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JOSEPH FRANK ¡

SECCIÓN DE ÜBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS

DOSTOIEVSKI
JOSEPH FRANK

DOSTOIEVSKI
La secuela de la liberación, 1860-1865

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO
Primeia edición en inglés, 1986
Primera ed ición en español, 1993

Título original:
Dostoevsky. The Stír of Liberation 1860-1865
© 1986, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey
ISBN 0-691-06652-3

D. R. © 1993, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.


Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.

ISBN 968-16-3531-0
Impreso en México
Este libro está dedicado a
FRANCIS F'ERGUSSON,
querido amigo y mentor,
cuyas propias obras son modelos
de iluminación crítica
ABREVIATURAS

Biografiya Orest Miller y Nikolai Strájov, Biografiya, Pisma i Zamet-


ki iz Zapisnoi Knizhki F. M Dostoevskogo (San Peters-
burgo, 1883). Precedido por el nombre del autor de la
sección apropiada.
DMI F. M Dostoevsky, Materialy Issledovania, ed. A S. Dolinin
(Leningrado, 1935).
DVS F. M Dostoevsky v Vospominaniakh Sovremennikov, ed.
A S. Dolinin, 2 vols. (Moscú, 1961).
DW F. M. Dostoevsky, The Diary ofa W!iter, trad. Boris Brasol
(Santa Bárbara y Salt Lake City, 1979).
LN Literatumoe Nasledtsvo.
Pisma F. M. Dostoevsky, Pisma, ed. y anotada por A S. Dolinin,
4 vols. (Moscú, 1928-1959).
PSS F. M. Dostoevsky, Polnoe Sobranie Sochinenü, ed. y ano-
tado por G. M. Fridlender, et al., 30 vols. (Leningrado,
1972- ).
PREFACIO

Esta es la tercera parte de lo que se ha convertido en una obra en cinco


volúmenes, que trata de la vida y las obras de Dostoievski. Mi plan inicial
era de sólo cuatro volúmenes, pero me vi obligado a extenderlo cuando
este libro surgió, un tanto inesperadamente. El periodo que aquí cubrimos
(1860-1865) formaba, originalmente, los últimos capítulos del segundo vo-
lumen, que así habría incluido no sólo los años que Dostoievski pasó en
Siberia, sino también su retorno y su reingreso en la vida literaria. Pero
una vez que empecé a investigar más de cerca estos cinco años a la luz del
nuevo material de los archivos, recientes estudios como los dos volúmenes
sobre las revistas de Dostoievski, efectuados por V S. Nechaeva, y el rico
panorama de las actividades de la intelectualidad radical que aparece en
la ya clásica obra de Franco Venturi, Roots of Revolution, comprendí que
exigían un tratamiento más extenso.
De hecho, las páginas de este volumen tratan de un periodo de suma
importancia en la vida de Dostoievski, que ha sido relativamente olvidado.
Los comentaristas mostraron una impaciencia natural, como yo mismo,
por pasar sobre ellos a toda prisa para llegar a las grandes novelas que em-
pezaron a aparecer a mediados y finales del decenio de 1860. Y sin embar-
go, a comienzos de tal década, como director de dos publicaciones impor-
tantes, Dostoievski se encontró mucho más directamente en el centro de
la vida sociocultural rusa que durante el resto del decenio, cuando volvió
a ser exclusivamente novelista y vivió en el extranjero, en un aislamiento
que él mismo se impuso. También fue durante estos años, como espero
mostrarlo, cuando su visión sociopolítica quedó definitivamente refor-
mada.
Fue entonces cuando sacó Dostoievski las conclusiones prácticas --que
permanecerían esencialmente intactas, pese a algunas diferencias de acen-
tuación, durante el resto de su vida- de las experiencias de su exilio en
Siberia. Lo que después llamaría la "regeneración" de sus convicciones no
ocurrió al instante, sino que requirió cierto tiempo; de hecho, todo el tiem-
po necesario para que los acontecimientos aquí narrados completaran
todo su curso (y hasta un poco más). U na consideración minuciosa de estos
acontecimientos ayudará a explicar por qué Dostoievski llegó a esas con-
clusiones; y también deberá disipar la idea, aún muy difundida, de que salió

11
12 PREFACIO

de la prisión ciegamente dispuesto a apoyar un régimen tiránico de la índo-


le más infamemente reaccionaria.
&te tercer volumen también me lleva de vuelta a mi inicial punto de
partida. Yo empecé a estudiar seriamente a Dostoievski en relación con
Notas desde el subterráneo, y fue mi esfuerzo por penetrar en este texto
-esfuerzo cuyos resultados se incluyen en este libro- el que determinó
todo mi enfoque de la obra de Dostoievski, pues quedé persuadido de que
las cuestiones de su época no solamente le dieron un estímulo exterior,
sino que penetraron en su proceso creador mucho más profundamente de
lo que en general se ha percibido y que, por esta razón, no es posible com-
prender en realidad sus creaciones sin un sólido conocimiento del medio
sociocultural en el que él trabajo. Desde luego, la respuesta de Dostoievski
a los conflictos ideológicos de su sociedad fue afectada por su personalidad
y por su experiencia; pero estas sólo adquieren una significación artística
cuando entran en una simbiosis creadora con las grandes cuestiones mora-
les planteadas por el fermento de la historia rusa ocurridas durante la vida
de Dostoievski, particularmente después de 1861.
Para abarcar esta simbiosis, debemos estudiar los muchos canales por
los que la turbulencia sociocultural de comienzos del decenio de 1860
inundó la imaginación creadora de Dostoievski. &tos canales incluyeron
una participación personal que estuvo lejos de ser tan sólo la de un espec-
tador o de un desengañado comentador; Dostoievski fue un participan-
te, así como un observador, que a menudo se encontró en el lugar de los
hechos durante manifestaciones importantes de inquietud social. Aun
cuando a veces ausente, estaba dedicado en cuerpo y alma a seguir el tu-
multuoso curso de los acontecimientos de cuyo resultado (él estaba apasio-
nadamente convencido) dependía el destino futuro de Rusia, y por tanto,
a la postre, de la humanidad misma. Como veremos, también intervino per-
sonalmente, aun a riesgo de despertar sospechas y de poner en peligro sus
intereses, cuando creyó que su mediación podía ayudar a mejorar una si-
tuación turbulenta que se encaminaba al desastre. Ningún libro que yo
conozca hace plena justicia a la total inmersión de Dostoievski en "los ma-
res tormentosos" (título de una novela de Pisemski) azotado por los vien-
tos huracanados del descontento social que siguió a la liberación; y yo he
considerado importante colmar esta laguna de la literatura, aun si ello sig-
nificara la adición inesperada de un volumen extra a mi serie.

La favorable recepción que ha tenido mi segundo volumen superó todas


mis esperanzas, y en particular deseo dar las gracias a los miembros del Na-
PREFACIO 13

tional Book Critics Circle, que le concedieron su premio anual de biografía


en 1984. Este espaldarazo, dado por un grupo dedicado profesionalmente
a evaluar la actual producción literaria, constituye un gran honor, y quiero
expresar mi enorme agradecimiento por esta prueba de una general acep-
tación. Sin embargo, no sólo la considero como fuente de satisfacción per-
sonal sino también como una justificación de la perspectiva en que yo he
decidido escribir. Pues demuestra que un biógrafo literario no necesaria-
mente está obligado a colocar los detalles, puramente extrínsecos y anec-
dóticos, de la vida privada de su personaje en primer plano, y que se les
puede presentar en función de la obra del escritor, y subordinarlos estric-
tamente a una delineación más completa del marco sociocultural y literario
mucho más directamente relacionado con la producción creadora.
La dedicatoria de este libro no es más que un pequeño pago por una
deuda de inspiración y aliento, contraída en el curso de una amistad de más
de 40 años. Si un autor escribe para un lector ideal que representa la norma ·
a la que él aspira, entonces para mí esta norma siempre ha estado encar-
nada en la persona y en los escritos de Francis Fergusson; y yo he intentado,
lo mejor que he podido, vivir a la altura del ejemplo puesto por sus propios
escrúpulos y su integridad.
Una vez más, me complace agradecer a la Rockefeller Foundation su
generosidad al haberme concedido una Humanities Fellowship durante el
año académico de 1983-1984, que ayudó a que financiara unas vacaciones
de un año de mis deberes docentes en Princeton. Pasé parte de ese año en
la estimulante atmósfera del Stanford Humanities Center, que me ofreció
condiciones ideales de trabajo, y cuyo director, Jan Watt, creó un vivifican-
te clima intelectual en el cual intercambiar ideas .con otros de sus miem-
bros, de diversas disciplinas. Los miembros del personal del Centro me fa-
cilitaron mucho la preparación del manuscrito. Durante el curso de otóño
de 1985 tuve el privilegio, como Visitante del Director, de ser miembro del
Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, y deseo expresar mi cordial
gratitud al director, Harry Woolf, por haberme dado este nombramiento.
El trabajo final con el manuscrito y las galeras se completó en esta atmósfe-
ra, ideal para toda investigación avanzada.
Vaya mi especial agradecimiento a Edward J. Brown, de la Universidad
de Stanford, que puso a mi disposición su gran conocimiento de todo lo
que se relaciona con Rusia, y que hizo muchas sugestiones para mejorar
mi texto. Los comentarios del inveterado dostoievskiano y leal amigo Ro-
bert L. Jackson, de la Universidad de Yale, una vez más, me ofrecieron
aliento y confianza. Nina Berberova, profesora emérita de literatura rusa
14 PREFACIO

en la Universidad de Princeton y eminente mujer de letras por derecho


propio, una vez más me ofreció, graciosamente, sus enérgicos y penetran-
tes comentarios y su importante aprobación. Mi colega Robert Hollander
tuvo la bondad de leer el capítulo XX y de beneficiarme con sus conoci-
mientos de teología. El presidente de mi departamento en Princeton, Ro-
bert Fagles, ha sido fuente inagotable de apoyo intelectual, ayuda personal
y benevolencia práctica, por las que le estoy profundamente agradecido.
También mi colega Victor Brombert me ayudó con el infatigable interés
que siempre ha mostrado en el progreso de mi obra y con el estímulo de
su conversación sobre temas relacionados con Dostoievski.
Mi editora en la Princeton University Press, Gretchen Oberfranc, me-
joró mi estilo, aclaró mis notas y en general veló por la producción del libro
con su habitual asiduidad y tino. Orest Pelech, exbibliógrafo eslavo de la
Princeton's Firestone Library, invariablemente atendió mis peticiones de
ayuda, y a él debo la ilustración de los incendios de San Petersburgo. El
Princeton Research Council una vez más pagó los costos de la mecanogra-
fía y otros; y la primer redacción del manuscrito fue mecanografiada por
Caro! Szymanski con gran cuidado y considerable interés en el contenido.
Mi hija mayor, Claudine, dio al título el giro adecuado y ayudó a su her-
mana Isabelle a leer atentamente las pruebas. En cuanto al apoyo que me
dio mi esposa Marguerite sólo puedo repetir lo que ya dije en mi segundo
volumen: ella es mi primera lectora y correctora, y yo dependo absoluta-
mente de su juicio en cuestiones de organización y de estilo. Este libro ha
quedado notablemente mejorado no sólo por sus críticas de detalle sino,
en particular, por su insistencia en que el material contenido en el actual
capítulo XX, que en las primeras redacciones había formado el final del
XIX requería un tratamiento independiente y más extenso.

J OSEPH FRANK
Princeton, N. J., abril de 1985
TRANSLITERACIÓN Y TEXTOS

El problema de la transliteración siempre es difícil, y he optado por la solu-


ción más sencilla. Para todas las palabras rusas, nombres o no, he utilizado
el Sistema I de la Carta de Transliteración contenida en J. Thomas Shaw,
The Transliteration of Modem Russian far English Languaje Publications
(Madison, Milwaukee y Londres, 1967), pp. 8-9. Sin embargo, ocasional-
mente he insertado una "y" para indicar un sonido suave cuando esta sería
la pronunciación natural de la palabra transliterada al inglés, aunque el
Sistema I no presta atención a esta característica del ruso. Y siempre he
utilizado las formas inglesas, en lugar de la transliteración, cuando tales
palabras existen y se han vuelto habituales (por ejemplo, Alexander en lu-
gar de Aleksandr).
Las citas de textos de Dostoievski en ruso proceden de los volúmenes
de la nueva edición soviética que hoy está en curso de publicación: F. M.
Dostoievski, Polnoe Sobranie Sochinenii (Leningrado, 1972); hasta ahora
han aparecido 28 volúmenes de la edición, planeada en 30. Para mis citas
de los cuentos y novelas cortas de Dostoievski, he utilizado las traducciones
de Constance Gamett, porque ella se toma menos libertades con el signifi-
cado literal que otros traductores más recientes. Sin embargo, no he vacila-
do en alterar su versión cuando me pareció indicado. Si no indico la fuente
de una traducción es porque la he hecho yo mismo, y en todos los casos las
traducciones de textos de Dostoievski han sido compulsadas con el ori-
ginal.
Times makes old formulas look strange.
Our properties and symbols change,
But round the freedom of the Will
Our disagreements center still.

(El tiempo hace que las viejas fórmulas parezcan extrañas.


Nuestras propiedades y símbolos cambian,
Pero en torno de la libertad del Albedrío
Aún se centran nuestros desacuerdos.)

W. H. AUDEN, New ~a's Letter

El aislamiento es la suma total de la miseria en el hombre. Quedar aislado, quedar solitario;


tener un mundo ajeno, no nuestro mundo; todo un hostil campamento para nosotros; no
un hogar, de rostros y corazones que son nuestros, de quienes somos: tal es el encantamiento
más aterrador; verdaderamente, obra del Maligno.

TuüMAS CARLYLE, Past and Present

I:immortalité de !'ame est une chose qui nous importe si fort, qui nous touche si profondé-
ment, qu'il faut avoir perdu tout sentiment pour étre dans l'indifference de savoir ce qui en
est. Toutes nos actions et nos pensées doivent prendre des routes si différentes, selon qu'il
y aura des biens éternels a espérer ou non, qu'il est impossible de faire une démarche avec
sens et jugement, qu'en la réglant par la vue de ce point, qui doit étre notre dernier objet.
Ainsi notre premier intérét et notre premier devoir est de nous éclaircir sur ce sujet, d'ou
dépend toute notre conduite.

(La inmortalidad del alma es cosa que nos importa tanto, que nos toca tan profundamente,
que hay que haber perdido todo sentimiento para caer en la indiferencia de saber lo que es.
Todas nuestras acciones y nuestros pensamientos deben tomar caminos tan diferentes, según
que haya bienes eternos que esperar, o no, que es imposible dar un paso con sentido y juicio
más que rigiéndola por la visión de este punto, que debe ser nuestro objetivo último.
Así, nuestro primer interés y nuestro primer deber es ilustrarnos sobre ese tema, del que
depende toda nuestra conducta.)
BLAISE p ASCAL, Pensées
INTRODUCCIÓN

Pocos grandes escritores de la líteratura moderna han sufrido tan súbitos


y dramáticos cambios de fortuna, tanto en vida personal cuanto en su ca-
nera literaria, como Feodor Mijáilovich Dostoievski. Como Byron, cuya
poesía fue tan importante para la literatura rusa a comienzos del siglo XIX,
Dostoievski despertó una mañana de 1845 y se encontró célebre; o antes
bien, fue despertado a las dos de la mañana por su amigo, el joven poeta
Nekrásov, quien le dijo que el influyente crítico V. G. Belinski había leído
el manuscrito de su primera novela, Pobres gentes, y la había puesto por los
cielos. Mas este breve periodo de gloria terminó tan súbitamente como ha-
bía empezado, tras la publicación de su siguiente obra, El doble, un' año
después.
Reconocido hoy como uria de las primeras obras maestras de Dostoiev-
ski, El doble retrata briliantemente una conciencia esquizofrénica que se
hunde en la locura. Y Dostoievski observaría después que allí, por vez
primera, había tenido un atisbo de "mi tipo subterráneo, de extrema im-
portancia".1 Lo que Dostoievski quiere decir con esta frase debe ser inter-
pretado con cierta cautela. Cuando escribió El doble, difícilmente habría
podido tener conciencia de las cuestiones ideológicas encamadas en el ca-
rácter del hombre subterráneo, cuestiones que surgen tan obviamente de
la fase ulterior de la cultura rusa descrita en el presente volumen. Antes
bien, quiso decir que el personaje que creó en El doble, el señor Golyadkin,
fue para él un paradigma sicológico que después remplazaría constante-
mente. El 1846, Dostoievski estaba preocupado por las lamentables con-
secuencias síquico-moraies de un orden burocrático rígidamente inmuta-
ble, en que a los subordinados con pretensiones se les exigía mantenerse
en su lugar. La negativa del "ambicioso" señor Golyadkin equivalió a una
insurrección contra la moral que se le había inculcado hasta en los huesos;
y esta insólita rebelión lo hundió e n una inextricable miseria mentaL Pero
el magistral retrato que pinta Dostoievski del proceso del colapso síquico
de Golyadkin y la aparición de un "doble" cuya condición Oiltológica queda
en la ambigüedad (en realidad lexistió, o fue una alucinación?) creó difi-
cultades de interpretación que oscurecieron la importancía social del tema

1
Literammoe Nasledtsvo (citado en adelante comoLN ), 83 (Moscú, 197í), p. 310.

19
20 INTRODUCCIÓN

de Dostoievski: Belinski observó, tajante, que tales personajes debían es-


tar en el manicomio y no en las obras de arte. A partir de este momento,
la reputación artística de Dostoievski cayó, y D.3da de lo que pudiera escri-
bir en el resto del decenio de 1840 logró restaurar su prestigio. Por último,
cifró todas sus esperanzas en una novela importante, Netotchka Nezvá-
nova; pero esta obra empezó a aparecer precisamente en el momento de
su detención, en 1849, como conspirador político, y nunca pudo comple-
tarla.
La catástrofe de su aprisionamiento constituyó una peripecia mucho
más radical en la vida de Dostoievski que la pérdida de su reputación litera-
ria. Mantenido inicialmente en confinamiento solitario durante cerca de
un año, luego tuvo que pasar por la prueba de un simulacro de ejecución,
e inmediatamente fue enviado a un campamento de prisioneros, en Sibe-
ria, donde permaneció cuatro años. Lo que le aguardaba al purgar su sen-
tencia era la desoladora perspectiva de prestar servicio indefinidamente
en el ejercito ruso. En realídad, trascurrirían diez años desde el momento
en que fue detenido antes de que pudiera retomar a San Petersburgo y
reanudar sus esfuerzos, ahora infinitamente más difíciles tras aquel lapso
de tiempo, para intentar ser aceptado como un escritor ruso de primera
fila.
El Feodor Dostoievski que llegó a San Petersburgo en 1860 no había
cambiado notablemente en su apariencia exterior del que había salido de
allí; en realidad, parecía haber ganado, en Jugar de perder, en aplomo,
seguridad en sí mismo y vigor físico. Pero en lo interno, sus experiencias
habían producido una transformación cuyas enormes consecuencias sólo
serían visibles en las obras que pronto estaría produciendo, a un ritmo ver-
tiginoso, mientras al mismo tiempo dirigía una voluminosa revista mensual
que, en el espacio de dos años, llegaría a ser una de las más importantes
del país. Esta transformación interna, como lo observó el propio Dostoiev-
ski, estuvo lejos de ocurrir de una sola vez, aunque se puede observar como
germina casi desde el principio mismo de sus años de prisión y de exilio.
Por ejemplo, transcurrido poco más de un mes de su detención, Dostoiev-
ski asegura a su hermano Mijaíl que está muy lejos de sentirse deprimido,
y que ahora ha aprendido cuánta fuerza posee la personalidad humana
para crear las condiciones en que puede sobrevivir en la peor adversidad.
En estas palabras oímos una nueva percatación del poder de la personali-
dad como fuerza autónoma; percatación que, a la postre, conduciría a una
decisiva modificación de la visión que Dostoievski tendría de la vida hu-
mana.
INTRODUCCIÓN 21

Entre los productos de otros jóvenes escritores de la Escuela Natural


del decenio de 1840, !a temprana obra de Dostoievsk.i había sobresalido
por aquel enfoque en la vida interna de sus personajes, cuyo excesivo hin-
capié había desagradado a Belinsk.i. De todos modos, Dostoievski se había
propuesto que esta sicología fuese interpretada como consecuencia de un
orden social inhumano e injusto, y como respuesta a este. Pero lo que ocu-
rrió durante los diez años siguientes le dio la dolorosa conciencia de otras
dimensiones del espíritu humano, e inconmensurablemente ensanchó e
hizo más profundos sus horizontes emotivos y artísticos. Habiendo visto la
muerte cara a cara mientras aguardaba su turno (como firmemente lo cre-
yó) de ser ejecutado por un pelotón de fusilamiento, y habiendo asegurado
febrilmente al escéptico Nikolai Speshnev que pronto estarían ambos "con
Cristo",2 nunca pudo olvidar su sensación de terror y las angustiosas pre-
guntas que le asaltaron ante la terrible perspectiva de que su personalidad
pudiera sobrevivir a su extinción física. Tampoco olvidaría el consuelo que
había sentido al abrazar, sobre el cadalso, a quienes estaban a su lado, ni
el extático brote de alegría al resurgir de la nada. "La vida está por doquier,
la vida está en nosotros mismos, no en el exterior"3 había escrito a su her-
mano, inmediatamente después de escapar de la tumba; tal fue su prepara-
ción para hundirse en el infierno vivo de la casa de los muertos; y fue esta
fe la que, a la postre, le permitió salir triunfante de una prueba que habría
aplastado a cualquiera con menor fortaleza interior.
Con el beneficio de la retrospectiva, es fácil comprender hasta qué pun-
to el terrible tormento de la supuesta ejecución y su secuela prepararon a
Dostoievski a resistir las tribulaciones de la vida de prisión. Pero, pasando
de una abrumadora prueba de resistencia a otra, al principio le pareció que
las cosas sólo iban de mal en peor. Dostoievski se horrorizó ante la depra-
vación moral que encontró entre los otros reos (cuya gran mayoría era de
campesinos), y le pasmó descubrir que lo miraban a él, tan sólo por ser
miembro de la clase educada, como un extraño y un enemigo. Además, la
conducta de sus compañeros de prisión también le reveló con terrible cla-
ridad no sólo el afán egoísta de la personalidad humana de satisfacer sus
más bajos instintos sino también, mucho más inesperadamente, hasta qué
extremos irracionales y autodestructivos llegaría la personalidad al veLe
privada de un sentido de su propia autonomía. En el futuro, ningún con-
cepto de la vida humana resultaría viable para Dostoievski si no tomaba

2 Véase Dostoevsky: The 1-éars of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983), p. 58.


3 !bid., p. 62.
22 INTRODUCCIÓN

en cuenta esta necesidad de Ja sique de sentirse libre e independiente, afir-


mando así la dignidad de su propia posesión de sí misma.
Lo que hizo posible la vida para Dostoievski en el campo de prisioneros
-dándole la única prueba de algún tipo de moral que él pudiese discer-
nir-- fueron los restos del cristianismo tradicional que aún vivían en las
sensibilidades de los presos. Y cuando por fin la carga de su enajenación
y su desesperanza se volvió demasiado intolerable, cuando resultó impo-
sible soportar más tiempo, Dostoievski pasó por una "experiencia de
conversión" que le permitió reafirmar la misma verdad que había entre-
visto después del simulacro de ejecución: la verdad de que "la vida está en
nosotros mismos, no en el exterior". Según Wiiliam James, una de las
características de semejante experiencia es que, aunque en realidad nada
cambie en el mismo medio externo, el significado de todo lo que rodea al
converso de pronto se altera, para bien. Semejante metamorfosis induda-
blemente ocurrió en Dostoievski quien, aunqué negándose a glosar así
fuera por un instante la manifiesta rudeza, brutalidad y atraso de la vida
del campesino, sin embargo, se convenció de que en su centro se conser-
vaban las sublimes virtudes cristianas de amor y sacrificio de sí mismo.
También aquí debemos mencionar los efectos incalculables de su epilepsia,
que empezó durante aquellos años en el campamento de prisioneros y que,
en el momento de la radiante "aura" anterior al ataque, lo llenaba con un
estro de arrobadora plenitud y el sentido de haber establecido contacto
palpable con un principio sobrenatural de armonía del mundo. Así, Dos· ·
toievski salió del campo de prisioneros con un conjunto de actitudes (no
tanto "ideas" cuanto "sentimientos-ideas", para emplear el término acu-
ñado por él) considerablemente distinto de las que le habían llevado a
prisión. Y durante el resto de su vida lucharía por reconciliar estos senti- ·
mientes-ideas entre sí, empleándolos como lineamientos al presentar las
ingentes cuestiones que por entonces pasaban a ocupar el primer plano
de la sociedad rusa.
Poco después de que Dostoievski fue liberado del cautiverio, y mientras
aún cumplía con su servicio como soldado, Rusia ent:{, ,::n una importantí-
sima nueva etapa de su desarrollo. Alejandro II resolvió liberar a los sier-
vos, que hasta entonces habían formado la vasta mayoría del pueblo ruso,
y esta decisión desencadenó fuerzas concentradas, en favor del cambio so-
cial, que pronto rebasaron los límites considerados permisibles por las au-
toridades zaristas. Fueron puestos en duda todos los ideales en que la vida
rusa anterior se había fundado; se oyeron voces influyentes proclamando
que debía buscarse una base moral enteramente nueva sobre la cual edi-
INTRODUCCIÓN 23

ficar la sociedad humana. De este modo, la cultura rusa entró en una fase
de aguda crisis; y el siguiente choque de vaXores, dramati.zado en la lite-
ratura rusa de la época, forma el marco indispensable dentro del cual de-
ben interpretarse las obras .de Dostoievski.
La iniciativa de Alejandro H fue redbida con sincera alegría por Dosto-
ievski, cuya propia malhadada actividad política había si.do inspirada por
su indignación contra las injusticias de la servidumbre; y en la inminente
liberación creyó que se realizaban Jos sueños de su juver.tud: el triunfo de
la causa que éi había pagado tan caro. Como la gran mayoría de la intelec-
tualidad rusa durante el periodo de "luna de miel" que precedió a la libera-
ción de los siervos en • 861, Dostoievski se volvió ferviente partidario del
zar liberador. Esta unanimidad aún prevalecía en gran medida cuando vol-
vió a la Rusia europea; y aunque se modificó drásticamente en los años
que veremos en este volumen, obstinadamente sigl!ió sosteniendo su anti~
gua lealtad; y así lo hizo durante el resto dle su vida.
Aunque la intelectualidad rusa se encontró tempornJmente unida en
apoyo del zar en este momento en favor de la liberación, algunas de las
fuentes de conflictos ulteriores ya se habían hecho visibles en las disputas
que surgieron por cuestiones filosóficas, estéticas y otras más abstractas
(todas ellas; desde luego, con implicaciones sociopolíticas) entre los viejos
literatos de la generación de 1840 y los "hombres nuevos" de los sesenta,
que surgieron a mediados de los cincuenta. A este grupo posterior, cuyos
priI¡icipales representantes fueron Nikolai Chemishevski y Nikolai Dobro-
lyubQ_v, la cultura rusa lo ha llamado el de losraznochintsy: los que no tenían
categoría o rango (chin) fijo en el sistema ruso de castas. Frecuentemente
hijos de familias de sacerdotes, como las dos figuras que acabamos de men-
cionar, la generación de los sesenta atac6 los elementos de idealismo ro-
mántico que aún subsistían en la cultura patricia-liberal de sus predeceso-
res inmediatos y remplazó tal idealismo por un materialismo general, una
ética de egoísmo utilitario y una ingenua fe en la ciencia y la racionalidad,
consideradas suficientes para desenmarañar las complejidades de la condi-
ción humana. Por la época en que Dostoievski reapareció en la escena lite-
raria, estos "hombres nuevos" habían ocupado ya un puesto de mando y
se habían ganado el favor de una devota cohorte de lectores jóvenes. Como
todos los demás escritores rusos ya establecidos, Dostoievski fue obligado
por ellos a definir sus propias ideas y valores: en su caso, más particular-
mente, a determinar la significación de todo lo que le había ocurrido en
los diez años anteriores.
Aun cuando las nuevas doctrinas que por entonces se proponían iban
24 INTRODUCCIÓN

directamente en contra del credo fundamental ahora aceptado por Dosto-


ievski --credo que había aprendido tan penosamente-, su actitud hacia
los raznochintsy estuvo al principio lejos de ser hostil. Todo lo contrario, y
cualesquiera que fuesen sus desacuerdos, subrayó que también la nueva
generación estaba inspirada por un auténtico a:mor al pueblo ruso. Ade-
más, el recuerdo de su propio pasado revolucionario, cuando él había ali-
mentado esperanzas muy similares a las que ahora veía brotar, le movió a
no mostrarse demasiado intransigente para con estos nuevos paladines.
Sólo cuando la nueva generación pasó de pacíficas discusiones en los pe-
riódicos a una auténtica agitación revolucionaria, finalmente Dostoievski
adoptó una actitud hostil. Pero ni siquiera entonces impugnó nunca sus
motivos o la sinceridad de sus convicciones, generosas aunque, en su opi-
nión, totalmente desencaminadas.
Como director de un periódico y como ciudadano responsable, Dosto-
ievski se preocupaba, naturalmente, por las ideas radicales llevadas al nivel
de la política práctica. Como artista, también estaba meditando -lo cual
es más importan te- sobre sus implicaciones en relación con las cuestiones
moral-espirituales más vastas planteadas por el misterio de la personalidad
humana y el enigma del destino humano. El resultado de estas meditacio-
nes empezó a aparecer en las obras, más extensas, que produjo durante
este periodo, y que echaron los fundamentos de su desarrollo ulterior.
En su primera novela importante pos-siberiana, Humillados y ofendidos,
Dostoievski experimentó hábilmente -aunque todavía a tientas- con la
forma de lanovela-folletón, que tan a menudo emplearía después, la novela
melodramática con un misterio o una aventura, desarrollada a partir de la
novela gótica e histórica, y que había sido utilizada por Balzac y Dickens,
entre otros, para presentar el mundo moderno. En este libro, Dostoievski
hace su primera tentativa e intento encubierto por dramatizar los peligros
morales que hay en las ideas radicales. La obra que había logrado restable-
cer su reputación, la autobiográfica Casa de los muertos, creó una sensa-
ción por su retrato, humano y sin retoques, de la vida de prisión, en una
serie de esbozos interrelacionados; asimismo, contiene un análisis sin pre-
cedentes de los aspectos irracionales a lo que llegará la personalidad huma-
na en su busqueda de un sentido de libertad. Es esta visión la que Dos-
toievski enfrentará contra los radicales, primero en sus artículos de viaje,
Apuntes de invierno sobre impresiones de verano, y luego en las Notas desde
el subterráneo, que despertaron poca atención en su propio momento, pero
que desde entonces han sido reconocidas, con razón, como el comienzo
de la fase creadora más grande de Dostoievski. Allí, por primera vez, Dos-
INTRODUCCIÓN 25

toievski crea una obra enfocada exclusivamente en exponer los peligros


sicológico-morales que descubre ocultos tras las inocuas piedades de la
ideología radical; y cuando combinó este tema con una flexible adaptación
de las formas de la novela melodramática, produjo la síntesis de las obras
maestras de su madurez.
PRIMERA PARTE

UN TIEMPO DE ESPERAt~ZA
l. EL REGRESO DEL EXILIADO

EL RETORNO de Feodor Mijáilovich Dostoievski a San Petersburgo a me-


diados de diciembre de 1859 no fue señalado por ninguna ceremonia públi-
ca como la que había presenciado su partida. Diez años antes, detenidos
como conspiradores políticos, él y otros miembros del llamado Círculo de
Petrashevski habían sido públicamente exhibidos en la enorme Plaza Se-
menovski, ordinariamente utilizada por las autoridades para desfiles. Ro-
deados por un cordón de soldados, así como por un gentío que observaba
desde lejos, los "petrashevtsys" habían sido sometidos a un simulacro de
ceremonia de ejecución, cuidadosamente preparado por Nicolás I; sólo en
el último instante supieron que no serían fusilados. Pocos días después,
Dostoievski partió en un convoy de carretas que pasó silenciosamente por
las calles nevadas, en vísperas de Ja Navidad. Pero el cruel espectáculo ha-
bía cumplido su propósito: todo San Petersburgo hablaba, en temerosos
susurros, del destino del Círculo de Petrashevski mucho después que los
condenados habían salido de la capital.
U na atmósfera totalmente distinta prevalecía en 1859; y cuando Dosto-
ievski llegó a la estación ferrovia ria de Nikolaevski -acompañado por la
esposa y por el hijo adoptivo que había traído de Siberia~ para caer en
los brazos abiertos de su hermano mayor Mijaíl, no era más que urio entre
los muchos exiliados que volvían a la Rusia europea en aquellos días eufó-
ricos de liberalización y de reforma. También aguardaba a Feodor Mijáilo-
vich Dostoievski su viejo amigo Alexander Milyukov, quien había acudido
con Mijaíl diez años antes a despedirse de él en la Fortaleza de Pedro y Pa-
blo; y los recuerdos de Milyukov nos ofrecen algunas efímeras impresio-
nes de este segundo encuentro: "Feodor Mijáilovich, como yo lo vi, no ha-
bía cambiado físicamente, hasta parecía más saludable que antes, y no
había perdido nada de su energía habitual. .. Recuerdo que, en aquella
primer ocasión, sólo intercambiamos algunas ideas e impresiones, recor-
damos los viejos tiempos y a nuestros amigos comunes." 1
Esta última frase se refiere a una modesta reunión celebrada aquella
noche en el departamento que Mijaíl había alquilado para la familia de su

1
E M. Dostoevsky v Vospominaniyakh, Sovremennikov, ed. A Dolinin, 2 vols. (Moscú, 1961), 1,
p. 195. Citado en adelante como VDS.

29
30 UN TIEMPO DE ESPERANZA

hermano y en que, inevitablemente, se evocaron con nostalgia recuerdos


del pasado. Dostoievski se encontró reunido con los que le eran más ape-
gados, como Apollon Maikov, el poeta al que vanamente había intentado
él reclutar para la sociedad secreta de Speshnev en 1849 y que, como él
mismo, había evolucionado pasando de un occidentalismo ruso hacia un
nacionalismo mucho más ferviente. También inesperadamente, ei que fue-
ra su genio del mal, el "Mefistófeles" que le llevó por el camino de la aven-
tura revolucionaria --el apuesto, eni$mático y frío Nikolai Speshnev-,
también apareció entre los invitados. El mismo acababa de llegar de Sibe-
ria, en la comitiva del gobernador general Nicolás Muraviev, y había queri-
do ir a ver a su excompañero de conspiración, compañero en el exilio y
ahora compañero sobreviviente.
La apariencia de salud y vigor de Dostoievski, que tanto sorprendió a
Milyukov, no podía atribuirse tan sólo a los pasajeros efectos alentadores
de la vuelta al hogar. Sus años de trabajos forzados en el campo de concen-
tración, así como los ejercicios físicos impuestos por sus seis años de entre-
namientos y desfiles en el ejército ruso, habían aumentado su vigor físico,
y le habían dado además un aire de mayor aplomo y confianza. Ya no estaba
sujeto a vagos terrores y aprensiones, a la nerviosidad, la timidez y la pato-
lógica inhibición que habían amargado sus años anteriores a Siberia, ha-
ciéndole objeto de burlas en los implacables círculos literarios de San Pe-
tersburgo.
Lo que Milyukov no pudo notar a primer vista -aunque pronto fue co-
nocimiento común entre los amigos más íntimos de Dostoievski- fue su
profunda angustia por los recurrentes ataques epilépticos, que habían em-
pezado durante sus años de prisión. &tos ataques lo dejaban débil durante
días y lo sumían en negras depresiones, dejándole tan inconteniblemente
irritable que sentía como si, literalmente, lo hubiesen desollado vivo, expo-
niendo sus nervios al contacto abrasivo del mundo exterior. Para empeorar
las cosas, su epilepsia había echado una nube sobre su matrimonio desde
que, en el viaje de luna de miel de regreso a la base del ejército de Semipa-
latinsk (la ceremonia se había realizado en una pequeña aldea siberiana,
situada a centenares de verstas), su novia fue horrorizada testigo de un in-
contenible ataque, con todos sus síntomas aterradores y repulsivos. Dosto-
ievski fue entonces informado por vez primera, por un competente médico
local, de que aquella "enfermedad nerviosa", que había esperado que se
desvaneciera, en realidad era epilepsia. Como tristemente escribió poco
después a su hermano Mijaíl, si él lo hubiese sabido antes con certeza, nun-
ca se habría casado; y podemos suponer que tampoco su esposa se habría
EL REGRESO DEL EXILIADO 31

casado con él. 2 Después, solicitó autorización para retirarse del ejército
por motivos de mala salud; y aunque deseoso de retomar a San Petersbur-
go para reanudar su carrera literaria, también deseaba consultar a especia-
listas competentes de la capital para combatir la inquietante enfermedad
que tan a menudo lo menoscababa física y moralmente.

La presencia de Dostoievski en San Petersburgo fue normalmente notada


por la policía secreta que seguía con ojo avizor sus actividades; también
atrajo la atención de la fraternidad literaria en que tan impaciente estaba
por ocupar su lugar. Pocos días después de establecer residencia, fue elegi-
do miembro de la recién fundada Sociedad para la Ayuda de Escritores y
Sabios Necesitados, por lo general llamada mas suscintamente el Fondo
Literario. Hasta hacía poco tiempo se había creído en general que Dos-
toievski había prestado su apoyo a las actividades del Fondo tan sólo con
su participación en las muchas lecturas y otros acontecimientos (como fun-
ciones de teatro de aficionados) que la sociedad organizaba para llenar sus
arcas,, Sín embargo, en realidad había desempeñado un papel mucho más
importante y responsable en sus operaciones. Resulta difícil imaginar al
Dostoievski de la imagen popular desempeñando las tareas de un eficiente
y concienzudo administrador, pero esas desempeño al ser elegido secreta-
rio del comité administrativo del Fondo en febrero de 1863. Entre ese año
y 1865, él llevó las actas de las reuniones; con competencia y presteza se
encargó de la considerable correspondencia de la organización, y sólo re-
nunció cuando, tras haber solicitado un considerable préstamo para sí mis-
mo, no quiso que nadie pudiera pensar que estaba ejerciendo una influen-
cia indebida sobre las decisiones del comité.
Una de las principales funciones del Fondo Literario era ayudar a escri-
tores y estudiantes que, por haber sido detenidos o enviados al exilio, ha-
bían quedado sin ningún medio de mantenerse ellos mismos y sus familias.
Así, Dostoievski escrupulosamente acudió en ayuda de muchos literatos
izquierdistas, mientras desempeñaba sus deberes secretariales. En reali-
dad, el primer uso que dio al fondo fue favorecer una petición (28 de marzo

2 F. M. DostoevsJ...-y, Pisma, editado y anotado por A S. Dolinin, 4 vols. (Moscú, 1928-1959), 1,

p. 579; 9 de marzo de 1857. Citado en adelante como Pisma. Para más detalles, véaseDostoevsky: The
Years of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983), pp. 215·216.
32 UN TIEMPO DE ESPERANZA

de 1860) de ayuda para el escritor y traductor Sergei Durov, viejo amigo


suyo, de sus días del Círculo de Petrashevski, cuyas opiniones sociopolíti-
cas, como bien sabía Dostoievski, casi no habían cambiado. Dostoievski y
Durov habían purgado su sentencia de trabajos forzados en el mismo cam-
po de prisioneros, y hay ciertos testimonios de que sus diferencias ideoló-
gicas habían hecho que su amistad se enfriara durante aquellos años. Pero
esto no impidió a Dostoievski obtener ayuda financiera para un compañe-
ro de sufrimientos cuya salud se había deteriorado gravemente en Siberia
y que estaba viviendo sus últimos días en Odesa, inválido. 3
La primera función de beneficio organizada por el Fondo se celebró el
10 de enero, pocas semanas después del regreso de Dostoievski, y no es
probable que él quisiera desaprovechar la ocasión. Además de aparecer
nuevamente en la sociedad literaria, sin duda le habría atraído el programa
en que se anunciaba a Turguénev, quien leería su ensayo Hamlet y don Qui-
jote, recién escrito, profundamente meditativo y que sería sumamente con-
trovertido; esta obra marcó un momento importante en el debate sociocul-
tural de comienzos de los sesenta. Como Dostoievski se había enterado
(por una carta de Alexei Pleshcheev de 1859) de que Turguénev se había
informado muy solícitamente de su situación, mientras él aún estaba en el
exilio, no podía dejar pasar esta oportunidad de renovar su relación con
Turguénev; y un amistoso intercambio de notas, pocos meses después, re-
vela que al menos por el momento había quedado en el olvido la violenta
ruptura de su amistad, allá por 1845. Estuviese presente o no Dostoievski
entre el público, no cabe duda de que absorbió profundamente el ensayo
cuyas ideas dejaron huella sobre su propio pensamiento. Las célebres pági-
nas de Turguénev resultaron un panegírico del hombre de fe, don Quijote,
que es presentado a la admiración de todos, de preferencia sobre el munda-
no, escéptico y desilusionado Hamlet, "asqueado de la pálida sombra del
pensamiento". Don Quijote es inspirado por un ideal más grande que él
mismo (aunque sea cómicamente engañado) y esto lo eleva hasta una supe-
rioridad moral, muy por encima del indeciso y vacilante Hamlet.
Turguénev simuló estar disecando dos tipos sicológicos eternos, que
siempre habían existido y siempre continuarían haciéndolo, en la natura-
leza humana; pero todos sabían que los "Hamlet" de la literatura rusa eran
los "hombres superfluos", los miembros bien intencionados pero impoten-
tes y definitivamente imprácticos de la intelectualidad patricia-liberal. Los

3
R. B. Zaborova, "F. M. Dostoevskii i Literaturnii Fond", en Russkaya Literatura, 3 (1975),
pp. 158-170.
EL REGRESO DEL EXILIADO 33

"don Q uijotes'', en cambio, eran los que habían muerto en las barricadas
europeas en 1848 (como el protagonista del propio Rudin, de Turguénev,
un Hamlet que se convirtió en un Quijote) y aquellos miembros de la gene-
ración más jóven de Rusia, dispuestos una vez más a sacrificarse por la cau-
sa del pueblo. Para que no quedara ninguna duda de las implicaciones de
sus categorías, Turguénev menciona, a la vez, al socialista utópico C. Fou-
rier y, en buena medida, a Jesucristo, como ejemplos del tipo quijotesco.
Semejante identificación, con la evaluación moral que implica, llevó a
Turguénev a una incómoda e inesperada alianza con jóvenes publicistas
radicales como Nikolai Chernishevski y Nikolai Dobrolyubov que, por su
cuenta, habían estado atacando al tipo de Hamlet a finales de los cincuen-
ta. Y en su opinión, iel propio Turguénev había sido demasiado indulgente
hacia las flaquezas y debilidades de sus personajes patricios liberales! Tal
vez con la intención de aplacar su hostilidad, Turguénev ahora estaba de
acuerdo con muchas de sus acusaciones a los Hamlets rusos; pero el an-
tagonismo de aquellos hacia su obra estaba demasiado arraigado en la
situación sociocultural para poder superarlo fácilmente.* En cuanto a
Dostoievski, precisamente un año después añadiría su voz al coro de con-
denaciones: la actual situación social, declararía entonces, ya no tiene un
lugar para los Hamlets de la cultura rusa. Ya era hora, dijo firmemente, de
superar el egoísmo, la preocupación por sí mismo, y de dedicarse al servicio
del pueblo. ·
Si Dostoievski y Turguénev estaban casi enteramente de acuerdo en esta
cuestión, hubo otros aspectos del ensayo que estimularon a Dostoievski a
elaborar un diferente punto de vista, pues aunque Turguénev había iden-
tificado a don Quijote como una figura digna de Cristo que, en imitación
del sublime original, representa "el exaltado principio del sacrificio pro-
pio", este principio, añade, sólo es captado "desde el lado cómico" en el
retrato pintado por Cervantes. 4 Ocho años después, cuando Dostoievski
llegó a delinear su propia imagen del abnegado tipo quijotesco en el prín-

• Los radicales, que se negaron a apreciar el cumplido de ser comparados con don Quijote, no
atacaron abiertamente el ensayo de Turguénev, pero Dobrolyubov aprovechó la publicación de la si-
guiente novela de Turguénev,En vísperas, para expresar su disgusto. En el curso de su artículo" lCuán-
do llegará el verdadero día?" incluye una extensa disgresión sobre don Quijote, a quien identifica con
los reformadores liberales sorprendidos por la tentadora aparición de un cambio radical, pero renuen-
tes a enfrentarse a la perspectiva de revolución. "Muchos han empezado a atacar minucias'', escribe,
"imaginando que en ellas está contenido todo el asunto, o a luchar con sombras y, de este modo, mues-
tran que son unos Quijotes patéticamente rid!culos, pese a toda la nobleza de sus anhelos". Véase r.
S. Turguénev, Polnoe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968), 8, pp. 563-564.
4
l. S. Turguénev, Po/noe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968), 8, p. 174.
34 UN TIEMPO De t:.SPERANZA

cipe Mishkin, que se apiada de todos, subrayó muy particularmente --en


obvio contraste con Turguénev-que no quería que se le considerara como
un personaje "cómico". 5

En abril de 1860, el propio Dostoievski surgió en lugar sobresaliente en la


vista del público, participando en algunas funciones teatrales de aficiona-
dos organizadas por el Fondo Literario para llenar sus arcas. El novelista
A F. Pisemski tuvo la idea de presentar obras en que célebres figuras lite-
rarias desempeñaran todos (o casi todos) los papeles; y Dostoievski fue
1

invitado a participar en la diversión por el conocido periodista Peter Wein-


berg, con quien pronto intercambiaría duras palabras (aunque sin que de
ellas quedara rencor) por la "cuestión de la mujer". Weinberg ofreció a
Dostoievski escoger entre tres papeles del Inspector general (revisor) de
Gógol, y él escogió el del jefe de correos, Shpekin, quien finalmente reve-
la que el caprichoso joven funcionario, Jlestakov, de quien al principio se
creyó que era un importantísimo enviado imperial, no es nada por el estilo.
Shpekin abre todas las cartas que pasan por sus manos, movido por una
incontenible curiosidad que también ti\ene su lado "útil", y así descubre por
una carta de Jlestakov que el remitente es un pobre y embaucador Don
Nadie. Dostoievski, como lo recuerda Weinberg, quedó encantado con el
papel del jefe de correos. "Es uno de los papeles más cómicos, no sólo de
Gógol sino de todo el repertorio ruso", dice, "y además, tiene profunda
significación social. .. No sé si lograré estar a la altura, pero lo representaré
con todo cuidado y cariño."6
La velada del Fondo Literario tuvo éxito resonante: toda la sociedad
culta de San Petersburgo se presentó a ver a los célebres maestros de la li-
teratura ante las candilejas. Un punto culminante fue la escena en que los
comerciantes del lugar--encamados por Turguénev, po( el editor y direc-
tor de periódico A A Kraevski, por Apollon Maikov y por el novelista y
crítico A V. Druzhinin- llegan a presentar sus "regalos" al supuesto ins-
pector general y a quejarse de las depredaciones del gobernador. Su apari-
ción provocó tantas risas y desorden, que quienes deseaban apreciar ia
obra protestaron.en voz alta contra el indecente tumulto: entre esos indig-

5 Pisma,
2, p. 71, 1/13 de enero de 1868.
6 Dostoevsky,Materiali i Jssledovaniya, ed. G. M. Fridlender, 5 voll1menes hasta la fecha (Lenin-
grado, 1971-1983), 4, p. 243.
EL REGRESO DEL EXILIADO 35

nados espectadores estaba nada menos que el gran príncipe Konstantín


Nikolaevich, hermano del zar, quien gozaba de una reputación de liberal
y del que decíase que había intercedido en favor de la abolición de la
servidumbre. "Lo que ocurrió durante varios minutos -es dificil descri-
birlo- dejemos que el lector se lo imagine: iTurguénev en un largo caftán,
y llevando un pan de azúcar! "7 Estas palabras fueron tomadas de las
importantes memorias de L. F. Panteleev, por entonces joven estudiante
de la Universidad de San Petersburgo, que había logrado conseguir un
lugar entre el público y que pronto sería deportado a Siberia por participar
en la agitación revolucionaria. Al parecer, Dostoievski salió del paso con
distinción, pese a la fuerte competencia de celebridades más conocidas.

Dostoievski, a quien el público de San Petersburgo conoció mucho después como desta-
cado lector en público -<:scribe Wein,berg- también mostró excelentes dotes para el
escenario. No creo que nadie que conociera bien a Feodor Mijáilovich e~ los últimos
años de su vida pudiese imaginarlo como cómico, y menos aún como cómico sutil, capaz
de producir una auténtica risa gogoliana, pero así fue, y Dostoievski-Shpekin -con unas
cuantas excepciones sin importancia- fue verdaderamente impecable ...8

Los talentos teatrales de Dostoievski habían sido aprovechados pocos


años antes al ayudar a dirigir las funciones teatrales de la prisión, tan viva-
mente descritas en la Casa de los muertos. Tiempo después, sus capacida-
des histriónicas, aunque acaso no estuviesen a la escala de los triunfos de
Dickens como lector público, se demostrarían en lecturas de sus propias
obras, así como de otros autores rusos, y en la vivacidad dramática y la plas-
ticidad escénica de sus novelas.
Dostoievski sólo hizo otra aparición en público, durante el resto del año,
en una función de beneficio en favor del movimiento escolar dominical,
organización que acababa de crearse para permitir a estudiantes y miem-
bros de la clase educada, especialmente esposas e hijas, dar instrucción
gratuita los domingos a las masas iletradas. La idea había sido lanzada por
el profesor Platón Pávlov, quien enseñaba historia de Rusia en la Univer-
sidad de Kiev, y pronto cundió como resultado del entusiasmo y de la dedi-
cación del naciente movimiento feminista. En una conferencia dada en
noviembre de 1860 con objeto de colectar fondos para la rama de San Pe-
tersburgo, de esta causa por entonces tan de moda, Dostoievski compartió
el podio con el poeta ukraniano Taras Shevchenko, con los poetas rusos

7
L. F. Panteleev, Vospominaniya ed. S. A Reiser (Leningrado, 1958), p. 231.
8 Dostoevsky, Materiali , ed. Fridlender, 4, p. 243. ·
36 UN TIEMPO DE ESPER¡\_NZA

Apollon Maikov y Ya. P. Polonsky, y con el novelista A F. Pisemski. Tam-


bién estuvo presente en el "Pasaje" (una arcada cubierta, con habitaciones
para reuniones públicas) Elena Shtakenschneider, mujer sensible, muy
culta y físicamente deformada (tenía üflci joroba), que era hija de un desta-
cado arquitecto de San Petersburgo y que presidía un importante salón li-
terario. Apollon Maikov y Polonsky eran íntimos amigos de la familia, así
como de Dostoievski; y aunque este último aún no era de los habituados
a las reuniones de los Shtakenschneider, sí las frecuentaría durante los se-
tenta. El Diario de Elena Shtakenschneider, una de las más valiosas fuen-
tes de información acerca de la cultura rusa de mediados del siglo XIX, re-
gistra su primera ojeada al sobreviviente todavía oscuro de una época
pasada.
Al parecer, en aquella ocasión Dostoievski no logró repetir su triunfo
del Inspector general. Diríase que aún no había encontrado el estilo de ex-
presión que después haría tan electrizantes sus lecturas; y el texto que
eligió acaso no fuese muy apropiado. "Dostoievski leyóNetochka Nezvno-
va'', dice la diarista, "que fue un poco larga y extensa para una lectura pú-
blica. Además, la voz de Dostoievski era débil y monótona, todavía no ha-
bituada a este tipo de lectura." Lo recibieron con corteses aplausos, que
no pudieron compararse con la ensordecedora ovación tributada a Shev-
chenko.

Creo yo -dice la diarista- que este estruendo incontrolable no iba dedicado tanto en
lo personal a Shevchenko, sino que era, en realidad, una demo.stración. Pretendía honrar
a un mártir que había sufrido por la verdad. (Shevchenko había sido enviado al exilio por
su nacionalismo ukraniano.) Pero Dostoievski es un mártir más grande aún. (Ciertamen-
te, consideraremos que fue cierto todo aquello por lo que padeció, aunque no sé muy
bien por qué sufrió. Basta que haya sufrido.) Shevchenko era sólo un soldado, Do.stoiev-
ski había estado en Siberia, cumpliendo una sentencia de trabajo.s forzado.s. Y sin embar-
go, Shevchenko recibe una ensordecedora ovación y Dostoievski uno.s cuanto.s aplausos.
Entienda esto quien pueda. 9

Fuese cual fuese la razón, uno o dos años después casi ningún escritor ruso
(tal vez sólo Turguénev) sería recibido en público con tan grandes aclama-
ciones como Dostoievski.

9
E. A Shtakenschneider,Dnevnik i Zapiski, 1854-1886, ed. l. N. Rozanova (Moscti-Leningrado,
1934), p. 269.
EL REGRESO DEL EXILIADO 37

La pasión de Dostoievski por el teatro brotaba, ind iscutiblemente, de una


profunda inclinación personal que no necesitaba estímulo externo. Des-
pués de todo, había iniciado su carrera literaria escribiendo tragedias poé-
ticas; y al volver a tomar la pluma en Siberia, al salir del campo de concen-
tración, había empezado a escribir una pieza. De todos modos, en aquel
momento se sentía particularmente atraído al escenario porque estaba flir-
teando con una talentosa actriz llamada Alexandra Shubert. Quiso la mala
suerte --0 tal vez la buena suerte, ya que el matrimonio de ella se encon-
traba en graves dificultades- que también fuese esposa del doctor Stepan
Yanovski, amigo de Dostoievski, y el escritor desempeño un papel bastante
equívoco en los asuntos de la pareja, aunque logrando, empero, conservar
buenas relaciones con ambos.
Todo el incidente también arroja cierta luz indirecta sobre la lamentable
situación matrimonial del propio Dostoievski que, según hay todas las
razones para creerlo, estaba muy lejos de ser feliz. La confianza mutua de
ambos había sido gravemente socavada cuando descubrieron que el mari-
do era epiléptico, y pronto fue obvio que María Dimitrievna padecía de
tuberculosis, enfermedad que tristemente afectó a la vez su bienestar físico
y el estado de sus nervios. Convencida de que la familia de Dostoievski se
había opuesto a su matrimonio y no le gustaba verla entre ellos (no hay
ninguna prueba sólida que apoye esta sospecha), no intentaba siquiera
contener un temperamento irritable e impetuoso, no acostumbrado a disi-
mular sus arranques de resentimiento. Como resultado, esto produjo una
considerable tensión en las relaciones de Dostoievski con su muy querido
hermano mayor y su familia. Como en las memorias del periodo surgen po-
cas referencias a ella, hemos de inferir que la pareja rara vez aparecía en
público; tampoco hay pruebas de que Dostoievski invitara a nadie a su
casa, aunque él fuese muy sociable y frecuentara a otros con gran asidui-
dad. Bajo esta luz, sus relaciones con Alexandra Shubert manifiestan un
deseo de encontrar una compañía femenina fuera del hogar.
El apellido de soltera de Alexandra Shubert era Kulíkova y, aunque na-
cida de padres siervos, se había presentado brillantemente en el escenario
de San Petersburgo en 1843. Viuda desde 1854 por la muerte de su esposo,
el actor Mijaíl Shubert, casó un año después con el doctor Yanovski y se
retiró del teatro para dirigir su nuevo hogar. Pero en 1858, para gran con-
trariedad de su esposo, reanudo su carrera, y cuando se le ofreció un impor-
tante contrato en Moscú para la temporada de 1860-contrato que reque-
38 UN TIEMPO DE ESPERANZA

ría una prolongada residencia en tal lugar-, ella aceptó, pese a la oposi-
ción del doctor. Dostoievski, que la había conocido poco después de llegar
a San Petersburgo, obviamente encontró mucho que admirar en esta per-
sonalidad equilibrada, independiente y muy artística, amiga de muchos co-
nocidos escritores, y la mujer más talentosa que él hubiese conocido de
cerca. (Debe recordarse que había concebido una breve pasión por otra
actriz, Avdotya Panaeva -cuyo salón literario frecuentó en 1845-1846-,
que poco después sería la amante de Nekrásov y el gran amor de la vida
de este poeta.) 1ºTres cartas a Alexandra Shubert en la primavera de 1860,
escritas en tono insólitamente insinuante de galantería y coquetería, reve-
lan la respetuosa pasión de Dostoievski y su intervención en los asuntos
íntimos de la pareja Yanovski.
La primera epístola, llena de expresiones de tristeza por su ausencia,
fue enviada poco después de que la actriz había salido de San Petersburgo,
en marzo de 1860. Antes de su partida, Mijaíl Dostoievski había ofrecido
un banquete en su honor, y Dostoievski recuerda que a Mme. Shubert él
le pareció distraído y melancólico. Podemos sospechar que ambos com-
prendieron que aquella tristeza se debía a la inminente ausencia de ella, y
las palabras del escritor parecen confirmar esta conjetura: "iY cómo se rió
usted de mi aspecto! Recuerdo eso, y [ahora] desearía tanto verla, hablar
con usted, besar su manecita." 11 Por otros pasajes nos enteramos de que
Mme. Shubert había confiado algo personal a Dostoievski quien, por des-
cuido, lo reveló a los Maikov. Llegó así a oídos del doctor Yanovski, quien
bruscamente interrogó a Dostoievski acerca del incidente, sorprendido sin
duda de que su esposa hubiese rebelado un secreto de familia a su amigo.
Otro pasaje parece indicar que Ja actriz y el escritor eran íntimos (al me-
nos en conversación) y que Dostoievski había confiado algunas de las mise-
rias de su propio matrimonio a la encantadora Mme. Shubert. '~quí con
nosotros", escribe Dostoievski, "las cosas son tristes, y hasta muy tristes.
El tiempo es horrible. Pequeñas molestias, y sin embargo, desearíamos
escribir; en general, molestias tan cansadoras que resultan imposibles de
describir, al menos para mí." 12 Es difícil creer que esta última observación
se refiera tan sólo al mal tiempo; y fue escrita para alguien que, podemos
suponer, sabía lo que Dostoievski quería decír al hablar de "molestias can-
sadoras". En tono más brillante, asegura a su amiga: "Si yo tuviese, así fuera

lO Véase Dostoevsky: The Seeds ofRevolt, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 162-164.
11 Pisma , 1, p. 292, 14 de marzo de 1860.
12 /bid.
EL REGRESO DEL EXILIADO 39

el menor talento para escribir una pequeña comedia, aun de un acto, la es-
cribiría para usted. Me gustaría intentarlo. Si lo logro (otros decidirán), la
ofreceré a usted como muestra de mi profundo respeto." 13
La siguiente carta, dos meses después, sigue a un viaje a Moscú, donde
Dostoievski había visto 3ctuar a Alexandra Shubert, y pasó algún tiempo
en su cClutivadora compañía: "Toda la excursión a Moscú me parece como
si hubiese sido un sueño", se lamenta; "aquí estoy de regreso, entre la hu-
medad y el cieno del lago Ladoga, en el tedio, etc., etc. "14 Dostoievski llevó
al doctor Yanovski noticias del triunfo de su esposa-lo que no habrá com-
placido mucho al marido abandonado- y de las amistades que ella había
hecho en Moscú, en parte con ayuda de Dostoievski. Su viejo amigo de los
días del Círculo de Petrashevski, el poeta y publicista Alexei Pleshcheev,
recientemente había ingresado en el grupo editorial de una nueva revista
semanal, el Mensajero de Moscú (Moskovsldi Vestnik), y había presentado
a la señora Shubert a la sociedad moscovita. La carta también contiene no-
ticias de Apollon Maikov, Pisemski y de un joven escritor cuyo talento
apreció Dostoievski, V. V. Krestovsky, indicando así el activo interés que
Alexandra Shubert sentía por el culto medio literario y social que consti-
tuía el mundo propio de Dostoievski.
Una tercera carta, del 12 de junio, es la más reveladora de todas. Para
entonces el doctor Yanovski estaba pensando en abandonar su puesto del
gobierno en San Petersburgo y aceptar otro en Moscú, o bien en insistir
en que su esposa volviese al seno de la familia y limitara sus actividades a
funciones teatrales privadas. En caso de negativa, amenazaba con exigir
sus derechos legales de esposo. "Le contesté", informa Dostoievski a Ale-
xandra Shubert, "que yo no habría esperado que en tales cuestiones él fue-
se capaz de recurrir a la ley. Entonces, le dije, ¿qué pasa con sus principios
y sus convicciones en la práctica; no fueron más que palabras?" Al parecer,
Yanovski retrocedió en este punto, insistiendo en que las cosas nunca lle-
garían hasta allí; pero el doctor, normalmente tranquilo, conocido por su
placidez, estaba tan nervioso e irascible, que Dostoievski sospechó que su
irritabilidad tenía otros motivos: "Tal vez esté celoso, y tal vez su amor pro-
pio desempeñara un gran papel en nuestra conversación. Al parecer está
convencido de que todo el tiempo hemos mantenido correspondencia, y
que está usted siguiendo todos mis consejos."15

13 /bid.
14 /bid., 3 de mayo de 1860.
15 /bid., 1, p. 296, 12 de junio de 1860.
40 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Es indicutible que el doctor Yanovski estaba celoso de Dostoievski,


quien nos informa que, mientras estaba contemplando un retrato de Ale-
xandra Shubert, el doctor puso la foto en un ángulo tal que su visitante no
pudiese verlo. Además, Mme. Shubert había dicho a su marido, por razo-
nes muy propias, que en realidad no considerara a Dostoievski como su
amigo: puede suponerse que por causa de sus relaciones con ella; y había
revelado al doctor que Dostoievski le confió algunas de sus "circunstancias
domésticas'', rogándole que no las comentara ni a su marido. Aun cuando
Mme. Shubert haya socavado así la confianza del doctor Yanovski en su
viejo camarada, Dostoievski tomó esta traición con notable ecuanimidad
y se limitó a reprochar a su corresponsal el haber causado con sus revelacio-
nes un innecesario dolor a su esposo. Por último, su consejo es que la pareja
se separe de una vez por todas, en interés común. "No hay vida para usted
[con él], y para ambos será una tortura. Él haría algo valioso, muy valioso,
para usted y él mismo. Después de todo, deberá usted estarle agradecida
y apreciar su humanidad. En lugar de amor (que de todas maneras, se ha
terminado), él obtendría la más sincera gratitud de usted, su amistad y res-
peto."16
Ya fuese que la mansedumbre de Dostoievski fuese causada, o no, por
la esperanza de remplazar al doctor Yanovski en los favores de Alexandra
Shubert, lo cierto es que ella le parecía sumamente atractiva, que buscaba
un solaz emocional en su compañía, un reposo de sus propios pesares mari-
tales, y le revelaba tales pesares con insólita franqueza. Escrupulosamente
afirma que su afecto es desinteresado, pero lo hace en acentos que sin duda
dejan lugar a otras posibilidades:

iCuán feliz estoy de que pueda usted confiar en mí tan sincera y tiernamente! iEso es
una amiga! Le digo con toda franqueza: yo la amo tanto y tan apasionadamente, que he
llegado a decirme a mí mismo que no estoy enamorado de usted porque supe evaluar la
justa opinión que tiene usted de míy, iDios mío!, iqué triste estuve cuando me pareció
que me había privado de su confianza! Me culpé a mf mismo. 17

Tales palabras sugieren que sus cortesanas declaraciones no deben tomar-


se demasiado literalmente; pero, por lo que sabemos, Alexandra Shubert
nunca se sintió inclinada a poner a prueba la constancia de ambos.
En sus memorias, un tanto impersonales y que enfocan principalmente
su carrera teatral, Mme. Shubert sólo observa que Dostoievski "se volvió

16
!bid., p. 298.
17
!bid.
EL REGRESO DEL EXILIADO 41

muy apegado a mí", y no dice más. 18 Tal vez no hubiera nada más que decir.
De todos modos, el abortado amor de Dostoievski indica la búsqueda de
cierto alivio a sus pesares conyugales en compañía de una mujer culta que
pudiese compartir sus intereses artísticos y sus ambiciones. Dos años des-
pués creería, durante breve tiempo, que por fin había encontrado lo que
buscaba en la atractiva persona de una joven escritora, feminista y militan-
te, Apolinaria Súslova, cuya primera obra le pareció tan prometedora, que
la publicó en su revista.

Cualesquiera que fuesen las complicaciones de su vida personal, las prin-


cipales energías de Dostoievski estaban enfocadas, desde que saliera del
campo penitenciario en 1854, a restablecer su reputación literaria. Su obra
acababa de empezar a aparecer de nuevo en la prensa periódica rusa, pero
los tres textos que había publicado -Un pequeño héroe (sin su firma) en
1857, El sueño del tío y La aldea de Stepanchikovo en 1859- no habían
atraído una favorable atención pública. Hasta la respuesta privada había
sido totalmente negativa, y un amigo tan bondadoso y favorable a él como
Pleshcheev había considerado a estas dos últimas obras eran otros tantos
fracasos. Nekrásov, después de haber leído el manuscrito de La aldea de
Stepanchikovo -en la que Dostoievski había puesto grandes esperan-
zas- emitió un veredicto aterrador: los talentos literarios de Dostoievski
se habían agotado, y estaba acabado como escritor. Dado que la novelita
fue rechazada por dos periódicos antes de colocarla, Dostoievski no podía
hacerse muchas ilusiones sobre la solidez de su posición literaria.
Cierto consuelo encontró en la publicación de una edición en dos volú-
menes de sus obras en 1860; pero él necesitaba vivir de su pluma, y las glo-
rias del pasado sólo podían ofrecerle ingresos muy limitados en el presente.
Turguénev había tenido la bondad, al regresar de un viaje a Moscú (febrero
de 1860), de entregar a Dostoievski 600 rublos del editor, como pago par-
cial. Sin embargo, esta suma era insignificante para los gastos de Dostoiev-
ski; y de este modo dedicó todo su tiempo libre de la primavera de 1860 a
planear y redactar dos libros nuevos: una novela importante y los esbozos
que se convertirían en Notas de Za casa de los muertos.
Hasta entonces, Dostoievski siempre había trabajado como escritor in-

18
A I. Shubert, Moya Zhizn, ed. A Dennana (Leningrado, 1929), p. 201.
42 UN TIEMPO DE ESPERANZA

dependiente, que se ganaba la vida vendiendo su obra a editores y direc-


tores de periódicos. Pero desde antes de que se imprimiera su primera no-
vela en 1845, él había soñado con publicar sus propias obras y obtener así
todos los beneficios financieros; más avanzada su vida, sí logró ser su pro-
pio editor. Sin embargo, en 1860, él y su hermano Mijaíl estaban atareados
planeando otra empresa destinada a permitir a Dostoievski escapar, al me-
nos parcialmente, de las garras de los empresarios editoriales.
Aunque Mijaíl Dostoievski había vivido casi siempre en la oscuridad du-
rante el decenio de 1840, mientras su hermano menor conocía los halagos
y las decepciones de una precipitada exposición a la fama, había logrado
labrarse para sí mismo una modesta carrera literaria. Sin embargo, tras la
detención y el exilio de Feodor, Mijaíl invirtió una pequeña herencia en
establecer una fábrica de cigarrillos, y esta monótona ocupación le valía
un ingreso seguro, aunque modesto, para su creciente familia. Siendo un
miembro de la intelectualidad rusa demasiado comprometido para conten-
tarse con vivir de los negocios, continuó anhelando alguna manera de unir
su devoción a la vida de la cultura con sus responsabilidades domésticas; y
el advenimiento de un nuevo régimen, que ponía fin a la época draconiana
de Nicolás 1, le ofreció la tan anhelada oportunidad.
Al subir al trono en 1855, una de las primeras medidas de Alejandro 11
había sido relajar ligeramente la mano de hierro de la censura, que prevale-
ciera hasta 1848. La opinión pública fue alentada, si no a expresarse audaz-
mente, al menos a que su voz dejara de ser un susurro aterrorizado. Este
nuevo margen de libertad movió a Mijaíl (como a muchos otros) a pensar
en lanzar una publicación semanaria de noticias políticas y literarias, con
sus comentarios. Tres años después, solicitó autorización para publicar esta
revista, con el nombre de El Tiempo (Vremya ), y el privilegio se le concedió
en octubre de 1858. Dostoievski había estado en correspondencia con Mi-
jaíl a propósito de este proyecto durante sus últimos años en exilio, y acogió
tal perspectiva con entusiasmo. Pocos meses antes de retornar a San Pe-
tersburgo había escrito a su hermano:

Estoy convencido ... de que tú y yo somos personas mucho más sagaces, y con más capa-
cidad y conocimiento de los negocios que Kraevski y Nekrásov (directores de dos publica-
ciones mensuales de éxito). Vaya, solamente son como campesinos (muzhiki.) que hablan
de literatura. Y sin embargo, ellos se enriquecen y nosotros estamos escasos de cons-
tante.19

19
Pisma, l, p. 286, 12 de noviembre de 1859.
EL REGRESO DEL EXILIADO 43

Pero los riesgos financieros de semejante aventura eran considerables, y


nada se había decidido aún cuando Dostoievski puso pie en la capital.
Sin embargo, es claro que los dos herma1;tos estaban analizando todas
las posibilidades e intentando decidirse de una vez por todas. La principal
dificultad, puede suponerse, era saber si el crédito de Mijaíl era lo bastan-
te firme para reunir los fondos necesarios en condiciones aceptables. "De-
seamos hacer algo valioso en la literatura, emprender algo", dijo Dostoiev-
ski a Alexandra Shubert todavía en mayo de 1860; "esto nos preocupa
mucho. Tal vez triunfemos. Al menos, todos estos problemas constituyen
una actividad, aunque no sean más que el primer paso [hay una laguna en
el texto]. .. "2º
En la misma carta, Dostoievski también dice que está a punto de empe-
zar a trabajar intensivamente en una novela (puede suponerse que era Hu-
millados y ofendU:los) y que deseaba completarla en los tres meses siguien-
tes. "Espero que sea buena'', dice a su corresponsal, "creo que en ella hay
poesía, y sé que toda mi carrera literaria depende de su éxito". 21 Sin embar-
go, cuatro meses después le dice a Alexander Milyukov: "Voy a ponerme
a escribir"; 22 puede suponerse que esta novela, la cual obviamente no había
hecho grandes progresos durante el verano. Para entonces, la novela pla-
neada se había vuelto esencial para llenar el espacio reservado a una parte
de una importante obra de ficción en cada número de un semanario ruso.
Como lo explicó Dostoievski cinco años después: "Yo mismo aseguré a mi
hermano que el plan había estado dispuesto de tiempo atrás (lo que no era
cierto), que sería fácil de escribir, que la primera parte ya estaba escrita,
etc." (20, p. 133).
Esta engañosa seguridad probablemente fue dada por la época en que,
ya avanzada la primavera de 1860, se tomó la decisión final de lanzarse de
una vez a editar y publicar. El 18 de junio, Dostoievski pidió autorización
al Comité de Censura de San Petersburgo para publicar una revista, sobre
la base del título y del programa ya aprobados, pero con un ligero cambio:
sería mensual, en lugar de semanal. La Autoridad Central de la Censura
aprobó la decisión el 8 de julio, y el resto del año estuvo ocupado en prepa-
rativos de publicación. Durante este tiempo, Dostoievski estaba renovan-
do sus viejas amistades del mundo literario, trabando otras nuevas y reu-
niendo a los colaboradores que formarían el personal de su nueva revista.

2º/bid., p. 294, 3 de mayo de 1860.


21 /bid., p. 293.
22 /bid., p. 299, 10 de septiembre de 1860.
JI. "UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO
DE INDEPENDENCIA'.'

GRAN PARTE de la vida social de los hombres de letras rusos en el siglo


XIX tenía lugar en "círculos" que a menudo se reunían en tomo de publica-
ciones de diversas tendencias ideológicas y de las personalidades que domi-
naban sus páginas. Durante el decenio de 1840, Dostoievski había perte-
necido a varios de dichos círculos: la importantísima pléyade de Belinski,
que incluía a los escritores jóvenes más prometedores del momento y cuyos
miembros adoraban al crítico principal, Vissarion Belinski; el oscuro pero
influyente Círculo de Bekétov, que se inclinaba hacia el fourierismo y que
había establecido habitaciones comunes para sus miembros, y el Círculo
de Petrashevski, básicamente sociopolítico que, al ser detenido, marcó el
destino del propio Dostoievski. 1 Poco después de restablecerse en San Pe-
tersburgo, Dostoievski fue invitado a pasar una velada en el hogar de Ale-
xander Milyukov, donde encontró un nuevo círculo, en el que pronto ocu-
paría lugar destacado. Gracias a la amistad y la hospitalidad de Milyukov,
pudo volver así a las actividades normales de la vida sociocultural rusa, sin
sufrir demasiado el aislamiento causado por su largo exilio.
Como los dos hermanos Dostoievski, tal'!!bién Milyukov había pertene-
cido al grupo tránsfuga de Palm-Durov, pequeño y más radical retoño de
las grandes reuniones de Petrashevski, pero no hay pruebas de que tomara
parte activa en sus discusiones o sus planes, sólo se dice que, alentado por
Feodor Dostoievski, tradujo las inflamatorias Paro/es d'un croyant (Pa-
labras de un creyente), de Lamennais, al eslavo antiguo. Esta interesante
aventura, que al parecer Dostoievski apoyó inocentemente por pura amis-
tad y curiosidad literaria, contiene mucho más de lo que parece, pues Dos-
toievski, como sabemos, era miembro de la sociedad secreta de Speshnev,
que había trabajado clandestinamente dentro del gran Círculo de Petra-
shevski y cuyo objetivo había sido desencadenar una revolución campesina
contra la servidumbre. Los "speshnevistas" intentaban establecer una im-
prenta para producir propaganda, y probablemente consideraron que los
inflamatorios llamados de Lamennais a un igualitarismo cristiano radical
-traducidos a un lenguaje hierático que para los campesinos tenía asocia-

1
Para más información sobre estos cfrculos, véase Dostoevsky: The Seeds of Revolt, 1821-1849
(Princeton, 1976), caps. 12, 15 y 17.

44
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 45

ciones sagradas-sería ideal para sus propósitos de insurrección. Este plan


fue abortado por la vigilancia de las autoridades, aunque Milyukov, cuyo
nombre se mencionó en el curso de las investigaciones del Círculo, mila-
grosamente se libró de ser detenido, y ni siquiera fue llamado para ser inte-
rrogado. Como nunca había visitado a Petrashevski, quien fue considerado
como el centro de la supuesta conspiración, su nombre no fue colocado
en la lista de sospechosos; y esta es la razón de su sorprendente inmunidad.
Durante los diez años del exilio de Dostoievski, él continuó su carrera de
maestro de escuela y publicista, y en 1860 pasó a ser director de una nue-
va publicación mensual, La Antorcha (Svetoch). Los colaboradores de esta
publicación y sus amigos, que se reunían en su hogar los martes por la no-
che, formaban el círculo en que Dostoievski inmediatamente empezó a
mostrar un indudable ascendiente.

Nikolai Strájov, que un día sería el primer biógrafo de Dostoievski -y no


muy digno de confianza-, lo conoció en una de estas veladas de Milyukov.
Strájov era profesor de ciencias naturales en la misma escuela secundaria
del anfitrión; y cuando supo que su colega estaba encargado de una nueva
publicación, pronto le ofreció, para que lo considerara, un ensayo sobre
"La significación de la filosofía de Hegel en nuestro tiempo". El ensayo
fue aceptado, y aunque el nombre de Strájov ya había aparecido en letras
de molde, él consideró que esta publicación había marcado su verdadero
comienzo en el mundo del periodismo petersburgués.
Su artículo no sólo fue aceptado, sino que

para mi gran placer... A P. [Milyukov] me invitó a su círculo literario. El primer martes


que aparecí en este círculo, me consideré por fin bienvenido en la sociedad de los autén-
ticos hombres de letras, y me interesé mucho en lo que ocurría. Los más importantes in-
vitados de A P. resultaron ser los hermanos Dostoievski, viejos amigos del anfitrión, muy
apegados a él, por lo que a menudo se les veía en su compafifa.2

Entre los invitados, Strájov menciona a Apollon Maikov, V. V. Krestovsky


y D. D. Mináev (dos jóvenes escritores que después se conquistarían una

2 Orest Miller y Nikolai Strájov, Biografiya, Pisma i Zametld iz Zapisnoi Knizhki R M. Dostoevskogo
(San Petersburgo, 1883), pp. 170-171. Citado en adelante como Biografiya.
46 UN TIEMPO DE ESPERANZA

reputación en lados opuestos de las barricadas sociopolíticas), y el doctor


Yanovski. Según Strájov:

El lugar de honor de este círculo fue ocupado, desde luego, por Feoclor Mijáilovich. To-
dos lo consideraban el escritor más importante, y destacaba no sólo por su reputación,
sino también por la abundancia de sus ideas y la pasión r.on que las expresaba. El círculo
era muy pequefio, y sus miembros eran íntimos unos de otros por lo que no había huellas
de esa cortedad tan habitual en las reuniones sociales rusas. 3

Tras esta delicada alusión a la amenaza que pesaba sobre la libre discu-
sión de ideas en Rusia, continúa Strájov: '

Aun entonces, pudo notarse el estilo especial de la conversación de Feodor Mijáilovich.


A menudo hablaba con su interlocutor en un tono bajo, que casi era un susurro, hasta
que algo le llegaba en particular; entonces se excitaba y de pronto levantaba la voz...
Aún recuerdo vivamente su apariencia; por entonces sólo se dejaba un bigote y, pe~e a
su enorme frente y a sus bellos ojos, tenía un aspecto claramente militar, es decir, el rostro
y los rasgos del pueblo común. Thmbién recuerdo la primera vez que vi, de paso, a su pri-
mera esposa, María Dimitrievna; me dejó una muy grata impresión por la palidez y deli-
cadeza de sus rasgos, aunque dichos rasgos fueran irregulares y muy peiuefios; también
podía verse indicaciones de la enfermedad que la mandaría a la tumba.

Dostoievski había sido invitado insistentemente a escribir para La An-


torcha, y D. D. Mináev hasta fue a visitarlo a Tver en un esfuerzo por conse-
guir sus servicios para la nueva aventura literaria. Dostoievski, por un mo-
mento, sopesó la idea de entregarle La aldea de Stepanchikovo, por lo que
hasta él consideró corno un precio exorbitante por hoja de folio; pero
finalmente prefirió recibir menos de una publicación ya establecida, con
lectores asegurados. Pese a su amistad con Milyukov, y aunque su nombre
estuviera entre los colaboradores, nunca apareció nada de la pluma de
Dostoievski en La Antorcha; o para decirlo con mayor exactitud, nada de
la pluma de Feodor Mijáilovich Dostoievski. Sin embargo, varios números
contuvieron colaboraciones de su hermano Mijaíl. ,
El primer número de La Antorcha presentó la traducción, hecha por
Mijaíl, de "Die Gotter Griechenlands" ("Los dioses de Grecia"), de Schil-
ler, y el tercero, una nueva versión rusa de un libro que su hermano se sabía
de memoria: Le demier jour d'un condamné, de Rugo. Esta asombrosa
obrita, escrita por una profunda repulsión contra la pena capital, está pre-

3 /bid., p. 171.
4 /bid.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 47

sentada en forma del diario que lleva un hombre sentenciado a morir en


la guillotina; desempeñó un papel extraordinario en la vida de Feodor Mi-
jáilovich Dostoievski. Había hablado de ella mientras aguardaba su turno
de ser fusilado durante la supuesta ejecución, y una frase francesa del texto,
ligeramente alterada --On voit le soleil!-, aparece en la carta que Dos-
toievski escribió inmediatamente después de su terrible encuentro con la
muerte. Motivos de la novela de Hugo serían utilizados después a la vez
en Crimen y castigo y en Los endemoniados, y se hace mención a su técnica
en el prefacio de Una criatura benigna. 5 La cuestión de la pena capital ha-
bía cobrado nueva inmediatez para los rusos por la inminente reforma a
su propio sistema jurídico, y este resurgimiento del interés en el tema de
Hugo probablemente motivó la traducción de Mijaíl. El mismo número (el
tercero) también contenía un largo e importante ensayo de Mijaíl Dosto-
ievski sobre La tempestad, de Ostrovski, ensayo que sigue siendo recono-
cido como importante colaboración al debate, que por entonces estaba en
su apogeo, acerca de esta obra. También tiene el interés adicional de incluir
algunas ideas que pronto aparecerían en las páginas de la propia publica-
ción del hermano de Dostoievski.

La Antorcha estuvo encendida brevemente; iluminó apenas el paisaje de


las letras rusas y, cuando se apagó después de dos años, quedó más o menos
olvidada durante más de un siglo. Sin embargo, recientemente G. M. Frid-
lender ha llamado la atención general hacia su interés como precursor
ideológico de las posiciones que pronto iba Dostoievski a enunciar y a de.-
fender. Milyukov, nos dice Fridlender, era "partidario de las reformas gu-
bernamentales del decenio de 1860, [y] consideraba que estas reformas
eran la realización de la herencia de los decembristas y del Círculo de Pe-·
trashevski, la materialización de sus sueños sociopolíticos". 6 El espíritu op-
timista con que Milyukov dirigió su revista puede juzgarse a partir de cier-
tas observaciones de sus recuerdos de Dostoievski.

5 Un análisis más extenso puede encontrarse en Dostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Prin-
ceton, 1983), pp. ól-62.
6 G. M. Fridlender, "U Istokov 'Pochvennichestvo' ", en Jzvestiya Akademii N auk SS SR, Seriya lite-

ratura iyazhika, 5 (1971), p. 402.


48 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Nuestras conversaciones en el reducido círculo de nuestros amigos -escribe- diferían


mucho de lo que habían sido en la sociedad de Durov. Y no podía ser de otra manera.
En aquellos afios, la Europa occidental y Rusia casi habían intercambiado papeles: allá,
todas las utopías humanitarias que antes nos atrajeran se habían convertido en polvo, y
la reacción había triunfado por doquier; acá, entre nosotros, mucho de lo que habíamos
sofiado empezaba a realizarse, estaban preparándose reformas, la vida rusa se estaba re-
novando y nacían nuevas esperanzas. Se comprende que en nuestras conversaciones ya
no tuviese ningún lugar el viejo pesimismo.7

Dostoievski compartía exactamente las mismas esperanzas y entusias-


mos, y el programa editorial que Milyukov anunció en el primer número
de La Antorcha se asemeja mucho al que poco después aparecería en las
páginas de El Tiempo. La piedra angular de la posición de La Antorcha,
escribían los directores, era "la reconciliación de Oriente y Occidente, de
los occidentalistas y de los eslavófilos". Rusia estaba pasando por una "épo-
ca de transición" y las reformas de su gobierno conducirían a "la recons-
trucción de nuestra vida social sobre fundamentos sólidos y racionales".
En principio, la publicación se declaraba "igualmente amiga de eslavófilos
y de occidentalistas'', y recomendaba una síntesis de lo mejor que había en
ambos; de los primeros había que tomar su "amor al pueblo y su relación
interna con él"; de los segundos, "su afán de progreso, y por tanto una fu-
sión con la ilustración de Occidente". 8
Tales palabras revelan la nueva situación de la cultura rusa creada por
la enorme influencia de Alexander Herzen durante el decenio de 1850,
cuando la desilusión de Herzen ante la política europea después de 1848
le movió a mirar con nostalgia su tierra natal y a declarar que la obshchina
(la comuna campesina) rusa contenía en sí misma las semillas de las que
florecería el socialismo del futuro. El socialismo seguía siendo un sueño
en Occidente, y sólo podría hacerse realidad, si acaso, al precio de una lu-
cha enconada y sangrienta; pero en Rusia ya existía como rasgo del carácter
nacional, y era instintivamente aceptado por el campesino ruso como base
de su modo de vida. De este modo, los escritos de Herzen condujeron a la
difundida aceptación de ciertas ideas eslavófilas entre todos los segmen-
tos de la intelectualidad (salvo la resistencia de unos cuantos obstinados
occidentalistas rusos). En un viaje a Londres, en 1857, Milyukov había pre-
sentado, como era de rigor, sus respetos al gran publicista allí exiliado, cual
lo haría Dostoievski en 1863. En realidad, durante aquellos años, Dosto-

7
DVS, 1, p. 196.
8 Citado en Fridlender, " U Istokov", p. 402.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 49

ievski no se quedaba atrás de nadie en su admiración a Herzen y leía ávi-


damente todas las publicaciones (técnicamente ilegales) de la Prensa Libre
Londinense que entraban en Rusia casi sin obstáculo y, al encontrar ideas
similares en la prensa permitida, las registraba en su cuaderno de notas,
para uso futuro. 9
Una de tales notas, recién publicada por vez primera, contiene fragmen-
tos de un artículo, "Oriente y Occidente en la literatura rusa", escrito por
I. V. Pávlov (amigo de Turguénev quien, lo que no es de sorprender, com-
partía sus ideas) con el seudónimo de L. Optukin. Pávlov argüía, como Mi-
lyukov, que las extremas posiciones y las exageraciones de eslavófilos y de
occidentalistas no eran aceptables: pero cada quien había aportado algo
de valor, que debía amalgamarse en una unidad nueva. Los eslavófilos, por
mucho que fuese su fanatismo, habían mostrado su reverencia al pasado
ruso y a la importancia sociomoral y espiritual de la comuna campesina.
Los occidentalistas, por muy alejados que estuviesen del pueblo, integra-
ban esa minoría educada que simpatizaba con todas las manifestaciones
de progreso y el avance de Ja civilización. Pávlov cita la afirmación de Ma-
caulay, en su History of England, de que "los mejores de ambos partidos
(la referencia era a los whigs y a los tories) se encuentra no lejos del punto
medio" (18, p. 104). Dostoievski no sólo copió esta cita, sino que también
la comentó favorablemente cuando Pávlov subrayó la distinción entre la
obshchina rusa y el "comunismo", es decir, la expropiación obligatoria de
todos los bienes personales y las propiedades, exigida por los planes de los
socialistas utópicos, para fundar una comunidad ideal. Como semejante
abolición obligatoria de la propiedad personal no era exigida en la obsh-
china (aunque la tierra fuese tenida en común, y periódicamente redistri-
buida), en Rusia no había necesidad de esas coacciones excesivas y arbi-
trarias, inventadas por el socialismo occidental para alcanzar los mismos
objetivos.
Si la ambición de La Antorcha, de reconciliar occidentalismo con esla-
vofilismo, ofrece así un marco general de ideas idéntico a las que El Tiempo
proclamaría casi un año después, el artículo de Mijaíl Dostoievski sobre la
obra de Ostrovski llena este marco con algunos detalles que se anticipan
muy de cerca a los particulares hincapiés y matices que tales ideas recibi-
rían bajo la pluma de su hermano. No es posible determinar hasta qué pun-
to Mijaíl estaba expresando sus propios pensamientos; pero parece seguro

9 Para la posición y la importancia de Herzen durante el decenio de 1850, véase Dostoevsky: The
~ars of Ordeal, pp. 227-233.
50 UN TIEMPO DE E~!'c~"-NZA

suponer que los habían discutido antes con Feodor, y que este, más dinámi-
co, bien pudo influir sobre su formulación. Cualesquiera que sean las par-
tes que correspondan a cada uno, Mijaíl enuncia definitivamente una po-
sición que Feodor después harfa l;debre, primero en Rusia y luego en el
mundo entero. Pues Mijaíl proclama, sin ambages, que "el hombre ruso
tiene la capacidad de ir directamente a la verdad y de comprenderla por
todos lados". A esta capacidad une la de la reconciliación universal, es de-
cir, "la capacidad de perdonar hasta una actitud maligna y hostil si inclu-
ye algo de verdad". Este atributo, según Mijaíl, es "endémico en el pueblo
ruso" y confirmado por toda su historia, no solamente desde Pedro el Gran-
de sino discernible desde bastante tiempo antes. También es, afirma, "una
posesión de la raza eslava" y particularmente del "hombre ruso", el cual
es "el representante más importante de la raza eslava". 10
El artículo de Mijaíl también contiene una interpretación de Katerina,
la figura femenina principal de La tempestad, que va en contra de la opi-
nión que el muy influyente Dobrolyubov expresó sobre la obra de Ostrov-
ski. El crítico radical había escrito, el año anterior, un extenso artículo (casi
un librito) en que examinaba toda la producción de Ostrovski; había llama-
do "ambito de tinieblas" a todo el viejo mundo ruso que Ostrovski retrata,
el mundo de la clase mercantil moscovita. Había insistido en que toda chis-
pa de humanidad y de decencia que existiera entre sus habitantes era inevi-
tablemente apagada por el intolerante fanatismo religioso que alimentaba
su prevaleciente tiranía y brutalidad. 11 En cambio, Mijaíl se niega a atribuir
el suicidio de Ka terina a la presión de tales circunstancias; antes bien, busca
la causa en su propia sicología que, empero, no es interpretada en términos
puramente personales, sino como reveladora de rasgos nacionales signifi-
cativos.
Lo que Mijaíl dice acerca de Katerina la convierte en un personaje muy
similar al protagonista varón de Un amargo destino, de Pisemski, otra obra
producida al mismo tiempo, y que Feodor admiró mucho. En ella, un cam-
pesino rico, engañado por una mujer que, voluntariamente, se ha vuelto
la manceba de su terrateniente en ausencia del marido, mata a su hijo ilegí-
timo, en un acceso de ciega rabia. Pero, aunque perfectamente capaz de
escapar si hubiese deseado hacerlo, al final se entrega a las autoridades
porque su conciencia no le da paz y desea expiar el haberse vengado en el
niño inocente. También la adúltera Katerina es considerada por Mijaíl

°Citado en Fridlender, "U lstokov", pp. 218-373.


1
11 N.A Dobrolyubov, SelectedPhilosophical Essays, trad. J. Fineberg (Moscú, 1956), pp. 218·373.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'' 51

como típicamente rusa, tanto en lo ardiente de sus pasiones como en su


conciencia, en el momento mismo de su caída; de que

después de sus días de éxtasis, se arrastrarán largos afios de lágrimas y de arrepentimien-


to, y que el mejor modo de terminar esta amarga vida será entre las paredes de un monas-
terio o en largos y sentidos viajes a varios lugares de peregrinación, si no en el fango de
algún río o en el fondo del estanque más cercano. Y sin embargo, de todos modos,·cede
a la tentación. 12

Una nota particularmente "dostoievskiana" suena en otro pasaje, don-


de Mijaíl subraya la calidad masoquista del arrepentimiento de Katerina,
y considera tal reacción como un rasgo típico del carácter popular ruso.

U na vez más, motivos rusos. Evoca con una especie de sensualidad, una especie de auda-
cia, el momento en que todos se enterarán de su caída, y suefia con la dulzura de castigar-
se a sí misma, públicamente, por su falta . .. Cuanto mayor la desgracia y mayor la ver-
güenza, más ligera se sentirá su alma. Nos gustó particularmente el que esta escena (en
que Katerina confiesa su adulterio) se desarrollara en la plaza pública, en presencia de
desconocidos ... En una palabra, que ocurriera en las circunstancias más hostiles y peno-
sas para ella. 13

Al leer esas palabras, recordamos la insistencia de Sonia en Crimen y cas-


tigo, en que Raskólnikov confiesa no sólo en privado, a la policía (como él
se lo había propuesto), sino también en público, arrodillándose en la calle
y reconociendo su pecado ante todos los que pasen.
El ensayo de Mijaíl puso fin a su colaboración con La Antorcha, y los
esfuerzos de los dos hermanos definitivamente se enfocaron, ahora, en los
planes de su propia publicación. Sin embargo, de manera extraña, en lugar
de reservar toda su producción literaria para El Tiempo, Feodor Mijáilo-
vich Dostoievski buscó otra publicación para los dos primeros capítulos de
la Casa de los muertos. Aparecieron inesperadamente en una oscura publi-
cación semanal, el Mundo Ruso (Russldi Mir), en el otoño de 1860; y este
curioso hecho merece más atención de la que habitualmente ha recibido,
pues hizo que Dostoievski escribiera una notable y poco conocida posdata
a su libro -una variante no incluida en el texto final-, que es documento
de gran importancia para captar la evolución interna de su sensibilidad
creadora.

12
Citado en Fridlender,"U Istokov'', p. 407.
13
Citado en V. S. Nechaeva, Zhumal M. M. i F. M. Dostoevskikh, "Vremya", 1861-1863 (Moscú,
1973), p. 29.
52 UN TIEMPO DE ESPERf~~ZA

El hecho de que Dostoievski entregara dicho texto al Ruskii Mir, revista


de poca categoría, sigue siendo un misterio, especialmente porque sólo ha-
bla de trabajar en una "novela" en la carta ya citada a Alexandra Shubert.
Sin embargo, en septiembre, el Mundo Ruso empezó a publicar la introduc-
ción y el primer capítulo de la Casa de los muertos, y el segundo capítulo
fue presentado poco después a la censura. Obviamente, Dostoievski había
cambiado de opinión, y temporalmente apartó la novela en favor de sus
memorias de la prisión.
lCómo ocurrió esto? Nos lo explica una carta, que acaba de hacerse pú-
blica, escrita por el director del Mundo Ruso en el año que siguió a la muer-
te de Dostoievski. Según su versión, había pasado una velada en compañía
de Dostoievski, escuchando con fascinación la ininterrumpida charla del
novelista acerca de cuentos y anécdotas sobre la vida en el campo de pri-
sioneros. Animado por el emprendedor periodista que lleva el intrigante
nombre de A Gieroglifov ("jeroglifo") a escribir sobre ese sensacional ma-
terial, Dostoievski replicó que no quería hacerlo por causa de la censura.
Es verdad, como sabemos por las cartas de Dostoievski, que temía que la
censura nunca permitiera que un libro acerca de su vida en la prisión saliese
a la luz del día. Pero cuando Gieroglifov se ofreció a encargarse de la ba-
talla con los censores, tal propuesta bien pudo parecer ventajosa a Dosto-
ievski. Haciendo una prueba preliminar de la respuesta del censor, por in-
terpósita persona, podría saber cuánto tiempo y esfuerzo valdría la pena
dedicar al proyecto. El resultado, nos informa Gieroglifov, fue que "Feo-
dor Mijáilovich decidió hacer una prueba, y en una sola noche escribió la
mitad del primer capítulo... " 14 Desde luego, Gieroglifov, encantado, no
sabía que Dostoievski, ya de tiempo atrás, había decidido escribir semejan-
te libro y que, si logró redactar medio capítulo en una noche, fue porque
una buena parte del texto ya existía en borrador. No deja de ser conmove-
dor el que durante toda su vida creyera que la Casa de los muertos debió
su nacimiento, básicamente, a que él alentó al autor; y al menos puede con-
cedérsele el crédito de haber ayudado a Dostoievski a superar el primer
obstáculo en el camino de su composición final.
Para gran satisfacción de Gieroglifov, el primer capítulo pasó la censu-
ra sin ninguna dificultad. Sin embargo, el segundo tropezó con un proble-

14
A P. Mogilyanskii, "K Istorii pervoi publikatsi 'Zapisok iz Mertvogo doma' ", enRusskaya Litera-
tura, 3 (1969), pp. 179-181.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' S3

rna ... pero no del tipo que Dostoievski había previsto. No fue, corno él
había temido, que su descripción de las condiciones de la cárcel fuese con-
siderada demasiado severa; por lo contrario, se le acusó de pintarlas de co-
lor de rosa, por lo que algunos detalles tentadores pudiesen resultar una
incitación al delito. "Los individuos que no están moralmente desarrolla-
dos", declaró el presidente del Comité de Censura de San Petersburgo,
preocupado, "y a quienes solamente el rigor del castigo contiene ante el
delito ... puede concluir, gracias a la humanidad de las acciones del gobier-
no, que los delitos graves sólo son castigados por la ley en forma muy poco
enérgica". 15 Tan extravagante opinión puede parecer otra de las inconta-
bles necedades que a menudo convierten la historia de la censura zarista
en una comedia de humor negro, pero una breve ojeada a las páginas de
Dostoievski nos mostrará que, en este caso, sí tuvo alguna justificación la
respuesta. Por ejemplo, a comienzos del segundo capítulo encontramos el
siguiente pasaje:

Mi primera impresión al entrar en la cárcel fue de gran repugnancia; y sin embargo, por
extraño que parezca, me pareció que la vida en prisión era mucho más fácil de lo que yo,
durante el viaje, había creído que fuera. Aunque los presos llevaban grilletes, caminaban
libremente por la prisión, juraban, cantaban, trabajaban por su cuenta, fumaban y hasta
bebían vodka (aunque muy pocos de ellos) y por la noche algunos de ellos jugaban a las
cartas. Por ejemplo, el trabajo no me pareció tan arduo, tan penal y necesité mucho tiem-
po para comprender que la dureza, el carácter penal del trabajo no se debía tanto a que
fuera difícil e ininterrumpido, sino a que era forzado, obligatorio, impuesto. El campesino
en libertad trabaja, me atrevo a decir, incomparablemente más. . . (4, pp. 19-20).

Dostoievski también observa que "el alimento me pareció bastante satis-


factorio", y añade que "nuestro pan f.!ra particularmente bueno, y célebre
en todo el pueblo" (4, p. 22).
Tales palabras no muestran muy terrible la vida en prisión, y el Comité
de Censura no estuvo muy errado al suponer que para un campesino ruso
que vivía bajo la bota del terrateniente y al borde de la miseria, aquello pu-
diera parecerle muy atractivo. Desde luego, era extremadamente remota
la posibilidad de que las páginas de Dostoievski llegaran a semejante lector
(aun suponiendo que este supiera leer). Dostoievski se apresuró a señalar-
lo en una carta enviada al presidente del Comité, el barón Medem. El Mun-
do Ruso, explicó, aunque fuese semanal "era una publicación dirigida prin-

15 F. M. Dostoevsky, Stati i Materiali, ed. A S. Dolinin, 2 vols. (Mosctl-Leningrado, 1922-1925), 1,


p. 361.
54 UN TIEMPO DE ESPERANZA

cipalmente a las clases más o menos educadas y no a las masas ... " (El barón
había dicho que la obra de Dostoievski sobre la prisión podría ser más apro-
piada para una publicación mensual, menos fácilmente accesible.) Empe-
ro, Dostoievski no se contentó con garantías tan generales; decidió escribir
un suplemento que pudiese insertarse en el capítulo, para hacer frente a
tales dudas:

Si la razón de la negativa a autorizar que se imprimiera mi artículo fue el temor de que


pudiese crear entre el pueblo una impresión falsa de la vida en la prisión, así hoy el artículo
(con el suplemento) tiene el objetivo de crear la impresión de que, cualesquiera que sean
los paliativos creados por el gobierno en el destino de los reos, el campo de prisión (ka-
torga) no dejaba de ser una tortura moral, que automática e inevitablemente castiga el
delito. 16

Como resultaron las cosas, las dudas del Comité de Censura de San Pe-
tersburgo no eran compartidas por la Autoridad Central de la Censura, y
dos meses después el capítulo de Dostoievski fue aprobado en su forma
original. Nada volvió a decirse del propuesto suplemento, que fue debi-
damente depositado en los espaciosos archivos de la administración de la
censura, y allí se quedó, intacto, durante más de sesenta años, hasta ser de-
senterrado por A S. Dolinin en 1922. Dostoievski nunca lo utilizó en edi-
ciones ulteriores de su libro, por razones que sólo podemos suponer. El
fragmento tal vez fuese una verdadera intrusión del autor, capaz de romper
el tono impersonal que él deseaba mantener; pero esto lo hace tanto más
valioso como clave de lo que ahora se había convertido en uno de los princi-
pales temas de Dostoievski, tema que pronto ocuparía lugar central en sus
creaciones de comienzos del decenio de 1860.

El suplemento comienza saliendo abiertatnente al paso de las objeciones


planteadas por la censura, y asimilándolas al texto: "En una palabra", escri-
be Dostoievski,

un tormento total, terrible y auténtico reinaba en el campamento. Y sin embargo (esto


es exactamente lo que deseo decir) para un observador superficial o para algún distin-
guido caballero, a primera vista la vida del presidiario a veces puede parecer agradable.

16 Pisma, 1, pp. 299-300, 20 de septiembre de 1860.


"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 55

"Pero, iDios mío! -dice- no hay más que mirarlo, hay algunos (lquién no lo sabe?)
que nunca habían comido pan !Jlanco, y que ni siquiera sabían qué tan delicioso pan exis-
tía en el mundo. Y ahora, miren con qué pan se les alimenta ia él, a un indigno canalla,
a un ladrón! Mírenlo: iCómo mira a su alrededor, cómo camina! iSí, no haría nada por
nadie, aunque esté en cadenas! iQué les parece! iEstá fumando pipa! Y, lqué es eso?
iiiN:::ipes!!! iBah, un borracho! Así pues, lpueden beber licores fuertes en prisión?
iiiVayu un castigo!!!" Esto es lo que, a primera vista, podría decir alguien que llegará de
fuera, tal vez una persona bondadosa y bien intencionada ... (4, p. 250).

Después de dramatizar esa posible reacción, Dostoievski plantea súbi-


tamente una pregunta a este escandalizado observador de fuera. Si la vida
en el campo penitenciario es, aparentemente, tan agradable, lpor qué es-
tán los reos dispuestos a cambiarla, en cualquier momento, por estrecheces
y sufrimientos, por una existencia azarosa y cruel de fugitivo en los bosques
y las estepas de Siberia? La respuesta aparece en un pasaje más poderoso
que nada de lo que Dostoievski hubiese escrito hasta entonces, y que ex-
presa la esencia de lo que había aprendido en la ca~a de la muerte acerca
del espíritu humano:

lQué es el pan? Ellos [los presidiarios] comen pan para vivir, ipero no tienen vida! Falta
la auténtica, la real, la más importante, y el reo sabe que nunca la tendrá; o la tendrá, si
queréis, pero, lcuándo? . .. Es como si la promesa se hubiese hecho en broma ... Haga-
mos un experimento y construyamos un palacio. Llenémoslo de marmol, con pinturas,
oro, aves del paraíso, jardines colgantes, todo tipo de cosas . . . Entremos. Bueno, acaso
no quisierais volver a salir. Tul vez, en realidad, nunca saldréis. iA!lí hay de todo! "iDejád-
nos en paz!" Pero de pronto ... iuna bagatela! Vuestro castillo está rodeado de muros y
se os dice: "iTodo es vuestro! iDisfrutad! iSólo que no deis nunca un paso fuera!" Y
creedme, en ese instante desearéis abandonar vuestro paraíso y salir de los muros. iMás
aún! Todo este lujo, toda esta plenitud intensificarán vuestro sufrimiento. Hasta os senti-
réis insultados por todo este lujo ... Sí, sólo una cosa faltaba: iun poco de libertad! Un
poco de libertad y un poco de independencia (4, p. 250).

Este notable pasaje revela, en primer lugar, un rasgo cada vez más im-
portante de la imaginación literaria de Dostoievski: su tendencia a inven-
tar una situación extrema, un conjunto de circunstancias finales, donde co-
loca a un personaje para presentar la apropiada reacción sicológico-moral
que desea ejemplificar. Claramente, asimismo, nos encontramos aquí en
el meollo de lo que, pocos años después, se convertirá en la defensa histé-
rica, hecha por el hombre del subterráneo, de la necesidad irreprimible e
indestructible del espíritu humano de mantener el sentido de su propia
libertad: su preferencia por el sufrimiento, si es necesario, por encima de
una vida de plenitud en una utopía socialista en que tal libertad, por prin-
56 UN TIEMPO DE ESPERANZA

cipio, sería eliminada. Poco después de salir del campo penitenciario, Dos-
toievski había comparado sus años pasados allí con una vida en un mundo
de "comunismo obligatorio", 17 y tales palabras indican cuán espontánea-
mente había identificado las condiciones del campamento de prisión con
las que podrían resultar si algunos de los mundos sociales utópicos soñados
por los radicales se realizaran algún día. Además, como intencionab;:nente,
la última mutación del pensamiento radical ruso había adoptado una forma
que irrefutablemente confirmaba la instintiva asociación hecha por Dosto-
ievski entre la intolerable falta de libertad personal en el campamento pe-
nitenciario y las ideas "científicas" de los socialistas rusos.
Pocos meses antes, El Contemporáneo había impreso El principio antro-
pológi,co en la filosofía, de Chernishevski, obra destinada a llegar a ser la
biblia filosófica de la generación radical de los sesenta; y su aparición había
desencadenado una verdadera tormenta periodística. La prensa rusa pron-
to estuvo llena de ataques a las provocativas ideas de Chernishevski, y po-
demos suponer que Dostoievski leyó el texto de Chernishevski casi en el
momento mismo de su aparición. Ya fuese que sus ideas ejercieran o no
algún efecto inmediato sobre su suplemento, una cosa es indiscutible: difí-
cil sería imaginar a dos hombres más opuestos en su visión de la vida huma-
na y su concepto de la personalidad. Para Dostoievski, la necesidad síquica
de sentirse libre es tan elemental y poderosa en el hombre que no es posible
suprimirla, ni aun rodeándolo de la más ilimitada opulencia. En cambio,
Chernishevski propone un ingenuo materialismo que considera al hombre
como totalmente sometido a las leyes de la naturaleza (definidas en los
términos de las ciencias del día, particularmente Ja química y la fisiología),
un materialismo que (como hasta un reciente comentarista, favorable a la
tendencia general de su posición, se vió obligado a reconocerlo)

no dejaba espacio a lo irreductible y lo irracional de la conducta humana, a todos los he-


chos a los que nos enfrentamos no con cosas ni con objetos sino con seres humanos, que
desean y que eligen, y con sus relaciones. El problema de la libertad fue el mayor bloque
de resistencia para Chernishevski y lo habría desdefl qr',o como irreal si no hubiese vuelto
por la puerta trasera en sus ideas del hombre como creador así como criatura de su propio
medio. 18

De hecho, el problema de la libertad era uno que Chernishevski había


tratado de volver irreal; y no vaciló en proclamar que no existía nada que

17 /bid.
18 E. Lampert, Sons Against Fathers (Oxford, 1965), p. 151.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 57

pudiera llamarse libre albedrío, y que no podría existir como dato objetivo.
La noción de albedrío o "anhelo", escribe, "es sólo la impresión subjetiva
que acompaña en nuestro espíritu al brote de pensamientos y acciones a
partir de pensamientos, acciones o hechos externos anteriores". 19 En
cuanto a la ética y la moral, Chernishevski adoptó una forma de utilitarismo
benthamista que rechazaba todos los llamados a algún tipo de valores mo-
rales tradicionales (cristianos). El bien y el mal son definidos por la "utili-
dad", y el hombre busca ante todo lo que le produce placer y satisface su
interés egoísta; pero, siendo un ser racional, el hombre acaba por aprender
por medio de la ilustración que la "utilidad" más prolongada y duradera se
encuentra en identificar su propio interés con el de la vasta mayoría de sus
congéneres. Una vez llegado a esta percatación, el individuo ilustrado al-
canza el nivel de un "egoísmo racional" utilitariamente abnegado que, se-
gún Chernishevski, es la forma más alta del desarrollo humano.
Tales concepciones, que se difundieron con gran presteza entre la ge-
neración joven, aportaron el fundamento filosófico de una nueva moral
predicada por la ideología radical de los sesenta; y ningunas ideas habrían
podido enfurecer más a Dostoievski, pues si él había adquirido alguna con-
vicción nueva con las duras experiencias de sus diez años anteriores, si los
golpes que había recibido de manos del destino le habían enseñado alguna
lección, esta lo había convencido profundamente de dos verdades ineluc-
tables. Una era que nunca la sique humana, en ningunas condiciones, ren-
diría su deseo de afirmar su libertad; la otra era que una moral cristiana de
amor y abnegación era una necesidad suprema, a la vez para el individuo
y para la sociedad en general. El único rayo de luz que brillara en las tinie-
blas del campamento penitenciario había sido encendido, para él, por el
cristianismo instintivo de los campesinos presidiarios. Sin estos valores
morales heredados, la vida entre ellos habría sido literalmente un infierno
para Dostoievski, quien se estremecía al pensar que eran precisamente
aquellos valores los que los radicales se habían propuesto ahora socavar y
destruir. Por ello era inevitable que Dostoievski, que había escrito el suple-
mento de la Casa de los muertos, tarde o temprano 1.;hocara con Cherni-
shevski y sus partidarios entre la generación de 1860. Sin embargo, este
momento decisivo no llegó hasta varios años después, cuando una gran
turbulencia social había puesto fin a toda esperanza de acomodo.
Mientras tanto, otras dificultades con la censura retrasaron la publica-
ción de posteriores entregas de la Casa de los muertos hasta el año nuevo.

19 N. "o. Chemishevski, Selected Philosophical Essays (Mosc(Í, 1953), p. 94.


58 UN TIEMPO DE ESPERANZA

En enero de 1861, Mundo Ruso reprodujo la introducción y el primer ca-


pítulo. Tres capítulos más siguieron, a intervalos semanales. A finales de
enero se anunció una continuación de la obra; pero esta promesa nunca
se cumplió, y el nombre de Dostoievski desapareció súbitamente de la lista
de colaboradores, reunida por el hábil señor Gieroglifov. Desde luego, la
razón era que el primer número de El Tiempo apareció a comienzos del
año nuevo, y Dostoievski no tenía ninguna intención de permitir que tan
valiosa propiedad literaria beneficiara a una publicación rival.
III. UN MOVIMIENTO NUEVO:
"POCHVENN!CHESTVO"

LAS PUBLICACIONES de los hermanos Dostoievski, primero El Tiempo y


luego su sucesora La Época (Epokha), han ocupado su lugar en la litera-
tura rusa como portavoces de una tendencia sociocultural independiente
llamada pochvennichestvo. (La palabra pochva , cuyo significado literal es
"suelo", también tiene el sentido accesorio de "fundamento" o "sopor-
te".)* Además del propio Feodor Mijáilovich Dostoievski, principal porta-
voz de esta tendencia, estaban los dos colaboradores más importantes de
El Tiempo, Nikolai Strájov y Apollon Grigoryev. Strájov, que llegaría a ser
íntimo amigo de Tolstoi así como de Dostoievski, estaba entonces en los
comienzos de una notable carrera de crítico y publicista, durante la cual
propondría un idealismo filosófico y defendería una posición sociopolítica
moderadamente eslavófila y, a la postre, paneslava. En cambio, Grigoryev,
cuyos ensayos críticos admiraba grandemente Strájov, y que después reuni-
ría y volvería a publicar, llevaba ya largo tiempo siendo un conocido hom-
bre de letras, y para 1861 se hallaba casi al final de una tormentosa y acosa-
da existencia de poeta, crítico y escritor ocasional de literatura en prosa.
Marcadas diferencias de opinión y de temperamento caracterizarían la
relación entre Dostoievski y sus dos principales colaboradores, y la atmós-
fera de discordia llegó a ser tan intensa que el instransigente Grigoryev
rompió abiertamente con la revista durante algún tiempo y negó toda ulte-
rior colaboración. El dócil Strájov, que nunca habría hecho nada tan vio-
lento, actuó más disimuladamente para inclinar las ideas de Dostoievski
en su propia dirección. Sin embargo, estas disputas fueron más por estrate-
gias y tácticas literarias que por principios fundamentales, aunque Dosto-
ievski siempre conservó una mayor simpatía personal que Strájov y Gri-
goryev hacia los motivos de los radicales, si no hacia sus ideas y actividades.
La posición en tomo de la cual se unieron los pochvenniki fue surgiendo
en los diversos altercados en que se vieron envueltos. Pero ya podemos te-
ner cierto sentido de su tendencia general a partir del anuncio del progra-

• Wayne Dowler, que ha escrito una excelente obra en inglés sobre el movimiento (no hay ninguna
otra que yo conozca, en ningún idioma), prefiere traducir el término como "tierra natal". Wayne
Dowler, Dostoevsky, Grigorev and Native Soil Conservatism (Toronto, 1982).

59
60 UN TIEMPO DE ESPERANZA

ma de El Tiempo. Esta declaración de principios -sin firma, pero proba-


blemente redactado con todo cuidado por Feodor Mijáilovich Dostoievski
en colaboración con Mijaíl- apareció en septiembre en todas las principa-
les publicaciones, y en las librerías y otros lugares públicos se distribuyeron
unos carteles en que se solicitaban suscripciones. No hay que menospreciar
el papel de Mijaíl en la revista, aun desde el punto de vista ideológico, pero
aunque el nombre de Feodor Mijáilovich Dostoievski no pudiera mostrar-
se oficialmente en la primera plana por ser un expresidiario, todos recono-
cieron que él era el espíritu guía y animador de la publicación.

Aun si Strájov no hubiese certificado a la posteridad que Feodor Mijáilo-


vich Dostoievski escribió aquel anuncio, el sello característico del fogoso
temperamento del escritor lo habría hecho inmediatamente obvio, con sus
acentos apocalípticos. En la primera fase declara: "Vivimos en una época
sumamente notable y crítica." Rusia se encuentra en mitad de una gran
transformación, y los importantes cambios sociopolíticos que ya se aguar-
dan y que finalmente resolverán "la gran cuestión campesina'', sólo son los
síntomas exteriores de una mutación más fundamental:

Esta transformación consiste en la fusión de la ilustración y de quienes la representan,


con el principio de la vida del pueblo, y la unión del majestuoso pueblo ruso con todos
los elementos de nuestra vida actual. El pueblo que, hace 170 alios, retrocedió ante las
reformas petrinas y que desde entonces, separado de la clase educada, ha seguido vivien-
do su propia existencia separada, aislada e independiente (18, p. 35).

En otras palabras, los pochvenniki creían que las cuestiones sociopolíticas


del momento debían posponerse a la tarea más grande de ayudar a forjar
una nueva síntesis cultural rusa, que surgiera de la fusión del pueblo con
sus superiores más cultivados. Entre la intelectualidad radical prevalecía
exactamente la jerarquía de valores inversa; todas las cuestiones eran se-
cundarias a la de mejorar el destino del campesinado de la manera que
consideraran más propicia a la justicia social.
Otro rasgo notable del programa de Dostoievski, que una vez más lo di-
ferencia marcadamente de los radicales, es su insistencia en que la trans-
formación debe efectuarse pacíficamente, y su convicción (o su esperanza)
de que se evitara la violencia.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHES1VO" 61

Indiscutiblemente la cuestión más importante (de hoy] es la de mejorar la condición de


los campesinos... No la enemistad entre las clases, entre conquistadores y conquistados,
como en Europa, debe encontrarse en él fundamento del desarrollo del principio futuro
de nuestra vida. No somos Europa y entre nosotros no habrá ni deberá haber conquis-
tadores y conquistados (18, p. 36).

Aquí, aunque pudiera suponerse lo contrario, Dostoievski no está confun-


diendo lamentablemente el hecho sociohistórico con un pensamiento ten-
dencioso, cuando trata de negar la existencia del odio de clases de Rusia;
simplemente está expresando una teoría (que gozaba de vasta aceptación
en su época) derivada de los escritos del historiador liberal francés Augus-
tin Thierry.
Thierry había afirmado que en la mayor parte de los países de Europa
la clase superior, como lo normandos en Ivanhoe, de Sir Walter Scott (libro
cuya influencia sobre su propio pensamiento reconocía él con gratitud),
había gobernado originalmente las razas conquistadas, de distinto lenguaje
y origen étnico. Como resultado, el inevitable antagonismo entre las clases
socioeconómicas de Europa se volvió aún más feroz e intratable, por causa
de un arraigado odio racial. Los eslavófilos inmediatamente se adueñaron
de esta teoría para apuntalar su convicción de que la situación histórica y
social en Rusia era fundamentalmente distinta de la de Europa; puesto
que en su patria no existía tal antagonismo étnico, concluyeron que todos
los problemas podrían resolverse pacíficamente. Y los eslavófilos no eran
los únicos en aceptar tan consoladora visión de las relaciones de clase en
Rusia. Un año antes de que Dostoievski la anunciara en la declaración de
El Tiempo, Turguénev había expresado la misma idea en un ensayo incon-
cluso sobre la clase patricia rusa; y Alexander Herzen, que había traducido
algo de las obras de Thierry a comienzos de los cuarenta, hizo eco a la mis-
ma opinión a lo largo de los cincuenta. 1 Desde antes, Dostoievski había
explicado ingeniosamente a la Comisión de Investigación del caso Petra-
shevski que, aunque hubiese podido expresar cierta simpatía a las revolu-
ciones que estaban ocurriendo en Europa en 1848, sólo lo había hecho
porque la revolución era el único medio posible que tenían las clases infe-
riores, vergonzosamente oprimidas, de arrancar la justicia a sus superiores,
radicalmente distintos. Se apresuró a añadir que en Rusia no procedía tal
afán de venganza, ya que todas las clases eran de una misma cepa.2

1 Herzen reiteró esta idea en varios ensayos importantes. "En Rusia no habido una posteridad de

conquistadores'', escribió en uno de ellos, "y por ello no puede haber una aristocracia auténtica". Para
otros ejemplos, véase PSS, 18, p. 236.
2 Véase Dostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983), p. 38.
62 UN TIEMPO DE ESPERANZA

De todos modos, conciente de que tal tesis olía a eslavofilia, Dostoievski


tiene cuidado de separar en el anuncio su propia posición de la de esta
tendencia mal vista. "No estarribs hablando aquí acerca de eslavófilos y de
occidentalistas" declara. "Nuestra época es totalmente indiferente a sus
querellas domésticas. Estiimos hablando de la reconciliación de la civiliza-
ción con el principio <:!e la vida del pueblo" (18, p. 37). Los pochvenniki, al
menos en este temprano periodo, se esforzaron realmente por mantenerse
a cierta distancia de los eslavófilos, e insistieron en que los dos bandos del
pasado habían perdido totalmente el contacto con las nuevas realidades
socioculturales del decenio de 1860. (Strájov se inclinaba mucho más que
Dostoievski o Grigoryev a unir el pochvennichestvo con la eslavofilia or-
todoxa, y trató de minimizar las distinciones que los otros dos establecían
constantemente entre sus propias opiniones y las de los principales porta-
voces eslavófilos.)
Tal como veían las cosas los eslavófilos, el pueblo ruso había rechazado
las reformas de Pedro el Grande y valientemente se aferraba a sus antiguos
modos de vida con ejemplar obcecación. En cambio, según los occidenta-
listas, este total rechazo de la ilustración, este obstinado deseo de conser-
var el pasado hacía más imperativo aún apartar decisivamente al pueblo
de su atraso ya ancestral. Como podía esperarse, Dostoievski trató de se-
guir un curso medio entre estos dos extremos: "Las formas de vida que se
le ofrecieron [al pueblo] por la transformación no convenían a su espíritu
ni a sus afanes, no eran a su medida, y llegaban inoportunamente. Las con-
sideró alemanas (a las reformas) y extranjeros a quienes siguieron al gran
zar" (18, p. 36). Pero este rechazo no solamente era una negación del cam-
bio y del desarrollo de parte del pueblo; antes bien, le había impulsado a
buscar el cambio, a su propia manera y en sus propias condiciones. El pue-
blo "se hundió en sí mismo y en su situación, trató de crear su propia visión,
su filosofía, se dividió en sectas secretas y pervertidas, buscó nuevos cami-
nos a sus vidas, nuevas formas .. . mientras tanto, se le llamó conservador
de las viejas formas prepetrinas, obtusos Viejos Creyentes" (18, p. 36).
Desdeñando la idea de que el pueblo era torpe e inmóvil, Dostoievski se
remonta más atrás de las reformas de Pedro el Grande buscando las señales
de su creatividad. Las encuentra en la fermentación religiosa de los raskol
-la negativa de una parte considerable de la población a aceptar las refor-
mas a la liturgia rusa, inspiradas por los griegos- que habían conducido a
un cisma (Raskol) dentro de la Iglesia rusa en el siglo XVII y a una prolife-
ración de sectas disidentes de Viejos Creyentes. Aun cuando, como con-
cede Dostoievski, los resultados del cisma fueron "a veces monstruosos"
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 63

(18, p. 36), sin embargo los raskolniki representan un intento por crear una
cultura rusa indígena e independiente de la influencia europea. E insinúa
que los valores positivos de la vida rusa que los pochvenniki buscaban tan
ávidamente podrían encontrarse, tal vez, entre las sectas disidentes.
Mientras tanto, con igual extremismo, la clase superior había estado asi-
milando la cultura europea por todos los poros y avanzando exactamente
en la dirección opuesta; tan omnipresente era este afán, que "a veces nos
reprochamos nuestra incapacidad de ser europeos". Pero en realidad, por
mucho que se esforzaran los rusos por volverse europeos, semejante me-
tamorfosis había resultado finalmente imposible: "Hoy sabemos que no
podemos ser europeos, que no estamos en condición de meternos en una
de las formas vividas y elaboradas por los europeos sobre la base de sus
propios principios nacionales, pero que para nosotros son ajenos y opues-
tos ... "(18, p. 36). Sin embargo, esto no significa que al retornar, por últi-
mo, a la vida rusa y tratar de crear una cultura verdaderamente nacional,
la clase superior simplemente renunciará a todo lo que ha adquirido. En
realidad, tales adquisiciones han echado los fundamentos del gran papel
histórico que Rusia deberá desempeñar en el futuro.

Prevemos, y prevemos con reverencia, que el carácter de nuestra actividad futura deberá
ser, en grado supremo, panhumano, que la idea rusa tal vez será la síntesis de todas esas
ideas que Europa ha desarrollado, con tanta persistencia y valor, en cada una de sus na-
cionalidades; que tal vez todo lo antagónico que hay en esas ideas encontrará su reconci-
liación y su ulterior desarrollo en la nacionalidad (narodnost) rusa (18, p. 37).

La célebre doctrina dostoievskiana del "panhumanismo" ruso, habitual-


mente asociada a una etapa muy posterior de su carrera, queda aquí expre-
sada con ejemplar claridad en 1861. Y aunque sus opiniones adoptarán
después un tono eslavófilo más pronunciado, sus raíces indiscutiblemente
se remontan a un muy comentado artículo (en parte dedicado al propio
Dostoievski) del archioccidentalista Belinski, quien en 1846 predijo que
"la nacionalidad rusa está destinada a expresar la esencia más rica y más
polifacética en su nacionalidad, y esto es lo que explica su asombrosa capa-
cidad de adaptar y de asimilar todos los elementos extraños". 3 Dostoievski
simplemente extiende esta profecía cuando, tras declarar su fe en la "idea

3 V.G. Belinski, Select Philosophical Works' (Moscú, 1948), p. 363.


64 UN TIEMPO DE ESPERANZA

rusa", continúa diciendo: "No en vano hablamos todos los idiomas, com-
prendemos todas las civilizaciones, simpatizamos con los intereses de cada
pueblo europeo, comprendemos el significado y la razón de acontecimien-
tos enteramente ajenos a nosotros." Pero Dostoievski añade una impor-
tante variación típicamente suya cuando incluye entre las características
de la nacionalidad rusa su capacidad de la más implacable autocrítica: "No
en vano hemos mostrado un poder de autocondenación que asombra a
todos los extranjeros" (18, p.37). Mas Dostoievski, al intercalar esta con-
dición, logra mantener que hasta aquellos, entre los occidentalistas rusos,
que parecen más totalmente apartados de su patria, están mostrando en
realidad un rango nacional típicamente ruso; y así los evalúa positivamen-
te; no, cual solían hacerlo los eslavófilos, los rechaza como irremediable-
mente corrompidos por la influencia europea. Tan comprensiva actitud ha-
cia aquellos a quienes Dostoievski llamaría después los "europeos rusos"
continuará separándolo siempre de los puros eslavófilos.
Los lineamientos precisos de la cultura rusa del futuro que Dostoievski
ve ya en el horizonte, y que supuestamente surgirán de la fusión de ambos
grupos en una nueva unidad, permanecen tentadoramente oscuros; tam-
poco recibirán mucha mayor claridad en sus declaraciones posteriores. Se
hace el mayor hincapié en la necesidad de la fusión, que Dostoievski pide
con acentos que manifiestamente vibran con el dolor de las cicatrices de
sus años en prisión, que aún le dolían. Y en sus palabras podemos oír los
tormentos del hombre que había escrito a su hermano en su primera carta
después de cuatro años de campamento penitenciario:

El odio a la clase superior entre ellos [los presos-campesinos] no tiene límite, y nos reciben
a nosotros, los caballeros, con hostilidad y con alegría maligna al ver nuestro infortunio.
Nos habrían devorado si se los hubieran permitido..."Vosotros, caballeros, picos de ace-
ro, nos devorasteis. Cuando erais los amos, torturasteis al pueblo y ahora estáis aquf, más
bajos que el más bajo, como cualquiera de nosotros" . .. Ciento cincuenta enemigos nun-
ca se cansaran de perseguirnos, tal era su placer, su distracción, su ocupación ...4

El recuerdo de aquellas pullas malignas lleva ahora a Dostoievski a insis-


tir en que la clase superior debe encargarse de "difundir la ilustración,
enérgica, rápidamente y a cualquier costo: tal es el principal problema de
nuestros tiempos, el primer paso hacia toda actividad" (18, p. 37). Luego,
el anuncio continúa con ciertos párrafos sobre el actual estado de la litera-
tura rusa a la que declara demasiado sometida a "autoridades" de toda ín-

4
Pisma, l, pp. 135-136, 22 de febrero de 1854.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 65

dale y necesitada de un órgano de opinión verdaderamente libre. Desde


luego, El Tiempo está dispuesto a colmar esta laguna, y proclama su dispo-
sición a hacerlo con ciertas generalidades más o menos agresivas, destina-
das a atraer suscriptores. ,

El programa de El Tiempo era lo bastante general y vago para atraer a una


diversa gama de la opinión entre la intelectualidad, y el lema de poch-
vennichestvo, dada la influencia de las ideas de Herzen, no tenía connota-
ciones particularmente comprometedoras a ojo de los radicales en aquel
momento. La reputación de Dostoievski, que había retornado del exilio
después de ser miembro de los petrashevets también era garantía de que
su revista mantendría una línea liberal y progresista. Además, el afán de
los literatos de aquellos años, como lo recuerda Strájov, consistía en subra-
yar la unidad, en lugar de la divergencia.

Aún recuerdo -escribe- los sentimientos casi amistosos que por entonces imperaban
entre los escritores. .. Tudas suponían que la literatura estaba desempefiando alguna ta-
rea común y que las diferencias de opinión debían pasar al trasfondo. En realidad, todos
estaban unidos en favor de la ilustración, la libertad de expresión, la supresión de todas
las cadenas y limitaciones, etc., en una palabra, en favor de los habituales principios libe-
rales interpretados en forma absolutamente abstracta, de modo que, por debajo, corrían
las tendencias más diversas y opuestas.5

Tales oposiciones no tardarían en salir a la superficie como resultado de


una situación sociopolítica en rápida evolución; pero al principio, El Tiem-
po fue considerado tan sólo como otra revista progresista, con la que, al
final de la década, se llamaría una tendencia populista (narodny) pronun-
ciada.
Al mismo tiempo, Dostoievski había reclutado a Sttájov y a Grigoryev
como sus dos principales colaboradores, sabiendo perfectamente que am~
bos se oponían a muchos aspectos' de la ideología radical de los sesenta.
Ambos son figuras importantes por derecho propio; cada cual desempeñó
un papel importante en la cultura rusa, y cada uno ejerció una influencia
innegable sobre Dostoievski. Pero ayudaron más a enriquecer y reforzar

5 Strájov, Biografiya, p. 200.


66 UN TIEMPO DE ESPERANZA

ciertos elementos ya presentes en sus propias ideas, más que aportar un


estímulo a un nuevo punto de partida.
Strájov despertó inicialmente la atenr.i6n de Dostoievski con ciertos ar-
tículos que le publicaron en La Antorcha: una serie sobre ciencia llamada
Cartas acerca de la vi.da, y una crítica de los recientes Estudios sobre la
cuestión de la filosofía práctica, de P. L. Lavrov. Como muchos de los radi-
cales a los que se enfrentaría en letras de molde, Strájov era hijo de una
familia de sacerdotes y se había educado en el seminario teológico. En con-
traste con sus adversarios, en cambio, después había estudiado maiemáti-
cas y ciencias naturales y recibido un alto grado universitario en biología.
Tales cualidades le daban una competencia científica muy superior a la del
publicista ruso promedio; y combinó estas credenciales con una devoción
a Hegel y al idealismo alemán que le daba clara conciencia de las limi-
taciones del conocimiento científico cuando se enfrentaba a las eternas
"cuestiones malditas" de la existencia humana.*
Por ejemplo, en sus Carlas acerca de la vi.da insiste en que el organismo
humano no debe ser considerado en términos puramente mecánicos. Para
comprenderlo debidamente debemos tomar en cuenta un principio inter-
no de desarrollo espiritual; no es realmente adecuado ningún enfoque a
la vida humana que la considere tan sólo como producto del medio. Fácil-
mente podemos ver porqué semejante argumento, planteado por un escri-
tor que dominaba las últimas teorías científicas, habrá atraído poderosa-
mente a Dostoievski, quien una vez intentó traducir un célebre tratado de
sicología intitulado Psique, de Carl Gustav Carus. Dostoievski siempre sin-
tió un intenso interés en los defensores bien informados de una visión ro-

• Como ilustración, podemos citar el siguiente pasaje de una obra posterior de Strájov intitulada
De las verdades eternas (O Vechnij lstinaj, 1877).
La ciencia no incluye lo que para nosotros es lo más importante, lo más esencial: no incluye la
vida. La mayor parte de nuestra existencia se encuentra fuera de la ciencia: la parte que constituye
nuestro destino, la parte que llamamos Dios, conciencia, nuestra felicidad y nuestro méritos...
Poi> esta razón no sólo la contemplación de tales temas en la actualidad, no sólo su elevada expre-
sión por los grandes pensadores y artistas, sino hasta por cualquier novela de segunda fila, cual-
quier cuento burdamente imaginado, puede contener un interé:s más grande y accesible que el me-
jor curso de ffsica y de química. Cada uno de nosotros no es un engranaje de alguna gran máquina;
cada quien es principalmente el héroe de lo que llamamos vida. (Citado por AS. Doiinin, "F. M .
. Dostoevsky i N. N. Strakhov", en Shestidesyatye Gody, ed. N. K. Piksanov y O. V. Tuekhnovitser
(Moscú, 1940), p. 246.)

Pese a su importancia en la cultura rusa de mediados del siglo XIX, la literatura rusa sobre Strájov
es sumamente escasa. Puede encontrarse una bien informada íntroducción a su carrera en Linda Gers-
tein, Nikolai Strakhov (Cambridge, Mass., 1971 ).
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 67

mántica e idealista de la naturaleza; y Carus, distinguido médico y experto


fisiólogo alemán, además de pintor y de hombre de letras, había seguido
manteniendo su lealtad a Schelling mucho después de que tal filósofo pasó
de moda. En el libro que tanto admiró Dostoievski, Carus había sostenido
valientemente que la naturaleza, como creación de una "Idea Divina", no
podía ser considerada puramente material ni en su origen ni en su carác-
ter. 6
Aún más grato al corazón de Dostoievski habría sido el artículo de Strá-
jov acerca de Lavrov quien, diez años después, surgiría como eminente
portavoz de la ideología de los populistas rusos; pero en 1860 sólo era un
elocuente profesor del Colegio de Artillería de San Petersburgo. Cherni-
shevski había desdeñado pronto a Lavrov, considerando que no era un ma-
terialista lo bastante vigoroso, y luego utilizó su libro como pretexto para
desarrollar sus propias ideas en El principio antropológi.co de la fúosofía.
Por lo contrario, Strájov consideró que Lavrov era demasiado materialista
para su gusto, y lanzó un contrataque en defensa de la libertad humana y
de la autonomía moral contra todos los intentos por someterlas a las con-
diciones materiales. "La voluntad'', declaró, "es subordinada, en forma
esencial y necesaria, a sólo una cosa, a saber, la idea de su propia libertad,
la idea de su autodeterminación independiente, original y conciente".7 A
Dostoievski, que acababa de escribir su "suplemento" a la Casa de los
muertos, y que sabía con cada fibra de su ser que un mundo de saciedad
sensual y material sería intolerable sin una libertad síquico-moral, tales pa-
labras debieron de parecerle preciosa confirmación de sus propias intui-
ciones más profundas. ·
Strájov también fue de gran valor, personalmente, para Dostoievski,
como mentor filosófico, aunque en sus memorias-biografía tiende a exa-
gerar la falta de sutileza intelectual de su amigo. Desde luego, Dostoievski
una vez le entregó un ejemplar, con las hojas no cortadas, del primer volu-
men de la Historia de la filosofía de Hegel, en alemán; pero nadie que hu-
biese participado activamente en los debates ideológicos del decenio de
1840 en Rusia y hubiese reflexionado sobre las páginas de Belinski y de
Herzen, habría podido dejar de adquirir un conocimiento bastante extenso
de las ideas filosóficas imperantes en la época. Sin embargo, Strájov poseía
una cultura impresionante y un dominio profesional al que no podía aspirar

6
Para mayores detalles sobre Carus y Psyche, véase Dostoevsky: The ~an of Ordeal, pp. 170-174.
7
Citado en A S. Dolinin, "F. M. Dostoevski i N. N. Strakhov", en Shestidesiatye Gody, ed. N. K.
Piksanov y O. V. Tuejnovitser (Moscú, 1940), p. 240.
68 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Dostoievski, y sus conversaciones cotidianas ciertamente agudizaron y re-


finaron la conciencia del novelista sobre las implicaciones de sus propias
ideas y la significación de las de otros.
"Nuestras conversaciones eran ü~t.;;rminables'', escribe Strájov, "y eran
las mejores conversaciones que haya tenido yo la suerte de sostener en mi
vida". Lo que le cautivaba en Dostoievski era

su espfritu insólito, la rapidez con que captaba cada idea tras una simple palabra o alu-
sión ... Los principales temas de [nuestras conversaciones) eran, desde luego, asuntos
periodísticos, pero tocaban toda clase de temas, muy a menudo las cuestiones más abs-
tractas. A Feodor Mijáilovich le encantaban tales cuestiones acerca de la esencia de la
materia y los límites del conocimiento, y recuerdo lo mucho que se divirtió cuando yo
clasifiqué sus opiniones según las varias teorías de los filósofos que conocíamos por la
historia de la filosofía. Resultó que era difícil imaginar algo nuevo, y él se consoló, en bro-
ma, con la observación de que al menos sus ideas concidfan con las de uno y otro de los
grandes pensadores.

Strájov nota, asimismo, otro rasgo de la fisonomía intelectual de Dosto-


ievski que tiene particular pertinencia para el carácter ideológico de sus
grandes creaciones.

El pensamiento abstracto más rutinario le llamaba a menudo la atención con fuerza no


común, y le agitaba en forma notable. En todo caso, era una persona emotiva e impre-
sionable en el más alto grado. Una simple idea, a veces muy familiar y común, parecía
incendiarlo de pronto, y revelarse a él en todos sus significados. Por decirlo así, sentía el
pensamiento con insólita vivacidad. Luego le planteaba en varias.formas, dándole a veces
una expresión muy aguda y gráfica, aunque sin explicarlo lógicamente ni desarrollar su
contenido. Ante todo, era un artista, pensaba en imágenes y se dejaba guiar por el senti-
miento.8

Si Dostoievski recibió cierta enseñanza intelectual de Strájov, lo que deri-


vó de Apollon Grigoryev llegó a niveles mucho más profundos de su per-
sonalidad. No existe un testimonio de algún prolongado contacto entre
ambos; pero Grigoryev era una presencia carismática que ejercía su fasci-
nación sobre todo en un grupo de jóvenes escritores, incluyendo a Strájov,
y las cotidianas reuniones editorales de El Tiempo ofrecían una amplia
oportunidad para el intercambio de ideas. Pueden encontrarse huellas de

8
Strájov,BÍografiya, 225, p. 195.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 69

tales intercambios en la obra de Grigoryev: una de sus últimas grandes se-


ries de artículos, "Las paradojas de la crítica orgánica", está en forma de
cartas a Feodor Mijáilovich Dostoievski, y su importante autobiografía,
"Mis vagabundeos literarios y morales", fue escrita a sugestión de Mijaíl
Dostoievski, a quien se la dedicó.
Dostoievski sin duda habrá encontrado más interesante al tempestuoso
y turbulento Grigoryev, como ser humano, que al afectado y mojigato Strá-
jov, pues Grigoryev era una de esas "vastas" naturalezas rusas -muy simi-
lar al joven poeta l. N. Shidlovski, amigo e inspirador de Dostoievski en su
juventud- que combinaba las más sutiles y exaltadas aspiraciones artísti-
cas y espirituales con una vida sórdida y desordenada. "Místico, ateo, ma-
són, miembro del Círculo de Petrashevski, pintor, poeta, director de perió-
dico, crítico, dramaturgo, periodista, cantante, guitarrista, orador": estos
son algunos de los heteróclitos aspectos de Grigoryev vistos por los ojos
de sus contemporáneos. 9 Dostoievski consideraba que tales vidas eran típi-
camente "rusas'', y escribió que Grigoryev era "tal vez entre todos los con-
temporáneos ... el más ruso de los hombres, como temperamento (no estoy
diciendo como ideal, se entiende)" (20, p. 136). En el caso de Grigoryev,
su poesía y sus críticas eran tenidas en alta estima por algunos de los mejo-
res jueces de su época; pero solía desaparecer durante semanas enteras
para entregarse a borracheras y desórdenes tumultuosos entre los gitanos,
y muchos de sus mejores ensayos fueron escritos en la prisión para deudo-
res. "Lo recuerdo'', escribe uno de sus amigos más íntimos, el poeta Ya. P.
Polonsky, "no creyendo en Dios ni en el diablo ... y rezando de rodillas en
la iglesia, hasta sacarse sangre. Lo recuerdo como escéptico y como mís-
tico, lo recuerdo como amigo y como enemigo, peleando con la gente y ha-
lagando al conde Kushelev [propietario de un periódico] acerca de sus
composiciones infantiles". 10 Se ha sugerido que los rasgos de Grigoryev, a
quien gustaba llamarse a sí mismo "el último romántico", quedaron encar-
nados en el no menos tumultuoso y sorprendentemente poético Dimitri
Karamázov. 11 Sea como fuere, tanto el personaje literario como su posible
prototipo de la vida real son excelentes ejemplos de la misma "vastedad"
de una personalidarl caóticamente rusa.

9 La cita fue tomada de B. F. Egorov, ''Apollon Grigoryev-Kritik", en Uchenie Zapiski Tartuslwgo


Gosudarstevnnogo Universiteta, 98 (1960), p.194. Puede encontrarse un retrato de Shidlovsky enDos-
toevsky: The Seeds of Revolt, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 93-100.
10 Citado en A L. Volynski, Russkie Kritiki (St. Petersburgo, 1896), p. 684.
11 V.G. Selitrennikova y l. G. Yakushkin, ''Apollon Grigoryev i Mitya Karamazov", en Filologiches-

kie Nauki, 1 (1969), pp. 13-24.


70 UN TIEMPO DE ESPERANZA

La historia intelectual de Grigoryev duplica la de Dostoievski en varios


detalles. Durante un breve periodo, en 1845, había asistido a las reuniones
del Círculo de Petrashevski, que atrajera a Dostoievski dos años después;
pero este coqueteo con el socialismo utópico fue muy efímero; el mismo
año publicó una obra en verso, Dos egoísmos, en que satirizaba a Petra-
shevski y, a la vez, a un personaje que representaba a los eslavófilos de
Moscú. El propio Grigoryev, aunque simpatizara con ei amor de los eslavó-
filos a la cultura original rusa, rechazaba lo que ilamó su enamoramiento
del "antiguo pasado de los boyardos" 12 y su negativa a reconocer nada de
valor en la literatura rusa contemporánea (con excepción de Gógol). Para
él, los verdaderos valores de la vida rusa no se encontraban en algún edén
quimérico e idealizado anterior a Pedro el Grande ni en los pisoteados cam-
pesinos sino, antes bien, entre los grupos sobrevivientes --corno la clase
de comerciantes moscovitas presentada en la obra de Ostrovski, que a me-
nudo eran Viejos Creyentes hasta la médula-que habían logrado florecer
mientras se aferraban celosamente a su propio modo de existencia. Grigo-
ryev fue uno de los primeros que saludaron a Ostrovski como importante
revelación del espíritu popular ruso, y con vehemencia rechazó la acusa-
ción de que el mundo mostrado por el drarnaturg0 era una "esfera de tinie-
blas". Aunque dispuesto a reconocer sus aspectos menos atractivos, Grigo-
ryev prefería buscar, corno también lo hiciera Mijaíl Dostoievski, ejemplos
de rasgos populares verdaderamente rusos, con sus virtudes redentoras.
El propio Grigoryev era un gran conocedor de la cultura popular rusa y de
la musica gitana que le parecía irresistible, y era célebre por sus interpre-
taciones de tal música en la guitarra, que tocaba con virtuosismo. Algunos
de sus mejores poemas, redescubiertos y reunidos a comienzos del siglo
actual por Alexander Block, intentan traducir en palabras la fogosa pasión
y la profunda desesperación de sus ensueños gitanos.
Los ensayos de la madurez de Grigoryev, que Dostoievski admiró mu-
cho, esbozan una original filosofía de la cultura rusa cuyos temas principa-
les ciertamente afectaron las propias opiniones del novelista sobre el terna.
La figura central de esta historia es Pushkin, cuyos escritos, corno los inter-
preta Grigoryev, constituyen toda una división en la conciencia cultural
rusa. Hasta su aparición se habían aceptado las influencias extranjeras, que
habían sido asimiladas y reverenciadas; pero en Pushkin, por primera vez,
podemos observar una lucha entre los tipos "depredadores" que imitaban

12 Andrzej Walicki, T'he Slavophile Controversy, trad. Hilda Andrews·Rusiecka (Oxford, 1975),
p.510.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 71

los paradigmas occidentales -los egoístas héroes románticos y byronianos


de su primer poesía- y el suavemente irónico Iván Petróvich Belkin o el
juvenil y puro narrador de La hija del capitán, que los remplazan. Estos
son personajes absolutamente rusos por su bondad, su falta de afectación
y su sencillez; e indican el deseo de Pushkin de retomar a su tierra natal,
con sus valores "auténticamente humanos, es decir, cristianos", 13 después
de haber sucumbido a la seducción de los ideales ajenos. Grigoryev consi-
dera toda la literatura rusa posterior a Pushkin de acuerdo con esta lucha
entre tipos "depredadores" (khishchny)y"mansos" (smirenny) rusos, y ela-
bora su tipología cultural en un estilo caprichosamente precipitado y ba-
rroco que hace recordar a su amado Thomas Carlyle. Sus ensayos contie-
nen a la vez generalizaciones impresionantes y observaciones muy agudas
de toda una veintena de escritores, llegando hasta contemporáneos como
Turguénev, Tolstoi y Pisemski; hoy se le reconoce generalmente como el
más grande crítico literario de la Rusia de mitades del siglo XIX.

