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siglo xxi y para ello hemos elegido tres ejes temáticos: la cultura contemporánea, la educación en
este contexto y la educación artística ante los retos del nuevo milenio
La cultura contemporánea, porque inmersos en ella y atravesados por sus circunstancias, requiere
de un tiempo reservado para la observación y de una distancia pertinente para visibilizarla,
objetivarla y operar en ella.
La educación, porque es un proceso experiencial y nutricio que articula lo individual y lo colectivo,
lo cultural y lo social, en este contexto particular al que denominamos contemporaneidad en el
que la revolución cognitiva crea nuevos ambientes de aprendizaje dentro y fuera de la escuela.
La educación artística, porque en este tiempo está llamada a desempeñar un papel central tanto
en la sociedad en general como en la formación sistemática de nuestros niños y jóvenes. El arte
como campo de conocimiento desde su renovada epistemología viabiliza otros caminos para su
construcción pedagógica.
La cultura contemporánea
La palabra “cultura”, desde su uso cotidiano y corriente al más sofisticado uso científico, se ha
visto asociada a muy diferentes conceptos, según épocas, espacios, paradigmas o corrientes del
pensamiento. Inmersa en los cambios de la antropología, el concepto de cultura estuvo
especialmente vinculado con las transformaciones que se producían en las ciencias sociales, en
general, y con las de la antropología en particular, desde sus mismos orígenes en los albores del
siglo xix. Con algunos autores, podríamos definirlo como un concepto nómade.
La cultura contemporánea podría definirse, entonces, como ese conjunto de sentidos y prácticas
que se dan en las fronteras de los territorios colectivos y son compartidos por las comunidades, y
que nos obliga a tomar distancia para ver, para percibir a partir de la interrogación y la
interpelación de nuestro presente. Constituye un modo particular de estar situados, que requiere
un estar activos, un desnaturalizar lo cotidiano para hacerlo visible y legible a fin de poder diseñar
la “descripción densa” . La cultura contemporánea nos introduce en el gran escenario de este
tiempo, se sustenta en el diálogo y pone en el centro la pregunta.
Ante la desterritorialización de los espacios, la fugacidad de los tiempos, ubicados en las móviles
fronteras temporales, los seres humanos buscan en el vínculo, en el diálogo, en la expresión y la
comunicación, el sentido del nosotros. Y en este contexto, el arte contemporáneo ocupa un lugar
protagónico.
y utilizan técnicas, materiales y tecnologías de todo tipo. Las profundas rupturas se visibilizan
acrecentadas por la articulación entre artes tradicionales, artes nuevas y nuevas tecnologías, las
que demandan, por su diversidad, nuevas formas de categorízación, nuevas formas de producción,
coproducción y recepción. El arte en su insistente presentación de manifestaciones híbridas da
cuenta de un universo múltiple que se gesta en las fronteras y capitaliza las distintas dimensiones
de la cultura contemporánea. Este arte intensivo muestra y se muestra como punto de inflexión y
de ruptura y, a la vez, como lugar antropológico de encuentro, reconocimiento y comunidad, y
sale al espacio público a desmontar su aparente transparencia.
Educación y revolución cognitiva
La denominada “revolución cognitiva” (Norbert Bilbeny, 1997)1 impacta en todas las dimensiones
de la vida. Aprendemos en el entorno cotidiano de manera diferente porque se han generado
nuevas formas de percibir. La nueva percepción condicionada y readaptada a nuevos productos
comunicacionales e informativos, con nuevos lenguajes y soportes, es acelerada, fragmentaria y
múltiple. Se producen acortamientos en los tiempos de exposición, a los que se agrega
instantaneidad y simultaneidad. Estas presentaciones exigen una percepción que pueda construir
y reconstruir, a partir de fragmentos, un todo no presente. Y esos fragmentos simultáneos no se
ordenan en forma lineal sino arborescente (árbol o red), como en el caso de los hipertextos.
Asistimos, en consecuencia, a una “reforma del pensamiento” (Edgar Morin, 2000), cuyo fun-
damento es, entre otros, la existencia de realidades complejas, que se multiplican y que exigen y
motorizan formas de pensamiento capaces de religar, de articular, de interactuar en múltiples
contextos y de hacerlo simultáneamente.
Todas las personas, pero en particular niños y jóvenes, viven, se forman e interactúan inmersas en
procesos de simultaneidad-instantaneidad, pluralidad, receptividad-emotividad, hipertextualidad,
conocimiento en red, virtualidad, medios y lenguajes múltiples. Este es el ambiente educativo que
nos propone el entorno cotidiano.
