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Mecanismos de

defensa de la
Respuesta Inmune
Innata

Mecanismos Externos

Los componentes más obvios de la inmunidad innata son las barreras externas para la invasión
microbiana: las capas epiteliales que sirven como un aislamiento entre el interior del cuerpo y los
agentes patógenos del mundo exterior. Estas barreras epiteliales comprenden la piel y las
superficies tisulares conectadas a las aberturas del cuerpo: las capas epiteliales mucosas que
revisten los tractos respiratorio, gastrointestinal y urogenital, y los conductos de glándulas
secretoras como las glándulas salivales, lagrimales y mamarias, que producen saliva, lágrimas y
leche, respectivamente(Owen et al., 2014).

1. Barreras Físicas o anatómicas (Piel y mucosas)

a) Piel

La piel tiene una importante función protectora, no sólo contra infección, sino también
contra traumatismo mecánico. De este modo, las capas externas son duras y difíciles de
penetrar para los microbios debido a la presencia de mucha queratina, y esto proporciona
una barrera para la infección(Mac Pherson and Austyn, 2013).

Consta de dos capas separadas: una capa externa delgada, la epidermis, y una capa más
gruesa, la dermis. La epidermis contiene varias capas de células epiteliales estrechamente
aglomeradas; su capa externa consta de células en su mayor parte muertas llenas con una
proteína impermeabilizante al agua llamada queratina. La dermis está compuesta de tejido
conjuntivo, y contiene vasos sanguíneos, folículos pilosos, glándulas sebáceas, glándulas
sudoríparas y leucocitos mieloides dispersos, como células dendríticas, macrófagos y
mastocitos(Owen et al., 2014).

Estructura de la piel que muestra las barreras de defensa: la epidermis varía de grosor en diferentes partes del cuerpo, pero siempre tiene varias células
de grosor, y las capas más externas siempre están queratinizadas, lo que forma una barrera mecánica para la infección. Las gl ándulas
sebáceas descargan su contenido, incluso moléculas antimicrobianas, hacia el folículo piloso y, desde ahí, hacia la superficie de la piel. Tanto la
epidermis como la dermis contienen células dendríticas (DC) clásicas, células de Langerhans y células dendríticas dérmicas, i nvolucradas
respectivamente en el inicio de la inmunidad adaptativa. La dermis también contiene macrófagos y mastocitos que pueden detectar agentes
infecciosos que han superado las barreras más externas.
b) Mucosas

En continuidad con la piel están los epitelios que recubren las vías respiratorias, digestivas
y urogenitales. En estas superficies internas, la piel impermeable cede su lugar a tejidos
especializados en la comunicación con el ambiente que son más vulnerables a la invasión
microbiana. Tales superficies se conocen como mucosas ya que de manera continua son
bañadas por el moco que secretan. Esta espesa capa de fluido contiene glucoproteínas,
proteoglucanos y enzimas que protegen las células epiteliales contra daños y ayudan a
limitar la infección. En las vías respiratorias el moco es retirado de manera continua por la
acción de células epiteliales dotadas de cilios y es repuesto por células caliciformes que lo
secretan. De este modo, la mucosa respiratoria se limpia de manera continua de material
indeseable, incluidos microorganismos infecciosos que han sido inhalados(Peter, 2016).
Vías respiratorias: las células epiteliales de gran parte de las vías respiratorias son ciliadas,
y estos cilios baten de manera coherente para mover secreciones y partículas hacia el
mundo externo. En fumadores crónicos de cigarrillos, los cilios han desaparecido, y las
células epiteliales están aplanadas (metaplasia escamosa). Así, secreciones que contienen
bacterias se acumulan en las partes inferiores de las vías respiratorias y proporcionan
ambientes de crecimiento de primera clase para las bacterias. En partes más bajas de las
vías respiratorias, en los alvéolos, hay grandes números de macrófagos, capaces de fagocitar
y matar una gama de microbios(Mac Pherson and Austyn, 2013).

Tejidos mucosos I: vías respiratorias. Las vías respiratorias superiores (tráquea y bronquios) están revestidas por
células epiteliales ciliadas: los cilios baten de manera coherente para mover secreciones hacia la boca. Los alvéolos,
donde ocurre el intercambio de gases, están revestidos por epitelio escamoso plano, contienen macrófagos
alveolares y pueden tener una función de defensa, pero también eliminan partículas inhaladas.

