La historia se puede contar de muchas maneras. Explicando un periodo, un
tema, un acontecimiento o un proceso; a través de una perspectiva local, universal o nacional y mediante muchas otras formas de apreciar la realidad. Es claro, en todo caso, que todas las historias, incluso las generales, tienen una integración específica, de acuerdo a los objetivos trazados. El presente libro fue elaborado con el propósito de profundizar en las dimensiones más relevantes de la economía mexicana a lo largo de su historia. En estas con- clusiones se pretende anudar el hilo conductor que recorre la periodización adoptada, para ofrecer al lector una mirada breve pero integral sobre el deve- nir de largo plazo de la economía mexicana. En los casi 500 años que cubre este trabajo, y pese a la dificultad para cuantificar algunas de las principales variables económicas en el largo plazo, es posible reconocer determinadas fases de expansión económica y otras de estancamiento o franco retroceso. Para empezar por el principio, aceptemos con Hausberger que, en lo que se refiere a la colonia temprana, es muy problemático indagar acerca del crecimiento en una sociedad cuya dinámi- ca y racionalidad han sido violentamente trastocadas y su población dramá- ticamente mermada por obra de la conquista, las sucesivas y devastadoras epidemias y los procesos traumáticos de la colonización. Aún así, en aras del argumento, podemos identificar algunas tendencias básicas para todo el periodo. A primera vista, el sistema económico que se estableció durante la época colonial fue el de una economía de antiguo régimen, centrada en la agricul- tura y los ciclos naturales, poco diversificada y monetarizada, con escaso cambio tecnológico y una organización económica rígida y poco proclive a la innovación. No obstante, una mirada más profunda permite reconocer varias especificidades dentro de esa caracterización general. Una de ellas se relacio- na con la temprana incorporación de nuevos cultivos (trigo, cebada, caña, vid), animales (ovejas, reses, caballos, mulas, cerdos, gallinas) y tecnologías/ • Agradezco los valiosos comentarios que sobre estas conclusiones recibí por parte de Enrique Cárdenas, Bemd Hausberger, Carlos Marichal y Paolo Riguzzi. Cualquier falla sigue siendo, naturalmente, de mi entera responsabilidad.
[ 791] 792 CONCLUSIONES GENERALES
herramientas (instrumentos de hierro, ruedas para vehículos) de importan-
cia para la producción o el comercio. Otra tiene que ver con la aplicación del sistema de amalgamación a la minería de plata desde mediados del siglo XVI y el arranque de la explotación sistemática de los recursos minerales con fines distintos a los del uso decorativo o del ritual religioso. El primer fenó- meno mencionado imprimió a la economía colonial una cierta especializa- ción y diversificación productiva y una ampliación de la actividad mercantil; el segundo la incorporó en un circuito de comercio internacional y, hacia dentro, creó una esfera mercantil que operaba con una base monetaria, dina- mizó actividades productivas, localidades y regiones, consolidó redes de intercambio e impulsó la urbanización. Para explicar éstas y otras especifici- dades de la América hispana, Sempat Assadourian acuñó el concepto de "sis- tema económico colonial". En los siglos XVI y XVII se produjeron diversas fases de expansión econó- mica como resultado de ampliaciones sucesivas de la frontera productiva y de la progresiva incorporación de recursos, aunque contrarrestadas en cier- tos momentos por el desigual impacto demográfico de la colonización y limitadas por el estancamiento tecnológico. Se trataba de un crecimiento en el marco de una economía tradicional, lento y con continuos altibajos, dependiente del clima y de flujos orgánicos de energía, sin bases para ampliarse de manera fuerte y sostenida en el tiempo. Además, ese creci- miento se producía en el seno de una economía que estaba siendo transfor- mada y refuncionalizada con miras a beneficiar a un imperio en expansión, y no con vistas a procurar su propio crecimiento o prosperidad. Al menos estos eran los planes de los agentes de la metrópolis. Luego de asegurar las condiciones de supervivencia en el interior de la Nueva España, las accio- nes de agencias gubernamentales, funcionarios e individuos se encamina- ban al engrandecimiento del imperio español, y a ello se orientaban los arreglos institucionales que conformaban la organización económica del reino. Este proyecto, sin embargo, chocó con grandes obstáculos: los con- quistadores y colonos españoles pronto se convirtieron en la nueva élite que perseguía su propio interés y subvertía de múltiples maneras las reglas impuestas en beneficio del imperio colonial. Las transformaciones radicales que experimentaron los arreglos jurídicos e institucionales en el siglo XVIII, con las reformas borbónicas, apuntaban claramente al restablecimiento del objetivo original. De manera que, independientemente de cuál haya sido el costo del vín- culo colonial en términos de sustracción de riqueza (por medios fiscales u otros), existe un costo imposible de cuantificar en términos de una organiza- ción económica orientada a maximizar los beneficios para el imperio, a minimizar los costos y desalentar todo aquello que pudiera afectar negativa- mente a los intereses o la economía de la metrópoli. Las políticas proteccio- LA TRAYECTORIA DE LARGO PLAZO DE LA ECONOMÍA MEXICANA 793