Dostoievski se sintió indudablemente atraído a las ideas de Grigoryev por-


que, por una parte, le ayudaban a dar un contenido cultural-literario con-
creto a sus propias experiencias más íntimas. El "retomo a la tierra natal'',
cuya necesidad se le había presentado tan angustiosamente en el campa-
mento penitenciario, ahora resultaba el camino seguido por el más grande
de todos los escritores rusos: iy era el que sería seguido por toda literatura
rusa de importancia! Aparte del atractivo de tales opiniones para Dosto-
ievski, también habría respondido favorablemente a la afirmación de Gri-
goryev de que los tipos "mansos" son los auténticos portadores de los valo-
res sociomorales rusos: opinión muy parecida a otra, expresada por P. V.
Annenkov en 1859, quien había sostenido que la "persona mansa" era la
única portadora de las normas morales en la sociedad rusa, pues la "perso-
na fuerte" que exigían los radicales demasiado fácilmente podía volverse,
dadas las condiciones de la vida rusa, un implacable opresor de los demás.
Semejantes ideas habrán sido tomadas por Dostoievski como preciosas
confirmaciones de sus propias intuiciones artísticas, pues los caracteres-
tipo predominantes del decenio de 1840-Devushkin y Golyadkin-fácil-
mente pueden ser clasificados como "mansos" o "débiles", y están llenos

13
Apollon Grigoryev, Sochineniya, ed. N. N. Strakhov (San Petersburgo, 1876), p. 247.
72 UN TIEMPO DE ESPERANZA

de una timidez y una compulsión moral que brotan de una conciencia abru-
mada. Uno de sus cuentos cortos se intituló "Un corazón débil (Slaboe)",
lo que significa "manso" en el sentido de demasiado escrupuloso; y más
recientemente había pintado un personaje más parecido a la concepción
de Grigoryev: el coronel Rostanev en La aldea de Stepanchik.ovo, como
encarnación ligeramente ridícula pero auténtica de la generosidad y la
magnanimidad. 14 Gran parte de la obra posterior de Dostoievski puede
considerarse como una dramatización del conflicto entre los tipos "depre-
dador" occidental (o influido por el Occidente) y "manso" auténticamente
ruso: conflicto cuyo choque de valores, presentado como duelo entre abso-
lutos moral-espirituales, lograría él, en el futuro, elevar al nivel de la alta
tragedia.
& en los ensayos literarios de Grigoryev donde encontramos el nexo
más directo y obvio con Dostoievski, pero también hay otros puntos de
contacto que no debemos pasar por alto. Como Dostoievski en su juven-
tud, Grigoryev había sido vigorosamente influido por Schelling, y compar-
tía con el novelista una visión del arte como medio de cognición metafísi-
ca: el vehículo elegido por el cual los secretos del Absoluto se revelan en
el tiempo y en la historia. Tan exaltada concepción del arte ya era muy anti-
cuada en el decenio de 1860; y Dostoievski veía en Grigoryev a un aliado
sumamente valioso que podía aplicar convincentemente esa visión a la si-
tuación cultural inmediata. Ambos defendían así la condición del arte con-
tra el burlón ataque de los utilitarios radicales, y sostenían su derecho a
ser reconocido como una necesidad y una función autónoma del espíritu
humano.
Dostoievski también veía con profunda simpatía el irracionalismo de
Grigoryev, que había quedado fortalecido y afirmado por sus propias entu-
siastas lecturas de Schelling en su último periodo. También Kierkegaard
había sido poderosamente influido por estas últimas obras de Schelling,
reconocidas hoy como una de las fuentes del existencialismo moderno, y
Grigoryev sacó la misma conclusión que su predecesor dinamarqués de
que la vida no podía ser contenida dentro de categorías racionales de nin-
guna especie.

Para mí, la ''vida" es, en verdad, algo misterioso -escribe, dirigiéndose directamente a
Dostoievski-, es decir, es misteriosa porque es algo inagotable, "un abismo que devora
toda la razón finita", para emplear una expresión de un viejo libro de música, un espacio

14
Para la controversia sobre este punto de Chernishevski·Annenkovy la respuesta de Dostoievski
a ella, véase Dostoevsky: The lfors of Ordeal, pp. 250-255.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 73

interminable en que las conclusiones lógicas del espíritu más sagaz a menudo se perderán,
como una ola en el oceano; ~la vida es] algo hasta irónico, pero al mismo tiempo lleno de
amor a pesar de esta ironía. 5

Los más sorprendente de todo tal vez sea la afinidad temperamental re-
velada por la referencia de Grigoryev, en un verso de su poesía, a "la loca
felicidad del sufrimiento", y por su reiteración, en una carta, de que "hay
sufrimientos del alma capaces de transformarse en una sensación de bea-
titud" lCómo no pensar en Dostoievski, pregunta con pertinencia el esla-
vista italiano Wolf Giusti, después de leer estas frases? 16 Y esta afinidad
queda ilustrada, más aún, por su devoción común a la fe cristiana tal como
se había desarrollado en su patria. Así como Dostoievski había declarado
una vez, refiriéndose a las cruzadas cristianas, que "Europa y su tarea serán
completadas por Rusia", 17 así también Grigoryev creía que la vida histórica
de Europa se había "agotado y otra está comenzando: brotará de la orto-
doxia, un nuevo mundo se encuentra en esta fuerza". 18 Pero también, como
Dostoievski, él era, en grado excesivo, producto del romanticismo, y era a
la vez demasiado moderno para aceptar sin lucha su fe cristiana o su or-
todoxia. "Desde donde yo comience", reconoce, "siempre llego al mismo
punto; a esta profunda y dolorosa necesidad de creer en el ideal y en el
jenseits [lo sobrenatural]". 19 Ningún ruso contemporáneo de Dostoievski
se acerca más que Grigoryev a compartir la misma enmarañada compleji-
dad de impulsos y de actitudes; y todavía está por escribirse un estudio sa-
tisfactorio de la relación entre esas dos figuras fascinantes.*
Con tales camaradas en armas, Dostoievski partió para participar en las
guerras periodísticas del decenio de los sesenta, y sus campañas merecen

15 Grigoryev, Sochineniya, p. 618.


16 W. Giusti, ''Annotazioni su A A Grigorev'', enAnnali (Instituto Universitario Orientale, Sezione
Slava), I (1958), p. 66. Pese a su modesto titulo, esta es una evaluación sumamente sagaz de la obra y
la personalidad de Grigoryev.
17
Pisma, 1, p. 165, 18 de enero de 1856.
18 Citado en V. V. Zenkovsky,A History ofRussian Philosophy, trad. George L. Kline, 2 vols. (Nueva

York,1953),1,p.405.
19
!bid, p. 403.
•Un pasaje de una carta de Grigoryev a Apollon Maikov (9/21 de enero de 1858), escrita mientras
Dostoievski aún se encontraba en Siberia y, por tanto, antes de que ambos pudiesen intercambiar
ideas, ilustrará esta similitud de su visión fundamental:
No sé que me parece más repulsivo: el progreso petersburgués.. . el dilettantismo de la ortodoxia
o finalmente el cínico ateísmo de Herzen. Todos equivalen a lo mismo y tienen el mismo valor, y
estos tres proceden igualmente de una causa: de una falta de fe en la vida, el ideal y el arte. Todo
esto resulta de la utopía utilitaria de la felicidad sensual o la esclavitud espiritual yel estancamiento
74 UN TIEMPO DE ESPERANZA

ser seguidas con la mayor atención. Ciertamente, no se puede decir que


su estandarte obtuviese la victoria, pero los historiadores de la cultura rusa
convienen en que mientras los pochvennild estuvieron en el campo deba-
talla, presentaron una oposición muy respetable al triunfo de lo que se ha
llamado (no muy precisamente, por lo referente a Chernishevski.y a Do-
brolyubov) el nihilismo ruso. Además, estas guerras sirvieron para dar a
Dostoievski los materiales que él pronto transmutaría y elevaría, por lapo-
tencia de su genio y su visión personal, en la síntesis artístico-ideológica
de las grandes novelas de mediados y finales de la década de 1860.

chino, bajo la presión de una unidad externa en ausencia de una unidad interna, es decir, Cristo,
es decir, el Ideal, la Medida, la Belleza, tínica en que la verdad está contenida, y tínica que puede
llevar la verdad al alma del hombre.
La identificación de Cristo en este pasaje con el Ideal y con la Belleza no podría se más dosto-
ievskiano. Apollon Grigoryev,Materiali dlya biografii, ed. Vlad. Knyazhnin (Petrogrado, 1917), p. 217.
IV. EN LA PELEA

CON LA inauguración de El Tiempo, la rutina de la vida de Dostoievski


quedó inmutablemente establecida para los cinco años siguientes. Todas
sus energías fueron absorbidas por su trabajo de director y de colaborador,
y es imposible disociar su existencia privada de la cotidiana tarea de dirigir
la revista. Sus oficinas editoriales estaban localizadas en la residencia de
Mijaíl Dostoievski, y tanto Feodor como Strájovvivían muy cerca: el último
se había mudado dP- otro departamento, especialmente para encontrarse
a mano. La sección de la ciudad era un ajetreado y populoso distrito de
clase baja, cuyas calles sombrías y lodosas, siempre ocupadas por hordas
de comerciantes, mercaderes y labradores, serían después retratadas por
Dostoievski en Crimen y castigo. Y como recuerda nostálgicamente Strá-
jov, "entre estos alrededores, que nos llenaban de tristeza y de repulsión,
todos vivimos unos años muy felices". 1

Las memorias de Strájov ayudan considerablemente a completar el cuadro


de este periodo de la vida de Dostoievski, aunque sus juicios y sus inter-
pretaciones deben ser tomadas con bastante cautela. Tal como él la descri-
be, fue una vida de infatigable labor literaria, en que Dostoievski trabajaba
las 24 horas y sólo se levantaba de su escritorio para las pocas horas de sue-
ño necesarias para recuperar sus energías. Como Balzac (aunque para esti'7
mularse tomara té, en lugar de café), Dostoievski invariablemente escribía
de noche, comenzando cerca de las doce y continuando hasta las cinco o
seis de la mañana; luego dormía hasta las dos o tres y empezaba su jornada
por esa hora. El personal de la revista se reunía regularmente a las tres de
la tarde, probablemente por ceferencia al insólito horario de Dostoievski,
"y aquí [en las oficinas] hojeábamos los periódicos y las revistas, nos ponía-
mos al tanto de todo lo nuevo, y a menudo íbamos a cenar juntos". 2 Tam-
bién con frecuencia, Dostoievski iba a tomar té con Strájov al principiar la
tarde, cuando un grupo de amigos se reunían a charlar y pasar el rato. En

1 Strájov, Biograjiya, p. 223.


2 /bid., p. 224.
75
76 UN TIEMPO DE ESPERANZA

general, según Strájov, Dostoi evski "se encontraba más a menudo en mi


casa que en la suya, pues yo ern soltero y cualquiera podía visitarme sin te-
mor a incomodar a otros". 3 Estte es un buen ejemplo del estilo insinuante
de Strájov, que siempre sugiere mucho más que lo que dice; distintamente
está diciendo que María Dimit rievna no solía recibir muy cordialmente a
los amigos de su marido.
Strájov también subraya la completa absorción de Dostoievski y de sus
colaboradores en la guerra intes:tina que, en aquel agitado momento, diera
tanta animación insólita a la prensa periódica rusa. Ser director de un pe-
riódico no sólo exigía leer manuscritos en la intimidad o sostener corres-
pondencia con colaboradores nuevos, viejos o potenciales. Una revista
1

como El Tiempo se encontraba inevitablemente en el centro de un fuego


cruzado, y nada era más importante que saber quién era amigo y quién
enemigo. Explica Strájov:

Era habitual en aquellos días que cad.~ revista hablara de todas las demás, de modo que
la impresión causada por cada artículo podía verse muy prontamente. Dostoievski, Apol-
lon Grigoryev y yo podíamos estar seg1 uos de que en cada nuevo número de una revista
encontraríamos invariablemente nuestros nombres. La rivalidad entre varias publicacio-
nes, la intensa atención prestada a sus tendencias, las polémicas: todo esto convertía la
labor del periodismo en un juego tan ir.1teresante que, habiéndolo conocido, era inevita-
ble un gran deseo de volver a participar· en él. 4

Pese a tales palabras y a su larga .carrera de publicista, Strájov alberga-


ba cierto invencible desdén hacia la parte rutinaria y prosaica de la lucha
periodística. Como él mismo lo obse~rva orgullosamente, en el decenio de
1840 había pertenecido a un círculo füerario para el cual "el colmo de la
cultura habría sido comprender a Ht<?gel y saberse Goethe de memoria". 5
Estos dos nombres (especialmente el último) se habían convertido en sím-
bolos de una actitud sociocultural au-dessus de la melée, de una preocupa-
ción por las cuestiones y problemas "eternos", muy alejados de las mezqui-
nas disputas de la existencia social coti1diana. Y en su primer contacto con
el Círculo de Milyukov, Strájov se sintió escandalizado al encontrarse ante
un punto de vista totalmente distinto. En este círculo, la tendencia

se había formado bajo la influencia de la litemtura francesa (y no de la alemana). Por


ello, ocupaban el centro del escenario las cuestrones políticas y sociales, que habían de-

3 /bid.
4 Jbid.
5 /bid., p. 173.
EN LA PELEA 77

vorado a los intereses puramente artísticos. Según esta visión, el artista debía investigar
la evolución de la sociedad y sacar a la luz de la conciencia el bien y el mal que surgían
en sus medios. Como resultado, debía ser maestro, ·denunciador y guía. Por tanto, de ello
se seguía casi directamente que los intereses eternm; y generales habían de quedar subor-
dinados a las cuestiones transitorias y políticas. Feodor Mijáilovich estaba totalmente im-
buido de esa tendencia de publicista, y permaneció fiel a ella hasta el fin de su vida. 6

El insidioso esfuerzo de Strájov por reducir a Dostoievski al nivel de un


"publicista" muestra, por lo menos, su total incomprensión de la obra de
su amigo, si no su propia mala fe. De todos modos, es valioso por su insis-
tencia en el deseo de Dostoievski de mantenerse en contacto con las can-
dentes cuestiones socioculturales de su época y aprovecharlas con fines
artísticos. Su pasión por el periodismo se derivó del mismo deseo y, en con-
traste con el más presuntuoso Strájov, no estableció ninguna distinción en-
tre lo que Goethe llamó "las demandas del día" y las de su carrera literaria.
"Yo miraba con malos ojos el periodismo", reconoce Strájov, "y lo enfoca-
ba con cierta altivez". Un pequeño incidente revela la total diferencia de
actitud entre los dos, aun en los días de su más íntima colaboraci6n. No
acostumbrado a la producción apresurada del periodismo, Strájov pasaba
mucho tiempo "dando toques finales a [sus] artículos", y estos esfuerzos
solían provocar la burla de Dostoievski: "Siempre estás trabajando para la
'edición completa' de tus escritos", solía decir. 7 Semejante anécdota, que
contiene un implícito y totalmente injustificado menosprecio de la con-
ciencia literaria de Dostoievski, sin embargo indica la urgencia de su im-
pulso de responder al momento, y ayuda a explicar porqué sus obras más
grandes a menudo tienen su origen en semejante respuesta.
"No es de sorprender", escribe Strájov, como si generosamente estuvie-
ra excusando una falla,

que Feodor Mijáilovich amara el periodismo y celosamente lo sirviera, aun cuando tuvie-
ra perfecta conciencia, podemos su poner, de lo que estaba haciendo y de hasta qué punto
estaba traicionando las formas estrictas del pensamiento y el arte [las cursivas son mías].
Desde su juventud se había dedicado al periodismo, y le fue fiel hasta el fin de su vida.
Cabal e indiscutiblemente pertenecía a la literatura que estaba en fermento a su alrede-
dor, y nunca buscó un puesto alejado de ella. De ordinario, lo que lefa eran revistas y pe-
riódicos rusos... Aquí estaban sus intereses intelectuales y también aquí estaba su interes
material.8

6 /bid., p. 172.
7
/bid., p. 220.
8 /bid., pp. 218-219.
78 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Al poner en relieve, así sea de esta manera un tanto despectiva y condes-


cendiente, la total devoción de Dostoievski al mundo periodístico de co-
mienzos del decenio de 1860, Strájov involuntariamente hace resaltar una
de las fuentes del genio de Dostoievski, mientras intenta menospreciar sus
resultados. Precisamente porque Dostoievski no estableció distinción en-
tre las cuestiones "eternas" y las del escenario del momento -porque po-
día sentir lo que tenía significado permanente a través de lo inmediato y
aparentemente efímero-- fue capaz, a la postre, de escribir esas novelas
ideológicas que constituyen su principal timbre de gloria.
Dejando aparte el medio de la letra de imprenta, Dostoievski también
entró en directo contacto personal en aquellos años con una gama vasta y
diversificada de la opinión sociocultural rusa. En realidad, pudo ver todos
sus matices encarnados mientras hablaba a los miembros de la generación
más joven que invadían las oficinas editoriales de su revista y que, con bue-
na fortuna, serían invitados a asistir a las reuniones del círculo de directores
y colaboradores donde se leían manuscritos en voz alta y se tomaban las
últimas decisiones. El Tiempo siempre estaba en busca de nuevos escrito-
res jóvenes y siguió siendo insólitamente receptivo a sus juveniles esfuer-
zos. Muchos nombres que después serían bien conocidos, algunos de ellos
en los anales de la extrema izquierda (como P. N. Tkachev), publicaron su
primera obra bajo la égida de Dostoievski. V. S. Nechaeva, veterana inves-
tigadora rusa soviética que ha escrito dos valiosos libros sobre las publica-
ciones de Dostoievski, tiene toda la razón al observar que:

tal vez nunca más en su vida tuvo Dostoievski la misma oportunidad de estar en contac-
to con jóvenes de tan diversos antecedentes y situaciones, pero unidos todos ellos por un
interés en las cuestiones sociales y literarias, como cuando estuvo a la cabeza de El Tíem-
JJO y de La ÉJJOca. Ciertamente, hay que tomar en cuenta esta circunstancia al analizar
las novelas de Dostoievski, y el cuadro que contienen de diversos representantes de la
generación jóven.9

La política editorial de Dostoievski intentaba combinar una simpatía y una


comprensión a las aspiraciones de la juventud-predominantemente radi-
cal- de justicia social y reforma política, mientras al mismo tiempo mos-
traba una implacable hostilidad a los lemas estéticos, éticos y metafísicos

9
V. S. Nechaeva, Zhuma/ M. M. i E M Dostoevskikh "Vremya", 1861-1863 (Moscú, 1973), p. 65.
ENLAPELEA 79

de la ideología radical. Este esfuerzo por reconciliar lo irreconciliable con-


dujo a inevitables tensiones entre los diversos grupos de colaboradores; y
el frágil equilibrio de Dostoievsk.i pronto fue roto por una sucesión de
acontecimientos sociopolíticos que dividieron a la sociedad rusa en bandos
opuestos, anulando el terreno intermedio en el que él había intentado sos-
tenerse.
Strájov dice que los colaboradores de El Tiempo formaron dos faccio-
nes: en el centro de una se encontraba el tempestuoso Grigoryev, "quien
sabía cómo rodearse de los jóvenes por las atractivas cualidades de su espí-
ritu y su corazón, y especialmente por un auténtico interés en sus esfuerzos
literarios". El núcleo del otro grupo, si hemos de creer a Strájov, "consistía
en Dostoievski y en mí mismo". 10 Este relato presencial, aceptado durante
largo tiempo como definitivo, recientemente cayó en descrédito y fue rem-
plazado por un cuadro mucho más verosímil de la alineación de las fuerzas.
En lugar de estar aliado con Dostoievski, como después lo afirmaría, Strá-
jov en realidad había sido compañero de Grigoryev, "aunque sus emocio-
nes no se despertaran por la búsqueda de pochva, sino antes bien por un
implacable odio al materialismo y el deseo de entablar una lucha contra
él".11 Por otra parte, casi todos los jóvenes radicales se reunían en torno
de A E. Razin (no mencionado siquiera por Strájov), hijo de una familia
de campesinos y siervos, casi autodidacta y autor de una muy popular intro-
ducción a una visión científica del universo, para niños, intitulada El mun-
do de Dios, quien además era íntimo amigo de Dobrolyubov. Entre los dos
se encontraba un tercer grupo, compuesto por los hermanos Dostoievski
y los sobrevivientes de los círculos patricios liberales del decenio de 1840:
Milyukov, Pleshcheev, Apollon Maikov y otros menos conocidos. 12
El hecho de que Strájov estuviese aliado a Grigoryev y no a Dostoievsk.i
resulta perfectamente claro si se examinan imparcialmente los hechos.
Cu~ndo Grigoryev se fue de San Petersburgo a Orenburg en la primavera
de 1861 (en gran parte por razones personales, pero también en parte por
su insatisfacción con la política editorial de El Tiempo) prefirió continuar
su correspondencia con la revista por medio de Strájov, y no directamente
con uno de los Dostoievsk.i. En una carta a M. P. Pogodin, cuya interpre-
tación ardientemente nacionalista de la historia rusa había desempeñado

10 Strájov, Biografiya , p. 223.


11 Nechaeva, Zhuma/ "Vremya'', p. 68.
12 Este es el cuadro pintado por Nech11eva, quien parece mucho más cerca de la situación real.

/bid., pp. 68-69.


80 UN TIEMPO DE ESPERANZA

un papel importante en su propio pensamiento, Grigoryev escribió acerca


de El Tiempo: "Tengo allí a alguien que mantiene los ojos abiertos ante las
cosas, el joven filósofo idealista Nikolai Nikolaevich Strájov. "13
Lo que irritaba a Grigoryev, entre otras cosas, era que Dostoievski se
negara a atacar más vigorosa y directamente a los radicales de El Contem-
poráneo: Chernishevski y Dobrolyubov. También a·Strájov le disgustaba la
cautela de Dostoievski a este respecto, aunque casi siempre, con pruden-
cia, se guardara para sí su opinión disidente. Insatisfecho por la forma rela-
tivamente benigna en que Dostoievski había refutado las opiniones de Do-
brolyubov sobre el arte (sobre lo cual tendremos más que decir), reconoce
Strájov: "No pude contenerme, y desee entrar lo antes posible en una rela-
ción directa y decisiva con las doctrinas nihilistas. Puedo decir que siempre
sentí una especie de repugnancia orgánica del nihilismo, y que a partir de
1855, cuando empezó a expresarse claramente consideré su aparición en
la literatura con gran indignación." Dostoievski obviamente no compartía
el mismo encono, como puede verse por otra observación de Strájov: "Tra-
té de que Feodor Mijáilovich compartiera esa enemistad que yo sentía."14

A veces se ha sugerido que el relativo "progresismo" de El Tiempo durante


sus dos primeros años fue resultado de una prolongada política de disimu-
lo, y que el empedernido reaccionario Dostoievski estaba ocultando ver-
gonzosamente sus verdaderas opiniones para ganarse el favor de un pú-
blico que, cuma él bien lo sabía, era radical e izquierdista. 15 No hay razón
para negar que Dostoievski estaba bien conciente de la dirección en que
soplaban los vientos de la opinión pública, y que trató de adaptar su política
editorial apropiadamente, para no hundirse; pero esto es totalmente dis-
tinto de haber engañado intencionalmente a sus lectores. Todo lo que se
puede decir como respuesta a esta acusación es que tal no fue la opinión

13
Apollon A Grigoryev, Materiali dlya biografii, ed. Vlad. Knyazhnina (Petrogrado, 1917), p. 278.
14
Strájov, Biograjiya, p. 220.
15
Semejante idea es la planteada enérgicamente por S. Borshchevskii, Shchedrin i Dostoevskii
(Mosctí, 1956), pp. 27-28 y passim. Pero véase la observación de un erudito soviético más joven, uno
de los editores de la nueva edición de la Academia de Ciencias de la obra de Dostoievski, en el sentido
de que "hoy, nadie escribe de ese modo, acerca de Dostoievski ni depochvennichestvo ni de Shchedrin
(particularmente del Shchedrin del decenio de 1860)". V. A Tunimanov, Tvorchestvo Dostoevskogo,
1854-1862 (Leningrado, 1980), p. 226.
EN LA PELEA 81

de sus colaboradores más directos. Strájov claramente distingue la toleran-


cia de Dostoievski al nihilismo de su propio y profundo antagonismo; y
Grigoryev, en sus vehementes cartas, nunca sugiere que Dostoievski no
fuera perfectamente sincero.
No hay ninguna insinuación de duplicidad cuando Grigoryev escribe,
indignado, acerca de la "vergonzosa amistad" de El Tiempo con El Con-
temporáneo, y con encono ataca la elección de Razin (al que llama "Sten-
ka Razin'', nombre del célebre caudillo de una rebelión campesina) para
encargarse de la sección política. "Lo que necesita", dice, "no es Stenka
-iah, lo siento!-Alexei Razin, sino una persona nueva, alguien que lu-
che por la verdad y por un punto de vista independiente, y no por un libe-
ralismo quand méme . .. "16 En la carta a Pogodin ya citada, en que pudo
hablar con mayor libertad que con Strájov, Grigoryev observa que de mo-
mento no está escribiendo nada, aunque los Dostoievski estén apremián-
dolo a hacerlo. "Que se desesperen un poco y paguen sus simpatías de El
Contemporáneo'', explica.17 Evidentemente, considera tales simpatías co-
mo auténticas, resultado de algún tipo de autoengaño y autointoxicación.
Otra causa de quejas fue la renuencia de los Dostoievski a vincular de-
masiado públicamente su propia doctrina depochvennischestvo con la esla-
vofilia. Podemos comprender tal renuencia por motivos puramente tácti-
cos: deseaban dar la impresión de que estaban ofreciendo algo nuevo en
materia de ideas, y no simplemente la repetición de una posición ya fami-
liar que, para empeorar las cosas, contaba con muchos adversarios. Pero
en realidad, como lo sabemos por Strájov, Dostoievski casi no conocía per-
sonalmente la anticuada eslavofilia y sinceramente creía que sus propias
ideas eran de diferente índole. En opinión de Strájov, que en este caso pa-
rece perfectamente acertada, por entonces Dostoievski era un "eslavófilo
inconciente", cuyas convicciones habían brotado de "su encuentro con el
pueblo y de la transformación interna de su mentalidad", no por la influen-
cia directa de ideas eslavófilas. 18
Tales ideas -o al menos el espíritu de ellas- también podían encon-
trarse, como ya lo hemos indicado, dispersas por los ensayos de Belinski,
más particularmente en los escritos de Herzen posteriores a 1848. Dosto-
ievski estaba tan imbuido de estos últimos textos, que en su prosa de estos
años se encuentran frases, expresiones y alusiones fácilmente identifica-

16 Grigoryev, Materiali, p. 267.


17 !bid., p. 278.
18 Strájov, Biografiya, p. 204.
82 UN TIEMPO DE ES!'Efu\.."lZA

bles con las de Herzen. Strájov no menciona tales fuentes al hablar de la


"eslavofilia inconciente" de Dostoievski, pero debemos recordar su exis-
tencia como trasfondo de sus observaciones. Escribe: "Por consiguiente,
ocurrió que Feodor Mijáilovich hauía adquirido toda una serie de ideas y
simpatías que eran totalmente eslavófilas, y entró en la literatura con ellas,
sin estar conciente, al principio, de su afinidad con un bando literario ya
viejo .. ." 19 Como favor, Strájov emprendió la tarea de intensificar la con-
ciencia de Dostoievski a este respecto, y sus esfuerzos fueron recompen-
sados dos años después. En una carta enviada desde Italia a Mijaíl, Feodor
le pide "decirle a Strájov que estoy leyendo cuidadosamente a los eslavó-
filos, y que he descubierto algo nuevo". 2 º
Sin embargo, de momento los Dostoievski, para gran indignación de
Grigoryev, trataron de disuadirlo de que se refiriera tan a menudo y tan
elogiosamente a notables personajes eslavófilos o semieslavófilos, cuyos
escritos admiraba Grigoryev pese a su desacuerdo en puntos decisivos.
Como tristemente se queja en una carta enviada a Strájov: "Las palabras
de un hombre muy honorable y excelente como Mijaíl Dostoievski: 'lqué
tipos de pensadores profundos son Kireevsky, Jomyakov y el Padre Teo-
doro ?'*-para una persona auténticamente pensante, son un termómetro
bastante aterrador" de la temperatura sociocultural prevaleciente. 21 Feo-
dor, que se encontraba presente en esta conversación, niega el sentido que
le da Grigoryev y explica que su hermano simplemente estaba expresando
la posible reacción de un lector imaginario. Al encontrar nombres desco-
nocidos a los que se cubría de elogios, probablemente tal lector sólo recor-

19 !bid.
20
Pisma, 1, p. 33, 8(1JJ de septiembre de 1863.
• Con la referencia al "Padre Teodoro'', Grigoryev se refiere a Alexei M. Bujarev (1822-1871),
quien adoptó el nombre de Teodoro al meterse a la vida monástica. Bujarev era una figura extraña y
beata, poseída por la idea de que todos los aspectos de la vida humana debían ser santificados por
Cristo, y descubrió señales de la verdadera fe cristiana, aunque deformadas, entre doctÍinas modernas
que eran abiertamente seculares y anticristianas. Enconadamente atacado por sus extrañas ideas, re-
nunció a sus votos monásticos, se casó y vivió en una terrible pobreza hasta su muerte, ocurrida pocos
años después.
Si Dostoievski lo leyó es algo que no se ha establecido, pero es indudable que existen notables
puntos de similitud. Como escribe Nadejda Gorodetsky a propósito de Bujarev: "Dos aspectos del
mensaje cristiano io impresionaron: la redención del mundo en general y la humillación de Cristo."
Casi lo mismo podía decirse de Dostoievski; y también Bujarev creyó que la Rusia ortodoxa tenía la
obligación especial de llevar este "mensaje cristiano" al mundo. Véase Nadejda Gorodetsky, The Hu-
miliates Christ inModem Russian Thought (Nueva York, 1938), pp. 116-126; también V. V. Zenkovsky,
A History ofRussian Philosophy, trad. George L. Kline, 2 vols (Nueva York, 1953), 1, pp. 315-319.
21 Grigoryev, Materiali, p. 266.
EN LA PELEA 83

daría que "eran retrógrados". Era apropiado, convino Dostoievski, poner


al lector en contacto con tales pensadores, pero "establecer esa relación
minuciosamente, con habilidad, gradualmente, transmitiendo su espíritu y
sus ideas en lugar de abrumarlos con elogios resonantes y absurdos" (20,
p. 34). Aquí, Dostoievski revela uno de los secretos de su propia técnica
periodística, que empleara con tan consumado éxito; pero Grigoryev in-
terpretó tal consejo, que pretendía capacitarlo a evadir los prejuicios de
su público, como una invitación a traicionarse a sí mismo. Este equívoco,
aunque al final se aclaró, ilustra "la perpetua lucha interna" que ocurría
dentro del equipo editorial de El Tiempo, lucha cuyas facciones en compe-
tencia reflejaban y daban formas al conflicto interno que ya existía entre
los elementos contradictorios de la propia cosmovisión de Dostoievski.22

El primer número de El Tiempo contenía nada menos que tres colaboracio-


nes de la infatigable pluma de Dostoievski. Al abrir la revista, los lectores
se encontraban ante una primera entrega, de 87 páginas, de su nueva nove-
la Humillados y ofendidos; la sección crítica estaba encabezada por el pri-
mero de una serie de artículos sobre la literatura rusa; y el número se com-
pletaba con un folletón compuesto conjuntamente por Dostoíevski y D.
D. Mináev. Como el folletón y la novela serán analizados en capítulos si-
guientes, aquí consideraremos tan sólo el artículo sobre literatura rusa.
En realidad, el artículo no es acerca de literatura rusa si interpretamos
esto como una revisión de sus escritores pasados y presentes. Antes bien,
es una serie de categóricas reafirmaciones de algunos de los temas plantea-
dos en el anuncio de El Tiempo, y su tesis principal es que los europeos no
comprenden a Rusia porque son, por su propia constitución, incapaces de
hacerlo. Dado que sus propios países están divididos por conflictos de
clase, lcómo pueden comprender un mundo en que las clases se unen pací-
ficamente? "Es precisamente en esto en lo que somos diferentes de voso-
tros, pues vosotros tenéis que luchar para conquistar todos vuestros pro-
gresos, vuestros derechos y vuestros privilegios" ( 18, p. 50). Además, cada
nacionalidad europea es hostil a sus vecinas: y aunque esto es fuente de
fuerza y de individualidad, también las enfrenta unas contra otras en una
interminable rivalidad que bloquea el camino al futuro. Entre los euro-

22 Nechaeva, Zhumal "Vremya", p. 69.


84 UN TIEMPC DE I::5PERANZA

peas, "la idea de una humanidad global es cada vez más débil. .. el nexo
del cristianismo que hasta hoy los unió pierde fuerza a cada día que pasa"
(18, p. 54).
Rusia es todo lo opuesto, ya que

no se encuentra en el hombre ruso esa terca calidad cerrada y agresiva del europeo...
él [el ruso] simpatiza con todo lo que es humano, al margen de todas las diferencias de
nacionalidad, de sangre y de tierra. Encuentra e instantáneamente reconoce todo lo ra-
zonable en toda cosa que, desde cualquier punto de vista, sea universalmente humana.
Tiene el instinto de lo universalmente humano.

Por ello, es capaz de reconciliar todas las oposiciones y enemistades inter-


europeas en "la Idea que le es propia": la de "una reconciliación universal
y panhumana". Al mismo tiempo, "el hombre ruso manifiesta la más com-
pleta capacidad para la más saludable autocrítica, el más lúcido conoci-
miento de sí mismo y la ausencia de toda excusa que dañe su libertad de
acción" (18, p. 55). En conclusión, Dostoievski aduce la obra de Pushkin
como prueba de que el hombre ruso, habiendo asimilado ahora todos los
beneficios de la civilización europea, los ha aprovechado para producir el
nuevo y sin precedente "ideal ruso" de reconciliación universal y de lo uni-
versalmente humano (18, p. 69).
Expresada escuetamente de esta manera, las ideas de Dostoievski sue-
nan muy poco impresionantes, y sólo pueden parecer al lector moderno
un deplorable producto de aquella IJ1oda de mesianismo político que, des-
de comienzos del siglo XIX, ha proclamado a uno y otro país como el instru-
mento destinado por la mano de Dios para ponerse al frente de las nacio-
nes y crear un orden mundial nuevo y más glorioso. Pero debe recordarse
que Dostoievski no expresa sus pensamientos en forma escueta; los en-
vuelve en toda clase de chispeantes ideas y los completa con una verba sa-
tírica contagiosa. Por ejemplo, la incapacidad de los europeos para com-
prender a Rusia hace surgir inmediatamente toda una serie de minúsculos
esbozos de los diversos tipos europeos que se habían propuesto descifrar
el enigma ruso.
Los eruditos alemanes adquieren fama inmortal estudiando "el escara-
bajo ruso" o, por amor a la humanidad y a la cµltura, "traduciendo la Ros-
siada de Jeraskov al sánscrito" (18, p. 43). *Y luego, aparece el típico via-

• Mijaíl M. Jeraskov fue, a finales del siglo XVIII, un discípulo del clasicismo ruso, aquel estilo que
servilmente imitaba los modelos franceses, y fue célebre, sobre todo, por sus pomposos poemas épicos
EN LA PELEA 85

jero francés, que a veces llega, tras una inaudita duración de "28 días ... ,
en cuyo tiempo pudo efectuar y describir un viaje alrededor del mundo".
Dostoievski es sumamente gracioso al hablar de uno de tales viajes fran-
ceses, en Moscú (inconfundiblemente, el marqués de Custine ), quien

contempla el Kremlin, pensativamente evoca a Napoleón, elogia el té, y celebra la belleza


y la salud del pueblo mientras deplora su prematura desmoralización: los frutos de un
lamentable trasplante de la civilización y de la gradual desaparición de las costumbres
nacionales (de lo que encuentra nuevas pruebas, allí mismo, en el remplazo de la anti-
cuada droshky por otro vehículo, más parecido a la carroza europea).

Después vitupera enérgicamente a Pedro el Grande, inmediatamente


"muy a propósito, narra su biografía, llena de las más asombrosas aventu-
ras, para sus lectores" (18, p. 44).
Vemos así que las ideas de Dostoievski sólo aportan un delgado hilo de
continuidad con el que borda, de esta manera animada y provocativa. Y su
capacidad de novelista para dramatizar sus argumentos, para verlos actua-
dos en personajes y situaciones es lo que hace que sus artículos sean tan
gratos y amenos. Además de animar sus tesis con tan divertidos ejemplos,
Dostoievski también se dirige al lector y escribe constantemente como si
tomara en cuenta y respondiera a las objeciones e interjecciones de un
imaginario interlocutor. Nunca se limita a presentar sus opiniones como
una serie de proposiciones destinadas a convencer y a persuadir, exclusiva-
mente por la fuerza de su raciocinio; sus argumentos siempre hacen surgir
un proceso de toma y dame que hace participar al lector en un diálogo.
Este rasgo estilístico de Dostoievski ha sido bien notado por Mijaíl Bajtín,
quien escribe que

la manera de exponer una idea (de Dostoievski] es la misma por doquier: la desarrolla
dialógicamente, no en un diálogo seco y lógico, sino en la confrontación de voces globales
y profundamente individualistas. Ni siquiera en sus artículos de polémica arguye, sino
que organiza voces, coloca una actitud interpretativa ante otra, las más de las veces en
forma un de diálogo imaginario.23

Con gran frecuencia, esta "voz" argumentativa del lector implícito reci-
be expresión explícita en el texto de Dostoievski; pero aun cuando esto no

que glorificaban el heroico pasado de Rusia. Su Rossiada (1779), con base en la Henriade de Voltaire,
contenía una celebración de la conquista de Kazán por Iván el Terrible.
23 Mijaíl Bajtfn, Problems ofDostoevsky's Poetics, ed. y trad. Caryl Emerson (Minneapolis, 1984),
p. 93. [Problemas de la poética de Dostoievsld, edición en español del FCE].
86 UN TIEMPO DE ESPERANZA

ocurre, Dostoievski siempre tiene en mente la supuesta respuesta del lec-


tor, al dar forma a su exposición. Puede encontrarse un excelente ejemplo
en los párrafos que preceden la enunciación de Dostoievski de "la idea
rusa" y la afirmación de su fe en su existencia. Muy bien sabe que, por decir
lo menos, semejante declaración parecerá extravagante a muchos de sus
lectores; y así se lanza a una digresión acerca del miedo que la gente parece
tener hoy a expresar abiertamente sus convicciones. Casi todos, observa,
preferirán ser acusados de ladrones y de canallas antes que ser considera-
dos estúpidos; "y en realidad, en el momento en que deseamos expresar
una verdad de acuerdo con nuestras convicciones, iesto inmediatamen-
te tiene el aire de salir de un libro de máximas!" Pero un hombre honra-
do tiene la obligación de desafiar el ridículo y de expresar sus 'conviccio-
nes, "aun si parecen máximas de libro de texto, especialmente si él cree en
ellas". Dostoievski pasa entonces a esbozar la sicología de alguien que,
como su futuro personaje Stravroguin, defiende unas conviccione.s en las
que en realidad no cree y las apoya con ardor sólo "porque está tratando
de convencerse !i sí mismo". Tal no es su propia situación, asegura Dosto-
ievski al lector; él cree auténticamente en sus ideas, "y qué importa lo que
alguien pueda pensar de nosotros ... que [mi idea] es falsa, sin fundamento,
que exageramos, que tenemos demasiado fuego juvenil, si no una senil de-
bilidad mental, que carecemos de tacto, etc., etc." (18, p. 53). Allanando
así el camino a su profesión de fe, Dostoievski desarma por adelantado al
lector, convirtiendo su enunciación en un acto de valor moral cuyos méri-
tos teóricos pasan a lugar secundario en semejante contexto.

Adicionalmente, Dostoievski da vida a su artículo con una brillante evo-


cación del curso de la cultura rusa, así como con fogosos comentarios so-
bre la actual escena sociocultural. Muchos de sus "apartes" son demasiado
elípticos para poder comprenderlos hoy fácilmente, y puede parecer que
incluyen cosas oscuras y triviales que no vale la pena desempolvar. Pero el
esbozo que Dostoievski hace de la cultura rusa contiene un análisis de ti-
pos-caracteres de la literatura rusa que se anticipa a alguna de sus propias
creaciones; y sus opiniones del pasado, así como sus observaciones de la
escena actual, revelan la síntesis, extremadamente inestable, que estaba
tratando de elaborar entre una actitud favorable y una crítica hacia los ra-
dicales.
EN LA PELEA 87

Dostoievski empieza su estudio aproximadamente con el decenio de


1840 y hace un vibrante homenaje, de paso, a los grandes predecesores,
Gógol y Lermontov, cuyas carreras habían comenzado antes (hasta donde
yo sé, esta es su primera referencia específica de Lermontov). La repercu-
sión sociocultural de ambos escritores se hizo evidente en los cuarenta, y
fue poderosamente complementada por las obras de G1!orge Sand. Todo
el mundo, recuerda Dostoievski, se arrojó sobre las novelas de Sand, "iy
qué pasión por leerlas entonces!" Desde luego, sus obras fueron uno de
los principales canales por los que se dieron a conocer en Rusia las ideas
del socialismo utópico. Y "en ese periodo escuchábamos dó ilmente vues-
tras opiniones acerca de nosotros [se está dirigiendo a un imaginario inter-
locutor francés], y nos apresuramos a estar de acuerdo" (18, p. 57).
Como resultado de esta influencia europea aparecieron dos tipos nue-
vos: "las naturalezas talentosas" y "las naturalezas byronianas". Arnbn:;
marbetes fueron tomados de los Bocetos provincianos de Saltykov-Shche-
drin, y revelan la admiración de Dostoievski por un escritor "acusador"
muy favorecido por los radicales en El Contemporáneo (aunque sólo apre-
ciado tibiamente o nada por los patricios liberales relacionados con la mis-
ma publicación).* Las "naturalezas talentosas" de Saltykov-Shchedrin son
miembros del patriciado que aún conservan una chispa (o al menos, una
conciencia) de decencia en su formación, pero que constantemente ceden
a las tentaciones y participan en la corrupción general; se odian y se burlan
de sí mismos, "pero por decirlo así, por principio, y con una especie de ra-
bia oculta. Entonces [durante los cuarenta] todo se hacía por principio, vi-
víamos de acuerdo con los principios y teníamos un miedo tenible a hacer
algo que no estuviera de confonnidad con las ideas nuevas" (18, p. 58; las
cursivas son mías). Estas palabras nos ofn"',.r,,en una importante clave de la
creación del hombre del subterráneo; y si debemos colocar a este personaje
en algún lugar del contexto literario de comienzos del decenio de 1860, se-
guramente tendría que ser como "naturaleza talentosa", aunque con una

• Los histo1i adores disputan sobre si los Bocetos provincianos fueron en realidad rechazados por
El Contemporáneo, pero sí sabemos que Turguénev, cuando se le mostraron algunos de los primeros
esbozos, sintió un profundo disgusto y probablemente contagió a Nekrásov. Esto bien pudo hacer que
Saltykov-Shchedrin, desalentado, no presentara formalmente el manuscrito para un dictamen. Otros
miembros del ala patricia liberal de E/ Contemporáneo, como A V. Druzhinin, I. l. Panaev y V. P. Bot-
kin, también consideraron que la obra de Saltykov-Shchedrin era periodismo de "escándalo" y no lite-
ratura en realidad; se le consideró como una inadmisible concesión a la demanda de radicales como
Chernishevski, de un arte utilitario totalmente dedicado a servir a la causa del progreso social. Véanse
los comentarios en M. E. Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochinenni, 22 vols. (MosclÍ, 1965-1977), 2,
pp. 483-487.
88 UN TIEMPO DE ESPERANZA

mucho más compleja significación sociocultural y filosófica que nada de lo


que pueda encontrarse en Saltykov-Shchedrin. Las "naturalezas byronia-
nas" son un linaje distinto, que sufre de una aguda desesperación metafí-
sica que la impele a hacer trampa en las cartas, a cometer pequeños robos
y a una autoindulgencia gastronómica; también ellos aparecerán pronto
en las Notas desde el subte1Táneo, en un largo párrafo sobre los románticos
rusos. Vemos así que Dostoievski está empezando a esbozar una parte del
cuadro ideológico que utilizará para su primera gran creación posterior a
su estadía en Siberia. 24
Volviéndose al presente, Dostoievski observa el feliz cambio que ha
ocurrido: "La vida de pronto se volvió mucho más alegre", y la época de la
desesperación y el mezquino mefistofelismo se ha desvanecido para siem-
pre. Hasta Saltykov-Shchedrin, nos indica Dostoievski con aprobación,
cambió su tono satírico y sus palabras adoptaron una cálida ternura al en-
contrar la vida campesina con su clima de sentimiento, profundamente
cristiano ("todo ocurrió como si sólo fuera necesario salir de Palmyra [San
Petersburgo] para notar inmediatamente todas esas Arinushkas y cantar
una canción nueva") (18, p. 60). También Ostrovski ha pronunciado una
"palabra nueva", al descubrir los valores morales positivos contenidos en
la vida del pueblo ruso. Sin embargo, la mayor atención se presta a lo que
Dostoievski llama "publicidad benévola", es decir, la relativa libertad de
prensa que ha permitido el surgimiento de una "literatura acusatoria" que
expone los abusos y los malhechores.
Tales escritores habían sido recientes blancos de ataques a la vez de la
derecha (a la que no le gustaba la crítica de las condiciones existentes) y
de la izquierda (que creía que tales críticas no llegaban lo bastante lejos).
El Contemporáneo, en la persona de Dobrolyubov, se había propuesto ri-
diculizar a aquellos complacientes periodistas liberales que, mientras ex-
ponían las más pequeñas fallas burocráticas, se negaban a decir palabra
acerca del sistema en general o a sugerir que fuera necesaria una transfor-
mación total de la sociedad para remediar aquellas mismas fallas de que
informaban. Estas burlas de la literatura "acusatoria" reformista habían
provocado, un año antes poco más o menos, una respuesta del poderoso
Herzen, desde Londres, quien se había quejado de que con sus burlas a la
"publicidad benévola", los radicales estaban haciéndole el juego a la reac-
ción. En realidad, se dejó llevar tanto por la indignación que, muy injusta-

24 Para más información, véase Dostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983),
pp. 243-247.
EN LA PELEA 89

mente, sugirió que los directores de E/ Contemporáneo bien podían recibir


un día una merecida condecoración de manos del zar.* Una vez más, Dos-
toievski trató de navegar prudentemente entre estos peligrosos escollos,
indicando su aprobación de la "publicidad" por una parte, pero sin expre-
sar indignación contra las pullas de los radicales, por la otra. Al mantenerse
a distancia de todas las cuestiones importantes, muestra así de manera dis-
creta y elusiva al menos una comprensiva tolerancia a la posición de los ra-
dicales en las escaramuzas socioculturales de comienzos del decenio de
1860.

A pesar de todo, en las dos últimas secciones de su Introducción empiezan


a surgir más notoriamente los límites,del acuerdo de Dostoievski con los
radicales. Insiste en que no desea quc::~ e le interprete en el sentido de que
apruebe todo lo que expresan las "doradas mediocridades" que se unen al
movimiento más reciente por puro esnobismo y vanidad "en cuanto han
conquistado un lugar predominante en la sociedad '',y cuya estupidez ine-
vitablemente mancha a aquellos con quienes se asocian. Tal gente sólo ve
las nuevas ideas en una forma totalmente deformada y vulgarizada que ine-
vitablemente les hace perder su verdadero significado:

Tomemos un ejemplo: pensadores y filántropos plantean la cuestión, digamos, de la mu-


jer, de cómo mejorar su destino en la sociedad, de igualar sus derechos con los de los
hombres, del despotismo del marido, etc. Nuestros "dorados" instantáneamente creen
que todo esto significa que al punto hay que abolir el matrimonio; sobre todo: al punto.
Más aún: cada mujer no sólo puede sino que debe ser infiel a su esposo, y en esto se en-
cuentra el verdadero sentido moral de toda Ja idea (18, p. 62).

Dostoievski tendrá más que decir acerca de la liberación femenina en el


futuro muy cercano. Pero, como ya hemos visto, tiene buen cuidado de se-
pararse de quienes proponen unas revisiones extremas de la norma moral.
Si estas observaciones pueden considerarse como un golpe contra la iz-
quierda, Dostoievski muy pronto cambia de terreno y ataca a la derecha
en la cuestión del alfabetismo. Hasta un experto tan "ilustrado" como el

• El artículo de Herzen, intitulado "i i iMuy peligroso!!!" (en inglés), fue publicado en La Campana
en junio de 1859. Lo:¡ editores de El Contemporáneo se preocuparon mucho, y Nekrásov convenció a
Chemishevsk.i de que hiciera un viaje secreto a Londres y tratara de obtener una retractación pública.
La entrevista entre los dos dirigentes radicales no tuvo éxito; en una carta a Dobrolyubov, Chemishev-
90 UN TIEMPO DE ESPERANZA

conocido autor de cuentos campesinos, celebre lexicógrafo, V. l. Dal (cuyo


diccionario del ruso hablado aún conserva su autoridad), había expresado
sus temores de que la difusión de la educación pudiese tener un efecto no-
civo. Era bien sabido que una gran proporción de los campesinos delin-
cuentes sabían leer, y había cierta inquietud de que la difusión de la edu-
cación pudiese aumentar su número. Dostoievski se unió a los radicales,
rechazando semejante opinión, que en todos caso chocaba con el hincapié,
hecho en El Tiempo, en la importancia de educar al pueblo; y sus observa-
ciones, que se basan en lo que había aprendido de la sicología campesina
durante sus años de prisión, no sólo se anticipan a la Casa de los muertos,
sino que la complementan con su agudo análisis, para el cual, más adelante,
no encontraría lugar.
Todo campesino que sepa leer, explica Dostoievski, "goza de una espe-
cie de superioridad sobre los demás" y este conocimiento "le confiere ma-
yor dignidad, mayor peso, lo distingue, lo eleva por encima de su medio".
Los otros campesinos lo consideran superior en algún sentido sustantivo;
pero su capacidad de leer le da más poder, una mayor capacidad de enfren-
tarse a todo tipo de circunstancias de la vida cotidiana, que dejan a los de-
más desconcertados y confusos. Naturalmente, al cobrar conciencia de es-
tas ventajas, el campesino letrado empieza a considerarse a sí mismo como
persona de cierta dignidad. En un esbozo que anuncia el piadoso sirviente
Grigori que sabía leer, de Los hennanos Karamá-:.ov, Dostoievski explica
cómo alguien de este tipo a menudo "se dará un aire de importancia, se
mostrará elocuente, categórico, un poco pedante, mantendrá un silencio
desdeñoso mientras otros hablan, y hablará precisamente cuando todos los
demás han callado por no saber qué decir'', etc. (18, p. 63). Con una pres-
ciencia digna de notarse, Dostoievski observa la extraordinaria influen-
cia que entre los Viejos Creyentes ejercían aquellos miembros de la comu-
nidad que sabían leer y que, por tanto, servían como comentadores de los
textos sacros. Pocos meses después, precisamente uno de esos raskolnik
letrados, Anton Petrov, sería responsable de la más importante revuelta
campesina que ocurriera inmediatamente después de la liberación de los
siervos.

ski escribió diciendo que su viaje había sido "una colosal estupidez". Herzen pronto incluyó parte de
su conversación en Los superfluos y los biliosos, que analizaremos en el capítulo XI.
Una narración sumaria de estos acontecimientos y sus resultados aparece en William F. Woehrlin,
Chemyshevsky, The Man and The Joumalist (Cambridge, Mass., 1971 ), pp. 250·255; para más detalles,
véase V. Evgenyev Maksimcv, Sovremennik pri Chemyshevskom i Dobrolyubove (Leningrado, 1936),
pp. 371-395, y A l. Gertsen, Sobranie Sochinenn~ 30 vols. (Moscú, 1954-1961 ), 14, pp. 492-499.
ENLAPELEA 91

Dostoievsk.i pasa entonces a argüir que la superioridad de posición con-


ferida a un grupo de campesinos por su capacidad de leer suele afectar ad-
versamente su carácter, y les lleva a mostrarse desdeñosos y despectivos
ante sus compañeros. El mismo fenómeno puede notarse entre los siervos-
lacayos domésticos (como Vidoplyasov en La aldea de Stepanchikovo ), que
han tenido cierto roce con las clases superiores: ''.Aunque él [un lacayo]
esté muy por debajo de un labrador en lo que se refiere a posición social,
le parece a él que es muy superior, y que el uniforme, el cuello blanco de
su función y sus guantes de lacayo lo enoblecen en relación con el muzhik
y desprecia a este último" (18, p. 64). Semejante sensación de superiori-
dad, que fomenta el orgullo personal, hace difícil que los campesinos que
saben leer toleren ser tratados como los demás; suelen perder la paciencia,
volverse insolentes, ir demasiado lejos... iy acabar en la cárcel! No todos,
desde luego, como Dostoievski se apresura a anotar; aquí, el carácter indi-
vidual es tan importante como la posición ·social; mas el proceso sociosi-
cológico constantemente ejerce su poderosa presión. El remedio es hacer
que la educación esté al alcance de todos, tan pronto como sea posible;
sólo la difusión de la letra suprimirá el prestigio anormal que adquieren
los campesinos que saben leer, y que a veces tienen los más nocivos resul-
tados, a la vez para ellos mismos y para la sociedad.
Es obligación de la clase superior, insiste Dostoievsk.i, encargarse de que
todos tengan acceso a la letra; y esto le recuerda, debidamente, ciertas re-
flexiones sobre los "hombres superfluos" -miembros de la intelectualidad
patricia liberal- que por entonces, como hemos notado, se encontraban
bajo ataque de los radicales. La campaña de socavar su prestigio moral y
su autoridad, lanzada por Chernishevsk.i en 1859, había tomado inicial-
mente la forma de un mordaz análisis de la pusilanimidad del principal per-
sonaje de Asya de Turguénev, quien había retrocedido ante la dificultad
de casarse con una muchacha cuya madre había sido sierva. Y la reciente
crítica del propio Turguénev al tipo hamletiano por su inveterado egoísmo
no había bastado para aplacar a los críticos radicales, quienes continuaban
haciendo blanco de sus sarcasmos a los personajes de sus cuentos y novelas.
El ataque había continuado, con creciente ferocidad y mordaz ingenio, por
Dobrolyubov, y había llegado recientemente a un crescendo en su sensa-
cional artículo "¿Qué es el oblomovismo?" Al enumerar los ejemplos más
celebres de "hombres superfluos" en la literatura rusa, todas las más gran-
des creaciones de los escritores más conocidos -el Oneguin de Puskhin,
el Pechorin de Lermontov, el Beltov de Herzen, el Rudin de Turguénev-,
Dobrolyubov los había descrito sin excepción como hermanos de sangre
92 UN TIEMPO DE ESPERANZA

del holgazán de Oblomov, de corazón puro y noble espíritu, pero no menos


incapaces que él de tomar una acción decisiva. "Pesa enormemente sobre
todas esas personas", escribió con tono acusador, "el mismo oblomovismo,
que les imprime la huella indeleble de la indolencia, la holgazanería y la
más total inutilidad". 25
Dostoievski experimentaba muy poca simpatía hacia los "hombres su-
perfluos" en su encarnación de patricios-liberales, y compartía mucha de
la antipatía de los radicales hacia este tipo. Como todos los miembros de
la generación de 1840, sin embargo, aún conservaba cierta debilidad hacia
ellos, sin dejar de reconocer plenamente sus flaquezas y sus caprichos; y
su actitud ambivalente estaba mucho más cerca de la de Herzen que del
despectivo desdén de la endurecida generación más jóven. La queja de los
"hombres superfluos" siempre había sido que las condiciones de Rusia,
fundadas en la esclavitud y la injusticia, no ofrecían un terreno propicio
para el empleo de sus talentos y sus capacidades. Pero hoy todos convenían
en que, con la nueva situación creada por la liberación de los siervos, era
posible una vida de honorable acción dentro de Rusia y que, en realidad,
se había convertido en una tarea para todos los hombres de buena volun-
tad; no había ya razones válidas para adoptar una pose de noble y renuente
"superfluidad" ante el abrumador pantano moral de la vida rusa. Hasta
Herzen, que había saltado a la defensa de los "hombres superfluos" contra
los ataques de Dobrolyubov, lo había hecho exclusivamente en relación
con el pasado. Pues "ya pasó el día de los Oneguins y los Pechorins... ",se
apresuró a añadir. '~guien que hoy no encuentra trabajo no debe culpar
a nadie por ello. "26 Dobrolyubov había insistido en que toda la clase de pa-
tricios-liberales debía ser arrojada a la basura y remplazada por una nueva
generación criada con valores más recios y más realistas. Pero Herzen,
negándose a adoptar una opinión tan generalmente condenatoria, había
argüido que aún podían ser útiles. Esencialmente, esta era también opi-
nión de Dostoievski. Donde los dos diferían era en la idea de lo que "tra-
bajo" y "utilidad" implicaban en la nueva Rusia posterior a la liberación.
Herzen siguió siendo siempre radical y revolucionario, y para él, la pala-
bra "trabajo", aunque pudiese implicar una tregua temporal con el zaris-
mo, no significaba el fin de su hostilidad hacia un régimen al que se oponía
en principio, en nombre del socialismo democrático. En cambio, para Dos-

25
N.A Dobrolyubov, Selected Philosophical Essays;trad. J. Fineberg (MosclÍ, 1956), p. 199.
26 Alexander Herzen, My Past and 1houghts, trad. Constance Gamett, rev. Humphrey Higgins, 4
vols. (Nueva York, 1968), 4, p. 154.
EN LA PELEA 93

toievski había llegado el momento de que los "hombres superfluos'', esas


finas flores de la intelectualidad rusa (entre las cuales habría enumerado
al propio Herzen), abandonaran de una vez por todas su orgullo y egoísmo
y se dedicaran de todo corazón a la prosaica labor de mejorar la suerte de
sus compatriotas rusos por medio de la paciente reconstrucción de la vida
en Rusia. Supongamos, escribe Dostoievski en broma, que cada uno de es-
tos refinados caballeros se propone enseñar a leer a sólo un niño. Desde
luego, semejante proposición escandalizaría sus pretensiones, y Dostoiev-
ski nos trasmite su horrorizada respuesta, a su manera, irónicamente dialó-
gica:

lEs esta actividad para gente como nosotros?, decfs con una amarga sonrisa, inosotros
que llevamos poderes titánicos en nuestros pechos! Deseamos y podemos mover monta-
t'las, de nuestros corazones corre la más pura fuente de amor a la humanidad ... iEs impo-
sible dar un paso de cinco pulgadas cuando deseamos avanzar con botas de siete leguas!
lPuede un gigante enset'lar a leer a un nifio?

A lo que Dostoievski replica, con su propia voz:

iEso es! Sacrificad todo vuestro titanismo al bien general: dad un paso de cinco pulgadas
en lugar de otro de siete leguas; aceptad de corazón la idea de que si sois incapaces de
avanzar más, cinco pulgadas valen más que nada. Sacrificadlo todo, hasta vuestra gran-
deza y vuestras ideas, al bien general; inclinaos, agachaos, hasta llegar al nivel de un nit'lo
(18, p. 68).

De esta manera, se pide a la intelectualidad que abandone sus pretensió-


nes y que haga lo que pueda hacer dentro de los límites de una posibilidad
determinada por la situación sociopolítica existente (pero grandemente
transformada). Tal orden seguiría siendo una constante del pensamiento
de Dostoievski, y determinará su infatigable oposición a todos los intentos
de agitar lo que, estaba firmemente convencido, sólo podía ser una inquie-
tud revolucionaria vana y autodestructiva.
V. "VISIONES PETERSBURGUESAS"

ERA raro que un número de El Tiempo apareciera sin uno de los artículos
de Dostoievskí o una entrega de una de las obras que tenía en progreso; y
su presencia también se dejaba sentir constantemente en forma de intro-
ducciones a las traducciones, así como en notas editoriales anexadas a los
artículos de sus colaboradores. Comprensiblemente preocupado por la im-
presión que creara el primer número de la revista, Dostoievskí rescribió
casi por entero un artículo originalmente asignado a D. D. Mináev. El re-
sultado fue el folletón Visiones petersburguesas en verso y en prosa, mezcla
incomparable del texto en prosa de Dostoievskí con los versos de Mináev.
No incluido en ninguna de las ediciones de la obra de Dostoievskí publi-
cada durante su vida, este artículo permaneció enterrado en las páginas de
El Tiempo hasta el decenio de 1920. Sin embargo, desde entonces se le ha
reconocido como obra de raro valor autobiográfico; escrito bajo la inspi-
ración del momento, tal vez, y ciertamente en un tono de casual desenvol-
tura, contiene sin embargo un precioso relato de cómo Dostoievski consi-
deraba el proceso de su propia maduración literaria durante el decenio de
1840. Un objetivo inmediato del folletón, tal como Dostoievski lo retomó,
ciertamente era volver a presentarse al público lector ruso mediante este
evocativo resumen de su pasado literario. Pero sus páginas no se limitan a
una obra de recolección; y cuando vuelve a la actualidad, tenemos un pri-
mer atisbo de los cambios que ya son tenuemente discernibles en su visión
artística. Otras colaboraciones a estos primeros números de El Tiempo
también contienen sugestiones e insinuaciones de nuevas posibilidades
creadoras que pronto se realizarían.

Exactamente como los viejos artículos de Dostoievski, en la Gaceta de San


Petersburgo de 1847, el folletón empieza con una queja acerca de la triste
suerte de un escritor de folletones, cuyo empleo consistía en dar informa-
ción viva y divertida acerca de los últimos chismes en el ambiente de la
farándula. En aquel momento, la célebre actriz italiana Adelaida Ristori
estaba actuando en San Petersburgo, "e inmediatamente todos los folleto-
nistas que existían, en todos los folletones, en todos los periódicos y revis-
94
"VISIONES PETERSBURGUESAS" 95

tas, con o sin alguna tendencia, trataron un mismo tema: la Ristori" (19,
p. 67). iAy del pobre folletonista, que ha de exprimirse los sesos para decir
algo nuevo acerca del talento de la Ristori! Pero allí lo tenemos, sentado
en alguna húmeda buhardilla de un cuarto piso, mordisqueando su pluma
y aguardando a que le llegue la inspiración, mientras que en la habitación
de al lado, arrastrando una existencia miserable, se apiña toda una familia
cuyos niños, que sienten frío y hambre, lloran incesantemente. Mientras
tanto, como la inspiración acerca de la Ristori no llega, o se apaga por com-
pleto, icuántos "dramas" similares al de sus vecinos están ocurriendo en
la vecindad!
Y sin embargo, el folletonista persiste en tratar de escribir a la manera
del "poeta nuevo" que dedica sus columnas de El Contemporáneo al gran
mundo de San Petersburgo y que se explaya sobre las "camelias (mujeres
mantenidas) y las ostras y las camarillas" de los bons vivants (19, p. 67). El
"poeta nuevo" era I. l. Panaev quien, aunque siguiera apareciendo en las
páginas de esa progresista publicación, incongruentemente prefería escri-
bir acerca de los salones elegantes de la vida nocturna de San Petersburgo,
en lugar de hablar de las tribulaciones de la gente más humilde. Los versos
de Mináev también se burlan de Panaev, cuyos artículos habían sido recién
recogidos y publicados, y su texto original acaso se dedicara por entero a
satirizar este nuevo libro. Como conocido editor y periodista, Panaev tenía
cierto poder en el mundo literario; y cualesquiera que fuesen los senti-
mientos personales de Dostoievski hacia él-que difícilmente habrán sido
muy amistosos-* tal vez rechazara la obra de Mináev considerándola de-
masiado abiertamente hostil a un importante publicista radical. En cambio,
el primer golpe de Dostoievski a Panaev establece el motivo básico de su
propio folletón, que consiste en una serie de esbozos alternados que pre-
sentan gráficamente los crudos constrastes sociales de la existencia peters-
burguesa.
Tras este comienzo; Dostoievski inserta una obvia alusión a Humillados
y ofendidos, o al menos identifica sus orígenes literarios, en beneficio del
lector:
Esto es lo que yo mismo me digo: si fuera folletonista, no sólo ocasionalmente sino en
forma definitiva, creo que me gustaría convertirme en Eugene Sue para describir los mis-
terios de San Petersburgo. Me encantan los misterios. Soy un sallador, un místico, y con-

• Dostoievski había conocido bastante bien a Panaev durante el decenio de 1840, como miembro
del Circulo de Belinski, y el periodista había publicado un insultante artículo satírico acerca del nove-
lista en 1855, sin mencionar su nombre. Para más de talles, véaseDostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-
96 UN TIEMPO DE ESPERANZA

tieso a todos que San Petersburgo, no sé por qué, siempre me ha parecido que es cierto
tipo de misterio. Desde la nifiez, casi perdido, arrojado a San Petersburgo, por alguna
razón le tengo miedo. Recuerdo un acontecimiento en que casi no hay nada especial,
pero que me llena de terror. Lo contaré con todos sus detalles; y sin embargo, difícil es
pedir que sea un acontecimiento: simplemente es una impresión; pero, mirad, isoy un
sofiador y un místico! (19, pp. 68-69).

Los misterios de San Petersburgo bien podrían servir como título de Hu~
millados y ofendidos, y cada lector ruso avispado habrá establecido instan-
táneamente la conexión con Les mysteres de Paris, de E ugene Sue. Belinski
había escrito en 1842, un celebre articulito acerca de este libro de enorme
venta, y había sostenido que los melodramáticos y truculentos cuadros de
la vida en los bajos fondos de París, pintada por Sue, se salvaban de toda
acusación de mercenarismo por su pathos "humanitario" y "filantrópico". 1
Dostoievski vincula de esta manera en línea recta su última obra con las
preocupaciones sociales de su pasado, así como con la técnica de novela-
folletón que estaba probando por primera vez. Inmediatamente después
de esta referencia a Eugene Sue, Dostoievski incluye el pasaje revelador,
tomado (con algunos ligeros cambios) de su cuento corto "Un corazón dé-
bil [slaboe]" (1848), que ha llegado a ser conocido como la "visión sobre
el Neva".
El escritor recuerda cómo, al principio de su carrera, una vez iba cruzan-
do un puente sobre el río en un gélido día de invierno, contemplando la
helada expansión que brillaba bajo los rayos del sol poniente, y mirando
cómo el humo se elevaba perezosamente de las chimeneas situadas en am-
bas orillas, "entrelazándose al subir, de modo que parecía como si nuevos
edificios fuesen levantándose sobre los viejos, como si una ciudad nueva
estuviera cobrando forma en el aire":

Parecía como si todo ese mundo, con todos sus habitantes, débiles y fuertes, con todas
sus habitaciones, los refugios de los pobres, los dorados palacios para comodidad de los
poderosos de este mundo, en esa hora del crepúsculo fueran una visión fantástica de un
cuento de hadas, como un sueño que se desvanecería como vapor en el cielo azul oscuro.
De pronto, surgió en mí algún extraño pensamiento. Me estremecí, y sentí que mi cora-
zón se inundaba con una ola de sangre caliente que de pronto hirvió, al brote de una sen-
sación poderosa pero hasta entonces desconocida. Me pareció que en aquel momento
había yo comprendido algo que hasta entonces sólo se había removido en mí, pero que

1859 (Princeton, 1983), pp. 236-238. Para la especulación acerca de las razones de Dostoievski para
rechazar el artículo de Mináev, véase el comentario en PSS, 19, p. 264.
1 V.G. Belinski, Selected Philosophica/ Works (Moscú, 1948), pp. 323-324.
"VISIONES PETERSBURGUESAS " 97

aún no estaba interpretado ... Supongo que mi existencia comenzó precisamente en ese
minuto . .. (19, p. 69).2

Dostoievsk.i atribuye una importancia extraordinaria a esta imaginaria


transformación de la majestuosa ciudad de Pedro el Grande, con su mezcla
de impresionantes palacios y míseros tugurios, disolviéndose en una fan-
tasmagoría que bien habría podido ser un ensueño. Y afirma que' esta fun-
ción de lo fantástico y de lo real marcó el comienzo de su descubrimiento
de sí mismo como artista. Utilizando imágenes literarias y aun hablando
en la guisa ficticia del abrumado folletonista que busca un tema, recuerda
cómo en un tiempo recibió influencias románticas (Schiller, Hoffmann,
Walter Scott), que dieron alas a su imaginación y lo elevaron muy por en-
cima de su medio inmediato. Sin dignarse a echar siquiera una mirada al
mundo que le rodeaba, había deseado vivir "con toda mi alma y mi corazón
en aquellos sueños de oro, apasionados [del romanticismo], exactamente
como si hubieran sido producidos por el opio". Pero entonces, el efecto
revelador de la visión le dio conciencia de todas aquellas personas a las
que casi nunca había notado, "todas aquellas ... figuras extrañas, asombro-
sas, totalmente prosaicas, nada parecidas a don Carlos o a Posa, consejeros
titulares [burócratas de bajo nivel], y al mismo tiempo, por decirlo así, una
especie de fantásticos consejeros titulares" (19, p. 70). Al surgir a su visión,
le parecieron títeres movidos por cuerdas; y tras ellos estaba el gran titirite-
ro (Gógol), riendo a carcajadas y haciendo que todos los demás, asimismo,
rieran.
Pero el jóven Dostoievsk.i no quiso, como el titiritero de genio, seguir
riendo de todos aquellos humildes seres que le rodeaban; en cambio, in-
ventó otro cuento acerca de ellos que "me desgarró profundamente el co-
razón" (19, p. 70). Este relato, desde luego, es el sentimental Pobres gentes,
que por primera vez en la literatura rusa, entre una implacable descripción
de la suciedad urbana y la miseria de la clase baja, presentó a quienes vivían
inmersos en tales condiciones como almas sensibles y dolientes. Los perso-
najes de Dostoievski se volvieron "fantásticos", no por causa de distorsio-
nes cómicas causadas por un prisma oblicuo de humor gogoliano, sino por
la inesperada delicadeza de sus sentimientos y sus respuestas. Aquí, pues,
estaba su propio punto de partida literario: el amor al romanticismo, el
enfoque a Gógol, la percatación de que también la realidad contenía su

2 Para una discusión más extensa de la "visión sobre el Neva", véaseDostoevsky: The SeedsofRevolt,
1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 133-136.
98 UN TIEMPO DE ESPERANZA

propia clase de extrañeza visionaria, y la invención de una nueva variedad


de tal extrañeza.

La "visión sobre el Neva" ofrece así un penetrante atisbo en la evolución


literaria de Dostoievski anterior a Siberia; y él insiste en que la misma vi-
sión, aunque en formas ligeramente distintas, ha continuado alimentando
desde entonces su imaginación: ·~ora, que las cosas son distintas, mis sue-
ños, si queréis, son los mismos, pero con otras caras, aunque también viejos
conocidos vienen a veces a tocar mi puerta." Dostoievski continúa así con-
siderando que el mundo ordinario que lo rodea está lleno de lo extraño y
lo misterioso; en la horda de los compradores de la época de Navidad que
llenan las calles de San Petersburgo, de pronto ve

precisamente ante mí, en la multitud ... algún tipo de figura, no real, sino fantástica. Yo,
lsabéis?, no puedo librarme de un estado de ánimo dispuesto a lo fantástico. Ya en los
cuarenta me llamaron fantasioso, y por ello me ridiculizaron. Desde entonces, de todos
modos, no me metí en un agujero. Hoy, huelga decirlo: cabeza cana, la experi!!ncia de la
vida, etc., etc., y de todos modos, sigo siendo un fantasioso (19, p. 73).

Estas palabras son tardía réplica a la devastadora crítica de El Doble he-


cha por Belinski en 1846, y una desafiante afirmación de que Dostoievski
se niega a abandonar su propio y peculiar modo de aprehender la realidad.
Pero aquí, Dostoievski no está limitándose a defender su pasado. Como
fantasioso "impenitente'', también ve "otras caras" que han empezado a
mezclarse con sus viejos conocidos. U na de ellas es la de un pobre emplea-
dillo, totalmente humillado y sometido por la vida, tan manso que ni siquie-
ra vuelve la cabeza cuando, casualmente y con casi cariño, es rozado por
el látigo de un cochero en la Perspectiva Nevsky: "Ni protestó ni elevó la
voz; un personaje absolutamente sin tacha." Pero un día, abrumado por
los lamentos y los reproches de sus innumerables hijos y de su gruñona mu-
jer, de pronto rompe su moroso silencio para confesar... ialgo totalmente
inimaginable! Resulta que, en realidad, él es Garibaldi, el notorio bandido
y"destructordelorden natural de las cosas" (19, pp. 71-72). Los periódicos
y las revistas de Rusia, incluyendo El Tiempo, estaban llenos en aquellos
días de relatos acerca de la heroica lucha de Garibaldí por la independencia
italiana en contra de Austria, y el patriota italiano se había vuelto el niño
mimado de la prensa progresista. Como Poprishchin en El diario de un
"VISIONES PE1ERSBURGUESAS" 99

loco, de Gógol (el propio Dostoievski hace la comparación), que termina


en un manicomio por creer que es el rey de España después de haber leído
en los periódicos que el trono está vacante, también el empleadillo de Dos-
toíevski se obsesiona por la idea de que él y el gran rebelde Garibaldi son
una sola y misma persona.
Haber imaginado tales velocidades de insurrección en el pecho del más
humilde y resignado de los consejeros titulares es, desde luego, el colmo
de "lo fantástico". "Y cuando tuve este sueño", reconoce Dostoievski,
"empecé a reírme de mí mismo y de la excentricidad de mi sueño" (19, p.
72). Pero entonces, el sueño se convirtió en realidad: fue confirmado como
posibilidad por un relato de periódico acerca de un empleadillo similar,
retirado y que vivía en la mayor pobreza, pero que, al morir, se descubrió
que poseía medio millón de rublos. Se le practicó la autopsia, pero "me
parece que ninguna autopsia elucidará misterios como este" (19, p. 75).
En otras palabras, una vez más se demuestra que "lo prosaico" contiene y
engendra en su seno la conducta más extravagante y los más pasmosos
enigmas sicológicos.
Sin embargo, Dostoievski se rebela contra la idea de elucidar el "miste-
rio" con ayuda de dos sicologías distintas. Una de ellas se deriva de El ca-
ballero avariento, de Pushkin, y a su luz "mi Soloviev [nombre del menes-
teroso millonario] me pareció de pronto una figura colosal". Como aquel
noble de Pushkin, disfrutó de la secreta sensación de poder que le daba su
ilimitada riqueza: "Sólo tenía que silbar, y todo aquel al que necesitara se
arrastraría obediente a sus pies." Pero ni siquiera silba; es su poder y no su
satisfacción lo que internamente anhela: "No necesita nada... Está por
encima de todos los deseos" (19, p. 74). Sin embargo, Dostoievski decide
no "robar a Pushkin" en este caso (aunque no vacilará en hacerlo, desver-
gonzadamente, en El idiota y en Un joven inculto), y le inventa otra motiva-
ción a Soloviev. En su juventud, el empleado había sido totalmente normal,
"había conocido a alguna Luisa e ido al teatro", pero entonces ocurrió
algo, "tal vez uno de esos momentos ... en que súbitamente tuvo un atisbo
de algo, y ese algo lo aterrorizó" (19, p. 74). Desde aquel momento empezó
a ahorrar, en una forma que gradualmente llegó a ser demencial, y su ava-
ricia fue una manera aberrante de responder al terror de aquella crisis exis-
tencial que súbitamente alteró su ser.
100 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Lo que resulta asombroso en estas dos figuras. a primera vista -en oposi-
ción al hincapié de Dostoievski-, no es canto su novedad cuanto su muy
pronunciada similitud con sus personajes del decenio de 1840. ¿por qué
los habría considerado como "otras caras" en relación con su obra ante-
rior? Podemos aventurar cierta respuesta a esta pregunta si volvemos a
analizar el primer uso dado a la "visión sobre el Neva", que aparece en un
cuento en que se narra la extraña historia de un pobre copista joven que
se hunde en la locura en el momento en que es aceptado por la doncella
que ama -precisamente cuando, por fin, parecía tener a su alcance un
poco de auténtica felicidad personal. El misterio de este anormal colapso
desconcierta a su íntimo amigo Arkady, y es "la visión" la que lo ilumina
mientras medita sobre el colapso de su pobre amigo: "Sólo ahora [tras la
visión] parecía comprender todas las dificultades... " (2, p. 48).
Es la visión la que, por vez primera, transmite a Arkady un sentido de
toda la grandeza, del terror y de las desigualdades sociales simbólicamente
enfocadas en la ciudad de Pedro el Grande, que se eleva sobre sus minúscu-
los habitantes (como en El jinete de bronce, de Pushkin) y aplasta su espí-
ritu con el peso de todo ese poder que encarna. Dostoievski sólo puede
sugerir de este modo, aunque lo haga inconfundiblemente, lo que Arkady
de pronto comprendió acerca del colapso des.u amigo; se da cuenta de que
Vasya, con su tierno corazón, no pudo soportar: la perspectiva de la "feli-
cidad'', porque llevaba en sus mismos huesos un sentido tan poderoso de
su propia indignidad y su inferioridad. En las primeras obras de Dostoiev-
ski, pues, lo "fantástico" había sido motivado por la presión abrumadora e
irresistible del orden social encarnado en el majestuoso esplendor de San
Petersburgo. La menor desviación del sendero de la perfecta sumisión y la
obediencia absoluta bastaba para hundir a sus personajes en la perturba-
ción síquica. Nada podría haber estado más lejos de sus ideas que alguna
veleidad de insubordinación caprichosa.
Si ahora contemplamos más minuciosamente las "otras caras" mencio-
nadas en el folletón, podemos ver que ha ocurrido cierto cambio. Aunque
el humildísimo empleado de Dostoievski se asemeja en todos sus rasgos
extraños a sus personajes anteriores, la obsesión de ser Garibaldi nos reve-
la algo nuevo: a saber, un oscuro reconocimiento de que en su pecho está
albergando unos deseos de auténtica rebelión. Poprishchin, al creerse el
rey u~ España, tan sólo afirma su ambición de elevarse en las filas de un
mundo al que acepta con servil devoción; lo mismo puede decirse del señor
"VISIONES PETERSBURGUESAS" 101

Golyadkin en El doble, cuyo objetivo más exaltado es ocupar un puesto un


poco más importante en la jerarquía burocrática y casarse con la hija de su
superior. Pero tales deseos adquieren una significación grandemente alte-
rada cuando el mismo tipo-personaje, incapaz de soportar más tiempo su
destino, empieza a identificarse con Garibaldi, y reconoce así un afán de
destruir todo aquel mundo al que pertenece, como venganza por sus frus-
traciones. Ahora, en algún oculto y suprimido rincón de su sique, el propio
personaje intemaliza todas las implicaciones sociopolíticas de sus resenti-
mientos, y así su conciencia contiene una dimensión explícita e ideológica-
mente subversiva.
Pruebas de semejante cambio pueden encontrarse, asimismo, en las no-
tas de Dostoievski para su propuesta nueva versión de El doble, que se
encuentran contenidas en sus cuadernos de 1860-1861: "Cuando tú (en el
capítulo !)invitaste a Clara Olsufyevna a bailar la polka, te levantaste con-
tra la sociedad, dice Junior a Senior, confortándolo patéticamente." Go-
lyadkin Senior es el "verdadero" Golyadkin, y Junior es un "doble", que
surge a la vez de su subconciente y de su conciencia, y que habla por ambos.
("Junior, resulta'', dice otra nota, "que conoce todos los secretos de Senior,
ya que es la personificación de la conciencia de Senior.") Golyadkin com-
prende así que la invitación que hizo a la hija de su superior en una fiesta
en que se había colado fue en realidad "una revuelta contra la sociedad";
el motivo se agranda de tal modo que un acontecimiento trivial y patética-
mente cómico en su forma original se convierte ahora en un amenazador
gesto sociopolítico. De manera similar, Golyadkin se anticipa al hombre
del subterráneo en sus fantasías de poder político, que oscilan entre la re-
volución y la reacción: "A solas con Junior, sueña con llegar a ser un Napo-
león, un Pericles, un jefe de la revuelta rusa, con liberalismo y revolución,
con restaurar a Luis XVI, en medio de lágrimas, y escucharlo (por pura
bondad)" (1, p. 434).
Estas notas son de particular importancia porque revelan la continuidad
de la inspiración de Dostoievski, así como el peligro de confundir una fase
con otra. Lo que sólo era potencial en las primeras obras, se ha desarro-
llado ahora de un modo tal que dota a sus creaciones con una mayor signifi-
cación artística, y convierte el original pathos cómico en un movimiento
de desesperada rebelión. La sicología de Golyadkin, la escisión de super-
sonalidad entre "ambición" y temor a las autoridades, adquiere una nueva
riqueza ideológica, y el mismo cambio de escala puede notarse en el caso
del menesteroso millonario. Con él, parecemos estar de vuelta en el mundo
de El señor Projarchin (1846), que muere en la miseria mientras oculta una
102 UN TIEMPO DE ESPERANZA

pequeña fortuna y cuya avaricia fue resultado de haber tenido "un atisbo
de algo, y ese algo lo atemorizó". 3 Pero también aquí empieza a concebir
Dostoievski tal figura análoga a El caballero avariento, de Pushkin, y a pre-
sentar su avaricia como otra manifestación de una pervertida voluntad de
poder, no muy distinta de la del empleadillo en cuyos sueños aparece Gari-
baldi.
Aunque esta sicología sea rechazada de momento, Dostoievski está
avanzando claramente hacia la técnica de considerar a sus anteriores per-
sonajes no sólo como las sentimentales y grotescas miniaturas del pasado.
Ahora se han elevado al mismo nivel de dignidad, y están dotados con algo
de la elevación de pensamiento y sentimiento que tienen las grandes crea-
ciones románticas de Pushkin. Después de haber rechazado el romanticis-
mo y condenado sus temas y motivos al nivel de "lo prosaico" durante los
cuarenta, Dostoievski ahora cambia de dirección para amplificar su "natu-
ralismo sentimental" con parte de la grandeza que antes había inflamado
su imaginación literaria juvenil. Más precisamente, está empezando a
avanzar a tientas hacia la síntesis de sus grandes novelas, donde una escru-
pulosa descripción de "lo prosaico" quedará combinada con "lo fantástico"
del extremismo sicológico, la consumidora ambición y el raciocinio ideoló-
gico más complejo

El folletón de Dostoievski concluye con una serie de bocetos de una típica


muchedumbre de Navidad: una dama de la clase superior rusa, hablando
en francés, naturalmente, compra una muñeca que lleva el deslumbrante
uniforme de los zuavos franceses; otra pareja elige con cuidado entre va-
rios juguetes, preocupada por los precios; inesperadamente, un caballero
saludable y bien vestido, probablemente licenciado del ejército, pide limos-
na. Dostoievski se muestra mordazmente sarcástico al hablar de este últi-
mo personaje, al que cordialmente desprecia por no buscarse un trabajo
honrado: "Y estos limosneros, lno serían maravillosos trabajadores bom-
beando agua, o en los ferrocarriles? iQué fuerza! iQué salud! Pero... isu
noble cuna es un obstáculo!" (19, p. 76).
El esbozo final muestra a un chiquillo de doce o trece años, pobre pero
limpiamente vestido, y que no parece un vagabundo, pidiendo unos cuan-

3
Para un análisis de E/ señor Projarchin, véase ibid., pp. 316-318.
"VISIONES PETERSBURGUESAS" 103

tos kopeks para comprar algo que comer en el regreso a casa. Este encuen-
tro lleva a Dostoievski a hacer ciertas reflexiones sobre los efectos des-
moralizadores de la pobreza sobre un alma joven, y hac."! un comentario
irónico sobre todos los que ven la pobreza con indiferencia, o la explican
tranquilamente para no tener cargos de conciencia. "La pobreza desarrolla
a una persona, le enseña la virtud... lo no? Si todo el mundo estuviese
perfumado, no apreciaríamos los perfumes" (19, p. 78). Es claro que Dos-
toievski considera con supremo desdén esta encallecida expresión de la
"sabiduría de las épocas".
Mucho de esta última parte del folletón, que finalmente llega a incluir
los versos de Mináev, está dedicada a hacer mofa de ciertas luminarias li-
terarias, particularmente el "nuevo poeta" y exdirector de Dostoievski, A
A Kraevski. La devoción de Panaev a las "camelias" y a la elegante vida
nocturna de San Petersburgo, especialmente después de la pobreza evoca-
da en el párrafo anterior, surge en un relieve todavía más condenatorio,
aunque Dostoievski no rebasa los límites de las bromas satíricas permisi-
bles. Además, es pacía tanto sus pullas, que los directores de El Contempo-
ráneo difícilmente habrán sentido que estaba apuntando específicamente
a ellos. Sin embargo, una observación aparte dirigida a Dobrolyubov sí con-
tiene cierto sabor de las cosas que después vendrían: "Se puede no estar
de acuerdo con el señor ... bov'', escribe Dostoievski, "pero creo que yo
moriría de aburrimiento leyendo sus artículos si él cambiara, así fuese ape-
nas el carácter de las órdenes que emite a la literatura rusa" (19, pp. 78-79).
Este cumplido a la inversa allana el camino a la polémica con Dobrolyubov,
en el segundo número de El Tiempo, donde las ukases del crítico radical
serán sometidas a un prolongado escrutinio.

El Tiempo estaba salpimentado con las intervenciones editoriales de Dos-


toievski, y la nueva versión del folletón de Mináev sólo fue la más drástica
y extensa. Estas intervenciones iban desde ensayos en miniatura hasta una
o dos frases añadidas a los artículos, como notas a pie de página. La mayor
parte de las intervenciones más largas aparecían como introducciones a
material traducido, gran parte del cual lo escogía el propio Dostoievski o
lo aprobaba para su publicación; y parte del considerable éxito de El Tiem-
po fue atribuible al olfato de Dostoievski para dar a sus lectores un intere-
104 UN TIEMPO DE ESPERANZA

sante sustento literario, tomado de una gran variedad de fuentes. Dosto-


ievski se hallaba constantemente en busca de material capaz de interesar,
instruir y emocionar a sus suscriptores regulares y a convertir en sus fieles
asiduos a quienes casualmente veían la revista. Al mismo tiempo, lo que
decidía publicar muestra la marca inevitable de sus propias preocupacio-
nes; y sus comentarios editoriales muy a menudo fueron barrunto de sus
obras posteriores, o iluminaron la manera en que todas sus lecturas se vol-
vían agua para su molino creador.
Durante 1861,El Tiempo presentó una traducci6n del relato de Casano-
va, de su huida de las mazmorras casi inexpugnables y tristemente célebres
de la república veneciana. Echando, sin duda, una mirada a Chernishevski,
Dostoievski describe la hazaña de Casanova como "la historia del triunfo
de la voluntad humana sobre obstáculos insuperables" (19, p. 86). Dosto-
ievski también empezó a presentar una serie de relatos de célebres proce-
sos por asesinato recientes en Francia, y recomienda estos ensayos como
una lectura irresistible, "más emocionante que todas las novelas posibles,
porque iluminan los lados sombríos del alma humana a los que el arte no
gusta de aproximarse, o que se les aproxima sólo indirectamente y como
de paso" (19, p. 89). Dostoievski no subraya el aspecto puramente sensa-
cionalista de dicho material, los muchos giros y revueltas del destino me-
diante los cuales los delicuentes más sagaces y osados caen finalmente en
manos de la justicia; lo que le interesa son "los lados oscuros del alma" re-
velados por el asesinato, los motivos sicológicos y la conducta de aquellos
que matan. Con tales palabras, Dostoievski se anticipa ya a delimitar el do-
minio novelístico en el cual pronto lograría sus más grandes triunfos, pues
elevará la novela de misterio y de crimen a nuevas alturas, cambiando el
enfoque de la acción externa a la sicología (que para él será siempre inse-
parable de la ideología) del criminal.
El primero de la serie fue el célebre caso de Pierre-Fran~ois Lacenaire,
hombre que cometió un asesinato a sangre fría y que, al mismo tiempo, es-
cribía poemas y dejó sus memorias; fascinó a Dostoievski por su cultura y
sus realizaciones intelectuales. "El propio Lacenaire'', escribe Dostoiev-
ski, "es una personalidad notable, enigmática, aterradora y apasionante.
Bajos instintos y cobardía ante la pobreza le convirtieron en criminal, y se
atrevió a mostrarse como víctima de su siglo. Todo esto unido a una vani-
dad ilimitada. Es el tipo de vanidad que se desarrolla hasta el grado máxi-
mo" (18, p. 90). La figura de Lacenaire, cuyo nombre aparece en El idiota
y entre las notas de Un joven inculto, se convirtió para Dostoievski en pro-
totipo del criminal que aprovecha las ideas de su tiempo para justificar sus
"VISIONES PEIBRSBURGUESAS" 105

crímenes, y su ejemplo ciertamente ayudó a dar ciertos rasgos a Raskólni-


kov, Svidrigailov y Stavroguin. *
Dostoievski también escribió algunos renglones para presentar una tra-
ducción de Mary Barton, de Elizabeth Gaskell, que empezó a aparecer en
abril de 1861. Raymond Williams ha dicho queMary Barton, que pinta las
vidas de los trabajadores de una fábrica textil de Manchester, es "la res-
puesta más conmovedora, en literatura, a los sufrimientos del obrero in-
dustrial del decenio de 1840";4 y el texto ofrece a Dostoievski una opor-
tunidad de ilustrar el contraste que ya había establecido a menudo entre
las condiciones sociales de Rusia y aquellas (según creía) mucho más duras
que imperaban en la Europa capitalista e industrializada.

Ofrecemos esta interesante novela -escribe- porque escuetamente presenta la vida y


los sufrimientos de la clase obrera británica. De todos los estados europeos, sólo Rusia
puede mirar con fraternal simpatía todo este infortunio, todo este odio de clases, gracias
a Dios totalmente desconocido [aquí]. La concesión de tierras a nuestros campesinos nos
rescata para siempre de este terrible absceso que hoy está apareciendo por doquier, y
que es conocido como pauperismo o proletarismo (19, pp. 211-212).

Además de ofrecer a Dostoievski una bienvenida ocasión de señalar su


moraleja, Mary Barton probablemente le afectó también en el aspecto
creador. Elizabeth Gaskell, la esposa de un ministro unitarista, ve las vidas
de sus personajes, recto pero empobrecidos, con un tipo de compasión so-
cial-cristiana muy similar a la que prevalece en las obras de Dostoievski
anteriores a su exilio en Siberia. Además, su novela se centra en un asesi-
nato, cometido exclusivamente para vengar la palmaria injusticia que hay
en la situación de obreros al borde del hambre, por un doloroso sentido
de obligación humanitaria. El asesino, incapaz de soportar los tormentos
de su conciencia, acaba por confesar voluntariamente para salvar la vida

• La enigmática y siniestra figura de Pierre-Franc;ois Lacenaire nunca ha dejado de ejercer su fas-


cinación desde que fue ejecutado en 1836. Una nueva edición de sus memorias, publicada en 1968,
fue acompañada por documentos de la época relacionados con su juicio y su ejecución. Un poema de
Théophile Gautier, reproducido en el volumen, celebra la mano de Lacenaire, que había sido disecada
y que adornaba el salón de Maxime du Camp, el amigo de Flaubert. Véanse 1asMémoiresdeLacenaire,
ed. Monique Je Bailly (Paris, 1968); para el poema, pp. 293-294.
Muchos han visto una rencamación artística de Lacenaire sin tener plena conciencia del aura que
rodeó su vida y su muerte. En la obra maestra del cine francés, de Marce! Carné, Les enfants du Parad.is
(1945), situada a comienzos del siglo XIX, el personaje del poeta asesino, encamado por Marce) He-
rrand, se basa en Ja carrera de Pierre-Fran~is Lacenaire y lleva su nombre. Véase George Sadoul,
Histoire Géntrale du Cinema, vol. 6 (París, 1954), pp. 68-70.
4 Raymond William, Culture and Society, 1780-1950 (Nueva York, 1983), p. 87.
106 UN TIEMPO DE ESPERANZA

de una víctima inocente acusada en su lugar; y el clímax ocurre en una bien


trazada escena de tribunal. Sin exagerar el punto, parece claro que la fina-
lidad de Dostoievski con semejante libro alimentó el proceso de gestación
artística que inmediatamente intervino en Crimen y castigo y después, asi-
mismo, en Los hermanos Karamázov. 5
Un prólogo más largo, en el primer número, precede a tres cuentos de
Edgar ,.c\.llan Poe, y tanto el texto de Dostoievski como las traducciones
pueden vincularse aún más de cerca que Mary Barton con sus creaciones
de los proximos años. Algunas obras de Poe ya habían sido traducidas al
ruso; pero no habían despertado mucha atención; el prólogo de Do.stoiev-
ski, según palabras de un estudioso soviético, contienen "la primer evalua-
ción seria y penetrante del escritor estadunidense hecha en Rusia" (19, p.
282). En realidad, según un especialista estadunidense, el prólogo de Dos-
toievski, de 1860, incluye "las observaciones más agudas hechas hasta en-
tonces en cualquier idioma, específicamente sobre la técnica artística de
Poe". 6 .
Lo que en Poe llamó la atención de Dostoievski fue "el vigor de su imagi-
nación'', que él define como "el poder de detalle específico": Poe inventará
situaciones más extraordinarias y hasta inverosímiles, pero en sus "cuentos
veréis tan claramente todos los detalles de la forma de existencia presen-
tada a vosotros'', de modo que el lector queda absolutamente convencido
de su verosimilitud. En contraste con Baudelaire, cuyas traducciones de
Poe (incluyendo los ensayos introductorios) Dostoievski ciertamente ha-
bía leído, no lo considera un poete maudit condenado por la vulgaridad im-
perante en la vida estadunidense; antes bien, sugiere con gran brillantez
que el rasgo sobresaliente de la imaginación de Poe es típicamente estadu-
nidense. Suponíase que el materialismo era el aspecto predominante de la
civilización estadunidense, y "si hay algo fantástico en Poe, también tiene,
por decirlo así, algo material en él. Sin duda, es plenamente estadunidense,
aun en sus cuentos más fantásticos" (19, pp. 88-89).
No se sabe si el propio Dostoievski escogió los cuentos de Poe que luego
publicó, pero todos ellos pueden relacionarse con las grandes obras que
escribiría dentro de pocos años; sus Notas desde el subte1Táneo, así como
el ligeramente posterior Crimen y castigo. Hasta el menor de los cuentos
de Poe publicados en El Tiempo-The Devil in the Belfry, que es poco más
5 Fue L. P. Grossman el primero en llamar la atención sobreMaryBanon, y en escribir un artfculo
informativo, estableciendo el paralelo con Crimen y castigo. Véase L. P. Grossman, "Dostoevsky i char-
tiski roman'', en Voprol)' Literaturi, 4 (1959), pp. 147-158.
6
Jane Delaney Grossman, Edgar Al/an Poe in Russia (Wurzberg, 1973), p. 34.
"VISIONES PETERSBURGUESAS" 107

que una anécdota cómica- resulta una alegoría de la intrusión de lo irra-


cional en un mundo ordenado que siempre se rigió de acuerdo con leyes
inmutables. Cuando el Diablo se mete en el campanario del adormecido
pueblecillo de Vondervotteimittis, las vidas de los apacibles burgueses se
desorganizan por completo porque el reloj del campanario, al mediodía,
no toca doce, sino trece veces. Los otros dos cuentos, The Tell-Tale Heart
y The Black Cat, contienen rasgos que pueden vincularse aún más concre-
tamente con el futuro artístico de Dostoievski.
Ambos cuentos están escritos en primera persona, por un narrador inca-
paz de suprimir un sentido de culpa por sus crímenes, y cuya conciencia fi ..
nalmente lo traiciona. Ambos ilustran también la misma irresistible presión
de lo irracional en contra de los mejores y más sagaces cálculos de la men-
te racional. El narrador de The Tell-Tale Heart, asesino que mató sin otro
motivo que una obsesión patológica, cree haber cometido el crimen per-
fecto, pero finalmente no puede reprimir una confesión porque cree que
otros, además de él, oyen a través del piso bajo el cual estaba enterrado el
cadáver el ruido ensordecedor del corazón de la víctima.
The Black Cat también es el cuento de un crimen ejecutado en secreto,
y finalmente descubierto por un descuido causado por el terror y el pánico.
Ante todo, The Black Cat contiene el comentario del narrador sobre su
inexplicable sadismo hacia un gato al que supuestamente quería. Semejan-
te conducta es atribuible a

el espíritu de la PERVERSIÓN. La filosofía no toma en cuenta este espíritu [las cursivas son
mías]. Y sin embargo, tan seguro como de que mi alma vive, lo estoy de que la perversión
es uno de los impulsos primitivos del corazón humano, una de las facultades o sentimien-
tos primarios, indivisibles, que dan dirección al carácter del Hombre. lQuién no se ha
sorprendido a sí mismo muchas veces cometiendo una acción vil o estúpida, sin más razón
que porque sabe que no debía hacerla? lNo tenemos una inclinación perpetua, contra
nuestro mejor juicio, a violar aquello que es Ley, simplemente porque comprendemos
que lo es? 7

Sin duda, este pasaje debe considerarse como una de las fuentes que con-
dujeron a la dialéctica sicológica-filosófica de la primera parte de Notas
desde el subterráneo.
Y sin embargo, pese a toda su admiración al talento de Poe, Dostoievski
no lo considera como el igual de otro "fantasista", E. T. A Hoffmann, cuya

7
E. A. Poe, "The Black Cat'', en Complete Works, ed. James A. Harrison, 17 vols. (Nueva York,
1902; reimp. 1965), 4, p. 146.
108 UN TIEMPO DE ESPERANZA

obra había ejercido una poderosa influencia sobre la literatura rusa duran-
te el decenio de 1830 y a quien Dostoievski, siendo adolescente, había leído
con reverente atención. Lo que le da superioridad a Hoffmann, sostiene,
es que lo sobrenatural y lo extraterreno se combinan y funden en su obra
con lo común y lo verosímil, a veces Hoffmann "hasta busca su ideal fuera
de lo terreno, en cierto tipo de mundo extraordinario que acepta como su-
perior, como si él mismo creyera en la existencia de este misterioso mun-
do encantado ... " Poe es inferior a Hoffmann no tanto como escritor sino
como "poeta", ya que el romántico alemán constantemente infunde a su
obra una aspiración hacia "un ideal" y en esa aspiración ve Dostoievski "la
pureza y lo real, la auténtica belleza inherente al hombre" (19, pp. 88-89).
Podríamos decir que las mejores creaciones del propio Dostoievski des-
pués de Siberia intentan lograr un equilibrio entre los dos escritores, rivali-
zando con Poe en viveza y verosimilitud, pero sin perder de vista nunca el
sentido de Hoffmann de lo extraterreno y lo trascendente como fuerza que
controla la vida humana.
Así, Dostoievski trató, a la vez, de ser un escritor como Poe y un poeta
como Hoffmann; para él, estos dos aspectos de la literatura no podían, o
al menos no debían, separarse nunca. De hecho, la necesidad de mantener
unidos ambos fue cuestión que lo ocupó mucho precisamente en este mo-
mento, y siguió formando parte de sus ideas acerca del arte y la vida. Pues
la función más importante del arte, creía Dostoievski, era -y siempre ha-
bía sido-- inspirar al hombre ofreciéndole un ideal de trascendencia al cual
pudiese aspirar eternamente. Esta fue la posición misma que afirmó cuan-
do, en el segundo número de El Tiempo, lanzó su primer ataque abierto
contra el bando radical.
VI. UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA

LA FUNDACIÓN de El Tiempo provocó diversos ecos en el mundo del pe-


riodismo petersburgués, pero en general su recepción fue amistosa. Noti-
cias de la Patria, que había recibido algunos acerbos golpes, respondió con
viveza; pero El Contemporáneo, cualesquiera que fuesen los sentimientos
personales de sus directores, corrió en ayuda de esta nueva empresa litera-
ria dirigida (como todos los sabían) por alguien que había vuelto del exilio,
habiendo "sufrido por una buena causa". Se olvidaron o dejaron de lado
los viejos rencores, y Panaev saludó el anuncio de El Tiempo en su influ-
yente columna, felicitando a la nueva publicación por la audacia de su re-
chazo de todas las "autoridades literarias" y su resolución de ocupar una
posición absolutamente independiente. Nekrásov también aplaudió la de-
nuncia de las "autoridades" hecha por El Tiempo, en un poema de cuatro
versos publicado enSvistok (El Silbato, suplemento satírico de El Contem-
poráneo, fundado por Dobrolyubov); y la misma publicación también con-
tenía un humorístico "Himno a El Tiempo", de la pluma del poeta, para
saludar la publicación recién nacida: "iBienvenido seas, nuevo camara-
da!", decía el primer verso. 1
Chernishevski, que también saludó a El Tiempo en una revisión de las
revistas, se mostró más reservado. Comentó la latente hostilidad que Pa-
naev y N ekrásov estaban dispuestos a pasar por alto y expresó cierta irrita-
ción contra las alusiones de Dostoievski a Dobrolyubov, aunque parecie-
ran relativamente inofensivas. Notando que El Tiempo estaba cumpliendo
con su anunciado programa de independencia y expresando sus opiniones
sin ambajes hacia todo y hacia todos (incluyendo El Contemporáneo), ob-
serva que esta actitud puede ofender a algunos "si nos inclináramos a la
ira cuando alguien nos juzga tan acremente como nosotros, a menudo, juz-
gamos a otros". Pero tales asperezas formaban parte de las reglas del juego,
y "de ninguna manera reducen nuestra inclinación a apoyar a El Tiempo".
Sin embargo, con un toque de irritación, Chernishevski añade que "si se
nos ocurriera entrar en querella con El Tiempo, observaríamos que comete
un error cuando habla de los ensayos firmados con la abreviatura -bov,
como si pretendieran ser tomados como autoridades". 2

1 Para más detalles sobre la recepción de El Tiempo , véasePSS, 18, pp. 229-236.
2 /bid.

109
110 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Chemishevski tampoco intentó disimular su desagrado ante mucho de


lo que le irritaba en el programa depochvennichestvo; pero por el momen-
to estuvo dispuesto a suponer que tales desacuerdos no pasaban de ser
teóricos y no obstaculizarían una dedicación a la causa social común. "Por
lo que podemos juzgar a partir del primer número'', escribe diplomática-
mente, "El Tiempo difiere de El Contemporáneo en sus ideas con respecto
a muchas de las cuestiones sobre las que puede haber una diferencia de
opinión en la sociedad bien educada". 3 Esta frase esópica indica el deseo
de Chemishevski de no enajenarse a un posible aliado sociopolítico, mien-
tras notificaba a los pochvenniki que no debían rebasar ciertos límites. Esta
difícil alianza continuó durante la mayor parte de 1861, y no fue rota ni si-
quiera por la segunda serie de artículos de Dostoievski sobre la literatura
rusa, El señor -bov, y la cuestión del arte.
A primera vista, el texto de Dostoievski sólo parece ser una respuesta,
elaborada al calor de la lucha periodística, a dos artículos recientes de Do-
brolyubov (principalmente a uno dedicado a los cuentos de la autora ukra-
no-rusa María Markovich, quien escribía con el seudónimo de Marco Vov-
chok). Sin embargo, en realidad, el artículo de Dostoievski es mucho más
que un casual producto de la necesidad periodística; contiene los resulta-
dos de largas meditaciones sobre la cuestión del arte, que se extienden des-
de el comienzo de su carrera literaria, hasta incluir sus años de Siberia. A
mediados del decenio de 1840 había estado en desacuerdo con Belinski y
con Petrashevski sobre el problema de la función social del arte, sostenien-
do que aun cuando el arte fuese una parte de la sociedad y desempeñara
un papel social importante, sobre todo en Rusia, al artista debía dársele
absoluta libertad de cumplir con su tarea de cualquier manera que juzga-
se conveniente. Había dicho a Belinski que "el arte no necesita tener una
tendencia, que el arte es un fin en sí mismo, que un autor sólo debe preocu-
parse por la calidad artística y la idea vendrá por sí misma ... " (18, pp. 128-
129). La "idea" era de significado crucial; pero no se la debía formar de
acuerdo con ninguna noción preconcebida de cuál debía ser la misión so-
cial del arte en una situación histórica determinada.
Varios años después, exactamente la posición que Dostoievski había re-
chazado siendo un joven escritor quedó codificada en una influyente teoría
de Chemishevski sobre La relación estética del arte y la realidad. Los artis-
tas, insistía el crítico radical, tenían la obligación de subordinar su inspira-
ción a la "vida", y la "vida" quedaba esencialmente definida en función de

3 /bid.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 111

la tarea inmediata de obtener justicia social. Las ideas de Chernishevski


provocaron una enorme controversia entre la crítica rusa, que llegó a divi-
dirse en una oposición entre Gógol y Pushkin. El primero fue elevado por
los radicales a la categoría de ejemplo de lo que deseaban que fuese la lite-
ratura: una acusación y exposición de los males de la sociedad rusa; el se-
gundo fue celebrado por sus adversarios como la imagen del sereno olím-
pico que dedica sus divinos dones a la "eterna" situación de la condición
humana. Ambos fueron elogiados y denunciados con idéntico fervor e
idéntica falta de discriminación; y Dobrolyubov en particular se complació
en acumular sarcasmos contra las que llamó "piezas de antología" y "sona-
jas" de Pushkin. 4
Todo esto comenzó durante los años de Dostoievski en prisión, pero él
se puso al día en la polémica en cuanto quedó libre y empezó a leer los pe-
riódicos. En realidad, como sabemos que empezó entonces a trabajar en
una serie de Cartas sobre el arte, cuyo terna habría sido "esencialmente,
acerca de la importancia del cristianismo en el arte", 5 hay ciertos testimo-
nios de que deseó añadir su propia voz al apasionado debate. Esta obra, si
en realidad fue escrita, no ha sobrevivido; pero sin duda podernos adquirir
cierto atisbo de sus ideas en los textos que vamos a analizar.

De acuerdo con la política general de El Tiempo, Dostoievski trata de diso-


ciar su polémica de toda enconada connotación personal. Hay que recono-
cer francamente, escribe, que Dobrolyubov "casi es el único de nuestros
críticos al que hoy se lee" (18, p. 72), y por esta razón sus opiniones y sus ,
juicios merecen la mayor atención. Tales palabras, indudablemente inter-
caladas para paliar el golpe, también son un sincero tributo de admiración
al brillante talento periodístico de Dobrolyubov. Al mismo tiempo, Dosto-
ievski también trata de proteger sus flancos con un escrito contra uno de
los baluartes del bando "pushkiniano'', las Noticias de la Patria, así como,
con una celebración de la importancia de Belinski. Observando irónica-
mente el autoelogio de esa publicación en su anuncio para 1861, escoge
para comentar una desdeñosa referencia a Belinski, en que dice que no
dio suficiente importancia al estudio "histórico" de la literatura rusa. "En
primer lugar", responde Dostoievski, "no es verdad, y aun si lo fuera, en
4
/bid., 18, pp. 280-281.
5 Pisma, !, pp. 183-184, 13 de abril de 1856.
112 UN TIEMPO DE ESPERANZA

dos páginas de Belinski (una edición de cuyas obras está hoy completán-
dose), se dice más acerca del aspecto histórico de la literatura rusa que en
todas las páginas de las Noticias de la Patria, desde 1848 hasta la actua-
lidad" (18, p. 71). No se da cuartel al crítico de esta publicación, S. S.
Dudyshkin, quien habría podido considerarse corno uno de sus aliados en
contra de Dobrolyubov; así Dostoievski se alinea públicamente con los ra-
dicales, para quienes Belinski era un maestro insuperable, y a la vez esta-
blece sus credenciales corno comentador no partidarista, que aun si entabla
una querella con Dobrolyubov, no puede considerarse que pertenezca al
bando enemigo.
Para empezar, Dostoievski establece en confrontación mutua las dos
posiciones extremas, y demuestra que ambas son contradictorias. Los par-
tidarios de la libertad del arte, que insisten en que el "el arte es un fin en
sí mismo" y que por tanto no toleran coacciones ni directivas, al mismo
tiempo objetan la literatura "acusatoria" y sus ternas. Como resultado, vio-
lan ese mismo principio de libertad del arte que, supuestamente, quieren
defender. Los utilitarios radicales exigen que el arte sea útil, pero dado
que son indiferentes a la calidad artística, también ellos se encuentran en
contradicción con su propio principio guía: "Una obra sin valor artístico
nunca podrá de ninguna manera alcanzar su meta; además, hace más mal
que bien a su causa; por tanto, los utilitarios, al descuidar el valor artístico,
son los primeros en dañar su propia causa... ya que buscan beneficio, y no
daño" (18, p. 79).
Aunque ambos polos son así rechazados corno internamente incon-
gruentes, es obvio que Dostoievski cree que el error de los partidarios del
arte no pasa de ser un pecado venial, mientras que el de los utilitarios im-
plica una negativa del derec~o mismo del arte a existir. Es cierto, reconoce
Dostoievski, que Dobrolyubov no llega explícitamente a tales extremos;
pero Chernishevski, después de todo, sí había comparado el arte con los
textos de escuela cuyo "propósito es preparar al estudiante para leer las
fuentes originales y después para servir de libros de referencia, de cuan-
do en cuando". 6 Y aun si los utilitarios no rechazan abiertamente el arte,
no sólo lo tienen en muy baja estima, sino que parecen albergar un irritable
resentimiento contra la calidad artística corno tal; de no ser así, ¿por qué
"detestan a Pushkin y dicen que toda su inspiración no pasa de ser afecta-
ciones, muecas, galimatías y notas insignificantes, mientras sus poemas son
considerados corno bagatelas, buenas tan sólo para antologías?" (18, p. 79)
6
N. B. Chernishevski, Selected Philosophical Essays (Moscú, 1953), p. 376.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 113

Como prueba del desdén último de los utilitarios hacia el arte, Dosto-
ievski escoge el elogio hecho por Dobrolyubov a Marco Vovchok, cuyos
cuentos habían sido traducidos del ukraniano al ruso nada menos que por
Turguénev. * Dostoievski concentra su fuego contra uno de sus cuentos,
"Masha" --0bra que Dobrolyubov había citado extensamente, con apro-
bación- que muestra la resistencia interna de una muchacha sierva a su
condición de esclava. Apática y descuidada como sierva, su carácter cambia
y empieza a mostrar la energía más resuelta y feroz una vez que su hermano
le ha comprado la libertad. Según Dobrolyubov, este cuento mostraba la
profundidad del anhelo de libertad del pueblo ruso común; era una lección
para todos aquellos que, en algún oscuro rincón del espíritu, seguían cre-
yendo que el campesino ruso estaba demasiado subdesarrollado como per-
sona para albergar tal deseo de emancipación. Indignado ante este menos-
precio del pueblo ruso, Dobrolyubov arguyó que en realidad estaba lleno
de iniciativa, valor y energía, y presentó estadísticas de delitos para mostrar
su punto. En palabras que se anticipan asombrosamente a las que Dosto-
ievski pronto utilizará en la Casa de los muertos, escribe: "La fuerza que
se encuentra en él [el pueblo común ruso] al no encontrar un canal libre
y apropiado, se ve obligada a abrirse una vía no convencional por sí mis-
ma ... a menudo en forma fatal para él."7
Un autorizado comerciante soviético ha argüido que Dostoievski atacó
a Dobrolyubov porque los reformistas pochvennik se negaban a aceptar
semejante imagen "revolucionaria" del pueblo ruso. Pero la verdad es
exactamente opuesta. Dostoievski afirma categóricamente que, lejos de
disputar la opinión de Dobrolyubov acerca del pueblo ruso, la aprueba de
todo corazón, y hasta muestra su sorpresa ante la convicción de Dobrolyu-
bov de que tales ideas no son generalmente aceptadas.** La tendencia de
la obra de Marco Vovchok, declara firmemente Dostoievski, es digna del

• En vista de los esfuerzos de Turguénev en favor de Marco Vovchok, las críticas de Dostoievski a
esta también pueden reflejarse indirectamente sobre su protector. Probablemente, por esto, Dostoiev-
ski se aparta de su línea en el texto para rendir un homenaje personal a Turguénev. Entre el testimonio
que aduce para probar el desdén de Dobrolyubov al arte, dice que "El Señor-bov ha empezado a ex-
presarse con cierto tipo de disgusto especial acerca del señor Turguénev, el más artista de todos los
novelistas rusos contemporáneos'', PPS (18, pp. 79-80).
7
N.A Dobrolyubov, Selected Phí/osophica/ Essays, trad. J. Fineberg (Moscú, 1956), p. 542.
••"Los cuentos de Marko Vovchok", escribe G. M. Fridlender, "eran, según Dobrolyubov, un sín-
toma importante en la literatura rusa del importante giro hacia arriba que podía notarse en la vida del
pueblo. Elpochvennik Dostoievski no compartía la posición política de Dobrolyubov, esta fue la causa
de la caldeada controversia con Dobrolyubov... "Véase el articulo, por lo demás válido, sobre la esté-
tica de Dostoievski, en G. M. Fridlender, Dostoevsky i Mirovaya Literatura (Moscú, 1979),.pp. 62-100;
la cita es de la p. 93.
114 UN TIEMPO DE ESPERANZA

mayor elogio, "y estamos dispuestos a regocijarnos de (su) actividad" (18,


p. 92). Pero una cosa es aprobar sus intenciones y completamente otra pa-
sar por alto las patentes deficiencias artísticas de sus cuentos que, en opi-
nión de Dostoievski, arruinan todo poder persuasivo que pudiesen ejercer
las dignas ideas expuestas en ellos.
Para probar su argumento, Dostoievski se limita a reproducir los frag-
mentos del cuento presentados por el propio Dobrolyubov; no le parece
necesario entrar en detalle, permitiendo que hablen por sí mismos aquellos
sentimientos ya trillados y reacciones de libro de texto. Masha, comenta,
es "una heroína de feria, una especie de criatura libresca de estudio, no
una mujer" (18, p. 90). Y si Dobrolyubov cree que leer Masha hará que
los partidarios de la servidumbre cambien de opinión, entonces está lasti-
mosamente errado. lCómo puede probar un autor que un sentimiento par-
ticular (por ejemplo, el odio a la servidumbre) existe entre la gente común
de Rusia cuando carece de capacidad artística para presentar personajes
que parezcan rusos? Los personajes de Masha son "una especie de super-
numerarios salidos de un ballet, vestidos con caftanes y sarafanes rusos;
son paysans y paysannes, no campesinos y campesinas rusas" (18, pp. 92-
93). Por tanto, dice Dostoievski a Dobrolyubov, "la forma artística es útil
en el más alto grado, y útil precisamente desde su punto de vista" (18,
p. 93); pues la falsedad de Masha tendrá el efecto contrario del que se ha-
bía propuesto la autora. Sólo persuadirá a quienes ya tienen una despectiva
opinión del campesino ruso de que, como no se puede proyectar una ima-
gen convincente, debe ser cierta la imagen ya consagrada por el tiempo, y
a la que se aferran.

Si Dostoievski se hubiese interesado tan sólo en mostrar los absurdos a la


vez de los partidarios del arte y de los utilitarios radicales, y en establecer
su propia posición independiente en esta controversia literaria, entonces
bien habría podido terminar un artículo después de disponer de Marco
Vovchok. Pero iba en pos de caza mayor, y su verdadera lucha (aunque no
mencionada) era contra la estética feuerbachiana de Chernishevski con su
devaluación de toda la esfera de lo sobrenatural y lo trascendente, y su ob-
jetivo último de exponer el arte como sustituto de la religión. Como Cher-
nishevski, tampoco podía Dostoievski presentar su argumento en forma
explícita y abierta; pero el giro de sus palabras es inconfundible cuando se
le coloca en este contexto.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 115

Según Chemishevski, el arte no es más que una engañosa alternativa a


las satisfacciones materiales de la vida real y sirve como imaginario susti-
tuto mientras no se consiguen estas satisfacciones. "Si un hombre está obli-
gado a vivir en las tundras de Siberia... ",había escrito Chemishevski,

entonces podría sofiar con unos jardines mágicos, con árboles preternaturales con ramas
de coral, hojas de esmeraldas y frutas de rubí, pero al transferir su residencia, digamos,
a la provincia de Kursk, y poder pasearse a su gusto en un huerto modesto pero tolerable,
con manzanas, cerezos y perales. . . El sofiador se olvidará no sólo de Las mil y una noches,
sino también de los naranjales de Espafia.8

Dostoievski, en cambio, categóricamente rechaza la idea de que el arte


sólo existe como imaginario remplazo de las carencias y frustraciones de
las necesidades materiales del hombre. El hombre tiene asimismo otras ne-
cesidades y, dice Dostoievski,

el arte es para el hombre una necesidad, tanto como lo es comer o beber. La necesidad
de belleza y de las creaciones que la encarnan es inseparable del hombre, y sin ellas el
hombre tal vez no tendría deseos de vivir. El hombre tiene sed [de belleza] ... y tal vez
sea en esto donde se encuentra el más grande misterio de la creación artística, en que la
imagen de su belleza que brota de sus manos se convierte inmediatamente en un ídolo
incondicionalmente (18, p. 94).

Es claro que Dostoievski ya no está hablando acerca de crítica literaria


y de si Marco Vovchok es o no una buena escritora; está tocando aquí las
relaciones del arte con la religión. Las imágenes del arte han aportado tra-
dicionalmente objetos de reverencia religiosa porque el hombre tiene una
necesidad de rendir culto a tales objetos, la necesidad de adorar algo que
trascienda por entero los límites de la vida humana tal como la conoce. El
hombre siempre ha manifestado una incondicional necesidad de belleza ·
inseparable de su historia; sin ella, como Dostoievski lo sugiere conmove-
doramente, tal vez no querría seguir viviendo. De este modo, las creaciones
del arte se convierten al punto en "ídolos", en objetos de culto,

porque la necesidad de belleza se desarolla con la mayor fuerza cuando el hombre se


encuentra en desacuerdo, en discordia, en pugna-con la realidad, es decir, cuando vive
más plenamente, pues el momento en que el hombre vive con mayor plenitud es cuando
está buscando algo, cuando desea alcanzar algo; es entonces cuando muestra el deseo
más natural de todo lo que es armonioso y sereno, y en la belleza hay armonía y serenidad
(18, p. 94).

8 Chemishevski, Essays, pp. 317-318.


116 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Para Dostoievski, así como para Chemishevski, esta busqueda es el resul-


tado de una falta en el mundo real de pugna humana y privación; pero para
Dostoievski, no se puede pensar en colmar la brecha entre lo real y lo ideal
tan sólo por medios materiales. Ccmo el hombre "vive más plenamente"
en el universo de Dostoievski sólo cuando está en "desacuerdo" con la rea-
lidad, es claro que la visión del novelista de lo que es de mayor importancia
en la vida humana difiere totalmente de la de Chemishevski. E11. realidad,
la idea de que el hombre pudiese alcanzar jamás un absoluto y total con-
temporáneo con su vida en la Tierra queda relacionada por Dostoievski
con imágenes de muerte del espíritu y de decadencia moral. En tales mo-
mentos, escribe Dostoievski,

es como si la vida se hiciera más lenta, y hemos visto ejemplos de cómo el hombre, habien-
do alcanzado el ideal de sus deseos y no sabiendo ya por qué esforzarse más, satisfecho
y ahíto, cae en una especie de melancolía, y hasta provoca tal melancolía en sí mismo
como buscó otro ideal en su vida y, saciado luego, no sólo no supo valuar aquello de que
disfrutaba sino que, concientemente, llegó a diverger de su propio camino, estimulando
en sí mismo gustos que eran excéntricos, malsanos, ardientes, discordantes, algo mons-
truoso, habiendo perdido el anhelo del sentido estético, de la belleza saludable, y exigien-
do en cambio lo excepcional.

Adoptar, como ideal de la humanidad, el objetivo de la plena satisfacción


material es, pues, el equivalente de fomentar la perversión moral y la co-
rrupción. Por esta razón, una auténtica "belleza" que encame los "ideales
eternos" de la humanidad -ideales de armonía y serenidad, que trascien-
den, con mucho, el ámbito humano- es "una exigencia indispensable del
organismo humano" (18, p. 94). Sólo semejantes ideales, que el hombre
se esfuerza continuamente por alcanzar y por realizar en su propia con-
ciencia, podrán también impedir que caiga en la apatía y la desesperanza.

Esta concepción de la belleza como una forma de trascendente expresión


de los ideales eternos de la humanidad ofrece a Dostoievski una posición
aventajada desde la cual combatir la estrecha definición de "utilidad" de
la estética utilitaria; pues si al arte se le ha confiado la tarea de expresar
los ideales eternos de la humanidad, entonces prescribirle un papel par-
ticular en función de su "utilidad" implica que de antemano conocemos el
resultado de todo el destino histórico de la especie humana. Pero tal cono-
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 117

cimiento está fuera de la esfera de los hombres: "lcómo, en realidad, pode-


mos determinar en forma clara e independiente qué debe hacerse para lle-
gar al ideal de todos nuestros deseos, para alcanzar todo lo que la huma-
nidad desea y hacia lo que aspira?" Dado que no podemos hacer esto,
"lcómo (podemos] determinar con plena certidumbre lo que es dañino y
lo que es útil?"; en realidad, no podemos saber siquiera cómo, ni en qué
grado, el arte ha sido "útil" para la humanidad en el pasado.
Por ejemplo, lquién habría podido predecir que las obras de los "viejos
anticuados" como Comeille y Racine irían a "desempeñar un papel decisi-
vo e inesperado en las circunstancias de la vida historica de todo un pueblo"
(es decir, durante la Revolución francesa)? (18, p. 78). Las muy diversas
formas en que el arte interactúa con la sociedad son imposibles de prever;
obras que no parecen tener ninguna pertinencia social directa bien pue-
den, en ciertas circunstancias, ejercer la influencia más poderosa y directa
sobre la vida de la acción. Mas si no podemos comprender exactamente
cómo ocurre esto, "es muy posible que también nos engañemos cuando en
forma estricta e imperativa dictamos las ocupaciones de la humanidad y
mostramos al arte el camino normal de su utilidad y su misión auténticas".
Los utilitarios desean limitar el arte a las necesidades sociales del presente,
y consideran toda atención al pasado -como la admiración a la Jliada-
un vergonzoso escapismo, un retiro al goce egoísta y al dilettantismo ocio-
so. Dostoievski reconoce la preocupación moral que motiva semejante po-
sición, y dice que "por eso sentimos tanta simpatía hacia ellos [los radicales]
y deseamos que se les respete" (18, pp. 95-96); pero sus ideas, de todas ma-
neras, son erróneas y hay que rechazarlas.
En primer lugar, dado que la cultura rusa ha llegado ahora a formar par-
te de la civilización europea en conjunto, sólo es natural que los escritores
rusos se basen libremente en los tesoros comunes de "lo histórico y univer-
salmente humano" (18, p. 99). Además, un escritor contemporáneo puede
aprovechar el pasado para expresar las cuestiones más candentes de la ac-
tualidad, punto que Dostoievski ilustra mediante un brillante análisis de
un poema, "Diana", escrito por la béte naire de la crítica radical, el lírico
A A Fet. &ta obrita, finalmente elaborada, de sentimiento absolutamen-
te parnasiano, describe un momento de esperanza .deshecha: el poeta
imagina súbitamente que una estatua de la diosa Diana cobrará vida y baja-
rá de su pedestal para caminar por las calles de Roma. Pero, iay!, "el már-
mol inmóvil brillaba blanco ante mí con insondable belleza" (18, p. 97).
Dostoievski interpreta el poema, especialmente sus dos últimos versos,
como "una llamada pasional, una plegaria ante la perfección de la belleza
118 UN TIEMPO DE ESPERANZA

pasada, y una interna nostalgia oculta por la misma perfección que el alma
está buscando, pero que deberá seguir buscando largamente, mientras si-
gue atormentada por dolores de parto, desde antes de encontrarla" (18,
p. 97). La "oculta nostalgia interna" que Dostoievski discierne en este tex-
to es, sin duda, el anhelo de una nueva teogonía, una nueva aparición de
lo sagrado que bajará a remplazar al ídolo pagano, hermoso pero ya sin
vida; es el anhelo del nacimiento de Cristo, del hombre-Dios que, en rea-
lidad, un día caminaría por la Tierra, suplantando a la inmóvil y distante
diosa romana. Y como Dostoievski ha descrito su propio tiempo diciendo
que es de "anhelo, lucha, incertidumbre y fe (porque nuestro tiempo es
un tiempo de fe)", interpreta el poema de Fet diciendo que expresa el más
urgente de los temas contemporáneos.*
Estas reflexiones sobre el arte concluyen con una sola frase que, según
cree Dostoievski, resuelve el conflicto entre los dos ya viejos equívocos, y
que imprime como párrafo independiente, en cursivas: "El arte siempre es
actual y real, nunca ha existido de otra Ínanera y, lo de más importancia, no
puede existir de ninguna otra manera" (18, p. 98). Esta idea fue expresada
por vez primera en la crítica rusa por Valerian Maikov, íntimo amigo de
Dostoievski durante los cuarenta (cuya prematura muerte se menciona
brevemente y con gran tristeza al comienzo de su artículo); y Dostoievski
ahora la reitera como piedra angular de su propia doctrina. Si a veces pare-
ce que el arte se desvía de la realidad y no es "útil", esto sólo es porque no
conocemos todos los medios por los que el arte sirve a la humanidad y por-

• La imaginativa interpretación dada por Dostoievski a este poema, que a primera vista puede
parecer un tanto forzada, recibe cierta confirmación indirecta de las observaciones de Roman Jakob-
son acerca del significado simbólico atribuido a la escultura en la tradición rusa.

Es importante ver-escribe-que en sus poemas [los de Pushkin) la estatua es muy frecuentemen-


te llamada ídolo, lo que sorprendió grandemente al zar Nicolás 1 en E/ jinete de bronce. Ya sea Push-
kin el ateo, Blok el hereje o la poesía antirreligiosa de Mayakovsk')', los poetas rusos se habían cria-
do en el mundo de las costumbres ortodoxas y su obra, intencionalmente o no, está imbuida del
simbolismo de la Iglesia oriental Es la tradición ortodoxa -<¡ue con toda vehemencia prohibía la
escultura, que no la toleraba dentro de las iglesias y que la consideraba como pecado pagano odia-
bólico (ambas ideas eran una sola para la Iglesia)-la que sugirió a Pushkin la íntima vinculación
entre las estatuas y la idolatría, el diabo/ismo y la magia.
Jakobson cita entonces a Gógol para probar que, "desde el punto de vista ruso, la escultura y la
imagen del paganismo son inseparables". "[La escultura] nació al mismo tiempo que el finito mundo
pagano", había escrito Gógol, "expresaba [ese mundo] y murió al mismo tiempo . .. En el mismo grado
que la creencia pagana, estaba separada del cristianismo por una frontera." El artículo de Jakobson,
originalmente publicado en checo, es citado aquí a partir de la traducción francesa de sus críticas se-
lectas. Roman Jakobson, "La statue da ns la symbolique de Pouchkine", en Questions de poétique, trad.
por varios, ed. Tzvetan Todorov (París, 1973), pp. 186-187.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 119

que, aún por las más loables razones, enfocamos atendiendo demasiado
estrechamente al bien inmediato y común. Desde luego, los propios artis-
tas a veces se desvían del camino recto, y en tales casos son perfectamente
legítimos los esfuerzos de Dobrolyubov y de sus compañeros por llamar-
los al orden. Pero Dostoievski establece una clara distinción entre crítica,
amonestación, exhortación, persuasíón y la emisión de lo que en realidad
son órdenes y ukases sobre cómo deben crear los artistas.
Todos estos esfuerzos por reglamentar el arte están condenados, de to-
dos modos, a la inutilidad; ningún verdadero artista los obedecerá, y el arte
seguirá su propio camino, desentendiéndose de los intentos de poner un
yugo a sus caprichos creadores. Tales intentos se basan en una interpreta-
ción totalmente errónea de la naturaleza del arte, que siempre ha respon-
dido a las necesidades y los intereses de la humanidad, y nunca se ha se-
parado de ellos. Así defiende Dostoievski la libertad del arte, no porque
rechace la norma de la "utilidad", sino "precisamente con la certidumbre
de que cuanto más libre sea el arte en su desarrollo, más útil será a los inte-
reses de la humanidad" (18, p. 102). Una vez más, adopta una posición to-
talmente original, defendiendo a la vez la libertad y la utilidad del arte,
pero -lo de más importancia- definiendo tal "utilidad" en función del
eterno anhelo del hombre por incorporar a su vida la inspiración de un
ideal religioso sobrenatural.
Este aspecto decisivo del argumento de Dostoievski ha sido relativa-
mente olvidado, pero es de importancia fundamental para la compren-
sión de su propia idea de la vida, que iba evolucionando gradualmente; por
ejemplo, resulta significativo que los ejemplos de "belleza" sana y saluda-
ble a los que se refiere-la !liada, elApolo de Belvedere, el poema de Fet-
todos ellos tengan connotaciones religiosas, si bien paganas, y hasta se des-
vía de su argumento para subrayar este punto en una observación. "Este
mármol es un dios", dice, hablando delApolo, "y aunque podáis escupirlo,
no le quitaréis su divinidad ... Desde luego, hay miles de impresiones en
el mundo, pero seguramente no es casual que este tipo de impresión sea
especial, la impresión de un Dios" (18, p. 78). * Aun cuando Dostoievski
se limite aquí a ejemplos tomados de la antigüedad clásica, esta línea de
razonamiento podría fácilmente culminar en una afirmación de la impor-
tancia del "cristianismo en el arte". Poco después de salir de la prisión en

• Dostoievski está parafraseando aquí un célebre poema de Pushkin, "El poeta y la muchedum-
bre", en que el poeta dice desdeñosamente al gentío embrutecido: "El Apolo de Belvedere es para vo-
sotros un ídolo./ En él no discernís ninguna utilidad ... utilidad." Para el texto ruso, PSS (18, p. 289).
120 UN TIEMPO DE ESPERANZA

1854, Dostoievski había escrito que nada en el mundo era "más hermoso"
que la figura de Cristo;9 y era esta belleza la que daba inspiración moral al
mundo moderno, así como los dioses de la mitología griega y romana inspi-
raron la antigüedad. 1º Probablemente por razones de estrategia ideológi-
ca, deliberadamente modera este aspecto cristiano de su argumento y se
refugia en el pasado grecorromano; pero no era de la religión de los griegos
y de los romanos de donde Dostoievski esperaba una respuesta a las angus-
tiosas preguntas a las que se enfrentaban a la vez la Rusia moderna y el
hombre moderno.

Lo que Dostoievski dice sólo por implicación en este artículo está expresa-
do abiertamente en otro ensayo escrito varios meses después. En este pun-
to, ya no está polemizando con Dobrolyubov y con los radicales, sino con
un sólido pilar del régimen, el director de El Mensajero Ruso, M. N. Kát-
kov, y de lo que se trata no es de estética, sino de la liberación de las muje-
res. En el próximo capítulo diremos más acerca de esta disputa; aquí nos
limitaremos a enfocar un sorprendente análisis del poema de Pushkin,
"Noches egipcias" (incluido en un cuento del mismo título), que Dostoiev-
ski ofreció en apoyo de sus opiniones.
El poema, uno de sus viejos favoritos, describe a Cleopatra, quien se
ofrece a pasar una noche con cualquier miembro de su séquito que esté
dispuesto a perder la vida al amanecer, a cambio de disfrutar el supremo
privilegio de sus favores. Pushkin presenta el desafío con voluptuoso deta-
lle mientras Cleopatra se explaya sobre los deleites que aguardan al hom-
bre (o a los hombres) lo bastante intrépido para aceptar su fatal invitación;
y Kátkov, con voz de censura, dijo que la obra, inadmisiblemente, prestaba
voz a "las expresiones últimas de la pasión", revelando desvergonzadamen-
te un secreto que "nunca debía ver la luz del día" (19, p.134). Sin embargo
para Dostoievski, semejante interpretación era asombrosamente miope e
indicaba una total incapacidad de apreciar la poesía. Habiendo decidido
ilustrar a Kátkov sobre el significado real del poema, vuelve a algunas de
las cuestiones planteadas en su debate con Dobrolyubov; y nos queda la
clara impresión de que esta interpretación es otro fragmento de su tratado
(hoy perdido) sobre el papel del cristianismo en el arte.

9 Pisma, 1. p. 142, 20 de febrero de 1854.


10 /bid., p. 58, 1 de enero de 1840.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 121

Lejos de ser inmoral, como lo sugiere Kátkov, el poema exuda, para


Dostoievski, una expresión de "espantoso terror... la ilustración de una
perversión de la naturaleza humana que llega a tal grado de horror... que
la impresión que nos deja ya no es escabrosa, sino aterradora". Tal como
Dostoievski lo interpreta, el poema encarna vívidamente el desorden siqui-
co-moral producido por la satisfacción y el hartazgo, por esa ausencia de
todo ideal espiritual cuyo efecto ya había diagnosticado en su ensayo an-
terior. El mundo de Cleopatra es uno en que "se ha perdido toda fe", y
puesto que "el futuro no ofrece nada, todo debe venir del presente, la vida
debe alimentarse sólo de lo que existe". Este es, manifiestamente, el Uni-
verso tal como Chernishevski habría deseado que fuera, la existencia des-
pojada de todos los esplendores de lo imaginario o de lo trascendental que
pudiera haber contenido. En semejante mundo, "todo se refugia en la car-
ne, todo se arroja al desenfreno carnal y, para compensar la falta de impre-
siones espirituales más elevadas, los nervios y el organismo se alimentan
con todo lo que sea capaz de despertar la sensibilidad. Las perversiones
más monstruosas, los actos más anormales, poco a poco se vuelven cosas
acostumbradas" (19, pp. 135-136). Cleopatra es "la representante de este
tipo de sociedad'', y el poeta la presenta en un momento de hastío (skuktl ),
cuando sólo una "sensación violenta" podría liberarla del tedio. Ya ha ago-
tado todos los caminos del erotismo, y "tal vez el marqués de Sade pare-
cería un niño, en comparación con ella". Ahora necesita algo extra, y lo
que agita su espíritu es "una fiera y feroz" ironía, la ironía de su desprecio
mientras ve temblar a sus súbditos ante su desafío, una ironía mezclada
con la terrible alegría de la espera, mientras mezcla la sensualidad con la
crueldad de un verdugo. Nunca había conocido Cleopatra nada tan terri-
blemente excitante, y su espíritu se goza con el repulsivo deleite de la ara-
ña, "de la que se dice que devora al macho en el instante de la unión sexual"
(19, p. 136). De los tres hombres que aspiran al lecho de Cleopatra, dos
-un endurecido guerrero romano y un joven discípulo de Epicuro, dis-
puesto a cambiar su vida por una noche de placer- no despiertan una res-
puesta particular en el pecho de la reina. Pero el tercero, un doncel sin
nombre, iluminado el rostro por "la violencia de una pasión virginal", no
deja de conmoverla: "En él se permitió la desdeñosa reina /Posar breve-
mente una mirada".11
Estos versos no se citan, pero Dostoievski traduce su emoción en el efí-

11 "I grustnyi vsor ostanovila / Tuarita gordaya na nem ", A. S. Pushkin, Sobranie Sochinenü, 1Ovols.

(Mosctí, 1959-1962), 5, p. 237.


122 UN TIEMPO DE ESPERANZA

mero despertar de un chispazo de sentimiento moral: "Él contempló la be-


lleza de la reina, y había tanto éxtasis, tan ilimitada felicidad, tanto amor
radiante en sus ojos, que un ser humano de pronto despertó en la hiena,
y la reina contempló al mancebo con una mirada de simpatía. iAún podía
dejarse llevar por la compasión!" Pushkin, supone Dostoievski, no pudo
tolerar el cuadro que él mismo había pintado. El poeta no pudo quedar
satisfecho dejando a Cleopatra como un monstruo, y por un instante "la
hace humana". Pero el instante transcurre tan pronto como surgió, y sólo
añade un nuevo estremecimiento a los impuros goces que ella prevé. "Us-
tedes comprenden mucho mejor ahora", explica Dostoievski a sus lecto-
res, "qué clase de gente era aquella entre la que descendió nuestro divino
redentor. Y comprenden mucho más claramente el significado de la pala-
bra: redentor" (19, p. 137).
Si trasponemos esta notable interpretación del pasado clásico a la Rusia
de mediados del siglo XIX, inmediatamente vemos los lineamientos de gran
parte del propio mundo de Dostoievski, con algunos de sus temas princi-
pales y toda su sicología de la decadencia. En realidad, en la novela que
por entonces estaba escribiendo, Humillados y ofendí.dos, Dostoievski es-
taba en vías de hacer, él mismo, esa trasposición; su villano, el príncipe Val-
kovsky, es la primera encarnación rusa de la sicología del tipo de Cleo-
patra, que reaparecerá en figuras como Svidrigailov, Stavroguin y el viejo
Karamázov (quien dice de sí mismo: "Tengo todo ei aspecto de un antiguo
patricio romano del periodo de la decadencia") (14, p. 22). *No es casuali-
dad que, tres años después, Cleopatra aparezca después en Notas desde el
subterráneo, clavando a sus esclavas unos alfileres de oro, por simple diver-
sión.
Dado que el poema de Pushkin se sitúa en el periodo de la decadencia
grecorromana, y las imágenes del poema de Fet fácilmente pueden vincu-
larse con este periodo de la historia, la preocupación de Dostoievski por
la decadencia queda justificada en ambos casos por los propios textos. Sin
embargo, debe indicarse que el mundo grecorromano tardío acababa, por

• En su excelente estudio de la poética de Los hermanos Karamázov, V. E. Vetlovskaya cita esta


curioSa obse¡vación y la relaciona con su idea de que una influencia importante sobre la perspectiva
narrativa de la novela fue la pauta hagiográfica de la vida de San Alejo, el hombre de Dios. Se supone
que San Alejo nació en Roma a finales del siglo IV, hijo de un rico y notable romano.
Mi propio comentario no pretende refutar esta obse!Vación, sino antes bien fortalecerla mos-
trando cuán a menudo y desde qué temprana fecha la imaginación de Dostoievski vinculó la deca-
dencia moral con este último periodo romano y vio sus propios tiempos abrumados por problemas
muy similares. V. E. Vetlovskaya, Poetika Romana "Bratya Karamazovy" (Leningrado, 1977), p. 169.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 123

entonces, de cobrar un significado simbólico contemporáneo como resul-


tado del debate sociocultural, por entonces, en todo su apogeo. Durante
los cincuenta, Herzen había comparado el estado de la Europa occidental
después de 1848 con el de la Roma decadente, y habló de una eventual re-
vitalización de Europa, por la inminente revolución social rusa, que sería
paralela al rejuvenecimiento moral que la llegada del cristianismo dio al
mundo antiguo. Para contrarrestar este pronóstico, coloreado de eslavo-
filia, Chernishevski había entrado en la liza en nombre de Occidente; y en
un artículo resonante, Sobre las razones de la caída de Roma (1861), había
intentado demostrar que el Imperio romano había caído de rodillas por los
ataques de los bárbaros y no por su propia decadencia espiritual interna.
Vemos así que Dostoievski y Herzen compartían casi la misma visión histó-
rico-filosófica de una civilización europea decadente que sería redimida
por el cristianismo ruso. Pero mientras que Herzen estaba utilizando sim-
plemente una analogía histórica (aunque sí creyera que la moral del cam-
pesino ruso era más pura y cristiana que la de la rapaz burguesía europea),
Dostoievski aceptaba esta imagen histórica como si contuviera una verdad
literal. La pérdida de un ideal religioso en el Occidente había convertido
a Europa en una sociedad similar a la de la Roma decadente, donde varias
formas de desorden moral y de sensualidad pervertida pululaban incontro-
lablemente, y las ideas occidentales que estaban propagando los radicales
tendrían exactamente el mismo efecto en Rusia.