Tracto gastrointestinal: posee varias clases de barreras. Muchos microbios pueden ser
matados por ácido. Se secreta ácido clorhídrico hacia el estómago, y su principal función es
ayudar a la digestión, pero también puede matar muchos microbios. Por ende, los pacientes
que sufren un déficit de ácido gástrico pueden ser más susceptibles a infecciones
intestinales por bacterias, como Salmonella. La bilis es secretada desde la vesícula biliar
hacia la parte alta del intestino delgado. La principal función de la bilis también es ayudar a
la digestión, pero las sales biliares también son capaces de matar muchas bacterias. El
peristaltismo sirve para expulsar agentes patógenos en las heces (aun así, esto puede ser
una ventaja para el agente patógeno en la diseminación de la infección), pero muchas
bacterias son capaces de unirse a células epiteliales intestinales, lo que evita su
expulsión(Mac Pherson and Austyn, 2013).
Tejidos mucosos II: intestino. El intestino está revestido por una capa única de células epiteliales. En el intestino
delgado hay vellosidades y criptas. El intestino grueso tiene una superfi cie lisa, pero contiene muchas glándulas
tubulares profundas. Dentro del epitelio, las células caliciformes secretan moco que es un lubricante, pero que
también tiene funciones de barrera mecánica. En las criptas del intestino delgado, células de Paneth especializadas secretan
diversos péptidos antimicrobianos, como las defensinas. La lámina propia del intestino
contiene macrófagos, y mastocitos de la mucosa, DC clásicas, por lo general eosinófi los (que no se muestran), y
células plasmáticas que típicamente secretan IgA que es transportada hacia la luz. El peristaltismo sirve para propulsar
el contenido intestinal hacia el ano.

2. Barreras Mecánicas

También hay barreras de carácter mecánico; por ejemplo, la descamación del estrato córneo de la
piel; el arrastre de microorganismos por la orina, el lagrimeo y el parpadeo, así como el movimiento
ciliar en las mucosas intestinal y respiratoria. Todas favorecen la depuración de los agentes
infecciosos que pueden colonizar diferentes superficies epiteliales(Pavón Romero et al., 2016).

3. Barreras Químicas (Lisozimas, lactoperoxidasas, bactericinas, ácidos grasos)

Por otro lado, el organismo tiene distintas barreras químicas que actúan directamente sobre las
superficies epiteliales y así, ofrecen mecanismos adicionales de protección. Algunos ejemplos de
estas barreras son las diferencias en el pH de varios sitios anatómicos (el pH ácido en el estómago y
la vagina, y menos ácido en el duodeno), la tensión de oxígeno en los tejidos (que inhibe a los
microorganismos anaerobios), y las secreciones (como el sudor, el sebo y las lágrimas, que contienen
sustancias con propiedades antimicrobianas)(Pavón Romero et al., 2016).

Lisozimas y lactoferrina

Entre las proteínas antimicrobianas producidas por la piel y otros epitelios en seres humanos, varias
son enzimas y proteínas de unión que matan células bacterianas y micóticas o inhiben su
crecimiento. La lisozima es una enzima que se encuentra en la saliva, las lágrimas y los líquidos del
tracto respiratorio, que divide los componentes peptidoglucanos de las paredes de células
bacterianas. La lactoferrina, secuestra el hierro disponible en el entorno, el cual es necesario para el
metabolismo bacteriano(Owen et al., 2014).
Las lágrimas son ricas en lisozima (bactericida) e IgA que protegen contra patógenos acción refleja
del parpadeo contribuye a la protección periódica de los ojos, favoreciendo la lubricación(Chú Lee
et al., 2015).

Ácidos grasos

Entre las sustancias de las secreciones se encuentran los ácidos grasos (el ácido caprílico y el ácido
undecílico) y el ácido oleico, presentes en el sudor, el cerumen y demás glándulas sebáceas; estos
ácidos alteran el pH del epitelio e inhiben el crecimiento bacteriano(Pavón Romero et al., 2016).

También son importantes en el funcionamiento del sistema inmunitario porque afectan a la fluidez
de las membranas celulares, que disminuye con la longitud de cadena y aumenta con el grado de
insaturación de los ácidos grasos incorporados. La fluidez de las membranas es importante para la
expresión de las estructuras de la superficie celular como los receptores, que desempeñan papeles
cruciales en la función inmunológica. Por otra parte, los ácidos grasos poliinsaturados (AGPI)
parecen ser ligandos naturales de una determinada clase de factores de transcripción anti-
inflamatorios llamados receptores proliferadores de peroxisomas(Male et al., 2013).

