Sei sulla pagina 1di 1

También se menciona en el suplemento Huellas del diario Primicia, que Guillermo Guzmán

Manzaneda, luego de dejar sus cursos de pintura, viajó a Cerro de Pasco, y según su amigo Josué
Sánchez, fue para hacer trabajos en la mina, al tiempo que también, seguía empapándose de la
belleza de la serranía.

Por otro lado, indagando más en su vida personal, su sobrino Adrian Prieto Guzmán, nos cuenta
que era un bonachón de bigotes largos y doblados hacia arriba al que le gustaba mucho
conversar, del mismo modo, Horacio Quispe, amigo del pintor, nos comentó :“Era muy
bonachón, muy humilde. Su modo de vestir era inusual, pues usaba siempre un sombrero de paño
y una polaca de color oscuro. No se sabía si ambos se mandaban a la lavandería o a la
chicharronería” comentaba el periodista mientras navegaba en el mar de sus recuerdos.

Si bien es cierto, la bondad, humildad, desorden y empatía, eran los rasgos que definían lo mejor
de su carácter, había algo más que hacía del pintor que vendió sus acuarelas a Walt Disney a
fines de los años 40, sea una persona especial: Era su sentido jocoso del vivir, pues era muy
irónico. “Para todo encontraba un comentario gracioso y burlón” menciona Josué Sánchez,
buscaba siempre de qué y con quién pasar momentos divertidos.

Adrián nos cuenta, que eran una especie de pandilla, en ciertos días en que se reunían y hacían de
las suyas entre mataperradas y juegos. A Guillermo Guzmán le gustaba llevar a los chicos del
barrio a las fiestas de pueblo, pero principalmente a corridas de toros, con el fin de que entren al
ruedo y reciban topones que los lanzaban por el aire, y terminaban por arrancarles ataques de
risa. También le gustaba mucho la natación, era un excelente nadador. Josué Sánchez, nos cuenta
que fue por eso que perdió parte del oído: “Había que hablarle fuerte a veces, no escuchaba” nos
cuenta.

Potrebbero piacerti anche