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EL INICIO DEL EGOISMO

El espíritu de liberalidad es el espíritu del cielo. El espíritu de egoísmo es el espíritu de Satanás. —


The Review and Herald, 17 de octubre de 1882. {CMC 21.5}

En el cielo, Lucifer deseó ser el primero en poder y autoridad; quiso ser Dios, tener el dominio del
cielo; y con ese fin ganó a muchos ángeles para su bando. Cuando esta hueste rebelde fue echada de
los atrios de Dios, la obra de la rebelión y del egoísmo continuó en la tierra. Tentando a nuestros
primeros padres para que se entregasen a la complacencia propia y la ambición, Satanás consiguió
su caída; y desde entonces hasta el momento presente, la satisfacción de las ambiciones humanas y
de las esperanzas y deseos egoístas ha reportado ruina a la humanidad. {CM 32.3}

Bajo la dirección de Dios, Adán debía quedar a la cabeza de la familia terrenal y mantener los
principios de la familia celestial. Ello habría ocasionado paz y felicidad. Pero Satanás estaba resuelto
a oponerse a la ley de que nadie “vive para sí”. Romanos 14:7. El deseaba vivir para sí. Procuraba
hacer de sí mismo un centro de influencia. Eso incitó la rebelión en el cielo, y la aceptación de este
principio de parte del hombre trajo el pecado a la tierra. Cuando Adán pecó, el hombre quedó
separado del centro ordenado por el cielo. El demonio vino a ser el poder central del mundo. Donde
debía estar el trono de Dios, Satanás colocó el suyo. El mundo trajo su homenaje, como ofrenda
voluntaria, a los pies del enemigo. {CM 33.1}

La transgresión de la ley de Dios dejó desgracia y muerte en su estela. Por la desobediencia se


pervirtieron las facultades del hombre, y el egoísmo reemplazó al amor. Su naturaleza se debilitó de
tal manera, que le resultó imposible resistir al poder del mal; el tentador vio que se cumplía su
propósito de estorbar el plan divino de la creación del hombre, y de llenar la tierra de miseria y
desolación. Los hombres habían elegido a un gobernante que los encadenaba como cautivos a su
carro. {CM 33.2}

Ninguno está libre de egoísmo. {CM 87.4}

Los males de la estima propia y de la independencia no santificada, que malogran más nuestra
utilidad, y que serán nuestra ruina si no los vencemos, provienen del egoísmo. Consejo para los
maestros pág. 90.

No tenemos ningún enemigo exterior a quien debemos temer. Nuestro gran conflicto lo tenemos
con nuestro yo no consagrado. Cuando dominamos el yo somos más que vencedores por medio de
Aquel que nos amó. Hermanos míos, ahí está la vida eterna que debemos ganar. Peleemos la buena
batalla de la fe. Nuestro tiempo de prueba no está en el futuro, sino en el momento presente.
Mientras éste dura, “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas” (Mateo 6:33)—las cosas que ahora con tanta frecuencia ayudan a Satanás en sus
propósitos sirviendo como trampas para engañar y destruir.—The Review and Herald, 5 de marzo de
1908. {CMC 24.1}

El egoísmo es el impulso humano más poderoso y más generalizado, y debido a esto la lucha del
alma entre la simpatía y la codicia constituye una prueba desigual; porque mientras el egoísmo es la
pasión más fuerte, el amor y la benevolencia son con mucha frecuencia los sentimientos más
débiles, y por regla general el maligno gana la victoria. Por lo tanto, al dar nuestro trabajo y nuestros
dones a la causa de Dios, es peligroso dejarse controlar por los sentimientos o el impulso. {CMC
28.1}

El egoísmo destruye la semejanza con Cristo y llena al hombre de amor propio. Conduce a un
alejamiento continuo de la justicia. Cristo ha dicho: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro
Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Pero el egoísmo no percibe la perfección que
Dios requiere... {CMC 27.3}

Pero Satanás se ha propuesto interesar a los hombres en primer término en sí mismos, y éstos al
ceder a su control han desarrollado un egoísmo que ha llenado al mundo de miseria y lucha, y ha
indispuesto a los hombres entre sí. {CMC 27.1}

El egoísmo es la esencia de la depravación, y debido a que los seres humanos han cedido a su poder,
hoy se ve en el mundo lo opuesto a la obediencia a Dios. Las naciones, las familias y los individuos
están deseosos de convertirse ellos mismos en la figura central. El hombre desea gobernar sobre su
prójimo. Al separarse, en su egotismo, de Dios y de sus semejantes sigue sus inclinaciones
desenfrenadas. Actúa como si el bien de los demás dependiera de la sujeción de éstos a su
supremacía. {CMC 27.2}