En general, las dietas ricas en AGPI omega-3 tienden a inhibir las respuestas inmunitarias excesivas,
que se asocian con enfermedades inflamatorias crónicas tales como la artritis reumatoide(Male et
al., 2013).
4. Barreras Biológicas (Microbiota)

Muchas de las interacciones entre humanos y microorganismos no ocasionan enfermedades. La


microbiota se encuentra en la piel y en las mucosas. A pesar de que se halla en otras especies de
mamíferos, la microbiota de los seres humanos es muy particular, lo que refleja la coevolución entre
los dos tipos de organismos(Pavón Romero et al., 2016).
La principal relación de los microorganismos con el ser humano no es patogénica, sino simbiótica.
Desde el nacimiento, la colonización de bacterias en las mucosas estimula su maduración y la
eficiencia del sistema inmunológico. Esto se debe al intercambio de señales a nivel molecular,
mediado por varios estímulos que permiten el reconocimiento a través de receptores en las células
del sistema inmunológico del hospedero, lo cual favorece la expansión de diversas poblaciones
leucocitarias(Pavón Romero et al., 2016).

La microbiota humana normal es el conjunto de gérmenes que conviven con el huésped en estado
normal, sin causarle enfermedad. Su composición es característica para la especie humana, tanto
en los gérmenes que la componen como en su número y distribución en el organismo(Peter, 2016).

Importancia de la microbiota normal

Desde diversos puntos de vista representa un importante mecanismo de defensa del huésped.
Contribuye al desarrollo de la respuesta inmunológica, como ha sido demostrado en modelos
animales que nacen y son criados en condiciones de esterilidad (individuos axénicos). Estos animales
presentan un pobre desarrollo de los diversos componentes de su sistema inmunitario. La
microbiota además ayuda a evitar la colonización de la piel o las mucosas por bacterias que pueden
ser patógenas. Los gérmenes para iniciar la infección deben, en general, comenzar por colonizar los
epitelios. Allí seguramente compiten con los integrantes de la microbiota por factores tales como
receptores celulares y nutrientes(Peter, 2016).

Mecanismos Internos

A pesar de las fuertes defensas en las capas epiteliales protectoras, algunos agentes patógenos han
adquirido por evolución estrategias para penetrar en estas defensas, y los epitelios pueden quedar
alterados por heridas, abrasiones y picaduras o mordeduras de insectos que pueden transmitir
agentes patógenos. Una vez que los agentes patógenos penetran a través de las capas de la barrera
epitelial hacia los espacios tisulares del organismo, una gama de receptores de membrana celular y
proteínas solubles que reconocen componentes microbianos desempeñan las funciones esenciales
de detectar el agente patógeno y desencadenar defensas eficaces contra él(Owen et al., 2014).
1. Factores humorales o solubles (sistema del complemento, PCR)

Su acción suele comenzar con la activación y fijación del complemento a los agentes exógenos.
Inmediatamente se inicia el proceso de fagocitosis, por el que se destruyen y eliminan los agentes
extraños. Simultáneamente, las células fagocíticas producen señales químicas (citoquinas, tales
como el factor de necrosis tumoral) y otros mediadores, que también inducen inflamación. La
inflamación a su vez, atrae y concentra nuevas células y moléculas en los lugares de invasión,
intentando erradicar la infección y reparando los tejidos dañados (Male et al., 2013).
1.1. SISTEMA DEL COMPLEMENTO

El término complemento se refiere a un grupo de proteínas séricas que cooperan con los sistemas
inmunitarios tanto innato como adaptativo para eliminar agentes patógenos de la sangre y los
tejidos (Owen et al., 2014).

El complemento es una colección de proteínas solubles presentes en la sangre y los fluidos


corporales. Existen más de 30 proteínas que pertenecen al complemento y su producción es
fundamentalmente hepática. En ausencia de infección, estas proteínas circulan en forma inactiva.
En presencia de patógenos o de anticuerpos unidos a patógenos, las proteínas del sistema de
complemento se activan (Pérez Torres & Corell Almuzara, 2015)

Vías del complemento

Las proteínas del complemento interaccionan entre sí de maneras concretas a través de distintas
vías de activación, cuya consecuencia final es la muerte del patógeno. Este objetivo se alcanza
mediante la facilitación de la fagocitosis y la inducción de una respuesta inflamatoria capaz de
combatir la infección. Existen tres vías de activación del complemento: la vía clásica, que se inicia
gracias a los anticuerpos adheridos a la superficie del patógeno, la vía alternativa, que se inicia por
la simple presencia del antígeno, y la vía de las lectinas, que se activa por moléculas de la superficie
del patógeno. Todas ellas convergen en la formación de la convertasa de C3. (Pavón Romero et al.,
2016).
Vía de las lectinas

