc pero fue decepcionante) Lo mismo para
Macaulay u Motley, fui golpeado por su masiva seguridad.Ellos están voluntariosos de ver el
pasado en sus propios términos y es moralmente fácil seguir el camino hasta que al parecer el arte
se pierde. He estado muy compenetrado en la opera. En Londres vimos la Rosenkavalier, Fidelio y
Wozzeck. Bien dirigida y más bien disparmente cantada. Debés buscar el libreto para Wozzeck y la
traducción de Spender acerca de la muerte de Danton. Es como que Mann repentinamente emergió
fuera de Beddoes o más bien Webster.Holanda es un país llano, con clima gris llano y rasgos que
también a menudo recuerdan a Mount Vernon y Columbus. Todos los intelectuales leen y hablan
ingles, francés y alemán y es inaudito repasar alguno de esos lenguajes en traducciones. El país es
pequeño, sobre poblado y lentamente adquiere más pobres. La población, aunque más arraigada que
nosotros, es también más dependiente.Su literatura, pienso, es una revisión moderada de otras
literaturas. En ningún lugar el alegre comercio burgués del siglo diecisiete está tan presente, en
ningún lugar encontrás tanta gente que te pone su facilidad en frente . Pero éste invierno ha sido
demasiado.Esto es casi demasiado escribir: los muchachos se han ido y yo tengo que comenzara a
pensar en simplificar las posibilidades para la cena. Espero que no estés viviendo en tu propia
cocina, pero si estás, tengo uno o dos recetas eternas: pan – y –nada de sandwiches, harina de avena
sin cocinar permitiéndole expandirse con un tazón de leche.Todo licenciado es su propio Timón.
Eso es para pensarlo después de tres días de exilio.¡ También pensé en la erudición de Elizabeth y
en la elegancia de asistir a sus comidas!He estado salvando esto hasta el final: me gustan una de las
tres partes del último Paterson. Quizás se esté alejando de casa pero él parece capaz de conseguir
todo el material como ningún otro. Le escribí algo de esta suerte en una carta y lo vi aparecer en tu
irrisoria revisión.Bueno, discutiremos de ello hacia fuera cuando te vea.Voy a Salzburg éste verano
y estoy memorizando el alemán idiomático en tus poemas en preparación.Trata realmente con
fuerza de venir, con fuerza porque no pasa un dia que yo no desee que estés aquí para hablar.Veo
que no estamos lejos de la cima de esta gran pirámide invertida favorita de Viereck.
Robert Lowell

EL CISNE NEGRO

Cuando los cisnes conviertan a mi hermana en un cisne


Desde la ordeñadora, iré por la noche hasta el lago.
El sol observará a través de las cañas como un cisne
El rojo pico del cisne y el pico estará abierto
Y las estrellas y la luna ahí dentro, donde hubo oscuridad.
Afuera, en el lago, una chica reirá.
“Hermana, aquí está tu guiso.”
Llamaré y las cañas susurraran
“Vete a dormir, vete a dormir pequeño cisne.”
Mis piernas estarán todas duras y con membranas y los sedosos
Cabellos de mis alas sumergidos como estrellas a lo lejos
En los murmullos que corren hacia dentro y fuera de las cañas.
Escucharé a través del susurro y el silbo del agua,
Algunos “Hermana, hermana” lejos en la costa
Y entonces abriré mi pico para responder.
Escuchare mi risa áspera yendo hacia la costa
Y dirá – dirá al fin, nadando desde el pequeño
Terraplén del lago, piedra blanca de los cisnes,
El blanco nombre de los cisnes... “Todo esto es un sueño,”
Suspiraré y me extenderé desde debajo de la camilla
Hasta el susurro del agua y el silbido del piso.
“Duerme hermanita” cantaran todos los cisnes
Desde la luna y las estrellas y los sapos del suelo.
Pero el cisne de mi hermana pronunciará: “Duerme al fin, hermanita,”
Y con un ala negra de mis alas, la acariciaré toda la noche.
REFUGIADOS

En el gastado tren no hay asiento vacante.


Los niños dentro de la mascara rasgada
Tendidos imperturbables en el desierto
Del destrozado compartimiento ¿Es la calma de ellos extravagante?
Tienen caras y vidas como vos¿ Qué es lo que los poseyó
Para que tuvieran voluntad para unirse por esto?
La seca sangre centellea a lo largo de la mascara
Que ayer poseía
Un país más agradable que éste.
¿Lo tuvo? Toda la noche en el interior del gastado
Tren que se mueve silenciosamente, los rostros están vacíos.
¿Alguno de ellos habrá encontrado el costo extravagante?
¿Cómo pudieron? Dieron lo que poseían
Aquí todas las bolsas de dinero están vacantes.
¿Y, además, qué podrá satisfacer estas extravagantes
Lagrimas y deseos del Niño?
¿Es obligatorio aceptar la anulación de su terrible mascara
En los días y rostros y en las vidas que ellos derrochan?
Qué otra cosa es sus vidas excepto un viaje a la vacía
Satisfacción de la muerte? Y la máscara
Que ellos vistan esta noche continuara sus derrochados
Ensayos de Muertes. Es realmente extravagante
Leer en sus caras ¿Qué los poseyó
Para que no fueran involuntarios a unirse para esto?

De “Para la sangre de un extranjero”

LLAMADA DE CORREO

Las cartas siempre se evaden de las manos


Unas patinan como un destello dentro de una piedra, caen como pájaros.
Seguramente el pasado desde los cuales las cartas se levantan
Está esperando en el futuro ¿transcurrirá en las tumbas?
Todos los soldados han sido visitados por los fantasmas de sus vidas.
Ellos demandan desde su calidad pagada en papel
Que establece, como el olor, una presencia.
En cartas y en sueños ellos ven el mundo.
Esperan: y el convenio de los años
En una mano vacía, en un sonido indecible-
El soldado simplemente anhela su nombre

DE “Amiguito, amiguito”1945

ARTILLERO

¿Me enviaron lejos de mi gato y de mi esposa


A un doctor que contó mis dientes y me empujó
Hacia una línea en el llano hacia una cocina de hierro en una tienda?
¿Les cabecee a las moscas de las escuelas?
¿Y los luchadores se enrollaron dentro del rastro como conejos—
La sangre congelada sobre mí entablillado como una costra
Ronqué, todo quieto y gris en la torreta
Hasta que las palmeras fuera del mar se volvieron rosa con mi muerte?
¿Y los finales del mundo aquí, en la arena de una tumba
Con todas mis guerras encima? ¡ Cuán fácil ha sido morir!
¿Tiene mi esposa una pensión para tantos ratones?
¿Las medallas hicieron regresar mi gato a casa?

PERDIDAS

No fue el morir: todos mueren


No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidente rutinarios –y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron a nuestras casas.
y aumentó la estadística, todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque que no era la nuestra.
Desparramados sobre montañas a cincuenta millas una de otra,
cayendo de cabeza en un pajar, peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas que nunca vimos.
Morimos como tías o perritos o extranjeros.
( Cuando dejamos la escuela sólo estos habían muerto
para nosotros, y comprendimos que estábamos así.)
En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones, bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos espiados, esperamos a ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a la respuesta, y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
( pero un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas y contábamos nuestros vuelos—
En bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela—
Hasta que se nos acabó la vida. Nuestros cuerpos quedaron
con los de un pueblo que matamos sin conocerlo.
Cuando duramos lo suficiente nos dieron medallas;
cuando morimos dijeron: “Nuestras bajas son pocas.”
Dijeron: “Aquí están los mapas”; quemamos las ciudades.
No fue morir –no el tener que morir:
Pero la noche que morí soñé que estaba muerto,
Y las ciudades me dijeron; “Por qué estás muriendo?
Estamos contentas porque lo estás; pero ¿por qué morí yo?

LA AMETRALLADORA

La sangre destrozada, la llama que persigue,


la máscara perforada y la granada florecida
no son aplacadas –ni la cara que ardió
donde enfocaron los reflectores;

en las manos soldadas está nuestra época


y nuestros destino en la cara de hule—
En el trípode del artillero , negro de aceite,
escupe y abre la boca la pitonisa.

LA MUERTE DEL ARTILLERO EN LA ESFERA DE PLEXIGLAS

Salí del sueño de mi madre en el Estado,


y me enrolé en su vientre hasta que el abrigo mojado
se me heló.
Libertado, a seis millas, del sueño de vida de la tierra,
me desperté al negro fuego antiaéreo y la pesadilla de los cazas.
Cuando morí me lavaron de la esfera con una manguera.

LA CARA

Ya no sirve, no es hermosa;
Ni siquiera joven.
No es mía.
¿Dónde está la de antes, las de antes?
Esas eran mías.

Así es la cosa: tengo fotos,


no tan viejas; la gente se comportaba
de otro modo entonces. Cuando me encuentran, me dicen:
No has cambiado.
Me dan ganas de decir: no has mirado.
Esto es lo que le pasa a todo el mundo.
Al principio uno se hace más grande, sabe más,
después algo empieza a andar mal.
Uno es y uno dice: yo soy;
y uno fue.Yo he sido demasiado tiempo.

Ya sé, de nada vale decir que no,


pero lo mismo uno lo dice. No.

PRISIONEROS

Detrás de la alambrada de púas, descargando los tachos de basura,


los tres vestidos de azul, sucio algodón (la P blanca sobre las espaldas
indicando a seis yardas su frío Norte a la móvil, negra mira
del abrazado fusil, a los ojos del centinela que bosteza).
Se los sigue castigando todo el día, todo el mes, todo el año,
cargando, descargando; suspiran sus suspiros de niños, de bestias, de desesperación,
de resistencia y existencia; miran sin esperar nada
al grueso centinela, oscuro en su uniforme caqui, hacia el polvo de la abrasada llanura.
Los prisioneros, el centinela, los soldados, todos a su modo, están adiestrándose.
De esos momentos, repetidos para siempre, surgirá nuestro mundo nuevo.
EL AVIADOR MUERTO

Visto sobre el mar, ninguna señal, ninguna señal, ninguna señal


en los negros abetos y en las terrazas de las colinas
rasgadas en la niebla. El cono se estrecha, la nieve
resplandece en las yermas paredes de un cráter. No.
Las casas ruedan todavía como hojas de papel, se tuercen,
y la marejada fluye: un puerto de juguetes
es tachonado de estrellas con sus incendios y sus rostros; pero ninguna señal.

En la luz horizontal, sobre las costas furiosas,


el avión vuela en obstinado círculo, los ojos se distienden
colmados de odio y dolor, escrutan
el negruzco océano en busca de un cadáver,
los incendios se apagan; los cuadrantes bajan,
un largo, seco estremecimiento le corre por las vértebras,
sus dedos tiemblan: pero su duro, inmutable rostro
se mueve negando la aceptación: Tengo un amigo.

Los incendios son grises; ninguna estrella, ninguna señal


guiña desde la oscura respiración del portaviones
donde el piloto da vueltas en busca de su compañero; donde,
planeando sobre el armazón de las ciudades, ojo obstinado
entre las cenizas de las naciones, dolorosamente
trazando círculos de ese consumido, inmutable No
-la larga guerra, la perdida guerra de las vidas-, el piloto duerme.

RANDALL JARRELL (1914-1965), versión de Alberto Girri, Poesía norteamericana del siglo
XX, selección de Mario Morales y Eugenio Lynch, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires,
1970

JAMES DICKEY 1923-1997


POR LA REDACCIÓN , 25 ENERO, 1997 ARCHIVO, EDICION MEXICO
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Tres poemas de James Dickey 1923-1997
José Emilio Pacheco
Acaba de morir James Dickey, el poeta de Georgia, menos célebre por su notable poesía que por
haber leído en la toma de posesión de James Carter y haber escrito una novela, Deliverance, que en
1970 anticipó el miedo de los noventa: acosadas por los ejércitos de la noche, en el bosque o en la
selva urbana, las personas más pacíficas pueden volverse monstruos para no sucumbir ante los
monstruos Dickey afirmaba con buen humor que publicó su primer libro a los 38 años, edad en que
la inmensa mayoría de quienes intentaron escribir versos han renunciado al sueño de adolescencia Y
lo hizo en clase turista, es decir en un volumen colectivo junto con otros dos que se perdieron en las
tinieblas Como tantos de nuestros poetas, trabajó en la agencia publicitaria McCann-Erickson,
encargado de la cuenta de la Coca Cola Así que todos sin excepción en algún momento de nuestra
vida hemos estado expuestos a las palabras e imágenes de Dickey, conocido en el medio como
“Jingle Jim” (por analogía con Jungle Jim, Jim de la Selva)
Hoy como nunca es necesario defender todo lo que da riqueza y variedad a la vida y a la poesía La
cultura que despectivamente sus compatriotas llaman redneck tiene tanto derecho como cualquier
otra a la existencia poética Dickey fue el vocero de esta visión del mundo que tan bien se ha
expresado en la música “country” y ahora se encuentra bajo el fuego de quienes la repudian por
machista y racista Con casi dos metros de estatura y más de cien kilos de peso, Dickey no
correspondía a la imagen que solemos forjarnos de los poetas Fue estrella estudiantil del futbol
americano, antecesor de los motociclistas que puso de moda Brando y combatiente en el Pacífico
durante la Segunda Guerra Mundial El gobierno de Roosevelt imprimió millones de libros de
bolsillo para enviar a los campos de batalla Una antología de Louis Untermeyer le descubrió a los
poetas contemporáneos cuando Dickey era piloto de un cazabombardero
La ley que dio instrucción gratuita a los antiguos soldados le permitió estudiar en la Universidad de
Vanderbildt Tras cientos de rechazos, un poema le fue aceptado por la Sewanee Review De todos
modos su libro inicial, Into the Stone, no se publicó hasta 1960 Con Into the Stone, Drowing with
Others, Helmets, Buckdancer’s Choice (Buckdancer es un bailarín de tap) y Falling se integra el
volumen por el que Dickey será recordado, Poems 1957-1967 El texto que da título a la última
colección se considera el mejor de su autor En 176 versos narra la caída de un azafata que se
precipita al vacío al abrirse una puerta de emergencia Por su extensión y sus características
tipográficas es imposible de reproducir aquí
Dickey entró en el circuito universitario que es el único medio de subsistencia para los poetas
norteamericanos Fue todo menos académico A la manera de Norman Mailer, publicó un libro de
Self-Interviews y durante una temporada se convirtió en el más temible crítico de su poesía en su
país

RANDALL JARRELL (1914-1965) ocupó el puesto a lo largo de veinte años Como era de
temerse, lo primero que hizo Dickey fue arremeter contra Jarrell en cuanto poeta: “(Sus Selected
Poems) son torpes más allá de toda torpeza de estupefacción o petrificación; al leerlos de principio a
fin, sé más del tedio de lo que saben los muertos En simple inglés americano que gatos y perros
pueden entender, estos poemas son los escritos más sin talento, sentimentales, autoindulgentes e
insensitivos que recuerdo; cuando los leo no puedo evitar reírme y llorar toda la noche, y no me
explico la reputación que pudo forjarse a partir de esta basura”
Un factoide, un hecho que jamás ocurrió pero que todos dan por sucedido, ha consagrado la leyenda
de que el crítico implacable no resistió la andanada de Dickey y entró en una depresión que lo
condujo al suicidio Es algo tan falso como la conseja de que Antonieta Rivas Mercado posó para el
“ángel” Quien se tome la molestia de leer Babel to Byzantiium: Poets & Poetry Now (1968 y 1981),
el libro que recopila las reseñas de Dickey, verá que la nota es de 1956, anterior en diez años a la
muerte de Jarrell Veterano de muchas guerras literarias, Pablo Neruda llegó a la conclusión de que
un escritor nunca debe atacar a otro Su contemporáneo WH Auden aconsejó al poeta ocuparse sólo
de lo que le gusta Si un libro es malo no vale la pena ensañarse contra él: por sí solo desaparecerá
en unos cuantos meses Si por lo contrario es bueno, el ataque no le hará ningún daño y uno quedará
como un imbécil y un envidioso, ávido de elogiarse indirectamente a sí mismo . Cuando Dickey dio
a conocer Puella, celebración de su matrimonio con una joven, Dana Gioia, a su vez excelente poeta
y crítico, lo liquidó en una reseña feroz, compilada en Can Poetry Matter? Essays on Poetry and
American Culture (1992) Sin embargo, el propio Dana Gioia reconoció que “James Dickey es
comprensiblemente uno de los poetas más leídos en Norteamérica Acaso ha hecho más que ningún
otro escritor vivo por ampliar los temas de nuestra poesía Sus aportaciones no provienen de
explorar zonas exóticas de la experiencia norteamericana sino de llevar al poema la mitología del
redneck sureño con todos sus lóbregos accesorios de ebriedad, brutalidad, sexualidad e ignorancia
Dickey creó un nuevo paisaje literario que, por poco atractivo que resulte sigue pareciendo creíble y
pertinente para los lectores contemporáneos La suya fue una poesía para norteamericanos que no
viajan al extranjero, excepto cuando los mandan como soldados, una poesía que encuentra cosas
más extrañas en los apartados bosques de Georgia que en lo más remoto de Asia Escribió sobre
gente que uno conoce en la vida pero que nunca antes había encontrado en los versos”
Ojalá los tres poemas aquí traducidos puedan servir de invitación a leer la poesía de James Dickey

EL CIELO DE LOS ANIMALES

Aquí están con los dulces ojos abiertos


Es un bosque
Si han vivido en un bosque
Si han vivido en llanuras
Es hierba que para siempre se deslizará entre sus patas
Aunque no tienen alma, de todos modos
Sin saberlo han venido
Sus instintos florecen en plenitud y se levantan
Con los dulces ojos abiertos
Para hermanarse con ellos, el paisaje florece
Excede lo necesario,
El bosque más frondoso,
el más profundo campo
Para algunos
El lugar no sería lo que es sin la sangre
Cazan, como han cazado,
Pero con garras y colmillos perfectos
Aún más letales de lo que suponen,
Acechan con un mayor silencio,
Se encorvan en las ramas
El descenso a los lomos de sus presas
Puede tardarse años
De dicha que se cierne soberana
Y los que son cazados
Saben que esto es su vida, su recompensa: arder
Bajo esos árboles, sabiendo
Qué está gloriosamente encima de ellos
Y no sentir ya miedo
Sino obediencia, rendición, plenitud indolora
Y en el centro del ciclo
Caminan, se estremecen bajo el árbol,
Caen, son destrozados, se levantan
Y caminan de nuevo
Adulterio
Todos hemos estado en esos cuartos
En los que no podemos morir
Y son lugares tristes y extraños
A menudo acechan los indios
Con armas de águila en las colinas
Bajo el crepúsculo abierto al Gran Espíritu,
O se deslizan en canoas,
O bien pacen las vacas en los muros distantes,
Mirando con los ojos de nuestros hijos,
Nada distantes
O hay hombres que manejan
El último martillo que remacha
Los clavos de los rieles y se ha vuelto
Oro en sus manos Una inmensa
Anticipación del placer
Vive entre estas escenas, y estamos al fin solos
Siempre hay algunas lágrimas
Entre nosotros Y alguno siempre lanza
Miradas furtivas al reloj en el buró
Para ver cuánto nos queda Esto no va
A ningún lado No vamos
A ningún lado: ni yo
Con mis torvas técnicas, ni tú
Que has sellado tu matriz
Con un anillo de hule convulsivo
Aunque nos venimos juntos
No vamos juntos a ninguna parte
Sin embargo no cederemos
Porque la muerte es abolida
Por los indios que rezan, las vacas lejanas,
Los martillos históricos, las citas peligrosas
Que unen continentes
Imposible morir aquí
Imposible morir, imposible morir
Mientras se llora Mi amor, cariño mío,
Te veo la próxima semana,
Si vengo a la ciudad Te llamaré
Si puedo Por favor, date cuenta de
Por favor, no Dios mío
Por favor, ya no No lo resisto
Mira, lo hemos hecho otra vez
Aún estamos vivos Levántate y sonríe
Dios te bendiga Es mágica la culpa
Ciervo entre el ganado
Aquí y allá, bajo la luz quemante
De mi mano que recorre el prado nocturno,
Todos se hallan pastando
Con alfileres de luz humana en los ojos
Uno de ellos, silvestre,
Come también la hierba humana,
Esbelto, elegante, domesticado
Por la oscuridad,
Entre los que criamos para matarlos
Saltó la cerca paralítica
E inclina su frente ramificada
En la mesa verde de escarcha,
Unica cosa viva a la luz de esta linterna
Que puede irse cuando lo desee,
Convertir en bosque la hierba,
Cerrar los ojos al resplandor inhumano
Pero allí sigue: imperturbable en su campo abierto,
Con las chispas de mi lámpara en sus pupilas,
Sin nadie que lo iguale entre las reses,
Pasta con ellas en la noche del matadero,
Unico de su especie que se levantará entre los muertos

En la década de 1970, JAMES DICKEY era uno de los escritores estadounidenses más
prestigiosos y famosos. Hoy está casi olvidado (y el casi parece estar de más). ¿Cómo puede ser?
¿Cómo puede ser que el segundo poeta en la historia de su país en ser invitado a escribir el poema
inaugural de una presidencia, la de Jimmy Carter, el escritor que tuvo un fenomenal éxito de crítica
y público a nivel mundial con la novela Deliverance, adaptada luego al cine, quien fuera Poeta
Laureado de la Nación entre 1966 y 1968, hoy no figure en el mapa de escritores que siguen siendo
leídos y recordados?A tanto ha llegado el olvido, que en los últimos días, informando sobre el
poema inaugural de la presidencia de Obama, escrito por la poeta negra Elizabeth Alexander, los
diarios más importantes de este país, incluido el New York Times, cometieron una enorme omisión
diciendo que únicamente tres poetas antes de Alexander habían tenido el honor de participar en la
toma de mando con un poema especialmente escrito para la ocasión.Mencionaron al venerable
Robert Frost, quien accedió a la invitación de John F. Kennedy en 1961, y a Maya Angelou y Miller
Williams, quienes honraron el inicio de la primera y segunda presidencia de Bill Clinton, en 1993 y
1997 respectivamente. Vaya uno a saber por qué (porque también los medios de prensa
supuestamente serios se equivocan), pero ningún diario mencionó a James Dickey, quien, repito,
fue el segundo poeta en escribir un poema “inaugural” complaciendo la invitación de Carter en
1977. Por cierto, el poema de Dickey, “The Strength of Fields”, debe ser el mejor de los cinco
poemas “presidenciales”.No es tan fácil encontrar el por qué, en caso de que lo haya. Le pregunté
días atrás a mi amigo el poeta Paul Christensen por qué Dickey está olvidado y me dijo que había
varias razones, pero no me dijo cuáles específicamente. Aunque también destacó que “pronto
volverá, porque en su obra hay demasiadas cosas buenas como para que caigan en el olvido”. Con
toda seguridad Christensen tiene razón, por más que resulta difícil vaticinar cuándo un escritor
valioso que ha caído en el olvido recobrará actualidad. Quizás pase tiempo, muchos años, antes de
que esto ocurra. Dickey, si lo viera, no podría creer.Cuando lo conocí, en noviembre de 1980,
Dickey era una estrella. Resulta extraño constatar que un poeta, figura casi siempre marginal de la
sociedad, pueda convertirse en actor protagónico de la misma, aunque a veces pasa. Y en el caso de
Dickey no tiene que ver exclusivamente con su poesía, pues fue la novela Deliverance, de 1970, la
que lo convirtió en escritor popular, condición a la que muy pocos poetas pueden acceder. Dickey
fue, conviene destacarlo, antes que nada poeta. Lo de novelista fue ocasional. Su fuerte fue el
lirismo, no la narración, aunque también fue un agudo crítico literario y sus ensayos autobiográficos
deberían ser recuperados. Así pues, Deliverance es una rareza en la obra del sureño, aunque, verdad
obliga, es una rareza que le trajo celebridad y dinero: la plata rápida que genera un libro cuando es
adaptado al cine y la película tiene repercusión masiva. En español se llamó La violencia está en
nosotros y también en Uruguay fue éxito de taquilla (al menos cuando la vi el cine estaba lleno).
Tiene como actores protagónicos a Jon Voigt, y a un Burt Reynolds en la cima de su popularidad.El
filme, de 1972, fue dirigido con lúcido entendimiento de las circunstancias reales por el inglés John
Boorman. Pocas veces antes el cine presentó con mirada tan fidedigna el Deep South o Sur
profundo como en esa ocasión, y resulta hasta irónico que fuera un inglés quien tuviera la
efectividad y el buen tino para hacerlo. Claro está, el libro de Dickey le puso las cosas en bandeja.
La narración es un manifiesto testimonial de la condición sureña, de ese mundo machista y lleno de
prejuicios que convierte a la violencia soterrada y cotidiana en usina aterradora, como la escena
tantas veces citada cuando un hombre es violado. El propio Dickey tuvo un papel menor (cameo
appearance), interpretando al comisario Bullard. El filme, que consiguió tres nominaciones al Oscar
(mejor película, mejor director, mejor montaje), es considerado un clásico por el Archivo
Cinematográfico de la Biblioteca del Congreso. A Dickey le sirvió para ganar el dinero que ni todos
sus libros de poesía juntos le habían dejado, pero también para conseguir un extraño premio: el
Globo de Oro a mejor guión. El poeta que había publicado su primer libro diez años antes, Into the
Stone, en 1962, no podía creerlo, como tampoco creería el olvido en que hoy está sumido.Cuando
murió, cuatro días después de haberse jubilado como profesor de literatura de la Universidad de
Carolina del Sur, el obituario del New York Times, escrito por Albin Krebs, comenzaba diciendo:
“James Dickey, uno de los más distinguidos poetas y críticos modernos de la nación, conferenciante
y profesor, quizás más conocido por su áspera novela Deliverance, murió el domingo en Columbia,
Carolina del Sur. Tenía 73 años. Murió de complicaciones de una enfermedad pulmonar”. Nacido
en un país donde la gente del sur, incluidos escritores, es situada en una categoría de inferioridad
intelectual con respecto a la elite del noreste, Dickey resulta un caso excepcional para su contexto,
como también lo fue, aunque de manera diferente, Francis Scott Fitzgerald. Lector ávido, tuvo un
interés casi renacentista en distintas disciplinas, las cuales coincidían en el momento de la escritura
para resaltar una obra literaria de fina elaboración y poderoso contenido intelectual. Convirtió a
momentos en apariencia simples de la vida en lecciones de observación. Se destacó asimismo por su
gran exuberancia física (casi dos metros de altura), que le permitió destacarse en la universidad
como potente jugador de fútbol americano y asimismo en los años en que estuvo en la Fuerza
Aérea, durante la segunda guerra mundial y en la guerra de Corea. En ambos conflictos bélicos se
desempeñó como piloto de misiones nocturnas. Cuenta en alguna parte que entre misión y misión,
en las cuales se jugaba la vida, leía poesía moderna.Nacido en Buckhead, Georgia, suburbio de
Atlanta, el 2 de febrero de 1923, Dickey celebró la vida como lugar de conflicto y desafíos. Desde
otra perspectiva, una mucho más reflexiva y lírica, incluso más honesta pues su exhibicionismo de
virilidad careció de imposturas, Dickey retomó algunos de los temas que ya antes habían estado
presentes en la literatura de Hemingway, como el coraje del espíritu humano en situaciones
extremas y la resolución masculina de los conflictos de la existencia en apariencia menores y que
sin embargo resultan definidores del carácter de esta. Entre 1955 y 1961 Dickey trabajó como
creativo en agencias de publicidad de Nueva York y Atlanta (entre otras McCann-Ericson), un tipo
de trabajo que detestó por considerarlo banal y sobre el cual dijo en una oportunidad: “Durante el
día vendía mi alma al diablo y de noche trataba de comprarla nuevamente”. En horas nocturnas
escribía y bebía como un descosido, y fue el alcohol el que terminó minando su salud y su talento
literario, convirtiéndolo según muchos en un personaje arrogante y prepotente, aunque la vez que lo
conocí, esa inolvidable y única vez, me llevé una idea diferente. Me encontré con un tipo delirante,
inteligente y jovial (me dijo en un momento que siempre se vestía de jeans para atraer a mujeres
más jóvenes), un ser curioso y lleno de historias que cumplían a la perfección con la imagen que de
él tenía, sobre todo tras haber leído su antología “Poems 1957-1967”, donde hay varias obras
maestras en verso que no deberían caer en el mismo imperdonable olvido en que ha caído su autor:
héroe de guerra, cazador, novelista, profesor, periodista ocasional, mujeriego, deportista, espíritu
renacentista y, sobre todo, poeta.

1 POEMA DE JAMES DICKEY:

DESPUÉS DE OTRA LECTURA DE DANTE


Hay una fuerte humanidad triste en el infierno,
pero yo no puedo mirar ninguna cara humana
y creer que es más triste allí.
No encuentro nada humano
en el paraíso.

James Dickey. NUEVA POESÍA U.S.A. Selección, traducción y prólogo de Marcelo Covián. Ediciones de la Flor, Buenos
Aires, Argentina, 1976.

AMY LAWRENCE LOWELL


Boston, Massachusetts (Estados Unidos), 9 de febrero de 1874
Massachusetts (Estados Unidos), 12 de mayo de 1925 (51 años)

NUBES NOCTURNAS

Las blancas yeguas de la luna corren por el firmamento


Batiendo con sus cascos dorados los cielos de hielo
Las blancas yeguas empinadas sobre sus patas traseras
Golpean con las manos las puertas de porcelana de los cielos remotos
¡Volad, yeguas!
Esforzaos al límite
Dispersad el lechoso polvo de estrellas
O los tigres se arrojarán sobre vosotras y os destruirán
Lamiéndoos con su lengua bermellón
Pasa un año

Más allá de la cerca de porcelana del jardín público,


Oigo las ranas en los arrozales verdeazulados;
Pero la afilada espada de la luna
Ha cortado mi corazón en dos.

MEDITACIÓN

Un hombre sabio,
Mirando las estrellas cruzar el cielo,
Comentó:
En las capas superiores de la atmósfera
Las luciérnagas se mueven con mayor lentitud

Han regado la calle,


brilla a la luz de las farolas,
frías, blancas farolas,
y yace
como un río lento
de rayas plateadas y negras.
Bajan taxis por ella,
uno,
y después otro,
y entre ambos oigo pies que se arrastran.
Los vagabundos dormitan en los antepechos de las ventanas,
los caminantes nocturnos pasan por las aceras.
La ciudad es vil y siniestra,
con la calle de rayas plateadas en el medio,
lenta,
un río que no lleva a ninguna parte.

Frente a mi ventana,
la luna, clara y redonda,
se abre paso a través de la noche de color ciruela.
No puede iluminar la ciudad:
es demasiado brillante.
Tiene farolas blancas,
y emite un resplandor frío.

Estoy de pie ante la ventana y miro la luna.


Es delgada y tenue,
pero la amo.
Conozco la luna
y esta es una ciudad ajena.

ESTANQUE

Frías, húmedas hojas


flotan en un agua coloreada por el moho
y el canto de las ranas:
rotas campanadas en el ocaso.

SUPERSTICIÓN

He pintado el retrato de un fantasma


en mi barrilete
y he colgado éste de un árbol.
Más tarde, cuando suelte la cuerda
y lo deje volar,
la gente se encogerá de miedo
y ocultará la cabeza,
por miedo al Dios
que da vueltas en las nubes.

OTOÑO

He pasado el día observando las purpúreas hojas de la vid


caer al agua.
Y ahora, a la luz de la luna, siguen cayendo,
pero cada hoja tiene franjas plateadas.

ÓPALO

Eres hielo y fuego,


tu tacto quema mis manos como la nieve.
Eres frío y llama.
Eres el carmesí de la amarilis.
el plateado de las magnolias acariciadas por la luna.
Cuando estoy contigo
mi corazón es un estanque helado
en el que relucen las antorchas que se agitan.

EXTRAÑOS

El parloteo de las hadas


destruye mi determinación
como las gotas de agua que lentamente desgastan las rocas
hasta convertirlas en polvo.
Y mientras río
mi valor se desmorona ante sus burlas.

Amy Lowell (Boston, 1874-1925), The Complete Poetical Works of Amy Lowell, Houghton Mifflin, Boston,
1983Versiones de Jonio González

DÉCADA

Cuando viniste, tú eras semejante al vino tinto y a la miel


Y el gusto de ti encendió mi boca con su dulzura
Ahora eres como el pan de la mañana,
Suave y placentera,
Apenas te degusto, puesto que conozco tu sabor
Pero sin embargo estoy completamente saciada.

IN EXCELSIS
Tú, tú,
Tu sombra es un rayo de Sol sobre la vajilla de plata,
Tus huellas el lugar donde se siembran las lilas,
Tus manos en movimiento un repiqueteo de campanas
A través del viento.

El movimiento de tus manos es la larga y dorada ruta de la luz amaneciendo,


Es el salto del pájaro en los senderos del jardín.

Como el perfume del junquillo, tú llegas antes que ninguno en la mañana,


Los potros no son más rápidos que tus pensamientos,
Tus palabras son abejas alrededor de un peral,
Tus caprichos son como avispas zumbando en derredor
De las rojas manzanas.
Bebo de tus labios
Me como la blancura de tus manos y de tus pies
Mi boca está abierta
Como un cántaro vacío y abierto
Igual que transparente agua eres tú, llenando la copa de mi boca
Como un arroyuelo atestado de lilas.

Tú eres fresca como las nubes


Tú estás ahí, lejos y dulce, como las inalcanzables nubes;
Me atrevo a alcanzarte
Me atrevo a tocar el canto de tu resplandor,
Yo salto mas allá del viento
Y lloro y grito
Porque mi garganta es como una aguzada espada
Afilada en una piedra de marfil,
Mi garganta canta la alegría de mis ojos,
La impetuosa alegría de mi amor.
¿Cómo es que cayó el arco-iris sobre mi corazón?
¿Cómo es que he engañado los mares para que se tiendan sobre mis dedos
Y atrapado al cielo para cobijar mi cabeza?
¿Cómo es que has llegado para vivir en mí,
Cercándome por los cuatro círculos de tu mística levedad?
Entonces yo digo "gloria, gloria" y me inclino hacia ti como si fueras sagrada.

¿Y si aquel amanecer es esta mañana y un día posterior?


Pienso acaso que tu aire es de condescendencia,
La tierra una cortesía,
El cielo una dicha merecedora de gracia,
Entonces tú, aire, tierra, cielo
Yo no te agradezco;
Te tomo
Y vivo.
Y todas esas cosas que digo en consecuencia
Son rubíes ensamblados en un camino de piedra.

INTERLUDIO

Cuando haya cocinado deliciosos pastelillos


Y gratinado verdes almendras para verterlas en ellos,
Cuando haya quitado las verdes coronas de las fresas
Y las haya apilado, haciéndolas mirar al cielo
Dentro de una fuente amarilla y azul,
Cuando haya alisado las arrugas en el tejido
En que he estado trabajando
¿Qué entonces?
Mañana será igual
Pasteles y fresas
Y agujas entrando y saliendo de la tela.
Si el Sol es hermoso alumbrando los ladrillos y el peltre
Cuánto más hermosa es la Luna
Inclinándose sobre las ramas de un ciruelo.
La Luna,
Hamacándose a lo largo de un lecho de tulipanes
La Luna
Quieta
Sobre tu rostro.
Tú brillas, amada
Tú y la Luna
Pero, ¿cuál es el reflejo?
El reloj está dando las once
Entonces pienso que cuando hayamos
Cerrado y trancado la puerta
La noche, fuera, seguirá oscura.