En El Tiempo, durante 1861 o después, no volvió a aparecer nada de la


pluma de Dostoievski, acerca del arte, que pudiera compararse en impor-
tancia con el artículo sobre Dobrolyubov. Sin embargo, en 1861, la revista
sí ofreció dos artículos no firmados sobre cuestiones de estética, que suelen
atribuirse a Dostoievski. *Uno de ellos es la crítica de la exposición anual
de la Academia de Artes de San Petersburgo para 1860-1861; el otro está
consagrado a los esbozos de un nuevo escritor, N. V. Uspensky, quien per-

•Estos dos ensayos no fueron incluidos por N. N. Strájov en la lista de anfculos no firmados de
Dostoievski que entregó a Mme. Dostoievskaya tras la muene de su marido. Desde entonces, ha existi-
do una controversia continua sobre si deben incluirse entre sus obras.
nas cuidadosa consideración de los argumentos adversos, el estudioso más reciente del tema, G.
M. Fridlender, concluye que el peso de la evidencia está en favor de que se les asigne, en todo o en
gran pane, a Dostoievski. Véase la extensa discusión que se encuentra en PSS (19, pp. 314-321).
124 UN TIEMPO DE ESPERANZA

tenecía a un grupo de jóvenes autores plebeyos que contaban con el apoyo


de El Contemporáneo. Ninguno de estos artículos se eleva a las alturas de
la controversia con Dobrolyubov, y la cuestión que ambos plantean -la
del realismo contra naturalismo, de lo que significa pintar la "realidad" en
el arte-, es enfocada más a nivel de la práctica artística que al de la teoría.
Sin embargo, ambos nos ayudarán a acercarnos un poco más a la concep-
ción dostoievskiana del realismo.
Dostoievski no escribió a menudo sobre las artes plásticas (sólo un ar-
tículo ulterior de la misma índole aparece en El diario de un escritor), pero
era capaz de sentir muy intensamente su atractivo. Sin ser un conocedor
(si con esto queremos decir alquien sensible al llamado puramente sensual
o plástico de los medios visuales), las consideraba tan sólo como un medio
para transmitir impresiones e ideas; y su atención siempre enfoca el signi-
ficado o el contenido humano de las obras que está considerando. Sin em-
bargo, dentro de estos límites, es un observador muy agudo, y sus enérgicos
comentarios indican la intensidad que después le inspiraría a emplear el
Descendimiento de la Crnz de Holbein el Joven como símbolo clave en El
idiota, enAcis y Galatea de Claude Lorrain en los capítulos suprimidos de
Los endemoniados y después en Un joven inculto.
El mayor éxito de la exposición de la Academia de San Petersburgo en
aquel año fue el de la pintura de un joven artista de nombre V. I. Yakobi
(que después sería muy conocido, y enterament~ académico) que mostraba
un grupo de presos descansando en algunas de las estaciones de paso, a lo
largo de su camino a Siberia. Semejante cuadro habría sido imposible de
exhibir antes, y su tema bastó para atraer la atención del público con con-
ciencia social; pero el artista también se había esforzado por obtener de
su tema el mayor pathos político posible. En el centro del cuadro se en-
cuentra el cadáver cubierto de cadenas de un preso, sobre una vieja carre-
ta campesina. Una mano del difunto, que cae a un lado, lleva un anillo con
una piedra preciosa, bien visible, en un dedo. Es claro, observa Dostoiev-
ski, que "no se trata de un vagabundo, un asesino o un ladrón" (19, p. 152);
evidentemente es un preso de la clase alta -por tanto, un preso político--
que a llegado al término de su tortuoso camino. Otro reo, de aspecto re-
pulsivo, deslizándose subrepticiamente bajo la carreta está quitando el ani-
llo a la mano sin vida. El oficial encargado de la parada, con expresión abso-
lutamente impasible, y aun fumando su pipa, abre uno de los párpados del
cadáver. Otros presos están dispersos en torno de la carreta, algunos de
ellos jugando a las cartas, absolutamente insensibles al trágico fin de su
compañero.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 125

Dostoievski, que sabía de lo que hablaba en tales cuestiones, aprueba


el cuadro como indiscutiblemente verosímil: "Todo era, en la naturaleza,
como el artista lo presenta en su cuadro; es decir, si miráis la naturale-
za sólo en la superficie" (19, p. 153). El cuadro, conviene Dostoievski, pre-
senta la escena como habría podido presentarla un aparato fotográfico o
como habría podido reflejarse en un espejo. Pero semejante reproducción
es "la ausencia de arte'', y no su consumación. Dostoievski echa de menos
una respuesta claramente personal del artista a la escena, alguna reacción
que le inspirara una más profunda captación de los diversos personajes
que estaba retratando: "En la antigüedad se habría dicho que debía mirar
con los ojos del cuerpo, pero ante todo con los ojos del alma, o con los ojos
del espíritu. Que vea a los 'infortunados' reos como seres humanos, y que
nos los enseñe a nosotros" (19, p. 154). Aunque el oficial de la parada ya
estaba endurecido por su trabajo ante tales visiones, no habría sido imposi-
ble presentarlo bajo una diferente luz; por ejemplo; como en el poema de
N. l. Ogárev, "El cuento de un oficial de estación", publicado en La Estrella
Polar (Poyamq,ya Zvezda ), de Herzen, de 1859. (Dado que el autor era,
como Herzen, un exiliado político, en Londres, Dostoievski sólo menciona
el título del poema, y no el nombre del poeta ni de la publicación prohibida
en la que apareció.)
lPor qué, pregunta Dostoievski, tan deplorable falta de sustancia inter-
na en el cuadro de Yakobi? Sin duda, por causa de la preparación que los
estudiantes de pintura recibían en la Academia, preparación que sólo sub-
rayaba la duplicación superficial de la realidad. "Este es un esfuerzo muy
útil y necesario", reconoce, "y muy loable en un estudiante de la Academia.
Pero esto sólo es el lado mecánico del arte, su alfabeto, su ortografía" (19,
p. 154). Se necesita algo más para convertir una copia en una obra de arte,
y lo que está faltando sólo puede lograrse mediante un esfuerzo más deter-
minado del artista por captar la significación humana de lo que ha obser-
vado. La misma crítica, hecha a otros cuadros de la exposición, obviamente
se relaciona con la anterior obra literaria del propio Dostoievski, que había
reaccionado contra la presentación externa de tipos de clase humilde en
los bocetos fisiológicos del decenio de 1840 (llamados daguerrotipos), así
como contra los tipos grotescos y cómicos, semejantes a títeres, de los cuen-
tos peterburgueses de Gógol. Su propia ambición había consistido en pre-
sentar tales tipos desde el interior; \erlos y pintarlos como seres humanos
plenamente sensibles, y no como estereotipos.
Otros dos pintores también causaron reflexiones directamente vincula-
das con las ocupaciones artísticas del propio Dostoievski. Criticando a un
126 UN TIEMPO DE ESPERANZA

conocido pintor de marinas por exagerar sus efectos, Dostoievski encuen-


tra una analogía literaria de este defecto de las obras de Alexander Dumas.
Es cierto, reconoce, que "todo arte consiste en cierta dosis de exageración,
pero con esta reserva: que no hay que rebasar cierto límite" (19, p. 162).
Dónde había que trazar este límite fue pregunta que continuó obsesionan-
do a Dostoievski durante toda su vida. Otro cuadro, bellamente ejecutado,
tiene el efecto de un tema intolerable; muestra a una niña, que evidente-
mente morirá pronto de tuberculosis, a la que rodea su consternada fami-
lia. "La muerte en sí misma es cosa repulsiva", comenta Dostoievski, "pero
aguardarla es aún más repulsivo"; y nadie ha "logrado jamás hacer hermoso
lo repulsivo" (19, p. 167). El cuadro inmortaliza una agonía sin paliativos
que será intolerable para casi todos, y Dostoievski no puede imaginar
quién desearía colgar tal cuadro en la pared. Al enfrentarse a este mismo
problema artístico en El idiota, donde presenta al joven tuberculoso Ippo-
lit, también en proceso de muerte, Dostoievski intenta resolver dramati-
zando la rebelión del joven personaje contra su destino. Sin embargo, de
momento sólo observa que "la verdad del arte no es la misma que -es
algo totalmente diferente de- la verdad de la naturaleza" (19, p. 167).

7
El artículo sobre los cuentos de Uspensky también toca la cuestión del
realismo y el grado en que el verdadero arte difiere de un simple intento
de mimesis literal. Chernishevski había producido un escrito entusiasta
acerca de Uspensky, intitulado" lNo ha empezado ya el cambio?": el cam-
bio era de actitud de la literatura rusa hacia los campesinos, como antes se
había reflejado en la obras de escritores patricios como D. V. Grigorovich,
Turguénev, Saltykov-Schedrin, y otros. Estos autores habían tendido a
idealizar a los campesinos, o al menos a reducir y endulzar algunos de los
aspectos más repelentes de su atraso cultural. Como hijo de un pobre cura
de pueblo, Uspensky no hizo ningún esfuerzo, en sus esbozos de la vida
campesina, por disimular la ignorancia y rudeza del pueblo. "El público
considera que las pequeñas piezas del señor Uspensky son dignas de to-
marlas en cuenta", escribió Chernishevski. "lPor qué? Nos parece que la
razón no sólo es su indiscutible talento... El señor Uspensky posee otra
cualidad que agrada mucho a la mejor parte del público. Escribe la verdad
acerca del pueblo, sin adornos." 12
12
Chemishevski, Polnoe Sobranie Sochineni~ 15 vols. (Moscú, 1939-1953), 7, p. 856.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 127

Aunque lejos de ser hostil a Uspensky, y aunque hace un análisis muy


sensible y profundo de sus cualidades de escritor, Dostoievski cree que el
elogio de Chemishevski es exagerado. En primer lugar, se niega a convenir
en que Uspensky aporta algo nuevo al retrato del pueblo, algo que no estu-
viese ya presente en Ostrovski, Turguénev, Pisemski y Tólstoi, y aunque
está dispuesto a conceder que los escritores patricios todavía no ven toda
la verdad en el pueblo (Dostoievski cree que aún no ha llegado el momento
en que esto sea posible), fue un acontecimiento trascendental cuando em-
pezaron a ver parte de la verdad:
Ellos fueron los primeros en contemplar al pueblo, en verlo desde un punto de vista nuevo
y en muchos aspectos correcto, y en anunciar en la literatura la idea, concientemente
nueva, que las clases altas de nuestra sociedad se habían hecho del pueblo; esto es, para
nosotros, lo que más vale en ellos. Pues en estas opiniones está contenido todo: nuestro
desarrollo, nuestras esperanzas, nuestra historia (19, pp. 178-179).

En otras palabras, estas ideas conducían a la liberación de los siervos, y


eran anunciadoras de esta futura fusión de las clases que Dostoievski tan
ardientemente deseaba.
Por consiguiente, Dostoievski no cree que Uspensky sea "el fundador
de una especie de nueva visión en la descripción de la existencia del pue-
blo"; incluso uno de los mejores cuentos de su libro ("Grushka") "no es
más que una gota exprimida a un personaje de tercera categoría de Ostrov-
ski". La técnica de Uspensky es comparada a la de alguien que pusiera una
cámara en una plaza pública sin escoger ningún punto de vista particular.
"Como resultado, todo lo que ocurra en cualquier rincón de Ja plaza será
reproducido minuciosamente, tal como es." Si en ese momento descendie-
ra un aerostato (como bien pudiera ocurrir), o si Ja cola de un perro se en-
tremetiera por un momento, desde atrás del marco, ambos serían repro-
ducidos, aunque no tuviesen nada que ver con el cuadro "o, mejor aún,
con la idea de Ja imagen". Criticando a Uspensky por un exceso de tales de-
talles superfluos e improcedentes, Dostoievski se niega a aceptar el argu-
mento de que semejante enfoque garantiza Ja exactitud. "Esto es confu-
sión y no exactitud", insiste (19, pp. 179-180); y aun cuando los admiradores
de Uspensky elogien Ja visión, supuestamente objetiva y "sin prejuicios"
de su material, en realidad no puede existir semejante visión.
Todo artista, declara Dostoievski, eleva a la conciencia algún aspecto de
la vida que antes había existido en la oscuridad; sólo el artista llama nuestra
atención hacia este aspecto del mundo, y Je da un nombre. "Desde luego,
aquí lo más importante es lo que el artista mismo es capaz de ver, lo que
128 UN TIEMPO DE ESPERANZA

constituye su propio y particular punto de vista: les humano, clarividente,


con espíritu cívico y es, en realidad, un artista?" (18, p. 181). Así, una vez
más, Dostoievski rechaza vigorozamente toda idea de que el artista simple-
mente reproduce la naturaleza de una manera servil y pasiva. Cada artista
tiene su propio ángulo de visión; lo que ofrece es inevitablemente un pro-
ducto de su subjetividad; pero su valor no sólo es función de las peculiarida-
des de su temperamento. Dostoievski insiste, a la vez, en la importancia
de la colaboración personal de un artista (lo que, en relación con él mismo,
llama "fantasía"), así como en la necesidad de que tal "fantasía" sea orien-
tada hacia la sociedad de su tiempo, es decir, al "realismo". Precisamente
como tal "realismo fantástico" definirá, más adelante, su propia quintaes-
cencia artística.
A pesar de todas sus reservas, el juicio de(initivo de Dostoievski sobre
Uspensky es bastante favorable. Aunque rechazando el intento de Cherni-
shevski de elevar a este escritor por encima de sus predecesores patricios-
liberales, conviene en que el implacable retrato que hace del campesinado
no brota de una hostilidad. Pues el joven escritor "ama al pueblo, no por
esta o aquella razón, sino que lo ama tal cual es. Para él, todo lo que hay
en el pueblo es precioso, hasta la última característica; y por ello aprecia
cada rasgo." Mostrándose frío e impasible, no hace resaltar las buenas fa-
cetas del pueblo ni censura las malas; toca al lector sacar sus propias con-
clusiones pero, añade Dostoievski, "hay indicaciones de que su impasibili-
dad no se debe a indiferencia o a insensibilidad interior" (19, pp. 182-183).
Por el contrario, Uspensky ama al pueblo con todas sus faltas; y dado que
esta loable emoción triunfa sobre las diversas flaquezas artísticas de su
obra, Dostoievski finalmente se une a Chernishevski -aunque desde un
punto de vista totalmente distinto-, elogiando a este prometedor nuevo
recluta de las filas de la literatura rusa. 13 Será mucho menos diplomático
--como veremos en el próximo capítulo- al enfrentarse a los represen-
tantes de otras corrientes de opinión sociocultural rusa.

13 La opinión que Dostoievski tenfa de Uspensky resultó de mucho más amplio criterio que la de

los izquierdistas que antes fueran partidarios del escritor. '!res años después, tras la detención de Cher-
nishevski, El Contempordneo adoptó una lfnea mucho más rígidamente populista; y cuando se publicó
una segunda edición de los cuentos de Uspensky, el critico de la publicación escribió: "En sus relacio-
nes (del autor] con el pueblo no vimos indiferencia ni imparcialidad, sino una mezcla de altanería y de
desprecio que recuerda la de un viejo y próspero administrador de una finca." (El trabajo de Uspensky
rápidamente perdió el favor del peíblico y, en sus años posteriores, "se volvió un bufón de las calles,
cuentista y alcohólico, y por Cíltimo puso fin a su vida mediante el suicidio". Véase B. P. Kozmin, Iz Is-
toria Revolyutsionoi Misli v Rossü (Moscó, 1961 ), p. 38; yA. Handbook ofRussian Literature, ed. Victor
Terras (New Haven, 1985), p. 496.
VII. ESCARA11UZAS POLÉMICAS

ESCRITO con mucha verba, pero no en tono hostil, el ensayo de Dostoiev-


ski no provocó ninguna respuesta inmediata de El Contemporáneo. Do-
brolyubov se encontraba por entonces en Italia, luchando con las últimas
etapas de la tuberculosis que un año después lo llevaría a la tumba; Cherni-
shevski estaba dedicando todas su energías literarjas a cuestiones sociales;
y Dostoievski, después de todo, había subrayado su acuerdo con la imagen
radical del pueblo ruso amante de la libertad. La mayoría de las otras pu-
blicaciones, también enzarzadas en discusiones con El Contemporáneo,
comentaron favorablemente el artícuio de Dostoievski. Hasta un compro-
metido progresista como Alexei Plescheev, amigo personal de Dobrolyu-
bov, lo recibió con aprobación. Escribiendo a Turguénev, que por entonces
se hallaba en Europa esperando ávidamente las últimas noticias literarias,
observa que Dostoievski había publicado un artículo largo en que analiza-
ba "las opiniones de El Contemporáneo sobre el arte", "que contenía una
protesta contra dichas opiniones". 1
Los cuadernos y notas de Dostoievski, para 1861-1862, que reciente-
mente han aparecido completos, incluyen algunas entradas que indican
que planeaba seguir discutiendo con El Contemporáneo sobre las mismas
cuestiones. Con el título de Utilidad y moral, esbozó una serie de ensayos
en que se explayaba sobre sus objeciones al enfoque de los utilitaristas
acerca del arte: "Shakespeare. Su inutilidad. Shakespeare era una persona
atrasada... (las opiniones de El Contemporáneo)" (20, p. 152).2 En reali-
dad, Chernishevski había preguntado si Shakespeare había hecho real-
mente algo por mejorar la vida de la sociedad de su época. Y su aplastante
respuesta había sido: "Como poeta, no dedicó a esto ni un solo pensamien-
to."3 Aunque nunca se escribieron estos proyectados ensayos, Dostoiesvki
no olvidó este ultraje particular contra el dramaturgo inglés al que reve-
renciaba. Después haría una apasionada defensa de Shakespeare ponién-

1
Citado en PSS, 18, p. 281.
2 Siempre que sea posible, las referencias a los cuadernos de notas de Dostoievski se remitirán a
los textos incluidos en la edición de sus obras hecha por la Academia de Ciencias. Las traducciones
al inglés deben mucho a las de The Unpublished Doswevsky, ed. Car! Proffer, trad. por varios, tres vo-
lúmenes (Ann Arbor, Mich., 1973-1976). Sin embargo, no se harán referencias a páginas del texto en
inglés.
3
Véase la cita de Chemishevski, y otras de la misma índole, en PSS, 20, p. 347.
129
130 UN TIEMPO DE ESPERAt'!ZA

dola en boca de su maravilloso Stepan Trofimovich Verjovenski--encar-


nación de los ideales patricio-liberales del decenio de 1840- cuando repli-
ca, en Los endemoniados, al gentío que grita los lemas de los sesenta, deri-
vados de observaciones como la de Chernishevski.
A pesar del ataque a Dobrolyubov, y los esfuerzos de Strájov y de Gri-
goryev, El Tiempo logró, en general, mantener su reputación de progre-
sista durante su primer año de publicación. Tampoco debe sorprendernos
esto si consideramos su posición ante las cuestiones más vitales de la época.
Al enfrentarse a la maraña de problemas surgidos de ia liberación de los
campesinos, y dentro de los límites autorizados por la censura, El Tiempo
invariablemente favoreció los intereses de los campesinos contra los de los
terratenientes y la burocracia. El Tiempo también puso en relieve la si-
tuación del proletariado en Europa y defendió enérgicamente La situación
de la clase obrera en Inglaterra, de Engels, con sus terribles cuadros de mise-
ria proletaria, contra las críticas del economista alemán Bruno Hildebrand.
En una de sus primeras referencias a la obra de Engels en la prensa rusa,
el autor del artículo de El Tiempo le llama "el más talentoso y culto de to-
dos los socialistas alemanes"; y el socialismo como teoría económica (eufe-
místicamente llamada "asociación") fue inequívocamente defendido en El
Tiempo contra las doctrinas del laissez-faire. Proudhon, del que se sabía
que era amigo de Herzen, siempre fue mencionado con el mayor respeto. 4 *

4
Para más información al respecto, véase V. S. Nechaeva, Zhumal M M. i F. M. Dostoeskikh, "Vrem-
ya", 1861-1863 (Mosct1, 1973), pp. 155-210, esp., pp. 183, 188.
•Entre las otras indicaciones del progresismo deEl Tiempo, y en vista de las ulteriores expresiones
antisemitas de Dostoievski, vale la pena notar la defensa de los judfos, contenida en el nt1mero de su
revista de febrero de 1862. Una nueva ley que estipulaba que los judfos que tuvieran diplomas uni-
versitarios eran elegibles para ocupar cargos en todas las ramas del servicio civil movió al eslavófilo
El Dfa a protestar contra el hecho de abrir los puestos administrativos a "un puñado de individuos
que niegan rotundamente las enseñanzas cristianas, los ideales y la ética cristiana .. . y que profesan
una doctrina adverni y antagónica .. . "
El Tiempo respondió al punto diciendo que quienes defendían a los cristianos atacando a los jud(os
eran "amigos lamentables que dañaban más al cristianismo que sus propios enemigos". El escritor
pasa entonces a decir que "si dentro del juda(smo hay algo inherentemente dañino al cristianismo,
entonces la preservación de la sociedad cristiana contra este mal sólo puede encontrarse dentro de
su fe", peroEIDfa desea proteger al cristianismo con salvaguardias jurídicas; "y antes de que os ente-
réis, iestaréis buscándolas con la espada y con el fuego!" Concluye el autor: "No es este espíritu, en
nuestra opinión, el que inspiró las enseñanzas de Aquel en cuyo nombre pretende hablar El Dfa. Las
enseñanzas de paz, amor y concordia debieron haber producido otras ideas y otras palabras".
Nunca se ha establecido si Dostoievski escribió este artículo. Varios estudiosos lo han atribuido a
Strájov y, más recientemente, a un colaborador más joven, M. I. Vladislavlev, quien después se casó
con la sobrina de Dostoievski y siguió una distinguida cam:ra académica de filósofo; pero ciertamente
Dostoievski le dio su aprobación, como director en jefe. David Goldstein, que ha escrito ia mejor obra
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 131

Dostoievski también apuntó su vivo fuego polémico, primero, contra las


publicaciones no radicales, y hasta se alineó con los radicales contra la que
consideró una excesiva severidad de parte de sus adversarios. Sin querer
identificarse con sus opiniones particulares, se esforzó por mantener la
condición de un aliado desinteresado y comprensivo que simpatizaba con
sus objetivos sociomorales últimos, mientras deploraba los lamentables ex-
cesos a los que eran propensos. Al mismo tiempo, defendió los logros de
la literatura rusa, pasada y presente, a la vez contra los occidentalistas rusos
y contra los eslavófilos; y mientras reconocía su admiración a la concepción
eslavófila de la nacionalidad rusa, también se separó marcadamente, como
lo hiciera Herzen, de los aspectos más retrógrados de sus opiniones socio-
políticas.

El "progresismo" de Dostoievski, con todas sus dudas y reservas, estuvo


muy en evidencia en la posición que adoptó ante una querella que estalló
en la primavera de 1861 sobre la explosiva "cuestión femenina". El escán-
daio empezó, en forma bastante inocente, con un relato periodístico de
una velada literaria en la población provinciana de Perm. Como parte de
unas festividades, Las noches egi.pcias, de Pushkin, fueron leídas en voz
alta por la esposa de un funcionario del lugar, cuya interpretación creó un
pequeño escándalo. Un funcionario, cubierto de medallas, había protes-
tado en voz alta contra el hecho de que el poema tan inmoral fuese decla-
mado en público por un miembro del sexo femenino, y Ja indignada lectora

sobre la cuestión de Dostoievski y los judíos, cree que lo hizo tan sólo para ganarse el favor de los lec-
tores radicales.
Semejante "escéptica y dnica interpretación de la utilización de la cuestión judía por El Tiempo,
para sus propios fines" (estas son palabras del propio Goldstein) debe aceptarse, desde luego, como
posibilidad. Pero esto no excluye la posibilidad opuesta de que E/ Tiempo realmente hablara en serio.
Después de todo, Dostoievski si creía que el cristianismo, particularmente en su variedad ortodoxa
oriental, era una religión de libertad espiritual que excluía toda persecución -aunque, con el paso
del tiempo, encontró esta convicción cada vez más difícil de reconciliar con su creciente antipatfa a
los judíos. Esta cuestión me parece a mí menos de negro y blanco de lo que Goldstein quiere pre-
sentarla; no hay razón para suponer que Dostoievski, cuyos sentimientos mnstantemente cambiaban
acerca de tantas otras cosas, fuera siempre un convencido antisemita. Cualquiera que fuese el motivo,
queda en pie el hecho de que, en la crónica de asuntos internos de El Tiempo, los judíos fueron cons-
tantemente defendidos contra los ataques que se lanzaban contra ellos. Véase V. S. Nechaeva, Zhumal
M. M. í. E M. Dostoevskikh, "Vremya", 1861-1863 (Moscú, 1972), pp. 272-273; David l. Goldstein,
Dosioevski and the lews (Austin, Tex., 1981), cap. 3, también mis propias observaciones en el prólogo
de tal libro, ix-xv.
132 UN TIEMPO DE ESPERANZA

defendió enérgicamente a la vez a Pushkin y a los derechos de la mujer,


con igual o mayor vehemencia y volumen de voz. Peter Weinberg -el
mismo que había organizado la presentación teatral para el Fondo Litera-
rio-decidió entonces animar su publicación., El Siglo (~k), por lo general
bastante aburrida, reproduciendo pasajes del relato periodístico del inci-
dente. Sin embargo, lo que dio mayor vuelo a la conmoción fue la forma
caprichosa en que la revista retocó las cosas.
Weinberg insinuaba que algunos miembros del público de Perm, que
habían estado escuchando arrobados a Mme. Tolmáchev, acaso se encon-
traran en la misma relación con ella que "los admiradores de Cleopatra".
Para empeorar las cosas, afirmó que los escritos de John Stuart Mili y de
M. L. Mijaiiov (que recientemente había empezado a dar publicidad a la
cuestión de los derechos de la mujer en El Contemporáneo) habían caído
en el olvido y que, tal vez, "la campaña por la emancipación de las mujeres"
realmente había empezado cuando la audaz Mme. Tolmáchev, a guisa de
Cleopatra, había estado declamando apasionadamente su versión de una
incomparable noche de amor. 5 Las observaciones de Weinberg, patente-
mente ofensivas, causaron un general escándalo periodístico, y los comen-
tarios de Dostoievski revelan su muy cauteloso enfoque a tan delicado
tema, pues aunque censurando el daño intencional causado por las insi-
nuaciones de Weinberg a la reputación de una inocente admiradora de
Pushkin, también sugirió que Mme. Tolmáchev acaso hubiese ido demasia-
do lejos y actuado "un poco caprichosa e inoportunamente". Con energía
defendió su derecho de leer el poema en público, y se declaró en favor de
los derechos de la mujer "con todo mi corazón"; pero tal vez la sociedad
rusa aún no estuviese capacitada para aceptar semejante conducta, y no
había que jugar con sus sensibilidades mientras se estaban haciendo pro-
gresos para borrar sus prejuicios (19, pp. 102-103).
Dostoievski no volvió a hablar del intercambio de cosas desagradables
acerca de Mme. Tolmáchev, pero aunque hubiese querido olvidar el inci-
dente, no pudo hacerlo. Su intervención en favor de una causa "progresis-
ta", identificada con El Contemporáneo, irritó claramente al poderoso M.
M. Kátkov, enconado enemigo de los radicales, cuya revista El Mensajero
Ruso procedió entonces a vilipendiar a El Tiempo y a sus colaboradores,
con el epíteto de "emancipadores" (palabra que, en ruso, había adquirido
el significado de
partidario de las licencias sexuales).
Dostoievski replicó a la calumnia de Kátkov explicando que su propia

5 El pasaje ofensivo aparece en PSS, 19, p. 97.


ESCARAMUZAS POLÉMICAS 133

concepción de la emancipación femenina no significaba "el derecho de


cada mujer a poner cuernos a su marido cada vez que la ocasión se le pre-
sentara". Por lo que a él personalmente le tocaba, continúa, la cuestión de
la emancipación se reduce a la de "un amor cristiano de la humanidad, de
la educación de sí mismo en nombre del amor mutuo, del amor que la mujer
también tiene el derecho de exigir para sf' (19, p. 126). Semejante relación
entre los sexos, que sólo puede resultar de una adecuada evolución de la
sociedad, se realizará naturalmente en el curso del tiempo. Mientras tanto,
no hay nada malo -todo lo contrario, es imperativo- en debatir la cues-
tión públicamente, aun si ello hace surgir "teorías erróneas". Por lo menos,
replica Dostoievski, los "emancipadores" están "animados por principios
de amor a la humanidad, y son dignos de simpatía y de respeto" (19, p. 127).

Que Dostoievski recordó durante largo tiempo a Mme. Tolmáchev queda


indicado por el cínico libertino Svidrigailov quien, varios años después, se
chupaba los labios, en Crimen y castigo, ante el recuerdo de aquella provo-
cativa lectura (6, p. 216). Pero la mayor colaboración de esa dama a la cul-
tura rusa, además de haber provocado en Dostoievski la interpretación de
las Noches egi,pcias, analizadas en el último capítulo, es haber iniciado su
querella con Kátkov. Sin embargo, la emancipación femenina no es más
que uno de los muchos temas fogosamente disputados entre ambos a lo
largo de 1861.
En aquel periodo, El Mensajero Ruso era el órgano de un liberalismo
moderado dentro de la gama soci0polftica rusa. Kátkov admiraba grande-
mente a Tocqueville, elogiaba el sistema político inglés, que le parecía un
modelo, y apoyaba la economía de laissez-faire, en nombre de la libertad
individual. Cualesquiera que fuesen las reservas de Dostoievski hacia El
Contemporáneo, su instintivo populismo democrático le hacía mucho más
hostil a la defensa del liberalismo burgués de Kátkov, que hacia el socia-
lismo de los radicales, quienes al menos eran defensores de la comuna rusa
junto con los eslavófilos. Aun cuando Dostoievski, como partidario del ré-
gimen, era aliado político de Kátkov, sus simpatías sociales estaban mucho
más cerca de las de Chernishevski. Los artículos socioeconómicos de El
Tiempo se asemejaban, por ello, mucho más a los de El Contemporáneo
que a los de la publicación de Kátkov; y el intransigente occidentalismo de _
Kátkov también provocó a Dostoievski en otras formas, como puede verse.
134 UN TIEMPO DE ESPERANZA

por una furiosa disputa entre los dos por la situación actual de la cultura
rusa.
Esta disputa surgió porque El Contemporáneo, incapaz de manifestar
directamente su radicalismo cada vez más intransigente, recurrió a la tác-
tica esópica de expresar su supremo desdén a aquellos representantes del
liberalismo europeo que Kátkov más admiraba. Tales artículos lo pusieron
frenético y expresó entonces su supremo desdén y hostilidad a una cultura
rusa en que las estupideces de El Contemporám:o pudieran tener tantos
lectores. lQué podía estar en las raíces del mal si no todo el lamentable
pasado de la propia Rusia? Como resultado, Kátkov se puso a expresar
unas reflexiones desengañadas acerca de las llamadas realizaciones de la
cultura rusa y de las maravillas de la nacionalidad rusa, que despertaron
en Dostoievski una combativa furia.
Lo que disputaron tiene hoy un interés principalmente de antigüedad;
pero una o dos observaciones de Dostoievski valen la pena, sin duda, de
repetirse. En una respuesta a Kátkov, subraya la fuente experiencia! de
sus propias convicciones acerca de la "nacionalidad rusa", que no se deriva-
ban de la teoría, sino de su obligatorio contacto con el pueblo ruso en Sibe-
ria y el descubrimiento que entonces hizo de su verdadera naturaleza. Para
saber lo que significa "nacionalidad rusa", dice a su adversario, "las circuns-
tancias deben haberlo obligado a usted a vivir con el pueblo, a compartir
sus ideas e intereses, al menos temporalmente, en forma práctica e inme-
diata, y no sólo desde una posición de superioridad". Sólo entonces, "cuan-
do se ha vivido con él [el pueblo], su carácter se impone al alma tan podero-
sa, tan palpablemente, que ya no es posible perder la fe en él" (19, p. 113).
En el curso de esta refutación, Dostoievski también defiende a El Contem-
poráneo (con su satírico complemento, El Silbato) contra las imprecacio-
nes de Kátkov, aunque lo haga indirectamente, negándose a reconocer
que toda la cultura rusa había culminado en las doctrinas de los radicales.
En otro artículo también se ve que Dostoievski ha tomado el bando de
El Contemporáneo contra los escritos de Kátkov, Sin embargo, una vez
más, es demasiado cauteloso para indicar su rechazo de las "ideas" de los
radicales, mientras defiende el derecho que tenían de hablar, pese a las
obvias contradicciones en las que caen. Aquí, las palabras de Dostoievski
merecen especial atención, porque se adelantan claramente a la dialéctica
de la primera parte de Notas desde el subterráneo. Kátkov había argüido,
con buena lógica, que en vista de las doctrinas propuestas en el Principio
antropológi.co en la filosofía, de Chemishevski, los radicales eran absoluta-
mente incongruentes cuando apelaban a principios e ideas morales como
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 135

la base de sus quejas contra el orden existente: "Todo el que sólo ve en el


hombre sales, ácidos y álcalis, con el mismo grado de significado y fuerza
que tienen para nosotros en un tubo de ensayo" no tienen derecho a dudar
de "los derechos del hombre, de su bienestar y de mejorar su situación".
A lo que replicó Dostoievski: "Puedo asegurarle a usted que yo, el autor
de estas líneas, no creo ni pienso que surgí enteramente de un tubo de en-
sayo, no puedo creer eso. Pero aun si tal fuese mi convicción, ¿por qué ha-
bría de prohibirme ello hablar de los derechos del hombre, de su bienestar
y de mejorar su situación?" (19, p. 131).
De este modo, Dostoievski diferencia claramente sus propias opiniones
del "cientismo" de Chemishevski, y puede suponerse que convendría con
Kátkov en que Chemishevski habría caído en una contradicción lógica al
apelar a la moral, mientras, al mismo tiempo, reducía a la humanidad a la
situación de compuesto químico, pero se niega a convenir en que semejan-
te error priva a Chernishevski del derecho de levantar la voz y de hacer-
se oír acerca de cuestiones sociomorales. En cambio, exactamente como
pronto estaría haciéndolo el hombre del subterráneo, Dostoievski lleva la
cuestión del nivel de la lógica al de la sicología y al de las necesidades ine-
rradicables de la personalidad hu~ana. Los hombres, escribe, deben vivir
juntos aun si sólo es por su mutua ventaja; no es posible ninguna sociedad
a menos que se reconozcan las obligaciones de sus miembros, de unos hacia
otros; y como los hombres no pueden evitar comportarse en sus propias
vidas de acuerdo con algún código moral, no debe negársele el derecho de
discutir sus principios.

Cualquiera que sean sus convicciones -escribe Dostoievski-, los hombres deben, sin
embargo, seguir siendo hombres, y no son capares de destruir su propia naturaleza; el
instinto de conservación debe permanecer intacto en ellos y, además, el hombre, siendo
hombre, sentiría la necesidad de amar a su prójimo, la necesidad de sacrificarse por él,
porque el amor es inimaginable sin el sacrificio propio, y el amor, repetimos, no se puede
destruir. El hombre tendría entonces que odiar su propia naturaleza. lPuede usted creer
esto? (19, pp. 131-132).

Cuatro años después, discutiendo esta vez contra Chernishevski dramati-


zaría esta:s reflexiones como una escisión de la sique del hombre del subte-
rráneo. Pues aunque este hombre del subterráneo acepte las ideas de
Chernishevski como las últimas palabras de la "ciencia" moderna, no pue-
de vivir humanamente con sus consecuencias; resulta imposible para él
"odiar lo que es su propia naturaleza", y suprimir enteramente su concien-
cia moral.
136 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Aun al saltar a la defensa de los radicales, como vemos claramente, Dos-


toievski lo hace desde su propia posición, y nunca oculta su desacuerdo
con sus teorías; pero tampoco pierde de vista, al menos en esta etapa de
su carrera, lo que sinceramente creía que era la pureza de su objetivo do-
minante: el objetivo de mejorar la suerte del pisoteado campesino ruso.
Después de todo, Dostoievski no podía olvidar fácilmente que se había en-
contrado en sus filas exactamente once años; ni podía soportar que los
radicales fuesen vilipendiados por aquellos que, como Kátkov, nunca ha-
bían compartido su apasionada indignación contra la injusticia, y sin em-
bargo, ahora les daban lecciones de moral. "Empezó usted a insultar a
nuestros 'progresistas', a nuestros 'escritorzuelos', a nuestros 'gritones' ",
dice a Kátkov, "no sólo por su entusiasmo y su superficialidad-idejemos
pasar eso!-, no, usted tuvo que demostrar que son gente indeseable, que
son deshonestos" (19, p. 172).

En realidad -dice Dostoievsk.i-, les necesariamente un pillo todo el que comete un


error? Y a veces, en realidad, cuanto más deformadas parecen ser las manifestaciones
de vida, ·cuanto más frenéticas, más feas, más incontrolables son, más significa esto que
la vida desea surgir a toda costa ... Y si usted dice que aquí no hay vida, hay angustia, su-
frimiento .. . pero, lqué es eso para usted? (19, pp. 175-176).

En otro pasaje observa que donde Kátkov sólo ve monumentales errores


e inutilidad, él ve algo totalmente distinto: "Vemos sufrimiento y tormen-
tos sin alivio .. . En la penosa busqueda de una salida [tal persona] tropieza,
cae. .. Sí, esas personas tropiezan. Pero, lpor qué dedicarles el epíteto de
deshonestos?" (19, p. 173). En la negativa de Dostoievski a aceptar tales
insultos ya podemos ver un atisbo de cómo tratará a algunos de sus propios
personajes, descarriados por ideologías radicales.

El Mensajero Ruso estuvo lejos de ser el único periódico no radical con el


que Dostoievski intercambió disparos durante 1861. Un blanco predilecto
de sus iras fueron las Noticias de la Patria, cuyo crítico literario, S. S. Du-
dyshkin, había tenido la temeridad de declarar que Pushkin no era en rea-
lidad un "poeta nacional". Para Dostoievski semejante opinión no sólo era
el colmo del absurdo, sino que equivalía a un sacrilegio, y se propuso fulmi-
narlo en un artículo tajante que contiene una brillante interpretación de
Eugenio Oneguin. Así como se había sentido llamado a demostrar a Kátkov
ESCARAMUZAS POLÉM!CAS 137

que las Noches egi,pcias no eran "inmorales", ahora, en otro rato de inspi-
ración, se propuso refutar la afirmación de Dudyshkin de que el héroe de
Pushkin no era "un tipo histórico'''.
Las furiosas palabras de Dostoievski casi parecen saltar de la página.
iNada, sostiene, podría ser más '"nacional", nada más "histórico" que el
personaje de Oneguin! Pues

resume, con cegadora claridad, todos Jos rasgos que sólo un ruso pudo mostrar en cierto
momento de Ja vida rusa: a saber, e:l momento en que sintió Ja civilización como la vida
misma, no como un caprichoso trm;plante extranjero, mientras que al mismo tiempo to-
das las sorpresas, todas las preguntas extrafias -a las que no se podía responder en los
términos de tal periodo- empezaban, por vez primera brotando por doquier, a asaltar
la sociedad rusa y a abrir las puertas de su conciencia.

Fue entonces cuando la sique nacional rusa, sintiéndose perfectamente in-


tegrada con su adquirida civilización europea,, "de súbito empezó a abrir
los ojos y a ver en la vida rm1a que nos rodea algún fenómeno, que no em-
bonaba en nuestros llamados elementos europ·eos; y no supimos si esto era
bueno o malo, monstruoso o magnífico" (19, p. 10).
Dostoievski interpreta a Pushkin en forma muy similar a como lo había
hecho Apollon Grigoryev (y que por entonces estaba haciéndolo nueva-
mente) en una importante serie de artículos publicados por El Tiempo du-
rante 1861 sobre El desarrollo de la idea de nacionalidad en la literatura
rnsa. Pushkin encarnó el momento en que la cuiltura rusa, habiendo asimi-
lado el europeísmo por tcodos sus poros, cobró conciencia de que nunca
podría ser verdaderamente europea y se enfrentó al problema de su des-
tino histórico. "Este fue el primer principio de l1a época", escribe Dosto-
ievski, "cuando nuestros guías se separaron brutalmente en dos bandos, y
luego entraron en una furiosa guerra civil. Pues los eslavófilos y los occi-
dentalistas también forman un fenómeno histórico, nacional en el más alto
grado" (19, p. 10). Común a Grigoryevy a Dostoievski esta visión de la his-
toria de la cultura rusa que después ofrecería al novelista una parte del
trasfondo cultural de Los endemoniados, donde Stavroguin, rencarnación
del tipo de Oneguin, inspira a la vez unos retoños ideológicos eslavófilos
(como Shatov) y occidentalistas (como Kiríllov).
En realidad, algunos rasgos de Stavroguin ya empi;.ezan a aparecer cuan-
do Dostoievski transforma el panorama general de Grigoryev-la historia
del despertar de la sique nacional rusa a la conciencia- en un complejo
drama de autodescubrimiento interno. "El c;!scepticismo de Oneguin tiene
algo trágico en su principio mismo", escrib1~, "y algo suena con una ironía
138 UN TIEMPO DE ESPERANZA

feroz". Está atrapado, como el viajero de Matthew Arnold en "Estrofas


de la Gran Cartuja", "Merodeando entre dos mundos, uno muerto,/ El
otro incapaz de nacer,/ Sin ningún lugar en que apoyar [la] cabeza", 6 en
busca de un nuevo ideal que remplace a\1 antiguo, al europeo en que, como
toda la sociedad sumamente civilizada a la que pertenece, ya no puede
creer plenamente: "Pues en el fondo, su alma siente el anhelo de una nueva
verdad" (19, p. 11).
Es imposible seguir aquí todas las sutile~~as del análisis hecho por Dosto-
ievski a la angustia existencial de Oneguin, que le parece compuesta, a la
vez, de una "amarga ironía" y de su total falta de respeto a sí mismo porque
"su conciencia le susurra que es un hombrn hueco"; y sin embargo, sabe
que "no es un hombre hueco; les hueco el .que puede sufrir?" (19, p. 11).
Sea como fuere, es "hijo de su época", y representa "toda una época que
por primera vez se mira a sí misma". Este tipo' de Oneguin, al formar parte
de la conciencia de la sociedad rusa, ha vuelto a nacer y a ser elaborada en
cada nueva generación:

En el personaje de Pechorin (protagonista de Un héroe de nuestro tiempo, de Lermontov]


llegó a un estado de malicia im;aciable y biliosa, y de un contraste extratio, en el más alto
grado original y ruso, de una contradicción entre dos dementas heterogéneos: un egoís-
mo que llega a la adoración de sf mismo y, al mismo ti'empo, un malicioso desprecio de
sf mismo (19, p. 12).

Dostoievski cree que "Ja burlona máscara die Gógol" revela el mismo
dilema, e implica que Gógol "se permitió morir, incapaz de crear y de deter-
minar precisamente un id.eal del que no pudiera ireírse". La etapa final del
proceso se encuentra en el Rudin de Turguénev y en el Hamlet del Distrito
Shchigrovsky (personaje de un cuento del mismo nombre), que "ya no se
ríen de su propia actividad y de sus propias convicciones: creen, y son sal-
vados por esta fe". En otras palabras, ambas figura\S son inspiradas por los
ideales humanitarios del decenio de 1840, particutlarmente por una pro-
funda compasión al pueblo, y así, son rescatadas de la desesperación: "Casi
no son ya egoístas" (19, p. 12). En este apasionad'° esbozo de la historia
del "hombre superfluo'" en la literatura rusa, las complicaciones de la sico-
logía dostoievskiana empiezan a mezclarse con el curso del desarrollo so-
ciocultural ruso, y la conquista del egoísmo y la búsqueda de la fe y de un
ideal se identifican con un rediescubrimiento de los valores del pueblo ruso
común.

6
Matthew Arnold, Poems (Londres y· Nueva York, 1888), p. 214.
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 139

Estos artículos forman parte de la batalla que Dostoievski entabló con los
representantes del occidentalismo ruso, incapaces de comprender los teso-
ros de su propia cultura por estar obsesionados por las ideas europeas del
decoro y de unas normas literarias ya caducas. En un tono más conciliador
y moderado, también entabló la misma batalla en otro artículo dedicado a
uno de los muchos proyectos que por entonces se proponían para una an-
tología de lecturas destinadas a favorecer la educación del pueblo. Este
problema flotaba en el aire, y Tolstoi, tras escribir sobre el tema en 1861,
pasó a la acción un año después, fundando su escuela para niños campesi-
nos en Yasnaya Polyana. El Tiempo, incidentalmente, siguió muy de cerca
los experimentos de Tolstoi y los comentó con considerable simpatía. Cher-
nishevski sin dejar de rendir homenaje a los nobles propósitos del conde
Tolstoi y a sus benéficos objetivos, no por ello dejó de burlarse despectiva-
mente de sus teorías sobre la educación.
El proyecto que Dostoievski examina extensamente se publicó en Noti-
cias de la Patria, pero como Dostoievski respetaba al autor y simpatizaba
con su propósito, su tono es mucho menos combativo que al enfrentarse
a Dudyshkin o a Kátkov; sin embargo, en esencia, sus críticas -alimenta-
das por su incomparable contacto con la vida del campesino ruso en Sibe-
ria- casi equivalen a la misma acusación. El occidentalismo de la clase
educada rusa, aun entre los que tuvieran la mejor voluntad del mundo, los
había incapacitado para teda comprensión de cómo en realidad sienten y
se comportan los campesinos rusos; sobre todo, son incapaces de acercarse
a sus conciudadanos considerándolos como seres humanos absolutamente
sensibles. Por ejemplo, el autor del proyecto loablemente sostiene que es
esencial atraer al pueblo, hasta donde sea posible, desde su propio punto
de vista y no desde el de sus superiores. Y sin embargo, explica muy minu-
ciosamente que su antología fue organizada para impartir gradualmente
todo tipo de conocimiento útil, y cuya difusión pretende erradicar la igno-
rancia y el prejuicio entre los moradores, lamentablemente atrasados, de
los campos rusos. Tan noble propósito, objeta Dostoievski, simplemente
condena al proyecto a abortar; el pueblo inmediatamente comprendería
esta intención, la consideraría insultante y ofensiva, y evitaría el libro como
una peste, cualesquiera que fuesen sus méritos. "No hay nada", insiste
Dostoievski, "de que un hombre se dé cuenta tan pronto como del tono
que se adopta al hablarle, de la actitud hacia él" (19, p. 28).
140 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Según Dostoievski, el principal objetivo de un libro de lectura no debe


ser instruir al pueblo o reformarlo, sino tan sólo divertirlo; lo que importa
es inculcarle una afición a la lectura, y con este fin, todos los medios son
permisibles. En lugar de llenar el libro con material útil e instructivo, como
la Canción de Igor ( lfue incluida, pregunta cáusticamente Dostoievski,
para que el pueblo ruso sea todavía más ruso?) o proverbios rusos -de
los que el campesino ciertamente conoce más que el propio editor- Dos-
toievski sugiere que las selecciones deben apelar a la imaginación y al co-
nocido amor del pueblo a lo extraño y lo maravilloso; tampoco era nece-
sario limitar tales selecciones a fuentes rusas; también podrían utilizarse
extractos de los viajes del capitán Cook y hasta -ihorror de horrores!-
de las novelas de AJ.exander Dumas. En este punto, Dostoievski incluye
una atractiva remirniscencia personal que puede arrojar cierta luz sobre
por qué al reanudar su carrera literaria decidió probar suerte con la nove-
la-folletón, y contin,uó favoreciendo esas tramas melodramáticas, densa-
mente organizadas, que tantos de sus contemporáneos consideraban como
prueba de un definiltivo deplorable gusto literario.

Yo personalmente, en los cuarteles, escuché una lectura pública (un soldado leía y los
demás escuchaban) s:obre las aventuras de un tal Chevalier de Chevarny y la duquesa de
La Vergondiere... Cuando la acción llegó al momento en que la duquesa renuncia a sus
riquezas y entrega los varios millones de su ingreso anual a Rose, humilde grisette, para
que pueda casarse con el Chevalier, y cuando eiia misma se vuelve grisette para casar con
Olivier Durand, simple soldado pero de buena familia, que se niega a ascender a oficial
para no tener unos prntectores deshonrosos, la impresión que ello produjo sobre quienes
escuchaban fue extraordinaria.

Dostoievski añade 1:¡ue, habiendo leído a menudo este material en voz alta
ante públicos simil21res, "siempre produjo un efecto con mis lecturas, y esto
me causó gran placer y deleite" (19, p. 53). La impresión eufórica creada
por tales ocasiones bien pudo dejar en Dostoievski un deseo de cautivar a
su invisible público de lectores mediante similares recursos literarios.
Un aspecto de t;al proyecto que en particular horrorizó a Dostoievski
fue la sugestión de que el libro se distribuyera con ayuda de las autoridades
locales, en las reuniones anuales de la comuna y fuera entregado como re-
galo por el más anciano de cada aldea a todos los campesinos que hubiesen
aprendido a leer. Dostoievski no puede contener su sarcasmo ante esta
idea "patriarcal", tomada de los cuentos sentimentales de Karamzin acerca
de unos campesinm; rusos de rococó, pintados en porcelana. Y elabora un
pequeño boceto cáustico en que muestra el asombro de un auténtico cam-
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 141

pesino al recibir tal "recompensa" y preguntarse, con sus compañeros de


aldea, no menos desconfiados, qué se traerán entre manos las autoridades
con aquella cosa incomprensible. Todo subsidio para semejante libro, argu-
ye Dostoievski, debería ser cuidadosamente ocultado; la obra debiera ser
vendida al campesino como cualquier otra mercancía, porque sólo ese sub-
terfugio no provocaría su desconfianza. De.otro manera, invariablemente
sentirá que lo están engañado, aconsejando, o tratando de alguna manera
como miembro de una especie inferior.

Durante el año de 1861, Dostoievski hizo una completa revisión polémi-


ca de las ideologías sociopolíticas existentes en Rusia. No sólo enfocó la
izquierda radical (El Contemporáneo), la izquierda liberal (Noticias de la
Patria) y el centro liberal (El Mensajero Ruso), sino que también tuvo algo
que decir acerca de la nueva publicación eslavófila, El Día (Den), que re-
presentaba la opinión conservadora independiente, en contraste con las
publicaciones oficiales del gobierno. Y bien podemos definir tentativa-
mente su relación con la eslavofilia como exactamente opuesta a su actitud
hacia los radicales: aunque en lo personal no le simpatizaran las tendencias
sociales de los eslavófilos, sin embargo encontraba en sus escritos una justi-
ficación a muchos de sus más íntimos sentimientos-ideas.
Durante los cuarenta, Dostoievski había pertenecido al bando de los
occidentalistas rusos que, encabezados por Belinski, habían entablado una
beligerante campaña contra las ideas eslavófilas. Su primera novela, Pobres
gentes, puesta por las nubes por Belinski, había sido considerada como uno
de los mejores productos de la Escuela Nacional de escritores jóvenes. Y
dado que los eslavófilos miraban con desdén las producciones de esta ten-
dencia literaria occidentalizante, Dostoievski había sido maltratado por la
crítica literaria eslavófila. "Dostoievski no es un artista y nunca lo será",
escribió Konstantin Aksákov en 1847, despachando en dos palabras Pobres
gentes con esta irrevocable condena. 7 Dostoievski tenía, por ello, muy bue-
nas razones personales para mantenerse a distancia de los eslavófilos; pero
siempre había sido un nacionalista ruso, aun en su fase occidental, y algu-
nas de sus opiniones expresadas en el Círculo de Palm-Durov revelan una

7 /storiya Russkoy Kritíki, 2 vols. (Mosctí-Leningrado, 1958), I, p. 340.


142 UN TIEMPO DE ESPERANZA

temprana etapa de esa amalgama de ideas eslavófilas y occidentalist.as que


ahora dominaban el escenario sociocultural ruso. 8
Desde los cuarenta, como la mayoría de sus contemporáneos, Dostoiev-
ski había llegado a aceptar algunos elementos de la eslavo filia como verda-
des evidentes. Una de tales verdades, continuamente proclamada por Her-
zen e igualmente aceptada por Chernishevskí, era que la comuna rusa-y,
por tanto, el campesinado que vivía de acuerdo con sus preceptos-encar-
naba un principio sociomoral superior al individualismo y al egoísmo de
Occidente. Dostoievski da todo el crédito a los eslavófilos por descubrir
esta verdad cuando declara que poseen un "fuerte sentimiento, agudo y
preciso, de varios de los elementos (pero, ciertamente, no de todos) que
se encuentran en la base de la personalidad nacional rusa. No hay un occi-
dental que mejor haya comprendido y mejor descrito el mir, la comuna
rusa, que K[onstantin] S. Aksákov en uno de sus últimos escritos, que la-
mentablemente dejó inconcluso" (19, p. 59). No se sabe con certeza a qué
texto de Aksákov se está refiriendo Dostoievski, pero bien puede ser el
que se publicó en 1861, y que desde entonces ha sido citado, a menudo,
como una obra clásica.
Allí, Aksákov caracteriza el ambiente de la comuna rusa por medio de
una analogía musical que, como ha escrito Andrzej Walicki, pinta a esta
institución como "la más perfecta encamación del principio comunitario
cual norma universal de las relaciones humanas". 9 Escribe Aksákov:

La comuna es una asociación de personas que han renunciado a su egoísmo personal, a


su individualidad y que expresan un acuerdo común: este es un acto de amor, un noble
acto cristiano que se expresa más o menos claramente en sus otras diversas manifestacio-
nes. Por ello la comuna es un coro moral, y así como cada voz individual del coro no se
pierde sino que sólo se subordina a la armonía general, y pueden oírse en conjunto con
todas las demás voces, así también en la comuna el individuo no se pierde sino que sólo
renuncia a su exclusividad en nombre del acuerdo general y se encuentra así en un nivel
más elevado y más puro, en mutua armonía con otras personas motivadas por una similar
abnegación; así como cada voz contribuye a la armonía vocal, así en la armonía espiritual
de la comuna cada personalidad se deja oír, no en aislamiento sino como parte del grupo
y, de esta manera, tenéis el noble fenómeno de la coexistencia armoniosa de seres racio-
nales (conciencia): tenéis camaradería, la comuna: el triunfo del espíritu humano. 10

8 Para más información, véase Dostoevsky: The Seeds of Revol~ 1821-1849 (Princeton, 1976),
pp. 252-257.
9 Andrzej Walicki, The Slavophile Controversy, trad. Hilda Andrews-Rusiecka (Oxford, 1975),

p.256.
1
º
Citado en ibid., pp. 256-257.
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 143

Esa interpretación específicamente eslavófilo-cristiana de la comuna di-


fícilmente habría sido aceptada por Herzen o por Chernishevski, que pre-
ferían considerar la institución, antes bien, como una variedad indígena y
embriónica de socialismo campesino, que fácilmente podría transformarse
en una moderna cooperativa utópica. De todos modos, aunque existiera
un desacuerdo con respecto al significado general que pudiese atribuirse
a la continuada existencia de la comuna en Rusia o sobre lo que pudiese
albergar en el futuro, todos convenían en que el carácter del pueblo ruso
aún no había sido corrompido por el individualismo. La vida campesina
rusa aún contenía cierta armonía moral reflejada en el igualitarismo demo-
crático de la comuna, y los. eslavófilos habían sido los primeros en captar
la importancia sociopolítica de esta providencial sobrevivencia. Como ve-
remos en el capítulo XVI, Dostoievski compartía la exaltada imagen de Ak-
sákov de la elevación moral mostrada en el funcionamiento cotidiano de
la vida comunal rusa; y existen sorprendentes semejanzas entre lo que Dos-
toievski después diría acerca del pueblo ruso y la visión ideal de este pro-
yectada por Aksákov.
Sin embargo, esto está muy lejos de decir que Dostoievski debe conside-
rarse, ahora, como un converso a la eslavofilia. Su aceptación a la idea que
Aksákov presentaba de la comuna no significa que compartiera la posición
de los eslavófilos sobre otras cuestiones, y él mismo se deja la vía libre para
formular sus críticas, frecuentemente cáusticas. Los aspectos aparente-
mente atrasados de la eslavofilia, su nostalgia de un mítico pasado prepe-
trino, Dostoievski simplemente los desdeña, como una lamentación por
los perdidos privilegios de los boyardos y de los grandes terratenientes, que
hoy vivían de sus glorias pasadas y se aferraban a unos cuantos estereoti-
pos ya gastados ("el panorama de Moscú visto desde la Colina de la Alon-
dra... el sitio de Kazán ... los sótanos del monasterio de Kiev, y otros cua-
dros históricos pintados, al estilo francés, por Karamzin", etc.) (19, p. 60).
Esta malsana devoción al pasado es la que hace que los eslavófilos recha-
cen todo lo que es floreciente y vital en la Rusia de hoy: por ejemplo, la
nueva literatura rusa, la voz de la conciencia nacional, a la que continúa
vilipendiando con tanto encono e injusticia.
Dostoie" . .: ki se indignó especialmente por la acusación, lanzada por el
mismo Konstantin Aksákov al que acababa de elogiar, de que la literatura
rusa contemporánea había renunciado a su nacionalidad, que "no era mo-
vida por un amor apasionadamente indignado, sino antes bien por una total
impiedad, instintivamente hostil, a toda la santidad del honor y el deber"
(19, p. 58). Esta acusación equivalía a un ataque personal a la integridad
144 UN TIEMPO DE ESPERANZA

de la obra del propio Dostoi«::vski, y él contratacó diciendo que los eslavófi-


los estaban penosamente cegados por sus prejuicios. No comprendían que
la literatura rusa a la que fustigaban -"esa literatura apasionadamente
negativa, inspirada por un poder de irrisión y autocrítica voluntaria sin pre··
cedente en ninguna literatura" (19, p. 60)- era, en sí misma, una reacción
contra los excesos y las injusticias creadas por ese mismo occidentalismo
que también los eslavófilos aborrecían. La literatura rusa, asimismo, estaba
volviendo ahora a su tierra natal, pero antes tenía que limpiar el terreno
mediante un implacable escrutinio de la vida rusa en el periodo de "la de-
sintegración de las reformas de Pedro el Grand,e" (19, p. 58). Cualesquiera
que fuesen sus efectos, la moderna literatura rusa siempre había estado al
lado de la vida, del movimiento y del cambio, y por esta razón había logrado
. obtener el favor del público. Los eslavófilos se habían quedado estancados
e inmóviles, fijos en su eterna pose de rechazo, y por ello no habían logrado
ninguna influencia entre las masas de la opinión pública rusa.
Otra causa de indignación fue un pasaje, de la pluma del director de El
Día, Iván Aksákov, quien había tratado de argüir que las relaciones entre
el siervo ruso y su amo, por muy injustas que hubiesen sido, sin embargo
eran moralmente superiores a las que existían entre los siervos de la gleba
de la Europa occidental y sus señores feudales. Esto provoca la furia de
Dostoievski quien se propone pulverizar a Aksákov, implacablemente, pa-
labra por palabra:" lDice usted que no hubo entre nosotros nada compara-
ble a las relaciones feudales de Occidente? No señor, la una no era mejor
que la otra. Pregúnteles a los muzhiki" (19, p. 66). Esta tendencia de los
eslavófilos a defender lo moralmente indefendible por respeto a las tradi-
ciones rusas (aunque sus principales portavoces hubiesen sido partidarios
de la liberación de los siervos) mostraban esa sicología patricia pagada de
sí misma que siempre irritó los nervios de Dostoievski, pese a su creciente
simpatía a muchas ideas eslavófilas.

A estas alturas debe ser claro por qué El Tiempo, durante su primer año
de vida, adquirió la reputación de pertenecer al mismo bando de El Con-
temporáneo, y por qué se impacientaban Strájov y Grigoryev. Haciendo lo
que podían por establecer el equilibrio, Strájov mantuvo un continuo fue-
go contra los radicales, en forma de artículos escritos como cartas dirigidas
al editor. Sin tener el temperamento combativo del verdadero polemista,
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 145

se contentó principalmente con seilalarvarias crudezas y absurdos, en tono


divertido y de superioridad, empleando una ironía que a menudo oscurecía
el significado y que pronto tendría consecuencias desastrosas para la re-
vista.
Sin embargo, algunas de sus observadones merecen nuestra atención,
a la vez como muestras de su agudeza para detectar corrientes sociopolíti-
cas importantes, y como indicaciones de lo precario de sus relaciones con
Dostoievski. En su artículo (junio de 1861 ), escog~ ~l resonante debut de
un nuevo yjoven publicista radical, Dimitri Pisárev, quien Í1éi~!::i. anunciado,
con emoción, en La Palabra Rusa, que toda filosofía del pasado no e18 más
que "inútil escolasticismo", Strájov comenta que "Pisárev ha ido más allá
que ninguno" de sus compañeros radicales en el camino de la negación:
"Lo rechaza todo en nombre de una autoridad general, en nombre de la
vida, y a la vida obviamente la comprende como la atractiva variedad de
placeres vivos e ilimitados."n En esta muy aguda observación, Stráj<W de-
tecta un importante giro de la ideología radical hacia un irrestricto indiví-
dualismo que, al año siguiente, provocaría un cisma entre la intelectualidad
radical, de importancia decisiva para la cultura rusa durante los sesenta.
Otro de los artículos de Strájov (agosto de 1861) muestra cierta animad-
versión contra "silbar", aunque no menciona nombres. 12 Con gran fastidio
de su parte, Dostoievski tuvo que añadir una noia a pie de página: "Voltaire
silbó durante toda su vida, no sin sentido ni resultados. (iY cuán furiosos
se pusieron contra él, precisamente por ese silbar!)" (19, p. 139). Clara-
mente, como director de El Tiempo, Dostoievski deseaba disociarse de
Strájov con su condena contra Dobrolyubov y otros colaboradores de El ,
Silbato. 13 La referencia a Voltaire sólo puede tener un significado: también
los radicales rusos estaban empleando el látigo de la sátira en favor de la
causa del progreso y la ilustración.
Podría pensarse, tal vez, que la nota a pie de página de Dostoievski no
era más que una maniobra editorial, debida a la conveniencia; pero una
ojeada a su libro de notas basta para demostrar que estaba expresando sin-
ceramente su propio punto de vista; pues estas observaciones privadas no
muestran ninguna objeción a los radicales, en principio, y ninguna expre-
sión de profunda animosidad personal. Este acuerdo, en sustancia, surge
muy claramente en algunas extensas notas que Dostoievski escribió para

11 Strájov, Jz lstorü Lileratumago NigUzma (San Petersburgo, 1890, reimp,, La Haya, 1968), p. 34,
12 !bid,,
pp, 39-65,
13 La irritación de Strájov por este incidente todavía es visible 20 años después, en Biografiya,
p,235,
146 UN TIEMPO DE E:sPERANZA

un artículo que pretendía formar parte de la controversia (por entonces


en su apogeo) acerca de N. l. Pirógov, notable personalidad que era un cé-
lebre cirujano además de activista sorhL Pirógov había constituido una
poderosa e importante voz de la reforma liberal en la sociedad rusa, y en
el pasado había sido elogiado por El Contemporáneo por sus ideas progre-
sistas. Pero recientemente se le había atacado por ceder a la conveniencia
en la cuestión de los azotes disciplinarios a los estudiantes.
Dostoievski deseó hablar en defensa de Pirógov, pero no porque estu-
viera en desacuerdo con Dobrolyubov (implacable atacante de Pirógov)
sobre la cuestión principal. También éi creía que Pirógov se había equivo-
cado al consentir, aunque de mala gana, en conservar los azotes como po-
sible castigo en el distrito escolar que estaba a su cargo. "En todo, usted
[Dobrolyubov] tiene la razón", apunta, "salvo en la malicia y en el tono."
Lo que desagradó a Dostoievski fue la falta de respeto a Pirógov como in-
dividuo: ':A.tacó usted al señor Pirógov corno a un hombre completamente
perdido, cubriéndolo de lodo, y en la persona del señor Pirógov insultó us-
ted a todos; la sociedad es más noble de lo que usted cree. Puede perdonar
a un hombre. Usted no perdona, por tanto, usted no evalúa a un hombre,
persona sin humanidad" (29, p. 101). Y cuando Dobrolyubov preguntó
sarcásticamente, en letras de molde, por qué Pirógov "no dirigía todos sus
esfuerzos hacia un cambio decisivo y fundamental", Dostoievski replicó:
"Probablemente por el hecho de que no habría logrado nada ... por con-
siguiente, Pirógov razonó que era mejor hacer al menos algo, si no todo.
lNo está usted satisfecho con ese 'al menos algo', señor -bov? Después
de todo, es mejor que nada" (20, p. 164).
He aquí el meollo del desacuerdo entre Dostoievski y los radicales de
1861. Lo que les reprochó -mucho más abiertamente en sus cuadernos
de notas que en su revista- fue su precipitación e impaciencia, su deseo
de saltar sobre la historia y producir cambios que sólo podrían realizarse
en una etapa muy ulterior del desarrollo social de Rusia. "lA dónde va us-
ted con tanta prisa?", pregunta a Chernishevski en una nota. "Nuestra so-
ciedad no está dispuesta, positivamente, a nada. Las preguntas siguen ante
nosotros. Han madurado, están dispuestas, pero nuestra sociedad aún no
lo está. Se encuentra desunida" (20, p. 153). La tolerancia de Dostoievski
a los radicales, como podemos ver en esas notas, empezaba a agotarse; y
se acabo por completo el año siguiente, cuando los colaboradores y los lec-
tores deEI Contemporáneo pasaron del desafecto intelectual a la agitación
política.
La base de todo nuevo progreso de Rusia, tal como lo veía Dostoievski,
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 147

consistía en trabajar pacíficamente en favor de los avances que ahora eran


posibles gracias al inmenso logro que la liberación de los siervos y las
nuevas reformas inminentes, que Alejandro 11 había anunciado. El Tiempo
presentó todo el texto del manifiesto que anunciaba la liberación y se refi-
rió a esta como a un "acontecimiento sublime" que iniciaría una gloriosa
base nueva de la historia rusa, comparable a sus momentos más grandes:
la derrota de los tártaros, las reformas de Pedro el Grande, la guerra de
1812. En cambio, El Contemporáneo dejó pasar la ocasión sin dedicarle
una sola palabra: los radicales habían quedado amargamente desencanta-
dos por los términos de la ·liberación que, consideraban ellos, imponían
una excesiva carga fiscal sobre los campesinos en favor de los terratenien-
tes ociosos, que no merecían nada.
Esta dolorosa desilusión de la intelectualidad radical pronto hizo surgir
sus primeros intentos de protesta; y como resultado de tan abiertos esfuer-
zos por provocar el descontento, empezó a alterarse la actitud de Dosto-
ievski hacia ellos. Él tenía que considerar como vanos y descarriados esos
ataques a los fundamentos mismos del Estado ruso, y temió, con cierta ra-
zón, que condujeran a una reimposición de aquellas mismas medidas re-
presivas cuyo reciente alivio había permitido, por fin, a la sociedad rusa
respirar un poco más libremente. Este temor queda abiertamente expresa-
do hasta en la novela que por entonces estaba escribiendo, Humillados y
ofendidos, primera obra en gran escala de su periodo pos-siberiano.
VIII. "HUMILLADOS Y OFENDIDOS"

TODO el mundo sabía que el considerable éxito de El Tiempo era atiibui-


ble, no sólo al olfato de Dostoievski como director y a su vigor como publi-
cista cultural sino, aún con mayor medida, a su talento de escritor. Su no-
vela Humillados y ofendidos empezó a aparecer en forma de serie en el
primer número (de enero) y ocupó nueve números de la revista. La obra
encontró una recepción crítica dividida; pero se le leyó con ávida atención
y logró su propósito de hacer que los lectores se impacientaran en espera
del número siguiente. Hasta una juez tan severa como la novelista Evgenia
Tur, quien declaró sin ambajes que la obra "no podía sostener la más breve
crítica como obra de arte", se vio obligada a reconocer que "el interés ex-
terno no se pierde hasta el último renglón ... del encantador y absorbente
relato del señor Dostoievski". 1 Dobrolyubov dedicó su último ensayo,
"Gente pisoteada" ("Zabitye Lyudi") -un clásico de la crítica rusa- a un
penetrante estudio de todo el corpus de los escritos de Dostoievski hasta
entonces, incluyendo Humíllaáos y ofendidos. En una obvia respuesta al
ataque de Dostoievski, de varios meses antes, observó que el libro estaba
"por debajo de la crítica estética" pero, reconoció, todo el mundo había
estado leyendo la que se destacaba como la novela rusa más interesante
publicada en 1861. 2
Nuestra visión actual de Dostoievski difícilmente puede ser la de Evge-
nia Tur o la de Dobrolyubov, pero no hay razón para estar en desacuerdo
con su veredicto: Humillados y ofendidos es, con mucho, la más débil de
las seis grandes novelas pos-siberianas de Dostoievski. El paso del tiempo
no ha revelado complejidades en el texto que no pudieran discernir sus
primeros lectores; como ocurrió, por ejemplo, a Notas desde el subte1Táneo,
que apenas fue advertida cuando apareció y fue considerada como una
simple curiosidad hasta el fin del siglo; ni tampoco Dostoievski se hizo ilu-
siones sobre la calidad de su propia creación. "Reconozco plenamente",
dijo en público varios años después, comentando algunas observaciones
de Apollon Grígoryev, "que en mi novela hay muchos personajes que son
títeres y no seres humanos, libros ambulantes y no personajes que hayan
adoptado una forma artística (esto realmente requiere tiempo y una gesta-

1 Citado enPSS, 3, p. 529.


2E M. Dostoevsky v Russkoi Kritike, ed. A. A. Belkin (Moscú, 1956), p. 42.
148
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 149

ción de ideas en el espíritu y en el alma)". Sostuvo, empero, que aunque


había producido "un libro extraño, en él hay unas 50 páginas de las que es-
toy orgulloso" (20, p. 134).
Cualesquiera que sean sus fallas manifiestas, Humillados y ofendidos
aún es muy buena lectura; y para el estudioso de Dostoievski conserva una
fascinación particular, pues permite sorprender al autor en una etapa de
transición, probándose por primera vez en el dominio de la técnica de la
novela-folletón, y forjando nuevos tipos-personajes, temas y motivos. Mu-
chos de estos llegarían a sernos perfectamente familiares, pero aquí apare-
cen en encarnaciones embriónicas y aún no cabalmente realizadas. En rea-
lidad, a veces tenemos la curiosa impresión de que Humillados y ofendidos
es una antología hecha con base en diversas obras maestras de Dostoievski,
unidas por un compilador ignorante que no captó todas las complejidades
de los originales. Sin embargo, la verdad es que, fuese por falta de tiem-
po (como él creyó) o por una incertidumbre más profundamente arraigada
(como es más probable), el propio Dostoievski no parece saber exacta-
mente cómo utilizar las ideas artísticas con las que estaba experimentando
y a las que dio su primera expresión, embrionaria.
Desde nuestro moderno punto de vista, lo más interesante de Humilla -
dos y ofendidos son sus anticipaciones de futuras obras maestras. Sin em-
bargo, apreciar su lugar en la evolución de Dostoievski exige cierto sentido
de cómo apareció a sus primeros lectores; sólo partiendo de tal conciencia
podemos comprender adecuadamente la impresión que creó y, a la vez, las
apenas notadas promesas para el futuro, que. hoy tan fácilmente podemos
discernir. Así pues, analizaremos el libro desde ambos puntos de vista;
primero en la perspectiva de 1861 y luego, utilizando este como punto de
comparación, a la luz de nuestra interpretación actual.

El origen de lo que se convertiría en Humillados y ofendidos puede remon-


tarse a una idea que Dostoievski menciona en una carta enviada desde Si-
bería en 1857, mientras aún servía al ejército ruso. "Estoy escribiendo una
novela sobre la vida petersburguesa", dice a Mijaíl, "similar a Pobres gentes
(pero la idea es mejor que la de Pobres gentes )" 3 Por desgracia, no nos ofre-
ce más información con respecto a esta "idea mejor"; pero Pobres gentes

3 Pisma, 2, p. 586, 3 de noviembre de 1857.


150 UN TIEMPO DE ESPERANZA

desempeña un importantísimo papel simbólico en el texto ulterior, y no


nos equivocaremos mucho si consideramos crucial la relación entre ambas
obras. A lo largo de los años, muchos estudiosos han trabajado con diligen-
cia para darnos una genealogía más detallada del libro, y se han estableci-
do analogías, más o menos plausibles, con Schiller (Kabale und Liebe),
Goethe (Wilhelm Meister's Lehrjahre), Dickens (Old Curiosity Shop), así
como con Lacios, Rousseau y el Marqués de Sade. La construcción de la
trama y la tonalidad estilística general llevan la clara huella de Les mysteres
de Paris y de otras novelas-follet6n del mismo tipo, mezcladas con un poco
de E. T. A Hoffmann en las primeras páginas. Todas estas comparaciones
son sugestivas y, aunque sólo fuera ello, indican la vastedad de la cultura
literaria de Dostoievski. Sin embargo, semejantes exploración de las posi-
bles "fuentes" nos dice poco acerca de lo que Dostoievski hizo con ellas;
y por esto hemos de concentrarnos en un análisis más minucioso del texto.
Humillados y ofendidos está compuesto por dos tramas que se entrela-
zan, y que al principio parecen tener poco que ver entre sí, pero que luego,
gradualmente, van uniéndose conforme se desenvuelve el relato. La pri-
mera, típica de la novela romántica sentimental, concierne a una empobre-
cida familia patricia, los Ijmenyev. Su hija, Natasha, se enamora de Alyo-
sha, hijo de un rico vecino, el príncipe Valkovsky, y cuando el príncipe ve
aquel amor con malos ojos, porque él ha destinado a Alyosha a una rica
heredera, los dos jóvenes se fugan, y viven en concubinato. Como resulta-
do, Natasha es repudiada por el padre indignado, Nikolai Sergeevich Ij-
menyev, no sólo por haber manchado el escudo de la familia, sino también
porque el principe Valkovsky, que en un tiempo fue su amigo y supuesto
benefactor, se ha convertido ahora en su mortal enemigo. El meollo de
esta línea narrativa es la infelicidad que mutuamente se causan Natasha y
su padre, que se quieren profundamente pese al golpe terrible asestado al
orgullo familiar, y la furiosa condena del padre por la escandalosa conducta
de Natasha.
La segunda trama introduce el elemento gótico de novela-follet6n de
misterio, intriga secreta y traición venal. Enfoca la figura de la pequeña
Nelly, huérfana de 13 años, de San Petersburgo, a quien el narrador, un
joven novelista llamado Iván Petróvich, conoce por simple casualidad. In-
trigado por la excéntrica apariencia y la conducta de un anciano a quien
encuentra en un café de San Petersburgo, el jóven observador de la vida
lo sigue a la calle, y cuando el viejo se desploma y muere allí mismo, el no-
velista se muda a sus míseras habitaciones. El difunto era el abuelo de la
pequeña Nelly, que llegó a visitarlo sin saber de su muerte, y encuentra a
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 151

Iván Petróvich en el lugar. La pequeña Nelly es rescatada de las garras de


una buscona por su nuevo conocido y por su amigo Masloboev, un exmaes-
tro de escuela que lleva una turbia existencia al borde del bajo mundo de
San Petersburgo, pero que ha conservado algunos rastros del idealismo
moral de su juventud. Iván Petróvich, hijo adoptivo de los Ijmenyev, quien
en un tiempo estuviera comprometido con Natasha, lleva a Nelly a vivir a
su casa, cuida de ella y gradualmente va reuniendo el patético relato de su
terrible existencia.
Por una coincidencia, característica de la forma novela-folletón, Nelly
resulta ser -según nos enteramos al final mismo del libro- la hija aban-
donada del príncipe. Valkovsky había seducido a la madre; persuadido a
su enamorada esposa de que robara a su acaudalado padre, Jeremy Smith,
y luego se había deshecho de ella y de su hija, en cuanto se vio en posesión
del dinero. Las dos tramas por fin se unen cuando, para reconciliar a Na-
tasha con su padre, y a instancias de Iván Petróvich, Nelly nos cuenta la
desgarradora historia de su vida. Al pintar en negros colores la negativa
de su abuelo a perdonar a su madre, mientras esta yace, abandonada y mo-
ribunda, en el suelo de un maloliente cobertizo petersburgués, el triste re-
lato de Nelly causa el perdón de Natasha, deshaciendo así el plan del vi-
llano Valkovsky de arrojar a la muchacha, sin ninguna protección, a los
brazos del lujurioso y viejo conde Nainsky.
Dostoievski elabora esta complicada maquinaria con bastante habilidad
técnica, entrelazando la historia de la vida de Nelly gradualmente con la
de los Ijmenyev, revelando porciones del pasado con sus propias palabras
y con las de Masloboev, y preparando cuidadosamente el clímax, suma-
mente emocional y embarazosamente fuera de tono. Todos los hechos son
vistos por los ojos de Iván Petróvich, que constituye un obvio nexo físico
entre las dos tramas, así como Valkovsky es uno más disimulado. Se supone
que los hechos se escribieron cerca de un año después de haber ocurrido,
y la situación en que Iván Petróvich se encuentra al tomar la pluma para
narrar la historia nos ofrece un elemento más de pathos. "Todo terminó
conmigo aquí en el hospital", explica, "y creo que pronto voy a morir...
deseo anotarlo todo, y si no hubiese encontrado esta ocupación, creo que
habría muerto de tristeza" (3, p. 177). Nos narra el naufragio de su propia
vida (la versión de la revista lleva el subtítulo "De las notas de un escritor
fracasado") y está a punto de perecer, por una sensación de despilfarro y
desesperanza. Y sin embargo, ha logrado rescatar a otros (los Ijmenyev),
rodear los últimos días de Nelly con amorosa ternura, y permanecer fiel a
sí mismo y a los valores de bondad y compasión en que sigue creyendo.
152 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Este breve esbozo de la complicada intriga muestra a Dostoievski ha-


ciendo uso del material más trillado: la ira de un padre, amante pero furioso
y consternado, contra una hija descarriada; un rico y poderoso aristócrata,
cínico y corrompido hasta la médula, que descarga su cólera contra losino-
centes y los puros; un joven virtuoso (el narrador) enamorado de la heroína
y después dispuesto a sacrificarse totalmente en su favor; una pobre huér-
fana expuesta a los innumerables males del bajo mundo de San Petersbur~
go, librada de la perdición por un generoso salvador, y que lleva el secreto
del escandaloso pasado de Valkovsky. Todos estos motivos son los ingre~
dientes más trillados de la novela-folletón, y Dostoievski los explota des-
vergonzadamente, por su gran capacidad de mover las cuerdas del corazón.
Toda duda al respecto quedaría disipada con sólo citar un pasaje como
el siguiente, acerca de la madre de Nelly, insertado en la conclusión de la
segunda parte, para despertar el apetito de lo que va a venir después:

Era una historia terrible. Era la historia de una mujer abandonada que vivía del naufragio
de su felícidad, enferma, exhausta y abandonada por todos, rechazada por el último a
quien pudiese dirigirse: su padre, en una ocasión ofendido por ella y enloquecido por in-
tolerables sufrimientos y humillaciones. Fue la historia de una mujer impulsada a la de-
sesperación, que vagaba por las heladas y sucias calles de San Petersburgo, pidiendq li-
mosna con la nifia a la que consideraba como un bebé. . . era una historia sombría, uno
de esos dramas deprimentes y turbios que tan a menudo pasan inadvertidos, casi miste-
riosos, bajo el encapotado cielo de San Petersburgo, en los sombríos rincones de la gran
ciudad, en medio del vertiginoso fermento de la vida, del craso egoísmo, del choque de
intereses, de horrible vicio y crímenes secretos, en el más bajo infierno de una vida absur-
da y anormal. .. (3, pp. 299-300).

Aquí, Dostoievski espesa la atmósfera con una mano tan pesada y una pale-
ta tan lóbrega como la de Eugene Sue o Frédéric Soulié, y el reb~squ;lo
sentimentalismo de su tono transmite mucho de lo que provocó las despec-
tivas referencias de su primer crítico a la falta de calidad artística del libro.

De todos modos, si colocamos la novela en el marco de 1861, no resulta


difícil comprender por qué logró un éxito popular. Por una parte, dado que
su descripción de la carrera literaria de lván Petróvich contiene obvias re-
ferencias a la propia vida de Dostoievski -su éxito inicial como resultado
d~l apoyo de Belinski, y luego su declinar en el favor de la crítica y en popu-
laridad- tuvo el mérito de ser un roman aclef, que se prestaba a las ha-
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 153

blillas. Hoy, estos acontecimientos son mucho mejor conocidos por las re-
miniscencias que Dostoievslci después confiart.a a su Diario de un escritor,
pe~Q ~ntonces tenían el sabor de la novedad, y daban al lector la sensación
qe ser in.traducido tras las bambalinas de la 'Vida literaria rusa. El empleo
dado por Dostoievslci a ese material autobinglfáfico, así como en el caso de
sus "Visiones peterburguesas" una vez má~. s:irvió p:ara refrescar la memo-
ria literaria de sus lectores, y colmar la brecha creada por su larga ausencia.
Además, se ha notado ya un deliberado "aUttobio:grafismo" como nuevo
rasgo de la prosa rusa del decenio de 1850, que también puede verse en
Infancia, adolecencia y juventud y Relatos de Sebastopol, de Tolstoi, así co-
mo en la Crónica de familia, de S. T. Ak:>ákov. lDostoievski había leído estas
nuevas publicaciones poco después de salir del campo penitenciario y así,
en su propia obra, estaba. siguiendo la corriente die! momento.
Humillados y ofendidos también tient: una considerable pertinencia
socioculturn\i y fue leído, en parte, como un escrit;o sobre los tiempos, de-
dicadq ªla candente cuestión de la liberación femenina. Su heroína, Na-
lasha, de cuyas cualidades morales nunca se dud:a, abandona abierta y vo-
luntariamente a su respetable familia para convertirse en amante de un
hombre, y aunque sufre como resultado de su descarrío, ni una sombra cae
sobre su carácter por su deliberado desafío a la moral convencional. De
hecho, lván Petróvich la defiende, indignado, contra todo intento de man-
char s.lJ. reputación. Además, la acción está 01cganizada de tal modo que
ponga en relieve la importancia de haber sido perdonada incondicional-
mente por su indignado padre, es decir, de ser perdonada sin exigírsele que
renuncie a su pasado o reniegue de él. De e~.te modo, el libro puede ser
considerado corno un modesto alegato en pro de la liberación sexual, par-
ticularmente por la eliminación de una dobb norma moral.
Además, aun cuando Dostoievski asigna su propio pasado literario del
decenio de 1840 a su personaje lván Petróvich , en realidad la novela se de-
s.arrolla 20 años después, y el libro está lleno de alusiones que le dan una
actualidad casi periodística. Una escena en particular incluye una conver-
sación en que se habla de la liberación de los siervos y de otras reformas
que por entonces se iniciaban; el pasaje ilustra a la vez el empleo que Dos-
toievski sabe dar a las cuestiones del mmm~nto para dar vida a su texto,
además de revelar algunas de sus propias angustias.
El lugar es un salón elegante, y el que habla es un "diplomático" que
malignamente se complace en la creciente inquietud creada por la política
del nuevo régimen:
154 UN TIEMPO DE ESPERANZA

No dejaba de insistir en que todo el espíritu de reforma y mejora provocaría demasiado


pronto ciertos resultados, y que al ver estos resultados "recobrarían el sentido" y que no
sólo en la sociedad (es decir, desde luego, una parte de ella) pasaría este espíritu de refor-
mas, sino que aprenderían su error por experiencia, y con redobladas energías volverían
a las antiguas tradiciones... y que por consiguiente, debía desearse que se llegara al límite
extremo de la imprudencia, lo antes posible.

El lema de la gente por la que habla el diplomático, dice, es: "ipire fª va,
mieux fª est!" ("icua1nto peor, mejor!"). Naturalmente, el satánico villano
de Dostoievski, el príncipe Valkovsky, sonríe "con repugnante simpatía"
ante el contenido reaccionario de estas palabras (3, p. 345).

Tal "liberal" actitud sociopolítica es reforzada por muchos otros aspectos


de la novela, que fue universalmente considerada como continuación di-
recta de los escritos de Dostoievski durante los cuarenta. Aunque nunca
antes empleara los ingredientes y la técnica de la novela-folletón, este tipo
de novela había sido identificada, mucho tiempo atrás, con la propagación
de ideas "progresistas" y socialistas (Les mysteres de Paris había dramatiza-
do cierto número de ideas fourieristas.) Por ello, el empleo de esta forma
por Dostoievski fue considerado como perfectamente congruente con su
pasado subversivo y, más aún, corno revelador de un refuerzo de los prin-
cipios social-humanitarios por los que había padecido trabajos forzados y
exilio. "La simpatía a los débiles y los oprimidos que ya se había expresa-
do ... en la primera novela del señor Dostoievski [Pobres gentes]", escribió
un crítico, "ha alcanzado ahora, en su última novela, Humillados y ofendi-
dos, el apogeo de su importancia". 4 &ta también fue la opinión de Dobro-
lyubov, quien no vio una marcada diferencia entre el Dostoievski del pasa-
do y del presente, y hasta atacó al novelista precisamente por esta razón.
Dostoievski, indicó el crítico, continuaba pintando personajes "débiles",
incapaces de afirmarse en forma eficaz; y aunque estos no fueran "hombres
superfluos", Dobrolyubov no obstante lo censura, como él y Chernishevski
lo habían hecho en el caso de Turguénev, por no percatarse de que la vida

4
Véanse las observaciones que hace B. Eichenbaum, Lev Tolsltoy, vol. 1 (Leningrado, 1928),
pp. 81-82; también G. M. Fridlender, et al., Istoriya Russlwgo Romana, 2 vols. (Moscli-Leningrado,
1962), l, p. 426.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 155

rusa había entrado en una nueva fase en que la literatura debía presentar
protagonistas con mayor fuerza de voluntad.5
Esta impresión de continuidad con la temprana obra de Dostoievski fue
particularmente intensificada por la repetida evocación de Pobres gentes,
a lo largo de todo el texto nuevo. En una escena conmovedora, semicó-
mica, Dostoievski describe al joven y orgulloso autor de Iván Petróvich le-
yendo en voz alta a su admirada familia adoptiva su primera novela, recién
salida de las prensas. El anticuado provinciano Nikolai Sergeevich sólo
puede concebir la literatura como algo sumamente bombástico e intensa-
mente patriota, algo al estilo de los panegíricos oficiales e "infinitamente
elevados". Francamente desconcertado por el breve relato sin pretensio-
nes de un pobre empleado y una muchacha deshonrada, instintivamente
responde, de todos modos, al llamado emocional, a la solicitud de simpatía,
a los que sufren y a los humillados: '~lí está, simplemente es un cuenteci-
llo, pero nos desgarra el corazón... y aprendemos que el hombre más hu-
milde, más pisoteado, también es un hombre, un hermano." Asimismo, Na-
tasha se conmueve hasta las lágrimas: "De pronto, me tomó la mano, la
besó y salió corriendo de Ja habitación" (3, pp. 188-189). Poco después,
ella e Iván Petróvich quedan comprometidos.
Pobres gentes es utilizado, de esta manera, a Jo largo de toda la obra,
como piedra de toque de Ja sensibilidad moral; todos Jos personajes "bue-
nos" responden a ella de manera apropiadamente compasiva, y hasta el
desprestigiado borrachín Masloboev confiesa que "cuando lo leí, casi volví
a ser un hombre respetable" (3, p. 265). El canallesco príncipe Valkovsky
reacciona en forma totalmente distinta: no como un despertar de la con-
ciencia sino, antes bien, como una explosión de burla ante la moda literaria
de la que era producto, y cuya inspiración había sido intensificada y rea-
nudada en la más reciente literatura "acusatoria"."La pobreza es de Jo úni-
co que saben ustedes hablar hoy", dice desdeñosamente a Iván Petróvich,
"abrigos perdidos, inspectores del gobierno, funcionarios provocadores,
burócratas, gentes de otros tiempos, disidentes, ya sé, ya sé" (estas alu-
siones empiezan con Gógol y siguen con escritores más recientes, como
Saltykov-Shchedrin y Melnikov-Pechersky, conocido este último por sus
cuentos acerca de las sectas religiosas disidentes). Recomienda a Iván Pe-
tróvich, para beneficio de su carrera, que se mueva en círculos "más altos",
"aunque sólo sea para conocer aquello qe lo que está escribiendo, y en las
novelas tenemos condes y príncipes y boudoirs.. ." (3, p. 355). Aunque este

s l. l. Zamotin,Dostoevsky v Russlwi Kritike, 1848·1881 (Varsovia, 1913), pp. 36-37.


156 UN TIEMPO DE ESPERANZA

pueda ser un huen consejo literario, claramente revela el exclusivo interés


del príncipe en la riqueza y en la alta posición social y su total indiferencia
hacia la vida y el destino de quienes están a merced de sus depredaciones.
El príncipe Valkovsky es un vüllano aristócrata tan teatral y melodra-
mático que hoy nos resulta difícil tomarlo en serio. Si un personaje mere-
ce ser llamado "'libro ambulante", es ciertamente el príncipe; pero nuestra
reacción no es la de los primeros lectores de Dostoievski, que considera-
ron al príncipe como un tipo social creíble y completamente familiar. Como
escribió Evgenia Tur, sin siquiera parpadear, "todo el que tenga cierto co-
nocimiento del mundo ha encontrado a mucha gente así, pero felizmente,
es decir, felizmente para nuestra sociedad, gente como el príncipe Iván
[Valkovsky] está muriendo año tras año, y ya no está naciendo. 6 Como su
capacidad de oprimir pudo ser aceptada, así, no sólo como una convención
literaria, el retrato del príncipe fue aceptado como la audaz exposición de
la depravación de toda una clase social. Además, la "simpatía [del autor]
a los débiles y los oprimidos'' ' quedó claramente indicada -como lo estu-
viera durante los cuarenta- por la presentación de sus humildes persona-
jes como infinitamente superiores al príncipe desde un punto de vista mo-
ral y, en realidad, como la viva refutación de su decadente desdén a sus
congéneres.
Para un lector ruso de la época, acostumbrado a considerar a los perso-
najes "débiles" como condenados a la derrota inevit~ble por el exceso mis-
mo de sus méritos morales, el príncipe era un canalla sin ningún paliativo,
mientras que los sufridos pero puros Ijmenyev - para no mencionar al su-
frid ísimo lván Petróvich- eran ejemplos de la mayor dignidad e integri-
dad. Ningún poder de que dispusiera el príncipe podía quebrantar los ne-
xos indestructibles de su amor y su emoción mutua, como queda claro en
la declaración extát ica -pero demasiado exagerada- de Ijmenyev, con
que termina la climática escena de la reconciliación:

iüh, Dios mío! iTh doy las gracias por todo lo que has hecho, por tu ira y por tu clemen-
cia! . .. iPor tu sol que brilla sobre nosotros después de la tempestad!. .. iQue nos hu-
millen, que nos ofentdan! iYa estamos otra vez reunidos! iQue triunfen los orgullosos,
los arrogantes que ntJS han ofendido, que nos han humillado! iQue nos tiren piedras, no
temas, Natasha mía! ... Iremos de la mano y yo les diré: "Es mi hija, mi amada hija, a la
que vosotros habéis ofendido y humillado, pero a la que yo adoro y bendigo para siem-
pre . .. " (3, p. 422).

6
Dostoevsk:y v Russkoi, r<ritike, ed. Belkin, pp. 94-95.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 157

Podemos ver así que Humillados y ofendidos contiene la misma estructura


de oposiciones morales que el "naturalismo sentimental" de Dostoievski
en los cuarenta, aun cuando los Ijmenyev sean patricios y no burócratas, y
el poder que intenta aplastarlos ya no es el vago y anómalo poder de San
Petersburgo, sino un miembro totalmente corrompido y depravado de la
clase gobernante. Por ello, si leemos el libro con los ojos de su público ori-
ginal, familiarizado no sólo con el pasado de Dostoievski, que él hacía vol-
ver a la vida, e inclinado por naturaleza a interpretar su nueva obra en este
contexto, resulta perfectamente comprensible que lo consideraran tan só-
lo como un ejemplo más sensacional de su ya familiarizado "humanismo"
y compasión hacia las "pobre gentes" de una sociedad rusa implacable.

Sin la ventaja de la visión retrospectiva, era imposible que los lectores de


Dostoievski viesen al futuro novelista germinando entre los clichés más o
menos tolerables de Humillados y ofendidos. Uno o dos críticos cobraron
conciencia, con cierto malestar, de que había algo "nuevo" en el libro; pero
esta conciencia adoptó la forma de una crítica negativa. Se levantaron pro-
testas contra la "inverosímil" pasividad de Iván Petróvich y, con mayor ra--
zón, un crítico hizo objeciones al título mismo, porque lo había movido a
esperar una auténtica novela social. En realidad, como lo indica, atinada-
mente, los personajes se comportan en forma tan extraña que la mayor
parte de sus dificultades son causadas por su propia ceguera e imprudencia;
si se ven más de cerca las intrigas del príncipe Valkovsky, no desempeñan
más que un papel accesorio en sus dilemas. "lNo podemos encontrar en
nuestra sociedad ejemplos suficientes de humillar y ofender, que ocurren
todo el tiempo", pregunta con impaciencia, "sin excepciones, como en la
novela del señor Dostoievski, sino que brotan directamente de nuestros
modales y nuestras costumbres?". 7 Tan legítima reacción, causada en parte
por los excesos de la melodramática intriga, también surge más fundamen-
talmente de la forma en que Dostoievski trata a sus personajes para soca-
var continuamente el supuesto significado sociai humanitario del libro. Lo
que determina su destino, en último análisis, son los rasgos de sus propias
personalidades, no el mecanismo externo de la trama de novelc-folletón; y
esto crea una disonancia continua entre los resultados de la maquinaria de

7 Zamotin, Dostoevsky v Russlwi Kritike, p. 41.


158 UN TIEMPO DE ESPERANZA

la trama y las causas más profundas de sus situaciones, que están arraigadas
en sí mismas y en sus valores personales. El excesivo sentimentalismo de
ciertos pasajes probablemente sea un intento de compensar esta discre-
pancia y provocar emociones de fácil piedad que no se justifican por el
texto.
Desde luego, también podemos atribuir esta disonancia a descuido (y el
reconocimiento del propio Dostoievski de que escribió con demasiada pri-
sa el libro parece confirmar semejante opinión), pero también se le puede
diagnosticar como parte de una evolución interna que aún no completaba
su curso. Pues hoy es obvio que, dentro del marco de la trama barata, Dos-
toievski empezaba, perceptiblemente, a avanzar a tientas hacia su pos-
terior novela-tragedia de ideas. Lo que podemos atisbar en Humillados y
ofendidos, a través de los intersticios de los clichés, es una novela prema-
tura acerca de un joven escritor que representa la ideología "filantrópica"
del decenio de 1840, cuya vida y cuyo mundo son quebrantados porque sus
convicciones resultan inadecuadas para enfrentarse a las fuerzas más pro-
fundas de la pasión humana y el egoísmo, que abruma su bien intencionada
inocencia. Todos los personajes que inicialmente comparten sus opiniones
sufren la misma experiencia; pero sólo él recibe un golpe mortal. Sus con-
vicciones habían sido la base de su vida y de su obra de escritor y, una vez
destruidas, no le queda ninguna razón para vivir.
Este tema de la inocencia y de los autoengaños es abordado muy pronto
por algunas observaciones semiirónicas acerca de Ijmenyev, cuya relación
con Valkovsky se deriva de un autoengaño bien intencionado, análogo al
del desinteresado coronel Rostanev en su relación con el malévolo Fomá
Fómich en La aldea de Stepanchikovo. Nos enteramos de que Ijmenyev
era "uno de esos hombres de corazón muy simple, ingenuamente románti-
cos que, aunque podamos decir muchas otras cosas de ellos, son tan encan-
tadores, entre nosotros en Rusia, y que, si entregan su afecto a alguien (a
veces, sólo Dios sabrá por qué), se entregan en cuerpo y alma, llevando
a veces su apego hasta grados ridículos" (3, p. 181 ). Se niega a creer ningu-
no de los deshonrosos rumores que circulan acerca del príncipe y declara
que "él [el príncipe] era incapaz de una mala acción" (3, p. 182; las cursivas
son mías). Por ello, Ijmenyev prefiere vivir en un mundo en que no existe
la imperfección moral; y una actitud muy similar adopta hacia su hija Nata-
sha, a la que continúa considerando como un ángel, aunque ella haya alcan-
zado la edad de casarse. Otro ejemplo de ese "romanticismo ingenuo", me-
nos instintivo y de carácter más literario, lo encontramos en la madre de
Nelly, quien se fugó con Valkovsky porque
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 159

desde el principio mismo sofió con algo como un cielo sobre !a tierra, con ángeles; su
amor era ilimitado, su fe inagotable y, estoy convencido, se volvi6 loca no porque él dejara
de amarla y la abandonara, sino porque había sido engaliada por él. Él era capaz de enga-
ñar y la había abandonado, porque su ángel se había convertido en cieno, la habfa escu-
pido y humillado (3, p. 437).

Cuando románticos de este tipo son traicionados por la vida, como inva-
riablemente ocurre, su respuesta es caer en un orgullo ofendido, sin pensar
en los sufrimientos que esto pueda causar a quienes, supuestamente, más
aman ellos. Así como Ijmenyev execra a su amada hija cuando ella pública-
mente ha deshonrado su nombre, volviéndose amante del hijo de Valkov-
sky, así la madre de Nelly condena a su hija a una vida de terrible miseria
y dolor porque "en su horror y, ante todo, en su orgullo, se retiró de él
[Valkovsky] con infinito desprecio" (3, p. 438) y se negó a utilizar los docu-
mentos que tenía en su posesión, que probaban su matrimonio. La reac-
ción orgullosa y, por tanto, egoísta, de esos románticos frustrados, los lleva
a una masoquista intensificación de su propio dolor y a un cierto sadismo
con respecto a los demás (Natasha, Nelly). En el caso de Ijmenyev, este
conflicto interno por fin es superado por un movimiento de amor que ven-
ce al orgullo y al enconado resentimiento creados por la traición. También
implica la aceptación de un mundo en que el bien y el mal están inextrica-
blemente entrelazados, y donde "que se disipe el idealismo" (para emplear
la certera frase de K Mochulski) 8 es un requisito inevitable y hasta saluda-
ble para el perdón y la reconciliación.

Un conflicto muy similar ocurre en la relación entre Natasha y Alyosha,


aun cuando Natasha no sea explícitamente llamada romántica; pero sigue
siendo parte integral del mundo de las Pobres gentes y ha respondido amo-
rosamente a su mensaje y a su autor. Además, se la describe diciendo que
tiene "ese rasgo de la gente de buen carácter, tal vez heredado de su padre:
el hábito de pensar bien en la gente, de considerar a todos lo mejor de lo
que en realidad son, exagerando cordialmente todo lo bueno que ve en
ellos" (3, p. 270; las cursivas son mías). Sin embargo, lo que siente por Alyo-
sha destruye su "inocencia", a la vez literal y figurativamente, y revela as-

8 K. Mochulski,Dostoevsky; His Life and Work, trad. Michael A Minihan (Princeton, 1967), p. 210.
160 UN TIEMPO DE ESPERANZA

pectos de su carácter que la desconciertan y la atemorizan por su inespe-


rada complejidad.
Natasha, debe comprenderse, está muy lejos de ser la víctima inocente
de un característico ar:istócrata seductor, a la manera de Steerforth en Da-
vid Copperfield; por lo contrario, es ella la que fuerza las cosas y decide
vivir abiertamente con su amante. En realidad, su pasión por el débil, frí-
volo e inconstante Alyosha ha llegado a tal grado que ella está dispuesta a
someterse a cualquier degradación para aferrarse a él y "ser su esclava, su
esclava voluntaria" (3, p. 200). Pero tiene plena conciencia de que suena-
moramiento es "abyecto" y anormal, y que brota más de un deseo de domi-
nar que de un auténtico amor entre iguales. Su orgullo es el que fue herido
por los devaneos de Alyosha, y el mismo orgullo la impele no sólo a hu-
millar a su padre sino también a lanzarse a un abismo de humillaciones y
tormentos masoquistas. Una vez más, su conflicto se resuelve porque sale
triunfante de una lucha interna: Natasha vence su egoísmo y recupera su
respeto propio al ceder voluntariamente a Alyosha a su mucho más apro-
piada rival, la joven heredera Katia.
En el caso de la pequeña Nelly, Dostoievski enfoca con la mayor claridad
este tipo de conflicto sicológico-moral con su característic.o paso de sen-
sibilidad herida a autolaceración masoquista y a sadismo. Entre todos los
"humillados y ofendidos", N elly es la que tiene más derecho a esta designa-
ción; y ha adquirido un orgullo salvaje y una desconfianza de la humanidad
que fueron fomentados al principio por la feroz instransigencia de su ma-
dre. De este modo, la personalidad de Nelly combina una juvenil necesi-
dad de afecto y de amor con desconfianza y odio, y al principio se niega a
responder siquiera a la generosidad o a la bondad. La descripción que hace
Dostoievski de sus cambios y caprichos, y de! gradual suavizamiento y la
doma de su espíritu se encuentran entre las mejores secciones del libro;
podemos sospechar que se encontraban entre las 50 páginas poco más o
menos de que siguió estando orgulloso. Las profundidades de la sicología
de Nelly, que la hacen atormentarse así, aparecen en una escena decisiva,
cuando todos los amargos recuerdos de su pasado han vuelto en tropel y
ella sale corriendo de la protectora morada de Iván Petróvich para mendi-
gar en las calles, como gesto de desafío. A Iván Petróvich se le llenan los
ojos de lágrimas cuando, por casualidad, la encuentra:

Sí, lágrimas por la pobre Nelly, aunque al mismo tiempo, sentí una gran indignación; ella
no estaba mendigando por necesidad, no había sido desamparada, abandonada por al-
guien al capricho del destino. No estaba escapando de unos crueles opresores, sino de
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 161

sus amigos que la querían y la cuidaban ... había sido maltratada; no se podía cerrar su
herida, y ella parecía estar agravando, de propósito, su herida con esta conducta misterio-
sa, esta desconfianza de todos nosotros; como si gozara con su propio dolor, por este
egoísmo del sufrimiento, si así puede decirse. Esta agravación del sufrimiento y su goce
en él fueron algo que pude comprender. Es el placer de muchos de los humillados y ofen-
didos, de los oprimidos por el destino y que se rebelan contra una sensación de injusticia
(3, pp. 385-386).

Es el propio Dostoievski el que pone en cursivas la frase "egoísmo del


sufrimiento'', subrayando su importancia, me parece a mí, porque contiene
el nexo temático interno que une a los tres principales centros de acción:
Natasha-Ijmenyev, Natasha-Alyosha-Katia, Nelly-Iván Petróvích. En cada
caso, uno o más de los personajes responden de esta manera a alguna indig-
nidad o humillación; en cada caso, el conflicto se resuelve cuando, en un
acto de amor activo, se supera el egoísmo del sufrimiento. Por lo que toma
a Nelly, la resolución ocurre cuando acepta contar su conmovedora histo-
ria, a instancias de Iván Petróvich, para lograr la reconciliación de Natasha
y su padre. Y como Nelly sabe que la tensión emocional de recordar su pa-
sado puede resultar fatal, paga su victoria con el mayor precio de todos.
Cuando lván Petróvich le ruega, ella le dedica una "extraña y larga mira-
da", y él escribe que "en aquella mirada había algo parecido a un repro-
che... Lo sentí en mi corazón" (3, p. 407). De todos modos, Nelly hace el
sacrificio supremo por aquellos a quienes ha llegado a amar y, como lo ha-
bía predicho el médico, el corazón le falla poco después. Desde luego, no
es casualidad que esta escena ocurra durante la semana de Pascua.
Así pues, lo que encontramos en todos estos episodios es el surgimiento
de un tipo de novela enteramente nuevo, que tiene poco o nada que ver
con la intriga original de novela-folletón. Dostoievski i1ace todo lo que
puede por unir ambos géneros, pero las costuras son muy visibles, y a veces
forman algo contradictorio. Por ejemplo, la decisión de Natas ha de renun-
ciar a Alyosha, que en una pauta pretende claramente ser un gesto noble,
en la otra ayuda, en realidad, a que el malvado Valkovsky tenga acceso a
la fortuna de Katia; y la sugestión de que Masloboev puede hacerle difícil
la vida a Valkovsky en el futuro, con ayuda de los documentos que demues-
tran que es el padre de Nelly, queda anulada uno o dos páginas después
con la muerte de Nelly. Dostoievski se encuentra manifiestamente atrapa-
do entre dos tipos de motivos para su acción, e incapaz de integrarlos en
forma congruente. A pesar de todo, las partes más interesantes de la novela
se derivan del mismo ataque al "romanticismo ingenuo" y al idealismo sen-
timental, así como a la continuada exploración de la sicología del "egoísmo
162 UN TIEMPO DE ESPERANZA

del sufrimiento" que Dostoievski ya había iniciado en El sueño del tío y La


aldea de Stepanchikovo. 9 Es obvio que el interés de Dostoievski se ha apar-
tado de la temática sociohumanitaria de la trama de su novela-folletón y
está siguiendo una orientació11 :!esisivamente sicológico-moral. Pero lo
que su "humanismo" había llegado ahora a significar era una fe en el poder
de la personalidad humana para luchar con éxito contra las consecuencias
autodestructivas de sus propios resentimientos y frustraciones.

Aun cuando Dostoievski no hubiese abandonado decisivamente sus anti-


guos ideales filantrópicos y valores en Humillados y ofendidos -y ninguno
de sus contemporáneos imaginó que estuviera haciéndolo-, ya encontra-
mos indicaciones definitivas de que estaba continuando aquella revisión,
ya iniciada, de su propio pasado. Como veremos dentro de un momento,
tal revisión es el propósito explícito de la mejor escena del libro; pero un
pasaje anterior, acerca de Iván Petróvich, que describe lo que llama un es-
tado de "terror místico", se anticipa a esa socavación más explícita a la que
pronto se verá sometido. Cuando se siente de ese humor, Iván Petróvich
es asaltado por un temor indefinible de algo desconocido, y su espíritu se
divorcia marcadamente de sus sentimientos. Escribe:

Es un estado sumamente opresivo, de terror a algo que no sé como definir y que está
más allá de todo entendimiento y fuera del orden natural de las cosas, y que sin embargo
puede cobrar forma en este mismo momento, como una burla a todas las conclusiones
de la razón, y que me invade y aparece ante mf como un hecho innegable, repugnante,
horrible e implacable. Este temor se vuelve habitualmente más y más agudo, pese a las
protestas de la razón, de modo que aunque la mente a veces tenga una claridad excep-
cional en tales momentos, pierde todo poder de resistencia (3, p. 208).

Semejante estado de alucinación y de disociación probablemente transmi-


te sensaciones relacionadas con la propia "enfermedad nerviosa" de Dos-
toievski a mediados de los cuarenta, que habitualmente es considerada
como precursora de su epilepsia. En el texto, esta aprensión de un "terror
místico" produce una lúcida parálisis de la voluntad ante la monstruosidad
que va cobrando forma, y prefigura la impotencia de Iván Petróvich al en-
contrarse ante las turbulentas pasiones a las que ha de enfrentarse entre

9
Para más detalles, véaseDosUJevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983), cap. 19.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 163

los otros personajes. En términos más generales, también se adelanta al


gran tema de Dostoievski, de la impotencia de la razón para enfrentarse a
los sombríos misterios de la existencia humana, a todos esos misterios sim-
bolizados por el temor a lo desconocido, y que lván Petróvich, reveladora-
mente, compara con "la angustia de la gente que tiene miedo a la muerte"
(3, p. 208). *
Dostoievski aún no está dispuesto a desarrollar este tema más general,
pero no vacila en subrayar la ineficacia de lván Petróvich, al ser abierta-
mente desafiado por el príncipe Valkovsky, y la escena en que ocurre este
desafío permite a Dostoievski presentar a lván Petróvich desde un punto
de vista más objetivo y crítico. El ambiente es el de un restaurante de moda,
al que Valkovsky invita a lván Petróvich a sostener una breve conversación
en privado, el primero de muchos de tales diálogos, que habitualmente
ocurren en las tabernas, y en que los personajes de Dostoievski zanjan sus
diferencias. Muy por encima del nivel del resto de la obra, esta escena por
primera vez nos permite tener un atisbo del gran Dostoievski que estaba
formándose. Al llevar el tema del egoísmo a su plena dimensión metafísica,
Dostoievski momentáneamente eleva su trama de "telenovela" a una nue-
va altura de dignidad; y al fundir disimuladamente el del egoísmo con el de
la ideología radical, por fin llega al rico terreno que pronto le daría una
nueva fuente de inspiración.
La prolongada y maligna "confesión" de Valkovsky a lván Petróvich sir-
ve a cierto número de funciones. En primer lugar, confirma de sobra las
anteriores sugestiones de que se trata de un desvergonzado réprobo y li-
bertino; no sólo paladea todas las formas habituales del vicio, sino que par-
ticularmente goza en la conciente profanación de las normas morales de
la sociedad. (Aquí, Dostoievski se basa en Les Liaisons Dangereuses, de
Lacios, para un ejemplo de esta tendencia).** Valkovsky se quita la más:..

• Lo que Dostoievski está describiendo aquí embona muy bien con el análisis :1echo por Rudolf
Otto de las rafees primitivas de todo sentimiento religioso. La fuente afectiva del nacimiento de lo
numinoso es lo que Otto llama el sentido del Mysteriwn tremendum, una de cuyas formas elementales
es el "temor demoniaco" (cf. el horror de Pan), con su extraña perversión, una especie de retoño abor-
tado, el miedo a los fantasmas. Empieza a agitarse en la sensación de "algo misterioso", "macabro'',
o "sobrenatural". Este es el sentimiento que, surgiendo en la mente del hombre primigenio, forma el
punto de partida de todo el desarrollo religioso en la historia. Rudolf Otto, Ihe Idea ofthe Holy (Lon-
dres, 1952), p. 14.
••El prfncipe habla de una vieja conocida suya, "una belleza de primera fila", de la que "decfase
que era tan frfa como la nieve, y que atemorizaba a todos con su inmaculada y amenazante virtud".
Sin embargo, la verdad es que "la sensualidad de mi dama era tal que hasta el Marqués de Sade habrfa
podido recibir lecciones de ella". Lo que más le agradaba era "burlarse as( (en privado) de todo lo
164 UN TIEMPO DE ESP:::::RA.""IZA

cara ante Iván Petróvich por el puro placer de escandalizar a su joven e


idealista interlocutor, y compara su placer, al hacerlo, con el del pervertido
sexual que se exhibe en público (refiriéndose manifiestamente a las Con-
fessions de Rosseau). Gran parte rie esta autoexhibición, desde luego, se
intercala para desacreditar a Valkovsky a ojos del lector, pero también fun-
ciona para revelar algunas de las profundidades "irracionales" de la perso-
nalidad también exhibida en la conducta de los otros personajes. Nada le
produce más placer a Valkovsky, nos explica, que provocar deliberadamen-
te "a algún Schiller eternamente joven", primero, simulando tomar en se-
rio "todas esas vulgares y baratas ingenuidades y absurdos idílicos", y luego
"de súbito, convertir mi extática expresión en un gesto, sacarle la lengua,
cuando menos esperaba tal sorpresa" (3, p. 360).
Como vemos, Valkovsky critica así a Iván Petróvich en términos muy pa-
recidos a los que el joven autor aplica a Ijmenyev y a la madre de N elly. El
verdadero creador de Pobres gentes está colocando inconfundiblemente su
yo artístico anterior y !os valores que inspiraron sus obras entre las manifes-
taciones de ese "romanticismo ingenuo", cuyas insuficiencias se había pro-
puesto exponer en su nueva novela. Y esta pérdida de estatura de Iván
Petróvich se vuelve aún más marcada cuando Valkovsky muestra su fami-
liaridad -por decirlo así, desde el interior- con los sentimientos-ideas de
su interlocutor. Pues resulta que el príncipe no sólo es un inveterado cana-
lla, sino que, asimismo, también él es un desilusionado idealista, que "hace
ya épocas, en los días de oro de mi juventud'', como sardónicamente expli-
ca, también tuvo "la fantasía de volverme metafísico y filántropo, y llegué
casi a las mismas ideas que usted". También él había "deseado ser un bene-
factor de la humanidad, fundar una sociedad filantrópica",* y haber cons-
truido un hospital modelo en sus posesiones. Pero el aburrimiento final-
mente lo había vencido; el aburrimiento y un sentido de la inutilidad última

que en público la condesa predicaba como elevado, trascendente e inviolable... En eso, ante todo, se
hallaba lo profundo de su placer" (3, p. 364). Valkovsky estaba bien informado de tales cosas porque,
durante un año, habfa participado en los placeres de aquella mujer.
Aquí, Dostoievski está aludiendo indudablemente al personaje de la marquesa de Merteuil en la
novela de Lacios. Esta relación con Lacios ya ha sido notada en la crítica soviética, pero no se le ha
visto como parte del ataque al egoísmo subyacente en la concepción dostoievskiana. R. G. Nazirov,
"Tragediinoe Nachalo v Romane F. M. Dostoevskogo 'Unizhennye i Oskorblennye' '',en Filologiches-
kie Nauki , 4 (1965), pp. 35-37.
• La elección de los términos de Dostoievski relaciona inconfundiblemente los términos de Val-
kovsky con su propio pasado. Quince años después, en su Diario de un escritor, utilizará exactamente
las mismas expresiones para caracterizar su juvenil radicalismo.
En un viaje que hizo de Moscú a San Petersburgo, a los 16 años, Dostoievski presenció los ya ruti-
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 165

de la existencia. "Todos moriremos ... ly qué vendrá entonces?'', exclama;


y, "bueno, me dio entonces por perseguir a las muchachas". Por protestar,
el marido de "una pastorcilla" fue azotado tan cruelmente que falleció en
el hospital modelo (3, p. 361).
Ante el hastío metafísico y la ineluctabilidad de la extinción, Valkovsky
descubre que los "placeres" de la filantropía no bastan para compensar la
vacuid&d de la existencia; y, como Cleopatra, empieza a buscar estimulan-
tes más poderosos. Además, la ideología del humanitarismo social estaba
para entonces terriblemente caduca, y lo que ia había remplazado, informa
Valkovsky, apreciativamente a lván Petróvich, viene muy bien a los pro-
pósitos del príncipe. Cuando el indignado narrador le reprocha su "bestia-
lidad", el príncipe le contesta que todas esas reprensiones indignadas son
"absurdas". Las obligaciones morales son una farsa, porque "lo que no es
absurdo es la personalidad: yo mismo". Por su parte, proclama,

yo ... hace mucho tiempo que me he liberado de todas las cadenas, y hasta de las obli-
gaciones morales. Sólo reconozco obligaciones cuando veo que tengo algo que ganar en
ellas ... Usted anhela el ideal, la virtud; bueno, querido amigo, estoy dispuesto a reco-
nocer todo lo que usted me diga, pero lqué puedo hacer si sé, de cierto, que en la raíz
de toda virtud humana se encuentra el más completo egoísmo? Y cuando más virtuoso
es algo, más egoísmo hay en él. Ámate a ti mismo, tal es la única regla que reconozco (3,
p. 365).

Al afirmar una doctrina de absoluto egoísmo contra la abnegación "filan-


trópica" de lván Petróvich, Valkovsky objetiva y justifica así, como siniestra
filosofía del mal, los mismísimos afanes e impulsos contra los cuales los
personajes "buenos" habían entablado su lucha moral. Durante un tiem-
po fue tradicional en la crítica rusa atribuir la tirada de Valkovsky a Max
Stirner (con cuyas ideas Dostoievski, sin duda, estaba familiarizado), y ver-
la como una denuncia del egoísmo, el individualismo y el capitalismo occi-

narios latigazos que un correo del gobierno daba a un cochero campesino. "Esta repugn m1te visión",
escribió,

se ha quedado desde entonces en mi memoria. Nunca pude olvidarla, ni a aquel correo . . . Esta
pequeña escena me pareció, por decirlo as{, un emblema, algo que muy gráficamente demostraba
el nexo entre causa y efecto [está refiriendose a la crueldad de la vida rusa]. Poco antes de cumplir
los 50 años, durante el periodo de mis sueños más libres y fervientes, de pro:ito se me ocurrió que
si yo algtín dfa ftmdara una sociedad filantrópica , me esforzaría por gravar la troika de este correo
en el sello de la sociedad, como emblema de advertencia (22, p. 29; las cursivas son mfas).

Para más detalles, véase Dostoevsky: The Seeds ofRevolt, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 69-73.
166 UN TIEMPO DE ESPERANZA

dentales. Más recientemente, se ha tenido que reconocer, de mala gana,


que Dostoievski también está parodiando el "egoísmo racional" de Cher-
nishevski, y que Valkovsky es, en realidad, la primera reacción artística de
Dostoievski a las doctrinas radicales del decenio de 1860. * Pues Dostoiev-
ski utiliza a Valkovsky para llevar la lógica de la posición de Chernishevski
hasta lo último, sin aceptar la condición de que la razón y el interés egoísta
acabaran por coincidir, y el egoísmo milagrosamente acabará por conver-
tirse en beneficiencia por medio de un cálculo racional. Dostoievski sabía
perfectamente bien que Chernishevski podía ser todo menos discípulo de
Stirner; pero también recordó los frenesís irracionales de egoísmo frus-
trado que él había visto en el campamento penitenciario, y había leído a
Lacios y al Marqués de Sade. Como ellos, estaba convencido de que basar
la moral en el egoísmo era arriesgarse a desencadenar fuerzas de la perso-
nalidad humana que muy mal podía controlar la razón utilitaria. De hecho,
las alusiones de Dostoievski a estos dos escritores indican su conciencia de
que tenía una deuda con la tradición libertina de la novela francesa del
siglo XVIII, en que personajes similares a Valkovsky ( lpodría relacionarse
su nombre con el de Valmont en Les Liaisons Dangereuses?) también dra-
matizan, sea con aprobación o con censura, las posibles consecuencias de
poner en práctica la lógica de un egoísmo no contenido por inhibiciones
morales.**

• En su prólogo a una edición de Humillados y ofendidos, L. M. Rosenblyum observa:

Aunque, al descubrir las opiniones de Valkovsky, no es visible ninguna asociación directa con el
materialismo de [la generación de] los sesenta, de todos modos podemos suponer que contienen,
desde luego en forma encubierta, un ataque contra El principio antropológico en la filosof?a, de
Chemishevski, la obra en que se exponen los principios éticos de los demócratas radicales. El prin-
cipio antropológico fue publicado un año antes que Humillados y ofendidos.
El comentario a la novela en la nueva edición académica de las obras completas de Dostoievski,
aunque llama especial atención al prólogo de Rosenblyum, en una nota a pie de página, cautelosamen-
te evade la cuestión y relaciona directamente las ideas de Valkovsky sólo con Max Stimer. Véase F. M.
Dostoievski, Unizhennye i Oskorblennye, ed. L. M. Rosenblyum (Moscú, 1955), p. 25; PSS, 3, pp. 527-
528.
• • Turguénev, en dos cartas escritas poco después de la muerte de Dostoievski, se refiere a él lla-
mándolo el Marqués de Sade ruso ("nuestro"). Lo hizo en una referencia aprobatoria a un celebre e
influyente artículo de N. K. Mijailovsky, "Un talento cruel", que enfocaba el empleo del sadismo por
Dostoievski en sus novelas y sugiere que fue atraído a ese material por sus propias inclinaciones enfer-
mizas. Muchos años después, Mario Praz, en su clásica obra, La agonía romántica, incluyó a Dosto-
ievski entre Jos escritores que pueden considerarse como seguidores y discípulos de Sade.
Las referencias del propio Dostoievski a Sade indican su familiaridad con la obra de tal escritor,
aunque nunca menciona sus títulos. La única novela propiamente libertina a la que se refiere es Thér~e
Philosophe, cuyo autor es desconocido (por lo general se Je atribuye al Marqués d'Argens). Aunque
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 167

Como sus prototipos del siglo XVIII, cuando Valkovsky cede a las tenta-
ciones de la sensualidad y a los sádicos placeres de la profanación y el domi-
nio, le resulta muy conveniente tener a mano una doctrina de interés egoís-
ta que dé una razón filosófica a sus peores instintos. Dado que cada quien
posee tales instintos, hasta los personajes "buenos'', que creen firmemente
en una moral de amor y de abnegación, fácilmente pueden ser presa de las
pasiones de "egoísmo", y el príncipe Valkovsky ilustra lo que podría ocurrir
si se tomara en serio el "egoísmo" como norma prevaleciente de conducta.
Valkovsky, como desde hace largo tiempo ha sido aceptado, es la prefigu-
ración de personajes posteriores como Svidrigailov y Stavroguin; menos
se sabe que también es el primer intento de Dostoievski, inspirado por la
ideología radical de los sesenta, por mostrar la incapacidad de la "razón"
para controlar toda la gama de posibilidades contenidas en la sique hu-
mana.
lván Petróvich no desempeña tampoco un papel muy eficaz en la escena
de la confrontación, como tampoco en la novela en conjunto; pero dado
que logra lanzar unos cuantos insultos al príncipe, puede suponerse que
esto basta para establecer su autoridad moral. Sin embargo, Dostoievski
lamentablemente no aprovecha las potencialidades que ofrecía tal esce-
na, en la manera que después lograría perfeccionar. Tales intercambios de
frase en el futuro revelarán, mutuamente, aspectos ocultos del carácter, y
conducirán a peripecias decisivas de la acción; pero nada semejante ocurre
aquí: ni lván Petróvich ni el príncipe es fundamentalmente alterado por

no sádico en su contenido, el libro se anticipa filosóficamente a Sade en su defensa de una libertad


completa, contenida tan sólo por consideraciones de prudencia, en las relaciones entre los sexos; y el
propio Sade se refirió con aprobación a ese libro en lustine. Un estudioso reciente afirma que " Thérese
Philosophe es la primera novela libertina en que los elementos eróticos y filosóficos están totalmente
integrados", y es superior a sus predecesoras porque "hay un intento de presentar ideas consistentes,
sistemáticao:iente puestas, aun si el objetivo es probar que son totalmente falsas . . . en la cama o ante
la mesa de discusiones". Barry Ivker, "Towards a Definition of Libertinism in 18th Century French
Fiction" en Studies in Voltaire ami the Eighteenth Century, ed. Theodore Bestermann, 73 (1970), p.
231; véase también William Brumfield, "Thérese Philosophe and Dostoevsky's Great Sinners'', en
Comparative Literature, 32 (1980), pp. 238-252.
Como lo señala Robert L. Jackson, quienes han escrito acerca de la relación de Dostoievski con
Sade y el sadismo han permanecido más o menos fieles a la tendencia hostil de Mijailovsky y la han
utilizado para sacar inferencias sumamente discutibles acerca del carácter de Dostoievski. Sin embar-
go, es imperdonablemente burdo confundir la se.lección de cierto material por un artista con la manera
en que lo emplea y el significado que adopta en su obra. Dostoievski siempre utiliza el sadismo con
.propósitos artísticos e ideológicos específicos, e invariablemente para ilustrar los posibles horrores,
como bien lo muestra Jackson, de un mundo sin Dios y por tanto sin moral ni limitaciones morales
de ninguna índole. Para más información, véase el excelente artículo de Jackson, "Dostoevskij and
the Marquis de Sade", en RJJ.ssian Literature 4 (1976), pp. 27-46.
168 UN TIEMPO DE ESPERANZA

esta charla. Cierto, en un momento Iván Petróvich lamenta la "maldita


debilidad y delicadeza" (3, p. 355) que le impiden ser más agresivo, pero
hasta aquí es donde llega Dostoievski, permitiendo a Valkovsky encender
un chispazo. lván Petróvich no se ve impelido a revisar sus valores que es-
tán siendo atacados, ni alcanza una nueva visión de sus insuficiencias; diría-
se que Dostoievski, concientemente o no, aún se negaba a desacreditar
demasiado abiertamente su propio pasado.
A pesar de todo, parte de esta función es adoptada por el simpático, si
bien poco honorable, Masloboev, que sirve de alter ego a Iván Petróvich y
trata a su encallecido amigo con una lástima condescendiente, y no con ~!
desprecio de Valkovsky. Masloboev, que ha rodado por el mundo y le que-
dan pocas ilusiones, dice a su viejo amigo algunas de las mismas verdades
trilladas que oímos de los labios del príncipe Valkovsky, y muestra exacta-
mente el mismo desden al "schillerismo" y al "romanticismo ingenuo". De
manera similar, suena una nota crítica cuando Dostoievski, aunque pre-
sentado a lván Petróvich como casi inmune a los celos (y por tanto, a los
tormentos del "egoísmo del sufrimiento", cuando Natasha lo abandona,
por Alyosha), * se niega a excluirlo por entero de la carga de culpa en que
han incurrido los demás, pues Iván Petróvich sabe que su deseo de recon-
ciliar a N atasha con su padre ha venido a apresurar la muerte de la pequeña
Nelly; aún él es manchado por el mal, pese a la pureza de sus intenciones
y a su .d eseo de sacrificarse por todos los que sufren.

Otros aspectos de la novela también sugieren que Dostoievski había llega-


do ahora a considerar sus actitudes pasadas como lamentable e imperdo-
nablemente ingenuas. Se habla de un "círculo", vinculado una vez más con
el mundo de las Pobres gentes, que se reúne una vez por semana y al que
ha sido atraído el cándido Alyosha. "Todos lo con0r.en a usted, lván Petró-
vich", tartamudea, "es decir, han leído sus obras y esperan de usted gran-
des cosas en el futuro" (3, pp. 308-309). Lo que Alyosha informa de sus

• Hay cierto testimonio de que Dostoievski sintió que la falta de reacción de Iván Petróvich cons-
tituía una flaqueza. En ciertas notas para la novela, garabateadas en el dorso de un ensayo de El ins-
pector general, de Gógol, escribió: "Menos indulgencia y amor a Alyosha de parte del poeta (Iván Pe-
tróvich)". Asimismo: "Poeta más independiente hacia Alyosha-(odio)". Dostoievski, evidentemente,
empezó a tener ciertas dudas acerca de la total ausencia de resentimiento de Iván Petróvich ante la
pérdida de Natasha; pero nunca logró incorporar estas sugestiones en el texto. Véase PSS, 3, p. 448.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 169

discusiones trae al grupo a la órbita de las ideas "progresistas" de los cua-


renta (un poco puestas al día). Conversan, dice, "de todo en general lo que
conduce al progreso, a la humanidad, al amor, todo está en relación con
las cuestiones contemporáneas. Hablamos de la necesidad de una prensa
libre, de las reformas que están empezando, del amor a la humanidad, de
los líderes de hoy, los leemos y discutimos sobre ellos" (3, p. 310). En gene-
ral se ha aceptado que Dostoievski está basandose aquí, más o menos ama-
blemente, en sus propias experiencias del Círculo de Petrashevski; trata
todo esto como parte del mismo universo de inocencia ilusoria represen-
tado por lván Petróvich y, en un extremo, por Alyosha.
Dado que la crónica del círculo la hace el voluble e irreflexivo Alyosha,
sus palabras inmediatamente lo caracterizan como otro más de sus pasa-
jeros entusiasmos, gratamente juveniles y refrescantes, y llenos de la ex-
huberancia de la inexperiencia adolescente. "Todos hablamos de nuestro
presente", dice, "de nuestro futuro, de ciencia y literatura, y hablamos tan
bien, tan franca y simplemente... Asimismo, viene un muchacho de prepa-
ratoria" (3, p. 309). Las implicaciones de esta última información son cap-
tadas por el príncipe Valkovsky quien escucha a su hijo "con una sonrisa
maligna; había malicia en su rostro"; y el príncipe estalla en carcajadas con-
vulsivas "simplemente para herir y humillar a su hijo lo más profundamente
posible". Pero Alyosha, por única vez en el libro, logra hacer frente a su
padre y responderle "con extrema sinceridad y una especie de severa digni-
dad". Sí, replica, "me entusiasman las ideas elevadas. Pueden ser erróneas,
pero en lo que se basan es sagrado" (3, p. 311).
Tales palabras, podemos suponer, indican precisamente lo que sentía el
propio Dostoievski acerca de los ideales de su pasado radical, los ideales
a lo que había vuelto a dar vida en las páginas de Humillados y ofendidos.
No le pasaba por la cabeza que hubiesen sido "erróneos" o al menos lamen-
tablemente miopes en su concepto de la condición humana; sino que se-
guía creyendo que en lo que se basaban -los valores de compasión y
amor- era sagrado. Sin embargo, lo que ahora impedía que se realizaran
esos valores ya no era básicamente la deformación de carácter causada por
un sistema social opresivo e injusto y por una aplastante tiranía política.
Eran, antes bien, las fuerzas ocultas del egoísmo y del orgullo que aliei;itan
en cada pecho humano.*

• Es bien conocida la admiración de Nietzsche a tales obras de Dostoievski como la Casa de los
muertos, Notas desde el subterrdneo y Crimen y castigo; menos bien se sabe que también habia leido
170 UN TIEMPO DE ESPERANZA

Así pues, a lo largo de todo Humillados y ofendidos podernos ver a Dosto-


ievski situado al borde de una nueva fase de creación, pero aún vacilando
antes de dar ese paso. De todos modos, corno ya hemos tenido ocasión de
observar, una y otra vez en esta novela captarnos sugestiones de persona-
jes-tipo y motivos que sirven corno inconfundibles heraldos de las obras
maestras que saldrían de su pluma. Algunas de estas intimaciones han sido
notadas ya de paso; y podernos concluir con otras pocas que ayudarán a
documentar la importancia seminal, para Dostoievski, de este abortado
pero muy prometedor intento de enfrentarse a su pasado y allanar el cami-
no a su futuro artístico.
Los personajes de Dostoievski a menudo tienen un parecido de familia
si no externamente, al menos en su sicología, y no resulta exagerado señalar
una conexión entre la mísera huérfana Nelly de Humillados y ofendidos y
la gloriosamente bella Nastasya Filippovna de El idiota, rodeada por todos
los lujos característicos de la riqueza. Ambas están consumidas por el "ego-
ísmo del sufrimiento": Nelly corno respuesta a los tormentos de su terrible
existencia, Nastasya porque ha quedado atrapada contra su voluntad en
una vida de vergüenza. Ambas muestran un orgullo feroz, una tendencia
a la autohurnillación masoquista, y un insaciable odio contra sus persegui-
dores y opresores. Nelly por fin supera su egoísm0, al costo de su vida; tam-
bién lo hace N astas ya, ofreciéndose corno víctima al cuchillo de Rogozhin.
Sin embargo, lo que sólo es lacrimógeno en la primera novela se vuelve
trágico en la segunda.
La misma diferencia de nivel puede notarse en el caso de Alyosha Val-
kovsky quien, inesperadamente, resulta ser un primer esbozo del esfuerzo
más conmovedor de Dostoievski por presentar su ideal moral, en la figura
del príncipe Mishkin. La enorme brecha entre la impresión producida por
los dos personajes ilustra cómo Dostoievski puede emplear rasgos casi

Humülados y ofendidos, con gran apreciación. En realidad, según informa una amiga suya, Nietszche
le habfa dicho que lo habfa leído "con los ojos llenos " de lágrimas.
Semejante reacción indica que el formidable Nietzsche era perfectamente capaz de ceder a emo-
ciones fáciles y que se rindió por completo a los esfuerzos, demasiado evidentes, de Dostoievski, por
llegar a las cuerdas del corazón de sus lectores. Como lo ha sugerido Wolfgang Gesemann, el filósofo
alemán acaso se sintiera intrigado por lo ataques de Dostoievski contra el idealismo sentimental de
la "schone Seele", as{ como "la excitación del encuentro con el refinamiento genialmente creador del
stimerismo" en el príncipe Valkovsky. Véase Wolgang Gesemann, "Nietzsche's Verhiiltnis zu Dosto-
ievskij auf dem europiiischen Hintergrund der 8oer Jabre", en Die Welt der Slaven, 6 (julio, 1961),135,
pp. 147-150.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 171

idénticos para obtener tipos muy diferentes de significación; pues aunque


los lineamientos de Mishkin ya están pálidamente trazados en Alyosha, en
él no hay ningún rasgo aún de la suprema santidad de Mishkin. Por lo con-
trario, muestra "algunos de los malos hábitos característicos de la sociedad
aristocrática: frivolidad, complacencia en sí mismo y una in.solencia cortés"
(3, p. 201 ). De todas maneras, estos desagradables rasgos son en gran parte
superados por su franqueza e ingenuidad, y por una bondad de corazón
que compensa su incapacidad de comprender todas las consecuencias de
su conducta. El atributo más notable de Alyosha, y que lo marca claramen-
te como predecesor de Mishkin, es su capacidad -o debilidad, según el
punto de vista- de vivir tan totalmente en cada momento, en cada expe-
riencia y encontrar que carece de todo sentido de continuidad o conse-
cuencia. Por ello, le resulta imposible hacer que la gente sea responsable
de nada, y aun ofenderse del caos que él, involuntariamente, crea en las
vidas de los otros; se comporta completamente como un niño y se le carac-
teriza como tal: "era demasiado ingenuo para su edad y no tenía ni la menor
idea de la vida real" (3, p. 202).
Así, Alyosha es un puro naif, que existe fuera de las categorías de bien
y de mal y de responsabilidad social. Es auténticamente incapaz de elegir
entre Natasha y Katia, así como Mishkin será incapaz de decidirse entre
N astasya Filippovna y Aglaya Epanchin y, también aquí, ambas mujeres se
reúnen para decidir el futuro del indeciso objeto de su amor. Pero el con-
flicto entre el amor como pasión, y el amor como compasión, que un día
desgarrará al príncipe Mishkin, está totalmente ausente en el caso de Alyo-
sha, que pasa con toda ligereza de una muchacha a otra, enamorado de to-
das ellas. Alyosha es un Mishkin, por decirlo así, aún carente del aura re-
ligiosa, motivado tan sólo por afanes humanos y por instintos ordinarios,
un Mishkin cuya pureza infantil se mezcla con tanta indulgencia hacia sí
mismo que Dostoievski tiene dificultades para presentarlo tan favorable-
mente como lo requería su papel en la trama.
Humillados y ofendidos también contiene el primer uso de un motivo
temático indisolublemente conectado con las grandes novelas de Dosto-
ievski. "Tendremos que elaborar nuestra futura felicidad a base de sufri-
miento", dice Natasha, refiriéndose a sus relaciones con su padre, "pagarla
de algún modo con nuevas desgracias. Todo se purifica con el sufrimien-
to ... "Nada es más importante para un debido entendimiento de Dostoiev-
ski que una buena captación de lo que esto significa, y una mirada atenta
a su primer uso puede ayudarnos a evitar algunos errores muy comunes.
Aquí, Natasha está respondiendo a una pregunta hecha por Iván Petró-
172 UN TIEMPO DE ESPERANZA

vich: lPor qué no regresa, simplemente, al hogar de su padre, e implora su


merced? Su respuesta es que él insistirá en una "imposible expiación" (3,
p. 230), le pedirá que renuncie a su pasado y a su amor a Alyosha; y a esto
no está ella dispuesta a someterse. Su padre, en otras palabras, aún está
consumido por el orgullo herido, y sólo la prolongación de su infelicidad
podrá, a la postre, ablandar su corazón para llegar al perdón auténtico. Es
claro que Natasha no está refiriéndose a dificultades materiales o a priva-
ciones físicas sino, antes bien, al proceso por el cual se desploman los muros
del orgullo, el egoísmo y el amor propio herido, abriendo el camino al per-
dón y al amor. Sólo en este sentido sostendrá Dostoievski que el "sufri-
miento" es un bien.
En realidad, como para evitar toda confusión, Dostoievski pone muy en
claro que nada es más despreciable que mostrar insensibilidad o indiferen-
cia al sufrimiento de los demás o, peor aún, cruelmente imponer un sufri-
miento para imponer una ventaja. Según Dostoievski, el nadir de la perver-
sión humana consiste en justificar una acción baja o viciosa por motivo de
que el sufrimiento que causa es "bueno" para la víctima involuntaria. El
príncipe Valkovsky toma exactamente esta línea de razonamiento al expli-
car su conducta para con la madre de Nelly:

Pensé que, devolviéndole [su] dinero tal vez la haría yo infeliz. Estaría privándola del
goce de ser miserable enteramente por mi culpa, y di"'. m2ldecirme durante el resto de su
vida ... Este éxtasis de sufrimiento puede encontrarse en las naturalezas schillerianas; tal
vez no tendrá nada qué comer, pero estoy convencido de que será feliz. No quise privarla
de esa felicidad y, por ello, no le devolví su dinero (3, p. 367).

El hombre del subterráneo, con menos convicción, aplicará exactamente


el mismo razonamiento para justificar la forma odiosa en que humilla a la
arrepentida prostituta Liza en la escena final de Notas desde el subterráneo.
&tas consideraciones deben bastar para ilustrar a la vez el interés y las
insuficiencias de la primera gran novela pos-siberiana de Dostoievski. Ta-
les deficiencias sólo serán sobrepasadas cuando, pocos años después, colo-
que el tema del egoísmo exactamente en el centro de la acción y presente
las ideologías del decenio de 1860 y el de 1840, mostrando que favorecie-
ron el desarrollo y la difusión de esta plaga moral en Rusia. Por el momen-
to, tal posibilidad sólo es insinuada en Humillados y ofendidos, donde que-
da enterrada bajo las lacrimosas trivialidades de la trama denovela{olletón
que enfoca la conducta. de los padres airados hacia sus hijas pecadoras.
Dostoievski continuará empleando la técnica, este tipo de melodrama
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 173

derivado de la novela gótica por vías de Scott, Dickens y Balzac (el "gótico
urbano", como lo ha llamado George Steiner), 10 dependiendo de sus efec-
tos de suspenso y de sorpresa dramática para conservar la atención de su
lector. Pero la remodelará por completo para eliminar su motivación ha-
bitual o, mejor aún, para subordinar firmemente tal motivación a sus pro-
pias y creadoras exploraciones de las consecuencias morales últimas de las
creencias radicales.

16 George Steiner, Tolstoy or Dostoevsky (Nueva York, 1961), p. 197.


SEGUNDA PARTE

LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS


IX. LOS PRIMEROS VOLANTES

EN EL otoño de cada año, los periódicos rusos tenían la costumbre de im-


primir una declaración de sus planes e intenciones, para atraer suscripto-
res. En su número de septiembre de 1861, El Tiempo presentó uno de esos
anuncios, escrito por Feodor Dostoievski, y no sólo fue una declaración
de principios sino también un merecido canto de victoria.

El público nos ha apoyado --<leclaró Dostoievski-; ha respondido a nuestro anuncio


de publicación hecho el afio pasado, y asf nos ha confirmado en nuestra certidumbre de
que es correcta la idea en cuyo nombre lanzamos nuestra publicación. Podemos decir
sin jactancia que el apoyo que nos ha mostrado el público ha sido en un grado sin prece-
dente, durante largo tiempo, en nuestro periodismo (19, p. 147).

Dostoievski pasa entonces a declarar los principios generales de pochven-


nichestvo a su habitual manera chispeante, mostrando muchas ingeniosas
ilustraciones de la necesidad de crear una cultura rusa propia, en lugar de
aceptar los modelos europeos ya prefabricados:

lPuede alguien no convenir en que, aun en nuestra pasada existencia, por muy anticuada
que fuera, había muchos fenómenos que nosotros medimos con una vara demasiado
corta? . .. Hasta en muchos acontecimientos que hemos remitido directamente al ámbito
de las tinieblas no hemos notado la fuerza que brotaba de la tierra, las leyes de la evo-
lución, del amor (19, p. 148).

Dostoievski reafirma entonces la política de independencia de El Tiem-


po ante todas las corrientes actuales de la opinión rusa, y continúa batallan-
do con todas aquellas revistas contra las que ya había declarado hostili-
dades. Tan sólo evita nombrar a los eslavófilos porque, como ahora afirma
Dostoievsk.i, el pensamiento ruso había estado avanzando incontenible-
mente en esa dirección, al menos desde finales de los cuarenta. "Si Belinski
hubiese vivido un año más", afirma, haciendo eco a una idea de Grigoryev,
"se habría vuelto eslavófilo, lo que significa que habría caído de la sartén
al fuego, nada más le quedaba; y además, en el desarrollo de su pensamien-
to no temía a ningún fuego. iArnaba demasiado para ello al hombre!" (19,
p. 149). Dostoievski intenta entonces ganarse el consagrado nombre de
Belinski a la causa de pochvennichestvo, no para acentuar los elementos
que había absorbido del occidentalismo sino, antes bien, para poner en re-
lieve su componente eslavófilo con la aureola de prestigio del gran crítico.
177
178 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

Pese a esta clara indicación de una tendencia eslavófila más pronuncia-


da, Dostoievski trató de mantener las buenas relaciones (o al menos, no
demasiado hostiles) de El Tiempo con los progresistas radicales de El Con-
temporáneo. Por consiguiente, <E-:-~ 'lue lamenta la violencia de algunas de
sus polémicas contra "opiniones que tal vez estaban en desacuerdo radical
con la nuestra"; esas polémicas tal vez ofendieran al público por su encono
y su exceso de seguridad en sí mismo, "pero fueron opiniones honradas,
emitidas sin miedo e inspiradas por motivos nobles" (19, p. 149). Si le que-
daban algunas esperanzas de que tales palabras tuviesen un efecto apaci-
guador, estaba tristemente equivocado; antes de que transcurriera 1861,
El Contemporáneo imprimió su primer ataque a El Tiempo, de la pluma
del joven crítico M. A Antonóvich, que pronto se haría celebre por la into-
lerancia y la vulgaridad de sus polémicas y su total falta de sentido literario.
Esta escaramuza marcó el comienzo de una guerra de palabras y de ideas
que continuaría durante toda la vida de las dos revistas de Dostoievski.
Esta polémica, más estridente y enconada con el tiempo, desempeñó un
papel haciendo que Dostoievski se volviera decisivamente contra los radi-
cales y acabara con toda la tolerancia que aún les tenía. Aún más crucial a
este respecto fue la coyuntura sociopolítica de 1861-1862, los años que
marcaron el comienzo de una abierta agitación revolucionaria tendiente
a destronar a Alejandro II y a provocar una revolución campesina. Los
acontecimientos de estos años convencieron a Dostoievski de que eran va-
nas todas las esperanzas de un pacto político con los radicales y que, aún
peor, sus inútiles esfuerzos sólo fortalecerían esa reacción que él ya había
profetizado en palabras del príncipe Valkovsky. Como resultado, no veía
otro curso que el de alinearse definitivamente con la oposición antirradi-
cal, aunque no, debemos añadir, con las medidas de represión adoptadas
por el gobierno para acallar la opinión radical.

