Sei sulla pagina 1di 4

CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO.

La colección de los libros inspirados, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamentos se
llama el "canon". Es un término griego que se utilizaba para describir "un criterio", "una
norma" o "regla para medir". Al principio la iglesia primitiva lo aplicaba como la "regla de la
verdad" o "de fe" al patrón de la enseñanza apostólica transmitida a la iglesia para
distinguirla de otra literatura cristiana, pero no inspirada. Con el transcurso del tiempo fue
utilizado para referirse a la lista de escritos que habían obtenido reconocimiento en la
Iglesia como Sagradas Escrituras.

Existen dos cánones: el hebreo y el cristiano. En nuestra Biblia, el primero consiste de 39


libros y constituye el Antiguo Testamento; el segundo consiste de 27 libros y se llama el
Nuevo Testamento. Los judíos denominan "Tanak" a su canon, una palabra formada de la
primera letra de las divisiones de su Biblia: Torah (ley), Navün (profetas) y Kethubim
(escritos).

El proceso por el cual todos estos libros llegaron a ser reconocidos como autoridad
exclusiva de fe y conducta no lo conocemos a cabalidad ya sea en el caso del canon
hebreo o del cristiano. De lo que sí podemos estar seguros es que el Espíritu Santo mismo
fue que inspiró a los escritores sagrados guiando el proceso de canonización, de tal
manera que un libro debe contener autoridad divina en razón de su inspiración antes de ser
calificado para la canonización. Un libro no recibe autoridad canónica porque algún concilio
decidió incluirlo en la lista de libros sagrados, sino que la Iglesia, por medio de la acción del
Espíritu Santo, reconoció aquellos libros que dieron evidencia de contener la autoridad
divina a causa de su inspiración

FORMACION DEL CANON HEBREO. El canon del Antiguo Testamento fue formado
probablemente por sacerdotes, escribas y otros hebreos piadosos, por hombres de fe, pero
sus mentes fueron iluminadas por el Espíntu Santo para ayudarlos a discernir entre la
verdad y el error. La historia nos demuestra que utilizaron su razón, su inteligencia y
numerosas pruebas estrictas y severas para decidir si un libro correspondía efectivamente
a la Sagrada Escritura.

No sabemos el proceso por el cual todos estos libros llegaron a ser reconocidos como
autoridad exclusiva de fe y conducta. Parece que cuando un profeta escribió su mensaje,
esto llegó a ser inmediatamente parte de las Escrituras. Moisés, por ejemplo, al escribir las
palabras de la ley, dio órdenes a los levitas de “Tomar este libro de la Ley y ponedlo junto al
arca al arca del pacto" (Deuteronomio 31:24-26). De allí en adelante la Torah (la Ley o el
Pentateuco) tenía primer lugar entre los escritos sagrados de los hebreos.

Debemos darnos cuenta de que la mera compilación de los libros de la Biblia y el


reconocimiento de ellos no los hizo libros inspirados. Cuando la Palabra de Dios fue escrita,
llegó a ser Escritura, y puesto que había sido hablada por Dios, poseía autoridad absoluta.
Puesto que era Palabra de Dios, era canónica. Lo que determina la canonicidad de un libro,
por lo tanto, es el hecho de que fue inspirado por Dios.
Según la tradición judía, la obra tenía que ser escrita por un profeta o alguien que tuviera
el don de profecía. Para los hebreos, Moisés era profeta tanto como lo eran Isaías y
Jeremías. Otras grandes figuras espirituales tales como Abraham, David y Daniel, aun
cuando no contaban con el título de profeta, eran considerados como poseedores de
poderes proféticos. La prueba determinante era el testimonio del Espíritu Santo con
respecto a la autoridad de su propia Palabra. Jesús ha dicho: "Mis ovejas oyen mi voz"
(Juan 10:27). Este testimonio, dado por el Espíritu del Señor, hacía que la comunidad
sintiera, en lo más profundo de su ser, que ese libro era la mismísima Palabra de Dios y,
por tanto, de ahí en adelante ese libro era de uso continuo de la comunidad, y por ser la
Palabra de Dios, satisfacía las necesidades espirituales del pueblo. El Espíritu de Dios que
inspiró estas composiciones también obró en los corazones y mentes del pueblo elegido
dándoles testimonio de que los escritos eran en realidad la Palabra de Dios.

Es probable que los libros inspirados fueron aceptados y utilizados tan pronto como
fueron escritos. El tiempo en que fueron escritos se llama el "período profético", el cual
comenzó en la época de Moisés y terminó en la de Malaquías (desde 1300 hasta 400 a. de
J.C.-).

El historiador judío, Flavio Josefo (37-100 d. de J.C.), sostenía que todos los libros
sagrados de los judíos fueron escritos entre los días de Moisés y el reinado de Artajerjes I
(rey de Persia durante los años 465 a 424 a. de J.C.).

Respecto a la fecha del cierre del canon, se ha sugerido que la idea de limitar los libros
canónicos no se les ocurrió a los rabinos hasta la reunión de Jamnia, la cual tuvo lugar
después de la caída de Jerusalén alrededor del 90 d. de J.C. En esta reunión o concilio, los
rabinos judíos debatieron si ciertos libros como Eclesiastés, Cantares, Ester, Proverbios y
Ezequiel deberían ser excluidos del cuerpo de Escrituras Sagradas. Parece claro que la
obra de estos expertos condujo a la confirmación formal del canon, y no a la formación del
mismo.