nistas y mercantilistas, las instituciones que restringían o desalentaban la
participación de amplios sectores sociales en ciertas actividades productivas o comerciales y lo que Jáuregui denomina el descuido frente a "las posibili- dades de riqueza que ofrecía el espacio colonial" se tradujeron en un desem- peño económico deficiente y un crecimiento distorsionado. La cuota de cre- cimiento de largo plazo que representó semejante instrumentalización fue probablemente mayor que la que impusieron las exacciones que se realiza- ban mediante los impuestos y el comercio, aunque el impacto de éstas no se puede subestimar. Tras una época de expansión inicial y otra de crisis demográfica y reacomodos estructurales en el siglo XVII, se percibe un mayor crecimien- to económico a lo largo del siglo XVIII, el cual fue frenado en sus últimas décadas por la persistencia de rasgos de antiguo régimen en la economía y de instituciones adversas a la innovación y a la inversión, así como por la creciente extracción de recursos para beneficio del sistema imperia1. Como ha demostrado Carlos Marichal en numerosos estudios, la transfe- rencia de recursos fiscales a la metrópoli y al resto del imperio alcanzó su cima en el último periodo del régimen borbónico. Asimismo, aunque exis- te debate sobre el tema, hacia finales del siglo se observan indicios de una rentabilidad decreciente en el sector minero pese al aumento de la pro- ducción y acuñación de plata. Se observa también que la presión demográ- fica incidía sobre una producción agrícola que aumentaba muy lentamen- te, dando lugar a hambrunas y crisis periódicas de escasez. Al mismo tiempo, la continua y creciente salida de recursos descapitalizaba a la eco- nomía, reduciendo la moneda circulante y los recursos disponibles para la inversión, fenómeno que se agravaba al paso de los años por su impacto acumulativo. En estas condiciones adversas se produjo la guerra de independencia, que, según el consenso general, incidió gravemente sobre el desempeño de la economía, por la destrucción de centros mineros, el daño a los caminos, el abandono de numerosas unidades de producción agrícola, la fuga de ya mer- mados capitales. A su vez, el comercio exterior experimentó tendencias fuer- temente contradictorias, en la medida que los viejos nexos con la metrópoli se debilitaban al tiempo que se abrían nuevos canales de intercambio vía el contrabando. Evidentemente, todavía no conocemos en suficiente detalle el impacto de las guerras, por lo que esta temática se presenta como un tema importante para investigaciones futuras. El retroceso en términos de crecimiento que debió significar la guerra de independencia de 1810-1821se extendió por las condiciones en que vio la luz el nuevo país, y que sumaron a los daños de la guerra una severa frag- mentación territorial, el derrumbe del sistema fiscal, la falta de recursos para reanudar la producción y reconstruir los caminos y la fragilidad insti- 794 CONCLUSIONES GENERALES
tucional. Salvo por la llegada de algunas empresas mineras de origen extran-
jero en la década de 1820, que en su mayoría fracasaron en el mediano plazo, y por la aparición de un brote industrial en la rama textil en las de 1830 y 1840, estas condiciones no cambiaron radicalmente en los cincuenta años siguientes. Es probable, no obstante, que, como argumenta Sánchez Santiró, deban distinguirse matices dentro de este cuadro general de estan- camiento o recesión, y que las inversiones en la minería y los textiles y la expansión de algunos cultivos agrícolas hubieran dado lugar a cierta recupe- ración económica entre mediados de los años de 1830 y principios de los de 1850, la cual habría llegado a su fin como consecuencia de la guerra de Reforma. Sea de ello lo que fuere, el saldo de largo plazo entre 1810 y, diga- mos, 1867 (o incluso más tarde) fue muy pobre en términos de crecimiento acumulado: los indicadores económicos disponibles, pocos y escasamente confiables, sugieren que la economía mexicana no era mucho más grande, ni más rica, en 1870 que en 1810. Otras economías del continente america- no (Estados Unidos, Brasil, Argentina), siguieron una trayectoria de creci- miento mucho más exitosa en la primera mitad del siglo XIX, de manera que este fenómeno se tradujo en una severa divergencia económica de México en su contexto regional. Entre los numerosos obstáculos al crecimiento que se presentaron en esas décadas se