El juicio contencioso administrativo tiene como regla general, que el
demandante o actor es el contribuyente o gobernado. Sin embargo, existe como excepción el supuesto en el que la autoridad puede actuar como parte actora, caso en el cual estaremos en presencia del juicio de lesividad.
En efecto, las autoridades de la Administración Pública Federal
(anteriormente solo operaba para autoridades fiscales), tendrán acción para controvertir una resolución administrativa favorable a un particular, cuando estime que es contraria a la ley, mediante demanda que interpongan ante el Tribunal Federal de Justicia Administrativa. Esto tiene por objeto, nulificar o modificar una resolución favorable emitida a favor de un particular, sea persona física o moral, por violentar el interés público.
El origen del juicio de lesividad proviene de: autorizaciones, solicitudes
de confirmación de criterios, solicitudes de devolución y resoluciones recaídas a los RECURSOS DE REVOCACIÓN, que interpongan los particulares. Ahora bien, a diferencia de los gobernados, que contamos con 30 días hábiles para interponer la demanda de nulidad una vez que surte efectos la notificación de la resolución determinante, la autoridad cuenta con un plazo de 5 años.
Pero más allá de esta diferencia, lo cuestionable de esta institución
radica en dos temas fundamentales, a saber:
Las resoluciones favorables de los gobernados constituyen
derechos adquiridos, no simples expectativas de derechos. De ahí lo grave, que exista la posibilidad que puedan anularse o modificarse.
Los efectos de las sentencias del TFJA, en caso de nulificar o
modificar total o parcialmente la resolución favorable combatida, serán retroactivos (hasta por 5 años). La nulificación o modificación de esa resolución, podrá acarrear actualizaciones, recargos y multas.
Sin duda alguna, lo anterior constituye la violación más latente al
derecho fundamental de seguridad jurídica, ya que se les perjudica en demasía a los gobernados, siendo la propia Administración Pública, quien, debido a un error o ineficacia, emitió la resolución favorable.
Entendemos que esta figura encuentra su origen en la existencia de
funcionarios corruptos o ineptos, que emiten una resolución favorable a un contribuyente sin que tenga derecho, ya sea porque no era una situación real y concreta o porque estuviera emitida por una autoridad incompetente, etc., así posteriormente, ante la salida del cargo del funcionario corrupto, quien ocupe dicho cargo, pretenda revocarla. Sin embargo, nos parece desafortunada esta medida, ya que estamos en presencia de una legislación por castigo o por excepción, siendo lo más lógico que se castigue a ese funcionario y/o contribuyente corrupto, con otros medios que nuestra legislación contempla.
El hecho de que se pueda modificar una resolución recaída a un
recurso de revocación es gravísimo, porque se puede presentar el caso en el que la propia autoridad resuelva a favor del contribuyente y posteriormente modifique su parecer, sin que exista cosa juzgada.
Ahora bien, existe un tema peligroso en relación a las solicitudes de
devolución, toda vez que el propio artículo 22 del Código Fiscal de la Federación, menciona que una devolución no constituye una resolución favorable. En principio, una autoridad no tendría que acudir al juicio de lesividad para revocar una devolución efectuada a un contribuyente, sino que lo puede hacer de manera unilateral.
Por estas razones, estimo que dicha figura debería desaparecer, en
aras de dotar de mayor certeza jurídica a los contribuyentes, que no obstante, teniendo una resolución favorable, también tienen una contingencia por un término de 5 años, en caso de que la autoridad interponga un juicio de lesividad. 1 Atendiendo al contenido del criterio 1ª IV/2008, de rubro “JUICIO DE LESIVIDAD. EL ARTÍCULO 36 DEL CÓDIGO FISCAL DE LA FEDERACIÓN, AL PREVER SU PROCEDENCIA CONTRA LAS RESOLUCIONES ADMINISTRATIVAS DE CARÁCTER INDIVIDUAL FAVORABLES A UN PARTICULAR, NO ATENTA CONTRA LA INSTITUCIÓN DE LA COSA JUZGADA”.