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Revista

ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL

Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)


VOLUMEN MONOGRÁFICO: La morfología léxica a la luz de la variación

Coordinadores y editores: Cristina Buenafuentes de la Mata y Matthias Raab


© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos.
ISSN: 1139-8736
http://www.infoling.org/elies/
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Paloma Garrido Íñigo (Universidad Rey Juan Carlos)
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Laura Romero (Universidad de Barcelona)
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)
VOLUMEN MONOGRÁFICO
La morfología léxica a la luz de la variación
Coordinadores y editores: Cristina Buenafuentes de la Mata y Matthias Raab

Índice

Artículos

CRISTINA BUENAFUENTES DE LA MATA Y MATTHIAS RAAB


La morfología léxica a la luz de la variación.................................................................... 5

MARCIAL MORERA
El concepto de variante en lingüística: con especial referencia a su uso en morfología 11

JAIRO JAVIER GARCÍA SÁNCHEZ


El preverbio ex-: morfología léxica, continuidad y variación del latín al español ......... 31

ISABEL PUJOL PAYET


Prefijos y preposiciones: dimensión histórica de contra ................................................ 55

CECILIO GARRIGA ESCRIBANO


El tamaño sí que importa: apuntes para el estudio de micro- ......................................... 81

BRUNO CAMUS BERGARECHE


Aspectos de la evolución histórica de la alomorfia en los diminutivos españoles ....... 107

FRANCISCO JAVIER SÁNCHEZ MARTÍN Y MARTA SÁNCHEZ ORENSE


La sufijación apreciativa en DICTER: formaciones lexicalizadas en la lengua científica
española del Siglo de Oro ............................................................................................. 125

RAMÓN F. ZACARÍAS-PONCE DE LEÓN


Gramaticalización y polisemia del sufijo colectivo -iza............................................... 147

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DOLORES GARCÍA PADRÓN Y JOSÉ JUAN BATISTA RODRÍGUEZ
Adjetivos deantroponímicos con el sufijo -ano en español .......................................... 161

GLORIA CLAVERÍA NADAL


Notas sobre la historia de los derivados con sufijos -a, -e, -o en español moderno (siglos
XVIII y XIX) a la luz de la documentación lexicográfica ........................................... 181

STEVEN N. DWORKIN
Suffixal Rivalries in Medieval Spanish: Preliminary Observations on the Fate of Old
Spanish Deverbal Abstract Nouns in -miento .............................................................. 205

MARIA-PILAR PEREA
Els sufixos intensius en el Diccionari català-valencià-balear .................................... 213

IGNACIO VÁZQUEZ DIÉGUEZ


Sobre algúns sufixos galegos medievais: cara á solución normativa actual................. 241

ALINA VILLALVA Y FERNANDA JARDIM


Particípios atemáticos no Português: tipologia, distribuição e avaliação ..................... 279

ÁLVARO S. OCTAVIO DE TOLEDO Y HUERTA


De un occidentalismo cortesano y una transfusión fallida: historia de es(t)otro.......... 305

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Reseñas

MIROSLAVA CRUZ ALDRETE. Reseña de Barriga Villanueva, Rebeca, ed. 2014. Las
narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil. México: El Colegio de
México…………………...............................................................................................363
FRANCISCO J. PEREA SILLER. Reseña de Gaviño Rodríguez, Victoriano. 2015. Términos
gramaticales de la Real Academia Española (TerGraRAE). Madrid: Visor
Libros………………………………………………………………………….………369
DAVID PÉREZ RODRÍGUEZ. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-
copulativos de cambio en español: estudio semántico-conceptual de hacerse, volverse,
ponerse, quedarse. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert…………………..373
BEATRIZ RUIZ GRANADOS. Reseña de Devís Márquez, Pedro Pablo. 2017. Comparativas
de desigualdad con la preposición "de" en español. Comparación y
pseudocomparación. Frankfurt am Main: Peter Lang………………………………...377
ADELA GONZÁLEZ FERNÁNDEZ. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016.
Gramáticas de español para italófonos (1801-1875). Catálogo crítico y estudio.
Bolonia (Italia): CLUEB…….………………………………………….………….....381
PEDRO PABLO DEVÍS MÁRQUEZ. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis
lingüístico. Aproximación sintáctico-semántica al léxico. Barcelona:
UOC………..………………………………………………………………………….385
FRANCISCO CHICO RICO. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan, eds. 2017.
Developing New Identities in Social Conflicts. Constructivist perspectives. Amsterdam /
Philadelphia: John Benjamins………………………………………………………...391
MARTA PELÁEZ TORRES. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017.
Lingüística hispánica actual: guía didáctica y materiales de apoyo. Londres y Nueva
York: Routledge………………………………………………………………….…...397
XAVIER LABORDA. Reseña de Cortés Rodríguez, Luis. 2018. Cómo hacer una
exposición oral. Madrid: Arco Libros-La Muralla…………..………………………..403
SANDRA SCHLUMPF. Reseña de Lingue e Linguaggi 25 (2018)……………………....409
JUAN HERNÁNDEZ ORTEGA. Reseña de Pavón Lucero, María Victoria, ed. 2016. Las
relaciones interoracionales en español. Categorías sintácticas y subordinación
adverbial. Berlin: De Gruyter... …………………………………………………..…..419
ARACELI LÓPEZ SERENA. Reseña de Amorós Negre, Carla. 2014. Las lenguas en la
sociedad. Madrid: Síntesis………………………………..………………...………....427
SANTIAGO SÁNCHEZ MOREANO. Reseña de Palacios, Azucena, coord. 2017. Variación y
cambio lingüístico en situaciones de contacto. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana /
Vervuer...…….……………………………………………………………………..…439
ANTONIO NARBONA JIMÉNEZ. Reseña de López García-Molins, Ángel. 2018.
Prolegómenos a un estudio de la variación lingüística. Valencia: Tirant
Editorial……………………………………………..………………...………………457

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LUCRECIA OCHOA. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación
(2ª ed.). Madrid: Arco Libros-La Muralla……………….………………………...….463
ALEXANDRA ALVAREZ, Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as
Dialogue. A Latin American Perspective. Oxford: Routledge…………………….….471
MIROSLAVA CRUZ ALDRETE. Reseña de Zeshan, Ulrike; de Vos, Connie, eds. 2012. Sign
Languages in Village Communities. Anthropological and Linguistic Insights. Berlin: De
Gruyter……...………………………………………………………….……………...479
JESÚS CAMACHO NIÑO. Reseña de Alvar Ezquerra, Manuel. 2018. Estudios en torno a
las hablas andaluzas y otras cuestiones. Jaén: Editorial Universidad de
Jaén…...…………………………………………………………………….…………487
CLÁUDIA NUNES MARTINS. Reseña de Muhr, Rudolf; Duarte, Eugénia; Mendes, Amália;
Amóros Negre, Carla; Thomas, Juan A., eds. 2016. Pluricentric Languages and Non-
Dominant Varieties Worldwide. Part II: The Pluricentricity of Portuguese and Spanish.
New Concepts and Descriptions. Frankfurt am Main: Peter
Lang……………...……………………………………………………………………493
CRISTINA CASTILLO RODRÍGUEZ. Reseña de Rojo, Ana, ed. 2018. La investigación en
traducción. Una revisión metodológica de la disciplina. Barcelona:
Anthropos…………………………………………………...………………...………509

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La morfología léxica a la luz de la variación


Cristina Buenafuentes de la Mata y Matthias Raab
Universitat Autònoma de Barcelona y Universitat de Barcelona
cristina.buenafuentes@uab.cat
raab@ub.edu

La variación es una propiedad inherente a las lenguas provocada por factores internos o
externos. Por tanto, en cualquier nivel lingüístico, ya sea en la fonología, la sintaxis, la
morfología o el léxico, una alternancia entre dos estructuras empleadas con los mismos
valores y en el mismo contexto es un fenómeno de variación intralingüística (Hernández
y Martín Butrageño 2015). Pese a ser un rasgo intrínseco del lenguaje, el estudio de la
variación, tradicionalmente, se ha centrado en mayor medida en unos niveles
lingüísticos que en otros, particularmente en la fonología y el léxico, dado que se trata
de campos de más fácil sistematización y observación. Sin embargo, los acercamientos
a la sintaxis y a la morfología desde la perspectiva variacional han ido teniendo el
protagonismo merecido, como demuestra la cantidad de información variacional que
reúne la NGLE (2009).

Si ponemos el foco de atención en el componente morfológico, como señala Felíu


(2017: 511), “la morfología flexiva ha sido mucho más estudiada que la morfología
léxica o formación de palabras, pues la primera es la que más se acerca a las
propiedades de la variación fonético-fonológica, considerada prototípica”, porque
constituye un sistema estructurado (género, número, conjugación verbal) que favorece
su sistematización (Moreno Fernández 1998). Sin embargo, tal y como señala Felíu
(2017), la morfología léxica, como cualquier otro nivel lingüístico, también se halla
expuesta a la variación. De hecho, algunas de las contribuciones que se incluyen en las
recientes publicaciones de Fábregas y Gallego (2014) y de Carriscondo et al. (2017)
reflejan claramente la necesidad y utilidad de llevar a cabo estudios globales que
analicen la variación en el seno de la formación de palabras. Sin embargo, las
aproximaciones a la variación en el ámbito de la morfología léxica suelen ceñirse a una
sola perspectiva de la variación intralingüística según los postulados coserianos, es
decir, a la variación diacrónica, la diatópica, la diastrática o la diafásica, por lo que
cabría efectuar estudios que tengan en cuenta conjuntamente todas las caras del prisma
variacional.

El objetivo de este monográfico, como reza su título, es ofrecer distintas propuestas de


análisis de la morfología léxica a la luz de la variación, principalmente la de tipo
diacrónico y diatópico, sin dejar de lado las conexiones existentes entre ambas. La
temática de los artículos que forman parte de este volumen cubre no solo distintos
procesos de formación de palabras que van de la prefijación a la sufijación (tanto
apreciativa como no apreciativa) en español y en otras lenguas románicas como el
catalán, el gallego y el portugués, sino también transita por las zonas de interferencia
entre la morfología y la sintaxis (principalmente relativas a la naturaleza morfológica de
clases de palabras como preposiciones, participios, demostrativos, etc.).

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Dado que la variación y la morfología son los dos ejes que vertebran cada una de las
contribuciones que conforman este monográfico, resultaba imprescindible abordar
desde el punto de vista teórico el concepto de variación. En este sentido, el artículo de
Marcial Morera versa sobre el concepto de variante en lingüística desde los puntos de
vista de la fonología, la gramática, la lexicología, la semántica, la sintaxis y, en mayor
medida, la morfología, tanto a partir de un enfoque sincrónico como diacrónico.

En el seno de los procesos de formación de palabras, los mecanismos más productivos


son la prefijación y la sufijación (véase Felíu 2009: 62; NGLE 2009: 663). Los tres
trabajos que giran en torno a la prefijación ponen de manifiesto las relaciones de este
proceso con otras unidades como las preposiciones o los compuestos y dan cuenta,
desde metodologías y presupuestos teóricos distintos, cómo la formación de palabras a
partir de prefijos experimenta cambios solo perceptibles si se adopta una perspectiva
diacrónica.

Jairo Javier García Sánchez efectúa en su artículo un análisis del preverbio ex- desde
sus orígenes latinos hasta su intervención en la creación de los derivados románicos
haciendo hincapié en la evolución de sus valores sémicos a lo largo de esta evolución.
La óptica diacrónica, en definitiva, la perspectiva variacional, permite a García Sánchez
demostrar también que no es adecuado identificar preverbio y preposición, ya que el
origen de los prefijos puede ser, como en el caso de ex-, un preverbio latino, y, por lo
tanto, no es una preposición como se expone en algunas obras de referencia.

Por su parte, Isabel Pujol Payet se centra en la evolución del latín hasta la actualidad de
las formaciones en las que participa el prefijo contra- con el objetivo de desentrañar los
patrones que se emplean en la creación de voces neológicas formadas con este prefijo a
lo largo de la historia del español. El desarrollo de las palabras formadas por contra-
tiene su origen en un patrón verbal de significado eventivo heredado del latín que en
romance es complementado por un patrón nominal creado para designar entidades
físicas y abstractas (que será el más productivo en toda la historia del español). Esta
evolución, según muestra Pujol, puede ser explicada como una consecuencia del cambio
tipológico apuntado por Talmy (1985, 2000) entre el latín y las lenguas románicas.

A caballo entre prefijación y composición se halla el trabajo de Cecilio Garriga sobre el


formante micro-. Si bien en los manuales de morfología más recientes, se clasifica como
prefijo, lo cierto es que, tal y como pone de manifiesto Garriga, su estatuto ha sido
vacilante tanto desde el punto de vista de la teoría morfológica, como desde la
perspectiva lexicográfica. El trabajo parte del origen latino del formante para demostrar
cómo la creación de determinadas voces con micro- a partir, sobre todo, del siglo XIX
(microscopio y microbio, principalmente) constituye el resorte para la reactivación del
empleo de este formante en la lexicogénesis y para considerar su plena
gramaticalización como prefijo en la actualidad.

Dos contribuciones del presente monográfico se dedican a la sufijación apreciativa,


aunque, si bien tienen como punto en común el enfoque variacional, sus aproximaciones
al fenómeno son diferentes.

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Bruno Camus se centra en las relaciones entre morfología y fonología en el análisis a la


luz de la variación tanto diacrónica como diatópica de la alternancia entre las tres
variantes alomórficas del sufijo apreciativo diminutivo -itV: -itV, -citV y -ecitV. Así, se
demuestra que, a nivel sincrónico, existe una diferencia entre el español peninsular y el
americano en la selección de estos alomorfos según la estructura silábica de la base.
Desde la perspectiva diacrónica, el estudio arroja datos sobre la simplificación en época
reciente de la regla de formación de diminutivos mediante los alomorfos analizados.

El trabajo de Francisco Javier Sánchez Martín y Marta Sánchez Orense nos sitúa en el
léxico del Siglo de Oro y nos adentra en las relaciones entre la morfología y la
terminología a partir del análisis de la sufijación apreciativa. Este artículo evidencia la
importancia de la lexicalización en la creación de las acepciones neológicas en el
ámbito técnico, si bien este proceso se desarrolla en grados diferentes que conviene
identificar, a juicio de los autores. Asimismo, se muestra la importancia, fuera de la
lexicalización, del préstamo y de la analogía en la creación neológica especializada.

Los trabajos del presente monográfico que abordan la sufijación no apreciativa destacan
por mostrar desde el punto de vista de la variación los valores que han desarrollado
determinados sufijos a lo largo de su historia, así como las relaciones de rivalidad sufijal
que se establecen entre distintos sufijos.

El artículo de Ramón Zacarías-Ponce de León demuestra que la polisemia actual del


sufijo -iza es producto de un proceso histórico de gramaticalización que lo ha llevado a
adquirir un valor aspectual de cuantificación. En esta evolución, el autor pone de
manifiesto la importancia del derivado paliza en la adquisición del sufijo de los
significados locativo y colectivo que presenta en otras formaciones, sentidos que fueron
clave para su uso como sufijo con valor cuantificador. Asimismo, su fijación en la
forma femenina apoyan la tesis del autor de que -iza con estos valores es un sufijo
distinto de -izo, a.

En el marco de los adjetivos derivados de antropónimos se encuentra la contribución de


Dolores García Padrón y José Juan Batista Rodríguez. En esta investigación se ponen de
relieve los valores que ha desarrollado -ano en la designación de antropónimos a lo
largo de su historia, lo que pone de manifiesto el proceso de despropialización que
experimentan muchos de ellos. La evolución semántica experimentada por las
formaciones en -ano permite a los autores demostrar las diferencias semánticas entre los
que son gentilicios y aquellos que constituyen adjetivos deantroponímicos y, además,
mostrar los rasgos que distinguen el sufijo -ano frente a otros sufijos con los que ha
rivalizado y rivaliza para crear antropónimos.

Las contribuciones de Gloria Clavería Nadal y Steven N. Dworkin, que cierran el


apartado dedicado a la derivación no apreciativa, estudian la sufijación deverbal de
nomina actionis. En su investigación, Clavería Nadal trata derivados formados mediante
los sufijos átonos -a, -e, -o en el español moderno (siglos XVIII y XIX). El estudio, que
parte de un corpus lexicográfico, analiza las nuevas formaciones en el sistema léxico y
hace especial hincapié en los competidores morfológicos de dichos derivados y las
relaciones formales y semánticas que estos establecen entre sí. En esta línea, la autora
documenta y estudia las sustituciones de voces más antiguas acabadas en -miento por

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nuevos términos con uno de los sufijos vocálicos en cuestión y la preferencia por el
morfema derivativo -e en el español moderno.
Steven N. Dworkin, por su parte, se centra en los neologismos medievales formados a
través del derivativo deverbal -miento, con especial interés en la competencia
morfológica que estos desarrollan con sus rivales latinizantes -ción, -ancia y -encia. El
estudio, que pretende servir de breve introducción a este tema, pone de relieve que la
morfología derivativa no deja de ser, en su esencia, una rama de la disciplina de la
etimología.

Los tres trabajos siguientes estudian aspectos morfológicos del catalán, del gallego y del
portugués, respectivamente. Maria-Pilar Perea parte del Diccionari català-valencià-
balear de Alcover y Moll y analiza la presencia y el tratamiento de los sufijos intensivos
de la lengua catalana. Ello es de especial interés, ya que el catalán se caracteriza por su
riqueza morfológica única –o solo comparable con el italiano– dentro del conjunto de
las lenguas románicas. Teniendo en cuenta que esta obra documenta datos dialectales,
diacrónicos y diafásicos de la lengua (tanto en las definiciones como en los ejemplos),
el estudio enfoca los aspectos de este tipo de derivados desde múltiples puntos de vista
y añade, de manera secundaria, algunos aspectos metalexicográficos de este diccionario
tan singular.

La contribución de Ignacio Vázquez Diéguez trata sobre sufijos nominalizadores,


adetivadores y adverbializadores del gallego medieval para determinar si los patrones
derivativos antiguos siguen siendo productivos en la actualidad. Para ello, el autor parte
de derivados medievales documentados en el Tesouro Medieval Informatizado da
Lingua Galega y los compara con el Dicionario da Real Academia Galega, obra de
referencia para el vocabulario estándar del gallego moderno. En aquellos casos en que
la voz moderna no coincide con la medieval, se estudian las posibles causas de la
desaparición de las soluciones antiguas y la creación de los derivados actuales.

Para concluir esta excursión filológica por otras lenguas románicas peninsulares, el
artículo de Alina Villalva y Fernanda Jardim versa sobre los participios atemáticos del
portugués, su tipología morfológica, los aspectos etimológicos destacados y su
distribución, y aborda algunos parámetros y problemas de uso que causa la
disponibilidad de dobletes participiales. En esta segunda parte, se parte de la
información teórica sobre las normas sintácticas y el uso de verbos llamados abundantes
(aquellos que usan la forma participial temática para la formación de los tiempos
compuestos y los participios atemáticos en estructuras pasivas), y que varía mucho
según cada autor. En un segundo paso, se contrastan los aspectos teóricos con datos
diacrónicos que se documentan en el Corpus do Português desde el siglo XII y datos
diatópicos recogidos a partir de encuestas hechas a hablantes del portugués europeo y
del portugués brasileño.

A pesar de que el hilo conductor del presente monográfico es la morfología léxica,


algunos de los artículos que lo constituyen dan cuenta de las relaciones de la morfología
con la sintaxis, especialmente cuando se tratan aquellos aspectos que se sitúan entre la
formación de palabras y su categorización gramatical (por ejemplo, preposiciones y
prefijos o las formas participiales). El último artículo del presente volumen elaborado
por Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta se centra en la morfología de las clases de

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palabras, ya que en él se analiza la variación diacrónica y diatópica de los demostrativos


esotro / estotro. A partir de un minucioso análisis diacrónico y dialectal, el autor
demuestra que la gramaticalización secundaria de estas dos amalgamas se produce de
forma temprana (ss. XIII y XIV) en el oeste peninsular. Estos demostrativos
compuestos, que incrementaron el paradigma de demostrativos y que sirvieron de
patrón para otros paradigmas gramaticales, como evidencia el autor, experimentaron
una transfusión hacia el occidente castellano y un gran auge, sobre todo a partir del
siglo XVI, favorecidos por su empleo como marca prestigiosa en registros informales y
en ciertas tradiciones discursivas.

En definitiva, las aportaciones realizadas por los autores que han participado en este
volumen contribuyen, sin lugar a dudas, al avance de los estudios centrados en el
análisis variacional de la morfología léxica que, si bien ha recibido bastante atención
desde el punto de vista diatópico y diacrónico en los últimos años, todavía deja terrenos
por explorar.

Referencias bibliográficas

Carriscondo, Francisco; Cremades, Raúl; Guerrero, Susana, eds. 2017. Formación de


palabras y variación. Hispania 100. 4: 504-579.
Fábregas, Antonio; Gallego, Ángel J., eds. 2014. Morphological Variation in Spanish.
Lingua 151.b, pp. 97-240.
Felíu, Elena. 2009. Palabras con estructura interna. En E. De Miguel, ed. Panorama de
la lexicología. Barcelona: Ariel, pp. 51-81.
Felíu, Elena. 2017. Formación de palabras y variación: Algunas reflexiones a partir de
ejemplos del español. Hispania 100.4: 509-521.
Hernández, Esther; Martín Butragueño, Pedro, coords. 2015. Qué es variación
lingüística. En E. Hernández y P. Martín Butragueño, eds. Variación y diversidad
lingüística: Hacia una teoría convergente. México: El Colegio de México: pp. 397-465.
Moreno Fernández, Francisco. 1998. Principios de sociolingüística y sociología del
lenguaje. Barcelona: Ariel.
Real Academia Española; Asociación de Academias de la Lengua Española. 2009.
Nueva Gramática de la Lengua Española. Madrid: Espasa.

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)

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M. Morera. El concepto de variante en lingüística
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 11-29

El concepto de variante en lingüística:


con especial referencia a su uso en morfología
Marcial Morera
Instituto Universitario de Lingüística Andrés Bello / Universidad de La Laguna
mmorera@ull.es

Resumen

Aunque, como no puede ser de otra manera, la inmensa mayoría de las gentes que se
dedican a los estudios del lenguaje suele estar de acuerdo en la idea de que lo primero
que hay que hacer cuando se describe una lengua natural es determinar cuáles son las
invariantes formales y semánticas que la caracterizan, y describir a continuación la
variación que desarrollan esas invariantes en la realidad concreta del hablar, no todos
ellos conciben los conceptos de invariante y variante del mismo modo. La finalidad del
presente artículo es precisamente analizar cómo se interpreta el concepto de variante en
las distintas corrientes de la lingüística sincrónica y diacrónica moderna y los
fundamentos teóricos y prácticos en que se basan tales interpretaciones.

Palabras claves: fonología, gramática, morfología, sintaxis, lexicología.

Abstract

Although, as could not be otherwise, the clear majority of people engaged in language
studies usually agree on the idea that the first step to take when describing a natural
language is to determine what the formal and semantic invariants are that characterize it.
Then, the second step is to describe the variations that these invariants develop in the
concrete reality of speaking; however, not everybody conceives the concepts of
invariant and variant in the same way. The purpose of this article is precisely to analyze
how the concept of variant is interpreted in the different currents of modern synchronic
and diachronic linguistics and the theoretical and practical foundations on which such
interpretations are based.

Keywords: phonology, grammar, morphology, syntax, lexicology.

1. El concepto de variante en lingüística

Si hacemos excepción de los esporádicos usos más bien inespecíficos que se pueden
encontrar en obra anteriores, el término variante empieza a usarse de forma más o
menos técnica en los estudios del lenguaje no antes de las primeras décadas del siglo
XX, para designar las orientaciones de sentido o materializaciones que adquieren las
unidades lingüísticas invariantes (fonemas, morfemas, palabras, oraciones, etc.) en la
realidad concreta del hablar. La obra de Hjelmslev, que describe el asunto en los
siguientes términos, es un buen ejemplo de hasta dónde ha llegado la especificidad del
término que nos ocupa en la lingüística moderna:

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M. Morera. El concepto de variante en lingüística
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Si imaginamos un texto dividido en períodos, estos en frases, estas en palabras,


etc., y un inventario por cada análisis, podremos observar que en muchos lugares
del texto tenemos “un mismo” período, “una misma” frase, “una misma” palabra,
etc.; puede decirse que hay muchos ejemplos de cada período, de cada frase, de
cada palabra, etc. A estos ejemplos los llamaremos variantes, y a las entidades de
las que son ejemplos, invariantes (Hjelmslev 1971: 92).

Según esta concepción, las variantes no son, por tanto, sino meras manifestaciones o
realizaciones concretas de las invariantes, sean estas de la naturaleza que sean; es decir,
las invariantes en acción. Sin invariantes no hay variantes. Precisamente por ello no
pueden explicarse de forma autónoma, sino que hay que partir siempre de las
invariantes que les sirven de base. Saussure sostenía, con razón, que la parole, que es el
dominio de las variantes, no puede estudiarse sin tener en cuenta la langue, que es el
dominio de las invariantes; que “hay que colocarse desde el primer momento en el
terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del
lenguaje” (Saussure 1915 [1945]: 51).

2. Clases de variantes

Aunque, en líneas generales, todos los lingüistas parecen estar de acuerdo, como es
natural, en que las variantes son manifestación de las invariantes, de que no hay
variantes sin invariantes, no todos ellos conciben las variantes de la misma forma; y ello
por tres razones fundamentales. En primer lugar, porque no todos comparten el mismo
concepto de lengua, o de qué es lo invariante y qué lo variante en las lenguas naturales.
En segundo lugar, porque no todos reconocen a las invariantes las mismas orientaciones
de sentido o variantes. Y, en tercer lugar, porque no hay acuerdo en muchos casos
acerca de qué factores contextuales determinan tales o cuales orientaciones de sentido o
variantes. Para empezar, hay que decir que los primeros que discrepan en esta
concepción del concepto de variante son los descriptivistas, o lingüistas que estudian la
lengua desde el punto de vista sincrónico, y los historicistas, los que la estudian desde el
punto de vista diacrónico. Para los primeros, la variante no es otra cosa que una
manifestación concreta, un ejemplo, como decíamos más arriba, de una invariante
funcional, sea esta de expresión o de contenido. Para muchos de los segundos, por el
contrario, la variante se entiende como manifestación o fase de evolución de una
determinada invariante histórica, como se verá al final de este trabajo.

2.1. El concepto de ‘variante’ en la lingüística descriptiva o sincrónica

Aunque la inmensa mayoría de las personas que trabajan en lingüística sincrónica


coincide en utilizar el término variante para designar a las distintas manifestaciones
concretas de una invariante funcional, no se puede decir que haya acuerdo total entre
ellos a la hora de deslindar entre variantes e invariantes. La discrepancia viene aquí
determinada por la concepción que cada cual tiene de la naturaleza de las invariantes
lingüísticas. En este aspecto, puede hablarse de dos maneras radicalmente distintas de
entender el concepto de ‘invariante’ y, consecuentemente, el de ‘variante’. Por una
parte, están los que sostienen que el valor lingüístico, las invariantes de las lenguas, son
meras intuiciones semánticas o formales que nada tienen que ver ni con los referentes ni
con los conceptos que representan a estos en el hablar concreto. Para estos serían

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variantes todas las sustancias en que encarnan dichos esquemas invariantes. Por otra
parte, están los que piensan que el valor lingüístico, las invariantes de las lenguas son
los referentes, ideas o conceptos que expresamos con los morfemas, las palabras y las
oraciones en los actos comunicativos; es decir, sustancia conformada. Para estos, las
variantes casi quedarían reducidas al plano de la expresión, a las distintas formas con
que se puede expresar una idea, un concepto o un referente. Veamos con más detalle
cada uno de estos dos planteamientos por separado.

2.1.1. El concepto de ‘variante’ en la lingüística inmanentista

Para los lingüistas inmanentistas son, pues, variantes las distintas manifestaciones o
realizaciones que presentan las invariantes de expresión y las invariantes semánticas en
la realidad concreta del hablar, o discurso. Y, como los signos de las lenguas naturales
son unidades de dos caras en relación de solidaridad (expresión y contenido, o
significante y significado, como se quiera), se habla aquí, en principio, de dos grades
tipos de variantes: variantes de expresión y variantes de contenido o semánticas.

2.1.1.1. Variantes de expresión

Con el término variantes de expresión aluden los lingüistas inmanentistas a las distintas
realizaciones que experimentan las unidades funcionales del plano de la expresión en la
realidad concreta del hablar. Estas invariantes se dividen, a su vez, en dos tipos
distintos: variantes de expresión de fonemas y variantes de expresión de morfemas o
palabras.

2.1.1.1.1. Variantes de expresión de fonemas

Como es de sobra sabido, para los fonólogos praguenses y estructuralistas en general


son variantes fonológicas o alófonos las distintas pronunciaciones o realizaciones
particulares que presentan las unidades fonológicas en los contextos concretos. Así, se
nos dice que el fonema español /b/, por ejemplo, definido por conmutación como
“consonante oral, en oposición a /m/; labial, en oposición a /d/; y sonora, en oposición a
/p/”, presenta al menos dos variantes de expresión o alófonos distintos, determinados
por el contexto: una variante oclusiva [b] y una variante fricativa [β].

“Los sonidos [b] y [β], uno oclusivo y otro fricativo –nos dice Alarcos–, son
realizaciones fonéticas de un mismo fonema [b]. La aparición de cada una de estas
variantes está condicionada por reglas fijas: solo se realiza [b] (y no [β]) en inicial tras
pausa, y tras nasal en interior de palabra o frase” (Alarcos 1971: 161).

[b] oclusiva y [β] fricativa son variantes de una misma invariante fonológica porque no
tienen capacidad para distinguir significados, porque no tienen función semántica.
Según Trubetzkoy, las variantes de los fonemas o alófonos se dividen en dos grandes
grupos:

a) Variantes fonológicas facultativas, aquellas que pueden alternar en un mismo


contexto:

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Cuando dos sonidos de una misma lengua aparecen exactamente en el mismo contexto y
pueden ser reemplazados el uno por el otro sin que esto provoque una diferencia en la
significación intelectual de la palabra, dichos sonidos son solo variantes fónicas
facultativas de un fonema único” (Trubetzkoy 1973: 41).

Obviamente, que estas variantes fónicas que el cofundador de la fonología denomina


facultativas “puedan alternar en un contexto sin que esto provoque diferencia en el
significado intelectual de la palabra” no quiere decir, ni mucho menos, que carezcan de
valor o connotaciones secundarias sociales, estilísticas, expresivas, apelativas, etc.,
como advierte el propio lingüista ruso en el párrafo que sigue:

Todo lo que en el discurso sirve para caracterizar al locutor cumple una función
expresiva. Los elementos encargados de esta función pueden ser, por lo tanto,
muy variados: la pertenencia del locutor a un determinado tipo humano, sus
particularidades físicas y espirituales, etc., pueden ser reconocidas en su voz, en
su pronunciación, en todo el estilo de su conversación e incluso en la elección del
vocabulario y la construcción de la frase. Pero solo nos interesan los recursos
expresivos fonológicos, es decir, los recursos expresivos de la faz fónica de la
lengua considerada, como un sistema de signos convencionales (Trubetzkoy 1973:
15).

A estas connotaciones relativas al sexo, clase social, profesión, edad, etc., de los
hablantes implicadas en las variantes de realización de los fonemas es a lo que suele
llamarse hoy “contenido sociolingüístico” o “variante sociolingüística” de los fonemas;
y

b) Variantes fonológicas combinatorias, que son las variantes de los fonemas que
aparecen determinadas por los contextos, y que, por lo tanto, se excluyen mutuamente:
“Cuando dos sonidos de una lengua emparentados acústica o articulatoriamente no se
presentan nunca en el mismo contexto fónico, deben ser considerados variantes
combinatorias del mismo fonema” (Trubetzkoy 1973: 44). Por estar determinados por
los contextos, es claro que los alófonos que nos ocupan carecen enteramente de sentido
o valor social, expresivo, estilístico, etc.

2.1.1.1.2. Variantes del significante de las palabras

Se llama variantes de expresión del significante de las palabras a todas aquellas


combinaciones fonológicas con que se formaliza el significante de un mismo signo
lingüístico, sea este un morfema o una palabra. Así, la palabra cereza, que presenta en
español dos variantes de expresión parcialmente distintas: la variante de expresión
/θeréθa/, con sibilante interdental, en el español septentrional, y la variante de expresión
/serésa/, con sibilante dorsal, en el español meridional. Como en el caso de las variantes
de los fonemas, también las variantes del significante de las palabras y los morfemas se
dividen en dos grandes grupos:

a) Variantes de expresión facultativas, que son aquellas que pueden alternar en el


discurso sin afectar al significado inherente del signo: v. gr., las variantes de expresión
/kárne/, con /-r/ implosiva, y /káhne/, con aspiración de dicha /-r/, que presenta el

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significante de la palabra carne en el habla de determinadas zonas de las Islas Canarias


y Andalucía. Obviamente, como en el caso de los alófonos facultativos, el hecho de que
estas expresiones no supongan un cambio en la significación inherente de la palabra o el
morfema, ni siquiera en su denotación, no quiere decir que carezcan enteramente de
valor. Antes al contrario: pueden conllevar (y de hecho conllevan casi siempre)
connotaciones diatópicas, diastráticas, diafásicas, etc., diversas, que son contenidos que
interesan sobre todo al estudio social del lenguaje. Pero, como estas connotaciones no
comprometen en absoluto la unidad semántico-lingüística del signo, decimos que se
trata de variantes de expresión; y

b) Variantes de expresión combinatorias, que son aquellas que se encuentran


condicionadas por los contextos lingüísticos, sin posibilidad de intercambiarse unas con
otras. Así, por ejemplo, se dice en los manuales de gramática más o menos modernos
que la significación invariante ‘pretérito imperfecto de indicativo’, o ‘co-pretérito de
indicativo’, como quiere Bello (1981: 401-402) presenta en español dos variantes
combinatorias distintas, explicables, dicho sea de paso, por razones históricas: de un
lado, la variante combinatoria -aba, cuando el mencionado formante temporal afecta a
verbos de la primera conjugación (v. gr., amaba, cantaba, jugaba…); y de otro, la
variante combinatoria -ía, cuando afecta a verbos de la segunda y la tercera
conjugaciones: v. gr., comía, partía, salía… Asimismo, se dice en lexicología que la
significación invariante ‘dimensión opuesta a la superficie’ presente en la raíz de
palabras como fondo, hondo, hundir, etc., presenta tres variantes combinatorias
distintas: la variante combinatoria fond-, cuando se categoriza como nombre; la variante
combinatoria hond-, cuando se categoriza como adjetivo; y la variante combinatoria
hund-, cuando se categoriza como verbo. Por tratarse de un hecho meramente mecánico,
exactamente igual que las variantes combinatorias de los fonemas, las variantes
combinatorias del significante de palabras y morfemas carecen enteramente de
información adicional de registro, edad, sexo, profesión, clase social, etc.

2.1.1.2. Variantes semánticas

Ya en el campo de los estudios del plano del contenido de las lenguas naturales, la
semántica propiamente lingüística o intralingüística suele usar el término variante para
referirse a todas y cada una de las orientaciones de sentido que presentan las invariantes
semánticas, sean estas del nivel que sean, según los contextos lingüísticos y las
situaciones reales del hablar. En este caso, “es la variación de algún elemento del
contexto lo que acarrea la diferencia semántica; pero esta es una diferencia de contexto,
no de las unidades en cuestión” (Trujillo 1976: 84). Y como el componente semántico
de las lenguas naturales no es lineal o unidimensional, sino que se encuentra organizado
en al menos cinco niveles distintos (nivel de la significación primaria o raíz; nivel de la
significación categorial; nivel de la significación morfológica; nivel de la significación
sintáctica; y nivel de la significación óntica o modal (Coseriu 1978: 136-137; Morera
1994), la semántica lingüística se ve obligada a hablar de al menos seis variantes
semánticas distintas: variantes semánticas de la significación primaria; variantes
semánticas de la significación categorial; variantes semánticas de la significación
morfológica; variantes semánticas de la significación sintáctica; variantes semánticas de
la significación óntica o modal; y variantes semánticas de la significación de las
palabras.

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2.1.1.2.1. Variantes semánticas de la significación primaria

Las variantes semánticas de las significaciones primarias son aquellas que desarrollan
las significaciones invariantes de los signos lingüísticos básicos o raíces, que carecen de
existencia independiente (es decir, que son meras abstracciones), en la realidad concreta
del hablar o discurso. Así, por ejemplo, la significación primaria ‘dimensión opuesta a
la superficie’ citada más arriba, que es lo que significa constante e invariablemente la
raíz léxica española fond- (hond-, hund-) (Morera en redacción, s. v. fond- (hond-,
hund-)), ha desarrollado tres variantes categoriales distintas a lo largo de la historia de la
lengua: la variante categorial nominal fondo, que la presenta como ‘objeto
independiente’, u ‘ocupando un lugar en la naturaleza’, como dice Bello (1981: 181); la
variante categorial adjetivo hondo, que la presenta como ‘rasgo simple del sustantivo’, o
‘desparramada por la naturaleza’, como quiere el mencionado gramático venezolano
(Bello 1981: 81); y la variante categorial verbo hundir, que la presenta como ‘proceso’,
es decir, con tiempo interno; o la significación invariante ‘límite último de la dimensión
sin extensión’, que es lo que significa constante e invariablemente en español la raíz
léxica fin- (Morera en redacción, s. v. fin-), que ha desarrollado igualmente las tres
variantes categoriales mencionadas: la variante categorial nominal fin, que la presenta
como ‘objeto independiente’; la variante adjetiva fino, que la presenta como ‘rasgo
simple del sustantivo’; y la variante verbal finar, que la presenta como ‘proceso’.
Fondo, hondo y hundir, de una parte, y fin, fino y finar, de otra, no se diferencian, pues,
en la significación primaria o de raíz, que es en los tres casos la misma (‘dimensión
opuesta a la superficie’ y ‘límite último de la dimensión sin extensión’,
respectivamente), sino en la significación categorial, que presenta dicha significación
invariante básica o primaria sin forma existencial propia existiendo de una determinada
manera en el universo del discurso, una forma de existir que orienta a dichas intuiciones
semánticas básicas en determinados sentidos y que las dota para desempeñar tales o
cuales funciones en el enunciado. Desde el punto de vista semántico-lingüístico más
estricto, ser nombre (es decir, existir como ‘objeto independiente’), ser adjetivo (es
decir, existir como ‘rasgo simple del nombre’), y ser verbo (es decir, existir como
‘proceso’) no son peculiaridades inherentes a la significación primaria o básica, sino
meras orientaciones de sentido que adquiere o puede adquirir esta en la realidad
concreta del hablar. Es decir, variantes semánticas de sus valores invariantes. Y, como,
vistas las cosas desde el punto de vista semántico-lingüístico, en las lenguas naturales
solamente existen tres categorías gramaticales básicas (nombre, adjetivo y verbo), pues
se puede decir que las significaciones primarias o de raíz solamente pueden desarrollar
tres variantes categoriales distintas en la realidad concreta del hablar, aunque no todas
las desarrollen o las hayan desarrollado: variante categorial nominal, variante categorial
adjetiva y variante categorial verbal.

2.1.1.2.2. Variantes semánticas de la significación categorial

Se llaman variantes semánticas de la significación categorial a las distintas


orientaciones de sentido que presentan todos y cada uno de los tres moldes categoriales
nominales existentes en las lenguas naturales (Coseriu 1978: 50-79) en la realidad
concreta del hablar, determinados generalmente por la significación primaria de base y
las cosas designadas por las palabras de que se trata. Así constatamos que, si nos
atenemos a la significación primaria que categoriza, la significación categorial nombre,

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que lo único que significa constante e invariablemente es algo así como ‘objeto
independiente’, como dijimos más arriba, presenta dos grandes variantes semánticas:
una variante semántica de tipo léxico, que presenta significación primaria descriptiva (v.
gr., árbol, mano, ave…), y una variante gramatical, que presenta significación primaria
mostrativa: v. gr., yo, este, algo…

Si atendemos al sentido denotativo que desarrollan en cada caso según la naturaleza de


la experiencia designada, los nombres léxicos o descriptivos, particularmente, presentan
al menos las cuatro variantes nocionales siguientes: ‘sustancia’, cuando designan cosas
concretas (v. gr., piedra, madera, tierra…), ‘cualidad’, cuando nombre propiedades del
ser (v. gr., felicidad, alegría, grosería…), ‘evento’, cuando designa acciones (v. gr., ida,
compensación, salvamento…) y ‘cantidad’, cuando hace alusión al número de las cosas:
v. gr., par, conjunto, legión… Sustancia, cualidad, acción, cantidad, etc., no son, pues,
propiedades inherentes del nombre, sino ocasionales orientaciones de sentido de su
significación invariante. Vistas las cosas así, es claro que las diferencias que establecía
la vieja gramática entre nombres concretos y nombres abstractos; nombres animados y
nombres inanimados; nombres de personas y nombres de animales; nombres continuos
y nombres discontinuos, etc., no pertenecen en realidad al plano de la lengua, a la
significación invariante de la categoría nombre, sino a su plano denotativo o variante.
No son diferencias del nombre; son diferencias de la realidad denotada por el nombre.

Y, en tercer lugar, si atendemos a la función que desempeña o puede desempeñar el


nombre en el enunciado, pues tendremos que hablar de variantes distintas según los
contextos sintácticos: ‘sujeto’, cuando aparece funcionando como ‘soporte del
predicado’ (v. gr., los niños juegan en el jardín); ‘objeto’, cuando aparece funcionando
como complemento directo verbal (v. gr., beber vino); ‘aposición’, cuando aparece
funcionando como complemento directo del nombre (v. gr., hombre elefante, buque
escuela…); ‘núcleo’, cuando aparece funcionando como término regente en un
sintagma nominal (v. gr., flores olorosas); ‘término de preposición’, cuando aparece
regido por una preposición (de madera, con dolor…); etc. Es claro, por tanto, que
tampoco ser sujeto, complemento directo, aposición, núcleo del sintagma nominal,
término de preposición, etc., son propiedades inherentes o esenciales del ser nombre,
sino aleatorias orientaciones de sentido funcionales de su verdadera significación
invariante. Variantes, por tanto, y no invariantes de la significación categorial que nos
ocupa.

2.1.1.2.3. Variantes semánticas de las significaciones morfológicas

Llamamos variantes semánticas de las significaciones morfológicas a todas aquellas


orientaciones de sentido que desarrollan los sufijos o complementos morfológicos, sean
nominales, adjetivos o verbales, en la realidad concreta del hablar, determinados por la
significación léxica y categorial del elemento que los rige y por las mismas condiciones
de la referencia. Ejemplos: la significación invariante ‘ámbito activamente emanante’
del complemento morfológico español -ero (Morera2005: 53-54), que presenta al menos
las siguientes orientaciones: ‘lugar de extracción (de lo que se indica en la base)’: v. gr.,
cantera, pedrera…; ‘árbol que produce (lo que se indica en la base)’: v. gr., limonero,
duraznero…; ‘lugar en que se realiza (lo que se indica en la base)’: v. gr., caladero,
asadero…; ‘lugar plantado (de lo que se indica en la base)’: v. gr., chopera, rosalera…;

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‘lugar en que se cría o habita (lo que se indica en la base)’: v. gr., gallinero, potrero…;
‘agente (de lo que se indica en la base)’: v. gr., cabrero, bodeguero…; ‘instrumento
(para hacer algo relacionado con lo que indica la base)’: v. gr., potera, bichero…; ‘lugar
o cosa en que se coloca (lo indicado por la base)’: v. gr., cartera, fichero, monedero…;
‘enfermedad localizada en (el órgano que indica la base)’: v. gr., bacera, boquera…;
‘enfermedad consistente en (lo que indica la base)’: v. gr., cojera, ceguera…; ‘que
contiene, posee, realiza, etc., en abundancia (lo que indica la base)’: v. gr., mañero,
embustero…; ‘que procede el lugar (que indica la base)’: v. gr., habanero, islero…; etc.
(Morera 2005: 228-235); la significación invariante ‘expansión externa en todas las
direcciones del espacio’ del también complemento morfológico español -al (-ar)
(Morera 2005: 62-63), que ha desarrollado, entre otras menos comunes, las siguientes
orientaciones de sentido: ‘terreno plantado de (lo que indica la base)’: v. gr., juncal,
palmeral…; ‘planta que produce (lo que indica la base)’: v. gr., rosal, peral…; ‘lugar
donde vive o se cría (lo que indica la base’: v. gr., palomar, ranal…; ‘conjunto formado
por (las cosas que indica la base)’: v. gr., panal, dineral…; ‘instrumento para cazar,
elaborar, etc. (lo que indica la base)’: v. gr., cazonal, sardinal, telar…; ‘perteneciente o
relativo a (lo que indica la base)’: v. gr., familiar, musical…; etc. (Morera 2005: 220-
234); la significación invariante ‘orientación centrífuga de la sustancia’ del
complemento morfológico -a (Morera 2011: 31-48), que ha desarrollado, entre otras, las
siguientes orientaciones de sentido en la realidad concreta del hablar determinada
también por los contextos: ‘especialidad (de lo que indica la base o masculino)’: v. gr.,
química, música…; ‘fruto (que produce la planta designada por la base)’: v. gr.,
manzana, almendra…; ‘acción que se realiza (con lo indica la base)’: v. gr., labia,
trilla…; ‘producto (que se elabora con lo que indica la base)’: v. gr., garbanzas,
guayaba...; ‘hembra (de la especie indicada por la base)’: v. gr., niña, gata…; ‘conjunto
(formado por las cosas que indica la base)’: v. gr., leña, madera…; etc. Es evidente que
lo que tenemos tanto en el caso de los mencionados sentidos de -ero como en el caso de
los mencionados sentidos de -al y -a no son significaciones invariantes, valores
semánticos autónomos, esenciales o formales de dichos sufijos o complementos
morfológicos, sino simple y llanamente aleatorias orientaciones de sentido de sus
verdaderas significaciones invariantes, que, para entendernos, hemos definido como
‘ámbito activamente emanante’, ‘expansión externa en todas las direcciones del
espacio’ y ‘orientación centrífuga de la sustancia’, respectivamente. ¿Afecta a la
significación del complemento morfológico el hecho de que dos o más sufijos
confluyan o puedan confluir en la misma designación? Evidentemente, no, porque,
aunque haya confluencia designativa o de sentido, el valor invariante, el punto de vista
semántico desde el que se ve esa designación, es en cada caso distinto. Por ejemplo, es
verdad que, como acabamos de ver, tanto -ero como -al y -a expresan la noción de
‘colectividad’ en casos como chopera, dineral y leña, por ejemplo, pero ese contenido
extralingüístico de ‘colectividad’ se expresa en cada caso de forma más o menos
distinta: -ero lo expresa como ‘ámbito activamente emanante’; -al, como ‘expandido
externa en todas las direcciones del espacio’; y -a, como ‘orientación centrífuga de la
sustancia’, como se señaló más arriba. No hay aquí, por tanto, sinonimia o mera
variación de expresión, sino puntos de vista semánticos distintos en la expresión de esta
o parecida referencia.

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2.1.1.2.4. Variantes semánticas sintácticas o funcionales

Llamamos variantes semánticas sintácticas o funcionales a las distintas orientaciones


de sentido que desarrollan las significaciones sintácticas o funcionales en la realidad
concreta del hablar, determinadas por la significación lingüística y denotativa de la
palabra o elemento que la expresa y otros elementos del contexto. Es lo que vemos en el
caso, por ejemplo, de la función sintáctica que la tradición lingüística suele llamar
sujeto, que lo único que parece significar constante e invariablemente es algo así como
‘soporte del predicado’, o ‘principio del proceso’, y que, según los contextos, puede
entenderse en español como ‘agente’, cuando el nombre que lo expresa designa persona
o animal (v. gr., los niños juegan en el jardín); ‘instrumento’, cuando el nombre que la
expresa designa cosa que se emplea para realizar lo designado por el predicado (v. gr.,
la llave abre la puerta); ‘causa’, cuando el nombre que la expresa designa fenómeno
que provoca fortuitamente la acción designada por el predicado (v. gr., el viento rompió
el cristal); ‘lugar en donde’, cuando el nombre que la expresa presenta sentido locativo
(v. gr., me duele la cabeza); ‘paciente’, cuando el nombre que la expresa se entiende
como objeto de la acción designada por el predicado (v. gr., la manzana es comida por
el niño); etc. (Morera 2001: 299). En efecto, los sentidos lógico-designativos de
‘agente’, ‘instrumento’, ‘causa’, ‘lugar en donde’, ‘paciente’, etc., que podemos
expresar mediante el sujeto no son significaciones invariantes o autónomas de esta
función sintáctica, sino orientaciones de sentido de su verdadera significación invariante
determinadas por el contexto. Ya había señalado Trujillo (1988: 154) que

[…] la función sujeto no se corresponde biunívocamente con los tipos de relación


semántica que puede representar en el seno de un enunciado: basta con que
marque una relación diferencial en cada circunstancia: el profesor suspendió al
alumno / el alumno suspendió; el médico padece la gripe / el médico cura la
gripe; a Juan le gusta la música / Juan siente la música). En todo caso, la
significación del sujeto no consiste más que en relacionar unos contenidos y en
establecer entre ellos una cierta jerarquía sintáctica que toma sentidos
contextuales diversos, según los significados léxicos de los signos que forman los
enunciados (Trujillo 1988: 154).

Es claro, por tanto, que, de la misma forma que en los planos de la significación
primaria, significación categorial y significación morfológica se distingue radicalmente
entre invariantes y variantes, también en el plano de la significación sintáctica resulta
absolutamente imprescindible distinguir lo que pertenece al código sintáctico o
invariante de las manifestaciones o variantes que esos valores presentan en la realidad
concreta del hablar. Como señala Hjelmslev, “no solo las entidades, sino también las
funciones tienen variantes, de modo que la distinción entre variantes e invariantes se
aplica a los funtivos en general” (Hjelmslev 1971: 92).

2.1.1.2.5. Variantes semánticas de la significación óntica o modal

Con el nombre de variantes semánticas ónticas o modales, se hace alusión a las


distintas orientaciones de sentido que presentan las significaciones invariantes ónticas o
modales en la realidad concreta del hablar, generalmente determinadas por la
significación léxica de las unidades que aparecen en el enunciado, la estructura

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gramatical, la intención de los hablantes, etc. Así, la significación óntica o modal


‘expresión cerrada’ (Escandell Vidal 1999: 3931-3940), que la gramática tradicional
denomina enunciativa y que, en español, como es de sobra sabido, se formaliza
mediante una curva melódica descendente al final del enunciado, presenta, entre otros
muchos, sentidos como ‘aserción’, cuando se emplea para describir cosas o hacer
afirmaciones sobre ellas (v. gr., son las cuatro); ‘duda’, cuando se emplea para referirse
a algo de forma no segura (v. gr., acaso sean las cuatro); ‘deseo’, cuando se emplea
para expresar las ganas que se tienen de adquirir algo que no se ha alcanzado (v. gr.,
quiero que sean las cuatro); ‘orden’, cuando se emplea para conminar a alguien a que
haga cierta cosa (v. gr., sean las cuatro); etc. Lo mismo sucede en el caso de la
significación óntica ‘expresión abierta’ (Escandell Vidal 1999: 3931-3946), que la
gramática tradicional denomina interrogativa, y que, como es también sabido, en
español se formaliza mediante curva melódica ascendente al final del enunciado. En
este caso, se distinguen en principio dos variantes radicalmente distintas desde el punto
de vista de la mayor o menor certeza del enunciado: una variante interrogativa, cuando
se emplea para demandar del interlocutor información que se desconoce (v. gr., ¿Qué
hora tenemos?); y una variante que los estudios tradicionales del lenguaje llaman
pregunta retórica o erotema, que se usa para apelar al oyente sobre evidencias y que
presenta, a su vez, subvariantes diversas, como ‘cortesía’, cuando se emplea para
imponer algo al interlocutor, con la apariencia de solicitar su anuencia: v. gr.,
¿Empezamos ya a trabajar?; ‘recriminación’, cuando se emplea para echar en cara al
interlocutor un comportamiento que se considera negativo: v. gr., ¿Te parece bonito lo
que has hecho?; etc. Es claro, por tanto, que los valores de ‘aserción’, ‘duda’, ‘deseo’,
‘orden’, etc., que las gramáticas tradicionales atribuían a las expresiones enunciativas y
los valores de ‘interrogación’, ‘cortesía’, ‘discriminación’, etc., que atribuían a las
expresiones interrogativas no son las verdaderas significaciones invariantes de estos
esquemas de modalidad expresiva, sino meras orientaciones de sentido de sus
verdaderas significaciones invariantes de ‘expresión de sentido cerrado’ y ‘expresión de
sentido abierto’, respectivamente. Variantes, pues, de una misma significación
invariante.

2.1.1.2.6. Variantes semánticas de la significación de la palabra

Se da el nombre de variantes semánticas de la significación de las palabras a las


distintas orientaciones de sentido que experimenta la significación invariante de las
palabras (que son textos, unidades de discurso, que se caracterizan por su unidad
referencial y por tener una estructura semántica más o menos compleja: asociación de
significación primaria y significación categorial, las palabras primitivas; asociación de
significación primaria, significación categorial y significación morfológica, las palabras
derivadas; y asociación de significación primaria, significación categorial y
significación sintáctica, las palabras compuestas) en la realidad concreta del hablar o
discurso, determinada por el contexto lingüístico, la naturaleza de los referentes, las
intenciones de los hablantes, etc. Es lo que la lexicografía tradicional suele denominar
acepciones, que van adquiriendo las palabras con el uso y el paso del tiempo. Ejemplo:
el verbo primitivo español armar, que lo que parece significar constante e
invariablemente es algo así como ‘articulación para la acción-en proceso’ (Morera en
redacción, s. v. arm-), y que ha desarrollado a lo largo de la historia de la lengua
sentidos contextuales o acepciones como ‘articular las partes de una cosa para que esta

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pueda desempeñar su función; ensamblar’, en contextos como armar el mueble, armar


el motor; ‘articular a alguien para su defensa o para que ataque’, en contextos como
armar al pueblo, estar armado hasta los dientes; ‘articular el varón el órgano sexual
para la cópula’, en contextos como el viejo ya no arma; etc.; o el verbo compuesto
desfondar, que lo único que parece significar constante e invariablemente es algo así
como ‘dimensión opuesta a la superficie-en proceso-situado en una relación de
movimiento de alejamiento extenso a partir del interior del punto de referencia’ (Morera
en redacción, s. v. fond- (hond-, hund-)), y que ha desarrollado, entre otras, las
siguientes orientaciones de sentido a lo largo de la historia de la lengua española: ‘quitar
o romper el fondo de una caja, vasija, etc.’, cuando se combina con nombres
designativos de recipientes (v. gr., desfondar la sartén); ‘romper el fondo de una nave’,
cuando se combina con nombres designativos de embarcaciones (v. gr., el barco está
desfondado); ‘romper el fondo de la tierra de labranza, para airearla’, cuando se
combina con nombres designativos de tierras o terrenos (v. gr., la primera operación
que hace el agricultor es desfondar la tierra); ‘perder un deportista, un equipo
deportivo, etc., su fondo físico; es decir, perder fuerza o empuje’, cuando se combina
con nombres designativos de deportistas o nombres deportivos (v. gr., Murray se
desfondó ante Nadal); etc. Como en el caso de las variantes semánticas estudiadas
antes, los contenidos ‘articular las partes de una cosa para que esta pueda desempeñar su
función’, ‘articular a alguien para que ataque o para que se defienda’, ‘articular el varón
el órgano sexual para la copula’ del verbo armar y los contenidos ‘romper el fondo de
un recipiente’, ‘romper el fondo de una nave’, ‘romper el fondo de la tierra agrícola’,
‘romper el fondo físico de un jugador o equipo deportivo’ del verbo desfondar no son
las significaciones invariantes de dichas palabras, sino meras orientaciones de sentido
de su verdadera significación invariante, que es, como decimos, ‘articulación para la
acción-en proceso’ y ‘dimensión opuesta a la superficie-en proceso-situado en una
relación de movimiento de alejamiento extenso a partir del interior del punto de
referencia’, respectivamente. Por eso se dice que se trata de meras variantes semánticas
de ambas palabras, y no de significaciones invariantes. Es claro, pues, que, como
escribe Coseriu (1986: 196),

[…] las diversas “acepciones” de las formas lingüísticas de que se ocupaba la


lingüística tradicional y que la lingüística de los neogramáticos trataba de
identificar y reducir en cada caso a una serie de tipos, han considerarse como
hechos propios del plano de las variantes de realización (Coseriu 1986: 196).

Lo que quiere decir que lo que recogen nuestros diccionarios no son las verdaderas
significaciones de las palabras, sino meras manifestaciones o variantes más o menos
concretas del significado de estas en la realidad concreta del hablar; es decir, “registros
de habla que ha sido”, como escribe Galichet (1950: 23).

2.1.2. El concepto de variante en las semánticas extralingüísticas

Las distintas semánticas de corte referencial o conceptualista consideran variantes de


expresión de un mismo contenido invariante a todos aquellos elementos, sean
morfemas, palabras, sintagma u oraciones, que se refieren a un mismo contenido
referencial o a un mismo pensamiento. Desde este punto de vista, se habla de al menos
tres tipos de variantes distintas: variantes de expresión léxicas, variantes de expresión

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morfológicas y variantes de expresión sintácticas. Vamos a analizar cada una de ellas


por separado.

2.1.2.2. Variantes de expresión morfológicas o alomorfos

Según la semántica referencialista o conceptualista, constituyen variantes de expresión


morfológicas o alomorfos todos aquellos sufijos o morfemas nominales, adjetivos o
verbales que expresan “una misma relación lógico-designativa (agente, causa,
instrumento, lugar, tiempo…)”, independientemente de que los mismos puedan expresar
otros valores o no (Fábregas 2013: 140). Así, para muchos morfólogos españoles, en
determinados contextos, los sufijos nominales -ero (v. gr., relojero), -or (v. gr.,
trabajador), -ario (v. gr., portuario), -ista (v. gr., guitarrista) y -nte (v. gr., cantante)
serían meras variantes de expresión del contenido lógico-designativo ‘agentividad’; y
los sufijos o morfemas verbales -mento (miento) (v. gr., salvamento), -ción (v. gr.,
salvación), -aje (v. gr., doblaje), -dura (v. gr., quemadura), -do (-da) (v. gr., arada),
etc., meras variantes de expresión del contenido ‘nominalización’, que describen
siempre como ‘acción y efecto de (el verbo de que se trate)’.

Una vez presentado el proceso de creación de nombres deverbales de acción, podemos


constatar que los procesos morfológicos que lo llevan a cabo son variados en español: el
sufijo -ción, en destrucción, -miento, en pensamiento, -aje, en pilotaje, -dura, en
peladura, el participio del verbo, en llegada, y otros como arranque en arrancar, etc. Si
la hipótesis que aquí presentamos es adecuada, es posible que exista algún tipo de
motivación semántica que haga que se utilice un procedimiento frente a otro. En
concreto, la tendencia que creemos ver en los procesos productivos de N deverbales de
acción se comporta como una distribución complementaria: en determinados contextos
aparecen en español un par de sufijos (-miento y -ción). En el resto de contextos, el
español utiliza otros tipos de recursos morfológicos: otros sufijos (como -aje, -adura,
etc., el uso del participio u otros). No hemos visto ninguna motivación de tipo
semántico que distinga -ción de -miento, ni tampoco la encontramos para la decisión
entre el resto de posibilidades (Horno Chéliz 2011: 176).

Lo invariante es aquí, por tanto, una determinada relación lógico-designativa o una


determinada transcategorización, y lo invariante todo signo morfológico que se refiera a
esa designación, independientemente de cuál sea su verdadero valor idiomático.

2.1.2.3. Variantes de expresión sintácticas

Llama la semántica referencialista o conceptual variantes de expresión sintácticas a


todos los sintagmas u oraciones que expresan “un mismo contenido de experiencia”, o
“valor de verdad”, independientemente de cuáles sean sus verdaderos valores
idiomáticos. Así, se ha llegado a afirmar (y esta afirmación se encuentra en la misma
gramática tradicional) que la oración activa (v. gr., César venció a Pompeyo) y la
oración pasiva correspondiente (v. gr., Pompeyo fue vencido por César) son meras
variantes de expresión del mismo valor de verdad o experiencia: la experiencia de
‘vencer que realiza César sobre Pompeyo’; o que las construcciones impersonales (v.
gr., había muchos pájaros en los árboles) y las construcciones personales (v. gr.,
habían muchos pájaros en los árboles) del verbo haber son meras variantes de

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expresión del mismo hecho de experiencia de “existir más o menos cosas en el lugar
que se indica”. Lo que se llama invariante aquí es un complejo contenido de experiencia
que implica determinadas relaciones lógico-designativas, y lo variante toda frase u
oración que lo implique, independientemente de cuál sea su estructura interna.

2.1.2.4. Variantes de expresión mixtas

Obviamente, desde este punto de vista, las variantes de expresión de un mismo referente
no tienen por qué ser de la misma naturaleza lingüística, sino que incluso puede
pertenecer a planos idiomáticos distintos; es decir, signos que, aunque confluyen en una
misma designación, presentan estructuras semántico-lingüísticas radicalmente distintas.
Por ejemplo, el futuro morfológico -ré y la perífrasis verbal ir a + infinitivo, que
expresarían el mismo contenido referencial, el contenido referencial ‘tiempo futuro
real’; los sufijos adjetivadores -al (v. gr., primaveral), -ero (v. gr., habanero) -ano (v.
gr., unamuniano), etc., y el sintagma preposicional de + sustantivo (v. gr., de
primavera, de La Habana, de Unamuno), que confluirían en la misma función
relacional, la función relacional de adjetivar; o el cuantificador muy y el sufijo -ísimo,
que confluirían en la función de superlativizar el adjetivo, y, en ciertos casos, también el
adverbio. Así, en relación con este caso en concreto, escribe Ramos Márquez que “muy
antepuesto al adjetivo o adverbio y el sufijo -ísimo son, en principio, dos alternativas
que la lengua ofrece al hablante para expresar la intensificación absoluta. Son dos
variantes formales para una misma significación gramatical (cursiva nuestra)” (Ramos
Márquez 1993: 204).

Lo invariante es aquí, por tanto, un determinado contenido temporal, mecanismo de


relación referencial (adjetivación) o un determinado tipo de cuantificación, y lo
variante, todas aquellas expresiones que la formalizan, por muy heterogéneas que sean
sus estructuras semántico-lingüísticas.

2.1.2.5. Crítica al concepto de variante de la lingüística conceptual

¿Son verdaderamente invariantes los contenidos referenciales y relacionales ‘suspender


a alguien o algo sin llegar al suelo’, ‘agentividad’, ‘agente-proceso-paciente’, ‘tiempo
futuro real’, ‘adjetivación’, ‘superlativización’, etc., que determinados estudiosos
atribuyen a los signos colgar y pender, -or, -ario, -ista- y -nte, oración activa transitiva
y oración pasiva, comeré y voy a comer, día primaveral y día de primavera y muy lento
y lentísimo, respectivamente? Evidentemente, no. Estos contenidos tan heterogéneos
que determinados lingüistas, gramáticos, lexicólogos, lexicógrafos, sociolingüistas, etc.,
denominan “significados invariantes”, de los que las expresiones mencionadas serían
meras variantes de expresión, no son otra cosa que orientaciones de sentido o funciones
generales de sus verdaderos valores idiomáticos, que son los que dan a aquellos una
determinada forma de existir. Ya había señalado Coseriu que “la semántica tradicional
se ciñe a menudo al plano de los significados del habla (acepciones), es decir, de las
variantes” (Coseriu 1978: 211-212). Esto precisamente es lo que sucede en los casos
que nos ocupan, como pasamos a ver a continuación.

Primero, es verdad que el contenido referencial ‘suspender algo o a alguien sin que
llegue al suelo’ puede expresarse en español tanto con el signo léxico colgar como con

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el signo léxico pender, pero significándolo de forma parcialmente distinta, porque cada
uno de ellos presenta su propia significación invariante, distinta de la del otro.
Concretamente, la forma colgar lo significa como ‘sostenimiento desde lo alto sin llegar
al suelo visto desde arriba’, mientras que la forma pender lo significa como
‘sostenimiento desde lo alto sin llegar al suelo visto desde abajo’ (Morera en redacción,
s. v. colgar y pender). Por eso precisamente solemos decir colgar el cuadro, y no
*pender el cuadro.

Segundo, es verdad que tanto el sufijo -ero como los sufijos -or, -nte, -ario e -ista
pueden usarse en algunos contextos para expresar la relación lógico-designativa de
‘agentividad’, pero significándola de forma sustancialmente distinta: -ero la significa
como ‘ámbito activamente emanante’; -or, como ‘abstracción no esencial activa’; -nte,
como ‘proceso cursivo interno al sujeto’; -ario, ‘como ámbito amplio activamente
emanante’; e -ista, como ‘límite de apego activo’. Precisamente por ello son en muchos
casos incompatibles.

Tercero, es verdad que tanto el futuro morfológico -ré como la perífrasis verbal ir a +
infinitivo puede usarse para expresar el contenido referencial de ‘tiempo real futuro’,
pero significándolo de forma radicalmente distinta: mientras que el morfema -ré lo
significa como ‘espacio mostrativo-temporal catafórico determinado’, la perífrasis
verbal ir a + infinitivo lo significa como ‘yendo hacia el proceso’ (Morera 1991: 109-
117). Precisamente por ello no significan los mismo venceremos que vamos a vencer;
serán las cuatro que van a ser las cuatro.

Cuarto, es verdad que la adjetivación de un nombre puede hacerse en español tanto


mediante sufijos como -al, por ejemplo, como mediante la preposición de (y otras), pero
lo hacen significándola de forma radicalmente distinta: mientras que -al lo hace
‘expandiendo externamente la sustancia (del nombre de base) en todas las direcciones
del espacio’, la preposición de lo hace ‘presentando la base nominal como punto de
partida de un movimiento de alejamiento sin extensión visto desde ella misma’.
Precisamente por ello no es lo mismo familia del rey que familia real; lengua española
que lengua de España, por ejemplo (Morera 2015: 24-25).

Quinto, es verdad que la experiencia ‘agente-proceso-paciente’ puede expresarse en


español y en otras lenguas que tengan esta distinción tanto mediante una oración activa
transitiva como mediante eso que la gramática tradicional denomina acción pasiva, pero
significándola de forma radicalmente distinta: mientras que la activa presenta el agente
como sujeto, como regente del proceso, y el paciente como complemento directo, como
régimen del proceso, la pasiva, a la inversa, presenta al paciente como sujeto y al agente
como complemento terminal, introducido por la preposición por o, en menor medida,
por la preposición de. Como decía Lenz (1935: 108),

[…] la distinción es, no lógico, sino psicológica (gramatical o lingüística,


diríamos nosotros) pues el interés se concentra en el sujeto gramatical. Podríamos
decir que la proposición César venció a Pompeyo pertenece a la biografía de
César; la pasiva Pompeyo fue vencido por César corresponde a la biografía de
Pompeyo).

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Y sexto, es verdad que la cuantificación ‘superlativa’ puede expresarse en español tanto


mediante el cuantificador muy como mediante el cuantificador -ísimo, pero
significándola de forma radicalmente distinta. De un lado, el cuantificador muy expresa
la gradación superlativa de forma discontinua o externa al núcleo, porque su
significación primaria o básica, que puede parafrasearse como ‘más de lo que
corresponde’ (o ‘que excede lo ordinario, regular o preciso’, como quiere la Academia
(2014: s. v. muy)), frente a su antónimo poco, que significa constante e invariablemente
‘menos de lo que corresponde’, presenta significación categorial propia, significación
categorial nominal, como el elemento que lo rige: muy tarde, muy temprano, muy cerca
y muy lejos expresan concretamente que las circunstancias de tardanza, tempranidad,
cercanía y lejanía implicadas en la combinación van más allá de la cantidad que les
corresponde. La positividad de la cuantificación no se sitúa aquí en su fase final o más
alta, sino en su punto de partida. De otro, el sufijo -ísimo expresa la cuantificación
superlativa de forma continua o interna al núcleo, porque su significación primaria o
básica, que es algo así como ‘grado eminente de la cuantificación’, carece de
significación categorial o forma existencial propia, razón por la cual tiene que apoyarse
semánticamente en el elemento que le sirve de base: tardísimo, tempranísimo,
cerquísima y lejísimos presentan las circunstancias de tardanza, tempranidad, cercanía y
lejanía implicadas en la combinación prolongadas de forma continua hasta un grado
eminente. La positividad de la cuantificación se sitúa ahora, por tanto, no en su punto de
partida o inicial, sino en su punto final o más alto. En contra de la tradición citada más
arriba, ya había señalado Palomo Olmos que “la forma sintética altísimo supone un
grado de posesión de la cualidad mayor que la analítica muy alto” (Palomo Olmos 2001:
174). Precisamente por ello rechaza el superlativo sintético o morfológico la
combinatoria con los cuantificadores sintácticos muy y más. “Lo que debe evitarse
como una vulgaridad –escribe Bello– es la construcción de la desinencia superlativa con
los adverbios más, menos, diciendo, v. gr., más doctísimo, menos hermosísima. Ni es de
mucho mejor ley su construcción con muy, tan, cuan” (Bello 1981: 232). Y no se dice
en español muy (más) tardísimo, muy (más) tempranísimo, muy (más) cerquísima y muy
(más) lejísimos, porque, evidentemente, la significación invariante ‘grado eminente de
la intensidad’ del complemento morfológico -ísimo repugna la combinación con la
significación invariante ‘superación del grado que se toma como punto de referencia’ de
las formas sintácticas muy y más. Construcciones como “Por sobre la lápida de esa
sublevación, nadie borronearía el más pobrísimo epitafio” (Scorza, Tumba), “Es el más
gravísimo pecado… de ahí que no me maraville de tu pesadumbre” (Alviz, Son) y
“Josefa dice que besarse es lo más importantísimo de todo” (Pombo, Héroe), que recoge
la Academia en la Nueva gramática de la lengua española (2009: 3434), son más la
excepción que la regla en nuestra lengua. No tiene sentido que se diga María es más
altísima que Ana, por ejemplo, porque el grado superlativo del adjetivo o del adverbio
no admite obviamente comparación (Morera 2017: 134-135).

No nos encontramos, por tanto, ante variantes de expresión de una misma significación
invariante, sino ante signos que presentan significaciones invariantes distintas, aunque
confluyan en una misma o parecida denotación o designación. Lo que quiere decir que
la mayor parte de lo que muchos morfólogos, gramáticos conceptualistas, lexicógrafos,
sociolingüistas, etc., denominan variantes de expresión de un mismo contenido
invariante no son variantes, sino invariantes semánticas. Cuando, por ejemplo, los
morfológicos dicen que sufijos como -ero, -or, -nte, -ario y -ista son variantes de

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expresión (facultativas, se supone) de una misma significación invariante, de la


significación invariante ‘agentividad’, lo que realmente hacen es pasar por alto la
verdadera significación invariante de eso que llaman variantes de expresión. De este
hecho se percató tempranamente la lingüista argentina Beatriz Lavandera en su análisis
sociolingüístico de la supuesta variación temporal (imperfecto de subjuntivo,
condicional y presente de indicativo) de la prótasis de las oraciones condicionales.

[…] el análisis semántico muestra que el contexto de prótesis de condicionales no


llega a neutralizar las distinciones semánticas que señalan el imperfecto de
subjuntivo, el condicional y el presente de indicativo. Si bien la elección entre una
y otra forma no afecta en general las condiciones de verdad de la oración, es cierto
que cada uno de estos tiempos verbales significa un grado distinto en cuanto a la
posibilidad de que la acción expresada en la prótasis llegue a tener lugar
(Lavandera 1984: 33).

Y “significan un grado distinto en cuanto a la posibilidad de que la acción expresada por


la prótasis tenga lugar” precisamente porque el verbo implicado en ella aparece en
forma temporal distinta: presente de indicativo, que la expresa como ‘actualidad
determinada’; imperfecto de subjuntivo, que la expresa como ‘anterioridad
indeterminada’; y potencial, que la expresa como ‘posterioridad marcada desde el
pasado’, como quiere Bello (1981: 402). En realidad, gran parte de lo que la
sociolingüística considera variantes de expresión de un mismo contenido conceptual, y
que solo se diferenciarían en su valor sociolingüístico, no son en realidad variantes de
expresión de un mismo significado idiomático, sino invariantes semánticas que pueden
usarse, y a menudo se usan, en sentidos lingüísticos, estilísticos, expresivos, etc.,
diferentes. En realidad, esos contenidos extralingüísticos que algunos lingüistas suelen
llamar “conceptuales”, “valores de verdad”, “relaciones lógicos-designativas”, etc., no
tienen existencia independiente, sino que existen en función del valor invariante de los
signos que los representan, que son los que los dan una forma determinada. En este
sentido, no viene mal recordar las sabias palabras de Benveniste, cuando advierte de que
no hay contenidos del pensamiento (y lo mismo puede decirse de las referencias, los
llamados “valores de verdad”, etc.) independientes del contenido de las lenguas; es
decir, que no existen variantes sin invariantes:

Para hacerse transmisible, estos contenidos deben ser distribuidos entre morfemas
de ciertas clases, dispuestos en cierto orden. En una palabra, este contenido debe
pasar por la lengua y apropiarse de los marcos de esta. De esta suerte el
pensamiento se reduce, si no exactamente a nada, sí en todo caso a algo tan vago e
indiferenciado que no tenemos modo alguno de aprehenderlo como “contenido”
distinto de la forma que la lengua le confiere. La forma lingüística es, pues, no
solamente la condición de transmisibilidad sino ante todo la condición de
realización del pensamiento. No captamos el pensamiento sino ya apropiados a los
marcos de la lengua. Fuera de esto, no hay más que volición oscura, impulsión
que se descarga en gesto, mímica. Es decir, que la cuestión de saber si el
pensamiento puede prescindir de la lengua o rodearlo como un obstáculo aparece
despojado de sentido, a poco que se analicen con rigor los datos pertinentes”
(Benveniste 1974: 64).

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Y, como, según esto, los sentidos ‘suspender a alguien o algo sin llegar al suelo’,
‘agentividad’, ‘agente-proceso-paciente’, ‘tiempo futuro real’, ‘adjetivación’,
‘superlativización’, etc., que nos ocupan no existen ni pueden existir antes de ser
formalizados mediante las formas colgar y pender, -ero, -or, -nte-, -ario e -ista, oración
activa y oración pasiva, -ré e ir a + infinitivo, -al (o cualquier otro sufijo adjetivador) y
de+sustantivo y muy e -ísimo, respectivamente, sino después, es claro que no tiene
ningún sentido hablar aquí de equivalencia semántica o sinonimia entre todas estas
expresiones. La cosa en tanto que percibida por la mente humana solamente existe
cuando la crea la potencia semántica de la palabra y, por tanto, cuando hay varias
expresiones, se nos presenta como distinta en cada una de ellas.

2.2. El concepto de variante en lingüística histórica

En franco contraste con lo que hemos visto hasta aquí, el concepto de variante o
variedad ha sido usado también por determinados estudiosos de la historia de la lengua
para referirse a los distintos cambios que experimentan las lenguas o las formas
lingüísticas concretas, sean fonemas, morfemas, palabras, sintagmas u oraciones, con el
correr de los años o a lo largo del espacio. Así, leemos en los manuales de historia de
las lenguas románicas que el español, el italiano, el francés, el portugués, el catalán, el
sardo, etc., sistemas lingüísticos obviamente distintos, no son otra cosa que variedades
o variantes de la lengua latina (Vidos 1977: 262-270). Más en relación con hechos
particulares, se nos dice, por ejemplo, que el grupo consonántico latino /ks/ desarrolló
en español dos variantes distintas a lo largo de la historia: la variante palatal fricativa /s/
y, a partir de esta, la variante velar /x/; que la /f-/ inicial latina presenta también en esta
misma lengua dos variantes diacrónicas distintas: una variante aspirada /h/ y, a partir de
esta, una variante cero; que el sufijo nominal latino -arius presenta también en español
cuatro variantes históricas distintas: la variante -ario, muy próxima al origen; la variante
-airo, con metátesis de la yod; la variante -eiro, con cierre de la vocal /a/ por efecto de
la yod; y la variante -ero, con monoptongación del diptongo /ei/; o que la perífrasis
verbal latina amare habeo desarrolló asimismo en nuestra lengua dos variantes distintas:
la variante perifrástica amar he y la variante morfológica amaré, que, según Coseriu,
serían “variantes hasta cierto punto intercambiables (Coseriu 1977: 38). Pues bien,
desde el punto de vista de la significación invariante del término variante no existe
ningún inconveniente para aceptar que las lenguas española, italiana, francesa,
portuguesa, catalana, sarda, etc., son variantes o variedades del latín; que los fonemas
españoles /s/ y /x/ son, en parte, variantes históricas del grupo consonántico latino /ks/;
que determinadas aspiraciones y ceros fonéticos que se encuentran al principio de
muchas palabras de la lengua española son variantes de una /f-/ inicial latina; que los
sufijos -ario, -airo, -eiro y -ero son variantes del sufijo latino -arius; y que la perífrasis
verbal amar he y el futuro de indicativo amaré son dos variante de la perífrasis verbal
latina amare habeo, pero hay que tener en cuenta que el término variante no se emplea
aquí para designar “variante de una invariante funcional”, sino “variante de una
invariante histórica”, que puede ser tanto variante como invariante funcional, si
analizamos el problema desde el punto de vista sincrónico. Por ejemplo: las consonantes
/s/ y /x/ son en parte variantes históricas del grupo consonántico latino /ks/, pero
invariante funcionales si analizamos el problema desde el punto de vista sincrónico,
porque, desde este punto de vista, la una no tiene absolutamente nada que ver con la
otra; -ario y -ero son dos variantes históricas del sufijo latino -arius, pero, desde el

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punto de vista sincrónico se trata de dos invariantes morfológicas, porque tienen


significados parcialmente distintos (no es lo mismo campanario que campanero, por
ejemplo). El sentido que se da al término variante en determinados trabajos de historia
de la lengua no tiene, pues, absolutamente nada que ver con el sentido o los sentidos
que, según hemos visto, se le da en los trabajos de lingüística descriptiva.

Referencias bibliográficas

Asociación de Academias de la Lengua Española. 2010. Diccionario de americanismos.


Madrid: Santillana.
Alarcos Llorach, Emilio. 1971. Fonología española. Madrid: Gredos.
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El preverbio ex-: morfología léxica, continuidad y variación del latín al español


Jairo Javier García Sánchez
Universidad de Alcalá
jairo.garcia@uah.es

Resumen

Analizamos en el presente trabajo el preverbio ex- en su paso del latín al español. El


estudio del preverbio en ese transcurso muestra un notable interés por diversos motivos.
En primer lugar, ya en latín es un importante componente que, desde su origen
adverbial, da lugar a numerosos verbos, muchos de los cuales, por vía patrimonial o por
vía culta, se pueden ver en español. Ahí se aprecia ya una primera variación en el
prefijo, con una variante e-, motivada por la desaparición de la consonante prefijal en
contacto con la del radical del verbo, que, por cierto, no aparece bien descrita en algunas
obras de referencia del español. En segundo lugar, el análisis de los valores semánticos,
sémicos y clasemáticos, del preverbio latino permite comprender más claramente los
significados que adoptan los verbos en la lengua española.

Los resultados románicos son a su vez relevantes en lo que respecta a la morfología


léxica y a la semántica, tanto por la variación que presenta el componente prefijal –
sobre todo por los cruces con otros prefijos, como de- y dis- en su conformación de des-
y en la propia distribución de este con es-, como por el carácter productivo que hoy
tiene ex-, lejos de la función preverbial y próxima a la preposicional, cuya distinción se
debe establecer. Todo ello permite aclarar muchos aspectos para el mejor conocimiento
del prefijo y de las palabras a que ha dado lugar en español.

Palabras clave: preverbios, prefijación, morfología, semántica, latín

Abstract

In this paper we analyze the preverb ex- in its passage from Latin to Spanish. Our study
of the preverb throughout its journey is of particular interest for various reasons. Firstly,
given its adverbial origin, in Latin it is already an important component in several verbs,
many of which survive in Spanish by either learned or popular transmission. It is here
that we see a first variation in the prefix with the variant e-, motivated by the
disappearance of the prefixal consonant in contact with that of the verbal root.
Incidentally, this phenomenon is not well described in some works of reference in
Spanish. Secondly, the analysis of semantic, semic and classemic, values of the Latin
preverb can give us a greater understanding of the meanings that the verbs take on in the
Spanish language.

The preverb’s presence in Romance is also important in terms of lexical morphology


and semantics. This is because of the variation in its function as a prefix, especially in
its interchanging with other prefixes like de- and dis- by their conformation of des- and
in the distribution of this one with es-, but also because nowadays ex- is still productive,

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far from its nature as a preverb and closer to its prepositional function in Latin (the
distinction between these should be established). All of the above allows us to clarify
many aspects and better understand the prefix and the words that contain it in Spanish.

Keywords: preverbs, prefixation, morphology, semantics, latin.

1. Los preverbios latinos. Diferenciación respecto de las preposiciones y


continuidad como prefijos en español

Los preverbios son un elemento esencial en la lengua latina en todos los niveles, pero
seguramente sea en los ámbitos morfológico, léxico y semántico donde más interesantes
resultan, sobre todo si además pensamos en el desarrollo que han tenido o en la huella
que han dejado en las lenguas románicas. Desde luego son importantes en lo que toca a
la morfología léxica del latín, como lo son, aunque ya con diferente estatus, en la de las
lenguas románicas.

Conviene dejar claro, como así hemos hecho ya en otras varias ocasiones (García
Sánchez 2016 y 2017), que los preverbios no proceden de las preposiciones latinas, pese
a que eso sea lo que con frecuencia –también en obras de primera referencia y
reconocida autoridad– se dice al tratar de los prefijos, o, incluso, al abordar su estudio.
Así, por ejemplo, sucede en la NGLE (§10.6j), donde expresamente se indica, en alusión
en concreto al componente que aquí nos va a ocupar, que “tanto el prefijo inseparable
ex- como el prefijo separable homónimo (…) proceden de la preposición latina ex
(‘desde el interior’)”. Enseguida se aducen ejemplos como excavar, y se señala que la
mayor parte de los verbos que contienen este prefijo –el “inseparable”– lo heredaron del
latín, por lo que, como en el caso de exhibir (< lat. exhibēre), puede no reconocerse bien
y ser discutible su segmentación en la estructura morfológica del español. Poco antes
(NGLE: §10.5x) se había dicho que “no se reconoce ya el sentido original de la
preposición latina ab (variante de a)1 [sic] en abjurar o abnegar(se), pero sí el de ex
(‘de, desde’) en expedir, exponer o extraer”, donde, independientemente del valor que
pueda tener la apreciación realizada, no deja de llamar la atención de nuevo que se
consideren los preverbios ab- y ex- como preposiciones.

Esta idea se repite en otros varios autores, como Felíu Arquiola (2009: 67-68), quien,
aunque mantiene la intención, por motivos diferentes, de no identificar totalmente
prefijos y preposiciones, no deja de considerar los preverbios en español como prefijos
de origen preposicional. Acedo-Matellán (2016: 63 y 68), al tratar no ya los prefijos en
las lenguas romances, sino los propios preverbios en latín, los denomina prefijos de
carácter o naturaleza evidentemente preposicional. Montero Curiel (1998), por su parte,
quien precisamente estudia ex-, también declara de manera explícita su procedencia
preposicional2. Y así podríamos seguir con muchos más, ya que no son la excepción,
sino más bien la norma, que resulta de una tradición mal entendida3.

Sin embargo –insistimos una vez más en ello–, los preverbios o prefijos verbales no
proceden de las preposiciones, sino que ambos tipos de palabras eran originariamente
adverbios en latín. Esos adverbios, antepuestos a los nombres, dieron paso a las
preposiciones, y antepuestos a los verbos, a los preverbios, por lo que preverbios y

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preposiciones tenían el mismo origen. Por esa razón, preposiciones y preverbios


coincidían y había correspondencias entre ellos, pero eran distintos y tenían diferentes
funciones: las preposiciones eran elementos de rección, de gran alcance sintáctico,
mientras los prefijos ejercían su función principalmente en el nivel léxico formando
palabras –nuevos verbos– y modificando su contenido4.

Bien es cierto que también han surgido verbos a partir de construcciones con la
preposición ex, tanto en latín (expedire < ex-ped-ire ‘quitar las trabas de los pies’5)
como en español (expatriar, explayar, expropiar). Pero, por eso mismo, creemos que se
puede y se debe distinguir entre los prefijos que tienen un origen preverbial, que es el
que se observa en la mayoría de los verbos de procedencia latina y consiguientes
palabras deverbales, y los que, por su parte, se han creado a partir de dichas formaciones
preposicionales. Su indistinción ha provocado y sigue provocando notables confusiones
en el plano de la morfología léxica, sobre todo desde una perspectiva histórica, pero
asimismo en su descripción actual, tanto formal como semántica.

2. Descripción del prefijo ex- en obras académicas. Información y variación no


siempre bien reflejadas

Para la descripción del preverbio ex- no resulta suficiente la clasificación de Felíu


Arquiola (2009: 68) de los prefijos españoles, en la que ex- queda clasificado como
“prefijo temporal” y extra- como “prefijo espacial”6. La misma asignación de ex- como
prefijo temporal de anterioridad se ofrece en la NGLE (§10.2g). La clasificación de
Varela y Martín García (1999: §76.5)7, en la que ex- se recoge como prefijo espacial
indicador de procedencia, al señalar la dirección de dentro a fuera, se revela algo más
completa.

Si nos fijamos en lo que aparece en el DLE (s. v. ex-1), que, como se ve, incluye
información afijal entre sus lemas, podemos leer lo siguiente:

ex-1
Del lat. ex-.
1. pref. Significa ‘fuera’ o ‘más allá’, con relación al espacio o al tiempo.
Extender, extraer, exhumar, excéntrico.
2. pref. Indica privación. Exánime.
3. pref. Interviene, sin significación precisa, en la formación de algunos
derivados. Exclamar, exornar.

De las tres acepciones que se ofrecen para ex-1, las dos primeras son bastante
comprensibles y más o menos acertadas, pero la tercera no deja de resultar ambigua e
imprecisa, cuando, por los ejemplos que se dan, estamos convencidos de que podría
describirse sin excesiva dificultad8. Para nosotros, además, ni exclamar ni exornar, ni
ningún otro de los verbos compuestos por preverbios son “derivados”. No debería ser
necesario repetir la imagen etimológica de la deriuatio aquae para entender que la
derivación se produce por el lado de la sufijación y no por el de la prefijación. Tratando
de preverbación preferimos, en todo caso, hablar de modificación preverbial9.

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Por otro lado, en el diccionario académico se distingue este otro ex- (ex-2), que es el que
hoy se muestra más productivo en español10:
ex-2
Del b. lat. ex-, en voces como exconsul 'excónsul', y este del lat. tardío ex, en
ex consŭle 'excónsul', ex monăcho 'exmonje', etc.
1. pref. Significa 'que fue y ha dejado de serlo'. Expresidente, exmarido. Ex
primerministro.

Nos parece bien que se distingan ambos ex-, pues en nuestra concepción de los prefijos
se trataría de dos componentes diferentes y con distinto origen, aunque la génesis última
sea común. El primero es fundamentalmente preverbial, si bien, como no se establece
esta condición de “preverbio” y no parece haber conciencia de su diferencia con el de
origen preposicional, se dan ejemplos de este último sin que haya distinción con aquel.
Sería el caso de exhumar11 y de excéntrico12, únicos dos ejemplos de los que se aducen
en el DLE (s. v. ex1) en los que ex- no es preverbial.

Por su parte, el segundo es de claro origen preposicional, como expone el DLE (s. v.
ex-2) en su correspondiente explicación etimológica, y cuyo funcionamiento como
“prefijo autónomo o separable” se explica bien en la NGLE (§10.4g-l).

Nos sorprende bastante, por otro lado, que el DLE tenga una entrada para la e-
procedente de ex- sin que se aclare que ese –el prefijo ex-– es su origen, como si e-
fuera un prefijo independiente tanto en latín como en español. Le asigna, además,
valores que salen más bien del conjunto de la palabra, esto es, del prefijo unido al
lexema, y no ya solo del preverbio o prefijo:

e-
Del lat. e-.
1. pref. Significa 'fuera de'. Eliminar.
2. pref. Indica procedencia. Emanar, emigrar.
3. pref. Indica extensión o dilatación. Efusión, emoción.

Lo que en realidad sucede es que la -x de ex- ya en latín se pierde ante consonantes


sonoras y sonantes13, por lo que el preverbio –y también la preposición homónima unida
al sustantivo– queda reducido con frecuencia a e-, pero, lógicamente, no deja de ser el
mismo prefijo: lat. educĕre (ex- + ducĕre) ‘sacar’14 , egerĕre (ex- + gerĕre) ‘sacar, llevar
fuera, retirar, sustraer’, emergĕre (ex- + mergĕre) ‘emerger’, euocare (ex- + uocare)
‘evocar’, etc.

El preverbio en latín tuvo, además, una variante ec- delante de -f-, que posteriormente
asimiló a esta la consonante velar15. Se ve, por ejemplo, en el lat. ecferre, que dio lugar
a efferre ‘llevarse, sacar de’; también en efficĕre (< ecficere < ex-facĕre) ‘efectuar,
acabar, realizar, producir’; o en effugĕre (< ecfugere < ex-fugĕre) ‘huir de, escapar
huyendo’.

En el DLE hay asimismo una entrada para es-, procedente de ex-, que, como se va a
explicar a continuación, es la forma patrimonial del prefijo:

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es-
Del lat. ex-.
1. pref. Denota separación. Escoger.
2. pref. Indica eliminación. Espulgar.
3. pref. Señala intensificación. Esforzar.

Y, naturalmente, otra para des-, que es muy productivo en español, y del que participa
asimismo el lat. ex-.

des-
Confluencia de los prefs. lats. de-, ex-, dis- y a veces e-.
1. pref. Denota negación o inversión del significado de la palabra simple a la
que va antepuesto. Desconfiar, deshacer.
2. pref. Indica privación. Desabejar.
3. pref. Indica exceso o demasía. Deslenguado.
4. pref. Significa 'fuera de'. Descamino, deshora.
5. pref. A veces indica afirmación. Despavorido.

Este último resultado prefijal, aunque parece recoger mejor el apartado etimológico,
vuelve a mostrar e- como si se tratara de un prefijo latino diferente de ex-.

3. Resultados de ex- en español y otras variedades hispánicas. Variación formal y


diatópica en su confluencia con des-

Si atendemos a la forma, el preverbio ex- se ha mantenido como tal en muchas de las


voces del español –las de procedencia culta–, y otro tanto cabe decir de su
correspondiente elemento preposicional16. Asimismo, se muestra en cultismos con la
variante e-, para la que no debería ser necesario insistir en su consideración como
alomorfo prefijal vinculado a ex-17.

Además, ya hemos ido comprobando que se hallan otros resultados, como el


patrimonial es-, evolución natural de ex-, que dejó de ser productivo en la Edad Media,
aunque como tal se mantuvo inicialmente en castellano18 y se ha mantenido en otras
variedades hispánicas; o el complejo e interesantísimo prefijo romance des-, que resulta
de la confluencia de distintos prefijos, entre los que no debe excluirse ex-.

Precisamente, la variación entre es- y des- ha sido ampliamente estudiada, pues son
muchas las bases que alternan con una y otra forma y se ha discutido mucho sobre su
variación y distribución diacrónica y diatópica. Parece claro que, como apunta Pharies
(2013: 123 y ss.), des- fue un factor importante en la decadencia de es- en castellano,
pues desde los inicios de la lengua quien quería utilizar un prefijo para acuñar un nuevo
derivado expresando privación, intensificación, rotura o desorden –valores que otorga el
autor a es- (Pharies 2013: 119-121)– prefería usar des- y no es-. También surgen
derivados castellanos con des- donde había un es- procedente de ex- (espertar /
despertar19 ). Muy probablemente el mayor cuerpo fónico y la estructura silábica de
des-, en dos componentes con similitud y proximidad de valores, influyeron para que así
fuera.

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Sin embargo, mientras en castellano triunfa des- ante es-, no sucede lo mismo en el
resto de las lenguas y variedades iberorromances, con la excepción del valenciano,
donde, a diferencia del resto del dominio del catalán, también prevalece des- 20 . En
leonés y aragonés las dos formas –estudiadas por Neira (1968 y 1969)– conviven;
aunque es- es frecuente, no es la única forma que se da en estas hablas frente a un
supuesto castellano des-, ya que este prefijo también aparece. De esta manera, como
señalaba Neira, no se ha de pensar que ex- y dis- –además de de-, añadimos nosotros– se
confundieron en es- en leonés y aragonés. En cambio, sí podemos decir –cambiando la
perspectiva– que un prefijo es-, procedente de ex-, se mantiene mejor en las
modalidades no castellanas ahí donde des- en castellano tiene como precedente un ex-
etimológico.

En castellano existen varios verbos con des- que proceden de un verbo con preverbio
latino ex-, fruto de su confusión con de- y dis- (descomulgar, despedir, despertar)21. La
confusión no sería, por tanto, exclusiva o propia de las variedades leonesas y aragonesas
–ni tampoco de cualquier otro dominio de la Romania donde se pudiera haber
producido–, sino que, al contrario, se vería más claramente reflejada en las soluciones
castellanas, que son las que acaban dando valor o vigencia al prefijo des- –resultado, en
buena medida, de la confusión de de- y ex-, además de dis-, insistimos–. Por esa misma
razón, las palabras con la variante es-, que se hallan en las hablas leonesas 22 y
aragonesas, no habrían de ser analizables desde des-, como vulgarismos o como
consecuencia de la pérdida fonética de d-, sino que han de entenderse antes bien como
continuaciones de palabras con ex-.

Neira (1968, 1969) distinguía en leonés y aragonés entre un des- como prefijo verbal
negativo (descosido, descalzar, desgana), donde también se da la base léxica sin el
prefijo, y un es- en formaciones parasintéticas (es + lexema + sufijo verbal), que no
tienen carácter negativo ni suelen oponerse a verbos primitivos sin es-23. Estas últimas,
aunque no respondan a estructuras verbales con preverbio, se explicarían igualmente
desde un prefijo ex-.

Por su parte, recientemente Pharies (2016) ha vuelto sobre la idea de demostrar que el
prefijo des- procede directamente del latino dis-24, y que no proviene de la confluencia
de otros prefijos como de- y ex-25. Sin embargo, nos resulta difícil negar la participación
de estos importantes componentes latinos en el surgimiento y desarrollo del prefijo
castellano. Los ejemplos de confusión o cambios de prefijo26, como los que se producen
en los resultados románicos de ex- (> es- / des-), a los que se sumarían los de de- (>
de(s)-)27, entrarían en lo que Pharies (2016: 168 y ss.) denomina “detalles accesorios de
importancia secundaria”28. Nosotros creemos, no obstante, que la realidad de su peso
habría de ser bastante mayor que esa.

El prefijo dis-, con ser productivo, no era tan relevante en latín, frente a de- y ex-, y los
valores fundamentales del castellano des- son continuación de estos más que del
primero29. Incluso algunos de los resultados románicos en es- que Pharies (2013: 112)
esgrime como ejemplo de cambio de prefijo desde un étimo con dis- parecen provenir,
en realidad, de sus cognados con ex-: esperdecer ‘desperdiciar’30; estorcer ‘libertar a
uno de un peligro o aprieto’31; y estorbar, para el que tampoco hay que recurrir al lat.
disturbare cuando hay un exturbare32.

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Por último, hay también una variante ens-, procedente de ex-, en ensanchar (< lat.
exampliare 33 ), ensangostar (< lat. ex-angustare) y ensalzar (< lat.*exaltiare 34 ),
explicada como anticipación de la nasal siguiente en los primeros casos y como
resultado analógico en el segundo a partir del primero. Asimismo, se halla una forma
enj- (antigua enx-) en enjambrar (< lat. examinare)35, enjugar (< lat. tardío exsucare),
enjuagar (< enjaguar < lat. vulg. *exaquare)36 o enjalbegar (< lat. vulg. *exalbicare),
que se debería al trueque de sibilantes s / x37.

Lógicamente, ni esconder (< lat. abscondĕre) ni escuchar (< lat. auscultare) contienen
el preverbio o el prefijo, pues en ambos casos la e- inicial procede de la vacilación
vocálica que dio como resultado el cambio de a- a e-; se da incluso la particularidad de
que por atracción homonímica tenemos una voz excusa 38 , con ex-, desde el lat.
absconsus, -a, -um ‘escondido’, aunque es más común la forma escusa. Tampoco hay
preverbio en estallar, que es el resultado de una metátesis a partir de un antiguo
*astellar ‘hacerse astillas’.

4. Los valores del preverbio ex- y su función explicativa en español. Variación


sémica y clasemática

Además de la variación formal, el preverbio latino presentaba una amplia variación


sémica y clasemática, que ha tenido mayor o menor continuidad y que permite
esclarecer los valores de las palabras españolas. La polisemia preverbial partía del
significado espacial primigenio del adverbio que da lugar al preverbio, que, como
enseguida veremos, era el ablativo de separación ‘del interior de dos límites’. Desde ese
valor inicial surgen y se desarrollan los demás.

El análisis de los distintos valores, tanto sémicos como clasemáticos, permite


comprender mucho mejor la realidad significativa de los verbos y vocablos deverbales
del español y cómo han alcanzado esa significación. Por ese motivo, entre otros,
creemos que es útil llevarlo a cabo.

Para la determinación de los valores, vamos a partir de la relación de funciones


establecida para el preverbio latino por García-Hernández (1980: 155-161), quien
considera que ex- puede desempeñar tres funciones sémicas y cinco clasemáticas, si
bien de estas últimas nosotros vamos a tener en cuenta solo cuatro39. En las sémicas ex-
se opone a in-; y en las clasemáticas el modificado por ex- se opone a la base léxica sin
preverbio. Tendríamos, por tanto, el siguiente esquema:

1) Funciones sémicas (ablativas):


1.1. Separación ‘del interior de dos límites’
1.2. Separación-elevación (función ablativo-elativa)
1.3. Privación y exención
2) Funciones clasemáticas40 (alterna y aspectuales):
2.1. Alterna
2.2. Gradual resultativa
2.3. Gradual desinente
2.4. Intensiva

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El preverbio ex- tenía gran vitalidad en latín, puesto que se cuentan aproximadamente
cuatrocientos verbos modificados por él, una cifra solo superada por com-. Pasemos a
ver las diferentes funciones con sus reflejos en español.

4.1. Funciones sémicas de ex-

4.1.1. Función sémica de separación ‘del interior de dos límites’

Este es el valor sémico –espacial– genuino del preverbio, el ablativo que indica
separación del interior de un límite doble, en clara oposición a in-, que indicaría, por el
contrario, la penetración en él. Es la función del paradigmático verbo latino exire (ex-
ire) ‘salir’, que se opone, lógicamente, a inire ‘entrar’. El lat. exire –literalmente ir “ex”
‘ir separándose de los límites, ir saliendo, ir hacia fuera’– no ha continuado en
español41, pero es fácilmente reconocible en el sustantivo éxito, cultismo tomado del lat.
exitus ‘salida’, de igual manera que el ingl. exit.

La función sémica espacial de separación se observa en varios de los verbos cultos, de


origen latino, que hallan su reverso en los correspondientes modificados por in-. Así,
tenemos emigrar (lat. emigrare) 42 , frente a inmigrar (lat. inmigrare); excluir (lat.
excludĕre), frente a incluir (lat. includĕre); exportar (lat. exportare), frente a importar
(lat. importare); o expeler (lat. expellĕre), frente a impeler (lat. impellĕre). Esta última
pareja tiene su correlato en los verbos surgidos de los correspondientes intensivos
latinos expulsar (lat. expulsare) e impulsar (lat. impulsare) 43 . El esp. egresar –
especialmente usado en América con el valor de ‘salir de un establecimiento docente
después de haber terminado los estudios’, pero asimismo con el significado de ‘salir de
alguna parte’–, también se podría incluir aquí, teniendo en cuenta que se ha formado
desde el participio egressus de egrĕdi ‘salir’44.

Un verbo común portador del preverbio con esta función espacial inicial es elegir (< lat.
eligĕre), modificado con ex- de legĕre ‘tomar, coger’, cuyo valor en latín sería el de
‘arrancar escogiendo’, ‘quitar’ –por ejemplo, las hierbas–; de ahí se llega con facilidad
al significado de ‘escoger’. De hecho, el mismo escoger contiene igualmente el
preverbio ex- sumado al lat. colligĕre, el cual no es sino otro modificado de legĕre y el
que acabó dando lugar al esp. coger. De ex- y colligĕre (> coger) se llega al esp.
escoger, con la variante patrimonial es- del prefijo, que se mantuvo productiva en
castellano –inicialmente– y en otras variedades hispánicas45.

Del tipo de escoger sería escavar (‘cavar ligeramente la tierra para ahuecarla y quitar la
maleza’), que constituiría un curioso doblete con el verbo que se ha tomado
directamente del latín excavare, y que hoy tiene mucho mayor uso: esp. excavar (‘quitar
de una cosa sólida parte de su masa o grueso, haciendo hoyo o cavidad en ella’, ‘hacer
en el terreno hoyos, zanjas, desmontes, pozos o galerías subterráneas’, ‘quitar la tierra
de alrededor de las plantas para beneficiarlas’). En ambos casos permanece la idea de
‘separar, sacar, quitar’ asociada a la de ‘cavar’, aportada por la base.

El esp. exprimir (lat. exprimĕre, modificado con ex- de premĕre ‘presionar’) también
contiene esa idea de ‘separar, sacar’, pues equivale a ‘presionar sacando (del interior)’ o
‘sacar oprimiendo’ (“extraer el zumo o líquido de una cosa, apretándola o

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retorciéndola”46). Un valor desusado de exprimir es ‘expresar’ (cfr. fr. exprimer), donde


se constata la vinculación entre ambos verbos, puesto que expresar se ha formado a
partir de expreso ‘claro’ (lat. expressus, participio de exprimĕre).

En el esp. extender (lat. extendĕre) se halla asimismo el valor sémico espacial del
preverbio, ya que supone un ‘tender de dentro hacia fuera’. A partir de ahí se
comprende bien el significado de ‘ocupar mayor lugar o espacio’ y otros valores más o
menos figurados que pueden haber surgido.

El preverbio ex- con valor espacial también se encuentra en un verbo como el esp.
esfumar, pero en este caso el resultado es- se explica de manera algo distinta, puesto que
la palabra de étimo latino (lat. exfumare) llega al español de otra lengua románica
intermedia, el italiano (it. sfumare), y muestra, al igual que el también italianismo
esgrafiar (it. sgraffiare), una e- protética para adaptar la s- líquida a la que dio lugar ex-
en ese idioma. Podríamos hablar, por tanto, de e- restituida. El étimo latino exfumare y
el significado que le damos en español en los usos no especializados (‘disiparse o
desaparecer’ y, como pronominal, ‘marcharse de un lugar con disimulo y rapidez’) y,
sobre todo, su proceso formativo, habían de situar aquí este verbo y su prefijo.

Algo similar se podría decir de un verbo como extraditar, que, si bien se ha tomado del
ingl. to extradite, en última instancia es de claro origen latino, donde el prefijo ex- ha
actuado sobre la base del verbo tradĕre ‘entregar’, compuesto, a su vez, del lat. dare y
trans-47.

Otro verbo que no deja de tener interés, pese a no constituir un ejemplo de preverbio, es
eliminar (‘quitar o separar algo, prescindir de ello’). El verbo contiene
etimológicamente un ex-, aunque no aplicado a un verbo, sino al sustantivo limen
‘umbral’, por lo que sería de origen preposicional; de hecho, se ha debido de formar a
partir de la construcción con ablativo ex limine ‘fuera del umbral’48. El lat. eliminare
sería algo así como ‘echar de casa –del umbral de casa–’, y también tuvo en latín el
valor de ‘divulgar’ (‘divulgar fuera lo que se ha dicho en casa’). Los significados
actuales del esp. eliminar proceden, lógicamente, del primer significado.

Un último verbo reseñable aquí por su especial repercusión en lo que atañe a la


morfología léxica es escupir ‘arrojar saliva por la boca’, para el que se contempla un
étimo latino *exconspuĕre, que conviene explicar. En latín, el verbo que significaba
‘escupir’ era spuĕre 49 . Este verbo es sustituido por su modificado exspuĕre, cuyo
preverbio ex- resultaba muy acorde con el significado de la base, a la que le había
aportado inicialmente un valor intensivo, que también analizaremos después. El lat.
spuĕre formó, además, otro intensivo, conspuĕre ‘llenar de esputos’, y es este
finalmente el que da lugar al verbo románico con la adición de nuevo del preverbio ex-,
que refuerza la idea de expulsión, separación, presente en todo momento.

4.1.2. Función sémica de separación-elevación

Cuando junto a la función de separación del preverbio ex- se da una orientación vertical,
se desarrolla en él de manera “natural” un valor ablativo-elativo50. Esta función elativa,
de separación hacia arriba, se observa con claridad, por ejemplo, en un verbo como el

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esp. emerger ‘brotar, salir a la superficie del agua u otro líquido’, procedente del lat.
emergĕre (ex-mergĕre), que tiene un nítido sentido ascendente51.

La función fundamental del preverbio ex- es la de ‘salir de entre dos límites’, es decir,
del interior hacia el exterior. Pues bien, cuando se trata de una superficie como la que
representa el agua, solo se puede salir emergiendo, saliendo hacia arriba. Es la realidad
la que impone la condición de salir hacia arriba. Esto, que sucede en emerger (< lat.
emergĕre), se repite en varios verbos modificados por ex-, en los que el preverbio
manifiesta el valor elativo de ‘subir’, además del valor ablativo de ‘salir’. Otro verbo
que expone muy claramente ese sentido es el lat. evolare (ex-volare) ‘tomar el vuelo,
salir volando’, donde se comprende bien que la salida normal, si se hace volando, es
hacia arriba. Este verbo latino, sin embargo, no ha dejado herencia en español. Nos
fijaremos mejor –porque son los que realmente nos interesan– en los que de una u otra
manera han perdurado.

El esp. erigir (< lat. erigĕre < ex-regĕre), por ejemplo, muestra esta función, pues lo que
se erige se levanta. No en vano el propio verbo latino regĕre significa ‘poner recto,
regir’, por lo que ya tendría sentido elativo antes de asumir el preverbio ex-. Si luego
toma el preverbio, es también porque es congruente con ese sentido elativo, que,
lógicamente, se refuerza con él. Habría, por tanto, una sintonía, una congruencia, entre
el prefijo ex-, que tiende al valor elativo, y el lexema que ya lo contiene.

El esp. existir (< lat. exsistĕre) es etimológicamente ‘ponerse en pie desde dentro, hacia
fuera –saliendo del lugar de nacimiento–’. El lat. sistĕre es ‘ponerse en pie, colocarse,
situarse’, y el preverbio ex- realza el valor ablativo-elativo. Así, el lat. exsistĕre adopta
el significado de ‘levantarse, alzarse fuera de; salir de la tierra, brotar, surgir’52.

Otro verbo relevante portador de esta función es educar. El verbo latino del que procede
(lat. educāre) contiene el preverbio ex-, pero también un sufijo de carácter intensivo
(-ā53). Siendo así, mientras el lat. educĕre (ex-ducĕre), sin sufijo, es ‘hacer salir, llevar
fuera, sacar’, y también ‘elevar’, el lat. educāre tiene más desarrollada la función
elativa, puesto que significa ‘criar, hacer crecer’; esto es, sería un “sacar hacia arriba”, y
eso es lo que se trata de hacer cuando se educa a un niño desde pequeño54.

Se aprecia ya, en todo caso, que la acepción ascendente, elativa, no solo es aplicable en
un orden meramente físico espacial, sino también en otros más figurados. Eso es
también lo que podemos decir para el esp. exclamar, del lat. exclamare, que se explica
bien a partir de su étimo con claro valor elativo, pues originariamente es ‘llamar en voz
alta, levantar la voz, levantar clamor’. A este valor sémico elativo se le puede añadir
uno clasemático intensivo, como diremos después.

4.1.3. Función sémica de privación y exención

La función sémica de privación y exención es secundaria respecto de la principal de


separación del interior de un límite doble o de la elativa consiguiente, pero también se
deja notar en algunos verbos que hoy tenemos en español, como eximir (< lat. eximĕre
‘poner fuera, quitar’), cuyo significado es el de ‘librar, desembarazar de cargas,

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obligaciones, cuidados, culpas’ (DLE: s. v.). La base de este verbo, sin el preverbio, es
el lat. emĕre, que significa ‘tomar’ antes que ‘comprar’55.

En la segunda acepción del prefijo ex- que ofrece el DLE (s. v.), donde precisamente se
dice que “indica privación”, se pone como ejemplo de ello el adjetivo exánime ‘sin vida
o señal de vida’, ‘sumamente debilitado, sin aliento, desmayado’. En español no hay un
verbo exanimar –aunque sí espirar y expirar, como veremos enseguida–, pero en latín
sí existía exanimare ‘quitar la vida, sofocar’, al que se vincula el adjetivo exanimis, -e
‘sin vida, inanimado, muerto’ (> esp. exánime).

Podríamos considerar con esta función privativa asimismo el esp. excusar, procedente
del lat. excusare, tanto en sus usos jurídicos (“exponer y alegar causas o razones para
sacar libre a alguien de la culpa que se le imputa”, “evitar, impedir que algo perjudicial
se ejecute o suceda”) como en sus acepciones más comunes (‘no querer hacer algo’,
‘poder evitar, poder dejar de hacer algo’), si bien no estamos ante un ex- preverbial,
pues el verbo latino es un denominativo de causa, como lo son asimismo accusare,
incusare y recusare56. No existe en latín un verbo causare, y, aunque sí hay un causari,
este último, como deponente, tiene otro valor: el de ‘alegar’ y no el de ‘acusar’ o
‘encausar’.

El esp. eludir, desde el lat. eludĕre (ex-ludĕre), podría entenderse también, por su
significado (‘evitar, esquivar’), como representante de esta función. Parece haber
llegado a ese valor mediante la idea de ‘escapar jugando’, por lo que, si bien el
preverbio ex- no aportaría exactamente una noción privativa respecto de la base ludĕre
‘jugar’, sí se observa un desarrollo semántico en ese sentido con la adición del
preverbio. Por otro lado, aunque no tengamos el verbo correspondiente en español,
puede ser interesante mencionar el lat. extorquēre ‘arrancar a la fuerza, torcer
arrancando’, modificado de torquēre ‘torcer’ con el preverbio ex-, porque de ahí
tenemos extorsión.

4.2. Funciones clasemáticas de ex-

4.2.1. Función clasemática alterna

La primera función clasemática que vamos a considerar es la alterna, por la que se


comprueba que los verbos latinos modificados por ex-, y sus sucesores románicos,
constituyen en ocasiones pares de antónimos alternos junto a sus bases léxicas. En algún
caso se puede observar una cierta continuidad entre la privación, recién vista como
función sémica privativa, y la alternación como función clasemática; no debemos
olvidar que todo lo clasemático es sémico y que la privación es siempre término alterno
de la dación. Se comprende bastante bien cuando vemos en latín un verbo como
exarmare ‘desarmar’, que funciona como término alterno de armare ‘armar’. En
español esta función la realiza hoy el prefijo des-, que algo debe, naturalmente, al
preverbio ex-.

Seguramente el verbo de mayor repercusión en español que se pueda citar aquí sea
explicar, que muestra, no obstante, una importante evolución semasiológica desde el
primer valor del lat. explicare ‘desplegar’. Es el verbo latino, mediante el preverbio, el

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que claramente “despliega” la función alterna, frente al simple plicare ‘plegar’, y el que
asimismo desarrolla su significado.

Entre los usos alternos de explicare los hay más o menos físicos y más o menos
figurados y abstractos: desde el más simple ‘desplegar’, aplicado, por ejemplo, a las
velas (lat. explicare uela ‘desplegar las velas’)57, o el de ‘desarrugar’ (lat. explicare
frontem ‘desarrugar la frente, el ceño’), se puede ir al de ‘aclarar’ (lat. explicare res
inuolutas ‘aclarar ideas complejas’) y hasta al de ‘explicar, exponer’ (lat. explicare
sententiam ‘explicar, exponer su parecer’)58. Con estos ejemplos se comprende bien el
desarrollo semasiológico seguido por el verbo hasta su significado actual.

Otro verbo característico de esta función de alternación del preverbio –y también de la


sémica de privación o exención– es el cultismo exonerar (lat. exonerare), cuyo
significado de ‘descargar’ se opone al del simple latino onerare ‘cargar’.

4.2.2. Función clasemática gradual resultativa

Como señala García-Hernández (1980: 159), ex- es el preverbio más característico para
marcar el grado resultativo de la acción indicada por el verbo. Este grado resultativo se
puede ver, por ejemplo, en el esp. elaborar (‘transformar una cosa u obtener un
producto por medio de un trabajo’), que procede del lat. elaborare (ex-laborare),
modificado de laborare ‘trabajar’. Con ello se da otra circunstancia, y es la
transformación de una base intransitiva en un modificado transitivo. Esta
transformación se realiza mejor que con cualquier otro prefijo con uno que tenga la
función resultativa, como precisamente sucede con ex-, puesto que ahí el sujeto alcanza
el objeto.
Otro ejemplo es el lat. euadĕre (ex-uadĕre) ‘irse saliendo, escaparse de, librarse de’, del
que sale el esp. evadir, transitivo, a partir del simple uadĕre ‘ir’, que es intransitivo. El
que “evade” o “se evade” busca un objeto que alcanza con la acción del verbo. Ese
valor resultativo convierte al verbo en transitivo.

Algo similar sucede con el lat. excurrĕre ‘correr fuera, salir corriendo, hacer una salida’
(cfr. excursión), frente al simple currĕre ‘correr’. El esp. escurrir, heredado del primero,
presenta un desarrollo semasiológico con valores transitivos como “apurar los restos o
últimas gotas de un líquido que han quedado en un recipiente”. Se pierde la idea de
movimiento, la acción se sitúa al final y el verbo se hace entonces transitivo.

El esp. exterminar (< lat. exterminare), con los significados de ‘acabar del todo con
algo’, ‘matar o eliminar por completo’, ‘desolar, devastar’, expresa bastante bien ese
grado resultativo59. El sentido de ‘echar fuera de los términos, desterrar’, etiquetado
como “desusado”, recuerda más los valores originarios –sémicos, espaciales– del étimo
latino (‘echar fuera de las fronteras, expulsar, exiliar’) y del simple terminare (‘fijar los
límites’).

También expresa grado resultativo el esp. extinguir (< lat. exstinguĕre), como así lo
muestran sus acepciones en el DLE (s. v.): “hacer que cese el fuego o la luz”, “hacer que
cesen o se acaben del todo ciertas cosas que desaparecen gradualmente”, “dicho de un
plazo o de un derecho: acabarse, vencer”. El lat. stinguĕre (‘extinguir, apagar, hacer

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desaparecer’) ya tenía ese significado, por lo que estaríamos ante un claro caso de
sustitución de verbo simple por compuesto o modificado60, donde el preverbio de valor
afín vendría a reforzar el grado resultativo.

Otro verbo latino, exhaurire ‘agotar’, no tiene correspondiente en español, pero sí, en
cambio, su participio en forma de adjetivo: el lat. exhaustus ‘agotado’ ha dado lugar al
esp. exhausto (‘enteramente agotado’). El simple, el lat. haurire, era ‘sacar’. En el caso
de exhaustus (> esp. exhausto) coincide el valor resultativo del verbo, de la unidad
léxica, con el valor perfectivo del participio. Hay congruencia entre los valores
gramatical y léxico; son afines, ya que hay valor final, perfectivo y resultativo a la vez.

También sucede lo mismo con el sustantivo esp. efecto (< lat. effectus), que indica
resultado, aunque, de igual manera, no haya un verbo que corresponda en español al lat.
efficĕre (ex-facĕre). El sustantivo resultativo eficiencia, al haberse formado sobre el
participio de presente (efficens → efficentia) y no ser este perfectivo, supone un
entrecruzamiento de dos valores aspectuales opuestos, que no son afines o congruentes,
si bien pertenecen a niveles distintos. Eficiencia es la condición de quien está en
situación de conseguir el resultado61, la condición de eficiente. A esta misma familia del
resultativo efficĕre pertenecen eficaz (lat. effĭcax) y eficacia (lat. efficacia).

Por otro lado, el adjetivo esp. exacto, también perfectivo y resultativo, viene del
participio de perfecto latino exactus ‘acabado, perfecto’, del verbo exigĕre (ex-agĕre).
Los valores del lat. exigĕre son muchos y no solo el de ‘exigir’ que hoy vemos en
español62.

4.2.3. Función clasemática gradual desinente

El grado desinente, que supone el abandono de la acción, apenas posee importancia en


ex-; sin duda está más presente con el preverbio de-63. En latín hay algún verbo que lo
manifiesta, como exolescĕre ‘dejar de crecer’, pero no nos interesa tanto porque no tiene
representación en español64.

No obstante, sí se puede considerar ese valor en el esp. expirar (< lat. exspirare) ‘dejar
de espirar’, ‘dejar de respirar’, ‘acabar la vida’. El lat. exspirare, en principio con el
significado de ‘expulsar aliento, exhalar’ –de donde tenemos el esp. espirar, con -s-–,
tiene, además, el valor léxico de ‘morir’. En cuanto que es ‘acabar la vida’, es
resultativo, porque el resultado, el final de la vida, es la muerte. Pero también se puede
entender etimológicamente con el grado desinente: ‘dejar de espirar, dejar de respirar’,
pues representa la última espiración. Esto es, en cuanto que es ‘dejar de’, tiene un valor
desinente65.

4.2.4. Función clasemática intensiva

Casi todos los preverbios expresan la modificación intensiva, que consiste en reforzar la
acción misma, sin proyectarla en un sentido espacial ni en un sentido progresivo –que es
la metáfora del movimiento–, sino sencillamente intensificándola, añadiéndole un
“más” o un “mucho”. Determinados campos semánticos se muestran propensos, más

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que otros, a la intensificación, como, por ejemplo, el de los sentimientos o el de los


sonidos, donde se puede dar mucha tensión.

El esp. escocer sería un buen representante de verbo donde el preverbio ex- ha aportado
un sentido intensivo ya en el étimo latino, pero con claro reflejo en romance. El lat.
excoquere, modificado con ex- de coquere ‘cocer’, significa ‘hacer cocer, hacer fundir,
reducir por medio de la cocción, quemar, atormentar’, y de ahí se llega al significado de
‘escocer’, esto es, ‘producir una sensación parecida a la causada por quemadura’. El
escocer y consiguiente escozor sería un resquemor. Es, como decimos, un intensivo.
Otro ejemplo evidente de modificado intensivo es el esp. exornar ‘adornar, hermosear’.
El lat. exornare, del que se toma, era ‘adornar con sumo cuidado’. San Isidoro, en sus
Origines, definía exornatus distinguiéndolo de ornatus mediante un matiz intensivo:
“exornatus, ualde ornatus” [‘exornatus, muy ornado –adornado–’] (Isid., Orig. 10, 82);
el adverbio ualde, que significa ‘muy, mucho’66, equivale ahí al preverbio. En el esp.
exclamar, desde el lat. exclamare, también hay valor intensivo (‘clamar, gritar con
fuerza’), además del elativo que ya se señaló (‘llamar elevando la voz’).

Ese grado intensivo parece ser, al menos por los ejemplos que se aducen –precisamente
los de exclamar y exornar–, el que debería describirse en el diccionario académico para
la tercera acepción del prefijo ex-, donde –recordamos– se señala que el prefijo
“interviene, sin significación precisa, en la formación de algunos derivados”. Tal como
vemos, la precisión significativa –intensiva– puede hacerse.
Otros verbos donde el preverbio aporta función intensiva son el lat. exhortari ‘exhortar,
excitar, alentar’, que terminó sustituyendo al simple hortari ‘hacer querer’, y que es de
donde se toma el esp. exhortar ‘incitar a alguien con palabras a que haga o deje de hacer
algo’. En español también hay un exorar ‘pedir, solicitar con empeño’, de un lat.
exorare ‘suplicar, intentar conmover con suplicas’ –modificado de orare–, aunque se
trata de un verbo poco usado.

El lat. excrescĕre, que significa ‘crecer en exceso’, es asimismo un modificado


intensivo, en este caso de crescĕre ‘crecer’. La función elativa se refuerza también con
el preverbio, si bien ya viene dada por la propia noción de ‘crecer’ de la base verbal.
Aunque en español no hay un verbo como tal, sí tenemos el sustantivo excre(s)cencia
‘protuberancia’, derivado del tema de participio de presente, que mostraría ese valor.

El esp. exuberancia ‘abundancia suma, plenitud extraordinaria’ (del lat. exuberantia)


podría entenderse de la misma manera, pero conviene precisar que el intensivo ex- de
exuberar ‘ser muy abundante’ –y de exuberante y exuberancia– no se muestra tan
claramente como preverbio. Estas palabras españolas se han formado a partir del lat.
exuberare ‘estar repleto, rebosar, desbordar’; existe un verbo uberare con el significado
de ‘fecundar, ser fecundo’ y más allá está el adjetivo uber ‘abundante, lleno’, que como
sustantivo designa la ubre. Algo muy parecido sucede con el cultismo esp. eyacular
‘lanzar con rapidez y fuerza el contenido de un órgano, cavidad o depósito, en particular
el semen del hombre o de los animales’, que se ha tomado del lat. eiaculari (ex-iaculari)
‘lanzar, arrojar con fuerza’, cuya base modificada surge del lat. iaculum ‘dardo,
proyectil, arma arrojadiza’, derivado a su vez del verbo latino iacĕre ‘lanzar, arrojar,
tirar’.

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Otro caso similar es el del esp. exagerar ‘encarecer, dar proporciones excesivas’, ‘decir,
representar o hacer algo traspasando los límites de lo verdadero, natural, ordinario, justo
o conveniente’, que asimismo parece prototipo de verbo intensivo por su significado.
Procede del lat. exaggerare, modificado con ex- de aggerare ‘amontonar, acumular’,
formado a su vez a partir del lat. agger, -eris ‘montón de materiales, terraplén’, que es el
sustantivo que ha dado en español arcén. No obstante, y aunque ex- tiene su aportación,
el valor intensivo lo da el sustantivo que significa ‘montón, terraplén’. Del valor de
‘amontonar tierra, levantar un terraplén’ se llega a ‘acumular, amplificar, engrandecer’ y
‘exagerar’.

5. Conclusiones

Hasta aquí hemos llegado en el análisis de un preverbio, ex-, de notable relevancia en


latín, que, por su evolución y por sus particulares características fónicas, morfémicas y
semánticas, muestra enorme interés en las voces romances que lo contienen. Para su
correcto examen ha de distinguirse el preverbio de la preposición, al tiempo que se debe
dejar claro que los preverbios no proceden de las preposiciones, como con excesiva
frecuencia –siempre demasiada– se dice. Si se parecen, es porque ambos comparten un
origen adverbial común, y no porque la génesis de los prefijos, cuando estos son
preverbios, esté en las preposiciones. Sin duda esta falta de precisión de base resulta
determinante para la inadecuada descripción de la que adolece el prefijo en algunos
trabajos de estudiosos y en obras académicas de referencia.

La variación formal del prefijo es asimismo explicable desde el latín, con una variante
culta (ex-), una patrimonial (es-), y distintos alomorfos según los casos, como el simple
e-, que, a nuestro juicio, no se halla bien descrito en obras como el DLE. Pero sobre
todo merece atención la variación diacrónica y diatópica de ex- (> -es) en su
distribución con el prefijo romance des-, al que el propio ex- sin duda ha contribuido.

Por último, en el apartado axial de nuestro estudio se ha llevado a cabo una revisión de
los valores sémicos del preverbio, desde el sentido espacial originario de separación ‘del
interior de dos límites’ pasando por el elativo hasta el de privación, y asimismo de los
clasemáticos (alterno, resultativo, desinente e intensivo), todos ellos reflejados en
ejemplos concretos del español. Así se han podido tratar y explicar algunos de los
verbos más destacados construidos mediante este preverbio ex- que existen en la lengua
española, como el propio explicar, además de emigrar, excluir, expulsar, egresar,
elegir, escoger, exprimir, expresar, extender, escupir, emerger, erigir, existir, educar,
eximir, eludir, elaborar, evadir, escurrir, exterminar, extinguir, expirar, escocer,
exclamar o exagerar, entre otros varios más.

Ese repaso ayuda a comprender mejor la motivación morfológica y semántica de los


verbos –y demás vocablos– modificados mediante el preverbio en una lengua románica,
la española, que necesariamente tiene en el latín su referente, tanto para su desarrollo
patrimonial como en su construcción desde el modelo culto. Con ello se pone de
manifiesto una vez más que para explicar y entender lo que hoy encontramos en
español, desde el punto de vista morfológico, semántico –y, en realidad, desde cualquier
otro–, se ha de recurrir al latín.

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Notas
1
Según lo que aquí se dice, ab sería variante de a –cuando habría de ser al revés–, pero es que, además,
con ello parece hacerse referencia a un prefijo a-, que en realidad se identificaría antes bien con el latín
ad-.
2
El segundo párrafo de su trabajo es bastante claro al respecto: “El prefijo EX- (con sus alomorfos ex-, ex,
es-, e-) procede de la preposición latina EX que ya en la lengua imperial se empleó como elemento prefijal
con el significado de ‘alejamiento’, ‘privación’ o ‘negación’, ‘fuera de’ o, en ocasiones, como un mero
refuerzo de la idea expresada por la correspondiente base simple” (Montero Curiel 1998: 243).
3
El error es antiguo y fue favorecido por la denominación común praepositio, que designaba a preverbios
y a preposiciones en la tradición gramatical latina: “Praepositio est pars orationis quae praeposita ali parti
orationis significationem eius inmutat aut simplicem seruat, ut scribo subscribo rescribo” (Char. gramm.
I p. 230, 4 ss.). Cfr. García Sánchez (2017: 1173).
4
Como antiguos adverbios, los preverbios, al unirse a las bases léxicas, formaron verbos compuestos en
los que el primer elemento mantenía en principio el valor del adverbio, a menudo de orden espacial. Y a
medida que esos elementos de origen adverbial se gramaticalizaron y se convirtieron en morfemas
preverbiales, adquirieron otros valores más abstractos, con frecuencia de clase cuantitativa o aspectual. Se
explican de esa manera los valores espaciales –no preposicionales, sino adverbiales– de los preverbios y
el desarrollo posterior de otros nuevos.
5
El esp. expedir, heredero del lat. expedīre, tiene, por tanto, un ex- preposicional. Sería el único de los
tres ejemplos mencionados en la NGLE (§10.5x) y ya señalados (expedir, exponer, extraer) que lo
contendría. Su opuesto etimológico sería impedir (lat. impedīre < im-ped-ire ‘poner las trabas en los
pies’).
6
En nuestro análisis no vamos a tratar extra-, aunque en su base esté ex- (lat. extrā < *exterā < ex-ter),
algo que, sin ahondar en su etimología, sí se hace en Montero Curiel (1998).
7
En ella se basa la de Felíu Arquiola (2009: 68), tal como la propia autora señala, aunque con algunas
modificaciones.
8
Así se hará, más adelante, en el apartado dedicado a los valores del preverbio ex-.
9
Los motivos por los que mostramos preferencia por este término están expuestos en García Sánchez
(2017: 1174-1175).

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10
Pharies (2013: 112), citando a Thiele (1992: 188), señala que ex- sigue siendo productivo en el
castellano actual, en la formación no solo de designaciones de personas que han dejado un cargo (ex-
cónsul), sino también de neolatinismos como los verbos expatriarse, exorbitar, exculpar, expropiar y el
adjetivo excéntrico. Menciona asimismo el de excarcelar, de Penny (1993: 258), como único ejemplo que
conoce de ex- combinado con una base patrimonial. Se trataría, en cualquier caso, de formaciones no
preverbiales. El de exculpar, como se indica en DLE (s. v.), es una creación analógica, por oposición al
latín tardío inculpare ‘inculpar’.
11
En exhumar (de ex- y lat. humus ‘tierra’) tendríamos una formación parasintética culta de base nominal
(lat. humus ‘tierra’), de creación analógica a partir de inhumar (del lat. inhumare). Lógicamente, exhumar
es posterior a inhumar, puesto que este se tiene que producir primero para que se pueda dar aquel.
12
El adjetivo excéntrico ‘que está fuera del centro’ es una formación culta en la que se ha aplicado un ex-
no preverbial, de carácter preposicional, al adjetivo céntrico, que es de origen griego (gr. κεντρικός),
como también lo es, en último término, el sustantivo centro (< lat. centrum < gr. κέντρον ‘aguijón’,
‘punta del compás en la que se apoya el trazado de la circunferencia’, ‘centro’).
13
Tal como indica el DELL (s. v. ex, ē, ec-), la forma de la partícula depende de la inicial o del grupo
inicial de la palabra siguiente. El preverbio ex- se reduce a ē- delante de las sonoras b, d, g y las sonantes
l, m, n, r, i y u.
14
El lat. educĕre da paso, mediante el sufijo intensivo -ā, al lat. educāre ‘sacar adelante, hacia arriba,
criar’ –con valor intensivo, por tanto–, de donde se ha tomado el esp. educar.
15
De acuerdo con Nieto Ballester (1987: 345), el preverbio ex- presenta la misma ampliación en -s que
sus-, de subs-, sups-; abs, etc., mientras que la forma sin ampliación, sin -s, solo se emplea ante -f. En
contacto con la -f, la velar se asimila posteriormente a ella.
16
Ténganse en cuenta, además, formas parasintéticas como excarcelar, ya citada en una nota anterior.
17
Como ya hemos podido observar y Pharies (2013: 112) recalca, no son escasos los préstamos cultos
latinos con ex- o alguno de sus alomorfos. Este autor señala igualmente su distribución: ex- ante vocal y
/k p s t/, a veces con absorción de una /s/ inicial de raíz (ex[s]pecto); ē- ante /g b d r l m n j w/;
asimilación y geminación, ante /f/.
18
Pharies (2013: 113 y ss.) señala que es probable que durante la época primitiva del castellano es-,
procedente de ex-, haya mantenido su transparencia morfológica en unos pocos casos, como escavar,
escolar, espedir, esponer, estripar, y posiblemente escocer y escoger. Ese grupo de derivados claramente
motivados, entre los que estarían varios más –algunos de los cuales habrían dejado de usarse o habrían
desarrollado, además, una variante con des-, habría permitido que el prefijo mantuviera su productividad
hasta comenzar la fase castellana, si bien a partir del s. XIII esa productividad habría sido débil.
19
El esp. despierto, de donde se forma el verbo despertar, procede del lat. expertus, y este del lat.
experrectus, participio de expergisci ‘despertarse’. La base simple es el lat. regĕre ‘enderezar,
enderezarse’, de donde, con el preverbio per-, se formaría un *perrigĕre, que sufre síncopa y pasa a ser
pergĕre; de aquí se tendría un perrectus como participio. Pergĕre se toma como simple y se le añade ex-,
y ya tenemos experrectus. Así se formaría el incoativo expergisci ‘despertarse’.
20
Casanova (2010), que estudia la situación y distribución de estas formas prefijales en valenciano y en el
resto de la Romania, cree que el triunfo del prefijo des- en Valencia –desde el s. XVIII– no ha de
explicarse como castellanismo, o al menos no únicamente, pues, aunque puede haber ayudado, no cree
que se deba a ningún castellanismo el inicio de la orientación del cambio; las confusiones son medievales.
21
Cfr., además, Pharies (2016: 167-168), quien a su vez destaca que en su trabajo anterior sobre es-
(Pharies, 2013) había demostrado que prácticamente todos los derivados castellanos con es- tienen
equivalentes con des-.
22
Vid. las abundantes formas en es- recogidas por Le Men (2005), como esbaratar, escamochar,
esgañitar, espicar, espojar, espotricar, estazar, estetar, etc.
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23
Gargallo (2004: 133 y ss.) asimismo lo señalaba al analizar el habla del Rincón de Ademuz, donde, no
obstante, aparecía también algún caso de es- (des-) negativo, como “esvedar (la caza)”, por desvedar (de
vedar < lat. uetare). En los ejemplos de derivación parasintética que aduce se encuentran algunos, sin
embargo, que nos llevan a pensar en una construcción preverbial con ex-, como espertar (por despertar),
que responde a la forma del castellano antiguo, más aCORDE con la etimología de expertus, recién
señalada; o esporgar ‘escamondar, podar un árbol’, como el cat. esporgar (< lat. expurgare). En León
también se dan verbos no parasintéticos con preverbio: cfr. estazar (< lat. ex-tractiare), mencionado en
nota anterior, o el mismo espertar, que está vivo en León (Le Men, 2005, s. v. despertar).
24
Hipótesis que, de acuerdo con el propio Pharies (2016: 156), era ya sostenida por Alemany Bolufer
(1920: 185), García de Diego (1970: 30, 140, 191 y 283), Menéndez Pidal (1989: 237) y Alvar y Pottier
(1983: 350), quienes, en efecto, muestran ejemplos de des- procedente de dis-, pero sin que esto implique
que no haya confusión o confluencia con otros prefijos.
25
Como, por el contrario, sí señala Penny (1993: 257).
26
No debemos soslayar cruces como los de esparcir y derramar en desparramar.
27
Son interesantes formaciones como las de esp. destruir (< lat. de-struĕre), esp. desperar (lat. de-
sperare) o esp. describir (< lat. de-scribĕre), puesto que la s- líquida del radical, unida al preverbio de-,
puede haber llevado a la confusión en la segmentación morfológica y, consiguientemente, al asentamiento
del prefijo des-. Vid. García Sánchez (en prensa 3).
28
Para este autor “lo esencial en la etimología de des- es que este prefijo es el heredero directo de lat.
dis-”.
29
No deja de ser representativo que en la etimología ofrecida por el DLE de verbos como enervar se diga
que procede “del lat. enervare ‘debilitar’, der. de e- ‘des’ y nervus ‘nervio’”; esto es, que se le dé a e- (=
ex-) el significado del prefijo des-.
30
Desde el lat. disperdere, según Pharies. El DLE recoge como desusado esperdecir ‘despreciar’, de
etimología discutida.
31
Pharies lo relaciona con destorcer ‘deshacer lo retorcido aflojando las vueltas o dándolas hacia la parte
contraria’ (< lat. distorquēre), pero ya hay un lat. extorquēre.
32
Cfr. García Sánchez (en prensa 3).
33
Nos llama la atención que Malkiel (1983: 346) y el diccionario académico contemplen –el DLE desde
su edición de 1970– como étimo el lat. examplare, cuando ensanchar, como su base anchar –que también
se recoge en el DLE (s. v.), con el étimo ampliare–, llevan consigo la idea comparativa de ‘hacer más
ancho, más amplio’ y, por tanto, remiten necesariamente al lat. ampliare, formado no sobre la base del
adjetivo positivo amplus, -a, -um, sino sobre la del comparativo amplior, -ius, con -i-. Cfr. Väänänen
(1995: 165, §191).
34
Nótese respecto a lo dicho en la nota anterior que para ensalzar se postula un étimo *exaltiare y no
exaltare.
35
El esp. enjambre procede del lat. examen, -inis, derivado a su vez del lat. exigĕre (ex-agĕre). La palabra
se habría formado desde ex-ag-s-men con el valor de ‘rebaño, columna de animales que van en marcha’.
El enjambre se crea cuando una nueva abeja reina saca (exigit) y se lleva consigo parte de la colmena. Por
otro lado, el cultismo esp. examen, de idéntica etimología (lat. examen), tendrá que ver con la aguja o el
fiel de la balanza y con la acción de pesar, sopesar, pensar, considerar y juzgar. Cfr. Unceta Gómez
(2012: 183).
36
En León se documenta esjuagar (Le Men 2005: s. v.).
37
Vid. Pharies (2013: 115), así como Malkiel (1983: 345 y ss.).
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38
Aparece como excusa2 en el DLE (s. v.), con distintos valores, como el de “derecho que el dueño de una
finca o de una ganadería concede a sus guardas, pastores, etc., para que puedan apacentar, sin pagar renta,
un corto número de cabezas de ganado de su propiedad, y esto como parte de la retribución convenida”.
39
La última función que ofrece García-Hernández (1980: 161), la “acción intensiva de la no-resultativa
en -sco”, es poco productiva y apenas tiene interés desde la perspectiva del español. Además, al tratarse
de “acción intensiva”, se puede incluir en la clasemática anterior, la propiamente intensiva. Un verbo
como el esp. esclarecer (del lat. ex- y clarescĕre) ‘iluminar algo, ponerlo claro y luciente, ennoblecer,
ilustrar, dilucidar’ se podría incluir aquí.
40
En esta división de funciones o valores sémicos y clasemáticos hay que tener en cuenta que estos
últimos también son sémicos –se trata de semas, pero de carácter más general–. Las funciones sémicas
indican el valor particular de cada elemento, de cada preverbio. Por el contrario, el mismo valor
clasemático, por su carácter general, pueden expresarlo a la vez diferentes preverbios; así, el valor
ingresivo lo suelen indicar los preverbios del grupo adlativo (in-, ad-, ob-, sub-…); en cambio, los de
orden ablativo (ex-, ab-, de-…) indican el valor opuesto, es decir, el valor resultativo.
41
El verbo para la noción de ‘salir’ en español proviene del lat. salire, que era ‘saltar’ –el esp. saltar
procede a su vez del lat. saltare, frecuentativo de salire–. Dado que el cognado italiano salire tiene, por
su parte, el valor de ‘subir’, parece que el lat. salire evolucionó hacia ‘salir’ en español como un salto
hacia delante y hacia ‘subir’ en italiano como un salto más propiamente hacia arriba. A su vez, el esp.
exilio muestra en su etimología (lat. exilium < exsilium ‘destierro’, derivado de exsilire ‘saltar afuera’)
otro uso más de salire ‘saltar’, y en este caso con el preverbio ex-. Cfr. para este último DECH (s. v.
salir). El lat. exire sí ha continuado en el cat. eixir, usado fundamentalmente en valenciano.
42
Aquí el preverbio ex-, reducido a e- ante consonante sonora, “indica procedencia”, según se lee en el
DLE (s. v. e-). Aunque se puede considerar bien ese valor a partir del de ‘separación’ de ex-, esa acepción
deriva del significado intuitivo que se le otorga al verbo, y no parecen tenerse en cuenta los valores que se
le han dado a ex- en su correspondiente entrada. Tan es así que, como se ha remarcado ya, en el
diccionario académico se tratan aparente y sorprendentemente e- y ex- como prefijos independientes.
43
Nótese, como así hacíamos constar en García Sánchez (2016: 335), que empujar procede igualmente
del lat. impulsare, intensivo de impellĕre, modificado con in- de pellĕre ‘empujar’.
44
El esp. ingresar, aparente opuesto de egresar, es un derivado de ingreso (< lat. ingressus). En latín sí
que se establecía bien la oposición entre egrĕdi ‘salir’ e ingrĕdi ‘entrar’, representante claro el primero de
esta función sémica espacial ablativa.
45
Tal como se ha indicado en una nota anterior, de acuerdo con Pharies (2013: 113), escoger
posiblemente formaría parte del grupo de derivados latinos –modificados, diríamos nosotros– a base del
prefijo ex- transmitidos al castellano, en los que es-, procedente de ex-, habría mantenido su transparencia
morfológica durante la época primitiva. Ese grupo de derivados claramente motivados permitiría que el
prefijo mantuviera su productividad hasta comenzar la fase castellana.
46
Cfr. DLE (s. v.), cuyas siguientes acepciones muestran bien los usos y valores metafóricos
desarrollados a partir del inicial: “sacar de alguien o de algo todo el partido posible”, “explotar a alguien,
abusar de él”.
47
Una extradición (de ex- y el lat. traditio ‘acción de entregar’), que es propiamente un término jurídico
(“procedimiento por el que las autoridades de un Estado hacen entrega de una persona a las de otro que la
reclaman para que pueda ser enjuiciada penalmente en este segundo o cumpla en él una pena ya
impuesta”), sería una ‘entrega (desde dentro) hacia fuera’. Téngase en cuenta, por otro lado, que la noción
de ‘entrega’ también está presente en tradición (lat. traditio) ‘lo que van pasando –entregando– los
predecesores a los sucesores’, y asimismo en traición, con el mismo étimo, que es otro tipo de “entrega”.
48
El DLE (s. v. eliminar) le da la siguiente etimología: “Del lat. elimināre ‘hacer salir’, ‘echar fuera’, de
e- ‘e-’ y limen, -ĭnis ‘umbral’”. Como ya hemos dejado dicho, no acabamos de entender por qué no se
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aclara que ese componente inicial e- es una variante de ex-, pero aún entendemos menos que el
significado de e- sea ‘e-’.
49
El sustantivo esputo ‘flema que se arroja de una vez en cada expectoración’ sale de su participio
sputum.
50
El adjetivo elativo, que indicaría aquí un movimiento ascendente, tiene que ver con el verbo efferre
‘alzar, elevar’, modificado con ex- de ferre ‘llevar’. Como es sabido, este verbo tomó las formas tuli y
latus –de donde se ha formado elativo– de tollere ‘levantar’, que tendría, por tanto, un valor elativo
etimológico. Las nociones de ‘llevar’ y ‘levantar’ están muy vinculadas, puesto que para ‘llevar’ hay que
‘levantar’, y, de hecho, llevar en español procede de leuare ‘levantar’, de donde lógicamente también
parte levantar. El lat. leuare es, a su vez, un derivado de leuis ‘leve, ligero’.
51
El lat. mergĕre, sin preverbio, era ‘hundir, sumergir, sumir’, de sentido vertical descendente, de igual
manera que inmergĕre, con el preverbio “opuesto” a ex-, aunque finalmente el verbo que nos ha llegado
en español con este significado ha sido submergĕre (> esp. sumergir).
52
Por esto mismo se puede considerar que la traducción “pienso, luego existo” del famoso cogito ergo
sum cartesiano es imprecisa, ya que debería ser antes bien “pienso, luego soy”. Existir es un ‘ser hacia
fuera’, y primero está el ‘ser en sí mismo’, que es lo que ahí se quiere significar. Vid. García-Hernández
(1997: 35).
53
El sufijo intensivo es, en efecto, -ā, que aparece primero en el tema de presente (lat. dicĕre ‘decir’ →
lat. dicāre ‘decir solemnemente’), y que luego también se añade en el tema de perfecto con la misma
forma (participio de dicĕre: dictus → dictāre). Sin embargo, a partir de ahí se llega a establecer un falso
corte y se entiende que el sufijo es -tā, -sā, e incluso -itā, y así se propaga también, aplicándose el falso
corte, al tema de presente. De esta manera, si a partir del lat. habitus (participio de habēre) tenemos
habitāre, a partir de agĕre ‘mover, empujar’ –tema de presente– se forma agitāre (> esp. agitar), ya
con -itā. Vid. García-Hernández (1985: 233-242).
54
El francés, además de éduquer (< lat. educare), tiene élever con el valor de ‘criar’ y ‘educar’, donde se
observa todavía más claramente el sentido ascendente, elativo, de ‘levantar’, ‘elevar’.
55
Tiene la misma significación del lat. sumĕre ‘tomar’, ya que este tomó ese valor cuando emĕre asumió
el de ‘comprar’ y pasó a ser el complementario de uendĕre, compuesto a su vez de dare (‘dar en venta’).
56
Cfr. DELL (s. v. causa). Estas formaciones –las de accusare, excusare, incusare y recusare– son
interesantes por varios motivos: se trata de formaciones antiguas, pues el diptongo au de causa ha sido
resuelto en una apofonía vocálica; el primero de estos verbos, formados a partir del nombre causa
mediante preposición, debió de ser accusare ‘acusar’, de manera que excusare ‘excusar’ se opone como
término alterno; por otro lado, el lat. recusare debe ser analógico, dado que re- solo es preverbio y, como
denominativo, no se puede haber creado igual que los otros verbos –vid., igualmente, García Sánchez (en
prensa 1 y en prensa 2)–. Probablemente, al tratarse de formaciones antiguas, las construcciones
preposicionales estarían más cerca de las preverbiales –ya se ha indicado que preposiciones y preverbios
tienen un origen adverbial común– y eso explicaría la formación analógica con re-.
57
Es conocido que al esp. llegar se llega –valga la redundancia– desde el uso del simple plicare referido a
las velas por una metonimia temporal, pues la acción de plegar las velas del barco significaba que se
llegaba a la costa. En rumano, por el contrario, el lat. plicare (> rum. a pleca) evolucionaría a ‘salir’ por
una metonimia similar: la de plegar las tiendas del campamento para salir. Cfr. Tagliavini (1993: 312).
58
Cfr. ThLL (s. v., col. 1724, 78 ss.).
59
Las locuciones del todo y por completo concuerdan perfectamente con la expresión de ese grado final.
60
Los ejemplos de compositum pro simplici son muchos, y así se han formado muchos verbos que hoy
tenemos en español como conducir (< lat. con-ducĕre), resolver (< lat. re-soluĕre), etc.
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J. J. García Sánchez. El preverbio ex–: morfología léxica, continuidad y variación del latín al español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 31-53

61
De acuerdo con el DLE (s. v. eficiencia), “capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un
efecto determinado”.
62
Cfr. lat. “exigĕre opus” (‘acabar la obra’). El valor de ‘pedir imperiosamente (algo a lo que se tiene
derecho)’ debe ser jurídico: cfr. lat. “exigĕre pecunias” (‘reclamar el dinero’). El lat. exigĕre es ‘empujar
sacando, tratando de sacar’; el simple agĕre es ‘empujar para obtener, tratando de sacar, pedir’. El esp.
exigir puede tener un valor conativo respecto de obtener; sería el conativo (‘tratar de obtener’).
63
Vid. García Sánchez (en prensa 3), donde se recuerda, además, que el mismo participio de presente
desinente ofrece ese valor mediante el preverbio de- que contiene. El lat. sinĕre tiene ya el valor de
‘dejar’, ‘permitir’, y desinĕre es ‘dejar de, cesar’.
64
El lat. exolescĕre ‘dejar de crecer’ no, pero su opuesto adolescĕre ‘crecer’ ha dado lugar al participio de
presente del que ha salido el esp. adolescente (< lat. adolescens ‘que está creciendo’).
65
Sin que ello suponga que deje de tener relación con la función privativa, pues, de hecho, con ella se ha
mencionado un verbo sinónimo, como es el lat. exanimare, a propósito del esp. exánime. Vid. supra. Se
comprueba una vez más cómo los distintos valores o funciones están muy próximos entre sí, y es
relativamente fácil la transición de uno a otro o la posible adscripción del preverbio y del modificado a
este o a aquel. Conviene tener claro, por otro lado, que una cosa es la modificación –sea del tipo que sea–,
que corresponde al preverbio, y otra la acción modificada, que es la resultante de la unidad léxica, esto es,
del lexema y del preverbio. La modificación puede ser desinente o privativa, y la acción modificada,
resultativa.

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I. Pujol Payet. Prefijos y preposiciones: dimensión histórica de contra
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Prefijos y preposiciones: dimensión histórica de contra-*


Isabel Pujol Payet
Universidad de Girona
isabel.pujol@udg.edu

Resumen

Este artículo traza la historia del prefijo contra- del latín al español actual, poniendo el
foco en los modelos formativos que sirven de patrón para las creaciones neológicas en
su evolución. El análisis tiene en cuenta las relaciones entre la preposición y el prefijo
en su desarrollo histórico. Se muestra que, en el período medieval, el castellano hereda
del latín clásico y tardío las formaciones deverbales prefijadas, fuertemente
lexicalizadas, y recibe de otras lenguas romances modernas (como el francés, el italiano
y el catalán) las neoformaciones denominales. La etapa de mayor auge creativo se sitúa
en los siglos XIX y XX con la proliferación de sustantivos prefijados. Atendiendo a la
distinción que hace Talmy (1985, 2000) entre lenguas de marco satélite y lenguas de
marco verbal, se defiende que la variación diacrónica de los patrones formativos (de
derivados verbales a derivados nominales) es una consecuencia del cambio tipológico
en la evolución del latín (lengua de marco satélite) hacia las lenguas romances (lenguas
de marco verbal).

Palabras clave: prefijación, preposiciones, cambio tipológico, diacronía.

Abstract

This paper investigates the history of the prefix contra- from Latin to current Spanish
and focuses on the patterns of neological prefixed words throughout their evolution. The
analysis takes into account the relationship between the prefix and its analogous
preposition in their historical development. It is shown that Old Spanish inherits some
prefixed verbs from Classical and Late Latin, that are strongly lexicalized forms, and on
the other hand takes some prefixed nouns from other Modern Romance languages (such
as French, Italian and Catalan). The most productive stages are the nineteenth and
twentieth centuries, when prefixed nouns proliferate. According to the distinction
between satellite-framed and verbal-frame languages made by Talmy (1985, 2000), it is
also argued that the diachronic variation of the patterns from prefixed verbs to nouns is
a consequence of a typological change that takes place in the evolution of Latin (a
satellite-framed language) to Romance (a verbal-frame language).

Keywords: prefixation, preposition, typological change, diachrony.

1. Introducción

El auge de la lingüística en las dos últimas décadas ha motivado que sean muchas y
diversas las miradas desde las cuales se puede abordar el estudio de la palabra compleja.

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Cada una de estas perspectivas tiende a priorizar uno de los aspectos gramaticales del
análisis morfológico (el fonológico, el sintáctico o el semántico). Y cada una de ellas es
fundamental para avanzar en el conocimiento acerca de cómo los hablantes crean las
palabras. Este estudio se plantea como una contribución de la mirada histórica a la
morfología. Tiene como objetivo particular el examen de los derivados de contra- en la
evolución del español. Pone el foco en el tratamiento de la forma y los significados de
las voces neológicas con el fin de descubrir los patrones operativos en la lexicogénesis.
En otras palabras, esta investigación intenta aclarar cuáles son las propiedades que
comparten un verbo como contradecir y un adjetivo como contrarracional, cuáles son
sus vínculos. Encontrar respuestas a estas preguntas invita a la reflexión, a la vez que
ofrece algunas pistas para comprender mejor cómo los hablantes seleccionan e
interpretan las “piezas” para crear formas complejas y cómo las ensamblan.

Esta investigación se basa en el análisis de 81 derivados, cuya selección ha partido de


las voces de mayor frecuencia de uso según el Corpus del Español (CE) de Mark
Davies junto con las que tienen entrada en el Diccionario Clave. Se estructura en ocho
epígrafes. Se inicia con una breve presentación de las características del prefijo y de la
preposición análoga (§2). Continúa con una exposición sucinta sobre la presencia de
estas partículas en latín (§3). La parte central del estudio se dedica al examen de la
derivación en la historia del español (§§4-7). Cierran el trabajo las conclusiones (§8).

2. Caracterización sincrónica

Varios son los autores (Varela y Martín García 1999, Gràcia et alii 2000, Montero
Curiel 2001, entre otros) que coinciden en señalar que contra- es un prefijo
preposicional1. Nuestro interés en este apartado es indicar que el prefijo y la preposición
contra presentan una relación semántica en tanto que comparten sus significados
básicos, que son el locativo y el de oposición (cfr. NGLE 2009), aunque con
concreciones diversas (cfr. Bajo Pérez 1997: 14-15). Prefijo y preposición se distinguen,
sin embargo, por su distribución o sintaxis.

Como preposición, contra- relaciona dos argumentos: el regente y el régimen o término.


Las construcciones con un régimen de lugar expresan el valor locativo. En estructuras
con un verbo como regente puede distinguirse entre un valor locativo situacional, en el
caso de verbos estativos (ej.: apoyarse contra la pared), y un valor locativo de
dirección, en los verbos de movimiento (ej.: estrellarse contra un árbol), cfr. NGLE,
Manual (2010: §29.4.3e). El prefijo, por su parte, puede denotar un significado locativo
de proximidad ‘junto a’ en formaciones como contraventana o bien, de posición
opuesta ‘enfrente de’ como en contraportada.

La idea de oposición aparece en las estructuras preposicionales cuando el régimen no


designa un lugar sino a individuos (ej.: luchar contra los invasores), dolencias o
enfermedades (ej.: pastillas contra la tos), a entidades físicas o abstractas (la lucha
contra las armas nucleares / la desigualdad) o a eventos (una medida contra la
represión). En cuanto al prefijo se refiere, el valor de oposición se refleja en derivados
que denotan entidades físicas o abstractas (contrapeso / contracultura), eventos
(contradecir, contramarcha) y también propiedades (contrarracional).

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3. El latín

En la primera parte de este apartado se describe el funcionamiento del latín como


sistema en el que los correlatos entre adverbio, preposición y preverbio resultan
fundamentales en la expresión locativa. La segunda parte se centra en la caracterización
de contrā y contra- en la lengua clásica.

3.1. El latín: un sistema de partículas tripartito

El Oxford Latin Dictionary (OLD) consigna en su lemario la partícula contrā, la cual


categoriza como adverbio y preposición. Asimismo, presenta entrada para los verbos
contradico ‘contradecir’ y contrapono ‘contraponer’, en los que contra funciona como
un preverbio o prefijo verbal. Este es el escenario que muestra el latín clásico para las
formaciones complejas de contra, una producción incipiente, muy escueta, con solo dos
verbos derivados.

Como dejan entrever estos ejemplos, la lengua latina ofrece un sistema de partículas
tripartito en el que adverbios, preposiciones y preverbios homófonos comparten rasgos
formales y semánticos, aunque difieren en sus funciones –Serrano Ruiz (2015), entre
otros–. Desde una perspectiva semántica, estas partículas presentan un significado
básico espacial a partir del cual pueden generarse otros valores más abstractos. Desde
un punto de vista evolutivo, se asume que los adverbios originan las preposiciones y los
preverbios, nacidos ambos en el último periodo de la unidad lingüística indoeuropea –
García Hernández (1980) y Serrano Ruiz (2015: 39), entre otros–.

Los adverbios son partículas que presentan un uso autónomo. Funcionan como
modificadores de un verbo, de un adjetivo, de otro adverbio o de una oración completa.
Encuentran un correlato formal con preposiciones y preverbios los adverbios ante,
circum, contra, de, inter, post, praeter, pro, subter, super y supra. Los adverbios intro,
prae y retro guardan una correspondencia con preverbios, aunque no con elementos
prepositivos.

Las preposiciones son elementos relacionales que vinculan dos argumentos: el regente y
el régimen o término, al que imponen restricciones de tipo gramatical (caso); por lo
tanto, tienen una incidencia sintáctica. Conforman una clase cerrada. Además de los
ejemplos citados arriba, presentan un correlato formal con preverbios cum, ex, in, ob,
per, se, sub y trans.

Los preverbios son prefijos verbales que se utilizan para crear nuevos verbos. Operan,
pues, en el ámbito morfológico2. Modifican el verbo al que se unen proporcionando
matices de carácter semántico y aspectual. García Hernández (1980) y Acedo-Matellán
(2016) reconocen las siguientes partículas preverbiales: ab(s)-, ad-, am(b)-, ante-,
circum-, co(m)-, contra-, de-, di(s)-, e(x)-, in-, inter-, intro-, ob-, per-, post-, prae-,
praeter-, pro(d)-, re(d)-, retro-, se-, sub(s)-, subter-, super-, supra- y tra(ns)-. Según
afirma Serrano Ruiz (2015: 38), todos los preverbios del latín presentan una correlación
con una preposición análoga, excepto am(b)-, di(s)- y re(d)-.

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Desde un punto de vista sintáctico, los verbos con preverbio muestran una doble
predicación: la del verbo base y la del preverbio. Este fenómeno explica las diferencias
argumentales que puede haber entre un verbo simple y el corradical complejo. Los
preverbios, pues, pueden cambiar la estructura argumental del verbo original de diversas
maneras: a) transitivizando un verbo intransitivo –por ejemplo: volo, intr. vs.
circumvolo, trans.–; y b) alterando el régimen -duco vs. traduco, el cual puede
construirse con doble acusativo, Acedo-Matellán (2016: 83)–.

La preverbación fue un fenómeno productivo en el latín arcaico y el clásico –Acedo-


Matellán (2016)–. No obstante, en la evolución a las lenguas romances, muchos de los
verbos complejos deverbales no sobrevivieron. Al mismo tiempo, empezaron a
utilizarse otros patrones morfológicos para la génesis de los nuevos verbos: la
derivación de base nominal o adjetiva. Varias son las investigaciones que han
interpretado este fenómeno como una muestra de un cambio tipológico, siguiendo la
distinción establecida por Talmy (1985 y 2000) entre lenguas de marco satélite y
lenguas de marco verbal –Acedo-Matellán (2006), Stolova (2008), entre otros–.

Según Talmy, la expresión de un evento de movimiento implica conceptos


fundamentales como el Movimiento (Motion), la Figura (Figure), el Fondo (Ground), la
Trayectoria o direccionalidad (Path), la Manera (Manner) y la Causa (Cause), los cuales
pueden codificarse de distinta forma según las lenguas. Teniendo en cuenta estas
posibilidades, el autor establece una tipología binaria distinguiendo entre lenguas de
marco satélite, que expresan la trayectoria o direccionalidad del movimiento mediante
un satélite de naturaleza preposicional, y lenguas de marco verbal, que expresan la
trayectoria en el verbo.

Desde esta perspectiva, el latín responde a una lengua de marco satélite. Los verbos de
movimiento en esta lengua codifican la manera de movimiento en la raíz verbal y
expresan la trayectoria en un satélite, generalmente un preverbio (aunque también
pueden hacerlo a través de un SPrep., o bien de ambos a la vez). Así se ilustra en el
siguiente ejemplo, procedente de Acedo-Matellán (2016: 78). En él la raíz verbal tussio
expresa la manera del movimiento, cómo se produce la expulsión, ‘tosiendo’, mientras
que la trayectoria del movimiento ‘(sacar) fuera’ se codifica en el preverbio.

(1) [Serpentes ova] solida hauriunt, atque putamina extussint. (Plinio, nat.)
‘las serpientes engullen los huevos enteros y expulsan las cáscaras tosiendo’

Las lenguas romances, en contraste, son lenguas de marco verbal. En ellas la trayectoria
del movimiento se lexicaliza en el verbo: entrar ‘ir adentro’, salir ‘ir a fuera’, subir ‘ir
arriba’, bajar ‘ir abajo’.

Según Stolova (2008), en el latín tardío tendría lugar el inicio del cambio tipológico con
la creación de verbos de movimiento con bases nominales que designan elementos del
paisaje con cierta connotación espacial o bien que denotan elementos prototípicos en la
escena del movimiento. Estos verbos conceptualizarían ya un esquema de marco verbal:
lat. ripa, -ae > cast. y cat. arribar, fr. arriver, it. arrivare, formaciones reforzadas con
ad como marca de dirección, vid. Serrano Ruiz (2015: 28); lat. mons, montis > cat.
muntar, fr. monter, it. montare; lat. crux, crucis > cast. cruzar, cat. creuar, fr. croiser, it.

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incrociare; lat. passus > cast. pasar, cat. passar, fr. passer, it. passare. Para Acedo-
Matellán (2006) el cambio tipológico habría favorecido un reanálisis según el cual la
raíz del verbo que codificaba la Manera de movimiento (Manner) pasa a lexicalizar el
Fondo (Ground); ejemplos de ello estarían en verbos como arribar, mencionado antes,
pero también en los verbos de cambio de estado del romance (cat. esboirar ‘quitar,
desaparecer la niebla, despejar(se)’ < boira ‘niebla’).

Un factor determinante en la evolución del latín fue el empobrecimiento semántico de


los preverbios. Iacobini (2010) atribuye a esta causa el aumento de los verbos
denominales y deadjetivales en el latín tardío. Así, la sinonimia entre verbos con y sin
preverbio en series ternarias del tipo murmurum, -i (sust.) > murmuro (v.) > admurmuro
(v.) y clarus (adj.) > claro (v.) > acclaro (v.) habría reforzado la relación derivativa
entre el verbo y el sustantivo / adjetivo de base, fortaleciendo unos patrones que habían
resultado poco productivos hasta entonces. Por su parte, Acedo-Matellán (2006), en su
estudio, contrapone la riqueza conceptual de los preverbios latinos a la pobreza de los
prefijos romances. Para este autor, este hecho está vinculado también a sus propiedades
de selección sintáctica. Los preverbios latinos, como codificadores ricos de la
Trayectoria, pueden seleccionar un complemento nominal (SD); en contraste, los
prefijos romances, como codificadores pobres de la Trayectoria, seleccionan raíces. El
paso del preverbio al prefijo romance se habría visto favorecido por formaciones
deverbales y deadjetivales, ya presentes en el latín preclásico, aunque minoritarias (del
tipo irretio ‘atrapar en una trampa’ < rete ‘red, trampa’, ingurdo ‘engordar’ < gurdus
‘gordo’) (cfr. Acedo-Matellán 2006).

El cambio cobra aún mayores dimensiones en el paso a las lenguas romances si se


atiende a la transformación sufrida en el seno de cada una de las parcelas del sistema
tripartito de partículas: el adverbial, el preposicional y el preverbial. Las pérdidas
léxicas, tanto de adverbios como de preposiciones, y el nacimiento de sus consiguientes
sustitutos afectaron a cada ámbito en particular, significando la desaparición de las
oposiciones entre sus integrantes, así como la aminoración de las correspondencias
formales entre partículas de distinta categoría. Todo ello comportó el quebrantamiento
de “la unidad en la expresión locativa que tenía el latín” (Jiménez y Lübke 2013: 214).

3.2. El latín contrā y contra-

El adverbio latino contrā presenta un significado básico espacial. Con verbos estativos y
de percepción (como mirar, ver, etc.) muestra una lectura de situación ‘enfrente, cara a
cara’ –ej.: Contra intueri aliquem (Livio) ‘mirar a alguien cara a cara, de frente’
[Valbuena, s. v.]–, mientras que con verbos de movimiento (como venir) adquiere un
valor de dirección. A partir del significado espacial se genera el de oposición
‘contrariamente’, ‘al contrario, por el contrario’: Ut hi miseri, sic contra illi beati
(Cicerón) ‘si estos son míseros, por el contrario aquellos son dichosos’ [Gaffiot, s. v.].

Como preposición, contrā adopta los significados de ‘delante de’, ‘dando la cara al
lugar de referencia’ oponiéndose a pro ‘delante de’, ‘dando la espalda al lugar de
referencia’ (Morera 2014: 1732) y rige caso acusativo. En cuanto a su semántica,
aunque se documenta con los mismos valores que la forma adverbial, la lectura de
situación es la más productiva. En consecuencia, suele aparecer regida por verbos

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estativos –ej.: Insula, quae contra Brundusinum portum est (César) ‘la isla que está
enfrente del puerto de Brindisi’ [Valbuena, s. v. y Morera (2014: 1733)]–. La lectura
direccional con verbos de movimiento es poco frecuente (Bassols de Climent 1956: 243
y Morera 2014: 1737). Sin embargo, este valor puede aparecer en contextos metafóricos
–Elephanti tanta narratur clementia contra minus validos (Plinio) ‘cuentan que es tanta
la compasión del elefante hacia los otros animales de menos fuerzas’ [Valbuena, s. v.]–.
Se registran también ejemplos del significado de oposición: Copias contra aliquem
educere (César) ‘sacar sus tropas contra alguien’ [Morera (2014: 1735)].

Como preverbio, contra- no se fija hasta el latín imperial (García Hernández 1980:
144). Como hemos dicho arriba, el OLD solo recoge las formaciones con preverbio de
contradico (documentado en Livio y en Tácito) y contrapono (en Quintiliano). El
diccionario de Valbuena consigna también contravenio (en César). No obstante, a lo
largo de la evolución latina se irán generando nuevos verbos con el preverbio contra-.
En el latín postclásico, aparecen contrascribo (Apuleyo) y contraeo (Tácito). En el
cristiano, contrasisto y contrasto (García Hernández 1980: 144). En el medieval 3 ,
Niermeyer atestigua contrapellare ‘intentar una acción contra alguien’ (ya en el año
943) junto a otras formas fuertemente lexicalizadas: contrafacere ‘imitar’4 (ya en 1028),
contratenere ‘retener, rechazar, no devolver’ (ya en 1089-1091), contramandare ‘pedir
un aplazamiento’ (cerca de 1110) y contravalere ‘equivaler’ (cerca de 1114). El mismo
diccionario recoge también el sustantivo contrabannum ‘contrabando’, hallado en Italia
en el s. XIII5.

El significado básico que el preverbio aporta a las formaciones verbales es el de


oposición ‘oponerse’ (contradico, contrasisto, contrasto, contravenio, contraeo).
Asimismo, los verbos de movimiento presentan el valor primario espacial: contravenio
‘venir hacia, salir al encuentro’, contraeo ‘ir hacia’. Además, el preverbio proporciona
al derivado el valor de “acción complementaria” a la del verbo simple (García
Hernández 1980: 145). Es decir, el derivado con preverbio expresa un evento
“complementario” en oposición a un evento previo. Así, contradico además de
significar ‘oponerse hablando’ genera la acepción de ‘oponerse a lo dicho’ o ‘decir algo
en oposición a lo que se ha dicho’, lo cual implica una acción “complementaria” y
contraria a otra que ha tenido lugar anteriormente. A nuestro entender, el origen de este
nuevo valor que aporta el preverbio se puede considerar como una de las consecuencias
del reanálisis que experimentan estos verbos en el proceso de cambio tipológico que
experimenta el latín (una lengua de marco satélite) en su evolución hacia las lenguas
romances (lenguas de marco verbal). En el caso de contradico, por ejemplo, el verbo de
base ya no se interpretaría como la Manera del movimiento ‘oponerse hablando’ sino
como el Fondo ‘oponerse a lo dicho’ (cfr. Acedo-Matellán 2006), lo que presupone la
existencia de un evento de decir previo al evento que denota el verbo derivado. Como
afirma García Hernández (1980: 145) la idea de complementariedad resultará
fundamental en las creaciones romances. Un caso particular es la evolución semántica
del verbo contrascribo, definido en Gaffiot (s. v.) como ‘contrôler’, en el que la acción
complementaria a la base ha generado en el derivado la lectura de control ‘escribir por
segunda vez, controlar’ quedando anulados los valores espaciales o de oposición del
preverbio.

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4. El castellano medieval

En este apartado se describen los usos fundamentales de la preposición y el prefijo en el


castellano medieval con el fin de mostrar sus puntos de encuentro y sus divergencias. Se
pone el foco en la frecuencia de aparición de los dos elementos y en sus características
semánticas.

4.1. Contra en castellano medieval: una preposición activa

Un estudio detallado de la historia de la preposición contra se halla en los trabajos de


Morera (1990) y (2014)6. Según este autor, en su evolución, contra pasa de ser una
preposición predominantemente situacional, escenario propio del latín y del castellano
del medioevo, a una preposición de dirección (que denota fundamentalmente
‘aproximación, ‘oposición’ o ‘enfrentamiento’), tendencia que se da ya en el español
clásico y se consolida en el moderno. Varios factores fueron determinantes para este
cambio, en particular, el progresivo aumento del uso de contra con verbos de
orientación (tornar, volver) y de movimiento (ir, venir, salir, correr) junto con la
incorporación en el sistema medieval de la preposición hacia, la cual absorbió sus
valores direccionales positivos. Así, pues, contra muestra en castellano medieval un
abanico más amplio de contextos de uso en su lectura direccional, como puede verse en
(2), frente a una mayor restricción en el español moderno:

(2) a. El Rey Nabuchodonosor gradesció allí al Rey de Aximon mucho los


fechos que fiziera contra el & mucho las razones muy buenas […].
(c1280, Alfonso X, General Estoria. Cuarta parte) [CDH].
b. E los falcones que son entrados en edad, si fueren amariellos o que
tornen contra uermejo […]. (1250, Abraham de Toledo, Moamín. Libro
de los animales que cazan) [CDH].
c. Et la cola que sea más contra gruesa que contra delgada. (Montería, apud
Morera 2014: 1742).
d. Era ya contra la tarde e conplíese los diez días que oviera ganado el
caballo (Zifar, apud Morera 2014: 1742).

En todos los ejemplos de (2), contra es una preposición direccional. En (2a) muestra un
valor de dirección positivo con un régimen o término que responde a una entidad
beneficiaria: ‘los hechos que hiciera para con él, a favor de él’. En los ejemplos de (b) y
(c) el régimen de la preposición designa una propiedad (color, tamaño, forma, etc.)
interpretándose como ‘tirando a bermejo’ y ‘tirando más a gruesa que a delgada’,
respectivamente. En (d) el régimen denota una entidad temporal con el valor de ‘hacia
la tarde’7.

Cabe también destacar que ya en la etapa medieval puede observarse en muchos casos
cómo los contextos metafóricos favorecen una lectura de oposición o enfrentamiento.
Así las expresiones locativas de ser / estar contra, que en sus usos rectos equivalen a
‘estar enfrente de’, ‘estar en la dirección de’ toman el valor de oposición ‘todos están en
mi contra, todos se muestran contrarios’ en (3a) y (b). Los ejemplos de (c) y (d) ilustran
el mismo proceso en verbos de orientación: el significado primario de tornar contra
‘girar hacia’ y de volver contra ‘volver hacia’ desemboca en el valor opositivo. Lo

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mismo ocurre en (e) y (f) donde los verbos de movimiento ir contra ‘ir hacia’ y venir
contra ‘venir hacia’ amplían su significado: ir contra las enfermedades se interpreta
como ‘oponerse’ a ellas, combatirlas; venir contra nosotros, como ’actuar en nuestra
contra’.

(3) a. E síguennos, Señora, grandes enemistades, / contra nos es el mundo con


sus adversidades. (p1236-1246, Gonzalo de Berceo, Loores de Nuestra
Señora) [CDH].
b. Agora recelo han / que yo faga el derecho: / yuntados todos están /
contra mí por este fecho. (a1348, Poema de Alfonso Onceno) [CDH].
c. Tú vees est conviento de qual guisa mormura, / contra mi tornan todos,
yo so en angostura. (c1236, Gonzalo de Berceo, Vida de Santo Domingo
de Silos) [CDH].
d. […] que el Señor Dios se bolueria contra el a fin de vengar el monte de
Syon. (c1422-1433, Mose Arragel de Guadalfajara, Traducción y glosas
de la Biblia de Alba, II) [CDH].
e. Ca entendrán las enfermedades de qué manera son e yrán contra ellas
con aquello que les pertenece. (1250, Abraham de Toledo, Moamín.
Libro de los animales que cazan) [CDH].
f. Si nós non perdonamos et perdón le pedimos / erramos duramente e mal
nos maldecimos; / nuestros contrarios somos, e contra nos venimos, /
caemos en la foya, en la que nos abrimos. (p1228-1246, Gonzalo de
Berceo, Del sacrificio de la misa) [CDH].

