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Aileen El-Kadi
University of Texas at El Paso
1994 fue un año clave para la historia de México. Tres eventos afectaron la
economía, política y sociedad del país: la implementación de tratado de libre comercio
con Estados Unidos (NAFTA), el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) en Chiapas y el asesinato del candidato presidencial del partido del
Partido Revolucionario Institucional Luis Donaldo Colosio. La novela Un asesino
solitario, del escritor mexicano Elmer Mendoza, publicada cinco años más tarde,
estructura su trama en torno al magnicidio, motivo que vertebra la ficción
confiriéndole un significado claramente político e histórico.
Colosio fue asesinado el 23 de marzo de 1994 con un tiro en el cráneo y otro
en el abdomen por un joven pistolero de 23 años mientras el político participaba en
un acto de su campaña electoral en la Colonia popular Lomas Taurinas en la ciudad
de Tijuana. El asesino, identificado como Mario Aburto Martínez, originario de
Michoacán pero radicado hacia 8 años en Tijuana fue detenido para ser interrogado y
encarcelado. Versiones no-oficiales hablan de la sustitución del verdadero asesino por
otro sujeto y la liberación de ese como parte de una conspiración organizada por el
Estado que liga el crimen al entonces presidente Carlos Salinas Gortari como su autor
intelectual. Estas versiones nunca fueron aclaradas.
No es irrelevante que Mendoza haya optado por el asesinato de Colosio como
tema central de su novela; se trata de un acontecimiento clave para la historia México;
fue, como acertadamente apunta Ignacio Corona, el crimen político de mayor
repercusión desde el asesinato de Álvaro Obregón en la década del veinte, pero
sobretodo porque pocos años después de ocurrido el crimen la oposición derrotó al
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social.
¿Sabes que carnal? Durante el año tres meses y diecisiete días que llevamos
camellando juntos te he estado wachando wachando y siento que eres un bato
acá, buena onda, de los míos, no se como explicarte, es como una vibra,
carnal, una vibra chila que me dice que no eres un chivato y que puedo confiar
en ti, a poco no. Pienso que como todos debes tener lo tuyo, tu pasado y eso,
pero es una onda que ni me va ni me viene si te he visto no me acuerdo, ya
ves lo que se dice de los que trabajamos aquí, en el Drenaje profundo: que
somos malandrines, puros batos felones (…) así que carnal, acomódate porque
el rollo es largo. (11)
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que le propone en un bar por “cien mil cueros de rana” matar a un candidato
presidencial “no me acordé cuantos candidatos había, pero si recordé quienes eran los
fuertes, los que salían todos los días en el noticiero de Abraham Malinovski y que
según la prensa podrían ganar muchos votos, ¿Es el que estoy pesando?, Ese mero,
dijo, El del bigote poblado y la sonrisa simpática.” (16)
El vínculo que se establece entre el Estado y el elemento popular está basado
en la violencia, donde el segundo es el ejecutor de la misma. Jorge Macías es un
instrumento del poder, relación que nos remite analógicamente a las relaciones de
poder y uso de la violencia por parte de las elites dominantes de principios del siglo
veinte. Para los caciques-feudales el elemento popular rural representaba ‘su’ base
económica de poder y por consiguiente política. En este sentido la cuestión racial
estaba directamente ligada a la cuestión socio-económica; en el caso de Un asesino
solitario el tema racial está tratado desde diversos ángulos. Con respecto al México
moderno esta es aludida indirectamente a través de, por un lado, las referencias a las
relaciones entre el oficialismo capitalino y sectores sociales regionales en las
negociaciones por el poder, y por otro, los conflictos de carácter político-racial en
Chiapas. La contratación de Macías llega de un oficial de gobierno, el “H”, para matar
a varios lideres zapatistas en la floresta de Chiapas, según Macias, el levantamiento
zapatista fue simplemente un
golpe […] muy bien planeado y lo hicieron para dañar la figura de mi presi,
para echarle a perder el trabajo de cinco años y no me digas que no, se notaba
machín que atrás había gente gruesa, mal intencionada, expertos en maniobras
militares con preparación especial, a poco no, puros batos felones, ¿tu crees
que iban a hacer tanto desmadre nomás porque si? (45)
El Yorch pasa entonces a ejecutar una especie de “limpieza racial” para el gobierno
de Salinas; imposibilitado de asumir –o aceptar-- su propia condición étnica, Macías
es contratado justamente por ser mestizo, situación en la que dentro de nuestra
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del futuro político y social de México, cuya marca sería entonces la imposibilidad de
superación del orden premoderno y las marcas o residuos del pasado patriarcal y
‘monolítico’ sobre el modelo actual. La concepción de la familia patriarcal es
representada como auto-suficiente, sus integrantes se mueven dentro de un círculo
estrictamente reglado, limitado y exclusivo, de naturaleza doméstica. La red de
relaciones familiares (amigos, parientes, amigos de amigos) garantiza la expansión,
siempre cautelosa, de ese círculo, reforzando su poder al tiempo que reafirma su
funcionalidad. La estructura patriarcal contrasta entonces con los pilares de la
modernidad. Lo que podemos observar en la novela de Elmer Mendoza es que este
modelo premoderno se halla superpuesto al de la modernidad, no en coexistencia,
sino en atrito y en permanente negociación. La esfera pública, por ejemplo, acaba
convirtiéndose en una extensión de la privada y doméstica, el poder del gobierno no
es jamás impersonal como debería serlo el Estado moderno para servir
igualitariamente a toda la población, muy por el contrario el orden patriarcal se
impone en Un asesino solitario como paradigma del poder, constituyéndose en el
principal obstáculo para alcanzar una real modernidad y poner en práctica un sistema
de gobierno democrático. En esta misma línea, podemos afirmar que
subliminalmente este modelo premoderno muestra los signos de la herencia española
y de las elites rurales que son fundamentales para entender la sociedad mexicana
actual y las fallas del Estado moderno.
