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COMENTARIO AL FORT-DA FREUDIANO EN LOS ESCRITOS Y


SEMINARIOS DE J. LACAN

INTRODUCCIÓN

El interés por estudiar


detenidamente lo que Lacan dice y
escribe del fort-da freudiano
comienza con la preparación del
documento de trabajo "Fenómenos de
amor y odio en psicoanálisis”, ya que
nos quedaba oscuro el punto en que
Lacan pasaba de lo imaginario a lo
simbólico, de una estructura doble a
otra triple o cuaternaria, antes de
contar con la cadena significante y
que se apoyaba, nos parecía, en el
instinto de muerte confundiéndose
éste con el orden simbólico.

En la mesa de lectura sobre la "Dirección de la cura" hemos discutido


también en dos ocasiones acerca de la simbolización primordial, la Bejabung, y de los
momentos lógicos de constitución del sujeto. A partir de la lectura del párrafo “la
significación habría que hablar de ella como de la combinación de la vida con el átomo
cero del signo..." y en la discusión que promovió la lectura de Ferenczi y sus nociones
de proyección e introyección primitiva.

Topando siempre con ¿qué es antes, el amor o el odio, la proyección o la


introyección, hay algo antes de Bejabung?

Podrá haber tomado el camino que abre el texto de Freud “La Verneinung” pero
preferimos seguir el ejemplo del juego infantil que nos da en "Más allá del principio del
p1acer”. Esta vía nos ha resultado fructífera ya que nos ha conducido hasta el objeto “a”
lo que no estaba, en principio en nuestra intención.

Agruparé las lecturas en torno a tres nociones presentes en “Función y campo”,


el Seminario 1 y en el Seminario 11.
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EL MASOQUISMO PRIMARIO E EL AUTOMATISMO DE REPETICIÓN

Freud se pregunta, a partir de la observación del fort-Da; cómo puede


estar de acuerdo al p. del placer el hecho de que el niño repita, como juego, un suceso
desagradable.

Vacila entre interpretarlo como expresión de un impulso de dominio que llevaría


a elaborar psíquicamente lo desagradable y que sería primario e independiente del p. del
p1acer y pensar que la repetición tuviera como consecuencia un placer de género
distinto y más directo.

Las explicaciones que nos da acerca de que con el juego, pasa el niño de ocupar
un lugar de objeto pasivo a sujeto activo, o de que la sustitución de la madre por el
carrete permite satisfacer un impulso vengativo, no le convencen del todo. Más adelante
en el texto, al hablar de la compulsión de repetición, admite para los juegos infantiles
que ésta vaya más allá del p. del placer.

Lacan en “Función y campo” nos dice que el masoquismo primordial es una


noción caduca y que no hay necesidad de buscar en él la razón de la compulsión de
repetición. En el Seminario 1, en una amplia respuesta a Granoff, sitúa el masoquismo
primordial y el instinto de muerte en un punto de juntura entre lo Imaginario y lo
Simbólico. El símbolo, la palabra (presencia hecha de ausencia) anula lo existente, mata
la cosa misma, introduciendo una primera negtivización antes de la negación del decir
“no”. Aquí es donde habría que situar el masoquismo primordial, en la sustitución de
los fenómenos de la experiencia dolorosa de la presencia y la ausencia de la madre
mediante el juego Fort-Da, mediante la articulación de la oposición fonemática.

En el Seminario 11, mucho más claro, toma en cuenta lo que dice Freud
del impulso de dominio, el niño tapona el efecto de desaparición de la madre haciéndose
agente de ella, pero ahí no está lo principal. La ausencia de la madre, la hiancia que deja
esta ausencia, es la causa y el juego con el carrete la respuesta a esta abertura que se
presenta en los linderos del dominio del niño. El juego en su conjunto simboliza la
repetición que no es repetición de una necesidad, no clama porque la madre vuelva sino
necesidad de repetición buscando aquello que no está, en tanto que la madre
representada no es la cosa que no puede ser vuelta a encontrar.
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LA SIMBOLIZACIÓN PRIMORDIAL

Para Freud el juego del niño con el carrete está en conexión con la función más
importante de la cultura, la renuncia a la satisfacción del instinto, al permitir que la
madre se ausente sin resistencia alguna.