4.2. Contra- en castellano medieval: un prefijo aletargado

En este apartado mostraremos cómo los derivados de contra- en castellano medieval


responden, por una parte, a formaciones recibidas del latín y, por otra, a creaciones
inducidas8 de otras lenguas románicas. Por lo tanto, contra- está presente en la lengua
del medioevo, aunque no como pieza activa en la producción neológica. Es en este
sentido que hablamos de un prefijo “aletargado”.

El castellano hereda del latín una serie de verbos con preverbio. Ya en el siglo XIII se
documentan contradecir, contraponer, contrafazer 9 y contrastar, además de
contravenir, en el s. XIV. El verbo más utilizado en el período medieval es contradecir,
con una frecuencia alta (29,44 ocurrencias/millón, según el CDH) seguido de
contrastar, de uso moderado (22,86 ocurrencias/millón, CDH). Los demás poseen una
frecuencia baja.

Por lo que respecta al significado, contradecir muestra dos acepciones: la de oposición


‘oponerse (hablando, con palabras)’, como ejemplifica (4a), y la de acción
complementaria al verbo base ‘oponerse a lo dicho, decir algo en contra de lo dicho’,
ilustrada en (4b). Nótese cómo en este último ejemplo la complementariedad o
reiteración del evento aparecen reforzadas con la forma con prefijo re-, recontado.
Paralelamente, en (4c) la acción complementaria se expresa con el verbo redecir,
mientras que el valor de oposición se lexicaliza en el argumento interno el contrario.

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(4) a. […] las mujeres […] seran mucho amadas & honrradas de sus maridos.
& non las contradirán de que quier que fagan. (c1250, Alfonso X,
Lapidario) [CDH].
b. Fue luego en pie Téseus, Eütiçio callado, / natural de Atenas, omne bien
razonado–; / contradixolo todo quanto avié fablado, / non dexó un
artículo que non fues recontado. (1240-1250, Libro de Alexandre)
[CDH].
c. Tu dizes que tenias aquesta posesion & que yo te he echado della
malamente & yo redigo el contrario & te digo que yo la ove
primeramente & tu me as della falsamente echada. (c1440-1460, Antón
de Zorita, Árbol de batallas) [CDH].

Por lo tanto, como ilustran estos ejemplos, la lectura de acción complementaria (o de


complementariedad) que aporta contra- en contradecir incluye la suma de dos valores o
semas: el de oposición (al evento designado por el verbo de base: contradecir es
‘oponerse’ a lo dicho) más el de reiteración (del evento denotado por el verbo de base:
contradecir es ‘decir algo’ como respuesta a un evento de decir que ha tenido lugar
previamente).

Por lo que respecta a la semántica del conjunto de derivados verbales, destacan las
relaciones sinonímicas vertebradas a partir del valor de oposición, como ilustran los
ejemplos siguientes en los que contradecir, contrastar y venir contra responden al
significado básico de ‘oponerse’:

(5) a. Ley XIa Por qué razones puede el obispo fazer eglesia en término dotra,
magar lo contradigan los clérigos della. (Alfonso X, Primera Partida)
[CDH].
b. Peidro con sus escriptos contra ella vinié / Judea contra Peidro
contrastar non podié. (p1236-1246 (fecha de testimonio del s. XVIII),
Gonzalo de Berceo, Loores de Nuestra Señora, verso) [CDH].

El primer derivado de contra- que aparece en la lengua medieval no heredado del latín
es el sustantivo contrapeso ‘carga que se opone al peso’. Se registra a finales del s. XIV
en una única obra, el Libro de la caça de las aves, de Pero López de Ayala, –vid. (6a),
donde se interpreta como ‘pieza (de metal u otra materia) que permite que el capirote se
mantenga cubriendo la cabeza del halcón, en posición vertical’– y, posteriormente, en
autores del s. XV. Puede presentar también un valor figurado o metafórico, como en
(6b). Obsérvese que este neologismo no sigue el patrón deverbal latino. Sin embargo,
comparte con una forma líder o modelo como contradecir la lectura de
complementariedad de la base, en tanto que un contrapeso es un peso, así como el valor
de oposición: un contrapeso es una carga o peso que se opone a otro peso.

(6) a. […] e luego ponle el capirote [al falcon], e ponle en la correa del capirote
un contrapeso que tenga el capirote que le non caya dela cabeça nin lo
sacuda. (1386, Pero López de Ayala, Libro de la caça de las aves)
[CDH].
b. […] qué actoridad sería la mía que fiziese razonable fenchimiento
delante vuestros ojos para contrapesso de tales meresçimientos vuestros?

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(c1449, Fernando de la Torre, Libro de las veynte cartas e quistiones)


[CDH].

Por otro lado, en cuanto al verbo contrapesar, según el CDH, la primera manifestación
se documenta a principios del s. XV en la versión aragonesa de Il Tesoro de Brunetto
Latini, conservada en el archivo de la catedral de Girona, vid. (7a); a mediados de siglo,
aparece en otra traducción (Traducción castellana del Libro de El Kuzari de Yehudah
Halevi); a finales del s. XV, entre otras obras, se recoge en los diccionarios de Palencia
y Nebrija [NTLLE], vid. (7b).

(7) a. […] ante deue todas cosas contra pesar enla balança de su coraçon.
(1400-1425, Libro del Tesoro, Girona, Catedral) [CDH].
b. Pondus. neutro dela tercera declinaçion: se pone por virtud: & prouecho:
& cuidado. segund que tanbien se dize pondus lo que contrapesa puesto
enla vna parte dela balança. (1490, Alonso de Palencia, Universal
vocabulario en latín y en romance) [CDH].

Al comparar esta información con la que ofrecen otras lenguas románicas se observa
que el francés atestigua el sustantivo contrepoids hacia 1180 (DCLF, s. v.) y con valor
figurado ‘contrario, opuesto’ en el s. XIII (TLFi)10. Para la forma verbal se recurre a la
expresión con verbo soporte faire contrepoids11. En italiano, el verbo contrappesare
‘equilibrar por contrapeso’ se documenta ya en la Divina commedia de Dante y en otros
autores del s. XIII (curiosamente, en Il Tesoro del escritor florentino Brunetto Latini) y
del XIV (en Giovanni Villani); el sustantivo contrappeso está ya en el s. XIV (Franco
Saccheti; Crusca 1623 y 1729-1738, s. v.). En catalán, contrapès figura ya en el s. XIV,
en la Crónica de Pere IV; posteriormente, en el s. XVI se registra el verbo contrapesar
(Alcover y Moll, s. v.). Por lo tanto, a buen seguro, las formas castellanas contrapeso y
contrapesar entran en el idioma de mano de las manifestaciones tempranas de la voz en
otras lenguas europeas.

Las otras creaciones neológicas del s. XV se hallan en los lenguajes de especialidad.


Nos referimos a los sustantivos contramaestre ‘oficial de un navío bajo las órdenes del
maestre’ propio del ámbito de la marina y a contrapunto ‘concordancia armoniosa de
voces contrapuestas’, del de la música. En el primer caso, según el DECH (s. v.
maestro) se trata de un préstamo del catalán. En este ejemplo, el prefijo aporta un valor
de jerarquía, el cual deriva del significado primario espacial de dirección, que veíamos
para la preposición análoga. Así se puede interpretar que de la idea de ‘en dirección
hacia’ se pasa a la de aproximación. El contramaestre es, pues, la persona que está
próxima al maestre, en una escala categorial, esto es, el que está ‘por debajo’ del
maestre en dicha escala. En el caso de contrapunto, el DCLF registra contrepoint ya a
finales del s. XIV12. Como en el ejemplo de contrapeso, estas primeras formaciones
romances, desde una perspectiva morfológica, no siguen el patrón deverbal latino y, por
lo que se refiere a su transmisión, penetraron en la lengua castellana motivadas por
creaciones originadas en las lenguas vecinas.

Ya en el español clásico, se utiliza contrapunto en la lengua común en estructuras


coordinadas con el sustantivo simple que le sirve de base, punto ‘amor propio, puntillo,
basado en cosas sin importancia’, vid. (8a), con las cuales se refuerzan los valores de

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oposición y complementariedad de la base del derivado. Estos usos perduran en la


lengua como se ve en (8b).

(8) a. […] que no le agradaba para esposo persona de tantos puntos y


contrapuntos, de tantos altos y bajos (1636, Cosme Gómez de Tejada,
León prodigioso, Novela) [CDH].
b. a los demás, por mí déxeseles libertad para seguir el ripio de sus puntos y
contrapuntos, sus piques y repiques, sus preguntas y respuestas, sus
reparos y soluciones, sus mases, sus porqués, sus vueltas y revueltas
sobre los textos […] (1730, Benito Jerónimo Feijóo, Theatro crítico
universal) [CDH].

5. Español clásico: una neología recibida

Para el análisis de esta etapa, vamos a centrar nuestro interés en la estructura


morfológica de los derivados que aparecen en ella por primera vez, así como también en
su origen y en la existencia de documentación previa o coetánea de sus cognados en las
lenguas románicas.

Por lo que respecta a la morfología, el español clásico presenta dos patrones distintos: el
denominal [contra- + N], que es el que muestra una mayor productividad –ejs:
contrafuerte ‘refuerzo de un muro’ [1582 CDH], contrafuerte ‘pieza de cuero con que
se refuerza el calzado’ [1531-1555 CORDE como contraforte]13, contrahierba [1526
CDH como contrayerva], contraveneno [1583 CORDE], contratiempo [1527-1561
CDH], contrabando [1559-1614 CDH], contrapelo [1548-1575 CORDE], contrafoso
[1573 CDH], contrabajo [1504 NDHE], contralto [1543 CDH], contraseña [1536
CDH], contraseño [1569-1573 CDH], contratreta [1615 CDH], contramarcha [1687
CDH]; y el deverbal [contra- + V] –con el ejemplo de contrarrestar [1670 CORDE]–.

En cuanto a las formaciones denominales, siguen el modelo medieval de contrapeso, los


derivados contrafuerte ‘refuerzo de un muro’ 14 , los sinónimos contrahierba y
contraveneno ‘medicina que contrarresta los efectos nocivos de otra medicina’,
contratreta 15 ‘artificio en respuesta a otro artificio para conseguir algo’ y también
contramarcha ‘marcha en sentido contrario a otra marcha previa’, que introduce en el
patrón denominal una variante con base eventiva. En todos los derivados el prefijo
aporta el valor de oposición y el de complementariedad a la base, vid. (9)16. Por otra
parte, el verbo contramarchar encuentra su primera documentación en la lexicografía
del español moderno (Diccionario de Autoridades, 1729, s. v. [NTLLE]), sin embargo,
en los corpus textuales no aparece hasta el s. XIX.

(9) a. […] en una columna o contrafuerte de muro se pintan las horas. (1582,
Miguel de Urrea, Traducción de la Arquitectura de Marco Vitruvio
Pollión) [CDH].
b. […] como el agua de la mar, e lavar mucho la herida con ella, y d’esta
manera han escapado algunos, pero muy pocos, porque en la verdad,
aunque esta agua de la mar sea la contrayerva si por caso lo es, no se
sabe aún usar del remedio. (1526, Gonzalo Fernández de Oviedo,
Sumario de la natural y general historia de las Indias) [CDH].

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c. […] es la yerba saludable que comen estos animales, no como pasto


ordinario, sino como medicina y antídoto ó contraveneno, cuando se
sienten heridos ó lastimados de alguna cosa que agrava y molesta sus
estómagos; […]. (1653, Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo)
[CDH].
d. De aquella espada vió la punta sola. / […] Para cuando el contrario le
acometa / Guardarle la estudiada contratreta. (1615, José de Villaviciosa,
La Mosquea, Poética inventiva en octava rima, verso) [CDH].
e. Desmentida esta sospecha / de una contramarcha, antes / A la Plaza a
toda brida, […]. (c1687, Francisco Bances Candamo, Por su rey y por su
dama) [CDH].

Más alejado del modelo de contrapeso desde un punto de vista semántico, se encuentran
los denominales contratiempo y contrabando [contra- + bando ‘ley, edicto’] en los que
el derivado experimenta un valor metonímico anulando el valor de complementariedad
de la base que aporta el prefijo: contratiempo no se refiere a un ‘tiempo que se opone a
otro tiempo’ ni contrabando a un ‘bando o ley que se opone a otro bando previo’, como
sucede en el patrón de contrapeso, sino que significan ‘algo que se opone al tiempo,
infortunio’ y ‘algo que se opone a un bando o ley’, respectivamente. En el caso de
contrabando, desde su aparición en español, a principios del s. XVII, es general su uso
en el SPrep. de contrabando: pena de contrabando, mercadurías de contrabando,
mercaderías y moneda de contrabando, etc. También desarrolla un SPrep. contrapelo: a
contrapelo.

(10) Contratiempo que tuvo al embarcar. (c1527-1561, Fray Bartolomé de las


Casas, Historia de las Indias) [CDH].

(11) a. […] les dió licencia para que pudiesen traer de retorno lo que les
pareciese, sin que incurriesen en pena de contrabando. (1600, Luis de
Mármol Carvajal, Rebelión y castigo de los moriscos) [CDH].
b. Y son [los indios] tan sufridos en el labrar que muchas vezes están un día
sin comer para concertar una pluma; considerándola a una parte y a otra,
al sol, a la sombra, a la vizlumbre, por ver si dize mejor a pelo, o a
contrapelo, o al través de la luz, o al envés. (1548-1575, Traducción de la
Cosmografía de Pedro Apiano) [CORDE].

En el léxico de la fortificación (además de contrafuerte) aparece contrafoso ‘foso junto


a otro foso’ donde el prefijo contra- aporta el valor de proximidad y el de
complementariedad de la base. Registrado ya en la lengua común del Romancero
general y en las obras de Lope. En la lexicografía, se consigna en el Tesoro de
Covarrubias [NTLLE].

(12) Despues de muchos asaltos, / De salir con cabalgada, / […] De hacer fosos,
contrafosos, / Terraplenes; […]. (1573, Romances, en Rosa real
(Romancero general)) [CDH].

En el terreno de la música, el Renacimiento supone el inicio del desarrollo del canto


coral. En este marco, surgen una serie de términos que clasifican la voz humana en

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función de su altura en la tesitura vocal. Ejemplos de ello son los casos de contrabajo
‘voz de contrabajo’ y contralto ‘voz de contralto’, en los cuales el prefijo aporta un
valor escalar jerárquico de proximidad ‘por debajo’ (como se ha visto en el epígrafe
anterior para el ejemplo de contramaestre), denotando las voces graves (o bajas):
contrabajo ‘voz más grave que la del bajo’ en el caso de las voces masculinas y
contralto ‘voz más grave que la del tiple o alto’, en las infantiles y femeninas17.

(13) a. […] y en esta mesma semejança están las tres vozes principales: tiple,
tenor y contrabajo. (c1570, Cristóbal de Villalón, El Scholástico) [CDH].
b. […] llevó en su capilla muchos cantores, entre los cuales fueron tres
contrabajos y cuatro contraltos y tres tenores y cinco tiples. (1543,
anónimo, fragmento (c1550, Alonso de Santa Cruz, Crónica del
Emperador Carlos V)) [CDH].

En el ámbito militar se registra contraseña y la variante contraseño, vid. (14). El


significado morfológico de este sustantivo equivale a ‘seña que responde a otra seña a
modo de control’; por lo tanto, como veíamos también en el caso del verbo latino
contrascribo ‘controlar’, el valor de complementariedad de la base origina en el
derivado la lectura de control, quedando sin efecto el valor de oposición del prefijo.

(14) a. […] y los soldados […] habían de disparar las escopetas de pedernal para
contraseña. (c1550, Alonso de Santa Cruz, Crónica del Emperador
Carlos V) [CDH].
b. El marqués –aunque no tenía noticia del contraseño que los moros avían
dado a la gente de la vega, y él tenía dada por contraseña a la gente de la
ciudad que en la ocasión haría disparar tres pieças; […]. (1569-1573,
Diego Hurtado de Mendoza, De la guerra de Granada) [CDH].

En cuanto al origen de las formas denominales, se atestigua por lo común un cognado


románico anterior a la formación castellana –a excepción de contratreta y
contratiempo 18 , que parecen ser creaciones autóctonas–, por lo que los derivados
castellanos responderían a formas inducidas. Así, el francés documenta ya en el s. XIII
contrefort, tanto como término de la arquitectura como en la acepción metafórica de
‘pieza de cuero con que se refuerza el calzado’ (TLFi). Contrepoison aparece ya en
1500 (DCLF), antes de la aparición de las formaciones castellanas contraveneno y
contrahierba. También el italiano documenta contravveleno, aunque ya en el s. XVII
(en Francesco Redi, Crusca 1691 s. v.). En el caso de contramarcha, el francés atestigua
como término militar una forma previa a la castellana, ya en 1626 (TLFi). Por lo que
atañe a contrabando, Niermeyer registra la forma latina contrabannum ‘contrabando’ en
la Italia del s. XIII. Para el DECH (s. v. bando I) en español seguramente se habría
imitado del italiano contrabbando. También el DCLF considera que el francés
contrebande es un italianismo, registrado ya en la lengua gala a principios del s. XVI.
Por lo que se refiere a contrapelo, en francés, ya a inicios del s. XIII se halla contrepoil
(TLFi); en italiano, la Academia de la Crusca (1729-1738: s. v.) atestigua contrappelo
ya en el s. XV (en Bernardo Bellincioni). En el caso de contrafoso, según Terlingen
(1967), se trata de un italianismo, vid. DICTER. Para contraseña y contraseño, el
italiano presenta una forma contrassegno ya en el s. XV, según la Academia de la
Crusca (1623). Contrabajo y contralto son también italianismos (DECH y DCLF).

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Por lo que respecta al patrón deverbal, en el s. XVII se registra contrarrestar ‘volver la


pelota desde la parte del saque’19, en dos ejemplos de una misma obra, vid. (15). Las
documentaciones posteriores pertenecen ya al s. XVIII.

(15) Homb. […] (Saca.) En esta pelota envío / mi albedrío hacia sus pies. / Dama
[…] Porque no la contrarresten, / por el suelo va. (c1670, Baile de la pelota
(Migajas del ingenio), verso) [CORDE].

Este verbo nace en el marco de los juegos de pelota, actividades lúdico-deportivas de


origen francés, muy extendidos en la España Ilustrada, sobre todo en el norte peninsular,
con la variedad del frontón, y mencionados en muchas regulaciones del juego (vid.
Hernández y Arroyo 2009). En este sentido, es conocida la escena que Goya plasma de
un momento concreto del juego en su obra titulada Juego de pelota a pala, de 1779. El
verbo aparece ya recogido en el Diccionario de Autoridades (s. v. contrarestar y
también s. v. pelota [NTLLE]) en el que se detallan las acciones referentes al
movimiento de la pelota: sacar, volver o restar y contrarrestar, vid. (16). Por lo tanto, el
prefijo contra- aporta al derivado el valor de oposición (al evento de restar en lo que se
refiere a su direccionalidad) y el de acción complementaria (restar otra vez, devolver la
pelota). Cabe mencionar que Autoridades no recoge ninguna acepción de restar
vinculada al juego, sin embargo, esta sí se consigna en el diccionario de Terreros
[NTLLE]. Por otro lado, destacamos que el ejemplo que Autoridades aporta para el
verbo (s. v. contrarestar) es un fragmento de Calderón, vid. (17). En cuanto al
significado de oposición del verbo contrarrestar ‘resistir, hacer frente u oposición a
algo’, este puede interpretarse como metafórico y derivado del de ‘volver la pelota’, a la
luz de la información del diccionario de Salvá (1846, s. v. [NTLLE]), vid. (18). La
acepción de ‘neutralizar, contrapesar una cosa la influencia o efecto producido por otra’
no se introduce en el diccionario académico hasta la edición de 1989.

(16) Juego de pelóta. Diversion y exercicio honesto, que ordinariamente usan los
nobles y gente honrada: el qual se practica, ajustando el partido tres, à tres,
quatro, à quatro. En cada partido hai uno que saca, otro que vuelve, otro que
contraresta. Juegase con unas palas de madéra enherbadas, aforradas en
pergamino, con que se arrojan las pelótas. (Autoridades: s. v. pelota).

(17) CONTRARESTAR. […] Calder. Loa del juego de la pelóta. Aquí es chaza,
pues aqui / yo tu razón contraresto. (Autoridades: s. v. contrarestar).

(18) CONTRARESTAR. a. Volver la pelota desde la parte del saque. Pilam


remittere. ǀǀ met. Resistir, hacer frente y oposición á alguna cosa. Resistere,
adversari. (Salvá 1846: s. v.).

Contrarrestar se documenta también en catalán (así como restar), vid. Barcia (1880-83,
s. v. contrarrestar) y Alcover y Moll (s. v. restar y contrarestar)20.

Algunos autores –Montero Curiel (2001: 356) y Gràcia et alii (2000: 294)– han
considerado también la existencia de un patrón deadjetival para ejemplos aislados como
contranatural, documentado en el s. XVI (CDH). A diferencia de los patrones
deverbales y denominales, en los que el prefijo aporta fundamentalmente los valores de

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oposición y complementariedad de la base, en la formación de adjetivos no se da la


reiteración de la base. Así, por ejemplo, si bien contradecir es ‘decir (algo en oposición
a un evento anterior, lo que se ha dicho)’ y contrapeso es ‘un peso (que se opone a otro
peso)’, contranatural no se refiere a ‘una propiedad natural (que se opone a lo natural)’.
En consecuencia, un patrón deadjetival se aparta de las pautas morfológicas de los otros
patrones. A nuestro entender, la base derivativa de contranatural se hallaría en la
locución latina contra natura, profusamente atestiguada desde el s. XIII hasta principios
del s. XXI (CDH y CREA). Existen varios argumentos que nos llevan a sostener esta
posición: a) la frecuencia de uso de la locución, b) la función adjetiva de la locución
como modificadora de sustantivos (entre otras funciones) y c) la formación de otro
ejemplo análogo, en el s. XIX, como es el caso de contraproducente, vid. §7. Cobra
menos fuerza otra posibilidad derivativa que sería considerar como base el sustantivo
contranatura ya que en los corpus textuales no parece haber indicios de esta forma, tan
solo consignada en el diccionario de Castro y Rossi (1852) como voz antigua
[NTLLE]21.

6. Español moderno: el patrón denominal en alza

En el s. XVIII aparecen nuevas formaciones tanto del patrón denominal como del
deverbal. En cuanto a las primeras, a imitación de contrapeso o contramarcha surgen
contraataque [1733 CDH], contrarréplica [1739 CDH como contra réplica],
contraorden [1768 CDH], contraargumento [1769 CDH] y contraproyecto [1769
CDH]22; semejante a contramaestre se atestigua contraalmirante ‘oficial de la marina
inferior al vicealmirante’ [c1790 CDH]. En esta etapa, es interesante destacar el
surgimiento de derivados denominales de base eventiva, como contraataque y
contraargumento, cuya fecha de primera documentación contrasta con la de las
formaciones verbales respectivas, contraatacar y contraargumentar, la cual no se halla
hasta el s. XX.

Por lo que se refiere al origen, tanto contraalmirante como contraorden responderían a


formas inducida del francés23, lengua que atestigua contre-amiral ya en 1642 (DCLF y
TLFi) y contrordre, en 1680 (TLFi). No obstante, contraproyecto, contraataque,
contrarréplica y contraargumento parecen generarse en español; en la lengua gala,
según los datos que nos proporcionan las obras lexicográficas, hay constancia de una
forma cognada para los tres primeros, contre-projet y contre-attaque a principios del s.
XIX (TLFi y DCLF, respectivamente), y contre-réplique (TLFi) a principios del XX;
sin embargo, no nos consta ninguna referencia para el último derivado (TLFi y DVLF).

El patrón deverbal se amplía con las formaciones de contraindicar y contrabalancear.


Por lo que respecta al primero, se trata de un término médico que aparece atestiguado ya
en la primera mitad del s. XVIII en la obra de Feijóo, con anterioridad al cognado galo
según la lexicografía francesa (DCLF y TLFi). De acuerdo con CORDE, no hay
testimonio de su utilización en otros autores en este siglo. Como ilustra (19a) la primera
documentación en español presenta la forma adjetiva participial, que es la de mayor
frecuencia de uso en toda la historia del español; (19b) ejemplifica la forma verbal24:

(19) a. […] pues si el enfermo consulta a vn Médico, le dice vna cosa; y si a


otro, otra. […] Este acusa la plétora, y ordena sangría; aquel la

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cacochimia, y receta purga. Y si llega vn tercero, suele hallar


contraindicado en la falta de fuerças vno, y otro remedio. (1726, Benito
Jerónimo Feijóo, Teatro crítico universal, I. Publicación Instituto Feijoo
del siglo XVIII (Oviedo), 1998) [CORDE].
b. […] las peripneumonías de invierno contraindican la sangría. (1726,
Benito Jerónimo Feijóo, Teatro crítico universal) [CDH].

El prefijo aporta también en este caso los valores de oposición y complementariedad de


la base: contraindicar es ‘indicar un remedio en oposición a lo indicado (o que se espera
como indicado)’. A diferencia de los otros verbos prefijados con contra- hasta este
momento, los cuales suelen construirse con sujetos animados –como es propio de los
verbos de acción–, con contraindicar son habituales los sujetos inanimados, como
muestra (19b).

Cabe destacar que en la obra de Feijóo junto al verbo contraindicar se registra también
el sustantivo contraindicante, derivado denominal formado a partir de indicante
‘síntoma que aconseja un remedio o cura’, vid. (20) y (21). Según los corpus textuales,
el vocablo prefijado no aparece en otros autores del s. XVIII ni posteriores; sin
embargo, es recogido por el diccionario académico en su edición de 1780, tal como
aparece en (22) [NTLLE]. Esta formación nominal se aleja del modelo (de contrapeso o
contramarcha) en tanto que el prefijo modifica o tiene alcance, no sobre la base, sino
sobre el complemento del sustantivo base. Así contraindicante no es un ‘indicante
(indicador o síntoma) que se opone a otro indicante’ sino un ‘indicante que aconseja un
remedio o cura en oposición a otro remedio que parecía conveniente’25. Como muestra
la glosa, el prefijo, no obstante, aporta al derivado el valor de complementariedad,
siguiendo el patrón prototípico.

(20) También es cierto que ninguna arte pide tanta agilidad intelectual como la
Medicina, […] porque necesita correr el médico los ojos por tanta variedad
de indicantes y contraindicantes, y no solo mirarlos, sino pesarlos. (1728,
Benito Jerónimo Feijóo, Theatro crítico universal, RAE (Madrid), 2003]
[CORDE].

(21) Hay en el juego, para determinar tal o tal jugada, indicantes, coindicantes y
contraindicantes, de el mismo modo que en la medicina para prescribir tal o
tal remedio. Estos indicantes, coindicantes y contraindicantes son las
jugadas vistas, y las cartas que tienen, o no tienen, los jugadores, de lo qual
mucho consta por lo que dicen unos a otros. Huvo tal jugada, o hay tal carta
en tal mano, que infiere que Pedro debe jugar, v. gr. el as de copas;
coadyuva a esto, el que su compañero no tiene carta de copas, y puede irse
de otra carta que le incommoda; pero por otra jugada antecedente, o porque
lo dixo uno de los contrarios, sabe que este está fallo a copas, y tiene triunfo
mayor. Lo primero es indicante de la jugada de el as de copas; lo segundo,
coindicante, y lo tercero, contraindicante. No para aquí. Este mismo, que es
contraindicante de aquella jugada, es indicante para que antes de hacerla se
procure destriunfar al que está en estado de fallarle. (1750, Benito Jerónimo
Feijóo, Cartas eruditas y curiosas) [CORDE].

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(22) CONTRAINDICANTE. s. m. Med. Síntoma que denota no se debe aplicar


un medicamento que parecía conveniente. Valetudinis indicium indicio
contrarium. (DRAE 1780) [NTLLE].

Por lo que se refiere a contrabalancear ‘contrapesar, equilibrar’, según CORDE, en el s.


XVIII aparece solo documentado en dos obras de autores extranjeros: en las Memorias
de Raimundo de Lantery, hombre de negocios saboyano establecido en Cádiz desde
1673 (Álvarez de Miranda 2008), y en los Anales del Real Laboratorio de Química de
Segovia de Luis Proust, farmacéutico y químico francés y uno de los fundadores de la
química moderna. Es derivado heredado del francés, lengua en la que se documenta ya
en 1549 (DCLF). Por lo que respecta a la semántica de los derivados verbales, cabe
subrayar la sinonimia de este verbo con contrapesar y contrarrestar:

(23) Hay, pues, una fuerza que contrabalancea la tendencia de la jalea á unirse
con el agua. (1791, Luis Proust, Anales del Real Laboratorio de Química de
Segovia, I) [CORDE].

7. Español decimonónico y contemporáneo: hacia un patrón deadjetival

A partir del s. XIX se constata el auge de los patrones denominales en las formas
neológicas, en las que el prefijo aporta mayoritariamente el valor de oposición junto al
de complementariedad de la base. Como derivados de sustantivos eventivos aparecen
las siguientes formaciones, las cuales denotan acciones en respuesta u oposición a una
acción previa: contragolpe [1853 CDH], contraespionaje [1918 CDH], contraofensiva
[1923 CDH], contrapropuesta [1968 CDH], contraoferta [1969 CDH], contraanálisis ~
contranálisis [1982 CDH], contraprogramación [1991 CDH] y contraaviso [1993
CDH]. Con bases no eventivas se atestiguan: contrasentido [1836 CDH] ‘sentido
opuesto al sentido natural’, contraguerrilla [1874 CDH], contracurva [1892 CDH],
contraalisios ~ contralisios [1900 CDH] ‘vientos que soplan en dirección contraria a los
vientos alisios’, contrapartida [1929 CDH] 26 , contracubierta [1943-1974, CDH]
‘cubierta de la parte trasera de un libro o revista opuesta a la cubierta delantera o
portada’27, contracara [1960, CDH] ‘cara opuesta’, contracultura [1975 CDH] ‘cultura
alternativa opuesta a las formas de la cultura dominante’ y contrainforme [1982 CDH].

El valor de proximidad (además del de complementariedad de la base) se manifiesta en


formaciones denominales cuya base denota objetos o entidades físicas: contrabarrera
[1818 CDH] ‘segunda barrera en las plazas de toros’ (según se define en DRAE 1837,
NTLLE), contratapa [1853 Gaspar y Roig, NTLLE] ‘refuerzo de una tapa’, contrahuella
de un peldaño o escalón [1946 CDH] ‘parte vertical o altura, que se sitúa por debajo de
la huella (o plano horizontal en el que se asienta el pie)’ y contramuslo [2001 CREA y
CORPES] ‘parte alta del muslo en las aves’. Asimismo, siguiendo el modelo de los
derivados del ámbito musical contrabajo y contralto (así como también, en el terreno de
la marina, el de contramaestre), el prefijo aporta un valor escalar jerárquico de
proximidad ‘por debajo’ en contrafagot [1851 NDHE] ‘tipo de fagot cuya tesitura es
una octava más grave (por debajo) que la del fagot’, voz probablemente procedente del
alemán.

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Aunque la bibliografía existente pone de manifiesto que la lexicogénesis con contra- es


un fenómeno moderadamente productivo (Montero Curiel 2001), cabe destacar que
algunas estructuras, como la de coordinación de sustantivos opuestos (ejs.: curva y
contracurva, réplica y contrarréplica, avisos y contraavisos, vigilancia y
contravigilancia, engaños y contraengaños), facilitan la creación de derivados
neológicos.

En cuanto a las formaciones verbales de este período, suelen aparecer con posterioridad
a sus corradicales sustantivos, lo que sugiere que se trate de derivados originados a
partir de los nombres prefijados: contraatacar [1926 CDH] < contraataque,
contraargumentar [1946 CDH] < contraargumento, contragolpear [1960 CDH] <
contragolpe, contrarreplicar [1980 CREA] < contrarréplica, contraofertar [1984
CREA] < contraoferta, contraprogramar [1994 CREA] < contraprogramación,
contraengañar [2006 CORPES] < contraengaño, contravigilar [2009 CORPES] <
contravigilancia, etc.

En esta etapa se observan diversas tentativas de activación de derivados adjetivos (o con


función adjetival), una parcela que cubren mayoritariamente las formaciones con anti-28
(del tipo antisifilítico / -a, anticlerical, antifebrífugo / -a, etc.), las cuales muestran una
importante productividad en el español decimonónico (Huertas 2015). Nótese, como se
ha dicho arriba, que a diferencia de lo que ocurre en los derivados sustantivos y
verbales, en las formaciones adjetivas el prefijo no puede aportar el valor de
complementariedad de la base. En este escenario, la configuración de adjetivos con
contra- puede presentar tres patrones distintos, atendiendo a la naturaleza de la base de
derivación: a) una base sintagmática o adjetival de origen culto (contraproducente < lat.
contra producentem y contrarracional < racional), b) una base sintagmática
preposicional (contraincendios < contra incendios) y c) una base formada por un
derivado con contra- (contracultural < contracultura).

El primer patrón, de origen culto, se inicia con el adjetivo contraproducente ‘de efectos
opuestos a los previstos’ –ejs.: medios contraproducentes [1839 CDH], datos
contraproducentes [1841 CDH], pruebas contraproducentes [1855 CDH])–, derivado
de la locución latina, contra producentem, atestiguada en el Siglo de las Luces en las
obras de Feijóo, cfr. Alcover y Moll (s. v. contraproduent). Nótese el paralelismo con la
formación contranatural, documentada en el s. XVI, vid. §5. El patrón encuentra su
continuidad ya en el s. XX con la creación de derivados formados a partir de adjetivos
cultos como contrarracional ‘opuesto a lo racional’ < racional –ej.: algo
contrarracional [1913 CDH]–, contralateral ‘en el lado opuesto’ < lateral –con
ejemplos en el ámbito de la medicina: hemiplejía contralateral [1966 CDH]– 29 y
contrafactual ‘opuesto a lo factual o existente’ < factual –ej.: carácter contrafactual
[1999 CDH]–.

Una muestra del segundo patrón, con base de carácter sintagmático preposicional, se
halla en el caso de contraincendios –seguros contraincendios [1861 CDH], servicio
contraincendios [1880 CDH] y técnicas contraincendios [1992 CDH]– formación que
convive con sus sinónimos con anti-, aunque estos últimos sean menos frecuentes según
el CREA: mangueras antiincendios [1989 CREA], equipos antiincendios [1990 CREA],

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sistema antiincendios [1994 CREA]. Obsérvese, como se ilustra a continuación, la


coexistencia del derivado con el SPrep. en esta etapa:

(24) […] lo que se me ha ocurrido para asegurarla contra incendios. (1885-1887,


Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta) [CDH].

El tercer patrón presenta bases prefijadas con contra-30. Empieza a documentarse en el


último cuarto de s. XX y amplía el número de formaciones gradualmente:
contracultural < contracultura –ejs.: movimiento contracultural [1977 CDH], rechazo
contracultural [1977 CDH], oferta contracultural [1991, en Alvar 1994]–,
contrainsurgente < contrainsurgencia –ejs.: proyecto contrainsurgente [1980 CDH],
guerra contrainsurgente [1980 CDH], patrullas contrainsurgentes [1991 en Alvar
1994]–, contraprogramador / -a < contraprogramación / contraprogramar –ej.:
persecución contra programadora [1987 CREA]–, contravencional < contravención
‘conducta transgresora’ –ejs.: penas contravencionales [1992 CDH], antecedentes
contravencionales [1997 CDH]–, contraeducativo / -a < contraeducación –ejs.: uso
contraeducativo [2009 CORPES], resultados contraeducativos [1991, en Alvar 1994]–
y contradiscursivo / -a < contradiscurso –ej.: carácter contradiscursivo [2011
Google]–.

8. Conclusiones

En este trabajo se ha mostrado el desarrollo de los derivados con contra- desde el latín
hasta la actualidad, como esquematiza la tabla siguiente31. Las primeras formaciones en
castellano se heredan de la lengua clásica y sirven para expresar eventos (lat. contradico
> cast. contradecir). Pronto este patrón verbal se ve ampliado –podría decirse también,
arrinconado– con un patrón nominal romance, el cual se utiliza para denotar entidades
físicas (contrapeso) y, posteriormente, abstractas (contramarcha, contrasentido). El
nexo de unión entre los dos tipos formativos se encuentra en que ambos comparten los
valores de oposición y complementariedad de la base que aporta el prefijo.
Interpretamos el paso del patrón verbal al nominal como una consecuencia del cambio
tipológico acaecido en la evolución del latín (lengua de marco satélite) a las lenguas
romances (lenguas de marco verbal), el cual empuja hacia la formación de derivados
denominales. En este recorrido, el patrón denominal se establece como el más
productivo en toda la historia del español. A su vez, los derivados sustantivos se toman
como base para nuevas formaciones y contribuyen, de esta manera, a engrosar tanto la
nueva derivación verbal (contrapesar, contramarchar, contraatacar) como la adjetiva
(contracultural, contrainsurgente, contraeducativo). Ya en el s. XX, por analogía a
formaciones originadas a partir de locuciones latinas (contranatural y
contraproducente), el prefijo contra- se extiende a un patrón deadjetival, con bases
cultas (contrarracional).

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Tabla 1. Patrones formativos en la evolución de contra-

En este itinerario evolutivo se han puesto de manifiesto también los vínculos entre el
prefijo contra- y la preposición análoga: estrechos en el sistema latino y más débiles
conforme avanza el español. Hemos señalado como ambas partículas convergen en sus
significados básicos, el locativo y el de oposición, aunque se diferencien en sus
concreciones. Se ha destacado, asimismo, un importante elemento diferencial del prefijo
respecto a la preposición: el aporte del valor de complementariedad. Por otra parte,
estimamos que las relaciones entre prefijo y preposición son también las que explicarían
la ampliación del patrón denominal con formaciones en las que se expresan valores de
proximidad (contramaestre, contrafoso) ya que los derivados iniciales heredados del
latín, tanto por lo que se refiere a formas transparentes (contradecir) como a otras
lexicalizadas (contrastar), indicaban valores de oposición. Por otra parte, la diacronía
evidencia una complementación en el uso del prefijo y la preposición en tanto que, en
los inicios, en el español medieval, la segunda se muestra activa y presenta menos
restricciones distribucionales en contraste con el primero que parece estar aletargado;
asimismo, el período de cambios de la preposición (español clásico y moderno, etapa en
la que se consolida su uso más restrictivo) coincide con la activación de los procesos
derivativos.

La perspectiva histórica desvela también que las relaciones interlingüísticas constituyen


un pilar fundamental para comprender la ampliación de patrones morfológicos. Así, en
el nacimiento del patrón denominal ha sido decisiva la influencia que otras lenguas
romances (francés, italiano y catalán) han ejercido en el español medieval y clásico.
Paralelamente, la génesis del patrón deadjetival se explica por la interrelación con el
neolatín.

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Corpus

contraalisios, contraalmirante, contraanálisis, contraargumentar, contraargumento,


contraatacar, contraataque, contraaviso, contrabajo, contrabalancear, contrabando,
contrabarrera, contracara, contracubierta, contracultura, contracultural, contracurva,
contradecir, contradiscursivo / -a, contradiscurso, contraeducación, contraeducativo
/ -a, contraengañar, contraengaño, contraespionaje, contrafactual, contrafagot,
contrafoso, contrafuerte, contragolpe, contragolpear, contraguerrilla, contrahacer,
contrahierba, contrahuella, contraincendios, contraindicante, contraindicar,
contrainforme, contrainsurgencia, contrainsurgente, contralateral, contralesional,
contralto, contramaestre, contramarcha, contramarchar, contramuslo, contraofensiva,
contraoferta, contraofertar, contraorden, contrapartida, contrapelo, contrapesar,
contrapeso, contraponer, contraproducente, contraprogramación, contraprogramador
/ -a, contraprogramar, contrapropuesta, contraproyecto, contrapunto, contrarracional,
contrarréplica, contrarreplicar, contrarrestar, contrasentido, contraseña, contraseño,
contrastar, contratapa, contratiempo, contratreta, contravención, contravencional,
contraveneno, contravenir, contravigilancia, contravigilar.

Notas
*
Perquè la millor manera d’aprendre les paraules és des del cor, vull dedicar aquest estudi a la Lluïsa, la
meva mare, pel seu amor i dolç mestratge.
Este trabajo se ha desarrollado dentro de los proyectos de investigación FFI2014-56968-C4-4-P y
FFI2017-87140-C4-2-P, financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad. Asimismo se
enmarca dentro del programa de Suport als Grups de Recerca (2017 SGR 634) financiado por la
Generalitat de Catalunya.

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I. Pujol Payet. Prefijos y preposiciones: dimensión histórica de contra
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 55-80

1
Para una discusión sobre la naturaleza preposicional de los prefijos, vid. Kornfeld y Saab (2003),
Serrano-Dolader (2003) y Martín García (2005: 29-35 y 2017: 92-98), entre otros.
2
Según Lehmann (1983: 160), “Preverbation belongs primarily to word-formation and only secondarily
to syntax”.
3
En el período del latín medieval, nos interesa poner el foco en las formaciones con contra- atestiguadas
hasta principios del siglo XIII, etapa en la que Wright (1982) propone que se originó la concepción de que
el latín y el castellano eran lenguas diferentes. A partir de esta época, el desarrollo de la primera se vio
fuertemente influido por las lenguas romances europeas.
4
El significado de ‘imitar’ surge del valor etimológico ‘hacer, fabricar (algo) por oposición a lo que es
natural, de la naturaleza, y por lo tanto “no fabricado”.
5
El Glossarium de Du Cange documenta también los sustantivos contracambium (s. XI) y contraclavis
(s. XIII), de los cuales no hallamos continuidad en el castellano medieval.
6
Para un examen de los procesos de formación y cambio de las preposiciones del español, vid. Espinosa
Elorza (2010).
7
La preposición contra con régimen temporal se atestigua todavía en el español contemporáneo: contra
la tarde (Delibes) según de Bruyne (1999) y contra la madrugada (Martín Gaite) según el DEA (1999).
8
Siguiendo la terminología de Álvarez de Miranda (2009: 146).
9
La forma mayormente utilizada es el adjetivo verbal contrafecho ‘opuesto a lo natural o verdadero’.
10
El Glossarium de Du Cange documenta las formas latinas contrapesium (en 1360) y contrapondus (en
una carta de 1410).
11
Para expresar el mismo concepto el francés creará el verbo contrebalancer a mediados del s. XVI
(DCLF y TLFi). El cognado español contrabalancear se documenta a principios del s. XVIII.
12
Según Barcia (1980-83, s. v. contrapunto), “Llamóse contrapunto, porque las notas se figuraban por
medio de puntos, colocados los unos enfrente de los otros; de suerte que formaban tales contra-puntos.”
13
Aunque el DECH (s. v. fuerte) aporta para contrafuerte del zapato documentación de 1493.
14
Barcia (1880-83, s. v. contrafuerte) señala dos acepciones relativas a la fortificación: la primera con el
valor composicional de [contra- + fuerte], “El fuerte que se hace en oposición de otro”, y la segunda,
derivada de la anterior, “Estribo ó manchón que se hace para fortificar algún muro”. El TLFi considera
metafórica la acepción de ‘pieza de cuero con que se refuerza el calzado’.
15
Término nacido en el campo de la esgrima, vid. Autoridades (s. v. contratreta) [NTLLE].
16
Covarrubias 1611 [NTLLE] registra también contracedvla “la que se da en contrario de otra, de fecha
anterior”, formación que seguiría el mismo patrón denominal en que el prefijo aporta los valores de
oposición y complementariedad a la base.
17
Según el NDHE (s. v. contrabajo), este “vocablo se emplea con frecuencia a lo largo de los siglos XVI
y XVII, en textos de diversa índole, pero especialmente en múltiples documentos incluidos en actas,
libros de cuentas, registros, etc. de catedrales e iglesias que contaban con cantores y otros músicos
profesionales como ejecutantes en los oficios religiosos. La voz con esta acepción decae durante el siglo
XVIII, debido quizás a que fue paulatinamente sustituida por otros vocablos, como bajo y bajo profundo,
o incluso barítono, para referirse a esta misma tesitura vocal.”
18
El DECH (s. v. tiempo) da como posibilidad que se trate de una creación hispánica: “Zaccaria se inclina
a creerlo hispanismo”. El CDH registra por primera vez el sustantivo contratiempo en un acta medieval:
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“et los clérigos sobre dichos començaron afinar e cantar la dicha misa en alta voz como pertenecia al
ministerio del oficio de la misa de sant Vicente. Et cantaron dixeron la dicha misa adecuadamente syn
contratiempo alguno de los clérigos de Colindres nin de otras personas algunas.” (1393, «Acta»
Documentación medieval de la villa de Laredo) [CDH]. La segunda documentación del corpus pertenece
al ejemplo de (10). Según el DCLF (s. v. contretemps), las primeras manifestaciones en francés e italiano
datan de mediados del s. XVI.
19
Definición que da Barcia (1880-83: s. v.).
20
No parece haber cognados en francés e italiano.
21
En contraste, el francés sí atestigua el sustantivo contre-nature ya en 1535 (DCLF y TLFi).
22
En el s. XVIII empieza a documentarse en español el sustantivo contradanza, tomado del francés
contredanse; sin embargo, no se ha incluido en el corpus ya que en su origen no se trata de una formación
prefijada dado que procede del inglés country-dance ‘baile campesino’ (DECH: s. v. danzar; Alcover y
Moll: s. v. contradansa; y DCLF: s. v. contredanse).
23
La definición de contraalmirante en Barcia (1880-83: s. v.), “Oficial de la marina de algunas naciones,
que equivale en la nuestra á jefe de escuadra”, refuerza también la tesis de un origen no español.

24
También en francés la forma adjetiva es la más común (DVLF).
25
La modificación sintagmática aparece también en el latín en el caso de verbos con preverbios
negativos, por ejemplo, en diffiteor ‘confesar que no’ o dissuadeo ‘aconsejar que no’ (García Hernández
1980: 155). Un ejemplo paralelo en castellano estaría en el verbo desaconsejar ‘aconsejar que no’ (Gibert
Sotelo 2017: 77, nota 2). Para una discusión sobre el alcance del prefijo en la evolución del latín al
español, vid. Gibert Sotelo (en prensa).
26
El sustantivo contrapartida encuentra su origen en el ámbito del léxico económico como ilustra el
ejemplo siguiente: “Se denomina contrapartida o contracuenta, la cuenta que resulta abonada al hacerse
un cargo, o la cargada cuando se hace un abono” (1929, Francisco Hurtado del Valle, Teoría y práctica de
la contabilidad) [CDH].
27
Según CREA, en el español americano (Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Ecuador) se registra el
sinónimo contratapa desde 1981.
28
El prefijo anti-, a diferencia de contra-, no aporta a sus derivados el valor de complementariedad de la
base (Martín García 1996).
29
Tomando como punto de partida la formación de contralateral se ha originado en el ámbito médico
contralesional ‘en el lado opuesto a la lesión’(ej.: espacio contralesional [2017 Google] ).
30
Rainer (1993: 319) considera el mismo análisis para contracultural < contracultura.
31
En la tabla se han obviado las formaciones adjetivas formadas a partir de bases prefijadas con contra-.

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C. Garriga Escribano. El tamaño sí que importa: apuntes para el estudio de micro-
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El tamaño sí que importa: apuntes para el estudio de micro-*


Cecilio Garriga Escribano
Universitat Autònoma de Barcelona
Cecilio.Garriga@uab.cat

Resumen

El elemento micro- aparece en 72 entradas del Diccionario de la lengua española. Entre


ellas las hay especializadas, pero también las hay que pertenecen a la lengua común.
Después de revisar lo que indican los estudios sobre formación de palabras y los
diccionarios acerca de micro- y de otros elementos parecidos, se observa que no hay un
acuerdo a la hora de determinar si se trata de un prefijo o de un elemento compositivo.
El presente trabajo estudia la historia de micro- desde su origen en griego clásico, sus
testimonios en latín, las palabras que van apareciendo en español con el elemento
micro- desde las primeras documentaciones hasta los inicios del siglo XX. Todo ese
proceso permite ensayar una explicación de la genealogía de micro-, elemento muy
productivo en la lengua griega, con testimonios en latín limitados a algunos préstamos
del griego, de los cuales subsiste la palabra microcosmos que llega al latín medieval y
que se mantiene como elemento prácticamente aislado en los textos españoles hasta el
siglo XVII, cuando irrumpe microscopio. A partir de aquí se va desarrollando un patrón
lexicogenésico que se refuerza definitivamente con la creación de la palabra microbio
en el último cuarto del siglo XIX, y que se convierte en altamente productivo en la
lengua actual, dando lugar a palabras especializadas del ámbito de la ciencia, de la
técnica, de la economía, y también con una cada vez mayor penetración en la lengua
común.

Palabras clave: prefijo, elemento compositivo, lengua de la ciencia, microscopio,


microbio.

Abstract

The combining form micro- appears in 72 Diccionario de la lengua española entries as


part of both terminology and general Spanish vocabulary. After reviewing studies on
word formation and dictionary content regarding micro- and other similar elements, it
can be observed that no agreement has been reached on its status as either a prefix or a
compositional element. This study examines the history of micro- from its origin in
classical Greek, its presence in Latin, and words emerging in Spanish with the element
micro- from their earliest documentation up to the beginning of the 20th century. This
process enables the outlining the genealogy of micro-, a very productive element in
Greek, with evidence of use in Latin limited to a few Greek loanwords, of which the
word microcosmos subsists through medieval Latin and remains as a practically isolated
element in Spanish texts until the 17th century, when microscopio suddenly makes an
appearance. At this point a lexicogenic pattern begins to develop. Ultimately reinforced
in the last quarter of the nineteenth century by the creation of the word microbio, it
becomes highly productive in modern Spanish, giving rise to specialized vocabulary in

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the fields of science, technology, and economics, with ever-increasing incursions into
general language.

Keywords: prefix, combining form, language of science, microscopio, microbio.

1. Introducción

La lengua de la ciencia dispone de diferentes recursos léxicos para denominar las


entidades más pequeñas, que no se perciben a simple vista. En trabajos anteriores he
tenido la oportunidad de estudiar los casos de átomo, corpúsculo, molécula, partícula y
célula1. Todas estas voces experimentan cambios importantes como consecuencia de los
avances de la ciencia y de los nuevos aparatos que permiten observar y estudiar
elementos desconocidos hasta entonces. Los procesos de reajuste semántico a que se
ven sometidas estas palabras son una muestra de cómo el cambio lingüístico en el léxico
de la ciencia y de la técnica tiene su origen en el avance del conocimiento, y en la
penetración de muchas de estas voces en la lengua no especializada, lo que desemboca
en procesos de lexicalización y creación de nuevos significados. Ciertamente, estos
procesos no son patrimonio exclusivo del español, sino que se dan en las diversas
lenguas europeas, y siguen la misma vía de transmisión que la propia circulación del
conocimiento al que sirven de expresión.

En esta ocasión, en cambio, me centraré en un procedimiento morfológico que permite


la creación de palabras cuyo significado está relacionado con el tamaño, y que consiste
en la adjunción del segmento micro- a bases de naturaleza diferente, pero que sirve para
crear, entre otras, palabras que también designan entidades muy próximas a las
anteriores, igualmente en el ámbito científico, como microbio, microorganismo,
micrococo, etc.

El Diccionario de la lengua española (2014) de la RAE define micro- como:

(Del gr. μικρο- mikro- 'pequeño'). elem. compos. Significa 'muy pequeño'.
Microelectrónica, microscopio. || 2. elem. compos. Significa 'una millonésima
(10−6) parte'. Con nombres de unidades de medida, forma el submúltiplo
correspondiente. (Símb. μ).

El mismo Diccionario recoge hasta 72 entradas en las que está presente este elemento2,
la mayoría perteneciente a la lengua de la ciencia y de la técnica. Se las suele considerar
internacionalismos (Iacobini 2004: 69), porque aparecen en las diversas lenguas con el
mismo significado y prácticamente con la misma forma, solo adaptadas a las
particularidades fonológicas y gráficas de cada una. Estos rasgos las diferenciarían del
léxico no especializado, pero la productividad de algunos de estos elementos es tal que
algunas de estas palabras penetran en la lengua común. El caso de micro- sería un
ejemplo, ya que voces como microbús, microchip, microclima, microeconomía,
micrófono o microondas no son extrañas a cualquier hablante culto del español actual.

En el presente trabajo se revisan algunas cuestiones de base sobre este tipo de


formaciones, y, en particular, sobre el elemento micro-, su estatus en morfología y la

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descripción que se halla sobre él en los diccionarios. A partir de aquí, se comprueba el


origen clásico de este elemento, se estudian las palabras así formadas más
tempranamente en español y se describe su evolución hasta la frontera con el siglo XX.
Todos estos datos permiten formular una hipótesis explicativa de cómo micro- llega a
convertirse en un elemento altamente productivo en la formación de palabras en la
lengua especializada, en vías de traspasar el lenguaje científico-técnico y funcionar con
pocas restricciones en la lengua común.

2. El elemento micro- y la formación de palabras

El elemento micro- procede de la raíz clásica μικρο-, que significa ‘pequeño’. Se trata
de un ejemplo más del uso que hace la lengua de la ciencia de las raíces clásicas
para crear nuevas palabras (Gutiérrez Rodilla 2005: 48). A estas unidades se las
llama compuestos neoclásicos (Iacobini 2004: 69; NGLE 1999: 782), compuestos
cultos (DECH: s. v. micro-) o con radicales cultos (Cabré y Rigau 1985: 154), con
temas grecolatinos (Val Álvaro 1999: 4799), y a las unidades que las constituyen se
las denomina prefijoides (Lang 1990: 237; DELI: s. v. micro-), constituyentes de
compuestos (Rio-Torto 2013: 240), bases compositivas (NGLE 1999: 664), bases
radicales (NGLE 1999: 24), elementos compositivos (DLE), temas grecolatinos
(Pena e Iglesias 2016: 233), etc.

Aunque se debate sobre el estatus de los elementos cultos, se establece una serie de
características que permiten distinguirlos de los afijos (Val Álvaro 1999: 4777,
Iacobini 2004: 84): la posición (los afijos ocupan una posición fija mientras que
estas unidades pueden aparecer en posición inicial o final sin alterar
fundamentalmente su significado), la capacidad de crear nuevos derivados actuando
como elemento radical, el significado léxico (frente al categorial o relacional, más
propio de los afijos), y la pertenencia a inventarios abiertos.

Sin embargo, hay también algunas características que los diferencian de las palabras
y los acercan a los afijos (Iacobini 2004: 86, Rio-Torto 2013: 342): la productividad
(estos elementos tienen la capacidad de participar en la formación de muchas
palabras complejas), las restricciones fonológicas (suelen terminar con las vocales -o
o -i y no es frecuente que tengan más de dos sílabas), la autonomía sintáctica (son
unidades ligadas, frente a la autonomía de la palabra), etc.

Pero si en algún caso esta frontera es borrosa es precisamente en el grupo de


unidades del que forma parte micro-. Rainer (1993: 346) clasifica micro- entre los
prefijos, útil para las funciones evaluativas (Rainer 1993: 201); Varela y Martín
(1999: 5025) lo consideran como prefijo intensivo, que junto a hiper-, macro- maxi-,
mini-, mega- y super- expresa tamaño, aun cuando al hablar de prefijos y prefijoides
señalan que excluyen de los prefijos los temas grecolatinos (Varela y Martín 1999:
4997); Méndez Santos (2011: 103) lo analiza como “prefijo de tamaño” junto a
macro-, maxi-, mini-, mega-, -nano. Y es que, como señala Iacobini (2004: 88),
micro- formaría parte de un grupo de “elementos formativos” que ocupan
únicamente la posición inicial, no pueden ser bases de derivación, y expresan un
valor semántico relacional; estas características, sumadas al uso frecuente ante bases
no especializadas que han originado procesos de gramaticalización (Buenafuentes

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2007: 367), permiten que algunos de ellos como mega-, meta-, micro-, multi-, neo-,
para-, pluri-, poli-, puedan clasificarse como prefijos. Desde una perspectiva más
diacrónica, Bergua (2004: 144) pone de manifiesto este problema y aboga por
excluir de la categoría de prefijos españoles “a todos los elementos de carácter
claramente adjetivo o adverbial, es decir, los cuantificadores, cardinales y ordinales
como pan-, poli-, mono-, proto-, etc.; los adverbiales ecto-, exo-, y endo-; los
adjetivales micro-, macro-, mega-, neo-, seudo-, o el pronominal auto- (…)”, aunque
entiende que algunos de estos elementos se “acercan notablemente a los verdaderos
prefijos” en palabras de nueva creación, cuando tienen un valor intensivo.

Estos planteamientos apuntan a una interpretación diferente si el enfoque es


diacrónico (estos elementos se entenderían como bases de compuestos) o sincrónico
(se considerarían, entonces, como prefijos). Por otro lado, la evolución de las
palabras formadas con micro- revela que este elemento se ha visto sujeto a procesos
de gramaticalización, que le permiten funcionar con valor aspectual (Rainer 1993:
201), y de lexicalización (Buenafuentes 2006: 220 y Buenafuentes 2007: 365), que
lo habilitan con nuevos significados.

En efecto, una consulta rápida a los diccionarios demuestra que no hay solo un
micro-. Como se ha visto, el DLE señala dos acepciones de micro-, al que denomina
“elemento compositivo”: ‘muy pequeño’ y ‘millonésima parte’. Igualmente el DELI
(1999):

prefissoide che “entra come prima parte in composizione di moltissime parole,


neologiche la più parte, del linguaggio scientifico, per esprimere il concetto di
piccolezza” (Panz. Diz.); in particolare indica “un milionesimo di un'unità di
misura” (Migl. App.).

No hay duda del valor técnico de micro- como elemento que se adjunta a ciertas
unidades de medida para expresar un submúltiplo, y que está recogido por todos los
autores y los diccionarios. Pero respecto al valor de ‘muy pequeño’ se pueden
establecer diversos matices.

Cottez (1980: s. v. micro-) señala los siguientes significados:

– Petit, faible, court: microcéphale


– Petit, réduit, en miniature: microclimat. Lo vincula directamente a
microcosmos.
– Ce qui est petit, de dimensions réduites: microscope, microphotographie

Rainer (1993: 346) habla, por su parte, de tres construcciones, con un criterio más
funcional:

– Erstens erscheint es in Bildungen mit gebundenem Stamm als Basis:


microcéfalo.
– Mit nominalen Basen, die Objetkte im weitesten Sinne bezeichnen, bedeutet
es ‘sehr kleines x’: microbacteria, microcomputador, microorganismo.

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– Ist das Basissubstantiv hingegen eine Tätigkeitsbezeichnung, so bezieht sich


die Verkleinerung nicht auf das Basisnomen selbst, sondern auf einen Aspekt
desselben, der pragmatisch leicht zu erschließen ist. Beispiele:
microbiología, microbalanza.

La información que proporcionan los diccionarios diacrónicos también resulta


esclarecedora. El Trésor de la langue française indica tres grandes acepciones
(además, siempre, de la referida a micro- en las unidades de medida):

– Caractérise comme petite, courte, une partie d'un tout (d'un sujet, d'un objet)
spécifiée par le 2e élém. (gén. un élém. formant sav. tiré du gr.) (micromélie,
microsomie, microgastre).
– Qualifie de petit un sujet, un objet ou un ensemble d'éléments spécifié par le 2e
élém., le plus souvent un subst. ou un adj. dér. de ce subst. ou un élém. formant
sav. (micrococcus, microorganisme, micromolécule).
– Indique un ordre de grandeur réduit en ce qui concerne l'étude d'une science,
d'un phénomène, d'une application méthodologique exprimés par le 2e élém.,
gén. un subst. ou un adj. dér. de ce subst. ou un élém. formant sav.
(microchirurgie, microdissection, micrologie).

El OED señala que se usa “chiefly in scientific terms”, y recoge las siguientes
acepciones:

1. a. Prefixed to a sb. to indicate that the entity denoted by it is of relatively


small size o extent, as microabscess, -aneurysm.
b. Other terms in which micro- indicates reduced size or scale, but not of
what is denoted by a following sb., as micro-distribution [...] microcamera,
a camera used in photomicrography;
2. Prefixed to a sbs. and derived adjs. to denote ‘microscopic’ in the sense
‘with the microscope’, ‘revealed by the microscope’
a. Originally, denoting operations or branches of research carried on by
means of microscopic examination; now often implying simply the
smallness of scale of the subject, rather than any use microscopy (…) as
microanatomy...
b. Denoting properties revealed by microscopic examination, as micro-
character.
c. Denoting objects prepared for microscopic examination, as micro-section.
3. Phys. and Path. in sbs. of mod. L. form in -ia, compounded with Gr. names
for different parts or functions of the body, and signifying arrested
development of the part or function in question, as microcephalia (…)
4. Prefixed to an adj. with the sense ‘containing or possessed of some object or
constituent in minute form, quantity or degree’ as a microaerophil
5. Physics. Prefixed to the name of a unit to form a name for one-millionth
part of that unit, as micro-ampere, bar (…)
6. Prefixed to the names of instruments and techniques with the sense
‘specially designed for dealing with or measuring small effects or small
quantities of material’ microbalance…

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7. Prefixed to a sb. (or used attrib. without a hyphen) to indicate that the
object designated has been reduced in size by the use of microphotography,
or is used in connection with such an object, as micro book, edition, -text…
8. micro is now freely prefixed to a sbs. often resulting in trivial or nonce
words; from being used as an independent word without a hyphen it passes
into a quasi-adj. with the meanings:
a. ‘microscopic’, ‘minute’; ‘small-scale, small’ […]. Examples: micro-
investigation, micro adjustment, micro-panorama
b. Chem. Of or pertaining to microanalysis. micromethod, micro-scale.

Todos estos matices de significado hacen pensar que no hay solo un micro-. Si
micro- ha experimentado procesos de gramaticalización y de lexicalización, que han
dado lugar a todos esos usos, y que son fenómenos ambos incluidos en el cambio
lingüístico, habrá que fijarse en su evolución. Y para ello, como afirma Clavería
(2013: 61) refiriéndose a los sufijos, pero considero que es válido para todos los
afijos, habrá que estudiar la historia de las palabras formadas con esos elementos,
porque la historia de un afijo es la suma de la historia de cada una de las palabras
que con ese elemento se han formado.

3. El origen del elemento micro-

El origen de micro- hay que buscarlo en la forma griega μῑκρóς. El Dictionniare


étymologique de Chantraine (1984: s. v. μῑκρóς) lo documenta en los textos de
Homero y en autores posteriores con el significado de ‘pequeño, en pequeña
cantidad, sin importancia’. Compite con ὀλίγος, “mais μῑκρóς présente un sens plus
expressif, concret, parfois familier”. Para el objetivo de este estudio conviene fijarse
en que:

Figure au premier terme dans nombreux composés, parfois tardifs et souvent


techniques, comme μικρο-σκελής «aux pattes grêles» (Arist.), etc. [...], et
notamment des composés impliquant la notion de mesquinerie: μικρολόγος,
avec -λoγία, -λoγέoμαι «minutieux, coupeur de cheveux en quatre, mesquin».

Esta información pone el acento en dos aspectos: la participación de este elemento


en los compuestos, y su preferencia por el ámbito especializado. Y es que la
composición era un procedimiento conocido ya en el indoeuropeo, aunque, según
Fleury (1947: 61), “non pas dans la langue populaire qui n’en fait guère usage, mais
dans les langues spéciales et techniques (philosophie, science, administration,
religion)”.

A juzgar por la presencia de este tipo de compuestos en los repertorios de la lengua


griega, se trataba de un procedimiento muy productivo. El Dictionnaire
Grec/Français de Bailly (1950) recoge 79 entradas de compuestos con el elemento
μικρο-. Algunas de las palabras que se incluyen son semejantes a tecnicismos
actuales: μικροκέφαλος ‘qui a une petite tête’, μικρόφωνος ‘dont la voix est faible’ /
‘qui résonne faiblement’. Incluso el Thesaurus Graecae Linguae de H. Estienne
(1572) recoge la forma Μικρόβιος ‘Qui exiguae vitae est’.

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Sin embargo, μικρο- prácticamente no tiene presencia en latín. El Glossarium de Du


Cange (1883-1887) solo recoge micrologus y microcosmus; el Nuevo diccionario
latino-español etimológico de R. de Miguel (1897) incluye micrŏcōsmos,
mĭcropsychos y microsphǣrum; el Thesaurus Linguae Latinae (TLL) recoge
mīcrocosmos, mīcrologus, mīcropolitanus, mīcropsychus ‘pusillanimis, timidus’,
mĭcrosphӕrum, mīcrosphyxia, mīcrotocistēs y mīcrotrachēlus. Y el Lexicon de
Forcellini (1940), de estas solo incluye mĭcrŏcosmus, mĭcropsychos, mĭcrosphӕrum
y mĭcrŏtŏcistes.

Desde luego no se puede entender como un elemento productivo en latín, sino que
estas palabras son consideradas préstamos del griego, como atestiguan los
diccionarios.

Eso explica que, entre los primeros diccionarios del español, el de Palencia (1490)
solo recoja microcosmus y microspicius, y que otros como los de Nebrija (1495) o
Alcalá (1505) no incluyan palabra alguna con micro-, como tampoco son frecuentes
en los corpus: como se verá más adelante, en el CORDE habrá que esperar al siglo
XV para hallar micrología, primera voz documentada con micro- en el corpus.

Y entre los primeros diccionarios monolingües del español, Covarrubias (1611) no


recoge ninguna palabra con micro-, Autoridades (1726-1739) registra microcosmos
y microscopio, y en Terreros (1786) ya se va viendo la inclusión de voces de la
técnica formadas con micro-:

microcosmos ‘mundo pequeño’


microcóstico ‘lo mismo que Micrófono’
micrófono ‘instrumento para aumentar la voz y los sonidos’
micrografía ‘descripción de las partes, y propiedades de los objetos, que son
tan pequeños que no se pueden ver sin la ayuda del Microscopio’
micrología ‘ansia, ó cuidado de cosas pequeñas, ó ridículas’
micrólogo ‘el que tiene esta ansia’,
micromego ‘instrumento de Jeometría de solo 15 gr. para medir tierras (fr.
Micromegue)’
micrómetro ‘Fr. Micrometre, instrumento de Astronomía (…)’
microsopio ‘Término de Optica, especie de anteojo’

Como se puede observar, Terreros ya apunta al fenómeno del préstamo del francés
en micromego y micrómetro.

Entre los diccionarios del español el primero en documentar micro- es el de


Domínguez (1846-47):

Micro ó Micros. Voz griega equivalente á pequeño, con cuya significación


entra en la composición de muchas voces.

Pero para entonces la lengua española contenía ya un número significativo de


palabras formadas con este elemento. Examinemos, a continuación, los datos que

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arrojan las fuentes en que se localizan los primeros testimonios de palabras formadas
con micro-.

4. Las palabras más tempranas con micro- en español

4.1. micrología

La consulta del CORDE depara un primer testimonio, la voz micrología, documentada


en el Tratado de Astrología de Enrique de Villena (1428):

(1) E ansí que cuando a nos es verano, a los antipedes es invierno e por el
contrario a nós, por que non es maravilla lo que dize Lucano de aquellas
gentes que venieron en ayuda de Pompeyo, que se maravillavan porque el
sol fazía sombra a mano ezquierda en medio día estando omne de cara
donde nasçe el sol. E non más de aquesta micrología.

La voz llega desde el griego, a través del latín medieval, como se señala en Du Cange et
al. (1883-1887: s. v. micrologus), con el significado de “Scrupulosus”. Así se explica
que el Diccionario de Terreros (1787) recoja ambas palabras, micrología y micrólogo:

MICROLOGIA, ansia, ó cuidado de cosas pequeñas, ó ridículas. Danle el Lat.


Micrologia; pero es bárbaro, ó puramente Griego.

MICRÓLOGO, el que tiene esta ansia; el Lat. Micrologus que le dan es


bárbaro.

Sin embargo, micrología tiene dos únicos testimonios en el CORDE: el citado y otro de
Ortega y Gasset a comienzos del siglo XX. De hecho, ni micrología ni micrólogo llegan
a entrar en el Diccionario de la Academia, aunque sí que se encuentra en diccionarios
no académicos del siglo XIX como el de Domínguez (1847) y Zerolo (1895), y de ahí
pasa a los de Alemany (1917) y Rodríguez Navas (1918). Pero en estos diccionarios el
significado cambia, como puede verse en el ejemplo de Domínguez (1846-1847):

Micrologia. s. f. Tratado ó discurso sobre los objetos microscópicos o de


pequeñez suma. || Zool. Parte de la zoologia que se ocupa de los infusorios ó
microscópicos.

Micrólogo, ga. s. La persona inteligente en micrologia, ó que se dedica á ella. ||


s. m. Discurso lacónico. Dicese de cualquiera composicion retórica ó poética,
ora escrita, ora pronunciada, cuando es demasiado breve ó pequeña.

Y en efecto, el CORDE suministra el siguiente contexto representativo de este


significado:

(2) Advirtamos, antes de seguir, que la especie á que corresponde en la obra


citada la característica que acabamos de copiar es á la Peronospara infestans,
Mont. Pero esto no importa, la especie es la misma; á ella corresponde la
característica, lo mismo sea quien la clasifica Bary que Montagne que otro

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micrólogo; en esto de los clasificadores la única cuestión posible es la de


prioridad, cuál de entre ellos fué el que la clasificó primero. (C. Ascárate
(1893): Insectos y criptógamas que invaden los cultivos de España)
[CORDE].

Con todo, micrología y micrólogo, sea en cualquiera de sus dos acepciones, se trata de
palabras de uso restringido en español, cuya influencia en la construcción de un patrón
morfológico debió de ser escasa.

4.2. microcosmos

La primera documentación del CORDE data de 1455, en unos sermones en los que
microcosmo aparece relacionado con macrocosmo:

(3) Por ende, como seamos en la vltima edat del mundo, según que dize el
Apóstol, non es marauilla que vengan en este tienpo las sobredichas
tribulaciones más que en octros. Por ende, Inocencio, De villitate
conditionis humane, dize: "Senit mundus uterque", etc.; quiere dezir:
"Envezésense los dos mundos macrocosmo e microcosmo, mayor mundo e
menor mundo. E quanto la veget más se faze prolixa, tanto cada vno de los
dichos mundos más se perturba".

La documentación es más tardía que la que proporciona el Trésor (1314) y el DELI


(1375), pero está en la misma tradición filosófica y religiosa de raíz medieval (Du
Cange 1883-1887: s. v. microcosmus):

Dominus in Evangelio omnem hominem dicit creaturam, cum ait: Ite, prædicate
omni creaturæ. Et Græcus hominem Microscosmum, hoc est, minorem mundum
appellabat.

Y es que microcosmos es la voz griega que más claramente simboliza la transmisión del
elemento micro- del griego al latín, y de este a las lenguas modernas.

Durante los años siguientes, esta es la única palabra con micro- en el CORDE:

(4) Mundus en griego se dize cosmos: por esto al ombre dixeron microcosmo
que es menor mundo: por que assi el ombre consta de quatro humores como
el mundo de quatro elementos. (Alfonso de Palencia: Universal
Vocabulario, 1490) [CORDE].

(5) Conclusión muy averiguada es entre los filósofos ser el hombre de mayor y
más complida perfición de todas las criaturas; por tanto, le llamaron
microcosmo, que quiere dezir menor mundo, porque ninguna cosa ay tan
subida y estimada en el mundo que en el hombre no se halle. (Diego de
Sagredo: Medidas del romano, 1526) [CORDE].

(6) Por esto llamó Aristóteles al hombre microcosmos, que quiere dezir mundo
pequeño, como si le llamara mundo abreviado. (Bernado Pérez de

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Chinchón: La lengua de Erasmo nuevamente romançada por muy elegante


estilo, 1533) [CORDE].

(7) Por donde no fue sin causa llamado microcosmos, que significa menor
mundo, en el qual no menos cosas de admiración dignas contemplamos que
en el mayor mundo. El hombre es llamado mundo menor. (Martín Cortés
Albacar: Breve compendio de la esfera y de la arte de navegar, 1551)
[CORDE].

Como era de esperar, microcosmo(s) está presente tempranamente en los diccionarios


bilingües (Minsheu 1617, Stevens 1706, Bluteau 1721, etc.), lo que demuestra que se
trata de un concepto universal de raíces filosóficas y religiosas. Es el Diccionario de
autoridades (RAE 1726-1739) el que explica su significado:

MICROCOSMOS. s. m. Mundo abreviado. Dícese regularmente del hombre,


por ser un compendio de las maravillas del mundo. Es voz Griega. Lat.
Microcosmos. Tejad. Leon. Prodig. part. 2. pl. 7. En un Reino Ilustrissimo, que
Dios formó con infinita sabiduría, á imagen y semejanza suya, à quien los
Griegos llaman Microcosmos, mundo pequeño, porque cifró en él las
maravillas del mayór con mas perfeccion, tiene su imperio el alma racional.

Inicialmente, la Academia solo admitía la forma microcosmos. En la 12.ª ed. (RAE


1884) entra microcosmo, que pasa a ser la forma preferida3, y la situación se mantiene
hasta la edición actual, en que la forma preferente vuelve a ser microcosmos,
incorporando una segunda acepción al artículo:

microcosmos. Tb. microcosmo, p. us. (Del b. lat. microcosmos, y este del gr.
bizant. μικρόκοσμος mikrókosmos, de μικρο- mikro- 'micro-' y κόσμος kósmos
'mundo'). m. Ser o entidad concebidos como imagen y reflejo del universo. El
hombre es un microcosmos. || 2. m. Mundo a escala reducida. El microcosmos
de una novela.

En efecto, en esta última edición se incorpora una nueva acepción, que sin embargo
aparece en los corpus ya en el último tramo del siglo XIX, usada en los textos literarios:

(8) Pero si el santo varón estaba en su hueco de ventana, zambullido en el


microcosmos de la obra de pelo, las dos damas se encerraban en el Camón,
y allí se despachaban a su gusto sin testigos. (B. Pérez Galdós: La de
Bringas, 1884) [CORDE].

(9) Hallábanse allí representadas todas las clases y era como microcosmos ó
breve compendio del mundo de aquella provincia; atraídos los curas por
Primo Genday, los radicales por el diputado, y la aristocracia por el
mayorazgo Méndez. Y toda esta gente de tan diversa condición, al
encontrarse reunida, se dió á divertirse y gozar en la mejor armonía y
concordia. (E. Pardo Bazán: El cisne de Vilamorta, 1885) [CORDE].

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(10) La Tiplona, la Merlatti, había sido el microcosmos del romanticismo


músico del pueblo. (Leopoldo Alas “Clarín”: Su único hijo, 1891)
[CORDE].

Así, microcosmos va extendiendo su uso, traspasando los límites de la filosofía y


penetrando en la lengua común.

4.3. microcielo

Hasta finales del siglo XVII no se documenta otra palabra con micro- diferente a
microcosmos en los textos, a excepción de microcielo, que aparece en un texto en verso
de Gabriel del Corral (1629):

(11) Mirè Dios y norabuena


A doña Ines de Toledo,
Alua y Sol en nombre y ojos,
Y en lo demas microcielo.
Enamoreme, y seruila
Con cien varas de paseos,
Treinta pieças de suspiros,
Y una arroba de requiebros.

Aunque se pueda tratar de un hápax, y haya que tener en cuenta la proximidad


semántica entre cosmos y cielo, puede ser indicativo de la percepción que había de que
micro- se podía combinar con otros elementos para formar palabras que expresaban el
significado de ‘muy pequeño’.

4.4. microscopio

Aparece por primera vez en el CORDE en un texto de 1690:

(12) Piensan en algunas partes de la Europa y con especialidad en las


septentrionales, por más remotas, que no sólo los indios, habitadores
originarios de estos países, sino que los que de padres españoles
casualmente nacimos en ellos, o andamos en dos pies por divina
dispensación o que aun valiéndose de microscopios ingleses apenas se
descubre en nosotros lo racional. (Carlos de Sigüenza y Góngora, Libra
astronómica y filosófica, 1690) [CORDE].

No se trata de un testimonio demasiado tardío si se tiene en cuenta que el TLF y el OED


lo documentan en 1656 y que el DELI lo atestigua en un texto anterior a 1660. En la
lexicografía del español, aparece en Bluteau (1721), en Autoridades (RAE 1726-1739) y
a partir de aquí en todos los diccionarios.

A juzgar por el CORDE, el auténtico divulgador de la palabra microscopio en España


fue Feijoo, quien en su Teatro crítico universal usa el término en 57 ocasiones, entre
1726 y 1750.

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(13) […] las imágenes mayores no quitan que se representen bien los objetos,
aun quando ellos sean menudos; antes conducen; por lo cual se ven mejor
por medio del microscopio los átomos. Y la viveza de la imaginación, no
siendo tanta que llegue a locura, contribuye mucho para vna perspicaz
inteligencia. (1726).

(14) El padre Gaspar Scotto (in Mag. natur. part. 1. lib. 10.) refiere que vio con el
microscopio, y hizo ver a otros, unos animalillos tan menudos que infestan
a las pulgas, como las pulgas a nosotros. Con todo, es cierto que estos
vivientes átomos se ven unos a otros; ven uno por uno sus proprios
miembros; ven el mismo alimento de que se nutren; lo qual no puede ser sin
que sus ojos sean unos naturales microscopios insignes, y esto depende de
su material estructura. (1726).

(15) El señor Nicolás Andri, doctor en Medicina de la Facultad de París, en un


tratado excelente que escribió sobre la generación de los gusanos en el
cuerpo humano, testifica que con el microscopio se han descubierto en
algunas especies de insectos muchos corazones, assimismo como muchos
pulmones. (1733).

(16) El holandés Antonio Leuwenhoek, célebre artífice de microscopios, halló,


que aquella massa blanca, que inficiona los dientes, no es otra cosa que un
cúmulo de innumerables gusanillos; […]. (1734).

También utiliza la palabra en sentido figurado, como en el siguiente ejemplo:

(17) Más si fuere tan cuerdo, que no se tenga en más de lo que es, o tan humilde,
que se tenga en menos: no por esso dexa el adulador de hazer su negocio.
Entonces el adulado atribuye el excesso de su opinión a excesso de cariño:
porque todo lo que se mira con el microscopio de el amor, engrandece
mucho su representación en la idea: y en esse caso, aunque no le cree el
aplauso, le estima el afecto. (1726).

Entre las palabras con micro- en el CORDE aparecen también como ejemplos aislados
en Feijoo micrómetro (1739) y, de nuevo, microcosmos (1742), y microcósmico en
Torres Villarroel (1738-1752). Pero microscopio sigue siendo con mucho la palabra
más documentada, y así, a partir de 1750 también aparece en Cadalso (1772), en Mutis
(1776), en Iriarte (1782), en el padre Isla (1787), en Proust (1791), en Moratín (1793).
Y ya en el siglo XIX continúa su uso por diversos autores, entre los que destaca Bretón
de los Herreros (1828), Larra (1834), Mesonero Romanos (1837), el Duque de Rivas
(1839), Bello (1841), Alcalá Galiano (1843), Valera (1847), Alarcón (1852), Rosalía de
Castro (1861), Bécquer (1861), Pereda (1870), Galdós (1873), etc.

Los ejemplos de estos autores, la gran mayoría escritores, demuestran que microscopio
adquirió un uso frecuente en la lengua no especializada, y que bien pudo ser el causante
de la penetración del elemento micro- en la lengua común.

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4.5. micrómetro

Esta voz, como se ha comentado, es una de las pocas que desafía el casi exclusivo
predominio de microcosmos y microscopio entre las palabras con micro- en esta
primera etapa. El CORDE la recoge, de nuevo en un texto de Feijoo:

(18) Esta abertura [observada mediante un telescopio entre dos montañas


lunares] no es una bagatela, pues ocupa una de treinta y dos partes de el
diámetro de la Luna, quanto se puede determinar con el micrómetro, esto
es, setenta millas, que hacen más de veinte y tres leguas comunes de
Francia. Las observaciones repetidas el día 22 de septiembre de 1727 han
confirmado este descubrimiento. (B. J. Feijoo: Theatro Crítico Universal,
1739) [CORDE].

La palabra se registra lexicográficamente en Terreros (1787):

MICRÓMETRO. Fr. Micrometre. instrumento de Astronomía, ó máquina que


se hace andar casi insensiblemente por medio de un tornillo, de modo, que una
linea queda dividida en ciento y ochenta, ó en docientas y cuarenta partes (…).
Hai Micrómetro simple, que inventó M. Kirch el año de 1677, y compuesto,
inventado, y publicado por M. Auzout el año de 1693.

Como Terreros apunta, la voz se toma del francés, lengua en la que el Trésor la
documenta en 1667, en un texto del propio Auzout: Traité du micromètre.

Y ya en el siglo XIX se encuentra en la 5.ª ed. del repertorio académico (RAE 1817),
con una definición que permite entender el porqué de su nombre:

MICRÓMETRO. s. m. Anteojo que sirve para medir los diámetros de los


astros ó las pequeñísimas distancias entre ellos.

La palabra llega hasta la edición actual del DLE de la RAE, aunque ha cambiado el
concepto: ‘Instrumento de gran precisión destinado a medir cantidades lineales o
angulares muy pequeñas’.

4.6. Siglo XIX: otras palabras con micro-

Con el avance de la ciencia y de la técnica en el siglo XIX, se van documentando


nuevas palabras con micro-:

micrografía. Recogida por la 14.ª ed. del Diccionario (RAE 1914) como
‘Descripción de objetos vistos con el microscopio’. Ya había sido inventariada por
Núñez de Taboada (1825), Domínguez (1846-47) y los diccionarios posteriores no
académicos. El CORDE la documenta en textos médicos de la década de 1870.
También hay testimonios del adjetivo micrográfico (1897) y el sustantivo
micrógrafo (1904).

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microstoma: Término técnico de las ciencias naturales (geología, botánica,


zoología), documentado con este último sentido solo en Gaspar y Roig (1855),
pero recogido en el CORDE (1872 y 1896) en textos especializados. No llega a
incorporarse al diccionario académico.

microcimas: Se documenta en 1876, en el Manual de Patología y clínica médicas


de Ecequiel Martín de Pedro, recogido en el CORDE, aunque no llega a
introducirse en el DRAE ni se documenta en ninguno de los diccionarios del
NTLLE. El contexto no deja lugar a dudas del significado de micro-: “los
micrógrafos han encontrado al análisis [del aire] bacterías [sic], microcimas,
bibriones, etcétera, que introducidos por las vías digestiva y respiratoria daban
lugar al desarrollo del mal”.

microcéfalo: Como se ha comentado, ya se documenta en griego. En español, lo


recogía Domínguez (1846-47) con varias acepciones, que la 12.ª ed. del
Diccionario (RAE 1884) resume en ‘de cabeza pequeña; empléase en el
tecnicismo de varias ciencias’. El CORDE lo documenta en un texto de 1876.

Pero de todas las palabras con micro- que van apareciendo en la segunda mitad del siglo
XIX, seguramente la más relevante es microbio, por su repercusión social y su
incidencia como modelo para otras palabras, viniendo a reforzar el incipiente patrón
lexicogenésico a que había dado origen microscopio.

4.7. microbio

La denominación fue creada en francés en 1878 por M. C. Sédillot, tal como se recoge
en una nota titulada “De l’influence des découvertes de M. Pasteur sur les progrès de la
Chirurgie”, publicada por la Academia de Ciencias de París en los Comptes rendus
hebdomadaires de séances (p. 634):

Les noms de ces organismes sont très-nombreux et devront être définis et, en
partie, réformés. Le mot microbe ayant l'avantage d'être plus court et d'une
signification plus générale, et mon illustre ami, M. Littré, le linguiste de France le
plus compétent, l'ayant approuvé, nous l'adoptons, sans néanmoins renoncer à
ceux en usage, pour la désignation de variétés plus particulièrement étudiées.
[Gallica].

El texto empieza, por tanto, tratando de cuestiones terminológicas 4 , y el dato está


recogido en diversas fuentes (Trésor: s. v. microbe, Buitrago y Torijano 2004: s. v.
microbio)5.

Según el DELI (s. v. microbio) en italiano se documenta ese mismo año de 1878, y en
español habrá que esperar un año más para hallar el primer testimonio textual, que se
encuentra en un pasaje de La Gaceta de sanidad militar (25/10/1879, p. 24) donde se
dice:

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(19) Existe para él [M. Pasteur] un vibrión séptico especial como hay un
bacteridio carbuncoso, un microbio generador del pus, no séptico y quizá
otro microbio para la fiebre puerperal. [HD].

Solo un año más tarde, vuelve a aparecer en la Revista contemporánea (09/1880, nº


29, p. 19), en un texto titulado “La vida invisible en el aire”, en el que se utiliza con
frecuencia este término, y donde enseguida se define:

(20) La ciencia ha llamado microbios á todos los seres infinitamente pequeños,


de origen vegetal ó animal que pueblan el aire, y que desde él se fijan sobré
los objetos sólidos y en el seno de los líquidos. [HD].

La primera documentación lexicográfica de la voz microbio se encuentra en el


Suplemento de la 12.ª ed. del Diccionario de la lengua castellana de la RAE (1884):

Microbio. (Del gr. μικρόβιος, de corta vida.) m. Animal ó vegetal


microscópico de organización simplicísima.

También aparece unos años más tarde en el Diccionario enciclopédico de la lengua


castellana de Zerolo (1895) con la misma definición y etimología. Pero es la Academia
la que transforma la definición en la edición siguiente (RAE 1899), incorporando los
conocimientos que se tenían ya sobre estos organismos:

Microbio. (Del gr. μικρός, pequeño, y βίος, que vive.) m. Vegetal criptógamo
y microscópico que nace, se multiplica y muere con suma rapidez en el aire, el
agua y toda clase de organismos, y, viviendo de las substancias que lo rodean,
las transforma y descompone. Existen muchas especies y se tienen por causa
de diversas enfermedades y fermentaciones.

Ya en el siglo XX, las ediciones académicas continúan modificando la definición de


microbio para adaptarla a los avances del conocimiento 6.

La palabra empieza a tener usos metafóricos muy pronto. Como recoge el CDH, José
Martí en su novela Lucía Jerez (1885) ya utiliza microbio en sentido figurado, en la
expresión microbio sedicioso:

(21) Escribía Manuelillo, en semejanza de lo que estaba en boga entonces, unas


letrillas y artículos de costumbres que ya mostraban a un enamorado de la
buena lengua; pero a poco se soltó por natural empuje, con vuelos suyos
propios, y empezó a enderezar a los gobernantes que no dirigen
honradamente a sus pueblos, unas odas tan a lo pindárico, y recibidas con tal
favor entre la gente estudiantesca, que en una revuelta que tramaron contra
el Gobierno unos patricios que andaban muy solos, pues llevaban consigo la
buena doctrina, fue hecho preso don Manuelillo, quien en verdad tenía en la
sangre el microbio sedicioso; y bien que tuvieron que empeñarse los amigos
pudientes de D. Manuel para que en gracia de su edad saliese libre el
Pindarito, a quien su padre, riñéndole con los labios, en que le temblaban los
bigotes, como los árboles cuando va a caer la lluvia, y aprobándole con el

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corazón, envió a seguir, en lo que cometió grandísimo error, estudios de


Derecho en la Universidad de Salamanca, más desfavorecida que otras de
España, y no muy gloriosa ahora, pero donde tenía la angustiada doña
Andrea los buenos parientes que le enviaban las farinetas.

Y ciertamente microbio penetra con rapidez en la lengua usual, como demuestra el


CORDE en textos literarios:

(22) Aquello era un dolor y un horror; tener que renunciar con severidad
israelítica al jamón extremeño, rosado y aromático, y al salchichón de
Génova, matizado como un mosaico o exponerse a tragar el endiablado
microbio que el atribulado Fernandito seguía con la imaginación en todas
sus transformaciones, viéndole alargarse, alargarse hasta convertirse en
tenia [...]. (L. Coloma (1891): Pequeñeces) [CORDE].

(23) No hemos inventado ninguna máquina notable, ni hemos tropezado con


ningún astro nuevo, ni siquiera hemos descubierto ningún importante
microbio, o al menos el virus para acabar con él. (A. Ganivet (1896):
Granada la Bella) [CORDE].

(24) ¿Por qué la besabas tú a ella? Te ha contagiado, te ha contagiado con sus


microbios, con los microbios de su personalidad, porque cada uno de
nosotros tiene su microbio, su microbio, especial y específico, el bacillus
individuationis, como le llama don Fulgencio, y te ha contagiado... ¡Caíste,
caíste y volverás a caer! (M. de Unamuno (1902): Amor y pedagogía)
[CORDE].

(25) ¿Por qué han de ser más atinadas y sublimes filosofías que las de
Campoamor las de Schopenhauer o Nietzsche, pongamos por caso? A mi
ver, no hay otro motivo para esto que el que hay para que una figurilla
diminuta, pintada en el vidrio, o un gusarapo o un microbio, se nos
muestren, gracias a la linterna mágica o a otro instrumento parecido,
mayores que descomunal gigante o colosal megalosauro, cuando los vemos
en el círculo luminoso que se proyecta en el distante muro. (J. Valera
(1902): La labor literaria de don José Ortega y Munilla) [CORDE].

Una vez que microbio se asienta en la lengua, van apareciendo sus derivados en los
últimos años del siglo: micróbico, microbicida, microbiano, microbiología:

(26) He dado en no digerir lo que como, y después de una diarrea micróbica


vino con unos dolores atroces un flujo de sangre, que me tuvo todo el día de
antes de ayer tirado en el suelo, envuelto en las mantas de viaje. (J. Zorrilla
(1883-1889): Cartas íntimas e inéditas). [CORDE].

(27) Acabamos de ver que es decisiva la acción del azufre sobre la parásita que
determina la enfermedad llamada Oidium, tan decisiva, que la mata bajo la
doble influencia del gas ácido sulfuroso que resulta de su oxidación con el
concurso del calor y del oxígeno, gas microbicida altamente por sus

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propiedades reductoras ha tiempo comprobadas, más del contacto. (C.


Ascárate (1893): Insectos y criptógamas que invaden los cultivos de
España) [CORDE].

(28) No parece sino que los nombres de Magendie, Ludvig, Claudio Bernard y
Vulpian, que personifican la escuela de la fisiología y patología
experimentales, habían de quedar ofuscados y olvidados por la nueva teoría
microbiana, y los hechos y fenómenos por ellos descubiertos y
demostrados relegados al olvido como bagaje inútil y fantástico. (M. A.
Fargas y Roca (1894): Discurso de recepción en la Real Academia de
Medicina y Cirugía de Barcelona: Patogenia y tratamiento...) [CORDE].

(29) La microbiología nos enseña que el microbio patógeno, para vivir, necesita
como medio la sustancia orgánica muerta, mejor dicho, la materia
organizada que le sirva de alimento. (M. A. Fargas y Roca (1894): Discurso
de recepción en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona:
Patogenia y tratamiento...) [CORDE].

A partir de aquí van apareciendo otras palabras de la lengua especializada:


micromos, micróscomo, microbiológico, micrométrico, micro, microdermos,
microlepidópteros, microbiólogos, microorganismos, algunas de ellas nunca
recogidas en los diccionarios generales.

5. micro- adjuntado a bases que indican unidades de medida

Una mención aparte merece el uso de micro- en relación al sistema de medidas. Ya


desde que entra en la decimonovena edición en el diccionario académico (RAE
1970), se da cuenta de este significado:

micro- (Del gr. μiκρóς.) Elemento compositivo que entra en la formación de


algunas voces españolas con el significado de “pequeño” o denotando
“amplificación”, como en MICRÓfono; o la “millonésima parte de una unidad”,
como en MICROfaradio.

Explica Cottez (1980: s. v. 4. micr(o)-) que el prefijo fue adoptado en el Congreso de


Electricistas de 1881, a partir de la propuesta de la British Association. Y así es:
como ha estudiado Moreno Villanueva (2012: 357), los electricistas británicos
adoptaron un sistema de unidades eléctricas de base cegesimal ya en 1861, que
incluía el volt, el ohm, el farad y el weber. Pero además “formaron múltiplos y
submúltiplos a partir de los habituales prefijos, con el fin de facilitar la medición de las
magnitudes: megavolt (un millón de volts), megohm (un millón de ohms); miliweber
(una milésima parte de un weber); microvolt (una millonésima parte de un volt),
microfarad (una millonésima parte de un farad), etc.”. El sistema se aprobó como parte
de los acuerdos internacionales del Congreso de Electricistas, que se reunió el 15 de
septiembre de 1881, en el marco de la Exposición Internacional de Electricidad de París
(Moreno Villanueva 2012: 358).

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El DLE (2014) recoge dos de estas formaciones:

microfaradio (De micro- y faradio.) m. Electr. Unidad de la capacidad


eléctrica de un condensador, equivalente a una millonésima (10−6) de faradio.
(Símb. μF).
microvoltio (De micro- y voltio1.) m. Electr. Unidad de diferencia de potencial
y de fuerza electromotriz que equivale a una millonésima (10−6) de voltio.
(Símb. μV).

Su entrada al léxico académico fue tardía. La unidad microfaradio entra en la 19.ª ed.
(RAE 1970), coincidiendo con la inclusión de micro- (que además recogía microfaradio
como ejemplo), aunque ya estaba en el Diccionario de Rodríguez Navas (1918). La
segunda de las unidades, microvoltio, se incorpora en la 22.ª ed. (RAE 2001), aun
cuando ya aparecía en el Diccionario de Alemany (1917).

La recepción en España de las unidades de medida con micro- fue temprana. En el n.º 6
de la Gaceta industrial (25/03/1882), seis meses después de su aprobación en el
Congreso de Electricistas, se publica un artículo titulado “Electrometría”, firmado por
Perfecto María Clemencín, del Cuerpo de Ingenieros de Minas, donde da cuenta de las
unidades, pero también de algunos de los múltiplos y submúltiplos:

Para grandes resistencias se emplea la denominación de Megaohm (un millón de


Ohms), y para las pequeñas la de Microhm (una millonésima de Ohm).

Esta unidad es demasiado grande para la práctica y se emplea el Microfarad, que


es la millonésima parte del Farad. Un Microfarad vale 1/1015 de la unidad C.G.S.

Se tardará algunos años más en documentar en los textos disponibles las formas
microvolt (La Física moderna, 1/1888, p. 9) y microvoltio (La Energía eléctrica, 10/12
/1920, p. 2), pero el elemento micro- ya está ahí presente7.

También los diccionarios especializados jugaron un importante papel en la divulgación


de la nueva terminología, y así microfarad aparece ya en el tomo III (1884-1887) del
Diccionario general de arquitectura e ingeniería de Clairac:

Farad. (Tel.) FR., ING. é IT. Farad.|| *(En honor del célebre físico FARADAY.)
Unidad de medida eléctrica para las capacidades. Equivale á la de un conductor
que contiene un Coulumb, de una potencia igual á de un Volta.
La unidad Farad es demasiado grande para su empleo frecuente en la práctica, por
lo que se ha adoptado el microfarad que es la millonésima parte de aquél.

El OED (2004: s. v. micro-) incluye este significado en su 5.ª acepción, y lo documenta


en 1873: “For multiplication or division by a million, the prefixes mega and micro may
conveniently be employed”. Aún añade la posibilidad de duplicar este elemento: “Also
duplicated to denote division by a million million (corresponding to the single prefix
pico-), as in micromicrocurie, -farad”.

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6. La genealogía de micro- (a modo de conclusión)

Una vez que se conoce la evolución de este elemento desde sus orígenes hasta el final
del siglo XIX, se puede formular una hipótesis explicativa de cómo micro- ha llegado a
convertirse en un elemento productivo en la formación de palabras.

Su origen, como se ha visto, está en la lengua griega, en la que ya funcionaba como un


elemento formador de palabras compuestas generalmente del ámbito técnico. En latín,
sin embargo, el elemento micro- se ve limitado a unas pocas palabras, entre las que
destaca microcosmos, que llega hasta nuestros días y que mantiene la continuidad entre
la forma griega y las lenguas romances, a través del latín medieval. Porque
microcosmos no deja de ser un internacionalismo avant la lettre, ya que está presente no
solo en español, sino en francés, en italiano, en inglés, etc.

Sin embargo, la presencia de estas palabras en los corpus del español es poco
significativa. La irrupción de la voz microscopio en la segunda mitad del siglo XVII
reactiva el elemento micro-, cuyo valor semántico no se debía de haber perdido en la
lengua culta. También debió de contribuir a ello el eco social que tuvo la revolución que
supuso en la biología la invención de este instrumento. La voz microscopio penetró
progresivamente en el español, siendo cada vez más frecuente en los textos del siglo
XVIII y sobre todo del siglo XIX, con el uso en textos literarios.

El siglo XIX ve también la aparición de algunas palabras con micro- en el ámbito


técnico, entre las que destaca el nuevo valor para indicar un submúltiplo en las unidades
de medida eléctrica. Pero hay que esperar al último cuarto del siglo, con la acuñación de
microbio, préstamo del francés de fácil y rápida penetración en la lengua común, para
que se pueda hablar de un avance en el proceso de gramaticalización que lo acabará
convirtiendo en un prefijo de elevada productividad, que traspasa los límites de la
lengua especializada en el transcurso del siglo XX. Concretamente este préstamo sirve
como ejemplo a Rainer (2002: 125) para ilustrar el fenómeno de convergencia en la
formación de palabras de las lenguas románicas.

Esa paulatina gramaticalización es la que lleva a la acuñación de voces tan actuales y


comunes como microbús, microcrédito, microempresa, microficha, microondas,
micropaisajismo, etc. A la vez, micro- se ve sometido a un proceso de lexicalización en
el que asume el significado de ‘micrófono’, ‘microscopio’ (en el ámbito especializado),
‘microbús’, dando lugar incluso a derivados como micrero.

El proceso descrito podría reflejar, como apunta Rainer (2013: 152) para los sufijos,
cómo las necesidades del sistema crean un nuevo afijo a partir de una palabra-guía, en
este caso microscopio, que sirve para reactivar el elemento micro- presente en
microcosmos, y revitalizado por la palabra microbio que acaba de acelerar el proceso,
en el marco del desarrollo léxico que se produce en la segunda mitad del siglo XIX a
raíz del avance de las ciencias8.

Por otro lado, la evolución de las palabras descritas con micro- reforzaría la conclusión
de Buenafuentes (2006: 14) a partir de los datos del DECH, según la cual la formación

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de palabras complejas mediante la composición culta empieza a hacerse habitual en el


siglo XVIII, y tiene su máximo desarrollo en el siglo XIX.

Por último, a partir de esta hipótesis explicativa se puede establecer la siguiente


clasificación respecto a las palabras que aparecen en el DLE con micro-:

– Primeras palabras tempranas con micro- (anteriores a microscopio):


microcefalia, microcéfalo, microcosmo / microcosmos.
– Palabras surgidas a partir de microscopio: microcirugía, micrografía,
micrográfico, micrógrafo, microscopia / microscopía, microscópico,
miocroscopista, micrótomo.
– Palabras referidas a micro- como unidad de medida: micra, microfaradio,
micrón, microvoltio.
– Palabras surgidas a partir de microbio: microbiano, microbicida,
microbiología, microbiológico, microbiólogo, micrococo, microorganismo.
– Palabras creadas a partir de la gramaticalización de micro- en el ámbito
especializado. Se pueden distinguir, además, algunos campos más
productivos:
– Biología: microcircuito, microfilamento, microfito, micrópilo, microspora,
microsporidio, microsporofila, microtúbulo, microvellosidad.
– Tecnología: microchip (electr.), microcircuito (electr.), microclima (ecol.),
microelectrónica, micromanipulador, microgravedad, micrométrico,
micrómetro, micromotor, micronizar, microonda, microprocesador.
– Imagen y sonido: microcopia, microespacio, microfilm, microfilmación,
microfilmador / -a, microfilmar, microfónico, micrófono, microfotografía,
microfotográfico, microsurco.
– Economía9: microeconomía.
– Lingüística: microestructura.
– Palabras creadas a partir de la gramaticalización de micro- en el ámbito no
especializado: micrero, microbús, microbusero, microcinta, microficha,
microrrelato.
– Palabras creadas a partir de la lexicalización de micro-: micro / micronesio /
(horno) microondas.

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Notas
*
Este estudio se enmarca en el proyecto de investigación Diccionario histórico del español moderno de
la ciencia y de la técnica, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (FFI2013-41711P)
y desarrollado por el grupo Neolcyt, que forma parte del Grupo Lexicografía y Diacronía, consolidado
por la Generalitat de Catalunya (2017SGR-1251), y que está incluido en la Red Temática de Excelencia
“Lengua y Ciencia” (FFI2015-68705-REDT).
1
Me refiero a mis trabajos sobre átomo (Garriga 2008), sobre molécula (Garriga 2010) y una visión de
ambos términos junto a corpúsculo y partícula (Garriga 2012). Sobre célula, véase Garriga (2018).
2
Son las siguientes: micra, micrero, micro, micro-, microbiano, microbicida, microbio, microbiología,
microbiológico, microbiólogo, microbús, microbusero, microcefalia, microcéfalo, microchip,
microcinta, microcircuito, microcirugía, microclima, micrococo, microcopia, microcosmo,
microcosmos, microeconomía, microelectrónica, microespacio, microestructura, microfaradio,
microficha, microfilamento, microfilm, microfilmación, microfilmador, microfilmadora, microfilmar,
microfilme, microfito, micrófito, microfónico, micrófono, microfotografía, microfotográfico,
micrografía, micrográfico, micrógrafo, microgravedad, micromanipulador, micrométrico, micrómetro,
micromotor, micrón, micronesio, micronizar, microonda, microondas, microorganismo, micropilo,
microprocesador, microrrelato, microscopia, microscopía, microscópico, microscopio, microscopista,
microspora, microsporidio, microsporofila, microsurco, microtomo, microtúbulo, microvellosidad,
microvoltio.
3
Es precisamente en esta 12.ª ed. (1884) cuando la Academia da entrada a cosmos, lo que refuerza
seguramente la incorporación de microcosmos.
4
El autor da como sinónimos los siguientes nombres: microzoaires, microphytes, aérobies, anaérobies,
microgermes, micrococci, microzymas, bactéries, bactéridies, vibrions, microdermes, conferves,
ferments, monades, animalcules, corpuscules, torules, penicillium, aspergillus, infusoires, leptothrix,
leptothticum, spores de l’achorium, de favus, de l’oïdum, du muguet, organismes de l’acide tartrique droit
e gauche, zymases septieues et septicémiques, etc.
5
Como se ha indicado, el Thesaurus Graecae Linguae de H. Estienne (1572) recoge la forma
Μικρόβιος ‘Qui exiguae vitae est’.
6
Así, lo que en la 14.ª ed. del Diccionario (1914) de la RAE se define como ‘ser microscópico que nace y
se desarrolla en el aire en el agua...’, pasa a ser un ‘ser microscópico y unicelular’ en la 15.ª (1925), en la
16.ª (1936) se convierte en un ‘nombre genérico que designa a los seres organizados, sólo visibles al
microscopio...’, y va cambiando la etimología para llegar a la edición actual del DLE (2014) como sigue:
‘Adapt. del fr. microbe, y este del gr. μικρός mikrós 'pequeño' y βίος bíos 'vida'’.
7
Para la recepción en español de las unidades de medida, véase Moreno Villanueva (2012: 363), y el
debate académico entre las formas de las unidades eléctricas internacionales y las castellanizadas está
tratado en Pardo y Garriga (2017).
8
Este proceso tiene muchas conexiones con lo que ocurre, por ejemplo, con el sufijo -ismo, que también
se convierte en patrón lexicogenésico en la segunda mitad del siglo XIX para formar nombres que
designan intoxicaciones (Campos Souto 2017).

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9
La inmediatez de la prensa permite documentar más voces de este campo que no aparecen en el
diccionario, como microempresa, microempresario, microfinanza, microcrédito, microrreserva,
microfinanciamiento, microfinanciación, micropyme, microemprendimiento (Méndez Santos 2011: 103),
microprecio…

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B. Camus. Aspectos de la evolución histórica de la alomorfia en los diminutivos españoles
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 107-124

Aspectos de la evolución histórica de la alomorfia en los diminutivos españoles


Bruno Camus Bergareche
Universidad de Castilla-La Mancha
Bruno.Camus@uclm.es

Resumen

Tras seleccionar algunos casos de variación alomórfica particularmente notables en la


sufijación diminutiva del español actual (alternancia entre -itV, -citV y -ecitV), a lo largo
de este trabajo nos proponemos delimitar las condiciones formales que controlan esta
variación y en función de eso definir los grupos de palabras susceptibles de presentarla.
Se trata fundamentalmente de los correspondientes a bases bisilábicas con diptongo y
acabadas en vocal /o, a/, bases bisilábicas con final en /e/ y bases monosilábicas.

Tras esto queremos abordar en primer lugar el problema de la distribución dialectal


moderna de estas variantes y, a partir de esta descripción, llevar a cabo en segundo lugar
un primer intento de determinación temporal de los inicios, desarrollo y expansión de
cada uno de los alomorfos en competición.

En este primer acercamiento a las dos cuestiones planteadas, pretendemos servirnos


fundamentalmente, aparte de los datos provenientes de las descripciones y la
documentación de las monografías y gramáticas de referencia disponibles, de la
información que proporcionan algunas de las bases de datos existentes para el español.

Palabras clave: Cambio morfológico, Variación dialectal, Diminutivos en español,


Sufijo -ito, Alomorfia

Abstract

After selecting some cases of morphological variation which are particularly salient in
Spanish diminutive formation (the alternation among -itV, -citV and -ecitV allomorphs),
this paper is aimed to define the formal conditions that control this variation and the
groups of words that are affected by this alternation. As we shall see, these are the
following: disyllabic bases with diphthong and ending in /o, a/; disyllabic bases ending
in /e/; and monosyllabic bases.

We will deal first with the issue of contemporary dialect distribution of these
allomorphs. We will afterwards attempt to make a first effort to define chronologically
the beginnings, the development and the extension of each one of the competing
allomorphs.

In our approach to both issues we will basically make use of the information provided in
current corpora and online databases, as well as descriptive and theoretical bibliography
and reference grammars.

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Key words: Morphological Change, Dialectal Variation, Spanish Diminutives, -ito


Suffix, Allomorphy

1. Introducción

En el español actual la formación de diminutivos mediante el sufijo -itV da lugar en


algunos casos a formas alternativas cuya distribución dialectal resulta a veces muy
intrincada, como se desprende de la información contenida en la NGLE (2009: §9.5.).
Algunas de estas alternancias pueden ilustrarse con ejemplos como los de (1) a
continuación:

(1) a. piedra ~ piedrecita, piedrita; nuevo ~ nuevecito, nuevito; limpio ~


limpiecito, limpito; suave ~ suavecito, suavito...
b. pan ~ panecito, pancito, panito...

A lo largo de este trabajo nos proponemos delimitar formalmente algunos de los grupos
de palabras susceptibles de presentar la variación ilustrada en (1) para abordar a
continuación el problema de la distribución dialectal moderna de estas variantes y, a
partir de esta descripción, llevar a cabo un primer intento de determinación temporal de
los inicios, desarrollo y expansión de cada uno de los alomorfos en competición.
En este primer acercamiento a las dos cuestiones planteadas, pretendemos servirnos
fundamentalmente, aparte de los datos provenientes de las descripciones y la
documentación de las monografías y gramáticas de referencia disponibles, de la
información que proporcionan algunas de las bases de datos existentes para el español
(véase más abajo la relación completa de las fuentes consultadas en los apartados 3 y 4).
No se trata en ningún caso de un rastreo exhaustivo de todas las formas diminutivas
presentes en estos corpus, lógicamente. A fin de proceder de modo realista en un trabajo
que es de naturaleza preliminar, hemos realizado búsquedas completas de este tipo de
formas derivadas a partir de la selección de una lista manejable de veinticuatro palabras
que incluyen una representación suficiente de cada uno de los grupos cuya variación
pretendemos describir. Son estos, como explicaremos inmediatamente, los
correspondientes a bases bisilábicas con diptongo y acabadas en vocal /o, a/, bases
bisilábicas con final en /e/ y bases monosilábicas. Es la lista que incluimos en (2) a
continuación:

(2) piedra, pierna, viejo, viento; bueno, cuerda, hueso, nuevo


indio, lengua, limpio, rubio
carne, coche, diente, dulce, hambre, suave, valle
cruz, flor, mar, pan, sol

Se trata en todos los casos de palabras pertenecientes al vocabulario básico, bien


documentadas desde el español clásico hasta nuestros días y, asimismo, de uso general
en todo el dominio hispanohablante. Aunque hay una mayoría de sustantivos, en los
grupos más numerosos se incluyen igualmente adjetivos.

Para las búsquedas destinadas a fijar la distribución de estas formas diminutivas en el


español contemporáneo (de 1900 a nuestros días), nos hemos limitado a localizar
ocurrencias del sufijo -itV, puesto que las correspondientes a los demás sufijos

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diminutivos con alomorfia similar a la de este (-illV o -icV), de distribución casi


exclusivamente peninsular, no da lugar a resultados significativamente diferentes. Por el
contrario, las búsquedas correspondientes a la Edad Media y los siglos XVI y XVII sí
incluían formas en -illV y en -icV.

La información procedente de las bases de datos de español contemporáneo suministra


datos abundantes e incluye, al menos para los últimos treinta años, textos escritos de
diferentes registros (en el caso de CORPES, también orales) y procedencia muy diversa
tanto europea como americana. Por el contrario, los datos anteriores al siglo XX
presentan un importante sesgo en favor, lógicamente, de los textos escritos de
procedencia culta y literaria, además de una inevitable sobrerrepresentación de
documentación de origen español. En realidad, esta es una característica que, aunque
matizada, puede extenderse incluso hasta los dos primeros tercios del siglo XX, y, por
tanto, convendrá que tengamos muy presente a la hora de extraer conclusiones.

Precisamente, en razón de estos sesgos y del carácter ciertamente muy fragmentario de


las búsquedas llevadas a cabo en los corpus disponibles, hemos obviado en general la
determinación de frecuencias y otros datos cuantitativos precisos. Creemos que, dada la
escasez relativa de datos referidos a formas diminutivas en los corpus históricos, esta
información resultaba poco ilustradora. En relación con estos datos en español
contemporáneo, remitimos a la consulta de los datos de Callebaut (2011).

Por otro lado, dadas las circunstancias que acabamos de exponer, hemos considerado
que era conveniente complementar siempre que fuera posible la documentación de las
distintas variantes objeto de estudio con los datos, a veces muy abundantes y ricos, de
distintos trabajos dedicados a esta cuestión tanto en español contemporáneo como, muy
especialmente, en la lengua anterior al siglo XX tanto de España como de América. En
este sentido, han sido cruciales los datos procedentes de trabajos como los de González
Ollé (1962), Náñez (1973), Franco Figueroa (1988-1989) o Company y Melis (2002).

Una vez fijados tema, objetivos y método del trabajo que se presenta, diremos que
hemos decidido organizarlo del modo que indicamos seguidamente. En el apartado 2
nos proponemos explicar con detalle el procedimiento para la formación de diminutivos
en español mediante el sufijo -itV y la distribución de sus tres variantes alomórficas. De
este modo, quedarán presentados los tipos de bases relevantes al respecto, con las
características contextuales que condicionan la selección de cada alomorfo.

Seguidamente, el apartado 3 quedará consagrado a la descripción de la variación


dialectal en la selección de estos alomorfos en el español contemporáneo para los tres
grupos de palabras que presentamos más arriba, bases bisilábicas con diptongo y
acabadas en vocal /o, a/, bases bisilábicas con final en /e/ y bases monosilábicas.
Aunque, como veremos, las preferencias dialectales por uno u otro alomorfo en algunos
casos parecen depender de cada unidad léxica, creemos que es posible describir
tendencias de comportamiento referidas a clases de palabras definidas en términos
fonológicos y morfológicos y, en ese sentido, la identificación de los grupos citados de
bases ha de servir para reconocer pautas diferentes en las distintas áreas dialectales del
español.

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Una vez fijadas las preferencias dialectales al respecto de la selección de los distintos
alomorfos del sufijo diminutivo, en el apartado 4 trataremos de seguir su evolución
desde la situación ciertamente estable del español medieval hasta la compleja variación
contemporánea. Además de describir la naturaleza de las modificaciones habidas, el
recurso a las bases de datos disponibles hará posible una primera hipótesis acerca de las
fechas en que estos cambios se fueron produciendo y el curso de su posterior expansión,
así como de las áreas dialectales afectadas en cada caso.

El trabajo se cerrará con un apartado final de conclusiones que permita recoger de modo
breve las propuestas en él elaboradas y expuestas a propósito, en primer lugar, de la
distribución dialectal moderna de las variantes alomórficas del sufijo diminutivo -itV en
el dominio hispanohablante y, en segundo lugar, de los inicios, desarrollo y expansión
de los cambios ocurridos en la selección de esas variantes.

2. La formación de diminutivos en el español peninsular contemporáneo

El sufijo diminutivo -itV (pero también las variantes -illV e -icV) en la lengua actual de
la Península presenta diversos alomorfos cuya distribución responde básicamente a
factores de naturaleza morfológica y fonológica que recogemos a continuación en la
Tabla 1:

-ITO -CITO -ECITO


(-ILLO, - (-CILLO, - (-ECILLO, -
ICO) CICO) ECICO)

Palabras de dos o más niñito


sílabas acabadas en -o, -a papelito
átonas o consonante lamparita
distinta de /n, r/

botoncito
Palabras de dos o más camioncito
sílabas con final en /n, r/ o escritorcito
vocal tónica sofacito

Raíces (sub)mínimas:

· monosílabos tecito
panecito

· bisílabos acabados en -e dientecito

Tabla 1. Formación de diminutivos en español

Esta tabla, que parte de las conclusiones presentadas en Ambadiang (1997) y reproduce
la tabla correspondiente recogida en Ambadiang y Camus (2012, 2013), muestra cuáles

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son los factores determinantes en la elección entre cada uno de los tres alomorfos para
el sufijo citado, es decir, la variante corta -itV, la variante con incremento consonántico
-cito y la variante larga -ecitV.

Como se ve, un primer requisito de estructura mínima distingue bases de extensión


insuficiente a efectos de la separación entre raíz léxica y desinencias y bases de
extensión y estructura adecuadas con vistas al reconocimiento de los citados
constituyentes y, en consecuencia, morfológicamente apropiadas 1 . Las primeras son
fundamentalmente las palabras monosílabas, que toman consecuentemente la variante
larga del sufijo (-ecitV), como en (3a). Las segundas son las palabras de dos sílabas o
más, que tomarán la variante que podemos considerar como básica, la forma -itV, como
muestran los ejemplos de (3b):

(3) a. te - tecito, sol - solecito, pan - panecito


b. niño - niñito, caja - cajita, papel - papelito, lámpara - lamparita

Nótese que en lo que concierne a la formación de diminutivos (en adelante FD) los
bisílabos con final en -e átona reciben un tratamiento idéntico al de los monosílabos de
(3a), como muestran los ejemplos de (4) a continuación:

(4) diente - dientecito, dulce - dulcecito, suave - suavecito

Como explica Montermini (2006) y detalla Ambadiang (2011: 353-354), a efectos de la


construcción del diminutivo, la extensión silábica de la base importa tanto como la
computación de la vocal final. Si esta no marca regularmente género (finales en -e), su
utilidad a la hora de recuperar la base parece importar tanto como si no estuviera y, en
consecuencia, estas formas se agrupan junto con los monosílabos. Por el contrario, las
marcas canónicas de género (-o y -a) sí son relevantes en la FD y, por tanto, su
presencia fuerza la inclusión de las palabras de dos sílabas o más con este final en una
clase distinta de esta que estamos comentando. No es, pues, solo un problema
fonológico, sino también, y sobre todo, morfológico.

En segundo lugar, en la Tabla 1 queda reflejado otro factor relevante en relación con el
grupo de palabras de dimensión suficiente en términos morfológicos. De entre estas las
que presentan un segmento final de computación especial en la morfología española (-n,
-r o vocal tónica) reciben un tratamiento diferenciado en la FD y toman la variante con
incremento consonántico -citV, con las consiguientes consecuencias en la división
silábica de las palabras que reflejamos en (5):

(5) a. papel - pape / lito, pero botón - boton / cito, motor - motor / cito
b. niña - ni / ñita, pero sofá - sofa / cito

Los efectos más notables de esta variante tienen que ver con el hecho de que permite
mantener inalterada la estructura silábica de la base y, de esta manera, que esta retenga
su estructura, se mantenga separada del sufijo y resulte íntegramente recuperable,
aspectos todos sobre los que habremos de volver más adelante en el apartado 4.

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Aunque en la Tabla 1 no aparezcan recogidos, existen algunos otros condicionantes


menores que complican aún más la distribución de la alomorfia de la FD. En
Ambadiang y Camus (2013) se describe con detalle esta casuística, que incluye, por
ejemplo, los tratamientos de naturaleza más excepcional o idiosincrásica que
representan los casos de atracción analógica entre pares de palabras con moción
genérica (6a) o el de los nombres propios (6b)2:

(6) a. mampara - mamparita, pero escritora - escritorcita como escritor-


escritorcito
b. pan - panecito, pero Juan - Juanito…

Entre estos tratamientos específicos probablemente el más llamativo es el que reciben la


gran mayoría de las palabras bisílabas de final vocálico que contienen diptongos, como,
por ejemplo, tierno, viejo, hueso, nuevo, bestia, lengua... Como muestra la Tabla 1,
esperaríamos que estas bases recibieran al formar su diminutivo la variante corta más
extendida -itV, al igual que lo hace el resto de los bisílabos de final vocálico (cfr. (3b):
niño - niñito, caja - cajita). Sin embargo, como se muestra en (7), cuando incorporan un
diptongo, este tipo de bases prefieren la variante larga del sufijo:

(7) tierno, viejo, hueso, nuevo, indio, lengua 


tiernecito, viejecito, huesecito, nuevecito, indiecito, lengüecita

Como veremos a continuación, la situación descrita presenta finalmente una última


complicación que tiene que ver con la considerable variación que presentan estas
soluciones en su distribución sociolingüística y, especialmente, geográfica.

3. Variación dialectal en la alomorfia del diminutivo en español contemporáneo

Efectivamente, hay diferencias importantes en la extensión de cada alomorfo del sufijo


diminutivo entre las hablas europeas y americanas en general, pero hay también
considerables diferencias en los usos dentro de cada una de estas dos principales áreas
geográficas 3 . Son fundamentalmente tres los grupos de palabras que manifiestan
diversos comportamientos en cada dialecto. En primer lugar, están, como era previsible,
los bisílabos con diptongo que acabamos de ver en (7). Además de estas formas, los dos
grupos de las que denominamos palabras con raíces submínimas resultan también
problemáticas. Así, por un lado, las formas bisilábicas con final en -e vistas en (4)
presentan considerables diferencias dialectales. Y, por otro, los monosílabos de (3a)
muestran la mayor variedad de soluciones diferentes en distintas zonas
hispanohablantes de entre todos los grupos recogidos en la Tabla 1.

Veamos con detalle a continuación cuáles son las variantes alomórficas preferidas en las
distintas áreas del dominio español para cada uno de los tres grupos de bases citados.
Usaremos como punto de partida para ello la visión general que ofrece la NGLE (2009:
§9.5), pero complementaremos esta información con los materiales ofrecidos en Rainer
(1993: 161-170) o en trabajos monográficos recientes como el de Callebaut (2011: 28-
35) y, muy especialmente, con la consulta de las bases de datos académicas que
incluyen materiales contemporáneos (siglos XX y XXI), esto es, CORDE, CREA y
CORPES, además de los datos referidos al siglo XX del Corpus del Español de Mark

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Davies (CDavies) y la revisión de los materiales de las encuestas disponibles en línea


del COSER.

3.1. Bases con diptongo

Las palabras que, como ya mostramos en (7) anteriormente, contienen un diptongo


forman en general el diminutivo mediante la adición de la variante larga del
sufijo -ecitV. Ahora bien, la consulta de las bases de datos que citamos arriba permite
documentar profusamente en la actualidad en todo el dominio hispánico, tanto en
América como en España, formas con la variante corta -itV4:

(8) piedrita, piernita, tiernito, tiesito, viejito, vientito, cuerdita, huesito, huevito,
nuevito, indito, limpito, rubito, lengüita...

Se trata, evidentemente, de una opción que extiende y generaliza el uso del alomorfo
menos marcado, simplificando de este modo el aparato de reglas necesario para la
formación de las variantes diminutivas (Zacarías 2006: 94-95).

No es raro que la variante del sufijo esté seleccionada de manera idiosincrática por la
propia base. Así, por ejemplo, son notablemente menos frecuentes por todas partes
formas como buenito, lluvita o novita que buenecito, lluviecita o noviecita. Hay incluso
palabras que solo admiten un diminutivo único en todo el dominio. Es el caso de cielo,
que forma únicamente cielito, o agua, que da lugar siempre a agüita. Ahora bien, la
disponibilidad de ambas variantes y su alternancia es la tónica general y su distribución
entre los diferentes dialectos en la lengua contemporánea es compleja. Tanto la NGLE
(1999: §9.5a-f) como Callebaut (2011: 32-34) sostienen que la preferencia por la forma
corta para estas palabras con diptongo es típica de las hablas americanas. Sin embargo,
una descripción semejante requiere considerables matizaciones.

3.1.1. Bases con diptongo interno

En primer lugar, no parece que sea idéntico el comportamiento de las palabras que
presentan un diptongo interno (tierno, viejo, hueso, nuevo...) y el de las palabras que lo
llevan en posición final (indio, limpio, rubio, lengua...). En el caso del primer grupo la
consulta en los corpus de español contemporáneo citados anteriormente de los
diminutivos de algunas de las palabras que lo forman indica un aumento progresivo de
las formas con la variante corta -itV. Es verdad que en algún caso ese crecimiento puede
achacarse quizás a la incorporación de un mayor número de documentos de procedencia
americana a medida que nos acercamos a nuestros días, de lo que CORPES constituye
una prueba clara. Sin embargo, el sesgo americano de CDavies en parte compensa este
desequilibrio para el siglo XX. Efectivamente, es frecuente que las formas en -ecitV
procedan muy mayoritariamente de textos españoles. Es el caso, por ejemplo, de
buenecito, huesecito o piernecita. Por el contrario, en algunos casos, la preferencia por
la variante corta -itV es una tendencia marcadamente americana y, a menudo,
claramente presente en los dialectos del Cono Sur, esto es, Chile o los países del Plata
(por ejemplo, para puertita y, en general, datos sobre frecuencias, véase Callebaut 2011:
75). Dicho eso, también es cierto que en algunos casos las formas en -itV se documentan
modernamente en cantidad similar tanto en España como en América (por ejemplo,

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nuevito, piedrita y, especialmente, viejito). Por ejemplo, los textos de lengua oral y
popular peninsular del COSER muestran ocurrencias en número relevante de cuerdita,
huesito, nuevito, piedrita y, sobre todo, viejito. Pero, además, en algún caso se invierte
la tendencia y las variantes en -ecitV resultan especialmente frecuentes en América,
como, por ejemplo, ocurre en el caso de vientecito.

En resumen, pues, para el caso de las palabras con diptongo interno la distribución
geográfica de los dos alomorfos alternantes no muestra tendencias claras fuera del
hecho de que la frecuencia del alomorfo corto parece ser mayor a medida que
avanzamos hacia el siglo XXI y muestra, por tanto, un crecimiento claro que
puntualmente puede ser mayor en las hablas americanas, especialmente en el Cono Sur,
que en las españolas.

3.1.2. Bases con diptongo final

Lo que encontramos, sin embargo, respecto al comportamiento de los diminutivos de


palabras que tienen diptongo final es diferente. Los diminutivos con sufijo corto del tipo
de limpito y rubito, aunque se documentan igualmente en América, son especialmente
frecuentes hoy en España, si tenemos en cuenta la información que las bases de datos
consultadas nos suministran. En consecuencia, los correspondientes limpiecito o
rubiecito serían, por el contrario, manifiestamente americanos más que españoles, lo
que reconoce incluso la gramática académica (NGLE 1999: §9.5e). En igual sentido, la
forma indito parece la preferida especialmente en México y Centroamérica y se
encuentra sin problemas en España también. En el resto del dominio, sin embargo,
prevalece en general indiecito, con el alomorfo largo. La excepción a la preferencia
española por la variante corta del sufijo la proporciona lengüecita, que es la forma más
corrientemente documentada por las bases de datos en Europa frente a lengüita,
presente por todas partes en América y menos en España.

Para este grupo de palabras, en fin, la preferencia por una u otra variante del sufijo está
mucho más repartida y en algunos casos notables la elección de -itV parece más
decididamente europea que americana.

3.2. Raíces submínimas: bisílabos con final en -e

Para el grupo de palabras que se tratan como raíces de dimensiones insuficientes a los
efectos de la FD, el primer grupo constituido por las palabras bisilábicas con final en -e
–los ejemplos de (4)– resulta ser el de comportamiento más homogéneo en todo el
dominio. Como dijimos, en principio forman el diminutivo en la actualidad con ayuda
de la variante larga del sufijo -ecitV, lo que facilita la recuperación correcta de la base al
permitir la identificación de la vocal final -e. Frente a esta tendencia general, podemos
encontrar formas alternativas en -itV, correspondientes, como vimos que ocurría en las
palabras con diptongo, a una simplificación de la FD que extiende el uso del alomorfo
menos marcado, con la consiguiente dificultad para identificar correctamente la vocal
final de la base (¿carne, carno, carna?...):

(9) carnita, dientito, dulcito, hambrita, suavito...

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Se trata de formas que a menudo se consideran característicamente americanas (NGLE


1999: §9.5h-i; Callebaut 2011: 31-32). En realidad, su distribución es algo más reducida
y precisa y así, por ejemplo, carnita es propia de México y Centroamérica, dulcito se
encuentra en Canarias y en el español caribeño y dientito es más habitual en el español
rioplatense. Ahora bien, si nos remitimos a los datos del uso contemporáneo que
proporcionan los corpus consultados, el panorama resulta ser algo más complejo. En
primer lugar, se comprueba efectivamente que para este grupo de palabras la tendencia a
la elección del alomorfo corto es limitada y por todas partes resulta mayoritaria la
elección del alomorfo largo, con la excepción del caso de dientito, más numeroso que
dientecito en los textos contemporáneos del Río de la Plata. En segundo lugar, en
Europa las formas en -itV están bien representadas y son en algunos casos más
habituales que en América, como lo prueban la alta frecuencia de suavito en España
frente a suavecito, claramente dominante en América; la presencia nada excepcional de
dulcito en la Península –con una documentación en COSER, por ejemplo–; o la
presencia también en esta área de formas como cochito de coche 'automóvil' o vallito de
valle. En España se encuentran también casos de carnita, cuya otra localización es,
como ya dijimos, México y Centroamérica.

En definitiva, pues, en el español contemporáneo las palabras bisilábicas con final en -e


prefieren de manera general en todo el dominio el alomorfo largo -ecitV. Hay, sin
embargo, algunos usos divergentes destacados cuya distribución está en cualquier caso
limitada a áreas concretas: carnita en México y Centroamérica, suavito en España,
dulcito en Canarias y Caribe, dientito en el Río de la Plata...

3.3. Raíces submínimas: monosílabos

Las palabras monosílabas presentan mayoritariamente tanto en las hablas americanas


como en España diminutivos con la variante larga del sufijo, como ya ilustramos
mediante los ejemplos de (3a). Sin embargo, se documenta para alguna palabra cierta
preferencia por la variante corta -itV como en el uso en España de golito a partir de gol
(NGLE 1999: §9.5p), chalito (de chal), barito (de bar) (Horcajada 1988: 61; Rainer
1993: 162). La consulta de las bases de datos contemporáneas muestra también algún
caso esporádico de diminutivos de monosílabos en -itV y de nuevo resultan más
habituales en España: solito (de sol) en español canario escrito, panito en Canarias de
nuevo y en un texto peninsular de COSER. Los escasos ejemplos americanos son todos
de Guatemala (seis ocurrencias de panito en CORPES y dos de florita en el siglo XX en
CORDE) y unos pocos de crucita en Paraguay. Fuera de estas ocurrencias estas formas
son solo corrientes como topónimos y antropónimos (los nombres femeninos Florita y
Crucita), nunca como nombres comunes.

Hay, sin embargo, una importante excepción al uso general en todo el dominio de
formas diminutivas en -ecitV para los monosílabos y es la frecuencia con que se
documenta para estas palabras el uso de la variante -citV, alomorfo que favorece una
recuperación más adecuada de la base en tanto que parece eliminar la posibilidad de
asignar una -e final a la base, en los países del Cono Sur americano. Es aquí donde
encontramos diminutivos como los siguientes (NGLE 1999: §9.5p-q):

(10) colcita (< col), florcita, golcito, mielcita, plancito (< plan), reicito...

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Las consultas en las bases de datos de español contemporáneo indican igual tendencia y
así encontramos abundantemente en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, y muy rara
vez también en Perú o el Caribe, florcita, pancito o solcito (de sol). En Callebaut (2011:
69-71) se ofrecen frecuencias y procedencia de barcito, florcita, pancito, solcito y
trencito en CREA que muestran la presencia de estas variantes en el Cono Sur y en
algún caso también en Venezuela (trencito, pancito), Perú (florcita) y hasta España
(trencito).

En resumen, pues, para los monosílabos la tendencia a la extensión de la variante corta


en perjuicio de la larga es limitada, muy marginal y está muy localizada (Guatemala,
Canarias en España). Por el contrario, se observa una tendencia consistente de
ampliación a estas palabras monosilábicas de la variante -citV, propia de las formas de
más de dos sílabas y final en /n, r/ o en vocal tónica, por buena parte de Sudamérica y
muy especialmente en el Cono Sur.

4. Cambios en la FD: la sustitución de los diminutivos en -ecitV

A lo largo del apartado anterior hemos podido comprobar la existencia de algunas


tendencias evolutivas en el tratamiento de la FD para ciertos grupos de bases en el
español contemporáneo de distintos lugares del dominio, tanto en América como en
Europa. Recordemos que hemos mostrado la difusión de la variante corta del sufijo en
perjuicio de la variante larga cuando las bases incluyen diptongos internos de manera
algo más señalada en América, pero en absoluto infrecuente también en las hablas
españolas. Las bases con diptongo final permiten documentar en menor medida esta
misma tendencia simplificadora en favor de la variante corta y, en cualquier caso, con
algo más de frecuencia en las hablas españolas que en las americanas. Por el contrario,
este cambio se encuentra con más dificultad entre los bisílabos con final en -e, para los
que la preferencia por la variante corta del sufijo se limita a bases muy concretas y tiene
una distribución geográfica muy limitada todavía. Por último, entre los monosílabos
este tipo de simplificación a favor de -itV es muy marginal y, sin embargo, la
modificación que parece progresar en América para este grupo de bases es la selección
de la variante -citV, especialmente en los países del Cono Sur.

Nos proponemos a continuación revisar con ayuda de los datos procedentes de diversos
corpus históricos del español la historia de la aparición y desarrollo de estas tendencias
en la formación de los diminutivos de los grupos de palabras que acabamos de describir.
Se trata de fijar las fechas aproximadas en que los diminutivos con variantes alternativas
a la habitual -ecitV comienzan a documentarse y dónde y cuándo se verifica
efectivamente su expansión. De nuevo nos serán de ayuda fundamental bases de datos
como CORDE o CDavies, pero podemos ahora añadir también la consulta de otros
materiales procedentes de CHARTA, CorLexin o Pharies (2002) para España, los
recogidos también en Company y Melis (2002), Franco Figueroa (1988-1989) y CHEM
para México y Centroamérica y, sobre todo, la descripción exhaustiva y la información
acerca de los diminutivos en textos medievales o clásicos de González Ollé (1962) y
Náñez (1973).

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4.1. Diminutivos en español medieval y clásico

Como explica González Ollé (1962: 193-197), el castellano de la Edad Media dispone
de varios sufijos diminutivos de distribución en parte complementaria. El sufijo -illV (en
un principio también bajo la forma -iellV) es el de uso más amplio desde los primeros
textos e irá extendiendo su aplicación a prácticamente todos los contextos a medida que
avanzamos hacia el español clásico. Sus variantes eran idénticas a las actuales y con
iguales restricciones, es decir, se corresponden en lo fundamental con las indicadas en la
Tabla 1.

Los otros dos sufijos disponibles de modo general eran -uelV y -ejV, complementarios
de -illV y, por tanto, aparecían en los contextos en los que no encontramos este último
(González Ollé 1962: 195-197; Pharies 2002: s. v. -ejo / -a, -uelo / -a). Son ciertamente
pocos, por lo que su frecuencia resultaba considerablemente menor que la de -illV. El
sufijo -uelV quedaba reservado para las raíces con final en consonantes dentales y
palatales [<ç>, <z>, <ch>, <ñ>, <j>, <y>]:

(11) poçuelo, lazuelo, truchuela, pequeñuelo, tejuela, arroyuelo...

En cambio, el sufijo -ejV es el que tomaban de preferencia las palabras con raíz acabada
en consonante lateral o vibrante simple [<l>, <ll>, <r>]:

(12) arbolejo, calleja, lugarejo...

Este mismo es también el sufijo que se combinaba en un principio con las palabras con
final en -ero / -a o con las acabadas en -io, -ia, -ua. Para estos tres últimos casos el
sufijo adoptaba a menudo la variante larga -ezuelo / -a:

(13) a. f(h)erreruelo, f(h)igueruela


b. suçuelo (< suzio) bestezuela, lengüezuela...

A partir de la segunda mitad del siglo XV, sin embargo, el sufijo más habitual -illV se
extiende también a los tipos de palabras reservadas hasta entonces para -uelV y -ejV. El
resultado será el uso general del diminutivo -illV a fines de la Edad Media:

(14) poçillo, arbolillo, higuerilla, bestiecilla, lengüecilla...

El sufijo más habitual en español en nuestros días, -itV, se documenta por primera vez
muy pronto en la forma tortolita, a finales del siglo XII (Pharies 2002: s. v. -ito / -a),
pero con la excepción de ocurrencias aisladas en Berceo no se encuentra regularmente
hasta mediados del siglo XV. Desde entonces, su frecuencia va aumentando en perjuicio
de -illV y es ya mayoritario desde el siglo XVIII si consideramos el conjunto del
dominio hispanohablante.

Respecto a la distribución de los tres alomorfos de -illV (-itV), este y las


variantes -ecillV (-ecitV) y -cillV (-citV), ya dijimos más arriba que se reparte desde el
principio de modo idéntico al indicado para el español contemporáneo en la Tabla 1. En
la Edad Media y en la lengua de los Siglos de Oro no encontramos constancia relevante

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de usos divergentes para ninguno de los grupos de palabras consignados en el apartado


3. La consulta de los trabajos y corpus citados más arriba –con datos españoles, sobre
todo, pero también americanos– arroja un recuento masivamente favorable a la variante
larga en todas estas clases de palabras (las que presentan un diptongo, los bisílabos con
final en -e y los monosílabos). Las formas con la variante corta encontradas se cuentan
con los dedos de la mano.

No tenemos ejemplos de palabras con diptongo interno que tomen -itV excepto un caso
de viejito en Fray Luis de León, pero para el grupo de palabras con diptongo final
hemos localizado cuatro casos: en CORDE se encuentra lengüita una vez para mediados
del siglo XVI y otra en 1624, en textos españoles en ambos casos; en CDavies se
encuentra también en la primera mitad del siglo XVII rubilla como apodo en Moreto; y
hay un indito documentado en Nuevo León, México en 1690 (Franco Figueroa 1988-
1989: 117). Para el caso de los bisílabos acabados en -e tenemos en CORDE tres
ejemplos: una ocurrencia de la forma carnitas en 1550; Góngora incluye en un romance
de principios del siglo XVII la palabra cochito, tomada de la lengua popular; y, por
último, hay una documentación hacia 1555 de vallico (diminutivo de valle, distinto de
ballico / vallico, denominación de una hierba). Finalmente, para el grupo de
monosílabos únicamente encontramos dos casos, ambos en CORDE: la forma crucita en
1589 en un texto de procedencia americana y la forma solito (de sol), recogida en un
refrán por Correas en 1627.

En resumen, pues, en español medieval y clásico la formación de diminutivos mediante


-illV, -itV más tarde o -icV y la distribución de sus alomorfos se atiene rigurosamente al
funcionamiento que todavía permanece de modo general en el español contemporáneo y
que es el que describimos en el apartado 2 y resumíamos en la Tabla 1. Las ocasiones en
que podemos documentar en los textos una modificación de este patrón de
funcionamiento para las clases de palabras descritas en el apartado 3 y se prefiere, en
consecuencia, la variante corta del sufijo, son ciertamente muy excepcionales, tan solo
una decena. Algunas de ellas son muy fácilmente relacionables con el habla popular.
Hay también ejemplos americanos, tres, lo que, dado lo escasamente representadas que
están para esta época clásica las hablas americanas en los materiales disponibles,
merece ser notado y tenido muy en cuenta. En todo caso, el panorama que la alomorfia
de la FD muestra hasta el siglo XVIII parece, sin duda, de una muy reducida variación y
un funcionamiento homogéneo y muy consistente.

4.2. La expansión del alomorfo corto

Como se mostrará a continuación, el siglo XVIII y, por tanto, el español moderno, da


comienzo a la expansión de la variante corta del sufijo diminutivo en contextos que
hasta ese momento eran, tanto en España como en América, de predominio muy claro
de la variante larga, como los que tenemos en los grupos de palabras que venimos
comentando.

Al respecto de esto, conviene detenerse un momento e indagar en algunas de las razones


que pueden dar cuenta de esta modificación. En el apartado 2 ya apuntábamos
brevemente las ventajas que la variante con incremento consonántico -citV ofrece en el
caso de las palabras con final en -n, -r o vocal tónica. Mantiene inalterada la estructura

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silábica de la base e indican de modo inequívoco la frontera entre esta y el sufijo


diminutivo, de modo que la recuperación del primitivo resulta inmediata. Esta
posibilidad parece compensar el inconveniente de tener que manejar una variante
distinta y más marcada del sufijo. Esta solución –más adecuada en términos de
transparencia morfotáctica que de indexicalidad (parámetros de caracterización de los
signos en Morfología Natural, véase Zacarías 2006: 101-102)– es, de hecho, la que se
encuentra detrás de la preferencia por el segmento -ecitV en las bases con diptongo y los
bisílabos acabados en -e, pero no tanto en los monosílabos.
En el caso de las bases con diptongo interno, la combinación con la variante larga del
sufijo da lugar a un acento secundario sobre la sílaba diptongada, lo que permite su
conservación y haría más sencilla la identificación correcta de la base (15a). Para las
palabras con diptongo final la adjunción de la variante larga permite distinguir las
vocales /i, u/ anteriores a este segmento -ecitV como parte del radical y facilita la
recuperación completa de la estructura del primitivo (15b). En ambos casos, como
explica Zacarías (2006: 94-95), se favorecen principios de transparencia morfotáctica
antes que la indexicalidad, esto es, la inalterabilidad del sufijo:

(15) a. bueno - buenecito pero bueno - bonito


b. patio - pati / ecito frente a pat / ito < pato

Los bisílabos acabados en -e cuando toman -ecitV también aseguran así el


mantenimiento completo de la base en -e y no en ninguna otra vocal, como se
ejemplifica en (16a). Para los monosílabos, de nuevo, la preferencia por -ecitV
contribuye a evitar reconstrucciones incorrectas de la base, como muestra (16b). En los
dos casos, de nuevo siguiendo a Zacarías (2006: 94-96), se trata de proporcionar rasgos
singulares a los dos tipos de bases para evitar ambigüedades:

(16) a. hombre - hombrecito frente a hombro - hombrito


b. sol - solecito frente a solo - solito

En definitiva, pues, el retroceso de estos comportamientos específicos, de


procesamiento más complejo a pesar de los beneficios para la recuperabilidad de las
bases, en favor fundamentalmente de una extensión progresiva de la variante corta -itV
debe interpretarse, como ya hemos señalado anteriormente en varias ocasiones, con una
tendencia hacia soluciones simplificadoras de la FD en español contemporáneo. Las
soluciones marcadas que favorecen la recuperabilidad de la base (transparencia
morfotáctica) darán paso a soluciones que priman una FD con menos alomorfia y, por
tanto, más sencilla y menos marcada, con un sufijo diminutivo básico y de identidad
formal clara (indexicalidad). Es el desarrollo de esta tendencia lo que vamos a seguir en
detalle a continuación.

4.2.1. La evolución de la FD en bases con diptongo

La consulta de las distintas bases de datos históricas indica que para las palabras con
diptongo la opción por la variante corta del sufijo comienza a extenderse a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII y se encuentra con frecuencia a lo largo de todo el siglo
XIX tanto en España como en América. Los primeros ejemplos que hemos hallado
corresponden a palabras con diptongo interno y son americanos: hay huesito en un

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documento de Puebla en 1750 y cueritos en otro de San Juan de Teotihuacán también en


México en 1758 (Company y Melis 2002: XXXVI-XXXVII). Hay en CORDE también
piedrita en el Río de la Plata hacia 1750. Y ya en España algo más tarde tenemos un
caso de buenito en Jovellanos y vuelito en Meléndez Valdés (Náñez 1973: 421). Los
casos de -itV para palabras con diptongo final son algunos menos en el siglo XVIII y
siempre españoles: por ejemplo, en CORDE se encuentra limpito en un texto de Olavide
de 1764 y Meléndez Valdés usa lengüita con frecuencia en un texto de 1781.

En el siglo XIX los ejemplos del alomorfo corto con palabras que presentan diptongo
interno son ya muy numerosos y mayoritariamente americanos. Hay en CORDE y
CDavies más de una treintena de ocurrencias para viejito, casi en su totalidad
procedentes de textos americanos; vientito, piernita, piedrita, todos argentinos; nuevito
en Argentina y en México; huesito y cuerdita en América pero también en algún caso
en España... Y hay un par de casos en Galdós a finales del siglo XIX recogidos por
Náñez (1973: 428-429): duelito y huevito.

En palabras con diptongo final el cambio avanza más lentamente y parece más asentado
en el español europeo. Así, hallamos en este mismo siglo XIX en CORDE y en CDavies
ocurrencias de rubito mayoritariamente españolas y alguna americana; de limpito, de
nuevo una mayoría española y alguna argentina, por ejemplo; y de lengüita en España y
México. Se encuentran igualmente bastantes casos de indito en México y Cuba a lo
largo de toda esta centuria. Y, finalmente, Náñez (1973: 421) documenta rubilla en
Estébanez Calderón a principios de siglo.

En resumen, pues, los indicios iniciales del cambio en la selección de alomorfos de


diminutivo para las bases con diptongo se corresponden en gran medida con lo que
observamos en su distribución en el español de nuestros días. Si bien en ambos casos la
modificación despunta en la segunda mitad del siglo XVIII a los dos lados del
Atlántico, para las bases con diptongo interno la frecuencia de los nuevos usos parece
avanzar de modo más consistente a lo largo de todo el siglo XIX en el español
americano y está especialmente afirmada en el español rioplatense a juzgar por los datos
de los corpus. Para el grupo de palabras con diptongo final, la opción por la variante
innovadora es menos clara y se extiende bastante más despacio y, salvo en el caso de
bases como indio (indito), se documenta de modo más claro en los textos españoles que
en América.

4.2.2 La evolución de FD en bases submínimas con final en -e

Ya tuvimos oportunidad de comprobar en el apartado 3.2 que este grupo de palabras


todavía en la actualidad prefiere mayoritariamente la variante larga del sufijo
diminutivo. En consonancia con esta situación la consulta de los corpus arroja una muy
limitada presencia de ejemplos con la variante corta -itV en los siglos XVIII y XIX. A
pesar de que en los Siglos de Oro teníamos ya alguna ocurrencia de este tipo de datos,
no hallamos ni uno solo en la documentación del siglo XVIII y solo volvemos a
encontrar formas como suavita en 1854 en Fernán Caballero o, más tarde, de nuevo
carnita en Pereda. En América solo hallamos a finales de este siglo XIX una ocurrencia
también de carnita, una palabra, recordemos, frecuente ya en pleno siglo XX en México

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y Centroamérica y prácticamente fijada en la referencia a un tipo específico de


preparación de la carne de res.

En definitiva, pues, los textos escritos recogidos en las bases de datos permiten
comprobar lo tardío de las modificaciones en las preferencias en la alomorfia de -itV y
su distribución limitada a España y Centroamérica, tal y como sigue ocurriendo en
buena medida en nuestros días.

4.2.3. La evolución de FD en bases submínimas monosilábicas

En este grupo de palabras desaparecen a lo largo de los siglos XVIII y XIX los casos de
formas con la variante corta -itV que, aunque de manera muy marginal, podían
encontrarse en los dos siglos anteriores, como vimos más arriba en 4.1. Nada extraño si,
como ya dijimos en 3.3, este tipo de formas son hoy muy escasas y locales.

Lo que, por el contrario, sí tenemos desde mediados del siglo XIX para las bases
monosilábicas son ejemplos de formas diminutivas con la variante -citV que no
habíamos documentado antes en español clásico. Como era esperable dada la
distribución contemporánea, hay un primer caso de pancito en Argentina en 1850, de
Sarmiento. Algo más tarde, en 1874, encontramos en José Hernández el modismo
rioplatense andar de florcita 'andar sin hacer nada', que se puede documentar varias
veces más en textos uruguayos y argentinos de finales del siglo XIX. No son muchos
casos, pero sí parecen indicar que esta solución tan bien asentada hoy en los países del
Cono Sur pudo empezar a extenderse desde mediados del siglo XIX. A este respecto,
hay que notar que se trata de una solución que parece facilitar la recuperación correcta
de una base monosílaba y con final consonántico. Por tanto, a diferencia de lo que
observamos en la difusión para otros tipos de palabras de la variante corta y menos
marcada -itV, este tipo de cambio no se mueve en esta dirección simplificadora. En todo
caso, parece más bien una opción reforzadora de la tendencia en favor de la
transparencia morfosintáctica que también representa en otros casos la variante -ecitV.

5. Conclusiones

La formación de diminutivos mediante el sufijo -itV (y también con -illV o -icV) en


español contemporáneo incluye la selección de al menos dos variantes
alomórficas, -citV y -ecitV, por parte de distintos grupos de bases en función de su
número de silabas y la naturaleza de sus segmentos finales. El funcionamiento general
de este procedimiento presenta una considerable variación dialectal que afecta de
manera fundamental a tres grupos de palabras, las bases bisilábicas con diptongo y final
en vocal /o, a/, los bisílabos acabados en /e/ y las bases monosilábicas. La solución más
extendida es la selección en los tres casos del alomorfo -ecitV, pero en algunas variantes
de español se registran alternativas, fundamentalmente la forma corta del sufijo -itV y,
en el caso de los monosílabos, también el alomorfo -citV que, en todo caso, conviven
con el uso general en diferente medida según áreas geográficas y registros.

La revisión de los datos recogidos en las bases de datos de español contemporáneo y en


los trabajos de referencia nos ha permitido dibujar las líneas generales de la distribución
geográfica de estos alomorfos para cada uno de los tres grupos de bases considerados.

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Así, hemos comprobado cómo en el caso de las palabras con diptongo interno la
frecuencia del uso de -itV ha ido en aumento desde principios del siglo XX en todo el
dominio aunque es mayor en algunos casos en América, especialmente en el Cono Sur,
que en España. Sin embargo, en el caso de las bases con diptongo final la difusión de la
variante innovadora está más repartida y es para algunas palabras decididamente
española. La preferencia por esta variante corta entre las palabras bisilábicas con final
en -e es mucho más limitada y parece restringirse a ciertas hablas como las de México y
Centroamérica o Canarias en España. Asimismo, la tendencia a la extensión de esta
innovación entre los monosílabos es marginal y está muy localizada (Guatemala,
Canarias en España) y, por el contrario, la ampliación a estas palabras de la
variante -citV resulta bien firme en buena parte de Sudamérica y muy especialmente en
el Cono Sur.

A este estado de cosas se llega, según deja ver la consulta de las bases de datos
históricos disponibles, a partir de la extensión de cambios que favorecen la
simplificación de la regla de formación de diminutivos mediante los sufijos citados en
época reciente. Efectivamente, los documentos muestran la difusión de -itV en perjuicio
de -ecitV a partir de la segunda mitad del siglo XVIII en las bases con diptongo tanto en
América como en España, pero la tendencia es solo clara a lo largo del siglo XIX. Los
bisílabos en -e optan por la innovación de modo muy tardío y tímido y de nuevo en
áreas de extensión limitada de España y Centroamérica. Y, finalmente, las palabras
monosilábicas muestran de manera decidida un único cambio, el correspondiente a la
extensión de la preferencia por -citV, a partir de la segunda mitad del siglo XIX
especialmente en el español rioplatense.

En resumen, pues, este primer acercamiento a la extensión dialectal y diacrónica de los


cambios en la alomorfia de la formación de diminutivos en español mediante los datos
presentes en los corpus nos ha permitido constatar la existencia de innovaciones que son
de aparición relativamente moderna, pero de rápida difusión a lo largo del siglo XX
tanto en español americano como europeo.

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CORPES: Real Academia Española. Corpus del español del siglo XXI. Disponible en
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CHARTA: Sánchez-Prieto, Pedro, coord. Corpus Hispánico y Americano en la Red:
Textos Antiguos. Disponible en <http://www.corpusCHARTA.es>. [Consulta: enero-
marzo 2018].
CHEM: Universidad Nacional Autónoma de México. Corpus Histórico del Español en
México. Disponible en <http://www.corpus.unam.mx/chem>. [Consulta: marzo 2018].

Notas
1
A propósito de este requisito de estructura mínima y su definición bien en términos morfológicos bien
en términos fonológicos, véanse Downing (2005), Colina (2009) y Ambadiang (2011).
2
La FD sobre nombres propios parece responder a reglas que les son completamente específicas y solo
muy parcialmente coinciden con la FD general que es a la que se referirá este trabajo (véase Camus
2016).
3
No consideraremos para este trabajo la peculiar distribución de las variantes de -ito en algunas hablas
judeoespañolas, que se documenta y describe en Bradley y Smith (2011) o Ambadiang y Camus (2013:
181-182).
4
Es necesario no olvidar en este sentido que los usos diferentes del estándar conviven allí donde se dan
con los usos de la lengua general. Las bases de datos contemporáneas, donde son mayoritarios los textos
escritos además, muestran precisamente este hecho. En todas partes se documenta en modo suficiente el
uso estándar, más allá de que exista o no también un uso local divergente (véase al respecto Callebaut
2011).

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F. J. Sánchez Martín; M. Sánchez Orense. La sufijación apreciativa en DICTER
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La sufijación apreciativa en DICTER: formaciones lexicalizadas en la lengua


científica española del Siglo de Oro*
Francisco Javier Sánchez Martín y Marta Sánchez Orense
Universidad de Murcia
javisanmar@um.es
m.sanchezorense@um.es

Resumen

El objetivo de este trabajo es el estudio de los formantes apreciativos que intervienen en


la creación de los tecnicismos para la expresión científica del español del Siglo de Oro.
Para su análisis partimos de la situación que refleja actualmente el Diccionario de la
Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER), al poseer este proyecto como
objetivo primordial difundir el vocabulario de la ciencia y de la técnica del siglo XVI e
inicios del XVII. Atendemos, además, las relaciones entabladas entre lengua de la
ciencia, diccionario y morfología, por ser esta última disciplina la gran ausente de los
puentes tendidos entre gramática y diccionario. A partir de la búsqueda avanzada en la
aplicación informática del DICTER se obtienen ciento cuarenta derivados con los afijos
evaluativos -ato, -azo, -ejo, -ete, -ín / -ino / -iño, -illo, -ola, -ón, -ote, -ucho y -uelo,
cuyas acepciones deben ser examinadas y datadas con el fin de permitir discriminar
nítidamente el proceso de lexicalización experimentado. De forma paralela, se realizará
la clasificación de este vocabulario en función de su adscripción a sus respectivas áreas
científicas (arquitectura, geometría, ingeniería, náutica, sastrería, etc.), así como el
cotejo con corpus diacrónicos para reconstruir la configuración de este léxico
especializado.

Palabras clave: lexicografía histórica, tecnicismos, morfología, derivación,


lexicalización

Abstract

This paper aims to study the appreciative affixes which are added to create new
lexemes, particularly technical words of the Spanish language during the Renaissance.
The situation that currently reflects the Dictionary of Science and Technology of the
Renaissance (DICTER) will be taken as the starting point. This project about the
specialized vocabulary constitutes a useful and indispensable tool to disseminate the
vocabulary of science and technology of the sixteenth century and the beginning of the
seventeenth. We also address the relationships established between scientific language,
lexicography and morphology, because the last discipline mentioned belongs to the link
between grammar and dictionary. The advanced word search in the computer
application of this dictionary allow us to locate one hundred and forty derivative voices
with the appreciative affixes -ato, -azo, -ejo, -ete, -ín / -ino / -iño, -illo, -ola, -ón, -ote, -
ucho and -uelo, whose meanings must be examined and dated in order to verify the
process of lexicalization. At the same time, we will classify this vocabulary according to
their respective scientific fields (Architecture, Geometry, Engineering, Navigation,

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Tailoring, etc.), as well as compare these technical words in diachronic corpora with the
purpose of examinating how this specialized vocabulary has been formed.

Keywords: Historical Lexicography, Technical words, Morphology, Derivation,


Lexicalization

1. Introducción

El objetivo de este trabajo consiste en el estudio de los sufijos apreciativos que


intervienen en la creación de voces técnicas del español del Siglo de Oro; en
consecuencia, nos situamos expresamente en el plano de la lexicalización de este
peculiar mecanismo de formación de palabras.

Existen particularidades en la sufijación apreciativa que han posibilitado debates sobre


su clasificación dentro de los procesos morfológicos; así, por las semejanzas entre la
derivación apreciativa y la flexión, muchos especialistas han discutido sobre su carácter
limítrofe o semiflexivo 1 . Efectivamente, como reconoce la gramática académica, “la
posición de la morfología apreciativa dentro de la teoría gramatical es polémica en la
actualidad por sus particulares propiedades formales” (NGLE 2009: 628). Por ejemplo,
entre las peculiaridades cabe mencionar la lematización en la macroestructura de los
diccionarios de voces con sufijos apreciativos, consecuencia de la lexicalización y, por
tanto, de las nociones semánticas de carácter léxico que aportan dichos morfemas
apreciativos (NGLE 2009: §9.1e).

Por consiguiente, en tanto que voces de carácter especializado que han desarrollado un
significado particular resulta natural que un repertorio como el Diccionario de la
Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER) dé cabida a estas palabras, al estar
constituido sobre la base de un corpus de setenta y cuatro textos especializados de
diversas áreas y al contar este proyecto como objetivo primordial difundir el
vocabulario de la ciencia y de la técnica del siglo XVI e inicios del siglo XVII (Mancho
Duque 2014: 85)2. Para nuestro análisis de los tecnicismos del Siglo de Oro, y por estas
características, resulta ineludible acudir a la situación que refleja, actualmente, desde la
red el DICTER, dirigido desde la Universidad de Salamanca por la doctora Mancho
Duque. A partir de los datos recabados, merced a la búsqueda avanzada en la aplicación
informática del DICTER, se obtiene un considerable número de voces derivadas con los
siguientes afijos: -ato, -azo, -ejo, -ete, -ín / -ino / -iño, -illo, -ola, -ón, -ote, -ucho y -
uelo, cuyas acepciones deben ser examinadas y datadas en corpus diacrónicos con el fin
de “permitir discriminar nítidamente el proceso de lexicalización experimentado”
(Campos Souto 2015: 39), dado que para reconstruir la configuración del léxico
especializado, como constató Gutiérrez Cuadrado (1996-1997: 92), no bastan
únicamente los diccionarios. Entre nuestros propósitos, de forma paralela, figura la
revisión de la adscripción de dicho vocabulario a distintas áreas científicas (arquitectura,
construcción, geometría, ingeniería, minería, náutica o sastrería, entre otras) para poder
extraer conclusiones sobre los ámbitos más proclives a la lexicalización.

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2. Análisis de las voces técnicas marcadas como formaciones lexicalizadas en


DICTER

Una de las ventajas que ofrece la consulta electrónica del repertorio DICTER es la
posibilidad de efectuar búsquedas concretas, como la referida expresamente a los
“apreciativos lexicalizados”, para la que se han habilitado dos opciones: aumentativos y
diminutivos. Dicha consulta arroja las siguientes 140 unidades terminológicas
lexicalizadas, cuyo análisis se efectúa en los apartados que siguen según los sufijos
involucrados: abanillo, alcantarilla, aleta, almadeneta, almendrilla, almenilla,
amantillo, ampolleta, ananilla, anclote, arqueta, aspilla, bacieta, balancín, balilla,
ballestilla, banqueta, banquillo, barbilla, barraganete, barreta, bastoncillo, bastoncino,
bermejín, blanquillo, boquilla, bosquete, botín, brocadete, cadenilla, cajeta, caleta,
calzón, chapín, cambija, camiseta, canaleja, canaleta, canalete, canalillo, candeleta,
candilejo, canecillo, canilla, capilleta, carretillo, cañamazo, carretoncillo, carrillo,
carriño, carrucho, castañuela, castillete, cazuela, cepillo, cerrillo, chapilla, chózola,
cigüeñuela, cintillo, codillo, cornezuelo, costadillo, cruceta, cuartillejo, cuartillo,
cubete, dobladillo, escarlatín, escotín, escuadrilla, espaldilla, faldellín, faldillas,
frasquillo, goleta, gradilla, guepejo, guindaleta, gusanillo, hacheta, hachuela,
harneruelo, herreruelo, herrezuelo, holandilla, husillo, isleta, jaldeta, ladrillo,
lengüeta, loriguillo, maceta, manezuela, mantillo, manuella, martillejo, mazuelo,
moleta, molinete, montañeta, montañuela, morterete, muceta, murecillo, navichuelo,
navillo, neblina, negrillo, nudillo, orilla, palanqueta, palmilla, panilla, pañino, pardillo,
parrilla, patilla, piqueta, plantilla, plomillo, poleola, porquezuela, rapacejo, refosete,
riachuelo, riato, rodete, ropilla, saetín, salvajina, sayuelo, tachuela, tarabilla, toldilla,
toquilla, tornillo, torrilla, trompeta y vigueta.

Ahora bien, la consulta de este diccionario depara otro importante número de voces que,
pese a no obtenerse fruto de la búsqueda previa efectuada por no estar marcados tales
como “apreciativos lexicalizados”, responde a dicho procedimiento: ballestón, barrón,
burullón, cabezón, cachucho, capote, cestón, chapín, escalón, espolón, faldón, hilaza,
jubón, listón, orejón, picote, tenazón, torreón y trincherón.

En tanto que voces de carácter especializado, es natural que este diccionario, por su
idiosincrasia, contemple estas 159 palabras no transparentes morfológicamente a partir
de clases de sufijos apreciativos tradicionales. Sin embargo, nuestra revisión revelará
que algunas de ellas, a pesar de no ser resultantes de un proceso de lexicalización, en
cambio, sí deben aparecer recopiladas en este repertorio puesto que siempre existe un
matiz especial que debe ser descrito explícitamente (NGLE 2009: §9.3a).

2.1. Las formaciones en -ato

Aunque no es fácil aislar un sufijo -ato de carácter apreciativo (Camus 1997: 92), el
valor evaluativo de este sufijo es principalmente el despectivo. Sin embargo, de acuerdo
con el testimonio lexicográfico hallado en el Fichero general de la Lengua Española
(Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española 2009), este
sufijo apreciativo parece exhibir más bien un significado diminutivo:

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riato (De regato). m. Río pequeño y de poco caudal, riacho. Dícese en Tarazona
de la Mancho (Albacete) y Quintanar del Rey (Cuenca). Admit. por la RAE como
poco usado riatillo: regato, regajo. (1974, Serna, Diccionario manchego).

Al poseer cierto matiz especial –el diminutivo, que está ausente en su descripción
gramatical y lexicográfica– se entiende que se incluya este término en la
macroestructura de DICTER, en cuyo corpus aparece datado en la obra del ingeniero
Juanelo Turriano (ca. 1605)3.

2.2. Las formaciones en -azo

De entre los valores del sufijo -azo sobresale el aumentativo, al aportar a las bases a las
que se adjunta “la idea de ser más grandes de lo conveniente o normal” (Pharies 2002: s.
v. -azo), a partir de la cual se originó su empleo como despectivo. También se adjunta
este a bases que designan objetos para derivar nombres de los golpes que se dan con
estos, evolución secundaria del sentido aumentativo, como observó Rainer (1993: 425,
2002: 117).

A pesar de que la explicación más plausible sobre el origen del -azo aspectual es la de la
evolución del significado apreciativo aumentativo, hay algunos estudiosos, como
Malkiel (1993), que prefieren separar ambos valores y postular dos sufijos homónimos.
En su opinión, las palabras para ‘golpe’ forman un sólido bloque de masculinos,
mientras que dentro del grupo de los derivados aumentativos hay tanto vocablos
masculinos como femeninos. Además, dentro de esta segunda categoría se producen
anomalías en el género gramatical, lo que no sucede con los sustantivos que designan
‘golpe’. Es decir, puede suceder que de una base masculina se forme un derivado
femenino, como en hilaza (de hilo)4. En consecuencia, y a diferencia de lo mostrado en
DICTER, este término textil debería marcarse como un derivado lexicalizado por tener
un valor colectivo (‘el conjunto de lo que se hiló’), ya precisado por Malkiel (1993), y
que registran tanto el Diccionario de Autoridades como el repertorio de Terreros (1786-
1793: s. v. hilaza): “Lo mismo que el hilado”.

Con respecto a cañamazo, se percibe, además del correspondiente sentido aumentativo,


un valor despectivo, al designar una ‘tela gruesa y tosca’. De hecho, la diferencia
esencial entre cáñamo y cañamazo consiste en que este último se refiere a un tejido
mucho más basto 5 , por lo que se confirma que los límites entre diminutivos,
aumentativos y despectivos tienden a borrarse. A este respecto, es interesante indicar
que, aunque en la clasificación inicial Lázaro Mora (1999: 4673) lo considera un sufijo
aumentativo, más adelante afirma que “el sentido aumentativo y el peyorativo son los
valores fundamentales de -azo, actuales y pretéritos”. Por consiguiente, la
categorización de los sufijos apreciativos es casi siempre puramente teórica y de difícil
mantenimiento en la práctica.

2.3. Las formaciones con -ejo

El sufijo -ejo, generalmente diminutivo y peyorativo6, es un elemento morfológico no


demasiado productivo en el castellano medieval, época en la que el sufijo diminutivo
básico era -iello, seguido a gran distancia por -uelo y -ejo. La búsqueda en el DICTER

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corrobora esta afirmación, al lematizarse cinco palabras (canaleja, candilejo, guepejo,


martillejo y rapacejo) con este afijo frente a los numerosos casos de -illo. Estos
términos se adscriben a distintos ámbitos de especialidad: a la arquitectura pertenece
canaleja, definida como ‘cavidad en forma de canal o media caña en hueco, abierta
verticalmente o en hélice en el fuste de las columnas’; a la carpintería, candilejo, que
corresponde a la ‘estrella de cinco puntas que, en labor de lacería, se forma entre las
aspillas y las cabezas de los azafates’; al ámbito textil, rapacejo ‘tipo de fleco’7, que
seguramente deriva de rapaz por el flequillo que suelen llevar los niños (DECH); a la
mecánica, guepejo, ‘pieza cúbica de metal encajada en la parte superior del puente de un
molino en que gira el gorrón’. En este último caso, no obstante, la especificación en
DICTER como voz de origen incierto nos genera dudas sobre su posible filiación a los
mecanismos de derivación. Por su parte, sin adscripción a un área temática concreta, y
por tanto de uso general, aparece lematizado el término martillejo ‘martillo pequeño’,
documentado una vez en la Plática Artillería (1592) de Collado, y por cuyo sentido
puramente diminutivo no debería contabilizarse entre los marcados como resultantes de
un proceso de lexicalización.

Por otro lado, cabe señalar en este apartado una formación generada con otro
sufijo, -ijo, formador de nombres de instrumentos y de otros objetos: cambija, cuya base
de derivación sería el céltico *cambos ‘curvo’ (DECH: s. v. cambija), término que
designa el ‘semicírculo’ (en la construcción) y ‘otras figuras circulares’ (en arquitectura
y carpintería). Pharies (2002) clasifica este afijo -ijo como deverbativo, por lo que a
priori lo excluye de la apreciación, pese a manifestar que estos nombres de
instrumentos, lugares y objetos a que da lugar poseen a veces matices diminutivos.
Aunque la base derivativa de esta formación no parece ser la verbal, en nuestra opinión
este tecnicismo debe excluirse de la derivación apreciativa, al aportar valores ajenos a
los afectivos.

2.4. Las formaciones con -ete

El diminutivo -ete, -eta se remonta al sufijo catalano-aragonés -et -eta, proveniente a su


vez de -ittus, sufijo hipocorístico de origen no latino, que se adjunta a sustantivos y, más
raramente, a adjetivos. La NGLE (2009: §9.1l) enfatiza su preponderancia en el español
de Aragón, Levante y Cataluña.

Pharies (2002: s. v. -ete, -eta) destaca su productividad en castellano, si bien, no resulta


siempre fácil identificar los derivados propios, al contar muchos con equivalentes
catalanes (por ejemplo, los términos banqueta o camiseta), o de numerosos sustantivos
con otros orígenes (francés, occitano o italiano), de acuerdo con la matización de
Fernández Ramírez (1986: 54). Ello es apreciable en el caso del origen probable galo de
la base sobre la que se forma la voz guindaleta (derivado, según el DECH, de la
variante francesa anticuada guindal < del fr. ant. guindas) y, probablemente, en cajeta,
término definido en la Instrucción náutica (1587) de García de Palacio: “Caxetas: son
las cuerdas con que ligan las velas”. A propósito de este último término, aparece
definido en el diccionario de Terreros (1786-1793): “En la Marina, son unas trenzas,
que se hacen de siete a nueve filásticas o de meollar”. El DRAE postula la procedencia
del inglés gasket para esta voz (cfr. cajeta2) desde su edición de 1899, cuando aparece
por vez primera especificado este posible origen en el paréntesis etimológico (“del ingl.

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gaskett”). En la lexicografía coetánea, sin embargo, no se precisaba dicha procedencia,


por ejemplo, en Zerolo (1899)8. El Fichero General de la Lengua Española (Instituto de
Investigación Rafael Lapesa 2009) recopila su documentación en el Diccionario
marítimo de Lorenzo Murga (1864), donde se define cajeta ‘especie de trenza’ y se
ofrecen los equivalentes lingüísticos en francés (garcette), inglés (sennit, fox) e italiano
(morsello). Efectivamente, el término galo lo documentamos con este valor en la marina
en 1636: “garsette «petite corde faite de vieux cordages détressés et dont on se sert pour
plier les voiles, etc.»” (TLFi: s. v. garcette). En la lengua inglesa se documenta la voz
caskette con este sentido también a inicios del siglo XVII9: “1. A small rope or plaited
cord, which secures a furled sail to the yard, being wrapped several times round both.
[…] 1622 R. Hawkings Voy. S. Sea (1847)” (OED: s. v. gasket). Por la forma de los
cordajes quizás esté vinculada esta voz cajeta con el otro sentido de la voz española
garceta ‘pelo que se forma en trenzas’10, que posiblemente –y de acuerdo con el TLFi
(s. v. garcette)– fue prestado al francés. Sin otros datos, frente al origen inglés (puesto
que el OED (s. v. gasket) anota su dudoso origen y, aunque lo vincula al francés, a la
vez añade “with the early form casket, cfr. Sp. cajeta”, parece más seguro emparentar el
significado (con la mediación del recurso a la analogía semántica) de esta voz de la
cordelería (cajeta) con la voz española garceta o vincularla con la francesa garcette.
Conviene recordar a este propósito la mediación del francés en el paso al español
peninsular de muchos vocablos de origen inglés (Lorenzo 1996: 23). Finalmente, a los
intercambios marítimos los acompañan los intercambios lingüísticos y los trasvases en
una u otra dirección, particularmente en un ámbito (la navegación) y en una época (el
reinado de Felipe II), cuando se intensifican las relaciones de toda índole entre los
puertos españoles con los de Flandes, Francia e Inglaterra, principalmente (Martínez
Guitián 1911: 3).

El estudio de Lang (1990 [2002]: 144) subrayaba, por el contrario, la limitada


productividad de este sufijo, toda vez que esta podía explicarse por su tendencia a la
lexicalización, que origina considerables cambios de significado. Sin embargo, la
lengua científica española da muestras de su gran vitalidad, al intervenir este diminutivo
en treinta y ocho voces del Siglo de Oro, que han sido localizadas tras la búsqueda
avanzada en DICTER.

Cuatro de estos términos especializados parecen corresponderse con términos


dialectales aragoneses, puesto que se datan únicamente en la obra del ingeniero Juanelo
Turriano. Se trata de bacieta ‘recipiente en forma de artesa para albañiles’ (“Poçal.
Bacioncillo. Bacieta o gamella. Baciete”), canalete ‘conducto por el que cae el grano
desde la tolva hasta la muela del molino’, cubete ‘cámara cilíndrica de los molinos de
regolfo y medio regolfo en cuyo interior se sitúa el rodete’, y, por último, también con
testimonio único en la obra de este aragonés figura rodete ‘rueda hidráulica con paletas
curvas y eje vertical’.