El año o los años que siguieron inmediatamente a la liberación de los sier-


vos, del 16 de febrero de 1861, son conocidos por los historiadores rusos
como "la época de las proclamas". Por primera vez, desde el levantamiento
decembrista de 1825 se vio una agitación abierta contra el régimen, en las
calles de San Petersburgo y de Moscú. Por doquier, misteriosamente, sur-
gían proclamas, y Dostoievski recordaría once años después cómo "una
mañana encontré, en la puerta de mi departamento, en la manija de la ce-
LOS PRIMEROS VOLANTES 179

rradura, una de las proclamas más notables entre todas las que habían esta-
do .apareciendo por entonces, y había habido no pocas de ellas"(21, p. 25).
Otras personas tuvieron experiencias similares: no sólo en las manijas de
las puertas y en los buzones aparecían volantes incendiarios, sino que tam-
bién se les encontraba tirados por las principales avenidas, como la Pers-
pectiva Nevsky. Antes de analizar el contenido de estos documentos de-
bemos notar, como acontecimiento muy significativo y sin precedente, el
simple hecho de su aparición, para no mencionar la audacia de quienes los
escribían y los distribuían, exponiéndose a castigos extremadamente seve-
ros. El súbito brote de esta campaña de propagand~ revela el descontento
de la intelectualidad radical contra el zar, a quien pocos años antes había
saludado en los términos más aduladores por su intención de poner fin a
la servidumbre.
Desde antes que se emitiera el decreto de liberación, los progresistas
radicales se habían convencido de que las condiciones económicas pro-
puestas resultarían desventajosas para el campesinado y que, a la larga,
conducirían a su mayor empobrecimiento. Los propios campesinos simple-
mente se quedaron perplejos ante los complicados términos del manifiesto
que, desde luego, casi todos ellos no podían leer; y por los campos corrieron
rumores de que la "auténtica liberación" supuestamente proclamada por
el zar estaba siendo ocultada por los rapaces terratenientes. Esta "auténti-
ca liberación" había sido anhelada durante largo tiempo en la imaginación
apocalíptica de los campesinos rusos, quienes soñaban que sin ningún pago
se les concedería todas las tierras que ellos consideraban como suyas pro-
pias. Salvo en unos cuantos ejemplos, tales pretensiones no incluían la tie-
rra considerada, de ordinario, como propiedad de los terratenientes. "Lo
que los campesinos querían decir con sus sueños de 'auténtica libertad'",
ha escrito Franco Venturi, "era, principalmente, la separación completa
de su comunidad y del terrateniente, la ruptura de todos los nexos entre
ellos y, por tanto, que la obshchina se cerraría sobre sí misma. 1
Varios campesinos que sabían leer, o bien otras personas de origen cam-
pesino y que se presentaron como "intérpretes" del decreto de liberación,
ambiguo y muy floridamente escrito, en el sen~ido deseado por el pueblo,
consiguieron muchos partidarios entre gentes crédulas, dispuestas a creer
en la traición y mendicidad de los señores. En varios distritos se negaron
a obedecer a las autoridades locales, y el desorden más generalizado de
esta índole ocurrió en la pequeña aldea de Bezdna, en la provincia de Ka-

1
Franco Venturi, The Roots ofRevolutwn, trad. Frances Haskell (Nueva York, 1966), p. 218.
180 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

zán, y en sus alrededores. En este punto, un raskolnik llamado Anton Pé-


trov adquirió una inmensa autoridad sobre los campesinos de la región
cuando, sobre la base de una aberrante inter!"retación del manifiesto, y su-
puestamente inspirado por la iluminación divina, proclamó la "liberación
auténtica", que pretendía revelar las intenciones verdaderas del santo zar.
Finalmente se enviaron allí tropas durante el mes de abril de 1861, para
detener al agitador, quien estaba diciendo a los campesinos que no cum-
plieran ninguna de sus obligaciones para con los terratenientes; y cuando
sus seguidores se negaron a entregarlo al recibir la orden, se dispararon
varias andanadas contra la masa desarmada y pacífica. La lista oficial de
bajas habla de cincuentaiun muertos y setentaisiete heridos, pero los rumo-
res del pueblo hablaron de varios cientos de víctimas. En la cercana Kazán,
los estudiantes de la Universidad y de la Academia Eclesiástica organiza-
ron una misa de réquiem por los campesinos muertos en Bezdna, y un joven
clérigo, muy popular, que se dedicaba a enseñar historia en la Academia,
pronunció un discurso declarando que Anton Pétrov había sido "un nuevo
profeta... y también proclamó la libertad en nombre de Dios". 2*
Este clérigo, de nombre Afanasy Prokofievich Shchápov, ya había alcan-
zado cierta notoriedad por una interpretación eslavófila del cisma religioso
de la Iglesia rusa. Había presentado a los cismáticos como una forma abori-
gen de desconfianza contra la imposición de costumbres e ideas extranje-
ras; y cuando los raskolnild rechazaron después las reformas estatales im-
puestas por Pedro el Grande, llegando a declarar que el propio zar no era
más que la temida aparición del Anticristo, Shchápov consideró que esa
reacción no era más que una continuación de la misma lucha por la inde-
pendencia cultural. Detenido por el discurso subversivo pronunciado du-
rante el servicio religioso de Kazán, fue juzgado, privado de su cátedra y
sentenciado a confinamiento en un monasterio. Pero Alejandro II intervi-
no para reducir la sentencia, y ordenó que se diese a Shchápov un puesto

2 !bid., p. 199; para más detalles sobre el levantamiento en Bezdna y sobre Anton Pétrov, véanse
pp. 215-219.
• Dostoievski se refiere al "caso de Anton Pétrov" en Los endemoniados y ridiculiza al liberal ar-
quetfpico, Stepan 'Il"ofimovich Verkhovensky, por haber sido víctima del pánico cuando ocurrieron
acontecimientos similares cerca de su propia provincia. "En el Club, gritó que se necesitaban más tro-
pas, que habla que avisarles por telégrafo desde otra provincia .. . por fortuna, todo ello pasó bastante
pronto sin llevar a nada pero, por entonces, me sorprendió Stepan 'Il"ofimovich" (10, p. 32).
Por esta obseivación, tal vez podemos suponer que Dostoievski creyó que el gobierno habla em-
pleado innecesariamente la fuerza para enfrentarse a un problema que habrfa podido resolverse pacf-
ficamente.
LOS PRIMEROS VOLANTES 181

en la rama del Ministerio de Asuntos Internos que trataba las relaciones


con los Viejos Creyentes.
Un año después, Shchápov comenzó a publicar su obra más importante,
La tie"a y el cisma (Zemstvo i raskol), cuya segunda parte, probablemente
por recomendación de Apollon Grigoryev, fue publicada en El Tiempo.
Gran parte de este texto estaba dedicado a la secta de los Beguny ("Corre-
dores" o "Errantes"), cuyas creencias interpretó Shchápov no como un fe-
nómeno exclusivamente religioso, sino como una forma de protesta social.
Los Beguny se negaban a llevar un pasaporte interno, como lo exigía la ley,
pues creían que el mundo estaba siendo gobernado por el Anticristo; y
merodeabari por la tierra rusa como vagabundos, rechazando tercamente
todas las obligaciones que les imponía aquel Estado impío. Eran, como re-
cientemente lo ha dicho Abbott Gleason, "anarquistas religiosos e incon-
cientes", que escapaban de las coacciones del Estado y que sirvieron parn
"prestar una sanción religiosa apocalíptica al fenómeno, ya existente, de
la lucha de los campesinos por escapar" de la servidumbre.3 Las teorías de
Shchápov ciertamente intervinieron en la evaluación que hizo el propio
Dostoievski de las sectas disidentes como manifestación positiva de la pro-·
testa social-religiosa rusa contra el predominio de las ideas y los valores
vl:cidentales; y en la teología herética de las sectas buscó un atisbo a la
esencia indígena del carácter del pueblo ruso. Una cuenta de una librería,
fechada en agosto de 1862, muestra que pidió, entre muchos otros libros,
cinco obras sobre los Raskol, incluyendo el gran estudio histórico de
Shchápov. 4

El aumento de la inquietud campe:::ina también movió a entrar en acción


a la intelectualidad. Tres meses después de la matanza de Bezdna, el primer
volante de lo que llegaría a ser una verdadera avalancha hizo su aparición
en San Petersburgo y luego en Moscú. Llamado El Gran Ruso (Velikornss)
y de tono muy moderado, iba claramente dirigido a las clases cultas, inspira-
do por algunos de los temores causados por los acontecimientos de Bezdna
y de otros lugares en los campos. Otros dos números circularon al comien-
zo y al fin de septiembre, poco antes de que estallaran los desórdenes
estudiantiles en la Universidad de San Petersburgo.
3 Abbott Gleason, Young Rus.ria (Nueva York, 1980), p. 215. Este estudio, extremadamente agudo,
de los sesenta, contiene un vívido retrato de Shchápov.
4
Leonid Grossman, Zhizn i Trudy Dostoevskogo (Mosccl-Leningrado, 1935), p. 116.
182 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

"El gobierno está empujando a Rusia a una rebelión corno la de Puga-


chev", declaraba el primer número. "Debernos rexarninar todo el problema
campesino y resolverlo de alguna otra rnanera." 5 El gobierno mismo, se
sugería, debía hacer los pagos de la tierra asignada a los campesinos, y al
mismo tiempo liberar las nacionalidades del Imperio ruso o al menos darles
la opción de la libertad. No se pedía ningún gran cambio político, y en el
volante hasta se pedía a Alejandro 11 pasar por encima de la burocracia
que estaba asfixiando sus reformas; debía convocarse a una asamblea na-
cional para ayudar al zar a entrar en contacto más directo con toda su
nación. El autor o los autores de El Gran Ruso siguen siendo desconocidos,
pero todos los sospechosos pertenecían al círculo de estudiantes y jóvenes
oficiales del ejército agrupados en torno de Chernishevski y El Contempo-
ráneo. V. A Obrúchev, un exoficial que había ingresado en el personal de
El Contemporáneo, fue sorprendido distribuyendo el volante, y enviado a
Siberia a pasar varios años (contratiempo que no le impidió terminar su
carrera corno comandante general del ejército).
Simultáneamente con el segundo y el tercer número de El Gran Ruso,
que circulaban en el otoño de 1861, apareció otra proclama intitulada A
la Generación Joven (K Molodomu Pokoleniyu ). Hoy se sabe que su autor
fue N. V. Shelgúnov, funcionario del Instituto Pedagógico de Silvicultura,
que también enviaba artículos sobre economía social a El Contemporáneo.
El volante fue revisado por el mismo M. L. Mijailov que había cobrado
fama corno defensor de los derechos de la mujer, y Herzen lo imprimió en
Londres, con considerable renuencia y temor en su Prensa Rusa Libre. Mi-
jailov tuvo la imprudencia de mostrar uno de los ejemplares, introducidos
de contrabando, a Vsevolod Kostornarov, joven escritor que había llegado
a San Petersburgo con una carta de presentación de Alexei Pleshcheev; y
que era colaborador a la vez de El Contemporáneo y de El Tiempo (el se-
gundo número de El Tiempo contenía su versión rusa de uno de los Poemas
sobre la esclavitud, de Longfellow). Cuando las autoridades empezaron a
investigar a Kostornarov, este fue denunciado por su hermano menor; el
sospechoso, a su vez, denunció a Mijailov, que ya estaba bajo vigilancia; y
este último fue detenido el 14 de septiembre de 1861. Fue el primer miem-
bro conocido de la intelectualidad que fue personalmente afectado por la
represión lanzada corno respuesta a la campaña de volantes, y su prisión o
confinamiento solitario, su juicio en diciembre de 1861, y su sentencia de
seis años en Siberia produjeron una enorme oleada de indignación.
5 Venturi, Roots ofRevolution, p. 237.
LOS PRIMEROS VOLANTES 183

A la Generaci6n Joven sólo era una serie de volantes escritos por Mijai-
lov, Shelgúnov y tal vez Chernishevski (los demás, dirigidos a campesinos
y soldados, nunca se imprimieron), y adoptaba una línea mucho más dura
que el moderado El Gran Ruso. Ahora no cabía duda de que se tendía a
un cambio político, y que los autores habían roto de una vez por todas con
el zarismo: "No necesitamos un poder que nos oprima, no necesitamos un
poder que impida el desarrollo mental, cívico y económico del país, no ne-
cesitamos un poder que levante la corrupción y el egoísmo como su ban-
dera." Lo que Rusia necesita es "un jefe elegido que reciba un salario por
sus servicios", y debía decirse a Alejandro II que la mayor realización de
su reinado -la liberación de los siervos- había creado un nuevo orden
en que él mismo se había vuelto superfluo: "Si Alejandro no comprende
esto y no desea ceder el paso voluntariamente al pueblo... tanto peor para
él." La insatisfacción general aún podrá contenerse dentro de sus límites
si el zar renuncia al trono; pero, "si para alcanzar nuestros fines, dividiendo
la tierra entre el pueblo, tenemos que matar a cien mil terratenientes, ni
siquiera eso nos detendrá". 6
En A la Generaci6nloven puede notarse la poderosa influencia del "so-
cialismo ruso" de Herzen con su visión mesiánica de un futuro sociopolí-
tico para Rusia, sin precedentes en la historia de Europa. El fracaso de la
Revolución de 1848, declara el escrito, "es un fracaso sólo para Europa.
No nos dice nada de la posibilidad de otros cambios aquí en Rusia." Euro-
pa está oprimida por el peso de su herencia, pero el atraso mismo de Rusia,
la ausencia de tradiciones y de un auténtico "pasado político" propio cons-
tituye su oportunidad para el futuro: "Por ello, en contraste con la Europa
occidental, no tememos al futuro .. . creemos en las fuerzas de Rusia por-
que creemos que estamos destinados a traer un nuevo principio a la his-
toria, a entregar nuestro propio mensaje y a no merodear por los viejos
jardines de Europa." 7 Se planeaba una democracia completa; toda la tierra
perteneciente a la nación sería dividida en obshchinas: cada quien sería
miembro de una comuna administrada por sí misma, y no se dice con toda
claridad si seguirán existiendo posesiones de alguna índole.
Dostoievski menciona por su nombre A la Generación Joven, y cierta-
mente estaba familiarizado con su contenido, cuya disposición a considerar
la perspectiva de una matanza en masa probablemente le habría hecho es-
tremecer (aunque él mismo no había vacilado ante la misma perspectiva

6 N. V. Shelgt1nov, Vosponinaniya, 2 vols. (Mosc\1, 1967), r, pp. 333-334.


7 /bid., pp. 338-339.
184 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

doce años antes). Pero sin duda habría respondido con cierta simpatía a la
declaración de que Rusia introduciría un principio totalmente nuevo en
los destinos históricos de la humanidad. De hecho, algunos pasajes del tex-
to muestran una notable semejanza con la insistencia de Dostoievski, en
El Tiempo, de la necesidad de que los rusos crearan su propia cultura indí-
gena. Por ejemplo, el volante ataca a los "constitucionalistas" y a los "eco-
nomistas" que desean

convertir a Rusia en Inglaterra e imbuimos de la madurez inglesa. Pero, ltiene Rusia


algo en común con Inglaterra, en lo referente a su posición geográfica, sus riquezas natu-
rales, las condiciones del suelo, la calidad y cantidad de la tierra? lSe habrían desenvuelto
los ingleses en tierra rusa como lo hicieron en su propia isla? Ya hemos imitado bastante
a franceses y alemanes; lnecesitamos imitar también a los ingleses? No, no deseamos la
madurez económica inglesa; los estómagos no podrían digerirla. 8

Cualesquiera que fuesen sus objecciones a los objetivos políticos de la pro-


clama, Dostoievski difícilmente habrá reprimido un movimiento de apro-
bación a tales sentimientos.

En vista de los acontecimientos de Bezdna y de su secuela, que incremento


notablemente la tensión y la incertidumbre en el país, el gobierno decidió
apretar las restricciones y las regulaciones en todas las áreas en que se ha-
bían relajado en años recientes. En ninguna parte había sido más liberal
que en las universidades, donde los estudiantes habían adquirido el dere-
cho de establecer sus propias bibliotecas y fondos de ayuda mutua, publi-
car periódicos si lo deseaban y dirigir, más o menos, sus propios asuntos.
También se habían suprimido las limitaciones a la inscripción universita-
ria, y las conferencias se volvieron abiertas para todo el que deseara asistir
Cuando esta libertad produjo manifestaciones de desagrado contra profe-
sores impopulares, manifestaciones que a veces adquirían un carácter polí-
tico, las autoridades interpretaron esto como indicaciones de una rebeldía
que ya no deseaba tolerar.
Nuevas regulaciones establecidas para las universidades abolieron todas
las libertades generales de los estudiantes y reimpusieron cargos económi-
cos que habían sido eliminados para los pobres pocos años antes. Estas re-

8
!bid., p. 336.
LOS PRIMEROS VOLANTES 185

gulaciones aprobadas por el zar en mayo de 1861 fueron instituidas a co-


mienzos del periodo de otoño; pero los estudiantes se negaron a aceptarlas
y, para el sincero deleite de una gran multitud de mirones, que gozaban de
un espectáculo sin precedentes, organizaron una marcha de protesta por
las calles, pese a la presencia de polícias y de tropas que los aguardaban.
Después de elegir unos delegados para ver al rector y presentar las deman-
das de los estudiantes, estos se dispersaron pacíficamente, después que se
les aseguró que no se emprendería ninguna acción contra ellos. Pero mu-
chos fueron traidoramente detenidos esa misma noche; siguieron otros
arrestos y, cuando continuó la agitación, las universidades se cerraron, y
así permanecieron durante todo un año. Muchos estudiantes que partici-
paron en esos acontecimientos fueron después muy conocidos en las filas
del movimiento revolucionario ruso.
Las simpatías de la mayor parte de la intelectualidad, incluyendo a Feo-
dor y Mijaíl Dostoievski, estaban del lado de los estudiantes contra las au-
toridades. Cuando los detenidos quedaron encarcelados en la Fortaleza
de Pedro y Pablo (aunque algunos fueron llevados a Kronstadt, por falta
de espacio), Dostoievski sin duda habrá recordado sus largos meses de con-
finamiento solitario en la misma temida prisión. Pero los estudiantes no
eran sospechosos de conspiración política delictuosa, y los tiempos habían
cambiado desde los siniestros días de 1849. Los estudiantes-reos fueron
alojados en común, sus visitantes podían entrar y salir a su antojo, y les lle-
gaban incontables regalos de amigos y admiradores, para que se encontra-
ran más confortables. Un gran trozo de carne fue asado en el departamen-
to de Mijaíl Dostoievski y enviado, junto con botellas de coñac y de vino
tinto, a ayudar a los cautivos a pasar el tiempo agradablemente y a aumen-
tar sus raciones alimenticias. Strájov, quien nos da esta información, escri-
be que las provisiones fueron enviadas en nombre de la "oficina editorial
de El Tiempo", dando así a esta manifestación de simpatía una significación
más importante, como declaración pública del liberalismo de los directores
y los colaboradores de la revista. 9
Para el otoño de 1861, Dostoievski ya había publicado varias entregas
de la Casa de los muertos, y estos esbozos dieron al público ruso las prime-
ras y aterradoras imágenes de lo que aguardaba a quienes eran sentencia-
dos por un delito político. "En aquel tiempo, nos enteramos de Siberia por
las Notas de la casa de los muertos, escribiría Shelgúnov muchos años des-
pués, "y esto, desde luego, bastó para hacerlos temer por el destino de Mi-

9 Strajov, Biografiya, p. 232.


186 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

jailov". 1º Ningún escritor era entonces más célebre que Dostoievski, cuyo
nombre fue rodeado por el aura de sus antiguos sufrimientos y cuyos bo-
cetos sólo sirvieron para intensificar su prestigio, como precursor en el ca-
mino del martirio político, que muchos miembros de la generación joven
habían empezado a sospechar que se verían obligados a recorrer ellos mis-
mos. Como resultado, a menudo se le pidió que leyera de sus obras ante
grupos estudiantiles y para beneficio de causas nobles, como el Fondo Lite-
rario y el movimiento de los Domingos &colares. Después recordaría el
novelista P. D. Boborykin que, en el autor de Humillados y ofendidos, los
jóvenes radicales veían "a un luchador por la justicia social y a un hombre
capaz de desenmascarar a todo los que, en Rusia, aplastaban toda libertad
y extinguían todo rayo de luz".11
Dostoievski aceptaba invariablemente tales invitaciones, entonces y
después, porque consideraba de la mayor importancia mantenerse en con-
tacto con sus lectores potenciales. Al aumentar su fama, también esperó
que fuera posible ejercer cierta influencia sobre la opinión pública por me-
dio de sus intervenciones personales. Además, consideraba con bastante
simpatía la iniciativa del movimiento de los colegios dominicales, que hábía
cundido como reguero de pólvora desde su fundación. El profesor Pávlov
había ido de Kiev a San Petersburgo en 1861 y ahora guiaba a sus seguido-
res, desde su nuevo cargo en la capital. El gobierno, con desarmante ino-
cencia, al principio reaccionó favorablemente a esta muestra de iniciativa
y de espíritu emprendedor de la intelectualidad, y se ofrecieron aulas para
ponerlas a disposición del movimiento, con la aprobación oficial. Dos años
después, una investigación mostró que el lema favorito de Pávlov, "la ré-
volution par l'école" había sido interpretado literalmente y que algunos
maestros habían utilizado el aula para adoctrinar a sus alumnos en favor
del ateísmo y la subversión. Tal vez pasara por la mente de Dostoievski la
idea de que la instrucción en tales escuelas, dado el cariz sociopolítico de
la mayoría de los maestros, acaso no se limitara al arte de escribir, a la arit-
mética sencilla y a los rudimentos de la geografía. Pero era un ardiente par-
tidario de educar al pueblo lo antes posible, y tal vez lo consideró inmune
a las ideas "peligrosas", con sabor occidental, y expresadas en términos oc-
cidentales. Ciertamente, desde su punto de vista, las masas tenían mucha
mayor necesidad de instrucción de cualquier clase, que de ser protegidas
de todo contacto con posibles mentores sediciosos.

16 Shelgllnov, Vospominaniya , 1, p. 164.


11 LN, 86 (Moscó, 1973), p. 581.
LOS PRIMEROS VOLANTES 187

Nada embarazoso ocurrió en las varias funciones de beneficio en que Dos-


toievski participó hasta la primavera de 1862; pero las cosas fueron muy
distintas en una sensacional "velada literario-musical" del 2 de marzo, cele-
brada en la gran Sala Ruadze ante un inquieto gentío de tres mil personas.
El acontecimiento, que después Dostoievski consagraría en la magistral
escena de la fiesta de Los endemoniados, fue organizado en favor del Fon-
do Literario; pero sus preparativos se habían confiado a una sección espe-
cial organizada para ayudar a estudiantes menesterosos, y dirigida por los
propios estudiantes: muchos de ellos se encontraban entre los dirigentes
de la agitación radical en la Universidad. Aun sin ese patrocinio tan clara-
mente partidista, esta enorme reunión de la intelectualidad petersburgue-
sa en la muy cargada atmósfera creada por la matanza de Bezdna, las ma-
nifestaciones estudiantiles, las proclamas, las detenciones y la reciente
sentencia de Mijailov, difícilmente habrían podido no adquirir el sentido
de protesta pública. Todos sabían, como escribió Shelgúnov en sus memo-
rias, que entre los "estudiantes necesitados'"para quienes la flor del públi-
co culto deseaba recabar dinero se encontraban Mijailov y Obrúchev,12 y .
el carácter sociopolítico de la velada fue acentuado por muchos detalles.
Todos los literatos invitados a participar eran de ideas progresistas ora-
dicales: Dostoievski, el profesor Platón Pávlov, Chernishevski, Nekrásov
y V. S. Kuróchkin (director de la publicación satírica radical La Chispa).
Henrik Wienawski, Anton Rubinstein y la más destacada soprano de la
ópera italiana habían aceptado encargarse de los intermedios musicales, y
como final fue programado un conjunto, integrado por esposas e hijas de
los participantes y de sus amigos (incluyendo la sobrina de Dostoievski),
para tocar en cuatro pianos de cola. La elección de la música del programa
probablemente tenía, asimismo, cierta significación. La prima donna cantó
un lied de Schubert, seguida por la canción napolitana "Santa Lucía"; y
podemos sospechar que esta secuencia fue interpretada como un homena-
je a la lucha del pueblo italiano por la independencia contra el yugo austria-
co. Si Rubinstein tocó su trascripción al piano de Las ruinas de Atenas de
Beethoven (1811), era porque esta obra, como todos lo sabían, fue com-
puesta en honor de la rebelión griega contrn el Imperio turco. Rubinstein
la había adaptado, bajo la inspiración de las revoluciones de 1848 por toda
Europa, y una serie de levantamientos en ciudades griegas precisamente

12 Shelgúnov, Vospominaniya, 1, p. 186.


188 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

en el mes anterior (febrero de 1862) había dado a la pieza un nuevo carác-


ter sensacional. La "Karaminskaya" de Glinka, símbolo de la afirmación y
el amor de los campesinos a la tierra, había sido adaptada para el conjunto
como final de la ofrenda musical. 13
Dostoievski fue escogido para empezar el programa, y leyó de algunos
capítulos todavía no publicados de la Casa de los muertos, describiendo la
muerte de un soldado por tuberculosis, en el hospital de la prisión. Por lo
que acaso fuese simple casualidad (aunque la coincidencia realmente es
excesiva), resultó que el nombre del soldado era Mijailov. "Era sumamente
joven, de no más de veinticinco años, alto, delgado, y de apariencia suma-
mente atractiva .. . era extrañamente silencioso, siempre·apacible y de una
tranquila melancolía, como si estuviese 'secándose' en prisión." La escena
de la muerte es embellecida con esos detalles dickensianos que a Dostoiev-
ski siempre le encantó emplear: "Recuerdo los rayos perpendiculares del
sol que atravesaban los cristales verdes y helados de nuestras ventanas. Los
rayos del sol caían de lleno sobre el moribundo" (4, p. 140). Mijailov se
arranca los harapos de la prisión en las convulsiones de la agonía, y Dosto-
ievski se explaya sobre el cuerpo terriblemente enflaquecido, la cruz que
cuelga de su cuello y los grilletes, que las reglas de la prisión no permitían
que se le quitaran. El sombrío centinela en turno, llamado a llevarse el
cadáver, se conmueve tanto ante la lastimosa vista, que se quita el casco y
el cinturón con la espada, y se persigna. Un presidiario de cabello cano-
so hace un gesto a Mijailov y murmura: "También él tenía una madre" (4,
p. 141 ). Podemos imaginar el efecto intensamente conmovedor de este pa-
saje, con su constante repetición del nombre, sobre muchas personas que
conocían bien al otro Mijailov y que estaban llenas de ominosos presenti-
mientos sohre su futuro.
Y sin embargo, la respuesta del público a Dostoievski no fue nada en
comparación con el verdadero huracán desencadenado por la intervención
del profesor Platón Pávlov, quien había anunciado una conferencia sobre
el terna de "Mil años de historia rusa". El milenio de Rusia se había cele-
brado aquel mismo año con gran pompa oficial, y el discurso de Pávlov,
debidamente entregado a la censura, había sido aprobado para que lo pro-
nunciara. Pero el nervioso y muy voluble Pávlov, que se menciona en las
memorias del izquierdista L. E Panteleev como una persona "no completa-
13
Estos detalles fueron tomados dei informativo artículo de G. V. Krasnov, "Vystuplenie N. G.
Chernyshevskogo's Vospominayami o N.A Dobrolyubove 2 Marta 1862 g. Kak Obshchestvennoe So-
bytie", en Revolutsionnoe Situat.siya y Rossii v 1858-1861, ed. M. V. Nechkina, vol 4 (Moscú, 1965),
p.147.
LOS PRIMEROS VOLANTES 189

mente normal", 14 provocó en el público una verdadera histeria por suma-


nera de pronunciarlo. Hablando con una voz temblorosa que a veces lle-
gaba hasta el grito, acentuó las palabras de su texto para convertirlas en
una implacable acusación de la historia de Rusia con sus mil años de régi-
men autocrático. Shelgúnov nos ofrece la primera crónica de un testigo
presencial:

En el vestíbulo podíamos oír un creciente rumor, luego gritos de furiosa excitación, se


movían las sillas, se golpeaba el suelo con los tacones. Yo estaba sentado en la plataforma
con otros, entre ellos Nekrásov, que aguardaba su turno. Muy agitado, E. P. Kovalevsky
[presidente del Fondo Literario] corrió y volviéndose hacia nosotros, nos dijo: "iDetén-
ganlo! iDeténganlo! iMafiana se lo llevarán!" Pero era imposible bajar de la plataforma
a Pávlov; dejándose llevar más y más por su excitación, terminó su discurso entre los gri-
tos ensordecedores del público, y bajó de la plataforma.15

El público había llegado a un indescriptible paroxismo de entusiasmo, y


los aplausos no sólo vibraban en todos los oídos, sino que tuvieron por clí-
max un resonante coro de "La Marsellesa". La predicción de Kovalevsky
resultó atinada: al día siguiente, Pávlov fue enviado a una ciudad de provin-
cia, en exilio, y sólo varios años después se le permitió volver a la capital.
Dostoievski recordaría esta memorable explosión del resentimiento pú-
blico largo tiempo contenido, en la turbulenta escena de la fiesta de Los
endemoniados: ocasión también organizada, como se recordará, con el ca-
ritativo propósito de ayudar a la necesitada gobernadora de la provincia.
Pávlov es parodiado en la figura del profesor que llama la atención del na-
rrador por su peculiar comportamiento, paseándose en todos sentidos, an-
tes de subir a escena: "De corta estatura, calvo, con una barba gris, decen-
temente vestido, parecía tener unos cuarenta años. Pero lo más curioso de
todo era que, cada vez que daba vuelta, levantaba el puño derecho y lo
agitaba sobre su cabeza, sólo para bajarlo súbitamente como si estuvie-
se aplastando algún adversario. Repetía este gesto regularmente" (10, p.
365). Luego, en plena función, en medio del general escándalo y confusión,
1
salta al escenario y se enfrenta a la embravecida multitud: '~bsolutamente,
parecía un loco. Su rostro se iluminó con una sonrisa de triunfo, llena de
inmenso desprecio, contempló el vestíbulo y pareció llenarse de alegría al
ver el desorden que allí imperaba." Una vez comenzando su discurso,

14 L. F. Panteleev, Vospominaniya, ed. S. A Reiser (Leningrado, 1958), p. 228.


15 Shelgcínov, Vospominaniya, I, p. 187.
190 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

levantó el pun.o, lo blandió furiosamente sobre la cabeza y lo hizo bajar con un fuerte
golpe, como para pulverizar a algún adversario. Gritos frenéticos brotaron por doquier;
la mitad de la sala aplaudió con todas sus fuerzas. Los más tímidos se dejaron arrastrar
por la corriente: Rusia estaba siendo cubierta de lodo; ¿cómo podía alguien dejar de gri-
tar con todo entusiasmo? (10, p. 374).

Sin embargo, en contraste con la fiesta de Dostoievski, que termina en


un pandemónium, el público de la Sala Ruadze acabó por calmarse. Pávlov
fue seguido en el podio por Nekrásov, quien leyó algunos de sus poemas
"cívicos'', luego la prima donna cantó y Rubinstein tocó Las minas de Ate-
nas. Como su colaboración al programa, Chernishevski ofreció algunos re-
cuerdos en elogio del recién fallecido Dobrolyubov, y lo defendió contra
ciertas acusaciones de frialdad y de rudeza personal. A muchos, el texto
les pareció inapropiado, y monótona la manera de pronunciarlo, y los de-
senvueltos modales de Chernishevski hasta parecieron vagamente insul-
tantes al público; de cuando en cuando se oyeron siseos, aunque fueron
ahogados por el aplauso de sus partidarios. Le sucedió Kuróchkin, quien
leyó sus traducciones de algunos de los poemas explícitamente radicales
de Béranger, en elogio de la revolución y del socialismo, y la velada terminó
con una electrizante versión de la "Karaminskaya". La música obtuvo un
gran éxito, y se pidieron tantos encares que, un bien educado agente de la
policía secreta, en el informe que presentó comenta, indignado, la "poca
delicadeza" de prolongar tanto tiempo la velada, haciendo que las damas
permanecieran siete horas en sus asientos. 16

Las repercusiones de esta velada literario-musical afectaron no sólo el des-


tino personal del profesor Platón Pávlov. Pese a que la universidad había
sido clausurada a comienzos de 1861, la facultad había organizado confe-
rencias públicas, para remplazar las clases regulares; pero los estudiantes
de San Petersburgo, como protesta contra el exilio de Pávlov, decidieron
boicotear ahora estos cursos informales. Se pidió a los profesores que se
unieran al movimiento cancelando sus conferencias, y los que se negaron
fueron continuamente molestados. Las propias autoridades decidieron,
por último, terminar la universidad de facto, que había recibido autoriza-
ción de utilizar ciertos edificios oficiales para sus cursos.

16
Krasnov, "Vystuplenie Chernyshevkogo", p. 148.
LOS PRIMEROS VOLANTES 191

La razón de la destrucción de la Universidad [libre] --escribe Strájov nueve afias des-


pués- fue la célebre ''velada literario-musical" .. . Esa velada se organizó con objeto de
mostrar, por decir asf, todas las principales fuerzas literarias progresistas... el ruido y el
entusiasmo fueron enormes, y desde entonces siempre he creído que esa velada fue el
punto máximo alcanzado por el movimiento liberal de nuestra sociedad, asf como la cul-
minación de nuestra revolución de castillos en el aire. 17

Tras esta escandalosa demostración, pasa a explicar Strájov, fue claro que
"cada medida liberal provocaba un movimiento en la sociedad que utiliza-
ba tal medida para sus propios fines, que no tenían nada de liberales, sino
que eran enteramente radicales". 18 Con toda probabilidad, esta también
fue la conclusión que Dostoievski empezó a sacar de la misma desordenada
secuencia de los acontecimientos; pero no cambió sus opiniones para com-
partir la implacable hostilidad de Strájov, los radicales y toda su gente. En
cambio, en lugar de participar en las críticas y los gritos contra ellos, que
pronto siguieron, urgentemente trató de advertirles de las consecuencias
de su propia insensatez.

17
Strájov, Biografiya, pp. 232-233.
18 /bid., pp. 233-234.
X. "LA JOVEN RUSIA''

Los HISTORIADORES no están de acuerdo con el juicio de Strájov deque


la "velada literario-musical" fue la cúspide alcanzada por la palpable in-
quietud sociopolítica durante la primavera de 1862. En realidad, el clímax
de la "época de las proclamas" llegó dos meses después, a mediados de
mayo, cuando circuló un volante intitulado La Joven Rusia. Fue este nota-
ble documento el que llevó la inquietud revolucionaria de la época a su
convulsivo clímax.
Las autoridades zaristas nunca descubrieron que su autor era un joven
de veinte años, P. G. Zaichnevsky, quien ya tenía un considerable pasado
clandestino, a pesar de sus pocos años. Al ingresar en la Universidad de
Moscú en 1859, su primer paso había sido organizar una prensa clandesti-
na y publicar obras de Herzen, Nikolai Ogárev, Feuerbach (La esencia del
cristianismo) y Büchner (Fuerza y materia). Sin ocultar sus simpatías radi-
cales, trató de organizar la resistencia campesina a las condiciones de la li-
beración durante el verano de 1861, y fue detenido después de proclamar
abiertamente sus ideas revolucionarias en una carta interceptada por la
policía secreta y llevada a manos del zar. De todos modos, Zaichnevsky
disfrutó en Moscú de las mismas condiciones asombrosamente benignas
que se había acordado para los estudiantes de San Petersburgo. Sus amigos
podían visitarlo sin ninguna traba, llevarle frutas frescas y alimentos para
aumentar la ración de la cárcel, así como libros, revistas y periódicos ( algu-
nos de ellos ilegales) para mantenerlo en contacto con el escenario polí-
tico. Zaichnevsky escribió la proclama en su celda con ayuda de un grupo
de amigos suyos, todos los cuales lo visitaban regularmente, que habían
tomado parte activa en las manifestaciones estudiantiles de Moscú en el
otoño de 1861. El manuscrito, sacado subrepticiamente con ayuda de un
guardia, fue reproducido por los camaradas de Zaichnevsky en su propia
imprenta; y decidieron hacer de San Petersburgo el centro de distribución
para desviar la atención de su verdadera fuente.
La Joven Rusia cayó como un rayo sobre el país, y combinada con los
otros disturbios de la época, creó una atmósfera de confusión y de pánico.
A la vez, como ciudadano individual preocupado por el desorden social y
como director de una revista que debía adoptar una actitud ante las cues-
tiones públicas, Dostoievski fue profundamente afectado por la crisis sim-
bolizada por la proclama de La Joven Rusia; y su conducta en aquel mo-
192
"LA JOVEN RUSIA'.' 193

mento puede considerarse como emblemática de la actitud sociopolítica


que mantendría siempre en el futuro. Pues lo que hizo, hasta donde le fue
posible, fue intervenir en el tumulto con la esperanza de aplacar las pasio-
nes extremas que estaban llevando a los radicales, cegados por su furia, al
desastre y que podían provocar al gobierno, atemorizado, a adoptar medi-
das de severa represión. En otras palabras, trató de desempeñar el pa-
pel de conciliador; y en semejante capacidad siguió definiendo su papel
en la desesperada lucha que desgarró la sociedad rusa durante su vida.

Una viva sensación de las primeras reacciones causadas por La Joven Rusia
aparece en palabras del propio Dostoievski, escritas once años después de
que encontró un ejemplar introducido junto a la perilla de la puerta de su
departamento:
Nadie podía imaginar algo más aberrante y estúpido. Su contenido era escandaloso, y
expresado en la forma más ridícula; de tal modo que sólo un canalla podía haberla inven-
tado para escribir eso. Yo quedé muy irritado, y durante todo el día estuve inquieto. Todo
esto aún era nuevo y tan cercano, que hasta obtener una clara perspectiva de aquellos
hombres era aún difícil.

Lo que invadió a Dostoievski, ante todo, a pesar de sí mismo, fue una ex-
traíia exasperación: "Y allí yo, que no estaba de acuerdo con aquellos, en
cuerpo y alma, ni con el sentido de su movimiento, de pronto me sentí
ofendido y casi avergonzado, por decirlo así, de su incompetencia: 'lpor
qué todo lo de ellos es tan estúpido e ignorante?' "Se descubrió a sí mismo
grandemente preocupado ,
por el nivel educativo, mental y por la falta de una comprensión mínima de la realidad;
esto, para mf, era terriblemente opresivo. Aunque yo llevaba unos tres afias viviendo en
San Petersburgo y había observado ciertos acontecimientos, aquella mai'lana la proclama
me dejó estupefacto, por decirlo así,
y me pareció una revelación nueva e inesperada.
iNunca, antes de tal día, había yo ~sto tanta nulidad! (21, p. 25). •

El que Dostoievski hubiese res_pondido con tal violencia a aquel escrito


se vuelve perfectamente comprensible cuando miramos su contenido. La

• En su articulo, Dostoievski cita erróneamente el título de la proclama que leyó como A la Gene·
ración Joven. Pero por otros detalles, y una comparación de los testimonios, es claro que sólo podfa
estar hablando de La Joven Rusia. No hay disputa al respecto entre los especialistas. Véase PSS, 21,
pp. 393·394.
194 LA ÉPOCA D:D LAS PROCLAMAS

Joven Rusia declaraba sin ambages sus objetivos, y no mostraba nada de


esa renuencia a ir a los extremos que todavía era discernible en las otras
dos proclamas.A la Generación Joven t~mbién había considerado la violen-
cia, pero sólo corno último recurso y prefería, con mucho, una abdicación
pacífica. Pero La Joven Rusia adoptaba exactamente la actitud opuesta.
Exigía "una revolución, una revolución sangrienta e implacable, una revo-
lución que deberá cambiarlo todo hasta las raíces, derribar todos los ci-
mientos de la sociedad actual y causar la ruina de todo los que apoyan el
actual orden". 1 Y esto requeriría no sólo una revolución sociopolítica; sig-
nificaría la trasformación social de un sist•erna en que "un número peque-
ño de personas que poseen el capital dominan el destino de los demás" y
en que, por consiguiente, "todo es falso, todo es estúpido, desde la reli-
gión ... hasta la farnilia". 2 Por consiguiente, el escrito exigía la total eman-
cipación de las mujeres, la abolición del matrimonio (por "inmoral"), la
supresión de la familia (corno barrera puesta al cabal desarrollo del indi-
viduo), la disolución de conventos y monasterios (corno "centro de desen-
freno"), y la secularización de todos los bienes del clero. 3
El objetivo último de La Joven Rusia era una república democrática, y
su economía, similar a la de las otras proclamas, se basaba en fortalecer y
extender las operaciones de la obshchina. Pero Zaichnevsky estaba menos
interesado en el futuro que en la tarea inmediata de preparar la revolución
que, corno tantos otros, se habfa convencido de que estaba a punto de esta-
llar por el descontento de los campesinos con las condiciones de la libera-
ción. Por ello, el primer paso era atacar a todo aquellos, corno Herzen y
los autores de E/ Gran Ruso, que propugnaban cierto tipo de acuerdo libe-
ral; y en su análisis crítico de la política de La Campana, de Herzen, Zaich-
nevsky unía sus fuerzas a la polémica contra los "hombres superfluos" de
los cuarenta, iniciada por Chernishevsk.-y y Dobrolyubov. Toda idea de com-
promiso es rechazada porque, declara La Joven Rusia, en el pasado las re-
voluciones habían fallado por falta de determinación, y "nosotros iremos
más lejos, no sólo más lejos que los pobres revolucionarios de 1848, sino
también más lejos que los grandes terroristas del decenio de 1790 [en Fran-
cia]".4 El objetivo último, desde luego, era dar el poder al pueblo, que aca-
baría por gobernarse a sí mismo en forma perfectamente democrática.

1 Citado en Franco Venturi, The Roots of Revolution, trad. Frances Haskell (Nueva York, 1966),

p.292.
2 lbid.
3 B. P. Kozmin, /z Jstorii Revolyutsionnoi Misli v Rossii (Moscú, 1961 ), p. 252.
4 Venturi, Roots ofRevolution, p. 293.
"LA JOVEN RUSIA'.' 195

Pero esa trasferencia de la soberanía sólo podría lograrse después de que


estuviera seguro el triunfo de la revolución. Hasta entonces, sería necesa-
rio poner todo el poder en manos de una dictadura revolucionaria que "no
se detendría ante nada" para establecer "nuevos fundamentos de la socie-
dad y de la economía". Zaichnevsky, bien leído en la historia de las revolu-
ciones, daba el nombre adecuado a su propia visión política: jacobinismo
ruso.
A pesar de todo, tales generalidades parecen insignificantes al lado de
la descripción de lo que podía ocurrir si la revolución victoriosa encontrara
un-a resistencia resuelta: "Pronto llegará el día en que desplegaremos la
gran bandera del futuro, la bandera roja. Y con un poderoso grito de 'iViva
la República Social y Democrática Rusa!', avanzaremos hacia el Palacio
de Invierno para exterminar a todos lo que viven allí." De ser posible, el
derramamiento de sangre se limitaría al zar y a quienes lo rodeaban; pero
si "todo el partido imperial" se levantaba en defensa de la familia real, en-
tonces

gritaremos "iA las hachas!" y luego... los destrozaremos en las plazas, si ese hato de co-
bardes se atreve a salir allí. Los destruiremos en sus casas, en las estrechas calles de las
ciudades., en las vastas avenidas de la capital, y en las aldeas. Recordad que, cuando esto
ocurra, todo el que no esté con nosotros será un enemigo, y que recurriremos a todos
los métodos para destruir al enemigo. 5

Semejantes fantasías de matanzas en masa y de exterminio total, junto con


una amenaza directa a la familia real, dieron un aura siniestra a La Joven
Rusia que horrorizó a la mayoría de sus lectores e hizo que Dostoievski
dudara de la capacidad mental de sus autores.
Sus propias reacciones, sin embargo, fueron tan diversas, que simuló
haberse quedado atónito. lPor qué se habría identificado con tan sangui-
narias predicciones, hasta el grado de hacer un juicio técnico de "incompe-
tencia" para La Joven Rusia? lNo se oponía en cuerpo y alma a todo lo
que el volante tan ferozmente propugnaba? Mi propia opinión es que no
quedó tan atónito como da a entender; muy bien sabía porqué había res-
pondido en forma tan peculiar, pero la explicación no era una que él pu-
diese reconocer ante los lectores de su columna semanal, El diario de un
escritor, en 1873. Pues si tan fácilmente pudo colocarse en la posición de
quienes habían redactado el volante, ello fue por la sencilla razón de que
sus palabras implacables le trajeron todos los indelebles recuerdos de su

5 !bid., pp. 295-296.


196 LA ÉPOCA DE LAS PROCIA~!\S

propio pasado revolucionario. También Dostoievski había formado parte


de un grupo de conspiradores -la sociedad secreta de Speshnev-, cuyo
objetivo había sido provocar una revolución campesina; también él y sus
camaradas habían considerado fríameni~ ~ª posibilidad de una matanza; y
también ellos habían previsto que la revolución requeriría la guía de una
dictadura formada por un pequeño consejo de podemsísimos líderes.
Así, La Joven Rusia estaba exponiendo a la vista del público la misma
implacable visión revolucionaria que Dostoievski había luchado tan tenaz-
mente por ocultar, y con tanto éxito, en la investigación del caso Petrashev-
ski. Y podemos suponer que su reacción a aquel escrito fue causada por
el choque de ver todo aquello abiertamente expresado; fue como si su pa-
sado oculto se hubiese levantado para confrontarlo, y como si el secreto
que tan cuidadosamente había guardado durante todo aquellos años -y
que continuaría guardando durante el resto de su vida-finalmente hubie-
se salido a la luz. Además, mientras que en un tiempo semejante programa
habría podido parecer justificado como última medida desesperada en un
periodo de negra reacción, su audaz revelación en la actualidad, después
de la liberación de los siervos, tenía que parecerle catastrófica. Su efecto
sobre la sociedad, como al punto pudo preverlo, inevitablemente sería pre-
cipitar un rechazo general contra los radicales y todos sus objetivos.

Pasajes tan horripilantes como los que hemos citado del texto de La Joven
Rusia constituyen buenos motivos para la sospecha de que sus autores y
sus amigos (la proclama hablaba en nombre de un "Comité Central Revo-
lucionario") tuvieron alguna relación y fueron responsables de la serie de
incendios que se desencadenaron por San Petersburgo casi simultánea-
mente con la circulación del volante. Los incendios, que duraron dos se-
manas, estallaron en varios lugares a la vez, como de acuerdo con un plan
prestablecido. Zonas enteras de la ciudad quedaron devastadas, incluyen-
do muchos de los distritos más pobres; miles de víctimas quedaron sin ho-
gar, necesitadas de alimento y albergue. Desde luego, en Rusia eran ocu-
rrencia muy común los incendios incontenibles, ya que la mayor parte de
las construcciones eran de madera; "es bien sabido que todas nuestras ciu-
dades provincianas arden hasta los cimientos cada cinco años", nota Tur-
guénev lacónicamente en Padres e hijos. 6 Pero los incendios de San Peters-
6
I. S. Turguénev, Polwe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968), 8, p. 258.
"LA JOVEN RUSIA'.' 197

burgo en la primavera de 1872 sobrepasaron todo lo conocido hasta enton-


ces, en la extensión del daño y en la misteriosa int.:apacidad de contener el
fuego. Hasta el día de hoy nadie ha establecido quién fue responsable-si
lo hubo- del desastre, si fue obra de incendiarios o simplemente del azar.
La opinión pública-que las autoridades no hicieron nada por contrarres-
tar-inmediatamente conectó la catástrofe con el llamado a la destrucción
total que había hecho La Joven Rusia; y tal asoci,ición fue tanto más inevi-
table cuanto que el fuego, llamado por los campesinos el Gallo Rojo, siem-
pre había sido una de sus armas tradicionales contra los terratenientes.
Una atmósfera de desaliento y temor reinaba por toda la ciudad. "Re-
cuerdo que una vez iba yo con Feodor Mijáilovich tratando de relajamos,
a un lugar de las afueras de la ciudad, para respirar aire fresco", escribe
Strájov.

Desde el barco de vapor pudimos ver densas nubes de humo que surgfan de tres o cuatro
lugares... fuimos a una especie de jardín donde se tocaba música, y unos gitanos canta-
ban. Pero por mucho que tratáramos de distraernos, nuestra tristeza no nos abandonaba,
y pronto quise irme a casa; es difícil creer que los incendios no fueran obra de incendia-
rios, pero este asunto, como tantos otros terribles males de la época, por alguna razón
quedó en la más total oscuridad.7

Otra impresión de la misma catástrofe probablemente se encuentre en


la descripción que hace Dostoievski de un incendio en Los endemoniados,
libro que contiene muchas alusiones -traspuestas a sus propios términos
artísticos- a aquellos días críticos de comienzos de los sesenta. Como en
los incendios de San Petersburgo, varios fuegos estallan simultáneamente,
y todo un barrio empieza a arder:

En las calles vecinas había una terrible confusión. Ante la amenaza de las llamas que se
acercaban, los habitantes sacaban sus muebles, sus cosas; pero como no se decidían a
abandonar sus hogares, se instalaban en las calles, sobre los muebles y colchones, cada
uno bajo su ventana. Los hombres se ocupaban en una tarea agotadora; implacablemen-
te arrancaban todas las cercas de madera y hasta los cobertizos cuando estaban al alcance
de las llamas y el viento soplaba en esa dirección. Los niños pequeños, a los que habían
despertado, lloraban; las mujeres, que ya habían reunido todas sus cosas, se lamentaban
a voces, pero otras evacuaban sus casas en silencio. Chispas y tizones ardientes volaban
a los lejos, y de algún modo se apagaban.

Se reunían grupos de mirones, y Dostoievski comenta que un incendio


nocturno "produce en el espectador (excepto si se está destruyendo algo

7 Strájov, Biografiya, pp. 239-240.


198 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

suyo, desde luego) una especie de conmoción nerviosa, despierta en él los


instintos de la destrucción que, iay!, duermen en cada alma, hasta en el
alma del más tímido y respetable de los funcionarios ... (10, p. 394).
Por un carta de un joven estudiante de filosofía y colaborador de El
Tiempo, M. l. Vladislavlev (que después se casaría con una de las hijas de
Mijaíl Dostoievski y llegaría a rector de la Universidad de San Petersbur-
go ), recibimos un atisbo de cómo reaccionaron varios miembros de la fami-
lia de Dostoievski al temor causado por los incendios. Le escribe al hijo de
Mijaíl Dostoievski, que por entonces estaba ausente de la ciudad:
Ahora bien, en realidad, los tiempos son tales que mires hacia donde mires, siempre hay
algo quemándose ante nuestras narices. El número de guardianes se ha aumentado. En
nuestra casa, una puerta -la que conducía al departamento de Feodor Mijáilovich-
está cerrada todo el tiempo, y ante la otra siempre está sentado un portero que pregunta
a la gente a dónde va. Yo no tengo ningún miedo a los incendios porque casi puedo decir:
omnia (mea) mecum pono; será una vergüenza si se queman los libros. He oído decir
que Mijaíl Mijáilovich ha asegurado sus;posesiones. Creo que María Dimitrievna está te-
rriblemente asustada y, me parece (yo mismo no los he visto desde que te fuiste, y en ge-
neral no los visito), quería mudarse a Tver a pasar el verano, pero algo le hizo cambiar
de opinión. Mijaíl Mijáilovich se muestra muy filosófico al hablar de los incendios. Un
día le pregunté: "lY qué haría usted, Mijaíl Mijáilovich, si estallara un incendio en su
propia casa?" "Nada", me dijo, "lqué se puede hacer? Simplemente tratar de no que-
marme vivo."

Vladislavlev también comenta los rumores: "Todo el mundo culpa de los


incendios a los estudiantes que, al parecer, imprimieron La Joven Rusia.
Desde luego, esto es absurdo."8
La opinión de Vladislavlev representaba la de la minoría, y podemos te-
ner cierta idea de las aterradoras anécdotas que circulaban, gracias a una
carta de lván Aksákov a otro destacado eslavófilo, Yuri Samario. Todos los
dependientes de las tiendas, le asegura Aksákov, habían leído La Joven
Rusia, y "esta proclama (desde antes de los incendios) había llenado a la
gente de horror en el sentido literal de la palabra... Hizo aún más sospe-
chosas, a ojos del pueblo, la cultura, la ciencia, la ilustra ción -dones que
llegan de nuestras manos, las de los patricios." Decíase que el zar había
hablado a los suboficiales del ejército y a los oficiales no comisionados acer-
ca de una conjura contra su vida, y les explicó que confiaba en ellos, pero
no en los oficiales, porque en las altas esferas ya no se creía en Dios. Con-
tinúa Aksákov:
8 Citado en V. S. Nechaeva, Zhumal M. M. i E M. Dostoevskikh "Vremya'', 1861-1863 (MosclÍ,
1973), pp. 302-303.
"LA JOVEN RUSIA'.' 199

El pueblo, desde luego, no entiende la proclama [La Joven Rusia], pero sólo capta que
predica la impiedad, la falta de re~peto a "nuestro padre y nuestra madre", desprecia el
matrimonio y desea cortar las gargantas de toda la familia real. .. Turguénev me dijo (se
encontró ante el incendio del mercado de Shchukin) que había escuchado con sus propios
oídos al más ordinario muzhik gritar: "iLos profesores ~uemaron esto!" "Profesores, es-
tudiantes: estas palabras ya son conocidas del pueblo!"

Vemos así que La Joven Rusia provocó una oleada de resentimiento con-
tra la clase educada y todo lo que representaba en el país; la cultura y la
ilustración misma quedaron en peligro, por causa de la situación amenaza-
dora y, al parecer, incontenible. Más que ningún otro de sus contemporá-
neos, Dostoievski había sufrido, en lo personal, por la escisión entre la
mentalidad del pueblo y la de la clase culta, y había dedicado su revista a
la tarea de crear una cultura rusa unificada que, por fin, la liberación había
hecho posible. Nada podría parecerle más ominoso para el futuro, un re-
chazo más grande de todo lo que él había deseado avanzar, que la intensi-
ficada enemistad que veía crecer en tomo suyo entre los dos grupos. Y
puesto que, como durante los años cuarenta, por temperamento era inca-
paz de permanecer como simple espectador, decidió ver qué podía hacer
personalmente para evitar el inminente desastre. En algún momento de
aquellos días (la fecha exacta es incierta, pero fue a finales de mayo o co-
mienzos de junio), inesperadamente hizo una visita a Chemishevski para
hablar con él acerca de los calamitosos acontecimientos que amenazaban
con desgarrar la urdimbre de la sociedad rusa.

De estos incidentes tenemos dos versiones: una de Dostoievski, que escri-


bió en 1873, y la otra de Chemishevski, cuando escribió sus reminiscencias,
diez años después. Ambos confirman que tal visita tuvo lugar, pero difieren
en su relato de lo que se dijo y de lo que se quiso dar a entender. Sin em-
bargo, una cosa es clara: la versión de Chemishevski contiene cierta defor-
mación de los hechos. Por ejemplo, sostiene que nunca había visto a Dosto-
ievski en persona y que sólo lo reconoció al verlo en el umbral porque "su
cara le era un tanto conocida por sus retratos"; 10 pero ambos habían apa-

9 Citado en el informativo artículo de N. G. Rosenblyum, "Petersburgskie Pozhary 1862 g. i Dosto-

evsky", LN, 86 (Moscú, 1973), p. 30.


10
El artículo de Chernishevski fue reproducido enDVS, I, pp. 317-321: la cita se encuentra en la
p.317.
200 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

recido en la misma plataforma dos meses antes, durante la famosa velada


literario-musical. Dostoievski, por su parte, recuerda haber conocido a
Chernishevski en 1859, poco después de regresar a San Petersburgo, y afir,.
maque después "se encontraron a veces, pero con muy poca frecuencia".
Dado que ambos tuvieron que haberse encontrado ocasionalmente en el
cerrado mundillo de los literatos de San Petersburgo, su versión parece
mucho más creíble.
Según cuenta Dostoievski, fue a ver a Chernishevski a eso de la cinco
de la tarde del mismo día que descubrió la proclama de La Joven Rusia en
la perilla de su puerta; así pues, fue este escrito el que le movió a la acción;
no, al menos en su versión, los incendios. Cuando llegó, Chernishevski
"abrió la puerta con extrema cordialidad y me condujo a la sala". Dostoiev-
ski no empezó con rodeos, y su conversación se desarrolló como sigue:

- Nikolai Gavrilovich, lqué es esto?-y le tendí la proclama.


Él la tomó como algo que no hubiese visto nunca y la leyó. Sólo eran unos diez ren-
glones.•
- lCómo, qué? -me preguntó con ligera sonrisa.
- lEs posible que sean tan estúpidos y ridículos? lEs posible que no se les pueda de-
tener y que no se pueda poner fin a esta abominación?
Me respondió, haciendo gran hincapié en sus palabras, en tono impresionante:
- lRealmente cree usted que yo simpatizo con ellos y que pude tomar parte en la
compilación de este pedazo de papel?
- En realidad, no lo su pongo -le contesté-y hasta me parece innecesario asegurar-
lo. Pero, de todos modos, hay que detenerlos, sea como sea. La opinión de usted tiene
peso entre ellos y ciertamente le tienen miedo.
- No conozco a ninguno de ellos.
- Thmbién estoy convencido de eso. Sin embargo, no es necesario conocerlos o ha-
blarles personalmente. Bastaría que usted expresara bien claramente su reprobación.
Esto llegaría a sus oídos.
- Thl vez no tenga ningún efecto. Además, esto, como cosas laterales, es inevitable.
- Y sin embargo, causa dafío a todos y a todo (21, pp. 25-26).

La conversación terminó cuando alguien llegó de visita (Dostoievski,


discretamente, no menciona nombres), y él se despidió. "Considero mi
deber observar", añade, "que yo hablé sinceramente con Chernishevski y
creí, como lo creo hoy, que no simpatizaba con los distribuidores de aquel

• Aquf la memoria de Dostoievski ha vuelto a fallarle, as( como el título de la proclama. La Joven
Rusia era más larga de diez renglones; tal vez quisiera decir que la naturaleza de su contenido podfa
comprenderse después de leer diez renglones. Una copia ha aparecido como apéndice en B. P. Kozmin,
P. G. Zaichnevsky i "Molodaya Rossiya" (Moscú, 1932), pp. 157-170.
"LA JOVEN RUSIA'.' 201

escrito". (Dado que Dostoievski publicó su artículo mientras Chernishev-


ski se encontraba aún en el exilio punitivo, convicto de haber escrito propa-
ganda revolucionaria para distribuirla entre los campesinos, sus palabras
pueden interpretarse como una crítica implícita a la sentencia.) Cherni-
shevski, continúa Dostoievski, le pagó la visita poco de:spués, y se quedó
durante cerca de una hora: "Confieso que rara vez he encontrado un hom-
bre más bondadoso y cordial, de modo que aún entonces me sentí descon-
certado por ciertos comentarios de un carácter del que decíase que era
duro y áspero" (21, pp. 25-26).
Un lector desprevenido podría suponer que la visita de Chernishevski
había sido, simplemente, cuestión de cortesía. Pero en realidad, se presen-
tó en casa de Dostoievski con un propósito muy explícito, pues deseaba,
como hoy sabemos, obtener la autorización de Dostoievski para utilizar
ciertos fragmentos de la Casa de los muertos en uno de llos libros para el
pueblo, que por entonces estaban compilando por todas partes. El director
en jefe del libro propuesto era cierto coronel Putyata, del Colegio General
del Estado Mayor, que también era miembro del grupo revolucionario se-
creto, conocido como Tierra y Libertad (Zemlya i Volya ), que por entonces
había empezado a formarse. La historia de esta organización clandestina,
la primera de las muchas que brotaron durante los sesenta, sigue siendo
muy oscura; pero se sabe que todos sus miembros activos eran amigos o
conocidos de Chernishevski y que circulaban dentro de la órbita de El Con-
temporáneo. (Si el propio Chemishevski era uno de sus miembros oficiales
es algo que no se ha establecido, y es causa de disputa entre los especialis-
tas. )11
En ese momento, a punto de partir en su primer viaje a Europa, Dosto-
ievski dio plena autorización a Chernishevski para hacer una selección de
la Casa de los muertos o para autorizar a alguien para que se encargase de
hacerlo. Aunque sólo fuera esto, la buena disposición de Dostoievski al
dar plena libertad a Chernishevski para disponer de su obra confirma en
gran parte su versión de la simpatía personal que sintió hacia el dirigente
radical.
Los sentimientos de Chemishevski son más difíciles de estimar, pero
acaso fueran menos fríamente irónicos de lo que podría creerse por el tono
de sus palabras de muchos años después. De joven, había estado cerca de
los miembros del Círculo de Petrashevski, amigos íntimos de Dostoievski

11 Véase el análisis de este problema en .William Woehrlin, Chemyshevskii, The Man and the louma-
list (Cambdrige, Mass., 1971), pp. 306-311 .
202 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

algunos de ellos, y había leído las primeras obras de Dostoievski, si no con


incondicional admiración, sí rl menos con cierto aprecio. 12 Sin embargo,
para 1883, después de largos años de embotante exilio, estaba comprensi-
blemente amargado. Sin duda, ecos de la creciente gloria de Dostoievski
le habían llegado aun a las abandonadas soledades árticas a las que le ha-
bían enviado a congelarse, y este ascenso había sido rematado por la apo-
teosis de las honras fúnebres de Dostoievski, dos años antes. En todo caso,
el retrato que ofrece parece deliberadamente calculado para echar una
nube sobre la gloria de Dostoievski.
Según él, Dostoievski entró frenéticamente en su departamento, varios
días después del gran incendio del Mercado de la Ropa Vieja, y exclamó:
"He venido a verlo por una cuestión muy importante, con una petición de
urgencia. Usted conoce bien a la gente que incendió el Mercado de Ja Ropa
Vieja y tiene influencia entre ella. Le ruego que les impida continuar con
eso." Chernishevski dice entonces que consideró esta exagerada petición
como la idea de alguien que se encontraba bajo una excesiva tensión men-
tal, y que recordó entonces que, según sabíase, Dostoievski padecía una
enfermedad nerviosa cercana a la perturbación. Adoptando entonces la
táctica recomendada por Jos medicas en tales situaciones, que dan la ra-
zón en todo a sus pacientes para calmar su agitación, contestó: "Muy bien,
Feodor Mijáilovich, haré lo que usted quiera." Entonces, Dostoievski "me
tomó Ja mano, la apretó con todas sus fuerzas, y con voz ahogada por una
grata emoción expresó, en frases estáticas, su personal gratitud de que por
consideración a él estuviese yo salvando a San Petersburgo del destino al
que la ciudad estaba condenada: 'El de arder hasta sus cimientos'."
Una vez que su afirmación tranquilizó a Dostoievski, Chernishevski lle-
vó diestramente la conversación a temas menos peligrosos, como saber si
El Tiempo iba bien y podría pagar los gastos de su publicación. Felizmente
distraído así de sus obsesiones, Dostoievski volvió a este tema y habló
durante dos horas mientras Chernishevski, escuchándolo sólo a medias,
aguardaba con impaciencia que se retirara. 13 En cuanto a la visita que él

12
Véase las citas en sus diarios, en V. A Tunimanov, Tvorchestvo Dostoevskogo, 1854-1862 (Lenin-
grado, 1980), pp. 247-248.
13 E>dste otra breve descripción de esta reunión. V. N. Shagánov, que estuvo exiliado con Chemi-
shevsk.i en Siberia, habla de un fragmento de conversación acerca de ellos, que ocurrió mucho antes
del artículo de Chemishevsk.i, probablemente entre 1867 y 1871. Tul como recuerda Shagánov, en
mayo de 1862, porla época de los incendios de San Petersburgo, una mañana, tero prano, F. Dostoievsk.i
entró impetuosamente en el departamento de Chemishevsk.i y se dirigió a él, de súbito, con las siguien-
tes palabras: "Nikolai Gavrilovich, en nombre de Dios, iordene que cesen los incendios!. .. "Entonces
requirió gran esfuerzo, dijo Chemishevsk.i, aclarar las cosas a F. Dostoievsk.i. Este se negó a creer
"LA JOVEN RUSIA" 203

hizo a Dostoievski, Chernishevski, faltando a la sinceridad, escribe que no


conocía para nada al coronel Putyata, y se refiere a él sin mencionar su
nombre, tan sólo como "un caballero de apariencia modesta y honorable"
que, supuso él, había aparecido sin advertencia para pedir la ayuda de
Chemishevki a una causa digna. Impresionado con sus planes de un libro
de lectura, Chemishevski accedió a ayudar al caballero, ajeno a los círculos
literarios, en el problema de obtener autorizaciones para su antología.
Como el nombre de Dostoievski estaba en la lista de colaboradores, Cher-
nishevski decidió aprovechar la ocasión para devolverle la visita. En cuanto
Dostoievski dio su consentimiento a la publicación sin poner ninguna difi-
cultad, el resto de la conversación, sin ninguna importancia, la dedicó
Chernishevski a elogiar al hermano de su anfitrión y a Strájov. "Me quedé
con él todo el tiempo que la cortesía lo exige'', concluye Chernishevski,
con pesado sarcasmo, "probablemente más de cinco minutos y, en realidad,
menos de cuatro horas, y luego, me despedí". 14

Si aceptáramos la versión que da Chernishevski de la visita de Dostoievski,


entonces parecería que acudió a hablar de los incendios y, además, que
consideraba a los incendiarios como personas que atenderían una adver-
tencia de Chernishevski. Aunque Dostoievski no menciona los incendios
en su relato es probable que, en este detalle, la memoria de Chernishevski
no le fallara ; el escrito y los incendios estaban tan íntimamente relacio-
nados en la versión de todos, que probablemente ambos entraron en la
conversación. Sin embargo, Chernishevski da a entender que Dostoiesvki
creía que los incendios habían sido obra de radicales a quienes Chernishev-
ski podría contener; y aquí lo contradice cierto testimonio que ha sido re-
cién publicado, pues el mismo día de su visita (de acuerdo con una auto-
rizada reconstrucción de la secuencia de los hechos), 15 o bien Dostoievski
o bien su hermano Mijaíl (probablemente ambos, en colaboración) escri-
bió un artículo para El Tiempo en que aseguraba categóricamente que no
había ni la menor prueba para relacionar los incendios con La Joven Rusia

nada y, al parecer, finalmente se fue con absoluta incredulidad y con la desesperación en el alma. Véa-
se V. N. Shagánov, "N. G. Chemyshevskii na katorge i v ssilke", en N. G. Chemyshevskii Vospomina-
niyakh Sovremennikov, ed. Yu. G. Qksman, 2 vols. (Saratov, 1959), 2, p. 121.
' 14
DVS, I, pp. 319-321.
15 N. G. Rosenblyum, "Petersburgskie Pozhary", p. 39.
204 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

o para imaginar que los estudiantes, en conjunto, simpatizaban con las bár-
baras ideas presentadas en la proclama. Cuando este primer artículo fue
rechazado por la censura, los Dostoievski escribieron otro, sin mejor éxito.
Ninguno de sus artículos pudo ser publicado; pero las pruebas de imprenta
(que contienen una anotación de puño y letra del zar) fueron extraídas
hace varios años de los cavernosos (y milagrosamente intactos) archivos
del Ministerio de }~untos Internos, y se pudo disponer de ellas para estu-
diarlas. Si suponernos que Dostoievski estaba presentando su honrada opi-
nión (y sabemos por Vladislavlev que esto creían quienes lo rodeaban),
entonces resulta difícil creer en la versión que da Chemishevski de las pala-
bras de Dostoievski
La primera pieza suprimida se inicia con una descripción de los incen-
dios y estudia la suposición popular, considerada perfectamente creíble,
de que no todos pudieron ser accidentales. Como resultado, habían empe-
zado a circular los rnmores más fantásticos; y El Tiempo hace la sugestión,
extremadamente provocativa, de que tales habladurías en lugar de origi-
narse en el propio pueblo, "probablemente le llegaron de fuera". 16 lPor
qué habría de sospe;char el pueblo que los estudiantes habían causado los
incendios? "Se dice que los que imprimieron La Joven Rusia son capaces
de todo, que se valddn de cualquier medio, y que los incendios son los pri-
meros síntomas de SHl actividad." Tal vez sea así, aunque resulta difícil com-
prender qué esperarían ganar con semejante táctica, que es comparada
con dar unas palmad1itas a un amigo (el pueblo) con un guantelete de hierro
erizado de clavos. "Pero, lse ha establecido, para empezar, que quienes
causaron los incendios están relacionados con La Joven Rusia . . . y se ha
establecido -esto es: lo principal, la circunstancia más importante de to-
das- que la joven ge:neración existente, en particular los estudiantes son
partidarios de La Joven Rusia?" No se han ofrecido hechos que confirmen
semejante relación, y el artículo acusa a todos los que la sugieren (referen-
cia a la Gaceta de San Petersburgo y a laAbeja del Norte) de haber cometido,
ellos mismos, los delitos. "lOs dais cuenta del delito terrible que es pro-
vocar la enemistad de un grupo de la sociedad contra otro?" Semejante
crimen es tanto más tierrible porque incita al pueblo -"que pese a sus ex-
celentes y auténticas cualidades, perpetuamente es mantenido en las tinie-
blas o en la ignorada"- contra un pequeño puñado de estudiantes, que
perpetuamente han s:ido insultados y ahora son atacados casi por cual-
quiera. "Tres escolares. escrofulosos, el mayor de los cuales no tiene más

16
Jbid., p. 49.
"LA JOVEN RUSIA'' 205

de trece años", dice El Tiempo, con desdén, "imprimieron y distribuyeron


el volante más estupido, no habiendo entendido muy bien siquiera los li-
bros extranjeros de los cuales lo plagiaron todo y de los que hacen una pa-
rodia. Este estúpido escrito habría debido ser recibido con carcajadas."17
En cambio varios decrépitos caballeros, sufriendo avanzados casos de gota
y con la mentalidad de viejas campesinas, fueron presas del pánico, de un
temor paralizante, y al punto lanzaron una campaña de absurdos rumo-
res que hoy se han propalado por doquier. El Tiempo concluye que sólo
se tranquilizará la opinión pública si se da la más completa publicidad a los
hechos que conoce el gobierno; de otra manera, el silencio será interpreta-
do como confirmación de lo que la gente ya cree erróneamente que es la
verdad. El segundo artículo, versión mucho más breve y menos vehemente
del primero, establece los mismos puntos: "Exigimos un juicio público,
inmediatamente, que haya una ley marcial si la ciudad está amenazada y si
(lo que absolutamente negamos) estos incendios tienen algo en común
con un movimiento político."
Por su protesta contra la atribución de los incendios al afán criminal de
estudiantes radicales, y por su audaz intimación de que tales hablilla~ ha-
bían sido inspiradas "desde fuera", estos dos artículos representan un °.1cto
de considerable valor político, en vista de la mentalidad de linchamiento
que imperaba por entonces. 18 En realidad, después de ser prohibidos por
la censura, los artículos fueron enviados por orden especial del zar a la po-
licía secreta y luego a la comisión organizada para investigar la causa de
los incendios. Una frase que atrajo particular atención fue la referencia a
"tres escolares escrofulosos". Y cuando Mijaíl Dostoievski fue llamado pa-
ra ser interrogado el 8 de junio, como director responsable de la publica-
ción, se le pidió que los identificara por su nombre y que dijera todo lo que
sabía al respecto. El pobre Mijaíl tuvo que esforzarse por explicar que la
referencia no era más que una "expresión literaria" y que no se refería a
unos escolares que fuesen conocidos de los directores de El Tiempo. "No
tengo nada que ver con quienes escriben cosas como La Joven Rusia, decla-
ró, con firme dignidad. 19 Esto puso fin al asunto en lo referente a los herma-
nos Dostoievski, aunque de hecho, El Tiempo apenas se salvó de quedar
prohibido por ocho meses. Una decisión en ese sentido fue tomada en
secreto y luego fue retirada, con la condición de que El Tiempo se mantu-

17 /bid. , pp.
49-54.
18 /bid.,
p. 33.
19 Leonid Grossman, Zhizn u Trudy Dostoevskogo (Moscl1-Leningrado, 1935), p. 114.
206 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

viera bajo minuciosa observación. Así, la espada de Damocles había empe-


zado a mecerse, invisible, sobre la cabeza de los desventurados Dostoiev-
ski, y caería sobre ellos exactamente un año después.

Las breves y resentidas memorias de Chernishevski, en que narra la impe-


tuosa visita de Dostoievski, obviamente pretenden hacernos creer que la
conducta del novelista había sido una absurda pérdida de tiempo. Pero en-
tre los escasos anales del movimiento clandestino revolucionario durante
aquellos meses agitados hay ciertas pruebas indirectas de que el intento de
intervenir de Dostoievski acaso no fuese enteramente vano. Si su visita no
fue decisiva, f\l menos pudo reforzar la inicial reacción negativa de Chemi-
shevski a La Joven Rusia, reacción que le hizo decir que el grupo de Moscú
que había elaborado el documento era "extremadamente exaltado", y ne-
garse a ayudar a su distribución. 20 Dejando aparte la exageración de su re-
tórica, difícilmente habría simpatizado con su visión de una revolución en
que al pueblo sólo se le asignaba el papel de fuerzas de choque y de carne
de cañón, para ser manipulado por un comité revolucionario pequeño pero
omnipotente. Asimismo, preocupado por la oleada de odio contra los estu-
diantes radicales, provocada por la proclama y los incendios, y tal vez más
impresionado de lo que después reconocería por las observaciones de Dos-
toievski, envió a uno de los miembros de Tierra y Libertad a establecer con-
tacto con el grupo de Moscú y pedir algún esfuerzo público para calmar la
tormenta que iba enconándose. Este mensajero fue enviado poco des-
pués de la probable fecha de la conversación entre Chemishevski y Dosto-
ievski. 21 *
Hasta donde se sabe, al emisario de San Petersburgo no se le permitió
visitar en la prisión a Zaichnevsky; pero el 5 de junio otro estudiante, P. D.
Ballod, poseedor de una "imprenta de bolsillo", fue detenido en San Pe-

20 Kosmin, Is Istorii, p. 272.


21 /bid.
• Un erudito soviético ha sugerido una conexión entre estos dos acontecimientos: "cuando Cherni-
shevski envió a Sleptsov a Mosceí, con objeto de hacer presión sobre los autores de La Joven Rusia
para que tomaran cierto tipo de medidas para suavizar la impresión dejada por varios puntos super-
fluos que había en las demandas de la proclama. (lNo es esto precisamente lo que Dostoievski había
pedido hacer a Chernishevski?]". N. G. Rosenblyum, "Petersburgskie Pozhary 1862 g. i Dostoesvki",
enl..N, 86 (Moscu, 1973), p. 40.
"LA JOVEN RUSIA'' 207

tersburgo. Entre sus posesiones se encontraron ejemplares de La Joven


Rusia y, en manuscrito, otra proclama intitulada Advertencia, cuyo propó-
sito era explicar que no debía confundirse a los revolucionarios con quien
fuese responsable de los incendios. "Creer que una revolución no es un
precio excesivo por una mejora del destino de la gente común'', declaraba
esta proclama, "no es lo mismo que quemar las casas y los talleres de los
pobres". 22 Desde luego, la Advertencia nunca se publicó y su autor sigue
siendo desconocido, pero algunos especialistas han sugerido que pudo ser
el propio Chemishevski o uno de los líderes del movimiento estudiantil
petersburgués que también era miembro activo del círculo interno de Tie-
rra y Libertad.
Alentado por la indignación popular contra los revolucionarios sospe-
chosos de haber destruido la capital, el gobierno decidió actuar mientras
la ciudad aún humeaba. El 15 de junio, el comité de la censura de San Pe-
tersburgo suspendió la publicación a la vez de El Contemporáneo y del no
menos izquierdista La Palabra Rusa, durante ocho meses. A las autorida-
des se les avisó el 27 de junio que negaran un pasaporte a Chemishevski
en caso de que lo solicitara, y el 7 de julio fue enviado a prisión junto con
un miembro importante de Tierra y Libertad, Nikolai Semo-Siolovievich.
Para entonces, Dostoievski t.staba muy lejos, embarcado en su primer viaje
a Europa, durante el verano de 1862; pero veremos que sus pensamientos
giraban constantemente en tomo a su patria, y que la situación de allí lo
llenaba de angustia y desaliento.
Sin embargo, partió sabiendo que había hecho todo lo que había podi-
do por evitar lo peor. Como expreso político, se había arriesgado a parecer
nuevamente sospechoso por su visita a Chemishevski, cuyo apartamento
tenía buenas razones para sospechar que era mantenido bajo continua vigi-
lancia de la policia secreta. En la misma ocasión había puesto en peligro
su publicación, El Tiempo, por su simultáneo intento de contrarrestar los
rumores que circulaban acerca de los incendios. Había tratado de advertir
a los jóvenes y fanáticos revolucionarios, por medio de Chemishevski, que
redujeran el tono y las palabras incendiarias que prestaban credibilidad a
las calumnias de sus enemigos; y se había esforzado por defenderlos a ellos
y a los estudiantes contra la furia popular que los amenazaba. Pues bien
sabía, como lo publicó en Humillados y ofendidos, que los reaccionarios
cercanos a la sede del poder estaban aguardando con impaciencia, para
aprovechar debidamente la amenazadora situación. Su único objetivo,

22
!bid.
208 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

aunque fallido, no había sido otro que impedir que los acontecimientos
llegaran a ser irreversibles, para contener al extremismo, cada vez más te-
merario y desafiante, por una parte, y a la reacción, cada vez más ciega e
indiscriminada, por la otra. Tal era la meta que nunca abandonaría total-
mente, y a la que siempre volvería en cuanto viese un rayo de esperanza.
l. F M. Dostoicvski , !Sú l

2. Alexn ndra Shuben. Tomada ele Ale-


xanllra Shubert, Moya Z/Jizn , ed. A
Dermana (Leningrallo, 1929)
3. Nikolai Strájov en el decenio d·c 1850

4. Apollon Grigoryev en el decenill


de 1850
5. La casa de Mijafl Dosroiev-
ski y las oficinas de El Jl"empo

6. N.A Dobrolyubov, ca. 1860


7. Dcl<tlle dd cu<1dro de V.
l. Yakobi, Un al/o en el ci1-
111ino de los reos, Hl6 l. 'lii-
mado ele Jstoria Russkogo
Jslwsstm (Moscú, 1960)

8. San Pctershurgo en llarn~1s , 'lümaclo de t'Jlt1s1ra1ion , vol. -+U (París, l862), p.-+
9. N. G. Chi.:rnishcvski, rn. l tl5')

10. I. S. Turguénev, ca. 1865 . Tomado


de 'lurguénev, Polnoe Sobranie So-
cltinenii, vol. 9 (Moscú-1.cningrado,
1965)
11. Sa lón principal del Palacio de Cristal. 'lomado de Scientific A merican ,
19 de marzo de 185 l
12. Apollinaria Susllwa. ºfornaL1o L1c Dominiquc Arban, et al., Dostoicvski,
(París, 197 l)
13. Mijafl Dosloievski, ca . 1864
XI. RETRATO DE UN NIHILISTA

Y A SE ha vuelto costumbre que los historiadores soviéticos hablen de la


"situación revolucionaria" que existía a comienzos del decenio de 1860.
No hay pruebas convincentes de que la estabilidad del régimen se viese se-
riamente amenazada; pero entre informes de una revuelta campesina tras
otra, reprimidas por las fuerzas armadas, y con unos volantes incendiarios
que misteriosamente aparecían por doquier -la gente llegaba a encon-
trarlos en los asientos del teatro, junto con los programas-, el temor a la
revolución ocupaba todos los espíritus durante los meses turbulentos que
siguieron a la liberación de los siervos. Todas las proclamas daban por sen-
tado que la revolución inminente, por la inquietud entre los campesinos,
y muchas conversaciones eran similares a una que se celebró en una reu-
nión de la junta editorial de El Tiempo.
Un joven colaborador, N. F. Bunákov, por entonces en los comienzos
de una modesta carrera literaria (había sido miembro de un círculo radical
en su pueblo natal, Vologda, y al año siguiente entraría en las filas de Tierra
y Libertad), la ha conservado para la posteridad.

F. M. Dostoievski -escribe- me invitó a una reunión en que me encontré con todo el


círculo de la revista, salvo Apollon Grigoryev, quien no estaba en San Petersburgo. Natu-
ralmente, me sentí un tanto intimidado en presencia de estos "verdaderos" escritores y
me dediqué a escuchar, mucho más que a hablar. Recuerdo una viva discusión sobre si
Rusia estaba madura para un movimiento revolucionario, y si este era posible: tema que
por entonces se discutía por doquier . .. La mayoría del círculo de El Tiempo negó la serie-
dad de las proclamas revolucionarias [El Gran Ruso y A la Generación Joven ya habían
1
aparecido) y la posibilidad de un movimiento revolucionario del pueblo ruso.

Un joven poeta, Platón Kúskov, difirió de los demás y sostuvo sus argumen-
tos contra A E. Razin, autoridad política de El Tiempo, y "el condescen-
diente y jovial Strájov, quien sostenía un indefinido terreno medio". Por
último

el inflamable Feodor Mijáilovich, que había estado paseándose por la habitación des-
de hacía rato sin participar en la conversación, de pronto empezó a hablar sin tomar alien-
to ... Y todos los demás guardaron silencio. Obviamente, él era el profeta del círculo,

1Citado en V. S. Nechaeva, Zhumal MM. i F. M Dostoevskikh, "Vremya", 1861-1863 (Moscú,


1973), p. 291.

209
210 LA ÉPOCA DE U.S ~RO CLAMAS

ante el cual todos doblaban las rodillas. Y este profeta habló de humildad, del papel puri-
ficador del sufrimiento, del panhumanismo del pueblo ruso, de la imposibilidad en que
estaban de emprender una acción voluntaria en n~:nbre de su propio bienestar, de su
aversión a toda violencia, de lo aüti!"laturn! .:!;.; todo tipo de unidad entre el pueblo y esos
autodesignados benefactores que habían tomado sus ideas revolucionarias de los libros
o directamente de una vida occidental que es lo opuesto de la vida rusa y no puede servirle
2
de modelo.

Dado que Bunákov escribió sus memorias al fin del siglo, los términos
en que presenta las observaciones de Dostoievski bien pudieron ser co-
loreados por su conocimiento ulterior de las opiniones del escritor. Pero,
cualesquiera que fuesen las razones que Dostoievski ofreciera para expli-
car sus convicciones, svs años en Siberia le habían convencido de que el
campesinado ruso no era "revolucionario" en el sentido occidental de de-
sear una nueva forma de gobierno que remplazara al zarismo; y bien sabía,
hasta en la médula de los huesos, que no era posible ninguna "unidad"
entre los campesinos y la intelectualidad, que pudiese tratar de explotar
sus quejas, con fines revolucion.arios. Tal como resultaron las cosas, las pre-
dicciones de Dostoievski y las del círculo de El Tiempo llegaron a ser
mucho más atinadas que las exces.ivas esperanzas de los jóvenes radicales:
no ocurrió ninguna revolución o, al menos, nada que en realidad pudiera
considerarse como amenaza revolucionaria. El descontento de los campe-
sinos con las condiciones de la libernción, en Bezdna y por doquier, fue
notablemente pacífico, no violento, snlvo en unos cuantos casos aislados,
e inspirados todos ellos por una inquebrantable lealtad al zar; la violencia
procedió por completo del gobierno.* La opinión de Dostoievski sobre
cómo se comportaron las autoridades en esta coyuntura crítica tal vez pue-

2 !bid., p. 292.
• Hasta qué punto era "revolucionario" el campesino ruso por entonces continúa siendo tema de
enconadas disputas aun entre historiadores soviéticos. Pero uno de los más respetados de ellos, que
también goza de igual estima entre sus colegas occidentales, parece estar de acuerdo con Dostoievski
y el círculo deEl Tiempo. 'Iras un análisis de los movimientos más i1 mportantes de la protesta campesina
inmediatamente después del decreto de liberación, él escribe:

Pese al alcance y al vigor del movimiento campesino, siguió siendo espontáneo, desorganizado,
leal al zar y carente de un programa polftico. Los campe:>inos se negaron a reconocer la autentici-
dad de los "Estatutos del 19 de febrero", suponiendo que los patricios y los funcionarios habían
"sustituido" la "auténtica libertad" concedida por el zar por los Estatutos ... Este nuevo mito ilus-
tra el poder de las ingenuas ilusiones monárquicas de los campesinos y condenó la protesta campe-
sina principalmente a formas de resistencia positiva.

Peter A Zaionchkovsky, TheAbolition ofSerfdomin Russia, ed. y trad. Susan Wosbt (GulfBreeze,
Fla., 1973), p. 118.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 211

da derivarse de una escena de Los endemoniados que puede intepretarse


como un comentario sobre la falta de juicio de aquellas. Cuando una dele-
gación leal de obreros llegó a protestar, en nombre de sus camaradas, con-
tra un supervisor corrompido que les había estafado sus salarios, el gober-
nador general von Lembke se aterrorizó, no supo qué hacer y ordenó que
los azotaran. Confundiendo su petición de justicia con un levantamiento
revolucionario, von Lembke respondió con la fuerza; y su absurda severi-
dad sólo sirvió para desencadenar todo el caos social que entonces fue ya
incontenible.

Sin embargo, aun si no había ninguna auténtica revolución a punto de esta-


llar en Rusia a comienzos del decenio de 1860, los acontecimientos que
hemos estado narrando sí constituyen un momento de gran importancia
sociocultural. Lo que significan es el sensacional advenimiento en el esce-
nario histórico ruso, con toda su fuerza y como grupo dominante, de una
nueva generación de la intelectualidad, en gran parte distinta en su compo-
sición social de las anteriores, y que traía consigo todo un nuevo conjunto
de ideas y de valores. Para nadie pasaba inadvertido el cambio, que fue
planteado en palabras reveladoras al comienzo del siguiente decenio por
N. K Mijailovsky, que ahora ocupaba el lugar de Belinski y de Chernishev-
ski, como el más destacado publicista radical:" lQué ocurrió? Llegaron los
raznochintsy. Nada más ocurrió. Y sin embargo, este acontecimiento, se le
juzge como se le juzge, y simpaticemos con él o no, es un acontecimiento
de la mayor importancia, pues creó una época en la literatura rusa, y la im-
portancia primordial de este acontecimiento tuvo que ser reconocida por
todos los bandos."3 Mijailovsky limita sus observaciones a la literatura por-
que hablar demasiado abiertamente de política a este respecto podía ser
peligroso; pero desde luego, sus lectores captaron sin dificultades su signi-
ficación.
lQuiénes y qué eran los raznochintsy? Eran hijos de sacerdotes, peque-
ños funcionarios, terratenientes empobrecidos, a veces siervos, liberados
o no, todos los cuales habían logrado adquirir una educación y existir en
los intersticios del sistema de castas ruso. Se habían alimentado en los escri-
tos de la vieja generación de patricios-liberales y patricios-radicales, como

3
Citado enlstoriyaRusskoiLiteratury )(J)(V., ed. D.N. Ovsyaniko-Kulikovsky, 5 vals. (Moscú, 1915),
3,p.45.
212 LA ÉPOCA DE LAS PROC!..Aiv!AS

Herzen, Granovski, Ogárev, Turguénev, pero reconocían como su único


verdadero antepasado y predecesor la tormentosa figura del "furioso Visa-
rión'', Belinski, un raznochinets como ellos mismcs, que había asimilado la
rica cultura literaria y filosófica de los patricios, pero cuya intransigente
conducta social a la vez escandalizaba y deleitaba a sus nobles amigos por
su desafío de toda convención hipócrita .. * El joven conde Tolstoi, impeni-
tente defensor de los valores patricios, instantáneamente objetó en 1856
el tono de la crítica de Chemishevski en iuna carta a N ekrásov; y con toda
precisión traza la degeneración de los modelos literarios, hasta llegar a su
fuente: "iTodo esto es Belinski! Hablaba a voz en cuello, y hablaba en tono
airado porque estaba furioso y... Este [Cihemishevski] cree que para ha-
blar bien hay que hablar con insolencia, y que para hacerlo hay que enfure-
cerse."4
'
Al principio, esta nueva generación había desahogado su ira contra las
condiciones existentes en las páginas de las revistas literarias; ahora, había
pasado no sólo a distribuir proclamas más o menos violentas sino, asimis-
mo, según se creía, había prendido fuego a San Petersburgo. Y precisamen-
te en aquel instante, por un histórico golpe de suerte, aparecía una gran
novela presentando a un héroe raznochinets con toda su autoproclamada
rebeldía y su fuerza irresistible. Padres e hijos, de Turguénev, escrito duran-
te los dos años anteriores, y dedicado a la memoria de Belinski, fue publica-
do por El Mensajero Ruso de Kátkov en marzo de 1862, precisamente entre
las dos primeras proclamas y La Joven Rusia, y simultáneamente con aque-
lla famosa velada literario-musical. La figura central de Turguénev, Bazá-
rov, hijo de un humilde médico del ejército como Belinski (y también como
Dostoievski, aunque su padre después fuese ennoblecido) fue inmediata-

• En las memorias de Alexander Herzen se narra un incidente característico:


Una vez. él (Belinski] fue, en Semana Santa, a cenar con un literato y se le sirvieron platillos de
abstinencia. "lHace mucho tiempo que se volvió usted tan devoto?" -preguntó. "Tenemos ali·
mentos de abstinencia" -respondió el literato-- "simple y solamente por nuestro sirviente". "Por
los sirvientes" -dijo Belinski, palideciendo. "Por los sirvientes" -repitii5, y arrojó al suelo su ser·
villeta. "lQuiénes son sus sirvientes? Yo les diré que están engañados. Cualquier vicio manifiesto
es mejor y más humano que este desprecio a los débiles y los incultos, esta hipocreda en apoyo de
la ignorancia. ¿y se imagina usted que es libre? Está usted al mismo nivel que los zares y los sacer-
dotes y los propietarios de esclavos. Adiós. Yo no como alimentos de abstinencia para edificación
de los demás; ino tengo sirvientes!" (Alexander Herzen, My Post anti Thoughts, trad. Constance
Garnett, rev. Humphrey Higgins, 4 vols. (Nueva York, 1968), 2, p. 412.]
Esta sección de la obra de Herzen, que hizo época, ayudó a formar la imagen de Belinski que tanto
atrafa a los jovenes raznochintsy.
4 B. Eichenbaum, Lev Tolstoy, vol. 1 (Leningrado, 1928), pp. 223-224.
EL RE1RATO DE UN NIHILISTA 213

mente aceptada como versosímil imagen literaria del nuevo tipo social de
los sesenta.

No me explayaré sobre la impresión que creó esta noveia -escribió Turguénev, siete
afios después--. Simplemente diré que cuando volví a San Petersburgo, el mismo día de
los incendios del Mercado de Apraksin, la palabra "nihilista" había sido ac.eptada por mi-
les de personas, y la primera exclamación que se escapó d<?. los labios del primer conocido
mío al que encontré en la Perspectiva Nevsky fue: "iMin:n lo que sus nihilistas están ha-
ciendo! iHan prendido fuego en San Petersburgo!". 5

La novela de Turguénev inmediatamente se convirtió en el centro exclusi-


vo de la controversia sociocultural; y los debates por el carácter de Bazárov,
quien personificaba la escisión entre la intelectualidad patricio-liberal de
los cuarenta y los radicales raznochintsy de los sesenta, produjo una nueva
división entre dos facciones dentro del propio bando radical. Estm-. debates
fijaron las condiciones que dominarían la vida sociocultural y literaria rusa
durante el resto de la década, y formaban el indispensable trasfondo para
comprender algunas de las más importantes preocupaciones temáticas de
Dostoievski. Además, El Tiempo tomó parte activa en la furiosa controver-
sia por la novela de Turguénev, e hizo una aportación que el propio Turgué-
nev consideró decisiva. Dostoievski le comunicó su admiración personal
del libro, en una carta, y Turguénev le contestó expresando no sólo su gra-
titud, sino también la sagacidad con que Dostoievski había comprendido
sus objetivos artísticos. Todas estas son cosas que piden más amplia elucida-
ción.

Chernishevski y Dobrolyubov, como ya se dijo, habían dirigido una conti-


nua campaña durante finales de los cincuenta, tendientes a ridiculizar el
prestigio de los tipos patricio-liberales. Además, habían atacado la reve-
rencia al arte tan característica de la vieja generación, y tratado de rempla-
zar todos los tan pomposos principios morales del pasado por una ética
sobria y sencilla -demasiado sencilla- basada en el "egoísmo racional".
Tales ideas, para no mencionar la personalidad y los modales de los rígidos
y descuidados raznochintsy repugnaban a casi todos lo eminentes miem-
bros de la vieja generación. U na temprana muestra de su desagrado puede

5 l. S. Turguénev, Literary Reminiscences, trad. David Magarshack (Nueva York, 1958), p. 194.
214 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

encontrarse en un cuento corto, un tanto perverso, de D. V. Grigorovich,


La escuela de la hospitalidad (1855). Esta obra presenta a un personaje
llamado Chemushkin, periodista de dudosa probidad, que claramente pre-
tende ser un retrato de Chemishevski: "Su apariencia llamaba tanto la
atención, por su aire venenoso que, basándose sólo en esto, un director de
revista lo contrató como crítico; el director también contaba, particular-
mente, con el hecho de que Chernushkin padecía de dolores de hígado y
tenía ataques de bilis." Chernushkin vocea la opinión de que los escritores
que él conoce no se ocupan en cosas serias y "concluyó comparando, muy
ingeniosamente, la literatura con una taza de café después de la comida". 6
El enconado ataque de Grigorovich ya revela dos de los rasgos que serán
invariablemente atribuidos al tipo raznochinets: un todo ofensivo, agresi-
vo, y una depreciación del arte. Esas mismas características, junto con la
referencia al hígado, aparecen en la obra, mucho más importante de Her-
zen, Los superfluos y los biliosos (1860), escrita después de la visita secreta
de Chemishevski a Londres en el verano de 1859. Las impresiones obte-
nidas por Herzen durante esta entrevista, así como de otros visitantes con
los mismos antecedentes, son agudamente transmitidas cuando describe
la actitud de la nueva generación hacia aquella cuyo representante más
eminente era él. Su "bilioso" interlocutor, dice, "nos contempló (a los 'su-
perfluos' patricio-liberales) como al esqueleto de un mamut, como un hue-
so interesante que había sido desenterrado y qu:e correspondía a un sol di-
ferente, a árboles diferentes".
Por su parte, Herzen comenta mordazmente acerca de "los rostros de-
primentes de los Danieles del Neva, quienes sombríamente reprochan a
los hombres el cenar sin rechinar los dientes y el disfrutar de la pintura o
la música sin recordar los infortunios del mundo". Y él mismo se declara
un tanto atemorizado por "la facilidad con que ellos [los biliosos] desespe-
raban de todo, el maligno placer de su renuncia, y su terrible implacabili-
dad" (las cursivas son mías). Pero Herzen creía que "el rechazo al derecho
de cada quien, los insultos, las humillaciones que habían sufrido" habían
dejado a todos "los biliosos" con una "vanidad devoradora, irritable y en-
fermiza".7 Estas páginas son un boceto preliminar al tratamiento más com-
pleto y menos irónicamente hostil que Turguénev da al mismo tipo al que,
en una carta a Kátkov, llama "el verdadero héroe de nuestro tiempo", aña-
6
D. V. Grigorovich, Polnoe Sobranie Sochinenii, 12 vols. (San Petersburgo, 1896), 7, pp. 284, 288.
7
Alexander Herzen, My Past and Ihoughts, trad. Constance Garnett, rev. Humphrey Higgins, 4
vols. (Nueva York, 1968), 4, pp. 1574-1584. El título de este artículo en inglés difiere ligeramente del
libro.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 215

diendo: "iVaya un héroe y vaya un tiempo, dirás ... ! Pero así es como están
las cosas. "8
Los anteriores escritor de Turguénev a menudo habían sido blanco de
los ataques contra los "hombre superfluos", y tales ataques habían sido
tanto más hirientes cuanto que aparecían en la misma publicación, El Con-
temporáneo, que había sido principal canal de sus propias creaciones. Tur-
guénev, normalmente amable y benévolo, también se sintió personalmente
ofendido por la forma nada ceremoniosa en que fue tratqdo por los miem-
bros de lo que llegó a llamarse "el consistorio" (por referencia a los oríge-
nes clericales de muchos miembros del nuevo personal de El Contempo-
ráneo), y Dobrolyubov en particular no ocultaba su repugnancia. Las cosas
llegaron a una confrontación en la primavera de 1860 cuando el artículo
de Dobrolyubov sobre En vísperas fue impreso pasando por encima de las
protestas de Turguénev, quien encontró una observación insultante e n
otro artículo, pocos meses después, diciendo que su descripción de Rudin
(personaje parcialmente basado en Bakunin) había sido convertida, inten-
cionalmente, en una caricatura para satisfacer "a sus amigos ricos". 9 Por
entonces, Turguénev decidió romper todas sus relaciones con El Contem-
poráneo, y en este sentido notificó a Nekrázov en octubre de ese año. Fue
durante el verano de 1860 cuando empezó a esbozar su plan para Padres
e hijos.
Turguénev negaría después que su novela hubiese sido inspirada por un
deseo de atacar a la nueva generación en general y a Dobrolyubov en par-
ticular, y si afirma que no deseaba caer en la sátira o ridiculizar a nadie,
bien podemos creer en su palabra. Su sentido de la vida era demasiado iíri-
ca, demasiado melancólico ·para contentarse con una simple burla aunque,
como también es posible, tal vez iniciara el libro sintiéndose profundamen-
te ultrajado. Hay sobradas pruebas de que en las primeras etapas de la com-
posición, sus sentimientos hacia los raznochintsy estaban lejos de ser ama-
bles. Los artículos de Dobrolyubov, declaró Turguénev a un conocido, en
París, en aquel invierno, son "una cocción de bilis que sólo puede gustarles
a quienes no tienen gusto ni buen sentido, o cuyo gusto está depravado,
como el de una chica anémica que devora yeso y tiza y que ha perdido la
razón". 10 Dijo que quienes guiaban El Contemporáneo eran "hunos y ván-
dalos que odian todo tipo de civilización. Cierto, no tienen la fuerza mate-
8 I. S. Turguénev, Pisma, 13 vals. (Moscú-Leningrado, 1961 ), 4, p. 303.
9 !bid., p. 137.
10 Henri Granjard, !van Turguénev et les courants poli1iques el sociaux de son temps (París, 1954),

p. 298. Esta obra clásica es indispensable para cualquier estudio serio de Turguénev.
216 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

rial, externa de nuestros antiguos opresores, los mongoles, pero no valen


más que ellos y los sobrepasan, con mucho, en astucia." 11
La prematura muerte de Dobrolyubov en noviembre de 1861 (tenía sólo
veinticinco años) ablandó un tanto a Turguénev y sus observaciones, pues-
tas en una carta, indican cómo habían evolucionado sus sentimientos hacia
los raznochintsy: "Lamento la muerte de Dobrolyubov, aunque no compar-
tiera su punto de vista: era un hombre talentoso, joven... iQué lástima
que tanta fuerza fuese destruida y gastada en vano!" 12 Esta nota elegiaca
transmite algunas de las modulaciones que Turguénev estaba poniendo en
la creación de Bazárov, hacia quien, en el curso de la composición, recono-
ce haber llegado a sentir "un involuntario afecto".13 Y probablemente por
entonces ocurrió el incidente del que después hablaría al novelista norue-
go-estadunidense Hjalmar Boyesen: "Yo estaba dando un paseo y pensan-
do en la muerte. Precisamente entonces, ant~ mis ojos, surgió la figura de
un hombre que estaba muriendo. Era Bazárov. La imagen me produjo una
profunda impresión, y entonces los otros personajes de la novela y la acción
misma empezaron a evolucionar." 14 Una vez visto su tema en esta perspec-
tiva, era imposible que Turguénev dejara de simpatizar hasta cierto punto
con su personaje. Para cuando había terminado el libro, probablemente
no podía decir, corno lo reconoció diez años después, cuáles habían sido
en realidad sus sentimientos personales hacia Bazárov: "Sólo Dios sabe si
yo lo quería o lo odiaba." 15
A pesar de todo, Turguénev hizo mucho más que limitarse a "imaginar"
a su personaje central; también estudió cuidadosamente los escritos en que
la nueva generación expresaba su desdeñoso rechazo de la antigua, y se
basó en las ideas que allí descubrió, con notable precisión. Todas las cues-
tiones socioculturales del momento están reflejadas con tanto acierto en
el libro, que un crítico soviético lo ha llamado, con razón, "una lapidaria
crónica artística de la vida conternporánea". 16 Sin embargo, el matiz que
Turguénev dio a estas cuestiones se vio determinado por sus propios obje-
tivos artísticos y sus actitudes ambiguas; corno Dostoievski, podía simultá-
neamente simpatizar con el ardiente fervor rnüral de los jóvenes, deplorar
su intemperancia, detestar sus ideas y lamentar su destino. Muchas de las

11
/bid.
12
Turguénev, Pisma, 4, p. 316.
13
Turguénev, Literary Reminiscenses, p. 195.
14 Citado en Granjard, /van Tourgumev, p. 301.

15 Turguénev, Pisma, 8, p. 152.


16
G. M. Fridlender, et al., /storiya Russkogo Romana, 2 vals. (Mosc11·Leningrado, 1962), 1, p. 501.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 217

posiciones que Bazárov propugna no son tanto ecos de El Contemporáneo


cuando sutiles deformaciones y exageraciones calculadas para revelar sus
implicaciones últimas y, así, ses peligrosas potencialidades. No es de sor-
prender que los partidarios de estas ideas hubiesen considerado inacep-
table la versión de Turguénev. Mucho más inesperado es que uno de tales
portavoces de los radicales hubiese proclamado a Bazárov como el faro
que iluminaba el camino futuro.

Una de las obras teatrales más conocidas de Turguénev se intitula Un m~s


en el campo, y a la novela Padres e hijos bien podría haberle dado el mismo
título. Toda la acción ocurre en el verano de 1859, precisamente en vísperas
de la liberación, cuando dos condiscípulos, recién graduados en la Univer-
sidad de San Petersburgo, van a pasar sus vacaciones al campo. Uno de
ellos es Arkady Kirsánov, retoño de una familia patricia, que ha invitado
a su compañero Evgeny Bazárov, ligeramente mayor --originalmente de
familia campesina y clerical, aunque su padre sea un médico retirado del
ejército- a visitar la nueva y floreciente posesión de los Kirsánov. Allí,
Bazárov conoce al padre de Arkady, Nikolai Petróvich, un tipo romántico,
blando y sensible, del decenio de 1840, que lee a Pushkin, comulga con la
naturaleza, toca el violonchelo en sus ratos libres y, como expresión de su
liberalismo, ha descargado a sus campesinos de su obligación de presentar-
le servicios.* El tío de Arkady, Pável Petróvich, es otro tipo de patricio: un
dandy elegante, que imita los modales y las costumbres inglesas, admira el
liberalismo aristocrático occidental (particularmente el inglés), no tiene el
menor sentimiento, y pertenece al periodo de los treinta, con sus Oneguins
y sus Pechorins byrónicos, y no a los romántico-sentimentales y humani-
tarios cuarenta. Pável Petróvich y Bazárov, en términos humanos, son del
mismo tipo de personalidad autoritaria, y cada quien exige respecto a su
dignidad individual, con gran obcecación. Los diálogos entre ambos con-
tiene la mayor parte de la sustancia ideológica explícita del libro, y su duelo
de palabras llega a convertirse en duelo con pistolas a diez pasos.
Semejante paralelo entre Bazárov y Pável Petróvich surge de la estruc-

•El pago en renta (obrok, en ruso) significa que el campesino podía cumplir con su obligación
para con el terrateniente en especie o en dinero, y no era responsable de prestar servicios laborales
(barshchina) en finca del terrateniente.
218 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

tura misma de la acción: lo que Bazárov llega a saber, de labios de Arkady,


acerca del pasado de Pável Petróvich, claramente anuncia ya su propio
destino; pues la vida de Pável Petróvich fue arruinada por su pasión por
una mujer enigmática, que durante un tiempo fue su amante, pero a la que
en realidad nunca pudo poseer plenamente. Cuando ella lo abandonó, "él
ya no esperó nada de sí mismo ni de los demás, y ya no emprendió nada"
(8, pp. 223- 224 ). * Como buen materialista de los sesenta, y como estudian-
te de medicina habituado a disecar ranas, Bazárov no cree en el amor. "¿y
qué me dice de todas esas misteriosas relaciones entre hombre y mujer?",
pregunta desdeñosamente a Arkady. "Los fisiólogos sabemos lo que son
estas relaciones." De la historia de Pável Petróvich comenta: "Y sin embar-
go, debo decir que un hombre que apuesta toda su vida a una sola carta
-al amor de una mujer-y si pierde, queda amargado, y se deja llevar por
la desesperación hasta no servir para nada, no es un hombre, sino un animal
macho." (8, p. 226 ). Así, Bazárov reduce el llamado amor a la pura sensuali-
dad, y expresa sólo desprecio hacia el que permitió que su vida fuera deter-
minada por tales deseos, no porque él mismo tenga alguna objeción contra
la sensualidad, sino porque a ese nivel (el único que reconoce) todas las
mujeres son iguales.
A pesar de todo, él mismo llega a saber que el amor es mucho más que
el contacto momentáneo de una epidermis con otra, cuando cae bajo el
hechizo de la espléndida, rica y supremamente segura Mme. Odíntsova, y
empieza a comprender que con ella tal vez no pueda "lograr sus fines",
como lo había hecho tan fácilmente con otras. Lo que le desconcierta no
es que pueda ser (y luego es) rechazado, sino que "descubrió, para su pro-
pio desconcierto, que no estaba en su poder darle a ella la espalda". Bazá-
rov descubre que es víctima de esa misma pasión romántica cuya existencia .
se había negado a reconocer; "fácilmente habría podido contener su san-
gre, pero otra cosa estaba echando raíces en él, otra cosa que él nunca ha-
bía reconocido, de la que siempre se había burlado, y contra la cual se
levantaba su orgullo" (8, p. 287). Hasta entonces, Bazárov había estado
seguro de que el racionalismo reductivo de su opinión "científica" de la
vida, que disolvía todos los "valores supremos" en afanes y en reflejos pura-
mente materiales, era muy superior a las anticuadas pamplinas románticas
que él trataba con tanto desprecio. Pero ahora comprende que lo que había
considerado un simple engaño, "romanticismo, absurdo, necedad, falsía'',

• Las referencias a las páginas, en esta sección y en la siguiente, se refieren a Padres e hijos, en I.
S. Turguénev, Polnoe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968).
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 219

puede triunfar sobre sus convicciones más firmemente arraigadas. Este


golpe a su orgullo conmueve todo el marco de sus valores que apoyara la
suprema confianza en sí mismo y priva de significado a su vida. . . exacta-
mente como había ocurrido a Pável :eetróvich. Bazárov muere acciden-
talmente por una herida causada al resbal.ársele un bisturí mientras estaba
disecando un cadáver infectado; es claro que para entonces ya había perdi-
do todo interés en la vida.
Padres e hijos inaugura así el tema que llegará a ser dominante en la no-
vela rusa de los sesenta: el conflicto entre el estrecho racionalismo y mate-
rialismo sostenido por esta nueva generación, y todos estos sentimientos
y valores "irracionales" cuya realidad se niega a reconocer. Pero si Turgué-
nev expone de esta manera las insuficiencias de la cosmovisión de los raz-
nochintsy, sin embargo presenta a Bazárov como alguien que, en energía,
fuerza de carácter y promesa para el futuro es muy superior a cualquiera
de los personajes patricios que lo rodean. Los dos viejos Kirsánov son, cla-
ramente, restos del pasado, incapaces de enfrentarse a la nueva sociedad
rusa que estaba a punto de desbordar sus viejos límites. Pável Petróvich,
por último, va a establecerse definitivamente en el extranjero y, aunque
muy admirado como "perfecto caballero" por sus amigos ingleses de Dres-
de, lleva una vida de tranquila desesperanza (8, p. 400). Arkady y su padre
florecen en una satisfecha mediocridad en su finca, pero la imagen impre-
sionante del rebelde Bazárov definitivamente deja en la sombra su "felici-
dad familiar" (para emplear un término tolstoiano ). "Vuestro destino, vo-
sotros, patricios", dice Bazárov a Arkady, cuando los que fueran amigos
van a separarse, "nunca podrá llegar más allá de una refinada sumisión o
una refinada indignación, y eso es simple bagatela. No lucharéis.. . Pero
nosotros sí nos proponemos luchar. .. inosotros deseamos aplastar a
otros!" (8, p. 380).

A lo largo de toda la novela, el retrato que pinta Turguénev de las relacio-


nes entre las dos generaciones capta diestramente, en incisivos diálogos y
agudas observaciones del autor, toda la gama de la oposición que ha estado
formándose, tanto en contactos personales como en noticias periodísticas;
y su delineación de este conflicto fija los términos ideológicos en que se
llevaría a cabo la polémica del futuro inmediato.
La confianza y desenvoltura de Bazárov ante los Kirsánov muy pronto
irrita los nervios de Pável Petróvich, y su reacción nos trasmite algunas de
220 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

las objeciones ya citadas al tono de los raznochintsy: "[Pável Petróvich] em-


pezaba a sentir una irritación secreta. Su naturaleza aristocrática se revela-
ba ante la absoluta desenvoltura de Bazárov. Este hijo de un cirujano no
sólo no se dejaba intimidar, sino que hasta daba respuestas bruscas e indi-
ferentes y en el tono de su voz había algo rudo, casi insolente" (8, p. 218).
La decadencia de la vieja generación se revela en el amor de Nikolai Kirzá-
nov en Pushkin y a sus esfuerzos de aficionado por tocar el violonchelo.
"Ya es tiempo de tirar esa basura'', dice Bazárov refiriéndose a Pushkin, y
aconseja a Arkady que dé a su padre "algo sensato que leer". Los dos ami-
gos, condescendientes, deciden que Fuerza y materia, de Büchner, sería
una introducción apropiada a unas lecturas más intelectuales, porque "está
escrito en lenguaje popular" (8, pp. 238-239).
El ataque de Bazárov al arte se lleva a cabo vigorosamente, y para un
lector bien informado de la época, con obvia referencia a la tesis de Cher-
nishevski; pero, mientras que Chemishevski se había limitado a afirmar
que el arte debía subordinarse a la vida, y no le había negado cierta utilidad
secundaria, Turguénev lleva la oposición entre lo "escéptico" y lo "útil" a
una negación total. Cuando Pável Petróvich se queja de que los jóvenes
artistas rusos "consideran a Rafael como un necio", Bazárov replica: ·~
mi parecer, Rafael no vale un ardite, y ellos no son mejores que él" (8, p.
247). No se establece ninguna distinción entre diferentes tipos de arte,
como más o menos útiles, y otra observación de Bazárov ilustra el punto
en forma epigramática: "Un buen químico es veinte veces más útil que
cualquier poeta" (8, p. 219).
En lo referente a ideas más generales, Bazárov ejemplifica, evidente-
mente, la convicción de Chemishevski de que las ciencias físicas, con su
teoría de un determinismo material universal, echan las bases de una solu-
ción a todos Jos problemas, incluyendo los de carácter sociomoral. "Sabe-
mos aproximadamente de dónde vienen las enfermedades físicas", informa
Bazárov a la escéptica Mme. Odíntsova; "las enfermedades morales pro-
ceden de una mala educación, de todos los absurdos que le meten en la
cabeza a la gente desde la niñez; del estado deformado de Ja sociedad; en
pocas palabras, reformad la sociedad, y ya no habrá enfermedades" (8, p.
277). Pero esta fe en la ciencia, que aún implica una fe en principios ge-
nerales de alguna índole, es entonces dividida por Bazárov en ciencias
particulares. "Hay ciencias", declara, "como hay oficios y vocaciones; mas
la ciencia abstracta no existe en absoluto" (8, p. 219). A Ja postre, hasta la
ciencia misma queda reducida a "sensaciones'', y son estas, en toda su in-
finita variedad, las que dicen Ja última palabra. "No hay principios genera-
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 221

les . . . ini siquiera eso sabéis hoy! '', dice Bazárov a Arkady, con cierta sor-
presa. "Hay sensaciones. lPor qué me gusta la química? lPor qué te gustan
a ti las manzanas? También porvirtud de nuestras sensaciones." Las "sen-
saciones" aquí referidas por Bazárov son sensaciones puramente físicas,
no síquicas y emotivas, y Bazárov insiste en que "los hombres nunca pene-
trarán más profundamente" (8, p. 325). El cientismo de Chernishevski ter-
mina así como empirismo solipsista o sensacionalista, en que se disuelven
tocios los valores o propósitos generales (casi como en Max Stirner) en
cuestión de gusto o preferencia individual.
Es este ataque a todos los principios generales el que forma la base de
lo que Turguénev llama el "nihilismo" de Bazárov, término que acababa
de entrar en uso en relación con los radicales y que estaba destinado, como
resultado de la novela de Turguénev, a tener gran aceptación.* Un nihi-
lista, se apresura Arkady a explicar, "es un hombre que no se inclina ante
ninguna autoridad, que no adopta ningún principio por simple fe, por mu-
cha reverencia que se muestre a este principio" (8, p. 216). En el pasaje
más célebre del libro, Bazárov explica el alcance universal de este rechazo ·
a los incrédulos viejos Kirsánov:

- Nosotros actuamos en virtud de aquello que reconocemos útil-<leclaró Bazárov-.


En los tiempos actuales, lo más útil de todo es negar.. . y nosotros negamos.
-lTodo?
-iTodo!
- lCómo'! No sólo el arte, la poesía.. . sino también ... es horrible decirlo...
- Todo -repitió Bazárov con imperturbable serenidad.
Pável Petróvich lo miró fijamente. No se esperaba aquello; pero Arkady hasta se puso
encarnado de puro placer.
- Sin embargo. .. me permite usted . . . -balbució Nikolai Petróvich.- Ustedes lo
niegan todo, o dicho con más exactitud, lo destruyen todo . .. Pero luego es menester
construir.
- Eso ya no es cosa nuestra ... Lo primero de todo es escombrar. (8, p. 243).

Desde luego, Arkady se apresura a decir que "el estado actual del pueblo
lo exige", relacionando así esta negación con el objetivo de una trasforma-

• Se ha discutido considerablemente sobre los antecedentes de este término en la critica rusa, y


sobre si Turguénev lo tomó de algunos artículos de Kátkov, que lo había utilizado en su polémica con
los radicales de El Contemporáneo durante 1861. El manuscrito de Turguénev, sin correcciones, que
sólo recientemente ha sido estudiado en detalle, no confirma esta suposición. La palabra "nihilista"
aparece en las partes escritas antes de la publicación de los art!culos de Kátkov; no fue añadido al
margen o entre reglones. Véase el comentario en l. S. Turguénev, Polnoe Sobranie Sochinenii, 8,
pp. 588-589.
222 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

ción social revolucionaria. Pero este lejano objetivo, por lo que se refiere
a Bazárov, sigue claramente subordinado a la obra de negación y de des-
trucción, a una emancipación personal ante todos los elevados principios
y prejuicios, y al fomento de tal emancipación entre los demás. Así, Turgué-
nev invierte el orden auténtico de prioridades entre los partidarios de El
Contemporáneo, cuyos objetivos eran mucho más sociopolíticos que per-
sonales. Sin embargo, es muy probable que tuviese conocimiento de otras
corrientes radicales, que se manifestaban en los ensayos de Pisárev y de
otros colaboradores de La Palabra Rusa y que, como lo había notado Strá-
jov, hacían mucho mayor hincapié en la autoafirmación y la autoliberación,
y cuyas preferencias filosóficas en realidad estaban muy cerca del empi-
rismo "sensacionalista" de Bazárov.
También la actitud de Bazárov hacia "el pueblo" es una mezcla de ideas
conflictivas que, sin representar ningún punto de vista prevaleciente en
particular, finalmente acaba por hacer hincapié en un individualismo soli-
tario. Por otra parte, está orgulloso de su origen plebeyo, y cuando Pável
Petróvich lo acusa de no ser "ruso", Bazárov replica: "Mi abueio araba la
tierra", y señala-lo que es cierto-que los campesinos se sienten mucho
más a sus anchas con él que con los patricios. Pero también es un inflexible
occidentalista, que se niega a idealizar en ninguna forma a los campesinos
y que se burla·de su atraso y de su superstición: "El pueblo se imagina que
cuando hay truenos es que el profeta Elías va de un lado hacia otro del cie-
lo en su carro de ruedas. lQué tal? lPodría estar yo de acuerdo?" (8, p.
244). Ni siquiera esta sancta sanctorum ", la obshchina de aldeas, se libra
de ser fustigada por el iconoclasta Bazárov; y en esto refleja básicamente
la opinión de su propio creador, el liberal occidentalista Turguénev, pero
tal era, asimismo, un punto de vista que empezaba a aparecer en La Pala-
bra Rusa.17
Ninguna escena de Padres e Hijos es más profética que aquella en que
Turguénev dramatiza brillantemente todas las ambigüedades de la relación
de amor-odio de Bazárov con el pueblo, el choque interno entre sus ideas
afirmativas, que expresan una dolorosa necesidad de realización personal,
y la obligación impuesta por la historia a su generación de dedicar sus vidas
a mejorar el destino de los campesinos ignorantes. Bazárov recuerda que

17 Véase, por ejemplo, Ja obseivación en el ensayo de Pisárev, "Escolasticismo en el siglo XIX"

(1861) de que "el campesino ruso tal vez no ha alcanzado aún estatura suficiente para comprender
su propia personalidad y elevarse a un razonable ego!smo y respeto a su propia individualidad" (o,
más literalmente, su propio Yo). Dimitri Pisárev, Selected Philosophical, Social and Política/ Essays
(t.-loscú, 1958),p. 77.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 223

una vez, al pasar frente a la izba de un próspero campesino, Arkady había


observado piadosamente que Rusia "alcanzaría la perfección cuando el
campesino más pobre tuviese una choza [limpia y confortable]" y que "cada
uno de nosotros debe esforzarse por producir [eso]". Semejante obligación
mueve a Bazárov a confesar un intenso "odio a este campesino más pobre,
este Felipe o Isidoro, por quien estoy dispuesto a quitarme hasta la piel, y
que ni siquiera me ha de dar las gracias por ello.. .; y, además, lpor qué
habría de dármelas? Bueno, pues viva en su choza blanca y que sobre mí
cunda la viruela ... ly qué más? (8, p. 325).
Turguénev penetra aquí, con consumada maestría, en el angustioso dile-
ma del joven radical ruso de los sesenta, dedicado en cuerpo y alma a servir
a un pueblo del que está totalmente apartado por su cultura, un pueblo en
cuyo nombre ha de abandonar todo derecho a la felicidad y que sin embar-
go no puede comprender siquiera la naturaleza y el significado de su sacrifi-
cio. Esa conciencia del trágico aislamiento de la intelectualidad -aisla-
miento que había sido uno de los más estremecedores descubrimientos de
Dostoievski durante sus años de prisión en Siberia- aún no había sido
plenamente captada como dato objetivo de la situación sociocultural rusa.
Llegaría a ser mucho más comentado en los años siguientes, en parte por-
que el pueblo no se comportaba como lo había previsto la intelligentsia, en
parte porque Turguénev había elevado la cuestión al nivel de la conciencia.
Como resultado, el sentido de indomable voluntad y fuerza de Bazárov
como individuo, así como su percatación de que se encuentra solo, por en-
cima y fuera del pueblo, pasará a la primera fila, determinando en parte
las actitudes principales de los intelectuales raznochintsy durante el resto
de los sesenta.

Desde antes de la publicación de Padres e hijos, se había rumoreado por


San Petersburgo que la nueva novela de Turguénev era una quemante pa-
rodia de Dobrolyubov. En realidad, Chernishevski siguió creyendo esto
hasta el día de su muerte, y repitió la acusación todavía en 1884; 18 tampoco
puede negarse que ciertos aspectos del libro colocan a los radicales bajo
una luz muy poco halagüeña. Según como se interprete el texto, podría
considerársele como una "apoteósis" de Bazárov (para citar la escandaliza-
18 "Una abierta manifestación del odio de Turguénev a Dobrolyubov'', escribió Chernishevski en
1844, "era, como es bien sabido, su novelaPadl·es e hijos". Citado en V. E. Evgenyev-Maksimov, Sovre-
mennik pri Chemyshevskom i Dobrolyubove (Leningrado, 1936), p. 514.
224 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

da reacción de Kátkov) 19 o como una condena y denuncia del tipo que en-
carnaba. Esta segunda opinión fue la de la mayoría de los lectores, y de
ello es eco un informe de la policía secreta que analiza el escenario cultural
en el año de 1862 con bastante perspicacia: "Con esta obra... Turguénev
marcó a nuestros revolucionarios adolescentes con el cáustico nombre de
'nihilistas' y fustigó la doctrina del materialismo junto con sus representan-
tes."20 Para asegurarse de que Turguénev recibiera el justo castigo por su
audacia, Chernishevski confió la crítica de la novela a M. A Antónovich,
de veintidós años, protegido de Dobrolyubov, que era conocido por su beli-
gerancia.
El ensayo de Antónovich, "El Asmodeo de nuestro tiempo" no es tanto
un artículo acerca de la novela de Turguénev cuanto un ataque en toda
forma, planeado para destruir el crédito que pudiera darse a la pintura de
los objetivos y los ideales de la generación jóven. Negando todo valor artís-
tico a la obra e interpretando grotescamente algunas de sus escenas (Antó-
novich piensa que Bazárov, en su lecho de muerte, quiere volver a ver a
Mme. Odíntsova para recibir un último placer sensual) declara que el libro
no es "nada más que una crítica implacable y hasta destructiva de la joven
generación". 21 Bazárov, en su opinión, es pintado "no como un ser huma-
no, sino como una especie de ser aterrador, simplemente un demonio o,
para decirlo más poéticamente, un Asmodeo". 22 Utiliza este nombre por-
que Antónovich desea colocar Padres e hijos en la misma despreciable cate-
goría de una novela publicada en 1858, Un Asmodeo de nuestro tiempo,
cuyo autor era el tristemente célebre V. l. Askochensky. El nombre de este
caballero, que también publicaba una revista dedicada a defender la causa
de la fe ortodoxa rusa, se había vuelto "sinónimo de oscurantismo" en la
cultura rusa de mediados del siglo. 23
La mayor parte del artículo de Antónovich se dedica a difamar a Tur-
guénev por todos los medios posibles. Hasta una alusión, que pocos habrán
pasado por alto, a su conocida pasión amorosa con la prima donna franco-
española Pauline García Viardot. Como Bazárov es considerado tan sólo
como la grotesca caricatura de un radical, Antónovich no dedica mucho
espacio a sus frases y declaraciones en particular. De todos modos, sí indica
que el desprecio de Bazárov al arte va demasiado lejos: "Sólo negamos

19
P. V. Annenkov, Literatumye Vospominaniya (San Petersburgo, 1909), pp. 549-550.
20 Evgenyev-Maksimov, Sovremennik, p. 548.
21
M. A Antónovich,Literatumo-Kriticheskie Stati (Mosc6-Leningrado, 1961), p. 45.
22
!bid., p. 42.
23 Charles Moser,Anti-Nihilism in the Russian Novel of the 1860's (La Haya, 1964), p. 64.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 225

vuestro arte, vuestra poesía, señor Turguénev... pero no negamos y hasta


exigimos otro arte y otra poesía."24 Pero entonces, Antónovich menciona,
sin tino, al totalmente apolítico Goethe como el tipo de poeta que él con-
sidera aceptable, lo que movió a Dostoievski a escribir en su cuaderno de
notas: "Estamos dispuestos a apostar a que él (Antónovich) no abrirá un
libro de Goethe en su vida, y tal vez a que no lo ha abierto aún." (20, p.
153). Antónovich también observa que Bazárov, al negar todo principio,
en realidad acepta el principio de negación; y cuando dice "actuaremos de
acuerdo con lo que consideramos útil", está aceptando, desde luego, el
principio de utilidad. lPor qué, entonces, presentarlo haciendo de la nega-
ción una "cuestión de gustos", y afirmando que la generación joven no
actúa de acuerdo con ningún principio? 25 Aquí, Antónovich está defen-
diendo la auténtica posición de El Contemporáneo contra las astutas mani-
pulaciones de Turguénev. Pero, cualquiera que sea la justicia que haya en
tales observaciones, son ahogadas por el diluvio de denuestos que ha hecho
del artículo de Antónovich un sinónimo de prácticas críticas erróneas.
Totalmente opuesta fue la creación de Dimitri Pisárev, principal crítico
de La Palabra Rusa, revista que hasta entonces pasaba por ser firme aliado
de El Contemporáneo. Como sabemos, la obra de Pisárev ya había atraído
la irónica atención de Strájov; y un mes o dos antes de que apareciera su
artículo sobre Turguénev, Strájov había enfocado una vez más su atención
en él, en el número de El Tiempo de enero de 1862: "Hay que leer al señor
Pisárev-insiste-. En mi opinión, el señor Pisárev es la última y más nota-
ble manifestación de nuestra literatura contemporánea; en él sale a la su-
perficie su secreto más profundo ... El señor Chernishevski es el funda-
mento y el principo, el señor Pisárev es la consecuencia y la conclusión."26
Aunque supuestamente Pisárev fuese seguidor de Chernishevski, Strájov
notaba en el joven crítico una tendencia a llevar sus conclusiones más ex-
tremas las lecciones del maestro: las mismísimas conclusiones "nihilistas"
que pronto estaría proclamando Bazárov en las páginas de Turguénev.

Si la autoridad es engañosa -había escrito Pisárev en el exhibicionista ensayo al que se


refiere Strájov-, la duda la destruirá, y con razón; si es necesaria o útil, entonces la duda
le dará vueltas, la examinará desde todos sus ángulos y volverá a ponerla en su lugar. En
pocas palabras, este es el ultimátum de nuestro bando: lo que puede romperse debe rom-

4
2 Antónovich, Stati, p. 41
25 !bid., p. 81. .
26
N. N. Strájov, Iz Istorii Literatumago Nigüizma, 1861-1865 (San Petersburgo, 1890; rpt. La Haya,
1967), pp. 102-103.
226 LA ÉPOCA DE LA~ !'RQCLAMAS

perse; lo que resiste el golpe es digno de conservarse, lo que se hace pedazos es basura;
en todo caso, demos golpes a izquierda y derecha, esto no puede hacer dafio ni hará
dafio. 27

No es de sorprender que Dostoievski también anotará en su cuaderno esta


lacónica observación: ':.\hora, Pisárev ha llegado más lejos." (29, p. 156).
El autor de este breve himno a la destrucción naturalmente encontró
muy de su gusto al héroe de Turguénev y elogió precisamente aquellos
aspectos de Bazárov considerados infamantes por Antónovich, como dis-
tintivos del nuevo "héroe de nuestro tiempo". Bazárov, declara Pisárev sin
vacilar, es "un representante de nuestra generación joven; en su persona
se unen todos aquellos rasgos dispersos en menor grado entre la masa".
Se destaca entre estos rasgos su inmensa superioridad sobre todos los que
encuentra. "Bazárov es extraordinariamente presumido", reconoce Pisá-
rev, "pero su presunción no resalta, precisamente, por su inmensidad. No
se ocupa en las bagatelas que forman las relaciones de la gente ordinaria;
no puede ser insultado por un obvio desdén, ni halagado con señales de
respeto; está tan pagado de sí mismo, se considera tan seguro en su altura
que es casi completamente indiferente a la opinión de los demás." Una vez
Pável ·Petróvich dice que Bazárov posee un "orgullo satánico", y Pisárev
se apresura a agregar que "esta expresión está muy felizmente escogida y
es una perfecta caracterización de nuestro héroe".28
Bazárov no muestra sólo su "orgullo satánico'', sino que también anun-
cia una cosmovisión basada en un "empirismo" que reduce todas las cues-
tiones de principio a preferencia individual; y Pisárev acepta, con toda de-
senvoltura, semejante doctrina como la última palabra de la "ciencia". '~í
Bazárov por doquier y en todo no sólo hace lo que desea, o lo que le parece
útil y atractivo. Sólo se deja gobernar por el capricho o por el cálculo perso-
nal. Ni por encima de él, ni fuera de él, ni dentro de él reconoce a ningún
regulador, una ley moral, algún principio.'' Gente como Bazárov, explica
Pisárev, puede ser honrada o deshonrada, buenos ciudadanos o absolutos
canallas, dependiendo todo de las circunstancias y del gusto personal.
"Nada salvo el gusto personal le impedirá asesinar o robar, y nada excepto
el gusto personal mueve a gente de esta índole a hacer descubrimientos
en el campo de la ciencia y de la existencia social."29 Pisárev concede que
los Bazárov también actúan por "cálculo" y están plenamente concientes

27
D. l. Pisárev, Sochi.neniya, 4 vols. (Mosctí, 1955), 1, p. 135.
ZS Jbid., pp. 8-9 y 10-11.
'l9 !bid., pp. 11, 10.
EL RElRATO DE UN NIHILISTA 227

de que al cometer crímenes pueden ser descubiertos y castigados; violar la


ley puede ser desventaja y por eso es algo que debe evitarse. Pero Bazárov,
tal como lo ve Pisárev, está muy por encima de sentir ninguna compunción
moral contra cometer crímenes: el nuevo héroe de la generación joven di-
fícilmente subordinaría su voluntad a prejuicios anticuados. Tres años des-
pués, Raskólnikov, en Crimen y castigo, mostrará lo que puede ocurrir
cuando se toma en serio esta interpretación del tipo de Bazárov y se la so-
mete a prueba.
A lo largo de todo el artículo de Pisárev, se hace particular hincapié en
la grandeza de Bazárov como individuo que no sólo se destaca por encima
de todos los demás miembros de la clase educada, sino aún más, por enci-
ma del pueblo. Como resultado, Pisárev es sumamente sensible al aisla-
miento moral y espiritual de Bazárov y hasta lo presenta en forma de ley
social universal:

En cada periodo ha habido en el mundo gentes insatisfechas con la vida en general o,


con alguna forma especial de la vida en particular; en cada periodo, estas gentes han far.
mado una minoría insignificante. Las masas, en cada periodo, han vivido satisfechas, y
con su inherente placidez se han contentado con lo que tenían a mano. Sólo algún tipo
de catástrofe material. .. pone a estas masas en un difícil movimiento, lanzándolas a la
destrucción de su habitual, sofiadora, tranquila y vegetativa existencia... Esta masa no
hace descubrimientos ni comete crímenes; otros piensan y sufren, busca11 y encuentran,
se esfuerzan y ye"an en su nombre; otros, eternamente ajenos a ella, que eternamente la
miran con desprecio y al mismo tiempo eternamente se esfuerzan por awnentar las ameni·
dades de su vida:,o (las cursivas son mías).

Vemos así que Pisárev traza una clara línea entre la gente ordinaria y la
extraordinaria, entre la masa y aquellos individuos concientes que se ase-
mejan a Bazárov en su solitaria altivez. Nada similar puede encontrarse en
El Contemporáneo, donde la intelectualidad y el pueblo invariablemente
eran considerados como unidos en la busca de un común objetivo sociopo-
lítico (por muy "atrasados" que pudieran estar los campesinos, y por mucha
necesidad que tuvieran de ilustración). Esta imagen del trascendente hé-
roe del rasnochinets, que actúa por sí sólo y que no puede dejar de sentir
desprecio hacia el pueblo, cuya vida trata de mejorar y de elevar, era algo
totalmente nuevo en el escenario sociocultural ruso. Y casi no puede du-
darse de que encendió la imaginación de Dostoievski, poniéndola a traba-

30
/bid., p. 15.
228 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

jar sobre los lineamientos que finalmente le condujeron a Raskólnikov y


a su famoso artículo "Sobre el crimen", que también separa al mundo en
gente "ordinaria" y "extraordinaria", y que rer.bma para la segunda cate-
goría el derecho de "pasar por encima" de la ley moral.
Más inmediatamente, el artículo de Pisárev consoló un tanto a Turgué-
nev de la lluvia de denuestos que de todas partes caía sobre él. Todo el que
lea la novela de 1urguénev, afirma Pisárev, y comprenda hasta qué punto
ha presentado favorablemente a Bazárov aun contra sus propias conviccio-
nes, "no podrá dejar de expresarle una profunda y viva gratitud, como gran
artista y gran ciudadano ruso". 31 Por la época en que apareció esta aproba-
ción, aún no era más que una opinión minoritaria de la izquierda; y aunque
Turguénev la llamara "muy notable'', no se hacía ilusiones de que fuese a
calmarse el escándalo. "Mi novela, por el momento, simplemente ha echa-
do aceite al fuego", escribe a Annenkov. "No lamento que la mayoría de
los jóvenes se hayan puesto furiosos conmigo... Hasta tengo la audacia de
pensar que he podido ser útil". 32 Pero, cualquiera que fuese la satisfacción
causada por el elogio de Pisárev, Turguénev difícilmente habría reconoci-
do su propia y compleja concepción en esta celebración de un Bazárov en-
tre el bien y el mal, un tipo que había sido glorificado casi hasta alcanzar las
dimensiones de un superhombre nietzscheano.

Poco antes de la publicación de Padres e hijos, circuló el rumor de que Tur-


guénev había decidido publicar su novela en El Tiempo y no en El Mensa-
jero Ruso. Este ejemplo de chismorreo literario, probablemente inspirado
por las conocidas exigencias de Kátkov, de extensas revisiones al texto, re-
cibió cierto crédito al ser imprimido en El Mensajero de Libros, publicación
dedicada a noticias del mundo literario. Un intercambio de cartas entre
Turguénev y Dostoievski aclaró las cosas, y Dostoievski aprovecho la oca-
sión para pedir una colaboración de la prestigiada pluma de Turguénev a
El Tiempo. Dostoievski también envió ejemplares de la revista a Turguénev
a París, y recibió las promesas de una futura colaboración, así como algu-
nos cumplidos sobre la Casa de los muertos. "La imagen del baño", escribió

31 !bid., p. 50.

32 Turguénev, Pisma, 5, p. 12.


EL RElRATO DE UN NIHILISTA 229

Turguénev, "es simplemente dantesca, y la caracterización que ha hecho


usted de varias figuras (por ejemplo, Pétrov) contiene mucha fina y autén-
tica sicología". 33
Dostoievski leyó Padres e hijos inmediatamente al ser publicado en re-
vistas, a comienzos de marzo, y expresó sin tardanza su admiración a Tur-
guénev; Recibió respuestas antes de que terminara el mes, expresando la
gratitud y satisfacción de Turguénev: "Estimado Feodor Mijáilovich, huel-
ga decir cuán feliz me hizo usted con lo que dice acerca de Padres e hijos.
Aquí no se trata de satisfacer vanidades sino, antes bien, la seguridad de
que, después de todo, no he cometido un error y no he estado desencami-
nado." Por desgracia, se ha perdido la carta original de Dostoievski, pero
la respuesta de Turguénev le asegura que captó perfectamente la significa-
ción del libro:

Usted ha captado tan plena y sensiblemente lo que yo quise expresar en Bazárov, que
levanto las manos con asombro .. . y satisfacción. Es como si usted se hubiese deslizado
dentro de mi alma e intuido hasta lo que no creí necesario expresar. Espero en Dios que
lo que ha dicho usted no sólo sea la aguda penetración de. un maestro, sino también la
directa comprensión de un lector; es decir, espero en Dios que todos vean al menos una
parte de lo que usted ha visto.34

Turguénev quedó especialmente impresionado porque en un punto en


que se había hecho un corte en el texto (después sería restaurado), Dosto-
ievski había sentido que algo faltaba,* y se refiere con admiración a la carta
de Dostoievski en su otra correspondencia. Uno de sus más extensos es-
fuerzos por defenderse fue escrito a K K Sluchevsky, quien se habían diri-
gido a él a petición de los estudiantes rilsos de Heildelbert. Se habían ofen-
dido mucho por la desdeñosa referencia de Turguénev, en el capítulo final,
a los rusos que estudian en este centro de investigación científica y que
"asombraron" al principio a sus profesores alemanes "por la sensatez de
suvisión de las cosas" y luego "no menos por su completa inactividad y ab-
soluta holgazanería". Respondiendo a una larga lista de objeciones, par-

33 /bid., 4, p. 320.
34 /bid. , pp. 358-359.
•El pasaje en cuestión, que Turguénev dice a Dostoievski que lamenta haber cortado, es del capítu-
lo xxv: "Sf, querido amigo, comentó (Bazárov], ya vez lo que pasa por vivir con gente fe udal. Uno mis-
mo se vuelve feudal , y se encuentra tomando parte en justas de caballeros. Bueno .. ." La referencia
es al hecho de que Bazárov se había batido en duelo, en toda forma, con Pável Petróvich. l. S. Tur-
guénev, Polnoe Sobranie Sochinenii, 8, p. 587.
230 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

ticularmente a la acusación de que había "rehabilitado" a los patricios,


Turguénev observa como conclusión: "Hasta hoy, sólo dos personas han
comprendido totalmente a Bazárov, es decir, comprendido mi intención:
Dostoievski y Botkin."35 Un mes después, vuelve a escribir a Dostoievski:
"Los rumores que me llegan acerca de Padres e hijos sólo confirman lo que
había esperado: salvo usted y Botkin, al parecer nadie se ha tomado lamo-
lestia de comprender lo que yo quise hacer." Pocas frases después explica:
''.Al parecer, nadie sospechó que yo había tratado de presentarlo [a Bazá-
rov] como figura trágica; y todos dicen: lpor qué es tan malo? O bien, lpor
qué es tan bueno?"36
Aunque sea imposible saber exactamente lo que había escrito Dostoiev-
ski, cierto atisbo aparece en unas cuantas frases que escribió un año des-
pués en Apuntes de invierno sobre impresiones de verano. En este pasaje,
Dostoievski está reflexionando irónicamente sobre cuán superior al pue-
blo se siente la occidentalizada intelectualidad rusa, y cuán susceptible es
a todo tipo de crítica que ponga en duda esta superioridad.

iCon qué aplomo y satisfacción repudiamos y fustigamos a Turguénev cuando se atrevió


a no estar satisfecho con nosotros!, no encontró su dicha en nuestras majestuosas perso-
nalidades, y se fue a otra parte en busca de algo mejor que nosotros . .. iMejor que noso-
tros!, iDios Santo!. . . Y entonces, se llevó su merecido con este Bazárov, con su inquieto
y atormentado Bazárov (la marca de un gran corazón), a pesar de todo su nihilismo (5,
p. 59).

Aquí, Bazárov es captado precisamente como el tipo de figura trágica que


Turguénev había querido presentar, un héroe cuya tragedia se encuentra
en el conflicto entre sus ideas occidentales (ideología) y el "gran corazón",
cuyos impulsos y anhelos no pudo suprimir ni negar.
Puede suponerse que Dostoievski discutió con Strájov acerca de la no-
vela de Turguénev, cuando le asignó la crítica del libro para El Tiempo. Y
el análisis de Strájov, una de las más sutiles reacciones contemporáneas al
libro, indudablemente transmite muchas de las ideas del propio Dostoiev-
ski. Apareciendo en el número de abril, el artículo de Strájov toma en cuen-
ta las reacciones de Antónovich y de Pisárev; conviene con Pisárev en que
las ideas de Bazárov son las de la generación joven. "El entusiasmo del se-
ñor Pisárev", observa, "demuestra cabalmente que Bazárov existe, si no en

35 _/bid., p. 381.
36 /bid., p. 385.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 231

realidad, entonces en posibilidad y que son comprendidos por el señor Tur-


guénev al menos hasta el punto en que ellos se comprenden a sí mismos"
(las cursivas son mías). 37 Pero, en su opinión, tanto el entusiasmo de Pisá-
rev como la hostilidad de Antónovich son igualmente erróneas por la razón
misma que ofrece el propio Turguénev: cada cual plantea el problema del
libro pensando en si el autor era, en realidad, partidario de los "padres" o
de los "hijos", del pasado o del futuro. Sin embargo, enfocar la obra en
este nivel es perder de vista su auténtica significación; su verdadero sentido
es mucho más profundo, y trata de un problema muy distinto.
Escribe Strájov: "Nunca se ha sentido tan intensamente como en la ac-
tualidad el desacuerdo entre la vida y el pensamiento."38 Es este desacuer-
do el que Turguénev dramatiza, y es aquí, y no en el conflicto de generacio-
nes, donde puede localizarse la versión moral última del libro. Bazárov,
como con razón dice Pisárev, es manifiestamente superior como individuo
a todos los que le rodean en el libro, incluso a los padres. Pero resulta que
no es superior a las fuerzas de la vida que ellos encaman, aunque sea en
forma tan débil. No es superior a las fuerzas que vanamente intenta supri-
mir en sí mismo, porque no embonan con su teoría de la vida tal como él
la acepta. Bazárov desaprueba el responder a los atractivos de la naturale-
za, y Turguénev pinta la naturaleza en toda su hermosura; Bazárov no sabe
apreciar la amistad o el amor romántico, y Turguénev muestra cuán reales
son en su corazón; Bazárov rechaza el sentimiento de familia, y Turguénev
pinta el amor angustfado y sincero de sus padres ya casi seniles; Bazárov
se burla de los atractivos del arte, y Turguénev lo presenta con todos los
recursos de un gran talento poético. "Bazárov es un titán que se rebela
contra su madre tierra", 39 escribe Strájov; pero ningún titán es tan pode-
roso que pueda triunfar sobre las fuerzas que, por estar inmutablemente
arraigadas en la naturaleza emocional del hombre, ofrecen los fundamen-
tos eternos de la vida humana.
Poco después que apareció el artículo de Strájov, Turguénev llegó de
París a San Petersburgo y se apresuró a hacer una visita a las oficinas edito-
riales de El Tiempo. "Los encontré reunidos'', recuerda Strájov, "y nos invi-
tó Mijaíl Mijáilovich, a Feodor Mijáilovich y a mí, a cenar con él en el Hotel
Clea. La tormenta que había soplado contra él evidentemente le había
causado preocupaciones." 40 Halagado por los reaccionarios, vilipendiado
37 Strájov, Kriticheskiya Stati, 2 vols. (Kiev, 1902-1908), 1, p. 9.
38 /bid., p. 201.
39 /bid., p. 37.
40
Strájov, Biograjiya, p. 237.
232 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

por la mayoría de los radicales, elogiado por Pisárev por haber glorificado
el nihilismo, Turguénev se propuso buscar la compañía de los directores
de El Tiempo a la primera oportunidad, pues era sólo entre ellos, y en nin-
guna otra parte de Rusia, donde había encontrado una simpatía bien infor-
mada, con una plena comprensión de la novela más grande de su carrera
literaria.
XII. "LA TIERRA DE LAS SAGRADAS
MAilAVILLAS"

DURANTE la animada sobremesa en el Hotel Clea, Turguénev entretuvo


a sus invitados con su habitual vivacidad y encanto; pero el tema sobre el
que se explayó no fue, como podía haberse esperado, su novela y sus reper-
cusiones. Antes bien, se extendió hablando de los peligros que aguardaban
a los rusos incautos que inocentemente cedieran a los tentadores deleites
de una residencia en Europa. Su principal tema, informa Strájov,

fue la actitud de los extranjeros ante el modo de vida ruso en Europa. Narró con artística
vivacidad los trucos sagaces y sutiles que los extranjeros empleaban para esquilmar a los
rusos, para apoderarse de sus bienes, hacer testamentos en su favor, etc. A menudo he
recordado después esta conversación y lamenté que estas sutiles observaciones, y desde
luego, muchas más como ellas, reunidas en el curso de una extensa residencia en el ex-
tranjero, nunca las pusiese en letra de imprenta. 1

Turguénev era célebre por su afabilidad como charlista, y acaso estuvie-


se simplemente halagando los prejuicios de sus interlocutores contra aque-
llos rusos que, como él mismo, a menudo abandonaron su inhóspita tierra
natal por las refinadas seducciones de Europa. Pero tal vez la conversación
avanzara por estas líneas porque Dostoievski hubiese mencionado un in-
minente primer viaje al extranjero. Semejante viaje era un gran actonteci-
miento en la vida de todo ruso educado y conciente, en particular aque-
llos que habían crecido en la primera parte del siglo XIX. Y ya sabemos que
Dostoievski había deseado, tiempo atrás, ver con sus propios ojos aquellas
tierras fabulosas que, desde su niñez, habían despertado su imaginación.
Precisamente el afio anterior Dostoievski había expresado su propio
anhelo en una pregunta incluida en una carta enviada al poeta Ya. P. Polon-
sky. lPodrá el afortunado viajero, de paso por Austria, resistir la tentación
de atravesar los Alpes y descender a la llanura italiana antes de volver a su
patria?

iHombre feliz! i Cuántas veces, desde los días de mi infancia, he soñado con estar en Ita-
lia! Desde las novelas de Anne Radcliffe, que leí cuando tenía ocho años, toda clase de
Catarinas, Alfonsos y Lucías han rondado por mi cabeza. En cuanto a Don Pedros y Do-
ñas Claras, aún hoy me fascinan. Luego tocó el turno de Shakespeare. Verona, Romeo

1 Strájov,Biografiya, p. 237.

233
234 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

y Julieta, isólo el diablo sabe qué magia había allí! iltalia! iltalia! iPero en lugar de Italia,
fui a dar a Semipalatinsk, y antes, a la Casa de los Muertos! lN unca lograré llegar a Euro-
pa mientras aún tenga en mí la fuerza, la pasión y la poesía? lEs posible que sólo pueda
ir dentro de otros diez afias, a calentar mis huesos viejos contra el reumatismo y a sentir
e! sol del sur en mi cabeza calva?2

Tan anhelantes palabras, en mitad de una carta de negocios enviada a un


colaborador de El Tiempo, revelan el apasionado anhelo con que Dosto-
ievski aguardaba la oportunidad de echar una ojeada al mundo encantado
que había más allá de los confines de Rusia.
Ahora la situación financiera de El Tiempo era lo bastante prometedora
para que él pudiese permitirse realizar aquel viejo sueño; y también desea-
ba consultar en Europa a especialistas, por su epilepsia. Su solicitud de un
pasaporte fue hecha por razones de salud, y escribe a su hermano Andrei,
la víspera de su partida, diciendo que va al extranjero esencialmente en
busca de tratamiento médico. Explica, además, que viajará sin su esposa,
en parte por falta de fondos, en parte porque María Dimitrievna desea-
ba quedarse con su hijo Pasha para supervisar sus preparativos de los exá-
menes de ingreso al gymnasium. Dostoievski tenía el plan de reunirse con
Strájov, que también iría a Europa por primera vez, a mediados de julio.
Su partida fue programada de tal modo que pudiese participar en una con-
ferencia a beneficio de las víctimas de los incendios de San Petersburgo y
luego, el 7 de julio de 1862, partió para el primero ck los que serían muchos
Wanderjahren.

