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BASICO
Anglicano
2017
++Dr. Luis
Carlos Ospina
Romero
Experto en
Historia de las
Iglesias
Occidentales y
Orientales
EDITORIAL
UZETHI
Prefacio
Haciendo un repaso histórico muy breve e incompleto, la Iglesia
Anglicana nace cuando el rey Enrique VIII la independiza del Papa romano, en
1534, pero muy pronto engancha con la reforma protestante, aunque hace una
declaración de fe que la distingue de Lutero y de Trento mediante la
proclamación de los 39 artículos en 1563.
Esto nos deja en una situación de una cierta indefinición, pues los
anglicanos serían una comunidad eclesial, no una iglesia separada, pero no
podemos obviar el hecho de que se duda de la sucesión apostólica, pero no
significa que se haya roto completamente, sino en ciertas líneas.
Los libros escolares de historia suelen decir que la Iglesia Anglicana fue
inventada por Enrique VIII para legitimar su divorcio. No obstante, debemos
decir que la participación de Enrique VIII en la vida de la Iglesia Anglicana
consistió en independizarla de la jurisdicción romana. La Iglesia se encontraba
en un proceso de reforma que culminaría en el tercer reinado posterior al citado
Enrique.Tan antigua es la presencia del cristianismo en Gran Bretaña, que
algunas tradiciones dicen que su fundador fue José de Arimatea, e incluso hay
otras que sugieren un viaje misionero del propio San Pablo como origen del
anglicanismo.Sea como sea, el primer hecho histórico que podemos mencionar
es la presencia cierta de tres obispos ingleses en el Concilio de Arles,
celebrado el año 313.
CUESTIONARIO 1
1. ¿Qué es la fe salvadora?
La fe jamás se hace verdadera o viva mediante las obras, sino que las
obras se manifiestan debido a que tenemos esa fe.
Rom 4,4-5.
El testimonio externo del Espíritu Santo hace que Dios por medio de la
gracia hace que se manifieste en el creyente el amor a Dios y a su
palabra, Juan 8, 47., 1Tes 1,1-36., 2Tes 2, 13-15
1.- fidelidad e integridad tal como está en Dios, Rom 3,3, y al regenerado
Gal 5, 22.
2. La fe como apropiación de los méritos de Cristo para la propia
salvación.
3. La fe como confianza en la misericordia de Dios para cumplir sus
promesas, Mar 16, 15-16., 1, 14-15., 9, 23-24.,
4. La Doctrina Cristiana, -fides quae creditur-, Hech 6,7., Gal 1,23., Judas
3,20.
5. Artículo central: Confianza personal en la gracia de Dios por causa de
Cristo.
Resumiendo
8.- La fe falsa, o vana y muerta, es sólo una seudo fe, porque no es más
que vana jactancia o audaz pretensión por parte de los impenitentes que
dicen poseer la misericordia y gracia de Dios.
9.- Se dice que la fe es débil, o frágil, cuando a) se posee sólo un
conocimiento débil acerca de Cristo, o cuando b) tiene sólo una frágil
confianza en El.
CUESTIONARIO. 2
Sin embargo, tan pronto como una persona cree en Cristo, su conversión,
o el acto de volverse a Dios, se ha realizado por completo, aunque su fe
sea una pequeña chispa. Según las palabras de San Pablo en Efe.2:13,
es la fe en Cristo lo que distingue a los que antes estaban "lejos" de
Cristo, esto es, a los no regenerados, de los que ahora se han "acercado"
a Cristo, esto es, de los regenerados
Siendo así, el cambio en su corazón, por el cual repudia todas las obras y
se aferra únicamente de los méritos de Cristo, no puede proceder del
hombre mismo: pues por naturaleza del hombre detesta el camino de la
salvación ofrecido en el Evangelio y se opone a él, 1 Cor.2:8,14; 1:23.
Contra la doctrina bíblica de que Dios .solo obra y efectúa la conversión
se ha afirmado lo siguiente: Verdad es que el hombre por naturaleza es
incapaz de creer el Evangelio, de someterse al Espíritu Santo, de
habilitarse para la gracia y de observar una conducta propia hacia la
operación con que Dios lo llama y lo santifica, no obstante, bien puede
hacerlo tan pronto como es dotado del poder espiritual.