Con significados militares hallamos dos voces, banqueta y refosete. Aunque el primer
término dispone de su correspondiente homólogo en catalán, su primera documentación
(“banqueta. a. 1458 (arx. parr. de Sta. Col. de Q.), según el Diccionari català-valencià-
balear) es posterior a la estipulada por el DECH (s. v. banco) para el castellano:
‘asiento’ (fin s. XIV, López de Ayala), ‘andén a lo largo de varias construcciones’
(1687), por lo que se trataría de un derivado interno del castellano. La voz banqueta

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posee hasta cuatro sentidos en los tratados de fortificación renacentistas, si bien el


principal se refiere al ‘peldaño construido en lo interior y al pie de un parapeto’,
acepción privativa de la fortificación, que recoge Autoridades (cfr. Sánchez Orense
2012: 301). Sobre refosete, tanto el primer diccionario académico como Terreros
registran este tecnicismo de la fortificación, que alude al “foso pequeño hecho a fin de
ceñir y defender el foso principal, supliendo su poca profundidad” (Terreros 1786-1793:
s. v. contra-foso o refosete).

En el ámbito técnico de la sastrería, con este afijo se deriva camiseta ‘camisa corta y
con mangas anchas’, voz con equivalente catalán, pero que Corominas y Pascual
consideran derivado propio en español. Lazaro Mora (apud Pharies 2002: 241), respecto
al valor semántico, asegura que en la transición del catalán al español el sufijo ha
perdido su “capacidad de producir diminutivos propiamente dichos, y que por
consiguiente la mayoría de los vocablos [tienen] sentidos lexicalizados”.

Registramos también brocadete y muceta. En la primera se aprecia, además del valor


diminutivo, un sentido despectivo, puesto que indica una ‘tela de inferior calidad y más
ligera’ que el brocado. Por lo que respecta a muceta, según el DECH, este diminutivo
de la antigua palabra muça o almuça (del lat. tardío almucia o almucium) quizás resulte
de un cruce de los sinónimos amictus y capucium.

La presencia de los tecnicismos con -ete / -eta es más vasta en otras áreas representadas
en el DICTER, como el ámbito de la navegación, donde se localizan estas ocho
formaciones lexicalizadas: ampolleta ‘reloj de arena’, anclote ‘ancla pequeña’,
barraganete ‘última pieza alta de la cuaderna’, cajeta ‘cuerdas con que ligan las velas’,
candeleta ‘cabo, aparejo’, castillete ‘pequeño compartimento que se hace en los navíos
para abrigo de la gente’, morterete ‘instrumento que sirve para sacar el agua con la
bomba’ y palanqueta ‘barreta de hierro con dos cabezas gruesas’.

Le sigue, en segundo lugar, la arquitectura, con cinco formaciones lexicalizadas:


capilleta ‘nicho o hueco en forma de capilla’, goleta ‘ornamento’, jaldeta11, lengüeta
‘moldura’12 y vigueta ‘viga secundaria o menor que se apoya en las vigas principales’.
La metalurgia y minería son otras de las áreas con representación, gracias a casos como
almadeneta ‘metal pobre y pesado que acompaña a otros más ricos, de color pardo con
manchas’, datado a partir de inicios del siglo XVII; canaleta ‘canal por el que entra el
agua en las tinas para lavar el metal’ y molinete ‘instrumento, provisto de aspas, que
gira con un movimiento de rotación y sirve para remover el metal en las tinas’.

Otros tres términos con este sufijo se adscriben a la ingeniería: arqueta ‘depósito para
recibir el agua y distribuirla’, barreta ‘barra o palanca pequeña de hierro que usan los
mineros, los albañiles, etc.’; y piqueta ‘instrumento con que pican la piedra en las
tahonas y molinos’. A la geografía se vincula caleta ‘trecho pequeño y angosto de mar
donde se embarcan y desembarcan’.

Además, se lematizan otras ocho voces que pueden catalogarse como generales:
guindaleta ‘cuerda de cáñamo o de cuero de un dedo de grueso’; bosquete ‘bosque
pequeño’, datado únicamente en la Hydrografía (1585) de Poza; maceta ‘martillo con
cabeza de dos bocas iguales y mango corto, que usan los canteros para golpear el cincel

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o puntero’; moleta ‘en la fábrica de cristales, aparato que sirve para alisarlos y pulirlos’;
trompeta ‘músico que toca la trompeta’; por último, hacheta ‘hacha pequeña’, isleta
‘isla pequeña’ y montañeta ‘cerro’. En estas tres últimas la transparencia semántica del
derivado suscita dudas sobre su lexicalización y, por tanto, sobre la conveniencia de su
lematización en este diccionario técnico, al igual que sucede con las voces generales
formadas con -uelo, tratadas en el apartado 2.11.

Al margen de estas tres voces con sentido meramente diminutivo, se confirma, en todo
caso, que nos hallamos ante un sufijo productivo, al generar voces de carácter
especializado que no resultan transparentes semánticamente. De hecho, algunos de estos
sufijados lexicalizados han desarrollado una rica gama de significados particulares,
como sucede con cruceta, derivado de cruz, con el sentido de ‘intersección de dos líneas
o trazos’: “Alçado el compás, se fixa un pie en B y se haze encima, a su derecho, una
rayuela y otra de C, que hazen ambas una cruzeta D (Arfe y Villafañe 1585-1587) (apud
Sánchez Martín 2009: 524). Esta voz genera una rica polisemia, consecuencia de la
metaforización; por un lado, empleada para designar estas figuras en las bóvedas de
crucería en la obra Traças de cortes (ca. 1591) de Vandelvira (“Se a de notar que toda
capilla que fuere en buelta de orno, se an de traçar sus cruçetas por la dobela”), por otro,
en las operaciones matemáticas: “Porque 2 censos, multiplicados en sí, hazen 4 censos
de censos y 3 cosas, multiplicadas en sí, hazen 9 censos, y 2 censos por 3 cosas dos
vezes, que es la multiplicación de las dos crucetas”, como muestra este ejemplo de la
aritmética de Núñez Salaciense (1567: fol. 131v). Finalmente, la extensión designativa
genera la acepción de ‘instrumento metálico con forma de cruz’ en la artillería: “La
diestra, luneta o cruzeta, que todos estos nombres tiene un hierro qu’el fundidor pone
junto a la culata de la forma para tener derecha el ánima (Plática Artillería de Collado
1592: fol 9v)”.

2.5. Las formaciones con -illo

El diminutivo -illo, que se remonta al latino -ellus, se halla en el español medieval


prácticamente en distribución complementaria con -ejo y -uelo, si bien el primero
ocupaba una posición preferente en cuanto a productividad (cfr. Pharies 2002: s. v. -
illo). De hecho, todos los investigadores concuerdan en que este era el sufijo diminutivo
básico del castellano medieval, lo que explica el elevado número de voces recogidas,
que ascienden a cincuenta y siete13. La importancia numérica en el ámbito técnico se
une a otro factor: la rivalidad con el sufijo diminutivo -ito; así, Pharies (2002: s. v. -illo)
explica que a partir del siglo XV se deja sentir por vez primera su importancia,
produciéndose de forma paralela una decadencia progresiva en las connotaciones
afectivas de -illo y un incremento parejo de las lexicalizaciones. No obstante, la
lexicalización de los sufijos apreciativos se produce ya desde antiguo, según constata
Clavería (2004: 488), lo que evidencia el temprano orilla (con significados diversos en
DICTER: ‘borde’, ‘límite’ o ‘remate de alguna tela o de otra cosa que se teje y el de los
vestidos’).

Un área léxica nutrida de lexicalizaciones con este sufijo corresponde, de hecho, a la


sastrería (cfr. Sánchez Orense 2008): abanillo (‘adorno en ondas que se coloca en el
escote de algunas prendas de vestir o en las mangas de algunos vestidos), almenilla
‘adorno’, canilla (‘lista que suelen formar, por descuido, algunas hebras de distinto

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color o grueso’), cintillo ‘sortija pequeña de oro o plata, guarnecida de piedras


preciosas’, dobladillo, espaldilla ‘en los jubones o almillas, parte o cuartos traseros que
cubrían la espalda’, faldillas ‘partes que cuelgan como adorno de la cintura abajo’,
gusanillo, holandilla ‘lienzo teñido y prensado’, loriguillo ‘sustancia colorante extraída
de la planta del mismo nombre’, mantillo ‘manto corto’, orilla, palmilla ‘paño’ 14 ,
pardillo ‘paño tosco’, ropilla ‘ropa de encima sobre la camisa y el jubón’ y toquilla.
Fernández Ramírez (1986: 37) expresaba la existencia de un grupo de vocablos con -illo
que habían sufrido lexicalización y que se basaban en una metáfora suscitada por el
término del que se parte a la hora de derivar la nueva voz. Por ejemplo, tanto almenilla
como gusanillo designan ‘adornos’ y estos nombres se deben a su similitud y semejanza
con una almena y un gusano, respectivamente. La lexicalización en cuartillo, ‘medida
de capacidad para áridos equivalente a la cuarta parte de un celemín’, se ha producido
sobre la base relacionada con el sistema de numerales. Otra medida es la panilla ‘usada
solo para el aceite y equivalente a la cuarta parte de una libra’.

La metáfora es el vehículo a través del cual construimos nuevos conceptos (Chamizo


1998, Fajardo Uribe 2006), de ahí que actúe como mecanismo activo en muchas otras
voces lexicalizadas y en múltiples ámbitos de especialidad (Mancho Duque 2005). La
neología semántica es el procedimiento neológico básico de la ciencia en todas sus
etapas, “porque es el más simple, el más fácil y entronca además con un proceso
intrínseco al pensamiento científico, cual es la explicación […] para ilustrar los
razonamientos” (Gutiérrez Rodilla 2013: 71). Así, los términos de la milicia dan cuenta
de este proceso: cabrilla (‘armazón o soporte portátil formado por una solera, un pie
derecho y dos riostras, que se emplea para sostener el terraplén que, por falta de fajina,
debe construirse sin ella’) y hornillo (‘concavidad que se hace en la mina, donde se
mete la pólvora para producir una voladura’); pero de igual forma en la carpintería,
como refleja boquilla (‘caja, hueco o abertura con forma de boca, que se abre en una
pieza de madera, rebajándolo, para ensamblar o clavar en ella la pieza’), o en la labor de
lacería donde se emplea almendrilla, que designa, por su forma de almendra, la ‘figura
plana con forma romboidal formada entre las puntas del sino y los costadillos de los
azafates’.

Disponemos, igualmente, de otros tecnicismos de la milicia que visualizan la


lexicalización de este sufijo evaluativo: balilla (‘envoltorio pequeño, generalmente de
estopa o cáñamo, lleno de materiales inflamables o incendiarios’), banquillo (‘armazón
compuesta de dos brazos que forman ángulo y un travesaño que se puede colocar a
diferentes alturas por medio de clavijas’), escuadrilla ‘grupo reducido de soldados’, y
frasquillo ‘recipiente para llevar la pólvora fina con que se cargan los arcabuces’.

Por su parte, también son numerosos los adscritos a la arquitectura: bastoncillo (‘bocel
de perfil semicircular convexo que aparece principalmente en la parte superior de las
columnas’), canalillo ‘acanaladura biselada de un triglifo’, canecillo ‘miembro voladizo
sobre el que se asienta una cornisa o alero’, gradilla ‘moldura cuadrada semejante a la
corona sin socavadura por debajo’, o murecillo ‘bocel de perfil semicircular convexo
que aparece principalmente en la basa de las columnas’.

Del ámbito de la ingeniería sobresalen alcantarilla (‘puente pequeño para algún


arroyo’), husillo (‘tornillo de hierro o madera que se usa para el movimiento de las

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prensas y otras máquinas’), parrilla (‘instrumento de madera o de hierro, a manera de


unas parrillas grandes, con el cual se desmenuza la tierra para sembrarla’), y tarabilla
‘cítola’.

Otro campo muy representativo es el concerniente a la construcción: aspilla (‘pieza con


forma de cruz de san Andrés que remata la cabeza de los azafates en una rueda de
lazo’), barbilla (‘extremo inferior de los pares o alfardas en una armadura’), blanquillo
(‘cartabón ataperfiles del lazo de ocho’), carretillo o carrillo (‘rueda acanalada en su
circunferencia y móvil alrededor de un eje, que se utiliza para subir pesos por medio de
una cuerda’), cepillo, cerrillo (‘cara superior de una lima bordón biselada a dos aguas’),
chapilla (‘hoja o lámina de metal muy fina’), costadillo (‘labor de lacería, los miembros
que constituyen uno de los lados paralelos de los azafates, y que limitan con las
aspillas’), cuartillejo (‘superficie cuadrada en que los vértices son centros de sino’),
ladrillo, negrillo (‘cartabón ataperfiles del lazo de nueve, cuyo ángulo de cola es de
35º’), nudillo (‘pieza horizontal que conecta los pares en las armaduras de par y
nudillo’), plantilla, plomillo, y torrilla (‘cara superior de una lima bordón biselada a dos
aguas’).

Finalmente, se localizan voces nuevas en la náutica: amantillo (‘cada uno de los dos
cabos que sirven para embicar y mantener horizontal una verga cruzada’), ballestilla
(‘instrumento utilizado, principalmente en la navegación, para calcular la altura’),
codillo (‘cada uno de los extremos de la quilla, desde los cuales arranca la roda y el
codaste’), patilla (‘talón que forma la quilla en su extremo de popa’) y toldilla
(‘cubierta parcial que tienen algunos buques a la altura de la borda, desde el palo
mesana al coronamiento de popa’).

2.6. Las formaciones con -ín, -ino e -iño

Los sufijos originalmente diminutivos -ín / -ino (lat. -inus -a -um) poseen difusión
limitada en muchos sentidos, como especificaron ya Camus (1997: 87) y Bajo Pérez
(1997a: 49). Así, una primera limitación viene debida al uso restringido a la variación
geográfica (Asturias, León, Palencia, Extremadura), de cuyo empleo resultan derivados
siempre transparentes.

En cambio, la búsqueda avanzada en DICTER arroja siete derivados no transparentes


semánticamente con la forma afijal -ín, tres de los cuales corresponden a palabras de la
sastrería: botín, escarlatín y faldellín. La función lexicalizadora más importante de -ín
es la de especificar o denotar un tipo particular, en este caso de bota, escarlata y falda,
respectivamente, como visualizan las definiciones proporcionadas en este diccionario
especializado: “Calzado de cuero usado por mujeres que cubre el pie y parte de la
pierna”, “Tela, especie de escarlata, de color más bajo y menos fino” y “Falda interior
larga que las mujeres traen sobre la camisa”. También en esta área léxica debe
destacarse el caso de chapín ‘calzado propio de mujeres, sin talón y con suela de
corcho’, término que, según el DECH, deriva de una raíz onomatopéyica chap-,
imitativa del ruido que hacía la persona que andaba en chapines. Cabe preguntarse, con
Bajo Pérez (1997b: 441), si una palabra como esta debe ser considerada derivada o un
compuesto de una voz natural. El estudio de Sánchez Orense (2008) anota que chapín es
simplemente una voz portadora de una raíz onomatopéyica, de ahí su inclusión en la

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macroestructura del DICTER. Por tanto, debería subsanarse y marcarse entre los
derivados lexicalizados.

Las restantes voces cuentan, por el contrario, con una única datación en los textos
constitutivos del corpus de este diccionario, así sucede con el balancín (‘madero que se
atraviesa paralelamente al eje de las ruedas delanteras de un carruaje’) empleado en
artillería, bermejín ‘arena menuda de color rojo del fondo del mar’ (en la Hidrografía de
Poza), o la voz del mar escotín ‘escota de una vela de cruz, excepto la de las mayores’;
con dos concordancias en un mismo texto se localiza saetín ‘canal angosto por donde se
precipita el agua desde la presa a la rueda hidráulica, para hacerla andar’, adscrita a la
mecánica.

Junto a ellos, con -ino se registran otros dos derivados no transparentes, por un lado,
una voz de sastrería con su forma femenina -ina: salvajina (‘pieles adobadas de
animales salvajes’); por otro, el término arquitectónico bastoncino (también con la
variante bastonciño) ‘bocel de perfil semicircular convexo que aparece principalmente
en la parte superior de las columnas’, pero del que se precisa que es italianismo en el
paréntesis etimológico. En este caso, además de resultar contradictorio, existen datos
que generan dudas sobre dicha procedencia foránea, puesto que en las ediciones del
Vocabolario della Crusca solo se registra, desde 1623 (2.ª edición), el italiano
bastoncino como “Guarnimento stretto di nastro, o di striscia simile, che rivolto dalle
parti per di dentro, si cuce su i vestimenti”, sentido ajeno al arquitectónico y con
cronología posterior a la voz técnica castellana.

Finalmente, la variante palatal -iño, empleada hoy en el español hablado en Galicia, por
influencia del gallego (NGLE 2009: §9.1l), aparece en dos derivados no transparentes:
el primero, el tecnicismo carriño ‘avantrén’, que el DECH documentaba “en un texto
citado de Almirante por el DHist., donde la grafía contigua avantrem denota origen
portugués”, pero que en los textos de artillería del DICTER convive con las variantes
carrín y carrino; por otro lado, la voz pañino ‘cualidad de un terreno’ (de paño
‘extensión de terreno’).

2.7. Las formaciones con -ola

El diccionario de sufijos de Pharies (2002) tan solo contempla la terminación -ol,


presente mayoritariamente en préstamos románicos con sufijo procedente del latino
-ŏlus. Por su parte, y a propósito de los derivados del latín -ŏlus, la NGLE (2009: §9.3e)
advierte de los casos de coincidencia formal, pero en los que la conciencia del sufijo
diminutivo originario ha desaparecido. Son dos las voces técnicas que aparecen
marcadas como lexicalizadas con el sufijo -ola15, chózola y poleola. En el caso de la
primera, chózola, se trataría de un falso diminutivo resultado de una reinterpretación,
puesto que esta voz es un préstamo del chiòcciola ‘caracol’, diminutivo de cochlea (cfr.
Bonomi 2004-2008), aplicado por su forma al curso del agua: “Al qual le hizo yr
haziendo bueltas y bolviéndole tan torzido, a modo de una chóçola, de manera que
caminava el agua, agora a una parte, agora a la otra” (Juanelo Turriano ca 1605, apud
DICTER: s. v. chózola).

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Por lo que respecta a poleola ‘polea de pequeño tamaño’, nos hallamos ante un derivado
de polea, vocablo que al DECH –dejando a salvo los pormenores– le parece que
procede del griego (de la familia de gr. πóλος ‘eje’), seguramente en calidad de término
náutico o de la ingeniería. Este término de la ingeniería aparece únicamente
documentado en la obra del aragonés Juanelo Turriano (ca. 1605): poleola o carrucha,
de la que precisa su equivalencia sinonímica con la forma antigua y dialectal carrucha
‘polea’, porque sirve para acarrear el agua desde el fondo del pozo y para llevar otros
pesos –tal y como precisa semánticamente el DECH (s. v. garrucha)– (véase, más
adelante, el apartado 2.10).

2.8. Las formaciones con -ón

En el diccionario de Pharies (2002) se postula la existencia de dos sufijos


homónimos -ón. Por un lado, la función de este sufijo es la de derivar nombres de
acciones bruscas a partir de verbos; en este caso, el étimo es el latín -io -onis, el mismo
sufijo de nomina actionis que se encuentra en -ción y -zón. Por otro lado, la segunda
función de este sufijo es la correspondiente al sufijo nominal aumentativo, que se
remonta a -o -onis, afijo que se empleaba para derivar, principalmente, designaciones de
personas a partir de bases verbales y nominales. En términos de Pharies (2002: s.
v. -ón), “los dos tipos de -ón terminan influyéndose mutuamente de varias maneras”. Al
lado de esta clasificación, Gil Laforga (2017) postula que, para este último caso, se han
distinguido tradicionalmente al menos dos subdivisiones, pero en su opinión se trata del
mismo sufijo -ón generador de estas clasificaciones a partir de distintas posiciones
estructurales.

Al margen de la discusión teórica, la búsqueda afinada con los criterios arriba


precisados arroja únicamente con este sufijo, y con dicho valor aumentativo, calzón (de
calza); ahora bien, la consulta exhaustiva de este repertorio nos descubre la
lematización –resultado de su lexicalización– de otros catorce tecnicismos con dicho
sufijo evaluativo. Todas esas voces del ámbito textil tienen como base de derivación un
sustantivo: barrón (de barra) ‘tira de refuerzo en el paño’, burullón (de burullo) ‘bulto
grande de lana o cosa semejante’, cabezón (de cabeza), faldón (de falda) ‘falda suelta al
aire, que pende de alguna ropa’, listón (de lista) ‘tira de tela más ancha que la lista y que
se usa para diversos fines’; y, finalmente, jubón, ‘vestidura que cubría desde los
hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo’ (del antiguo juba o aljuba
procedente del ár. ğúbba, ‘especie de gabán con mangas’)16.

Pese a que suele calificarse de sufijo aumentativo, está claro que sus valores semánticos
son más complejos. Por ejemplo, ocasionalmente este afijo -ón puede conferir una
connotación despectiva e, incluso, diminutiva. Así, el matiz peyorativo es claro en
calzón, al designar una ‘calza mucho más sencilla que la ordinaria y usada por pastores
o labradores’. También puede conllevar un sentido despectivo el término cabezón, si
bien la acepción con la que se registra está alejada de ese valor: ‘tira o lista que se pone
en la extremidad de una prenda de vestir, rodeando el cuello’. Por otro lado, burullón y
listón reflejan claramente un sentido aumentativo; de hecho, el burullón es un bulto de
lana más grande que el borujo, burullo, gorullo, gurullo, etc., mientras que el listón es
un pedazo de tela más ancho que la lista. En todos estos casos, donde se aprecia el
origen apreciativo, se confirma también el cambio semántico, no simple valor

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aumentativo o expresivo, como reflejó Fernández Ramírez (1986: 77) para los casos de
barrón y faldón, entre otros. Ahora bien, es típica de la morfología apreciativa esta
propiedad, “a saber, la de admitir diversas interpretaciones que se superponen, pueden
convivir o pueden destacarse unas sobre otras” (Fábregas 2017: 141).

Además, existen otros derivados con este sufijo adscritos principalmente al ámbito
militar, según ejemplifican ballestón ‘máquina para arrojar piedras de mucho peso’,
cestón, escalón ‘peldaño construido al pie de un parapeto en su parte interior’, orejón,
tenazón ‘especie de tenaza grande que sirve para romper barras de hierro, rejas, cadenas,
etc.’, torreón17 ‘edificio fuerte que sirve para defenderse o defender una ciudad o plaza’,
trincherón “la trinchera grande, o fuerte” (Autoridades) y espolón, que en la tratadística
militar designa bien ‘el refuerzo que se coloca en el interior del terraplén para fortalecer
la muralla’ bien ‘cualquier lado de una fortaleza que conste de una cortina y de dos
baluartes’ (Sánchez Orense 2012: 469).

Igualmente, en estos términos cabe apreciar la adopción de valores semánticos más


complejos, adicionales a los simples apreciativos (aumentativo, peyorativo o expresivo).
Entre estos destacan cestón, que se define como “cilindro sin base o fondo, tejido con
ramaje, de dimensiones varias, y que, relleno de tierra, sirve en fortificación y trabajos
de sitio para cubrirse con rapidez, y también para revestimiento” (Almirante 1869), y
orejón, que corresponde a la “parte saliente del flanco del baluarte, redonda o cuadrada”
(Moretti 1828).

2.9. Las formaciones con -ote

Frente a una opinión generalizada sobre el origen francés de este sufijo, Pharies (2002)
confirma la procedencia catalana de -ote, elemento morfológico aumentativo-despectivo
de sustantivos y adjetivos denominales. Registramos dos palabras con este sufijo en
DICTER, capote y picote, que no se encuentran en el listado de apreciativos
lexicalizados.

Por lo que respecta al primero, a Pharies le sirve para ejemplificar la entrada temprana
en nuestra lengua de varios catalanismos, lo que motivó la creación de este afijo en
español. En cambio, Corominas y Pascual (1980-1991: s. v. capa) consideran, aunque
con reservas, que se trata de un derivado interno del castellano:

cat. capot (falta en la Edad Media), fr. (chappot, 1541; capot, 1576 [...]), it.
capotto (Cecchi); aunque los datos cronológicos más antiguos son castellanos, no
es seguro que esto refleje la situación real tratándose de vestimenta. Sin embargo,
es cierto que -ote tuvo ya considerable vitalidad en castellano antiguo.

De acuerdo con Bernis (1962: 82), “en los textos de los siglos XV y XVI suele aparecer
como traje de pastores, galeotes y gentes humildes”, matiz significativo que posee
también el catalán capot: “Peça d’abric més estreta que la capa i amb mànigues i
caputxa. Capot de pastor o de muntanya. Capot de pagès” (DIEC2: s. v. capot1). Con
este sentido un tanto peyorativo aún se sigue empleando en el español del siglo XVII,
según confirma el corpus del DICTER: “De noche no consentirá que nadie duerma en su
rancho, sino enzima de cuvierta con sus capotes, para estar más a mano si se ofreze de

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acudir a las velas y aparejo” (Diálogo fábrica de navíos, 1627, fol. 36v.). No obstante,
esta prenda de vestir era usada también por nobles y reyes, según atestiguan las
concordancias del CDH: “Bino el Rey don Jhoan, armado de su arnés e vestido de vn
capote verde, e la vela de la çimera e las cuviertas del cauallo” (a1454 [s. XVI] Carrillo
de Huete, Crónica del halconero de Juan II).

Sobre picote ‘tela áspera y basta’ es, según el DECH, un probable derivado de picar, al
designar un tejido tan áspero que pica al tocarlo. En principio, -ote, como sufijo
apreciativo, típicamente no puede cambiar la categoría gramatical de la base a la que se
adjunta. Además, según Pharies (2002: s. v. -ote), este elemento morfológico solo se
une a adjetivos y a sustantivos, por lo que son extrañas las formaciones deverbales. No
obstante, en la morfología apreciativa se produce alguna excepción que sí permite
cambio de categoría en la base, precisamente una de ellas se refiere al morfema -et-, lo
que pone de manifiesto esta voz. En este sentido, también Fábregas (2017) incluye otras
excepciones donde se ve implicado dicho morfema. Estamos, pues, ante una cuestión
compleja y no es descartable que picote tenga un origen foráneo, quizás un préstamo del
catalán: “picot. m. Sargil, tela grossera de pèl de cabra; cast. picote (Martí G. Dicc.)”
(DCVB). En el corpus del DICTER se registra en el Reportorio universal (1553) de
Celso, obra que testimonia los usos medievales, lo cual se halla en sintonía con las
tempranas documentaciones recopiladas por el CDH: “XXIV. picotes fazen.I.troxiello.
(1300 [finales del s. XIII] Fuero de Alarcón)”.

2.10. Las formaciones con -ucho

El sufijo hispanorromance -ucho, que aparece en unos 160 derivados españoles según
los datos ofrecidos por Pharies (2002: s. v. -ucho), procede de la terminación latina -us,
-culus, donde -culus es una variante del sufijo átono diminutivo -ulus y -us- representa
el final de la base. Recogemos cachucho, derivado de “cacha, ‘cada una de las dos
piezas que forman el mango de las navajas’, de una forma vulgar *cappŭla en lugar del
lat. capŭla, plural de capŭlum ‘empuñadura de la espada’” (DECH), que se define en el
DICTER como “envoltorio de papel o de lienzo, cerrado por los extremos, con la carga
de pólvora adecuada a cada pieza de artillería”. Esta voz aparece empleada en la
Theórica y práctica (Mendoça, 1596): “Los artilleros, entendiendo que se les da interés
particular por cada ruziada que dispararen, hazen cachuchos o sacos para cargar más
fácilmente”. Y por metonimia designa su medida: “Cachucho. Es una medida, que
hazen los fundidores, de la pólvora que se a de echar en la cámara de la pieça para
juzgar conforme a ella el ancho que se le a de dar” (Álaba, Perfeto capitán, 1590, fol.
153r). La metonimia, como hemos visto en este y otros casos, deviene en el mecanismo
que más frecuentemente origina cambios semánticos reinterpretativos en los patrones
lexicogenésicos (Rainer 2002: 112), lo cual percibe Campos Souto (2015: 38) en el caso
de los desarrollos peyorativos o meliorativos de los sufijos apreciativos.

Sin significado apreciativo se registra en los textos técnicos del DICTER carrucho,
concretamente en la obra del aragonés Juanelo Turriano: “El otro modo es muy
differente d’éste, […] el qual se señalará en figura, aunque este exe tiene los dos
carruchos para levantar” (Veinte y un libros, ca. 1605). La variante morfológica
carrucha (‘polea, porque sirve para acarrear el agua desde el fondo del pozo y para
llevar otros pesos”) se incluye en el DECH como voz antigua y dialectal de la variante

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fónica garrucha, y aparece documentada en unos inventarios aragoneses de 1375.


Adviértase con Corominas y Pascual que carrucha “hoy sigue viva en el Alto Aragón,
incluso en su zona de lengua catalana, y desde allí se comunicó al gascón de Barèges
carrùtcho, bearn. carruche, carrusse” (DECH: s. v. garrucha).

2.11. Las formaciones con -uelo

El sufijo -uelo, dentro del sistema de los diminutivos, encierra un mayor matiz
peyorativo, valor predominante que –en opinión de Penny (1993: 267)– adquiere a
partir del Siglo de Oro. Junto a -illo y -ejo, el sufijo -uelo, procedente de -olus, se
emplea con cierta frecuencia ya en la Edad Media; así, Clavería (2004: 488) cita
tempranos ejemplos de su uso. Este sufijo apreciativo tiende a la lexicalización, que
suele venir acompañada de importantes cambios de significado (Lang 1990 [2002]:
146).

El sufijo -uelo con valor diminutivo o despectivo combinado con -acho toma, entre
otras, las forma -achuelo, como anota el DLE y sucede en los casos de riachuelo ‘río
pequeño y de poco caudal’ (DLE) y navichuelo ‘nave pequeña’ (DICTER). En el caso
del DICTER se lematizan, además de estas dos previas, los siguientes términos donde,
de forma mayoritaria, -uelo / -uela se añade directamente a la base de derivación:
castañuela, cazuela, cigüeñuela, cornezuelo, hachuela, harneruelo, herreruelo,
herrezuelo, manezuela, manuela, mazuelo, montañuela, porquezuela, sayuelo y
tachuela.

En el campo de la sastrería encontramos sayuelo, donde el sufijo posee un claro matiz


diminutivo, ya que con esta voz se designan dos prendas que no requieren en su
confección una elevada cantidad de tela: i) ‘corpiño exterior femenino que llega hasta
algo más abajo de la cintura’ y ii) ‘cuerpo de la saya que resulta de la división en dos
piezas de esta prenda’. Esta escasez de tejido se explica por el hecho de que en ambos
casos estamos ante tipos de corpiños y no ante vestidos enterizos, es decir, compuestos
de cuerpo y falda.

Al ámbito especializado del mar se adscriben los tecnicismos castañuela (‘especie de


asa de madera o de hierro que se clava en los costados, amuradas y cubiertas o donde
conviene para amarrar cabos’) y navichuelo ‘nave pequeña’ (“Donde llegó la carabela o
navichuelo de aquel desgraciado marinero y su gente” en Arte para fabricar naos, 1611,
apud DICTER).

Contamos en la parcela de la milicia con herreruelo, lexicalizado con el significado de


‘soldado alemán perteneciente a la caballería ligera’, por estar los soldados así llamados
provistos de armas ofensivas de hierro, aunque también podría ser resultado de un cruce
con ferreruelo (cfr. DECH: s. v. hierro)18. Además, en textos de la artillería se emplea
manuela (con la variante fónica manuella, quizás por el cruce con la voz homónima de
procedencia catalana que designa la ‘barra o palanca del cabrestante’) para nombrar la
‘palanca de madera, redonda por una extremidad y cuadrada por la otra, que usan los
artilleros’.

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A la mecánica y a la carpintería corresponden los términos cigüeñuela (‘codo que tienen


los tornos y otros instrumentos y máquinas en la prolongación del eje, por cuyo medio
se les da con la mano movimiento rotatorio’), cornezuelo (‘cada una de las dos ramas de
la horquilla que se forma en el extremo de un madero al hacer una caja para que entre la
garganta de otro’), harneruelo (‘paño horizontal plano formado por el conjunto de los
nudillos en las armaduras de par y nudillo’) y porquezuela (‘pieza giratoria a manera de
torno que forma parte de algunas máquinas utilizadas para levantar pesos’).

Se adscriben al uso general cazuela (‘vasija, por lo común redonda y de barro, más
ancha que honda, que sirve para guisar y otros usos’), hachuela (‘hacha pequeña’),
herrezuelo (‘pieza pequeña de hierro’), manezuela (‘saetilla o mostrador que da vueltas
alrededor del reloj señalando las horas’), mazuelo (‘mazo pequeño’), montañuela
(‘elevación de tierra aislada y de menor altura que el monte o montaña’) y tachuela
(‘clavo corto y de cabeza grande’).
Además, fuera de la macroestructura del DICTER hallamos en los textos de geometría
aplicada que conforman su corpus el sustantivo rayuela:

(1) Ansimesmo, cada una de las dos BC y CD se parta en quatro partes iguales,
y, emparciando una regla por el centro y por cada uno de los dichos puntos,
se señalen unas rayuelas que no salgan de las tres líneas parallelas” (Girava,
Geometría, 1553, apud Sánchez Martín 2009).

(2) Puesto el un pie del compás fixo en A, se abre el otro lo que quieren que
tenga cada lado del quadrado, y señálanse en aquel abierto en las dos líneas
los puntos C B y, alçado el compás, se fixa un pie en B y se haze encima, a
su derecho, una rayuela y otra de C, que hazen ambas una cruzeta D” (Arfe
y Villafañe 1585-1587, apud Sánchez Martín 2009).

A partir de estos ejemplos rayuela parece designar ‘una raya pequeña’, por lo que es
muy razonable obtener su significado o matiz expresivo en la combinación de este
sufijo a la base.

Por otra parte, constatamos que algunas de estas voces definidas en DICTER sí
visualizan la transparencia semántica del derivado apreciativo, como sucede
particularmente en voces que no pueden ser catalogadas sino como generales (véanse
hachuela, herrezuelo y mazuelo, previamente citados). No obstante, la lematización de
estas también figura en el Diccionario académico, pese a que el morfema apreciativo no
aporte un valor léxico, pero en unos casos su acogida puede explicarse ya para indicar la
modificación en el cuerpo fónico resultante del proceso derivativo ya por poseer estas
voces transparentes algún matiz especial descrito explícitamente.

3. Conclusiones

Este trabajo ha puesto de manifiesto que para el estudio, desde una perspectiva
diacrónica, de la riqueza morfológica del vocabulario científico del siglo XVI y
comienzos del siglo XVII se cuenta con una herramienta lexicográfica de evidente
utilidad, el Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER).

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Gracias a las posibilidades de búsqueda avanzada que brinda este repertorio en línea se
obtienen 140 términos cuya creación responde al fenómeno de la lexicalización de
varios afijos apreciativos. Ahora bien, el examen exhaustivo efectuado de la
macroestructura del DICTER ha revelado que este repertorio incluye otros términos
adicionales que exhiben este proceso de lexicalización, de acuerdo con lo detallado en el
apartado segundo, y que como tal deberían aparecer así marcados.

Por un lado, pese a que, en la mayoría de las ocasiones, la creación de estas acepciones
neológicas de carácter técnico es posible merced al proceso de la lexicalización de los
sufijos evaluativos implicados, en otros casos, nuestro análisis ha mostrado que no es
tan evidente este proceso endógeno, y es más plausible recurrir para su explicación al
préstamo lingüístico. Esto sucede, entre otros, con guepejo (de hecho, la especificación
en DICTER de su origen incierto genera dudas sobre su posible filiación a los
mecanismos de derivación), chózola, falso diminutivo resultado de una reinterpretación,
puesto que esta voz procede del italiano chiòcciola; así como con capote y picote, en las
que no es descartable su ascendencia catalana.

Por otro lado, se debe reflexionar sobre la existencia de una gradación dentro de la
lexicalización, que va desde los derivados menos transparentes –la mayoría de los
analizados, como ejemplifican los términos cachucho ‘medida en artillería’, cajeta
‘cuerdas con que ligan las velas’, candeleta ‘cabo, aparejo’, o carrucho ‘polea’–, que
deben figurar en la macroestructura de los diccionarios, como consecuencia de las
nociones semánticas de carácter léxico que aportan dichos morfemas apreciativos, hasta
los más transparentes (el caso de hacheta ‘hacha pequeña’, isleta ‘isla pequeña’ o
martillejo ‘martillo pequeño’), por cuyo sentido puramente diminutivo no deberían
contabilizarse entre los marcados como resultantes de un proceso de lexicalización. Por
consiguiente, sería conveniente la revisión de estas u otras voces, así como la corrección
de su lematización si los sufijos implicados aportaran únicamente un mero valor
apreciativo.

Ahora bien, algunas voces formadas por sufijos de significado transparente, sin
embargo, desarrollan matices especiales que deben ser descritos, de ahí que sea
aconsejable su presencia en una obra lexicográfica como DICTER, según reflejan riato
o cañamazo, por ejemplo.

De forma paralela, es manifiesta –una vez más– la importancia que para la creación
terminológica poseen los procesos de formación de palabras, patente igualmente en el
caso de la neología semántica; así lo atestiguan numerosas formaciones examinadas que
se basan en la analogía suscitada por la base léxica sobre la que se deriva el nuevo
término. Estas asociaciones diversas, ocasionalmente resultan más evidente en algunos
sufijados, por ejemplo, boquilla, cabrilla o almendrilla; pero más opacas en otras
formaciones, como constata nuestra hipótesis sobre el término cajeta.

Finalmente, el análisis filológico efectuado a partir de la información suministrada por


el Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento nos permite subrayar la
utilidad de este repertorio para los estudios sobre la historia del léxico científico
español, al representar su corpus textual la primera documentación de la mayoría de
estos tecnicismos de acuerdo con el cotejo en los corpus diacrónicos manejados.

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Notas
*
Esta investigación se enmarca en los proyectos de investigación Corpus para el estudio de la lengua
española científica y matemática del siglo XVII (19296/PI/14) y El Diccionario de la Ciencia y de la
Técnica del Renacimiento (DICTER): implantación definitiva en la Red (FFI 2013-41386-P).

1
En un reciente trabajo, precisamente, Stehlík (2017) examina las principales particularidades de la
sufijación apreciativa.
2
Atendemos, asimismo, las relaciones entabladas entre lengua de la ciencia, diccionario y morfología,
por ser esta última disciplina la gran ausente de los puentes tendidos entre gramática y diccionario, como
apreció Pena (1994).
3
El CORDE arroja documentación previa, en 1494, Carta de Colón a los Reyes [Textos y documentos
completos de Cristóbal Colón]: “Y no ansí en algunos lagunares perpetuos y arroyos, que se hallan más.

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Ansí llevé mi camino adelante fasta que avía andado cuatro leguas, y fallé un riato adonde hallé oro y
cojí; y dende andove una legua hasta otro riato mayor dos o tres vezes qu'éste”.
4
Término que se registra en el CORDE en premáticas del Siglo de Oro, además de en textos medievales
sobre oficios.
5
“Si se halla destilado, fácilmente se limpia echándolo en sal y vinagre, y metiéndolo en un cañamazo o
fieltro y exprimiéndolo con fuerça; y, apresándolo, sale el azogue y queda la suziedad y terrestridad en el
lienço o fieltro” (Pérez Vargas, De re metallica, 1568: 104r). Asimismo, y de forma preferente, se
documenta en el corpus del DICTER en tratados militares como el de Álaba y Viamont (1590), Collado
(1592) y Ufano (1613) (apud Mancho Duque 2010-2017).
6
De estos dos valores, para Lázaro Mora (1999: 4648) el esencial es el diminutivo. En cambio, Bajo
Pérez comenta solo el sentido despectivo aportado por -ejo, aunque a veces señala “cierto afecto teñido de
humor” (Bajo Pérez 1997a: 60).
7
El término se atestigua a finales de la Edad Media (vid. CORDE), pero su documentación en el
Reportorio universal leyes Castilla (1553) de Celso –al recopilar esta obra usos medievales– puede ser
indicio de una presencia previa en nuestra lengua.
8
Donde se define con este sentido (“Mar. Trenza hecha de filásticas o meollar”), pero además como
término anticuado en la milicia, ‘nombre de la caja en que se guardan los marrones’, que era “la pieza de
metal en que están escritas las horas, en que se hacen las rondas. Fr. Marron”, según leemos en Terreros
(1786-1793).
9
Igualmente en otras fuentes lexicográficas del inglés: “1620s, caskette “small rope or plaited coil used to
secure a furled sail,” of uncertain origin, perhaps from French garcette “little girl, maidservant,”
diminutive of Old French garce (13c.)” (Harper 2001-2018: s. v. gasket).
10
“Pelo de la sien, que cae a la mejilla y allí se corta o se forma en trenzas” (DLE: s. v. garceta).
11
Tenemos dudas sobre la etimología propuesta por DICTER, que vincula la base al francés antiguo jalne
‘amarillo’. Por otro lado, el DECH (s. v. falda) registra faldeta (salm. jaldeta; también como término de
armería, Acad. S. XX, comp. Leguina, s. v. halda). Se trataría más bien de una forma dialectal, como
recoge García Salinero (apud Fichero General de la Lengua Española): “Jaldeta. Parte del faldón de una
cubierta compendida entre dos cabrios sucesivos. 1.ª doc. DLAr. (partes de una armadura: almizate y
faldón, ‘faldeta’)”.
12
Posee otros significados generados por su forma (‘varilla o lámina movible’ o ‘extremo de hierro o de
otra materia que tienen algunos instrumentos’) con vínculos a distintas áreas de especialidad.
13
Del cómputo se detrae nadilla (‘pieza metálica encajada en el extremo del palahierro sobre la que se
asienta y gira la muela volandera del molino harinero’) puesto que el paréntesis etimológico del DICTER
indica que se trata de un préstamo del catalán nadilla ‘pieza de hierro’.
14
“Se dijo palmilla, casi palomilla, por tirar al color de la paloma, sin embargo de que hay palmillas
verdes; o pudo ser que al principio se le pusiese en la orilla tejida una palma por señal” (Covarrubias
1611: s. v. palmilla).
15
La NGLE (2009: §9.7q) aprecia en el español del área rioplatense el empleo de sufijos de origen
italiano, como -ola (festichola, gratarola).
16
En cambio, el DECH apuntan otra posibilidad: la forma sin artículo al- ha podido llegar al castellano
por conducto de otro romance.
17
En este caso, el DECH (s. v. torre) sugiere además la posibilidad de que se trate de una variante
fonética leonesa de torrejón.

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18
En sastrería se emplea herreruelo, con el sentido “especie de capa sin capilla, y con cuello largo”
(Terreros 1786-1793), y que es voz del ár. vg. feriyûl ‘especie de capa o blusa’ (DECH: s. v.).

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Gramaticalización y polisemia del sufijo colectivo -iza1


Ramón F. Zacarías-Ponce de León
Universidad Nacional Autónoma de México
rzacaria@hotmail.com

Resumen

El sufijo -iza, de acuerdo con la definición del DLE (s. v.), es un sufijo adjetivador que
designa propensión hacia ciertas cualidades (enfermizo, rojizo). En sus usos actuales, el
sufijo presenta valores aspectuales con función de cuantificador cuando se adjunta a
entidades animadas (chaviza), inanimadas (papeliza), acciones iterativas (golpiza) e
intensas (gritoniza). En esta investigación, analizaremos la gramaticalización del sufijo,
que se origina en valores léxicos como ‘propiedad’ y ‘cualidad’, pasando por la
designación de oficios y lugares, hasta los usos cuantificadores actuales. Realizamos
búsquedas de concordancias para este sufijo en distintas fuentes (CORDE, CREA,
CORPES XXI, NGram Viewer), así como en obras lexicográficas (DECH, Pharies
2002, etc.) con el objeto de documentar la fecha de aparición de los diversos valores
semánticos de este afijo. En este trabajo se analizan las causas de este cambio y se
concluye que el sufijo ha experimentado una gramaticalización que le permite
actualmente desempeñarse en un área más central de la gramática, la categoría
aspectual de cuantificación.

Palabras clave: sufijo -iza, variación diatópica, polisemia, gramaticalización,


cuantificación.

Abstract

Suffix -iza, according to the definition of the DLE (s. v.), forms adjectives that
designates a propensity towards certain qualities (enfermizo ‘sickly’, rojizo ‘reddish’).
In its current uses, the suffix presents aspectual values of quantification with animated
entities (chaviza ‘group of kids’), inanimate (papeliza ‘amount of paper’), iterative
actions (golpiza ‘beating’) and intense action (gritoniza ‘outrageous scream’). In this
paper, we will analyze the grammaticalization of the suffix, which originates in lexical
values such as property and quality, going through the designation of jobs and places,
up to the current quantifying uses. We conduct concordance searches for this suffix in
different sources (CORDE, CREA, CORPES XXI, NGram Viewer), as well as in
lexicographic works (DECH, Pharies 2002, etc.) to document the date of appearance of
the various semantic values of this affix. In this paper we study the causes of this
change and conclude that the suffix has suffered from a grammaticalization process that
allows it to currently perform in a more central area of grammar, the aspectual category
of quantification.

Keywords: suffix -iza, diatopic variation, polysemia, grammaticalization,


quantification.

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1. Introducción

En este artículo se analiza la evolución del sufijo -iza en la historia del español.
Partiremos de un estudio anterior (Zacarías, 2015), en el cual se propone una
categorización de sus significados y de su distribución en el español actual. Una vez
identificados los distintos valores que puede presentar el sufijo, se llevarán a cabo
búsquedas en diversas fuentes históricas para encontrar palabras derivadas con este
sufijo en cualquier época del español. Estos derivados se ordenarán de acuerdo con las
fechas de sus primeras ocurrencias en corpus, para lograr establecer el desarrollo
aproximado de las etapas evolutivas del sufijo. Nuestro objetivo es entender cómo se
desarrolló la polisemia del sufijo -iza, qué etapas fueron más relevantes en este
desarrollo y, finalmente, las causas de su gramaticalización, que lo han llevado de ser un
sufijo con valores más léxicos, como la designación de cualidades, hacia valores más
gramaticales, como el aspecto cuantitativo.

1.1. Antecedentes

La definición del sufijo -izo (a) en el DLE incluye valores adjetivos, para los cuales
indica moción de género (rojizo, rojiza); para sustantivos solo presenta definición para
valores locativos (caballeriza, cobertizo). Por otro lado, define palabras con este sufijo
como cachetiza, cueriza, corretiza y chaviza, etc. Para estos casos, utiliza en la
definición conceptos como ‘golpes en serie’, ‘intensidad’ y ‘conjunto’. En este
diccionario, varias de las palabras relacionadas con golpe tienen marca diatópica como
americanismos (cueriza, paliza); algunas, además, son consideradas mexicanismos
(tranquiza, cachetiza, patiza). En la investigación mencionada líneas arriba, se estudió
un corpus de neologismos correspondientes al español de México y se observó que el
sufijo presenta diversos valores semánticos. En el Anexo 1, se incluye una muestra de
estas palabras. De acuerdo con esta investigación, a partir del valor colectivo se
desarrollan los valores de abundancia (chaviza, tamaliza); actividad repetitiva (goliza) y
actividad intensa (regañiza). Si bien, la idea central de colectividad se mantiene,
podemos observar que el sufijo se utiliza también con valores cuantitativos como el de
abundancia (taquiza) y el de intensidad (gritoniza). Puede notarse, asimismo, que el
sufijo amplía el rango de sustantivos a los que se puede adjuntar. Es importante notar
que los valores novedosos mencionados líneas arriba aparecen siempre en la forma
femenina del sufijo, motivo por el cual, en el desarrollo de esta investigación nos
referiremos a dicho sufijo como -iza.

2. Marco teórico: gramaticalización

En esta sección, discutiremos brevemente el concepto de gramaticalización y


señalaremos las condiciones que dan lugar a dicho proceso. Asimismo, haremos algunas
puntualizaciones teóricas importantes para el análisis que se desarrollará más adelante.
Podemos decir, en términos generales, que la gramaticalización es un proceso histórico
de las lenguas por el cual ciertos elementos léxicos se desplazan para cumplir funciones
gramaticales. Para Ridruejo (1989: 71), la gramaticalización es un cambio lingüístico
“mediante el cual se crean nuevas oposiciones gramaticales”. De acuerdo con Hopper y
Traugott (2003: 2), la gramaticalización: “refers most especially to the steps whereby

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particular items become more grammatical through time”. Podemos complementar esta
idea con la clásica definición de Kuryłowicz (1965: 69):

Grammaticalization consists in the increase of the range of a morpheme advancing


from a lexical to a grammatical or from a less grammatical to a more grammatical
status, e.g. from a derivative formant to an inflectional one.

Estas definiciones son relevantes para nuestro análisis porque consideran que un
formante gramatical puede volverse aún más gramatical2, como en el caso de los afijos
derivativos que pueden deslizarse hacia valores flexivos. De esta opinión es Wischer
(2011: 356), quien afirma que la gramaticalización es un proceso por el cual, elementos
léxicos cambian a palabras gramaticales, o bien, elementos ya gramaticales se vuelven
aún más gramaticales. La gramaticalización, señala Elvira (2015: 94), se caracteriza por
una direccionalidad, de lo más concreto a lo más abstracto, de lo autónomo a lo
dependiente, de lo definido a lo borroso e impreciso. En este sentido, Buenafuentes
(2007: 8) señala que la gramaticalización evidencia la porosidad de la frontera entre
derivación y composición.

Ahora bien, ¿cómo se origina la gramaticalización? Para Ridruejo (1989: 74) es


ineludible la intervención de los hablantes ya que es en la cadena hablada donde
aparecen “variaciones de los signos, sobre todo de carácter semántico, pero también en
el significante”. Para Company (2003: 8), son los desajustes (reinterpretaciones,
inferencias semánticas, manipulaciones discursivas y contextos pragmáticos) en el
intercambio comunicativo entre hablantes y oyentes los que generan cambios
lingüísticos. Afirma, además, que los significados novedosos no necesariamente
reemplazan a los valores originales, lo que provoca la aparición de polisemia (Company
2003: 5):

[…] los significados no son estables ni indisolubles de las formas […] cualquier
proceso de cambio supone una dinámica de pérdida y ganancia semántica, en la
cual las formas entran a nuevos contextos recargándose de nuevos significados y
haciéndose cada vez más polisémicas, a la vez que significados viejos pueden
debilitarse e incluso llegar a desaparecer.

Por otro lado, ¿qué factores condicionan la gramaticalización de un morfema? Según


Company (2008: 37) debemos considerar principalmente cuatro condiciones: 1) la
ambigüedad, que se presenta en signos que no mantienen una relación transparente entre
forma y significado; 2) la mala integración paradigmática, que se refiere a signos que no
son similares o al menos parecidos, en cuanto a su forma, al resto de los signos en el
paradigma; 3) la frecuencia de uso, según la cual, los signos muy frecuentes pueden
erosionarse, producir alomorfia e irregularidades que provocan cambios; finalmente, 4)
el nivel de lengua, ya que no todos cambian con la misma dinámica; los niveles internos
de la lengua, como la sintaxis y la morfología cambian lenta y gradualmente. Estos
factores se conjuntan y provocan que ciertas áreas de la lengua sean más proclives al
cambio.

La gramaticalización provoca la aparición de procesos específicos en distintos niveles


de la lengua. Según Lehmann (1985: 307), estos subprocesos aparecen tanto en el nivel

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paradigmático como en el sintagmático. En el nivel paradigmático, los subprocesos que


aparecen con la gramaticalización son, el desgaste o reducción, la paradigmatización y
la obligatoriedad; en el nivel sintagmático, aparecen la condensación, la coalescencia y
la fijación. Según Elvira (2015: 99), la aparición conjunta de estos seis procesos daría
como resultado una gramaticalización prototípica; no se excluye, desde luego, la
posibilidad de que algunos de dichos subprocesos estén ausentes.

Para entender la gramaticalización de los afijos, Wischer (2011: 358) establece una
distinción entre afijos flexivos y derivativos. Los afijos flexivos solo cambian la forma
gramatical de un lexema y, por lo tanto, causan que el significado de una palabra
flexionada pueda ser analizado composicionalmente. Por su parte, los derivativos crean
nuevas palabras y pueden ser considerados morfemas léxicos ligados que presentan
restricciones de adjunción y tienen un significado idiosincrásico. Una vez establecida
esta distinción, la autora señala la posibilidad de que los afijos derivacionales puedan
moverse del dominio léxico hacia áreas centrales de la gramática, cuando su significado
se vuelve más abstracto, expresando de esta manera funciones más gramaticales como
el aspecto (Wischer 2011: 364), proceso del cual es un buen ejemplo la evolución del
sufijo -iza que será discutida en esta investigación. De acuerdo con lo señalado
anteriormente, podemos afirmar que la gramaticalización de un sufijo derivativo supone
un aumento en el nivel de obligatoriedad, una reducción fonética y un significado más
abstracto.

3. Metodología

En primer lugar, recopilamos palabras formadas con -iza en diversas fuentes (Menéndez
Pidal 1966, Corominas 1992, Rainer 1993, Company y Melis 2002, Pharies, 2002;
Zacarías 2015), para crear una lista de derivados que sirvieran de base para las
búsquedas en corpus. El objetivo era contar con derivados de cualquier época del
español y de cualquier lugar, para poder conocer la historia y evolución de este sufijo.
En total, se obtuvieron 88 palabras. Se procedió a realizar las búsquedas en diversos
corpus, tanto diacrónicos como sincrónicos (se discute el proceso de búsqueda con
mayor detalle en la sección 4.2) para cada una de las palabras de la lista. En cada caso,
se anotó la fecha aproximada de la documentación más antigua en los corpus.
Posteriormente, analizamos detalladamente los contextos obtenidos para identificar los
diversos valores del sufijo en las palabras derivadas. Para una mejor interpretación de
los datos, elaboramos un cuadro donde se muestran todas las palabras de acuerdo con el
siglo en el que aparecieron, y ordenadas según su significado. Finalmente, a partir del
cuadro, se llevó a cabo el análisis de los valores semánticos de -iza.

4. Análisis

En la sección 4.1 del artículo, se presentan los orígenes y la etimología del sufijo. Se
discuten algunos derivados en particular y el origen de sus valores semánticos. En la
sección 4.2 se explica detalladamente el proceso de búsqueda de las palabras en los
corpus y se presenta el cuadro con todos los derivados. En 4.3 se presenta el análisis
semántico y distributivo de las palabras del cuadro. En el punto 4.4 se discute con
detalle el caso de paliza y su probable impacto en el desarrollo del sufijo -iza.

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Finalmente, en la sección 4.5 se presenta nuestra propuesta sobre la gramaticalización


del sufijo.

4.1. Etimología y valores de -iza

Primeramente, recurrimos a Menéndez Pidal (1966: 230), quien, en la sección


correspondiente a la formación nominal mediante sufijos, hace una breve mención del
sufijo -iza cuando analiza el desarrollo de la palabra yeguarizo y pelliza. No
encontramos más información con respecto de este sufijo.

En el diccionario etimológico de Pharies (2002) no existe una entrada para el sufijo -iza,
sin embargo, recurrimos a la entrada de -izo. Es un sufijo adjetivo proveniente de -îcius
que se aplica fundamentalmente a sustantivos de materia para indicar la cualidad ‘hecho
de’ y a sustantivos de personas para indicar ‘propio o perteneciente’. Según Leumann
(1977, citado por Pharies: 375), la extensión a bases participiales se dio a partir de
emptīcius, derivado de emptum ‘comprado’, participio de emō, emere ‘comprar’. En
opinión de Pharies, es innovación romance el uso de -izo para designar encargados de
animales como yeguarizo (s. XV), porquerizo (s. XV), cabrerizo (s. XV), en estos
casos, alternando con formas sin el sufijo (yegüero, porquero y cabrero); y también,
asnerizo (s. XV) y caballerizo (s. XV), formas en las que, según Pharies, debe
considerarse la existencia de un interfijo. A la par de estos, los derivados femeninos
designan lugar como porqueriza (s. XVI), cabreriza (s. XV) y caballeriza (s. XV).

Por su parte, Rainer (1993: 231), en su discusión sobre el sufijo -iza, lo clasifica como
sustantivo de golpe, junto con otros como -ada, -azo, -ón, etc. Apunta que -iza, a
diferencia de los otros afijos de este grupo, además del significado de golpe tiene el de
colectivo o cuantificación. Más adelante, analiza el valor colectivo de varios derivados
con este sufijo, como cañamiza, hortaliza, ramiza, etc., e incluye a paliza, como
conjunto de golpes (Rainer 1993: 590). Este significado según el autor se ha propagado
en construcciones análogas en América, por ejemplo: golpiza, pambiza, tranquiza,
zoquetiza, etc.

4.2. Documentación de primeros ejemplos de los derivados con -iza

Como se mencionó en la sección anterior, se recurrió a diversas fuentes para obtener


ejemplos de palabras derivadas con este sufijo, y las fechas de sus primeras
documentaciones. Recurrimos en primer lugar al Diccionario etimológico de Pharies
(2002) que nos proporciona información útil, sobre todo de las primeras etapas del
sufijo y de las primeras dataciones de ejemplos. Se recurrió a otras fuentes también para
obtener palabras derivadas con el sufijo, como Corominas (1991), Company y Melis
(2002), Menéndez Pidal (1966), Zacarías (2015). Posteriormente, se realizaron
búsquedas para cada palabra en los diversos corpus de la Real Academia Española,
CORDE, CREA y CORPES XXI. Adicionalmente, se hizo uso del programa Ngram
Viewer 3 de Google, que permite hacer búsquedas en la biblioteca creada por esta
compañía a partir de la digitalización de fuentes bibliográficas en diversas lenguas. El
uso de esta herramienta fue muy útil ya que contiene muchas obras que están ausentes
en los corpus de la Real Academia. Finalmente, se utilizó el corpus Morfolex 4 para
obtener las palabras recientes y los neologismos formados con este sufijo.

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A partir de estas fuentes, ha sido posible contar con suficientes datos como para
establecer el desarrollo aproximado de las distintas etapas evolutivas del sufijo. En el
siguiente cuadro, se presentan 88 palabras derivadas obtenidas de las fuentes señaladas
arriba. Las palabras se agrupan, en el eje horizontal, según el siglo en el que
aparecieron. En el eje vertical, se clasifican según los valores semánticos de dichas
palabras.

Cuadro 1. Fechas de aparición de derivados con -iza

4.3. Distribución de los derivados

La representación de las palabras en el cuadro 1. es importante ya que nos permite


observar globalmente el comportamiento y la distribución de los derivados con el sufijo

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que analizamos. En una primera inspección de los datos, resalta el hecho de que a lo
largo de toda la historia del español han existido palabras formadas con este afijo.
Llama la atención también que los derivados se han desplazado hacia otros significados,
sobre todo a partir del siglo XIX. Analizando con más detalle, notamos que los
derivados en la parte superior corresponden a los valores etimológicos señalados por
Pharies (2002). Con adjetivos, indica ‘cualidad’ y ‘propiedad’. En estos casos, el sufijo
tiene moción de género. Para estos valores adjetivales, la última documentación es del
siglo XIX. Observamos que a partir del siglo XIV el sufijo se adjunta a sustantivos. El
cambio de género provoca un cambio de significado, ‘oficio’ para masculino, ‘lugar’
para femenino. Hay varios ejemplos de este cambio en el siglo XV.

Destaca mucho en el cuadro el caso de paliza. Su primera documentación es en siglo


XIII y en tal ejemplo, que se discute con detalle en la sección siguiente, puede
interpretarse como locativo o colectivo. Este valor lo hemos marcado en el cuadro como
paliza1. Además, tenemos otro contexto, que señalamos como paliza2, en el siglo XVI,
con un valor cuantitativo, ‘serie de golpes’. Es interesante notar que estos valores de
paliza no parecen corresponder del todo con el significado de otros derivados
contemporáneos. Desde nuestro punto de vista, la interpretación de estos derivados es
clave para entender la evolución del afijo. Esto se tratará con detalle más adelante.

A partir del siglo XVIII, pero especialmente en el XIX, comienzan a aparecer derivados
con otros valores semánticos, sobre todo de cuantificación. Este valor aparece tanto en
los colectivos de cosas y personas (ramiza, chaviza), como en la designación de
actividades, tal es el caso de golpes (patiza) y otras actividades repetitivas o intensas
(conciertiza, gritoniza). La productividad de -iza con este tipo de bases aumenta a partir
del siglo XX. Conviene decir, además, que la gran mayoría de estos nuevos derivados
aparecen en países americanos, de acuerdo con los datos del corpus. Asimismo, es
interesante notar que los derivados que indican la acción de consumir un alimento en
particular son mexicanismos. Al parecer, la vitalidad de este sufijo en la actualidad está
especialmente localizada en América. En el anexo 1, pueden consultarse varias de estas
palabras con sus contextos de aparición.

4.4. Valor cuantificador: el caso de paliza

Es importante discutir el caso de paliza ya que cumple un papel importante en el


desarrollo del sufijo. Si observamos los datos del cuadro, no parece tan probable que
esta palabra esté integrada en el paradigma de las palabras formadas con el sufijo -
izo(a), ya que el valor locativo que aparentemente presenta no está relacionado con los
valores dados por dicho sufijo, el de oficio de cuidar animales y la variante con género
femenino para el lugar donde se realiza dicha actividad. Entonces, podemos
preguntarnos, ¿paliza es una palabra derivada? Corominas, señala dos posibles
etimologías para la palabra.

Por un lado, lo considera un préstamo del francés palissade, que daría en español
palizada, palabra con la cual alterna paliza (en el cuadro 1, corresponde a paliza1). En
una búsqueda en el Dictionnaire culturel en langue française (2005), encontramos que,
en la entrada de palis, palabra atestiguada desde 1115 como paliz, sus significados son

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el de ‘poste’ y ‘palo’ y el de ‘cerca’ o ‘valla de palos’. Podemos especular, si paliza es


préstamo del francés, ya con el significado locativo.
Adicionalmente, Corominas (DECH, s. v.) presenta otra hipótesis, según la cual, la
palabra se conectaría con el nombre del noble francés Jacques de La Palisse, quien
murió en combate en 1525. Según Corominas, este préstamo se entendería ya con el
sentido de ‘serie de golpes’, facilitándose su integración gracias a su parecido con palo
(en el cuadro 1, corresponde a paliza2). En cualquiera de las dos hipótesis, paliza es un
préstamo que se reinterpretó como una derivación de palo mediante el sufijo -iza. Sin
embargo, los significados difieren: valor locativo en el primer caso y cuantitativo en el
segundo.

Podemos suponer que los hablantes realizaron una segmentación creativa de la palabra
paliza, tal vez por analogía con otras palabras que tenían una estructura similar, proceso
no desconocido en español (Camus, 2016: 22). Debido a esta reinterpretación, -iza
amplió su significado, a partir de valores locativos muy específicos como caballeriza y
porqueriza, a valores locativos donde se puede interpretar un valor colectivo como
paliza en los siguientes casos, tomados del CORDE:

(1) […] enuio un puerco saluaie muy grant a tierra de Calidon. Et departe ell
autor de qual era aquel puerco. & diz. Que podrie seer de cuerpo tamanno
commo un toro guisado. & los oios tan uermeios commo sangre. &
reluzientes commo fuego. Et el pescueço gordo & yerto & lleno de sedas tan
grandes como unos astiles. Et las del espinazo altas & gordas & derechas;
commo palos de paliza. Et todo lo al del cuerpo fecho a esta manera segunt
la su guisa. (c. 1275. Alfonso X. General Estoria. Segunda parte).

(2) […] y que le pregunto que de donde era, el cual le respondio que era de
tierra de Madrid y que le habia dado cuenta dello porque estaba detenido, y
que el dicho Barbarroja le habia dicho estando ansi solos, que de alli cerca
era el natural, porque era natural y nascido en el lugar de la Despernada, y
que habia nascido en una casa paliza, que tenia un portal tejado por delante,
y estaba cerca de un meson y de una laguna que esta dentro del dicho lugar.
(1575-1580. Anónimo. Relaciones topográficas de los pueblos de España).

En estos ejemplos, se nota el uso de paliza como ‘conjunto de palos’, valor propuesto
por Corominas como galicismo. Ahora bien, a partir de este valor, se amplió el
significado del sufijo hacia el valor aspectual cuantitativo, como se ve en el siguiente
ejemplo, tomado también del CORDE:

(3) Cevadón: Yo diré a vuessa merced qué remedio. Que tomemos sendos palos y
que vamos callibaxo; vuesa merced primero, yo tras d'él; y si a dicha
l'encontramos, cobraremos nuestros dineros; quando no, servirme ha de criado
estuençes.

Breçano: ¿Qué's servirte de criado? e gramaticalizó con valores


aspectuales. El sufijo adquirió la función de cuantificador, al adjuntarse a
sustantivos, pero perdió la alternancia de género al expresarse únicamente en
femenino, para dicho valor. Esto supone una reducción fonética y una

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obligatoriedad de la expresión del género femenino, lo que coincide con dos


de los procesos de gramaticalización señalados por Lehmann (1985: 307):
desgaste y obligatoriedad.

Como ya lo mencionamos, Wischer (2011: 364) señala que los afijos derivacionales, al
gramaticalizarse, se deslizan del dominio léxico hacia áreas centrales de la gramática,
expresando de esta manera funciones más abstractas y gramaticales, tal como el aspecto
cuantitativo en el caso que nos ocupa. Al tener valores más abstractos, los afijos
especializan su campo de acción y su productividad puede aumentar. Si continúa la
gramaticalización, el afijo se vuelve obligatorio y pasa de ser derivativo a flexivo.
Desde mi punto de vista, el sufijo -iza está en un proceso de gramaticalización que ha
originado su deslizamiento, de valores más léxicos como la designación de propiedades
y cualidades, hacia la marcación de valores aspectuales. En la siguiente figura se
representa este proceso.

+ léxico +gramatical
aspectual
propiedad, cualidad oficio locativo
colectivo cuantificación
castizo, castiza caballerizo caballeriza hortaliza gritoniza
paliza paliza regañiza
taquiza
Figura 1. Gramaticalización del sufijo -iza

En la figura anterior se representa la evolución del sufijo -iza que lo lleva de usos
denominativos léxicos a configurar conceptos más gramaticales. Cuando el sufijo
izo(a), con moción de género, se adjunta a bases nominales o adjetivas, como señala
Pharies, tiene el valor de cualidad o de propiedad. Un primer cambio en la historia del
sufijo se da en la especialización de acuerdo con el género, masculino para marcar
oficios (caballerizo), femenino para indicar lugares (porqueriza). Es a partir de este
valor locativo que se desencadena la polisemia del sufijo, especialmente en el español
de América, que le permite señalar, siempre con el género femenino, nociones
aspectuales de cuantificación como los valores colectivos en chaviza, paliza y taquiza y
la intensidad de una acción en los casos de gritoniza, regañiza y corretiza.

4. Conclusiones

En esta investigación, analizamos las etapas en la evolución del sufijo -iza e


identificamos las diversas causas para la polisemia que presenta en la actualidad.
Encontramos evidencia que nos permite suponer que el sufijo ha experimentado un
proceso de gramaticalización gracias al cual ha ampliado su ámbito de aplicación. Su
significado se ha deslizado, desde valores léxicos hacia valores más gramaticales,
concretamente, como un marcador aspectual de cuantificación. Asimismo, discutimos
con especial detalle el caso de paliza y sus posibles orígenes. En nuestra interpretación,
esta palabra fue segmentada de manera novedosa y creativa por los hablantes para
relacionarla con el sustantivo palo. La aparición de este derivado fue lo que provocó
que -iza incorporara los significados de locativo y el de colectivo. A partir de este valor
colectivo, el sufijo comenzó a funcionar como cuantificador, cuando se adjunta a

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sustantivos que designan tanto entidades físicas como actividades. Con este valor,
extendió los tipos de bases sustantivas con las que puede formar palabras. Ejemplos de
esto son, por un lado, la alta productividad que tiene en América para designar tipos de
golpe, (golpiza, cueriza, patiza, tranquiza, reatiza, etc.); por otro lado, el uso que se la
da para designar actividades donde se consume un tipo específico de alimento (taquiza,
tamaliza, elotiza, pozoliza, etc.), al menos en el español de México. Consideramos que
la gramaticalización de este sufijo, y su especialización con expresión de género
femenino, abren la posibilidad de considerarlo como un sufijo diferente, basándonos
sobre todo en su comportamiento morfológico. La ausencia de moción de género del
sufijo -iza está ligada a un comportamiento semántico distinto, con funciones
gramaticales, concretamente la cuantificación de las entidades a las que se adjunta,
señalando abundancia o intensidad.

Referencias bibliográficas

Buenafuentes, Cristina. 2007. Procesos de gramaticalización y lexicalización en la


formación de compuestos en español. Barcelona: Universidad Autónoma de Barcelona,
Tesis doctoral.
Camus, Bruno. 2016. Entre la morfología, la fonología y la sintaxis: el origen del
material morfológico. En S. Alcoba, C. Buenafuentes y G. Clavería, eds. Los lindes de
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Rexach, ed. Enciclopedia de Lingüística Hispánica, vol. 2. Londres: Routledge, pp.
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Corominas, Joan; Pascual, José A. 1992. Diccionario crítico etimológico castellano e
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Hopper, Paul y Elizabeth Traugott. 2003. Grammaticalization. Cambridge: Cambridge
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Melis, Chantal. 2005. El aspecto y la gramaticalización del nexo a en la construcción
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Menéndez Pidal, Ramón. 1966 [1904]. Manual de gramática histórica española.
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Pharies, David. 2002. Diccionario Etimológico de los Sufijos Españoles. Madrid:
Gredos.
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Ridruejo, Emilio. 1989. Las estructuras gramaticales desde el punto de vista histórico.
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Fuentes documentales

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<https://books.google.com/ngrams> [febrero, 2018].
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México: Espasa Libros.
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diacrónico del español. Disponible en <http://www.rae.es> [Consulta 02/2018].
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referencia del español actual. Disponible en <http://www.rae.es> [Consulta 02/2018].
CORPES: Real Academia Española. Banco de datos (CORPES) [en línea]. Corpus del
español del siglo XXI. Disponible en <http://www.rae.es> [Consulta 02/2018].

Anexo 1. Neologismos con el sufijo -iza

A continuación, se presenta una muestra de neologismos formados con el sufijo -iza


atestiguados en el español de México. Las palabras neológicas forman parte del corpus
Morfolex. Esta tabla se tomó de (Zacarías, 2015).

billetiza Falta conocer quién recibirá la recompensa de los 10 millones La Crónica. Opinión.
de euros que la Insurgencia Rebelde ofrecía por tu muerte. Si Carlos González
fue en un tiroteo, ¿quién habrá disparado los dos boletos que te Correa. 24 de octubre
mandaron al otro mundo? ¿A quién le tocará la billetiza? 2011
bisteciza Antes del mitin del 16 de junio, 'Juanito' se había negado en El Norte. Nacional. 3

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dos ocasiones a declinar en favor de Clara Brugada... "Juanito" de septiembre 2009.


es agasajado con una bisteciza. Literalmente le hablan al oído Monterrey
algunos ex funcionarios de la Delegación, como Paty Pérez...
chicharroniza La prédica del hermano Vicente llamaba no sólo a mover las La Jornada. Opinión.
conciencias de ese San Cristóbal de las Haciendas, o del Astillero. Julio
Guanajuato antes gobernado, o del México en lista de espera, Hernández López. 18
sino del universo entero: "Tenemos que hacer una revolución de julio 2000
espiritual universal", convocaba a los fieles degustantes de
tamalada y chicharroniza.
chocolatiza Regresa la chocolatiza La Razón. Negocios.
Más de 6.5 millones de autos chocolates han entrado al país Mauricio Flores. 22
ilegalmente durante 2012… distorsionan el mercado interno... de octubre 2012
cojiniza El público arroja los cojines al ruedo, situación reprobable, ya Transmisión
que la cojiniza no tiene la intención de antaño de festejar. televisiva. Corrida de
toros. Heriberto
Murrieta. Canal 203
Unicable. 4 de febrero
2012.
colchoniza ¡Relájese! Venga a la Gran Colchoniza de Colchones Atlas Transmisión
City Confort. Todo para tu descanso con 50% de descuento. televisiva. Anuncio de
venta de colchones.
Canal 502 TDN. 4 de
agosto 2012
conciertiza Arrancamos el 2013 y con eso llega la conciertiza loca, aquí los Chilango. Artículos.
eventos que pueden esperar para el primer cuatrimestre del Luis Del Valle. 3 de
año… Si creían que tendrían tiempo para respirar después de la enero 2013
avalancha de conciertos del 2012 están en un grave error.
diputadiza ... el jefe de Gobierno hubiera mandando hacer una versión VIP Milenio. Firmas. Jairo
para gente bonita, gente fina como los hijos de Robero Calixto Albarrán. 26
Deschamps, Napito y demás charros sindicales... unos espacios de marzo 2013
bien hispters y very nice para la diputadiza que aprobó
reformas y leyes con faldas y a lo loco, nomás para quedar bien
con la Secretaría de Hacienda…
dolariza La dolariza de la hija incómoda de Hugo Chávez. Excélsior. Global. 24
La joven, de 14 años, publicó en su cuenta de Twitter de enero 2012.
(@RosinesCandanga) una imagen en la que aparece
sosteniendo un abanico de dólares, mientras el grueso de sus
compatriotas enfrenta un férreo sistema de control cambiario.
elotiza Los ejidatarios, que sostienen un litigio con hombres poderosos Milenio. Nacional. 30
que los despojaron de sus tierras, se quedan callados a la de julio 2009.
pregunta de ¿por qué siguen sembrando? Luego de unos
segundos, contestan que estamos invitados a la “elotiza”,
cuando levanten la cosecha.
frijoliza En la política es importante cuidar la "equivalencia de niveles" Mural. Opinión.
cuando se dialoga y negocia. A este su servidor le ha tocado Manuel J. Jáuregui. p.
recibir en el terreno profesional una que otra frijoliza oficial, 10. 24 de agosto 2012.
esto hace tiempo cuando vivíamos en la dictablanda, y mínimo, Guadalajara
éstas provenían, si no directas del presidente, sí cuando menos
del secretario de Gobernación (en ese esquema antiguo una
figura importante, hoy devaluada) y en una ocasión del
entonces Regente de la Ciudad de México.
goliza Goliza de 5-1 sobre Real Sociedad en el estadio Santiago La Razón. Deportes.
Bernabéu, permitió a Real Madrid superar el pequeño bache 25 de marzo 2012
donde estaba, se reencontró con la victoria y recuperó la
ventaja de seis puntos sobre Barcelona en la Liga de España.
gritoniza En un chat, el mensaje con mayúsculas aduce que estás Publimetro. Noticias.
poniendo una gritoniza ejemplar. Y si combinas mayúsculas p. 10. 12 de junio 2012

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con minúsculas, superoriginal y retro te leerás.


guamiza Isabel Miranda de Wallace había advertido apenas la Milenio. D.F. 19 de
posibilidad de que le pongan “muchas guamizas” en su camino enero 2012.
por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal por el PAN,
cuando Purificación Carpinteyro, quien busca una diputación
por el PRD, le lanzó que no hay métodos democráticos en
priistas y panistas, y la designación de la activista fue un acto
de “dedazo”.
guaruriza Limitar el número de escoltas para exfuncionarios y los El Norte. Opinión. M.
tiempos asignados a su protección permitiría un respiro a las A. Kiavelo. 15 de
asfixiadas arcas del Estado y los municipios... Sobre todo, la diciembre 2012.
medida sería un acto de justicia, pues cómo está eso de que un Monterrey
puñado de funcionarios viva en una burbuja custodiada por una
nutrida "guaruriza" pagada por el erario, mientras Juan Pueblo
es atropellado por la violencia en las calles...
hipsteriza Muchas cosas suceden cuando hay un hipster cerca. Sobre todo, Publimetro. Vida-
porque la característica fundamental de un hipster es negar que Estilo. Eduardo
lo es. Por ello, la detección de uno se ha vuelto, al menos, Navarrete. 22 de
ociosamente divertida… La oleada de la hipsteriza es más marzo 2012
noventera que nada (en realidad data de mucho antes), pero el
agotamiento de la creatividad, hasta en el vislumbre de una
nueva generación, ha hecho que la moda que nunca quiso ser
moda prevalezca como callejón sin salida.
maraquiza La conductora comentó que unas 3 mil parejas acudieron para Reforma. Gente. 16 de
hacer casting, y que a cada una se les explicó que someter su mayo 2009
relación a las pruebas del programa también puede significar
perderla para siempre… No van engañados. Los celos van a
estar a la orden del día. Tendremos desde luchadores que les
darán una maraquiza a los muchachos y juegos de parejas
cruzadas, hasta detector de mentiras.
mazapaniza Uno de los dirigentes de la porra señaló que tiene identificados Milenio. La Afición.
a dos de los integrantes que participaron en la trifulca, además Francisco Vela. 6 de
de señalar que el problema se habría originado porque algunos septiembre 2011
de los que fueron golpeados estuvieron orinando en los
pasillos. El dirigente señala que no está de acuerdo en las
formas, pero constantemente se calma o tranquiliza con una
“mazapaniza” (golpes) a los integrantes que lanzan objetos al
terreno de juego o intentan subirse a la malla.
papeliza Pasado ese horrendo círculo, toca el siguiente, que no es otro Reforma. Ciudad.
que el de la papeliza. Y no me refiero con ello a un abultado Pedro Lara y Malo. 17
cash (pues ese, ya nos los quitaron todo), sino a la indescifrable de mayo 2006
declaración que deberemos autografiar, y a partir de la cual se
creará un mítico demonio, cuyo solo nombre asusta:
'Averiguación Previa'...
pozoliza Editores tragones presenta: La gran pozoliza Chilango.
Para esta entrega probamos pozoles blancos, verdes y rojos. Restaurantes. 4 de
Estas fueron nuestras conclusiones. julio 2012
spotiza A partir del domingo pasado y hasta el 15 de febrero, los Excélsior. Opinión.
partidos políticos nos van a recetar 13 millones 449 mil 600 José Cárdenas. 21 de
spots. Sí… la cifra es correcta… Una verdadera spotiza… diciembre 2011
mañana, tarde, moda y noche… hasta la indigestión.
tamaliza Vale la pena recordar que no se trata sólo de una tamaliza, sino Reforma. Ciudad.
de vestir la imagen del Niño Jesús del nacimiento y presentarlo Julio Trujillo. p. 2. 7
en la iglesia el 2 de febrero, y sólo al final de dicha actividad de enero 2013
vienen los tamales y el atole, el chocolate o las chelas.
taquiza Imaginemos ahora una taquiza en la que devoras dos de pastor 24 HORAS.
y dos de bistec con queso. Estamos hablando de casi mil Columnas. Sara Atri. 1

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calorías: aproximadamente la mitad de la ingesta total de febrero 2013


recomendada para todo un día… Y no estamos considerando
arroz, frijol con totopos, refresco, cerveza y múltiples alimentos
más que son parte de la experiencia taquera.
tazoniza Arranca 'tazoniza' Reforma. Cancha. 15
El maratón de 35 tazones del futbol americano colegial de la de diciembre 2012
NCAA da inicio hoy con los duelos Nevada-Arizona, en el
Tazón Nuevo México, y Toledo-Utah State, en el Tazón
Famous Idaho Potato. La fiesta finalizará el 7 de enero en
Miami con el Juego por el Campeonato…
tortilliza RADIO FELICIDAD te espera... Transmisión radial.
Te esperamos en la TORTILLIZA de RADIO FELICIDAD. Radio Felicidad.1180
Alcánzanos en los horarios y puntos ¡Ven por tus tortillas! AM. Publicidad. 5 de
¡Sigue al pendiente de nuestros turnos en vivo y de noviembre 2012
radiofelicidad.com.mx para saber en dónde estaremos!

Notas
1
Agradezco a Chantal Melis, quien amablemente accedió a discutir conmigo los datos que se presentan
en esta investigación. Desde luego, no es responsable de las inconsistencias que este artículo pueda tener.
2
Para algunos investigadores, el segundo tipo señalado por Kuryłowicz no es, en sentido estricto, una
gramaticalización, en todo caso, sería una gramaticalización secundaria. Sobre este tema, consultar la
obra de Norde (2009: 20).
3
La compañía de Internet Google, en los últimos años, ha digitalizado libros que contienen buena parte
de la cultura de la humanidad. Se calcula que han capturado alrededor de 5.2 millones de libros,
publicados entre 1200 y 2008, en varios idiomas, entre ellos el español. A partir de esta información ha
construido una base de datos que puede consultarse de manera gratuita.
4
Morfolex. Estudio de la morfología y el léxico del español. Este corpus cuenta actualmente con más de
15000 neologismos analizados morfológicamente, recopilados en México. Dirección electrónica:
www.morfolex.org.

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Adjetivos deantroponímicos con el sufijo -ano en español1*


Dolores García Padrón y José Juan Batista Rodríguez
Instituto Universitario de Lingüística Andrés Bello
Universidad de La Laguna
dgarcia@ull.edu.es, jjbatist@ull.es

Resumen

El estudio de los adjetivos derivados de antropónimos en español revela una clara


preponderancia de los sufijos -ano e -ista, cuyas historia, significación, distribución y
variación denotativa son distintas. El sufijo -ano, que hereda el valor relacional
del -anus latino, ha sido el más usado históricamente para formar adjetivos gentilicios y
deantroponímicos; mientras que -ista, de origen griego y significado más concreto
(‘seguidor de’), solo ha conocido una gran expansión en los dos últimos siglos y muy
rara vez se ha usado para formar gentilicios. Tras unas breves consideraciones
semánticas sobre el nombre propio, se explican las diferencias entre los desarrollos
adjetivos detoponímicos y deantroponímicos y se estudian los formados con -ano y los
sufijos concurrentes, a partir de lo cual se describe la variación léxico-denotativa más
frecuente de los adjetivos deantroponímicos españoles.

Palabras clave: sufijación, adjetivos deantroponímicos, -ano

Abstract

The study of the adjectives derived from anthroponyms in Spanish language reveals a
clear preponderance of the suffixes -ano and -ista, which, however, have different
history, meaning, distribution and denotative variation. The suffix -ano, which inherits
the relational value of Latin -anus, has been the most historically used to form
adjectives, both demonyms and deanthroponyms. The suffix -ista, of Greek origin and
much more specific meaning (‘follower of’), has only known a great expansion in the
last two centuries and very rarely has been used to form demonyms. In this contribution
we will focus on -ano and, from a semantic idiomatic perspective, we will make some
linguistic considerations about the proper name, the differences between the
detoponymic and deantroponymic relational adjectives, the adjectival derivation with
the suffix -ano and its variants in Spanish language in relation to the concurrent suffixes
when it is attached to anthroponyms; at last, we will give account of its most frequent
lexical variation.

Keywords: suffixation, deantroponymic adjectives, -ano

1. Preliminares

Filósofos y lingüistas se han ocupado de definir la naturaleza del nombre propio (NP),
que es compleja y poliédrica. Con frecuencia se ha considerado que carece de
significado por la ausencia de contenido simbólico que muestra en sus empleos más

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prototípicos, en los que predomina su valor referencial: el NP señala unívocamente una


persona, un animal o una cosa, y esto lo hace, a nuestro juicio, desde un significado
deíctico (Wotjak 1985). Desde la antigüedad (Dionisio de Tracia) hasta nuestros días
(Coseriu 1955 o van Langendonck 2007a, por citar solo a dos estudiosos) ha sido
caracterizado como el nombre por antonomasia, estableciéndose así una diferencia y
una jerarquía entre el NP (name) y los nombres comunes (nouns). Como se ha repetido,
la imposición de un NP exige la existencia de un ente (sustantivo) previamente
delimitado, al que de alguna manera “se bautiza” con ese NP. Estamos de acuerdo con
Coseriu (1973: 267-268), cuando, al centrarse en el estudio de sus propiedades
lingüísticas, afirma que el NP tiene significado: “El significado primitivo de ὄνομα
κύριον, lat. Nomen proprium… era … el de ‘nombre auténtico’, ‘nombre propiamente
tal’” (también Morera 2017: 17). Una explicación semántica del NP es, pues,
insoslayable. Y más aún cuando se trata de explicar en términos semánticos los
desarrollos nominales, verbales y, como en el caso de este trabajo, adjetivos del nombre
propio, pues en su derivación este sustantivo identificador se muestra desprovisto de su
valor semántico primario en diverso grado. En este sentido, la significación básica del
NP no puede ser sino de naturaleza gramatical: contiene una deixis semejante a la del
pronombre personal de tercera persona, a la que se asocia, en el uso, una serie de
elementos referenciales, sociales, cognitivos y comunicativos propios de la significación
simbólica. Esta doble faceta es lo que hace parecer al NP una unidad a caballo entre lo
gramatical y lo léxico; y explica tanto el frecuente trasvase entre las categorías de NP y
nombre común (Migliorini 1968 [1927]) como la creación de adjetivos y verbos
deonomásticos (Schweickard 1992, 1995 y 2002-2013), en los que se aprecian grados
distintos de desgramaticalización, especialización semántica y lexicalización. Más
recientemente, Wotjak (1985) y van Langendonck (2007a, 2007b), entre otros, han
destacado como el principal rasgo identificador del NP la propialidad (Proprialität,
propriality), idea que, desde nuestro punto de vista, permite explicar el significado del
NP como una función semántica, aquella que puede desempeñar cualquier signo (simple
o complejo) de una lengua al que el hablante atribuya internamente un valor deíctico
unirreferencial. Ya Nebrija (apud Pérez Vigaray, en prensa), al ocuparse del NP, había
advertido la presencia de algunas palabras, como don, señor, que, antepuestas a un
nombre, servían para identificarlo como un NP de persona: don José, señora María. En
efecto, palabras como don y señora pueden ser usadas como marcador de propialidad,
convirtiendo así a cualquier signo lingüístico en un NP: doña Perfecta, señor
Metomentodo (Batista Rodríguez y García Padrón 2018). A esta función semántica
identificadora se le suelen sumar, como dijimos, rasgos denotativos y connotativos que
el NP va asociando históricamente en el hablar, aunque esta información, a menudo de
carácter enciclopédico (Wotjak 2005 y 2016), está almacenada en el nivel externo de su
contenido (Batista y García Padrón 2018 y García Padrón y Wotjak en prensa).

No profundizaremos más en esta cuestión; para concluir, solo añadiremos que los
antropónimos y los topónimos son, obviamente, los NP por excelencia (entre muchos
otros, Jonasson 1994, Gary-Prieur 1994 o van Langendonck 2007a), puesto que su
semántica interna está constituida exclusivamente por una mostración deíctica
unirreferencial. Junto a ellos, aunque secundariamente y con mayor o menor acierto, se
han incluido también en esta categoría otros tipos de NP: zoónimos, nombres de
instituciones, días de la semana, meses del año, estaciones, planetas, nombres de marcas
registradas, etc. (Wotjak 1985, Iglesias Ovejero 1991, Lang 1992, Fernández Leborans
1999, López García 2000, van Langendonck 2007b). Una diferencia esencial entre

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antropónimos y topónimos, por un lado, y las otras subclases de NP, por otro, radica en
el hecho de que los primeros se refieren a gente o a lugares habitados por gentes. El
carácter central de este hecho hace posible que propiedades fisonómicas, psicológicas,
actitudinales, socio-históricas, culturales, etc., características de personas y colectivos
determinados, se transfieran a las palabras que los nombran deícticamente, esto es, a sus
NP, los cuales a menudo acaban incorporando a su significación gramatical
identificadora toda esta información bajo la forma de rasgos denotativos y connotativos.
Y cuando estos rasgos léxicos pasan del nivel semántico externo al interno (García
Padróny Wotjak en prensa), entonces los NP se sustancian y se emplean como nombres
comunes (Macedonia > macedonia, Rebeca > rebeca), y por derivación pueden
originar también adjetivos (Tenerife > tinerfeño, Machado > machadiano) y verbos
plenos (Balcanes > balcanizar, Pasteur > pasteurizar).

2. Adjetivación de los nombres propios

En español, como en el resto de las lenguas indoeuropeas, la adjetivación de topónimos


y antropónimos suele producirse mediante la adjunción de un sufijo. No obstante, es
posible crear adjetivos deonomásticos operando cambios formales mínimos −adjunción
del sufijo -o / -a con función prominente de marcación de género− en el sustantivo
primitivo, como ocurre en cristino, sorayo y cospedalo (derivados de reina Cristina,
Soraya Saénz de Santamaría y Dolores de Cospedal, respectivamente), casos en los que
Morera (2017) habla de “derivación directa”, proceso que, desde el punto de vista de lo
que ocurre semánticamente, estaría próximo a la apelativización o “conversión”, como
también la llama Schweickard (1995). Es preciso señalar, sin embargo, que, si bien en la
apelativización o conversión de un NP en nombre común (Rebeca > rebeca; Bolonia >
bolonio) se produce una pérdida progresiva del valor deíctico hasta llegar a la
desgramaticalización del NP en favor de su especialización semántica o lexicalización,
en el caso de la adjetivación del NP la especificación léxica no siempre conlleva la
pérdida total del valor deíctico originario. En este sentido y siendo tanto los adjetivos
detoponímicos como los deantroponímicos, casi sin excepción, derivados morfológicos,
existen diferencias importantes entre ambos.

En el caso de los topónimos, la derivación adjetiva genera gentilicios, que son adjetivos
relacionales de una naturaleza particular, una especie de “adjetivos propios”, en el
sentido de que son prácticamente una extensión del nombre propio toponímico, hecho
que se debe a la significación deíctica de este tipo de NP: ‘topos habitado por una gens’.
Este valor de la base de derivación es tan potente que apenas es modificado
semánticamente por el complemento morfológico sufijal, de manera que el gentilicio
resultante es un adjetivo de relación que significa básica o escuetamente la ‘vinculación
de una gens a un topos’:

(1) [NPTOP+ sufijo > adjetivo de relación TOP]

En este proceso derivativo, en el que no se produce una despropialización total (de aquí
que haya sido considerado siempre como un adjetivo de relación especial), el valor
particular de los distintos sufijos queda ensombrecido en favor del valor general
gentilicio, el cual contiene, fundamentalmente, una deixis relacional locativa. Es decir,
el sufijo se limita a señalar la relación de adscripción a un topos del sustantivo al que

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complementa el gentilicio, como en ciudad española versus ciudad francesa o ciudad


italiana2:

(2) [ciudad + [España + -ol(a)] > ciudad española ‘ciudad perteneciente a


España’]
[ciudad + [Francia + -es(a)] > ciudad francesa ‘ciudad perteneciente a
Francia’]
[ciudad + [Italia + -an(a) ] > ciudad italiana ‘ciudad perteneciente a Italia’]

A partir de este valor prototípico del gentilicio se generan todos los demás sentidos
secundarios, terciarios, etc. (calificativos, identificadores o clasificadores), que tan
frecuentemente adquieren estos adjetivos en su uso habitual, constatándose que la
pérdida gradual de su valor toponímico se compensa con un mayor peso del contenido
léxico que van absorbiendo contextualmente. En ocasiones, el adjetivo detoponímico
acaba sustantivándose, y esto ocurre cuando ha absorbido no solo el contenido léxico
del sustantivo nuclear al que complementaba, sino cuando se ha que apropiado incluso
de su categoría sustantiva (carne hamburguesa > hamburguesa ‘porción de carne
picada’) (García Padrón 2015).

En cuanto al aspecto formal y volviendo al mencionado oscurecimiento semántico del


valor sufijal, se observa que la amplia nómina de sufijos empleados para formar
gentilicios en español (Morera 2015; Kordič Riquelme y Chávez Fajardo 2017) no
produce variación léxica apreciable en el adjetivo resultante (García Sánchez 2017),
que, insistimos, es siempre, en su función prototípica o semánticamente primaria, un
adjetivo relacional propio. Por ello cabría considerar que, en español, la
complementación morfológica del topónimo se reduce, pues, desde el punto de vista
denotativo, a un alomorfismo sufijal, en el que los valores
de -ano, -ino, -eño, -ero, -ense, -és, etc., no suman a la base más que el valor de
‘adscripción’ (recordemos los ejemplos de sevillano y granadino, de los que hablaba
Spitzer en su famoso trabajo de 1926) y los accidentes de género y número necesarios
para la concordancia.

Ello explica el fenómeno de la llamada “irradiación sufijal” (García Sánchez 2005,


Ferreccio Podestá 2006), mediante la cual los gentilicios de las poblaciones de mayor
entidad e importancia son tomados como modelo por los hablantes de lugares cercanos
para la formación de sus propios gentilicios, produciéndose así la homogeneización que
es patente en amplios dominios hispánicos: si el sufijo no aporta un valor semántico
diferencial al topónimo, casi da igual usar uno que otro. Así, aunque Fuerteventura no
posea un gentilicio propio (como tal se utiliza majorero), serían posibles los gentilicios
siguientes: fuerteventureño / fuerteventurero / fuerteventurano / fuerteventurense /
fuerteventurés..., siendo el primero el que, en principio, tendría más visos de prosperar
debido a la analogía con otros gentilicios procedentes de nesónimos canarios (tinerfeño,
herreño, lanzaroteño...).

Muy diferente es el comportamiento de los derivados antroponímicos. Los adjetivos


deantroponímicos son, evidentemente, también adjetivos de relación, pero, frente a lo
que ocurría con los gentilicios, no existe la categoría de adjetivo deantroponímico
“propio”. En este caso, la significación de la base identifica un individuo y el

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complemento morfológico, reducido normalmente a los sufijos -ano e -ista, mantiene su


significado pleno, el cual se suma al valor del nombre propio que le sirve de soporte:

(3) [NPANTROP + sufijos(X, Y, Z) > adjetivo de relación ANTROP + X, Y, Z]

Si, en el gentilicio, el sufijo aportaba meramente la posibilidad de expresar la


‘vinculación a un topos’ y de ahí, por un lado, el polimorfismo sufijal y, por otro, la
práctica inexistencia de oposición léxica, en el adjetivo deantroponímico no hay
alomorfismo sufijal, sino una verdadera oposición sufijal -ano / -ista, y tampoco hay
una función prototípica asociada, pues se proyectan tantos sentidos primarios cuantos
permita el valor del sufijo que se adjunta. Frente a la abundancia de sufijos que forman
gentilicios en español, la nómina de sufijos para formar adjetivos deantroponímicos es
muy reducida: toda la literatura al respecto señala que los dos más frecuentes con mucha
diferencia son -ano y sus variantes (-iano, -ino, -eno) e -ista, siendo muy residual el
empleo actual de otros, pues, en general, se limitan a -esco, -ico, -eo, -ita, -í, -aco
y -eño, muy escasamente productivos hoy día. Pero si la mencionada oposición sufijal
hace imposible el fenómeno de la irradiación, típica de los gentilicios, en cambio se
constatan en los deantroponímicos las llamadas “creaciones inducidas” (Schweickard
1995, Muñoz Armijo 2010, Carpi 2015): así, al tomarse en préstamo, el sufijo -esco,
usual en italiano para formar adjetivos derivados de NP (petrarquesco), ha sumado en
español nuevos sentidos (cantinflesco, rocambolesco), cuestión sobre la que volveremos
más adelante.

Por otra parte, desde el punto de vista semántico, frente a lo que ocurría con los
gentilicios, en los adjetivos deantroponímicos se observa una interacción entre los
valores de la base y del sufijo, como observamos en poesía gongorina / poesía
gongorista:

(4) [poesía + [Góngora + -ina] > poesía gongorina ‘poesía atribuida a


Góngora’]
[poesía + [Góngora + -ista] > poesía gongorista ‘poesía que imita la de
Góngora’]

Los adjetivos gongorino y gongorista se oponen y significan de distinta manera la


relación con el NP que constituye su base, lo cual sería imposible que ocurriera si este
NP fuera un topónimo. En el primer caso, el sufijo -ino, variante de -ano, significa
‘atribución’, mientras que, en el segundo caso, el sufijo -ista significa ‘seguidor de’.

Debido a la relación asimétrica existente entre la base y el sufijo en el caso de los


gentilicios, se observa que en ellos la despropialización progresiva que muestran las
acepciones secundarias, terciarias, etc., históricamente desarrolladas, aunque es lenta en
el tiempo, puede alcanzar grados diversos de lexicalización de su contenido; mientras
que, en el caso de los adjetivos deantroponímicos, donde la interacción entre la base y el
sufijo es equilibrada, la despropialización es escalar y su valor relacional traspasa con
menor frecuencia la frontera entre los adjetivos relacionales y los calificativos (Bosque
1983; Demonte 1999, Bartoš 1995).

En suma, el gentilicio es una extensión semántica natural del topónimo, con quien
contrae una relación de interdependencia, de ahí la facilidad para pasar del uno al otro,

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mientras que el adjetivo deantroponímico es relativamente independiente del nombre


propio originario.

3. La derivación deantroponímica con -ano

En español, la derivación deantroponímica en sí ha sido poco estudiada a diferencia del


francés (Schweickard 1995) y del italiano (Schweickard 2002-2013); hasta donde
sabemos, contamos con el artículo pionero de Estapà (1983), las recopilaciones llevadas
a cabo por Consuelo y Celeste García Gallarín (1997), los trabajos de Cabré, DeCesaris,
Bayà y Bernal (2000), el de Díaz Rojo (2001), los de las profesoras checas Lisyová
(2005) y Malá (2014), el de Reinhardt (2010), en el que presenta las líneas generales del
loable proyecto Deonomasticon iberoromanicum, y el reciente de Consuelo García
Gallarín (2017). Por supuesto, en todas las gramáticas y manuales de formación de
palabras, desde Alemany y Bolufer (1920) y Fernández Ramírez (1986: 40-43) hasta la
NGLE (2009: 535), se ha descrito el sufijo -ano y se ha dado cuenta de su altísima
productividad para unirse a adjetivos, sustantivos y adverbios, originando otros nuevos.

Siguiendo el patrón formativo latino, este sufijo se adjunta con mucha frecuencia a
topónimos y antropónimos, dando lugar a adjetivos gentilicios y deantroponímicos,
respectivamente. Claramente preponderante para formar gentilicios, también es el sufijo
“por defecto” para formar adjetivos deantroponímicos en el mundo hispánico (Rainer
1993: 406). Por lo que respecta al NP que sirve de base, destaca el hecho de que, en
nuestra lengua, los apellidos (y no los nombres) de personas o personajes relevantes en
distintos dominios culturales y científicos suelen ser el núcleo al que se adjunta el sufijo
-ano, constituyendo un modo natural de expresar esta clase de significación relacional-
atributiva. En esto, el español se diferencia de otras lenguas: por ejemplo, del alemán,
que prefiere la construcción genitiva o preposicional y apenas produce adjetivos
atributivos de este tipo (Schweickard 1995: 434; para el gentilicio sintáctico en español,
cfr. Morera 2015; Kordič Riquelme y Chávez Fajardo 2017); o de las lenguas eslavas,
cuyos deantroponímicos se generan sobre la base de nombres y apellidos de personas,
sin importar que las personas sean conocidas o desconocidas (Lisyová 2005: 252).

Tratando de delimitar el origen y significado de -ano, observamos que las lenguas


indoeuropeas forman adjetivos a partir de sustantivos sufijados con líquidas o sonantes.
En el caso concreto del latín, afirma Monteil (2003: 179-180) lo siguiente:

La adición de -no a un tema terminado en -ā producía normalmente adjetivos del


tipo romā-nus, africā-nus. De estas formaciones se extrajo el final -ānus, y se usó
para formar adjetivos con valor local (sugerido por las formas iniciales del tipo
romā-nus). Tenemos así Camp-ānus, Luc-ānus, pag-ānus, urb-ānus. […] El final
-ānus ha acabado incluso por proporcionarnos formaciones patronímicas: Aemili-
ānus, Iuli-ānus, Octavi-ānus, etc.

Evidentemente, este sufijo -n(o) presenta una vocal anterior distinta cuando se une a
otros temas diferentes: así, por ejemplo, cuando se liga a sustantivos temáticos, nos
encontramos con la vocal -i > y la terminación -inus, tal y como ocurre en Saguntum >
Sagunt-īnus, Lucentum > Lucent-īnus, en lo que coinciden con los topónimos temáticos
acabados en -ĭum, que forman también gentilicios en -īnus, como en Latium > Latīnus.
En otros casos, la terminación es -ēnus: Antiochēnus, Nyssēnus, Nazianzēnus, etc. Como

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señala Pharies (2002: 80), el sufijo -anus permitió crear adjetivos a partir tanto de
topónimos como de nombres comunes que indicaban ‘lugar’, y de ahí se extendió a
sustantivos referidos a períodos de ‘tiempo’ y a nombres de ‘persona’, para finalmente
abarcar al resto de sustantivos. Y el sufijo español -ano ha funcionado igual que el latín
-anus desde los primeros adjetivos deonomásticos documentados a finales del siglo XV
(Pharies 2002: 81): sevillano (1492), mexicano (1599), luterano (s. XVI), franciscano
(XVII), cartesiano (1794). Estos ejemplos muestran ya la alternancia meramente formal
entre -ano y -iano, que originariamente se explicaba cuando la base acababa en -i (cfr.
los ejemplos citados más arriba: Aemili-ānus, Iuli-ānus, Octavi-ānus) o en consonante
(Ciceron-iānus). Se trata, en todos los casos, de variantes combinatorias de expresión,
lo cual no justifica el tratamiento separado que suelen conferirle los estudiosos, como si
fueran invariantes (cfr., por ejemplo, Rainer 1993: 405-407 y 514-515, respectivamente,
y 1999: 4618). Por la misma razón, en latín y en español -eno (-eño) e -ino son también
variantes formales de -ano, como se observa en valenciano, antioqueno, antioqueño y
alicantino, si bien tradicionalmente (desde Alemany y Bolufer 1920 hasta Pharies 2002)
se han tratado de manera independiente, a pesar de reconocerse su parentesco
etimológico (Monteil 2003 [1992]: 179-181). Por último, como no podía ser de otra
manera, -eano es igualmente una variante contextual de -ano que suele alternar
con -iano en antropónimos acabados en -e o en consonante, tal y como sucede en
saussureano / saussuriano, borgeano / borgiano / borgesiano (Rainer 1993: 407).

Llegados a este punto, insistimos en que el significado de -ano, cuando se adjunta a


bases toponímicas, tiene como función semántica denotativa primordial expresar la
relación gentilicia de vinculación a un topos y ahí no designa nada distinto a cualquier
otro sufijo empleado para formar gentilicios: en este sentido, el gentilicio toledano
designa una persona, animal o cosa relativos a Toledo de la misma manera que el
gentilicio cacereño lo hace respecto de Cáceres. En cambio, cuando -ano complementa
a bases antroponímicas no denota lo mismo que otros sufijos que forman
deantroponímicos: cervantino no expresa el mismo contenido que cervantista (ni, en
determinados contextos, el mismo que cervantesco).

La documentación avala asimismo que el sufijo -ano (y sus variantes) ha heredado el


valor relacional que tenía el -anus latino, el cual se ha mantenido hasta hoy en día. Esto
se observa especialmente bien en los deantroponímicos, donde el sufijo -ano aporta el
significado de ‘atribución de una cualidad intrínseca’ (Morera 2015; en Morera 2017
habla de ‘abrazamiento’ o ‘abarcamiento’), que, al sumarse al valor deíctico personal
del antropónimo, genera un adjetivo susceptible de aportar una nota simple, como decía
Bello, al sustantivo al que acompaña. La combinación resultante del sufijo -ano + NP
denota prototípicamente la ‘atribución de una cualidad personal intrínseca’. Así, por
ejemplo, en poesía gongorina entendemos ‘poesía atribuible a Góngora’:

(3) [ poesía [Góngora + ina]]


[‘poesía [← + Góngora’]]

Las dos acepciones principales de este valor básico sufijal, ya existentes en latín, son las
de ‘(atribución de) inclusión’ y ‘(atribución de) adscripción’. En cuanto a la segunda,
valga el muy conocido ejemplo de San Jerónimo (epístola XXII a Eustoquio, hija de
Paula), quien relata haber soñado que se le reprochaba ser más seguidor de Cicerón que
de Cristo: Ciceronianus es, non christianus. Y ambas acepciones están testimoniadas

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desde los primeros textos, en los que encontramos antroponímicos castellanos calcados
del latín: agustiniano, ambrosiano, arriano, benedictino, confuciano, copernicano,
erasmiano, franciscano, gregoriano, isidoriano, jeronimiano, luterano, mahometano,
nestoriano, pelagiano3. Esta segunda variante, la de ‘adscripción’, se constata ante todo
en los casos en que los antropónimos se refieren a individuos que han desarrollado
algún sistema de creencias, valores o doctrinas religiosas, filosóficas, académicas o
científicas.

Este era el panorama existente hasta más o menos el Barroco, época en la que empieza a
cobrar fuerza productiva el sufijo culto de origen griego -ista, presente en contados
helenismos y latinismos en los primeros siglos del idioma, pero que ha ampliado
extraordinariamente su empleo en los dos últimos siglos (Pharies 2002, Muñoz Armijo
2010: 654-656). En el XVII su valor de ‘seguidor, partidario o adepto’ empezó a entrar
en competencia con la segunda acepción de -ano, que quedó relegada a las formaciones
preexistentes y, difícilmente, ha creado otras nuevas. En este sentido, hace mucho que
Alarcos García (1955) señaló cómo, en Quevedo, derivados de nombres en -ismo e -ista
alternan con -ano4:

También con los sufijos -ismo y -ano, que denotan, respectivamente, ‘creencia,
sistema, partido, imitación o modo de ser’ y ‘natural, partidario o secuaz’, y
siguiendo el patrón de palabras como judaísmo, ateísmo, grecismo, italiano,
luterano, culterano, forma Quevedo algunos neologismos para la expresión de sus
ocurrencias: dinerismo y dinerano ‘secta de los que tienen como Dios al dinero’ y
‘secuaces de tal secta’ (“para fundar la nueva secta del dinerismo, mudando el
nombre de ateístas en dineranos”), adanismo ‘imitación del desnudismo de Adán’
[...], arbitriano “natural de la isla de los arbitrios” [...] y tabacano “aficionado al
tabaco”, imaginado como miembro de una secta.

Desde ese momento, cuando un hablante siente la necesidad de expresar la ‘adscripción’


echa mano en primera instancia del valor invariante de -ista y no de lo que empieza a
sentirse ya una subacepción del valor principal de -ano, aunque esta posibilidad residual
no queda excluida del todo. Así, a imitación del griego, en latín existían Christianus y
Christianismus, los cuales se mantienen entre nosotros como cristiano y cristianismo y
dejan bloqueada la derivación *cristianista, tan frecuente en otras parejas de los sufijos
-ismo / -ista, como peronismo / peronista, malinchismo / malinchista, budismo /
budista, calvinismo / calvinista, pues cristiano contiene ya el sentido de ‘adscripción’.
Remitimos a Laca (1983: 496-519), que se ocupa extensamente del sufijo -ista con NP y
de los cuatro tipos de relación posible con -ismo, aunque señala que, en principio,
ambos sufijos son autónomos, ya que la existencia de uno no implica necesariamente la
del otro (apud Batista y Pérez Vigaray en prensa).

No obstante, y en todo caso, la ‘adscripción’ que refiere -ano no es semánticamente


idéntica al valor de ‘seguidor, partidario o adepto’ expresado por -ista. Señalábamos
antes que -ano significa la ‘atribución de una cualidad intrínseca’ que, en los casos en
que se adjunta a antropónimos de personas conocidas por haber desarrollado un sistema
de ideas, creencias, teorías, etc., extiende la cualidad hasta expresar también la
‘adscripción’ a dichos sistemas, pero con la particularidad de que la prominencia
semántica descansa en el NP. En cambio, en -ista lo prominente es el significado del

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sufijo, la ‘orientación’ hacia el NP, como vemos en poesía gongorista, que se refiere a
la ‘poesía de los seguidores de Góngora’:

(5) [poesía [Góngora + ista]]


[‘poesía [→ + Góngora’]]

La mayor antigüedad, frecuencia y cercanía semántica a la base que muestra el


sufijo -ano con respecto a -ista tienen un claro reflejo morfológico, ya que, cuando
ambos sufijos se emplean juntos, -ano es el primer complemento del NP que sirve de
base y a este tema se le añade luego -ista: de Priscila > prisciliano > priscilianista, de
Bolívar > bolivariano > bolivarianista. Y no parecen posibles *priscilistano ni
*bolivaristano. Si atendemos a la derivación léxico-denotativa, en bolivariano, por
ejemplo, tenemos los dos sentidos de ‘inclusión’ y ‘adscripción’ a los que nos
referíamos antes. Y a partir del sentido específico ‘adscripción a los principios
desarrollados por ciertos seguidores de Bolívar’ (que es como podríamos definir
bolivarianismo) se crea el adjetivo bolivarianista, que designa a los ‘que siguen esos
principios’ (Batista y Pérez Vigaray en prensa).

Ahora bien, de la misma manera que -ano reunía los valores de ‘inclusión’ y
‘adscripción’ hasta que -ista se consolidó como sufijo especializado en significar
‘seguidor, partidario o adepto’, así también en español moderno, a partir de finales del
siglo XVIII, el sufijo -ista ha extendido su valor de ‘relación orientada’ hasta expresar
la ‘inclusión’ que -ano siempre había significado y sigue significando prototípicamente,
sobre todo en el ámbito de la política (García Gallarín 2017: 1050): allendista, bellista,
budista, castrista, felipista, franquista, guerrista, maoísta, etc., son ejemplos de
adjetivos que señalan una relación de ‘atribución inclusiva’ con respecto a Salvador
Allende, Andrés Bello, Buda, Fidel Castro, Felipe González, Francisco Franco, Alfonso
Guerra, Mao, etc., personajes políticos en su mayoría. Decimos dictadura franquista
‘dictadura de Franco’, régimen castrista ‘régimen de Fidel Castro’, revolución maoísta
‘revolución de Mao’... Existen, por supuesto, también los adjetivos allendiano, belliano,
castriano, felipiano, franquiano, guerriano, etc., que reproducen ese mismo valor, pero
referidos a Isabel Allende, Carlos Germán Belli, Américo Castro, Felipe II o León
Felipe, Jesús Franco, François-Xavier Guerra, etc., escritores en su mayoría. No
obstante, siempre cabe alguna creación episódica, como, por ejemplo, utilizar felipiano
en vez de felipista para referirse a Felipe González. En todos los casos citados, las
formaciones con -ista (‘seguidor de una corriente política’) presentan correspondencia
con sus paralelas en -ismo (‘corriente política’).

Cerramos estas observaciones sobre la oposición entre -ano e -ista, diciendo que hay un
tercer sufijo que, si bien poco frecuente, sigue empleándose para expresar ‘inclusión’:
nos referimos a -esco. Señala Schweickard (1995: 432) que tanto la época en que surge
el deonomástico como la lengua de la que se toma, en caso de ser un préstamo, influyen
decisivamente en la elección del sufijo. Tal es el caso de -esco, que, de origen italiano,
ha servido, en ámbito hispánico, tanto para reproducir préstamos deantroponímicos del
italiano (dantesco, petrarquesco) como para crear otros nuevos siguiendo su modelo,
sobre todo en el campo artístico: aristofanesco, celestinesco, cervantesco, goyesco,
unamunesco, valleinclanesco (Rainer 1993: 494-496). Desde el punto de vista
semántico, en italiano -esco era un sufijo de relación equivalente a nuestro -ano, que, en
el paso a otras lenguas europeas, se fue cargando de connotaciones tanto positivas como

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negativas (Malkiel 1972). Por ello los deantroponímicos españoles con este sufijo
muestran tal variación: en unos casos, son cuasi sinónimos de -ano (cervantesco y
cervantino, lopesco y lopiano, petrarquesco y petrarquiano), mientras que, en otros,
suelen presentar connotaciones negativas, muchas veces a causa del NP que está en su
base (arnichesco cantinflesco, sanchopancesco). Cabré, DeCesaris, Bayà y Bernal
(2000) documentan también las formas tintinesco y sinatresco, que parecen ser neutras,
como también sorollesco o gargantuesco (Rainer 1993: 515), aunque tenemos dudas
respecto de este último5.

Otros sufijos que, a lo largo de la historia del español, han concurrido con -ano en la
formación de adjetivos relacionales derivados de NP, pero muy escasamente
productivos en la actualidad, son -ico, -eo, -ita, -í y -aco. Todos ellos se explican por la
historia de nuestra lengua: así, por ejemplo, -í es de origen árabe y, a partir de aquí, se
ha generalizado a otras bases, sobre todo para formar gentilicios, aunque también
documentamos unos pocos deantroponímicos: abasí, fatimí, nazarí y alfonsí (del que se
ha destacado su confluencia con alfonsino). De origen grecolatino, pero también muy
pocos productivos, son: -aco, presente en dionisíaco o jeremíaco; -ico: aristotélico,
báquico, galénico, pitagórico, platónico6; -eo: apolíneo, ciclópeo, epicúreo, euclideo,
heraclíteo, hercúleo, nestóreo, venéreo; e -ita, que se utilizó sobre todo para designar a
los acólitos de figuras religiosas semíticas (Pharies 2002: 363): cainita, ismaelita,
jacobita, levita, marcionita, maronita7. Para terminar, mencionaremos el sufijo -eño,
presente en dos o tres adjetivos deantroponímicos como manriqueño y velazqueño.

4. La variación léxica

Frente al uso actualmente extendido en sociolingüística de expresiones como lingüística


variacional o lingüística de variedades (cfr., por ejemplo, la Varietätenlinguistik de
Sinner 2014; también Sinner y Tabares 2016), empleamos aquí el término variación
léxica en el sentido “clásico” estructuralista de ‘conjunto de sentidos posibles de una
invariante léxica’ (cfr., por ejemplo, Trujillo 1976), tal y como se ha entendido en el
campo de la investigación semántica (gramatical y léxica) al menos desde Hjelmslev y
Coseriu. En este sentido, la variación léxica de las formas deonomásticas, precisamente
por ser desarrollos de un nombre propio, no son más que las diversas interpretaciones
que posibilita su empleo en los diferentes contextos lingüísticos del hablar. Y, como
bien señalaba Trujillo, las variantes de una invariante semántica (en este caso, léxica)
pueden ser de expresión y de contenido. Claras variantes de expresión constituyen los
gentilicios latinos Rom-ānus, Antioch-ēnus, Lat-īnus, y sus descendientes españoles. Por
otra parte, a semejanza de lo que ocurría en latín, tenemos, en español, guipuzco-ano y
bilba-íno. E, igualmente, gongor-ino y queved-iano. A continuación, nos centraremos
en las variantes de contenido, más lábiles y difíciles de establecer con claridad.

A diferencia de los gentilicios, que se forman sobre cualquier topos (mayor o menor),
los adjetivos deantroponímicos hispánicos se forman solo sobre nombres o, más
frecuentemente, apellidos de personas (y personajes) sobresalientes en algún campo del
conocimiento, de la ciencia, del arte, de la religión, etc., lo cual no ocurre en todas las
lenguas, como hemos visto. Este hecho determina una gran diferencia en la variación
léxica de ambos tipos de adjetivos, pues los deantroponímicos proyectan denotaciones
diversas en función de las particularidades por las que destacan estas personas (y
personajes) relevantes y por los contenidos pragmático-referenciales que van asociando

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cada uno de estos NP personales en el uso (García Gallarín 2017); por ello, es variable
la gama de subacepciones secundarias y terciarias que despliega en las distintas etapas
del idioma.

Tomando en consideración los distintos campos o dominios conceptuales en que pueden


ser agrupadas las bases de estos adjetivos deantroponímicos, podemos a grandes rasgos
señalar los cinco siguientes: arte, ciencia, filosofía, religión y política.

ARTE alleniano, balanchiano, boccacciano, calderoniano,


caravaggiano, carvalhiano, cidiano, juanramoniano,
rabelesiano, tarantiniano...
CIENCIA abeliano, chomskiano, copernicano, darwiniano, euclidiano,
freudiano, mendeliano, saussureano, schumpeteriano,
weberiano...
FILOSOFÍA althusseriano, baconiano, cartesiano, hegeliano,
heideggeriano, hobessiano, kantiano, marxiano, nietzscheano,
sartreano...
RELIGIÓN arriano, confuciano, cristiano, luterano, mahometano,
mariano, mesaliano, sabeliano, teresiano, wojtyliano...
POLÍTICA aznariano, berlusconiano, bolivariano, cesariano,
clintoniano, garibaldino, kissingeriano, mussoliniano,
pujoliano, putiniano...
Tabla 1. Dominios conceptuales de los adjetivos deantroponímicos

Como habíamos indicado, la denotación del sufijo -ano se reparte en dos sentidos
normativos principales: ‘atribución de inclusión’ y ‘atribución de adscripción’, siendo el
segundo mucho menos frecuente que el primero desde la irrupción de -ista, que, sobre
todo a partir del siglo XIX, viene desempeñando prototípicamente esta segunda función,
según se aprecia en las oposiciones marxiano / marxista, chomskiano / chomskista, etc.

A su vez, estos dos sentidos de -ano se especializan en subacepciones generales que


podemos clasificar como sigue.

Dentro del sentido de ‘inclusión’, distinguimos tres matices:

a) pertenencia’ [‘que pertenece a’]: poesía juanramoniana, ópera wagneriana;


b) ‘semejanza’ [‘que se iguala a’]: amor bovariano, paciencia jobiana; y
c) ‘manera’ [‘que es al modo de’]: mirada cervantina, puntualidad kantiana.

Mientras que, para el sentido de ‘adscripción’, separamos los siguientes:

a) ‘afiliación’ [‘que sigue a’]: lingüista chomskiana, juventudes hitlerianas;


b) ‘vinculación’ [‘que está integrado en una organización liderada por’]: monja
teresiana, cura claretiano; y
c) ‘promoción’ [‘que es impulsada por’]: reforma obamiana, cisma acaciano.

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En todos los casos, las diferentes interpretaciones son el resultado de la interacción entre
los valores semántico-denotativos del sustantivo de la combinación y el adjetivo
deantroponímico.

Como la distinción entre adjetivos relacionales y calificativos es un tópico en los


estudios gramaticales (especial y últimamente Bosque 1983, Bartoš 1995 y Demonte
1999), solo nos limitaremos a señalar algunos aspectos concernientes a la variación
léxica de los deonomásticos antroponímicos. Si bien desde el punto de vista formal
todos son indudablemente relacionales por ser denominales (Bosque 1983), desde el
punto de vista semántico se advierte que, excepcionalmente, algunos presentan variantes
de mayor especificidad léxica, próximas al uso calificativo (candidato churchiliano
‘candidato hábil’, coche almodovariano ‘coche de estética kitsch’, etc.), que implican
un cierto grado de despropialización. Otras variantes se muestran totalmente
despropializadas, esto es, ya plenamente calificativas y, por tanto, léxicas: draconiano
‘muy severo’ (DLE: s. v.), kafkiano ‘absurdo, angustioso’ (DLE: s. v.). En estos casos,
el significante adjetivo presenta, por un lado, una lectura deíctica relacional, por tanto
más próxima al valor gramatical, y, por otro lado, una léxica, en la que la mostración del
NP está ausente (Cabré, DeCesaris, Bayà y Bernal 2000: 203-204); en esta última, el
hablante medio ya no es capaz de establecer un vínculo entre ellas. Desde nuestro punto
de vista, estos sentidos calificativos que se van alejando del NP originario solo pueden
ser explicados como resultado de la acumulación de matices denotativos y connotativos
derivados de un adjetivo primariamente relacional. Quizá los adjetivos deonomásticos
de persona exhiban un comportamiento ligeramente diferente al de los gentilicios, pues
se constata que estos últimos alcanzan con mayor facilidad la condición de apelativos y
la de adjetivos calificativos, ya totalmente desgramaticalizados, mientras que los
adjetivos deantroponímicos encuentran mayor dificultad para deshacerse del valor
deíctico de la base que les dio origen, es decir, pocos han llegado al estatus de
draconiano o kafkiano.

Bastantes adjetivos deantroponímicos entran a formar parte de combinaciones


nominales estables, en las que frecuentemente mantienen su valor primario de
‘inclusión’ y, a menudo, solo se usan en estos contextos. Generalmente complementan a
sustantivos pertenecientes a los campos nocionales en los que habían destacado las
personas que les sirven de base. En estos sintagmas nominales en los que aún se
mantiene el valor deantroponímico del adjetivo, aunque levemente desdibujado a
consecuencia de la habitualidad de repetición de la combinación, nunca se alcanza una
opacidad semántica total (García Padrón y Batista 2010). Se trata de unidades con una
alta frecuencia y estabilidad, y si bien algunos estudiosos las considerarían
colocaciones, nos inclinamos por no considerarlas tales debido tanto a la total
transparencia que muestran el sustantivo nuclear y el adjetivo deantroponímico como a
la naturaleza de la relación sintáctica que se da entre ellas: libre y no dependiente;
aunque es cierto que su frecuencia las aproxima a las unidades fraseológicas. Nos
referimos a sintagmas como los siguientes:

(6) caligrama apollinariano, drama calderoniano, lógica cartesiana, modelo


chomskiano, sistema copernicano, semántica coseriana, geometría
euclidiana, economía keynesiana, pobreza franciscana, ideario
joseantonianano, dialéctica hegeliana, reforma luterana, código
teodosiano, etc.

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Cuando el adjetivo deantroponímico alcanza un grado alto de especialización semántica


en las mencionadas combinaciones nominales, acaba despropializándose totalmente y
volviéndose opaco, de manera que el NP de la base se convierte en un mero soporte
para la expresión de sentidos casi siempre clasificadores, originándose, ahora sí,
unidades fraseológicas, que van desde colocaciones relativamente transparentes a
locuciones. Podríamos decir que, en estos casos, se ha producido la lexicalización del
adjetivo, tanto en el sentido de que se ha desgramaticalizado (García Padrón 2015)
como en el de que se ha reforzado el valor léxico que contenía secundariamente
(Brinton y Closs Tragout 2005; Buenafuentes de la Mata 2012). Nos referimos a
colocaciones como las siguientes:

(7) notas tironianas 1. f. Cada uno de los signos taquigráficos que se usaron en
la Antigüedad y en la Edad Media, y especialmente el que representaba a la
conjunción et. […]. (DLE s. v. nota).

canto gregoriano 1. m. Mús. canto propio de la liturgia cristiana latina,


cuyos puntos o notas son de igual y uniforme figura y proceden con la
misma medida de tiempo. […]. (DLE: s. v. canto).

verso alejandrino 1. adj. Métr. Dicho de un verso: De catorce sílabas,


dividido en dos hemistiquios. U. t. c. s. m. 2. adj. Métr. Dicho de una estrofa
o composición: De versos alejandrinos. […]. (DLE: s. v. alejandrino2, na).

ley draconiana 1. adj. 1. Dicho de una ley o de una medida: Excesivamente


severa. […]. (DLE: s. v. draconiano, na).
logaritmo neperiano 1. Mat. logaritmo que tiene como base el número e.
[…]. (DLE: s. v. logaritmo).

banquete luculiano ‘banquete exquisito y espléndido’;

collar isabelino ‘collar con forma troncocónica que se ajusta al cuello de los
animales para evitar que se laman las heridas’.

El proceso de lexicalización puede alcanzar también al sustantivo de la combinación; en


estos casos, aunque la opacidad de ambos elementos no sea total y los hablantes puedan
circunstancialmente reconstruir el hilo semántico-referencial que vincula al adjetivo con
el NP de la base, la combinación funciona como una locución, como se puede observar
en las locuciones siguientes:

(8) giro copernicano 1. m. Dicho de un cambio en el comportamiento, en la


manera de pensar, etc.: Radical o total. Un giro copernicano. (DLE: s. v.
copernicano, na).

nudo gordiano 4. m. Dificultad insoluble. (DLE: s. v. nudo).

magdalena proustiana ‘evocación de un recuerdo intenso del pasado’;

grupo abeliano ‘tipo de estructura algebraica’.

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Un estadio más avanzado de este proceso de lexicalización del adjetivo


deantroponímico es el de su apelativización. Esto sucede generalmente cuando el
adjetivo de la combinación nominal, ya lexicalizado semánticamente y gramaticalmente
opaco (no hay rastro del NP), absorbe el contenido léxico del sustantivo al que
complementa, al tiempo que se apropia también de su significación óntica nominal y de
su género y número (García Padrón 2015). El proceso reproduce el siguiente patrón:

(9) NP > [sustantivo común + [NP + -ano]] > [sustantivo -ano]

En el sustantivo resultante se aprecia que el sufijo está lexicalizado y lexematizado. Esto


es lo que parece haber ocurrido en voces como las siguientes, que se especializan como
términos en dominios conceptuales diversos:

(10) garibaldina ‘blusa de color rojo’ (DH: s. v.);


manoletinas ‘tipo de zapato de mujer’ (DH: s. v.);
bernardina ‘fanfarronada’ (DH: s. v.);
nicociana ‘planta de tabaco’ (DH: s. v.);
miguelina ‘variedad de ciruela’ (DH: s. v.);
antoniano ‘moneda de plata’ (DH: s. v.);
gobelino ‘tipo de tapiz’ (DH: s. v.).

5. Consideraciones finales

Como han señalado, entre otros estudiosos, Schweickard (1995) y Cabré, DeCesaris,
Bayà y Bernal (2000), la adjetivación deantroponímica es un fenómeno marginal. En
español, -ano e -ista son los dos sufijos actualmente productivos. Cada uno de ellos
expresa la relación con el antropónimo orientada de manera opuesta: NP ← / → NP.
Pero, a pesar del papel secundario que desempeñan en el vocabulario general hispánico,
estas formas revelan una creatividad y una variación estilística apreciables que aportan
dinamismo y viveza a nuestra lengua.

La estabilidad de estas formas es variable: algunas son vestigios de las lenguas clásicas
y épocas pasadas y otras son formaciones nuevas y espontáneas. Muchas de ellas
caducan rápidamente y nunca pasan al diccionario; algunas están confinadas a las
lenguas de especialidad. En buena medida, la prensa es su medio natural: en el discurso
político, en la información deportiva, etc. En cambio, los gentilicios se muestran como
adjetivos más estables en el idioma.

Si bien, desde el punto de vista formal, los deantroponímicos son adjetivos relacionales,
desde el punto de vista semántico cabe la posibilidad denotativa de interpretarlos como
calificativos. Solo en muy pocas ocasiones es un adjetivo calificativo semánticamente
independiente y, entonces, ya no conserva la indicación de la referencia personal. La
base, el tipo de sufijo, la relación del adjetivo deantroponímico con el núcleo del
sintagma nominal y el conocimiento pragmático-referencial que van asociando estos
elementos determinan diversos grados de despropialización, especialización semántica y
lexicalización.

Finalmente, quizá merecería la pena explorar las diferencias entre la construcción


genitiva y la adjetiva en el caso de los NP: de Machado / machadiano; de Franco /

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franquista; de María / mariano. En primer lugar, para tratar de establecer el grado de


despropialización que implica la adjetivación y, en segundo lugar, para observar cómo
ello influye en la variación léxica de ambas construcciones: la analítica y la sintética. Y
todo ello a la luz de la desigual frecuencia que manifiestan una y otra.

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Anexo

abeliano, acaciano, agustiniano, alarconiano, alejandrino, alfonsino, alleniano, almodovariano,


althusseriano, ambrosiano, antoniano, antoniniano, apollinariano, aquiniano, arriano, aznariano,
baconiano, balanchiniano, balmesiano, balzaquiano, becketiano, becqueriano, benvenistiano, berceano,
berlusconiano, boccacciano, bolivariano, bonaventuriano / buenaventuriano, bondiano (jamesbondiano),
borgeano / borgiano / borgesiano, brechtiano, bretoniano, byroniano / baironiano, calderoniano,
camusiano, caravaggiano, cartesiano, carvalhiano, catoniano, cesariano, chomskiano, churchiliano,
ciceroniano, cidiano, claretiano, clintoniano, confuciano, constantiniano, copernicano, cortazariano,
coseriano, cowardiano, cristiano, daliniano, daltoniano, darviniano / darwiniano, dickensiano,
disneyano, dominicano, draconiano, dylaniano, edipiano, eduardiano, einsteiniano, erasmiano,
estaliniano / staliniano, euclidiano, faulkneriano, faustiano, febroniano, felliniano, fichteano,
flaubertiano, fordiano, fotiniano, franciscano, frankensteiniano, fregeano, freudiano, galdosiano,
galileano, garcilasiano, garibaldino, goetheano / goethiano, gongorino, gordiano, gregoriano,
hamiltoniano, haussmaniano, hegeliano, heideggeriano, herculano, herodiano, herreriano,
hitchcockiano, hitleriano, hobessiano, horaciano, hugoniano, huxleyano, ignaciano, isabelino,
isidoriano, jacobino, jamesbondiano (bondiano), javeriano, jeffersoniano, jeronimiano, jobiano,
joseantoniano, joyceano, juanramoniano, juliano, kafkiano / kafkeano, kantiano, keynesiano,
kissingeriano, kubrickiano, lasaliano / lasalliano, lautremontano, leirisiano, lepagiano, lorquiano,
luculiano, luliano, luterano, machadiano, mahometano, mallarmeano, maltusiano / malthusiano,
mariano, martiano, martinetiano, martingaitiano, marxiano, melibeano, mendeliano, mesaliano,
migueliano, mironiano, moratiniano, mussoliniano, neperiano, neptuniano, neroniano, nerudiano,
nestoriano, newtoniano, nietzcheano / nietzchiano, novaciano, obamiano, orveliano / orwelliano,

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otoniano, ovidiano, parkinsoniano, pasoliniano, paulino, pelagiano, pessoano, pestalociano, picassiano,


pirroniano, plantiniano, polanskiano, pottierano / pottieriano, proculeyano, proustiano, pujoliano,
putiniano, quevediano, rabelesiano, rajoniano / rajoyano, ramoniano, robinsoniano, rosminiano,
rossiniano, rousseauniano / russoniano / rusoniano, rubendariano / rubeniano / rubensiano, rulfiano,
sabeliano, sabiniano, sansimoniano, sartreano, saturniano, saussureano, schilleriano, schumpeteriano,
shakespeariano / sespiriano, sigfridiano, sociniano, suareciano, sulpiciano, tarantiniano, tenoriano,
teodosiano, terenciano, teresiano, thatcheriano, tironiano, tolstoyano, trubetzkoyano, ulfilano,
unamuniano, valentiniano, valeryniano, victoriano, vigotskiano, virgiliano, viscontiniano, volteriano /
voltairiano, wagneriano, warholiano, weberiano, wildeano, wojtylano.

Notas
*
Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Los desarrollos semántico-lingüísticos del
nombre propio en español: adjetivos de relación, hipocorísticos y lexicalizaciones (FFI 2014-58260-
P/Ministerio de Economía y Competitividad).
2
Ello implica que los significados sufijales de -ero, -eño, -ino, etc., se rinden semánticamente ante la
prominencia de la base toponímica, en una suerte de minimización de su valor invariante, lo cual no
ocurre cuando estos se adjuntan a bases sustantivas de otra naturaleza: pesetero / almuñequero, ribereño /
cacereño, libertino / jamaiquino, etc. Nótese la equivalencia gentilicia entre almuñequero, cacereño y
jamaiquino (‘natural de’ Almuñécar, Cáceres o Jamaica, respectivamente) y la diferencia semántica entre
los derivados adjetivos pesetero, pedigüeño y libertino (‘que da mucha importancia al dinero’, ‘que pide
con frecuencia e importunidad’ y ‘licencioso’, respectivamente, según anota el DLE), en los que cada
sufijo modifica semánticamente el contenido léxico de la base.
3
Complétese con el corpus sobre el que se ha realizado el trabajo, constituido tanto por formaciones que
hemos documentado en la prensa, en internet y en diccionarios españoles, como por voces recogidas y
estudiadas en las referencias bibliográficas que figuran al final del trabajo.
4
De hecho, hasta la edición de Aureliano Fernández-Guerra (1859: 419), que lo traslada a pie de página,
el párrafo que viene a continuación sobre los judíos acababa “para fundar la nueva secta del dinerismo,
mudando el nombre de ateístas en dineranos o dineristas” (la cursiva es nuestra). Esta alternancia existía
desde el latín, pues, en la obra De haeresibus, dedicada a su hijo Quodvultdeus, San Agustín ya habla de
“Donatiani vel Donatistae” (https://www.augustinus.it/latino/eresie/index2.htm).
5
Recientemente hemos visto que una ponencia titulada “Reflejos quijotescos y bovaryanos en Sombras
de sueño” trataba de los reflejos ‘de El Quijote’ y ‘de Madame Bovary’ sin asomo de valoración
connotativa negativa en -esco, que es utilizado en el sentido más próximo al italiano, esto es, en
paralelismo con -ano.
6
Las primeras formaciones propiamente hispánicas aparecen a partir del siglo XV: borbónico, cervántico,
jesuítico, mahomético, maquiavélico, sádico (Pharies 2002: 310).
7
Está claro que, en los deantroponímicos españoles, la historia explica tanto la forma hercúleo como
herculano, euclídeo (no recogido en el DLE, pero empleado corrientemente en el sentido exclusivo de
‘propio de Euclides’, ‘atribuido a Euclides’) y euclidiano (‘que sigue el método o los axiomas de
Euclides’), etc.

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 181-203

Notas sobre la historia de los derivados con sufijos -a, -e, -o en español moderno
(siglos XVIII y XIX) a la luz de la documentación lexicográfica*
Gloria Clavería Nadal
Universitat Autònoma de Barcelona
gloria.claveria@uab.cat

Resumen

El artículo se concentra en el estudio de un pequeño grupo de derivados nominales con


los sufijos vocálicos átonos -a, -e, -o en español tomando como base de estudio la
información y evolución de la información lexicográfica aportada en distintos
diccionarios de los siglos XVIII y XIX. Son objeto de análisis la integración y
desarrollo de estas nuevas formaciones en el sistema léxico del español en los siglos
citados, con especial atención de las distintas relaciones formales y semánticas que
establecieron con otros elementos léxicos derivados de la misma base léxica, ya sea con
uno de los sufijos vocálicos (apunte-apunto, descuaje-descuajo) como con otros sufijos
también nominales (anticipo-anticipación, desalojo-desalojamiento). El examen de
estos ejemplos y su tratamiento lexicográfico contribuirá reconstruir el desarrollo de
estos sufijos en el español moderno.

Palabras claves: diccionarios, siglos XVIII-XIX, morfología derivativa, sufijos


españoles -a, -e, -o

Abstract

The article focuses on the study of a small group of nominal derivatives with the
unstressed vowel suffix -a, -e, -o in Spanish and it is based on the information and
evolution of lexicographical information provided in different dictionaries of the
XVIIIth and XIXth centuries. The integration and changes of these derivatives in the
Spanish lexical system will be analyzed through the different formal and semantic
relationships that they established with other formations derived from the same lexical
base, both with other vocalic suffixes (apunte-apunto, descuaje-descuajo) or with other
deverbal nominalizations (anticipo-anticipación, desalojo-desalojamiento). The
analysis of these examples will help to reconstruct part of the evolution of these suffixes
in modern Spanish.

Keywords: dictionaries, XVIIIth and XIXth centuries, derivational morphology,


Spanish suffixes -a, -e, -o

1. Variación, diacronía y morfología

La variación en la morfología léxica es rica y compleja, y la dimensión diacrónica no


hace más que acrecentar su envergadura. Como pequeña ilustración de ello, en este
estudio se realizará una primera aproximación a los derivados nominales creados con
los sufijos vocálicos átonos -a, -e, -o. Tomando como base principal las fuentes de

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carácter lexicográfico, serán objeto de análisis su integración y evolución en el sistema


léxico del español de los siglos XVIII y XIX. Se atenderá, de manera particular, a las
distintas relaciones formales y semánticas que establecieron con otros elementos
derivados de la misma base léxica dentro de los diccionarios, tanto con los propios
sufijos vocálicos (apunte-apunto, descuaje-descuajo) como con otros sufijos nominales
(anticipo-anticipación, desalojo-desalojamiento). El examen de estos vínculos
lexicográficos permitirá reconstruir las líneas de evolución que han seguido los sufijos
vocálicos átonos en el español moderno.

La coexistencia de derivados de una misma base léxica semánticamente coincidentes ha


recibido abundante atención desde el punto de vista teórico y frecuentemente se ha
tomando como punto de partida la hipótesis del bloqueo de Aronoff (1976), por la que
“se achaca el bloqueo de la formación de un derivado a la existencia de otra palabra
(derivada o simple) sinónima” (Rifón 2016: 36). Tanto Rainer (1988) como Rifón
(2016) abogan por un concepto de bloqueo complejo apelando no solamente a la
sinonimia, sino también a otros fenómenos como la productividad, la frecuencia, la
analizabilidad u otro tipo de restricciones estructurales (Rio-Torto 2016 (2013): 92-94).

El léxico de una lengua es un componente que presenta una elevada complejidad


estructural, por lo que es natural que en el dominio de la morfología derivativa y de las
relaciones de esta naturaleza exista, en palabras de Pena (2003: 514), cierta

tendencia a crear neologismos con el mismo significado que los ya existentes;


compárese los neologismos absurdez, concretidad o tontez, frente a los nombres
existentes absurdidad, concretez, tontedad ~ tontería.

Este fenómeno, además, amplía sus dimensiones cuando se adopta la perspectiva


histórica. Como se tendrá oportunidad de comprobar a lo largo de este trabajo, es un
comportamiento que se presenta con cierta reiteración en estos sufijos y que, desde el
punto de vista evolutivo, permite descubrir la propia historia de los mecanismos de
formación de palabras en español.

En su estudio sobre el “Bloqueo y competición entre sufijos en la formación de


sustantivos deadjetivales del español”, observa Rifón (2016: 39) para el español actual
que “el DRAE tiende a refrendar unas formas de uso sobre otras, de manera que la
mayoría de los derivados competidores quedan fuera del diccionario”. En nuestro caso,
el recurso a las diferentes ediciones del diccionario de la Academia, desde el
Diccionario de autoridades hasta la edición de 1899, junto a otros diccionarios
publicados también durante los siglos XVIII y XIX (NTLLE) y la consideración de sus
datos en diacronía servirá para observar la creación y evolución de derivados
semánticamente próximos o sinónimos (cfr. Rifón 2016: 51-60). Los diccionarios y la
información que atesoran se constituyen en un enorme almacén de datos lingüísticos en
el que a menudo se establecen relaciones morfosemánticas que ayudarán a
aproximarnos a la lengua de la época y a interpretarla.

Para conseguir el propósito enunciado, este trabajo se divide en cuatro apartados. En el


primero, se hace una breve presentación general de los sufijos estudiados (epígrafe 2).
En el segundo, se muestran las líneas de evolución generales de estos sufijos en la

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historia del español (epígrafe 3). En el tercero, se examinan las principales


características de los derivados que son objeto de análisis a la luz de su tratamiento
lexicográfico en los siglos XVIII y XIX; se considerarán tanto la marcación que
muestran estas voces como la evolución semántica que se desprende de las
modificaciones en su descripción lexicográfica (epígrafe 4). Se concluye el trabajo con
unas consideraciones finales que atañen tanto a la historia de los sufijos como a la
historia de la lexicografía (epígrafe 5).

2. Los sufijos vocálicos en la historia del español

Por el hecho de haberse establecido pocos antecedentes latinos, la adjunción de las


vocales -a, -e, -o como mecanismo de formación de sustantivos deverbales ha sido
considerada como un tipo de sufijación románica (Meyer-Lübke 1890-1906, II: 485-
486; Pena 1980: 191; Pharies 2002; Rio-Torto 2016 (2013): 235-238). Se ha señalado
que el origen de este tipo de derivación puede hallarse en la propia evolución del latín o
en el inicio de los nuevos romances (cfr. Pena 1980: 192) y, aunque no hay acuerdo en
ello (Pharies 2002: 182-183), se ha destacado, además, que algunos derivados en -e son
préstamos de variada procedencia: tanto de otras lenguas románicas, como el francés, el
provenzal o el catalán, como del árabe (Meyer-Lübke 1890-1906: II, 490-491; Malkiel
1959-1960; Pharies 2002).

En español, la adjunción de las vocales -a, -e, -o como mecanismo de sufijación es de


documentación antigua. Así, Pena (1980: 195-203), en su pormenorizado análisis
histórico de la gestación de estos sufijos, llega a la conclusión de que

[…] no parece probable que existan precedentes latinos para los sustantivos
verbales en -e- y -Ø-1, al menos en la proporción suficiente para que sirvan de
modelo a creaciones analógicas. Sí existen parejas de “verbo y sustantivo en -e-”,
“verbo y sustantivo en -Ø-”, documentadas con anterioridad al siglo XIV en las
que verbo y sustantivo son en la mayoría de los casos préstamos de lenguas
contemporáneas. Parejas como estas pueden muy bien haber servido de modelo
para nuevas creaciones hispánicas (Pena 1980: 202).

Contiene la obra de Pena la “distribución temporal” de estos sufijos usando como base
la primera edición del diccionario etimológico de Corominas (DCELC). Aunque estas
dataciones resultan ahora mismo revisables con otras fuentes documentales y con los
datos textuales que atesoran los corpus, constituyeron un primer y valioso acercamiento
al estudio de unos sufijos con un amplio espectro cronológico, pues ya aparecen
ejemplos en los primeros textos romances (alcance, cambio, cerca, embargo, engaño,
pica, roza) y continúan formando nuevo léxico en el español actual (acoso, abucheo,
atraco, boxeo, derrumbe, fresa, paro, plante, rearme, etc.). Según Pena, es posible
establecer una diferenciación de carácter histórico entre los distintos sufijos vocálicos:

[…] los sufijos -a- y -o-, productivos desde los primeros testimonios escritos,
mantienen su productividad de una manera continua hasta hoy. Si hasta el siglo
XIII parece registrarse una diferencia numérica a favor de los sustantivos en -a-, a
partir de entonces -o- muestra mayor rentabilidad. El sufijo -e- no arranca con
fuerza hasta el siglo XV (Pena 1980: 245).

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Su vigencia actual se percibe tanto en los neologismos que recoge Rainer (1993: 383,
457-458, 621) como en la descripción que proporciona la NGLE. Indudablemente, los
sufijos -o y, muy especialmente, -e son los más productivos en la actualidad (Alvar
1983; Bustos y Santiago 1999: 4586; NGLE: §5.6u). Destaca, además, en el español
contemporáneo su vitalidad en la lengua de América (Lüdtke 1978; Moreno de Alba
1986; Rainer 1993; Bustos y Santiago 1999: 4587; NGLE: §5.6a, §5.6m-n) y también en
ciertas esferas semánticas; así, la NGLE (§5.6i) subraya su uso en la lengua coloquial y
juvenil, y su productividad en el léxico del deporte.

Tal como observó Fernández Ramírez (1986: 18), una de las características
fundamentales de estos sufijos es su frecuente concurrencia con una misma base léxica.
Así, se forman, con significados más o menos próximos y en terminología de Pena
(1980: 207-209), series binarias del tipo alza / alce, amarra / amarre, ampara /
amparo, anuncia / anuncio, atranque / atranco, barrunte / barrunto; existen, incluso,
series terciarias, como costa / coste / costo. La coincidencia de estos sufijos en una
misma base queda evidenciada en el trabajo de Lüdtke (1978: 305-306, 311), quien
registra siete ejemplos con las tres terminaciones (cargo / cargue / carga), treinta y una
parejas en las que la misma base presenta un derivado en -o y otro en -e (desplomo /
desplome), treinta y ocho casos de concurrencia entre -o y -a (conjuro / conjura) y
diecisiete parejas de -a y -e (alce / alza).

Asimismo, se producen concurrencias con otros elementos morfológicos adjuntados a


una misma base (Lüdtke 1978): en esta situación se pueden encontrar, por ejemplo, los
sufijos deverbales -ción (conjuro / conjuración, acusación / acuse, condenación /
condena), -da (abrigo / abrigada, alce / alzada, alza / alzada), -do (anticipo /
anticipado), -dura (abaleo / abaleadura, alcance / alcanzadura, brota /
brotadura), -ería (grito / gritería, etc.), y -miento (abrazo / abrazamiento, desarme /
desarmamiento, derrama / derramamiento).

Desde el punto de vista histórico, Pena (1980: 210-211) ha identificado dos tipos de
evolución: por un lado, se producen algunos cambios de sufijo vocálico, por ejemplo,
espante o empujo fueron reemplazados por espanto y empuje; por otro lado, se registran
bastantes casos de sustitución de un derivado formado con los sufijos -nza, -ción y -zón
por un derivado con un sufijo vocálico. A modo de ilustración, se pueden citar
amparanza > amparo, guianza > guía, prorrogación > prórroga, denunciación >
denuncia, etc. El mismo tipo de relevo se produce en el sufijo deverbal -miento, así
ocurre con acopiamiento y acopio, huimiento y huida, vedamiento y veda (Pena 1980:
168-170).

3. Los sufijos vocálicos en los siglos XVIII y XIX en las fuentes lexicográficas

Como ya se ha señalado anteriormente, el objetivo de este estudio se centra en el


desarrollo que experimentan estos sufijos en el español moderno, en especial en los
siglos XVIII y XIX. Para ello, se llevará a cabo un primer acercamiento a través de la
codificación de los datos lingüísticos realizada en los diccionarios de la época y esta
información se tomará como primer indicio de las circunstancias evolutivas que
presentan los derivados con estos sufijos.

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La incorporación de una palabra formada con -a, -e u -o en uno de los diccionarios


estudiados puede indicar su relativa novedad o su reciente difusión en el sistema léxico
de la época de publicación del diccionario. De hecho, son bastantes los derivados de
este tipo que figuran por primera vez en uno de los repertorios que vieron la luz en los
siglos XVIII y XIX2. Así, por ejemplo, los diccionarios publicados en el siglo XVIII
recogen por primera vez voces como descuajo, canje o condena y, del mismo modo,
aparecen registrados los sustantivos abaniqueo, desplome o denuncia en los del siglo
XIX. No hay que olvidar, sin embargo, que las obras lexicográficas, por la metodología
que se aplica en su elaboración, pueden no constituirse en el reflejo directo de la lengua
de la época y, menos aún, el diccionario de la Academia, con una importante
fundamentación textual y, en cierta medida, orientado a recoger arcaísmos léxicos
(Jiménez Ríos 2001). Pese a ello, los repertorios lexicográficos entrañan un
procesamiento de los datos lingüísticos que resulta muy provechoso para la
investigación actual siempre que sean contrastados con datos de otra procedencia.

La confrontación de los diccionarios con los textos puede ayudar a precisar y a valorar
los datos lexicográficos por lo que en todos los elementos léxicos estudiados se ha
comparado la información lexicográfica con la que atesoran los corpus3. Los cotejos
efectuados demuestran que, en algunos casos, el registro del término es más o menos
anterior en las fuentes textuales y llega de forma continuada hasta el momento de su
admisión; por ejemplo, el sustantivo condena se incorpora al diccionario de la
Academia en 1791 con el significado de “El testimonio que da el escribano del juzgado
de la sentencia para que conste el destino que lleva” y pueden encontrarse bastantes
ejemplos de este uso sustantivo en textos del siglo XVII (CDH); lo mismo ocurre con
arreglo (DRAE 1803), también presente en los textos desde el siglo XVI, en especial en
la locución con arreglo, recogida como una subacepción en la cuarta edición de la obra
académica. En otras ocasiones, la admisión en el diccionario se corresponde con un
arcaísmo y la marca que acompaña a la entrada (antiq. / ant.) da fe de ello, así ocurre,
por ejemplo, con apercibo (Autoridades 1770); en estos casos se tiene oportunidad de
comprobar que el aumento de la nomenclatura del diccionario adquiere con estos
elementos no tanto ampliación sincrónica como profundidad diacrónica. En otras voces,
sin embargo, la documentación textual que se posee del término añadido en el
diccionario es muy poco anterior en los textos con lo que su aparición en él refleja muy
posiblemente su reciente difusión; así ocurre, por ejemplo, con besuqueo o cierre
(DRAE 1843); incluso, en algunas circunstancias, la documentación textual que ofrecen
los corpus puede ser posterior, así ocurre con enchufe (DRAE 1852) o soporte (DRAE
1803), con lo que la aparición del vocablo en el diccionario se constituye en una primera
documentación, aunque siempre es provisional.

Verbo y sustantivo pueden incorporarse a la vez, como bailoteo y bailotear en el DRAE


1843, o en diccionarios de fecha muy próxima, como apabullar en el DRAE 1884 y
apabullo en el DRAE 1899. En otros casos, sin embargo, se presenta una mayor
separación temporal entre uno y otro, por ejemplo, el verbo asociar aparece por primera
vez en Autoridades 1770 junto al sustantivo deverbal asociación, mientras que asocio
solo se registra a finales del siglo XIX y con la marca de americanismo (Zerolo 1895 y,
según el CDH, en la locución en asocio en documentación americana a partir de 1845);
este último ejemplo ilustra una de las principales líneas de desarrollo de los sufijos
estudiados en el español moderno.

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La información lexicográfica que proporcionan los diccionarios resulta también útil para
observar el puesto que ocupa el derivado en el sistema léxico de la época y las
relaciones semánticas que traba con otros elementos ya existentes. Es este un aspecto
importante en los derivados que se constituyen en el objeto de este estudio por la
mencionada propensión a la concurrencia de distintos sufijos nominalizadores sobre una
misma base léxica (cfr. epígrafes 1 y 2). No extraña, por tanto, que la información
lexicográfica del derivado consista en una remisión y, en muchas ocasiones, la voz a la
que se remite es un derivado con la misma base léxica; ilustración de ello se encuentra
en anticipo que aparece por primera vez en el DRAE 1843 y es definido con envío a
anticipación, del mismo modo desenlace se añade al DRAE 1803 estableciendo una
relación semántica: “En los dramas y poemas épicos lo mismo que DESENREDO”. En
estos ejemplos, es la propia información lexicográfica la que traza vínculos léxico-
semánticos por lo que un análisis de esta y de los cambios que experimenta puede
auxiliar en la reconstrucción de la evolución del léxico estudiado, tanto en los cambios
semánticos que experimenta como en las variaciones en el uso y en las relaciones entre
los distintos elementos.

A la luz de lo expuesto, se tratarán en las páginas siguientes las principales


características de estos derivados tomando como base la información atesorada en las
fuentes lexicográficas manejadas en esta investigación. Se incluyen también cotejos de
la información lexicográfica con la aparición de la palabra en el CDH con el fin de
poder matizar y contrastar los datos procedentes de los diccionarios y, así, poderlos
encuadrar en un marco lingüístico-textual más amplio.

4. Concurrencia de sufijos

Uno de los aspectos que trasluce la incorporación de los derivados con los sufijos -a, -e
y -o en los diccionarios radica en la concurrencia de sufijos con una misma base léxica.
Como ya se ha observado anteriormente, ello es especialmente visible cuando la
información lexicográfica consiste en una remisión. Como se expondrá a continuación,
el reenvío puede involucrar otro derivado con sufijo vocálico (epígrafe 4.1) o bien otro
sufijo nominalizador (epígrafe 4.2).

4.1. Concurrencia entre -a, -e, -o

Como la confluencia de sufijos vocálicos que forman derivados de una misma base
léxica es un fenómeno bastante habitual, la documentación manejada permite observar
la progresiva creación de elementos derivados que generan, utilizando la terminología
de Pena, series binarias y series ternarias.

En general, las series binarias están integradas por derivados en -e y en -o; también en
general, el derivado en -e es de documentación posterior en el diccionario y su
prominencia en el español moderno se manifiesta con la acuñación de un nuevo
derivado en -e, pese a la existencia de derivados en -o o -a. Así ocurre en apunte
(Autoridades 1770) frente apunto (Autoridades), cierre (DRAE 1843) y cierro (DRAE
1803), descuaje (DRAE1843) y descuajo (DRAE 1791), desplome (Salvá 1846) y
desplomo (Autoridades), empuje (DRAE 1791) y empujo (Autoridades), endose (1899)
y endoso (Autoridades). Relación cronológica similar se presenta en embarco

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(Autoridades) con respecto a embarque (DRAE 1791) y desembarco (Sobrino 1705,


Autoridades) frente a desembarque (DRAE 1791), que documentan la aparición
lexicográfica del derivado con el sufijo -e un poco posterior a las formas con -o. Solo la
pareja reembarque (Terreros 1786-1788, Salvá 1846) y reembarco (Salvá 1846)
muestra un comportamiento documental de dirección contraria.

La admisión de derramea finales del siglo XVIII (DRAE 1791) conforma la serie
ternaria derivada del verbo derramar(derrama-derramo-derrame), en la quederrama
(Vittori 1609, Autoridades) y derramo (Autoridades) son de documentación
lexicográfica anterior. Estos dos últimos vocablos formaban parte ya de la nomenclatura
de Autoridades y, en la segunda edición del diccionario usual (DRAE 1783),
presentaban la información siguiente:

DERRAMA. s. m. Repartimiento, tributo, contribucion, impuesto. Comunmente


se usa en plural.
DERRAMO. s. m. Desperdicio, dispendio, prodigalidad.
DERRAMO. Arq. La abertura, que á modo de línea diagonal hace la pared en los
balcones, ventanas y puertas, para que se abran y cierren mas francamente y se
comunique mas luz (DRAE 1783)4.

Se utiliza en la caracterización de las dos entradas una acumulación de sinónimos


(Battaner 2017: 62-65) para definir dos deverbales de significación distinta por
entroncar con distintas acepciones del verbo (Martín García 2011: 105-107). Cuando en
la tercera edición del diccionario académico (DRAE 1791) se incorpora el sustantivo
derrame, la información se reestructura de forma sustancial:

DERRAMA. s. m. Repartimiento, tributo, contribucion, impuesto. Comunmente


se usa en plural.
DERRAME. s. m. La porcion de qualquiera licor, ó semilla que se desperdicia al
tiempo de medirla. Llámase así tambien lo que se derrama y pierde de las especies
líquidas por defecto, ó rotura de los vasos que las contienen. 2. El declive de la
tierra por donde corre, ó puede correr el agua.
DERRAMO. s. m. Lo mismo que DERRAME (DRAE 1791)

Así, mientras que el derivado derrama y su significado se mantienen sin cambios ni


vinculación alguna con los otros derivados vocálicos, derrame y derramo establecen
una relación sinonímica y el primero subsume la información que hasta entonces
figuraba en derramo. Pese a que momentáneamente (DRAE 1791) se perdió la acepción
arquitectónica de este último, en la edición siguiente (DRAE 1803) esta se reintegró en
el lema derrame, aunque desprovista de marca diatécnica:

DERRAME. s. m. La porcion de qualquiera licor, ó semilla que se desperdicia al


tiempo de medirla; y lo que se derrama y pierde de las especies líquidas por
defecto, ó rotura de los vasos que las contienen.
DERRAME. El sesgo, ó corte obliqüo que se forma en los huecos de las puertas y
ventanas para que abran mas sus hojas, ó para que entre mas luz.
DERRAME. El declive de la tierra por donde corre, ó puede correr el agua.
DERRAMO. s. m. Lo mismo que DERRAME.

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DERRAMO. Lo mismo que DERRAME por el sesgo, &c.(DRAE 1803).

El ejemplo no puede ser más significativo: se refleja en la incorporación lexicográfica


de derrame la nominalización de derramar ligada a la acepción “Verter, ó espacir cosas
líquidas, ó menudas” (derrame [1]) y la correspondiente a derramarse “Desaguar,
desembocar algun río, ó arroyo en alguna parte”, de la que ha pervivido abundante
documentación a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, en especial en textos
americanos (CDH). Igualmente, la actualización de las fuentes de la definición en la
lexicografía académica se evidencia en la reintroducción de derrame como ‘sesgo’: muy
posiblemente debió tomarse como base el Diccionario de las nobles artes para
instrucción de los aficionados y uso de los profesores de Diego Antón de Rejón (1788,
cfr. Freixas 2018: 149 y ss.), pues en esta obra la entrada es derramo ó derrame. La
información y sus cambios denotan la preferencia por derrame que la lengua mostraba
frente a un derramo que los textos atestiguan como muy poco frecuente (CDH).

De mismo modo, los datos lexicográficos de la concurrencia entre apunto (Autoridades)


y apunte (DRAE 1770) son también reveladores, en especial en la locución apunto /
apunte de comedia, para la que conviene recordar la observación metalingüística de E.
de Terreros, siempre atentísimo a la lengua de su tiempo: “Otros dicen Apunto, en lugar
de apunte; pero el uso comun está en contrario” (Terreros 1786-1788, s. v. apunte). Esta
información no encuentra eco en el DRAE hasta principios de siglo XVIII (DRAE
1817), cuando desaparece la entrada apunto y su acepción “la voz del apuntador” pasa
al lema apunte.

4.2. Concurrencia con otros derivados

Los datos lexicográficos proporcionan también pistas de la concurrencia de los


derivados vocálicos -a, -e y -o con otros sufijos deverbales. Entre estos, se verifica la
coincidencia con nominalizaciones en -miento; generalmente, estas últimas muestran
una documentación lexicográfica anterior y, cuando se añade la forma con sufijo
vocálico, suele remitir al derivado con el sufijo -miento. El sentido de la relación (voz
principal-remisión) puede cambiar más adelante con lo que el diccionario da testimonio
de la evolución que se produce.

Uno de los casos más representativos es el sustantivo acopio (Autoridades), definido


por equivalencia a acopiamiento y con la anotación de que era “voz de poco uso”. Este
último, por su parte, aparece en el diccionario citado con dos entradas distintas:

ACOPIO (Acópio.) s. m. Lo mismo que acopiamiento. Vease. Es voz de poco


uso (Autoridades).
ACOPIAMIENTO. s. m. La acción de escribir, repartir, y distribuir, ya sean los
ganados en las dehesas, ó las cantidades que se reparten entre los vecinos, para
satisfacer los tribútos…
ACOPIAMIENTOS. Se llaman tambien los repartimientos que se hacen de
alguna cosa à los lugares, ò vecinos de cantidad determinada, la qual han de
tomar y consumir precisamente, como sucede con la sal, y otras cosas
(Autoridades).

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En la segunda edición del diccionario (Autoridades 1770), estas dos voces experimentan
una modificación en su tratamiento lexicográfico por cuanto acopio es definida con la
fórmula “la acción y efecto de acopiar” y su equivalente acopiamiento pasa a
caracterizarse con la remisión “Lo mismo que ACOPIO”, a la que se añade una aclaración
sobre el uso: “que es como hoy comunmente se dice”. Nos podemos preguntar si entre
las dos ediciones se produjo un cambio en la utilización de estas dos palabras que
justifique la alteración de la información lexicográfica o bien se trata de una variación
determinada por los textos que sirvieron de base del diccionario. Los datos que atesoran
los corpus atestiguan la aparición del sustantivo acopio ya en textos del siglo XVI (4
ejemplos en el CDH), una documentación que se hace más frecuente en el siglo XVIII
(52 ejemplos en textos españoles y americanos), en especial en su segunda mitad. El
cambio registrado en Autoridades 1770 da cuenta del carácter marginal de
acopiamiento, del que los corpus solo aportan dos documentaciones en plural: una, del
siglo XVII5 y otra, del siglo XVIII (CORDE y CDH). A juzgar por estos datos, aunque
las nominalizaciones del verbo acopiar existieron con anterioridad al siglo XVIII, es a
partir de la segunda mitad de este siglo cuando se difunde su empleo, lo cual se refleja
en las anotaciones lexicográficas que contiene el diccionario. Hay que advertir, además,
que en la definición de acopio en Autoridades 1770 aparece la fórmula “acción y efecto
de”; ya observó Ribera (1918) la diferencia existente en la caracterización de las
nominalizaciones entre Autoridades, con explicaciones más exactas y detalladas, y las
ediciones del diccionario académico en un solo tomo, en las que se consagra, según el
estudioso citado, el empleo de esta expresión. De hecho y tal como se expone en el
prólogo de la segunda edición del Diccionario de autoridades, esta fórmula se introduce
ya en esta:

Los verbales en ento, como arruinamiento, llamamiento se definen diciendo la


accion y efecto de arruinar, de llamar, y así todos los semejantes, quando no hay
otras voces que den idéa mas clara del sentido (Autoridades 1770: VI).

Este mismo tipo de situación y evolución manifiesta empuje, un sustantivo recogido por
Terreros (1786-1788) con equivalencia a empujamiento y que se incorpora al DRAE
1791 definido como “La accion, ó efecto de empujar”; empujamiento, por su parte, es
de documentación lexicográfica anterior (Misheu 1607, Autoridades) y, en el DRAE
1791, pasa a tener la marca ant., una anotación que evidencia la relación diacrónica
entre empuje y empujamiento. El mismo tipo de proceso manifiesta enganche, admitido
en el DRAE 1791 con remisión a enganchamiento, presente este en la documentación
lexicográfica desde Autoridades; la relación entre ambos términos cambia en la
undécima edición del diccionario cuando este último remite al primero y enganche se
define como “La accion de enganchar algo ó á alguno” (DRAE 1869).

Los ejemplos anteriores atestiguan modificaciones que se registran en los diccionarios


pertenecientes a los siglos XVIII y XIX. El mismo tipo de proceso se presenta en los
repertorios publicados en época posterior: acoso, por ejemplo, se documenta por
primera vez en el diccionario de A. Castro y Rossi (1852), en el cual se hace equivaler a
acosamiento (Stevens 1706); y el mismo tipo de correspondencia establece la Academia
cuando introduce la palabra en el DRAE 1936. La situación lexicográfica cambia, sin
embargo, en el DRAE 1992 cuando acosamiento aparece con marca desus. y remisión a
acoso, mientras que este pasa a definirse como la “Acción y efecto de acosar”.

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Paralelamente, se admite acose (DRAE 1992) con remisión a acoso. Esta voz, por su
parte, ha experimentado una importante ampliación de uso en los últimos años, lo
evidencian los compuestos sintagmáticos que se recogen en el DLE 2014 (acoso
escolar, acoso laboral, acoso moral, etc.) como equivalentes de anglicismos léxicos
como bullying o mobbing.

Del mismo modo, en el diccionario de Salvá (1846) se documenta por primera vez el
lema desalojo con remisión a desalojamiento (Palet 1604); aunque se ha mantenido el
reenvío de desalojo a desalojamiento durante todo el siglo XX (DRAE 1936-DRAE
1992) y no ha cambiado el sentido de la misma hasta el DRAE 2001, los textos muestran
un mayor empleo de desalojo desde las primeras documentaciones (siglo XVII, CDH).
El sustantivo empalago figuraba ya en Autoridades como “voz de poco uso” y con la
definición de “hastío, náusea, ocasionada del excesso en la comida y diversidad de
manjares”; desde el DRAE 1791 tiene remisión a empalagamiento (Nebrija 1495) hasta
que cambia el sentido de la remisión en el DRAE 1925; aunque son palabras con poca
documentación en el CDH, es más frecuente en él la primera que la segunda. Caso de
comportamiento similar es hormigueo, que figura en el diccionario de Terreros (1786-
1788) con la información siguiente:

HORMIGUÉO, y segun otros, hormigueamiento, cierta picazón, como si


corrieran hormigas sobre el pellejo […] Tambien se toma por el movimiento
continuado de alguna multitud, yá á un lado, yá á otro.

En el DRAE 1803 ambos, hormigueo y hormigueamiento, aparecen como “La accion y


efecto de hormiguear”, situación que se mantiene hasta que en el DRAE 1925 este
último pasa a definirse por remisión al primero. Hormigueo se documenta en los textos
desde mediados del siglo XVIII, mientras que h / formigueamiento, aunque es antiguo
(Nebrija 1495), tiene escasa representación textual (CDH).

Atascamiento es palabra que ya se encontraba en el diccionario de Núñez de Taboada


(1825) como “cerramiento de un conducto ó por demasiada agua ó por broza é
inmundicia”. Unos años después, la pareja atascamiento y atasco se incorpora a la
nomenclatura del DRAE 1832; en el diccionario académico el primero es definido con
remisión al segundo y así se mantiene hasta nuestros días como reflejo de la mayor
frecuencia del uso textual de atasco (CDH). Finalmente, cabe reparar en tartamudeo,
que es registrado por Terreros (1786-1788) con la información de que fuentes
lexicográficas anteriores atestiguaban la palabra tartamudeamiento: “Habla, ó accion de
hablar sin pronunciar bien, ó tropezando […] V. Herreros, Dicc. t. 2. Oud. Francios. y
Sobr. usan el Cast. Tartamudeamiento”; pero esta voz no parece haber tenido
continuación lexicográfica ni textual (CDH).

La aparición de un derivado con un sufijo vocálico puede coexistir con otro derivado en
-miento de documentación anterior con el que, aunque comparte algunos valores
semánticos, también se distingue de él en otros. Así, adelanto se recoge en el DRAE
18436 con dos acepciones: la primera es “Anticipación de dinero, granos ú otras cosas”
y la segunda remite a adelantamiento; este último se halla ya en Nebrija (1495) y
abunda en los textos medievales (CDH); hay que reparar en el hecho de que en el
prólogo de la quinta edición del diccionario (DRAE 1817) se hacía referencia a los

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adelantamientos (no adelantos) producidos en los estudios de ciencias naturales. Del


mismo modo, apunte, registrado en Autoridades 1770 7 , contiene remisión a
apuntamiento como primera acepción mientras que la segunda se define como “El
asiento ó nota que se hace por escrito…”; el derivado en -miento, por su parte, es de
documentación antigua (Palet 1604 y desde la Edad Media en el CDH). Asimismo, el
sustantivo cese es caracterizado como “La nota que se pone en las listas de los que
gozan sueldo de la Real Hacienda, particularmente en la Milicia, para que desde aquel
dia cese el pago del que tenia algun individuo” (DRAE 1791), frente a las
nominalizaciones de cesamiento y cesación, ambas recogidas con cierta anterioridad
(DRAE 1780). Se incorporan en los diccionarios del siglo XIX tanto cierro (DRAE
1803), para “La accion y efecto de cerrar alguna cosa”, como cierre (DRAE 1843),
definido como “El acto y modo de cerrar algunas cosas, como el cierre de una carta, de
un abanico”, frente a la nominalización cerramiento, que es de documentación antigua
(Palet 1604 y textos del siglo XIII en el CDH). El primero pasa a definirse por remisión
a cierre en el DRAE 1869, además de recoger cierro de cristales, una estructura
compleja de uso dialectal (“mirador en Andalucía”). La aparición de cruce en el
diccionario de Zerolo (1895) incluye información sobre su relación con cruzamiento:
“Accion y efecto de atravesarse dos cosas. Se aplica generalmente a las vías de
comunicación. No debe confundirse esta palabra con cruzamiento”; cuatro años más
tarde, el DRAE 1899 incorpora la palabra con dos acepciones distintas y sin relación con
el derivado en -miento: “Acción de cruzar o de cruzarse (1.ª, 2.ª y 7.ª aceps.)” y “Punto
donde se cruzan dos líneas”. Finalmente, reparto, aunque presenta algún ejemplo
antiguo (siglos XIV y XV en el CDH), no empieza a ser más frecuente hasta el siglo
XVIII con abundante documentación americana (CDH); es alrededor de la segunda
mitad del siglo XIX cuando aumenta su empleo y cuando se registra en el DRAE 1843
con remisión a repartimiento y con la marca fam.; repartimiento, por su parte, es
palabra de amplia y antigua documentación textual (Nebrija 1495, ejemplos a partir del
siglo XIV, CDH); cabe reparar en el hecho de que repartimiento está muy bien
ejemplificada en las labores lexicográficas académicas, pues desde el Diccionario de
autoridades estas se desarrollaban con los repartimientos de partes del diccionario entre
los distintos académicos.

En todos los ejemplos anteriores, la documentación del derivado con el sufijo -miento es
de aparición anterior a los derivados con sufijos vocálicos. Solo en algún caso
esporádico, el orden de la documentación es el contrario: por ejemplo, apabullo (DRAE
1899) frente a apabullamiento (DRAE 1936). Este mismo comportamiento manifiestan
entronque (DRAE 1803) y entroncamiento (DRAE 1884), definidos el primero como
“La relación de parentesco con el que es tronco de una familia” y el segundo como
“Acción y efecto de entroncar”; la aparición de los dos términos en el CDH confirma su
sinonimia y la mayor documentación de entronque. Del mismo modo, gobernamiento es
admitido en el DRAE 1803 marcado como ant. y con remisión a gobierno, derivado que
convive con gobernación (cfr. Lliteras 2002: 74).

Los derivados con sufijos átonos vocálicos pueden concurrir con una voz formada con
el sufijo -ción y el vínculo entre ambos puede reflejarse en el diccionario con algún tipo
de equivalencia. En general y como ocurría con -miento, los derivados con una vocal
átona son de documentación lexicográfica posterior y suelen remitir al derivado con el
sufijo -ción. Así, anticipo (DRAE 1843) se incorpora con remisión a anticipación, un

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cultismo presente ya en Nebrija (1495) y documentado en los textos desde el siglo XV


junto al verbo correspondiente anticipar. Esta remisión se mantiene hasta la última
edición del diccionario, mientras que el DRAE 1899 añade una segunda acepción
(“dinero anticipado”), que ya había sido registrada por Salvá (1846, “Com. Cantidad
adelantada á buena cuenta del producto de mercancías, de algun crédito, etc.”). La
misma relación cronológica muestran denuncia (DRAE 1817) con remisión a
denunciación (Nebrija 1495) y deterioro (DRAE 1817) que remite a deterioración
(Franciosini 1620, Autoridades); en ambos casos la voz principal acaba siendo el
derivado con sufijo vocálico (denuncia en el DRAE 1884 y deterioro en el DRAE 1992);
los textos indican que, aunque deterioración es de documentación más antigua, la
irrupción de deterioro a mediados del siglo XVIII arrincona el derivado en -ción. La
pareja prór(r)oga (Autoridades) / pror(r)ogación (Palet 1604, Autoridades) aparece en
la lexicografía académica con remisión del primero al segundo, una situación que no
cambia hasta finales del siglo XX (DRAE 1970). Retardo (DRAE 1822) se define por
equivalencia a retardación, un derivado que ya había incluido Autoridades; la relación
se pierde en el DRAE 1970 cuando retardo se caracteriza sinonímicamente como
“demora, tardanza, detención”. Subasta y subastación se registran en el DRAE 1803 con
remisión del segundo al primero, algo que se mantiene en las ediciones posteriores y en
el DRAE 1925 se incluye la anotación de que es voz de poco uso en correspondencia
con una documentación escasa y antigua (CDH). También se establece remisión entre
suministración (Palet 1604, Autoridades) y suministro (DRAE 1843) en el DRAE 1852.
Finalmente, desfalco (Terreros, DRAE 1791) y desfalcación (Stevens 1706, Terreros
1786-1788, DRAE 1791) se definen en el diccionario académico con remisión del
segundo, marcado como ant. (DRAE 1791), al primero. En algún caso, la orientación
retrospectiva que comporta el diccionario académico se prueba con la adición de
variantes antiguas: desviamiento y desviación se incorporan con la marca ant. en el
DRAE 1791 (cfr. Lliteras 2002: 74) y con remisión a envío, un derivado atestiguado
desde la lexicografía nebrisense y desde los textos del siglo XV (CDH); conviene
advertir que desviación pierde la marca ant. a partir del DRAE 1843 coincidiendo con
nuevos empleos especializados otorgados a este derivado.

