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Lo cierto, sin embargo, es que más de dos terceras partes del territorio de
Bolivia están conformadas por llanuras tropicales y subtropicales, atravesadas
por caudalosos ríos que pertenecen a las cuencas del Amazonas y del Río de la
Plata.
En esta región se encuentra el departamento de Santa Cruz, que con algo más
de 370.000 kilómetros cuadrados es el más extenso de los nueve
departamentos que conforman el territorio de la República de Bolivia. Está
ubicado en el este del país y limita con Brasil y Paraguay. Actualmente tiene
alrededor de 1.500.000 habitantes; la temperatura promedio al año es de 24,6
grados Celsius y su altura media es de 437 metros sobre el nivel del mar. Su
capital es la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y tiene en la actualidad una
población de más de 800.000 habitantes.
Los habitantes de Santa Cruz se llaman cruceños, aunque también se los conoce
como orientales o cambas (nombre que se suele dar en Bolivia a todos los
habitantes originarios de la región tropical, es decir, también de los
departamentos del Beni y Pando). Y hay cruceños de generaciones antiguas,
como los hay de generaciones más recientes. Porque en Santa Cruz viven y
trabajan gentes venidas de Cochabamba y de La Paz, de Sucre y de Potosí, de
Oruro, de Tarija, del Beni y de casi todas las zonas del país. Y también hay
menonitas originarios del norte de Alemania, que llegaron desde el Canadá, los
Estados Unidos y México; hay japoneses de Okinawa, Kioto y Osaka, chinos de
Taiwán y Hong Khon; coreanos del Sur y del Norte; Sikhs del Punjab, rusos
blancos, sirios, libaneses, jordanos, egipcios, alemanes, italianos, judíos,
argentinos, chilenos, brasileños y muchos más. Pero los primeros en llegar a
esta región desde tierras remotas, fueron los conquistadores españoles,
atraídos por la Leyenda de El Dorado, del Gran Paitití.
Casi todos los historiadores del país y de la región coinciden en señalar que el
descubrimiento y la incorporación de los llanos orientales de lo que hoy es
Bolivia a la Audiencia de Charcas y al Virreinato de Lima, tuvieron sus orígenes
en la búsqueda de El Dorado, ese legendario emporio de riquezas inagotables
que, conocido con el nombre de Gran Paitití, encendía la imaginación de los
conquistadores españoles del Siglo XVI.
Por lo demás, durante todo el período colonial, la región entera vivió dedicada a
una agricultura rudimentaria, a la cría de ganado para consumo doméstico y, en
menor escala, a la artesanía. Era una economía de subsistencia. En esas
condiciones era muy difícil siquiera pensar en un progreso material y cultural.
Por lo tanto, el crecimiento de la población era lento, casi insignificante.
"A pesar de todo ello, para algo había de servir Santa Cruz en aquélla agitada
época de la vida nacional. Largamente alejada de las ciudades y los pueblos
donde se urdía el complot y con fama de insalubre y plagada de dañinos
insectos, escogíanla los gobiernos para lugar de destierro de sus enemigos y
delincuentes políticos."
El mismo autor supone, líneas más adelante, que "a fuerza de tanta noticia de
rebeliones y motines operados arriba y de tanto recibir a desterrados políticos
y frecuentar su trato", la ciudad de Santa Cruz de la Sierra terminó por
contagiarse de esa vocación revoltosa, poniéndola en práctica en reiterados
cuartelazos y pronunciamientos callejeros. Pero también es verdad que muchas
de esas rebeliones respondían al legítimo reclamo de la región de ser tenida en
cuenta y de lograr una mejor atención de sus necesidades por parte del
Gobierno Central. La más notable acción en ese sentido fue, sin duda, la
protagonizada entre 1876 y 1877 por el abogado Andrés Ibáñez y sus
seguidores, agrupados en el Partido Igualitario, inspirado en las ideas del
socialista utópico francés Graco Babeuf. Pero la revolución igualitaria de
Ibáñez, que postulaba la creación de un estado federalista, terminó siendo
derrotada por una expedición punitiva del Gobierno Central. El propio Ibáñez y
algunos de sus seguidores, luego de un juicio sumario, fueron fusilados el 1° de
mayo de 1877 en la localidad de San Diego, en el extremo oriental del
departamento de Santa Cruz. Esa derrota simboliza, de alguna manera, la
conflictiva relación que seguiría teniendo la región con el resto del país y
consigo misma.
