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chileno.
Gracias al COVID-19, la idea de que un largo invierno se acerca tiene mucho sentido.
El mundo del trabajo con el coronavirus está acelerando sus transformaciones. Algunos de
los trabajadores más cualificados pueden refugiarse en el teletrabajo. Sin embargo, las
imágenes del metro posteriores al toque de queda nos seguirán chocando: una parte
importante de la fuerza de trabajo de la capital está obligada a salir a trabajar, aunque se
enferme o no. La política estatal de protección social, basada en subsidios focalizados
probablemente no dará una buena respuesta. Mientras más se tarde en retirarse la amenaza
del COVID-19 los estragos que causará en estos trabajadores serán mayores y ordenar que
se queden en las casas con la amenaza de los militares en la calles quizá haga descender los
ingresos de muchos. El “ingreso mínimo garantizado” aliviará en parte a los trabajadores
dependientes pero al resto de la clase trabajadora no servirá de mucho.
Una opción que está cada vez más cerca puede ser el establecimiento de un Ingreso
Básico Universal. Definido por Guy Standing como “un modesto monto de dinero pagado
incondicionalmente a individuos de forma regular (por ejemplo, mensualmente)”, podría
ser una política que contribuya a atenuar los efectos de la precariedad futura del empleo. Al
ser incondicional permitiría eludir las evaluaciones de pobreza de los típicos subsidios de
pobreza y permitiría apoyar a una parte importante de trabajadores precarizados por la
presente situación. Entregar una suma de dinero a todos los residentes de Chile, sin
discriminar con quien viven y sin importar si quiere trabajar o no se hace cada vez
necesario. En España actualmente algunos están proponiendo un Ingreso Básico de
emergencia que puedan percibir todos sus habitantes. Una de las razones que esgrimen es
bastante simple: es necesario brindarle seguridad económica a toda la población con
políticas aplicables a toda ésta.
Los efectos positivos de los ingresos ciudadanos son cada vez más estudiados. Uno
de esos efectos recientemente discutido que tiene una medida como el Ingreso Básico
Universal, en el caso de que se implemente a corto plazo, es que podría evitar algunos de
los estragos que causarán estas semanas de encierro a la salud mental de parte de la
población. Sergi Raventós, en una columna más o menos reciente, comentando algunos de
los recientes experimentos señalaba que la inseguridad económica es un factor influyente
en el deterioro de la salud, en tanto que puede provocar, estrés, crisis de ansiedad o
depresión, etc. Asegurarle un ingreso a la parte de la población que no cuenta con
posibilidades de planificar su vida podría servir para mitigar los efectos nefastos de la
pandemia y del encierro que frustró los planes de vida de muchos.