En otras ocasiones, sin embargo, existen dos nominalizaciones formadas sobre una
misma base verbal sin que en el diccionario se trace relación alguna entre los dos
derivados por existir mayor diferenciación semántica; por ejemplo, acuse se registra en
el DRAE 1803 como un término relacionado con los juegos de cartas sin relación con
otros derivados de la misma base (acusación, acusamiento, acusanza, acuso). Tampoco
aparece relación lexicográfica entre los sustantivos condena (DRAE 1791) y
condenación (Nebrija 1495), respiro (DRAE 1822) y respiración (Nebrija 1495),
reválida (DRAE 1843) y revalidación (Sobrino 1705 y Autoridades), tra(n)splante
(DRAE 1803) y transplantación (Salvá 1846). Sofoco (Salvá 1846) y sufoco (Terreros
1786-1788, Salvá 1846) tienen remisión a sufocación o sofocación en los diccionarios
mencionados no así en el diccionario de la Academia cuando lo acoge (DRAE 1884),
pues en él que no se establece ningún vínculo entre ambos.

Pueden encontrarse, además, correspondencias lexicográficas entre un derivado


vocálico y otros sufijos, por ejemplo, cargue es incorporado al DRAE 1780 y definido
por remisión a cargazón (Palet 1604, Autoridades), no hay que olvidar que este sufijo es
el resultado patrimonial de -tio, -onis, por tanto doblete de -ción (Pharies 2002).

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Desarme (DRAE 1791) remite a desarmadura (Nebrija 1495) y existe, además, relación
lexicográfica entre desarmadura y desarmamiento por cuanto este último se añade al
DRAE 1791 con remisión al primero. También doma (Terreros 1786-1788, DRAE 1884)
remite a domadura (de potros) (Nebrija 1495), situación que se mantiene hasta finales
de siglo XIX. Ensamble se admite en el DRAE 1791 con remisión a ensambladura
(Palet 1604, Autoridades) y se mantiene así hasta el siglo XX. Además, el cotejo entre
diccionarios permite establecer otras relaciones léxicas: por ejemplo, coqueteo
(Domínguez 1853) es definido como coquetería, un sustantivo que aparece en Terreros
(1786-1788) y en el DRAE 1843.

El examen de los datos lexicográficos en diacronía muestra una tendencia al predominio


de los derivados con sufijos vocálicos frente a nominalizaciones con otros sufijos, en
especial, el sufijo -miento. Una primera fase de este proceso se encuentra ya en el siglo
XVIII cuando, en el caso de acopiamiento-acopio, en la segunda edición del
Diccionario de autoridades (1770) se cambia el sentido de la remisión de la primera
edición y se puntualiza que acopio “es como hoy comunmente se dice”. A este ejemplo,
se puede añadir el siguiente:

ABANDONO (Abandóno.) s. m. Lo mismo que Abandonamiento


(Autoridades)8.
ABANDONAMIENTO. s. m. Lo mismo que abandono, que es como hoy
comunmente se dice (Autoridades 1770).
ABANDONO. s. m. La accion y efecto de abandonar (Autoridades 1770).

La relación entre alcance-alcanzamiento y atraso-atrasamiento ya tenía el mismo


sentido en el propio Diccionario de autoridades.

En otros casos el predominio de los derivados vocálicos se registra en época posterior:


denuncia figura con remisión a denunciación (DRAE 1817) y en el DRAE 1884 es este
último el que se define por remisión al primero. Proceso similar ocurre entre deterioro-
deterioración, aunque el cambio lexicográfico es relativamente reciente (DRAE 1992),
hormigueo-hormigueamiento (DRAE 1925) y reenganche-reenganchamiento (DRAE
1899).

4.3. Voces con marca estilística

La aparición de marcas estilísticas acompañando a los derivados con sufijo vocálico es


un aspecto relevante de la información lexicográfica manejada por el valor histórico que
puede encerrar sobre la adscripción diastrática de la palabra en épocas pasadas. La
marca de uso empleada es familiar (fam.) y son portadoras de ella las incorporaciones
siguientes:

ABANIQUEO. m. fam. Movimiento repetido del abanico (Salvá 1846).


APABULLO. m. fam. Acción y efecto de apabullar (DRAE 1899).
ADELANTO. [2] fam. Adelantamiento (DRAE 1843).
ANTICIPO. fam. Anticipacion (DRAE 1843).
BAILOTEO. m. fam. Baile. Es voz que suele usarse en tono de burla y
menosprecio (DRAE 1843).

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BESUQUEO. m. El acto de besuquear (verbo marcado como fam., DRAE 1843).


CAMELO. m. fam. Galanteo.║fam. Chasco, burla (DRAE 1884).
COTORREO. m. fig. y fam. Conversación bulliciosa de mujeres habladoras.
(DRAE 1884).
GIMOTEO. s. m. La accion y efecto de gimotear (verbo marcado como fam.,
DRAE 1822).
JALEO. m. La accion y efecto de jalear (acepción del verbo marcada con met.
fam., DRAE 1837)
PARO. (De parar.) m. fam. Suspensión de los trabajos industriales ó agrícolas
(DRAE 1899).
RAPE, corte del pelo, ó barba. V. Rasura (Terreros 1786-1788). RAPE. s. m.
fam. Rasura, ó corte de la barba hecho de priesa y sin mucho cuidado: se una
mucho en la f. dar un rape (DRAE 1803).
REPARTO. m. fam. Repartimiento (DRAE 1843).
SOFOCO. m. fam. Sofocación (Salvá 1846).
TIMO. m. fam. Acción y efecto de timar.║Dar un timo á uno. fr. fam. Timarle
(DRAE 1899).
TRAPICHEO. n. fam. El acto y efecto de trapichear (Salvá 1846).

Algunos de estos elementos léxicos han conservado la marca en toda su historia


lexicográfica pues se trata de palabras generadas y mantenidas en la esfera coloquial
(apabullo, camelo, cotorreo, rape, trapicheo); en otros casos, sin embargo, puede
ocurrir que la innovación se haya producido en este ámbito y posteriormente se haya
desvinculado de él (abaniqueo, adelanto, anticipo, etc.). La presencia de la marca fam.
en la incorporación de la palabra en el diccionario indica, sin ninguna duda, que estos
sufijos han sido, como ocurre actualmente, muy vivos en la lengua coloquial.

4.4. Derivados vocálicos y esferas semánticas

Aunque los sufijos vocálicos átonos forman derivados que pertenecen a las más
variadas esferas semánticas, la información lexicográfica permite verificar la
vinculación de algunos de estos derivados a un tipo de léxico específico. En la
lexicografía tradicional, la adscripción de marcas diatécnicas a una palabra o acepción
no suele ser sistemática ni seguir unos criterios claros, por lo que es posible que
palabras que no son portadoras de marcación entronquen con un lenguaje sectorial
determinado sin que ello se recoja en la información lexicográfica. En cualquier caso,
las marcas diatécnicas y las propias definiciones reflejan la vitalidad de estos sufijos en
determinadas áreas semánticas.

En la lexicografía académica el léxico perteneciente a la náutica y a la navegación ha


ocupado tradicionalmente un puesto relevante en la nomenclatura y ha experimentado
cierta tendencia a la marcación. Son destacables los ejemplos pertenecientes a este
sector: así, las voces desarme (DRAE 1791) y desembarque (DRAE 1791) tienen
indicación de la esfera semántica a la que pertenecen en la propia definición (“hablando
de embarcaciones” y “es muy usado en los puertos de mar”, respectivamente); se
encuentra también como incorporación de esta misma edición del diccionario la palabra
embarque (DRAE 1791), definida por remisión a embarco. Estos ejemplos permiten
observar la generación de embarque / desembarque (DRAE 1791) junto a los ya

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existentes embarco (Autoridades) / desembarco (Sobrino 1705, Autoridades). Dentro


del léxico de la náutica, cabe mencionar deriva (Núñez de Taboada 1825), caracterizado
como “Náut. Driva, abatimiento del rumbro”, achique con la marca Náut. y la
definición de “La accion y efecto de achicar el agua con las bombas ó los vertedores”
(Salvá 1846), y desguace con marca Mar. para “La accion y efecto de desguazar”
(Domínguez 1853). Asimismo, establece relación con la náutica a través de la
información lexicográfica balanceo, una palabra registrada por Salvá (1846) como la
“Acción y efecto de balancear el buque”. Como ya notó Meyer-Lübke (1890-1906: II,
491), no son raros los derivados en -e pertenecientes al léxico de la marina, algo que se
manifiesta en los sustantivos analizados (achique, desarme, desembarque, embarque y
desguace).

Durante los siglos XVIII y XIX, se admiten varias voces pertenecientes al vocabulario
militar; así consigna, definido como “las órdenes que se dan al centinela”, aparece en la
nomenclatura del DRAE 1817 con marca Milic.; desfile (DRAE 1843), por su parte, se
caracteriza como “Mil. El acto de desfilar las tropas”; la pareja reenganche y
reenganchamiento se encuentra en el DRAE 1803 para “La acción y efecto de
reenganchar, y reengancharse” y, en reenganchamiento, se recoge una segunda
acepción para “Milic. El dinero que se da al soldado que se reengancha”; repliegue
(Gaspar y Roig 1853-1855) aparece con equivalencia a pliegue y, como segunda
acepción, se recoge “Mil.: acto de replegarse las fuerzas”.

El léxico relacionado con el comercio y las finanzas genera también algunas


nominalizaciones, así se añade importe al DRAE 1803 sin marca y definido como “El
número ó cantidad á que llega lo que se compra, ó se ajusta”. Envío (DRAE 1837) figura
como “Com. La acción y efecto de enviar: remesa”, una marca que se elimina en el
DRAE 1914. Anticipo, estudiado en la sección precedente porque ingresa en el DRAE
1843 como familiar, aparece en el diccionario de Salvá con una segunda acepción
perteneciente a esta esfera: “Com. Cantidad adelantada á buena cuenta del producto de
mercancías, de algun crédito, etc.”. Finalmente, el lema debe (Domínguez 1853, DRAE
1869) aparece como “Com. Lo que se adeuda después de haber hecho el balance entre el
activo y el pasivo // Las partidas del libro mayor en que se sientan los débitos”; en
realidad, procede de la 3.ª persona del singular del presente del verbo deber (DRAE
1884), pero es reinterpretado como un sustantivo en -e (NGLE: §5.6f). Son estos
términos testigos del desarrollo de este tipo de léxico en el español moderno (Gómez de
Enterría 1996; Hoyos 2016). Estas voces vienen a sumarse a otras ya existentes en el
diccionario como endoso o ingreso (Autoridades).

Cabe, además, identificar algunos derivados cuyo significado se relaciona con los
juegos, en especial, los juegos de cartas: acuse se registra en el DRAE 1803 con la
definición “En ciertos juegos de naypes un determinado numero de cartas, con que por
ley del juego se ganan algunos tantos, diciendo el jugador que le han venido ántes de
empezar á jugar la mano”; pifia se caracteriza como “En el juego del villar y trucos el
golpe falso que se da con el taco en la bola, y al resbalarse forma un sonido semejante á
esta voz” (DRAE 1803); copo (DRAE 1852) para “El acto de copar, y la voz de que usa
el jugador para anunciarlo”, también en este caso el origen pudiera encontrarse en la
primera persona del presente como se desprende de la propia definición del término;
encarte (DRAE 1837), “En el juego de naipes el órden casual en que las cartas quedan al

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fin de cada mano, y suele servir de guía á los jugadores para la siguiente”, es una
nominalización que convive con encartación y encartamiento, de documentación
antigua y con valores semánticos diferentes.

Derrumbe se registra en el diccionario de Salvá (1846) vinculado al léxico de la minería


y lo mismo ocurre en la segunda acepción de ahonde, una palabra introducida en el
DRAE 1884; descuajo (DRAE 1791) y descuaje (DRAE 1843) son portadoras de la
marca Agr. y a ellas se puede añadir el sustantivo trasplante (DRAE 1803), cuya
definición está ligada a este campo (cfr. trasplantar); punteo (Gaspar y Roig 1853-
1855), por su parte, es portadora de la marca Mús.; y a finales del siglo XIX se registran
dos acepciones en voces ya existentes que pertenecen a la tauromaquia: pase (DRAE
1884) y recorte (DRAE 1899).

Finalmente, cabe observar la incorporación de soporte en el DRAE 1803 como voz


propia del blasón (cfr. suportes de un blason en Sobrino 1705) y definida como “Cada
una de las figuras de animales que sostienen el escudo”. El término se añade junto a la
voz tenante, que pertenece a la misma área (“Blas. Cada una de las figuras de ángeles ú
hombres que sostienen el escudo”); ambos vocablos aparecen en la Ciencia heroica
reducida a las leyes heráldicas del blasón del Marqués de Avilés (1725), un tratado que
había sido utilizado como fuente en el Diccionario de autoridades (Freixas 2010: 281) y
que contiene un capítulo dedicado a estos elementos de los escudos (tomo II, páginas
121 y ss.).

4.5. Marcas diacrónicas

No muestran las voces estudiadas información sobre su novedad excepto en aplomo,


incorporada en el diccionario de Salvá con el significado de “Tacto, tino, cordura” y la
marca Neol. (Azorín Fernández 2003). En los diccionarios académicos no suele
aparecer información sobre la novedad de un término salvo en el Diccionario de
autoridades, que utiliza la notación de “voz moderna” (Jiménez Ríos 2002), una
apreciación que figura en la información lexicográfica del sustantivo apuro9:

Ultimo exámen, término, prueba, calificación y punto a que se redúce alguna cosa.
Es voz moderna, y usáda para dár à entender el estrecho en que le pone á uno un
contratiempo, ò el que padéce en sus bienes: y assi se dice que ví en grande apúro,
el apúro de la hacienda de los tiempos, de la paciéncia, &c.” (Autoridades).

También en arribo (Sobrino 1705 y Autoridades) aparece la misma caracterización: “Lo


mismo que llegáda á alguna parte. Es voz moderna”. En los dos casos, la segunda
edición de Autoridades elimina estas apreciaciones, pues la condición de neologismo es
siempre pasajera.

Mayor relevancia posee la marca ant. en la lexicografía académica. Se pueden


identificar algunas voces que el diccionario acoge con esta marca y posiblemente el
motivo de su admisión está determinado por su presencia en textos más o menos
antiguos y por el afán de recopilación de este tipo de léxico. Son portadores de esta
marca los derivados con sufijo vocálico apercibo (Autoridades 1770), comporte [1-3]
(DRAE 1780) o denuncio (DRAE 1791).

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La adscripción de la marca ant. a los derivados en -miento o -ción indica el sentido de la


evolución y el predominio de los derivados con sufijo vocálico (empuje-empujamiento,
atraso-atrasamiento). La aparición o desaparición de la marca, sin embargo, no puede
entenderse fuera de las complejas condiciones de desarrollo de la misma en la
lexicografía académica por lo que requiere un análisis pormenorizado. Buen ejemplo de
ello se encuentra en acopiamiento y la pérdida de la anotación sobre el uso:

ACOPIAMIENTO. Lo mismo que acopio, que es como hoy comunmente se dice


(Autoridades 1770-DRAE 1817).
ACOPIAMIENTO. s. m. ACOPIO (DRAE 1822).

La supresión de información que refleja la sexta edición del diccionario debe entenderse
dentro de la reestructuración que sufrió el diccionario académico en las ediciones de
1822 y 1832 en las que se priorizó el ahorro de espacio y se amputaron informaciones
que podían ser importantes (Clavería y Paz, en prensa).

4.6. Cambios en las definiciones y evolución semántica

Los cambios que experimenta la definición a lo largo de la historia de la lexicografía


responden a la voluntad de dotarla de mayor precisión y de ir ajustando la descripción
de la voz al empleo y conocimientos del momento de elaboración del diccionario; en
este proceso, además, se puede transparentar la evolución semántica registrada. Así,
mientras que en algunas palabras se mantiene el significado inicial sin grandes
modificaciones, en otras se puede verificar alguna transformación del significado con la
adición de una o varias acepciones.

Ilustración de todo ello se encuentra en las nuevas acepciones de acuse, término para el
que se recoge en un primer momento un significado relacionado con los juegos de cartas
(DRAE 1803), mientras que el DRAE 1884 registra una nueva acepción vinculada al
“recibo de cartas y oficios”. La eliminación de ciertas palabras en la definición puede
implicar algún tipo de generalización, así ocurre con la voz balanceo, que se extiende
por analogía a otras áreas (cfr. los ejemplos del CDH), de manera que se pierde su
ligazón con las embarcaciones (Zerolo 1895). La evolución de la palabra puede implicar
una extensión de su empleo a otros ámbitos, así, por ejemplo, soporte ilustra una
extensión del sustantivo a áreas muy diversas: se vincula al blasón en su primera
aparición en el diccionario (Sobrino 1705, DRAE 1803), mientras que a finales del
mismo siglo (DRAE 1899) se añade una acepción más general (“apoyo, sostén”), un
cambio que se refleja en su aparición en tratados pertenecientes a las más diversas áreas
de especialidad (minería, metalurgia, artillería, medicina, etc., CDH). Se observa,
además, la generación de nuevos significados por cambio semántico como la metonimia
de condena para la designación de la propia sentencia (DRAE 1852). Cabe advertir,
además, que la vitalidad de este tipo de léxico explica la generación de nuevos usos en
el ámbito familiar a través de procesos metafóricos, así ocurre en pifia con la acepción
de “engaño perjudicial al que lo comete; descuido, paso desacertado” (DRAE 1852).

Desde el punto de vista semántico, también el diccionario es testigo de la divergencia


respecto a derivados concurrentes. Así ocurre en el sustantivo apunte: mientras que
Autoridades 1770 lo registra como equivalente a apuntamiento y como “El asiento ó

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nota que se hace por escrito de alguna cosa, y así se dice: esto resulta de mis apuntes”,
la quinta edición del diccionario académico (DRAE 1817) añade tres acepciones más
vinculadas, dos de ellas a los juegos de cartas y la tercera al teatro, en el DRAE 1852 se
admite otra acepción relacionada con el dibujo. La preponderancia de apunte frente a
apuntamiento puede observarse en la configuración lexicográfica actual (DLE 2014) de
estos dos términos, aunque comparten la nominalización del verbo (“acción y efecto de
apuntar”) contrastan en las acepciones específicas: para apuntamiento solo se registra
una perteneciente al derecho, mientras que apunte tiene diez acepciones.

Igualmente, la definición de saludo recoge su progresiva ampliación como puede


observarse en el cotejo entre distintas ediciones del diccionario académico:

El disparo de las armas para saludar (Autoridades).


Mil. Señal de obsequio ó festejo hecho con descargas de artillería ó fusilería,
movimientos del arma ó toque de los instrumentos militares (DRAE 1832).
El acto de saludar.║Cualquiera expresión ó movimiento de cabeza ó manos con
que se saluda á alguno (DRAE 1843, suplemento).
La accion y efecto de saludar.║Mil. Señal de obsequio y festejo hecha con
descargas de artillería ó fusilería, movimientos del arma ó toque de los
instrumentos militares (DRAE 1852).

En este caso, parece que el diccionario proporciona una idea sesgada del contenido
semántico de la palabra pues el significado general es de documentación bastante más
anterior (CDH, siglos XV y XVI), un fenómeno que requiere mayor reflexión sobre la
configuración de las definiciones y la distinción de acepciones como base del trabajo
lexicográfico.

Existe en los cambios de definición de las palabras estudiadas cierta tendencia a la


extensión de la definición de carácter morfosemántico “Acción y efecto de”. Ello se
produce cuando la definición por remisión es sustituida por esta fórmula definitoria, en
especial cuando hay un reajuste con otra nominalización del mismo verbo; por ejemplo,
el sustantivo desarme (DRAE 1791) se define inicialmente por equivalencia a
desarmadura en el ámbito de la náutica hasta que en el DRAE 1899 se convierte en
“Acción y efecto de desarmar ó desarmarse”, lo cual comporta el cambio de definición
de desarmadura con remisión a desarme. También se produce el mismo tipo de cambio
en otras circunstancias: por ejemplo, trasplante es incorporado en el DRAE 1803 como
sustantivo vinculado al ámbito de las plantas en correlación con trasplantar [1],
mientras que en el DRAE 1869 pasa a definirse como “La accion y efecto de
trasplantar” con lo que se recoge su ampliación a las distintas acepciones del verbo.

5. Conclusión

El recorrido realizado por los diccionarios y sus datos desde una perspectiva histórica ha
permitido observar el cambio permanente en el tratamiento de los derivados durante los
siglos XVIII y XIX, fenómeno que muestra la vitalidad de los sufijos vocálicos como
mecanismo de creación de nuevo léxico en el español moderno.

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Las modificaciones registradas pueden ser el reflejo de la evolución lingüística y pueden


revelar también la evolución metalexicográfica del diccionario. Los datos manejados
proporcionan la oportunidad de observar cómo se construye el modelo lexicográfico
tomando como base no solo la lengua de la época sino también el ideal de lengua de
cada momento. Las informaciones lingüísticas que atesoran los diccionarios no son una
fotografía de la lengua de la época porque, aunque los datos primarios son de carácter
léxico, dependen en parte de la propia historia de la lexicografía y de la metodología
empleada en la elaboración de estos instrumentos de codificación lingüística. Se
desprenden, por tanto, del estudio realizado tanto consideraciones lingüísticas de
carácter lexicológico, como consideraciones relacionadas con la historia de la
lexicografía.

En el plano lexicológico, es posible observar la creación continua de derivados con


sufijos vocálicos. Del conjunto de 224 derivados manejados en esta investigación
(apéndice 1), un 31% se documentan por primera vez en el Diccionario de autoridades
mientras que un 69% se documenta en algún diccionario de los siglos XVIII y XIX, con
posterioridad al primer diccionario académico. Tanto en este último como en los
diccionarios posteriores los derivados con el sufijo -o son los más frecuentes (54%). Se
verifica un cambio importante al cotejar el Diccionario de autoridades, con 15
derivados en -a y 15 derivados en -e, con las incorporaciones de los diccionarios
posteriores en los que se registran 57 nuevas incorporaciones de derivados en -e frente a
solo 14 incorporaciones en -a. Se manifiesta claramente la precedencia cronológica de
los derivados en -a y -o con respecto a -e y la relativa tendencia de la lengua moderna
hacia la derivación con este último sufijo, que se impone, en algunos casos, a los otros
dos (apunte, derrame, embarque). Lo mismo ocurre con respecto a los otros sufijos
nominales con los que los sufijos vocálicos presentan concurrencia: el diccionario
testimonia cierta tendencia a la progresiva sustitución, en especial de -miento (cfr.
Lliteras 2002 para la relación histórica entre -ción y -miento), por los correspondientes
derivados con sufijos vocálicos (acopio, empuje, enganche, etc.). En este sentido y
desde la perspectiva diacrónica, el concepto del bloqueo adquiere, si cabe, mayor
complejidad, pues la evolución se entrelaza con la variación de todo tipo (sintáctico-
semántica, textual, diatópica, diastrática, etc.).

El modelo de lengua que subyace a la lexicografía académica, junto con la metodología


utilizada, explica la incorporación en el diccionario de derivados de sabor antiguo que
proceden de textos o de diccionarios de otras épocas. El peso de la tradición
lexicográfica anterior al siglo XVIII se proyecta en las relaciones entre derivados con
una misma base léxica; así, la lexicografía dieciochesca nace dependiente de un modelo
de lengua del pasado y ello se percibe en las elecciones de los derivados, pues en
algunos ejemplos la preponderancia del derivado en -miento se remonta nada menos que
al diccionario de Nebrija y, de su mano, llega así a la lexicografía académica (Freixas
2010: 361-370). El relevo se empieza a producir en 1770 y no concluye, en algunas
ocasiones, hasta mucho más adelante. En este sentido, cabe notar que algunos de los
cambios introducidos en Autoridades 1770 ponen en su lugar cada una de las
nominalizaciones con apreciaciones sobre el uso contemporáneo (acopio-
acopiamiento). La inercia y la propia historia de la lexicografía explican, en ciertas
circunstancias, la falta de reflejo o el retraso en reflejar el estado de lengua del
momento.

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Disponible en <http://www.rae.es>.

Anexo: derivados nominales en -a, -e, -o considerados en este estudio10

1.1. Derivados documentados con anterioridad al siglo XVIII: alcance, arribo, avance,
avanzo, derrama, desembarco.

1.2. Derivados documentados por primera vez en el Diccionario de autoridades (1726-


1739): abandono, acomodo, acopio, apunto, apuro, ataque, atraso, aumento, babeo,
comporte, compulsa, contrata, demora, derramo, derribo, desaliento, descarte,
despilfarro, desplomo, desquite, destete, doma, embalse, embarco, embrolla, embrollo,
empalago, empate, empujo, encono, endoso, enjuague, escape, escote, estreno, estrena,
goce, giro, guiso, ingreso, mejora, monto, pase, paseo, pastoreo, pique, procura,
progreso, prórroga, rasco, recarga, recargo, recata, rechazo, rechino, recibo, refuerzo,
refunfuño, reintegro, rejoneo, respaldo, revoco, revoque, solapa, sonsaca, sonsaque,
tra(n)sporte, trabuca, traslado, veda.

1.3. Derivados documentados por primera vez en un diccionario posterior al


Diccionario de autoridades (siglos XVIII-XIX): abaniqueo, acaloro, achique, acoso,
acuse, acuso, adelanto, agobio, ahonde, anticipo, apabullo, apercibo, aplique, aplomo,
apunte, arreglo, asocio, atasco, atraco, bailoteo, balanceo, besuqueo, braceo, brujuleo,
cachondeo, calco, caldeo, camelo, canje, cañoneo, cargue, centelleo, cese, chorreo,
cierre, cierro, cobijo, condena, consigna, copo, coqueteo, cotorreo, cruce, debe,
denuncia, denuncio, deriva, derrame, derroche, derrumbe, derrumbo, desajuste,
desalojo, desapego, desarme, desarrollo, desbara(h)uste-desbarajuste, descabello,
descargue, descuaje, descuajo, desembarque, desempaque, desengrase, desenlace,
desescombro, desfalco, desfile, desgaje, desgano, desgaste, desglose, desgrase,
desguace, despegue, despido, desplome, deja, deterioro, disparo, embarque, empaque,
empiece, empiezo, empuje, encarte, enchufe, endose, enganche, enlace, ensamble,
entronque, envío, equipo, expurgo, franqueo, frote, flote, frunce, gimoteo, hormigueo,
husmeo, husma, importe, jaleo, lidia, lleva, martilleo, merode, merodeo, papeleo, paro,
parpadeo, pedaleo, percibo, pifia, pinche, pincho, piso, plante, punteo, rape, rastreo,
reconquista, recorte, reembarco, reembarque, reenganche, regateo, remache, respiro,
retardo, retraso, retroventa, reválida, roce, sondeo, soporte, subasta, suministro,
tableo, tartamudeo, tasca, tecleo, timo, tiroteo, titubeo, tra(n)sbordo, trapicheo,
trasplante, veraneo, zambullo, zapateo, zarandeo.

Notas
*
Esta investigación ha podido desarrollarse gracias a la ayuda de la DGICYT (FFI2014-51904-P) y al
apoyo del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya (SGR2017-1251).
Agradezco las observaciones y comentarios de C. Buenafuentes.

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1
Considera también Pena en su estudio sustantivos sin adjunción de vocal, como baldón, son, desdén,
destín, inclín, perdón, etc.
2
Se toman como base de documentación los diccionarios que contiene el NTLLE y se citan por el nombre
del autor y el año de publicación tal como figuran allí. En el caso de las distintas ediciones del diccionario
de la Academia se recurre a las siglas DRAE y la fecha de publicación que corresponde a cada edición,
excepto para la última edición (DLE 2014); se diferencia entre Autoridades y Autoridades 1770, para las
dos ediciones del primer diccionario académico. La lista completa de los derivados considerados en este
estudio puede consultarse en el apéndice 1.
3
Para ello, me he valido del Corpus del Nuevo diccionario histórico y lo indico siempre con las siglas
CDH.
4
Se eliminan de la cita las equivalencias latinas por no ser pertinentes para este estudio.
5
Se trata de la Prematica sobre las cosas tocantes á la conservacion, y aumento de la cria del ganado, y
arrendamientos de las dehesas donde pastan de 1633 con un texto muy próximo a la definición del
diccionario.
6
Cfr. el DHLE (s. v. adelanto) que aporta una primera documentación de 1818. En el CDH pueden
hallarse varios ejemplos en el siglo XVIII.
7
Cfr. CDH en el que figuran tres ejemplos anteriores al siglo XVIII.
8
No hay entrada para abandonamiento en el primer diccionario académico. Lo mismo sucede con
aumentamiento que se encuentra en la definición de aumento pero tampoco se halla en Autoridades.
9
En las ediciones del siglo XIX puede aparecer de forma muy aislada una referencia a la novedad de la
voz; por ejemplo, fanatismo (DRAE 1817), corporación (DRAE 1822), clasicismo (DRAE 1843)
finiquitar (DRAE 1852) o fusión [2] (DRAE 1852).
10
El apéndice contiene los derivados cuya primera documentación aparece en los diccionarios
considerados (siglos XVIII-XIX), pese a ello se han considerado también en la redacción del trabajo otros
derivados de documentación anterior (1.1).

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Suffixal Rivalries in Medieval Spanish: Preliminary Observations on the Fate of


Old Spanish Deverbal Abstract Nouns in -miento
Steven N. Dworkin
University of Michigan
dworkin@umich.edu

Resumen

El léxico del hispanorromance medieval abundaba de neologismos creados por medio


de los recursos de la derivación sufijal. Casi todos los sufijos entraron en la lengua por
vía oral de sus fuentes en el latín. A medida que la lengua medieval iba elaborándose
como instrumento apto para la literatura y la difusión de la ciencia, nuevos derivados
entraban en la lengua como latinismos, así creando situaciones de rivalidad entre sufijos
vernáculos y latinizantes. Este estudio breve ofrece una introducción a la rivalidad entre
sustantivos deverbales abstractos en -miento y derivados cultos de función parecida,
como -ción, -ancia y -encia. Los registros de derivados en -miento que se ofrecen en
Pattison (1975) y Penny (1987) constituyen el punto de partida para los análisis que se
presentan a continuación.

Palabras claves: derivación sufijal, rivalidad entre sufijos, substantivos deverbales,


latinismos

Abstract

Medieval Hispano-Romance was rich in neologisms created through suffixal derivation.


Almost all the suffixes in question were inherited from Latin through oral transmission.
Over time, as Spanish became more elaborated for use as a literary and scholarly
language, new derivatives entered as Latinisms, often creating situations of rivalry
between derivatives with vernacular and Latinate suffixes. This short paper will offer an
introduction to the rivalry of deverbal abstract nouns in -miento with synonymous and
functionally-similar derivatives showing Latinate suffixes, especially -ción
and -ancia, -encia. The lists of Old Spanish -miento derivatives in Pattison (1975) and
in Penny (1987) form the core of the data base for this study.

Keywords: suffixal derivation, suffixal rivalries, deverbal nouns, Latinisms

The historical core of the Spanish lexicon consists of those items inherited through
uninterrupted oral transmission from the spoken Latin of the Iberian Peninsula (a layer
that includes words of pre-Roman origin that entered local varieties of Latin). Although
it may contain a large number of the most frequent words in Spanish, today this lexical
stratum forms, in quantitative terms, only a small portion of the rich and extensive
Spanish vocabulary. Over time, speakers of Spanish have increased the size of the
lexicon through the incorporation and adaptation of countless borrowings taken from
the many languages with which medieval and modern Hispano-Romance has come into

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contact at the levels of oral and written levels (cfr. Dworkin 2012), and through the
creation of neologisms generated by processes of internal creation, such as suffixal
derivation, prefixation, and compounding.

The creation of new lexical items in these ways was a tool employed throughout the
medieval period by members of the speech community who sought to elaborate the
different varieties of Hispano-Romance through lexical expansion to render them
qualitatively and functionally equivalent to Latin so that they could become worthy
linguistic vehicles for the transmission of knowledge and for the administration of the
state. The creation of neologisms to express abstract concepts is an essential part of the
elaboration process. As a result, medieval texts offer an abundance of sets of
semantically and functionally equivalent derivatives coined with different suffixes from
the same underlying primitive. Many members of such sets are scantily documented,
and may represent at most ephemeral creations that enjoyed no widespread vitality in
the written (or even spoken) language. I offer here selected examples adapted from
Dworkin (2018: 96) of competing derivatives coined to form de-adjectival and deverbal
nominal abstracts:

agror / agrura ‘sourness’  agro; agudez / agudeza ‘sharpness’  agudo; albor


/ albura ‘whiteness’  albo / alvo; amargor / amargura ‘bitterness’  amargo;
amarillez / amarillor ‘pallor, yellowness’  amari(e)llo; ancheza / anchura /
anchor ‘width’  ancho; aspereza / asperedumbre / asperidad 'roughness’ 
áspero; azedura / azedía ‘sourness’  azedo; bermejura / bermejedumbre
‘redness’  bermejo; blancor / blancura ‘whiteness’  blanco; blandez /
blandura ‘softness’  blando; brevez / breveza ‘shortness, brevity’  br(i)eve;
clareza / clarura / claridad ‘clarity’  claro; dulcedumbre / dulçura / dulçor
‘sweetness’  dulce; espessedumbre / espessura ‘thickness’  espesso; feedad /
feura / feumbre / fealdad ‘ugliness, repugnance’ feo; firmedumbre / firmeza
‘firmness, strength’  firme; gafedad / gafeza ‘state of having leprosy’  gafo;
graveza / gravedumbre / gravedad ‘heaviness, seriousness’ grave; limpieza /
limpiedumbre ‘cleanliness’  limpio; magreza / magror ‘thinness’  magro;
molleza / mollura ‘softness’  muelle ; negror / negrura ‘blackness’  negro;
pobreza / pobredad ‘poverty’  pobre; preñadez / preñedad / preñedumbre /
preñadura ‘pregnancy’  preñe; reziedumbre / reziura ‘stiffness, strength’ 
rezio; rictad / riqueza / ricura ‘wealth, power’  rico; sequedad / sequera
‘dryness, drought’  seco; ternura / ternedumbre ‘tenderness’  tierno; tristeza
/ tristor / tristura / tristencia ‘sadness’  triste; vejez / vegedad ‘old age’ 
viejo; verdor / verdura’ greenness’  verde; viltança / vilteza ‘vileness’  vil.

abondanç(i)a / abondamiento ‘abundance’  abondar; acordança /


acordamiento ‘concord, harmony’  acordar; antojamiento / antojança / antojo
‘strongdesire’  antojar; asmança / asmamiento ‘thought, calculation’  asmar;
atrevencia / atrevimiento ‘boldness’  atrever; catamiento / catadura
‘appearance’  catar; demandança / demanda ‘demand’  demandar;
engañamiento / engaño ‘deception’  engañar; mejorança / mejoramiento
‘improvement’  mejorar; obligación / obligamiento ‘obligation’  obligar;

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poblança / poblamiento ‘town, settlement’  poblar; quemazón / quemamiento /


quemadura ‘burn(ing)’  quemar; tajamiento / tajadura ‘cutting, division;
clearing’  tajar.

One of the features of the creation of a standard written language is the reduction
(although not the complete elimination) of seemingly unnecessary formal variation.
This lengthy process began in Spain in the last centuries of the Middle Ages and
continued well into the early modern period. By the mid-seventeenth century, Spanish
texts show far less variation in both inflectional (especially verbal) and derivational
morphology. Many of the neologisms created through suffixal derivation found in
medieval texts begin to fall into disuse (at least in the written language, the only
medieval and early modern reality to which we have access).

Almost thirty years ago I studied the rivalry between competing de-adjectival nominal
abstracts formed by adding the suffixes -dad, -(d)umbre -eza, and -ura to adjectival
bases in an attempt to identify some formal and semantic factors that may have
determined which of the competing derivatives would have survived (Dworkin 1989). I
concluded that the productivity and vitality of the suffix at issue as well as the possible
semantic incompatibility between the suffix and the base to which it was attached may
have played roles in determining the fate of the nouns at issue.

This paper seeks to continue this line of investigation by studying Old Spanish deverbal
abstract nouns in -miento, many of which failed to survive into the modern language.
This suffix, the continuation of Latin -MENTUM, used principally to designate a verbal
action, the agent or instrument used to carry out the action, or the resulting condition or
state, was the most productive morpheme employed in the medieval language in the
creation of deverbal abstract nouns. Penny (1987: 14-18) identifies 544 derivatives
in -miento in the Alfonsine corpus as preserved in manuscripts prepared at the royal
chancellery of Alfonso X el Sabio (reigned 1252-1284)1. Pattison's study of nominal
suffixes in thirteenth-century Hispano-Romance lists 251 -miento derivatives in the
texts surveyed. Only a small fraction of these nouns are inherited directly through oral
transmission from Latin bases in -MENTUM or are later Latinate borrowings (in which
case the suffix often appears as -mento); the overwhelming majority represent Hispano-
Romance creations. This three-way diachronic distinction did not form part of a
speaker's linguistic consciousness, and would have played no role in deciding the fate of
individual derivatives. Opinions seem to be divided on the vitality of -miento in the
modern language. Despite the loss over time of numerous derived nouns in -miento,
Rainer (1993: 608-613) argues, offering many examples, that the suffix at issue has
continued to be highly productive in the creation of neologisms in modern Spanish,
whereas Lliteras speaks of the 'lenta pero constante decadencia del sufijo -miento"
(2002: 70-71).

A substantial number of the Old Spanish derivatives in -miento have either disappeared
or have become obsolescent in the standard language (although modern dictionaries
such as the DRAE continue to record many of them and do not always mark the relevant
items as such with a label such as "arc[áico]" or "desus[ado]" , or whether today they
are used only regionally). Loss is fairly consistent in the case of those nouns whose

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verbal base has fallen into disuse or has become infrequent (although some are still
recorded in modern dictionaries), e.g.:

alongamiento, ascondimiento, asmamiento, assacamiento, aviltamiento,


compeçamiento, contrallamiento, corroçamiento, empeecimeinto, encobamiento,
enflaquimiento, ennozimiento, esbaharimiento, espeluzramiento, guarimiento,
llantamiento, loamiento, melezinamiento, segudamiento, sossacamiento,
tossigamiento, trocimiento  alongar, asconder, asmar, assacar, aviltar,
compeçar, contrallar, corroçar, encobar, enflaquir, ennozer, enpeecer, esbaharir,
espeluzrar, guarir, llantar, loar, melezinar, recudimiento, segudar, sossacar,
tossigar, trocir.

Many of the nouns in -miento identified by Pattison and Penny are attested less than ten
times in their data, or in the medieval examples found in the CORDE database, a
situation that may reflect their e phemeral nature: selected examples include
abivamiento, abraçamiento, abtamiento, acalonnamiento, acorramiento,
adevinamiento, afremosamiento, afficamiento, affinamiento, cabamiento, callamiento,
camamiento 2 , comulgamiento, consejamiento, conturbamiento, deboxamiento,
defensamiento, desamparamiento, esperamiento, loamiento, nodrimiento, olvidamiento,
quebrantamiento, soltamiento, testiguamiento, usamiento, violamiento. Others, although
abundantly attested, appear only in one text or in one text type or genre. Almost all the
medieval examples of acabamiento, acusamiento, adelantamiento, confirmamiento,
desafiamento, obligamiento, prometimiento, seguramiento, come from legal codes,
notarial documents or administrative texts (many in the 1491 edition of the Alfonsine
Siete partidas, although they are absent from the medieval manuscripts that have
preserved the various parts of this compilation). According to Pattison (1975), he found
a small number of the nouns in -miento in his corpus only in the manuscript tradition of
the thirteenth-century Fuero Juzgo: e.g., contemplamiento, decebimiento,
defensamiento. The CORDE database indicates that many -miento derivatives are first
documented in the thirteenth-century Navarro-Aragonese legal compilation known as
Vidal Mayor. The following nouns in -miento are documented (and may have
originated) as translations of Arabic technical terminology in astronomical treatises
prepared at the court of Alfonso X: abaxamiento, andamiento, annadimiento,
ascondimiento, ascendimiento, catamiento, caymiento, descendimiento, enclinamiento,
levamiento, levantamiento, llegamiento, menguamiento, mudamiento, parescimiento,
passamiento, reboluimiento, rectificamiento, sobimiento (Bossong 1979: 111-115).
Some nouns in -miento turn up for the most part only in medical texts: abrimiento,
adobamiento, guarimiento.

Throughout the history of Spanish, the suffix under study competed with other elements
used to form deverbal abstract nouns such as -a, -o, -e, -ado, -ancia, -encia, -ido, -ción,
-(d)ura (cfr. Lüdtke 270-278). Its most serious rivals were the vernacular / Latinate
pairs -ança / -ancia, -ença / -encia, and -zón / -ción. Penny (1987: 20-22) presents a
comparative chart showing rivalries between the various suffixes used in the Alfonsine
texts to form deverbal nominal abstracts. I summarize selectively his quantitative
findings below with regard to the rivalry between competing derivatives in -miento and
-ción on one hand, and between -miento and -ança / -ancia, -ença / -encia on the other.
In some instances the forms are essentially synonymous, whereas in other cases there is

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a semantic distinction between a noun denoting a verbal action and a noun denoting a
resulting state, quality, or condition (see also Clavería Nadal 2012: 55-59):

abondamiento (12) vs. abondancia (16) ~ abondança (3); aborrescimiento (2) vs.
aborrescencia (2); aborrimiento (3) vs. aborrencia (8); acordamiento (4) vs.
acordança (5); acusamiento (2) ~ acusamento (4) vs. acusación (3); acordamiento
(4) vs. acordança (5); adelantamiento (6) vs. adelantança (3); adevinamiento (6)
vs. adevinança (6) ~ adevinancia (1); aiuntamiento (4) ~ aiuntamento (8) vs.
aiuntancia (1); alabamiento (1) vs. alabança (57); andança (169) ~ andancia (25)
vs. andamiento (102); antojança (4) vs. antojamiento (1); confirmamiento (2) vs.
confirmación (14); connoscencia (14) vs. connoscimiento (2); consagramiento
(35) vs. consagración (65); contradezimiento (35) vs. contradicción (65);
corrompimiento (16) vs. corrupción (5); declinamiento (2) vs. declinación (461);
demostramiento (4) vs. demostración (10); descomulgamiento (32) vs.
descomulgación (81); destruymiento (126) vs. destruycion (38); exaltamiento (22)
vs. exaltación (254); folgamiento (2) vs. folgança (26) ~ folgancia (7);
maldezimiento (1) vs. maldicción (42); matamiento (1) 3 vs. matança (51);
multiplicamiento (2) vs. multiplicación (29); olvidamiento (1) vs. olvidança (11);
omillamiento (1) vs. omillança (8); ordenamiento (134) vs. ordenación (25) vs.
ordenança (14); predicamiento (1) vs. predicación (33); recebimiento (108) vs.
recepción (1); remembramiento (1) vs. remembrança (100); revolvimiento (10) vs.
revolución (8); salvamiento (31) vs. salvación (27); seguramiento (1) 4 vs.
segurança (30); tardamiento (2) vs. tardança (54); tentamiento(1) vs. tentación
(1); trasladamiento (2) vs. trasladación (22); visitamiento (9) vs. visitación (13);
ungimiento (9) vs. unción (13); ymaginamiento (1) vs. ymaginación (3).

The number of competing pairs of derivatives in -miento and in -ción far exceeds the
above examples from the Alfonsine corpus. Some selected examples from other
medieval sources are:

abominamiento / abominación, abreviamento / abreviación, absolvimiento /


absolución, adevinamiento / adivinación, confirmamiento / confirmación,
consolamiento / consolación, contemplamiento / contemplación, estrellamiento /
estrellación, lamentamiento / lamentación, obligamiento / obligación, pagamiento
/ pagación, participamiento / participación5.

Lüdtke (1978: 264-268) lists over 160 sets of doublets in -miento and -ción, including
material first recorded in the post-medieval language; see also Lliteras (2002). In some
instances there is a semantic differentiation between the competing forms. The deverbal
nouns in -miento usually denote a verbal action (nomen actionis) whereas the
derivatives in -ción tend to refer to an abstract state or condition.

Unless both items have survived (often with some degree of semantic differentiation), it
is usually the derivative in -miento that has eventually disappeared or become
obsolescent, giving way to the variant in -ción. The latter suffix represents the learned
or Latinate outcome of Lat. -TIONEM (which yielded -çón / -zón through oral
transmission). Nouns in -ción abound in the early medieval language; at the outset,
many of these formations are not Romance-created neologisms, but rather the

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adaptation to Romance of Latin forms (i.e., outright Latinisms). Of the 148 words in
Pattison's corpus taken from thirteenth-century texts, 129 fall into this etymological
category, as do most of the nouns listed above from Alfonsine texts. Such formations
became the starting point for the continued and massive productivity of -ción as an
independent suffix (for details and pertinent examples see Pattison 1975: 88-97, Pharies
2002: 148-149). Pharies (2002: 148) claims that Spanish has over two thousand
derivatives in -ción. In some pairs from the medieval language, -miento is attached to a
base showing oral transmission, while -ción is used with a learned or Latinate variant of
the base (e.g., contradezimiento / contradicción, corrompomiento / corrupción,
desponimiento / disposición, recibimiento / recepción, revolvimiento / revolución,
ungimiento / unción.

In like fashion, the medieval language offers numerous pairs of deverbal nominal
abstracts in -miento alongside counterparts in -ança / -ancia (derived from -ar
verbs), -ença / -encia (derived from -er, -ir verbs). Almost every one of the 68 deverbals
in -ança / -ancia, -ença / -encia listed in Pattison (1975: 76-77) is flanked by a derived
noun in -miento. I offer here only selected examples (without repeating those presented
by Penny from the Alfonsine corpus and listed above; the number of occurrences
represents the information provided by the CORDE database for the period 1100-1499):

abastamiento (53) / abastança (42), alongamiento (485) / alongança (11),


antojamiento (1) / antojança (15), criamiento (100) / criança (570),
espantamiento (16) / espantança (1), esperamiento (7) / esperança (3165),
estamiento (209) / estança (215), fincamiento (6) / fincança (5), folgamiento (4) /
folgança (565), loamiento (3) / loança (40), matamiento (68) / matança (219),
olvidamiento (9) / olvidança (80), refusamiento (2) / refusança (2), seguramiento
(67) / segurança (369), testiguamiento (8) / testiguanca (3); atrevemiento (224) /
atrevencia (2), guarimiento (12) / guarencia (1; see also Pattison 1975: 202),
nacimiento (368) / nacencia (370), reconnocimiento / reconnencia, repentimiento
(64) / repentencia (5).

As is the case with the -miento and -ción pairs discussed above, the -miento derivatives
may have originally denoted a verbal action while those in -ança / -ancia, -ença / -encia
referred to a resulting state or condition. The line between these two semantic categories
could often be blurry and easy to cross. Consequently, derivatives in all the suffixes at
issue here may have, for many speakers or writers, have become quasi-synonymous or
functionally equivalent, a situation that may have culminated in the early modern
language in the elimination of what many members of the speech community viewed as
superfluous variants. However, in most cases there is probably no way to determine
with any high degree of certainty why in some cases speakers chose the derivative in -
miento and in others its rival. Any attempt to answer this legitimate and difficult
question would require a careful monographic study of the history of each relevant item,
a task far beyond the scope of this paper.

The loss in the medieval and early modern language of many -miento derivative in favor
of their counterparts in -ción may not result from any formal or semantic conditions that
undermined this suffix. In all likelihood this shift may have been initiated in the written
language of the late medieval period by those few members of the speech community

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S. N. Dworkin. Suffixal Rivalries in Medieval Spanish
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who had some familiarity with Latin. At this time the language was undergoing what
some workers (Harris-Northall 1999, Dworkin 2010) have called the re-Latinization of
both its lexicon and its semantic structures. As part of this process, when faced with
(nearly-) functionally equivalent or synonymic pairs of derivatives, speakers (or perhaps
better, writers) may have opted for the Latinate option. This desire may also account for
the eventual triumph of Latinate -ancia, -encia over -ança, -ença, and of -ción over its
vernacular counterpart -zón. The period 1450-1650 is also a crucial moment in the effort
to create a written standard language. As noted at the beginning of this paper,
standardization involves the reduction (at least in the written language) of what the
speech community may perceive as unnecessary variation with regard to orthography
and inflectional and derivational morphology.

This study is meant to serve only as a brief introduction to some of the issues posed by
the history of deverbal abstract nouns in -miento. By no means does it even come close
to being a history of the genesis and vicissitudes in Old Spanish of the suffix at issue. In
reality, the study of the origin, integration, and spread of a suffix (or any other
derivational morpheme for that matter) often becomes the analysis of each word bearing
that suffix. The systematic study of derivatives has been one of the most neglected
aspects of Romance etymology. At best, Romance etymological dictionaries record,
usually without discussion, some or most of the derivatives coined from the base under
study. The maxim "Each word has its own history", originally coined with regard to the
study of sound change, applies equally well both to the diachronic study of lexical bases
as well as to any resulting derivatives. Diachronic derivational morphology is, in
essence, a branch of etymology6.

Referencias bibliográficas

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Arabischen in das Altspanische zur Zeit Alfons des Weisen. Beihefte zur Zeitschrift für
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Notas
1
Haring (1978: 79-89) lists and analyses the semantic function of the numerous deverbal nouns
in -miento found in the Alfonsine legal compilation known as the Setenario, a text that has not been
preserved in any of the surviving manuscripts from the royal chancellery (and thus not included in the
data available in Penny 1987).
2
This rare noun is formed from OSp. camiar.
3
The noun matamiento is abundantly documented in other sources, especially the mid-thirteenth-century
version of the Bible preserved in Escorial MS i-j-6 and in the late-fourteenth-century writings of Juan
Fernández de Heredia.
4
The CORDE database offers almost sixty additional examples of seguramiento, of which the
overwhelming majority are found in legal texts.
5
For many additional examples taken from fifteenth-century texts from the Crown of Aragon, and
analysis, see Raab (2014: 62-69, 73-75).
6
Cfr. "I contend that etymology and diachronic derivational morphology appear to be but two sides of
thesame coin" (Dworkin 1985: 79).

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Els sufixos intensius en el Diccionari català-valencià-balear1


Maria-Pilar Perea
Universitat de Barcelona
mpilar.perea@ub.edu

Resum

És ben sabut que el Diccionari català-valencià-balear (DCVB) pren en consideració, en


les definicions i en els exemples, la llengua antiga i la moderna i la llengua oral i la
literària. La seva microestructura inclou, a més, tres apartats (fonètica, derivació –amb
l’etiqueta “Intens[ius]”– i etimologia) que apareixen en una bona part de les seves
150.964 entrades, els quals li atorguen una compleció i una singularitat que l’allunyen
dels diccionaris convencionals. Aquest treball se centra en els derivats que apareixen en
el DCVB. Seria esperable que aquests constessin com a entrada (p. ex., “afeinassat”),
però el més habitual és que s’incloguin en l’apartat “Intens[ius]” de cada lema. Aquest
estudi pretén, d’una banda, justificar metodològicament l’aparició d’aquest apartat en el
DCVB; d’una altra, estudiar lingüísticament els tipus de sufixos que componen els
derivats, els quals apareixen en gairebé 4.000 entrades.

Paraules clau: lexicografia, derivació, lèxic, sufixos

Abstract

It is well known that the Diccionari català-valencià-balear (DCVB) takes into account
the ancient, modern, oral and literary language in its definitions and examples. Its
microstructure also includes three sections (phonetics, derivation –with the label
“Intens[ius]” ‘intensives’– and etymology) which appear in a large part of its 150,964
entries. This configuration gives it a completeness and a singularity that moves it away
from conventional dictionaries. This work focuses on the derivatives that appear in the
DCVB. These derivatives might be expected to have their own separate entries (e.g.
“afeinassat” ‘busy’), but the most usual thing is that they are included in the "Intens
[ius]" section of each entry. This study aims, on the one hand, to justify
methodologically the appearance of this section in the DCVB; and on the other, to study
the types of suffixes that are added at the ends of the words to make the derivatives,
which appear in almost 4,000 entries.

Keywords: lexicography, derivation, lexicon, suffixes

1. Introducció

És ben sabut que el Diccionari català-valencià-balear (DCVB) pren en consideració, en


les definicions i en els exemples, la llengua antiga i la moderna i la llengua oral i la
literària. La seva microestructura inclou, a més, tres apartats prou extensos (fonètica,
derivació –amb l’etiqueta “Intens[ius]”– i etimologia), que apareixen en una bona part

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de les seves 150.964 entrades, els quals li atorguen una compleció i una singularitat que
l’allunyen dels diccionaris convencionals. Aquest treball se centra en els derivats que
apareixen en el DCVB2. Seria esperable que aquests constessin com a entrada (p. ex.,
“afeinassat”), però el més habitual és que s’incloguin en l’apartat “Intens[ius]” de cada
lema. Aquest estudi pretén, d’una banda, justificar metodològicament l’aparició
d’aquest apartat en el DCVB; d’una altra, estudiar els tipus de sufixos que componen els
derivats, els quals apareixen en 3.721 entrades.

L’estudi es divideix en vuit parts, a més de la introducció. En primer lloc, s’examina el


concepte “intensiu” tant des del punt de vista dels autors del DCVB com des del punt de
vista de la descripció lingüística; en segon lloc, es presenten les dues classificacions
més extenses en què s’integren els derivatius d’un bon nombre de lemes; en tercer lloc,
es mostren les classificacions més reduïdes on s’incorporen alguns intensius de
determinats lemes; en quart lloc, es desenvolupen tres elements del DCVB que estan
relacionats amb la derivació (els noms propis, les fonts documentals i la informació
dialectal); en cinquè lloc, es descriuen els sufixos que no encaixen en cap de les
classificacions anteriors; en sisè lloc, s’enumeren els sufixos que apareixen en l’apartat
“intensius”; en setè lloc, s’exploren els derivatius recollits en els quaderns de camp
d’Alcover i Moll amb la finalitat comprovar fins a quin punt el contingut va ser utilitzat
en la redacció del DCVB. El treball es tanca amb les conclusions.

2. El concepte “intensius” en el DCVB

En la introducció de la segona edició del DCVB, concretament en l’epígraf “Estructura


dels articles”, Moll explica la tècnica que s’ha emprat en la redacció dels articles
d’aquesta obra a partir de la descripció de l’entrada CABRA. A més de fer referència als
diversos apartats que componen la citada entrada lèxica, indica, en parlar dels intensius:
“A molts d’articles de substantius i adjectius, apareix un paràgraf d’intensius (Intens.),
en el qual s’indiquen els principals augmentatius o diminutius derivats del mot cap
d’article (per exemple: de cabra, augmentatius cabrassa, cabrarra, etc.; diminutius
cabreta, cabretxa, etc.)”. L’apartat “intensius”, doncs, es limita a augmentatius i
diminutius, ja que els col·lectius i “intensius de formació especial o irregular, o de
particularitats semàntiques, es dediquen articles especials (cabrum, cabrella, etc.)” (p.
xxvi).

Aquesta descripció tan breu contrasta amb el que Alcover va redactar en la primera
edició del DCVB (p. xiv-xv), que resulta molt aclaridor per donar compte de la
presència i distribució de les diferents formes derivades en el diccionari i en l’esmentat
apartat d’“intensius”. Hi dedica un subapartat de l’epígraf 2, “Estructura dels articles”.
Pel seu interès, i pel fet que el volum en qüestió no és fàcilment accessible, es
reprodueix a continuació3:

Hi ha en la nostra llengua, principalment en els dialectes valencians y balears, una


gran abundància d’intensius (aumentatius, diminutius, etc.) formats de sustantius
o adgectius ab determinats sufixes, y que formen una riquesa morfològica y lèxica
tan grossa que cap llengua romànica, en no esser l’italiana, s’hi pot acomparar.
Per expressar, v. gr., l’idea d’una dent grossa, podem donar an el mot dent totes
aquestes formes: dentarra, dentarràs, dentarrassa, dentarro, dentarrot,

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dentarrota, dentàs, dentassa, dentél·la (Eyvissa), dentola (València), dentolarra,


dentolarro, dentot, dentota y qualcuna altra4. Inversament, per significar una dent
petita porem emprar la paraula dent sufixada ab totes aquestes formes: denteta,
dentetxa, dentèl·la (Mallorca), dentina, dentiu, dentiua, dentó, dentona, dentonet,
dentoneta, dentarrí, dentarrina, dentarrinet, dentarrineu, dentarrinó, dentarrinoy,
dentarró, dentarronet, dentarroneu, etc.5
Les formes intensives d’un mot poden esser de dues classes: a) intensius ordinaris,
qui no tenen en llur significació més diferència respecte del positiu que
l’expressar aument o diminució de l’idea que el positiu designa; b) intensius qui
ha pres un cayre especial de significació qui no ès merament lo d’aument o
diminució del positiu, ès a dir que són per llur valor semàntica mots novells,
diferents y en certa manera independents del positiu. Els intensius pertanyents a la
primera classe, o sia que no afigen al mot cap novella variant de sentit, el posam
dins el mateix article del positiu, en una secció especial encapsalada ab
l’abreviatura “Intens.” (=intensius). Ara els qui presenten un cayre nou de
significació, el posam com a caps d’articles especials en lo lloch que
alfabèticament correspòn a cadascún. Segons aquest criteri, les formes
diminutives finestreta, finestretxa, finestreua, qui no expressen més idea que la de
‘finestra petita’, just les posam secundariament dins lo mateix article finestra; mes
la forma finestró, també diminutiva, la posam com a cap d’article diferent, perque
ja no significa sols ‘finestra petita’ sino ‘porticó d’una finestra’. Un dels
diminutius de porta ès portica, que va inclòs dins la secció d’intensius de l’article
porta; però l’altre diminutiu porticó ja mereix esser cap d’un article especial, car
no significa just ‘porta petita’ en general, sino ‘porteta col·locada a una finestra’.
La paraula bressol ès originàriament un diminutiu afectuós de bres; però a forsa
d’usarse ès arribada a perdre sa forsa diminutiva y a convertirse en un positiu, en
un vertader sinònim de bres, y a donar per son conte un bell esbart de derivats
com bressolet, bressolada, bressolar, etc.; donchs bé, el mot bressol té plena
suficiència d’autonomia per poder esser cap d’article, y per lo tant cal escriure un
article bressol totalment emancipat de l’article bres.

Aclarida la distribució dels derivatius en les entrades del DCVB, es plantegen, però,
altres qüestions, que s’intentarà de respondre en aquest article, entre altres: l’apartat
“intensius” és homogeni?; té la mateixa estructura i contingut en totes les entrades que
l’inclouen?; s’indica la procedència dialectal de determinades formes derivades?, es
coneix la font de documentació (oral o escrita) dels intensius enumerats?

D’altra banda, des d’un punt de vista lingüístic, el concepte derivatiu “intensiu”, s’entén
com el “prefix o sufix que, en unir-se al mot primitiu, hi aporta un valor d’èmfasi
d’increment o un grau elevat de respecte a la forma bàsica: supermercat, extraplana.
Per extensió, els mots amb prefixos o sufixos intensius també s’anomenen genèricament
intensius” (Pérez Saldanya et al. 1998: s. v. intensiu). Aquesta definició explica sols una
part del concepte que Alcover i Moll apliquen en el seu diccionari, tenint en compte
que, en realitat, adopten la divisòria bàsica entre a) sufixos expressius, emotius o
apreciatius, que englobarien els augmentatius i diminutius; i b) sufixos modificadors,
que formalment poden ser els mateixos que els anteriors, però que tenen la facultat de
modificar la base i generar una altra significació. Aquests darrers són els que, segons
Alcover, encapçalarien un nou article.

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A diferència de la classificació que fa la Gramàtica de l’Institut d’Estudis Catalans


(GIEC) en relació amb els sufixos valoratius (p. 393): a) augmentatius i diminutius,
d’acord amb la característica dimensional; b) despectius, d’acord amb l’apreciació
afectiva; i c) intensius, d’acord amb els matisos en la intensitat o en la modalitat de
l’acció; el DCVB engloba sota l’etiqueta d’“intensius” precisament els sufixos
augmentatius, els diminutius, despectius (o pejoratius) i els valoratius (d’elogi,
laudatoris o afectius), cosa que mostra la inexistència d’un acord absolut des d’un punt
de vista terminològic.

Aquest estudi se centra en particular en els sufixos intensius del DCVB que estan
inclosos en la secció “Intens[ius]”, per bé que, en alguns casos, es tindran en compte els
modificadors, atès que aquests també són susceptibles de generar derivació apreciativa,
de caràcter diminutiu, augmentatiu o pejoratiu. Hi ha 3.721 lemes que incorporen
l’esmentada secció. Les formes derivatives incloses en l’apartat “intensius” d’aquestes
entrades no presenten una forma homogènia ni sistemàtica. Òbviament, no poden
contenir el mateix nombre de formes derivades, ja que aquest fet depèn de la base i de
l’ús que el parlant hi atorga, però el cert és que no tenen una estructura similar, ja que,
de vegades, presenten una divisió bipartida, integrada per augmentatius i diminutius, o
tripartida, formada per augmentatius, diminutius i pejoratius. Sovint, els derivats de
cada grup apareixen seriats, sense constar la tipologia a què pertanyen; o, de vegades,
apareixen altres criteris que cal prendre en consideració en intentar entendre la
metodologia emprada pels autors en fer la disposició dels diversos derivatius. En els
apartats següents se’n farà l’agrupació i la descripció corresponents.

3. Els sufixos intensius: els dos grans grups

L’apartat intensius és present en un 2,46% de les entrades del DCVB. Una part dels
derivats que integren la secció “intensius” es poden classificar, respectivament, en dues
o en tres agrupacions. En el primer cas, es tracta d’augmentatius i diminutius d’un
determinat lema (§3.1); en el segon cas, es tracta dels augmentatius, diminutius i
pejoratius de certs lemes (§3.2). Els intensius que ilustren les clasificacions subsegüents
s’han extret de l’apartat corresponent que figura en algunes de les entrades lèxiques del
DCVB. En la majoria dels casos, s’ha optat per les solucions més il·lustratives i
representatives.

3.1. Els augmentatius i els diminutius

La primera gran agrupació que apareix en l’apartat “intensius” del DCVB és la que
integra els augmentatius i diminutius corresponents (537 = 14,43% del total) de
determinats lemes, els quals poden contenir un nombre divers de formes derivades. La
xifra menor té un caràcter unitari per a cada grup6. Aquesta divisió bipartida és present
al llarg de tot el diccionari ja que es pot trobar entre els lemes abatzer i xot.

(1) agrós, -osa: Intens.: a) dim.: agroset, -eta; b) augm.: agrosot, -ota.
Aladroc: Intens. Augm.: aladrocot. Dim.: aladroquet.

En contrapartida, altres lemes poden incloure un nombre de derivats prou extens:

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(2) branca: Intens.: a) Augm.: brancassa, brancarra, brancota, brancot,


brancarrassa. b) Dim.: branqueta, branquetxa, branquel·la, branqueua,
branquiua, brancona, brancó, brancoia, brancoi, branquilló.
budell: Intens. a) Augm.: budellàs, budellarro, budellot. b) Dim.: budellet,
budelletxo, budellel·lo, budelleu, budellí, budelló, budellei, budelloi,
budellengo, budellingo, budellineu, budellinoi, budellinoiet.

A aquesta bipartició en augmentatius i diminutius es poden afegir, d’una banda, un


conjunt de lemes (262; 7,04% del total) que inclouen l’apartat “intensius” i que
presenten dues úniques formes acabades, respectivament, amb -et i -ot, les quals es
correspondrien amb la corresponent forma diminutiva i augmentativa de l’exemple (1),
però sense que s’indiqui la pertinença a un determinat grup:

(3) arremangat, -ada: Intens.: arremangadet, -eta; arremangadot, -ota.


escapada: Intens.: escapadeta; escapadota.

D’una altra banda, també s’hi poden afegir un grup de lemes (286 = 7,68% del total),
integrat per adjectius, els derivatius dels quals compten amb una tripartició sistemàtica:
els esmentats -et i -ot i un derivat superlatiu, -íssim, que, com es veurà més endavant,
forma una agrupació per ell mateix (§2.2.1), però que alhora també sol aparèixer quan el
lema de referència és un adjectiu.

(4) afortunat, -ada: Intens.: afortunadet, -eta; afortunadot, -ota;


afortunadíssim, -ima.
ociós, -osa: Intens.: ocioset, -eta; ociosot, -ota; ociosíssim, -íssima.

En els exemples esmentats ja es recullen una bona part dels sufixos que apareixen en la
majoria de derivats que recull el DCVB, alguns dels quals es poden disposar de manera
seqüencial:

(5)
Diminutius Augmentatius
-et: agros+et; aladroqu+et; branqu+et+a; -ot: agros+ot; aladroc+ot; branc+ot+a,
budell+et branc+ot, budell+ot
-etx: branqu+etx+a; budell+etx+o -às: branc+ass+a; budell+às
-el·l: branqu+el·l+a -arr: branc+arr+a; budell+arr+o
-eu: branqu+eu+a; budell+eu -arr+às: branc+arr+ass+a
-iu: branqu+iu+a
-ó(n): branc+on+a, branc+ó; budell+ó
-oi: branc+oi+a; branc+oi; budell+oi
-ill+ó(n): branqu+ill+ó
-í(n): budell+í
-ei: budell+ei
-eng+o: budell+eng+o
-ing+o: budell+ing+o
-in+eu: budell+in+eu
-in+oi: budell+in+oi
-in+oi+et: budell+in+oi+et
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Aquesta disposició seqüenciada motiva que en l’apartat “intensius” d’alguns lemes, el


DCVB inclogui, entre parèntesis, l’etiqueta “doble diminutiu” o “doble augmentatiu”,
que recull precisament alguns d’aquests sufixos concatenats. Com es pot observar a (6),
el lema és ja una forma derivada. La citada etiqueta apareix sols en 15 ocurrències
(0,4% del total):

(6) floretina: Intens. doble dim.: floret+in+oi+a.


cantiró: Intens. doble diminutiu: cantir+on+et.
grandàs, -assa: Intens. dobles augmentatius: grand+ass+às,
grand+ass+arro, grand+ass+ot.
covonet: Intens. dobles diminutius: covon+et+et, covon+et+ó.
rajolí: Intens. dobles diminutius: rajol+in+et, rajol+in+oi, rajol+in+etx+o,
rajolin+el·l+o, rajol+in+eu.
xicotiu, -iua: Intens. (doble dim.): xicot+iu+et.
xurmí: Intens. (doble diminutiu): xurm+in+et.
fotim: Intens. (dobles diminutius): fot+im+ei, fot+im+ó.
maneta: Intens. (dobles diminutius): man+et+et+a, man+et+etx+a,
man+et+iu+a, man+et+on+a, man+et+oi+a, man+et+ing+a.
olleta: Intens. (dobles diminutius): oll+et+et+a, oll+et+etx+a, oll+et+eu+a,
oll+et+iu+a, oll+et+in+a, oll+et+on+a, oll+et+oi+a, oll+et+ó, ollet+oi.
fesset: Intens.: fess+et+et (doble diminutiu).
xaió: Intens.: xai+o+net (doble dim. de xai).
cossarrí: Intens. per reforçar el diminutiu: coss+arr+in+eu, coss+arr+in+oi,
coss+arr+in+ó, coss+arr+in+oi+et.
llobató: Intens., doble dim.: llobat+on+et.
animaló: Intens., dobles diminutius: animal+on+et, animal+on+eu.

3.2. Els augmentatius, els diminutius i els pejoratius

Una altra bona part dels derivatius inclosos en l’apartat “intensius” dels lemes del
DCVB es classifiquen en tres grups formats per diminutius, augmentatius i pejoratius
(707 = 19,05% del total). Aquesta divisió també és present al llarg de tot el diccionari ja
que hi pot aparèixer entre els lemes abric i xoric. Com en el cas anterior, cada grup pot
tenir un nombre divers de derivats. De caràcter unitari:

(7) noi: Intens.: a) Augm.: noiàs. b) Dim.: noiet. c) Pejor.: noiot.


tia: Intens.: a) Augm.: tiassa. b) Dim.: tieta. c) Pejor.: tiota.

A aquest grup cal afegir una sèrie de 375 lemes (10,07 % del total) que contenen
l’apartat “intensius”, amb la mateixa tripartició indicada a (7) però que no estan
encapçalats amb les etiquetes corresponents, sinó disposats correlativament un darrere
l’altre, de vegades sense seguir un mateix ordre:

(8) aiguardent: Intens.: aiguardentet, aiguardentot, aiguardentàs.


mostatxut, -uda: Intens.: mostatxudet, -eta; mostatxudàs, -assa;
mostatxudot, -ota.

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Sembla que d’aquesta tripartició es desprèn que -et és el sufix diminutiu; -às,
l’augmentatiu; i -ot, el despectiu. Tanmateix, el conjunt de dades no avala en tots els
casos aquesta afirmació inicial.

En alguns lemes, la tripartició indicada pot presentar també una xifra força elevada:

(9) home: Intens.: a) Augm.: homenàs, homenarro, homenatxo, homenatxot. b)


Dim.: homenet, homenetxo, homenel·lo, homenic, homenico, homeniu,
homenoi, homenicoi, homeniqueu, homeneu, homenillo, homeningo,
homeniquet, homeniquiu. c) Pejor.: homenot.
pedra: Intens.: a) Augm.: pedrassa, pedral, pedrassarra, pedrota, pedrot. b)
Dim.: pedreta, pedretxa, pedrel·la, pedreua, pedrica, pedriua, pedrona,
pedró, pedrolí, pedrolina, pedrolinet, pedrolineu, pedrolinetxo, pedrolinoi.
c) Pejor.: pedrota, pedrot.

Novament els derivats contenen una bona representació de sufixos propis de cada grup,
alguns dels quals, també en disposició seqüencial, ja havien aparegut a (5).

(10)
Diminutiu Augmentatiu Pejoratiu
-et: noi+et; ti+et+a; -às: noi+às; ti+ass+a; -ot: noi+ot; ti+ot+a;
homen+et; pedr+et+a homen+às; pedr+ass+a; homen+ot; pedr+ot+a;
-etx: homen+etx+o; homen+às; pedr+ot
pedr+etx+a pedr+ass+arr+a
-ic: homen+ic; -ot: pedr+ot+a; pedr+ot
homen+ic+o; -al: pedr+al
homen+ic+oi; -arr: homen+arr+o
homen+iqu+eu; -atx: homen+atx+o;
homen+iqu+et; homen+atx+ot
homen+iqu+iu
-el·l: pedr+el·l+a
-iu: homen+iu
-ó(n): pedr+on+a,
pedr+ó
-oi: homen+oi
-ill: homen+ill+o
-í(n): pedrol+í;
pedrol+in+a;
pedrol+in+et;
pedrol+in+eu;
pedrol+in+etx+o;
pedrol+in+oi
-eu: homen+eu;
pedr+eu+a
-ing+o: homen+ing+o

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Com es pot comprovar a partir dels exemples, la formació de diminutius és més rendible
que la d’augmentatius i pejoratius des del punt de vista de la concatenació de sufixos.
D’altra banda, el sufix -ot pot ostentar el valor tant d’augmentatiu com de pejoratiu.

A més, com en el cas anterior, es poden afegir a aquesta agrupació la sèrie de 30 lemes
(= 0,8% del total), també integrada per adjectius, els derivatius dels quals compten amb
els esmentats -et, -ot i -ás i un derivat superlatiu, -íssim. Veg. §2.2.1.

(11) gelós, -osa: Intens.: geloset, -eta; gelosot, -ota; gelosàs, -assa; gelosíssim, -
íssima.
mudat, -ada: Intens.: mudadàs, -assa; mudadet, -eta; mudadot, -ota;
mudadíssim, -íssima.

4. Els sufixos intensius: els grups reduïts

4.1. Els augmentatius o els diminutius

Relacionats amb els diminutius i amb els augmentatius, hi ha també un grup de lemes,
en el grup d’intensius dels quals sols figuren o bé els augmentatius o bé els diminutius
(51 = 1,37%). Els augmentatius compten sols amb quatre ocurrències, que presenten els
sufixos -às i -ot, els quals ja havien aparegut fins ara.

(12) garbinada: Intens. augm.: garbinad+ass+a.


greixando: Intens. augm.: greixand+às, -ass+a.
parrasca: Intens. augm.: parrasc+ass+a.
vagarro: Intens. augm.: vagarr+às, -ass+a; vagarr+ot, -ot+a.

En canvi, hi ha 48 ocurrències pel que fa als diminutius. El nombre de solucions


derivades varia considerablement segons el lema de referència. És especialment
interessant la varietat de formes diminutives que presenta el mot “mica”, i la successió
de formes sufixades concatenades.

(13) comtessa: Intens. dim.: comtess+et+a.


gerret: Intens. dim.: ger+ret+et, gerr+et+ó, gerr+et+í.
mica: Intens. dim.: miqu+et+a, miqu+etx+a, miqu+eu+a, miqu+iu+a,
mic+on+a, mic+o+ïn+a, miqu+ing+a, mic+ot+a, mic+on+ot+a,
mic+on+et+a, mic+on+eu+a, mic+on+iu+a, mic+oi+a, mic+arr+in+a,
mic+on+ing+a, mic+orr+ot+et+a, mic+ot+et+a, mic+orr+ot+iu+a,
mic+orr+ot+ing+a, mic+orr+in+a, mic+orr+in+et+a, mic+ot+iu+a,
mic+orr+ot+iu+a, mic+orr+ot+iu+et+a, mic+on+in+a.
volant: Intens. dim.: volant+et.

En cinc casos, els derivats diminutius van seguits de pejoratius, grup que ja
acompanyava els augmentatius i els diminutius en l’esmentat bloc ternari.

(14) filet: Intens.: a) Dim.: filet+et, filet+ó, filet+oi, filet+iu. b) Pejor.: filet+ot.
grava: Intens.: a) Dim.: grav+et+a. b) Pejor.: grav+ot+a.
marfegó: Intens.: a) Dim.: marfegon+et. b) Pejor.: marfegon+ot.

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panet: Intens.: a) Dim.: panet+et, panet+ó, panet+oi, panet+eng+o,


panet+ing+o. b) Pejor.: panet+ot.
punt: Intens.: a) Dim.: punt+et, punt+etx+o, punt+eu, punt+í, punt+iu,
punt+arr+í. b) Pejor.: punt+ot.

Cal observar, d’una banda, que marfegó7 i panet ja contenen sufixos intensius, però, pel
fet de designar noves realitats, constitueixen entrades lèxiques noves; i, d’una altra, que
els sufixos diminutius són recurrents i alguns coincideixen amb els que s’han indicat
més amunt.

Als dos grups esmentats, poden afegir-se els 100 (2,68% del total) derivatius que
contenen alguns lemes que inclouen els sufixos paradigmàtics dels augmentatius (-ot i/o
-às) i dels diminutius (-et).

Pel que fa als augmentatius, hi ha 8 ocurrències que contenen solament -às, i una que
conté -ot, per exemple8:

(15) èxit: Intens.: exitàs.


incendi: Intens.: incendiàs.
mandró: Intens.: mandronàs, -assa.
matrona: Intens.: matronassa.

N’hi ha 10 que contenen -ot i -às, per exemple:

(16) bàrbar, bàrbara: Intens.: barbarot, -ota: barbaràs, -assa.


cap-gros: Intens.: capgrossot, -ota; capgrossàs, -assa.
cotxada: Intens. augm.: cotxadassa, cotxadota.
erm, erma: Intens.: ermàs, ermot.

Pel que fa als diminutius, 81 ocurrències, tant adjectius com substantius, contenen
solament -et, per exemple:

(17) baldat, -ada: Intens.: baldadet, -eta.


contemplació: Intens.: contemplacioneta.
orellal: Intens.: orellalet.

I, a més, hi ha 92 ocurrències (2,47%), corresponents a adjectius, que inclouen tant el


sufix diminutiu com el superlatiu; per exemple:

(18) interessant: Intens.: interessantet, -eta; interessantíssim, -íssima.


penós, -osa: Intens.: penoset, -eta; penosíssim, -íssima.

4.2. Altres grups cohesionats d’intensius

Un examen detingut de l’apartat intensius dels lemes del DCVB detecta també altres
grups prou cohesionats relacionats amb la derivació: els que corresponen als grups de
superlatius, de pejoratius, de despectius, d’augmentatius (d’elogi o laudatoris) i

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d’afectius. Els quatre darrers grups són presents en un nombre no gaire elevat d’entrades
(36 = 0,96%); per contra, el grup dels superlatius es troba en 338 lemes (9,08%).

4.2.1. Els superlatius

Com es pot comprovar en els exemples, el terme superlatiu no acompanya sempre


l’etiqueta “intensiu”:

(19) abonat, -ada: Intens.: abonadíssim, -íssima.


absolutament: Intens.: absolutíssimament.
esplèndid, -èndida: Intens. superl.: esplendidíssim, -issima.
esplèndidament: Intens. superl.: esplendidíssimament.

S’observa, ordenant alfabèticament els lemes que presenten superlatius, que aquests es
poden trobar entre els mots abonat -ada i voraçment, però que l’aparició del terme
“superlatiu”, acompanyant la secció “intensius”, es generalitza a partir de l’entrada
evidentment9. Fins aleshores la presència del terme era irregular. Cal fer notar, d’altra
banda, que, com s’ha indicat, molts dels adjectius que contenen formes derivatives,
inclouen també formes superlatives, fet que incrementa notablement el nombre de
derivats que incorporen aquest tipus de sufix.

4.2.2. Els pejoratius

L’apartat “intensius” de 10 lemes conté l’etiqueta “pejoratiu” (en alguns casos hi pot
haver derivats d’altres grups ja citats); per exemple:

(20) comte: Intens. dim.: comt+et, comt+etx+o (pejor.).


comú: Intens. pejor. (en l’acc. II || 3)10: comun+ot.
farnaca: Intens. pejor.: farna+cot+a.
heretge: Intens. pejor.: heretg+et, -eta; heretj+ot, -ot+a.
pur: Intens.: a) Superl.: pur+íssim, -ísim+a. b) Pejor. (en l’accepció || 4):
pur+et, pur+ot, pur+and+o, pur+ang+o.

Cal observar que, com a pejoratius, a més de -ot, apareixen en alguns casos els
sufixos -etx+o, -and+o, -ang+o, i fins i tot -et, en l’accepció “(dial.) Beneitot, curt
d’enteniment (Mall.)”, cosa que també s’esdevé en el grup següent. Aquest fet demostra
l’estreta relació que existeix entre els sufixos i els aspectes lexicosemàntics.

4.2.3. Els despectius

Hi ha sols tres mostres d’intensius despectius, que molt probablement tenen el mateix
caràcter que els pejoratius, i podrien ser afegits al grup anterior:

(21) conservador: Intens. (aplicats principalment en to despectiu al || 3) 11 :


conservador+et, conservador+etx+o, conservador+ot.
cultivàs: Intens. despectiu: cultivass+ot.
feram: Intens. despectiu: feram+ot, afaram+ot.

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4.2.4. Els augmentatius (d’elogi o laudatoris)

El DCVB, juntament amb altres derivatius, diferencia 15 lemes que contenen


augmentatius de to elogiós o laudatori. La majoria fa referència a oficis. Així, entre
altres:

(22) dentista: Intens.: a) Augm. i elogiós: dentistàs. b) Dim. i pejor.: dentistetxo.


dependent: Intens.: a) Augm. i laudatori: dependentàs. b) Dim. i pejor.:
dependentet, dependentetxo, dependenteu, dependentó, dependentot.
director: Intens.: a) Augm. d’elogi: directoràs. b) Pejor.: directorot,
directoretxo, directorel·lo, directoreu.
discurs: Intens.: a) Augm. i d’elogi: discursàs. b) Dim.: discurset. c) Dim. i
pejor.: discursetxo, discursel·lo, discurseu. d) Augm. que pot esser d’elogi i
pejor.: discursarro. e) Augm. i pejor.: discursot.
escriptor: Intens.: a) Augm. i de lloança: escriptoràs. b) Dim. i de
menyspreu: escriptoret, escriptoretxo, escriptorel·lo, escriptoreu. c) Pejor.:
escriptorot.
formatge: Intens.: a) Augm. i laudatori: formatjàs, formatjarro. b) Dim.:
formatget, formatgel lo, formatgeu, formatgiu, formatjó, formatjoi. c) Pejor.:
formatjot.
músic: Intens.: a) Augm. (laudatori): musicàs. b) Dim. (generalment
despectius): musiquet, musiquetxo, musiquel·lo. c) Pejor.: musicot.
professor: Intens.: a) Augm. (elogiós): professoràs. b) Dim. (despectiu):
professoretxo. c) Dim. (que pot esser elogiós o despectiu): professoret. d)
Pejor.: professorot.

4.2.5. Els afectius

Finalment, 8 lemes contenen intensius de to afectiu. Com en el cas anterior, l’apartat


inclou també els altres grups esmentats, corresponents a augmentatius, despectius i
superlatius.

(23) beat: Intens.: a) Afectuosos: beatet, -eta; beaó, -ona. b) Despectius: beatot,
-ota; beatarro, -arra; beatetxo, -etxa; beatutxo, -utxa; beatul lo, -ul·la.
cec: Intens. afectuós: ceguet, -eta.
content: Intens.: a) Afectuosos: contentet, -eta; contentó, -ona. b) Superl.:
contentíssim, -ima.
foraster: Intens.: a) Afectuosos: forasteret, -eta; forasteró, -ona. b) Pejor.:
forasterot, -ota; forasteretxo, -etxa; forasterando, -anda; forasteratxo, -
atxa; forasterarro, -arra; forasterango, -anga.
pagès: Intens.: a) Afectuosos: pageset, -eta; pagesó, -ona. b) Pejor.:
pagesetxo, -etxa; pagesando, -anda; pagesango, -anga; pagesarro, -arra;
pagesol, -ola; pagesot, -ota. c) Augm.: pagesàs, -assa.
son: Intens.: a) Dim. i afectuosos: soneta, sonarrina. b) Pejor.: sonota. c)
Augm.: sonassa.

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5. Altres grups relacionats amb els intensius

Altres tres grups relacionats amb la derivació són els que es refereixen als noms propis,
als documents que serveixen de testimoni de l’ús dels intensius i als que es relacionen
amb certes localitats o àrees dialectals o il·lustren determinats usos.

5.1. Els noms propis

El DCVB inclou 72 (1,93%) lemes que contenen un apartat d’intensius en noms propis:
23 corresponen a noms de dona i 49, a noms d’home.

Pel que fa als noms propis femenins, alguns contenen la divisió entre afectius i
pejoratius o despectius:

(24) aina: Intens. afectius: a) de simpatia: Aineta, Ainona, Ainons; b) pejor.:


Ainota, Ainot.
ainès: Intens. afectius: a) de simpatia: Aineseta, Ainesó; b) pejoratiu:
Ainesota.
anna: Intens.: a) Afectuosos: Anneta, Annona, Annetona; b) Pejor.: Annota,
Annot.
francina: Intens.: a) Afectuosos: Francineta, Francinona, Francinons; b)
Despectiu: Francinota, Francinot.
teresa: Intens. afectuosos: Tereseta, Teresina, Teresona, Teresó, Teresica,
Teresic.
vicenta: Intens. afectuós: Vicenteta (en valencià pronunciat Vissanteta)12.

N’hi ha que sols contenen l’explicitació de diminutius:

(25) eulàlia: Intens. dim.: Eulalieta (Eularieta), Laiota.


mercè: Intens. dim. (del nom propi de dona Mercè): Merceneta; Mercenona.

Altres s’inclouen, sense cap mena d’etiquetatge addicional, en l’apartat intensius:

(26) antònia: Intens.: Antonieta, Antoniota.


francina-aina: Intens.: Francina-Aineta, Francina-Ainons.
llucia: Intens.: Llucieta; Lluciota.
magdalena: Intens.: Magdaleneta; Magdalenona; Magdalenons;
Magdalenota.
margarida: Intens.: Margarideta; Margaridoia; Margaridota; Margaridó.
maria: Intens.: Mariassa; Marieta; Marietxa; Mariona; Marió; Mariota;
Mariot.

En alguns casos, l’apartat intensius també pot incloure hipocorístics:

(27) francesca: Intens.: i abreviacions: Francesqueta, Francescona (De na


Franceschona filla dels dits marit e muller, doc. a. 1358, arx. mun. de
Barc.); Cisca; Xesca; Xeca; Quica.

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guida: Intens.: a) Dim. i afectuosos: Guideta, Guidona, Guidons. b)


Despectius: Guidota, Guidot.
josepa: Intens. a) Formes abreviades: Jepa, Pepa, Bepa. b) Augm.:
Josepassa, Jepassa, Pepassa, Bepassa. c) Dim.: Josepeta, Jepeta, Pepeta,
Pepica, Jepica, Josepona, Jepona, Pepona, Bepona. d) Pejor.: Josepota,
Jepota, Pepota, Bepota.
munda [Raimunda]: Intens.: dim. Mundeta.
narda [Bernarda, val.]: Intens. dim. afectuós: Nardeta.
talena: Intens.: Talenic, Talenó (=Magdaleneta).
tona: Intens. dim.: Toneta.

En el primer exemple apareix una referència documental d’un dels derivatius, que
constitueix una mostra del que es descriurà a §5.2.

Pel que fa als nom masculins, alguns es divideixen en afectius i pejoratius (o


despectius):

(28) andreu: Intens. a) Afectuosos: Andreuet, Andreuel·lo, Andreuetxo, Andreuó.


b) Pejor.: Andreuot.
felip: Intens.: a) Dim. i afectuós: Felipet, Felipó. b) Pejor.: Felipot.

Altres contenen mostres de formes diminutives i augmentatives (i també, en algun cas,


pejoratives):

(29) cristòfol: Intens.: a) Augm. pejor.: Cristofolot. b) Dim.: Cristofolet,


Cristofoleu, Cristofoló, Cristofolí.
joan: Intens.: a) Formes abreviades (vulgarismes): Jan, Nan. b) Augm.:
Joanàs, Joanarro. c) Dim.: Joanet, Janet, Janic, Joaniquet, Joanó. d)
Pejor.: Joanot, Janot.
miquel: Intens. a) Augm.: Miquelàs, Miquelarro, Miquelango, Miquelatxo.
b) Dim.: Miquelet, Miqueletxo, Miqueleu, Miqueliu, Miquelic, Miquelico,
Miqueliquet, Miquelicoi, Miqueló, Miqueloi, Miqueli [??], Miquelinet. c)
Pejor.: Miquelot.

Altres intensius sols contenen l’explicitació d’afectuosos:

(30) cosma o cosme: Intens. afectuós: Cosmet (Mall.); Cosmenet (Men.).


salvador: Intens. afectuosos: Salvadoret, Vaoro, Voro (val.).

En alguns intensius s’indica la zona geogràfica on s’utilitzen. Els derivatius que


incorporen aquestes dades integren el grup d’intensius que contenen informació
dialectal (vegeu §5.3).

Un bon nombre de derivatius sols contenen l’etiqueta única d’intensius:

(31) antoni: Intens.: Antoniet, Antoniot, Antoniàs, Antoniel·lo, Antonic, Antonió;


Toniet, Toniàs, Toniel·lo, Tonió.

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gabriel: Intens.: Gabrielàs, Gabrielet, Gabrieletxo, Gabrielingo, Gabrieló,


Gabrielot.
joaquim: Intens. dim.: Joaquimet, Quimet, Ximet, Ximoi.
llorenç: Intens.: Llorençàs, Llorencet, Llorençot, Llorençó.
martí: Intens.: Martinàs; Martinet; Martinetxo; Martinel·lo; Martinó;
Martinic; Martinot.
pere: Intens.: Peret, Perot, Peró, Peroi, Peric, Perico, Perins.

Els derivatius es poden formar també a partir d’hipocorístics.

(32) biel: Intens.: Bielet, Bielot, Bielàs, Bieló, Bielingo.


cinto: Intens.: Cintet, Cintó.
jep: Intens.: Jepet, Jepot, Jepic, Jepó, Jepí, Jepolí.
toni: Intens.: Tonic, Toniàs, Toniet, Toniel·lo, Tonió, Toniot; Toniangues
(Llofriu).
vador: Intens. dim.: Vadoret.
xico: Intens.: Xicó, Xicoi, Xiquet.

Com s’esdevenia en els noms propis femenins, alguns intensius (Guillemó, Jacint) són
exemplificats documentalment.

Finalment, altres noms propis combinen intensius i hipocorístics:

(33) francesc: Intens.: i formes abreviades: Francesquet, Francescó, Cesc, Xesc,


Xec, Quico, Quicus, Xicus.
francisco: Intens. i abreviacions: Francisquet, Franciscó, Cisco, Ciscó,
Cisquet, Xisco.
jaumet: Intens. (dobles diminutius) i formes reduïdes: Jaumetic, Jaumetó;
Met.
josep: Intens.: a) Formes abreviades: Pep, Jep, Bep. b) Augm.: Josepàs,
Jepàs, Pepàs, Bepàs. c) Dim.: Josepet, Jepet, Pepet, Bepet; Josepó, Jepó,
Pepó; Bepó; Jepic. d) Pejor.: Josepot, Jepot, Pepot, Bepot.
narcís: Intens.: Narciset, Narcisot; abreviadament, Ciset, Cisot, Cisó.

5.2. Les referències documentals

Hi ha 224 derivatius (6,01%) que contenen referències documentals. La finalitat és


il·lustrar la presència (de vegades per primer cop) d’un determinat intensiu. Les
referències són molt variades, tant antigues com modernes. A continuació se n’indiquen
alguns exemples.

En alguns casos, l’apartat de derivatius conté sols una forma intensiva, que va
acompanyada de la citació en l’obra referenciada:

(34) abundant: Intens.: abundantíssim, -ima. S’aygo envestí abundantíssima


pujant 212 pams, Ignor. 16.

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L’obra de referència és, en aquest cas, una publicació periòdica mallorquina, La


Ignorancia. Diferents mostres d’intensius estan extretes d’altres setmanaris mallorquins,
com ara La Roqueta (celistre: Intens. celistret: Un salistret ben recolat que entrava per
ses finestres, Roq. 11), El Catllar (centenar: Intens.: centenaràs (augm.). Un centenaràs
de caps, Catllar 11-XII-1920), Scriptorium (cistelló: Intens.: (doble diminutiu):
cistellonet. Les dones proveïdes del cistellonet del blatdemoro de llevor, Scriptorium,
maig 1926) o el Butlletí de Dialectologia Catalana (galub: Intens. dim.: galubet (BDC,
XI, 56).)

En altres casos, atès que la font de documentació són obres lexicogràfiques, s’indiquen
els derivatius juntament amb el diccionari d’on s’han extret:

(35) acanyat: Intens.: acanyadíssim, -íssima (Amengual, Un Mall. Dicc.).


acòit: Intens.: acolitet, acolitot (Martí Gadea Dicc.).

Altres diccionaris que il·lustren intensius són el Diccionari Aladern (agaús: Intens.
pejor: agausot (Aladern Dicc.)) o el Diccionari Aguiló (gavadala: Intens.: gavadalota:
Una gavadalota de fust, inv. de Vic, a. 1413, ap. Aguiló Dicc.).

Les obres de referència pertanyen a totes les èpoques literàries, tant de l’època medieval
(37) com contemporània (38):

(36) fidel: Intens. superl.: fidelíssim, -íssima (Féu-li fidelíssima resposta de tot lo
que era passat, Tirant, c. 294).
càlid: Intens.: calidíssim (Cartoxà IV, 94).
clement: Intens. superl.: clementíssim, -ima. O, clementíssim Pare meu,
Villena Vita Chr., c. 17.

(37) acusat: Intens.: acusadíssim, -íssima (Féu una cara de sorpresa


acusadíssima, Pla Carrer 21).
agitat: Intens.: agitadet, -eta; agitadot, -ota (Estava roja y agitadota, Víct.
Cat., Sol. 64).
corcor: Intens.: corcoreta (El goig d’haver trovat remey a la corcoreta que li
havia dexat aquella resposta, Oller Rur. Urb. 89)13.

Altres testimonis provenen de textos antics:

(38) algorfa: Intens.: a) Augm.: algorfota; b) Dim.: algorfeta (doc. a. 1577).


cota: Intens.: a) Augm.: cotassa (Dues cotasses de hom, vna blaua altra
scura, doc. a. 1440 en l’arx. parr. de Sta. Col. de Q.).
estoc: Intens.: estoquet (Un stochet daurat, doc. a. 1519); estocàs.

Diversos exemples d’ús estan extrets de cançons populars:

(39) ardit: Intens.: ardidet, ardidot, ardidíssim. «P’es puig de Randa i Aubenya |
s’hi fan d’aquells homonets | petitons i ardidets | que són més forts que una
penya» (cançó pop. Llucmajor).

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dormida: Intens.: dormideta, dormidassa, dormidota, dormidarra,


dormidona. «El meu xiquet xicotet, | sa mare l’adormirà, | i farà una
dormideta | hasta que es despertarà» (cançó de bressol valenciana).

Finalment, un nombre prou rellevant d’intensius es documenta en els treballs folklòrics


d’Alcover, tant les Contarelles com les Rondalles:

(40) caparrí: Intens. dobles diminutius: caparrinet, caparrinetxo, caparrinel lo,


caparrineu, caparrinoi, caparrinoiet. (Cfr. Alcover Rond. I, 195).
cassino: Intens.: a) Dim.: cassinet. b) Augm. pejor.: cassinot. Un des
cassinots de més mala fama des poble, Alcover Cont. 573.
envant: Intens.: envantet (Sabeu que està d’envantet lo des casament!,
Alcover Cont. 22).
escotiflat: Intens.: escotifladet, -eta; escotifladot, -ota (Es Vei Orquès... dins
es llit, escotifadot i xerecot, no tenia delit de res, Alcover Rond. VII, 29).
galanxó: Intens.: galanxonet, -eta (Quant el rey el va veure tan galanxonet,
li va dir: Vols esser paje meu?, Alcover Rond. I, 184).

5.3. Els intensius amb localització geogràfica o que contenen mostres de llengua
oral

Els intensius representatius des d’un punt de vista dialectal són tots els que, a més
d’altres formes sufixades, aporten referències geogràfiques sobre el seu ús.

(41) alena: Intens.:–a) Augm.: alenassa, alenota (Mall.).–b) Dim.: aleneta,


aleneua.–c) Pejor.: alenetxa (Bal.), alenota (Cat.).

En alguns casos ofereixen també informació sobre la pronúncia:

(42) all: Intens.:–dim.: allet [or., əʎέt; occ. i val., aʎét; mall., əјə́t; men. oriental,
əέt; men. occidental, əə́t];–augm.: allot [or., əʎɔ́t; occ. i val., aʎɔ́t; mall.,
əјɔ́t; men., əɔ̞́t].

Aquest grup està integrat per 89 lemes (2,39%). La selecció dels exemples següents
aporten informació dialectal ordenada per àrees:

a) València

(43) adins: Intens.: adinset (Val.).


albada: Intens.: albadeta (val. albaeta).
albat: Intens.: Dim.: albaet (Val., Gandia)
alfals: Intens. Dim.: alfalsiu (Val.).
amagacent: Intens. dimin.: amagacenteta (Santa Pola).
ansa: Intens.: b) Dim.: ansiua (val.).
arbre: Intens.–b) Dim.: abriu (Val.).
barranc: Intens.: b) Dim.: barranquiu (val.), barrancusseu (val.).
bequelló14: Intens.: bequellonet (Castelló).
cara: Intens. Dim.: cariua (val.).

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fondada: Intens.: fondadeta (fondaéta, val.).


geperut: Intens.: geperudet, -eta (La Geperudeta és un nom afectuós que
alguns han volgut aplicar a la Mare de Déu dels Desemparats de València).
nuet: Intens.: nuetet (val.).

b) Illes Balears

(44) abellerol: Intens.: Dim.: abelleroleu [Men.].


abrigall: Intens.–a) Augm.: abrigallot [əβɾiɣəјɔ̞́t, Mall.; əβɾiɣəɔ̞́t, Men.].–b)
Dim.: abrigallet [əβɾiɣəјə́t, Mall.; əβɾiɣəə́t, əβɾiɣəέt, Men.].
aficionat: Intens.: en el || 215: aficionadetxo, -etxa (despectiu, Mall.).
afinador: Intens.: afinadoret; afinadorot; afinadoretxo (Bal.).
aixadell: Intens.: xadellàs (Eiv.).
al·lot: Intens.: a) recollits a Mallorca: al·lotot, al·lotet, al·lotarro, al·lotàs,
al·lotell, al·lotellot, al·lotetxo, al·loteu, al·loti 16 , al·lotó, al·lotineu,
al·lotinoi;–b) recollits a Menorca: al·lotot, al·lotet, al·lotarro, al·lotàs,
al·lotell, al·lotel·lo, al·lotetxo, al·loteu, al·lotó, al·lotoi;–c) recollits a
Eivissa: són augmentatius al·lotot, al·lotarro, al·lotàs, al·lotatxot,
al·loticatxot, al·lotél·lo; són diminutius al·lotet, al·loti, al·lotiu, al·lotó,
al·lotoi, al·lotiquet, al·loticot, al·lotico, al·lotillo, al·loticoi, al·lotiquiu.
albat: Intens. Dim.: aubatet (Bal.).
alfàbia: Intens. a) Augm. aufabiel·la (Eiv.). b) Dim.: aufabiel·la (Mall.,
Men.).
amo: Intens.: ametxo, forma diminutiva i despectiva (Mall.).
ansa: Intens. b) Dim.: ansarrina (mall.).
arbre: Intens.–a) Augm.: abràs (Men.), abrot (Bal.), abrel·lo [əβɾéɫɫu, Eiv.],
abrarro (Eiv.), abratxo (Eiv.).–b) Dim.: abreu (Bal.), abrel·lo [əβɾέɫɫo]
(Mall.), abroi (Eiv.), abretxo (Bal.).
armari: Intens.: a) Augm.: armariot (Bal.), armariél·lo (Eiv.). b) Dim.:
armarièl·lo (Mall.).
ase: Intens.: a) Formes que conserven la n temàtica: asenél·lo (Eiv.).
babal·là: Intens.: || 217: babal·lanot, -ota (Mall.).
banc: Intens.:–a) Aum.: bancot (bal.).
banya: Intens.: b) Dim.: banyel·la (mall., men.), banyarrina (mall.).
be: Intens. usats a Menorca: a) Augm.: benarro, benàs, benot. b) Dim.:
benet, benetxo, beneu, benillo, benitxo.
braó: Intens.: b) Dim.: braonillo (men.).
cabra: Intens.: b) Dim.: cabrillota (Eiv.).
caia: Intens.: caiota. Hala, no sies caiota! (Alaró).
calàpat: Intens.: a) Augm.:, calapatot (men. calapot). b) Dim.: calapatet
(men. calapet), calapató (men. calapó), calapatetxo (men. calapetxo),
calapateu (men. calapeu).
cara: Intens. a) Augm.: caregassa (mall.), caréva (men.).
casa: Intens. a) Augm.: casarrassa (Mall., Men.). b) Dim.: casiua (Eiv.),
casinga (Mall.), casoia (Mall.), casupeta (Benissa), casarrina (Mall.).
comellar: Intens.: b) Dim.: comellaretó (Mall.).
companyia: Intens. afectuós: companyieta. «Aquest menut és sa meva
companyieta» (Bal.).

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comsevulla: Intens. pejor.: comsevullot. «Aquest negoci va comsevuiot


ferm» (Mall.).
cove: Intens. covenetxo, covenel·lo, coveneu, coveniu, covenoi. Totes
aquestes formes canvien dialectalment en o la e de l’infix -en- a Mallorca i
Menorca, on la forma bàsica és covo en lloc per cove; així es diu covonàs,
covonet, etc.
criança: Intens.: crianceta. Apareix aquest diminutiu en l’expressió mala
crianceta en el sentit d’acció dolenta d’un infant: «Hala, no facis males
criancetes, que aniràs a l’infern» (Men.).
cula: Intens.: culeta, ‘vulva’ en el llenguatge infantil de Menorca.
educat: Intens.: educadot, -ota (Mal educadot).
esma: Intens.: eimeta (Mall., Men.: «Aquest infantó té molta eimeta»).
fang: Intens.: A Mallorca és freqüent formar els derivats de fang amb
ensordiment de la g, pronunciant-se fancot, fanquet, etc.
llamp: Intens.: llampet, llampot, llampàs, llamparro, llamparràs,
llamparrot, llampiu, llampó. (A Menorca, on es pronuncia llam sense -p
final, els derivats d’aquest mot es formen també sense p: llamet, llamot,
etc.).
meu: Intens.: meuet o mevet, en les expressions interjectives «fill mevet» i
«Déu mevet» (Palma).
polit: Intens.:. A Eivissa hi ha alguns derivats especials: polidiu, -iua;
polidoi, -oia; polidonet, -eta; polidonoi, -oia; polidoniu, -iua; polidico, -ica.
sabata: Intens.: a) Augm.: sabatél·la (dial. eiv.). b) Dim.: sabatèl·la (mall. i
men.).
sarg: Intens. dim.: sarcotell (Men.).
suara: Intens.: susaroia (Eiv.).
xalada: Intens.: xaladeta (es diu a Menorca, principalment, de les rialles que
fan els infants molt petits).

c) Català oriental

(45) aixerriat: Intens.: aixerriadàs, -assa: indòmit i sense seny (Llofriu).


albat: Intens. Dim.: aubatet (Tarr.).
ambosta: Intens.: a) Augm.: ambostassassa (Torelló).
animal: Intens.: a) Augm.: animalassàs (Cat.).
arbre: Intens. b) Dim.: abric (Ripoll).
armari: Intens.: b) Dim.: armariot (or.).
avall: Intens.: avallic (Olot).
banc: Intens.: –b) Dim.: bancot (Cat.).
barjaula: Intens.: barjaulassa (Empordà). Hi ha la forma masculina
barjaulàs, que s’aplica a l’home vagabund i de conducta sospitosa.
barranc: Intens.: a) Augm.: b) Dim.: barrancot (or.).
blat: Intens.: a Catalunya també bladet, bladic, bladot, bladàs.
febre: Intens.: b) Dim.: febrota (cat. contin.).
ratinyol: Intens. dim.: ratinyolet. Als nens petits els diuen, acaronant-los:
ratinyolet de sucre (Llofriu).
suara: Intens.: suarassa (Lluçanès).

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d) Català occidental

(46) aixadell: Intens.: xadellet, xadellot, xadellàs (Pobla de L.).


àrie: Intens.: ariet (Bellpuig).
casa: Intens.: b) Dim.: casirona (Ribagorça), casironeta (Ribagorça),
casissoneta (Ribagorça), casolineta (Ribagorça).
casillona: Intens.: dim., casilloneta (Bonansa).

El DCVB recull un sol cas d’intensiu pertanyent al dialecte rossellonès: bocí: Intens.
dim.: bocinill (ross.).

D’altra banda, hi ha intensius que s’usen en més d’una àrea dialectal:

(47) arbre: Intens.–a) Augm.: abrot (Bal., Val.).


aixadell: Intens.: xadellàs (Pobla de L., Eiv.).
albat: Intens. Dim.: aubatet (Tarr., Bal.).
alcova: Intens. c) Pejor.: alcovota (dim. a Cat., augm. a Bal.).
barranc: Intens.: a) Augm.: barrancot (val., bal.)
casa: Intens.: b) Dim.: casiua (Val., Eiv.).
corrent: Intens.: –c) Superl.: correntíssim, -ima.– «Aquest al·lot està bastant
correntet de llegir i escriure». «Això no t’ha d’estranyar: és una cosa
correntíssima» (Cat., Val., Bal.).

Els intensius d’aquest grup també contenen algunes indicacions de caràcter


sociolingüístic, especialment aplicat als nens:

(48) agut: Intens.: agudó, -ona (aplicat especialment als nens); agudot, -ota;
agudoi, -oia.
serafí: Intens. dim. (aplicat sobretot a infants o a estimades, com a nom de
gran amor): serafinet, serafineu, serafinó, serafinoi, serafinoí, serafínoiet,
serafinoïnet.
dos: Intens.: en el llenguatge familiar s’usa la forma diminutiva dosets, però
gairebé només en la locució tots dosets (dim. de tots dos); així, parlant de
dos infants, direm: «Se’n van tots dosets a escola».

Hi ha també mostres de llengua oral, que donen compte en alguns casos de la


pronúncia:

(49) consumació: Intens. (del || 3)18: consumacionassa, consumacioneta. «Hem


anat al cafè i hem fet una consumacionassa». «Per una consumacioneta de
no-res fan pagar un dineral».
dècim: Intens.: decimet («Senyora, me compri un decimet, que traurà sa
grossa!»).
gat: Intens.: c) Pejor.: gatot (que pot esser també augmentatiu o diminutiu,
segons les comarques).
perhora: Intens.: perhoret («¿Com has vingut tan perhoret?»).
rango: Intens.: ranguet («Aquesta dona és una ranguet»); rangot.

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raor: Intens.: a) Augm.: raoràs. b) Dim.: raoret. c) Pejor.: raorot. (En el


llenguatge vulgar s’usen les formes raonet i raonot, perquè, no pronunciant-
se la -r final de raor, aquest mot ha estat considerat com un dels acabats en -
ó, que formen el plural en -ons i els derivats en -onet, -onot).
recalada: Intens.: recaladeta («Farem una recaladeta en el cafè de la
cantonada»).
sang: Intens.: sangassa, sangueta, sangota. A causa de la pronúncia sorda
de la velar final (saŋk), es formen vulgarment derivacions amb c en lloc de
g, com sancassa, sanqueta, sancota.
setrill: Intens.: a) De la forma normal setrill: setrillàs, setrillet, setrillot. b)
De la forma dialectal setrii 19 : setriàs, setriarro, setriet, setriot. c) De la
forma dialectal setrí: setrinàs, setrinarro, setrinet, setrineu, setrinot.

6. Els sufixos que no pertanyen a cap grup

La suma de totes les agrupacions indicades fins ara representa el 84,04% del total de
lemes que contenen mostres d’intensius en el DCVB. Les 16,96% ocurrències restants
corresponen a entrades que tenen un apartat d’intensius que inclouen sufixos tant
formalment com numèricament molt variables.

Un grup relativament extens és el que recull els lemes els intensius dels quals adopten
els sufixos -às o -et, amb 70 ocurrències. Aquests sufixos representen, d’una banda, una
forma d’augmentatiu, que ja s’ha vist que un bon nombre de casos convivia amb -ot, i el
sufix diminutiu per excel·lència -et.

(50) animació: Intens.: animacioneta, animacionassa.


obrer, -era: Intens.: obreràs, -assa; obreret, -eta.

En proporcions molt menors, el sufix -et pot anar acompanyat de derivats que contenen
altres sufixos, com ara: -í (trot : Intens.: trotet, trotí); -eu (afegitó: Intens.: afegitonet,
afegitoneu); -at (solell: Intens.: solellet, solellada); -ó (atxerevit o atxerovit, -ida:
Intens.: atxerevidet, -eta; atxerevidó, -ona); -iu (aixadella: Intens.: aixadelleta,
aixadelliua; refillol: Intens.: refillolet, refilloliu); -ic (enllà: Intens.: enllanet; enllanic);
-ell: (garbí: Intens.: garbinet, garbinell); -às (acompanyats sovint, atès que es tracta
d’adjectius, de la forma de superlatiu -íssim): instruït, -ïda: Intens.: instruïdet, -eta;
instruïdàs, -assa; instruïdíssim, -íssima.

En altres sèries ternàries, el sufix -et apareix també, en diversos lemes, combinat amb
altres sufixos: -ot, -ic (trempat: Intens.: trempadet, -eta; trempadot, -ota;
trempadic, -ica); -eu, -ot (arrapada: arrapadeta, arrapadeua, arrapadota); -ot, -etxo
(argenter: Intens.: argenteret, argenterot, argenteretxo); -ot, -at (ranxo: Intens. (del || 4
b)20: ranxada, ranxet, ranxot); -ot, -iu (diabló: Intens. diablonet, diabloneu, diabloniu);
-ot, -ó (aprenent: Intens.: aprenentet, aprenentó, aprenentot); -às, -ó (esparrall: Intens.:
esparrallet, esparralló, esparrallàs); -ic, -eu (estellicó: Intens.: estelliconet, estelliconic,
estelliconeu); -às, -arr (festa: Intens.: festassa, festarra, festeta); -et, -às, -ic (flaire:
Intens.: flairassa, flaireta, flairica); -et, -ot, -arr (gotzo, gotza: Intens.: gotzet, -eta;
gotzot, -ota; gotzarro, -arra); -ot, -í (tos: Intens.: tosseta, tossina, tossota); -ell, -ot

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(ruixat: Intens.: ruixadet, ruixadell, ruixadot). I les combinacions poden ampliar-se amb
derivats amb quatre o cinc sufixos, un dels quals és -et.

A més, altres sufixos que apareixen en determinats lemes són: -ot, -às, -arro (temporal:
Intens. (del || 2) 21 : temporalàs, temporalarro, temporalot) o -às, -ot, -ic (tràmpol:
Intens.: trampolàs, trampolot, trampolic).

I en gairebé un centenar de lemes, els sufixos esmentats, seqüenciats o no, formen un


nombre força elevat de derivats, com ara, per posar uns exemples:

(51) ensabonada Intens.: ensabonadeta, ensabonadassa, ensabonadota,


ensabonadeua, ensabonadiua, ensabonadona, ensabonadetxa.
canadella Intens.: canadellassa, canadellota, canadellot; canadelleta,
canadelletxa, canadellel·la, canadelleua, canadellona, canadelló,
canadellina.
estret Intens.: estretet, -eta, estretot, -ota; estretic, -ica; estretiu, -iua;
estreteu, -eua; estretó, -ona; estretoi, -oia; estretetxo, -etxa;
estretel·lo, -el·la; estretíssim, -íssima.
forqueta Intens.: forquetassa, forquetarra, forquetota, forquetot, forqueteta,
forquetetxa, forqueteua, forquetiua, forquetona, forquetoia, forquetó,
forquetina.
petit Intens.: petitet, -eta; petitetxo, -etxa; petitel·lo, -el la; petitiu, -iua;
petiteu, -eua; petitó, -ona; petitoi, -oia; petitei, -eia; petitengo, -enga;
petitingo, -inga; petitonet, -eta; petitonel·lo, -el·la; petitonetxo, -etxa;
petitonoi, -oia.

En aquests casos les seriacions de sufixos són molt elevades i sembla que depenen de la
freqüència d’ús del mot.

7. Els sufixos resultants

Els sufixos, doncs, que han aparegut en els derivats indicats són els següents, alguns
dels quals, com s’ha vist, són susceptibles de disposar-se seqüencialment:

(52) -ada: xiripada (xiripa)


-ando: xerencando (xerec)
-anxo: brutanxo (brut)
-arro: constipadarro (constipat)
-às: disgustàs (disgust)
-atxo: homenatxo (home)
-el·lo: dinerel·lo (diner)
-ell: ruixadell (ruixat)
-eng: mentiderango (mentider)
-et: trotet (trot)
-etx: anedetxa (àneda)
-eu: forqueteua (forqueta)
-ic: morenic (moreno)
-ill: branquilló (branca)

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-illo: homenillo (home)


-im: fotimó (fotim)
-i(n): cordellina (cordella)
-ing: miquinga (mica)
-iny: menudinyo (menut)
-iss: magrissó (magre)
-íssim: negríssim (negre)
-iu: xicotiu (xicot)
-oi: regalimoi (regalim)
-ol: llevantol (llevant)
-o(n): calentó (calent)
-orr: micorroteta (mica)
-ot: turonot (turó)

Alguns d’aquests sufixos (-anx, -eng, -etx) no han estat recollits a Fabra (1956: 113),
Mascaró (1986: 24-31), Cabré (1994: 103-106), Cabré (2008: 772-773) ni GIEC (2016:
413-419). Hi ha també alguna forma peculiar, integrada per alguns sufixos dubtosos,
com ara envegiques (enveja); sullanos, sullanetes (su-allà); moracoto, moracot
(moraco); casupeta (casa), micoïna (mica).

També certs noms propis presenten alguns sufixos atípics, com ara -ot per a les formes
femenines pejoratives: cfr. Ainot vs. Ainota; Annot vs. Annota, Mariot vs. Mariota,
Guidot vs. Guidota; formes apocopades com Teresó vs. Teresona, Teresic vs. Teresica,
en cas d’intensius afectuosos; i solucions especial com ara Francina-Ainons,
Magdalenons, Guidons.

En aquesta descripció es pot constatar el potencial dels sufixos intensius a l’hora de


combinar-se amb determinades bases i alhora de combinar-se entre ells. Caldria, però,
estudiar més endavant quins són els sufixos més rendibles tant des del punt de vista de
l’aparició al DCVB com des del punt de vista de la distribució dialectal. Ja s’ha vist en
la secció §5.3 que hi havia alguns sufixos característics de certes localitats o àrees. Si
aquesta informació s’ha ressaltat en diverses ocasions sorprèn que les referències a la
variació dialectal no siguin més explícites i detallades. Es pot apreciar que la possibilitat
de les bases d’adjuntar certs sufixos té a veure precisament amb l’àrea geogràfica. En
efecte, les Illes Balears presenten una gran varietat de sufixos, en especial diminutius, i
el País Valencià és especialment procliu a utilitzar formes diminutives, potser sense
tenir-ne tanta varietat formal. En canvi, en català oriental i occidental determinats
sufixos són gairebé desconeguts (-el·l, -etx, -eng, etc.) i altres ben poc rendibles (-oi:
petitoi, alegroi).

8. Els derivatius als quaderns de camp d’Alcover

Davant del panorama esbossat en la descripció dels sufixos, on es pot veure una certa
voluntat d’agrupació de les formes, però alhora una tendència a la disposició seriada
dels derivatius, de vegades en formes ben poc habituals i esperables (per exemple,
contemplacioneta o consumacionassa, entre molts altres), caldria preguntar-se d’on es
van extreure els derivats que conté el DCVB i si van ser recollits al llarg del treball de

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camp que Alcover –i posteriorment Moll– dugué a terme, i, en cas afirmatiu, com va ser
aprofitada aquesta informació.

Els quaderns de camp (http://alcover.iec.cat) recullen 852 registres relacionats amb la


derivació. A grans trets, aquests es poden agrupar, d’acord amb la denominació que
apareix en els quaderns, en diminutius (“mica > micarrina > micarrinona: el Pont de
Suert; era molt primoy (primet)”. “Molt finoy (fi): Sant Antoni de Portmany”),
augmentatius (“fan es aumentatius en -ás, -assa; -[ᴐ]t, -ota, i devegades en -arru, -arra:
Sant Llorenç de Morunys”; “dent[ᴐ]t, dent[ᴐ]ta, dentarro, dentarra, dent[ᴐ]l, dent[ᴐ]la,
dentarr[ᴐ]t, dentolarro, dentolarra: aumentatius de dent: Sanet de la Rectoria”),
col·lectius (“brancam, fullam, espigam, portam, bigam: Igualada”; “ka[ð]irá[ðɛ] <
ka[ð]ir[ɛ]; tawlá[ðɛ] < táwl[ɛ], anre[ʒ]olá[ðɛ] < re[ʒᴐ]l[ɛ], ba[ŋ]ká[ðɛ] < bá[ŋ], gosá[ðɛ]
< gos, kapellaná[ðɛ] < kapellá (colectius): Tremp”) i intensius (“Intensius en -el·la:
tusig[ɛ́]l·l[ə]: k[ə]nt[ə]d[ɛ́]l·l[ə]: gran cantada; trun[ə]r[ɛ́]l·l[ə]: gran tronada: Eivissa”;
“veyardo, veyarda: intensiu, despectiu: Esporles”).

Quant a les àrees examinades, hi ha informació recollida sobre la derivació en alguerès


(que no apareix en cap moment en el DCVB), el balear (més de la meitat dels registres),
varietat que és especialment creativa a l’hora de generar processos de derivació, i en
especial l’eivissenc (cfr. Moll 1957), per exemple: al·lot: al·lutot, al·lutél·lu, al·lutatxu,
al·lutarru, al·lutàs; fadrí / fadrina: fadrinarru, -arra, fadrinàs, -assa, fadrinot, -ota,
fadrinel·lu, -el·la, fadrinatxu, -atxa, fadrinet, -eta, fadriniu, -iua, fadrinoi, -oja,
fadriniquet, -eta, fadrinatxet, -eta, fadrinatxot, -[ɔ]ta, fadrinatxiu, -iu22; lletra: lletrarra,
lletrassa, lletrota, lletrel·la, lletratxa, lletreta, lletriua, lletroia, lletrica, lletriqueta,
lletretxota, lletretxina, lletretxoia, lletrutxa, lletranga; mà: manota, manassa, manarra,
maneta, maniu, maniueta, manicoja, maniquiua, manatxa, manél·l[ə], manica,
maniquina, maniqueta.

Hi ha també noms propis: Miquel: Miquelot, Miquelàs, Miquelarru, Miquelangu,


Miquelutxu, Miquelet, Miqueló, Miquelí, Miqueliu, Miqueliuet, Miquelel·lu, Miquel[oj],
Miquelicu, Miqueliquet, Miquelicój, Miquelatxu.

I molts intensius en -el·la: [ʎə]mp[ə]r[ɛ́]l·l[ə]: que fa llamps; sun[ə]r[ɛ́]l·l[ə]: sonada


forta i destrempada, desgavellada; jug[ə]r[ɛ]l·l[ə]: jugada desordenada; menjer[ɛ́]l·l[ə]:
menjada excessiva.

També el menorquí compta amb una bona representació de derivatius: quissó:


quissunot, quissunàs, quissunarru, quissunet, quissunetxu, quissunel·lu, quissuneu; cus:
cussot, cussàs, cussarru, cusset, cusseu, cussó, cussetxu, cussel·lu, cussitu; homu:
hum[ə]n[ə́]t, humenicu, humenitxu, humenetxu, humenil·lu; al·lot: al·lutet, al·lutetxu,
al·lut[ɛ]l·lu, al·lut[ɔ́j]; pont: pontet, punterró, punterrunet; fii: fiet, fió, fi[ɛ́]txu, fi[ɛ́]l·lu.
A Mallorca, a Artà es recull diversos intensius relacionats amb retxa: “retxeta, retxina,
retxinoy, retxinet, retxat, retxineta, retxot, retxinó, retxel·la, retxenat, retxineua”.

De diferents localitats del català occidental es registren també derivatius, però amb una
xifra prou inferior. Així a Montesclado (Pallars Sobirà): [ɔ]me: omenás, omen[ɔ]t,
omenárro, omenét; d[ɔ]no, don[ɔ]t[ə], donas[ə], donét[ə]; Tortosa: jove, jovenot,
jovenàs, jovenet, jovenel·lo; Gandesa: home, homen[ɔ]t, homenás, homenatxo, homenet;

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o el Pont de Suert: Francesc: [tʃ]ik, [tʃ]ik[ɔ]t, [tʃ]ikas!, [tʃ]ikarró, [tʃ]ikarron[ɔ]t, [tʃ]iket,


[tʃ]ikarrí.

En les localitats del català oriental apareixen els sufixos més comuns: Tossa de Mar:
h[ɔ]me: hum[ə]nàs: gros i alt; hum[ə]n[ɔ]t: dolent, despreciable; hum[ə]narru: molt
gròs; hum[ə]n[ɛ]t; Blanes: taula: taulota, taulassa, taularra, tauleta, taulassarra,
taulada (de convidats); la Bisbal d’Empordà: cap: cap[ɔ]t, caparràs, caparru, caparró,
caparrot, caparrunet, capet.

Al País Valencià, es recullen derivatius de diverses localitats com ara Morella: d[ɔ]na,
don[ɔ]ta, donassa, donarra, doneta, doniña; Sanet de la Rectoria: ullet, ull[ɛ]u, ullingo,
ulliu: diminutius de ull; maneta, man[ɛ]ua, maniua, maninga: diminutius de mà;
l’Alqueria de la Comtessa (Safor): home, omen[ɔ́]t, omenás, homenarro, homenet,
homeniw, homeningo, homenico, homeniwet, homen[ɛ]w; Alcoi: kariua = careta;
Benidorm: rata, ratota, ratassa, rateta, ratiwa, rat[ɔ]t, ratolí, ratolinet, ratoliniw;
València: home, homen[ɔ]t, homenás, homenarro, homenét, homeniu, homeningo;
Alcalà de Xivert: txic, txicás, txic[ɔ]t, txiquet, txicotiño, txicotet.

No hi ha derivatius recollits a la Catalunya del Nord.

Pel que fa a l’alguerès, els quaderns de camp aporten una informació prou rellevant: “et,
-eta: fill, fillet; finestra, finestreta; dona, duneta. Es el diminutiu que s’usa casi
exclusivament; aumentatiu pres de l’italià -ó”. “Aumentatius -aça; -ot (casi no s’usa
mai). (taula) taura > tauró (taula grossa); gerra > jarró (gerra grossa); sabata > sabató
(sabata grossa)”; “diminutiu -o: finestra > finestró (poc usat); carrer > carreró”.

Examinada la informació i comparada amb els derivatius que apareixen al DCVB es pot
deduir que aquesta fou molt poc aprofitada per a la redacció de l’apartat “intensius”.
Ara com ara s’ignora quina en fou la font de documentació fonamental, tenint en
compte que alguns intensius que no tenen marcatge dialectal són propis de determinades
varietats.

9. Conclusions

Després d’una primera prospecció a l’apartat intensius “intensius” del DCVB, i un cop
feta la classificació i enumeració dels derivatius que l’integren, es pot arribar a les
conclusions següents:

a) L’apartat “intensius”, present en un 2,46% de les entrades del DCVB, inclou un


nombre molt desigual de derivatius i presenta una estructura força variada i poc
homogènia.

b) Els sufixos són prou recurrents en els derivatius resultants. En un treball posterior,
se’n quantificarà la rendibilitat. Amb tot, ja es pot observar que -et, -ot, -às i -íssim són
els sufixos més rendibles.

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c) El sufix -ot no adopta sols el valor pejoratiu. Alguns exemples han mostrat que pot
tenir valor augmentatiu, i, com informa el DCVB, segons les comarques, pot ser usat
com a diminutiu. Cfr. gat > gatot.

d) No es coneix la procedència exacta de totes les mostres orals dels derivatius que
apareixen en el DCVB. Tanmateix, l’obra n’il·lustra alguns usos amb referències a fonts
escrites tant de caràcter literari com no literari.

e) Aquesta primera aproximació a l’apartat d’“intensius” del DCVB obre una nova via
d’exploració d’aquesta gran obra lexicogràfica, que aporta tanta informació de
característiques diverses i que es desmarca metodològicament i formalment dels
diccionaris que foren redactats en el mateix període temporal.

Referències bibliogràfiques

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balear, v. I, II. Palma: Imprenta de Mn. Alcover.
Alcover, Antoni M.; Moll, Francesc de B. 1960-1968. Diccionari català-valencià-
balear. Palma: Ed. Moll.
Cabré, M. Teresa. 1994. A l’entorn de la paraula (II). Lexicologia catalana. Barcelona:
Empúries.
Cabré, M. Teresa. 2008. La derivació. Dins J. Solà et al., eds. Gramàtica del català
contemporani. Barcelona: Empúries, pp. 731-774.
Fabra, Pompeu. 1956. Gramàtica catalana. Barcelona: Teide.
Institut d’Estudis Catalans. 2016. La derivació per sufixació. La derivació sense afixos
derivatius. Dins Gramàtica de la llengua catalana (GIEC). Barcelona: Institut d’Estudis
Catalans, pp. 389-419.
Mascaró, Joan. 1986. Morfologia. Barcelona: Enciclopèdia catalana.
Llompart, Josep M. 1960. El Diccionari català-valencià-balear. Los papeles de Son
Armadans 50: 337-350.
Moll, Francesc de B. 1962. “Comment a été fait le Diccionari català-valencià-balear”.
Dins Actes du X Congrès International de Lingüistique et de Philologie Romanes, vol.
II. Paris: Librairie C. Klincksieck, pp. 819-830.
Moll, Aina. 1957. Sufixos nominales y adjetivales en ibicenco. Revista de Filologia
Española XLI.1-4: 341-371.
Perea, Maria Pilar. 2005. “El Diccionari català-valencià-balear”. Dins Antoni M.
Alcover: dialectòleg, gramàtic, polemista. Barcelona: Publicacions de l’Abadia de
Montserrat, pp. 149-191.
Pérez Saldanya, Manuel et al. 1998. Diccionari de lingüística. València: Colomar
Editors.
Publicacions on-line-Portal Alcover: Disponible a <alcover.iec.cat>.

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Notas
1
Aquest treball s’adscriu al projecte FFI2013-41077-P, finançat pel Ministerio de Economía y
Competitividad.
2
Vegeu per a la historia, el desenvolupament i la composició del DCVB els treballs de Llompart (1960),
Moll (1962) o Perea (2005), entre altres.
3
Es manté en la reproducció del text la grafia original emprada pel Alcover.
4
Cfr. els augmentatius que inclou el DCVB en l’apartat intensius del mot dent: dentassa, dentarra,
dentota, dentot, dentarrassa, dentarrot, dentarrota, dental.
5
Cfr. els diminutius que inclou el DCVB en l’apartat intensius del mot dent: dentel·la, dentina, dentona,
dentet, dentó, denteia, dentenga, dentinga, dentineua, dentinoia, dentinoi, dentarrina, dentarri [sic per
dentarrí], dentiró, dentiua, dentironet, dentissó, dentissonet, dentolí, dentilló, dentillonet, dentarrinoia,
dentarrinoi.
6
Els exemples s’han escollit a l’atzar entre el conjunt de lemes que formen part de l’apartat “intensius”.
7
DCVB: s. v. marfegó: Màrfega petita o més estreta que la màrfega corrent; en els llits grans sol haver-hi
tres marfegons juxtaposats.
8
Hi ha dos casos de derivatius acabats en -ot acompanyats del sufíx -íssim, atès que es tracta d’adjectius
(injust: Intens.: injustot, -ota; injustíssim, -issima; odiós: Intens.: odiosot, -ota; odiosíssim, -íssima).
9
Cal recordar que el tercer volum del DCVB, obra plenament redactada per Moll, s’inicia amb el mot cas.
10
DCVB: s. v. comú: II. || 1. Pertanyent a la majoria o a tothom.
11
DCVB: s. v. conservador: 3. Que professa idees polítiques refractàries a canvis sobtats. «Partit
conservador» «Els conservadors i els lliberals».
12
Cal remarcar que, en aquest cas, el terme valencià és excessivament ampli, ja que la pronúncia que
s’indica no és general a tot el dialecte.
13
En alguns casos, se cita l’obra però no s’hi inclou l’exemple: esprimatxat: Intens.: esprimatxadot, -ota
(Oller Bogeria 10).
14
DCVB: bequelló m. dim. per bec.
15
DCVB: s. v. aficionat: 2. m. i f. Persona que es dedica a una ciència, art o ofici, que no és la seva
professió.
16
Malgrat la solució àtona que ofereix el DCVB, s’esperaria que aquesta forma fos al·lotí.
17
DCVB: s. v. babal·là: 2. m. i f. Irreflexiu, persona que no posa atenció en el que fa, que està com
ensensada (Mall.).
18
DCVB: s. v. consumació: El que una o més persones consumeixen a una casa de begudes, a un
restaurant, etc.; [...].
19
Fon.: sətɾíʎ (pir-or., or.); setɾíʎ, satɾíʎ (occ., val.); sətɾíј (mall.); sətɾí (mall., men., eiv.); sətɾéʎ (Arles,
Sta. Col. de Q.).
20
DCVB: s. v. ranxo (castellanisme): Grup nombrós de persones o d’animals (Men.).

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21
DCVB: s. v. temporal: 2. m. Tempestat, especialment a la mar.
22
Cfr. les formes derivades incloses en l’entrada fadrí del DCVB: Intens.–a) Augm.: fadrinàs, fadrinarro,
fadrinatxo.–b) Dim.: fadrinet, fadrinetxo, fadrinel·lo, fadrineu, fadriniu, fadrinó, fadrinoi, fadrinic.–c)
Pejor.: fadrinardo, fadrinot.

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I. Vázquez Diéguez. Sobre algúns sufixos galegos medievais
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 241-277

Sobre algúns sufixos galegos medievais: cara á solución normativa actual


Ignacio Vázquez Diéguez
Universidade da Beira Interior
jivd@ubi.pt

Resumen

O presente texto trata sobre os sufixos da lingua galega que forman substantivos,
adxectivos e adverbios. Trataranse só os que durante a Idade Media foron moi
produtivos e comprobarase se na actualidade aínda o son. Verificarase se as tendencias
medievais tiveron / teñen continuación ou se foron falladas. Buscaranse todas esas
voces no Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega e posteriormente
contrastaranse no Dicionario da Real Academia Galega que recolle o léxico estándar
actual. Comentaranse as solucións que non se contemplan hoxe. Verase tamén a
solución normativa actual.

Palabras claves: sufixación medieval, galego, corpus, morfoloxía

Abstract

The present text deals with the suffixes of the Galician language that form nouns,
adjectives and adverbs. Only those that during the Middle Ages were very productive
will be treated and it will prove if they are still in the present. It will be checked if the
medieval tendencies had / have continued or have been failed. All these voices will be
searched in the Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega (Medieval
Computerised Thesaurus of the Galician Language), later contrasted in the Dicionario
da Real Academia Galega (Dictionary of the Royal Galician Academy) that includes the
current standard lexicon. The solutions that are not contemplated today will be
discussed. And also the current standard solution.

Keywords: medieval suffixation, Galician, corpus, morphology

1. Introdución

Dos temas que unha persoa dedicada á morfoloxía pode estudar, o da derivación está
entre os principais. Nas seguintes liñas presentarase o da sufixación. Entendemos por
sufixo aquel afixo posposto que produce novas formas (derivadas) partindo dunha
forma existente (p.e. amar > amábel ~ amable). Farase un percorrido histórico polos
principais sufixos da lingua galega para (i) tentar comprobar a vixencia actual dalgúns
deses sufixos como elementos cotiáns na formación de neoloxismos ou o seu pouco uso
(algunhas desas posibilidades frutificaron e outras non, mais manifestan o xenio
lingüístico), e (ii) verificar a solución actual normativa, porque nalgúns dos sufixos a
solución gráfica (e fonética) implicou non poucos problemas na consecución da norma
estándar do galego. Desde que en 1970 se publicasen as Normas ortográficas do idioma
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galego (Real Academia Galega [RAG]), que en 1971 pasaron a chamarse Normas
ortográficas e morfolóxicas do idioma galego [RAG], ata a aparición das Normas
ortográficas e morfolóxicas da lingua galega (1ª ed. 1982, 23ª ed. 2012; [RAG] e
Instituto da Lingua Galega [ILG]) –con dous grandes reformas en 1995 e en 2003–, as
solucións morfolóxicas mudaron substancialmente.

En relación ao primeiro punto, o estudo dos sufixos ten merecido o interese dos
investigadores desde longa data cunha extensa produción de publicacións. Sirvan os
seguintes exemplos (inclúo traballos portugueses que tratan a época medieval): nas
gramáticas descritivas da lingua, Álvarez et al. (1986, 2002) e Freixeiro Mato (2000);
nas gramáticas históricas, Ferreiro (1995 - 1997) e Huber (1933); traballos específicos
sobre léxico e glosarios, Barreiro (1985), Ferreiro (2010) e Lorenzo (1975 - 1977);
traballos monográficos, Antunes (1962), Coelho (2001), Freixeiro Mato (1996) e López
Viñas (2012, 2016) e traballos sobre sufixos particulares, Cereixo (1997, 1998), Dubert
(2004), Malkiel (1960) e Mariño Paz (1995, 1998, 2005). Salienta para este estudo a
obra de Ferreiro (1995-1997); a de Huber (1933) proporciona información moi básica (4
páxinas; 272-275) que aparecerá moi desenvolvida nas gramáticas históricas
posteriores.

A problemática da consolidación da norma relaciónase cun aspecto, a variación. Desde


un punto de vista estritamente lingüístico, e como afirman Álvarez e Xove (2002: 14),
“a diversidade e a variación, maior ou menor segundo os casos, forman parte integrante
da linguaxe humana e danse en tódolos falantes e en tódolos momentos históricos dunha
lingua viva”. Para Domínguez e López (2017: 421),

[…] a lingua galega actual, coma todas as linguas, tamén presenta os tipos de
variación anteriores [xeográfica, diatópica, diastrática, sociocultural, diafásica,
temporal…], pero ademais amosa outros fenómenos variacionais froito das
dificultades que houbo para acadar un acordo normativo e, como non, da presión
que exerce a lingua castelá. Os diversos intentos normativos que se produciron ao
longo do século pasado deixan constancia da diversidade gráfica que reflicten os
documentos producidos durante o século xx.

A cuestión da consolidación dunha norma estándar para o galego provén


indiscutiblemente da historia da propia lingua. Cando no século XIX a lingua se retoma
como medio escrito, non había conciencia da tradición medieval. Os escritores parten do
seu galego oral. A historia da normativización segue os seguintes pasos segundo
Salgado e Monteagudo (1995): a) galego popularizante (características dialectais e
castelanismos; século XIX), b) galego enxebrizante (hiperenxebrismos, neoloxismos,
léxico do galego antigo; ata a guerra civil), c) galego protoestándar (ata os anos 70; a
creación das principais editorias do país) e d) galego estándar (ata hoxe; coa Lei de
Normalización Lingüística de 1982, é evidente e necesaria unha proposta unánime que,
con todo, se foi revisando).

En 1977, o ILG publicou as Bases prá unificación das Normas lingüísticas do galego.
Un texto que foi precedente e base da normativa de 1982; moi interesante e que se terá
en conta nas seguintes liñas. García-Sabell, presidente da RAG naquel momento, di
(ILG 1977: 5): “De ahí a súa atinada flexibilidade, como cómpre tratándose dunhas

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normas que son propostas e non impostas”. Na mesma páxina acaba dicindo:
“Confiamos en que a unificación definitiva, que terá que se basar na consagración polo
uso, e na oficialización pola Xunta de Galicia, non tardará en chegar”.

2. Metodoloxía

A forma de traballar será a seguinte: unha vez escollidos os sufixos serán pesquisados
no Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega [TMILG] e no Dicionario da
Real Academia Galega [DRAG] en liña. O TMILG rexistra textos desde o ano 700 ata o
1600 (prosa notarial, prosa non notarial e verso) e o DRAG recolle a lingua actual.
Compararanse as solucións e verase a produtividade ou non de cada sufixo. Ofrécense
escritas solucións pouco comúns hoxe ou que non pertencen ao estándar1.

Esas solucións aparecerán cun asterisco cando se recollen no Dicionario de dicionarios


[DdD], en liña, un tesouro lexicográfico que acolle trinta e dúas obras, desde os inicios
da lexicografía galega no século XVIII ata a atualidade, as principais e máis importantes
contribucións2. Tamén se buscaron no Diccionario de dicionarios do galego medieval
[DdDGM], un “multidiccionario electrónico que compila catorce glosarios y
vocabularios –cuatro de ellos inéditos– elaborados a partir de textos o colecciones
textuales medievales gallegos o pertenecientes a la tradición común gallego-portuguesa”
(González Seoane et alii, 2008: 385)3; marcáronse con dous asteriscos. Cómpre dicir
que non todos os rexistros existentes son derivacións directas do latín; moitos son
solucións posteriores axeitadas a un sufixo determinado.

Para escoller os sufixos que se van traballar, viuse en primeiro lugar a lista que ofrece a
Gramática da lingua galega de Álvarez e Xove (2002). Os autores recollen oitenta e
nove que forman substantivos, adxectivos e un único caso de adverbios. Todos eles
foron consultados no TMILG e a lista que aparece a seguir ofrece os que foron
encontrados, un total de corenta e catro; dá-se o resultado medieval en cursiva (segundo
o TMILG; algunhas grafías xa modernas –ou modernizadas– dependen da transcrición
feita polo editor da obra) e entre corchetes a solución actual:

-ĀLĔ(M) > -al / (-ar) [-al / (-ar)]


-ĂĬCŬ(M) > a) -eigo, -eygo [-eigo / -a]; b) -ayco [-aico / -a]
-ĂNĔŬS > -aneo [-áneo / -a]
-ĀNŬ(M), - ĀNĂ(M) > a) -an / -án, -ao / -ão / -ãõ / -ãão, -ã [-án / -á (-ao / -á)];
b) -an, -ão, -ao [-án / -ana]; c) -ano, -ão [-ano / -a]
-ĂRĬŬ(M), -ĂRĬĂ(M) > a) -eiro, -eiru, -eyro, -eyru, -ejro [-eiro / -a (-deiro / -a)]; b)
-ario, -arjo, -aryo [-ario / -a (-tario / -a)]
-ĂTĬCŬ(M) > a) -adego, -adigo [-ádego]; b) -atico [-ático / -a]; c) -axe, -age, -agẽ,
-agem, -agen [-axe]
-ĂTĬŬ(M) > -aço, -azo [-azo / -a]
-ĀTŬ(M), -ĀTĂ(M) > a) -ado [-ado / -a]; b) -ato [-ato / -a]
-BĬLĔ(M) > -vel / -vele, -bel / -bele, -bil / -bile, -vil / -vile, -vle, -ble, -uel / -uele
[-bel ~ -ble]
-ĔLLĂ(M) > -ela [-ela (-dela)]
-ĔLLŬ(M) > -elo [-elo / -a]
-ĒNSĔ(M) > a) -és [-és]; b) -Ø [-ense]

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-ENTŬ(M) > -ento, -ẽto [-ento / -a]


-ĒNŬ(M), -ĒNĂ(M) > a) -eo, -ẽo, -ẽõ [-eo / -a]; b) -eno, -ẽno [-eno / -a]
-ĒTŬ(M), - ĒTĂ(M) > -edo [-edo / -a]
-ĬA > -ia, -ya [-ia]
-ĪA > -ía, -ia, -ya, -ýa [-ía]
-ĬCŬ(M) > -‘...ico, -‘...yco [‘...ico]
-ĪLĔ(M) > -il, -yl [-il]
-*ing cfr. germ. > -engo, -ẽgo [-engo]
-ĪNŬ(M), -ĪNĂ(M) > a) -iño, -ino, -inho, -inno / -ỹa [-iño / -a]; b) -ino [-ino / -a]; c)
-in [-ín / -ina]
-ISMUS < -ισμός > -ismo, -ysmo [-ismo]
-ISTA < -ιστής > -ista, -ysta [-ista]
-ĬTĬĂ(M) > -eça, -eza [-eza]
-ĬTĬĔ(M) > -ez [-ez]
-ITĬŬS / - ICĬŬS > a) -iço, -izo [-izo / -a (-dizo / -a)]; b) -icio, -içio, -isio, -icia, -içia
[-icio / -a (-ticio / -a)]
-*ĪTTŬ(M), -ĪTTĂ(M) > -ito [-ito / -a]
-ĬŬ(M) / -ĬDŬ(M) > -io [-io / -a]
-ĪVŬ(M) > a) -io, -yo [-ío / -a (-dío)]; b) -ivo, -iuo [-ivo / -a (-tivo / -a)]
MENTE(M) ‘pensamento, espírito’ > -mente, -mẽte [-mente]
-MĔNTŬ(M) > -mento, -mẽto [-mento]
-NTĔ(M) > -(a / e / i-y)nte [-(a / -e / -i)nte (hoxe -nta nalgún caso feminino)]
-NTĬĂ(M) > a) -nza, -nça, -ãça, -ẽça [-nza]; b) -ancia, -ansia, -ãçia, -encia, -ensia,
-ençia, -ẽçia [-ncia]
-ŌNĔ(M) > -on, -õ, -om / -õa, -õã [-ón (fem. -oa / -ona / -a)]
-ŌRĔ(M) > -or [-or / ra]
-ŎRĬŬ(M) > a) -oiro, -oyro, -ojro [-oiro / a (-doiro)]; b) -orio, -oryo, -orjo [-orio
/ -a (-torio)]
-ŌSŬ(M) > -oso, -osso [-oso / -a]
-TĀTĔ(M) > -dade, (-dadi) [-dade (-idade, adxectivos de máis de dúas sílabas)]
-TĬŌNĔ(M) > -cion, -çion, -çiom, -ciõ, -çiõ, -çio, -çon, -çom, -çõ, - zon, -zom, -zõ;
-sion, -son, -siõ, -som -sõ [-zón / -ción]
-TŪDĬNĔ(M) > -tude (-itude) [-tude (-itude)]
-ŪGĬNĔ(M) > -uge, -ugem, -uje [-uxe]
-UMĬNĔ > -ume, -umen [-ume]
-ŪRĂ / -DŪRĂ > -ura [-ura (-tura)]; -dura [-dura]
-ŪTŬ(M), -ŪTĂ(M) > -udo [-udo / -a]

Os que van marcados en letra grosa, dezaoito, corresponden aos máis produtivos e serán
eses os que se van tratar (os restantes posúen unha frecuencia moito menor, ás veces,
dun único caso). Dado o aspecto diacrónico do percorrido que se vai facer, ofrécense os
sufixos a partir do latín (por orde alfabética) e a seguir a solución galega.

Moitas veces a palabra resultante da utilización do prefixo non pertence ao estándar


actual nin é recollida en ningún dicionario; é difícil dar unha etimoloxía mais ese é un
dos desafíos do traballo. Cando no dato etimolóxico aparece un asterisco significa que o
étimo non está documentado no latín clásico; pode ser latín vulgar, latín tardío ou latín
propiamente galaico ou lusitano. Axudeime de materiais diversos para tentar dar ese

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dato, entre eles, os dicionarios seguintes: Dicionário Houaiss da língua portuguesa


(Houaiss 2001), Dicionário Etimológico Nova Fronteira da Língua Portuguesa (Cunha
1982), Dicionario Xerais da lingua (Xerais 1994), Diccionario de la lengua española
(DLE), Dicionário etimológico da língua portuguesa: com a mais antiga documentação
escrita e conhecida de muitos dos vocábulos estudados (Machado 1952), Dicionario
Etimolóxico da Lingua Galega (Rivas 2015), Diccionario crítico etimológico castellano
e hispánico (Coromines & Pascual 1980-1991), Diccionario manual latino-español,
español-latino (Sopena 1981) e o Glosario da poesía medieval profana galego-
portuguesa (en liña)4.

Após esa pesquisa, comentarase a cuestión da fixación normativa.

3. Os sufixos

Dáse o valor xenérico do sufixo en latín e o valor mantido, ampliado ou trocado na


lingua galega. Xunto ao sufixo aparece a solución actual, cando non se especifica a
grafía medieval significa que é a mesma de hoxe.

3.1. -ĀLĔ(M) > -al

Lat. relación (propio de). Hoxe tamén noción de colectividade. Infindos rexistros no
DRAG (substantivos e adxectivos) (abacial <ABBACIALE(M)>, abdominal de ‘abdome’,
abeneiral de ‘abeneiro’, abertal de ‘aberto’, abisal de ‘abiso’, abismal de ‘abismo’,
abruñal de ‘abruño’, etc.). Foi e é moi produtivo. A seguir, casos medievais non
vixentes na actualidade 5 . A sigla que aparece entre corchetes remite á referencia
bibliográfica do TMILG (no fin do texto):

– substantivos:
(1) J(ua)n de Ribadavia e V(as)co carnieiro, vesinnos da dita cidade, e
R(odrig)o Eanes aldeal della (1441) [= (de aldea, do ár. hisp. aḍḍáy‘a)
relativo á aldea, aldeán] [SANCH].
(2) E pousarei solo avelanal! (**) (1300) [=(de avelã, avela [abelá] 6
<ABELLANA(M)>) abeledo; no corpus, tamén escrito avelãal] [BREA]. No
Dicionario Etimolóxico da Lingua Galega (DELG) aparece abelanal como
forma dialectal viva.
(3) Iten mando a Pero, fillo de Maria Arteira, a mina vina de Fondon, et o
bimial que esta cabodela et as minas leiras (*) (1424) [= (de bimio [vime]
<VIMINE(M)>) lugar onde hai vimieiros] [MANS]. No DELG aparece vimial
como forma viva.
(4) Qui pascere fruyto que a horto pertenesce o cogonbral, por una qual quer
rayz peyte. III. Dineyros (1280) [= (de cogonbro [cogombro]
<*CUCUMERU>) lugar onde hai cogombros] [CINT].
(5) […] ca nunca pod'o mentiral tan ben | jurar come o que verdade ten. (**)
(1300) [= (de mentira, de mentir <MENTIRE>) mentireiro / -a] [BREA].
(6) […] diseron que fosen ao ortal das Pereyras (1436) [= (de orto [horto]
<HORTU(M)>) horta; horto] [LUC1]. No DELG aparece hortal como forma
viva.

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– adxectivos:
(7) […] et rogolle perla morte et paſion que el tomou enna verdadeyra cruz para
ſaluar a ˜mj et a todo ho ljnageen humanal que me perdoen (**) (1414) [=
(de humano <HUMANU(M)>) humano / -a] [MAIA].
(8) Et renunçou demais sobre todo esto a seu foro leigal et submeteuse ao
judiçio da iglesia (* / **) (1370) [= (de leigo <LAICU(M)>) secular; laico
/ -a] [PORT].
(9) […] ordenou a missa matutinal, et dar as penjtençias (**) (1468) [= (de
matutino <MATUTINU(M)>) matutino / -a] [SOUT].
(10) […] seys mjll mrs. pares de brancas desta moneda vsal eneste Reyno de
Galizia (* / **) (1516) [= (de vso <USU(M)>) en uso, que se usa, usual]
[MART-SAL].

Existe a variante -ar como alternativa. Poucos casos e todos documentados hoxe.
Afirma Ferreiro (1997: 16) “consérvase en numerosos vocábulos eruditos en que a
relación coa base é aínda normalmente perceptíbel”.

3.2. -ĀNŬ(M), - ĀNĂ(M) > a) -án / -á (-ao / -á); b) -án / -ana; c) -ano / -a

Lat. orixe, nacionalidade; condición. Hoxe mantén eses valores e tamén o de semellante,
comparable, con algúns matices dependendo da solución. Foi moi produtivo na Idade
Media e continúa a ser na actualidade.

Para a solución a), o DRAG rexistra máis de duascentas entradas (afgán / gá do persa
‘afgany’, alazán / zá do ár. hisp. *alaşháb, aldeán / -deá de ‘aldea’, ancián / -ciá
<*ANTIANU(M)>, capitán / -tá <CAPITANU(M)>, castelán / -lá <CASTELLANU(M)>,
cristián / -tiá <CHRISTIANU(M)>, etc.). Grafías do TMILG: ‘(-an / -án), -ao / -ão / -ãõ /
-ãão, -ã’. Na actualidade, ‘-án / -á’ e admítese a variante ‘-ao / -á’ nos xentilicios da
zona oriental de Galicia onde a desaparición do ene intervocálico non se converteu no
ene velar do estándar para a solución do masculino (arnoiao / -noiá, burelao / -lá,
caldelao / -lá, courelao / -lá, lancarao / -rá, mariñao / -ñá, ribeirao / -rá, etc.). No
corpus medieval hai uns poucos casos. Véxanse os diverxentes atopados, neste caso
dous préstamos:

(11) Diego Fernandez, alfaghan (1335) [= (do ár. hisp. alẖayyáṭ) alfaiate]
[LUC1].
(12) [...] Ares Gonçalues, canónigo, vigario do dayán (* / **) (1447) [= (do fr.
ant. deien, hoxe doyen <DECANU(M)>) deán] [FERRO].

A solución b) rexistra sobre douscentos cincuenta lemas no DRAG (barbuzán / -zana de


‘barba’, barrigán / -gana de ‘barriga’, bocalán / -lana de ‘bocal < boca’, carneirán
/ -rana de ‘carneiro’, folgazán / -zana de ‘folgar’, etc.) e fan referencia a características
desfavorables. No corpus medieval recóllense bastantes. Grafías do TMILG: ‘-an, -ão,
-ao’.

A solución c) é a mais produtiva na actualidade. O DRAG rexistra máis de catrocentas


voces (africano / -a <AFRICANU(M)>, alentexano / -a de ‘Alentexo’, alsaciano / -a de

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‘Alsacia’, alxeriano / -a de ‘Alxeria’, americano / -a de ‘América’, etc.). No corpus


medieval hai moitos. Grafías do TMILG: ‘-ano, -ão’.

(13) Todo aldeano que casa ouere en uila (*) (1290) [= (de aldea) aldeán]
[CINT]. No DELG aparece anciano como forma viva.
(14) Et era ome ançiano ia (* / **) (1312) [= (<*ANTIANU(M)>, antes) ancián]
[LOR1].
(15) […] mãdo tornar este libro de frãçes en castellano (* / **) (1399) [=
<CASTELLANU(M)> castelán] [PARK].
(16) Todo mouro ou moura que ferir a christiano o a christiana (1290) [=
<CHRISTIANU(M)> cristián] [CINT].
(17) El [rrey] Merres Etiopiano (**) (1330) [= (de Etiopía) etíope] [MART].
(18) Cõmo foy gardado en España o ofiçio romão (**) (1312) [= <ROMANU(M)>
romano] [LOR1].
(19) […] caualeyro que lidou polo ofiçio toledão, que uençeu (**) (1312) [=
<TOLETANU(M)> toledano] [LOR1].

Cómpre dicir que, neste caso, a grafía pode levar a engano, pois podían moi ben xa estar
a pronunciar ‘-án’ e a escribir ‘-ano / -ão’ e viceversa.

Para Ferreiro (1997: 142) a solución a) “constitúe, sen dúvida, un dos [sufixos] máis
rendíbeis ao longo da historia do galego”. Presente en numerosos vocábulos
patrimoniais, “a produtividade deste sufixo mostrouse con forza na formación de
xentilicios, sendo este practicamente o único ámbito nocional en que se rexistra”. Para
c) “alta rendibilidade, para alén da súa presenza en numerosos adxectivos eruditos
procedentes directamente do latín”. En relación a b) “O sufixo moderno -án, -ana de
grande extensión na lingua popular e coloquial, procede posibelmente do sufixo
aumentativo -ón, cunha modificación fonética a que puido contribuir o resultado -án, da
terminación lat. -ANE” (1997: 144).

No tocante á norma, en ILG (1977: 25) lese para a solución a):

Das múltiples combinacións que se dan na fala viva os escritores mostran unha
tendencia clara polo seguinte esquema: (meu) irmán ~ (miña) irmá. Este é tamén
o esquema que propoñemos. O cal non quere dicir que se condenen as outras
formas, que en certo tipo de palabras (como as de carácter xentilicio) serán as
únicas aceptables: meirao, mariñao, limiao, lancarao.

Para a solución b): “Non ofrecen problemas na forma masculina: guardián, alemán,
catalán lacazán, loubán. Orixinariamente estas palabras non tiñan unha forma
específica pró femenino e crearon unha en -ana: guardiana, alemana, catalana”. E para
a c) (p. 26):

En época moderna rehabilitouse o sufixo -ano por vía culta, primeiro en palabras
de carácter libresco (humano, republicano, anglicano) e despois tamén en
palabras de carácter popular (americano, peruano, rosaliano, pondaliano).
Naturalmente, cos seus femeninos en -ana: humana, republicana, rosaliana, etc.

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Como en castelán non se fai diferencia neste caso entre as entradas antigas e as
modernas (hermano o mesmo que humano), de aquí resulta unha fonte de
confusións no galego moderno.

En tanto non aparece un dicionario de dudas recoméndase acudir a un dicionario


portugués e face-la equivalencia port. -ão = gal. -án (cristão = cristián),
port. -ano = gal. -ano (port. humano = gal. humano).

En ILG (1982) aínda aparecen as solucións catalana, alemana (b) e em ILG (2003)
aparecen xa as solucións actuais: afgán-afgá, alemán-alemá, capitán-capitá, catalán-
catalá, musulmán- musulmá, pagán-pagá, sancristán-sacristá.

3.3. -ĂRĬŬ(M), -ĂRĬĂ(M) > a) -eiro / -a (-deiro / -a); b) -ario / -a (-tario / -a)

Lat. relación, ‘propio de’. Hoxe, ocupación, lugar, noción colectiva; relación, posesión.

A solución a), a popular, presenta, quer no DRAG, quer no corpus, infindas entradas
(abelleiro / a de ‘abella’, aceiro <*ACIARIU>, cancioneiro de ‘canción’, carpinteiro / a
<*CARPENTARIU>, etc.). Atópase escrito na Idade Media (TMILG) coas seguintes
grafías: ‘-eiro, -eiru, -eyro, -eyru, -ejro’.

(20) […] rrefazer as ditas casas de todo adubeiro que lles foren mester (* / **)
(1392) [= (do fr. adouber) ornamento] [CAB].
(21) […] ẽna alcavala das bestas, Afonso de Torres, arrocheiro (*) (1458) [= (de
arrocho ‘pau curto’) arrieiro] [ROD-GON1].
(22) […] Pero Garçia de Galegos e Juan Ferreiro, çinteiro (*) (1458) [= (de cinto
<CINCTU(M)>) o que facía cintas, cinchas] [ROD-GON1].
(23) Com'eu en Vigo senheyra manho (* / **) (1300) [= <SINGULA(M)>
solitaria] [BREA].
(24) […] e firmemente outorgo a vos Rodrigo Eans Barreiro toneiro que
presente estades (*) (1400) [= (de tone[l], do fr. ant. tonel <TUNNA>)
toneleiro] [COME].

A solución b) indica na actualidade ‘oficio, lugar onde se profesa; relación, posesión;


lugar’. No DRAG rexístranse uns catrocentos lemas (acuario <AQUARIU(M)>,
bibliotecario <BIBLIOTHECARIU(M)>, corsario de ‘corso’, estatutario de ‘estatuto, etc.).
No corpus medieval hai moitos menos casos. Salientan algúns non vixentes na
actualidade:

(25) E mando a Fernan Rodrigues quanto herdamento gaaney en Lestedo e en


seu auoario e con quanto outro herdamento ayo en Crescone (1294) [= (de
auó [avó] <*AVIOLU(M) < AVOLU(M)>, relacionado con <*AVOLENTIA(M)>)
avoengo, liñaxe] [NOVO].
(26) […] Item huun liuro pequeno en que liian quando comian en reffortorio a
que chaman çinalario (1419) [= (de çinal? [sinal] <*SIGNALE(M)>) libro de
oracións] [PEREZ].
(27) […] que foy de Pero fernan nosso familiario (**) (1289) [=
<*FAMILIARIUS> familiar, parente] [PORT].

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(28) […] frey Anton Carneyro, doctor jubilarjo (1506) [= <*IUBILIARIUS>


monxe que levaba, como mínimo, cincuenta anos no convento] [MAIA].
(29) […] assi doigreario como do leygario (*) (1262) [= (de leigo <LAICU(M)>)
propio dos leigos] [NOVO].
Apunta Ferreiro (1997: 168) que a forma erudita do sufixo, tamén de amplo uso,
“contribúe á existencia de numerosos pares léxicos, servindo, nalgún caso, en oposición
á forma popular, como elemento de distinción semántico-formal: banqueiro vs.
bancario, obreiro vs. operario”. Engade que o sufixo culto “tivo unha evolución
semierudita, -airo, con simple metátese do iode, en formas antigas actualmente
desaparecidas, agás no caso de vigairo: contrairo, notairo...”.

3.4. -ĂTĬCŬ(M) > a) -ádego; b) -ático / -a; c) -axe

Lat. orixe. Hoxe, relacionado con ‘cargo, condición, efecto’.

Para a solución a), o semicultismo, hai catro rexistros no DRAG (bravádego de ‘bravo’,
deádego de ‘deán’, padroádego de ‘padroado’ e portádego <*PORTATICU(M)>). Sufixo
de moi pouca rendibilidade. Na Idade Media encontramos as grafías ‘-adego / -adigo’
(TMILG) e só quince voces (achadego, (h)amadego / amádigo, arçidianadego,
chantradego, eyradego, justiçiadego, maestradego, maordomadigo, mayordomadego,
montadego, moordomadego, padroadigo, papadego, prioradego, terradego). Véxanse
catro usos non rexistrados na actualidade, do corpus medieval:

(30) […] et de todo por calço et achadego que nos Deus der aver et gaanar (* /
**) (1433) [= (de achar <AFFLARE>) achado; descubrimento] [ROD-
GON2]. No DELG aparece achádego como forma viva.
(31) […] Ruy Gomes arçipreste do arçidianadego de Deça por don Johan
Affonso arçidiago do dito arçidianadego (1362) [= (de arcediano [hoxe
non conservado] <ARCHIDIACONU(M)>) arcediagado] [ROMAN].
(32) […] et cada ano por dia de Natal quareenta et oyto soldos de brancos por
foros et huna galinna et os ovos do eyradego (1394) [= (de eira
<AREA(M)>) imposto en especias] [ROMAN].
(33) […] que lle avian mandado dar para levar a carta do justiçiadego ao
arçebispo (1437) [= (de [justicia] xustiza <IUSTITIA(M)>) cargo xudicial]
[ROD-GON1].

Para a solución b), a forma culta, que indica ‘relación’, hai cento setenta e dous rexistros
no DRAG (acromático, acrobático, acuático, antipático, asiático, automático,
climático, sabático, etc.) e un só caso no corpus medieval:

(34) […] deuena a meter na chaga para estanar esta meezjna filla duas partes
dençenço et tres partes daloes etpatico (1409) [= (HEPATICU(M), de
ἡπατικός) hepático] [PENS].

A solución c), que indica ‘noción colectiva; acto ou estado’, recolle palabras que se
formaron na lingua a partir da solución francesa -age do sufixo en causa, procedente do
occitano -atge. O DRAG rexistra cento oitenta e unha entradas (abordaxe, aldraxe,
almacenaxe, aprendizaxe, bandidaxe, bricolaxe, camuflaxe, correaxe, dobraxe, follaxe,

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etc.). No corpus medieval encóntranse moitas das voces hoxe vixentes (con diferentes
grafías [TMILG], ‘-axe, -age, -agẽ, -agem, -agen’) mais aparecen cinco casos sen
presenza no dicionario:

(35) Se lhi froreç'o bastage, | meu senhor, seede sage | que prendades dele gage: |
ca, se s'ora daqui vai | ben, fará tan gran domage, | come Fernand'e[n]
Romai (* / **) (1300) [= (bastage) (de βαστάζω ‘levar unha carga’) pau,
tronco, fig. pene / (**) (domage) (do fr. domage, do fr. ant. dongier
<*DOMINARIU(M)>) estrago, dano, prexuízo] [BREA].
(36) Pero Fernandiz, home de barnage, | que me non quer de noyte guardar o
muu, | se aca d'el travarem por peage (*) (1300) [= (do fr. baron, do ger.
*baro ‘home libre’) nobreza, estirpe nobre] [BREA].
(37) […] em todo seu Regno et señorio detodo oportadego et peage et pasage et
rondage et castelagem (* / **) (1431) [= (rondage) (de ronda, do ár. rubt)
vixiancia / (castelagem) (de castelo <CASTELLU(M)>) antigo imposto que se
pagaba cando se pasaba polo territorio dun castelo] [MART-SAL].

Segundo Ferreiro (1997: 160) “-ádego, presente na lingua medieval en substantivos que
indican ‘xurisdicción, institución, etc.’” non ten rendibilidade na actualidade. A forma -
ático, -a “é o resultado erudito, cuxa presenza no romance se produciu sempre a través
do latín literario” (p. 161). E o sufixo -axe, “procedente do fr. -age ou prov. -atge, do
lat. -ATĬCU, forma substantivos presentes desde os primeiros períodos da lingua baixo a
forma -age ou -agen, adquirindo posteriormente unha grande rendibilidade” (p. 122).

3.5. -ĀTŬ(M), -ĀTĂ(M) > a) -ado / -a; b) -ato / -a

Lat. formaba os participios de pasado dos verbos da primeira conxugación. Na


actualidade tamén, de gran produtividade en todas as épocas. Hoxe ten outros valores,
entre os que salientan ‘provisto de, con carácter de; multitude; porción; movemento
enérxico; territorio; institución’.

A solución a) documéntase no DRAG cunha innumerable cantidade de lemas (abafado


de ‘abafar’, abandeirado de ‘abandeirar’, ablegado <ABLEGATU(M)>, etc.). No corpus
medieval hai moitísimos, algúns, como os seguintes, non pertencen ao dicionario na
actualidade:

(38) [...] vos damos en renda o lugar de Savynaao, que jas sub signo de Santo
Estevo, asi como esta acomarado, con suas árvores et casas (1418) [= (de
acomarar?, de cómaro? <CUMULU(M)?>) limitado, que ten límites, cercado]
[DURO]. No DELG aparece acomarado como forma viva.
(39) [...] et prouéé-lo competenter et leua-lo ou nosso celeyru do adrado de
Deua (*) (1280) [= (de adrar, de adro <ATRIU(M)>) terreo sementado]
[LUC1].
(40) Et o Çide ficou apeoado et deronllj logo o caualo (* / **) (1312) [= (de
apeoar?, de peón? <PEDONE(M)>) apeado, desmontado] [LOR1].
(41) De otras bondades o vejo arnessado, | ca es sabidor e de boa vida (1424) [=
(de arnesar, de arnés, do fr. harnais) protexido (por arnés)] [POL].

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(42) Et se o faço, para sempre serey pusfaçado (1399) [= (de posfazar <POST
FACIE(M)> ‘falar por tras da cara’) inxuriado] [PARK].
(43) […] esta Iglesia ffoy abbadada de ffernan portugaez (*) (1291) [= (de
abadar, de abade <ABBATE(M)>) igrexa provista de abade] [PORT].
(44) […] e desí moiro por vos'espejo, | ¡tan adonada me paresçedes!| (1430) [=
de adonar <*ADDONARE>, de don <DONU(M)>) chea de dons, mercés]
[POL].
(45) […] que era ome de oytenta anos, et que senpre a dita granja fora
benfeytada do dito mosteyro (*) (1417) [= (de benfeitar <*BENEFACTARE>,
de <BENEFACTORE(M)> ‘outorgar benfeitoría’) arrendada ou cedida ao clero]
[LUC1].
(46) Et plo[u]gue a Deus que acharõ hũa alcaria muy bõa et muy bem castelada
(* / **) (1312) [= (de castelar?, de castelo <CASTELLU(M)>) fortificada,
protexida] [LOR1].

A solución b), maioritariamente utilizada para designar titularidade, estado e usada para
a nomenclatura química, ten presenza importante no DRAG (agnato <AGNATU(M)>,
anonimato de ‘anónimo’, bacharelato de ‘bacharel’, beato <BEATU(M)>, etc.). No
corpus medieval hai varios rexistros, algúns sen uso hoxe:

(47) […] que he sita en no arçedianato de Castela, da igleia de Ourense (1430)


[= (de arcediano [hoxe non conservado] <archidiaconu(m)>) arcediagado]
[LUC1].
(48) […] fasta que viese recoditato e desenbargo do dito señor rey (1455) [= (do
antigo recodir / recudir <recutere> ‘responder; rejeitar’) resposta /
rexeitamento] [ROD-GON1].

Ferreiro apunta que a forma erudita -ato “aparece basicamente en empréstimos ou en


construcións lexicais sobre formas latinas, concorrendo coa forma patrimonial en
substantivos que presentan a noción de ‘xurisdicción, institución’” (1997: 118).

3.6. -BĬLĔ(M) > -bel ~ -ble

Lat. posibilidade, valor conservado na actualidade. Encóntrase no período medieval,


cunha relativa produtividade, coas seguintes grafías (TMILG): ‘-vel / -vele, -bel / -bele,
-bil / -bile, -vil / -vile, -vle, -ble, -uel / -uele’. No DRAG hai rexistrados innúmeros casos
(abarcábel / abarcable de ‘abarcar’, abatíbel / abatible de ‘abater’, abominável /
abominable <ABOMINABILE(M)>, amábel / amable <AMABILE(M)>, etc.). No corpus
recóllense poucos casos non referenciados hoxe:

(49) […] non o querendo que vos o posas dar a outra persona semitable de vos
que pague (1527) [= (<SIMILABILE(M)>, de simil <SIMILE(M)>. Tal vez
lectura errónea do manuscrito, l por t) semellante] [COME].
(50) [...] et que façades as casas delles ally hu estavan antes ou en outro lugar en
termino desses lugares que seia comunavel (1332) [= <COMMUNABILE(M)>
susceptible de ser común] [ROMAN].

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(51) […] enno pleito que ouvera por lo dito conçello con Fernan Garçia alfayate
sobrerason da renda conçellavel (**) (1416) [= (de concellar?
<CONCILIARE>) conciliable] [ROD-GON1].

Ferreiro só considera -bel e asevera que o sufixo, rexistrado en latín maioritariamente


“sobre bases verbais, continúa en galego cunha rendibilidade alta baixo a forma -bel
[...]. Este sufixo, con resultados diversos na lingua antiga (-vel(e), -vil(e), -bel(e), -bil)
compite no estándar lingüístico con -ble, forma debida á presión do español”. E engade:
“Non obstante, no s. XIX a forma xeral debía ser -bre, como testemuñan literariamente
autores como Pondal e Rosalía” (1997: 146).

Para Mariño Paz (2016: 130) o uso de -ble “semellaba estar liderado basicamente por
individuos ao servizo da elite gobernante que nos documentos que produciron lle deron
un gran pulo” e implicaba un achegamento do galego ao castelán. O mesmo autor
explicaba en 2005 (p. 166) a cuestión cos seguintes argumentos:

Na variación -uel(es) / -ble(s) do galego escrito na Idade Media o eixe


estruturador principal é o diacrónico: […] Mais, polo que se refire á forma, en
todos os xéneros se percibe o predominio da opción -uel / -ueles (ou variantes) ata
o ecuador do século XV. Paréceme fundada, por tanto, a sospeita de que a
fulgurante expansión de -ble(s) na prosa notarial posterior a 1451 estivo en
relación directa co aumento da familiaridade co castelán que se daría na
actividade profesional de notarios e escribáns a partir do ecuador do século XV.
[…] as variantes con síncope da vogal postónica tamén resultaban esperables na
deriva diacrónica do galego e que hai esporádicos exemplos delas en textos
antigos; con todo, creo que a súa tardía e rápida difusión na prosa notarial si se
debe interpretar como inducida polo castelán […].

Na cuestión normativa, ILG (1977: 23) postulaba: “Prás palabras cultas que se forman
co sufixo latino -b i l i s (cast. -ble, port. -vel) son posibles dúas solucións: amábel /
amable”. Na nota 9 da mesma páxina lese:

A forma autenticamente galega era -vel, que nós escribiremos con b pra sermos
coherentes coa nosa ortografía. A forma -ble é, con todo, a única existente no
galego falado hoxendía; o triunfo desta solución castelá veríase favorecido polo
feito de seren todas palabras cultas. Parece que a escolla entre as dúas debe facela
a práctica e o tempo, pois que unha representa a nosa tradición e a outra a fala de
hoxe.

En ILG e RAG 1982, as dúas solucións son aceptadas. Na 12ª edición de 1995, aínda se
le na páxina 60, en relación á solución -bel que “algúns escritores optaron por influxo
do portugués, aínda que, polas razóns anteditas, non pareza recomendable”. A partir de
2003, lese (ILG e RAG, 2012: 57): “A solución moderna para as palabras cultas que
teñen o sufixo latino -BILIS é -ble ou -bel” (con todo, as Normas son redactadas sempre
empregando -ble). E na páxina 58:

A historia do sufixo -BILIS é complexa e diferente no galego e no portugués. En


textos portugueses medievais aparecen -vel e -vil (plural -viis); máis tarde

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impúxose como única forma -vel (plural -veis). En textos galegos antigos danse as
seguintes solucións (con alternancia gráfica b / v): para o singular, -vele ~ -bele,
-vel ~ -bel, -vil ~ -bil, -vle ~ -ble; […]. Esta última solución é con moito a máis
frecuente.
A terminación -ble (pl. -bles) impúxose como solución xeral en todo o territorio
galego, e mesmo se documenta no norte de Portugal. Esta é ademais a solución
adoptada por outras linguas (francés, catalán, castelán...). De por parte, -bel, -beis
(amábel, amábeis) ten tamén unha importante presenza na lingua escrita xa desde
o século XIX.

3.7. -ĒNŬ(M), -ĒNĂ(M) > a) -eo / -a; b) -eno / -a

A solución a) aparece no DRAG coas entradas alleo / -a <ALIENU(M)> e cheo / -a


<PLENU(M)>. No corpus rexístranse as mesmas voces.

A solución b) presenta un centenar de lemas no DRAG (agareno / -a <AGARENU(M)>,


canceríxeno / -a de ‘cáncer’, catecúmeno / -a <CATECHUMENU(M)>, esloveno / -a de
‘Eslovenia’, etc.), moi poucos no corpus. Salientan estes casos non vixentes na
actualidade:

(52) […] et o dezeno, Bron et o onzeno ouvo nome Matas et o dozeno, Almadias
(** ambas voces) (1399) [= (de dez <DECE(M)> / de [doze] doce
<DUODECI(M)>) décimo / décimo segundo] [PARK].

3.8. -ĪNŬ(M), -ĪNĂ(M) > a) -iño / -a; b) -ino / -a; c) -ín / -ina

Lat. orixe, nacionalidade; relación.

A solución a) desenvolveu o valor diminutivo. No DRAG aparecen uns poucos nomes


co valor latino (albariño de ‘albar’, daniño de ‘dano’, mariño <MARINU(M)>); co valor
diminutivo acolle unha vintena de substantivos, case todos lexicalizados (bacoriño de
‘bácoro’, cabaliño de ‘cabalo’, carriño ‘de carro’, ceboliño de ‘cebola’, colariño de
‘colar’, corpiño de ‘corpo’, culleriña de ‘culler’, falanxiña de ‘falanxe’, fouciña ‘de
fouce’, mañanciña de ‘mañá’, noitiña de ‘noite’, tardiña de ‘tarde’, pequeniño de
‘pequeno’, santiño de ‘santo’). Con este valor é moi produtivo en todas as épocas. No
corpus, atópanse poucos casos co primeiro valor e todos documentados e usados hoxe;
co segundo valor atopamos algúns exemplos (grafías [TMILG] ‘-iño, -ino, -inho [ɲ]’):

(53) [...] e súa moller a Afonsiño, fillo de Fernando do Outeyro (1457) [= de


Afonso] [TATO].
(54) Pero Rodriguez meu segundo et afonsino (1375) [de Afonso] [LOPEZ2].
(55) Un asadiño de pingo de porco (1519) [= de asado, de asar <ASSARE>]
[FERRO].
(56) Et díssolle assý: -¡Fi de puta, fornjziño! (1373) [= (de fórnice
<FORNICE(M)>, de <FORNICARE>) bastardo] [LOR2].