La vía de las lectinas es iniciada por receptores solubles que se unen a estructuras hidrocarbonadas
concretas de la superficie de los patógenos para activar la cascada del complemento. Existen cuatro
tipos de receptores solubles circulantes en la sangre y fluidos corporales capaces de reconocer
patrones hidrocarbonados en la superficie microbiana y de iniciar la vía (Pérez Torres & Corell
Almuzara, 2015)

 Lectina unidora de manosas (MBL): es una proteína oligomérica sintetizada en el hígado,


que está constituida por un monómero que contiene un dominio de tipo colágeno en la
posición aminotemrinal y un dominio de lectina tipo C en el extremo carboxiterminal. Los
monómeros de MBL se ensamblan en trímeros mediante la formación de una triple hélice
en los dominios de tipo colágeno. Los trímeros se ensamblan a su vez en oligómeros
mediante puentes disulfuro entre los dominios de tipo colágeno. La MBL presente en la
sangre está compuesta por entre dos y seis trímeros (Figura 11.2). Los multímeros tienen
una elevada avidez por estructuras como la manosa, la fucosa y los residuos de N-
acetilglucosamina de los microbios (Pérez Torres & Corell Almuzara, 2015).
 Ficolinas: es un grupo de moléculas con estructura y función similar a MBL pero, en vez de
presentar un dominio de tipo lectina, presentan un dominio de tipo fibrinógeno. Este hecho
confiere a las ficolinas la posibilidad de reconocer oligosacáridos que contengan glúcidos
acetilados. Los seres humanos sintetizan tres tipos de ficolinas: ficolina M (ficolina-1),
sintetizada en el pulmón y las células sanguíneas; y las ficolinas L (ficolina-2) y H (ficolina-3),
sintetizadas en el hígado (Pérez Torres & Corell Almuzara, 2015).

La convertasa de C3 (C4b2b) hidroliza múltiples moléculas de C3, produciendo C3a y C3b. Los
fragmentos C3b se unen covalentemente a la superficie del patógeno, y los fragmentos C3a inician
una respuesta inflamatoria local. La función de MASP-1 no ha sido completamente esclarecida, pero
parece ser que es capaz de hidrolizar C3 directamente, aunque de manera menos eficiente que
C4b2b (Pavón Romero et al., 2016).
Vía clásica

La vía clásica del complemento es similar a la vía de las lectinas, pero se inicia por un sensor de
patógenos denominado complejo C1 o, simplemente, C1. C1 puede interaccionar directamente con
algunos patógenos, pero también puede interaccionar con anticuerpos. Por tanto, la vía clásica tiene
una función en la inmunidad innata y también en la inmunidad adaptativa (Pérez Torres & Corell
Almuzara, 2015)

Al igual que el complejo MBL-MASP, el complejo C1 está formado por una subunidad grande,
denominada C1q, que actúa como sensor de patógenos, y dos serinproteasas, denominadas C1r y
C1s (Figura 11.4). C1q es un hexámero de trímeros, formados por monómeros que contienen un
dominio globular aminoterminal y un dominio de tipo colágeno carboxiterminal. Los trímeros se
ensamblan mediante interacciones entre los dominios de tipo colágeno, de manera que los
dominios globulares se unen formando una cabeza globular. La molécula completa de C1q tiene seis
cabezas globulares unidas por las colas tipo colágeno, que permiten reconocer los patógenos o
anticuerpos unidos a su superficie, especialmente IgG e IgM. C1r y C1s se relacionan estrechamente
con MASP-2, mientras que MASP-1 se relaciona con ellas de forma menos importante. C1r y C1s
interaccionan de forma no covalente para formar pares C1r:C1s. Los pares se unen a los brazos de
C1q, quedando una parte de estos complejos en posición externa a C1q (Mac Pherson and Austyn,
2013).
La unión de dos o más cabezas de C1q a su ligando produce un cambio de conformación en el
complejo C1r:C1s, produciendo la activación de la actividad autocatalítica de C1r. Entonces, C1r
hidroliza su proteína C1s asociada para generar una serinproteasas activa. C1s actúa en los
siguientes dos componentes de la vía clásica, C4 y C2. C1s hidroliza C4 para producir C4b, que se
une covalentemente a la superficie del patógeno, de la misma forma que en la vía de las lectinas. A
C4b se une una molécula de C2, que es hidrolizada por C1s, liberándose la seriproteasa C2b. Este
proceso da lugar a la formación de C4b2b, que es la convertasa de C3 de la vía clásica y de las lectinas
(Pérez Torres & Corell Almuzara, 2015).
Vía alternativa