JARDÍN A LA LUZ DE LA LUNA

Un gato negro entre las rosas


Flox, lila cobre entre la niebla bajo la luz de una Luna en su cuarto creciente
El dulce aroma del heliotropo y la misteriosa esencia de los troncos
El jardín está muy quieto
Está hipnotizado por la luz de la Luna
Colmado por las fragancias
Delirando el sueño de opio de sus cubiertas amapolas
Las luces de las luciérnagas se encienden y se esfuman
Altas como pimpollos de la dorada luz
Bajas como las dulces flores de alisón a mis pies
La Luna titila entre las hojas y la reja
La Luna cual dardo enciende los arbustos
Sólo los pequeños rostros de las orquídeas hechizadas están alerta y contemplando
Sólo el gato acechando entre las rosas
Sacude una rama y rompe este variado boceto
Tal como el agua se sacude por la caída de una hoja;
Entonces tú llegas,
Y eres silenciosa como el jardín,
Blanca como las flores de los alisones,
Y hermosa como el silencioso destello de las luciérnagas.
Oh amada, puedes ver las anaranjadas lilas,
Ellas conocieron a mi madre
Y ellas, que me pertenecen,
Sabrán cuándo me habré ido.

LA VELETA APUNTA AL SUR

Separo tus hojas,


Una por una:
Las rígidas, amplias hojas exteriores,
Las más pequeñas,
Agradables de tocar, regadas de color púrpura;
Las hojas exteriores barnizadas,
Una por una
Te separo desde tus hojas,
Hasta que, como una flor blanca, te enderezas
Balanceándote ligeramente en el viento del atardecer.

MADONNA DE LAS FLORES DEL CREPÚSCULO

He estado trabajando todo el día,


Ahora estoy cansada
Llamo: "¿Dónde estás tú?"
Pero sólo se escucha el murmullo de las hojas de un roble;
La casa está muy silenciosa,
El sol brilla sobre tus libros,
Sobre tus tijeras y el dedal
Pero tú no estás ahí,
De repente estoy sola.

Entonces te veo
Parada bajo una corona de consólidas reales
Con una canasta de rosas en tu brazo;
Tú eres fresca como la plata
Y me sonríes;
Entonces siento que las campanas de Canterbury están tañendo
Pequeñas melodías.

Tú me dices que las peonías necesitan agua,


Que las aguileñas pajarillas han traspasado sus límites,
Que la papónica debería ser recortada;
Tú me dices todas esas cosas
Y yo te miro, corazón de plata;
Flama blanca tu corazón de tersa plata
Encendiéndose debajo de las ramas azules de la consólida real
Deseo arrodillarme a tus pies
Al instante,
Mientras alrededor de nosotras repiquetean los suaves Te-Deums
De las campanas de Canterbury.

OTOÑO

Me trajeron una dalia amarilla


Opulenta y majestuosa
Oro rotundo
Proyectada de un tallo verde y pálido
Oro rotundo y acabado
Maduro
Meticulosamente suntuosas y ardientes
Un rayo de solemnidad
Fecundidad ataviada de sugestivo amarillo
Para que todo el mundo la vea
Me trajeron una dalia amarilla
A mí, que soy estéril e infecunda;
¿Te la enviaré a ti
-Tú, que te has llevado contigo
Todo lo que una vez poseí?

TAXI

Cuando me alejo de ti
El mundo palpita en silencio,
Cual relajado tambor
Grito por ti contra las distinguidas estrellas
Y grito en los caminos del viento.

Las calles apresuradas


Se aparecen una tras la otra
Y te alejan de mí
Las luces de la ciudad aguijonean mis ojos
De tal modo que ya no puedo ver los tuyos
¿Por qué debo dejarte
Y herirme a mí misma con los agudos ribetes de la noche?
UVAS BLANCAS

¿Debería darte uvas blancas?


Desconozco la razón pero de repente me encapricho con esa fruta.
Por ahora la idea alimenta mis sentidos
Y parecen más deseables que una perfecta esmeralda
Puesto que nada tengo; puesto que mis manos vacías están,
Yo debería haber elegido bellas gemas de la India
Pero elijo uvas blancas.
¿Es acaso porque el enojado viento está hiriendo las moradas?
Lo veo en tus ensortijados y cautivadores labios y en tus dientes
Desnudos, energía seductora.
Ven a merodear y mordisquear las raíces del azafrán;
Las llamaremos uvas blancas,
Puedes considerarlas como un símbolo,
Podrías encontrarlas ácidas o dulces o simplemente de agradable aspecto
No importa, mientras las aceptes, a ellas y a mí.

VENUS

Dime, ¿era acaso Venus


Más hermosa de lo que tú eres
Cuando emergió
Entre las ondulantes aguas
Dirigiéndose a la costa segura
Envuelta en su ajustada coraza?
¿Era acaso la visión de Botticelli,
Más bella que la mía?
¿Y eran acaso los delicados pimpollos
Que le pintó
Más valiosos
Que las palabras que yo vierto sobre ti
Para describir tu gran encanto
Como una seda
De indefinida plata?
Para mí
Estás de pie, sosegada,
Con un aire alegre y azul
Cercada por vientos brillantes
Opacando al sol
Y las olas que te preceden
Se agitan y remueven
Las olas a mis pies.

PLANTAS MARINAS

Fría cae la luna sobre la arena de las dunas


y las algas ondean y fulguran;
el tenue ritmo de mi reloj dice
que son ya las doce y cuarto;
y no oigo nada todavía
salvo los golpes del viento sobre el mar.

LA MUJER DEL PESCADOR

Cuando estoy sola


el viento en los pinos
es como el rasgueo de las olas
en los costados de madera de una barca.

TARDE HELADA

No es la brillante luz en tu ventana


lo que deslumbra mis ojos;
es el oscuro contorno de tu sombra
moviéndose en el shôji.

RESPLANDOR

Peonías.
El extraño color rosa de las porcelanas chinas;
maravilloso, su brillo.
Pero, Querido, es el azul pálido de la espuela de
caballero
el que se balancea con fuerza sobre mi corazón.
Otros veranos.
Y un brillo chirriando en la hierba.

EL JARDÍN DEL EMPERADOR

Una vez, en el sofocante calor de pleno verano,


un Emperador hizo que las montañas e n miniatura de
su jardín
fueran cubiertas con seda blanca,
así coronadas,
parecían refrescar sus ojos
con el resplandor de la nieve.

CIRCUNSTANCIA

Sobre las hojas de arce


relumbra rojo el rocío,
pero sobre las flores de loto
tiene la clara transparencia de las lágrimas.

De El jardín de SevenelsTraducción: Marta Porpetta. Ediciones Torremozas, Madrid 2007


Anne Sexton / De "Angeles del amorío"
ANGEL DE LAS CASAS DE PLAYA Y LOS PICNICS

Angel de las casas de playa y los picnics,


¿sabes jugar solitario?
Cincuenta y dos rojos y negros, y solo yo misma a quien culpar.
Mi sangre zumba como nido de avispones. Estoy sentada en una silla de cocina
ante una mesa puesta para uno. La cuchillería es la misma
y el vaso y el azucarero. Escucho mis pulmones llenarse y expirar
como en una operación. Pero no me queda nadie a quien contarle.

Una vez fui pareja. Era mi propio rey y reina


con queso y pan y rosé en las rocas de Rockport.
Una vez tomé el sol en pelotas, toda tostada y delgada,
mirando los barquitos de juguete pasar, esperando
a buses llenos de turistas. Una vez nombré al desayuno la comida
más sensual del día. Una vez coqueteé con el arresto
durante una marcha por la paz en Washington. Una vez fui joven y osada
y abandoné a cientos de personas sin pareja afuera en el frío.

LA POESÍA CONFESIONAL

La poesía confesional, también denominada en algunas ocasiones poesía sucia, es una corriente
poetica que surgió en Estados Unidos en la década de los 50 y 60. Es una poesía muy personal o del
“yo”. El contenido de los poemas es eminentemente autobiográfico y se encuentra marcado por
suponer una introducción profunda en una serie de materias que eran consideradas tabú en la época,
como las enfermedades mentales, la sexualidad o el suicidio. Por lo tanto, supuso toda una
innovación temática en la poesía de la época, muy polémica también por otra parte. El aspecto
psicológico se acentúa de una manera particular en algunos de los autores como Anne Sexton, que
comenzó a escribir esta poesía a propuesta de su terapeuta.Está asociada con poetas como Robert
Lowell, Sylvia Plath, Anne Sexton o W.D. Snodgrass. Precisamente podemos considerar a Lowell y
su obra “Life Studies” como la precursora de esta corriente. Plath y Sexton eran discípulas de
Lowell y es evidente la influencia de su obra en los trabajos de las dos (en el caso de Sylvia Plath
particularmente acentuado en “El Coloso”). La mayoría de estos autores tuvieron una vida bastante
atormentada.La línea iniciada por la poesía confesional ha ejercido una influencia crucial en las
generaciones posteriores, influencia que continúa hoy día. Podemos citar a Marie Howe y Sharon
Olds, dos poetas contemporáneas cuyos trabajos enlazan de una manera clara con sus experiencias
personales.
Apuntes breves sobre la poesía en inglés
Antes de entrar en la obra de Sylvia Plath creo que es necesario dar algunas notas acerca de la
poesía anglosajona desde un punto de vista formal, es decir, sobre la rima y la métrica.
En inglés, como en español, dos palabras riman si tienen cierta identidad de sonidos, aunque en este
caso, partiendo únicamente de la vocal acentuada e incluyendo tanto vocales como consonantes (por
ejemplo, sing y sting o hop y top). Dos versos riman si sus dos últimas palabras riman. Hasta aquí lo
sabemos todos y podemos identificarlo claramente con nuestra poesía en español, aunque
evidentemente se pierde al traducir. Sin embargo la particularidad de la poesía en inglés estriba en
que en muchísimas ocasiones la rima es interna, de manera que en estos casos, por muy buena
voluntad que ponga el traductor, es imposible de percibir en la traducción. Además debemos tener
en cuenta que la lengua inglesa no se presta como el español (o el francés o italiano) a la rima, dada
la abundancia de consonantes en el último lugar de la palabra. Juan A. Prieto Pablos en su libro
“Guía básica para estudiantes de literatura inglesa” afirma que “no es casual que la mejor poesía
dramática se haya escrito sin rima alguna”. El ritmo tiende a obtenerse de otro modo, alternando la
acentuación de las sílabas, generalmente una acentuada y otra no, pero hay también muchos otras
estructuras de acentuación de los versos que dan lugar a diferentes ritmos.En cuanto a la métrica,
también tenemos alguna particularidad. Los poetas en lengua inglesa no suelen ceñirse a la métrica,
es decir, no más que frecuentes las irregularidades en las estrofas. Ello se debe a las características
del idioma, ya que si se respetaran las estrofas establecidas en muchas ocasiones daría lugar a un
efecto demasiado repetitivo sin demasiado interés. Es muy frecuente por otra parte que los versos
no terminen sino que continúen en el siguiente, lo que se denomina encabalgamiento. Sylvia Plath
utiliza este recurso constantemente. Aunque claro, desde nuestra perspectiva hispanohablante y
desde nuestra cultura poética, el efecto a veces es raro.Todas estas características se plasman de una
manera clara en la poesía de Sylvia Plath. Su rima es muy ligera, prácticamente inapreciable para
nuestro oído. Muchas veces la consigue a través de la repetición de una serie de sonidos, como el
sonido agudo “u” en el poema Daddy. En sus poemas encontramos una gran variedad de estructuras
métricas, desde aquellas con versos más breves hasta los más largos.
La poesía de Sylvia Plath

Es cierto que a primera vista su obra poética puede resultar un tanto compleja. Las rimas no son
evidentes y en muchas ocasiones no entendemos de qué habla, porque utiliza las palabras de un
modo muy personal. Muchas de sus vivencias personales y cuestiones de su día a día están
reflejadas en sus poemas (desde la visita a una morgue hasta su operación de apendicitis) pero
aparecen “transmutadas” a una realidad lírica y es muy difícil identificar y comprender el
significado último del poema. Ayudan mucho las notas que acompañan a los poemas, para que
podamos ubicarlos temporalmente y también relacionarlos con alguna experiencia personal (más
abajo os muestro las ediciones que yo tengo, que os recomiendo). Si se conoce el momento vital en
el que se encontraba el poema adquiere significado.La poesía de Sylvia Plath está llena de
imágenes, esta es precisamente para mí su principal cualidad. Es una poesía muy plástica, aunque
requiere una profunda interpretación. Por otra parte está repleta de símbolos que tienden a repetirse,
como el negro, el blanco (como ausencia de color) y la luna representan la muerte, así como las
flores, el rojo o los animales manchados representan la pasión.
Sus obras
El Coloso
El Coloso fue publicado el 31 de octubre de 1960. En estos primero poemas Sylvia Plath aún
estaba buscando su propio estilo, aunque ya es evidente que nos encontramos ante una poeta muy
dotada por la precisión con la que maneja el idioma, su amplitud de vocabulario y su sensibilidad
para los ritmos sutiles de su lengua. En él encontramos un claro predominio de referencias naturales
(tanto reales como mitológicas), así encontramos descripciones de la luna, sangre, hospitales o
fetos. Sin embargo, ella acabó renegando en cierto modo de estos poemas diciendo que le
“aburrían”. En cuanto al nombre hace referencia a su padre, que falleció cuando ella sólo contaba
con nueve años. Este hecho le afectó de una manera crucial y la figura paterna sobrevuela en
muchos de sus versos (en particular en Daddy, incluido en Ariel).
Ariel
Portada de la primera edición
Ariel se publicó el 11 de marzo de 1965. La primera publicación de Ariel no respetaba el orden de
los poemas que había marcado Sylvia Plath. Al fallecer, Ted Hughes, todavía su marido a pesar de
que se habían separado, se encargó de la edición de su obra alterando completamente el orden que
ella había establecido en su proyecto. En posteriores ediciones dicha anomalía ha sido rectificada o,
por lo menos, señalada para que el lector lo tenga en cuenta. En la edición española de Hiperión
analizan esta cuestión claramente. El título se refiere a un caballo al que Sylvia montaba en la
escuela de equitación.Esta obra es la más importante de Sylvia Plath. En los poemas incluidos
dentro de ella la autora vuelca la rabia, desesperación, amor y odio que siente (acababa de ser
abandonada por su marido y además se acentuaban sus problemas psiquiátricos). Son poemas de
una intensidad excepcional, que han encumbrado a Sylvia Plath como un clásico contemporáneo de
las letras estadounidenses.Es aquí donde se incluye su conocidísimo poema Daddy, Papi, aunque
personalmente no es de mis preferidos, es cierto que es muy representativo. En él Sylvia Plath
escenifica la necesidad de librarse de su pasado para alcanza su propio yo, y para ello tiene que
“matar” la memoria de su padre que le oprime (el zapato negro representa aquí a su padre). En el
vídeo Sylvia Plath lee el poema.

You do not do, you do not do Ya no, ya no


Any more, black shoe Ya no me sirves, zapato negro
In which I have lived like a foot En el cual he vivido como un pie
For thirty years, poor and white Durante treinta años, pobre y blanca
Barely daring to breathe or Achoo Sin atreverme apenas a respirar o a hacer "achís"

Daddy, I have had to kill you Papi, he tenido que matarte


You died before I had time… […] Te moriste antes de que me diera tiempo... [...]

La muerte también tiene cabida en estos poemas. El poema Edge (Filo) fue el último que escribió
poco días antes de su muerte y parece una despedida. Como ejemplo de su tratamiento de la muerte,
os pongo unos versos del poema Lady Lazarus (Señora Lázaro)

[…]Dying [...]Morir
Is an art, like everything else. Es un arte, como todo
I do it exceptionally well. Y yo lo hago excepcionalmente bien

I do it so it feels like hell. Tan bien, que parece un infierno


I do it so it feels real. Tan bien, que parece de veras
I guess you could say I’ve a call […] Supongo que cabría hablar de vocación [...]

Cruzando el océano
Esta obra fue publicada en 1971, pero con importantes diferencias en la edición británica y en la
estadounidense. El título hace evoca un cambio de orilla y aunque podría referirse a su traslado al
Reino Unido en este caso los críticos piensan el cambio que sufre la poesía de Sylvia Plath, siendo
una especie de “puente” entre “El Coloso” y “Ariel”. De hecho la mayoría de los poemas incluidos
en él fueron compuestos en 1960 y 1961. En esta obra encontramos poemas acerca de su
perfeccionismo como Mirror (Espejo), sobre los primeros desencantos del amor, como en Love
Letter (Carta de amor) o también sobre la muerte, como en Last words (Últimas palabras), poema
este último muy estremecedor. Os destaco unos versos de I am vertical (Soy vertical), que
claramente muestra lo poco que estaba enraizada Sylvia Plath a la vida. Queda patente el tránsito en
esta obra utilizando todavía las imágenes de la naturaleza, y al mismo tiempo profundizando en la
temática.
I am vertical Soy vertical
But I would rather be horizontal. Pero preferiría ser horizontal
I am not a tree with my root in the soil No soy un árbol con hondas raíces
Sucking up minerals and motherly love En tierra sorbiendo minerales y amor
materno
So that each March I may gleam into leaf, Refloreciendo así de marzo en marzo
Nor am I the beauty of a garden bed Tampoco tengo la belleza de un parterre
Attracting my share of Ahs and spectaculary painted Blanco de admirativos gritos, muy
repintado
Unkowing I must soon unpetal. Ignorando que pronto perderá sus pétalos
Compared with me, a tree is immortal Comparado conmigo el árbol es inmortal
And a flower-head not tall, but more startling, Y las flores son más audaces
And I want the one’s longevity and the Y yo querría la edad de uno y las
temeridad
other's dating [...] de las otras
[...]

Winter trees – Árboles de invierno


Con Árboles de invierno sucede algo semejante a lo que ocurrió con Cruzando el océano, puesto
que aparece de manera diferente a cada lado del Atlántico en 1971 y 1972. En la edición británica
se incluyeron poemas no incluidos en Ariel, mientras que la estadounidense incluye poemas que no
se incluyeron en su versión de Cruzando el océano. En cualquier caso, todos los poemas fueron
compuestos en 1962 o 1963.Si uno compara el orden que Sylvia Plath ideó para Ariel con estos
volúmenes, nos podemos hacer una idea de cómo habría quedado un libro con sus últimos poemas.
Normalmente se incluye en la edición el poema a tres voces Three Women (Tres mujeres), que da
más consistencia al libro y permite ver la variedad de voces y estilos de la autora
Ediciones españolas de su poesía
Actualmente para acercarse a la obra poética de Sylvia Plath en nuestro país contamos con los
siguientes volúmenes:Antología. Edición y traducción de Jesús Pardo. Lo edita Visor de Poesía. En
esta antología encontramos los poemas más representativos de El Coloso, Cruzando el océano,
Árboles de Invierno y Tres mujeres. Tiene una muy buena introducción con la biografía de la autora
y algunos apuntes sobre la poesía en su aspecto formal. Muchos de los poemas tienen por otra parte
una pequeña explicación al final para poder comprenderlos mejor.
Ariel. Edición y traducción de Ramón Buenaventura. Lo publica Hiperión. Aquí encontramos
íntegra la obra maestra de Sylvia Plath. En el inicio encontramos una explicación sobre la
composición de la obra (es decir, los poemas que se han incluido), así como un cuadro cronológico.
En esta edición todos los poemas tienen una explicación al final en la que se especifica la fecha de
composición y algunas notas biográficas para poder entenderlo de una forma adecuadaYo tengo
estos dos y os los recomiendo. Me parece un modo de tener una visión conjunta de su obra poética.
Además está publicada su Poesía completa por Bartleby, pero de esta edición no os puedo hablar
porque no la tengo (y en realidad ni siquiera la he visto en las librerías, aunque sale disponible sin
problemas en las tiendas online).Sé que Hiperión también tiene publicada Árboles de invierno.
Conclusión
La poesía de Sylvia Plath puede parecer compleja. Es verdad que su disfrute requiere un poco de
trabajo para poder comprenderla en su totalidad, pero a mi gusto, merece la pena. Es una poesía de
muchísima intensidad, que una vez descubres, te llega muy dentro. Sylvia Plath es un personaje
fascinante y su poesía no lo es menos

ANNE SEXTON (Newton, Massachusetts, Estados Unidos, 1928-Boston, Massachusetts, Estados


Unidos, 1974), "El libro de los disparates", 1972, El bebé de la muerte y otros poemas, versión de
Verónica Zondek, La Calabaza del Diablo, Santiago de Chile, 2014

EL BEBÉ DE LA MUERTE

1. SUEÑOS
Fui un bebé de hielo.
Me volví azul celeste.
Mis lágrimas fueron dos mostacillas de vidrio.
Mi boca se petrificó en un aullido sordo.
Dicen que fue un sueño
pero yo recuerdo ese endurecimiento.
A los seis años mi hermana
soñaba cada noche con mi muerte:
"El bebé se convirtió en hielo.
Alguien lo puso en el refrigerador
y se endureció como un Helado."
Recuerdo la fetidez del paté.
Cómo me acostaron sobre una bandeja
entre la mayonesa y el tocino.
El ritmo del refrigerador
fue alterado.
La botella de leche siseó como una serpiente.
Los tomates vomitaron sus estómagos.
El caviar se transformó en lava.
Los pimientos se besaron cual cupidos.
Me moví como una langosta,
más y más despacio.
El aire era pequeño.
No servía.
*
Yo estaba en la fiesta de los perros.
Yo era su hueso.
Me habían tendido en su perrera
como un pavo fresco.
Este era el sueño de mi hermana
pero recuerdo esa división;
Recuerdo el olor a cama de enfermo
el del piso de aserrín, de los ojos rosados,
de las lenguas rosadas y los dientes, esas uñas.
Me llevaron como a Moisés
escondida por las patas
de diez bulterriers bostonianos,
diez toros furiosos
que saltaban como enormes cucarachas.
Al comienzo me lamieron
áspera como papel lija.
Quedé muy limpia.
Entonces desapareció mi brazo.
Me estaba desarmando.
Me amaron hasta
que me fui.

2. LA MUÑECA DY-DEE

Mi muñeca Dy-dee
murió dos veces.
Una vez cuando arranqué
su cabeza
y la dejé flotar en el excusado
y otra vez
bajo la luz de la lámpara
cuando se derritió
tratando de calentarse.
Era una miseria
con su carita abrazando
sus pequeños brazos torcidos.
Murió en plena sabiduría de goma.

3. SIETE VECES

Morí siete veces


de siete modos
dejando que la muerte me hiciera una seña,
dejando que la muerte pusiera su marca sobre mi frente,
cruzada, cruzada.
Y la muerte se arraigó en ese sueño.
En ese sueño yo sostenía un bebé de hielo
y lo acunaba
y era acunada por él.
Oh Madona, abrázame.
Soy un pequeño puñado.

4. MADONA*

Mi madre murió
sin nadie que la meciera, nadie.
Pasé semanas al lado de su lecho de muerte
viéndola abalanzarse contra los barrotes de metal
retorciéndose como un pez colgado de un anzuelo
bajoneada yo en sus momentos más lúcidos,
dejando que la sacerdotisa bailara sola,
queriendo poner mi cabeza sobre su falda
o hasta de algún modo tomarla en mis brazos
y juguetear con su rizado pelo gris.
Pero el caballo que la mecía era el dolor
con el vómito humeando desde su boca.
Su vientre estaba hinchado con otra criatura,
el bebé del cáncer, hinchado como una pelota de fútbol.
No podía tranquilizarme.
Con cada movimiento y corcoveo
disminuía Madona
hasta que aquel extraño trabajo de parto tomó posesión de ella.
Entonces el cuarto fue a la quiebra.
Ese fue el fin de su deuda.

* Madonna se refiere aquí tanto a María, la madre de Jesucristo, como a la madre de Anne
Sexton- María Gray.
5. MAX*

Max y yo
dos hermanas impúdicas,
dos escritoras impúdicas,
dos cargas agobiantes,
hicimos un pacto.
Acabar con la muerte a palos.
Hacernos cargo.
Construir nuestra muerte cual carpinteros.
Cuando ella estaba agobiada
construíamos su sueño cada noche.
Hablábamos pegadas al teléfono
hasta que sus párpados bajaban como persianas.
Y acordamos en esos largos y musitados llamados
que cuando llegue el momento
hablaremos tonterías,
no nos importará lo que digamos,
tomaremos las cosas como vengan.
Sí,
Cuando la muerte llegue con su capucha
no seremos respetuosas.

* Max es Maxine Kumin, Premio Pullitzer en poesía y la amiga más cercana de Anne Sexton a lo largo de
diecisiete años.

6. BEBÉ

Muerte
yaces en mis brazos cual querubín,
tan pesada como la masa del pan.
Tus alas lechosas están inertes como el plástico.
El pelo suave como la música.
El pelo del color de un arpa.
Y los ojos hechos de vidrio
tan frágiles como el cristal.
Cada vez que te mezco
pienso que te vas a quebrar.
Meciéndome.
Ojo de vidrio, ojo de hielo,
ojo primordial
ojo de lava
ojo de alfiler
ojo de quiebre
¡cómo me devuelves la mirada!
Cual mirada fija de niño pequeño
sabes todo acerca de mí.
Has usado mi ropa interior.
Has leído mi periódico.
Has visto a mi padre darme de latigazos.
Has visto como acaricio el látigo de mi padre.
Meciéndome.
Nos movemos hacia atrás y hacia adelante
reconfortándonos mutuamente.
Somos piedra.
Estamos talladas, una pietá
que se balancea y se balancea.
Afuera, el mundo es un ejército gélido.
Afuera el mar es obligado a ponerse de rodillas. Afuera,
Pakistán es devorado de un mordisco.
Meciéndome.
Tu eres mi niño de piedra
con ojos fijos como canicas.
Hay un bebé de la muerte
para cada uno de nosotros.
Somos su dueño.
Su aroma es nuestro aroma...
Cuidado. Cuidado.
Existe una ternura.
Existe un amor
para este necio viajero
que espera en su cobertor rosado.
Algún día,
cargada de cáncer o desastre
voy a mirar a Max
y le diré: Ha llegado la hora.
Entréguenme al bebé de la muerte
y entonces será
ese último mecer.

Anne Sexton (Newton, 1928-Boston, 1974)


Versión de Verónica Zondek

Todos ustedes conocen la historia de la otra mujer

Es un pequeño Walden.
Ella está sola en su jadeo
mientras el cuerpo de él despega y vuela,
vuela tan derecho como una flecha.
Pero es una mala interpretación.
La luz del día no es amiga de nadie.
Dios llega como un amo
y enciende su lámpara de bronce.
Ahora ella se siente más o menos.
El coloca sus huesos de vuelta
retrasando una hora el reloj.
Ella conoce la carne, ese globo de piel,
los miembros sin dirección, las tablas,
el tejado, el cambiante tejado.
Ella es su selección, horario partido.
¡Ustedes también conocen la historia! Miren,
cuando esto termina él la cuelga
como un teléfono de vuelta en su lugar.

Anne Sexton (Newton, 1928-Boston, 1974), La Danza del Ratón N° 8, agosto de 1987
Versión de Jonio González

4. SANTA

Padre
el traje de Santa Claus
que compraste en Wolff Fonding Theatrical Supplies
mucho antes de que yo naciera,
está muerto.
La barba blanca con la que me engañabas
y el pelo como el de Moisés,
la lana gruesa y crespa
que solía susurrarme en el cuello,
está muerta.
Sí, mi rozagante Santa
haciendo sonar tu cencerro de bronce.
Con hollín de verdad sobre tu nariz
y nieve (a veces sacada del refrigerador)
sobre tus grandes hombros.
La habitación era como Florida.
Sacaste tantas naranjas de tu saco
y las esparciste en el salón,
riendo todo el tiempo con esa risa de Polo Norte.
Mamá te besaba
para ella esa era la altura.
Mamá podía abrazarte
porque no tenía miedo.
Los renos golpeaban sobre el techo
(Era mi Nana con un mazo en el altillo.
Para mis hijos era mi esposo
rompiendo cosas con una palanca).
El año que dejé de creer en ti
es el año en que estabas ebrio.
Mi hombre rojo y borrachín,
tu voz pastosa como el jabón,
estabas muy lejos de ser San Nico
con ese olor a coctel de papá.
Lloré y salí corriendo del cuarto
y tú dijiste, "¡Bien, gracias a Dios ésto terminó!"
Y así fue, hasta que llegaron los nietos.
Entonces te amarré las almohadas
a las 5:00 A.M. de la mañana de Cristo
y te ajusté la barba,
toda amarillenta con el tiempo,
y puse rouge sobre tus mejillas
y Blanco Tiza en tus cejas.
Eramos conspiradores,
actores secretos,
y te besé
porque era lo suficientemente alta.
Pero eso ya pasó.
La era se acaba
y hay niños grandes que cuelgan sus calcetas
y construyen un negro monumento a tu memoria.
Y tú, tú te esfumas
como un guardavías perdido
moviendo su linterna
ante el tren que ya no llega.

Anne Sexton (Newton, 1928-Boston, 1974)Versión de Verónica Zondek

ELIZABETH BISHOP
1911-1979Causa de muerte Aneurisma
Movimientos Modernismo
Miembro deAcademia Estadounidense de las Artes y las Ciencias
Distinciones Premio Internacional Neustadt de LiteraturaPremio Nacional del Libro
Premio Pulitzer de Poesía (1956)Beca Guggenheim (1947)
una poetisa estadounidense, distinguida como poetisa laureada de los Estados Unidos (1949-1950) y
Premio Pulitzer de poesía en 1956.
JUVENTUD Después de que su padre muriera cuando ella tenía sólo ocho meses de edad, la madre
de la poetisa sufrió una enfermedad mental y fue enviada a una residencia psiquiátrica en 1916.
Aunque la madre de Bishop vivió hasta 1934 en un asilo, nunca más se encontraron. Huérfana
desde un punto de vista práctico, Bishop vivió con sus abuelos en Nueva Escocia, un período que
posteriormente idealizaría en sus poemarios.Años más tarde Bishop fue internada en Walnut Hill
School en Natick, Massachusetts, en donde publicó sus primeros poemas en una revista de
estudiantes gracias a su amigo Frani Blough.2 Se matriculó en Vassar College en el otoño de 1929,
justo antes del colapso bursátil. En 1933 fundó Con Spirito, una revista literaria independiente junto
con la escritora Mary McCarthy, Margaret Miller, y sus hermanas Eunice y Eleanor Clark.
ESCRITORA La escritura de Bishop estuvo fuertemente influída por la poetisa Marianne Moore.4
Fue presentada a Marianne por un bibliotecario de Vassar en 1934. Moore se interesó mucho por el
trabajo de Bishop y la llegó a disuadir de estudiar medicina en la Cornell Medical School, donde la
poetisa se había matriculado tras mudarse a Nueva York después de su graduación. Fue cuatro años
antes de que Bishop se dirigiera a la ‘Querida señora Moore’ como ‘Querida Marianne,’ y sólo
porque así se lo dijo Moore. La amistad entre las dos mujeres duró hasta la muerte de Moore en
1972. El libro de Bishop At the Fishhouses (1955) contiene varias alusiones al poema de Moore "A
Grave."Bishop viajó ampliamente y vivió en muchas ciudades y países, muchos de los cuales están
descritos en sus poemas. Vivió en Francia durante varios años a mitad de la década de los 30,
gracias en parte al patronazgo de una amiga de la universidad, Louise Crane. En 1938 Bishop
compró una casa con Crane en el 624 de White Street, en Key West, Florida. Mientras vivía allí,
Bishop se hizo amiga de Pauline Pfeiffer Hemingway, quien se había divorciado de Ernest
Hemingway en 1940.Fue presentada a Robert Lowell por Randall Jarrell en 1947. Escribió el
poema "Visits to St. Elizabeth's" en 1950 como recuerdo de sus visitas a Ezra Pound. También
conoció a James Merrill en 1947, y se hizo amiga de él en sus últimos años.En 1946, Marianne
Moore presentó personalmente a Bishop para el premio Houghton Mifflin de poesía, que Bishop
ganó. Su primer libro, North & South, fue publicado con mil ejemplares; Randall Jarrell escribió
sobre él que "todos sus poemas han sido escritos desde lo más profundo, lo he visto".Bishop, quien
tuvo problemas financieros a lo largo de casi toda su carrera, cada vez se mantenía más gracias a la
concesión de becas y premios. Tras recibir la importante cantidad de 2,500 dólares como beca para
viajes del Bryn Mawr College en 1951, Bishop partió a circunnavegar Sudamérica en barco. Llegó
a Santos, Brasil en Noviembre ese año. Bishop pensaba estar dos semanas pero permaneció durante
quince años.Mientras vivía en Brasil, recibió el premio Pulitzer en 1956 por su libro North & South
— A Cold Spring, que agrupaba varios poemarios. Posteriormente recibiría el National Book
Award y el National Book Critics Circle Award, así como dos becas de la Fundación Solomon R.
Guggenheim y otra de la Ingram Merrill Foundation. En 1976, se convirtió en la primera mujer en
recibir el premio internacional de literatura de Neustadt.Con frecuencia Bishop escribía artículos
para The New Yorker, y en 1964 escribió el obituario de Flannery O'Connor en The New York
Review of Books.Bishop fue conferenciante de universidades durante muchos años. Durante un
corto período de tiempo fue profesora de la University of Washington, antes de serlo en la
Universidad de Harvard durante siete años. También enseñó en la Universidad de nueva York, antes
de acabar en el Intituto Tecnológico de Massachusetts. Normalmente solía pasar los veranos en su
casa de Maine, en una isla llamada North Haven.
TRADUCTORA Durante su estancia en Brasil, Bishop comenzó a interesarse por las lenguas y
literaturas de Latinoamérica. Con el tiempo traduciría a muchos poetas al inglés, entre los que
destacan Octavio Paz, João Cabral de Melo Neto y Carlos Drummond de Andrade, de quien dijo:
No lo conocía de nada. Se suponía que él era muy tímido. Yo también soy muy tímida. Nos
encontramos una vez - una noche en una acera- Habíamos salido del mismo restaurante, y besó mi
mano educadamente cuando nos presentaron.
VIDA PERSONAL Elizabeth Bishop se ha convertido en un icono como poetisa lesbiana. Tuvo varias
relaciones con distintas mujeres y dos relaciones estables. La primera fue con la arquitecta socialista
brasileña Lota De Macedo Soares.7 8 9 Soares pertenecía a una familia importante desde el punto
de vista económico y político; las dos vivieron juntas durante un periodo de quince años. Sin
embargo, en los últimos años de su relación ésta se deterioró marcada por la depresión y el
alcoholismo. Bishop tuvo una relación con otra mujer y finalmente dejó a Lota y volvió a los
Estados Unidos. Soares, afectada por una profunda depresión, siguió a Bishop hasta los Estados
Unidos y se suicidó en 1967.La otra gran relación de Elizabeth fue con Alice Methfessel, a quien
Bishop conoció en 1971. Methfessel se convirtió en la pareja de Bishop y, tras su muerte, heredó los
derechos literarios de la obra de su pareja.
Muerte Bishop murió de una hemorragia cerebral en su casa de Lewis Wharf, Boston. Fue
enterrada en su ciudad natal, Worcester, Massachusetts.

CUATRO POEMAS - Elizabeth Bishop

I / CONVERSACIÓN

El tumulto en el corazón
sigue haciendo preguntas.
Y luego se detiene y se compromete a responder
en el mismo tono de voz.
Nadie puede notar la diferencia.