A esta objeción replicamos que, si una persona es capaz de hacer todas
estas obras espirituales con el poder que le ha concedido el Espíritu
Santo, ya está convertida: pues en tal caso su corazón ha cambiado por
completo, su voluntad está de acuerdo con Dios y las cosas divinas, su
mente ya no considera el Evangelio como insensatez, sino como
sabiduría divina, y el Salvador crucificado, la Esperanza espiritual del
mundo, ya no le es tropezadero. En otras palabras, en tal caso el hombre
demuestra todas las características de una persona convertida, o de un
creyente.
Demostrar que Dios sólo es la Causa eficiente de la conversión es el
objetivo principal del Artículo II de la Fórmula dala Concordia. Allí se indica
correctamente que el hombre, en lo que respecta a su conversión, no es
activo, sino puramente pasivo.
"El hombre por sí mismo, o por su propio poder natural, no puede hacer
nada ni ayudar nada en su conversión;... la conversión es ... única y
exclusivamente la operación, dadiva y obra del Espíritu Santo, que la
ejecuta y la efectúa por su poder y fortaleza, mediante la Palabra".
Con estas palabras, la Fórmula de la Concordia señala los medios por los
cuales el Espíritu Santo obra la conversión, o tal regeneración, en el
corazón humano, a saber, por "la predicación y el oír externo de la
Palabra de Dios". Como queda dicho, la conversión en su sentido propio
es el hecho de que una persona debido a sus pecados, viene a ser
creyente en Cristo, confiando para su salvación en las promesas divinas
del Evangelio.
Sobre esto nos dice la Fórmula de la Concordia (Decl. Sol., II, 46): "Con
esta doctrina respecto de la incapacidad y maldad de nuestro libre
albedrio natural y respecto de nuestra conversión y regeneración, a saber,
que ella es la obra da Dios únicamente y no de nuestro poder, los
iluminados y los epicúreos han cometido un gran abuso; . ,. pues dicen
que como por su propio poder no pueden convertirse a Dios, persistirán
en su contumaz oposición a Dios o esperaren hasta que Dios los
convierta contra la voluntad de ellos mismos; o como no pueden hacer
nada en estas cosas espirituales, ya que todo es obra de Dios y del
Espíritu Santo únicamente, no usarán, oirán o leerán ni la Palabra ni el
Sacramento, tino que esperarán hasta que Dios, sin medio alguno,
les Instile sus dones celestiales, de manera que realmente puedan sentir
en su adentro que Dios los ha convertido". Lutero: "Dios no da dones
internos excepto por medios externos; no envía el Espíritu Santo sin el
medio de la Palabra".
Afirma la Fórmula de la Concordia (Decl. Sói., II, 70): "En una conversión
genuina tiene que efectuarse un cambio, una nueva manera de sentir y un
movimiento en el intelecto, la voluntad y el corazón, esto es, el corazón
debe percibir el pecado, temer la ira de Dios, abandonar el pecado, y
debe además percibir y aceptar la promesa de la gracia en Cristo, tener
buenos pensamientos espirituales, imponerse ideales dignos, ser
diligente, y luchar contra la carne. Pues dónele no existe ni se ejecuta
nada de esto, allí no existe tampoco la verdadera conversión".
LA CONVERSION REITERABLE
(Conversio Reiterata)
Para que el camino de la salvación (ordo salutis). expuesto tan clara v simple-
mente en la Palabra de Dios, pueda ser presentado en su pureza y verdad
bíblica, el teólogo debe comprender en todos sus pormenores la relación que
existe entre la conversión y los siguientes términos: regeneración, vivificación,
renovación, iluminación, llamamiento, arrepentimiento, etc., todos los cuales son
términos que la Escritura emplea para describir ese acto de la gracia divina por el
cual el pecador es librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de
Cristo, Col.1:13.
En realidad todos estos términos, en su sentido estricto, son sinónimos de la
conversión, de manera que la distinción entre ellos y la conversión es solamente
nominal, o verbal, y no real. La diferencia que representan radica únicamente en
el punto de vista desde el cual describen la manera como el pecador vuelve a
Dios.
a. La regeneración.
b. La vivificación, o la renovación.
c. La iluminación.
d. El llamamiento.
e. El arrepentimiento.