Filogenéticamente más primitiva, su activación fundamental no es iniciada por


inmunoglobulinas, sino por polisacáridos y estructuras poliméricas similares (lipopolisacáridos
bacterianos, por ejemplo, los producidos por bacilos gram negativos). Esta vía constituye un
estado de activación permanente del componente C3 que genera C3b. En ausencia de
microorganismos o antígenos extraños, la cantidad de C3b producida es inactivada por el Factor
H. Cuando C3 se une a una superficie invasora (evade la acción del Factor H), forma un complejo
con el Factor B, el cual se fragmenta por acción del factor D en presencia de Mg++. El complejo
C3bBb es altamente inestable y la vía alterna no continúa sin el rol estabilizador de una proteína
circulante llamada properdina. Se forma de ese modo la C3 convertasa de la vía alterna
(compuesta por C3bBb), la cual actúa enzimáticamente sobre moléculas adiccionales de C3,
amplificando la cascada. Incluso algo de este C3b se puede unir a la C3 convertasa y formar la
C5 convertasa de la vía alterna (C3bBb3b) que activara a C6, convergiendo en los mismos pasos
finales de la vía clásica. (Mac Pherson and Austyn, 2013).
Vía lítica

La formación de las convertasas de C3 es el punto de convergencia de las tres vías de activación del
complemento. En adelante, la convertasa de la vía clásica y de las lectinas (C4b2b), y la convertasa de la
vía alternativa (C3bBb), inician una serie de eventos comunes que, en su conjunto se denominan vía
lítica o vía final común. La vía final común permite la formación de un complejo de ataque a la membrana
(MAC), que produce un poro en la bicapa lipídica del patógeno, alterando su integridad y dando lugar a
un shock osmótico que produce la muerte del microorganismo (Pérez Torres & Corell Almuzara, 2015).

Formación de la convertasa C5

El primer paso para la formación del MAC es la formación de las convertasas de C5. La convertasa de C5
de la vía clásica y de las lectinas se forma por la unión de C3b a C4b2, que da lugar a C4b2b3b. La
convertasa de C5 de la vía alternativa se forma por la unión de C3b a C3bBb, que da lugar a C3bBb3b (o
C3b2Bb). Cualquiera de las convertasas de C5 puede unir e hidrolizar C5 gracias al sitio de unión
disponible para ello en C3b y a la actividad serinprotasa de C2b o Bb. A partir de esta reacción se produce
C5a y C5b. A partir de este punto, el resto de componentes se añaden en serie (Pérez Torres & Corell
Almuzara, 2015).

En los pasos siguientes, C5b inicia el ensamblado de los componentes que formarán el MAC y dirige su
inserción hacia la membrana celular. En primer lugar, C5b se une a la molécula C6, y el complejo C5b6
se une a una molécula de C7. Esta reacción desencadena un cambio conformacional en las moléculas
que forman el complejo, permitiendo la exposición de un sitio hidrofóbico en C7, que permite la
inserción del complejo en la bicapa lipídica. A continuación C8, un complejo formado por las proteínas
C8β y C8α-γ, se une a través de la porción C8β a la porción C5b del complejo C5b67, de manera que el
dominio hidrofóbico de la porción C8α-γ permite la inserción en la bicapa lipídica (Pérez Torres & Corell
Almuzara, 2015).

Por último, C8α-γ induce la polimerización de entre 10 y 16 moléculas de C9 para formar una estructura
denominada complejo de ataque a la membrana (MAC). El MAC tiene una región externa hidrofóbica,
que permite su asociación a la bicapa lipídica, y un canal hidrofílico interno de 100 Å de diámetro, que
permite el paso de agua y solutos libremente a través de la bicapa lipídica. La disrupción de la bicapa
lipídica produce la pérdida de la homeostasis celular y del gradiente de protones a través de la
membrana, y permite la entrada de enzimas proteolíticas al interior, terminando con la destrucción del
patógeno (Pérez Torres & Corell Almuzara, 2015).
1.2. Proteína C reactiva (PCR)

