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Abstract
Palabras Clave:
I. Introducción
Tanto en la tradición del institucionalismo histórico en la ciencia política como en la
sociología histórica existe una reflexión sobre la importancia de la historia (“la historia
importa”) y los legados de determinados eventos y decisiones de los actores en coyunturas
específicas que, hasta cierto punto configuran las instituciones políticas. Es decir, el
momento de génesis institucional establece sus improntas. Aplicando esta reflexión al caso
de la democracia guatemalteca puede plantearse a manera de hipótesis que las condiciones
en las que se sentaron las bases de la institucionalidad democrática – Constitución Política,
Ley Electoral y de Partidos Políticos, Corte de Constitucionalidad, Tribunal Supremo
Electoral entre otras – definieron el carácter esta.
Algunos meses después, el presidente de la junta militar de gobierno, el General José Efraín
Ríos Montt, relevó de sus cargos al resto de miembros de la junta, General Horacio
Maldonado Schaad y Coronel Luis Gordillo Martínez. El General Ríos Montt erigido en
presidente, pretendía postergar 7 años la convocatoria a elecciones y en agosto de 1983 fue
a su vez derrocado por un movimiento liderado por el alto mando militar que ubicó en la
jefatura de Estado al General Oscar Humberto Mejía Víctores (1983-1986) y ya bajo su
cargo se dio a conocer una programación del paso del gobierno de militares a civiles que
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Este relato simplificado ha tendido a ser, en términos generales, aceptado por la sociedad
guatemalteca y buena parte de la comunidad académica que, pese a las limitaciones que
pudo tener en su momento este proceso, dio lugar a elecciones no fraudulentas. Entre los
estudiosos de los procesos de democratización, es un hecho aceptado que este período fue
el inicio de la misma y que a partir de ese momento Guatemala pasó a formar parte de las
filas de los países democráticos, esto independientemente del “malestar por la democracia
realmente existente” que se ha venido generando en los últimos años.
Sin embargo, en la narrativa sobre la transición se pasa por alto que las instituciones
políticas en su conjunto son el resultado del conflicto y que, en el diseño de las mismas
imperan finalmente los intereses de las personas o grupos que lograron imponerse frente a
sus adversarios. En el caso de la coyuntura crítica 1982-1986, el relato de la
democratización deja de lado el hecho que, de manera simultánea al establecimiento de las
principales instituciones democráticas del país, los miembros del alto mando militar
desarrollaban un conjunto de acciones represivas; campañas militares, desapariciones
forzosas y asesinatos que eliminaron a una parte importante de la oposición armada; pero
no sólo a esta, sino a aquellas personas y grupos que representaban una amenaza para el
régimen.
Los actores de este acuerdo tácito fueron en primer lugar los miembros del alto mando
militar, que reconociéndose vencedores de la guerra contra las guerrillas ahora decidían,
por distintas razones, entregar el gobierno a los civiles; en segunda instancia, los líderes de
los partidos políticos permitidos, es decir de los grupos políticos que habían aceptado
mantenerse en el campo político delimitado por los militares y que, aunque en algunos
casos como la DC habían sufrido del asesinato de dirigentes sobre todo en los municipios
rurales, se sometían a las reglas del juego político democrático. Finalmente, los grupos
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empresariales que, pese a tensiones, críticas y diferencias con la cúpula gobernante estaban
también convencidos de la necesidad de este cambio de régimen político y lo que
pretendían era evitar que las mayorías les arrebataran por métodos democráticos sus
privilegios.
A esto debe sumarse el papel de los Estados Unidos de América, cuya influencia fue
determinante en todo este proceso y cuyo conocimiento de esta doble agenda: la
institucionalización democrática y el aniquilamiento de los últimos vestigios de la
oposición era reportada por sus funcionarios a la central de inteligencia y al departamento
de Estado.
El artículo presenta en primer lugar un análisis sobre la coyuntura crítica que dio lugar al
inicio de la democratización; posteriormente se presentan las versiones interpretaciones de
miembros del ejército y de la insurgencia; y, al final, algunas conclusiones.