Los hombres no tienen una inclinación natural a ser benevolentes, sino a ser sórdidos y avaros, y a
vivir para el yo. Y Satanás está siempre listo para presentar las ventajas que pueden obtenerse al
usar los propios medios con propósitos egoístas y mundanos; se alegra cuando puede influir sobre
ellos a huir del deber y a despojar a Dios de los diezmos y de las ofrendas. Testimonies for the
Church 5:382. {COES 156.1}

Ningún resto de egoísmo debe mancillar nuestro servicio. “No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Mateo 6:24. CSI 250.3

Nuestras oraciones humildes, nuestra actividad sin egoísmo, serán bendecidas por Dios, y la verdad
como está en Jesús llegará hasta quienes la necesitan. {CSI 433.3

COMO SE VENCE EL EGOISMO

Y a medida que aprendan a morar en Cristo, no quedará en su corazón cabida para el egoísmo. En su
servicio hallarán la más plena satisfacción. {CM 508.1}

Los que creen en Cristo deben perpetuar su amor. Este amor debe atraerlos y reunirlos en derredor
de la cruz. Debe despojarlos de todo egoísmo y unirlos a Dios y entre sí mismos. {CMC 18.2}

Una de las barreras más eficaces contra la creciente marea de maldad, es el cultivo de hábitos de
abnegación y benevolencia. A los niños se les debe enseñar a mirar con repugnancia los hábitos de
egoísmo y codicia. Dios tiene sagrados derechos sobre ellos, y es necesario que se los instruya,
mandamiento tras mandamiento, precepto tras precepto, para que reconozcan y concienzudamente
respeten esos derechos. {COES 157.1}

Hay dos errores contra los cuales los hijos de Dios, particularmente los que apenas han comenzado a
confiar en su gracia, deben guardarse en forma especial. El primero, en el cual ya se ha insistido, es
el de fijarnos en nuestras propias obras, confiando en algo que podamos hacer para ponernos en
armonía con Dios. El que está procurando llegar a ser santo mediante sus esfuerzos por observar la
ley, está procurando una imposibilidad. Todo lo que el hombre puede hacer sin Cristo está
contaminado de egoísmo y pecado. Sólo la gracia de Cristo, por medio de la fe, puede hacernos
santos. {Camino a Cristo 60.1}

Cuando el corazón es limpiado de pecado, Cristo es entronizado en el lugar que una vez ocupaban la
complacencia de sí mismo y el amor a las riquezas terrenales. La imagen de Cristo se ve en la
expresión del rostro. La obra de santificación prosigue en el alma. Desaparece la justicia propia.
Surge el nuevo hombre, quien es creado según Cristo en justicia y verdadera santidad.—The Review
and Herald, 11 de septiembre de 1900. {CMC 32.1}

Cuando el perfecto amor de Dios inunde el corazón ocurrirán cosas admirables. Cristo morará en el
corazón del creyente como una fuente de agua que fluye para vida eterna. CMC 31.1

Este egoísmo significa la muerte de toda piedad, y puede vencerse únicamente mediante la
manifestación de amor a Dios y a nuestros semejantes. Cristo no permitirá que ninguna persona
egoísta entre en los recintos del cielo. Ningún codicioso puede cruzar las puertas de perla, porque
toda codicia es idolatría.—The Review and Herald, 11 de julio de 1899. {CMC 29.3}

Dios ideó el sistema de la beneficencia a fin de que el hombre pudiese llegar a ser generoso y
abnegado como su Creador y al fin recibir de él la recompensa eterna y gloriosa. {1JT 553.1}

Vaciad el corazón de egoísmo y disponed la mente a la actividad cristiana. Si estáis en estrecha


relación con Dios estaréis dispuestos a realizar cualquier sacrificio con tal de colocar la vida eterna al
alcance de los que perecen. {CMC 53.1}

Cuando el corazón es privado de egoísmo despierta a la realidad de la bondad y el amor de Dios, y es


inducido a reconocer con entusiasmo sus requerimientos justos.—The Review and Herald, 8 de
diciembre de 1896. {CMC 77.2}

La lepra del egoísmo ha entrado en la iglesia. El Señor Jesucristo sanará a la iglesia de esta terrible
enfermedad si ella quiere ser curada. El remedio se encuentra en el capítulo 58 de Isaías.—The
Review and Herald, 10 de diciembre de 1901. {CMC 90.2}

No obra un milagro enviándoles maná del cielo, ni les envía los cuervos para que les lleven alimento;
sino que obra un milagro en los corazones humanos, expulsando el egoísmo del alma y abriendo las
fuentes de la generosidad. Pone a prueba el amor de sus seguidores profesos encomendando a su
tierna compasión a los afligidos y enlutados, a los pobres y los huérfanos. CMC 169.