Las pentraxinas son una superfamilia de reactantes de fase aguda, caracterizados por disponer de
una estructura cíclica multimérica. Algunos de sus componentes, como la proteína C reactiva (PCR)
o el componente P sérico del amiloide (SAP) recibieron la denominación de pentraxinas cortas y se
sintetizan fundamentalmente en los hepatocitos. La concentración de PCR aumenta
extraordinariamente como respuesta al estímulo de citocinas pro infamatorias como la
Interleucina6 (IL-6), mientras que la concentración del SAP se mantiene estable, por lo menos
durante las primeras fases de proceso inflamatorio. Ambas pentraxinas, son estructuras bastante
conservadas filogenéticamente y no se conocen individuos con importantes déficits de las mismas,
lo cual puede indicar que corresponde una función muy significativa en el individuo (Gerique, 2012)

2. Factores o componentes celulares (Inflamación, Fagocitosis, Citólisis).

2.1. Inflamación

Durante el decenio de 1950-1959 Menkin definió la inflamación como “la reacción vascular, linfática
y de tejido local compleja desencadenada en animales superiores por la presencia de
microorganismos o de irritantes no viables”. La inflamación es un proceso, no un estado, y los tejidos
inflamados están pasando por cambio continuo. Las características fundamentales fueron
reconocidas por los griegos: rubor y aumento de la temperatura, que reflejan dilatación de vasos
sanguíneos de pequeño calibre y flujo sanguíneo aumentado; hinchazón, que refleja la acumulación
aumentada de líquido extravascular excesivo, y que se llama edema; dolor local, causado por tensión
tisular aumentada y la liberación de sustancias químicas que estimulan fibras nerviosas que
transmiten dolor y, a veces, pérdida de la función (Mac Pherson & Austyn, 2013).

Clasificación de la inflamación

En general se considera que la inflamación aguda es la inflamación que ocurre rápidamente en el


transcurso de minutos, horas o algunos días luego del estímulo inicial, y que después se resuelve. En
contraste, la inflamación crónica tiene una evolución temporal de semanas, meses o años. La
inflamación crónica por lo general se produce por la persistencia del estímulo inflamatorio iniciador.
Tiene importancia percatarse de que la inflamación aguda en un tejido puede no ser manifiesta en
clínica. Al afrontar microbios no patógenos pueden operar exactamente los mismos mecanismos de
defensa que se utilizan para afrontar agentes patógenos, pero los cambios locales en tejidos
infectados pueden ser tan leves que pasan inadvertidos; éstas se llaman infecciones subclínicas (Mac
Pherson & Austyn, 2013).
Reclutamiento de efectores celulares

Con todo, la permeabilidad aumentada que se observa en la infl amación aguda no es sufi ciente
para dirigir leucocitos hacia el área infl amada. La única manera en que las células pueden identifi
car el sitio donde necesitan ir es por medio de moléculas expresadas sobre el endotelio. Por ende,
cambios en moléculas expresadas sobre el endotelio de vénulas permiten la migración de leucocitos
sanguíneos hacia tejidos extravasculares. (Las moléculas secretadas hacia la sangre no serían útiles;
simplemente se eliminarían por lavado.) La infl amación cambia la adhesividad de células
endoteliales para leucocitos de maneras selectivas, lo que asegura que la migración esté regulada
(Lichtman, et al., 2015).

Interacciones leucocito-endotelio

La primera etapa del reclutamiento de leucocitos requiere que las células apropiadas sean dirigidas
hacia el tejido infl amado. (Recuerde que cada leucocito tiene sus propias funciones especializadas
y que, en general, éstos sólo pueden afrontar con efi cacia ciertos tipos de infección; sección 1.4.2.)
Tres sistemas de reconocimiento molecular en particular importantes, y separados, interactúan para
dirigir tipos específi cos de leucocitos circulantes hacia el tejido apropiado. Las selectinas sobre
leucocitos se unen a ligandos de carbohidrato sobre células endoteliales para permitir adhesión laxa
al endotelio, y viceversa. Esta adhesión laxa permite entonces que los leucocitos se unan a
quimiocinas, mismas que están unidas a moléculas densamente glicosiladas sobre células
endoteliales. Esta unión después estimula la adhesión estrecha mediada por integrinas. Hay
diferentes selectinas e integrinas, y muchas quimiocinas y receptores de quimiocina diferentes. Por
ende, diferentes permutaciones y combinaciones de estas moléculas permiten el suministro de
distintos leucocitos hacia diferentes sitios de una manera altamente selectiva. El resultado crucial
de este sistema es que permite el reclutamiento de células de la defensa del huésped hacia sitios de
infección con rapidez y de manera apropiada, al lugar correcto en el momento oportuno. Así, en la
infl amación aguda, se suministran neutrófi los y monocitos. En la infl amación crónica, se
suministran monocitos y (más tarde) linfocitos activados. En respuestas parasitarias y alérgicas
llegan eosinófi los, o basófi los, o ambos, a los sitios apropiados. En otras palabras, estas moléculas
actúan como una dirección para los leucocitos, y las moléculas complementarias sobre las células
endoteliales de hecho a veces se llaman adresinas vasculares (Mac Pherson & Austyn, 2013).
2.2. Fagocitosis