Además, el testimonio de Josefo indica que el canon hebreo ya se había aprobado hacía
mucho tiempo por el uso de los libros inspirados. La asamblea de Jamnia "meramente
ratificó lo que la mayoría de las almas sensibles espiritualmente del judaísmo ya habían
acostumbrado a considerar como Escritura santa". Así que es probable que el canon
hebreo en todos sus detalles esenciales haya estado completo hacia el año 300 a. de J.C.

El Antiguo Testamento de nuestra Biblia incluye 39 libros y se dividen en cuatro


secciones principales: Ley (Génesis a Deuteronomio), Historia (Josué a Ester), Poesía
(Job a Cantares) y Profetas (Isaías a Malaquías). En contraste, el canon hebreo cuenta
con 24 libros (en algunos casos 22) porque ciertos libros se agrupan formando un solo
tomo. También se dividen en manera diferente: la Ley, los Profetas y los Escritos. La lista
de los libros en el Tanak (canon hebreo) y la organización de ellos es la siguiente.

1. Ley. Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio.


2. Profetas. Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías, Ezequiel, El Libro de los
Doce (Oseas a Malaquías).
3. Escritos. Salmos, Proverbios, Job, Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester,
Daniel, Esdras-Nehemías, Crónicas.

El testimonio de Jesucristo es decisivo para saber que estos libros fueron inspirados.
Aceptó todo el Tanak o cuerpo de escritos del Antiguo Testamento, como la Palabra
autoritativa de Dios al decir: "La Escritura no puede ser anulada" (Juan 10:35). En otra
ocasión afirmó la inspiración de las tres divisiones principales del canon hebreo: "... Era
necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de
Moisés, en los Profetas y en los Salmos" (Luc. 24:44).

PRINCIPIOS Y CRITERIOS PARA LA FORMACIÓN DEL CANON

Ningún líder religioso o secular de los judíos o de la iglesia cristiana autorizó jamás un
libro para que formase parte del canon. Los concilios simplemente reconocieron la
autoridad o inspiración de un libro. Un libro es canónico cuando demuestra tener la
autoridad de Dios y ser inspirado por Él.

Criterios según los cuales un libro podía ser considerado como canónico:

1. Criterio profético o apostólico. Sin lugar a dudas es el más importante. Si alguien era
profeta reconocido de Dios, era obvio para todos que sus escritos no provenían de su
propia voluntad, sino del Espíritu de Dios (2 Pedro 1:20-21). Dios habló a los padres por los
profetas (Hebreos 1:1) y cuando un libro fue escrito por un apóstol tenía que ser aceptado
como canónico (Gálatas 1:1.8.9.11.12). No existe ningún caso donde un libro profético o
apostólico fuese rechazado como no-canónico; sin embargo, los creyentes rechazaron
libros que no cumplieron el criterio de la apostolicidad inmediatamente (2 Tesalonicenses
2:2).

En el Antiguo Testamento únicamente se encuentran libros proféticos. Moisés fue


considerado como un profeta (Deuteronomio 18:15 y 18). Los libros históricos y poéticos
fueron escritos por profetas como Josué, Samuel, Jeremías y Esdras. También David y
Daniel caen en la categoría de profetas. Esto es evidente si consideramos como la división
más antigua del Antiguo Testamento no tenía tres partes (ley, profetas y escrituras -torá,
nabyin, ketubim-), sino dos. Antes del exilio babilónico los judíos hablaron de la Ley de
Moisés y de los profetas (Daniel 9:2.6.11; Zacarías 7:12; Nehemías 9:14.29.30).

2. Criterio de la autoridad. A veces la llamada de un profeta no era obvia a primera vista o


existieron dudas en cuanto a la autoría de un libro; por ejemplo, en el caso de Hebreos. En
un caso así, este criterio juega un papel primordial. Cada libro de la Biblia habla con tono
autoritativo y en el nombre de Dios, muchas veces incluso usando las palabras: “Así dice el
Señor”. En los libros históricos encontramos afirmaciones autoritativas sobre las acciones
de Dios. En los libros de enseñanza leemos, lo que los creyentes deben hacer. Los
apóstoles y profetas ejercían la autoridad de su Señor (1Corintios 14:37; Gálatas 1:1.12).

3. Criterio del contenido. El contenido del libro tenía que demostrar un carácter espiritual
y servir para la edificación y renovación de las iglesias. Este aspecto no siempre fue
reconocido inmediatamente. Por ejemplo, el Cantar de los Cantares no fue admitido en el
canon, hasta que quedó demostrado que su contenido no era solamente sensual, sino que
contenía enseñanzas muy profundas y espirituales.

4. Criterio de la exactitud histórica y dogmática. Este criterio fue usado sobre todo en el
sentido negativo. Si un libro contenía errores o contradicciones con revelaciones
reconocidas y dadas con anterioridades, no fue considerado inspirado, por la simple razón
de que la Palabra de Dios no puede contener errores o contradicciones.

El libro de Judit está repleto de inexactitudes y errores históricos, y otros libros (2


Macabeos) contienen recomendaciones para adorar o sacrificar a los muertos. Si un libro
no contenía error, esto todavía no significaba que se trataba de un libro inspirado. Pero si
un libro contenía errores o contradicciones, automáticamente era descartado. Por lo tanto,
la gente de Berea comprobaron con cuidado la doctrina de Pablo para saber si la “nueva
doctrina” coincidía con las revelaciones antiguas (Hechos 17:11).

Potrebbero piacerti anche