Lacan en los textos que van desde "Función y campo" hasta "La dirección de la
cura" toma apoyo en la lingüística y en la estructura mínima, la oposición fonemática,
con la que ésta matematiza la función del lenguaje para designar las fuentes subjetivas
de la función simbólica. En Función y campo:" de esta pareja modulada de la presencia
y de la ausencia (fort-da) nace el universo de sentido de una lengua en el que el universo
de las cosas vendrá a ordenarse”'; y en La dirección de la cura:"la escansión alternativa
de dos fonemas… la distinción fonética... Punto de inseminación de un orden simbólico
que preexiste al sujeto infantil y según el cual le va a ser preciso estructurarse”, viene a
decir lo mismo haciendo mayor hincapié en esta última en la preexistencia del lenguaje
como ya nos había advertido en el Seminario 3, en el que nos previene contra quedarnos
fascinados por el momento genético de aparición del sujeto que nos haría olvidar que lo
simbólico ya estaba allí.

Llama la atención la insistencia de Lacan en señalar la cualidad que tiene


el símbolo o el signo de instituir la presencia en la ausencia y la ausencia en la
presencia. A esto Hippolyte lo llama en el Seminario 3 función de trascendencia de la
función simbólica.

No se puede al mismo tiempo permanecer en ella ni salir de ella, prescindir de


ella ni permanecer en ella. Esto hace pensar en el tipo de elección del vel de la
alienación de tipo reunión, que Lacan va a utilizar en el seminario 11 para dar cuenta
del nacimiento del sujeto prescindiendo de la lingüística.

En este seminario Lacan parece dar vuelta a lo anterior. Es un craso error, nos
dice, tomar el Fort-Da como ejemplo de la simbo1ización primordia1, su fuerza
inaugural no proviene de la mera oposición del fort y del da, sino que éstos encarnan los
mecanismos de la a1ienación. “No hay Fort sin Da y sin Dasein. Pero no hay Dasein
con el Fort. O sea, no tenemos elección”. Con esto la idea de dominio que trasmite
Freud y que ya estaba muy mermada en Lacan, termina yéndose por tierra. Lo que la
repetición pone de manifiesto es la vacilación del sujeto. Al mismo tiempo el objeto, el
carrete que había sido insignificante (lo dice en La dirección de la cura) hasta ahora, es
resaltado en su función.

EL OBJETO Y LA CAUSA

Exceptuando un párrafo enigmático pero en el que se puede leer ya una


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articulación entre objeto y causa, de Función y campo: “la función simbólica se presenta
como un doble movimiento en el sujeto: el hombre hace un objeto de su acción, pero
para devolver a ésta en el momento propicio su lugar fundador”, hasta el Seminario 11,
el objeto es resaltado sólo por su transformación en símbolo. En el Seminario 1 nos
dice incluso que mediante el juego el objeto pasa de modo casi natural al plano del
lenguaje.

Finalmente en el seminario 11 nos encontramos con que el carrete no es la


madre, no es tampoco el otro donde se proyectaría el sujeto, sino que la abertura que
introduce la ausencia de la madre es causa de un trazado centrífugo por donde se lanza
un trocito del sujeto, despendido en automutilación pero que sigue unido a él por la
cuerdecita.

El niño franquea sus lindes con su objeto, el carrete. A este carrete al que se
aplica en acto el fort-da lo podemos designar como el sujeto, nos dice Lacan, por esto
puede decirse que el hombre piensa con su objeto, no hay ningún sujeto que pueda
captar esa articulación.

A este carrete le da el nombre, en álgebra lacaniana, de objeto a minúscula.

SAGRARIO GARCIA
11-3-92
IX JORNADAS DEL CAMPO FREUDIANO DE ESPAÑA

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