Aunque los procesos que condujeron al cambio de este tipo de regímenes tuvieron
peculiaridades, algunos estudiosos de las transiciones intentaron captar o reconstruir
algunos aspectos comunes de estos procesos. Estas interpretaciones tendieron a establecer
lo que Carothers denomina el paradigma de la transición, un proceso relativamente
mecánico de cambio político que conduce a la democracia.
Otro problema analítico consiste en intentar delimitar el período temporal al que se hace
referencia cuando se habla de democratización, se trata de una cuestión que sigue siendo
objeto de disputa. La fecha de inicio por ejemplo puede plantearse en el momento en que
se convocaron o realizaron las primeras elecciones de la nueva etapa democrática, o bien,
en los períodos de resquebrajamiento de los regímenes autoritarios. Así, en el caso
nicaragüense puede pensarse en 1984, cuando se realizaron las primeras elecciones libres
en la historia política de ese país, y/o, en julio de 1979 cuando fue derrocada la dictadura de
Somoza. En El Salvador puede pensarse en 1982, año que se realizaron las elecciones para
Asamblea Constituyente y se eligió un presidente provisional y/o octubre de 1979 cuando
la “juventud militar” realizó un golpe de Estado y entregó el gobierno a la junta
revolucionaria. Finalmente, en Guatemala puede hablarse de la convocatoria a
Constituyente en 1984 y el golpe del 23 de marzo de 1982[1].
los conflictos armados internos, las fronteras del período se ubicarían entre 1991/1992 para
Nicaragua y El Salvador y 1996 en Guatemala. Si el indicador es la alternancia o la
entrega de gobierno de un civil a otro, esto se dio relativamente temprano en los distintos
países: en 1989 en el Salvador, Alfredo Cristiani de ARENA sustituyó a José Napoleón
Duarte del PDC; en 1991, Guatemala, Jorge Serrano Elías del MAS a Vinicio Cerezo
Arévalo de la DCG; y, en 1995 Enrique Bolaños del partido liberal sustituyó a doña Violeta
Barrios de Chamorro de la coalición multipartidista Unión Nacional Opositora. Si se
piensa en una alternancia radical, es decir el cambio de un gobierno de derechas a uno de
izquierdas, la transición se pensaría inconclusa en Guatemala país en el que las fuerzas de
izquierda ni siquiera han podido articular un proyecto capaz de disputar el poder a las elites
y, en El Salvador, tras veinte años de gobierno de ARENA, el FMLN alcanzó la presidencia
hasta el año 2009.
Ahora bien, y como se señaló antes, las instituciones entendidas como reglas del juego en
general, y las instituciones democráticas en particular son el resultado del
conflicto. Actores políticos concretos, con intereses, con poder relativo y sobre la base de
consideraciones intertemporales moldean estas reglas, y su resultado es el de la correlación
de fuerzas que en general se impone. La democratización guatemalteca fue parcialmente el
resultado del conflicto social, político y militar que definió la primera mitad de la década de
1980. Considerando esto, se revisarán las interpretaciones de este proceso de algunos de
los actores en conflicto, que permiten entender los limites y los alcances de dicho proceso..
El relato del golpe de estado del 23 de marzo de 1982 no explicita las razones del
alzamiento, y la descripción de las posiciones en el ejército hacen pensar más en
continuidades que en rupturas. Aunque reconoce que en la conspiración que dio lugar al
golpe participaron elementos conservadores y de la derecha, se afirma que estos fueron
desplazados por el general Efraín Ríos Montt, quien inicialmente presidió la junta militar y
posteriormente asumió la presidencia de la república. Dentro de la proclama del golpe de
estado apenas se hace referencia a la democratización, aunque a partir de esta fecha se
empezó a hablar de un “proyecto militar”.