No hay que complacer el egoísmo. Los principios por los que aboga nuestro colegio, y los que han de
enseñarse a los alumnos como parte de su educación, deben ser cultivados y revelados por los que
se relacionan estrechamente con los intereses del colegio.

Si se suprimieran los mil canales del egoísmo que ahora existen, y si se dirigieran los recursos hacia
el conducto debido, una gran cantidad de dinero fluiría hacia la tesorería. CMC 302.3

Hagamos morir el egoísmo y el orgullo. Que nadie continúe gastando recursos en multiplicar
fotografías para enviar a los amigos. Ahorremos cada peso que podamos ahorrar, para que los
encantos incomparables de Cristo puedan presentarse a las almas que perecen. {CMC 312.1}
Bajo la influencia celestial inspiradora, comprendisteis que el egoísmo y la mundanalidad no eran
compatibles con el carácter cristiano, y que no podíais vivir para vosotros mismos y al mismo tiempo
ser semejantes a Cristo. Pero cuando la influencia de su amor y misericordia abundantes no se sintió
en forma tan marcada en vuestros corazones, retirasteis vuestras ofrendas, y Dios retiró su
bendición de vosotros. {CMC 324.3}

El egoísmo queda vencido y se obra de acuerdo con la mente de Cristo únicamente cuando se
reconocen plenamente los motivos cristianos, cuando la conciencia despierta al deber y cuando la
luz divina impresiona el corazón y el carácter. El Espíritu Santo, obrando sobre los corazones y los
caracteres humanos expulsará toda tendencia hacia la codicia y el proceder engañoso... {CMC 327.1}

Cuando los corazones de los hombres han sido enternecidos por la presencia del Espíritu de Dios,
son más sensibles a las impresiones del Espíritu Santo, y se resuelven a negarse a sí mismos y
sacrificarse por la causa de Dios. Al brillar la divina luz en las cámaras de la mente con claridad y
fuerza inusitadas, es cuando los sentimientos del hombre natural quedan vencidos y el egoísmo
pierde su poder sobre el corazón y se despiertan los deseos de imitar al Modelo, Jesucristo, en la
práctica de la abnegación y la generosidad. La disposición del hombre naturalmente egoísta se
impregna entonces de bondad y compasión hacia los pecadores perdidos, y él formula una solemne
promesa a Dios como la hicieron Abrahán y Jacob. En tales ocasiones los ángeles celestiales están
presentes. El amor hacia Dios y las almas triunfa sobre el egoísmo y el amor al mundo. Esto sucede
especialmente cuando el predicador, con el Espíritu y el poder de Dios, presenta el plan de
redención, trazado por la Majestad celestial en el sacrificio de la cruz. Por los siguientes pasajes
podemos ver cómo Dios considera el asunto de los votos: {CMC 329.4}

Cuando la luz divina brilla en el corazón con inusitada claridad y poder, el egoísmo habitual afloja su
asidero, y hay disposición para dar a la causa de Dios. CMC 332.2

Pero si se permite que el egoísmo, la ira y la obstinación se posesionen del niño durante los tres
primeros años de su vida, resultará muy difícil someterlo a una disciplina conveniente. Su genio se ha
tornado displicente; se complace en hacer su propia voluntad; el control paternal le resulta
desagradable. Estas tendencias negativas se desarrollan con el crecimiento del niño, hasta que, en la
adultez, el egoísmo supremo y la falta de dominio propio lo colocan a merced de los males
desenfrenados de nuestra sociedad.—Pacific Health Journal, abril de 1890. {CN 76.6}

Muchos niños han heredado el egoísmo de sus padres, pero los padres deberían procurar
desarraigar de su naturaleza cada fibra de esta tendencia. Cristo expresó diversos reproches a los
que eran codiciosos y egoístas. Los padres, a la primera manifestación de egoísmo, sea en su
presencia o cuando están con otros niños, deberían procurar restringir y desarraigar esos rasgos del
carácter de sus hijos.—The Signs of the Times, 13 de agosto de 1896. {CN 122.4}