La endocitosis se refiere a la captación de moléculas y partículas en la cual las sustancias son llevadas
al sistema endosomal; la fagocitosis se refiere a la captación de partículas hacia el mismo sistema.
La fagocitosis probablemente siempre está mediada por receptor, aunque en algunos casos este
último no se ha identificado. En circunstancias normales la fagocitosis es una propiedad de un rango
limitado de células como los macrófagos y los neutrófilos que tienen importancia particular en la
defensa. Aun así, la capacidad para fagocitar puede inducirse en células que en circunstancias
normales son no fagocíticas. Las bacterias Salmonella, cuando se adhieren a las células epiteliales
del intestino, inyectan parte de sus propias proteínas en la célula; esto hace a la célula epitelial capaz
de fagocitar la bacteria. No todas las formas de fagocitosis son iguales desde el punto de vista
morfológico. En muchos casos el fagocito extiende prolongaciones alrededor de la partícula, que a
continuación es llevada hacia el cuerpo de la célula. En algunos casos, como en macrófagos que
fagocitan por medio del receptor de complemento CR1, la partícula se hunde en la célula. Las
bacterias Legionella (la causa de la enfermedad de los legionarios) inducen fagocitosis en la cual la
membrana plasmática del macrófago se envuelve alrededor de la bacteria (Mac Pherson & Austyn,
2013).
2.3. Citólisis

Citolisis mediada por el complemento: el producto final de las reacciones entre las proteínas del
complemento es la formación del MAC (complejo de ataque a membrana). Esta estructura forma
pequeños poros en la membrana, que origina el libre movimiento de agua y solutos entre el espacio
extracelular y el intracelular, conduciendo al microorganismo a una muerte osmótica (Brandan, et
al., 2007).

3. Presentación Antigénica
Complejo Mayor de Histocompatibilidad (MHC)

Tanto las células T como las células B usan moléculas de superficie para reconocer antígeno. En
contraste con anticuerpos o receptores de células B, que pueden reconocer antígenos directamente,
los receptores de células T sólo reconocen fragmentos de antígeno que están posicionados sobre la
superficie de otras células. Estos fragmentos de antígeno son mantenidos dentro del surco de unión
de una proteína de superficie celular llamada la molécula del complejo mayor de
histocompatibilidad (MHC), codificada por una agrupación de genes denominados en conjunto el
locus de MHC (Owen, et al., 2014).

Hay dos clases principales de moléculas de MHC: clase I y clase II. Estas dos moléculas son muy
similares en su estructura cuaternaria final, aunque difieren en la manera en que crean estas formas
por medio principalmente de ordenamientos de proteína cuaternarios. Las moléculas de MHC clase
I y clase II también difieren en términos de cuáles células las expresan, y en la fuente de los antígenos
que presentan a células T. Las moléculas clase I están presentes en todas las células nucleadas del
cuerpo, y se especializan en presentar antígenos que se originan a partir del citosol, como proteínas
virales. Éstas son presentadas a células T CD8+, que reconocen y matan células que expresan esos
antígenos intracelulares. En contraste, las moléculas de MHC clase II son expresadas casi de manera
exclusiva sobre un subgrupo de leucocitos llamados células presentadoras de antígeno (APC), y se
especializan en presentar antígenos que provienen de espacios extracelulares que han sido
fagocitados por estas células, como hongos, y bacterias extracelulares. Una vez expresada sobre la
superficie celular, la molécula de MHC clase II presenta el péptido antigénico a células T CD4+, que
entonces quedan activadas y proceden a estimular inmunidad dirigida principalmente a destruir
invasores extracelulares (Owen, et al., 2014).