A solución b) é a culta. No DRAG hai unhas duascentas voces (adulterino


<ADULTERINU(M)>, albino <ALBINU(M)>, alpino <ALPINU(M)>, etc.).

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A solución c) é presenta cen lemas no DRAG (bailarín de ‘bailar’, balancín de


‘balanza’, etc.). No corpus aparecen bastantes rexistros toponímicos e de nomes propios
(Afonsin, Agostin, Amorín, Merlin, Señorin, etc.); algún sustantivo inusual hoxe:

(57) Mas foi-ss'o demo e fez-ll'o bocin (* / **) (1284) [= ‘fazer o bocin’, aceno
de desprezo] [METT].
(58) […] e ar torná-ss'o mouro pelegrin (* / **) (1300) [= (<PEREGRINU(M)>)
peregrino] [BREA].
(59) […] se ouver cabalo ou Rocin que lle de o mellor que ouver (* / **) (1335)
[= barrufeiro, cabalo ruín, castelanismo ‘rocín’ (de orixe escura)]
[LOPEZ2]. No DELG aparece rocín como forma viva.

Lese en Ferreiro (1997: 184) que “o sufixo -iño impúxose como solución universal en
galego para a función diminutiva”. Na páxina 154 di que o resultado semiculto está
“presente en adxectivos formados no propio latín [...] que entraron por vía culta en
galego”, e na páxina 185, en relación á solución c), “rexístranse en galego algúns
vocábulos en que aparece unha variante sufixal -ín, de valor diminutivo máis ou menos
claro, procedente directamente do fr. (-in) ou do it. (-ino), ás veces a través do español”,
e esclarece que hai que ter presente “que en grande parte do territorio oriental -ín é o
resultado xeral de -ĪNU”.

ILG (1977: 27) facía as seguintes consideracións:

-iño / -ino, -iña / -ina. Os resultados populares son os que damos como primeira
alternativa: Manoliño, Carmiña, pequeniño, fuciño. Tamén é popular (oriental),
aínda que literariamente de uso moi restrinxido, -ín: fucín, toucín. Tardiamente
introducíronse palabras cultas que manteñen inalterado o sufixo orixinario:
Medicina, penicilina, gasolina.

Nas normas posteriores, a solución será a mesma, a actual.

3.9. -ĬTĬĂ(M) > -eza

Hoxe forma nomes abstractos, indica cualidade, propiedade, estado. Moi ligado ao
sufixo seguinte. No DRAG rexístranse uns oitenta casos (absurdeza de ‘absurdo’,
afouteza de ‘afouto’, agudeza de ‘agudo’, baixeza de ‘baixo’, beleza de ‘belo’, clareza
de ‘claro’, etc.). Grafías (TMILG): ‘-eça, -eza’. No corpus recollemos casos sen rexistro
actual:

(60) Et el rrey foy tam mesurado que lle perdõo[u] sen outra agraueza (* / **)
(1312) [= (de grave <GRAVE(M)>) gravame, tributo] [LOR1].
(61) […] as leys dos emperadores Valeriano e Justiniano que falan con anpleza
das molleres (1416) [= (de amplo <AMPLU(M)>) folgura, abundancia]
[LUC2].
(62) […] e tal astragueza pres || que quanto por ben fazia | en mal xe ll'ya tornar
(*)(1284) [= (de astrago [estrago], de (a / e)stragar <*STRAGARE>) mala
fada] [METT].

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(63) Et Orestes fuy ende muyto atachado, ca todos teuerõ que f[e]z[era] grã
treyçóm et grande auoleza (* / **) (1373) [= (do esp. avoleza, do cat. àvol,
origem escura, se cadra, ligado ao lat. <HABILE(M)>, ‘experto en facer
cousas más’) vileza, maldade] [LOR2].
(64) […] En aquela sazõ auẽo que ẽna hoste auía tã grã careza de uiandas (* /
**) (1373) [= (de caro <CARU(M)>) carestía] [LOR2]. No DELG aparece
careza como forma viva.
(65) […] de tã forte aficamẽto de amor et de tã grã cobardeza (**) (1399) [= (de
cobarde [covarde], do fr. ant coart, derivado de coe [hoxe queue]
<CAUDA(M)>, ‘o que trae o rabo baixo; falto de coraxe’) covardía] [PARK].
(66) […] home boo do moesteyro e outro do Conçello eo Notario e poerena en
comuneza (*) (1287) [= (de común <COMMUNE(M)>) comunidade] [PORT].
(67) […] mal aya la tu alteza, | pues non fazes igualeza | seyendo tal poderoso (*
/ **) (1430) [= (de igual <AEQUALE(M)>) igualdade] [POL].
(68) Esto é sa dereyteza (* / **) (1350) [= (de dereito <DIRECTU(M)>) dereitura]
[BREA].
(69) […] escureçeu o ssol et duroulle ha escureza quanto podia seer hũa ora (* /
**) (1312) [= (de escuro <OBSCURU(M)>) escuridade] [LOR1].
(70) [...] en seu lugar el rey dõ Ramjro, coydando elles que el, como seria en sua
noueza, que aueria medo (1312) [= (de novo <NOVU(M)>) mocidade]
[LOR1].

Afirma Ferreiro (1997: 130) que “tivo grande extensión no latín vulgar e mais ao longo
da historia do idioma na formación de substantivos abstractos sobre bases adxectivas”.

3.10. -ITĬŬS / - ICĬŬS > a) -izo / a (-dizo / a); b) -icio / a (-ticio / a)

Lat. cualidade ou estado. Noción de ‘referencia’.

A solución a), a forma popular, presenta un centenar de entradas no DRAG (abafadizo


de ‘abafado’, achadizo de ‘achado’, afogadizo de ‘afogado’, antolladizo de ‘antollo’,
castizo de ‘casta’, novizo <NOVICIU(M)>, preguiça <PIGRITIA(M)>, etc.). Os casos
atopados no corpus medieval tamén están rexistrados na actualidade (grafías [TMILG]
‘-izo, -iço’), agás catro:

(71) […] et deuja gozar de todas las libertades et franquiza et prerrogatiuas que
ham (1451) [= (de franco <FRANCU(M)>) franquía] [GONZ].
(72) […] daredes de comer e de beber quando partirdes os ditos nobos que seja
sen maliza (1424) [= <MALITIA(M)> malicia] [DURO].
(73) […] hũu tã gram desacordo et tã grã boliço que nõ poderia mayor seer (* /
**) (1312) [= <*BULLITIU(M)> exaltación; bulicio] [LOR1].
(74) […] et tu andaras sempre errado et fugidiço en toda tua vida (1330) (* / **)
[= (de fugir [fuxir] <FUGERE>) fuxidío] [MART]. No DELG aparece
fuxidizo como forma viva.

A solución b) presenta no DRAG uns setenta lemas (adventicio <ADVENTICIU(M)>,


cardinalicio de ‘cardeal’, etc.). No corpus medieval hai bastantes casos, escritos coas

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seguintes grafías (TMILG): ‘-icio, -içio / -icia, -içia’. A seguir, rexistros que só aparecen
no corpus:

(75) […] e a si mismo demandar en juicio (*) (1485) [= <IUDICIU(M)> xuízo]


[LOPEZ1].
(76) [...] por rrazõ do marido, aYsis [deessa] do lanyfiçio, et lanyfiçio he fiar lãa
ou lyño (1330) [= <LANIFICIU(M)> obra feita de la] [MART].
(77) […] et nos veendo sua petiçon seer justa et seruiçio de Deus (1441) [=
<SERVITIU(M)> servizo] [CAL2].
(78) […] et que negaua todo o al que lle podia fazer perjudiçio (1419) [=
<PRAEIUDICIU(M)> prexuízo] [CAL1].
(79) […] essa iusticia façan de uno como del outro (*) (1290) [= <IUSTITIA(M)>
xustiza] [CINT].

Encóntrase algún caso escrito con ese (TMILG): juisio, prejuisio.

Aínda que maioritariamente estes sufixos forma(ba)n adxectivos, tamén hai


substantivos. A solución medieval -ço / -zo, resólvese hoxe como -zo mais é
“xeralmente conservada nas palabras patrimoniais, aínda que, nalgúns casos, a forma
debida á interferencia co español presiona sobre as formas autóctonas: gracia vs graza,
xuízo vs xuicio, espacio vs espazo...” (Ferreiro, 1995: 169), e “a forma erudita do sufixo
aparece normalmente en adxectivos tomados directamente do latín” (p. 148).

ILG (1977: 20-21) propuña:

-ancia, -encia, -cio, -cia. Nas voces mais cultas o sufixo coincide en galego,
castelán e portugués: constancia, tolerancia, clemencia, referencia, malicia,
pericia, beneficio, silencio, etc. Noutras palabras xa se apartan o castelán e o
portugués, e o galego ocupa unha situación intermedia. Neste caso, parece
aconsellable defender e potencia-lo emprego das voces comúns á tradición
galegoportuguesa, aínda vivas hoxe entre nós ou facilmente aclimatables: crenza,
descrenza, doenza (ó lado de dolencia, variante culta), pertenza (a carón de
pertinencia, mais con esfera semántica diferente), cobiza, avareza, andazo,
cansazo... Nos demais casos aconsellamos acolle-la forma con -i- aínda que sexa
igual ó castelán: militancia (port. militança), Francia (port. França), diferencia,
sentencia (frente a diferença, sentença), xusticia e derivados (frente a port.
justiça), espacio, xuicio, prexuicio, precio, desprecio, servicio...

Na edición de 1982 aínda se le: espacio, precio, desprecio, gracia, tercio, servicio,
xusticia e xuicio.

As Normas ortográficas (ILG e RAG, 2012 [2003]) presentan esas voces da seguinte
maneira: servizo, licenza, grazas, diferenza, espazo, presenza, terzo, xuízo, xustiza.

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3.11. MENTE(M) ‘pensamento, espírito’ > -mente

Infinidade de rexistros no DRAG e no corpus medieval, moi produtivo. Na Idade Media


atópase escrito coas variantes (TMILG) ‘-mente, -mete, -mẽte’. Salientamos algúns
casos non rexistrados na actualidade:

(80) Et a outra gente yasse tornãdo contra a uila muy acadeladamente (**)
(1312) [= (de acaudillar, de caudillo <CAPITELLU(M)>, de <CAPUT>)
acaudilladamente, seguindo un xefe; en orde] [LOR1].
(81) [...] que seendo trégoa posta ontre eles e o dito provysor, afalsamente o
quyseran asy matar (1458) [= (de falso <FALSU(M)>) falsamente;
traizoeiramente] [FERRO].
(82) […] viren que e mellor et mays amigalmente en dia feriado et non feriado
(1287) [= (de amigal <AMICU(M)>+al) amigablemente] [ROMAN].
(83) Conosçuda cousa sea a todos como nos Nuno Lourenço, prior de Uilar de
Donas, con o soprior Apariço Fernandes, anadamente con noso conuento,
damos a uos (1296) [= (de anada < ano < ANNU(M) ‘ano’) anualmente]
[NOVO].
(84) […] fezo Medea com engãno seu fogo moyto apresamẽte (*) (1399) [= (de
á présa <PRESSA(M)>, de <PREMERE>) apresuradamente] [PARK].
(85) […] por noso moordomo a que proveades de co[me]r et de bever
comunavilmente (1275) [= (de comunavil <COMMUNABILE(M)>) en común]
[ROMAN].
(86) Et diso mays que as mulleres dos fidalgos que pagauan as loytosas se se
finauan depoysmente de seus maridos (1402) [= (de depois [despois]
<DE+EX+POST>) posteriormente] [CAL2].
(87) […] o dito moesteyro que os teen furtivilmente (1329) [=
(<*FURTIBILE(M)>) furtivamente] [PORT].
(88) Et eu o dito Fernan Peres obligo meus bees de lavrar ben e
perteescentemente as ditas erdades (1435) [= (de pertencente
<PERTINESCENTE(M)>) convenientemente] [GARC].

3.12. -MĔNTŬ(M) > -mento

Lat. instrumento. Hoxe indica ‘proceso’. No DRAG rexístranse innúmeros casos


(abastecemento de ‘abastecer’, experimento <EXPERIMENTU(M)>, etc.). Moi produtivo
en todas as épocas. No corpus medieval atópanse as grafías (TMILG) ‘-mento, -mẽto’.
Velaí uns exemplos do corpus medieval sen uso na actualidade:

(89) Et para mayor abondamento et pagar millor esta dita renda (* / **) (1467)
[= (de abondar <ABUNDARE>) abundancia] [CAL2].
(90) Maria virgen que he auogada dos pecadores et acorremento dos cuitados (*
/ **) (1326) [= (de acorrer <ACCURRERE>) auxilio, socorro, axuda]
[LOPEZ2].
(91) Capitolo do afazemento et do herdamento da jgleia de Cordoua et das
campãas to[rna]das a Sanctiago (* / **) (1312) [= (de afazer [afacer], de
a+fazer <FACERE>) trato, costume, hábito] [LOR1].

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(92) Aquel bispo don Johan, en uoz do arçebispo de Toledo, fezo aquel
alimpamento ata que, cõ os outros bispos, tornou aquella mesquita de
Cordoua en jgleia (* / **) (1312) [= (de alimpar, de a+limpo+ar
<limpidu(m)>) limpeza] [LOR1].
(93) […] ca o castigamento deue seer con mesura e con piedade (* / **) (1420)
[=(de castigar <CASTIGARE>) castigo] [OVI].
(94) [...] presente e outorgante meu marido Martín Fernandes, á día de seu
convertemento (**) (1265) [= (de converter <CONVERTERE>) conversión]
[FERRO].
(95) Mais bẽ creo que nõ ueem esto que eu ueio, ca esto he hũa rrazõ de grã
destruimẽto (**) (1373) [= (de destruir <DESTRUERE>) destrución]
[LOR2].
(96) Capitolo do sep[ul]turamento do sancto corpo do nobre rey don Fernando
(1312) [= (de sepultar <SEPULTARE>) soterramento, enterramento] [LOR1].
(97) […] e id'a vossa casa | logo sen tardamento (**) (1284) [= (de tardar
<TARDARE>) demora, tardanza] [METT].
Este sufixo “forma, moitas veces xa no propio latín, numerosos substantivos abstractos
de acción a partir de bases verbais”. “Mais a maioría destes substantivos son de criación
romance” (Ferreiro 1997: 134).

3.13. -NTĬĂ(M) > a) -nza; b) -ncia

Lat. cualidade ou estado, acción ou resultado dela.

A solución popular a) recóllese nun centenar de lemas no DRAG (abastanza de


‘abastar’, acordanza de ‘acordar’, avinza <ADVENENTIA(M)>, crenza <CREDENTIA(M)>,
etc.). No corpus medieval, atopamos moitos rexistros, coas grafías (TMILG) ‘-nza, -nça,
-ãça / -ẽça’. Foi moi produtivo, de xeito que se recollen bastantes casos non vixentes na
actualidade:

(98) […] e toda a herdade que perteesçe por aboença aos sobreditos (*) (1480)
[= <*AVOLENTIA(M)> avoengo, liñaxe] [FDEZ-SAL].
(99) […] que este meu cor | sufre por lealdade, | non ossando nonbrar | seu nome
de alegrança (* / **) (1424) [= (de alegrar, de alegre <*ALECRE(M)>)
alegría, ledicia] [POL].
(100) Et reçeby de vos en prez[o] por comprança destas leyras (1325) [= (de
comprar <COMPARARE>) compra] [ROMAN].
(101) […] bõos costumes de seus padres et a [coñosçença] que elles ouverã
(1330) [= (de coñescer [coñecer] <COGNOSCERE>) coñecemento] [MART].
(102) […] que logo vista esta mha carta sen demorança nenhuna (* / **) (1326)
[= (de demorar <*DEMORARE>) demora] [PORT]. No DELG aparece
demoranza como forma viva.
(103) E por esta causa non vuiren dultanza eu don abade (* / **) (1262) [= (de
dulta ‘dúbida’, de dubidar <DUBITARE>) dúbida, temor] [NOVO].
(104) […] o praço en que o demãdador avia a escollenza daquel servo (1375) [=
(de escoller <EX+COLLIGERE>) elección] [ASK].

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(105) […] que por rasón que era descordia e enemistanza (*) (1444) [= (de
enemistar, forma hoxe descoñecida, tal vez do cast. derivada de
<*INIMICITATE(M)>) inimizade] [FERRO].
(106) Dizédelles de m˜ja parte que paz, nẽ pleito, nẽ firmãça, nõ auerán elles
cõmjgo (* / **) (1373) [= (de firmar <FIRMARE>) pacto, acordo] [LOR2].
(107) […] aſi de ganza como de conpra, por mja alma (* / **) (1272) [=
<GANANTIA(M)> ganancia, lucro] [SPON].
(108) As que som, per natureza, | corpos dũa parecenza | junta[n]-s'e fazen
nacença (* / **) (1350) [= (de parecer <*PARESCERE>) semellanza]
[BREA]. No DELG aparece demoranza como forma viva.
(109) […] que lle non enbargase as ditas herdades et cassaes et gaandos et
poboanza et asoluese de seu enbargo (1340) [= (de poboar, de pobo
<POPULU(M)>) poboamento, poboación] [LUC1]. No DELG aparece
poboanza como forma viva.

A solución b) ten catrocentos trinta lemas no DRAG (absorbencia de ‘absorber’,


abstinencia <ABSTINENTIA(M)>, abundancia <ABUNDANTIA(M)>, ardencia de ‘arder’,
etc.). No corpus medieval ten bastantes rexistros e pódense atopar coas formas (TMILG)
‘-ancia, -ansia, -ãçia, -encia, -ensia, -ençia, -ẽçia’. Recolléronse seis voces inusitadas na
actualidade:

(110) […] e desta auenencia asi como sobredito é per mandado dos alcaldes
(1261) [= <ADVENIENTIA(M)> avinza, convenio, acordo] [CINT].
(111) […] vos asi aforo ami perteesiente por erancia de meu padre Domingo
(1425) [= <HAERENTIA(M)>herdanza] [SANCH].
(112) […] Alvares de Mugueymes, que deu licencia aa dita Costança Veya (*)
(1451) [= <LICENTIA(M)> licenza] [FERRO].
(113) […] e que todo esto que le asi mando aja e leue en sua vida para a sua
mantencia (1485) [= <*MANUTENTIA(M)> mantenza] [LOPEZ2].
(114) Esta ye la remenbrancia de la enquisa que saco johan pelaez e pedro
domingez? (1214) [= (de remembrar [rememorar] <*REMEMORARE>)
lembranza] [GALL].
(115) […] nin ninguno que sperancia aya ou parte ouere na demanda (*) (1290)
[= (de esperar) esperanza] [CINT].

Ben podería ser que a pronuncia fose [nsa] mais a grafía aínda representa o iode.

Segundo Ferreira (1997: 137):

A forma erudita tamén está presente en numerosos vocábulos introducidos


tardiamente desde o latín: audiencia, ausencia, concorrencia... [...] De calquera
xeito, todas as formacións populares modernas presentan a terminación erudita,
que, co español como factor coadxuvante, comeza a estenderse a vocábulos
antigos coa solución patrimonial documentada desde os primeiros períodos do
idioma: diferenza vs. diferencia, licenza vs. licencia, nacenza vs. nacencia,
presenza vs. presencia, querencia vs. querencia, sentenza vs. sentencia.

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As reflexións de ILG (1977: 20-21) sobre este sufixo foron expostas no sufixo 10. Nas
Normas ortográficas (ILG / RAG 2012: 12) lese “Nas palabras cultas, en xeral as de
entrada máis recente, coincide o galego co castelán e co portugués, pois nos tres idiomas
se conservan estas terminacións sen alteración na forma”.

3.14. -ŌNĔ(M) > -ón (fem. -oa / -ona / -a)

Indica orixe, proveniencia. Tamén efecto e é a forma usada maioritariamente para


formar aumentativos. O DRAG rexistra unha enorme cantidade de lemas (abusón / ona
de ‘abusar’, adulón / ona de ‘adular’, anfitrión / oa de ‘Anfitrión; rei de Tebas’, arañón
de ‘araña’, saxón <SAXONE(M)>, etc.). No corpus medieval (grafías [TMILG] ‘-on, -õ,
-om’), os aumentativos non son moi frecuentes, véxanse tres casos non usuais hoxe:

(116) Meen Rodríguez, mui sen meu prazer | a farei vosc', assi Deus me perdon: |
ca vos averei de chamar cochon (**) (1300) [de cocho, de coche ‘voz usada
para escorrentar os porcos’] [BREA].
(117) Et chegou ao tendillon que era moy rrico et moy noble, segundo cõta a
estoria (**) (1399) [de tenda <TENDA(M)>] [PARK].
(118) […] que lle deu d'açoutes tantos | que non ficou no costado || neno corpo
coiro são | ata eno vergallon (1284) [de verga <VIRGA(M)>] [METT].

Recóllense voces comúns a hoxe (Breton / Bretõ / Bretom, cabron / cabrõ, campion,
capõ, collon, cordon, tacon, touron, etc.) e outras, moi poucas, inusuais:

(119) E qui hy pescare, saluo boitron o anzolo, peyte (*) (1290) [= aparello de
pesca; cast. ‘buitrón’ de buitre <VULTURE(M)>] [CINT].
(120) [...] et seẽdo ẽno cabiidoon dos mõjes (* / **) (1420) [= cabido] [PENS]
(121) […] Frey Bernal Carreira Compañon do señor Arcebispo (1324) [=
<*COMPANIONE(M)> posiblemente, un galicismo) compañeiro] [MART-
SAL].
(122) […] e cuidaron que fill'era | d'infançon ou d'infançõa (**) (1284) [= (de
infanzón <*INFANTIONE(M)>) infanzona] [METT].
(123) […] e huna peça de vaca ou huna bõã leytõã (1445) [= (de leite
<*LACTE(M)>, ‘leite’) (‘criado con leite’) marrá, porca] [LUC1].

Rexístranse tamén entradas no DRAG, termos cultos, de acentuación átona (canon


<CANON>, colon <COLON>, etc.).

Lese que “O sufixo aumentativo xeral en galego (xa documentado desde a aparición
escrita do galego-portugués) é -ón” (Ferreiro 1997: 192).

ILG (1977: 26-27) afirmaba que:

As palabras formadas con este sufixo non revisten ningunha particularidade no


masculino: ladrón, ladróns. No femenino, as que o admiten, oscilan na fala viva
entre a eliminación no -n- (ladroa, mulleroa, leoa) e a súa conservación (ladrona,
mullerona, leona). Entrámbalas solucións poden ser usadas. Na fala parece haber

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certa tendencia a considerar -oa como mais (sic) despectivo. Pode botarse man na
escrita tamén desta distinción.

A partir de 2003, as formas do estándar son: anfitrioa, ladroa (ladra), leoa, patroa.

3.15. -ŌRĔ(M) > -or / -ra

Lat. acción ou resultado dela. Hoxe forma nomes abstractos, indica cualidade,
propiedade, estado. De moita produtividade en calquera época, como testemuñan o
DRAG (albor <ALBORE(M)>, brancor de ‘branco’, etc.) e mais o corpus medieval.

Relacionado con este sufixo existe -TŌRĔ(M), que ten dous resultados: a) -dor / -ra
(popular) e b) -tor / -ra. Xa no latín expresaban a idea de axente, como na actualidade.
Tamén moi produtivo (abdutor <ABDUCTORE(M)>, abridor de ‘abrir’, etc.). Existía o
feminino [-TRIX] (no DRAG trinta e seis rexistros: aceleratriz, adoratriz, automotriz,
conmutatriz, institutriz, motriz, xeratriz, etc.). A produtividade explica os casos
rexistrados na Idade Media que hoxe non se conservan:

(124) […] et poeta tãto quer dizer cõmo achador de rrazõ nouamẽte et fijnçidor
dela (**) (1330) [= (de achado, de achar <AFFLARE>) que acha, encontra]
[MART].
(125) […] cõmo forom ala os nosos padres da uella ley, Abraã, Ysaac et Jacob et
seus fillos. et ajnda nosso Señor Ihesu [Cristo]-, et doeusse dela Jupiter, esto
he [o] señor apartador (*) (1330) [= (de apartado, de apartar, de parte
<PARTE(M)>) que aparta, separa, escolle] [MART].
(126) Lopo Dias, cãbeador, Johan Garçia de rua Noua, scriuan da obra da igleia
de Santiago (**) (1403) [= (de cambiar <CAMBIARE> ‘trocar’) o que
realizaba operacións de cambio de moeda] [LUC1].
(127) […] per sua propia autoridade sen chamar pra ellos aoutro chegador de
dereito (1443) [= (de chegado, de chegar <PLICARE>) o que cobra dereitos e
rendas] [SANCH].
(128) Ja m'eu quisera con meu mal calar, | mays que farey con tanto cousidor?
(**) (1300) [= (de cousir < de cousa <CAUSA(M)>) censurador] [BREA].
(129) Ca muito per ás dormido, | dormidor te feziste, || e o cantar que dizias | meu
ja escaeciste (* / **) (1284) [= <DORMITORE(M)> durmiñón] [METT].
(130) Non mi digades, madre, mal, se eu fôr | vee-lo sen verdad'e o mentidor | na
ermida do soveral (**) (1300) [= (de mentido, de mentir <MENTIRE>)
mentireiro] [BREA].
(131) […] por quanto era rendor das ditas casas, que lle pagase o dito foro (1385)
[= (de renda <RENDITA(M)>) inquilino / rendeiro] [CAL2].

Apunta Ferreiro (1997: 127) que “A var. -or, -a, xa non é produtiva sobre bases verbais,
sendo utilizada con bases nominais para a criación de substantivos abstractos, coa
noción de ‘cualidade, propiedade’: amargor, frescor, grandor...”.

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3.16. -ŎRĬŬ(M) > a) -oiro / -a (-doiro); b) -orio / -a (-torio)

Indica ‘lugar ou instrumento de acción’. Nalgúns casos, conserva o sentido do antigo


participio de futuro latino (como o rexistro 133, máis abaixo). Presenta dúas solucións
con variantes.

A solución a) ten cento trinta lemas no DRAG. No corpus medieval é de presenza tímida
e pódese atopar escrito das seguintes formas [TMILG]: ‘-oiro, -oyro, -ojro’. Casos sen
rexistro actual:

(132) […] mays faranos entrar el oge en tal lugar que aueremos mester o
ajudoyro de Deus (* / **) (1312) [= <ADIUTORIU(M)> axuda, favor, auxilio]
[LOR1].
(133) […] nen excepçon apoeran nen ussaran de avidoyro de dereyto ninhun, nen
de custume nen de for (1287) [= (de aver [haber] <HABERE> o que pode ser
tido] [ROMAN].
(134) […] e posa sobre todo e en todo o que dél nacer et açender e desçender et
conpridoyro for e o que nos faríasmos e diríasmos (*) (1434) [= (de
cumprir <COMPLERE> necesario, obrigatorio] [FERRO].
(135) Item o agro do Rego derradoiro, que jaz em tojal (1399) [= (de
<DE+RETRO> derradeiro; traseiro] [LUC1].
(136) Dentro no dormidoiro | en seu leit'u jazia (* / **) (1284) [=
<DORMITORIU(M)> dormitorio] [METT].
(137) […] et nõ fazíã sen guisa, que Ayas Talamõ os desamaua, et era fortement
dultadoyro (1373) [= (de dulta ‘dúbida’, posiblemente dultar <DUBITARE>)
temeroso; dubidoso] [LOR2].
(138) Fernando Anes, escudoyro de Diego Ferrnández (1348) [= (de escudo
<SCUTU(M)>) escudeiro] [FDEZ-VIA].
(139) […] ora moramos como iaz murada τ como departe pelo eſtremadoyro τ
uaj enteſtar no rrio (*) (1296) [= (de estrema <EXTREMA(M)>) estrema,
linde] [MAIA].
(140) […] et ouue a leyxar este faleçedoyro mũdo que pouco dura (1312) [= (de
falecer <*FALLESCERE>) perecedoiro] [LOR1].
(141) […] seendo juntados em noso cabídoo ẽno leedoiro do coro da dita igleia
(*) (1396) [= <LEGITORIU(M)> lugar onde se sitúa o lector no refectorio dos
conventos] [CAB].
(142) […] feito et outorgado este testamento eno Refortoiro do moesteyro de sam
francisco de Santiago (**) (1395) [= <REFECTORIU(M)> refectorio]
[LOPEZ2].
(143) […] ca de Santĩag'atá San Fagundo | mais ruidoiro omen non avia (1240) [=
(de ruído <RUGITU(M)>) ruidoso] [BREA].
(144) Eynés Gaya deu por querella que lle tomaran hun coytelo podadoyro en
este dia (*) (1458) [= (de podar <PUTARE>) coitelo para podar] [FERRO]
No DELG aparece podadoiro como forma viva.

A solución b) (forma culta) é produtiva na actualidade (absolutorio


<ABSOLUTORIU(M)>, accesorio <ACCESSORIU(M)>, acusatorio <ACCUSATORIU(M)>,

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circulatorio <CIRCULATORIU(M)>, etc.); no corpus da Idade Media os rexistros


encontrados son de uso actual. Aparecen coas grafías (TMILG) ‘-orio, -oryo, -orjo’.

A propósito destes sufixos, Ferreiro (1997: 165) escribe que: “O suf. -(t)orio é
aproveitado popularmente para a formación de substantivos con carácter despectivo
sobre bases substantivas e verbais”. “Os adxectivos formados co sufixo -(d)oiro
continúan semanticamente as formas latinas do participio de futuro”.

3.17. -TĀTĔ(M) > -dade (-idade, adxectivos de máis de dúas sílabas)

Lat. cualidade ou estado. Hoxe forma nomes abstractos, indica cualidade, propiedade,
estado. No DRAG, innúmeros casos. Moi produtivo. No corpus medieval tamén, con
rexistros inusitados hoxe, véxanse catro:

(145) […] dizede-mi quen é comendador | eno Espital ora da escassidade, | ou na


fraqueza (**) (1300) [= (de escaso <ESCARSU(M)>) escaseza] [BREA].
(146) […] e, mha senhor, en gran ben vos terria | de me darde-la morte | ca de
viver eu en coita tan forte | et en tal estraidade (* / **) (1350) [= (de
estraño <EXTRANEU(M)>, na forma estra(n)eidade) estrañeza, sorpresa]
[BREA].
(147) […] que tevesse huna sua casa da rua da Algara en tenpo de sua vida et
queria que daqui endeante essa doaçon non valese nen ouvesse fermedade
(1345) [= (de firme <FIRME(M), de FIRMU(M)>) firmeza; solidez] [RODR-
N].
(148) Por ende eu o dito Juan Gonçales entendendo en minna grande provesa e
lazeridade (1450) [= <*LACERITATE(M)> aflición; mágoa] [GARC].

De grande vitalidade no latín vulgar, “ten ampla continuidade no galegoportugués”


(Ferreiro 1997: 123).

3.18. -TĬŌNĔ(M) > -zón / -ción

Lat. acción ou resultado dela. Hoxe tamén. No DRAG, innúmeros casos (só cincuenta e
sete con -zón). Grafías medievais (TMILG): ‘-cion, -çion, -çiom, -ciõ, -çiõ, -çio, -çon, -
çom, -çõ, -zon, -zom, -zõ’. Moi produtivo en calquera época. Seguidamente, os casos
non conservados hoxe:

(149) […] que lle arrende o dito casal por quantos annos se aveer con a dita priora
et convento et todallas cousas et pusturas et avisaçon que o dito Migel
Martinez fezer sobre razon do dito casal (1337) [= <*AVISATIONE(M)>
aviso, prevención] [RODR-N].
(150) […] para en todo sempre posan cargar e descargar, e carguen e descarguen
suas mercadurias de pescados […] con condiçon que eles e qualquer deles e
seus sucesores veñan a a dita vila de Padron a demandar licencia para a dita
cerregaçon e descarregaçon (*) (1448) [= (de [carregar] cargar
<*CARRICARE, de CARRU(M)>) carga / (de [descarregar] descargar
<*DISCARRICARE, de CARRU(M)>) descarga] [LOPEZ2].

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(151) Mays tãto me sofreredes que eu faça toda mĩa força et todo meu poder
cõuosco en trager os de Troya a cõfondiçõ et destroimento (**) (1373) [=
(de confundir <CONFUNDERE>) confusión] [LOR2].
(152) E aforamosvos lo sobredito por virtude de huna demitiçion que fezeron
Loys de Cangas e Juan de Cangas […]; a qual dimitiçion foy feyta e
firmada de mãõ de Roy de Frogil notario (1499) [= (de dimitir
<DIMITTERE>) cesamento] [LUC1].
(153) […] et Nos fasian outras molestaçoos con fatigaçon de custas et dannos
(1435) [= (<FATIGATIONE(M)>) perturbación] [CAL2].
(154) […] por las moytas gentes que en o dito mosteyro estavam de gerra et
forniçon et moytas foron levadas (1473) [foi encontrada outra lectura deste
documento en que se le gorniçon; mais axeitada ao texto; (de gornir <
*GUARNIRE < gót. warnjan ‘advertir’) conxunto de tropas] [ROMAN].
(155) Et se for posta ou movida a quistion ou debate ou contenda ou posta
turbaçon ou molestaçon ou inpedimento algunt sobre lo sobredito (1435) [=
<MOLESTATIONE(M)> pexa; molestia] [CAL2].
(156) E todos Santa Maria | roguemos de coraçon, || del Poi, que aqueste calez |
receba en offreçon (**) (1284) [= (de ofrecer <OFFERIRE +-ecer, de
OFFERRE>) ofrecemento; ofrenda] [METT].
(157) E de commo o deto abade o disia, pidia, spondeva e requeria e de
protestaçion que sobre elo fasia de non cayr ena deta pena (1460) [=
(<*PROTESTATIONE(M)>) protesta] [GARC-GARC].
(158) […] era ben çerto que a recobraçion os ditos bêês perteesçia ao dito Vasco
Lopes (1422) [= (de recobrar <RECUPERARE>) embargamento, embargo]
[LUC1].
(159) […] que El mo queyra reçebir en esmõõla et en reymeyçon dos meus
pecados (1446) [= (de re(d)imir <REDIMERE>) redención] [LUC1].
(160) E confirmo τ dou por firme τ outorgo la carta de vencion de esta herdade
(**)(1268) [=<*VENTIONE(M)> venda] [SPON]
(161) Et si per uentura alguen uener que uos esta nostra uendicion contrariar
quiser […] (1266) [= <VENDITIONE(M)> venda] [ROD-GON2].

Convén sinalar que tamén se atopan as grafías [TMILG] ‘-sion (condision,


emançipasion, maldision, mension, renunciasion), -son (aproueitason, condison,
corasson, maldison, orason, rrason, vendison), -siõ (posisiõ), -som (doasom) e -sõ
(condisõ, rasõ, vendjsõ)’ que non corresponden á solución etimolóxica.
É este un sufixo controverso, con dúas solucións: sen iode, maioritario na Idade Media e
con iode, solución maioritaria actual. As formas patrimoniais conservadas sen iode son
poucas e hoxe esa solución non crea neoloxismos.

Lese en Ferreiro (1997: 169) que existía:

no período medieval -zon ou -çon, o que implicaría unha forma moderna


galega -zón. Certamente, a partir do final da Idade Media comezou a vacilación
entre o mantemento da solución tradicional e patrimonial e a progresiva
introdución da forma -ción, que parece triunfar modernamente dun modo
definitivo na maioría dos vocábulos, a pesar de ser produto dunha clara influencia

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do español, agás nalgúns vocábulos isolados como, por exemplo, doazón, ligazón
ou traizón.

Apunta que “para outro intento de xustificación da recuperación do iode como unha
influencia culta (¿u-lo padrón culto galego durante os séculos escuros?)” tense que ler o
texto de R. Mariño Paz (1995a: 57-59).

De Mariño Paz serve un estudo pormenorizado (1995b: 174) en que fai referencia á
cuestión formulada por Ferreiro e escribe sobre as formas -izo / -icio (sufixo 10), -nza
/ -ncia (sufixo 13) e -zón / -ción (sufixo 18), con iode conservado ou absorbido.
Esclarece que:

a) As terminacións -cio / -cia están xa bastante estendidas nos textos galegos


medievais, e incluso non son poucas as voces que non presentan nunca -ço / -ça.
b) Se ben as formas sen absorción do iode comezan a facerse máis frecuentes a
partir do século XIV e, sobre todo, do XV, o certo é que algunhas como neicio,
offiçio, xa se detectan en textos do XIII.
c) En xeral obsérvase que durante os séculos XVI, XVII e XVIII se consolida a
tendencia cara ao triunfo das terminacións con iode […]. Así e todo, formas como
preço, juizo mantivéronse bastante firmes entre o final da Idade Media e o século
XIX.
d) Continúase observando que os cultismos e as voces de entrada tardía en xeral
se acomodan sempre con terminacións en -cio ou -cia.

Aínda afirma na páxina 178 que:

Semella fóra de toda dúvida que, ó igual que sucedeu cos descendentes da
terminación latina -IONEM, había tamén para as palabras estudiadas neste artigo
unha convivencia medieval entre a solución que mantiña o iode (-cio, -çio, etc.) e
a que o absorbía na articulación palatal da consoante (-ço, -zo, etc.), e mesmo en
determinadas voces, unha pugna entre un resultado e outro. […] Parece ademais
que desde as orixes do idioma alomenos unha zona da Galicia oriental coñeceu a
terminación -cio / -cia como patrimonial.

Chega á conclusión de que os sufixos -ança / -ença, -iça / -iço, -zón xa non eran
produtivos en galego cando rematou a Idade Media. Todo o novo léxico producido
acomodouse ás terminacións con iode, ás solucións relatinizadas. Só se mantiveron e
manteñen sen iode voces do “fondo léxico máis antigo do idioma (o da vida agrícola e
tradicional, os sentimentos humanos máis elementais, as partes do corpo, os pesos ou
medidas, topónimos e antropónimos, etc.)” (p. 179).

Se no DRAG se atopan uns setenta lemas acabados en -icio, no Dicionário da Língua


Portuguesa da Porto Editora (2008) rexístranse cento vinte (acomodatício de
‘acomodado’, adventício <ADVENTICIU(M)>, alimentício de ‘alimento’, benefício
<BENEFICIU(M)> cardinalício de ‘cardeal’, etc.). Hai douscentos en -iço. A tendencia é a
mesma que no galego. Tamén para -ância / -ência. Outra cuestión é a solución medieval
-çon / -çom que non recupera o iode e devén en -ção.

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No aspecto normativo, ILG (1977: 22) escribía:

Sufixo -ción, -sión. Aconséllase manter estes sufixos nas voces cultas: nación,
confesión, confusión, construción.., pro non se rexeita totalmente a tentativa
iniciada a comezos de século por certos escritores, de retroceder ó pasado e
restaura-las formas en -zón, -són nas voces cultas.

Na mesma páxina lese:

Este sufixo ten en castelán unha variante popular, -zón, e unha culta, -ción. En
galegoportugués preséntase coas formas -zon e -çom, que aínda son hoxe as do
portugués (cast. razón, port. razão; cast. ración, port. ração); non sabémo-la
vixencia que tiveron estas formas na nosa lingua nos séculos da decadencia, e os
exemplos que se aprecian en textos ata finais do XIX quizais non sexan un fiel
reflexo da fala de entón. En todo caso o castelán e o portugués distinguen entre o
sufixo culto e o popular; o galego, ó perde-los sonidos sonoros e igualalos ós
xordos, imposibilita a distinción que fai hoxe o portugués.
A entrada e triunfo da forma -ción, -sión parece que hai que atribuirllos ó castelán,
sen que deixe de parecer extraña a eliminación total das formas tradicionais. Hoxe
son estas practicamente universais nas voces cultas, polo que nos parece que debe
ser esta a norma; normativizar en -zón daríalle un aire demasiado artificial á
lingua. Pro con todo non se pode nin se debe rexeita-la tentativa de recupera-las
formas perdidas prá lingua de hoxe, pro de acordo coa tendencia demostrada
historicamente por esta.

Din as Normas ortográficas (ILG e RAG, 2012: 55) ao respecto:


A historia destes sufixos e terminacións é diferente en galego e en portugués. En
galego existe hoxe a variante tradicional -zón e as cultas -ción, -sión; o portugués
ten -ção, -zão e -são. Na época medieval as formas máis estendidas eran -zon,
-çon, -son e -sson; pero posteriormente a historia de cada un dos dous idiomas
seguiu rumbos diferentes. […] O galego incorporou todas estas palabras cultas,
coa acomodación fonética indispensable da terminación latina (FRACTIONEM >
fracción), seguindo un criterio similar ao adoptado coa terminación -cio, -cia e
cos cultismos en xeral.

Con todo, na literatura do Rexurdimento, son moi comúns –ás veces, exclusivas– as
formas escritas sen iode (-zón, -són) no afán de recuperar a lingua medieval, sen ter
unha normativa nin estudos durante tres séculos que nos indicasen como evolucionou o
idioma. En 1933, publicáronse Algunhas normas pra unificazón do idioma galego
(SEG) que recollen as tendencias dos primeiros anos do século XX; nelas úsase sempre
-zón, que xa se le no título.

Carballo Calero escribía, desde unha posición xa claramente reintegracionista, na súa


gramática (1979: 96), ao falar do galego medio:

Las influencias morfológicas que se observan en el gallego vulgar de hoy, y que


se refieren principalmente a la sustitución de sufijos tradicionales por las formas
castellanas gemelas, se van manifestando paulatinamente, más o menos

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tempranas, y según las condiciones geográficas. El sufijo latino -TIONE, que como
elemento vivo de la lengua tiene hoy por lo común en gallego la misma
forma -ción del castellano, ha conservado en algunas zonas de seseo la forma
antigua, es decir, con absorción de la yod […]. De modo que se oye
dialectalmente combinasón, confesón, en vez de combinación y confesión, lo
mismo que si se tratara de aquellas palabras antiguas que han persistido como
terminadas en -zon en la lengua común. La castellanización de sufijos en las
nuevas formaciones; -ción, -cio, -cia, con la i conservada; -ble de -BILE.

E Freixeiro Mato (1997: 116), ao falar do conflito normativo, afirmaba: “Algunhas


solucións de tipo morfolóxico sobre todo van ir evolucionando até coincidiren coas do
castelán, provocando a sospeita da interferencia deste (-zón / -ción, -zo / -cio, españós /
españoles, verdá / verdade, etc.).

O TMILG presenta voces acabadas en -cion (e as súas variantes gráficas) desde os


primeiros documentos, aínda que non na mesma cantidade que as formas en -çon.

4. Conclusións

Dos dezaoito sufixos vistos, catorce seguiron ata a actualidade a evolución esperada (na
solución popular e na culta) e non supuxeron un problema cando se formularon, xa no
século XX, as normas ortográficas da lingua. Catro hai, con todo, que hoxe presentan
unha solución non compartida unanimemente polos diferentes sectores que propuxeron
unha normativa estándar para a lingua. Como xa se foi vendo no texto, son as solucións
[sufixo 6] -bel / -ble (-BĬLĔ(M)), [sufixo 10] -izo / -icio (-ITĬŬS / -ICĬŬS) (e os seus
femininos), [sufixo 13] -nza / -ncia (-NTĬĂ(M)) e [sufixo 18] -zón / -ción (-TĬŌNĔ(M)).

A cuestión vén xa desde mediados do século XIX, cando se recuperou o galego como
lingua escrita despois dos tres séculos anteriores en que o uso da lingua foi moi
minoritario. Os literatos e intelectuais daquela época tiveron acceso pola primeira vez á
produción escrita anterior (Idade Media), e baseáronse nela para crear un proto estándar,
unha linguaxe máis ou menos formal que lles servise para todas as manifestacións
escritas, no afán de ter unha norma estable. Repararon en que moitos dos usos
medievais coincidían cos do galego que coñecían de sempre mais outros eran diferentes
e achegados ao castelán. Serían así por influencia do castelán ou por evolución da
propia lingua galega? A pregunta só sería respondida na época actual, con todo o
material escrito de que se dispón. Naquel tempo o empeño descastelanizador tiña maior
importancia. Non entrarei a cuestionar as diferentes propostas normativas que se fixeron
ao longo do século XX (algunhas paralelas á actual oficial xa desde os anos 80). Aquí
só estudamos datos fornecidos pola documentación existente no corpus.

Pouca información se tem do galego escrito na época dos chamados Séculos Escuros,
con todo, contamos desde 2017 coa axuda dun novo corpus, o Gondomar. Corpus
dixital de textos galegos da Idade Moderna [GONDOMAR (G)]. Reúne a produción
escrita entre os séculos XVI, XVII e XVIII7. Este corpus vai axudar a verificar cal era a
solución morfolóxica e gráfica máis común durante eses anos8.

Véxanse as solucións comparadas do TMILG (T) e do GONDOMAR (G):

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(6) -BĬLĔ(M):
-uel T=117 ocorrencias (entre 1225 e 1484) / G=0,
-uele T=20 (entre 1261 e 1487) / G=0,
-vel T=135 (entre 1220 e 1503) / G=0,
-vele T=8 (entre 1301 e 1503) / G=0,
-bel T=3 (entre 1369 e 1481) / G=0,
-bele T=19 (entre 1300 e 1503) / G=0,
-bil T=5 (entre 1280 e 1469) / G=0,
-bile T=3 (entre 1325 e 1456) / G=0,
-vil T=79 (entre 1240 e 1394) / G=0,
-vile T=4 (entre 1325 e 1438) / G=0,
-vle T=4 (entre 1404 e 1456) / G=0,
-ble T=86 (entre 1270 e 1527) / G=4 (en 1612, 1697, 1750 e 1777) e
-bre T=0 / G= 3 ocorrencias (‘notabre’ duas veces en 1697 e ‘posibre’ en
1773).

Solucións maioritarias:

-vel T=135 (entre 1220 e 1503) / G=0 e


-ble T=86 (entre 1270 e 1527) / G=4 (1612, 1697, 1750, 1777).

(10) -ITĬŬS / -ICĬŬS: escolléronse para este grupo, só aqueles vocábulos que em
2003 pasaron ao estándar sem -i-.
-espacio T=6 (entre 1371 e 1527) – espacios T=0,
espaçio T=12, (entre 1300 e 1468) – espaçios T=0,
espaço T=24 (entre 1295 e 1457) – espaços T=0 e
espazo T=3 (entre 1282 e 1305) – espazos T=0.
Ningún resultado en GONDOMAR.

-gracia T=37 (entre 1240 e 1448) / gracia G=6 (entre 1697 e 1777) –
gracias T=2 (entre 1264 e 1348) / G=1 (1594),
graçia T=92 (entre 1264 e 1512) / G=0 – graçias T=14 (entre 1300 e 1473)
G=1 (1594), graça T=350 (entre 1220 e 1500) / G=0 – graças T=91 (entre
1220 e 1468) / G=0,
graza T=4 (entre 1275 e 1353) / G=1 (1746) – grazas T=0 / G=2 e
grasia T=0 / G=0 – grasias T=0 / G=1 (1775).

-precio T= 47 (entre 1258 e 1516) / G=0 – precios T=0 / G=0,


preçio T=49 (entre 1260 e 1506) / G=0 – preçios T=6 (entre 1440 e 1506) /
G=0,
preço T=665 (entre 1220 e 1497) / G=0 – preços T=18 (entre 1418 e 1458) /
G=0 e
prezo T=150 (entre 1255 e 1381) / G=15 (entre 1612 e 1746) – prezos T=0 /
G=0.

-servicio T=15 (entre 1294 e 1485) / G=4 (entre 1697 e 1773) – servicios
T=4 (entre 1485 e 1489) / G=0,
serviçio T=16 (entre 1264 e 1506) / G=0 – serviçios T=1 (1473) / G=0,

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serviço T=229 (entre 1220 e 1508) / G=3 (entre 1596 e 1697) – serviços
T=21 (entre 1264 e 1473) / G=0,
servizo T=4 (entre 1257 e 1420) / G=0 – servizos T=0 / G=0 e
serbisso T=0 / G=1 (en 1603).

-[xuicio] juicio T=10 (entre 1324 e 1485) / G=1 (en 1753),


juiçio T=1 (1365) / G=0,
iuicio T=0 / G=0,
iuiçio T=0 / G=0,
juiço T=20 (entre 1283 e 1473) / G=0 – juiços T=1 (1325) / G=0,
juizo T=131 (entre 1240 e 1506) / G= 2 (en 1671 e 1707) – juizos T=5
(entre 1340 e 1441) / G=0,
juiso T=130 (entre 1332 e 1508) / G=0 – juisos T=1 (en 1349) / G=0,
x̃suizo T=0 / G=1 (en 1777) e
x̃suicio T=0 / G=1 (en 1777).

-[xusticia] justicia T=16 (entre 1339 e 1485) / G= 4 (entre 1594 e 1671) –


justicias T=8 (entre 1350 e 1527) / G=0,
justiçia T=94 (entre 1300 e 1498) / G=2 (en 1594 e 1596) – justiçias T=57
(entre 1290 e 1493) / G=0,
iusticia T=8 (entre 1243 e 1290) / G=0 – iusticias T=2 (en 1441) / G=0,
iustiçia T=7 (entre 1266 e 1490) / G=0 – iustiçias T=2 (en 1288 e 1290) /
G=0,
justiça T=267 (entre 1240 e 1522) / G=2 (en 1603) – justiças T=134 (entre
1264 e 1492) / G=0,
iustiça T=5 (entre 1295 e 1434) / G=0 – iustiças T=3 (entre 1428 e 1488) /
G=0,
justiza T=7 (entre 1277 e 1420) / G=4 (2 en 1605 e 2 en 1746) – justizas
T=2 (en 1320 e 1339) / G=0 e
iustiza T=0 / G=0 – iustizas T=0 / G=0.

(13) -NTĬĂ(M): fíxose a mesma operación.


-diferencia T=0 – diferencias T=1 ocorrencia (en 1474),
diferençia T=2 ocorrencias (en 1412 e 1519) – diferençias T=0,
diferença T=0 – diferenças T=0 e
diferenza T=0 – diferenzas T=0.

Ningún resultado en GONDOMAR.

-licencia T=8 (entre 1332 e 1451) / G=1 (en 1770) – licencias T=0 / G=0,
licençia T=16 (entre 1337 e 1532) / G=0 – licençia T=0 / G=0,
liçencia T=14 (entre 1325 e 1494) / G=0 – liçencia T=0 / G=0,
liçençia T=177 (entre 1300 e 1519) / G=0 – liçençias T=0 / G=0,
licença T=3 (entre 1332 e 1416) / G=0 – licenças T=0 / G=0,
liçença T=49 (entre 1317 e 1503) / G= 1 (en 1605) – liçenças T=0 / G=0 e
licenza T=0 / G=0 – licenzas T=0 / G=0.

-presencia T=36 (entre 1237 e 1519) / G=2 (en 1773 e 1777),

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presençia T=106 (entre 1309 e 1520) / G=2 (en 1594),


presença T=1.162 (entre 1252 e 1505) / G=0 e
presenza T=21 (entre 1256 e 1476) / G=0.

-sentencia T=21 (entre 1274 e 1498) / G=1 (1708),


sentençia T=62 (entre 1287 e 1577) / G=0,
sentença T=365 (entre 1252 e 1488) / G=0 e
sentenza T=9 (entre 1261 e 1476) / G= 1 (1697).

(18) -TĬŌNĔ(M):
-çon T=5.315 (de inicios a 1522) / G=10,
-çom T=260 (entre 1240 e 1488) / G=0,
-çõ T=1.257 (entre 1262 e 1506) / G=0,
-zon T=1.363 (entre 1200 e 1516) / G=36 (entre 1596 e 1777),
-zom T=157 (entre 1240 e 1468) / G=0,
-zõ T=157 (entre 1240 e 1468) / G=0,
-cion T=129 (entre 1250 e 1503) / G=27,
-çion T=267 (entre 1263 e 1527) / G=3 (en 1594),
-çiom T=15 (entre 1289 e 1506) / G=0,
-çiõ T=15 (entre 1289-1506) / G=0 e
-ciõ T=2 (entre 1262 e 1340) / G=0.

Solucións maioritarias:

-çon (5.315, inicios-1522) G (10 [condiçon, 1596; diçon, 1596; obrigaçon,


1598 e 1697; consolaçon, 1603; discrijiçon, 1671; raçon, 1671; bendiçon,
1697, maldiçon, 1697 e naçon, 1697]) /
-zon (1.363 (1200-1516) G (36 [conguergazon, 1746; corazon, 1770;
admirazon, 1697; razon, 1770; benzon, 1746; comparazon, 1697; intenzon,
1746; obrigazon, 1697; privazon, 1753...] Todos os rexistros son do século
XVIII e escritos con ‘z’).
Os rexistros acabados en -cion, no TMILG (129, 1250-1503) e no G (27:
1594 {1 caso}, 1671 {1 caso},1697 {2 casos}, entre 1708 e 1777 {24
casos}), demostran a pouca vitalidade do sufixo nos vocábulos patrimoniais
ata o século XVIII; a tendencia cara a -cion comeza a verse na produción
escrita no século XIX e, sobre todo, no XX.

Como se pode observar, hai durante todo o período medieval diversas solucións gráficas
para unha mesma realización fonética (ou realizacións alófonas); esa tendencia é menor
durante os séculos seguintes mais aínda é inestable e chegamos ao século XX sen unha
norma consolidada. O estudo de todas estas solucións e da tradición 9 fixo posible a
asunción dun modelo normativo (contestado) que, debido ás propias circunstancias da
historia da lingua xa referidas e coñecidas, se tivo que ir modificando e axeitando
conforme se coñecía máis información, e cos ollos postos na depuración de formas
castelás.

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Terra de Rianxo e Postmarcos. Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega.

Notas
1
Sería interesante ver (mais iso sería materia para outro traballo) como algúns deses sufixos están ao
servizo da linguaxe xurídica, outros á literaria (búscase a estética, o estilo persoal do autor, depúrase a
escrita), outros á médica, etc. En definitiva, especialízanse, e noutros casos, os sufixos funcionan en
calquera tipo de texto.

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2
Pódense consultar as trinta e dúas obras na páxina web: <http://sli.uvigo.es/ddd/index.php>.
3
Pódense consultar as catorce obras nese artigo. Dispoñible en: <http://www.euralex.org/elx_
proceedings/Euralex2008/021_Euralex_2008_Gonzalez%20Seoane_de%20la%20Granja_Boullon%20Ag
relo_Rodriguez%20Suarez_Suarez%20Vazquez_El%20Diccionario%20de%20diccionar.pdf>.
4
No ámbito dos glosarios, tamén foi utilizado o de La traducción gallega de la Crónica General y de la
Crónica de Castilla, de Ramón Lorenzo (ed. 1975, 1977), referido na bibliografía do TMILG coa sigla
[LOR1].
5
Rexístranse no corpus casos que responden a unha lectura errada, sirvan de exemplo os seguintes:
– “[…] eue de seer absolto por vertude del por quanto el por vertude das ditas letras apostolical nin en
outra maneira algua (1390 a 1480)”. Apostolical > apostolicaſ (apostólicas)
– “[…] carta que aja dado ou feyto a outra persona ou personas alguas ecclesiastical ou seglares
(1456)”. Ecclesiastical > ecclesiasticaſ (eclesiásticas).
6
Nestes casos, coloco en letra itálica a forma mantendo a grafía da época de que procede a palabra do
corpus, e entre corchetes a forma actual.
7
Oitenta e tres textos; o máis antigo de 1594 e o máis moderno de 1791. Pódese ver toda a información
na páxina web: <http://ilg.usc.gal/gondomar>.
8
Merece atención o sufixo 2 -ĀNŬ(M), - ĀNĂ(M) >
a) -an / -án, -ao / -ão / -ãõ / -ãão, -ã [-án / -á (-ao / -á)];
b) -an, -ão, -ao [-án / -ana];
c) -ano, -ão [-ano / -a].
Após as posibilidades vistas no TMILG, no GONDOMAR encóntranse as seguintes solucións:
– 9 ocorrencias en -ao = brao <verán> 1770; grao <gran> 1753 e 1755; hirmao <irmán> 1596 e 1603;
mao <man> 1612, 1697 e 1707 e nao <non> 1680.
– 3 ocorrencias en -au = chau <chan> 1746; mau <man> 1604 e yrmau <irmán> 1604.
– 59 ocorrencias en -an / -án = can <can> 1596, 1747; capellan <capelán> 1777 (2 ocorrencias); capitan
<capitán> 1753 (2 ocorrencias), 1777 (4 ocorrencias) e 1791; chan <chan> 1697 e 1746 (18
ocorrencias); hirmán <irmán> 1603 e 1791; lacazan <lacazán> 1746; man <man> 1603, 1671 (2
ocorrencias), 1746 (5 oc.), 1753 (3 oc.), 1770 (2 oc.) e 1775; nugallan <nugallán> 1746 (2 oc.); paisan
<paisano> 1746, sacristan <sancristán> 1746, 1770 (4 oc.) e 1775; teçelan <tecelán> 1596; tezelan
<tecelán> 1596 e yrman <irmán> 1603.
Este último grupo acolle solucións en -án / -á e -án / -ana actuais. Será a solución estándar en
detrimento de -ao ~ -au.
9
Convén dicir que a maioría das palabras que aparecen no [DdD] tamén están no [DdDGM].

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303

Particípios atemáticos no Português: tipologia, distribuição e avaliação


Alina Villalva e Fernanda Jardim
Faculdade de Letras da U. de Lisboa e U. Federal de Santa Catarina
alinavillalva@campus.ul.pt
nandalimajardim@gmail.com

Resumen

En portugués, la existencia de participios atemáticos (i.e. los participios que no están


formados por el tema verbal y el sufijo -do) es accidental. Originalmente, se relaciona
con la memoria etimológica de una distinción que existía en latín entre los verbos
débiles que formaban el participio del tema verbal (cfr. am-a-re; ama-t-us) y los verbos
fuertes que usan el radical para ese mismo propósito (cfr. iac-e-re; iac-t-us). Luego, y
aún en latín, algunos de estos últimos participios produjeron verbos débiles de la
primera conjugación (cfr. frict-us -> frict-a-re), y fue quizás ese el evento que originó el
efecto de abundancia en estos nuevos verbos. Esta abundancia, solo a veces, se hereda
en portugués (cfr. frito, fritar, fritado), pero el modelo de formación de verbos servirá
para crear nuevos verbos abundantes, que no tendrán ninguna motivación etimológica.
Así, todos los verbos abundantes del portugués ni tienen el mismo origen ni las mismas
características morfológicas. Por eso, presentaremos una tipología basada en la
etimología y la estructura morfológica de los participios atemáticos.

La disponibilidad de dos formas donde suele haber una sola supone la existencia de
problemas de uso. De hecho, los dos participios de los verbos abundantes no se usan
siempre de la misma manera. Los gramáticos (como Barboza 1822, Cunha & Cintra
1984 o Bechara 1999) prescriben normas sintácticas que buscan regular el uso de los
verbos llamados abundantes (i.e. participios temáticos con el auxiliar ter ‘tener’, en la
formación de los tiempos compuestos, y participios atemáticos en las estructuras
pasivas), pero las listas de verbos abundantes que crea cada autor son distintas y las
normas son en sí mismas problemáticas, ya que buscan describir un comportamiento
sistemático sabiendo que los usuarios del idioma no siempre las reconocen como
buenas.

Para discutir estas cuestiones, presentaremos dos series de datos: (i) una selección de
datos diacrónicos en testimonios desde el siglo 13 registradas en el Corpus do
Português; y (ii) algunos resultados preliminares de una investigación sobre el uso de
estos participios concurrentes, que está basada en una encuesta (creada en la plataforma
OnlinePesquisa) hecha con hablantes del portugués europeo (dialecto de Lisboa) y del
portugués brasileño (dialecto de Florianópolis). El análisis de los datos nos enseña que
los verbos abundantes constituyen un territorio de fronteras imprecisas y con una
importante heterogeneidad intrínseca (cfr. Weinreich, Labov & Herzog (2006[1968]);
Labov (2008 [1972])), así que la relación entre la tipología de las formas participiales,
las normas gramaticales y el uso se presenta menos sólida de lo esperado. Sin embargo,
este estudio indica que la existencia de una forma adjetival (o incluso nominal)
relacionada con el verbo facilita la aparición de un participio atemático y que el uso de
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303

las dos formas participiales concurrentes cambia en diacronía y en el contraste de las


dos variedades del portugués: el portugués europeo favorece el uso de los participios
atemáticos y el portugués brasileño se conforma con la prescripción gramatical.

Palabras claves: verbos abundantes; participio; variación; portugués europeo;


portugués brasileño

Abstract

In Portuguese, the existence of athematic participles (i.e. participles that are nor formed
by a verb stem and the suffix -do) is fortuitous. It is originally related to the
etymological memory of a distinction that existed in Latin between weak verbs that
formed the participle from the verb stem (cfr. am-a-re; ama-t-us), and strong verbs that
used the verb root for this same purpose (cfr. iac-e-re; iac-t-us). Still in Latin, some of
the latter participles produced first conjugation weak verbs (cfr. frict-us -> frict-a-re),
and that was probably the event that originated the effect of abundance in these new
verbs. Apparently, two participles were available: the participle that was used to form
the new verb (e.g. frictus) and the participle that the new verb allowed to form (e.g.
frictatus). This abundance is only sometimes inherited in Portuguese (e.g. frigir, frito,
fritar, fritado), but the verb-forming pattern will allow the appearance of new abundant
verbs that have no etymological motivation. Therefore, Portuguese abundant verbs are
not all alike, either in genetic or in structural terms, which allowed us to design a
morphological and etymological typology of athematic participles.

The existence of two forms where only one should occur induces some usage issues. In
fact, the two participles of abundant verbs are not systematically used. Grammarians
such as Barboza (1822), Cunha & Cintra (1984) or Bechara (1999) prescribe syntactic
norms (i.e. thematic participles occur with the auxiliary ter ‘to have’, in compound
tenses, and athematic participles occur in passive constructions). These norms aim to
regulate the use of the so-called abundant verbs, but the lists created by each author
differ from one another and the norms are themselves problematic, since they try to
create a systematic behaviour while knowing that language users do not follow them.

To discuss these issues, we will present two sets of data: (i) a survey of diachronic data
attested since the 13th century and registered in the Corpus do Português; and (ii) some
preliminary results of a research on the usage of these participles, based in an inquiry
(created in the platform OnlinePesquisa) that was presented to Lisbon speakers of
European Portuguese and Florianópolis speakers of Brazilian Portuguese. The analysis
of these data allows us to conclude that this domain has blurred borders and an intrinsic
heterogeneity (cfr. Weinreich, Labov & Herzog (2006 [1968]); Labov (2008 [1972])):
the relationship between the typology of participial forms, grammatical norms and
usage are less solid than what we anticipated. Nevertheless, this study suggests that the
existence of an adjectival (or even nominal) form facilitates the appearance of an
athematic participle. It also demonstrates that the usage of competing participles differs
diachronically and it finally suggests that Portuguese and Brazilian varieties of
Portuguese tend to behave differently: EP favours the usage of athematic participles,
whereas BP tends to conform to the grammatical instruction.

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Keywords: abundant verbs; participle; variation; European Portuguese; Brazilian


Portuguese

1. Introdução

A existência de particípios atemáticos numa língua como o Português é acidental e está


originalmente relacionada com a memória etimológica da distinção existente, em Latim,
entre verbos que formam o particípio a partir do tema verbal (cfr. am-a-re; ama-t-us) e
os que usam apenas o radical (cfr. iac-e-re; iac-t-us). O facto de, em Latim, ser
frequente a formação de verbos a partir do radical do supino dos verbos fortes (cfr. frict-
us -> frict-a-re) produziu nestes verbos um efeito de abundância relacionado com a
aparente disponibilidade de duas formas participiais: a que está na origem do verbo (cfr.
frictus) e aquela que o novo verbo permite formar (cfr. frictatus). Essa abundância foi,
por vezes, mantida no Português (cfr. frigir, frito, fritar, fritado), embora em graus nem
sempre semelhantes, o que provocou no passado, e continua a causar no presente,
assimetrias no uso 1 . Esta perturbação terá levado os gramáticos a supor haver
necessidade de estabelecer um articulado normativo específico para regular o uso das
formas participiais dos verbos abundantes. Uma das primeiras formulações é de
Barboza (1822)2, sendo Cunha & Cintra (1984) e Bechara (1999) dois representantes
mais recentes deste clássico estado de coisas. No entanto, esta prescrição gramatical é
problemática: os seus redatores formulam-na com a cautela revelada no uso de
expressões modalizadoras (Barboza 1822: 295) afirma mesmo que “[…] não se póde
estabelecer huma regra fixa e universal”) e os falantes nem sempre a fazem refletir no
uso da língua3. Há, portanto, espaço para observação da variação do uso dos particípios,
quer na diacronia quer na dispersão territorial do Português ou em contrastes socioletais
(cfr. Weinreich, Labov & Herzog 2006 [1968]; Labov 2008 [1972]).

Um outro aspeto intrigante, neste domínio dos verbos abundantes, diz respeito à
identificação dos casos –a lista de verbos abundantes constitui, na verdade, um
importante foco de discórdia entre os gramáticos que legislam a seu respeito (cfr. Miara
2013, Miara & Coelho 2015). Essa lista inclui um inventário comum e uma franja
considerável de discordância, que tem origem, por um lado, na inclusão por alguns
autores de verbos provenientes de verbos fortes latinos e que guardam apenas uma ténue
memória do particípio latino (cfr. incluso), e, por outro lado, nos limites impostos ao
alastramento da abundância a verbos que não possuem qualquer indicação de natureza
etimológica para que tal aconteça.

Em suma, ainda que geralmente os verbos abundantes sejam tratados como um conjunto
definido e homogéneo, a análise dos dados mostra-nos que se trata de um território de
fronteiras imprecisas e uma importante heterogeneidade intrínseca e contextual, dado
que nem todos os verbos abundantes têm a mesma origem e nem todos são usados do
mesmo modo, sendo a variação igualmente complexa de analisar.

Neste trabalho, começaremos por falar da formação do particípio passado no Português


por sufixação em -do, incluindo uma referência aos casos de abandono dessa forma, e
da herança de particípios fortes latinos4; seguir-se-á a apresentação de uma tipologia de
verbos baseada na natureza etimológica e morfológica das suas formas participiais, que

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procura definir critérios para a atribuição do estatuto de abundante a um verbo; e, por


último, falaremos sobre o uso das formas participiais dos verbos abundantes com base
em recolhas de dados realizadas através da aplicação de um inquérito (criado na
plataforma OnlinePesquisa), feito a falantes de Português Europeu (dialeto de Lisboa) e
de Português Brasileiro (dialeto de Florianópolis).

2. A formação do particípio passado no Português

Todos os verbos do Português permitem flexionar uma forma participial por sufixação
em -do, que tem por base a forma do tema verbal, verificando-se a neutralização da
distinção entre a segunda e a terceira conjugações, com preferência pelo modelo da
terceira:

(1) mandaTV mandaTV do


vendeTV vendiTV do
pediTV pediTV do

Este modelo de formação participial está atestado desde cedo (séculos 13-14), como se
pode verificar nos dados recolhidos no Corpus do Português (cfr. Quadro 1),
relativamente às formas lematizadas dos verbos referidos em (1) e das ocorrências das
formas participiais com os auxiliares ter ou haver e ser:

S. 13 S. 14 S. 15 S. 16 S. 17 S. 18 S. 19 S. 20 T
mandar (todas as formas) 1306 3880 6700 10429 3628 1780 4667 4545 7890
mandado 163 278 625 800 618 156 225 390 3255
mandados 5 18 81 97 50 25 33 106 415
mandada 3 1 6 16 35 6 42 54 163
mandadas 2 1 9 13 11 4 18 10 68
perder (todas as formas) 382 836 1251 3006 1564 1133 5778 8228 22178
perdido 2 27 55 419 196 119 1032 1118 2968
perdidos 11 24 116 63 18 185 285 702
perdida 1 13 68 269 96 54 473 502 1476
perdidas 5 23 68 32 14 152 177 471
pedir (todas as formas) 268 780 2057 3270 2313 1187 6909 7800 24584
pedido 18 54 64 54 20 569 1675 2454
pedidos 1 5 26 9 5 2 83 501 632
pedida 11 32 42 21 9 51 82 248
pedidas 3 17 15 6 14 28 83
Quadro 1

Ainda que a formação do particípio em -do esteja sempre disponível, existe um pequeno
conjunto destas formas (cfr. abrido, descobrido, fazido, etc.) que têm um uso muito

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restrito ou mesmo nulo. Elas podem ocorrer em antigas sincronias do Português (cfr.
2a), em fases precoces do processo de aquisição da linguagem (cfr. 2b), em outras
franjas do uso da língua que o aumento da escolaridade tende a reduzir (cfr. 2c) ou
ainda como recurso literário (cfr. 2d), mas não têm relevância estatística no uso
corrente:

(2) a. […] que o dicto oliual fosse laurado e abrido estrecado e amotado e posesë em
elle prantas d'oliueiras. (s. 15, documento do Mosteiro de Santa Cruz de
Coimbra, in Corpus do Português).
b.

[…] depois de ter des cobrido que a mãe estava a Dormir […] (Rita, 7 anos, in
corpus EFFE-On5).
c. […] a Cláudia tinha que ter fazido isso mais a_tempo (Corpus POR_CORAL6).
d. Vosmicê sabe qui os minezinhos qui vieram de fora tinham dizido? “A Capitá
só terá quinhentos mi bitantes” (in Emir Santana Prazeres, O Sabiá de Santo
Antônio. Brasília: Thesaurus, 20087.

Os dados disponíveis no Corpus do Português mostram não só a escassez de atestações


das formas em -do, como, sobretudo, a ocorrência precoce das formas atemáticas (i.e.
aberto, descoberto, feito):

S. 13 S. 14 S. 15 S. 16 S. 17 S. 18 S. 19 S. 20 T
abrir 70 67 257 538 433 313 5192 6991 13861
abrido / -a(s) 5 1 1 1 8
aberto / -a(s) 49 68 133 233 217 101 1826 3985 6612
descobrir 31 80 257 1148 651 483 2415 4678 9743
descobrido / -a(s) 0
descoberto / -a(s) 5 4 18 169 75 62 626 2225 3186
fazer 6338 17348 28124 35901 16444 12102 39869 65949 222075
fazido / -a(s) 3 3
feito / -a(s) 407 1639 2458 3351 1245 668 3593 7801 21562
Quadro 2

As formas participiais que a prescrição gramatical recomenda nestes casos, tanto na


tradição portuguesa 8 quanto na tradição brasileira 9 , são provenientes de formas
participiais de verbos fortes latinos10. Mas trata-se de uma mera confirmação do uso,
não estando disponível qualquer esboço de explicação para o banimento das formas em
-do.
3. A herança de particípios fortes latinos

A distinção estabelecida em Latim entre verbos fortes e fracos não se manteve no


Português, mas a presença de formas participiais fortes latinas tem muitas atestações: as
formas que acabámos de considerar mantêm uma distribuição verbal (cfr. Quadro 2 e

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3a), outras sobrevivem apenas como adjetivos participiais (cfr. 3b), de outras encontra-
se memória apenas em substantivos participiais (cfr. 3c) e, por último, são muito
numerosos os casos de formas participiais fortes latinas que não entraram nunca no
Português (cfr. 3d):

(3) a. dito (de DICTUM, particípio de DICO)


b. atreito (de ATTRACTUM, particípio de ATTRAHO)
suspenso (de SUSPENSUM, particípio de SUSPENDO)
c. cinto (de CINCTUM, particípio de CINGO)
colheita (de COLLECTUM, particípio de COLLIGO)
penso (de PENSUM, particípio de PENDO)
d. DEPENDO (> depender), DEPENSUM
INFRINGO (>infringir), INFRACTUM

Dada a variação de soluções encontradas no processo de transição do Latim para o


Português, não pode considerar-se que haja um fundamento histórico (etimológico) para
a escolha de particípios herdados de formas fortes latinas ou de particípios formados por
sufixação em -do, no Português. Na verdade, alguns dos verbos provenientes de verbos
fortes latinos têm em uso apenas uma forma, por vezes a forte (cfr. Quadro 2), por vezes
apenas a fraca (cfr. dependido vs. *depenso; infringido vs. *infra(c)to). Só alguns desses
verbos têm em uso duas formas: a que provém da forma forte latina e a que é gerada no
Português por sufixação em -do. Estes verbos, a que a tradição gramatical dá o nome de
verbos abundantes, colocam aos falantes um problema de uso, uma vez que estão
disponíveis duas formas para as mesmas funções que geralmente são satisfeitas apenas
por uma forma participial (em -do).

A existência de verbos abundantes não se esgota, porém, nos casos já referidos. Muitos
são provenientes de verbos formados de particípios fortes latinos que, no Português,
passam a usar tanto a forma que lhes serviu de base, como a forma flexionada em -do. O
Quadro 3 mostra as ocorrências dos verbos expulsar e expressar e das formas
participiais expulsado / expulso e expressado / expresso. Ainda que não se trate de
verbos muito frequentes, e apesar de terem uma existência recente no Português,
regista-se a preferência pela forma forte pelo menos nas construções com ser. Deve
notar-se que a ocorrência das formas expulso e expresso pode estar relacionada com os
verbos expulsar e expelir e expressar e exprimir, respetivamente. Só uma observação
caso a caso (335 casos para expulso e 202 para expresso) permitirá identificar o verbo a
que corresponde cada uma dessas utilizações do particípio. Essa análise não foi feita
porque não se enquadra nos propósitos do corrente trabalho, mas também porque a
associação semântica típica para expulso é estabelecida com o verbo expulsar, e, no
caso de expresso, a relação com um dos dois verbos é difícil de estabelecer porque
exprimir e expressar têm significados muito próximos.

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s. 13 s. 14 s. 15 s. 16 s. 17 s. 18 s. 19 s. 20 T
expulsar 7 26 165 604 802
ter / haver expulsado 6 6
ser expulsado / -a(s) 1 1
ter / haver expulso 6 6
ser expulso / -a(s) 4 33 292 329
expressar 5 11 12 40 493 561
ter / haver expressado 2 2 2 6
ser expressado / -a(s) 4 4
ter / haver expresso 1 1 3 5
ser expresso / -a(s) 3 2 8 184 197
Quadro 3

É possível que este tipo de verbos abundantes tenha servido de modelo ao aparecimento
de idêntico tipo de abundância em verbos deadjetivais que já não têm qualquer relação
com verbos fortes latinos. O verbo entregar, por exemplo, provém de um verbo latino
(i.e. INTEGRARE) formado a partir de um adjetivo (i.e. INTEGER). Os dados recolhidos no
Corpus do Português mostram que a ocorrência de uma forma atemática (e não forte)
como forma verbal (nas construções com ter e haver) ocorre apenas a partir do século
16, momento em que a forma fraca desaparece das construções com ser. A forma
proveniente do adjetivo latino é, pois, usada como adjetivo participial desde cedo e
passará também a ser usada como forma verbal, enquanto a forma em -do perde força
como adjetivo participial, reganhando algum ímpeto enquanto forma verbal, nos séculos
19 e 20, talvez por influência da pragmática gramatical já mencionada. O verbo secar e
a ocorrência das formas seco e secado ilustram talvez ainda melhor esta hipótese.

s. 13 s. 14 s. 15 s. 16 s. 17 s. 18 s. 19 s. 20 T
entregar 115 320 360 866 592 386 2238 2984 7861
ter / haver entregado 3 1 1 5 1 15 11 37
ser entregado / -a(s) 16 24 2 1 39
ter / haver entregue 5 3 6 11 25 50
ser entregue(s) 1 12 51 41 16 16 74 433 644
secar 2 4 32 72 33 29 207 412 791
ter / haver secado 6 14 20
ser secado / -a(s) 2 2
ter / haver seco 1 1
ser seco / -a(s) 1 2 8 7 2 9 13 41 83
Quadro 4

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A existência de formas rizotónicas (e não fortes) provenientes de adjetivos terá, ela


própria, servido de modelo à formação de particípios atemáticos a partir do radical
verbal, em casos como ganhar. Os dados recolhidos no Corpus do Português mostram a
novidade desta forma atemática e também a posição dominante que assumiu desde o
século 19. É este o modelo que parece estar a ganhar força com verbos como marcar
(cfr. ter / ser marco) ou comprar (cfr. ter / ser compro), e mesmo com chegar (cfr. ter
chego em Miara & Coelho, 2015) no Portugues Brasileiro, embora o grau de aceitação
destas formas não seja idêntico ao que se verifica com ganhar.

s. 13 s. 14 s. 15 s. 16 s. 17 s. 18 s. 19 s. 20 T
ganhar 133 551 367 756 393 235 1.524 5.479 9.438
ter / haver ganhado 8 28 21 1 7 7 72
ser ganhado / -a(s) 7 25 7 2 41
ter / haver ganho 1 33 155 188
ser ganho / -a(s) 1 6 66 73
Quadro 5

Em suma, o particípio passado tem no Português uma existência complexa a diversos


níveis. O primeiro diz respeito à existência de um processo de formação canónica para a
obtenção da forma flexionada (i.e. [[x]TV do]V) e de um outro para a derivação do
adjetivo participial (i.e. [[[x]TV d]RADJ]). Estes processos canónicos são disputados quer
pela ocorrência de formas provenientes de particípios latinos de verbos fortes, que
dominaram no Português desde cedo, ou, mais tardiamente, por formas atemáticas,
geradas a partir do RV por flexão (i.e. [[x]RV o]V)) ou por conversão (i.e. [[[x]RV ]RADJ]).
O segundo nível de complexidade diz respeito ao facto de esta multiplicidade de formas
participiais não ter idêntica prevalência nas diferentes construções sintáticas em que
ocorrem e o terceiro encontra-se nos contrastes que afetam as duas variedades do
Português. Dado que as hipóteses explicativas disponíveis não permitem identificar a
distribuição das formas participiais na atual sincronia do Português, decidimos realizar
inquéritos sobre a aceitabilidade de um conjunto de frases com os auxiliares ter e ser e
várias formas participiais por falantes do Português de Portugal (região de Lisboa) e
falantes do Português do Brasil (região de Florianópolis). Os resultados obtidos serão
discutidos no final deste trabalho, seguindo-se uma tipologia das formas participiais
baseada na análise etimológica e morfológica que acabamos de apresentar.

4. Tipologia

Esta tipologia inclui três grandes classes de formas participiais, estabelecidas com base
em critérios etimológicos. A primeira inclui os particípios que têm origem em formas
do supino de verbos fortes latinos (classe A); a segunda diz respeito a particípios de
verbos deadjetivais (classe B); e a terceira é um grupo de exclusão, que inclui os
particípios atemáticos que não encaixam em nenhuma das duas classes anteriormente
consideradas (classe C). Estas classes compreendem subclasses que caracterizam
diferentes relações entre o Latim e o Português ou diferentes estatutos no uso.

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A. Esta classe de particípios tem origem no supino de verbos fortes latinos (e.g. DICTU-,
SCRIPTU-). As cinco subclasses apresentadas em seguida relacionam-se, sobretudo, com
o estatuto que os particípios fortes latinos ganharam no Português.

A1. Este grupo, que é o mais numeroso, é constituído por particípios provenientes da
forma do supino (i.e. EXPULSU-) de verbos fortes latinos (i.e. EXPELLO, -ERE):

(4) EXPELLO, -ERE > expelir


expelido

EXPULSU- > expulso

O Português recebe a forma do supino (cfr. expulso), mas também gera um particípio
regular (cfr. expelido). Na base da ocorrência destas duas formas participiais está,
portanto, uma motivação etimológica. Nesta classe integram-se ainda verbos como:

(5) LT. ACCENDERE ACCENSU-


PT. acender aceso acendido
LT. APERIRE APERTU-
PT. abrir aberto abrido
LT. COLLIGO COLLECTU-
PT. colher colheito colhido
LT. DISCOOPERIRE DISCOOPERTU-
PT. descobrir descoberto descobrido
LT. COOPERIRE COOPERTU-
PT. cobrir coberto cobrido
LT. DICERE DICTU-
PT. dizer dito dizido
LT. EXSTINGERE EXTINCTU-
PT. extinguir extinto extinguido
LT. FACERE FACTU-
PT. fazer feito fazido
LT. ELIGERE ELECTU-
PT. eleger eleito elegido
LT. EXPRIMERE EXPRESSU-
PT. exprimir expresso exprimido
LT. FRIGERE FRICTU-
PT. frigir frito frigido
LT. IMPRIMERE IMPRESSU-
PT. imprimir impresso imprimido
LT. JUNGERE JUNCTU-
PT. jungir junto jungido
LT. MORIOR MORTUU-
PT. morrer morto morrido
LT. PREHENDERE PREHENSU-
PT. prender preso prendido
LT. SCRIBERE SCRIPTU-
PT. escrever escrito escrevido
LT. SUBMERGERE SUBMERSU-
PT. submergir submerso submergido
LT. SUSPENDERE SUSPENSU-

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PT. suspender suspenso suspendido

A2. Este grupo é formado por particípios provenientes da forma do supino de um verbo
forte latino (i.e. EXPRIMO, -ERE), tal como os verbos que integram o grupo A1. Mas neste
caso, o particípio forte latino (i.e. EXPRESSU-) está na origem de um novo verbo latino
(i.e. EXPRESSO, -ARE). O Português recebe a forma do supino do verbo forte como
particípio passado (i.e. expresso) do verbo herdeiro do verbo forte latino (i.e. exprimir),
para o qual gera um particípio fraco (i.e. exprimido) e usa o particípio forte (i.e.
expresso) também como particípio do verbo a que deu origem (i.e. expressar), e que
também gerará uma forma fraca (i.e. expressado).

(6) EXPRIMO, -ERE > exprimir


exprimido
EXPRESSU- > expresso

EXPRESSO, -ARE > expressar

EXPRESSATU- expressado

Neste caso, o uso de um particípio forte (cfr. expresso) também tem uma base
etimológica, dado que o verbo é derivado do particípio de um verbo forte latino (cfr.
EXPRESSU-), sendo a relação novamente indireta porque este particípio forte é a base do
novo verbo (cfr. expresso -> expressar). Nesta classe integram-se ainda verbos como:

(7) LT. (EXPELERE) EXPULSU- -> EXPULSARE EXPULSATU-


PT. (expelir) expulso -> expulsar expulsado expulso

LT. (FRIGERE) FRICTU- -> FRICTARE FRICTATU-


PT. (frigir) frito -> fritar fritado frito

LT. (SOLVERE) SOLUTU- -> SOLTARE SOLTATU-


PT. (solver) solto -> soltar soltado solto

A3. Este grupo é muito semelhante ao grupo A2, mas estes verbos fortes latinos (cfr.
FARCIRE) não legaram qualquer verbo ao Português. O particípio forte latino (cfr. FARTU-
) terá chegado ao Português como forma adjetival (cfr. farto), a partir da qual se terá
formado o verbo (cfr. fartar) que gera depois um particípio fraco (cfr. fartado):

(6) FARCO, -IRE

FARTU- > farto

FARTO, -ARE > fartar

FARTATU- fartado

Ainda que a base etimológica continue a existir, ela não é perceptível no Português,
dado que a forma participial forte latina (cfr. FARTU-) não está associada a nenhum outro
verbo que não seja aquele que ela própria permitiu formar. Nesta classe integram-se
ainda verbos como:

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(7) LT. (ACCIPERE) ACCEPTU- -> ACCEPTARE ACCEPTATU-


PT. ----- aceito -> aceitar aceitado aceite

LT. (OCCULO) OCCULTU- -> OCCULTARE OCCULTATU-


PT. ----- oculto -> ocultar ocultado oculto

LT. (SUBICERE) SUBJECTU- -> SUBJECTARE SUBJECTATU-


PT. ----- sujeito -> sujeitar sujeitado sujeito

A4. O grupo A4 é formado por verbos que têm origem num adjetivo proveniente de
uma forma do supino de um verbo forte latino. Este verbo forte também legou um verbo
ao Português (cfr. EXIMERE > eximir), mas não trouxe a sua forma de supino como
particípio (cfr. EXEMPTU-), pelo que o particípio regular (cfr. eximido) é o único que
estes verbos conhecem.

Os verbos que constituem este grupo replicam o modelo identificado no grupo anterior,
mas o processo ocorre apenas no Português. Assim, o supino latino (cfr. EXEMPTU-) lega
ao Português um adjetivo (cfr. isento) e é só no Português que este adjetivo gera um
verbo (cfr. isentar), que também serve como forma participial.

(8) EXIMO, -ERE > eximir


eximido
EXEMPTU- > isento

isentar

isentado

Nesta classe integram-se ainda verbos como:

(9) LT. JUNGERE JUNCTU-


PT. jungir, jungido junto -> juntar juntado junto

A5. Este grupo é formado por verbos que têm origem num adjetivo proveniente de uma
forma do supino (cfr. EXPERRECTU-) de um verbo forte latino (cfr. EXPERGISCI), que não
legou qualquer verbo ao Português. Os verbos que constituem este grupo também
replicam o modelo identificado no grupo A3, mas o processo ocorre apenas no
Português, como no grupo A4: o supino latino lega um adjetivo ao Português (cfr.
desperto), que depois dá origem a um verbo (cfr. despertar), que flexionará um
particípio regular (cfr. despertado). Há poucos exemplos deste tipo de particípio forte.

(10) EXPERGISCI

EXPERRECTU- > DE EXPERRECTU- > desperto

despertar

despertado

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B. A segunda classe de particípios integra as formas que são geradas a partir de verbos
deadjetivais.

B1. Este grupo é formado por verbos provenientes de verbos latinos (cfr. SICCARE >
secar) derivados de adjetivos (cfr. SICCU-) que não são formas do supino. No Português,
a forma adjetival derivante, que também está presente (cfr. seco), é verbalizada (cfr.
secar) e este verbo passará a usar o seu particípio passado regularmente formado (cfr.
secado) e o adjetivo que lhe deu origem como particípio atemático (cfr. seco).

(11) SICCU- > seco

SICCO, -ARE > secar

secado

Nesta classe integram-se ainda verbos como:

(12) LT. CAECU- -> CAECARE CAECATU-


PT. cego -> cegar cegado cego

LT. SALVU- -> SALVARE SALVATU-


PT. salvo -> salvar salvado salvo

B2. Os verbos deste grupo têm origem num adjetivo simples (cfr. livre), proveniente de
um adjetivo simples latino (cfr. LIBER-). No Português, o adjetivo permite formar um
verbo (cfr. livrar) e este verbo gera um particípio regular (cfr. livrado) e usa o adjetivo
base como particípio atemático.

(13) LIBER- > livre

> livrar

livrado

Nesta classe integram-se ainda verbos como:

(14) LT. LIMPIDU-


PT. limpo - > limpar limpado limpo

LT. MURCIDU-
PT. murcho - > murchar murchado murcho

C. A terceira classe inclui as formas participais que não provêm de particípios fortes
latinos nem são formados a partir de verbos deadjetivais. As três subclasses
consideradas estabelecem uma distinção entre formas que têm um uso mais estabilizado
(cfr. ganho) e as formas que têm apenas atestações esporádicas, sobretudo no uso oral e
não têm registo lexicográfico (cfr. marco).

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É de notar que todos estes verbos estão relacionados com um nome, por conversão:

Quadro 6

C1. Este grupo inclui verbos que provêm de verbos deadjetivais latinos (cf. INTEGER ->
INTEGRARE). Tanto uma como outra destas formas surgem no Português (cf. inteiro,
entregar), mas a sua relação está perdida. Assim, o adjetivo base não se apresenta como
um bom candidato ao papel de particípio atemático, mas estes verbos virão ainda assim
a criar um particípio atemático, a par do particípio regular (cf. entregue, entregado).

(15) INTEGER- > inteiro

INTEGRO, -ARE > entregar

entregado
entregue

Nesta classe integram-se ainda verbos como:

(16) LT. VASTU- -> VASTARE VASTATU-


PT. vasto -> gastar gastado gasto

C2. Este grupo inclui verbos que têm duas formas participiais, mas nenhuma delas
provem de um supino de verbo forte latino, nem de um verbo derivado do supino de um
verbo forte ou de verbos deadjetivais. Os verbos que integram este grupo (cfr. ganhar)
têm etimologias diversas, mas todos partilham o facto de gerarem dois particípios (cfr.
ganhado, ganho), que têm uma existência já estabelecida no Português.

(17) ganhar

ganhado
ganho

Nesta classe integram-se ainda verbos como:

(18) LT. PAX, PACIS -> PACARE PACATU-


PT. paz pagar pagado pago

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LT. PICARE PICATU-


PT. pegar pegado pego

C3. Este grupo é semelhante ao anterior. É constituído por verbos que não eram
abundantes no Português (cfr. comprar), mas que têm vindo a apresentar registos de
formas participiais novas (cfr. compro), em registo oral ou mesmo escrito.

(19) comprar

comprado

compro

Nesta classe, que é muito heterogénea, integram-se ainda verbos como:

(20) LT. PLICARE PLICATU-


PT. chegar chegado chego / chegue

LT. AUDIRE AUDITU-


PT. ouvir ouvido ouço

GER. *markôn > FR. marquer


PT. marcar marcado marco

5. Avaliação dos falantes sobre formas participiais de verbos abundantes

A abundância de formas participiais constitui um problema para os falantes, quer no uso


do Português como língua materna, quer para quem a aprende ou usa como língua não
materna. A resolução deste problema depende de tensões contraditórias – por um lado,
os falantes são condicionados pelo acesso aos dados, pelo que ouvem e eventualmente
pelo que leem, aqui se incluindo o contacto com as prescrições gramaticais; por outro,
hão de desempenhar algum papel os princípios gerais de organização do sistema
gramatical, como economia e eficácia.

A coexistência de formas participiais tem, como vimos, causas históricas acidentais, que
dão origem à contaminação de outros casos, e admitimos que a variabilidade no uso de
formas participiais concorrentes possa ocorrer por razões diversas, nomeadamente
diacrónicas, dialetais e diastráticas, mas não há dados sobre o uso que permitam
compreender essa variação. Por esta razão, decidimos elaborar um inquérito11, que foi
aplicado a falantes do Português Europeu (região de Lisboa) e do Português Brasileiro
(região de Florianópolis, Santa Catarina), entre 2016 e 2017.

Este teste foi aplicado online, na rede social Facebook, por intermédio da plataforma
OnlinePesquisa, com o título Usaria esta frase?. Foram elaborados quatro testes para
cada variedade do Português (i.e. quatro para o Português Europeu e quatro para o
Português Brasileiro), com todos com os ajustes linguísticos necessários, a fim de que
nenhuma frase causasse estranheza aos falantes.

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Além de variáveis linguísticas, como, por exemplo, terminação do particípio,


conjugação do verbo e tipologia, foram controlados grupos de fatores extralinguísticos,
tais como idade, escolaridade e cidade do informante. Apenas esta última variável
controlada será apresentada neste estudo, já que temos como objetivo selecionar apenas
as respostas de falantes nativos que tivessem vivido a maior parte de sua vida ou na
Grande Lisboa ou na Grande Florianópolis, de maneira a controlar a diatopia. O uso
desta plataforma permitiu-nos ainda, por exemplo, selecionar apenas inquiridos que
responderam à totalidade do teste.

Cada teste contava com vinte e oito formas participiais integradas num contexto frásico,
em construções com os verbos ter e ser, que não se repetiam (uma para cada um dos
vinte e oito verbos controlados), e que estavam distribuídas entre particípios temáticos e
atemáticos. No total, testámos cento e doze frases para cada variedade.

Os inquéritos foram publicados separadamente e os inquiridos não são necessariamente


os mesmos, porém, cada inquérito conta com, no mínimo, 30 participações, tendo todos
os informantes uma escolaridade igual ou superior a 12 anos. Obtivemos um total de
464 participantes, sendo 153 informantes portugueses 12 e 311 informantes brasileiros13,
o que gerou 4.284 respostas, nos testes aplicados a falantes de Portugal, e 8.708
respostas, nos testes aplicados a falantes do Brasil, totalizando 12.992 dados analisados.

A figura 1 mostra a apresentação do teste. Pretendia-se saber se o inquirido admitia usar


cada uma das frases apresentadas, ou se, pelo contrário, considerava que não usaria
essas frases. A terceira possibilidade de resposta (i.e. usaria, mas não gosto) foi
estabelecida para permitir assinalar um grau de aceitabilidade condicionada. O teste foi
aplicado sob anonimato e os participantes foram informados de que não estavam a ser
avaliados a partir do que deveria ou não ser sua resposta, uma vez que o que nos
interessava era o seu uso da língua.

Figura 1

Os vinte e oito verbos testados pertencem a todas as classes identificadas na tipologia


acima apresentada, de acordo com a seguinte distribuição:

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Quadro 7

Em (21) apresentamos um exemplo das duas construções frásicas testadas (ter+PP e


ser+PP), utilizando-se a forma participial atemática e a forma em -do em todos os casos:

(21) Quando a Maria chegou a casa, a cozinheira já tinha frito os ovos.


Quando a Maria chegou a casa, a cozinheira já tinha fritado os ovos.
O resumo do livro foi feito pela professora.
O resumo do livro foi fazido pela professora.

Os resultados que se seguem são parcelares e dizem apenas respeito ao somatório das
respostas ‘usava’ e ‘usava, mas não gosto’. Nos quadros 8 a 11, a coluna da esquerda
diz respeito ao PE e a da direita corresponde ao

Quadro 8

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Quadro 9

Quadro 10

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Quadro 11

A análise destes dados mostra que as classes de natureza etimológica não explicam a
variação no uso, embora as classes A1 e C3 apresentem alguma consistência. Na classe
A1, a existência de verbos que perderam ou nunca tiveram forma em -do, como fazer, e
aqueles que não preservaram a forma forte latina, como colher, confirmam essas
escolhas, embora a rejeição das formas complementares não seja geralmente radical
(cfr. fazido e colheito). No grupo C3, a eventual aceitação de uma forma atemática (cfr.
trago, marco) é muito baixa, mas não é nula, o que se pode relacionar com a existência
de palavras que partilham o mesmo radical (cfr. um trago, um marco). Igualmente
interessante ainda é o facto da aceitação da forma fraca (cfr. trazido) nem sempre ser
unânime. As restantes classes incluem poucos verbos e mostram comportamentos mais
díspares, sobretudo na comparação entre o PE e o PB.

A comparação entre as duas variedades do Português aqui consideradas (i.e. PE e PB)


pode ser observada nos seguintes gráficos (a coluna da esquerda mostra o
comportamento do particípio atemático e a coluna da direita mostra o particípio
em -do). Os dados estão ordenados pelo valor de preferência da forma -do:

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PEPE- -ter PPatemático


ter PP curto PEPE- -ter PP-dodo
ter PP

100%
80%
60%
40%
20%
0%

salvar
eleger

fritar

perder
comprar
colher
fazer
abrir
escrever
ganhar
limpar
pagar
gastar
sujeitar
entregar

soltar
isentar

juntar
imprimir
suspender
secar
acender
livrar
trazer
marcar
ocultar
pedir
despertar
Quadro 12

PBPB- -ter PPatemático


ter PP curto PBPB- -ter PP-dodo
ter PP

100%
80%
60%
40%
20%
0%
fritar
fazer
abrir
escrever
eleger
imprimir
entregar
salvar
isentar
pagar
trazer
ganhar
acender
gastar
ocultar

secar
limpar
soltar
perder
marcar
pedir
colher
despertar
suspender
comprar
juntar
livrar
sujeitar
Quadro 13

No Quadro 12, que diz respeito aos dados do PE na formação dos tempos compostos,
verifica-se que doze verbos mostram uma aceitação da forma em -do que é superior a
80%. Esse número sobe para vinte e um no PB, como se pode ver no Quadro 13.
Inversamente, a aceitação da forma -do não chega a 20% em 4 verbos no PE e há apenas
um caso no PB. Na verdade, na formação de tempos compostos, poucos verbos têm um
comportamento idêntico em PE e PB. No topo da preferência pela forma atemática estão
os mesmos três verbos (i.e. fazer, abrir, escrever). No extremo oposto também há
algumas coincidências, mas por outra ordem ou interpoladas. Globalmente, nota-se que
os resultados mostram uma maior aceitabilidade das formas em -do, no PB, e das
formas atemáticas no PE:

(22) PE - tem limpado 24% PE - tem solto 80%


PB - tem limpado 95% PB - tem solto 38%
PE - tem pagado 33% PE - tem junto 70%
PB - tem pagado 86% PB - tem junto 08%

Nas construções passivas, apesar de as respostas também mostrarem variação, as


tendências são mais aproximadas e refletem uma preferência pelas formas atemáticas
nas duas variedades. No PE, há dezanove verbos que mostram uma aceitação da forma
atemática acima dos 80% e há dezoito no PB.

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(23) PE - foi limpo 97% PE - foi junto 94%


PB - foi limpo 93% PB - foi junto 73%

Por outro lado, há, nas duas variedades, seis verbos que mostram uma aceitação da
forma atemática abaixo dos 20%, e são os mesmos verbos, embora não necessariamente
pela mesma ordem (cfr. colher, comprar, marcar, perder, pedir, trazer):

PEPE- -ser PPatemático


ter PP curto PEPE- -ser PP
ter PP -dodo

100%
80%
60%
40%
20%
0%
colher

fritar

eleger
trazer
comprar
perder
pedir

marcar
despertar
livrar
ocultar
acender
gastar
entregar
isentar
imprimir
pagar
juntar

secar
sujeitar
limpar
ganhar

suspender
abrir
fazer
escrever
salvar
soltar
Quadro 14

PBPB- -ser PPatemático


ter PP curto PBPB- -ser PP-dodo
ter PP

100%
80%
60%
40%
20%
0%
fritar
marcar
comprar
colher
pedir
perder
trazer
livrar
despertar
juntar
sujeitar
secar
ganhar
suspender

acender
limpar
ocultar
pagar
imprimir
soltar
entregar
gastar
isentar
fazer
escrever
abrir
eleger
salvar

Quadro 15

Devem, por último, considerar-se as preferências combinadas nas duas construções


sintáticas. É esperável que uma das estratégias dos falantes para resolver o problema de
uso colocado pela existência de formas participiais concorrentes seja a de eliminar a
possibilidade de escolha, eliminando uma das formas participiais. Colocando a linha de
corte nos 70%, obtêm-se os seguintes valores:

PE14 PE e PB PB
Forma atemática nas impresso (A1) aberto (A1)
duas construções frito (A2) eleito (A1)
solto (A2) escrito (A1)
PE – 15 sujeito (A3) feito (A1)
PB – 04 junto (A4) entregue (C1)

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salvo (B1)
limpo (B2)
gasto (C1)
ganho (C2)
pago (C2)
Forma -do nas duas colhido (A1) juntado (A4)
construções ocultado (A3) livrado (B2)
despertado (A5)
PE – 08 comprado (C3)
PB – 10 marcado (C3)
pedido (C3)
perdido (C3)
trazido (C3)
Forma -do nos acendido, aceso (A1) imprimido, impresso (A1)
tempos compostos suspendido, suspenso (A1) fritado, frito (A2)
+ secado, seco (B1) soltado, solto (A2)
forma atemática nas sujeitado, sujeito (A3)
construções passivas isentado, isento (A4)
salvado, salvo (B1)
PE – 03 limpado, limpo (B2)
PB – 13 gastado, gasto (C1)
ganhado, ganho (C2)
pagado, pago (C2)
Quadro 16

Este quadro mostra que, num universo de vinte e oito verbos, cerca 50% mantêm-se
como verbos abundantes no PB. No PE esse valor desce para cerca de 11%. Estes
números invertem-se quando se considera a preferência pela forma atemática nas duas
construções: no PE, mais de 50% dos verbos considerados mostra preferência pela
forma atemática nas duas construções; no PB a preferência pela forma atemática afeta
apenas 18% dos verbos (cfr. aberto, eleito, escrito, feito e entregue), cuja forma fraca
nunca ganhou preponderância.

6. Observações finais

Com este trabalho procuramos compreender melhor a variação no uso de formas


participiais concorrentes. Tendo em conta que a lista de verbos abundantes não tem
contornos bem definidos, procurámos fixar uma tipologia que, de algum modo,
permitisse balizar um conjunto com base em critérios etimológicos e morfológicos. Esta
tipologia considera três classes: a dos verbos provenientes de verbos fortes latinos (A); a
dos verbos deadjetivais (B) e a de verbos que relacionados com um nome por conversão
(C). Todos os vinte e oito verbos que testámos num inquérito ao uso pertencem a uma
destas três classes, ainda que distribuídos por diversas subclasses.

Conforme mencionámos, a aplicação de um inquérito ao uso das formas participiais


concorrentes buscava encontrar uma resposta para a variação que ocorre. Embora
saibamos que as respostas dos falantes em inquéritos não correspondam a dados reais
–falados ou escritos– produzidos por eles, a avaliação do uso constitui uma peça
fundamental nos estudos linguísticos (cfr. Labov 2008 [1972]), permitindo-nos observar
diferenças com respeito às preferências dos falantes.

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Esperávamos que a tipologia etimológica e morfológica pudesse responder às nossas


indagações quanto ao uso e à aceitabilidade destas formas participiais, mas os dados não
confirmam inequivocamente essa correlação. Com efeito, nem a origem etimológica do
particício nem as suas propriedades morfológicas, nem as escolhas feitas pelos
gramáticos bastam para explicar a variação, o que nos permite, uma vez mais, afirmar
que o comportamento de particípios temáticos e atemáticos, com os auxiliares ter ou
haver e ser, varia de verbo para verbo (cfr. Said Ali 1931, Villalva & Almeida 2004).
Ainda assim, há dados que merecerão uma posterior revisita. Talvez valha a pena ter em
consideração, mais do que a sua informação etimológica, a antiguidade das formas no
léxico do Português, fator que até talvez se possa vir a correlacionar com o resultado
mais interessante deste inquérito, até este momento, e que está ligado ao contraste entre
o uso europeu e o uso brasileiro.

Com efeito, o Português do Brasil parece distribuir com maior complementaridade os


particípios temáticos e atemáticos, pelos tempos compostos e passivas, nessa ordem, ao
passo que o Português Europeu mostra uma preferência pela escolha de particípios
atemáticos, independentemente da construção frásica em questão. É sabido que existem
prescrições gramaticais, que são objeto de ensino nas aulas de Português, e que entre
essas prescrições e o uso dos falantes haverá discrepâncias, aliás antecipadas na sua
própria formulação. Diante disso, dado que inquéritos semelhantes foram aplicados na
região de Lisboa e na região de Florianópolis, a uma população sociologicamente
próxima (alunos universitários, na sua maioria), os resultados deste inquérito permitem
aferir contrastes dialetais e foi de facto essa a constatação a que pudemos chegar:
excluídos os casos de mútua rejeição da forma fraca (num subtipo da classe A1) e
mútua rejeição da forma forte (em alguns subtipos da classe C), percebe-se que a
tendência prevalecente no PB é a de ir ao encontro da prescrição gramatical (i.e. forma -
do nas construções com ter e forma atemática nas construções passivas) e que a
tendência dominante no PE é a de excluir a forma -do em todas as construções.

Como se explica a variação? Os dados recolhidos não permitem formular conclusões


sólidas, mas parecem autorizar a construção de uma hipótese de que as preferências dos
falantes estarão relacionadas com um complexo de causas históricas, do papel das
prescrições gramaticais e do impacto da escolarização. Com efeito, a exclusão da forma
-do ocorre desde cedo na história do Português. Quando ela ocorre antes da separação
‘varietal’ entre o PE e o PB, ela é mantida nas duas variedades, mas quando é mais
recente parece afetar somente o PE. Pelo contrário, a estratégia dominante no PB está
intimamente ligada à prescrição gramatical. A existência destas normas é relativamente
recente (cfr. Barboza 1822) e enquanto o PE mostra maior tendência a ignorá-la, o PB
mostra maior conformação. Seria interessante confrontar o ensino desta norma nas duas
variedades do Português, mas também seria interessante confrontar o uso de falantes
com um baixo nível de escolarização.

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Referências bibliográficas

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Grammatica Geral Applicados à nossa Linguagem. Lisboa: Typographia da Academia
das Sciencias. Disponível em <purl.pt/128>. [Acesso 04-03-2018].
Bechara, E. 1999. Moderna Gramática Portuguesa. Rio de Janeiro: Nova Fronteira.
Cunha, C.; Cintra, L. 1984. Nova Gramática do Português Contemporâneo. Lisboa:
João Sá da Costa.
Labov, W. 2008 [1972]. Padrões sociolinguísticos. Tradução de Marcos Bagno, Maria
Marta Pereira Scherre, Caroline R. Cardoso. Rio de Janeiro: Parábola.
Miara, F. L. J. 2013. Particípios duplos: usos, desusos e alguns “intrusos”. Universidade
Federal de Santa Catarina, Dissertação de Mestrado. Disponível em
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Miara, F. L. J.; Coelho, I. L. 2015. Particípios duplos: norma, avaliação e uso escrito.
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Said Ali, M. 1931. Gramática Histórica da Língua Portuguesa. São Paulo:
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Villalva, A.; Almeida, M. 2004. Verbos abundantes: usos, desusos e alguns ‘abusos’.
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Weinreich, Uriel; Labov, Willian; Herzog, Marvin I. 2006 [1968]. Fundamentos
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Paulo: Parábola Editorial.

Notas

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1
Em conjugação, sem dúvida, com outros fatores, como a escolha e o papel de verbos auxiliares e toda a
arquitetura do sistema da flexão verbal, particularmente no que diz respeito aos chamados tempos
compostos.
2
A natureza das prescrições gramaticais não é constante, mas o seu estudo não cabe no âmbito do
presente trabalho. De qualquer modo, deixam-se aqui os excertos relevantes de Barboza (1882: 295, 299),
que se podem comparar com os de Cunha & Cintra (1984: 441-442) e Bechara (1999: 227), transcritos
nas notas 7 e 8.

Ha muitos verbos, que tem dous particípios passivos, hum inteiro e regular, e outro contrahido e irregular:
os quaes pomos aqui, assim porque cumpre saberem-se, como para sobre eles caírem as observações, que
se lhes seguirão. [...] Sobre o uso destas duas sortes de particípios passivos não se póde estabelecer huma
regra fixa e universal. So sim se póde dizer em geral, que os da primeira forma regular são ordinariamente
os verdadeiros particípios, ou activos e indeclináveis, conjugados com o auxiliar Ter; ou passivos e
declináveis, conjugados com o verbo substantivo Ser.

Os da segunda forma, pela maior contrahidos dos primeiros, são mais uns adjectivos verbaes do que
particípios. Elles de ordinário indicão huma qualidade subsistente no sujeito, sem relação alguma ao seu
exercício, ou activo ou passivo, bem como os mais adjectivos, que não são verbaes. Esta a razão, porque
se atribuem aos sujeitos melhor com os verbos Ser ou Estar, do que com o verbo Ter, como: Sou aceito,
sou grato, estou prompto, estou afflicto, etc.

Isto não obstante, alguns destes adjectivos verbaes se usão em sentido activo junctos ao auxiliar Ter,
como Tenho entregue, Tenho farto, Tenho escripto, Tenho gasto, Tenho juncto, Tenho morto, Tenho
pago, Tenho aceito: e outros em sentido passivo, como: Ter Aberto, Coberto, Expulso, Extincto, Eleito,
Morto, Preso, Roto, Solto, &c.

Muitos destes particípios contractos não erão conhecidos de nossos antigos Escriptores, como Afflicto,
Acceito, Erecto, Gasto, Isento, Impresso, Pago, &c. E em lugar deles usavão dos regulares Affligido,
Acceitado, Erigido, Gastado, Isentado, Imprimido, Pagado, &c.
3
O desencontro entre a prescrição e o uso fica patente em consultórios linguísticos, como o Ciberdúvidas,
onde se encontram consultas como a seguinte:

Parece que ultimamente toda a gente "declarou guerra" aos particípios passados regulares terminados
em -ado, e quando digo e defendo que, por exemplo, o que está certo é «tenho limpado» ou «havia
limpado», sinto que me olham com muita desconfiança e, em determinados momentos, já me saem
particípios com "empregue" e "entregue", entre outros, de tanto os ouvir. [...]será que podem ser
consideradas certas as frases com particípios irregulares, pelo menos a nível oral? Por exemplo, como
professora, assinalo erro na frase «Tenho morto muitas moscas.» É que eu já vi este particípio assim mal
usado em escritores premiados... [in <ciberduvidas.iscte-iul.pt/consultorio/perguntas/os-participios-
passados-regulares-e-irregulares/20960>].

Outras consultas dizem respeito aos verbos completar (cfr. <https://ciberduvidas.iscte-


iul.pt/consultorio/perguntas/completo-e-completado/33161>) e fritar (<https://ciberduvidas.iscte-
iul.pt/consultorio/perguntas/havia-sido-fritofritado-duplo-participio/18873>).
4
A presente análise da formação, estatuto e usos das formas participiais retoma e desenvolve hipóteses
apresentadas em Villalva e Almeida (2004) e Villalva (2009).
5
Este corpus está disponível em <alfclul.clul.ul.pt/teitok/effe/index.php?>.
6
Este corpus está disponível em <corp.hum.sdu.dk>.
7
Este livro pode ser consultado em <books.google.pt>.

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8
Veja-se Cunha & Cintra (1984: 441-442): De regra, a forma regular emprega-se na constituição dos
tempos compostos da voz ativa, isto é, acompanhada dos auxiliares ter ou haver; a irregular usa-se, de
preferência, na formação dos tempos da voz passiva, ou seja, acompanhada do auxiliar ser.
9
Veja-se Bechara (1999: 227): Em geral emprega-se a forma regular, que fica invariável com os
auxiliares ter e haver, na voz ativa, e a forma irregular, que se flexiona em gênero e número, com os
auxiliares ser, estar e ficar, na voz passiva.
10
Na flexão verbal latina, a distinção entre formas fortes e fracas está relacionada com a posição do
acento: são fortes as formas rizotónicas e fracas as formas arrizotónicas. No que diz respeito ao particípio,
são fracas as formas em que o sufixo -TUM se associa ao tema verbal (cfr. AM-A-TUM; CRED-I-TUM; DORM-
I-TUM) e são fortes as formas em que o sufixo -TUM, ou o seu alomorfe -SUM, se associa ao radical do
verbo (cfr. DIC-TUM; APER-TUM, PREHEN-SUM). Cfr. Piel (1944), consultável em <http://cvc.instituto-
camoes.pt/hlp/biblioteca/flexao_verbal.pdf>.
11
Este inquérito foi elaborado pela Fernanda Jardim (UFSC), no quadro da sua dissertação de
doutoramento, ainda em curso.
12
Tivemos 56 participantes para o primeiro teste, 34 para o segundo, 33 para o terceiro e 30 para o
quarto.
13
Tivemos 126 participantes para o primeiro teste, 95 para o segundo, 40 para o terceiro e 50 para o
quarto.
14
Há, no PE, dois verbos que não mostram uma tendência definida:

ter livre 30% ter livrado 93% ser livre 57% ser livrado 56%
ter isento 57% ter isentado 62% ser isento 91% ser isentado 40%

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Á. S. Octavio. de Toledo y Huerta. De un occidentalismo cortesano y una transfusión fallida
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 305-361

De un occidentalismo cortesano y una transfusión fallida: historia de es(t)otro


Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta
Universidad Autónoma de Madrid
alvaro.octaviodetoledo@uam.es

Resumen

Los demostrativos esotro / estotro del español tardomedieval, clásico y protomoderno


no han sido aún objeto de una investigación exhaustiva. En el siguiente trabajo
defendemos su carácter diferenciado y su camino de gramaticalización específico
respecto de las secuencias este / ese + otro. A continuación, y a partir de un despojo
exhaustivo del corpus CORDE, situamos el origen de estas formas en el occidente
peninsular y precisamos la cronología de su nacimiento, auge y declive, explicando
cómo fue extendiéndose su uso a través de diversas tradiciones discursivas.

Palabras clave: Gramaticalización, dialectología histórica, demostrativos, esotro /


estotro, tradiciones discursivas.

Abstract

Classical and Early Modern Spanish demonstrative forms esotro / estotro have not yet
been studied in-depth. In this contribution, we defend their autonomous character with
respect to sequences with a demonstrative and otro (este / ese + otro), hence arguing for
the existence of an individual grammaticalization itinerary. Based on an exhaustive
analysis of the data in the CORDE corpus, we place their origin in the dialects of the
Western part of the Iberian Peninsula and expound on the chronology of their birth,
raise and decline, illustrating how they generalized following a cluster of discourse
traditions.

Key words: Grammaticalization, historical dialectology, demonstratives, esotro /


estotro, discourse traditions.

la dreta Castella poch dura e poca és, que en Castella


ha moltes províncies que cascú parla son llenguatge
(Muntaner, Crònica [1325-1332], 17, apud Colón 2003: 524)

1. Introducción

El español ha dispuesto durante varios siglos –y, en determinadas determinadas


variedades y registros, aún dispone, de forma restringida– de una serie de demostrativos
“compuestos” 1 formados mediante la fusión (o “amalgama”, según la NGLE 2009:
§17.2d, 1277) de este / ese y el indefinido otro (con sus respectivas formas femeninas y
plurales, en las que se activa la concordancia)2. Tales demostrativos, peculiares desde el
punto de vista morfológico y sin duda resultantes, como veremos, de un proceso de

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gramaticalización, han sido profusamente mencionados, pero apenas estudiados por los
historiadores de la morfosintaxis. El apuntamiento diacrónico más sustancial de que
disponemos a día de hoy posiblemente sea el siguiente3:

En cuanto a estotro, essotro, no deben considerarse objeto de un cambio


meramente morfológico ni paralelo al anterior [sc. el que afecta a aques(t)e]. Se
trata del intento de crear una distinción existente en los indefinidos latinos,
haciendo de estotro, essotro los correlatos exactos –con el añadido de la deixis
personal– de ALTER (‘otro entre dos’) […]. Y esta no es una creación que venga
de la Edad Media, como confusamente se da a entender en los manuales de
historia del español y en otros estudios. La Gramática de Nebrija no registra ni
estotro ni essotro; tampoco las otras gramáticas del siglo XVI. El primer
gramático que recoge estos demostrativos compuestos […] es Correas […]. En
consecuencia, estamos ante una innovación sintáctica que debió de iniciarse hacia
finales del siglo XVI y que llega –aunque moribunda– al siglo XIX y, ya difunta,
al XX. (Girón 2004: 75)4

El comentario, aunque breve, deja tres ideas importantes: en primer lugar, a diferencia
de aques(t)e, atestiguado desde los primeros textos extensos medievales y que se
extingue velozmente a lo largo del Siglo de Oro, el auge de es(t)otro es, precisamente,
un fenómeno áureo5: las primeras manifestaciones castellanas de estas secuencias se
localizan, como veremos en la sección §2, cerca de un siglo antes de lo que se sugiere
en el párrafo recién citado, en la segunda mitad del siglo XV, y su empleo aún parece
habitual (aunque claramente minorado) en las primeras décadas del XIX; el primer
gramático en mencionarlas, por otro lado, no fue Correas, sino –como bien recuerda
Quijada (2017: 268) y ya recogía Maquieira (1990: 182)– el español afincado en Italia
Juan (o Giovanni) Miranda (1569 [1998]: 103) y, en su estela y todavía antes de acabar
el Quinientos, los franceses Charpentier y Oudin 6 ; pero estas son precisiones
relativamente menores: más importante es destacar, con visión panorámica, que la
presencia de estos demostrativos compuestos (en adelante, DC) en los textos castellanos
comienza a hacerse claramente perceptible en el periodo preclásico (ca. 1460-1530), se
multiplica drásticamente al arrancar el español clásico (ca. 1530-1675) y decae con
claridad a lo largo del primer español moderno (ca. 1675-1830)7.

La segunda idea de importancia apuntada por Girón es que la aparición de los DC no


debe interpretarse como cambio “meramente morfológico”, es decir, como simple
agrupación de dos raíces en una sola palabra surgida a la manera de la composición
morfológica. Dado que tampoco puede tratarse como cambio meramente fonético o
morfofonológico (pues, si quizá no resulta difícil explicar de este modo es(t)e otro >
es(t)otro, resulta en cambio imposible dar cuenta por mera transformación fónica de las
secuencias plurales, como estas otras > estotras), la alternativa es que estemos ante una
“innovación sintáctica”, una “creación” sintetizadora a partir de la secuencia
sintagmática del demostrativo y el indefinido que, desde luego, acaba teniendo
consecuencias de orden morfológico y fonológico, pero parte de una configuración
sintáctica y se orienta a la forja de una pieza gramatical. En el apartado §3 prestaremos
atención más detallada al modo en que se desencadena y conduce este proceso y a los
términos en que creo que cabe describirlo más adecuadamente.

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La tercera idea interesante presente en el párrafo citado es que la creación de los DC


cumple un propósito concreto, es decir, podría estar funcionalmente motivada: según
Girón, permite introducir “una distinción existente en los indefinidos latinos”, la que en
esta lengua oponía la lectura exhaustiva de ALTER (‘el otro’ en singular y, en plural,
‘los demás, el resto’: cfr. por ejemplo fr. l’autre, it. l’altra, cat. els altres, etc.) y la no
exhaustiva de ALIUS (‘otro distinto’), que es la heredada por el esp. otro (cfr. por
ejemplo fr. un autre, it. un’altro, cat. un altre, etc.). Es(t)otro recuperaría esta oposición
“con el añadido de la deixis personal”, es decir, con un contenido gramatical adicional.
En el epígrafe §3 nos detendremos igualmente en examinar esta hipótesis, proponiendo
una alternativa: baste por ahora apuntar que la existencia de una orientación funcional
en la emergencia de los DC permitiría apuntalar, como sugiere Girón, el carácter de
cambio específicamente gramatical (y no “meramente morfológico”) de este fenómeno,
que podría entonces describirse como tendente al enriquecimiento del paradigma de las
piezas gramaticales que codifican la noción de alteridad en español.

Nada nos dice, sin embargo, el breve comentario que venimos glosando acerca del
estatuto diasistemático de los DC en los siglos XV-XVI, que vieron su aparición y
rápida extensión en castellano. La exigencia metodológica de una caracterización de las
construcciones y elementos gramaticales que tome en consideración todos los aspectos
posibles de la variación es relativamente reciente en la morfosintaxis histórica del
español 8 (lo que no excluye, naturalmente, la existencia de ilustres precedentes
individuales). Se han revelado particularmente provechosas, en los últimos años, la
consideración sistemática de la dimensión dialectal y la de las relaciones entre la
difusión de una pieza o esquema y su empleo en determinados registros y/o de acuerdo
con ciertos vectores de tradicionalidad discursiva9. En el caso que aquí nos ocupa, el
estudio de estos aspectos resulta enteramente determinante, según creo, para un cabal
entendimiento de la historia de los DC: abordaré su caracterización dialectal en el
epígrafe §4 y diversas facetas de la tradicionalidad del fenómeno, junto a algunos
aspectos sociolingüísticos, en el epígrafe §5, comparando los resultados con los
obtenidos para el caso del occidentalismo alguien (o, mejor, alguién, con la acentuación
oxítona de sus primeros tiempos), uno de los escasos cuantificadores para los que
contamos con un exhaustivo análisis variativo gracias a los trabajos de Malkiel (1948) –
precedente, desde luego, ciertamente ilustre– y Pato (2009). En el apartado §6, en fin,
reuniré los principales resultados del trabajo y caracterizaré el cambio que nos ocupa
como un fenómeno de transfusión interdialectal, esto es, un fenómeno de difusión
asociado a un préstamo sintáctico desde un conjunto de variedades en parte no
castellanas, pero que en buena medida acaban subordinadas a una variedad de prestigio
de base castellana forjada a lo largo del Quinientos y capaz de funcionar, al menos
parcialmente, como estándar de referencia suprarregional (variedad a la que, por tanto,
cabe ya llamar propiamente español). Me detendré también en la última sección en los
principales hechos tanto de sistema como de norma que pudieron impulsar la adopción,
el éxito y el subsiguiente hundimiento de los DC y que nos permiten acercarnos, por
tanto, a una verdadera explicación histórica de este cambio.

2. Cronología y trayectoria de un cambio fracasado


En 1651, en pleno auge de los DC, el gramático jiennense Juan Villar ofrecía en su Arte
de la lengua española, a vueltas de los “vicios” que afectan a las formaciones derivadas
y compuestas, el siguiente comentario sobre las piezas que aquí nos interesan:

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También an querido algunos dividir en sus partes nuestros nombres compuestos,


diciendo esse otro, essos otros, abre ojos, ante ojos en lugar de essotro, essotros,
abrojos, antojos, en lo qual no yerran menos que el que, dividiendo los
compuestos latinos, dixera alteros utros, alteras utras, pues tan lícita es la
composición en la una lengua como en la otra. (Villar 1651: §29, 15).

Villar defiende, como se ve, la inseparabilidad interna de los DC, para lo que acude –
con mayor o menor acierto, según examinaremos en el §3– a otras formas castellanas en
que se ha producido, aparentemente, la misma pérdida de la vocal final del primer
miembro (abrojos, antojos), pero también –y esta es semejanza más interesante– al
paralelismo con el cuantificador latino alteruter ‘uno u otro’, formado con toda
evidencia a partir de alter y uter, pero que manifestaba la flexión tan solo en el segundo
elemento de la formación, exactamente como ocurre con los DC: “si in alterutro
peccandum sit, malo videri nimis timidus quam parum prudens” (Cicerón, Pro
Marcello, VII, 21, apud Perseus).

El gramático andaluz exhibe, además, una clara preferencia por los DC frente a las
correspondientes secuencias “analíticas” ese otro / esos otros, y es esta actitud
metalingüística la que centrará nuestro interés en este apartado, pues alude al hecho de
que el proceso de difusión de los DC se produjo precisamente a expensas de las
secuencias sintagmáticas del tipo /demostrativo + otro/. Es lo que sugiere, desde luego,
el único estudio cuantitativo realizado hasta la fecha en torno a los DC (Cambraia,
Ramalho y Stradioto 2011), que ofrece los siguientes datos obtenidos a partir del
despojo exhaustivo del Corpus del Español (CE) y el Corpus do Português (CP)
diseñados por Mark Davies (Fig. 1).

Figura 1. Proporciones de uso de los DC y las secuencias demostrativo + otro en el CE y el CP (apud


Cambraia, Ramalho y Stradioto 2011: 39)

Como es fácil apreciar, los DC pasan de representar apenas un 10% del total (la suma de
los DC y las secuencias sintagmáticas) a dominar con rotundidad a lo largo de los siglos
XVI-XVII, con porcentajes cercanos al 70-80%. Las cifras que he podido obtener a
través del CORDE muestran una distribución similar (aunque menos asimétrica para el
periodo clásico), con dominio claro de los DC ya en la primera mitad del siglo XVI (por
una proporción de algo más del 60% de DC frente al 40% de la secuencia “analítica”) y
superioridad evidente de los DC en torno a las mismas cifras entre 1550 y 165010, fecha
a partir de la cual la construcción comienza a decaer. Con toda evidencia, pues, los DC

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no fueron una simple variante de la secuencia /demostrativo + otro/ con cierto éxito
durante el Siglo de Oro: de ser así, su proporción sobre el total no debería sobrepasar,
en el mejor de los casos, el entorno del 50% de la suma de ambas alternativas; la notable
preferencia por los DC a medida que avanza el Quinientos y durante el siglo siguiente,
así como las modestas frecuencias globales del esquema /demostrativo + otro/ durante
este mismo periodo, revelan por el contrario que los DC se promovieron como solución
sintética en detrimento de los correspondientes sintagmas analíticos, esto es, que hubo
una verdadera fase de selección 11 en la que aquellos bien pudieran haber acabado
sustituyendo a estos. Desde fines del siglo XVII, por otro lado, este cambio en vías de
consumarse varía su dirección y queda trunco, con un manifiesto hundimiento de
frecuencias durante el Setecientos (pérdida de la mitad de su peso frente al esquema
analítico en los datos del CE –cfr. de nuevo la Tabla 1– y descenso de algo más del 60%
en su frecuencia general de acuerdo con los del CORDE). Las Figuras 2 y 3 recogen
esta peculiar trayectoria diacrónica12, con una rapidísima fase de difusión durante la
primera mitad del siglo XVI (las frecuencias se multiplican aproximadamente por
cinco), un nuevo salto adelante durante la primera mitad del XVII (debido sobre todo, al
parecer, al incremento de frecuencias de esotr-, forma que acaba siendo también la más
abundante en términos globales) y un descenso algo más pausado, pero muy
perceptible, entre fines del Seiscientos y mediados del Ochocientos, con una fase
especialmente abrupta de decrecimiento durante la primera mitad del siglo XVIII y un
desplome definitivo en la segunda mitad del XIX.

Periodo Estotr- Esotr- Total DC Frecuencia Δ de Fq con el


(Fq) por 106 periodo prece-
palabras dente (en %)
1475-1501 58 27 85 6,1 ---
1502-1549 294 279 573 28,6 + 500
1550-1599 489 507 996 28,4 =
1600-1649 453 827 1280 40,9 + 40
1650-1699 79 194 273 36,6 ̶ 11
1700-1749 41 43 84 13,1 ̶ 63
1750-1799 70 54 124 14,2 +9
1800-1849 44 36 80 7,0 ̶ 50
1850-1899 29 44 73 2,3 ̶ 67
TOTALES 1557 (44%) 2011 (56%) 3568

Figura 2. Frecuencias absolutas por periodos de estotr-, esotr- y la suma de ambas, frecuencias por millón
de palabras de dicha suma para cada periodo y diferencias porcentuales entre periodos de esta última
frecuencia

ES(T)OTR-: DATOS DEL CORDE


Global Esotr- Estotr-

50

0
1475- 1502- 1550- 1600- 1650- 1700- 1750- 1800- 1850-
1501 1549 1599 1649 1699 1749 1799 1849 1899

Figura 3. Frecuencias por millón de palabras de los DC estotr- y esotr- y suma de ambas formas para cada
periodo. Datos del CORDE.

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Como hemos anticipado, las primeras documentaciones castellanas de la secuencia se


atestiguan a partir de 1460: reuniendo a los ejemplos que ofrece el CORDE los que
hemos podido recabar a través de otras fuentes de datos13, pueden recuperarse, hasta el
año 1501, dos ejemplos en la década de los sesenta (1a, de la correspondencia entre dos
nobles andaluces, y 1b, que figura en un manuscrito datado en 1463 del diálogo De vita
beata de Juan de Lucena)14; varios casos en composiciones cancioneriles a partir de la
década siguiente (1cd)15; abundantes usos desde 1480 en documentos de la provincia de
Ávila (2a) y de las ciudades de Madrid (2b), Ciudad Real (2c) y –ya en los últimos años
del siglo– Toledo (2d) 16 ; y unos pocos ejemplos de los años noventa en cartas de
diversos personajes ilustres, como Isabel la Católica, Cristóbal Colón 17 o el Gran
Capitán (2e). Son igualmente finiseculares los primeros ejemplos en textos extensos en
prosa, que se encuentran en Hernando del Pulgar y Fernando de Rojas (3a)18, además de
en un tratado musical de 1498 y una obra historiográfica aragonesa de 1499 (3b)19. A
caballo entre el siglo XV y el XVI, finalmente, hay que situar la Corónica de
Adramón20, texto que, con 33 ejemplos, aporta por sí solo cerca del 40% de los casos
más tempranos de DC.

(1) a. […] que segund estamos los fijos del conde e míos e estotros que
después ayuntamos, todo me paresçe que es para allegar e acresçentar
debdos a los unos con los otros (“Respuesta de Juan Ponce de León, II
conde de Arcos [n. ca. 1400], a Diego Fernández de Córdoba, I conde de
Cabra” [1461 ad quem], AHN, Nobleza, Osuna, legajo 117, nº 6; apud
Carriazo 2003: 436).

b. Estos Columnas y estotros Ursinos] R estos otros Mp Z (Juan de Lucena


[n. Soria, 1430], Vita beata, 73.15).

Por eso que fazen los reyes, fazen los cardenales esotro] R esto otro Mp
Z (íbid., 73.5-6).

c. Estotro tanbién tenia / sobrado mando y moneda (Fray Íñigo de Mendoza


[n. ¿Burgos?, ca. 1425], Vita Christi 1, 13, vv. 1-2).

Y essotro de Gibraltar, / aunque pese a todo el mundo / con su


tartamudear, / dice que ha d’ocupar / ell otro dedo segundo (Pero Guillén
de Segovia [Sevilla, 1413-Segovia, ca. 1474], “Aposentamiento que fue
hecho … en la persona de Jubera … al papa Alixandre”, vv. 95-99; en el
Cancionero General [Valencia, 1511], el Cancionero de obras de burlas
provocantes a risa [Valencia, 1529] y el Cancionero de Pero Guillén de
Segovia [ms. del siglo XVIII]).

Essotro clavo segundo, / oh rey de cielos & gloria, / plégate en este


mundo / no salga de mi memoria [...]. / Essotro clavo tercero / de tus pies
muy delicados, / hijo de dios verdadero, / se me ponga en mis cuidados
(Alfonso de Córdoba, Adoración al crucificio, Burgos, 1501-1502, vv.
17-20/25-28, apud CV).

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d. […] que esta otra vida tercera / ganaréis] EM6 82*JM 83*IM estotra
86*RL MN19 (Jorge Manrique, CMP, 37, vv. 11-12).

El uno saltea puertos / y a muchos mata su espada, / estotro sana los


muertos (Fray Íñigo de Mendoza, Coplas a la Verónica [ca. 1500], 33,
vv. 1-3, ms. SA9, fol. 29v, apud CV).

[…] por ende, rey muy devoto, / notable reina devota, / desto que
presente noto / solo os quede de mi nota / las palabras del estotro
(Comendador Román, Coplas de la Pasión con la Resurrección [ca.
1500], 17, vv. 1-5, ms. SA9, fol. 42v, apud CV) [es error de copista por
Escoto].

(2) a. […] e diole el conçejo a él otro tanto de lo que el conçejo tenía conprado
de Diego Grande aý en estotro cabe del arroyo, cabe lo de Alonso Garçía
de Varajas (Cuaderno misceláneo en el que se recogen anotaciones de
acuerdos del concejo de Navarredonda de Gredos, 1480, CORDE).

[…] desdel arroyo adelante por todo el camino que va a Navapalançiana,


e después por su mojonera como va el Exido, e por estotra parte por çima
del pradejón de la Çepeda (íbid., 1482, CORDE).

[…] dixo que sabe que en el dicho término tienen hecho linares este
testigo e estotro su vezino que ha dicho (“Minuta con declaración”
[Documentación medieval del Asocio de la extinguida universidad y
tierra de Ávila], Manjabálago, 23.1.1489, CORDE) [y dos casos más de
1490].

b. […] e se obliga de dar carne a basto en ellas a los preçios e plazo e con
las condiçiones e en la manera que estotros carniçeros están obligados
(Libro de acuerdos del concejo madrileño, 6.4.1481, CORDE) [y otros
19 casos más hasta 1497].

c. Et como quiera que para ante vuestras reverençias estotro bastava para
mi justificaçión, a mayor abondamiento digo que [...] (“Pieza de defensa
de Mari González, mujer de Juan González Pampán, en el proceso contra
esta”, Ciudad Real (colación de Santiago), 26.1.1484; Inquisición de
Toledo, Judaizantes, legajo 154, núm. 375, apud Fita 1892: 502).

d. Como quiera que yo, el comendador Francisco de Rojas, tengo dado un


conocimiento de la suma del dinero que de vós, Pedro de Araoz, criado
del señor don Enrique, en Malinas recebí; pero porque dezis que lo
dexastes en Bruges pensando de volver allá y agora ys por estotro
camino, entiéndase que me entregastes todo el dinero [...], como por el
dicho conocimiento parescerá (Francisco de Rojas [n. Toledo, ca. 1446],
reconocimiento de 1495 inserto en pleito de 1516, apud Rodríguez Villa
1896: 58).

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[…] doss syllas destotras de a çinco costillas (“Inventario de los bienes


de Alonso del Campo”, Toledo, 1499, fol. 2v, CORDE).

e. El Oficio de Granada os ruego que me embyéis, como quiera questé, para


que yo le vea; y si fuese posible, antes del tiempo, queste otro que he
visto es tal que me a engolosinado más por ver esotro (“Carta de Isabel la
Católica a Hernando de Talavera” [4.12.1493, desde Zaragoza], apud
Rodríguez Valencia 1970: 359).

En lo de Çibao tenemos ya casas y gente, y se embiará estotro a V. Al.,


que está preso su persona (“Carta de Cristóbal Colón a los reyes”, 1495,
CORDE) [otros 3 casos en cartas colombinas hasta 1501].

Yo vine aquí en Turpia por dar recabdo a la armada de mar y repartilla la


que ha de yr en Pulla y la que ha de quedar en estotra parte (Gonzalo
Fernández de Córdoba [n. Montilla, 1453], “Carta a Francisco de Rojas,
embajador en Roma”, Turpia, 27.7.1501, CORDE).

(3) a. Los perlados […] acordaron de se juntar para remediar algunas tiranías
que se entran su poco a poco en la yglesia, resultantes destotro temporal
(Hernando de Pulgar [n. Madrid o Toledo, ca. 1435], Letras, 25 [al
obispo de Coria, data de 1473], ed. de Toledo, 1486, CORDE).

[…] no dexéis ende persona alguna del mayordomo, ni desotros que me


tienen ocupado este alcáçar (Hernando de Pulgar, Crónica de los Reyes
Católicos, comp. 1480-1484, mss. de fines del XV y comienzos del XVI,
CORDE).

¿Puede ser sino prima de Elicia? No me dirás tanto, cuanto estotra no


tenga más (Fernando de Rojas [n. La Puebla de Montalbán, oeste de
Toledo, ca. 1470], Celestina, 8, 193) [y otros 8 casos más].

b. […] ca de siete letras en que faze sus reuoluciones y mouimientos la


música, en las tres están fundadas las deduciones del canto llano, scilicet,
g, c, d, […] & en estotras quatro a, b, d, e están fulcidas, fundadas y
principiadas la deduciones de la música acidental fingida (Domingo
Marcos Durán [n. Alconétar o Garrovillas, Cáceres, ca. 1465], Glosa
sobre Lux bella, Salamanca, 1498, CORDE).

[…] los contrarios se esfuerçan.estotros se desayudan; aquellos (como


vezados y criados en mar) se dessembueluen y saltan; estotros ni meçer
no se atreuen (Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón
[“recognoçida y en algo esaminada” por Gonzalo García de Santa María],
Zaragoza, Pablo Hurus, 1499, fol. 173r-a).

Nada sugiere, en cambio, que hayan existido ejemplos castellanos de los DC anteriores
a estas últimas décadas del siglo XV. Algunos aparentes ejemplos que el CORDE fecha
con anterioridad deben descartarse, pues figuran ora en pasajes que han sido mal

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interpretados o deficientemente transcritos por los editores modernos21, ora en textos


cuyos únicos testimonios supervivientes son muy posteriores a la fecha de composición
(ya del siglo XVI, al menos, en el caso que nos ocupa)22.
Como secuencia meramente fonética, sin embargo, est + otro estuvo disponible en
castellano medieval en época temprana, durante el tiempo en que se manifestó la
apócope extrema: en el CORDE pueden encontrarse varios ejemplos en manuscritos del
siglo XIII, tanto en textos de clara impronta oriental o transpirenaica (4a) como en
diversas obras de Alfonso X o próximas al quehacer de los talleres alfonsíes (4b)23. Que
nos encontramos ante un hecho fonético sin consecuencias morfológicas se prueba no
solo por la coincidencia cronológica (y diatópica) con la vigencia de la apócope
extrema, tras cuyo declive esta secuencia deja de localizarse, sino también por la
inexistencia de formas que revelen una extensión analógica al femenino o los plurales:
en vano se buscarán en estos textos (u otros de los siglos XIII-XIV) soluciones como
*est + otros o *est + otra(s), y tampoco corresponde nunca est + otro –a pesar de no
existir en este caso impedimento fónico– a un esto otro con referencia a un segmento
discursivo previo, pues para este uso el castellano de los siglos XIII-XIV prefiere
claramente la combinación esto ál24. Ninguna consecuencia morfosintáctica se derivó,
pues, de la existencia de esta agrupación fonética, que no puede, por tanto, considerarse
antecesora del DC que encontramos desde fines del Cuatrocientos. Más importante
resulta, con todo, la conclusión que puede extraerse a contrario: si el DC no fuese otra
cosa que la generalización a todo el paradigma (forma femenina y formas plurales) de
una simple confluencia fonética, el castellano medieval (y, en especial, sus variedades
más orientales) presentaba una situación idónea para activar este proceso precisamente
en la época de la apócope extrema; que no ocurriera así viene a reforzar la idea de que la
motivación del cambio que condujo a la creación de los DC no es, principalmente, de
orden fonotáctico, sino de tipo específicamente morfosintáctico.

(4) a. A mí dizen Caspar, / est otro Melchior, ad aquest, Baltasar (Auto de los
Reyes Magos, vv. 82-83, fines del s. XII o inicios del s. XIII; cito por la
ed. de Sánchez-Prieto 2004).

E avinol assi: él que se yva por la carrera, diol .i. leon salto e matol […].
Sopolo est otro propheta, e fue alla, e trobol o jaçie muerto prueb del
leon (Fazienda de Ultramar, 53r [traduce 1Re 13: 24-27], cito por la ed.
de Arbesú 2011).
E si est otro deudor […] podiere prouar […] que ha iurado falso deue
peytar al seynor por cada una iura de quoantas iuro .Lx.vij. sueldos
(Fuero general de Navarra, versión A [BNE MSS/17653], 1250-1300,
CORDE).

b. E agora tu, sennor sancto de los santos, guarda siempre esta casa, que
non sea ensuziada la que aun est otro dia fue alimpiada (Biblia E6 [ca.
1260], 205v-b [traduce 2Mac 14:36], apud Biblia Medieval).

[…] si lo puede el otro mostrar que lo tovo a primas por fitos, o por otra
cosa, non semeia de razón que, porque la tovo estotro luengo tiempo, que
la debe el otro perder (Fuero juzgo [ms. de Murcia], X, 3, 4, 170b, ca.
1288)25.

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[…] a esse mismo libro Eclesiástico llaman otrossí est otro nombre
Panareton (Alfonso X, GE4 [Tolomeo Evérgetes, 4, 532], ca. 1280).

Mas la mi mal andança que començo comigo con el marido primero que
eramos amos dun linage. numqua se de mi partio fasta quem aduxo a
casar con est otro que era estranno (EE1 [ca. 1270], 59, 28v).

Et ellas yuan cobrando ya quanto del destruymiento daquellos Reyes;


sobreuinoles est otro destruymiento de los Godos (EE1 [ca. 1270], 397,
138v-139r).

El límite cronológico inferior para la aparición de los DC castellanos puede situarse, en


definitiva, a mediados del siglo XV. Tras unas décadas iniciales de afloramiento
esporádico, conocen un éxito fulgurante en la primera mitad del siglo XVI (sobre el que
volveremos, cfr. §§4-5), sostenido en la segunda mitad de ese siglo e incluso
incrementado al iniciarse el siguiente, en que los prodigan Cervantes, Quevedo, Lope,
Tirso o Calderón. El declive, iniciado en las últimas décadas del Seiscientos, se vuelve,
como se ha dicho, abrupto en la primera mitad del XVIII, lo que no impide que los DC
sean fácilmente localizables a lo largo de toda esa centuria, sobre todo en obras
literarias (valgan como muestra muy sucinta los ejemplos de 5a), y que destacados
preceptistas los empleen o alaben su uso (5b)26 . A caballo entre el Setecientos y el
Ochocientos, los DC menudean en las obras y traducciones teatrales de Leandro
Fernández de Moratín (5c), como antes en las de su padre o Ramón de la Cruz, y el
teatro burgués de las primeras décadas del XIX mantendrá el empleo de estas formas sin
que se les asocie aún, aparentemente, marca diasistemática alguna (5d), que tampoco se
percibe en formas discursivas emergentes en la primera mitad de ese siglo, como la
prensa periódica (5e), el ensayo sociopolítico o el tratado científico (ya originales, ya
traducidos: 5f)27.

(5) a. […] con essotro señor no me entiendo, porque será algún marqués
(Antonio Muñoz, Morir Viviendo [1737], I, 33; apud Octavio de Toledo
2016b: 225).

Ayúdame: mete esotro pico por allí y haz fuerza conmigo (José Cadalso,
Noches lúgubres, 1771, CORDE).

[…] pero si cortáis este brazo que detiene el caballo, queda estotro para
hacer el mismo oficio (Pedro Montengón, Eusebio, 1786, CORDE).

b. […] de esta manera cobra el verso más gravedad y va más encadenado; y


de esotra, esto es, acabando en adjetivo con sentido perfecto, […] cada
verso de por sí hace la composición humilde (Ignacio de Luzán, Poética,
1737, CORDE)

[…] la palabra ‘dañar la honra’ es mas general y vaga, y por consiguiente


mas débil que estotra ‘herir la honra’ (Antonio de Capmany, Filosofía de
la elocuencia [Madrid, Sancha, 1777], I, 54).

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Son todavía más graciosas […] las síncopas plurales de los dichos
pronombres […], y así suena el compuesto sin la disonancia que da a dos
voces la dicha letra [sc. la s] cuando va repetida […], diciendo estos
otros, esos otros, &c., y sonando merced a la síncopa suave y
apaciblemente (Garcés 1791: 147).

c. [D. ROQUE] [...] estoy por ir y cogerla / de los cabellos , y darla / a la


pícara tal felpa... [MUÑOZ] ¿ A cuál de ellas? [D. ROQUE] A Blasilla.
[MUÑOZ] Pregunta ha sido bien necia / la mía, que esotras dos / en nada
os han hecho ofensa (Moratín, El viejo y la niña [1790], III, 3).

[…] dígame si no valen más Calderón, Solís, Rojas, Moreto, cuando


deliran, que estotros cuando quieren hablar en razón (Moratín, La
comedia nueva o El café [1792], II, 6).

Después de esta imagen ridícula y humilde, véase estotra (Moratín, trad.


Hamlet [1798], nota 26).

Y cuando digan mañana / o esotro que me marché, / fingid que no sabéis


nada (Moratín, El barón [1803], II, 8)

[DOÑA IRENE] ¿Hiciste las camas? [RITA] La de usted ya está. Voy a


hacer esotras antes que anochezca (Moratín, El síde las niñas [1805], I,
6).

d. Vaya usted por esa puerta / y usted por estotra parte (José Marchena,
trad. Molière, El hipócrita [1811], II, 4, vv. 646-647).

Estotro no es lerdo (Patricio de la Escosura, La aurora de Colón [1838],


III, 1, 60).

En esta faltriquera… / No, en estotra la guardé (Ángel Saavedra, duque


de Rivas, Tanto vales cuanto tienes [1840], I, 20).

Señor, esto es una infamia: / Beatriz me quiere atrapar, / y estotra me


quiere ahorcar / por delito de bigamia (Francisco Martínez de la Rosa, El
español en Venecia o La cabezaencantada [1843], V, 12).

En fin, si me aseguras que esotro zángano no ronda por ti... (Juan


Eugenio Hartzenbusch, La visionaria [1840], I, 1).

e. Este és un insecto que […] por la parte superior es mas abultado que por
la inferior, y va disminuyendo hasta que por estotra parte viene á
terminar en tres cuernecillos ó picos á manera de un tridente (“Noticia
extraordinaria y verdadera de un animal raro á quien se le puede matar y
resucitar arbitrariamente”, Diario de Madrid, 23 [18.1.1810], p. 110).

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[…] si yo pudiera cambiar todos los libros que usted vé por un


correspondiente surtido de los que busca este caballero, valdria mi capa
lo que ahora no vale: apuradamente por cada uno de los que se despacha
de esotros, se venden diez docenas de estos (“Carta al director”, Crónica
Científica y Literaria, 280 [3.12.1819], p. 4; apud Carmona Yanes 2016:
413).

La divisa de los periódicos ministeriales es esta: con el ministerio; la de


los periódicos de la oposición es estotra: contra el ministerio” (Santos
López-Pelegrín [n. Cobeta, Guadalajara, 1800], “Agárrate, que vuelven”,
Abenámar y El Estudiante: capricho periodístico [24.2.1839], p. 392).

También hemos oído estotra estupidez: [...] (“El gran partido”, El Padre
Cobos, Año 1, nº 39 [23.4.1855], p. 2a).

f. No consiste la libertad en que sea este quien domine en vez de esotro;


sino en que no domine ninguno (Larra, trad. Lamennais, El dogma de los
hombres libres, 1836, CORDE).

En los talleres nacionales franceses se notaba la degradación de los


hombres: no hubo tiempo, como en estotros talleres, [...] para que se
notara la degradación de los productos y la miseria de los países
(Nicomedes Pastor Díaz, Los problemas del socialismo [1848-1849, ed.
póstuma 1867], X, 2, 238).

Por otra parte, todos los gobiernos no son de la misma naturaleza: [...] las
diferencias se fundan en estotro principio, á saber, que cuanto mas se
apartan de su orígen las contribuciones públicas, tanto mas onerosas son
(Trad. Rousseau, Del contrato social [Barcelona, 1838], 8, pp. 105-106).

¿Por qué este hombre quiere vender su tierra? Porque tiene la mira de
establecer una industria, en la que sus fondos le producirán más. ¿Por qué
esotro quiere comprar la misma tierra? Porque quiere imponer sus fondos
que le producen poco (Juan Sánchez Rivera, trad. Jean-Baptiste Say,
Tratado de Economía Política, vol. II [Madrid, 1821], 8, 1).
En el empréstito Guebhard recibió el tesoro (ú debió recibir, pues la
restricción es la misma) 55, y pagar por ellos 5 de réditos, o, lo que
equivale á esotro, 9 por ciento (Francisco Javier de Burgos,
“Observaciones sobre el empréstito Guebhard”, en Anales del reinado de
doña Isabel II [Madrid, 1850 (póstuma)], vol. I, Apéndice 3, p. 115).

[...] cuya expresión para simplificar el cálculo se trasforma en estotra


(Cayetano Cortés, trad. Jean-Baptiste Biot, Tratado elemental de
astronomía física [Madrid, 1847], I, 14, nota 44 [es nota del traductor]).

A partir de 1860, sin embargo, se detectan los primeros ejemplos en que los DC –y,
sobre todo, la forma lexicalizada con valor temporal (a) esotro (día)–28 se asocian a la
caracterización de la lengua rústica (6a) o deliberadamente arcaizante (6b), síntomas

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inequívocos de agotamiento de la aceptación y vitalidad de la forma en el estándar. Y


aunque en la segunda mitad del siglo XIX comparece ocasionalmente, con frecuencias
ya ínfimas, en la prosa culta (de Galdós o Pardo Bazán, por ejemplo), en los autores
nacidos entre 1850 y los albores del siglo XX apenas se encuentran aún unas pocas
manifestaciones escriturales no enteramente estereotipadas (6c) 29 , aunque con toda
probabilidad estilísticamente muy marcadas30.

(6) a. Dije al señor cura […]: “Pues ná, a cámi primo me voy, porque si es
primo de mi prima, también será primo mío”. Y a esotro día, muy de
mañana, jui y ¿qué hice?: ensillé el potro (Federico Villalva, El Museo
Universal, Año 6, nª 17 [27.4.1862], p. 135c).

No lo crea usted, agüela, que esotro día trujo muchos regalos a la novia,
y traíba con él un criado muy majo (Antonio Flores, “La ciencia de la
aldea” [de Ayer, hoy y mañana, 1863], apud Rubio Cremades 1978: 121).

b. Importa empero un ardite / que a Cervantes felicite / la afición con que


venís, / hoy, día de San Dionís, / u esotro, pasado ya (Epístola de don
Quijote en rancio lenguaje caballeresco [1861], vv. 65-69, en Obras de
encargo [Madrid, 1864], p. 223).

c. Esta riqueza radica esencialmente en la lengua misma [...], y por esta


razón no es tan deleznable como esotra meramente sobrepuesta que
pueden prestarle los adelantos (Conrado Muiños Sainz [n. Almarza,
Soria, 1858], “Notas” al Arte de escribir [Valladolid, 1884] de José de
Jesús Muñoz Capilla, pp. 326-327).

Estotra idea que hoy brindo al general no es mía (Mariano de Cavia [n.
Zaragoza, 1855], “El ajiaco del sargento” (sección Plato del día), El
Liberal [13.3.1895], p. 1b).

A veces este Axioma hállase redactado en estotra forma: […] (Salvador


Bové [n. Reus, 1869], Santo Tomás y el descenso del entendimiento
[1911], 12, 2, 2, 22).

[…] un hábil artista que, como Dante, […] acertase además a entretejer
con los episodios fundamentales del viaje mahometano y con las escenas
de esotras leyendas islámicas, todos los rasgos y alusiones que la
mitología clásica y la erudición cristiana le ofrecían (Miguel Asín
Palacios [n. Zaragoza, 1871], La escatología musulmana en la divina
comedia [1919], p. 177).

No tiene, pues, nada de extraño que […] los luchadores contra Dios la
emprendan directamente con Dios, y no con ministros y delegados […]
incapaces de una generosa comprensión de tal actitud de estotros
“Israeles” (Juan David García Bacca [n. Pamplona, 1901],
“Unamuniana”, Las Españas, Año 6, nº 19-20 [29.5.1951], 4b).

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Juana Pacheco, que vemos en estotro retrato vestida de gris (Juan


Antonio Gaya Nuño [n. Tardelcuende, Soria, 1919], Madrid [1966], apud
DEA: s. v. estotro, 2021a).

En la mayor parte de América (a donde los DC llegaron con los primeros colonizadores)
la evolución no difiere, en términos generales, de la que hemos observado en España
(cfr., con mayores precisiones, Guzmán y Sáez 2018): a partir de las independencias, los
DC languidecen lentamente (cfr. 7a, con ejemplos de diversos países), y apenas hay
ejemplos que sobrepasen la segunda década del siglo XX. Con todo, aún hoy se pueden
registrar vestigios de uso vivo, reproducidos en entornos que apuntan a una oralidad
diastráticamente marcada, en países como México o Ecuador (7b); y en este último,
precisamente, los DC parecen haber tenido un vigor y prestigio a partir de la
independencia (y hasta, al menos, bien entrado el siglo XX) del que han carecido en el
resto de repúblicas: de Montalvo a Zaldumbide, son abundantes los escritores
ecuatorianos que reproducen estas formas sin nota aparente de afectación, arcaísmo o
reproducción de un sociolecto marcado (7c)31.

(7) a. […] habiéndose aumentado en algo estos recursos, no ha vacilado en


decir francamente: “He aquí que puedo aumentar estotro á lo que antes
tenía ofrecido (“Deuda extranjera”, Gaceta de Venezuela [18.10.1840],
en Documentos para los anales de Venezuela, vol. 2: 1 [1891], p. 144).

[…] [la albarrada] estorbó que […] las aguas salobres se encontrasen con
esotras dulces sobre que estaba fundada la ciudad (Carlos María de
Bustamante, Mañanas de la Alameda de México, vol. 2 [1836], 15, 182).

Yo, sin embargo, quiero dar la preferencia a esotra Virgen del cuadro de
la aparición de San Francisco (José Bernardo Couto, Diálogo sobre la
historia de la pintura en México [1872], p. 31).

si con violencia se conquista el reino de los cielos, con violencia también


logramos penetrar al cielo de la tierra, a la esfera de la inteligencia y el
sentimiento, en la cual se presienten las grandezas de esotro (Rufino José
Cuervo, “Una nueva traducción de Virgilio”, Anuario de la Academia
Colombiana de la Lengua 1, 1874).

Ya no era la medrosa imagen del muerto la que embargaba su inocente


imaginación, que la del travieso montañés […] borraba esotra (Francisco
de Paula Rendón [n. Santo Domingo, Antioquia, 1855], Inocencia, 1904,
apud Fichero Virtual, ficha 1201).

¿En carruaje alquilado en corralón? Menos aún, peor que peor, quiero y
no puedo, era mostrar la hilacha, esotro, era miseria y vanidad...
(Eugenio Cambaceres [Buenos Aires, 1843-1889], En la sangre [1887],
20, p. 133).

Ha concluído, pues, lo que podríamos llamar la edad de Newton,


caracterizada por la adecuación científica de la astronomía y de la

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mecánica al espacio intuitivo. Efectivamente, este último no presenta


ninguna contradicción con esotras, porque astronomía y mecánica son
manifestaciones de la materia ponderable o cuerpo físico del universo
(Leopoldo Lugones [n. provincia de Córdoba, Argentina, 1874], El
tamaño del espacio [1921], p. 18).
Hoy, cuando una nación causa daño a otra, lo único que estotra exige en
su desagravio es que cese la causa del mal y que en lo posible se reparen
sus efectos (Pedro Dávalos y Lissón [n. Lima, 1863], La primera
centuria: causas geográficas, políticas y económicas que han detenido el
progreso moral y material del Perú en el primer siglo de su vida
independiente, vol. 4 [1926], 13, 4, p. 161).

b. ¡Esotra tampoco es m’ija, ni lo quiera Dios! (Eladia González, Quién


como Dios, México, 1999, CREA).

Incluso el Potolo [= Luis Alberto Valencia Córdova, n. Quito, 1918] se


resistía a cantar y me decía: “Más bien cantemos estotra canción porque
esa ya está en desuso”. Ahí me daba iras (entrevista con el cantante
popular Gonzalo Benítez [n. Otavalo, 1915], en Gonzalo Benítez: tras
una cortina de años, 2006).

c. Ya los historiadores y filósofos lamentaron la suerte de la biblioteca


Alejandrina: ¿cuáles no serán nuestros gemidos, si contemplamos la
enormidad de estotra desgracia pública? (Juan Montalvo, Las
catilinarias, 1880-1882, CORDE).

Sin los Monteverdes, [...] los Payoles y otros tigres sostenedores del
realismo en Colombia, no habríamos tenido entre los patriotas esotras
fieras llamadas Camacaros, Otamendis, Mesas, Osas, etc. (Juan León
Mera, “Porque soy cristianoˮ [1891], en Novelitas ecuatorianas [1909],
p. 79).

Y en cuanto a esotro primogénito de Júpiter [...], ¿quién ignora la vida y


los milagros con que ha ilustrado el brillo de su cuna? (Alberto Aguirre,
La escuela de la difamación [1892], p. 20).

Pero si con esta virtud, la fe, antes se transportaban montañas, ahora ni


mover sería posible un montículo de arena sin estotro motor
indispensable para las empresas humanas: el capital (Abelardo Moncayo
Andrade, Problemas del oriente ecuatoriano, 1908).

Esotra cumbre de transparencias endurecida; / alturas de mi faz enhiesta


(Alfredo Gangotena [Quito, 1904-1944], “En estas nocturnas salasˮ, vv.
12-13, en Poetas parnasianos y modernistas [1960], p. 696).

La muerte brutal y palpable no existe tanto como estotra, oculta


(Gonzalo Zaldumbide [n. Quito, 1882], “Prólogo” a las Poesías y obras
oratorias de Juan Bautista de Aguirre [1943], p. xiii).

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3. Estatuto gramatical y contenido nocional

Los DC son, desde el punto de vista de su génesis como piezas léxicas, una creación
neológica o, lo que es lo mismo, el resultado de un proceso de formación de palabras. El
nombre de “compuestos” que se les suele asignar resulta, en este sentido, engañoso,
pues los DC no responden a las propiedades características de los compuestos
morfológicos del español ni desde el punto de vista fonológico ni desde el categorial: en
efecto, la composición en esta lengua preserva generalmente la vocal final del primer
elemento en situaciones de contacto de vocales heterogéneas, o bien la sustituye por el
elemento de enlace /-i/ (cortaúñas, peliagudo; cfr. NGLE 2009: 753-754), pero no la
suprime sin más, como habría sucedido en este otro > estotro o esta otra > estotra32; por
otro lado, la composición en español opera sustancialmente con adjetivos, verbos y
nombres (cfr. NGLE 2009: §11.1d, 736-737), no con pronombres; y, cuando estos
parecen participar de procesos de composición, como en los indefinidos cualquier(a) /
quienquiera o el relativo compuesto el cual (cfr. el fr. lequel y Girón 2009 para los
oportunos detalles históricos), preservan uniformemente sus desinencias flexivas
(cualesquiera, la cual / las cuales), a diferencia de lo que ocurre con el elemento
demostrativo en los DC. Por mucho, pues, que los DC recuerden a nosotros / vosotros –
paralelo subrayado por Alemany (1928: 91) o García de Diego (1970: 221)–, desde el
punto de vista morfológico deben tratarse de manera diferenciada.

Un parecido formal interesante se da con el adverbio medieval esora ‘entonces’,


habitual en el castellano del siglo XIII33. Aunque se trata de una formación aislada (en
el sentido de que no se produce con otras raíces pronominales semejantes, como est- o
aques(t)-) a partir de IPSA HORA (frente a HAC HORA > a(g)ora), su existencia deja
entrever que en los primeros siglos del romance los pronombres quizá pudieron
comportarse, al menos ocasionalmente, de un modo semejante a las preposiciones, que
presentan en la misma época una notable inclinación a la fusión con la palabra
inmediata comenzada en vocal mediante la pérdida de uno de los dos segmentos
vocálicos en contacto34, lo que en ocasiones conduce a la creación de nuevos lexemas
(cfr. de en dó, entre en entram(b)os, so en (de) consuno, cabo en cab’el coraçón, con
posterior reformación de la preposición como cabe, etc.). Esa fusión o amalgama (el
término común que emplea la NGLE tanto para los DC como para las contracciones al,
del)35 es sumamente habitual con los demostrativos y un indefinido en otras variedades
románicas, como el italiano (quest’uno, quell’altro; también con dos cuantificadores:
tutt’altro, qualcuno, etc.), lengua en que el primer elemento, al perder la vocal,
permanece inmutable si varían el género o número del sintagma (fem. sg. quest’altra,
fem. pl. quest’altre, masc. pl. quest’altri), igual que sucede en los DC.

Más que compuestos, los DC son, pues, amalgamas, un tipo de conglomerado que
parece darse con cierta frecuencia entre términos con función gramatical. En su origen
debe estar la posibilidad de fusionar con el indefinido otro la menos marcada de las
formas del paradigma, el masc. sg. este, que se habría comportado en esta secuencia de
modo semejante a las preposiciones en /-e/, que tendían a fundirse con su término.
Ahora bien: la amalgama es en principio un fenómeno fonológico, que no garantiza la
creación de una palabra nueva (el esp. al, por ejemplo, no es una “preposición definida”
o un “artículo prepositivo”, sino que sigue siendo una combinación de preposición y

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artículo, igual que la secuencia no amalgamada a la) 36 ; además, como todos los
fenómenos (morfo)fonológicos, se atiene a unas reglas de combinación secuencial, es
decir, se da en un entorno fónico determinado, en este caso el contacto entre vocales: en
formas del italiano como quest’altro, ello lleva de forma natural a la presencia de una
forma quest- invariable para cualquier forma del paradigma de altro, pues la flexión
nominal en esa lengua se manifiesta a través de terminaciones vocálicas; en español, sin
embargo, las formas plurales de los DC (estotros, esotras, etc.), al menos –y también,
posiblemente, las formas femeninas del singular–, no son fonológicamente predecibles
y deben explicarse, por tanto, a través de un proceso de extensión intraparadigmática
específicamente morfológico.

Cómo y por qué pudo darse ese proceso se hace probablemente más entendible si
atendemos a un cambio en marcha en el español (europeo) contemporáneo que afecta a
otra secuencia de elementos gramaticales, la del cuantificador todo y el artículo
definido. Como ha mostrado recientemente Estrada (2017), la pérdida de la /-d-/
intervocálica afecta escasamente a este cuantificador en la mitad norte de España
cuando es un núcleo pronominal (todo me aburre, pónmela toda, etc.), pero no es
infrecuente cuando funciona como determinante prenominal agrupado con el artículo,
en cuyo caso se produce generalmente la amalgama de ambos (todo el tiempo>tol
tiempo). Pues bien: esta amalgama afecta también, en proporción semejante, a la forma
femenina y los plurales (tola vida, tolos chicos, tolas veces); además, su distribución
geográfica no se corresponde enteramente con la tendencia general a una mayor elisión
de /-d-/ en la mitad sur del país: como se ve con claridad en el cartografiado de los datos
relativos a toda (como núcleo, Mapa 1a, y como determinante, Mapa 1b), en un área del
noreste en torno a Huesca y prácticamente en todo el noroeste (con centro en Asturias)
se practica la elisión (y, por tanto, la amalgama) con frecuencia significativamente
mayor que en la Castilla central y norteña o el Bajo Aragón37.

Mapa 1a (izquierda). Proporción de elisión de /-d-/ en la forma toda como núcleo pronominal
Mapa 1b (derecha). Proporción de elisión de /-d-/ en la forma toda como determinante prenominal38

La amalgama puramente fonética se antoja previsible en todo el > tol para cualquier
variedad en que se pierda la /-d-/, pero en buen número de variedades se ha extendido a
partir de ahí, por vía de afinidad morfológica, al femenino y las formas de plural, de
modo que puede decirse que ha surgido (o está surgiendo) una forma nueva, el

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cuantificador tol (con su correspondiente flexión de género y número), que compite


sintácticamente con la secuencia todo + artículo. La razón de que se produzca esta clase
de amalgama extendida a todo un paradigma se encuentra en la misma naturaleza
funcional de los elementos que integran la secuencia de partida, pues las piezas
gramaticales no solo tienden a ser muy frecuentes, sino que contribuyen a la
automatización del procesamiento sintáctico, y por ello suelen repetirse de modo muy
predecible en determinados entornos: así, el cuantificador todo puede aparecer
directamente ante un nombre en singular, con predicaciones genéricas (todo hombre
tiene derecho a la vida, jubilarse es el sueño de todo trabajador), o en singular o plural
dentro de determinadas locuciones lexicalizadas (de todos modos / maneras / formas,
con toda razón, etc.), pero lo común es que lo haga junto con el artículo, conformando
una secuencia sintáctica altamente ritualizada que el hablante puede llegar a procesar
como un único conjunto funcional (mediante el “acercamiento holístico” del que habla
Lehmann 2002), lo que favorece la fusión tanto de los significados de las piezas como
de su sustancia material, a despecho incluso de la presencia de un entorno fónico
favorable39.

Naturalmente, este tipo de amalgama (que, a diferencia de la que se da en la forma


contracta al, produce un nuevo elemento univerbal, es decir, una palabra nueva) supone
un evidente aumento en términos del parámetro de cohesión sintagmática formulado
por Lehmann (2002: 131). Es esta, en efecto, “the intimacy with which it [= a sign] is
connected with another sign to which it bears a syntagmatic relation” (Lehmann 2002:
131), y el incremento en esta clase de cohesión recibe el nombre de coalescencia. La
coalescencia se produce de forma gradual, a lo largo de tres fases (si bien no todos los
procesos, claro está, alcanzan la segunda o la tercera de ellas):

The first step away from juxtaposition is the subordination of the grammaticalized
item under an adjacent accent, called cliticization. The next phase, in which it
becomes an affix of another element, is agglutination; and the last phase, in which
the grammaticalized item loses its morpheme identity, becoming an integral part
of another morpheme, is fusion or merger (Lehmann 2002: 132).

En los DC, por tanto, el primer paso hacia la amalgama con resultado univerbal tuvo
que ser la pérdida del acento del elemento demostrativo, la misma que resulta evidente
en esora. A continuación se produjo la amalgama propiamente dicha, extendida
analógicamente desde el masculino singular a todas las combinaciones de distinto
género y número en razón de la predecibilidad misma de la secuencia (además de otro y
los numerales, no parece que haya sido frecuente la presencia de cuantificadores tras los
demostrativos), y en ese momento es(t)- se convirtió en un formante interno de un
nuevo pronombre, el DC. Las fuentes escritas no devuelven ejemplos claros de la
tercera fase, puesto que probablemente nunca se extendió al estándar: pero la forma
reducida sotro con la que sobrevive hoy en diversas variedades peninsulares (cfr. §4),
igual que la forma reforzada desotro (8), son muestra evidente del desdibujamiento del
antiguo formante, que resulta ya enteramente inanalizable en la palabra de que forma
parte.

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(8) Dispués al desotro día / da su fallo el otro juez (Manuel González Moro
[Vitigudino], Juicio de conciliación [1887], apud Lamano 1915: 392).

Para Lehmann, este tipo de cambio es propio de las secuencias de elementos


gramaticalmente afines 40 y característico (como puede leerse en el fragmento recién
citado) de los procesos de gramaticalización. Cabe preguntarse, en consecuencia, de qué
clase de gramaticalización se trataría y, por otro lado, si el cambio que nos ocupa
corresponde a esa clase de proceso o más bien debe ser descrito como un ejemplo de
lexicalización.

Las respuestas a ambas preguntas corren parejas, en mi opinión: dado que los elementos
de la secuencia de partida ya poseen estatuto funcional (son piezas gramaticales), la
creación de los DC no supone una gramaticalización en su sentido más inmediato o
primario (el desarrollo de contenidos gramaticales a partir de elementos léxicos), sino
que vendría a constituir un caso de gramaticalización secundaria. Este término, no
obstante, ha sido entendido al menos de dos formas, que implican, respectivamente, una
perspectiva semántico-funcional y otra formal acerca del cambio: para la primera, la
gramaticalización secundaria se refiere a la emergencia de nuevos valores gramaticales
en un elemento ya gramatical, de acuerdo con la segunda parte de una definición
ampliamente difundida:

The change whereby lexical items and constructions come in certain linguistic
contexts to serve grammatical functions and, once grammaticalized, continue to
develop new grammatical functions (Hopper y Traugott 2003: xv).

La propia Traugott (2002: 27), sin embargo, se centra en otro lugar en los aspectos
formales, a partir de la consideración del segundo miembro de la famosa definición de
Kuryłowicz (1965)41: “expressions of functional categories become more bonded over
time. Thus auxiliaries can undergo reduction (will > ’ll, would > ’d, have > ’ve). This
kind of change I call ‘secondary grammaticalization’” (cfr. con mayor detalle Norde
2012; Breban 2014, 2015; Killie 2015). En este sentido, y para el caso que aquí nos
interesa, los resultados de la gramaticalización secundaria vienen a coincidir con los de
la amalgama: no es necesario, como puede apreciarse, que exista un cambio de
significado asociado a esta coalescencia avanzada (I’d es lo mismo que I would, al
menos en términos de contenido gramatical). Así, pues, la amalgama tol es una creación
por gramaticalización secundaria en este segundo sentido, pero no en el primero, pues
no se aprecia cambio nocional alguno con respecto a la secuencia todo el, que posee
exactamente las mismas propiedades gramaticales. Los DC, claro está, también son
casos de gramaticalización secundaria desde este punto de vista meramente formal, pero
¿suponen la emergencia de un nuevo valor gramatical?

A simple vista, la respuesta a esta pregunta es negativa: no se acierta a ver en qué


sentido el significado de es(t)otra, por ejemplo, sería distinto del de es(t)a otra. Sin
embargo, tanto tol como es(t)otro, al amalgamarse, ingresan como nuevos términos en
un paradigma gramatical (cumpliendo así con el requisito de paradigmatización de los
elementos gramaticalizados: cfr. Lehmann 2002: 118-120)42: el de los cuantificadores,
en el primer caso, y el de los demostrativos en el caso de los DC. En ese paradigma, tol
no se opone significativamente a todo, sino que se integra como variante

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contextualmente restringida de este cuantificador universal. Sin embargo, es fácil ver


que es(t)otro aporta un contenido adicional al paradigma demostrativo: los DC son
capaces, como sostenía Correas (cfr. sup. la nota 1), de “mostrar más particularmente,
entresacando de los que rrestan con rrelazión a ellos”, es decir, constituyen una
expresión deíctica definida (y, así, “muestran particularmente”) que permite seleccionar
o “entresacar” individuos dentro de un conjunto del que no forman parte locutor ni
interlocutor (“de los que rrestan”) de forma correlativa, esto es, “con rrelazión” a otros
integrantes del conjunto. Este carácter relacional de los DC procede del contenido de
alteridad (o presuposición de existencia de al menos una entidad) del que carecen los
demostrativos es(t)e o aques(t)e. Si, en vez de a los demostrativos, se atiende al
conjunto de expresiones de alteridad de que dispone el español, se aprecia de nuevo un
contenido diferencial en los DC: como otras lenguas románicas, el español opone en
este terreno una expresión de referencia indefinida, otro, a una secuencia definida, el
otro, que tiene interpretación exhaustiva, esto es, selecciona en singular una entidad de
un conjunto de dos miembros y, en plural, todas las entidades de un conjunto distintas
de una dada (cfr. el fr. un autre / l’autre, con la oposición marcada por el carácter
(in)definido del determinante, o el mismo tipo de contraste en catalán o italiano); el DC
aporta a este ámbito gramatical una expresión definida, como el otro, pero no
exhaustiva (pues permite “entresacar” un individuo o grupo dentro del conjunto
alternativo, a diferencia de el otro, que se refiere necesariamente a él en su totalidad),
introduciendo así un tercer elemento funcional y un nuevo juego de oposiciones en este
subsistema43. Estos nuevos contrastes que el DC aporta tanto al paradigma demostrativo
como al haz de expresiones de alteridad son de por sí significativos, y por lo tanto
permiten defender que la creación de los DC supone la codificación de nuevos
contenidos gramaticales a través de un exponente univerbal que adquiere una posición
propia dentro de los grupos de elementos gramaticales en que se desenvuelve: basta
esto, a mi entender, para defender que la génesis de los DC supone un proceso de
gramaticalización secundaria también en el sentido semántico-funcional de esta noción.
Por lo demás, tanto el abrupto incremento en su frecuencia de uso que sigue a las
primeras documentaciones esporádicas en castellano como la tendencia, ya comentada,
a sustituir a la secuencia analítica /demostrativo + otro/ pueden tenerse por síntomas
claros del estatuto gramaticalizado de los DC44.