encuentra la fragmentación territorial y del mercado, resul- tante de una geografía accidentada y de un pobre sistema de transportes y agravada por la consolidación de poderes regionales autonómicos y frecuen- temente rivales que regateaban su reconocimiento al Estado nacional. Por su parte, la segmentación del poder y la marcada inestabilidad política que caracterizó esta etapa tuvo graves consecuencias tanto para la consolidación del Estado como para la integridad territorial de la nación y, por supuesto, para el desempeño de la economía. Una de las implicaciones económicas más evidentes de esta circunstancia fue la imposibilidad para establecer un marco institucional uniforme, coherente y válido para todo el territorio nacional. En muchos ámbitos la legislación colonial, en ocasiones originada en la España del medioevo, ni siquiera fue sustituida durante todo este perio- do, de manera que el marco legal que se impuso tras la independencia com- binaba en desordenada mezcla elementos heredados de la colonia, leyes nacionales de vigencia territorial parcial y piezas de legislación estatal no necesariamente compatibles con el orden supuestamente nacional. En este sentido, la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma -inspiradas en prin- cipios del liberalismo político y económico- representan un hito en la histo- ria institucional de México tanto por su contenido como porque, luego de los años de guerra e intervención francesa, lograron imponerse en todo el país. Se inauguró con ellas un periodo, que cobraría su mayor fuerza en las déca- das iniciales del Porfiriato y que habría de extenderse hasta finales del siglo, LA TRAYECWRIA DE LARGO PLAZO DE LA ECONOMÍA MEXICANA 795
en el que, por vez primera desde el logro de la independencia, no sólo se
modernizó y actualizó el marco legal, poniéndolo a la altura de las necesida- des del desarrollo económico, sino que éste alcanzó un grado aceptable de uniformidad y alcance nacional. Como se ha visto en los capítulos respectivos, el establecimiento de un modelo liberal en el orden jurídico no condujo de inmediato al crecimiento económico, ni fue el único factor que lo provocó. No obstante, cuando se vio acompañado por una mayor estabilidad política y por el control efectivo del territorio, ese orden legal propició una mayor apertura y facilitó la inversión extranjera y la integración de la economía mexicana al mercado internacional, sobre la base de un modelo de crecimiento liderado por las exportaciones. La consolidación de este patrón de desarrollo a partir de la década de 1880 sí condujo a un largo periodo de crecimiento económico sostenido, el primero en la historia de México. Si en su fase inicial ese fenó- meno fue el resultado de la incorporación de recursos ociosos a la actividad económica gracias al estímulo que imprimió la demanda externa, a partir de cierto momento fue acompañado por el inicio de cambios estructurales, como la modernización de la infraestructura y la industrialización, que intensificaron dicho fenómeno y crearon condiciones para hacerla irrever- sible. Aunque las cifras son frágiles, sugieren que entre 1877 y 1905 el PIE creció, en términos reales, a una tasa media de 4.7% anual, y 3.2% si se considera su valor per cápita. Significa que el producto nacional se multipli- có por 3.6 y el producto por habitante se multiplicó por 2.4 en un lapso de 28 años. Aunque el resultado siguiera siendo modesto dado el bajo nivel del punto de partida, no era poca cosa para una economía que no había logrado crecer en forma consistente desde el logro de la independencia. Además, en la medida en que la economía mexicana creció más rápido que otras simi- lares en el contexto latinoamericano, e incluso que otras más avanzadas del espacio atlántico, para México este desempeño significó también cierto grado de convergencia, que incluyó un significativo acercamiento a los parámetros financieros, monetarios y fiscales que prevalecían en la escena internacional. No obstante, la expansión y modernización económicas de estos años tuvieron un efecto desigual (en términos sectoriales, regionales y sociales), y no lograron superar ciertas condiciones estructurales que distorsionaban y frenaban el desarrollo, como la concentración de la propiedad territorial, la estructura oligopólica de la economía, la debilidad de los mercados de factores, la escasa formación de capital humano, entre otros. A estas condi- ciones internas se añadía la vulnerabilidad externa característica del mode- lo de crecimiento hacia fuera, la cual incidió negativamente sobre el desem- peño de la economía mexicana en distintas coyunturas a los largo del periodo. A partir del segundo lustro de los años 1900, diversos factores afee- 796 CONCLUSIONES GENERALES
taron el ritmo del crecimiento, sobre todo crisis económicas internacionales