Sobre este proyecto, Gramajo señala: “Basados en un genuino deseo del Ejército como
institución de ser parte activa de la solución a los problemas, desde ese entonces se
embarcó en un esfuerzo deliberado para corregir y mejorar las cosas. Esta estrategia
nacional, igualitaria, desarrollista y reformista fue diseñada para reemplazar la injertada
doctrina de seguridad nacional, que había enfatizado una política de pura coerción. Se
buscaba en cambio implementar acciones para lograr objetivos nacionales actuales, y dejar
en el pasado, poco a poco, pero efectivamente, los problemas del país. A esta estrategia
algunos observadores, analistas, científicos sociales y políticos, le empezaron a dar el
nombre de ‘el proyecto militar’. Oficialmente y hasta cuando la institución militar la puso a
discusión nacional, esta estrategia sería denominada, la ‘Tesis para la Estabilidad
Nacional’, y se basaba en la premisa que: ‘Por medio de la administración adecuada de los
conflictos sociales, las sociedades cambian y progresan a través del tiempo’. La estrategia
era sencilla: primero, contemplaba que abrir la actividad política era
imprescindible. Segundo, como producto de una actividad política libre se instalarían
administraciones de gobierno legítimas, que dentro del marco democrático, tendrían el
suficiente poder para tomar medidas adecuadas para solventar los problemas económicos
que… en una tercera etapa y en su oportunidad, solventaría los problemas sociales. (…) el
factor subyacente de esta estrategia era el que la actividad política necesita de la
participación y de la tolerancia, por medio de los cuales se pretendía construir una cultura
cívica que modernizara el pensamiento político, mejorara la situación económica y las
condiciones sociales de Guatemala.” (1995:181-182)
Gramajo mencionó los planes estratégicos militares que desde 1982 orientaron la acción de
gobierno, analizó algunas campañas militares. Estas eran parte sustancial de los planes
mencionados y su objetivo era la derrota de la insurgencia.
Por su parte, Gustavo Adolfo Días López en su libro Guatemala en llamas, confirma
algunos aspectos de la interpretación propuesta por Gramajo y agrega otros datos. Coincide
en afirmar que la percepción que se tenía de la amenaza guerrillera era alta e inminente, sin
embargo, afirma que la ofensiva iniciada por la fuerza de tarea Iximché en noviembre de
1981 rápidamente desarticuló dicha amenaza, y aunque las ofensivas continuaron, la
capacidad de respuesta de la insurgencia era limitada. En cuanto al golpe de Estado de
marzo de 1982 apela a la crisis política generada por las elecciones de marzo de ese año y a
la existencia de inconformidad entre los oficiales del ejército. La presidencia de Ríos
Montt fue desde su punto de vista contingente y produjo más conflicto del que pudo
efectivamente controlar.
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La democratización en Guatemala: algunas interpretaciones en contienda
Según este autor, a partir del gobierno de Mejía Víctores el ejército propició la
democratización. Señala de manera específica dos planes, el plan reencuentro institucional
de 1984 y el Plan Estabilidad 85, “En el que establecía como objetivo: asegurar el
desarrollo del proceso electoral. En tanto como misión establecía: a) evitar la
reorganización de los insurgentes. B) Reducir el espacio geográfico de maniobra de dichos
grupos. En este nuevo período los gobernantes pusieron todo su empeño en el
fortalecimiento del proyecto de apertura democrática, con el que prácticamente darían el
jaque mata a los grupos de la URNG, al quitarle sus principales banderas políticas,
esperando además que la entrega del poder se hiciera en medio de la aprobación de la
comunidad internacional, con un significativo retorno de asistencia política, económica y
material.” (2008:229)
Mario Mérida por su parte presentó un cuadro resumen de los planes de campaña
realizados por el ejército entre 1982 y 1997. El tema de la democracia aparece en su
recuento hasta el plan “Estabilidad 85” de 1985 y que tenía como objetivo “asegurar el