Vía del MHC I

Las moléculas de MHC de clase I (MHC-I) se expresan en todas las células nucleadas. Son
ensambladas en el retículo endoplásmico (ER) y constan de dos tipos de cadenas: una pesada
polimórfica y otra llamada β2-microglobulina. La cadena pesada se estabiliza gracias a la chaperona
calnexina antes de asociarse a la β2- microglobulina. Cuando no hay péptidos presentes, el MHC-I
está unido a proteinas chaperonas como calreticulina, Erp57, proteína disulfuro isomerasa (PDI) y
tapasina. El complejo de TAP, tapasina, MHC-I, ERp57 y calreticulina se denomina complejo de carga
del péptido (PLC). La tapasina interacciona con la proteína de transporte TAP (transportador
asociado con la presentación de antígeno), lo que permite la translocación del péptido desde el
citoplasma al ER. Antes de entrar, las proteínas, virales o propias, que generan péptidos, han sido
degradadas. Esta degradación está mediada por proteasomas citosólicos y nucleares que generan
péptidos que pueden translocarse al ER a través de TAP. Este transportador transloca péptidos de
entre 8 y 16 aminoácidos que sufren más procesos antes de unirse a las moléculas de MHC de clase
I. Esto es posible gracias a la presencia de aminopeptidasas asociadas con la presentación de
antígenos (ERAAP). Es importante destacar que entre el 30 y el 70% de las proteínas son
inmediatamente degradadas después de ser sintetizadas (las llamadas DRiPs – productos
ribosomales defectuosos – como resultado de defectos en la transcripción o traducción). Este
proceso permite que los péptidos virales sean presentados muy rápidamente; por ejemplo, el virus
de la gripe puede ser reconocido por las células T aproximadamente 1.5 horas después de la
infección. Cuando los péptidos se unen a las moléculas MHC-I, las chaperonas se liberan y el
complejo péptido-MHC-I abandona el ER para llegar hasta la superficie de la célula. En algunos casos,
los péptidos no pueden unirse a las moléculas de MHC, por lo que deben volver al citosol para ser
degradados. Algunas moléculas de MHC de clase I no pueden unir péptidos, y también deben ser
degradadas por el sistema de degradación de proteínas asociado a ER (ERAD). Existen distintos
proteasomas que generan péptidos para la presentación a través de MHC-I: el proteasoma 26S, que
se expresa en todas las células, el inmunoproteasoma, que solo aparece en algunas células del
sistema inmunitario, y el proteasoma específico del timo, que sólo se encuentra en las células del
epitelio del timo (Brandan, et al., 2007).

Vía del MHC II

La última fase de la fagocitosis conduce a la presentación antigénica e implica la participación


coordinada de diversas moléculas, entre éstas el MHC 11, la cadena invariante (I) y la proteína DM.
Las moléculas de MHC 11 se ensamblan dentro del retículo endoplásmico (RE), seguido de una
maduración funcional en compartimientos endosomales ricos en péptidos antigénicos. Dentro del
RE, las subunidades a y ~ del MHC-11 se asocian en un proceso mediado por una chaperona conocida
como cadena I, también denominada CD7 4. Esta asociación es sumamente importante, ya que en
ausencia de la cadena I, los complejos de MHC-11 a~ son inestables, por lo que se agregan y son
retenidos en el RE, lo que genera el fracaso para alcanzar la superficie celular. Sólo las cadenas a y ~
unidas a la cadena I pueden ser exportadas en vesículas del RE hacia el endosoma ( Pavón Romero ,
et al., 2016).
REFERENCIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS

CHÚ LEE, Á., CUENCA BUELE, S. & BARRETO HUILCAPI, L. 2015. Inmunología básica y clínica, Ecuador,
Universidad Técnica de Machala.
GERIQUE, J. 2012. Proteína C reactiva como marcador de inflamación.
MAC PHERSON, G. & AUSTYN, J. M. 2013. Inmunología: conceptos y evidencias, Inglaterra, Mc Graw
Hill.
MALE, D., BROSTOFF , J., ROTH, D. B. & ROITT, I. M. 2013. Inmunología, España, Elsevier.
OWEN, J. A., PUNT, J., STRANFORD, S. A. & JONES, P. P. 2014. Inmunología, California, Mc Graw Hill.
PAVÓN ROMERO , L., JIMÉNEZ MARTÍNEZ , M. C. & GARCÉS ALVAREZ , M. E. 2016. Inmunología:
molecular, celular y translacional, México, Wolters Kluwer. PETER,
P. 2016. Inmunología, California, Manual Moderno.

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