Sin inocencia, estas conversaciones empiezan,


y luego cautivan los sentidos,
como sin quererlo.
Y luego no hay opción,
y luego no hay sentido;

hasta que un nombre


y toda su connotación son lo mismo.
II / LLUVIA HACIA LA MAÑANA

La gran jaula de luz se ha roto en el aire,


liberando, creo, cerca de un millón de pájaros
cuyas salvajes sombras en ascenso no regresarán,
y todos los cables vienen cayendo.
Sin jaula, sin pájaros que espanten; la lluvia
se abrillanta ahora. Es pálida la cara
que probó el rompecabezas de su prisión
y lo resolvió con un beso inesperado,
cuyas pecosas manos, sin sospechar, plantaron.

III/ MIENTRAS ALGUIEN TELEFONEA

Desperdiciados, desperdiciados minutos que no pueden ser peores,


minutos de una bárbara condescendencia.
-Mira los abetos desde la ventana del baño,
sus oscuras agujas, adiciones sin propósito
maderadamente cristalizadas, y en donde dos luciérnagas
no hacen más que perderse.
Oir nada que no sea el tren que pasa, que debe pasar, como la tensión;
nada. Y esperar:
quizá incluso ahora el anfitrión de estos minutos
emerge, algún relajado extraño que no condesciende,
la liberación del corazón.
Y mientras las luciérnagas
no logran aún iluminar este árbol de pesadillas
no podrían bien ser ellas sus alegres ojos verdes.

IV / OH, ALIENTO

Bajo este amado y celebrado pecho,


callado, en realidad aburrido ciegamente venoso,
llora, quizá vive y deja
vivir, pasa apuesta,
algo que se mueve pero invisiblemente,
y con qué clamor por qué moderado
no entiendo ni siquiera un murmullo.
(Mira el delgado volar de nueve pelos negros
cuatro alrededor de uno cinco el otro pezón,
volando casi intolerablemente en tu propio aliento.)
Equívoco, pero lo que tenemos en común está ahí para quedarse,
equivale a lo que sea que debemos poseer,
algo con lo que quizá yo pueda regatear
y lograr una paz separada bajo
dentro si nunca con.

CIUDAD NOCTURNA
No hay pie que lo pudiera resistir,
los zapatos son demasiado frágiles.
Cristal roto, botellas rotas,
que se queman a montones.
Sobre aquellos neumáticos
nadie podría caminar:
aquellos ácidos llameantes
y sangres jaspeadas.
La ciudad hace arder lágrimas.
Un lago acumulado
de aguamarina
comienza a humear.
La ciudad hace arder culpas.
—Para la eliminación de culpas
el calor central
debe ser de esa intensidad.
Diáfana linfa,
sangre turgente y brillante,
salpica
en coágulos dorados
adonde, fundidos, fluyen,
por los oscuros alrededores,
verdes y luminosos
ríos de silicio.
Un charco de asfalto
un magnate
lloró por sí mismo,
una luna ennegrecida.
Otro levantó
un rascacielos con su llanto.
¡Mira! Sus cables
chorrean, incandescentes.
La conflagración
lucha por aire
en medio de un vacío espantoso.
El cielo está muerto.
(Sin embargo, hay criaturas,
cuidadosas, más adelante.
Ponen sus pies en el suelo, caminan:
verde, roja; verde, roja.).
Canción para la estación de lluvias
Escondida, oh escondida
entre la alta niebla,
la casa donde vivimos,
bajo la roca magnética,
con lluvia, montada de arcoíris,
de donde las bromelias negro
sangre, líquenes,
búhos y las hilos de agua
de las cascadas se adhieren, familiares,
espontáneamente.
En una edad oscura
de agua
el arroyo canta estridente,
desde la caja torácica
de un helecho gigante; el vapor
trepa sin esfuerzo
por la tupida
maleza, se retuerce,
envolviendo a ambas,
roca y casa,
en una nube privada.
Por la noche, gotas ciegas
se arrastran sobre el tejado
y el búho comúnmente marrón
nos da pruebas de
que sabe contar:
cinco veces —siempre cinco—
patea y se va
después que las gordas ranas que,
croando de amor,
se encaraman y suben.
Casa, casa abierta
al blanco rocío
y el amanecer blanco como la leche
agradable a los ojos,
que pertenece a los pececillos de plata,
ratón, gusanos de libros,
grandes polillas; con un muro
para el ignorante
mapa del moho;
oscurecida y empañada
por el cálido toque
de la cálida aliento,
maculada, adorada,
regocíjate! Pues una época
futura será diferente.
( diferencia que mata,
o intimida, mucha
de toda nuestra pequeña vida
sombría!)
Sin agua
la gran roca quedará
desimantada, pelada,
no más tiempo llevando
ni arcoíris, ni lluvia,
ni el indulgente aire
ni la alta niebla disipada;
los búhos se marcharán
y las diversas cascadas
se secarán
bajo el continuo sol.
POR LA MAÑANA, LLUVIA

La grandiosa e ingrávida jaula se ha despedazado en el aire,


liberando lo que parece un millón de pájaros
cuyas alborotadas sombras ascendentes no regresarán,
y todos los alambres se vienen abajo.
Nada de jaulas, ni de espantar pájaros; la lluvia ahora
se ilumina. Pálida cara
la que intentó resolver el rompecabezas de su prisión
y lo logró con un beso inesperado,
cuyas insospechadas y pecosas manos se encendieron.

Un arte ( 4 VERSIONES )

El arte de perder se domina fácilmente;


tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.
Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.
Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.
Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

Un arte
El arte de la pérdida no es difícil de aprender;
hay tantas cosas que parecen querer extraviarse
que perderlas no supone ninguna catástrofe.
Pierde algo cada día. Acepta el desconcierto
de las llaves perdidas, de las horas malgastadas.
El arte de la pérdida no es difícil de aprender.
A continuación, trata de perder hasta el extremo, perder más deprisa:
lugares, nombres y adondequiera que tuvieras planeado
viajar. Nada de ello provocará una catástrofe.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! la última,
o penúltima, de mis tres queridas casas pasó.
El arte de la pérdida no es difícil de aprender.
Perdí dos ciudades adorables. Y, aún más inmensos,
algunos reinos que tuve, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue ninguna catástrofe.
-Ni siquiera al perderte a ti (la voz burlona,
ese gesto que adoro) debiera haber mentido. Es evidente
que el arte de la pérdida no es demasiado difícil de aprender
aunque pueda llegar a parecerse (¡escríbelo!) a una catástrofe.

EL ARTE DE PERDER.
.
El arte de perder no es difícil de aprender.
Tantas cosas buscan perderse que,
cuando al fin se pierden, nada pasa.

Perdé algo cada día. Aceptá


que se te pierdan las llaves, las horas.
El arte de perder no es difícil de aprender.

Practicá, después, perder más, y más rápido:


lugares, nombres, el destino al que ibas.
Nada grave pasará, no pasa nada.

Perdí el reloj de mamá. Y la última


o anteúltima casa de las tres que quise tanto.
El arte de perder no es difícil de aprender.

Perdí dos dulces ciudades, algunos


de mis reinos. Perdí dos ríos, un continente.
Los extraño, sí, pero no pasó nada.

Te perdí a vos (tus bromas, el gesto que amaba)


y aquí me ven. Es que el arte de perder
no es difícil de aprender, aunque parezca
(escribilo) que algo pasó, que algo pasa.

UN ARTE

El arte de perder no es difícil de dominar;


hay tantas cosas que parecen llenas de la intención
de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo todo los días. Acepta la molestia


de llaves perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil de dominar.

Después practica perder más y más rápido:


cosas y nombres y el lugar adónde pensabas
viajar. Ninguna de estas cosas traerá un desastre.

Perdí el reloj de mi madre. ¡Y miren!: mi última,


o penúltima, de tres casas amadas se fueron.
El arte de perder no es difícil de dominar.
Perdí dos ciudades, hermosas ambas. Y, más vastos,
algunos dominios que me pertenecían, dos ríos, un continente.
Los extraño. Pero no fue un desastre.

--Hasta perderte a ti (la voz jocosa, un gesto


que amo) no hubiera mentido. Es evidente
que el arte de perder no es difícil dominar,
aunque se vea (¡escríbanlo!) como un desastre.

Elizabeth Bishop (Worcester, 1911—Boston, 1979).Versión de Andrew Hax

CINCO PLANTAS MÁS ARRIBA

Todavía está oscuro.


El pájaro anónimo se apoya en su rama de costumbre.
El perrito ladra en sueños junto a la puerta,
inquisitivo, sólo una vez.
Quizá en su sueño, también el pájaro pregunte
una o dos veces, estremeciéndose.
Preguntas -si acaso así deben llamarse-
que son contestadas de forma inmediata, sencilla,
por el propio día.
Una mañana enorme, pesada, meticulosa;
una sombra que define cada rama desnuda,
cada ramilla aislada, hacia un lado,
para hacer otro árbol, de vetas cristalinas…
El pájaro aún está ahí quieto. Ahora parece bostezar.
El perrito negro corre por su patio.
Le interrumpe la voz de su propietario, severa,
“¡Debería darte vergüenza!”
¿Qué ha hecho?
Salta de un lado a otro henchido de alegría:
se arrastra ovillándose sobre las hojas secas.
Es evidente, no tiene noción de vergüenza.
Tanto él como el pájaro saben que todo es contestado,
sin necesidad de preocuparse,
sin necesidad de preguntar de nuevo.
-¡El ayer se hace hoy con tanta facilidad!
(ese ayer que yo considero tan imposible de abandonar.)
EL CHAMPÚ

Silenciosas explosiones sobre las rocas,


los líquenes crecen
propagándose en grises, concéntricas descargas.
Han acordado reunirse con los anillos en torno a la luna, aunque
en nuestros recuerdos no han cambiado.

Y ya que los cielos nos servirán


durante tanto tiempo,
has sido, querida amiga,
precipitada y pragmática,
y mira lo que pasa. Pues el tiempo,
si algo es, es dócil.

Las estrellas fugaces en tu cabello negro


en brillante formación
¿adónde acuden,
tan resueltas, tan pronto?
--Ven, déjame que lo lave en esta gran palangana de hojalata,
golpeada y lustrosa como la luna.

Elizabeth Bishop (Worcester, Estados Unidos, 1911 - Boston, Estados Unidos, 1979), Poems:
North & South. A Cold Spring, Houghton Mifflin, Nueva York, 1955Versión de Jonio González

EN LA SALA DE ESPERA

En Worcester, Massachusetts
acompañé a la tía Consuelo
a su cita con el dentista
y me senté para esperarla
en la sala de espera.
Era invierno. Oscureció
temprano. La sala de espera
estaba llena de gente grande,
botas impermeables y sobretodos,
lámparas y revistas.
Mi tía estuvo adentro,
me pareció, mucho tiempo,
y mientras esperaba leía
una Nacional Geographic
(sabía leer) y cuidadosamente
estudiaba las fotos:
el interior de un volcán,
negro, lleno de cenizas;
que luego se desbordaba
en arroyos de fuego.
Osa y Martin Johnson
vestidos con pantalones de montar,
botas con cordones y cascos.
Un hombre muerto colgando de un poste
–“Cerdo largo”, decía el epígrafe.
Bebés con cabezas puntiagudas
envueltas con cuerdas;
mujeres negras y desnudas de cuellos
enroscados con alambre
como los cuellos de las bombitas de luz.
Sus tetas eran horribles.
La leí entera. Era muy tímida
como para detenerme.
Y después miré la tapa:
los márgenes amarillos, la fecha.
De repente, desde adentro,
escuché un ay! de dolor
–la voz de tía Consuelo–
no muy fuerte ni muy largo.
No me sorprendió para nada;
ya sabía que era una mujer
tímida y tonta.
Podría haberme sentido avergonzada,
pero no fue así. Lo que sí me sorprendió
fue que en realidad era yo:
mi voz, mi boca.
Casi sin pensarlo
yo era mi tía boba,
yo –las dos– estábamos cayendo, cayendo,
nuestros ojos pegados a la tapa
de la National Geographic,
Febrero, 1918.
Me dije a mí misma: en tres días
vas a tener siete años.
Lo decía para detener
la sensación de estar cayendo
del mundo redondo y girando
en un espacio frío y negro azulado.
Pero sentí: vos sos un yo,
sos una Elizabeth,
sos una de ellos.
¿Por qué tendrías que ser una también?
Apenas me atreví a mirar
para ver qué era lo que yo era.
Eché una ojeada
–no podía mirar más arriba–
a las rodillas grises,
pantalones, camisas y botas
y diferentes pares de manos
que estaban bajo las lámparas.
Sabía que nada más extraño
me había pasado nunca, que nada
más raro iba a sucederme jamás.
¿Por qué yo sería mi tía
o yo, o cualquier otro?
¿Qué similitudes
botas, manos, la voz familiar
que sentí en la garganta, o incluso
la Nacional Geographic
y esas horribles tetas colgantes,
nos sostenían unidos
o hacían de nosotros sólo uno?
Qué –no sabía ninguna palabra
para expresarlo– qué “absurdo”…
¿Cómo es que yo estaba acá,
como ellos, y escuché
ese grito de dolor que podría haber sido
más fuerte y peor pero no lo fue?
La sala de espera estaba muy iluminada
y hacía mucho calor. Se deslizaba
bajo una ola enorme y negra,
otra y otra más.
Después volví al mismo lugar.
Estábamos en guerra. Afuera,
en Worcester, Massachusetts,
era de noche, había nieve derretida y hacía frío
y todavía era el cinco
de febrero de 1918.

UN MILAGRO EN EL DESAYUNO

A las seis de la mañana esperábamos el café,


esperábamos el café y la benévola migaja
que iban a servirnos desde cierto balcón
—como los reyes de antaño, o como un milagro—.
Todavía estaba oscuro. Un pie del sol
se asentaba sobre una larga onda del río.

El primer ferry del día acababa de cruzar el río.


Hacía tanto frío que esperábamos que el café
estuviera muy caliente, viendo que el sol
no iba a calentarnos; y que la migaja
fuera una hogaza para cada uno, enmantecada, por milagro.
A las siete un hombre salió al balcón.

Permaneció por un minuto solo en el balcón


mirando por sobre nuestras cabezas el río.
Un criado le entregó los ingredientes de un milagro,
consistentes en una solitaria taza de café
y un panecillo, que él convirtió en migajas,
con su cabeza, por así decirlo, en las nubes… junto con el sol.
¿El hombre estaba loco? ¡Qué pretendía hacer bajo el sol,
allá arriba, en ese balcón!
Cada hombre recibió una dura migaja,
que algunos arrojaron despectivamente al río,
y, en una taza, una gota de café.
Algunos nos quedamos allí, esperando el milagro.

Diré lo que vi a continuación; no era un milagro.


Una bella villa se erguía al sol
y de sus puertas salía aroma a humeante café
En la fachada, barroco, de yeso blanco, un balcón
añadido por los pájaros que anidan junto al río
—vi eso sin despegar los ojos de mi migaja—,

y galerías y recámaras de mármol. Mi migaja


era mi mansión, hecha para mí por milagro,
a lo largo de los siglos, por insectos, pájaros y el río
que talla la piedra. Cada día, al sol,
a la hora del desayuno me siento en mi balcón
con los pies en alto, y tomo litros de café.

Lamimos la migaja y tragamos el café.


Del otro lado del río, una ventana se encendió con el sol
como si el milagro se hubiera equivocado de balcón.

Elizabeth Bishop (Worcester, 1911—Boston, 1979), traducción de Mirta Rosenberg, "Conversos",


Un poema de Elizabeth Bishop para un día como hoy (¿vieron que siempre existe un poema para un
día como hoy?)

CANCIÓN PARA LA ESTACIÓN DE LLUVIAS


Escondida, oh escondida
entre la alta niebla,
la casa donde vivimos,
bajo la roca magnética,
con lluvia, montada de arcoíris,
de donde las bromelias negro
sangre, líquenes,
búhos y las hilos de agua
de las cascadas se adhieren, familiares,
espontáneamente.
En una edad oscura
de agua
el arroyo canta estridente,
desde la caja torácica
de un helecho gigante; el vapor
trepa sin esfuerzo
por la tupida
maleza, se retuerce,
envolviendo a ambas,
roca y casa,
en una nube privada.
Por la noche, gotas ciegas
se arrastran sobre el tejado
y el búho comúnmente marrón
nos da pruebas de
que sabe contar:
cinco veces —siempre cinco—
patea y se va
después que las gordas ranas que,
croando de amor,
se encaraman y suben.
Casa, casa abierta
al blanco rocío
y el amanecer blanco como la leche
agradable a los ojos,
que pertenece a los pececillos de plata,
ratón, gusanos de libros,
grandes polillas; con un muro
para el ignorante
mapa del moho;
oscurecida y empañada
por el cálido toque
de la cálida aliento,
maculada, adorada,
regocíjate! Pues una época
futura será diferente.
( diferencia que mata,
o intimida, mucha
de toda nuestra pequeña vida
sombría!)
Sin agua
la gran roca quedará
desimantada, pelada,
no más tiempo llevando
ni arcoíris, ni lluvia,
ni el indulgente aire
ni la alta niebla disipada;
los búhos se marcharán
y las diversas cascadas
se secarán
bajo el continuo sol.

EL PEZ

Cacé un tremendo pez.


y lo sostuve mitad fuera del agua
al costado del bote,
con mi anzuelo clavado
en una esquina de su boca.
No peleó
No tenía que hacerlo después de todo.
Colgado, gruñía pesadamente.
Espasmódico, venerable
y sin atractivo. Aquí y allá
su piel marrón colgaba en tiras,
al igual que empapelado antiguo.
Y su figura marrón oscura
era como empapelado
con aspecto semejante al de rosas todas rendidas
y descoloridas por el transcurso de las edades.
Era un percebe salpicado;
fina roseta de lima
e infestada
con un pequeño y blanco piojo de mar.
Y debajo dos o tres
retazos de yuyo verde colgando
mientras sus branquias –las aterrorizadas branquias-
respiraba el terrible oxígeno,
con sangre fresca y crujiente
que podía cortarlo tan mal.
Pensé en la blanca y áspera carne
comprimida como plumas.
Los grandes huesos y los pequeños huesos;
los dramáticos rojos y negros
de sus brillantes vísceras
y el rosado saco membranoso
como una gran peonía.
Lo miré a los ojos
que estaban tan grandes como los míos,
pero debilitados y amarillentos...
Los iris apoyados y empaquetados
con descolorida aleación,
buscaban a través de las lentes
de viejas micas raspadas.
--Esto se pareció más al titilar
de un objeto cuando refleja la luz.
Admiré su cara malhumorada;
el mecanismo de su mandíbula.
Y entonces vi
su pequeño labio.
Podrías llamarlo un labio
rígido, húmedo y parecido a un arma.
Cuatro o cinco piezas viejas
colgando de la línea de pesca
y un cable guía con el pivote adjunto
a sus cinco grandes ganchos que
crecían firmemente en su boca.
Una línea verde peleando hasta que al final
donde él se quebró en dos líneas pesadas
y un delgado hilo negro
permaneció enredado por el esfuerzo y el chasquido
cuando se quebró para dejarlo escapar.
Como medallas con sus cintas
luchando y moviéndose,
una barba con cinco pelos de sabiduría
que se arrastraba desde su dolorida mandíbula.
Lo observé y observé.
Y la victoria llenó
el pequeño bote alquilado,
desde la pileta de la sentina
donde el arco iris del aceite estaba derramado
alrededor del motor oxidado,
hasta la oxidante carga de naranjas.
El sol atravesaba y partía con sus cuerdas
las horquillas de la borda –Antes que todo
fue el arco iris arcos iris arco iris
Y dejé a los peces ir.

ELIZABETH BISHOP (De “Norte y sur”, 1946)

UNA FRÍA PRIMAVERA

Para Jane Dewey, Maryland


Nada es tan bello como la primavera.-Hopkins

Una fría primavera:


la violeta era una imperfección en el césped.
A lo largo de dos o más semanas vacilaron los árboles:
las pequeñas hojas esperaban,
apuntando con cuidado sus características.
Finalmente, un grave polvo verde
se posó en tus grandes colinas anodinas.
Un día, en una fría, blanca explosión de sol,
en la ladera de una de ellas nació un ternero.
La madre se detuvo entre mugidos
y paso, tras el parto, largo tiempo comiendo la placenta,
un miserable forraje, pero el ternero, rápido, se alzó
y parecía inclinado a sentirse contento.

El día siguiente
fue más cálido.
Por todas partes en el bosque surgieron arbustos de un blanco verdoso,
cada pétalo quemado, en apariencia, por la punta de un cigarrillo,
y el borroso y rojo capullo estaba tieso,
sin moverse a su lado, pero más como un movimiento
que como algún color reconocible.
Cuatro ciervos practicaban el salto sobre tus vallas.
Las infantiles hojas se mecían en el enjuto roble.
Los cantos de los gorriones tenían cuerda hasta el verano,
y en el arce se incorporaba el cardenal,
chasqueaba un látigo, y aquello que dormía despertaba
extendiendo miles de verdes ramas desde el sur.
Blanqueaban en su cápsula las lilas,
y caía un día como nieve.
Ahora, al atardecer,
viene una luna nueva.
Las colinas se vuelven más suaves.
Manojos de hierbas muestran
donde hubo una bosta de vaca.
Se oye la rana gigante,
fuertes pulgares rascando flojas cuerdas.
Bajo la luz, contra tu blanca puerta frontal,
las más pequeñas mariposas nocturnas, como abanicos chinos,
se agarran entre ellas, plata y plata dorada
sobre el pálido amarillo, naranja o gris.
Ahora, desde la espesa hierba, las luciérnagas comienzas a elevarse:
hacia arriba, hacia abajo después, después de nuevo arriba:
iluminando el ascendente vuelo,
amontonándose a la vez a la misma altura,
igual que las burbujas del champagne.
Más tarde llegarán a su punto más alto.
Y tu sombrío pasto ofrecerá
estos particulares, brillantes tributos
cada anochecer a lo largo del verano.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

UN SUEÑO DE VERANO

Al hundido embarcadero
pocos barcos podían llegar.
La población se componía
de dos gigantes, un idiota, una enana,

un amable tendero
soñoliento detrás de su mostrador,
y nuestra amable patronazgo-la enana era su modista.

Al idiota podía seducírsele


cogiendo unas moras,
pero después las tiraba.
La encogida costurera sonreía.

Junto al mar,
azul igual que una caballa,
nuestra casa de huéspedes estaba manchada
como si hubiese estado llorando.

Extraordinarios geranios
tapaban las ventanas,
los suelos brillaban
con variados linóleums.
Cada noche esperábamos oír
la lechuza cornuda.
Iluminado por la llama en forma de cuerno de lámpara,
el papel que cubría las paredes brillaba.

El gigante tartamudo
que era el hijo de la patrona
refunfuñaba en los peldaños
sobre una vieja gramática.

Estaba malhumorado,
pero ella era alegre.
El dormitorio estaba frío,
la cama de plumas cerca.

Nos despertó en la oscuridad


el sonámbulo arroyo
junto al mar,
y el sueño era audible todavía.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

EN LOS ALMACENES DE PESCADO

Aun siendo un frío ocaso,


allá abajo, en una de las piscifactorías,
un viejo estaba sentado, cosiendo su red
con su usada y pulida lanzadora
en la luz crepuscular, casi invisible,
de un oscuro castaño violáceo.
Hay en el aire un olor tan fuerte a bacalao
que hace moquear y lagrimear.
Los cinco almacenes de pescado tienen tejados puntiagudos y pendientes
y estrechas y rugosas pasarelas para que no resbalen,
al subir y bajar, las carretillas de los desvanes bajo la cubierta.
Todo es de plata: la pesada superficie del mar,
hinchándose con lentitud como si pensara desbordarse,
es opaca, pero la plata de los bancos,
de las nansas para las langostas y de los mástiles, todo ello extendido
entre las salvajes y afiladas rocas,
tiene un aspecto aparentemente traslúcido,
como las bajas, viejas construcciones con un musgo esmeralda
que ha crecido en los muros del lado de la orilla.
Los grandes cubos de pescado están completamente recubiertos
de capas de hermosas escamas de arenques,
y las carretillas tienen un enlucido semejante
hecho con esta cremosa, iridiscente cota de malla
con pequeñas, iridiscentes moscas arrastrándose por encima.
Sobre la leve cuesta detrás de las casas,
puesto en una escasa y luminosa extensión de hierba
hay un antiguo cabrestante de madera agrietada,
con las dos manivelas despintadas
y manchas melancólicas, como de sangre seca,
allí donde el hierro se ha oxidado.
El viejo acepta un Lucky Strike.
Fue amigo de mi abuelo.
Hablamos del declinar de la población,
del bacalao y del arenque,
mientras espera la llegada del bote del arenque.
Hay lentejuelas en su pulgar y en su chaleco.
Ha raspado la principal belleza, las escamas
de innumerables peces con este viejo y negro cuchillo
cuyo filo está gastado casi por completo.

Abajo, junto al agua, en el lugar


donde se hallan las barcas, sobre la larga rampa
que desciende hasta el agua, los delgados y plateados
troncos están puestos horizontales
al través de la piedra gris,
pendiente abajo, a intervalos de cuatro o cinco pies.

Fría y profunda oscuridad, absolutamente clara,


un elemento no soportable por mortal alguno,
ni siquiera por los peces o las focas... Una foca, una en particular,
la he visto aquí tarde tras tarde.
Sentía curiosidad por mí. Estaba interesada en la música:
como yo, creía en la inmersión total,
tanto que yo solía cantarle himnos baptistas.
También le cantaba
“Mi Dios es una poderosa fortaleza”.
Estaba sobre el agua y no dejaba de mirarme
moviendo un poco su cabeza.
Más tarde desaparecía, y de pronto emergía,
casi en el mismo sitio, con una especie de alzamiento de hombros,
como si lo que ocurría fuese en contra de su mayor sensatez.
Fría, profunda, oscura y absolutamente clara,
el agua clara, helada y gris... Detrás, a nuestra espalda,
comienzan los solemnes abetos.
Azulados, unidos a sus sombras,
un millón de árboles de Navidad están esperando
a que llegue la Navidad. El agua parece suspendida
sobre las redondeadas piedras grises, de un gris azulado.
Yo había visto, una y otra vez, el mismo mar, el mismo,
balanceándose ligeramente con indiferencia sobre las piedras,
gélidamente libre sobre las piedras,
sobre las piedras y también sobre el mundo.
Si sumergieras dentro de él tu mano,
inmediatamente te dolería la muñeca,
empezarían a dolerte los huesos, y la mano te quemaría
como si el agua se transmutase en fuego
que se alimentara de piedras consumiéndose con una llama gris oscuro.
Si lo probaras, primero t6e sabría amargo,
después como salmuera, y al final quemaría tu lengua.
Es como imaginamos que es el conocimiento:
oscuro, salado, claro, móvil, completamente libre,
sorbido de la fría, dura boca
del mundo, derivado para siempre de su pecho rocoso
entrando y retirándose, y, puesto que
nuestro conocimiento es histórico, entrando y fluyendo.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

VISTA DEL CAPITOLIO


DESDE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO

Moviéndose desde la izquierda hacia la izquierda,


la luz en la Cúpula es pesada y vulgar.
Una pequeña luneta la vuelve hacia un lado
y mira en blanco con fijeza hacia ese lado,
como un gran caballo viejo y tuerto.

En las escaleras del este la Banda de la Fuerza Aérea,


en azules uniformes de la Fuerza Aérea,
está tocando fuerte y ruidoso, pero -es extraño-
no alcanza a llegar toda la música.

Viene a golpes, débil primero, entusiasta después,


y después muda, y no hay brisa todavía.
Los gigantes árboles se interponen.
Pienso que los árboles deben tener algo que ver,

cogiendo entre sus hojas a la música


como polvo de oro, hasta que cada una de las grandes hojas cede.
Sin cesar, las pequeñas banderas
dan a comer al aire sus flojas rayas,
y los esfuerzos de la banda se desvanecen.

Grandes sombras se retiran a un lado


para dejar espacio a la música.
Todos a la vez, los metales quieren hacer
el bum-bum.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

INSOMNIO

La luna, en el espejo del tocador,


mira a un millón de millas
(y tal vez, con orgullo, hacia sí misma,
pero nunca, nunca sonríe)
de distancia, más allá del sueño, o
tal vez duerma de día.

Por el Universo desertado


le diría ella que se fuera al infierno,
y encontraría un cuerpo de agua
o un espejo en el cual habitar.
Envuelve entonces tu inquietud en telarañas
y arrójala al pozo

a ese mundo invertido


donde la izquierda es siempre la derecha,
donde las sombras son realmente el cuerpo,
donde pasamos en vela las noches
y los cielos son tan poco profundos
como profundo es ahora
el mar, y tú me amas.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción de Ulalume González de león)

CALLE VARICK

De noche las fábricas


luchan despiertas:
miserables, preocupados edificios
con tuberías por venas
intentan hacer su trabajo.
Prueban a respirar,
las extendidas ventanas de la nariz
con púas por pelos
despiden, sin embargo, tantos hedores.
Y yo debo venderte, venderte,
venderte desde luego, querida, y tú me venderás a mí.

Sobre ciertos suelos,


ciertas sorpresas.
Pálida, sucia luz,
algún iceberg capturado
al que se le impide derretirse.
Mira las lunas mecánicas,
enfermas, hechas
para crecer y menguar
por instigación de alguien.
Y yo debo venderte, venderte,
venderte desde luego, querida, y tú me venderás a mí.

La música amorosa de las luces


continúa trabajando. Las prensas
imprimen calendarios,
supongo; las lunas hacen medicinas
o dulces. Nuestra cama
elude el hollín,
y los desgraciados olores
nos mantienen cerca.
Y yo debo venderte, venderte,
venderte desde luego, querida, y tú me venderás a mí.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

DISCUSIÓN

Días que no pueden acercarte,


o que no quieren,
Distancia
intentando aparecer
algo más que obstinada,
discutir discutir discutir conmigo
interminablemente
sin que resultes ni menos deseada ni menos amada.

Distancia:
¿recordar toda aquella tierra
bajo el avión;
aquella línea de la costa,
de anchas playas de arena con poca luz
alargándose sin poderlas distinguir
todo el trayecto,
todo el trayecto hacia donde terminan mis razones?

Días: y pienso
en todo este discordante montón de instrumentos,
uno por cada hecho,
una experiencia cancelando a otra;
cuánto se parecían
a algún horrible calendario
”Saludos de Nunca & Para Siempre, S.A.”.

El son intimidatorio
de estas voces
que hemos de descubrir por separado
puede y debe ser vencido:
Días y Distancia desconcertados de nuevo
y que ya han huido
para siempre desde el amable campo de batalla.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)
INVITACIÓN A MIS MARIANNE MOORE

Desde Brooklyn, por encima del puente


de Brooklyn, en la mañana espléndida,
….por favor ven volando.
En una nube de substancias químicas,
ardientes y pálidas,
….por favor ven volando
Al rápido redoble de miles de tambores
pequeños, azules,
que bajan desde el cielo aborregado
por las graderías resplandecientes
de las aguas del puerto,
….por favor ven volando.

Silbatos, gallardetes y humo estallan. Las naves


se hacen señales cordiales con multitud de banderas
que se elevan y se abaten sobre la bahía como pájaros.
Entran en escena dos ríos: graciosamente,
portan diáfanas, pequeñas, innumerables aguamares
en centros de cristal de roca sobrecargados de cadenas de plata.
Será un vuelo seguro. Que haya buen tiempo
es asunto arreglado. Las olas
corren en verso esta espléndida mañana.
….Por favor ven volando.

Ven: con zapatos negros que despidan


por las puntas, afiladas un destello de zafiro;
con una capa negra de alas de mariposas
y de ocurrencias; con sabe Dios
cuántos ángeles montados en la negra
y ancha ala de tu sombrero.
….Por favor ven volando.

Trae contigo un ábaco, musical, inaudible,


y un ligeramente reprobatorio entrecejo
y unas cintas azules.
….Por favor ven volando.

Hechos y rascacielos relumbran en la marea;


Manhattan, esta espléndida mañana,
está empapada en buenos principios. Entonces,
….por favor ven volando.

Montada en el cielo con innato heroísmo,


por encima de los accidentes y las películas inmorales,
por encima de los taxis y las injusticias de toda especie,
mientras soplan los cuernos en tus lindos oídos
que simultáneamente escuchan una suave,
no inventada música apta para almizcleros,
….por favor ven volando.
Tú, por quien se comportan los más rígidos museos
con igual cortesía que el gasta-reverencias
ave-macho; a quien esperan los afables
leones que descansan sobre la escalinata
de la Biblioteca Pública, ansiosos
por saltar y seguirte puertas adentro
hasta la sala de lectura,
….por favor ven volando.

Con dinastías de construcciones en negativo


que se vayan tornando ininteligibles
y caigan muertas a tu alrededor;
con una gramática que de improviso vire y brille
como el plumón de las aguanieves en pleno vuelo,
….por favor ven volando.

Ven como una luz por el cielo blanco


y aborregado, como un diurno
cometa provisto de una larga,
no nebulosa cola de palabras;
desde Brooklyn, por encima del Puente
de Brooklyn, en la mañana espléndida
….por favor ven volando.

ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)


(Traducción de Ulalume González de león)

EL LAVADO

Las sosegadas explosiones sobre las rocas,


los líquenes,
crecen extendiéndose en grises conmociones concéntricas.
Se han organizado
para coincidir con los anillos en torno de la luna,
aunque en nuestras memorias no han cambiado.

Desde que sabemos que los cielos nos atenderán


durante tanto tiempo,
has sido, amada amiga,
precipitada y pragmática;
y mira lo que ocurre. Para el Tiempo
nada es si no es adaptable.

Las estrellas fugaces ¿han acudido


en brillante formación a tus negros cabellos negros,
tan lacios, tan temprano?
–Ven, déjame lavártelos
en esta gran palangana de latón
batida y clara como la luna.
ELIZABETH BISHOP (De “Una fría primavera”, 1955)
(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

LLEGADA A SANTOS

Aquí hay una costa; aquí hay un puerto.


Aquí, tras una magra dieta de horizonte, hay algo de paisaje:
montañas con forma poco prácticas y -¿quién sabe?- apiadadas de sí mismas,
tristes y ásperas bajo su frívolo verdor,

con una pequeña iglesia sobre una de ellas. Y almacenes,


algunos pintados con un débil color rosa o azul,
y algunas altas e inciertas palmeras. Oh, turista,
¿así es como te responderá este país,

a ti y a tus inmodestas exigencias de un mundo diferente


y de una vida mejor, y de la completa, inmediata
comprensión de ambas cosas al fin,
tras dieciocho días en suspenso?

Acaba el desayuno. La falúa ha llegado:


una antigua y extraña embarcación en la que ondea un extraño y brillante trapo.
Así que esta es la bandera. Nunca la había visto antes.
Nunca pensé que fuese la de aquí bandera alguna,

Aunque la hubiera siempre. Y monedas, supongo,


y papel moneda: ya los veremos.
Con precaución, de espaldas, descendemos la escalera,
yo y una compañera de pasaje cuyo nombre es Miss Breen,

bajando en medio de veintiséis mercantes


que esperan ser cargados con verdes granos de café.
¡Por favor, chico, pon más cuidado con ese bichero!
¡Vigila! ¡Oh, ha cogido la falda de Miss Breen!

¡Bueno! Mis Breen debe ir por los setenta,


una teniente jubilada de la policía, que mide unos dos metros,
con unos bellos ojos azules y brillantes de amable expresión.
Su casa, cuando ella está en casa, está en Glens Falls,

Nueva York. Bueno. Somos acomodadas.