CUESTIONARIO 3
1. Defina la Justificación
LA DEFINICION DE LA JUSTIFICACION
Todos los que niegan que los medios de gracia otorgan el perdón de los
pecados (los iluminados, los calvinistas, algunos teólogos luteranos
modernos) y que establecen como objeto de la fe, no la obra redentora,
sino la "persona de Cristo" o su "realidad histórica", enseñan que la
justificación se obtiene por medio de las obras y no por la fe, es decir, que
se obtiene mediante alguna cualidad en el hombre, o mediante la gracia
infusa. Cuando se dice empero que "la fe es contada por justicia",
Rom.4:5, ello quiere decir que la fe justifica, no por la excelencia de su
virtud, sino debido al objeto de que se aferra, a saber, la promesa del
Evangelio.
Es por esta razón que la Escritura insiste con tanta tenacidad en que se
promulgue clara y puramente la salvación por la fe en Cristo, Juan 3:16;
Rom.3:23-28; 1 Cor.2:2 y sig.; Gál.2:21; 5:4; Efe.2:8-9; Fillp.3:8-9 Gál.1:8-9; 3:1-3;
5:4; etc.
Toda polémica de la Escritura culmina en refutar cualquier doctrina que pervierta
el artículo de la justificación mediante la fe en Cristo, Juan 8:24; Hech.10:42-43;
Gal.1:6-10; Filip.3:2-9, etc.
Las advertencias y exhortaciones de la Escritura tienen el objeto común de instar
al creyente a que permanezca firme en la fe de nuestro Señor Jesucristo, 2
Tim.3:8; Tito 2:1-15; Heb.4:14-16; 1 Ped.4:1-5; 1 Juan 5:10 y ss., etc. Todas las
doctrinas de la Biblia enfocan de una u otra manera la doctrina de la justificación,
bien como antecedentes a ella (articuli antecedentes). Luc.24:25-27, bien
como consecuentes (articuli consequentes), Apoc.»:9-14.
La justificación por la fe es el tema supremo del Antiguo Testamento, lsa.53:4-6, y
del Nuevo Testamento, 2 Cor.5:19-21.
Contra esto: está el hecho de que la ley nueva es la ley del Nuevo
Testamento y ésta es infundida en el corazón, según dice el Apóstol en
Heb 8,8 y 10, que alega el siguiente testimonio de Jer 31,31.33: Vienen
días, palabra de Yahveh, en que yo haré una alianza nueva con la casa
de Israel y con la casa de Judá. Y, declarando luego cuál será esa
alianza, dice: Esta será la alianza que yo haré con la casa de Israel en
aquellos días, palabra de Yahveh: Yo pondré mi ley en ellos y la escribiré
en su corazón, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Luego la ley nueva
es ley infusa.
De esta manera la ley infusa pasaría a ser gracia infusa, cuando el libre
albedrio del pecador acepte al Evangelio y a la salvación Vicaria de
Cristo, esta gracia es infundida inmediatamente en el instante de la
conversión.
Esta distinción es muy importante; pues si Dios justificara solamente a los justos y
condenará a todos los injustos, como lo hacen los juzgados civiles, ni un solo
pecador podría ser salvo, Luc.18:14; Gál.3:10, pues a pesar de todos sus
esfuerzos morales todos los hombres permanecen injustos delante de Dios, Is .
64:.6. La doctrina papista de que Dios puede justificar sólo a aquellos que son
justos, ya sea total o parcialmente, anula todo el mensaje evangélico de la
justificación por la fe. Lutero llamó esta doctrina con toda razón "el veneno de
Satanás" y la "peste más pestífera que existe", puesto que priva al pecador de
todo verdadero consuelo y quita a Dios el honor que le pertenece como Dios de
gracia, que perdona gratuitamente el pesado por causa de Cristo, Rom.3:28;
Efe.2:7-9.
