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Domingo 19 de Agosto
Guía: Comenzamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Guía: Pidamos que el Espíritu Santo nos llene con su presencia diciendo:
Santo Espíritu de Dios ven a nuestros corazones. Nosotros muchas veces somos
incrédulos; nos apartamos de la fe; vivimos sin acordarnos de que existe un Dios
que nos ama. Te pedimos que esta oración sea un encuentro vivo y real con
Jesucristo, y que este encuentro nos llene de su misericordia y paz.
Amén.
Momento 2: Escuchemos la Palabra
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y
bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe
mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por
el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha
bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el
que come este pan vivirá para siempre.»
Momento 3: Reflexión
Guía:
Llegamos en esta semana al culmen del discurso del Pan de Vida. Y podemos sintetizar
este precioso recorrido, que hemos caminado de la mano de Jesús, diciendo que: para
poder subsistir necesitamos alimentarnos, no sólo físicamente, sino también
espiritualmente. Jesucristo se presenta como el pan vivo bajado del cielo, para
alimentarnos con su cuerpo y sangre (verdadera comida y bebida), y de este modo darnos
la vida eterna.
Dios nos pone hoy de frente con el drama de la muerte; y es que muchas veces ponemos
nuestras esperanzas e ideales en cosas pasajeras, incluso nuestros modelos son personas
a quienes queremos imitar o alcanzar. Sin embargo, ni la fama, el dinero o el poder,
pueden alcanzarnos la felicidad. Así vemos que muchas personas que admiramos ya han
fallecido, y, como tal, no nos pueden dar la verdadera vida, que únicamente la podemos
alcanzar en la persona de Jesucristo. Esta Palabra también es un signo de esperanza para
nuestros seres queridos que ya han muerto para esta vida temporal, pero que, en virtud
de la pascua de nuestro Señor, viven para siempre en el amor paternal de Dios.
Momento 4: Dialoguemos
¿Qué le dice a tu propia vida la frase: “El que come mi carne y bebe mi sangre
habita en mí y yo en él”?
¿Has meditado en el valor inmenso que es comulgar el cuerpo y la sangre
de Cristo?
¿Qué significa para ti la promesa de vida eterna de Jesús para quienes
comulgan?
Momento 5: Oremos
Guía: Finalicemos esta oración repitiendo juntos:
Señor Jesús, hoy te abro las puertas de mi corazón; te recibo como mi salvador.
Ayúdame a reconocer el hambre de amor y eternidad que tengo, y que únicamente
puedes saciar tú. Quiero alimentarme de tu cuerpo y sangre; te pido que no me falte el
pan de tu Palabra; y que pueda amarte cada día en el pan eucarístico, que es el verdadero
alimento de mi alma.
Amen
Guía: Padre nuestro que estas en el cielo…
Pensar en nuestros familiares y amigos que ya han fallecido, y orar por ellos, para
que la misericordia de Dios los alcance, y puedan ya participar del banquete
celestial.
Frase de la semana: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo
en él”
Actividad Comunitaria