El elemento popular fue, también, uno de los pilares de la narrativa de
propaganda del PRI como fundadora del nuevo orden post-dictatorial y elitista; por
otro lado, la figura del mestizo sirvió para validar el discurso sobre la base de la
nación Mexicana. La novela incorpora estas cuestiones y ofrece una respuesta crítica a
las mismas no solamente porque la narración de la historia está a cargo de un
personaje popular, sino que este personaje, pilar de las propuestas políticas del PRI,
evidencia la degradación, criminalización, y pérdida de compromiso con el país.
Matías es el responsable de llevar a cabo una doble tarea: es el encargado de ejecutar
la violencia política originada desde el centro del poder y, al mismo tiempo, tiene en
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sus manos la tarea que antes competía a los letrados: narrar la nación. Surge entonces
la pregunta: ¿quién legitima la validez de la nación y de la ciudadanía? El narrador-
personaje es, paradójicamente, un infractor de la ley contratado por los representantes
de esta para que lleve a cabo un crimen de naturaleza estatal. Frente a esto podríamos
sugerir entonces otra cuestión: ¿qué tipo de narrativa histórica se escribe cuando esta
proviene de un miembro de la clase popular sin ningún compromiso político con su
país?
El poder del letrado radicaba justamente en la creación –y manipulación- de la
narrativa del Estado naciente y de sus símbolos nacionales. Políticamente coherente
con las propuestas del PRI, Mendoza da voz a un representante del “pueblo”, a un
miembro de la clase trabajadora, a un mestizo e ‘hijo de la revolución’. Esto nos
llevaría a pensar en este texto como una novela social de denuncia, sin embargo el
autor se aleja de esta estética al ofrecer el reverso de los planteamientos ideológicos
de las décadas del sesenta y setenta y oponerse, por otro lado, a las novelas clásicas de
la revolución como depositarias de la narrativa oficial de las luchas armadas.
Oponerse a estos textos es, sin embargo, un modo de dialogar con sus presupuestos
críticamente. Después de los cien años de la revolución, que ha quedado de los
fundamentos que sostenían la narrativa de la modernidad en México? ¿Qué papel
cumple el elemento popular en la jerarquía social y política del país? ¿Cuál es la
agencia actual de quienes lucharon por un Estado democrático?
Como narrador único, el personaje criminal es el encargado de revisar la
Historia de México, una revisión hecha de manera caótica, fragmentaria, por medio
del subgénero de la confesión y basada en la oralidad y el coloquialismo; es también,
por medio de su narración que se desenmascaran las ‘intrahistorias’ políticas y las
negaciones llevadas a cabo entre la elite y la plebe, entre la vieja oligarquía y aquellos
que componen la base que sostiene ese poder.
Mendoza pareciera insinuar que el proceso de democratización que se
pretendió llevar a cabo desde las primeras décadas del siglo veinte, solamente logró
popularizar la composición social del país pero manteniendo, tal como en el pasado,
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Me di cuenta que mi cerebro se friqueaba bien gacho con las ondas que no
terminaba de entender, pero la verdad era muy sencilla, cuando yo le diera piso
al candidato con el mierdero que cincho se iba a formar ellos me lo darían a
mi, así de fácil, y el Veintiuno estaba detrás de todo, chale, no me andaba
acabando, pero les falo carnal, ya vez lo que te he dicho: Dios carnal, no
estuvo de su parte, simón estuvo de la mía, y te lo repito, si en esta profesión
Dios no esta de tu lado ni te mestas, porque vas a valer madre, asi de sencillo,
y acuérdate que aquí solamente se vale madre una vez, pues si ni modo que
que. (208)
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