Es menester creerlo, que sólo la fe nos justifica, como el apóstol Pablo dice,
Rom.3:26,28. Nadie debe, pues, apartarse de este artículo, o hacer concesiones
dentro del mismo, aunque se hundan el cielo y la tierra y todo cuanto desista de
permanecer.
Porque- no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos, dice Pedro, Hech.4:12.
-Y por sus llagas fuimos nosotros curados- Is 53:5. Este artículo es la base
de todo cuanto predicamos.
Justificación por la fe
Tan pronto como una persona ha sido justificada por la fe, posee todas
las bendiciones espirituales que Cristo ha obtenido para el mundo
mediante su expiación vicaria, 1 Cor.3:21; Rom.5:1-5.
Todo el que, mediante la fe, ha sido adoptado como hijo de Dios, Gál.4:5;
Juan 1:"2, se hace también heredero de Dios v coheredero con Cristo.
Rom.8:17, de modo que no le falta ningún don espiritual, 1Cor.1:4-7;
Efe.1:3-8. Entre las bendiciones espirituales que la justificación otorga
podemos mencionar las siguientes:
CUESTIONARIO 4
El estudiante debe responder claramente en base a lo leido. Puede
hacerlo en un cuaderno o en hojas aparte.
1. Defina la Santificación
Las buenas obras, según la Sagrada Escritura, son los frutos de la fe que
justifica, 1 Juan 5:4; Gal.2:20; 5:6; Heb. 11:4-39. Por consiguiente, cuando
hablamos de las buenas obras en el sentido estricto en que la Escritura
usa el término, incluimos todo pensamiento, deseo, palabra y obra que
emana de la te del que cree en Cristo.
La Fórmula de la Concordia lo expresa así (Decl. Sol., IV, 8): "Ni tampoco
existe controversia alguna en cuanto a cómo y por qué las buenas obras
de los creyentes, aunque en esta vida son impuras e incompletas, son
agradables y aceptables a Dios; pues lo son por causa de Cristo, por
medio de la fe. Porque la persona es agradable a Dios". Y otra vez (Decl.
Sol,, VI, 221: "Pero cómo y por qué las buenas obras de los creyentes,
aunque en esta vida son imperfectas e impuras debido al pecado que
mora en la carne, son no obstante aceptables y agradables a Dios, es
algo que no lo enseña la Ley, la cual requiere una obediencia
completamente perfecta y pura si es que ha de agradar a Dios.
Pero el Evangelio enseña que nuestros sacrificios espirituales son
agradables a Dios porque nacen de la fe y se hacen por causa de Cristo,
1Ped.2:5; Heb.11:4 y ss."
El hecho es, pues, que la divina sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios,
tiene hace limpia también la impurezas de nuestras buenas obras, 1 Juan
1:7.
¿En qué sentido puede hacer buenas obras los paganos o los que no
han sido regenerados? Aunque es verdad que, hablando en términos
precisos, sólo podemos llamar buenas aquellas obras que emanan de la
fe y del verdadero ·amor a Dios, Heb.11:6.
Por esta razón, en lo que respecta a las buenas obras de los que no han
sido regenerados hacemos la siguiente distinción: En la esfera del Reino
de Poder de Dios, o en asuntos terrenales, pueden llamarse buenas; en
la esfera del Reino de Gracia de Dios, o en asuntos espirituales, son
pecados (Agustín: "pecados resplandecientes").
San Pablo, en su Epístola a los Romanos, afirma que los gentiles hacen
por naturaleza lo que es de la Ley. Rom.2:14-15; cf. también 1:19-20,32,
es necesario considerar la pregunta: Podemos no obstante aplicar el
término "buenas" a todas las obras de los no regenerados que se hacen'
según la norma da la Ley divina escrita en sus corazones, Rom.2:15: 132,
tales como el dar de comer al que tiene hambre, dar ropa al que la
necesita, ayudar a los que sufren, ser diligente en su propio oficio, etc.
Lutero dijo en cierta ocasión que, observadas externamente, estas obras
sobrepasan con frecuencia las de los creyentes.