Sin saber con precisión lo que pasaba en el continente, los que llegaron por la
ruta del Atlántico no cejaron en su empeño de encontrar oro. Se hicieron unas
primeras incursiones por el llamado río de La Plata, luego se asentaron en
Asunción, donde Irala como gobernador buscó datos y trató de acercarse lo
más que se pudiera a El Dorado. En esos momentos, 1543, en el Perú, Gonzalo
Pizarro y sus seguidores se habían rebelado porque rechazaban las nuevas
leyes de Indias y luego se enfrentaron con el primer virrey Blasco Nuñez de
Vela, al que derrotaron y decapitaron. La época no podía ser mejor en
descubrimientos de riquezas porque en 1945 apareció Potosí, que fue a partir
de ese momento fenómeno económico trascendental. Con más razón el rey
estaba interesado en pacificar estas tierras y para resolver el problema el
soberano mandó a un prelado, Pedro De la Gasca, que llegó con amplios poderes
para pacificar la colonia y en eso estuvo cerca de dos años.
En 1548, los llegados por el Atlántico, enviaron una delegación a Lima (Chavéz y
otros) para hablar con La Gasca y pedirle el nombramiento de Irala como
gobernador. La Gasca temiendo que los recién llegados vinieran a sumarse a los
alzados, les ordenó que no se muevan un paso de donde se encontraban. La
política de la colonia fue no hacer por el momento mayores exploraciones. Irala
por ello murió sin haber avanzado mayormente sobre nuevas tierras.
Para resolverlo, en 1560, Chávez de nuevo viaja a Lima para conseguir que el
virrey dirima su conflicto con Manzo y acepte crear una provincia nueva sobre
los amplios territorios desde Chiquitos a Moxos. El virrey acepta y nombra
gobernador de ese nuevo territorio a su propio hijo Francisco Hurtado de
Mendoza, en la medida que la idea de encontrar muchas riquezas, tal como
Chavez propagandizaba ladinamente, alimentaba la ambición de estos granujas.
El hijo del virrey nunca llegó a estas tierras y en los hechos Chávez, nombrado
lugarteniente de Mendoza, se hizo cargo de la gobernación.
A su vuelta, ya con todas las de la ley, Chávez funda Santa Cruz de la Sierra,
fundación que se llevó a cabo en una región muy alejada de la actual ubicación,
tierra de los gorgotokis y cibacicosis, hoy Chiquitos, y debió ser en base a los
argumentos jurídicos inventados por los españoles para apoderarse de estas
tierras, tal como refiere Eduardo Galeano:
Cuando Toledo fue en persona a hacer la guerra a los chiriguanos, envió de paso
un grupo a capturar al jefe rebelde Diego de Mendoza, que fácilmente fue
reducido y trasladado a Charcas donde fue ejecutado.
Hoy en día, ciertas corrientes han convertido esa rebelión, similar a la de
Gonzalo Pizarro contra la corona, en antecedente directo del movimiento
autonomista cruceño, por eso el Comité Cívico encargó un medallón de oro y
piedras preciosas, con la cruz potenzada en medio, al que han llamado “collar
Diego de Mendoza” para entregárselo a cada nuevo prefecto elegido y
públicamente auguran tener pronto un “gobernador”, si con ese título español.
Con la república, recién cuando frisaba la mitad del siglo XX, la ciudad de
Santa Cruz despertó de su letargo y comenzó a desarrollarse enormemente.
Fue con el descubrimiento del petróleo que comenzó su desarrollo.
Estos y otros pasajes de la historia cruceña deben analizarse, aclararse y
entenderse sin apasionamientos para impedir intentos de explicación forzadas
y acomodadas a esquemas fabricados al servicios de pretensiones de poder
oligárquico que busca desorientar al pueblo e inducirle a cultivar infundados
sentimientos regionalistas basados en una descarada apología de la presencia
española en estas tierras. Esta visión es anacrónica, racista y conservadora,
porque niega a rajatabla la realidad de opresión y genocidio vivido por los
pueblos indígenas, a cuyos descendientes se quiere seguir domesticando
mentalmente. Este intento tiene ya precedentes en la obra escrita por Gandia
denunciado por ser un intento del gobierno paraguayo para debilitar a Bolivia
en la guerra del Chaco y ahora han aflorado en mayor cantidad con el
enriquecimiento de la oligarquía cruceña relacionada con las transnacionales
que financia en conjunto proyectos para desvirtuar la historia, desde
publicaciones, artículos, libros, pasando por filmes y llegando a los discursos
del nuevo prefecto Costas.