La propia paradigmatización de los DC excluye, creo, la posibilidad de considerar este


proceso como lexicalización (pace Cambraia, Ramalho y Stradioto 2011), al menos de
acuerdo con la definición de este concepto más difundida hoy día, según la cual es
lexicalización:

[…] the use of a syntactic string or word-formation as a new contentful form that
is semantically not fully compositional, is relatively idiosyncratic, and does not
belong to a set (Traugott 2010: 274).

Claramente, los DC se integran en conjuntos de elementos gramaticales, ya sean estos


los demostrativos o los indicadores de alteridad, y su gestación se orienta por tanto al
establecimiento de oposiciones paradigmáticas mediante unos pocos rasgos recurrentes
dentro de conjuntos limitados de elementos que es característico de los componentes
funcionales del sistema, no del léxico, menos férreamente estructurado. Lo mismo
ocurre, por ejemplo, con otra creación por amalgama, de ó > dó, que se incorpora en

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fecha temprana al paradigma de los pronombres interrogativos (o relativos, en el caso de


la variante átona) del castellano (cfr. Elvira 2006a), mientras que la amalgama de la
preposición so en de consuno produce, en cambio, una locución adverbial (cfr. Octavio
de Toledo 2016d: 56, n. 52) que se añade a una clase mucho más amplia y abierta cuyos
miembros no se disputan necesariamente unos mismos entornos ni se organizan en
subconjuntos definibles mediante un elenco limitado de rasgos opositivos, a diferencia
de estotro, esotro y sus distintas realizaciones de género y número45. Desde el punto de
vista tanto nocional como formal, pues, cabe concebir la creación de los DC como un
proceso de gramaticalización secundaria.

Sirva, en fin, un breve apunte tipológico: no resulta difícil documentar formaciones


semejantes a los DC en otras lenguas románicas o –ampliando un tanto el foco de
interés– en otras variedades indoeuropeas. El rumano, por ejemplo, dispone de un
conjunto de tres piezas formadas por la fusión de sendos demostrativos (acest(a) / ăsta,
proximales, y ăla, distal) con el indefinido de alteridad alalt (cestălalt, ăstălalt, ălălalt):
aunque los dos elementos integrantes mantienen la flexión (por ejemplo, masc. sg.
cestălalt, fem. s.g. ceastălaltă, masc. pl. ceștilalți, fem. pl. cestelalte), son síntomas
evidentes de coalescencia la presencia de un único acento por forma y el consiguiente
debilitamiento de la vocal inicial del exponente de alteridad, que llega a perderse en las
formas de plural 46 . El dialecto jónico del griego antiguo, por otra parte, empleó la
amalgama οὕτερος ‘el otro’, formada a partir del artículo definido masculino singular
(ὁ) y el indefinido de alteridad (ἕτερος), en la que quedó fijada una base οὕτερ- (siendo
ου el resultado fonéticamente previsible del encuentro de ο + ε) tras la que se añadía la
flexión (cfr. 9; imaginemos una amalgama el otro > *lotro extendida a todo el
paradigma: la otra > *lotra, los otros > *lotros, las otras > *lotras), como hemos visto
que ocurría también, aunque sin amalgama, en el lat. alteruter mencionado por el jesuita
Villar (cfr. sup.). La coalescencia de un indefinido de alteridad con un determinante o
pronombre para formar una nueva pieza gramatical de carácter pronominal constituye,
pues, una ruta evolutiva (un canal de gramaticalización: cfr. Lehmann 2002: 22) no
inhabitual en las lenguas del grupo y de la familia del español, por no mencionar –pues
es afinidad que exploraremos con más detalle en la próxima sección– cognados ibéricos
inmediatos como el gallego y el portugués, que conservan los DC hasta hoy día.

(9) αὖτις δ’ ἃ τοῖσιν οὕτεροι φρασαίατο (Solón, fr. 36, v. 24) ‘lo que a estos les
deparaban los otros’.

4. Origen dialectal

Basta una ojeada somera a las primeras documentaciones castellanas de los DC reunidas
en el apartado §2 para percatarse de que proceden muy mayoritariamente de la mitad
oeste de la Península. En efecto, si consideramos la data tópica de los documentos, el
lugar de nacimiento y crianza de los autores y, subsidiariamente, el lugar de edición de
los testimonios impresos, llama la atención la coincidencia muy generalizada en el
origen al poniente de una línea imaginaria que discurriera aproximadamente a la altura
del meridiano 4 oeste, que deja ligeramente al este Madrid y Santander, atraviesa
prácticamente por las ciudades de Segovia, Toledo y Ciudad Real (partiendo estas tres
provincias en una mitad occidental y otra oriental) y recorre el territorio fronterizo entre
Burgos y Palencia, al norte, y entre Córdoba y Jaén, al sur. En efecto, son occidentales,

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en el sentido recién definido (y si incluimos en el bloque occidental la villa de Madrid),


nada menos que el 90% (81 de 90 casos) de los ejemplos tempranos de DC (cfr. sup. 2-3
y el comentario que los introduce)47; otros 5 casos son dudosos, pues carecemos de
datos suficientes acerca de los autores o los copistas, pero tienen en común el ser todos
ellos ejemplos cancioneriles (cfr. 1c-d), aspecto que condiciona posiblemente su forma
lingüística, como veremos en el apartado §5; quedan solo, por tanto, 4 casos (en
realidad, más bien dos, pues en cada una de las dos obras que los contienen se ofrecen
dos ocurrencias prácticamente emparejadas en unas pocas líneas de texto) que,
decididamente, no guardan relación con el occidente peninsular: los DC de un
testimonio del Diálogo de vita beata de Juan de Lucena (cfr. 2a), autor soriano afincado
entonces en Italia (donde se realizó sin duda esa copia), y los de la Crónica de Aragón
de Vagad editada por Gonzalo García de Santa María (cfr. 3b), obra netamente
aragonesa por su autor, revisor y lugar de aparición. En el caso del diálogo, el empleo
de DC es con certeza achacable al testimonio, no al autor48, y, puesto que el manuscrito
está cuajado de italianismos crasos49, cabe pensar en un uso inspirado por el de las
amalgamas italianas análogas (quest’altro, quell’altro)50; sobre el ejemplo de la crónica
volveremos más tarde (en el §5), pero importa subrayar ahora su aislamiento como
testimonio oriental, pues esos dos casos apenas representan un 2% de los 90 que hemos
documentado antes de 1502.

La impronta occidental de los DC continúa siendo observable, por lo demás, a lo largo


de la primera mitad del siglo XVI (1502-1549), ya en pleno auge del fenómeno. De los
573 casos que ofrece el CORDE para este periodo, 494 (un abrumador 86%) pueden
considerarse occidentales51; otros 52 (el 9%) son de adscripción dudosa, aunque con
frecuencia apuntan también hacia poniente52, y tan solo 27 (un insignificante 5%) son de
origen oriental53. La generalización del fenómeno a todos los territorios hispánicos no se
producirá, pues, hasta la segunda mitad del Quinientos, aunque incluso en este periodo
la mayor parte de los autores que más destacadamente favorecen el uso de los DC
pueden adscribirse claramente al área occidental descrita, como ocurre con Teresa de
Jesús (151 casos), los también abulenses Juan de la Cruz (67 casos) y fray Juan de
Pineda (92 casos), el pucelano Juan Arce de Otálora (76 casos), el cordobés fray Alonso
de Cabrera (38 casos) o el sevillano Juan de la Cueva (24 casos): solo entre estos seis
autores suman el 45% de los casos localizados en el corpus entre 1550 y 1599. Y
tampoco es de extrañar que a la cabeza de los autores de prestigio que impulsan el
empleo de los DC en las primeras décadas del siglo XVII se sitúen el cordobés Luis de
Góngora (21 casos), los sevillanos Luis Vélez de Guevara (69 casos) o Mateo Alemán
(22 casos), los toledanos Francisco de Rojas Zorrilla (26 casos) o Juan Bautista de la
Concepción (171 casos) y, muy señaladamente (pues marcan la pauta del uso culto en la
nueva corte), los madrileños Cervantes (36 casos), Lope de Vega (30 casos), Quevedo
(50 casos), Tirso de Molina (41 casos), Rojas Villandrando (19 casos), Salas Barbadillo
(17 casos), Castillo Solórzano (87 casos) o fray Juan Márquez (27 casos): apenas trece
autores del ámbito geográfico más asociado a los DC que por sí solos aportan, una vez
más, el 48% de los ejemplos para el periodo 1600-1649.

La occidentalidad de los DC resulta aún más patente si se considera que las variedades
del extremo oeste de la Península disponen de estas piezas desde sus primeras
documentaciones escritas: el gallego y portugués de los poetas cancioneriles (10a), de la
documentación notarial (10b) y de las obras extensas del siglo XIV (10c) ofrecen

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muestras abundantes con anterioridad a los primeros atisbos de este fenómeno en


castellano.

(10) a. Un sangrador de Leirea / me sangrou estoutro dia (Men Rodríguez de


Briteiros, 1240-1300, apud TMILG).

[…] e o rafeç ome que vai seu amor / empregar u desasperado for, / este
faz mal, assi Deus me perdon, / e est’ é sandeo e estoutro non (Johan
Baveca, 1240-1300, apud TMILG).

b. […] diso por lo juramento que fesera que estoutro anno pasado de mill et
quatroçentos et çinquo annos […] (Lopo Dias (notario del obispo don
Álvaro), Mondoñedo, 1406, apud TMILG).

[…] en esta carta se contén outra leyra que jas su Crus do Mouro, según
que sempre anda con estoutra, as quas tivo de monte Diego Gonçalves do
Vao (Oseira, Ourense, 1415, apud TMILG).

c. Agora sal pera estoutra parte Deýfebus, seu yrmão (Crónica troiana,
1300-1373, apud TMILG).

d. […] e paresce mays de razom de seer desta guisaque de estoutra (Livro


da montaria [fines del s. XIV-principios del s. XV] 1, 18, 47v, apud
CIPM).

[…] e assi o fazem todollos outros planetas que son en meyodestes, que
cada hum ha os seus movimentos desvayrados como cada hum de
estoutros que ja dissemos (íbid., 1, 18, 48v, apud CIPM).

Tanto el gallego como el portugués, además, preservan los DC hasta la actualidad (ello
explica, sin duda, su presencia en el castellano de escritores gallegos de la segunda
mitad del siglo XX e incluso del siglo XXI: 11a), lo mismo que las hablas asturianas54 y
las del noroeste leonés (hay DC entre hablantes del Bierzo, 11b, pero también de Omaña
o la Maragatería, 11c)55. A principios del siglo XX aún las empleaban los etnólogos y
escritores costumbristas salmantinos (11d), y en autores extremeños pueden aflorar –al
parecer sin voluntad de remedo dialectal– a lo largo de todo el Novecientos (11e). Bajo
las formas sotro y desotro (más ocasionalmente, esotro) participa, por otro lado, en
expresiones temporalizadas a lo ancho de un amplio territorio que, además de por León,
Zamora, Salamanca y Extremadura, se extiende por el sur de Ávila y el oeste de Toledo
y Ciudad Real, llegando por el este hasta la provincia de Cuenca56. La distribución de
estos usos resulta, por lo demás, prácticamente coincidente, al sur del Sistema Central,
con la de la forma algotro ‘alguna otra cosa o persona’, característica de Extremadura,
la mitad oeste de Castilla-La Mancha y algunos puntos de Cuenca (Octavio de Toledo
2016c): este cuantificador sin duda se formó a partir del modelo de es(t)otro (como ya
señaló Cuervo 1907: §931, 629), y su existencia apunta, por tanto, a una particular
vigencia de los DC en el territorio netamente occidental (con el añadido de Cuenca)
donde hoy se localiza.

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(11) a. La Humanidad, hasta la fecha, ha venido preguntándose: «¿Por qué?». La


neurastenia formula estotra interrogación: «¿Para qué?» (Wenceslao
Fernández Flórez [n. La Coruña, 1885], “El humorismoˮ, en Ensayos
[Madrid, 1968], p. 205).

Esta palada por su abuelito, estotra por su abuelita (Rogelio San Luis [n.
La Coruña, 1935], Se vende cadáver en buen estado. Farsa trágica de
humor negro [2012], I, 3).

b. Pintamos la letra con la cola y le añadimos la purpurina, tal y como


hemos hecho en esotras ocasiones, como cuando customizamos las
alpargatas (blog de Laura [n. 1979, criada en Ponferrada desde los 5
años], <http://lachimeneadelashadas.com/cuadro-pizarra-letra-purpurina-
diy>).

c. CHINGLAR.– tr. Hacer sonar las monedas para saber si son buenas o
malas. “Ese duro no chingla bien; chingla estoutro a ver” (Concejo de la
Lomba [en torno al río Omaña, León], apud Morán 1950: 20b).

d. Pudiéndose afirmar que, con muy insignificantes y levísimas diferencias,


todos esotros pueblos de la charrería salamanquina hablan un mismo
lenguaje rústico (Lamano 1915: 36).

[…] esotro de ojos de lince (Luis Maldonado de Guevara [n. Salamanca,


1860], cit. en García-Macho 1989: s. v. esotro).

e. […] representan el conocido tema de las horas del día, o por extensión
simbólica las estaciones de esotro gran día terrestre que denominamos
año (Mario Roso de Luna [n. Logrosán, sureste de Cáceres, 1872], “La
ciencia hierática de los mayas”, Boletín de la Real Academia de la
Historia 58 [1911], p. 459).

[…] siendo el mérito fundamental que se halló en ellos [...] no […] el de


pertenecer uno a la Clase Fascinante, y esotros dos a la Notoria, sino [...]
(Félix Grande [n. Mérida, 1937], Fábula [1991], p. 101).

Incluso las propiedades sintácticas de los DC parecen ser distintas en las variedades
occidentales donde se originan y en las que, situadas más al este, los adoptaron
posteriormente, pues solo en textos occidentales es posible (hasta el siglo XVIII) la
combinación secuencial en que los DC preceden a un posesivo (12a) o a un
cuantificador como muchos (12b), propiedad que parece en consonancia con la
capacidad de la secuencia “analítica” /demostrativo + otro/ de participar en idénticas
distribuciones, atestiguada desde antiguo y hasta el mismo siglo XVIII tanto con los
posesivos (13a) como con muchos (13b) o con adjetivos de carácter fórico (sobredicho,
antedicho: 13c), si bien, de nuevo, únicamente en textos occidentales.

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(12) a. Pues esotra tu prima yo me la conozco (Fernando de Rojas, Celestina, 9,


211).

Puesto que en todos essotros sus inventados modos en que las mandan
ponerse, ay manifiesto peligro de bolverse a salir de contado el semen
que echan en el vasso de la mujer (Fray Toribio de Santo Tomás y
Pumarada [n. La Riera, Colunga, Asturias], Arte general de granjerías, I,
1711-1714, 238-239).

b. Y, si Plutarco tiene con Aristóteles y con Plinio en una parte, en otra


conviene con estotros muchos (Juan de Pineda, Diálogos familiares de la
agricultura cristiana, 1589, CORDE).

(13) a. Adam Pérez por nomre de sua mogier aya ela quarta parte deste vuerto e
estos otros sos hermanos ayan en él las otras tres quartas (“Confirmación
de sentencia” [Documentos de la catedral de León], 1288, CORDE).

E quiero que todos estos otros mis vasallos me juren que si fueredes
contra esto que vayan sobre uos (Lanzarote del Lago [ms.
occidentalizante del s. XVI], CORDE).

[…] por que esto sea tenido por inconveniente en estas otras vuestras
reales audiencias (Cortes de Toledo, 1538, CORDE).

b. Estas otras muchas letras estaban puestas en los arcos debajo de figuras
de bulto (Alonso de Santa Cruz [n. Sevilla, 1505], Crónica del
Emperador Carlos V, ca. 1550, CORDE).

No sé quienes son estos otros muchos que dan por materia cierta de el
bautismo a la cerveza (Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas y
curiosas, 1745, CORDE).
¿Será mucho que yo goce también de los privilegios de esos otros
muchos cuya conducta a ninguno debe importar? (Martín Sarmiento, El
porque sí y porque no, ca. 1772, CORDE).

c. [..] por mia anima & por llas animas de todos estos otros deuandichos
(“Carta de donación” [Colección Diplomática del Monasterio de
Carrizo], 1261, CORDE).

[…] pintó a la mano derecha del dicho sagrario diez e seys caxones como
estos otros sobredichos (“Carta de pago” [Documentos para la Historia
de las Bellas Artes], 1428 [Toledo], CORDE).

Este contraste sintáctico sugiere que, ya desde antiguo, los demostrativos y el indefinido
otro se agrupaban en el occidente peninsular para formar una secuencia capaz de
anteponerse a otros determinantes o pronombres, funcionando como un bloque
uniforme con una distribución que, más al este, estaba restringida a solo uno de los dos
elementos integrantes (esta tu prima, otros muchos filósofos, etc.): ello debió favorecer

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tanto la repetición funcional o rutinización de la secuencia en bloque (manipulación


holística) como su pronunciación en un solo golpe acentual y, por tanto, su posterior
amalgama, lo que viene, una vez más, en apoyo de la idea del origen occidental de los
DC.

5. Redes sociales y tramas textuales

Aun tratándose de formas de estirpe inequívocamente occidental, los DC se


documentan, ya desde el umbral del siglo XVI, en unos pocos autores
inconfundiblemente orientales. Merece la pena considerar los ejemplos más tempranos
de este tipo que hemos podido recoger: junto a los dos casos de la crónica de Vagad que
se encuentran en el CORDE (cfr. de nuevo 3b), otras fuentes permiten la recuperación
de un puñado de textos anteriores a 1520 que contienen DC y cuyo productor no
procede de la mitad occidental de la Península: se trata, por un lado, de algunas cartas
debidas a personas de importancia en la curia de los Reyes Católicos, como el canciller
bilbilitano Miguel Pérez de Almazán o el secretario turiasonense Lope de Conchillos
(14a)57; y, de otro, de algunas composiciones poéticas, como las Fiestas de amor del
poeta zaragozano Pedro de Urrea (14b) o la traducción del Inferno dantesco por el
humanista burgalés Pedro Fernández de Villegas (14c)58.

(14) a. Esta carta estaba firmada de SS. AA. y estando cerrando y


sobrescribiendo esotras, se derramó un tintero, y [...] pareciome que
bastaba enviarla (nota final de Miguel Perez de Almazán a una carta de
los Reyes Católicos a su embajador en Roma, Francisco de Rojas
[16.5.1501], apud Rodríguez Villa 1896: 308).

[…] siempre havia dicho que no daria lugar a que se sacasse moneda y
estava yo con muy poca esperança d’ello, porque el señor don Enrique y
estotros no osavan ya hablar en ello (Lope de Conchillos, Carta a Miguel
Pérez de Almazán [2.12.150? [ms. RAH A9, fol. 219], apud Rodríguez
Valencia 1970: 279).
b. Conocí estando ajenado / y no siendo conocido / todo quanto allí a
pasado, / de estotra parte levado / por ser el tiempo cumplido (Pedro
Manuel Jiménez de Urrea, “Fiestas de amor”, 28, vv. 279-283, en
Cancionero [Logroño, 1513], apud CV).

c. Tan ciego heres tú como estotros lo son (Pedro Fernández de Villegas [n.
Burgos, 1453], trad. Dante, Infierno, XX, 31 [XX, 27 del texto italiano:
Ancor se‘ tu de li altri sciocchi?], Burgos, Fadrique de Basilea, 2.4.1515,
fol. B3v).

Los ejemplos de (14) son muy reveladores, a mi entender, de los modos en que se
produjo la difusión de los DC más allá de su ámbito dialectal originario en las últimas
décadas del Cuatrocientos y las primeras del Quinientos. Para dar cuenta de los
ejemplos epistolares (los de 14a), conviene recordar que no pocas de las
documentaciones castellanas más tempranas de los DC afloran, justamente, en cartas
privadas entre personas notables, ya sean secretarios reales que escriben –o fingen
escribir– a obispos de renombre (cfr. la “letra” de Hernando del Pulgar en 3a), nobles

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andaluces de sonora prosapia (Ponce de León, Fernández de Córdoba: cfr. 1a, 2e) o
incluso la misma reina de Castilla (cfr. de nuevo 2e); es fácil localizar nuevos ejemplos
de semejante jaez en los primeros años del siglo XVI, por ejemplo en la
correspondencia del Gran Tendilla (15a) o en la del cardenal Cisneros (15b)59. Todas
estas cartas, como las de (14a), no responden a los modelos más encorsetados de la
misiva burocrática o administrativa de corte cancilleresco, sino que destacan por la
simetría y/o confianza entre los interlocutores, la naturaleza privada de los asuntos que
se abordan (un acuerdo matrimonial, la solicitud de un libro o de una cantidad de
dinero, una confidencia política, etc.) y una planificación previa del texto sin duda
escasa, dado su carácter efímero y urgente: pueden tenerse, pues, por próximas al polo
de la inmediatez comunicativa (desde el punto de vista de los parámetros
concepcionales propuestos por Koch y Oesterreicher 2011) o, si se quiere, por propias
de registros diafásicos característicamente informales, tanto en razón de su campo (los
aspectos relativos al tema, trasfondo social y propósito del texto) como de su tenor (la
relación particular que se establece entre los interlocutores: cfr. para ambas nociones
Halliday 1989).

(15) a. […] los nuevamente convertidos avían miedo que les avía a ellos de tocar
esto acabado lo destotros (Íñigo López de Mendoza, I conde de Tendilla,
“Carta a Fernando el Católico” [14.8.1505], apud Szmolka, Moreno y
Osorio 1996: 463).

b. […] al señor condestable y a todos essotros señores […] da mis


encomiendas (Cisneros, Cartas, 15 [24.5.1509], apud Gayangos y Fuente
1867: 40).

[…] tanbien escrivo al secretario Spinosa: dale mi carta, y essotras a


qujen van (Cisneros, Cartas, 25 [15.10.1509], apud Gayangos y Fuente
1867: 63).

La inmediatez comunicativa no implica, en principio, caracterización diastrática alguna,


esto es, no supone el empleo de una determinada forma solo, o preferentemente, entre
los grupos socioeconómicos y socioculturales bajos o medios; antes al contrario, los DC
cundieron rápidamente en Castilla, como parecen indicar los datos recién expuestos (cfr.
1, 3 y 14), entre grupos sociales altos, que los emplearon en entornos comunicativos de
confianza y solidaridad con el interlocutor. Ello debió dotar a estas formas de un
particular prestigio, al menos entre los nobles, oficiales e intelectuales que gravitaban en
torno a la corte: no es difícil imaginar en ese entorno a un Almazán o un Conchillos,
aragoneses en correspondencia diaria con otros colaboradores andaluces o toledanos de
los reyes (el militar Gonzalo de Ayora o el embajador Francisco de Rojas, por ejemplo:
cfr. 16), adoptando de ellos los prestigiosos DC y reutilizándolos en sus propias
comunicaciones orales o escritas para favorecer los vínculos de solidaridad entre
interlocutores60; y, por ende, no resulta imposible imaginar que un intelectual aragonés
como Gonzalo García de Santa María, tan predispuesto a adoptar e imitar el castellano
cortesano61, deslizara en un pasaje de su revisión de la crónica de Vagad dos ejemplos
de estas nuevas formas en auge.

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(16) […] que para venir estotro día a curar de mi salud […] hobe de perder
veinte e tres ducados en una libranza porque me socorriesen con algun
dinero (Gonzalo de Ayora [n. Córdoba, 1466], carta a Miguel Pérez de
Almazán, 17.7.1513).

Yo apreté a Almazán antyer sobre los dos capítulos [...]. Díxome: “Señor
Juan de Rojas, no curéis de hablar en nada, que venido el señor don
Francisco, eso y esotro y lo demás, se hará” (Juan de Rojas, “Al
comendador Francisco de Rojas” [Valladolid, 8.3.1513], apud Rodríguez
Villa 1896: 473).

Aunque la corte siguió siendo itinerante durante las últimas décadas del siglo XV y la
primera mitad del siglo XVI, las ciudades meridionales de Córdoba y Sevilla (debido,
entre otras razones, a la larga campaña por la toma de Granada) y las centrales de
Valladolid, Medina del Campo, Ávila, Segovia, Madrid o Toledo fueron lugares muy
recurrentes de tránsito o residencia del séquito de los Reyes Católicos62: todas ellas
pueden considerarse, por su ubicación geográfica, proclives al empleo de los DC desde
los años finales del Cuatrocientos (cfr. el §4); pero una en especial, Toledo, descollará
hacia la tercera década del Quinientos como centro de referencia de la corte de Carlos V
(una vez vencida su inicial resistencia comunera) y, por tanto, como núcleo de difusión
de los modelos de comportamiento cortesano y de las expresiones lingüísticas más
asociadas a su cultivo, hasta el punto de que “[e]n un espacio de muy pocos años, a
partir de 1530 se difunde la creencia de la superioridad lingüística de Toledo sobre
cualquier otra región española” (González Ollé 1996: 18). Así, un localismo de la mitad
occidental de la Península, asimilado por burócratas regios y nobles trastamaristas (con
la reina de Castilla a la cabeza) para su uso en la comunicación informal, pudo
convertirse en marca del buen hablar cortesano, con Toledo como trampolín modélico
que propulsara la difusión de los DC, en las décadas centrales del Quinientos, a través
de las redes sociales que vinculaban entre sí tanto a los profesionales de la curia como a
la nobleza alta y baja, incluido el patriciado urbano castellano. Con todo, la marca de
informalidad o inmediatez comunicativa asociada a los DC debió pervivir aún hasta
bien entrado el siglo XVI: se explica así, probablemente, que Teresa de Jesús, quien
prodiga estas piezas en su epistolario y en las primeras redacciones autógrafas de la
Vida o las Moradas, decida en cambio suprimirlas de forma sistemática en la segunda
redacción autógrafa del Camino de perfección, que se orienta ya a su publicación
impresa (17, con las lecturas de la segunda redacción a la derecha de la flecha):
adecuados para el intercambio con su reducido círculo de acólitas, amigos y confesores,
los DC posiblemente eran, a ojos de la santa, excesivamente informales para el tipo de
comunicación que impone un tratado doctrinal accesible al gran público en letras de
molde, al igual, por ejemplo, que el conector cuantimás, que también elimina de esa
segunda versión (cfr. Octavio de Toledo 2011: 259-263).

(17) […] digo de advertencia, que desotra suerte ¿quién estará sin hacer muchos
[sc. pecados]? (138v.15-16)  que de otra suerte.

[…] que estotros contentos de la vida (147.16)  que otros cont.

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[…] en quitar estotras parcialidades, es menester tener cuidado (16v.17-18)


 en atajar estas p.

[…] y que aquello es eterno y estotro soñado (23v.12-13)  que lo uno es


eterno y lo otro soñado

[…] y que estotros se aprovechasen holgando de ellos (26v.7-8)  y que


los otros sin trabajar se apr. de ellos

[…] y la humildad y mortificación y desasimiento y en estotras virtudes,


siempre son siguras (55v.15-17)  y otras virtudes

De esotro pan no tengáis cuidado  De otro pan (114.10)

Junto a esta vía de penetración cortesana, los DC conocieron sin duda una segunda de
naturaleza más libresca. Como ya hemos señalado, otra porción considerable de los
casos tempranos de estas formas se localiza en composiciones cancioneriles (cfr. 1c y
14b), debidas en algunos casos a autores no occidentales, como fray Íñigo de Mendoza
o, algo más tarde, Pedro Manuel de Urrea. La lengua de los poetas castellanos de
cancionero estaba sujeta, no obstante, a un fuerte influjo occidental, en la medida en que
la actividad cancioneril en la Castilla del Cuatrocientos no hacía sino continuar la
galaico-portuguesa, más antigua, a la que se remite con frecuencia mediante la afinidad
de temas, formas, motivos o referencias culturales y, también, a través de elementos
lingüísticos tomados en préstamo o, incluso, de hibridaciones deliberadas de ambos
códigos63. Los DC estaban presentes en la tradición lírica del occidente peninsular (cfr.
10a), y bien pudieron trasvasarse, esta vez como elementos caracterizadores de una
determinada forma de producción textual, a poetas de la Castilla oriental o Aragón
familiarizados con dicha tradición, y en particular a los más atentos a las prácticas
poéticas cortesanas, como los dos recién citados. El empleo de formas contractas, por
otro lado, estaba muy difundido en los textos italianos, como hemos señalado a
propósito de testimonios como los del Adramón o la segunda redacción del De vita
beata de Lucena, los cuales, al copiarse en Italia, parecen haber adaptado amalgamas
como quest’altro / quell’altro bajo la forma afín de los DC. Este uso no guarda ya
relación con un ámbito de producción textual determinado, sino que constituye un
fenómeno de contacto (escritural) entre variedades potencialmente extensible a géneros
muy diferentes: un diálogo doctrinal, una novela de aventuras o (como en el caso de
15c) una traducción de Dante o –algo más adelante– de Ariosto64.

De lo que no cabe duda, en cualquier caso, es del impacto que tuvo en la difusión de los
DC su recepción, en los primeros años del siglo XVI, a través de la Celestina, de las
Farsas y églogas de Lucas Fernández (Salamanca, 1514) y de la Propaladia de Torres
Naharro (Nápoles, 1517). Para los tres autores, los DC eran formas propias de su habla
nativa salmantina, extremeña o toledana occidental que no emplearon para caracterizar
diastrática ni diatópicamente a los personajes de sus obras, sino como marca de registro
que, al igual que en las cartas privadas de los nobles y funcionarios reales de su tiempo,
indicaba la inmediatez y familiaridad del coloquio vivo y cotidiano que los tres
procuraban mimetizar 65 . Por esta vía se justifican los numerosos casos de DC que
inundarán en las décadas siguientes la narrativa celestinesca66, el teatro de escenario

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urbano inspirado en el de Torres Naharro y los diálogos pastoriles67: en textos de este


tipo aparecen, de hecho, todos los ejemplos no occidentales de DC de la primera mitad
del Quinientos que no figuran en cartas privadas o poemas cultos, como los de las
comedias Hipólita y Tebaida o la Farsa de la concordia de López de Yanguas, por
ejemplo (cfr. la nota 52), pero también, ya en las décadas centrales del Quinientos, los
influyentes Pasos de Lope de Rueda, editados y retocados en Valencia por Timoneda.

La distribución textualmente acotada de los DC no occidentales habla a las claras de una


tradicionalidad discursiva netamente perfilada en la difusión de estas formas más allá
de su entorno dialectal originario durante sus primeras décadas de vigencia en Castilla:
la tradicionalidad discursiva no es una propiedad de los textos, los géneros o las formas
textuales, sino de los elementos lingüísticos mismos (cfr. Kabatek 2015, Octavio de
Toledo 2018), pues describe la asociación típica que se produce entre estos últimos y
determinadas constelaciones textuales (géneros, subgéneros, formas, pero también
fórmulas o moldes retóricos) en las que figuran repetidamente durante cierto lapso
cronológico. Dicha tradicionalidad no está necesariamente vinculada a formas de
producción textual genéticamente relacionadas, sino que establece un conjunto acotado
de ámbitos potencialmente muy diversos (en este caso, la carta de confianza o “epístola
familiar”, la lírica cortesana y el diálogo informal recreado en la narrativa y el teatro de
ambiente urbano de comienzos del Renacimiento). El establecimiento del “mapa” o ruta
de tradicionalidad de un elemento o construcción lingüísticos permite un mejor
seguimiento de los avatares de su difusión, al menos en la medida en que esta presente
condicionantes de orden textual (lo que frecuentemente es el caso): respecto del
fenómeno que nos ocupa, ayuda a entender, como creemos haber mostrado, a través de
qué textos concretos pudo alcanzar mayor generalidad y prestigio y trascender su inicial
restricción diatópica 68 . Pero, además, la observación de la tradicionalidad de un
elemento habilita la comparación con la de otro que se muestra afín por algún concepto:
así, resulta sumamente revelador, a nuestro entender, comparar la difusión de los DC
con la de otro occidentalismo generalizado casi al mismo tiempo y gramaticalmente
semejante, el indefinido alguién (así parece que se pronunció en las primeras décadas de
su historia en Castilla: cfr. Malkiel 1948), que aflora igualmente en documentos
abulenses del siglo XIV (cfr. Pato 2009: 407) y, ya en el XV, en los de los concejos de
Navarredonda de Gredos, Ávila o Madrid, así como en las cartas de Cristóbal Colón,
para incorporarse al caudal de la lengua culta general, a lo largo del propio
Cuatrocientos y las primeras décadas del XVI (siguiendo siempre los datos del CORDE)
a través de los poetas del Cancionero de Baena (Pato 2009: 408), la traducción del
Lanzarote del lago, la Corónica de Adramón, el anónimo Primaleón salmantino o el
Lisuarte de Grecia de Feliciano de Silva, el teatro de Torres Naharro, Diego Sánchez de
Badajoz, Micael de Carvajal o Gil Vicente, la Lozana andaluza, la poesía lírica de fray
Ambrosio Montesino, del extremeño Garci Sánchez de Badajoz o de Boscán, la obra
historiográfica de Fernández de Oviedo y Las Casas o, algo más adelante, la traducción
del Orlando furioso por Urrea y los escritos de Santa Teresa69. Es palmaria, como se ve,
la semejanza con las primeras fases de la extensión de los DC tanto en los ámbitos
textuales protagonistas como en buen número de autores y obras concretos, paralelismo
que subraya la conveniencia de trazar los perfiles de tradicionalidad de los préstamos
entre dialectos para una mejor comprensión de la razón de su éxito (o fracaso) en la
variedad receptora70.

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6. Conclusiones: auge y declive de una transfusión

La amalgama generalizada de las formas est- / es- y el indefinido otr- que dio lugar a los
DC se produjo como consecuencia de un proceso de gramaticalización secundaria que
supuso la incorporación al paradigma demostrativo (un ámbito de la gramática muy
sujeto a cambios de este tipo: cfr. por todos Diessel 1999 o los trabajos reunidos en
Coniglio et al. 2018) de un término adicional que establecía nuevas oposiciones tanto
dentro de ese paradigma como con el ámbito afín de las expresiones de alteridad: así, si
el francés, el catalán, el aragonés medieval o el italiano codificaron sintácticamente,
mediante determinantes prepuestos, el contraste binario entre una expresión de alteridad
definida y exhaustiva y otra indefinida (fr. l’autre / un autre, it. l’altro / un’altro, etc.),
el español, el portugués o el rumano integraron los contenidos deícticos en el paradigma
para formar un subsistema ternario que en las dos primeras lenguas, y también en
gallego y astur-leonés, respondía a una distinción entre la expresión de la alteridad
indefinida (o(u)tro), la de la alteridad definida con interpretación exhaustiva (artículo +
o(u)tro) y la de la alteridad definida no exhaustiva, sino referida a una entidad o
subconjunto de entidades identificadas deíctica o logofóricamente (esto(u)tro,
es(s)o(u)tro y, en las variedades más occidentales, (a)quel(l)o(u)tro) 71 . Esta
gramaticalización se produjo, pues, en el tercio occidental de la Península Ibérica,
posiblemente en consonancia con varias características no presentes en los romances del
área central, como la mayor abundancia de amalgamas (de preposición y artículo,
particularmente: cfr. pola ‘por la’, cos ‘con los’, etc.), una mayor debilidad de las
vocales átonas finales que pudo favorecer la contracción o, en el plano sintáctico, la
tendencia clara a tratar la secuencia /demostrativo + otro/ como un grupo
predeterminante (cfr. los ejemplos de 13), hechos que sugieren una creación temprana
(ss. XIII-XIV) de los DC en el oeste peninsular y su funcionamiento como modelo para
otras amalgamas gramaticales con el indefinido o(u)tro igualmente desconocidas en un
principio en los territorios más hacia el este, como o(u)trora (cfr. la nota 33), aco(u)tro
(formada sobre el demostrativo aco(s) / aca(s): cfr. Gillet 1922) 72 o, un poco más
adelante, algotro (cfr. Octavio de Toledo 2016c), lo que da muestra de la productividad
de tales combinaciones en su ámbito geográfico de origen.

Los DC debieron extenderse a compás de la repoblación por todo el occidente


castellano a través del contacto con los colonos procedentes del tercio oeste
peninsular 73 . Este proceso de adopción de un elemento gramatical gestado en otras
variedades, que podemos denominar transfusión 74 , debía estar muy avanzado a
mediados del siglo XV, y sin duda contribuía ya entonces a la diferenciación de dos
grandes variedades de castellano, el occidental y el oriental, separadas
aproximadamente por el trazado del meridiano 4 oeste, por cuyo entorno discurre esa
“grieta en el interior de Castilla” de naturaleza lingüística de que habla Fernández-
Ordóñez (2011: 33).

La transfusión de origen occidental que suponen los DC pudo trascender el ámbito


meramente dialectal e incorporarse al incipiente estándar del periodo de los Reyes
Católicos gracias, de un lado, a su empleo en registros informales, propios de la
inmediatez comunicativa, por parte de hablantes prestigiosos del occidente castellano
(entre el Duero y el Tajo, principalmente) y andaluz relacionados con el entorno
cortesano: en este aspecto, debió conocer su impulso definitivo en el segundo cuarto del

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siglo XVI, cuando se consolidó la asociación de la lengua cortesana con la variedad


toledana, en la que los DC tenían notable vigencia; por otra parte, y como ocurre en el
caso paralelo de la difusión del indefinido occidental alguién, determinadas
constelaciones textuales novedosas del primer Renacimiento, en cuyo origen tuvieron
gran peso diversos escritores de la mitad oeste de la Península (prosa celestinesca de
Fernando de Rojas, Francisco Delicado o Feliciano de Silva, comedia urbana de Torres
Naharro, farsas y églogas de Lucas Fernández y Diego Sánchez de Badajoz, cronística
de hechos contemporáneos a cargo de Hernando del Pulgar, Hernán Cortés, Gonzalo
Fernández de Oviedo o Bartolomé de las Casas; o, algo más adelante, la lírica
petrarquista del toledano Garcilaso, replicada por Boscán y Diego Hurtado de Mendoza,
o la prosa ascética de los andaluces Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo y Luis
de Granada y de los abulenses Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, etc.), contribuyeron a
difundir el empleo de los DC como rasgo escritural, que continuó estando
predominantemente asociado a un perfil concepcional de inmediatez comunicativa y a
los productores lingüísticos de la mitad oeste del territorio al menos hasta las décadas
centrales del siglo XVI. Tras su auge y generalización a fines del siglo XVI y durante el
XVII, que no parecen ajenos al influjo de una norma de prestigio de base madrileña (cfr.
para su génesis Bustos y Santiago 2002), la búsqueda de un estándar menos dependiente
del uso de la capital metropolitana debió contribuir al abandono de los DC en España y
América a lo largo del siglo XVIII y los dos primeros tercios del XIX.

Llama la atención, finalmente, el hecho de que el DC formado con el demostrativo


distal, aquellotro, no se extendiera hacia el oeste, a pesar de su existencia en gallego y
portugués. En este descarte pudo influir la difusión previa en Castilla (a partir de fines
del siglo XIV) de las formas pronominales de origen oriental nosotros / vosotros (cfr.
Gomila 2016), que contienen también las formas plurales del indefinido otro y pudieron
sustentar, por tanto, una correspondencia aproximada entre las personas primera y
segunda y los términos deícticos proximal (más relacionado con el locutor) e intermedio
(que puede ponerse en relación con la posición, típicamente no muy alejada del centro
deíctico, que ocupa el interlocutor), promoviendo así su aceptación entre los hablantes
castellanos centrales y orientales: así, el asentamiento de nosotros / vosotros habría
podido mediar en la adopción, unas décadas después, de estotro / esotro, con exclusión
del muy esporádico aquellotro, que por lo demás se percibió sin duda como vinculado a
las otras formas prefijadas con /ak-/ (aqueste / aquese, más frecuentes al oriente: cfr.
Enrique-Arias 2012), ya moribundas a medida que avanza el Quinientos. De este modo,
en el crisol en que se forjó, a caballo entre las últimas décadas del siglo XV y las
primeras del XVI, un primer estándar suprarregional español, tanto fenómenos de
norma (el auge de Toledo como centro de prestigio lingüístico) como hechos de sistema
(la incorporación previa de los orientalismos nosotros / vosotros) y vectores de
tradicionalidad (la asociación, que afecta igualmente al indefinido occidental alguién,
con ciertas clases de textos novedosas y de gran éxito) parecen haber favorecido
grandemente la difusión de los DC, que adopta la forma específica de una tranfusión
interlectal por la que, en espacio de poco más de medio siglo, un dialectalismo del oeste
peninsular se transformó en marca prestigiosa de inmediatez comunicativa entre nobles,
cortesanos, letrados, autores de teatro o de prosa ficcional, poetas cancioneriles o
petrarquistas, cronistas e incluso ascetas, mostrando una vez más hasta qué punto la raíz
de la lengua clásica supo nutrirse de aportes lingüísticos (no solo léxicos, sino también
morfosintácticos) de la más variada procedencia diatópica.

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Notas
1
Este es el término que ha empleado de forma constante la RAE, desde su primera gramática (GRAE
1771: 44: “este, y ese, forman composición con el adjetivo otro”, mientras que “aquel recibe también
después de sí el mismo adjetivo, pero sin formar composición, como: aquel otro, aquella otra”) hasta la
actualidad (NGLE 2009: §17.2d, 1277-1278), de modo que “[l]as formas compuestas de los pronombres
demostrativos […] se registran en todas las gramáticas” académicas (Velando 2017: 605). La misma
denominación, originada en Correas (quien comenta que a los demostrativos “se les añade en conposizión
este adietivo otro para mostrar más particularmente, entresacando de los que rrestan con rrelazión a
ellos”, ALEC: 67v), adoptan otros influyentes autores, como Martínez Gómez-Gayoso en el siglo XVIII
(cfr. Benítez Burraco 2005: 12), Bello en el Ochocientos (1988 [1847-1860]: §264, 274: “se empleaban
también los compuestos estotro, esotro, no enteramente anticuados”: el propio erudito venezolano, de
hecho, los usaba en sus composiciones poéticas) o, a comienzos del siglo pasado, Alemany (1928 [1902]:
91), quien los describe como “formas compuestas” al modo de nosotros, vosotros. Por no contravenir la
tradición, las denominaremos también así a lo largo de este trabajo, si bien nos plantearemos en su tercer
apartado hasta qué punto el término resulta acertado.
2
Se documentan, aunque son marginales en todo tiempo, formas con un primer elemento (a)quell- /
(a)quill-, a las que nos referiremos más adelante, así como amalgamas con el indefinido otro de los
demostrativos aqueste / aquese, cuyo uso escrito no parece superar el siglo XVI. Para ambos tipos de
formas, cfr. ahora Piel (2014, 2018).
3
En las monografías clásicas de gramática histórica el fenómeno se despacha brevemente y, en general,
se considera de consuno con las formas aqueste / aquese: así, Menéndez Pidal (1941 [1904]: §98.3, 260),
tras comentar estas, explica que los demostrativos “[t]ambién se refuerzan con alter pospuesto: estotro,
esotro, quillotro, etc.”, como si tal refuerzo se hubiese generado, al modo de /ak-/, en el mismo latín o en
protorromance, y como si fuera igualmente frecuente con los tres demostrativos. Más exacto, aunque sin
precisiones históricas, Hanssen (1913: §183, 84) indica que “este y ese forman con otro una combinación
en la cual el primer elemento queda sin flexión: estotro, esotra: Por esta me entro, por estotra me salgo
([Fernán] Caballero, C[uentos y poesías populares] A[ndaluces, Leipzig, 1874] 36). Estas formas están
anticuadas”. Keniston (1937: 135-136), por su parte, se limita a recoger algunos ejemplos de estotro /
esotro y sus variantes de género y número (en concreto, 15 casos, de un total de 17 localizados en su
corpus) en el apartado de los pronombres indefinidos, junto a las demás combinaciones de determinantes
y cuantificadores con otro (para algún ejemplo adicional en la lengua clásica, cfr. Macías 1997: 74-75).
Más recientemente, Alvar y Pottier (1983: §85.2, 108) se contentan con citar a Correas a propósito de
estas formas, con las que los demostrativos “intensifican su carácter deíctico”, mientras Eberenz (2000:
262) parece considerarlas meras variantes gráfico-fónicas de las secuencias este otro, ese otro, etc., pues
solo describe estas últimas y apenas apunta que “se escriben y pronuncian también estotro, essotro”,
además de indicar que son “corrientes en la lengua del Cuatrocientos, sobre todo en la modalidad
hablada”; ya es decir bastante más, con todo, que la nueva SHLE, que guarda entero silencio sobre los
compuestos con otro en el capítulo dedicado a los demostrativos (García Fajardo 2009), al igual que el
extenso y reciente Manual of deixis in Romance languages (Jungbluth y Da Milano 2015).
4
En nota al pie, el autor dice sintetizar en este párrafo “las líneas esenciales de una monografía sobre la
historia de essotro, estotro, que se encuentra en fase de redacción” y que, no obstante, por cuanto se me
alcanza, no ha sido publicada hasta la fecha.
5
Cfr. ahora, en el mismo sentido, Pérez-Salazar (2017: 135): “la forma esotro (y variantes flexivas) es
muy frecuente en el Siglo de Oro: entre los siglos XVI y XVII se pueden recuperar más de mil
testimonios [en el CORDE]. Su empleo desciende drásticamente a partir del siglo XVIII, pero aún se
encuentra en el XX”. Conviene, pues, separar adecuadamente la historia de las formaciones aques(t)e y
es(t)otro, pues su presentación conjunta puede provocar inexactitudes indeseables a la hora de
caracterizar la morfosintaxis del español clásico, como ocurre –por citar un solo caso relativamente
reciente– con la confusa mención en el siguiente pasaje de los “demostrativos aqueste, aquese-estotro y

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esotro, vigentes en la lengua común y no recogidos hasta Correas, aunque quizás fueran ya un arcaísmo
sintáctico” (Bustos Tovar 2006: 24).
6
Cfr. de nuevo Quijada (2017: 249, 268). Así, la gramatización (en el sentido de Auroux 1994) de estas
formas debe adelantarse, como apunta esta autora, al último tercio del siglo XVI. En cuanto a los
diccionarios, esotro aparece en 1599 en el Dictionarie de Minsheu (s. v. esso, 120c) y estotro figura en el
Tesoro de Oudin (1607 [1616]: N4r), de donde debieron pasar al resto de la tradición lexicográfica
europea del siglo XVII.
7
Para la delimitación y caracterización lingüística del primero de estos periodos, cfr. especialmente
Lapesa (1981: 231-251), Ridruejo (1993), Sánchez Lancis (1998) y Eberenz (2000); para el segundo, cfr.
sobre todo Eberenz (1991, 2009) y Girón (2004); para el tercero, cfr. por ejemplo los trabajos reunidos en
García Godoy (2012), así como Octavio de Toledo (2016a, 2016b) o Company (2017).
8
Baste recordar aquí dos autorizadas formulaciones de este desiderátum: “Si aspiramos a una historia
menos unidimensional de la lengua, debemos preguntarnos por la configuración teórica de su arquitectura
y por las partes del diasistema sobre las que es posible obtener un conocimiento exacto” (Eberenz 2009:
191); “La sintaxis histórica del español se basa en datos de la lengua escrita, pues no puede ser de otra
manera, pero esto no elimina la necesidad de postular como principio el objetivo de reconstrucción
histórica de todo el edificio variacional, con la variación en el espacio, en los grupos sociales y en las
diferentes modalidades del hablar” (Kabatek 2012: 88).
9
Para la provechosa aportación de la dialectología a una mejor comprensión de la sintaxis histórica, cfr.
por todos el amplio panorama trazado en dos trabajos complementarios por Fernández-Ordóñez (2011,
2012). También los métodos de la Sociolingüística comienzan a abrirse camino en el estudio de la lengua
del Siglo de Oro, permitiendo identificar grados de formalidad, registros específicos e incluso tendencias
idiolectales en el uso de determinados fenómenos morfosintácticos: cfr. en especial los trabajos recientes
de Blas (2016, 2018a, 2018b) y Blas y Porcar (2016). Al modo en que puede aplicarse la noción de
“tradicionalidad discursiva” al estudio de fenómenos sintácticos concretos de la historia del español he
dedicado yo mismo algún trabajo (cfr. por ejemplo Octavio de Toledo 2014, 2018).
10
En concreto, es posible recuperar 344 secuencias de /demostrativo + otro/ en 1502-1549, un 60% de las
573 de DC (cfr. la Tabla 2), y 616 secuencias “analíticas” en 1550-1650, un 62% de las 996 de DC.
11
El modelo coseriano del cambio lingüístico (Coseriu 1983 [1988]: 151) separa con claridad la
innovación individual del cambio propiamente dicho, que se produce a partir de la adopción de la
solución innovadora por algún interlocutor, se continúa mediante la difusión a un entorno más crecido de
hablantes que, así, se ven abocados a dirimir su posible competencia con elementos o esquemas previos
(selección): si la selección favorece a la solución innovadora, esta sustituye finalmente a la más antigua o
la relega a un determinado estatuto diasistemático (mutación).
12
Los datos proceden del CORDE. El Gráfico 2 solo representa las frecuencias por millón de palabras,
que devuelven un retrato mucho más fiel de la evolución, pues la masa textual del CORDE está muy
desigualmente distribuida por periodos (cfr. para este asunto Octavio de Toledo 2016a).
13
Además de la búsqueda exhaustiva de e(s)sotr- y estotr- en el CORDE (con la variante contracta
des(s)otr-, destotr-, en la que se añade por la izquierda la preposición de, y la reducida sotr-), he llevado a
cabo una pesquisa igualmente exhaustiva (y especialmente productiva para el tiempo posterior a 1700) a
través del buscador de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (BVMC); he rastreado todas las formas
del paradigma en el repositorio Google Académico; he recuperado todos los ejemplos disponibles en una
búsqueda acotada temporalmente (con un límite superior en 1550) dentro de la biblioteca virtual Google
Libros; y mediante el motor de búsqueda Google, finalmente, he analizado todos los casos de las formas
essotra(s) y los 4000 primeros resultados para esotras que arrojó una consulta realizada el 20.1.2018 (el
resto de consultas se llevó a cabo a lo largo del mes de febrero de 2018). Para la utilidad de estos recursos
electrónicos en la indagación histórica, especialmente de elementos de baja frecuencia, cfr. Méndez
García de Paredes (2011) u Octavio de Toledo (2016c). Puesto que los datos cuantitativos que ofrezco en
este trabajo proceden exclusivamente de los casos registrados por el CORDE, en la ejemplificación tan
solo distingo, salvo indicación expresa en contrario, entre los entornos recuperados de este corpus (apud
CORDE) y el resto, en que no especifico la fuente electrónica, que por lo demás puede ser múltiple (pues
los mismos textos figuran con frecuencia, en idéntica o distinta edición, en varios bancos de datos) y en
todo caso es fácilmente recuperable –a diferencia de los casos del CORDE– a través de una búsqueda
directa en Google.

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14
Se trata del manuscrito apógrafo que contiene la segunda redacción de la obra, conocido por la sigla R
y realizado en Italia. Como puede verse en (1b), los otros testimonios tempranos de este diálogo (el ms.
que contiene la copia de la primera redacción, Mp, y la princeps de Zamora, 1483) leen aquí estos otros.
La presencia de los DC en el manuscrito italiano está asegurada por el segundo ejemplo de (1b), casi
inmediato en el texto, que de nuevo opone dicho testimonio al otro manuscrito y la edición zamorana.
15
Recojo en (1c) los usos que pueden atribuirse al autor: así, el primer ejemplo, de la versión primitiva de
las coplas de Vita Christi (que represento con la sigla Vita Christi 1) de fray Íñigo de Mendoza, figura con
el DC estotro en el cancionero conocido como PN11 (ca. 1470) y en otros testimonios algo posteriores,
como los cancioneros SA4 (ca. 1485) y Oñate-Castañeda o HH1 (ca. 1485), por lo que puede darse por
seguro que recoge un uso del propio Mendoza y no de un copista; lo mismo cabe decir de la composición
satírica de Pero Guillén de Segovia: a pesar de que se recoge solo en testimonios del primer siglo XVI y
en la copia dieciochesca (por lo demás, aparentemente muy esmerada) de su Cancionero, la unanimidad
en la lectura invita a pensar que la forma se hallaba presente en el poema original; es posible igualmente,
aunque no seguro, que procedan del autor (del que nada he podido averiguar) los dos casos de esotro del
breve poema religioso de Alfonso de Córdoba, impreso a continuación del Confesional del Tostado en
una edición burgalesa. En cambio, en (1d) figuran casos que deben más bien achacarse a un(os)
testimonio(s) concreto(s) que al autor: así ocurre con los famosos versos manriqueños que figuran en
primer lugar, y que contienen la secuencia esta otra en los testimonios principales y antiquiores de la
tradición (EM6 es el manuscrito Esc K-III-7, de ca. 1485; 82*JM es la edición más antigua, quizá
zaragozana; 83*IM es una edición, posiblemente zamorana, de 1483, cuya lectura he podido comprobar
en la BDH; otros testimonios de importancia, como el cancionero de Egerton [LB3] y el de Oñate-
Castañeda [HH1], presentan aquí una lectura muy divergente o no traen el pasaje: para el complejo
conjunto de testimonios y sus filiaciones, cfr. ahora Pérez Priego 2017), mientras que el DC estotra figura
en testimonios de menor peso, como el Cancionero manuscrito de Pero Guillén de Segovia (MN19, copia
del XVIII) o el Cancionero impreso de Ramón de Llavia (86*RL: Zaragoza, Pablo Hurus, 1484-88?; he
comprobado la lectura al folio 76r-a); los dos siguientes ejemplos proceden de un mismo cancionero
manuscrito, el salmantino SA9 (ca. 1500), y aunque el primero bien podría ser del autor (el mismo Íñigo
de Mendoza de las coplas de Vita Christi), otros testimonios de estas Coplas a la Verónica traen sin
embargo la secuencia este otro (así, por ejemplo, el ms. ML1, de ca. 1490), mientras que el segundo caso
es inequívocamente debido a un copista, pues se trata de una lectio facilior que oculta el nombre del
filósofo Escoto, lo que invita a atribuir ambas lecturas a la labor de copia. Para la localización y cotejo de
estos ejemplos cancioneriles me he valido del utilísimo portal Cancionero Virtual (CV).
16
Han sido infructuosas mis pesquisas en los corpus documentales CODEA+ 2015 y CHARTA (consultas
de febrero de 2018): de la ausencia de los DC en una versión anterior del CODEA informaba ya Cuadros
(2013).
17
También se encuentran cuatro casos más en los diarios de los viajes primero y tercero de Colón, pero
resulta difícil deslindar en esos textos lo que se debe a la pluma del Almirante y lo que cabe atribuir al
compilador, Bartolomé de las Casas, que emplea igualmente con fruición los DC.
18
Los nueve casos presentes en la Celestina aparecen a partir del octavo acto (VIII, 193, 195; IX, 201,
202, 211; XII, 257, 260; XVIII, 308 y XIX, 324) y todas las ediciones antiguas (anteriores a 1520) traen
DC en estos contextos, por lo que su empleo puede atribuirse con seguridad a Rojas. El último ejemplo en
la obra reproduce parcialmente un refrán (“A esotra puerta [que esta no se abre]”) recogido con igual
forma en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego del marqués de Santillana, obra cuyo primer
testimonio conservado es, sin embargo, la princeps sevillana de 1508 (cfr. Bizzarri 2010), por lo que no
resulta posible atribuir directamente a Santillana este uso del DC.
19
El ejemplo que cierra (3b) parece ser excepcional en la producción escrita propia de la Corona de
Aragón, pues es este, precisamente, el único contexto de uso de los DC que registra el DICCA-XV,
elaborado a partir de una amplísima base textual. En el mismo texto pueden localizarse casos de la
secuencia sintagmática equivalente (por ejemplo, en 8r-b: “quepor esso gozan los delas montañas de
mayores preuillegios que los de aca. porque aquellos ganaron a estos otros / no estosotros a los de alla”),
pero tal falta de uniformidad se encuentra también en los textos producidos en Castilla (cfr., sin ir más
lejos, la coexistencia de este otro y esotro en la carta isabelina de 2e).
20
“Ninguna de las características codicológicas o paleográficas permiten una datación del códice, ya que
tanto podríamos situarlo a finales del siglo XV como a principios de la siguiente centuria”, si bien el
testimonio único parece un autógrafo o apógrafo compuesto “en un periodo muy cercano a los primeros

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años del siglo XVI” por un “español fuera de Castilla, seguramente en Italia” (Lucía Megías 2001:
50/52/59). Agrupamos aquí el texto convencionalmente con el grupo de los producidos antes de 1502.
21
Es el caso, por ejemplo, de este pasaje de los Castigos e documentos (obra fechada por el CORDE en
1293, aunque se preserva solo en manuscritos de fecha muy posterior): “e tienen que el bien deste mundo
que es firme e durable, e que todo es de Dios, e que commo en este mundo que assy es en el otro. E estas
cosas son muy esotras a nos, ca non ay otro que lo bien sepa sinon vn solo Dios”; de los dos manuscritos
en que se basó el autor de la edición que recoge el CORDE, sin embargo, al menos uno (BNE
MSS/3995), que he podido consultar, lee aquí claramente escuras, lección que resulta muy preferible,
tanto por el sentido como porque los DC nunca aparecen cuantificados por muy, ni tampoco haciendo
veces de predicado nominal. Lo mismo puede decirse de este supuesto ejemplo del Jardín de nobles
doncellas de Martín de Córdoba (compuesto en 1468-1469): “Los otros padres engendran las hijas de su
natural simiente; Adán no así, salvo que le fue sacada la costilla, como es dicho; y por esotro respeto tenia
Eva a Adán y otro a las hijas que engendró de Eva”; el sentido exige leer por eso, otro respeto, que es
precisamente lo que transcribe una edición más reciente que la introducida en el CORDE, la de Goldberg
(1974: 176), sin duda más atenta a la letra del testimonio único, un impreso de 1500. Caso semejante es el
de los siguientes versos de Gómez Manrique recogidos en el Cancionero de Híjar: “Alixandre fue señor /
de toda la redondeza, / Ércoles de fortaleza, / Mida de tanta riqueza / que no pudo ser mayor; / pero todos
se morieron / y dexaron / estotras que trabajaron / y corrieron”; se impone, de nuevo, deshacer el
supuesto DC y recuperar la lectura auténtica esto tras que trabajaron. La edición del Libro de la guerra
que incluye el CORDE ofrece esta secuencia: “lo qual faziendo, segun dicho es, en este mundo viuiran en
honrra et buena fama, et en estotro alcançaran gloria”; pero los dos testimonios de este opúsculo (BNE
MSS/9608, fechable ad 1455, y BNE MSS/6526, de 1417-1500), que pueden consultarse fácilmente en la
BDH, traen aquí en el otro (correctamente transcrito por Roca Barea 2007 a partir del primero de ambos
manuscritos). De manera semejante, Juan de Mata Carriazo edita como sigue un pasaje de la Crónica de
don Álvaro de Luna (cuya composición fecha el CORDE en 1453): “el frayle no nonbraba nin dezia
expresamente el Maestre de Santiago don Álvaro de Luna faze esto, o faze estotro”; pero el testimonio
BNE MSS/10141 (segunda mitad del s. XV o primeras décadas del XVI), que toma por base este editor,
lee manifiestamente esto otro (fol. 198r), como lee este otro el ms. de la Universidad de Zaragoza (Ms-
24, fol. 184v), igualmente del XV: sí puede leerse estotro, en cambio, en BNE MSS/2127 (fol. 181r), que
sin embargo es ya del siglo XVI, como todos los demás testimonios de la obra. Entre los materiales
ajenos al CORDE, finalmente, advierto del error en la transcripción de un temprano documento ovetense
por Ruiz de la Peña (1969: 428): “Sobre pleito de la abbadia de ý de Celón, deue el archidiano Fernán
Alfonso e los clérigos estar en paz ata uenida del obispo, e estotro, el obispo faga ý lo que deuier”
(“Avenencia entre el abad de Corias, el arcediano de Tineo y el deán de Oviedo”, 23.9.1283; Archivo de
la Catedral de Oviedo, serie B, carpeta 5, nº 19); el supuesto DC es, en realidad, un adverbio estont –con
tilde nasal– en la más cuidadosa transcripción de Fernández Rodríguez (1996: 136).
22
Es lo que ocurre con un ejemplo de esotro en la Gran crónica de Alfonso XI, texto que el CORDE
fecha, de acuerdo con su composición, entre 1348 y 1379, pero que se ha transmitido a través de códices
copiados en el siglo XVI. Lo mismo cabe decir del Lanzarote, fechado en el corpus académico en 1414 y
que contiene tres ejemplos de DC: el manuscrito único, de fuerte impronta occidental, se copió sin
embargo en el siglo siguiente. Por la misma razón, aunque con distancia mucho menor entre la
composición y los testimonios y en fecha en que se documentan ya casos incontrovertibles de DC,
conviene poner en cuarentena, al menos de momento, dos ejemplos presentes en los Hechos del maestre
de Alcántara don Alonso de Monroy, obra compuesta hacia 1492 por su secretario Alonso Maldonado,
pero cuyos manuscritos más tempranos son ya del siglo XVI. Finalmente, una supuesta carta de privilegio
de Juan II (en realidad, una burda sátira antisemita en forma de falso documento) que el CORDE fecha en
1450-1460 y contiene un DC (“suplicávades y pedíades por merced que […] vos mandásemos legitimar y
dar licencia para ser tal marano y poder usar de las sutilezas, artes, tratos y engaños de que los dichos
maranos […] se aprovechan, e nos veiendo ser cosa justa, pues desotra manera entre ellos no podríades
bibir sin ser de ellos siempre engañado […]”) procede en realidad del códice BNE MSS/9175 (fol. 29r),
un volumen de “Noticias curiosas sobre diferentes materias” recopilado por el toledano Sebastián de
Horozco en las décadas centrales del Quinientos. En todos estos casos, es posible que el texto original se
actualizase en el siglo XVI de acuerdo con las preferencias lingüísticas del momento (o las propias del
copista en razón de su procedencia, formación escritural, etc.), por lo que no deben considerarse, al menos
de entrada, como datos válidos para la investigación lingüística: cfr. sobre este problema Fernández-

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Ordóñez (2006) y, con aplicación específica a los datos del CORDE, Rodríguez Molina y Octavio de
Toledo (2017).
23
Para la cercanía del códice E6 (y su complemento E8, conservado solo en copia muy posterior) a las
traducciones bíblicas del taller alfonsí, baste aquí citar este pasaje de Matute (2013: 23, n. 5): “la versión
utilizada en el scriptorium alfonsí fue la conocida como Biblia de París, concretamente un manuscrito
perdido de la familia omega, Ωs, fechado hacia 1250 (que quizás también sirvió de base de los
manuscritos escurialenses I.I.6 y I.I.8, conocidos como E6 y E8)”. Para los problemas específicos de
fecha de composición, datación y caracterización lingüística de los testimonios que plantea el Fuero
juzgo, cfr. ahora Castillo (2016). Más allá del CORDE, he podido localizar un ejemplo tardío de la
secuencia est + otro en un documento oriental producido en Murcia a principios del siglo XIV (que, como
era de esperar, contiene igualmente otras formas apocopadas semejantes, tales gent, puent ovayll): “señor,
sabet ques me morio est otro día una mi mula” (“Alabes Benroo [= Alabbás ben Rahu] al rey de Aragón,
Jaime II”, 8.4.1304; apud Giménez Soler 1905: 365).
24
Un único ejemplo en el CORDE de esto otro antes de 1300 corresponde a una obra marcadamente
orientalizante, los Judizios de las estrellas (cfr. Fernández-Ordóñez 2004: 405-406). Del siglo XIV es ya
el códice escurialense P.II.20, que transmite el Setenario alfonsí y contiene este ejemplo: “Et que a
ssemeiante de aquello que ffué estableçido ffiziessen esto otro, que es llamado crisma”. No existen otros
casos anteriores a 1380, ni encuentro tampoco ejemplos de es(s)o otro hasta el Corbacho. En cambio, esto
ál suma al menos 14 documentaciones claras hasta 1300. Por otro lado, existe a lo largo de la Edad Media
una evidente asimetría entre los dos demostrativos en su asociación con el indefinido, pues otro figura
tras este / esta(s) / estos con una frecuencia 45 veces mayor que tras es(s)e / es(s)a(s) / es(s)os (1.297
casos de la primera secuencia frente a tan solo 29 de la segunda en el CORDE), mientras que en el
periodo inicial de los DC en Castilla (hasta 1499) el reparto es mucho más equilibrado, con 52 casos de
estotr- y 32 de es(s)otr-, de modo que la primera forma es solo 1.6 veces más frecuente que la segunda:
las secuencias medievales, pues, solo avalan el uso rutinario de otro tras el indefinido proximal, mientras
que los DC emergen en la segunda mitad del siglo XV con ambos demostrativos en proporción pareja.
25
Este ejemplo ha sido localizado fuera del CORDE, pues el manuscrito del Fuero juzgo reproducido en
ese corpus (B2567 de la Hispanic Society of America, también de la segunda mitad del siglo XIII) lee
aquí este otro. Aunque la venerable edición de la RAE (1815), por la que cito, une gráficamente la
secuencia est + otro (lo que indujo al continuador del DCR: s. v. estotro, 1151a, al error de considerar este
un ejemplo temprano de DC), se trata, claro está, de la misma combinación de demostrativo masculino
apocopado e indefinido de los otros ejemplos (nótese, además, el paralelo sintáctico con el texto del
Fuero de Navarra). También Menéndez Pidal graficó como estotro el primero de los ejemplos de la
Estoria de España en (4b), aunque, curiosamente, no el segundo.
26
De fines del XVIII data también, no obstante, la primera muestra de desapego metalingüístico hacia
esta forma de que tengo constancia: como recuerda González Ollé (1992: 182), al erudito historiador y
genealogista burgalés Luis de Salazar y Castro la forma essotra no le parecía ya “buen castellano”, por
mucho que la emplearan con asiduidad los clásicos: Salazar se pronuncia, como recuerda oportunamente
el propio González Ollé (1992: 192), desde la óptica de un castellano viejo que defiende “la lengua
materna y universal en Castilla”, y su rechazo del DC quizá no deba entenderse como reacción ante un
arcaísmo, sino hacia una forma de la lengua literaria que, sin embargo, se sentía como ajena (por
desacostumbrada) en el ámbito castellano norteño: también sobre este asunto volveremos en el epígrafe
§4.
27
Ni parecen manifestarla todavía las gramáticas de este tiempo: como señala Sáez (2016: 73) a propósito
de la Theoretisch-Praktische Lehre der Spanischen Sprache de Manuel Pérez Ramajo (Leipzig, 1806),
“[t]ampoco se marcan como arcaicos estotro y esotro, […] porque claramente aún no lo serían”. Cfr. en
cambio, a mediados del siglo, el comentario de Bello cit. en la nota 1, según el cual los DC resultaban ya
anticuados, aunque aún no “enteramente”.
28
Como puede verse por los ejemplos de (6a), los empleos temporalizados con esotro pueden referir a
puntos temporales diversos (un día anterior cercano al actual, el día siguiente, el posterior al siguiente –
esto es, ‘pasado mañana’– u otro cercanamente venidero), con el denominador común de situarse
próximos al marco hodiernal, pero fuera de él, significado previsible a partir del de alteridad trasladado
por otro y el de distancia intermedia respecto del centro deíctico (ni inmediatez, ni lejanía) expresado por
ese. Los primeros ejemplos de esotro (día) con desempeño deíctico temporal afloran ya entre las
documentaciones más tempranas de los DC (“Porque le rogué esotro día que fuese una jornada de aquí en

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que le iba la vida, y dijo de no”: Celestina, 308; “porqu’él pensaba esotro día matar al Maestre”: Alonso
Maldonado, Hechos del Maestre de Alcántara don Alonso de Monroy, comp. 1492, CORDE), y el uso de
esotro con el significado de ‘pasado mañana’ estaba ya muy asentado a fines del siglo XVI y comienzos
del XVII (“mañana y esotro pienso ir al campo”: Felipe II, Cartas a sus hijas, 8 [2.10.1581], p. 58; “¿Tú
sabes qué es Medicina? / Sangrar ayer, purgar hoy, / mañana ventosas secas, / y esotro kirieleisón”:
Quevedo, Entremés del médico, 1643). Como veremos, es este también el uso más resistente de un DC en
los dialectos peninsulares del español (cfr. §4).
29
Pertenecen a la categoría de las expresiones esterotípicas con DC, históricamente algo más resistentes
(hasta el punto de que no resulta muy difícil encontrar ejemplos actuales), ciertas secuencias cristalizadas
de tipo fraseológico o paremiológico (Por estas o (por) estotras: cfr. Pérez-Salazar 2017; ¿Qué tiene que
ver eso con esotro?: cfr. Fernández Martín 2018; el refrán A esotra puerta: cfr. la nota 18), las
bimembraciones disyuntivas con un valor equivalente al de una expresión indefinida como ‘tal o cual’ o
‘alguna que otra’ (“porque la mayoría atropella a esta o esotra minoría”: Federico Jiménez Losantos, Lo
que queda de España, 1995, CREA) o las series polimembres enumerativas con demostrativos diferentes
que buscan deliberadamente la variatio, del tipo esta calla, esa habla, es(t)otra canta (así usaron siempre
los DC, con notable frecuencia, Bretón de los Herreros o Juan Valera), y en las que es usual también la
alternancia con otros indefinidos: “¿No repara vuesa merced cómo una cosa se llama «regeneración», otra
«reformas», esta «Estamentos», aquella de más allá «libertad», esotra «representación nacional»?” (Larra,
Segunda y última carta de Fígaro al Bachiller, 1834); “a qué móvil obedeció la evolución de aquel
periódico, o la cesantía de cierto personaje, o el encumbramiento de esotra vulgaridad” (Pereda, “Un
despreocupado”, de Tipos trashumantes, 1888, CORDE); “de nuevo fue trasladado a otra vivienda del
arrabal […]. Y de allí a otra, y de estotra a una tercera” (Juan Benet, Saúl ante Samuel, 1980, CREA).
30
Así, por ejemplo, en la tercera década del siglo XX el mordaz Cansinos Assens (1882-1964) criticaba a
un contemporáneo, Diego San José de la Torre, quien a su juicio “escribe en El Liberal evocaciones del
Madrid antiguo […] en un estilo avellanado y burdo, lleno de arcaísmos como aquesto, esotro” (Novela
de un literato [1985, póstuma], cit. en Andújar 1984: 88). Nótese que los autores de los ejemplos en (6b)
no proceden del tercio occidental peninsular: entre los de este origen, como veremos enseguida (§4),
pueden localizarse ejemplos no estereotipados hasta hoy día.
31
La NGLE (2009: §17.2d, 1278) menciona el uso de estotro temporalizado (estotro año ‘el año
próximo’) en el “habla coloquial” de Chile, siguiendo una referencia que se remonta a Rodolfo Lenz (cfr.
Kany 1970: 173-174), y Guzmán y Sáez (2018) sugieren cierta persistencia de los DC en autores
peruanos del siglo XX: es posible, pues, que toda la cornisa pacífica se caracterice por una mayor
pervivencia de estas piezas, pues la Academia Colombiana, en carta de 23.11.1967 a la Española, aún
describe esotro como “contracción, entre gente culta y vulgar” (apud Fichero Virtual, ficha 1175), y
ciertamente algún académico colombiano aún lo empleaba apenas unos años antes (“los utensilios
necesarios para arar la tierra, algunos de los cuales se enumeran en esotra estrofa”: León Rey 1955: 12).
También el Caribe insular parece haber preservado restos de los DC hasta el siglo XX: Navarro Tomás
(1948: 124, n.2) encontró en Puerto Rico que “[u]n sujeto de Barros empleaba sotro con el valor
indefinido que suele tener en algunos pueblos castellanos: El sotro día estuve en el molino, equivalente a
‘Hace unos días’”, y la Academia Puertorriqueña también describe esotro dos décadas más tarde como
contracción usada “entre gente culta” (carta a la Real Academia Española de 26.5.1967, apud Fichero
Virtual, ficha 1176), mientras que en la prosa de un prestigioso prosista cubano contemporáneo puede
encontrarse el siguiente ejemplo: “según avanzaba la noche aquel diente más blanco que los otros
desaparecía para reaparecer llevado por la lengua no a su meta sino a desotra parte en la boca”
(Guillermo Cabrera Infante, “Lorca hace llover en La Habana”, en Cuadernos Hispanoamericanos 433-
434 [julio-agosto 1986], p. 245).
32
Existen en la lengua medieval ejemplos de truncamiento, algunos de los cuales han llegado hasta hoy
(manderecha, cabezcorvo / cabizbajo, cuatralbo, etc.); pero no parecen responder a un patrón productivo
más allá del siglo XIII, frente a compuestos del tipo de cuelloalbo o cabeciagudo, por ejemplo (el patrón
con vocal de enlace se impondrá a partir del s. XV: cfr. Menéndez Pidal 1941: §88.2 y Sánchez López
2003: 164-165). En casos como los de abrojos o antojos mencionados por Villar (a los que cabe añadir
otros, como antier), debe pensarse más bien (como sugiere la NGLE 2009: §11.1g, 737) en compuestos
tardolatinos o protorromances muy tempranamente lexicalizados y sometidos a las transformaciones
fonéticas propias del tránsito al romance, frente a verdaderas formaciones compuestas propias como
anteojeras o anteayer.

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33
Es en cambio muy tardía (de la segunda mitad del siglo XVI) la documentación en español del adverbio
otrora (“el cántico divino, que inspirado / fue otrora a Salomón, vate sagrado”, Fray Luis de León,
Poesía original, ca. 1560-1580, CORDE). Puesto que en portugués outrora está firmemente atestiguado a
partir de fines del siglo XV, debe tratarse de una incorporación renacentista desde la lengua vecina.
34
Este segmento es la vocal final de la preposición si esta termina en /e/ u /o/, pero la vocal inicial del
artículo en las contracciones con preposiciones que presentan /a/ (al, contra’l, pora’l).
35
Cfr. respectivamente NGLE (2009: §17.2d, 1277) y NGLE (2009: §14.3b, 1039-1040 / §29.1c, 2224).
36
Así, como señala la NGLE (14.2a: 1031), “al y del no son propiamente artículos y tampoco
preposiciones”.
37
De hecho, las formas tol / tola / tolos / tolas se han descrito con frecuencia para las hablas asturianas.
Por citar solo unos pocos ejemplos, Cano González (1981: 117) afirma que en Somiedo todo “[e]n
combinación con el artículo da como resultado: tol, tola, tolos, tolas: ta tol tiempu jiendu bursa”; en
Trubia (sobre el Nalón, no lejos de Oviedo) son habituales secuencias como “Ta tol mundu, Ta tola xente
[…], Tán tolos neños en prau, Vinienon tolas neñas” (Suárez García 2010: 414); y entre las paremias
populares recogidas por Viejo (2012) figuran En tolos l.lares cuecen fabas, Per San Antón, tola pita pono
Per San Vicente, tol agua ye semiente.
38
Los colores más oscuros representan tasas más altas de preservación de /-d-/. Los datos proceden del
COSER (mapas 81-82 de Estrada 2017, reproducidos con el amable permiso de la autora).
39
Así, “[t]he difference between function and content words (being the first group the most prone to
reduction) is related to predictability” (Estrada 2017: 11-12, con relevantes indicaciones bibliográficas), y
las secuencias rutinizadas de elementos funcionales, altamente predecibles desde el punto de vista
sintagmático, tenderán a reducirse fonéticamente por la sencilla razón de que “[w]hen elements of a
recurring stringare no longer processed separately, their individual phonological and semantic
contributions to the whole can recede from the consciousness of speakers” (Mithun 2016: 20). Por ello,
como apunta Schmid (2016: 16, de nuevo con abundantes referencias), “[f]usion and coalescence have
been interpreted as symptoms of an increasing holistic processing and storage of repeated multiword
sequences”.
40
“One might consider that the elementary necessary precondition for coalescence is that the
grammaticalized item has some grammatical relation to the element with which it is to coalesce”
(Lehmann 2002: 132).
41
Para el autor polaco, la gramaticalización es “the increase of the range of a morpheme advancing from
a lexical to a grammatical or from a less grammatical to a more grammatical status, e.g. from a derivative
formant to an inflectional one” (Kuryłowicz 1965: 69). La segunda posibilidad, como se ve, parece
implicar una reestructuración morfológica (morfologización).
42
La paradigmatización es, en realidad, la contrapartida paradigmática de la coalescencia, puesto que una
y otra representan, respectivamente, la vertiente paradigmática y la sintagmática del parámetro general de
cohesión (Lehmann 2002: 110). No todos los parámetros propuestos por Lehmann (2002) pueden
aplicarse por igual tanto a la gramaticalización primaria como a la secundaria: el aumento de cohesión en
ambas vertientes, sin embargo, es común a los dos procesos (cfr. Norde 2012).
43
Los DC no se crean, pues (pace Girón 2004), para reintroducir el mismo tipo de oposición que
expresaba ALTER con respecto a ALIUS en latín, pues esta ya se traducía a través del contraste entre
otro y el otro, sino que la forja de los DC introduce en ese conjunto de expresiones de alteridad una
distinción novedosa.
44
Para la relación entre el aumento de frecuencias y la gramaticalización secundaria, cfr. de nuevo Breban
(2014). La tendencia de es(t)otro a reemplazar a este otro muestra que ambas soluciones establecen entre
sí una relación de estratificación (layering: cfr. Hopper 1991: 22), resultado característico del impacto de
una gramaticalización en el sistema.
45
Naturalmente, es enteramente legítimo defender una noción de lexicalización que, más atenta al
mecanismo cognitivo de acceso al contenido de las expresiones que al producto final del cambio, se
defina como “el proceso por el cual una expresión, que previamente se obtenía o recibía acceso por
medios gramaticales o analíticos, se archiva como un bloque en la memoria o diccionario mental y se
utiliza de manera global” (Elvira 2006b: 24). Se lexicaliza, según esta definición, cualquier secuencia que
ha evolucionado a través de una interpretación holística (en el sentido de Lehmann 2002), con

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independencia de que el resultado se integre en un paradigma cerrado o en una clase (semi)abierta. Nótese
que, como subraya el propio Elvira, esta idea de lexicalización no es diametralmente opuesta a la de
gramaticalización (“Los conceptos de gramaticalización y lexicalización no son en principio
contrapuestos”: Elvira 2006b: 24), pues la gramaticalización, como explica el autor, se desenvuelve en el
ámbito del cambio semántico, mientras la lexicalización, así definida, atiende a los mecanismos de
producción de expresiones; además, “la oposición entre acceso global y procesamiento […] no es radical,
sino gradual” (íbid.), por lo que, posiblemente, la evolución de los DC podrá presentar desde esta óptica
características propias de uno y otro proceso. Mi concepción de la lexicalización es, en cambio, más bien
finalista que procesual (como las de Brinton y Traugott 2005 o, en el ámbito hispánico, Girón 2008), y el
hecho de que el producto del cambio se integre o no en un paradigma funcional resulta determinante a la
hora de oponerla (en este caso sí, tajantemente) a la gramaticalización.
46
Cambraia, Ramalho y Stradioto (2011) mencionan igualmente estas formas, que parecen haber surgido
sobre el modelo de una cuarta, celălalt, en que participa la pieza cel, que evolucionó a partir de la
endófora distal acel(a) hasta convertirse en un determinante definido; esta forma posee hoy día el valor de
interpretación exhaustiva de ‘el otro / los otros’ (Nicolae 2013: 310). De las tres formas con
demostrativos citadas, ălălalt compite con celălalt (la primera es menos propia de la lengua literaria),
mientras cestălalt y ăstălalt pugnan entre sí (la primera se siente como algo arcaica) y añaden el
contenido proximal a la interpretación exhaustiva (cfr. para todo ello Nicolae 2013: 307), es decir, se
refieren a “[a]cela care (din doi sau din două grupuri) este mai în apropierea noastră” (DEX 2009: s. v.
celălalt).
47
Los escribientes y lugares de producción que cabe identificar con cierta precisión proceden de
Andalucía occidental (Sevilla y Córdoba), Extremadura, las provincias de Salamanca y Ávila y, ya sobre
el citado meridiano, la mitad occidental de las de Segovia, Madrid, Toledo y Ciudad Real (incluyendo las
cuatro capitales). Cabe considerar a Isabel I de Castilla, nacida en Madrigal y criada en Arévalo con su
madre portuguesa, como hablante “occidental”. Cristóbal Colón, con independencia de su lugar de origen,
escribe empleando numerosos lusismos, que revelan que “había aprendido el español dentro del ambiente
lingüístico que se respiraba en Portugal cuando allí dominaba la moda castellanizante iniciada por el
infante don Pedro” (Menéndez Pidal 1942: 21). La Corónica de Adramón, o al menos la copia que se nos
ha transmitido, debe ser igualmente occidental, pues contiene, además de numerosos DC, un caso de
alguien (primera línea del fol. 114v), occidentalismo todavía inusitado al este del mismo meridiano 4
oeste en las primeras décadas del siglo XVI (cfr. Pato 2009). Dada la firmeza de la pista occidental,
parece oportuno recuperar entre los ejemplos tempranos de DC los dos registrados en la crónica de
Alonso Maldonado y los tres procedentes de la copia del Lanzarote (cfr. la nota 22), que se antojan
diatópicamente motivados: quedan incluidos, pues, en los cómputos de la Tabla 2 para el primer periodo.
48
En efecto, no presentan ningún DC ni el manuscrito que contiene la primera redacción ni tampoco la
princeps zamorana, que en cambio ha de derivarse de la segunda redacción que también representa el
testimonio apógrafo copiado en Italia (cfr. el stemma en Vita beata, 213).
49
No solo léxicos (tanto multitud de términos individuales como incluso sintagmas enteros: cfr. por
ejemplo, al fol. 37v, un capelo rosso en la testa), sino también morfosintácticos (relativo qui generalizado
en lugar de quien, con ti por contigo, etc.): cfr. Mazzocchi y Perotti (2009).
50
Esta podría ser también una concausa de la abundantísima presencia de DC en el manuscrito
conservado del Adramón, igualmente copiado en Italia y esmaltado de italianismos (cfr. Lucía Megías
2001).
51
Se trata de 3 ejemplos en documentos del concejo madrileño (cfr. 2b), otros 4 en documentos de
Cristóbal Colón (cfr. 2e), 1 en un memorial de su hijo Hernando Colón (n. Córdoba, 1488), 12 en cartas
de Hernán Cortés, 2 en cartas de Francisco y Gonzalo Pizarro, 1 en carta del conquistador Diego de Ordaz
(n. Castroverde de Campos, Zamora, ca. 1480), 1 en carta del asistente de Sevilla Juan de Ribera al
cardenal Cisneros, 2 en la copia del cuaderno de las cortes de Toledo de 1538 sacada por el doctor
talaverano Pedro Girón de Loaysa, 1 en una tasación de obra toledana de 1544, 5 en los sermones del
fraile toledano Dionisio Vázquez, 2 en la crónica burlesca de Francesillo de Zúñiga (n. Béjar, ca. 1480), 4
en la Historia de los indios de la Nueva España de Toribio de Benavente, 1 en los Naufragios del
gaditano Cabeza de Vaca (ed. de Zamora, 1542), 12 en las obras historiográficas del sevillano Las Casas
y nada menos que 233 en las del madrileño (de padres asturianos) Fernández de Oviedo, 2 en la
traducción castellana del Tirante el Blanco (Valladolid, 1511), 4 en el Palmerín de Olivia y 7 en el
Primaleón (ambos impresos en Salamanca, 1511 y 1512, y conocidamente occidentalizantes), 1 en el

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Arderique de Juan de Molina (n. Ciudad Real, ca. 1485), 2 en la traducción del Baldo (Sevilla, 1542), 3
en el Lisuarte de Grecia de Feliciano de Silva (n. Ciudad Rodrigo) y 21 en la Segunda Celestina del
mismo autor, 25 en la Tercera Celestina del toledano Gaspar Gómez de Toledo, 13 en la Lozana
andaluza de Francisco Delicado (n. Córdoba y criado en Martos, Jaén), 1 en la traducción del coloquio
Franciscani de Erasmo por Alonso de Virués (n. Olmedo, 1493) y 1 caso en la Lengua de Erasmo (s.l.,
1533) traducida por el madrileño (aunque activo en Gandía) Bernardo Pérez de Chinchón, 1 en el
Escolástico del vallisoletano Cristóbal de Villalón, 2 en la Agricultura del talaverano Gabriel Alonso de
Herrera (ed. de Alcalá, 1513), 3 en el Tratado de re militari (Alcalá, 1536) del toledano Diego de Salazar,
17 en el Tratado contra el mal serpentino (Sevilla, 1539) de Ruy Díaz de Isla (n. Baeza, 1493), 31 en la
Suma de filosofía natural (Sevilla, 1542) del sevillano Alonso de Fuentes, 4 en la Silva de varia lección
del igualmente sevillano Pero Mejía, 5 en los Abecedarios espirituales de Francisco de Osuna, 2 en el
Tesoro de misericordia divina y humana (Salamanca, 1548) de Gabriel de Toro, 1 en la traducción del
Laberinto de amor boccacciano (Sevilla, 1546), 1 en los Procesos de cartas de amores del toledano Juan
de Segura (Toledo, 1548), 10 en diversas obras del humanista cordobés Fernán Pérez de Oliva (editadas
por su sobrino Ambrosio de Morales en 1586, a caballo entre Salamanca y Córdoba), 2 en las farsas de
Lucas Fernández (n. Salamanca, 1474) y 3 en las farsas de Diego Sánchez de Badajoz (n. posiblemente en
Talavera la Real, entre Badajoz y Montijo), 10 en las obras teatrales de Torres Naharro (n. Torre de
Miguel Sesmero, junto a Olivenza, Badajoz, ca. 1485), 1 en la Comedia del viudo del luso Gil Vicente
(que emplea los DC con frecuencia en sus obras portuguesas), 3 en la Tragedia Josefina (Sevilla, 1545)
de Micael de Carvajal (n. Plasencia, ca. 1495), 3 en la poesía de Garcilaso y otros 15 en obras de Boscán
(que sin duda tomó al toledano en particular, y el habla toledana en general, por modelo de una lengua
para él no nativa), 8 casos en poemas de Cristóbal de Castillejo (n. Ciudad Rodrigo, 1490), 5 en el
Cancionero del toledano Sebastián de Horozco, 1 en La vida y la muerte o vergel de discretos
(Salamanca, 1508) de Francisco de Ávila y 1 en una Justa literaria en loor de San Juan Bautista (Sevilla,
1532). Cabe añadir los ejemplos localizados en autores del recién colonizado reino de Granada,
especialmente cuando constan sus antecedentes occidentales, como en el caso de fray Luis de Granada, de
padres gallegos, que deja en este periodo un ejemplo en una carta privada de 1539 y numerosos casos en
sus escritos a partir de 1550.
52
Son, en concreto, 1 caso en carta de Fernando el Católico desde Logroño (12.11.1512) al arzobispo de
Sevilla, cuyo uso del DC posiblemente quepa achacar al escribano y, que, además, figura inserta (al fol.
339r) en la crónica del sevillano Alonso de Santa Cruz, bastante posterior (ca. 1550-1552); 1 caso en la
copia de las Leyes de los indios de Nueva España realizada en 1543 en Valladolid por un Fray Andrés de
Alcobiz, del que nada sabemos (aunque existe un topónimo Alcobice cercano a Molacillos, Zamora); 5
ejemplos del palentino Juan de Ortega en la edición zaragozana de su Arte de aritmética y geometría
(1512); 5 en las cartas y 4 en los diálogos del conquense Alfonso de Valdés, así como 6 en los de su
hermano Juan, también conquense pero que, no obstante, se consideraba –como es bien sabido– “criado
en el reino de Toledo” (Diálogo, 142); 1 caso en el Cancionero (Toledo, 1508) de otro conquense
afincado en Toledo, Fray Ambrosio Montesino (n. Huete, ca. 1445); 2 casos en la traducción anónima del
Funus erasmiano (¿Toledo?, 1532) y 1 caso en el Auto de Clarindo (¿Toledo?, ca. 1535); 4 casos (tres de
ellos de la secuencia lexicalizada con valor temporal estotro día) en las Epístolas familiares de Antonio
de Guevara (la edición en que se basa la del CORDE es de Zaragoza, 1543, pero he comprobado las
lecturas en la de Valladolid, 1539-1541), autor nacido en Treceño (occidente de Cantabria) que, sin
embargo, no emplea los DC en ninguna otra obra, por lo que estos casos podrían deberse al editor
vallisoletano; 1 caso en un pliego suelto de autor montañés, las Coplas de germanía de Rodrigo de
Reinosa; 2 casos en un anónimo Manual de mugeres en el qual se contienen muchas y diversas reçeutas
muy buenas (ms. En la Biblioteca Palatina de Parma); 12 casos en documentos producidos en Indias por
autores de origen desconocido o no suficientemente preciso (entre estos últimos, un ejemplo en una
descripción de itinerario del piloto montañés Hernando de la Torre y otro en una relación del
conquistador Álvaro Saavedra, pariente de Cortés y, por ello, quizá también extremeño); y 7 casos en la
traducción de la Instrucción de la mujer cristiana de Vives por el cretense (formado en Italia) Juan
Justiniano (Valencia, 1528), quien posiblemente, siendo extranjero, tomó como modelo de lengua el de
otras traducciones humanísticas castellanas (quizá las de Erasmo recién citadas).
53
Todos ellos, por otro lado, son posteriores a 1520. Se trata, de un lado, de un pequeño conjunto de
obras teatrales: 8 casos de la Comedia Ypólita (Valencia, 1520-1521), 5 de la Comedia thebayda (impresa
junto a la Ypólita en Valencia, 1520-1521, si bien la Thebayda se compuso algo antes, ca. 1515-1517,
según Canet 2003: 20), 1 de la Farsa de la concordia (s.l., 1529) del –posiblemente– soriano Hernán

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López de Yanguas y 8 de la anónima Tragicomedia alegórica del parayso y del infierno (Burgos, 1539);
en los cuatro casos puede sospecharse la dependencia respecto de modelos de lengua previos de clara
impronta occidental, y así, por ejemplo, “el autor de la Ypólita ha escogido como modelo a Torres
Naharro, tanto por el tipo de estrofa (de cinco versos de pie quebrado) como por la estructura” (Canet
1993: 47), mientras que la Tragicomedia alegórica está claramente inspirada en Gil Vicente (cfr. ya
Hendrix 1916). Por otro lado, se localizan 5 casos en la traducción por el aragonés Jerónimo de Urrea del
Orlando furioso de Ariosto (Amberes, 1549).
54
Para Somiedo, por ejemplo, cfr. de nuevo Cano González (1981: 110). Los vocabularios y gramáticas
de los bables vienen registrando los DC desde el s. XIX: así, sotru y destotro figuran con entrada propia
en Rato (1891), mientras isutru / istutru se describen en Junquera (1869 [1991]: 115), y Acevedo y
Fernández (1932) dan cuenta de la presencia “de Valdés al Eo” de esoutro (s. v.), mientras “en otros
concejos” se usa esotru.
55
Para El Bierzo, cfr. igualmente García Rey (1934: s. v. destotro). En la Maragatería, Alonso Garrote
(1947: 121) documenta “díjolo la mi moza estotra noche” en un romance popular publicado en El
Heraldo Astorgano. En Omaña, esoutro ‘ese otro’ también se ha descrito para el Valle Gordo (cfr. Rubio
1961).
56
Es sencillo encontrar en la red ejemplos de León o el oeste de Zamora en textos que reproducen las
hablas locales: “¿Qué pasa cuando hay rubianas al amanecer? Que va a llover sotro día” (pregunta 7, con
su respuesta, de un “examen de santibañezismo”; revista La Yorba [Santibáñez de la Isla, León] 1977);
“Y si mancamos los cuadriles, o andamos escangallaos, vamos al pilmador, nos da unos esbaldrejones,
nos pone una cataplasma y sotro día ya arribamos” (Pregón de San Bartolo 2005 [Mahíde, Aliste,
Zamora], <http://www.aliste.info/es/pueblos/Mahide/verpost.asp?s=PUE&id=1649>). En Salamanca,
desotro se encuentra tanto al oestede la provincia, en Vitigudino (cfr. 8), como al sur, en Béjar (Marcos
Casquero 1979: s. v. desotro) o El Maíllo, donde también se encuentra al sotro (cfr. Marcos Casquero
1992: s. v. desotro: “hoy, mañana, al otro, al sotro y al desotro”), secuencia igualmente atestiguada desde
El Rebollar, en el extremo suroeste (“A la sotra tardi golvió”: Iglesias Ovejero 1982: 158), hasta
Cespedosa de Tormes, en el sureste (Sánchez Sevilla 1928: 160). La forma con aféresis se extiende por el
sur de Ávila hacia el valle del Alberche (al sotro día ‘el día siguiente’ en Garganta del Villar, según
Llorente Pinto 1992: 575), mientras, del otro lado del Sistema Central, comparece en Las Hurdes, quizá
no solo con valor temporal (“se emplea muchísimo […] sotro y esotro […] en la conversación corriente
vulgar”: Velo Nieto 1956: 112; “sotro dia […] las cabras se me quedaron ajorreas”: Foro de Cabezo [Las
Hurdes], 9.4.2009, <https://www.verpueblos.com/extremadura/caceres/cabezo/foro/127>), o en Hervás
(“te voy a contal un suceío que pasó el sotro día y te lo cuento asina como suceió”, en La Corredera, año
I, nº 2 [1983], cit. en Hervás como es, <https://diarium.usal.es/josemh/historia/lecturas>), desde donde se
extiende hacia el sur, en dirección a Plasencia (“Al sotro día cazaron los señoris” en unas “Cartas de
pueblo: desde Gargüera” atribuidas al “tío Paco Radañe”, en El Correo Placentino [20.9.1901], apud
Viudas 1980: 395). Del lado toledano, hay sotro día ‘pasado mañana’ en Cervera de los Montes, cerca de
Talavera (Campo 1961), o, más al oeste, en Lagartera (García Sánchez 1998: 58), dentro de una franja
occidental que se prolonga en dirección sur y y suroeste hacia La Mancha de Ciudad Real (“Eso ocurrió
el sotro día”: Serna (1974: s. v. sotro); también, por ejemplo, en Castellar de Santiago: Clemente Pliego
(2012: 153). En cuanto a Cuenca (donde los DC ya se documentaban tempranamente en autores como
Ambrosio Montesino o los hermanos Valdés: cfr. la nota 51), esotro día / (al) sotro día está atestiguado
desde Cañaveras, en la Alcarria conquense (“A nosotros nos encuentra dispuestos mañana también o
esotro día cuando quiera”: apud Calero (1987: s. v. esotro), hasta Olivares de Júcar, en la punta norte del
embalse de Alarcón (“Al sotro día iremos a los toros de Belmonte”,
<http://olivaresdejucar.blogspot.com.es/2009/04/vocabulario-peculiar-olivareno-y-ii.html>), pero también
aflora sotro año en el entorno de la capital y su serranía (“La pidemia del sotro año no dejó ni un conejo
en to’l monte”: apud Calero (1981: s. v. pidemia) y, más hacia el este, esotrodía ‘pasado mañana’ en uno
de los enclaves conquenses encuestados en el ALEANR (Cu200, lámina 1515, mapa 1292). Aunque no
encuentro datos andaluces, la forma sí está presente en Canarias, cuyo léxico, como es sabido, abunda en
occidentalismos (“Vusté estará enterá que el sotro día pol la talde me jisieron un safarrancho”, El Eco de
Canarias, 1.8.1974; cfr. además Cáceres 1992: 52/91, que documenta al sotro, sotro día e incluso
sotruaño).
57
Almazán también empleó DC en algún documento oficial: así, consta como redactor (“la hizo escribir”)
de la real cédula de 1505 por la que se instala la sede meridional de la Chancillería en Granada “por estar
como está en más comarca de todas essotras ciudades, villas y lugares del Andaluzia, del reyno de Murcia
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y de todo esse reyno de Granada” (Ordenanzas de la real Audiencia y Chancillería de Granada, 1601,
1v).
58
La traducción del verso de (14b) es, dicho sea de paso, desafortunada, pues confunde el sciocchi
‘necios’ del original con ciechi ‘ciegos’.
59
Cisneros (n. 1436) procedía de Torrelaguna, en tierras entonces de Toledo, hoy de Madrid, mientras
que el Gran Tendilla (n. 1440) se había criado a poca distancia del actual límite provincial madrileño, en
la ciudad de Guadalajara: en el extremo occidental de esa provincia, donde se sitúa la capital, los DC se
atestiguan documentalmente desde los albores del Quinientos (“sean thenudos e obligados el prior e
conbento e frayles [...] de dezir […] una vigilia e sotro día luego siguiente una missa de requien cantada”,
Escritura fundacional del monasterio benedictino de Benalaque [Documentos de los conventos de
Guadalajara], 1506, CORDE). Así, en el caso de estos destacados personajes, como en el de los demás
recién citados, el uso de los DC bien podía corresponder al aprendido de viva voz en sus territorios de
origen y crianza.
60
Unas décadas más tarde, los DC comienzan a comparecer en cartas y relaciones de oficiales
vascongados como el diplomático vitoriano Martín de Salinas (que había sido paje en la corte de los
Reyes Católicos) o, entre los que pasaron a Indias (y tuvieron, por tanto, contacto abundante con usuarios
de los DC procedentes de otras regiones), el militar Pascual de Andagoya: “porque creo haciendo el
contrario, por caso pornia en ventura de perder estotro” (Martín de Salinas [n. Vitoria, ¿ca. 1490?], “Carta
al secretario Castillejo”, 25.4.1534, apud Rodríguez Villa 1904: 501); “y aun [...] se teme que está ya en
la liga mos. de Trento por los deudos que están en la alianza de esotros señores y corrupción de pecunia”
(ídem., 26.11.1538, apud Rodríguez Villa 1905: 127); “En esta tierra hay los mantenimientos que en
estotras provincias” (Pascual de Andagoya [n. Cuartango, Álava, 1495], Relación de los sucesos de
Pedrarias Dávila en las provincias de Tierra-Firme [AGI, Relaciones y descripciones, legajo 11, ca.
1540], apud Fernández de Navarrete 1829: 451).
61
“En cada logar”, según sostiene este erudito zaragozano en el prólogo a las Vidas de los santos
religiosos de Egipto (Zaragoza, Pablo Hurus, ca. 1490), “es hovida la lengua de la corte por de todas la
mejor e más encimada. […] Por quanto aquella, así por la noble criança […] como por la gente de consejo
e letrados e embaxadores que en ella van e concorren de continuo, es como piedra de toque de todas las
otras lenguas de la tierra” (cit. en Mateo Palacios 2014: 91); nótese que el prestigio de la lengua de la
corte se cifra en la presencia en ella de nobles y oficiales administrativos. Hoy día, por otra parte, se
localizan ejemplos de DC en localidades del Alto Aragón como Agüero (“os encontraríais con estotros,
en o puente”, apud Sánchez Pitarch y Tomás Faci 2006: 195) o Biescas (aunque, al parecer, solo en una
secuencia temporalizada: “yo bide ixotro día que ro gato se meteba por o forato”, apud Vázquez Obrador
1999: 157), pero nada indica que no sean restos tardíos de la difusión por esas tierras del estándar de
prestigio entre el siglo XVII y el XIX, como parecen sugerir tanto el empleo bastante abundante de DC en
la prosa costumbrista del Pedro Saputo de Braulio Foz (cuatro casos de esotr- y uno de estotro) como la
notable pervivencia de estas formas entre autores orientales (aragoneses, navarros o sorianos) a lo largo
de la segunda mitad del Ochocientos y las primeras décadas del siglo XX (cfr. de nuevo 6c).
62
Cfr. con carácter general los datos de Rumeu (1974) o, como ilustración de dos itinerarios concretos de
Isabel la Católica en el primer y último año de su reinado, Del Val (2009).
63
“El lenguaje de los trovadores gallego-castellanos hubo de ser una mezcla de los dos componentes, en
proporción variable” (Lapesa 1954: 51), pues “cuando menos desde la cantiga regia de alrededor de 1329,
castellanos y gallegos, cancelando el inveterado reparto lingüístico en función de los géneros, emplean a
conveniencia «una lengua convencion a la base de mezcla», en que dizer es consonante de aver, y espejo
de dessejo” (Rico 1997 [2002: 48-49]), de modo que “[l]a tradición gallego-portuguesa no muere […],
sino que intenta pervivir a través de una nueva lengua, la castellana; la hibridación no es una imitación
torpe o nostálgica […]; para dar «carta de naturaleza» a la nueva lengua poética (y no tanto a la escuela,
que no era nueva), se recurre a la referencia consciente” (Toro y Vallín 2005: 103).
64
Por lo demás, el traductor del Orlando furioso, el aragonés Jerónimo Jiménez de Urrea, pertenecía a la
misma casa señorial (la de Aranda) que Pedro Manuel de Urrea, cuya obra sin duda conocía, y el burgalés
Villegas tuvo en la duquesa de Frías, hija natural de Fernando el Católico, un mecenas de cuna aún más
alta: ambos, pues, pueden sumarse al elenco de poetas familiarizados con la poesía cortesana y sus usos
lingüísticos. En algún caso aislado de composición poética, la presencia del DC se antoja motivada, en
cambio, por una tendencia a la representación gráfica de las sinalefas como contracciones; así, como
hemos visto, Jorge Manrique no parece ser un autor que emplee los DC en su obra poética, pero una

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composición suya transmitida a través del Cancionero general de 1511 incluye un ejemplo de destotra
que debe entenderse, según creo, a la luz de agrupaciones como d’aquí o qu’está presentes en el entorno
inmediato y que deben achacarse al editor o a los oficiales de imprenta: “Tomando daquí el nombre /
questá en la copla primera / y destotra postrimera / juntando su sobrenombre” (Jorge Manrique, “Según el
mal me siguió”, vv. 41-44, en el Cancionero General [Valencia, 1511], fol. 100r-c).
65
Es importante, en este sentido, señalar que los DC no parecen haber formado parte de la caracterización
del famoso sayagués pastoril (cfr. Salvador 2004) que puede encontrarse en las mismas obras de Lucas
Fernández (cfr. ya Lihani 1973) o en las posteriores de Diego Sánchez de Badajoz (también abundantes
en casos de DC) y otros.
66
Las continuaciones segunda, tercera y cuarta de la Celestina se deben también, por lo demás, a
productores procedentes del occidente peninsular y Toledo (Feliciano de Silva y Sancho de Muñón,
ambos salmantinos, y Gaspar Gómez de Toledo, oriundo de la ciudad de su apellido). También pudo
emplear de forma nativa los DC el cordobés Francisco Delicado en su Lozana andaluza, lo mismo que, ya
en los años centrales del siglo, el (posiblemente) vallisoletano Juan Rodríguez Florián, autor de la
Florinea (Medina del Campo, 1555): ambas obras contienen abundantes ejemplos de DC.
67
Para un intento de delimitación del corpus de comedias celestinescas del siglo XVI, cfr. ahora Puerto
(2016). En ellas confluye la imitación de la Celestina con la de las piezas de la Propaladia, a su vez
claramente influidas por la obra de Fernando de Rojas.
68
Naturalmente, nuevos entornos de producción se van sumando con el tiempo al “mapa de
tradicionalidad” mediante el uso repetido de los DC en obras y autores de gran influencia: así, por
ejemplo, el empleo de estas formas en los grandes escritores ascéticos andaluces y abulenses que van
surgiendo entre la tercera y la sexta década del siglo XVI (Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo,
Luis de Granada, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz…) está en origen diatópicamente motivado, pero sin
duda favoreció su uso durante la segunda mitad del Quinientos no solo entre los escritores espirituales de
toda procedencia, sino entre la generalidad de los autores cultos, tan atentos a esta clase de prosa de gran
difusión entonces.
69
Un comentario de Nebrija (GLC: 153) parece revelar que la forma era ya conocida (al menos en
Andalucía occidental) ya desde tiempo atrás a fines del Cuatrocientos, si bien no comúnmente aceptada
aún: “para los ombres i mugeres sola mente los antiguos dezían alguién por alguno i alguna, como
quien”.
70
El hundimiento de los DC a lo largo del siglo XVIII, y especialmente después de 1850, parece guardar
relación con la tendencia al establecimiento de una norma de prestigio (o varias, si se piensa en los países
americanos) menos dependiente del patrón lingüístico de los grandes clásicos del Siglo de Oro, pero
también de los usos propios de la metrópolis madrileña frente a otros territorios o ámbitos de producción
letrada alejados de la corte: en este sentido, bien pudiera no ser casual que el declive de los DC coincida
cronológicamente, por ejemplo, con el del leísmo con referente inanimado o el laísmo singulares, aún
muy practicados por Ramón de la Cruz o Moratín (que también emplean abundantemente los DC) y
sancionados por las primeras gramáticas académicas, pero progresivamente rechazados a medida que se
configura un nuevo estándar de referencia en las décadas centrales del Ochocientos.
71
La forma estándar en portugués y gallego actuales es aqueloutro, con la aferética queloutro como
variante subestándar, particularmente en gallego (cfr. Sánchez Rei 2002); el refuerzo intervocálico de las
variantes con /λ/ se orienta sin duda a la preservación de la base pronominal en estas variedades más
occidentales, en las que la /l/ entre vocales está expuesta a desaparecer. Como es sabido, las formas
quellotro / quillotro no se emplearon como verdaderos demostrativos, sino como sustantivos que servían,
como ya señaló Juan de Valdés, “de arrimadero para los que no sabían o no se acordavan del vocablo de
la cosa” (Diálogo, 206), es decir, con un contenido semejante al de los actuales (un) algo / {el / un} este
sustantivados, o, a veces, con el mismo sentido del actual el quid (de la cuestión), o incluso como alusión
tabuizada a la pasión amorosa o a los órganos sexuales; también sirvieron de base a verbos o nuevos
sustantivos (quellotrar, llotrar, quillotrança, etc.) con los mismos sentidos vagos y generales o usados
para ocultar, en deliberadas anfibologías, los más específicos de ‘(mantener) trato amoroso’, ‘(sufrir) mal
de amores u otra pasión violenta’, etc. (para mayores detalles, cfr. ya Romera Navarro 1934 y, ahora, Piel
2014). Aunque pudieron haber tenido verdadero desempeño demostrativo en las regiones más
occidentales del dominio leonés (y, así, Lamano 1915: 59 afirma que se empleaban “muy raramente” en
el oeste de Salamanca a comienzos del siglo XX), jamás se difundieron hacia el este con tal valor, sino
como meros bordoncillos verbales o nominales asociados a la lengua pastoril y rústica construida por

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oriundos del oeste como Juan del Encina, Lucas Fernández, Diego Sánchez de Badajoz o Torres Naharro,
de donde pasó, a lo largo del siglo XVI, a la generalidad de los autores de églogas, farsas, romances
anticuarios o poesías burlescas, así como a los graciosos de comedia. Tuvieron mayor uso pronominal las
formaciones que tomaron por base la serie demostrativa con /ak-/ (es decir, aquestotro / aquesotro /
aquellotro), puesta igualmente en circulación por los citados autores: “Yo tanbién bien lo sentía, / mas
primero lo sintió / aquellotro que escrivió / que una virgen pariría” (Juan del Encina, Égloga de Navidad,
1492, CORDE; cfr. igualmente los ejemplos de Torres Naharro citados por Cejador 1990 [1929], ss. vv.
aquellotro, aquestotro; un aparente ejemplo del siglo XIII [“los conpanneros que fincaren que sostengan
aquella pena la qual aquellotro sosternie”, Fuero de Zorita, CORDE] debe sin duda segmentarse como
aquell otro y ponerse en pie de igualdad con los casos tempranos y orientales de est + otro por apócope
extrema); estas formas, en efecto, ofrecen algún ejemplo solo en la literatura pastoril de autores no
occidentales, sino en otras formas poéticas alejadas del remedo de la lengua rústica (“Esta llaman
vanidad; / aquestotra, fantasía; / aquellotra, liviandad”: Hernán López de Yanguas, Triumphos de locura,
vv. 108-110) e incluso en la tratadística de la primera mitad del Quinientos (“aquestotra que es
compuesta”: Bernardino de Laredo, Modus faciendi cum ordine medicandi, [1527], fol. 148v-b). El hecho
de que el siempre escaso aquellotro se considerara, como muestran estos ejemplos, forma afín a
aques(t)otro revela, al tiempo, que no se integró en el mismo subconjunto de las pujantes formas esotro /
estotro, sino en el ya moribundo de las formas con /ak-/, junto a las que desapareció.
72
Este demostrativo, “forma olvidada del español occidental” (Gillet 1922: 314), está atestiguado, como
acotro, en obras pastoriles de autores occidentales de la primera mitad del Quinientos. Podría proceder,
como quiere Gillet, de *ECC(UM) HOC, con el mismo tipo de amalgama que en aques(t)e, o quizá
directamente del formante deícitico /ak-/, que se encuentra también en los adverbios locativos aquí / acá.
En cualquier caso, me parece más probable la pronunciación paroxítona que la oxítona acó(s) / acá(s) que
propone Gillet, que situaría el acento de forma harto irregular sobre los formantes flexivos, lo que resulta
tanto más improbable cuanto que todos los ejemplos que proporciona este autor son del uso prenominal
(esto es, como determinante) de la pieza.
73
Estudios recientes, como el de Bycroft et al. (2018), subrayan la notable afinidad genética que
vinculaba aún hacia 1900 a los individuos del occidente castellano (Palencia, Valladolid, Ávila y el oeste
de Segovia, Toledo y Madrid) y Andalucía occidental con los del área del antiguo reino de León, desde
Asturias hasta el norte de Huelva. Su agrupación se distingue claramente de la descrita en ese mismo
trabajo como “central”, que asocia a los individuos de Cantabria con los de Burgos, Soria, Segovia
oriental, Guadalajara y el norte de Cuenca, penetrando por el este de Toledo y Madrid y ensanchando su
dominio al sur del Tajo. Los autores achacan la formación de estas agrupaciones a los movimientos
repobladores que sucedieron a la Reconquista. Es evidente el paralelismo de estas distribuciones con las
que nos resultan conocidas desde el punto de vista lingüístico, ya nos refiramos a áreas léxicas o al
territorio por el que se extienden diversos hechos morfosintácticos: por un lado, “a la variedad occidental
de castellano pertenecen habitualmente Palencia, Valladolid y Ávila” (Fernández-Ordóñez 2011: 55); por
otro, “la presencia de rasgos castellano-occidentales es más acusada en el oriente de Cáceres y en la
esquina noreste de Badajoz, ya que esos territorios fueron repoblados por el obispado de Plasencia y el
arzobispado de Toledo” (Fernández-Ordóñez 2011: 57, n. 50), y, a la recíproca, la presencia de
occidentalismos comunes con las tierras de repoblación leonesa es también mayor en el oeste de Toledo y
de Ciudad Real, que conforman un área de Castilla-La Mancha fuertemente cohesionada en sus rasgos
dialectales (cfr. Moreno 1996, Hernández Muñoz 2009).
74
Según el DLE, transfundir es, en su segunda acepción, “[c]omunicar algo entre diversas personas
sucesivamente” (s. v., 2155a), definición que puede emplearse para describir adecuadamente, a mi
entender, la transmisión de un elemento lingüístico desde un dialecto a otro vecino con el que está en
contacto. También el propio término de adopción puede entenderse no solo en el sentido coseriano
descrito más arriba (cfr. la nota 11), sino en otro más específico, relacionado con el préstamo
interdialectal en situaciones de contacto: “Adoption is an unavoidable type of linguistic behaviour that
occurs when two or more languages are in a state of contact with each other. Adoption is the introduction
of single words or short frozen phrases from one variety (i.e. language) into the other. Adoption goes
together with adaptation […]. [Adopted elements] are incorporated into the grammatical system of the
borrowing language, treated as part of its lexicon, assume its phonological and morphological
characteristics and enter into its syntactic structures” (Mahlangu 2016: 25).

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M. Cruz Aldrete. Reseña de Barriga, Rebeca. 2014. Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 363-367

MIROSLAVA CRUZ ALDRETE. Reseña de Barriga, Rebeca. 2014. Las narrativas y su


impacto en el desarrollo lingüístico infantil. México: El Colegio de México.

De la obra Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil ya se han


realizado algunas reseñas, p. ej., Soler Arechalde (2016) o Espinosa Ochoa (2016). En
ellas se destaca, por ejemplo, el cuidado de su edición; la diversidad de enfoques
empleados por los autores el tema de la narración; y la originalidad de los trabajos. De
igual manera, para quienes han reseñado este generoso volumen, no han pasado por alto
anotar la calidad del prólogo que nos ofrece la coordinadora y editora de libro, Rebeca
Barriga Villanueva.

Esta no será la excepción. Se trata de un prólogo cuyas cualidades y valor, nos recuerda
el libro de Macedonio Fernández, Museo de la Novela de la Eterna (1967), una novela
que se distingue por el manejo del lenguaje al ser un prólogo de prólogos. Nos habla de
los personajes, de la trama e incluso nos cuenta el final de la historia. De igual manera,
Barriga Villanueva en su preámbulo titulado “Los vastos y generosos mundos de la
narración”, evidencia su capacidad para contarnos sobre las particularidades del libro
que coordinó, de los autores, de la metodología, de la problemática abordada. Y, a
manera de cierre de su narración nos ofrece una moraleja: “Si de desarrollo lingüístico
quieres conocer, los vastos y generosos caminos de la narración habrás de recorrer”
(p.29). Sobra decir que es un cierre atinado para invitar al lector a comenzar el camino
por las más de 700 páginas que componen este libro.

Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil es un volumen que se


distingue por tocar temas de actualidad, como es el caso del fenómeno de la migración
(al interior de un mismo país, o bien, entre naciones) y sus implicaciones en el
desarrollo del lenguaje. Por ejemplo, en las características del bilingüismo que
experimentan los niños cuya lengua materna no siempre es la lengua empleada en la
escuela. Así como el dominio de la lengua oral o escrita en contextos donde conviven
dos lenguas diferentes. Asimismo, la inclusión de temas sobre las cualidades de las
narraciones y de niños con alteraciones de lenguaje oral o escrito (dislexia, TEL),
convierte a este libro en una aportación importante para los logopedas y otros
especialistas afines a la rehabilitación del lenguaje.

Es un libro en el cual se conjugan las voces de investigadores provenientes de distintas


universidades de América y de Europa. Se compone de 24 capítulos organizados en
cinco secciones donde se discute cómo la actividad de narrar se convierte en un
elemento importante lingüístico, cognitivo, y social. Exponen como a partir de las
narraciones se puede explorar además el papel de esta actividad en una cultura
determinada. Y no menos importante, se aventuran a expresar cómo este tipo de
estudios puede incidir en la definición de una política lingüística y de una propuesta
educativa.

La primera sección titulada “Empezar a narrar” se conforma de dos capítulos, uno de


ellos de Cecilia Rojas Nieto, y el otro de Paola Ucelli, quienes abordan las
características de las primeras narraciones realizadas por niños de uno a tres años de

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edad. La sección II “Narración con la voz. Yo y los otros. La lengua y las emociones”,
está compuesta por ocho investigaciones, las cuales a su vez de manera arbitraria las
agrupo en tres clases. La primera se integra de dos capítulos. Uno de ellos de la autoría
de Rosa Graciela Montes Miró, quien vincula elementos de las narrativas infantiles con
algunos principios de la teoría de la mente. Y, el otro, de Luisa Josefina Alarcón Neve,
cuyo estudio aborda el empleo de construcciones adjetivas para expresar estados
mentales de los personajes de los cuentos narrados por niños en edad escolar.

La segunda clase la conforman los capítulos escritos por Liliana Tolchinsky, Karina
Hess Zimmermann, y María Rosa Solé Planas. Las dos primeras nos conducen a
reflexionar sobre el desarrollo de la narración posterior a la primera infancia hasta los
veinte años. Demuestran cómo las habilidades lingüísticas, la reflexión metalingüística,
y los procesos cognitivos característicos de la adolescencia propician cambios en las
características de las narrativas de este sector de la población que los alejan de las
producciones de los niños. En el polo opuesto de este mismo eje de discusión se
encuentra el estudio de María Rosa Solé Planas sobre la participación del adulto como
monitor y regulador en la producción de narraciones de los niños.

Los trabajos de la autoría de Martha Shiro, Paula Gómez, y César Antonio Aguilar,
constituyen la tercera clase de esta segunda sección. En ellos se abordan los recursos
discursivos empleados por los niños para dar a su texto coherencia, cohesión, o
establecer el turno entre los participantes de sus historias. Se trata de narraciones
elaboradas por niños cuya lengua materna es el español, o una lengua indígena, como el
huichol.

La sección III “De narradores migrantes, bilingües y escritores debutantes” es la más


extensa en comparación con los otros apartados que integran este volumen. Se compone
de once capítulos en los cuales se hace referencia al bilingüismo entre dos lenguas
mayoritarias, español e inglés, español y lengua indígena. Entre las lenguas originarias
que se abordan se encuentra el náhuatl, totonaco, hñähñú, y tzotzil (maya).

Se distingue esta sección de las demás, por un lado, por la relevancia de las narraciones
producidas por los niños que en compañía de sus padres migran hacia las grandes
ciudades, cambian de contexto social y lingüístico. Y por el otro, por hacer visible la
situación de los niños jornaleros migrantes. Niños que en compañía de sus padres se
desplazan por el territorio mexicano para trabajar en el campo, y cambian de residencia
dependiendo de la cosecha que debe ser recolectada. Las narraciones que los autores de
esta sección nos ofrecen sobre las historias personales de estos niños nos dejan una
pregunta latente, ¿cuál será el futuro de esta niñez mexicana?

Así, en los primeros capítulos de esta tercera sección, Rebeca Barriga Villanueva,
Norma del Río Lugo, Silvia Romero Contreras y Luz María Moreno Medrano, dan voz
a los niños migrantes, monolingües o bilingües. El análisis de las producciones de los
niños al narrar el cuento de Ranas (Frog where are you? Mercer Mayer, 1969) o sobre
historias personales, sirven de ejemplo para presentar las características de la narración,
oral o escrita, en condiciones de contextos bilingües en donde la lengua dominante
comienza a desplazar a la lengua materna (indígena).

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En esta dirección, le sigue una serie de cuatro trabajos en el cual se aborda las
producciones narrativas en un contexto de bilingüismo sustractivo. Los autores de esas
investigaciones son Norvert Francis y Pablo Rogelio Navarrete Gómez, Leonora
Patricia Arias Lozano, Areli Flores Martínez, y Rossana Podestá Siri. Sus hallazgos
permiten establecer un diálogo con las condiciones reportadas por las autoras antes
mencionadas.

Este conjunto de investigadores aborda las actitudes lingüísticas de los usuarios de una
lengua originaria ante las lenguas dominantes; comentan la interdependencia lingüística
de los niños bilingües indígenas entre el español y su lengua materna (totonaco, hñähñú,
náhuatl). Y, discuten el papel de la escuela para la enseñanza de lengua escrita, al
señalar que se privilegia la mayoría de las veces el español como la lengua del
conocimiento y la cultura escrita.

Por otra parte, destacan la riqueza de las producciones de los niños bilingües, y cómo en
algunos casos en sus narraciones se incorpora un conocimiento transmitido de
generación en generación sobre la relación del hombre y la naturaleza. Se trata de
historias que de manera temprana se comparten al interior de las familias y que los
niños han aprendido y gustan de transmitirlas como parte de su identidad y cultura. Al
respecto, Lourdes de León Pasquel, en el capítulo “Entre la oralidad y el libro: autoría y
desarrollo narrativo infantil en tzotzil (maya)”, al referirse a la naturaleza de una
“narración verdadera” en esta lengua comenta la presencia personajes fantásticos
propios de las culturas originarias de nuestro país. Este tipo de producciones permite al
investigador observar las características gramaticales de la lengua en conjunción con la
percepción del mundo propio de una cultura.

A diferencia de los textos anteriores en los cuales el bilingüismo se establece en


relación al español y una lengua indígena. Otro grupo de investigadores abordan el tema
de los niños hispanohablantes en Estados Unidos. En estos estudios discuten las
estrategias narrativas (orales o escritas) de niños cuyos padres tuvieron que migrar de
sus países de origen, en donde la lengua materna es el español, empleada principalmente
en casa, pero, la lengua de instrucción es el inglés además de ser esta la más utilizada en
todos los otros contextos de la vida pública.

Dentro de este conjunto de investigaciones se encuentra el trabajo realizado por


Esmeralda Matute, Mónica Rosselli, Yaira Chamorro y Gina Navarrete, quienes
emplean para la elicitación de su corpus una prueba neuropsicológica. Las
investigadoras utilizan para su estudio el texto Bolita de Nieve, historia que se compone
por 263 palabras y forma parte de la evaluación del área de escritura de la batería
Evaluación Neuropsicológica Infantil – ENI. La tarea consiste en la lectura de esta
historia por parte del examinador, y posteriormente solicitarle al niño que lo escriba lo
más detallado posible sin tener el cuento a la vista.

Al revisar la lectura de este cuento podemos observar estructuras marcadas, quizá, me


atrevo a decir, artificiales. Considero que el tipo de estructuras gramaticales y
vocabulario empleado debería de ser discutido por las investigadoras que emplearon
esta prueba. Si bien, se trata de un estudio preliminar, llama la atención algunas de las
conclusiones a las que llega. Por ejemplo, en cuanto a la longitud de la producción en
las producciones escritas de los niños bilingües los hallazgos encontrados pudieran

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obedecer tal vez al efecto de la memoria, lo cual no se discute en su investigación. No


obstante, la relevancia de este trabajo radica en la posibilidad de discutir el estudio de la
adquisición del lenguaje a la luz de otra disciplina, la neuropsicología.

Al igual que las autoras anteriores, María Luisa Parra también aborda la situación de los
niños hispanohablantes que al ingresar pronto a la escuela se ven inmersos en una
enseñanza principalmente ofrecida en inglés. Comenta la importancia del cambio de
visión de los docentes para mirar el potencial de los niños para aprender una segunda
lengua (inglés) a partir de la reflexión metalingüística que realizan al ser usuarios de
una primera lengua (español). Considera necesario valorar y conocer cuáles son las
estrategias empleadas por el usuario de ambas lenguas en la construcción del texto, así
como propiciar el desarrollo de la lengua materna no solo el aprendizaje del inglés en el
contexto académico.

En sintonía con la postura anterior, encontramos a la investigadora Claudia Lucía


Ordóñez, quien en su artículo “Desarrollo del español en adolescentes bilingües y el
cuento del sapo”, expone la problemática de una supuesta enseñanza bilingüe español –
inglés, para alumnos cuya lengua materna no es el inglés y viven en un país donde la
lengua mayoritaria es el español. Si bien la autora nos habla de la situación en
Colombia, habría que agregar que otros países también comparten esta situación, por
ejemplo, México.

Es contundente al señalar que la falta de un planteamiento claro en un sistema de


enseñanza bilingüe (español – inglés). Considera que la carencia de este ha provocado
que los alumnos no hayan alcanzado un adecuado desarrollo de ninguna de las dos
lenguas, como lo demuestra en el análisis de su corpus. Su investigación nos conduce a
una serie de reflexiones, entre ellas, la urgencia de discutir la forma en que se plantea la
enseñanza de una segunda lengua como parte del currículo del nivel educativo de los
alumnos, sus objetivos, estrategias, como se vincula con otras asignaturas, etcétera.

Sin embargo, como la propia autora expone, es un problema al cual no se le ha prestado


la atención suficiente por parte de las autoridades que definen los planes y programas
educativos a desarrollar en las instituciones. Esperemos que en algún momento este tipo
de investigaciones tengan el eco suficiente para llegar a los oídos de quienes conducen
la educación en nuestros países.

La sección IV “Narrar diferentes, ¿otros bilingüismos?” se compone de dos capítulos,


uno de ellos aborda las características de la narración de niños que han sido
diagnosticados con el llamado Trastorno específico del lenguaje (TEL), y el otro, se
centra en la actividad narrativa de los niños que presentan dislexia. Las autoras, Donna
Jackson Maldonado, Rosa Patricia Bárcenas Acosta, Luisa Josefina Alarcón Neve,
Wendy Lara Galindo y Paula Gómez López, nos acercan a este ámbito del estudio de
las narraciones en un sector de la población infantil que cursa con alteraciones en la
adquisición y desarrollo de la lengua oral y escrita. Sus hallazgos en cuanto a la
reformulación de los niños con TEL en su discurso oral, así como la presencia de
alteraciones de la lengua oral en los niños con dislexia, son aportes que deben ser
considerados para el desarrollo de programas de intervención para beneficio de esta
población.

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Por último, la sección V “De la narración a la definición: el lenguaje académico” se


compone de un capítulo. Si bien, esta sección cierra con un capítulo único, me parece
atinado que la editora de esta obra haya dejado para el final esta investigación. Así,
Catherine E. Snow y Paola Uccelli, en el texto “Más allá de la narrativa: Aprendiendo
otros discursos necesarios para la escuela”, amplían la propuesta de discusión sobre la
narración y el desarrollo del lenguaje académico.

Si bien, como ellas mismas señalan, se alejan un poco de la tendencia de los capítulos
anteriores de ponderar la importancia de las narraciones, consideran que además de
favorecer este tipo de actividad, habría que prestarles una mayor atención a otros tipos
de discurso, por ejemplo, los textos argumentativos o explicativos. A lo largo de su
disertación nos invitan a reflexionar sobre las destrezas narrativas, que, si bien son
esenciales, habría que cuestionarnos si estas son suficientes para el adecuado
desempeño escolar.

Son múltiples y variados los caminos de la narración como se demuestra en los


capítulos que componen este volumen. Los diversos estudios que aquí nos presentan
abren nuevas líneas de investigación, y no menos importante, resaltan la necesidad de
establecer fuertes vínculos entre la academia y los actores de la educación.

Al respecto, para concluir recupero las palabras de María Luisa Parra (p. 499), quien
señala que, ante una época de migraciones masivas, la sociedad actual es multicultural y
plurilingüe, por tanto, es urgente que nos demos a la tarea de preguntarnos sobre el
proceso de adquisición y desarrollo de las lenguas orales y escritas en este nuevo
panorama social. Solo así podremos dar una respuesta a los retos educativos que hoy ya
se viven en las escuelas que acogen a esta población de niños inmigrantes.

Y, como ya anticipaba Rebeca Barriga Villanueva sobre andar este camino de la


narración, me uno al decir que el camino más largo empieza con el primer paso,
iniciemos la marcha.

Referencias bibliográficas
Espinosa Ochoa, Mary Rosa. 2016. Reseña de Rebeca Barriga Villanueva (coord. y
ed.), Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil. Anuario de
Letras. Lingüística y Filología 4.1: 233-244. Disponible en <https://revistas-
filologicas.unam.mx/anuario-letras/index.php/al/article/download/1374/1594>.

Soler Arechalde, María Ángeles. 2016. Reseña de Rebeca Barriga Villanueva (coord. y
ed.), Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil. Estudios de
Lingüística Aplicada 34.64: 271-278. Disponible en
<http://ela.cele.unam.mx/index.php/ela/article/download/699/765>.

Fernández, Macedonio. 1967. Museo de la novela de la Eterna. Buenos Aires: Centro


Editor de América Latina.

Mayer, Mercer. 1969. Frog where are you? New York: Dial Books.

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F. J. Perea Siller. Reseña de Gaviño, Victoriano. 2015. Términos gramaticales de la Real Academia Española
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FRANCISCO J. PEREA SILLER. Reseña de Gaviño, Victoriano. 2015. Términos


gramaticales de la Real Academia Española (TerGraRAE). Madrid: Visor Libros.

Desde que la historiografía lingüística se consolidara como objeto de investigación en el


ámbito hispánico, en el último cuarto del siglo XX, han aparecido valiosos instrumentos
para la investigación. Además de las necesarias ediciones modernas, monografías y
volúmenes colectivos, encontramos importantes repertorios bibliográficos como los
cinco volúmenes de la BICRES (Bibliografía Cronológica de la lingüística, la
gramática y la lexicografía del español), que recoge las fuentes primarias, y una
muestra significativa de las secundarias relacionadas, desde los orígenes a 1899
(Niederehe 1995-2005; Esparza y Niederehe, 2012-2015), y la BiTe (Bibliografía
Temática de Historiografía Lingüística Española. Fuentes secundarias), que ofrece un
repertorio bibliográfico de fuentes secundarias (Esparza et al. 2008) (vid. la revisión
actualizada de Martínez Gavilán 2016). El volumen que ahora nos ocupa se sitúa como
una de estas obras que contribuirá al desarrollo de la disciplina por su enorme interés
para la investigación historiográfica. Se trata de un diccionario que recoge la
terminología lingüística que aparece definida en las gramáticas publicadas por la Real
Academia Española.

Su autor, Victoriano Gaviño Rodríguez, es Profesor Titular del Área de Lengua


Española de la Universidad de Cádiz, reconocido especialista en Historiografía
Lingüística, dentro de cuyo ámbito se ha especializado en el análisis de las gramáticas
de la Real Academia. Nos brinda un diccionario de 1133 términos que recogen el
análisis de toda la obra gramatical de la Academia desde su primera aportación en este
terreno, aquella Gramática de la lengua castellana, de 1771, hasta la última, la Nueva
gramática de la lengua española, de 2009. Antecede al diccionario una breve
introducción, que no pretende ser un estudio sobre la materia sino la exposición de los
principios que rigen la edición, así como un utilísimo índice de términos.

Sobre el contenido del libro, el autor indica la meta: “Aspiramos a dar testimonio de las
citas literales de todas las definiciones de términos gramaticales aparecidas en las 37
ediciones que […] han visto la luz a lo largo de estos ya más de tres siglos de
existencia” (p. 11). Cada entrada recoge la definición literal del término en las
gramáticas que la incluyen, con indicación de la página. En el caso de que el pasaje se
repita en otras obras, aparece igualmente la indicación del año y la página. Sin embargo,
para determinados lemas puede ocurrir que una edición no se nombre y el término sí
aparezca. Ello significa que en dicha edición no se define el término, aunque se utilice.
Por último, si existen conceptos cercanos a la palabra que se define, el autor ofrece
remisiones internas.

A pesar del título de la obra, Términos gramaticales de la Real Academia Española,


bien podría hablarse de términos lingüísticos, y no únicamente gramaticales, pues a
partir de 1870, las gramáticas académicas incluyen como uno de sus capítulos la
ortografía. Es el motivo por el que en aquella de la novena edición de la gramática

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aparecen numerosos términos de la fonética y de la ortografía por vez primera, muchos


de ellos presentes ya en otras obras académicas distintas de las gramáticas, desde el
Discurso proemial de la ortografía de la lengua castellana, de 1726. Ejemplos de estas
incorporaciones de 1870 son los lemas acento, acento ortográfico, diéresis ortográfica,
diptongo, palabra esdrújula, palabra grave, palabra llana, palabra sobreesdrújula,
sílaba, sílaba breve, sílaba larga, triptongo y vocal. Se trata de una transferencia de
contenidos que llegará hasta el Esbozo (1973), con un capítulo de Fonología, que
incluye un epígrafe amplio sobre ortografía.

Por otra parte, el hecho de incluir la obra académica de 2009 supone la aparición de
entradas que responden a la terminología de la lingüística actual y que no tienen ningún
antecedente en la tradición gramatical hispánica o, al menos, en las gramáticas
académicas. Algunos ejemplos significativos pueden ser las denominaciones de los
valores del pretérito imperfecto (citativo, condicional, de cortesía, de ruptura, entre
otros) o conceptos que han aparecido en la lingüística actual (adverbio escalar,
adverbio evaluativo, adverbio evidencial). Se llega con esta obra a los 655 términos
definidos por vez primera por parte de la Academia. En menor proporción, pero también
significativa, es la introducción de nuevos términos (que se elevan a 134) en las
definiciones que se recogen por vez primera en el Esbozo, a veces, para desaparecer
después. El autor de la obra ha dedicado un utilísimo trabajo sobre la cuestión de los
términos que se incorporan en las distintas ediciones (Gaviño Rodríguez 2016).

Así pues, el conjunto terminológico que comprende el libro de Victoriano Gaviño es


verdaderamente significativo, y no se limita (que ya sería más que suficiente) a los
modelos “tradicionales” de las gramáticas académicas (aquellos representados por las
ediciones de 1771, 1796, 1854, 1870, 1880 y 1917, según Gutiérrez Ordóñez y el propio
Gaviño Rodríguez 2014: 338), ni tampoco únicamente a la terminología estrictamente
gramatical, como se ha señalado. Por tanto, teniendo en cuenta la amplitud de
horizontes que la obra presenta, sus utilidades para los investigadores son manifiestas.
El propio autor indica que el libro debe pensarse como fuente de consulta “que pueda
servir para evaluar parte del importante papel de la Academia en la formación y
desarrollo de la filología española en estos últimos siglos” (p. 11), no solo en el análisis
de la propia Academia, en cuanto a la evolución de sus ideas gramaticales a lo largo del
tiempo, sino también en los trasvases conceptuales entre la Corporación y los autores
coetáneos.

Referencias bibliográficas
Alarcos, Emilio. 1994. Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Bosque, Ignacio; Demonte, Violeta, dirs. 1999. Gramática Descriptiva de la Lengua
Española. Madrid: Espasa-Calpe, 3 vols.
Esparza Torres, Miguel Ángel; Battaner, Elena; Calvo, Vicente; Álvarez, Adrián;
Rodríguez, Susana. 2008. Bibliografía Temática de Historiografía Lingüística
Española. Fuentes secundarias. Hamburg: Helmut Buske Verlag.

Esparza Torres, Miguel Ángel; Niederehe, Hans-Joseph. 2012-2015. Bibliografía


cronológica de la lingüística, la gramática y la lexicografía del español (BICRES).
Ámsterdam-Philadelphia: John Benjamins. Vol. 4 (1800-1860), vol. 5 (1861-1899).

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F. J. Perea Siller. Reseña de Gaviño, Victoriano. 2015. Términos gramaticales de la Real Academia Española
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Gaviño Rodríguez, Victoriano. 2016. Términos y definiciones en las ediciones


gramaticales de la Real Academia Española (1771-2009). En A. Salvador Plans, et al.
eds. La historiografía Lingüística como paradigma de investigación. Madrid: Visor
Libros, pp. 413-442.

Gutiérrez Ordóñez, Salvador; Gaviño Rodríguez, Victoriano. 2014. Trescientos años de


la fundación de la Real Academia Española: de sus orígenes al siglo XXI. En Calero
Vaquera, María Luisa et al. eds., Métodos y resultados actuales en Historiografía de la
Lingüística. Münster: Nodus Publikationen, vol 1. pp. 325-348.

Martínez Gavilán, María Dolores. 2016. Publicaciones de historiografía lingüística


española: 2005-2015. Repertorio, clasificación y balance. En Salvador Plans, Antonio,
et al. eds. La historiografía Lingüística como paradigma de investigación. Madrid:
Visor Libros, pp. 133-192.

Niederehe, Hans-Joseph. 1994-2005. Bibliografía cronológica de la lingüística, la


gramática y la lexicografía del español (BICRES). Ámsterdam-Philadelphia: John
Benjamins. Vol. 1 (Inicios-1600), Vol. 2 (1601-1700), vol. 3 (1701-1800).

Notas
1
Se excluyen del corpus, porque no son obra de la Academia, la gramática de Alarcos (1994) y la dirigida
por Bosque y Demonte (1999); en cambio, sí forma parte el Esbozo (1973), a pesar de ser obra de la
Comisión de Gramática, “por su especial interés y la alta difusión que desde el último cuarto del siglo XX
ha tenido este trabajo” (p. 12).

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D. Pérez Rodríguez. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-copulativos de cambio en español…
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DAVID PÉREZ RODRÍGUEZ. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-
copulativos de cambio en español: estudio semántico-conceptual de hacerse, volverse,
ponerse, quedarse. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert.

Los verbos de cambio son un elemento que han ocupado muchas páginas en los estudios
de los lingüistas por lo interesante de su naturaleza y lo extraño que resultan para
aquellos que no disponen de este tipo de elementos de expresión en sus propias lenguas,
ni siquiera dentro del mundo románico. Quizá por eso sea también uno de los aspectos
más problemáticos del español para los hablantes no nativos. En las gramáticas del
español destinadas a este perfil de usuario, así como en los diversos métodos que hay
para aprender el español como segunda lengua se suele pasar de puntillas por estos
verbos, o con una profundidad mucho menor de lo que se hace en otros puntos
gramaticales, tal vez porque no había hasta ahora una sistematización real y un estudio
serio del funcionamiento de los mismos. Lo interesante de este trabajo es que solo
emplea para el análisis contextos reales, por lo que los resultados del estudio pueden ser
calificados de altamente fiables.

“Nada es permanente excepto el cambio”. Con ese πάντα ρεῖ καὶ οὐδὲν μένει de
Heráclito comienza la doctora Lise van Gorp, profesora de la Universidad de Lovaina,
su profundo estudio acerca de los cuatro verbos prototípicos que expresan cambio en
español, es decir, hacerse, volverse, ponerse y quedarse, tras advertir que no prestará
atención a aquellos otros como convertirse en o voces perifrásticas del tipo llegar a ser,
así como tampoco trata los que aparecen en un contexto unívoco como enamorarse,
enfadarse o enfermar, por citar algunos ejemplos. En las propias palabras de la autora,
el objetivo del trabajo es describir e interpretar el funcionamiento sintáctico y semántico
de los verbos de cambio (de estos cuatro) para sistematizar las diferencias conceptuales
que nos llevan a elegir uno u otro. Si esa es su intención, podemos afirmar que sin duda
lo consigue.

La doctora van Gorp, especialista en estos verbos, nos ofrece un texto que con solo leer
unas páginas del mismo se pone de manifiesto el carácter academicista de este estudio,
que recuerda en su estilo (aunque algo aligerado) a una tesis doctoral: la suya propia.
Lejos de ser esto un aspecto negativo (ya que en ese sentido no hay ni una sola crítica
que hacerle) es más bien una advertencia a los lectores: no es un libro entretenido y fácil
de pura divulgación, como no suelen serlo los estudios que publica la editorial
Iberoamericana Vervuert dentro de su colección de lingüística iberoamericana. Esta
obra es el resultado de muchas horas de trabajo e investigación, algo que se puede ver
fácilmente en cualquiera de sus páginas, por lo que la lectura ha de hacerse de forma
concienzuda y con una base de conocimientos previa bastante amplia. A pesar de ello,
su autora consigue la mayor parte de las veces plantear el contenido de una forma
amena y nada críptica.

Sin embargo, el trabajo no comienza con el análisis contrastivo de cada verbo


propiamente hablando. Antes de llegar al mismo nos plantea su hipótesis de trabajo

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desde la lingüística cognitiva para pasar a explicar el concepto clave del estudio y que le
da título, la pseudo cópula. Igualmente, en esta primera parte hace referencia también a
otros conceptos claves en su estudio como la gramaticalización, la metáfora conceptual
y la subjetividad (saltándose en este último la numeración que ordena el contenido y
creando cierta confusión dentro del capítulo).

Dado que se trata de un texto académico, en esta primera parte hace un pormenorizado
recorrido de la bibliografía existente al respecto y que va a marcar el estilo de la obra.
No obstante, es necesario reseñar que dentro de las decenas de decenas de referencias
que maneja con absoluta facilidad y solvencia sin que ello entorpezca su prosa didáctica
no se dejan ver aquellas a las que nos referíamos en el primer párrafo, obviando como
decimos, quizá por su carácter más bien pedagógico que científico, aquellas
publicaciones destinadas a la enseñanza del español como lengua extranjera y que
ofrecen en la mayoría de los casos unos cuadros de sistematización que hubieran podido
servir de base para desarrollar (como hará en las conclusiones) las tablas que resumen
los usos y combinaciones de los verbos.

La segunda parte de la obra, el estudio en sí, mantiene una estructura regular para cada
uno de los verbos en los que se centra. Comienza con un recorrido bibliográfico
individualizado y después el análisis del corpus a partir de las recurrencias
documentadas en el CREA, único corpus que se maneja como fuente documental. En
este punto ofrece los diferentes usos sintácticos de los verbos con interesantes
explicaciones y ejemplos. Quizá la parte más valiosa de estos apartados por lo novedoso
sea que, una vez planteados los diferentes comportamientos de los verbos como plenos,
auxiliares o semi copulativos, diseña lo que denomina el perfil conceptual del verbo
(excepto en el caso de quedarse, que lo llama “imagen” sin una causa aparente) y desde
un punto de vista más semántico hace un catálogo de funciones con los diferentes
contextos en que pueden aparecer estos usos.

Más adelante se analizan los diferentes tipos de sujetos que suelen aparecer con esos
verbos y sus recurrencias, así como también las diferentes naturalezas de sus
complementos atributivos para terminar cada capítulo con unas conclusiones sucintas
que aglutinadas podrían ser un excelente artículo científico que resumiese lo esencial
del concepto que quiere transmitir a lo largo de la extensa obra.

Por último, como es de esperar dentro de un trabajo tan magníficamente ordenado, nos
aporta las conclusiones a las que llega de una forma breve y concisa, pues ya ha ido
haciéndolo capítulo a capítulo y no es necesario que se extienda más de lo que lo hace,
con unas tablas que de forma muy visual nos muestran los resultados de su análisis
atendiendo a diversos valores como las categorías semánticas de los atributos
adjetivales, los conceptos físico psíquicos asociados de los diferentes verbos, conceptos
asociados a lo físico asociados a sujetos animados e inanimados o asociados al dominio
social.

A pesar de que parece que podríamos cerrar ya el volumen superadas las conclusiones
no hay que abandonar la lectura de este intenso estudio en esta parte, pues aún quedan
unas cuantas páginas con una extensísima bibliografía de obligada revisión, pues aparte
de darnos pistas del vasto conocimiento que la autora acerca de este tema nos ofrece los
títulos más significativos en relación con este tema.

© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 374
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
D. Pérez Rodríguez. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-copulativos de cambio en español…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 373-375

Referencias bibliográficas

Cerrolaza Gili, Óscar. 2005. Diccionario práctico de gramática. Madrid: Edelsa.


Coronado González, María Luisa; García González, Javier; Zarzalejos Alonso,
Alejandro R. 1996. Materia prima. Curso de gramática. Madrid: SGEL.
Jacobi, Claudia; Melone, Enrique; Menon, Lorena. 2011. Gramática en contexto.
Madrid: Edelsa.
Martí Sánchez, Manuel; Penadés Martínez, Inmaculada; Ruiz Martínez, Ana María.
2008. Gramática española por niveles. Madrid: Edinumen.
Moreno, Concha; Hernández, Carmen; Miki Kondo, Clara. 2011. Gramática (Avanzado
B2). Madrid: Anaya.

© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 375
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)

© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 376
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
B.Ruiz Granados. Reseña de Devís, Pedro Pablo. 2017. Comparativas de desigualdad con la preposición "de" en español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 377-379

BEATRIZ RUIZ GRANADOS. Reseña de Devís, Pedro Pablo. 2017. Comparativas de


desigualdad con la preposición "de" en español. Comparación y pseudocomparación.
Frankfurt am Main: Peter Lang.

Este libro supone un punto de inflexión en el ámbito de la gramática descriptiva del


español actual en lo que se refiere a las construcciones comparativas. En primer lugar,
el autor pone su atención en justificar, de un modo preciso y riguroso, la ausencia de
estructuras pseudocomparativas en la lengua española. En lugar de mantener la división
tradicional entre comparación y pseudocomparación, Devís Márquez sostiene que solo
podemos distinguir entre construcciones comparativas y secuencias no comparativas –
en el primer grupo es en el que incluye la estructura objeto de análisis–. A continuación,
se ocupa de delimitar las construcciones propiamente comparativas, manifiesta las
relaciones sintácticas que se establecen entre los constituyentes de estas secuencias y
señala las pautas de uso de la alternancia “preposición de / conjunción que” como
introductores en las codas de la comparación. Por último, el autor proporciona unas
conclusiones generales en las que insiste en la inadecuación de designar un grupo de
oraciones como pseudocomparativas y sintetiza las propiedades específicas de la
estructura comparativa objeto de estudio.

En el primer capítulo, dedicado a esclarecer el concepto de comparación sintáctica, el


investigador demuestra que toda estructura con cuantificadores comparativos, explícitos
o implícitos, expresa una comparación entre números, cantidades no discretas o entre
grados. Dicho de otro modo, existe una solidaridad en español entre los grupos
sintácticos con cuantificadores comparativos y el significado comparativo, entre el
plano de la expresión y el plano del contenido. Por este motivo, no es conveniente
hablar de estructuras pseudocomparativas, es decir, de construcciones con forma
comparativa y sin contenido comparativo, o bien de secuencias que sí tienen significado
comparativo pero que carecen de forma comparativa. Si en la lengua española se
emplea una estructura sintáctica carente de cuantificadores comparativos que sí indica
comparación, esta solo podrá expresar comparación entre individuos, situaciones o
estados de cosas, pero nunca entre números, cantidades no discretas o entre grados.
Bajo estas consideraciones, Devís Márquez niega los planteamientos propuestos por los
defensores de las estructuras pseudocomparativas debido a dos contradicciones
fundamentalmente: 1) desde un punto de vista terminológico, las construcciones objeto
de estudio se definen como no comparativas y, a su vez, se sostiene que pueden ser más
o menos comparativas; y 2) el establecimiento de grados de pseudocomparación para un
grupo de estructuras sintácticas implica negar el carácter discreto de los signos
lingüísticos.

Una vez que el autor ha delimitado el concepto de comparación sintáctica y ha


argumentado que la pseudocomparación no existe en español, examina aquellas
estructuras a las que se les ha atribuido esta denominación con el objetivo de
designarlas de un modo adecuado. Las construcciones objeto de análisis son las que
mencionamos a continuación: estructuras sintácticas «…ADJETIVO como…» y
«…ADJETIVO, como», las denominadas aditivas, las secuencias restrictivas, las
estructuras comparativas con artículo cuantificador o con artículo y un modificador
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 377-379

cuantitativo elidido y, por último, las construcciones metalingüísticas. Devís Márquez


aborda el estudio de cada estructura sintáctica a partir de la aplicación de un mismo
procedimiento: exposición de argumentos que han llevado a distintos estudiosos a
denominarlas pseudocomparativas, refutación y defensa de su propuesta teórica. Todas
las construcciones analizadas son, en definitiva, secuencias comparativas en las que se
expresa una comparación entre números, cantidades no discretas o entre grados, excepto
las estructuras «…ADJETIVO como…» y «…ADJETIVO, como» junto con las
llamadas metalingüísticas, que no adquieren esta denominación por carecer de
cuantificadores comparativos.

Devís Márquez, en el capítulo siguiente, focaliza su atención en las comparativas de


desigualdad con la preposición de como nexo introductor de la coda. Una vez que ha
demostrado la imposibilidad de caracterizarlas como estructuras pseudocomparativas,
sostiene que las construcciones sintácticas con los cuantificadores comparativos más y
menos y una coda introducida por la citada preposición son esquemas de cuantificación
relativa. En ellos se expresa una comparación entre números, cantidades no discretas o
grados. No obstante, hay que tener en cuenta que no se incluyen dentro de este grupo
los denominados comparativos sincréticos antes y después. Estas estructuras expresan
léxicamente una comparación no entre dos grados, sino entre dos puntos o lapsos
temporales. De hecho, mientras que los esquemas de cuantificación relativa responden a
interrogativas parciales en las que el interrogativo cuantitativo cómo forma parte del
foco, los esquemas construidos a partir de antes y después dan respuesta a preguntas
cuyo foco es el pronombre interrogativo con valor temporal cuándo. Como deja bien
claro el autor, los objetos de la comparación en unas construcciones y otras son
disímiles. Esta diferenciación es el motivo de la no inclusión de los comparativos
sincréticos en las estructuras comparativas de desigualdad con de en español.

A continuación, Devís Márquez se ocupa de analizar las relaciones sintácticas que se


establecen entre los constituyentes de los grupos comparativos objeto de estudio.

Por un lado, examina las estructuras en las que la coda o el complemento comparativo
incluye un numeral, un adjetivo o participio precedido por el artículo determinado lo o
un sintagma nominal que indica número, cantidad no discreta o grado. Los núcleos de
estos tres grupos comparativos se caracterizan por proporcionar la base comparativa,
funcionar sintácticamente de forma autónoma, concordar en género y/o número con un
posible cuantificador diferencial y concordar con la forma verbal o con el átono
pronominal si su grupo comparativo funciona como sujeto o si admite la sustitución por
un clítico. Dentro de este primer grupo, el autor afirma que el modificador cuantitativo
constituido por el cuantificador comparativo más / menos y la coda funciona como un
sintagma adjetival o adverbial, según cuantifique a un sustantivo o a un adjetivo o
adverbio. Por otro lado, el investigador incluye en un apartado diferente los grupos
comparativos en los que la coda presenta la estructura “de + artículo determinado + (que
/ cuanto / como) + oración”. No obstante, la subdivide en tres tipos distintos de
comparativas de desigualdad con de: 1) grupo sintáctico constituido por la secuencia
“artículo determinado + que”, que no pertenece a las estructuras de relativo; 2) sintagma
con una subordinada relativa introducida por los pronombres cuanto o como; y 3) Grupo
nominal neutro “lo + cláusula introducida por que” en el que el determinante manifiesta
un valor referencial o individuativo.

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 377-379

Por último, el autor propone las pautas de uso de la alternancia “preposición de /


conjunción que” en las codas de las comparativas de desigualdad en español. Si el
núcleo comparativo establece la base de comparación, el complemento comparativo es
un sintagma que hace referencia al número, cantidad no discreta o grado comparado que
se asigna al segundo término de la comparación y el nexo que inicia la subordinada no
precede a una preposición –excepto en la estructura “lo + cláusula introducida por
que”– se cumplen las condiciones necesarias para aplicar indistintamente de o que. Si
alguno de los requisitos mencionados no se efectúa, solo puede utilizarse la conjunción
que para introducir la comparativa de desigualdad. Del mismo modo, será de uso
obligatorio la preposición de siempre que el nexo no preceda a una preposición, incluso
en la estructura “lo + cláusula introducida por que”.

En síntesis, la obra de Devís Márquez no solo favorece un nuevo acercamiento al


estudio de las estructuras comparativas de desigualdad introducidas por la preposición
de en español actual, sino que también proporciona una propuesta alternativa e
innovadora para aproximarse a cualquier comparación sintáctica. Ante la disparidad y
diversidad de pareceres, el investigador presenta, de forma rigurosa y argumentada, su
posición teórica frente a la noción de pseudocomparación, determina las estructuras de
desigualdad como esquemas de cuantificación relativa, establece las relaciones
sintácticas de los seis grupos comparativos objeto de análisis y, por último, desarrolla
las condiciones que implican el uso de la preposición o la conjunción. Devís Márquez, a
través de la ejemplificación de sus argumentos, esclarece el concepto de construcción
comparativa y demuestra, a su vez, que los estudios realizados hasta el momento sobre
la comparación y la pesudocomparación son parciales, insuficientes o de dudosa
validez. En cualquier caso, el valor de esta obra no termina aquí. Sus planteamientos no
solo pueden ser útiles en el terreno gramatical, sino de necesaria inclusión en el ámbito
de la enseñanza del español como lengua extranjera.

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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)

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A. González Fernández. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016. Gramáticas de español para italófonos (1801-1875).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 381-383

ADELA GONZÁLEZ FERNÁNDEZ. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016.


Gramáticas de español para italófonos (1801-1875). Catálogo crítico y estudio.
Bolonia (Italia): CLUEB.

Gramáticas de español para italófonos (1801-1875), Catálogo crítico y estudio es un


monográfico de Hugo E. Lombardini, profesor de la Universidad de Bolonia, cuyo
objetivo fundamental es profundizar en las gramáticas de español para italianos como
manuales de lengua y conocer más en profundidad la tradición gramatical italiana de
español para italófonos del siglo XIX.

Este volumen ha sido redactado de forma casi paralela a otras dos obras del autor que,
aunque prácticamente coetáneas en su elaboración, han sido publicadas previamente a la
que analizamos. Nos referimos, como el propio autor indica en su introducción, al texto
que ha servido de referencia para este monográfico, es decir, su tesis doctoral
(Lombardini 2014), Gramáticas para la enseñanza del español en la Italia del siglo
XIX: el caso de Francesco Marin; así como al manual titulado Gramáticas de Español
para Italófonos (siglos XVI-XVIII), publicado junto con el Profesor San Vicente
(Lombardini y San Vicente 2015). Ambos volúmenes suponen, no solo por su temática,
sino también por la metodología empleada, los precedentes, desde el punto de vista
cronológico, de la obra que reseñamos.

La obra analiza un corpus de gramáticas –diez, en total– que han sido elegidas
siguiendo varios criterios, fundamentalmente que fueran concebidas para un público
italófono, en cualquiera de sus formas, y cuya primera edición esté comprendida entre
los albores del siglo XIX y el año 1875. Las gramáticas pertenecientes al último cuarto
de siglo, por su prolijidad (suman once) e interés en la historiografía lingüística, las
emplaza Lombardini para trabajos futuros en los que se les pueda dedicar la atención
que merecen.

A pesar de tratarse de un corpus formado por gramáticas unidas por fuertes relaciones y
conexiones, estamos ante obras bastante heterogéneas en cuestiones relacionadas con la
lengua en la que se encuentran redactadas, el tipo de público al que se dirigen, lugar de
publicación, formato o número de ediciones posteriores. Pero todas ellas tienen en
común que están dirigidas a un público italófono, ya sea por encontrarse redactadas en
italiano, por haber sido editadas en Italia o por utilizar el italiano de alguna otra forma.

En cuanto a la estructura de la obra, encontramos principalmente dos grandes partes


bien diferenciadas entre sí ya desde el mismo título del volumen. La primera de ellas,
denominada ‘Catálogo crítico’, está dedicada al estudio exhaustivo de las diez
gramáticas que conforman el corpus objeto de estudio; mientras que la segunda, menos
extensa y titulada ‘Estudio gramaticográfico’, analiza e interrelaciona en conjunto las
obras tratadas en el ‘Catálogo crítico’.

Las gramáticas que conforman el corpus analizado en la primera parte despiertan el


interés del gramaticógrafo por tratarse de obras poco conocidas hasta el momento que
arrojan datos útiles para la historiografía lingüística desde el punto de vista de la
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A. González Fernández. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016. Gramáticas de español para italófonos (1801-1875).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 381-383

confección de manuales, su especificidad, la terminología empleada o su evolución.


Estas gramáticas son Nuovissima Grammatica spagnuola (Borroni 1812), A
comparative view of the Italian and Spanish languages, or an easy method of learning
the Spanish tongue for those who are already acquainted with the Italian (Bachi 1832),
L’italiano instruito nella cognizione della lingua spagnola (Marin 1833), Nuovo
Franciosini, o sia, grammatica della lingua spagnuola ad uso degli italiani: con nueve
regole e spiegazioni (Blanc Saint-Hilaire 1847), Metodo sintetico, ovvero, sistema
teorico-pratico per imparare la lingua spagnuola (Gomez 1964), Nuovo Metodo di H.
G. Ollendorff per imparare a leggere, scrivere e parlare una lingua in sei mesi:
Ammaestramento teorico-pratico nella lingua spagnuola (Gaffino 1869), Nuovissimo
Franciosini, ossia, Grammatica della lingua spagnuola per uso degli italiani. Adattata
al metodo del dottore Ollendorff (Catà 1870), Nuovo metodo teorico-pratico per
imparare la lingua spagnola secondo il metodo di F. Ahn (Richeri 1871), Grammatica
della lingua spagnuola (Manetta y Rughi 1872 y 1873) y Metodo teorico-pratico per
imparare la lingua spagnuola: ad uso degli italiani secondo y metodi moderni (1873).
Todas ellas redactadas en italiano, salvo la de Bachi (1832), que está en inglés.

En el ‘Catálogo crítico’, cada una de las gramáticas son analizadas desde el punto de
vista de nueve aspectos diferenciados, a saber, i) datos catalográficos, donde aparece
información acerca de la autoría de la obra, la edición, el ejemplar, el tamaño, la
portada, el título y la lengua de edición; ii) autor, con datos sobre la biografía y la
producción no solo del autor o autores, sino también de los revisores; iii) editor, este
apartado aporta información acerca de la actividad empresarial de la persona encargada
de la edición de la obra y de su producción más relevante; iv) estructura, donde se
expone un pormenorizado análisis en forma de tabla de la “estructura jerárquica” –como
la denomina Lombardini– de la primera edición y de las posteriores, si las hubiera. Se
reflejan, por tanto, los componentes estructurales de cada gramática y el número de
páginas que abarcan, con todos los títulos y los subtítulos de la obra, con el fin de paliar
las deficiencias de diversos tipos que puedan presentar los índices; v) elementos
peritextuales, gramaticales y didácticos, se indican aquí, también en forma de tabla, los
porcentajes y páginas que ocupan estos elementos dentro de la gramática, así como una
descripción de cada uno de ellos. Además, se hace mención a las partes canónicas de la
gramática y todos aquellos elementos que le aporten el carácter de obra didáctica, como
son la pronunciación, la ortografía, las partes de la gramática y otras observaciones del
tipo léxico-semántico, históricas, bibliográficas, etcétera; vi) observaciones
terminológicas, en las que se analiza la terminología empleada para las distintas clases
de palabras, para los elementos lingüísticos de forma más general y donde se presta
especial atención a la terminología relacionada con los verbos; vii) variedad de textos y
secuencia didáctica, de los que se sirve el autor para explicar la organización de la
gramática y los materiales utilizados en ella, con el objetivo de encontrar un posible
“método” didáctico; viii) caracterización, fuentes e influencias, donde encontramos un
triple objetivo: por un lado, insertar la obra dentro de la tradición gramatical, en relación
con las críticas que de ella se han venido haciendo y analizando su adecuación a la
finalidad principal de su autor; en segundo lugar, se pretende establecer el grado de
originalidad de la obra atendiendo a sus fuentes principales y secundarias; por último,
Lombardini se propone también analizar la influencia que la obra ha ejercido en la
tradición gramatical, atendiendo al número de citas que tiene y a su aparición o
utilización en otras obras; ix) localización en Italia, cuyo fin es, fundamentalmente,

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A. González Fernández. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016. Gramáticas de español para italófonos (1801-1875).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 381-383

conocer el alcance que estas obras han tenido a lo largo y ancho del país a través de su
existencia en ciudades y bibliotecas italianas.

El segundo bloque en el que se divide este monográfico –‘Estudio gramaticográfico’ –


se divide, a su vez, en otras dos subpartes, denominadas ‘La tradición de gramáticas de
español para italófonos (1801-1873)’ y ‘Balance y perspectivas futuras’,
respectivamente. En la primera de ellas, el autor analiza los datos expuestos en el
‘Catálogo crítico’ y lo hace de forma global para aportar una perspectiva general de las
distintas gramáticas, a partir de la información manejada previamente. En ‘Balance y
perspectivas futuras’, como es de esperar, Lombardini reflexiona acerca del resultado
final de la obra, aportando una serie de conclusiones y abriendo futuras líneas de trabajo
en este ámbito. Por último, no hay que olvidar que se aporta, naturalmente, un apartado
dedicado a la bibliografía, en el que podemos encontrar las gramáticas que conforman el
corpus, las fuentes primarias y la bibliografía crítica, así como otro que incluye un
índice de los nombres citados a lo largo de la obra.

El estudio pormenorizado y análisis de las diez gramáticas del corpus no es, sin
embargo, el único logro de este monográfico. La investigación de Lombardini acerca de
las gramáticas para italófonos del siglo XIX ha concluido con la aparición de dos obras
que habían permanecido en el olvido hasta el momento: nos referimos a la gramática de
Bachi (1832) y a la de Gómez (1864). Asimismo, se ofrece una explicación de las
relaciones entre algunas de las gramáticas estudiadas, –por ejemplo, la de Gómez o la
de Blanc Saint-Hilaire– con otras obras de las que se disponía de pocos datos y que
pueden considerarse ediciones de ellas mismas.

El volumen que reseñamos se caracteriza por una enorme sistematicidad a la hora del
análisis de los datos, lo que aporta coherencia al resultado final y lo inserta en la serie
comenzada con las dos obras publicadas anteriormente (Lombardini 2014 y Lombardini
y San Vicente 2015) y a las que viene a complementar, lo que posibilita la
reconstrucción de la historia gramatical de la enseñanza del español para italófonos
desde el siglo XVIII hasta el siglo XIX.

Por otro lado, la forma bipartita en la que se articula fundamentalmente la obra responde
a una organización de los contenidos en conjunto, por un lado, y por partes detalladas,
por el otro, aportando así una visión historiográfica global y completa que, además, se
suma a la tendencia creciente experimentada por los estudios historiográficos y
gramaticográficos. Esto convierte a la obra en un ejemplar de interés y actualidad en los
estudios del campo de la lingüística que arroja nuevos datos sobre la tradición
gramatical italiana de español para italófonos.

Referencias bibliográficas
Lombardini, Hugo Edgardo. 2014. Gramáticas para la enseñanza del español en la
Italia del siglo XIX: El caso de Francesco Marin. Salamanca: Universidad de
Salamanca.
Lombardini, Hugo Edgardo y San Vicente, Félix. 2015. Gramáticas de español para
italófonos (siglos XVI-XVII). Catálogo crítico y estudio. Münster: Nodus Publikationen.

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P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
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PEDRO PABLO DEVÍS MÁRQUEZ. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis
lingüístico. Aproximación sintáctico-semántica al léxico. Barcelona: UOC.

No sería justo decir que este Manual de análisis lingüístico que reseñamos es una mera
traducción del Manuel d’analyse linguistique, que en 2012 publicó Gaston Gross, fruto
de su trabajo en el Laboratorio de Análisis Documental y Lingüístico de París 7
(LADL) y en el Laboratorio de Lingüística Informática de París 13 (LLI). Realmente, se
trata de la traducción y adaptación al español que de este manual llevó a cabo Xavier
Blanco Escoda en 2013. El original en francés es un libro dirigido en exclusiva a
aspectos léxicos, sintácticos y semánticos de la lengua francesa. El que es objeto de esta
reseña se preocupa de los mismos aspectos, pero de la lengua española. Así, no es solo
que el traductor se haya visto obligado a tener en cuenta las peculiaridades que, en el
ámbito del léxico, de la sintaxis y de la semántica diferencian la lengua española de la
francesa, sino que todos los ejemplos franceses han sido sustituidos por equivalentes del
español. Esto, desde nuestro punto de vista, puede hacer tropezar al traductor con
problemas tanto de tipo teórico como descriptivo. Entre los primeros se encuentra el
peligro de establecer alguna identidad gramatical poco afortunada entre lenguas
históricas diferentes. Citamos un solo ejemplo representativo: cuando en el capítulo VII,
concretamente en la p. 166, se alude a la función sintáctica de OI se emplea el concepto
que de esta tiene la gramática francesa, esto es, la de un complemento que, frente al
directo, está introducido por preposición. No es así como se entiende esta noción en la
gramática española desde que a principios del siglo XX toma el término –solo el
término– de la francesa.

Entre los problemas de tipo descriptivo cabe señalar el del peligro que supone la
sustitución de los ejemplos de una lengua por los de otra distinta. La equivalencia que
se pretende entre los ejemplos de una y otra lengua no siempre es real ni posible. De
este modo, cuando en la p. 87 del capítulo III se alude a las construcciones con verbos
cuyos argumentos pueden invertirse, el traductor no encuentra estructuras equivalentes
en español y ejemplifica puntualmente en francés e inglés. Podría haberse recurrido en
este caso, pensamos, a los denominados predicados simétricos (Juan se parece a Luis,
Luis se parece a Juan). Además, dice el traductor en su introducción que los ejemplos
de su traducción pertenecen tanto a su introspección como a distintos córpora, aunque
nunca se especifica a cuáles. Convendría que el lector pudiera distinguir qué ejemplos
pertenecen a un ámbito y cuáles se deben a su documentación en el otro. Sobre todo, si
se tienen en cuenta los frecuentes debates que entre los especialistas ha ocasionado el
empleo de un tipo u otro de fuentes de datos.

En lo que atañe al objetivo básico de este libro, no parece haber acuerdo entre el
prologuista, el traductor y el autor de la versión original francesa. En tanto que para el
primero (cf. pp. 14, 16 y 19) este manual no va dirigido exclusivamente a los
profesionales de la lingüística, sino también a cualquier persona interesada en la lengua
española, y para el traductor (cf. p. 26) se trata de un manual preferentemente destinado
a no lingüistas o, en todo caso, a lingüistas dispuestos a replantearse su propia
disciplina, el autor de la versión francesa, esto es, el propio Gross (cf. p. 31), advierte de
que este es un manual destinado a los estudiantes de lingüística y a los de informática
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P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 385-389

que deseen especializarse en el procesamiento automático del denominado lenguaje


natural, aunque sin olvidar a los profesionales de este ámbito. Nos quedamos, pues, con
la idea del autor original, que es, además, la que se desprende de la lectura completa del
libro: este es un manual cuyo objetivo principal es el establecimiento de los
fundamentos léxicos, sintácticos y semánticos que permitan la elaboración de
diccionarios electrónicos. En el original, de la lengua francesa. En la traducción
española, del español.

Tres cuestiones más antes de referirnos a la estructura y contenidos de esta obra: 1)


tratándose precisamente de un manual, llama la atención la ausencia de notas a pie de
página, solo aparece alguna muy aislada del traductor; 2) no existe un compendio de
referencias bibliográficas al final de la obra, aunque sí un listado de lecturas sugeridas al
final de cada capítulo, y 3) en la elaboración del índice de la obra no se tienen en cuenta
muchos de los subapartados de cada capítulo. En lo concerniente a lo primero,
pensamos que la presencia de este tipo de notas podría haber dado solución a dos
problemas a los que hace alusión el propio traductor en su introducción a la versión
española: el terminológico y el de los fundamentos teóricos y descriptivos que se
explican. Dice el traductor (cf. p. 26) que no existe uniformidad terminológica en el
manual, que muchas veces se emplean términos distintos para una misma noción y que,
en determinadas ocasiones, el término elegido no es el correcto, pero que todo ello
carece de importancia en tanto que nos entendamos. Es este un asunto, pensamos, que
no deja de ser problemático en nuestros días, en los que la diversidad de escuelas
lingüísticas exige precisión terminológica para evitar precisamente eso, la falta de
entendimiento ligada a la confusión, y que podría haber sido aclarado en cada caso con
notas a pie de página. Del mismo modo, estas notas podrían haber dotado de mayor
rigor muchas de las cuestiones que se abordan, tanto desde el punto de vista teórico
como descriptivo. Incluso las divergencias que en este sentido hace explícitas el propio
traductor con Gross –del que es discípulo– en las pp. 27-28 de su introducción.

La ausencia de una bibliografía al final del libro impide al lector hacerse una idea global
a primera vista de los fundamentos que sostienen la obra. Los compendios de lecturas
sugeridas al final de cada capítulo no quedan exentos de problemas. En primer lugar, la
mayoría de las obras referenciadas no se citan en el texto, con lo que resulta imposible
identificar su relación con los contenidos expuestos en el libro. Por otra parte, se da el
caso de obras que sí aparecen citadas en el texto, pero que no se encuentran
referenciadas al final del capítulo correspondiente. Un ejemplo de esto –hay más–
podría ser la alusión a Prandy (2004) en la p. 76 del capítulo III. Da la sensación,
además, de que se ignora en el texto la inmensa literatura existente sobre los temas que
se tratan y de que, cuando se hace alguna referencia, esta es mínima. Como ejemplo,
puede aludirse a la p. 303 del capítulo XIII, dedicado a los estados, en el que
exclusivamente se cita a Kenny (1963) y la obra básica de Vendler (1967), que,
curiosamente, no está referenciada en la relación bibliográfica correspondiente a dicho
capítulo. Por ultimo, en lo que respecta a los compendios de lecturas aconsejadas al
final de cada capítulo, una cuestión: en tanto que el traductor ha tratado de aplicar la
obra de Gross a la descripción de la lengua española, cambiando, además, todos los
ejemplos franceses por ejemplos en español, carece de sentido que las referencias
bibliográficas que se sugieren para profundizar en los distintos temas traten
exclusivamente de la lengua francesa.

© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 386
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 385-389

La no inclusión de gran parte de los subapartados de los capítulos en el índice general


de la obra –solo aparecen los que se componen de un dígito (1, 2, 3…), pero no los que
tienen más de uno (1.1., 1.2.1., etc.)– impide dar una visión detallada a priori al lector
de los contenidos que se van a abordar y poder localizarlos con comodidad.

En lo que se refiere a contenidos y estructura de esta obra dedicada, según el autor


original, a asentar las bases para la elaboración de diccionarios electrónicos, cabe
plantear en primer lugar como idea básica del manual que las características que cada
entrada léxica debe mostrar en un diccionario de este tipo se infieren de su empleo –
noción que se define en el capítulo II– en la frase, unidad esta que se compone de un
predicado –que, cuando es de primer orden puede ser un verbo, un sustantivo o un
adjetivo– y una serie de argumentos. Empleo, frase, predicado y argumento son
nociones fundamentales a la hora de estructurar los diccionarios electrónicos y es en el
ultimo capítulo (XVII) donde se nos informa acerca de cómo deben aparecer
estructurados en este tipo de diccionarios tanto los predicados como los argumentos.

En el caso de los predicados, estos tienen que presentar información sobre los campos
de reconocimiento morfológico, los campos semánticos de sus argumentos, las
modificaciones morfológicas o de estructura (cambios de categoría, pronomina-
lizaciones, transformaciones pasiva e interrogativa, etc.) y lo que se denomina ámbito
de especialidad. Cuando se trata de predicados que son sustantivos y adjetivos, a esta
información debe añadirse la de su actualización mediante verbos soporte y, aunque
esto solo en el caso de los sustantivos, la de sus determinantes.

Los argumentos deben presentar en el diccionario información sobre la categoría


gramatical, la estructura interna (solo cuando se trata de nombres compuestos), la
flexión, la hiperclase (humano, animal…), la clase de objetos (permite precisar el
significado de los argumentos), el ámbito de especialidad (química, medicina,
derecho…) y los predicados que les son más apropiados.