Las obras de los incrédulos son por cierto también causadas por Dios,
pero no en su Reino de Gracia, en el cual el Espíritu Santo produce
buenas obras espirituales, por los medios de gracia, sino en su Reino de
Poder, en que Dios, con el propósito de preservar a este mundo, efectúa
buenas obras civiles, o buenas obras externas, mediante su Ley divina
escrita en el corazón del hombre. Estas buenas obras externas son
necesarias para el bienestar de la familia humana, y por consiguiente Dios
las recompensa con bendiciones temporales en su Reino de Poder. En
este sentido, pues, pueden llamarse buenas las obras de los que no han
sido regenerados; se hacen según la norma divina y ejercen una
influencia saludable en al dominio de la vida terrenal.
Pero cuando estas obras se consideran con atención a la fuente de la
cual emanan todas las buenas obras espirituales, a saber, a la fe, al
corazón regenerado, a la nueva vida en Cristo, etc., no podemos de
ninguna manera llamarlas buenas, sino que tenemos que condenarlas
como completamente pecaminosas. La razón para esto es evidente. La
Sagrada Escritura declara sin restricción alguna que todos los que no han
sido regenerados están "muertos en delitos y pecados", Efe.2;1; "ajenos
(enajenados) de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay",
Efe.4:18; "sin esperanza y sin Dios en el mundo", Efe.2:l2 y dados "a los
(ídolos mudos", 1 Cor 12:2, de modo "que lo que sacrifican, a los
demonios lo sacrifican, y no a Dios", 1 Cor. 10:20.)
Lutero tiene razón cuando dice (St. L., XII. 318 y sig.: "El predicador de la
Ley obliga por medio de amenazas y castigos; el predicador del
Evangelio atrae e incita por medio de la bondad y la gracia divinas
reveladas al hombre; pues no quiere obras Involuntarias ni servicio
involuntario; en verdad, sólo quiere que se le rinda a Dios un servicio
alegre y gozoso, El que no permite ser movido y atraído por las 'dulces y
sublimes palabras de la misericordia de Dios, que nos es dada y
concedida tan abundantemente en Cristo, de manera que lo haga todo
con gozo y amor para la gloria de Dios y el bienestar del prójimo, el tal no
vale nada y en vano se le predica el amor. . .. No es la misericordia del
hombre, sino la de Dios la que se nos ha concedido: y esa es la que
San Pablo desea que consideremos para que nos inste y mueva a
hacer buenas obras"
Con respecto al diezmo que por ordenanza divina debían dar los judíos en
el Antiguo Testamento, Lev.27:30, debemos recordar, por un lado, que
también este requisito pertenecía a la Ley Ceremonial, la cual ha sido
abolida por Cristo. Col.2:16-17, y por lo tanto ya no es obligatoria a los
cristianos en el Nuevo Testamento; pero por otro lado los-cristianos no
deben abusar de la abolición de la Ley del diezmo con el propósito de
reducir su liberalidad en las ofrendas, ya que en al Nuevo Testamento
Dios exhorte a sus santos a ofrendar con frecuencia y liberalidad, 2
Cor.8:7-10.
Por consiguiente, todos los que hacen buenas obras con el fin de obtener
la salvación están bajo la maldición; pues han caído de la gracia, Gál.3:10-
11; 5:4.
La Sagrada Escritura afirma, además, que las buenas obras emanan únicamente
de la fe o de la firme seguridad que tiene el creyente de que Dios ya le ha
concedido el cielo como un don gratuito de la gracia por causa de Cristo, de
modo que esas buenas obras se hacen libre, gustosa y voluntariamente, sin
ninguna coerción y sin ninguna intención de que por ellas ha de merecer
siquiera el menor grado de gracia. Gal.2:20.
Lutero expone el asunto muy claramente, cuando declara (St. L., VII, 677
y sig.): "Aprende, pues, a contestar correctamente cuando se trate da
aquellos pasajes en que se mencionan la recompensa y el mérito,
(diciendo): Oigo por cierto que Cristo dice: 'Bienaventurados los pobres
en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos', y: 'Bienaventurados
sois cuando os vituperen y os persigan por mi causa, porque vuestro
galardón es grande en los cielos', etc. Por estas palabras Cristo me
enseña el fundamento sobre el cual descansa mi salvación; sino que por
ellas me hace una promesa, demostrándome cuán grande consuelo debo
tener en mis aflicciones y en mí vida cristiana. Estas dos cosas no debes
confundirlas ni mezclarlas; ni tampoco debes calificar de mérito lo que
Dios me da gratuitamente en Cristo mediante el Bautismo y el Evangelio.