La primera parte del viaje de Dostoievski le llevó de Rusia, pasando por


Alemania, Bélgica y Francia, hasta París, donde planeaba pasar un mes.
Algunas de las observaciones que hizo en camino pueden encontrarse en
susApuntes de invierno sobre impresiones de verano, escritas el año siguien-
te y publicadas en El Tiempo. Esta serie de artículos, a pesar de sú título,
contienen mucho más que unas impresiones caleidoscópicas y apresuradas
y las observaciones superficiales de un turista de paso. En realidad, están
llenas de las más serias reflexiones culturales y sociopolíticas, aun cuando
tales ideas aparezcan en mitad de bocetos de viaje, cuyo tono ligero y hasta
picaresco les da un engañoso aire de frivolidad. Más adelante trataremos
de estos aspectos profundos de losApuntes de invierno; aquí, nos limitare-
2 Pisma, 1, p. 302, 31 de julio de 1861.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 235

mos a seleccionar los rasgos que ayuden a completar el relato de su viaje,


acercándonos a sus primeras reacciones espontáneas al espectáculo de la
vida europea.
Parte de la impaciencia tan evidente en su carta a Polonsky se apoderó
de Dostoievski aún más poderosamente cuando su tren se aproximaba al
pequeño poblado fronterizo de Eydkühnen, en la frontera ruso-alemana.
Su corazón se puso de pronto a latir con mayor rapidez, a la idea de que
por fin tendría su primer anheladq atisbo de la vida en tierra europea:

Y así, por fin veré Europa, yo, que tan vanamente he soñado con ella durante casi cuaren-
ta afias, yo, que cuando apenas tenía dieciséis, muy seriamente "quise huir a Suiza" como
el Belopyatkin de Nekrásov, pero no huí; y ahora por fin estoy a punto de entrar en "la
tierra de los misterios sagrados", la tierra que tan a menudo he anhelado, y por la que
he languidecido, ien la que he puesto una fe tan firme! (5, p. 51).

Al caer la noche en el bamboleante vagón de ferrocarril y mientras Dos-


toievski repasaba en su espíritu las muchas imágenes de Europa, adquiri-
das de su larga inmersión en su cultura, también contempló a sus vecinos
de compartimento. Había una pareja de edad avanzada, sólidos e inofensi-
vos terratenientes rusos, que iban a hacer una rápida visita a la Feria Mun-
dial de Londres, que el propio Dostoievski también visitaría. Había un
hombre de negocios ruso, llegado de Londres, que había estado de regreso
en su patria durante dos semanas para arreglar algunas cosas, y ahora volvía
al extranjero. Y también un típico inglés,

de cabello rojo, con un corte de pelo inglés, intensamente serio. Durante todo el viaje no
nos dirigió ni la menor palabra en ningún idioma; durante el día leía sin cesar, alguna es-
pecie de libro, impreso en el minúsculo tipo inglés que sólo los ingleses pueden tolerar y
aun elogiar por su comodidad; y exactamente a la diez de la noche, se apresuraba a qui-
tarse los zapatos y ponerse unas pantuflas. Probablemente tal habría sido el hábito de
toda su vida, y no deseaba modificarlo ni siquiera en un vagón de ferrocarril (5, p. 53).

iEra claro que los europeos no eran gente cuyo modo de vida pudiese alte-
rarse fácilmente!
Por desgracia, Dostoievski no nos dice sus reacciones al hecho de cruzar
la frontera, pero sabemos que su viaje desde allí a Berlín estuvo lejos de
ser un placer. Llegó a la metrópoli alemana "enfermo, sufriendo un dolor
de hígado, vapuleado durante dos días enteros por el movimiento del tren
a través de niebla y lluvia... no habiendo dormido, amarillento, acosado,
exhausto". Su primera observación, en tan lamentable estado de cuerpo y
alma, fue que "Berlín tenía un increíble parecido con San Petersburgo. Las
236 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

mismas calles, todas en hilera, los mismos olores, el mismo ... (en realidad,
no acabaría de enumerar todas esas similitudes)." lHabían valido la pena
los dos días y noches de tormenta en el vagón del ferrocarril, sólo para en-
contrar en Berlín aquello de que había escapado de su patria? Hasta los
famosos tilos de Unter den Linden --comentados con aprobación por Ka-
ramzin en sus célebres Cartas de un viajero ruso, libro bien conocido por
Dostoievski desde su niñez- "no lograron agradarme y, sin embargo, por
cuidarlos debidamente, los berlineses sacrificarían todo lo que aman, tal
vez hasta su Constitución; y lqué podría ser más precioso para un berlinés
que su Constitución?" ( 5, p. 47). Por entonces estaban en su apogeo ciertos
debates por la Constitución prusiana, y Dostoievski alude a la acusación
constantemente reiterada de que la Constitución estaba siendo violada por
la corona prusiana.
Para e,m peorar las cosas, de pronto se le ocurrió que todos los habitantes
de Berlín tenían un aspecto terriblemente germánico; esto le alarmó hasta
tal punto que decidió seguir inmediatamente a Dresde, sin detenerse ni
tan siquiera a admirar los célebres frescos de Kaulbach (que aún estaban
pintando) que adornaban la escalera del nuevo Museo de Arte de Berlín.
''Alimento la profunda convicción", reconoce, "de que hay que irse acos-
tumbrando a los alemanes, y que sin esa práctica es difícil tolerarlos en
grandes dosis". En Dresde, Dostoievski descubrió que no eran tanto los
alemanes en general cuanto las hembras de 12 especie las que lo desconcer-
taban: '~penas había yo salido a la calle cuando de pronto me di cuenta
de que nada podía ser menos atractivo que las mujeres de Dresde y que
hasta el cantor del amor, Vsevolod Krestovsky, el más dedicado y gozoso
de nuestros poetas rusos, se sentiría totalmente perdido aquí y hasta, tal
vez, tendría sus dudas acerca de su vocación" (5, p. 47).
Ante tal desalentadoras vistas, puso el resto de sus esperanzas de un re-
sultado más feliz en la catedral de Colonia. Desde sus días de estudiante
de ingeniería, cuando había esbozado aquel venerable edificio de su clase
de arquitectura, le había inspirado cierto temor reverencial. Pero ni siquie-
ra aquel viejo atractivo logró despertar en él la respuesta adecuada: "Me
pareció que era encaje, encaje y nada más que encaje, una chuchería, más
o menos por el estilo de un pisapapeles para escritorio, pero de ciento cua-
renta metros de alto" (5, p. 48). Al pasar por Colonia de regreso, un mes
después, volvió a contemplar la capital y cambió de opinión, y hasta deseó
pedir perdón al monumento "de rodillas", como lo había hecho Karamzin
con aquella cascada del Rin, cuyo esplendor no había apreciado debida-
mente en el primer encuentro.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 237

Dostoievski atribuye su humillante lapso en Colonia a dos factores per-


turbadores, que se habían combinado para bloquearle la adecuada reac-
ción estética. A un lado de la catedral se encontraba la central de Jean-
Maria Farina, el químico italiano que había inventado el agua de Colonia,
y Dostoievski no lograba quitarse de encima a los vendedores que querían
mostrarle su producto local, con enloquecedora persistencia: "No puedo
afirmar con completa certidumbre que nos aborden en estos términos
-iagua de Colonia o la vida!-, pero, lquién sabe?, podría ser así." Tam-
bién se encontró terriblemente irritado -hasta el punto de "la exaspera-
ción, que le hace a uno cometer injusticias"- por un nuevo puente, que
era el orgullo de la ciudad. El puente, reconoce, era sin duda una realiza-
ción impresionante, pero el orgullo de los naturales al respecto era más de
lo que él podía soportar. Le pareció a Dostoievski -aunque reconoce que
su sospecha es infundada- que se daban cuenta de que era ruso, y la al-
tivez del minúsculo funcionario a quien él pagó un groschen a la entrada;
iera una alusión a la inferioridad de Rusia en materia de puentes! Por con-
siguiente, se apresuró a comprar una botella de agua de Colonia y a irse
corriendo a París, "con la esperanza de que los franceses fuesen más benig-
nos y más interesantes" (5, pp. 48-49).
Sin embargo, antes de llegar a París hizo una pausa en el camino, muy
probablemente en Wiesbaden, con su tentador casino de ruleta, para pro-
bar su suerte ante la mesa de juego. Lo que ocurrió en este primer contacto
ha quedado en Ja oscuridad; pero Strájov cree que Dostoievski pronto
ganó once mil francos, y sugiere que esta fácil ganancia le empujó por el
camino de la perdición. 3 Una carta posterior de Mijaíl, que informa a su
hermano que le envía cierto dinero de un editor, indica que Dostoievski
una vez más estaba escaso de fondos y probablemente había perdido sus
ganancias iniciales, como tan a menudo lo haría en el futuro. "Por Dios,
ya no juegues más", ruega su hermano." lCómo puedes jugar, si consideras
nuestra suerte?"4 Este episodio es el primer síntoma de la afición deDosto-
ievski a la ruleta, que se apoderaría de él con tal fuerza en el futuro, pero
tan sólo -extrañamente- cuando viajaba o vivía en el extranjero.

3 Strájov, Biografiya,
p. 259.
4 F.M. Dostoievski, Materia/y i Jsledovaniya, ed. A S. Dolinin (Leningrado, 1935), p. 536. Citado
en adelante como DMJ.
238 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

París era entonces la Meca de todos los turistas rusos, fuesen los que, como
Herzen y Bakunin, llegaban a orar en el santuario consagrado de las revo-
luciones, o aquellos, mucho más numerosos, que corrían al Bal Mabille y
perseguían grisettes en el Barrio Latino. También había los que, desde lue-
go, no estaban dispuestos a permitir que uno de estos intereses excluyera
al otro. Lo que Dostoievski tiene que decir acerca de Francia enfoca natu-
ralmente París; pero desde antes de poner pie en la capital, tuvo un pertur-
bador atisbo de cuál era el clima político prevaleciente en el segundo Impe-
rio. Él y un caballero suizo iban en grata conversación en un vagón vacío
al cruzar el tren la frontera cuando, en una parada local, cuatro franceses
subieron al tren y se sentaron en su compartimiento. El muy charlatán ami-
go suizo de Dostoievski guardó súbito silencio y se negó a reanudar la con-
versación. Los recién llegados, observó Dostoievski, no llevaban equipaje
e iban vestidos con afectada elegancia y ropas llamativas; pero esas ropas
indudablemente habían conocido días mejores, y sus camisas eran de una
limpieza dudosa. Los cuatro pasajeros, que ostentosamente no prestaban
atención a los otros dos ocupantes del vagón, no intercambiaron una sola
palabra y descendieron en la siguiente parada. El caballero suizo recuperó
al punto su anterior animación, y explicó a Dostoievski que aquellos cuatro
sospechosos franceses eran espías de la polícia que patrullaban la frontera;
estaban encargados de inspeccionar a todos los extranjeros que entraran,
y de telegrafiar sus descripciones a las autoridades. Como el propio Dos-
toievski bien sabía que era mantenido bajo vigilancia por la policía secreta
rusa, su sorpresa ante esta afirmación no nos parece muy sincera.
A mediados de junio llegó a París, y allí se quedó dos semanas, lo bastan-
te para empaparse en la atmósfera que pinta en su cuadro del gentío en el
Palais Royal que apaciblemente pasa un atardecer de verano. "Incontables
maridos dan un paseo con incontables esposas, del brazo, mientras sus ni-
ños, encantadores y bien educados, juguetean alrededor, entre el rumor de
las fuentes, y su monótono goteo evoca algo tranquilo, apacible, perma-
nente, eterno, heidelberguesco" (5, pp. 57-76). Lo que especialmente lla-
mó la atención de Dostoievski en París fue su sentido de orden y de propie-
dad, y llama a la ciudad -en broma, desde luego- "la ciudad más moral
y virtuosa que hay sobre la faz de la tierra" (5, p. 68). En realidad, afirma,
lo que los franceses admiran ante todo es el dinero, aunque difícilmente
reconocerán algo tan vergonzoso, ni por un momento:·~ parisiense le
encanta hacer negocio, pero parece que aun al hacer negocio y al deso-
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 239

llarlo a uno vivo en su tienda, como a un pollo, no lo está desollando, como


en otros tiempos, por la simple ganancia, sino por virtud, en nombre de al-
guna sagrada necesidad" (5, p. 76).
Siguiendo los pasos de Herzen, que había diagnosticado la esencia de
la burguesía francesa como se reflejaba en las obras de Eugene Scribe,
Dostoievski también corre al teatro a investigar cómo ha evolucionado esta
imagen. Observa que "al burgués le gusta particularmente el vodevil, pero
aún más le gusta el melodrama"; ahora, el melodrama empieza a imponerse
en el gusto del público "por encima del modesto y alegre vodevil". Este
cambio no es simplemente cuestión de moda, sino que tiene una razón más
profunda: el burgués "necesita lo sublime, necesita alguna inexpresable
nobleza, necesita sentimentalismo, y todo esto lo encuentra en el melo-
drama" (5, p. 95). Las tramas de varias obras de Dumasfils, Augier, Sardou
y el infatigable Scribe son resumidas luego en forma burlesca, y en todas
ellas encuentra Dostoievski los mismos rasgos, todas contienen personajes
de inconmovible nobleza e impecable virtud (aunque otra cosa puede sos-
pechar en privado un cínico observador); todas tratan de un joven que, en
el primer acto, renuncia a una fortuna por los motivos más elevados (sean
lo que fueren), sólo para terminar en el último acto casándose con una po-
bre muchacha que de pronto hereda una fortuna incalculable (a menos
que finalmente resulte que, en cambio, el que había empezado siendo un
huérfano sin un centavo, resulta ser el hijo legítimo de un Rothschild). Sin
embargo, pese a todas sus burlas, Dostoievski no tendría escrúpulos, pocos
años después, en permitir que su pobre príncipe Mishkin heredara inespe-
radamente una fortuna.
Muy intrigado por el amor de los franceses a la elocuencia, Dostoievski
probablemente hizo una visita a la Cámara de Diputados para observar al-
gunos de los debates. Se muestra divertidamente cáustico por tantos vuelos
de retórica, por el intercambio ritual de cumplidos, y por el puñado de di-
putados a los que se permitía hablar en nombre de la oposición. Cada año,
explica, el parisiense se llena de una anhelante emoción mientras aguarda
los debates por los asuntos públicos, "porque sabe que serán elocuentes,
y esto le contenta. También sabe muy bien que habrá elocuencia y nada
más, que habrá palabras, palabras, palabras, y que de de ellas no resultará
absolutamente nada. Pero esto basta para darle el máximo contentamien-
to" (5, p. 86). Esta burla del sistema parlamentario como simplemente una
escuela de retórica, estaba destinada a halagar a toda una vasta gama de
lectores: los progresistas que apreciarían la exposición de la falsa democra-
cia del segundo Imperio, pero también aquellos rusos que preferían una
240 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

descarada y benévola autocracia --capaz de abolir la seividumbre de un


solo plumazo- a todas las constituciones hipócritas y tendenciosas, y a la
pomposa inutilidad del debate entre partidos. Paseándose un día por la
salle des pas perdus, Dostoievski se encontró ante un caso civil que trataba
de un testamento en favor de una orden monástica. Este pleito le ofreció
la oportunidad de dar vuelo a una de sus obsesiones predilectas: las traicio-
neras maquinaciones de la Iglesia católica romana, siempre dispuesta a va-
lerse de cualquier medio para llenar sus arcas.

Resultó, por el caso en cuestión, que los buenos padres, mediante una presión prolonga-
da, prudente y bien estudiada (han convertido esto en una ciencia) se habían aduetlado
del alma de una dama muy hermosa y rica, a quien convencieron de que se fuera a vivir
con ellos en su monasterio, y a la que aterrorizaron hasta el punto de llevarla a Ja enferme-
dad y la histeria: todo esto con un propósito calculado y en cuidadosa progresión.

Los padres, en este ejemplo, perdieron el caso porque su adversario estuvo


representado nada menos que por el gran orador Ju les Favre; nada ni nadie
podía resistir el abrumador efecto de sus majestuosas peroratas. ''.Así, tuve
la fortuna'', comenta secamente Dostoievski, "de conocer la flor de la elo-
cuencia francesa, por decirlo así, su fuente principal" (5, pp. 88-89).
La misma afición al lenguaje elevado encontró en un nivel social muy
inferior cuando un día entró en el Panteón y siguió a su guía hasta la cripta.
La voz del guía, probablemente un inválido veterano de guerra, se elevó
hasta ser una especie de canto mientras señalaba las tumbas de Voltaire y
de Rosseau y empezaba a declamar sus frases hechas: "Ci-gi.t Voltaire . ..
atacó los prejuicios, destruyó la ignorancia, combatió contra el ángel de las
tinieblas, mantuvo en alto la antorcha de la ilustración." Rousseau, si he-
mos de creer a Dostoievski, fue llamado "l'homme de la nature et de lavé-
rite", cita amañada de un pasaje de las Confessions, que aparece exacta-
mente en la misma forma en las Cartas de un viajero roso, de Karamzin.
Presa de un súbito ataque de risa, al oír tan exaltadas frases en labios del
humilde guía, Dostoievski empezó a interrumpirlo, en broma, hasta que
fue acallado por una protesta hecha con tranquila dignidad. Luego Dosto-
ievski se pregunta si toda la oratoria que se ha dejado caer sobre la cabeza
del pueblo francés desde la Revolución, y que supuestamente conduciría
a su reducación, no ha tenido otro resultado que "el amor a la elocuencia
por la elocuencia misma" (5, pp. 89-90).
Después de pasar los días viendo la ciudad y consultando a varias autori-
dades médicas acerca de su epilepsia, Dostoievski resumió sus impresiones
en una carta a Strájov, un día antes de partir rumbo a Londres.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 241

iAh! Nikolai Nikolaevich --escribe- París es una ciudad muy aburrida, y si no fuese por
algunas cosas verdaderamente notables, nos moriríamos de hastío. iPor Dios! Los fran-
ceses son una gente nauseabunda. Usted me había hablado de esas caras que parecen
pagadas de sí mismas, complacientes y untuosas, que florecen entre nosotros en el ma-
nantial de aguas minerales [fuera de San Petersburgo]. Pero le juro que aquí las caras
no están mejor. Los nuestros son simplemente canallas carnívoros, y casi siempre losa-
ben, pero aquí están completamente convencidos de que así es como hay que ser. El fran-
cés es agradable, honrado y cortés, pero falso, y el dinero lo es todo para él. No hay ni
huella de algún ideal.5

Nos inclinaríamos a atribuir tales palabras simplemente a la tristeza perso-


nal de Dostoievsk.i y a su conocida xenofobia; pero, dado que coinciden
tan perfectamente con el retrato de los franceses hecho por el mucho más
pulido y cosmopolita Herzen en sus chispeantes Cartas de Francia e Italia,
podemos considerarlas como otro ejemplo más de una recurrente reacción
rusa a la vida burguesa de Francia.*
Sería divertido, si no resultara predeciblemente chauvinista, ver a Dos-
toievsk.i quejarse de que "el nivel general de la cultura es extremadamente
bajo (no estoy hablando de los hombres cultos con certificado; pero no son
muchos, y de todas maneras, les cultura la erudición, en el sentido que es-
tamos acostumbrados a dar a aquel término?)". 6 El juicioso Strájov, se da
cuenta Dostoievsk.i, bien puede dudar de tal opinión, especialmente cuan-
do se basa en tan breve estancia en París (donde el severo crítico no tenía
ningún contacto cultural, aunque pudiera hablar su idioma con cierta faci-
lidad), y se apresura a añadir que todo lo que se necesita es "media hora
para observar y comprender ciertos hechos que claramente indican aspec-
tos completos de la situación social, a saber, que estos hechos son posibles
y que existen". De todos modos, Dostoievski concede que "hay mucho que
ver y estudiar" en París; y puesto que "estoy obligado a quedarme aquí un
tiempo . . . desde ahora me propongo visitar y estudiar la ciudad sin pérdida
de tiempo, hasta donde esto sea posible para un simple turista como yo.
No sé si podré escribir algo". 7 Dostoievski, desde luego, sí explotaría más

5 Pisma, 1, p. 310, 6 de junio/8 de julio de 1862.


• Compárense, por ejemplo, las palabras de Dostoievski con el tajante juicio de Herzen: "El bur-
gués [francéS] ... ha inventado una moral basada en la aritmética, en el poder del dinero, en el amor
al orden." U otro comentario de la misma fndole: "El burgués llora en el teatro, conmovido por su
propia virtud como la ha presentado Scribe, conmovido por su heroísmo mercantil y por la poesía del
tendero." Citado en A S. Dolinin, "Dostoevsky i Gertsen", en Poslednie Romany Dostoevskogo (Mos-
ctí-Leningrado, 1963), pp. 220-221.
6 Pisma, 1, pp. 310-311.
7
!bid.
242 LA ÉPOCA DE LAS PP_QCLA.V_.<\S

tarde sus viajes con propósitos literarios en los Apuntes de invierno y muy
probablemente garabateó algunas primeras impresiones; pero, por el mo-
mento, no fue más lejos.

Si lo que absorbió a Dostoievski en París fue el sofocante sentido del orden


y la propiedad burgueses, lo que le abrumó en Londres fue la clamorosa
vitalidad de la ciudad en toda la manifestación de sus discordias internas.

Aun en lo exierior, iqué contraste con París! Esta ciudad que noche y día va a sus nego-
cios, enorme como el oceano, con el rugir y el rumor de las máquinas, el ferrocarril cons-
truido por encima de las casas (y pronto, debajo de las casas), esa audacia de las empresas,
ese aparente desorden que es, en esencia, un orden burgués en el más alto grado, este
contaminado 11ímesis, este aire lleno de polvo de carbón; estos magníficos parques y pla-
zas y esas aterradoras calles de una sección como Whitechapel, con su población semi-
desnuda, bárbara y muriendo de hambre. La City con sus millones y el comercio del uni-
verso, el Palacio de Cristal, la Feria Mundial. .. (5, p. 69).

En el capítulo XV voiveremos a las impresiones de Dostoievski sobre la


Feria Mundial; baste notar aquí su lugar en el panorama de oposiciones
que integraron su visión de Londres.
Para un ruso con conciencia social, Londres era la capital de la clásica
tierra del proletariado desposeído, y la atención de Dostoievski se fija en
este aspecto de la vida de la clase baja. En Londres, dice, "se puede ver a
las masas en proporciones y en circunstancias tales que no hay otras en el
mundo". Alguien le había descrito ( ly quién, si no Herzen, residente en
Londres?) cómo cada sábado por la noche medio millón de obreros, con
sus mujeres y sus niños, se dispersaban por las calles del centro de Londres
para celebrar el comienzo de su único día libre: "Todos ellos llevan sus aho-
rros semanales, y lo que se han ganado mediante trabajo arduo y entre mal-
diciones." Todo permanece abierto, todas las carnicerías y fondas con-
tinúan trabajando, y la noche se trasforma en día y ya que las calles son
iluminadas por poderosos reverberos de gas.

Es como si se hubiese organizado un baile para estos negros blancos. La muchedumbre


irrumpe en las taberna~ abiertas y en las casas todos comen y beben. Las cervecerías es-
tán decoradas como palacios. Todo el mundo está ebrio, pero sin alegría, con una embria-
guez triste, sombría, exirafiamente silenciosa. Sólo a veces un intercambio de insultos y
una sangrienta riña rompe el desconfiado silencio, que nos llena de melancolía. Todo el
mundo se apresura a embriagarse lo antes posible, para perder conciencia.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 243

Dostoievski vagabundeó entre una muchedumbre a las dos de un sábado


por la noche y, dice, "la impresión de lo que había visto me atormentó du-
rante tres días" ( 5, pp. 70-71 ).
Otra noche deambuló entre las miles de prostitutas que ejercían su ofi-
cio en el Haymarket; y se maravilló ante el lujo de los cafés, donde podían
alquilarse alojamientos por la noche, y ante lo atractivo de algunas de las
mujeres. "No existe en el mundo tipo más bello que la inglesa"; algunas
que vio "tenían rostros realmente como para un camafeo". C-0mo el pintor
romántico Pisharev en La Perspectiva Nevsky, de Gógol, Dostoievski que-
dó impresionado por la exquisita delicadeza de algunos de aquellos rostros,
y obsesionado por la imagen de su destino. Un pasaje esboza el comienzo
de un cuento acerca de una muchacha a la que vio sentada ante la mesa
en la galería de un casino, bebiendo ginebra. "Nunca he visto nada que
pueda acercarse a esta belleza ideal"; con ella estaba un joven, "aparente-
mente un rico caballero, evidentemente no acostumbrado a frecuentar los
casinos". Hablaban poco, se interrumpían para hacer largas pausas, y a
Dostoievski, desde lejos, la expresión de ella le pareció triste, soñadora,
ensimismada; la imaginó superior en inteligencia y sensibilidad a las otras
desventuradas criaturas que la rodeaban, "de otra manera, lqué sentido
podría leerse en un rostro humano?" Por último, ambos se dieron la mano,
el joven se fue "y ella, con las manchas de color que el alcohol había dado
a sus pálidas mejillas, se perdió entre la muchedumbre de mujeres que esta-
ban a la venta" (5, pp. 71-72).
Dostoievski fue abordado no sólo por prostitutas sino también por otras
mujeres dedicadas a la caritativa labor de tratar de redimir a aquellas po-
bres almas perdidas. Una dama vestida de negro, cuyo bonete casi le cubría
enteramente el rostro, le puso una hoja en la mano mientras murmuraba
unas cuantas palabras en un francés ininteligible. El papel contenía ver-
sículos de la Biblia, en francés, evidentemente preparados para los turistas
extranjeros que aparecieran entre el gentío del Haymarket Después, le
dijeron a Dostoievski que había visto en acción a propagandistas católicos,
pero el atuendo parece indicar, antes bien, algunos de los primeros volun-
tarios del Ejército de Salvación, que quedaría formalmente organizado tres
años después. Fuese cierta o no esta información, Dostoievski la aprove-
cho para alimentar sus prejuicios anticatólicos. "Los propagandistas [cató-
licos], hombres y mujeres, son legión", escribe. "Es una propaganda sutil ·
y bien pensada. El propio cura católico busca a la familia de algún miserable
trabajador y se gana su confianza.. . Los alimenta a todos, les da ropas, les
ofrece calefacción, atiende a los enfermos, compra med~cinas, se hace ami-
244 LA ÉPOCA DE LAS PP. O CLAMAS

go de la familia, y por último los convierte a todos al catolicismo" (5, p.


73). De este modo, la idea del catolicismo romano había empezado a iden-
tificarse con la de la traición al verdadero ~:;píritu de la fe cristiana, que
sustituye el mensaje de Cristo, de caridad y amor, por la tentación de bienes
y comodidades mundanas.

El acontecimiento más importante de la estadía de Dostoievski en Londres


fue su encuentro con Herzen, al que probablemente visitó varias veces du-
rante los ocho días, poco más o menos, de su permanencia en Inglaterra.
Los dos se habían encontrado una vez, mucho tiempo antes (en 1846) en
casa de I. l. Panaev, en un momento en que Dostoievski había estado pade-
ciendo agudas obsesiones de persecución. Terriblemente alterado por el
declinar de su reputación literaria, había estado considerando a Herzen,
estrella en ascenso, con verdadera envidia; y su conducta debió de traicio-
nar algunas de sus angustias, si hemos de juzgar por una cáustica observa-
ción de Herzen, en una carta: "Vi hoy a Dostoievski. .. no puedo decir que
me causara muy grata impresión."8 Desde entonces, Dostoievski no sólo
había ganado en aplomo sino que se encontraba, espiritualmente, más cer-
ca de Herzen que de ninguno de sus contemporáneos importantes. Los es-
critos de Herzen, en que había encontrado tantas anticipaciones y ecos de
su propio regreso a la tierra natal, habían desempeñado un papel decisivo
en su desarrollo reciente, y era bien sabida de todos su admiración a Her-
zen. Como lo observa Strájov, la relación de Dostoievski "con Herzen era
entonces de las mejores, y en sus Apuntes de invierno puede notarse algo
de la influencia de este escritor". 9
Desde luego, las circunstancias no habrían podido ser más favorables
para que ambos volvieran a encontrarse en aquel momento. A menudo
Herzen se había referido al Círculo de Petrashevski en términos elogiosos
durante los cincuenta, y en su magistral obra Sobre el desarrollo de las ideas
revolucionarias de Rusia (1851) había enumerado a Dostoievski entre las
personas "más nobles y sobresalientes" que hubiesen sido condenadas a
Siberia por su idealismo político. Seleccionó Pobres gentes como prueba
del giro socialista dado por la literatura rusa durante los cuarenta, y más

8
E. Dryzhakova, "Dostoevsky i Gertsen", en ShomikDostoevsky·Nckrasov (Leningrado, 1974),
p. 64; A l. Gertsen,Polnoc Sobranic Sochincnii, 30vols. (Moscú, 1954-1961), 22, p. 259.
9
Strájov, Biografiya, p. 240.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 245

recientemente Herzen había mostrado el más vivo interés en la Casa de


los muertos. En cuanto a Dostoievski, de todo corazón compartía la idea
de Herzen de que el atraso mismo de Rusia, la continuada existencia de la
obshchina campesina era, en realidad, una enorme ventaja; significaba que
Rusia allanaría el camino al futuro socialista y estaba destinada a ponerse
al frente de la humanidad, recogiendo la estafeta de una vacilante Europa
en decadencia. También como Herzen, se había sentido cada vez más exas-
perado por el radicalismo intransigente de El Contemporáneo, cuya impla-
cable burla de todo tipo de compromiso con las condiciones existentes
había logrado socabar la influencia de Herzen, en un tiempo enorme e in-
discutida. Significativamente, la palabra "bilioso., aparece en el cuaderno
de notas de Dostoievski para referirse a Chernishevski, casi inmediata-
mente después de que Los superfluos y los biliosos, de Herzen, había apa-
recido en La Campana (20, p. 155).
Los acontecimientos recientes también habían dado a Dostoicvski y a
Herzen muchos temas urgentes sobre los cuales charlar: los incendios de
San Petersburgo, La Joven Rusia y la detención de Chernishevski, muy
poco antes. Por desgracia, no tenemos ningún relato de lo que se dijeron
en esas dos ocasiones (probablemente el día 11 y ciertamente el 16 de ju-
lio ). 10 Que hablaron de Chernishevski es algo que sabemos indirectamente
porque, como después escribiría Dostoievski: "Herzen me dijo que Cher-
nishevski le había producido una impresión desagradable, es decir, por su
apariencia y sus modales. A mí, por mi parte, me gustaban la apariencia y
los modales de Chernishevski" (21, p. 35). En lo referente a otra cuestión,
la de La Joven Rusia, ambos estaban en absoluto acuerdo. De esto pueden
encontrarse pruebas en el artículo de Herzen, "La joven y la vieja Rusia",
impreso en el número de La Campana del 15 de julio, pocos días después
de la primera visita; y si el manuscrito no llevara la fecha 5 de julio, pensa-
ríase que revela parte de la influencia de su intercambio de ideas.
Y es que Herzen señala, como ya lo había hecho Dostoievski, que la
proclama de La Joven Rusia era indiscutiblemente producto de una excesi-
va impetuosidad juvenil ("para nosotrps no hay duda de que el volante fue
escrito por gente muy joven"), y que como tal no se le debía dar tan enorme
importancia. También habló con cierta ironía del pánico que había provo-
cado: "iHombres de poca fe! iQué poco se necesita para alterar vuestro
10 Mi descripción de la reunión de Dostoievski con Herzen está en gran deuda con las investigacio-

nes de Elena Dryzhakova, y yo esencialmente digo su versión de los hechos. Sin embargo, mi propia
interpretación difiere en algunos detalles. Véase Elena Dryzhakova, "Dostoievsky i Gertsen, London-
skoe Svidanie 1862 Goda", en Canadian-American Slavic Studies, 3 (1983), pp. 325-348.
246 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

nervios femeninos, para hacer que corráis a ocultaros tras los faldones del
gendarme del lugar... ! Haciendo eco al comentario de Dostoievski en el
sentido de que los jóvenes autores de La Joven Rusia era incapaces de
comprender plenamente las fuentes revolucionarias occidentales que tan
apresuradamente había ingerido, Herzen también pregunta, en tono di-
vertido: "lExiste, pues, alguna posibilidad de que el pueblo ruso se levante
en nombre del socialismo de Blanqui, dando el grito ['iViva la República
Social y Demócrata Rusa!'], cuando tres de las palabras más largas le serán
incomprensibles?" 11
Lo más notable de todo es un párrafo en que, pareciéndose, en opinión
de todos, Herzen atribuye a un pochvennik los excesos de La Joven Rusia
a la separación de la clase culta y del pueblo.

Habiendo dicho todo eso -escribe, refiriéndose a su crítica del volante-, afiadiremos
que la temeraria lógica [de los autores) es uno de los rasgos más característicos del genio
ruso enajenado del pueblo. Nuestra historia no nos ha dejado nada sagrado, no poseemos
esas honradas reliquias del pasado que limitan al hombre europeo, pero que le son caras.
Como resultado de la esclavitud en que vivimos, la enajenación de nosotros mismos,
nuestra ruptura con el pueblo, nuestra impotencia de actuar, no nos quedó más que un
triste consuelo, pero al fin y al cabo consuelo: lo escueto de nuestra negación, nuestra ló-
gica implacabilidad, y con una especie de alegría pronunciamos aquellas palabras finales,
extremas que los labios de nuestros maestros apenas habían susurrado, poniéndose blan-
cos mientras lo hacían y mirando, con desconfianza, a su alrededor [cursivas en el texto).

Pero, concluye Herzen -casi como Dostoievski-, ahora "los tiempos han
cambiado" y "hablar en frases extranjeras, repetir lemas extranjeros: eso
es interpretar mal la cosa de que se trata, así como el pueblo, y mostrar
falta de respeto a ambos". 12 Ciertamente, Dostoievski había leído tales pa-
labras con gran aprobación, aunque acaso no compartiera la tolerante opi-
nión de Herzen, en el sentido de que las exageraciones de aquellos mucha-
chos exaltados no podían causar ningún daño.
Sólo otro tema de su conversación es definitivamente conocido, por la
versión posterior de Dostoievski. Era gran admir::idor de la brillante obra
de Herzen, Desde la otra orilla, mitad ensayo, mitad diálogo, y la puso por
la nubes cuando tuvo oportunidad de hablar de ella con su autor. En rea-
lidad, pocos escritos de Herzen habrán llegado al corazón de Dostoievski
como esta enronada acusación a las ilusiones del socialismo utópico, esta
denuncia de la civilización europea como atada a las formas sociopolíticas
11 Gertsen, Sobranie Sochinenii, 26, pp. 202, 200 y 204.
12 /bid., pp. 203-204.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 247

del pasado e incapaz de ir más allá de sus límites, este torrente de desprecio
arrojado sobre la intelectualidad radical europea por imaginar que las ma-
sas realmente prestarían atención a sus floridas lucubraciones. Todos estos
aspectos de la obra habían encontrado un vibrante eco en las "sensaciones-
ideas" de Dostoievski después de sus años en Siberia, y ayudaron a crista-
lizadas en posiciones políticas concientes. Sin embargo, otros rasgos de la
obra, en que varios aspectos del multifacético espíritu de Herzen entran
en debate entre sí, no gustaron tanto a Dostoievski. Aunque parece impo-
nerse un pesimismo total acerca del futuro de la humanidad, y por lo ge-
neral se considera que por entonces representa la opinión de Herzen, otras
voces en el texto elocuentemente rechazan tan sombrías conclusiones; y
Dostoievski se alinea con estos augures más esperanzados. Como dijo a
Herzen, "su adversario también es muy sagaz. Reconozca que, en muchos
casos, puso a usted de espaldas contra la pared." Herzen rió, y recordé una
ocasión anterior en que Belinski le había leído un similar diálogo-artículo.
Pero Belinski, imprudentemente, se había dado a sí mismo todos los mejo-
res argumentos, y cuando se pidió a Herzen su opinión, replicó, en broma,
que la pieza era "muy, muy buena, y todos pueden ver que usted es muy
listo. Pero, lrealmente desea perder su tiempo con semejante necio?" (21,
p. 8).*
Por desgracia no tenemos más información acerca de este intercambio
de ideas, pero la referencia de Dostoievski a la agudeza de los adversarios
de Herzen, cuya posición en Desde la otra orilla obviamente prefiere, tal
vez pueda ofrecernos una clave y justificar ciertas suposiciones. Después
de escribir esta obra, Herzen se había puesto a desarrollar su teoría del
"socialismo ruso", en que su decepción de la clase obrera europea y de sus
líderes cedió ante una esperanza para el futuro, fundada en el tradicional
socialismo igualitario del campesino ruso y su natal obshchina. lNo habría
indicado Dostoievski su acuerdo con Herzen sobre este punto, y hasta tal

• Hay cierto conflicto entre las autoridades sobre Herzen, exactamente cuándo habló con Dosto-
ievski acerca deDesde la otra orilla. El comentador de la edición de la Academia de Ciencias cree que
ocurrió durante el encuentro en Londres. Los editores del tercer volumen de una crónica de la vida
de Herzen asignan la conversación al 13 de octubre/l de noviembre de 1863, cuando los dos se encon-
traron, accidentalmente, en un barco que iba de Nápoles a Livomo (véase capitulo XVII). No se cita
ninguna prueba concluyente que diera el triunfo a una de las dos tesis.
En vista de esta incertidumbre, sólo podemos apelar al sentido común y a la verosimilitud; parece
más probable que la conversación se desarrollara en una visita formal en Londres, en la primera opor-
tunidad que Dostoievski tuvo de expresar personalmente su admiración a la obra de Herzen, y no des-
pués, en un barco, cuando Dostoievski estaba distrafdo y preocupado por otras razones. V~se PSS,
21, p. 374; Letopis Zhizni i Tvorchestva A. L Gertsena, 1859-Iyun 1864 (Moscú, 1983), p. 566.
248 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

grado que el siempre escéptico Herzen retrocediera un tanto, ante la im-


petuosidad de las palabras de Dostoievski? Tal sería el sentido de la refe-
rencia del propio Herzen a su conversación, en una carta a N. l. Ogárev,
a quien Dostoievski probablemente había encontrado uno o dos días antes.
"Dostoievski estuvo aquí ayer; es una persona ingenua, no muy lúcida, pe-
ro sí muy agradable", escribe. "Cree con entusiasmo en el pueblo ruso."13
¿No habrá consistido la "ingenuidad" de Dostoievski, precisamente, en un
exceso de tal entusiasmo?
Si tal fue en realidad el tenor de su conversación, y si Herzen sólo dio
un tibio asentimiento al entusiasmo de Dostoievski por el pueblo ruso, en-
tonces bien podemos comprender porqué, en el retrato que hizo de Her-
zen once años después, Dostoievski habrá hecho tanto hincapié en las di-
visiones internas del temperamento de Herzen.

Era un artista, un pensador, un escritor brillante, un hombre extraordinariamente leído,


un hombre ingenioso, un maravilloso charlista (hablaba aún mejor que escribía) y sober·
biamente autorreflexivo. La reflexión de sí mismo: la facultad de convertir un sentimiento
personal profundísimo en un objeto que colocaba delante de sí mismo, al que podía ren-
dir culto y que, un minuto después, podía ridiculizar: tal facultad estaba sumamente desa-
rrollada en él. Indiscutiblemente, este era un hombre extraordinario, pero fuese lo que
fuese ... invariablemente, por doquier durante toda su vida, ante todo fue un gentilhom-
bre ruso y ciudadano del mundo, simple producto de la antigua servidumbre a la que de-
testaba y de la que descendía, no sólo por su madre, sino precisamente como resultado
de la separación de su patria y de sus ideales (21 , p. 9).

Estas últimas palabras nos recuerdan los términos que el propio Herzen
había aplicado a los autores de La Joven Rusia, y todo el pasaje, en su mez-
cla de admiración y de rechazo, revela parte de la ulterior ambigüedad de
la relación de Dostoievski con el hombre cuyas ideas y valores en un tiempo
estimara tanto. Esta imagen de Herzen fue esbozada en 1873, por la época
en que Dostoievski empezaba a anotar ideas en su libro de notas para Un
joven inculto; y pronto pondría todos esos recuerdos en el personaje de
Versílov, un joven ruso-europeo cuya sicologLt es muy similar a la aquí pin-
tada, y que también posee algo del encanto y la brillantez invariablemente
atribuidos a la personalidad de Herzen.
Dostoievski sin duda se daba cuenta de que al visitar a Herzen estaba
dando un paso que podría ponerle en peligro, más aún que su precipitada
visita a Chernishevski en San Petersburgo. La Tercera Sección mantenía
ojo avizor ante las actividades de la familia Herzen, y Chernishevski había
13 !bid., 27, p. 247.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 249

sido detenido después que unos espías informaron que Herzen, impruden-
temente, había enviado una carta a Nikolai Serno-Solovievich ofreciendo-
le imprimir El Contemporáneo en Londres. La presencia de Dostoievski
no pasó inadvertida a quienes mantenían bajo vigilancia a Herzen, y a Ru-
sia llegó información de que en Londres, Dostoievski "había trabado amis-
tad con los exiliados Herzen y Bakunin". 14 El extravagante Bakunin, que
por e:ntonces vivía también en Londres, había escapado recientemente de
su exilio en Siberia, pasando por Estados Unidos.
Mucha tinta ha corrido por la cuestión de si Dostoievski se encontró
con Bakunin o no, y a esto se le ha dado cierta importancia porque L. P.
Grossman afirmó que Bakunin fue el prototipo directo de Stavroguin en
Los Endemoniados.15 Sin embargo, la imaginación de Dostoievski, aunque
ciertamente se basara en prototipos, invariablemente fundía toda clase de
sugestiones en una imagen representativa; nunca tomó un solo personaje
como fuente exclusiva de inspiración. Si ambos se encontraron alguna vez
se vuelve cuestión menor, en lo referente al artista Dostoievski, aunque
bien pudo ocurrir, porque Bakunin asistía asiduamente a las recepciones
de los domingos por la tarde en casa de Herzen. Sea como fuere, el nombre
de Dostoievski quedó en la lista de las personas que visitaban a Herzen no
sólo por curiosidad, sino porque simpatizaban "más o menos con sus inten-
ciones criminales." 16 Fue emitida una orden especial de escudriñar muy
minuciosamente su equipaje cuando volviera; por fortuna, no se tomaron
medidas más severas.

Strájov, quien también hizo su primer viaje a Europa durante este verano,
esperaba encontrarse con Dostoievski a mediados de julio. Mijaíl había te-
nido particular interés en que su hermano tuviese un compañero de viaje
porque temía que una crisis epiléptica pudiese causarle algún accidente o
lesión. Dostoievski se quejó de su soledad en cartas a su hermano y a Strá-
jov ("no puedes creer", escribe a este último, "hasta qué grado el alma se
siente aquí presa de la soledad. iUna sensación de tristeza y de opresión!"

14
G. F. Kogan, "Razyskania o Dostoevskom", en LN, 86 (1973), p. 596.
15 L. P. Grossman y Vyacheslav Polonsky, Spor o Bakunine i Dostoevslwm (Mosctí, 1926). Para un
ingenioso resumen de los argumentos opuestos, que concluye que la tesis de Grossman es un mito,
véase Jacques Catteau, "Bakounine et Dostoievski", en Bakounine, Combats et J)¿bats (Parls, 1979),
pp. 97-105.
16 Kogan, "Razyskania", p. 596
250 L<\ ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

y esperaba, con impaciencia, tener un amigo y compañero. "lCómo será


esto cuando descienda de los Alpes a las llanuras de Italia?", pregunta a
Strájov. "iAh!, si estuviéramos juntos, podríamos ver Nápoles, podríamos
pasear por Roma, si Dios quiere, podríamos acariciar a alguna joven vene-
ciana en una góndola (ieh!, Nikolai Nikolaevich ). Pero, 'inada, nada, silen-
cio!', como dice Poprischin en esta situación."17 *
Dostoievski y Strájov unieron fuerzas en Ginebra a finales de julio y re-
corrieron juntos Suiza y el norte de Italia hasta llegar a Florencia. Ya ha-
bían hechos planes muy complicados sobre cómo debían encontrarse; pero
Strájov simplemente caminó a lo largo de la orilla del lago y encontró a
Dostoievski sentado en el primer café. El ruidoso encuentro de los dos ru-
sos, llenos de alegría, atrajo miradas de desagrado de los pacíficos suizos
que leían sus periódicos, y los extranjeros se apresuraron a salir a la calle.
A Dostoievski, Ginebra le pareció "en general deprimente y aburrida", y
los dos amigos se fueron a Lucerna, donde Strájov estaba impaciente por
ver las bellezas del Lago de los Cuatro Cantones. Un viaje por el lago, en
vapor, con muy bello tiempo, tuvo gran éxito, y se fueron a Florencia, por
Turín, Génova y Livorno, viajando por barco y por tren. En Florencia pasa-
ron una semana en una modesta pensione en la Vía Tomebuoni, que Strá-
jov elogió por su anticuada simplicidad y "costumbres patriarcales". Estas,
iay!, se habían desvanecido por completo cuando retomó trece años des-
pués, y habían sido remplazadas por una imitación de lujo, con ratería e
insolencia. 18
Los dos rusos eran, naturalmente, inseparables, y Strájov nos ha dejado
una atractiva imagen de Dostoievski, en su insólito papel de turista.

Feodor Mijáilovich no era un gran maestro en el arte de viajar -escribe-, no le intere-


saba particularmente la naturaleza, ni los monumentos históricos, ni las obras de arte
(con excepción de las más notables); enfocaba toda su atención en la gente, en captar su
naturaleza y su carácter, y en la impresión general de la vida que le rodeaba en la calles.
Con vehemencia me explicó que despreciaba la habitual manera prescrita de ver las diver-
sas cosas notables de la localidad, de acuerdo con la guía.

Este relato está más o menos de acuerdo con las propias observaciones de
Dostoievski en Apuntes de invierno, pero podemos preguntarnos si en rea-
17
Pisma, 1, p. 311, 26 de junio/8 de julio de 1862.
• Esta es una alusión al cuento Diario de un loco, de Gógol, en que un pobre empleado de oficina
se imagina que la hija de su superior está enamorada de él y de esta manera se recomienda a sf mismo
guardar el secreto.
18
Strájov, Biograjiya, p. 244.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 251

lidad se mostró tan poco interesado en las Uffizi como dice Strájov (que
se pone a sí mismo, desde luego, en el papel del civilizado amante del arte).
En viajes posteriores de Dostoievski, como bien sabemos por el diario de
su segunda esposa, fue un interesado y asiduo asistente a los museos. Am-
bos leyeron Les misérables (que acababa de salir de imprenta) de Hugo;
Dostoievski se apresuraba a comprar volumen tras volumen, y luego los
pasaba a Strájov. Sobre todo, ambos pasearon y charlaron, y Strájov pinta
una imagen idílica de aquella-; desenvueltas conversaciones: "Lo más agra-
dable de todo eran nuestras charlas al atardecer, cuando el sol estaba po-
niéndose, ante un vaso de vino tinto", en cualquier café. 19
Hasta hace pocos años, este retrato de un cordial intercambio de ideas
entre dos amigos, encantados en su mutua compañía, fue aceptado como
revelador de la calidad de sus relaciones. Sin embargo, un documento re-
cién publicado arroja una luz enteramente nueva sobre sus conversaciones
y descubre algunas de las tensiones que a la postre llevaron a Strájov, poco
después de la muerte de Dostoievski, a denunciar a su antiguo amigo en
una injuriosa carta a Tolstoi. Este documento, el borrador sin fecha de un
artículo inconcluso intitulado "Observaciones", está dedicado a Dostoiev-
ski y fue compuesto en la forma favorita de Strájov, la de carta abierta.
Descubierto en los archivos de Strájov, parece haber sido compuesto en
Florencia o poco después, y empieza recordando uno de aquellos diálogos
que su autor después presentaría con tales acentos de nostalgia. "En uno
de nuestros paseos por Florencia", escribe, "cuando llegamos a la Piazza
della Signoria y nos detuvimos por un momento, pues ibamos en direccio-
nes opuestas, tú (Dostoievski) me dijiste muy acaloradamente que había
en las tendencias de mi pensamiento un defecto que tú odiabas, desprecia-
bas y perseguirías hasta tu último día. Luego, nos dimos la mano firmemen-
te y nos separamos."20 iAdiós al cuadro tan minuciosamente cuidado de
una perfecta concordia, que Strájov después ofrecería a un mundo cré-
dulo!
lCuál fue la causa de la disputa? lPor qué habría reaccionado Dosto-
ievski tan acaloradamente y, hay que reconocer, en forma tan insultante?
Aunque el texto de Strájov permanece, por lo general, al nivel de las vagas
generalidades, no es difícil inferir lo que estaba en juego si recordamos el
trasfondo de la época en Rusia, y que Dostoievski y Strájov no estaban de
acuerdo sobre cómo había que tratar a los radicales. Strájov siempre ha-

19 !bid., pp. 243-244.


20 N. N. Strakhov, " O Dostoevskom'', ed. L. P. Lanskii, en LN, 86 (1973), p. 560.
252 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

bía estado en favor de una "línea dura'', y sus observaciones parecen refe-
rirse a esta posición. Nadie, afirmaba, debía librarse de las consecuencias
lógicas de sus convicciones y de sus actos; no debían aceptarse excusas por
motivo de que la gente no comprendía todas las implicaciones de sus pro-
pias ideas.

Y, por cierto, ¿recuerdas claramente de qué se trataba?-pregunta a Dostoievski-; te


pareció intolerable y repugnante mi parcialidad con ese tipo de pruebas que en lógica se
llaman indirectas, o una reductio ad absurdum. Te pareció imperdonable que yo a me-
nudo llevara nuestro razonamiento a la conclusión que, de la manera más sencilla, Que-
de expresarse como: "pero en realidad, es imposible que dos y dos no sean cuatro". 21

De esta manera, Strájov estaba insistiendo en que se hiciera que los radi-
cales asumieran toda la responsabilidad de sus creencias y no se les conce-
diera el beneficio de ninguna duda. Dostoievski, en cambio, no deseaba
aún ponerlos de espaldas contra la pared, y arguyó que su aparente incon-
gruencia debía ser interpretada en forma más benévola.Nadie, había repli-
cado a Strájov, realmente deseaba afirmar que "dos y dos son tres, o que
dos y dos son cinco, y que . . . si se dice algo así, entonces es extraño de mi
parte [de Strájov] tomar esto con completa seriedad, pues obviamente
quien dice que dos y dos no son cuatro no se propone, en realidad, decir
esto, sino que, indiscutiblemente, piensa y quiere expresar otra cosa." Para
Dostoievski, lo ilógico no es prueba de error, sino indicación de un conflic-
to entre lo que se dice y lo que en realidad se piensa; el error es una clave
de algo oculto bajo la idea, que se debe interpretar en su verdadero signi-
ficado. Con bastante razón, Strájov arguye que semejante postulado le co-
loca en desventaja ante cualquiera, porque "digan lo que digan y como lo
digan, yo estoy obligado, en tu opinión y sin falla, a comprender lo que
quieren decir y si este significado deseado tiene o no algún tipo de funda-
mento oculto". 22 Estas palabras revelan la base sobre la que, hasta enton-
ces, Dostoievski se había negado a condenar in tato a los radicales; por
muy hostil que fuese él a las ideas que expresaban, bajo estas sentía él un
deseo de hacer el bien, deseo que había que reconocer.
Otro pasaje del texto alusivo de Strájov llega cerca de revelar la dimen-
sión sociocultural de su desacuerdo. "lLe importa a nadie más nuestra
disputa en Florencia? Pero yo no soy el único que odia la estupidez, y no
eres tú el único en perdonarla condescendientemente, por lo que supones

21 !bid.
22 !bid., pp. 560-561.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 253

que hay bajo ella." De ello, prosigue Strájov, estas actitudes se han conver-
tido en bandos opuestos en la literatura rusa: "Tenían que formarse, y el
choque entre los dos bandos era inevitable, e inevitablemente recurrirá."
Curiosamente, Strájov caracteriza a ambos bandos en forma muy poco
halagüeña para aquel al que él pertenece. Por una parte (la de Dostoiev-
ski) a menudo "hay juventud, siempre ardor, una pasión por predicar, un
descuido de la forma y de todo tipo de precisión, pero en cambio pensa-
miento y sentimiento vivos, no pocas veces talento, a veces chispazos de
genio ... "Por la otra parte (la suya propia) hay "cierta frialdad, el hábito
del pensamiento estricto y preciso, la ausencia de una gran pasión de pre-
dicar, el silencio de casi todas las cuerdas vivas". Aun cuando capaz de sim-
patizar con el primer bando, como lo muestran los términos que escoge,
Strájov declara sin embargo que "de mala gana, yo apoyaré al segundo. Tal
es mi triste sino .. ."23
Al llegar a este punto, el texto da un súbito salto, de la esfera de la políti-
ca social a la de la base última de la moral. "lEs realmente bueno el hom-
bre? '', pregunta súbitamente Strájov. "lPodemos en realidad negar audaz-
mente su podredumbre?" Su respuesta a esta pregunta es categóricamente
negativa; y apoya su conclusión apelando al testimonio de la fe cristiana:
"El ideal del hombre perfecto, que nos muestra el cristianismo, no ha
muerto ni puede morir en nuestras almas; ha crecido con ellas para siem-
pre. Y así, cuando se desenvuelve ante nuestros ojos al cuadro de la huma-
nidad contemporánea y se nos pregunta les bueno el hombre?, inmedia-
tamente encontramos en nosotros la respuesta decisiva: ' ino, está podrido
hasta la médula!' ;, 24 El fragmento se interrumpe en este punto, pero con-
tiene lo suficiente para que comprendamos por qué Dostoievski sintió tan-
ta ira y hostilidad.
Pese a una muy difundida y errónea idea en sentido contrario, Dosto-
ievski no compartía en absoluto la opinión "cristiana" de Strájov, de que
el hombre está "podrido hasta la médula" (que representa la opinión tan
sólo de un cristiano agustiniano o reformado). Por lo contrario, Dostoiev-
ski creía que dado que el hombre, y el hombre ruso en particular, era capaz
de tener remordimiento y de arrepentimiento, nunca debía abandonar la
esperanza de redención: no cabe duda de que Strájov comprendió que esta
era la causa fundamental de que Dostoievski se negara a retirar toda su
benevolencia a los radicales, de una vez por todas. Y si Strájov expresó su

23 !bid., pp. 561-562.


24 !bid., p. 562.
254 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

propia opinión del hombre ante Dostoievski, tan francamente como la ex-
pone en el artículo, podemos ver por qué su amigo se mostró tan indig-
nado, y por qué respondió con la furiosa declaración de que "detestaría,
despreciaría y perseguiría" semejante mentalidad durante el resto de sus
días. En realidad, Strájov estaba atacando aquí las convicciones más ínti-
mas de Dostoievski, las verdades que él creía haber entrevisto entre sus
sufrimientos en la casa de los muertos, y la revelación que le había sido
concedida en el recuerdo sagrado del muzhik Marey, que una vez, siendo
niño, lo había consolado y reconfortado. 25 Estaba atacando la fe funda-
mental de Dostoievski en los tesoros del amor cristiano, ocultos en el alma
del pueblo ruso ignorante y atrasado; y Dostoievski no podía perdonar se-
mejante sacrilegio.
Después de su semana en Florencia, los dos se separaron; Strájov se fue
a París, y Dostoievski se proponía ir al sur, hasta Roma y N ápoles. Porrazo-
nes desconocidas cambió de opinión, y a comienzos de septiembre estaba
de regreso en San Petersburgo, dispuesto a ocupar su puesto de director
de facto y principal wlaborador de El Tiempo.

25
Para más información, véase Do~1oevsky: The ~ars of Ordea~ 185().1859 (Princeton, 1983),
cap. 9.
XIII. "El TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES

AL RETORNAR a San Petersburgo en el otoño de 1862, Dostoievski y Strá-


jov volvieron a su trabajo en El Tiempo con renovado vigor. También Apo-
llon Grigoryev había vuelto de su autoimpuesto exilio en Orenburg y era,
una vez más, una presencia que reunía gente a su alrededor, y un activo
colaborador. "Todo el mundo empezó a trabajar con todas sus fuerzas",
nos informa Strájov, "y las cosas iban tan bien que había motivo para ale-
grarse" .1 A mediados del año, la lista de suscriptores de El Tiempo había
superado la marca de los cuatro mil, llegando así al nivel de publicaciones
ya establecidas como Las Noticias de la Patria.
Así pues, la seguridad por fin estaba a la 'vista de los hermanos Dostoiev-
ski, siempre apretados de dinero, que habían trabajado como galeotes para
establecer su publicación sobre una sólida base financiera. Algo aún más
alentador: el portafolio editorial rebosaba en manuscritos que llegaban de
todos los rincones de Rusia, atestiguando así el creciente prestigio adqui-
rido por El Tiempo en el breve periodo de dos años. Feodor Dostoievski
ciertamente podía sentir cierta satisfacción, no sólo por el éxito de sus pro-
pias colaboraciones, sino también por la capacidad que había demostrado
en la administración y dirección de su revista. Empero, estas rosadas pers-
pectivas para el futuro resultaron tan sólo una ilusión momentánea. El me-
teórico ascenso de El Tiempo fue súbitamente detenido cuando-en parte
como resultado de un error, pero principalmente por su temeridad políti-
ca- fue suprimido por el gobierno en mayo de 1863.
Durante los últimos nueve meses de su existencia, El Tiempo continuó
dando testimonio de la infatigable actividad literaria y editorial de Dosto-
ievski. Se publicaron nuevos capítulos de la Casa de los muertos a intervalos
regulares (la serie había empezado durante el primer año), y al comienzo
de 1863 inició sus Apuntes de invierno sobre impresiones de verano, que
aparecieron en tres entregas. Además, Dostoievski logró anexar muchas
notas editoriales a diversas colaboraciones, incluir un cuento corto y man-
tener un continuo ritmo de artículos de polémica. Dado que dedicaremos
capítulos por separado a las dos obras más largas completadas en tal perio-
do, este se concentrará en sus piezas más breves y en los intercambios pe-
riodísticos.

1
Strájov, Biografiya, p. 245.

255
256 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

Dostoievski, como sabemos, había leído Les misérables durante su estadía


en Florencia, y la publicación de esta poderosa novela-epopeya había vuel-
to a poner el nombre de Hugo en el primer plano de la literatura universal.
Dostoievski, editor siempre sagaz, aprovechó el momento para solicitar
para El Tiempo la primera traducción rusa de la anterior obra maestra de
Hugo, Notre Dame de París, y presentó los primeros capítulos con un breve
prólogo. Como tantos otros, Dostoievski había leído el libro en su juven-
tud, cuando cautivo a toda la Rusia letrada con sus grandiosas evocaciones
del París medieval; y Dostoievski había reverenciado a su autor como poeta
cuya "infantil tendencia cristiana" expresaba los ideales más nobles y sagra-
dos del mundo moderno. De hecho, como su prólogo lo indica, continuaba
admirando a Hugo como el más grande portavoz contemporáneo de un
cristianismo social cuyos valores aún seguían con vida en su propia sensibi-
lidad, aunque ya no los aceptara, como en los días de la servidumbre, para
guía de la acción política. El ideal que inspira la obra de Víctor Hugo, es-
cribe,

es el pensamiento fundamental de todo el arte del siglo XIX, es un pensamiento del que
Víctor Hugo como artista probablemente fue el primer heraldo. Este pensamiento es
cristiano y sumamente moral: su fórmula consiste en levantar al ser humano caído, aplas-
tado por la presión injusta de las circunstancias, un estancamiento que dura ya un siglo
y de los prejuicios sociales (20, p. 28).

Aunque declarando que la "alegoría no es concebible en una obra de arte


como Notre Dame de París", Dostoievski procede, empero, a atribuir un
significado histórico al personaje de Quasimodo. Pregunta:

Pero, lquién puede evitar la idea de que Quasimodo es una personificación del pueblo
francés de la Edad Media, oprimido y despreciado, sordo y deforme, dotado tan sólo de
una aterradora fuerza física, pero en quien finalmente despiertan un amor y una sed de
justicia, simultáneamente con una conciencia de su derecho legítimo y de sus poderes
infinitos, aún no desarrollados?

Así, lo que Dostoievski encuentra en la novela de Hugo es la "idea de le-


vantar a los que están caídos"; pero esta idea es mucho más que una simple
peculiaridad personal del talento de Hugo. Es, afirma Dostoievski, "el tes-
timonio histórico de los tiempos modernos, tan a menudo acusados injusta-
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 257

mente de no aportar nada que pudiera compararse con las grandes obras
literarias del pasado". Y tal vez, profetiza, "al fin del siglo quedará encarna-
do, completa, clara y poderosamente en alguna gran obra de arte que ex-
presará el carácter profundo del tiempo, tan completa y duraderamente
como, por ejemplo, La Divina Comedia expresó su época de creencias e
ideales católicos medievales" (20, pp. 28-29). Los hermanos Karamázov,
del propio Dostoievski, aunque el "levantar a los caídos" sólo es uno de
sus muchos ternas, se acerca más que ninguna obra del fin del siglo a cum-
plir esta profecía de una gran obra maestra de arte cristiano.
En realidad, Dostoievski estaba dando a este tema su más poderosa ex-
presión en la obra que por entonces tenía en proceso, la Casa de los muer-
tos. Nunca más directamente que aquí se dedicó a "levantar al caído", a
enseñar a sus lectores rusos a ve¡: con nuevos ojos a los "desdichados" que
se hallaban confinados tras las empalizadas de los campamentos peni-
tenciarios en las inmensidades de Siberia. Sin embargo, para llegar a esta
nueva visión, antes era necesario que la clase educada rusa superara la ena-
jenación, el total alejamiento que la separaba del campesino ruso, enaje-
nación que el propio Dostoievski había considerado como la mayor tortura
que hubiese tenido que soportar durante sus años de prisión. Como hemos
visto, observaciones sobre este tema surgían continuamente en sus artícu-
los, y Dostoievski se muestra particularmente sensible a las dificultades de
superar la desconfianza, profundamente arraigada en el pecho del campe-
sino.
"Debernos decir la verdad: no sabemos cómo ir al pueblo", había escrito
Dostoievski un mes o dos antes de publicar su prólogo a la novela de Hugo.
''A este respecto, no conocemos un camino medio atinado. O bien mostra-
mos una rudeza increíble, o bien los modales melosos y de conmiseración
de un Manílov (personaje de Las almas muertas)." En otra parte del mismo
artículo, Dostoievski observa que "hemos de trasformamos moralmente,
hasta cierto grado. Hemos de renunciar a nuestros prejuicios de clase y a
nuestros puntos de vista egoístas." Así como el pueblo detesta el puño que
antes le hizo caer en la sumisión, así también "no tolerará una cortesía a
la franfaise, que toma como un insulto. Hemos de amar al pueblo, pero no
con un amor sentimental adquirido en el estudio" (20, pp. 16, 20).
258 LA ÉPOCA DS LAS PROCLAMAS

Estas palabras definen exact~ment~ ~j terna de un satírico cuento corto,


"Un asunto enojoso", escrito el mismo año,* cuento que muestra las difi-
cultades experimentadas por un joven y elegante general del Servicio Civil,
de nombre Iván Ilyich Pralinsky cuando trata de poner en práctica el espí-
ritu del nuevo liberalismo que era la moda sociocultural prevaleciente a
comienzos de los sesenta. En este caso, "el pueblo" no es el campesinado
ruso, sino las bajas filas de la burocracia y todo un muestrario de la juventud
estudiosa de San Petersburgo. Incluye al inevitable estudiante de medi-
cina, "a la Bazárov", y a un joven colaborador de un periódico satírico, La
Antorcha Ardiente (sin duda La Chispa), que había publicado "cuatro ma-
los versos y conquistado así una reputación de liberal" (5, p. 30). No obs-
tante, el problema que Dostoievski dramatiza -la dificultad de superar la
desconfianza entre las clases altas y las bajas de las jerarquías sociales-
es muy similar al del campesinado; y el "filantrópico" general Pralinsky se
entera, del modo más mortificante, de que no es fácil superar la barrera
de clases entre su exaltado rango y el mundo de los simples mortales.
El propio Pralinsky (cuyo nombre "praline", un caramelo francés) indi-
ca suficientemente un carácter débil y regalón, es un joven que ha subido
en el Servicio Civil sin ningún esfuerzo o distinción en particular. De muy
buena familia y con impresionantes apariencia y modales, combina una
abrumadora vanidad (a veces, sueña con llegar a ser un gran estadista) con
ocasionaies accesos de depresión y un sentido de que su vida ha sido en
realidad une existence manquée (naturalmente, piensa en tales frases fran-
cesas); "en suma, era un hombre de buen carácter, con corazón de poeta".
El periodo de reforma le inspira gran entusiasmo y le ayuda a superar un
creciente sentido de morbilidad y de inutilidad. "Hablaba acerca de las
ideas nuevas, que muy pronto e inesperadamente adoptó, se hacía condu-
cir por toda la ciudad y en muchos lugares logró conquistar la reputación
de furibundo liberal, lo que le halagaba grandemente" (5, pp. 7-8).
Una noche, tras consumir una considerable cantidad de champaña con
dos colegas suyos, de mayor edad pero de idéntico rango, Iván Ilyich se en-
cuentra, inesperadamente, caminando por un sórdido distrito de San Pe-
tersburgo. Había expuesto algunas de sus ideas acerca de la "humanidad"
a sus compañeros más endurecidos, encontrando una reacción muy escép-

*En la traducción de Constance Gamett, la historia es llamada " Ur. predicamento desagradable"
y es mejor conocido en inglés bajo este tftulo tan decoroso.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 259

tica: "No lo soportaremos más", dijo uno de ellos. Súbitamente, Pralinsky


sintió surgir en su pecho un resentimiento personal contra esta negativa y
abandonó la reunión, sintiéndose muy ofendido; pero oye de pronto el ru-
mor de una celebración, descubre que es la fiesta de boda de uno de sus
empleados, y decide poner a prueba sus teorías. ¿Qué pasaría si él apare-
ciera de súbito y deslumbrara a todos los reunidos con su imponente pre-
sencia y su conducta democrática? "Humanitarismo... el amor a nuestro
prójimos'', murmura, para sí. "Devolver un hombre a sí mismo, resucitar
su dignidad personal, y luego... cuando el terreno esté despejado, poner
manos a la obra." Pues, una vez que el terreno esté despejado, entonces
"el hombre es mío, el hombre queda atrapado por decirlo así en una red,
yyo podré hacer lo que quiera con él, es decir, para su propio bien" (5, pp.
9, 11 ). Tales ideas, desde luego, revelan las raíces condescendientes y egoís-
tas de tal "humanitarismo".
Las consecuencias del beau geste de Pralinsky son precisamente las que
podrían esperarse. . . salvo que él no las había previsto. Los despreocupa-
dos festejos de la boda inmediatamente son interrumpidos por la aparición
de tan augusto personaje. El pobre novio, que lleva el ridículo nombre de
Pseldónimov (juego de palabras, sobre "seudónimo"), queda tan atónito
que permanece inmóvil en una inclinación servil, y todos se sienten en una
situación de embarazosa conjetura y confusión. Pralinsky se había imagina-
do a sí mismo explicando elegante y amablemente su visita inesperada, ga-
nándose así todos los corazones con su magnanimidad. Pero sus esfuerzos
por entablar conversación, que tanto éxito tienen en varios salones, aquí
fracasan por completo, y se siente cada vez más irritado por su incapacidad
de provocar la halagüeña reacción que había esperado.
Al pasar los minutos, Pralinsky nota que la compañía empieza a tranqui-
lizarse, y se reanuda el baile; ha corrido la voz de que, el general, después
de todo, sólo "había bebido un poquito", y esta explicación aclara las cosas.
Pero, aunque poco antes Pralínsky había estado rogando por este relaja-
miento de la atmósfera, ahora se siente más ofendido que por la anterior
helada acogida: "lCómo era posible? Todos se habían cohibido, y ahora,
tan pronto, ise habían emancipado! Podría pensarse que esto no es nada,
pero aquella trasformación era algo extraño, indicaba algo. Era como si se
hubiesen olvidado de la existencia de Iván Ilyich." El pobre Iván Ilyich se
siente cada vez más confuso, perplejo y preocupado jura para sí mil veces
interrumpir el experimento, y de pronto, sin saber cómo, se encuentra en-
cabezando a los demás hacia la mesa del banquete. Una vez allí, se bebe
un vaso de vodka, sin pensarlo; como retoño de la buena sociedad "nunca
260 LA ÉPOCA DE LAS I'.i:WCLAMAS

había bebido vodka", y la fuerte bebida popular acaba de rematarlo (5, pp.
24, 27 y 28). Empieza a ponerse más sentimental; la baba escurre de su
boca, trata de pronunciar un discursa a~ersu ..iel "humanitarismo" para sal-
var la situación, pero sólo encuentra abucheos y risas de burla.
El clímax ideológico ocurre durante una confrotación entre un joven
periodista radical, que sombríamente había tildado de "retrógrado" a Pra-
linsky en el momento mismo en que lo vio, y el general, ahora ya en estado
de ebriedad. Llevado por la desesperación, este último pregunta a todos
si "se rebajó grandemente a ojos (de todos) o no" por haber asistido a la
boda. A lo que el joven radical, que había estado sirviéndose vodka gene-
rosamente, contesta con furia:

iSf, vino usted a hacer alarde de su humanitarismo! Ha acabado con la alegría de todos.
Ha usted estado bebiendo champaña [comprada apresuradamente para el gene::al] sin
pensar que está fuera del alcance de un empleado que gana diez rublos al mes, y yo sos-
pecho que usted es uno de esos burócratas a los que les gustan las esposas de sus subor-
dinados... iSf, sí, sf! (5, pp. 33-34).

Esta filípica deshace completamente a Pralisnky, y el cuento termina


con un crescendo de catástrofes cómicas. Habiendo caído de bruces en un
estupor de embriaguez, naturalmente le ceden la única cama decente,
arruinando así la consumación del matrimonio. Tras una noche de náuseas
y dolores, durante la cual es atendido por la madre del novio, con la toleran-
te paciencia de la gente común, huye al clarear el alba. Durante ocho días
no se atreve a poner pie en la oficina, perseguido por el temor de que su
desastrosa aventura sea ya del conocimiento público; pero cuando final-
mente decide enfrentarse al mundo, no nota ningún cambio. Despachando
sus asuntos usuales con más decisión y autoridad que nunca, se entera, con
alivio, de que Pseldónimov ha pedido que le trasfiriesen a otra oficina: pre-
cisamente la misma encabezada por el general que más irónico se había
mostrado ante las ideas progresistas de Pralinsky. En su fuero interno, y
abrumado por una terrible vergüenza, Pralinsky reconoce ahora que tales
dudas habían estado bien justificadas. "No, severidad, severidad, nada sino
severidad" -estas son sus palabras finales cuando renuncia de una vez por
todas a los traicioneros peligros del "humanitarismo" (5, p. 45).
Un asunto enojoso es una divertida sátira grotesca a la manera general
de Saltykov-Shchedrin y revela la influencia de ese satirista social sobre el
estilo de Dostoievski. Habla elocuentemente por sí mismo, como desenga-
ñada reflexión sobre los tiempos, pero también se le puede considerar
como un comentario sobre el propio pasado de Dostoievski, pues en una
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 261

de las escenas cruciales de una de sus novelas, Pobres gentes --escena que
había impresionado m:..i cho a Belinski-, un general, no menos ilustrado y
filantrópico, por pura bondad de corazón regala cien rublos a uno de sus
más míseros subordinados. Como Dostoievski habfa pintado ese gesto ge-
neroso con no disimulada simpatía, "Un asunto enojoso" puede conside-
rarse como una burla de madurez, de tan juvenil ingenuidad. Al poner en
boca de Pralinsky los clichés acerca del humanitarismo, que habían sido
tan populares entre los círculos progresistas de los cuarenta, y que acaba-
ban de cobrar nueva vida a comienzos de los sesenta, Dostoievski desen-
mascara la condescendiente sicología de clase que demasiado a menudo
se encontraba detrás de tan nobles protestas de benevolencia.
Escritas con un estilo chusco de considerable vigor cómico, las escenas
de fiesta y baile se adelantan a episodios similares, como el despertar de
Marmeladov en Crimen y castigo, y la magistral escena de la fiesta de Los
endemoniados. Pero el tono festivo es bastante insólito en Dostoievski, a~f
como su tolerante y divertida descripción de la vivaracha e irreverente ju-
ventud petersburguesa, a la que muestra considerable simpatía. Sin duda,
prefiere su abierta iconoclastia a la fatuidad autocomplaciente de gente
como Pralinsky. Es el choque ideológico el que eleva el cuento por encima
del nivel de un simple esbozo de farsa, y debemos notar que Dostoievski
no vaciló en emplear a un protagonista cuyas ideas ciertamente le desa-
gradaban -el joven periodista radical- como su portavoz en un contexto
artístico particular, para desacreditar a otro personaje cuyas actitudes le
repugnaban más aún. U no de los aspectos más asombros del genio de Dos-
toievski es su disposición a reconocer la relativa validez humana, en situa-
ciones concretas, de puntos de vista con los que no estaba de acuerdo en
otros contextos, y darles la más plena y.animada vida artística.

Durante la mayor parte del primer año de El Tiempo, Dostoievski se las


había arreglado para expresar sus objeciones a varios aspectos de la ideo-
logía radical, sin provocar ninguna respuesta hostil. Tal invulnerabilidad se
debía, en parte, al respeto a su condición de expreso político, que había
pagado un alto precio por tratar de liberar de la esclavitud al pueblo ruso;
y las entregas de la Casa de los muertos habían mostrado cuán grande había
sido ese precio. Sin embargo, Strájov no despertaba tanto respeto, y a fina-
les de 1861, El Contemporáneo finalmente contesto a sus pullas, corteses
pero exasperantes, por la pluma de M. A Antónovich. Este artículo consti-
262 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

tuyó el comienzo de una polémica cada vez más agria entre los radicales y
El Tiempo, en la que acabó por participar el propio Dostoievski; y en la
segunda mitad de 1862, condujo a un total deterioro de las relaciones, an-
tes amistosas, entre El Tiempo y aquellos de sus colaboradores y lectores
que pertenecían a la intelectualidad radical.
Antónovich tal vez fuese un crítico literario torpe y obtuso, pero Chemi-
shevski no se había equivo·cado al considerarlo un buen combatiente en
materia sociocultural. Elegido para la tarea de contestar a Strájov, su ata-
que a El Tiempo da en el blanco, dentro de los límites permitidos por la
censura. Hay algo indiscutiblemente nebuloso en la idea depochvenniches-
tvo, afirma, y los colaboradores de El Tiempo se encontrarían en gran difi-
cultad si se les prohibiera repetir interminablemente sus habituales frases
acerca depochva: "no les quedaría nada que decir". Sumamente preocu-
pados por la laguna que existe entre las clases educadas de Rusia y los cam-
pesinos, atribuyen esta laguna a las reformas de Pedro el Grande. Pero An-
tónovich señala, sagazmente, que "aun dejando aparte esta [causa], ellas
[las clases] se habrían apartado por sí solas como resultado de causas socia-
les generales, no sólo históricas, que por doquier y no sólo entre nosotros
han producido y producirán semejante escisión".2 La verdadera causa de
la ruptura es, por ende, socioeconómica y no básicamente cultural; y la di-
visión entre los que tienen y los que no tienen tampoco es un fenómeno
peculiarmente ruso.
Además, Antónovich se muestra irónico ante las exaltadas ideas que
sostienen los pochvenniki (básicamente Dostoievski, aunque no lo men-
cione por su nombre) con respecto a la misión histórica universal del pue-
blo ruso. Si tales ideas tienen sentido o no, en todo caso sólo podrán remi-
tirse a un remoto futuro; si alguien pregunta qué es lo que proponen los
pochvenniki en el presente, resulta que sólo significa una cosa muy sencilla:
alfabetización. Sin embargo, la alfabetización no ha resuelto los problemas
sociales de países más avanzados como Inglaterra y Alemania, y no hay
razón para creer que tendrá resultados más felices en Rusia. "Pues, mire
usted", escribe Antónovich, con provocativa vulgaridad, "por doquier, en
primer lugar, está el estómago. Ante todo es necesario obtener un men-
. drugo de pan y comer, y luego se puede uno ocupar en cualquier otra cosa
que uno quiera: alfabetización, ciencia, arte, etc. lQué hacer?, por desgra-
cia, esto es lo que exige la naturaleza humana." 3

2
A A Antónovich,Literatumo-Kriticheskie Stati (Moscú-Leningrado, 1961), 16, pp. 19-20.
3 /bid., p. 31.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 263

Strájov replicó, al mes siguiente, con otra de sus llamadas cartas al edi-
tor. No deseando volver a los mismos lemas que Antónovich había ridiculi-
zado, hace algunas débiles acusaciones durante varias páginas antes de ir
al grano. lConstituye la satisfacción de las necesidades materiales la máxi-
ma prioridad del hombre? Strájov objeta vigorosamente semejante idea
en nombre del idealismo, y al hacerlo se anticipa al que llegará a ser un
crucial tema dostoievskiano. Si la humanidad aún no ha edificado una so-
ciedad en que se haya eliminado el hambre, arguye, no es por su incapaci-
dad de hacerlo; la verdadera razón es que "la humanidad siempre ha de-
seado más; ha sido eternamente atraída por otros bienes, otros deseos ...
más importantes y satisfactorios que la simple ausencia del sufrimiento"
(cursivas en el texto). 4 La causa de la privación material es, por tanto, el
insaciable idealismo de la humanidad, su deseo de un objetivo y de una
meta de vida más alta que el simple bienestar material; y no es posible su-
primir semejante deseo, por muchos esfuerzos que se hagan por arrancarlo
del carácter humano.
De hecho, no sólo es imposible sino también absolutamente indeseable
eliminar el idealismo innato de la humanidad; la verdadera tarea no consis-
te en reducir al hombre al nivel de sus necesidades materiales sino, antes
bien, en asegurarse de que su imperecedero anhelo de ideal sea guiado de
la manera adecuada. Y esta dirección, como lo indica Strájov, ha quedado
establecida de tiempo atrás por el mensaje de Cristo:

Lá cuestión del bienestar material y, en general, de la eliminación del sufrimiento al que


la humanidad se ha visto expuesta es, como bien se sabe, la cuestión contemporánea más
vital. Pero fue planteada hace mucho tiempo. Se encuentra en los Evangelios, y allf, preci-
samente, se dice esto: Buscad el Reino de Dios, y todas las demás cosas se os darán por
afiadidura. Me parece a mí que ni aun hoy se debi;; alterar este pronunciamiento.5

Semejantes palabras no ofrecen ninguna respuesta a los argumentos de


Antónovich y aparecen en un tono de untuosa complacencia, demasiado
reveladora de la sensibilidad de Strájov. Reinhold Niebuhr, escribiendo
acerca de más recientes defensores de una posición muy similar, ha comen-
tado convincentemente que "la introducción de ideas perfeccionistas [cris-
a
tianas] en la política, para reforzar los llamados someterse a la injusticia

4
Strájov, Iz Istorii Literatumago Nigilizma (San Petersburgo, 1890; reimp. La Haya, 1967),
pp. 122-123.
5 !bid., p. 122.
264 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

huelen a falta de probidad".6 Este desagradable olor emana claramente de


esta defensa que hace Strájov del idealismo.
lDeberemos decir lo mismo acerca de Dostoievski, quien vio la cuestión
en términos muy similares a los de Strájov? No por completo, me parece
a mí, aunque también él sostuvo que existen en la vida humana objetivos
más elevados que satisfacer el hambre, y también él hizo creer que la huma-
nidad, ante una alternativa, preferiría el sufrimiento al hartazgo. Sin em-
bargo, exactamente al mes que apareció el artículo de Strájov, tal vez impe-
lido por cierta insatisfacción por su tono,* Dostoievski abordó algunas de
las mismas cuestiones. La mayor parte de lo que dice cubre un terreno ya
familiar, pero ahora vincula la defensa que El Tiempo hace de la educación
y la alfabetización con una mejora del bienestar de la clase campesina.

Si nuestro pueblo es pobre y hambriento -escribe- no es porque carezca de los medios


de ganarse el pan de cada día. Tenemos vastas tierras, y la falta de gente que las trabaje
significa que no es difícil obtener un excedente. Nuestro pueblo es pobre y hambriento
porque, como resultado de circunstancias particulares, su nivel moral es bajo, y no sabe
cómo aprovechar las inmensas riquezas naturales que tiene a su disposición. Por ello es
necesario, primero y ante todo, preocuparse por su desarrollo intelectual (20, p. 20).

No tenemos que decidir aquí hasta qué punto tenía razón Dostoievski al
evaluar la situación económica; pero tales palabras revelan que no se de-
sentendía tan fácilmente de las necesidades materiales del pueblo, como
Strájov, en cambio, sí se inclinaba a hacerlo.
Más aún: aunque Dostoievski pueda coincidir con Strájov en el nivel de

6
Reinhold Niebuhr,An lntopretation of Christian Ethics (Nueva York, 1956), p. 146.
• Dostoievski anexó una extensa nota editorial al articulo de Strájov, declarando que "esta carta
nos parece totalmente insatisfactoria, y nos sorprende la frivolidad y parcialidad de nuestro colabora-
dor". Resulta dificil saber hasta qué punto debemos tomar literalmente esta afirmación; pero Strájov
s{ se queja de las notas editoriales de Dostoievski, puestas a sus artkulos durante el primer año de la
revista.
Otro pasaje de esta nota es digno de cita porque arroja cierta luz sobre el propio Dostoievski. An-
tónovich babia preguntado qué entendía por idealismo El Tien·.:•.:;, )' Dostoievski, en respuesta, cita
un pasaje del texto de Strájov, con el que obviamente está de acuerdo: "lNo surge todo mal", habfa
escrito Strájov, "porque honramos demasiado a los que no habría que honrar, porque consideramos
importante lo que no tiene importancia? lPor qué tan fácilmente aceptamos una verdad cuando no
hay verdad, porque tan fácilmente nos sacrificamos, tan fácilmente creamos para nosotros, por do-
quier, {dolos falsos y dioses falsos?"
As{, el idealismo es la necesidad inherente a la personalidad humana, de creer en la verdad y en
Dios que, inevitablemente, incluye la capacidad de dejarse desencaminar. Esto ayuda a explicar por
qué hasta los héroes más negativos de Dostoievski son "idealistas" a su modo y, al fin, se sacrifican a
una u otra versión de un falso Dios. PSS, 20, p. 225.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 265

las ideas y las formulaciones, existe una diferencia considerable en la reso-


nancia humana de su afirmación (o su esperanza) de que la humanidad
siempre mostrará una inclinación irresistible a escoger el sufrimiento, de
preferencia sobre la satisfacción de la neces.idad material. Para Dostoiev-
ski, el dilema de semejante elección evocaba inevitablemente recuerdos
de los frenéticos accesos de sus compañeros de prisión en la casa de la
muerte, intentando a un costo terrible afirmar la autonomía de su perso-
nalidad. Así, el idealismo de la humanidad no significaba una vaga piedad
cristiana o un soberbio desdén de los bienes del mundo: antes bien, signifi-
caba una defensa de la libertad interna del hombre y la afirmación de su
dignidad como ser plenamente humano; significaba que los hombres esta-
ban dispuestos a sacrificar toda satisfacción material, y aun la vida misma,
de ser necesario, para alcanzar este supremo valor. Dostoievski no sentía
un relamido desdén a la idea de que hay que satisfacer las necesidades ma-
teriales, y nunca pudo contentarse con la tranquila aceptación de Strájov
del sentimiento humano que resulta cuando no se atiende a tales necesi-
dades. Pero se negó a darles prioridad absoluta y a ceder, a cambio, esa au-
tonomía moral que consideraba como la escencia misma de la condición
humana. La aceptación del sufrimiento por encima del pan de la tierra
constituía una elección angustiosa, tal como Dostoievski la veía entre dos
valores reconocidos como igualmente legítimos y poderosos; y hay un
enorme abismo, en sustancia moral y en sensibilidad humana, entre la trági-
ca dignidad de su posición y las santurronas reflexiones de Strájov.

5
Tras la discusión entre Antónovich y Strájov cesó, por el momento, toda
polémica directa entre El Tiempo y los radicales. En julio de 1862, El Con-
temporáneo fue prohibido, durante un periodo de ocho meses. Este acon-
tecimiento junto con la simultánea detención de Che.rnishevski, causó un
marcado giro en el clima sociocultural, que colocó a El Tiempo en una si-
tuación sumamente difícil. Ya no era posible seguir criticando las ideas ra-
dicales -aunque se hiciera con respeto, o con muchos reparos- sin pa-
recer que se estaban apoyando las medidas represivas 1del gobierno. Y dejar
de discutir con los radicales habría significado abandonar la mismísima ra-
zón de ser de El Tiempo; pero seguir con la misma política editorial era in-
vitar al desastre, y hasta a la execración. Las traicioneras corrientes creadas
por esta nueva situación dejaban muy poco espacio para maniobrar, y Dos-
toievski -tal vez creyendo aún que su propio historiial y el espíritu de sus
266 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

obras recientes harían que nadie lo considerase como un defensor de la


reacción- persistió en la idea de exponer sus opiniones tan libremente
como en el pasado; sin embargo, no tardó en descubrir que ciertas palabras,
que poco antes pasaban inadvertidas, ahora provocaban una respuesta fe-
rozmente hostil.
El anuncio, aparentemente inocuo, a los suscriptores para 1863, publi-
cado en el número de septiembre, inmediatamente provocó un escánda-
lo. Volviendo a atac:ar a los "teóricos" como tantas veces lo hiciera antes,
Dostoievski pasó ahora, imprudentemente, a cuestionar los motivos de
aquellos "silbadores que silbaban por pan y por el sólo placer de silbar" y,
añadió, para aclara1r más las cosas, que se exaltaban con "los pequeños lati-
gazos de un liberalismo rutinario" (20, pp. 208, 211). La frase "silbadores
que silbaban por pan" provocó, justificadamente, en lo que quedaba de la
prensa radical (especialmente La Chispa) una inmensa rabia, y empezaron
a llover implacable:s ataques sobre El Tiempo, con incesante vehemencia.
La lluvia de insultos también tuvo una consecuencia práctica más grave.
Uno de los más prometedores colaboradores jóvenes de El Tiempo, N. G.
Pomyalovsk:y, que había publicado en sus páginas dos capítulos de sus Es-
bozos del seminario, se negó a entregar ninguna colaboración más porque,
como escribió a Mi=jaíl Dostoievski, ya no estaba de acuerdo, "en principio,
con el programa 1k la revista". 7
Otra inquietante señal de los tiempos fue una carta de Nekrásov a Dos-
toievski, en que le: explicaba por qué no le envrnría otra colaboración, ya
prometida. Podemos tener cierta noción de la atmósfera densa y descon-
fiada que por entonces imperaba en los círculos literarios, por la asombrosa
franqueza de Nekrásov. Reconoció que circulaban rumores "de que yo
traicioné a Chemishevski [ante las autoridades] y ahora puedo pasearme,
libre, por las calle~; de San Petersburgo... En vista de todo esto, de momen-
to no quiero ser c~iusa de nuevos rumores ambiguos". 8 Dostoievski se alte-
ró mucho por las implicaciones de esta carta, y respondió en tono ofendido:
"¿Cómo puede su ·colaboración con nuestra revista comprometerlo a usted
y justificar hablillas como, por ejemplo, que usted traicionó a Chernishev-
ski? ¿Es reaccionaria nuestra revista? No, ni siquiera a ojos de nuestros
enemigos. Se nos puede acusar de cualquier cosa, pero no de reacciona-
rios."9 Tales palabras afirman la posición neutral que Dostoievski aún se
7
Citado en V. S. Nechaeva, Zhumal M. M. i F. M. Dostoevskikh, "Vremya'', 1861-1863 (Moscú,
1973), p. 235.
8 N. S. Nekrásov, PolnoeSobranieSochinenii i Pisem, 12 vols. (Moscú, 1948-1953), 10, pp. 479-480.
9
Pisma, 1, p. 312, 3 ae: noviembre de 1862.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 267

esforzaba desesperadamente por sostener, pero que estaba resultando


cada vez más difícil y hasta imposible.
De todos modos, Dostoievski tenía todas las razones para ofenderse
ante la insinuación de Nekrásov, de que pudiera considerarse reaccionario
a El Tiempo. Aun cuando sus artículos de 1862-1863 revelan su creciente
desencanto de los radicales y una propensión creciente hacia la eslavofilia,
El Tiempo no se había vuelto conservador en ningún sentido que le valiese
el favor de las autoridades. Continuó refiriéndose aRaskol, que era oficial-
mente ilegal y que rechazaba todo el aparato del Estado ruso, como prueba
de la capacidad del pueblo ruso para crear sus propias formas indígenas de
cultura; y Dostoievski repetidas veces aduce el sistema comunal de tenen-
cia de la tierra corno otra prueba más de semejante capacidad.

Los publicistas occidentales, tras largas investigaciones -escribe-, finalmente se han


detenido ante el principio de asociación [palabra que significaba, en clave, socialismo],
en que ven la salvación del trabajador ante el despotismo del capital. Pero, en la vida occi-
dental, este principio comunal aún no ha llegado a ser parte de la vida; se abrirá paso en
el futuro . .. En Rusia ya existe como un don de la vida misma, y tan só!o aguarda unas
condiciones favorables para desarrollarse más (20, p. 2.1).

Difícil habría sido poner en palabras más claras su acuerdo con los lemas
básicos del "socialismo ruso" de Herzen.
Además, Dostoievski hizo todo lo que pudo por contrarrestar el clamor
de los periódicos -encabezado en gran parte por Kátkov, que ahora se
arrepentía de sus anteriores coqueteos con el liberalismo inglés- que exi-
gían la supresión de todas las nuevas fuerzas que favorecían el progreso
en la sociedad rusa. Es inútil, respondió Dostoievski, buscar chivos expia-
torios tratando de explicar los acontecimientos de la desastrosa primavera
de 1862 porque, en realidad, no hay culpable a quien podamos señalar con
índice acusador: "No menos culpable son, a este respecto, Pushkin, Fonvi-
zin, Kantemir y Lornonósov. Iremos más lejos: tan culpables, si no es que
más aún, son Laplace, Galileo y Copérnico" (20, p. 34). Evidentemente,
nada menos que toda la historia de la Ilustración rusa y de la ciencia occi-
dental debía ser considerada responsable, y por ello era absurdo culpar a
la siniestra influencia de uno y otro individuo o grupo. Corno cualquier lec-
tor ruso lo comprendería, Dostoievski estaba insistiendo en que el progre-
so de la Ilustración no podía invertirse; y sugería que para remediar la ame-
nazante situación se permitiera a la sociedad educada rusa más libertad (y
no menos) de iniciativa y de expresión.
268 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

En otros artículos vemos que Dostoievski interviene personalmente en las


controversias ocasionadas por su referencia a los que "silban por pan", y
que rápidamente empezaban a tomar un cariz desagradable y enconado.
Sin embargo, esas pullas pronto fueron remplazadas por un ataque mucho
más grave y sostenido, cuando se reanudó la publicación de El Contempo-
ráneo a finales de febrero de 1863. Esta reaparición presentó en la liza
contra El Tiempo a un nuevo y formidable enemigo, al mordaz satirista Sal-
tykov-Shchedrin, que ahora había ingresado en el equipo editorial de El
Contemporáneo, y a quien pronto se asignó la tarea -antes en manos del
belicoso pero inepto Antónovich- de reanudar la lucha contra los poch-
venniki. Saltykov-Shchedrin, cuyos Bosquejos provinciales habían apareci-
do en El Mensajero Ruso, de Kátkov, y algunos de cuyos bocetos también
habían honrado las páginas de El Tiempo, no había sido antes -al menos,
no se le sabía- un feroz radical. Y como Dostoievski frecuentemente ha-
bía expresado gran admiración a su talento, su súbita intervención como
destacado adversario le causó amargo resentimiento.
Las primeras andanadas entre dos maestros de la injuria no trataron de
cuestiones de sustancia; y aunque la discusión se efectuara anónimamente,
cada quien reconocía la marca inimitable del estilo y el tono del otro. La
segunda descarga fue mucho más grave, cuando Saltykov-Shchedrin llamó
"tímidos pajaritos" a los colaboradores de E: Tiempo, que constantemente
vivían en el temor y temblaban aunque "nadie os ha injuriado. Nadie se os
opone, nadie piensa siquiera en vosotros." Había muchas otras cosas en
este tono condescendiente, incluso la predicción de que El Tiempo pron-
to "katkovizaría", es decir, se pasaría de lleno al bando antirradical. Pero,
mientras tanto, estaba tratando de mantener una posición insostenible:

¿cuál es el pensamiento guía de vuestro periódico? Ninguno. ¿Qué habéis dicho? Nada.
Os habéis esforzado continuamente por expresar algún tipo de verdad de la clase de botas
blandas (expresión rusa por sin sentido), siempre os habéis sentado entre dos bancos y
vuestra ingenuidad llega tan lejos que no habéis querido notar siquiera que ya habéis caí-
do al suelo. 10

Dostoievski respondió a este enconado asalto con un contrataque ten-


diente a refutar la insultante acusación de que el reconocido éxito de El
Tiempo podría atribuirse en gran parte a la temporal desaparición de las

10
M. E. Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochinenii, 20 vols. (Moscl1, 1965-1977), 6, p. 46.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 269

dos revistas radicales. De citas para demostrar que el propio Saltykov-


Shchedrin había sido colaborador de El Tiempo antes de que fuera suspen-
dido El Contemporáneo, y Dostoievski sostiene que el autor supuestamen-
te anónimo del artículo es

ante todo un temperamento artístico, y haga usted lo que haga en literatura nunca será
otra cosa que arte por el arte . .. Cuando escribió usted sus palabras acusatorias, no lo
hizo movido por la indignación o por convicción, sino simplemente porque la literatura
acusatoria era, en cierta forma, la tendencia de moda. Thmbién hace una maliciosa alu-
sión a la súbita metamorfosis política de Saltykov-Shchedrin: "del liberal completamente
ordinario que usted era ha surgido un recién horneado nihilista" (20, p. 92).

Estas pullas no recibieron respuesta directa; pero en el siguiente núme-


ro de El Silbato, Saltykov-Shchedrin enumeró los títulos burlescos de cier-
to número de sus futuras colaboraciones; y todas ellas contienen alusiones
que ridiculizan a El Tiempo en general o a Feodor Dostoievski en particu-
· lar. Uno de tales títulos, que Dostoievski recordaría por largo tiempo, era
... Fedya-Satisfecho de sí mismo. Cuento para niños en verso", un fragmento
del cual dice lo siguiente:

Fedya no oraba a Dios,


"Las cosas van bien", pensó, "iasimismo!"
Pasaba el tiempo en la ociosidad ...
iY realmente dio con ello!
U na vez, a la ligera, jugueteó
Con "El abrigo" de Gógol. . .
Y con las usuales y aburridas bagatelas
Llenaba su tiempo.11

La controversia cesó con este epigrama porque, al mismísimo mes siguien-


te, El Tiempo desapareció de la escena literaria; pero las cosas estuvieron
lejos de parar allí. Este fue sólo el comienzo de un debate cada vez más
enconado entre estas dos figuras importantes que, un año después, culmi-
naría en una brillante serie de diálogos paródicos, en ambos bandos. Dos-
toievski no dejó de incluir un par de alusiones satíricas contra Saltykov-
Shchedrin en su siguiente obra, Notas desde el subterráneo.
Antes de despedirnos para siempre de El Tiempo, debemos decir unas
cuantas palabras acerca de las colaboraciones de Strájov a estos últimos

11 !bid.
270 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

números, no tanto por su valor sino porque nos ayudaran a integrar el tras-
fondo ideológico ante el cual Dostoievski crearía Crimen y castigo. Dos de
estos artículos tratan la cuestión de la caridad personal, virtud que La Chis-
pa, invocando la autoridad de Adam Smith y de Malthus, había atacado
como algo caduco y hasta dañino, arguyendo que todas esas iniciativas indi-
viduales debían ser remplazadas por instituciones públicas que prestaran
ayuda a los necesitados. Strájov ridiculizó la ignorancia de los colaborado-
res de La Chispa, que parecían no saber que la economía inglesa, basada
en el principio de llevar al máximo el interés egoísta individual, no podía
estar en favor de ningún tipo de caridad; esta concepción moral se deriva
de una visión totalmente distinta de las relaciones humanas y de las nece-
sidades de una comunidad humana. 12 Raskólnikov invocaría después tales
teorías de la economía inglesa, según la interpretación de Strájov, como
excusa para tratar de suprimir sus propios impulsos caritativos.
La competencia científica y la cultura filosófica de Strájov le daban una
especial posición aventajada desde la cual escribir acerca de El origen de
las especies, de Darwin, y fue él quien hizo el primer comentario ruso bien
informado sobre el libro, para las páginas de El Tiempo. En un escrito inti-
tulado "Malos augurios", saluda la obra como "un gran paso adelante en
la evolución de la ciencia natural". Pero objeta enérgicamente el prólogo
del traductor francés, que se había apresurado a aceptar la idea darwiniana
de la lucha por la vida como una teoría social y había afirmado que una vez
reconocida la existencia de razas "superiores" e "inferiores", toda simpatía
al débil, al doliente y al inferior estaba fuera de lugar y era indeseable. Re-
plica Strájov: "El secreto de la vida humana está contenido en sí misma, y
perdernos de vista su significado en cuanto nos separarnos de la naturaleza
al hombre, en cuanto lo colocamos al mismo nivel que las creaciones [de
la naturaleza] y comenzamos a juzgarlo desde el mismo punto de vista que
los animales y las plantas." 13
El darwinismo social, cuyo peligro moral vio instantáneamente Strájov,
nunca llegaría a ser parte integral de la ideología rusa a mediados de los
sesenta; pero, dos años después, fue momentáneamente defendido en La
Palabra Rusa por V. A Záitsev (con cierto apoyo de Pisárev), y muy fácil-
mente se mezcló con parte del individualismo arrogante ya expresado en
la defensa de Bazárov hecha por Pisárev. Este esfuerzo transitorio si no
incongruente del nihilismo ruso por el darwinismo social no pasó inadverti-

12 Strájov, Jz Jstorü,
pp. 165-182.
13 Citado en Nechaeva, ZJuunal "Vremya", p. 180.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 271

do a la penetrante vigilancia de Dostoievski, que lo dramatizó de manera


inolvidable en la ambición de Raskólnikov de probarse a sí mismo que él
era miembro de la raza "superior" de los "Napoleones".

Es una triste ironía que la revista de Dostoievski fuese clausurada en el


momento mismo en que estaba luchando con mayor encono con El Con-
temporáneo. Sin embargo, Rusia estaba ocupada por acontecimientos que
sobrepasaban, con mucho, la importancia inmediata de las pugnas internas
de su intelectualidad. El mes de enero de 1863 se desató otra revuelta pola-
ca contra la hegemonía rusa y El Tiempo fue arrasado en el vórtice creado
por este valeroso desafío -aunque, a la postre, fracasado-- al poder del
Imperio ruso.
Si hasta aquel momento la opinión rusa había sido más o menos favora-
ble al deseo polonés de más independencia local, los sentimientos pronto
cambiaron, cuando el levantamiento comenzó con una matanza de solda-
dos rusos que dormían en sus cuarteles. Los polacos también exigieron,
además de la independencia, una restauración de las fronteras polonesas
de 1772, que incluían Lituania, la Rusia Blanca y gran parte de Ucrania.
La presión de Francia y de Inglaterra en favor de estas reclamaciones sólo
sirvió para estimular el nacionalismo ruso, llevándolo al paroxismo, y el
apoyo de los radicales a la causa polonesa (algunos jóvenes oficiales rusos
llegaron a desertar, y a luchar por los polacos) pusieron fin a toda influencia
que la extrema izquierda aún conservara entre la sociedad. El apoyo de
Herzen a los polacos, dado contra su mejor opinión (fue convencido por
el volátil Bakunin, siempre ansioso de una revolución), dio un golpe de
muerte a La Campana.
Dentro del país, los radicales difícilmente podían expresar su apoyo a la
causa polaca en la prensa rusa, y Strájov nota como signo revelador de los
tiempos el que en los periódicos de San Petersburgo aparecían muy pocas
opiniones acerca del levantamiento. Por supuesto, un hecho de tanta gra-
vedad no podía pasar inadvertido; pero sus menciones se limitaron -en
el caso de El Tiempo- a un resumen más o menos neutral de los comuni-
cados oficiales y a una crónica de las maniobras diplomáticas internaciona-
les. Sin embargo, en Moscú había entablado Kátkov una enconada cam-
paña contra los polacos y los radicales rusos, a quienes mencionaba unidos
(no sin cierta justificación, como hemos visto) en un solo enemigo; y se
272 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

convirtió en el hombre del momento, la admirada voz de la patriótica iindig-


nación rusa. El hecho de que la prensa petersburguesa no levantara su voz
con igual vehemencia causó hondo resentimiento en Moscú. Los mrn;covi-
tas tomaron este relativo silencio como señal de traición, y no vacilaron en
hacer esa acusación contra el primer blanco que se ofreciera a su furia. Por
desgracia para El Tiempo, este blanco resultó ser un artículo de Strájov
que, aunque pretendía ser una confesión pública en favor de la causa rusa,
fue escrito en términos tan tortuosos y elusivos, que fácilmente se le pudo
interpretar como justificación de la desesperada rebelión polaca.
Un mes después de que cayera el hacha, Dostoievsk.i explicó lo que
había ocurrido, en una carta a Turguénev: "Ya conoce usted la orientación
de nuestra revista: es una orientación esencialmente rusa y hasta antiocci-
dental. lPodríamos haber tenido la idea de defender a los polacos? Y sin
embargo, se nos acusa de convicciones antipatrióticas, de simpatía a los
polacos... " El artículo de Strájov, reconoce, había tenido, "cierta torpeza
de exposición" y "sufrido de ciertas lagunas'', pero Dostoievsk.i explicó que
él, erróneamente, había contado con la conocida posición general de la re-
vista para impedir interpretaciones erróneas.

La idea del artículo (Strájov lo escribió) era la siguiente: que los polacos nos desprecien
por bárbaros hasta tal grado, se jactan tanto ante nosotros de su civilización europea que
dfficil sería prever durante cierto tiempo alguna paz moral (la única de tipo duradero)
con nosotros. Pero, como no fue comprendida la exposición del artículo, fue interpretada
de este modo: que decíamos de nosotros, que los polacos tienen una civilización tan su pe-
rior a la nuestra, y que somos tan inferiores que obviamente ellos tienen razón y nosotros
no.14

Efectivamente, tal acusación fue hecha al momento por un escritor de


la Gaceta de Moscú-periódico editado por Kátkov, además de su publica-
ción mensual-y encontró ecos por doquier. Cuando Dostoievsk.i escribió
una respuesta, el censor prohibió su publicación y, como este escribe, in-
dignado, a Turguénev, "ciertos periódicos (entre otros El Día) se ha pro-
puesto seriamente demostrarnos que la civilización polonesa sólo es una
civilización superficial, aristocrática y jesuítica y, por lo tanto, en nada su-
perior a la nuestra'', 15 cuando este era, precisamente, el punto principal
del artículo de Strájov. Sin embargo, Strájov pinta la civilización polonesa
en colores tan atractivos que el equívoco es claramente comprensible. Has-

14 Pisma, 1, pp. 317-318, 17 de junio de 1863.


15
!bid., p. 318.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 273

ta un francés tan bien informado como Charles de Mazade, que mantenía


las miradas en los asuntos de Rusia para laRevue des DeuxMondes, tradujo
el artículo como síntoma del apoyo interno de los rusos a la causa polone-
sa.16 El zar, siempre mal dispuesto hacia E/ Tiempo, decidió que había llega-
do el momento de poner fin a aquel persistente engorro periodístico de
una vez por todas. La orden de prohibir la publicación, entregada el 24 de
mayo de 1863, fue justificada no sólo sóbre la base del artículo de Strájov,
sino también por la "tendencia nociva de la publicación". 17
Así terminó la vida de E/ Tiempo, precisamente cuando la empresa com-
binada de los hermanos Dostoievski había empezado a dar resultados fi-
nancieros, y su clausura dejó a Mijaíl con una enorme deuda. El aconte-
cimiento fue a todas luces desastroso, y produjo una nueva tensión en las
relaciones entre Strájov y Dostoievski. Desde luego, no era justo culpar
por entero a Strájov porque, como director en jefe, Dostoievski había leído
y aprobado su ensayo; pero se dijeron algunas palabras que probablemente
fueron menos moderadas de lo que indica Strájov. "Tras la prohibición de
la revista", escribe, "Feodor Mijáilovich me hizo unos discretos reproches ·
por lo seco y abstracto de mi exposición, y yo me sentí un tanto ofendido
por su observación; pero ahora, de todo corazón, reconozco que en ello
había justicia." 18 Ambos mantuvieron relaciones aparentemente amisto-
sas, aunque el asunto les dejó un latente resentimiento que después se ex-
presaría en las observaciones que cada quien, en privado, hacía acerca del
otro.

16 Strájov, Biografiya, p. 32.


17 Citado en Nechaeva, Zhumal "Vremya", p. 308.
18 Strájov, Biograjiya, p. 247.
XIV. LA "CASA DE LOS i\1UERTOS"

LA SUPRESIÓN de El Tiempo asestó un rudo golpe a la situación personal


de Dostoievski, privándole de su única fuente de imgresos regular. Por for-
tuna, no quedó completamente desprovisto de recursos para el futuro, por-
que las varias obras importantes publicadas en sus páginas habrían logrado
restablecer su reputación literaria. Humillados y ofendidos había hecho
que el público volviese a fijarse en él; y sus Notas de la casa de los muertos
(título completo) por razones que hoy deben ser obvias, le había elevado
hasta una fama muy superior a la transitoria celebridad que había obtenido
con Pobres gentes en 1845.
La Casa de los muertos registra un acontecimiento decisivo de la vida
de Dostoievski y, al mismo tiempo, es una creaciórn literaria independiente.
Para hacerle justicia hay que estudiarla desde ambos puntos de vista. Como
documento, ya fue ampliamente examinada en el ~•egundo volumen de esta
obra, que cubre los años 1850-1860. Fue durante e.sos años, y mientras Dos-
toievski purgaba su condena en prisión, cuando ocurrieron los hechos en
que se basa el libro. Aquí volvemos a tomar el texto, pero ahora básicamen-
te como obra de arte, y lo estudiaremos desde diversos puntos de vista.
Uno es el de la historia social de comienzos de lrn; sesenta, cuando la Casa
de los muertos inició un vasto debate socioculturail; otro es el del lugar que
ocupa el libro en la coyuntura literaria del momento. Un tercero es el de
su calidad literaria en particular, que muestra va1rias facetas del talento de
Dostoievski que pocas veces encontraremos en otras partes y, por último,
veremos cómo, claramente, establece el terreno temático en que pronto
Dostoievski entablaría batalla con la ideología radical.*

• Los primeros capítulos de la Casa de los muertos fueron impresos por El Mundo Ruso y escritos
simultáneamente con las primeras etapas del trabajo de Humillados y ofendidos. Cuando El Tiempo
empezó a publicarse en enero de 1861, todas las energía de Dosnoievski fueron absorbidas por sus ar-
tículos y su novela. Sin embargo, en abril de 1861, los capítulo:s del libro sobre la prisión, que antes
habían aparecido en El Mundo Ruso, fueron reproducidos en El Tiempo, prometiendo a los lectores
una continuación en cuanto estuviese terminada la novela. Una nueva entrega apareció en el número
de septiembre de 1861, y otros capítulos aparecieron en forma intermitente hasta el fin de 1862.

274
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 275

Las memorias de prisión se han vuelto tan familiares para nosotros (y hoy
la literatura rusa abunda tanto en ellas) que solemos olvidar que fue Dos-
toievski quien dio a su patria la primera obra maestra de este género. Pero
así fue: su Casa de los muertos creó el género en Rusia, respondiendo así
a una inmensa y aprensiva curiosidad sobre las condiciones de vida de
aquellos "infortunados" (como eran invariablemente llamados por la gen-
te común que habían caído en desgracia a ojos del Estado, especialmente .
los que habían ido a prisión por sus convicciones políticas y no por delitos
de derecho común. Por lo general, eran gente culta, y cualquier alusión
pública a su destino -por ejemplo, en el cuadro de Yakobi que hemos
mencionado- invariablemente provocaba el más vivo interés. Muchos
años después, el crítico populista A M. Skabichevsky, que había sido estu-
diante a comienzos de los sesenta, recordaría "la sensación causada por la
Casa de los muertos cuando apareció por primera vez en las páginas de El
Tiempo, durante 1861-1862". 1
Dostoievski había pensado escribir un libro así desde que fue aprisiona-
do, y esbozó unas versiones preliminares, a lo largo de los años, de acuerdo
con la idea que se había fijado en octubre de 1859.

Estas Notas de la casa de los muenos --escribió a Mijaíl-- ahora han cobrado forma en
mi espíritu, de acuerdo r.on un plan ya completo y rematado. . . Mi figura desaparecerá.
Estas son las notas de un desconocido; pero yo garantizo que interesarán. Deberán tener
el mayor interés. Habrá algo serio, algo sombrío y algo humorístico, y las conversaciones
entre campesinos con un particular colorido penitenciario (ya te he leído varias expresio-
nes anotadas por mf en el lugar), y la pintura de personajes desconocidos de la literatura
anterior, y algo conmovedor y, finalmente, lo más importante, mi nombre... Estoy con-
vencido de que el público lo leerá con avidez. 2

La referencia de Dostoievski a la importancia de su "nombre" indica que


contaba con que sus lectores aceptarían la obra como un informe preciso
de esos años de prisión. Pero su presencia de preso político imbuiría el li-
bro en conjunto, en lugar de aparecer en el primer plano ("mi figura desa-
parecerá"). Esta doble perspectiva se mantiene cuidadosamente, y de ahí
que haya que tenerla en cuenta constantemente para evitar el error de to-
mar la obra como un escueto libro de memorias o como una pieza de pura
ficción; de hecho, es una singular combinación de ambas cosas.
1 Citado en PSS, 4, p. 294.
2 Pisma, p. 605, 9 de octubre de 1859.
276 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

Según su intención, los esfuerzos de Dostoievski fueron generalmente


aceptados como relato fidedigno, con valor documental, e investigaciones
posteriores han tendido a confirmar esta ev~!:.;ación instintiva. Lo que
Dostoievski dice de sus compañeros de prisión ha sido minuciosamente
comprobado contra los registros de la prisión de Omsk, contenidos en los
archivos centrales del ejercito ruso, y se ha identificado a todos los que
menciona. La mayor parte de la información acerca de ello también se ha
verificado, aunque han surgido algunas discrepancias entre los documen-
tos y la versión del escritor. Se ha notado cierta tendencia a hacer que los
delitos de sus compañeros parecieran más graves de lo que indican los ar-
chivos, y se ha sugerido que lo hizo, implícitamente, para justificar la extre-
ma severidad de sus castigos. Pero como no tenemos modo se saber cuá-
les fueron realmente los hechos, dependiendo sólo de lo que se dijo, acaso
Dostoievski no alterara a sabiendas los hechos. También es posible que lo
que Dostoievski supiera estuviese más cerca de la verdad de lo que las au-
toridades habían podido verificar basadas en el testimonio de taciturnos y
morosos informadores campesinos.
La publicación de la Casa de los muertos inmediatamente desencadenó
un enorme debate en la prensa, acerca de la justicia rusa y del sistema peni-
tenciario; se sugirió o se propuso toda clase de reformas como resultado
de la información aportada por el libro. La escena del hospital de la prisión,
en que el prisionero moribundo ha de permanecer con grilletes hasta exha-
lar el último aliento, provocó particular indignación, y se refutó agriamente
la necesidad de unas regulaciones tan insensatas y crueles. También se dis-
cutió extensamente la idea de Dostoievski de que había que tomar en cuen-
ta el motivo del crimen al determinar la severidad de la sentencia. :&cribe
Dostoievski:

Por ejemplo, dos hombres pueden cometer asesinato; y en ambos casos, se les asigna el
mismo castigo. Y sin embargo, miremos la diferencia de los crímenes. Uno pudo haber
cometido el asesinato por nada, por una cebolla. .. Otro asesina a un lujurioso tirano en
defensa del honor de su prometida, de su hermana, de su hija. Otro es un fugitivo [un
siervo que ha huido), acosado por un regimiento de perseguidores, que comete un ase-
sinato en defensa de su libertad, a menudo de su vida,-muriendo de hambre; y otro asesina
a nifios pequefios por el placer de matar, de sentir la sangre caliente en sus manos, de
disfrutar de su terror, y de sentir el vello de la piel bajo su cuchillo. Y sin embargo, tcxlos
estos son enviados a purgar la misma sentencia penal (4, pp. 42-43).

Dejando de lado tales cuestiones legales y administrativas, lo que predo-


minó en la reacción pública fue un reconocimiento del cálido humanismo
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 277

de que estaba imbuido el libro. Dostoievski había logrado "redimir" toda


una clase de delincuentes y de parias (no todos, desde luego, pero sí la gran
mayoría), a quienes, por decirlo así, había hecho volver al rebaño, al pintar-
los con compasiva comprensión. Cada una de esta;; figuras era presentada
individualmente, con sU propia historia, temperamento y sicología, y Dos-
toievski a menudo permite a sus personajes narrar su historia en sus pro-
pias palabras. U na y otra vez, bosqueja discretamente un trasfondo revela-
dor de que la violencia por la cual los reos campe:•inos fueron condenados
había sido, las más de las veces, una reacción provocada por intolerables
humillaciones y malos tratos. Semejante actitud hacia un grupo de hom-
bres que antes habían sido considerados como moralmente irredimibles
pareció una extensión de la mentalidad de la obra de Dostoievski durante
los cuarenta; y Alexander Milyukov presentó este argumento con gran
fuerza en las páginas de La Antorcha :

El lector sabe-escribi~ qué clase de mundo es este (es decir, el campo penitenciario).
Pero veamos cómo lo ve el autor. Ha sabido cómo iluminarlo con una luz humana tan
radiante, darle calor con un sentimiento tan bondadoso. . . en cada criminal busca al ser
humano, y cada uno de sus retratos es una cálida y sincera pregunta dirigida a la sociedad,
en nombre de la verdad y el amor a la humanidad. 3 *

3
V. A Zelinskii,Kriticheskie Kommimtarii k Sochineniyam F. M. Dostoevskogo (MosclÍ, 1901 ), p. 42.
• A veces se ha dudado de la sinceridad del "humanismo" de Dostoievski·, llamando la atención a
la forma despectiva en que presenta al reo jud!o Isay Fomich Bumshtein. Hay dificultades relacionadas
con el trato de este personaje, entre ellas el hecho de que el lÍnico reo de origen jud{o entre los presos
compañeros de Dostoievski, Isay Bumshtein, aparece en los registros de la prisión como convertido
a la fe ortodoxa cristiana y, sin embargo, Dostoievski lo presenta como jud{o practicante, que cumple
fielmente con sus oraciones, causando las burlas de los otros presidiarios. Además, hay varias incon-
gruencias y exageraciones en la descripción qt•'.': l:ace Dostoievski de esta observancia ritual; algunas
pueden ser simples errores, pero otras tienen evidentemente el fin de intensificar el aspecto ridículo
de la conducta de Isay, a ojos de sus lectores.
El retrato supuestamente cómico que hace Dostoievski de lsay, cualquiera que fuese su relación
con lo que en realidad vio, no puede decirse que trasciende al desdeñoso tratamiento dado al judío
en la literatura rusa durante la mayor parte del siglo XIX; y aparece en marcado contraste con la luz
favorable bajo la cual presenta a los otros reos. Sin embargo, la actitud del narrador hacia Isay Fomich
no es enteramente hostíl e indiferente. Hasta llega a decir que eran "grandes amigos" y, como ha escri-
to David Goldstein, a propósito de la escena del baño, "es con simpat!a, si no afecto, como evoca 'la
expr~ión beatffica de mi camarada de prisión y de barraca, el inolvidable Jsay Fomich · ".Tules toques,
que para nosotros no alcanza a compesar el mal gusto de la imagen general, probablemente fueron
suficientes garantfas de "humanismo" para los primeros lectores de Dostoievski, acostumbrados a ver
tratar a los jud!os exclusivamente de una manera que exclu!a todo sentido de identificación personal
con ellos como seres humanos individuales. VéasePSS, 4, pp. 283-284; Joshua Kunitz,RussianLiterci··
ture and the Jew (Nueva York, 1929), esp. cap. 2; David l. Goldstein,Dostoevsky and the Jews (Austin,
Thxas, 1981), p. 21ycap.14.
278 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

Durante muchos años, la Casa de los muertos siguió siendo considerada


bajo esta luz, y mantuvo la reputación de progresista de Dostoievski, aun
cuando sus novelas fuesen explícitamente dirigidas contra los fundamentos
mismos de la ideología radical rusa. Aquellos aspectos de la vida en prisión
que, como hoy podemos ver, habían ayudado a convertirlo del radicalismo
de su juventud simplemente fueron pasados por alto o subordinados a la
más notable impresión general. Era la nota h\1manitaria la que sonaba por
encima de todas las demás para los lectores cbntemporáneos suyos, y esto
bastaba para acallar el resto. Y acaso, como ha escrito l. I. Zamotin, sus
contemporáneos reconocieran que "el humanismo inicial de Dostoievski,
que en los cuarenta se basara en fuentes extranjeras idénticas a las del occi-
dentalismo muso, había cristalizado ahora en una forma mucho más con-
creta: la del análisis y la iluminación humanitaria de la realidad rusa". 4 Pero
semejante evolución también podía observarse por doquier en la literatura
rusa a finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, y los matices par-
ticulares del desarrollo del propio Dostoievski no eran inmediatamente
obvios.

La Casa de los muertos debe, evidentemente, su origen a los accidentes de


la existencia de Dostoievski, pero también embona claramente en un géne-
ro muy cultivado de la literatura rusa del momento. Por entonces se es-
taban produciendo muchos relatos de experiencias personales, escritos en
forma de bocetos independientes, sólo unidos en forma aparentemente
caprichosa; y Dostoievski los conocía perfectamente. Al salir de la prisión,
había leído los Relatos de un cazador, de Turguénev, así como los muy gus-
tados bocetos de S. T. Aksákov, acerca de la caza y de la pesca. Los relatos
de Sebastopol, de Tolstoi, también fueron publicados poco después de la
liberación de Dostoievski, quien asimismo se apresuró a leerlos, así como
todo lo que salía de la pluma de Tolstoi. Las magistrales memorias de Her-
zen, Mi pasado y mis ideas, habían empezado a aparece r a mediados de los
cincuenta en La Campana, y durante el resto de la década se siguieron pu-
blicando nuevos episodios.
El súbito surgimiento de esta moda literaria semiperiodística puede atri-
buirse en parte a una relajación de la censura, que alentó a los escritores
a hablar en forma más desenvuelta y personal de lo que lo habían hecho

4
l. l. Zamotin, Dostoevsky v Russkoi Kritilre, 1846-1881(Varsovia, 1913), p. 74.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 279

en el pasado, sin el protector disfraz de la "ficción" (Herzen, que vivía en


el exilio, no tenía que preocupars;e por la censura). Por ello los escritores
dieron la espalda, instintivamente,, a la forma del "boceto fisiológico", que
tuvo gran boga durante los cuarenta-otro periodo de relativa libertad li-
teraria-, que había subrayado la observación precisa de los tipos sociales
integrados a su medio material, y tendía a presentar a la gente en la rutina
de su existencia cotidiana. La mayor parte de los esbozos de este tipo ha-
bían enfocado personajes urbanos en la vida de la ciudad, fuese San Peters-
burgo o Moscú; pero el resurgimiento de esta forma durante los cincuenta
extendió su gama temática, para cubrir, asimismo, la vida de los campe-
sinos.
Dado que el objetivo de tales bocetos era transmitir una impresión de
realidad, no solían ser vinculado.s por algún tipo de intriga novelística que
pudiese provocar desconfianza sobre la verosimilitud de la vida que así se
estaba retratando. Así, esa relativa falta de trama llegó a ser rasgo distintivo
de la novela rusa, cuando escritores corno Turguénev y Tolstoi pasaron a
cultivar géneros más complejos que el apunte y el cuento corto. Dostoiev-
ski surge como la gran excepción a esta tendencia de la prosa decimonónica
rusa, y ya había empezado a experimentar la muy elaborada técnica de la
novela-folletón, que él elevaría hasta nuevas alturas. Pero la Casa de los
muertos, entre muchas cosas, también es un homenaje a su versatilidad lite-
raria y demuestra que sabía adaptar su técnica a su material y a cualquier
propósito artístico que eligiera. Era importante, ante todo, que el lector
no tuviese ninguna duda de la veracidad de su relato; y así, Dostoievski
evitó todos los efectos "novelísticos" y desarrolló su propia original varia-
ción de las más extensas formas de apunte utilizadas por los escritores rusos
a los que admiraba.

Los bosquejos de Dostoievski, en contraste con los de Turguénev o de Tols-


toi, llegan al lector por la interposición de dos narradores. El primero es
el supuesto editor del libro, que aparece en la introducción para dar la im-
presión de ser una persona bien educada, curiosa y observadora; sin ser
originaria de Siberia, ha pasado allí un tiempo considerable, probablemen-
te en algún cargo oficial corno el barón Wrangel, amigo de Dostoievski,
quien le conoció poco después de purgar sus sentencia en el campamento.
Este primer narrador pinta un cuadro, sin tornarlo muy en serio, de la vida
280 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

en aquella remota región ("los habitantes son gente sencilla, no de opinio-


nes liberales; todo transcurre de acuerdo con las tradiciones más anticua-
das, sólidas, consagradas por el tiempo"), lleno de un cortés sarcasmo, e
indica al lector ruso que la región era en realidad un pozo de iniquidad ( 4,
p. 5). Sus palabras también nos invitan a ver con cuidado, bajo la superficie
de la prosa, en busca de significados ocultos, y sin duda esta señal pretendía
avisar al lector que no tomara al pie de la letra la información que este pri-
mer narrador daba acerca del segundo. El autor nominal de los esbozos es
un exterrateniente, Alexander Petróvich Goryanchikov (el nombre sugie-
re alguien que ha sufrido mucho: gore significa en ruso "pesar" o "infortu-
nio") que fue sentenciado a diez años de prisión por asesinar a su esposa
en un arranque de celos durante su primer año de matrimonio. Goryanchi-
kov vive en completo aislamiento, se gana apenas la vida dando lecciones
a los niños del lugar, y evita todo contacto con el mundo, al parecer incapaz
de adaptarse a la vida normal tras sus años de presidio.
Cuando Goryanchikov muere, súbitamente, el primer narrador logra en
el último momento rescatar algunos de los documentos del difunto, que
iban a ser echados a la basura. Los papeles resultan ser, en su mayor parte,
ejercicios escritos por sus alumnos, pero un fajo contiene una "suelta des-
cripción de los diez años que Alexander Petróvich pasó en prisión". Estas
páginas se interrumpen ocasionalmente, y en ellas se encuentran interca-
lados pasajes de otra historia, "algunas extrañas y terribles reminiscencias,
anotadas irregularmente, a ratos, como por algún impulso incontenible.
Ya leí varias veces estos fragmentos, y quedé casi convencido de que habían
sido escritos en estado de perturbación." Esas "extrañas y terribles reminis-
cencias" probablemente se refieren al asesinato, que obsesiona a Goryan-
chikovy no le permite alcanzar la paz interior. El día de Santa Catalina (el
nombre de su esposa era Katya) "siempre hacía que cantaran un réquiem
por alguien". Pero por ello, no se reproduce esta parte del texto póstumo
(aunque bien se le puede considerar como una anticipación de cosas fu-
turas de la obra de Dostoievski), 5 y el editor decide que sólo el relato que
hace Goryanchikov de sus años de prisión " üü carece de interés". Pues
Goryanchikov revela "un mundo absolutamente nuevo, hasta entonces
desconocido", y por esta razón el editor decide ofrecer sus bocetos a la vis-
ta del público (4, p. 8).
lHasta qué punto debe tomarse en serio a este segundo narrador? Tal

5 Para más información, véase/)ostoevsky: The Yearsof Ordea41850-1859 (Princeton, 1983), caps.
6-11.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 281

ha sido la causa de disputa. Algunos críticos, rusos o no, están dispuestos


a tomarlo muy en serio, y el eterno iconoclasta Victor Shklovsky ha tratado
de formar todo un argumento para dar al destino de Goryanchikov un lugar
central en la interpretación del libro.6 Pero si lo consideramos como el au-
téntico narrador de la Casa de los muertos y no al propio Dostoievski, en-
tonces es imposible no acusar al autor de imperdonables descuidos. Por
ejemplo, en el capítulo n cuando Akim Akímich dice al narrador que a los
reos campesinos "no les gustan los caballeros... especialmente los políti-
cos" claramente se está dirigiendo a alguien incluido en esta última catego-
ría; y también hay otras alusiones a la categoría del narrador, dispersas por
todo el libro (4, p. 28). Más aún, si se supone que debemos aceptar a Go-
ryanchikov no como una convención, entonces se puede acusar a Dosto-
.ievski de permitir que ocurra una perturbadora incongruencia entre su
tema general y el marco de la narración que lo contiene. Pues ninguna de
las consoladoras verdades que el narrador ha aprendido en la casa de los
muertos, nada de sus descubrimientos del pueblo y su triunfo sobre su de-
sesperación inicial, nada de la exhuberancia, del sentido de esperanza, la
posibilidad de empezar una nueva vida que experimenta al ser liberado:
ninguno de estos acontecimientos está en armonía con el carácter y el des-
tino del Goryanchikov que, supuestamente, escribió el manuscrito que lee-
mos.*
La opinión aceptada, que a mí me parece más convincente, es que Dos-
toievski introdujo a Goryanchikov básicamente como medio de evitarse
dificultades con la censura y que no esperó que sus lectores lo consideraran
más que como un recurso conveniente. En realidad, no lo hicieron así: el
libro fue universalmente aceptado como un relato más o menos fiel del
propio pasado de Dostoievski como preso político aunque, como lo obser-
varía él mucho después, con cierto toque de humorismo, aún se encontraba
con personas que creían que lo habían mandado a él a katorga por haber
asesinado a su esposa (22, p. 47). En realidad, semejantes recursos eran
casi obligatorios para un libro de esta índole en la condiciones de Rusia, y
6 Victor Shklovsky, Za i Protiv (Moscú, 1957), p. 101.
• Con su habitual ingenio, Shklovsky trata de eludir esta dificil incongruencia sugiriendo que se
espera que el lector perciba una conexión entre la liberación de Goiyanchikov, cuando le quitan los
grilletes, y la escena en que qÚitan los grilletes al cadáver de Mijailov. Pero, aun si se establece esta
conexión, el efecto igualmente podrfa ser de contraste, y no de identificación. Más aún, como lo ha
escrito V. A Tunimanov, para el lector "no es Goiyanchikov el que sale de la prisión, sino el autona-
rrador, es decir, Dostoievski. La 'conclusión' del libro no es de desesperación y, evidentemente, no
debemos exagerar el pesimismo de las Notas... " Véase Victor Shklovsky, Za i Protiv (Moscú, 1957),
p.102; V. A Tunimanov, TvorchetstyoDostoevsiwgo, 1854-1862(Leningrado,1980), p. 80.
282 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

también fue empleado por otro sobreviviente del Círculo de Petrashevski,


F. N. Lvov, quien publicó casi simultáneamente sus propios recuerdos de
Siberia.
Como Dostoievski, también Lvov se ocultó tras un ficticio narrador
presentado como un romántico buscador de justicia; un oficial del ejército
que, incapaz de soportar el brutal trato que Jos soldados recibían de su su-
perior, había disparado en la mano a su tiránico coronel. Un exiliado poste-
rior, P. F. Yakubóvich -cuyas memorias, publicadas a fin del siglo, dela-
tan la influencia de Dostoievski-, explicó en una carta cuán importante
era aún adoptar un "disfraz", mientras al mismo tiempo se hacía este todo
lo trasparente que fuera posible. "Usted mismo debe comprender", escribe
a su corresponsal, "que si el autor se desvanece de su obra, esto no depende
de su propia volición... Que tal vez se haga sin éxito, ya es otra cuestión;
pero el autor no trata de que su disfraz sea mejor; por lo contrario, desea
utilizarlo como estereotipo obvio y ya gastado. "7 Así pues, es preferible to-
mar en cuenta la presión de las circunstancias externas y no imponer a la
estructura narrativa de la Casa de los muertos una pauta más "artística" de
lo que muestra la evidencia; aquí ya hay arte suficiente, pero de otra índole
diferente.
Sin embargo, aun si convenimos en que Goryanchikov es un recurso,
más que un narrador, y que es el propio Dostoievski el que, inconfundi-
blemente, habla en el cuerpo del libro, R. L. J ackson ha sugerido aguda-
mente que el invento de esta figura acaso tenga, Je todos maneras, un signi-
ficado más profundo. La imagen que recibirnos de Goryanchikov, que evita
casi todo contacto humano y parece estar viviendo en estado de choque
-corno bajo el efecto de una experiencia traumática que es incapaz de su-
perar-, representa sin duda un aspecto de la propia reacción de Dosto-
ievski a los encuentros que él tuvo en el campamento penitenciario. Pero
muy poco reflejo de semejante actitud puede verse en el libro mismo; o,
antes bien, detectarnos su gradual trasmutación en sentimientos de com-
prensión y amistad, aunque no se nos presente el proceso interno por el
cual esto ocurre. Jackson cree que, al colocar al desesperado Goryanchi-
kov en el umbral de la obra, Dostoievski en cierto sentido estaba eliminán-
dolo del resto, y al hacerlo "liberó las Notas de la casa de los muertos de la
tiranía de una subjetividad misantrópica y profundamente personal, un ego
atormentado, impulsado hasta los límites de la malicia y la desesperación,
a un agotamiento moral casi completo, tras años de forzosa existencia en

7
Citado en V. A Tunimanov, TvorchestvoDostoevslwgo, 1854-1862 (Leningrado, 1980), p. 75.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 283

el 'rebaño humano' ". 8 Semejante conjetura me parece muy plausible y


Goryanchikov bien pudo servir a esa función catártica durante el curso de
creación.

Puede parecer, al principio, como si la Casa de los muertos, de Dostoievski,


no tuviese ninguna organización y se limitara a contener un relato directo,
un tanto desorganizado e inevitablemente cauteloso y circunspecto de sus
años de prisión. Pero aunque el libro no tenga una trama en el sentido ob-
vio, de todos modos está más unificado que sus dos rivales más notables,
los Relatos de un cazador y los Relatos de Sebastopol. En realidad, los apun-
tes de Turguénev son totalmente independientes unos de otros y sólo están
unidos por el más tenue hilo narrativo: los vagabundeos de un cazador en
busca de presa le ponen en contacto con la vida rusa a lo largo de toda la
escala social y él nos trasmite sus curiosidades y observaciones. Los esbozos
tienen así una unidad que les da la personalidad sensible y humanitaria del
narrador, un culto caballero ruso de tendencias liberales, pero carecen de
una organización general. Tolstoi está más cerca de Dostoievski porque
sus Relatos al menos se encuentran relacionados por una unidad de lugar,
pero también son más o menos independientes y carecen de toda integra-
ción estructural ambiciosa. Lo que unifica sus narraciones es su evolución,
a partir de la inicial glorificación del heroísmo de los defensores de Sebas-
topol hasta una muda protesta por la inutilidad de la incesante matanza; y
adquieren un ligero movimiento épico porque la caída de la ciudad, cuya
defensa describen, pone fin al último de los cuatro cuentos.
La Casa de los muertos está organizada mucho más cuidadosamente, y
su pauta general refleja la gradual penetración del narrador en el mundo
extraño y desorientador del campamento penitenciario: conforme va su-
perando lentamente sus prejuicios y concepciones adquiridas, llega a una
nueva comprensión de la calidad moral particular y la intensa humanidad
de aquellos a quienes al principio había considerado con repugnancia y
desaliento. El plan de la obra, formado por este proceso de descubrimien-
to, es, como vemos, de carácter "dinámico", y reproduce un movimiento
de asimilación sicológico-moral y de revaluación, por el que pasó el propio
Dostoievski.

8 R. L. Jackson, "The Narrator in Dostoevsky's Notes from the Housc of the Dead", en Studies in
Rus.sían and Polish Lituature, in Honor of Waclaw Lednicki (La Haya, 1962), p. 197.
284 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

Los seis primeros capítulos pintan impresiones, al principio desorienta-


das de este extraño mundo nuevo con el que ha entrado en contacto. Sólo
tras esta iniciación, cuando ha superado su asombro ante el aterrador es-
pectáculo que tiene ante sí, empiezan a destacarse individuos con cierta
claridad, y es entonces cuando los nombres de personas aparecen en los
títulos de cada capítulo. Este aspecto de la forma ha sido bien definido por
L. Mochulski, quien informa que, al principio, Dostoievski "es un observa-
dor externo, que sólo capta los rasgos más sobresalientes y obvios"; sólo
después "penetra en las misteriosas profundidades de este mundo" y "per-
cibe de nuevo lo que había visto, revalúa sus primeras impresiones y hace
más profundas sus conclusiones". 9 Jacques Catteau también ha observado,
muy sensitivamente, el significativo giro de los principios de la organiza-
ción de los capítulos entre las partes primera y segunda. Al principio, lo
que se acentúa es el choque del contacto inicial ("Primeras impresiones"),
o la súbita percepción de un personaje individual ("Pétrov"), mientras que
la segunda parte se divide en capítulos unidos por su contigüidad espacial
("El hospital") o por grupos de temas (''.Animales de prisión'', "Camara-
das").10 En otras palabras, la personalidad del narrador, muy sobresaliente
en las perspectivas de los primeros capítulos, va quedando en segundo pla-
no cuando se mezcla en la vida cotidiana de la comunidad.
Los críticos a menudo han comentado adversamente las "repeticiones"
del libro, sin darse cuenta de que tales retornos de personajes y motivos
forman parte de la estructura por la cuai estas primeras impresiones ne-
gativas se profundizan y se trasforman. Tales repeticiones también actúan
sobre el lector para reforzar la sensación de estar viviendo en un mundo
cerrado, de una rutina inmutable, un mundo en que la gente y el tiempo
mismo giran constantemente en un ciclo interminable que no permite nin-
gún cambio. En realidad, la forma en que Dostoievski trata el tiempo es
particularmente sutil y discreta, y funciona para formar las percepciones
del lector por medio de la aparente falta de organización de la forma abo-
cetada; de esta manera se anticipa a muchos de los experimentos de nues-
tra propia época, al relacionar la forma del tiempo narrativo para ponerlo
en armonía con la experiencia subjetiva. El tiempo literalmente llega a de-
tenerse en los primeros capítulos, cuando el narrador se concentra, a tien-
tas, en las percepciones desconocidas a las que tiene que enfrentarse; pero

9
K. Mochulski, Dostoevsky, His Life ami Work, trad. Michael Minihan (Princeton, 1967), p. 186.
Catteau, "De la Structure de la Maison des Morts de F. M. Dostoevskij", en Revue des
lO Jacques
Études Slaves, 54 (1982), pp. 63-72.
LA "CASA DELOS MUERTOS" 285

se acelera gradualmente hasta que, al final, nos resulta difícil creer que ha-
yan transcurrido diez años.* Gran parte del libro también está estructurada
en torno del ciclo de las estaciones (esencialmente el ciclo del primer año
en prisión, aunque Dostoievski juega libremente con la secuencia literal
de los hechos),** y también esto imparte una unidad y una continuidad
que faltan en la habitual colección de esbozos.
Probablemente sea este mayor sentido de unidad logrado por Dostoiev-
ski el que ha producido tanta especulación con respecto al género al que
debe asignarse la Casa de los muertos. lEs una serie de bocetos, una me-
moria personal o, como ha insistido Victor Shklosvky, "una novela de un
tipo especial", 11 una novela documental acerca de una colectividad, y no
acerca de un sólo individuo o una familia? El intento de responder a esta
pregunta ha producido mucho ingenioso análisis sin que de él surja victo-
riosa ninguna respuesta clara. La conclusión razonable es que se trata de
una forma mixta que combina aspectos de los tres tipos, y que es menos
importante clasificarla adecuadamente que comprender la combinación

• A este respecto, podemos comparar la Casa de los Muertos con La montaña mágica, de Thomas
Mano, construida a lo largo de líneas muy similares.

Por medio de la organización de la novela -escribe un crítico-el lector es llevado a experimentar


el tiempo en toda una variedad de formas. El principio en que se basa la organización de los capí-
tulos no tiene nada de profundo: es la simple percepción de que nuestra atención, cuando nos en-
contramos por vez primera en una situación, enfoca una mirlada de detalles que luego, gradual-
mente, conforme nos adoptamos a nuestros medios, quedan simplificados en una rutina habitual
de una textura pareja .. . Thomas Mano ha construido esta secuencia temporal con suprema con-
ciencia artística. Es perfectamente claro cómo, al término de cada capítulo, el ritmo del tiempo
(horas, días, semanas, años) empieza a borrarse, en el ritmo del siguiente capítulo, produciendo
gradualmente el efecto "de eterna mismidad" que se menciona en las varias digresiones sobre el
tiempo. La tendencia de la novela "a estar constantemente presente" es simplificada, desde luego,
por el muy discutido empleo del leimotif por Thomas Mano. [Theodore Ziolkowski, Dimensions
of the Modem Novel (Princeton, 1969), pp. 90-93.]
Un efecto muy similar es creado por Dostoievski, quien también se vale de leitlr.otifs, aunque en
forma mucho menos conciente. Mano era un gran lector de Dostoievski, y sólo podemos hacer supo-
siciones sobre cuánto pudo aprender de la técnica de la Casa de los muertos.
• • Dostoievski deseó dar la impresión de que las celebraciones de Navidad que incluían la visita
de los reos a los baños y al espectáculo habían ocurrido durante el primer mes de su estadía. Por tanto,
adelantó la fecha de su ingreso en la prisión a diciembre, aunque en realidad ingresara el 25 de enero.
Pierre Pascal observa que, en el primer capítulo del texto impreso en El Mundo Ruso, la fecha aparece
originalmente como "durante el mes de enero" y luego, en el segundo capítulo, regresa a diciembre.
Se pidió a los iectores cambiar la primera fecha, lo que fue atribuido a un error tipográfico. Además,
sabemos que el espectáculo teatral fue presentado en noviembre de 1851, durante el segundo año de
prisión de Dostoievski, y no en el momento especificado por el libro. Véase la valiosa edición y tra-
ducción de Pierre Pascal de los Récits de la Maison du Morts (París, 1961 ), XXVÍ-XXVJI, p. 17.
11 Shklovsky, Za i Protiv, p. 107.
286 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

única que creó Dostoievski. La base es indiscutiblemente la de una forma


boceto, como en Turguénev; también hay un poderoso elemento de memo-
ria personal, como en Tolstoi (la historia de un encuentro con un medio
extraño, desconcertante y aterrador, y de la adaptación a él); pero también
Shklovsky tiene razón cuando llama nuestra atención a la importancia atri-
buida a la colectividad. Pues lo que distingue la Casa de los muertos de to-
das las demás obras de índole similar es este esfuerzo, sin precedente en
un ruso educado, por captar y presentar la esencia moral-espiritual de un
mundo campesino que se ve obligado a aceptar provisionalmente como el
suyo propio.
Dostoievski nos trasmite a través de varios medios esta captación de la
vida de grupo, este sentido de vivir en un mundo autocontenido y unifica-
do. Uno de tales medios es la reaparición de personajes que al principio
se muestran en un contexto y luego vuelven a surgir en otro para comunicar
nuevas facetas de su personalidad; esta técnica es una adaptación en minia-
tura del efecto similar creado por tales reapariciones en La comédie hu-
ma in e, de Balzac. Además, Dostoievski también retoca la forma del boceto
ruso para fortalecer la atmósfera del encierro. En el estudio ya clásico del
joven Tolstoi, B. M. Eichenbaum ha hecho ver que, en el boceto típico,
"un recurso característico de composición" consistía en usar, "como mar-
co" un paisaje lírico. Este recurso, "especialmente consagrado por Turgué-
nev'', en Relatos de un cazador, también es utilizado por Tolstoi en sus Rela-
tos de Sebastopol; y en ambos escritores la evocación lírica de la naturaleza
constituye un grato alivio de los límites opresores de la situación central. 12
La naturaleza ofrece un escape a un inocente mundo de paz y serenidad,
que constrasta con la rutinaria brutalidad del trato que reciben los siervos
campesinos, o la interminable matanza en Sebastopol. Algún ocasional y
conmovedor alivio de esta clase puede observarse también en los bocetos
de Dostoievski; cuando eleva los ojos al cielo, siente los efectos de la fres-
cura de primavera, o contempla la estepa que desaparece en la lejanía a
través de los intersticios de la empalizada de la prisión. Pero, como tales
instantes rara vez o nunca son utilizados para emarcar y puntuar una se-
cuencia, nunca actúan implícitamente para ofrecer alguna alternativa al
mundo que está retratando.
Mucho más a menudo, el marco de los bocetos de Dostoievski nos lo
dan las coacciones de la vida en prisión, la vida que él comparte con la co-
lectividad. Una y otra vez en la Casa de los muertos, tras la descripción de

12 B. M. Eichenbaum, 1he Young Tolstoy, trad. Gary Kem (Ann Arbor, Mich., 1972), p. 77.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 287

algún día libre u otro acontecimiento (como las funciones teatrales de la


prisión) que ha roto el tedio agobiante de la rutina, este tipo de marco,
que encierra y constriñe, pone fin al capítulo.

Mas, lpara qué describir este manicomio? El día opresivo llegó a su fin. Los reos cayeron
dormidos en sus literas. En suefios, hablaban y murmuraban aquella noche, aún más que
de costumbre. Aqufy allá, todavía se veía a algunos jugando a las cartas. El dfa libre tan
anhelado había llegado a su fin. Al día siguiente, la diaria rutina, al dfa siguiente, de nuevo
al trabajo (4, p. 116).