En la escuela sabática deberían enseñarse lecciones que arrojen luz en las cámaras del corazón y de
la mente. Y para que esto se lleve a cabo, es menester que los maestros estén bajo la influencia del
Espíritu Santo, a fin de que todo egoísmo quede en sujeción y que no se profiera palabra presurosa
ni se ejecute acción inconsiderada alguna, sino que la gracia de Dios pueda manifestarse trabajando
con el esfuerzo humano por la salvación de las almas. Este debe ser el gran objeto de la obra de la
escuela sabática. COES 130.1
El Espíritu Santo hará sensible y lleno de simpatía el corazón, y lo librará del orgullo y el egoísmo.
{COES 191.2}

No busque una vida fácil y de ocio. Vele constantemente para no abandonarse al egoísmo. {CPI
226.4}

Mediante la gracia de Cristo podréis obtener la victoria sobre vosotros mismos y sobre vuestro
egoísmo. Si vivís la vida de Cristo, si a cada paso consentís al sacrificio, si manifestáis
constantemente una simpatía siempre mayor para con aquellos que necesitan ayuda, obtendréis
victoria tras victoria. Día tras día aprenderéis a dominaros y a fortalecer los puntos débiles de
vuestros caracteres. El Señor Jesús será vuestra luz, vuestra fuerza, vuestra corona de gozo, porque
habréis sometido vuestra voluntad a la suya.7 {CPI 236.3}

La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron
a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese
plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el
pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara
imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del
cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y su
contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor
incomparable! La contemplación de este amor limpiará el alma del egoísmo. Hará que el discípulo se
niegue a sí mismo, tome su cruz y siga al Redentor. {CSI 219.2}

La comprensión del amor de Dios induce a renunciar al egoísmo. Al llamar a Dios nuestro Padre,
reconocemos a todos sus hijos como nuestros hermanos. DMJ 90.4

Nuestra única esperanza, si queremos vencer, radica en unir nuestra voluntad a la de Dios, y trabajar
juntamente con él, hora tras hora y día tras día. No podemos retener nuestro espíritu egoísta y
entrar en el reino de Dios. Si alcanzamos la santidad, será por el renunciamiento al yo y por la
aceptación del sentir de Cristo. El orgullo y el egoísmo deben crucificarse. ¿Estamos dispuestos a
pagar lo que se requiere de nosotros? ¿Estamos dispuestos a permitir que nuestra voluntad sea
puesta en conformidad perfecta con la de Dios? Mientras no lo estemos, su gracia transformadora
no puede manifestarse en nosotros. {DMJ 121.1}

Juan tenía por naturaleza los defectos y las debilidades comunes a la humanidad, pero el toque del
amor divino le había transformado. Moraba en una atmósfera que no estaba contaminada por el
egoísmo y la ambición, y lejos de los miasmas de los celos. {DTG 151.1}

Si quería abrir su corazón a Cristo, la gracia divina desterraría el demonio del egoísmo, y aun Judas
podría llegar a ser súbdito del reino de Dios. {DTG 261.1}

“Una cosa te falta,” dijo Jesús. “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.” Cristo leyó el corazón del príncipe. Una sola
cosa le faltaba, pero ésta era un principio vital. Necesitaba el amor de Dios en el alma. Esta sola falta,
si no era suplida, le resultaría fatal; corrompería toda su naturaleza. Tolerándola, el egoísmo se
fortalecería. A fin de que pudiese recibir el amor de Dios, debía renunciar a su supremo amor a sí
mismo. {DTG 478.3
Este amor es la evidencia de su discipulado. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos—dijo
Jesús,—si tuviereis amor los unos con los otros.” Cuando los hombres no están vinculados por la
fuerza o los intereses propios, sino por el amor, manifiestan la obra de una influencia que está por
encima de toda influencia humana. Donde existe esta unidad, constituye una evidencia de que la
imagen de Dios se está restaurando en la humanidad, que ha sido implantado un nuevo principio de
vida. Muestra que hay poder en la naturaleza divina para resistir a los agentes sobrenaturales del
mal, y que la gracia de Dios subyuga el egoísmo inherente en el corazón natural. {DTG 632.1}

Los que reciben sus dones para poder dar a otros, llegan a ser semejantes a Cristo. Ayudando y
levantando a otros nos ennoblecemos y purificamos. Esta es la obra que hace que la gloria regrese a
Dios. Tenemos que hacernos entendidos en estos puntos. Nuestras almas deben ser purificadas de
todo egoísmo, pues Dios desea usar a su pueblo como representante de su reino celestial. {EC 311.2}

La verdadera conversión es un cambio del egoísmo al amor santificado para Dios y al amor mutuo
entre los hombres.—Mensajes Selectos 1:134-135 (1901). {EUD 163.3}

