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cultural en Bolivia
INTRODUCCIÓN
DESARROLLO
En las ciudades, los descendientes indígenas que migraron han adquirido también
vestimentas características que tuvieron origen en tiempos de la colonia. Las
mujeres son las mejores representantes de esta herencia, pudiéndose diferenciar
claramente el vestuario de mujeres potosinas, orureñas, paceñas, cochabambinas,
chuquisaqueñas y tarijeñas. Incluso en La Paz, las comunidades afrobolivianas
han sabido mantener tradiciones, música y por supuesto vestimentas
características y muy diferenciables del resto, sin significar esto una pérdida de
vistosidad, identidad y belleza.
Las zonas orientales que comprenden los departamentos de Santa Cruz, Beni y
Pando, presentan características diferentes en cuanto al vestuario, debido al
diferente clima que presenta la región oriental, la cual es llana, calurosa y tropical.
Otra vez, son las mujeres quienes muestran más toda la vistosidad del vestuario
típico de esta región.
Los vestidos son de una sola pieza, largos y de mangas cortas con bordes
rematados de encajes o lazos de colores. Los "tipoy", que así se denominan a
estos vestidos, están confeccionados con hilos suaves y coloreados con matices
alegres y diseños floridos. Generalmente las mujeres no llevan sombrero pero
prefieren los arreglos en los cuales una flor está sujeta a los cabellos, a veces
trenzados en una pieza y a veces en dos. Los varones usan sombreros de ala
ancha confeccionado de mimbre o cuero, muy adecuado para el trabajo en el
campo donde la temperatura es agradable, aunque muchas veces demasiado
elevada.
Tradiciones de Bolivia
Carnaval de Oruro
La entrada universitaria
La fiesta de san juan
La ch’alla
la k’oa
Los tejidos andinos
Todos santos
Las alasitas y la leyenda del ekeko
La hoja de coca, una cultura tradicional
CARNAVAL DE ORURO
El Carnaval de Oruro es la máxima representación de los Carnavales en Bolivia
“Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” (Unesco) A lo
largo del carnaval participan más de 48 conjuntos folklóricos que son distribuidos
en 18 especialidades de danzas que reúnen de distintas partes de Bolivia y que
realizan su peregrinación hacia el Santuario del Socavón cada sábado de carnaval
en la tradicional “Entrada”. Esta celebración por la gran popularidad que alcanzó
en los últimos años; debido a su gran manifestación cultural y atracción turística,
pasó a volverse uno de los Carnavales más importantes conjuntamente con el de
Río de Janeiro Brasil y otros carnavales en el mundo.
LA ENTRADA UNIVERSITARIA
El último sábado del mes de julio de todos los años, se realiza la tradicional
Entrada Folklórica Universitaria, organizada por universitarios de distintas
facultades de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), la misma que recorre
el centro de la ciudad de La Paz.La Entrada Universitaria se instituye a partir del
año 1988.
Los estudiantes participantes se organizan en comparsas y grupos de baile,
bailando sobre todo danzas autóctonas y folklóricas, con el objetivo de defender,
revalorizar y promocionar el patrimonio cultural paceño.
Entre las danzas más representativas se pueden citar a los wititis, moceños, tata
danzante, sicuris, ticca, danza arete, carnaval tupiceño, llamerada, antawaras,
potolos, chapaqueada, chacarera, pujllay, tinkus, los jula julas, tobas, calcheños,
tonadas, etc.
La tradicional “fiesta de San Juan”, ahora reducida a una “clandestina” fogata, con
cohetillos, hot dogs y ponches, fue antaño un verdadero acontecimiento lleno de
creencias y supersticiones.
Al calor de las fogatas, nunca faltaron los buenos “ponches de guinda con clavo y
canela”, los más refinados hasta tenían nuez moscada, preparados con pisco de
Moquegua, los “ponches” de canela, los deliciosos “sucumbes y los té con tés.
San Juan fue también una “buena noche para el galanteo”, al crepitar de los leños
se intercambiaba miradas y “caramelos de amor”. Estos dulces traían en su
envoltura mensajes amorosos: “Te quiero”, “Dame una respuesta”, “Que no sepa
tu papá”. Otros llevaban inscritos pequeñas estrofas de versos.