Pues Él no dice aquí' que yo puedo ganarme tales cosas o que ya no
necesito a Cristo o el Bautismo, sino por el contrario que sólo son
verdaderos discípulos de Cristo aquellos a quienes El predica aquí y que
por su causa tienen que sufrir muchas cosas, de modo que no saben
cómo consolarse a sí mismos. Como la gente no los soporta aquí en la
tierra, deben por lo tanto en mayor medida poseer todas las cosas en el
cielo". (Cf. También la excelente presentación da esta doctrina por el Dr.
Pieper en Christliche Dogmatik, III, 64 y sig.)
Esta alta estimación del valor de las buenas obras cristianas concuerda
del todo con la clara enseñanza de la Escritura. Las buenas obras
cristianas son en verdad de gran valor, y esto se debe a las siguientes
razones:
a. Sé hacen de acuerdo con la norma de la Ley de Dios, Mientras
todas las obras que no se hacen de acuerdo con la norma de la Ley de
Dios carecen de valor alguno y no son aceptas a Dios, las que se realizan
da acuerdo con su voluntad son estimadas por Él como infinitamente
preciosas. Apoc.2; 2 y sig.
Lutero tiene toda la razón cuando dice (St. L,. IX, 443): "Las
obras que se hacen sin ser acompañadas de la fe, no importa
cuán santas puedan aparecer según su aspecto externo, son
pecaminosas y están bajo maldición. Por esta razón, todos los
que desean obtener la gracia, la Justicia y la vida eterna por
medio de ellas no sólo se quedan sin esas bendiciones, sino
que también agregan un pecado a otro. De esta manera hacen
buenas obras "el hombre de pecado, el hijo de perdición",y
todos los que le siguen. De esta manera también hacen sus
obras los que se creen justos en sí mismos ν los herejes, que
han caído de la fe cristiane".
Según le Escritura, los que han sido regenerados, o justificados por la fe,
sirven a Dios con gusto y gratitud en toda vocación a que El los haya
llamado, ya que sea en la Iglesia o fuera de ella. Rom. .5:16; 1 Cor.7:20 y
sig.. Col.3:23-24; Efe.6:7; 1 Tim.2:15. El papado prescribe empero nuevas
normas de buenas obras (los consejos evangélicos (concilia evangélica),
la obediencia, la pobreza, la castidad, y, además de esto, ha inventado
para las buenas obras un nuevo fin anti bíblico y anticristiano, a saber, el
de obtener por ellas la salvación.
1. Lutero escribe (St. L., 544 y sig.): "El cristiano, por cuanto es
cristiano, está sujeto a su querida santa cruz, de manera que tiene que
sufrir de parte de otras personas o del diablo mismo, que lo atormenta y
aterroriza con la tribulación, persecución, pobreza, enfermedad, o
internamente en su corazón mediante sus flechas venenosas".
Especialmente cuando los cristianos confiesan a Cristo y su Evangelio
con toda fidelidad, o cuando llevan una vida santa según la Palabra de
Dios, tienen que contar siempre con tribulaciones y cruces, Mat.10:25. Por
lo tanto, al hablar de la cruz del creyente nos referimos al sufrimiento que
tienen que padecer los cristianos por causa de Cristo. Mat.10:16-32. Esta
vida de dolor y sufrimiento la llama la Escritura muy propiamente la
cruz de los cristianos, Mat10:21,38; 16:24; Luc.14:27. (Cf. También
Lutero. St. L„ XII. 729 y sig.) La Sagrada Escritura jamás aplica el
término cruz a las aflicciones de los incrédulos, Sal, 32; 10; 34:21,
164. Se nos dice que sólo el cristiano puede llevar la cruz, y esto,
naturalmente, mientras ejerce su vocación cristiana en el mundo.