El yo y el egoísmo deben ser eliminados de la vida. Dios pide obreras fervientes, que sean prudentes,
cordiales, tiernas y fieles a los buenos principios. Joyas de los Testimonios 2:405 (1900). {Ev 349.5}

El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está intentando un
imposible. El hombre no puede ser salvado sin la obediencia, pero sus obras no deben ser propias.
Cristo debe efectuar en él tanto el querer como el hacer la buena voluntad de Dios. Si el hombre
pudiera salvarse por sus propias obras, podría tener algo en sí mismo por lo cual regocijarse. El
esfuerzo que el hombre pueda hacer con su propia fuerza para obtener la salvación está
representado por la ofrenda de Caín. Todo lo que el hombre pueda hacer sin Cristo está
contaminado con egoísmo y pecado, pero lo que se efectúa mediante la fe es aceptable ante Dios. El
alma hace progresos cuando procuramos ganar el cielo mediante los méritos de Cristo. “Puestos los
ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe”, podemos proseguir de fortaleza en fortaleza, de
victoria en victoria, pues mediante Cristo la gracia de Dios ha obrado nuestra completa salvación. *
{FO 97.2}

Las realizaciones cristianas superiores pueden lograrse únicamente pasando mucho tiempo sobre
nuestras rodillas en sincera oración... Una sola fibra de la raíz de egoísmo que permanezca en el
alma brotará cuando menos se espere y la contaminará.—A Fin de Conocerle, 353 (1894). {HD99
58.1}

Estos hombres y mujeres reciben poder espiritual; Cristo vive en ellos, y el poder del Espíritu los
asiste en sus esfuerzos. Comprenden que deben vivir en este mundo la vida que Cristo vivió; una
vida libre de todo egoísmo. Y él los capacita para dar testimonio en favor de Aquel que atrae las
almas hacia la cruz del Calvario.—The Signs of the Times, 9 de abril de 1902. {HD99 83.3}

El pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales
contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por
nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos fortalece, podemos vivir para hacer bien
a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo. 1JT 204.1

Primeramente, Cristo produce contrición en quien perdona, y es obra del Espíritu Santo convencer
de pecado. Aquellos cuyos corazones han sido conmovidos por el convincente Espíritu de Dios
reconocen que en sí mismos no tienen ninguna cosa buena. Saben que todo lo que han hecho está
entretejido con egoísmo y pecado. Así como el publicano, se detienen a la distancia sin atreverse a
alzar los ojos al cielo, y claman: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Ellos reciben la bendición. Hay
perdón para los arrepentidos, porque Cristo es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Esta es la promesa de Dios: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. “Os daré
corazón nuevo... Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu”.3 {DMJ 12.1}

Muestra que hay poder en la naturaleza divina para resistir a los agentes sobrenaturales del mal, y
que la gracia de Dios subyuga el egoísmo inherente en el corazón natural.—El Deseado de Todas las
Gentes, 632 (1898). {1MCP 216.1}

Por naturaleza somos egoístas y tercos. Pero si aprendemos las lecciones que Cristo desea darnos,
nos haremos partícipes de su naturaleza, y de ahí en adelante viviremos su vida. El Ministerio de
Curación, 115 (1905). {1MCP 273.1}

El rito que precede a la cena del Señor, está destinado a aclarar estos malentendidos, a sacar de la
gente su egoísmo, a bajarle de sus zancos de exaltación propia y darle la humildad de corazón que la
inducirá a servir a su hermano. {1MCP 278.2}

La injusticia del rico hacia el pobre, el odio del pobre hacia el rico, tienen igualmente su raíz en el
egoísmo, el cual puede extirparse únicamente por la sumisión a Cristo. Solamente él da un nuevo
corazón de amor en lugar del corazón egoísta de pecado. Prediquen los siervos de Cristo el Evangelio
con el Espíritu enviado desde el cielo, y trabajen como él lo hizo por el beneficio de los hombres.
Entonces se manifestarán, en la bendición y la elevación de la humanidad, resultados que sería
totalmente imposible alcanzar por el poder humano.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 200; 175
(1900). {1MCP89 66.3}

De este modo, al llegar a ser participantes de la naturaleza divina y eliminar el egoísmo de nuestras
vidas, se nos conceden talentos especiales para que nos ayudemos mutuamente. Esta es la
modalidad divina para la administración del poder salvador.—Testimonies for the Church 6:456, 457
(1900). {2MCP 396.4}