Tenemos aquí la "naturaleza" del mundo de la prisión que no permite al


hombre disolver su anhelo a su expansión ilimitada y consoladora; antes
bien, sólo hunde al individuo, que acaso sintiera un momentáneo brote de
liberación, en una mayor desesperanza, de vuelta en la prisión de su des-
tino en masa.
Otro aspecto más de la Casa de los muertos la distingue marcadamente
de obras similares de Turguénev y de Tolstoi. Los tres escritores comparten
el mismo iema general --el encuentro de un hombre de la clase alta y edu-
cada con el pueblo ruso- y cada cual lo trata de una manera distintiva.
Turguénev subraya la belleza espiritual y la riqueza de la vida campesina
rusa, la poesía de sus supersticiones y costumbres, y con ello logra hacer
tanto más imperdonable la condición de siervo del campesino y la desen-
vuelta crueldad con que se le trata. Tolstoi descubre al campesino ruso
entre los bastiones sitiados de Sebastopol, y se asombra ante la apacible
tranquilidad de su inconciente heroísmo, tan opuesto a la vanidad de los
oficiales (de clase alta) que sueñan con condecoraciones y ascensos. "Ya
comprendéis que el sentimiento que los anima [a los soldados campesinos]
no es la mezquina ambición o el olvido que vos mismo experimentáis, sino
algo más poderoso . .. ",y esta comprensión inspira en Tolstoi una "gozosa
convicción de la fuerza del pueblo ruso". 13 Sin embargo, tal fuerza sólo es
demostrada por su imperturbable y casi tranquila aceptación de la muerte
por una lealtad instintiva a Dios, al zar y a la Madre Rusia.
Sólo Dostoievski presenta al pueblo ruso en rebelión contra su condición
esclavizada, odiando implacablemente a esos caballeros que lo han oprimi-
do, y dispuesto a utilizar sus puñales y sus hachas para contratacar cuando
el mal trato se vuelve insoportable y el pueblo es empujado más allá de lo
resistible. Más aún, son precisamente estos campesinos -cuyos crímenes,
en su mayor parte, fueron una violenta protesta contra la negativa a consi-
13 I. N. Tolstoy, Tales fromArmy Life, trad. Louise y Aylmer Maude (Londres, 1951), p. 105.
288 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

derarlos como seres humanos plenamente sensibles- a los que Dostoiev-


ski elige como los mejores ejemplares del pueblo ruso:

Después de todo, hay que decir toda la verdad; estos hombres eran hombres excepciona-
les; tal vez fuesen los mejor dotados, los más fuertes de nuestro pueblo. Pero sus pode-
rosas energías fueron vanamente gastadas, aprovechadas anormalmente, injustamente,
sin esperanza. Y, la quién había que culpar, de quién era la culpa? Eso es justamente, la
quién habría que culpar? (4, p. 231).

No cabe ninguna duda de la respuesta: la aborrecida aceptación de la servi-


dumbre, y todo el complejo de costumbres sociales que había hecho tratar
a los siervos como miembros de una especie inferior. No es de sorprender
que el retrato que Dostoievski pinta de los campesinos rusos -su imagen
de ellos como indomables e incontenibles en su lucha incesante contra la
más brutal sujeción-llegara a ser, por encima de todos los demás, un favo-
rito de los radicales rusos en mitad de las aspiraciones revolucionarias de
comienzos del decenio de 1860.

Desde un punto de vista puramente artístico, la Casa de los muertos proba-


blemente sea el más insólito libro que Dostoievski jamás produjera: insóli-
to no tanto en la literatura rusa, pese a la novedad de su descripción de la
vida en la cárcel sino, antes bien, en el contexto de su propia producción.
Es difícil creer que las memorias de la prisión y su obra puramente creadora
proceden de la misma pluma. Aquí, el intenso dramatismo de las obras de
ficción es remplazado por una apacible objetividad de presentación; hay
muy poco análisis minucioso de estados espirituales interiores; y hay mara-
villosos pasajes descriptivos que revelan la capacidad de Dostoievski como
observador del mundo exterior, aun cuando el diálogo y el monólogo mani-
fiestamente dominen en sus novelas, por encima de la descripción de esce-
nario y lugar.
Estas cualidades "no dostoievskianas" de la Casa de los muertos son, por
decirlo así, una de las razones de que cierto número de sus grandes contem-
poráneos prefirieran en sus memorias de la prisión a todas aquellas otras
obras a las que hoy atribuimos mucho más alto valor. En una carta emjada
a A A Fet, Turguénev habló de la "maloliente autolaceración de Crimen
y castigo (se refería a la segunda parte), pero en cambio dijo que fa escena
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 289

del baño de la Casa de los muertos era simplemente dantesca". 14 Herzen


estableció la misma comparación con Dante, y añadió que Dostoievski
"había creado, con la descripción de las costumbres de una prisión sibe-
riana, un fresco con el mismo espíritu de Miguel Ángel". 15 También Tolstoi
admiró el libro, considerándolo una de las obras más originales de la prosa
rusa, en ¿Qué es el arte? La colocó entre las pocas obras de la literatura
universal que podían presentarse como modelos de un "arte religioso ele-
vado, inspirado por el amor a Dios y al prójimo". 16 La escena del baño
elegida por Turguénev para elogiarla es, en realidad, un ejemplo impresio-
nante de la capacidad de Dostoievski para presentar un cuadro de masas
con vastas pinceladas y para pintar una escena comparable con las de bata-
lla del propio Tolstoi. Es demasiado larga para citarla completa, pero unos
cuantos pasajes sí nos darán su sabor:

No había en el suelo un espacio libre que midiera un palmo. Los presos, en cuclillas, cha-
poteaban con el agua de la cubeta ... Las aceras por las que se subía a las pilas estaban
ocupadas por otros presos que, encogidos y recogidos sobre sí mismos, se asperjaban y
flotaban como podían. Pero se lavaban poco: el hombre del pueblo no abusa ni del agua
caliente ni del jabón; se ingeniaban para sudar copiosamente y, después, se inundaban
de agua fría, y esto representaba para ellos tomar un baño a su manera. U na cincuentena
de forzados se estregaban y azotaban unos a otros hasta el agotamiento . . . Sobre las es-
paldas ablandadas por el vapor, las cicatrices causadas por los golpes de la vara resaltaban
con tal nitidez que se hubiera creído que eran cardenales recientes. iAbominables cica-
trices! iA mí se me ponía la carne de gallina sólo de verlas! Sin embargo, aún aumentó
el calor y un vapor espeso llenó como una nube ardiente toda la estufa. Todos hablaban
y gritaban clamorosamente. Aparecían entre las nubes de vapor carnes cicatrizadas, ca-
bezas afeitadas, escorzos de manos ganchudas y piernas zambas... Acudió a mi espíritu
la idea de que, si debíamos un día coincidir juntos en el infierno, este se parecería mucho
al lugar donde nos encontrábamos (4, p. 98).

Aun en lo que parece un pasaje puramente descriptivo, Dostoievski selec-


ciona minuciosamente el detalle simbólico ("sobre las espaldas se miraba
con tal nitidez que se hubiera creído que eran cardenales recientes") que
refuerza uno de sus principales motivos: la terrible inhumanidad de los
azotes, con su degradación del espíritu humano y su diabólica tentación a
desencadenar los instintos más sádicos.
Es imposible pasar por el libro con detalle y analizar cómo Dostoievski
entreteje hábilmente los acontecimientos que parecen casuales y los acci-

14
l. S. Turguénev, Pisma, 13 vols. (Moscú-Leningrado, 1961 ), 6, p. 66.
15
Citado en PSS, 4, p. 286.
16
Citado en PSS, 2, p. 297.
290 LA ÉPOCA DE LAS PP.')CLAMAS

dentes de la vida en prisión por medio de este tipo de acentuación simbóli-


ca. Pero otro episodio célebre, que claramente tiene un significado emble-
mático, forma parte del capítulo relativamente festivo acerca de los ani-
males de la prisión que revela una fa(,cta de la sensibilidad de Dostoievski,
rara vez observable en otras obras. Aquí, describe a un águila herida que
había hecho su nido en el rincón más lejano de la empalizada y que, exhaus-
ta e incapaz de volar, pues tenía rota un ala, fue llevada al campamento
por un grupo de trabajo. "Todavía me parece ver la furia con que miraba
a la multitud que la rodeaba. Tenía su ganchudo pico entreabierto dispues-
to a vender cara su vida" ( 4, p. 193).
Sin dejarse domesticar, negándose al principio a comer, el águila final-
mente acepta alimento, pero siempre en la soledad, nunca en presencia de
nadie. Los presos pronto se cansaron de esta novedad, "y sin embargo, to-
dos los días podía verse a su lado un pedazo de carne fresca y un tazón roto
con agua". Evidentemente, alguien la cuidaba con disimulo, pero los pro-
pios esfuerzos de Dostoievski por acercarse al animal fueron vanos: "En
tanto que yo permanecía cerca de ella, no cesaba de tener fija en mí su mi-
rada feroz y aguda. Odiosa y solitaria, esperaba la muerte, pero continuaba
desafiando a todo el mundo y permanecía irreconciliable." Aun cuando los
demás reos parecen haberse olvidado de ella, ya a finales del otoño su es-
píritu inquebrantable los conmueve, y van a dejarla libre: "Dicen que van
a sacar al águila. Que muera, si tiene que morir, pero no en prisión, dije-
ron." (4, pp. 193-194).
Todos los instintivos anhelos de libertad de los presos reciben una con-
movedora expresión en la conversación que, por fragmentos, Dostoievski
registra (o recrea) en la soberbia escena que muestra la liberación del
águila:

Lanzó [un reo] al águila por encima del talud, hacia la estepa. Era un día de fin de otofio,
frfoy gris. El viento silbaba sobre la estepa desnuda y gemía a través de la sabana de hier-
ba seca. El águila voló derechamente sacudiendo su ala enferma, como si tuviera prisa
por huir tan lejos como alcanzara la vista. Los presos seguían curiosamente los mo\oimien-
tos de su cabeza que emergía por encima de la hierba.
- iEh! lVéis? -dijo uno, muy pensativo.
- iNo vuelve! -afiadió otro-. iNi una sola vez, muchachos, ha mirado hacia atrás,
tal es la prisa que tiene por huir!
- lCrefais que iba a volver a darnos las gracias? -observó un tercero.
- iAh, siente la libertad, y Ja olfatea!
- iYa no se Ja ve... !
-lQué esperáis ahí vosotros? iEn marcha!-gritaron los guardias, y todos !os forza-
dos volvieron silenciosos al trabajo (4, p. 194).
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 291

Bien podemos comprender que Tosltoi, con su intensa empatía hacia la


pura vitalidad animal--el Tolstoi que creó al tío Eroshka, en Los cosacos,
y que describió tan sutilmente la muerte de la yegua "Frufru", enAna Kare-
nina-, admirara tanto esta escena y la incluyera en un volumen de lecturas
que editó ya en 1904.

Si el episodio del águila simboliza en forma inolvidable el motivo de la li-


bertad que corre por la Casa de los muertos, la notable narración skaz, "El
marido de Ak:ulka'', es igualmente emblemática de otro tema importante.
Dramatiza la supervivencia en el hombre común ruso, aun entre sus peores
excesos, de una cepa de profunda y pura humanidad que, si no es capaz de
redimir su conducta, al menos la dolida conciencia de su propia degrada-
ción. Tal conciencia siempre dio a Dostoievski un importantísimo rayo de
esperanza en medio de las tinieblas morales:

En presidio traté a los mismos hombres durante varios años; los desprecié al principio,
no viendo en ellos más que bestias feroces. Y de pronto, en el momento menos pensado,
su alma se expansionaba involuntariamente y aparecía desnuda. Revelaba entonces tal
riqueza de sentimientos, de cordialidad, de comprensión tan clara del sufrimiento propio
y del ajeno, que en el primer instante no creía lo que veían mis ojos ni lo que entraba por
mis oídos (4, pp. 197-198).

A decir verdad, Dostoievski sólo ofrece un ejemplo relativamente insigni-


ficante de esta "súbita revelación del alma": el manso e inofensivo reo Su-
shílov, que trabajó para él como sirviente, una mañana se echó a llorar, y
se negó a aceptar dinero, después de haber soportado un desdén. Pero "El
marido de Akulka" ofrece una ilustración adicional y mucho más notable,
precisamente de ese "involuntario arranque" del alma rusa.
"El marido de Akulka", cuento narrado en el hospital por un reo cam-
pesino a otro, es repetido por Dostoievski en el propio estilo desmañado
del narrador; y los comentarios interpolados del que escucha, un campe-
sino más viejo, que desempeña el papel del coro griego, aparecen en el
mismo tono estilístico. Se trata de un relato sombrío de pasión, orgullo,
venganza y por último asesinato, notable por su realista descripción de la
terrible barbarie de las costumbres del campesino ruso; pero también apa-
rece la vida campesina, sin un sólo instante de incongruencia, manifestan-
do las mismas desesperadas pasiones que, en otras partes, han sido tema
de tragedias clásicas. Varios años después, Dostoievski imprimiría la nove-
292 LA ÉPOCA DE LAS PROC.L"lv'.1Ac;;

leta clásica de Léskov, Lady Macbeth de Mtsensk, en La Época, la sucesora


de El Tiempo; pero Dostoievski se había anticipado a Léskov descubriendo
versiones campesinas de Romeo y Julieta y de Otdo en la olvidada aldea
donde ocurren los hechos de su skaz.
Filka Morózov es un joven temerario del tipo ruso, una naturaleza "rica"
que por una causa de dinero disputa con el padre de Akulka, muchacha
de dieciocho años con la que algunos esperaban que se casara. Para irritar
al viejo, Filka le dice que ya durmió con su hija; y la respuesta del digno y
rico notable del pueblo, cuando se entera de esta supuesta ofensa a su fa-
milia, revela, como en un relámpago, todo su medio. "En otros años", dice
el anciano, "en tiempo de los dignos patriarcas, yo la habría hecho pedazos
en el lugar mismo, pero hoy todo es negrura y podredumbre". Los padres
de Akulka la golpeaban sin piedad ("a veces, a lo largo de la calle, todos
los vecinos podían oír los gritos de Akulka"), y Filka goza su venganza.
"Les he hecho sentirlo", dice, "no podrán olvidarlo". Para borrar la desgra-
cia de la familia, casan a Ak:ulka con el que narra la historia, hombre pobre,
débil de voluntad, y lloriqueante, que cae completamente bajo el dominio
del enérgico Filka. En su noche de bodas, el novio descubre que Akulka
es virgen, y se da cuenta de que la han calumniado. Pero entonces, pública-
mente insultado y humillado por Filka, también empieza a golpear a Akul-
ka, sin ninguna razón; porque, como reconoce ante su interlocutor (quien
solemnemente desaprueba), "aquello era insultante... Además, caí en el
hábito de hacerlo ... " (4, pp. 168-171).
Mientras tanto, Filka Morózov se ha vendido a una rica familia como
sustituto de un hijo que tendrá que ir al ejército, y lleva lma vida de desen-
freno. Durante el periodo de espera, tradicionalmente se permitía que el
sustituto hiciera todos sus caprichos, y así "Filka estaba dándose la gran
vida en casa del tendero, durmiendo con la hija, tirando de las barbas del
padre cada día después de la cena, y haciendo lo que le venía en gana." El
día de su partida, al pasar por las calles, despidiéndose, vio a Akulka.

De un salto bajó del carruaje, se fue derechamente a ella, se prosternó en tierra, y dijo
"iHermosa mfa... yo te he amado durante dos afias, y hoy me llevan con música al cuar-
tel! Perdóname", dijo, "perdóname, muchacha honesta, hija de un hombre honrado, por-
que pequé al juzgarte. Tienes delante de ti a un canalla, y yo SO'f la causa de todo". Thm-
bién Akulka se inclinó ante él, y en el mismo acento formal de la poesía popular contestó:
"Perdóname también, buen muchacho, pues nada tengo contra ti" (4, pp. 171-172).

Interrogada por el curioso marido, ella le dijo: "Sí, le amo más que a na-
die en el mundo." Esto es más de lo que el resentido esposo puede sopor-
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 293

tar; tras una noche de insomnio, silenciosamente la lleva a un bosque al


día siguiente, la toma por los cabellos y le corta la garganta. "Ella gritó,
brotó la sangre; entonces yo arrojé el cuchillo, la tomé en mis brazos, la
acosté en el suelo, y la sangre simplemente brotaba, simplemente brotaba,
manchándome el rostro y las manos". Él corre a su casa, se refugia en la
barraca del baño, y allí lo encuentran, acurrucado, un día o dos después,
inmovilizado en un terror-pánico. Dostoievski lo caracteriza como "un jo-
ven cobarde y sucio" que entre los presos era tratado por todos "con des-
precio" y al que era fácil ordenarle hacer cualquier cosa. No es que fuera
especialmente dócil, pero le gustaba ganarse amigos y estaba dispuesto a
hacer cualquier cosa por agradar (4, pp. 172-173, 166).
La maestría con que Dostoievski trata la forma skaz y el tono lacónico,
impasible y calmado de su narración -tan opuesto a los ritmos habitual-
mente nerviosos de su prosa, particularmente de sus monólogos-son dig-
nos de toda admiración; muestran que, si él se lo hubiera propuesto, habría
podido ser un tipo totalmente distinto de escritor. Lo más notable de todo
es el perfecto trasplante de una situación típicamente "dostoíevskiana"
-el odio "subterráneo" de Filka Morózov, con todas sus terribles conse-
cuencias, y luego su confesión y su arrepentimiento- a un ambiente cam-
pesino. iCuántos críticos han afirmado, como verdad indiscutible, que los
conflictos de los personajes de Dostoievski sólo podrían surgir en una cul-
tura compleja, sumamente avanzada, y que fueron producto de un medio
urbano! Sea como fuere, el poético intercambio de palabras entre Filka y
Akulka en el clímax logra redimir durante un instante, con un rayo del sen-
timiento más puro y exaltado, el terrible mundo de la ferocidad campesina
en que está situada la acción.*

•En la melancólica y poderosa ópera que basó en la Casa de los muertos y que completó en 1927,
el compositor checo Le~ Janácek dio un uso muy eficaz al episodio del águila y al relato del marido
de Akulka. De hecho, en su libreto, Goryanchikov y el águila coja llegan al campamento al mismo
tiempo, y sus historias se funden en una sola. Ambas son presentadas en el clímax y, en contraste con
el libro, el ala del águila ha curado; el ave (.J, presumiblemente, Goryanchikov) se van del campamento
no para morir, sino para iniciar una nueva vida.
El relato del marido de Akulka también está embellecido con algunos detalles nuevos. nas el re-
lato, que es perfectamente fiel al original, otro preso (Mijailov) fallece en el hospital y es reconocido
como Filka Morózov. Esta coincidencia es precisamente del tipo del efecto novelfstico que Dostoiev-
ski deseaba evitar. Pero en el marco operático, funciona bien. Esta sombrfa escena, el punto más negro
de la obra, inmediatamente es seguida por la noticia de la liberación de Goryanchikov, que es total-
mente inesperada. No ha purgado su sentencia, como en el libro, sino que, como le ocurrió a otro reo,
es liberado por orden especial del zar. La ópera concluye con un coro de presos, sumamente conmo-
vedor, que entona una palabra de libertad, la misma en checo que en ruso (svoboda). Nos gustaría
saber si esta obra maestra es presentada, en estos días, en su patria de origen.
294 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

Dido que la Casa de los muertos hay varias alusiones a recientes cambios
que mejoraban las condiciones del campamento penitenciario, cada lector
debía comprender, aunque no se fijan fechas, que la obra trata de aconteci-
mientos ocurridos durante el reinado de Nicolas l. El primer narrador es-
cribe como alguien que, a comienzos de los sesenta, está recordando un
pasado reciente, pero ya casi legendario. Además de tales referencias a re-
formas penitenciarias, otros pasajes también introducen el punto de vista
del presente. El más dramático de ellos es el episodio que incluye al "parri-
cida Ilinski", cuya historia es narrada en el primer capítulo. Ilinski, joven
oficial alegre y frívolo, ha sido acusado de asesinar a sangre fría a su padre,
hombre rico, con objeto de conseguir dinero para sus francachelas; des-
pués, su historia será el núcleo del caso en que se ve envuelto Dimitri Kara-
mázov en Los hermanos Karamázov. Pese a las pruebas supuestamente
irrefutables acumuladas contra Ilinski, Dostoievski nunca creyó que en
realidad fuese culpable, porque en su desenvuelta y libre personalidad hay
algo que da la impresión de que pueden ser justificadas sus protestas de
inocencia.
Ilinski casi se pierde de vista hasta el séptimo capítulo de la segunda par-
te, cuando el primer narrador interviene, súbitamente, para hacer una de-
claración:

Hace unos días, el editor de Notas de Za casa de los muertos ha recibido de Siberia la no-
ticia de que el acusado era inocente y que habfa pasado diez afias en presidio injustamen-
te. Su inocencia acaba de ser demostrada por la justicia de modo oficial; los verdaderos
asesinos han sido descubiertos y confesado su crimen; el desgraciado fue puesto inme-
diatamente en libertad. El editor no duda de la autenticidad de estas noticias. Inútil afiadir
nada más. iPara qué lamentar esta vida rota en plena juventud por una acusación abomi-
nable! iPara qué extenderse sobre la trágica hondura del hecho! Por sf mismo, dice dema-
siado para que tengamos que insistir en ello (4, p. 195).

No se puede precisar si Dostoievski en realidad recibió tal noticia mientras


componía su obra, o si la reservó por el efecto de sorpresa que crea; la se-
gunda alternativa parece más probable porque, como lo ha observado V.
A Tunimanov, la revelación de la inocencia de Ilinski ya ha sido minuciosa-
mente preparada por las dudas expresadas antes.17 Pero el resultado es
ciertamente dar al lector, mediante un sobresalto, una conciencia de la ac-

17 Tunimanov, Tvorchestvo Dostoevskogo, pp. 76· 77.


LA "CASA DE LOS MUERTOS" 295

tualidad, y recordarle que muchos de los presos acerca de los que había
leído, seguían purgando sus sentencias. Lo que es más importante, el inci-
dente dramatiza las insuficiencias de los "hechos" como índicios de las pro-
fundidades del carácter humano y confirma que Dostoievski dependía de
la verdad de sus propias percepciones, de preferencia sobre las llamadas
pruebas reunidas en las investigaciones judiciales. Esta oposición entre los
datos externos y las claves derivadas de la observación intuitiva llegarían
después a ser motivo importante en Crimen y castigo y en Los hermanos
Ka.ramázov. En la primera novela, Razumijin alega acaloradamente que
el pintor sospechoso del asesinato no puede ser culpable, simplemente por
la forma en que se había comportado poco después de que se supo que ha-
bía ocurrido el crimen; todas las pruebas acumuladas contra Dimitri Kara-
mázov no conducen a la verdad sino a un error judicial, que habría podido
evitarse si se hubiese tomado en consideración la rectitud de su impetuoso
carácter.
Otras indicaciones de la época de esta redacción, si bien menos sensa-
cionales, también reflejan con toda claridad la respuesta de Dostoievski a
la situación sociocultural de comienzos de los sesenta. En realidad, bien
puede argüirse que todo el libro fue escrito como respuesta a esta situa-
ción, y que el retrato que pinta Dostoievski del cristianismo instintivo de
los reos campesinos, así como de su hostil enajenación de la clase culta,
pretende revelar la patente inutilidad de las esperanzas revolucionarias
inspiradas por una ideología radical que los campesinos habrían rechazado
con horror si pudieran entenderla. El capítulo intitulado "Quejas'', en que
los presos campesinos no permiten que el narrador se una a su protesta
contra la calidad cada vez peor de los alimentos, habla por sí sólo como ad-
vertencia contra los engaños de la intel~ctualidad radical, de que podrían
encabezar una revolución campesina. Y los líderes naturales del pueblo,
salidos de sus filas eran demasiado obcecados, impetuosos e ignorantes
para lograr nada, salvo llevar a sus seguidores al desastre. Tales aspectos
del libro se destacan mucho más claramente para nosotros, a la luz de la
ulterior evolución de Dostoievski, de lo que se destacaron para sus con-
temporáneos.
Y sin embargo, unos cuantos pasajes difícilmente pueden interpretarse
si no como verdades manifiestas contra algunas de las ideas tan laboriosa-
mente propagadas por Chernishevski, que había alcanzado ya la categoría
de verdades irrefutables entre la generación joven. Por ejemplo, había una
firme confianza en el poder abrumador del medio para determinar la con-
ducta humana, teoría que Dostoievski rechaza cuando, después de hablar
296 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

de la humanidad sin afectaciones de los médicos en el hospital de la prisión,


menciona entonces unos casos en que ciertos médicos aceptan cohechos,
lucran y descuidan a sus pacientes. Observa que una conducta reprensible
de esta índole, a veces ha sido perdonada como consecuencia de los efectos
corruptores del "medio"; pero él no tolerará ninguna de estas débiles ex-
cusas.

Ya es tiempo-declara- de que abandonemos nuestras quejas de que nos está corrom-


piendo nuestro medio. Sin duda, es cierto que destruye mucho de lo que hay en nosotros,
pero no todo, y a menudo un canalla diestro y bien enterado, en especial si es elocuente
orador o escritor, encubrirá no simplemente flaquezas sino a menudo auténticas bajezas,
justificándolas por la influencia del "medio" (4, p. 142).

Vemos así que Dostoievski está perfectamente dispuesto a reconocer la


presión del medio, pero no hasta el punto de eliminar por completo la res-
ponsabilidad moral de cada quien; y se muestra particularmente alerta ante
el peligro de un cínico uso de tales opiniones para justificar la más desca-
rada bajeza.
Una pulla aún más clara contra Chemishevski aparece en otro pasaje
que describe a una viuda, que vive en la vecindad del campamento peniten-
ciario y dedica su vida a ayudar a los reos. "Hay en Siberia, y prácticamente
ha habido siempre'', observa, "algunas personas que parecen haber hecho
que el objeto de su vida sea atender a Jos 'infortunados', mostrar la más
pura y desinteresada simpatía y compasión hacia ellos, como si fueran sus
propios hijos". U na dama llamada N atasya lvanovna no tenía nada notable
en su porte, de hecho, era totalmente insignificante: "Lo único que podía-
mos ver en ella era una infinita bondad, un deseo irresistible de complacer,
de consolar, de hacer algo bueno por nosotros." Dostoievski recuerda una
modesta cajetilla para cigarrillos, hecha de cartón, que ella le obsequió,
cubierta de papel de colores, con dorados sobre los bordes; ella sabía que
él fumaba cigarrillos, y pensó que aquella cajita le daría un placer. ·~gunos
sostienen (lo he oído decir, y lo he leído)", ccntinúa Dostoievski, "que el
amor más puro a nuestro prójimo es al mismo tiempo el mayor egoísmo.
lQué egoísmo podría haber en este ejemplo? No puedo concebirlo" (4,
p. 68).
Difícil habría sido rechazar con mayor firmeza el intento de Chemishev-
ski de establecer una nueva ética sobre un fundamento de egoísmo. Pero
aunque tales pasajes constituyen un claro desafío a la intención de refor-
mar el código moral, poniéndolo en términos utilitarios, en el resto del li-
bro puede encontrarse un rechazo más sutil y poderoso, que pronto le dará
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 297

la inspiración para escribir Notas desde el subterráneo. Está contenido en


las páginas que describen el frenético deseo de los presidiarios por expre-
sar la libertad de sus personalidades, aun si al hacerlo sacrifican todo su
propio interés, en el sentido habitual, sólo para alcanzar la momentánea
e irracional ilusión de una autonomía siquico-moral. Lo que los presos
aprecian por encima de todo lo demás, como lo muestra Dostoievski de
manera inolvidable, es "la libertad o el sueño de libertad" y para mantener
vivo este sueño, a veces llegarán a extremos que parecen de locura.
Y así presos que parecían modelos, que durante años habían reprimido
toda tentación de rebelarse, a veces estallan en una forma autodestructiva
absolutamente incomprensible para las autoridades.

Y durante todo el tiempo -explica Dostoievski- posiblemente la causa de este súbito


estallido, en el hombre de quien menos lo habíamos esperado, es simplemente el punzan-
te anhelo histérico de expresarse, el afán in con ciente de sf mismo, el deseo de afirmarse,
de afirmar su personalidad pisoteada, un deseo que de pronto se apodera de él y se con-
vierte en un paroxismo de furia, de rencor, de aberración mental, de ataques y convulsio-
nes nerviosas. Asítal vez un hombre enterrado vivo y que recupere el sentido en su ataúd
puede golpear la tapa y luchar por abrirla, aunque, desde luego, la razón pueda conven-
cerlo de que todos sus esfuerzos serán inútiles; pero lo malo es que no es cosa de razón,
es cosa de convulsiones neiviosas (4, pp. 66-67; las cursivas son mías).

El hombre que había presenciado tales explosiones de humanidad repri-


mida que estallan ante sus mismos ojos, y que fue capaz de analizarlas con
tan angustiada penetración, difícilmente podría haber aceptado el "egoís-
mo racional" de Chernishevski como la última palabra de la sabiduría hu-
mana. Y ya veremos que Dostoievski había empezado simbólicamente a
enfrentar esta inerradicable necesidad humana -la necesidad que tiene
el hombre de afirmar la libertad de su persona- contra el ideal socialista
de la generación de 1860, con un intento, tan peculiarmente ruso, de inte-
grar semejante ideal con un determinismo material y un código moral utili-
tario.
XV. ''APUNTES DE INVIERNO
SOBRE IMPRESIONES DE VERANO"

LA ÚLTIMA obra importante de Dostoievski publicada en El Tiempo fue


Apuntes de invierno sobre impresiones de verano, serie de artículos en que
lanza un ataque en gran escala a los principales lemas del credo radical.
Este texto ya ha sido utilizado para seguir a Dostoievski en su primer viaje
por Europa, pero considerarlo tan sólo como un ordinario relato de via-
je no hace justicia a su importancia, pues Dostoievski aprovecha la ocasión
para explorar toda la complicada historia de la relación entre los rusos edu-
cados y la cultura europea. Dentro de este marco también analiza las gran-
des cuestiones por entonces planteadas por la ideología radical: la base de
un nuevo orden sociomoral, la cuestión del socialismo, el futuro destino
de la humanidad. Para cuando termine, habrá descubierto a la vez la actitud
literaria y la actitud ideológica que le conducirán, dentro de dos años, a la
composición de su primera obra maestra pos-siberiana. De este modo, po-
demos considerar que Apuntes de invierno sobre impresiones de verano es
un preludio o, mejor dicho, como una primera redacción de Notas desde
el subterráneo; y básicamente en esa condición queremos analizarla aquí.

Apuntes de invierno embona en un género importante de la literatura rusa


-el diario de viaje, lo que hoy sería llamado reportaje cultural- y Dos-
toievski sigue las huellas de predecesores ilustres. Dos obras bien conoci-
das, las Cartas desde Francia, de Fonvizin, y las Cartas de un viajero ruso,
de Karámzin, son mencionadas en el texto de Dostoievski; por razones de
censura, no pudo mencionar las Cartas de Francia e Italia de Herzen, de
importancia igual si no mayor. Y sin embargo, como A S. Dolinin lo ha
demostrado ampliamente, las Cartas de Herzen estuvieron siempre pre-
sentes en la memoria de Dostoievski, y probablemente también sobre su
escritorio, mientras escribía sus propias reflexiones sobre el mismo tema. 1
Como los estadunidenses Hawthom, Emerson y Henry James, los rusos
cultivados sentían una necesidad de definir su propia individualidad nacio-

1
A S. Dolinin, Poslednie Romani Dostoevskogo (Mosceí·Leningrado, 1963), pp. 215-230.

298
''.APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 299

nal, comparándose con los europeos; y los Apuntes de invierno de Dosto-


ievski ocupan su lugar en una larga línea de obras por medio de las cuales
los rusos han examinado las raíces de su propia cultura conforme evolucio-
nara, desde Pedro el Grande, bajo las sucesivas oleadas de influencia euro-
pea. Sólo haciendo la inevitable peregrinación al Occidente, sólo dejando
de contemplar a Europa a través de la bruma de la lejanía, como una tierra
encantada, podía un ruso descubrir los aspectos de la influencia europea
que, en su patria, deseaba conservar, y los que deseaba descartar. Como
resultado, el diario de viaje siempre ha sido uno de los principales medios
por los que la conciencia rusa se ha agudizado y afirmado; y losApuntes de
invierno de Dostoievski, fieles al género, nos dan así una expresión más
franca y completa de sus convicciones que nada de lo que antes se encon-
trara en letra de molde.
Como la gran mayoría de quienes van de cualquier país a una tierra ex-
traña, gran parte de lo que Dostoievski vio y sintió sí correspondió, agrada-
blemente, con muchas de las esperanzas que él había acariciado antes de
su partida. Ro man J akobson ha mostrado, en forma divertida, la asombro-
sa similitud de la reacción a Europa, y particularmente a Francia, que pue-
de observarse durante más de un siglo y medio en los escritos de la más
vasta y diversa variedad posible de visitantes rusos. Ya en 1800 o en 1900,
ya un radical socialista, un patriota eslavófilo, un empedernido reacciona-
rio, un liberal moderado o un esteta simbolista absolutamente apolítico,
los rusos invariablemente han respondido a un homogéneo "mito de Fran-
cia" bien representado en una de las cartas de Dostoievski ya citadas an-
tes.2 Podemos volver a unas cuantas frases:

Me has hablado -dice a Strájov- acerca de los rostros desagradables, insolentes y com-
placientes que florecen entre nosotros en el balneario de aguas minerales [fuera de San
Petersburgo]. Pero yo te juro que los que veo aquí no son mejores. Los nuestros son sim-
plemente carnívoros pillos y, las más de las veces, lo saben, pero aquí están completamente
convencidos de que así es como deben ser [las cursivas son mías]. El francés es agradable,
decente, cortés, pero falso, y para él, el dinero lo es todo. No hay la menor huella de un
ideal.3

Mucho antes de iniciar su viaje, Dostoievski se había convencido de que


Europa era una cultura moribunda, una cultura que había perdido el nexo

2 Roman Jakobson, "Der russische Frankreich-Mythus", en Slavische Rundschau, 3 (1931),


pp. 636-642.
3 Pisma, 1, p. 310, 26 de junio/8 de julio de 1862.
300 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

espiritual de unidad que antes poseyera. También creía firmemente que


Rusia y el pueblo ruso representaban una nueva fuente de inspiración mo-
ral-social, por medio de la cual podría surgir un nuevo orden universal. Así,
para él era sencillo penetrar las ilusiones de la brillante superficie europea,
y detectar instantáneamente la corrupción que yacía oculta en el interior.
Cierto, algunas manifestaciones de esta corrupción podían parecer simi-
lares en París y en San Petersburgo; sin duda, en un lugar como en el otro
existían pillos y canallas. Pero la carta de Dostoievski muestra la táctica
que utilizará una y otra vez en losApuntes de invierno para evadir las conse-
cuencias de esas reflexiones, tan incómodamente imparciales. Los rusos
son concientes de su delincuencia moral; la sienten como tal, aún si sólo es
como una vaga inquietud; y por ello, han conservado la base indispensable
de moral. Los europeos, en cambio, se han vuelto tan depravados, que el
significado mismo de su propia conducta se les escapa por completo y, pa-
gados de sí mismos, toman el mal por el bien. Esta insistencia en el embo-
tamiento moral de Europa corre como un leitmotif a lo largo de todos los
Apuntes de invierno, y surge como su conclusión última. Pero semejante
generalización, que no podía ser muy inesperada para los lectores asiduos
de El Tiempo, es de menor interés, por el momento, que el modo y los me-
dios por lo que se expresa.
Escritos en primera persona, Los Apuntes de invierno son un diálogo
continuo con aquellos a quienes Dostoievski !lama "mis amigos". Han esta-
do apremiándolo a que les comunique sus impresiones de Europa, y los
"apuntes de invierno" que finalmente está componiendo son la respuesta
a sus continuas demandas. Dostoievski nunca pierde de vista a sus amigos
a lo largo de sus artículos, y en realidad dice que está bastante preocupa-
do por las reacciones de ellos a sus propias reacciones. lNo lo considerarán
terriblemente irresponsable, por haber tratado de ver demasiado con exce-
siva prisa? lPuede decirles realmente algo que no sepan, y que conocen
mucho más profundamente que él? Por último, Dostoievski decide que sus
amigos no están pidiendo el tipo de información fidedigna que cualquiera
puede obtener de un guía; en cambio, lo que desean es alguien "que no
tenga miedo a revelar una impresión o una aventura personal suya, aún si
le da poco crédito"; y que no se moleste en verificar sus opiniones persona-
les contra las de autoridades renombradas. "En una palabra, ustedes sólo
desean mis propias observaciones personales pero muy sinceras" (5, p. 49;
las cursivas son mías).
iMuy bien! Dostoievski resuelve dedicarse a transmitir sus "observacio-
nes sinceras", aunque esté seguro que "le darán poco crédito". Pero lpor
''.APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 301

qué tan poco halagüeña suposición? Porque él sabe que sus amigos ten-
drán una actitud predeterminada hacia Europa -de admiración y respe-
to-- que él no encuentra de acuerdo con lo que aparece en sus propias
reacciones. Sus primeros contactos con la vida europea en Alemania, como
hemos visto, habían sido sumamente desagradables y perturbadores, vio-
lando todas las reglas y regulaciones de las "autoridades renombradas".
iNada -ni Unter den Linden, ni las alemanas, ni la catedral de Colonia-
habían provocado el habitual deseo de arrodillarse! Todo eso era terrible-
mente perturbador, y hasta inexplicable, hasta que un día volvió a su ha-
bitación de hotel sintiéndose enfermo, y examinó sus síntomas: "Tenía la
lengua amarilla y de mal aspecto... pensé, 'lpuede ser, puede realmente
ser que el hombre, este señor de toda la creación, dependa hasta ese grado
de su hígado? iQué bajeza!'" (5, p. 48).
Aunque sólo fuera por esta razón, esta referencia al hígado inevitable-
mente recuerda las primeras frases de Notas desde el subterráneo; y aunque
la alusión anatómica a primera vista pueda parecer tan sólo una coinciden-
cia casual, un escrutinio más minucioso revelará una relación profunda.
De hecho, la estrategia retórica utilizada aquí es una anticipación de la
otra, tan magistralmente desplegada en la obra de ficción, donde el autor,
escribiendo una vez más en primera persona, también dramatiza una esci-
sión de su conciencia entre una pauta de conducta que puede ser conside-
rada normal y razonable, y una reacción emotiva inesperada que brota de
algún nivel instintivo y visceral de la personalidad. Además, ambas obras
mantienen la misma relación "dialógica" extremadamente íntima con el
lector ("mis amigos"), que así se vuelve una presencia implícita e invocada
dentro del texto, a la que constantemente se dirige como a un interlocutor.
En este primer capítulo de los Apuntes de invierno existe precisamente
la misma situación entre Dostoievski y sus lectores, que después recreará
para el hombre del subterráneo. Estos lectores ya prevén una actitud de
reverencia ante las glorias de Europa; y el autor comparte esta expectativa,
lo bastante para que, cuando sus propias respuestas involuntarias no co-
rrespondan, sólo pueda reírse de sí mismo por su incapacidad.
Pero al mismo tiempo siente que su irreverencia es una reacción más
genuina y auténtica que la admiración automática que sus lectores esperan.
Por ello, su ironía va en dos direcciones, dirigida a la vez contra sí mismo
(por no haber estado, de alguna manera, a la altura de Europa) y contra
el lector (por ser incapaz de tolerar todo punto de vista que no sea el con-
vencional y trillado). Semejante "ironía invertida", que se vuelve contra el
escritor como medio de volverse contra un imaginario juez y crítico en la
302 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

persona del lector, es precisamente la que será utilizada en las Notas desde
el subterráneo.

Dostoievski emplea inicialmente esta técnica para transmitir sólo la que


parece una respuesta puramente personal e individual al panorama de la
vida europea; pero quiere que el lector comprenda que su reacción no es,
de ninguna manera, tan exclusiva o aberrante como puede aparecer. Todo
lo contrario: brota en forma directa de la ambivalente relación de la sique
rusa con la cultura europea. Expresa la adoración de Europa inducida por
educación, el odio de sí mismo provocado por esa adoración (ya que inevi-
tablemente produce una sensación de inferioridad), y luego la irreprimible
necesidad de afirmar la independencia, aunque sólo fuese como burla de
sí mismo. Por consiguiente, dos capítulos de los Apuntes de invierno están
dedicados a una muy viva ilustración de las dificultades de esta relación a
la que Dostoievski da vueltas en el magín mientras su tren avanza silbando
por la noche, en camino a la frontera europea. llba finalmente a ver Euro-
pa, "la tierra de los milagros sagrados" con la que había soñado desde que,
siendo un niño, sus padres le habían leído partes de las novelas de .A..nne
Radcliffe, antes de acostarse? llba realmente a ver a Francia, la nación an-
te la que Belinski y su pléyade se habían prosternado con tanta reverencia?
"Por entonces, Francia era la moda, en 1846'', recuerda Dostoievski.

No sólo eran nombres como los de George Sand, Proudhon, etc., los que idolatrábamos,
u otros como Ledru-Rollin y Louis Blanc, etc., los que honrábamos. No, simplemente,
cualesquiera tipos insignificantes, los de menor importancia, que inmediatamente se
echaban la culpa cuando las cosas los eludían [es decir, que renunciaban a su radicalismo]:
aun a ellos teníamos en alta estima (5 , p. 50).

Por una parte, entonces, los rusos se sienten llenos de la más servil y acrítica
veneración a Europa; pero Dostoievski también descubrió que una frase
de Fonvizin le pasaba constantemente por la cabeza. Había escrito Fonvi-
zin: "Los franceses carecen de buen sentido, y si lo adquirieran, considera-
rían esto como la peor desgracia que pudiera ocurrirles." Además, la frase
misma que le había venido a la cabeza -"la tierra de los milagros sagra-
dos"- era de un poema escrito en 1834 por el eslavófilo Aleksey Jomyá-
kov como epitafio para una civilización moribunda: " iCuán triste, triste es-
toy! /Una espesa negrura cae/ Sobre el remoto Occidente,/ Tierra de los
"APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 303

milagros sagrados". 4 El poema es, mucho más, un lamento por la muerte


del Occidente que un panegírico de sus realizaciones, y ambos, Fonvizin y
Jomyákov, ilustran la distancia crítica de la cultura europea que, pese a
toda su admiración, continúa existiendo en el subconciente de todo ruso
cultivado. El corazón de Fonvizin, observa Dostoievski, sagaz, probable-
mente latió de placer cuando escribió esa frase irreverente acerca de los
franceses; y para tres o cuatro generaciones, "todas estas frases en que se
menospreciaba a los extranjeros, aun si las encontramos hoy, contienen
algo irresistiblemente grato para nosotros los rusos... Pero desde luego,
sólo en el mayor secreto, a veces hasta en secreto ante nosotros mismos"
(5, p. 50). Esta negativa del ruso a reconocer el secreto de su ambivaiente
relación con Europa se refleja en la ironía invertida de Dostoievski que,
juguetonamente, se anticipa a esas reacciones de escándalo y, al mismo
tiempo, se sobrepone a ellas.
Tales meditaciones sobre las anomalías de la actitud rusa hacia Europa
condujeron naturalmente a Dostoievski a reflexionar sobre los orígenes
de esta trascendente relación, y esboza su historia en un capítulo que, aun-
que intitulado "Completamente superfluo'', contiene el núcleo mismo de
la cuestión. Dice: "Empecé a reflexionar sobre este tema: lcómo Europa,
en varias ocasiones, se ha reflejado en nosotros y constantemente se ha
descompuesto en nosotros con su civilización, y hasta qué grado hemos
quedado civilizados, y cuántos de nosotros estamos completa y realmente
civilizados?" (5, p. 55). En el pasado, pese a la brillante superficie francesa
de la corte de Catalina la Grande -a pesar de las pelucas, los bordados,
las reverencias y los espadines de gala que colgaban a la cintura-, el te-
rrateniente ruso y el aprendiz de cortesano habían conservado sus viejos
hábitos y sentimientos. Estos eran reconocidamente brutales, bárbaros y
repugnantes, pero seguían siendo suyos, seguían siendo rusos; y la gente
se sentía más a sus anchas con esta generación que con sus retoños más
"humanos". Llegó entonces Chatsky, el héroe de la comedia de Griboye-
dov, La razón daña, que había asimilado la cultura de Europa y, al retornar
a su patria, Rusia, allí la vida le resultó insoportable. Chatsky, el primero
de los "hombres superfluos" huye de vuelta a Europa para calmar su sensi-
bilidad herida, lamentar que ya no quede lugar para él en su patria. "Hay
algo que no puedo comprender: después de todo, Chatsky era un hombre
muy inteligente", escribe Dostoievski. "lCómo pudo ocurrir que un hom-

4
El poema se intitula "Mechta" ("Sueño"). El 6ltimo verso llama al "Oriente dormido" a "desper-
tar" y remplazar al agónico Occidente. PSS, 5, p. 361.
304 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

bre inteligente no encontrara nada qué hacer aquí? Ninguno de ellos en-
contró nada que hacer, durante un periodo de dos o tres generaciones" ( 5,
p. 62).
El último tipo ruso, el progresista y radical, ni actúa una farsa como la
del cortesano de Catalina ni se ve abrumado por la duda de sí mismo; se
ha vuelto completa y orgullosamente europeo.

Pues, icuán seguros estamos ahora de nuestra misión civilizadora, cuán altivamente re-
solvemos ldS problemas! lPor qué hablar siquiera de problemas? No existe algo que pue-
da llamarse patria natal, pueblo. lNacionalidad? iSólo cierto sistema de pagar impuestos!
lEl alma? Una tabula rasa, un poco de cera, con la cual se puede hacer en el mismo lugar
a un verdadero hombre, un hombre general universal, un homúnculo: ieso es todo lo ne-
cesario para aplicar los frutos de la civilización europea, y leer dos o tres libros! (5, p. 59).

Hasta podemos oír la voz burlona y provocativa del hombre del subterrá-
neo en estas frases, que contienen exactamente las inflexiones de su tono:
una identificación parcial ("nosotros") con ideas que en realidad aborrece
y que implícitamente rechaza, con el sarcasmo mismo con que las afirma.
Visiblemente, las meditaciones de Dostoievski sobre· la forma en que Eu-
ropa ha sido asimilada por la sique rusa, y su intento de dramatizar esta
simbiosis por medio de sus propias reacciones como figura representativa,
le han llevado estilísticamente al umbral mismo de su siguiente creación.

Con el cuarto capítulo de los Apuntes de invierno, Dostoievski finalmente


atraviesa la frontera de Francia y, como recordamos, descubre que su com-
partimiento de ferrocarril ha sido invadido por espías de la policía, entre
dos estaciones. Sin duda, desea que sus lectores rusos sientan el debido es-
tremecimiento de horror ante esa vigilancia, y concluyan que las tan de-
cantadas libertades del Occidente no son más que otros tantos engaños;
los rusos no tienen ninguna razón para envidiar la "libertad" europea. Pero
Dostoievski no puede dejar las cosas allí, y refuerza esta exposición de la
hipocresía europea contrastando la supuesta reacción rusa con la violación
europea (en este caso francesa) de las normas de la decencia política. La
pareja ya entrada en años que regenteaba uno de los hoteles en que él se
alojó en París, y que le pidieron a la policia informes acerca de él, ansiosa-
mente le explicaron que toda su documentación era absolutamente "ne-
ce-sa-ria", y eran una pareja sumamente respetable y digna, la esencia mis-
"APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 305

ma de la propiedad burguesa. "Pero la palabra 'ne-ce-sa-ria' lejos de ser


pronunciada en tono de excusa o de desprecio, fue emitida precisamente
en el sentido de la necesidad más completa, hasta el punto de ser idéntica
a sus propias convicciones personales" (5, pp. 67-68). Puede suponerse
que tal no habría sido el caso en Rusia, donde la gente se inclinaba ante la
fuerza y la presión de la necesidad histórica sin permitirle pisotear su con-
ciencia moral.
Dostoievski pasa entonces rápidamente a Londres, la ciudad en que la
falta de escrúpulos y de corazón de la vida occidental-su craso materialis-
mo, su descarado desprecio a todo lo que no sea la sórdida busca del lucro
mundano- se reflejaba de la manera más arrogante y cínica. El capítulo
sobre Londres lleva como único título el nombre infamante del falso dios
de la carne, execrado en el Antiguo Testamento: "Baal". Es este dios, tras-
puesto a símbolo del materialismo moderno, ante el cual toda la civiliza-
ción occidental se prosterna y rinde culto; y los resultados pueden verse
en la pintura que Dostoievski esboza, con colores aún más negros que los
de Dickens, el inspirado poeta or--iginario de la sordidez y la miseria de las
masas de la ciudad. Londres no es más que una selva implacable de prole-
tarios semidesnudos, bárbaros y ebrios, que sombríamente ahogan su de-
sesperación en el desenfreno y la ginebra. Y por encima de todo este caos
de multitudes inquietas y preocupadas, de maquinaria que ruge y silba, de
escenas desgarradoras de degradación y brutalidad, impera el gran ídolo
al que todo rinden homenaje: el espíritu de Baal encamado en la resplan-
deciente y majestuosa Feria Mundial de Londres.
Durante sus ocho días en Londres, Dostoievski hizo la obligada visita
al célebre Palacio de Cristal, para ver la segunda Feria Mundial de Londres
que se había inaugurado en mayo de 1862 y que estaba consagrada a exhibir
los últimos triunfos de la ciencia y la tecnología. Monumento de arquitec-
tura moderna, originalmente construido para la primera Feria Mundial de
Londres, en 1851, por Sir Joseph Paxton, el enorme edificio de hierro for-
jado y de cristal, que cubría casi ocho hectáreas, ubicado en una explanada
fuera de la ciudad, había sido trasformado después en museo. Así, el Pala-
cio de Cristal se convirtió para Dostoievski en imagen del impío espíritu
de la modernidad que, malévolo, dominaba a Londres; y en su imaginación,
este espíritu adoptaba la forma de la monstruosa Bestia cuya venida pro-
fetiza el Apocalipsis:

lPuede ser este en realidad el ideal realizado?, pensará usted. lNo es este el fin? lNo es
este, en realidad, el "rebaño"? lNo tendremos que aceptar esto realmente como toda la
306 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

verdad, y guardar silencio de una vez por todas? Thdo esto es tan majestuoso, triunfal y
orgulloso que quita el aliento. Se observan estos cientos de miles, estos millones de perso-
nas, que obedientemente acuden allf desde todos los lugares del mundo, gente que acude
con un solo pensamiento, pacffica, ince~ntc y silenciosamente, atestando este palacio
colosal; y se siente que algo por fin ha quedado completo y terminado. F.sto es una especie
de ilustración bíblica, alguna profecía del Apocalipsis que se cumple ante nuestros ojos.
Sentimos que hay que tener una perpetua resistencia espiritual y poder de negación para
no rendirse, para no someterse a la impresión, para no inclinarse ante el hecho y deificar
a Baal, es decir, no aceptar lo existente como nuestro ideal. .. (5, pp. 69-70).•

De esta manera, Dostoievski reconoce el poder de este ídolo, por su pas-


mada descripción de su santuario, pero sus palabras son no menos resonan-
tes cuando describe el destino de sus víctimas y sacrificios. Todo vestigio
de sentimiento humano entre ellas parece haber sido suprimido; todo lo
que él pudo detectar fue una frenética búsqueda de placer sensual y de ol-
vido. "El pueblo siempre es el pueblo'', observa Dostoievski, después de
esbozar algunas escenas de las calles de Londres, "pero aquí todo era tan
colosal, tan llamativo, que parecíamos captar tangiblemente lo que hasta
hoy sólo habíamos imaginado. Aquí, ya no se ve a un pueblo, sino la siste-
mática, sumisa e inducida falta de conciencia" (5, p. 71 ). Lo que se hallaba
en el fondo de todo este esplendor externo, alcanzado al precio de tanta
miseria humana, era

la misma terca, sorda y profunda lucha, la lucha a muerte entre el principio general de
Occidente, de individualidad, y la necesidad de vivir de algún modo en unión, de esta-
blecer de algún modo una sociedad y organizar un hormiguero. Hasta convertirlo en un
hormiguero, sólo para organizar algo, sólo para no devorarse unos a otros; de otra ma-
nera, iel hombre se convierte en caníbal! (5, p. 69).••

• Dostoievski estuvo lejos de ser el único escritor que empleó imágenes religiosas al hablar del Pa-
lacio de Cristal. Walter Houghton observa que la Feria Mundial de 1851 fue generalmente saludada
por "la identificación del progreso con el espíritu de Dios'', y cita un pasaje de Charles Kingsley, quien
escribió que "se sintió conmovido hasta las lágrimas; para él [entrar en el Palacio de Cristal] fue como
entrar en un Jugar sagrado". Pocos días después Kingsley predicó un sennón en que vio todo lo que
el Palacio simbolizaba como "pruebas del reino de Dios, realizaciones de Jos dones que Cristo recibió
de los hombres, mucho más vastas que nada de lo que ellos [nuestros antepasados) pudieron soñar".
Walter E. Houghton, The Victorian Frame ofMind, 1830-1870 (Nueva Hew y Londres, 1957), p. 43.
•• Es asombroso observar Ja similitud de las observaciones de Dostoievski sobre Londres con las
de Friedrich Engels en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra:

Estos cientos de miles de personas de todas clases y condiciones sociales que se aglomeran [en las
calles] ... Pero a nadie se le ocurre ni siquiera posar su mirada sobre el que pasa a su lado. Cuando
de un modo más triste y más irritante aprecia uno la brutal indiferencia, el insensible aislamiento
con que cada cual piensa sólo en lo suyo es cuando estos individuos se aglomeran en un espacio
relativamente pequeño; y aunque sepamos que este aislamiento del individuo y este mezquino
'~UNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 307

De este modo, la sociedad inglesa (occidental) estaba dominada por la gue-


rra de todos contra todos, que en el mejor de los casos, puesto que había
que crear alguna forma de orden social, sólo podía conducir al "hormigue-
ro'', a la total e incondicional obediencia de la volición humana a las órde-
nes del Moloch social. iQué diferente, podemos imaginar a Dostoievski
pensando, con el espíritu que gobernaba la aldea rusa, por muy atrasada,
por muy escasos que fueran sus recursos! lNo había escrito él mismo, un
año antes, que el Occidente era incapaz de poner en práctica el principio
de comunalidad, porque allí "no se ha fundido con la vida", mientras que
en Rusia ya existía como hecho social aceptado y sólo aguardaba un nuevo
desarrollo favorable? Poco después de encontrarse con Dostoievski, Her-
zen volvió a afirmar una conclusión muy similar, pero en forma más gene-
ral, en una serie de cartas abiertas dirigidas a Turguénev, intituladas Fines
y principios. (Europa se encontraba al final de su vida histórica, y Rusia en
el comienzo.) "La pequeña burguesía", dice sin ambages Herzen, "es la
palabra última de la civilización basada en el gobierno incondicional de la
propiedad", y Rusia podría emitir una nueva "palabra" en la historia uni-
versal porque nunca había aceptado como sacrosanto este principio de
propiedad. 5 El radical socialista ruso Herzen y el pochvennik Dostoievski,
como ya hemos observado más de una vez, compartían así la misma aver-
sión a la sociedad occidental, y ponían las mismas esperanzas en las su-
puestas inclinaciones socialistas del campesino ruso. Mas para Dostoievski
estas inclinaciones socialistas estaban arraigadas en una exaltada concep-
ción de la abnegación cristiana, que el ilustrado ateo y liberado hombre de
mundo, Herzen, difícilmente habría aceptado como ideal.

egofsmo son siempre y dondequiera el principio fundamental por el que se rige nuestra actual so-
ciedad, en ninguna parte se acusan tan descaradamente y con tanta conciencia des{ mismos como
aquí, en el tráfago de la gran ciudad... De ahf que, en estas grandes ciudades, se haya declarado
abiertamente la guerra social, la guerra de todos contra todos. Comulgando con el amigo Stimer,
estas gentes se miran unas a otras solamente como sujetos ütiles para sus propios fines.

Citado en Steven Marcus, Engels, Manchester and the Working Class (Nueva York, 1975), p. 147.
Como ya se mencionó, uno de los primeros análisis rusos del libro de Engels apareció en El Tiempo
en 1861. Geoffrey C. Kabat establece una detallada comparación entre esta obra de Engels y las Notas
de invierno en su obra ldeology and Imaginations (Nueva York, 1978), pp. 74-91.
5
Herzen, My Past and Thoughts, trad. Constance Gamett, rev. Humphrey Higgins, 4 vols. (Nueva
York, 1968), 4, pp. 1688-1689. Mi traducción difiere ligeramente de la que aparece en el texto.
308 LA ÉPOCA DE LAS PROCLA..V_'\S

Los tres últimos capítulos de losApuntes de invi~mo están dedicados a Pa-


rís y estas páginas son las que más se acercan a ofrecer a los lectores de
Dostoievski algo de la versión ordinaria que contenían los relatos rusos de
Europa. El francés era la única lengua extranjera que Dostoievski hablaba
con facilidad, y se sintió mucho más a sus anchas en París que en Londres.
Sin embargo, todas su impresiones son sumamente estilizadas, a la manera
del famoso satírico francés de la burguesía Henri Monnier, cuya obra había
leído Dostoievski, con gran apreciación, siendo joven. La frase más celebre
de Monnier -ma femme et mon parapluie!- había sido citada por Dosto-
ievski, en una carta, diecisiete años antes; 6 y la imagen del burgués francés
pomposamente ridículo, orondo y satisfecho de sí mismo, al que Monnier
había ridiculizado con tanta saña, reaparece en las páginas de Dostoievski
esbozado aún más acremente por una pluma empapada en un desprecio
cáustico.
En general, la imagen que Dostoievski presenta es de una sociedad po-
drida hasta la médula por la sed de oro, y sin embargo consumida por la
vanidad ante su propia perfección moral. "El burgués", escribe, "es un cu-
rioso prójimo: proclama francamente que el dinero es la más alta virtud y
obligación humana, y al mismo tiempo le encanta presentarse como el más
virtuoso de los hombres". Toda la vida francesa de tiempos de Napoleón
III aparece como una siniestra comedia, presentada exclusivamente con
el propósito de permitir a la burguesía disfrutar a la vez de su continua acu-
mulación de riqueza y del espectáculo de su virtud inefable. Dostoievski
celebra irónicamente el orden, la propiedad y la seguridad de París, que
forma tan grande contraste con el rugiente caso de Londres; y sin embargo,
bajo la aparente estabilidad de la superficie, detecta una curiosa inquietud
y un temor oculto. Pero, pregunta Dostoievski, lqué puede temer la bur-
guesía francesa? lNo es Francia la cúspide misma de la perfección, el ideal
último encamado del hombre occidental? Ciertamente, no puede temer a
la clase obrera porque, siguiendo a Herzen, Dostoievski escribe que "todos
los obreros son, en su alma, propietarios; todo su ideal es volverse propie-
tarios y poseer todas las cosas posibles; esa es su naturaleza" (5, pp. 76,
78). Por tanto, aunque la burguesía tema a todos -la clase obrera, los co-
munistas, los socialistas-, todas sus aprensiones son resultado de un ri-

6
Pisma, 1, p. 78, 4 de mayo de 1845.
"APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO " 309

dículo error. En Occidente, ningún grupo representa en realidad una ame-


naza a la hegemonía del principio espiritual encarnado en la burguesía.
Después de todo, lqué ha sido de los ideales de la Revolución francesa
durante el segundo Imperio, los ideales de liberté, égalité y fratemité? Dos-
toievski responde que, por lo que se refiere a las dos primeras, se han des-
vanecido como pompas de jabón. En momentáneo acuerdo con Carlos
Marx y los socialistas, Dostqievski considera la libertad política y la igual-
dad legal, no acompañadas por la igualdad económica, simplemente como
repugnantes ficciones inventadas por la burguesía para engañar al proleta-
riado. En cuanto a lafratemité, dice Dostoievski, se encuentra en la posi-
ción más curiosa de todas. Europa está hablando continuamente de frater-
nidad, y hasta le ha dado la categoría de ideal universal; y sin embargo, la
fraternidad es la antítesis del carácter europeo:

En la naturaleza del francés, de hecho en la naturaleza europeo-occidental en general,


no está presente la fraternidad. En cambio, descubrimos el principio personal, el principio
del aislamiento, un vigoroso interés en sí mismo, autoafirmación, autodeterminación,
dentro de los límites de nuestro propi,o ego. Este ego se coloca en oposición, como prin·
cipio separado y justificador, contra toda la naturaleza y contra todos los demás seres hu-
manos; exige igualdad y valor igual con todo lo que existe fuera de sí mismo (5, p. 79).

Dostoievski pasa entonces a describir lo que es realmente la fraternidad; y


aunque habla en términos puramente morales, todo lector ruso intercala-
ría, instantáneamente, la realidad social a la que se estaba refiriendo. Esta
realidad, desde luego, es la obshchina campesina rusa, con sus tierras te-
nidas en común y su administración democrática para bien de todos. La
auténtica fraternidad, como la obshchina, es una instintiva relación mutua
entre el individuo y la comunidad en que cada quien sólo desea el bien de
los demás. El individuo no insiste, como en Occidente, en sus derechos
exclusivos como ego aislado; voluntariamente sacrifica estos derechos a la
comunidad, sin que nadie se lo pida. Y, a la recíproca, la comunidad, sin
hacer ninguna demanda ni imponer ninguna condición al individuo, lega-
rantiza igual protección y condición que a todos los demás.
Dostoievski ilustra esta situación ideal en forma de un diálogo entre el
individuo y la comunidad. "Mi mayor alegría'', dice el individuo, "es sacri-
ficarlo todo así, sin perjudicarte al hacerlo". Pero la comunidad, como la
ve Dostoievski, responde: "Nos ofreces demasiado... Toma todo lo que
es nuestro. Constantemente y con todo nuestro vigor nos esforzaremo~
por aumentar tu libertad personal y tu realización individual. .. Todos esta-
mos de tu parte; garantizamos tu seguridad; te cuidaremos eternamente."
310 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

Y luego, volviéndose una vez más al lector escéptico, Dostoievski adopta


el tono burlón del hombre del subterráneo: "iHay una utopía para voso-
tros, caballeros! Todo se basa en los sentimientos, en la naturaleza, y no
en la razón. Vaya, esto en realidad humilla la razón. lQué pensáis? l&
ésta una utopía o no? Si por utopía entendemos un ideal aún no realizado,
entonces para Dostoievski el diálogo que acaba de esbozar no tiene nada
en absoluto de utópico: firmemente creía que semejante ballet de sublimi-
dad y moral en realidad existía -aunque en forma que a menudo eran im-
perfectas y deformadas- en el corazón de la vida campesina rusa. Y este
estado de armonía social no sólo era imposible para una personalidad euro-
pea, sino incluso incomprensible, pues no podía concebir el obtener algo
para sí sin luchar contra los demás. "Sus demandas se hacen con beligeran-
cia, insiste en sus derechos, exige una condición igual. .. y tal es el fin de
la fraternidad" (5, pp. 80-81).
Cuando los eslavófilos habían glorificado la obshchina en términos simi-
lares, los occidentalistas siempre habían respondido con una objeción fija:
la comuna nµ;a no permitía el cabal desarrollo de la personalidad humana.
Significativamente, este es el argumento que Dostoievski imagina que sus
lectores rusos plantearán contra su definición de la verdadera fraternidad. 7
"Sí, pero", diréis," les necesario carecer de carácter para ser feliz? lSe en-
cuentra realmente la salvación en la 'falta de carácter'?" A lo que Dosto-
ievski replica que, por lo contrario, la fraternidad requiere un desarrollo
de la personalidad mucho mayor del que se ha alcanzado en el Occidente:

Comprendedme: un sacrificio voluntario, absolutamente conciente de sf mismo en inte-


rés de todos, no hecho bajo alguna coacción, es a mi parecer un signo del más alto desa-
rrollo de la personalidad. Sacrificar voluntariamente Ja propia vida a todos Jos demás,
morir en la cruz o en la hoguera, sólo es posible con el más avanzado desarrollo de la
personalidad (5, p. 79).

A mayor abundamiento, este sacrificio debe hacerse sin la menor suges-


tión o pensamiento de recompensa; si semejante idea está presente, enton-
ces lo arruina todo al destruir la subyacente naturaleza moral del acto de
autosacrificio, convirtiéndolo en un cálculo utilitario. Hasta la más ligera
estimación de las ventajas que pueden obtenerse es el "pelito" que, si se
introduce en la maquinaria, puede destruir el delicado equilibrio de las re-
nuncias. "Se debe hacer el sacrificio", explica Dostoievski, "de tal forma

7 Para los argumentos occidentalistas contra la eslavofilia en este punto, véase Andrzej Walicki,

The Slavophile Controversy, trad. Hilda Andrews-Rusiecka (Oxford, 1975), cap. 9.


'~UNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 311

que se dé todo y hasta se desee no poder obtener nada a cambio, para que
nadie se prive de nada por nosotros". De lo que se sigue que no es posible
establecer o crear artificialmente la verdadera fraternidad:

Debe vivir inconcientemente en la naturaleza de toda la raza; en una palabra: para tener
el principio fraternal del amor.. . hay que amar. Hay que ser instintivamente atraído a la
fraternidad ... pese a los antiquísimos sufrimientos de una nación, pese a la bárbara cru-
deza e ignorancia que ahí han echado raíces, pese a la antiquísima esclavitud y a la inva-
sión de razas extranjeras. . . en una palabra, la necesidad de una comunión fraternal debe
estar en la naturaleza de un pueblo, debe nacer con él o ser asimilada como modo de
vida desde un tiempo inmemorial (5, p. 80).

Por ello, sólo el pueblo ruso es capaz de fraternidad ; todos los intentos
de establecer este principio en Occidente, como alternativa a los horrores
de la guerra de todos contra todos, están condenados al fracaso.

Este es el marco en que Dostoievski plantea la cuestión del socialismo,


que por entonces acababa de dejar de tener mucha importancia en Europa,
pero que seguía siendo crucial en Rusia.* Fueron los socialistas, concede
Dostoievski, los que realmente tomaron en serio el ideal de lafratemité y
trataron de descubrir modos de ponerlo en práctica. Proclaman: "iTodos
para uno y uno para todos!", y no puede imaginarse nada mejor que se-
mejante ideal, conviene Dostoievski, especialmente cuando, como aguda-
mente observa, "esta fórmula se ha tornado, sin modificación, de un libro
con el que todos estarnos familiarizados" (es el epígrafe de la célebre nove-
la socialista utópica de Cabet, Voyage en Icarie ). Pero cuando los socialistas
encuentran corno principal obstáculo la naturaleza del hombre europeo,
para quien el principio de hermandad es espiritualmente ajeno, apelan a
su razón, y tratan de convencerlo de que la fraternidad será para ventaja
de todos en cuanto quede establecida. Los socialistas alegan, predican, ex-

•Véase la observación de Herzen en sus Fines y principios, 1862-1863, de que "es más fácil imagi-
narse una Europa que volviera al catolicismo de la época de Gregorio Hildebrand a invitación de Do-
noso Conés y del conde Montalemben, que una repl1blica socialista segl1n la pauta de Fourier o de
Cabet. Pero, hoy en dfa, lquién habla en serio de socialismo? El mundo europeo puede estar tranquilo
a ese respecto, se han puesto las contraventanas, no hay relámpagos en el horizonte, el trueno está
muy lejos. . ." Alexander Herzen,My Ihoughts ami Past, trad. Constance Gamett, rev. Humphrey Hig-
gins (Nueva York, 1968), 4, p. 1736.
312 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

plican, trazan planes y proyectos, y muestran muy específicamente cuáles


beneficios tocarán y "cuánto habrá de aportar libremente cada uno, en de-
trimento de su personalidad, a la comuna [obshchina]" (5, p. 81).
Dostoievski, para hacerle justicia, no acusa al ideal socialista de incluir
alguna coacción. Por lo contrario, reconoce explícitamente que los socialis-
tas desean una aceptación enteramente voluntaria de sus metas; sin embar-
go, acepta como axiomático que el socialismo -el socialismo utópico de
mediados del siglo XIX, con su afán de establecer comunidades ideales y
de trasformar-por completo las relaciones humanas- implica una intro-
misión en los derechos de la personalidad. Este postulado, tan evidente
para Dostoievski que no se toma la molestia de explicarlo, debe entenderse
en la perspectiva de su comparación implícita con la comuna rusa. El ruso,
para quien la fraternidad es un instinto vital, no experimenta ningún con-
flicto interno como resultado de los sacrificios que le exige su vida en la al-
dea. Pero el europeo, cuyo primer instinto es el interés egoísta y no la fra-
ternidad, sólo puede considerar las demandas de ia comuna socialista como
una violación a la autonomía completa de su personalidad individual. Por
esta razón, el motivo racional del interés egoísta -el motivo que los radi-
cales rusos, siguiendo a Chernishevski, estaban en proceso de convertir en
piedra de toque de su cosmovisión- es el "pelito" que destruirá el innato
instinto ruso de auténtica fraternidad, si logra meterse en la maquinaria.
En apoyo de esta conclusión, Dostoievski menciona unos cuantos inci-
dentes tomados de la abigarrada historia de las comunidades socialistas
(las de Cabet y de Víctor Considérant), acerca de las cuales, obviamente,
estaba bien informado. Casi todos esos intentos fracasaron como resultado
de querellas y desacuerdos internos, y Dostoievski saca la que le parece
ser la lección pertinente:

Naturalmente, hay algo muy tentador en vivir, si no fraternalmente, entonces al menos


sobre una base puramente racional, es decir, esto está muy bien cuando todos lo protegen
a uno y sólo le piden dar su trabajo y su consentimiento. Pero aquí surge un misterio: pa-
rece que el hombre está completamente protegido, se le ha prometido alimento, bebida
y trabajo, y a cambio de todo esto sólo se le pide ceder una gotita de su libertad personal
para bien de todos, la gota más minúscula. Pero no, al hombre no le gusta vivir mediante
tales cálculos, y hasta esta gotita le causa irritación. Le parece, estúpidamente, que esta
es una prisión, y que estará mejor por su cuenta, porque ... será completamente libre.
Y, vean ustedes, aun cuando se le desuelle por esta libertad, cuando no consiga trabajo,
cuando se muera de hambre, y su libre albedrío equivalga a nada .. . de todos modos le
parece a este excéntrico amigo que vale más su libre albedrío (5, p. 81; las cursivas son
mías).
''APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 313

En este importantísimo pasaje podemos observar las amargas lecciones de


los años de prisión de Dostoievski, con su pesadillesca prueba de la ine-
rradicable necesidad del hombre de sentirse libre, combinando con sus re-
flexiones sobre el socialismo, sobre la comuna rusa y sobre las relaciones
de Rusia con Europa, para crear los lineamientos del hombre subterráneo.
Pues el "excéntrico amigo" (chudak) que se materializa en esta cita y que
se niega a ceder la más mínima gota de su libertad como precio por ingresar
en la comuna socialista, claramente nos ofrece el primer atisbo de este me-
morable personaje.
Ante la opción de conservar la total autonomía de su personalidad o ce-
der una parte de ella para obtener cierta ventaja, la humanidad (firmemen-
te creía Dostoievski) instintivamente elegiría el sufrimiento y la estrechez
por conservar su libertad. Por ello las comunas socialistas racionales están
condenadas al fracaso, y por ello es tan desastrosa la aceptación de ideas
europeas por lo radicales rusos, ideas que acentúan los elementos egoís-
tas de la sique humana. Así, Dostoievski considera como inevitable y aun
como saludable la rebelión del chudak en tales circunstancias (lo que expli-
ca su aparente identificación con la similar rebelión 'del hombre del subte-
rráneo contra las leyes de la naturaleza). En ambos casos, tenemos una de-
fensa y una afirmación del valor positivo de la libertad síquico-moral. Pero,
como también lo indica Dostoievski, las consecuencias de tal comporta-
miento sin ninguna posibilidad de reconciliación entre el individuo y la
sociedad inevitablemente serán autodestructivas; y sólo un mundo gober-
nado por los ideales sociomorales cristianos aún vivos en la comuna rusa
podrá evitar el caos. Sólo en semejante mundo es respetada y reconocida
la libertad de la personalidad; sólo allí será inspirado el individuo por el
espíritu del amor, para sacrificar su personalidad, no en aras de una espe-
rada ventaja sino por el bien de todos.
En cuanto a los socialistas, inevitablemente considerarán que la resis-
tencia tercamente irracional de "amigos excéntricos" a sus planes benevo-
lentes es totalmente absurda, y lo cubrirán de desdeñosos vituperios.

Lo escupirán y le dirán [a todo el que se niegue a ingresar] que es un loco, un nifio, que
aún no ha crecido y que no comprende su propio interés; que una hormiga, una insig-
nificante, incapaz de hablar, es más inteligente, porque después de todo, en el hormigue-
ro todo está muy bien, muy controlado, todos reciben alimento, son felices, cada cual co-
noce su empleo, en una palabra: iel hombre aún no ha llegado a la altura del hormiguero!

Y cuando el llamado a la razón y al interés finalmente resulta un fracaso,


los socialistas recaerán en su lema último: liberté, égalité, fratemité ou la
314 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS

mort!; pero la burguesía, que hasta ahora ha contado con la artillería más
pesada, obtendrá una victoria tan fácil como la de 1848. Dostoievski con-
cluye por ello que "si el socialismo es posible en algún lugar, sólo será posi-
ble en un lugar que no sea Francia" (5, p. 81).
Claramente, pues, este "algún lugar" es Rusia, el país en que existe el
principio de comunalidad como antiquísima herencia de la sique rusa co-
mún. Pero este principio está arraigado en la ética cristiana del autosacrifi-
cio y no en una doctrina utilitaria del interés egoísta, y el efecto de propagar
la segunda sólo puede consistir en destruir la primera; y así, paradójica-
mente, destruir la base misma de la posibilidad de un socialismo triunfante
en Rusia y en el mundo. Así pues, desde el punto de vista de Dostoievski,
pensemos lo que pensemos de su verosimilitud, su oposición a la filosofía
del "egoísmo racional" era una defensa de la comuna rusa; y esta comuna
era el fundamento destinado, elegido por la mano de la providencia, en
que se edificaría la sociedad cristiano-socialista del futuro. Estaba conven-
cido de que, una vez realizada en Rusia, florecería hasta ser una nueva y
gloriosa fase de la historia universal.

Los Apuntes de invierno de Dostoievski nos llevan así, directamente, al


umbral de su gran periodo creador, que empieza con la composición de las
Notas desde el subterráneo dos años después; y aunque estos artículos han
sido tristemente olvidados por los estudiosos de su obra, nosotros hemos
tratado de mostrar cuán íntimamente están conectados con el proceso de
gestación artística que ocurrió por entonces. No se trata tanto de que los
Apuntes de invierno contengan algunos de los principales símbolos y moti-
vos de las Notas desde el subterráneo: el mal del hígado, el hormiguero, el
Palacio de Cristal, la "estúpida" negativa del "excéntrico amigo" a ceder
la más mínima gota de su libertad a la artificial y racional comunidad socia-
lista. Más importante aún es la retórica de ironía invertida, que el hombre
del subterráneo simplemente intemaliza a un nivel muy superior de con-
ciencia filosófica y sicológica; pues concentrará dentro de sí mismo todas
las contradicciones que brotan de la ambivalente actitud rusa hacia Eu-
ropa, representada por las dos ideologías radicales que Dostoievski hasta
entonces había encontrado durante su vida: el egoísmo racional y el mate-
rialismo del decenio de 1860, y el filantrópico y romántico socialismo utó-
pico del decenio de 1840.
'~UN1ES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 315

En losApuntes de invierno, asimismo, podemos ver con bastante claridad


la forma en que un personaje artístico surge en la imaginación creadora
de Dostoievski como resultado de sus reflexiones sobre las consecuencias
de una actitud ideológica. El "excéntrico amigo" aparece de pronto como
viva encarnación de la negativa de la personalidad humana a ceder una
gota de su libertad personal aun a cambio de beneficios prácticos muy con-
siderables. Ya hemos observado otros ejemplos del mismo proceso: la para-
disiaca prisión imaginada para el suplemento no publicado de la Casa de
los muertos, y el personaje del príncipe Valkovsky, en quien Dostoievski
pinta una personalidad "ideológica" y lleva la teoría del egoísmo al extremo
en la práctica. Ahora, la sensibilidad artística de Dostoievski ha empezado
a operar cada vez más a lo largo de esas líneas: por medio de la dramatiza-
ción imaginativa de los límites absolutos de una idea, y por la percatación
intuitiva de la conducta humana concreta apropiada para existir en seme-
jante situaciones "fantásticas" (aunque perfectamente verosímiles). Esta
creciente tendencia hacia lo que puede llamarse escatología ideológica,
combinada con el genio sicológico que Dostoievski había demostrado ya
tan ampliamente, abrirá el camino a sus grandes obras.
TERCERA PARTE

POLINA
XVI. UNA MUJER EMANCIPADA

PESE a la severidad de la prohibición permanente de El Tiempo, sus direc-


tores y principales colaboradores no podían creer que el fatal equívoco en
que se basaba continuaría durante largo tiempo. Strájov, cuya reputación
personal estaba en juego, se apresuró a escribir cartas a Kátkov y a lván
Aksákov explicando su lealtad y devoción a la causa rusa. Llegó a pensar
en dirigirse directamente al zar, pero fue disuadido de hacerlo por un influ-
yente amigo suyo, el censor A V. Nikitenko, que hizo ciertas discretas in-
vestigaciones en los círculos cortesanos. La censura ni siquiera permitiría
que las cartas de Strájov aparecieran en los periódicos a los que iban dirigi-
dos; pero Kátkov, magnánimo ante un enemigo arrepentido, replicó que
no dudaba de la sinceridad de sus explicaciones y trataría de aclarar las co-
sas en un artículo.
Así, resurgieron ciertas esperanzas, como Dostoievski escribió a Tur-
guénev a mediados de junio, de que la situación pudiera rectificarse, invir-
tiendo la decisión de las autoridades. "Tenemos ciertas esperanzas de que
la prohibición de nuestra revista sólo sea temporal. No hay ninguna certi-
dumbre, pero tenemos buenas razones para creerlo; todo esto se aclarará
en septiembre." 1 Una o dos semanas después, el artículo de Kátkov levantó
la acusación de propolonismo que pesaba sobre los hombros de El Tiempo;
pero seguía objetando enconadamente los principios de pochvennichestvo,
cuya imprecisión, afirmó, era la causa de todas las dificultades. Sin embar-
go, este artículo allanaba el camino para que las autoridades cambiaran de
opinión, aunque, para hacerlo, necesitaran más tiempo del que Dostoiev-
ski había previsto.
Mientras tanto, él había adoptado una firme decisión de volver al ex-
tranjero durante los meses de verano, aun cuando estuviera sumamente
escaso de fondos y ya no pudiera contar con El Tiempo para financiar su
viaje. Sin embargo, según dice Strájov, Dostoievski creía que su primer via-
je al extranjero había mejorado grandemente su salud, y sus ataques de
epilepsia se habían vuelto menos frecuentes desde su permanencia en Eu-
ropa. El propio Dostoievski dijo a Turguénev que iba a París y a Berlín bá-
sicamente a consultar a especialistas en epilepsia (menciona los nombres
de dos médicos). "iSi supiera usted las depresiones que sufro después de

1
Pisma, 1, p. 319, 19 de junio de 1862.

319
320 POLINA

mis ataques", escribe, con desesperanza, "y que a veces duran semanas en-
teras!"2 No hay razón para dudar de la sinceridad de tales declaraciones;
pero Dostoievski también estaba impaciente por volver al exterior por otro
motivo que no podía confesar en público. Aguardándolo cuando llegara a
París estaría su nueva compañera de viaje que, como Strájov, tainbién co-
laborara con El Tiempo, pero que, en este caso, era del sexo femenino, y
sumamente atractiva, Apolinaria Súslova, de veintitrés años, el segundo
gran amor de la vida de Dostoievski.

Muy poco se sabe de la existencia conyugal de Dostoievski con María Di-


mitrievna después de que retornó de su exilio a San Petersburgo. Pero la
ausencia misma de información, la falta de casi toda referencia de ella en
las cartas y memorias de Dostoievski en este periodo ya nos revela algo,
así sea por inferencia. Parece indicar que ella vivía en gran parte en aisla-
miento, fuese por necesidad o por elección; y a menudo pasaba largos pe-
riodos en otras ciudades, con un clima más benigno que San Petersburgo.
Resulta característico que el joven Vladislavlev-que vivía al lado, admira-
dor de su esposo y casi miembro de la familia- la viese tan pocas veces,
que observara lacónicamente: "Habitualmente, no voy allí". La tubercu-
losis de María había seguido empeorando, y es probable que tuviese crisis
de rabia histérica similares a la igualmente tuberculosa e igualmente amar-
gada Katerina Ivánovna, en Crimen y Castigo. La terrible decepción expre-
sada por ese personaje sobre su matrimonio acaso corresponda a senti-
mientos también manifestados en momentos de desesperación por María
Dimitrievna. *
Antes, Dostoievski babia buscado alivio de esas tribulaciones domés-
ticas en un coqueteo con la culta y talentosa Alexandra Shubert. También
es muy posible que tuviese relaciones con otras mujeres de las que nada

2 /bid., p. 318, 17 de junio de 1863.


• Entre la masa de material dejado por Anna Giigoryevna Dostoievski con respecto a la vida de
su esposo, sólo hay una alusión -aunque sumamente sombría- a sus relaciones con su primera es-
posa. Temblemente alterada por algunos reproches que le hicieron por ser tan ruda, la muy tolerante
Anna Grigoryevna, ofendida, anotó en su diario: "Realmente, estaba fuera de mí misma, esas son to-
das las gracias que recibo por no hacerle ningún reproche. No vale la pena dominarse. Maria Dimi-
trievna nunca vaciló en llamarle canalla y maldito y crimina~ y para ella, él era como un perro obediente."
DnevnikA. G. Dostoevsko4 1867 (Moscú, 1923, p. 326; las cursivas son mías).
UNA MUJER EMANCIPADA 321

sabemos; no evitaban tales encuentros casuales, cuando la ocasión era pro-


picia. Existen algunas escandalizadas obsevaciones de Strájov -eterno
solterón, al parecer temeroso de las mujeres- que podemos pensar que
se refieren a tales indulgencias, aun cuando estén prudentemente genera-
lizadas, para caracterizar al Círculo de Milyukov en conjunto.

Personas que eran sumamente sensibles en relaciones morales, que alimentaban el tipo
más exaltado de pensamientos -escribe- y que, en su mayoría, estaban muy lejos de
toda clase de desenfreno físico, sin embargo consideraban sin parpadear todo tipo de de-
sórdenes de esta índole y hablaban de ellos como de bagatelas divertidas, perfectamente
permisibles para entregarse a ellos en momentos de ocio.3

La opinión del propio Dostoievski sobre tales cuestiones queda ilustra-


da en una carta al barón Wrangel, que había tenido una desesperada rela-
ción amorosa con una mujer de mayor edad, coqueta y promiscua, en Sibe-
ria. En su diagnóstico del carácter de la dama, Dostoievski revela parte de
su propia actitud -muy lejos de mojigata- hacia tales tentadoras. La
dama de Wrangel, explica a este (más joven), es incapaz de fidelidad y de
"un amor completo y continuo. Puede dar un minuto de voluptuosidad y
una felicidad total, pero sólo un minuto; no puede prometer más que eso,
y si lo hace, estará engañándose a sí misma, y no hay que echárselo en cara:
por eso debemos aceptar ese minuto, quedar infinitamente agradecidos
por el. .. y eso es todo. La hará usted feliz si la deja en paz." Pocas frases
después, añade Dostoievski: "Si el hombre queda resignado y contento,
estas criaturas son capaces (según mis recuerdos) de mantener con él una
amistad sincera e íntima, y hasta, en ocasiones, recomenzar los amores." 4
Tales palabras, especialmente la referencia a mis "recuerdos", parecen in-
dicar que Dostoievski había tenido ajfairs de esta índole.
De todos modos, Dostoievski no era un libertino que quedara satis-
fecho con satisfacciones puramente sensuales y pasajeras; tampoco, como
Baudelaire, podía separar Ja carne del espíritu como fuente de dos tipos
totalmente distintos de placer. Se sintió atraído hacia María Dimitrievna
no sólo físicamente, sino también por sus cualidades de espíritu y la nobleza
de su carácter, y buscó una combinación similar en otras mujeres. Es posi-
ble que encontrara a Apolinaria Súslova-como informa la hija de Dosto-
ievski en sus memorias, que son muy poco de fiar-después que la mucha-

3
Strájov, Biografiya, p. 173.
4
Pisma, I, pp. 216-217, 19 de marzo de 1857.
322 P0LINA

cha había enviado una declaración de amor a su autor admirado. 5 Más pro-
bablemente, si se intercambiaron cartas, al principio habrán tratado de co-
sas menos románticas. Un cuento de S·.;:;ruva fue publicado en el décimo
número de El Tiempo (octubre de 1861 ), y no es probable que ella desapro-
vechara la oportunidad de visitar la oficina editorial de la revista: la intré-
pida Súslova, por entonces de veintiún años, no era el tipo de mujer que
vacilara en dar un paso entonces considerablemente audaz para una se-
ñorita respetable. Su obra"úe Momento'', presenta a una joven que re-
sueltamente huye de un marido, al que no ama, para librarse del hastío de
la depresión, y se gana la vida, difícilmente, dando lecciones. No tarda en
agonizar de tuberculosis, causada por las estrecheces de su vida, pero no
lamenta nada y se enorgullece de haber sido fiel a sí misma. El cuento, ni
mejor ni peor que muchos otros, es un producto característico .del movi-
miento ruso por la emancipación femenina, durante el decenio de 1860; y
Súslova intentaba que su propia vida fuese una encamación viva de tal pro-
testa.

lQué sabemos acerca de Apolinaria Súslova -la amada "Polina" de Dos-


toievski- antes de que entrara en su vida? No mucho, y esto se debe en
gran parte a su notable hermana menor, Nadezhna, que llegaría a ser la
primera rusa en obtener un título en medicina, y cuya vida por ello ha sido
investigada, como adelantada de la liberación femenina. Ambas mucha-
chas procedían de una familia de campesinos siervos, y su historia consti-
tuye una excelente ilustración del surgimiento de la intelectualidad raz-
nochintsy. Su padre, emprendedor siervo del conde Sheremetev, había
logrado comprar su libertad desde antes de la liberación; luego pasó a ser
uno de los administradores de las posesiones del conde. Apolinaria Súslo-
va pasó sus años tiernos en el campo, creciendo entre campesinos, y en su
Diario aparecen orgullosas referencias a su vida con los muzhiki..
Cuando ella tenía quince años, la familia se mudó a San Petersburgo, y
las hermanas fueron enviadas a escuelas privadas donde aprendieron len-
guas extranjeras pero, al parecer, pocas cosas más. Pronto aprovecharon
plenamente la apertura de la Universidad de San Petersburgo al público,
y asistieron a las conferencias que allí ofrecían varios célebres profesores.
Se sabe que Apolinaria trabajó como maestra en el movimiento de las es-

5 Aimmée Dostoíevski, Fyodm Dostoevsky (Londres, 1921), p. 105.


UNA MUJER EMANCIPADA 323

cuelas dominicales, y ambas muchachas probaron suerte en la composi-


ción literaria. Apolinaria fue la primera en sus colaboraciones a El Tiempo;
la menor, Nadezhna, publicaría después dos cuentos en El Contemporá-
neo durante 1864, pero sus intereses poco después se desviaron hacia la
medicina. Esta útil profesión científica estaba entonces de moda entre los
jóvenes, que consideraban como sus modelos a Bazárov y los héroes mé-
dicos de otra novela popular, lQué Hacer?, de Chemishevski (1863). Sin
embargo, Apolinaria continuó durante largo tiempo con la esperanza de
seguir una carrera literaria.
Es imposible establecer el momento exacto en que ella y Dostoievski
fueron amantes; la fecha más probable es durante el invierno de 1862-
1863, no se sabe de cierto ningún detalle íntimo de su relación, aunque la
imaginación de los biógrafos no ha vacilado en inventar las más picantes
conjeturas acerca de las supuestas demandas sexuales de Dostoievski a una
amante joven y sin experiencia. Los documentos de que disponemos no
dan el menor apoyo a estos vuelos de la fantasía lúbrica; y la actitud de la
propia Súslova hacia él, como puede verse en su Diario y en otros docu-
mentos, no justifica ninguna idea de que Dostoievski asaltara y ultrajara
sus sensibilidades de virgen, con excesos o perversiones sexuales.
Por lo contrario, en una carta a Dostoievski escrita poco después de la
publicación de las Notas desde el subte1ráneo (acerca de las cuales, eviden-
temente, había oído algún comentario) se quejaba Súslova: "lQué clase
de cuento escandaloso estás escribiendo? Vamos [ella y sus amigas de Pa-
rís] a leerlo .. . pero no me gusta que escribas cosas cínicas. De algún modo,
esto no va contigo; al menos, no como yo te había imaginado antes. "6 Difícil
sería considerar estas como palabras de una doncella que, para su terror,
había descubierto que Dostoievski era un monstruo sexual. Además, pese
a toda su emancipación, Súslova también tenía una buena dosis de rectitud
radical rusa, y se habría escandalizado ante cualquier anormalidad. "iEl
teatro presenta cierta horrible basura!'', anota en su Diario, hablando del
vodevil francés. "Se dicen cosas sucias en escena, y las actrices hacen unos
gestos que causan embarazo con sólo verlos." 7
Así pues, podemos rechazar todas las suposiciones de abuso sexual.
Pero hay pruebas de sobra de que la relación entre Dostoievski y Súslova
no funcionó bien una vez pasada la primera excitación de la posesión y la
6 E.M. Dostoievski, The Gambler, with Polina Suslova's Diary, trad. Víctor Terras, ed. Edward Wa-

siolek (Chicago, 1972), p. 365. La fuente rusa para el diario de Súslova y sus cartas es A S. Dolinin,
Gody blizosti s Dostoevskim (Moscú, 1928).
7 The Gambler, p. 284.
324 POLINA

novedad, y las dificultades que empezaron a aparecer bien pudieron tener


un aspecto sexual. Después de todo, había una diferencia de veintidós años
de edad entre ambos; además, Dostolevski es~aba abrumado de preocu-
paciones por María Dimitrievna, agotado por sus aplastantes compromi-
sos editoriales y literarios, y obligado a soportar los efectos deprimentes y
enervantes de unos ataques epilépticos que se repetían por entonces a in-
tervalos cada vez más breves. Resulta difícil imaginar que fuera un amante
muy satisfactorio para una joven ardiente y falta de experiencia, y pode-
mos suponer que despertó la sensualidad de Súslova, sin poder satisfacer-
la por completo. Cuando fue seducida pocos meses después, por un joven
y apuesto estudiante de medicina español que buscaba diversión en el Ba-
rrio Latino, ella respondió a sus caricias con una intensidad que parece
mostrar una sensación previa de insatisfacción sexual.
Tales inferencias, por muy razonables que sean, no dejan de ser hipoté-
ticas; pero otra causa de conflicto entre los dos pronto arrojó una sombra
sobre el idilio. Súslova era una joven feminista rusa del decenio de 1860,
que desafiaba la opinión pública convencional y despreciaba las ideas
sostenidas por tal opinión con respecto a las relaciones entre los sexos. En
realidad, se consideraba, precisamente, como una persona lo bastante va-
lerosa para desafiar los anticuados prejuicios, por razón de sus convic-
ciones.

Todos mis amigos son gente bondadosa -anota en su Diario- pero débiles y pobres de
espíritu; abundan en palabras, pero escasean en hechos. No he podido encontrar uno
sólo entre ellos que no tuviera miedo a la verdad, o que no retrocediera ante las conven-
ciones de la vida... No puedo respetar a tal gente. Considero un crimen hablar de un modo
y actuar de otro [las cursivas son mfas]. 8

Esta~ palabras aparecen en el borrador de una carta enviada a su amante


español, Salvador; y Dostoievski sin duda está incluido entre los "amigos"
que Súslova menciona aquí con tal desdén; pero si tratamos de imaginar
las condiciones de su intimidad, fácil será ver porqué su respeto a él estaba
inevitablemente condenado a declinar. Los amores de Dostoievski no eran
ningún secreto para su hermano Mijaíl, pero Dostoievski hizo los más gran-
des esfuerzos por mantenerlos ocultos a otros. Le aterraba que pudiesen
llegar hablillas a oídos de María Dimitrievna, haciendo su vida en común
más tormentosa aún de lo que ya era: también podemos suponer, más gene-
rosamente, que no deseaba causar más sufrimientos a la inválida tuberculo-

8 Jbid., p. 208.
UNA MUJER EMANCIPADA 325

sa. Así se veía obligado a encontrarse con Súslova subrepticiamente, y a


ocultar sus amores ante los ojos indiscretos del mundo .. . exactamente el
tipo de concesión a la gazmoñería social que tenía que indignada a ella
hasta la médula. También inevitablemente, con todos sus demás apremian-
tes deberes y responsabilidades, se veía obligado a relegarla a un lugar com-
parativamente menor en su vida y a verla tal sólo en aquellos breves pe-
riodos que podía arrancar a ocupaciones más urgentes. Tan humillante
situación habría molestado hasta a una muchacha ordinaria que tuviera la
primera gran pasión amorosa de su vida. Con la fogosa e indiscreta Súslova,
intransigente en su idea de que las pasiones debían estar en total armonía
con las palabras (como, por ejemplo, las profesiones de amor), el resultado
sólo pudo crear un poderoso resentimiento contra el hombre al que se ha-
bía entregado y había idolatrado y que, no podía ella dejar de considerar,
había traicionado su confianza.
Entre los documentos de Súslova se ha descubierto el borradur sin fe-
cha de una carta que iba a ser enviada a Dostoievski pero que, por lo que
sabemos, nunca la envió; y lo que ei!a dice ofrece la mejor confirmación
del cuadro que hemos esbozado.

Me pediste no escribir que estoy avergonzada de mi amor a ti ---<lice Súslova-. No sólo


no escribiré eso, hasta puedo asegurarte que nunca he escrito semejante cosa o pensado
siquiera en escribirla [porque] nunca me avergoncé de mi amor a ti: era bello, y hasta
grandioso. Habría podido escribirte que me ruborizaba pensando en nuestras relaciones
anteriores. Pero en esto no puede haber nada nuevo para ti, pues nunca las he ocultado
[?],y cuántas veces he deseado romperlas antes de que me fuera al extranjero.9

Los términos empleados para caracterizar su amor a Dostoievski ("be-


llo", "grandioso") indican algunas de las exaltadas expectativas que ella
había tenido al iniciar su amorío. Pero lo que lo había arruinado todo era
la naturaleza de sus "relaciones"; y aunque esta palabra puede recibir una
connotación sexual, el contexto indica que no se le debe tomar exclusiva-
mente en tal sentido.
Tal como Súslova lo explica, Dostoievski "nunca pudo comprender"
que sus "relaciones" no eran "propias", porque él siempre lo consideró así
desde su punto de vista: "Te comportaste como un hombre serio, ocupado
[que] consideraba sus obligaciones a su propia [manera], pero tampoco
quería perderse sus placeres: por lo contrario, tal vez considerara hasta ne-
cesario tener cierto placer, por aquello que algún gran médico o filósofo

9 /bid., p. 364.
326 POLINA

dijo una vez, de que era necesario embriagarse cada mes." Tales palabras
sin duda sugieren un malestar, pero que se deriva de la sensación de ocupar
un segundo plano en la vida de Dostoievski o, simplemente, haberse con-
vertido en parte de una rutina que incluía el desahogo físico que podía
ofrecer un amorío secreto. Lo que inspira el sarcasmo de Súslova es una
sospecha de estar siendo "aprovechada" para conveniencia de Dostoiev-
ski, el hecho de que él no corresponda a aquellos sentimientos "bellos" y
"grandiosos" de manera apropiada. La misma actitud aparece expresada
en uno de sus cuentos (inéditos), obviamente basado en sus amores con
Dostoievski. Así, la heroína dice a su examante: "Las condiciones en que
se desarrollaron nuestras relaciones, debidas a las circunstancias, eran in-
tolerables para mí por causa de su ambigüedad y, sin embargo, tampoco
podía yo renunciar a ti. "10
Veinte años después, el segundo marido de Súslova, el conocido autor
de ensayos filosóficos V V Rozánov (cuyo primer libro importante fue un
estudio clásico de Dostoievski, La leyenda del Gran Inquisidor) , le pregun-
tó una vez por qué, a la postre, ella y Dostoievski se habían distanciado.
Anota su conversación en una carta, escrita a una tercera persona:

- Porque no quiso divorciarse de su esposa, que estaba tuberculosa, casi agonizante.


- Dices que estaba agonizante ...
-Sí. Estaba muriendo. Falleció seis meses después. Pero yo ya no estaba enamorada
deFeodor.
- lPor qué dejaste de amarlo?
- Porque no quiso pedir el divorcio ... yo me entregué a él, por amor, sin pedir nada.
iÉI habría debido portarse del mismo modo! Pero se comportó de otra manera, y yo lo
dejé. 11

Para empeorar las cosas, cuando empezaron a estallar disputas entre ellos,
Dostoievski casi no podía hacer más que retorcerse las manos de angustia
y sentido de culpa; resultó incapaz de comportarse de acuerdo con la con-
cepción de Súslova de lo que significaba ser un hombre. En una entrada
en su Diario, un año después, aunque reflexionand1, ~ "bre sus anteriores
relaciones con su examante Salvador (lo había visto casualmente, en la ca-
lle), escribe Súslova: "lY qué deseo de él, hoy? lQue confiese su culpa,
que muestre remordimientos, es decir, que sea un Feodor Mijáilovich?" 12

lO !bid., p. 318.
11 L. P. Grossman, Put Dostoevskogo
(Leningrado, 1929), p. 154. Estoy agradecido a S. A Bélov,
de Leningrado, por haber encontrado, para mí, esta referencia.
12 The Gambler, p. 257.
UNA MUJER EMANCIPADA 327

Como podemos ver, el nombre de Dostoievskí ha adoptado un sentido des-


pectivo, de alguien que no puede hacer nada más que reconocer tristemen-
te su contricción.
Así estaban las cosas cuando Súslova precedió a Dmtoievsk.i a París a
comienzos de la primavera de 1863, para aguardar allí su llegada; y cierta-
mente, él esperaba tanto más ansiosamente. su encuentrn, cuando que, por
fin, podría dedicarse a Súslova con la exclusiva atención que ella tanto le
había exigido. No se sabe claramente por qué partió antes ella, aunque tal
vez los asuntos editoriales de la publicación prohibida se encontraran en
tal desorden que Dostoievsk.i, sin saber cuándo podría partir, no quiso ha-
cerla esperar indefinidamente. Tal vez, inconforme con la situación que
hemos descrito, Súslova deseara adelantársele, con el oscuro presenti-
miento de que alguna nueva aventura podría aguardarla en tierra europea,
el tradicional lugar ruso de lo que Stendhal llama amor-pasión. Cualquier~
que fuese la razón, ella se adelantó, mientras Dostoievsk.i trataba de reu-
nir fondos, ofreciendo su siguiente obra a otra publicación (La .Biblioteca
de Lectura), y cuando esto fracasó, recibió un préstamo de 1 500 rublos del
Fondo Literario. A cambio, como garantía, él ofreció los derechos de todas
sus obras ya publicadas, a perpetuidad, si no había pagado su deuda al lle-
gar febrero de 1864. Desde luego, los riesgos de tal garantía eran enormes,
y nos indican cuán resuelto estaba, a cualquier precio, a tener la que sería
una luna de miel con su adorada Polina, por toda Francia e Italia.

Cuando Dostoievsk.i por fin salió de San Petersburgo a mediados de agos-


to, se habría podido creer que correría a Pa:.:ís por el camino más rápido.
En cambio, aplazó su viaje para pasar cuatro días en Wiesbaden y probar
su suerte ante las mesas de juego. Su primer intento ante la ruleta, el año
anterior, le había valido 11 000 francos, y este triunfo inicial, si hemos de
creer a Strájov, fue el señuelo fatal que le llevó a cultivar la fiebre del juego,
que pronto habría de poseerlo.13 En Wiesbaden empezó ganando 10 400
francos y tuvo suficiente dominio de sí mismo para tomar aquella ganancia,
colocar el dinero en su portafolios y hacer el voto de no retomar al casino.
Pero, como tan a menudo le ocurriría en el futuro, no pudo mantener tan
razonable resolución; retomó al hipnótico magnetismo de la rueda girato-
ria y perdió la mitad de sus ganancias; en una carta enviada a la hermana
13 Strájov,Biografiya, p. 259.
328 POLINA

de su esposa, V. D. Constant, escrita poco después, desde París, Dostoiev-


ski explica que está conseivando para él parte de lo que le quedó, enviando
una parte a Mijaíl, a manera de prestación, y anexandole otra parte a ella,
para pagar los gastos de María Dimitrievna. Esta última estaba pasando el
verano en Vladimir, sometida a un tipo de tratamiento que podía exigir
gastos extras. 14
Esta pausa en Wiesbaden, puede considerarse como el verdadero prin-
cipio de la manía del juego que invariablemente se apoderó de Dostoievski
cada vez que fue a Europa durante los sesenta (no hay pruebas de que hu-
biese jugado considerablemente en Rusia). Por lo general, en sus biografías
habituales se presta mucha atención --demasiada- a estos arrebatos de
juego. Diríase que ningún otro escritor ruso de igual importancia hubiese
cedido a una propensión similar. De hecho, Tolstoi fue un empedernido
jugador siendo joven, y Nekrásov ganó y perdió cantidades enormes (ganó
más que perdió) a una sola carta. Dostoievski difirió de ellos sólo en que
no pudo permitirse pagar sus deudas (no pudo vender una posesión como
Tolstoi, incluyendo todas sus "almas'', para pagar una deuda) y en que casi
siempre perdió, en lugar de ganar una fortuna, como lo hizo Nekrásov.
Además, la naturaleza esporádica y caprichosa de su vicio del juego, así
como el hecho de que cesó firmemente una vez que alcanzó cierta seguri-
dad emocional y financiera, es todo un argumento en contra de la propen-
sión a exagerar la importancia de esta adicción en el cuadro total de su
vida. Dostoievski no fue un jugador congénito e incurablemente patológi-
co -como el personaje que se presenta en su célebre novelita El Jugador,
que demasiadas veces ha sido considerado como un autorretratcr- sino
tan sólo repetitivo, sujeto a episodios recurrentes, y capaz de abstenerse
durante la mayor parte de su vida. La literatura siquiátrica establece una
clara distinción entre estos dos tipos.
La causa inmediata de la manía de juego de Dostoievski, al menos tal
como él la explicara a sus íntimos, siempre fue la muy trivial de que espe-
raba ganar dinero suficiente para salir de situaciones difíciles; y aunque
habitualmente terminaba perdiendo hasta la última moneda, no puede de-
cirse que su objetiva fuese enteramente irrazonable. Con frecuencia sí ganó
grandes sumas, que luego procedió a perder, fuese inmediatamente o poco
después -exactamente como en Wiesbaden- porque nunca supo parar
a tiempo. De todas maneras, sus días de triunfo siempre lo convencieron
de que el éxito -y una solución a sus necesidades y preocupaciones ma-

14 Pisma, 1, pp. 323-326, 1 de septiembre (nuevo estilo) de 1863.


UNA MUJER EMANC!P.AJ)A 329

teriales- se hallaba tentadoramente cerca de su alcance. Narrando a Mi-


jaíl cómo había obtenido, rápidamente, ganancias hasta de 3 000 francos
en Weisbaden, escribe: "Dime: después de eso, lcomo es posible no dejar-
se llevar, por qué no debía yo creer que la felicidad estaba a mi alcance, si
yo me apegaba rigurosamente a mi sistema? Y yo necesito dinero, para mí,
para ti, para mi esposa, para escribir una novela ... Sí, he venido aquí para
salvaros a todos vosotros y para salvarme a mí mismo." 15 Y sin embargo,
el juego satisfacía, obviamente, alguna profunda necesidad síquica de Dos-
toievski, y la pasión que se apoderó de él no sólo puede atribuirse a tan
pragmáticos motivos. Sin embargo, es igualmente claro que esta necesidad
llegó a ser una fuerza dominante de su personalidad tan sólo durante perio-
dos de especial tensión. Uno de tales estados fue, evidentemente, un terri-
ble empeoramiento de su situación económica, con la desaparición de El
Tiempo y, al mismo tiempo, de su única segura fuente de ingresos. La in-
fluencia de estas condiciones, que también le colocaron en precarias situa-
ciones emocionales, pronto quedará en claro.
No existe un acuerdo general entre los neurosiquiatras sobre las causas
de la obsesión del juego, y un reciente estudio autorizado de la cuestión
nos advierte contra aceptar cualquiera de las muy apresuradas y vastas
generalizaciones propuestas en los tratamientos sicoanalíticos del tema.
El intento de relacionar el juego con inadaptaciones sexuales especifica~
no han tenido éxito, y como escuetamente comenta el doctor Harvey R.
Greenberg, "debe considerarse una cuestión puramente académica si ellos
[los jugadores compulsivos y repetitivos] están padeciendo verdadera-
mente un desplazamiento defensivo de la libido, del dormitorio al salón
de apuestas. " 16 La conexión, establecida por Freud, del juego con "conflic-
tos ... centrados en tomo de la masturbación" ha encontrado escepticismo
hasta de los propios freudianos: Otto Fenichel ha reconocido con toda
honradez que "semejante etiología no basta de ninguna manera para ex-
plicar la pasión específica del juego". 17 La clasificación que hace el propio
Fenichel del juego entre las neurosis de impulso ha recibido una acepta-
ción más difundida, y algunas de sus otras observaciones también nos ayu-
dan a aproximamos más a la situación de Dostoievski.
En forma muy sorprendente, Fenichel habla del juego, no tanto en la

15
!bid., p. 330, 8/20 de septiembre 1863.
16
Haivey R. Greenberg, "Psychology of Gambling", en Comprehensive Textbook, ofPsychiauy, ed.
Harold l. Kaplan, Alfred M. Freedman y Benjamín J. Sadock, vol.3 (Baltimore y Londres, 1980).
p. 3279.
17
Otto Fenichel, The Psychoanalytic Theory of the Neuroses (Nueva York, 1945), pp. 372-373.
330 POLINA

perspectiva de sus presuntos orígenes sexuales cuando en relación con su


importancia para el jugador poseído por la angustia, empleando un enfo-
que más fenomenológico que estrictamente freudiano. Escribe Fenichel:
"El juego, en su esencia, es una provocación al destino, que se ve obligado
a tomar su decisión en favor o en contra de la persona." Semejantes pala-
bras nos recuerdan la visión más tradicionalmente "metafísica" y romántica
del juego, expresada entre otros por un escritor a quien Dostoievski admi-
rabr .nucho, E. T. A Hoffman. Otra observación de Fenichel es aún más
pertinente en este contexto: "El jugador se atreve a obligar a los dioses a
tomar una decisión acerca de él, esperando su perdón; pero hasta perder
(ser sentenciado o muerto) le parece preferible a una continuación de la
intolerable presión del superyó." 18 Fenichel no menciona para nada a Dos-
toievski en su análisis de la neurosis del juego, pero sus opiniones embonan
casi exactamente con lo que sabemos sobre la situación del propio Dosto-
ievski.
En primer lugar, nada es más obvio que el hecho de que Dostoievski se
sentía abrumado por sentimientos de culpa particularmente agudos cada
vez que salía al extranjero. Poco antes de su primer viaje, escribe a su her-
mano menor, Andrei: ·~ora me voy [solo], dejo a mi hermano y me digo
a mí mismo, lcómo se las arreglará por sí solo [con El Tiempo]? Después
de todo, yo era un laborioso colaborador." 19 En su carta enviada de París
a Strájov, en el mismo viaje, habla de sus sentimientos de depresión y de
tristeza, y los atribuye implícitamente a su sentii-rliento de culpa: "Se siente
que [el viajero] ha roto los lazos que le unían a su tierra, su rutina esencial,
innata, los cuidados habituales de la propia familia. "2º Para el pochvennik
Dostoievski, las preocupaciones personales se funden naturalmente con
su ideología de devoción a Ja patria; el hecho mismo de salir al exterior era,
pues, en sí, una causa de mayor perturbación emocional.
En su segundo viaje, Dostoievski dejó a Mijaíl en difícil situación para
enfrentarse como pudiera a los desesperados problemas causados por la
supre.sión de El Tiempo. Y fue a encontrarse con su joven amante, sabien-
do perfectamente bien que María Dimitrievna estaba a las puertas de la
muerte, mientras que él había apostado ya, con gran riesgo, a su capacidad
de pagar su deuda. Para empeorar las cosas, había dejado a su hijo adoptivo
Pasha, obcecado y propenso a meterse en problemas, bajo la tutela de un

18 /bid.
19
Pisma, 1, p. 308, 6 de junio de 1862.
20
/bid., p. 311, 26 de junio /8 de julio de 1862.
UNA MUJER EMANCIPADA 331

joven colaborador radical de El Tiempo, y durante el viaje se preocupó


cada vez más por la conducta de Pasha y por la ausencia de toda noticia
acerca del estado de María Dimitrievna. Una carta enviada a Mijaíl desde
Turín expresa más explícitamente los mismos sentimientos que un año an-
tes (cuando viajaba con Strájov) y por tanto no se pueden atribuir por com-
pleto a las dificultades de sus relaciones con Súslova en aquel momento:
"Buscar la felicidad dejándolo todo, aun aquello en que yo habría podido
ser útil, es egoísmo, y este pensamiento ahora envenena mi felicidad (si en
realidad existe cosa que pueda llamarse felicidad)." 21
La carga del superyó de Dostoievski al embarcarse en su segundo viaje
a Europa sin duda debió de ser aplastante, y lo fue cada vez más por las
tensiones que ya se habían desarrollado en sus amores con Súslova. Su
pausa para jugar a la ruleta en Wiesbaden antes de encontrarse con ella
resulta así perfectamente comprensible, como esfuerzo por encontrar
cierto alivio a la opresión de su angustia y culpa y, en efecto, apelar a los
dioses, buscando una señal de perdón. Tampoco debemos olvidar en este
contexto que Dostoievski era abiertamente supersticioso y creía sin vacilar
en señales, augurios y portentos. Su amigo, el barón Wrangcl, ya había ob-
servado en Siberia este rasgo de su carácter; y más recientemente, en una
carta a un corresponsal desconocido, que contenía dibujos de caracteres
de eslavo antiguo, que Dostoievski había visto en un sueño, le pide, emo-
cionado, alguna interpretación de lo que, obviamente, él consideraba
como un mensaje profético. 22
Desde luego, Dostoievski esperaba ganar, y así expiar su culpa compen-
sando a quienes había abandonado y traicionado (Mijaíl y María Dimitriev-
na) mientras recibía seguridad y absolución, al mismo tiempo, por sus adúl-
teras relaciones con Súslova. Sin embargo, lo que habitualmente sucedió
fue que tuvo que expiar sus pecados al ser justamente castigado y sufrir
agonías de humillación al perder, aunque en Wiesbaden no se hundió por
completo. Sicoanalistas que han interpretado el carácter de Dostoievski,
sin la vasta visión de Fenichel, pueden insistir en este componente 11\aso-
quista de su obsesión por el juego. Pero reducirlo simplemente a un afán
de castigarse a sí mismo me parece una versión totalmente inadecuada de
las oscilantes esperanzas y temores de Dostoievski, y de su auténtica con-
vicción de la posibilidad de una solución milagrosa a todas sus dificultades
financieras.

21 Jbid., p. 330, 8/20 de septiembre de 1863.


22 !bid., p. 290, citado a veces en 1860.
332 POLINA

Fuesen cuales fuesen los orígenes síquicos de la manía del juego de Dos-
toievski, su rango más interesante fue la teoría que creó acerca de ella, teo-
ría que la une firmemente a los temas de sus grandes novelas; pues lo que
Dostoievski llama su "sistema" en la carta ya citada a Mijaíl, no es en reali-
dad un sistema. Es simplemente la convicción de que, si lograra dominar
completamente sus emociones, y pudiera poner un control de hierro a sus
sentimientos -en otras palabras, si pudiera suprimir toda la parte irracio-
nal de su sique- entonces, ciertamente, podría ganar: "No creas que me
estoy jactando cuando te digo que conozco el secreto de ganar en mi alegría
por no haber perdido", dice a V. D. Constant. "Este secreto, yo lo conozco;
es terriblemente estúpido y sencillo, y consiste en dominarse en cada mo-
mento y en no dejarse excitar, cualquiera que sea el juego. Y eso es todo;
entonces es absolutamente imposible perder, y se puede estar seguro de
ganar."
Como Dostoievski, sin embargo, estaba en posición de saber, ante todo,
que los seres humanos no son exclusivamente criaturas de razón y control
de sí mismas, dominarse hasta el grado exigido es tarea casi imposible. Ha-
bía personas ante las mesas de juego (menciona a "una francesa y a un lord
inglés" en Wiesbaden) que habían dominado el arte, y también él eviden-
temente pudo hacerlo, durante periodos demasiado breves. Pero, sigue di-
ciendo la carta a Constant, "por muy listo que sea uno, con voluntad de
hierro, de todos modos sucumbirá. Hasta el filósofo Strájov habría sucum-
bido. Así pues, felices aquellos que no apuestan y ven la ruleta con la mayor
repugnancia y como una gran estupidez." 23 Vemos que para Dostoievski,
el juego implicaba un intento de elevarse por encima del nivel de lo huma-
no; y en estas observaciones humildes, en tono de disculpa, Dostoievski en
realidad está tocando uno de los grandes temas de la literatura occidental,
tema que pronto abordaría él mismo. Pues aquí no podemos dejar de pen-
sar en el Doctor Fausto, de Marlowe, así como en los maquiavélicos villanos
de la tragedia isabelina, que enfrentan una razón fría y calculadora contra
todos los dictados morales de la conciencia que obstaculizan el camino de
una búsqueda desenfrenada del interés egoísta. En la tradición de la lite-
ratura europea, tales intentos de poner en práctica estos sueños del helado
dominio de la razón invariablemente se han presentado como una causa
de sacrilegio y un monstruoso desorden moral, pues significan el intento
de la humanidad de levantarse como rival y remplazo de la voluntad del
Dios cristiano, que doto a la especie humana con una gama intermedia y

23
!bid., p. 324, 1 de septiembre (nuevo estilo) de 1863.
UNA MUJER EMANCIPADA 333

una posición ambigua en esa gran cadena del ser que durante tantos siglos
gobernó la imaginación del hombre occidental. Algo de esta visión tradi-
cional persiste aún en Dostoievski, y en Crimen y Castigo pronto mostrará
las consecuencias de una creencia similar en la supremacía de la capaci-
dad de la pura razón humana para suplantar el funcionamiento de la con-
ciencia.
Así, también podemos considerar el juego como un intento de Dosto-
ievski de poner continuamente a prueba su convicción general del poder
de lo irracional en la existencia humana; no sólo estaba tratando de disipar
sus sentimientos de culpa, sino que también, al mismo tiempo, quería ver
si eran justificadas sus creencias más profundas acerca de la vida humana.
Como resultado, no pudo ganar sin perder (ya que su triunfo negaba sus
propios más altos valores), ni perder sin ganar (ya que su derrota confirma-
ba las raíces últimas de su visión del hombre y de la vida humana). Esta con-
. tradicción interna nos ayuda a comprender por qué, a la larga, estaba
' condenado a perder todo lo que hubiese ganado, con una incontrolable
excitación; pues al hacerlo, estaba afirmando paradójicamente su acep-
tación del orden apropiado del universo tal como él lo concebía, y apren-
diendo la misma lección que el hombre del subterráneo y de todos sus
grandes héroes negativos, empezando con Raskólnikov, quien errónea-
mente creyó que podía dominar y suprimir los intentos irracionales de la
conciencia cristiana. Sea como fuere, después de cada uno de esos episó-
dios, Dostoievski volvió siempre a su escritorio con renovado vigor y una
sensación de liberación.

Para cuando Dostoievski llegó a París el 14 de agosto de 1863, ya estaba


sellado el triste destino de sus amores con Súslova. Pocos días antes, ella
había caído en los fuertes brazos españoles del irresistible Salvador; y dado
que el Diario de ella comienza en aquel momento, podemos seguir el curso
de los acontecimientos con cierto detalle. Al principio, explica Súslova,
"Yo había deseado verlo [a Dostoievski] para poder decirle todo." Pero
luego resolvió darle la noticia en una carta que confía a su cuaderno de
notas; y este documento revela tanto acerca de sus relaciones pasadas y
acerca de la propia Súslova, que hay que citarla por entero. Empieza bru-
talmente:
334 POLINA

Llegas demasiado tarde. . .Muy recientemente estaba yo sofiando con que iba a Italia
contigo, y hasta empecé a aprender italiano: todo ha cambiado en unos cuantos días. Me
dijiste un día que yo nunca rendiría fácilmente mi corazón. Lo he rendido en una semana,
a la primera llamada, sin lucha, sin garantía, casi sin esperanza de que me amaran. Tunfa
yo razón en estar furiosa contigo, cuando empezaste a cantar mis alabanzas. No creas
que te estoy culpando, pero quiero decirte que no me conociste ni yo me conocí a mí mis-
ma. iAdiós, querido!
Quisiera verte, pero ladónde nos llevaría eso? Me gustaría mucho hablar contigo
acerca de Rusia.

Tales palabras ciertamente pretendían herir en el alma, y dejan la impre-


sión de que el fácil rendimiento de Súslova pudo ser movido, en parte, por
el deseo de vengarse de Dostoievski. Sea como fuere, su actitud hacia él
como persona, si no como amante es, desde luego, perfectamente ambiva-
lente y así seguirá siéndolo. Continúa el texto del Diario: "En este momen-
to estoy muy, muy triste. iQué generoso es, qué elevados son sus pensa-
mientos! [evidentemente, de Dostoievski] iQué intelecto! iQué alma!" 24
Fuese verdad o no que Súslova se había abandonado a Salvador "casi
sin esperanzas de ser amada", ya sabía bien que la fogosa pasión latina de
este se había enfriado ccnsiderablemente una vez lograda la conquista.
Ofendida por una desenvuelta observación de su amante, que de pronto
se iría a la América del Sur por asuntos de familia, y por sus persistentes
preguntas sobre cuándo iba a irse ella a Italia, Súslova empieza a desespe-
rar, y se refugia en su orgullo. "Hoy, he estado pensando mucho", escribe,
"y casi me alegré que Salvador me ame tan poco; eso me deja más libre.
Siento deseos de ver Europa y América, de ir a Londres, en busca de cierto
consejo [para visitar a Herzen, a quien hasta entonces no conocía], y luego,
de ingresar en la secta de los beguny." 25 Sólo puede ser materia de conjetu-
ra exáctamente cómo creía Súslova que sería la vida entre los "corredores";
pero la descripción que de ellos hace Shchápov en El Tiempo como tenta-
dor símbolo del espíritu del libertarismo democrático entre el pueblo ruso
evidentemente había despertado la fantasía de Súslova. Esta entrada en el
Diario fue escrita cuatro días antes de que Dostoievski debía llegar en
el tren.
En el ínterin, Salvador había faltado a una cita, y por si esto fuera poco,
no había contestado una carta depositada en su habitación. Súslova lucha-
ba por no tener que admitir la triste verdad, pero era demasiado lúcida

· 24 The Gambler, p. 202.


25 !bid., p. 203.
UNA MUJER El'v1ANCIPADA 335

para no reconocer su abandono. Dostoievski apareció en medio de este


drama, habiéndole notificado antes por correo, como habían convenido,
que estaba en París. Ella replicó enviándole la carta esbozada ya en el Dia-
rio; pero Dostoievski estaba demasiado impaciente para aguardar noticias,
y salió del hotel para visitarla antes que la carta llegara. El relato de su en-
cuentro, como nos lo narra Súslova, es demasiado largo para citarlo, pero
algunos extractos sí son indispensables para llegar a un entendimiento ade-
cuado de su relación.
Al verla salir a su encuentro, temblando y alterada, Dostoievski pregun-
tó al punto qué estaba mal, y ella balbució, torpemente, que él no debía
haber acudido, "porque ya es demasiado tarde". Dostoievski entonces
"bajó la cabeza", casi como si hubiera esperado el golpe, y dijo: "Debo sa-
berlo todo, vayamos a alguna parte, y dime o me muero." Ambos partieron
en un carruaje rumbo al hotel de Dostoievski, y ambos miraban al frente,
mientras Dostoievski gritaba continuamente al sobresaltado cochero que
fuera más de prisa; pero él "me tomó todo el tiempo la mano, apretándola
de cuando en cuando y haciendo cierto tipo de movimientos convulsivos".
Una vez en la habitación de Dostoievski, ocurrió una escena g.ue después
Súslova aprovecharía, al pie de la letra, en un cuento corto: "El cayó a mis
pies, y rodeando mis rodillas, apretándolas y sollozando, exclamó, entre
sollozos: 'iTe he perdido, y lo sabía!' Luego, habiendo recuperado su com-
postura, Dostoievski comenzó a preguntarme por aquel hombre. 'Tal vez
sea apuesto, joven y elocuente. iPero nunca encontrarás un corazón como
el mío!' "26 Parece evidente que Dostoievski había temido durante todo el
tiempo perder a Súslova ante un rival más joven y apuesto, y ahora veía
que sus peores presentimientos se habían vuelto realidad.
Sin embargo, Dostoievski no tardó en darse cuenta de que la propia
Súslova no estaba nada feliz con el que lo había remplazado. En realidad,
ella pronto no pudo contenerse y empezó a llorar, explicando que su pro-
pio amor no era correspondido.

Oh, Polina, lpor qué debes sufrir? -respondió Dostoievslci-. Tunfa que ocurrir que te
enamoraras de otro.Yo lo sabía. iVaya! Tu enamoraste de mf por error, porque tienes un
corazón generoso, aguardaste hasta tener veintitrés afias, y eras la única mujer que no
pide a un hombre que se comprometa de algún modo, ~ro ia qué precio! Un hombre
y una mujer no son una misma persona, él toma, ella da. 27

26 !bid., p. 206.
27 !bid., pp. 206-207.
336 POLINA

En este punto, el dolor de Dostoievski es superado, a la vez por gratitud


hacia Súslova por el pasado, y por un deseo de advertirle de los peligros
que corre por su "emancipada" renuncia a protegerse contra las conse-
cuencias de su "generosidad". La opinión de Dostoievski sería dramatiza-
da después en Los endemoniados, cuando la emancipada esposa de Shatov,
que se ha vuelto amante de Stavroguin, es obligada a sufrir las agonías de
un parto mientras el indiferente Stavroguin no presta ninguna atención a
los resultados de sus amoríos.
Súslova pasó entonces a describir "qué tipo de hombre era el otro" y
Dostoievski "dijo que en aquel momento experimentaba una sensación de
disgusto: que se sentía mejor al saber que no era una persona seria, no era
un Lermontov". 28 Probablemente alentado por lo que tuvo que considerar
como un cuadro poco halagüeño del seductor de Súslova, en Dostoievski
revivió la esperanza de que no todo se hubiera perdido. Después de todo,
él había estado en una situación muy similar con María Dimitrievna por
causa de Vergúnov, el joven maestro de escuela que había sido su rival,
pero él había logrado enderezar la balanza en su favor. 29 "Me dijo'', con-
tinúa Súslova, "que lo hacía feliz haber conocido a un ser humano como
yo en este mundo. Me rogó que siguiéramos siendo amigos ... Luego sugi-
rió que fuésemos juntos a Italia, como hermano y hermana." La respuesta
de ella a esta propuesta nos da un atisbo de una de las anteriores causas
de su descontento. "Cuando yo le dije que probablemente él se dedicaría
a escribir su novela, me contestó: 'lPor quién me tomas? lCrees que todo
esto pasará sin dejarnos ninguna impresión?'." La conversación concluyó
con una promesa de nuevas reuniones, y cuando Súslova reconoció que
Dostoievski continuaba gozando de su afecto: "Me sentí aliviada después
de hablar con él. Él me comprende."30

Durante la semana siguiente, las cosas siguieron en esta etapa indecisa.


Súslova veía regularmente a Dostoievski (menciona en una entrada "haber
vuelto a casa bastante tarde después de ver a E M."). Mientras al mismo
tiempo escribía cartas, a la vez orgullosas e implorantes, a Salvador, inca-

?.8 !bid.
29
Para más información, véase Dostoevsk:;: The léars of Ordeal, 1850-1859 (Princeton, 1983),
cap.15.
30
The Gambler, p. 207.
UNA MUJER EMANCIPADA 337

paz de decidir si se las enviaría o no. El 1 de septiembre Súslova encontró


una carta en su habitación de un "amigo" de su caballero españoi, en que
explicaba que este estaba enfermo de tifo, y que estaban atendiéndolo
unos miembros de la familia, que se mostrarían desconfiados si ella lo
visitara. La pobre muchacha, completamente engañada por esta cruel tre-
ta, inmediatamente escribió "una respuesta ... diciéndole [al autor de la
carta] que me parecía bárbaro no poder ver a Salvador pensando que es-
taba al borde de la tumba". Puede dudarse de que Dostoievski creyera en
el contenido de la carta; pero trató de tranquilizarla y "me dijo que con el
aire que tienen aquí y las atenciones médicas de que se dispone, aquello
no sería de ninguna manera peligroso". 31
Una oscura referencia parece indicar que Súslova se mudó entonces al
hotel de Salvador, probablemente para atenderlo durante su convalecen- -
cía, y esperaba recibir una visita de su "amigo" con algunas noticias. Pero
cuando caminaba por las calles adyacentes a la Sorbona, inesperadamente
se encontró con el propio Salvador, perfecta::nente sano, aunque pálido y,
a la vez, obviamente avergonzado. Ofreció a Súslova una enredada expli-
cación; le dijo que, después de todo, su enfermedad no había sido tifo, ape-
nas echo una ojeada a la carta que ella le pidió leer, y encontró un pretexto,
obviamente falso, para despedirse de ella lo antes posible. "Una vez a so-
las", escribe Súslova, "pronto comprendí lo que había ocurrido. Cuando
me encontré en mi habitación me puse histérica. Grité que iba yo a matar- ·
lo!' Al parecer, decidió llevar a cabo su resolución: "Lo preparé todo, que-
mé algunos de mis cuadernos de notas y mis cartas (las que me habrían
comprometido). 11.fe sentí maravillosamente bien" (las cursivas son mías).
Sin haber dormido en toda la noche, Súslova corrió a ver a Dostoievski a
las siete de la mañana del día siguiente. Tras abrirle la puerta, en pijama,
el asombrado Dostoievski "volvió a la cama, a envolverse en sus sábanas.
Me miró con asombro y temor. .. Le dije que debía venir de inmediato a
mi hotel. Desaba decirle todo, y pedirle que fuera mi juez".32
Para cuando llegó Dostoievski, el humor de Súslova había cambiado
por completo; salió a recibirlo masticando un pedazo de tostada, y declaró,
riendo, que ahora estaba mucho más tranquila. "Sí", dijo él, "y eso me ale-
gra mucho, pero lcuándo se puede estar seguro de algo de tu parte?" Aho-
ra, por primera vez, Súslova le contó toda la historia, sin ocultar nada, y
Dostoievski le aconsejó olvidar aquella lamentable traición. "Desde luego,

31 lbid.,p. 209.
32
/bid., p. 210
338

ya me había manchado a mí misma, pero... solamente había sido un acci-


dente. Salvador hombre joven, necesitaba una amante y yo aparecí a su al-
cance, por lo que se aprovechó de mí, vi.por qué no habría de hacerlo?
Una mujer bonita, agradable pata ~udos los gustos." Súslova reconoce aho-
ra que "E M. tenía razón. Lo comprendí perfectamente, pero lqué duro
fue para mí! "33
Dostoievski seguía temiendo que a Súslova "se le ocurriese cualquier
locura", y le advirtió que no hiciera nada precipitado. La respuesta de ella
nos revela mucho sobre sí misma, y sobre sus futuras relaciones con Dosto-
ievsk:i, y el retrato que él pintaría después de ella en El jugador. " 'No me
gustaría matarlo', dice, 'pero sí me gustaría torturarlo por un buen tiem-
po'". Otro pasaje de su Diario se explaya sobre este impulso: ''.Ahora mis-
mo siento un súbito deseo de vengarme pero, ¿cómo? ¿De qué manera?"
Súslova por fin decidió enviar a Salvador una suma de dinero como pago
por el "servicio" que le había prestado, esperando con este gesto herir la
dignidad del "hidalgo", que antes tanto le impresionara en Su carácter.
Dostoievski se opuso a esta idea, porque consideró que "subconciente-
mente, yo estaba empleando esto como pretexto para ponerme en contac-
to con Salvador", y también porque "considera que debo sufrir (renunciar
a mí venganza) por mi estupidez... " 34 Sin embargo, la carta insultante fue
enviada, pero la nueva misiva no encontró más respuesta que todas las
anteriores.
Pocos días después, Súslova y Dostoievski partieron en su viaje a Italia,
tan largamente planeado, como respuesta a la proposición de Dostoievski
de que emprendieran el viaje como "hermano y hermana". No habría sido
humano si no hubiese esperado que su papel de amigo y consejero le val-
dría retornar, a la postre, al de amante; pero Súslova ardía en un insatisfe-
cho afán de venganza, y en ausencia de Salvador se volvió, en cambio,
contra el desventurado Dostoievski. Después de todo, también él era un
examante que había traicionado sus esperanzas; y aunque agradecida por
su continua comprensión y solicitud, también encontró un placer sádico
en tratarlo como si, indudablemente, estuviera imaginando que trataba a
Salvador si lo tuviera a su alcance.

33
Jbid., p. 211.
34 !bid., pp. 211 -212.
XVII. UN AMANTE ATORMENTADO

DOSTOIEVSKI y Súslova salieron de París en la primera semana de sep-


tiembre, aunque su plan de viaje permaneció incierto hasta el momento
de la partida. "Mi salud no es muy buena", escribe Dostoievski a su cuñada
el 1 de septiembre. "Creo que no me quedaré mucho más tiempo en París.
Tal vez me vaya a Italia. Todo depende de las circunstancias." 1 Dado que
una entrada del Diario de Súslova del 5 de septiembre fue escrita en Ba-
den-Baden, la pareja debió salir uno o dos días antes; y lo que Súslova anota
acerca de sus sentimientos en esta primera parada en el camino no presagia
nada bueno para el futuro de su viaje. En París, confiesa, "perdimos la [es-
peranza]. Me parece que nunca amaré a nadie.Una sed de venganza ardía
en mi alma durante largo tiempo después [?] y decidí que, si no me distraía
en Italia, volvería a París para hacer lo que había planeado" (puede supo-
nerse que matar a Salvador). 2
Dostoievski, por su parte, tenía el ánimo en alto, alentado por la deci-
sión de Súslova de partir, y por la convicción de que ya había ganado la
mitad de la batalla por recuperarla. Su vivacidad se mostró en un inciden-
te al que Súslova se refiere, divertida, como "un pleito en la embajada pa-
pal". 3 En aquellos años, Roma estaba dentro de la jurisdicción diplomática
del Vaticano, y era necesario obtener una visa de las autoridades papales
para visitar un territorio. Por consiguiente, los dos súbditos rusos se presen-
taron en la embajada papal en París, y Dostoievski después aprovecharía
lo que pasó allí como base para una escena de El jugador.
Cuando "un pequeño abate, cincuentón, seco y con expresión helada
en el rostro", le dijo, en tono negligente, que esperara, Dostoievski se sen-
tó y empezó a leer La Opinión Nacional que, como casi todos los periódicos
franceses de la época, era marcadamente antirruso. Al notar muy pronto
que a otros recién llegados se les hacía pasar ante el monseñor que estaba
encargado de las visas, Dostoievski se enfureció terriblemente y pidió que
lo admitieran "puesto que monseñor estaba recibiendo visitas". Pero se le
dijo -con lo que le pareció una mirada de inexpresable desprecio- que
a monseñor no se le podía interrumpir por su causa mientras tomaba el
1
Pisma, I, p. 326; 1 de septiembre (nuevo estilo) de 1863.
2
F. M. Dostoievski, The Gambler; with Poli11a Sus/ova 's Diary, trad. Víctor Terras, ed. Edward Wa-
siolek (Chicago, 1972), p. 213.
3
!bid., pp. 213-214.

339
340 POLJNA

café. Esto hizó estallar a Dostoievski: "Déjeme decirle que yo escupo en


el café de su monseñor", gritó, y amenazó con entrar por la fuerza hasta
que se lo impidieron. Dijo, tronante, que ern "un hereje y un bárbaro" y
que "le importaban un bledo todos [íosj arzobispos, monseñores, etcétera,
etcétera" (5, p. 211). El atemorizado abate, pensando que los rusos eran
capaces de todo, se apresuró a salir de la habitación, y un momento después
Dostoievski obtuvo no sólo su visa, sino también la satisfacción adicional
de no haberse dejado tratar como inferior. Aunque nunca fue persona de
carácter paciente o plácido, el anticatolicismo de Dostoievski acaso fuera
suficiente provocación para su súbito estallido; pero también es probable
que la tentación de impresionar a Súslova hiciera más desafiante su actua-
ción.

Durante el viaje de París a Baden-Baden, la conversación de la pareja reca-


yó en Lermontov (cuyo nombre decididamente parece haber obsesionado
sus relaciones), y Súslova recordó un verso de uno de sus más célebres poe-
mas, "El Demonio'', en que el poeta lanza un anatema contra todo el mun-
do. De pronto sus propios infortunios le "parecieron tan mezquinos, tan
indignos de atención seria". lPor qué pensar en ello, en realidad? Decidió
que "El Demonio" de Lermontov tenía razón al adoptar una completa in-
diferencia hacia el universo; pero la propia Súslova no pudo alcanzar tan
superior nivel de desdén hacia todo. "Me siento enferma", escribe. "Eso
sería demasiado injusto. Me parece a mí que en la naturaleza existen cier-
tas leyes de justicia." 4 Si existen tales medios de justicia, entonces ella, lógi-
ca e implacablemente, se niega a renunciar a su idea de vengarse por todo
lo que ha sufrido.
Otra entrada del Diario revela el ego de Súslova en proceso de obtener
satisfacción por las penosas heridas infligidas por su triste pasado: "Mien-
tras íbamos en camino, él [Dostoievski] me dijo que tenía alguna esperan-
za, aunque antes había insistido en que no le quedaba ninguna. Yo no con-
testé a esto, pero supe que no ocurriría" (las cursivas son mías). 5 Claramente,
Súslova no deseaba desalentar demasiado a Dostoievski, pero al mismo
tiempo había decidido firmemente no reanudar sus relaciones pasadas; la
conducta de ella continuó así inflamando la pasión de Dostoievski, míen-

4
!bid., p. 213.
5 /bid. , p. 214.
UN AMAN1E ATORMENTADO 341

tras le negaba satisfacción. No puede caber duda de que ella estaba jugan-
do deliberadamente con sus emociones: pero es probable que fuera menos
fría y calculadora de lo que quisiera hacernos creer en su diario. De hecho,
obtuvo cierto consuelo por el ardor de Dostoievski y tuvo ocasionales mo-
mentos de ternura, como el que ella describe cuando, tendida en su cama,
pidió a Dostoievski que se sentara a su lado y le tomara la mano. "Me sentí
bien", escribe. "Yo le tomé la mano y la sostuve durante un largo tiempo
en la mía ... Le dije que había sido injusta y mala para con él en París, que
podía parecer que yo sólo había estado pensando en mí misma, y sin embar-
go también había pensado en él, pero no se lo había dicho, para no lasti-
marlo. "6
No es de sorprender que de pronto Dostoievski se pusiera en pie de un
salto, luego saliera y explicara que deseaba cerrar la ventana, pero luego
reconoció "con una extraña expresión" en el rostro, que había estado a
punto de inclinarse para besarle el pie. Súslova, deseando ya desvertirse e
irse a la cama, lo insinuó indirectamente, pero Dostoievski inventó varias
excusas para no salir inmediatamente de la habitación, y luego volvió va-
rias veces con un pretexto u otro. Cuando fue claro que Súslova se manten-
dría inflexible, Dostoievski finalmente cerró la puerta (tenían habitaciones
contiguas). Al día siguiente ofreció disculpas por su conducta "y dijo que
había estado borracho (en realidad, sólo había estado bebiendo té). Luego
dijo que probablemente me fastidiara la forma en que había estado acosán-
dome. Yo respondí que no me importaba, y me negué a caer en una discu-
sión sobre el tema, para que no alimentara esperanzas, ni se quedara sin
ellas por completo" (las cursivas son mías). 7 Súslova después tomo de su
cuaderno de notas esta escena particular y la aprovechó, con diálogos y
todo, en un cuento corto, aunque sin im:!uir su comentario privado acerca
de la acción.
En la noche que siguió a este incidente, Súslova reflexiona sobre su con-
ducta y ve el cambio que ha ocurrido en su carácter. Su conducta hacia
Dostoievski ciertamente no se conformaba a sus viejos ideales, y la encar-
nación pura de estos ideales aparece ahora ante sus ojos: "Recordé a mi
hermana, ella me habría censurado por mi viaje a Italia, pero yo no pienso
así." Súslova se consuela en el pensamiento de que, después de todo, ella
"tiene una pasión por los viajes" y por aprender. lPor qué no había de ver
el mundo mientras tuviera una oportunidad? Pero esta débil justificación

6
/bid.
7 /bid .. o. 215.
342 POLiNA

no pasa de la superficie, y reconoce que está ocurriendo algo mucho más


fundamental: "Que en realidad, aquel catecismo que yo había hecho para
mí misma, y que estaba tan orgullosa de vivir de acuerdo con él, hoy me
parece muy mezquino. Era un compromiso que podía conducir a estrechez
de espíritu e incomprensión." El "catecismo" en cuestión probablemente
se refiere a aquel credo de absoluta igualdad, sinceridad y probidad en la5
relaciones personales propugnado por los radicales del decenio de 1860,
y qué ahora le parecía a Súslova traicionero e inadecuado. ':.\hora, tengo
la paz de espríritu", escribe. "Me he dado cuenta de que en mi pensamiento
está ocurriendo una revolución."8
Dostoievski fue obligado a tolerar el choque emocional de esta revolu-
ción interna, aunque al principio no comprendiera muy bien lo que estaba
ocurriendo. Al partir, había estado alegre y bullicioso, y Súslova escribe
que "el viaje hasta aquí [a Baden-Baden] con F. M. fue bastante entreteni-
do. Él me habló en verso durante todo el viaje y por fin, aquí, donde tuvi-
mos cierta dificultad para encontrar dos habitaciones con dos camas, él fir-
mó el registro como 'oficial', lo que nos hizo reír mucho. Él juega todo el
tiempo a la ruleta y en general se muestra muy desenvuelto." 9 Dostoievski
era, en términos legales, oficial retirado del ejército ruso, y tenía todo dere-
cho a esa designación. Pero los oficiales rusos también eran, por tradición,
los preferidos de las damas, y sin duda estaba preparándose para ese papel
de conquistador romántico, en un futuro muy próximo.
Sin embargo, la alegría de Dostoievki no duró mucho; y aunque las eva-
sivas de Súslova sin duda fueron factor importante para que se ensombre-
ciera su ánimo, también contribuyeron sus severas pérdidas a la ruleta. Al
partir, dice a Mijaíl, "llegué a la mesa [de Baden-Baden] y en un cuarto de
hora había ganado 600 francos. Eso me alentó. De pronto, empecé a per-
º
der, no pude parar, y lo perdí todo, hasta el último kopek." 1 Súslova men-
ciona, de pasada, que "F. M. ha perdido algún dinero en el juego y está un
poco preocupado de que le falte dinero para nuestro viaje." 11 Su tono des-
preocupado indica que Dostoievski trataba de poner al mal tiempo buena
cara, a beneficio suyo, pero sus cartas a su patria revelan una historia muy
distinta. Ruega a Mijaíl que reúna todo lo que pueda y se lo envíe inme-
diatamente, y pide a su cuñada que le envíe 100 rublos de la cantidad antes

8 !bid. , pp. 215-216:


9 !bid., p. 214.
1
ºPisma,
11
1, p. 330, 8/20 de septiembre de 1863.
The Gambler, p. 216.
UN AMANTE ATORMENTADO 343

enviada para María Dimitrievna. Las maniobras diplomáticas necesarias


para semejante tarea eran sumamente intrincadas, y Dostoievski necesita
varias páginas para explicar cómo puede hacerse aquello sin despertar las
tormentosas susceptibilidades de María Dimitrievna.
Como si todo esto no bastara, la agitada permanencia de Dostoievski
en Baden-Baden se complicó más aún por la obligación de visitar a Turgué-
nev, que se había establecido allí hacía poco en un ménag:' atrois con Pau-
line Viardot, su marido y su familia. Turguénev se habría ofendido si se en-
terara por accidente de que Dostoievski había pasado por ahí; Dostoievski
también sabía que, si veía a Súslova, las lenguas empezarían inmediata-
mente a hablar en San Petersburgo.

En Baden vi a Turguénev - informa Dostoievski a Mijaíl-. Lo visité dos veces y él vino


a verme una vez, correspondiendo a mis visitas. No vio A P. No quise que se enterara.
Está deprimido, aunque se ha curado, gracias a Baden. _. Me habló de sus tormentos
morales y de sus dudas. Dudas filosóficas, pero que arruinan la vida. Un poquitín fatuo.
No le oculté que yo había jugado. Medio a leer Los fantasmas, pero el juego me impidió
leerlo, y se lo devolví. Dice que no lo había escrito para nuestra revista(-,_ que si, una vez
en Roma, yo se lo pedía, lo enviaría allí. Pero, lqué se yo de la revista? 2

El sensible Turguénev seguía sufriendo por el escándalo causado por


Padres e hijos, especialmente por la implacable hostilidad de parte de la
prensa radical (El Contemporáneo y La Chispa) que seguían afirmando
que la obra constituía una difamación de la generación joven. Además, re-
cientemente había caído bajo la desalentadora influencia de Schopen-
hauer y, pocos meses antes, Herzen le había escrito: "Con tu Schopenha-
uer te has vuelto un nihilista": no, desde luego, un nihilista ruso, imbuido
de espíritu combativo y puesto en el futurn, sino una variante schopen-
haueriana, aplastada por la creencia en que la vida sólo es un ámbito de
sufrimientos ininterrumpidos. 13 Tales eran las "dudas filosóficas" que Tur-
guénev confesó a Dostoievski, quien no estaba en estado de ánimo apro-
piado para mostrarse muy comprensivo y que, habiendo recuperado las
esperanzas, no simpatizaría mucho con semejantes ideas, en ningunas con-
diciones. El hecho de que no leyera Los fantasmas, destinados a El Tiempo
o a cualquier revista que le remplazara, desde luego fue un terrible faut
pas, y el grito de angustia de Mijaíl, al enterarse del pasaje anterior, puede

12
Pisma, 1, p. 331; 8/20 de septiembre de 1863.
13
Henri Grajart, /van Tourguénev et les courants politiques er sociaux de son remps (Parfs, 1954),
p. 325.
344 POLINA

oírse en su respuesta. "lSabes todo lo que Turguénev significa para noso-


tros ahora?'', grita a su hermano. 14 Nada podía ser mayor afrenta para la
considerable vanidad literaria de Turguénev, especialmente en aquel difí-
cil momento de su carrera. Pero de todos modos, Los fantasmas aparecie-
ron en el primer número de La Época, demostrando así la buena voluntad
que Turguénev seguía mostrando a los defensores de Padres e hijos.

