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El Finzenú, el Panzenú y el Senufaná fueron los tres grandes espacios del

pueblo Zenú, los cuales comprendieron amplias zonas correspondientes a los


actuales departamentos de Córdoba, Sucre y parte del territorio del Bajo Cauca
antioqueño, Urabá y el centro de Bolívar. Las refinadas técnicas de orfebrería,
de ingeniería agrícola, comercialización e intercambio, dejan aún, huella visible
en este territorio, de un pueblo grande, refinado y con avances serios en la
ciencia.
De ese pasado esplendoroso, existe una demanda territorial expresada en el
Resguardo de San Andrés de Sotavento. Paradójicamente, una acción de los
principales agresores de este pueblo y al mismo tiempo una figura de tipo
colonial, constituye el horizonte clave de las reivindicaciones actuales. El relicto
que la corona española estableció para que los zenú, pudieran “resguardarse”
de los atropellos de los otros grupos mestizos y criollos, es la razón central que
cohesiona a los zenú de hoy día
La acelerada presión sobre este grupo humano, determinó la pérdida de la
lengua y de numerosas tradiciones y elementos de la cultura zenú. Sin
embargo valores colectivos ligados al territorio, la manera de organizarse, la
caña flecha, las semillas propias, entre otros, fueron la base para que al
reasumirnos como pueblo indígena, dieramos una de las más vigorosas
reivindicaciones en la historia del Caribe en Colombia. La lucha por la tierra,
denominada como las recuperaciones, sobre áreas cubiertas bajo el título
colonial constituyen el objetivo que se reclama desde la legalidad y la
legitimidad, coloca en sitio relevante a este pueblo en la historia del movimiento
indígena reciente.
Las arremetidas contra el pueblo zenú y su territorio muestran ciclos
característicos y recurrentes de violencia y despojo. No es raro para este
pueblo, entender que toda su historia ha estado ligada a las represiones de la
hacienda feudal que caracteriza a la región de la Costa Atlántica en Colombia.
La gran ganadería extensiva, al mismo tiempo que se fortalece, da paso a las
apropiaciones de terratenientes con elevada incidencia y participación en los
cuerpos políticos de la región y el país, a las desecaciones de las ciénagas
para los cultivos agroindustriales y más recientemente, al paramilitarismo que
bajo expresiones más violentas y frenteras, reivindica las mismas
intencionalidades históricas: la sujeción económica, social y política y el
avasallamiento cultural.
La pérdida gradual del territorio zenú, que inicialmente abarcaba las cuencas
de los ríos San Jorge, Sinú, Bajo Cauca, la sabana de Sucre, Córdoba y
Bolívar y las estribaciones de la cordillera occidental al fundirse en la llanura
caribe, ha significado también una pérdida de recursos valiosos para el pueblo
zenú: ecosistemas estratégicos como las fértiles tierras, las depresiones
anfibias ricas en ictiofauna, semillas y animales domesticados, conocimientos y
sobre todo, alrededor de 30 dirigentes asesinados en la historia más reciente
del proceso de recuperación del resguardo. El apego a las 83.000 hectáreas
que finalmente alinderó la corona española, ha sido el horizonte de las
demandas de las cerca de 53.0000 personas que conforman esta minoría
étnica. Pero es preciso entender que de tal extensión, sólo se alcanzan a
poseer cerca de 14.000 hectáreas. Las otras no han sido restituidas a sus
legítimos dueños: los indios zenú.
Aún más grave es que esas 14.000 hectáreas, soportan una presión
desaforada por parte de poderosos intereses locales, regionales y nacionales y
de políticas dirigidas a menoscabar los derechos de las comunidades que se
resisten a incorporarse a la sociedad mayoritaria.  Es por eso que hoy, los zenú
no sólo pelean recuperar el territorio de las 83.000 hectáreas, sino que ven
amenazadas las 14.000 hectáreas que realmente tienen y controlan.  La
expansión del modelo de ganadería extensiva, la implementación de políticas
de producción de biodiesel, la siembra de monocultivos, la introducción de
transgénicos en áreas cercanas y la desesperanzadora migración de los
jóvenes que obligadamente quedan raspando coca en Tierralta, Bajo Cauca y
Sur de Bolívar, son las nuevas amenazas que se enfrentan.
Dar un salto que recoja la mirada histórica del proceso, que tenga en cuenta las
duras pérdidas y que efectivamente nos permita a las comunidades zenú
contar con una real autonomía política y control sobre el territorio, es el reto
que nos plantean las nuevas generaciones de dirigentes. Es necesario
recuperar y recrear nuestra memoria y tener presente los pasos dados por
aquellos líderes que dieron su vida por defender este proceso de recuperación
de la cultura y el territorio zenú.