A pesar de todo esto, hay que recordar que el cristiano no debe imponer
cruces sobre sí mismo II Ped.3:5 7: ni sobre otras personas, Rom.13:10;
Mat.22:37-40; pues no sabe si la cruz que ha escogido ha de ser para su
bien ni si Dios ha de darla el poder para soportarla. 1 Cor.10:13. Lutero
llama con razón a los que se imponen cruces "santos de obras" o "santos
del diablo", dando a entender que ya que quieren ganarse la salvación por
medio de sus cruces, tienen que sufrir a instigación del diablo (St. L. IX,
1130).
Cómo el cristiano debe considerar su cruz. Por cuanto el
llevar la cruz es algo muy doloroso pera la carne del creyente, éste con
frecuencia juzga que Dios lo está tratando cruel e injustamente al hacerlo
sufrir tanto, y hasta a veces deduce que Dios se ha olvidado de él o se ha
vuelto su enemigo. Lam.5:20: Sal.13:1; Job 30:21; Isa.49:14. Por esta
razón, muchos "en el tiempo de la prueba" pierden la fe y se aparta, de
Dios, Luc.8:13. La Escritura por lo tanto es muy clara al explicar la
verdadera naturaleza y el verdadero propósito de llevar la cruz, Heb. 12:6-
11; 1 Cor.11:32. El llevar la cruz es un Testimonio del Espíritu Santo de
que los santos de Dios no pertenecen al mundo condenado, sino a Cristo
y que son coherederos con Él, si con fidelidad sufren juntamente con Él.
Rom.8:16-17; 1Ped.4; 14; Mat.5:11-12.
Su cruz, pues, debe dirigirlos siempre a la gloria que ha de ser revelada
en ellos, Rom.8:l8; 2 Tes.1:5-7; 2 Cor.4:78.
Los cristianos llevan su cruz con gozo porque saben que Dios no sólo les
acomode la cruz a la habilidad que tienen para llevarla, sino que también
les ayuda en efecto a llevarla. 1 Cor.10:13; 2 Cor.12:9. Por consiguiente,
la-cruz de cada cristiano no es jamás demasiado pesada para él; se le
otorga en misericordia y se le proporciona a la medida de su fe. 2
Cor.4:17,
5. Los beneficios que recibe el cristiano al llevar su cruz. Todo lo que
Dios dispone para sus hijos en la tierra es de grande y eterno valor.
Rom.8:28. Así también es de incalculable valor la cruz que llevan los
cristianos. Les señala el cielo, Hech.14:22; los hace humildes delante de
Dios. 2 Cor.12:7; les ensena a tener confianza absoluta en la gracia
divina. 2 Cor.12:8-9; les fortalece la fe, 1 Ped. 1:6-7; los estimula a la
oración, Sal.186; lsa.26:16; crucifica al viejo hombre y deshace el cuerpo
del pecado, Rom.6:6. 1 Ped.4:1; y los impulsa a que alejen su vista de las
cosas transitorias de este mundo y la fijen en las cosas eternas. 2
Cor.4:18. Al llevar su cruz con paciencia y fidelidad los creyentes
estimulan también a otros para que permanezcan firmes en sus
tribulaciones y en la esperanza de las gloriosas promesas del Dios vivo, 2
Cor. 1:6; I Tes.1:6-7. La elección de la cruz gloriosa de Cristo la enseña
mejor aquel que ha llevado victoriosamente su propia cruz, 2 Cor. 1:4;
12:10. (Cf. Lutero, St. L„ IX, 1131.)
6. El poder para llevar la cruz. Por su propio poder ni aún el mejor y
el más fiel de los creyentes puede llevar la cruz que se le ha impuesto, 2
Cor. 12:7-9. Para llevar la cruz con paciencia se necesita, pues, la gracia
divina, 2 Tim.1:8; 2 Cor.4:7. En particular, el cristiano que lleva alguna
cruz recibe poder para soportarla, y este poder procede de la gloriosa
seguridad del perdón de todos sus pecados. Rom.5:1-5; de la segura
esperanza de la vida eterna, Rom.8:18; de su nueva vida espiritual con
Cristo en Dios, Col.3:3-4; de las gloriosas promesas divinas de que en el
cielo recibirá una recompensa de gracia, Mat.5:12; en resumen, de la fe
firme y santificadora en el Cristo divino y humano, que lo amó y se
entregó a sí mismo por él, Gál.2.20.