desarrollo del proceso electoral” y como misión “Evitar la reorganización de los
delincuentes Terroristas y reducir su espacio geográfico de maniobra.” (2003:79)
Por su parte Escribá Pimentel señala que “Aprovechando que el Ejército de Guatemala,
debido a problemas de reconstrucción nacional, había abandonado las áreas de operaciones,
la guerrilla logró consolidarse principalmente en el altiplano del país y en algunos sectores
aislados, principalmente en los departamentos de Huehuetenango, Sololá, Totonicapán,
Quiché y Chimaltenango militarmente, la guerrilla nunca tuvo la capacidad de presentar un
frente definido, ni capacidad para defender un área determinada y en realidad nunca fue un
problema que pusiera en peligro el Estado de Derecho sino simplemente una molestia
constante para todos los guatemaltecos elaborando un ambicioso plan para declarar
territorio libre a dichos departamentos a fin de fortalecer su posición beligerante, y poder
recibir abiertamente ayuda tanto política como económica de países amigos simpatizantes y
de la Organización de Naciones Unidad (ONU).” Este supuesto plan fue contenido por el
golpe de Estado “… encabezado por el General José Efraín Ríos Montt, tomo de nuevo la
iniciativa y empezó a desbaratar el movimiento subversivo a través de planes militares y
políticos mejor elaborados (Plan Victoria 82 y Plan Fusiles y Frijoles) Para los grupos
guerrilleros en general, éstos fueron sus mejores momentos (1978-1981) ya que contaban
con un efectivo aproximado de 8000 hombres sobre las armas y contaban con bastante
apoyo popular principalmente en aldeas y caseríos habitados por indígenas en las cuales no
había presencia gubernamental; a la par de esto, contaba con el apoyo y respaldo de varios
países, instituciones y organizaciones internacionales, sin embargo no fue capaz de soportar
el constante patrullaje y el ataque militar, por lo que se vio obligada a intensificar sus
acciones de guerra política para hacerse oir a nivel internacional.” (2009:171)
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Más adelante el autor mencionado señala que dentro de las filas del ejército existía
oposición a la candidatura del general Angel Aníbal Guevara. Algunos de estos oficiales
depusieron al gobierno “… acusándolo de corromper al ejército y de permitir
descaradamente el fraude electoral a favor del candidato oficial…”. El golpe dañó la
disciplina interna del Ejército, aunque poco a poco se fue restituyendo. “De no haberse
dado este golpe, la guerrilla con el apoyo político y económico que tenía de la comunidad
internacional (principalmente de los gobiernos de España, Francia, México, Cuba y
Nicaragua) hubiera logrado cobrar más beligerancia y sus intenciones de declarar territorio
libre a los departamentos de Huehuetenango, Sololá, Quiché y Chimaltenango, se hubieran
concretado, con lo cual la integridad territorial hubiera sido mancillada y el Ejército de
Guatemala, sin lugar a dudas hubiera perdido la credibilidad de los guatemaltecos.”
(2009:177)
Por su parte, en las entrevistas realizadas por Kruijt y Van Meurs a Julio Balconi, este
declaró que “… la llegada del general Ríos Montt al poder marca realmente un cambio en
el destino de Guatemala. Porque allí es donde principia realmente el proceso de verdadera
democratización del país. Luego en el 83 hay un cambio del general Ríos para el general
Mejía, pero eso tiene más que ver con los criterios para avanzar hacia esa
democratización. Era la intención del ejército que se diera lo más pronto posible, es decir:
entregar, devolver el poder a los políticos, a los civiles que son los que deben gobernar.”
(2000:152)
Como puede constatarse de las citas anteriores, aunque existe una suerte de “relato madre”
de la “transición democrática” desde el punto de vista militar, este no es homogéneo. El
relato común comparte importantes similitudes con el texto de Gramajo, que no sólo fue el
primero en publicarse sino que se basa en trabajos anteriores del autor que fueron
presentados a los oficiales militares en distintos momentos.