Cuando miráis el Calvario, no es para tranquilizar vuestra alma en el incumplimiento del deber, no es
para disponernos a dormir, sino para crear fe en Jesús, fe que obrará purificando el alma del cieno
del egoísmo. Cuando nos aferramos a Cristo por la fe, nuestra obra sólo ha comenzado. Todo
hombre tiene hábitos corruptos y pecaminosos que deben ser vencidos mediante una lucha intensa.
A toda alma se le pide que libre la lucha de la fe. Si uno es seguidor de Cristo, no puede ser áspero
en su trato, no puede ser duro de corazón, desprovisto de simpatía; no puede ser vulgar en su
lenguaje, no puede estar lleno de pomposidad y estima propia; no puede ser despótico, ni puede
usar palabras ásperas, censurar y condenar.—Comentario Bíblico Adventista 6:1111 (1890).
{2MCP89 559.3}

La unión con Cristo mediante una fe viviente es duradera; toda otra unión perecerá. Cristo nos
escogió a nosotros primero, pagando un precio infinito por nuestra redención; y el verdadero
creyente escoge a Cristo como el primero, el último y el mejor en todo. Pero esta unión tiene su
precio. El hombre orgulloso entra en una unión de dependencia total. Todos los que entran en esta
unión han de sentir su necesidad de la sangre expiatoria de Cristo. Tienen que experimentar un
cambio de corazón. Deben someter su voluntad a la voluntad de Dios. Habrá una lucha con
obstáculos internos y externos. Se llevará a cabo una obra dolorosa de desprendimiento tanto como
de acercamiento. El orgullo, el egoísmo, la vanidad, la mundanalidad—el pecado en todas sus formas
—tienen que ser vencidos si queremos entrar en unión con Cristo. La razón por la que muchos
encuentran la vida cristiana tan lamentablemente dura, y por la que son tan inconstantes y variables,
es que procuran vincularse con Cristo sin primero haberse desprendido de sus ídolos acariciados.
{MJ 82.1}

Después de lograr la unión con Cristo, la podemos conservar solamente mediante la oración
ferviente y un esfuerzo incansable. Tenemos que resistir, negarnos a nosotros mismos y someter el
yo. Mediante la gracia de Cristo, con valor, fe y vigilancia podemos ganar la victoria.—Testimonios
para la Iglesia 5:214. {MJ 82.2}

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”;3 renuncie a todo
sometimiento del egoísmo para que este no tenga más dominio sobre el ser. {MJ 112.2}

El amor de Cristo es profundo y ferviente, y fluye como un torrente incontenible a todos aquellos
que lo aceptan. No hay egoísmo en su amor. En este amor nacido del cielo hay un principio que
permanece en el corazón y que se dará a conocer, no solamente a aquellos a los cuales
consideramos más queridos en la relación sagrada, sino a todos aquellos con los cuales entramos en
contacto. Nos impulsará a expresarlo en pequeños actos de cortesía, a hacer concesiones, a realizar
actos amables, a hablar palabras tiernas, veraces y animadoras. Nos impulsará a simpatizar con
aquellos cuyos corazones sienten hambre de simpatía.11. {Carta a Jóvenes Enamorados 17.1}

El pecado ha raído el amor que Dios implantó en el corazón del hombre. La obra de la iglesia es
volver a encender este amor. La iglesia debe cooperar con Dios en desarraigar el egoísmo del
corazón humano, estableciendo en su lugar la caridad que estaba en el corazón del hombre en su
estado original de perfección.—Carta 134, 1902.

En vez de apartar de sí a sus hijos para que no la molesten con sus ruidos o sus pequeñas
necesidades, planee la madre sus diversiones o trabajos livianos que mantengan ocupadas las manos
y activas las mentes. Compenetrándose de sus sentimientos y dirigiendo sus diversiones y
ocupaciones, la madre ganará la confianza de sus hijos y así podrá corregir tanto más eficazmente
sus malos hábitos o refrenar sus manifestaciones de egoísmo o apasionamiento. CM 110

El cielo está interesado en esta obra en favor de los jóvenes. Los padres y maestros que por
instrucciones sabias, con modales serenos y decididos, acostumbren a los niños a pensar en los
demás y a cuidar de ellos, les ayudarán a vencer su egoísmo, y cerrarán la puerta a muchas
tentaciones. CM 140.