Cuentan los abuelos que en Las “noches de San Juan” de La Paz antigua, la que
extrañamos todos, los niños avivaban las fogatas, los jovencitos y gualaychos
saltaban por el fuego y se hacía competencias, no faltaba el baile ni el
canto.Muchos animaban con guitarras y acordeones y en todo el barrio se hacía
una enorme cadena de amistad y armonía. Ya pasadas las horas, al rayar el alba
en ese frío intenso, como en medio de nubes de humo dicen, aparecían los
“llaucheros” con ponchos, chalinas y lluchus con largas orejas. Encima de este
gorro un rodete hecho de tiras de trapos, para sostener sus cajones especiales,
los cuales mantenían brasas ardiendo para mantener calientes las sabrosas
llauchas que todos compraban, no sin antes comprobar la cantidad de queso que
éstas tenían en su caldoso contenido.
Efectivamente, el 24 de junio era el día de las suertes, en todas las casas se leía
el “Oráculo de Napoleón” o el “Libro de los Destinos” traducido de un antiguo
manuscrito egipcio perteneciente a Napoleón Bonaparte. Mientras la ciudad se
llenaba de suerteros, yatiris y astrólogos que vaticinaban buenos o malos tiempos,
en los zaguanes y patios de aquellas casonas de antaño se hacía derretir plomo,
el mismo que expuesto al fuego se retorcía formando caprichosas formas, luego
ya endurecido y mirando sus formas se interpretaba la suerte y el futuro.
LA CH’ALLA
Cada año, al inicio de noviembre, retornan las almas o ajayus de nuestros seres
queridos que ya fallecieron. A ellos se los espera con los altares armados de los
difuntos conocidos como apxatas, que incluyen alimentos, bebidas y sobre todo a
las tantawawas, elementos que tienen un especial significado en la festividad de
Todos Santos en Bolivia. Los amautas o sabios aymaras mencionan una y otra
vez que “venimos de un Wiñay Marka (Pueblo eterno) y volveremos a ese Wiñay
Marka por lo tanto, no existe la muerte sólo volvemos a nuestro pueblo”
Para los pueblos aymaras la muerte natural no constituye un episodio trágico, sino
un ciclo más de la propia vida. Por eso, cuando alguien fallece, se suele decir que
esa persona “se ha ido” o “ha partido”. Entre las tradiciones que aún se mantienen
se cree que los ajayus vienen para traer fecundidad y fertilidad para todo el año,
porque en noviembre también se inicia la época de la siembra en los campos
agrícolas del altiplano.
La felicidad se acabó con la llegada del “Awqa” (el ser maligno) y de su ejército
destructor. Su aspecto de joven bárbaro y su piel blanca se combinaban con su
mente maligna. Tomando nota de los favores que recibía la gente que seguía
Iqiqu, arruinó sus tierras, matando ferozmente a cada cual le resistía. Obtuvo la
aprobación forzada de las mentes más débiles.Para que no lo capturen, Iqiqu fue
a esconderse en otras regiones, cuidando siempre de no involucrar a las
poblaciones de su alrededor, para que no sean las próximas victimas del Awqa.
Un día, entró en un Ayllu (territorio político) donde se había reunido la gente para
desarrollar un sistema de ayuda entre agricultores. Al mismo tiempo, Awqa y su
ejército vinieron a sorprender la reunión. Para evitar la masacra de la gente, Iqiqu
prefirió entregarse al Maligno.
Sin esperar a más, Awqa dio orden para que torturen al prisionero, y unas horas
después, de desmembrarle. La cabeza, los brazos, las piernas, así como las
demás partes de su cuerpo fueron entierradas en lugares diferentes y secretos del
Altiplano para impedir una reunión futura de su cuerpo que daría vida de nuevo al
benefactor.
Algunos ancianos creen que el tiempo de la reunión vendrá. Otros aseguran que
ciertas partes de su cuerpo ya están en camino hasta « Wiñay Marca » (la ciudad
eterna), donde esperan las demás partes del cuerpo de Iqiqu para por fin reunirse,
víspera de la emancipación del pueblo aymará.
LA HOJA DE COCA