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El nuevo Código Procesal Penal de la Provincia

El digesto promulgado establece un sistema de enjuiciamiento adversarial: las partes se enfrentan con igualdad
de armas para que un tercero imparcial resuelva sus pretensiones, basándose en las pruebas que ellas ofrecen y
que se producen en audiencia oral.

Los roles de cada sujeto están absolutamente diferenciados: la investigación y el mantenimiento de la acusación
quedan a cargo del Ministerio Público Fiscal; y el órgano jurisdiccional de controlar la legalidad de la
investigación y el respeto a las garantías constitucionales, juzgar y controlar la ejecución de la pena.

Para posibilitar este sistema, la defensa cuenta con todas las facultades que le permiten ejercer su papel, al
tiempo que se reconoce a la víctima una activa participación, no sólo en la reparación del daño sino también en
la búsqueda de la sanción penal -mediante la incorporación del querellante en los delitos de acción pública-.

Para mejorar el funcionamiento de la justicia penal, se dispone una nueva forma de gestión, separando el
quehacer administrativo del jurisdiccional. Se elimina la vieja estructura de los juzgados y se crea una Oficina
de Gestión Judicial, desechándose además el tradicional expediente como soporte material del proceso. Con ese
modo de organización se pretende, entre otros objetivos, que los jueces se dediquen a su misión específica,
evitando que pierdan tiempo en tareas que pueden desarrollar organismos administrativos.

Además de un notorio avance hacia la desburocratización y despapelización, se reconoce la simplicidad del


trámite como objetivo privilegiado. Se incorpora la simplificación como uno de los principios que el proceso
debe observar; se permite a las partes acordar el trámite que consideren más adecuado a ese fin y a consensuar
la modificación de los plazos; y se dispone que el fiscal proponga en la audiencia imputativa los acuerdos
previstos por el Código en cumplimiento de los objetivos de simplificación y abreviación. Igualmente de gran
mérito resulta la norma que indica que la situación de la víctima o damnificado -en especial, la reparación del
daño, el arrepentimiento del imputado, la solución o morigeración del conflicto o la conciliación- será tenida en
cuenta por el actor penal al ejercer la acción, lo que otorga al fiscal una herramienta para buscar acuerdos,
conciliaciones o alguna otra de las múltiples salidas que el ordenamiento contempla para evitar que la causa
llegue a juicio -aplicación de criterios de oportunidad, suspensión del juicio a prueba, procedimiento abreviado-.

Relacionado con lo anterior, se encuentra la facultad del Ministerio Público de planificar su actuación,
habilitándose al Procurador General de la Corte a fijar las políticas de persecución penal y el orden de
prioridades que deberán atender los fiscales de distrito. Éstos podrán proceder, entonces, conforme a prácticas
que simplifiquen los procesos abiertos respecto de ciertos delitos.

En otro orden, el Código prevé un solo procedimiento para los delitos de acción pública: el proceso ordinario,
dividido en tres etapas -la investigación penal preparatoria (I.P.P.), el procedimiento intermedio y el juicio-.

La I.P.P. se asigna al Ministerio Público Fiscal y tiene por fin reunir los elementos que permitan fundar la
acusación o lograr que las partes resuelvan el conflicto sin necesidad de aplicar una sanción. La etapa es
esencialmente desformalizada: las diligencias investigativas se reducen en sus formas a lo mínimo e
imprescindible para la recopilación y preservación de la información, evitándose el ritualismo extremo en actos
que deben ser reproducidos en la audiencia de debate -allí sí como prueba-. Las cuestiones principales -la
audiencia imputativa y la aplicación de medidas de coerción personal- se tramitan oralmente. Desaparece el
sumario prevencional y el fiscal dirige a la policía.

Concluida la investigación, si el fiscal considera que tiene elementos para obtener una sentencia condenatoria,
formula por escrito requisitoria de acusación, lo que abre la etapa intermedia. Su principal objeto es controlar la
acusación y supone un espacio para discutir la necesidad de abrir o no el juicio oral. Las partes están facultadas
para señalar los vicios formales de la acusación; oponer excepciones; solicitar el sobreseimiento, la suspensión
del juicio a prueba, el anticipo jurisdiccional de prueba, medidas cautelares, la aplicación de un criterio de
oportunidad, el procedimiento abreviado y la conciliación, así como plantear cualquier cuestión incidental que
permita una mejor preparación del juicio. También, ofrecer las pruebas para el juicio e indicar si corresponde la
intervención de un tribunal uni o pluripersonal. La audiencia preliminar se desarrolla ante el mismo Tribunal de
la I.P.P. y se produce la prueba ofrecida y admitida respecto de lo solicitado. El tribunal emite dos resoluciones:
una, resolviendo las cuestiones planteadas y, en suma, admitiendo o rechazando la requisitoria; otra, una vez
firme aquélla, disponiendo la apertura del juicio.

Se regula aquí el sobreseimiento, que podrá dictarse durante el juicio a solicitud del fiscal, cuando por nuevas
pruebas resulten evidentes determinados supuestos vinculados con la cuestión de fondo.

Dispuesta la elevación de la causa, se integra el Tribunal de juicio en la Oficina de Gestión -lo que es notificado
a los efectos de las recusaciones o excusaciones- y se fija el lugar y fecha del debate. La Oficina puede
convocar a las partes para resolver cuestiones prácticas y éstas deben cooperar en la comparecencia de los
testigos. El juicio se caracteriza por la oralidad, publicidad, continuidad, concentración e inmediatez. Finalizado
el mismo, se dicta sentencia.
El Código también contempla procedimientos especiales. Destaca el abreviado, que puede ser solicitado por el
fiscal y el defensor conjuntamente en cualquier momento de la I.P.P. El Tribunal, si lo declara admisible, remite
la causa al Tribunal del juicio que oye al imputado y, en su caso, dicta sentencia de conformidad con la pena
solicitada. El pedido puede presentarse en el juicio hasta antes de los alegatos. Al lado, se regula un
procedimiento extendido, previsto para casos complejos y que importa la duplicación de los términos. También
se reglamenta el juicio por delitos de acción privada, la acción de hábeas corpus y todo lo atinente a la ejecución
penal -con reglas de orientación funcional-.

Se introduce el principio de oportunidad, en función del cual el fiscal puede disponer de la acción, conforme a
determinados criterios, y se regula la suspensión del juicio a prueba con pautas más amplias que la actual
legislación nacional, aunque adoptando el trámite del Código Penal.

Finalmente, se reforma el sistema recursivo, con un recurso amplio de apelación de trámite rápido y
fundamentalmente oral, y un recurso extraordinario ante la Corte provincial, que se interpone directamente ante
ésta lo que evita el doble control de recepción.

Resumen: el nuevo Código Procesal Penal de la Provincia supone un avance hacia la simplificación del
proceso, pero el análisis del Derecho comparado permite advertir que aún es posible introducir mecanismos
adicionales de abreviación, sin menoscabo a las garantías fundamentales. Ello así, a través de la
incorporación de un procedimiento especial para la investigación y juicio de ciertos delitos; el pleno
aprovechamiento de los avances tecnológicos y una mejor regulación de institutos como la etapa intermedia en
el procedimiento común, el procedimiento abreviado, el sobreseimiento, el principio de oportunidad y los
obstáculos procesales al ejercicio de la acción.

 http://www.terragnijurista.com.ar/doctrina/nuevocodi.htm

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