Es de esperar que los oficiales de aduana hablarán inglés
y que nos dejarán nuestro bourbon y nuestros cigarrillos.
Los puertos tienen artículos de primera necesidad, como sellos, o jabón,

pero rara vez parecen preocupados por la impresión que causan,


o, como este, que sólo tiene, puesto que no importa,
jabón de pálidos colores o sellos,
gastándose el primero y deslizándose estos últimos

cuando echamos al correo las cartas que escribimos en el barco,


porque aquí es inferior el pegamento,
o debido al calor. Dejamos Santos enseguida:
nos dirigimos hacia el interior.

ELIZABETH BISHOP (De “Cuestiones de viaje”, 1965)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

BRASIL, 1 DE ENERO DE 1502

...bordada naturaleza... tapizado paisaje.


-El paisaje en el Arte, de Sir Kenneth Clark

Eneros, la Naturaleza recibe nuestros ojos


exactamente como debió de recibir los suyos:
cada pulgada cuadrada colmándose de follaje
-grandes hojas, pequeñas hojas, y hojas gigantes,
azules, verde azuladas y oliva,
con ocasionales venas y bordes más claros,
o satén en el envés de las hojas giradas;
monstruosos helechos
en relieve gris plata,
y flores, también, como gigantescos lirios de agua
elevados -mejor dicho, en las hojas altas-
púrpura, amarillo, dos amarillos, rosa,
herrumbroso rojo y un blanco verde:
sólido pero airoso, fresco, como si fuese recién terminado
y se retirase del bastidor.

Un cielo blanco azulado, una simple telaraña,


un fondo y un detalle sobre él:
pequeños arcos, una rueda rota de un pálido verde,
unas pocas palmeras, pardas, chaparras, pero delicadas.
Y, posados de perfil, los picos abiertos,
los grandes, simbólicos pájaros permanecen mudos,
mostrando sólo medio pecho hinchado y suavemente relleno,
de colores limpios o moteados.
Aún así en el primer plano está el Pecado:
cinco dragones negruzcos junto a algunas rocas macizas.
Las rocas están trabajadas con líquenes, grises explosiones lunares
salpicadas y solapándose,
amenazados desde debajo por el musgo
en preciosas, infernales llamas verdes,
atacados por encima
por escalonadas parras, oblicuas y ordenadas,
“una hoja sí y una hoja no” (en portugués).

Los lagartos apenas respiran: todos los ojos


están puestos en el más pequeño, una hembra, de espaldas,
su maligna cola tiesa y vertical,
roja como un alambre al rojo vivo.
Así los Cristianos, duros como clavos,
pequeños como clavos, y centelleando
en la crujiente armadura, vinieron y, todo esto,
no lo hallaron extraño:
sin paseos de enamorados, sin sombreados retiros,
sin cerezas que coger, sin música de laúd,
pero, sin embargo, correspondiendo
a un viejo sueño de riqueza y lujo,
ya pasado de moda cuando dejaron sus bienes familiares,
además de una especie de nuevo placer.
Directamente después de Misa, canturreando quizá
L'Homme armé o alguna melodía así,
desgarraban el colgante tejido vegetal,
cada uno buscando agarrar a una india
-aquellas alocadas pequeñas mujeres que seguían llamándose,
llamándose la una a la otra (¿o se habían despertado los pájaros?)
y retirándose, siempre retirándose, detrás de todo aquello.

ELIZABETH BISHOP (De “Cuestiones de viaje”, 1965)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

CUESTIONES DE VIAJE

Aquí hay demasiadas cascadas: arrolladores torrentes


bajan rápidamente hacia el mar,
y la presión de tantas nubes en las cimas de las montañas
los hace desbordarse en una suave cámara lenta sobre las laderas,
volviéndose cascadas ante nuestros propios ojos.
-Ya que si aquellas venas, aquellas largas millas de brillantes manchas de lágrimas,
aún no son cascadas,
en una época más o menos rápida, como las que aquí transcurren,
probablemente lo serán.
Pero si los arroyos y las nubes continúan viajando, viajando,
las montañas parecen cascos de volcados buques
con limos colgantes y lapas.

Piensa en el largo viaje a casa.


¿Tendríamos que haber permanecido en casa y pensar en esto de aquí?
Hoy, ¿dónde deberíamos estar?
¿Es correcto ser espectadores de extraños que actúan en una obra
en el más extraño de los teatros?
¿Qué infantilismo nos empuja, mientras queda un aliento de vida
en nuestros cuerpos, a correr
para mirar el sol desde el otro lado?
¿Para ver el más pequeño colibrí verde del mundo?
¿Para mirar con atención alguna vieja, inexplicable obra de piedra,
inexplicable e impenetrable,
desde todos los puntos de vista,
percibida en el acto y siempre, siempre encantadora?
Oh, ¿debemos soñar nuestros sueños
y también realizarlos?
¿Y nos queda espacio
para un poniente plegable de viaje, y todavía lo bastante cálido?

Hubiese sido una lástima, a buen seguro,


no haber visto los árboles a lo largo del camino,
realmente exagerados en su belleza,
no haber visto sus gestos,
como nobles pantomimas con vestidos color rosa.
-No haber necesitado detenerse a poner gasolina y no haber podido oír
esas dos tristes notas de la melodía de madera
de unos desaparejados zuecos de madera
que, sin cuidado alguno, golpean
el suelo manchado de aceite de la gasolinera.
(En otro país los zuecos estarían controlados:
cada par sonaría con un idéntico tono.)
-Sería una lástima no haber escuchado
la otra música, la menos primitiva, del gordo pájaro castaño
que canta posado sobre la estropeada bomba de gasolina
en la barroca iglesia de cañas de los jesuitas:
tres torres, cinco cruces de plata.

-Sí, sería una lástima no haber ponderado nunca,


sin precisión, indefinidamente,
qué relación puede existir durante siglos
entre el más burdo calzado de madera
y el cuidado y la exigencia
de las fantasías en las jaulas de madera.
-No haber estudiado historia en
la débil caligrafía de las jaulas de pájaros cantores.
-Y nunca haber tenido que escuchar la lluvia,
tan parecida a los discursos de los políticos:
dos horas de oratoria sin pausa alguna
y después, de repente, un silencio de oro
durante el cual la viajera toma un cuaderno de notas y escribe:

“¿Es una falta de imaginación lo que hace que vengamos


a lugares imaginados, en lugar de quedarnos en casa?
¿O quizá Pascal no tenía toda la razón
en aquello de sentarse tranquilo en una estancia?

Continente, ciudad, país, sociedad:


la elección nunca es amplia ni libre.
Y aquí, o allí... No. ¿Tendríamos que habernos quedado en casa,
doquiera fuese?”.

ELIZABETH BISHOP (De “Cuestiones de viaje”, 1965)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)
EL ARMADILLO

A. R. Lowel

Esta es la época del año


en la que casi cada noche
aparecen, ilegales, los frágiles globos de fuego.
Ascienden a la cima de la montaña,

elevándose hacia algún santo


aún venerado en estas tierras,
y sus cámaras de papel enrojecen, se llenan
de una luz que va y viene, como corazones.

Una vez en lo alto, contra el cielo,


es difícil distinguirlos de las estrellas
—es decir, los planetas, los coloreados:
Venus que declina, o Marte

o aquel otro, verde pálido. Una ráfaga,


y se inflaman, titubean, vacilan, se agitan;
pero quieto el aire, navegan seguros y atraviesan
la armazón de cometa de la Cruz del Sur,

retroceden y menguan y nos dejan


—firmes ellos y solemnes— en el mayor desamparo;
o impelidos desde un pico por corrientes descendentes,
se convierten en súbito peligro.

Anoche cayó otro de los grandes.


Reventó como un huevo de fuego
contra el acantilado a espaldas de la casa.
Chorrearon llamas. Vimos

volar al par de búhos que allí anidan,


alto, más alto, en torbellino blanquinegro
con una mancha rosa vivo por debajo,
hasta que, se perdieron de vista chillando.

Tal vez ardiera el viejo nido de los buhos.


Aprisa, solitario,
abandonó el lugar un armadillo centelleante,
cabizbajo, colibajo, veteado de rosa,
y un conejillo salió entonces,
oh sorpresa, de orejas cortas,
y tan suave: un puñado de cenizas intangibles,
fijos y encendidos los ojos.

Oh remedo más que hermoso; como un sueño.


Oh juego que cae y grito penetrante
y pánico, y un débil puño acorazado
que ignorante se cierra contra el cielo.

ELIZABETH BISHOP (De “Cuestiones de viaje”, 1965)

EL HOMBRE DEL RÍO

(“Un hombre en un remoto poblado de Amazonia decide convertirse


en un saca, un médico brujo que trabaja con los espíritus del agua.
Se cree que el delfín del río posee poderes sobrenaturales;
el Luadinha es un espíritu del río asociado con la luna,
y el pirarucucú es un pez de más de cuatrocientas libras.
Esos y otros detalles en los cuales se basa este poema pertenecen a
Amazon Town, de Charles Wagley)

Me había levantado en la noche


porque el Delfín me hablaba.
Gruñía bajo mi ventana,
oculto por la neblina del río,
pero yo lo entreví -un hombre como yo mismo.
Sudando, arrojé la manta;
incluso me arranqué la camisa.
Salté de la hamaca
y me fui desnudo a través de la ventana.
Oyendo el Delfín delante de mí,
fui hacia abajo, hacia el río
y la luna estaba ardiendo, brillante
como la camisa de una lámpara de gasolina
cuando la llama sube al máximo,
justo antes de comenzar a quemarse.
Fui hacia abajo, hacia el río.
Oía es suspiro del Delfín
al deslizarse dentro del agua.
Yo estaba escuchando
hasta que me llamó desde lejos en la corriente.
Anduve hacia dentro del río
y de repente una puerta
se abrió dentro del agua,
gimiendo un poco con el oleaje
de las aguas sobre el dintel.
Miré hacia atrás, a mi casa,
blanca como una prenda de la colada
olvidada en la ribera,
y pensé una vez en mi mujer,
pero yo sabía lo que estaba haciendo.

Ellos me dieron una concha de cachaça


y cigarros decorados.
El humo se elevaba, como neblina
a través del agua, y nuestra respiración
no hacía burbuja alguna.
Bebíamos cachaça y fumábamos
los verdes canutos. La habitación
se llenaba de un humo verde grisáceo
y mi cabeza no podía sentirse más vertiginosa.
Después una serpiente, larga y hermosa,
en un elegante satén blanco,
con sus grandes ojos verde y oro
como las luces sobre la corriente del río
-sí, nada menos que la Luadinha-
entró y nos encontramos.
Me saludó
en un lenguaje que yo no conocía:
pero cuando sopló el humo del cigarro
dentro de mis oídos y de las ventanas de mi nariz
yo comprendí, como un perro,
aunque no podía decirlo todavía.
Me mostraron habitación tras habitación
y me llevaron desde allí hasta Belém
y de vuelta otra vez en un minuto.
De hecho, no estoy seguro de a donde fui,
pero a millas de distancia, bajo el río.

Ahora he estado tres veces allí.


No he vuelto a comer pescado nunca más.
Hay un fino lodo en mi cuero cabelludo
y sé por el olor de mi peine
que el río perfuma mi cabello.
Mis manos y pies están fríos.
Tengo un aspecto amarillento, mi mujer lo dice,
y me prepara un repugnante té
que, a sus espaldas, tiro.

Cada noche de luna


vuelvo otra vez.
Sé algunas cosas ya,
pero me tomaré años de estudio:
todo es tan difícil.
Ellos me dieron un moteado sonajero,
una ramita de coral de un verde pálido
y algunas hierbas especiales para fumar.
(Ellos están bajo mi canoa.)
Cuando la luna brilla sobre el río,
oh, más rápido de lo que tardas en pensarlo,
viajamos arriba y abajo por la corriente,
vamos de aquí para allá
bajo las flotantes canoas,
derecho a través de las trampas de mimbre,
cuando la luna brilla sobre el río
y la Luandinha da una fiesta.
Tres veces he asistido hasta ahora.
La habitación de ella brilla como la plata
con la luz por encima,
una constante corriente de luz
como en el cine.

Necesito un espejo virgen,


que nadie se haya nunca mirado en él,
que no recuerde a nadie,
para mostrar los ojos de los espíritus
y ayudarme a reconocerlos.
El tendero me ofreció
una caja de pequeños espejos
pero cada vez que yo cogía uno
un vecino miraba por encima de mi hombro
y después de que estuviese estropeado
-o sea, estropeado por algo-
las chicas lo usaban para mirarse las bocas,
para mirar sus dientes y sonrisas.

¿Por qué no debería ser ambicioso?


Sinceramente deseo ser
un serio sacaca
como Fortunto Pombo,
o Lúcio, o hasta
como el gran Joaquín Sacaca.
Mira, es razonable
que cuánto necesitamos
podamos obtenerlo del río.
Se agotan las selvas; se rastrean
los árboles, plantas y rocas
de alrededor de medio mundo,
se busca en el múltiple corazón
de la tierra el remedio
para cada enfermedad
-uno precisamente ha sabido como encontrarlo.
Pero cada cosa debe estar ahí,
en ese mágico lodo, debajo
de las multitudes de peces,
mortales o inocentes,
de los gigantes piracucús,
de las tortugas y los cocodrilos,
de los troncos de árboles y las canoas hundidas,
con los cangrejos, con los gusanos
de diminutos ojos eléctricos
encendiéndose, apagándose, encendiéndose.
El río inhala sal
y la exhala otra vez
y todo ahí es dulzura
en el profundo, encantado légamo.

Cuando la luna arda, blanca,


y el río haga ese sonido
como de fogón de camping bombeado
-ese murmullo alto y rápido
como de cien personas a la vez-
cuando la agitada tortuga marina silbe
y el coral dé la señal,
yo estaré ahí abajo
viajando rápido como un deseo,
con mi mágico manto de peces
girando bruscamente cuando yo giro,
siguiendo las venas,
a lo largo del río, a lo largo de las venas,
para encontrar los puros elixires.
Abuelos y primos,
vuestras canoas están sobre mi cabeza:
oigo vuestras voces hablando.
Podéis escudriñar abajo y abajo
o dragar el fondo del río
pero nunca, nunca me cogeréis.
Cuando la luna brilla y el río
yace a través de la tierra
y la chupa como un niño,
entonces iré a trabajar
para proporcionaros salud y dinero.
El Delfín me eligió;
la Luandinha lo confirmó.

ELIZABETH BISHOP (De “Cuestiones de viaje”, 1965)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

PRIMERA MUERTE EN NUEVA SCOTIA

En el frío, frío salón


mi madre puso a Arthur
bajo las estampas de colores:
Edward, el Príncipe de Wales,
con la Princesa Alexandra
y el Rey George con la Reina Mary.
Sobre la mesa, bajo todos ellos,
había una garza disecada,
cazada y disecada por el Tío
Arthur, padre de Arthur.

Desde que el Tío Arthur le pegó un tiro,


no había dicho ni palabra.
Se reservaba el propio consejo
sobre su blanco lago helado,
el mármol de sobre la mesa.
Su pecho era profundo y blanco,
frío y acariciable;
sus ojos eran de cristal rojo,
demasiado rojos para ser deseados.
“Ven” dijo mi madre,
“Ven y di adiós
a tu pequeño primo Arthur”.
Me alzó y me dio
un lirio del valle
para ponérselo en la mano a Arthur.
El ataúd de Arthur era
un pequeño pastel escarchado,
y la estúpida de los ojos rojos lo miraba
desde su blanco, helado lago.

Arthur era muy pequeño.


Era blanco, como una muñeca
todavía sin pintar.
Jack Frost* había comenzado a pintarlo
de la manera que siempre pintó
la Hoja de Arce (Para siempre).
Había comenzado por su pelo,
un par de pinceladas de rojo, y después
Jack Frost dejó caer el pincel
dejándolo así blanco para siempre.

La elegante pareja real


era cálida en rojos y en armiños:
sus pies estaban bien envueltos
en las colas de armiño de las damas.
Invitaron a Arthur a ser
el más pequeño paje de la corte.
Pero ¿cómo podía ir Arthur
cogiendo, delicado, su lirio,
con sus ojos cerrados tan tirantes
y los caminos tan profundos bajo la nieve.

ELIZABETH BISHOP (De “Cuestiones de viaje”, 1965)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)

* Personaje de invierno que pinta el paisaje con escarcha.

VISITA A ST. ELIZABETHS*

Esta es la casa de Bedlam.

Este es el hombre
que está en la casa de Bedlam.

Esta es la hora
del hombre trágico
que está en la casa de Bedlam.

Este es el reloj pulsera


que da la hora
del hombre tan locuaz
que está en la casa de Bedlam.

Este es un marinero
que usa el reloj
que da la hora
del hombre tan enaltecido
que está en la casa de Bedlam.

Esta es la rada, toda de tablas


adonde llega el marinero

que usa el reloj


que da la hora
del admirable viejo
que está en la casa de Bedlam.

Estos son los años y los muros de la sala,


los vientos y las nubes del mar de tablas
surcado por el marinero
que usa el reloj
que da la hora
del maníaco
que está en la casa de Bedlam.

Este es un judío con un gorro de papel periódico


que baila llorando por la sala
sobre el rechinante mar de tablas
del chiflado marinero
que da cuerda al reloj
que da la hora
de ese hombre atareado
que está en la casa de Bedlam.

Este es un muchacho que golpea contra el piso


por ver si el mundo sigue allí y es plano,
para el judío viudo con su gorro de papel
que baila llorando por la sala
un vals a lo largo de una tabla ondulante
junto al callado marinero
que escucha en su reloj
el tic tac de la hora
del hombre exasperante
que está en la casa de Bedlam.

Estos son los años y los muros y la puerta


que se cierra sobre un muchacho que golpea contra el piso
para sentir que el mundo sigue allí y es plano.
Este es un judío con un gorro de papel periódico
que baila alegremente por la sala
hacia los entablados mares que se van
más allá del marinero de ojos fijos
que sacude el reloj
que da la hora,
del poeta, del hombre
que está en la casa de Bedlam.

Este es el soldado que vuelve a casa de la guerra.


Estos son los años y los muros y la puerta

que se cierra sobre un muchacho que golpea contra el piso


para saber si el mundo es redondo o plano.
Este es un judío con un gorro de papel periódico
que baila con cuidado por la sala
avanzando sobre el tablón de un ataúd
con el chiflado marinero
que muestra su reloj
que da la hora
del desdichado
que está en la casa de Bedlam.

ELIZABETH BISHOP (De “Cuestiones de viaje”, 1965)


(Traducción de Ulalume González de león)

* Nombre del manicomio en que estuvo internado Ezra Pound.

EL ALCE

Para Grace Bulmer Bowers

Desde estrechas provincias


de pan, pescado y té,
hogar de prolongadas mareas,
donde el mar abandona la bahía
dos veces cada día y se lleva
en sus largos paseos los arenques,

donde, si el río
entra o se retrae
en un ocre muro de espuma,
es según si encuentra
que la bahía viene,
o bien que la bahía no está en casa;

donde, rojo de limo,


a veces se pone el sol
frente a un mar rojo
y a veces resalta como venas en los llanos
de lavanda el fértil limo
de encendidos riachuelos.
Por rojos caminos de grava,
bajas hileras de arces,
pasan granjas de madera
y cuidadas iglesias de madera,
blanqueadas, listas como conchas;
pasan plateados abedules dobles,

A través del final de la tarde,


un autobús viaja hacia el oeste,
relampagueando rosa el parabrisas,
con destellos rosáceos el metal,
ardiente el abollado flanco
de golpeado esmalte azul.

Va hondonadas abajo, cuesta arriba,


y espera con paciencia
mientras un viajero solitario
besa y abraza
a siete parientes
y un perro pastor lo supervisa.

Adiós a los olmos,


a la granja y al perro.
El autobús arranca.
La luz crece más intensa,
la niebla, cambiante, salada, tenue,
se va cerrando.

Sus cristales redondos y fríos


se forman, se deslizan y se depositan
en las blancas plumas de las gallinas,
en las grises coles barnizadas,
en las dobles rosas centifolias
y en los altramuces como apóstoles.

Los guisantes silvestres se han adherido


con su hilo blanco y húmedo
a las blanqueadas cercas;
los abejorros se deslizan
dentro del cáliz de las dedaleras,
y comienza el crepúsculo.

Una parada en Bass River.


Y después, las Economies,
Lower, Middle, Upper,
Five Islands, Five Houses,
donde una mujer sacude un mantel
después de la cena.

Un parpadeo pálido. Ha desaparecido.


El pantano de Tantramar
y el olor de las hierbas salobre.
Tiembla un puente de hierro,
y una tabla suelta repiquetea
pero no cede.

Ala izquierda, una luz roja


nada a través de la sombra:
la linterna de puerto de algún barco.
Aparecen dos botas de agua,
iluminadas, solemnes.
Un perro da un ladrido.

Una mujer sube


con dos bolsas del mercado,
pecosa y enérgica, de edad.
“Una gran noche. Sí, señor,
todo el trayecto a Boston.”
Nos observa con cordialidad.

A la luz de la luna entramos


en los bosques de News Brunswick,
peludos, ásperos, arañados,
la luz de la luna y la neblina
se prenden en ellos como la lana de cordero
en los arbustos de los pastos.

Los viajeros están recostados de espaldas.


Ronquidos. Algún largo suspiro.
Una divagación somnolienta
comienza en la noche,
una amble y audible,
lenta alucinación...

Entre ruidos, crujidos,


una vieja conversación.
-No nos concierne,
pero es reconocible en algún lado,
en la parte de atrás del autobús:
voces de abuelos

ininterrumpidamente
hablando, en la Eternidad:
nombres que se mencionan,
cuestiones aclaradas finalmente,
lo que él dijo, lo que ella dijo,
quién tenía pensión;

Muertes, muertes y enfermedades;


el año en el que él volvió a casarse;
el año en que ocurrió (alguna cosa).
Ella murió al dar a luz.
Aquel era el hijo perdido
cuando se hundió la goleta.

Él se dio a la bebida. Sí,


ella se dio a la mala vida.
Fue cuando Amos comenzó a rezar
hasta en el almacén y
finalmente la familia
tuvo que recluirlo.

“Sí...” esa peculiar afirmación. “Sí...”.


Una aguda, retenida respiración,
medio gemido, medio aceptación,
que significa “Así es la vida.
Lo sabemos (y también la muerte)”.

Hablaban como hablaban


en su antigua cama de plumas,
tranquilamente, más y más,
con una débil luz en el pasillo
mientras la perra, abajo en la cocina,
se liaba en su mantita.

Ahora, todo ahora está en orden,


incluso para caer adormecidos
como en todas aquellas otras noches.
-De pronto el conductor
hace parar de golpe el autocar
y apaga los faros.

Un alce ha salido
del bosque impenetrable
y se planta ahí, amenazador,
en medio de la carretera.
Se acerca: olfatea
el caliente capó del autocar.

Imponente, sin cuernos,


alto como una iglesia,
hogareño, tal como es una casa
(o seguro como las casas).
Una voz de hombre afirma:
“Sin intención alguna de hacer daño...”.

Algunos pasajeros
exclaman en voz baja,
pueriles, con dulzura:
“Son grandes criaturas, ciertamente”.
“Terriblemente simple”.
“¡Y mira! ¡Es una hembra!”.
Tomándose su tiempo,
ella observa el autobús de punta a punta,
magnífica, como de otro mundo.
¿Por qué, por qué sentimos
(y todos la sentimos) esta dulce
sensación de alegría?

“Curiosas criaturas”
dice nuestro tranquilo conductor,
arrastrando su r's*.
“Fíjense en esto”.
Después, pone la marcha.
Por un momento, todavía

mirando atrás,
se puede ver el alce
a la luz de la luna en el asfalto;
y después hay un débil
olor a alce, un acre
olor a gasolina.

ELIZABETH BISHOP (De “Geografía III, 1976)


(Traducción: D.Sam Abrams y Joan Margarit)
* Según la peculiar pronunciación de la palabra creatures en el extremo norte de Estados Unidos.

NORTH HAVEN

In memoriam: Robert Lowell

Puedo distinguir el aparejo de una goleta


a una milla. Puedo contar
las piñas nuevas del abeto. Hay tanta calma
que la pálida bahía tiene una piel lechosa, el cielo
sin nubes, excepto una larga, cardada cola de caballo.

Las islas no han cambiado desde el último verano,


a pesar de que a mí me guste simular que lo han hecho
-a la deriva, de un modo soñador-
un poco hacia el norte, u poco hacia el sur, o esviado,
y que son libres dentro de las azules fronteras de la bahía.

Este mes, nuestra favorita está llena de flores:


ranúnculos, tréboles rojos, arvejas púrpura,
flores de roca todavía ardientes, moteadas margaritas, siemprevivas,
las incandescentes estrellas de los fragantes macizos de galios,
y más aún, que han vuelto a pintar gozosas los prados.

Los jilgueros han vuelto, o bien otros como ellos,


y el canto de cinco notas del gorrión de cuello blanco,
suplicando y suplicando, humedeciendo de lágrimas los ojos.
La Naturaleza se repite, o casi:
repetir, repetir, repetir: corregir, corregir, corregir.

Me contaste que hace años fue aquí


(¿en 1932?) donde por vez primera “descubriste las chicas”
y aprendiste a navegar, y aprendiste a besar.
Sentiste “una tal alegría”, decías, aquel famoso verano,
(“Alegría” -esto siempre parecía dejarte perplejo...).

Tu izquierdoso North Haven, anclado en sus rocas,


flotando en místico azul... Y ahora -tú te has ido para siempre.
No puedes desordenar o reordenar de nuevo tus poemas.
(Pero los Gorriones pueden hacerlo con su canto).
Las palabras no volverán a cambiar. Triste amigo, tú no puedes cambiar.

1978
ELIZABETH BISHOP (De “Nuevos poemas, 1979)

THEODORE HUEBNER ROETHKE (Nueva York, 1908- 1963) es un poeta estadounidense en


lengua inglesa, autor de poemarios caracterizados por el uso del ritmo y una imaginería natural.
Obtuvo el Premio Pulitzer de poesía por su libro The Waking'.
BIOGRAFÍA Roethke nació en Juneo, Alaska, Estados Unidos. Su padre, Otto Roethke, un
immigrante Alemán, era propietario de una finca rural junto a su hermano Theodore. La mayor
parte de la infancia de Theodore transcurrió en esta casa de campo, como se observa en el uso de
imágenes naturales de su poesía. Los años de adolescencia del poeta también trascurrieron aquí,
hasta que fueron bruscamente interrumpidos por el suicidio de su tío y la muerte de su padre por
cancer, ambas muertes a comienzos de 1923, cuando Theodore sólo tenía quince años.1 Estas
muertes marcaron la psique del poeta y su vida creativa.Roethke tomó clases en la Universidad de
Míchigan y por poco tiempo estudió en la Escuela de Abogacía antes de ingresar en la Universidad
Harvard, donde se formó con el poeta Robert Hillyer. Fue entonces obligado a abandonar los
estudios de licenciatura por razones económicas y se dedicó a la enseñanza del inglés. Fue docente
en algunas universidades, entre las que se encuentran Lafayette College, la Universidad del Estado
de Pensilvania y el Bennington CollegeEn 1940, fue expulsado de su puesto en Lafayette y regresó
a Michigan. Antes de su retorno, mantuvo una relación con la reconocida poeta y crítica Louise
Bogan, que más tarde se convertiría en una de sus más fuertes opositoras.Mientras impartía clases
en la Universidad de Míchigan en East Lansing, comenzó a manifestar síntomas de depresión
maníaca, que él utilizó en sus períodos creativos para su poesía. La última vez que impartió clases
fue en la Universidad de Washington, convirtiéndose en un destacado miembro de la asociación de
poetas de la American Northwest. En 1953, Roethke se casó con Beatrice O'Connell, una
estudiante. Roethke no la había puesto al corriente de sus episodios reincidentes de depresión. Ella
se dedicó por completo a Roethke y a su obra. Fue la responsable de la publicación póstuma del
volumen final de su poesía, The Far Field. Theodore Roethke sufrió un ataque al corazón mientras
nadaba en la piscina de un amigo en 1963 en Bainbridge Island, Washington cuando tenía 55 años.
La piscina fue sellada y ahora es un jardín japonés que está abierto al público en Bloedel Reserve.
No hay ningún signo exterior que muestre que fue el lugar de fallecimiento de Roethke. De todas
formas, hay una señal que conmemora el emplazamiento funerario del cuerpo de Roethke en
Saginaw, Michigan. La nota de acompañamiento al monumento funerario dice en parte:Theodore
Roethke (1908 - 1963) escribió sobre su poesía: El invernadero es "el símbolo de toda mi vida, el
útero, un cielo en la tierra." Roethke lograba su inspiración para su trabajo recordando su trabajo
como niño en una empresa familiar especializada en flores: la compañía Saginaw. Su carrera
literaria comenzó en 1941 con Open House, y a partir de ese momento el poeta y profesor publicó
de manera intensiva recibiendo un premio Pulitzer de poesía y dos National Book Award, entre
otros honores. En 1959 Yale University le concedió el prestigioso Bollingen Prize. Roethke
impartió clases en Michigan State College, (Michigan State University hoy en día) y en
universidades de Pennsylvania y Vermont, antes de entrar a formar parte del claustro de la
University of Washington at Seattle en 1947. Roethke murió en Washington en 1963. Sus restos
yacen en el cementerio de Saginaw's Oakwood.
Obra en inglés Open House (1941)The Lost Son and Other Poems (1948)
Praise to the End! (1951)The Waking (1953)Words for the Wind (1958)I am! Says the Lamb (1961)
Party at the Zoo (1963) — libro infantilThe Far Field (1964) — publicado después de su muerte
On Poetry & Craft (1965) - prosaThe Collected Poems of Theodore Roethke (1966) - incluye 16
poemas inéditos pero no incluye Party at the Zoo
… THEODORE ROETHKE (1908-1963) Theodore Roethke comparte con Elizabeth Bishop y
Robert Penn Warren la distinción de haber surgico como los sobrevivientes más fuertes de lo que se
podría llamar la generación intermedia de poetas americanos modernos, que incluyó a Robert
Lowell, John Berreyman, Delmore Schwartz, y Randall Jarrell. Esta generación vino tras la
sucesión de poetas que va de A E Robinson y Frost pasando por Pound, Eliot, Moore, Stevens,
Williams y Crane, y antes del grupo al que pertenecen Ashbery, Merrill, Ammons, James
Wright, Snyder, Merwin, Hollander, Kinnell, y otros. El destino de una generación intermedia es
duro, especialmente cuando entre sus contemporáneos de mayor edad hubo media docena de poetas
de auténtica grandeza. Las sombras de Stenvs y de Eliot todavía se ciernen sobre los últimos
poemas de Roethke incluidos en “El prado lejano” (1964), que me parece un volumen tan derivado
como el primero suyo “Casa abierta” (1941).Muerto prematuramente, a los cincuenta y cinco años,
Roethke no tuvo tiempo para elaborar otro logro tan original como su mejor libro, “El hijo
perdido” (1948), publicado a la edad crucial de los cuarenta. Mi percepción de la importancia de
Roehke se fundamenta casi por entero en “El hijo perdido”. Elizabeth Bishop fue inalterablemente
fuerte, desde el principio hasta el final, mientras que Warren se convirtió en un gran poeta, a los
sesenta, y mantuvo esta eminencia durante al menos las dos décadas siguientes. Roethke alcanza su
máxima altura, en mi opinión, sólo en “El hijo perdido”, pero el libro es tan maravilloso que
justifica que pongamos a Roethke con Bishop y Warren, su propia generación.“El hijo perdido” es
un libro que está vivo en cada uno de sus poemas, pero entre los más memorables están “Gran
viento”, “Frau Bauman, Frau Schmidt y Fray Schwartze”, “El despertar”, y cuatro secuencias
extraordianrias: “El hijo perdido”, “El largo callejón”, “Campo de luz”, y tal vez el más destacado:
“La forma del fuego” (…) La forma del fuego es la forma o figura que adquiere la imaginación de
Roethke, y es el tropo dominante aunque implícito de la secuencia, hasta que se torna explícito a la
luz del sol de la sección quinta. Considero que el título ayuda a darnos cuenta de que el poema no es
acerca del nacimiento primero o natural, sino que se refiere al segundo nacimiento, el nacimiento a
la visión poética. Las metáforas de nacimiento doloroso de la primera sección son más una
despedida a la naturaleza maternal que una celebración de su función:

¿Qué es esto? Un plato para labios carnosos.


¿Quién habla? Un desconocido sin nombre.
¿Es un pájaro o un árbol? No todos pueden decirlo.
El agua retrocede ante el grito de las arañas.
Un viejo pontón golpea sobre las negras rocas.
Una cáscara hendida llama.
Hazme nacer lejos de aquí. ¿Qué más me permitirían los huesos?
¿Amamantará el mar al viento? Un sapo se repliega en una piedra.
Estas flores son todo colmillos. Consuélame, furia.
Despiertame, bruja, bailaremos la danza de las leñas podridas.
La piedra arcillosa se quiebra. La greda penetra en el campo. Los pajaritos pasan
sobre el agua.
Acércate, espíritu. Esto es solo el borde de la blancura.
Yo no puedo reirme de una procesión de perror.
En la hora de la madurez el árbol es estéril.
La osa permanece taciturna al pie de la cocina.
Madre, madre, sacúdete de tu caverna de dolor.
Una boca produnda lame el agua. Malezas, malezas, cuánto os amo.
La glorieta es más fresca. Adiós, adiós, querido gusano.
El calor llega silenciosamente. (…)
Harold Bloom. Poemas y poetas –El canon de la poesía-. Madrid, Páginas de Espuma, 2015.

THEODORE ROETHKE (1908-1963). Poeta estadounidense de tono predominantemente


autobiográfico. Autor de libros como Casa abierta (1941), El hijo perdido y otros poemas (1948) y
El despertar (Premio Pulitzer de 1953). Existo, dice el cordero (1961) incluye poemas para niños.
Sus últimas poesías se publicaron póstumamente en El campo lejano (1964).Los textos escogidos
forman parte de Poemas, Huerga y Fierro editores (2000) traducidos por Alberto Girri.A Theodore
le encantaba subir al techo del invernadero del que era propietario Otto, su padre. Según los
vecinos, el niño pasaba largas horas contemplando la naturaleza. Tal cual. Pero como en ésta vida
no todo es contemplar la naturaleza, mientras crecía en Saginaw, Michigan, asistió al Hill High
School donde (¡orgullo de papá Otto y mamá Helen Huebner !) un día dio un discurso que dejó
patitiesa a la audiencia; mayormente a la del Junior Red Cross que publicó semejante speech en
veintiséis lenguas diferentes. Con el antecedente señalado, lo que más interesó a la familia Roethke
fue que el chico se dedicara a un oficio de alta rentabilidad : abogacía .Pocos oficios son tanto o
más rentables que la abogacía. ¿Ejemplos? Sobran. Despechando tal interés , Theodore renunció a
la carrera de leyes al finalizar el semestre y su familia lloró lágrimas de sangre por lo que pudo
haber sido y no fue. Desde ése momento en adelante los bien intencionados huesos de Theodore
recorrieron la Universidad de Michigan y luego el Harvard Graduate School.Cuando la gran
depresión se dedicó a golpear puertas y por casualidad fue a pararse frente a la de Theodore , el
chico debió dejar Harvard para comenzar a enseñar en el Lafayette College, donde permaneció
desde 1931 a 1935. Además de algunas hospitalizaciones que probaron que era portador de una
enfermedad mental, este hombre se movió en dirección a la Pennsylvania State University , en la
que permaneció por siete años. Mientras visitaba con unos amigos la Bainbridge Island
(Washington) en 1963, Theodore sufrió un ataque al corazón y dejó éste mundo tal cual lo dejaron
quienes lo dejaron y dejarán.