Un tema que resulta problemático y hasta cierto punto contradictorio es el de las causas del
golpe de estado del 23 de marzo de 1983. Aunque todos los relatos mencionan la amenaza
guerrillera en el año 1981 y en varios se hace referencia al intento insurgente de crear una
“zona liberada” en el altiplano de Guatemala, se afirma que la campaña iniciada en el
segundo semestre de ese año neutralizó ese riesgo y que el desafío había
desaparecido. Otra razón mencionada es el malestar provocado por la excesiva corrupción
desencadenada en la etapa final del gobierno de Lucas García así como el rechazo al
supuesto fraude electoral realizado para favorecer al candidato oficial General Angel
Aníbal Guevara. A esto se suma la mención de la presión estadounidense por un régimen
democrático.
¿Cuáles fueron las causas del golpe del 23 de marzo? Alguna de las mencionadas, una
combinación de éstas o el simple cuartelazo militar que pretendía deponer a un militar para
poner a otro en el gobierno. Existen otros dos textos que arrojan luces sobre esto:
Intimidades del Proyecto Político de los Militares de Jennifer Schirmer y Guatemala:
Pretorianismo y Democracia estratégica de Fernando Beltranena. Ambos libros, aunque no
fueron escritos por militares se basan en testimonios y entrevistas con altos mandos
militares.
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La democratización en Guatemala: algunas interpretaciones en contienda
1984 el partido comunista padeció una nueva ruptura interna que lo llevó a realizar un
balance general no sólo de su situación, sino del contexto político en el que su crisis se
desarrollaba. En un balance de la coyuntura política realizada por la dirección del PGT en
el primer semestre de 1984 señalaban que “La dictadura militar reaccionaria, encabezada
por el Gral. Mejía Víctores es un intento continuista, esencialmente contrainsurgente, de
una camarilla militar más que intenta resolver en su favor la crisis del poder, convirtiéndose
a partir del 8 de agosto de 1983 en fuerza o corriente militar hegemónica, a pesar de la
debilidad que le afecta y los problemas o contradicciones que resume y expresa. El sector
oligárquico en su conjunto no es ajeno al sucesivo desgaste y deterioro del poder
reaccionario. La institución armada, sin embargo, con relativo poder de iniciativa es la que
gobierna, alternándose el poder, mediante sucesivas camarillas, unas más reaccionarias que
otras. Estas sucesivas camarillas reaccionarias gobernantes son las responsables principales
de la crisis institucional imperante en el país, aún antes ya del golpe del 23 de marzo de
1982. El golpe militar reaccionario que derroca a Ríos Montt no logra unificar ni
cohesionar al ejército. Acentúa el distanciamiento y pugnas con los partidos políticos
permitidos. No es capaz tampoco de superar las diferencias existentes con algunos de los
sectores oligárquicos.” (PGT;1984:27)
En junio y junio de 1984 la dirección nacional de las Fuerzas Armadas Rebeldes FAR
realizó una reunión ampliada en el Petén, al norte de la ciudad de Guatemala. En el análisis
insurgente “principalmente en 1982 se hizo evidente un vacío de poder en Guatemala. Se
expresó con fuerza una aguda confrontación entre las masas populares. Existían grandes
contradicciones en el seno de las clases dominantes y el ejército: serias diferencias entre la
administrción (del presidente estadounidense Ronald) Reagan y el gobierno de Lucas
García. Era grande el aislamiento nacional e internacional. Se impulsaba un proceso
electoral sin presentar realmente una salida política ni económica a la
situación. En aquellos momentos la proclamación de la URNG y su programa, se
convierten en la alternativa más viable. Cuando la crisis alcanzó su punto más agudo y,
como una salida para detenerla, se da el golpe de estado del 23 de marzo, encabezado por
Ríos Montt.” (1988:67)
Desde el punto de vista de los dirigentes de las FAR, Rios Montt consiguió algunos logros
frente al movimiento revolucionario, aunque no le dio salida a otros aspectos de la crisis y
por el contrario, provocó serias contradicciones en el interior del ejército, lo que provocó el
nuevo golpe de estado encabezado por Mejía Víctores que “… tuvo el propósito de resolver