Las flaquezas de la infancia—inquietud, caprichos, egoísmo, palabras apresuradas, actos


apasionados—desaparecen, y en su lugar se desarrollan las gracias de la virilidad y la femineidad
cristianas. {CM 198.3}

El Señor permite que hombres y mujeres experimenten sufrimientos y calamidades a fin de


arrancarlos de su egoísmo y para despertar en ellos los atributos de su [Cristo] carácter: compasión,
ternura y amor. {CMC 25.2}
El amor divino realiza sus llamamientos más conmovedores cuando nos pide que manifestemos la
misma tierna compasión que Cristo expresó. Él fue varón de dolores, experimentado en quebrantos.
Él fue afligido con todas nuestras aflicciones. Él ama a hombres y mujeres como una adquisición
hecha con su propia sangre, y nos dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros;
como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Juan 13:34.—The Review and Herald, 13
de septiembre de 1906. {CMC 25.3}

EL DESTIERRO DEL EGOISMO ES LO QUE LE DEVUELVE LA PIEDAD PRIMITIVA A LA IASD

Supongamos que Cristo debería permanecer en cada corazón y el egoísmo en todas sus formas
debería ser desterrado de la iglesia, ¿cuál sería el resultado? La armonía, la unidad y el amor
fraternal se verían tan verdaderamente como en la iglesia que Cristo estableció por primera vez. La
actividad cristiana se vería en todas partes. Toda la iglesia sería encendida en una llama de sacrificio
para la gloria de Dios. Cada cristiano arrojaría el fruto de su abnegación para ser consumido sobre el
altar. Habría mucha mayor actividad para idear nuevos métodos de utilidad y para estudiar cómo
acercarse a los pobres pecadores para salvarlos de la ruina eterna. {5T 206.1}

El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ha de alumbrar toda la tierra con su gloria, no
sobrevendrá hasta que tengamos un pueblo esclarecido que sepa por experiencia lo que significa ser
colaboradores juntamente con Dios. Cuando tengamos una consagración completa y sincera al
servicio de Cristo, Dios reconocerá el hecho derramando su Espíritu sin medida; pero esto no
ocurrirá mientras la parte más grande de la iglesia no trabaja juntamente con Dios. Dios no puede
derramar su Espíritu cuando el egoísmo y la complacencia propia se manifiestan en forma tan
notoria, cuando prevalece un espíritu que, si se lo tradujera en palabras, constituiría la respuesta de
Caín: “¿Soy yo guarda de mi hermano?”—The Review and Herald, 21 de julio de 1896. {CMC 56.1}

Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus almas, cuando todo
egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad,
cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias
de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca
faltará en una jota o tilde. Pero cuando es rebajada la obra de otros, para que los obreros puedan
mostrar su propia superioridad, demuestran que su propia obra no lleva la señal que debiera. Dios
no puede bendecirlos.—Mensajes Selectos 1:206 (1896). {EUD92 194.2}

EL EGOISMO Y EL JUICIO

Así como los rasgos de la fisonomía son reproducidos con minuciosa exactitud sobre la pulida lámina
del artista, así también el carácter está delineado fielmente en los libros del cielo. No obstante ¡cuán
poca preocupación se siente respecto a ese registro que debe ser examinado por los seres
celestiales! Si se pudiera descorrer el velo que separa el mundo visible del invisible, y los hijos de los
hombres pudiesen ver a un ángel apuntar cada palabra y cada acto que volverán a encontrar en el
día del juicio, ¡cuántas palabras se pronuncian cada día se dejarían de pronunciar, cuántos actos se
dejarían de realizar! {Cristo En su Santuario 119.2}

No se da ningún valor a una mera profesión de fe en Cristo; sólo se tiene por genuino el amor que se
muestra en obras. Con todo, el amor es lo único que a la vista del Cielo da valor a un acto cualquiera.
Todo lo que se hace por amor, por insignificante que pueda parecer en opinión de los hombres, es
aceptado y recompensado por Dios. {Cristo En su Santuario 119.3}

El egoísmo escondido de los hombres aparece publicado en los libros del cielo. Allí está el registro de
los deberes que no cumplieron para con el prójimo, el de su olvido de las exigencias del Señor. Allí se
verá cuán a menudo fueron dados a Satanás el tiempo, los pensamientos y las energías que
pertenecían a Cristo. Tristes son las anotaciones que los ángeles llevan al cielo. Seres inteligentes,
que profesan ser seguidores de Cristo, están enfrascados en la adquisición de bienes mundanos o en
el goce de los placeres terrenales. El dinero, el tiempo y las energías son sacrificados a la ostentación
y al egoísmo; pero pocos son los momentos dedicados a orar, a investigar las Escrituras, a humillar el
alma y a confesar los pecados. {Cristo En su Santuario 120.1}

