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2.3. CLINICA
Hay variabilidad en la presentación de un ataque de pánico, pero con frecuencia el primer ataque
es espontáneo e inesperado y comienza con un período inicial en que los síntomas físicos
aumentan rápidamente. Se trata de episodios súbitos de miedo, intenso malestar, sensación de
peligro o muerte inminente, que se acompañan de intensos síntomas físicos. Suelen durar entre
15 y 30 minutos, siendo la sintomatología más intensa durante los primeros diez minutos (tabla 2)
Tabla 2.
Los principales síntomas físicos son:
Palpitaciones y taquicardia.
Opresión torácica.
Sensación de falta de aire
Sudoración excesiva.
Miedo a la muerte inminente, a perder el
autocontrol o a volverse loco
Náuseas o molestias digestivas
Temblor
Parestesias y hormigueo
Desrealización y despersonalización
Mareo e inestabilidad
Distermia.
2.4 DIAGNÓSTICO
Para establecer el diagnóstico de trastorno de pánico deben presentarse varias crisis de ansiedad
graves asociados a un intenso cortejo de síntomas físicos durante un período mínimo de un mes.
Es habitual que tras un primer ataque de pánico se sucedan otros, apareciendo cierta ansiedad
anticipatoria y temor a presentar un nuevo ataque, desencadenándose con cierta frecuencia
conductas de evitación (agorafobia) o fóbicas a la situación o circunstancias en que se produjeron
los anteriores. El DSM IV-TR distingue en su clasificación entre trastorno de pánico con y sin
agorafobia, mientras que la CIE-10 la ubica en el apartado de los trastornos de ansiedad fóbica
distingue en su clasificación entre trastornos de ansiedad fóbica.
2.5 DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Los ataques de pánico también pueden aparecer acompañando al trastorno de ansiedad
generalizada, a los trastornos fóbicos, a cuadros depresivos, durante la abstinencia al alcohol, etc.
Por otra parte, también pueden aparecer crisis similares asociadas al consumo de tóxicos y en
diversas enfermedades orgánicas como el hipertiroidismo, feocromocitoma, prolapsomitral,
arritmias, epilepsia, embolia pulmonar, etc.
2.7 TRATAMIENTO
Los tratamientos actuales han demostrado una notable eficacia en el trastorno de pánico. Los
tratamientos más eficaces son los psicofármacos y la terapia cognitivo-conductual.
2.7.1 Farmacoterapia
Los ISRS se consideran el tratamiento de primera elección debido a su eficacia y su buen perfil de
efectos secundarios.
Con cierta frecuencia al inicio del tratamiento tiene lugar un aumento de la ansiedad, siendo
necesario realizar incrementos lento de la dosis, Otros antidepresivos como los tricíclicos, los
inhibidores de serotonina y noradrenalina o los IMAO también pueden ser eficaces. Los
benzodiacepinas de alta potencia son útiles, pero existe el riesgo de desarrollar dependencia con
la más que posible abstinencia al retirarlas debido a que se requieren dosis muy altas para
controlar los ataques de pánico. Se acepta que la pauta inicial debe ser con un ISRS.
En caso de ineficacia se debe ensayar con otro ISRS, y si no se logra respuesta, se debe sustituir
por otro antidepresivo o por benzodiacepinas. Si hay respuesta, se debe mantener el tratamiento
durante un año ya que aproximadamente un tercio recaen en los dos años siguientes. En caso de
nueva recaída podría estar indicado un tratamiento crónico.
2.7.2. Psicoterapia
Desde el principio hay que sugerir el comienzo de una psicoterapia cognitivo-conductual con un
componente psicoeducativo. Es necesario explicar la relación entre los síntomas físicos y la
ansiedad, el origen del miedo a perder el control o volverse loco, y ayudar al paciente a afrontar
las situaciones ansiógenas para evitar que desarrolle agorafobia.
La parte conductual consiste fundamentalmente en una exposición progresiva a estos estímulos
ansiógenos. En general, se considera que la asociación de ambos tratamientos es mejor que cada
uno por separado, y que el tratamiento de exposición disminuye las recaídas a largo plazo más que
los fármacos.