Recuperación Finca Nueva Colombia

“La finca Nueva Colombia hoy es una comunidad. En 1986 entramos primero y
seguimos entrando con la ayuda de las otras comunidades. Después seguimos
entrando con los niños y las compañeras. A los seis meses hubo una
destrucción de cultivos, quemaron todas las viviendas, quince en total, todas
fueron destruídas. A un compañero se lo llevaron p´la cárcel, eso fue como p
´darnos un ánimo más.
Acá hubo toda la participación del Resguardo, los cabildos menores, porque en
el mismo momento en que hacen la destrucción de cultivos y queman las casas
y los compañeros en la cárcel ellos nos acompañaron.
También se pierde Pedro Hernández, que sale en una comisión a Montería y
no vino más, entonces sabemos que hubo unos compañeros que salieron a las
seis de la mañana, que dicen que los agarraron con él, y nos decían que a
Pedro Hernández lo habían agarrado en el camino Julian Cumplido y su
abogado y una policía. Y ahí fue que Pedro Hernández se perdió. Y fue cuando
nosotros nos tomamos esto aquí donde estamos”.
Desde febrero de 1975 se da inicio a una serie de asesinatos a causa de la
recuperación de tierras y la construcción de la organización indígena. Los
procesos organizativos durante la recuperación de tierras estaban orientados
bajo esquemas de la izquierda que no posibilitaron la autonomía política y la
formación administrativa, lo que hace que el proceso sea débil y poco integral
ante la conformación de grupos paramilitares.
La conformación de grupos paramilitares en la región en los años 80, coincide
con la época de mayores recuperaciones de tierra. Este poder paramilitar que
se alió con el narcotráfico, logra debilitar la organización y frenar las
recuperaciones de tierra, las cuales se dejan de hacer después de 1997. El
proceso de recuperación de tierras se ve enfrentado a un fenómeno de
inseguridad de sus líderes. En total se lograron recuperar 91 fincas con 10.086
hectáreas (ver cuadro).
Tabla: Recuperación de Tierras por Municipio hasta 1997
No.
No. MUNICIPIO No. Has
Fincas
San Andrés
1 6.295,3 57
de Sotavento
2 Chimá 311,9 4
3 Purísima 42,0 1
4 Sampués 1.067,5 9
5 Palmito 1.338,4 11
6 Sincelejo 446,5 4
7 Tolú viejo 14,3 1
8 Coveñas 500,0 1
9 Morroa 70,9 3
TOTA
  10.086,8 91
L
 

 Este proceso de recuperación de tierras se hizo con el esfuerzo de todas las


comunidades, donde mujeres, hombres y niños asistían día tras día, durante
varios meses o años al sitio de la recuperación y allí realizaban trabajos
colectivos: cultivos, casas.  Se fortaleció nuestra identidad como cultura zenú. 
Fue volverse a reencontrar la organización indígena que se estaba perdiendo.
En esta lucha nos unimos con los otros pueblos indígenas del Cauca y Tolima,
organizaciones de campesinos y afro, organizaciones sociales, sindicatos de
trabajadores, del magisterio. También comunidades religiosas como las
Hermanas de la Madre Laura nos apoyaron mucho. 
El fortalecimiento de nuestra organización se da en un momento muy difícil,
había muchas comunidades que no estaban concientizadas como indígenas y
este fue el trabajo que tuvimos que emprender, el proceso organizativo de las
comunidades que no estaban involucradas en las recuperaciones y las alianzas
con entidades externas que apoyaban con proyectos productivos fue clave para
mantener las tierras recuperadas.

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