En el día del juicio, algunos invocarán esta buena acción y aquella otra como una razón por la cual
debieran recibir consideración. Dirán: “Ayudé a jóvenes a establecerse en los negocios. Di dinero
para fundar hospitales alivié las necesidades de las viudas y llevé a los pobres a mi hogar”. Sí, pero
sus motivos estaban tan contaminado de egoísmo que la acción no era aceptable a la vista del Señor.
En todo lo que hiciste, el yo figuró en forma prominente.—Manuscrito 53, 1906. {EUD 186.4}

También vi que muchos ignoran lo que deben ser a fin de vivir a la vista del Señor durante el tiempo
de angustia, cuando no haya sumo sacerdote en el santuario. Los que reciban el sello del Dios vivo y
sean protegidos en el tiempo de angustia deben reflejar plenamente la imagen de Jesús. Vi que
muchos descuidaban la preparación necesaria, esperando que el tiempo del “refrigerio” y la “lluvia
tardía” los preparase para sostenerse en el día del Señor y vivir en su presencia. ¡Oh! ¡y a cuántos vi
sin amparo en el tiempo de angustia! Habían descuidado la preparación necesaria, y por lo tanto no
podían recibir el refrigerio indispensable para sobrevivir a la vista de un Dios santo. Quienes se
nieguen a ser tallados por los profetas y a purificar sus almas obedeciendo a toda la verdad, quienes
presuman estar en condición mucho mejor de lo que están en realidad, llegarán al tiempo en que
caigan las plagas y verán que les hubiera sido necesario que los tallasen y escuadrasen para la
edificación. Pero ya no habrá tiempo para ello ni tampoco Mediador que abogue por ellos ante el
Padre. Antes de ese tiempo se promulgó la solemne declaración: “El que es injusto, sea injusto
todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y
el que es santo, santifíquese todavía.” Vi que nadie podrá participar del “refrigerio” a menos que
haya vencido todas las tentaciones y triunfado del orgullo, el egoísmo, el amor al mundo y toda
palabra y obra malas. Por lo tanto, debemos acercarnos más y más al Señor y buscar anhelosamente
la preparación necesaria que nos habilite para permanecer firmes en la batalla, en el día del Señor.
Recuerden todos que Dios es santo y que únicamente seres santos podrán morar alguna vez en su
presencia. Primeros Escritos, pág. 71
También vi que muchos ignoran lo que deben ser a fin de vivir a la vista del Señor durante el tiempo
de angustia, cuando no haya sumo sacerdote en el santuario. Los que reciban el sello del Dios vivo y
sean protegidos en el tiempo de angustia deben reflejar plenamente la imagen de Jesús. Primeros
Escritos, pág. 70, 71.

Renunciaban al mundo, sacrificaban sus intereses y tesoros terrenales y, dirigían miradas ansiosas
hacia el cielo, a la espera de ver a su amado Libertador. Una santa luz brillaba sobre sus rostros,
denotando la paz y el gozo que reinaban en su interior. Jesús pidió a los ángeles que fuesen y los
fortaleciesen, porque se acercaba la hora de su prueba. Vi que éstos que aguardaban no habían sido
todavía probados como debían serlo. No estaban exentos de errores. Y vi la misericordia y bondad
que Dios manifestaba al mandar a los habitantes de la tierra una amonestación y mensajes
repetidos, para inducirlos a escudriñar diligentemente su corazón y a estudiar las Escrituras, a fin de
que pudieran despojarse de los errores que les habían transmitido los paganos y los papistas.
Mediante estos mensajes Dios ha estado sacando a su pueblo adonde pueda él obrar en su favor con
mayor poder, y donde puedan ellos guardar todos sus mandamientos. Primeros Escritos, pag.249.

“Cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada”. Cristo espera
con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea
perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.

Todo cristiano tiene la oportunidad no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor
Jesucristo. Si todos los que profesan el nombre de Cristo llevaran fruto para su gloria, cuán
prontamente se sembraría en todo el mundo la semilla del Evangelio. Rápidamente maduraría la
gran cosecha final y Cristo vendría para recoger el precioso grano. Palabras de Vida del Gran
Maestro, pág.47, 48.

CITAS PARA EL ARTICULO DEL LIDERAZGO BÍBLICO

“Los que controlan a otros deberían aprender primero a controlarse a sí mismos. A menos que
aprendan esta lección, no podrán ser semejantes a Cristo en su obra. Deben morar en Cristo, hablar
como él hablaría, actuar como él actuaría, y mostrar una compasión y una bondad que no fallen”.—
Advent Review and Sabbath Herald, 28 de abril de 1903. Liderazgo Cristiano, pág. 141.

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