transmitidas a través del sector externo (1907, 1921, 1929) Y la guerra civil de la década de 1910, que produjo el colapso de los mercados y de las insti- tuciones financieras, fiscales y monetarias edificadas durante el periodo anterior. Aunque el crecimiento no cesó del todo debido a estos fenómenos, tuvo lugar en forma más lenta o en medio de fuertes altibajos, restringiendo su resultado acumulativo. De todos estos eventos, el más decisivo fue la crisis de 1929, pues impidió la continuidad del patrón de crecimiento que había sustentado el desarrollo de la economía desde finales del siglo ante- rior y la obligó a iniciar un giro que la llevaría a descansar en la industria (cuyas bases se desarrollaron durante el crecimiento exportador) y en el mercado interno. Como muestra Graciela Márquez, entre 1932 y 1981 la economía mexi- cana creció a una tasa promedio de 6% anual. El crecimiento fue aún mayor durante la época dorada del desarrollo estabilizador, pues casi alcanzó 7% como promedio anual entre 1956 y 1970. Este desempeño se logró en el marco de un modelo de crecimiento de industrialización por sustitución de importaciones que fue exitoso en completar el tránsito a una economía moderna, apuntalar el desarrollo industrial del país y consolidar el merca- do interno. El Estado adquirió un papel fundamental tanto en la orienta- ción del desarrollo como en la actividad económica misma. Simultánea- mente se desarrolló un número relativamente pequeño de grupos económicos organizados con gran capacidad de adaptación frente al entorno económi- co, pero también de presión y de influencia sobre su evolución, a los cuales se garantizó una rentabilidad por encima de los niveles internacionales. Al mismo tiempo, el Estado apuntaló su base de apoyo político brindando pri- vilegios y prebendas a organizaciones corporativas (sindicatos y confedera- ciones), los cuales a la postre resultarían onerosos para la competitividad del país. Bajo la rectoría del Estado, tanto el desarrollo del campo como el de la infraestructura y el sector energético sirvieron al propósito estratégico de industrializar al país, y este propósito se fue alcanzando en fases sucesi- vas de la industrialización que pasaron desde los bienes de consumo no durable y los bienes intermedios ligeros hasta los bienes de consumo dura- ble, los bienes intermedios pesados y, con mayores limitaciones, los bienes de capital. No obstante, para alcanzar este objetivo se implementó un apa- rato proteccionista que inhibió el despliegue de la productividad y la corn- petitividad de la industria mexicana, lo que aunado al aumento secular de costos por la inflexibilidad del mercado laboral y las ineficiencias en otros sectores, terminó por imponer obstáculos insalvables a su desarrollo de largo plazo. En fin, aunque positivo en términos del incremento del PIE, el desempeño de México durante la era del crecimiento hacia dentro resulta menos exitoso si se le observa en términos comparativos o de convergencia LA TRAYECTORIA DE LARGO PLAZO DE LA ECONOMÍA MEXICANA 797
internacional: si bien la economía mexicana redujo la brecha que la sepa-
raba de la estadounidense y de otras similares en el contexto latinoameri- cano como las de Argentina y Chile, aquélla se amplió en relación con las economías del sur de Europa (Italia, España) y, de manera más visible, respecto a las del sureste asiático, cuyo dinamismo era ya notable en la década de 1970. En ese decenio, la pauta de desarrollo inaugurada durante la recupera- ción de los años de 1930 mostraba claros signos de agotamiento. La conti- nuidad del crecimiento (con fuertes altibajos) sólo fue posible al costo de un elevado déficit y endeudamiento público y, a partir de 1976, de una severa petrolización de la economía. La inestabilidad de esta década se debía ciertamente al agotamiento del modelo de crecimiento de la econo- mía mexicana, pero también al cambio en las condiciones de la economía internacional, en la que el fin de la prosperidad de la posguerra quedó sim- bolizado por la caída del sistema de Bretton Woods. Como explican Moreno Brid y Ros, en México el signo distintivo de la época fue el endeudamiento externo: la deuda pasó de representar 20% del PIE en 1970 a 38% en 1977, y siguió creciendo hasta alcanzar la increíble proporción de 84% en 1983. La efímera recuperación económica derivada del descubrimiento de petró- leo en 1976 abrió una oportunidad que en gran medida fue desaprovechada y propició varias distorsiones dañinas para el desempeño de la economía en el mediano plazo. Por un lado, los cuantiosos ingresos derivados de las exportaciones, en el contexto de la crisis energética mundial de los años setenta, permitieron al gobierno eludir la necesidad de realizar una refor- ma fiscal. Por el otro, los recursos provenientes del endeudamiento se des- tinaron a impulsar a la empresa estatal, tecnológicamente rezagada y poco competitiva a nivel internacional, lo cual afectaba el desempeño general de la economía mexicana. En fin, la