las contradicciones en el seno del ejército; con el gobierno norteamericano; con los partidos
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La democratización en Guatemala: algunas interpretaciones en contienda
políticos de oposición; con los diferentes sectores de las clases dominantes; con la iglesia y
superar el aislamiento internacional.” (68)
La dirección de las Fuerzas Armadas Rebeldes FAR reconocía en 1984 que “los gobiernos
de Ríos Montt y de Mejía Víctores, lograron relativamente algunos objetivos estratégicos
muy importantes sobre el movimiento guerrillero. Redujeron enormemente las bases de
apoyo mediante la represión y el terror, lo que a su vez provocó un gran éxodo de
población hacia México, buscando refugio. Temporalmente neutralizaron, por completo, la
acción de las masas, tanto en el campo como en las ciudades. Consiguieron desarticular el
movimiento democrático.” (FAR;1990:19)
reaccionario”. Más adelante señala que el alto mando militar “en 1984, sin haber
consumado la fase precedente, inicia la de legitimación institucional y de reconstrucción de
sus relaciones internacionales. Es una fase predominantemente política, aunque
manteniendo la presión en las áreas donde se ha restringido la acción militar
revolucionaria. Su objetivo global consiste en privar a las fuerzas revolucionarias de la
iniciativa política en el interior del país, dificultando las condiciones para que aquellas
establezcan o reconstruyan alianzas, e impidiendo externamente su reconocimiento como
fuerzas beligerantes.”
Ricardo Ramírez – comandante en jefe del EGP - por su parte, en su balance anual de los
acontecimientos del año 1984, dado a conocer en enero de 1985 centró su análisis en la
situación interna de dicha organización guerrillera. Al respecto, da cuenta de una
“insubordinación de mandos” en el año 82 y de una fractura profunda en el año 84. El
énfasis en lo interno, reduce el espacio para la discusión del entorno nacional, que indica la
crisis y una suerte de callejón sin salida para los grupos dominantes. En el balance del año
1985, publicado en enero de 1986, días después de la toma de posesión de Cerezo, se hace
referencia a la maniobra aperturista. Asumiendo una lectura realizada por la URNG en su
conjunto, Ramírez afirma que tal como se había dicho “… cualquiera que fuera el resultado
electoral, quienquiera que sea el presidente, quienquiera que sean los que compongan el
Congreso, inclusive cualesquiera que sean las intenciones morales de nos nuevos
gobernantes y el grado de confusión, de expectativa y hasta de esperanza que ha creado en
sectores de población, este no cambiaría el carácter objetivo de la maniobra. (…)El
resultado de las elecciones no le quita al aperturismo su naturaleza contrainsurgente. Pero
por las condiciones en que se producen las elecciones y las circunstancias que rodearon su
realización, el primer impacto de sus resultados puede contribuir a enmascarar más ese
carácter objetivo de maniobra, los rasgos de la componenda que oculta, la ubicación del
aperturismo en el marco de la estrategia contrainsurgente del imperialismo.” (43)
Contando con estas interpretaciones insurgentes del proceso de apertura política iniciado en
marzo de 1982, puede colegirse en primer lugar que desde el campo guerrillero no existió
una interpretación unívoca de estos eventos. En esto jugó en primer lugar la propia crisis
en el interior de las organizaciones, que influyó en que se le prestara más atención a estas
que al entorno; en segundo lugar se constatan distintas apreciaciones, tanto de la
envergadura de la ofensiva contrainsurgente como de los alcances del proceso de
democratización; y, finalmente, una insuficiente comprensión de los procesos sociales y de
las consecuencias de la apertura política.
IV. Conclusión
Aunque en este artículo se ha hecho referencia en particular a las interpretaciones del
momento fundacional de la democracia guatemalteca elaboradas desde el ejército y los
grupos insurgentes, debe tomarse en cuenta que existe un amplio debate académico que
aborda este período. Se destacan en el estudio de la democratización en Centroamérica los
trabajos de Edelberto Torres-Rivas, que constituyen aproximaciones sucesivas a este tema.