El vals de mi papá

El olor a whiskey en tu aliento


podía marear hasta a un niño;
pero yo estaba aferrado a ti como la muerte:
porque bailar ese vals no era fácil.

Nos movíamos hasta que las sartenes


cayeron desde el estante de la cocina;
mientras el rostro de mi madre
no podía dejar de fruncir el ceño.

La mano que tomaba mi muñeca


tenía los nudillos magullados;
y a cada paso del baile que perdías
mi oído derecho arañaba la hebilla de tu cinturón.
Marcabas el compás sobre mi cabeza
con la palma de la mano endurecida por la suciedad,
entonces me llevaste a la cama bailando vals
mientras yo aún colgaba de tu camisa.

ORQUÍDEAS

Se inclinan sobre el sendero,


Bocas de serpiente,
Balanceándose cerca de tu rostro,
Creciendo, suaves y engañosas,
Flexibles y húmedas, delicadas
Como la lengua de un pájaro joven;
Sus labios vellosos palpitantes
Se mueven con lentitud,
Aspirando el aire cálido.

Y de noche,
Cuando la luna desfallece entre enjalbegados vidrios,
Y el calor desciende,
Entonces el almizclado perfume se hace más intenso,
Goteando desde sus musgosas cunas.
¡Tantos voraces recién nacidos!
Muelles dedos luminiscentes,
Labios ni muertos ni vivos,
Sueltas bocas espectrales
Que respiran.

Dolor

He conocido la inexorable tristeza de los lápices,


ordenados en sus cajas, el dolor de los blocks y los pisapapeles,
toda la miseria de las carpetas y las gomas de pegar,
la desolación en los inmaculados lugares públicos,
la solitaria sala de recepción, el baño, la caja de interruptores eléctricos,
el inalterable pathos de la palangana y la jarra,
el rito de la multicopiadora, el sujetapapeles y la coma,
una eterna duplicación de vidas y objetos.
Y he visto el polvo de las paredes de las instituciones
filtrarse, casi invisible, a través de las interminables tardes de tedio,
infinitamente más fino que la haria, vivo, más peligroso que el sílice
dejando caer una delgada capa sobre las uñas y las delicadas pestañas
barnizando el cabello claro, y los rostros duplicados, convencionales y grises.

Theodore Roethke (Saginaw, Michigan, 1908-Bainbridge Island, WA, 1963)


Traducción de Diana Dunkelberger y Marcelo Rioseco
This Be the Verse. 26 poetas de Lengua Inglesa del Siglo XX, Santiago de Chile, Bé-uve-Dráis,
2003

Dolor

Yo conocí la tristeza inexorable de los lápices,


prolijos en sus cajas, el dolor del peso del bloc y del papel,
toda la miseria de las carpetas manila y del mucílago,
la desolación inmaculada de los espacios públicos,
la recepción solitaria, el baño, el conmutador,
el pathos inalterable del cuenco y el aguamanil,
el ritual del multigraf, el clip, la coma,
la duplicación interminable de vidas y de objetos.
Y vi colarse el polvo de las paredes de las instituciones,
más fino que la harina, vivo, más peligroso que el sílice,
por las extensas tardes de tedio, invisible casi,
dejando una película sobre uñas y cejas frágiles,
glaseando el pelo desteñido, las caras grises y duplicadas de siempre.

Chico en la Punta de un Invernadero

El viento ondula en la parte trasera de mi pantalón y


Mis pies parten astillas de cristal y masilla seca.
Los semi crecidos crisantemos observan acusadores
Los relampagueantes rayos de sol a través de los rayados cristales.
Hacia el Este, algunas nubes blancas embisten
Una línea de olmos que hociquea y se mueve como caballos
¡Y cada uno, cada uno encara y relincha ¡

En un Oscuro Tiempo

En un oscuro tiempo los ojos comenzaron a ver que


Me encontré con mi sombra en la profunda oscuridad al
Escuchar mi eco en el eco del bosque—
Un Señor de la naturaleza llorando junto a un árbol.
Vivo entre la garza y el reyezuelo
Bestias de la colina y serpientes de escondrijo.
¿Qué locura la nobleza del alma
En desigualdad con la circunstancia? ¡El día en llamas!
Conozco la pureza de la pura desesperación
Mi sombra clavada contra un muro sudoroso.
El lugar en medio de las rocas ¿es una caverna
O un sendero sinuoso? El abismo es lo que tengo.

¡Una firme tormenta de correspondencias!


¡Una noche con pájaros fluyendo en una luna rasgada
Y en el extenso día la medianoche vuelve nuevamente!
Un hombre se va lejos a encontrar fuera lo que él és
Matándose a sí mismo en una larga noche sin lágrimas donde
Todas las formas arden con luz sobrenatural

Oscura, mi oscura luz y oscurecido mi deseo.


Mi alma, como alguna enloquecida y caliente mosca de verano que
Permanece zumbando en el umbral ¿Cuál yo es yo?
Me elevo fuera de mi miedo de hombre arruinado.
La mente entra en sí misma y Dios en la mente
Y uno es Uno , libre en el viento de lagrimas.

Viaje Dentro del Interior

En el largo viaje hacia el si mismo


Hay muchos desvíos. Interrupciones en socavados y crudos lugares
Donde la filita resbala peligrosamente
Y las ruedas traseras al momento de girar
En el repentino desvío, casi quedan colgadas sobre el abismo.
Mejor el cerrado y cauto abrazo del ripio y de las desprendidas piedras que
El arroyo quebrando el camino, el viento mordiendo los extremos del desfiladero,
La ensenada que se hinchó en mitad del verano debido a la repentina creciente que bramó en el
interior del angosto valle.
Las cañas grises por el largo invierno,
quemadas hasta la base en el último verano,
aplanadas por el golpe del viento y la lluvia
--O la angosta y la
Tortuosa senda que sube hacia las agudas piedras del arroyo de
Las altas tierras de alisos y abedules y
A través del vivo pantano, con arenas movedizas donde el
Camino por ultimo es bloqueado por un abeto caído y las
Oscuras malezas de las
Feas cañadas.

CASA ABIERTA

MIS secretos gritan fuerte.


No tengo necesidad de lengua.
Mi corazón ofrece hospitalidad,
Mis puertas se abren libremente.
Una épica de los ojos
Mi amor, sin ningún disfraz.

Mis verdades están todas previstas,


Esta angustia revelada a sí misma.
Estoy desnudo hasta los huesos,
Con la desnudez me escudo.
Lo que uso es el mí mismo:
Conservo sobrio el espíritu.

La ira permanecerá,
Los actos dirán la verdad
En lenguaje exacto y puro
Detengo la engañadora boca:
La furia reduce mi más claro grito
A una agonía tonta.

INTERLUDIO

EL elemento del aire era incontenible.


El ímpetu del viento rasgó las tiernas hojas
Arrojándolas en confusión sobre a tierra.
Esperamos las primeras gotas de lluvia en los aleros.

El caos crecía al tiempo que la luz


Mermaba bajo el cielo compacto.
Una noche innatural dilató nuestras pupilas,
Pero el camino y el polvoriento campo permanecieron secos.

La lluvia quedóse en la nube; fue casi oscuro;


El viento yació inmóvil entre las altas hierbas.
Las venas de las manos traicionaban nuestro miedo.
Lo que habíamos esperando no había acontecido.

LO MÍNIMO

ESTUDIO las vidas sobre una hoja: los pequeños


Durmientes, ateridos que se codean en frías dimensiones,
Escarabajos en cavernas, salamandras, peces sordos,
Piojos amarrados en largas, flojas malezas subterráneas,
Contorsionistas de marismas,
Y reptiles bacterianos
Culebreando entre heridas
Como jóvenes anguilas en estanques,
Sus descoloridas bocas besando las cálidas suturas,
limpiando y acariciando,
deslizando y cicatrizando.

TODA LA TIERRA; TODO EL AIRE

ESTOY con piedras que permanecen.


Las piedras duran donde están.
Las campanillas se enroscan;
los pescaditos se mueven.
Una onda despierta el estanque.

II

ESTA dicha es mi ruina, ¿Yo soy!


Un hombre rico como un gato,
Un gato en la horcadura de un árbol,
Cuando ella sacude sus cabellos.
Pienso en eso y me río.

III

TODA inocencia e ingenio, ella


Mantiene vivos mis deseos;
Cuando , flexible como una fiera,
Camina por la calle,
Comienzo a dejarme a mí mismo

IV

VERDADERAMENTE hermosos.
Sus cuerpos no pueden mentir:
la flor pica a la abeja.
El suelo necesita del abismo,
Dicen las piedras, dicen los peces.

Un campo se aleja en el sueño.


¿ Dónde están los muertos? Ante mí
Fluctúa una única estrella.
Un árbol se desliza con la luna.
¡ El campo es mío! ¡Es mío!

VI
ESTOY al acecho en una guarida,
Todo uno con la tétrica oscuridad.
¿Qué es el infierno sino un corazón helado?
¿ Pero quién , al enfrentarse con el rostro de ella,
No se regocijaría?

La Decisión
I

¿QUÉ hace temblar el ojo sino lo invisible?


Escapar de Dios es la carrera más larga.
De joven era perseguido por un pájaro
–La avefría es lenta para abandonar su canto–
No conseguía arrancarme de la mente aquel sonido,
El soñoliento rumor de hojas en un viento ligero.

II

¡ALZARSE o caer, la disciplina es una!


¡La línea del horizonte se agudiza!
¿Cuál es el camino?, le grito al pavoroso negro,
Las brasas a mi espalda, la inestable sombra.
¿Cuál es el camino?, pregunto, y me dispongo a andar
Como un hombre que enfrenta la llegada de la nieve.

El hipopótamo

¿QUÉ le falta, la Cabeza o la Cola?


¡Creo que es su Adelante lo que retrocede!
Vive de Zanahorias, Puerros y Heno;
Para bostezar necesita un Día Entero…

A veces pienso que viviré así.

Vaciadero de flores

CAÑAS brillantes como escorias,


Tallos como babosas,
Enteras camadas de flores arrojadas en montón,
Claveles, verbenas, cosmos,
Abono, malezas, hojas muertas,
Raíces desventradas,
Con venas descoloridas
Entrelazadas como finos cabellos,
Cada masa con la forma de un tiesto,
Todo fláccido
Salvo un tulipán en la cumbre,
Una cabeza jactanciosa
Sobre lo agonizante, lo recién muerto.
Una vez más lo circular

¿QUÉ es más grande, Guijarro o Laguna?


¿Qué podemos conocer? Lo Desconocido.
Mi yo verdadero corre hacia una Colina
¡Más! ¡Oh Más! visible.

Glorifico mi vida, ahora,


Con el Pájaro, la Hoja que perdura,
Con el Pez, el Caracol que busca,
Y el Ojo que todo transforma;
Y danzo con William Blake
Por amor, por amor de Amor solamente;

Y cada cosa retorna a Uno,


Mientras danzamos, danzamos, danzamos.

El diamante

El pensamiento no puede triturarse.


La gran maza se abate en vano.
La verdad no se desmembra nunca;
Su armazón permanece.

Los dientes de entrelazados engranajes


Giran lentamente en la noche,
Pero la verdadera sustancia resiste
Al peso del martillo.

La presión no puede romper


Un centro tan congelado;
La herramienta no arranca ni una astilla,
El núcleo queda sellado.

Macabro epidérmico

Indiscreto es el que desprecia


el aspecto de su ropaje carnal,--
la tela volátil cosida al hueso,
la vestidura del esqueleto,
la prenda que no es pelaje ni es pelo,
la capa de maldad y desespero,
el velo violado largamente
por las caricias de la mano y del ojo.
Sin embargo, he aquí mi indecencia:
odio mi traje epidérmico,
la obscenidad de la sangre salvaje,
los jirones de mi anatomía,
y prescindiría gustoso
de los atavíos falsos del sentido,
para dormir desvergonzadamente,
como un fantasma más encarnado y carnal.

Un campo de luz

1
Ven a los lagos, ven al agua estancada,
a los lagos donde flotan las hojas y el musgo,
a las plantas hundidas en la arena.

Un tronco se dio vuelta al contacto de un pie,


un junco largo salió a la superficie,
un ojo miró de costado.

Los vientitos hicieron


un ruido distante,
el valle más suave
clamó por un sonido.

Traté de alcanzar una uva


y las hojas cambiaron,
la silueta de una piedra
se convirtió en almeja

Cayó una lluvia fina


sobre las hojas gruesas;
Yo estaba ahí, solo
en un sopor acuático.

Ángel que estás dentro de mí, pregunté,


¿acaso alguna vez maldije el sol?
Habla y atente.

Debajo, debajo de las gavillas,


debajo de las hojas ennegrecidas,
detrás de los emparrados viscosos,
en lo hondo de la hierba que bordea el campo,
en las tierras bajas que se secan solo en agosto,

¿Fue polvo lo que besé?


Un suspiro llegó de lejos.
Solo, besé la piel de una roca;
y blando como el tuétano, bailé sobre la arena.
3

Visitante, lo sucio abandonó mi mano.


Pude sentir el hocico de la yegua.
Un sendero se fue a pie.
El sol destelló en un pequeño rápido.
Llegó una cosa matinal agitando sus alas.
El gran olmo se llenó de pájaros.

Escucha, amor.
La alondra henchida cantó en el campo;
yo toqué el suelo, el suelo que calentaron los chorlos,
los listones rieron y las piedras;
los helechos a su modo, y los lagartos pulsátiles,
y las plantas nuevas, todavía incómodas en el suelo,
Los amorosos diminutivos.
¡Pude mirar! ¡Pude mirar!
¡Vi la separación de todas las cosas!
Mi corazón se elevó con la hierba alta;
La maleza me creyó, y los pájaros que anidaban.
Había nubes en fuga cruzando un rompevientos de cedros,
y una abeja que salpicaba desde una madreselva empapada de lluvia.
Los gusanos se deleitaban como los reyezuelos.
Y yo anduve, anduve por el aire liviano,
pasando con la mañana.

En un momento oscuro

En un momento oscuro, el ojo empieza a ver,


me encuentro con mi sombra en la oscuridad que crece;
oigo mi eco en el bosque resonante—
Un señor de la naturaleza llorándole a un árbol.
Vivo entre la garza y el reyezuelo,
las bestias de la colina y las serpientes del cubil.

¿Qué es la locura sino la nobleza del alma


contra las circunstancias? ¡El día se incendia!
Yo sé de la pureza del puro desespero,
de mi sombra clavada contra un muro que suda.
Aquel lugar entre las rocas—¿es una cueva,
o un camino sinuoso? Lo que tengo es el límite.

¡Una constante tormenta de correspondencias!


una noche que vuela con los pájaros, una luna desgarrada,
¡Y en pleno día, la medianoche que vuelve!
Un hombre se aleja para averiguar lo que es—
La muerte del ser en una noche larga y sin lágrimas,
las formas naturales mostrando la luz antinatural.
Oscura, oscura es mi luz y más oscuro, mi deseo.
Mi alma, como una mosca de verano que el calor enloqueció,
se queda zumbando en el umbral. ¿Qué yo soy yo?
Como un hombre caído, me arrastro de mi miedo.
La mente entra en sí misma. Y en la mente, Dios.
Y uno es único, libre en el vértigo del viento.

El despertar

Paseaba yo
a campo abierto,
había sol,
y el clima era feliz.

¡Por acá! ¡Por acá!


relucía la garganta del reyezuelo,
uno a otro
los capullos se cantaban.

Cantaban las piedras,


hasta las más pequeñas,
y como cabritos
las flores saltaban.

Un borde irregular
de margaritas se agitó;
No estaba solo
en un huerto de manzanos.

Lejos, en el bosque
suspiraba un pichón;
el rocío soltaba
sus olores matinales.

Llegué donde el río


corre sobre las piedras:
mis oídos conocieron
una alegría primordial.

Y todas las aguas


de todos los arroyos
cantaron en mis venas

ese día de verano.

Versiones en castellano de Sandra Toro Delmore Schwartz


Poeta 1913, 1966, Estados Unidos
Premios: Bollingen Prize, Beca Guggenheim en Artes Creativas, Estados Unidos y Canadá
Educación: Universidad de Nueva York (1935), Universidad de Columbia, Universidad de
Wisconsin-Madison
Escribió poesía y cuentos cortos. Aunque muy poco se escucha de su trabajo, para muchos, es uno
de los grandes poetas norteamericanos. Allen Tate opina después de la publicación de In Dreams
Begin Responsabilities (En los sueños comienzan las responsabilidades), en 1938, cuando Schwartz
tenía 24 años: “El estilo poético de Schwartz es la única innovación genuina que hemos tenido
desde que Pound y Elliot salieron a escena hace veinticinco años. En sus versos existe un
sentimiento totalmente nuevo del lenguaje y en la versificación regular un nuevo sistema métrico de
gran sutileza y originalidad.” John Crowe Ransom expresa: “Él (Schwartz) posee un dominio
natural del lenguaje poético y es eso lo que pocos poetas poseen actualmente, incluso los más
célebres. No se puede desmontar sus versos para ver cómo es que están hechos. Pues tiene el don de
un estilo poético fusionado e indivisible.” Delmore Schwartz fallece, en New York, el 11 de julio de
1966.

EL CONOCIMIENTO DEL VERANO

El conocimiento del verano no es la veracidad del invierno,


ni la del otoño, ni su fruición, visión o reconocimiento:
no es la gracia de mayo, joven y echando hojas verdes,
radiante con sus hojas blancas,
no es la astucia ni el conocimiento del dorado otoño
ni la oscura madurez del viñedo,
tampoco es la atormentada, empapada y lluviosa ciencia del nacimiento,
abril, o sus dolores de parto,
ni la ciencia en las convulsiones del útero, o en las enmarañadas arterias
rotas y abiertas, raíces que se abren paso desde la oscura marga:
la agonía de la primera muestra de dolor es peor que la muerte,
o peor que pensar en ella:
sin amapolas, sin preparativos, sin iniciación o ilusión,
solo el comienzo, tan lejos de todo conocimiento o cualquier conclusión,
de toda indecisión o cualquier apariencia.
El conocimiento del verano es verde, campestre,
es la sabiduría de crecer y el reconocimiento flexible
de la plenitud, corpulencia y redondez de la madurez,
es la inteligencia del ave y la erudición que los árboles adquieren
cuando la savia asciende hasta la hoja, hasta la flor, hasta el fruto,
esos que la raíz nunca ve y que se imagina en la oscuridad
y en la ignorancia de la sabiduría invernal.
-La sabiduría de la fruta no es la misma que posee la raíz
en sus indómitas tinieblas de ambición, ese estado de fe más allá de concebir
una experiencia o la satisfacción que ofrece la fruición.
El conocimiento del verano no es una imagen del saber
tampoco es el conocimiento de la tradición o el aprendizaje.
No es la sabiduría adquirida en las altas serranías,
no es la imagen del jardín, de manantiales ocultos
en las lejanas montañas.
No es la mirada fija en un marco de oro,
no son las deliberadas y atesoradas frases de los sentimientos;
es la inteligencia del gato, del ciervo, del consumado follaje,
la flor de nieve y la fruta redonda.
Es lo que sabe el fénix de la vid y la uva al final del verano,
cuando la uva se hincha y la manzana enrojece:
es la ciencia de la manzana madura, avanzando hacia la plenitud
de ese momento en que cae en la podredumbre y muerte.
Pues el conocimiento del verano es tanto el de la muerte como el del nacimiento,
es tanto el de la muerte como el del suelo
de toda esa abundante, floreciente llama del renacimiento.
Es el conocimiento de la veracidad del amor y la del crecimiento:
el conocimiento antes y después del conocimiento:
pues, en cierta forma, el conocimiento del verano no es absoluto:
es instintivo, la naturaleza consumada, un nuevo nacimiento
una nueva muerte para renacer, inmensamente surgir de las llamas
del cambiante octubre, del ardiente noviembre,
las imponentes y decadentes llamas
creciendo cada vez más vívidas y altas
en el consumo y aniquilación del fuego otoñal.

CUANDO OBSERVAS TRAS LA VENTANA ACUARELA

Cuando observas vanamente desde la ventana acuarela


todo y nada están allí, y es muy claro, sin exagerar.
También es clara la pulcra impresión de un verdadero libro
marchando tal si fuera a una auténtica conclusión,
a cosechar del ilimitado, inmenso azul del cielo
la noche de los vivos y el día de los muertos.

Conduzco toda una noche


hacia la manzana que ha cosido la luz del sol.
Mi simple yo no es más que un discurso
suplicando el desbordamiento de esa enorme taza,
mi oscurecido cuerpo, la mente quieta como un friso.
El resto son solo conceptos tan complejos como una enfermedad.

EL FANTASMA DE SÓCRATES ME RONDA

El fantasma de Sócrates hoy me ronda,


notoria muerte lo ha dejado salir,
se me acerca con una torpe reverencia
diciendo con su gastada voz
que desconozco, ignoro
que los maquinales caprichos del anhelo
son todas esas elecciones conscientes.
La mariposa enjaulada en su enérgica luz
es mi único día en la enorme noche del mundo.
El amor no es amor
es un niño chupándose el dedo
mordiéndose el labio.
¡Pero tómalo todo, quizá haya más que eso!
Desde el infinito cielo hasta el desfondado piso
con la pesada cabeza y la punta del dedo
no todo es falso, obsceno y escaso.
Sócrates está junto a mí, inmóvil,
demuestra confianza a mi titubeante placer
y mientras señala el severo azul del cielo
-¡Viejo Noúmeno, hazte realidad, realízate!

OH AMOR, DULCE ANIMAL

Oh Amor, oscuro animal


con tu rareza vas
como cualquier demente o patán:
tranquilizas a la niña
que habita, desde hace muchos años,
su soledad,
niña aterrorizada por una mirada
que nunca fue para ella.
Para ella
cepillas tu pesado pelaje.
Despacio y por horas
la observas como a un libro.
Sus atributos son tales
que nadie se atreve a observarla demasiado.
Dile cómo sabes
que nada puede ser tomado
cuando nada ha sido ofrecido:
para ti el tiempo ha sido perdonado:
y ya advertido por el infierno, por el cielo
no puedes estar equivocado.

LA MENTE PERCIBE EL CORAZÓN EN UN LEVE OLEAJE

En un leve oleaje,
los peces se lanzan tal dedos centrífugos,
deseos lascivos,
y los placeres se alzan
al cerrarse los ojos.
A través del agua lúcida:
el pequeño guijarro, el lecho de arcilla clara,
la argentada concha. Todo es aparente, superficial.
¿Quién pedirá más atardeceres agostizos?
¿Quién cavará las minas y perseguirá las sombras?
“Yo lo haré” respondió un Corazón perforado
“levántate, haragán” (tembloroso labio inferior,
pálido rostro con su pedregosa ira),
“viejo error es la idea de sentarse quieto,
en el pasto, tendido, a la orilla del río,
bajo el tránsito, las consumibles sensaciones
una pausa en el tiempo
donde la tarde se quedaría.
No, la noche llega pronto
con sus montañas grises, con desolación,
a menos que el Amor erija su ciudad.”

LOS PERROS SON SHAKESPEREANOS, LOS NIÑOS SON EXTRAÑOS

Los perros son shakespereanos, los niños son extraños.


Dejemos que Freud y Wordsworth diluciden al niño,
Los ángeles y los platónicos juzgarán del perro,
El perro que corre, se detiene, distiende sus ollares, que
Luego ladra y se queja; el niño que pellizca a su hermana,
La pequeña que canta la canción de Noche de Reyes,
Como si comprendiera al viento y a la lluvia,
El perro que gime escuchando concierto de violines.
¡…Oh, me pongo triste cuando veo perros o niños!
Pues ambos son extraños, son shakespereanos.

Dinos, Freud, ¿puede acaso ser que los lindos niños tengan
Simples y repulsivos sueños sobre sus funciones corporales?
Y tú, Wordsworth: ¿se encuentran ellos realmente cubiertos
Por nubes de gloria, están iniciados en la Naturaleza oscura?
El perro que rastrea humildemente en la tierra,
El niño que da crédito a los sueños y teme la oscuridad,
Saben más y menos que ustedes: saben ellos muy bien,
Que ni los sueños ni la infancia a todo responden bien:
Son también ustedes extraños; los niños, shakespereanos.

Contempla al niño, contempla al animal,


Extraños bienvenidos, pero estudia las cosas cotidianas,
Sabiendo que cielo e infierno están a nuestro alrededor,
Pero esto, esto que decimos antes de arrepentirnos,
Esto que vivimos por detrás de nuestros rostros ocultos
No es sueño, tampoco infancia, mito o paisaje,
Ni algo definitivo, o finalizado, puesto que
Inacabados somos y ningún futuro conocemos,
Y nuestras almas desgastamos al aullar y danzar,
En rítmicas sílabas delante del telón, pues,
Somos extraños, somos shakespereanos.

* * *
CALMADAMENTE ATRAVESAMOS ESTE DÍA DE ABRIL

Calmadamente atravesamos este día de abril,


Poesía de la urbe, allá y aquí,
Sentados en el parque el pobre y el rentista,
Los niños revoltosos, el automóvil
Que se aleja, fugitivo, por nuestro lado,
Entre el obrero y el millonario,
El número es lo que proporciona la distancia,
Es ahora el año de mil novecientos treinta y siete,
Ausentes están muchos de nuestros grandes afectos,
¿Qué vendrá a ser de ti y de mí
(Esta es la escuela en que aprendemos…)
Más allá de la foto y la memoria?
(… que el tiempo es el fuego en que ardemos.)
(Esta es la escuela en que aprendemos…)
¿Qué es el yo en medio de este fulgor?
Lo que soy yo ahora era ya entonces,
Eso mismo que retomaré y otra vez soportaré,
La teodicea que escribí en mis días de colegio
Regeneraba toda vida a partir de la infancia,
¡Los niños bulliciosos rebrillan mientras corren
(Esta es la escuela en que aprendemos…)
Por completo enloquecidos en su juego pasajero!
(… que el tiempo es el fuego en que ardemos.)

¡Tan ávida su prisa, la de este alocado fulgor!


¿Dónde están mi padre y Eleanor?
No dónde están ahora, ha siete años muertos,
Sino, ¿qué es lo que eran entonces?
¿Nada más? ¿Nada más?
Desde mil novecientos catorce al presente,
Bert Spira y Rhoda se consumen, consumen
No el lugar donde ahora están (¿Dónde están ahora?)
Sino lo que eran entonces, hermosos los dos;

Cada minuto estalla en la ardiente habitación,


El gran globo gira alocado en el fuego solar,
Arrojando de sí lo trivial y lo único.
(¡Cómo relumbran todas las cosas! ¡Cómo refulgen!)
¿Qué soy yo ahora que era ya entonces?
Que la memoria restituya una y otra vez
El más pequeño color del día más breve:
El tiempo es la escuela en que aprendemos,
El tiempo es el fuego en el que ardemos.

LA BALADA DE LOS HIJOS DEL ZAR


1
Los hijos del Zar
jugaron con un balón

En la mañana de mayo, en el jardín del Zar,


se lo lanzaban y lanzaron.

Cayó entre los arriates


o se fugó a la puerta norte.

Una luna diurna colgaba


del cielo a poniente, calva y blanca.

Como la cara de Papá, dijo Hermana,


arrojando la pelota blanca.
2
Mientras, yo me comía una papa asada
a seis mil millas de distancia,

En Brooklyn, en 1916,
edad dos años, irracional.

Cuando Franklin D. Roosevelt


era un anuncio de camisas Arrow.

¡Oh, Nicolás! ¡Ay! ¡Ay!


Tosió en tu ejército mi abuelo.

Oculto en un tonel apestoso a vino


tres días en Bucarest

Se fue luego a América


y llegó a ser rey.

3
Yo soy el padre de mi padre,
tú eres la culpa de tus hijos.

En la piedad y el terror de la historia


el niño es de nuevo Eneas;

Troya está en el cuarto de los niños,


el caballico de madera en llamas.

¡Explotación de menores! Cargue el niño


los padres a su espalda.

Y puesto que pasaron tantas cosas


y que la historia no es sino tristor

Para el individuo,
el que bebe té, el que se acatarra,

Generalícese la furia:
odio cosas abstractas.

4
Hermano y hermana rebotaban
el invicto balón obligado,

Del sol cayeron añicos


como espadas sobre aquel juego,

Marchoso hacia levante entre estrellas


y hacia octubre y febrero.
Mas los vientos de mayo rozaron sus mejillas
como madre que vigila un sueño,

Y si pelean un poco
por culpa del balón

Y la hermana pellizca al hermano,


y el hermano le atiza en las canillas,

¡Pues sí! Así es el corazón humano:


flor de cacto.

5
El jardín donde el balón rebota
es otro balón que retoza.

El remolino rotatorio del orbe


impide el júbilo del albedrío.

Rueda en su foco oscuro de luz,


muy grande para sus manos.

Cosa despiadada sin fin,


capricho y perseverancia,

No se hizo para niños, para juegos,


se hizo para perseguirse.

De los inocentes se apoderan,


no son inocentes.

Son los padres del padre,


el pasado inevitable.

6
Ahora, en este octubre
de esta mala racha,

Veo mi segundo año,


me como mi papa asada.

Mi mundo untado con manteca


que atiza mi torpe mano

Cae de la silla alta


y me echo a chillar.

Y veo el balón rodar bajo


la verja cerrada de hierro.

Grita la hermana, chilla el hermano,


el balón evadió sus albedríos.

Pensar que hasta un balón


es incontrolable,

Y está bajo la tapia del jardín.


El terror se apodera de mí

Si pienso en los padres del padre,


y en mi propio albedrío.

Traducción de José Kozer

EN LA CAMA DESNUDA, EN LA CAVERNA DE PLATÓN

En la cama desnuda, en la caverna de Platón,


Luces reflejadas se deslizaban lentamente sobre la pared,
Carpinteros martillaban bajo la ventana ensombrecida,
El viento agitó las cortinas toda la noche,
Una flota de camiones extendida cuesta arriba, rechinando,
Con la carga cubierta, como siempre.
El techo se encendió una vez más, el diagrama inclinado
Se deslizó lentamente hacia delante.
Al escuchar los pasos del lechero,
Su esfuerzo en la escalera, el tintineo de las botellas,
Me levanté de la cama, encendí un cigarrillo,
Y caminé hacia la ventana. La calle empedrada
Destacaba la quietud en la que permanecen los edificios,
La vigilia de los postes de luz y la paciencia del caballo.
El capital puro del cielo del invierno
Me hizo volver a la cama con ojos exhaustos.
La extrañeza crecía en el aire inmóvil. La vaga película
Se agrisó. Sacudiendo vagones, cataratas de cascos
Sonaban a lo lejos, cada vez más fuerte y más cerca.
Un auto tosió al arrancar. La mañana fundiendo
El aire suavemente, levantó sillas semicubiertas
Del fondo de los mares, iluminó el espejo,
Volvió visible la cómoda y la pared blanca.
El pájaro gritó tentativamente, silbó, gritó,
Trinó y silbó, así! Perplejo, todavía húmedo
Por el sueño, afectuoso, hambriento y frío. Así, así
Oh hijo del hombre, la noche ignorante, el afán
De la mañana temprana, el misterio de comenzar
una y otra vez.
Mientras que la historia no perdona.

DELMORE SCHWARTZ, LA VIDA DE UN POETA AMERICANO . Walter Cassara

Somos terriblemente egoístas e injustos con los muertos. Quisiéramos cobijarlos al abrigo de
nuestros mejores recuerdos, y a cambio les ofrecemos una posteridad inmutable como una piedra,
donde paradójicamente quedan excluidos para siempre de ellos mismos. El caso de Delmore
Schwartz es emblemático al respecto: uno llega a él a través del recuerdo de otros escritores que lo
conocieron: Bellow, Berryman, Lowell, etc. Su obra parece secundaria en relación a su vida, y su
vida también ha quedado relegada a las sombras: no es suya sino que es “la vida de un poeta
americano” (de hecho, así se titula su biografía, escrita por James Atlas); la vida de un poeta
americano, vale decir: la vida de un mero epítome, de un expediente clínico o jurídico, de una
falacia ad hominem. ¿En qué punto un poeta deja de vivir su propia vida y empieza a vivir su
biografía literaria? ¿Y cómo habrá sido exactamente la vida de un poeta americano entre los años
cuarenta y cincuenta? En principio, tiene que haber crecido en un barrio pobre de Brooklyn, tiene
que ser judío con ciertas tendencias izquierdistas y con amplios conocimientos humanísticos acerca
de todo: desde el psicoanálisis y el cine, pasando por el automovilismo y los scores de la liga de
beisbol. Luego, debe tener una carrera literaria breve y fulminante, con éxitos definitivos y
prematuros, y sobre todo debe sobrellevar un magnífico descenso a los infiernos, nimbado de
ginebra y barbitúricos, largos litigios en tribunales y varias estadías en el manicomio. Una vida
ciertamente agitada, aunque bastante monótona a la larga, salvo que uno abandone la poesía a los
veinte años y se consagre a mercadear en el desierto, como hizo Rimbaud. No obstante, Delmore
no fue un velocista tan alígero como el adolescente de Charleville; todo lo contrario, al igual que
uno de sus grandes maestros, Scott Fitzgerald, quedó muy pronto a la zaga de su propia juventud y
prisionero de su propio mito, y debió cargar sobre sus hombros la eterna maldición del american
dream. A los treinta años estaba completamente acabado; quizás poseía aún las fibras elásticas y
explosivas de un corredor de velocidad, pero sus músculos y su alma eran los de un buey molido a
palos. Lo peor que le puede ocurrir a un poeta es perder su facultad de ser imprevisible, vivir una
vida prestada, convertirse en un estereotipo. Los muertos ya no pueden asombrarnos. Lo peor y lo
mejor que le pudo ocurrir a Delmore Schwartz fue “reencarnar” en Von Humboldt Fleisher, el
personaje de El legado de Humboldt, la célebre novela de Saul Bellow. Sin duda, este libro es un
lúcido y genial homenaje a la leyenda del poeta, pero es también un mausoleo asfixiante del que su
verdadera vida ya nunca podrá escapar. El mausoleo es América y el estereotipo es el más patético
de todos: el del artista fracasado y condenado a deambular como un zombi en los márgenes de una
sociedad despiadadamente materialista. La vida de un poeta americano es simplemente un calco de
lo que podría haber sido una vida verdadera, en ese minuto en que llega a ser efectivamente cierta y
que sólo puede traducirse en un anonimato tácito, y acaso, en muy contadas ocasiones, en un buen
poema. La única chance que tenemos para redimir a Delmore Schwartz de todo ese parloteo esnob
que rodea su figura, es asombrándonos con su poesía, que es un territorio virgen, o que casi no ha
sido explorado. Todo lo otro, como diría Enrique Lihn, no es más que un epílogo en el diccionario
total de la oscuridad.
Walter Cassara

EN ESTE MOMENTO

Algunos, los inseguros, me reclaman. Temen


el as de espadas. Temen
los amores que se brindan de golpe, alejándose de la chimenea.
Dulces en su firmeza. Y desconfían
de los fuegos artificiales junto al lago, primero el estruendo,
y después las luces de colores en lo alto.
Llenos de dudas, son pura envidia
del César en su vuelta a la proa.
Atrapados en la piedra de su acto y su cargo.
Mientras los instrumentos de metal
arrancan brillantes sobre el agua,
ellos se quedan entre la multitud a lo largo de la orilla,
conscientes del agua bajo el Supremo. Lo saben. Con los ojos
fijos en el agua

me perturban, me exigen. No es cierto


que “nadie es feliz”, pero ese no es
el sentido que te orienta. Si somos inacabados
(lo somos, a menos que la esperanza sea un sueño equivocado),
entonces tenías razón. Me tiras de la manga
antes de que hable, con tu amistad hecha sombra,
y así recuerdo que a nosotros, los que seguimos,
nos llevan las nubes que oscurecen la medianoche.

