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SERVICIOS DE APROVISIONAMIENTO
Son los servicios que nos brindan los ecosistemas al proporcionarnos productos.
Por ejemplo, un bosque nos provee de frutos, animales silvestres, materiales de
construcción o plantas medicinales.
Los cultivos dependen en gran medida del agua dulce, ya que casi el 60 % de
todas las retiradas de agua dulce a escala mundial se destina al riego. Los
sistemas de cultivo mejorados pueden asimismo mejorar la capacidad de
retención de agua de los suelos e intensificar el suministro de agua.
Recursos medicinales
SERVICIOS DE APOYO
Proporcionar espacios vitales para las plantas o animales y conservar una
diversidad de plantas y animales son lo que se denomina “servicios de apoyo”,
que constituyen la base de todos los ecosistemas y sus servicios. La agricultura, la
silvicultura y la pesca resultan afectadas por todos los tipos de servicios
ecosistémicos y a su vez influyen en ellos. A continuación, examinamos la
interacción entre los diferentes sistemas de producción y los tipos de servicios
ecosistémicos según la tipología establecida en La economía de los ecosistemas y
la biodiversidad (TEEB). (FAO, 2020)
Hábitat para especies: Los ecosistemas proporcionan espacios vitales para las
plantas y los animales; también conservan una diversidad de complejos procesos
que sustentan los demás servicios ecosistémicos. Algunos hábitats cuentan con
un número excepcionalmente elevado de especies que los hace más diversos que
otros desde el punto de vista genético; estos se conocen como “focos de
biodiversidad”.
SERVICIOS DE REGULACIÓN
Clima local y calidad del aire: Los ecosistemas influyen en el clima local y la
calidad del aire. Por ejemplo, los árboles proporcionan sombra mientras que los
bosques influyen en las precipitaciones y en la disponibilidad de agua, tanto a
escala local como regional. Los árboles y otras plantas desempeñan asimismo un
importante papel en la regulación de la calidad del aire mediante la eliminación de
contaminantes de la atmósfera.
Históricamente, la conversión del uso de la tierra y el cultivo del suelo han sido
una importante fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la
atmósfera. Se calcula que son responsables de aproximadamente un tercio de
las emisiones de GEI. Sin embargo, la mejora de las prácticas agrícolas puede
ayudar a mitigar el cambio climático mediante la reducción de las emisiones
procedentes de la agricultura y de otras fuentes y el almacenamiento del
carbono en la biomasa vegetal y de los suelos.
Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociadas a las cadenas
de producción ganadera ascienden a 7,1 gigatoneladas (GT) de dióxido de
carbono equivalente (CO2-eq) al año, o dicho de otro modo, el 14,5 % del total
de emisiones de GEI causadas por el hombre. Parte de las emisiones de GEI
procedentes de la ganadería están asociadas al cambio directo e indirecto del
uso de la tierra, que afecta a las existencias de carbono en los suelos y la
vegetación y al potencial de captación de estos. En cambio, el secuestro de
carbono por los pastizales podría contrarrestar las emisiones de manera
significativa, estimándose la cifra global en unas 0,6 gigatoneladas de CO2-eq
al año.
Los océanos y sistemas acuáticos son importantes secuestradores y sumideros
de gases de efecto invernadero: actualmente los océanos absorben alrededor
de un tercio del exceso de CO2 liberado en el aire, y aproximadamente el 93 %
del dióxido de carbono de la Tierra se almacena en los océanos. El
calentamiento de la Tierra y la acidificación conexos pueden afectar a la pesca
y la acuicultura mediante cambios en los procesos biológicos y en las
distribuciones de especies, el aumento del nivel del mar, el descoloramiento de
los corales, fenómenos extremos y el riesgo de enfermedades y de problemas
posteriores a la captura, por ejemplo. La pesca y la acuicultura pueden
favorecer el secuestro y el almacenamiento de carbono mediante la
conservación de los “sumideros de carbono azul” (turberas, manglares,
praderas submarinas y otros hábitats oceánicos con vegetación), así como
mediante productos secuestradores de carbono, como los moluscos y las algas
marinas.
Los árboles urbanos pueden influir en la calidad del aire de la siguiente manera:
i) convirtiendo el dióxido de carbono en oxígeno a través de la fotosíntesis;
ii) interceptando partículas contaminantes (polvo, ceniza, polen y humo) y
absorbiendo gases tóxicos como el ozono, el dióxido de azufre y el dióxido de
nitrógeno; iii) emitiendo diversos compuestos orgánicos volátiles y
contribuyendo así a la formación de ozono en las ciudades; iv) reduciendo la
temperatura local del aire; v) reduciendo las temperaturas extremas de los
edificios tanto en invierno como en verano, y reduciendo por lo tanto las
emisiones contaminantes de las instalaciones de generación de energía. (FAO,
2020)
Polinización: Los insectos y el viento polinizan las plantas y los árboles, lo cual es
fundamental para el desarrollo de las frutas, hortalizas y semillas. La polinización
animal es un servicio ecosistémico proporcionado principalmente por los insectos
pero también por algunos pájaros y murciélagos. En los agroecosistemas, los
polinizadores son vitales para la producción hortícola y de forraje, así como para la
producción de semillas de numerosos cultivos de raíces y fibras. Algunos
polinizadores como las abejas, los pájaros y los murciélagos inciden en el 35 % de
la producción agrícola mundial, elevando la producción de alrededor del 75 % de
los principales cultivos alimentarios de todo el mundo.
Bibliografía