Desde el punto de vista del autor de este artículo son dos los ensayos en los que se
encuentra el núcleo de la interpretación de Torres Rivas de este proceso; estos son La teoría
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La democratización en Guatemala: algunas interpretaciones en contienda
En la teoría de las dos crisis, Torres Rivas analizó la situación centroamericana de finales
de los setentas y principios de los ochenta, señalado que se trataba de una doble crisis, por
un lado, una suerte de crisis global de dominación, que incluía la crisis económica y estatal
y, por el otro, el colapso final de la dominación oligárquica, que pese a que había iniciado
en la década de los años 30, había continuado a lo largo del siglo XX y a partir de mediados
de los setentas parecía estar en su momento final. En la democracia posible, el autor
reconoce que pese a las limitaciones y peculiaridades, Centroamérica inició un proceso de
democratización en el marco de las posibilidades existentes.
Como suele ocurrir en la historia, las acciones y decisiones de los actores políticos no
siempre generan los resultados esperados por estos. Para el ejército, tal y como pudo
constatarse en los textos citados antes, la democratización de Guatemala no obedeció a una
motivación o espíritu genuinamente democrático, paradójicamente la decisión inicial se
oriento a cambiar para que las cosas siguieran como estaba. Sin embargo, la apertura
política desencadenó procesos de cambio y movilización política que paulatinamente
fueron mermando la propia posición del ejército y modificando las relaciones de poder.
Desde la perspectiva insurgente, no se logró entender los alcances del proceso iniciado, y la
denuncia de la “maniobra aperturista” de los gobiernos militares llevó a que estos actores
rechazaran genéricamente la democracia. Esto explica en parte las dificultades que los
partidos políticos provenientes de la guerrilla han tenido respecto a su participación
electoral.
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V. Referencias bibliográficas
Díaz López, Gustavo Adolfo (2008). Guatemala en llamas: Visión política – militar del
conflicto armado interno 1960-1996. Guatemala: Editorial Oscar de León Palacios. 389 pp.
Escribá Pimentel, Miguel Angel (2009). Justa intervención: una descripción breve y
puntual sobre los acontecimientos trascendentales del ejército de Guatemala a lo largo de
su historia. Guatemala: Ediciones Papiro. 255 pp.
Kruijt, Dirk y Rudie Van Meurs (2000). El Guerrillero y el General: Rodrigo Asturias y
Julio Balconi sobre la guerra y la paz en Guatemala, Guatemala: FLACSO. 234 pp.
Mérida G., Mario A. (2003). Venganza o juicio histórico: una lectura retrospectiva del
informe de la CEH. Guatemala: Litografías Modernas. 123 pp.
Payeras, Mario (1991). Los fusiles de octubre. Ensayos y artículos militares sobre la
revolución guatemlteca 1985-1988. México: Juan Pablos Editor. 210 pp.
Sabino, Carlos (2008). Guatemala, la historia silenciada (1944-1989) Tomo II. El dominó
que no cayó. Guatemala: Editorial Fondo de Cultura Económica. 430 pp.
Torres Rivas, Edelberto (1987). Centroamérica: la democracia posible. San José: Editorial
Universitaria Centroamericana EDUCA y FLACSO Costa Rica. 186 pp.
[2] Para el análisis de los sistemas de partidos políticos Artiga ha propuesto a 1979 y 1997
como años que delimitan la transición. Esta temporalidad “… debe tomarse como un
recurso analítico que se justifica en el hecho de que la caída del régimen somocista en
Nicaragua abrió una etapa de crisis política regional que se cerró con la firma y puesta en
marcha de los Acuerdos de Paz del conflicto en Guatemala. Durante este período, cuatro
países centroamericanos cambian de régimen. Transitan desde regímenes oligárquicos
(autoritarios) hacia regímenes democráticos. Actualmente estos países se enfrentan con los
problemas propios de la consolidación” (2000:118).