TODA LA NOCHE, TODA LA NOCHE

"He llegado a conocer la noche" Robert Frost

Viajé en tren toda la noche, en una luz mortecina.


Un pájaro de voluntad inusitada volaba en paralelo.
Con el ánimo y las maneras del ensueño diurno,
los demás pasajeros dormían, leían,
esperando y esperando el lugar para ser reubicados
en la vía exacta de la seguridad o en el casillero del accidente.

Miré por la ventanilla hacia la noche, y no pude distinguir


las luces de las ciudades por las que pasábamos
de las lámparas amarillas entumecidas en el cielorraso.
Y el pájaro volaba en paralelo, inmóvil, mientras el tren
avanzaba en la línea recta de su silbido, raudo
sobre las vías tensas, rasgando el vacío, reconocible.

El centro hastiado de esta visión y de este estado de las cosas


no levantaba los ojos de las páginas lustrosas de la revista
(buscando lo nuevo y lo desconocido), y sus ojos cayeron
en el pozo de la oscuridad sin fondo bajo el lustre.
Y él era apenas uno entre ocho millones de pasajeros y lectores.

Y todo el tiempo bajo la sonrisa vacía el tambor


del largo y decidido viaje se sacudía y lo traspasaba
y el cuerpo le respondía con mímicas y ecos.
Entonces el tren, como una lluvia torrencial e imprevista,
comenzó a acelerar y a triturar. La noche callada o pasiva,
presionado e impresionando las frentes de los pacientes
con una apretada imagen de la locomotora y su urgencia
avanzaban por un rayo de luz rasgando la noche,
cambiando y transformando el silencio
en una violencia de vapor, ruido, humo y sucesión.

Un niño aburrido fue a buscar un vaso de agua,


y lo volcó porque el agua también
se aburría y para dar la pelea vana del aburrimiento.
El niño, al regresar, miró por encima del hombro
de un hombre que leía, hasta que el hombro se enojó.
Un mujer gorda bostezó y sintió las gotas del líquido
derramarse por el entramado de tantas cenas.

Y el pájaro voló en paralelo y en paralelo volaron


las líneas de los postes de teléfono, como trazadas
por un lápiz negro, crucifijos a intervalos regulares,
un poste tras otro, cruzados tres veces,
de campanas azules, de árboles anónimos.

Y entonces el pájaro gritó, como si nos gritara a todos:

Ah tu vida, tu solitaria vida,


¿qué has hecho de ella,
qué, del gran legado de la conciencia?
¿Qué vas a hacer de tu vida
antes de que el cuchillo de la muerte
te dé la última respuesta, la única correcta?

Yo, por mi parte, me sentí, en mi corazón, como quien cae,


cae en un paracaídas, cae sin remedio, y siente
la infinita corriente del abismo que lo arrastra hacia abajo,
un payaso que sin remedio y eternamente cae, horrorizado:

Así es como la noche pasa, este es


el viaje interminable hacia el famoso inconmensurable
abismo.

LOS PERROS SON SHAKESPEAREANOS, LOS NIÑOS SON EXTRAÑOS

Los perros son shakespeareanos, y los niños, extraños.


Que Freud y Wordsworth analicen al niño,
Y los ángeles y los expertos en Platón, al perro,
al perro que pasa corriendo y se detiene, dilatando la nariz,
y luego ladra y mueve la cola; el niño que pellizca
a su hermana, la chiquilla que cantaba el villancico
de la Noche de Reyes, como si entendiera
del viento y la lluvia, el perro que gemía
al escuchar el concierto de violines.
¡Qué tristeza cuando veo a un perro o a un niño!
Porque son extraños, son shakespeareanos.

Dinos, Freud, ¿podría ser que los dulces niñitos


tengan sueños horrorosos sobre funciones fisiológicas?
Y tú, Wordsworth, responde, ¿están en verdad los niños
coronados de gloria, tanto saben de la oscura Naturaleza?
El perro y su humilde búsqueda en la tierra,
el niño que atesora sueños y tiene miedo de lo oscuro,
no saben ni más ni menos que tú: saben muy bien
que ni el sueño ni la infancia dan la respuesta correcta:
Ustedes también son extraños, y los niños, shakespeareanos.

Respeta al niño, respeta al animal,


saluda a los extraños, y considera las cosas de cada día,
porque el cielo y el infierno están aquí,
pero esto, esto que decimos antes de arrepentirnos,
esto que vivimos detrás de nuestras caras ocultas,
no es sueño ni es infancia,
no es mito ni paisaje, no es definitivo ni está terminado,
porque estamos incompletos y del futuro no sabemos nada,
y aullamos o bailamos hasta quedarnos sin alma,
en sílabas acentuadas antes del telón:
nosotros somos los shakespeareanos; nosotros, los extraños.

EL OSO PESADO QUE CONMIGO VA

“el estar consigo del cuerpo”


El oso pesado que conmigo va,
Embadurnado el rostro de una múltiple y variada miel,
Zafio y dando tumbos aquí y allí,
Acaparando cada sitio con su peso,
Ese bruto hambriento y golpeador
Enamorado de los dulces, del sueño y de la ira,
Factótum desquiciado que todo lo deshace,
Que trepa el edificio y patea el balón,
Que en la ciudad del odio boxea con su hermano.

Junto a mí jadea, ese pesado animal,


Ese oso pesado que conmigo duerme,
Y que dormido aúlla por un mundo hecho de azúcar,
Por un dulzor tan íntimo como el abrazo del agua,
Aúlla en sueños porque la cuerda
Tiembla mostrándole el oscuro abismo que hay debajo.
Este exhibicionista de pomposo andar está aterrado,
Embutido en su traje de gala, reventándole los pantalones,
Y tiembla cuando piensa que su carne tiritante
Se deshará por fin hasta convertirse en nada.

Este animal del que no puedo escapar conmigo va,


Y me ha seguido desde que el negro útero me sostenía,
Moviéndose conmigo, distorsionándome los gestos,
Una caricatura, una henchida sombra,
El payaso estúpido de los designios de mi ser,
Que ofende y obnubila con su propia oscuridad,
Que alienta oculto en el vientre y en los huesos,
Opaco, demasiado próximo, mi secreto, y aún así desconocido,
Que se yergue para abrazar a ésa a la que amo,
Con la que quisiera caminar, de no estar él tan cerca,
Groseramente la manosea, a pesar de que me bastaría
Tan sólo una palabra para desnudar mi corazón y mostrarme como soy,
Pero él se tambalea, y lo ofusca todo, y exige su alimento,
Bajo su custodia babeante arrastrándome con él,
Entre los cientos de millones de su especie,
Y el desenfreno de la gula en todas partes.

BAUDELAIRE

Al dormirme, e incluso mientras duermo,


Oigo voces que pronuncian, con toda claridad,
Frases enteras, corrientes y triviales,
Que nada tienen que ver con mis asuntos.

Querida madre, ¿nos queda acaso tiempo


Para ser felices? Mis deudas son inmensas.
Mi cuenta bancaria está en manos del juez.
Nada sé. Nada puedo saber.
He perdido la capacidad de realizar esfuerzos.
Pero ahora, como antaño, crece mi amor por ti.
Estás armada siempre para lapidarme, siempre:
Es cierto. Desde que era niño es así.

Por primera vez en mi larga vida


Soy casi feliz. El libro, que casi he terminado,
Casi me parece bueno. Será un monumento que perdure
A mis obsesiones, a mi odio, al asco que me impregna.

Las deudas, la inquietud sin tregua, van venciéndome.


Satán se me aparece y me habla dulcemente:
«¡Descansa un día! Hoy puedes relajarte y retozar.
Esta noche trabajarás». Cuando la noche llega,
Mi mente, aterrorizada por los atrasos,
Hastiada de tristeza, paralizada de impotencia,
Esgrime una promesa: «Mañana; lo haré mañana».
Mañana, una vez más, será representada la comedia;
Los propósitos de siempre, la habitual debilidad.

Estoy harto de esta existencia de habitaciones alquiladas.


Estoy harto de las jaquecas y los resfriados:
Conoces mi extraña vida. Cada día trae consigo
Su porción de ira. Poco sabes
De la vida de un poeta, querida madre: debo escribir poemas,
La más fatigosa de las ocupaciones.

Estoy triste esta mañana. No me lo reproches.


Te escribo desde un café que hay junto a Correos,
Entre el chasquido del billar, el ruido de los platos,
El martilleo de mi corazón. Me han encargado que escriba
Una «Historia de la caricatura». Me han encargado que escriba
Una «Historia de la escultura». ¿Escribiré entonces
Una historia de las caricaturas
De las esculturas que de ti tengo en el corazón?
Aunque te suponga penalidades sin cuento,
Aunque dudes que sea necesario
Y estimes la suma inadecuada,
Te ruego me envíes dinero suficiente
Para al menos tres semanas.

UN PEQUEÑO HIJO Y SU MADRE EMBARAZADA

A los cuatro años la Naturaleza es montañosa,


misteriosa, submarina. Esto lo sabe

hasta un niño de ciudad, al escuchar el rumor


del subterráneo en lo profundo. Por la rejilla

resbaló su moneda, y así supo de la pérdida,


ese centavo irrecuperable del destino,

y ahora el más novedoso de los misterios,


se impone ante sus ojos honestos, precavidos.

La madre demasiado gorda, demasiado distraída,


lejos de él su mirada, sin ver su rostro, sin verlo

a él, su perfume, su encanto, su hora de ir a dormir,


su leche tibia en la noche más oscura, la primavera

tardía, extraño deseo, y el tiempo vertiginoso,


este distanciamiento que crece despacio

(su madre antes tan esbelta, casi siempre enferma,


fue su monumental padre quien hizo este hechizo)

Y la explicación para el miedo sigiloso y contenido,


otra criatura que se engendra y se empieza a amar:

si todos los hombres son enemigos,


¡hasta los hermanos pueden expulsarse de sus madres!

No hay mejor ejemplo que este hermano sin nacer


y el exilio que le enseña de su madre,

medido según la distancia de aquí al cielo,


y dicho en dos palabras apenas,
yo soy yo.

PARÁFRASIS DE UN SUEÑO DE WHITMAN,


CON EL RECONOCIMIENTO Y LA VITALIDAD DE RENOIR

Veintiocho mujeres desnudas se bañan en la costa


o cerca de la ribera de un lago montañoso
veintiocho muchachas, todas bellísimas,
dignas de posar para la cámara de Mack Sennett
o de bailar en el coro de Florenz Ziegfield.

Jugaban con el agua y nadaban con la maravillosa


irreflexión de su belleza y juventud
en la espontaneidad absoluta del verano, entre raptos
de una conciencia
más aguda, más intensa, más suave
debido a la sedosidad y suavidad de las aguas
que se hacían sangre con la energía
encendida por la desnudez de los cuerpos,
electrificada: deificada: imposible de negar.

Un hombre de unos treinta años las contempla desde lejos.


Vive en un calabozo de diez millones de dólares.
Es rico, buen mozo y está parado, vacío, detrás
de las cortinas de lino
y desde ahí las contempla.
¿Cuál de ellas le parece la más deseable, la más hermosa?
Todas son deseables y hermosas por igual desde su dorada
/distancia.
Es que si la pobreza oscurece la discriminación y convierte
a la percepción en algo demasiado vívido,
el oro de la riqueza es también una forma de la ceguera.
O no fue un francés el que dijo, aunque esto sea América…

Pero lo que dijo no es del todo exacto, aquello


de que una mujer desnuda demuestra la existencia de Dios.

¿Pero adónde va?


¿Va a reunirse con ellas, a jugar y a reír con ellas?
No lo vieron, aunque él sí, y así estuvo allí, entre ellas.
Las vio como no habría podido hacerlo si hubieran
notado su presencia
o la de los hombres en su total desenfreno:
este es su encanto y su miseria,
al poseerlas solo en la mirada.

…sintió el misterio del bosque, supo de la suavidad de junio,


la tibieza que lo rodeaba crujió
y tras la mansarda, desde el tejado de esa casona,
vislumbró la luz opaca de las hojas quebradizas del año pasado,
ya caídas, escudriñadas primero, ignoradas después,
entrevistas por la muerte al caer,
el invierno enlutado y el renacimiento de mayo.

EL REINO DE LA POESÍA
Es como luz,
es luz,
necesaria mientras alumbra, mientras seduce y
fascina…

…Ciertamente, la poesía es
más atractiva, más valiosa
y mucho más seductora
que las Cataratas del Niágara, el Gran Cañón, el Océano Atlántico
y otros admirados fenómenos naturales.
Es necesaria mientras alumbra, y mientras es hermosa.
Es prepóstera
con precisión, hace que sea posible decir
que no se puede cargar con una montaña, aunque un poema puede cargarlo todo.
Es monstruosa
con amabilidad, porque puede decir, seriamente o en broma:

“La poesía es mejor que la esperanza,


“porque es la paciencia de la esperanza, y todos los cuadros vivos de la esperanza,
“la poesía es mejor que la exaltación, de hecho es más placentera,
“es superior al éxito y a la victoria, y resiste en su tranquila beatitud
“mucho tiempo después que la gesta más grandiosa, como fuegos de artificio que se arman y caen.
“La poesía es de lejos el animal más poderoso y fascinante
“que ningún bosque o jungla, ningún arca, circo o zoo pueden poseer.”

Por eso, la poesía enaltece y agudiza la realidad:


porque afirma que la realidad es magnífica, pero también estúpida:
por eso, la poesía, en cierto sentido, es omnipotente;
porque la realidad es variada y rica, vívida y poderosa, pero no alcanza
ya que es caótica y estúpida o sólo a ratos, y errática, inteligente,
porque sin poesía, la realidad es muda e incomprensible,
es rudimentaria, como la magnificencia y ampulosidad del trueno:
sus peroratas en torno a la incesante oración del océano:
por eso el brillo y la gloria de la realidad, sin poesía,
se apagan, como los rojos ópera del atardecer,
los ríos azules y las ventanas de la mañana.

El arte de la poesía hace posible afirmar: Pandemonium.


Porque la poesía es exacta y alegre. Y dice:
“el atardecer recuerda a una corrida de toros.
“Un remo en el sueño suena como soda, burbujea.”
La poesía resucita el pasado desde la tumba, como Lázaro.
Trasfigura un león en un fénix y una muchacha.
Y confiere a la muchacha el esplendor del latín.
Transfigura el pan en vino y cada matrimonio en Caná de Galilea.
Porque es verdad la poesía ha inventado al unicornio, al centauro y al fénix.
De ahí que es cierto que la poesía sea un Arca indestructible,
un autobús que admite, conduce e impulsa la mente de todos los animales.
De ahí que haya otorgado y otorgue una lengua a la compasión,
por lo tanto una historia de la poesía debería ser una historia de la dicha, y una historia
del misterio del amor
porque la poesía proporciona espontáneamente, con libertad y abundancia
un nombre a las mascotas y los diminutivos que el amor requiere y sin los cuales
el misterio del amor no puede ser dominado.

Por eso la poesía es como luz, es luz.


Brilla sobre todas las cosas, como el cielo azul, con la misma justicia azul.
Por eso es el resplandor de la conciencia:
y es también la tierra de los frutos del conocimiento
en los huertos del ser:
nos muestra las delicias de la ciudad.
Alumbra las estructuras de la realidad.
Es motivo de conocimiento y de carcajadas:
afina los bisbiseos del ingenio.
Es como la mañana, como las flautas de la mañana, cantando encantadas.
Es el nacer y el renacer de la primera mañana para siempre.

La poesía es ágil como un tigre, astuta como un gato, vívida como una naranja,
no obstante, nunca muere: es de hojas perennes y está siempre en flor;
aun mucho después que faraones y césares se han extinguido,
ella brilla y resiste más que los diamantes,
porque la poesía es la actualidad de la posibilidad. Es
la realidad de la imaginación
es la garganta de la exaltación,
la procesión de la posesión,
el movimiento del entendimiento y
el entendimiento de la mañana y
el dominio del entendimiento.

El encomio de la poesía es como la claridad en las alturas de la montaña.


Las alturas de la poesía son como la exaltación de las montañas.
¡Es la realización de la conciencia en el país de la mañana!

JOHN BERRYMAN
1914 se suicidó en 1972. Fue un poeta estadounidense. Se le considera como una de las mayores
figuras de la poesía estadounidense de la segunda mitad del siglo XX.
Berryman publicó su primera obra, titulada Poems, en 1942 durante la Segunda Guerra Mundial, y
una segunda, Dispossessed, seis años más tarde. La primera obra considerada como una de sus más
importantes fue Homage to Mistress Bradstreet, aparecida en 1956. En cuanto al público y la crítica,
fue sus Dream Songs, que aparecieron en serie desde 1964, las que mayor acogida obtuvieron.
El primer volumen de esta serie, titulada 77 Dream Songs, le permitieron ganar el Premio Pulitzer
de poesía, siendo la máxima distinción que puede recibir un profesional de la prensa en Estados
Unidos. El segundo volumen apareció en 1968, titulado His Toy, His Dream, His Rest. Un año más
tarde, los dos volúmenes fueron publicados en un sólo libro, The Dream Songs.
SUICIDIO Cuando John Berryman tenía apenas 10 años, en 1924, su padre, un banquero de
Florida, se suicidó, y él mismo sería el primero en encontrar el cadáver. Un tiempo más tarde, su
madre se vuelve a casar, y sería por el apellido de su padrastro que adoptaría el pseudónimo de
Berryman. La imagen del suicidio de su padre le influiría en sus poemas, ya que en varios de ellos
se trata este tema de forma indirecta.Berryman era alcohólico y algunos de sus amigos dijeron que
mientras estudiaba en la Universidad de Columbia parecía tener una doble personalidad. Su
alcoholismo y depresión le fueron alterando sus capacidades para escribir, hablar en público y
trabajar normalmente. Así, en 1972, su estado depresivo le lleva a seguir el ejemplo de su padre: se
suicida tirándose por el puente de la Avenida Washington en Minneapolis, en Minnesota.
John Berryman nació el 25 de octubre de 1914 en McAlester, en el estado de Oklahoma y se suicidó
el 7 de enero de 1972 arrojándose de un puente en Missisipi. Es una de las mayores figuras de la
poesía estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. Junto a Robert Lowell, Sylvia Plath, Anne
Sexton y W. D. Snodgrass, es considerado un poeta de la denominada “poesía confesional”, término
acuñado por el crítico M. L. Rosenthal. Berryman publicó su primera obra, titulada Poems, en 1942
durante la Segunda Guerra Mundial y una segunda, Dispossessed, seis años más tarde. La primera
obra considerada como una de sus más importantes fue Homage to Mistress Bradstreet, aparecida
en 1956. En cuanto al público y la crítica, fueron sus Dream Songs —que aparecieron en serie
desde 1964— las que mayor acogida obtuvieron. El primer volumen de esta serie, titulada 77
Dream Songs, le permitió ganar el Premio Pulitzer de poesía, siendo esta la máxima distinción que
puede recibir un profesional de la prensa en Estados Unidos. El segundo volumen apareció en 1968,
titulado His Toy, His Dream, His Rest. Un año más tarde, los dos volúmenes fueron publicados en
un sólo libro, The Dream Songs. A continuación presentamos las traducciones de cinco poemas del
autor preparadas por Yanina Audisio.

CANCIÓN DEL SUEÑO 14

La vida, amigos, es aburrida. No debemos decirlo.


Después de todo, el cielo destella, el inmenso mar suspira,
nosotros mismos destellamos y suspiramos,
y además mi madre me dijo cuando niño
(repetidamente) “Siempre confesar que estás aburrido
significa que no tienes

Recursos Internos.” Concluyo ahora que no tengo


recursos internos, porque estoy gravemente aburrido.
La gente me aburre,
la literatura me aburre, especialmente la gran literatura,
Henry me aburre, con sus problemas & quejas
tan mal como Aquiles,

que ama a la gente y el arte de vanguardia, que me aburre.


Y las colinas tranquilas, & la ginebra, parecen un lastre
y de algún modo un perro
se ha llevado a sí mismo & a su cola considerablemente lejos
dentro de las montañas o el mar o el cielo, dejando
atrás: a mí, el meneo.

***
CANCIÓN DEL SUEÑO 100

Cómo esta mujer logró el coraje, cómo tuvo


el coraje, Henry se aturdía en una frenética y cálida
noche de ocho de Julio,
de dónde vino, ¿acaso una vez el Señor frunció el ceño
sobre la cuna antigua pensando “Esta
va a hacer antes de morir

por dos y setenta años de humillaciones gastadas


al menos”, y con su trueno cerró una promesa?
En aquel pueblo distante
quién echó un vistazo sobre mi madre con tal pena & rabia
que nadie soportaría semejante peregrinación,
gruñó Henry sudando, crecido

pero no crecido en el hábito de la bondad de esta mujer


en su gran fuerza, en su esperanza sobrehumana,
no, no, no habituado en absoluto.
Proclamo un misterio, masculló para sí,
del amor, y tomó el whisky del anaquel
y la bebió en un largo trago, largo.

***
EL POEMA DE LA PELOTA

¿Qué es el niño ahora, que ha perdido su pelota,


¿Qué, qué va a hacer? La vi irse
Alegremente rebotando, calle abajo, y después
Alegremente por – ¡allí está en el agua!
De nada sirve decir “Oh, hay otras pelotas”:
Un último estremecimiento de pena fija al niño
Mientras se sostiene rígido, tembloroso, contemplando
Todos sus días de juventud en el puerto donde
Fue su pelota. Yo no lo molestaría,
Una moneda, otra pelota, no tiene valor. Ahora
Él siente la primera responsabilidad
En un mundo de posesiones. La gente se llevará pelotas,
Las pelotas se perderán siempre, pequeño niño,
Y nadie compra una pelota de vuelta. El dinero es externo.
Él está aprendiendo, bien detrás de sus ojos desesperados,
La epistemología de la pérdida, cómo estar de pie
Sabiendo lo que todo hombre debe un día saber
Y la mayoría sabe muchos días, cómo estar de pie
Y gradualmente la luz regresa a la calle
Suena un silbato, la pelota está fuera de vista,
Pronto una parte de mí explorará el profundo y oscuro
Fondo del puerto… Estoy en todas partes,
Sufro y me muevo, mi mente y mi corazón se mueven
Con todo eso que me mueve, bajo el agua
O silbando, no soy un niño pequeño.

***
36

Mantén tus ojos abiertos cuando beses: hazlo, cuando


Beses. El resto del tonto tiempo, ciérralos para;
No dormir, te imploro (querida) sígueme
En la oscuridad, como lo hice contigo de nuevo
En seguida nos separamos… solo yo tanto entonces
Como cuando tus dedos caen, dejemos que haya dos
Nada más, “en ese reino del sueño”: quiero que
Solo en mí reconozcas tu ciudadano.

¿Antes quién quiso ojos, hacer el amor, así?


Yo quiero ahora. De todos modos estamos motivados y ocultos,
Qué estado sostenemos que todos los otros estados condenan,
Nos vemos a nosotros mismos, miramos el brillo solemne
De tribunales vacíos donde nos besamos… ¡Abiertamente!
Lo haces, lo haces, y yo los observo.

***
71

Nuestra mañana de Domingo cuando sacerdotes del alba aplicaban


Hostia y vino a la herida humana, nos acostábamos
A nosotros mismos para curarnos: Temo que
Nuestra sabanilla quería, pero los amigos de Francis gritaban
En la nave de pinos, satisfechos al sol, y volaban
Sutiles como ángeles sobre la barricada
De ramas hecha sobre nosotros, hundidos en una cama medio hecha
De agujas suaves, medio de mar de nuestras muertes simultáneas.

“La muerte es la madre de la belleza”. Malogrados sin hoja


Estremecidos de placer, morimos para estar bien…
Descuidados con un amor soñoliento, tanto tiempo sin amor.
¿Qué si nuestra convalecencia debe ser engendrada
Como nosotros, la madrugada encuentra el toque de difuntos?…
Sobre nuestros pinos nuestra hermana, viento, se mueve.

***
Nada malo me ha pasado últimamente
¿Cómo expreso eso? Yo te lo diré Mr Bones
Periodos o tu extraña sobriedad desconcertante
Sobrio como un hombre que nunca tiene chicas ni sus teléfonos
¿ Cómo pudo pasarle algo horrible a Mr Bones.
Si la vida es un fragmento de sandwich
En una modestia de la muerte me uní a mi padre
Que se atrevió a dejarme agonizando
Una bala en un pórtico de concreto
Cerca de un asfixiante mar del sur
– Usted tiene hambre Mr Bones

Te doy este pañuelo ahora cambia


Tu pie izquierdo por el derecho
Hombro a hombro todo ese jazz
Brazo a brazo por el sublime mar
Umm poco Mr Bones.
– No vi a nadie aproximarse y en cambio me retire

DREAM SONG 77
Henry egoísta se incorporo tímido en el mundo
& afeitado& balancearon sus halteras, Henry se paro
Y p.a. ´´ d pobres de las miles de personas en temas del hoy
Grandiosas para Henry, para esos ninguno
Con un libro en la mano
El está desnudo balanceándose
_ ven acá, Mr Bones

_ Henry esta cansado del invierno


& corte de pelos& una suave dicha calamidad boca abajo
Mente, & primavera en una ciudad tan glorificada
A Henry le gusta el ocaso
El podría estar andando para vivir en un mundo de otoño
Para siempre Henry descontento
Pero las nieves y los veranos afligen& imaginan

Estas feroces& ocupaciones ligeras de amor


Lejanos delirios y tantos años de Henry
En esto un prodigio que en cada mano
Uno de sus libros de locura y todo
Los fuegos viejos por ojos, su cabeza deformada
& su corazón hinchado, él lo está haciendo para ir adelante

+++

DREAM SONG 74

Henry odia al mundo. Porqué el mundo no dejaría


Que Henry pudiera meditar
Sin sentir dolor_
Henry se fracturo su brazo y redacto una carta
Explicando lo mal que ha estado
En este mundo

El viejo amarillo con un traje


Podría haber hecho la diferencia “estos bellos plebeyos”
Y “chartreuse” le pudo importar

“Kyoto Toledo
Benares – las ciudades Santas-
Y Cambridge destellante no se edifico
Para bien, el horror de la desilusión
Ni el sur de Paris, conduce en la primavera
Al siena y en…”

Empujando a Henry, Henry lúgubre


“Woofed” en las cosas
Las decepciones de los hombres
Y los tiernos niños podridos
Las mujeres miserables, el admirable Henry, Henry
Probar todos los pequeños secretos de la vida

DREAM SONG 29

Algo se asentó, una vez, en el corazón de Henry,


tan pesado, que si hubiera tenido cien años más
& más & gimiendo, insomne, en todo ese tiempo
Henry no habría prosperado.
Comienza siempre de nuevo en los oídos de Henry
la breve tos en alguna parte, una fragancia, una campanada.

Y entonces hay otra cosa en su mente


como un grave rostro sienés mil años
fallaría en manchar el aún perfilado reproche de lo Horrible,
con los ojos abiertos, atiende, ciego.
Todas las campanas dicen: demasiado tarde. Esto no es para lágrimas;
una manera de pensar.

Pero Henry nunca acabó con nadie, nunca como creyó


haber hecho y cercena el cuerpo de ella
y esconde los trozos, donde puedan ser encontrados.
Él sabe: va a verlos a todos, & nadie ha desaparecido.
A menudo él los enumera, al amanecer.
Nadie ha desaparecido jamás.

ÉL DIMITE

La edad, y las muertes, y los fantasmas.


Ella ha huido lejos en espíritu
de mí. Los huéspedes
de los pesares vienen & me encuentran vacío.

No siento que esto cambiará.


No quiero nada
ni a nadie, familiar o extraño.
No pienso cantar

nunca más desde ahora;


jamás. Debo partir
a sentarme con un rostro ciego
sobre un desierto corazón.

ROBERT LOWELL (EEUU, 1917-1977)


Poeta obra maestra Para la Unión Dead Premios Premio de Poesía Pulitzer (1947, 1974)
Premio Nacional de Literatura - Poesía (1960) National Book Critics Circle Award (1977)
considerado el FUNDADOR DE LA POESÍA CONFESIONAL .
Biografía nació en Boston, Massachusetts , en una familia puritana (protestante) de la clase alta de
Boston - el llamado Boston '' brahmanes, en referencia a una casta superior en el estrato social
hindú. la familia Lowell incluido entre sus miembros poetas Amy Lowell y James Russell Lowell .
Su madre, Charlotte Winslow, era un descendiente directo de William Samuel Johnson , signatario
de la Constitución de los Estados Unidos ; de Jonathan Edwards , un famoso filósofo; de Anne
Hutchinson , una mojigata y sanador predicador; de Robert Livingston el Viejo ; de Thomas Dudley
, el segundo gobernador de Massachusetts; y el pasajero Mayflower James Chilton y su hija María
Chilton .Fue educado en St. Escuela de Mark , un prominente escuela de preparación en
Southborough, antes de estudiar en Harvard durante dos años y se transfiere a Kenyon College en
Gambier , Ohio , para estudiar con John Crowe Ransom . [ 1 ] Se convirtió joven para el
catolicismo , [ 2 ] que influyó en sus dos primeros libros , Tierra de desemejanza (1944) y ganador
del Premio Pulitzer de Poesía Castillo de lord Weary (1946). Al final de unos cuarenta años,
abandonó la Iglesia Católica. En 1950 , Lowell fue incluido en la antología influyentes de mediados
de siglo Poetas Americanos , como una de las principales figuras literarias de su generación. Entre
sus contemporáneos, que también aparecieron en el libro son Muriel Rukeyser , Karl Shapiro ,
Elizabeth Bishop , Theodore Roethke , Randall Jarrell y John Ciardi , poetas que se convirtieron en
todo notable por la década de 1940 . En ese momento, Lowell imparten clases de creación literaria
en la Universidad de Iowa .Lowell era un objetor de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial
, sirviendo durante varios meses en una prisión federal en Danbury , Connecticut . Más tarde
escribiría sobre esta experiencia en su poema Los recuerdos de la calle del oeste y Lepke de su libro
Estudios sobre la Vida .Durante los años 1960 , Robert Lowell se convirtió en uno de los activistas
del movimiento de los derechos civiles y se opuso a la participación de la Estados Unidos en la
guerra de Vietnam . Su participación en la marcha por la paz en octubre de 1967 en Washington,
DC , y su posterior detención fueron descritos en los primeros tramos de los ejércitos de la noche ,
de Norman Mailer .Lowell sufría de alcoholismo y depresión y fue hospitalizado varias veces a lo
largo de su vida. Las tres mujeres que se casaban eran todos los escritores. La primera esposa fue
Jean Stafford , que vivió entre 1940 y 1948 . En 1949 , se casó con Elizabeth Hardwick , con la que
tuvo una hija. En 1970 , Lowell dejó Hardwick que vivir con la noble británica Lady Caroline
Blackwood . Pasó muchos de sus últimos años viviendo en Inglaterra . Murió en 1977 después de
sufrir un ataque al corazón en un taxi de la ciudad de Nueva York . Se dice que él estaba en su
camino para reunirse con Elizabeth Hardwick, para una posible reconciliación. Su cuerpo está
enterrado en el cementerio de Stark en Dunbarton , Nueva Hampshire .Bibliografía Tierra de
desemejanza (1944)Castillo de Lord Weary (1946)Los molinos de la Kavanaughs (1951)Estudios
de Vida (1959)Phaedra (traducción) (1961)Las imitaciones (1961)
Para la Unión Dead (1964)La vieja gloria (1965)Cerca del mar (1967)La travesía y otras
versiones de poemas de Baudelaire (1969)Prometeo encadenado (1969)Notebook (1969)
(ampliado y edición revisada, 1970)Por Lizzie y Harriet (1973)Historia (1973)El Dolphin (1973)

PARA HARPO MARX

Harpo Marx, como blanca pluma tu mano en el arpa;


las solas palabras que dijiste fueron sonido.
El cine no es siempre el arte más endeble,
tus películas alcanzaban las estrellas; Harpo, tu cambiante
imagen es una naturaleza inmutable, no naturaleza muerta.
Tontamente memorizabas un guión no escrito...
Te vi dos años antes que murieras
en el Central Park, cerca de la Quinta Avenida, en el frágil otoño;
viejos cabellos rubios, demasiado rubios,
viejos ojos, demasiado jóvenes.
Dos camiones de filmación y cinco coches policiales estaban
dispuestos en círculo como carromatos. Algo de gente alrededor.
Hubiera querido arrodillarme; yo envejecí en la mueca de tu sonrisa.
Películas dantescas, sus grupos de dolor en acción:
el género festivo es un actor genérico.

DIOS DE NUESTROS PADRES

Dí que es únicamente el viaje de ida,


el vuelo en una sola dirección,
y despoja el significado de "viaje" y de "vuelo"
de lo que tiene de peor:
entonces podría afirmar que te hallas
en la fría luz de la ciencia,
viendo como eres visto, ligado a la realidad.
Extraño, una vida es el fuego y el combustible; nosotros,
los animales, los objetos, debemos permanecer aquí
sin ningún título que acredite
que nunca nada dejó de vivir
sino que vuelve a vivir cuando la vida cesa.
Más maravilloso es el Dios relojero
de Descartes y Paley; Él diseñó e instaló
para nosotros el Mecanismo. Le gustaba trajinar,
y habiendo perfeccionado lo que debía hacer,
se mantuvo aparte envuelto en su soledad.

Robert Lowell (Boston, 1917-Nueva York, 1977),

VISITANTES

Sin ningún buen propósito


cruzan corriendo por mi dormitorio
dos líneas negras, largas, verticales,
que muy rápidamente se convierten en cuatro:
se trata de los chóferes
de la ambulancia, con su uniforme azul,
o quizá policías haciendo doble turno.
Registran nuestro cuarto, desordenado e íntimo,
escrutan mis cuadernos de trabajo,
a los que mis continuas correcciones
han tornado ilegibles,
y los desechan en ese recorrido
por nuestra habitación, como si fuesen
dueños de nuestro dormitorio.
Eso es lo que ellos hacen.
Me atosigan primero y después se dispersan...
¿Inspeccionan, quizá, buscando pruebas,
mi esparcida ropa por el suelo?
Están ellos más gordos
de lo que sus deberes les exige...
Con cortesía burlona ellos se ríen
de todo cuanto digo:
" Ayer tenía yo treinta y dos años,
una amenaza para la autoridad
al ser todavía joven." La aburrida sargenta
se entretiene mirando al samurai risueño
de colmillos de tigre,
que muestra la pintura japonesa colgada
de la pared del cuarto... "¿Cuánto costará esto?
¿Dónde podría yo conseguir otra?"