Por tanto, la estructuración de los diccionarios electrónicos debe basarse no en las


palabras como unidades aisladas, sino en su empleo cuando estas ejercen de predicados,
esto es, en las propiedades de los esquemas predicativos en los que estas aparecen (cf. p.
57). Todos los capítulos anteriores al XVII están dedicados a explicar cada una de las
nociones teóricas que permiten describir en el diccionario el empleo de las unidades
léxicas. De este modo, el capítulo I se refiere fundamentalmente a la definición de la
frase simple, entendida como esquema predicativo, esto es, como el conjunto de un
predicado y sus argumentos, nociones importantes también en este capítulo. No se
olvidan en este primer capítulo cuestiones básicas a la hora de la elaboración de los
diccionarios, tales como la fijación, la distinción entre frases simples y frases complejas
(dos frases simples unidas mediante un conector) y la diferencia entre predicados de
primer y segundo orden, identificados estos últimos con los conectores de las frases
complejas.

El capítulo II se centra en la noción de empleo, definido ya con anterioridad. Juegan


aquí un importante papel otros conceptos, tales como el de actualización de los
predicados, el de modificación de los esquemas predicativos (transformaciones,
tematizaciones, elisiones, reestructuraciones) y el de ámbito de especialidad.

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Los capítulos III, V y VI están dedicados, respectivamente, a los predicados verbales, a


los nominales y a los adjetivos, y a todos los aspectos que les conciernen a la hora de
elaborar diccionarios, si bien entre el III y el V se intercala el capítulo IV, centrado en
las denominadas clases de objetos, esto es, en las clases semánticas en las que se
incluyen los argumentos de una frase. Obviamente, se vuelve en este capítulo a la
noción de hiperclase.

El capítulo VII estudia las preposiciones y las locuciones prepositivas. Resulta curioso
que, de entre las funciones que se atribuyen a las preposiciones –fundamentalmente la
de indicador de argumento y circunstante–, se incluya la de predicado, tanto de primer
como de segundo orden, y que en el capítulo XVII, el ultimo y en el que hemos dicho se
explica cómo deben aparecer estructurados los predicados en un diccionario electrónico,
se ejemplifique con verbos, sustantivos y adjetivos, pero nunca con preposiciones.

Los capítulos VIII y IX están dedicados a la actualización de las frases simples, esto es,
a la conjugación de los predicados (capítulo VIII) y a la determinación de los
argumentos (capítulo IX). En el ámbito de la conjugación de los predicados no solo se
atiende a lo que habitualmente se entiende por conjugación verbal, sino también a los
verbos soporte que acompañan a los predicados nominales (dar una bofetada) y a los
que acompañan a los adjetivos (ser, estar), acompañamiento que se identifica con la
conjugación de estos dos tipos de predicados.

El capítulo X retoma un concepto que ya se introdujo en el capítulo I, si bien ahora se


trata con mayor profundidad: el de la denominada fijación léxica, esto es, las
tradicionales expresiones fijas o construcciones cuya libertad de combinatoria se
encuentra restringida. Esta noción, junto con la de empleo, se presenta en este libro
como una de las bases teóricas fundamentales para el procesamiento automático de
textos.

Los capítulos XI, XII y XIII se dedican, respectivamente, a la caracterización de los que
se presentan en el libro como los tres tipos por excelencia de predicados de primer
orden: acontecimientos, acciones y estados. Desde nuestro punto de vista, lo hemos
atisbado ya con anterioridad en lo que se refiere a los estados exclusivamente, resulta
difícil aceptar que se haya ignorado en estos tres capítulos la inmensa bibliografía que,
en todo lo que atañe al denominado aspecto léxico, originó, y sigue originando, la obra
fundamental de Vendler (1967). Algo análogo sucede cuando, por ejemplo, se habla
concretamente de las acciones: ninguna alusión a la enorme cantidad de estudios
dedicados a la causatividad, noción a la que se hace referencia, entre otras, en la p. 291.

El capítulo XIV se centra en los adverbios. El interés del autor aquí reside en dilucidar
si deben ser catalogados como argumentos o como circunstantes en el ámbito de los
esquemas predicativos, en establecer sus numerosos empleos y en conseguir una
clasificación de estos.

Los capítulos XV y XVI se detienen, el primero, en lo que se denominan las


subordinadas circunstanciales y, el segundo, en lo que, con mayor precisión, son
presentadas como subordinadas de finalidad y causales. Conviene aquí tener en cuenta
el concepto peculiar que se ofrece de este tipo de subordinadas: no se trata
exclusivamente de frases con un predicado verbal, sino también de frases con valores

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circunstanciales y otros tipos de predicados. Incluidos los conectores, que se presentan


como predicados de segundo orden.

El libro termina con un capítulo –el XVII– dedicado a la estructuración de los


diccionarios electrónicos, del que ya hemos hablado, y con una conclusión final.

Dicho todo esto, solo hay un modo de comprobar la validez de los presupuestos teóricos
y descriptivos que se presentan en esta obra y no es otro que el de llevarlos a la práctica.
Quedamos, pues, a la espera de que pronto podamos tener en nuestras pantallas un
diccionario electrónico del español elaborado según las pautas que aquí se han reseñado
de manera sucinta.

Referencias bibliográficas
Kenny, Anthony 1963. Action, Emotion and Will. London: Routledge & Paul Kegan.
Prandy, Michele 2004. The Building Blocks of Meaning. Amsterdam / Philadelphia:
John Benjamins.
Vendler, Zeno 1967. Linguistics and Philosophy. Ithaca: Cornell University Press.

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F. Chico Rico. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan. 2017. Developing New Identities in Social Conflicts…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 391-396

FRANCISCO CHICO RICO. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan. 2017.


Developing New Identities in Social Conflicts. Constructivist perspectives. Amsterdam /
Philadelphia: John Benjamins.

El libro que presentamos a través de esta reseña constituye una de las apuestas más
sólidas y fructíferas en la actualidad y más prometedoras para el futuro en relación con
el estudio del discurso social desde una perspectiva claramente multidisciplinar y
especialmente arraigada en dos pilares (meta)teóricos de larga –aunque irregular–
proyección en el tiempo, pero de notable –y urgente– expresión en diferentes ámbitos
disciplinares desde la segunda mitad del siglo XX: me refiero al constructivismo como
teoría del conocimiento y a la retórica como teoría del texto y de su comunicación.
Como conjunto relativo al estudio del discurso social, la obra pivota en torno a dos
ámbitos teórico-prácticos fundamentales: el de la Retórica Constructivista –expresión
acuñada por David Pujante para el análisis epistemológico de las implicaciones
cognitivas y hermenéuticas de la construcción y de la comunicación discursivas desde el
paradigma de la teoría retórica– y el del Análisis del Discurso informado también por
una perspectiva teórico-metodológica constructivista. Se trata de una perspectiva que
hunde sus raíces en los mismos orígenes de la retórica clásica, entendida como arte o
técnica para la construcción y para la comunicación del discurso, pero también como
ciencia para el estudio del mismo; se encuentra explícitamente referenciada entre los
siglos XVII y XVIII en la obra de Giambattista Vico; y está siendo recuperada desde la
segunda mitad del siglo XX por disciplinas científico-naturales como la Biología, la
Física y las Matemáticas y por disciplinas humanísticas como –además del Análisis del
Discurso–, la Etnografía, la Hermenéutica, la Pragmática, la Semiótica, la Teoría de la
Argumentación, la Teoría de la Literatura –ejemplarmente por la “Empirische
Literaturwissenschaft” alemana tal y como la concibió Siegfried J. Schmidt entre los
años 70 y 80 del pasado siglo– y la Filosofía de la Historia, en cuyo ámbito hemos de
mencionar a Hayden White, autor del primero de los capítulos de este libro, por sus
contribuciones a la explicación de la naturaleza tropológica de la narración histórica. De
esta perspectiva resulta el desarrollo teórico y práctico a lo largo de la obra que
reseñamos de un planteamiento constructivista y holístico para la descripción y
explicación de los nuevos discursos socio-políticos, como, por ejemplo, los relativos a
las crisis económicas, medioambientales y sociales generadas por el capitalismo en las
últimas décadas, convencidos sus autores y autoras de que estos discursos no han de ser
entendidos sólo como instrumentos para construir realidades sociales y políticas, sino
también como mecanismos para definir e interpretar el mundo en el que vivimos.

Sólo por estas razones, este libro –que recoge en parte los resultados del trabajo
realizado por varios de los miembros del Proyecto de Investigación RECDID. Retórica
Constructivista: Discursos de la Identidad (http://recdid.blogs.uva.es/) y que ofrece
estudios punteros en estos mismos ámbitos realizados por autores y autoras de
reconocida influencia, como Hayden White, y de capacitada formación, como Verónica
Tozzi, Simón Ramírez Muñoz y Alan Floyd– constituye una de las propuestas teórico-
metodológicas más interesantes, novedosas y responsables para el estudio del discurso y
de su comunicación en el marco de la sociedad.

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Editado por Esperanza Morales López y Alan Floyd, Developing New Identities in
Social Conflicts. Constructivist Perspectives reúne un total de doce capítulos cuyos
autores y autoras son especialistas en diferentes áreas de conocimiento relacionadas con
el estudio del discurso social, lo que asegura el carácter interdisciplinar del libro y el
propósito de analizar y valorar los distintos tipos de discursos que la sociedad viene
construyendo en la actualidad a propósito de los acontecimientos históricos y de los
conflictos y desafíos sociales y políticos que en su seno se producen. Son capítulos
calculadamente organizados en el interior de la obra, dando lugar a un todo colectivo
llamativamente coherente y cohesionado entre sus partes, de tal forma que, cuando
resulta clarificador para el lector, se le remite internamente de un capítulo a otro. Como
se explica en su “Prefacio”, en los primeros cuatro capítulos se reflexiona sobre el
discurso de la Historia como construcción narrativa de eventos históricos, sobre la
revitalización de la retórica como disciplina constructivista, en íntima relación con otras
disciplinas analítico-discursivas, y sobre el estudio del conflicto desde un punto de vista
biológico-cultural. El resto de los capítulos está dedicado al análisis, siempre desde la
perspectiva teórico-metodológica constructivista, de diferentes tipos de discursos sobre
la identidad social y política en contextos comunicativos concretos, incidiendo en los
conflictos que en el marco de la sociedad se producen a causa del enfrentamiento de
puntos de vista culturales, sociales, económicos, educativos, de género, tecnológicos,
políticos o ecológicos opuestos.

El capítulo 1, “Constructionism in historical writing”, de Hayden White, aborda el


problema de la investigación y la escritura –o narración– historiográficas desde la
perspectiva del constructivismo. En este contexto teórico-cognitivo, el filósofo e
historiador estadounidense explica la Historiografía como una construcción que
comienza con la descripción de su referente –los eventos ocurridos en el pasado, que no
son observables directamente por ningún historiador– como un fenómeno histórico; se
desarrolla con el establecimiento, mediante aquella descripción, de la “factualidad” de
ese fenómeno –transformando en hechos los eventos ocurridos en el pasado–; y acaba
en la construcción de una historia que no es ni una imagen ni una representación de la
realidad, sino la construcción ficcional de un pasado inobservable que, sin embargo, es
considerado como realidad efectiva; construcción ficcional directamente dependiente de
la esencia figurativa del discurso historiográfico a la hora de narrar el pasado,
constituyendo el principal tropo utilizado en este proceso la metáfora, además de la
metonimia, la sinécdoque y la ironía.

La argentina Verónica Tozzi es la autora del capítulo 2, “White, Burke and the
“literary” nature of historical controversies”, con el que la obra se adentra en la cuestión
de la construcción de la Historia a partir de las contribuciones que las teorías del
lenguaje y del discurso pueden ofrecer para dilucidar la naturaleza de las controversias
historiográficas. El objetivo de tan interesante estudio crítico e interdisciplinar es doble:
por un lado, justificar, fortaleciéndolo, el pensamiento de Hayden White sobre las
contribuciones de las teorías literaria, lingüística y retórica a la investigación y la
escritura historiográficas y, por otro, reflexionar filosóficamente sobre el estatuto del
lenguaje, de la construcción de la Historia y de la interpretación de sus discursos desde
una perspectiva pragmática, relacionando muy sugerentemente las tesis whiteanas con
el pensamiento contenido en The Grammar of Motives, de Kenneth Burke, y en Figura,
de Erich Auerbach.

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El capítulo 3, “The discursive construction of reality in the context of rhetoric:


Constructivist rhetoric”, de David Pujante, se sumerge en los orígenes retóricos de la
tradición constructivista para explicar su reactivación en la actualidad, en lo que él
mismo denomina una “Retórica Constructivista”. En este sentido, para Pujante, la teoría
cognitiva que hoy conocemos como “constructivismo radical”, que consiste en describir
y explicar las realidades científicas, sociales e individuales como constructos –o
invenciones– del yo y no como realidades externas y objetivas, constituye el último
estadio de una fundamentación epistemológica presente ya en el pensamiento de
filósofos presocráticos como Jenófanes de Colofón y Alcmeón de Crotona, así como en
el pensamiento sofista que, con el paso del tiempo, inspiraría a humanistas italianos de
los siglos XIV y XV –como Bruni, Poliziano, Pontano y Salutari, entre otros– y,
posteriormente, entre los siglos XVII y XVIII, a Giambattista Vico, hasta llegar a las
aportaciones contemporáneas de Humberto Maturana y Francisco Varela desde la
Biología, de António Damásio desde la Neurociencia o de Fritjof Capra desde la Física.
En este contexto es donde la teoría retórica se revela no ya como un arte o una técnica
para la construcción del discurso persuasivo en el marco de la sociedad, sino, por el
contrario, como la clave para interpretar el mundo en el que vivimos y nuestra relación
con él.

Simón Ramírez Muñoz es el autor del capítulo 4, “Understanding social conflict:


Reason or emotion?”, en el que el investigador chileno aborda el problema del conflicto
social desde un punto de vista epistemológico, fundamentado en la condición biológica
y cultural de la existencia humana –siguiendo los planteamientos del constructivismo
radical establecidos en los años 70 del siglo XX por Humberto Maturana y por
Francisco Varela y desarrollados en la actualidad por el primero y por Ximena Dávila,
entre otros, en el marco de la Escuela Matríztica de Santiago (Chile)– y en la naturaleza
emocional y social del ser humano. Ello implica que detrás de cualquier argumento
racional siempre exista algún fundamento emocional, lo que explicaría el hecho de que
nuestros razonamientos cambien con nuestras emociones, que pensemos y veamos el
mundo exterior de diferentes formas en función de las distintas emociones internas que
nos embarguen. El conflicto, en este contexto, se produce cuando en nuestras relaciones
sociales sustituimos el amor como base biológica relacional –puesto que el amor es
inherente a nuestra biología (el ser humano no es sólo homo sapiens; es también homo
sapiens amans)– por la emoción de la agresión y la arrogancia.

Con el capítulo 5, como ya hemos dicho, se inicia el desarrollo del análisis de diferentes
tipos de discursos sobre la identidad social y política en contextos comunicativos
concretos, siempre desde la perspectiva teórico-metodológica constructivista. En él, “I
am and I am not Charlie: The discursive conflict surrounding the attack on Charlie
Hebdo”, David Pujante aborda teórica y analíticamente el conflicto discursivo que
derivó en el internacionalmente conocido ataque terrorista a la sede de la redacción de
la revista satírica francesa Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015. Desde la base teórico-
metodológica de la “Retórica Constructivista”, Pujante explica cómo los mismos
eventos pueden conducir a la construcción de discursos radicalmente enfrentados y
capaces de desencadenar conflictos y desacuerdos tan graves y trágicos como el
aludido.

Alan Floyd es el autor del capítulo 6, “Media representations of recent human


migrations to the United Kingdom and other Western countries”, y en él analiza los

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mecanismos lingüísticos –fundamentalmente metafóricos, de etiquetado y de


transitividad– utilizados en los medios de comunicación del Reino Unido y de algunos
otros países europeos para la representación discursiva de los inmigrantes y los
refugiados que, sobre todo desde 2013, huían de los conflictos de Oriente Medio para
buscar una vida mejor, observando que esa representación discursiva ha tendido
siempre a construir tramas que desfavorecen a los extranjeros y que presentan el mundo
dividido en un grupo central, constituido por la población autóctona, y en un grupo
periférico, constituido por la población migrante.

El capítulo 7, “Rhetorical analysis of health risk discourse: The 2009 influenza


pandemic crisis”), de Javier Nespereira García, desarrolla el análisis de dos discursos
sobre un mismo tema –la comunicación del riesgo para la salud asociado a la pandemia
de gripe A que tuvo lugar en 2009– pero radicalmente opuestos desde el punto de vista
de la interpretación de la realidad manifestada por quienes los pronunciaron en la
Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa –Wolfgang Wodarg, parlamentario
europeo y primer Presidente del Subcomité de Salud del Consejo de Europa, y Keiji
Fukuda, Subdirector General de Seguridad Sanitaria y Medio Ambiente en la
Organización Mundial de la Salud–. Con este análisis, más allá de mostrar que el
discurso científico es un discurso constructor de conocimiento y de realidad, Nespereira
García demuestra que también es un discurso constructor de confianza pública y de
identidad profesional.

Francisco Vicente Gómez es el autor del capítulo 8 (“Critical analysis of an educational


discourse practice: The literary text commentary”), y en él se centra en el estudio del
género discursivo del comentario de texto, a partir del análisis de un modelo propuesto a
los estudiantes españoles de literatura en los años 70 del pasado siglo por Fernando
Lázaro Carreter y Evaristo Correa Calderón, Cómo se comenta un texto literario,
Madrid, Cátedra, 1975. Considerado el comentario de texto como una práctica crítico-
literaria idónea para profundizar en el análisis y la valoración de los textos literarios,
pero también como una práctica social a través de la cual los poderes políticos pueden
ejercer algún tipo de control sobre la construcción y la comunicación de discursos en el
ámbito de la educación, Vicente Gómez observa que el modelo propuesto por Lázaro
Carreter y Correa Calderón orienta la lectura hacia una epistemología del objeto –
intentio operis– que cree en la existencia de una realidad independiente de la
experiencia del sujeto y, frente a ese modelo, propone subrayar la importancia de la
interacción texto-lector –intentio lectoris– como principio fundamental de la práctica
del comentario de texto para su desarrollo desde la perspectiva del constructivismo.

El capítulo 9, “The (re)construction of gender roles in the genre of song: In search of


female empowerment”, de Laura Filardo-Llamas, aborda el análisis de un bien
elaborado corpus de canciones en español y en inglés con los objetivos (1) de describir
y explicar cómo la identidad femenina es (re)construida en este contexto comunicativo
multimedial –en el que se combinan tanto el texto como la imagen y la música– y (2) de
destacar la importancia de las estrategias discursivas más utilizadas –fundamentalmente,
pronombres, expresiones referenciales, mecanismos lingüísticos de transitividad, de
modalización, de negación y metáforas conceptuales– en un género comunicativo –la
canción– especialmente eficaz desde el punto de vista de sus efectos perlocutivos sobre
el receptor con vistas a la modificación de las creencias predominantes en la sociedad
sobre la identidad femenina y a la lucha contra las lacras más graves que le afectan.

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Sara Molpeceres es la autora del capítulo 10, “Posthumanism and the city: The
construction of identity and ideological conflict in discourses regarding the new
technological self”, y en él analiza el conflicto ideológico surgido de la oposición entre
el humanismo y la concepción tecnológica que subyace al concepto de ‘ciudad
inteligente’ –o “Smart City”–, esto es, la ciudad concebida para la sostenibilidad
ambiental, económica y social con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus
habitantes mediante la implementación de las TIC’s, concepto, por otro lado, altamente
controvertido en el contexto del pensamiento posthumanista, al poner en duda éste la
posibilidad de futuras especies de seres humanos tecnológicamente mejorados en
entornos inteligentes mediante lo que se conoce como el “Internet de las Cosas “ y el
“Big Data”. Desde el punto de vista teórico-metodológico de la Retórica
Constructivista, los principales objetivos de este capítulo son la reflexión sobre la
configuración discursiva tanto del posthumanismo como de la ciudad inteligente y el
estudio de un corpus de discursos políticos de los dos últimos alcaldes de Barcelona –
Xavier Trias y Ada Colau– sobre la concepción de esta ciudad como “Smart City”.

El capítulo 11, “Discourses of social movements in Southern Europe: The slogans of


15M”, de David Pujante y Esperanza Morales-López, desarrolla el análisis retórico-
constructivista, socio-cognitivo y pragmático-retórico de las características del discurso
político del movimiento 15M o “movimiento de los indignados”, que ocupó las plazas
públicas de las grandes ciudades españolas el 15 de mayo de 2011. Entre las
características de ese discurso de base ideológica, que se manifiesta principalmente
mediante la forma del eslogan, Pujante y Morales-López destacan su alto grado de
creatividad retórica y discursiva, puesta al servicio de la construcción de un nuevo
marco cognitivo para la interpretación de la historia reciente de la democracia española
–interpretación radicalmente diferente de la del poder establecido– y de la configuración
de una renovada visión del mundo, capaz de impulsar cambios en las instituciones.

Finalmente, Esperanza Morales-López, autora del capítulo 12, “Cognitive frames,


imaginaries and discursive constructions: Post-15M discourses with reference to eco-
social alternatives”, se centra en el estudio, también desde la perspectiva teórico-
metodológica constructivista, del discurso enmarcado en la “Cooperativa Integral
Catalana” –o CIC–, que desarrolla en la actualidad una iniciativa eco-social basada en
una innovadora forma de cooperativismo en España. Dicho estudio destaca entre las
funciones de ese discurso, perteneciente también al género político, la construcción
ideológica de un nuevo marco o imaginario social, la “revolución integral”, una
alternativa a los valores capitalistas tradicionales para el cambio institucional; y dicha
construcción se apoya discursivamente, sobre todo, en la creatividad léxica –
esencialmente metafórica– de la que los miembros de la CIC hacen uso para designar
las nuevas realidades que construyen para su acción socio-económica y socio-política.

La obra se cierra con un “Epílogo” de Esperanza Morales-López, que viene a sumarizar


tanto los relevantes y renovadores planteamientos teórico-metodológicos de las
perspectivas constructivistas para el análisis de los nuevos discursos socio-políticos en
la actualidad como las principales contribuciones de cada uno de los autores y autoras
que han participado en el proyecto, y con unos utilísimos “Índice de autores” e “Índice
de temas”, que facilitan el trabajo del lector a la hora de buscar información y orientarse
a lo largo de esta imprescindible obra.

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F. Chico Rico. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan. 2017. Developing New Identities in Social Conflicts…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 391-396

Obra imprescindible por los planteamientos, objetivos y resultados reseñados a lo largo


de esta presentación; por la importancia de la tradición y la modernidad tanto del
constructivismo como de la retórica como pilares (meta)teóricos irrenunciables en el
estudio que se propone del discurso social; y por la voluntad interdisciplinar,
multidisciplinar o, quizá mejor, transdisciplinar, como sus editores consideran esa
perspectiva general que la atraviesa y que se revela no sólo en la combinación de
diferentes áreas de conocimiento relacionadas con el estudio del discurso social y
enlazadas por el mismo común denominador –el constructivismo–, sino sobre todo en el
uso de esa variedad de aproximaciones –analítico-discursiva, biológica, etnográfica,
filosófica, hermenéutica, pragmática, retórica, semiótica, teórico-argumentativa,
teórico-literaria...– para crear un espacio común para la reflexión teórica y metodológica
en la que el objeto de estudio –el discurso– es descrito y explicado a través de un nuevo
y diáfano prisma.

© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 396
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
M. Peláez Torres. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017. Lingüística hispánica actual: guía didáctica…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 397-401

MARTA PELÁEZ TORRES. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017.


Lingüística hispánica actual: guía didáctica y materiales de apoyo. Londres y Nueva
York: Routledge.

La obra que nos disponemos a reseñar, Lingüística hispánica actual. Guía didáctica y
materiales de apoyo, se ubica en la serie Routledge Introductions to Spanish Language
and Linguistics de la editorial Routledge, miembro de Taylor & Francis. Manel Lacorte
y Javier Muñoz-Basols, autores de la publicación y docentes en las universidades de
Maryland y Oxford respectivamente, son dos académicos del área de la Lingüística que
en su trayectoria profesional han escrito ya diferentes obras de referencia como The
Routledge Handbook of Applied Linguistics (Lacorte, 2014), Lingüística Aplicada del
Español(Lacorte, 2007), Lingüística Hispánica Actual (Muñoz-Basols y Lacorte, 2017)
o The Routledge Companion to Iberian Studies (Muñoz-Basols et al., 2017). En su obra
colaboraron también las profesoras Rocío Díaz-Bravo, Elisa Gironzetti, Nina Moreno e
Inma Taboada, aunque no podemos especificar qué parte del libro ha sido elaborada con
la colaboración de estas profesoras porque esta información no se incluye entre sus
páginas. La obra que tenemos entre manos se presenta como un manual fundamental
para todas las personas que, de un modo u otro, formen parte de la disciplina de la
lingüística hispánica, pues resultará útil no solo para docentes y discentes sino también
para investigadores.

En su conjunto, este libro se caracteriza por sus objetivos didácticos, su enfoque


interactivo y por una estructura clara que permitirá, en palabras de los autores,
planificar, diseñar e impartir cursos sobre lingüística hispánica. Resulta muy
aconsejable, además, usar esta obra conjuntamente con el libro, de los mismos autores,
Introducción a la lingüística hispánica actual: teoría y práctica (2017), pues la Guía
Didáctica está pensada, en parte, para poder sacarle mayor partido a las actividades
presentes en ese primer manual teórico. Y digo en parte porque, aún concebida de tal
forma, la obra que reseñamos es válida para cualquier otro contexto de uso en el que se
requieran explicaciones, ejercicios, tareas de reflexión o proyectos sobre alguna de las
ramas principales de la lingüística hispánica.

En cualquier caso, esta conexión entre el libro de texto (como los propios autores lo
llaman) y la Guía Didáctica o libro de práctica es precisamente uno de los puntos
fuertes de la obra porque, aunque hoy en día existen buenos manuales de lingüística
hispánica –véanse los de Alvar (2000), Hualde (2012), Escandell Vidal et al. (2014) o
Gutiérrez-Rexach (2016)– ninguno de ellos cuenta con un libro complementario
dedicado exclusivamente a la práctica de los contenidos teóricos. Por eso, Lingüística
hispánica actual: guía didáctica y materiales de apoyo surge para cubrir un hueco
editorial y pedagógico que muchos necesitábamos llenar.

Como consecuencia también de esta conexión con el libro teórico, este manual práctico
mantiene la misma estructura y división de capítulos que su obra de referencia. Así, tras
una breve introducción, el libro se divide en ocho capítulos correspondientes a las
principales áreas de la lingüística. En concreto, los cinco primeros temas se centran en

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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
M. Peláez Torres. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017. Lingüística hispánica actual: guía didáctica…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 397-401

los niveles de análisis estructural de la lengua mientras que los tres últimos abordan la
dimensión social e histórica de la misma1. Todos ellos están estructurados de igual
forma, lo que, a nuestro parecer, es otro de los puntos fuertes de la Guía Didáctica. Así,
cada uno de los ocho capítulos empieza, en primer lugar, con un apartado de “Objetivos
del capítulo” al que sigue otro, extenso, de “Actividades, soluciones y actividades de
ampliación”. Después, los autores presentan una sección de “Proyectos de
investigación”, que se podrán elaborar durante el desarrollo del curso. A continuación,
se ofrece un apartado de “Preguntas de ensayo” que el profesor planteará una vez se
hayan interiorizado bien los contenidos de cada tema. Los capítulos se cierran siempre
con un “Glosario bilingüe” español-inglés, que permitirá aumentar el repertorio
terminológico, pues en él se recogen los conceptos más importantes de cada área de la
lingüística. Con estos dos últimos apartados, el lector podrá retomar y terminar de
asentar los conocimientos trabajados en las secciones anteriores.

En las líneas que siguen procedo a esbozar una sucinta revisión pormenorizada de los
contenidos de los ocho capítulos en los que se estructura la obra que tenemos en
nuestras manos.

En el capítulo 1, Conceptos fundamentales: lenguaje, lengua y lingüística (1-38), se


ofrecen veintitrés actividades a través de las cuales el lector podrá familiarizarse con los
conceptos más importantes de la Lingüística, entender la diferencia entre lengua,
lenguaje y habla, explicar los factores que constituyen la comunicación o distinguir el
lenguaje humano de otros sistemas comunicativos. Cada una de las veintitrés
actividades viene acompañada de soluciones y de otras actividades que permitirán a los
usuarios ampliar su conocimiento y manejo de los contenidos abordados. El primer
capítulo incluye también cuatro proyectos con los que el lector deberá investigar, por
ejemplo, sobre el sistema de comunicación de algunas especies de primates o sobre
diferentes trastornos lingüísticos que se producen en la comunicación humana.

El libro continúa con el capítulo 2, Fonología y fonética: los sonidos del español (39-
68), en el que se presenta una batería de veinticinco actividades que, con sus respectivas
soluciones y actividades de ampliación, buscan familiarizar al lector con el inventario
de sonidos del español, sus principales características y su transcripción fonética.
También se trabajan conceptos fundamentales como los alófonos y la sílaba. Los cuatro
proyectos de investigación que se proponen tras las actividades permiten, entre otras
cosas, comparar el sistema español con el inglés o aprender a usar la herramienta de
análisis acústico del habla Praat.

El capítulo 3 lleva por título Morfología: la formación de palabras (69-118). En él se


incluyen un total de treinta actividades con las que se podrán trabajar los componentes
de la palabra, la segmentación de unidades léxicas, los principales procesos de
formación de palabras en español, las categorías gramaticales de las palabras y los
aspectos morfológicos de la flexión verbal y nominal. Tras las soluciones y las
actividades de ampliación, los autores proponen cuatro interesantes proyectos de
investigación con los que se podrán poner en práctica los conocimientos adquiridos
investigando, por ejemplo, la formación de nuevas palabras en el campo de la medicina
o de las ciencias naturales.

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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
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Otro de los niveles de análisis lingüístico fundamentales es la sintaxis, por lo que el


capítulo 4, Sintaxis: la estructura de las oraciones (119-150), se dedica en su totalidad a
esta área de la Lingüística. Los objetivos que se persiguen aquí son, grosso modo,
conocer las pruebas para la identificación de constituyentes, distinguir los tipos de
sintagmas y sus funciones, diferenciar entre argumentos y adjuntos, analizar la relación
jerárquica entre los componentes de la oración y su representación por medio de la
teoría X-barra, clasificar las oraciones en función de su tipología y ser capaz de
representarlas mediante diagramas arbóreos. Con las veintiuna actividades de este
capítulo, los lectores pueden trabajar de forma individual cada uno de esos aspectos de
la sintaxis y, con los proyectos de investigación, podrán aplicar de forma conjunta los
conocimientos adquiridos para resolver, por ejemplo, comparativas sintácticas entre el
español y el inglés.

El capítulo 5, Semántica y pragmática: del significado al uso del lenguaje (151-194),


ofrece veinticuatro actividades con soluciones y propuestas de ampliación con las que
trabajar aspectos como las relaciones semánticas entre palabras, los distintos tipos de
significados o las teorías más importantes de estudio de la pragmática, un tema sin duda
ineludible dada la repercusión que esta subdisciplina tiene en la dimensión interpersonal
de los interlocutores. Los cuatro proyectos que proponen Lacorte y Muñoz-Basols para
este capítulo permitirán, entre otras cosas, que el alumno realice análisis interculturales
de la cortesía lingüística o que se familiarice con los corpus CREA o CORPES,
herramientas útiles en el estudio de la lengua española.

Los tres capítulos siguientes se centran en aspectos sociales e históricos de la lengua. El


capítulo 6, Historia de la lengua: la evolución del idioma (195-226), tiene como
objetivos que los lectores conozcan la historia y evolución de la lengua española en la
península ibérica, las principales transformaciones fonológicas que tuvieron lugar desde
el latín al español actual y la influencia que otras lenguas tuvieron en el desarrollo
evolutivo de esta última. En este capítulo, los autores presentan veintiuna actividades
que ofrecen diferentes recursos en línea –como la Fundación San Millán de la Cogolla,
el Instituto Geográfico Nacional o la página Ethnologue– que son de especial interés y
calidad informativa para los lectores. Los cuatro proyectos de este capítulo, también con
abundantes recursos digitales, permiten trabajar cuestiones histórico-sociales de la
lengua como, por ejemplo, el uso de palabras cultas, semicultas o patrimoniales en el
español actual.

El capítulo 7, Variación: diversidad lingüística y dialectal en el mundo hispanohablante


(227- 295), se centra en trabajar aspectos fundamentales de la variación lingüística en
sus diferentes vertientes: diacrónica, diastrática, diafásica y diatópica. Además, en estas
páginas el lector encontrará actividades que le permitirán conocer las principales
características morfológicas, sintácticas y fonético-fonológicas de las distintas
variedades de español existentes en el mundo. Es destacable el elevado número de
figuras que ilustran las treinta y seis actividades propuestas por los autores en este
séptimo capítulo y que ponen de relieve el preeminente carácter didáctico de este libro2.
En los cuatro proyectos que se ofrecen, volvemos a encontrar pequeñas investigaciones
aplicadas en las que el lector deberá trabajar, por ejemplo, con el corpus PRESEEA, con
el Catálogo de voces hispánicas del Instituto Cervantes o con diferentes materiales
periodísticos en español procedentes de Norteamérica.

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El libro cierra con un capítulo 8 (296-320) dedicado a conocer los procesos de


adquisición y aprendizaje de la lengua, las diferencias en ambos procesos, los factores
externos e internos que influyen en el aprendizaje de una segunda lengua o los
fenómenos de bilingüismo y multilingüismo. Titulado Adquisición: el aprendizaje y la
enseñanza de la lengua, estas últimas páginas buscan además presentar un panorama
general sobre la lingüística aplicada a la enseñanza de la segunda lengua y sobre el
papel de la tecnología en esta área de estudio. Para ello, Muñoz-Basols y Lacorte
presentan veinticuatro actividades y cuatro proyectos de investigación en los que se
pide, por ejemplo, que el lector realice una búsqueda sobre recursos tecnológicos
aplicables en el aula de segundas lenguas y que elabore una propuesta didáctica a partir
de los resultados obtenidos.

El profesor que utilice este libro cuenta además con dos recursos digitales de
incalculable valor3. Por un lado, el Portal de lingüística hispánica Hispanic Linguistics4,
dividido en los ocho capítulos que tiene el libro y en el que encontrará, dentro de cada
uno de ellos, la bibliografía específica de cada actividad propuesta, un listado de
recursos prácticos y de grupos de investigación dedicados a esa subdisciplina
lingüística, y una bibliografía temática de gran utilidad. Por otro, en la página web de la
editorial están disponibles los e-resources5, es decir, todos los recursos electrónicos que
se mencionan en el libro.
Lingüística hispánica actual. Guía didáctica y materiales de apoyo surge como un
excelente manual que destaca por su enfoque multifuncional, la buena documentación
de todas las actividades6, la clara y ordenada estructura que soporta los ocho capítulos y
la actualidad de los recursos con los que los lectores deben trabajar. En una disciplina
como la nuestra, en la que se publican cada día páginas y páginas, no es fácil elaborar
un libro que destaque entre los demás. Sin ninguna duda, Muñoz-Basols y Lacorte han
conseguido marcar un punto de inflexión en la literatura que se está haciendo en la
actualidad sobre Lingüística Hispánica. Los valores pedagógicos que subyacen al
manual y que se han ido perfilando en esta reseña hacen de esta Guía Didáctica un
Material de Apoyo de incalculable valor que muchas personas estábamos esperando.

Referencias bibliográficas

Alcántara Plá, Manuel. 2016. Neologismos tecnológicos y nuevos comportamientos en


la sociedad red. Aposta. Revista de Ciencias Sociales 69: 14-38.
Alvar López, Manuel. 2000. Introducción a la Lingüística española. Barcelona: Ariel
Lingüística.
Bravo, Diana, ed. 2014. Nuevos avances en el estudio de la cortesía y la descortesía en
Latinoamérica. Signo y seña 26: 3-6.
Delicado Cantero, Manuel; Steed, William. 2015. La enseñanza de la pronunciación del
español en Australia: creencias y actitudes de los profesores. Journal of Spanish
Language Teaching 2.1: 18-35.
Escandell Vidal, Mª Victoria; Marrero Aguiar, Victoria; Casado Fresnillo, Celia;
Gutiérrez Rodríguez, Edita; Polo Cano, Nuria; Ruiz-Va Palacios, Pilar. 2014. Claves del
lenguaje humano. Madrid: Ramón Areces

© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 400
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M. Peláez Torres. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017. Lingüística hispánica actual: guía didáctica…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 397-401

Gutiérrez-Rexach, Javier, ed. 2016. Enciclopedia de lingüística hispánica. Nueva York


y Abingdon: Routledge.
Hualde, José Ignacio; Olarrea, Antxon; Escobar, Anna María; Travis, Catherine E.
2002. Introducción a la Lingüística Hispánica (2ª ed.). Cambridge: Cambridge
University Press.
Longa Martínez, Víctor Manuel. 2015. Los sistemas combinatorios animals no tienen
dualidad: Hockett tenía razón. Pragmalingüística 23: 122-141.
Lozano, Cristóbal. 2015. Learner corpora as a research tool for the investigation of
lexical competence in L2 Spanish. Journal of Spanish Language Teaching 2.2: 180-193.
Moreno-Fernández, Francisco. 2014. La lengua española en su geografía. Madrid:
Arco/Libros.
Muñoz-Basols, Javier; Salazar, Danica. 2016. Cross-Linguistic Lexical Influence
between English and Spanish. Spanish in Context 13.1: 80-102.

Notas
1
En la obra Introducción a la lingüística hispánica actual: teoría y práctica, los autores afirman que el
libro está dividido en dos partes: “la primera sirve de introducción al signo lingüístico, se ocupa de los
aspectos formales y funcionales de la lingüística hispánica […]. La segunda parte se centra en aspectos
históricos y sociales del idioma que permiten reflexionar sobre la evolución de la lengua y el contexto que
rodea al acto comunicativo” (2017: 2).
2
Las catorce imágenes que aparecen en este séptimo capítulo representan, entre otras cuestiones, mapas
de variedades dialectales en la península, de zonas de uso del español caribeño, de zonas de influencia del
español mexicano-centroafricano, ejemplos de rasgos dialectales en el continente americano, etc.
3
Estos dos recursos fueron diseñados para el libro Introducción a la lingüística hispánica actual: teoría y
práctica (Muñoz-Basols y Lacorte, 2017). Sin embargo, pueden usarse también como material
complementario de Lingüística hispánica actual. Guía didáctica y materiales de apoyo porque, como
indicamos anteriormente, los autores diseñaron este último libro tomando como base el primero y, por
tanto, ambos tienen la misma estructura temática.
4
Puede consultarse en http://hispaniclinguistics.com/.
5
Puede consultarse en https://routledge.com/products/9780415631570.
6
En este libro se mencionan algunas de las investigaciones más recientes que se han hecho en la
disciplina de la Lingüística Hispánica (entre otras, destacamos las de Bravo 2014, Moreno Fernández
2014, Delicado Cantero 2015, Longa Martínez 2015, Lozano 2015, Alcántara Plá 2016, Muñoz-Basols y
Salazar 2016). Con los resultados volcados por estas, los autores proponen muchas de las actividades y
proyectos que aparecen a lo largo de los ocho capítulos en los que se distribuye el manual.

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X. Laborda. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 403-407

XAVIER LABORDA. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral.
Madrid: Arco Libros-La Muralla.

El autor y su obra

El libro más reciente de Luis Cortés sobre discurso oral es Cómo hacer una exposición
oral. Probablemente se trate de la obra más concisa, persuasiva y práctica de la
colección de excelentes títulos que el profesor Cortés ha publicado sobre la actividad
alocutiva o pública. Ha aparecido en 2018 en la colección “Cuadernos de lengua
española” de la editorial Arco Libros-La Muralla, un dato este de la colección que no es
mera referencia de clasificación, sino que cuenta como indicio de su sentido aplicado a
la comunicación pública.

La sencillez y claridad de Cómo hacer una exposición oral, como programa didáctico
que es de técnicas de exposición en entornos formales, se explica por la trayectoria del
autor y su equipo de trabajo. Luis Cortés ha estudiado las variedades del discurso oral
en sus aspectos sintácticos, estilísticos, sociolingüísticos y pragmáticos. Esta actividad
investigadora es una faceta personal que motiva o interactúa con otra de carácter
colectivo como director de la revista Oralia y miembro de CySOC, un centro de
investigación sobre comunicación y sociedad. La aportación de este libro surge de esas
actividades y del plan de estudio de la enseñanza de la lengua oral que CySOC lleva a
cabo.

La tesis del autor es que se necesita un método para adquirir y mejorar las destrezas de
expresión oral. Esa convicción quedaba patente en una obra anterior, Mejore su
discurso oral (Cortés y Muñío, 2012), que se ocupaba de la composición del guión y de
la actuación o pronunciación del discurso –control del nerviosismo, gestualidad y voz–,
así como a la tarea tan necesaria y provechosa de la revisión crítica de la actuación. En
la raíz del plan didáctico de Mejore su discurso oral se aprecia la articulación de la
retórica y la lingüística como fuentes teoréticas relevantes.

En este punto, damos un rodeo en nuestro comentario para dar cuenta de una nota de
actualidad periodística sobre el aprecio cultural que merece la oratoria. El caso es que el
escritor y periodista cultural Quim Monzó (2018) sostuvo hace poco la misma idea del
profesor Cortés sobre la necesidad de mejorar la enseñanza de la lengua oral. “En voz
alta y clara” es el título de un reciente artículo suyo en la revista dominical Magazine,
en que se hacía eco de un libro como el de Luis Cortés, pero en esa ocasión del tipo de
autoayuda o de instrucciones para que el lector practique por su cuenta. Se trata de
Convence y vencerás, de Antonio Fabregat, en colaboración de Guillermo Díaz y otros
autores (2017).

Es comprensible que llame la atención a Monzó esta obra de autoayuda y superación


personal, no ya por unas características especiales, puesto que es equiparable a otros
muchos títulos sobre oratoria para comerciales y empresarios, sino porque vocea la
utilidad social de las destrezas discursivas. Lo que viene a decir Monzó es que, a
diferencia de lo que sucede en la educación hispana, las prácticas orales son corrientes
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X. Laborda. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 403-407

en las escuelas anglosajonas. El escritor se extraña de la postergación de esas


actividades formativas aquí cuando en su infancia la lectura en voz alta era un ejercicio
preparatorio de muy buen rendimiento. “Aprendías que solo respetando las indicaciones
ortotipográficas los demás entendían qué estas explicando”. Y denuncia una situación
en que se aprecia la falta de preparación en lengua oral, que sucede cuando “a veces
pones la radio y escuchas a locutores a los que tanto les da que haya comas o puntos,
porque todo lo leen de carrerilla y no se entiende ni papa” (Monzó 2018).

Producciones didácticas de oratoria

La crítica irónica de Monzó no resulta una opinión extemporánea y aislada. Basta


observar que las editoriales lanzan con regularidad ediciones sobre oratoria por la
sencilla razón de que hay demanda entre los lectores. Muestra de esa producción son los
libros de Lluís Pastor (El jefe habla –locuta rex–. Coaching de comunicación para
directivos) y de David Crystal (The Gift of the Gab: How eloquence works), los dos
editados en 2016. Representan dos modelos formativos, que denominaremos de
autoayuda o motivadores y humanísticos o culturales.

Los libros de L. Pastor y A. Fabregat siguen la estela de la oratoria contemporánea


señalada con éxito por Carnegie en el siglo XX. Este agudo agente de ventas y
formador, Dale Carnegie (1888-1955), extrapoló de su trabajo de comercial el estilo y
los consejos oportunos para llegar a millones de lectores y alumnos mediante una
cadena de academias franquiciadas. Organizó cursos de motivación para los que redactó
diversos títulos: Cómo hacer amigos e influir en la gente, Cómo dejar de preocuparse y
empezar a vivir, y La forma rápida y fácil de hablar eficazmente. Su viuda los refundió
póstumamente en un compendio (Carnegie 1962). Con Carnegie, las técnicas de oratoria
entraron en la era de los medios de comunicación social y se aplicaron a programas de
venta y dirección empresarial. Enseñó una oratoria expurgada de términos clásicos y
preámbulos teoréticos, que resultaba particularmente apta para discursos de
circunstancias y técnicas de comunicación comercial y empresarial. Volviendo a nuestro
tiempo, los libros de L. Pastor y A. Fabregat aportan una renovación de esa línea de
oratoria en la cultura de la producción y el consumo.

A su vez, la contribución del lingüista David Crystal, más técnica y menos


psicologicista, se acoge a una tradición de obras divulgativas sobre el arte de la
elocuencia atentas a las fuentes culturales. Un antecedente del trabajo de Crystal es el
libro de su compatriota Phyllis Bentley, Public Speaking, de 1964. En él, la profesora de
literatura sintetizó con una clara utilidad y un exquisito gusto lo que aprendió de su
dilatada experiencia como docente y conferenciante viajera.

Cómo hacer una exposición oral

El libro del profesor Cortés escapa de esa clasificación dual de obras formativas.
Supone una tercera clase de obras, la menos frecuente y la más exigente. El texto aporta
un sello formal, un plan de trabajo en equipo y un filtro crítico, que lo hacen
particularmente apto para la esfera educativa de secundaria y superior.

Cómo hacer una exposición oral dispone de manera concisa y eficaz un plan formativo
en dos etapas, complementado con otra parte de ejercicios y un anexo con discursos de

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consulta. La primera etapa trata de las competencias para producir un discurso y la


segunda tiene una función práctica, de aplicación a la actuación y su posterior revisión.

La primera etapa o fase formativa sirve para asimilar adecuadamente las competencias
específicas que se requieren para la mejora de la exposición oral. El factor de la
situación es primordial en este punto para delimitar la especialidad expositiva a
discursos académicos. Tal es el entorno comunicativo en que, con una previsión
selectiva, se desea desarrollar las prácticas. La guía son principios pragmáticos y
semióticos, de los que se hace gala para conseguir un mayor aprovechamiento por parte
de los alumnos. En primer lugar (capítulo 1), se trata de los principios de corrección y
de claridad en la expresión. A la definición de sus conceptos, le siguen cuestiones
específicas. En lo que corresponde a la puritas o corrección, la obra previene contra
errores o confusiones expresivas, como el mal empleo de relativos, el manejo
descuidado de preposiciones, la laxitud fonética en la pérdida de la d intervocálica o el
léxico inapropiado, por difuminado, desgastado, anglicado o archisilábico. En lo
referente a la claridad, recuerda el autor con ejemplos sugestivos la conveniencia de
evitar la redundancia, la ambigüedad y la monotonía de ciertos marcadores discursivos.

En el siguiente capítulo, hallamos las recomendaciones sobre la adecuación y la


eficacia, dos aspectos fundamentales donde los haya. El autor destaca con inspirado
didactismo y con ejemplos simbólicos la idea de que “sin adecuación es imposible la
comunicación” (pág. 20). El reto del orador primerizo es adquirir ese sentido de la
orientación que le distinga como un comunicador discreto, oportuno y eficaz. El acierto
de Luis Cortés es relacionar la cortesía con la eficacia y dar apuntes claros sobre cómo
desplegar el mecanismo del respeto y la valoración de la audiencia en el discurso. La
inclusión de los aspectos argumentativos cierra el conjunto de herramientas de la
eficacia.

El tercer capítulo, relativo a los aspectos semióticos y paralingüísticos, completa el


primer bloque de repaso sobre las competencias. En una breve enumeración de
elementos, se considera la teatralidad de la ubicación, el efecto de la mirada y de la
postura, y los aparatos de proyección de imágenes, sobre los que se avisa para que su
uso esté muy medido. A su vez, las competencias prosódicas y paralingüísticas llevan a
revisar las buenas prácticas de entonación, volumen, ritmo y fluidez.

Visto todo ello como materia propedéutica, se entra ya con la segunda parte en las
tareas de preparar, producir, grabar y examinar la calidad de una exposición oral.
Consta esta parte de cuatro capítulos, en los que recae la intención principal de la
didáctica oratoria. Su reparto es canónico, de modo que hallamos un capítulo de ideas
generales y otros más para cada sección del discurso, sean de inicio, desarrollo y cierre.
En las ideas generales (capítulo 4), se hace hincapié en las fuentes conceptuales del
discurso y del tema que se desea tratar. La clave retórica que sugiere el autor es el orden
como principio esencial.

En lo tocante al inicio (capítulo 5), Luis Cortés da pautas sobre la importancia de


despertar la confianza, conseguir la amenidad y anunciar con claridad el contenido de lo
que se va a exponer. Para la parte central del desarrollo (capítulo 6), el autor menciona
el dicho de Galileo de que “hablar oscuramente lo sabe hacer cualquiera, pero con
claridad y con orden muy pocas personas” (pág. 41). Con ello reitera al lector su

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preferencia por un discurso mesurado y capaz. En consonancia con ese principio, Cortés
se aparta del tópico de los contenidos para señalar la importancia del procedimiento.
Ello no implica desatender los bloques informativos, en absoluto, pero para que
destaquen hay que mimar el paso de un asunto informativo a otro. El tratamiento de
esas transiciones es lo que, en palabras de Galileo, distinguiría al orador claro y eficaz.
Para el conjunto de la exposición, el profesor hace una petición: “Por favor, procuren no
leer la exposición” (pág. 46).

Al cierre está dedicado el capítulo séptimo, que tiene la doble función de comentar los
aspectos del final del discurso y de recopilar las instrucciones para realizar los ejercicios
de producción y revisión discursivas. Que en el cierre se juega el orador la valoración
de la actuación queda establecido en la máxima de Ella Wheele Wilcox que cita el
autor: “Ninguna cuestión queda nunca concluida hasta que se concluye bien” (pág. 49).
La aparente obviedad de un aviso como este se convierte en una recomendación
necesaria mediante consejos específicos sobre el comportamiento paralingüístico que ha
de distinguir esta parte, así como mediante la relevante reiteración de las ideas
principales y de las apelaciones oportunas.

Los ejercicios

La tercera parte del libro está dedicada a aplicar los consejos dados y los conceptos
asimilados anteriormente. Desarrolla dos ejercicios expositivos sobre los asuntos del
discurso político y del bien y mal hablar. Como se observa, se aprovecha la actividad
para incluir una reflexión sobre el discurso, de modo que se da pie a una reflexión
metadiscursiva. Son dos en uno, como esos productos que prometen varias funciones en
un mismo objeto. En un caso, el ejercicio comporta dilucidar aspectos y efectos del
discurso político y, en el otro, las valoraciones personales y sociales sobre variedades
dialectales o diatópicas del habla andaluza.

El plan de trabajo propone preparar esos temas a partir de la lectura y análisis de


materiales documentales extraídos de la prensa. Con ello se cubre la etapa de la
inventiva o acopio de ideas para el debate. El interés de estas actividades es el
enriquecimiento que ofrece el autor con pautas sobre cómo iniciar el discurso y con
referencias complementarias de carácter literario. La sugerencia de diferentes formas de
dar inicio al discurso da libertad al alumno para buscar su acomodo, a la vez que le
confiere una responsabilidad personal por su elección. En el camino, puede incorporar
refuerzos argumentativos que proceden de la literatura y de la fraseología, con lo que
comprueba el atractivo y la utilidad de razonar mediante elementos de la tradición y del
código.

Los dos ejercicios propuestos en Cómo hacer una exposición oral destacan por concebir
la actividad con un buen equilibrio de las actividades inventiva, organizativa, elocutiva
y de actuación. Se conjura así la tentación de realizar la exposición sin apenas
demorarse en las fases preparatorias, aquellas que permiten adquirir conciencia de
corrección, claridad, adecuación y eficacia del discurso. Esas son, precisamente, las
competencias de las que trata el libro al inicio.

Un certamen de oratoria en medios universitarios que está adquiriendo notoriedad y


reconocimiento es el que se denomina “Mi tesis en 180 segundos”. Los participantes

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 403-407

son investigadores doctorales, que presentan los aspectos fundamentales de su trabajo a


un público general (Marmande 2015). En esos concursos de oratoria, confluyen
investigadores de múltiples ciencias. El reto del orador es presentar su investigación de
un modo comprensible e interesante, en un tiempo tan breve como tres o cuatro
minutos, según los certámenes. La ciencia, el científico, en realidad, ha de resultar
elocuente, escoger las palabras, hacer las transiciones con precisión, proponer imágenes
y analogías, insertar breves relatos y, muy especialmente, relacionar su investigación a
una función social. El reto de “Mi tesis en 180 segundos” es considerable, pero la
satisfacción de actuar como un orador capaz guarda cierta proporción con la dificultad.
La consulta atenta de libros como el del profesor Luis Cortés, Cómo hacer una
exposición oral, es un medio imprescindible para obtener resultados y satisfacciones.

Referencias bibliográficas

Bentley, Phyllis. 1964. Public Speaking. Londres: Collins.


Carnegie, Dale. 1962. El camino fácil y rápido para hablar eficazmente. Barcelona:
Edhasa, 1986.
Cortés Rodríguez, Luis; Camacho Adarve, María Matilde. 2003. ¿Qué es el análisis del
discurso? Barcelona: Octaedro.
Cortés Rodríguez, Luis; Muñío Valverde, José Luis. 2012. Mejore su discurso oral.
Almería: Editorial Universidad de Almería.
Cortés Rodríguez, Luis. 2015. Análisis del discurso político. Consideraciones acerca de
los debates en torno al estado de la nación. Almería: Editorial Universidad de Almería.
Crystal, David. 2016. The Gift of the Gab: How eloquence works. New Haven: Yale
University Press.
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Marmande , Francis. 2015. “Ma thèse chrono”. Le Monde, 9.6.2015.
Monzó, Quim. 2018. “En voz alta y clara”. Magazine, 27.5.2018, p. 11.
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directivos. Barcelona: UOC.

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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)

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S. Schlumpf. Reseña de Lingue e Linguaggi 25 (2018).
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SANDRA SCHLUMPF. Reseña de Lingue e Linguaggi 25 (2018).

Rosana Ariolfo y Laura Mariottini abren este volumen temático de Lingue e Linguaggi
con una excelente introducción al tema y a los trabajos incluidos [pp. 5-15]. Las
múltiples dinámicas de movilidad constituyen un fenómeno característico de nuestros
tiempos y continuamente transforman los espacios en los que nos movemos,
relacionamos y comunicamos. La movilidad participa en la construcción de nuevos
contextos culturales y sociales, que dejan constancia de la superdiversidadque
caracteriza, de especial manera, las ciudades contemporáneas. Para presentar el tema,
las autoras parten de los trabajos clásicos de Gumperz (1971) y Bucholtz y Hall (2005),
para luego pasar a teorías más recientes sobre los fenómenos de transnationalism y
translanguaging. Todas ellas demuestran la importancia de las lenguas como elementos
de identificación individual y grupal en los contextos de migración. Más concretamente,
el tema conductor de este volumen es el concepto del paisaje lingüístico (PL), y en
particular, el paisaje lingüístico de la migración (PLM). Este acercamiento bien
conocido al espacio lingüístico requiere una mirada interdisciplinar, mirada
perfectamente reflejada en la suma de trabajos incluidos en Lingue e Linguaggi 25.

Los artículos que se publican en este volumen se dejan subdividir en los siguientes
grupos temáticos: los paisajes lingüísticos (PPLL) creados por los medios de
comunicación (contribuciones de Binotto / Bruno y Turnbull); acercamientos
metodológicos y teóricos al tema de los PPLL (Grzech / Dohle y Landone sobre los
desafíos relacionados con el carácter efímero de signos lingüísticos en espacios
públicos, Tani sobre la relevancia de abarcar también la percepción de la realidad
lingüística visible en el espacio, y Guerra Salas ofrece un intento de aplicar la Teoría de
la Gestalt al estudio del PL); estudios de caso sobre espacios geográficos concretos
(Calvi y Uberti-Bona sobre Milán, Moustaoui Srhir sobre Madrid, Carpi / Venturi /
Paone sobre Pisa, Minuz / Forconi sobre Bolonia y Prego Vázquez / Zas Varela sobre A
Coruña); y, finalmente, una última sección de trabajos se dedica al PL en contextos
educativos (Bellinzona, Ariolfo y Carpani), así como a las posibilidades que ofrece el
estudio del PL para fomentar una didáctica de segundas lenguas y lenguas extranjeras
más abarcadora por lo que concierne a la variación lingüística (Garzelli / Granata /
Mariottini). Ariolfo y Mariottini cierran la introducción con una reflexión sobre la
importancia de que se entienda “el PL no solo como instrumento para el análisis
sociolingüístico o de las políticas lingüísticas, sino, sobre todo, para impulsar nuevas
políticas sociales orientadas a una real y eficaz integración social” (p. 12). Muchos de
los trabajos incluidos en este volumen muestran caminos diversos e innovadores hacia
el objetivo formulado.

Marco Binotto y Marco Bruno abarcan, en su artículo, el espacio medial de la migración


en la prensa italiana desde la teoría del framing [pp. 17-44]. Demuestran con su análisis
que la prensa frecuentemente, y en particular cuando se trata del tema de la migración,
simplifica los fenómenos descritos y los transmite a través de un lenguaje simbólico y
lleno de imágenes y estereotipos conocidos. Por lo general, en el contexto de la

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migración, estos frames se basan en una imagen del inmigrante como extranjero,
enemigo, delincuente, intruso, diferente (out-group). Los autores presentan y
ejemplifican los tres framesque han observado: el de la ‘seguridad’, basada en imágenes
de violencia, en el tópico del inmigrante criminal y en un lenguaje militarizado; el de la
‘crisis’, que actualmente se asocia sobre todo con el problema de las pateras, que
transmiten una imagen negativa y frecuentemente incluyen la pregunta de ¿quiénes son
los responsables del drama humano?; y el de la ‘humanidad’, que constituye un frame
alternativo y minoritario. Los autores ejemplifican sus observaciones con imágenes
reveladoras de periódicos italianos y resumen los resultados en una tabla sinóptica.

Judith Turnbull analiza la representación del tema de la migración en la prensa y en


blogs de Gran Bretaña [pp. 45-64]. Su corpus incluye cinco periódicos británicos y
cuatro blogs (de una organización no gubernamental y tres institutos de investigación),
y abarcan, sobre todo, textos que tratan del Brexit 2016. En el análisis cuantitativo, la
autora estudia las ocurrencias de ciertos términos (migrant, migrants, migration) y las
combinaciones léxicas en las que aparecen. Por ejemplo, tanto en la prensa como en los
blogs son comunes combinaciones con elementos cuantitativos (p. ej. migrant flow,
migrant influx, migrant rush) y lexemas que subrayan el lado dramático de las
migraciones (p. ej. migrant children, migrant crisis, migrant camps). Sin embargo,
mientras que en la prensa predominan las cantidades descomunales de migrantes
(hundreds, thousands, streams), en los blogs se tratan también aspectos más sociales
(rights, welfare, story). Contextos temáticos frecuentes son, entre otros, el mundo
laboral, el asilo y los refugiados, movimientos migratorios, acciones del gobierno, así
como crimen y leyes, aunque estos últimos dos solo aparecen en la prensa. El análisis
cualitativo se basa en la Teoría de la Evaluación (Appraisal Theory). Aquí, la autora
encuentra diferencias entre la forma de presentar la misma información en la prensa y
en los blogs: mientras que los periódicos empiezan con datos alarmantes y un discurso
negativo (shocking news), los blogs prefieren un orden más estructurado y explican los
términos empleados y sus significados (illuminating news), de ahí que la transmisión
periodística resulte más manipulada. En ambos casos, las imágenes apoyan los mensajes
transmitidos. Concluye Turnbull en la misma línea que los autores del capítulo anterior:
fuentes de información como la prensa y los blogs influyen considerablemente en la
opinión pública y estructuran (o manipulan) la información según los objetivos
deseados.

Karolina Grzech y Ebany Dohle presentan la página web Language Landscape


(www.languagelandscape.org), creada en 2011 por un grupo de estudiantes de Máster
en Londres [pp. 65-80]. Su objetivo es documentar, estudiar y promocionar la
diversidad lingüística en el mundo. Las autoras proponen emplear Language Landscape
(LL) para el estudio del PL, que las autoras entienden en su sentido amplio: lenguas
visibles en un lugar específico, lo cual incluye también signos dinámicos como anuncios
luminosos o lemas que se leen en camisetas de transeúntes. LL ofrece muchas ventajas
para el estudio del PL: no solo es gratis y todos pueden contribuir, sino que, además,
permite subir una gran diversidad de datos (fotos, audios, vídeos), personalizar los
mapas, etc. Desde la perspectiva del Análisis Crítico del Discurso, LL permite observar
cambios en el PL a lo largo del tiempo, sobre todo provocados por cambios políticos y
sociales, y contrastar los datos recogidos con el espacio actual real, ya que, desde LL, es
posible acceder directamente a Google Street View. Finalmente, es de subrayar otra
ventaja de LL: es de fácil acceso para todos y ofrece una máxima transparencia por lo

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que concierne a la generación de los datos. Concluyen las autoras con un llamamiento
dirigido a todos los investigadores del PL a que colaboren con LL poniendo a
disposición los datos recogidos.

Elena Landone reflexiona sobre la contribución desde la lingüística al estudio de las


migraciones actuales, partiendo de un enfoque pragmático y basándose en un corpus de
unos 750 textos murales recogidos en Milán entre 2014 y 2017 [pp. 81-106]. Parte de la
pregunta crítica y muy relevante de si los estudios del PL existentes realmente aportan
algo más que una mera documentación de hechos (demográficos, históricos,
económicos, etc.) ya conocidos. Pregunta por la función que tiene el signo lingüístico en
el PL y lo entiende como acción, que actúa dentro de un contexto preciso: “Como para
la Pragmática, la lengua, además de una estructura, en el PL es una actividad
socialmente colocada” (p. 68). Algunas de las conclusiones interesantes del estudio de
Landone son las siguientes: el uso de una (o varias) lengua(s) en un texto no
necesariamente informa sobre los conocimientos lingüísticos del emisor, sino que puede
ser un indicio de una negociación social y relación concreta; es indispensable adoptar un
enfoque émico para interpretar adecuadamente el PL, puesto que la perspectiva del
investigador puede ser muy distinta a la del emisor; asimismo, el investigador nunca
puede saber cómo otros destinatarios y receptores interpretan un texto; la cronología del
PL solo se puede establecer en estudios longitudinales que durante años regresen
regularmente al mismo sitio; y el PL de un lugar nunca representa todo el espacio, pues
siempre se basa en una selección previa del investigador. Concluye la autora
subrayando que lo mejor sería trabajar solo con datos émicos, que demuestren las
intenciones e interpretaciones de los emisores, y evitar cualquier tipo de
generalizaciones. De hecho, y especialmente en el contexto de las migraciones, cada
texto del PL refleja una narración individual en la superdiversidad lingüística y cultural
de las ciudades contemporáneas.

El objetivo de Ilaria Tani es indagar posibles acercamientos alternativos y más


complejos a los PPLL, empleando el concepto de atmósfera [pp. 107-123]. Parte del
conocido Spatial Turn de los años 80 del siglo XX, desde el que el espacio se entiende
como espacio físico, espacio simbólico-social y como experiencia individual. Por lo
tanto, cada individuo percibe y vive de forma individualizada el espacio urbano, e
interpreta y valora de modo individual los mensajes lingüísticos. Tani propone un
acercamiento cualitativo e individualizado al PL a través de las experiencias, emociones
y valoraciones personales de los sujetos que lo habitan o transitan. El empleo del
concepto de atmósfera facilita, precisamente, este acercamiento, entendido como “ciò di
cui si ha immediata esperienza corporea e affettiva entrando, ad esempio, in un
ambiente chiuso oppure attraversando uno spazio pubblico, trovandosi in contatto con
esseri umani e oggetti” (p. 115). Los centros urbanos se prestan especialmente a tal tipo
de análisis y permitirían la elaboración de mapas emocionales. Con el estudio del PL a
partir de la teoría de la atmósfera, Tani espera llegar a una sociolingüística más atenta a
las dimensiones sensoriales y corporales de la experiencia lingüística en las grandes
ciudades contemporáneas, caracterizadas por su plurilingüismo. De hecho, las lenguas
en el espacio urbano no solo constituyen medios de comunicación y elementos de carga
simbólica, sino que, además, forman parte de nuestras experiencias sensoriales en las
ciudades. Por ello, Tani sugiere ampliar la tridimensionalidad del signo lingüístico
(lengua, habla y lenguaje) mediante el concepto de la espacialidad atmosférica del
signo lingüístico.

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Luis Guerra Salas ha analizado en su estudio 140 fotos recogidas en 2016 en Lavapiés,
Madrid [pp. 125-143]. Por un lado, enmarca su análisis en la lingüística perceptiva y la
Teoría de la Gestalt (basándose, sobre todo, en López García), y, por otro lado, en la
historia de los contactos culturales, percibidos como contactos típicamente híbridos
(basándose en Burke). Lavapiés se convierte en objeto de estudio ideal porque
representa un espacio prototípico de la superdiversidad cultural y, por consiguiente,
ofrece una gran variedad de imágenes lingüísticamente híbridas. El análisis sigue las
cuatro leyes del análisis audiovisual según la psicología de la Gestalt: ley de la clausura,
ley de la semejanza, ley de la proximidad y ley de la buena continuación. Guerra Salas
ilustra cada una de las leyes con ejemplos visuales, ejemplificando, además, la teoría de
figura-fondo. Demuestra, a partir de imágenes que implican el uso de varias lenguas,
cómo cada receptor selecciona como figura el texto escrito en la lengua más cercana a
él, mientras que, automáticamente, el resto se convierte en su fondo. El análisis de las
imágenes propuesto por Guerra Salas resulta muy esclarecedor y prueba la utilidad del
acercamiento teórico elegido para el estudio del PL en zonas urbanas nacional y
lingüísticamente tan híbridas como Lavapiés.

Con el artículo de Maria Vittoria Calvi iniciamos un recorrido por diferentes PPLL
concretos. En primer lugar, la autora citada nos ofrece un acercamiento amplio y
estructurado al PL milanés [pp. 145-172]. Subraya la importancia del estudio del PL en
contextos migratorios para entender las negociaciones culturales, lingüísticas e
identitarias que tienen lugar en comunidades diaspóricas. Resume el estado actual de las
comunidades latinas en Italia y, especialmente, en Milán: se observa una identidad
latina emergente en Italia y el español se ha convertido en una de las principales lenguas
de la inmigración. Predominan los inmigrantes peruanos y ecuatorianos, y la presencia
latina en el PL sobre todo queda patente en la gastronomía y en relación con eventos
culturales. Sigue el análisis de imágenes recogidas en Milán, que no solo tiene en cuenta
la prominencia y predominancia de las lenguas, sino que establece una clasificación
muy convincente según la manera en que el español y el italiano interactúan en los
textos estudiados. Los distintos casos de contacto lingüístico que observa Calvi son:
monolingüismo en la L1 (español), una opción poco frecuente; translanguaging
(concepto entendido como el uso consciente que hace un hablante de su repertorio
multilingüe, suponiendo que “más que pasar de un sistema a otro, los gestiona de forma
dinámica y simultánea”, p. 155); la hibridación lingüística (empleo de formas híbridas y
préstamos); traducción, práctica poco frecuente sobre todo por la afinidad entre el
español y el italiano; mediación lingüística y cultural (frente al translanguaging, la
mediación persigue que el mensaje llegue a dos comunidades de habla distintas); y,
finalmente, el monolingüismo en la L2 (italiano). Por último, Calvi ofrece un análisis
ejemplar de una unidad del PL de Milán, para llegar a la conclusión de que “[e]l estudio
del PL es de suma utilidad para esclarecer el comportamiento de los hablantes en
situaciones de contacto lingüístico, tanto en la perspectiva de la gestión del
plurilingüismo como desde el punto de vista de la acción social, dentro de un contexto
que los hablantes mismos contribuyen a configurar performativamente” (p. 167).

También el artículo de Marcella Uberti-Bona se dedica al PL de Milán, y más


específicamente, del PL bottom-up que se refleja en tiendas de inmigrantes [173-196].
Ofrece un enfoque múltiple y, por tanto, enriquecedor al objeto de estudio: después de
un resumen de los principales resultados sobre el PL bottom-up en Milán, subrayando
sobre todo sus finalidades comerciales e identitarias, la autora combina el estudio del

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PL bottom-up de dos unidades escogidas (el restaurante peruano Peruvian Mix y la


carnicería egipcia Bon Appétit) con el estudio de su respectiva configuración espacial
(una aislada, otra en medio de otras tiendas extranjeras) y, sobre todo, con la perspectiva
interna de los dueños de las tiendas, a partir de tres entrevistas etnográficas. El hecho de
que las entrevistas se hayan hecho un año después del estudio de las unidades del PL
permite, además, incluir un enfoque diacrónico. La carnicería se halla en una zona muy
concurrida, en medio de otros edificios públicos y comercios, tanto italianos como
extranjeros. El nombre francés de la carnicería, Bon Appétit, es fruto de una preferencia
personal del dueño y un elemento diferenciador frente a otras tiendas de la zona. La
relación que mantiene el dueño de la carnicería con otros comerciantes africanos y
arabófonos parece algo contradictoria, y evita dar explicaciones sobre las pegatinas en
árabe que tienen contenido político. El restaurante peruano, por el contrario, se halla en
una calle muy poco concurrida, sin apenas otros comercios. Sin embargo, este hecho no
les molesta a los dueños, que hacen publicidad en YouTube, en la tele y en la revista
Guía Latina, y confían en el boca a boca entre latinos. Su clientela es mixta y el nombre
del restaurante, Peruvian Mix, se debe a que el primer nombre elegido, Bordeaux
Latino, no tuvo buena acogida entre la clientela hispana. Las entrevistas permiten sacar
a luz este tipo de información y otros datos relacionados con el porqué de la selección
de una imagen en particular o una u otra lengua en un letrero, lo cual demuestra la
necesidad de un acercamiento múltiple al estudio de los PPLL.

Adil Moustaoui Srhir estudia el PL del barrio de Lavapiés, Madrid, un barrio


caracterizado por su alto porcentaje de población extranjera y, por tanto, su
superdiversidad [pp. 197-225]. Más concretamente, el autor analiza la presencia del
árabe en el PL de 33 locales marroquíes de Lavapiés. Aunque el español es la lengua
dominante, reflejo de su función de lingua franca, el árabe tiene una presencia
considerable, sobre todo en letreros bilingües. El uso frecuente del árabe y, por tanto, de
las letras árabes, es señal de un proceso de política lingüística bottom-up, que fomenta
activamente la recontextualización del árabe como lengua diaspórica y minoritaria en el
PL del barrio, le da una mayor visibilidad y, además, consigue empoderar a los grupos
sociales minorizados. El uso monolingüe del árabe es poco usual y aparece, más bien,
en carteles pequeños y folletos, muchas veces en el interior de los locales. Las lenguas
minoritarias de Marruecos no aparecen en absoluto, lo cual probablemente es un reflejo
del PL en Marruecos. El autor consigue poner en relación el estudio del PL con otros
temas tan relevantes como la negociación del espacio y de relaciones sociales, las
políticas lingüísticas, las relaciones de poder y estatus entre lenguas dominantes y
minoritarias, la configuración de identidades étnico-lingüísticas y socio-religiosas a
través del PL, etc.

Elena Carpi, Silvia Venturi y Sonia Paone se dedican al PL de un sector muy particular
de la ciudad de Pisa, a saber, la zona de la estación de tren [pp. 227-251]. Como
describen muy acertadamente en los apartados introductorios, las estaciones no solo
representan puntos de encuentro, dinamismo, modernidad y centralidad, sino también
zonas periféricas, marginales e incluso conflictivas. Hoy en día, además, también
constituyen zonas comerciales, hecho que aumenta su ambivalencia funcional. La
población de Pisa se caracteriza por su alto número de inmigrantes extranjeros, cuya
densidad es aún más alta en el barrio de la estación ferroviaria (en el año 2016, 57 de
100 habitantes). Sobre todo, proceden de Bangladesh, China, Filipinas y Nepal. A
continuación, los autores ofrecen un estudio comparativo de dos textos administrativos

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del PL del barrio ferroviario de Pisa, aplicando las teorías pragmáticas de Searle (1969)
y Austin (1962): una orden policial en cuatro lenguas (italiano, inglés, árabe y rumano)
y un anuncio trilingüe del municipio (italiano, francés e inglés). Pese a que ambos
comunican contenidos parecidos (prohibición de tomar alcohol, tirar basura y tumbarse
en espacios públicos), el primero lo comunica de una forma mucho más directa y
empleando un lenguaje más sencillo (aunque falla, a veces, en las traducciones al árabe
y al rumano), mientras que el segundo utiliza un lenguaje administrativo culto, con
muchos detalles y resulta, por eso, de difícil comprensión, incluso para la población
italófona. En ambos casos, la versión italiana parece tener como fin informar a la
población autóctona de las disposiciones publicadas, mientras que la población
extranjera es el público al que se dirigen las órdenes. Los autores llaman la atención
sobre la dificultad de comprensión de este tipo de textos para la población extranjera y
proponen, como alternativa más clara, el uso de mensajes iconográficos.

Con la lectura del trabajo de Fernanda Minuz y Giulio Forconi, nos trasladamos a
Bolonia [pp. 253-275]. Su pregunta principal es si en el barrio conocido como
Bolognina, caracterizado por su alta densidad de población extranjera (aprox. 25%),
sobre todo chinos y rumanos, se han establecido zonas étnicas (p. ej. una chinatown de
Bolonia). Combinan el estudio de más de 2000 textos del PL con entrevistas
individuales y en grupo realizadas con un total de 128 residentes italianos y extranjeros,
así como con representantes de la administración pública. Esta doble perspectiva
permite obtener información sobre la visibilidad de las lenguas extranjeras en el espacio
público y, asimismo, observar cómo las personas perciben y evalúan el plurilingüismo
en el barrio. En cuanto al PL, lo más llamativo es el monolingüismo en italiano en casi
el 90% de los textos recogidos. El inglés, el chino y el rumano aparecen en unos pocos
textos monolingües y, muy esporádicamente, en textos bilingües con italiano. Otras
lenguas están apenas representadas. En suma, el único grupo con cierta visibilidad son
los chinos, sobre todo a través de sus comercios, pero el uso de anuncios monolingües
en chino demuestra su poco contacto con otros grupos poblacionales. Aun así, no se
puede demostrar la existencia de un verdadero espacio étnico. Por lo que concierne a las
entrevistas, es interesante que se sobreestime, a veces con considerable diferencia
porcentual, la presencia de los extranjeros en el barrio, sobre todo en el caso de la
población china. Por último, acerca de la legitimidad de la presencia de lenguas
extranjeras en el PL de Bolonia, aparece una gama amplia de opiniones, desde el temor
de perder la identidad cultural italiana y la necesidad de adaptación rápida de la
población extranjera, hasta la valoración positiva del espacio multilingüe como rasgo
dinámico e interesante, incluso como “un elemento di marketing” (p. 272).

Gabriela Prego Vázquez y Luz Zas Varela nos llevan de vuelta a España, esta vez a
Galicia, al polígono industrial de Sabón, en A Coruña [pp. 277-295]. Sabón representa,
desde los años 70 del siglo XX, una zona de inmigración y gentrificación. Ahora bien,
más que un estudio tradicional del PL de la zona mencionada, las autoras emplean
herramientas técnico-comunicativas innovadoras a fin de convertir el trabajo científico
sobre el PL en un “proyecto de investigación-acción” (p. 281) y llevarlo a los centros
educativos. Basándose en la teoría de la Conciencia Lingüística Crítica, proponen
emplear las herramientas TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación),
TAC (Tecnologías de la Adquisición del Conocimiento) y TEP (Tecnologías del
Empoderamiento y la Participación) para “implicar a la ciudadanía en proyectos
colaborativos” (p. 290), especialmente a los jóvenes, quienes así se convierten en

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observadores más atentos y críticos del PL en el que se mueven. Más en concreto, Prego
Vázquez y Zas Varela están llevando a cabo un interesante proyecto, que refleja la
investigación-acción a la perfección, materializado en MAVEL (Mapas para el atlas
virtual para la educación lingüística en la superdiversidad, http://avel.cesga.es/). En
resumen, esta plataforma invita a todos los ciudadanos a participar activamente en la
reconstrucción no solo del PL actual, sino también del PL de la memoria (sobre todo
por lo que concierne a la toponimia local), para visibilizar las transformaciones
ocurridas a lo largo de los últimos años. La plataforma no solo es de libre acceso, sino
que además permite contribuciones en forma de imágenes y audios. Un primer
resultado, relacionado con la diversidad lingüística de Sabón, es la predominancia en el
PL del gallego estándar y del español peninsular estándar, mientras que no están
presentes variedades locales. Tampoco se encuentran las lenguas de la población
inmigrante extranjera, aunque poco a poco empiezan a aparecer en los “contra-
espacios” en forma de grafitis y pintadas (p. 290). Sin lugar a dudas, este acercamiento
al PL constituye una valiosa innovación metodológica y, en definitiva, fomentará “la
cohesión social a través de estrategias de trabajo cooperativo entre jóvenes de contextos
diversos y multiculturales para propiciar la inclusión social a través de la valoración de
la diversidad lingüística” (p. 292).

El trabajo de Martina Bellinzona inicia el último bloque temático del volumen, dedicado
a los PPLL en contextos educativos. En concreto, Bellinzona nos permite observar el PL
en siete escuelas secundarias en Lombardía, Toscana y Lacio [pp. 297-321]. Según la
autora, el contexto educativo constituye un espacio predilecto para el análisis del PL
debido al origen lingüístico y cultural diverso del alumnado. Al mismo tiempo, es un
espacio de socialización central para los jóvenes, con una función importante en su
formación plurilingüe e intercultural. En la primera parte de su artículo, Bellinzona
ofrece un estado de la cuestión de estudios sobre el PL en contextos educativos
(Linguistic Schoolscape) y señala que no existen estudios previos sobre Italia. El núcleo
del trabajo consiste en la presentación de los resultados de su propio estudio, basado en
un corpus de 801 fotografías del PL de cinco escuelas con un alto porcentaje de
alumnos extranjeros y dos escuelas que ofrecen enseñanza de lenguas no europeas
(árabe y chino). Propone una clasificación de los textos según su función principal:
función informativa, función simbólica (estos textos ofrecen una mayor diversidad
lingüística, sobre todo los grafitis) y función mixta (función mayoritaria, p. ej. anuncios
comerciales o publicidad de eventos, muestra plurilingüismo sobre todo en textos
decorativos). En todos los tipos textuales, la lengua mayoritaria es el italiano, seguido
por el alemán y el inglés (este último, sobre todo, en su función de idioma internacional
y de moda). De las lenguas no europeas, las únicas que tienen una visibilidad en el PL
estudiado, aunque muy limitada, son el árabe y el chino, L1 de un porcentaje cada vez
mayor de alumnos. No obstante, su presencia se limita al 5,2% de los textos estudiados,
y el árabe, incluso, aparece únicamente en elementos decorativos. Concluye la autora
que la visibilidad del chino y del árabe no se debe a la presencia de alumnos de este
origen lingüístico, sino por ser lenguas de promoción internacional. Puede ser que esto
sea el resultado de la tendencia general en Italia que, mucho más que fomentar el
diálogo intercultural e interlingüístico, opta por una integración de los alumnos
extranjeros únicamente a través del aprendizaje del italiano, tendencia criticada por
Bellinzona: “Il mantenimento della propria L1 è un diritto e costituirebbe un vantaggio,
anche in termini economici oltre che culturali, per individui, società e lo Stato stesso”
(p. 318).

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El artículo elaborado por Rosana Ariolfo se diferencia de los anteriores porque trabaja
con textos orales y estudia un fenómeno lingüístico muy específico [pp. 323-345]. Aun
siendo consciente de que los estudios clásicos del PL analizan ejemplos lingüísticos
escritos, opina que “también los textos orales […] conforman el paisaje lingüístico de
un lugar” (p. 324). En concreto, Ariolfo analiza el uso del pretérito perfecto compuesto
(PPC) en 26 entrevistas realizadas con jóvenes estudiantes latinoamericanos en Génova.
Su objetivo final es reflexionar sobre las posibilidades y los retos que supone la
presencia cada vez más diversificada de alumnos hispanohablantes de distintos orígenes
dialectales en las clases de español. Con respecto al uso del PPC (del que ha registrado
520 ocurrencias), destacan los siguientes resultados: se recogen ocurrencias con valores
modalizadores evidenciales (el PPC como indicador de distancia, duda o incerteza); es
frecuente el uso del PPC en combinación con verba dicendi (transmisión de
información indirecta); se emplea el PPC en momentos narrativos emotivos y
expresivos; y se observan algunos casos de PPC con valor de aoristo. Quizás el
resultado más interesante sea la hipótesis de que la aoristización del PPC pudiera ser el
resultado de una convergencia lingüística con el italiano genovés, que “utiliza el
pretérito compuesto en contextos en los que hablantes de otras zonas de Italia utilizan el
simple” (p. 337).

También Daniela Carpani trabaja con estudiantes latinoamericanos de la Universidad de


Génova, en concreto, del Departamento de Ciencias Políticas [pp. 347-364]. Los
métodos empleados son un cuestionario cognoscitivo y entrevistas semidirigidas,
realizadas por una entrevistadora argentina. Carpani se interesa por la función y el
estatus que tiene el español para los estudiantes latinos, así como por sus percepciones
de la lengua española. En su mayoría, son latinoamericanos de segunda generación,
sobre todo de Ecuador, que están lingüísticamente integrados en la sociedad italiana.
Son conscientes de la variación dialectal del español y han crecido con la idea de que el
español peninsular constituye el referente de corrección. En la Universidad, observan
diferencias entre el español hablado en sus casas (contexto familiar) y el español
enseñado en clase (contexto oficial, variante considerada útil para la promoción social y
laboral). Además de la norma peninsular, reconocen una norma hispanoamericana en
expansión, mayoritaria no solo frente al español peninsular, sino también frente al
italiano e incluso, en opinión de un informante, “un sustitutivo del inglés […] que
incluso, yo espero también que lo supere” (p. 360). Con todo, gracias a la presencia
institucionalizada del español en la Universidad, los inmigrantes latinoamericanos
jóvenes adquieren una mayor seguridad sociolingüística y cultural y revaloran su propia
lengua.

El último artículo del volumen, de Beatrice Garzelli, María Eugenia Granata y Laura
Mariottini, enlaza bien con el anterior y trata de un tema de enorme importancia para la
enseñanza del español como lengua extranjera: la presencia de las variedades
hispanoamericanas del español en las clases de ELE [pp. 365-392]. Las autoras se
centran en el caso de Italia, pero sin dudas sus reflexiones y sugerencias son igualmente
válidas para cualquier otro contexto de ELE, sobre todo con presencia de
hispanohablantes, como resultado de movimientos migratorios, por ejemplo. En efecto,
la población hispanohablante en Italia y sus reflejos en el PL lingüístico son, sobre todo,
de origen latinoamericano. Por desgracia, estos hablantes se hallan, muchas veces, ante
una situación de doble diglosia, “no solo como hablantes de una lengua minoritaria en
un país extranjero, sino también como hablantes de una variedad de su propia lengua

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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
S. Schlumpf. Reseña de Lingue e Linguaggi 25 (2018).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 409-417

considerada subestándar ante la norma que adquiere mayor prestigio entre las
instituciones formativas y políticas del país” (p. 372). Garzelli, Granata y Mariottini
presentan los resultados de un estudio múltiple, basado en dos cuestionarios (uno
rellenado por 103 estudiantes de ELE, otro, por más de 230 profesores italianos de
ELE) y el análisis de una selección de 14 manuales y tres portales digitales. Pese a que
para los estudiantes el estudio de diferentes variedades del español en clase es
importante, resulta que los profesores apenas tienen conocimientos sobre las variedades
americanas del español y más del 80% emplea materiales didácticos que toman como
modelo la variedad peninsular. El análisis de los manuales de ELE y sitios web
confirma este resultado decepcionante: se registra una presencia mínima de
Hispanoamérica y esta se limita, en su mayoría, a aspectos culturales sin que se
aproveche para la explotación lingüística. En definitiva, parece que la visión
pluricéntrica del mundo hispanohablante no está presente en las aulas de ELE en Italia y
las variedades americanas siguen constituyendo anexos periféricos de un mero interés
sociocultural.

En suma, el volumen Lingue e Linguaggi 25 ofrece una serie heterogénea de estudios,


con enfoques teóricos, metodologías y objetivos diversos, que sin embargo giran todos
en torno al estudio del paisaje lingüístico de la migración desde perspectivas
innovadoras y actuales. Los lectores descubren muchos acercamientos inspiradores a
este tema tan polifacético y, al mismo tiempo, tan dinámico y representativo de las
ciudades de nuestro mundo actual. Los estudios contenidos en este volumen muestran el
rigor científico y la solidez de sus autores, así como su interés en abarcar nuevos
caminos, ya sea desde una perspectiva teórica o metodológica (conceptos, teorías,
herramientas digitales), ya sea por lo que concierne al área o al material lingüístico
estudiados. Sin lugar a dudas, se trata de un volumen muy logrado, que invita a seguir
reflexionando sobre la importancia del paisaje lingüístico como objeto de estudio para
entender mejor las relaciones sociales y las redes comunicativas que a diario se crean y
recrean en las ciudades multiétnicas y multilingües que habitamos en nuestros días. Al
mismo tiempo, Lingue e Linguaggi 25 constituye una prueba del dinamismo y del
potencial que caracterizan los estudios del paisaje lingüístico en las ciudades
multiculturales contemporáneas.

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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 419-425

JUAN HERNÁNDEZ ORTEGA. Reseña de Pavón, María Victoria. 2016. Las relaciones
interoracionales en español. Categorías sintácticas y subordinación adverbial. Berlin:
De Gruyter.

1. Presentación y aspectos formales del volumen1

El volumen reseñado constituye una novedosa colectánea de estudios gramaticales


sobre las relaciones sintácticas establecidas entre oraciones subordinadas en español. El
hilo conductor presta especial atención a la tradicionalmente denominada subordinación
‘adverbial’ (o ‘circunstancial’) y a sus conexiones con la subordinación sustantiva y las
oraciones de relativo. Todas sus contribuciones están redactadas por especialistas de
primer orden en la materia. La selección de estos estudios y su edición ha sido realizada
por María Victoria Pavón Lucero, profesora de Lengua Española en la Universidad
Carlos III de Madrid. Esta investigadora ha desarrollado gran parte de su carrera
centrada en esta línea de trabajo. Su labor tiene como exponentes numerosos artículos y
varias monografías sobre la materia, la última de las cuales es la que recibe nuestra
atención.

Desde el punto de vista de la inserción de la novedad bibliográfica en el seno de su


tradición historiográfica, el volumen proporciona un conjunto de aportaciones de alta
relevancia para la bibliografía gramatical en lengua española sobre la subordinación
adverbial y su posición en una teoría general sobre la oración compuesta. La ruptura con
la clasificación tradicional de las oraciones adverbiales, de carácter nocional, y el
aumento del interés por las estructuras sintácticas que las sustentan constituyen los
avances más significativos que el estudio de estas construcciones ha experimentado en
los últimos tiempos. Esta compilación pone el foco sobre ellos.

La obra está compuesta por nueve capítulos, distribuidos en dos partes. Sendos
capítulos de encuadre general, de alta relevancia teórica y empírica, encabezan cada una
de las partes y actúan como ejes vertebradores de toda la obra. Las siete restantes
contribuciones representan estudios particulares de caso sobre construcciones
oracionales deficitariamente estudiadas, poniendo el foco en aspectos poco o muy poco
considerados anteriormente. Algunos de estos casos de estudio presentan asimismo
propuestas estructurales muy elaboradas y de calado teórico. La división bipartita
agrupa, por un lado, trabajos de carácter diacrónico y, por otro, contribuciones de índole
sincrónica. La Parte I contiene un «capítulo-eje» de Cuestiones generales, redactado
por María Victoria Pavón Lucero, además de tres estudios de caso redactados desde la
perspectiva diacrónica. La Parte II, Estudios sincrónicos, consta del «capítulo-eje» de
José María Brucart y Ángel J. Gallego y de cuatro estudios de caso.

La monografía, de VI + 345 págs., constituye el volumen 398.º de la colección fundada


por Gustav Gröber «Beihefte zur Zeitschrift für romanische Philologie» de la
prestigiosa editorial De Gruyter. Cada uno de los nueve trabajos compilados es inédito.
Solo en dos ocasiones, según indicaremos oportunamente, los estudios ofrecidos
constituyen versiones de otros que ya habían sido publicados previamente. Ninguno de
los capítulos circunscribe su atención a una variedad dialectal en particular, si bien
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puntualmente se realizan observaciones al respecto. Todas las contribuciones están


redactadas en español. Los estudios no aparecen numerados correlativamente, contienen
la bibliografía de manera individual y ofrecen las notas a pie de página, lo que facilita
su lectura. La obra carece de un índice temático de contenidos.

2. Revisión del contenido de los estudios

2.1. Capítulo de «Cuestiones generales»

El primer capítulo de la obra («Relaciones entre oraciones y subordinación adverbial»)


supone una introducción a los problemas generales de las relaciones interoracionales y
de la subordinación adverbial. Posee carácter descriptivo y sirve como encuadre de la
línea general del resto de aportaciones de la monografía. María Victoria Pavón Lucero
se centra en dos aspectos fundamentales: la caracterización del concepto de
‘subordinación adverbial’ y el desentrañamiento de las relaciones sintácticas que se
establecen en el seno de estas oraciones. En relación con el primero de estos aspectos, la
autora distingue dos grandes tipos de relación subordinativa: (a) la subordinada
modifica a toda la oración dominante: [[Aunque no te parezca bien], [no entregaré el
informe sin el visto bueno de la directora]]; (b) la subordinada forma parte —«es un
constituyente»— de la oración dominante: [Tienes que entregar los informes [donde
fuiste la última vez]]2. En cuanto al segundo aspecto, la autora considera la estructura
interna de la «oración adverbial» en función de los elementos gramaticales que la
encabezan, argumentando a favor de que el concepto de ‘subordinación adverbial’ se
sustenta en torno a diversas estructuras gramaticales preexistentes (tesis que ya había
desarrollado en algún trabajo anterior). La autora consigue asimismo tocar algunas otras
cuestiones relacionadas, como la posibilidad de sustitución de la subordinada adverbial
por elementos léxicos adverbiales o el asunto del grado de dependencia establecido
entre oración dominante y subordinada.

2.2. Tres estudios de carácter diacrónico

2.2.1. El primero de los trabajos redactados bajo una perspectiva diacrónica está titulado
«Los adverbios y la estructura informativa en el margen preverbal de las oraciones
subordinadas en español antiguo», viene firmado por Cristina Matute y Teresa María
Rodríguez Ramalle y presenta un importante trasfondo teórico. En él se investigan los
motivos por los que ciertos adverbios se anteponen al verbo en oraciones subordinadas
en el sistema gramatical del español medieval (siglos XIII-XV). Las autoras abordan
ejemplos del tipo Et los dichos clerigos deffendiendo se dizian [...] & que lo assi usaran
sienpre —su ejemplo (2b)— bajo la perspectiva de la ‘periferia izquierda’ oracional del
actual modelo de la gramática generativa. Matute y Rodríguez Ramalle estudian las
posiciones ocupadas por estos adverbios y por los pronombres átonos o clíticos, en
datos que presentan los fenómenos conocidos como ‘interpolación’ y
‘recomplementación’ y ofrecen unas interesantes conclusiones en torno a las
semejanzas y diferencias en el comportamiento sintáctico de la periferia izquierda de
oraciones subordinadas y no subordinadas, además de unas estimulantes perspectivas de
trabajo.

2.2.2. El trabajo de Rosa María Espinosa Elorza («Los cambios en las fronteras entre
relativos, interrogativos y conjunciones») estudia diversos procesos de

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gramaticalización en que participan las piezas léxicas donde, cuando y como,


asumiendo una clara distinción categorial en el léxico entre relativos e interrogativos.
Esta distinción es necesaria para la correcta estipulación de los procesos evolutivos que
propone: los relativos donde, cuando y como participarían de determinados procesos de
gramaticalización, mientras que los interrogativos dónde, cuándo y cómo harían lo
propio con otros. El trabajo de Espinosa Elorza resulta particularmente estimulante
desde el momento en que la autora asume explícitamente y con resolución la
homonimia estructural en el léxico (desconsidérese la cuestión de la tonicidad) que
genera una duplicación de paradigmas: relativos e interrogativos. Pueden ser realizadas
otras observaciones, como, p. ej., que se utilice de manera un tanto confusa los términos
‘adverbio relativo especificativo’ (sus §§ 3.1, 3.2, 4.3, 4.7) y ‘adverbio relativo
explicativo’ (sus §§ 2.2.1, 4.3, 4.4) —el carácter ‘especificativo’ o ‘explicativo’ lo
portan las oraciones de relativo que estas piezas léxicas encabezan—, entre otras
cuestiones.

2.2.3. Cristina Sánchez López («Cuando la gramaticalización se detiene: el caso de


“durante que” y “mediante que”») estudia algunas de las particularidades gramaticales
de las preposiciones durante y mediante. Se centra en el hecho de que estas
preposiciones no pueden recibir un complemento estructural —el ‘término’ de la
preposición— de naturaleza oracional en español actual (salvo en algunos dialectos).
Por el contrario, en español antiguo esta construcción sí fue posible y tuvo cierta
extensión: Estonces [la llama] la hay durante que el palo o saeta arde [...] (s. XVI);
Que mediante no tener esa enunciada Vniversidad, Carcel [...], sera mui util el que se
conceda facultad para hacerla [...] (s. XVIII); ejs. tomados de los datos de (2a) y (1b)
de la autora. La autora ofrece una tentativa de explicación de las causas de la desigual
evolución registrada en la historia sintáctica de ambas preposiciones y de la decadencia
de las construcciones con término oracional a partir del siglo XIX. Para Sánchez López,
los procesos de decadencia de «mediante / durante + oración» no responden a casos de
‘desgramaticalización’ (proceso de dirección contraria a la gramaticalización que
entraña la pérdida de valores gramaticales), sino a procesos de gramaticalización
interrumpidos antes de su conclusión.

2.3. Cinco estudios de carácter sincrónico

2.3.1. La Parte II de la obra, Estudios sincrónicos, viene encabezada por el estudio de


José María Brucart y Ángel J. Gallego, «Aspectos formales e interpretativos de la
subordinación adverbial»3. Los autores realizan un examen crítico del concepto de
‘subordinación adverbial’ y defienden que no identifica un mecanismo de subordinación
independiente per se; se trata meramente de una etiqueta descriptiva que abarca tipos
oracionales de muy diferente configuración estructural. Al estudiar con detalle las
construcciones consideradas tradicionalmente como adverbiales se observa que
responden a patrones sintácticos pertenecientes a alguno de los dos únicos mecanismos
de subordinación que reconocen: sustantiva y relativa. Brucart y Gallego abordan este
importante esfuerzo a través de la reclasificación del máximo número posible de estas
construcciones «adverbiales», lo que constituye la principal aportación de su trabajo.
Desde un punto de vista teórico, relacionan la subordinación sustantiva y la relativa con
«dos operaciones sintácticas básicas: el Ensamble Externo y el Ensamble Interno (o
Movimiento)» (cf. pág. 164 y su § 6, «Conclusiones»). Los autores son conscientes de
las limitaciones de su trabajo, y en todo momento trasluce la riqueza de perspectivas de

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investigación que se derivan de él. Ofrecemos únicamente unas breves observaciones: el


análisis que los autores ofrecen para antes de que (págs. 165 y s.) colisiona en parte con
el propuesto por Brugè - Suñer (en este vol.), al igual que la consideración como
sustantiva de la oración dependiente de hasta (págs. 166 y s.) choca con el análisis
como relativa que del mismo tipo oracional había desarrollado Bosque (2007: 146 y
ss.): hasta que ~ hasta cuando. El interesante análisis unificado ofrecido para las
construcciones oracionales con si (Dime si vienes / Si vienes, dime; págs. 183-6) se basa
fundamentalmente en la distinción entre ‘argumento’ y ‘adjunto’; sin embargo, esta
propuesta parece quedarse corta a la luz del estudio de caso de Giammatteo - Albano
(en este vol.) sobre las oraciones del tipo de la subrayada en ¿Le importa si fumo? que
se incluye tres capítulos después. En fin, Brucart y Gallego consiguen salvar muy bien
el principal problema de su estudio, que es el de resultar excesivamente abarcador.

2.3.2. El estudio de caso de Antonio Fábregas («Cómo, cuándo y dónde “donde”,


“cuando” y “como” se emplean como preposiciones») estudia el comportamiento
sintáctico de algunos relativos del español. Establece dos grupos, que examina por
separado: (a) el de los relativos donde, como y cuando, que pueden tomar antecedentes
explícitos y presentar usos preposicionales (Voy donde tu madre; Esto es de cuando la
guerra, etc.), y (b) el de mientras, considerado relativo por el autor, que rechazaría las
dos propiedades mencionadas. Para abordar el análisis particular de los rasgos de estas
piezas léxicas se vale de instrumentos explicativos de la nanosintaxis, modelo teórico
derivado del neoconstruccionismo de base generativista. El estudio de Fábregas trae
consigo importantes repercusiones teóricas y ofrece unas interesantes perspectivas de
trabajo y de aplicación descriptiva. Destaca la clara perspectiva en torno a las relaciones
entre léxico y sintaxis y, particularmente, llama la atención la elegante propuesta que se
deriva para la distinción entre relativos e interrogativos (cf. págs. 208 y 218).

2.3.3. El estudio de Edita Gutiérrez Rodríguez y Pilar Pérez Ocón («Rasgos


gramaticales de adverbios y pronombres relativos en construcciones existenciales») se
centra en un tipo de construcción deficitariamente estudiado para el español. Se trata de
oraciones de infinitivo (en ocasiones, con subjuntivo: Hay quien diga que...)
encabezadas por una palabra o sintagma qu- y dependientes de verbos como haber y
tener4, del tipo de los pares ejemplificados en No tienes {a quien / a quién} recurrir; No
hay {donde / dónde} preguntar. Estas construcciones oracionales han recibido análisis
fluctuantes y contradictorios por parte de los gramáticos, bastantes de los cuales
consideran las versiones tónicas como interrogativas indirectas debido a la interferencia
creada por el acento (prosódico y gráfico). Siguiendo lo que ya había apuntado Bosque
(2007: 149) y es asumido por la Nueva gramática académica (Real Academia Española,
2009: §§ 22.1c, 26.12i-k, 43.7n), Gutiérrez Rodríguez y Pérez Ocón optan por el
análisis de estas construcciones como oraciones de relativo libres. El panorama
brindado apunta hacia unas interesantes perspectivas de trabajo, que afectan al núcleo
de las cuestiones sobre complementación verbal (subordinación sustantiva y sus
predicados selectores, relativas libres, etc.) y a sus conexiones con la auxiliaridad
verbal, entre otros aspectos5.

2.3.4. La contribución al volumen de Mabel Giammatteo e Hilda Albano, «De la


periferia oracional a la estructura interna: las condicionales argumentales»6, constituye
un trabajo exploratorio en torno a una construcción poco estudiada: se trata de
proyecciones sintácticas encabezadas por el complementante si dependientes

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estructuralmente de predicados ‘de afección psíquica’ como importar, molestar,


agradar, etc. y que se encuentran distribucionalmente en una posición argumental.
Oraciones como la subrayada en ¿Le importa si fumo? presentan propiedades
compartidas con las subordinadas sustantivas (su § 2.1) y con las condicionales (su §
2.2). Las autoras se decantan por la naturaleza condicional debido a su semántica de
‘eventualidad’ y proponen la denominación de ‘condicionales argumentales’. Llamamos
la atención sobre el hecho de que, a pesar de que existe una sección (la § 2.3) dedicada a
las relaciones con las interrogativas indirectas totales, las autoras no hacen referencia en
su estudio a las interrogativas indirectas parciales, que también pueden ser
seleccionadas por este tipo de predicados (¿Le importa {quién / cómo / ...} le corte el
pelo?) y cuya consideración puede ser importante a la hora de abordar sucesivos
estudios sobre la materia.

2.3.5. El último capítulo de la monografía constituye un detallado estudio de caso sobre


otro subtipo oracional deficitariamente caracterizado. El trabajo va titulado «Las
subordinadas temporales comparativas», lleva la firma de Laura Brugè y Avel·lina
Suñer y se centra en las oraciones encabezadas por antes y después. En tanto que
comparativos léxicos, estos adverbios de tiempo incluyen un rasgo temporal de
anterioridad o posterioridad y, a diferencia de otros, añaden un rasgo de carácter
comparativo (como el existente en más y menos), que dota a las oraciones de antes y
después de una peculiar estructura sintáctica, desarrollada minuciosamente por las
autoras. La propuesta teórica consta de una parte descriptiva y de una parte de contenido
más especulativo. En la primera se da cuenta de la relación entre los elementos de la
comparación –el diferencial (seis meses), la base (de depositar la tesis) y el ‘conector’
comparativo (antes)–. En la parte del análisis de carácter más teórico, se postulan
diversos núcleos sintácticos tácitos, envueltos en respectivos procesos de movimiento
(cf. esp. págs. 329 y ss.).

3. Valoración global de la obra

La obra reseñada constituye la aportación más novedosa, sugerente y estimulante de las


publicadas en los últimos años sobre subordinación adverbial y relaciones entre
oraciones del español, y cubre un importante hueco bibliográfico en el ámbito
hispánico. En ella se aúnan estudios de diversa índole metodológica sobre
construcciones de carácter fundamentalmente adverbial, pero con atención a sus
relaciones con las oraciones sustantivas y las relativas. Los trabajos están a cargo de
especialistas en el campo de la lingüística hispánica. Los temas de estudio, en su mayor
parte, han sido poco o muy poco abordados anteriormente y presentan alta relevancia
tanto para la comunidad científica de hispanistas como para la de romanistas. Las
perspectivas de investigación que han quedado abiertas son ciertamente ingentes. En
resumen, el carácter colectivo, la calidad y riqueza del grupo de especialistas
involucrados, la relevancia y profundidad de sus aportaciones, la escasa consideración
previa de muchos de los fenómenos y el amplio caudal de perspectivas de trabajo que
quedan apuntadas hacen de esta monografía una obra de referencia fundamental sobre la
materia. Sobresalen también la magnífica preparación del volumen por De Gruyter y la
cuidada edición a cargo de Pavón Lucero. Debido al específico contenido de cada una
de las contribuciones, no se echa en falta la presencia de ciertos textos complementarios
presentes en otras compilaciones temáticas, como un índice de materias o una
bibliografía final unificada (los solapamientos de fichas son mínimos). No obstante,

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dada la proyección internacional del sello editorial que publica este título creemos que
le hubiera aportado mayor impacto haber incluido un resumen en inglés de cada
contribución.

Referencias bibliográficas

Bosque, Ignacio. 2007. Cuando que es igual que cuando. En Inmaculada Delgado
Cobos y Alicia Puigvert Ocal, eds. Ex admiratione et amicitia: Homenaje a Ramón
Santiago. Madrid: Ediciones del Orto, pp. 139-158.
Gómez Torrego, Leonardo. 1999. Los verbos auxiliares. Las perífrasis verbales de
infinitivo. En Ignacio Bosque y Violeta Demonte, dirs. Gramática descriptiva de la
lengua española, vol. 2, cap. 51.º Madrid: Espasa, pp. 3323-3389.
Gutiérrez-Rodríguez, Edita; Pérez-Ocón, Pilar. 2017. Las relativas de infinitivo con
predicados intensionales. En Ángel J. Gallego, Yolanda Rodríguez y Javier Fernández-
Sánchez, eds. Relaciones sintácticas: Homenaje a José M. Brucart y M. Lluïsa
Hernanz. Barcelona: Universitat Autònoma de Barcelona, pp. 405-420.
Hernández Ortega, Juan. 2012a. Interrogativas indirectas, relativas libres y perífrasis
verbales con verbos de posesión en español. Tesis de Máster, Universidad Complutense
de Madrid.
Hernández Ortega, Juan. 2012b. Notas sobre la pauta gramatical «No tener por qué +
infinitivo». En Adrián Cabedo Nebot y Patricia Infante Ríos, eds. Lingüística XL. El
lingüista del siglo XXI. Madrid: SEL Ediciones, pp. 347-353.
Real Academia Española. 2009. Nueva gramática de la lengua española. Morfología y
sintaxis, 2 vols. Madrid: Espasa.

Notas
1
Agradecemos a María Jesús Fernández Leborans y a Juan Ignacio Neves Sarriegui que hayan realizado
una lectura atenta del manuscrito de esta recensión. Agradecemos igualmente a Silvia Iglesias Recuero la
amabilidad mostrada al comentar con nosotros algunas cuestiones planteadas en una versión previa de
este texto. Evidentemente, cualquier inconsistencia es de nuestra única autoría.

2
Los corchetes en los dos ejemplos anteriores indican, grosso modo y desde un punto de vista
descriptivo, las relaciones de dependencia entre constituyentes. Asimismo, se hará constar explícitamente
cuando los ejemplos procedan de la obra reseñada.

3
En 2009 los autores publicaron en catalán una versión previa, más amplia, de este trabajo (en Llengua &
Literatura [Institut d'Estudis Catalans], 20). La diferencia principal entre ambas versiones es que la previa
contiene un largo apartado (su § 2, págs. 142-165) sobre problemas generales de la subordinación, del
cual la versión incluida en este volumen carece.

4
En un estudio posterior (Gutiérrez-Rodríguez y Pérez-Ocón 2017), las autoras abordan construcciones
paralelas, pero con antecedente explícito (Busca alguien con quien ir) seleccionadas por algunos verbos
intensionales como buscar o encontrar.

5
Estas relativas libres indefinidas tienden a estar en la génesis de perífrasis verbales de significado
modal, como «tener que + infinitivo», «haber que + infinitivo» (Gómez Torrego 1999: § 51.3.1.3-4) o
«no tener por qué + infinitivo» (Gómez Torrego 1999: 3387, Hernández Ortega 2012a y 2012b).

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J. Hernández Ortega. Reseña de Pavón, María Victoria. 2016. Las relaciones interoracionales en español…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 419-425

6
Al igual que en el caso de Brucart y Gallego (en este vol.), una versión previa de este estudio, en este
caso más breve, había sido publicada con anterioridad en Gramma [Universidad del Salvador, Buenos
Aires], XXII-48 (2011).

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)

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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
A. López Serena. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 427-438

ARACELI LÓPEZ SERENA. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
Madrid: Síntesis.

Carla Amorós Negre tiene una sólida y dilatada trayectoria de publicaciones centradas
en los conceptos de norma y normatividad, en el carácter pluricéntrico de lenguas como
la española, o en la complejidad de los procesos de estandarización. Todas estas
nociones, inherentes a la investigación sobre planificación y política lingüística, a la que
Amorós ha realizado importantes contribuciones en forma de artículos, y que ella
considera “muy vinculada[s] a la sociolingüística y a la lingüística aplicada” (p. 97),
afloran también en los dos libros que ha publicado hasta la fecha. El primero de ellos
era inequívoco en este sentido. No en vano llevaba por título Norma y estandarización
(Salamanca, Luso-Española de Ediciones, 2008). El más reciente, al que se dedica la
presente reseña, Las lenguas en la sociedad (Madrid, Síntesis, 2014), vuelve a indagar
en cuestiones de política y planificación lingüística, normatividad y estandarización, así
como en “la concepción del español como lengua pluricéntrica” (título, precisamente,
del último capítulo del libro), pero encuadrando la reflexión en el contexto, más amplio,
del dualismo entre lo natural y lo social en el lenguaje (cap. 1: “Lenguaje y sociedad:
conceptos fundamentales”) y en la consideración de la presencia encubierta de la
prescripción en la historia de la lingüística (cap. 2: “De la lingüística tradicional a la
lingüística moderna: la prescripción encubierta”). Entre estos dos capítulos iniciales,
que sirven como marco general a todo el libro en su conjunto, y antes del capítulo, ya
mencionado (el número 6 y último), que se dedica al pluricentrismo del español, se
sitúan otros tres, titulados, respectivamente, “El lugar de la prescripción en la lingüística
moderna: política y planificación lingüísticas”, “La construcción social de las lenguas:
la normatividad y la estandarización lingüísticas” (que habría sido también un buen
título para toda la obra en su conjunto) y “En busca del ‘estándar’”. En lo que sigue, se
pasará revista a todos ellos, respetando el mismo orden en el que aparecen dispuestos en
el libro. Sin embargo, dado que el fin de esta reseña no es meramente descriptivo, la
atención que se dispensará a los contenidos de los diferentes capítulos –todos ellos
acompañados de un conjunto de propuestas de actividades para el aula universitaria–
no perseguirá necesariamente la proporción o el equilibrio. Antes al contrario, en la
exposición y la discusión –en la que, cuando se aluda a cuestiones de las que yo misma
me haya ocupado ya en algún trabajo anterior, para evitar dilatarme en ellas en el
reducido espacio que necesariamente debe ocupar una reseña, se preferirá remitir a las
referencias bibliográficas oportunas– se privilegiará, únicamente, una selección de
aspectos, o bien porque se consideren centrales, ya sea para esta obra, ya sea para el
paradigma de investigación en el que esta se inserta, o bien porque resulten, por algún
motivo, matizables o controvertidos. Empezaremos por estos últimos, a los que, con
carácter general, se dará también preeminencia a lo largo de toda la recensión. La
decisión, adoptada en estas páginas, de detenerme, sobre todo, en las formulaciones con
cuyos contenidos discrepe en mayor o menor medida se debe, fundamentalmente, a dos
motivos. El primero de ellos es de naturaleza práctica: por comparación con todo el
resto de cuestiones en las que suscribo plenamente las afirmaciones de Amorós,
aquellas en las que considero necesario realizar algún tipo de matización son
cuantitativamente anecdóticas. El segundo tiene que ver con el interés de esta reseña,
que sin duda será mayor si contribuye a propiciar el debate científico, en lugar de
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ceñirse a ponderar la calidad del libro que se examina, cuya mera elección como objeto
de discusión es ya una prueba innegable de dicha calidad.

Los lingüistas que dan preeminencia a la dimensión social del lenguaje –y Amorós
declara sin ambages que “[e]l estudio de las lenguas como instituciones sociales […] es,
justamente, la orientación y perspectiva lingüística que adopta este libro” (p. 16; cf.
también p. 23)–, suelen aceptar de buen grado una serie de oposiciones entre esta
lingüística de corte social, que defienden, y la lingüística autodenominada “formal”,
frente a la que se posicionan. Inserta en esta tradición de conformidad acrítica con el
antagonismo entre ambos paradigmas de investigación, en el primero de los cuadros
sinópticos que enriquecen de manera frecuente las partes expositivas del libro, Amorós
da la impresión de admitir que ambos tipos de lingüística se diferenciarían, no solo por
el hecho de que en la lingüística formal prevalecen criterios inmanentes y variables de
naturaleza interna –frente a los criterios socio-históricos y las variables de naturaleza
tanto interna como externa característicos de la lingüística social, sino también debido a
que la lingüística formal se caracterizaría por (i) la adopción del modelo hipotético-
deductivo importado de (ii) las ciencias naturales, que persigue (iii) el establecimiento
de leyes causales, deterministas –frente al modelo empírico-deductivo de las ciencias
sociales, interesadas en leyes interpretativas y tendencias explicativas– y cuyo objeto de
descripción sería la competencia lingüística, frente a la competencia comunicativa, que
la lingüística social erige como su centro de atención.

Aunque el antagonismo entre lingüística social y lingüística formal establecido en estos


términos en la figura 1.1. del capítulo 1 de Las lenguas en la sociedad (p. 17) no
constituye, ni mucho menos, un asunto capital para esta obra, conviene no pasar por alto
el problema de que algunos de estos rasgos, con cuya formulación la lingüística formal
ha tratado de labrarse una autoimagen de cientificidad análoga a la de las ciencias
naturales, no son en absoluto aceptables como propiedades definitorias de tal
lingüística. De hecho, si pese a no tratarse de aspectos centrales para el desarrollo de la
monografía que se reseña en estas páginas, traigo a colación esta cuestión –que no cabe
desarrollar de forma pormenorizada en este contexto, y sobre la que se pueden consultar
los trabajos de Bunge (1983), Fernández Pérez (1986), Botha (1989), Carr (1990),
Itkonen (2003[2008]) o López Serena (2003, 2009, 2014), entre otros– es porque su
consideración dista de ser baladí para el propósito del libro. Me explico. Coincido con
Amorós en que nuestra labor como lingüistas “implica hacer visibles los tópicos
discriminatorios, los prejuicios y las ideologías que subyacen a muchas decisiones que
solo aparentemente tienen raigambre lingüística” (p. 14; la cursiva es mía). Tomada al
pie de la letra, esta afirmación entraña que los lingüistas debemos estar también atentos
a los tópicos, prejuicios e ideologías de índole metateórica, como los procedentes de las
propuestas chomskianas, epistemológicamente inadmisibles, pero que rara vez se suelen
discutir (cf. sin embargo, Bunge 1983, Fernández Pérez 1986, Carr 1990 e Itkonen
2003[2008]). Por no extenderme en este asunto, me limitaré a afirmar –eso sí, con toda
rotundidad, y haciéndome eco de los mismos términos de los que se vale la propia
Amorós en la cita que acabo de reproducir– que el modelo hipotético-deductivo al que
dice acogerse una determinada lingüística no se aplica, en su aproximación, sino de
manera espuria, debido a la imposibilidad de establecer leyes causales o deterministas
en el ámbito de las ciencias humanas, por lo que, en consecuencia, la pretendida
emulación de las ciencias naturales en ese tipo de lingüística no es más que un tópico –
discriminatorio con respecto a la lingüística que se declara social– y un prejuicio

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inaceptable, fruto de una ideología cientificista de naturaleza monista que entiendo es


nuestra obligación denunciar y combatir. El mismo problema manifiesta la aceptación –
asimismo acrítica– de que el modelo operante en las ciencias sociales sea, siempre, de
carácter empírico-deductivo (cf., a este respecto, López Serena 2011), sobre todo
porque esta asunción –no exenta de controversia, pero en la que, de nuevo, no es posible
detenerse aquí– va más allá de las fronteras del primer capítulo y reaparece cuando, en
el número 2, se alude en dos ocasiones (pp. 58 y 62) al hecho de que la lingüística de los
ss. xix y xx ha sustituido las anteriores aproximaciones especulativas y apriorísticas por
“trabajos más rigurosos, empíricos y objetivos” (p. 62; la cursiva es mía).

Sin abandonar aún del capítulo 1 –entre cuyos contenidos principales figuran la
reivindicación de “la metáfora de la ecología lingüística”, acuñada por Einar Haugen
“para referirse a la diversidad lingüística” (p. 27) –que, “lejos de ser entendida como un
retorno al darwinismo más propio de concepciones decimonónicas que equiparaban
lengua y especie biológica, resalta la necesidad de entender el pluralismo cultural y
lingüístico como consustancial a la sociedad” (p. 114); “la dificultad para establecer una
distinción entre lenguas independientes y variedades de una misma lengua” (p. 28); el
recuento de lenguas con suficiente vitalidad o en peligro de extinción según los criterios
del Ethnologue (2013) (pp. 31-36); o el mapa de la diversidad lingüística mundial (p.
37) y de las diferentes familias lingüísticas de los cinco continentes (pp. 39-49)–, hay
una segunda idea preconcebida, en este caso de naturaleza teórica, que en principio
parece filtrarse inadvertidamente en el discurso de Amorós, pero que esta vez la autora
sí desmiente de manera tajante e inmediata. Al hilo de su definición de la lengua como
instrumento de comunicación, y en su acertada defensa de la preeminencia que, en este
contexto, se ha de otorgar a la función comunicativa del lenguaje (p. 18), Amorós
realiza la siguiente afirmación: “En tales circunstancias, en las que prima la concepción
instrumental del lenguaje, lo más importante es lograr la eficacia comunicativa, ser
capaz de transmitir una información a un destinatario y que este pueda procesarla y
comprenderla” (ibíd.). En este sentido, estamos, de nuevo, ante un asunto que no es
fundamental para el desarrollo de la obra, pero que resulta lo suficientemente
controvertido como para que merezca la pena detenernos en él. Para Amorós, este
argumento está subordinado al que se expresa a continuación: “Esto se logra con
independencia del seguimiento estricto de las normas lingüísticas codificadas en
diccionarios y gramáticas” (pp. 18-19). Ahora bien, pese a su carácter subalterno, no
querríamos soslayar el hecho de que ese “esto” que se logra tanto si se siguen
estrictamente las normas estándares o ejemplares de los idiomas como si estas se
infringen en absoluto consiste, exclusivamente, en “transmitir una información a un
destinatario”. Con o sin seguimiento riguroso de las normas estándares codificadas, los
hablantes, en sus interacciones, ni se limitan a transmitir información, ni tienen la
transmisión de información como propósito fundamental. Precisamente, una lingüística
verdaderamente social está forzada a poner de relieve cómo el lenguaje es, aparte de un
instrumento de transmisión de información, también un instrumento de socialización, de
construcción de contacto con el otro, de creación de contacto mediante un tejido
discursivo que a veces ni siquiera persigue hacer cosas con palabras, sino, simplemente,
hacer palabras (López Serena 2017); de ahí que nos adhiramos completamente a las
críticas que Amorós vierte contra el enfoque instrumental en el ámbito de la
planificación lingüística, “actualmente muy desestimado por descuidar otra de las
funciones básicas del lenguaje y de las lenguas, el ser vehículo de interacción y
cohesión sociales” (p. 19) y nos parezca importante que se recuerde cómo “[p]ara

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Bernárdez (2009[2004]: 235), el 70% del tiempo dedicado a la comunicación lo ocupa


esta función interpersonal” (p. 20), cuyo “propósito es mantener o reforzar los lazos
sociales” (ibíd.). Esta denuncia de la “mera identificación de las lenguas con
herramientas de comunicación” devendrá también crucial en el capítulo 3, en el que se
resalta cómo tal concepción “tiene el inconveniente de descuidar, en la mayoría de
ocasiones, la riqueza que supone la diversidad etnolingüística, al defender que la
eficiencia y la viabilidad económica se asocian al uso y promoción de unas pocas
lenguas hegemónicas y mayoritarias” (p. 117), en detrimento de la visión de la lengua
como factor de identidad (cf. § 1.2.3.), que es, junto con la visión de la identidad como
una dimensión “dinámica, híbrida y múltiple” (p. 22), uno de los factores
consustanciales del tipo de aproximación al “plurilingüismo y el plurilectalismo” (p. 23)
que propugna la autora de Las lenguas en la sociedad, para quien, de hecho, “la misma
noción de lengua es una caracterización subjetiva, una elaboración teórica muy
vinculada al concepto de identidad, que no puede establecerse con criterios
estrictamente lingüísticos” (ibíd.), algo que también ocurre con el concepto histórico de
lengua estándar que, desde la conversión, por parte de Dante, del romance italiano en
lingua illustre y regulata, ha prevalecido “en la tradición lingüística occidental judeo-
cristiana y en las aculturadas a esta” (p. 25).

El capítulo 2 –algunos de cuyos epígrafes de rango inferior presentan títulos tan


sugerentes como “Legitimidad e igualdad potencial de todas las variedades lingüísticas”
(§ 2.1.2), “Preferencia por las manifestaciones de la oralidad” (§ 2.1.3) o
“Estandarización y criptoescriturismo” (§ 2.2.2)– parte de un aserto con el que comulgo
plenamente: “Una disciplina que estudia la lengua en su contexto social no puede
desatender que los hablantes le (sic) otorgan a las lenguas un carácter normativo” (p. 57;
cf. también p. 97), algo más desarrollado en otro lugar de este mismo capítulo: “La
solución contra los excesos normativistas […] no es reaccionar con el
antiprescriptivismo radical, bajo la consigna de la defensa del ejercicio de una moderna
ciencia objetiva que descuida el valor del lenguaje como hecho y producto social. La
lingüística, como disciplina humana, debe otorgar la importancia que merece el
universo extralingüístico que envuelve y condiciona los usos, actitudes y creencias
lingüísticas de los hablantes” (pp. 82-83). Se adentra, a continuación, en un brevísimo
recorrido historiográfico por la tradición lingüística, de cuya evolución se destacan
como hitos en la superación del prescriptivismo (i) la toma de “conciencia de la
inadecuación de reglas gramaticales que habían sido prescritas para muchas lenguas,
simplemente por analogía con el modelo estructural greco-latino” (p. 60) y (ii) el
abandono de la idea de que “los preceptos normativistas se amparaban en una supuesta
logicidad de unas lenguas en oposición a otras” (p. 62). Sobreseídos ambos sesgos,
Amorós advierte con acierto de la pervivencia de “resabios de este proceder subjetivo e
ideologizado […] en profesionales de las lenguas que continúan hablando de la mayor y
menor aptitud, perfección y eficacia de unos sistemas frente a otros” (p. 64), o de la
menor complejidad de ciertos sistemas lingüísticos como los pidgins y criollos (p. 71) y
de las variedades orales de las lenguas que cuentan con escritura (p. 78), al tiempo que
han propiciado, con su ancestral desatención por las lenguas signadas, la marginación
de estas de la investigación lingüística (p. 72). En algunos momentos resuenan también
aportaciones de Elena Méndez García de Paredes, una investigadora con la que Amorós
ha trabajado en colaboración en varias ocasiones, por ejemplo cuando, casi al final de §
2.2.1 se resumen –en términos muy similares a los que Méndez García de Paredes
emplea en un trabajo excelente de 1999 titulado “La norma idiomática del español:

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visión histórica”, que sin embargo no se recoge en la bibliografía final del libro– ideas
como la de que “descripción y prescripción son dos facetas de una misma normatividad
lingüística” (p. 86), o la ya sostenida por Lara (1976) –otra referencia ausente en el libro
de Amorós– de que “un hecho lingüístico normal y usual en una comunidad lingüística
puede convertirse en modélico y ser codificado” tanto como “un uso normativo
prescrito puede extenderse y generalizarse en la actuación lingüística de una
comunidad” (ibíd.) (cf., a este respecto, también López Serena 2015).

El capítulo 3 –que finaliza llamando la atención sobre la cuestión de que “la emergencia
de una variedad estándar […] no es […] el único de los fines de la subdisciplina” que
Amorós denomina “política y planificación lingüísticas” y “que incluye, entre otras
tareas, la protección de lenguas minoritarias, la revitalización lingüística, la
internacionalización del léxico, la restauración de palabras obsoletas, el desarrollo de
sistemas de escritura, las reformas ortográficas, la elaboración de terminologías y
discursos especializados, la confección de guías contra el uso sexista de la lengua, la
expansión de lenguas, la conservación de las lenguas de inmigrantes, etc.” (p. 129)–
reparte su atención equitativamente entre la rememoración de los inicios de la
planificación lingüística (pp. 99-100), la distinción entre planificación de corpus y
planificación de estatus, con la que Kloss (1967) completó las propuestas anteriores de
Haugen (p. 101), la distinción entre normativización y normalización (§ 3.1.3) y la
denuncia de las limitaciones de la regulación lingüística (§ 3.2), con la implantación
consiguiente del paradigma de la política y la planificación ecolingüísticas (pp. 115-
116). En todos los casos, el esclarecimiento de los diferentes conceptos y la explicación
de los distintos procesos implicados se ilustran con ejemplos de políticas lingüísticas
concretas: la conversión del swahili en lengua nacional en Tanzania (pp. 109-110), la
revitalización del hebreo en Palestina a finales del s. xix y principios del xx (pp. 110-
111), la historia lingüística de la Península Ibérica (pp. 111-112) –que se escribe,
incomprensiblemente, siempre en minúscula–, la declaración de los derechos
lingüísticos (§ 3.3.1), o la enumeración, esta vez más pormenorizada que al final del
capítulo 1, de las principales lenguas amenazadas en la actualidad (§ 3.3.2).

A partir del capítulo 4, el libro se centra ya plenamente en las nociones de normatividad


y estandarización lingüísticas. Para empezar, advierte contra el peligro de aceptar como
universales “construcciones sociocognitivas de sociedades particulares”, como la
construcción del proceso de estandarización lingüística, “una de las formas con las que
la civilización occidental […] ha encauzado la normatividad lingüística intrínseca y
universal de toda comunidad” (p. 135). Señala, a renglón seguido, la enorme influencia
que el proceso de estandarización ejerce en las actitudes lingüísticas (p. 136) –para cuya
ilustración se remite a un estudio inglés (Bourhis, Giles y Lambert 1975, cuya
referencia completa se echa en falta en la bibliografía final) y otro español (Alvar
1986)– y destaca la conveniencia de distinguir, siguiendo a Gómez Torrego
(2002[1996]), entre (a)gramaticalidad e/y (in)corrección, en términos similares a como
Coseriu (1956-57) proponía diferenciar entre corrección y ejemplaridad (cf. López
Serena 2015), y a como el Diccionario panhispánico de dudasdiscrimina
–lamentablemente, no siempre de forma consistente– entre usos señalados con asterisco
y usos marcados con bolaspa (p. 142).

En este mismo capítulo, aunando las aportaciones de la sociolingüística anglosajona, en


las que Las lenguas en la sociedad bebe con más frecuencia que en las de la Lingüística

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de las variedades de filiación coseriana (cf. López Serena 2006, 2013) –la de “Sistema,
norma y habla” es la única referencia bibliográfica que se incluye del maestro rumano,
de quien no se reproduce ninguna cita literal hasta la p. 200–, con conceptos como los
de elaboración (Ausbau) y distancia (Abstand) del ya mencionado Kloss (1967), junto
con algunas de las ideas de Koch y Oesterreicher (2007[1990]), Amorós consigue poner
de relieve la dinámica propia del espacio comunicativo que se configura en lo que
podríamos denominar cada comunidad de estándar, cuyos hablantes, por lo general no
monoestilísticos (p. 143), se mueven entre las variedades vernáculas y las variedades
cultivadas (p. 140). Con todo, el aprovechamiento que se hace de las propuestas de la
Lingüística de las variedades no llega a ser completo. Esto se aprecia,
fundamentalmente, en las referencias que se hacen a la situación lingüística de
Andalucía, que en trabajos como López Serena (2011, 2013) o Méndez García de
Paredes (2008) se han analizado desde el marco teórico preeminente en la Romanística
alemana, con escrupulosa evitación de formulaciones como la de que los andaluces se
hayan visto “forzados en su práctica profesional a renunciar a su vernáculo para imitar
la pronunciación prestigiada centro-septentrional de Castilla” (p. 138; la cursiva es
mía), que me parece una de las más desafortunadas del libro que se somete a examen en
estas páginas, y que es, además, contradictoria con asertos, muchos más felices, de la
propia Amorós, como el de que “la diferencia crucial entre el estándar y el resto de
variedades responde a su distinto tratamiento y elaboración funcional (Ausbau), que
tendrá también su correlato en el plano estructural (Abstand) y que se basa
fundamentalmente en el carácter de lengua escrita y codificada de las primeras” (pp.
147-148; la cursiva es mía), o el de que “el espacio funcional del estándar sigue siendo
el de la escrituralidad, puesto que, cuando el estándar se realiza oralmente, se concibe y
sigue mayoritariamente los patrones del código escrito” (p. 208) –de ahí que “[e]l mejor
exponente de est[e] [sea] la variedad escrita codificada, propia de situaciones formales,
que, cuando se realiza oralmente, está mucho más próxima a la variedad escrita que la
usada comúnmente por ‘los cultos’ en la conversación espontánea” (p. 209; la cursiva es
mía). Estos asertos que he calificado de felices habrían permitido decir que los
andaluces, en su práctica profesional, de acuerdo con el funcionamiento propio de la
dinámica entre inmediatez y distancia comunicativa, dan prioridad, no a su vernáculo,
sino a la variedad estándar, basada, no en la pronunciación centro-septentrional de
Castilla, sino en la que más se asemeja a la escritura y la codificación ortográfica de su
idioma (en este sentido, cf. ahora Méndez García de Paredes/Amorós 2018).

Por otro lado, tampoco parece integral la asimilación de las propuestas de la Lingüística
de las variedades de filiación coseriana en un momento específico del capítulo 5, sobre
el que luego abundaremos, en el que, en un contexto en que se está haciendo hincapié
en el carácter pluricéntrico de determinadas lenguas, y en la existencia, en algunas de
ellas, de asimetrías en forma de variedades dominantes, se dice sobre la existencia de
tales variedades dominantes que esta “se vincula, en lo diatópico (sic), a la presencia de
centros lingüísticos más o menos fuertes (o más o menos débiles)” (p. 194). El
problema, a este respecto, está, naturalmente, en el empleo del término diatópico. Y es
que, tal como ya expuso con acierto Wulf Oesterreicher, refiriéndose específicamente al
caso del español, las diferencias del español de América no pueden concebirse como
diferencias diatópicas con respecto al español de España:

[…] ciertos fenómenos lingüísticos regionales representan en América


indiscutiblemente un estándar, es decir, que se trata de formas de ninguna manera

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marcadas como diatópicas y que, por cierto, no deben ser descritas tampoco como
desviaciones diasistemáticas del estándar peninsular. Estos elementos conforman
[…] estándares regionales y estos se definen y se diferencian de lo diatópico antes
mencionado por dos características concepcionales:

1. […] corresponden, como estándar, en su territorio, a la lengua de la distancia, a


la escrituralidad, y, por esta razón, no entran en la cadena variacional;
2. […] como estándares constituyen obligatoriamente el punto de referencia para
todas las variedades y marcas diasistemáticas en la región en cuestión, es decir,
también para la variación diatópica” (Oesterreicher 2002: 282-283; la cursiva es
mía. Cf. también López Serena 2011, 2013).

En otro orden de cosas, y retomando el capítulo 4, extraña también otra formulación. Si,
tal como se sostenía en el capítulo 2, “[u]na disciplina que estudia la lengua en su
contexto social no puede desatender que los hablantes le (sic) otorgan a las lenguas un
carácter normativo” (pp. 57, 97) –de ahí que “[l]a solución contra los excesos
normativistas […] no [sea] reaccionar con el antiprescriptivismo radical, bajo la
consigna de la defensa del ejercicio de una moderna ciencia objetiva que descuida el
valor del lenguaje como hecho y producto social” (p. 82)– y si, como se reivindica
también en el propio capítulo 4, en relación con la glosodidáctica, “[d]esatender la
importancia que la sociedad misma le otorga a los estándares sería […] caer en un
flagrante error” (p. 172), no se entiende bien el “antiprescriptivismo radical” que parece
desprenderse de este otro aserto, a mi modo de ver tampoco especialmente acertado, de
este cuarto capítulo: “Es evidente que el proceso de estandarización está motivado por
razones de índole sociopolítica y económica, al perseguir una homogeneización ficticia
contraria a la evolución natural de las lenguas y al empleo que hacen de estas las
diversas comunidades lingüísticas” (p. 151), y que, en la medida en que, al poner el
acento en la homogeneización ficticia, olvida la característica de estabilidad flexible del
estándar, que se había resaltado en el capítulo 3 (p. 107), parece acuñado más como
introducción a la presentación de los modelos racionalista y romántico en la ideología
nacionalista que se hace a continuación (p. 155), y como antesala del epígrafe (§ 4.4)
dedicado a los agentes del proceso de estandarización (organismos de reglamentación
lingüística como las academias, legislaciones lingüísticas y educativas, medios de
comunicación, etc.) que como descripción ecuánime de cualquier proceso de
estandarización.

El capítulo 5, “En busca del ‘estándar’”, se centra, fundamentalmente, en la


presentación de la distinción entre modelos unitaristas y modelos compositivos
sintéticos (o complementaristas) de selección del estándar, en la descripción de algunas
de las prácticas pluricéntricas adoptadas por determinadas lenguas concretas (§ 5.2), en
la necesidad de delimitar con claridad el concepto de estándar frente al de lengua (pp.
196-197, 199), así como el del hablar y escribir bien frente al del hablar y escribir
correctamente (p. 199), y en la cuestión de la alternancia entre castellano y español
como nombres de nuestra lengua (pp. 201-205). Se alude también, en un epígrafe
específico (§ 5.3), a una cuestión extraordinariamente interesante: la necesidad de
desarrollar una noción de estándar que vaya más allá de los límites del dominio del
código y abrace también el de la competencia comunicativa y discursiva (p. 197), pero
no se termina de profundizar realmente en este asunto. Sintomático de esta
imposibilidad de desarrollar con más pormenor las múltiples e importantes cuestiones

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que aborda Las lenguas en la sociedad, imposibilidad que se debe, lógicamente, a su


carácter de manual universitario, es el deseo de un tratamiento más amplio del estatus
que se confiere a lenguas como el alemán, el catalán, el español, el francés, el inglés, el
neerlandés y el portugués, que se restringe al cuadro 5.1 de las pp. 187-189, sobre el
grado de exocentrismo y endocentrismo de los modelos lingüísticos, adaptado de
Ammon (2004 [1989]), y con respecto a cuyos contenidos, extremadamente sinópticos,
el lector se queda con ganas de saber más. Esta misma imposibilidad de desarrollo
parece asimismo responsable de afirmaciones apegadas a contenidos que en sus
respectivos ámbitos de especialidad se han empezado a poner en entredicho, como la de
que el modelo unitarista, que privilegia “una única variedad capitalina o amparada por
una importante tradición literaria” fue el escogido para la configuración del estándar del
francés, el italiano o el español (p. 178). Al menos por lo que respecta al español, la
postura de Ángel López García –de la que Amorós no se hace eco hasta el sexto y
último capítulo (pp. 214, 217)– o la investigación de Inés Fernández Ordóñez, cuyos
resultados quedaron reflejados en su discurso de ingreso en la Real Academia Española
(la grabación se puede ver en http://www.rae.es/mediateca/discurso-de-ingreso-en-la-
rae-de-ines-fernandez-ordonez), están contribuyendo a poner en tela de juicio la
supuesta homogeneidad de las soluciones lingüísticas por las que el castellano se
decantó en su proceso de configuración histórica, lo que obligaría, en consecuencia, a
matizar la idea de que su estándar esté fundamentado en una única variedad capitalina.

Un último aserto controvertido del capítulo 5 se encuentra en la equiparación que se


establece entre “la norma ideal, prescriptiva y explícita” y la noción de “lengua
funcional” de Coseriu, en los siguientes términos: “frente a la norma ideal, prescriptiva
y explícita, la lengua funcional que el maestro rumano consideraba el objeto de la
lingüística, existe una norma normal forjada en el seno de una comunidad, la norma
histórica o social, a la cual Coseriu prestó atención y trascendió los límites del
estructuralismo” (p. 200). En este sentido, conviene advertir, tal como acaba de poner
de manifiesto Johannes Kabatek, en un trabajo aún en prensa, que se titula “Linguistic
Norm in the Linguistic Theory of Eugenio Coseriu”, sobre el hecho de que, en la obra
de Coseriu, justamente porque en algunos aspectos se trascienden los límites del
estructuralismo, conviven dos concepciones distintas de la norma: una de carácter
estructuralista, que busca aprehender todo aquello que va más allá del sistema, que la
concepción que presenta “Sistema, norma y habla”, y otra, la noción de norma
descriptiva o norma normal, esbozada en El problema de la corrección idiomática, que
en absoluto está forjada como sinónima del concepto de lengua funcional, que
pertenece, como el concepto de norma de “Sistema, norma y habla”, al ámbito
metodológico estructuralista. Así las cosas, sería recomendable eliminar la aposición “la
lengua funcional que el maestro rumano consideraba el objeto de la lingüística” del
pasaje que acabamos de reproducir: “frente a la norma ideal, prescriptiva y explícita
existe una norma normal forjada en el seno de una comunidad, la norma histórica o
social, a la cual Coseriu prestó atención y trascendió los límites del estructuralismo” (p.
200).

El sexto y último capítulo, dedicado a “la concepción del español como lengua
pluricéntrica”, distribuye en cinco epígrafes de extensión heterogénea (§§ 6.1-6.5)
contenidos referidos a la historia externa del español, que se aborda en § 6.1, la historia
de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (§
6.2) y la reciente “transición académica hacia la oficialidad panhispánica y

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pluricéntrica” (§ 6.3), algunas construcciones ideológicas de la hispanofonía (§ 6.4) y


los conceptos español estándar, español general y español neutro (§ 6.5). Tanto por el
número de epígrafes que se les dedican como por la extensión de estos, las protagonistas
indudables de este capítulo son la RAE y la ASALE. No en vano, como se reconoce
efectivamente en el párrafo inicial del capítulo, el espíritu que planea sobre todas sus
páginas es el deseo de poner al descubierto, mediante el estudio del “grado en el que la
retórica institucional se refleja en la política lingüística real emprendida por dichos
organismos”, “si el cambio de orientación vislumbrado en las últimas décadas en el
discurso de los agentes normativos del mundo hispánico, la Real Academia Española y
la Asociación de Academias en particular, tiene su correlato en los procesos de
normativización y normalización del español actual” (p. 213). En este sentido, se
detectan fisuras innegables. Por una parte, Amorós considera “preciso advertir”, con
Elena Méndez García de Paredes (2009), que los americanismos cuya presencia por fin
ha dejado de ser meramente residual en las obras académicas, “muchas veces se
escogen únicamente […] para dar testimonio de incorrecciones de carácter, justamente,
panhispánico” (pp. 226-227). Por otra, en relación con la superación del anterior
“modelo lingüístico monocéntrico y exocéntrico para la mayoría de naciones hispanas,
en el que las modalidades lingüísticas cultas del español americano eran juzgadas desde
una óptica eurocéntrica” (p. 228), se llama la atención sobre el problema que supone el
hecho de que los centros lingüísticos no peninsulares no se delimiten ni identifiquen con
precisión (p. 229). A este respecto, nuestra autora nos previene sobre el problema de
que, en el caso de América –y, en su opinión, también de Andalucía y Canarias, por lo
general, más bien estamos ante “estándares empíricos o implícitos, puesto que se trata
de variedades prestigiosas aceptadas socialmente y empleadas de facto por hablantes
cultos en muchas situaciones de distancia comunicativa, pero que gozan en la mayor
parte de ocasiones de una normativización informal” (p. 230).

En la reunión de contrarios, a primera vista irreconciliables entre sí, que parece


caracterizar el discurso y la acción de los principales agentes normativos de la lengua
española en la actualidad, ocupan un lugar aventajado las representaciones ideológicas
subyacentes al discurso institucional, que tal como expone Amorós, han contribuido a la
creación de “todo un universo discursivo en torno a la lengua española que exalta, por
un lado, su valor como elemento común de una única comunidad imaginada
panhispánica, globalizada y, por otro, su capacidad para dar expresión a identidades
diversas que buscan localizarse en espacios alternativos geolocalizados” (p. 233), o que
admite el carácter pluricéntrico del idioma pero marca en los diccionarios y gramáticas
como variantes nacionales o regionales, sin otorgarles la ejemplaridad correspondiente
al estándar, fenómenos lingüísticos que en sus respectivos espacios comunicativos
constituyen, indudablemente, la referencia para la distancia comunicativa (p. 232).

Tanto en estas como en otras cuestiones, por ejemplo la relacionada con el valor
económico del español, asunto que también se trata en este capítulo final, Amorós
rehúye la exposición imparcial y prefiere tomar siempre partido. Como seguramente se
habrá percibido ya, al hacerlo, descuella en su actitud una propensión por el justo
término medio. Si tomamos como ejemplo las referencias al lucro que obtienen, gracias
a la lengua española, las industrias editoriales, audiovisuales o lúdicas, veremos cómo la
autora de Las lenguas en la sociedad registra sin paliativos las denuncias efectuadas por
quienes rechazan la concepción utilitaria e instrumentalista del idioma que manifiesta su
valoración en términos de rentabilidad y productividad, sin que ello sea óbice para que

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reconozca, por un lado, que “la obtención de beneficios de la enseñanza y promoción


del español en el mundo” es “una oportunidad laboral para filólogos, lingüistas,
traductores e hispanistas del mundo entero” y, por otro, que en la situación actual
“España es, con mucho, la más privilegiada en las inversiones, recursos y relaciones
comerciales generadas en torno a la economía del español, un español que para
asegurarse la competitividad en el mercado global se presenta como unido y
panhispánico” (p. 241).

Esto último nos deja ver a las claras que el lector universitario o el lector no especialista
que se acerque, debido a un interés personal por la vida social de las lenguas, a la
monografía publicada, hace apenas cuatro años, por Carla Amorós en Síntesis, va a
encontrar en este libro un utilísimo primer acercamiento –que es también, en todo
momento, un acercamiento comprometido– a la consideración de las lenguas como
vehículos de identidad, a la doble vertiente descriptivo-prescriptiva de la lingüística, a la
construcción histórica de los estándares y, en su caso, de los agentes de la
normativización de tales estándares, y a las paradojas con las que aún conviven, a día de
hoy, la Real Academia Española y todo el conjunto de academias miembros de la
Asociación de Academias de la Lengua Española

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S. Sánchez Moreano. Reseña de Palacios, Azucena. 2017. Variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto
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SANTIAGO SÁNCHEZ MOREANO. Reseña de Palacios, Azucena. 2017. Variación y


cambio lingüístico en situaciones de contacto. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana /
Vervuert.

Azucena Palacios Alcaine (Universidad Autónoma de Madrid) es la coordinadora de


este volumen colectivo constituido por trece contribuciones que abordan diferentes
fenómenos de variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto en el mundo
Hispánico. Diez de ellas hacen parte de los proyectos de investigación “El español en
contacto con otras lenguas: variación y cambio lingüístico” y “El español en contacto
con otras lenguas II: variación y cambio lingüístico”1 de los cuales también es
coordinadora. Las otras tres complementan eficazmente la orientación de la obra. El
objetivo de estos proyectos, y por ende, de las contribuciones, es “estudiar distintos
procesos del español en contacto con otras lenguas e identificar los mecanismos que los
han producido […] en zonas de bilingüismo histórico con contacto intenso” (p.13).

Estos proyectos buscan proponer generalizaciones significativas sobre los cambios


inducidos por contacto que permitan dar luces a otras situaciones de contacto. Palacios
Alcaine parte de la perspectiva avanzada por Jarvis y Pavlenko (2008) según la cual los
cambios inducidos por contacto se producen en su mayoría en áreas de la lengua que los
hablantes perciben como similares. En este sentido, según la coordinadora:

[…] la gramática hablada en situaciones de contacto puede modelarse a partir de


los recursos lingüísticos que tienen los hablantes a su alcance, ya que son estos
los que asumen y/o perciben similitudes y diferencias entre las lenguas,
independientemente de si estas existen o no objetivamente (p. 8).

A mi parecer, este último aspecto le permite a esta obra colectiva posicionarse de forma
pertinente e importante en los debates actuales sobre la variación y cambio lingüístico
en situaciones de contacto multilingües y heterogéneas. En efecto, hoy en día es
abundante la bibliografía sobre trabajos que se enfocan más en el uso que hacen los
hablantes de sus recursos lingüísticos heterogéneos en otros contextos de variación y
contacto (Chamoreau y Léglise 2013; Mondada, 2017; Meyerhoff 2013; Léglise 2013).
Palacios Alcaine lo hace explícito en la introducción de la obra (cfr. p. 7)

En los últimos decenios, dada la consistencia teórica y empírica de los estudios


sobre contacto de lenguas, las investigaciones se centran menos en ocuparse de
cuáles son las restricciones lingüísticas que impiden el transvase de elementos y
más en concebir estas situaciones desde un punto de vista dinámico, donde el
hablante ocupa el lugar central y no las lenguas (p. 7).

Así, la mayoría de las contribuciones se centran en casos de variación y cambio


lingüístico poco o nulamente descritos en el ámbito hispánico asumiendo una
perspectiva sobre el uso que hacen los hablantes y sobre los efectos sociales que tienen
estos fenómenos. Estos trabajos buscan describir la complejidad de las situaciones de
contacto y aportar herramientas teóricas y metodológicas que permitan contribuir a ello
a partir de la diversidad de fenómenos estudiados.
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A continuación reseño las diferentes contribuciones siguiendo el orden elegido por la


coordinadora. Es necesario mencionar que el volumen no está dividido en partes. Las
contribuciones se suceden, iniciándose por aquellas que estudian casos de variación
específicos y terminando por aquellas que abordan reflexiones teóricas y estudios de
caso.

La primera contribución titulada “Imperatividad y atenuación en el castellano andino


ecuatoriano” es de Marleen Haboud (Pontificia Universidad Católica del Ecuador) y
Azucena Palacios Alcaine (Universidad Autónoma de Madrid). Tiene por objetivo
analizar las estrategias de atenuación en los enunciados imperativos en esta variedad de
español a través de la descripción de los procesos de gramaticalización y de la
naturaleza socio-pragmática de la atenuación.

Para ilustrarlo, las autoras se basan por un lado en muestras de habla natural de
hablantes monolingües de la sierra ecuatoriana en las que se tiene en cuenta el contexto
discursivo donde se producen (reuniones familiares y conversaciones informales). Por
otro lado, las autoras disponen de 56 entrevistas con estudiantes ecuatorianos
escolarizados en Madrid que han vivido en España entre seis meses y seis años.
Además, completaron estas entrevistas con la elicitación de enunciados imperativos y
con búsquedas automáticas en los corpus CREA y CORDE2, y en la prensa escrita e
Internet.

Las construcciones imperativas categóricas en el español andino ecuatoriano, explican


las autoras, cohabitan con aquellas que los hablantes producen de forma atenuada como
el futuro imperativo: “cerrarás la maleta” o la construcción “dar” + gerundio con valor
benefactivo: “dame cerrando la maleta”. Estas últimas constituyen una característica de
esta variedad. Para las autoras, se trata de estructuras que ilustran procesos complejos en
los que convergen características estructurales y semántico-pragmáticas tanto del
kichwa como del español. El futuro imperativo, afirman, es el resultado de un proceso
de convergencia lingüística entre estas dos lenguas (Haboud 1998), mientras que dar +
gerundio es el resultado de un proceso de gramaticalización (Haboud 1998, 2003;
Olbertz 2002, 2008). El uso que hacen los hablantes de una u otra forma se explica por
las necesidades comunicativas y no por el hecho de copiar simple y mecánicamente
dichas estructuras del kichwa al español.

Utilizando una escala de imperatividad de ocho niveles para el español andino


ecuatoriano (Haboud 1998; Haboud y De la Vega 2008), las autoras ilustran la
gradación de los enunciados imperativos en esta variedad desde lo categórico hasta el
ruego (p. 32). También, incluyen los rasgos característicos de cada uno de estos niveles
a saber: mandato categórico, control del peticionario, agentividad del receptor, tiempo
de realización del mandato, el beneficio recibido por peticionarios o terceros, y la
sustitución del peticionario. Asimismo, describen los rasgos pragmáticos que
caracterizan la atenuación en esta variedad de español.

Haboud y Palacios Alcaine observan mayor atenuación en enunciados imperativos en


marcos transaccionales, en situaciones de desigualdad y cuando la relación entre
participantes es de menor familiaridad. Y, por otro lado, observan menor atenuación en
contextos de mayor familiaridad, de igualdad funcional y social, y de proximidad. Sin
embargo, sugieren tener en cuenta también otros aspectos que pueden incidir en la

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elección que hacen los hablantes de una u otra forma como la edad, el género, el nivel
educativo y socioeconómico, y el posicionamiento identitario.

Estas formas atenuadas, concluyen las autoras, no son solamente producto de la


convergencia y de la gramaticalización en una situación de contacto prolongado entre el
español andino y el kichwa. Se trata de un trasvase de estrategias, con trasfondo
cognitivo, en el que el proceso de cambio lingüístico pasa por una etapa de innovación
individual y funcional para llegar a otra etapa de propagación social al punto de
volverse un rasgo estable del español andino ecuatoriano (p. 49).

La segunda contribución se titula “Usos del pluscuamperfecto en el español peruano


amazónico”. La autora, Margarita Jara (University of Nevada), se propone estudiar la
variación dialectal en el sistema verbal de esta variedad de español (EAP) focalizándose
en el análisis de los valores típicos y atípicos del pluscuamperfecto del indicativo
(PCP). La autora busca comprender los valores semánticos que tiene el PCP en las
narrativas de experiencias personales y, a su vez, identificar las estructuras narrativas en
las que este aparece.

Después de introducir el contexto socio-histórico en el que se ha desarrollado el EAP


desde el periodo colonial hasta la actualidad (p. 55-57), la autora hace una revisión de la
literatura sobre el PCP. Así, en términos de tiempo de habla y tiempo de referencia, el
uso canónico del PCP expresa un evento que ocurre con anterioridad a estos dos
tiempos. Contrariamente a Bertinetto (2013), la autora sugiere que el PCP, tanto en el
español como en lenguas como el italiano, el francés y hasta el inglés afroamericano,
puede incursionar en el campo de la aoristicidad para poner en primer plano eventos
pasados y, en menor medida, moverse también hacia el aspecto perfectivo (p. 57).

Para el español, la autora documenta los usos del PCP con valores temporales,
epistémico-temporales, modales con funciones pragmáticas, evidenciales y mirativos,
aunque estos últimos, sugiere, pueden ser analizados también como evidenciales.
También, subraya que los usos evidenciales del PCP han sido ampliamente descritos en
los estudios del español en contacto con lenguas como el quichua y el aimara (Pfänder
y Palacios 2013; Hardman 1982; Escobar 1994; Laprade 1981) en la zona andina. Pero
no lo han sido tanto en las variedades del español amazónico. Es por esto que su trabajo
constituye una importante contribución para el estudio de la variación y el cambio
lingüístico en situaciones de contacto como las que se presentan en la Amazonía. En
efecto, los datos que presenta Jara en su estudio están constituidos por narrativas de
experiencias personales obtenidas a través de treinta entrevistas sociolingüísticas
recogidas en el 2004 en Iquitos. Corresponden por lo tanto a una variedad de español
amazónico poco descrita. Las personas entrevistadas, nos explica la autora, son
hablantes monolingües del español con diferentes grados de educación primaria y
secundaria y han vivido desde siempre en esa ciudad. Por lo general son vendedores
ambulantes, empleados de hogar y de limpieza, amas de casa, etc.

Siguiendo a Labov (1972), la autora identificó las estructuras narrativas en las que
aparecen 164 formas del PCP. Estas estructuras son: el compendio, la orientación, la
acción complicante, la resolución, la evaluación y la coda. El análisis cualitativo de las
ocurrencias encontradas le permitió a la autora identificar los usos prototípicos del PCP,
a saber, temporales, pero también, usos que expresan más bien un distanciamiento

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cognitivo. Asimismo, encontró usos similares a los del imperfecto y usos con un valor
continuativo con efectos en el presente. Así, según Jara, el uso del PCP en el EAP,
además de los usos temporales, implica la implementación de una distancia cognitiva
entre el hablante y el discurso. Es decir que el hablante percibe los eventos como
recuerdos distantes que implican “instancias lejanas que se ubican en un espacio
epistémico de remembranza, ilusión temporal o reconstrucción mental” (p. 71). Este
distanciamiento tiene una función pragmática y cognitiva en la narración, lo que le
permite al hablante posicionarse en un plano panorámico desde el cual accede a la
experiencia pasada. La incursión del PCP en el terreno del PP, explica la autora, es
frecuente en el habla oral y sugiere que el PCP ha encontrado un valor semántico
estable gracias a la sucesión de diversos procesos de reanálisis, que a su vez, hacen
parte de un proceso de gramaticalización más amplio.

Aunque estos usos pragmáticos del PCP han sido también observados en otras lenguas
europeas, la autora sugiere que en el español andino el posible impacto de las lenguas
amazónicas y del quichua en el español amazónico ha tenido consecuencias. En este
sentido, “la necesidad de los hablantes bilingües de expresar la fuente de la información
habría aprovechado ese rasgo inherente de distanciamiento temporal del PPC para
expresar la evidencia indirecta” (p. 72).

La tercera contribución también trata de los valores evidenciales de formas verbales,


pero, a diferencia de Jara, en el pretérito perfecto compuesto. Ana Isabel García Tesoro
(Universidad de Antioquia) en su artículo “Valores evidenciales y discursivos del
pretérito perfecto compuesto en narraciones de migrantes andinos en Cuzco”, se
propone analizar los valores evidenciales y discursivos de los usos del PPC en ámbitos
del pasado perfectivo sin conexión con el presente, es decir, que se realizan en el ámbito
del pretérito perfecto simple (PPS) en el español andino peruano. Para esto, se basa en
historias de vida de personas que han inmigrado desde diferentes localidades hacia la
ciudad de Cuzco. La autora realizó 10 entrevistas semi-dirigidas. Durante las
entrevistas, que duraron entre 40 y 60 minutos, siempre con la mediación de una
persona bilingüe quechua-español, se les pidió a los hablantes que narraran sus historias
de vida y sus experiencias de migración.

Desde el inicio, la autora se posiciona teóricamente apoyándose en la idea de que la


gramaticalización de las formas del perfecto apunta hacia la expresión de la
evidencialidad (Aikhenvald 2004; Bermudez 2005). Según ella, estos nuevos valores
evidenciales son posibles gracias a que, por un lado, el español ya dispone de usos
epistémicos asociados con la evidencialidad y, por otro, al contacto con el quechua. Este
último actúa como un disparador de cambio que acelera su evolución hacia un cambio
semántico. A su vez, este cambio semántico tiene lugar en un proceso de convergencia
lingüística en el que los hablantes perciben las diferencias y las formas lingüísticas
(Jarvis y Pavlenko 2008; Palacios Alcaine y Pfänder 2014) de las dos lenguas (p. 80).

Así, la autora nos ofrece una visión general del funcionamiento del PPC comparándolo
con el PPS. Asegura que el PPC ha seguido procesos de gramaticalización en diferentes
variedades de español, ya observados en otras lenguas románicas, en las que puede
incurrir en el ámbito del PPS. Es decir que el PPC “ha ampliado aún más sus valores
extendiéndolos a contextos que corresponden a valores propios del aoristo, de eventos
pasados acabados en su totalidad y que no tienen relación con el presente, lo que

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corresponde a funciones del PPS en español” (Bybee, Perkins, y Pagliuca 1994;


Martínez-Atienza 2008), (p. 80). La autora asegura que en las variedades de español en
contacto con el quechua, el PPC conserva normalmente su significado de perfectivo
(con excepción del antepresente), pero presenta nuevos significados y funciones
relacionadas con el ámbito de la modalidad y la evidencialidad, aumentado su
frecuencia de uso frente a PPS (p. 82).

Lo que resulta realmente innovador en los análisis de la autora es el rol indirecto que
puede tener el contacto con la lengua quechua. Así, los valores evidenciales y
validadores que expresa el PPC (y también del pluscuamperfecto como lo sugiere Jara
en la contribución precedente), aunque se hacen eco de las posibilidades de expresión
del quechua, son potenciados por el proceso de gramaticalización avanzado que
presenta sistema verbal del PPC en esta variedad de español. Dicho de otra manera, los
cambios se introducen a través de ventanas abiertas de la lengua española y no a través
de importaciones directas del quechua. En este sentido, los nuevos valores observados
en esta variedad de español se activan en función de la narración y de las necesidades
comunicativas de los hablantes.

La siguiente contribución es de Angelita Martínez (Universidad Nacional de la Plata) y


trata de las ausencias de concordancia de número entre el sujeto y el verbo desde la
perspectiva del contacto. En “Un antes y un después en la teoría del número verbal: el
aporte del español de los Andes” la autora propone seguir explorando la variación en la
concordancia de número en estructuras con sujeto compuesto, que inició en un trabajo
previo (Martínez López 2012), con un nuevo corpus de 25 entrevistas realizadas a
migrantes bolivianos bilingües español-quechua en la ciudad de la Plata (Argentina).

La autora sigue como perspectiva teórica la línea de análisis elaborada en la Escuela


Lingüística de Columbia que sugiere “una perspectiva centrada en el lenguaje como
instrumento de comunicación y en la sintaxis como colocación de formas semántica y
pragmáticamente motivadas” (p. 99). Los sujetos compuestos, explica la autora, son
aquellos que poseen más de un núcleo como en: “Juan y Pedro acordaron reunirse” (p.
102). Estos sujetos pueden ser objeto de variación en función de restricciones sintácticas
y semánticas, es decir, según se trate de elementos coordinados o no, de referencias a
entidades distintas, de sujetos pospuestos, de objetos contables o no, de sujetos
determinados o no, etc.

Según la autora, a pesar de que la variación de número se presenta en todas las


variedades de español, en los Andes, probablemente por el contacto con el quechua, tal
vez se trate de un campo fértil para el análisis de la variación y el contacto puesto que se
trata de una estrategia innovadora que llevan a cabo los hablantes de manera creativa.
En este contexto de contacto, los hablantes estarían codificando un dual, es decir, “una
mínima pluralidad interna que significa dos” (p. 108), lo que se traduce en la
“posibilidad cognitiva de percibir el número como un continuo que permite configurar
un intermedio entre el singular y el plural” (p. 108), algo que no se encuentra marcado
morfológicamente en el español.

Así, la alternancia entre concordancia sujeto-verbo y su ausencia parece estar


determinada por las relaciones que se establecen entre las dos entidades que suponen los
sujetos compuestos. Esta relación puede ser más o menos cercana. La ausencia de

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concordancia se vería así favorecida en casos en que la relación entre los núcleos del
sujeto es más íntima como en las relaciones de parentesco, en la expresión de ciertas
comidas típicas, danzas regionales, instituciones ligadas a la migración o los valores de
la comunidad.

Finalmente, Martínez, basada en el funcionamiento del sistema numeral en las


gramáticas del quechua (Cerrón-Palomino 1976; Coombs, Coombs y Weber 1976) y de
la variación morfosintáctica observada “naturalmente” en él, sugiere que se trata de un
fenómeno de variación que puede ser influenciado por las necesidades de los hablantes
de expresar un dual y por la existencia de un sistema que contempla naturalmente
ambas opciones. Así, concluye Martínez, el “bilingüismo puede ser el verdadero
disparador de los desplazamientos cuantitativos observados” (p. 110).

La quinta contribución de esta obra colectiva es de Nadiezdha Torres Sánchez (El


Colegio de México). El objetivo de “Discordancia de número en el español de contacto
de bilingües tepehuano del sureste-español: un primer acercamiento” es analizar la
discordancia de número en la frase nominal, adjetiva, y en la relación entre el sujeto y el
verbo como “un fenómeno variable” y la posible influencia del contacto entre el español
y el tepehuano del sureste. La autora parte del hecho de que estudios previos sobre el
sistema pronominal de objeto directo para la tercera persona, realizados en el mismo
contexto geográfico (Torres Sánchez 2015), muestran que hay una simplificación de
sistema en lo que respecta al género, pero no al número.

La autora explica que en los estudios sobre la discordancia de número en situación de


contacto se pueden observar tres tendencias. La primera tiene en cuenta no solo la forma
sino también los valores semánticos de pluralidad que puede tener el referente. La
segunda le atribuye la discordancia de número a los procesos de aprendizaje de una
segunda lengua. Y la última pone en relieve la posible influencia de lenguas indígenas
así como los factores sociales y lingüísticos que favorecen la ausencia de marcas de
número.

Como se trata de un primer acercamiento a este fenómeno, la autora se focalizó en dos


grupos que denomina comunidades de habla. Estos dos grupos se distinguen por la
movilidad y el uso que hacen del español y del tepehuano del sur. De manera
interesante, la autora prefiere hablar de “colaboradores” y no de “informantes”, lo que
les confiere a los hablantes un rol más importante en su trabajo de investigación al
proveerles agentividad. En la página 120 se resumen sus características sociolingüísticas
en términos de género, edad, edad de aprendizaje, tipo de bilingüismo y lugar de
residencia.

Un total de 610 construcciones plurales, extraídas de un corpus de entrevistas


sociolingüísticas y narraciones de historias tradicionales, fueron objeto de análisis
cuantitativos de tipo “binomial de un nivel” y “de regresión escalonada”. El objetivo era
determinar los tipos de variables lingüísticas y sociales que están relacionadas con la
ausencia de marca de concordancia de número. Así, en términos generales, la ausencia
de marcas flexivas de número tiene mayor probabilidad de producirse si se trata de una
mujer mayor de 40 años en particular en las estructuras adjetivas y frásticas. Lo que
confirma factor género del estudio anterior de Torres Sánchez. De igual manera, según
la autora, contrariamente a lo que sugieren otros estudios (Ramírez Cruz 2009), la

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variación de número en este contexto parece no tratarse de “errores” producto de un


aprendizaje deficiente del español, sino más bien de un fenómeno de variación
lingüística inducida por contacto.

Las tres siguientes contribuciones tienen en común el estudio de la variación y el


cambio lingüístico en el sistema pronominal átono. La primera (la sexta en el orden
general de la obra) es de Bruno Camus Bergareche (Universidad de Castilla-La
Mancha). El autor busca en su artículo, titulado “Hablar sin clíticos: una muestra del
español aprendido del País Vasco”, sentar las bases explicativas del desarrollo de una
nueva gramática para las formas pronominales átonas en esta variedad de español a
través de un proceso de convergencia entre el español y el vasco. En este proceso, el
punto de partida es la modalidad de español aprendido e inestable en la que la inserción
de los clíticos de tercera persona no era muy frecuente. Luego, al parecer, operó un
proceso de recuperación de los pronombres átonos “en el que primaron principios
temáticos y de animacidad” (p. 141).

Para esto, el autor nos presenta primero un panorama sociolingüístico detallado sobre el
español del País Vasco y luego analiza una muestra individual de lo que él denomina
“español aprendido”. El País Vasco, nos explica el autor de manera interesante, es un
territorio donde se han desarrollado hablas romances propias, resultado de la conquista
romana y de la latinización, y hablas de formación más reciente producto del contacto
lingüístico intenso entre estas “hablas” y el español que se extendió por estos territorios
originalmente vascoparlantes” (p. 128). Según Camus Bergareche (2011, 2013), estas
variedades son por un lado el romance autóctono y, por otro, el romance importado
(propia de los monolingües castellanoparlantes) y el romance aprendido (habitual entre
la población rural vascoparlante). Ambas corresponden a un continuo de variedades de
castellano hablado en el País Vasco.

Los datos que analiza el autor corresponden a una muestra de habla proveniente del
corpus COSER (Fernández-Ordóñez 2005) que recoge muestras de habla de romance
aprendido. Por ser una variedad de contacto, esta variedad de español vascuence rural
parece tener muchísima variación lingüística asociada al contacto con el euskera. Sin
embargo, es sorprendente la descripción que hace de ella el autor en términos de
interferencias, errores, problemas, limitaciones, dominio precario, desviaciones, etc. En
la página 131, por ejemplo, el autor dice que esta variedad es una “interlengua
desarrollada en un contexto de aprendizaje informal” y que está “inevitablemente llena
de interferencias de la lengua de origen (…), el euskera”. A ella le atribuye
interferencias a nivel de vocabulario, de la fonética, o de la sintaxis la cual es
“fuertemente dependiente del euskera”.

Con respecto a la muestra que utiliza para ilustrar este último fenómeno, el autor explica
que se trata de solo una entrevista de una hora a un hablante que data del año 2000. El
hablante tenía 66 años en esa época. Era habitante de un área rural, trabajador agrícola
con una educación elemental. Al parecer, aprendió español durante su servicio militar
en Burgos, como muchos vascoparlantes. Dice el autor que su dominio del español es
“precario” aunque no tiene problema para comprenderlo. Cuando habla “se hacen
evidentes los problemas” e “incurre frecuentemente en errores o desviaciones
sintácticas”. En general, presenta “serios problemas en la identificación y conjugación
de los verbos pronominales del castellano, sin equivalente en euskera” (p. 133).

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A mi parecer, es problemático describir los fenómenos de variación en términos de


“problemas”, “errores” o “desviaciones”. También lo es el hecho de intentar categorizar
al individuo como “a medio camino entre bilingüe incipiente con competencia activa
muy regular y bilingüe consecutivo perfectamente capaz de entender lo que se le dice y
sostener un dialogo de alcance limitado”. En las perspectivas actuales del estudio de
fenómenos de contacto, estas categorizaciones tienden a perder su operatividad puesto
que las dicotomías bilingüe-monolingüe tienden a ser remplazadas, sobre todo en
contextos heterogéneos, por otras más operativas. Un ejemplo de esto es describir a los
hablantes como personas con repertorios plurilingües, pluridialectales y pluriestilísticos
(Léglise y Sánchez Moreano 2018).

La segunda contribución sobre la variación en el sistema pronominal (séptima en el


orden general del libro) es de Sara Gómez Seibane (Universidad de la Rioja). La autora
estudia la duplicación de objetos directos posverbales en el español del País Vasco. En
“Español en contacto con la lengua vasca: datos sobre la duplicación de objetos
posverbales”, la autora explica que dicha duplicación es un fenómeno panhispánico
cuyas diferencias interdialectales se explican por factores internos y, eventualmente, por
el contacto con otras lenguas tipológicamente diferentes (Gómez Seibane 2012). Así, la
duplicación tiene lugar con objetos directos humanos, definidos y/e (in)específicos; con
objetos directos inanimados, definidos y específicos; con objetos indefinidos
específicos. La diferencia entre una variedad monolingüe como la del Río de la Plata y
las variedades de español en contacto con lenguas amerindias como la andina o la
paraguaya es que, en la primera, se utiliza el clítico de acusativo, mientras que en la
segunda se utilizan las formas invariables “lo” y “le”.

Teniendo en cuenta la escasez de estudios empíricos sobre la duplicación de objetos


directos en el español del País Vasco, la autora se propone describir la frecuencia y las
características de este fenómeno, a través de un corpus oral de español de la zona vasca,
comparándolo con un corpus de español monolingüe de la zona centro-peninsular. Esta
comparación le permite, según ella, valorar con precisión las posibles innovaciones
observadas en la zona vasca.

El corpus de la zona vasca, al igual que el trabajo de Camus Bergareche, también fue
extraído de COSER y consta de entrevistas semi-dirigidas con hablantes de más de 60
años, habitantes de zonas rurales. La autora identificó 59 casos de duplicación de
objetos directos posverbales co-referenciales con un clítico, mientras que en el corpus
de comparación (español monolingüe de la zona centro-peninsular) identificó 66. Los
diferentes casos fueron clasificados siguiendo variables referenciales, de discurso y
cognitivas.

Los análisis de frecuencia en ambos corpus, realizados en función de dichas variables,


muestran que la duplicación es inferior en el corpus de la zona vasca. Según Gómez
Seibane, este resultado es inesperado con respecto a las descripciones ya hechas de la
variedad de español vasca, por lo que propone más bien una explicación cualitativa.

Así, en el corpus de la zona vasca la duplicación se asocia principalmente con referentes


nominales, mayoritariamente humanos y animados, casi siempre definidos aunque no
siempre individuados. Mientras tanto, en la zona centro-peninsular, la duplicación se

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asocia también con referentes nominales, pero con menor frecuencia. Estos son por lo
general inanimados, definidos e individuados.

La autora concluye que es posible que estemos asistiendo a una fase insipiente de
gramaticalización del acusativo en la variedad de español de la zona vasca. Este proceso
incipiente afectaría principalmente la jerarquía de la animación, en particular a
referentes humanos y animados. También habría avanzado por la definitud hasta los
sintagmas indefinidos y no-individuados en algunos casos.

La tercera contribución sobre la variación del sistema pronominal (octava en el orden


general del libro) es autoría de Edith Hernández Méndez (Universidad de Quintana
Roo). Esta vez pasamos de la zona vasca en la Península Ibérica a la zona maya
yucateca en México. El artículo se titula “Los pronombres de objeto indirecto en el
español de contacto con el maya yucateco y el fenómeno de la discordancia”.

La autora asegura que el fenómeno de la discordancia de número en el uso de los


clíticos de objeto directo (“remplazar lepor les”), a pesar del gran interés que en él
tienen los hispanistas, requiere de estudios suplementarios sistemáticos y descriptivos
de la lengua oral. Es por esto que propone analizarlo a partir de un corpus de español en
contacto con el maya yucateco. La autora busca además saber cuál es el papel del
mono/bilingüismo en el uso de los pronombres átonos de dativo asegurando que son
pocos “los trabajos que han integrado una perspectiva variacionista o de contacto
lingüístico” (p. 164).

Después de dar cuenta de los factores que condicionan la discordancia en el habla en


diferentes variedades de español, en una perspectiva diacrónica y sincrónica, la autora
explica que el fenómeno de la discordancia se explica “como un proceso de
despronominalización y gramaticalización del pronombre dativo que lo lleva a una
progresiva conversión en un marcador de concordancia (Becerra Bascuñán 2007) o
pseudoconcordancia (Belloro 2007)”.

La autora propone la hipótesis siguiente: el proceso de despronominalización y de


gramaticalización del pronombre dativo sigue la evolución interna del español, pero se
ve favorecida por factores internos y externos. A su vez, el cambio hacia la
despronominalización es un proceso acelerado por el bilingüismo y por el contacto
intenso con la lengua maya. En esta lengua los pronombres clíticos suelen posponerse al
verbo, aunque también se observan en position preverbal. Asimismo, para marcar el OI,
esta lengua distingue la persona y el número, pero no el género como en español.
Hernández Méndez propone validar esta hipótesis a través del análisis de un corpus
constituido de muestras de habla semi-espontánea de hablantes monolingües del español
y de hablantes bilingües maya yucateco-español habitantes de Chetumal, Quintana Roo.
Complementa estos datos con la estimulación de la producción de pronombres de OI de
tercera persona a partir de imágenes. Los hablantes son 7 hombres y 20 mujeres que
tienen entre 17 y 60 años. Están clasificados por el grado de mono/bilingüismo y por el
nivel de instrucción.

Según su análisis cuantitativo del corpus, el dativo se codifica a través de los


pronombres “le” y “les”. A su vez, la discordancia de número entre el pronombre y su

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referente parece ser un cambio en progreso motivado por factores internos y externos,
los cuales interactúan notablemente.

Asimismo, la autora asegura que los hablantes bilingües consecutivos de maya L1 y


español L2 y los que tienen instrucción básica son los que más aceleran el cambio y los
que permiten que el fenómeno se extienda a todos los contextos sintácticos. Sin
embargo, según la autora, al parecer, los bilingües en situación de contacto intenso
parecen llegar a este cambio utilizando una estrategia de simplificación motivada por la
necesidad comunicativa y basada en principios universales (p. 180). Por su parte, los
monolingües de variedades de español sin contacto llegan a este cambio por un proceso
de reanálisis.

Retomando el orden general del libro, encontramos la novena contribución, “Robó taxi
de una parada y chocó por una columna: una hipótesis explicativa sobre el empleo de la
preposición por en Paraguay”. Las autoras, Élodie Blestel y Rachel Fontanier
(Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3), proponen una explicación sobre
funcionamiento de la preposición por en el español paraguayo en contacto con el
guaraní fundamentándose en la lingüística del significante (Chevalier, Launay, y Molho
1986) y siguiendo un enfoque enactivo del lenguaje.