efímera prosperidad permitió postergar decisiones cruciales acerca de un modelo de crecimiento y de organización económica que había agotado su capacidad para impulsar el desarrollo de la economía. Así, mientras países de Asia y Europa del sur experimentaban profundas reformas estructurales y empezaban a insertarse en una dinámi- ca de integración y globalización crecientes, México (como otros países de América Latina) retardaban aún por varios años el necesario proceso de transformación económica, en una lógica que algunos autores han explica- do por el predominio de un sistema político autoritario. Cuando, en 1982, el exceso fiscal fue exacerbado por la caída de los precios del petróleo y el drástico aumento de las tasas de interés a nivel internacional, México rozó los linderos del colapso económico. Tras medidas desesperadas y contra- producentes como la nacionalización de la banca, que trastocó las reglas del juego y dañó la relación de confianza entre el Estado y amplios grupos económicos, la transición se hizo inevitable. Luego de un estancamiento de 798 CONCLUSIONES GENERALES
varios años y una breve fase de estabilización económica, a partir de media-
dos de la década de 1980 arrancó un proceso de reformas estructurales, que se pueden sintetizar en el trinomio liberalización, desregulación económi- ca y disminución de la presencia del Estado en la economía. Estas transfor- maciones, profundizadas en los años noventa y continuadas hasta el día de hoy, buscaron modernizar la economía a partir de la apertura comercial. Pero el resultado ha sido distinto al esperado: se ha producido, en efecto, un crecimiento muy rápido del sector externo (basado esta vez en las expor- taciones de manufacturas), con una creciente integración en la economía global, y sobre todo estadounidense, pero con un pobre desarrollo del mer- cado interno. Aunque el auge de las exportaciones ha sido visible (con un crecimiento medio anual de II % entre 1993 y 2006), sus resultados en tér- minos de crecimiento económico general han sido más modestos, reciente- mente incluso cercanos al estancamiento: el PIB aumentó a una tasa media de 3.4% entre 1988y 2000, Yde 2% entre 2000 y 2007 -para no mencionar la crisis que asola a nuestra economía mientras escribo estas líneas. Y lo que es quizás más revelador: esta fase del desarrollo de la economía mexi- cana ha representado en términos comparativos una ampliación de la bre- cha que la separa no sólo de las economías avanzadas del atlántico norte, sino del sur de Europa y, por supuesto, del sureste asiático. La última parte de este libro ofrece un conjunto rico y variado de valoraciones acerca de esta experiencia y de explicaciones sobre su relativo éxito o fracaso en las que no es el caso ahondar, pero que muestran la enorme complejidad del momento actual. Varias lecciones se desprenden de este rápido recuento; algunas tienen que ver con vivos debates acerca de los factores que han condicionado el atraso de la economía mexicana. Sin querer ofrecer una enumeración exhaus- tiva, vale la pena retomar algunas especialmente notables. La primera es que los factores institucionales han desempeñado un papel fundamental, tanto en el largo plazo como en periodos más breves, obstaculizando el desarrollo o impulsando y acelerando cambios estructurales profundos. Otra lección es que la economía mexicana ha pasado por fases de crecimiento sostenido tanto en el marco de modelos de crecimiento hacia fuera como en etapas de cierre y vuelco hacia dentro, por lo que los patrones de desarrollo no parecen ser el elemento decisivo de la capacidad de crecimiento de la economía. Una lección más, sobradamente probada en el plano internacional, es que las recetas de desarrollo no funcionan en abstracto, o más bien, que no existe una receta para el éxito económico que sea universalmente válida, sino que la teoría debe destilarse y afinarse a partir de las circunstancias específicas -económicas, por supuesto, pero también históricas, sociales, políticas, cul- turales- de cada caso particular, a fin de llegar a la "fórmula"precisa, proba- blemente única, que propicie el desarrollo económico de una nación. La LA TRAYECTORIA DE LARGO PLAZO DE LA ECONOMÍA MEXICANA 799
cuarta lección, que en principio inspira y legitima nuestro esfuerzo, es que
la situación actual de la economía mexicana no se puede comprender cabal- mente en ausencia de un acercamiento de largo plazo, gracias al cual poda- mos reconocer rasgos estructurales, problemas recurrentes, soluciones que han funcionado y salidas falsas, fracasos y experiencias exitosas. Es decir, que una verdadera solución al problema económico de México sólo se puede formular seriamente a través de un entendimiento profundo de la historia económica de nuestro país. Esperamos que esta historia contribuya en algo a dicha comprensión y a establecer algunas referencias básicas para la reflexión acerca de nuestro porvenir.