Si la luna ilumina la oscuridad, yo puedo


ver a través de ella...,
ver una hermosa plaza londinense en donde
uniformadas vacas negras mugen,
rumian con la rutina de las motosierras...
Mis visitantes son una buena carne
de res para banquetes,
hacen que falsamente uno perciba
que está la tierra bien fundamentada,
mientras secretamente se dan prisa
a telefonear desde sus ambulancias.
Click, click, click, hacen las luces
azules, blancas, rojas, mientras brillan
con una negligencia aristocrática...
¡Cuantísimo trabajo!
Cuando a mi habitación vuelven todos juntos,
estoy seguro de que su mirada
no se ha apartado ni por un segundo
de sus propios relojes.
"Con cuidado, señor, más despacio, señor."
"Señor, el doctor Brown
estará aquí dentro de diez minutos."
Mas en lugar de eso
una silla metálica se despliega en camilla.
Estoy tumbado en ella y bien atado,
pero no así mi mente que va de idea a idea.
Ellos siguen moviéndose.
"En el sitio al que vamos, Profesor, a llevarle
no va a necesitar ninguna obra de Dante."
¿Qué necesitaré entonces en tal sitio?
¿Son quizá las esposas ese ruido
que escucho en sus bolsillos?

Sigo con atención el modo del traslado,


rígido, incluso agradecido, pero sin sentimientos.
¿Por qué ha enmudecido mi charlatana lengua,
tan amiga de bromas?
Alguien debe pagar por alienarme
y mañana será peor que ahora,
el cielo y el infierno me parecen lo mismo...
Debo esperar premonitoriamente,
sin sacar beneficios de este drama...,
suponiendo, lo mismo antes que ahora,
que esto no me ha ocurrido...
Es mi porción de eternidad pequeña.

NAVEGANDO HACIA CASA DESDE RAPALLO

Tu enfermera sólo sabía hablar italiano,


pero luego de veinte minutos pude imaginarme tu semana final,
y las lágrimas corrieron por mis mejillas...

Cuando me embarqué en Italia con el cuerpo de mi madre


toda la costa del Golfo di Genova
estallaba en una vehemente flor.
Los locos amarillos y azulados trineos acuáticos
barrenando como martinetes
en la estela de burbujeante spumante de nuestro barco,
recordaban los estrepitosos colores de mi Ford.
Mi madre viajaba en primera clase en la bodega;
su ataúd Risorgimento, negro y oro,
era como el de Napoleón en los Inválidos...

Mientras los pasajeros se tostaban


en el Mediterráneo, en las sillas de cubierta,
nuestro cementerio familiar en Dunbarton.
se extendía debajo de las Montañas Blancas
con un tiempo bajo cero.
El suelo del cementerio se estaba convirtiendo en piedra,
tantas de sus muertes habían ocurrido en pleno invierno.
Sombríos y hoscos entre las cegadoras ventiscas,
su negro arroyo y los troncos de sus abetos estaban lisos como mástiles.
Una cerca de medias lanzas de hierro
bordeaba de negro sus lápidas de pizarra, casi todas coloniales.

La única alma "antihistórica" que vino a parar allí


era mi padre, ahora enterrado debajo de su reciente
lonja de mármol de vetas negras sin desgastar.
Aun el latín de su divisa de Lowell:
Occasionem cognosce,
parecía demasiado práctico y agresivo allí,
donde el quemante frío iluminaba
las inscripciones labradas de los parientes de mi madre;
veinte o treinta Winslows y Starks.
La escarcha les había otorgado a sus nombres un borde de diamante...
En el grandilocuente rótulo sobre el féretro de mi madre,
Lowell había sido erróneamente escrito LOVEL.
El cadáver
estaba envuelto como un panetone en papel de estaño italiano.

PARA HABLAR DEL INFORTUNIO QUE HAY EN EL MATRIMONIO

La noche calurosa nos hace mantener abiertas las ventanas del dormitorio.
Nuestra magnolia florece. La vida comienza a acontecer,
mi excitado marido interrumpe sus discusiones hogareñas,
y recorre las calles de un lado a otro, en busca de prostitutas,
lanzándose por el filo de una navaja.
Ese insensato podría matar a su mujer, y luego jurar no beber más.
Oh la monótona bajeza de su lujuria. ..
Es la injusticia... él es tan injusto...
ciego de whisky, volviendo a casa a las cinco, fanfarroneando .
¿Qué lo mueve? Cada noche ato a mi muslo
diez dólares y la llave del auto...
Aguijoneado por la urgencia de su deseo
se desploma sobre mi como un elefante.

DÍAS FINALES EN BEVERLY FARMS

En Beverly Farms, una majestuosa, incómoda piedra


se destacaba en el centro del jardín:
un irregular toque japonés.
Después de su cóctel de Bourbon, mi padre,
bronceado, animado, rubicundo,
se tambaleaba como si estuviera de guardia en cubierta
debajo de su farol estrellado de seis puntas,
regalo de cumpleaños de julio pasado.
Sonreía con su oval sonrisa Lowell,
vestía su smoking de gabardina crema,
y faja azul.
Su cabeza era eficiente y pelada,
su figura, otra vez a dieta, estaba en buenas
condiciones vitales.

Mi padre y mi madre se trasladaron a Beverly Farms


para estar a dos minutos de camino de la estación
y a media hora de tren de los doctores de Boston.
No tenían vista al mar,
pero los rieles azul celeste del ferrocarril brillaban
como una escopeta de dos caños
a través del aliento escarlata de fines de agosto,
multiplicándose como cáncer
en los bordes del jardín.

Mi padre había tenido dos ataques a las coronarias.


Todavía atesoraba economías secretas,
pero su mejor amigo era su pequeño Chevie negro,
guardado en el garaje como un novillo sacrificial
con cascos dorados,
y sin embargo sensacionalmente sobrio,
y con menos flecos que una zapatilla de baile.
El vendedor local, un "bucanero".
había sido sobornado mediante una buena suma
para entregar inmediatamente un auto sin cromar.

Cada mañana a las ocho y media,


distraído y alegre,
cargado con sus libros de cálculos y trigonometría,
sus recortes con estadísticas de buques,
y su regla de calcular de marfil,
mi padre se escabullía con su Chevie
a holgazanear en el Museo Marítimo de Salem.
Llamaba al encargado
"el comandante de la Marina Suiza".

La muerte de mi padre fue repentina y sin protestas.


Su visión todavía era veinte-veinte.
Luego de una mañana de ansioso, repetido sonreír,
sus últimas palabras a mi madre fueron:
"Me siento muy mal".

AGUA

Era una ciudad de l angostas de Maine—


cada mañana botes llenos de manos
partían hacia las canteras
de granito de las islas,

y dejaban atrás docenas de desnudas


casas blancas de madera adheridas
como conchas de ostra
a una colina de roca,

Y debajo de nosotros, el mar lamía


los desnudos y pequeños laberintos
de palos de cerilla de una esclusa,
donde se atrapaban los peces para cebo.

¿Recuerdas? nos sentábamos en una laja de roca.


Desde esta distancia en el tiempo,
parece del color
del iris, pudriéndose y volviéndose más púrpura,

pero no era más que la habitual roca gris


que se volvía del habitual color verde
cuando el mar la empapaba.

El mar empapaba la roca


a nuestros pies todo el día
y continuaba arrancándole
trozo tras trozo.

Una noche tú soñaste


que eras una sirena aferrada a un pilón de un muelle,
y que intentabas arrancar
los percebes con las manos,

Deseábamos que nuestras dos almas


pudieran regresar como gaviotas
A la roca. Al final,
el agua resultó demasiado fría para nosotros.

OTOÑO 1961

Adelante y atrás, adelante y atrás


va el tock, tock, tock
de la anaranjada, suficiente, diplomática
faz de la luna
que hay en el reloj del abuelo.

Durante todo el otoño


el roce y la agitación
de la guerra nuclear;
hemos matado a golpe de palabras nuestra extinción.
Yo nado como un pececillo
Tras la ventana de mi estudio.

Nuestro fin se va aproximando.


la luna se levanta,
radiante de terror.
El estado
es un buceador bajo una campana de cristal.

Un padre no es un escudo suficiente


para su hijo
Somos como un montón de salvajes
arañas que lloran juntas,
pero sin lágrimas.

La naturaleza alza un espejo


Una golondrina hace un verano.
Es fácil ir marcando
los minutos
pero las manecillas del reloj se atascan.

¡Adelante y atrás!
Adelante y atrás, adelante y atrás—
¡mi único lugar de descanso
es el balanceante nido del oriol naranja y negro!

EN EL DORMITORIO DE MI PADRE

En el dormitorio de mi padre:
la fibra azul es delgada
como la escritura de una lapicera en el cubrecama;
azules descoloridos en las cortinas,
un kimono azul
sandalias chinas con azules correas de felpa.
La ancha tabla del piso
tiene una pulcra lijada.
La claridad de la lámpara de vidrio
con una pequeña y blanca tulipa que fuera levantada algunas
pulgadas para que descansen en el volumen
dos los oídos de Lafcadio.
Reflejo de un Japón no familiar.
Como el escondite de los rinocerontes,
sus combados olivos cubren
lo que fue castigado.
En el marcador del libro:
‘De Mamá para Robbie’.
Años mas tarde en el mismo lugar:
‘Este libro ha tenido un duro trato,
en el río Yangtsé, China.
En la tormenta él fue dejado bajo
una tronera abierta’.

ENTIERRO

Seis o siete golondrinas


se dejan arrastrar por la brisa del aire
aprovechando el juego de su vuelo veloz
como si alguna vez las reclamara...
Disminuyen las moscas alrededor de mi cabeza.

Una insaciable avispa me encuentra en su camino,


atacando, saqueando, a punto de picarme...
Acariciando, oliéndome, obligada
por la armonía carnívora de la naturaleza.

La muchachita ha puesto con cuidado


un trozo irregular de piedra pómez
sobre la tumba de un cuervo;
en blanca letra gótica, con tiza,
como en carta de amor ha escrito ella:
"Para Charlie que ha muerto esta pasada noche."

En este último mes murió tu padre,


él está ya enterrado...,
mas no lo suficientemente hondo
como para que no pueda flotar vivo,
igual que hace una pluma,
sobre la superficie del recuerdo.

Relinquunt Omnia Servare Rem Publicam

El viejo Aquarium de Boston permanece


en un Sahara de nieve ahora. Sus quebradas ventanas están enmaderadas.
El pescado de la veleta de bronce perdió la mitad de sus escamas.
El tanque aéreo esta seco.
Una vez mi nariz se arrastró como un caracol en el vidrio;
mis manos rascaron
hasta reventar las burbujas
errantes de las narices de los intimidados, sumisos peces.

Mis manos retrocedieron. Muchas veces continué


dando un vistazo por las oscuras inclinaciones del vegetante reino
de peces y reptiles. Una mañana del último marzo,
me apreté contra la cerca de púas nuevas y galvanizadas

en el Boston Common. Detrás de su celda,


las palas mecanicas gruñían como dinosaurios amarillos
cuando recogían toneladas de musgo y hierbas
al vaciar el bajo mundo de su garage.

Estacionamientos de espacios lujuriosos como cívica


almohada de arena en el corazón de Boston.
Un cinturón naranja, calabaza Puritana coloreando las trabas
de las vigas en la hormigueante Casa de Gobierno;

sacudiéndose sobre la excavación, como si las caras del Coronel Shaw


y su infantería de Negros con cachetes como campana
sacudieran la calle Gauden con el consuelo de la Guerra civil;
extensa tabla apropiada para servir de astilla contra el terremoto del garage.

Dos meses después de marchar a través de Boston,


medio regimiento fue muerto;
en la conmemoración
William James casi pudo escuchar la respiración de bronce de los negros.

Las varas del monumento como espina de pescado


en el cuello de la ciudad y
su Coronel como una delgada
aguja de brújula.

Tiene la encolerizada vigilancia de un pájaro,


de un galgo dulcemente tieso;
que al parecer retrocede ante el placer
y se sofoca por privacidad.

Está fuera de ataduras ahora. Se regocija en el hombre cariñoso;


peculiar poder para escoger vida y muerte;
cuando lideraba sus negros soldados hacia la muerte,
no podía doblar la espalda.

En miles de pequeños pueblos de la verde New England


las viejas iglesias sostuvieron el pelo
de la desparramada, sincera rebelión; raídas banderas
acolchando el cementerio de la Gran Armada de la República.

Las estatuas de piedra de la abstracta Unión de Soldados


crecen delgadas y jóvenes cada año-
cinturas de avispas, dormitan sobre mosquetes
y meditan a través de las patillas de ellos...

El padre de Shaw no quería un monumento


excepto la zanja
donde el cuerpo de su hijo fue arrojado
y extraviado con sus “negros.”

La zanja está cerca.


No hay estatuas de la última guerra aquí;
en la calle Boylon, un fotógrafo comercial
muestra una derretida Hiroshima

sobre Mosler Safe, la “Roca de las Edades”


que sobrevivió a la explosión. El lugar esta cercano.
Cuando me acuclille hacia mi equipo televisivo
las secas caras de los niños de la Escuela de Negros surgieron como balón.

El coronel Shaw
cabalga en su ilusión.
Espera
la bendición del descanso.

El Aquarium se ha ido. Por todos lados


automóviles gigantes con aletas y hocico como pez;
un bárbaro servilismo
resbala entre la grasa.

POEMAS

¿Me ayudarán ustedes a entender


lo que no tiene arreglo ni remedio,
en esta temporada de escritura poética
y de alivio
para mi depresión, que pasaremos juntos?

*
Durante mucho tiempo, empapado,
y a menudo tocando fondo
por el gran mar verde de los semáforos
que autorizaban nuestra navegación
encontré que mi fatiga era la luz del mundo.

*
Ciudad para matar, ciudad americana.

*
Tus libros son hileras de trajes vaciados.

*
Esa capacidad de corromper
que la poesía tiene, es la más genuina
voluntad de la voz, nunca perdida,
más llena de fantasmas, la voz que sobrevive
de forzar resistencias, descontrolada por la inspiración.
Desde tres adjetivos a un objeto
hay un salto imposible

¿Acaso no es hipócrita pretender dar respuesta


a lo que no hemos sido capaces de escuchar?

*
Aunque escribo mis versos por la noche
soy muy poco sincero en mi discurso.

*
Si tuviera un sueño sobre el infierno
en esa pesadilla
me encontraría a mí mismo
embalando mi casa para mudarme,
con todos los demonios preguntando
eternamente impertinencias varias.

*
Lo que en realidad hice no fue mucho,
entonces, como ahora, fue muy poco.
Del fuego del infierno, en cambio,
no puedo apagar un simple fósforo.

*
Estoy ciego de ver.

*
Adiós, adiós a nada. Doy gracias,
muchas gracias.

OTOÑO 1961
Adelante y atrás, adelante y atrás
va el tock, tock, tock
de la anaranjada, suficiente, diplomática
faz de la luna
que hay en el reloj del abuelo.

Durante todo el otoño


el roce y la agitación
de la guerra nuclear;
hemos matado a golpe de palabras nuestra extinción.
Yo nado como un pececillo
Tras la ventana de mi estudio.

Nuestro fin se va aproximando.


la luna se levanta,
radiante de terror.
El estado
es un buceador bajo una campana de cristal.

Un padre no es un escudo suficiente


para su hijo
Somos como un montón de salvajes
arañas que lloran juntas,
pero sin lágrimas.

La naturaleza alza un espejo


Una golondrina hace un verano.
Es fácil ir marcando
los minutos
pero las manecillas del reloj se atascan.

¡Adelante y atrás!
Adelante y atrás, adelante y atrás—
¡mi único lugar de descanso
es el balanceante nido del oriol naranja y negro!

AGUA

Era una ciudad del angostas de Maine—


cada mañana botes llenos de manos
partían hacia las canteras
de granito de las islas,

y dejaban atrás docenas de desnudas


casas blancas de madera adheridas
como conchas de ostra
a una colina de roca,

Y debajo de nosotros, el mar lamía


los desnudos y pequeños laberintos
de palos de cerilla de una esclusa,
donde se atrapaban los peces para cebo.

¿Recuerdas? nos sentábamos en una laja de roca.


Desde esta distancia en el tiempo,
parece del color
del iris, pudriéndose y volviéndose más púrpura,

pero no era más que la habitual roca gris


que se volvía del habitual color verde
cuando el mar la empapaba.

El mar empapaba la roca


a nuestros pies todo el día
y continuaba arrancándole
trozo tras trozo.

Una noche tú soñaste


que eras una sirena aferrada a un pilón de un muelle,
y que intentabas arrancar
los percebes con las manos,

Deseábamos que nuestras dos almas


pudieran regresar como gaviotas
A la roca. Al final,
el agua resultó demasiado fría para nosotros.

AFEITÁNDOME

Al afeitarme veo, en su toda su extensión,


sólo por esta vez, mi cara en el espejo.
La miro de reojo como si se tratase
de un problema de carpintería...
Aunque la encuentro un poco más delgada,
es la cara de siempre,
con ojos acechantes al ritmo de mi mano..

Nunca tienen los días las suficientes horas...


Según estoy tumbado, confinado, anhelante,
monomaniaco,
celoso incluso de la intrusión más mínima
(me resulta imposible rechazar
la diminuta espina de algún cardo).
Incapaz de imitar la manera espontánea
con que exigen los niños sus respuestas.

Tan inflamable es para mí una piedra


como una cerilla de cartón.

La marea doméstica ha cesado;


y, tú también, inclinas la cabeza
sobre lo que has escrito
y corriges, a veces disgustado,
con cara inexpresiva, como los girasoles.

Tenemos suerte
de haber podido juntos realizar tantas cosas.

LOS SANTOS INOCENTES

Escucha, las campanillas del heno tintinean mientras la carreta


se balancea sobre las llantas de goma por el alquitrán
y el hielo rociado con ceniza bajo el molino de cáñamo
y el canal de los sábalos. Los bueyes se babean y se asustan
estúpidamente ante los guardabarros de un automóvil,
y se mueven pesados y macizos por la colina de San Pedro.
Estos son los no contaminados por mujer, su dolor
no es el dolor de este mundo:
el Rey Herodes gritando venganza junto a las retorcidas
rodillas de Jesús agarrotadas en el aire,

un rey de idiotas mudos y de infantes. El mundo


es aún más Herodes que Herodes; y el año
mil novecientos cuarenta y cinco de gracia
fatigosamente sube con pérdidas la colina de escorias
de nuestra purificación; y los bueyes se acercan
a los gastados cimientos de su refugio,
el santo pesebre donde su lecho es maíz
y desgarbados acebos para Navidad. ¿Si ellos mueren
como Jesús, en el yugo, quién los llorará?
¡Cordero de los pastores, Niño, qué inmóvil yaces!

A LA VENTA

Pobre juguete avergonzado,


organizado con despilfarradora animosidad,
vivió durante solo un año:
la casita de papá en Berverly Farms
ya estaba a la venta el mismo mes en que murió.
Vacía, abierta, íntima,
su mobiliario de casa de ciudad
tenía un aire provisorio
como si esperara a los de la mudanza,
que van pisando los talones a los sepultureros.
Preparada, asustada
de vivir sola hasta los ochenta,
mamá languidecía en la ventana
como si se hubiera quedado en el tren
una estación más allá de su destino.

BUENOS AIRES

En mi habitación del Hotel Continental


a mil millas de ninguna parte,
escuché
el grueso, carnoso respirar de la manada.

El ganado cubría mi ropa nueva:


abrigo de delgada gamuza color nuez,
calzado puntiagudo
que me apretaba los pies.

Un falso decoro de fin de siglo


roncaba sobre Buenos Aires,
perdido en las pampas
gobernada desde cuarteles.
Antiguos hombres fuertes a quienes se negó la gloria,
en bancarrota, a caballo, soldados a sus monturas, movían
patas alzadas en mármol blanco de forma lunar
para abatir al país.

La escultura militar romántica


enarbolaba sables frente a arquitectura Dickensiana,
lacónicos pelotones patrullaban los vacíos
dejados por la pobreza invisible.

Todo el día leí de golpes de estado de la prensa


de pesados, generales destructivos –
bollos de masa en el tablero de ajedrez – y nunca vi
los tanques que se le enfrentaban.

En los soleados paseos de cipreses


en el cementerio de Mártires Republicanos,
cientos de templos romanos monoambientes
albergaban sus neoclásicos catafalcos.

Bustos realistas conmemorativos


preservaban los sacones de campaña
y las preocupadas, surcadas frentes
de esos soldados burócratas.

Al borde de sus portones de bronce


cien diosas de mármol
lloraban como sauces. Hallé alivio
cubriendo con suaves palmas cada duro seno.

Esa noche caminé las calles.


Mis apretados pies sangraban en los zapatos. En una plaza
rechacé la seducción desde la oscuridad de
cuerpos de pitonisas semidiosas del nuevo mundo.

En todas partes bramaba el viejo toro –


los amordazados de abajo clamaban
por la bruta carne de Perón,
el Don Juan de las cortesanas.

En la plaza principal
un obelisco de piedra blanca
se erguía como falo
sin piel ni pelo –

siempre mi faro
¡me dirigí a casa que es el hotel!
Mi aliento blanqueaba el aire invernal
abatido yo por el cansancio.
Cuando la negrura de la noche se disipó,
vi la luz de la madrugada
sobre una Buenos Aires llena
de un severo gentío almidonado.

PARA HABLAR DEL INFORTUNIO QUE HAY EN EL MATRIMONIO

La noche calurosa nos hace mantener abiertas las ventanas del dormitorio.
Nuestra magnolia florece. La vida comienza a acontecer,
mi excitado marido interrumpe sus discusiones hogareñas
y recorre las calles de un lado a otro, en busca de prostitutas,
lanzándose por el filo de la navaja.
Ese insensato podría matar a su mujer y luego jurar no beber más.
Oh la monótona bajeza de su lujuria...
Es la injusticia... él es tan injusto...
ciego de whisky volviendo a casa a las cinco, fanfarroneando.
¿Qué lo mueve? Cada noche ato a mi muslo
diez dólares y la llave del auto...
Aguijoneado por la urgencia de su deseo,
se desploma sobre mí como un elefante.

EPÍLOGO

Esas benditas estructuras, tramas y rimas:


¿por qué no me ayudan ahora,
para consumar
algo que he vislumbrado y que aún no ha sido recordado?
Escucho el timbre de mi propia voz:
la visión del pintor no es un cristal;
tiembla por acariciar la luz.
Pero a veces cuando escribo
con el raído arte de mi ojo
semeja una fotografía
algo vulgar, apresurada y abigarrada, estridente,
realzada desde la vida
pero aprisionada por los hechos:
un desafortunado vínculo.
Aun así, ¿por qué no decir qué fue lo ocurrido?
Oremos por la gracia de la precisión
que Vermeer prodigó a las luminosidades del sol,
sigilosamente, como una corriente a través del diseño,
en esa muchacha que persevera afanosa.
Somos escuálidas y pasajeras circunstancias;
prevenidos de esto entregamos
a cada figura de la fotografía
un nombre duradero.

PIELRROJA

Desenvainada, inesperadamente te vuelves pielrroja,


salvo por dos antorchas blancas, frutos del verano,
faros de mujer que nos guían en la oscuridad
a amar el cuerpo, el único amor que es hombre.
Desvestidas, las mujeres lucen naturales, el hombre no,
equipado con su bate redentor y sus pelotas
—Renoir, paralizado, pintaba con el pene—.
Frases consecutivas sin final ni propósito…
La lluvia araña el tragaluz, mil uñas,
dedos helados, con mala circulación
goteando toda la noche desde el cielo a nuestra piel…
nuestro cuerpos enrojecidos bajo el vitral del amanecer…
Al despuntar la ira, cuando la tierra y el océano se funden,
¿quién quiere alzar su arma contra la ballena?

SOBRE ROBER LOWELL DE GUILLERMO SACCOMANNO

En una foto, donde debe rondar los cuarenta, a Robert Lowell se lo ve como a un Clark Kent
poseído, con una mirada que radiografía, capaz de hurgar a fondo en sí mismo y en los demás, tan a
fondo que inspira temor. Nadie como él supo que era otro, que todos somos otro, y ese otro no es
precisamente un superhombre. Nada aconsejable para la salud mental mirar así. Alcohólico perdido,
sufrió más de veinte internaciones en distintos manicomios. Cuando de una universidad lo invitaban
como escritor residente pedía, además de una casa, un psiquiatra mínimamente competente.
Lowell había nacido en Boston en 1917. Su familia era patricia y calvinista. En el árbol genealógico
se destacaban algunos poetas. Muy joven, Lowell se convirtió al catolicismo. Y al escribir sus
primeros versos sus referencias fueron tanto los testamentos como los griegos. Sus obsesiones
serían, para siempre, la culpa, el castigo, el suicidio. Al estallar la Segunda Guerra se alistó en el
ejército, pero al conocerse los bombardeos aliados a poblaciones civiles se hizo objetor de
conciencia. “¿Cómo puede/ la guerra cambiar en mí/ el hombre antiguo en uno nuevo?”, escribió. Y
citando a Melville: “Todas las guerras son de muchachos”. La resistencia a combatir le acarreó una
condena a un año y un día de prisión. Muchos atribuyeron su locura a este período de encierro.La
resonancia de su primer trabajo, Lord Weary’s Castle, acuñando lecturas de Tucídides y Toynbee,
sacudió la mohosa poesía de su tiempo: “Chicos, la furiosa memoria se babea/ sobre la gloria de
estanques pasados”. Y también: “Diez mil Fords están aquí ociosos en busca/ de una tradición”.
Lowell planteaba: “Un poema es un acontecimiento, no su descripción”. En una entrevista de The
Paris Review declaró: “Cuando empecé a escribir muchos de los grandes escritores todavía no eran
populares. No habían siquiera entrado en las universidades y su difusión era ínfima. Era el tiempo
de Schöemberg, Picasso, Joyce, el primer Eliot. Entre nosotros los únicos que valían eran William
Carlos Williams y Marianne Moore”.Lowell adquirió repercusión crítica, ganó premios: el National
Book Award, el Pulitzer. Su voz se volvió influyente. Padre del confesionalismo, se lo etiquetó.
Tuvo discípulas como Sylvia Plath y Anne Sexton, tanto o más temibles que él. Ninguna sería más
afortunada que el maestro. Una mañana, después de llevarle el desayuno a sus hijos, Plath metió la
cabeza en el horno de la cocina. A Sexton, bellísima y borracha, con sus cócteles de psicofármacos,
no le iría mejor. Las dos siguieron sus pisadas: la poesía como escritura autobiográfica. Life Studies
puede considerarse un manifiesto íntimo. En sus poemas, auténticos estudios existenciales de un
obsesivo, Lowell no se expone sólo a sí mismo. También eviscera a quienes lo rodean: sus padres,
sus cónyuges, sus hijos. En un poema acusa a su madre por su frivolidad, los chismes que
provocaba y los estropicios pasionales que deterioraron a su padre. También la responsabiliza por
haberle creído a un psiquiatra de la familia el diagnóstico de locura que hizo de su hijo. El
psiquiatra convenció además al pequeño Lowell de que era un hijo no deseado. Más tarde el hijo se
enteraría de que su madre, además de socia en los negocios del psiquiatra, era su amante. “Mi
madre era bastante más idiota/ de lo que fueron todas mis mujeres”, escribió. Aunque insistió en
casarse tres veces, Lowell comparaba el matrimonio con la nada.En su poesía no se salva siquiera
Harriet, su hija adolescente. Adrienne Rich y Wystan Auden< no le perdonaron el extremismo
confesional. Seguramente a Auden lo irritaba que Lowell compusiera la poesía que él hubiera
querido escribir. Lowell no les llevaba el apunte a sus detractores. Estaba demasiado solo y metido
en su trabajo. Sin negar a Whitman y a Pound, su poesía se distancia del primitivismo de Robert
Frost y los aullidos contestatarios de Allen Ginsberg. Refinado y a la vez impiadoso, Lowell alterna
la cita culta con la cotidiana. “Se comienza a espesar la nevada de Boston/ como si se tratase de una
venda/quirúrgica, amarilla/ ¡Lo puta que es la vida!” Poemas como instantáneas, autorretratos cada
vez menos autocomplacientes. Lowell no les escapa ni al mito ni a la tragedia íntima, sabe conectar
la cuestión social con el infierno privado. Estas claves explican por qué su poesía sigue
conmoviendo. En la actualidad ostenta el rango de un clásico, pero incómodo. “Circe y Ulises”, el
poema que abre Día a día, apela al mito homérico. Utiliza a su mujer y a su hijo, Sheridan, presente
en la lectura pública del poema. Lo más recóndito de lo doméstico, después de Lowell, no volvería
a ser lo mismo en la poesía estadounidense. Su sombra habría de sobrevolar la poesía descarnada de
Raymond Carver.A los sesenta años, Lowell admitió: “Después de los cincuenta no hay reloj que se
pare”. En “Muerte de un crítico” apuntó: “Tediosos, antipáticos y a punto de extinguirse/ veía yo a
los viejos, / blanco preferido de mis burlas,/ hasta que el tiempo, que lo cura todo, me hizo como
ellos”. Lowell debía reconocerlo: “He llegado a ser mi propio fugitivo”. En 1977, escapando de las
ruinas de su tercer matrimonio, volviendo de un vuelo desde Londres, aterriza en el otoño de Nueva
York. Sube a un taxi, le da una dirección: la de su segunda esposa. Cuando el taxi llega, el pasajero
parece dormido. La mujer baja a la calle. Lowell está muerto. Hacía una semana terminaba de
publicar su último libro Day by day.El título recuerda el pacto que los adictos hacen consigo
mismos. Los adictos y cualquiera en estado de angustia. Pero, a la vez, el día a día remite los
poemas a un diario. Porque no había nada que no entrara en su registro. En más de un sentido,
puede arriesgarse, sus poemas son el equivalente en verso de los diarios de John Cheever.

LAS IMITACIONES DE ROBERT LOWELL


Robert Lowell formuló algunas opiniones que a la larga serían más influyentes de lo que él mismo
imaginó:
Boris Pasternack dijo una vez que un buen traductor puede dar con el
significado original pero puede perder el “tono”, que en poesía,
es lo más importante. Yo he sido ciertamente aventurado con el significado
original, pero me he esmerado en lograr el tono. A menudo se trata de un
tono ya que el tono es algo que casi siempre escapa a la transferencia
de un idioma a otro. He tratado de escribir en un inglés con vida,
y hacer lo que los autores seleccionados habrían hecho si escribiesen
sus poemas ahora y en los Estados Unidos.
Me habría gustado saber que entendía Pasternack por “tono”, una de las palabras con más
acepciones en cualquier idioma. En castellano, son más de dieciocho y el Oxford Dictionnary le
dedica dos páginas enteras a su definición. Pero todos coinciden en que se trata de un sonido,
musical o vocal. De manera que no sería aventurado entender que el poeta ruso, y Lowell también,
se refieren a la música del poema, y que es esto lo que deja fuera el traductor, la musicalidad del
original. Con los cual vamos, fatalmente, a dar con la tesis del muy musical Robert Frost: “Poesía es
todo lo que se pierde en la traducción”. Ante esta suerte de callejón sin salida, encuentro, como
Lowell, que la imitación es la única posibilidad para el que se proponga poner en un segundo
idioma lo que fue hábilmente escrito en el primero.Tampoco es muy claro Lowell (nunca le fue
fácil ser claro ni en verso ni en prosa), al expresarse sobre los traductores que se empeñan en
conservar la métrica, cuando la tiene, del original. Se trata de “taxidermistas”, escribe, y sus
trabajos son como “pájaros disecados”. Más adelante, no sin candor, pero con mucha razón dice:
“Creo que la traducción poética –prefiero llamarla imitación–, debe ser realizada de manera experta
e inspirada, y requiere de tanta técnica, suerte y destreza como el texto original”. Todo eso es
verdad, aunque poco tenga de novedoso. Más revelador e inquietante es cuando confiesa, en el
mismo prólogo, que ha “eliminado líneas, cambiado el orden de versos y estrofas, modificado
imágenes y alterado metros e intenciones”. Algunos de estos excesos y limitaciones son claramente
apreciables en su versión de “La anguila”, el hermoso poema de Montale, y uno de los más leídos
de la lírica italiana del novecientos. Estas son las primeras catorce líneas del original:
Esta es una traducción literal:

La anguila

La anguila, la sirena
de mares fríos que abandona el Báltico
para llegar a nuestros mares,
nuestros estuarios y ríos,
que remonta desde lo profundo, bajo la corriente adversa,
de cauce en cauce,
hasta los riachuelos cada vez más angostos,
cada vez más adentro, en el corazón
de la piedra, filtrándose
en fangosos canales hasta que un día
una luz lanzada desde los castaños
enciende el resplandor en pozos
de agua estancada
en los fosos que descienden
desde los riscos de los Apeninos a la Romaña…

El original italiano está escrito en versos irregulares, casi siempre de siete u ocho sílabas, alternando
con líneas de once y doce. En castellano, la hemos puesto en versos libres, con alguna excepciones.
Cuando Montale habla de “nuestros mares” (nostri mari) se refiere al mar de su Liguria natal, el del
espléndido Golfo de Génova, la Spezia y todo lo demás. Hasta allí llega la anguila, para emplearse
después en seguir las difíciles corrientes que la llevará, después de recorrer cientos de kilómetros,
hasta las llanuras de Romaña. Hay un velado componente autobiográfico, una intimidad del paisaje,
una reiteración musical de la geografía itálica que Lowell, en su imitación, prefiere desechar. Estos
son los primeros versos de esta imitación traducidos a nuestro idioma:

La anguila, la sirena del Mar del Norte,


que abandona los vacíos dioses de Islandia
y el Báltico por nuestro Mediterráneo,
nuestros estuarios, nuestros ríos-
que se lanza a través de sus profundidades
y duros puertos, de rama en rama,
de una a otra corriente, cada vez más angostas,
siempre serpenteando hacia adentro, penetrando
el corazón del granito, hilando
delicados capilares de cieno-
y en Romaña, un día
el resplandor de los botones del castaño
enciende sus brasas en el agua estancada
que se acumula en las cumbres
de los Apeninos helados…

Lowell se convierte aquí en el autor de otro texto, tal vez más comprometido con el “tono” del que
hablaba Pasternak, que con las intenciones de Montale. Se trata de otro poema, no se si mejor o no,
tengo la impresión de que no, y por lo tanto distinto al del italiano, quien no pretendía ninguna
insinuación teológica, como que los dioses de la remota Islandia se hayan muerto o permanezcan
indiferentes y en silencio. Pero esta es la esencia de la imitación, escribir algo nuevo a partir de lo
anterior, como había sugerido Ben Jonson cuando enumeraba las condiciones del poeta ideal Lo que
es innegable es la proyección de Imitations, uno de los libros más inquietantes de la lírica moderna
escrita en inglés. Para muchos de sus nuevos lectores, se trataría, y creo que no les falta razón, de
uno de los trabajos más permanentes de Lowell. En todo caso, en este siglo XXI de versiones y
revisiones, Imitations es una de las colecciones más influyentes entre los poetas de las nuevas
generaciones a ambos lados del Atlántico. Después de Imitations, Lowell publicó nuevas muestras
de su talento para la imitación. Recuerdo las de Horacio, Juvenal, Dante y Quevedo recogidas en
Cerca del oceáno, de 1968. Y la de otro poeta español, recogida en Notebook (1970), con el título
Will not come back, lo único que podía orientar al lector sobre la autoría del original. Sin duda, la
más lograda de sus imitaciones y una de las mejores expresiones de su talento como poeta:

POEMAS DE ANNE SEXTON


Anne Sexton (1928-1974) fue una poeta estadounidense, reconocida por su poesía confesional.
Obtuvo el premio Pulitzer de poesía en 1967.
Biografía y carrera literaria
Anne Sexton (nacida bajo el nombre de Anne Gray Harvey) nació el 9 de noviembre de 1928 en el
seno de una familia burguesa de Massachusetts. Hija de un exitoso fabricante de lanas, era la menor
de tres hermanas. Siempre vivió en buenos barrios de Boston. Decidió dejar los estudios para
casarse. Su primer contacto con la depresión fue en el posparto de su primera hija.Pasó la mayor
parte de su vida en los alrededores de Boston. Vivió en San Francisco y Baltimore. En 1945, estudió
en un colegio-pensión, la Rogers Hall School, en Lowell (Massachusetts). Se casó en 1948 con
Alfred Muller Sexton II, conocido por el pseudónimo «Kayo». Vivieron juntos hasta su divorcio en
1973, y tuvieron dos hijas, Linda Gray Sexton (1953), que más tarde se haría novelista, y Joyce
Sexton (1955).En 1954 se le diagnosticó depresión postparto, sufrió su primer colapso nervioso, y
fue admitida en el hospital Westwood Lodge. En 1955, después del nacimiento de su segunda hija,
Sexton sufrió otra crisis y fue hospitalizada de nuevo; sus hijas fueron enviadas a vivir con sus
abuelos paternos. Ese mismo año, en su cumpleaños intentó suicidarse.Su médico, el doctor Martin
Orne, la alentó a escribir poesía y en 1957 se unió a un taller de poesía animada por John Holmes.
Poco después sus poemas conocieron cierto reconocimiento, sobre todo con sus publicaciones en
varias revistas de prestigio estadounidenses como el New Yorker, Harper's Magazine o Saturday
Review. Su mentor, W.D. Snodgrass, intentó desarrollar su creatividad. Su poema "Heart's Needle"
la inspiró para escribir "The Double Image", poema sobre las relaciones entre madre e hija.En el
atelier de John Holmes, conoció a la poetisa Maxine Kumin, de quien no se separó hasta el final de
su vida y con quien escribió 4 libros infantiles (publicados entre 1963 y 1975). En otro taller
conoció a Sylvia Plath, animada por Robert Lowell. Y más tarde dirigirá sus propios talleres en el
Boston College, el Oberlin College y la Colgate University.Sexton ofrece al lector una visión íntima
de la angustia emocional que caracterizó su vida. Anne convirtió la experiencia de ser mujer en el
tema central en su poesía, es la figura moderna del poeta confesionalista, a pesar de que soportó
críticas por tratar asuntos tales como la menstruación, el aborto y la drogadicción.

