señor Director de «El Diario austral». presente. muy señor mío: Habiendo aparecido en la edición de su diario de fecha de ayer un artículo titulado «La república araucana», firmado por un señor armando Bergue, me he visto en la ne- cesidad de utilizar las columnas de su diario para contestar al señor en referencia. En verdad no me han sorprendido las apreciaciones que sobre los acuerdos del 11° Congreso araucano hace el señor armando Bergue, toda vez que señalan éstos un nuevo rumbo a la defensa de los intereses de mi raza y a la conquista de sus reivindicaciones, y dejan circunscritos al pasado los dobleces de cerviz y los beso a ud. los pies. Es fácil comprender que cuando una raza ha aceptado por largos y penosos años una mansedumbre envilecedora, dejando impasible que sus derechos sean pisoteados, sus casas incendiadas, sus hijos masacrados, asesinados y mareados, y de un momento a otro en la historia de su vida logre adquirir la noción de sus derechos y se proponga emplear otros medios más eficaces para la conquista de ellos (aunque esta nueva ruta signifique sólo una inspiración, un ideal que se realizará en el futuro) es fácil compren- der que un señor armando Bergue, muchos señores armando Bergue se escandalicen y sientan deseos de polemizar. pero yo no abrigo el propósito de honrarme en polémicas con señores Bergue, y ni siquiera voy a contestarle las ofensas gratuitas que me hace, aunque no me conoce, sí sabe las circunstancias por qué salí del servicio educacional, me voy a limitar única- mente a decirle tres razones, dando el carácter de término a esta cuestión. La raza araucana ha sido siempre explotada y sigue siéndolo en la actualidad. miles son los abusos, crímenes y vejaciones de que se le ha hecho víctima. refiriéndome a uno que otro hecho resaltante del pasado no lejano, quiero hacerle saber lo siguiente: En Forrahue, lugarejo situado a algunos kilómetros de osorno, un bandido latifun- dista llamado atanasio Burgos, asesino de muchos inquilinos, hizo masacrar, por los ca- rabineros, a medio centenar de araucanos, los que fueron quemados con parafina y enterrados en una gran fosa. no escaparon de las balas las mujeres, los niños ni los an- cianos. prefirieron morir antes que abandonar sus tierras; sin embargo, los pocos que quedaron con vida, tuvieron que dejar sus mapus. En los alrededores de nueva imperial, un [señor] terrateniente extranjero, acaso amigo del señor Bergue, marcó con fierro al rojo aplicado en la nalga, al indígena pai- nemal, porque animales de éste entraron a los sembrados del «señor». En octubre del año pasado […] indígenas, muy pobres, se trasladaron a santiago en viaje a pie, a reclamar la devolución de sus tierras que un latifundista de esa región les arrebató, lanzándolos con fuerza de carabineros. En el tribunal de División de Comunidades indígenas no había casi propiedad arau- cana que esté libre del usurpador. En casi todos los expedientes se leía la frase «con res- titución». La ley que creó este tribunal disponía, en su artículo quinto, que los terrenos deten- tados por particulares, comprendidos en una merced, deberían ser devueltos a sus due- ños, sin forma de juicio. La aplicación de este artículo alarmó a los terratenientes del sur que, cual más, cual menos, son usurpadores, quienes consiguieron de los ministros y par- lamentarios la reforma de la citada ley para dejar a salvo sus robos. Y lo consiguieron. En la región de la araucanía, incontables son los comerciantes que han amasado enormes fortunas, engañando y explotando a los indígenas. ¿para que citar más hechos ? ahora bien, si el señor Bergue hace tanta alharaca porque en un Congreso araucano tienden los indígenas a comprender sus problemas, mirados con un criterio más mo- derno y alientan como un ideal la formación de una república, federada al Estado, que sería una realidad si alguna vez llegase a dársele otra estructura a la sociedad chilena, yo me inclino a pensar que este señor Bergue se asusta tanto e invita a la alarma a la re- gión, porque, si no es él mismo un usufructuador de la ignorancia de los indios, por ra- zones de fortuna se pone de parte de los latifundistas que, naturalmente, no verán con buenos ojos que esta raza explotada adquiera alguna vez la conciencia de sus derechos. Creo que si mis hermanos de raza que rodean a este señor de tan sobresaliente «per- sonalidad» le miraran más atentamente, tal vez cambiarían de opinión. Basta saber cómo piensa para tasar sus hechos. nada más que esto señor Bergue. saluda al señor Director. César u. Colima Lobos
FuEntE: El Diario Austral, temuko, 7 de enero de 1932.