Dostoievski había pedido que el dinero tan urgentemente solicitado se lo


enviaran a Turín, donde aguardaría hasta que la pareja, en plenas dificul-
tades y alternando entre la ternura y los berrinches, hubiese atravesado los
Alpes por Suiza. Sin embargo, al llegar no encontraron nada, y ambos
vivieron con el constante temor de que se les exigiera pagar la cuenta del
hotel y fuesen entregados a la policía. "En este lugar, así es como hacen
las cosas", informa Dostoievski a Mijaíl; "no hay ningún acuerdo posible.
Y no estoy solo. iEs terrible!" Pero tan temida eventualidad no ocurrió, y
los fondos tan impacientemente aguardados llegaron al rescate. Mientras
tanto, Dostoievski no había estado ocioso y hasta trató de escribir algo: tal
vez un artículo de viaje, tal vez algunas notas para El jugador pero, dice a
Mijaíl, "rompí todo lo que había escrito en Turín. Ya estaba harto de es-
cribir por comisión. " 15
Pese a las dificultades que lo acompañaron en aquellos viajes sin alegría,
Dostoievski aún encontró tiempo para mejorar su cultura. "Dile a Strájov
que estoy leyendo cuidadosamente a los eslavófilos", instruye a Mijaíl, "y
he descubierto algo nuevo". 16 Estas palabras confirman que lo que antes
sabía Dostoievski de la eslavofilia le había llegado, en gran parte, de oídas.
Una referencia que aparece en el Diario de Súslova indica que también
ella probablemente estaba hojeando algunos de los textos que leía su exa-
mante, que aspiraba a volver a serlo. ·~yer, en 'forín, leí algo acerca de filo-
sofía y, contra lo que esperaba", escribe Súslova con desarmante franque-
za, "comprendí una o dos cosas". 17 Lo que comprendió fue que Kant había
dicho que no se podía conocer las cosas en sí mismas, mientras Hegel ha-

14 DMI, ed. Dolinin, p. 543.


15 Pisma, 1, pp. 329-331, 8!20 de septiembre de 1863.
16 /bid., p. 331.
17 The Gambler, p. 217.
UN AMANTE ATORMENTADO 345

bía llegado a la idea de que las cosas sólo existen en el concepto. Como el
pensamiento eslavófilo estaba empapado de idealismo alemán, es proba-
ble que ella hubiese encontrado esta distinción en alguna de sus obras.
Otra entrada del Diario de Súslova revela una vez más aquellas erráticas
oscilaciones de sus sentimientos que hacían tan confusa y desesperada la
situación emocional de Dostoievski.

Una vez más, sentí ternura hacia F. M. ---<:0nfiesa-. Sucedió que yo estaba regaiíándolo,
y después sentí que no había yo tenido razón, por lo que quise compénsarlo y me mostré
tierna con él. Él respondió con tal alegría que yo me conmoví, y me puse doblemen-
te tierna. Estando sentada a su lado, contemplándolo con mirada acariciante, dijo él: ':J\.llf
esta esa mirada familiar, hace mucho tiempo desde que la vi por última vez." Yo apoyé
mi: cabeza en su pecho y empecé a llorar.

La mayor parte de los apuntes de Súslova están llenos de esas fluctuaciones


de sus inestables emociones, pero ocasionalmente nos da un atisbo de un
Drn;toievski preocupado por otras cosas, aparte de recuperar su lugar en
sus afectos. En Turín, de pronto, lo vemos meditando sobre las iniquidades
del. poder absoluto, y anticipándose a uno de los motivos de Crimen y casti-
go:. "Mientras estábamos cenando, él dijo, mirando a una niñita que estu-
diaba sus lecciones. 'Bueno, imagínate, una niñita como ella con un ancia-
no, y de pronto algún Napoleón dice, «Deseo destruir esta ciudad». Así ha
~.ido siempre en este mundo.' " 18

Después de un tormentoso viaje por mar, desde Génova, con una parada
en Livorno, Dostoievski y Súslova llegaron a Roma para pasar algún tiem-
po en la Ciudad Eterna. Dostoievski escribió buen número de cartas desde
Roma, pero todas ellas tratan de cuestiones prácticas y carecen singular-
mente de toda reacción personal al grandioso espectáculo desplegado ante
él por las ruinas de la antigua capital y la majestad de la moderna sede de
la autoridad papal. "Es extraño: escribo desde Roma, y ni una palabra acer-
ca de Roma", no deja de observar a Strájov en una posdata. De todos mo-
dos, hace un breve comentario: "iAyer por la mañana, visité San Pedro!
La impresión es muy poderosa, Nikolai Nikolaevich, y hace correr un estre-
mecimiento por la espalda." 19

18 !bid.
19 Pisma, l. p. 335, 18130 de septiembre de 1863.
346 POLINA

Ese estremecimiento, podemos suponer, no fue causado por la aprecia-


ción estética sino antes bien por el terrible poder para el mal que Dostoiev-
ski siempre relacionó con la Iglesia romana. U na o dos frases después, y
desde luego no por accidente, Dostoievski vuelve a referirse a los eslavó-
filos. "Los eslavófilos, naturalmente", dice a Strájov, "han pronunciado al-
gunas palabras nuevas, y de una especie tal que ni siquiera los iniciados
han podido adaptarse a ellas. Al resolver cuestiones sociales se dan unos
aires asombrosamente grandes: aristócratas saciados." 2º .Dostoievski en
realidad no había cambiado de opinión, y seguía viendo a los eslavófilos
como empedernidos reaccionarios en cuestiones sociales; pero ahora ha-
bía descubierto algo original en ellos, de importancia fundamental. lQué
puede ser esto, de lo que antes no había tenido conciencia?
La aparente eslavofilia de Dostoievski a comienzos de los sesentas, co-
mo hemos visto, había sido asimilada '1 través de Belinski y de Herzen, de
cuyos escritos había absorbido un rechazo del europeísmo ruso, así como
un eco y una confirmación de sus propias esperanzas mesiánicas de una
Rusia destinada a dar a la humanidd la forma futura de su organización so-
cial. Pero lo que no podía haber descubierto por medio de ellos era la siste-
mática base teológi,ca que los eslavófilos habían dado a tales ideas. La teo-
logía eslavófila era enconadamente anticatólica, y atribuía todos los males
de la humanidad, pasados y presentes, al hecho de que el Papa católico hu-
biese adquirido el poder temporal que en un tiempn poseyeran los empe-
radores romanos.* A ojos de Dostoievski, San Pedro sólo podía parecer la
encarnación viva de tan anticristianas propensiones de grandeza munda-
na, y su visita a Roma coincidió aquí con una fase muy importante en la

20 /bid.
• En un artículo que ha tenido una influencia importante sobre la historia del pensamiento ruso,
Iván Kireevsky declaró que "el mundo clásico del paganismo antiguo, del que Rusia careció en su he-
rencia, representaba, esencialmente, un triunfo de la razón humana formal sobre todo Jo que se en-
cuentre dentrc y fuera de ella". Este triunfo de la razón humana formal condujo, entre otros desas-
tres, a que

el Papa [se volviera] cabeza de la Iglesia, en lugar de Jesucristo, luego soberano temporal y por úl-
timo infalible; la existencia de Dios estaba siendo probada por un silogismo por toda la cristiandad;
la totalidad de la fe era apoyada por el escolasticismo silogista; la Inquisición, los jesuitas, en una
palabra, todas las peculiaridades del catolicismo se desarrollaron a través del poder del mismo
proceso formal de razonamiento, de modo que hasta el protestantismo, al que los católicos repro-
chan su racionalismo, se desarrolló directamente a partir del racionalismo del catolicismo. Un es-
pfritu perspicaz hal:>rfa podido ver por adelantado, en este triunfo final de la razón formal sobre
la fe y la tradición, todo el actual destino de Europa, como resultado de un principio falaz: Strauss
y Ja nueva filosofía en todos sus aspectos, el industrialismo como fuente de la vida social; la filan·
tro pía basada en el propio interés calculado; el sistema de educación acelerado por el poder de
UN AMANTE ATORMENTADO 347

evolución de sus ideas. Desde luego, Dostoievski llevaba mucho tiempo


siendo anticatólico, y había creído que el cristianismo ortodoxo de Rusia
aportaría un principio de renovación al mundo moderno; pero había sos-
tenido tales ideas más en forma de prejuicios que de doctrinas. El pensa-
miento eslavófilo le daba ahora un fundamento conceptual más vasto y
sólo después del segundo viaje de Dostoievski a Europa empezó a expresar
la oposición entre Rusia y Europa en términos fundamentalmente religio-
sos. "La guerra polaca", confía a su cuaderno de notas durante el invierno
de 1863-1864, "es una guerra de dos cristiandades, es el principio de la fu-
tura guerra entre ortodoxia y catolicismo, en otras palabras, del genio es-
lavo con la civilización europea" (20, p. 170).
Las fluctuaciones de los amores de Dostoievski con Súslova parecen
haber llegado a una nueva fase en Roma, y las entradas del Dia1io de ella,
que revelan el extraño duelo al que ahora se había entregado la pareja, ya
prefiguran algunas de las situaciones de El jugador. Ahora Dostoievski em-
pieza a protestar abiertamente contra lá actitud de Súslova hacia él, y la
acusa abiertamente de sadismo moral. ''A.yer, F. M. volvió a ser importuno",
escribe Súslova durante su permanencia en Roma. "Dice que yo tomaba
una visión de las cosas demasiado seria y severa, que realmente no se justifi-
caba." Algo más importante: "Tuvo la idea de que [la conducta de ella] no
era más que un capricho, un deseo d'! torturarlo. 'Ya sabes eso', me dijo,
'no puedes torturar tanto tiempo a un hombre, pues acabará por abando-
narte'." Dostoievski también la acusó de seguir enamorada de Salvador
(ella confiesa en su Diario que eso es verdad, pero se niega a reconocerlo
ante él). Así mismo, ella nota que "cuando él [Dostoievski] despertaba, se
mostraba insólitamente desenvuelto y tranquilo, alegre y cariñoso. Era
como si de ese modo quisiera superar sus propias heridas internas y su tris-
teza, y llenarme de envidia." Pero, poco después, Dostoievski abandonó
el juego de la jocosidad y reconoció "ser desdichado", y entonces "yo lo
abracé con ardor" y, una vez más, el carrusel siguió girando. Aquella noche,
saliendo de la habitación de Súslova a la una de la mañana, mientras la ten-

unos celos despertados; Goethe, corona de la poesfa alemana, el Thlleyrand literario que cambia
su belleza, así como el otro cambia sus gobiernos; Napoleón, el héroe de nuestro tiempo, el ideal
del cálculo sin corazón; la mayoría numérica, fruto de la política racionalista, y Luis Felipe, último
resultado de tales esperanzas y de tan costosos experimentos.
Estas palabras ilustran algo del poder de sugestión del pensamiento eslavófilo, que coincide con
las ideas de Dostoievski en muchos aspectos. Véase para la cita anterior y para más información Ni-
cholas V. Riasanovsl..-y, Russia and the West in the Teachingof the Slavophiles (rpt. Gloucester, Mass.,
1965), p. 96.
348 POLINA

tadora yacía desvestida en la cama, Dostoievski dijo "que era humillante


para él irse de esta manera ... pues los rusos nunca se han retirado". 21 Aquí
podemos percibir parte del sabor cómico y serio de la pugna entre ambos,
que está muy cerca de la tonalidad de El jugador.
En medio de tales escenas fue originalmente concebido El jugador, y su
primera mención aparece en una carta enviada a Strájov desde Roma, Dos-
toievski seguía críticamente escaso de fondos, y trató de reunir algunos pi-
diendo a sus amigos que ofrecieran a los directores de revistas la idea de
un nuevo cuento, a cambio de un anticipo. Lo que Dostoievski esboza es
la primera versión de El jugador, que en esta etapa era mucho más ambicio-
sa que su redacción final:

El héroe de este cuento es el siguiente: un tipo de hombre ruso que vive en el extranjero.
Simplemente recuérdalo: los periódicos de este verano han planteado a menudo la cues-
tión de los rusos en el extranjero. Todo esto se reflejará en mi cuento. Se ve en el espejo
de la realidlad nacional en lo posible, desde luego. Imagino un carácter impulsivo pero,
no obstante, un hombre sumamente culto, incompleto en todo, que ha perdido su fe
pero que 11!0 se atreve a no creer, en rebelión contra las autoridades y temeroso de ellas.
Se consuela diciendo que no tiene nada que hacer en Rusia; en este punto, una severa
crítica de la gente de Rusia que se asemeja a nuestros rusos en el extranjero. Pero es im-
posible dlecirles todo. Lo esencial es que todos sus poderes vitales, sus violencias y sus
audacias están concentradas en la ruleta. Es un jugador, pero no un jugador ordinario,
así comci e11 Caballero avariento de Pushkin no es un simple mercader. . . a su manera es
un poetH, pero se avergüenza de esa poesía porqu ~ sie'.'", te profundamente su bajeza, aun-
que la rn~cesidad del riesgo le ennoblezca a sus propios ojos. El cuento relata cómo, du-
rante tres afias, se arrastra por los casinos y juega a la ruleta. 22

Desde. luego, esta es la primera versión en que Dostoievski expresa su


idea, y contiene una complejidad temática que va mucho más allá de lo que
quedaría1 incluido en la composición terminada. En realidad, el pasaje con-
tiene un motivo que manifiestamente señala las Notas desde el subten·áneo,
y que será apropiado para esta obra anterior. La concepción de un perso-
naje que ha perdido la fe pero que no se atreve a no creer recuerda el tipo
de Golyadkin de El doble, aterrado ante su propia audacia por haber reba-
sado los sac,msantos límites del sistema ruso de castas. Dostoievski había
seguido tom.~mdo notas para una versión revisada de este texto, durante
1860-1864; y un año después de su carta sobre El jugador, convirtió este
tipo en el hom1bre del subterráneo, que sufre por no creer en ciertas ideas

21
The Gambler, P.P· 218-220.
22
Pisma, 1, p. 3:13.
UN AMANTE ATORMENTADO 349

que le parecen incompatibles con su sensibilidad moral. Estas ideas ya no


son aquellos apoyos del sistema burocrático ruso, sino antes bien los temas
esenciales de las ideologías de la Europa occidental que habían invadido
y reformado la sique sociomoral rusa. Lo que quedó para El jugador fue el
tema nacional, los deleites y peligros de la "poesía del riesgo'', y las dificul-
tades emocionales de la tortuosa relación con Súslova (aunque sólo su
esencia sicológica será empleada, y no las circunstancias reales).

Los desplazamientos de la pareja, que a ratos reñía y a ratos se abrazaba


(aunque Dostoievski nunca recuperó su anterior posición de amante), los
llevaron después a Nápoles. Para entonces, Dostoievski estaba aburrién-
dose de toda la escapada, y anhelaba verse de vuelta en Rusia. Desde
Roma, advirtió a su hijo adoptivo, Pasha, que prestara más atención a sus
estudios y haraganeara menos por los jardines de Yussopov (parque de di-
versiones, en las afueras de San Petersburgo ); añade: "Yo estoy bien y no
he tenido ataques epilépticos; y aunque aquí hay mucho que ver, que visitar
y con qué divertirse, sigo teniendo un gran deseo de regresar a Rusia. Tanto
así que en ciertos momentos me resulta penoso verme aquí entre extran-
jeros. 23
La forma en que Dostoievski había empezado a considerar su viaje pue-
de inferirse por una carta posterior, a Turguénev, en que se excusaba por
no haberle dado una dirección a la que pudiera Turguénev enviarle Los
fantasmas. "En todas partes permanecí sólo por breve tiempo", explica, "y
en general ocurrió que, al salir de una ciudad, apenas sabía yo, por la noche,
donde me encontraría al día siguiente. Ciertas circunstancias hicieron que
estos movimientos no siempre dependieran de mí; antes bien, yo siempre
dependía de las circunstancias."24 Aun dejando espacio para cierta exage-
ración, Dostoievski probablemente sintió que se había convertido en ju-
guete de los caprichos y extravagancias de Súslova, ya que el destino de la
pareja era decidido, más o menos, por sus cambios de humor, de un día
tras otro. Por ello Dostoievski decidió firmemente en Roma, que Nápoles
sería la última parada de su viaje por el sur; de allí planeaba volver al norte
y retornar a su patria, por vía de Turín y Ginebra.

23 /bid., p. 336, 30 de septiembre/18 de octubre de 1863.


24
/bid., p.337, 18 de octubre de 1863.
350 POLINA

Nada digno de atención ocurrió durante su permanencia de una semana


en Nápoles: el Diario de Súslova simplemente dice que fueron abordados
por mendigos y que toda una multitud se reunió a su alrededor cuando
hicieron una pregunta. Pero, mientras estaban embarcándose en el puerto,
para el viaje de regreso a Livorno, para gran consternación de Dostoievski
se encontraron inesperadamente con Herzen y toda su familia, que tam-
bién subían al muelle. Fue imposible para Dostoievski ocultar a Súslova,
y ésta escribe, de buen humor: "E M. me presentó como pariente suya, en
términos muy vagos. En su presencia, se condujo como si fuera mi herma-
no, o algo aún más íntimo [?], lo que desde luego habrá sorprendido un
tanto a H., F. M. le habló mucho acerca de mí, y H. le escuchó con aten-
ción. "25 Por desgracia, Súslova no anotó las palabras de Dostoievski. Pero
bien podemos imaginar que habló extensamente de las ambiciones y reali-
zaciones literarias de ella, improvisando frenéticamente sobre la inspira-
ción del momento.
Surgió una situación bastante divertida (aunque, desde luego, no para
Dostoievski), por que el hijo mayor de Herzen, que después sería un fisió-
logo de renombre, también era miembro del grupo. El joven Alexander,
de 24 años, consideró sumamente atractiva a la "parienta" de Dostoievski,
y pronto ambos entablaron una viva conversación. Súslova anotó solem-
nemente que Alexander Jr. era "una especie de joven desesperado" que,
cuando ella aventuró la opinión de que "yo había encontrado por doquier
una situación casi igualmente repugnante", en el extranjero, "pasó a de-
mostrar que no era 'más o menos' sino igualmente repugnante por do-
quier". Mientras estos espíritus afines intercambiaban ideas, el pobre Dos-
toievski se paseaba arriba y abajo por el puente, simulando lo mejor que
podía estar gozoso al ver a su encantadora parienta entretenida por un jo-
ven sumamente codiciable. Sin embargo, Súslova finalmente se apiadó de
su abrumado compañero. "Mientras yo conversaba con [Alexander Jr.]",
escribe, "sumamente animada, E M. se paseaba sin cesar, y le pedí que se
uniera a nosotros, lo que hizo con evidente alivio". 26
Al descubrir que Súslova estaría en París en el invierno, Alexander Jr.
que planeaba estar allí para entonces, dijo que la buscaría y le pidió su di-
rección, pero entonces observó que sin duda podría obtenerla por medio
de un conocido común. Para guardar las apariencias, Dostoievski insistió
en que Súslova diera a Alexander Jr. su tarjeta "para mostrarle más aten-

25
The Gambler, p. 222.
26 lbid.
UN AMANTE ATORMENTADO 351

ción". Después, en privado, "me dijo sumamente nervioso que yo tenía


que escribirle si H. iba a verme. Le prometí esto, y en general no habló
conmigo del joven H., aunque cuando yo pronuncié su nombre, como de
pasada, me respondió hablando de él en términos no enteramente favora-
bles. "27 La coqueta Súslova evidentemente no pudo resistir a la tentación
de irritar a Dostoievski un poco hablándole de las atenciones del joven
Herzen.
El diario de Súslova no ofrece más detalies del encuentro entre Herzen
y Dostoievski, pero hay una pasajera referencia a él en el borrador (recién
publicado) de un artículo que Dostoievski escribió muchos años después
para su Diario de un escritor. El artículo se debió al suicidio de Liza, la hija
menor de Herzen, y Dostoievski al principio se propuso presentar algunas
de sus reminiscencias de la familia, más finalmente las descartó. Sin embar-
go, la nueva versión sí registra una conversación, en el bote que los llevaba
desde Nápoles, con Olga, la segunda hija de Herzen, que "se preocupaba
por su padre, pues todos en Rusia le habían dado la espalda, consideran-
dolo traidor a su patria (tal fue el año del levantamiento polaco); pero no
se lanzó a defenderlo delante de mí, ni explicó sus convicciones" (23, p.
324). Dostoievski, que evidentemente no alimentaba estos sentimientos,
no rompió toda relación personal con él, por el hecho de que Herzen apo-
yara a los polacos, ni consideró que esto borraba todos sus otros grandes
servicios, al inquietar las conciencias rusas y despertar el pensamiento ruso.
Huellas de este incidente pueden encontrarse en una obra que Her:zen
escribió casi un año después, Cartas a un adversario, dirigidas a un desta-
cado eslavófilo, Yury Samarin. Samarin, viejo amigo de Herzen desde sus
primeros días de Moscú, se había destacado recientemente como portavoz
de los eslavófilos; siendo un importante funcionario del gobierno, también
había desempeñado un papel en la emandpación de los siervos. En el curso
de su controversia con Samario, Herzen recuerda que "hace un año encon-
tré, en un barco, entre Nápoles y Livorno, a un ruso que estaba leyendo
las obras de J omyakov en una edición nueva. Como estaba a punto de que-
darse dormido, le pedí que me pasara el libro, y leí buena parte de él." El
ruso en cuestión sólo puede haber sido Dostoievski, que así dio a Herzen
la oportunidad de renovar su relación con el pensamiento eslavófilo en
una de sus fuentes principales.
Lo que Herzen dice acerca de J omyakov indica hasta qué grado sus pro-
pias ideas y las de sus adversarios políticos aún convergían en las cuestiones

27 !bid.
352 POLINA

esenciales. "Claramente vi que en muchos puntos, nosotros [Jomyakov y


él mismo) habíamos interpretado del mismo modo la cuestión occidenta1l,
pese a las diferencias de explicaciones y deducciones . . . Lo mismo puede
decirse con respeto a su apreciación de los elementos específicos de la vilda
del pueblo ruso, que sirven de punto de partida de nuestra propia evo.lu-
ción." Así, Herzen conviene con la negativa evaluación que Jomyakov
·hace de la civilización occidental y las esperanzas puestas por los eslavó-
filos en la obshchina; pero se negó a aceptar la explicación es lavó fila, que
por ~ntonces estaba impresionando a Dostoievski, de por qué Europa se
había descarriado.
Jomyakov afirma, escribe Herzen, "que toda la historia del Occidente,
es decir, casi toda la historia de mil quinientos años, no ha triunfado porque
los pueblos germanos-latinos adoptaron la fe católica y no la religión orto-
doxa griega ... ", a lo que Herzen responde irónicamente que "en general,
yo no he podido comprender, ni antes ni ahora, por qué el cristianismo no
es cristiano fuera de los muros de la Iglesia oriental, ni por qué Rusia re··
presentó la doctrina de la libertad (no en la práctica, naturalmente . .. ), y
el Occidente una doctrina basada en la necesidad".28 No podemos dejar
de preguntarnos si los dos discutieron tales reacciones cuando Dostoievski
despertó y le devolvieron el volumen; pero tal vez la conversación se limit<S
a esos sentimientos antioccidentales acerca de los que Herzen y los eslal-
vófilos, así como Dostoievski, estaban en completo acuerdo. Al desem-
barcar en Livorno, Dostoievski insistió particularmente en acompañar a
la familia Herzen a su hotel, y fue a comer con ellos al día siguiente, proba-
blemente sin la compañia de Súslova, ya que ella no registra tal visita.
Este encuentro inesperado con el representante del pensamiento libre
ruso en Europa, que tal vez lo distrajo de su difícil relación personal, parece
haber tenido un efecto tranquilizador sobre las relaciones cada vez más di-
fíciles entre Dostoievski y su recalcitrante amada.
El dfa de nuestra partida de Nápoles -escribe Súslova- F. M. y yo tuvimos una rifia,
pero a bordo del barco, ese mismo dfa, y bajo la influencia de nuestro encuentro con H.,
quien nos animó; tuvimos una conversación franca y volvimos a estar de acuerdo (fue
acerca de la emancipación de las mujeres). Desde ese día, no tuvimos más disputas.Yo
estuve con él casi [?]como lo había estado antes, y lamenté tener que separarme de éI. 29

Es difícil saber si los sentimientos de Dostoievski eran exactamente los


mismos, pero aunque ya no se hiciera ilusiones sobre el carácter de Súslova,
28
A I. Gertsen, Polnoe Sobranie Sochinenii, 30 vals. (Moscú, 1954-1961), 18, p. 279.
29
The Gambler, p. 223.
UN AMANTE ATORMENTADO 353

su pasión por ella no había cesado, y le era penoso pensar siquiera en re-
nunciar a ella por completo. Ambos se separaron, pues, con una última
nota de reconciliación; y la imagen de la tentadora Apolinaria, que nunca
había excluido por completo la posibilidad de reanudar su relación amo-
rosa --que siempre parecía estar casi a su alcance, pero no por completo--
continuó obsesionando a Dostoievski durante varios años.

Para cuando llegó a Turín, en camino de regreso, los pensamientos de Dos-


toievski estaban ocupados por otras preocupaciones, y para informar a
Turguénev esboza la desalentadora perspectiva que prevé que le aguarda,
pero que, al mismo tiempo, está impaciente por ver:

Una tarea difícil me espera en San Petersburgo. Aunque mi salud ha mejorado infinita-
mente, dentro de dos o tres meses sin duda quedará enteramente destruida. No se puede
hacer nada. Hay que rehacer la revista de punto a cabo. Debe ser más actual, más inte-
resante, y al mismo tiempo debe respetar la literatura: objetivos incompatibles, según
buen número de pensadores petersburgueses. Pero tenemos la intención de luchar fie-
ramente contra este desprecio con que se trata a la literatura. Esperamos no ~uedarnos
atrás. Apóyenos, se lo ruego [enviándonos Los fantasmas], únase a nosotros. 0

La misma carta también contiene una excusa por la intolerable conducta


de Dostoievski en su última reunión en Baden, que él atribuye vagamente
al "tumulto de las pasiones" (el juego, casi ciertamente pensando, asimis-
mo, en Súslova) en que se encontró atrapado. "Si no tuviese yo la esperan~
za de hacer algo más inteligente en el futuro", escribe, "en realidad me
sentiría hoy muy avergonzado. Pero, idespués de todo!, lpediré perdón
por mí mismo?" 31 Lejos de hacerlo, Dostoievski volvió a apostar en Ham-
burgo; una vez se encontró sin un centavo y se vio obligado a pedir ayuda
a Súslova, que estaba en París. Amiga fiel, si no amante dócil, ella estaba
a punto de empeñar su reloj y su cadena, pero logró reunir trescientos fran-
cos sin tener que llegar a aquel recurso último. El escarmentado Dostoiev-
ski volvió humildemente a casa a comienzos de noviembre, para encontrar
las cosas aún indecisas en lo referente a la revista, y sus asuntos personales
en mayor desorganizaCión de lo que había previsto.

30 Pisma, 1, p. 338, 18 de octubre de 1863.


31 !bid.
354 POLiNA

Habiendo pasado muy rápidamente por San Petersburgo, el 10 de no-


viembre Dostoievski se encontraba en Vladimir con María Dimitrievna,
cuyo estado evidentemente Je alarmó. "La salud de María Dimitrievna es
muy mala", escribió a la hermana de ella, a San Petersburgo. "Ha estado
terriblemente enferma desde hace dos meses. Fue muy mal atendida por
su médico; ahora, tiene otro. Se ha debilitado particularmente durante más
de dos meses por una fiebre continua."32 Su estado era tan grave que Dos-
toievski decidió no volver con ella al clima hostil de San Petersburgo, y en
cambio planeó vivir en Moscú, alquilando un pequeño apartamento en la
capital del norte, donde podría estar de cuando en cuando, para atender
los asuntos de la revista. Pocos días después, vuelve a escribir a su hermana
"que María Dimitrievna, al parecer, puede curarse en Moscú [lpudo real-
mente creer esto?], estamos corriendo por todos lados, buscando un lugar
donde vivir, etcétera, etcétera." 33 Dostoievski, puntillosamente, presen-
tó a su esposa a sus parientes de Moscú, con la obvia esperanza de que la
atendieran durante sus ausencias planeadas; y las presiones financieras
que sobre él pesaban se aliviaron de momento porque su rico tío de Moscú,
que había muerto hacía poco, le dejó algo en su testamento. Pero esta ines-
perada herencia resultó el único punto brillante en una situación que rápi-
damente iba haciéndose cada vez más sombría y tormentosa.

32
Pisma, 1, p. 339,10 de noviembre de 1863.
33 !bid. , p. 342, 19 de noviembre de 1863.
CUARTA PARTE

LA PRISIÓN DE UTOPÍA
XVIII. "LA ÉPOCA"

DURANTE todo el verano y el otoño, Mijaíl había estado activamente ocu-


pado escribiendo interminables peticiones a las autoridades, en demanda
de autorización para reanudar la publicación; y a mediados de noviembre,
sus esfuerzos por fin se vieron coronados por el éxito. Se dio autorización,
no de revivir El Tiempo, sino de publicar una nueva revista, y Mijaíl informa
a su hermano que "ahora estoy escribiendo el anuncio. Y debo hacer todo
esto sin consultarte. Esto, amigo mío, es muy penoso para mí, y aunque soy
persona de decisión que no vacila en momentos de dificultad, aun así es
muy triste tener que actuar a solas en una cuestión que nos afecta a todos." 1
La pérdida del anterior nombre de la revista podía parecer sin importan-
cia, pero, en realidad, era una gran desventaja. Hacía que la nueva publi-
cación no pudiese aprovechar el prestigio que ya había sido adquirido por
El Tiempo en los dos años anteriores, y tendría que recomenzar para
establecer a ojos del público lector. La carta de Mijaíl también revela sin
ambages uno de los problemas claves a los que la nueva publicación se en-
frentó desde el principio: la ausencia de la mano editorial de Feodor y de
su brillante pluma de periodista, en el momento crucial en que haría un
nuevo comienzo.

No obstante, Dostoievski sí tomó la parte más activa que pudo en los pre-
parativos, y hubo una continua correspondencia entre las dos ciudades. El
primer problema era el del nombre, y el primero propuesto por Mijaíl fue
Pravda (La Verdad). A Dostoievski le gustó la impresión que producía y
se mostró entusiasta: "Por lo que toca al título La Verdad en mi opinión es
perfecto, asombroso, y haber dado con él es cosa que nos honra ... Incluye
nuestra idea más exacta, conviene a las circunstancias, y especiálmente hay
una especie de ingenuidad, de fe en él, que corresponde exactamente a
nuestro espíritu y a nuestra orientación, porque nuestra revista (El Tiem-
po) siempre fue extremadamente ingenua, y lquién sabe? tal vez tuvo éxito
precisamente por su ingenuidad y su fe. "Dostoievski sugirió que ambos
títulos fuesen relacionados en el anuncio por algún lema como "El Tiempo

1 DMI, ed. Dolinin, p. 543.

357
358 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

exige La Verdad", de modo que pudiese verse al segundo título como brote
natural del primero. También sugiere que el anuncio sea original y llama-
tivo, hasta excéntrico si es necesario, para atraer la atención; nada podría
ser peor que las habituales fanfarronadas que, si acaso, se leen bostezando.
Debe ser, afirma, "lacónico, súbito, orgulloso", y "no debe hacer alusiones
[podemos suponer que al triste pasado]; en una palabras dar pruebas del
más completo aplomo". 2
Por desgracia, el título que a Dostoievski le pareció tan perfecto no fue
aceptado por las autoridades, y también pusieron objeciones al título Po-
chva (La Tierra), considerándolo como más apropiado para una publica-
ción sobre agricultura. Por fin, alguien propuso Epojha (La Época) y La
Época se quedó; el primer anuncio en demanda de suscripciones fue colo-
cado en la Gaceta de San Petersburgo a finales de enero de 1864. Dado que
los anuncios para suscripciones solían ponerse a comienzos del otoño, este
retraso en obtener la autorización de publicar hizo que La Época tuviese
un muy mal comienzo financiero; la mayoría de los potenciales suscriptores
ya habían enviado su dinero a la competencia. Allí mismo, la esperanza de
publicar inmediatamente en febrero resultó imposible, yel primer número
(doble), que salió de las prensas apenas en abril, creó una lamentable im-
presión de desorganización editorial y falta de orden. Strájov, sin piedad,
crítica a Mijaíl Dostoievski, diciendo que le faltaron energías en aquel mo-
mento crucial, olvidándosele mencionar que la hija menor de Mijaíl, Varya,
falleció de escarlatina en febrero, y que el pobre padre se hallaba abruma-
do de dolor.
En la misma carta en que con tanta elocuencia elogia el título de La Ver-
dad, Dostoievski también menciona tres posibles colaboraciones que él
podría hacer al primer número, aunque añadiendo que "los asuntos [re-
lacionados con su reubicación en Moscú] no me dejan un momento para
escribir". Para empeorar todavía más las cosas, sus ataques de epilepsia ha-
bían vuelto, y "ya he tenido dos ataques, uno de los cuales (el último) fue
muy fuerte". Sin embargo, Dostoievski creía que podría escribir el artículo
editorial estableciendo la posición de la revista y menciona también otros
dos: "Una crítica de la novela de Chemishevski y la de Pisemski crearía
considerable efecto, y especialmente convendría a nuestra situación. Dos
ideas opuestas, demolidas ambas. Y como resultado, la verdad." 3
Los mares tonnentosos (1863), de Pisemski, que había sido publicado

2 Pisma, 1, p. 340, 19 de noviembre de 1863.


3 !bid., p. 341.
"LA ÉPOCA" 359

en El Mensajero Ruso, se encontró entre las primeras novelas importantes


de las obras que fueron llamadas antinihilistas, que forman una subcate-
goría de la literatura en prosa rusa del siglo XIX. Tales libros difieren de
Padres e hijos, de Turguénev, o de Crimen y castigo, de Dostoievski, ya que
pintan a los nihilistas como desaforados canallas y villanos, impelidos ex-
clusivamente por los más bajos y repugnantes motivos personales. Ni si-
quiera la novela de Dostoievski, que podría incluirse en esta categoría, Los
endemoniados, llega tan lejos: Pedro Verjovenski carece totalmente de es-
crúpulos, pero actúa movido por un principio (aun si es por completo per-
vertido), y no por sórdidas razones puramente egoístas. Del lado opuesto, .
la novela utópica de Chernishevski, lQué hacer? (1863), presentaba un
cuadro brillante de las extraordinarias virtudes morales de la "gente nue-
va" a la que Turguénev había vilipendiado con el nombre de nihilistas; y
también incluye un rosado cuadro de su futuro paraíso utópico-socialista.
De la misma manera, como lo había hecho ya en el pasado, Dostoievski
deseó seguir un curso ideológico medio entre las calumnias de los reaccio-
narios y los ensueños de los radicales, buscando una "verdad" indepen-
diente de unos y otros, mientras, al mismo tiempo, les hacía justicia a todos.
Se recordará que Chernishevski había sido detenido el 7 de julio de
1862, y puede causar cierta confusión verle mencionado ahora como autor
de una novela legalmente publicada en 1863, novela que, además, tiene
un contenido abiertamente subversivo a ojos de cualquier lector inteligen-
te. Pero, en forma increíble, el libro apareció con el imprimatur oficial de
la censura, mientras Chernishevski se encontraba encerrado a piedra y
lodo; y su publicación quizá constituye el ejemplo más notorio de torpeza
burocrática en el ámbito cultural durante el reinado de Alejandro II. Tam-
bién puede parecer sorprendente que Chernishevski, ensayista, comenta-
dor de la filosofía, historiador y economista, hubiese probado suerte en
obras de ficción. Pero cuando la cárcel lo aisló de sus habituales esfuerzos
literarios, con indómita determinación decidió seguir el ejemplo de dos es-
critores a los que grandemente admiraba: William Godwin y Harriet Bee-
cher Stowe, y llevar adelante su obra como mentor ideológico de los ra-
dicales, por medio de la novela. El resultado fue lQué hacer? que, pese a
sus obvias flaquezas artísticas, figura como una de las obras ficticias de
propaganda que más éxito hayan tenido. Pocos libros han ejercido una re-
percusión tan directa y eficaz sobre las vidas de tan extensa masa de per-
sonas, empezando con los esfuerzos de los discípulos inmediatos de Cher-
nishevski por formar comunas cooperativas socialistas, similares a las que
él pintaba, hasta llegar a V. l. Lenin, cuya admiración a la novela de Cher-
360 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

nishevski fue ilimitada, y que fue para él una fuente de inspiración per-
sonal.*

lQué hacer? llegó a las páginas deEI Contemporáneo por un camino sinuo-
so, frecuentamente risible, no todos cuyos giros y vueltas han sido ya traza-
dos. Su viaje empezó cuando Chernishevski envió la primera entrega de
la novela al príncipe Golitsyn, que era jefe de una comisión nombrada para
investigar las acusaciones en su contra. Al no encontrar nada "político" en
lo que leyó (pues, en efecto, no hay nada abiertamente político en la novela
en conjunto), el príncipe consideró terminadas sus obligaciones y minucio-
samente envió el manuscrito a la censura, para una inspección más detalla-
da. El censor, impresionado por el "sello y las armas" de la comisión, que
vio sobre el manuscrito, supuso que ya habría sido aprobado y, sin perder
tiempo, lo pasó a la revista. Entonces Nekrásov, en un acceso de distrac-
ción, dejó el manuscrito de la primera entrega en un coche de punto, y
puso un anuncio, pidiendo su devolución, en el periódico de la policía de
San Petersburgo. Cuando fue encontrado, la policía, mansamente, entregó
uno de los textos más subversivos de la historia de Rusia al preocupado
editor. Estos hechos explican cómo se publicó la primera entrega; pero
será siempre un misterio cómo el resto logró pasar la red de la censura,
aun cuando todos pudieran ver el cariz revolucionario de la obra.
La obra, impresa en tres números de E/ Contemporáneo, a partir de mar-

•Abundan los testimonios sobre la enorme importancia de la nuvela de Chenishevski en la historia


sociocultural rusa. "Los números de El Contemporáneo en que se había impreso (la novela)" escribe
Andrej Walicki, "fueron conseivados con inmenso respeto, como si fuesen una herencia de familia.
Para muchos miembros de la generación joven, la novela llegó a ser una enciclopedia de la vida y el
conocimiento." En sus memorias, la esposa de Lenin, Nadezhda Krupskaya, dice que su esposo recor-
daba cada detalle de la obra. Plejánov no estaba exagerando cuando declaró que "desde la introduc-
ción de la imprenta en Rusia ninguna obra impresa había tenidu !anto éxito ali! como lQué hacer?,
de Chemishevski". Andrej Walicki,A History ofRussian Thought, trad. Hilda Andrews-Rusiecka (Ox-
ford, 1975), p. 190.
Nikolai Valentinov, quien conoció muy bien a Lenin, recuerda en sus memorias una conversación
en la que él criticó la novela, diciendo que en el aspecto artístico era deficiente.
Su rostro [de Lenin] se endureció y luego se ruborizó en tomo de los pómulos -esto siempre le
ocurría cuando estaba furioso-. "Yo declaró", dijo, "que no es permisible decir que lQué hacer?
es una obra cruda, sin talento .. . Mi hermano, por ejemplo, quedó cautivado por él [Chemishevski]
yyo también. Trasfonnó completamente mi modo de ver las cosas". [Nikolai Valentinov,Encounters
with Lenin, trad. Paul Rosta y Brian Pearse (Londres, 1968), pp. 63-64.]
"LA ÉPOCA" 361

zo de 1863 (coincidiendo, en parte, con la publicación de losApuntes de


invierno), creó una conmoción indescriptible, gran parte de la cual se deri-
va de su polémica en relación con Padres e hijos. Como sabemos, Chernis-
hevski creía firmemente que la obra maestra de Turguénev no era más que
una indigna caricatura de Dobrolyubov, y su propia obra intenta presen-
tar una imagen más fiel de la "gente nueva" a la que Turguénev, supues-
tamente, había vilipendiado. (Dobrolyubov había sido el primero en llamar
"gente nueva" a los jóvenes radicales, y Chemishevski coloca esta frase en
su subtítulo: "Cuentos acerca de la gente nueva.") Los dos principales per-
sonajes masculinos, Lopújov y Kirsánov, son raznochintsy y estudiantes de
medicina cuando el libro empieza -análogos perfectos de Bazárov-,
pero Kirsánov logra llegar a ser una de las más grandes lumbreras de la
medicina internacional. Ambos forman parte de un triángulo romántico
que incluye a la heroína, Vera Pavlovna; pero mientras que Bazárov es des-
truido cuando su fatal atracción hacia Mme. Odíntsova resulta más pode-
rosa que su voluntad, todo lo contrario ocurre a los personajes de Chemi-
shevski. Como ambos siguen los preceptos del "egoísmo racional" logran
desenredar el nudo tan dolorosamente formado, sin un estremecimiento
siquiera del caduco y romántico Weltschmerz que arruina a Bazárovy sin si-
quiera una huella de emociones tan primitivas como resentimientos o ce-
los. Los héroes de Chemishevski fácilmente superan todos los obstáculos
que a la postre llevaron a Bazárov a la tumba, y demuestra, con aplastante
claridad, cuánto había deformado Turguénev los verdaderos lineamientos
de la "gente nueva".
Esta refutación de Turguénev habría bastado para garantizar al libro su
enorme éxito; pero se apoderó de la imaginación de sus jóvenes lectores
aún con más fuerza, al ofrecerles soluciones a toda la gama de problemas
que preocupaban a la intelectualidad radical durante el decenio de 1860:
soluciones que, les aseguraba, podían ponerse triunfalmente en práctica,
con milagrosa facilidad. El egoísmo racional era el talismán omnipotente
que daba la clave final a todas las complejidades humanas, ya fuesen las
relaciones entre sexos, el establecimiento de nuevas instituciones sociales,
el triunfo en la vida privada, la derrota de las estúpidas autoridades zaristas
o la total trasformación física y espiritual de la humanidad en el futuro pa-
raíso terrenal. Todo lo que había que hacer era aceptar un riguroso egoís-
mo como norma de la propia conducta, y luego creer que un egoísmo "ra-
cional" nos impulsa, por la simple fuerza de la lógica, a identificar siempre
nuestro interés con el del mayor bien del mayor número.
Resulta difícil contener una sonrisa cuando los virtuosos de Chemishev-
362 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

ski se convencen a sí mismos para llegar a la absoluta convicción de que


sólo un egoísmo estricto determina todas las acciones. En realidad, aunque
a cada instante ridiculizan la ética del autosacrificio, se comportan en abso-
luto acuerdo con sus preceptos. Pero no sienten que tal conducta sea un
sacrificio porque, según la imagen de la naturaleza humana que ofrece
Chernishevski, una vez internalizados los principios del egoísmo racional,
simplemente dejaron de existir las ya caducadas reacciones del "egoísmo
no racional". Las pasiones y las emociones siempre responderán en forma
compatible con las órdenes de la razón ilustrada, que ha demostrado de
una vez por todas que beneficiar a lo demás es, en realidad, el más alto gra-
do de interés en sí mismo. No era posible imaginar algo que incluyera ma-
yor renuncia en sí mismo; pero este despliegue de la más pura virtud es
presentado como el más palpable y egregio egoísmo.
Como ejemplo, tomemos la decisión de Lopújov de casarse inmediata-
mente con Vera Pavlovna y así rescatarla de la opresión de su familia en
lugar de aguardar, como se había planeado, hasta que él obtuviese su título
en medicina; así, por Vera, él deja pasar la oportunidad de una brillante
carrera académica y médica. Chemishevski sabe perfectamente bien que
un lector "promedio" corrompido y cínico considerará que esta es una con-
ducta sumamente extraña en un "egoísta". Y se apresura a explicar que
Lopújov había decidido, "conciente y resueltamente, renunciar a todas las
ventajas materiales y honores, para poder trabajar en beneficio de los de-
más, habiendo descubierto que el placer de tai obra constituía la mayor
utilidad para él".
Armado con esta convicción, a Lopújov le resulta ahora sumamente fá-
cil, un juego de niños, abandonar todo aquello por lo que durante toda su
vida se había esforzado. Lo único que le preocupa es saber si está siendo
perfectamente congruente. lEstará cediendo ante el enemigo y haciendo
un sacrificio? Lopújov se tranquiliza a sí mismo, mientras reflexiona sobre
su decisión, con la consoladora idea de que "la noción de sacrificio es un
término falso; un sacrificio es equivalente a un absurdo como 'botas altas
con huevos mal hervidos'. Actuamos en la forma que es más agradable."
En lugar de interpretar sus propias acciones como sacrificio, las aprovecha,
por lo contrario, para demostrar la omnipresencia del egoísmo. "iVaya hi-
pócrita!", dice de sí mismo. lPor qué había yo de recibir un título? lNo
puedo vivir sin diplomas? Tal vez con lecciones y traducciones. Seré aún
más que un médico." 4 Sobre la base de tal razonamiento, el preocupado

4
N. G. Chernishevski, Chto Delat? (Moscú, 1955), pp. 129y135.
"LA ÉPOCA" 363

Lopújov acalla sus temores de que pueda estar infligiendo los milagrosos
lemas del egoísmo racional.
La más consumada ilustración de este dominio de la voluntad por la ra-
zón es el superhombre revolucionario Rajmétov, cuya actividad clandesti-
na de organizador es muy hábilmente disimulada por eufemismos. Rajmé-
tov es un monstruo de eficencia y dominio de sí mismo, que lleva la vida
de un absoluto asceta mientras está en favor del goce más completo y hasta
de la liberación de los sentidos. Para endurecerse a sí mismo, duerme en
una cama de clavos, y subordina toda preocupación por los demás a su gran
propósito no mencionado: la revolución. Rajmétov es un Bazárov absolu-
tamente absorbido por una causa, inconmovible e inconquistable en su
fuerza, y privado hasta de los pocos rasgos restantes de duda y sensibilidad
emocional que habían hecho humanamente simpático a su predecesor. Es-
te ideal del racionalista-revolucionario con nervios de acero, que destruye
todo vestigio de simpatías e inclinaciones personales para apegarse a la
helada lógica de la utilidad social, forma un eslabón intermedio en la línea
que conduce de Bazárov a Raskólnikov.

Al Dostoievski que acababa de escribir la Casa de los muertos y Apuntes


de invierno, la novela de Chernishevski, con su fe conmovedora mente inge-
nua en la razón utilitaria, tenía que parecerle un desafío directo. Y este
desafío era tanto más provocativo cuanto que, en el célebre cuarto sueño
de Vera Pavlovna, uno de los símbolos claves de Dostoievski, es utilizado
en un sentido directamente opuesto a su interpretación. En este pasaje cli-
mático, Chernishevski esboza un cuadro de la evolución de la humanidad
en el estilo seudoépico utilizado por los románticos sociales franceses
como Ballanche y Lamennais a comienzos del siglo, evolución que culmina
en el advenimiento de la Utopía Socialista. No es de sorprender que esta
utopía resulte bastante similar a la vida que Fourier había imaginado para
su falansterio ideal; y ciertamente, habrá despertado en Dostoievski re-
cuerdos de sus días del Círculo de Petrashevski, en que las ideas de Fourier
habían sido apasionadamente reverenciadas y discutidas en una atmósfera
de franca exaltación. Sin embargo, desde entonces los detalles del plan
fourierista para el futuro le habían parecido bastante ridículos, y había con-
venido con su amigo Valerian Maikov en que el falansterio casi no dejaba
364 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

espacio a la libertad del individuo. 5 Catorce años después -iy qué años
para Dostoievski y para Rusia!-, el resurgimiento de tales fantasías sólo
habrá podido parecerle el colmo del absurdo. Una vez más, se enfrentaba
a esta imagen soñada de un futuro en que el hombre había conquistado
completamente a la naturaleza y establecido un modo de vida que permi-
tiese satisfacer libre y completamente todos los deseos. En este mundo no
existe ninguna brecha entre cada apetito y su satisfacción; todo conflicto,
toda infelicidad, todo afán interno y toda agitación espiritual se han desva-
necido por completo. Esto es, literalmente, el fin de la historia, cuyo alcan-
ce constituye el éxtasis final de la humanidad, en una ronda interminable
de placer y gratificación. Para Dostoievski, el ideal de semejante mundo in-
mediatamente evocó imágenes de la decadencia greco-romana y el inevi-
table desarrollo de las pasiones más perversas, en un esfuerzo por escapar
del simple hastío del hombre totalmente saciado.
Para empeorar las cosas, Chemishevski había seleccionado como ima-
gen de este glorioso mundo de realizaciones el Palacio de Cristal de la Feria
Mundial de Londres: precisamente el mismo edificio que Dostoievski ha-
bía visto como la monstruosa encamación del materialismo moderno, la
versión contemporánea del dios de la carne, Baal. Pero, a los deslumbrados
ojos de Chemishevski, esta estructura representaba el primer atisbo de lo
que sería la esplendente encamación visual de la Utopía Socialista del fu-
turo, el objetivo manifiesto de todas las aspiraciones humanas:

Un edificio, un edificio enorme, enorme, como los que hay ahora en unas pocas capitales
y aun allí, los más grandes... io no, no existe hoy uno sólo como él! Se levanta en medio
de campos y praderas, jardines y bosques... Y ese edificio, ese tipo de arquitectura ya
es barruntado en el palacio que se levanta en Sydenham Hill. Cristal y acero, acero y
cristal, y eso es todo. No, eso no es todo. Eso es sólo la cáscara del edificio; esas son sus
paredes exteriores. Pero allí, dentro, está una verdadera casa, una casa enorme. Está cu-
bierta por este edificio de cristal y acero como por una cáscara. Está rodeada por vastas
galerías en cada piso... Pero icuán rico es todo esto! Aluminio por doquier, iy en todos
los espacios entre ventanas cuelgan espejos! iY qué alfombras en el suelo!. .. Y por do-
quier hay árboles y flores tropicales. Tuda la casa es un enorme jardín de invierno. 6

El "palacio que se levanta en Sydenham Hill" como todos lo sabían, era el


Palacio de Cristal, que Chemishevski probablemente había visitado en su
viaje secreto a Londres, emprendido para consultar a Herzen, y sobre el

5
Dostoievsky: The Seeds of Revolt, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 252-256.
6
Chernishevski, Chto Delat?, p. 390.
"LA ÉPOCA" 365

que, en todo caso, había escrito sin haberlo visto en 1864. Así pues, en las
páginas de Chernishevski, Dostoievski volvió a encontrar todos los viejos
sueños utópicos de los cuarenta, que le eran tan familiares, aliados ahora
con la nueva fe en la razón utilitaria que iba tan directamente en contra
del sentido de la vida humana que él tan penosamente había adquirido.
Bien podemos ver por qué, cuando fue necesario aportar un texto artístico
para La Época, su intención inicial de escribir un artículo parcialmente de-
dicado a la novela de Chernishevski fue convirtiéndose en la idea de apor-
tar una respuesta más imaginativa y artística.

Los Dostoievski contaban con poder imprimir Los fantasmas de Turgué-


nev en su primer número, y se sintieron consternados cuando el autor em-
pezó a tener algunas dudas acerca de su publicación. Dado que el poema
en prosa Los fantasmas es una rapsodia lírica, con variaciones sobre el
tema de desilusión cósmica y el cansancio del mundo, Turguénev pensó,
con cierta razón, que una obra de esta naturaleza podía se mal recibida en
un periodo de rabioso realismo literario. En una carta enviada a P. V. An-
nenkov, que se encargaba de sus asuntos en Rusia, también expresó dudas
sobre si los Dostoievski realmente deseaban su texto o simplemente que-
rían utilizar su nombre como anuncio en la cubierta de su revista. Esta de-
sengañada reflexión, podemos suponer, fue inspirada por la negligente ac-
titud de Dostoievski en Baden-Baden. Para reparar el daño, Mijaíl pidió a
Feodor que escribiera urgentemente a Turguénev, y el culpable se apresu-
ró a hacerlo desde San Petersburgo, donde se encontraba por entonces en
visita para conferenciar acerca de cuestiones editoriales. La carta es de
gran interés, no sólo para la difícil historia de la relación entre Turguénev
y Dostoievski, sino también porque nos permite echar una ojeada a una
parte de la dialéctica de las Notas desde el subterráneo, que ya germinaba
por entonces en la sensibilidad de Dostoievski.
Dostoievski reconoce francamente que sería un gran triunfo tener el
nombre de Turguénev adornando la cubierta de La Época; pero, asegura
al arrepentido escritor, "le doy mi palabra de honor de que necesitamos
su cuento no sólo para engalanar la cubierta de nuestra revista con su nom-
bre". En cuanto a la preocupación de Turguénev sobre la conveniencia de
publicar un texto de esta naturaleza, Dostoievski responde con una larga
366 I.A PRISIÓN DE UTOPÍA

tirada contra la corriente cultural que por entonces prevalecía. Lo que se


necesita es precisamente algo distinto porque

las mediocridades que llevan ya seis at'los imitando a los maestros han bajado tanto el ni-
vel que una obra puramente poética (eminentemente poética) hasta será causa de satis-
facción. En cuanto a los que no comprenden nada, ¿por qué preocuparse por ellos? . . . ·
Un estrecho utilitarismo, eso es todo lo que piden. Escribid para ellos la obra más poética:
la dejarán de lado y tomarán la que describe a alguien a quien están azotando. La verdad
poética es considerada un absurdo. 7

Tales palabras, al parecer no muy diplomáticas, bien pudieron reforzar


los temores de Turguénev, pero Dostoievski se apresura a asegurarle que
los lectores anhelan ya un cambio, y subraya la contradicción interna en-
tre las ideas que abrazan los nihilistas y sus sentimientos auténticos: "Yo
conozco ... el caso de un utilitario semejante (un nihilista) que, aunque in-
satisfecho con el libro de usted, reconoció sin embargo que no podía apar-
tarse de él. Que le dejó una fuerte impresión. Tenemos demasiados nihi-
listas que sólo lo son en la superficie."8 La cuestión de si semejante lector
de Los fantasmas se contaba entre los conocidos de Dostoievski puede
quedar sin decidirse; más importante es notar su enfoque en una figura de
esta índole, tan obviamente en discordia consigo mismo, y que, como el
hombre del subterráneo, encuentra imposible adaptar sus reacciones emo-
tivas a sus convicciones.
Describiendo con toda precisión Los fantasmas, Dostoievski pasa a de-
cir a Turguénev que su poema en prosa expresa "la angustia de un ser culto
y conciente que vive en nuestros tiempos". Una o dos frases después, com-
para la obra con música:

En mi opinión .. . [la música] es el mismo lenguaje [que la literatura] pero expresa lo que
la conciencia aún no ha captado eno el razonamiento, sino toda la gama de la conciencia;
así, este lenguaje aporta un positivo beneficio, pero nuestros utilitarios no lo compren-
den); aquellos, entre nosotros, que aman la música, en cambio, no la abandonan y conti-
nuan tocándola. 9

Una vez más, vemos a Dostoievski explayarse sobre la discrepancia entre


la razón (en su forma nihilista rusa) y toda la gama de la conciencia huma-
na; la figura del nihilista melómano, incapaz de abandonar su pasión pese

7
Pisma, 1, pp. 343, 23 de diciembre de 1863.
8
lbid.
9 /bid.
"LA ÉPOCA" '367

a su filosofía, revela una vez más que Dostoievski estaba avanzando, a tien-
tas, hacia su siguiente obra literaria importante.

La carta de Dostoievski logró disipar los temores de Turguénev, y Los fan-


tasmas quedaron sólidamente garantizados para La Época; pero la revista
aún necesitaba más literatura en prosa. ("Presentamos sólo con el relato
de Turguénev es muy poco", comenta Dostoievski a Mijaíl.) 1º Probable-
mente al comienzo del año nuevo, apremiado por la necesidad editorial,
decidió aportar, él mismo, una nueva obra artística para el límite de febre-
ro, aun cuando las condiciones de su vida no fuesen nada propicias a la
creación artística. Semejante imagen de estas condiciones puede colegirse
de una carta de enero: "En este mismo momento, María Dimitrievna tiene
la muerte ante los ojos; está poniendose desesperada'', escribe a la herma-
na de ella. "Tales momentos son muy dolorosos para mí. Sus nervios están
totalmente exhaustos. Está muy mal del pecho, y está flaca como una agu-
ja. iEs terrible! iEs espantoso ver esto!" 11
Pasha lsaev había sido enviado a consolar a su madre, pero su presencia
sólo intensificó la angustiosa percatación de que el estado de ella era deses-
perado, y Pasha fue enviado de vuelta al hogar antes de lo planeado. "Yo
la compadezco mucho'', escribe Dostoievski, "y mi vida no es alegre. Pero
parece que soy indispensable para ella, así pues me quedo". 12 Un raro atis-
bo lateral de los Dostoievski aparece en una carta a Apollon Maikov, que
se presentó de visita, en algún momento del mes de enero, en un viaje a
Moscú.

Es terrible -escribe a su esposa- ver cuánto ha empeorado María Dimitrievna: ama-


rillenta, sólo huesos y piel, la imagen misma de la muerte. Le alegró mucho, mucho, ver-
me, me preguntó por ti, pero la tos le impidió hablarme mucho. Feodor Mijáilovich la
divierte con baratijas, bolsitas de mano, alcancías de cerdito, etcétera, y ella parece muy
contenta con esto. Ambos ofrecen un triste cuadro: ella con tuberculosis, y el con épi-
lepsia.13

1
º/bid. , p. 347, 9 de febrero de 1864.
11 fbid., p. 345, 10 de enero de 1864.
12
/bid. , p. 344.
13 L. P. Lanski, "Dostoevski v Neizdanoi Perepiske Sovremennikov (1837-1881 )", enLN, 86 (Mos-

cli, 1973), p. 393, en enero de 1864.


368 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

No obstante Dostoievski hizo todo lo posible por trabajar con un relato


que, aunque sin nombre, manifiestamente era la primera parte de las Notas
desde el subterráneo. Y sin embargo, su propia salud también se iba deterio-
rando, y a comienzos de febrero dijo a Mijaíl que llevaba dos semanas en-
fermo, no sólo con epilepsia ("eso no tendría importancia'', observa estoi-
camente) sino también de una infección en l~ vejiga que le impide sentarse
o tenderse confortablemente. Como resultado, aplaza la fecha de entre-
ga del cuento para marzo, y añade: "No te ocultaré que mi obra va mal. Mi
novelita de pronto ha empezado a dificultarse. Sin embargo, es mi propia
culpa. He enredado algo en ella. No sé lo que resultará." Su incapacidad
de cumplir con el plazo y, más aún, su insatisfacción con lo que llevaba es-
crito, lo deprimieron terriblemente, y observa que "nunca me perdonaré
el no haber podido terminar antes". También le preocupaba que pudiese
haberse agotado escribiendo, y confiesa que está "terriblemente nervioso
por mi salud". 14
A mediados de febrero, Dostoievski fue a San Petersburgo (la pequeña
Varya, de Mijaíl, falleció estando él allí), y a su regreso a Moscú, el 29 de
febrero, escribió, a la vez para consolar a su hermano y para esbozar nuevos
planes y proyectos para La Época. Le pareció que sería buena idea reanu-
dar la vieja práctica de hacer una breve crítica a todos los libros y revistas
que aparecían cada mes, prestando así a los lectores un útil servicio litera-
rio; también menciona "la idea para un magnífico artículo sobre lo teórico
y lo fantástico entre los simples teóricos (de El Contemporáneo)". 15 Aun-
que nunca se desarrolló como tal, esta idea probablemente quedó absor-
bida en las Notas desde el subterráneo, cuya primera parte quedó com-
pletada cerca del fin de febrero. Aprobada por la censura el 20 de marzo,
apareció varias semanas después en el primer número doble de La Época.
La información que ya hemos dado agota todo lo que sabemos, de buena
fuente, sobre la génesis de esta obra, pero podemos aventurar tentativa-
mente ciertas especulaciones.
Es muy probable que, al ponerse a escribir su artículo sobre lQué ha-
cer?, Dostoievski hubiese empezado a componer en el ya familiar estilo de
primera persona de los Apuntes de invierno, utilizando la misma clase de
persona: un ruso que aceptaba más o menos las ideas occidentales, pero
que emocional y concientemente se rebelaba contra ellas. En este caso,
desde luego, las ideas "occidentales" serían las de los radicales de los sesen-

14
Pisma, 1, p. 347, 9 de febrero de 1864.
15 /bid., p. 349, 29 de febrero de 1864.
"LA ÉPOCA" 369

ta, ejemplificados no sólo en lQué hacer? sino, también más teóricamente,


en El principio antropológi,co en la filosofía, con su abierto rechazo del libre
albedrío. Al enfrentarse poco después a la necesidad de un "relato", Dos-
toievski conservó la forma original, pero dio al "yo" de la narración mayor
especificidad social, basándose en sus propios planes para la revisión de El
doble. La concepción de Golyadkin, como sabemos por los libros de no-
tas del propio Dostoievski, había estado evolucionando continuamente
en dirección de una asimilación interna de la ideología radical; y el narra-
dor de la nueva obra de Dostoievski se convierte así en un desarrollo del
tipo de Golyadkin. Esta suposición -la fusión del hombre del subterráneo
con Golyadkin en cierta etapa-queda confirmada por un pequeño detalle
de la obra: ambos trabajan a las órdenes del mismo jefe de oficina, Anton
Antónovich Setotchkin.
También hay ciertas indicaciones de que Dostoievski se proponía escri-
bir una serie de episodios que tuvieran como figura central al hombre del
subterráneo; pero nunca desarrollo el plan más allá de las dos partes del
texto existente. 16 Y así como la primera parte brotó de un artículo acerca
de lQué hacer?,* absorbiendo en el camino parte del material preparado
para rescribir El doble, así la segunda parte probablemente surgió de la in-
tención de Dostoievski de escribir una obra intitulada Una confesión (el
título se había anunciado en El Tiempo a comienzos de 1863, como la si-
guiente colaboración de Dostoievski). Este proyecto, mencionado por pri-
mera vez en octubre de 1859, queda descrito en una carta a Mijaíl como
"una confesión: una novela que yo deseaba escribir después de todo lo que,

16
En la revista, una nota a pie de página, junto al título de la obra, anunciaba que la primera entrega
"debía contar como introducción a todo el libro, casi como un prólogo". Esta frase fue eliminada en
futuras ediciones. Véanse el comentario y las variantes textuales en PSS, 5, pp. 375, 342.
• Cierta confusión pudo ser causada por la observación del comentador de la edición de la Acade-
mia de la obra de Dostoievski, de que

la concepción de Notas desde el subterrdneo probablemente tomó forma a finales de 1862, en el


periodo en que estaba reflexionando y escribiendoApuntesde invierno sobre impresiones de verano.
En estos esbozos de viajes, Dostoievski formuló concisamente uno de los puntos básicos de la con-
fesión filosófica del héroe[?] de las Notas: la idea de la imposibilidad de construir una vida humana
"sobre fundamentos racionales". PSS, 5, p. 374.
Esta afirmación, a mi parecer, confunde lamentablemente una posición ideológica general, que
de hecho se remonta mucho más atrás que las Notas de invierno, con la génesis de una encamación
artística particular y concreta de esta posición. Aunque, como hemos visto, existen relaciones íntimas
entre las Notas de invierno y las Notas desde el subterrdneo, no hay pruebas de que Dostoievski pensara
en escribir una obra del tipo que finalmente surgió un año después, y en íntima conexión con su pro-
puesto artículo sobre lQw! hacer?, de Chemishevski.
370 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

por decirlo así, he tenido que vivir yo mismo ... La concebí en ka torga , ten-
dido en el camastro de tablas, en momentos dolorosos de pena y autocrí-
tica. "17
A juzgar por esta última frase, la confesión habría contenido, por lo me-
nos, una decepcionada contemplación del pasado ideológico de Dostoiev-
ski durante los cuarenta. Dado que esto es precisamente lo que encontra-
mos en la segunda parte, bien podemos suponer que este esquema también
estaba ya encarnado en las Notas desde el subterráneo; y tampoco habrá
sido totalmente fortuita semejante amalgamación. A pesar de toda su ter-
minología de egoísmo y de utilitarismo, fríamente calculada, la novela de
Chernishevski había hecho renacer gran parte de la atmósfera sentimental
e idealista de los cuarenta, y compartido sus ensueños filantrópicos de una
humanidad redimida y purificada. Así, Dostoievski fácilmente pudo in-
tegrar semejante material tomado de su propio pasado, tanto ideológico
como personal, en su nueva creación; y sin duda no es coincidencia el que
el hombre del subterráneo en la segunda parte sea exactamente de la
misma edad que Dostoíevski por la época de su triunfo con Pobres gentes,
en 1845. Sin embargo, cualesquiera que sean los elementos autobiográfi-
cos contenidos en esta segunda parte, todo están, asimilados e integrados,
en la abrumadora verdad artística del texto en conjunto.

El 20 de marzo de 1864, Dostoievski escribió a Mijaíl que estaba guardan-


do un severo régimen, tomando innumerables precauciones con su dieta
y que su condición infecciosa iba mejorando. También la hermana de María
Dimitrievna había llegado providencialmente de San Petersburgo, para
encargarse del hogar. "Sin ella", comenta, "no sé qué habría sido de noso-
tros". María Dimitrievna se sentía más debil cada día, y le habían dicho a
Dostoievski que su muerte podía llegar en cualquier momento; pero ella
se aferraba desesperadamente a la vida y, patéticamente, hacía planes para
los meses de verano, y pensaba en escoger su lugar de residencia para años
futuros. La tensión emocional de esta desgarradora situación sin duda ha-
brá sido enorme; pero Dostoievski asegura a Mijaíl que

17
Pisma, 2, p. 608, 9 de octubre de 1859. Véase también Dosroevsky: The Yearsof Ordea~ 1850-1859
(Princeto11, 1983), p. 298.
"LA ÉPOCA" 371

he vuelto a trabajar en mi novela [segunda parte de Notas desde el subterráneo]. Estoy


tratando de liberarme de ella lo antes posible, y al mismo tiempo lograr con ella Jo mejor
que pueda. Es mucho más difícil de escribir de lo que yo había creído. Y sin embargo, es
absolutamente necesario que tenga éxito; es necesario para mí. Tiene un tono sumamen-
te extrafio, brutal y violento; puede desagradar; habrá que suavizarla a todo lo largo con
poesía, para que resulte soportable. Mas espero que esta sea mejor. 18

Una semana después, Dostoievski recibió el primer número de La Épo-


ca, aún fresco de las prensas, y no quedó nada complacido con el resultado.
Habiendo releído Los fantasmas, nos ofrece ahora este juicio: "En mi opi-
nión, hay allí bastante basura; algo podrido, morboso, senil, incredulidad
a base de impotencia, en una palabra, todo lo de Turguénev y de sus convic-
ciones, pero la poesía compensaba bastante."19 Varios años después, Los
fantasmas aportarían parte de la inspiración para su brillantemente. per-
versa imitación de la manera lírico-elegiaca de Turguénev en Los endemo-
niados.
Mucho más vehemente fue su reacción a su propia colaboración, que
apenas pudo reconocer en lo que vio ante sus ojos. No sólo había sido muy
mal leída en pruebas (corno todo el número), sino que su concepción había
sido gravemente mutilada por la censura.

Mejor habría sido -dice- no haber publicado el penúltimo capítulo (donde está expre-
sado lo esencial, la idea misma de la obra) que publicarla así, es decir, con frases que es-
tán amañadas y que se contradicen unas a otras [las cursivas son mías]. iAy! lQué hacer?
Esos malditos censores: en pasajes en que yo me burlaba de todo y a veces blasfemaba,
por las simples apariencias, eso lo dejan pasar, y cuando concluyó con Ja necesidad de fe
y de Cristo... eso lo censuran. lQué están haciendo los censores? lEstán conspirando
contra el gobierno, o qué? 2 º
Esos comentarios son de gran importancia para la interpretación de la pri-
mera parte, y volveremos a los problemas ellos plantean.
Mientras tanto, Dostoievski estaba trabajando valerosamente en la se-
gunda parte, pero le resultaba cada vez más difícil sobreponerse a la carga
aplastante de unas circunstancias casi intolerables. ''l\rnigo mío", escribe a
Mijaíl a comienzos de abril,

he estado enfermo una buena parte del mes (marzo], luego convaleciente y ni aún hoy
estoy enteramente bien. Tungo los nervios de punta y no he logrado recuperar mi fuer-

lS /bid., p. 612, 20 de marzo de 1864.


19
/bid., p. 352, 26 de marzo de 1864.
20 /bid., p. 353.
372 LA PRISIÓN DE TJTOPIA

za. Estoy tan atormentado por tantas cosas que ni siquiera deseo hablar de ellas. Mi espo-
sa está literalmente muriéndose. No hay día en que, en tal o cual momento, no creamos
que se nos va. Sus padecimientos son terribles y esto !lle afecta porque ...

La frase termina así, y Dostoievski evidentemente supone que Mijaíl com-


prenderá lo que él deja por decir; tal vez estaba pensando en el asunto de
Súslova, cuyo secreto, supuestamente, sólo Mijaíl conocía. Y sin embargo,
continúa Dostoievski, "Escribo y escribo, cada mañana... [y] el relato se
hace más largo. A veces imagino que no vale nada, y sin embargo escribo
con entusiasmo; no sé lo que de aquí saldrá."21 Dostoievski espera que tal
vez pueda enviar pronto la mitad de la segunda parte para parar los tipos,
pero insiste en que sólo se podrá publicar entera, y no por entregas.
Otras varias cartas a Mijaíl, de comienzos de abril, contienen urgentes
peticiones de dinero, porque las últimas etapas de la enfermedad de María
Dimitrievna habían producido interminables gastos extra; y también ela-
bora una complicada estrategia para obtener un préstamo a favor de La
Época, de su próspera y piadosa tía de Moscú. El 9 de abril, Dostoievski
vuelve a comentar que la segunda parte se está haciendo más larga, pero
ahora parece más íntimamente comprometido con su creación. "En el fon-
do de mi corazón, cuento mucho con esta obra'', confiesa. "Será algo since-
ro y poderoso; será cierto. Aun si es mala, producirá un efecto. Lo se."22
Cuatro días después, vuelve a describir su lamentable condición ("Estoy
en un estado aterrador, nervioso, moralmente enfermo"), pero aporta in-
formación adicional acerca de su obra. Ahora la ve en tres capítulos: el pri-
mero está casi terminado; el segundo ya tiene redacción, pero es caótico;
el tercero aún no lo ha comenzado. Dostoievski se pregunta si el primer
capítulo no podría publicarse por sí solo, y expresa su disposición a hacer
semejante sacrificio, aunque está convencido de que perjudicará el efecto
total: "Se burlarán de mí, tanto más cuanto que, sin la secuela (los otros
dos son esenciales) pierde [el primer capítulo] todo su jugo. Sabes lo que
es una transición en música. Esto es exactamente lo mismo. El primer capí-
tulo no parece ser más que charla; pero de pronto esta charla, en los dos
últimos capítulos, se resuelve en una súbita catástrofe."23 Estas palabras,
las últimas de la correspondencia de Dostoievski que se refieren a la com-
posición de Notas desde el subterráneo, fueron escritas seis días antes de
que María Dimitrievna exhalara el último suspiro.

21
!bid., p. 355, 2 de abril de 1864.
22 !bid., p. 362, 9 de abril de 1864.
23 !bid., p. 365, 13 de abril de 1864.
XIX. "lVOLVERÉA VERAMASHA
ALGÚN DÍA?"

UNO DE los cuentos más conmovedores de Dostoievski, "Una criatura


humilde", está compuesto enteramente en forma de monólogo interno.
Muestra los pensamientos de un marido que se pasea en todas direcciones,
en la habitación que contiene los restos de su esposa muerta, quien se sui-
cidó arrojándose por una ventana, mientras aferraba un icono en la mano.
El cuento se originó en un relato periodístico de un suicidio semejante, y
nada nos permite trazar un paralelo entre María Dimitrievna y la humilde.
excosturera cuyo patético fin inspiró a Dostoievski. De todas maneras, las
desconcertantes reflexiones del esposo irresistiblemente nos recuerdan lo
que ocurrió cuando Dostoievski velaba al lado del féretro de su propia es-
posa. Pues también él, al lado del cadáver, meditó sobre la vida que habían
llevado juntos, y tales pensamientos lo llevaron a reflexionar, así mismo,
sobre las grandes cuestiones del bien y del mal, de la vida en la Tie~ra y su
significado y de la posibilidad de una eternidad más allá de la tumba. Re-
flexionó sobre todas las cuestiones que, desde los albores de la conciencia
humana, se han planteado a la humanidad, al verse ante la muerte; y en tan
severo y solemne momento de autoexamen trató de dar sus propias res-
puestas a estos enigmas perennes.
Para justificar la técnica de su cuento, Dostoievski pide al lector que su-
ponga que algún estenógrafo invisible pero omnipresente ha anotado las
palabras de su personaje. Por fortuna, no se necesita ningún llamado a tal
ficción para que nosotros penetremos en el espíritu del propio Dostoiev-
ski; nos permite hacerlo muy fácilmente porque, mientras estaba allí, sen-
tado, en el triste silencio, abrió su libro de notas y,_aJa luz mortecina de las
velas que parpadeaban, anotó sus propias reflexiones. Este texto es cono-
cido desde hace tiempo, por una copia del original, y el original mismo ha
sido recién editado y publicado. Y sin embargo, so~prendentemente, se ha
prestado poca atención a este documento crucial, aunque de la pluma de
Dostoievski no haya nada que nos lleve tan directamente al meollo mismo
de sus sentimientos-ideas religiosos, aquellos atisbos de lo absoluto en los
que trató de dar forma y expresión a sus creencias.* En ninguna otra parte

• Pese a la riqueza del comentario de la nueva edición de la Academia de las obras de Dostoievski
-por la cual tenemos que estar agradecidos a los eruditos soviéticos, cualquiera que puedan ser nues-

373
374 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

nos dice tan inequívocamente lo que en realidad pensaba acerca de Dios,


la inmortalidad, el papel de Cristo en la existencia humana, y el significado
de la vida humana en la tierra.

El fragmento comienza con una afirmación directa y con una pregunta


conmovedora: "Marsha yace sobre la mesa. lVolveré a ver a Masha algún
día?" (20, p. 172),1. Desde luego, esta no era la primera vez que los aconte-
cimientos habían movido a Dostoievski a atisbar más allá de los limites de
la existencia terrenal. Había planeado la misma pregunta, mucho más an-
gustiosamente, quince años antes, cuando había aguardado su tumo ante
un pelotón de fusilamiento, durante la "falsa" ejecución organizada por
Nicolás l. Si aceptamos el relato de estos momentos, que despues incluyó
en El idiota, lo que Dostoievski sintió entonces fue una sensación "terri-
ble" de incertidumbre y de "repulsión ante lo desconocido" ( 18, p. 52).
Otro sobreviviente informa que, en una breve conversación con su amigo,
Nikolai Speshnev, un ateo estoicamente resignado a convertirse en "un
puñado de polvo", Dostoievski había afirmado febrilmente que pronto es-
tarían "con Cristo". 2 Dostoievski se negó a aceptar la perspectiva en blanco
de la extinción total y se aferró a la esperanza de una vida en el más allá
cristiano, esperanza que se reitera en este fragmento. Pero su respuesta a
la amenazadora inminencia de su propia muerte había sido básicamente

tras diferencias sobre puntos de interpretación- aparece muy poca información sobre este documen-
to decisivo. No es mejor la situación en el volumen de Literatumoe Nasledstvo en que el texto fue im·
preso oficialmente por primera vez en la Unión Soviética. VéasePSS, 20, pp. 362-364; LN, 83 (Mos-
cti, 1971), pp. 190-191.
Aunque este documento ha estado al alcance de los estudiosos occidentales, en alemán desde 1926
y el original ruso desde 1932 (cuando fue impreso en una revista de emigrados rusos), hasta donde yo
sé, nunca ha despertado mucha atención. VéafoDer U11beka11111e Dostojewski, ed. René Fulop-Miller
y Friedrich Eckstein (Munich, 1926); y B. Visheslavtsev, "Dostoevsky o fl¡;;.-¡smertii'', en Sovremennye
Zapiski, 50 (1932), pp. 288-304.
1
Las referencias del texto son a la edición de la obra de Dostoievski, de la Academia de Ciencias,
PSS. Puede encontrarse una traducción inglesa de este cuaderno de notas en The Unpublished Dosto·
evsk:y, trad. por varias personas, 3vols. ( Ann Arbor, Mich., 1973 ), 1, pp. 39-41. Sin embargo, hay que
emplear esta traducción con gran cautela. El segundo párrafo de la p. 40 está mutilado por lo quepa·
rece un descuido tipográfico, y hay un grave error de traducción del sexto párrafo de la misma página,
empezando "NB".
2 Para más información al respecto, v!'.:ase Doswevsk:y: The lfors of Ordeal, 1850-1859 (Princeton,
1983), pp. 55-59.
"lVOLVERÉAVERAMASHAALGÚNDÍA?" 375

emotiva y existencial; la muerte de su esposa, por profundamente dolorosa


que fuera, aún le permitió tener la compostura suficiente para pensar y re-
flexionar. Como resultado, ahora se esfuerza no sólo por persuadirse a sí
mismo de que la inmortalidad existe, sino también por explicar por qué
debe existir como complemento necesario de la vida humana en la Tierra.
Inmediatamente después de preguntarse si volverá a ver a Masha, Dosto-
ievski se aparta así de la eternidad y dirige su mirada a las vicisitudes de la
condición humana. '~ar al hombre como a sí mismo, según el manda-
miento de Cristo'', declara perentoriamente, "es imposible. La ley de la
personalidad de la Tierra nos ata. El ego se levanta como un obstáculo"
(20, p. 172). Semejante declaración es, desde luego, de buena doctrina cris-
tiana: el hombre en la Tierra, después de la Caída, está sometido a las tenta-
ciones y al egoísmo, y no es posible rechazar el poder de estas tentaciones.
Además, estas palabras fueron anotadas precisamente después que Dos-
toievski había completado la primera parte de Notas desde el subterráneo,
donde había retratado con asombrosa vehemencia la negativa del ego hu-
mano a renunciar a su derecho a la autoafirmación y a la expresión de sí
mismo -su rechazo, aun al precio de la locura y la destrucción de toda
filosofía que negara su derecho mismo a la existencia. Como veremos, Dos-
toievski advirtió en el texto todo lo que había aprendido en el campamen-
to penitenciario acerca de la necesidad inerradicable de la personalidad
humana de poseer un sentido de su propia autonomía; y desde antes de
trasponerse a la conciencia del hombre del subterráneo, esta necesidad ya
había quedado ilustrada por las terribles explosiones de amargura y frus-
tación de la Casa de los muertos.
En realidad, la conciencia que Dostoievski tuvo del poder del egoísmo
se remonta mucho más allá de sus trágicos cuatro años de prisión. Fue una
verdad acerca de la naturaleza humana de la que llegó a convencerse du-
rante los cuarenta, cuando la cuestión del egoísmo surgió en primer plano
por la publicación de El único y su propiedad, de Max Stirner (apasionada
defensa del derecho del ego individual a satisfacer sus propias necesidades
antes que todo lo demás, y también a tomar precedencia sobre todas las
reglas abstractas y generales de la ley y la moral). El libro fue muy discutido
en los círculos socioculturales en que se desplazaba Dostoievski, y el ego-
ísmo fue revaluado como fuerza positiva de la personalidad humana por
Belinski y Herzen. El propio Dostoievski había dicho que en el carácter
ruso faltaba un "egoísmo necesario" (18, p. 31 ), atribuyendo a este defecto
las deformaciones síquico-morales de personalidad que aparecen en sus
primeros cuentos. Tales ideas indiscutiblemente lo prepararon a percibir
376 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

y aun simpatizar con algunos de los comportamientos aberrantes de los


presos-campesinos, que él interpretó como erupción de una irreprimible
necesidad humana de afirmar sus personalidades allí aplastadas.
Puede parecer como si Dostoievski se inclinara a convenir con Strájov
en que la naturaleza humana estaba incurablemente podrida: incapaz de
cumplir con la ley de Cristo, la humanidad estaba así condenada a perma-
necer hundida en el mal irremediable. Semejante idea le vincularía con las
versiones más pesimistas del cristianismo, según las cuales la humanidad
depende, en gran medida, de la gracia de Dios para cualquier posibilidad
de redimirse de su perversión. Pero la ortodoxia oriental siempre ha hecho
mayor hincapié en el libre albedrío del hombre que en la gracia, y en las
siguientes frases de su cuaderno de notas, Dostoievski pone en claro que
no considera necesario ningún don especial de la gracia: la encamación de
Cristo ha bastado para espolear a la humanidad a una eterna lucha contra
sus propias limitaciones.

Sólo Cristo pudo amar al hombre como a sí mismo, pero Cristo fue un perpetuo ideal
eterno hacia el cual el hombre se tiende y, según la ley de la naturaleza, debe tenderse.
Mientras tanto, desde la aparición de Cristo como el ideal del hombre encarnado, es claro
como el día que el más alto desarrollo final de la personalidad debe llegar a esto (al fin
mismo del desarrollo, al alcance final de su objetivo): que el hombre encuentra, sabe y
está convencido con toda la fuerza des u naturaleza que el más elevado uso que el hombre
pueda dar a su personalidad, a todo el desarrollo de su ego es, por decirlo así, aniquilar
ese ego, entregarlo totalmente a todos, sin división ni egoísmo. De este modo, la ley del
ego se funde con la ley del humanismo y, en esta fusión, tanto el ego como el todo (aparen-
temente, dos extremos opuestos) se aniquilan mutuamente uno por el otro, y al mismo
tiempo cada cual alcanza separadamente, y en el más alto grado, su propio desarrollo in·
dividual (20, p. 172).

Aquí no se hace ninguna mención a una incapacidad de la humanidad para


luchar por seguir el ejemplo de Cristo. Todo lo contrario, se declara que
es una "ley de la naturaleza" (frase extraña en este contexto: podemos su-
poner que Dostoievski quiso decir la naturaleza humana) el que la humani-
dad pueda hacerlo. También aquí podemos inferir la influencia de los años
de prisión, que habían mostrado a Dostoievski que sólo la moral cristiana
tradicional del campesino ruso era capaz de reducir y contener (aunque
sólo fuera momentáneamente) los daños del egoísmo. Esta moral había
sido el único rayo de esperanza que penetrara en las tinieblas morales que
lo habían rodeado; y si su luz no se oscureció ni aun por la negrura de la
vida de prisión, entonces podría suponerse que su resplandor continuaba
brillando en todo pecho cristiano. Sin duda, esta es una razón de que Dos-
"lVOLVERÉA VER A MASHAALGÚN DÍA?" 377

toievski hubiese declarado, en la célebre carta que escribio a Mme. Fon-


vizina, poco después de salir del campamento penitenciario, que "si al-
guien me demostrara que Cristo está fuera de la verdad, y que de hecho la
verdad estuviese fuera de Cristo, entonces yo preferiría seguir con Cristo
antes que con la verdad". 3 A menudo, tales palabras se han interpretado
como indicación de que la fe cristiana de Dostoievski no estaba precisa-
mente muy segura; pero esta interpretación pasa por alto su naturaleza
condicional, que es otro ejemplo de la escatología ideológica de Dostoiev-
ski (está imaginando una situación en que hubiese hecho tal elección, no
está afirmando que alguien le hubiese demostrado que la verdad estaba
fuera de Cristo). Antes bien, lo que está afirmando es la profundidad y
fuerza de su compromiso existencial con Cristo, lo que significaba, concre-
tamente, con el mensaje moral de amor y sacrificio que Cristo había traído
al mundo.
En realidad, la única significación de Cristo, como Dostoievski habla
aquí de Él, es servir como el divino enunciador de esta moral; no cumple
con ningún otro propósito, ni siquiera con el ya tradicional de redimir a la
humanidad de las garras del pecado y de la muerte. En realidad, no hay
mucha diferencia entre el Cristo de la entrada en el cuaderno de notas y
el Cristo socialista utópico a quien Dostoievski había defendido contra Be-
linski en 1845-1846, o el Cristo que antes había descrito, como enviado por
Dios al mundo moderno, así como Homero sido enviado al mundo antiguo,
para traer "la organización de su vida espiritual y terrenal". 4 Pero, en los
años intermedios, Dostoievski había llegado a una nueva percatación de
todos los obstáculos que impedían que el mensaje de Cristo quedara encar-
nado en semejante "organización", siendo el principal el propio ego huma-
no, con su furiosa demanda del reconocimiento de sus derechos.
Cinco años después, Dostoievski esbozó el plan de lo que le pareció el
proyecto más importante de toda su carrera creadora: una serie de novelas
que serían llamadas Vuia de un gran pecador, y ya pueden observarse los
orígenes de esta concepción en las palabras que acabamos de citar, pues
sólo cuando el egoísmo de la personalidad haya llegado a su mayor alcan-
ce, sólo cuando alguien haya llegado a ser en realidad "un gran pecador",
sólo entonces podrá ser presentada con la mayor eficacia toda la sublimi-
dad de la imitación de Cristo, la plena grandeza del sacrificio voluintario de
la personalidad, a fuerza de amor. Semejante autosacrificio, en opinión de

3 Pisma, 1, p. 142, 20 de febrero de 1854.


4 !bid., 1, p. 58, de enero de 1840.
378 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

Dostoievski, uniría la ley de la personalidad con la del "humanismo"; y es


muy significativo el uso de este término, que veinte años antes había sido
empleado por Feuerbach y por los "hegelianos de izquierda" para denotar
la realización secular y social de la ley cristian& del amor. Atestigua que
Dostoievski no había abandonado sus antiguos ideales, y se esforzaba por
integrarlos en alguna forma coherente con sus convicciones más recien-
temente adquiridas. Pero lo que una vez concibiera como posibilidad
mundana había retrocedido ahora al futuro infinito, y Dostoievski pasa a
declarar que "toda la historia, sea de la humanidad en parte o de cada ser
humano por separado, tan sólo es el desarrollo, la lucha y el alcance de
esta meta [la fusión de egoísmo y de humanismo]". Sin embargo, una vez
alcanzada, la humanidad habrá llegado entonces al "Paraíso de Cristo" (20,
p. 172).

Lo que Dostoievski ha empezado a hacer aquí, en un movimiento carac-


terístico de su imaginativa manipulación de ideas, es pensarlas hasta el fin
y considerar la situación resultante de haberlas así rematado. El "Paraíso
de Cristo" que prevé la fusión inconsútil del ego y el humanismo es, de este
modo, el alcance final de la meta de toda existencia humana. Pero, lpuede
imaginarse literalmente que esta fusión ocurra en la Tierra? Y, en caso
afirmativo, lcual sería la posición de la humanidad?

Pero si tal es el objetivo último de toda la humanidad -razona Dostoievski- (habiendo


alcanzado el cual ya no sería necesario desarrollar, es decir, luchar, continuar columbran-
do el ideal a través de todo fracaso, y esforzarse eternamente hacia él) -por tanto, ya
no sería necesario seguir viviendo-y entonces, por consiguiente, cuando el hombre al-
cance esto, habrá terminado su existencia terrestre. Por tanto, el hombre en la Tierra
sólo es una criatura en desarrollo, por consiguiente, no es alguien terminado, sino transi-
cional.

La naturaleza terrenal humana, con su conflicto necesariamente no re-


suelto entre el egoísmo y la ley del amor no es, pues, el estado final de la
humanidad; y esta convicción permite a Dostoievski responder a la pregun-
ta plante.ada al comienzo de sus meditaciones. "Es completamente insen-
sato alcanzar tan grandes objetivos si, al alcanzarlos, todo se va a extinguir
y desaparecer, es decir, si el hombre ya no tendrá vida cuando alcance la
meta. Por consiguiente hay una futura vida paradisiaca" (20, pp. 172-173 ).
Tenemos aquí el argumento de Dostoievski en favor de la necesidad de
"lVOLVERÉ A VER A MAS HA ALGÚN DÍA?" 379

la inmortalidad, argumento que contiene buen número de rasgos sorpren-


dentes. Por ejemplo, no dice nada acerca de la resurrección de Cristo, ordi-
nariamente invocada en tal contexto por los creyentes; tampoco recurre
al familiar argumento moral en favor de una vida en el más allá (utilizado,
entre otros, por Kant), que la inmortalidad rectifica las injusticias de una
existencia terrena en que el bien sufre y el mal florece. Tal vez lo más asom-
broso de todo sea la ausencia de toda referencia al "aura" extática que
Dostoievski a veces experimentó antes de un ataque epiléptico. En seme-
jante momento, sintió una sensación directa, si no de Cristo, entonces de
un principio sobrenatural de plenitud; y esta fusión "con la más alta síntesis
de la vida" le permitió comprender "la extraordinaria frase de que no habrá
más tiempo" (8, p. 189). Sin embargo, Dostoievski no apela ni al dogma
cristiano ni a sus propios raptos místicos; antes bien, discute en favor de la
inmortalidad porque, sin semejante creencia, la eterna lucha de la humani-
dad en la Tierra por cumplir con la ley de Cristo simplemente no tendría
objeto. Lo que motivó las reflexiones de Dostoievski, por encima de todo
-lo que ni siquiera puede contemplar como posibilidad-, es la terrible
perspectiva de que todos los esfuerzos y afanes de la vida humana estén
absolutamente desprovistos de sentido.
Como otro cristiano lleno de duda, que también fue "hijo de su siglo'',
Blaise Pascal, nada aterraba más a Dostoievski que el espectro de vivir en
un universo sin sentido; y la Casa de los muertos ofrece una pavorosa evoca-
ción imaginativa del terror en uno de los pasajes más autorreveladores que
jamás escribiera Dostoievski. La cuestión de la inmortalidad no es plantea-
da directamente en ese libro; pero sí contiene una obsesionante descrip-
ción del insaciable deseo humano de existir en un universo cuyos espacios
infinitos, en lugar de permanecer silenciosos, respondan a los anhelos con-
tenidos en cada alma humana. Aunque Dostoievski ilustra el punto en re-
lación con los trabajos forzados, su conclusión se aplica con igual o mayor
fuerza al problema de si la vida humana tiene algún valor último o si es
simplemente "un cuento narrado por un idiota, que no significa nada".
Lo que Dostoievski postuló (no existía, en realidad, nada tan horrible
en el campamento) fue una situación en que los reos fueron obligados a
trabajar "en una tarea cuyo carácter fuese absolutamente inútil y absurdo".
Semejante tarea consistiría en "pasar agua de un barril a otro, y luego del
segundo al primero, o llevar arena, o una carretada de tierra de un lugar a
otro, y viceversa". Todo el que se enfrentara a la interminable repetición
de ese trabajo perfectamente inútil, impuesto por alguien que sólo podría
ser un sádico, acabaría "ahorcándose al cabo de varios días o cometería mil
380 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

crímenes para morir, tal vez, pero liberado de tal degradación, vergüenza
y tormento" (4, p. 20). Sería un insulto intolerable a la dignidad humana
que el hombre viviera en un mundo totalmente privado de sentido; y seme-
jante mundo, desde el punto de vista de Dostoievski, sería aquel en que la
muerte simplemente significara la extinción, un mundo en que los afanes
de la vida humana no recibiesen explicación o justificación satisfactoria.
Penetramos aquí en el meollo de esa íntima conexión entre sicología y me-
tafísica religiosa, tan característica de Dostoievski; y esta relación explica
el carácter un tanto inesperado de su argumento en favor de la inmorta-
lidad.

Habiéndose convencido a sí mismo, a su propia satisfacción, de que debe


existir una vida más allá de la tumba, Dostoievski pasa entonces a imaginar
qué forma podría adoptar esa vida: "lQué es, dónde está, en qué planeta,
en qué centro, es decir, en el fondo de la síntesis universal, qué es Dios?:
No lo sabemos." Según Dostoievski, sólo un rasgo de esta vida futura fue
revelado a la humanidad por Cristo mismo, "el ideal sublime y final del de-
sarrollo de toda la humanidad". La clave aparece en una cita de San Mateo:
"No se casan, ni son dados en matrimonio, sino que son como los ángeles
del cielo." Comenta Dostoievski: "Rasgo profundamente significativo", tal
vez pensando en las dificultades de su propio matrimonio. Pero la interpre-
tación que da a esta frase se eleva muy por encima de tales consideraciones
personales. El matrimonio es el medio por el cual las generaciones se suce-
den unas a otras en el tiempo y llevan adelante la lucha eterna por realizar
la ley del amor. Cuando se haya alcanzado esta meta, la reproducción hu-
mana ya no será necesaria, y entonces también terminará el matrimonio.
Dado que las palabras de Cristo en San Mateo se refieren a la Resurrección
(Dostoievski no cita esta parte de la frase), puede presumirse que descri-
ben el estado sobrenatural de la humanidad, después de la Segunda Ve-
nida.
Sea como fuere, Dostoievski hace entonces algunas observaciones so-
bre el matrimonio y sobre la familia, muy sorprendentes por la fuerza de
su crítica de estas fuentes consagradas de la estabilidad social, y no muy
distintas, al menos en su sentido general, de lo que por entonces radicales
como Chernishevski y Dobrolyubov estaban diciendo acerca de la tiranía
de la vida familiar en Rusia.
"lVOLVERÉ A VER A MASHA ALGÚN DÍA?" 381

El matrimonio y el dar a una mujer en matrimonio es, por decirlo así, la más grande des-
viación del humanismo, el aislamiento completo de la pareja11nte todos los demás (queda
poco para todo lo demás). La familia, es decir, la ley de la naturaleza, pero [es] de todos
modos anormal, egoísta, en el pleno sentido de [ser] una condición de apartarse de la hu-
manidad. La familia es la más sagrada posesión del hombre en la Tierra, pues por me-
dio de esta ley de la naturaleza el hombre alcanza la meta (es decir, la sucesión de las ge-
neraciones). Pero al mismo tiempo la humanidad, también de acuerdo con la ley de la
naturaleza, en nombre de la idea final de su meta, debe incesantemente negarla (Duali-
dad) (20, p. 173).

El cristianismo primitivo no tenía al matrimonio y a la familia en muy alta


estima, y Dostoievski bien pudo haber buscado palabras de Cristo y de San
Pablo en apoyo de sus opiniones; a los primeros discípulos se les ordenó
romper con sus familias y seguir a Cristo, mientras que San Pablo aceptó,
de mala gana, al matrimonio, como un mal tan sólo preferible al de consu-
mirse de lujuria. De todos modos, Dostoievski subraya la importancia de
la familia como condición necesaria para la existencia de la propia vida hu-
mana en su lucha por realizar el ideal cristiano. Sin embargo, ve la fami-
lia como ineluctablemente opuesta -dada su egoísta exclusividad- a la
esencia misma de este ideal como quedó encarnado en la ley del amor. No
hay otro pasaje de Dostoievski que tan claramente ilustre por qué sus no-
velas casi siempre presentan la vida humana como inextricablemente enre-
dada en conflicto franco. Los deseos humanos ordinarios, hasta los más
legítimos, inevitablemente deben chocar con los imperativos de la ley cris-
tiana del amor, y no podemos dejar de pensar en la célebre declaración de
Dimitri Karamásov de que "Dios y el Diablo están luchando... y el campo
de batalla es el corazón del hombre" (14, p. 100). Sin embargo, esta formu-
lación significa el problema tal como Dostoievski lo presenta aquí, ya que
"el mal" no sólo es la tentación de infringir el código moral de la sociedad
y rendirse al ideal de Sodoma, sino también el deber, por medio del ma-
trimonio y la familia, de cumplir con las más sacrosantas obligaciones de
la sociedad. Aunque Dostoievski fuese muchas otras cosas, ciertamente
no fue un defensor acrítico de las instituciones existentes; y estas palabras
muestran cuán continuadamente iba, en su imaginación, más alla de los lí-
mites de todos los establecimientos terrestres.
Es posible que, en este punto, el implícito radicalismo de sus propias
conjeturas hiciese que Dostoievski cobrara conciencia de lo mucho que
estaba acercándose a sus adversarios anticristianos. Y, con un súbito cam-
bio de perspectiva, se vuelve a enfrentar a quienes llama los "anticristos",
los que creen que pueden refutar el cristianismo señalando que no ha sido
382 LA PRlSIÓN DE UTOPÍA

capaz de trasformar la vida en la Tierra. "lPor qué no reina el cristianismo


en la Tierra, si es verdad?'', preguntan." lPor qué sufren los hombres hasta
hoy, en lugar de volverse hermanos?" Esa es la misma pregunta que Strájov
había tratado de resolver en su controversia con Antónovich, y Dostoievski
responde a ella en términos que, si se hubiesen revelado a los lectores de
su periódico, ciertamente habría provocado cierto asombro.
"Es muy clara la causa", empieza diciendo Dostoievski, "porque este es
el ideal de la futura y final vida del hombre, y en la Tierra el hombre está
en un estado de transición. Después de haber alcanzado la meta, será cuan-
do el hombre finalmente renazca según las leyes de la naturaleza, en otra
forma, que ni se casa ni es dada en matrimonio." Dostoievski señala enton-
ces que "el propio Cristo profetizó sus enseñanzas tan sólo como un ideal,
predijo él mismo que la lucha y el desarrollo continuarán hasta el fin del
mundo (la enseñanza acerca de la espada) ... " Tras esta referencia a San
Marcos, quién afirma que Cristo dijo: "No traigo la paz, sino Ja espada",
Dostoievski contrasta la vida en la Tierra, condenada a una lucha intermi-
nable, con su oposición celestial, totalmente distinta: "Pero entonces...
una existencia plenamente sintética, de eterno goce y realizacíón, para la
cual, por tanto, el tiempo dejará de ser." La frase citada, del Apocalipsis
de San Juan, tal vez aluda indirectamente a la propia aprehensión ocasio-
nal, por Dostoievski, de semejante estado de ser (20, pp. 173-174).
Continuando su discusión con los "anticristos", y en palabras que muy
probablemente se refieren al ideal del Palacio de Cristal que acababa de
atacar en Notas desde el subterráneo, Dostoievski observa ,que los

ateos al negar a Dios y a la vida futura, se inclinan terriblemente a imaginar todo esto en
forma humana, y en ello pecan. La naturaleza de Dios es exactamente lo opuesto de la
naturaleza del hombre. El hombre, según los grandes descubrimientos de la ciencia, pasa
de la multiplicidad a la Síntesis, de los hechos a su generalización y comprensión. Pero la
naturaleza de Dios es distinta. Es la síntesis cabal de todo ser que se escudriña a sí mismo
en la multiplicidad, en el Análisis (20, p. 174).

Por "ciencia" Dostoievski quiere decir filosofía en el sentido que pasó del
pensamiento alemán al ruso y parece estar reformulando Ja distinción kan-
tiana entre el entendimiento analítico y sintético. El primero depende de
datos aportados por los sentidos; el segundo es idéntico al intellectus arche-
typus, "el intelecto, divino que'', como ha escrito Ernest Cassirer, "no ab-
sorbe algo fuera de sí mismo, sino que crea los objetos de su conocimien-
"lVOLVERÉ A VER A MASHA ALGÚN DÍA?" 383

to". 5 La concepción dos toievskiana de Dios, que hemos de juzgar por estas
observaciones, es notablemente abstracta y filosófica, derivada más en esta
etapa de su vida del idealismo alemán que de la teología mística de la Iglesia
oriental. Bien puede ser que, al responder a los "anticristos", Dostoievski
se confine deliberadamente a argumentos que no :apelen a la experiencia
religiosa; o quizá simplemente no conocía tan bien esta teología como han
supuesto algunos de sus comentadores. 6 Dentro de un momento volvere-
mos a verle expresar sus ideas en términos que tienen muy poco que ver
con la ortodoxia oriental.

Al retomar a la corriente principal de sus pensamientos, tras esta digresión


polémica, Dostoievski continúa escudriñando los misterios del ser extra-
terrestre. "Pero si el hombre no es hombre, lqué clase de naturaleza ten-
dremos?", se pregunta. No puede dar ninguna respuesta porque "era im-
posible comprender en la Tierra, pero su ley puede ser intuida por toda la
humanidad en sus emanaciones inmediatas (Proudhon, el origen de Dios)
y cada individuo en particular" (20, p. 174). El apelar así al teórico revo-
lucionario francés que identificó a Dios con el mal ("Dieu, c'est le mal")
resulta inesperado, por decir algo; y dado que Proudhon no escribió ningu-
na obra específicamente sobre el origen de Dios, resulta difícil precisar la

5 Ernest Cassirer, Kant's Leben und lehre (Berlin, 1921), p. 299. (Hay traducción en español del
FCE2
En uno de los pocos estudios no partidistas de la cristología de Dostoievski, Ryszard Przybylsk.i
vincula sus ideas con las de Máximo el Confesor, teólogo del siglo XVII, quien ejerció una influencia
importante sobre la Teología Ortodoxa Oriental y Ortodoxa Rusa, y que, a su vez, fue dfscipulo de
Dionisio e/Aeropagita. Máximo fue un decidido defensor de la doctrina de que Cristo tuvo dos natura-
lezas, una divina y la otra humana, lo que significa que poseía una voluntad humana as! como divina.
Por tanto, era posible que la humanidad siguiera el ejemplo de Cristo, y asimilándose a su naturaleza,
enfocar el estado de "deificación" que es el destino último de la humanidad en la ortodoxia oriental.
Máximo también consideraba que la razón se oponfa a la fe de la Revelación, e insistió en que no
había manera de reconciliar ambas; la razón ei:a "la enemiga 'del instinto moral del hombre' ",los es-
lavófilos pese a su oposición al catolicismo romano, compartían la convicción de Santo Tomás de Aqui-
no, de que se podfan armonizar la razón y la fe, e Iván Kireevsk.i defendió la idea de una "razón cre-
yente". Sin embargo, Dostoievsk.i estaba más cerca de la corriente del pensamiento ortodoxo oriental
que cone desde Máximo.
Si Dostoievski estaba familiarisado penmnalmente con tales sutilezas teológicas es pregunta a la
que no podemos dar respuesta, pero las analogfas sin duda son sugestivas. Sin embargo, como dice
Przybylski, adoptó las ideas cristológicas de esta fndole "para oponerse al antropomorfismo de Feuer-
bach y al socialismo del siglo XIX". Véase Ryszard Przybylski, Dostojewski i "Przeklete Problemy" (Var-
sovia, 1964), pp. 219-246 . .
384 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

referencia de Dostoievski. * Con toda probabilidad, estaba pensando en el


Systeme des contradictions économiq_ues, que en aquellos años estaba es-
tudiando, y donde Proudhon habla de la "hipótesis de Dios", como indis-
pensable para su propio análisis de la sociedad humana. Proudhon arguyó
que la humanidad no se había equivocado al equiparar la fuerza misteriosa
que establecía la cohesión social con algo llamado "Dios"; y tal vez Dosto-
ievski quiso dar a entender que Proudhon, al sentir esta fuerza por medio
de una de esas "emanaciones" inmediatas, había tenido un atisbo de la ar-
monía última de la existencia paradisiaca.** Para Dostoievski, tales ema-
naciones eran intimaciones de inmortalidad en el sentido literal, meQsaje-
ros de la completa realización de la ley del amor: "Es la fusión de todo el
Ego, es decir, del conocimiento y la síntesis con todo.Ama a todos como a
ti mismo". Luego, Dostoievski repite que "en la Tierra, esto es imposible'',
y concluye esta sección con una afirmación que por último pone a Cristo
y a la inmortalidad en una relación más habitual: '~í, todo depende de es-
to: tomad a Cristo como el ideal último en la Tierra, es decir, en la fe cristia-
na. Si creéis en Cristo, entonces creéis que viviréis eternamente." Sin em-
bargo, aun aquí, el hincapié de Dostoievski sigue en el Cristo encamado
como el portaestandarte celestial de la ley del amor y no en el Cristo resu-
citado, que ha venido a liberar a la humanidad del terror de la muerte (20,
p. 174).

• "Dios es estupidez y cobardía; Dios es hipocresía y falsedad; Dios es tiranía y miseria; Dios es
el mal." P. J. Proudhon, Systeme des contradictions économiques, 2 vals., ed. C. Bouglé y H. Moysset
(París, 1923), 1, p. 384.
• • Pese a las palabras citadas en la nota anterior, Proudhon también escribe, en el mismo capftulo,
que la ley del amor promulgada por Jesucristo es en realidad la solución a todos los problemas sociales
("tout est lá"); sólo es el egoísmo humano el que impide que esta ley sea puesta en práctica.
Muchos otros pasajes del mismo texto también revelan sentimientos que habrían encontrado un
eco positivo en la sensibilidad de Dostoievski. Por ejemplo, Proudhon afirma que aun cuando

se pueden resolver las contradicciones de la política, la contradicción fntima de nuestra naturaleza


nunca se resolverá ... Sf, la naturaleza humana es viciosa porque es ilógica, porque su constitución
es sólo un eclecticismo que contiene un interminable combate entre las virtualidades del ser, inde-
pendientemente de las contradicciones de la sociedad. La vida del hombre no es más que una con-
tinua alternación entre trabajo y esfuerzo, amor y placer, justicia y egoísmo; y el sacrificio volun-
tario de sus impulsos inferiores que el hombre hace al (ideal de] orden es el bautismo que prepara
su reconciliación con Dios, que le hace digno de la unión beatífica y de la felicidad eterna.

Sin embargo, pocas páginas más adelante, Proudhon lanza un furioso ataque contra Dios por haber
creado tan imperfectamente al hombre. Anticipándose a Iván Karamázov, Proudhon igualmente re-
chaza a Dios, como injusto y despiadado hacia su propia creación, cita a Job como ejemplo de la capri-
chosa tiranía de Dios. Las posibles relaciones de Proudhon con Dostoievski ciertamente merecerían
un estudio más minucioso del que hasta ahora han recibido. P. J. Proudhon. Systeme des contradic-
tions économiques, I, pp. 354, 372 y 379-380.
"lVOLVERÉA VERAMASHAALGÚNDÍA?" 385

En sus párrafos finales, Dos toievski se vuelve a otra pregunta intermina-


blemente discutida en la historia de las religiones. Si suponemos que la in-
mortalidad existe, "en tal caso, lhay una vida eterna para cada Ego?" La
respuesta empieza una vez más con una referencia, aunque sin mencionar
explícitamente, a los "anticristos ": "Dicen que el hombre queda destruido
y muere por completo." Pero tal afirmación, replica Dostoievski, ni siquie-
ra empíricamente es cierta: "Ya sabemos que no completamente porque,
al crear físicamente a un hijo, el hombre le transmite una parte de su perso-
nalidad, y así moralmente deja una huella de sí mismo en otros." El deseo
de tener el recuerdo de uno eternamente conservado por un servicio fúne-
bre también es expresión significativa de un anhelo de seguir existiendo
después de la muerte. El recuerdo de los grandes benefactores de la huma-
nidad, así como de los grandes malhechores, persiste en sus sucesores, y
"es la mayor alegría de la humanidad el asemejarse a ellos" (no es claro si
esta frase también se refiere a "los grandes malhechores") (20, p. 174).
En lo referente a Jesucristo, el más grande de todos los benefactores,

Cristo entró por completo en la humanidad, y el hombre se esfuerza por trasformarse


en el Ego de Cristo como en su propio ideal. Habiendo logrado eso, claramente ve que
todo el que ha alcanzado esta misma meta en la Tierra ha entrado en la condición de su
naturaleza final, es decir, en Cristo. (La naturaleza sintética de Cristo es asombrosa; des-
pués de todo, es la naturaleza de Dios, lo que significa que Cristo es el reflejo de Dios en
la Tierra.)

Entonces, Dostoievski responde indirectamente a su pregunta inicial acer-


ca de la vida eterna, confesando que es difícil comprender cómo serán reci-
bidos todos en la Síntesis General, acontecimiento que, al parecer, cree
que ocurrirá al fin de los tiempos: "Pero los vivos, no habiendo muerto an-
tes de la realización final, y habiendo quedado reflejados en el ideal final,
deben surgir a la vida en la vida final, sintetizada y eterna" (20, p. 174). No
hay ninguna sugestión de que la Síntesis vaya a contener una separación
de las ovejas y los machos cabríos, de los bienaventurados y de los malditos;
todos participarán, hasta donde podemos juzgar, en la dicha de la biena-
venturanza eterna.*

• Aq uf, Dostoievski no está adhiriéndose rígidamente a las doctrinas de la ortodoxia oriental. Orí-
genes, en el siglo m d.C., creó una teoría de la salvación universal que habría incluido, asimismo, a Sa-
tanás y a los ángeles caídos; pero fue oficialmente desautorizada. Sin embargo, como observa Ernst
Benz, "persistió un anhelo de ella en el pensamiento religioso ortodoxo oriental, y teólogos orientales
a menudo la han resucitado". Dostoievski parece darla por sentada. Véase Ernst Benz, Ihe Eastem
Orthodox Church (Nueva York, 1963), p. 52.
386 LAPRISIÚN DE lJTOPÍA

Un pasaje que hace un resumen importantísimo nos devuelve entonces


al punto de partida de Dostoievski, y simultáneamente nos ofrece un in-
quietante atisbo de las raíces perscm':!l~s de estas reflexiones, conmovedo-
ramente tentativas:

Y así, el hombre se esfuerza en la Tierra hacia un ideal opuesto a su naturaleza. Cuando


un hombre no ha cumplido con la ley de esforzarse por el ideal, es decir, no ha sacrificado
su Ego,por amor al pueblo o a otra persona (Masha y yo mismo) sufre y llama pecado a
esta condición. Y así, el hombre debe sentir incesante sufrimiento, que queda compen-
sado por la alegría celestial de realizar !a ley, es decir, por el sacrificio. He aquí el equili-
brio terrenal. De otra manera, Ja Tierra no tendría ningún sentido.

Las frases finales de Dostoievski revelan su profunda antipatía al materia-


lismo, como doctrina de muerte espiritual: "La enseñanza de los mate-
rialistas--el estancamiento universal y el mecanismo de la materia-signi-
fica la muerte. La enseñanza de la verdadera filosofía es la destrucción del
estancamiento, es decir, pensamiento, es decir, el centro y la Síntesis del
universo y su forma externa: la materia, que es Dios, que es vida eterna"
(20, p. 175). Lo que Dostoievski parece querer decir es que la "verdadera
filosofía", por medio del pensamiento, avanza hasta el centro del Universo,
destruye su estancada forma externa de materia y llega al principio de Dios
y la vida eterna.

Pese a los muchos puntos oscuros y ambigüedades de estos apuntes, debe


ser, a estas alturas, bastante claro que son de un valor inestimable en el ca-
non dostoievskiano. En ninguna otra parte esboza tan explícitamente los
lineamientos de su universo trágico, donde el hombre se está esforzando
interminablemente por alcanzar un ideal contrario a los afanes de su ego
individual, y donde el egoísmo no sólo es tradicionalmente malo sino tam-
bién encarnado en ian reverenciados pilares de la cohesión social como el
matrimonio y la familia. Ningunas otras páginas de la pluma de Dostoíevski
arrojan tanta luz sobre alguno de los rincones más oscuros de su universo
artístico.
A menos que rechacemos de lleno su veracidad, nos revelan que Dos-
toievski era un cristiano creyente a su propia manera, que en lo interno se
esforzaba por aceptar los dogmas esenciales de la divinidad de Cristo, la
inmortalidad personal, la Segunda Venida y la Resurrección. El más alto
fin del cristianismo de Dostoievsld, empero, no es la salvación personal,
"lVOLVERÉ A VER A MASHA ALGÚN DÍA?" 387

sino la fusión del ego individual con la comunidad en una simbiosis de amor;
y el único pecado que Dostoievski parece reconocer es el de no cumplir
con esta ley del amor. El sufrimiento brota de la conciencia de tal falla; y
las palabras de Dostoievski nos ayudan a comprender no sólo por qué el
sufrimiento desempeña un papel tan importante en sus obras, sino también
por qué es totalmente engañoso inferir que cree que cualquier tipo de su-
frimiento es necesariamente bueno. Sólo es válido aquel sufrimiento que,
atestiguado de una conciencia de insuficiencia para responder al ejemplo
de Cristo, también proclama la autonomía moral de la personalidad huma-
na; y puesto que el egoísmo humano siempre impedirá que el ideal de Cris-
to sea plenamente realizado en la Tierra, este tipo de sufrimiento no cesará
(ni podrá cesar) antes del fin de los tiempos.
Tampoco puede pasar inadvertido que la definición de Dostoievski de
"el paraíso de Cristo", si se trasfiere de! nivel teológico al social, es asom-
brosamente análoga a la relación que en losApuntes de invierno habíamos-
trado que existía entre el ego y la comunidad en la obshchina. Evidente-
mente, Dostoievski no veía ninguna contradicción entre sostener que la
realización perfecta del ideal cristiano es imposible en la Tierra y, al mismo
tiempo, afirmar que la naturaleza rusa se acerca más a realizarla que esa
cultura occidental que había hecho surgir el feroz individualismo y robus-
tecido la nociva hegemonía de la ley de la personalidad. Si Dostoievski sin-
tió una necesidad imperativa de entrar en mortal combate con las ideas oc-
cidentales, fue porque la intelectualidad radical estaba intentando sustituir
aquellos sentimientos cristianos tan profundamente arraigados (como
bien lo creía) en el alma y el corazón del pueblo ruso por ellas. Esta apa-
sionada defensa a veces le lleva, especialmente en sus escritos periodísti-
cos, al pantano del nacionalismo más tendencioso y vengativo; pero en sus
obras artísticas siente mucho más impersonalmente los grilletes de la ley
de la personalidad, casi siempre como elemento inevitable de la condición
humana.
Estas notas también nos ayudan a aclarar un aspecto de las creaciones
de Dostoievski que a menudo han provocado dudas con relación a la auten-
ticidad de su cristianismo; pues Dostoievski nunca retrata el ideal cristiano
como una fuerza positivamente benéfica en la vida humana, y lo presenta,
antes bien, como algo que a veces tiene el efecto contrario. Por ejemplo,
la aparición de una figura como la de Cristo en El idiota sólo causa un em-
peoramiento de los conflictos, en lugar de ayudar a que se aplaquen o re-
suelvan; pero como hemos visto, la gran significación que Dostoievski atri-
buye a la Encamación consistió precisamente en ejercer esa función de
388 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

despertar y acelerar: Cristo fue enviado por Dios no para dar a la huma-
nidad la paz de la absolución, sino para lanzarla a la lucha contra la ley de
la personalidad. Para Dostoievski la vida e:z., 1.:omo lo fuera para Keats, un
"valle de formación del alma", al que Cristo había venido para llamar a la
humanidad a la batalla contra la muerte de la inmersión en la materia, y a
inspirar la lucha hacia la victoria final sobre el egoísmo.
El teólogo John Hick, en una iluminadora discusión del problema de la
teodicea, ha utilizado esta célebre frase de Keats para aclarar la angustiosa
cuestión planteada por la existencia del mal en el mundo supuestamente
creado por un Dios de amor.* Y a pesar de que Dostoievski no es mencio-
nado, difícilmente puede ser coincidencia el que Hick crea que la frase
keatsiana, que tan perfectamente define la actitud expresada en las notas
de Dostoievski, representa una típica respuesta ortodoxa griega a este an-
tiquísimo dilema. La ortodoxia oriental, en contraste con la tradición agus-
tiniana de Occidente, siempre ha considerado que el hombre no cayó a un
pecado irredimible desde un estado de perfección anterior a la Caída, sino
que, antes bien, surgió a la vida terrenal aun imperfecto y no acabado de
formar; el hombre contiene la "imagen" de Dios, pero no su "semejanza",
que Juan de Damasco definió como la "asimilación a Dios por medio de
la virtud". 7 San Ireneo compara al hombre en la Tierra con un niño que
tiene que crecer y desarrollarse, y Hick indica que cualquier "teodicea que
empiece de esta manera debe ser escatológica en sus consecuencias últi-
mas... en lugar de buscar en el pasado su clave al misterio del mal, mira
al futuro, yde hecho, a ese último futuro al que sólo la fe puedever". 8 Tam-
bién para Dostoievski, la vida humana era el yunque en que las almas se
estaban forjando por los golpes del destino, y sólo en la eternidad llegaría
a un alto este proceso infinito. Sólo en la eternidad sería finalmente supe-

• La magnifica carta de Keats merece una cita más extensa.

lNo veis cuán necesario es un mundo de dolores y agonías, para enseñar a una inteligencia y con-
vertirla en un alma? -escribe-. iUn lugar en que el corazón debe sentir y sufrir de mil maneras
diversas! El corazón no sólo es una cartilla. Es la Biblia del Esp!ritu, es la experiencia del Esp!ritu,
es el seno del que el Espíritu o la Inteligencia chupa su identidad. Tun diversas como son las vidas
de los hombres, no menos diversas se vuelven sus almas, y así crea Dios seres individuales. Almas,
almas idénticas de las chispas de su propia esencia. Esto me parece a m! un débil bosquejo de un
sistema de Salvación que no afronta nuestra razón y nuestra humanidad.

Sin duda, Dostoievski habría aprobado la visión de Keats de la relación entre la inteligencia y el
corazón. Citado en Walter Jackson Bate, John Keats (Cambridge, Mass., 1978), p. 483.
7 Timothy Ware, The Ortodox Church (Baltimore, 1963), pp. 224-225.
8 JohnHick, Evi/ andthe Godo/ Love(Londres, 1975), p. 245. Estoy en deuda con mi exdisc!pula,
la profesora Shira Wolosky, por haberme llamado la atención hacia el libro de Hick.
"lVOLVERÉA VERAMASHAALGÚNDlA?" 389

rada la ley de la personalidad; y sin duda por ello Dostoievski nunca pudo
imaginar realmente tal triunfo dentro de las convicciones realistas de la
novela del siglo XIX, a las que siguió siendo fiel.
En adelante, todas las grandes obras de Dostoievski serán controladas
por el marco de valores expresado en esta entrada de su cuaderno de notas,
y dramatizarán, de una u otra manera, la definitiva oposición entre la ley
de Cristo y la ley de la personalidad, tal como Dostoievski la comprendía.
Y sin embargo, decir esto nos revela muy poco que no fuese igualmente
cierto en cada gran autor de la tradición de la literatura europea, comen-
zando con Dante, Shakespeare y Milton. Para comprender a Dostoievski,
debemos tratar de captar su interpretación particular de este gran tema,
que él llena, le da carne y lo dramatiza en función de las cuestiones y los
conflictos socioculturales de su propia época. Estos conflictos le ofrecen
la sustancia viva de sus obras; a través de ellos se eleva a las alturas de la
gran discusión que se había apoderado de su espíritu e inflamado su ima-
ginación creadora; y su genio consiste precisamente en la capacidad de unir
estos dos niveles tan disímbolos (a primera vista). Pero ha llegado el mo-
mento de ilustrar cómo lo hizo en las Notas desde el subterráneo, cuya se-
gunda parte, completada en algún momento de mayo de 1864, fue publi-
cada dos meses después de la muerte de María Dimitrievna.
XX. "NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO"

Si la filosofía, entre otros caprichos, tuviera también la idea


de que podía ocurrir que un hombre actuara de acuerdo con
su enseñanza, se podría hacer de esto una graciosa comedia.

S0REN KlERKEGAARD,
Temor y Temblor.

POCAS OBRAS de la literatura moderna son más leídas que las Notas desde
el subterráneo, de Dostoievski, o citadas más a menudo como texto clave,
revelador de las ocultas profundidades de la sensibilidad de nuestro tiem-
po. El término "hombre del subterráneo" ha pasado a formar parte del vo-
cabulario de la cultura contemporánea, y este personaje ha adquirido hoy
--como Hamlet, don Quijote, Don Juan y Fausto- la estatura de una de
las grandes creaciones literarias arquetípicas. Ningún libro o ensayo que
tratara de la precaria situación del hombre moderno estaría completo sin
alguna alusión a la explosiva figura creada por Dostoievski. Los desarrollos
culturales más importantes del presente siglo -nitzscheanismo, freudis-
mo, expresionismo, surrealismo, teología de crisis, existencialismo- han
tratado de arrogarse como propio al hombre subterráneo, o han sido vincu-
lados con él por entusiastas intérpretes, y cuando el hombre del subterrá-
neo no ha sido aclamado como profética anticipación, ha sido exhibido
como repulsiva advertencia.
El hombre del subterráneo ha entrado, pues, en la urdimbre misma de
la época moderna, de una manera que atestigua de la sugestividad filosófi-
ca y el poder hipnótico de la primera gran creación de Dostoievski después
de sus años en Siberia. Sin embargo, al mismo tiempo, esta difundida noto-
riedad ha producido no pocos equívocos. Ha llevado a críticos y comenta-
dores a poner al hombre del subterráneo al servicio de uno u otro punto
de vista contemporáneos, y luego a proclamar que su hincapié particular
es idéntico al del propio Dostoievski (aunque, aún más recientemente, se
ha puesto de moda profesar una total despreocupación ante la necesidad
de establecer alguna de tales identificaciones). Sea como fuere, casi todas
las interpretaciones muestran una tendencia a exagerar uno u otro de los
dos principales aspectos de la obra: ya sea que el nivel conceptual se consi-
dere como predominante (la primera parte hasta ha sido impresa por sepa-
rado, en una antología de textos filosóficos) o bien se ha hecho mayor hin-
390
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 391

capié en la perversa sicología del personaje principal. 1 Sin embargo, en


realidad no es posible comprender debidamente el texto sin captar la inte-
racción entre estos dos niveles, que se interpenetran a la vez, para motivar
las ideas del hombre del subterráneo y también su conducta.
Notas desde el subterráneo atrajo muy poca atención al ser publicado
(no apareció ninguna crítica en las revistas rusas), y sólo muchos años des-
pués cobró importancia. En 1883, N. K Mijailovsky escribio su influyen-
tísimo artículo "Un talento cruel", citando algunos de los pasajes más sádi-
cos de las Notas desde el subterráneo, y afirmando que las frases y acciones
del personaje ilustraban la tendencia del propio Dostoievski "a la tortu-
ra".2 Ocho años después, escribiendo desde una perspectiva ideológica
opuesta, V. V. Rozánov interpretó la obra como esencialmente inspirada
por la conciencia de Dostoievski de las profundidades irracionales del alma
humana, con todos sus conflictivos impulsos para bien así como para mal.
Ningún orden mundial basado en la razón y la racionalidad podía contener
este hirviente caos de la sique humana; sólo la religión (ortodoxia oriental)
podía ayudar al hombre a superar sus propensiones caprichosas y destruc-
tivas. Desde luego, Rozánov se acerca mucho más que Mijailovsky a captar
ciertos rasgos esenciales del texto; pero no se toma en cuenta la estrategia
artística que emplea Dostoievski, estrategia que, como veremos, hace que
el ataque a la "razón" sea mucho más sutil que el tipo de choque de frente
que le parece a Rozánov. De todos modos, Rozánov fue el primero en ha-
cer la sagaz comparación entre las Notas desde el subterráneo y Le neveau
de Rameau, de Diderot, que al menos allana el camino a una mejor com-
prensión de las metas de Dostoievski. 3 *
Otra opinión sumamente influyente sobre Notas desde el subterráneo
1Existentialism from Dostoevsky to Sanre, ed. Walter Kautman (Nueva York, 1957), pp. 53-82. Para

la franca reafirmación de que el hombre del subterráneo e3 un tipo sicológico universal, sin ninguna
coloración social o local, vease Wolf Schmid, Der Textaufbau in den Erzaiihlungen Dostoevskijs (Mu-
nich, 1973), p. 260.
2 N. K. Mijailovsky, "Zhestokii Tulant", en F. M. Dostoevsky v Russkoi Kritike, ed. A A Belkin

(Moscd, 1956), pp. 306-384.


3
V. V. Rozánov, Dostoevsky and the Legend ofthe Grand Inquisitor, trad. Spencer, E Roberts (ltha-
ca y Londres, 1972), p. 35.
• Considerando el interés intrínseco de la cuestión, se ha escrito asombrosamente poco acerca de
la relación entre.Notas desde el subterráneo y Le neveau de Rameau. El dnico articulo ruso reciente
sobre el tema es informativo, pero sumamente decepcionante por lo que se refiere a visión crítica.
Véase A. Grigozyev, "Dostoevskii y Didro", en Russkoya Literatura, 4 (1966), pp. 88-102.
Como Grigozyev lo pone en claro, es imposible establecer si Dostoievski leyó Le neveau de Rameau
antes de escribir su propia obra; pero es muy probable que sí lo haya hecho, dada su profunda educa-
ción francesa y su basto conocimiento de la literatura francesa. El texto de Diderot fue publicado en
Francia en 1823, y no hay razón para creer que Dostoievski no lo hubiese leído, asf como leyó a Rous-
392 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

fue la propuesta por Lev Shéstov, quien las leyó en el contexto del nietz-
scheanismo ruso. El hombre del subterráneo domina y tiraniza a todo aquel
con quien entra en contacto; Shéstov interpreta esto como el rechazo per-
sonal de Dostoievski a los ideales sentimentales y humanitarios de sus
obras anteriores, que han sido remplazados ahora por un reconocimiento
de la terrible realidad del egoísmo humano. El egoísmo acaba por triunfar
en Notas desde el subterráneo, expresando así la aceptación, por Dostoiev-
ski, de un universo de crueldad, dolor y sufrimiento que ninguna perspecti-
va moral última puede racionalizar o justificar. Según Shéstov, la esencia
de la obra está contenida en la declaración del hombre del subterráneo:
"Que se estrelle el mundo, mientras yo pueda tomar mi té cada día" (5, p.
174), profesión de sublime egoísmo en que, según dice Shéstov, Dostoiev-
ski proclama su renuente pero valerosa aceptación de una filosofía de amo-
ralismo "más allá del bien y del mal". El análisis de Shéstov señala, de
manera irrefutable, un aspecto importante del carácter del hombre del
subterráneo; pero, simplemente, lo presenta como portavoz de Dostoiev-
ski, sin comprender cómo la figura ha sido empleada para realizar un pro-
pósito artístico más complejo. 4
Fue evidente desde el día de su publicación que Notas desde el subterrá-
neo, de Dostoievski, era un ataque, particularmente en la primera parte,
a la filosofía del "egoísmo racional" de Chernishevski; pero durante el cam-
bio de siglo, los intérpretes prestaron muy poca atención a esta antigua
querella, que fue considerada como totalmente incidental y sin importan-

seau, Lacios, y el Marqués de Sade. Sea como fuere, ambas obras brotan de un dilema filosófico-moral
sumamente similar y emplean la misma estrategia artística.
Diderot, como lo ha mostrado Daniel Mornet en un excelente análisis, era partidario del materia-
lismo y del determinismo, pero encontró que tal filosofía era imposible de reconciliar con sus propios
impulsos y valores morales. El personaje del sobrino de Rameau, como el hombre del subterráneo,
acepta el materialismo y lleva sus enseñanzas, en el plano de la conducta personal, a sus inevitables
resultados finales; y Diderot lo creó para exhibir las nefandas consecuencias de tales creencias.

Si materialismo y escepticismo son sistemas aceptables para la razón -imagina Mornet a Diderot,
diciéndose a sf mismo-, lson aceptables como modo de vida? .. . l No conducirán al abandono de
la propia personalidad, al cinismo, al desenfreno, al feroz despertar de los apetitos, a la ruina de
todo y de cada quien? Tul vez. Y Le neveau de Rameau es la demostración de todo esto. Es el estu-
dio vivo de las consecuencias de la doctrina y, por causa del horror de las consecuencias, es un in-
tento de refutar la doctrina.

Exactamente el mismo sistema es utilizado, y exactamente por el mismo propósito, por Dostoievski
en Notas desde el subterrdneo. Daniel Mornet, Le neveau de Rameau (Parls, 1964), p. 65.
4
Lev Shéstov, "Dostoevsky and Nietzsche: The Philosophy of 'Iragedy", en Essays in Russian Lite-
raturi, The Conservative View: Leontiev, Rozanov, Shesrov, ed. y trad. Spencer E. Roberts (Atenas, Ga.,
1968), pp. 3-183.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 393

cia artística. Hasta comienzos del decenio de 1920, la opinión habitual so-
bre las Notas desde el subterráneo suponía que Dostoievski había sido esti-
mulado por su oposición a Chernishevski, pero que había presentado ideas
radicales tan sólo como contrap·~so. Chernishevskí había creído que el
hombre era innatamente bueno y reductible a la razón y que, una vez ilus-
trado sobre cuáles eran sus auténticos intereses, con ayuda de la razón y
de la ciencia lograría construir una sociedad perfecta. También Dostoievski
acaso creyera que el hombre es capaz de ser bueno, pero lo consideró igual-
mente lleno de inclinaciones malignas, irracionales, caprichosas y destruc-
tivas; y fue esta perturbadora verdad la que brillantemente presentó por
medio del hombre del subterráneo, como respuesta al ingenuo optimismo
de Chernishevski.
Aunque semejante opinión pueda parecer perfectamente plausible en
una primera lectura, es difícil sostenerla tras reflexionar un poco, pues exi-
giría que consideráramos a Dostoievski casi como el peor polemista en
toda la historia de la literatura. Después de todo, supuestamente estaba
escribiendo para disuadir a sus lectores de aceptar las ideas de Chernihev-
ski. lPudo realmente haber imaginado que alguien que estuviera en su
sano juicio preferida la vida del hombre del subterráneo a la radiante feli-
cidad de los moradores de la utopía chemishevskiana? Obviamente, no; y
dado que Dostoievski era todo menos un necio, puede suponerse que su
invención del hombre del subterráneo no fue inspirada por tan contrapro-
ducente noción. En realidad, como pronto empezó a ponerlo en claro otra
línea de interpretación, su ataque a Chernishevski y a los radicales es mu-
cho más intrincado y sagaz de lo que antes se había sospechado.

El primer verdadero atisbo de la lógica artística de las Notas desde el subte-


rráneo aparece en un artículo de V: L. Komaróvich, quien en 1921 indicó
que la novela de Dostoievski dependía, en el aspecto estructural, de lQué
hacer? 5 Secciones enteras de la segunda parte del libro -el intento del
hombre del subterráneo por tropezar con un funcionario en la Perspectiva
Nevsky, por ejemplo, o el célebre encuentro con la prostituta Lisa-están
modeladas siguiendo episodios específicos del libro de Chemishevski, y

5 V. L. Komaróvich, "Mírovaya gannoníya, Dostoevskogo", en O Dostoevskom, ed. Donald Fanger


(Provídence, R. I., 1966), pp. 119-149.
394 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

son obvias parodias que invierten el significado de estos episodios en su


contexto original. El empleo de semejante técnica literaria no era, de nin-
gún modo, una novedad para Dostoievski, que había concebido en su pri-
mera novela, Pobres gentes, esencialmente como una réplica -aunque no
satírica- de El abrigo, de Gógol. Sus obras de finales de los cincuenta y
comienzos de los sesenta, como El sueño del tío, La aldea de Stepanchikovo
y Humillados y ofendidos, tambien están llenas de ecos y alusiones paró-
dicas.
El descubrimiento de tales parodias en Notas desde el subterráneo abrió
las puertas a un nuevo enfoque, y sugirió que la relación con Chemishevski
estaba lejos de ser puramente incidental a lo que, en sustancia, era retrato
de una personalidad aberrante. Pero aunque Komaróvich señaló el empleo
de parodias en la segunda parte del texto, siguió considerando que las im-
precaciones del hombre del subterráneo contra la "razón" en la primera
parte simplemente eran un argumento directo contra el utilitarismo. En
otras palabras, el hombre del subterráneo seguía hablando directamente
por Dostoievski, y podía ser identificado con la posición del propio autor.
Pocos años después fue logrado otro avance decisivo, por otro crítico
ruso, A Skaftymov, quien enfocó el problema de saber si -y hasta qué
grado- e! hombre del subterrá.neo podía ser considerado como el porta-
voz de Dostoievski en alguna forma directa. Sin plantear la cuestión de la
parodia, Skaftymov arguyó que de ninguna manera podía considerarse que
las opiniones negativas del hombre del subterráneo representaban la pro-
pia posición de Dostoievski. Como también lo había señalado Shéstov, se-
mejante identificación constituiría un flagrante rechazo de todos los idea-
les morales que Dostoievski continuaba defendiendo en el periodismo. "El
hombre del subterráneo en las Notas", escribió Skaftymov, "no sólo es acu-
sador, sino también uno de los acusados'', cuyas reprimendas e insultos van
dirigidos tanto contra sí mismo (si no es que más) como contra los otros,
cuya existencia excéntrica y autodestructiva no representa, en absoluto,
nada de lo que Dostoievski aprobaba sin condiciones. Skaftymov también
observó agudamente (pero sólo en una nota a pie de página, y sin desarro-
llar debidamente su observación) que la estrategia de Dostoievski es la de
destruir a sus adversarios "desde dentro, llevando sus presuposiciones lógi-
cas y posibles hasta su conclusión natural y llegando a un callejón sin salida
desesperan temen te destructivo". 6

6
Originalmente publicado en un periódico checo, el ensayo ha sido reproducido en A Skaftymov,
Nravstvennie Jskaniya Russkikh Pisatelei (Moscú, 1972), 70, p. 96.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 395

Estas palabras nos ofrecen un atisbo esencial de uno de los principales


rasgos de la técnica de Dostoievski como novelista ideológico; pero Skafty-
mov no aprovecha debidamente su propia visión para el análisis de las No-
tas desde el subterráneo. Aunque conciente de que la novela es "una obra
polémica'', sólo en otra nota a pie de página menciona a Chernishevski,
sin ver cómo esta intención polémica entra en la creación misma del per-
sonaje del hombre del subterráneo. Por ello, el análisis del texto que hace
Skaftymov se queda al nivel de las generalidades sicológico-morales, y aun-
que bastante atinado hasta donde llega, no penetra en el meollo de la con-
cepción de Dostoievski. En mi opinión, a esto sólo se puede llegar combi-
nando y extendiendo las observaciones de Komaróvich sobre el elemento
paródico de Notas desde el subterráneo, con Ja percepción de Skaftymov
de cómo el hombre del subterráneo dramatiza, dentro de sí mismo, las con-
secuencias últimas de la posición a que Dostoievski se oponía. En otras pa-
labras, el hombre del subterráneo no sólo es un tipo sicológico-moral cuyo
egoísmo desea revelar Dostoievski; también es un tipo socio-ideológico,
cuya sicología debemos considerar como íntimamente conectada con las
ideas que acepta y según las cuales trata de vivir.

Me parece a mí que Dostoievski señaló claramente este aspecto del perso-


naje en la nota a pie de página que acompaña al título de Ja novela.

El autor de las Notas, y las Notas mismas-escribe-son ficticios, desde luego. No obs-
tante, personas como el autor de tales memorias no sólo pueden sino que deben existir
en nuestra sociedad, si tomamos en consideración las circunstancias que condujeron a
la formación de nuestra sociedad. Fue mi intención presentar a nuestro público lector,
más conspicuamente de lo que suele hacerse, uno de los personajes de nuestro pasado-
más reciente. Es uno de los representantes de una generación que aún está con nosotros
(5, p. 99; las cursivas son mías).

Dostoievski está hablando aquí, obviamente, de la formación de la so-


ciedad rusa ("nuestra") que, como bien podía esperar que supieran todos
los lectores de La Época -lno había explicado esto interminablemente
en sus artículos de El Tiempo, más reciente y explícitamente en losApuntes
de invierno?-, se había formado por las sucesivas oleadas de influencia
europea que habían invadido Rusia desde los tiempos de Pedro el Grande.
396 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

El hombre del subterráneo debe existir como tipo porque es el producto


inevitable de semejante formación cultural; y su carácter encarna y refleja
en realidad dos fases de esta evolución histórica. En suma, se concibe como
persona paródica, cuya vida ejemplifica Jos tragicómicos callejones sin sali-
da resultantes de Jos efectos de semejantes influencias sobre la sique nacio-
nal rusa. Por ello, sus diatribas de Ja primera parte no surgen, como a me-
nudo se ha pensado, porque rechace la razón; por lo contrario, resultan de
su aceptación de todas las implicaciones de la razón en esta encarnación,
por entonces corriente en Rusia, y particularmente, de todas esas conse-
cuencias que los partidarios de la razón, como Chernishevski, desenvuel-
tamente deciden pasar por alto. En Ja segunda parte, Dostoievski extiende
la misma técnica a todos aquellos elementos más sentimentales y humani-
tarios de Ja ideología de Chernishevski que habían hecho resucitar parte
de la atmósfera de los cuarenta.
De este modo, la nota a pie de página de Dostoievski trata de avisar a
su público la naturaleza satírica y paródica de su concepción. Pero resultó
demasiado oblicua para servir a sus fines. Como muchos otros ejemplos de
la parodia satírica en primera persona, las Notas desde el subterráneo habi-
tualmente han sido mal interpretadas, y tomadas al pie de Ja letra. En reali-
dad, el peligro intrínseco de semejante forma, utilizada con este propósito,
es que tiende a borrar toda distancia crítica entre el narrador y el lector,
dificultando ver a través del personaje, al blanco de Ja sátira. Un célebre
ejemplo de un similar error de interpreta::;ión en la literatura inglesa es
The Shortest Way with Dissenters, de Defoe, en que el disidente Defoe, ha-
blando irónicamente por boca de un fanático Tory, exige la exterminación
física de todos los disidentes. Pero la ironía no fue captada, y Defoe, inter-
pretado al pie de la letra, fue sentenciado a la picota como castigo. Este
peligro sólo se puede evitar si como en Gulliver's Travels, el lector se deso-
rienta desde el principio mismo por lo extraño de la situación o si en otras
formas -exageraciones lingüísticas o una conducta manifiestamente gro-
tesca- se hace ver que el narrador, "yo", no es más que una convención,
y no un personaje auténtico.
Aunque Dostoievski hace ciertos intentos por completar su nota a pie
de página en esta dirección, esos esfuerzos no bastaron para equilibrar la
abrumadora presencia sicológica del hombre del subterráneo y la fuerza
de sus imprecaciones y anatemas contra algunos de los dogmas más caros
a la civilización moderna. Como resultado de esto, la función paródica de
su personaje siempre ha quedado oscurecida por la inmensa vitalidad de su
encarnación artística y, paradójicamente, el genio mismo de Dostoievski
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 397

para la creación de un personaje es lo que más ha dificultado la apropiada


interpretación de las Notas del subterráneo.*
En realidad, no es difícil comprender por qué, en este ejemplo, la pasión
que Dostoievski puso en su personaje oscureció la naturaleza de su obra
como parodia satírica. Una y otra vez podemos oír a Dostoievski hablar
acerca de sí mismo a través de su disfraz de ficción, y es indiscutible que
dotó al hombre del subterráneo con sus sentimientos más profundos e ínti-
mos. Cuando el hombre del subterráneo reflexiona sobre su sensación de
culpa y repugnancia de sí mismo, l,no estaba Dostoievski también expre-
sando su autocondena como simple espectador de la agonía de su esposa,
y arrepintiéndose del egoísmo que había confesado en su cuaderno de no-
tas? Las referencias autocríticas a los años de escuela del hombre del sub-
terráneo, en la segunda parte, sin duda se remiten a la triste estadía de
Dostoievski, mucho tiempo atrás, en la Academia de Ingeniería; y lo frené-
tico de la rebelión del personaje contra un mundo de prisión por "las leyes
de la naturaleza" resucitó imaginativamente toda la desesperanza y el tor-
mento de los años de cárcel. Además, iqué desahogo debió ser para Dosto-
ievski, después de tanto contemporizar y condicionar cautelosamente, lan-
zar por fin su desafío a la cara de los radicales y exponer las desastrosas
implicaciones de sus "avanzadas" ideas! iNo es de sorprender que no pu-
diera resistir la tentación de dar mayor profundidad y vitalidad a su figura
central de lo que en realidad requería la forma literaria que él había esco-
gido!
Estas fuentes personales de su inspiración, a pesar de todo, fluyen todas
al servicio de una concepción satírica bien trabada y coherente. Notas des-
de el subterráneo ha sido interpretado como autorrevelación sicológica de
una personalidad patológica, o como un teológico grito de desesperación
por los males de la "naturaleza humana", o como declaración de la supues-
ta adherencia de Dostoievski a la filosofía nietzscheana del "amoralismo"
y la voluntad de poder, o como una desafiante afirmación de la revuelta
de la personalidad humana contra todos los intentos de limitar sus inagota-

• Wayne Booth, en su revelador análisis del error de interpretación acerca de Defoe, establece un
punto muy similar. C'..omparando The Shonest Way with Dissenters, con A Mo<kst Proposa~ de Swift,
hace observar que Defoe es en realidad superior "sólo en su consistencia realista", y que, si la pieza
de Defoe es inferior a la de Swift como sátira, "ciertamente es más significativa como precursora de
la ficción moderna". Thmbién cita a otro crítico, Robert G. Rathburn, quien observó que "el escrito
llevó a Defoe a la picota, pero también mostró su capacidad de escribir a partir de un punto de vista
supuesto". Thmbién podemos decir que en las Notas <ksde el subterráneo, el novelista Dostoievski ten-
dió a superar al satírico Dostoievski. Véase Wayne C. Booth, The Rhetoric of Fiction (Chicago y Lon-
dres, 1961), p. 321.
398 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

bles potencialidades ... y sería facil continuar la lista. Todas estas interpre-
taciones, y muchas más, p:ueden ser apoyadas si seleccionan algunos rasgos
del texto y se colocan en primer plano, mientras otros, simplemente, son
pasados por alto u olvidados. Pero si nos interesa comprender el punto de
vista del propio Dostoievski, hasta el punto en que se puede reconstruir,
entonces debemos tomarlo por lo que inicialmente pretendió ser: una sáti-
ra brillantemente swiftiana, notable por la finura de su concepción y el brío
de su ejecución, que dramatiza los dilemas de un personaje ruso represen-
tativo que trata de vivir de acuerdo con los dos códigos europeos cuyos la-
mentables efectos explora Dostoievski. 7 Y aunque las secciones tienen un
suelto vínculo narrativo, la novela es, ante todo, un díptico que presenta
dos episodios de un historia simbólica de la intelectualidad rusa.