Sexton fue una mujer reconocida y premiada en su tiempo, becada para escribir sus libros, profesora
titular en la Universidad de Boston, ganadora del Pulitzer de poesía en 1967 por su libro Live or Die
(Vive o muere), y luego jurado del prestigioso premio. También le fue otorgada, en agosto de 1959,
la beca Robert Frost para asistir a la conferencia de escritores de Bread Loaf, y en 1965 le fue
otorgado un viaje subvencionado por el Congreso por la Libertad de la Cultura.1 Su poesía
confesional la convirtió en una de las escritoras más famosas de su país.
Muerte
El 4 de octubre de 1974, Anne Sexton almorzó con Maxine Kumin para revisar las galeradas del
manuscrito de Sexton The Awful Rowing Toward God (El horrible remar hacia Dios), programado
para publicarse en marzo de 1975. Al volver a casa se puso el abrigo de piel de su madre, se quitó
sus anillos, se sirvió un vaso con vodka, se encerró en el garaje, y encendió el motor de su
automóvil, suicidándose por intoxicación por monóxido de carbono. Sus restos se hallan en el
cementerio-crematorio de Forest Hills, a las afueras de Boston.
Homenaje
El cantante y compositor Peter Gabriel le escribió en homenaje una canción titulada "Mercy Street"
(nombre que deriva de las obras de Sexton "45 Mercy Street" y "Mercy Street"), contenida en su
álbum So (1986).
Bibliografía Poesía, prosa, cartas y teatro
To Bedlam and Part Way Back (1960)The Starry Night (1961)All My Pretty Ones (1962)
Live or Die (1966) - Premio Pulitzer de poesía en 1967Love Poems (1969)
Mercy Street, obra en dos actos (1969), representada por The American Place Theatre
Transformations (1971)The Book of Folly (1972)The Death Notebooks (1974)
The Awful Rowing Toward God (1975, póstumo)45 Mercy Street (1976, póstumo)
Anne Sexton: A Self Portrait in Letters, editado por Linda Gray Sexton and Lois Ames (1977,
póstumo)Words for Dr. Y. (1978, póstumo)The Complete Poems, con prefacio de Maxine Kumin
(1981, póstumo)No Evil Star (selección de ensayos, entrevistas y prosa), editado por Steven E.
Colburn (1985, póstumo)

Anne Sexton (1928-1974) le escribiría esta carta a su hija, Linda, unos años antes de suicidarse.
Nació en Massachusetts en 1928 y a los 19 años se casó con Alfred Muller Sexton. Gran parte de su
vida luchó contra un trastorno mental que la llevó a internarse en numerosas ocasiones en
hospitales psiquiátricos; y aunque paradigmática, su incursión en la poesía fue parte de una terapia
médica que la llevó a ganarse el Pulitzer en 1969.Estudió en el taller de John Holmes, y
posteriormente con Robert Lowell, donde conoció a Silvya Plath; junto a estos dos últimos poetas
fue considerada una poeta confesional. En alguna ocasión, Sexton dijo que si algo la había
influenciado en la vida había sido el libro Heart’s Needle de W.D. Snodgrass, quien también fuera
alumno de Lowell y fundador de esta corriente, cuyo título, adjudicado a M.L. Rosenthal por su
ensayo «Poesía como confesión», repudió hasta morir en el año 2009. Snodgrass escribió este libro
para su hija después de divorciarse y pelear su custodia, fue un trabajo revolucionario que mostró
por primera vez la intimidad del hombre frente a su medio. A diferencia de los poetas modernistas
que abordaron los problemas de la modernidad como espectadores, a través de la figura del flâneur,
el caminante que va aprehendiendo su entorno a través de la observación, la poesía de Snodgrass
profundiza en los problemas de la masculinidad en ese contexto moderno.

Autoras como Anne Sexton y Silvya Plath representan esta trasgresión del poeta a partir de su
condición de mujeres suburbanas. La poesía confesional podría entenderse como una suerte de
transmutación de la condición del poeta con su poesía. Sin embargo, no se trataba de reducir la
experiencia a un asunto de intimidad –nadie puede negar que la poesía, en su construcción, lo sea–;
se trataba, sin esta consciencia de su vocación confesional, de romper con los paradigmas de lo que
se podía contar o no en un poema. Ambas poetas lo logran, con un trabajo mayoritariamente
autobiográfico, abordando temas tabúes como el aborto, el divorcio, la masturbación, etc.
Anne Sexton construyó un personaje y se mimetizó con él. Quizás ésta sea una de las razones por
las que tanto críticos como lectores vieron en su poesía una derivación de su propio
desbordamiento. A ella, como a cualquier otro poeta, también hay que leerla entre líneas.
Personalmente creo que su categorización como poeta confesional ha hecho que muchos detractores
apuesten por la literalidad de su obra. A diferencia de Snodgrass o del mismo Lowell, la poesía de
Sexton enciende todo el trayecto y más que en la supuesta arbitrariedad de su construcción, es en el
origen del incendio poético donde debemos prestar atención.Algunos de sus poemas más conocidos
y controversiales son: «La balada de la masturbadora solitaria» y «La celebración de mi útero». Sin
embargo, en esta muestra decidimos presentar: «Rezando en un boing 707», «Dice el poeta al
analista», «Divorcio», «Descalza» y «Vieja», porque consideramos que estos poemas nos abren la
puerta de algunas de sus mayores obsesiones: la lucha con su madre, su relación con Dios, su
matrimonio fallido, la imposibilidad de aprehender su entorno, el caos que esconde la cotidianidad y
su cuerpo como condicionante.En 1974, Anne Sexton se suicidó en el garaje de su casa. Ése no fue
su primer intento. La poesía la sostuvo en una lucha que libró para silenciar una voz interior que la
perturbó siempre. A pesar de la fuerza de sus versos, logró esconder esa fragilidad y su escaso
apego por la vida en la contundencia de su yo poético. Como recordaría al final de su vida, hasta los
28 años Anne «tenía una especie de yo enterrado que desconocía si sabía hacer algo más que salsas
y cambiar pañales. Era una víctima del sueño americano».Al leer su biografía y revisar su obra,
pareciera que el lector se convierte en un espectador, una suerte de voyerista que participa en una
consulta psiquiátrica donde el paciente entra en catarsis; pero a diferencia de éste, el lector sí puede
entrar y salir de ese laberinto de angustias personales con solo cambiar la página. Fue en esta
travesía en la que Anne dejó de distinguir el personaje creado en sus poemas para fusionarse con
ellos, en donde se sumió en un naufragio personal. Ya lo anticipaba a su hija Linda: «Algún día
volarás sola a alguna parte […] quizás yo ya haya muerto, y desearás hablar conmigo […] La vida
no es fácil. Es terriblemente solitaria. Yo lo sé.»

EL INTERROGATORIO DEL HOMBRE DE MUCHOS CORAZONES.

¿Quién es ella,
esa que está en tus brazos?

Ella es a quien llevé mis huesos,


construyendo una casa que no era más que una cuna,
construyendo una vida más allá de una hora,
construyendo un castillo donde no habita nadie,
construyendo, al final, una canción
para así acompañar la ceremonia.

¿Por qué la trajiste aquí?


¿Por qué llamas a mi puerta
con tus nimias historias y canciones?

Me había unido a ella como se unen hombre


y mujer y aun así no había lugar
ni para fiestas ni formalidades
y estas cosas importan a una mujer
y, ya ves, vivimos en un clima frío
y no se nos permite besarnos en la calle
así que inventé una canción incierta.
Mi canción se llama Matrimonio.
¿Tú vienes a mí fuera de la unión
y te limpias el pie aquí en mi entrada
y me pides que mida tales cosas?

Nunca. Nunca. No mi mujer real.


Ella es mi verdadera bruja, mi tenedor, mi yegua,
madre de lágrimas, falda llena de infierno,
el sello de mis pesares, el sello de mis moratones
y también, si los portara, los niños
y también un lugar privado, un cuerpo hecho de huesos
que quisiera comprar, si pudiera comprarlo,
con la que me quisiera casar, si pudiera casarme.

¿Debería atormentarte por eso?


Cada hombre tiene asignada su suerte
y la tuya es una suerte pasional.

Pero sufro un tormento. No tenemos lugar.


La cuna compartida es casi una prisión
donde no me permiten decir cariñito, bobín,
pastelito, calabaza, lacito de amor, medallón,
mi San Valentin, mi chica de oro, mi graciosa y todas
esas tonterías que uno dice en la cama.
Decir que me he acostado con ella no es bastante.
No sólo la he tumbado sobre el lecho.
Yo la he atado fuerte con un nudo.

¿Entonces por qué clavas los puños


en tus bolsillos? ¿Por qué arrastras
los pies como un colegial?

Durante años até este nudo en sueños.


He atravesado una puerta en mis sueños
y ella estaba allí de pie, vistiendo el delantal de mi madre.
Una vez gateó por una ventana con forma
de ojo de cerradura y llevaba puestos los pantalones
rosa de pana de mi hija y cada vez ataba a esas mujeres con un nudo.
Una vez vino una reina. A esa también la até.
Mas esto es algo que realmente até
y ahora ya la he amarrado bien.
La atrapé con mis cantos. La reduje.
La he aplastado con sólo una canción.
No había otro apartamento para ello.
No había otro cuarto para ello.
Sólo el nudo. El nudo de la cama.
Así puse mis manos sobre ella
reclamando sus ojos y su boca
como míos, también pedí su lengua.

¿Por qué me estás pidiendo que decida?


Yo no soy ningún juez ni soy psicólogo.
Eres dueño del nudo de tu lecho.

Pero aún así mis días y mis noches


son de verdad, con niños y balcones y una buena mujer.
Sí, es verdad, até estos otros nudos,
pero preferiría no pensar en ellos
mientras hablo contigo sobre ella. Ahora no.
Si ella fuera un cucurucho en alquiler, yo pagaría.
Si ella fuera una vida que salvar, la salvaría.
Quizás es que soy un hombre de muchos corazones.

¿Un hombre de muchos corazones?


¿Por qué tiemblas entonces en mi puerta?
Un hombre de muchos corazones no me necesita.

Estoy atrapado en lo más hondo de su tinte.


Te permití atraparme, las manos en la masa,
atraparme con mi frenesí desatado en un reloj salvaje
para mi yegua, mi paloma y mi propio cuerpo limpio.
Quizá la gente diga que tengo serpientes en mis botas
pero te digo que, por una vez, tengo los estribillos,
solo una vez, esta vez, en la copa.
El amor de una mujer está en la canción.
La llamé la mujer de rojo.
La llamé la niña de rosa
pero tenía diez colores
y ella era diez mujeres.
Apenas pude nombrarla.

Yo ya sé quién es.
La has nombrado bastante.

Quizá no debería haberlo puesto en palabras.


Francamente, diría que soy peor besando,
ebrio como un flautista, pateando los restos
y decidido a atarla para siempre.
Porque, ves, esta canción es la vida,
la vida que no puedo vivir yo.
Dios, incluso al pasar,
reparte monogamia como jerga.
Yo quería inscribirla en la ley.
Pero sabes que para esto no hay ley.

¡Hombre de muchos corazones, eres tonto!


Porque este año hay espinas en los tréboles
y le han robado al ganado su fruto
y las piedras del río
han absorbido los ojos de los hombres, hasta dejarlos secos,
estación tras estación,
y ha sido condenado todo lecho
no por la moralidad ni por ley,
sino por el tiempo.

EL BESO

Mi boca florece como un corte.


Me maltrataron todo el año, tediosas
noches, nada en ellas sino hombros ásperos
y delicadas cajas de Kleenex diciendo ¡llorá amor,
amorcito, llorá, idiota!

Hasta ayer mi cuerpo no servía.


Ahora se despedaza hacia sus esquinas cuadradas.
Se arranca el atuendo de la virgen María, nudo a nudo
y mirá – ahora está borrachísimo con estos cerrojos eléctricos.
¡Zing, una resurrección!

Una vez fue un bote, con demasiada madera


y sin trabajo, sin agua abajo suyo
y necesitando una mano de pintura. No era más
que un conjunto de tablas. Pero tú lo levantaste, lo encordaste.
Ha sido elegido por ti..

Mis nervios están encendidos. Los oigo como


instrumentos musicales. Donde había silencio
los tambores, las cuerdas están tocando, incurables. Tú hiciste esto.
Puro genio trabajando. Querido, el compositor ha entrado
en el fuego.

+++

Ya que lo preguntan, la mayor parte de los días no me acuerdo.


Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Después, casi innombrable, vuelve la lujuria.

Incluso en ese instante, no tengo nada en contra de la vida.


Conozco bien las hojas que mencionan,
los muebles que sacaron al sol.

Pero los suicidas tienen un idioma propio.


Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.

Dos veces me pronuncié tan claramente,


poseí al enemigo, me comí al enemigo
le arrebaté su oficio, su magia.

Así, grave y pensativa,


más tibia que el agua o el aceite,
descansé, babeando por el agujero de la boca.

No pensaba en mi cuerpo ante la punta de la aguja.


Ni siquiera había córnea o restos de orina.
Los suicidas ya traicionaron al cuerpo.

Nacieron muertos, aunque no siempre se mueran,


y, deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta un chico podría mirarla y sonreír.

¡Meterse toda esa vida debajo de la lengua!—


eso, en sí mismo, se vuelve una pasión.
Dirán que la muerte es un hueso triste y golpeado,

con todo, año tras año me espera,


para deshacer con delicadeza una vieja herida,
para soltar mi aliento de su prisión insana.

Compensados así, los suicidas se encuentran a veces


furiosos con el fruto, una luna inflada,
dejan el pan que confundieron con un beso,

dejan la página del libro abierta por descuido,


algo sin decir, el teléfono sin colgar
y el amor, fuera lo que fuese, como una infección.

CUANDO EL HOMBRE PENETRA A LA MUJER

Cuando el hombre
penetra a la mujer,
como oleaje que rompe en la orilla,
una y otra vez,
y la mujer abre la boca de placer
y sus dientes relucen
como el abecedario,
aparece Logos ordeñando una estrella,
y el hombre
dentro de la mujer
hace un nudo
para que nunca
vuelvan a separarse
y la mujer
trepa a una flor
y se traga el tallo
y aparece Logos
a liberar sus ríos.
Este hombre,
esta mujer
con su hambre duplicada,
trataron de atravesar
la cortina de Dios
y por un instante lo lograron,
aunque Dios
en Su perversidad
desate el nudo.

LA ASESINA

La muerte correcta está escrita.


Voy a satisfacer la necesidad.
Mi arco está tenso.
Mi arco está listo.
Yo soy la bala y el anzuelo.
Estoy gatillada y dispuesta.
En mi mira lo tallo
como una escultora . Modelo
su última mirada a los demás.
Pongo sus ojos y su cráneo
en todas las posiciones.
Conozco su sexo de varón
y lo recorro con mi índice.
Su boca y su ano son uno.
Estoy en el centro de la sensibilidad.

Un subte
viaja a través de mi ballesta.
Tengo un cerrojo de sangre
y lo hice mío.
Con este hombre tomo el control
de su destino, con esta arma
tomo los diarios y
con mi fuego voy a tomarlo a él.
Va a doblarse ante mí
y las venas le van a salir
como hijos... Dame
su bandera y su ojo.
Dame su cáscara dura y su labio.
Él es mi manzana y mi mal

y voy a acompañarlo a casa.

PALABRAS

Tené cuidado con las palabras,


incluso con las milagrosas.
Por las milagrosas damos lo mejor que tenemos,
a veces proliferan como insectos
y dejan un beso en lugar de un aguijón.
Pueden ser tan buenas como los dedos.
Tan fieles como la piedra
a la que pegás el traste.
Pero tanto pueden ser margaritas como moretones.

Igual estoy enamorada de las palabras.


Son palomas que caen del techo.
Son seis naranjas sagradas en mi regazo.
Son los árboles, las piernas del verano,
y el sol, su cara apasionada.

Aunque me fallan seguido.


Hay tantas cosas que quiero decir,
tantas historias, imágenes, proverbios, etc.
Y las palabras no son suficientes,
las equivocadas me besan.
A veces vuelo como un águila
con alas de gorrión.

Pero trato de ser cuidadosa


y delicada con ellas.
Palabras y huevos deben manipularse con cuidado.
Una vez que se rompen, son cosas
imposibles de arreglar.

LA BALADA DE LA MASTURBADORA SOLITARIA

El final de la historia es siempre la muerte.


Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mi yo, mi aliento
encuentra tu ausencia. Asusto
a los que se quedan. Estoy harta.
A la noche, sola, me caso con la cama

Dedo por dedo, ella ahora es mía.


No está tan lejos. Es mi encuentro.
La toco como una campana. Me recuesto
en la enramada donde la solías montar.
Me tomabas sobre la colcha de flores.
A la noche, sola, me caso con la cama.

Por ejemplo esta noche, mi amor,


que todas las parejas se unen
en una volteada conjunta, arriba y abajo,
el dúo abundante en esponja y pluma,
empujando de rodillas, cabeza a cabeza.
A la noche, sola, me caso con la cama.

Así escapo de mi cuerpo,


un milagro molesto.¿Puedo
exhibir el mercado de los sueños?
Me abro. Me crucifico.
Mi ciruelita le decías.
A la noche, sola, me caso con la cama.

Después llegó mi rival de ojos negros.


La dama del agua, alzándose en la playa,
con un piano en la punta de los dedos, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Y pasé a ser la escoba vieja.
A la noche, sola, me caso con la cama.

Te arrebató como se arrebata


un vestido de oferta del perchero
y yo me quebré como lo hacen las piedras.
Te devuelvo tus libros y las cañas de pescar.
El diario de hoy dice que se casaron.
A la noche, sola, me caso con la cama.

Chicos y chicas esta noche son uno.


Desabrochan blusas. Bajan cierres.
Se sacan los zapatos. Apagan la luz.
Los seres que brillan están llenos de mentiras.
Se comen unos a otros. Comen de más.
A la noche, sola, me caso con la cama.

CONSEJOS PARA UNA PERSONA ESPECIAL

Cuidado con el poder,


porque su avalancha puede enterrarte,
nieve, nieve y nieve, asfixiando tu montaña.

Cuidado con el odio,


que puede abrir la boca y hacerte
comer tu propia pierna como un leproso instantáneo.

Cuidado con los amigos,


cuando los traiciones,
como lo vas a hacer,
van a meter la cabeza en el inodoro
y a tirar el agua.

Cuidado con el intelecto,


porque sabe tanto que no sabe nada
y te deja colgado cabeza abajo
boqueando sabiduría mientras el corazón
se te sale por la boca.

Cuidado con los parlamentos, la parte del actor,


el discurso planeado, sabido, masticado,
porque van a delatarte
y te vas a quedar parado ahí como un nene desnudo,
meándote en tu propia cuna.

Cuidado con el amor


(salvo que sea verdadero,
y cada parte tuya, hasta los dedos de los pies, diga sí),
porque te va a envolver como una momia
y nadie va a oírte gritar
y vas a correr sin fin.

¿El amor? Sea hombre. Sea mujer.


Tiene que ser una ola sobre la que querés brillar,
a la que querés entregarle tu cuerpo, entregarle tu risa,
y, cuando la arena áspera te reclame,
entregarle tus lágrimas a la tierra. Amar a otro es algo
como una plegaria y no puede planearse, te dejás caer
en sus brazos porque tu fe deshace tu incredulidad.

Persona especial,
en tu lugar no le prestaría atención
a mis consejos,
un poco hechos de tus palabras
y un poco de las mías.
En colaboración.
No creo ni una palabra de lo que dije,
excepto algo,que te veo como un árbol joven
con las hojas pegadas y sé que vas a echar raíces
y entonces va a aparecer lo verde de verdad.

Dejá ir. Dejá ir.


Oh persona especial,
hojas posibles,
mientras tanto, a esta máquina de escribir le gustás
y quiere romper vasos
celebrando
por vos,
cuando te arranques la corteza oscura
y vueles
como un globo.

DEMONIO

“Un hombre joven le teme a su demonio y a veces


le pone la mano sobre la boca” ...-
D. H. Lawrence
Le hablé de mi demonio a un amigo
y mi amigo nadó en petróleo hasta llegar a mí
grasoso y críptico
y me dijo
“Estoy pensando en rescatarlo.
Lo empeñé hace años”

¿Y quién iba a comprar


al demonio empeñado
amarilleando de olvido
y con la mano en la garganta?
Sacalo del empeño, amigo,
pero cuidado con la pena
que va a volar a tu boca como un pájaro.
Mi demonio
demasiado a menudo desvestido
demasiado a menudo crucifijo que antepongo
demasiado a menudo margarita seca que riego
demasiado a menudo el niño que doy a luz
y después aborto, sin nombre, sin nombre…
sin patria.

Oh demonio interior,
Yo tengo miedo y rara vez me llevo la mano
a la boca y me la coso
ahogándote , escondiéndote
de los ojos voyeur
de las teclas de mi máquina de escribir.

¿Si te empeñase
cuántos lingotes me darían,
cuántos centavos, nadando en sus besos de cobre
cuántos pájaros en camino a perecer?

No.
No.
Yo te acepto,
Vos venís con los muertos que pueblan mis sueños,
que caminan por mi escritorio
(como la Madre, con el cáncer florecido en sus
tetas Mejor & Cía -
bailando el vals con su fantasma de papel tissue)
Los muertos que le dan caramelos a la diabética que hay en mí,
que les dan voltios
a los ataques de rosas
que a veces vuelan de y hacia mí.
Sí.
Sí.
Te acepto, demonio.
No voy a taparte la boca.
De ser el hombre que amo, impura y con la manzana en alto
de ser la mujer que amo, enferma dentro de su sangre,
sus gases almibarados y sus ramas caídas.

Demonio, manifiéstate
aunque fuese Dios a quien invoco,
parado como un cuervo
queriéndome comer,
empezando por los labios y la lengua.
Y yo intentando caer en Sus despojos,
yo tomo el pan y el vino
y el demonio pedorrea y se ríe
de mi Dios desalojado de mi boca
mujer anónima
en el altar anónimo.

UNA VEZ Y OTRA VEZ Y OTRA VEZ

Dijiste que el enojo iba a volver


como volvió el amor.

Tengo una mirada negra que no


me gusta. Es una máscara que me pruebo.
Cuando emigro hacia ella, su rana
se sienta sobre mis labios y defeca.
Es vieja. Y además, una pordiosera.
Estuve tratando de tenerla a dieta.
No le doy la extremaunción.

Hay una mirada buena que uso


como un coágulo de sangre. La
cosí sobre mi pecho izquierdo.
Hice de ella una vocación.
Ahí se plantó la lujuria
y yo te puse a vos y a tu
hijo en su pezón.

Oh la negrura es homicida
y el pezón reboza
y cada máquina funciona
y yo voy a besarte cuando
acuchille a una docena de hombres nuevos
y vas a morir un poco,
una y otra vez.

ES UNA TARDE DE PRIMAVERA

Acá todo es amarillo y verde.


Escuchá su garganta, la piel de la tierra,
las voces como hueso seco de los curiosos
que prenden y apagan como carteles.
Los animalitos del bosque
llevan sus máscaras mortuorias
a una angosta cueva invernal.
El espantapájaros se arrancó
los ojos como dos diamantes
y entró en el pueblo.
El general y el cartero
soltaron los paquetes.
Todo esto ya pasó antes
pero acá nada es antiguo
Acá todo es posible.

Es por eso
tal vez, que una chica se quitó
sus prendas invernales y se ubicó
estratégicamente en la rama de un árbol
en un recodo del río.
Está echada en esa rama
sobre las casas de los peces
que nadan dentro y fuera de su reflejo
arriba y abajo por las escalinatas de sus piernas.
Su cuerpo lleva las nubes de vuelta a casa.
Ella contempla su rostro acuático
en el río donde los hombres ciegos
van a bañarse al mediodía.

Por eso
al suelo, esa pesadilla invernal,
se le curaron sus llagas y explota
de pájaros verdes y vitaminas.
Por eso
los árboles se meten en sus trincheras
y alzan copitas de lluvia
con sus dedos delgados.
Por eso
una mujer se para delante de su cocina
asando flores y cantando.
Acá todo es amarillo y verde.

Seguro la primavera va a permitir


que una chica desnuda
se mueva dulcemente bajo su luz
y no le tema a su lecho.
Ya contó siete capullos
en su verde espejo verde.

Dos ríos se mezclan debajo de ella.


El rostro de la niña se arruga
en el agua y se pierde para siempre.
La mujer es lo único que puede verse
en su gracia animal.
Su piel preciosa y obstinada,
en lo profundo, bajo el árbol del agua.
Todo es enteramente posible
y hasta los ciegos pueden ver.

ANNA LA LOCA

Anna, la loca,
tengo un cuchillo bajo el brazo.
Cuando me paro de puntas tipeo mensajes.
¿Soy una especie de infección?
¿Yo te hice volver loca?
¿Yo hice que los sonidos se pusieran rancios?
¿Yo te pedí que salieras por la ventana?
Perdón. Perdón.
Decí que no lo hice.
Decí que no.
Decí.

Decinos la palabra de María en la almohada.


Llevate a mi flacucha de doce
en tu regazo hundido.
Susurrá como el ranúnculo.
Comeme. Comeme como a un flan de crema.
Tomame.
Tomame.
Tomá.

Dame un informe del estado de mi alma.


Dame una declaración completa de mis actos.
Pasame un lirio para que escuche en su interior.
Acomodame en los estribos y hacé pasar a un grupo de turistas.
Enumerá mis pecados en la lista del súper y dejame comprar.
¿Yo te hice volver loca?
¿Yo te encendí el audífono y dejé sonando la sirena?
¿Yo le abrí la puerta al psiquiatra de bigotes
que te arrastró como una carretilla de oro?
¿Yo te hice volver loca?
¡Desde la tumba, escribime, Anna!
No sos más que cenizas pero
agarrá la Parker que te regalé.
Y escribime.
Escribí.

CIGARRILLOS, WHISKY Y MUJERES SALVAJES


(De una canción)

Tal vez nací de rodillas,


nací tosiendo en el largo invierno,
nací esperando el beso de la piedad,
nací con cierta pasión por la rapidez
y así, cuando las cosas progresaron,
aprendí sobre la empalizada
y lo que se saca fuera, el gas de la enema.
Por dos o tres aprendí a no arrodillarme,
a no esperar, a plantar mis fuegos bajo tierra
donde no hay nadie a quien susurrarle o acostar a morir
excepto las muñecas, perfectas y terribles.

Ahora que escribí muchas palabras,


y revelé tantos amores, y para tantos,
y he sido enteramente lo que siempre fui –
una mujer de exceso, de fervor y ambición,
encuentro que el esfuerzo fue inútil.
¿Acaso en estos días
no miro al espejo y veo
a una rata ebria esquivarme los ojos?
¿No siento tan intenso el hambre
que moriría antes de mirarla a la cara?

Me arrodillo una vez más,


por si acaso la piedad llegase
justo a tiempo.

DESDE EL JARDÍN

Vení, mi amor,
fijate en los lirios.
Nosotros somos de poca fe.
Hablamos de más.
Dejá de lado tu montón de palabras
y vení conmigo a mirar
los lirios abiertos en ese campo,
creciendo como veleros,
orientando sus pétalos lentamente
sin enfermeras ni relojes.
Consideremos la vista:
una casa donde las nubes blancas
decoran los zaguanes embarrados.
Ah, dejá de lado tus buenas palabras
y tus malas palabras
¡Escupilas como piedras!
¡Vení! ¡Vení!
a comerte mis frutas complacientes.

REZANDO EN UN BOING 707

Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Sales con tus bla bla blas en bloque,
otra vez con el asunto de las cartas.
Si escribo un poema
tú das un reporte contable.
Si hago el amor
me das las frases más graciosas.
Señora Sarcasmo,
¿por qué no te queda ningún hijo?

Ellos se aguantan sus reverencias.


Ellos se agachan con tu estilo.
Ellos se estrechan las manos –como-estás-tú
en esa misma forma inimitable.
Ellos se saltan la sopa con perejil
como tú nunca pudiste.
Ellos llevan a sus hijos en sus brazos
como tazas de chocolate caliente
como tú nunca pudiste
y todavía, todavía
con tu sonrisa, con tu hoyuelo, te imitábamos
te imitábamos a lo lejos…
el gran pino del verano,
la playa que te bañó de aceite,
el jardín hecho de narices,
la luna atada sobre el mar,
los grandes perros de sangre caliente…
la muñeca que me diste, Mary Gray,
o que tu madre me dio
o que me dio la crida.
Quizás fue ella.
Ella tenía un alma,
y era italiana.

Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Arriba en el avión,
bajo las nubes tan pequeñas como cachorros,
el fuego postrado en el sol,
hablé con Dios y le pedí
platicarle mis fracasos y mis éxitos,
le pedí que me hiciera un juicio moral
como lo hace.

Él dice
no has hecho,
no has hecho.

Madre,
tú y Dios
flotan con el mismo vientre
arriba.

***
DIJO EL POETA AL ANALISTA

Mi negocio son las palabras. Las palabras son como etiquetas,


o monedas, o mejor: como un enjambre de abejas.
Yo confieso que sólo me quiebra la fuente de las cosas;
como si las palabras se contaran como abejas muertas en el ático,
desabrochadas de sus ojos amarillos y sus alas secas.
Debo siempre olvidar que la palabra de uno es capaz de escoger
a otra, y de otra forma, hasta que tengo
algo que pude haber dicho…
pero que no lo hice.
Su negocio es vigilar mis palabras. Pero
no admito nada. Hago lo mejor que puedo, por ejemplo,
cuando puedo escribirle elogios a una máquina tragamonedas,
esa noche en Nevada: diciendo cómo la mágica bolsa acumulada
fue tocando tres campanadas sobre esa pantalla con suerte.
Pero si debiera decir que esto es algo que no es,
entonces me debilito, y recuerdo cómo mis manos se sintieron graciosas
y ridículas y llenas de todo
el crédulo dinero.

**

DIVORCIO

He matado nuestra vida juntos,


he cortado cada cabeza,
con sus tristes ojos azules atrapados en una pelota de playa,
rodando por separado afuera del garaje.
He matado todas las cosas buenas
pero son demasiado tercas.
Se cuelgan.
Las pequeñas palabras de tu compañía
se han arrastrado hasta su tumba,
el hilo de la compasión,
como una frambuesa querida,
los cuerpos entrelazados
cargando a nuestras dos hijas,
tu recuerdo vistiéndose
temprano,
toda la ropa limpia, separada y doblada,
tú sentándote en el borde de la cama
lustrando tus zapatos con un limpiabotas,
y yo te amaba entonces, eras tan sabio desde la ducha,
y te amé tantas otras veces
y he estado por meses,
tratando de ahogarlo,
presionando,
para mantener su gigantesca lengua roja
por debajo, como un pez.
Pero a donde quiera yo vaya están todos en llamas,
el róbalo, el pez dorado, sus ojos amurallados flotando
ardiendo entre plancton y algas marinas
como tantos otros soles azotando las olas,
y mi amor se queda amargamente brillando,
como un espasmo que se niega dormir,
y estoy indefensa y sedienta y necesito una sombra
pero no hay nadie para cubrirme –
ni siquiera Dios.
***
DESCALZA

Amarme sin mis zapatos


significa amar mis largas y bronceadas piernas
adoradas, buenas como cucharas;
y mis pies, esos dos niños
que salían a jugar desnudos. Intrincados nudos,
mis dedos. No están más juntos
Mejor aún, ver las uñas de mis dedos
todos los diez pasos, raíz por raíz.
Todos vivaces y salvajes, este cerdito
fue al mercado y este cerdito
se quedó. Mis largas y bronceadas piernas como
mis dedos largos y bronceados.
Más arriba, mi amor, la mujer
está invocando sus secretos, pequeñas casas,
pequeñas lenguas que te hablan.

No hay nadie más que nosotros


en este fragmento peninsular.
El mar usa una campana en su ombligo
Y yo soy tu criada descalza toda
la semana. ¿Quieres salami?
No. ¿Prefieres un wiski?
No. Tú en realidad no tomas. Mejor me tomas
a mí. Las gaviotas devoran peces,
que lloran como niños asustados.
El oleaje narcótico, reclama
Yo soy, yo soy, yo soy
toda la noche. Descalza,
subo y bajo por tu espalda.
En la mañana corro recámara a recámara
de la cabaña que juega a la persecución.
Ahora me tomas de los tobillos,
subes por mis piernas,
hasta que llegas a perforar el hambre de mis ansias.

***
VIEJA

Le tengo miedo a las agujas.


Estoy cansada de las colchonetas y los tubos.
Estoy cansada de los rostros que no conozco
y ahora pienso que la muerte comienza.
La muerte empieza como un sueño,
lleno de objetos y de la risa de mi hermana.
Somos jóvenes y caminamos
y recogemos moras azules
durante todo el camino a Damariscotta.
Oh, Susan, ella lloraba.
manchaste tu cintura nueva.
Dulce sabor –
mi boca está llena
y el dulce azul se acaba
durante todo el camino a Damariscotta.
¿Qué haces? ¡Déjame sola!
¿no ves que estoy soñando?
En un sueño nunca tienes ochenta años.

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