La escuela en la frontera
Es indudable que una de las instituciones más afectadas por la llamada “evolución cognitiva” ha
sido la escuela. Descentrada de sus funciones específicas, se enfrenta por un lado a un movimiento
importante de saberes fuera de ella y por otro, a una porosidad extrema de los límites que
separaban el conocimiento académico del saber común. Las culturas infantiles y juveniles de la
contemporaneidad y las nuevas formas de subjetividad no se construyen sólo al abrigo de las
instituciones tradicionales heredadas de la modernidad; más bien, se gestan en contacto con
experiencias cognitivas que se dan en el entorno cotidiano, enriquecido por las tecnologías de la
información y la comunicación
La escuela se debate en una tensión que la desafía: la rigidez de ciertas estructuras construidas a
lo largo de muchas décadas que fueron eficaces por mucho tiempo y la flexibilidad y proximidad
de otras fuentes de conocimiento, omnipresentes y atractivas para los niños y los jóvenes de este
tiempo, con las que también los adultos –maestros, profesores, familias– conviven permanente-
mente. Pareciera producirse un ritmo desacompasado entre lo que ocurre y circula en la escuela y
lo que ocurre y circula en la vida cotidiana global.
Una escuela en la frontera recupera dinamismo, deseo, compromiso y alegría de compartir y crear
colectivamente. Es una escuela que rompe el aislamiento, rescata sus mejores tradiciones, se
atreve a pensarse a sí misma, recobra las fortalezas perdidas y se instala en la vanguardia del
futuro. Una escuela que “al mismo tiempo que reproduce las condiciones de una sociedad, tiene la
capacidad para transformarla”
Esta escuela creativa y creadora estará fuertemente orientada, en sus propuestas curriculares, a
proveer herramientas para pensar, experimentar, hacer, crear y sentir. Es esta escuela la que está
llamada a desarrollar un gran proceso de alfabetización o, más bien, de múltiples alfabetizaciones:
lingüística, científica, artística, tecnológica, informática, matemática, entre otras.
En el contexto de la cultura contemporánea, la educación del siglo xxi necesita una escuela para el
nuevo milenio. A lo largo de sus trayectorias educativas, niños, jóvenes y adultos se ponen en
contacto con distintos saberes, resignificados como contenidos que les brindan distintas formas de
aproximación al conocimiento y distintas formas de vinculación y lectura de la realidad, entre
otros, el campo del arte.
Desde lo epistemológico, el arte entendido como campo de conocimiento hoy incluye disciplinas
tradicionales como la Estética o la Historia del Arte, otras como la Sociología o la Antropolo-gía del
Arte y, más recientemente, aquellas aportadas por el campo de la comunicación, como la
Semiótica, la Teoría de la Comunicación y la Teoría de la Recepción, que brindan un abordaje
múltiple de las distintas manifestaciones y, desde luego, ofrecen múltiples lecturas posibles. Este
campo además incluye diversidad de artes: danza, teatro, literatura, artes visuales, audiovisuales,
multimediales o digitales, con sus lenguajes, sus diferentes medios, formas de producción,
técnicas y tecnologías. Véase la tabla
En ambos casos, toda propuesta pedagógica en artes exige de los especialistas en currículo y de los
educadores anclar la construcción educativa en los siguientes puntos:
b) El estado actual del conocimiento en este campo del arte, que hoy se nutre de múltiples
disciplinas que en su confluencia generan perspectivas diferentes de las que teníamos hace
algunas décadas.
c) El estado actual de las teorías y perspectivas pedagógicas en un sentido amplio, que
facilita herramientas para pensar y diseñar una propuesta educativa pertinente según las
escuelas,los alumnos, los educadores y el medio. Los desarrollos en las ciencias de la educación
han modificado y transformado también la pedagogía y la didáctica del Arte.
El área de las Artes, junto a las otras áreas del currículo, participa en las múltiples alfabetizaciones
de las que habláramos más arriba. En el caso del campo del arte se propone una alfabetización
artística y estética de complejidad creciente a medida que avanza la trayectoria educativa del
alumnado. Dado que en esa trayectoria no se forma como artista profesional –músico, bailarín,
actor, artista plástico– ni como teórico del arte, la alfabetización consiste en un proceso espiralado
por etapas, contemplando la edad y el nivel de los estudiantes, proceso que va desde el
descubrimiento y la sensibilización hasta la sistematización conceptual, hacia el final de su
trayectoria básica.
¿Qué contenidos incluye esta alfabetización artística y estética? Aquellos que provienen de las
disciplinas y artes del campo, como se observa en la tabla 1, en una selección adecuada a cada
etapa de la trayectoria y con complejidad creciente. Para ello se contemplarán formas de análisis –
histórico, sociológico, antropológico, semiótico– y de producción de obras con distintos lenguajes,
distintas técnicas, con aplicación de diversas tecnologías y en contextos que permitirán su
articulación con las otras áreas del currículo. Concebido el arte como un espacio de frontera, allí se
producirán los encuentros con el resto de las áreas curriculares, articulándose con las
producciones artísticas de la contemporaneidad.
• Competencias expresivo-comunicativas.
Pero, a su vez, cada área aporta desde su especificidad y coopera en la formación integral.
En consecuencia, desde una concepción amplia y desde la frontera, el área de las Artes
contribuirá a:
• Promover el acceso e implementación de diversidad de códigos de expresión y
comuni-cación, que posibilitan producir –expresar y comunicar con distintos lenguajes– y
de-codificar y resignificar producciones propias y del entorno, así como otras alejadas en
el tiempo y el espacio.
la educación en arte “se encuentra en un momento óptimo para reinventarse, para repensar
cuáles son los fundamentos estéticos, epistemológicos, sociales y pedagógicos de su renovación
curricular”