Lutero hace la oportuna observación de que la persona que no está
segura de la vida eterna y no fija su vista en esa bendita esperanza (Tito
2:13) no puede tener ni sumisión ni paciencia (St L.. IX, 956!, mientras los
cristianos, cuyo hogar está en los cielos, tienen el poder de regocijarse
aun en las más grandes tribulaciones.
Acerca de San Pablo escribe Lutero (St. L., XII, 717 y sig.): "Mirad cómo
San Pablo da la espalda al mundo y anticipa la revelación venidera, tal
como si no hubiese visto dificultad o miseria alguna sobre la tierra, sino
solamente gozo. Aún más, por mucho que tengamos que sufrir, ¿qué
importancia tiene ese sufrimiento — dice él — cuando lo comparamos con
el gozo y gloria inefables que han de ser revelados en nosotros? ...Se ve,
pues, que San Pablo considera todo el sufrimiento de esta tierra como
una pequeña gota y una pequeña chispa. Y al decir que es una gloria que
ha de ser revelada en nosotros, nos indica por qué sufrimos con tan poca
voluntad, a saber, porque nuestra fe es todavía débil, de manera que no
fijamos nuestra vista en la gloria, aún oculta en esta vida, que ha de se'
revelada en nosotros. Pues si fuese una gloria que pudiésemos ver con
nuestros ojos, seriamos por cierto los mártires mejores y más pacientes
que conocerse pueden".
Lutero cierra ese hermoso párrafo con la muy pertinente observación de
que, ya que debido a la ceguedad de nuestra miserable y débil carne no
podemos' comprender la grande e insuperable bondad y gracia a que nos
llama Dios al enviarnos nuestras cruces cristianas, "el Espíritu Santo tiene
que ser nuestro Maestro en este asunto y poner tal consuelo en nuestros
corazones". Con esto está de acuerdo todo cristiano que sufre. A menos,
que el Espíritu Santo nos conceda gracia para llevar nuestra cruz, jamás
poseeremos suficiente poder para soportarla, ni siquiera la más liviana.
Lo que la oración cristiana pide. Puesto que los cristianos, cuando oran en
el nombre de Jesús, lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios, sus oraciones
contienen todas las cosas que Dios mismo desea y ha prometido darles. Es por
esta razón que Cristo dijo: "Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo
recibiréis". Mat.21:22; Mar. 12:24; Juan 14.13-14; 16:23; Mat.7:7-8. Las palabras
"todo lo que" no deben ser limitadas, sino entendidas en todo su fuerza, ya que la
voluntad del creyente coincide siempre con la buena y misericordiosa voluntad
de Oíos.
Es verdad que los creyentes, por ser aún carne, no desean a veces lo que Dios
desea; pero como en Cristo son nuevas criaturas, suprimen la voluntad de la
carne, y ofrecen sus oraciones a Dios según la norma establecida por Cristo: "No
se haga mi voluntad, sino la tuya". Como los cristianos reconocen la Palabra de
Dios como la única fuente y regla de su fe, así también reconocen la voluntad de
Dios como la única norma de sus peticiones, 1 Juan 5:14.
CUESTIONARIO 5
INTRODUCCIÓN
I. DE LA FE EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Los otros libros (como dice san Jerónimo) los lee la Iglesia para
ejemplo de vida e instrucción de las costumbres; con todo, no los
aplica para establecer doctrina alguna. Tales son las siguientes:
ANGLICANISMO
El anglicanismo surgió en Inglaterra después del acta de supremacía
( 1534), proclamada por Enrique VIII como cabeza suprema de la
Iglesia dentro de su reino. En los siglos siguientes el anglicanismo se
difundió por todo el imperio británico. La comunión anglicana
comprende unas 25 Iglesias nacionales independientes, unidas por la
comunión con el arzobispo de Canterbury. Casi la mitad de los
anglicanos del mundo viven en las islas británicas.
ORIGEN AL ANGLICANISMO EN
INGLATERRA – LA RELIGIÓN
ANGLICANA