Según la lingüística del significante, “a cada significante corresponde un único


significado de lengua, y visceversa” (Chevalier, Launay, y Molho 1986). Y, según la
perspectiva de la enacción, el lenguaje humano está constituido por “una serie de
acciones, comportamientos y coordinaciones intersubjetivamente compartidos que
inciden en la emergencia de la significación” (Bottineau 2013). A su vez, de esta
perspectiva teórica surge la congnemática como instrumento de análisis de las formas
lingüísticas. El congnema, unidad de análisis de la congnemática, pone de manifiesto
“una correlación entre procesos vocales y procesos congnitivos” (Bottineau 2009, 126)
y se conciben como operadores de procedimiento “biomecánicamente encarnados”
(Bottineau 2003) que interactúan con el contexto inmediato y con el contexto de
enunciación en el discurso. La significación no solamente surge así para los receptores
del acto de habla sino también para el propio emisor.

Las autoras intentan así demostrar las consecuencias de esta teoría en el estudio del
funcionamiento de la preposición por en un corpus de español paraguayo constituido de
enunciados de la prensa paraguaya en línea de los últimos diez años. Las ocurrencias
encontradas en el corpus fueron clasificadas en función del contexto discursivo y en
función del significado que la preposición tiene por sí sola.

Postulan que por tiene un significado común y único en todos sus contextos discursivos,
sean estos normativos o no normativos, y que encaja con los empleos normativos del
español estándar y con los empleos observados en la variedad de español paraguayo.
Así, los empleos no normativos de por no evidencian una mera traducción de los
morfemas guaraníes –rehe/-re y rupi-. En efecto, la variación proviene del hecho de que
por aparece en contextos discursivos que implican la conceptualización del alcance de
un límite cuando justamente la preposición no lleva esta “limitación” en su significado.
A su vez, el alcance del límite viene implicado por el contexto semántico-sintáctico de
por. En consecuencia, por permite relacionar dos entidades de forma dinámica, como lo
hacen los fonemas –rehe/-re y rupi que relacionan entidades que no están relacionadas

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en guaraní. En este sentido, las autoras se alinean con la concepción de convergencia


lingüística de Palacios Alcaine (2007) y de influencia indirecta de la lengua de contacto.

La décima contribución, “‘¿Podés creer usted?’: sobre las formas de tratamiento


híbridas en el español de los malecus de Costa Rica”, de Carlos Sánchez Avendaño
(Universidad de Costa Rica) presenta un estudio innovador en el sentido de que las
formas de tratamiento pronominal y verbal, y la amplia posibilidad de variación que
este sistema presenta han sido poco descritos en el español de grupos indocostarricences
como en el caso de los malecus. Los malecus son uno de los nueve pueblos amerindios
de Costa Rica y están acentuados principalmente en la provincia de Alajuela. Así, este
estudio se plantea mostrar que la variación de las formas de tratamiento en el español de
este grupo, que el autor denomina “formas híbridas” o “ustedvoseo”, es el resultado de
la inestabilidad del sistema en español costarricense sin contacto con lenguas indígenas
y del contacto con la gramática del malecu.

A partir de un corpus de 20 horas de grabaciones de “discurso deliberativo acerca de la


situación de la lengua y su cultural tradicional” (p. 208) realizadas a 74 personas, de
anotaciones de trabajo de campo y de ejemplos de habla espontánea, el autor constata
que, además de la coexistencia de construcciones de ustedeo, de voseo tradicional, de
voseo innovador, y de tuteo pleno, las formas híbridas parecen estar relacionadas con la
gramática del malecu. En este sentido, en el español de los malecus se observa no solo
el voseo verbal y pronominal tónico (“vos comés”), voseo solo verbal (“comés”),
ustedeo verbal y pronominal tónico (“usted come”), ustedeo solo verbal (“come”), sino
también el ustedeo pronominal con voseo verbal (“usted comés”), es decir, el
“ustedvoseo”.

En términos cuantitativos, el autor afirma que el ustedeo es la forma predominante en el


corpus de discurso deliberativo (93,5%), seguida del ustedvoseo (3,8%), que se registra
con más frecuencia que el voseo normal (2,7%). A pesar de que las formas de
ustedvoseo no son tan frecuentes en este tipo de discurso, el autor afirma que estas sí lo
son en sus datos empíricos observados en la interacción habitual entre el investigador y
los hablantes, sobre todo en los bilingües equilibrados, a lo largo de su experiencia en el
campo (p. 216).

Sin embargo, el autor no se limita a proponer un análisis cuantitativo, sino que propone
un análisis cualitativo que resulta ser “mucho más esclarecedor e informativo de los
cambios e innovaciones, así como de los factores que inciden en la aparición de una u
otra construcción”. Este análisis cualitativo, le permite afirmar que la variación de las
formas de tratamiento no está determinada por las características sociales del
interlocutor, ni por el contexto comunicativo, ni por las estrategias de tipo pragmático.
Más bien, la variación es posible gracias a la inestabilidad y extrema variabilidad del
sistema gramatical, el de las formas de tratamiento, que se encuentra en proceso de
cambio en el español de Costa Rica y el de los malecus. Así, el “ustedvoseo” emerge en
medio de este sistema como una “innovación de causación múltiple” y se ve reforzado
por el contacto con la gramática del malecu. De acuerdo con el autor, el fenómeno solo
ha sido observado de manera similar en el español de Santiago del Estero (Argentina) y
eventualmente en Chiapas (México). Con todo, la comparación, desde una perspectiva
panhispánica podría conducir también a la región andina del sur de Colombia donde el
fenómeno también se puede observar en el español andino.

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La undécima contribución es de Carolin Patzelt (Universität Bremen) y se titula


“Plurilingüismo e hibridación como recursos de indexicalidad social: dinámicas
lingüísticas en contextos diaspóricos”. El artículo se demarca de los anteriores en el
sentido en que la autora trata del contacto en situaciones de contacto multilingüe. El
objetivo de esta investigación es contribuir al estudio de las dinámicas plurilingües y de
la indexicalidad social a la que están asociadas en el marco de la construcción de
identidades en contextos diaspóricos.

La autora se sitúa en el paradigma de los estudios post-estructuralistas sobre la relación


entre lengua y sociedad apoyándose claramente en la noción de “superdiversidad”
(Vertovec 2007) y en el campo de la sociolingüística de la globalización (Blommaert
2010). La autora afirma que ambas nociones le permiten contar con un trasfondo teórico
apropiado para el estudio de “la reproducción de identidades plurilingües como
resultado de la formación dinámica de nuevos espacios multilingües a través de la
migración y el contacto de lenguas” (p. 238).

Patzelt ilustra esta reproducción de identidades plurilingües y sus implicaciones


sociolingüísticas a través de varios ejemplos relativos a la situación del criollo haitiano
en Estados Unidos y en la Guyana francesa. Justamente, uno de los aportes más
interesantes de esta contribución es el estudio del estatus de esta lengua, que la autora
califica como “ya híbrida” en su contexto de origen, de las representaciones y de su uso
en situación de diáspora y en contacto con otras lenguas diferentes a la colonizadora.

En efecto, la autora discute la noción de “lenguas de herencia” (heritage language) para


mostrar que el valor social que esta puede adquirir en contextos diaspóricos varía e
influye en la selección del repertorio lingüístico de los hablantes. Para ilustrar este valor
social y la creación de nuevos símbolos de diferenciación étnica y de ascensión social,
la autora se sirve de ejemplos de uso del criollo haitiano por inmigrantes haitianos en
Estados Unidos. Asimismo, comparando con la situación del criollo haitiano en la
Guyana francesa, la autora ilustra la indexicalidad social de francité como estrategia de
integración lingüística a una identidad pan-criolla que engloba el conjunto de criollos
con base francesa. Además, la autora ilustra los procesos de creación lingüística en las
prácticas lingüísticas cotidianas de hablantes criollos en la Guyana Francesa. Estos usos
funcionales que se materializan por la integración de elementos de una lengua o
variedad en un discurso pronunciado en otra permiten, en tanto que estrategia indexical,
“expresar identidades sociales y lazos personales que se negocian según situaciones
comunicativas e interlocutores” (p. 246).

Patzelt propone también ejemplos de usos situacionales que muestran cómo los
hablantes utilizan sus diversos recursos lingüísticos del francés, del portugués y del
saamaka para expresar una indexicalidad social de asimilación a diferentes grupos con
los que interactúan los hablantes. En esta misma perspectiva, la autora muestra cómo,
en el caso de las interacciones entre hispanohablantes y lusófonos en Cayena, se crean
nuevas comunidades de hablantes que remiten a una identidad común: la del migrante
iberoamericano.

Finalmente, la autora discute el desafío metodológico que significa el estudio de


identidades plurilingües en contextos diaspóricos, para lo cual, asegura que se requiere
una metodología nueva y más adaptada a contextos heterogéneos. Esta metodología,

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dice, no se debe limitar al estudio de las estructuras lingüísticas en contacto, sino que se
debe expandir al estudio de los contextos sociolingüísticos en los que se usan dichas
estructuras. Así, los análisis deben ser pluridimensionales y deben tener en cuenta los
recursos lingüísticos diversificados que tienen los hablantes y que activan en la
interacción. A mi parecer, la autora se alinea con perspectivas similares abordadas en la
literatura (Chamoreau y Léglise 2012; Léglise 2013, 2017; Léglise y Sánchez Moreano
2018; Léglise y Migge 2010; Busch 2012) en los últimos años en el marco del estudio
de los fenómenos de variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto
multilingüe.

La duodécima contribución de Théophile Ambadiang (Universidad Autónoma de


Madrid) se titula “Entre diversidad lingüística y acomodación comunicativa: las
ecologías lingüísticas y sus implicaciones”. El autor propone una reflexión teórica sobre
los procesos de apropiación y aprendizaje de lenguas asumiéndolos como espacios en
los que se observan tensiones entre acomodación y diversificación lingüística. El autor
se interesa igualmente por saber cuáles son las implicaciones que estos procesos tienen
en las ecologías monolingües y multilingües.

Para esto, el autor se basa en el postulado que la diversidad lingüística se produce en


función de las lenguas coexistentes y de su interacción en un espacio determinado,
marcado por las dinámicas de la globalización. Estas dinámicas propician la formación
de redes comunicativas en las cuales los miembros presentan asimetrías en sus
repertorios lingüísticos y en el uso que hacen de ellos. Teniendo en cuenta esto, el autor
discute las nociones de aprendizaje/apropiación de lenguas no maternas en contextos de
diversidad lingüística en los que el objetivo es, a menudo, la homogeneización
lingüística, como en los países europeos. A su vez, compara lo que sucede en contextos
postcoloniales en los que frecuentemente el uso de una lengua europea favorece la
creación de asimetrías entre los hablantes.

Por otro lado, el autor discute la noción de regímenes lingüísticos en relación con las
ecologías monolingües y multilingües. Afirma que en las ecologías multilingües, estos
permiten una mayor plasticidad comunicativa gracias a la diversidad de recursos
lingüísticos de los hablantes y que, por el contrario, en las ecologías monolingües, por
la rigidez de los regímenes, las capacidades multilingües de los hablantes son vistas
como competencias truncadas, lo que a su vez viene a cuestionar el estatus del hablante
“nativo”. En efecto, afirma el autor, en situaciones de migración como las que ocurren
en Europa y Estados Unidos con la llegada de africanos, asiáticos y latinoamericanos,
“lo que se espera […] es el incremento de la diversidad lingüística en la forma de
variedades novedosas e incluso de nuevos códigos” (p. 264) como se observa en las
ecologías multilingües. Sin embargo, esto no es lo que sucede debido al peso de los
regímenes lingüísticos dominantes en Europa y Estados Unidos, que tienden al
monolingüismo. En estos contextos se observa ampliamente fenómenos de variación
lingüística, pero no la emergencia de nuevos códigos. Es así como se crean dinámicas
comunicativas que pueden favorecer al mismo tiempo la diversificación lingüística y la
acomodación lingüística. Sin embargo, los discursos dominantes sobre el aprendizaje de
lenguas y su uso en ecologías monolingües y la misma acomodación comunicativa
constriñe fuertemente la diversidad lingüística.

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 439-456

El autor concluye que las ideologías lingüísticas dominantes tienden a limitar la


diversidad lingüística, como sucede en el contexto europeo donde la presencia de
lenguas europeas y no europeas no tiene mucha incidencia en las prácticas
comunicativas de los individuos y de las instituciones.

Por último, la décimo tercera contribución es un estudio de caso propuesto por Klaus
Zimmermann (Universität Bremen). Este se titula “Construcción de identidad y
problemas de mutuo entendimiento en un encuentro intercultural entre maestros
indígenas y expertos lingüísticos (México): para la inclusión del análisis crítico del
discurso (ACD) en la planificación lingüística”. Se trata de un análisis desde el discurso
crítico de un encuentro intercultural entre profesores indígenas y expertos lingüistas en
México que tenía por objetivo encontrar soluciones a los problemas de estandarización
de lenguas indígenas. A través del ACD se busca identificar los conflictos,
malentendidos, prejuicios e ideologías preexistentes en el marco de dicho encuentro.

El autor propone, en las primeras tres partes de su contribución, una contextualización


de la situación legal de las lenguas indígenas en México, de las motivaciones del
encuentro y de las temáticas que se trataron allí (estandarización, políticas lingüísticas y
educativas). Asimismo, propone una definición del encuentro en términos de
interculturalidad a partir de una perspectiva antropológica, sociológica y
sociolingüística. Así, dice el autor, en este tipo de encuentros pueden surgir conflictos y
problemas de comprensión mutua que pueden obedecer a “las diferentes visiones del
mundo, el significado de las palabras, los gestos, la mímica, la kinésica, la proxémica
[…], etc. (p. 284). El autor afirma que el encuentro interaccional puede también ser
catalogado de multicultural y multilingüe en el sentido del origen de los participantes y
de la diversidad que esos orígenes representan.

En su análisis, el autor identificó los cinco aspectos más conflictivos del encuentro.
Estos son la denominación adecuada de los pueblos indígenas, la presuposición de
irracionalidad de los pueblos indígenas, la planificación lingüística como imposición
desde el exterior, el respeto por parte de la sociedad mestiza hacia los “indios”, y la
exclusión/inclusión que presupone el uso del pronombre “nosotros”.

Después de analizar detalladamente estos aspectos, su emergencia en la interacción y las


incidencias que tienen en el objetivo del encuentro, al autor concluye que los
malentendidos, prejuicios, la interpretación de “nosotros” como exclusivo “están
provocados por experiencias previas y la relación histórica de dominación y opresión
entre la sociedad mexicana mayoritaria y los indígenas conquistados convertidos en
minoría sin derechos” (p. 293). De igual manera, el autor afirma que los maestros
indígenas consideran a los expertos como opositores, aliados de los poderosos del
pasado y dominadores.

En este sentido, el encuentro no alcanza su objetivo inicial de cooperación sobre


cuestiones de política y planificación lingüística, y resulta más bien conflictivo. Es por
esto que el autor propone la inclusión del ACD en los procesos de política y
planificación lingüística. Concretamente, se trata de identificar los conflictos que
pueden surgir en encuentros similares con el objetivo de evitar este tipo de conflictos.
Al autor sugiere también sensibilizar previamente a los participantes de estos encuentros
para atenuar y evitar estos conflictos.

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 439-456

En conclusión, el volumen de trece capítulos es sin duda una importante contribución al


campo de la variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto en el mundo
hispánico por varias razones: primero, porque aborda una diversidad de fenómenos y de
situaciones de contacto, algunos aún poco tratados en la literatura. Segundo, porque
cada una de las contribuciones propone perspectivas teóricas y metodológicas diversas,
desde lo cuantitativo hasta lo cualitativo y la combinación de ambos. La mayoría tiene
como punto teórico en común la influencia indirecta del contacto en el marco de
procesos complejos de convergencia lingüística entre el español y las lenguas indígenas
en el que los hablantes perciben las diferencias y las formas lingüísticas. Tercero,
porque la mayoría de los trabajos hace parte de un proyecto mayor “El español en
contacto con otras lenguas: variación y cambio lingüístico (I y II)”. Así pues, los
trabajos reunidos en este volumen son representativos de un trabajo colaborativo y este
hecho es digno de ser resaltado: a mi parecer, este es uno de los puntos fuertes de este
volumen ya que considero que la investigación no puede avanzar si los investigadores
no se insertan en redes de colaboración y diálogo permanente más allá de las diferentes
orientaciones teóricas y metodológicas que cada uno de nosotros tenemos. Los trabajos
que no hacen parte del proyecto dirigido por Azucena Palacios, pero que se integran en
el volumen, vienen a completar muy eficazmente los análisis y reflexiones presentadas
en la introducción del volumen. Esto le da al volumen, además de una diversidad y
riqueza en términos de los temas y contextos estudiados, un argumento más para
posicionarse como una excelente contribución en este campo.

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Notas
1
Estos proyectos han sido parcialmente financiados por el Ministerio de Economía y
Competitividad/Fondo Europeo de Desarrollo Regional (ref. FFI2012-31702 y FFI2015-67034-P,
MINECO/FEDER).

2
CREA: <http://corpus.rae.es/creanet.html>; CORDE: <http://corpus.rae.es/cordenet.html>.

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A. Narbona Jiménez. Reseña de López, Ángel. 2018. Prolegómenos a un estudio de la variación lingüística
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 457-462

ANTONIO NARBONA JIMÉNEZ. Reseña de López, Ángel. 2018. Prolegómenos a un


estudio de la variación lingüística.Valencia: Tirant Editorial.

El lector haría bien en empezar por las palabras con que se cierra el Epílogo: “cualquier
engarce entre lo biológico y lo cultural que no pase por el lenguaje estará mal
fundamentado […]. La consiliencia entre ciencias naturales y ciencias humanas se
fundamentará en el estudio de la variación lingüística o no se alcanzará jamás. Es el
reto al que se enfrenta la lingüística del siglo XXI y al que este libro ha querido
contribuir modestamente”. Me parece el mejor aviso para quien se adentre en un texto
no extenso, pero sí intenso y denso, como la mayor parte de los escritos de Ángel López
(Á. L.). Aunque no se conozca a fondo la bibliografía que va apareciendo en las notas
(no recogida al final), la habilidad del autor para convertir en obvio lo que no lo es –o
no tanto– facilita la comprensión del contenido del libro. Así, por ejemplo, tras recordar
(en el capítulo 6: “El signo asimétrico y la variación”) que “los dos planos, el
significante y el significado, no se conciben como dos caras de una misma moneda”,
pues “el primero tiene existencia independiente, mientras que el segundo sólo existe en
la medida en que lo soporta el primero”, poco menos que se disculpa: “esto es tan
evidente que casi parece increíble que no se advierta de inmediato” (p. 81).

He de aclarar, ante todo, que, pese a lo que parece deducirse de las advertencias que
figuran en los capítulos 1 (“basado en mi contribución a…”), 10 (“reproduzco
parcialmente mi trabajo…”), 12 (“reproduce en parte mi trabajo…”), 13 (“me baso en
las ideas expuestas en…”) y 14 (“recojo ideas expuestas en…”), nadie debería darlos
por ya leídos. Es aquí donde recobran su cabal y pleno sentido.

Unas palabras sobre el título. Con ser la lingüística de la variación la única que no
necesita justificación (a diferencia de cualquiera de los modelos situados en los
paradigmas estructurales), Á. L. es consciente de que aún estamos en los prolegómenos,
esto es, en la búsqueda de sus fundamentos generales, y de que ninguno de los
problemas está resuelto. Acotarlos es la primera condición para solucionarlos. Así que,
por más que la obra arranque con un capítulo dedicado a “La lingüística variacionista
entre las ciencias del lenguaje”, el objetivo no es tanto presentar lo logrado como llamar
la atención sobre lo (mucho) que falta por hacer, y llamar la atención acerca de la
dificultad para conseguirlo. De hecho, no pasa de proponer las bases de un (no el)
estudio (que no teoría) de la variación, situado más en la perspectiva del productor que
en la descodificadora del consumidor. No cree que los especialistas deban decantarse
por la lingüística interna o por la externa, y, mucho menos que esta última haya de
ocuparse sólo “de la periferia del lenguaje”.

Á. L. sabe mejor que nadie que es ineludible plantearse previamente una vez más –y las
que haga falta– “el objeto de la lingüística” (Cap. 2), la relación entre los datos y la(s)
teorías(s), cuestión que, pese a los numerosos intentos –especialmente desde que hace
cien años F. de Saussure se percató de las dificultades–, no considero resuelta, e ignoro
si llegará a o puede resolverse. Según Á. L., formalistas (con su pretensión de alcanzar
una especie de gramática innata universal) y funcionalistas (que prefieren centrarse en

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 457-462

las lenguas como únicas realidades tangibles), aparte de ser incompatibles, no han
aclarado gran cosa. Y así seguiremos, mientras se siga afirmando “que la langue es un
objeto tan concreto como la parole”, cuando, en realidad, la primera “pertenece al
terreno de las hipótesis” y no hay más hechos(¿para qué sirve situar los de la lengua
entre los psicológicos?) que los de la segunda (p. 30). Tiene razón también en algo que
me parece aún más relevante: “ni el estructuralismo saussureano ni el generativismo
chomskiano suministran instrumentos adecuados para enfrentar la realidad
incuestionable de la variación lingüística” (p. 36). Sí, ya sé que esto se ha dicho hasta la
saciedad, pero no siempre la repetición consigue que lo obvio se imponga. Ni siquiera
las propuestas de E. Coseriu, quien “plantea el problema en términos realistas de
estricto sentido común” (p. 38), han calado en todas las mentes ¿Se puede hacer algo
más, o algo distinto? En mi opinión, sí, y se ha hecho, a partir precisamente de las ideas
del genial lingüista rumano, por parte de P. Koch y W. Oesterreicher (ambos ya
desaparecidos), cuya visión de las variedades de uso como pertenecientes a la escala
única que va desde la zona de la inmediatez o proximidad comunicativa hasta el
extremo en que se ubican las variedades propias de la máxima distancia, constituye, me
parece, un planteamiento plausible. Y no cerrado, pues permite su explotación, como la
llevada a cabo recientemente por Santiago del Rey Quesada (2018) en “Lo marcado y lo
no marcado en la cadena de variedades: apuntes para una nueva propuesta” (en K.
Grübl, T. Gruber, K. Jacob y Th. Scharinger, eds.: Was bleibt von kommunikativer Nähe
und Distanz? Tübingen: Narr, ScriptOralia) ¿Por qué no alude Á. L. –por cierto, la
versión española de Lengua hablada en la Romania: español, francés, italiano, citada
en la n. 132, se debe a Araceli López Serena– a los esfuerzos de los dos filólogos
alemanes hasta el capítulo 11 (“Dominios variacionales”)? Quiero pensar que
precisamente porque prefiere remover primero lo dicho acerca del objeto de la
disciplina.

Se abre el capítulo 3 (“Los datos y la dualidad funcional del lenguaje”) con la confesión
de que “sería ingenuo pretender que Saussure y Chomsky ignoraban que el elemento
mensurable del lenguaje consiste en una serie de expresiones que surgen en otros tantos
actos de habla, es decir, que los datos fundamentales de la lingüística sólo los puede
proporcionar el discurso” (p. 41), a la que sigue una hipótesis nada descaminada: “habrá
que interpretar la tendencia al idealismo y a la abstracción de ambos lingüistas como el
rechazo de un realismo mal entendido que los dos intentan superar” (p. 41). A Chomsky
le dedica un par de páginas (42-43), para terminar recordando que “olvidó que el sujeto
del habla es un hablante-oyente, edificando el mito [sic] del ´hablante nativo ideal´, a
pesar de que, si algo caracteriza a una lengua, es el amplio fondo compartido por sus
oyentes, nunca lo poco que tienen en común los hablantes en cuanto tales”. Y continúa:
“Si [Chomsky] hubiera partido de los datos del hablante, nunca habría basado sus
argumentos en frases extravagantes de su propia invención y que nunca han dicho los
anglohablantes” (p. 45). Más atención presta a Saussure, algunos de cuyos textos
durante mucho tiempo sin publicar le llevan a decir que “aunque no llega a postular una
lingüística de la enunciación”, es fácil deducir que, para él, “hablante y oyente no se
oponen de forma equilibrada y simétrica, sino desequilibrada y asimétrica” (p. 49). Que
la “función hablante” es “sobre todo comunicativa” y la “función oyente” es
“básicamente cognitiva” puede no ser novedoso, pero como “no es habitual que las
escuelas lingüísticas se apliquen a su objeto de estudio considerando ambos aspectos a
la vez”, hace bien Á. L. en insistir en que “la interacción comunicativa no es un simple
eslabón intermedio en el proceso hermenéutico, sino el punto de partida”. Eso sí, “es

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muy frecuente que la lingüística comunicativa se convierta en una mera sucesión de


análisis pormenorizados al fondo de los cuales no se acaba de ver la luz” (p. 53), lo que
no deja de producir cierta desazón. Una desazón que no dura mucho, pues en el breve
capítulo que sigue, el 4 (“Percepción y acción: el mundo de los intercambios
comunicativos”), y de la mano de un biólogo no muy conocido por los lingüistas, el
estonio-alemán J. von Uexküll, que vivió en la primera mitad del siglo pasado,
empezamos a tomar conciencia de lo que significa que la evolución, “culpable” de todos
los cambios biológicos, lo sea también de que los humanos hayamos llegado a integrar
el mundo de la percepción con el efectual del hablante. Y a “La evolución como
problema” dedica el capítulo siguiente (el 5), de nuevo cuño, cuya frase inicial –
inobjetable– es un aterrizaje brusco: “En las lenguas los datos empíricos se presentan en
forma de variantes y no de abstracciones categoriales” (p. 61). Es verdad que, en ciertas
cuestiones, como en “el espinoso tema del origen del lenguaje”, las ideas de los
lingüistas no llevaron a Darwin demasiado lejos, pero, al contrario de lo que suele
creerse, Á. L. sostiene que fueron los esfuerzos de los primeros indoeuropeístas los que
sugirieron al naturalista inglés el esquema de la evolución de las especies. En todo caso,
por muy discutibles que resulten las relaciones entre lingüística y biología, está claro
que son “algo más que una mera analogía” (p. 66). Como la variación es la causa
interna de la evolución en ambos casos, a la hora de trazar el desarrollo de los cambios,
las dos disciplinas han de utilizar métodos similares. Ahora bien, no ignora Á. L. los
escollos, por ejemplo, el que en las lenguas sin escritura (o que la han alcanzado no
hace mucho) a menudo no puede pasarse del terreno de las hipótesis. Y le parece que
recurrir al aprendizaje de los niños para ver si se descubren elementos de épocas
anteriores ya desaparecidos es una vía de corto recorrido y muy escasos resultados.
Asombrosa es igualmente la semejanza en el modo de actuar de la causa evolutiva
externa, el aislamiento, y a ello –y a cómo ha afectado a los distintos modelos
explicativos– dedica el resto del capítulo, un capítulo central en la obra, pues son tantas
las inexactitudes que se han ido sucediendo acerca del paralelismo entre evolución
biológica y evolución lingüística, que es de agradecer la apretada y clara síntesis llevada
a cabo por Á. L sin maximalismo alguno. Piensa, por ejemplo, que la evolución del latín
al romance se produce de manera gradual en lo relativo a los sonidos, pero no en
sintaxis. Y pese a haberse ocupado él mismo del origen del lenguaje en tres libros y
numerosos artículos, admite que la cuestión no está, ni mucho menos, zanjada. Claro
que también seguimos sin saber el de la vida. Y si los biólogos no son capaces de
explicar el paso de una especie a otra, no puede extrañar que no tengamos respuesta
para la pregunta de cuándo acaba una lengua y empieza otra.

Se plantea en el capítulo 6, como ya se ha dicho, “el carácter asimétrico” del signo,


imprescindible para entender la variación. Que el significante y el significado han de
dejar de concebirse como “las dos caras de la misma moneda”, es algo que viene
sosteniendo Á. L. desde hace tiempo, por lo que ya debe de estar acostumbrado a que en
las ciencias humanas las evidencias y obviedades no siempre se imponen sobre las
rutinas y estereotipos. F. de Saussure no defendía ni la biunivocidad ni la arbitrariedad
del signo, como parece deducirse del Cours. Y si no se acepta la asimetría del signo y la
relativa independencia de sus dos “componentes”, seguiremos sin entender algo que no
requiere demostración: las lenguas, mientras se usan, no cesan de variar. Menos mal que
en esto Á. L. no se encuentra solo. A la cita de A. Culioli (“le véritable problème c´est
qu´il n´existe pas de correspondance terme à terme entre, d´un côté, des marqueurs dans

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une langue donnée et, d´un autre côté, des catégories invariantes que nous retrouverions
à travers les langues ») con que cierra el capítulo, podrían agregarse muchas más.

Ya he dicho que el objetivo de este libro es mostrar que el estudio de la variación, “el
mayor reto al que se enfrenta la lingüística del siglo XXI” (p. 198), ha de tener una
fundamentación neurológica. De ello trata específicamente en el capítulo 7, en el que
los obstáculos se agolpan, pues, “ningún lingüista se atreve a prescindir de la base
neurológica de su objeto” de descripción, pero la verdad es que seguimos sin saber
cómo funciona el cerebro. Por ello, y porque la propia biolingüística continúa situando
la variación fuera de su campo (pertenece al mundo cultural y social), la confusión es
notable. No todo, sin embargo, es oscuridad. Los experimentos relativos al
metalenguaje a que se refiere en este capítulo (uno de los pocos que exigen un esfuerzo
adicional a quienes no estamos familiarizados con ellos) nos permiten decir que “la
conciencia metalingüística puede sustentarse neurológicamente en cualquier ámbito y
que los fenómenos de variación ocurren con pleno conocimiento de los usuarios” (p.
99), y que las actitudes lingüísticas requieren para manifestarse una situación
variacional de sentidos o morfemas equifuncionales entre los que el hablante puede
elegir en función de los efectos sociales que desea alcanzar. Igualmente pertinente es
recordar que la perspectiva mentalista, no la conductista, es la que puede proporcionar
explicaciones, y también llevarnos a superar la dicotomía sistema/uso, dado que todos
los hechos son opciones mentales (que en última instancia se resuelven en redes
neurológicas) determinadas por el contexto” (p. 101). Si no me equivoco, es la primera
vez –justo en el ecuador de la obra– que aparece este término. Y como en tal noción
radica el mayor impedimento que debe superar el lingüista, a “La lengua y el mundo”
dedica el capítulo 8, antes de centrarse en el resto de la obra en “los avatares de la
variación”. En nuestras cogniciones, al pasar a ser compartidas socialmente, se
producen distorsiones, fuente de la variación.

Hace bien Á. L. en volver sobre los fundamentos topológicos, expuestos en sus


abundantes escritos anteriores de gramática liminar, pues, por razones que más tienen
que ver con la sociología de la ciencia que con la disciplina lingüística misma, no son
muchos los estudiosos que se han tomado la molestia de adentrarse a fondo en ellos, y,
menos, proyectarlos en sus análisis. De hecho, el eco alcanzado por sus obras, bastantes
de ellas ingentes, como los tres volúmenes de su Gramática del español, y de los más
destacados escritos de sus continuadores viene a resumirse en dos notas (107 y 108, p.
113), la segunda de las cuales se cierra con la convicción de que la situación no va a
tardar en cambiar: “la lingüística de corpus y la lingüística enunciativa representan dos
líneas de desarrollo muy prometedoras que en los próximos años nutrirán gran parte de
las investigaciones de gramática liminar”. Quizás a esa lentitud de la proyección de sus
ideas no sea ajeno el que “puede parecer muy abstracto” lo que “en el fondo es de lo
más simple” (p. 117), por lo que, ante otra obviedad, la de que los datos y la conciencia
de los mismos no son iguales, muchos optan por echar a cara o cruz el tomar decisiones
(p. 118).

Aunque pueda parecerlo, el capítulo 10 (“Fundamentos topológicos de la variación


lingüística”), que reproduce parcialmente un trabajo de 2009 publicado en inglés, no se
limita a reforzar lo dicho en el precedente. Aprovecha para insistir en que la nula
proyección práctica de la distinción entre lingüística interna y lingüística externa se
debe, entre otras razones, a que toda lengua incluye “sus determinaciones contextuales

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A. Narbona Jiménez. Reseña de López, Ángel. 2018. Prolegómenos a un estudio de la variación lingüística
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 457-462

de manera inevitable” (p. 125). Y se llega, en el capítulo 11, al asunto crucial, el de los
“Dominios variacionales”. El nombre de E. Coseriu vuelve a hacerse presente a la hora
de determinar los ejes que nos ayudan a repartir y discriminar las diferencias, y la
iluminadora claridad expositiva de Á. L. se acentúa al fijarse –de la mano de los
hispanistas alemanes P. Koch y W. Oesterreicher– en una de ellas, que de ningún modo
puede contemplarse como dicotómica, “el continuo que va de lo hablado a lo escrito”,
ya que “una cosa es el medio de manifestación (fónico o gráfico) y otra, la concepción
textual. Y, cómo no, lo hace también críticamente, al tratar de explicar la contradicción
en la aceptación de que “un texto puede ser inmediato y distante, o cercano pero no
mediato” a la vez. Prefiere ver en la gradualidad oralidad–escritura, no tanto “un vector
de mediatez-distancia, como uno difuso con dos ramas, que idealmente coinciden, pero
que pueden divergir hasta cierto punto” (p. 137). No está muy distante esta idea de la
interesante propuesta ya citada de S. del Rey.

Personalmente, haría una matización a propósito de su modo de ilustrar uno de los ejes
que ayudan a repartir las modalidades de uso de una lengua. Es verdad que los límites
entre dialectos no pueden ser trazados sobre la base de los haces de isoglosas, pero
“hacerse cargo de la percepción de cada hablante” [¿por qué siente –se pregunta– un
castellano de Soria (que no sesea) mucho más cercana el habla de un murciano de Lorca
(con seseo) que la de un andaluz de Sevilla?] no me parece que esté al alcance del
lingüista. Y, de hecho, así parece insinuarlo el propio Á. L. al cerrar el capítulo y, sobre
todo, a lo largo del siguiente, el 12 (“Lengua y dialecto”), que reproduce en parte un
escrito de 1998 titulado “La concepción de lengua y de dialecto a la luz de la teoría de
prototipos”. Su cautela aflora a cada paso en un asunto imposible de dilucidar al gusto
de todos, entre otras razones, por lo “resbaladiza” que resulta cualquier definición del
concepto de prestigio (p. 153). El carácter difuso de esta noción se refleja en que ni
siquiera hay coincidencia a la hora de tomar como prototípicas determinadas variedades
tenidas por prestigiosas, o cuando se quiere determinar la (des)estimación social de las
no prototípicas. No creo que se pueda ir mucho más allá de su conclusión: “los
conceptos de lengua y dialecto no son ni prescindibles ni caprichosos; hunden sus
raíces en nuestra forma de concebir el mundo y cualquier teoría lingüística que no sea
capaz de conceder a la lengua el valor prototípico que la caracteriza estará
irremediablemente inconclusa” (p. 159). Á. L., que ha publicado El rumor de los
desarraigados: conflicto de lenguas en la Península Ibérica, Un sueño plurilingüe para
España o Espala contra el Estado, entre otros libros, sabe muy bien que “cuando las
sociedades humanas se definen por sus lenguas existe la tendencia a primar la
diversidad sobre la unidad. Pero el nacionalismo no es la única fuerza que mueve la
historia. Vivimos en plena euforia del descubrimiento de la transversalidad. Frente a las
relaciones INTER (inter-individuales, inter-grupales, inter-nacionales), este comienzo
del siglo XXI está marcado por las relaciones TRANS, una nueva manera de encarar el
conocimiento, de la que se seguirán –se presume– consecuencias imprevisibles” (p.
163). Las paginas que siguen, de tanto interés para los lingüistas como para los que no
lo son, han de ser leídas sin la mediación de glosa alguna.

Se llega así a los dos capítulos finales (el 13, “Variación y niveles lingüísticos”, y el 14,
“Prototipos variacionistas”), que casi podrían fundirse en uno solo. El primero
constituye un esfuerzo extraordinario para poner orden dentro del marco conceptual en
que menos ha cambiado la lingüística, el de su compartimentación modular, y lo ilustra,
además, con la lengua española. No habla, por ejemplo, de una Fonología, sino de tres

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(prosódica, estructural y combinatoria), y de otras tantas Semánticas (actancial, léxica


y construccional), dentro de las cuales –en particular, la primera y la tercera-, si no
entiendo mal, quedaría integrada la sintaxis. Y el segundo, con el que se cierra el libro,
se justifica, una vez más, por el hecho de que no siempre se impone lo evidente, al ser la
lengua también la conciencia de unos usuarios que se comportan de modo muy
desigual.

Termino. Esta reseña (ninguna lo pretende, en realidad) no trata de “ahorrar” a nadie la


lectura de la obra reseñada. Todo lo contrario. Me había propuesto convencer al
lingüista que se ocupe de la variación (esto es, a todos) de que ha de leerla
íntegramente, de ahí que deliberadamente no me haya detenido en aquellos puntos en
que cualquier comentario, lejos de ayudar, acabaría por perturbar la comprensión de su
contenido. Pocas veces sucede que en apenas doscientas páginas se exponga tanto con
tanta clarividencia y claridad. Estamos ante un libro, más que recomendable, de lectura
obligatoria para profesores y (con la ayuda de estos) para estudiantes que piensan
dedicarse a la tarea de explicar(se) el complejo funcionamiento de las lenguas.

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L. Ochoa. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación (2ª ed.)
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LUCRECIA OCHOA. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación


(2ª ed.). Madrid: Arco Libros - La Muralla.

Este libro pertenece a la colección Cuadernos de la Lengua Español de la editorial Arco


Libros de Madrid (España). Esta colección se ofrece con el propósito de exponer de una
manera rigurosa, didáctica y clara temas lingüísticos relacionados con la lengua
española. En el caso del libro que nos ocupa, el tema es el aspecto léxico en español. En
el contexto de la colección, la obra continúa y complementa el libro titulado El aspecto
gramatical en la conjugación, cuyo autor es Luis García Fernández. Tal como señala
Yuko Morimoto, su libro, junto con El aspecto gramatical en la conjugación,
contribuyen a ofrecer una visión general sobre la categoría en cuestión.

El libro que nos ocupa es una segunda edición de una obra escrita por la Prof. Yuko
Morimoto, profesora e investigadora en Lingüística Teórica, Gramática Española y
Teoría del Léxico de la Universidad Carlos III de Madrid, y editada, por primera vez, en
1998. Este libro ha resultado una valiosa contribución a la explicación del fenómeno de
la aspectualidad y se ha constituido en una obra de referencia tal como se evidencia en
el hecho de que es citado en varias investigaciones posteriores, como p. ej., Marín
Gálvez (2000), Resnik (2011), Kornfeld (2014) o Martínez Atienza (2017).

Respecto del conocimiento científico del aspecto, de Miguel (1999) destaca la


importancia de que los estudios científicos avancen en los análisis de las restricciones
temporales-aspectuales, trabajo que permite comprender mejor los datos, profundizar
las descripciones y desarrollar nuevas explicaciones. En este sentido, la obra de
Morimoto constituye un aporte teórico valioso no sólo por sus revisiones, definiciones,
explicaciones y clasificaciones en el nivel teórico, sino también, y especialmente,
porque la presentación de datos analizados contribuye a extender la casuística de la
constitución del aspecto en nuestra lengua y a comprender mejor las vinculaciones entre
los niveles morfosintáctico y semántico involucrados en el fenómeno.

Si bien existe un acuerdo respecto de que la definición del término ‛aspecto’ incluye un
amplio conjunto de informaciones relacionadas con el modo en que tiene lugar un
evento (de Miguel, 1999), el estudio de la aspectualidad involucra discusiones respecto
de la relación entre los niveles morfológico, léxico, sintáctico, semántico, pragmático y
discursivo. En estas discusiones, entran en juego las relaciones entre aspecto
morfológico y aspecto léxico o modo de acción y, especialmente la concepción de este
último.

De acuerdo con Nowikow (2003), la categoría de Aktionsart (o modo de acción), más


allá de las distinciones que imponen enfoques diversos, se refiere a las propiedades
semánticas del verbo o –según varios autores, entre ellos Morimoto (1998)– a las del
predicado verbal. Pese a esta característica común, existen divergencias en cuanto a los
criterios a partir de los cuales reconocer distintas clases de modo de acción. Estas
clasificaciones se basan en tres criterios diferentes: 1) rasgos temporales inherentes,
principalmente a partir de la oposición de rasgos estático/dinámico, p. ej., la división de
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Vendler (1967) en estados, actividades, efectuaciones y logros; 2) fases que componen


el proceso, a partir de lo cual se contrastan, por ejemplo, verbos ingresivos (o incoativos
o incentivos), en progreso y terminativos o resultativos (Ramírez, 2009) y 3) aspecto
cuantitativo (De Miguel, 1999), que pone en juego los parámetros duración, número de
veces que se produce el evento e intensidad y caracteriza los procesos como durativo o
puntual; semelfactivo o repetitivo; intensivo, neutro o atenuativo (Ramírez, 2009). La
propuesta de Morimoto se enmarca en el primer grupo: replantea y reinterpreta la
clasificación de Vendler (1967) en términos del rasgo [±telicidad], es decir, a partir de
la categoría télos, finalidad y/o límite de la acción. Morimoto revisa la clasificación
centrada en la constitución temporal del proceso a partir de la inclusión de la noción de
delimitación. Este concepto le permite establecer nuevas relaciones y oposiciones entre
las clases de procesos. Según este criterio, las efectuaciones y los logros son eventos
delimitados, pues incluyen un límite final definido en su estructura temporal. En
contraste, las actividades constituyen situaciones homogéneas, sin un límite temporal
inherente. Finalmente, los estados son caracterizados como situaciones sin desarrollo
temporal ni límite inmanente.

Superando la definición de aspecto léxico como una propiedad de los predicados, la


obra extiende el estudio de la aspectualidad más allá de las construcciones
predicativas. El análisis del rasgo delimitación permite a la autora comprobar que el
aspecto léxico es un fenómeno que no sólo afecta a los predicados y a los derivados
verbales (sustantivos y adjetivos deverbales), sino también a otras unidades léxicas y
construcciones sintácticas. En este sentido, Morimoto demuestra que el rasgo
transcategorial de delimitación está vinculado con distintos parámetros
correspondientes a diferentes clases léxicas: con la telicidad en el dominio verbal, con
la numerabilidad en el nominal y con la graduabilidad en el adjetival (Resnik, 2011).

En el capítulo 1, tal como se enuncia en el título, se realiza una breve aproximación al


concepto de aspecto léxico, Aktionsart o modo de acción verbal, que se define como
parte del contenido semántico de los predicados verbales. Este concepto se vincula
estrechamente con el aspecto gramatical, que constituye una propiedad asociada a
determinadas manifestaciones gramaticales –en especial, morfológicas–, como la
oposición de imperfecto / perfecto, que se establece dentro del paradigma verbal y las
perífrasis aspectuales. Se trata en todos los casos de medios gramaticales o
gramaticalizados, mediante los cuales es posible expresar determinado tipo de
información aspectual. En el primer capítulo, se muestra de qué manera esta categoría
gramatical se vincula con el modo de acción. De hecho, y de ello da cuenta el libro, no
todos los autores coinciden en que el aspecto léxico y el aspecto gramatical sean dos
fenómenos claramente distinguibles. Las interferencias entre los dos tipos de aspecto
son frecuentes y constituyen pruebas de la estrecha relación entre ambos. La autora
sostiene que estas vinculaciones “ponen de manifiesto la pertinencia gramatical del
aspecto léxico, ya que constituyen pruebas convincentes de que el aspecto léxico
interviene en las expresiones gramaticalmente establecidas” (Morimoto 2017: 12).

En el capítulo 2, la autora retoma la clasificación de Vendler (1967) en cuatro clases


aspectuales: estados, actividades, efectuaciones y logros. Como señalábamos
anteriormente, Morimoto revisa y reinterpreta esta clasificación en términos del criterio
delimitación. Con base en este criterio, describe las cuatro clases aspectuales a partir de
una serie de oposiciones mediante las cuales establece un orden jerárquico y representa

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la naturaleza aspectual delimitada [+delimitado] o no delimitada [-delimitado] de los


predicados. En esta clasificación y jerarquización, intervienen además otros criterios
como la estatividad, cuya ausencia permite distinguir los estados, con los rasgos [-
delimitado] [-dinámico], p. ej. poseer una empresa, de las actividades [-delimitado]
[+dinámico], p. ej. correr, cantar; y la puntualidad, mediante la cual se oponen las
efectuaciones, eventos que se prolongan en el tiempo, construir una casa, a los logros,
que expresan eventos puntuales o se refieren al inicio o final de una situación, empezar
a trabajar. Estas oposiciones semántico-aspectuales operan en la construcción de
predicados y se reflejan en diferentes restricciones sintácticas y relaciones lógicas.

En el segundo capítulo, como sustento de su propuesta teórica, la autora presenta una


serie de pruebas sintácticas y diferencias de implicación lógica a partir de las cuales
revisa la clasificación de los verbos y su funcionamiento en contextos sintagmáticos. La
presentación y análisis de una importante cantidad de ejemplos aportan pruebas que le
permiten comprobar la validez del criterio presentado como fundamento para las
distinciones entre estados y actividades, por un lado, y entre efectuaciones y logros, por
otro. No obstante, Morimoto reconoce que las pruebas presentadas no son absolutas y
que existe una amplia diversidad de factores que pueden intervenir en la interpretación
de un determinado predicado en un determinado contexto. El hecho de que existan
distintas posibilidades de interpretación, sin embargo, constituye una prueba de que la
aspectualidad es un fenómeno en el que intervienen factores no sólo gramaticales y
semánticos, sino también contextuales.

En el final del capítulo analiza las consecuencias del aspecto léxico de los verbos con
base en las características semánticas y requerimientos sintácticos de sustantivos y
adjetivos derivados. La autora demuestra que las nominalizaciones deverbales heredan
las restricciones aspectuales que imponen los verbos a la aparición de complementos
temporales. Por otra parte, propone que los adjetivos derivados de verbos permiten unan
interpretación perfectiva cuando se basan en una raíz verbal que se refiere a una acción
o proceso que desemboca en un estado resultativo. Esta observación permite reconocer
la existencia de un grupo de adjetivos, que mantienen el aspecto perfectivo del verbo del
que se derivan, como p. ej., lleno, seco, vacío o limpio. Estos adjetivos se asemejan a los
participios pasivos –del mismo tipo de verbos– por dos razones: por un lado, denotan el
resultado de una acción o proceso; por otro, pueden aparecer en contextos donde se
pueden emplear participios, pero no otro tipo de adjetivos. Pueden, por ejemplo, ser
predicados de oraciones copulativas con el verbo estar, como en el caso de estar
{vaciado / vacío / *inteligente} o combinarse con expresiones aspectuales como una vez
y ya: una vez {vaciado / vacío / *inteligente} entre otros contextos. Estas dos
características permiten, por lo tanto, distinguir este tipo de adjetivos de otros que no se
derivan de bases verbales.

El capítulo 3 introduce el concepto de delimitación como propiedad transcategorial y


examina qué otras categorías, además de los predicados, son afectadas por ella. La
autora expone de qué modo esta característica atañe no sólo a eventos, sino también a
otras categorías que carecen de estructura temporal, como p. ej. sustantivos, nombres
continuos y discontinuos y adverbios ubicativos. Para ello, la noción de delimitación le
resulta útil para pensar en el aspecto léxico más allá del concepto de telicidad, dado que
no sólo las estructuras temporal-eventivas, sino también las físico-espaciales pueden
poseer límites. Con este criterio presenta, entre otros, la oposición entre dos tipos de

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expresiones de trayectoria: delimitadas, ir a la estación, y no delimitadas, ir hacia la


estación. En consecuencia, el parámetro delimitación permite ampliar los criterios de
análisis aspectual para comprender relaciones semánticas que surgen de vínculos en los
que entran en juego las nociones de espacio, las de tiempo y las relaciones entre ellas.
En esta línea, la autora propone extender la distinción delimitado-no delimitado del
dominio verbal al nominal y distinguir también entre sintagmas nominales delimitados
y no delimitados. Esta distinción abarca no sólo la oposición entre nombres continuos y
discontinuos; el carácter aspectual de los nombres puede también sufrir alteraciones
sucesivas debidas a la influencia de otros. En esta línea, analiza, entre otros, los efectos
delimitadores de los sintagmas de medida en construcciones nominales: el plural sin
determinante tiene un carácter no delimitado incluso en el caso de sustantivos
discontinuos, comprar manzanas; asimismo, el sintagma de medida impone su carácter
delimitado, comprar un cajón de manzanas.

Esta propuesta constituye un importante aporte teórico. El análisis del parámetro


semántico delimitación referido a los límites espaciales permite formular un criterio de
análisis semántico de los sintagmas nominales. A partir de este criterio se reconocen
entonces nombres continuos y nombres discontinuos. Los nombres continuos son
aquellos que no posee un límite inherente. En estas categorías, se reconocen nombres
que denotan entidades o materias no contables, aunque sí medibles, como agua, jabón,
gasolina, oro, madera. La categoría de nombres discontinuos agrupa a aquellos que
denotan entidades discretas, es decir, objetos contables, como mesa, estufa, libro, etc.

La distinción entre nombres continuos y discontinuos tiene consecuencias en las


posibilidades de construcción de sintagmas nominales, en particular, en lo que se refiere
a las combinaciones sintagmáticas con determinantes, sintagmas de medida, expresiones
cuantificadoras y plurales; por ejemplo, los nombres discontinuos en singular necesitan
determinante: necesitar {* libro / un libro}, en cambio, necesitar {gasolina / *una
gasolina}.

En el mismo capítulo, examina también las consecuencias del rasgo delimitación en


otras categorías no-verbales con referencias espaciales, como los casos de sintagmas
preposicionales con preposiciones direccionales, y adverbios ubicativos y temporales.
En este sentido, señala que la propiedad de delimitación permite establecer una
distinción entre los adverbios demostrativos de ubicación terminados en -á, allá, acá, y
terminados en -í, allí, ahí, aquí. De acuerdo con la autora, una consecuencia de esta
diferencia es que sólo los terminados en -á y no los terminados e -í admiten
cuantificadores de grado: muy acá, más allá, *muy aquí, *más ahí. Señala que la
delimitación es, asimismo, un rasgo pertinente (1) en las construcciones con
preposiciones direccionales, distinción que explica, p. ej., las diferencias entre las
preposiciones a y hacia, y (2) en las construcciones con adverbios de tiempo y de
espacio.

Finalmente, expone de qué manera la distinción entre los rasgos [+ delimitado] y [–


delimitado] permite comprender la naturaleza de las diferencias entre las posibilidades
de gradación de adjetivos calificativos y relacionales.

A partir de la caracterización de la delimitación como propiedad transcategorial y del


análisis de las consecuencias de este parámetro aspectual en sintagmas de distintas

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categorías, el capítulo 4 se concentra en examinar la composición aspectual dentro de


los predicados verbales. Para ello, la autora analiza las relaciones aspectuales entre los
verbos en términos de telicidad, tal como se habían presentado en el capítulo 2, y los
sintagmas no verbales con función argumental, a partir del rasgo [± delimitación], según
se desarrolló en el capítulo 3.

El contenido de este capítulo se sostiene en el hecho de que la constitución temporal del


evento no está determinada únicamente por el significado del núcleo verbal, sino que es
además afectada por otros factores contextuales, particularmente, por las características
aspectuales de los sintagmas argumentales. De hecho, la influencia de estos últimos
puede ser responsable de la interpretación aspectual delimitada de predicados cuyos
núcleos son verbos con el rasgo [-delimitado], p. ej., beber una cerveza (en diez
minutos) o leer cinco libros (en una semana). La observación de casos como estos
permite a la autora demostrar que el carácter delimitado del sintagma nominal, en este
caso, puede imponer su rasgo al predicado, incluso cuando su núcleo es un verbo
atélico. De acuerdo con estos análisis, la capacidad aspectual de delimitación no está
asociada a un único papel temático, como tema, paciente, etc., sino que se basa en
relaciones semánticas más generales: para que un argumento participe en la
delimitación eventiva del predicado debe cumplir ciertas características semánticas,
esencialmente, debe existir un vínculo estrecho entre la extensión de la entidad denotada
por el argumento y la extensión temporal del hecho expresado por el verbo. A partir de
esta vinculación, la autora propone reconocer dos clases de argumentos con capacidad
de delimitación eventiva dentro de los predicados verbales. Presenta, de este modo, otra
de las contribuciones importantes de este libro: la subclasificación de dos tipos de
argumentos que pueden afectar la aspectualidad del predicado: los argumentos
afectados y los argumentos de trayectoria.

Los argumentos afectados son “aquellos que, seleccionados por verbos que implican un
cambio, representan el objeto que sufre el cambio central del evento expresado por
dichos verbos” (pág. 38), por lo general son aquellos identificados con los papeles
temáticos paciente y tema, como en beber café o planchar una camisa. Reconoce dos
tipos de verbos que seleccionan argumentos de esta clase: los que expresan un cambio
que afecta la existencia o integridad del objeto completo, María comió cinco pastelitos,
y los que denotan el cambio de una determinada propiedad del objeto, Juan limpia la
habitación.

A partir del reconocimiento de los tipos de afectación que sufre el objeto referido por el
argumento subcategorizado, la autora distingue dos tipos de predicado: los de
consumición, creación y destrucción, por un lado, y los de cambio de estadopor otro.
En el caso de los primeros, los argumentos sufren una afectación que se corresponde
con la progresión temporal del evento; de este modo, el evento llega a su punto final,
cuando el argumento queda afectado por completo, como en los casos de comer una
tarta (en un día), construir una casa (en un año), destruir la ciudad (en dos horas). Por
su parte, la medida del progreso de los eventos referidos por verbos de cambio de estado
está dada por el grado de cambio sufrido por el argumento afectado en lo que respecta a
una propiedad en particular, la propiedad que surge como resultado del cambio. El
evento llega a su fin cuando el argumento ha adquirido completamente o en cierto grado
dicha propiedad: planchar una camisa (en diez minutos), congelarse el lago (en una
hora).

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Por otra parte, los argumentos de trayectoria son seleccionados por verbos que denotan
eventos de desplazamiento. La autora demuestra, asimismo, que esta noción se refiere
no sólo al sentido espacial, como en El tren llegó a Madrid (en dos horas), sino también
a trayectorias de desplazamientos no espaciales, p. ej., Recitó una poesía (en diez
minutos).

En lo que respecta a los argumentos de trayectoria espacial, la autora establece una


distinción entre los que no tienen límite inherente, subir, bajar, aproximarse, y aquellos
que poseen delimitación inherente, llegar, venir, entrar, salir. De acuerdo con esta
distinción, hay verbos cuyo significado léxico impone de por sí un límite final a la
extensión temporal del evento: el verbo llegar incluye en su significado el límite
espacial que constituye el final de la trayectoria. Según la autora, en los verbos con
límite inherente esta delimitación no surge como consecuencia de una composición
aspectual entre el verbo de desplazamiento y su argumento de trayectoria, sino que está
incluida en el significado léxico verbal, ya que se trata de verbos que expresan un
desplazamiento que termina necesariamente en un punto o zona espacial. Esta distinción
es precisa para diferenciar los fenómenos en los que la delimitación surge de la
composición aspectual del predicado –la combinación del verbo con sus argumentos–
de aquellos en los que la delimitación proviene de la semántica léxica del verbo. Más
allá de lo expuesto por la autora, este planteo abre la posibilidad pensar un análisis de la
semántica de los verbos de trayectoria a partir del análisis de las relaciones semánticas
tiempo-espacio y del concepto de telicidad.

Finalmente, el libro presenta una sección de ejercicios, que sirven al lector para poner
en práctica los conceptos centrales de la obra y consolidan su función didáctica. Esta
breve sección está compuesta por cuatro actividades, en las que se propone aplicar las
categorías tratadas en el libro en el análisis de casos concretos. A continuación, se
presentan las respuestas a los ejercicios y se ofrecen comentarios, que aportan
explicaciones relacionados con posibles dudas y dificultades.

Considerando que el libro está pensado como una introducción al tema, la lista de
referencias bibliográficas resulta un punto de partida útil para las lectoras/es
interesadas/os en el tema, a pesar de que la lista de referencias bibliográfica es la de la
primera edición y, por lo tanto, no incluye datos de obras posteriores a 1998. Incluir
referencias bibliográficas que dieran cuenta de los avances en las investigaciones sobre
el tema hubiese sido un aporte valioso, cuya ausencia se hace sentir. Puesto que desde
su primera publicación este libro se ha convertido una obra de referencia esencial en el
tema, resulta curioso que la nueva edición no incluya una sección en la que se presenten
actualizaciones respecto de los avances teóricos que ha habido en estos años respecto
del tema en cuestión.

La autora propone un recorrido que se inicia en una presentación del tema desde las
definiciones esenciales y llega a desarrollos y propuestas teóricas originales. En lo que
respecta al planteamiento teórico, se mantiene en un plano que le permite relacionar
fenómenos sintácticos y semánticos. Si bien en más de una ocasión, la autora reconoce
que diversos factores discursivos inciden en las construcciones e interpretaciones de
significados, los datos y análisis se concentran principalmente en las formas y
significados de oraciones. En suma, el libro presenta un trabajo ordenado y con
explicaciones, análisis y fundamentaciones consistentes. Las exposiciones son de tal

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L. Ochoa. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación (2ª ed.)
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 463-469

calidad que el libro consigue presentar con claridad los aspectos fundamentales sobre el
aspecto léxico en español. No obstante, no se limita a una función únicamente
didáctica, sino que además aporta análisis, reflexiones y evidencias útiles para lingüistas
e investigadores.

Referencias bibliográficas
Martínez-Atienza, María. 2017. Confusiones frecuentes relativas al aspecto gramatical y
al aspecto léxico. Revista de Investigación Lingüística 20: 179-193.
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accional desde una perspectiva tipológico-comparada. Language Design. Journal of
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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477

ALEXANDRA ALVAREZ. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as


Dialogue. A Latin American Perspective. Oxford, UK: Routledge.

En este libro, que forma parte de la colección Cultural Discourse Studies de la editorial
Routledge, Adriana Bolívar se centra en la cultura política latinoamericana, e introduce
una forma innovadora de ver y analizar el discurso político para explicar el colapso de
la democracia representativa venezolana. En su opinión, en los estudios del discurso
cultural (Shi-xu 2015), es fundamental prestar atención a las culturas locales con una
perspectiva global, para garantizar y promover el diálogo y el debate en el mundo.
Bolívar desplaza la mirada desde el texto en contexto y sus representaciones, como es el
caso en los estudios de discurso crítico, hacia las personas en los eventos (Bolívar
2010). La atención se centra entonces en la función interpersonal del lenguaje y lleva al
lector, acostumbrado a una descripción más bien estática del discurso, hacia una
percepción más dinámica, la del diálogo. Por lo tanto, el énfasis está en el análisis de los
diálogos reales entre los participantes, como personas que tienen roles y
responsabilidades políticas.

Un punto central de la obra es el interés de la autora por el estudio del cambio político a
una escala mayor, lo que implica captar los signos de cambio en los textos mismos, y
también los cambios en el diálogo en la dimensión diacrónica, sin perder de vista la
sincrónica. Esto la lleva a un análisis exhaustivo de la desinstitucionalización de la
democracia después de la victoria de Chávez en Venezuela en 1998.

El libro de Adriana Bolívar analiza el discurso político como un diálogo a todos los
niveles, entre los actores políticos internos y, a nivel internacional, entre los jefes de
estado. Encuentra diálogos “interpretados”, “informados”, “mediados”, “representados”
y “ocupados”. Aunque se concentra en los eventos que llevaron al debilitamiento de las
instituciones en Venezuela, después de Chávez hasta el presente, en mi opinión, su
propuesta como forma de análisis puede ser aplicable al género del discurso político en
general. La autora argumenta que el estudio de las culturas políticas es esencial para
entender los cambios en las democracias, que a su vez dependen de la actitud favorable
o no al diálogo entre los líderes de las naciones. De ahí, la importancia que asigna al
estudio de las experiencias populistas en su contexto cultural, especialmente, en la
creciente presencia en el mundo de líderes autoritarios. El libro muestra cómo el
concepto de democracia y el papel del “pueblo” en Venezuela está marcado por una
historia de dominación, una economía basada en el petróleo, el populismo y el culto a la
personalidad. La fuerte conexión emocional entre el líder-benefactor y el pueblo-
beneficiario se basa precisamente en ese contexto histórico-cultural.

Además de la Introducción y las Conclusiones, el libro consta de seis capítulos, que


revisan los cambios en la democracia venezolana entre 1958 y 2016.

En la Introducción, “Discurso, diálogo y cambio político”, Bolívar –que se declara


familiarizada con tres culturas latinoamericanas, todas con una historia de violencia y
dominación y en constante lucha para alcanzar y preservar la democracia– presenta el
eje tridimensional sobre el que se basa el libro, y los fundamentos teóricos que

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477

respaldan su análisis, principalmente, la lingüística británica, el análisis de la


conversación, la socio-pragmática y los estudios políticos, con atención en el papel de la
efectividad. Bolívar explica su interés en el diálogo populista, particularmente en
Venezuela, donde las características antidemocráticas del populismo han llevado a la
institucionalización de la hostilidad y la agresión.

Hay dos cosas que vale la pena notar en la Introducción. Primero, el recuento de los
estudios del discurso crítico en América Latina (pp. 14-15), que saca a la superficie
algunas de las contribuciones teóricas de los investigadores latinoamericanos críticos, y
segundo, la propuesta de incluir el diálogo como otro concepto a revisar en los estudios
del discurso crítico (pp. 17-18). Bolívar afirma que al diálogo como comunicación no se
le ha prestado la atención que se merece, ya que se concibe como utópico o implícito (p.
19), y aboga por “la necesidad de centrarse en el diálogo entre actores reales en una
dimensión social y política”, y sobre “diálogos en lugar de sobre ‘lenguaje en uso’ en la
dimensión discurso-lingüística” (p. 20). Se compromete con la crítica social, y reconoce
la influencia en su obra de Paulo Freire, el filósofo y educador brasileño.

El primer capítulo, “Perspectivas sobre el análisis del diálogo. La comunicación, la


utopía y el amor a la gente” tiene un propósito teórico. Bolívar se centra en su
definición de diálogo, que se entiende de tres maneras: como comunicación, como
condición para la democracia y como estrategia macropolítica moral en las democracias
populistas, en las cuales hay un vínculo afectivo positivo entre el líder y sus seguidores
(“la gente”), que se convierte en un vínculo afectivo negativo con los oponentes (“los
enemigos de la gente”). El diálogo como comunicación se entiende en un continuo entre
sus formas restringidas y amplias. Por un lado, los interlocutores están presentes, la
atención se centra en los individuos como participantes, el lenguaje verbal-oral es
decisivo, se busca un consenso, y la situación del espacio temporal es limitada. Por otro
lado, el receptor puede ser el hablante, él mismo o un ausente, mientras que el receptor
puede ser un colectivo. Del mismo modo, hay intercambios en todo tipo de códigos, el
desacuerdo tiene una dimensión dialógica y no hay limitaciones de espacio y tiempo. Lo
que es más relevante en su definición de diálogo como comunicación es que se hace una
clara distinción entre un diálogo que se refiere a las voces en el texto (derivado de la
influencia de Baktine) y los diálogos en los que debe tenerse en cuenta la respuesta de
los demás en la dinámica de la interacción.

Con respecto al diálogo como condición para la democracia, Bolívar desplaza la vista
hacia el respeto como una actitud moral en el diálogo, que ella explica en palabras de
Dascal (p. 31) como “inseparable de lo tratado en el diálogo” y en la creencia de que los
interlocutores tienen “algo que decir el uno al otro y que este algo es valioso”. Este es
un tema clave porque la mayor parte del libro trata de cómo los participantes entienden
y negocian el respeto en la práctica política. En relación con esta definición de diálogo,
Bolívar llama la atención sobre el hecho de que los analistas fundacionales del discurso
crítico –van Dijk, Wodak y Chilton– dan por sentado o implícito el diálogo. Ella se une
a la crítica (principalmente contra van Dijk y Wodak) con respecto al hecho de que, si
bien estos investigadores ven el discurso político como una forma de acción política,
sus análisis reales se centran en las diferencias en “las representaciones de nosotros y
ellos” (p. 31). En cambio, presta atención detallada a la definición de diálogo de
Fairclough y muestra cómo lo relaciona con la democracia, pero sostiene que, en

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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
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opinión de ese autor, el diálogo sigue siendo utópico, por lo cual presta poca atención a
su papel en el cambio político.

En cuanto a la tercera definición de diálogo, “el amor por el pueblo”, Bolívar dirige
nuestra atención a los usos estratégicos de un diálogo fragmentado que se opone al amor
por el pueblo (como una entidad homogénea) y al odio por los que no siguen al líder; de
ahí la importancia de la afectividad sobre la racionalidad en esta estrategia legitimadora,
que convierte el diálogo en una poderosa fuerza moral. Así, el líder populista se
presenta como salvador, y a su pueblo como amado y protegido por él, en el sentido de
que satisface sus necesidades y lo defiende de sus enemigos, que se supone que no lo
quieren ni les interesa el diálogo “real”. En el imaginario populista venezolano, el líder
escucha a sus seguidores, les da regalos, habla por ellos, y adopta el papel de protector y
vengador.

En el primer capítulo, Bolívar subraya la irrupción de Chávez en la escena política


venezolana y caracteriza su estilo como transgresor, amenazador y divisionista, con
insultos como parte de sus estrategias descorteses y anticorteses. También enfatiza el
uso de metáforas conceptuales, especialmente las de la guerra y los militares, que
compara con las de otros presidentes venezolanos, principalmente, que usan metáforas
basadas en la salud y la construcción.

El segundo capítulo, “Un enfoque lingüístico-interaccional centrado en el diálogo”, trata


aspectos metodológicos que se enriquecen con algunas explicaciones teóricas de su
definición del discurso, que incluyen la interacción en el texto y la interacción social.
Bolívar caracteriza el enfoque propuesto como lingüístico, interdisciplinario,
interaccional y crítico, y se orienta hacia el diálogo conflictivo. El diálogo se considera
teoría y método, pero también interacción. El diálogo político, por otro lado, implica
negociaciones. Se destaca la relación entre el diálogo y la afectividad. En este capítulo,
Bolívar explica cuidadosamente las categorías de análisis, principalmente, los
participantes en los diálogos, y los tipos de poder con los que estos se relacionan en la
interacción política. La autora describe los niveles y las unidades de análisis a nivel
sociopolítico, interactivo y lingüístico. En la segunda parte del capítulo, da ejemplos de
tipos de análisis, tales como: a) entre un individuo y el colectivo cuando no hay
respuesta, como es el caso de un presidente que habla a las personas con diferentes tipos
de destinatarios en su mente; b) entre un hablante y el colectivo, donde hay una
respuesta, como el caso de un presidente que habla con la gente por la radio y recibe
llamadas telefónicas que se responden personalmente; y c) el diálogo basado en la
dinámica de la interacción social marcada por la resistencia al cambio a lo largo de
varios años. Bolívar también explica cómo recopilar datos para este tipo de análisis.
Pone énfasis en hacer una diferencia entre el diálogo en el texto y el diálogo entre las
personas responsables de mover los eventos y, diría, que es el punto que hace que su
contribución al análisis crítico del discurso sea más evidente.

El tercer capítulo, “Estabilidad y cambio en el diálogo institucional”, describe el cambio


político ocurrido en Venezuela entre 1958 y 2016 mediante el examen del diálogo
institucional en sus perspectivas micro y macro, enfatizando las estrategias que
condujeron a la desinstitucionalización de la democracia representativa en Venezuela.
Este capítulo es uno de los más significativos del libro, ya que presenta la imagen
completa del cambio. El análisis que más me impresionó es el referido al juramento

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como se practica durante la democracia representativa (con ejemplos de Carlos Andrés


Pérez) y los cambios introducidos por Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Chávez se
juramentó tres veces, e introdujo nuevos cambios cada vez. Maduro lo hizo dos veces.
En el caso de Chávez, en 1999, el juramento no solo excedió el número de palabras
tradicionales, sino que también rompió el protocolo y violó todas las máximas y reglas
de cortesía de Grice. Juró sobre la constitución vigente, llamándola “moribunda”. Con
esto, inició la desinstitucionalización de la democracia representativa que duró 40 años.
Chávez estuvo en el cargo por catorce años. Según Bolívar, el mayor cambio en el
juramento se produjo con motivo de su tercer juramento en 2007, cuando la pregunta
ritual fue hecha por Cilia Flores, presidenta de la Asamblea Nacional, y también por la
respuesta de Chávez, quien agregó un compromiso religioso en el cual él se identifica
con Cristo, además de describir a Cristo como el primer socialista en la historia. Este es
también el juramento en el que “la militarización del discurso se ve exacerbada en el
lema de cierre, ‘Patria, socialismo o muerte’” (p. 92).

Bolívar también presta atención a los juramentos de oficio de Nicolás Maduro, como
presidente interino y constitucional, juramentado por Diosdado Cabello, presidente de la
Asamblea Nacional. En ambos casos, los juramentos de Maduro hicieron evidente la
sacralización de Chávez como el “comandante eterno” y acentuaron el fin último de la
revolución, es decir, la máxima felicidad del pueblo.

En este capítulo, Bolívar muestra la relación íntima entre los cambios en el género
discursivo y el cambio político. El diálogo institucional característico de la democracia
se convirtió en una conversación entre amigos del mismo partido político. Ella muestra
cómo, con los cambios discursivos, todo se transformó: la relación afectiva entre los
interlocutores que participan en el juramento, su estructura interna, las palabras dichas,
el contenido que ahora cobijaba los ideales asumidos de Simón Bolívar y el
pensamiento de Chávez, y el propósito, que se convirtió en un compromiso político con
un sector. Es probable que los juramentos se tomen por sentado en las democracias,
pero este capítulo resalta la importancia de prestar atención a las palabras rituales
pronunciadas en diferentes ocasiones, porque los cambios en el lenguaje reflejan
cambios que acarrean consecuencias institucionales, políticas y sociales.

El cuarto capítulo, “Diálogo y confrontación”, aborda la descortesía que necesariamente


surge de la agresión verbal y los insultos. Según Bolívar, el análisis de los insultos debe
tomar en cuenta el momento político, el rol y la posición de los actores políticos, la
reacción de los interlocutores y el efecto social del insulto. Inicialmente adopta la
definición de cortesía de Bravo (2003) como una estrategia utilizada por los hablantes
para verse bien frente a los demás, pero también incorpora la noción de anti-cortesía
introducida por Zimmermann (2003) con un sentido positivo, para referirse a la
violación intencional de las normas culturales para ganarse el respeto de los miembros
del grupo. Sin embargo, en su perspectiva, la anti-cortesía se usa en el diálogo político
no solo para ganarse el favor del grupo (en este caso, las personas), sino también en un
sentido negativo asociado con la destrucción de los enemigos. Según Bolívar, la
práctica de insultar a los enemigos se ha institucionalizado en Venezuela. Ella encuentra
que en el discurso polarizado las siguientes estrategias son características: 1. Violación
intencional de las máximas conversacionales; 2. Falta intencional de cortesía; 3. Desafío
de las críticas por ser descortés con las acusaciones; 4. Usar anti-cortesía en su sentido
negativo para legitimar el comportamiento descortés y violento de los seguidores; 5.

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Uso intensivo de la conexión negativa con el enemigo; 6. Insultar a otros para que los
ridiculicen, los humillen y los destruyan; 7. Ignorar al otro, en su opinión, una de las
estrategias más perjudiciales para el diálogo.

Los insultos, para Bolívar, además de tener una función social tienen una función
política con efectos cognitivos y emocionales. Según sus hallazgos, los objetivos del
insulto político se eligen cuidadosamente. Además, ayudan a crear patrones de
interacción social violenta, y muestra cómo esto sucede al identificar los patrones que
surgen del corpus, de varias interacciones complejas examinadas en el macrodiálogo
representado por la prensa. La autora llama la atención sobre cómo la violencia se
intensifica a través de patrones que comienzan con un insulto, o con un insulto con
violencia, luego continúan con insultos y terminan con insultos, con agresión física, o
con afiliación grupal o legitimación de los insultos por parte del líder, que naturaliza la
violencia verbal y física.

Los patrones sociales formados por los insultos llaman la atención sobre los efectos
nocivos sobre el diálogo democrático, pero Bolívar también señala los efectos
cognitivos en grupos que se ven afectados por insultos que intensifican la polarización
política y las prácticas discriminatorias. El capítulo presenta una imagen que sirve como
advertencia contra las prácticas no democráticas en el diálogo político. Lo más valioso
es la descripción detallada de la metodología y los procedimientos seguidos por la
autora y el hecho de que su análisis provenga de ejemplos reales en el curso de la
interacción entre participantes involucrados en una serie de eventos, donde mostraron su
apoyo o rechazo a los radicales cambios introducidos por la revolución bolivariana.

El quinto capítulo, “Interrupciones y disculpas en conflictos diplomáticos”, merece una


atención especial en la obra de Bolívar, porque aborda los conflictos entre las naciones
en las que Venezuela estuvo involucrada y que condujeron a la interrupción de las
relaciones diplomáticas. En particular, se centra en cómo se inician los conflictos,
particularmente con palabras interpretadas como ofensivas, que desencadenan el
conflicto, y cómo se llevan a cabo las reconciliaciones en una región del mundo que
también está polarizada. Además de dar una explicación detallada de las interrupciones
y disculpas desde una perspectiva socio-pragmática y política, el objetivo de este
capítulo es mostrar cómo el los jefes de estado, reacios a pedir disculpas, y que se
alinean o no con la Venezuela socialista, interrumpen el diálogo.

El conflicto entre Chávez y el Rey de España, Juan Carlos de Borbón, en 2007 es


particularmente interesante. Durante una reunión en la XVII Cumbre de las Américas en
Chile, Chávez interrumpió al presidente Aznar quien llamaba la atención sobre el
“respeto” que debe prevalecer entre los jefes de estado democráticos; el día anterior,
Chávez había llamado “fascista” al ex presidente Aznar, por lo que el Rey le espetó:
“¿Por qué no te callas?” Este conflicto desencadenó una larga negociación diplomática
que terminó con una visita de Chávez al Rey, en la que no hubo disculpas formales.
Otro hito en este capítulo es el conflicto generado cuando, en Argentina, Chávez envió a
la organización ALCA al “infierno” y promovió la formación del ALBA. También se
hace referencia a los conflictos entre México y Venezuela, Colombia y Ecuador, y otro
entre Venezuela y Perú, que juntos ponen de relieve las alianzas económicas en la
región, así como la actitud hacia Estados Unidos y la violencia promovida por las
FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).

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Los datos analizados en este capítulo provienen de los medios, a medida que ocurrieron
los eventos, con atención a las palabras utilizadas por los jefes de estado según lo
informaron los periódicos internacionales. Bolívar recomienda seguir los intercambios,
ya que estos evidencian el lenguaje ofensivo e irrespetuoso utilizado por los presidentes.
También es interesante el tratamiento de la validación de las disculpas del colectivo
representado por los periódicos y sus lectores. Para ello, la autora emplea un esquema,
que toma en cuenta tres condiciones para decidir si una apología es aceptada o no: la
“sinceridad” desde un punto de vista pragmático, la “credibilidad”, que está anclada
socialmente, y el “cinismo”, que enfatiza la responsabilidad moral y política de los
actores involucrados. Los resultados muestran que la “condición de sinceridad” es rara
en la cultura política latinoamericana, pues las disculpas no son creíbles, y el cinismo
parece dominar en las reconciliaciones.

El sexto capítulo, “La dinámica de los pronombres personales en el cambio político” es


un revelador estudio diacrónico del uso de los pronombres personales por parte de los
presidentes de Venezuela en su diálogo con el colectivo, y también por parte de un par
de nuevos líderes de oposición que se unieron al diálogo conflictivo de Chávez y
Maduro. Los datos incluyen los discursos de inauguración de varios presidentes y sus
discursos en campañas electorales, examinados tanto manualmente como con métodos
computacionales. Bolívar relaciona su estudio con el personalismo y el populismo en la
cultura política venezolana, inclinados a defender la existencia de hombres fuertes como
benefactores del pueblo.

Hay dos cosas que llaman nuestra atención en este capítulo. El primer aspecto es que el
discurso de los presidentes en la democracia representativa venezolana compartía
similitudes. Aunque pertenecían a diferentes partidos, el diálogo se concentraba en ellos
mismos, es decir, que era entre Yo (el presidente) y Ustedes (la gente), mientras que el
Nosotros tenía un valor inclusivo o exclusivo dependiendo de las ocasiones. Como
explica Bolívar en la “Introducción”, este diálogo era típico de un populismo clásico
dirigido a la cooperación más que al conflicto. Sin embargo, después de Chávez, surgió
un populismo autoritario-militarista, donde el Yo del líder se reforzó (se encarnó con el
pueblo) y la confrontación se exacerbó. Los adversarios se convirtieron en enemigos en
“batallas”.

El segundo aspecto que resalta Bolívar es la necesidad de prestar más atención, en los
gobiernos populistas a la relación entre YO y USTEDES (las personas como seguidores
y las personas como oponentes), porque en la cultura política venezolana siempre se
tiene la esperanza de que aparezca un nuevo líder como salvador de la patria. La
investigadora muestra cómo los nuevos líderes jóvenes (Henrique Capriles y Leopoldo
López) entran en diálogo con la gente para fortalecer su yo en una lucha, que ahora es
más difícil, porque el diálogo se ve afectado por las prácticas antidemocráticas y el
aumento de la violencia.

En las “Conclusiones”, Bolívar recapitula y se enfoca en cuatro conceptos y problemas


a discutir en el futuro: la cultura política, la conceptualización del diálogo, el cambio
político, el personalismo y los pronombres personales. La investigadora sostiene que lo
que hace que el populismo venezolano sea único es su base cultural y su concepto de
democracia, basado en una historia de dominación y resistencia, junto con una
economía petrolera que ha permitido a los líderes “atender las necesidades del pueblo”.

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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
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También insiste en la importancia de la noción de cambio, tanto internamente en los


textos, como en la interacción social, para que podamos obtener una mejor idea del
papel de los diálogos conflictivos en el cambio social. En su opinión, las nociones de
diálogo lingüístico y discursivo están fuertemente relacionadas con el cambio social y
político, lo que aumenta la importancia de obras como esta.

El libro es, sin duda, una contribución innovadora a los estudios del discurso crítico. Es
un texto dirigido tanto a lingüistas como a lectores interesados en el discurso político e
investigadores de otras áreas como el derecho y el periodismo. Gracias al estilo claro y
pedagógico que caracteriza el libro, los lectores no especializados podrán embarcarse en
el estudio del discurso político y, especialmente, del diálogo. Para los académicos de
ciencias políticas interesados en el análisis discursivo, Bolívar presenta un valioso
estudio basado en los datos de los eventos que condujeron al debilitamiento de la
democracia en Venezuela.

No podemos sino darle una cálida bienvenida a este libro. Trae un nuevo enfoque y
contribuye a la comprensión de la cultura política latinoamericana a través de las
palabras de sus propios protagonistas.

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)

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M. Cruz Aldrete. Reseña de Zeshan, Ulrike; de Vos, Connie. 2012. Sign Languages in Village Communities. Anthropological…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 479-486

MIROSLAVA CRUZ ALDRETE. Reseña de Zeshan, Ulrike; de Vos, Connie. 2012. Sign
Languages in Village Communities. Anthropological and Linguistic Insights. Berlin: De
Gruyter.

Un vistazo al estudio de las lenguas de señas (LS) y a sus usuarios nos permite observar
que su desarrollo no solo fue tardío, sino que se dio de forma heterogénea, y sobre todo,
desigual. Si bien, en la actualidad, a nivel mundial es notorio el incremento en la
investigación de las LS, es muy probable que al focalizar nuestra mirada en una región
en particular –supongamos que hablo de América– destacaría el estudio de una LS en
particular. Sí, sería la Lengua de Señas Americana (ASL), y es muy posible que no
encontremos referencias a la gramática de las LS de Honduras o de El Salvador.

Esta disparidad sobre los trabajos en torno a la documentación y análisis de las LS es un


tema que, de manera tácita, podemos encontrar en la obra que ahora reseñamos. Así,
Ulrike Zeshan y Connie de Vos, editoras de la obra objeto de esta reseña, colocan en el
centro de la discusión la aparición y desarrollo de las LS “minoritarias”. Es un tema
relevante, si consideramos que se inserta en un contexto donde el desplazamiento, la
extinción o revitalización de las lenguas originarias se convierte en uno de los temas de
la agenda de las políticas públicas de varias de las naciones donde surgen estas LS. Y,
se vuelve un asunto de mayor complejidad, atender las condiciones de comunidades en
las cuales coexisten dos o más lenguas orales y diversas LS.

El estudio sobre la diversidad de las LS es un campo de investigación, al cual Ulrike


Zeshan ha prestado una atención principal desde hace varios años, algo que se refleja en
su vasta publicación de trabajos translingüísticos, donde describe, analiza y compara la
gramática de varias LS utilizadas por diferentes comunidades sordas alrededor del
mundo. Aun cuando en sus primeras investigaciones de corte tipológico, ocupan un
lugar prominente los datos de LS de países con un alto nivel de desarrollo económico,
entre ellas la ASL, o la Lengua de Señas Británica (BSL), en sus estudios recientes, las
lenguas de señas provenientes de Asia, África y América se convierten en su objetivo
principal, como podremos constatar en la reseña que nos ocupa. Y, en particular, es en
Asia donde se localiza la mayor cantidad de lugares y lenguas discutidas en esta obra.1

En cuanto a la investigación translingüística de las LS, no será hasta finales de la


primera década del siglo XXI cuando sea evidente el desarrollo de este ámbito de
estudio encabezado por Zeshan. Por ejemplo, en el primer lustro del siglo XXI,
observamos entre las varias publicaciones de esta investigadora estudios sobre la noción
de palabra, la construcción de frases interrogativas, y las formas de expresar la negación
en varias LS (Zeshan, 2002, 2004a, 2004b). Estos dos últimos temas son retomados
como parte de su contribución en la colosal obra The World Atlas of Language
Structures (2005), editada por M. Haspelmalth, M. Dryer, D. Gil y B. Comrie.2

Así, en el apartado. “J. Sign languages”, Zeshan presenta dos temas, uno referente al
uso de partículas interrogativas (presencia de rasgos no manuales, y señas
interrogativas, por ejemplo, QUÉ, CUÁNDO, en la construcción de estructuras
interrogativas); y otro con respecto a las formas negativas irregulares en las LS.3 Su
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participación en este atlas lingüístico fue sin duda una deferencia al trabajo de Zeshan,
pero también, de manera simbólica, se otorgaba un reconocimiento de la contribución
de los hallazgos encontrados al investigar las LS en pro de una mayor comprensión
sobre la naturaleza del lenguaje.

En el 2012, Ulrike Zeshan y Connie de Vos –coordinadoras de la publicación de la obra


que reseñamos– ofrecen un texto, en el cual investigadores de distintas partes del
mundo abordan, en los varios capítulos que integran este libro, las condiciones de las
comunidades indígenas y rurales, cuyos miembros –sordos u oyentes– utilizan una
lengua de señas.

El valor de esta obra radica, por un lado, en su compromiso social, y por otro lado, por
la complejidad lingüística y socio-antropológica de las comunidades que estudian. En
este sentido, Zeshan y de Vos enfatizan, en su introducción, titulada “Demographic,
sociocultural, and linguistic variation across rural signing communities”, que a
diferencia de las comunidades urbanas, las comunidades rurales o indígenas presentan
condiciones que vuelven más compleja su atención no solo para asegurar su acceso a los
servicios básicos, sino en el ejercicio de su derecho a la salud, trabajo, justicia,
educación y a la información. Y, asimismo, señalan que esta situación se agrava cuando
en las comunidades indígenas o rurales existe un sector de la población, que presenta
sordera, y eso condiciona el uso de señas para la interacción entre los miembros de
dichas comunidades. Pues, presenciamos entonces la constitución de comunidades
multilingües, donde coexisten lenguas minoritarias –orales y lenguas de señas
emergentes–, aunado el uso de una lengua dominante en el intercambio comunicativo
cotidiano. Responder a las demandas de atención para los miembros de estas
comunidades y, con ello, cubrir lo mínimo requerido para su bienestar es un tema
pendiente en la mayoría de las agendas públicas, por ejemplo, de los países de América
Latina.

Asimismo, coincidimos con Zeshan y de Vos, cuando comentan que estas comunidades
(de sordos y oyentes) no pueden analizarse como si fueran la “típica” comunidad
indígena o comunidad sorda, como las que tradicionalmente se han estudiado de manera
sistemática, puesto que, en las comunidades de este tipo, prevalece un sentido “filial”,
hay lazos consaguíneos entre sus miembros, hay una historia ancestral compartida, y,
aunque estos colectivos categoricen de la misma manera la sordera como el rasgo que
diferencia a sus miembros –semejante al color del pelo o de los ojos–, dicho rasgo se
resignifica en la posibilidad de originar otra lengua, en el empleo de varias lenguas entre
sus miembros, y el estatus que adquieren dichas lenguas para los usuarios.

Por todo ello, se genera en estos grupos un conjunto de representaciones sociales en


torno a la cohesión e identidad entre sus miembros, lo cual se ve influenciado por una
forma de entender qué significa la sordera, es decir, si se concibe como una enfermedad
o como un elemento de identidad. De igual manera, se revaloriza el estatus de las LS, o
de las lenguas orales, entre los integrantes de estos colectivos (Cruz-Aldrete, Moraes
García, y Lopes Cohelo, 2016). Este panorama, lingüístico, social y cultural da la pauta
para que Zeshan & de Vos consideren la pertinencia del trabajo conjunto de lingüistas y
antropólogos en el estudio de este tipo de lenguas y de sus usuarios. De este modo,
consiguen una mejor aproximación a los hallazgos sobre el origen y desarrollo de las LS
y pueden analizar, además, las razones por las cuales se considera que estas lenguas

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emergentes (LS rurales y LS indígenas) sean consideradas lenguas en peligro, como se


expone en los capítulos que componen este libro.

La obra que reseñamos se ha convertido en un hito en el estudio de las LS pero, sin


embargo, llama la atención el poco impacto que ha tenido en el estudio de las LS
emergentes de los países de América Latina, especialmente, si tenemos en cuenta, por
un lado, el hecho de que varias regiones del Continente americano se caracterizan por
presentar una gran diversidad lingüística y, si tenemos en cuenta además, por otro lado,
la existencia de una larga tradición en el estudio de las lenguas originarias, como es el
caso de México. El conjunto de estos elementos quizá habría favorecido el desarrollo de
esta área de estudio. No obstante, cabe aclarar que, en este libro, aparecen dos artículos
dedicados a las LS que se usan en algunas comunidades de la península de Yucatán, al
sur de México, concretamente, la Lengua de señas de Chicán y la Lengua de señas maya
yucateca4.

Hasta ahora hemos presentado una introducción al estudio de las lenguas de señas
minoritarias, el cual permitirá al lector acercarse con otros elementos a la reseña del
libro que ahora nos ocupa. La obra se compone de 21 capítulos distribuidos en dos
grandes apartados. El eje del primer apartado se centra en el trabajo de campo, la
descripción y documentación de las LS “emergentes”, es decir, de las lenguas que
aparecen en comunidades rurales, pueblerinas o indígenas. Por tanto, las comunidades
lingüísticas que se estudian en esta obra se caracterizan, por un lado, por encontrarse en
pequeños asentamientos, aunque en algunos casos, hay grupos cuya dinámica en su vida
cotidiana implica una movilidad sujeta a razones de diversa índole, económica o
cultural, y, por otro lado, por tratarse de comunidades que se conforman en su mayoría
por personas oyentes, aunque con la presencia de un elevado número de personas con
sordera. Este alto porcentaje de sordera se explica por las relaciones de parentesco entre
los miembros de la comunidad, de tal modo que la discapacidad auditiva tiene un
componente hereditario.

Ahora bien, en el segundo apartado, la discusión gira en torno al estudio del perfil
sociolingüístico de los usuarios de estas LS, tanto oyentes como sordos. Al respecto, los
lazos familiares entre los integrantes de estos grupos, y con ello una actitud no
discriminatoria sobre las personas sordas, favoreció la creación y uso de sistemas de
comunicación visogestuales empleados por los miembros sordos y oyentes de estas
comunidades. Esto explicaría el desarrollo y conservación de las LS emergentes, pues
los “primeros” signos, señas caseras, que en principio facilitan la interacción en la vida
cotidiana de sus integrantes, posteriormente, dan lugar a otras señas para hablar sobre
las festividades, o sobre labores propias de los pueblos, por ejemplo, agricultura, o para
la enseñanza formal. El paso de esta primera forma de comunicación visogestual de
generación en generación puede dar lugar a la formación de sistemas lingüísticos
complejos de LS. De ahí que entre los tópicos centrales del contenido de este libro está
ponderar la importancia del estudio de las señas caseras, como un elemento clave para
entender este tipo de lenguas.

Otra discusión importante que se aborda en esta obra es el papel que tiene la educación
para estas comunidades. Se comenta que la enseñanza formal para los sordos puede
favorecer el desarrollo de las lenguas emergentes o, por el contrario, puede provocar la

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desaparición de las mismas, pues es probable que la LS empleada por la mayoría de los
educadores para la enseñanza sea la LS dominante.

Las LS emergentes o rurales que en esta obra se discuten provienen de casi todos los
continentes: África, Asia, Oceanía y América. Me baso en esta ubicación continental
para la presentación de las investigaciones que describen las características de este tipo
de lenguas y sus usuarios, y, al final, al tratar los estudios de las LS de América, me
detengo con mayor detalle en aquellos estudios que hacen referencia a las LS
emergentes que se localizan en México.

Del continente africano, la autora Annelies Kusters presenta dos estudios, en los cuales
hace referencia a la investigación antropológica y sociolingüística en el poblado de
Adamarobe, localizado en Ghana. El primero de dichos estudios se titula “Being a deaf
white anthropologist in Adamarobe: Some ethical and methodological issues”, y, el
segundo, “Adamarobe: A demographic, sociolinguistic and sociocultural profile”. Esta
antropóloga sorda se centra en la discusión de las relaciones entre los propios sordos y
de los sordos entre los oyentes. En su texto, nos muestra el estatus que le confiere la
comunidad de Adamarobe, y que ella misma asume, al tratarse de una investigadora
blanca, además de sorda. Estas particularidades, la sordera y su posición como
académica, causaban una ambivalencia con el colectivo sordo al cual estudiaba, pues se
le reconocía como miembro del grupo por ser sorda, pero se le exigía una retribución en
su calidad de ser un sujeto externo. La veían como una persona que obtenía un beneficio
de su encuentro con ellos, en este caso, el poder realizar una investigación. Victoria
Nyst, Kara Sylla y Moustapha Magassouba, en el capítulo “Deaf signers in Douentza, a
rural area in Mali”, se centran en la situación de los sordos señantes de Douentza, en
relación con el desarrollo de señas caseras y el contacto con otras lenguas de señas
utilizadas en la región.

De Asia, Connie de Vos nos ofrece sus investigaciones realizadas en la comunidad de


Kata Kolok, ubicada en la isla de Bali. El título de sus artículo es “The Kata Kolok
perfective in child signing: Coordination of manual and no manual components” y
“Kata Kolok: An updated sociolinguistic profile”. Por su parte, Angela M. Nonaka,
discute las condiciones de vulnerabilidad que condicionan la existencia de la lengua de
señas rural empleada en Ban Khor, Tailandia, a través de dos artículos: el primero es
“Language ecological change in Ban Khor, Thailand: An ethnographic case study of
village sign language endangerment” y, el segundo, “Kata kolok: An updated
sociolinguistic profile”.

Las colaboraciones de Shifra Kisch, Sara Lanesman e Irit Meir, no solo conforman un
núcleo importante en el desarrollo de las investigaciones de las lenguas de señas de
Israel, sino que además nos brindan el pretexto para establecer una línea de tiempo entre
la obra de Irit Meir, Wendy Sandler, Carol Padden y Mark Aronoff (2010), Emerging
Sign Languages, sobre las características sociolingüísticas de las lenguas de señas
emergentes empleadas por comunidades de distintos lugares del mundo, entre ellas
algunas provenientes de Asia y África. Así, en el estudio de Shifra Kisch, “Demarcating
generations of signers in the dynamic sociolinguistic landscape of a shared sign
language: The case of the Al-Sayid Bedouin”, se observa un reconocimiento a Meir et
al. (2010), al revisar la características que definen las lenguas de señas emergentes,
entre ellas, su origen. Esta revisión entraña de hecho analizar las LS que surgen sin un

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modelo lingüístico, en pequeñas comunidades, alejadas de centros urbanos o que se


encuentran aisladas. Estos antecedentes le permiten discutir las condiciones sociales y
lingüísticas de cuatro generaciones de señantes de la actual LS, la Al Sayid Bedouin
Sign Language (ABSL). De igual manera, Sara Lanesman e Irit Meir en “The survival
of Algerian Jewiah Sign Language alongside Israeli Sign Language in Israel”, recuperan
los primeros estudios sobre la Lengua de Señas Israelí (ISL), los cuales fueron
encabezados por Meir a inicios del siglo XXI, para comparar la situación actual de la
Algerian Jewian Sign Language (AJSL), su vitalidad, así como supervivencia a partir de
la migración de sus usuarios fuera de las fronteras de Israel.

Y, finalmente, se cierra la presentación de las lenguas de señas de esta parte del mundo
con dos estudios, uno de ellos de la autoría de Hasan Dykyuva, “Mardin Sign
Language: Signing in a ‘deaf family’”. Se trata de una lengua de señas localizada en
Turquía, la cual es empleada por una familia en donde la sordera congénita se da de
manera sucesiva en al menos cuatro generaciones. La familia se constituye por
miembros oyentes y sordos, y la LS es la lengua empleada por todos sus integrantes. El
otro texto es presentado por Sibaji Panda, quien aborda el estudio de una comunidad
lingüística ubicada en Alipur, India, “Alipur Sign Language: A sociolinguistic and
cultural profile”.

Es probable que al hablar de las lenguas emergentes de Oceanía, en particular, de


Australia, venga a la mente de las lectoras y lectores el estudio pionero realizado por
Kendon (1988) Sign Languages of Aboriginal Australia. Cultural, Semiotica and
Communicative Perspectives.. Hoy, gracias a los trabajos de Elayne L. Maypilama y
Dany Adone, se conoce otra lengua de señas nativa de este país, la Yolngu Sign
Language (YSL). Esta LS es reportada en el libro reseñado bajo el título “Yolngu Sign
Language: A sociolinguistic profile”. Se trata de una lengua utilizada por una
comunidad ubicada en la Tierra de Arnhem, el territorio norte de Australia. Y, en
conjunto con otras investigadoras, Anastasia Bauer y Keren Cumberbatch, ofrecen un
estudio comparativo entre dos LS emergentes, que, pertenecen a continentes diferentes.
Así, en “Colour signs in two indigenous sign languages”, comparan datos de YSL y el
Konrich Sain (KS), que es una LS usada en Jamaica.

Además de la LS empleada en Jamaica, una isla del caribe americano, en este volumen
se hace referencia a tres lenguas provenientes de América del Norte: el Inuit Sign
Language, la Lengua de Señas Maya yucateca y la Lengua de Señas de Chicán. El
autor, Joke Schuit, ofrece dos investigaciones en torno al Inuit Sign Language: “Signing
in the Artic: External influences on Inuit Sign Language” y “Sociolinguistic profile of
Inuit Sign Langue”. Las otras dos lenguas mencionadas se emplean al sureste de
México, principalmente, en la península de Yucatán. Cabe mencionar que ambas
lenguas coexisten con la Lengua de Señas Mexicana (LSM), con el español y con la
lengua maya yucateca.

Olivier Le Guen colabora con el estudio “An exploration in the doman of time: From
Yucatec Maya time gestures to Yucatec Maya Sign Language time signs”; y Cesar
Ernesto Escobedo Delgado presenta “Chican Sign Language: A sociolinguistic sketch”.
Cabe resaltar que la LS empleada en pequeñas comunidades mayas ha sido objeto de
estudio desde hace varias décadas. Por ejemplo, la existencia de una lengua de señas
empleada por personas sordas y oyentes en una comunidad maya ubicada en Yucatán

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(identificada como Nohya) fue reportada por J. W. Du Bois (1978), M. K. Shuman


(1980), y años más tarde R. E. Johnson (1991). No obstante, como se puede observar,
pasarán varias décadas para volver a documentar esta lengua. De tal modo que el trabajo
realizado por ambos investigadores contribuye al reconocimiento de lenguas emergentes
ubicadas en los poblados de Chicán y Nohkop. Sus aportes nos conducen a nuevas
interrogantes en cuanto a la existencia de “una familia de lenguas de señas mayas
yucatecas” o a meras variantes de una sola lengua, ya que entre las lenguas empleadas
en las comunidades estudiadas –Nohkop y Chicán– se observan rasgos léxicos y
gramaticales muy semejantes.

Mención aparte merece la destacada participación de investigadores sordos que


colaboran en este volumen. Gracias al texto de Hasan Dikyuva, Cesar Ernesto Escobedo
Delgado, Sibaji Panda y Ulrike Zeshan, “Working with village sign language
communities: Deaf fieldwork researchers in professional dialogue”, podemos observar
entre otras cosas, la compleja situación multilingüe que sostuvieron varios de los
autores (sordos). Dichos autores no solo son usuarios de una o más LS, sino que
también son hablantes de varias lenguas orales, y exponen sus hallazgos en este libro
con objeto de discutir cómo aproximarse al estudio de las lenguas emergentes desde su
perspectiva como usuarios de una LS.

Para finalizar esta reseña, podemos decir que esta obra invita a una serie de reflexiones
académicas y personales. A través de la lectura encontramos un notable sentido de
responsabilidad y de ética del investigador al entrar en contacto con su objeto de
investigación: las comunidades lingüísticas minoritarias. Asimismo, nos conduce a
volver a las preguntas sobre qué es el lenguaje, cómo se desarrolla, cómo se aprende,
cuál es su naturaleza.

Tal vez mi optimismo me conduce a pensar que este campo de estudio contribuye no
solo a la comprensión de la diversidad de las lenguas, sino a la posibilidad de generar
estrategias que impacten en el diseño de políticas públicas para los usuarios de lenguas
minoritarias, sean sordos u oyentes, con lo cual se acorte la brecha de desigualdad que
caracteriza al mundo en el que hoy vivimos.

Referencias bibliográficas
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processos própios de interação e communicação na família e na escola. Dissertação.
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Cruz-Aldrete, M.; Garcia Bruno, Marilda Moraes; Lopes Coelho, Luciana. 2016. La
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Du Bois, J. W. 1978. Mayan Sign Language: An ethnography of non-verbal
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Haviland, J. B. 2011. Nouns, verbs and constituents, in an emerging Tzotzil Sign
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Shuman, M. K. 1980. The sound silence in Nohya: A preliminary account of sign
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560-563.

Notas
1
Ulrike Zeshan, manifiesta un interés temprano por las LS menos conocidas, y sobre las condiciones
multilingües de varios países en donde coexisten diferentes lenguas orales y de señas, como se puede
observar en su obra Sign Language in Indo-Pakistan: A description of a signed language (2000), una obra
que puede considerarse como el inicio de un trabajo vigoroso, encaminado al desarrollo de la tipología
lingüística de las LS y al de la antropología de las comunidades sordas. En este trabajo, aborda las LS del
subcontinente indio; es un claro ejemplo sobre el trabajo de documentación de una lengua de señas y de la
complejidad de las condiciones sociolingüísticas de sus usuarios, al estar inmersos en un contexto
plurilingüe y multicultural.

2
En esta obra, se aborda la diversidad tipológica de las lenguas del mundo a través de once secciones,
entre ellas, fonología, morfología, orden de palabras, oraciones simples, oraciones complejas, léxico y, las
lenguas de señas.

3
De forma general, la negación se realiza con un rasgo no manual, que consiste en un movimiento de
cabeza de derecha a izquierda, al mismo tiempo que se articula la seña del elemento que es negado. En las
LS, se observa el uso de formas supletivas de negación, por ejemplo, se modifica uno o varios parámetros
articulatorios de la seña que expresa la acción o estado que se niega, aunque se mantiene el uso del rasgo
no manual que sirve para negar.

4
Dentro de este trabajo incipiente, cabe destacar, por un lado, la labor de John B. Haviland (2011),
estudioso del tzotzil, que, desde hace algunos años, ha reportado el desarrollo de una forma de
comunicación, concretamente, señas caseras empleadas por un pequeño grupo de niños sordos

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provenientes de una familia oyente hablante de tzotzil; por otro lado, cabe destacar también el estudio
etnográfico de Luciana Coelho (2011) sobre el uso de la Lengua de Señas Brasileña (LIBRAS) y de las
lenguas de señas emergentes, entre ellas, la lengua de señas empleada por miembros de las comunidades
Guaraní y Kaiowá. Si bien la lengua de señas Kaiowá y la lengua de señas guaraní coexisten en algunas
comunidades indígenas en Brasil, la acción del sistema educativo privilegia la adquisición de la lengua de
señas dominante, es decir, la LIBRAS.

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J. Camacho Niño. Reseña de Alvar, Manuel. 2018. Estudios en torno a las hablas andaluzas y otras cuestiones
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 487-492

JESÚS CAMACHO NIÑO. Reseña de Alvar, Manuel. 2018. Estudios en torno a las hablas
andaluzas y otras cuestiones. Jaén: Editorial Universidad de Jaén.

El texto que se reseña aquí es el último trabajo de Manuel Alvar Ezquerra, en el cual se
aborda uno de los temas más tratados por el autor a lo largo de su dilatada trayectoria
académica e investigadora: las hablas andaluzas. El volumen es fruto de la labor
incansable y la reflexión continuada sobre este objeto de estudio y ha sido compuesto a
partir de distintos artículos científicos y capítulos de libro publicados entre los años
1991 y 2011; de manera que cada uno de los ellos constituye un estudio autónomo e
independiente. Si bien vistos estos capítulos en perspectiva, forman un mosaico
filológico que ofrece un panorama general, y de gran interés, de los estudios
desarrollados por Manuel Alvar Ezquerra sobre las hablas andaluzas.

Concretamente, el monográfico se centra en un aspecto muy concreto de esta variedad


diatópica del español: el nivel léxico, y presta especial atención a su inclusión y
tratamiento en herramientas de consulta lexicográfica tales como el diccionario
académico, especialmente en la edición de 1992, o su obra el Tesoro léxico de las
hablas andaluzas (2000). Para conseguir esa visión de conjunto del léxico propio de las
hablas andaluzas, el libro se ha dispuesto en doce capítulos que se completan con un
apartado para el prólogo y una sección donde se compilan las referencias bibliográficas
citadas en el cuerpo del texto.

El primer capítulo, Lexicografía dialectal, aporta gran cantidad de datos cuantitativos y


tiene un claro enfoque historiográfico. En él, Manuel Alvar Ezquerra demuestra la
relación entre Dialectología y Lexicografía haciendo un recorrido exhaustivo de la
historia del registro de regionalismos en los diccionarios de lengua española y de la
técnica lexicográfica empleada para el diseño y composición de estas herramientas. Sus
puntos de partida son la obra de Antonio de Nebrija, la traducción del Dioscórides
(1555) realizada por Andrés Laguna, el Vocabulario del humanista (1569) de Juan L.
Palmireno y el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de
Covarrubias. A continuación, centra su atención en los diccionarios generales y,
especialmente, en las distintas ediciones del repertorio académico. Para ello, confronta
los regionalismos presentes en el Diccionario de autoridades (1726-39) con los
incluidos en la vigésima primera edición (1992):

Diccionario de autoridades (1726-39) drae (1992) Aragón (581) Argentina (1364)


Andalucía (177) Chile (1359) Murcia (163) Las dos Castillas (1209) América (127)
Aragón (1124) América (1163) Andalucía (1058) Colombia (946) Cuba (946) Perú
(687) Murcia (376) Cantabria (271) España (12)

En lo que respecta a las obras lexicográficas que se encargan de registrar únicamente


voces dialectales, Manuel Alvar Ezquerra hace una distinción entre aquellas que se
ocupan solo del léxico dialectal americano, las cuales, a su vez, han sido divididas en
dos grupos: generales y regionales; y aquellas que registran el léxico diferencial de
España. El primer grupo −diccionarios generales de americanismos− nace, según los
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J. Camacho Niño. Reseña de Alvar, Manuel. 2018. Estudios en torno a las hablas andaluzas y otras cuestiones
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 487-492

datos ofrecidos por el autor, en el siglo xvii, si bien la primera obra de cierta extensión
es el Diccionario de voces americanas de Manuel J. de Ayala, que fue publicado un
siglo después (siglo xviii) y donde se registran 2800 dialectalismo aproximadamente,
entre los que abundan topónimos, hidrónimos, así como voces propias de cultura
americana. En esta centuria, se publica otra obra de gran importancia en la lexicografía
regional, el Vocabulario de las voces provinciales de América, inserto en el Diccionario
geográfico-histórico de las Indias Occidentales o América (1786-1789) de Antonio
Alcedo. El Diccionario de americanismos Augusto Malaret incluye cerca de 20000
americanismos, una cifra muy superior a la consignada en obras anteriores. Ya en el
siglo xx, Manuel Alvar Ezquerra señala los diccionarios de Alfredo N. Neves y Marcos
A. Morínigo como los más importantes del momento. En el primer ejemplo, se registran
unos 30000 artículos extraídos de fuentes lingüísticas (literarias) y lexicográficas, su
orientación es acumulativa y su criterio de admisión es amplio. En el caso de la obra de
Marcos A. Morínigo, su intención no era crear un repertorio exhaustivo de
americanismos, sino recoger los más difundidos en el mundo de habla hispana. Según
su postura, los americanismos son de diferentes tipos: voces indígenas que se han
incorporado definitivamente al léxico general español, neologismos creados en
América, voces españolas que han desarrollado sentidos privativos en el continente
americano, arcaísmos españoles que mantienen su vigencia de uso en América y
extranjerismos que han pasado a formar parte del léxico americano.

Los diccionarios regionales americanos ofrecían una extensión considerable ya en el


siglo xix. El enfoque de estas obras, en muchos casos, era normativo y su objetivo era
corregir los vicios del lenguaje y desterrar los usos incorrectos del español de América.
Uno de los primeros es el Diccionario provincial de voces cubanas (1836) de Esteban
Pichardo. En él, se consignan no solo voces propiamente cubanas, sino también
castellanismos, indigenismos americanos y extranjerismos de otras lenguas europeas.
Pocos años después, se publicaría El vocabulario rioplatense (1845) de Javier Muñiz, el
cual sería el repertorio más exhaustivo de la zona hasta la aparición de Vocabulario
rioplatense razonado (1889) de Daniel Granada. Desde este momento, han surgido
otros diccionarios que recogen el léxico diferencial de Argentina como el Diccionario
folklórico argentino (1948) de Félix Coluccio, el Diccionario lunfardo (1959) de José
Gobello o el Diccionario de argentinismos de ayer y hoy (1976) de Abad de Santillán.
Otro país americano con una importante tradición de obras regionales es Chile. Sobre el
léxico diferencial de este territorio, se han publicado numerosos diccionarios como el
Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez que incluye muchos datos
lexicográficos (etimología, ejemplos de uso, equivalentes en el español peninsular, etc.),
Voces usadas en Chile (1900) de Aníbal Echeverría y Reyes, el Diccionario manual de
locuciones viciosas y de correcciones del lenguaje (1902) Camilo Ortúzar,
Apuntaciones lexicográficas (1904−1910) de Miguel L. Amunátegui o el Diccionario
etimolójico de las vozes chilenas derivadas de las lenguas indígenas americanas (1904)
de Rodolfo Lenz. Otros países americanos que también han visto registrado su léxico
regional en herramientas de consulta han sido Perú −Diccionario de peruanismos.
Ensayo filológico (1883-1884) de Juan de Arona (pseudónimo de Pedro Paz Soldán y
Unanue)−, Costa Rica −Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica
(1892) de Carlos Gagini−, Guatemala −Diccionario de expresión popular guatemalteca
(1971) de Daniel Armas− y Honduras −Diccionario de hondureñismos (1895) de
Alberto Membreño−, entre otros. Este apartado finaliza con una referencia a los
diccionarios diferenciales contrastivos que se desarrollaron en el marco del proyecto

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Nuevo diccionario de americanismos, liderado durante muchos años por Günther


Haensch, primero, y por Reinhold Werner después en la Universidad de Augsburgo
(Alemania). Este primer capítulo de la obra reseñada termina recorriendo los
diccionarios regionales de España. El punto de partida que fija Manuel Alvar Ezquerra
para estas obras se sitúa en el siglo xix, concretamente, se refiere a la obra Ensayo de un
diccionario aragonés-castellano (1836) de Mariano Peralta. En este texto, se registran
en torno a 800 dialectalismo que no se encontraban en el diccionario académico, los
cuales se acompañan de textos definicionales muy breves. Una de las obras más
importantes, en lo que respecta al registro lexicográfico de aragonesismos, es la
diseñada por Jerónimo Borao y aumentada por otros autores posteriormente. En esta
obra, se registran voces propias de Aragón, las que han perdido vigencia en otras partes
del territorio, pero se mantienen en esta región y aquellas que han desarrollado un
sentido que solo se emplea en Aragón. A finales de este siglo, se presenta el
Vocabulario (1891) bable de Rato y Hevia. La zona leonesa dispone de numerosos
diccionarios que registran su léxico como El dialecto vulgar leonés hablado en
Maragatería y tierra de Astorga. Notas gramaticales y vocabulario (1909) de Santiago
Alonso Garrote o el Diccionario de las hablas leonesas (León, Zamora y Salamanca)
(1993) de Eugenio Miguélez Rodríguez. En lo que respecta a otras zonas de la
Península ibérica, no faltan, lógicamente, referencias al Vocabulario andaluz (1933) de
Antonio Alcalá Venceslada y al Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000), dirigido
por el autor de la monografía reseñada. Por último, en este primer capítulo se hace
también referencia a los distintos proyectos lexicográficos que han perseguido registrar
el léxico propio de las Islas Canarias.

El segundo capítulo, Evocación y sucesos del Tesoro léxico de las hablas andaluzas, se
centra en la intrahistoria del Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000) y en él, el
autor revela su lado más personal y apasionado al narrar el proceso de compilación,
elaboración y revisión de los materiales del diccionario, el cual llevó a cabo junto a un
nutrido grupo de colaboradores e investigadores sin los cuales la consecución del
proyecto hubiese sido imposible. El punto de partida de la narración son los trabajos
dialectales realizados para la composición del Atlas lingüístico y etnográfico de
Andalucía y el Corpus Toponymicum Canariensis y uno de los aspectos que más se
destaca en este texto es la asistencia informática en la fase de compilación de la base de
datos que, posteriormente y tras un duro trabajo, se convertiría en la macroestructura del
Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000).

El capítulo tres, El léxico de las hablas andaluzas a través de sus repertorios, presenta
algunas herramientas de consulta, como los atlas lingüísticos, que registran el léxico
propio de las hablas andaluzas y en él se incide en que estas deben estar diseñadas sobre
unos principios teóricos y metodológicos sólidos que garanticen la de calidad del
producto; en contraposición a otras hechas sin método, las cuales reflejan una realidad
distorsionada tanto del léxico como de la cultura de esta región de España. Asimismo, al
autor incide en que un atlas lingüístico y un diccionario, a pesar de que en ambos casos
se trata de herramientas de consulta con un mismo objeto de estudio: las unidades
léxicas, no son iguales, ni se usan para los mismos fines. En este sentido, el atlas
lingüístico es un producto diseñado, principalmente, para ofrecer datos lingüísticos que
pueden ser empleados por otras disciplinas, entre ellas la Lexicografía. De esta forma,
Manuel Alvar Ezquerra defiende la utilidad y necesidad de diseñar y emplear
herramientas como el alea en la redacción de diccionarios mediante ejemplos en los que

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se comparan los datos lexicográficos que ofrece el Tesoro léxico de las hablas
andaluzas(2000) frente a otras recopilaciones de andalucismos como la selección de
Miguel Toro y Gisbert, el Vocabulario andaluz(1933) de Antonio Alcalá Venceslada y
especialmente, el diccionario académico. En este sentido, se señalan muchas
imprecisiones en la adscripción de algunas voces a un territorio determinado. Por
ejemplo, la edición de 1992 del draemarca como usos americanos las dos acepciones
registradas para la voz abombado y el Tesoro léxico de las hablas andaluzas aporta
datos de su uso también en las hablas andaluzas.

El capítulo cuatro, El vocabulario andaluz, incide en una cuestión ya apuntada en el


anterior: la importancia de los atlas lingüísticos en la confección de otras herramientas
de consulta como los diccionarios. Así, en estas páginas, se presentan las fuentes
empleadas en el desarrollo del Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000) y se señala
especialmente la importancia del alea dentro de ellas. A partir de las fuentes, Manuel
Alvar Ezquerra hace una caracterización de su repertorio del que destaca que su
finalidad no es acumulativa, sino diferencial y contrastiva, lo cual tiene una incidencia
directa en el volumen de la macroestructura, así como en la metodología de selección
léxica. Otra característica del Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000) que lo
diferencia de otros diccionarios que registran el léxico dialectal es, como indica su
autor, su enfoque. El léxico que se lematiza en la obra queda caracterizado desde un
punto de vista lingüístico y es tratado como un subsistema que forma parte de la lengua
general. Así, el léxico dialectal no queda reducido a una suerte de rarezas fónicas o
vulgares. Esta característica hace del Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000) una
herramienta muy provechosa tanto para la creación de otros diccionarios como para la
realización de investigaciones lingüísticas. Para argumentar esto, Manuel Alvar
Ezquerra ofrece numerosos ejemplos extraídos del drae (1992) y del Tesoro léxico de
las hablas andaluzas (2000) en los que se pone de manifiesto la imprecisión de las
marcas diatópicas empleadas en el repertorio académico. Igualmente, también se
ofrecen muestras de artículos lexicográficos que reflejan las peculiaridades fonéticas de
las hablas andaluzas, demostrando, así, la utilidad de estos datos lexicográficos para la
realización de investigaciones lingüísticos sobre esta variedad diatópica.

Los capítulos cinco, Variedad y riqueza en el léxico andaluz, y seis, Cambios fonético,
variantes, cruces, motivaciones y otros fenómenos del léxico andaluz, se podrían
catalogar como estudios lexicológicos sobre las hablas andaluzas. El primero de ellos se
centra en determinar qué es el léxico andaluz y qué ámbitos abarca. En esta
caracterización, el primer aspecto que se resalta es la falta de correspondencia entre las
fronteras lingüísticas y las administrativas de un territorio. A partir de este hecho,
Manuel Alvar Ezquerra argumenta que los elementos que caracterizan el léxico andaluz
no se hayan en el nivel fonético o fonológico, sino en el semántico y el pragmático,
pues la fonética propia de las hablas andaluzas afecta tanto a los andalucismos
propiamente dichos como a las voces del español general que se emplean en Andalucía.
Otra cuestión tratada en este capítulo, y que enlaza con la anterior, es la supuesta
riqueza léxica de las hablas andaluzas. A este respecto, Manuel Alvar Ezquerra explica
la dificultad que entraña determinar este aspecto desde un punto de vista lingüístico,
pues este aspecto no es fácilmente ponderable y su incidencia en la descripción de un
sistema lingüístico es muy reducida. Por tanto, defiende que la supuesta riqueza del
léxico andaluz responde a la gran extensión geográfica que cubre el territorio andaluz,
donde se dan actividades y necesidades de muy diversa índole, lo cual tiene una

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repercusión directa en la cantidad y variedad del léxico empleado para designar esas
realidades. El segundo de estos capítulos −el seis− se ocupa de ciertos fenómenos
lingüísticos que se manifiestan en el léxico andaluz: los cambios fónicos, la variación
léxica o la motivación. En su estudio, el autor evidencia que algunos cambios fónicos
propios de las hablas andaluzas, como la pérdida de algunas consonantes finales o la
neutralización de las consonantes líquidas que da lugar al rotacismo y landacismo,
pueden llevar a ambigüedades léxicas, las cuales, en muchas ocasiones, son resueltas
incorporando una voz dialectal para designar una de las realidades que entran en
ambigüedad. Para ejemplificar este proceso de desambiguación léxica parte de los
materiales incluidos en los diccionarios y remarca algo dicho anteriormente: la
importancia de las herramientas lexicográficas, y concretamente del Tesoro léxico de
las hablas andaluzas (2000), como elementos coadyuvantes de la investigación
lingüística. Otro de los factores señalados como motor del cambio léxico es la extrañeza
de la voz, pues, según se expone, el léxico menos conocido es más susceptible de sufrir
cambios. Igualmente, otros cambios responden a una búsqueda de mayor expresividad o
intensidad (antrompófago o himpócrita).

Los capítulos siete, Voces usadas en Andalucía con otras localizaciones en el drae, y
ocho, Pervivencia de los andalucismos en el DRAE, vuelven al enfoque lexicográfico
presentado en los capítulos tres y cuatro. En las secciones que nos ocupan ahora, se
vuelve a un tema abordado anteriormente y se compara el tratamiento de los
regionalismos andaluces en el diccionario académico −en su edición vigésima primera,
1992− y en el Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000). El primero de estos
capítulos expresa nuevamente la relación que existe entre los estudios dialectales y los
lexicográficos y en él, presenta una muestra de lemas recogidos en el Tesoro léxico de
las hablas andaluzas (2000) que, en el drae (1992), aparecen con una marca diatópica
distinta de Andalucía, principalmente referida a América, si bien también se ofrecen
numerosos ejemplos de España: Galicia, Aragón, Salamanca o Burgos, entre otros
lugares. El segundo de estos capítulos −el ocho− compara el tratamiento lexicográfico
de los regionalismos en el drae y en el Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000), y
destaca que los datos ofrecidos en esta segunda herramienta son más precisos y exactos.
El autor defiende la necesidad y utilidad de incluir regionalismos en los diccionarios
generales, así como la existencia de herramientas de consulta específicas para este tipo
de léxico. De esta forma, Manuel Alvar Ezquerra vuelve a poner de manifiesto la
imprecisión del diccionario académico y a defender la utilidad del Tesoro léxico de las
hablas andaluzas (2000) como herramienta imprescindible para el estudio de esta
variedad diatópica del español.

Los capítulos nueve, Léxico de Huéscar (Granada), diez, El léxico de un molino de


Agua en Alhaurín el Grande (Málaga), y once, Léxico de la matanza y otras voces de
Vilches (Jaén), son estudios particulares donde se recopila el léxico de tres localidades
de Andalucía: Huéscar (Granada), Alhaurín el Grande (Málaga) y Vilches (Jaén), que se
incorporarían como materiales al Tesoro Léxico de las hablas andaluzas. En el caso de
Huéscar (Granada), no existe ningún tipo de restricción temática; sin embargo, en el de
Alhaurín el Grande (Málaga), el estudio se centra en los términos propios de los
molinos de agua, y en el de Vilches (Jaén), en el léxico empleado en la matanza. La
primera de estas recopilaciones incluye 797 regionalismos y en su microestructura se
ofrecen datos lingüísticos como la categoría gramatical y el contorno definicional, y no
lingüísticos como marcas de vigencia (ant.), referencias al diccionario académico en

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caso de que la voz aparezca en alguna de sus ediciones, y definiciones, las cuales son,
en la mayoría de los casos, de incluyente positivo (género próximo + diferencia
específica), si bien se combinan con definiciones sinonímicas. El capítulo
correspondiente al léxico propio de los molinos de agua de Alhaurín el Grande (Málaga)
presenta una selección léxica mucho más restringida, 78 términos, pero la
microestructura incluye los mismos datos lexicográficos y posee idéntica arquitectura
que en el capítulo anterior. Finalmente, la recopilación del léxico de la matanza
empleado en Vilches (Jaén) es la más reducida y cuenta con solo 32 términos. Sin
embargo, en lo que respecta a su diseño microestructural, este es el mismo que en los
casos anteriores

Por último, los capítulos doce, Conquista, emigración, repoblación y el habla de


Málaga, y trece, Mirada personal a la dialectología de Manuel Alvar, tienen un
enfoque muy diferente a los anteriores. En el caso de capítulo once, este repasa la
historia externa del habla de Málaga y expone los distintos factores extralingüísticos
que tuvieron incidencia en la configuración lingüística de la provincia. El capítulo que
cierra la monografía está dedicado a Manuel Alvar y en él, se ensalza su trayectoria
profesional y, especialmente, sus estudios dialectales.

Sin duda alguna, este volumen monográfico compilado por Manuel Alvar Ezquerra
constituye una herramienta de gran utilidad para todas aquellas personas, especialmente
estudiantes, que quieran conocer cómo se ha desarrollado y evolucionado la
compilación, el tratamiento y el estudio del léxico propio de las hablas andaluzas. En
sus páginas, se entrelazan, en perfecta armonía, numerosos datos y reflexiones
lexicológicas y lexicográficas de tal forma que se ha tejido una sólida red de datos y
conocimientos sobre el léxico andaluz. Por ello, es un libro que está llamado a
convertirse en un texto de referencia para todos aquellos interesados en el estudio del
léxico dialectal propio de Andalucía, así como en la técnica lexicográfica empleada en
la creación de diccionarios de regionalismos.

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C. Nunes Martins. Reseña de Muhr, Rudolf; et al.. 2016. Pluricentric Languages and Non-Dominant Varieties Worldwide. Part II
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CLÁUDIA NUNES MARTINS (Instituto Politécnico de Bragança, Portugal). Reseña de


Muhr, Rudolf; Duarte, Eugênia; Mendes, Amália; Amóros, Carla; Thomas, Juan A.
2016. Pluricentric Languages and Non-Dominant Varieties Worldwide. Part II: The
Pluricentricity of Portuguese and Spanish. New Concepts and Descriptions. Frankfurt
am Main: Peter Lang.

A Peter Lang edition, Pluricentric Languages and Non-Dominant Varieties Worldwide


is edited by Rudolf Muhr, in collaboration with Eugênia Duarte, Amália Mendes, Carla
Amorós Negre and Juan A. Thomas (2016). This is the second volume to stem from the
“World Conference of Pluricentric Languages and their Non-Dominant Varieties”,
which was held in Austria in 2015 and organised by the “Working Group on Non-
Dominant Varieties of Pluricentric Languages”. The 300-page tome comprises
seventeen papers distributed through six parts that focus on different aspects of the
Portuguese and Spanish languages.

Part I: Theoretical aspects of the pluricentricity and the description of variation in


Portuguese – (1) The cognitive approach to pluricentric languages and the
pluricentricity of Portuguese: What’s really new? (2) The system of national
standards and the demolinguistic evolution of Portuguese

Soares da Silva states that Cognitive Linguistics has given rise to numerous studies in
the area of language variation, particularly what is currently acknowledged as Cognitive
Sociolinguistics that delves into all types of “lectal variation” and their social, cultural
and conceptual dimensions (p. 13). This author puts forth the research agenda for
pluricentricity studies, which encompasses four different levels: descriptive,
methodological, representational and applied. As far as the first is concerned,
pluricentricity focuses on “the relationship between national linguistic variation, culture
and cognition” (p. 15), namely how variation impacts on meaning. In terms of
methodology, new empirical methods may be applied to the study of “the
multidimensionality of the variation of meaning” (p. 15). Finally, it is fundamental to
approach the way speakers “perceive, categorize and evaluate national variation” (p.
16), both variation of meaning and meaning of variation.

Due to the very nature of Cognitive Linguistics, this discipline contributes to enriched
approaches to the whole topic of pluricentricity, particularly by the use of its key
concepts that enable the development of “existing definitions and taxonomies” (p. 17),
those being prototype theory (“lectal varieties are prototype categories” (p. 17), in line
with Geeraerts 1985 & 1997 and Taylor 1995), the concept of entrenchment (“the
degree to which a cognitive unit is routinized” (p. 17), as Schmid 2007 argues),
conceptual perspectivization (“how linguistic stereotypes are cognitive reference point
constructions” (p. 17), according to Langacker 1993 and Kristiansen 2003) and
conceptual metaphors and metonymies (“the key to identify cultural cognitive models
and ideologies underlying attitudes towards national varieties” (p. 17), based on Lakoff
& Johnson 1980).

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The last part of this paper turns its attention to the reasons Portuguese is to be seen as a
pluricentric language. Firstly, Portuguese has different standard varieties – European
Portuguese (EP), Brazilian Portuguese (BP) and other centres under development.
Because of this, Portuguese bears a symmetric pluricentricity which balances “the time
supremacy of EP and the spatial supremacy of BP” (p. 20). Secondly, both varieties are
strongly codified and speakers are becoming increasingly aware of the importance of
Portuguese at all levels. Therefore, there are those who believe EP and BP are two
different languages altogether, thus favouring the idea of divergence, while others
consider them two distinct varieties of the same language, endorsing convergence.
Notwithstanding, the disparities between these varieties cover all linguistic levels and
Soares da Silva seeks to demonstrate such endeavour by retrieving data from a
sociolexicological project conducted in the fields of football and fashion/clothing.

The second article envisions defining a language standard, since the concept of standard
is of uttermost importance when discussing the issue of pluricentricity. Müller de
Oliveira sets off by referring back to Coseriu’s definition of standard: “an abstract
constructo, located between language and speech”, also based on Saussure’s approach.
Afterwards, the author cites Leite (2006): “standard is what has already been realized,
and theoretically, will always be realized by a social group” (p. 35) – any change will
inevitably lead to the speakers’ reaction. Each language standard is structured into other
coexisting standards. Nonetheless, standards can also be regarded as products and thus
they are the targets of an intervention process, which comprehends “the selection of a
variety, its codification, implementation or promotion and, then, its elaboration and
cultivation” (p. 35). This process is grounded on linguistic planning usually conducted
by governments or other official regulatory institutions, such as language academies.

Drawing on Clyne (1992) and Muhr (2013), Oliveira upholds that pluricentric
languages require different national centres to create and maintain the norms of that
language variety. In this respect, Portuguese started off as a monocentric language,
though its evolution was slower when compared to English or French, namely due to
the fact that its monolingual dictionary, critical for any standardisation process, was
only concluded in the 19th century. Added to this, we should mention the absence of a
language academy that actually fulfilled its role.

It was in 1822 that Portuguese started being a bicentric language, at the time of the
independence of Brazil, which enhanced the project of a “national literary language” (p.
37) and the identification of lexical and grammatical differences between EP and BP.
The 1911 spelling reform allowed for a sense of linguistic independence and
encouraged the production of dictionaries and grammars in Brazil, thus, establishing
“two excluding validation and circulation standards” (p. 37) or divergent
standardization. This bicentric nature of Portuguese is maintained until the turn of the
millennium when evidence points to the development of other centres that will no
longer be under the influence of EP, namely the Portuguese-speaking African Countries
(PALOP) and East Timor, whose speakers are expected to increase exponentially by
2100. Therefore, it is essential the participation of all countries in this new pluricentric
reality of Portuguese.

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Part II: Characteristics and developments of Brazilian Portuguese – (1)


Codification and Standardisation in Brazilian Portuguese (2) The use of clitics in
Brazilian Portuguese – the development of an endogenous standards variety (3)
The Portuguese and its non-dominant varieties: how to teach them? (4) On the use
of the subjunctive mood in Portuguese: regional and national variation (5) Xokó
identity and ethnogenesis – Indigenous identity and development of Brazilian
Portuguese

Duarte, Gomes & Paiva return to the topic of standard language in their paper,
retrieving the criteria proposed by Clyne (1992) and Muhr (2012, 2013), according to
which standardisation is crucial for non-dominant varieties. However, they sustain that
the differences between spoken and written language must be taken into account,
because it is in this dichotomy that we can observe the intervention of endonormative
and exonormative standardisation. There is no denying that BP displays a group of
phonological, morphological and syntactic features that are clearly distinctive, though
the fact remains that the influence of EP still plays a role in the written form of BP.
Notwithstanding, each language variety has undergone their own diachronic
development and their standardisation processes reflect social and ideological choices.

As for the standardisation process in Brazil, BP had already shown local features in the
mid-18th century that made it deviate from EP. But it was the independence of Brazil
that had the ripple effect on BP, particularly because of the urgent demands for
modernisation, education and the definition of an identity for the then newly-
independent kingdom. Henceforth, in order to defeat illiteracy, it was essential to
establish universal access to public schools, and their respective programs, produce
literature and write the first grammars. Contrary to what one would expect, the Brazilian
grammars adopted an exonormative attitude, following the tradition of Portuguese
literary writers, which ended up obliterating the Brazilian colour in their own literature.
It was as if there was still a unity in literature and a prescriptive grammar approach that
did not comply with the newly-awarded independence.

Among the number of distinctive features at the level of BP syntax, the authors chose to
focus on the use of clitics, providing numerous examples. The exonorm towards clitics
is on the verge of losing ground, despite the fact that school still persists in integrating
“anachronistic, obsolescent features” in formal education. To sum up, although
education at school must strive for balance between two grammars, “as new generations
succeed, the grammar of written language tends to incorporate more and more
endonormative Brazilian rules” (p. 63).

Martins & Meisnitzer proceed with the topic of the use of clitics in BP, emphasising the
idea put forth by Duarte, Gomes & Paiva that: “even after almost 200 years of
independence, grammarians are reluctant with regard to revising their prescriptions” (p.
67). For this reason, they elaborate on what they name the diglossic situation
experienced by BP, due to the wide gap between written and spoken language.

As a consequence, they argue that Portuguese is a special case within pluricentric


languages, because what was once the periphery of Portuguese is now becoming the
centre of gravity and thus BP is no longer the co-dominant variety, but rather the
dominant one. Citing Muhr (2015), the authors emphasise the lack of cooperation

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between the Brazilian and Portuguese language academies (Academia Brasileira de


Letras and Academia das Ciências de Lisboa), which “can be seen as facilitating the
nativisation of the BP variety” (p. 69). Despite this unusual situation, the fact remains
that BP displays “a remarkable discrepancy between written and spoken language” (p.
69), distinguished into three levels – the prescriptive norm closer to EP, the erudite
spoken variety and the various popular spoken varieties. This situation is depicted in the
fact that between the end of the 19th century and the beginning of the 20th century, the
validity of the EP norm started being questioned, especially by the Brazilian cultural
and intellectual elite, which contrasts with “the conservative attitude of the Brazilian
Academy” (p. 70) that has prevented the development of BP codification and the
creation of new reference works.

For Muhr (2012, 2015), this phenomenon of diglossia within BP goes by the name of
“linguistic schizophrenia” or “schizoglossia” (p. 70). These shifting characteristics
reflect a “grammar competition”, where the prescriptive norm, based on EP, is restricted
only to formal written situations and acquired at schools. Grammarians’ refusal to
update the norms means that these no longer represent the reality of Brazilians. In line
with this, Kato (2005) speaks of a “third grammar” (p. 74) to describe the resulting
blend between the spoken language grammar and the written language grammar.

The last part of the article delves into the syntax of clitics in the evolution of BP,
providing ample examples of the clitics performing their different syntactic functions in
various historical periods.

In her paper, Mendes focuses on the issue of teaching Portuguese and questions which
variety should be taught by learners acquiring Portuguese as FL/SL. The author sets off
by referring to Clyne (1992) and Muhr (2012), in order to emphasise the internal and
external variation that norms from pluricentric languages endure. In the case of
Portuguese, its varieties are determined by asymmetry and isolation, since they alternate
between the competition of the dominant norms of BP and EP, on the one hand, and the
isolation of the non-dominant varieties of Portuguese, namely the PALOP and East
Timor, on the other. The author cites Oliveira (2013) to emphasise the need to shift
from a “divergent regulation” based only on EP and BP – which is a type of
dysfunctional management because it “excludes large parts of the Portuguese language
reality” (p. 86) – to a “convergent regulation” that takes into consideration all varieties
and embraces the project of “a language of global relevance” (p. 86).

In order to achieve this, governments from all Portuguese-speaking countries must join
efforts to develop “multilateral language policies”, which resonates the multilateral
tools mentioned by Oliveira. Two examples of these policies are: the Common
Orthographic Vocabulary of Portuguese (or VOC, particularly important as a post-
AOLP90 project – http://voc.cplp.org/) and the Portal for Teachers of Portuguese as a
Foreign/Non-maternal Language (or PPPLE – http://www.ppple.org/). These ultimately
encourage the focus in teaching Portuguese to shift from the dominant varieties to the
less visible ones.

Apart from the demands common to all language teachers (e.g. revision of teaching
methods, less grammatical content and more cultural content), teachers of Portuguese as
FL/SL require “the allocation of additional resources” (p. 89) that might enable teachers

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to abandon the old practice of the language being taught by using materials produced by
Portugal and Brazil, government training and the creation of an intercultural dialogue
between all the varieties that can actually be sensed by potential learners.

In a nutshell, Mendes sustains that teaching Portuguese as a pluricentric language is


likened to developing in learners the ability to translate, move and slide between
different language-cultures and enabling them to negotiate their place in this complex
network of references.

In the subsequent paper, Callou and Almeida address the use of the subjunctive mood in
Portuguese, first eliciting the difference between the indicative, which conveys factual
reality, and the subjunctive that “expresses possibility and potentiality (the irrealis
hypothesis) and is considered the prototypical mood of subordination” (p. 99). This
feature is not exclusive to Portuguese, but is rather a common trait of various Romance
languages.

The authors set out to describe their study based on the analysis of four oral samples of
speakers from Salvador and Rio de Janeiro, with different educational backgrounds,
recorded in the 1970s and in the 1990s. The study was also supported by data retrieved
from corpora of spoken Portuguese (i.e. Brazilian, European and African), as well as
from written texts dated from between the 13th and 20th centuries. They put forward
further examples and ensue their discussion with the presentation and analysis of
numerous tables and graphs about the use of the subjunctive mood in written texts over
time, the use of the subjunctive in every variety and the distribution by verb, city, age or
decade, to name just a few.

Vianna concludes this second part with a paper on the Xokó identity, one of the
indigenous peoples in Brazil, starting by dwelling on data about the history of Brazil. At
the beginning of the Portuguese Discoveries, 5 million people are thought to have lived
in what later became Brazil, which corresponded to five times more the population of
Portugal. Added to this demographic perspective, in terms of languages, there were
approximately “1200 languages belonging to dozens of language families [that] were
spoken by hundreds of ethnic groups” (p. 113) in 16th-century Brazil, while in Europe
one main language family hegemonised – the Indo-European. After the arrival of the
colonisers, the population decreased, due to diseases, slavery and genocide, as well as
the depletion of natural resources and linguistic, cultural and ethnic diversity. Vianna
quotes Ribeiro (1995) to emphasise the fact that this was in fact “the most impressive
case of “cultural uniformisation” and “ethnic transfiguration” in world history” (p. 114).

In terms of language contact, Portuguese was always regarded as the language of the
conquerors and, despite this, Vianna argues that it was never “fully adopted in linguistic
interactions” (p. 116) then or now. Today we find “a group of derived norms,
collectively called Brazilian Portuguese (…) advertised as the one and only national
language of Brazil” (p. 116). Similarly to what happened in Portugal (where the
linguistic rights of Mirandese were acknowledged in 1999), Brazil has always presented
itself as a monolingual country, a “one-nation-one-language” (p. 117) example. Viana
disagrees by showing the contradictions in such a statement: “the diversity of Brazilian
languages” (p. 117), “the historical formation of BP” (p. 117) and the diglossia
experienced by Brazilian speakers. Even if BP is the language of the majority, it is

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necessary to mention the existence of about 200 different languages – Portuguese-


related, Amerindian (c. 180), African-based, immigrant languages (e.g. German, Italian
or Japanese), frontier and mixed, sign, creoles and contact.

Therefore, Vianna upholds that BP is a drift from the old EP and “its formation took
place in a diverse cultural and linguistic environment” (p. 119), not enabling the desired
uniformisation (also through the phenomenon of tupinisation, that is “uniformisation
around a Tupi life form”, p. 123), but rather promoting the appropriation of an
exogenous system “with mutual transformation of the system and its users” (p. 119).
The author proposes the concept of “anthropophasic nativisation”, according to which
speakers do not transform themselves into the system’s users but recreate their own
identity “through the relationship established with the inserted Other” (p. 19).

Subsequently, Vianna concludes by introducing the Xokó, an indigenous group who


live in the northeastern Brazilian state of Sergipe (a state that overlooks the Atlantic
Ocean), to represent the aforementioned situation.

Part III: Features of non-dominant varieties of Portuguese in Asia and Africa – (1)
New words, old suffixes: Nominal derivation in the African varieties of Portuguese
compared to European Portuguese (2) The contact induced partial restructuring of
the non-dominant variety of Portuguese in East Timor

In their paper, Mendes et al. focus on the “nominal suffixation patterns” (p. 130) in
African varieties of Portuguese, grounding their analysis on the Corpus Africa
(http://alfclul.clul.ul.pt/CQPweb/ca/), and on their sub-corpora for Angola, Cape Verde,
Guinea-Bissau, Mozambique and Sao Tome and Principe, contrasted to samples
retrieved from the Reference Corpus of Contemporary Portuguese (RCCP –
http://alfclul.clul.ul.pt/CQPweb/). The authors elicit the distinctive situation for African
varieties of Portuguese: on the one hand, Cape Verde, Guinea-Bissau and Sao Tome and
Principe greatly depend on creoles and Portuguese is only spoken by a minority,
whereas, on the other, in Angola and Mozambique, “there are no creoles and the use of
Portuguese has in fact increased in the recent years” (p. 130). As it happens in written
BP, African varieties conform to an exonorm, which is the EP, and their attitude
towards Portuguese varies according to whether Portuguese is used in the context of
language contact, as a second language or as a first language.

The Corpus Africa possesses 640,000 words encompassing the five Portuguese
varieties, which are equalled in terms of size, chronology and genres. From each sub-
corpus, a lexicon was constituted, comprising common nouns, adjectives and verbs,
which were “compared and treated statistically in the form of contrastive lists” (p. 131).
Mendes et al. elicit that the core lexicon, common to the five sub-corpora, amounts to
26% of the lemmas, while the peripheral lexicon to 37%, comprehending low frequency
words and hapax legomena (i.e. occurring once). Despite this, the peripheral lexicon
turns out to be the “more representative of cases of lexical change, or Africanisation”
(p. 131). Methodology-wise, the first stage of the authors’ work developed from
identifying all nouns formed by suffixation in the corpus and whether these were
specific of African varieties and followed regular morphological processes. The lexicon
extracted was compared to an online EP dictionary (i.e. Priberam) and a printed one (the
Porto Editora Dictionary of Portuguese), so as to exclude the forms attested in EP. The

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authors also excluded Africanisms, words that were imported from African languages,
and compared the remaining lemmas to the VOP and the RCCP. After all these stages,
Mendes et al. retained 241 word forms, of which 174 lemmas: 107 lemmas are hapax
legomena.

Henceforth, the authors move on to present lexemes formed by regular and by irregular
suffixation processes and compare the data retrieved from their analysis of African
suffixes to a corpus made up of written and spoken instances produced by learners of
Portuguese (i.e. English and Spanish) as FL at the University of Lisbon between 2010
and 2012 – the COPLE 2. Summing up, Mendes et al. argue that only a limited number
of lemmas exclusive to the African Corpus derived from their corpus analysis and most
followed regular patterns of suffixation, some based on an African base, others not. The
authors also identified concurrent forms, which are coherent with the situation of
conflict between system and usage.

Bartoréo’s paper addresses Portuguese in East Timor, what the author calls a variety “in
the making”, choosing to explore three types of problematic constructions in line with
Holmian (2004) partial restructuring theory. The author presents East Timor as a special
case within the non-dominant varieties of Portuguese. The reasons are as follows: it is
most distant from the remaining Portuguese-speaking world; it has a sparse population;
and it is defined by “a rich multilingual repertoire” (p. 147), including twenty local
languages (from Austronesian and Papuan families), the two official languages –
Portuguese and Tetum – and two other working languages – English and Indonesian.
The command of Portuguese by the East Timorese varies considerably and the number
of proficient speakers is still greatly reduced. According to the author, this can be
explained by the fact that Portuguese settlers were a mere fraction of the population and
thus the language never became a vehicular language, a role played by Tetum, nor did it
allow the creation of a creole.

Muhr’s (2012) idea of “linguistic schizophrenia” is retrieved since the author considers
it to have a saying in East Timor: they still comply with EP norms in the written form
and spoken Portuguese will be assessed according to these norms, which means that any
innovation will be sanctioned as a deviation. This situation is what Holm (2004) calls
partial structuring “as opposed to full creolization” (p. 149).

Bartoréo concludes with the analysis of two features: the use of já and ainda, two
“polysemous adverbs very rich in meaning” (p. 149), even in EP, which are used in East
Timor with local features, and the copula constructions that, in EP, can make use of the
verbs ser or estar, ter or haver, the choice of which depends often on idiomaticity.
Therefore, the observed usages of the constructions she identified are “contact induced
by the Austronesian language structure, exemplified by Tetum” (p. 156).

Part IV: Characteristics of national varieties of Spanish – (1) Comprehensive


dictionaries and the delimitation of the Argentine variety of Spanish (2) Linguistic
ideas in pre-scientific codifications of American Spanish (3) Non-dominant
varieties of Spanish: The Central American case (4) Queísmo in the Spanish Utica,
New York: pluricentric variable? (5) Phraseological localization: parallelisms in
multi-word expressions between European Spanish and the Latin American
varieties of the language

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Adelstein sets off by arguing in favour of pluricentrism as “an advance towards the
descriptive acknowledgment of linguistic varieties, as it recognises that diversity
implies the existence of varieties of distinct normative, political and economical status”
(p. 163). In the author’s view, lexicographic production “is an indicator of the degree of
centrality or peripherality of a variety” (p. 164), thus being essential to distinguish
differential dictionaries from full dictionaries in the case of Argentinian Spanish, so as
to be able to measure the tensions between Argentinian Spanish and other varieties of
Spanish.

The difference between the two types of dictionaries is only elicited in section 5 of
Adelstein’s paper, where she presents several meanings for ‘full’: a full dictionary is
exhaustive and also refers to “the codification of the total lexicon, to the compilation of
all conforming units” (p. 172); for Apresjan (1991), from the Russian school, it relates
to “the complete mode of description of linguistic units” (p. 172); Werner (1994)
sustains that it is any dictionary of exhaustive macrostructure; and, finally, in the
Spanish tradition (e.g. Porto Dapena 2002, Lara 2005), full dictionaries oppose
differential ones, especially in the case of regional products. The author’s premise lies
in the following: “The difficulties for the delimitation of the national variety (…) have
an impact on the concept of the completeness of the codification” (p. 173).

The Argentine variety has been surrounded by controversy ever since it was
acknowledged as such in 1828 (Ennis 2008; Alfón 2013) and analysing Argentinian
lexicography becomes essential. Adelstein thus examines differential and full
dictionaries in Argentina. Regarding the first set of products, they are based on
differential methods in order to contrast with the Diccionario de la lengua Española de
la Real Academia (DRAE), thus only including those words which are used differently
or cannot be found in the dominant variety. These are the Diccionario del habla de los
Argentinos (Academia Argentina de Letras), the Nuevo diccionario de argentinismos
and the Diccionario del español de Argentina. Although sharing the fact that they are all
differential, the first two are exclusively contrastive towards the DRAE, whereas the
third assumes a differential attitude not only towards the peninsular variety, but also
towards multiple sources. Despite fulfilling a social and symbolic function, by
recording features that are specific of a variety, differential dictionaries will not play the
same role as full dictionaries. As far as full dictionaries are concerned, Adelstein refers
to three lexicographical dictionaries: the Diccionario integral del español de la
Argentina, El gran diccionario de los argentinos. El uso del español actual en la
Argentina, Diccionario Clarin.com and the Diccionario inicial.

From Adelstein’s perspective, full dictionaries exert a massive impact on the


macrostructure of these products, but especially on the microstructure, by being able to
display information about “semantics, pragmatics, spelling, phonetics, morphology and
syntax” (p. 167). Argentinian full dictionaries encompass expressions shared with other
Spanish-speaking countries, those shared but with a different usage frequency, the ones
common to other American countries though not Spain, those that are exclusive to Río
de la Plata (i.e. Argentina and Uruguay) and those only specific to Argentina (p. 167).

Chávez Fajardo and Dorado Puntch elaborate on a set of twelve dictionaries from the
era they name as pre-scientific lexicography (or author lexicography), which range from
the 19th century to the mid-20th century and even the 1980s in Hispanic America. The

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authors focus only on differential dictionaries, mostly “characterised by the transition


from exonormative stabilisation to nativisation” (p. 181), i.e. from endorsing a norm
derived from peninsular Spanish to the support of the indigenous varieties. Therefore,
Chávez Fajardo and Dorado Puntch ground their analysis on the following: the notion
of linguistic ideology and the concept of glottopolitical profile, since interventions on
language relate back to social and historical changes, especially when it comes to non-
dominant varieties. In line with Orlandi (2002), dictionaries “must be understood as
discourses about linguistic norms and the relation between them as interdiscourses” (p.
182), thus these lexicographical products consist of “ideological and historical
discursive instruments, which serve to manufacture a social imaginary in the formation
of a modern nation state” (p. 182).

Apart from the fact that these dictionaries were the result of one single person’s work,
they were also conducted by people “without strict knowledge of lexicographic
methodologies” (p. 182) or linguistic training. Considering the period under analysis,
the lexicographers did not clearly distinguish between correction and exemplarity (cf.
Coseriu 1990), tending then to linguistic purism. Consequently, Chávez Fajardo and
Dorado Puntch’s corpus encompasses twelve pre-scientific dictionaries dating from
1836 to 1911, which were selected according to the pertinence of their introductions or
prologues.

From the prefaces, introductions, and similar texts, included in the authors’ analysis, it
was possible to recognise the underlying promotion of “the model of a civilized nation”
(p. 184) and the so-called process of the construction of the Spanish language
“organized in terms of the linguistic dynamics of inclusion and exclusion” (p. 184).
This inevitably consisted in imposing monolingualism in Hispanic America and
reflected on the status of the indigenous languages – the Indian, their languages and
heritage. For the intellectual elite in charge of this standardisation process,
Europeanisation represented “the most effective means to achieve progress” (p. 184)
and also to remove the indigenous element – “the opposition civilisation-barbarity”.
This dichotomy meant that Indians were either to be eliminated or made to observe the
laws, so as to achieve “the triumph of civilisation over barbarity, of humanity over
bestiality” (p. 185). The integration of Indians implied not only forced assimilation, but
above all being deprived of their language and culture (thus removing them from
educational policies), and, at this point, Chávez Fajardo and Dorado Puntch refer to a
couple of aggressive civilising policies, namely the “conquest of the desert” and the
“occupation of the Araucania” (p. 186).

In terms of the underlying linguistic ideology within the dictionaries, it becomes


obvious that the standardisation process “favors the dominant variety through the
manipulation of monolingualism by a centralist and Europeanizing nation-state” (p.
189), in order to force everyone to speak a language close enough to the prestigious one.

Quesada-Pacheco’s paper deals with what he calls “the language situation in Central
American Spanish (CAS)” (p.197), that is a set of varieties known as the Isthmus that
comprises Belize, Costa Rica, Quatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua and
Panama. The author elicits the sources used for the description of these varieties,
particularly corpus linguistics and data collected by means of field work (such as
linguistic atlases), on the one hand, and national and local dictionaries (cf. Romero

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2005; Arellano 2009; Quesada-Pacheco 2015), on the other. Despite the number of
works and the more recent studies, Quesada-Pacheco argues that “it is widely believed
(…) that CAS is just one single variety” (p. 198), enhanced by the fact that renown
Central-American writers tend to write in standard Spanish.

The author’s analytical work is structured in two sections, one focusing on the features
of CAS (organised into phonetics, morphosyntax and lexicon) and the other on the
perceptions of CAS speakers. As a conclusion, Quesada-Pacheco settles on the idea that
the Isthmus is “a negligible area in economic and cultural development in the
Americas” (p. 210), lost in between the North (Mexico) and the South, especially
Colombia, Argentina and Chile.

Thomas begins with the assumption that Spanish in the US is usually regarded as “a
single speech community” (p. 217) instead of “a collection of migrant dialects” (p. 217)
(cf. Mar-Molinero 2000; Lipski 2008; López García 2010). According to the 2010 US
Census, an increase of Spanish-speakers is noted, and Utica, in New York, is a case of a
small city without historical Hispanic communities that currently holds 10.5% of
Hispanic population.

The author’s aim was to describe the relationship between Utica Spanish and the
prescriptive standard of RAE, as regards the construction preposition + (article) + que
(either relative pronoun or conjunction) in what is known as queísmo. Thomas’s
methodology comprehended oral data, amounting to almost 11 hours of recordings of
informants that had to comply with a number of criteria (e.g. having at least one
grandparent born in Spanish-speaking country), and written data retrieved from “El
despertar hispano-americano” published in the Utica newspaper “The Observer-
Dispatch” between 1993 and 1994. Based on the extensive samples presented by the
author, he reaches the following conclusions: queísmo is “more frequently used in the
oral data than in the written data” (p. 227); there is a difference in the number of cases
of queísmo whether it is que as a conjunction or as a relative pronoun, the latter
showing considerable frequency; oral Spanish displays usages that are not accepted by
the prescriptive standard, though being consistent with the “actual language use found
in monolingual Spanish-speaking areas” (p. 228) and not only in the US.

Fitch’s paper focuses on phraseological and paremiological units from European


Spanish that were adapted by Latin American varieties, in a manner the author
considers “a localization process that transforms certain genuinely Iberian expressions
into variant versions more attuned to the culture and idiosyncrasy of the Spanish
varieties spoken in America” (p. 231). Despite the fact that some multiword expressions
survived intact (e.g. hay moros en la costa, though no such ethnic group can be found in
South America), Fitch selected twelve – nine idioms and three proverbs – that
underwent adaptation and exist now in a modified version in the American varieties of
Spanish (i.e. Venezuela, Dominican Republic, Puerto Rico, Peru, Paraguay, Panama,
Nicaragua, Mexico, Guatemala, El Salvador, Ecuador, Costa Rica, Colombia, Chile,
Bolivia and Argentina). These expressions were documented not only in numerous
dictionaries (RAE and Latin American ones) and Spanish corpora, but also discussed on
a Facebook forum Fitch manages, “Taller de coloquialismos y dialectismos”.

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All in all, three mechanisms were identified in the localisation process: a slight change
of “syntactic structural patterns” (p. 239); the replacement of the original toponyms; and
the substitution of lexical units for native American ones. The changes intended to be
more in tune with the culture of Spanish-speaking countries in South America, as well
as provide “elements with a clear local flavour” (p. 239).

Part V: Second level pluricentricity in European Spanish and European


Portuguese – (1) Second level pluricentrism in European Spanish: convergence-
divergence in Andalusian Spanish (2) Second level pluricentrism in European
Portuguese: linguistic attitudes of Braga speakers

In the first paper, Méndez-Gª De Paredes and Amorós Negre elected Andalusian
Spanish as their focus, aiming to analyse it from the perspective of convergence vs.
divergence towards the Central-peninsular standard. The authors elicit the history of this
variety: Andalusian stands for “the regional variety of Spanish spoken in Spain, the
southernmost speech community on the Iberian Peninsula” (p. 243). The defining traits
of this variety are concentrated more on prosody and pronunciation, since the lexical
variation does not surpass 1.5%, though there might be diastratic and diaphasic
differences to be accounted. The reasons for speakers to behave one way or another
undoubtedly bear social and ideological motivations, which the authors attempt to
enlighten (p. 245).

As far as their corpus study is concerned, Méndez-Gª De Paredes & Amorós Negre
present a set of four documentaries produced in Andalusia and concerned with their way
of speaking – history, pronunciation, lexis, social image and stereotypes and clichés –,
except one which deals with natural sites. These are as follows: “Palabra de Sur”
(2006), “Andalucía. Mitos y tópicos: el habla andaluza” (2008), “Quadalquivir” (2013)
and “Con acento andaluz” (2015). With the exception of “Quadalquivir”, the
documentaries were produced for television, have an education aim and “contain
information about the historical legitimacy of Andalusian usage as an exemplary norm
of Spanish, stressing their model character (…) as an alternative to the central-
peninsular standard pronunciation” (p. 249). The authors thoroughly analysed the
phonetic performance of the voices used in each of the documentaries. As a conclusion,
Méndez-Gª De Paredes & Amorós Negre argue that most speakers in the documentaries
analysed “show a relative convergence towards the standard pronunciation with features
of Andalusian orality” (p. 254) – what Coseriu (1990) names “tertiary dialect” and
Villena (2006, 2008) “interdialectal koiné”. As a result, despite their well-attested
distinctive features, the fact remains that, for the time being, there is no evidence to
support the existence of a separate Andalusian standard.

Rodrigues and Paiva start off by distinguishing primary level pluricentrism, which
disregards internal variation, from second level that considers “how one regional variety
constructs identity in relation to other linguistic varieties” (p. 260). Based on Labovian
(1966, 1972) assumptions, perceiving linguistic differences and expressing attitudes
towards geographical varieties consist of two relevant “factors in language variation,
diffusion and change” (p. 260). Furthermore, the authors also quote Preston (2010,
2011) to emphasise the fact that these attitudes “entail a subconscious regard, which is a
result of (…) sensing (comprising perception of linguistic differences and evaluation of
language varieties” (p. 260). In this regard, the authors’ focus is on Braga standard,

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integrated into the Northern Varieties (NV) as opposed to the Central-Southern


Varieties (CSV), where the standard norm of Coimbra-Lisbon is located.

Portuguese dialectology (cf. Cintra 1971; Cruz 2013) identifies a number of “phonetic
isoglosses that cross Portugal diagonally over Aveiro and Coimbra” (p. 261). The north-
south division derives from the fact that the north is mountainous, whereas the south is
covered with plains. If the northern varieties tend to “preserve old features, such as the
diphthong /ow/, and the apical sounds” (p. 262), the southern ones “incorporated several
features of Berber features”. In addition to this, the centre of power was placed in
Lisbon as a way to assert the king’s position towards the Arabs and, since then, that
variety has evolved into the polite language variety.

Rodrigues and Paiva’s study was based on the PSFB Corpus (Perfil Sociolinguístico da
Fala Bracarense), comprising “80 sociolinguistic interviews with Braga speakers” (p.
263) and structured into four age groups, two gender groups and four levels of formal
education. The randomly selected informants had to convey their beliefs about language
variation and evaluate their own variety towards the standard EP. The data collected
was organised into the distinctive features of the NV, particularly Braga, and the CSV,
namely Lisbon, encompassing phonetic, lexical, morphosyntactic and discursive
phenomena. As a conclusion, the informants are sensitive to linguistic variation between
Braga and Lisbon varieties and identify the greater differences to lie in the phonetic and
lexical fields. Almost 50% of the speakers declared that there is no better variety than
their own, in all four age groups and levels of education, and a considerable number
express pride for their variety. The authors conclude by asserting the Braga standard as
a possible non-dominant variety of NV.

Part VI: Migrant pluricentricity of Portuguese – (1) The Portuguese language in


the particular context of the “Portuguese community” of Montreal

In the last part of the volume, Fabio Scetti presents the Portuguese language in the
context of immigration, particularly in Montreal, Canada. According to the author,
Clyne’s (1992) distinction between dominant and non-dominant varieties has to be seen
in a different light, since the dominant language is not related to the minority language,
exactly because of the migration process or “geographical displacement” (p. 276).
However, in the case of the Portuguese community in Montreal, they move between
“two major forces from both sides of the Atlantic Ocean” (p. 276): EP as the “mother
variety” (p. 276) and BP because of its overwhelming strength.

Scetti elicits his objectives, which are two-fold and seek to provide a sociolinguistic
perspective of this community. On the one hand, Scetti intends to identify the oral
language practices of the speakers in the Montreal Portuguese community and thus
compare different usages in diverse generations. The inevitable changes, or erosion in
the morphosyntactic system, will lead to an evolution of linguistic forms and norms. As
a consequence, Scetti states that there will be a “dialectisation”, the creation of a “new
variety” moving between Portuguese and French/English.

On the other hand, Scetti aims at studying the evolution of this variety and define its
usages, which he considers a differentiating factor, a marker of the group, their sense of
belonging (or heritage language). Thus, various aspects affect the construction of the

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identity of this community, which is hybrid in itself (or “pluridentity”) – “Portuguese,


Azorean, Canadian, Francophone, Anglophone” (p. 277) are examples of conflicting
cultures. Moreover, Scetti describes the historical bits and pieces concerning the arrival
of the Portuguese community to Canada, as well the specificities of the linguistic
situation of the country.

As far as Scetti’s research is concerned, the field study was carried out in Montreal in
two different years – 2011 and 2014, and made use of “a multiple and qualitative
methodology: questionnaires, interviews and observations” (p. 281). Hence, Scetti’s
seven points of change encompass the following: (1) the change of the position of
clitics; (2) the gender grammatical mark; (3) the number grammatical mark; (4) the
expression a gente; (5) the conjugation of irregular verbs; (6) the loss of the
subjunctive; (7) the confusion between ser and estar, and ter and haver. The author
concludes by stating that language is a “marker of the self-definition in a communal
ethno-linguistic identity” (p. 283) that enables the identity continuum of a community
and their survival. The particularity of the Montreal Portuguese community is also
common to other immigrant groups: they speak two or three languages and each of
them holds a specific position in accordance with the situation in which they are used –
a system of social stratification of languages.

To sum up, this second volume stemming from the NDV-Working Group represents a
full-fledged approach to pluricentricity which encompasses not only references to
different centres of the Portuguese and Spanish languages in the Americas, in Africa
and even in East Timor, but also the analysis of numerous features, namely phonetic
and morphosyntactic (based on a myriad of sources, i.e. informants, corpora and
documentaries) or phraseoparemiological, and also of full and differential dictionaries.
As such, it may cater both for the needs of specialists and those who are just starting to
delve into this area, providing ample ideas for conducting research and for replication.

Works cited
Alfón, Fernando. 2013. La querella de la lengua en Argentina. Buenos Aires: Ediciones
Biblioteca Nacional.
Amorós Negre, Carla; De los Mozos, Prieto. 2013. Variedades no dominantes del
español: de la sintaxis al discurso. In R. Muhr et al., eds. Exploring linguistic standards
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C. Castillo Rodríguez. Reseña de Rojo, Ana. 2018. La investigación en traducción. Una revisión metodológica de la disciplina
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CRISTINA CASTILLO RODRÍGUEZ. Reseña de Rojo, Ana. 2018. La investigación en


traducción. Una revisión metodológica de la disciplina. Barcelona: Anthropos.

La obra que reseñamos, La investigación en traducción. Una revisión metodológica de


la disciplina, se vertebra sobre ocho grandes capítulos de la mano de investigadores y
expertos en distintos ámbitos que merecen ser tratados por separado.

La propia editora, Ana Rojo, es la que abre el volumen con un primer capítulo
introductorio, titulado “La investigación en traducción: un diagnóstico metodológico en
diferentes ámbitos de especialidad”, en el que expone la imperiosa necesidad de realizar
autodiagnóstico de la investigación en el ámbito de la traducción e interpretación. La
autora, además, rechaza la concepción tripartita tradicional entre investigación,
didáctica y profesión de la traducción, dado que el principal propósito de la
investigación es, precisamente, la mejora de la docencia y, por ende, la formación de
profesionales. No obstante, sí que pone de manifiesto las tres líneas centrales que han
contribuido al avance en la investigación en el ámbito de la traducción y de la
interpretación, a saber, i) el proceso de construcción de significado y transmisión de
información; ii) el análisis del producto (oral, textual o visual) del proceso anterior; y
iii) las aplicaciones didácticas. De estos tres ejes, el segundo es el que más popularidad
ha recibido, aunque, a pesar de que se trata de una línea factible debido a la facilidad de
acceso al producto y a la inclusión de metodologías lingüísticas, lo cierto es que no da
cuenta de los procesos cognitivos que llevan al traductor a llevar a cabo una traducción.
Por otro lado, la dificultad de las investigaciones del primer eje, la traducción como
proceso, reside en que también conllevan el uso de ciertos instrumentos de análisis que
suelen ser complejos a la hora de utilizar e interpretar a raíz de los datos arrojados por
los mismos. Por último, en cuanto al tercer eje, la investigación en didáctica de la
traducción, si bien hay estudios que centran su parte de discusión o conclusiones en
detectar las implicaciones didácticas, aún son escasas las investigaciones en torno a esta
línea.

Culmina su capítulo introductorio realizando una presentación a los distintos capítulos


que contiene el volumen, aunque concluye que se trata simplemente de un botón de
muestra de los avances del panorama investigador en el ámbito de la traducción y la
interpretación, ya que es consciente de los retos que quedan por cumplir y de la
necesidad de cooperación e imbricación de la disciplina con otras para caminar juntos
hacia avances investigadores más prometedores que conlleven a un destino común.

Por su parte, Paula Cifuentes Pérez, en el segundo capítulo cuyo título es “Metodologías
de investigación en movimiento y traducción”, hace especial hincapié en la actividad
del traductor en tanto mediador cultural. Destaca la aplicación de la tipología semántica
de Talmy sobre los patrones de lexicalización para los eventos de movimiento. Para
ello, realiza un estado de la cuestión de estos aspectos teóricos en torno a los eventos de
movimiento, en general, así como a sus implicaciones en metodología de investigación
en los estudios de traducción, en particular. Entre los estudios sobre la traducción de
eventos de movimiento, la autora subraya, por ejemplo, investigaciones donde se

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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 509-512

emplea el corpus en el ámbito de la traducción, estudios experimentales como los


protocolos de pensamiento en voz alta en el proceso de traducción de eventos de
movimiento, la recepción en la audiencia meta en lo que respecta al producto de la
traducción y la evaluación de la adquisición de lenguas extranjeras a partir de la
traducción. Si bien los resultados de estas investigaciones son esclarecedores en cuanto
a las ventajas de los estudios sobre tipología semántica para los eventos de movimiento,
escasean estudios variados que impliquen la réplica de otros estudios anteriores con
diferentes lenguas, así como investigaciones que incluyan los procesos cognitivos o
estudios tanto intertipológicos como intratipológicos.

El tercer capítulo, de Beatriz Naranjo Sánchez, “Las emociones en traducción: una


revisión de la metodología experimental”, pone el énfasis en las emociones como objeto
de estudio en la investigación de diferentes disciplinas, incluida la traducción y la
interpretación, ya que, como la misma autora defiende desde el principio del capítulo, se
trata de un aspecto que podría influir enormemente en cualquier actividad humana. Se
centra, en primer lugar, en indicar la confusión terminológica en torno a la emoción
(como, por ejemplo, emoción, afecto, sentimiento y estado de ánimo) y la taxonomía de
las emociones en base a distintos modelos, así como en destacar los retos metodológicos
en el estudio empírico de las emociones. En segundo lugar, analiza el papel de las
emociones en la propia disciplina de los Estudios de Traducción y las líneas de
investigación que subyacen de la imbricación de ambas. Además, insiste en los desafíos
y dificultades a los que se enfrentan los investigadores de estas líneas, tales como la
selección de materiales que tienen una carga emocional y cómo se validarían, la
medición de las emociones en los procesos cognitivos del ejercicio de la traducción, así
como la dificultad de controlar las variables y las condiciones experimentales. No
obstante, la autora pone el acento final en la necesidad de recabar datos de forma
exhaustiva con todos los instrumentos de medición para poder atenuar en cierta medida
los retos en esta nueva área de investigación.

En el cuarto capítulo, “Los estudios de recepción en traducción audiovisual: aspectos


metodológicos”, Marina Ramos Caro expone la escasez de investigaciones y estudios
empíricos en torno a la recepción de textos audiovisuales. Uno de los motivos por los
cuales no ha recibido demasiada atención, según advierte la autora, ha sido la propia
metodología de investigación, de la que se ocupa en su capítulo en profundidad. De
forma previa al análisis de los aspectos metodológicos, la autora se centra en destacar
algunos estudios empíricos sobre la Traducción Audiovisual (TAV). No obstante, la
mayor aportación del capítulo reside, principalmente, en que la autora muestra de forma
clara y coherente las fases que tienen que afrontarse para una investigación de corte
empírico: en primer lugar, cómo hay que enfrentarse al marco teórico en un ámbito
donde aún escasean estudios específicos para un armazón teórico abundante, en
comparación con otros ámbitos de traducción especializada, y, en segundo lugar, el
diseño experimental en un estudio de estas características con los consecuentes
subapartados, tales como: i) la propuesta de preguntas de investigación, objetivos que se
van a perseguir y variables a tener en cuenta; ii) la búsqueda de ejemplos reales que
conformen los materiales objeto de estudio; iii) la localización de sujetos para la
muestra; iv) la selección de los instrumentos; v) el procedimiento, donde incide en la
importancia de establecer un protocolo claro; y vi) el control de las variables extrañas.
En suma, se trata de una excelente guía para el que quiera ahondar en los estudios
experimentales en TAV.

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María Ángeles Orts es la autora del quinto capítulo de título “El género como método
de estudio y enseñanza en la traducción de textos especializados en inglés-español; el
género y la traducción jurídica”. Este capítulo comienza con una descripción del
concepto de género como metodología y el lugar que ocupa en el ámbito del discurso
especializado y las consecuencias en los estudios de traducción. Asimismo, la autora
continúa con el análisis del género en el seno de la traducción especializada, teniendo en
cuenta la comunidad discursiva y el propósito comunicativo. No obstante, el foco del
capítulo se centra, principalmente, en el género y la traducción jurídica en el par de
lenguas inglés-español, haciendo especial hincapié en los estudios teóricos, estudios
instrumentales de aplicación de la teoría del género al análisis de textos jurídicos en
derecho público y privado, donde lista y analiza los trabajos que se han realizado en
torno al derecho público y su traducción y al derecho privado y su traducción. Sin
embargo, la misma autora concluye que aún son escasas las aportaciones en lo que
respecta a la investigación en el ámbito de la traducción y el estudio profundo del
género jurídico.

Del sexto capítulo, “El impacto de la censura franquista en la traducción de libros:


principales enfoques y propuestas metodológicas”, se encarga Purificación Meseguer
Cutillas. La autora se centra, principalmente, en los libros importados desde el
extranjero desde la perspectiva de propuestas metodológicas de investigación por parte
de otros autores. Describe cómo era el sistema censor franquista desde el punto de vista
legal en aquella época, evitando el filtro de todo tipo de literatura que no se adecuara al
pensamiento pertinente del franquismo. Asimismo, continúa con un repaso a las
diferentes propuestas y metodologías de investigación en torno a la actividad de la
traducción de libros y la censura franquista. En esta parte de análisis de prácticas
realizadas en el ámbito de la traducción en época de censura franquista, la autora
especifica tres modelos de investigación: a) estudios de los expedientes de censura
oficiales del Archivo General de la Administración (AGA); b) el estudio contrastivo del
TO y TM; y c) los estudios que siguen modelos mixtos, esto es, que combinan análisis
cuantitativo y cualitativo basados en corpus, donde expone los logros hallados por el
grupo TRACE. Finalmente, la autora concluye haciendo balance de estos tres modelos
explicando las carencias y limitaciones de los mismos, por lo que se hace necesario
explorar otras vías de investigación que permitan conocer de primera mano lo que
sucedía, en realidad, desde la perspectiva de los traductores de la época –a los que se ha
tenido acceso– y actuando como investigador, filólogo, historiador, documentalista o
periodista. De hecho, la autora expone que es este carácter pluridisciplinar el que podría
permitir una reconstrucción fidedigna de la situación franquista y la censura, que hizo
tantos escollos en manuscritos originales con el fin de no filtrar pensamientos,
ideologías y comportamientos no adecuados para la época.

El séptimo capítulo se titula “Mapa de la investigación en interpretación en los servicios


públicos en España”, cuya autora es Ana Isabel Foulquié Rubio. Describe brevemente
cómo eran los primeros trabajos de investigación en torno a la Interpretación en los
Servicios Públicos (ISP), desde los años cincuenta, muy centrados, por otro lado, en una
única modalidad: la de conferencias. Veinte años más tarde comenzaron a incluirse
estudios relacionados con otras modalidades. Sin embargo, en el panorama español, no
fue hasta finales de la década de los noventa cuando se empezaron a vislumbrar trabajos
de investigación en ISP. Por su nacimiento como ámbito de investigación relativamente
reciente, los estudios que se han realizado en España son de corte teórico, en su

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mayoría, ya que estos son los que pueden sentar unas bases sólidas y fuertes a trabajos
de corte más experimental, aunque estos aún escasean. Teniendo en cuenta estos tipos
de trabajos de investigación, la autora los clasifica por ámbitos, a saber, investigaciones
en ISP desde una perspectiva general, en el ámbito sanitario, en el ámbito judicial, en el
policial, en el penitenciario y en el educativo.

Por último, en el capítulo octavo, “Un breve recorrido metodológico por la didáctica de
la traducción”, Marta Navarro Coy expone la necesidad de investigación en este ámbito,
dado su carácter relativamente joven, si lo comparamos con investigaciones en torno a
la didáctica de lenguas extranjeras. En primer lugar, destaca el papel de la traducción en
las metodologías de enseñanza de lenguas extranjeras. Sin embargo, hace especial
hincapié en cuál es la situación de la didáctica de la traducción señalando tres enfoques
metodológicos de investigación, principalmente: i) el enfoque transmisionista, orientado
al producto y centrado en el profesor; ii) el enfoque transaccional, basado en un
aprendizaje cooperativo, aunque centrado en el profesor para la resolución de
problemas; y iii) el enfoque transformacional, centrado en el estudiante y en el proceso
de aprendizaje en traducción, donde, además, destaca el aprendizaje colaborativo y los
conceptos de zona de desarrollo próximo (Vygotsky) y andamiaje o scaffolding
(Bruner).

En suma, se trata de una obra muy útil que sintetiza el panorama actual investigador en
torno a la disciplina de traducción e interpretación desde un total de siete ámbitos de
especialidad, como se han resumido en los párrafos anteriores. Sin duda, una obra de
incalculable valor debido a las aportaciones innovadoras en las metodologías de
investigación más recientes, donde se ponen de manifiesto las carencias y todo lo que
aún queda por recorrer, invitando al lector-investigador a continuar en algunas de estas
líneas para complementar el panorama investigador de los estudios de traducción.

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