7 En estos áías de tanta conciencia metodológica, y para evitar !a acusación de ingenuidad herme-

néutica, puede ser recomendable dar mi propia concepción de mi tarea interpretativa. Básicamente
lo que me interesa es el "significado" de Notas desde el subten·áneo, utilizando esta palabra en el sen-
tido que ie dio E. H. Hirsch. "El Significado", escribe, "es aquello que queda representado por un tex-
to; e:; lo que el autor quiso decir por el uso de una particular secuencia de signos; es lo que los signos
representan''. Hirsch distingue el significado de esta índole de lo que llama la "significancia", a la que
define como " una relación entre un significado y una persona, o una concepción, o una situación, o
en realidad cualquier cosa imaginable... La significancia siempre implica una relación y un polo cons-
tante, inmutable, de esta relación es lo que el texto significa". En mi opinión, la gran mayoría de los
comentadores de Notas desde el subterráneo siempre se han preocupado por su significancia y, como
resultado, su significado se ha perdido en la melée. Estoy claramente conciente óe que las ideas de
Hirsch han tropezado con gran oposición, y yo convendría en que en la práctica, significado y signifi-
cancia no pueden separarse tan limpiamente como parecerían implicarlo sus definiciones. De hecho,
en relación con cualquier obra del pasado, la significancia entra inevitablemente junto con la brecha
de tiempo entre pasado y presente. Y sin embargo, me atreveré a argüir que es empíricamente posible
para un crítico dirigir sus energías, sea hacia el significado o hacia ia significancia, y subrayar uno u
otro con plena conciencia de estar haciendo dicha elección .. . que es precisamente lo que yo he deci-
dido hacer.
Una de las principales objeciones a Hirsch, hecha por ios seguidores de H. G. Gadamer, es que el
establecimiento del significado en el sentido de Hirsch es un ideal quimérico; es una falsa aplicación
de la norma de objetividad científica, que es imposible de lograr por causa de la historicidad del enten-
dimiento humano. Pero mi propia interpretación de Gadamer no me convence de que esté en favor
del error y la ilusión históricos, o de que positivamente combata el tratar de obtener un conocimiento
del pasado tan preciso como sea posible. De ser así, la "fusión de horizonte" que él recomienda no
sería más que una serie de invenciones míticas y la reconstrucción más delirante tendría el mismo va-
lor que la obra del erudito más justamente célebre.
Por ello me parece a mí que el establecimiento del significado es una parte indispensable del pro-
ceso hermenéutico y esto basta para justificar mi propio intento. La obra de Dostoievski ya ha sido
sometida a tanta "fusión" que un sereno esfuerzo por establecer un significado puede tener una fun-
ción sumamente útil. Véase E. D. Hirsch, Validity In lnterpretation (New Haven y Londres, 1967), p. 8;
asimismo, para un relato suscinto de los actuales debates por la hermenéutica, M. H . Abrams,A Glo-
ssary of Literary Terms (Nueva York, 1981), pp. 84-87.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 399

PRIMERA PARTE

l. La dialéctica del detenninismo

El primer fragmento de Notas desde el subte1ráneo se extiende desde el ca-


pítulo I hasta el capítulo IV, y su célebre tirada inicial nos presenta un cua-
dro inolvidable del hombre del subterráneo, encerrado en su "rincón" pe-
tersburgués, y meditando sobre las peculiaridades de su carácter y de su
vida: "Soy un hombre enfermo ... soy un hombre despechado ... soy un
hombre desagradable. Creo que estoy enfermo del hígado". Lo menos que
podemos decir, al primer contacto, es que el hombre del subterráneo no
está pagado de sí mismo; y pronto notamos su aguda inteligencia. Está en-
fermo, pero se niega a ver a un médico, aunque respeta la medicina: ''.Ade-
más, soy extremadamente supersticioso, digamos, lo bastante para respetar
la medicina." Desde luego, se supone que la medicina en una ciencia, y
además, se había vuelto la ciencia, después de conocer a Bazárov, a Lopú-
jov y a Kirsánov; pero el hombre del subterráneo alardea sarcásticamente
de un excesivo respeto a la medicina, precisamente como la superstición
irracional. Sabe que debe ver a un médico, pero por alguna razón -en rea-
lidad, por ninguna buena razón, sino por simple despecho- prefiere que-
darse en casa sin atenderse. lPor qué? "Probablemente no comprenderán
esto", dice. "Bueno, pues yo lo entiendo" (5, p. 99). Cualquiera que sea la
explicación, existe un claro conflicto entre un curso racional de conducta
y algún oscuro sentimiento llamado "despecho". La "razón" del hombre
del subterráneo que le movería a buscar a un médico por su propio-interés,
evidentemente es aplastada por algún otro motivo.
Luego nos enteramos de que el hombre del subterráneo fue un funcio-
nario civil, hoy retirado con una pequeña pensión, que en el pasado hizo
todo lo que pudo por mortificar a los humildes peticionarios que acudían
a él, en el curso de su jornada de trabajo. Pero aunque esto había halagado
su ego, confiesa que "no sólo no era yo rencoroso, sino ni siquiera amarga-
do ... Pudo echar espuma por la boca, pero tráiganme algún juguete, dén-
me una taza de té con azúcar, y me calmarán." La naturaleza del hombre
del subterráneo no es viciosa ni maligna; responde, más de lo habitual, a
toda manifestación de amistad; pero tales respuestas son cuidadosamen-
te disimuladas, por muy fuertemente que las sienta: ''.A cada momento, es-
taba yo conciente, en mí mismo, de muchos, muchos elementos totalmente
opuestos a ese [despecho] ... sabía que había estado toda mi vida en mí,
400 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

rogándome salir, pero yo no los dejaría, de propósito no los dejaría salir"


(5, p. 100).
Semejante pasaje debiera bastar para derrumbar la idea prevaleciente
de que el hombre del subterráneo era perverso y malo "por naturaleza", y
de que su conducta se debe a un carácter innatamente deformado y torcido.
Pero, iay!, las claras palabras del narrador no han bastado para impedir
que precisamente esa interpretación sea muy vastamente aceptada (y sin
duda, serán tan insuficientes en el futuro como lo han sido en el pasado).
De hecho, el hombre del subterráneo aparece atrapado en un conflicto
entre los aspectos egoístas de su carácter y los simpáticos y desenvueltos
que también posee; pero estos últimos son continuamente reprimidos en
favor de los primeros. Al principio, observamos un conflicto entre la razón
del hombre del subterráneo y sus sentimientos, que podría considerarse
como puramente sicológico (les la razón o el despecho la fuerza más pode-
rosa?). A esto se añade ahora una lucha de carácter más moral entre egoís-
mo y altruismo, o al menos amistad. El primer conflicto domina la primera
parte, donde el hombre del subterráneo habla esencialmente consigo mis-
mo o con un interlocutor imaginario; el segundo aparece en la segunda
parte, donde aún está viviendo (o tratando de vivir) en sociedad y en rela-
ción con otros. Sin embargo, en ambos casos lo vemos desgarrado por una
disonancia interna que le impide comportarse de una manera que pudiera
considerarse como "normal", es decir, actuar de acuerdo a su propio inte-
rés y con la "razón" en la primera parte, o bien dando expresión abierta a
sus impulsos altruistas (o al menos amablemente sociales) en la segunda
parte. Lo que le impide hacerlo es precisamente lo que Dostoievski desea
iluminar y explorar.
La naturaleza de estos impedimentos va aclarándose sólo gradualmente
en la primera parte, mientras el hombre del subterráneo continúa expo-
niendo todos sus defectos a la desdeñosa contemplación de su supuesto
lector. Pues resulta que los impulsos contradictorios que luchan dentro de
él han paralizado literalmente su carácter. "No sólo no pude volverme ren-
coroso", dice, "no pude ni siquiera volverme nada; ni rencoroso ni bueno,
ni canalla ni hombre honrado, ni héroe ni insecto". El único consuelo del
hombre del subterráneo es que "un hombre inteligente, durante el siglo
XIX debe y moralmente tiene la obligación de ser, básicamente, una criatu-
ra sin carácter; un hombre de carácter, un hombre activo, es preminente-
mente una criatura limitada" y, con orgullo, atribuye su falta de carácter
al hecho de que es "hiperconciente". Como resultado de esta "hipercon-
ciencia" fue "sumamente capaz de reconocer cada refinamiento de 'todo
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 401

lo sublime y lo hermoso', como solíamos decir en un tiempo" (el decenio


de 1840). Pero "cuanto más conciente estaba yo de la bondad, y de todo
eso 'sublime y hermoso', más profundamente me hundía en mi pantano y
más capaz era de hundirme en él por completo" (5, pp. 100, 102).
Extraño estado de impotencia moral, que el hombre del subterráneo
defiende y a la vez desprecia, se complica por el nuevo reconocimiento de
que positivamente goza de la experiencia de su propia degradación. Con-
fiesa:

Llegué al punto de sentir una especie de goce secreto, anormal y despreciable en volver
al hogar, a mi rincón en alguna horrible noche petersburguesa, con la aguda conciencia
de que yo había realizado ese día algo repugnante, que lo hecho nunca podría ya ser des-
hecho, y secretamente, internamente, me carcomía, me censuraba y consumía a mí mis-
mo, hasta que, por último, ia amargura se convertía en una especie de vergonzosa y mal-
dita dulzura y, finalmente, en un verdadero y positivo goce (5, p. 102).

El hombre del subterráneo reconoce francamente que es un desvergon-


zado masoquista, y demasiados comentadores se han apresurado, alegre-
mente, a aceptar esta admisión como explicación suficiente de su conducta.
Sin embargo, el hacerlo simplemente pasa por alto la relación de la sicolo-
gía del hombre del subterráneo con su formación sociocultural, pues para
luego explicar que su sentido de goce se derivaba de "la hiperconciencia
de su propia degradación", una hiperconciencia que lo persuadió de la im-
posibilidad de ser otra cosa o de comportarse de otra manera, aun si hubie-
se deseado hacerlo. "Pues la raíz de todo", dice, "fue que todo procedió
de acuerdo con las leyes normales y fundamentales de la hiperconciencia,
y con la inercia que fue el resultado directo de esas leyes, y que, por consi-
guiente, no sólo me volví incapaz de cambiar, sino que no pude hacer abso-
lutamente nada" (5, p. 102).
lQué quiere decir el hombre del subterráneo con esta desconcertante
afirmación? lCuáles son las "leyes normales y fundamentales de la hiper-
conciencia", y por qué deben conducir a la inmovilidad y a la inercia? Este
pasaje a menudo ha sido interpretado como referencia al "hamletismo"
del hombre del subterráneo, que le vincula con figuras como los protago-
nistas del "Hamlet del distrito de Shchigrovsky" y del "Diario de un hom-
bre superfluo", ambos de Turguénev, que son destruidos por un exceso de
conciencia, que les incapacita para las posibilidades que les ofrecían sus
vidas. No hay por qué negar estas semejanzas temáticas; pero este omni-
presente motivo de la literatura rusa de los decenios de 1850y1860 recibe
un giro especial de Dostoievski, que los presenta como la consecuencia in-
402 LA PRISIÓN UE UTOPÍA

esperada de las doctrinas planteadas por aquellos mismos que más violen-
tamente habían atacado a los "Hamlets": los propios radicales de los sesen-
ta. Y es que los términos seudocientífi~~" Je la declaración del hombre del
subterráneo acerca de la "hiperconciencia" son una parodia de Cherni-
shevski, y su confesión es una paráfrasis de la aserción de Chernishevski,
en El principio antrcpol6gico en la filosofía, de que no existe ni puede existir
algo como el libre albedrío, ya que todas las acciones que el hombre atribu-
ye a su propia iniciativa son, en realidad, resultado de las "leyes de la natu-
raleza". El hombre del subterráneo revela los efectos, sobre su carácter,
de esta "hiperconciencia" derivada de un conocimiento de tales "leyes", y
así ejemplifica burlonamente lo que tal doctrina en realidad significa en la
práctica.
Esa ''hiperconciencia" basada en la convicción de que el libre albedrío
es un engaño, conduce a una desconcertada desmoralización dramatizada
por Dostoievski con consumado ingenio dialéctico. Por ejemplo, el hom-
bre del subterráneo imagina que desea perdonar magnánimamente a al-
guien por haberle dado una bofetada; pero cuanto más piensa en ello, más
imposible le resulta semejante intención. "Después de todo, yo probable-
menie nunca habría logrado hacer algo con mi magnanimidad; ni perdonar,
pues mi atacante acaso me abofeteara por las leyes de la naturaleza, y no
es posible perdonar las leyes de la naturaleza; ni olvidar pues, aun sin son
las leyes de la naturaleza, de todos modos eso resulta insultante" (las cur-
sivas son mías). O supongamos que desea actuar en sentido contrario: no
perdonar magnánimamente, sino buscar venganza. lCómo es posible ven-
garse cuando no hay nadie a quien culpar de nada? "Contemplamos lasco-
sas, el objeto se aleja volando por el aire, nuestra razón se evapora, no hay
manera de encontrar al criminal; el insulto se convierte en destino, dejando
de ser insulto, algo como el dolor de muelas por el que no se puede acusar
a nadie." Por esto, como afirma el hombre del subterráneo, "el fruto direc-
to, legítimo, inmediato de la conciencia es ia inercia: es decir, sentarse con-
cientemente, cruzado de brazos". O si alguien no desea cruzarse de brazos,
sino que actúa-digamos, en la cuestión de la venganza- entonces "sería
por simple despecho" (5, pp. 103y108-109). El despecho no es causa váli-
da para ningún tipo de acción y por lo tanto es lo único que queda cuando
las leyes de la naturaleza hacen imposible cualquier respuesta justificada.
En semejantes pasajes, el vacío moral creado por la absoluta aceptación
del determinismo es pintado con magistral profundidad sicológica. Como
experimentado miembro de la intelligentsia, el hombre del subterráneo
acepta intelectualmente ese determinismo: pero le resulta imposible vivir,
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 403

en reaiidad, con sus conclusiones. "Por ello se seguiría, como resultado de


la hiperconciencia, que no hay que censurar a nadie por ser un canalla,
como si eso fuese algún consuelo para el canalla, una vez que él mismo ha
llegado a comprender que en realidad es un canalla." O, por lo que se refie-
re a la bofetada, es imposible olvidar, porque "aun si fueran las leyes de la
naturaleza, de todas maneras resulta insultante" (5, pp. 102-103). Así yux-
tapone Dostoievski una reacción humana total -un sentido de asco de sí
mismo por ser un canalla, un brote de ira ante el insulto de ser abofet~a­
do- contra una razón científica que disuelve todos esos sentimientos mo-
rales-emotivos, y con ellos la posibilidad misma de una respuesta humana.
La razón índica al hombre del subterráneo que la culpa o la indignación
es totalmente irracional y absurda; pero la conciencia y un sentido de la
dignidad siguen existiendo, de todos modos, como componentes inerradi-
cables de la sique humana.
He aquí, pues, la explicación del llamado masoquismo del hombre del
subterráneo. ¿por qué se niega a ver a un médico para que atienda su híga-
do, o insiste en que se puede gozar el estar quejándose, innecesaria y ab-
surdamente, por un dolor de muelas? Es porque, en ambos ejemplos, algún
poder misterioso e impersonal-las leyes de la naturaleza- ha reducido
al individuo a una completa impotencia; y su único método de expresar
una reacción humana a este poder es negarse a someterse silenciosamente
a su despotismo, a protestar contra su presión, aunque fuese de la manera
más ridícula. El no querer tratarse de una de tales protestas, por muy auto-
destructiva que pueda ser; y los quejidos por un dolor de cabeza, nos dice
el hombre del subterráneo, expresan "todo el sinsentido de nuestro dolor,
que es tan humillante para nuestra conciencia; todo el sistema de las leyes
de la naturaleza a las que, desde luego, escupimos con desdén, pero por
las que sufrimos de todos modos" (5, p. 106).
Estas dos situaciones son análogas al vergonzoso "placer" que el hom-
bre del subterráneo confiesa por mantener vivo el sentimiento de su propia
degradación después de sus desenfrenos. Se niega a dejarse consolar por
la coartada de que la culpa la tienen las leyes de la naturaleza; y su dudoso
goce traslada la respuesta emotiva-moral de su naturaleza humana a la va-
cía nulidad de las leyes de la naturaleza. Lejos de ser señal de anormalidad
síquica, esta sensación es en realidad -dado el mundo al revés en el que
vive- prueba de la paradójica salud espiritual del hombre del subterráneo,
pues indica que, pese a las convicciones de su razón, se niega a renunciar
a su derecho de poseer una conciencia o una capacidad de sentirse ultra-
jado e insultado.
404 LA PRISIÓN es UTOPÍA

2. El hombre de acción

Tan sólo reconociendo este desplazarnie!:~.J írónico del horizonte síquico-


moral podemos captar debidamente la relación del hombre del subterrá-
neo con ese interlocutor imaginario con el que discute durante toda la pri-
mera parte de las Notas desde el subte1ráneo. Este interlocutor es, sin duda,
un partidario de Chernishevski, un hombre de acción que cree no ser nada
menos que l'homme de la nature et de la vérité. El hombre del subterráneo
conviene con la teoría de este caballero, de que toda la conducta humana
no es más que un producto mecánico de las leyes de la naturaleza; pero
también sabe lo que no sabe el hómbre de acción: que esta teoría hace im-
posible toda conducta humana o, al menos, que la hace absurda. "Yo envi-
dio a un hombre semejante, hasta que la bilis se me derrama", dice el hom-
bre del subterráneo. "Es estúpido, no discutiré eso, pero tal vez el hombre
normal debiera ser estúpido; lcómo saberlo?" El hombre normal, el hom-
bre de acción, carece beatíficamente de la hiperconciencia del hombre del
subterráneo; y cuando se siente impelido por un deseo de cobrar venganza,
por ejemplo, "simplemente corre hacia su objetivo como un toro furioso,
bajando los cuernos, y nada, como no sea una pared, podrá detenerlo" (5,
pp. 103-104). No se da cuenta de que, cualquiera que sea lo que puede
considerar como la base de su ataque-por ejemplo, la necesidad de justi-
cia-es un prejuicio ridículamente anticuado y anticientífico el que ha sido
remplazado por las leyes de la naturaleza. Sólo su estupidez le permite
mantener su complacida normalidad, y seguir tan completamente libre de
los paralizantes dilemas del hombre del subterráneo.
Los hombres de acción a veces también corren contra la pared de piedra
de las leyes de la naturaleza; pero como no comprenden sus implicaciones,
su choque no tiene ningún efecto sobre sus convicciones o sobre su con-
ducta. "Para ellos, una pared no es excusa, como por ejemplo para noso-
tros, los que pensamos y que, por consiguiente, no hacemos nada... La
pared de piedra tiene para ellos algo tranquilizador, moralmente determi-
nante y final-y hasta algo, si queréis, místico ... " Ante los llamados lemas
de la ciencia natural como, por ejemplo, "que en realidad una gota de nues-
tra propia grasa debe sernos más cara que cien mil de nuestros prójimos,
y que esta conclusión es la solución final de todas las llamadas virtudes y
deberes y de todos estos afanes y prejuicios" -suspenden todas sus dudas
y razonamientos (5, pp. 103-105). Simplemente no comprenden que la
pared de piedra de la ciencia elimina su sensación de una justicia ultrajada,
tan seguramente como elimina todos esos absurdos acerca del deber. Por
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 4()5

tanto, los hombres de acción aceptan las doctrinas de la ciencia natural con
una complacida concie ncia de mantenerse al ritmo del progreso europeo,
mientras siguen profesando la misma indignación moral que la gente del
pasado "anticientífico".
El hiperconciente hombre del subterráneo, que carece de esta salvadora
gracia de estupidez, sabe demasiado bien que la parf;d de piedra de la cien-
cia y del determinismo retira el piso a todo tipo de reacción moral. Por con-
siguiente, cuando él se siente agraviado, sólo puede alimentar un des-
preciable resentimiento que, como demasiado bien lo sabe, no es posible
descargar contra nadie más. Y sin embargo, no puede dejar de comportarse
como si aún fuera posible y significativa alguna clase de respuesta humana
libre; "por consiguiente, sólo queda la misma salida, es decir, chocar contra
la pared con toda la fuerza que podamos". Y este gesto de desesperación
tiene al menos el consuelo a la lucidez y de no haberse dejado engañ:1r:

lNo es mucho mejor comprenderlo todo, estar conciente de todo, de todas las imposibili-
dades y las paredes de piedra? lNo resignarse a una sola de estas imposibilidades y pare-
des de piedra si nos disgusta resignarnos, llegar, por medio de las más inevitables combi-
naciones lógicas, a las más repugnantes conclusiones sobre el e terno tema de que, por
alguna razón, nosotros mismos somos los culpables hasta de la pared de piedra, aunque,
una vez más, sea tan claro como la luz del día que no tenemos la menor culpa y, por ende,
silenciosos e impotentes rechinamos los dienles, nos hundimos sensualmente en la iner-
cia, meditando en el hecho de que no existe siquiera alguien contra quien desear vengar-
nos? (5, pp. 109, 106).

Aquí, podríamos pensar, las paradojas del hombre del subterráneo lle-
gan a un paroxismo de autoacusación sicópata. Pero la sicología por sí sola
no nos lleva muy lejos tratando de comprender la lógica artística de Dosto-
ievski. Pues una vez que comprendemos las complejas inversiones de su
creación, queda perfectamente en claro que nadie en el mundo puede ser
culpable de nada, salvo el hombre del subterráneo. El sabe que la idea de
culpa, junto con todas las demás ideas morales, ha sido borrado por las
leyes de la naturaleza; y sin embargo, irracionalmente persiste en encon-
trar respuestas morales. Y como no tiene a quien asignar la responsabilidad
moral, por el más irrefutable proceso de deducción él y sólo él será culpable
de todo. Pero, al mismo tiempo, sabe muy bien que no es culpable y desea
que fuera posible olvidar las leyes de la naturaleza, el tiempo suficiente
para convencerse de que libremente podría elegir convertirse en algo: un
holgazán, un glotón o una persona que se pasa la vida haciendo brindis a
la salud de todo lo "sublime y lo hermoso".
406 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

Este análisis debe bastar para iluminar la dialéctica del determinismo


que Dostoievski dramatiza en los seis primeros capítulos de las Notas desde
el subte11"áneo. Sería posible mostrar cómo cada respuesta contradictoria
del hombre del subterráneo en estos capítulos se deriva de esta dialéctica,
que es iP:~mlsada por la contradicción entre la aceptación intelectual del
determ!~famo de Chemishevski por el hombre del subterráneo y su simul-
táneo rechazo de este con todo el nivel intuitivo-emocional de la persona-
lidad identificada a la conciencia moral. Como resultado, la forma en que
el hombre del subterráneo se ridiculiza y se cubre de denuestos no debe
ser tomada literalmente. La retórica del hombre del subterráneo contiene
una ironía invertida, similar a la de los Apuntes de invierno, que se vuelve
contra sí misma como medio de ridiculizar a su despectivo interlocutor, el
hombre de acción, pues la vida del hombre del subterráneo es la reductio
ad absurdum de la del hombre de acción; y cuanto más repulsivo y ridículo
se pinta, más revela el verdadero significado de lo que su confiado juez tan
ciegamente sostiene con orgullo.* Es sólo la impenetrable estupidez de
los radicales hombres de acción la que los impide ver al hombre del sub-
terráneo como su imagen especular, y reconocer el saludo que habría po-
dido darles (en palabras de Baudelaire): "hypocrite lecteur, mon sembla-
ble, mon frere!"

3. La ventaja más ventajosa

Los primeros capítulos de Notas desde el subte11"áneo presentan un pode-


roso cuadro del dilema existencial del hombre del subterráneo, cuya vida
muestra en acción el abismo que hay entre la razón y la sensibilidad emoti-
vo-moral, debido a una aceptación total de las implicaciones de la filosofía
de Chemishevski. Después de mostrar la inherente incapacidad de la sique
humana para acomodarse a semejante mundo "racional'', y las formas ex-
trañas y aparentemente absurdas en que puede manifestarse esta negativa,
el hombre del subterráneo se pone a demoler más directamente los argu-
mentos con que Chemishevski y los hombres de acci6'i. rlefendían su posi-
ción. Puede parecer que esta refutación contradice la afirmación de que
él acepta los lemas básicos de la filosofía de Chemishevski. Pero esa acep-

• Esta técnica de reflejar, por así decirlo, por medio de una lente deformada, por la que un perso-
naje se encuentra ante una imagen degradada de sí mismo, que él se niega a recor.ocer, ya había sido
empleada por Dostoievski, y volverla a emplearla con mayor maestría en el futuro. Una situación es-
tructuralmente similar a la que estamos analizando puede encontrarse en el temprano cuento corto
Polzunkov. Véase Dostoevsk:y: Ihe Seeds ofRevols, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 322-325.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 407

tación siempre ha incluido ma sardónica percatación de la total incon-


gruencia de esos preceptos con las normas de la experiencia humana; y
ahora, esta incongruencia es formulada más explícitamente en los argu-
mentos que se desarrollan a lo largo de los capítulos VII-I X.

Oh, dci:idme -pregunta, incrédulo, el hombre del subterráneo-, quién fue el primero
en declarar, quién fue el primero en proclamar que el hombre hace mal las cosas porque
no conoce sus verdaderos intereses; y que si fuera ilustrado, si sus ojos se abrieran ante
sus intereses verdaderos y normales, al punto dejaría de hacer cosas malas ... vería su
propia ventaja en el bien y nada más, y como todos sabemos que nadie puede actuar a
sabiendas de su propia desventaja, por consiguiente, por decirlo así, empe.zarfa a hacer
el bien por mera necesidad (5, p. 110).

Esta era, en realidad, la esencia de la posición de Chemishevski: que el


"egoísmo racional", una vez aceptado, ilustraría al hombre de tal modo
que desaparecería por completo la posibilidad misma de que se condujera
irracionalmente, es decir, en contra de sus intereses. Pero este argumento,
como lo señala cáusticamente el hombre del subterráneo, tiene un defec-
tillo; pasa por alto enteramente que el hombre tiene y tendrá siempre un
interés supremo, que nunca estará dispuesto a ceder, el de poder ejercer
su libre albedrío.
El discurso del hombre del subterráneo en este capítulo se compone de
varias hebras. U na de ellas es la repetida presentación del modo en que
"expertos en estadística, sabios y amantes de la humanidad" frecuente-
mente terminan actuando en contra de sus muy proclamados y solemnes
principios de racionalidad. Otra consiste en considerar la historia humana
y preguntar si el hombre alguna vez fue, o quiso ser, totalmente racional:
"En pocas palabras, podemos decir cualquier cosa acerca de la historia de
la humanidad, cualquier cosa que pueda entrar en la imaginación más de-
sordenada, lo único que no podemos decir es que es racional. La palabra
misma se nos atraganta." Una tercera se acerca mucho más a la actualidad
y, de paso, echa una pulla contra el historiador inglés Henry Thomas Bu-
ckle, por entonces muy de moda entre los radicales rusos, quien creía que
las leyes de la historia debían elaborarse de acuerdo con las de las ciencias
naturales. El hombre del subterráneo simplemente no puede contener su
hilaridad ante la afirmación de Buckle, "que por medio de la civilización
la humanidad se vuelve más blanda y por consiguiente menos sanguinaria
y menos apta para la guerra", y apela así al lector: "Tomemos todo el siglo
XIX, en el que vivió Buckle. Tomemos a Napoleón, primero el Grande y
408 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

luego el actual. Tomemos América del Norte: la unión eterna [por enton-
ces desgarrada por la Guerra Civil]" (5, pp. 111, 116 y 112).
Estos ejemplos muestran hasta qué grado racionalistas y lógicos son ca-
paces de cerrar los ojos ante los hechos más obvios, en favor de sus pro-
pios sistemas; y todos estos sistemas, por alguna razón, siempre definen las
"ventajas humanas" exclusivamente "a partir del promedio de las cifras
estadísticas y las fórmulas científico-económicas. Ahora bien, vuestras
ventajas son prosperidad, riqueza, libertad, paz, etc., etc. De modo que un
hombre que, abiertamente y a sabiendas, se opusiera a toda la lista sería,
según vosotros, y desde luego, según yo, un oscurantista o un absoluto de-
mente, lno?" (5, p. 110; las cursivas son mías). Pero aunque el hombre del
subterráneo ha sido considerado a menudo como este tipo de "absoluto
demente", esta interpretación constituye un juicio arbitrario de las pala-
bras de Dostoievski. El hombre del subterráneo no rechaza la prosperidad,
la riqueza, la libertad y la paz en sí mismas; rechaza la idea de que la única
manera de alcanzarlas es sacrificar la independencia y la personalidad del
hombre.

Allí está, caballerns --dice, lleno de conmiseración-, lno parece como si en realidad
existiera algo que es más claro para casi cada hombre que su mayor ventaja, o (para no
violar la lógica) que hay una ventaja más ventajosa (precisamente la que fue omitida,
acerca de la que hablábamos hace poco), por la cual, de ser necesario, el hombre estará
dispuesto a ir contra todas las leyes, es decir, contra la razón, el honor y la paz, la prosperi-
dad .. . en suma, contra todas esas cosas útiles y maravillosas, con sólo que pueda alcanzar
esta ventaja fundamental más ventajosa que es más cara para él que todo lo demás? (5,
p. 111).

La respuesta a esta pregunta, cuyos paréntesis constituyen una parodia de


algunos de los pasajes más elaborados de El principio antropológico, se pre-
senta en los seis primeros capítulos. La "ventaja más ventajosa" para el
hombre es la preservación de su libre albedrío, que puede ejercer o no en
armonía con la razón, pero que, en todo caso, siempre desea conservar el
derecho de escoger; y esta "ventaja" primaria w : ;-:-'Jede ser incluida en los
sistemas de los amantes de la humanidad porque hace imposible, para
siempre jamás, su sueño de trasformar la naturaleza humana para que sólo
desee lo racional.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 409

4. El Palacio de Cristal

Chernishevski encarnó este sueño de trasformación, como sabemos, en su


visión del Palacio de Cristal, y Dcstoievski retoma este símbolo para pre-
sentarlo desde el punto de vista del hombre del subterráneo. En esta futura
Utopía de abundancia, el hombre tendrá que ser completamente reducado
para que

entonces voluntariamente se contenga de errar y, por decirlo así, por necesidad no querrá
poner su voluntad contra sus intereses normales. Más aún: entonces, me decís, la ciencia
misma habrá enseñado al hombre (aunque esto, me parece a mf, es un lujo) que en rea-
lidad no tiene voluntad ni capricho y que nunca los ha tenido, y que él mismo no es más
que una especie de tecla de piano o clavija de órgano; ·y que, más aún, en este mundo
hay leyes de la naturaleza, por lo que todo lo que hace no es hecho por su voluntad sino
por sí sólo, ele acuerdo con las leyes de la naturaleza (5, p. 112).

Así, la imagen musical se deriva directamente de Fourier, quien creía


que había descubierto una "ley de la armonía social", y cuyos discípulos
gustaban de presentar la organización de las pasiones en el falansterio por
analogía con la organización de las teclas de un teclado. (Esta última com-
paración aparece en un libro muy leído de Víctor Considérant, La Destinée
Sociale, cuyo título logró Chernishevski intercalar en lQué hacer?, como
juego de palabras.)* Asimismo, cuando el hombre del subterráneo comen-

* El pasaje en cuestión es buen ejemplo de los juegos esópicos a los que Chernishevski estaba ju-
gando con sus lectores que tuvieran vista de águila ... y con la censura. Dos de sus personajes hablan
acerca de los libros que está leyendo la heroína, Vera Pavlovna:
- Mira, Mijaíl Ivanych, este, en francés. Ya casi lo he comprendido. "Gostinaya". Eso significa,
un manual de etiqueta. Y aquí hay uno en alemán; no puedo leerlo.
- No, María Alexevna, no es "Gostinaya"; es "Destinée". -Dijo Ja palabra en ruso.
- Entonces, lqué es este destino? lEs una novela, o un oráculo para damas, o un libro de
sueños?
-Veamos.
Mijaíl lvanych hojeó unas cuántas páginas.
-Trata de series; es un libro para un savant.
- lSeries? Ah, comprendo, trata de trasferencias de dinero.
La palabra "series" es un término fourierista clave, que se refiere a la organización del trabajo en
el falansterio de acuerdo con las pasiones dominantes de varios tipos de personalidades. El libro ale-
mán - De la religión, por Ludwig Feuerbach- es considerado, con igual aplomo, como una obra de
piedad escrita por el rey Luis [Ludwig] XIV de Francia. N. G. Chernishevski, Chto Delat? (Moscú,
1955), p. 85.
Por alguna razón, el comentador de las Notas desde el subterráneo en la edición de la Academia in-
terpreta las imágenes de Dostoievski como una referencia a Diderot, quien, en uno de sus textos menos
conocidos, habló de los sen·.s humanos como instrumentos .musicales y de la sensibilidad humana
410 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

ta que en el Palacio de Cristal "todas las acciones humanas ... serán tabula-
das de acuerdo con estas leyes [de la naturaleza], matemáticamente, como
tablas de logaritmos, hasta 108 000 y colocadas en un cuadro" (5, p. 113).
no está exagerando. Fourier había hecho, en realidad, el esfuerzo de ela-
borar un cuadro exhaustivo de las pasiones que, en su opinión, eran las le-
yes inmutables de la naturaleza (humana), y cuyas necesidades habrían po-
dido quedar satisfechas en cualquier orden social modelo. Vemos así que
Dostoievski combina el cuadro de las pasiones de Fourier con el determi-
nismo material de Chemishevski en su ataque al ideal del Palacio de Cris-
tal, considerando que constituye la eliminación total de la personalidad.
Pues la manifestación empírica de la personalidad es el derecho de elegir
un curso de acción, sea el que fuere; y no hay elección cuando alguien es
bueno, razonable, satisfecho y feliz por su conformidad a las leyes de la na-
turaleza, que excluyen la posibilidad misma de su negación.
Incluso si fuéramos a imaginar que se alcanzara este estado de perfec-
ción, el hombre del subterráneo nos advierte que todavía podría resultar
terriblemente tedioso. Una vez que el hombre no tenga ya nada por qué
esforzarse, nada que esperar, caerá víctima del ennui; y en este punto, Dos-
toievski vuelve a algunos motivos que le eran familiares. El ennui inmedia-
tamente nos recuerda el mundo del príncipe Valkovsky y de Cleopatra, y
no nos sorprende ver a la reina egipcia de Pushkin clavando alfileres de
oro en los pechos de sus esclavas para divertirse. Sin embargo, por fortuna,
el hombre del subterráneo nos asegura, el Palacio de Cristal no es posible
porque

el hombre es tan fenomenalmente ingrato que ... dejad caer sobre él hasta la última ben-
dición terrenal, hundido en felicidad para que nada más que burbujas bailen en la super-
ficie de la dicha, como en agua; dadle tal prosperidad económica que no tenga que hacer
nada más que dormir, comer pasteles y ocuparse en asegurarse la continuación de la his-
toria universal-y aun entonces el hombre, por pura ingratitud, pura calumnia, os jugará
alguna mala pasada.

como un teclado que la naturaleza utilizó como su instrumento. En esta conexión, no se menciona
para nada a Fourier. El objetivo de esta referencia y del comentario en general parece que trata de
reducir lo enconado del ataque de Dostoievski a Chernishevski e identificar su blanco, mucho más
vagamente, con el materialismo del siglo xvm. Si se acepta tal opinión, desde luego, haría la obra más
fácilmente asimilable en un marco soviético.
Es posible, aunque sumamente especul2tivo, que la imagen de Diderot fuese conocido de Fourier.
Pero casi no parece haber justificación para creer que las imágenes musicales del propio Dostoievski
debieran remitirse directamente a Diderot y no a Fouriery a sus discípulos, como Considérant. Véase,
PSS, 5, p. 384.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO " 411

Esta "mala pasada" es precisamente que "arriegará sus pasteles y deseará


deliberadamente la más fatal basura, el más antieconómico absurdo, sim-
plemente para probarse a sí mismo (como si esto fuera necesario) que los
hombres siguen siendo hombres, y no teclas de piano" (5, pp. 116-117).
Al llegar a este punto, el hombre del subterráneo se eleva a una visión
climática del caos universal que corre paralela, en función del ideal socio-
histórico del Palacio de Cristal, al caos de la vida privada del hombre del
subterráneo en los seis primeros capítulos. En ambos casos, es la misma la
causa de este caos: la rebelión de la personalidad contra un mundo en el
que ya no tiene razón de ser el libre albedrío (y por tanto, las categorías
morales de cualquier índole). Pues si en realidad existiese el mundo del
Palacio de Cristal, "aun si el hombre en realidad no fuese más que una
tecla de piano, aun si esto le fuese probado por la ciencia natural y por las
matemáticas, él inventarfa destrucción y caos, idearía sufrimientos de todas
clases, ie insistiría en salirse con la suya!" Y si todo este sufrimiento y caos
también pueden calcularse y tabularse de antemano, "ientonces el hombre
se volvería intencionalmente loco para librarse de la razón e insistir en ha-
cer las cosas a su modo!" Estas palabras han sido citadas interminablemen-
te fuera de contexto, como si Dostoievski concibiera la vida humana or-
dinaria como algún tipo de prisión metafísica que requiriera y justificara
ese recurso a la locura y al caos; pero esta interpretación va contra el obvio
sentido del texto. La autodestructiva rebelión de la libertad no es un valor
en sí misma; sólo se la considera como defensa última contra la hipotética
realización del Palacio de Cristal. Como dice, con alivio, el hombre del sub-
terráneo: "Y después de esto, cómo no pecar regocijándonos de que esto
no ocurra aún y que, por el momento, el deseo todavía dependa sólo el de-
monio sabrá de qué" (5, p. 117).
Tal es la terrible perspectiva de la propuesta realización del ideal del Pa-
lacio de Cristal; y el hombre del subterráneo continúa poniendo en tela de
juicio la optimista afirmación de Chernishevski y de sus partidarios de que
semejante ideal es el auténtico deseo del hombre. "Al hombre le gusta
crear y construir carreteras, eso es indiscutible", reconoce, dando a enten-
der que al hombre le gusta ocuparse en una labor útil y socialmente produc-
tiva. Pero niega que la humanidad esté anhelando realizar el apocalipsis
estático y secular del Palacio de Cristal, que significaría el fin de la historia
y el cese de todo nuevo anhelo, aspiración y esperanza.

¿No podría ser que tanto le gusten el caos y la destrucción (esto es, din duda, indiscutible,
a veces, simplemente !e gustan mucho, y asf es), porque instintivamente teme alcanzar
412 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

su meta y rematar así el edificio en construcción? lCómo saberlo? Tal vez sólo le gusta
ese edificio visto desde lejos, y no en primer plano; tal vez sólo le guste construirlo, y no
vivir en él, dejándolo aux animaux domestiques, como hormigas, ovejas, etcétera, etcéte-
ra. Ahora bien, el gusto de las hormigas es totalmente distinto. Tienen un asombroso edi-
ficio de esta clase, eternamente indestructible: el hormiguero (5, p. 118).

Esta comparación del ideal socialista con el hormiguero era ya lugar co-
mún en el periodismo ruso del periodo, pero Dostoievski acaso emplea-
ra esta imagen en relación con el el fin de la historia como alusión a Her-
zen. "Si la humanidad fuera derecho hacia alguna meta'', había escrito
Herzen en Desde la otra orilla , "no habría historia, sólo lógica; la humani-
dad cesaría, en cierta forma terminada, en un espontáneo status qua como
los animales ... además, si existiera un libreto, la historia perdería todo in-
terés, se volvería inútil, aburrida, ridícula". 8 La obvia similitud de estos tex-
tos muestra hasta qué punto había Dostoievski absorbido ideas de la obra
que tanto admiraba. También revela con qué precisión estaba tematizan-
do un profundo contraste ideológico entre su propia generación y la de
los sesenta, pues la fisonomía intelectual e ideológica de la generación de
los cuarenta, alimentada con literatura romántica y con filosofía idealista
alemana, formaba un agudo contraste con la de los sesenta; y Herzen, como
Dostoievski, siempre se negó resueltamente a aceptar el determinismo ma~
terial de Chernishevski y su negativa del libre albedrío.* Por tanto, es apro-
piado que el hombre del subterráneo atribuya después su oposición al ideal
del Palacio de Cristal, al menos parcialmení.e, al hecho de haber llegado a
la mayorfa de edad en su época.

8Al. Gertsen, Poln oe Sobranie Sochinenii, 30 vals. (Moscú, 1954-1966), 6, p. 36.


• Muy cerca ácl fin de su vida, Herzen escribió una reveladora carta a su hijo Alexander Jr., en la
que estableció el punto con perfecta claridad. El joven Herzen, para entonces ya notable fisiólogo,
había publicado un curso de conferencias en que toda la actividad animal y humana era interpretada
como función del sistema nervioso reflejo; y asf, concluyó, como Chemishevski, diciendo que el libre
albedrlo era una ilusión.
Replicó su padre:

En todos Jos periodos, el hombre busca su autonomía, su libertad y, aunque arrastrado por la nece-
sidad, no desea actuar salvo de acuerdo con su propia voluntad; no desea ser un pasivo enterrador
del pasado o un inconciente cartero del futuro; considera la historia como su obra libre e indispen-
sable. Cree en su libertad como cree en la existencia del mundo externo tal como se le presenta a
él, porque confía en sus ojos, y porque, sin tal confianza, no podrla dar un paso. Por ello, la libertad
moral es una realidad sicológica o, si se quiere, antropológica.

No podría hacerse afirmación más expresiva de la propia concepción existencial de Dostoievski sobre
Ja libertad y la independencia moral. Véase A. l. Gertsen, lzbrannye Filosofskie Proizlledenia, 2 vals.
(Moscú, 1946), 2, p. 283.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 413

Todos estos argumentos se enfocan entonces en un rechazo final del


Palacio de Cristal por no dejar lugar al "sufrimiento". Sin embargo, una
vez más, para hacer justicia a Dostoievski, es necesario subrayar la natu-
raleza condicionada de esta afirmación y el matiz de significado que le da.
''Al fin y al cabo", dice el hombre del subterráneo, "yo no insisto realmente
en el sufrimiento ni tampoco en la prosperidad. Insisto ... en mi capricho,
y en que me sea concedido cuando es necesario." El sufrimiento no es un
fin en sí mismo, como no lo son la locura o el caos, y queda subordinado
al valor supremo de la afirmación de autonomía; pero sirve como apoyo
para mantener vivo este sentido de la autonomía moral en un mundo priva-
do de significación humana por el determinismo: "En el Palacio de Cristal
[el sufrimiento] es inimaginable: el sufrimiento es duda, negación, ly qué
tipo de Palacio de Cristal sería aquel que pudiese albergar las dudas?" La
capacidad de dudar significa que el hombre no se ha trasformado todavía
en una máquina ético-racional y sólo puede comportarse de conformidad
con la razón. Por ello, el hombre del subterráneo declara que el "sufri-
miento es el origen único de la conciencia" (5, p. 119); sufrimiento y con-
ciencia son inseparables porque la última no es un atributo sólo sicológico,
sino también básicamente moral de la personalidad humana.

5. El Gallinero-Palacio

El capítulo X de Notas desde el subterráneo plantea un problema especial,


porque fue gravemente mutilado por la censura. Como sabemos, en este
capítulo Dostoievski afirmó haber expresado "la idea esencial" de su obra,
que definió como "la necesidad de la fe y de Cristo"; pero los pasajes en
que lo hizo fueron suprimidos y nunca restaurados en ediciones posterio-
res. El hecho de que Dostoievski no devolviera a esto su forma original a
veces se ha interpretado en el sentido de que su afirmación inicial proba-
blemente no tenía gran importancia para él y que, por tanto, podemos pa-
sarla por alto: semejante inferencia no toma en cuenta el problema de la
censura. En ningún periodo de su vida le habría gustado a Dostoievski la
perspectiva, peligrosa e interminable, de tratar de persuadir a los censores
de que dieran marcha atrás sobre una decisión anterior. Hacerlo así sólo
habría puesto en peligro y retrasado la publicación de las reimpresiones y
ediciones completas de su obra, que tanto necesitaba para obtener ingre-
sos. Tzvetan Todorov ha dicho recienteménte -lo que tiene mucho inte-
rés- que Dostoievski no restauró los cortes por razones estéticas: se dio
cuenta después de que el verdadero clímax era el final de la segunda parte,
414 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

y decidió que había sido un error darle antes otro clímax. 9 Pero, a mi pare-
cer, ni siquiera esta sugestión estructural ofrece una razón interna conclu-
yente para la decisión de Dostoievski de dejar las cosas en paz.
Por el momento, examinemos este capítulo "amañado" para ver qué po-
demos encontrar que nos ayude a acercarnos a la "idea esencial" de Dos-
toievski. En primer lugar, el capítulo X revela explícitamente cuán inso-
portable se ha vuelto la situación del hombre dei subterráneo. Hasta que
punto, se había valido de su desdicha principalmente como arma irónica;
pero ahora nos percatamos de que la rebelión clandestina de la personali-
dad -por muy importante y necesaria que sea- no puede ser tomada
como fin en sí misma. Desgarrado entre las convicciones de la "razón" y la
revuelta de su conciencia y sus sentimientos, el hombre del subterráneo
grita: "lPude ser creado simplemente para llegar a la conclusión de que
todo el modo en que estoy hecho fue un engaño? lPuede ser éste el único
propósito? No lo creo." Cierto, rechaza el Palacio de Cristal porque es im-
posible ser irreverente acerca de él y sacarle la lengua, pero "no dije todo
[esto] porque me guste tanto sacar la lengua ... Por lo contrario, me dejaría
cortar la lengua por simple gratitud si las cosas se pudieran arreglar de tal
modo que yo perdiera todo deseo de sacarla" (5, pp. 120-121).
De este modo, Dostoievski indica que el hombre del subterráneo, lejos
de rechazar todos los ideales morales en favor de un egoísmo ilimitable,
está buscando desesperadamente uno que realmente satisfaga a su espíri-
tu. Semejante ideal sería aquel que, en lugar de espolear a la personalidad
a la rebelión en furioso frenesí, en cambio condujera a rendirse voluntaria-
mente en su favor. Este otro ideal se necesitaría, pues, para reconocer la
autonomía de la voluntad y la libertad de la personalidad, y apelaría a la
naturaleza moral del hombre y no a su razón y a su interés egoísta, concebi-
do como si funcionara en armonía con las leyes de la naturaleza. Para Dos-
toievski, este otro ideal puede encontrarse en las enseñanzas de Cristo; y
por una confusión que aún existe en el texto, podemos tener un atisbo de
cómo habría tratado de integrar esta alternativa en el marco de sus imá-
genes.
Esta confusión surge en ei curso de una comparación entre el Palacio
de Cristal y un gallinero.

Ya veis -dice el hombre del subterráneo-, si no fuese un palacio sino un gallinero, y


empezara a llover, yo podría meterme en el gallinero para no mojarme, pero de todos

9
Tzvetan Todorov, "Notes d'un souterrain'', en Les grnres du discours (Parls, 1978), p. 158.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 415

modos no por ello tomaría el gallinero por un palacio, por simple gratitud, por haberme
cobijado de la lluvia. Reís, y hasta decís que, en tales circunstancias, un gallinero y una
mansión son Jo mismo. Sí, respondo yo, si hay que vivir simplemente para no mojarse.

Lo que el hombre del subterráneo impugna no es la utilidad del gallinero,


sino el hecho de que lo tomen por un palacio; el hecho de que, a cambio
de sus ventajas prácticas, se le haya elevado a la categoría de ideal de la
humanidad. Recordamos la observación de Dostoievski en losApuntes de
invierno, de que la desesperada clase obrera inglesa prefiere el hormiguero
al canibalismo; pero el hombre del subterráneo se niega a aceptar el galli-
nero qua palacio como su ideal: "Pero, lqué hacer si se me ha metido en
la cabeza que esto [no mojarse, la utilidad] no es el único objeto en la vida
y que, si hay que vivir, bien puede ser en una mansión? Tal es mi elección,
mi deseo. Sólo lo erradicaréis cuando hayáis modificado mi deseo. Bueno,
modificad/o, tentadme con otra cosa, ofrecedme otro ideal" (5, p. 120; las
cursivas son mías).
El hombre del subterráneo plantea aquí claramente la posibilidad de
"otro ideal"; y, al avanzar el texto, parece considerar un tipo distinto de
Palacio de Cristal, uno que constituyese una auténtica mansión, y no un
gallinero, que sólo puede satisfacer necesidades puramente materiales.
Pues luego continúa: "Y mientras tanto, yo no tomaré un gallinero por un
palacio. Que el edificio de Cristal no sea más que un ocioso sueño, decid
que no es congruente con las leyes de la naturaleza, y que yo sólo lo inventé
como resultado de mi propia estupidez, como resultado de algunos hábitos
anticuados e irracionales de mi generación. Pero lqué me importa si es in-
congruente? lNo es igual si existe en mis deseos o, mejor aún, si existe
mientras existen mis deseos?" (5, p. 120; las cursivas son mías). En este
punto, observamos un giro a un "edificio de Cristai" basado en los princi-
pios opuestos de los que representó el Palacio de Cristal a lo largo de todo
el texto: este nuevo "edificio de Cristal" es incongruente con las leyes de
la naturaleza (mientras que el Palacio de Cristal es la encarnación de estas)
y debe su existencia al deseo, y no a la razón. El cambio es tan súbito y tan
incompatible con lo que se ha dicho antes, que sólo podemos suponer que
del manuscrito se suprimió cierto material que conducía de un tipo de edifi-
cio de Cristal al otro.
Dostoievski, podemos suponer, debió de intentar aquí la naturaleza de
un verdadero Palacio de Cristal, o mansión, o edificio (su terminología no
siempre es la misma), y contrastarlo con el falso edificio que en realidad
era un gallinero. Por su carta, sabemos que lo hizo en tal forma que identi-
416 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

ficara un verdadero Palacio de Cristal con la "necesidad de la fe y de Cris-


to", pero semejante intento tal vez confundiera y atemorizara a los censo--
res, aún aterrados por su reciente error con lQué hacer? y acostumbrados
ahora a considerar el Palacio de Cristal como la imagen aborrecida del
socialismo ateo. Por tanto, acaso cortaran las frases en que Dostoievski
trataba de dar su propio significado cristiano a este símbolo, acaso consi-
derándolo a la vez subversivo y blasfemo. Estas suposiciones explicarían
la extraña historia del texto de Dostoievski, así como la flagrante contra-
dicción, muy clara si se lee con cuidado, que provocó su indignada protes-
ta, diciendo que habían alterado todo el sentido de su texto.
Aunque este otro ideal acaso quedara originalmente indicado con ma-
yor claridad, la concepción de Dostoievski todavía exige que el hombre del
subterráneo permanezca atrapado en la fase negativa de su rebelión. Se
sugiere una alternativa tan sólo como algo remoto y, para el hombre del
subterráneo, como una posibilidad inaicanzable; y por ello no parece soste-
nible la teoría de Todorov que explicaba por qué no se restauró el texto
original. Cada episodio debía tener su propio tipo de clíma'C y habría una
distinta gradación entre el primero y el segundo. Lo que aparece en los
pensamientos del hombre del subterráneo tan sólo como sueño imposible
en la primera parte, se convierte en realidad viva en la segunda, presentada
claramente en términos de acción dramática. Aun si el primer clímax hubie-
se conservado su forma original no habría debili tado, por ello, el segundo,
como supone Todorov sino, antes bien, habría ejemplificado su metamor-
fosis de una esperanza a una ilustración vívidamente concreta de semejan-
te resolución. Pues el hombre del subterráneo, en la primera parte, suspira
por otro ideal; sabe que debe existir, pero está tan comprometido con una
fe en el determinismo material y con las leyes de la naturaleza, que no pue-
de imaginar siquiera lo que puede ser.

Ya sé, de todos modos, que no me aplacaré por un compromiso, con un cero intermina-
blemente recurrente, tan sólo porque existe, de acuerdo con las leyes de la naturaleza y,
en realidad, existe. No tomaré como corona de todos mis deseos a una manzana de edifi-
cios con departamentos para los pobres, alquilados durante mil años y, para cualquier
contingencia como la mía, con el letrero de un dentista colgado de uno de ellos (5, p.
120).

En el último capítulo, el hombre del subterráneo sigue oscilando entre


el desafío y la desesperación, afirmando y a la vez negando su vida y sus
convicciones en el espacio de unas cuantas líneas:
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 417

Aunque he dicho que envidio al hombre normal hasta con la última gota de mi bilis, en
las condiciones en que hoy lo veo no quisiera ser él (aunque, de todos modos, no dejaré
de envidiarlo. iNo, no, en todo caso, el subterráneo es más ventajoso!) Allí, por lo menos,
se puede . . . iBah!, iy ahora, aquí estoy mintiendo! Estoy mintiendo porque yo mismo
sé, como que dos y dos son cuatro, que el subterráneo no es mejor, sino que es otra cosa,
algo distinto, algo que anhelo, pero que no puedo encontrar. iAJ demonio el subterráneo!
(5, p. 121).

Lo que es esa otra cosa y por qué no puede descubrirla el hombre del
subterráneo constituye la sustancia de la segunda parte de la novela de
Dostoievski.

SEGUNDA PARTE

l. A propósito de la nieve derretida

Como hemos visto, el hombre del subterráneo se aferra a su ideal de un


"auténtico" Palacio de Cristal por causa de "algunos hábitos anticuados e
irracionales de mi generación". De este modo, Dostoievski coloca las res-
puestas síquico-emotivas de su personaje en un marco sociocultural muy
claramente delimitado en el tiempo. El hombre del subterráneo tiene cua-
renta años en 1864, cuando empieza a escribir sus Notas; tiene veinticuatro
años cuando ocurren los acontecimientos de la segunda parte que, por
tanto, caerían en 1848; y este es el año mismo en que Dostoievski empezó
a asistir asiduamente a las reuniones del Círculo de Petrashevski. Estos
cálculos no pretenden sugerir que la segunda parte de las Notas desde el
subterráneo trate del propio Dostoievski en algún sentido literal. El hom-
bre del subterráneo es básicamente un tipo sociocultural y así se le debe
interpretar; pero en la segunda parte, cuando se convierte en una parodia
de las actitudes de los cuarenta, ciertamente fue alimentado por el juicio
que Dostoievski tenía de sí mismo como miembro de esa generación. Eva-
luando su mentalidad de aquella época, Dostoievski había escrito al gene-
ral E. I. Todleven en 1856: "Yo creía en teorías y en utopías ... era hipo-
condriaco... era excesivamente irritable, con una morbosa susceptibilidad.
Deformaba yo los hechos más sencillos, dándoles otro aspecto y otra di-
mensión."10 Esta descripción puede aplicarse, palabra por palabra, al re-
trato que hemos presentado de la sicología del hombre del subterráneo en
su juventud.
10
Pisma , 1, p. 178, 24 de marzo de 1856.
418 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

En esta segunda parte, la totalidad del periodo también queda indicada


en muchas otras formas, además de la 1precisa cronología de las fechas. El
subtítulo,·~ propósito de la nieve derre·tidü", no parece tener una relación
intrínseca con el texto, y haber sido utifü~ado tan sólo para despertar la aso-
ciación que provoca el recuerdo de la pricistituta Liza. Sin embargo, en rea-
lidad ayuda a ubicar firmemente la acción en un medio simbólico. P. V. An-
nenkov había notado en 1849 que los e:scritores de la escuela naturalista
gustaban de emplear "nieve derretida" C'omo rasgo típico del sombrío pa-
norama de San Petersburgo; y así, Dosto;ievski emplea este subtítulo para
traer a la memoria una imagen del Petersburgo de los cuarenta, imagen de
lo que, en la primera parte, Dostoievski había llamado "la ciudad más abs-
tracta y premeditada del mundo" (5, p. 101 ), ciudad cuya existencia misma
(desde El jinete de bronce, de Pushkin), se había vuelto emblemática en la
literatura rusa, por la violencia y el costo inhumano de la adaptación de
los rusos a la cultura occidental.
La atmósfera del decenio de 1840, con todas sus exaltaciones sociohu-
manitarias, también es explícitamente evocada por la cita de un poema de
N. A Nekrásov, colocado como epígrafe die la segunda parte. Este es el
mismo poema, que data de 1846, ya mencionado irónicamente en La aldea
de Stepanchikovo, primera obra en que Dostoievski explícitamente se diso-
ció de las que hoy consideraba como ingenuas ilusiones de la rescuela natu-
ralista y de su propio pasado. Escrito desde el punto de vista c'tel benefactor
de una prostituta arrepentida, que la ha salvado de una vida de pecado con
su amor ardiente y sin prejuicios, el poema describe los tormentos de con-
ciencia de la muchacha:

Cuando ferviente mi palabra erguida


Rescató del abismo del error
A tu alma por zozobras abatida;
Y cuando desgarrada de dolor
Columbraste la luz de nueva vida
Y maldijeron tus crispados labios
El vicio en otro tiempo deslumbrante
Y sus actuales, lóbregos resabios,
Despertó tu conciencia en un instante;
Fue tu renuncia contricción perfecta,
Y oculto el rostro, súplica en las manos,
Ya limpia, resurrecta
Lloraste avergonzada goces vanos ...
Etc., etc., etc. (5, p. 124).
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 419

Al interrumpir esta pasaje con tres etcéteras, Dostoievski indica manifies-


tamente que las filantrópicas lucubraciones del que habla no son sino retó-
rica vulgar y convencional. El tema de la redención de la prostituta, tomado
por los rusos en los cuarenta de románticos franceses como Eugene Sue,
George Sand y Víctor Hugo, y continuando hasta Resurrección (1899), de
Tolstoi, se había vuelto ya lugar común en los sesenta. Aparece como episo-
dio secundario en lQué hacer?, donde uno de los héroes salva de una vida
de pecado a una mujer caída, vive con ella durante un tiempo y la convierte
en miembro modelo de la cooperativa de Vera Pavlovna, hasta que fallece
de tuberculosis. El episodio climático de la segunda parte de Notas desde
el subterráneo --el encuentro entre el hombre del subterráneo y la prosti-
tuta Liza- es una parodia irónica y una inversión de este cliché de los ro-
mánticos sociaies.
Así pues, la segunda parte de Notas desde el subterráneo satiriza a los
sentimentales románticos sociales de los cuarenta, así como ·1a primera par-
te satirizaba la metafísica y la ética de los sesenta; y con este propósito,
Dostoievski se basa en la imagen de los cuarenta que ya había esbozado
en las páginas de El Tiempo. Tal como él lo veía, fue un periodo en que la
intelectualidad rusa se había trasformado internamente, para estar de
acuerdo con las prescripciones ideológicas llegadas del extranjero: "Por
entonces, todo se hacía de acuerdo con un principio, vivíamos de acuerdo
con un principio y sentíamos un miedo terrible de hacer algo que no estu-
viera en conformidad con las nuevas ideas" (18, p. 58). Rusia produjo así
una raza de "gigantes" (como burlonamente los llama), ardiendo en deseos
de ayudar a la "humanidad", pero lamentablemente incapaces de encon-
trar una salida para sus ingentes poderes. De este modo, los cuarenta ha-
bían engendrado su propia clase de egoísmo y vanidad, que permitió a los
"hombres superfluos" de la intelectualidad patricia-liberal vivir en un
mundo de sueño de "beneficencia universal" mientras descuidaban sus
más sencillas y obvias obligaciones morales. A ellos les tocaba, dice clara-
mente Dostoievski, vivir a la altura de sus pretensiones y convertir su abs-
tracto amor a la humanidad en una acción concreta dirigida a individuos
de carne y hueso. Este es precisamente el tema de la segunda parte de No-
tas desde el subterráneo, que ha sido traspuesto al mundo burocrático de
las primeras obras de Dostoievski y encamado en un personaje que es el
equivalente administrativo del hombre superfluo, degradado pero con su-
prema confianza en sí mismo.
Este cambio de tema se refleja en la segunda parte por un muy notable
cambio de tono. En la primera parte se hablaba de las cuestiones últimas,
420 LA PRISIÓN DE l ITOPÍA

donde el argumento final contra el mundo del "falso" Palacio de Cristal


sólo podía ser la rabia de la locura y la autodestrucción; y, en consecuencia,
la ironía de Dostoievski es amarga y deform~~::l, :su tono es duro y queman-
te. No se habla de tales cuestiones últimas entre las desventuras de juven-
tud del hombre del subterráneo, provocadas todas ellas por una generosa
fuente de situaciones cómicas: la vanidad. Por tanto, la segunda parte está
escrita en un tono mucho más ligero, de burla y caricatura, y secciones en-
teras no son sino una extensa mofa de las respuestas rebuscadas y pedan-
tescas del hombre del subterráneo a las situaciones humanas más sencillas;
el hecho de que la sangrienta burla de Dostoievski no fuese advertida du-
rante tantotiempo es un homenaje al poder de las ideas recibidas (así como
al dilatado efecto de la primera parte sobre la sensibilidad del lector).

2. La dialéctica de la vanidad

Las primeras páginas de la segunda parte nos recuerdan el comienzo de la


primera, donde el hombre del subterráneo había hablado de rebajar a los
humildes peticionarios que se acercaban a su escritorio de mísero burócra-
ta del gobierno. Recordamos que también había sentido impulsos más cor-
diales hacia otros miembros de la especie humana, pero que yo "no los de-
jaría salir, no los dejaría, de propósito no los dejaría salir" (5, p. 125). Este
conflicto entre el impulso de dominar y el deseo de entrar en una relación
más amistosa con otros no fue desarrollado antes, pero ahora surge en pri-
mera fila, ofreciéndonos un trasfondo más íntimo de las abstracciones rela-
tivas de la primera parte.
lPor qué, bien podemos preguntar, por qué se comportó el hombre del
subterráneo, cuando era joven, de una manera tan distinta de lo que le
mandaban sus propias inclinaciones? La respuesta sólo surge gradualmen-
te, y primero vemos que el hombre del subterráneo, consumido por una
vanidad sin límites, tiene tal conciencia de sí mismo que no puede entrar
en relaciones normales con nadie: "Yo odiaba, naturalmente, a todos mis
compañeros de oficina, del primero al último; también los despreciaba y,
sin embargo, creo que les tenía miedo... De pronto, ocurrió algo, sin adver-
tencia: en cierto momento los despreciaba, y al siguiente los colocaba muy
por encima de mí'' (5, p. 125). La vanidad del hombre del subterráneo lo
convence de su propia superioridad y desprecia a todos; pero como desea
que tal superioridad sea reconocida por los demás, aborrece al mundo por
su indiferencia, y cae en el odio de sí mismo por su humillante dependencia.
Esta es la dialéctica sicológica de un conciente egoísmo que trata de con-
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 421

quistar el reconocimiento del mundo y, por ello, sólo provoca disgusto y


hostilidad. Semejante dialéctica de la vanidad corre paralela a la dialéctica
del determinismo en la primera parte, y tiene el mismo efecto de encerrar
al ego en un mundo enajenado de todo contacto humano. Así como el de-
terminismo disuelve la posibilidad de toda respues ta humana en la prime-
ra parte, así la vanidad bloquea el paso a toda fraternidad social en la se-
gunda.
Además de presentar esta dialéctica de la vanidad en acción, Dostoiev-
ski también la hace remontarse a su fuente ideológica: no a una doctrina
filosófica específica como en la primera parte, sino a la atmósfera cultural
de los cuarenta, que fomentaba una especie de egoísmo romántico forzado
y artificial y una sensación de superioridad sobre la vida rusa ordinaria, que
el hombre del subterráneo absorbió por todos los poros. En realidad, lo
que lo distingue desde sus primeros años es su elevado nivel intelectual.
'~demás, ellos [sus condiscípulos] comenzaron lentamente a compren-
der", escribe, "que yo ya estaba leyendo libros que ninguno de ellos podía
leer, y comprendía cosas (que no formaban parte de su programa escolar)
de las que ellos no habían oído siquiera hablar". Describiendo su vida pos-
terior dice: "Pasaba casi todo el tiempo en mi casa, leyendo; trataba de so-
focar mediante impresiones externas lo que sentía agitarse dentro de mí,
y las únicas impresiones externas de las que disponía eran las de la lectura.
Naturalmente, eran una gran ayuda; me conmovían, me distraían, me ator-
mentaban" (5, pp. 140, 127). Vemos así que los libros son los responsables
de mantener reprimidos los verdaderos sentimientos del hombre del sub-
terráneo, es decir, los sentimientos que se oponen a su vanidad y a su deseo
de dominar. Los libros interponen una red de respuestas adquiridas y arti-
ficiales entre él y los demás; y como estamos en el mundo de la intelectua-
lidad rusa de los años cuarenta, estos libros sólo pudieron ser las obras de
los socialistas utópicos franceses y de los románticos sociales y de sus discí-
pulos rusos, que el propio Dostoievski había leído con avidez en aquel pe-
riodo.
Una y otra vez, Dostoievski subraya las conexiones entre la dialéctica
de la vanidad en la que está atrapado el hombre del subterráneo y su cultu-
ra intelectual. "Un hombre culto y decedente no puede ser vanidoso", ob-
serva, "a menos que sea extraordinariamente exigente consigo mismo, y
sin despreciarse a sí mismo, en ciertos momentos, hasta llegar al punto del
odio" (las cursivas son mías). Comparando sus facciones con las de otros
empleados de su oficina, piensa: "Mi rostro será feo . . . tendrá que ser, al
menos, noble, expresivo y, sobre todo, sumamente inteligente." Luego,
422 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

mientras trata de provocar una riña para llamar la atención de todos, du-
rante un momento le preocupa la sórdida trivialidad de todo aquello: "el
diablo sabe lo que yo habría dado por una verdadera pelea, en toda forma,
una más decente, más literaria, por así decirlo". Y después de insultar sin
ninguna causa a un grupo de sus excondiscípulos, les dice, casi silenciosa-
mente: "iOh, si supierais de qué pensamientos, de qué sentimientos soy
capaz, si supierais lo culto que soy!" (5, pp. 125, 124, 128y147). Como re-
sultado de haber inhibido la cultura europea popular en Rusia durante los
cuarenta, queda en claro que el hombre del subterráneo ha perdido toda
capacidad de sentimiento humano directo y sencillo en su relación con los
demás. En cambio, su vanidad y sentido de importancia se han inflado hasta
tal punto que pierde de vista por completo su actual situación social; y los
conflictos engendrados por esta discrepancia ofrecen una analogía cómica
con la fraticida guerra de todos contra todos que surgió en la sociedad de
la Europa occidental desde que se implantó el principio del individualismo
egoísta.
Dostoievski es un maestro presentando la sicología del orgullo y la hu-
millación, y cuando la humillación brota de alguna auténtica opresión o
sufrimiento, sabe hacerla intensamente conmovedora; pero sería un fla-
grante error considerar como semejante víctima al hombre del subterra-
neo, pues vive en un mundo puramente imaginario y deforma y exagera
todo aquello con lo que entra en contacto. ·~ora, veo con claridad'', dice,
que "debido a mi ilimitada vanidad y probablemente a las altas normas que
me había fijado, me miraba a mí mismo con furioso descontento, que raya-
ba en el odio, y as~ en mi interior atribuí la misma opinión a los demás" (las
cursivas son mías). Previendo el desprecio que encontrará entre sus viejos
camaradas, a quienes les ha impuesto su compañía, comenta: "Yo también
sabía perfectamente bien desde entonces que yo estaba exagerando mons-
truosamente los hechos." Y, confiesa: "Yo siempre reconocí que la [exage-
ración] era uno de mis puntos débiles, y a veces le tenía mucho miedo. 'Lo
exagero todo, eso es lo que está mal', me repetía yo, hora tras hora" (5, pp.
124, 141y166).
Vemos así que existe muy poca base objetiva para las "humillaciones"
del hombre del subterráneo, mejor dicho, que son causadas por los excesos
de su vanidad; pero aun si sus humillaciones fuesen causadas todas por él
mismo, su efecto no por eso resulta menos deprimente. Su incapacidad de
establecer un contacto humano con los demás lo hunde en un total aisla-
miento, y sólo mediante el "vicio mezquino" logra salir a veces de su conti-
nua preocupación y ensimismamiento. Sin embargo, al mismo tiempo, tie-
"NOTAS DESDE EL SUBT1 ERRÁNEO" 423

ne una aguda conciencia de que su conducta es innoble y degradante: "Me


entregaba a mi vicio en la soledad de la noche, furtivamente, con timidez,
a escondidas, con un sentimiento de vergüenza que nunca me abandonó,
ni aun en los más horribles momentos, y que en 'tonces me hacía prorrumpir
en maldiciones. Desde entonces, ya tenía yo el subterráneo en el alma" (5,
p. 128). En la primera parte, "el subterráneo" ~;e había referido a la rebe-
lión de la personalidad del hombre del subterr&ineo contra ideas. Aquí su
"sentimiento de vergüenza" (su conciencia inenadicabie) vuelve a rebe-
larse no contra una teoría que niega el derecho 1fo la conciencia a existir,
sino contra una real indulgencia en el vicio, que el hombre del subterráneo
no puede dejar de considerar odiosa, aun cuando .le ofrezca un único esca-
pe a su claustrofóbica soledad. La referencia al vicio, en este punto, sean-
ticipa al importantísimo episodio de Liza, pero en estos primeros capítulos
llenos de escenas grotescas y cómicas, el hincapié ~ ;e hace en los esfuerzos
del hombre del subterráneo por librarse de su soledad por medio de rela-
ciones puramente sociales (más bien que sexuales).
Todos estos episodios muestran los torme ntos y Las torturas del hombre
del subterráneo cuando intenta afirmar su existencia como ego que desea,
ante todo, que alguien --quienquiera que sea- acepte su derecho a ser
reconocido en una forma compatible con esa imagen de sí mismo absurda-
mente inflada. Por esta razón inventa la farsa, ridi'cula y supuestamente
heroica, de tratar de reunir valor para tropezar con u n oficial de la Perspec-
tiva Nevsky. Su preocupación por este ridículo problema tan sólo ilustra
la mezquina obsesión de su vanidad; pero el episodlio también constituye
una parodia de un incidente relatado en lQué hacer? Uno de los protago-
nistas de este libro adopta la solemne resolución de no ceder el paso en la
calle a los "dignatarios"; y cuando un airado caballe ro empieza a gritar al
estudiante, mal vestido, por chocar con él, el dignatario pronto termina
con el rostro en el fango.
Invirtiendo irónicamente la escala de los valore:s manifestada por esta
democrática protesta contra las humillaciones púb'licas de la desigualdad,
Dostoievski pinta el frenético deseo del hombre dd subterráneo por afir-
mar su "igualdad" como ridícula vanidad y no como un independiente res-
peto de sí mismo. La parodia de Chernishevski va aunada a una alusión a
El abrigo, de Gógol, que Dostoievski. inserta en el punto en que el hom-
bre del subterráneo, preparando febrilmente el atuendo apropiado para
aquel épico encuentro, decide rempl:azar el astroso cuello de mapache de
su abrigo por otro más digno, de piel de castor. Este detalle no sólo inten-
sifica la atmósfera del periodo (el rel:ato de Gógol fue publicado en 1842),
424 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

sino que también enriquece las implicaciones ideológicas del incidente, ya


que la obra de Gógol aportó la inspiración inicial a la temática filantrópica
de la escuela naturalista de jóvenes escritores, a la que en un tiempo perte-
neciera Dostoievski.
El tema del "masoquismo", tan importante en la primera parte, reapare-
ce en el segundo cápitulo de la segunda. Pues mientras camina por la Pers-
pectiva Nevski, el hombre del subterráneo experimenta

un verdadero suplicio, una humillación continua, por la conciencia clara de que no era
yo más que una mosca a los ojos de toda aquella gente distinguida, una mosca sucia y re-
pugnante. . . superior, desde luego, a toda esa gente en inteligencia, en nobleza, pero de
todos modos una mosca, que continuamente habría de ceder el paso a todos, insultada
y humillada por todos... Ya entonces sentía yo esa crisis de voluptuosidad de que he ha-
blado al principio [de la primera parte] (5, p. 130).

Sin embargo, una vez más debemos tener cuidado de no considerar como
explicativa esta caracterización sicológica. El masoquismo del hombre del
subterráneo forma parte de la dialéctica de la vanidad, y tiene una función
más compleja que simplemente ilustrar un afán de autohumillación. En
realidad, como vemos, el exponerse voluntariamente a la humillación for-
talece el sentido de superioridad interna del hombre del subterráneo sobre
todos los que lo miran con tal desprecio. Al mismo tiempo que le da una
dolorosa conciencia de su propia ridiculez e ignominia, también le sostie-
ne, reforzando la convicción de su preminencia cultural.
Vemos así que al masoquismo se le asigna una función muy similar en
ambas partes de la obra: así como había conducido al sufrimiento en la pri-
mera parte, manteniendo viva la facultad de conciencia, también en la se-
gunda parte adquiere una significación positiva. El cultivo aparentemente
patológico del "goce" masoquista por el hombre del subterráneo acaba por
fortalecer su ego, que se niega a someterse dócilmente al juicio del mundo.
Así, el ego afirma su independencia y su autonomía, a cualquier precio que
deba pagar en su dignidad y pese a toda la presión externa por hacerle cur-
varse ante una autoridad ajena. Esa afirmación J e sí mismo es precisamen-
te la que permite al hombre del subterráneo, veinte años después, resistir
las tentaciones de un Palacio de Cristal en que las leyes de la naturaleza
simplemente han abolido por completo la personalidad humana. Por tanto,
en ambas partes de la obra, Dostoievski asigna un valor relativo --el valor
de proteger la autonomía de la personalidad- a la ideología del decenio
de 1840, cualesquiera que sean sus flaquezas e insuficiencias en otros as-
pectos.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 425

2. Manfredo en una reunión

El capítulo II de la segunda parte pone finalmente en relieve el verdadero


blanco de la sátira de Dostoievski. Descubrimos al fin -desde luego, en
forma de una caricatura cuidadosamente deformada- lo que el hombre
del subterráneo ha estado leyendo en los libros que le parecen tan impor-
tantes; pues aquí adopta los rasgos del "soñador" romántico a quien Dos-
toievski había pintado en sus primeras obras, y cuyas fantasías literarias
había contrastado con las pretensiones sociomorales de "la vida misma"
de las que había huido. La actitud de Dostoievski hacia el soñador, antes
de ir a Siberia, había sido en general relativamente favorable: pero había
empezado a censurarlo más severamente en El sueño del tío y, ahora, en
la segunda parte de las Notas desde el subterráneo, el sofíador es verdadera-
mente vapuleado. Tampoco es ya un romántico puramente literario, per-
dido en fantasías exóticas de satisfacción erótica y gloria artística; se ha
convertido en un romántico social, lleno de planes grandiosos de trasfor-
mar el mundo. Pero su nueva misión social no ha logrado alterar la preocu-
pación endémica del soñador por sí mismo, y el hecho de que no estuviera
a la altura de las demandas morales de la vida real se vuelve tanto más im-
perdonable dada la conciencia social por la que él mismo se cree inspirado.
En este capítulo vemos lo que ocurre cuando, agotado por los zigza-
gueas de la dialéctica de la vanidad, el hombre del subterráneo recurre a
un "medio de escape que lo reconcilia todo'', es decir, cuando encuentra
"un refugio en 'lo sublime y lo bello', en los sueños".
Yo, por ejemplo, triunfaba en el universo entero; todos se prosternaban ante mí en el
polvo, obligados a reconocer mi superioridad, y yo los perdonaba a todos.Yo era poeta
y caballero; me enamoraba, recibía innumerables millones que inmediatamente obse-
quiaba a la humanidad, no sin antes confesar a todos mis "ignominias" que, evidente-
mente, no son ignominias ordinarias, sino que siempre contienen algo "bello, sublime'',
algo byroniano, algo del estilo de Manfredo. Todos lloran y me besan (habrían tenido que
ser idiotas para no hacerlo), y yo, descalzo y hambriento, me voy a predicar las ideas nue-
vas y aplasto completamente a los retrógrados en Austerlitz* (5, p. 133).

Durante esos deliciosos intermedios, el hombre del subterráneo siente


"que de pronto una perspectiva de actividad apropiada -benéfica, buena

• La referencia a Austerlitz parece vincular algunos de los detalles de este párrafo con Napoleón
1, pero también contiene una referencia al Voyage en /carie de Cabet. El personaje de esta novela utó-
pica, un filántropo reformador, también vence a una coalición de coronados reaccionarios en Auster·
litz. Dostoievski ya está sugiriendo aquí la tendencia de los reformadores sociales radicales a identifi·
carse ellos mismos con Napoleón. VéasePSS, 5, p. 386.
426 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

y sobre todo prefabricada (no tenía yo ninguna idea de qué tipo de acti-
vidad, pero lo grande era que estaría ya prefabricada para mí)- se levanta-
ría ante mis ojos y yo saldría a la luz (era difícil resistir la tentación de estar
montado en un caballo blanco y coronado de laurel)". Desde luego, estos
sueños remplazan todo auténtico esfuerzo moral de su parte. Más aún, so-
focan toda conciencia de que tal esfuerzo podría existir no en formas trivia-
les y "prefabricadas". En tales momentos, el hombre del subterráneo sentía
un incontenible amor a la humanidad y "aunque nunca lo aplicara a algo
humano, en realidad, sin embargo, sentía tanto amor que después ni siquie-
ra sentía el impulso de aplicarlo a la realidad; eso habría sido un lujo super-
fluo". Asimismo, estas nobles visiones de magnanimidad sirven, felizmen-
te, para acallar su conciencia, pues "el hombre ordinario tiene prohibido
hundirse en el cieno... [pero] el héroe está situado tan alto que nunca se
manchará por completo; así pues, bien puede revolcarse en el lodo". El
hombre del subterráneo, como él mismo lo observa, "tiene una noble esca-
patoria para todo" (5, p. 133).
Y sin embargo, no puede permanecer contento durante largo tiempo
con estas delectaciones de su soledad; inevitablemente siente necesidad
de mostrarlas (mostrarse a sí mismo) ante los ojos admirados de la humani-
dad. Después de tres meses de soñar, sus sueños "me habían llevado a tal
grado de exaltación que urgentemente necesitaba yo abrazar a la humani-
dad entera; para eso hacía falta por lo menos un hombre real, un hombre
de carne y hueso" (5, p. 134). Esas palabras anuncian ya el episodio extenso
y grotescamente divertido (capítulos III y IV) que relata el encuentro del
hombre del subterráneo con sus excondiscípulos. Desde luego, en el mo-
mento en que ve a gente de carne y hueso, las exhorbitantes demandas de
reconocimiento que hace el hombre del subterráneo conducen invariable-
mente a un rechazo. Ansioso de abrazar a la humanidad entera, descubre
que la humanidad preferiría darle la mano y mantenerse a una distancia
cortés; y este rechazo desencadena la vanidad, con su acompañante obse-
sión de dominio.
Diríase que así ocurrió al hombre del subterráneo desde sus primeros
años.

Una vez, en realidad, tuve un amigo (en la escuela), pero yo era ya un tirano de corazón;
desee ejercer sobre él un poder ilimitado; traté de instalar en él un desprecio a lo que lo
rodeaba; pero cuando se sometió por completo a mí, empecé inmediatamente a odiarlo
y lo rechazé... como si todo lo que yo necesitara fuese obtener una victoria sobre él, sub-
yugarlo a él y nada más. Pero yo no podía subyugarlos a todos (5, p. 140).
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 427

La comedia surrealista de la reunión del hombre del subterráneo con sus


antiguos camaradas, que se eleva a delirantes alturas de farsa histérica, se
deriva de su impulso irrealizable pero incontenible de "subyugarlos a to-
dos". Después de imponerles por la fuerza su presencia en una reunión de
amigos, insulta al invitado de honor por simple resentimiento y envidia, y
luego se dedica a pasearse por la habitación durante tres horas completas,
mientras los otros se olvidan de él y continúan su fiesta.
Donde mejor se revela lo intrincado de la ironía dostoievskiana es en el
cómico pathos del desconcierto del hombre del subterráneo ante el espec-
táculo de una reunión amable, estúpida, en que la gente se distrae y se em-
briaga, olvidándose momentáneamente de sí misma (aunque esto sea indu-
cido por el alcohol).

Era claro que todos lo querían [al invitado de honor]. "Pero, lpor qué? lPor qué?", me
pregunté. De cuando en cuando se dejaban llevar por un entusiasmo de ebrios, y se be-
saban. Hablaban del C..áucaso, del carácter de la pasión auténtica, de naipes, de buenos
empleos en el servicio; de los ingresos de un húsar llamado Podjarzevsky, a quien ninguno
de ellos conocía personalmente, y todos se alegraron de que tuviese tan buenos ingresos;
de la extraordinaria gracia y belleza de una tal princesa D. a quien tampoco habían visto
nunca; y por fin llegaron al punto de declarar que Shakespeare era inmortal (5, pp. 146-
147).

Los viejos amigos del hombre del subterráneo, como Dostoievski lo indica
en este pasaje, forman un grupo tan obtuso y pedestre como él los conside-
ra; no obstante, representan una norma de sociabilidad que para él es im-
posible de alcanzar o hasta de comprender.
Todo el grupo finalmente se encamina a un prostíbulo para terminar la
velada, dejando al hombre del subterráneo en solitaria posesión de los res-
tos del banquete. Pero, para entonces, se le ha metido en la cabeza que
sólo un duelo podría reparar su honor, injuriado... y además, iun duelo
puede ser la ocasión para todo tipo de nobles reconciliaciones! "O bien
caen todos de rodillas ante mí o le daré una bofetada a Zvérkov" (5, p.
148). La mención de un duelo desencadena, al punto, un diluvio de refe-
rencias literarias (la literatura rusa está llena de duelos célebres) y el hom-
bre del subterráneo persigue a sus compañeros de un modo que tal vez sea
una parodia del cuento El disparo, de Pushkin.
Imaginando lo que ocurrirá si lleva a cabo su plan de insultar a Zvérkov,
el invitado de honor, reflexiona el hombre del subterráneo:

Me detendrán, me juzgarán, me echarán del servicio, me arrojarán a la cárcel, me envia-


rán a Siberia. iNo importa! Dentro de quince años, cuando me hayan puesto en libertad,
428 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

harapiento, miserable, seguiré sus huellas y lo descubriré en alguna ciudad provinciana.


Se habrá casado y será feliz. Tundrá una hija ya crecida ... Yo le diré: "iMira monstruo!
iMira mis mejillas hundidas, mis andrajos! Lo he perdido todo; mi dicha, mi carrera, el
arte, la ciencia, la mujer amada .. . Y todo por tu causa. He aquí unas pistolas. He venido
hasta aq1uf para descargar mi pistola y... y. . . te perdono." Dispararé entonces al aire y
desapareceré sin dejar rastro.
Estaba yo literalmente al borde de las lágrimas, aunque en aquel mismo momento
me daba perfecta cuenta de que todo eso estaba en el Silvio de Pushkin [Silvia es el héroe
de El disp.wo] y en la Mascarada de Lermóntov (5, p. 50).

Como podía esperarse, estas trilladas heroicidades no pasan de ser ima-


ginarias, y para cuando el hombre del subterráneo entra en el salón de la
"modista'', todos han desaparecido.

4. Liza

Es en este punto donde el hombre del subterráneo por fin encuentra a


otro ser humano todavía más vulnerable que él mismo, y entonces la come-
dia se convie:rte en tragedia. Dostoievski tuvo clara conciencia de este cam-
bio de tono, y ya hemos citado su alusión a ello como similar a "una transi-
ción.. . en música ... En el primer capítulo, aparentemente sólo hay charla;
pero dt! pronto esta charla, en los dos últimos capítulos, se resuelve en una
catástrofe" 11 Por "primer capítulo" Dostoievski probablemente quiere de-
cir la acción que conduce a la escena del prostíbulo; la propia escena del
prostíbulo y la visita de Liza a la casa del hombre del subterráneo forma-
rían, entonces, las dos unidades restantes. Pero el texto final está dividido
en capi:tulos más pequeños, y la catástrofe que empieza en el capítulo V
llega hasta el capítulo X. Ninguna parte de las Notas desde el suberráneo
ha sido más frecuentemente arrancada de su contexto en apoyo de una u
otra teoría acerca de Dostoievski, aun cuando la función de esta sección
sin duda es revelar claramente el contrastre entre el romanticismo social
sentimentaloide, autoglorificador, pagado de sí mismo e imaginario, y un
auténtico acto de amor, un amor que brote del total olvido de sí mismo,
que a estas alturas se ha convertido para Dostoievski en el más alto valor.
Con su irónica inversión del poema de Nekrásov y del incidente de lQué
hacer?, Dostoievski quiso exponer toda la mezquina vanagloria que se
ocultaba tras los "ideales" de la intelectualidad, y contrastarla con el triun-
fo sobre el egoísmo que él vio encamado en los instintos cristianos espon-
táneos de una sencilla alma rusa.

11
!bid., 1, p. 353, 26 de marzo de 1864.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 429

Cuando el hombre del subterráneo llega al lupanar, la madame, tratán-


dolo como un viejo cliente -lo que es-, llama a una muchacha. Al acer-
carse a ella, se ve en el espejo: "Mi rostro agitado me pareció repulsivo:
pálido, vil, rabioso, despeinado. 'Tanto mejor', pensé, 'me alegro, sí, me
alegro de parecerle repulsivo, vale más así'" (5, p. 151). No habiendo lo-
grado someter a sus compañeros ni insultarlos lo bastante para que lo to-
masen siquiera en serio, el hombre del subterráneo, típicamente, planea
vengarse de la muchacha indefensa: cuanto más repulsivo le resulte, más
satisfará su egoísmo, obligándola a someterse a sus deseos. Sin embargo,
el hombre del subterráneo no sólo triunfa sobre Liza por medio de la sumi-
sión física. Pues cuando, después de hacer el amor, se da cuenta de la hos-
tilidad y el silencioso arrepentimiento de ella, "una idea oscura surgió en
mi cerebro, y me provocó en todo el cuerpo una sensación horrible, como
la que se siente al entrar en un sótano húmedo y mohoso" (5, p. 152). Esta
idea cobra la forma de jugar con los sentimientos de Liza, con la inten-
ción de triunfar sobre ella, no sólo física sino también espiritualmente.
El hombre del subterráneo procede entonces muy hábilmente a que-
brantar la armadura de fingida indiferencia y cinismo con la que Liza se
protege contra las humillantes circunstancias de su vida. "Empezaba a sen-
tir las cosas que decía", explica, "y a caldearme. Quería.exponer mis weas
predilectas, que tanto había rumiado en mi rincón." Mezclando horribles
detalles de degradación con imágenes de dicha, cuya trivialidad las hace
tanto más conmovedoras (en el proceso, se hace una parodia de Le Pere
Goriot, de Balzac), el hombre del subterráneo logra sacar a flor de piel los
verdaderos sentimientos de Liza, de vergüenza de sí misma, precipitando
su completo colapso emocional. Desde luego, nada de su aparente interés
había sido verdadero; el hombre del subterráneo simplemente se había de-
jado llevar por el poder de su propia elocuencia y porque "aquello me había
arrebatado, como un juego díficil". Pero Liza es demasiado joven, ingenua
e indefensa para adivinar su falsedad que, en este caso, sonó como autén-
tica verdad y, de hecho, era una semiverdad. "Me había yo exaltado hasta
tal punto que la garganta se me cerró . .. y ya no pude continuar. Me incor-
poré en el lecho e inclinándome de lado, con el corazón palpitante, agucé
el oído." Pues Liza había perdido todo dominio de sí misma y "todo su
cuerpo joven se sacudía como presa de convulsiones" (5, p. 155, 156, 161
y 162).
El hombre del subterráneo, dejándose llevar por su victoria, no puede
resistir la tentación de vivir el exaltado papel de héroe y de benefactor que
tan a menudo había desempeñado en sus fantasías. Al irse, deja a Liza su
430 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

dirección, con una solemne magnanimidad, pidiéndole ir a visitarlo y aban-


donar su vida de vergüenza. Este gesto es su ruina, y ofrece a Dostoievski
su desenlace. Desde el momento en que el hombre del subterráneo aban-
dona el aura autoadulatoria de su charlatanería, se llena de terror. No pue-
de soportar la idea de que Liza pueda verlo como en realidad es: envuelto
en su bata raída, viviendo en su mísero subterráneo, completamente domi-
nado por su sirviente, el impasible y digno Apolonio, excampesino que
nunca deja de leer la Biblia. Ni por un momento se le ocurre que de todas
maneras podría tratar de ayudarla; está tan preocupado por cómo se verá
él a los ojos de ella, que la realidad de la situación se desvanece de su vista,
pero no por completo: ''Algo no estaba enteramente muerto dentro de mí,
en las profundidades de mi corazón y mi conciencia se negaba a morir, y
se expresaba como una quemante angustia" (5, p. 165).
Cuando trascurren algunos días y Liza no se presenta, el hombre del
subterráneo empieza a recobrar la calma; como de costumbre "a veces me
ponía a soñar despierto, con cierto agrado". Todos estos sueños giran en
torno del proceso de reducación de Liza, su confesión de amor a él, y la
confesión suya de que

no me he atrevido a hablar primero porque tenía cierto ascendiente sobre ti y temía que
tú, por gratitud, te obligaras a corresponderme, te obligaras a despertar en ti un senti-
miento que acaso no existiera. Yo no deseaba eso porque habría sido un despotismo de
mi parte. Habría sido poco delicado (aquí, me perdía yo en sutilezas, en sentimientos ex-
traordinariamente nobles, verdaderamente europeos, a la manera de George Sand);
pero ahora ieres mía, eres mi creación, eres pura, eres bella, eres mi esposa! (5, pp. 166-
167).

Y aquí, Dostoievski intercala otros dos versos del poema de Nekrásov.


Intercalada entre estos sueños embriagadores está la ridícula comedia
de los esfuerzos del hombre del subterráneo por someter a su voluntad al
obcecado e intratable Apolonio. Dostoievski entrelaza diestramente estas
dos situaciones, coordinando la entrada de Liza en un momento en que el
hombre del subterráneo, enfurecido por el imperturbable Apolonio, des-
ahogaba su furia de hombre débil e histérico; para entonces ha llegado a
un clímax incontenible de amargura y de exasperación nerviosa; a la vista
de la asombrada Liza, pierde todo dominio de sí mismo, solloza y se queja
de que Apolonio lo está "torturando". Todo esto es tan humillante que
vuelve contra ella toda su rabia y su despecho cuando Liza, murmurando
que desea abandonar el prostíbulo, le recuerda todo lo que antes ocurrió.
Su respuesta es toda una maligna parrafada, en que le revela la verdad de
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 431

su relación anterior: "Tenía que vengar un insulto en alguien, tú apareciste


y te tocó a ti . .. te pasé mi desesperación, y me reí. Me habían humillado,
y yo tenía que humillar a alguien; me trataron como un guiñapo y yo tenía
que probar mi poder." Con la característica inversión de la lógica del ego-
ísta, grita: "iTampoco te perdonaré las lágrimas que no he podido contener
ante ti, como una vieja histérica! iY lo que en este momento te estoy confe-
sando, tampoco te lo perdonaré jamás!" (5, p. 173-174).
Pero entonces ocurre un hecho sin precedentes... al menos sin prece-
dentes en la experiencia del hombre del subterráneo: en lugar de enfure-
cerse y contratacar (la única respuesta a la que el hombre del subterráneo
estaba acostumbrado), Liza se arroja en sus brazos para consolarlo a él.
Ambos se abandonan por completo, y lloran como nunca habían llorado;
pero la vanidad invencible del hombre del subterráneo, que lo incapacita
a responder espontáneamente y sin egoísmo a los demás, pronto recupe-
ra el dominio. "En mi exaltado cerebro, también se me ocurrió que los
papeles se habían cambiado, que ahora la heroína era ella, y que el humi-
llado y pisoteado era yo, tal como lo había sido ella ante mí cuatro días an-
tes ... "Y entonces, no por amor sino por odio, el hombre del subterráneo
la posee allí mismo, para vengarse de ella por haberse atrevido a tratar de
consolarlo. Para que su venganza sea más completa y aplastar a Liza ente-
ramente, cuando terminan los abrazos, le pone en la mano un billete de
cinco rublos. "Pero hay algo que puedo decir sin miedo a equivocarme:
esta crueldad, cometida deliberadamente, no fue un impulso del corazón,
sino del malvado cerebro. Fue un acto tan evidentemente falso, tan inven-
tado, tan libresco, que yo mismo no pude soportarlo ni un minuto" (5, pp.
175-177). Dostoievski no habría podido decir más explícitamente que el
corazón del hombre del subterráneo, el núcleo emotivo de su naturaleza,
no había perdido por completo su sensibilidad moral. Fue su cerebro, ali-
mentado por la educación que tan completamente había absorbido -una
educación basada en prototipos occidentales, y en las imágenes de dichos
prototipos, asimilados por la literatura rusa, el que pervirtió su carácter y
al que se debió ese acto despreciable.
A pesar de todo, Liza antes de partir logra dejar sin que él lo note el di-
nero sobre una mesa. Al ver el billete arrugado, el hombre del subterráneo
se llena de remordimiento y corre tras Liza por la calle, ahora silenciosa y
cubierta de nieve, con la intención de arrodillarse ante ella e implorar su
perdón. Pero luego deteniéndose, comprende lo inútil de toda esa agita-
ción. "Pero... lqué ganaré?", se dice." lNo volveré a odiarla, tal vez maña-
na mismo, por haberme arrojado hoy a sus pies?" Y después, de vuelta en
432 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

su casa, "tratando de olvidar mi dolor con ideas absurdas", concibe Ja más


diabólica racionalización de todas, por su villanía.

lNo es mejor que Liza se haya llevado para siempre la ofensa consigo?-piensa-. iUna
ofensa! Eso purifica, es el sentimiento más amargo, más doloroso. Mafiana mismo yo
habría manchado su alma, abrumado su corazón; en cambio, ahora conservará siempre
vivo el recuerdo de su ofensa. Por terrible que sea el fango que le espera, mi ofensa la
elevará y la purificará .. . por medio del odio .. . ihum!. . . Y quizá también ... por medio
del perdón ... Pero, lle hará todo esto más fácil la vida? . . . y en realidad, me permitiré
ahora plantear una pregunta ociosa: lQué es preferible, una dicha vulgar o unos sufri-
mientos elevados? Bueno, lqué es preferible? (5, pp. 177-178).

Con esta última y quemante ironía, Dostoievski permite que el hombre


del subterráneo aproveche la idea misma de Ja purificación por el sufri-
miento como ex~usa para su sadismo moral-espiritual. . . exactamente co-
mo Jo había hecho el principe Valkovsky para expresar un crimen todavía
más vulgar. Al hacerlo, Dostoievski retoma al tema principal de Ja primera
parte, y Jo coloca bajo una nueva luz. "La conciencia" y el "sufrimiento"
se habían afirmado como valores cuando el hombre del subterráneo, lu-
chando por conservar su identidad humana, trataba de sufrir él mismo, an-
tes que rendirse a las leyes de la naturaleza. Pero mientras esta lucha brota
sólo de la revuelta negativa del egoísmo para afirmar su existencia, mien-
tras no está orientada por algo positivo, inevitablemente corre el riesgo de
una inversión diabólica: siempre existe el peligro de que el egoísta, preo-
cupado por sí mismo, haga que otros sufran con la excusa de ayudarlos a
purificar sus almas. Semejante posibilidad, esbozada de paso en el final de
las Notas desde el subterráneo, será brillantemente desarrollada en Crimen
y castigo, cuando Raskólnikov trate de convencer a Sonia de que sacrificar
a otro por un noble fin es equivalente, en lo moral, al autosacrificio de ella,
con el mismo propósito.
5. Conclusión

Al acercarse a su fin Notas desde el subte1Táneo, el hombre del subterráneo


vuelve, una vez más, a la amargura de su soledad. Durante un momento
tuvo un atisbo de cómo escapar de la dialéctica de la vanidad: el absoluto
desdén de Liza a su propia humillación, su absoluta identificación con los
tormentos de él -en suma, su capacidad de un amor sin egoísmo- es el
único medio de romper el hechizo del egocentrismo. Cuando ella se arroja
en sus brazos, sin pensar en sí misma, sino en él, ilustra esa "otra cosa" que
el egoísmo de él nunca le permitirá alcanzar: el ideal del autosacrificio vo-
"NOTAS DESDE EL SUBlERRÁNEO " 433

luntario de la personalidad, a fuerza de amor. En su encuentro con Liza,


el hombre del subterráneo había encontrado este ideal encarnado, y su
incapacidad de responder a él le condena inexorablemente para el futuro.
Y sin embargo, cuando consideramos en conjunto las Notas desde el subte-
rráneo, vemos que el egoísta romanticismo social de los cuarenta, con su
cultivo de un sentido de nobleza espiritual y su hincapié en la responsabi-
lidad moral del individualismo, no tiene un valor totalmente negativo.
Aunque pueda ser egocéntrico, ese sentimentaloide romanticismo social
aún subrayaba la importancia del libre albedrío y conservaba un sentido
de la autonomía innata de la personalidad; y sin ese sentido no es posible
ninguna vida humana. Dostoievski continuará retratando la relación entre
las generaciones, en forma similar: de la manera más explícita en Los ende-
moniados, donde el viejo romántico social, Stepan Trofímovich Verjoven-
ski, se siente moralmente escandalizado por el implacable utilitarismo de
su nihilista retoño, Pedro, mientras tristemente reconoce la responsabili-
dad de su propia generación por haber dado a luz semejante monstruo-
sidad.
Como coda de toda la obra, Dostoievski añade algunas observaciones,
nominalmente hechas todavía por su narrador, pero en que oímos su pro-
pia voz casi tan claramente como en la nota a pie de página del prólogo.
De hecho, en estas últimas frases Dostoievski vuelve a esforzarse por po-
ner alerta al lector ante el carácter de su técnica literaria. "Para que haya
una novela debe haber un héroe'', observa el hombre del subterráneo,
"pero yo, de propósito, he reunido todos los rasgos de un antihéroe. Y, lo
que es peor, todo produce una impresión detestable, porque todos nos he-
mos apartado de la vida, porque todos, quien más, quien menos, somos
inválidos." Cuando el imaginario lector, indignado por esto, empieza a
"protestar y agitarse", dice el hombre del subterráneo que hable por sí mis-
mo y no por los demás, esta respuesta deja al descubierto el empleo de la
ironía invertida de Dostoievski. "En cuanto a mí, en particular", replica,
"no he hecho otra cosa en mi vida que llevar hasta el fin lo que ustedes
sólo se han atrevido a llevar hasta la mitad y, lo que es más, han tomado su
cobardía por buen sentido, y se han consolado con ese engaño" (5, pp. 178-
179). Toda la significación de esto debe ser clara a estas alturas: Dostoievski
está aludiendo a su consumado uso de la exageración satírica y la caricatura
paródica y su técnica de dramatización por lo que la hemos llamado escato-
logía ideológica, es decir, al llevar "las tres suposiciones lógicas y las posibi-
lidades de ideas hasta su debida conclusión ... "
El hombre del subterráneo, hiperconciente como siempre, sabe exacta- ·
434 LA PRISIÓN :!J:::: UTOPÍA

mente dónde está la fuente del mal: "Si nos abandonan y nos quitan los li-
bros, nos sentiremos perdidos, no sabremos adónde ir, a qué aferrarnos,
qué amar y qué odiar, qué respetar y qué despreciar. Hasta nos oprime ser
hombres, verdaderos hombres ele carne y hueso; nos da vergüenza, lo con-
sideramos una desgracia, y nos esforzamos por ser una especie abstrac-
ta de hombre generalizado" (5, p. 178-179). Debemos inferir, pues, que la
única esperanza consiste en rechazar todas estas artificiales ideologías oc-
cidentaies, librescas, ajenas, y no volver a la "tierra" rusa con su espontá-
nea incorporación del ideal cristiano del amor desinteresado.
Así termina esta notable obrita, ciertamente la más poderosa y con-
centrada expresión que Dostoievski dio jamás a su genio de satirista. A
menudo se ha dicho (y con toda razón) que Notas desde el subten·áneo es
el preludio al gran periodo en que el talento de Dostoievski llegó por fin
a su madurez; y nadie puede dudar de que con ella alcanzó un nuevo nivel
artístico. Por primera vez, motiva una acción enteramente en función de
una sicología forjada por la ideología radical; cada rasgo del texto sirve
para mostrar las consecuencias de ciertas ideas en la conducta personal; y
el mundo que Dostoievski crea está enteramente concebido como función
de este propósito. La sicología ha quedado ahora estrictamente subordina-
da a la ideología; ya no hay una perturbadora tensión, como en Humillados
y ofendidos, entre los elementos sicológico-morales y los elementos ideo-
lógicos de la estructura.
Asimismo, Dostoievski por fin ha encontrado el gran tema de sus nove-
las ulteriores, todas las cuales serán inspiradas por la misma ambición de
contrarrestar la autoridad mora.l-espirítual de la ideología de la intelectua-
lidad radical rusa (dependiendo de que matiz de tal ideología predominaba
en el momento en que él escribía). A este respecto, el núcleo de las novelas
de Dostoievski puede compararse con el del cante philosophü¡ue del siglo
XVIII cuyos personajes eran, en gran parte, encamaciones de ideas; pero
en lugar de seguir siendo abstracciones sin cuerpo como Candide o Zadig,
encarnarán con toda la verosimilitud y densidad sicológica de la novela de
realismo social del siglo XIX y todas las tensiones dramáticas del roman-
feuilleton gótico-urbano. Es el genio de Dostoievski para fundir estos esti-
los narrativos, aparentemente antitéticos, el que constituye la originalidad
de su arte como novelista.*

• En el primer volumen de la presente obra hicimos referencia a una opinión considerablemente


distinta del arte de Dostoievski expuesta por Mijaíl Bajtfn, cuya obra en años recientes ha llegado a
ser muy conocida de la crítica occidental. Bajtfn afirma que Dostoievski inventó un tipo enteramente
nuevo de "novela polifónica", totalmente distinto de todo lo que fuera escrito antes en el género, que
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 435

A pesar de todo, Dostoievski nunca volvería a intentar nada tan hermé-


tico y alusivo como Notas desde el subterráneo. Es muy probable que consi-
derara un fracaso la obra... como en realidad lo fue, si la hemos de calificar
por su total falta de eficacia como polémica. N adíe comprendió en realidad
lo que Dostoievski había estado tratando de hacer (con la excepción, como
veremos, de Saltykov-Shchedrin); y aun cuando Apollon Grigoryev, con
su olfato artístico, elogió la novela y alentó a su amigo a seguir escribiendo
en esa misma vena, el silencio del resto del mundo literario fue positiva-
mente ensordecedor. Ya hemos citado la carta de Súslova, cuyas referen-
cias a la "escandalosa novela" de Dostoievski y a las "cínicas cosas" que
estaba produciendo, parecen expresar la reacción general. Dado que Sús-
lova aún no había leído el texto, sus palabras manifiestamente nos dicen
lo que había oído decir en el salón literario de la novelista Evgenia Tur (a
la que por entonces estaba frecuentando en París) y cuyos habituados sólo
estaban repitiendo las últimas hablillas literarias de San Petersburgo. Estas
reacciones probablemente persuadieron a Dostoievski de que tal vez había
contado demasiado con la perspicacia de sus lectores para penetrar su sig-
nificado. En todo caso no volvería a plantear un desafío tan difícil a su agu-
deza literaria e ideológica.
da a cada personaje una autonomía completa, haciendo imposible (además de estéticamente indesea-
ble) tratar de establecer toda perspectiva unificadora que pudiera considerarse como propia de Dosto-
ievski.
El libro de Bajtín esta lleno de observaciones agudas concernientes al uso "dialogismo" del len-
guaje por Dostoievski, e! cual siempre está orientado a un posible interlocutor; y estas observaciones
ofrecen una nueva visión de un aspecto importante de la poética de Dostoievsk.i. Pero ha habido consi-
derables criticas, en mi opinión completamente justificadas, contra el esfuerzo de Bajtfn por conside-
rarlo como el creador de una forma novelística enteramente nueva, y por colocarlo en una tradición
de sátira menipea derivada de la antigüedad, en lugar de mantenerlo en el marco de la novela europea
de los siglos XVIII y XIX.
Mis propias ideas al respecto coinciden con las de René Wellek quien, aunque reconociendo el
valor de muchas de las ideas de Bajtín, ha escrito que
si consideramos las grandes novelas de Dostoievski desde el punto de vista de la tradición novelís-
tica, llegaremos a la conclusión de que no se le puede sacar de la corriente principal de la novela
occidental, de Ja compañia de Balzac y Dickens, con Gógol, el temprano maestro ... Podemos des-
cribir la diferencia de Dostoievsk.i de sus predecesores inmediatos y sus contemporáneos, pero no
podemos aislarlo y atribuirle una innovación absoluta llamada "la novela polifónica" ni colocarlo
en la continuidad de la remota "sátira menipea" ... El libro de Bajtfn tiene el mérito de plantear
la cuestión de la dramaticidad de Dostoievsk.i en forma radical, y sugerir contactos con géneros
más antiguos. Pero en ambos casos, exagera considerablemente su argumento.
René Wellek, "Bakhtin's View of Dostoevsky: 'Polyphony'and 'Carnivalesque' ",en Dostoevsky
Studies, 1 (1980), pp. 31-39; Mikhail Bakhtin, Problems ofDostoevsky's Poetics, ed. y trad. Caryl Emer-
son (Minneapolis, 1984); véase también, para una critica similar y convincente de Bajtfn, Wolf Schmid,
Der Textaufbau in den Erziihlungen Dostoevsldjs (Munich, 1973), esp. pp. 226-228.
XXI. EL FIN DE "LA ÉPOCA"

DESPUÉS del entierro de María Dimitrievna en Moscú, Dostoievski retor-


nó a San Petersburgo a finales de abril y, una vez más, empezó a tomar par-
te activa de los asuntos editoriales de La Época. Para lograr un alivio finan-
ciero, solicitó y obtuvo un préstamo del Fondo Literario; y como para
señalar el comienzo de una nueva época de su vida, también pagó una con-
siderable cuenta a un sastre de San Petersburgo, que estaba de moda, por
un nuevo conjunto de trajes y un sobretodo de verano. Pero si la muerte
de su primera esposa puede considerarse como una bendición disimulada,
cualquiera que fueran los dolores de conciencia y las perturbaciones prác-
ticas causadas por su larga agonía, Dostoievski pronto habría de enfren-
tarse a otra pérdida personal que fue un desastre sin paliativo.

Mijaíl Dostoievski y su familia habían establecido su residencia, para el ve-


rano, en una da cha en Pavlovsk, lugar al que la gente elegante iba a tomar
sus aguas curativas, no lejos de San Petersburgo, y cuyos palacios princi-
pescos y parques espaciosos, adornados, llenos de bellos árboles de som-
bra, serían después descritos en El idiota. Feodor vivía en San Petersburgo
con su hijo adoptivo Pasha y estaba prepárandose para volver al extranjero
a atender su salud, ciertamente sin excluir la tentadora imagen de una reu-
nión con Súslova. Sin embargo, poco antes de su partida, le impresionó el
mal aspecto de su hermano, y decidió aplazar el viaje. Y, en la primera se-
mana de julio, desde Pavlovsk, garabateó una rápida nota a su hijo adopti-
vo: "Querido Pasha, mándame un poco de ropa de cama. Mi hermano está
muriendo. No hables de esto a nadie". 1
Mijaíl Dostoievski se había sometido a una prueba excesiva, tratando de
enfrentarse por sí sólo a los problemas de La Época, bajo la carga de obli-
gaciones financieras a las que sólo podía hacer frente incurriendo en otras
aún más onerosas. Sin prestar ninguna atención a su salud, sufriendo de
una intermitente enfermedad del hígado, el 6 de julio, después de oír que
un artículo en el que tenía grandes esperanzas no había pasado la censura,
se desplomó; tres días después había muerto.

1Pisma, 1, p. 375, primera semana de julio de 1864.

436
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 437

No trataré de decir CL!ánto he perdido con él -escribió Feodor a su hermano Andrei


algunas semanas después-. Ese hombre me quiso más que a nada en el mundo, aún
más que a su esposa y a su familia, a los que adoraba ... Tudos los asuntos de la familia
de nuestro hermano están terriblemente embrollados. De los asuntos de la revista (cues-
tión enorme y complicada), de estos me encargaré yo. Hay muchas deudas. A la familia
no le queda un céntimo, y todos los hijos son menores ... naturalmente, estoy a sus órde-
nes. Por un hermano como él fue, yo me cortaría la cabeza y sacrificaría mí salud. 2

Mijaíl Dostoievski fue enterrado en el cementerio de Pavlovsk el 13 de


julio, y Dostoievski se enfrentó a una angustiosa decisión. La Época tenía
un enorme déficit; a la vez, deudas a largo plazo y otras más urgentes, que
exigían pago inmediato. Las cosas habían empeorado más aún porque Mi-
jaíl, tratando de establecer su propia imprenta, se había echado nuevas
deudas para esta empresa. Dostoievski retrató la situación tal como él la
veía en una carta escrita ocho meses después a su viejo amigo y confidente,
el barón Wrangel:

Tuve que elegir dos caminos: abandonar la revista, entregarla a los acreedores (pues una
revista es, después de todo, una propiedad, y atgo vale) junto con todo el mobiliario y sus
pertenencias, y encargarme de la familia . Luego ponerme a trabajar, proseguir mi carrera
literaria, escribir novelas y satisfacer las necesidades de la viuda y de los huérfanos. Otra
posibilidad: encontrar dinero y llevar adelante la publicación a toda costa. iQué lástima
que no elegí el primer camino! -en cambio, continúa la carta-, preferí la segunda solu-
ción. Además, no soy el único. Todos mis amigos y los viejos colaboradores eran de la
misma opinión. 3

Dostoievski consiguió 10 000 rublos de su rica tía Kumanin en Moscú,


la suma que ella le habría dejado en su testamento, buscó fondos adicio-
nales por donde pudo, y decidió seguir adelante. Estaba convencido de
que, si lograba seguir publicando hasta el fin de año y conseguía publicar
los números mensuales aproximadamente en la fecha debida, atraería sufi-
cientes suscriptores para cubrir los gastos y, con el tiempo, pagar sus deu-
das. Su plan era, trabajando frenéticamente, dar forma a la revista, estable-
cerla sobre una sólida base financiera, y luego donarla a la familia de Mijaíl
como fuente de ingresos cuando --como estaba resuelto a hacerlo en el
futuro- él pudiera retirarse a escribir sus novelas. El inmediato éxito de
El Tiempo lo había convencido, muy justificablemente, de que era capaz
de convertir a La Época en una empresa floreciente.

z!bid., 4, pp. 272-273, 29 de julio de 1864.


3 /bid., 1, p. 399, 5 de abril de 1865.
438 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

Si arduo trabajo y terca determinación hubiesen bastado para garantizar


el éxito, entonces Dostoievski sin duda habría triunfado. Como resultaron
las cosas, hubo demasiados obstáculos que superar, aún cuando él se esfor-
zara hasta llegar literalmente a un paso del colapso.

Era innecesario hacer frente a las cosas con energía -explica a Wrangel-. Yo imprimía
en tres prensas al mismo tiempo sin pensar en mi salud y mis fuerzas; yo me hice cargo
del trabajo de director en jefe y de la lectura de las pruebas: sólo yo negocié con autores
y censores, corregí artículos, reuní dinero, estuve despierto hasta las seis de la mafiana,
dormí cinco horas por noche y puse en pie la revista; pero ya era demasiado tarde. 4

Semejante descripción que hace Dostoievski de sus propios esfuerzos


puede parecer un tanto hiperbólica, pero ha sido plenamente confirmado
por el sincero testimonio de su hermano menor, Nikolai, escribiendo a su
hermana, en Moscú.

Nuestro hermano se ha entregado enteramente a la familia (de Mijaíl)- informa-.


Trabaja toda la noche, nunca se acuesta antes de las cinco de la mafiana y trabaja como
un buey; en todo el día no hace más que atender a los asuntos editoriales de la revista.
Hay que haber vivido un largo tiempo y haber pasado por muchas cosas para comprender
cuán supremamente honorable y noble es el alma de ese hombre y, sin embargo, no qui-
siera yo estar en su lugar. En mi opinión, es el más desdichado se los mortales. Toda su
vida ha sido así. Nunca se queja ni dice nada acerca de lo que probablemente le llena el
corazón; por ello, no puedo dejar de escribir estos renglones.5

Pese a los esfuerzos heroicos de Dostoievski, las tan necesarias suscrip-


ciones no llegaron a engrosar las arcas de La Época, y fue financieramente
imposible seguir con la publicación después de los dos primeros números
de 1865. En su carta a Wrangel, Dostoievski culpa a la situación de una ge-
neral falta de suscripciones, que había afectado a todas las publicaciones
rusas; junto con una crisis económica de todo el país, que dificultaba obte-
ner créditos. Pero había, como Dostoievski bien lo saiJía, causas más par-
ticulares de la incapacidad de La Época para atraer a los lectores necesa-
rios. Completamente exhausto por su trabajo de director y de publicista,
después de las Notas desde el subterráneo apenas pudo escribir más que
unos cuantos artículos y un cuento satírico inconcluso "El cocodrilo". Así,
4
!bid., l, p. 400, 14 de abril de 1864.
5 Citado en V. S. Nechaeva, Zhumal M . M . i F. M. Dostoevskikh "Epokha", 1864-1865 (Mosctí,
1975), p. 19.
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 439

la revista quedó privada de la cohesión y la fuerza ideológica que El Tiempo


había recibido de sus vigorosas colaboraciones sobre cosas de interés gene-
ral, y no publicó nada que tuviese el atractivo general de obras como Humi-
llados y ofendU:los y la Casa de los muertos. Dostoievski había contado con
que Strájov ocupara su lugar como portavoz de pochvennichestvo; pero el
periodista-filósofo era de un temperamento demasiado precavido y tor-
tuoso para desempeñar semejante papel, y carecía por completo de la beli-
cosa verba que hacía de Dostoievski un polemista tan eficaz.
En realidad, muchos ni siquiera se enteraron de que el célebre escritor
Feodor Dostoievski tenía alguna conexión con la nueva revista. Si hemos
de creer a Strájov, algunos no podían distinguir entre los dos hermanos y
creían que era Feodor Dostoievski el que había bajado a la tumba. Otros
se confundieron por el nombre del nuevo director en jefe, un desconocido
llamado A Y. Poretski (Dostoievski, como expresidiario, no podía apare-
cer oficialmente como director responsable), quien se hizo cargo de la pu-
blicación "en nombre de la familia de Mijaíl Dostoievski". A San Peters-
burgo llegaron rumores de que Turguénev había estado pensando entregar
un futuro cuento o novela a La Época, pero había cambiado de opinión al
ver el nombre de Poretsky en los créditos. Dostoievski se apresuró a expli-
car que Poretsky sólo era un "hombre de paja", cuyo mayor mérito era un
alto cargo en el servicio civil. "Pero somos nosotros, los viejos colaborado-
res", afirma," y esencialmente yo mismo, los que editamos". 6 Claramente
era imposible enviar semejante carta a todo suscriptor potencial o aun de-
cirlo abiertamente en público; y la revista sufrió por ello en consecuencia.
Dostoievski no dice nada a Wrangel acerca del nuevo clima sociocultu-
ral en que La Época empezó a aparecer, y también esto ciertamente de-
sempeñó un papel en la incapacidad de la nueva publicación para conquis-
tar a los viejos lectores de El Tiempo. Gran parte de la atracción de El
Tiempo había sido su combinación de una posición sociopolítica liberal o
moderadamente radical, con un hincapié eslavófilo que apelaba al senti-
miento patriótico nacionalista. Semejante amalgama ya no era posible; y
aun así Dostoievski hubiese logrado mantenerla; la supresión de El Tiempo
había mostrado a todos lo peligroso que era incurrir en el desagrado de las
autoridades, por inclinarse demasiado a la izquierda. La autorización de
publicar La Epoca había sido concedida por el Ministerio de Asuntos In-
ternos, sólo a condición de que la revista mantuviera una "tendencia irre-
prochable".

6 Pisma, 1, p. 378, 20 de septiembre de 1864.


440 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

Aun sin semejante presión externa, si podemos juzgar, un pasaje de los


cuadernos de notas de Dostoievski, escritos en algún momento durante
1864-1865, la política de La Época no habría sido sensiblemente distinta.
Aquí Dostoievski saca lo que le parece la moraleja de las revoluciones de
1848, y la aplica a la situación de Rusia:

El bando revolucionario está mal porque hace más ruido de lo que valen -sus resultados,
derrama más sangre de la que valen todas las ganancias obtenidas. (Por cierto, para estos
amigos, la sangre es barata.) Cada sociedad sólo puede adoptar el grado de progreso que
ha desarrollado y que comienza a comprender. lPor qué aspirar más alto, por qué aspirar
a las estrellas del cielo? Esto puede destruirlo todo, porque atemoriza a cada uno. En el
48, hasta la burguesía aceptó exigir sus derechos, pero cuando fue impulsada más allá,
cuando ya no pudo comprender nada (cuando, en realidad, las cosas eran estúpidas), en-
tonces empezó a defenderse a sí misma y prevaleció. En la actualidad, en Europa todo
lo que se necesita es más autogobierne y libertad de prensa. Pero no las conseguiréis
aquí. La sociedad esta desconfiada, y no puede tolerar la libertad. Toda esa sangre por
la que deliran los revolucionarios, todo el escándalo y la labor clandestina no conducirán
a nada, y sólo caerán sobre sus cabezas (20, p. 175).

Semejantes palabras revelan con claridad un endurecimiento de la opo-


sición de Dostoievski a los radicales rusos, que eran culpables de los mis-
mos errores que sus predecesores europeos. Estos habían tenido éxito
mientras la burguesía y los radicales que encabezaban a la clase obrera ha-
bían permanecido unidos en sus demandas de más libertades políticas y ci-
viles; pero cuando los radicales amenazaron la posición de la burguesía,
entonces la reacción triunfó. Era una similar victoria de la reacción en Ru-
sia la que temía Dostoievski, y su crítica de los radicales, por exigir sangre
irresponsablemente, no impugna en absoluto sus metas; sólo sus tácticas
y su juicio. No se curan de las ilusiones de los idealistas bien intencionados
pero incapaces de calibrar el verdadero estado de las cosas y, teme Dos-
toievski, sólo lograrán empeorar la situación sociopolítica, mientras, al mis-
mo tiempo, hacen caer el desastre sobre sus cabezas. Como resultado, Dos-
toievski sintió cada vez menos inclinación a contener la visceral hostilidad
de Strájov a las ideas radicales; y como ahora Strájov era una fuerza edito-
rial dominante, su creciente influencia determinó el carácter de la revista.
El título de una de sus mensuales Notas de un cronista -"Los eslavófilos
han triunfado"- revela el tenor general de sus escritos, que hicieron mu-
cho para crear la impresión de que La Época se había trasformado en un
apéndice petersburgués del bando eslavófilo.
Sin embargo, para hacer justicia a La Época, debemos decir que publicó
obras tan notables como Notas desde el subterráneo; Los fantasmas, de Tur-
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 441

guénev; Lady Macbeth de Mtsensk, de Léscov, y las espléndidas memorias


de Apollon Grigoryev, Divagaciones literarias y espirituales, reconocidas
hoy como una obra clásica. Asimismo, hizo su aparición un nuevo crítico,
cuyo nombre aún se menciona en las crónicas del periodo. N. l. Soloviev
era un médico militar que tomó la pluma para defender el arte en La Época
contra la "destrucción de la estética" por Pisárev (iniciada por Bazárov) y
también para oponerse con todas sus fuerzas cuando el mismo crítico de-
claró que los capitalistas ilustrados eran mucho más importantes para el
desarrollo de Rusia que todos los esfuerzos "filantrópicos" por ayudar di-
rectamente al pueblo. Los colaboradores de La Palabra Rusa , replicó So-
loviev, "intentan convertir a los capitalistas en dirigentes del trabajo del
pueblo, dándoles una educación general; y esto sería cien veces más útil
que toda filantropía. lNo es esto, un cumplido a Rothschild? El capital
crece y vive sólo para sí mismo, y no es movido por un amor a la humanidad.
Dadles a los capitalistas un corazón; ya tienen una cabeza, así que no hay
por qué preocuparse." 7 Como pronto veremos, esta polémica pronto en-
contró un eco en el siguiente cuento de Dostoievski, "El cocodrilo".
Pese a la valía de tales colaboraciones individuales, La Época siguió
pareciendo más una colección o antología que una revista literaria que ex-
presara un punto de vista coherente e independiente. Tampoco logró Dos-
toievski cumplir nunca con la anunciada fecha de publicación, aunque fue-
ra acercándose más y más a cada número. Nacida bajo malos auspicios, la
breve carrera de La Época tuvo un efecto desastroso sobre el curso futuro '
de la vida de Dostoievski. Cuando la revista se declaró en quiebra, él se
encontró personalmente atado a la aplastante deuda que había contraído
para mantenerla a flote, y durante casi todo el resto de su vida luchó por
cumplir con sus acreedores. "iüh, amigo mío!", dice a Wrangel, "con gusto
volvería al campamento penitenciario, por el mismo número de años, si
con ello pagara mis deudas y volviera a sentirme libre". 8 Semejante decla-
ración no puede tomarse al pie de la letra, pero revela la auténtica deses-
peración de Dostoievski ante el desastroso giro dado por sus asuntos.

7
Nechaeva, Zhumal "Epokha", pp. 198-203.
8 Pisma, 1,p. 401, 14 de abril de 1864.
442 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

Dos de las colaboraciones de Dostoievski a La Época fueron artículos bre-


ves: uno de ellos era una nota necrológica sobre su hermano Mijaíl; el otro
contenía comentarios (el más importante de los cuales ya hemos citado)
provocados por la publicación de algunas cartas de Apollon Grigoryev,
quien había fallecido e:n septiembre de 1864; otra pérdida para Dostoiev-
ski, si no de un amigo íntimo, al menos de un valioso colaborador. El re-
cuerdo de Mijaíl fue elogiado en términos que convertían su historia per-
sonal en símbolo del camino por el que su hermano menor había llegado,
asimismo, a los ideales de pochvennichestvo. "Hace mucho tiempo, en su
juventud, fue un apasionado fourierista, totalmente consagrado a su idea.
Su conversión, de una fe abstracta, sin contacto con la tierra, a una comu-
nión con la fe puramente rusa fue el resultado final de una revolución orgá-
nica, normal, como siempre ocurre con los hombres auténticamente dota-
dos de vitalidad." Ese tipo de fe, sostuvo Dostoievski, no era una nueva
idea inventada por un pensador en particular (como puede suponerse, el
tipo de socialismo de Fourier), sino algo que siempre había existido en
Rusia. Sus lectores comprenderían, desde luego, que quería decir una "fe
rusa", que brotaba de las instituciones sociales (socialistas) del campesina-
do ruso. En cuanto a Grigoryev, fue recordado como un arquetípico "Ham-
let ruso'', desgarradlo internamente por las diso11andas de la vida y la cultu-
ra de Rusia pero, a pesar de todo, "un hombre directamente arraigado -y
hasta, en muchas formas, inconcientemente- en la tierra, aferrado a la
médula de su patria" (20, pp. 135-136). Para el oído de Dostoievski, ni una
sola "nota falsa" sonó en las "magníficas cartas" de Grigoryev; y excusó sus
excesos, que no eran ajenos tampoco a los hermanos Dostoievski, como
expresión de una integddad interna que rechazaba toda transigencia con
sus ideales (20, pp. 135-136).
Con mucho, la más importante de las contribuciones críticas de Dosto-
ievski a La Época fue su mordaz artículo "El Sr. Shchedrin, o un Cisma
[Raskol] entre los Nihilistas", escrito en forma de lo que llamó una "novela-
caricatura" (escenas satíricas en forma de diálogo). Esta obra llevaba ade-
lante la polémica entre D ostoievski y Saltykov-Shchedrin que, como se re-
cordará, había estallado en el invierno de 1863, poco antes de la supresión
de El Tiempo. Dostoievsk:i no había olvidado esta controversia y, a la pri-
mera oportunidad de publicar, hizo ciertas mordaces alusiones a Saltykov-
Shchedrin en Notas desde el subterráneo. En la primera parte, capítulo VI
de este texto, cuando el hombre del subterráneo tiene sus "sueños dora-
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 443

dos" de definirse a sí mismo de alguna manera, según sus propias ideas


(aunque sabiendo perfectamente que la idea de elección no era más que
un engaño) imagina que se ha vuelto un esteta, que admira un cuadro de
un pintor llamado Ge, e inmediatamente eleva un brindis a su salud. De
igual manera, "un autor escribe Como gustéis, y al punto yo bebo a la salud
de Como gustéis, porque amo todo lo que es 'sublime y bello' (5. p. 109).
Saltykov-Shchedrin había escrito recientemente elogiando un cuadro del
conocido pintor N. N. Ge que mostraba "La Última Cena"; y el Como gus-
téis en cuestión no es la obra de Shakespeare, sino una serie de artículos
y esbozos de Saltykov-Shchedrin, que llevaba ese título (obra que Strájov,
pocos meses antes, también había tomado irónicamente por su cuenta).9
Así, era inconfundible el blanco de la burla de Dostoievski, con el hombre
del subterráneo como portavoz.
Saltykov-Shchedrin recogió el desafío en el siguiente número de El
Contemporáneo, con una "fábula dramática" intitulada "Las golondrinas".
Habiendo dado antes este nombre a los colaboradores de El Tiempo, vuel-
ve a emplearlo aquí para caracterizar al personal de una nueva revista, Sa-
turno Resucitado (La Época), que se reúne para una conferencia editorial.
L~s dos hermanos Dostoievski, Strájov, Grigoryev y otros menos conoci-
dos aparecen como golondrinas, posadas en unos tubos a lo largo de la pa-
red de un sótano húmedo y cavernoso (el subterráneo), también lleno de
ratas que se escurren por el suelo. La "primera golondrina", Mijaíl Dos-
toievski, emite constantemente esta queja: "lPor qué nos insultaron?":
obvia referencia a los ataques a El Tiempo provocados por el artículo de
Strájov. Todas las golondrinas están aterrorizadas por una misteriosa "voz
de arriba" (puede suponerse, Kátkov), y la "segunda golondrina", Strájov,
dice: "Ofrecí mi arrepentimiento y recibí la absolución." Hay unas agudas
parodias de la poesía impresa en El Tiempo, así como al zigzagueante estilo
de la prosa de Grigoryev, y las pullas por el reciente pasado son cruelmente
ingeniosas y eficaces. El artículo termina brutalmente: "Se oye un estrépi-
to. M. N. Kátkov, alumbrándose con el cabo de una vela, entra en el sótano.
Las ratas mueren. Las golondrinas gritan 'Perdónenos' y caen en las cube-
tas. Mal olor." 1º

9 N. N. Strájov, Jz Jstorii Literatumago Nigilizma (San Petersburgo, 1890; rpt. La Haya, 1967),

pp. 258-270.
10 "Las golondrinas" se puede encontrar en inglés, junto a la traducción de Feodor Dostoievski,
Notes from Underground and The Grand Jnquisitor, trad. Raiph E. Matlaw (Nueva York, 1960),
pp. 201-209. Se hará referencia a esta versión inglesa. El texto ruso se encuentra en M. E. Saltykov-
Shchedrin, Sobranie Sochinenii, 20 vols. (MosclÍ, 1965-1977), 6, pp. 488-495.
444 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

"Las golondrinas" también contiene un resumen paródico de la primera


parte de las Notas desde el subterráneo, introducido en el curso de la
conferencia editorial en que la "cuarta golondrina, un desalentado novelis-
ta", habla a las demás acerca de su nueva creación:

La nueva obra que acabo de terminar se titula Notas sobre la inmortalidad del aúna. Esta
es cuestión de la más grave importancia para las golondrinas, y debemos mostrar ante
todo que nuestra revista es un órgano de golondrinas, publicado por golondrinas, y para
golondrinas, por lo que es enteramente natural que tome esto en cuenta en mi elección
del tema. Las notas fueron escritas por una golondrina enferma y amargada. Al principio,
habla acerca de toda clase de absurdos: que se siente enferma y amargada, que todo está
de cabeza en el mundo, que le duelen las entrañas, que nadie puede predecir si habrá
abundantes hongos el verano próximo y, finalmente, que todos son basura y, en conclu-
sión, pasa al verdadero tema de sus meditaciones. Saca de Tomás de Aquino, la mayor
parte de sus pruebas, pero como no menciona el hecho, el lector pensará que las ideas
pertenecen al propio narrador. Luego, aparece el marco del cuento. No hay luz ni oscu-
ridad, sino cierto color gris, y no se oyen voces humanas, tan sólo cuchicheos; no se ven
figuras humanas, pero es como si unos murciélagos se deslizaran por la penumbra. No
es un mundo fantástico, ni tampoco uno real sino, por decirlo asf, una Tierra de Cucaña.
Todos chillan, no por alguna razón, sino simplemente porque les duelen las entrañas (es-
tornudan de emoción y guardan silencio ). 11

Esta sátira, brillantemente maliciosa, revela cuán claramente Saltykov-


Shchedrin había captado las implicaciones religioso-morales de la trágica
ambivalencia del hombre del subterráneo, que según Dostoievski sólo po-
día ser trascendida por la superación del egoísmo y por el libre sacrificio
de la personalidad, a fuerza de amor. Saltykov-Shchedrin sabía perfecta-
mente que tales valores, en opinión de Dostoievski, eran la realización
práctica del ideal de Cristo, y ridiculiza el intento de afincarlos en una fe
cristiana irracional (y, a la postre, aunque Dostoievski no lo exprese direc-
tamente), sobrenatural.*

11
"Las golondrinas", p. 207.
•El título de la parodia de Saltykov-Shchedrin ha producido, recientemente, una interesante espe-
culación con respecto al censurado capítulo x de la primera parte de las Notas desde el subterráneo.
L. M. Rosenblyum, en su valioso estudio de los cuadernos de notas de Dostoievski, sugiere que Salty-
kov-Shchedrin tal vez supiese, por los censores mismos, que del texto de Dostoievski se había suprimi-
do un material que aludía a la inmortalidad. Tanto El Contempordneo como La Época tenían tratos
con la misma oficina de la censura, y no era insólito este tipo de hablillas entre editores y censores. Si
como cree Rosenblyum, Dostoievski se refirió explícitamente a la inmortalidad en el material censu-
rado es algo que tiene que quedar como pregunta pendiente. Pero como sabemos por sus cuadernos
de notas, por entonces estaba pensando constantemente en la inmortalidad. L. M. Rosenblyum, Tvor-
cheskie Dnevniki Dostoevskogo (Moscú, 1981), pp. 246-247.
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 445

Dostoievski no dio ninguna respuesta específica a este magistral ataque;


en cambio, decidió contratacar aprovechando una batalla campal ideoló-
gica que había estallado en el bando radical el año anterior y en el que Sal-
tykov-Shchedrin había desempeñado un lugar importante. Esta pugna en-
tre El Contemporáneo y La Palabra Rusa, a la que Dostoievski llamó un
"raskol, entre los nihilistas" aún es conocida por ese nombre en las histo-
rias de la cultura rusa. Como sabemos, el primer choque había ocurrido
entre Pisárev y Antónovich, por causa de Padres e hijos, pero se mantuvo
una tensa tregua entre las dos publicaciones mientras Chernishevski siguió
en libertad. Sin embargo no se sintió tal respeto hacia el resucitado El Con-
temporáneo, cuyos directores eran Nekrásov, Saltykov-Shchedrin y Antó-
novich. En particular, el segundo nombre era odiado por los jóvenes faná-
ticos de La Palabra Rusa. No mucho tiempo antes, Saltykov-Shchedrin
había servido lealmente al régimen zarista, habiendo llegado al rango.de
vicegobernador de provincia; había publicado sus Bosquejos provinciales,
en lo que, para los radicales, era el pozo de la abominación, El Mensajero
Ruso, de Kátkov; y era bien sabido que antes de unirse a El Contemporáneo
había intentado, sin éxito, obtener autorización para publicar una revista
suya. 12 Los "inmoderados nihilistas" de La Palabra Rusa (como les llamaba
Dostoievski) compartían la opinión del propio Dostoievski, de que el apa-
rente radicalismo de Saltykov-Shchedrin no era sino simple conveniencia,
y el satirista pronto ofreció lo que a los ojos de todos fue una confirmación
irrefutable de las más graves sospechas acerca de sus principios.
Aunque la segunda fase de esta querella intestina empezó después de
la supresión de El Tiempo, mientras Dostoievski estaba temporalmente
ausente del escenario periodístico, sin embargo él participó íntimamente
en la disputa; esta había estallado, en parte, como resultado de los queman-
tes ataques de Shchedrin contra los últimos números de El Tiempo, que
incluían su promesa de ofrecer a sus lectores cierto análisis, entre otros te-
mas de "Un ejercicio de etimología comparativa o la Casa de los muertos,
tomado de fuentes francesas. Investigación pedagógica y divertida, por Mi-
jaíl Zmiev-Mladensev" (o, en español, Miguel Víbora, hijo). 13 Esta insul-
tante referencia provocó la ira del joven y combativo V. A Záitzev, quien

12 V. A Tunimanov, Tvorchestvo Dostoevskogo, 1854-1862 (Leningrado, 1981), p. 241. El cap. v


de Tunimanov es una equilibrada discusión de la relación entre Dostoievski y Saltykov-Shchedrin.
13 Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochinenii, 5, p. 303.
446 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

no sólo se sintió obligado a intervenir, por una comprensible consideración


a los sufrimientos de Dostoievski en Siberia, sino también exasperado por
el espectáculo de lo que pareció el descarado oportunismo político de
Shchedrin. "Burlarse de la Casa de los muertos", escribió, "significa correr
el riesgo de que se le diga al burlón que una obra de esta índole está escrita
con la propia sangre del autor, y no con la tinta de un escritorio de vice-
gobernador."14 Las dos publicaciones continuaron lanzándose pullas, una
a la otra, aunque en forma velada, durante el resto del año, y en un artículo
no firmado de La Palabra Rusa se observaba, característicamente, que
mientras la "tendencia general" de El Contemporáneo era simpática, los
lectores tenían cada vez más dificultades para distinguirla de El Mensaje-
ro Ruso (otra pulla al pasado de Saltykov-Shchedrin ). 15 La cosa se mantu-
vo caliente hasta el principio de 1864, con la publicación de la entrega de
enero de la columna mensual de Saltykov-Shchedrin, "La vida de nuestra
sociedad."
En medio de algunas burlonas reflexiones que, en lenguaje esópico, se
ensañaban en la precipitación, la intemperancia y la inclinación a hacerse
ilusiones de aquellos a quienes llamaba "los retoños" (los jóvenes radicales
de La Palabra Rusa), escribió Saltykov-Shchedrin:

Por ejemplo, cuando recuerdo que con el tiempo, los hijos engendrarán a sus padres y el
huevo engendrará a la gallina, que con el tiempo, la Zaitsevskyish jlisto'vshchina será uni-
versalmente afirmada [los jlisty formaban una secta religiosa disidente, de flagelantes
orgiásticos] que con el tiempo, unas lindas nifiitas nihilistas destazarán cadáveres huma-
nos sin que les tiemble la mano mientras bailen y canten "acerca de nada, Dunya, me la-
mento" (pues con El Tiempo, como es bien sabido, ninguna acción humana se podrá
efectuar sin cantar y bailar), entonces mi corazón se llena de paz, y me dedico a mantener
pura mi conciencia hasta entonces.16

Estas palabras crearon un escándalo, no tanto por la referencia personal


a Záitsev, sino por lo que obviamente es una alusión desdeñosa a la novela
que se había convertido en evangelio del radicalismo.
"lCómo es bien sabido?", pregunta Strájov en tono de conmiseración,
en su propio comentario del pasaje. "iPobre amigo! lDe dónde es bien co-
nocido? Sólo puede ser conocido por un libro, por la novela lQué hacer? "17
En realidad, la desdeñosa referencia al célebre libro de Chernishevski,

14
Citado en F. Kuznétsov, Zhurnal "Russkoe Slovo" (Moscú, 1965), p. 294.
15 Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochínenii, 6, p. 642.
16 !bid., p. 232.
17
Strájov, Iz /storii Literatumago Nigilizma , p. 512.
EL FiN DE "LA ÉPOCA" 447

cuyo autor había sido arrestado y pronto iría a Siberia, era perfectamente
clara para todos. Dado que Vera Pavlovna sigue sus estudios de medicina
en las últimas etapas de su carrera, habría tenido que practicar autopsias
con mano que no vacilara; y puesto que la vida en el futuro Palacio de Cris-
tal, como Chernishevski la describe, imagina la característica unión fourie-
rista de trabajo y placer, el canto y la danza son, en realidad, el alegre acom-
pañamiento de un trabajo que hasta entonces había sido oneroso. Nadie
podía dejar de ver la puñalada por la espalda; no hay nada en Notas desde
el subterráneo que sea la mitad de insultante que estas frases que apare-
cieron en la propia revista de Chernishevski, en la cual, el año anterior,
había aparecido el mismo texto que ahora estaba siendo ridiculizado.
Naturalmente, este pasaje provocó una furibunda respuesta de La Pala-
bra Rusa, y su número de febrero contuvo dos artículos dirigidos contra
Saltykov-Shchedrin. Así como Dostoievski lo había hecho antes, las mor-
daces "Flores de humorismo inocente" de Pisárev acusaban al inconstante
satirista de practicar "el arte por el arte" y de ser completamente irrespon-
sable en la elección de sus víctimas; infinitamente más útil sería para la so-
ciedad, se sugería, que Saltykov-Shchedrin aplicara su ágil pluma a po-
pularizar los nuevos descubrimientos de la ciencia en lugar de perder su
tiempo intentando (sin éxito) crear "literatura". Záitsevse lanzó a la pelea
lamentando que El Contemporáneo estuviese traicionando tan obvia-
mente sus viejos principios. 18 Replicando en marzo, Saltykov-Shchedrin
llamó a sus adversarios "orejas gachas" (cachorritos inmaduros) y dijo que
se comportaban como yurodivye (locos santos, que según la tradición eran
débiles mentales). Como Dostoievski, los acusó de rebajar y de degradar
los nobles ideales en cuyo nombre supuestamente hablaban; 19 y fue en este
punto donde el propio Dostoievski intervino en la contienda, aprovechan-
do el ,h echo de que sus propios argumentos estaban siendo empleados por
ambos bandos.

Dostoievski prologa su artículo con una breve introducción en que resume


su opinión del conflicto. '~quí, por ejemplo, no hace tiempo, no hace mu-
cho tiempo", comenta, "ocurrió una extraña conmoción. La Palabra Rusa,

18 Kuznétsov, Zhumal "Russkoe Slovo'', p. 302.


19 Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochineni~ pp. 657-65E..
448 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

órgano de los nihilistas inmoderados, atacó a El Contemporáneo, órgano


de los nihilistas moderados." La causa de este ataque fue la extraña con-
ducta del señor Shchedrin, cuya relación con El Contemporáneo había des-
pertado, afirma Dostoievski, sorpresa y curiosidad en todo el mundo lite-
rario. "De hecho, el señor Shchedrin recientemente (iy Dios sabrá por
qué!) se propuso expresar en El Contemporáneo convicciones que clara y
literalmente contradicen las convicciones más fundamentales de El Con-
temporáneo en años recientes; y no es de sorprender que La Palabra Rusa
hasta eche en cara a El Contemporáneo su relación con el señor Shche-
drin." Rumores van y vienen y "se ha dicho que el señor Shchedrin ha sido
partido en dos por el señor Záitsev, partido en dos mitades separadas ...
Después de Jo cual otro rumor causó sensación: el sentimiento de su digni-
dad literaria despertó en las dos mitades del señor Shchedrin: se negó a
ser suprimido o a vender a la junta editorial su derecho de tener y de expre-
sar sus convicc.iones... " Pero, puesto que sigue escribiendo para El Con-
temporáneo, l significa esto que Ja revista tiene que "retrogradar"? lO ha
prometido el señor Shchedrin portarse bien en el futuro? Todo esto es muy
interesante pero, por desgracia, constituye un misterio total (20, pp. 102-
104).
Siguiendo muy de cerca Ja forma en que se habían presentado "Las go-
londrinas", Dostoievski presenta entonces un texto que, por fortuna, los
directores de La Época habían descubierto en su portafolios, una "novela"
que, como de propósito, parece tener algo que ver con un asunto similar
"y que evidentemente tiene una intención alegórica". Viene tan oportuna-
mente que La Época no puede resistir Ja tentación de presentar unos cuan-
tos fragmentos, que tratan de Ja historia interna de otra publicación inti-
tulada El Oportunista (Svoevremmenik). El personal se ha reunido para
una conferencia editorial y está discutiendo algunos de los problemas re-
cién surgidos "Vamos por mal camino", empieza a decir uno de los direc-
tores. "Ustedes saben, caballeros, que Pravdolyubov [Dobrolyubov] ha
muerto, que otros ... "La frase inconclusa, como todos Ja comprenderían,
se refiere a la detención de Chernishevski; por tanto, la publicación había
quedado privada de sus dos colaboradores principales y más eficientes. La
conversación gira sobre cómo actuar en el futuro, y se proponen varias op-
ciones. "Cuando alguien nos pone contra una pared", sugiere un editor,
"y en general en todos estos casos en que es necesaria una opinión defini-
da y positiva, inmediatamente anunciaremos que todo esto será explicado
cuando se hayan establecido nuevas relaciones económicas; pongan aquí
un guión, y todo queda listo" (20, p. 105). Pero ni siquiera esta hábil tácti-
EL FIN DE ''LA ÉPOCA" 449

ca --convienen todos- bastará por sí sola para sacar la revista de su ma-


rasmo.
Se requiere una medicina más enérgica, y todos aceptan que por lo que
concierne a las revistas, "el que ataca primero, ladra y muerde, descarada
y cínicamente se niega a contestar a las preguntas más explícitas, no le im-
portan un bledo, silba, caricaturiza y corre a insultar a todos indiscrimi-
nadamente [esa publicación] parecerá poderosa y sagaz al hombre común
y a la mayoría". Como resultado, se decide contratar "un can que ladra y
muerde", que "hundirá sus dientes en todo lo que le señalemos y atacará
hasta que le griten ilci! '',y todos están de acuerdo en que "nuestro célebre
humorista y satirista señor Shchedrodarov" es el hombre indicado para el
cargo (20, pp. 105-106).
Por tanto, se convoca a Shchedrodarov, se le instruye minuciosamente
en las rigurosas condiciones de su nuevo empleo. Estará obligado a dedicar
sus talentos "a popularizar la ciencia natural, presentándola en forma de
cuentos y leyendas". Deberá "respetar, cuidar y proteger a todos los que
declaren que son progresistas... aun si sólo son chicos de preparatoria".
Deberá aceptar como verdad irrefutable el principio (establecido por la
estética de Chemishevski) de que "una manzana auténtica es mejor que
una manzana pintada, tanto más cuanto que podemos comemos una man-
zana auténtica, pero nadie puede comerse una manzana pintada", y de este
indiscutible axioma se sigue la indiferencia utilitaria de que "Pushkin es ab-
surdo y fausto". Deberá leer solamente los "cinco libros racionales" (esto
probablemente se refiere a un consejo similar dado por Chemishevski en
lQué hacer?) y también reconocer que "para la felicidad de toda la hu-
manidad y asimismo para la felicidad de cada individuo por separado, lo
primero y más importante de todo es la barriga o, en otras palabras, el estó-
mago" (20, pp. 107-109).
En su fuero interno, a Shchedrodarov todo esto le resulta muy difícil de
aceptar, y piensa para sus adentros que "tal vez seria mucho más fácil tomar
la luna por los cuernos, que lograr barrigas satisfechas por doquier median-
te la preliminar e intencional paralización de todas las demás capacidades
del hombre". Pero, acallando sus dudas, escucha ciertas instrucciones so-
bre cómo enfrentarse a los descontentos:

Asimismo, si alguien le dijera a usted: "Quiero pensar, me atormentan las eternas cues-
tiones no resueltas, quiero amar, agonizo por las cuestiones de fe, busco el ideal moral,
amo el arte", o algo por esos mismos lineamientos, respóndale de inmediato, decisiva y
valientemente, que todo eso es sinsentido, metafísica, que todo eso es lujo, suefios pue-
riles, cosas innecesarias (20, pp. 110-111 ).
450 LA PRISIÓN DE L:'TUPÍi\

Pero Shchedrodarov, "obligado a tener que leer el material del que debía
burlarse... involuntariamente quedó ilustrado, e involuntariamente em-
pezó a brillar una nueva luz por encima de ff'.
La última sección lo muestra sienúo atacado por otros directores de El
Oportunista, que lo acusan de plagiar a El Tiempo (La Palabra Rusa había
dicho exactamente lo mismo acerca del ataque de Saltykov-Shchedrin con-
tra ella). Shchedrodarov confiesa, con toda desvergüenza, que ha plagiado
a El Tiempo, "como también lo hacen muchos otros, porque es una buena
revista"; y en lo más caldeado de la disputa es claro que se ha convertido
al pochvennichestvo ("no comprer.do cómo alguien puede permanecer en
el aire, sin sentir el suelo bajo sus pies"). Al final, la tensión de la indepen-
dencia es excesiva; se desploma y solloza como un niño (20, pp. 112, 114 y
115).
Saltykov-Shchedrin escribió un buen número de respuestas apropiada-
mente cáusticas a este escrito que, con buena puntería, le había llegado a
lo vivo; pero los otros editores de El Contemporáneo, por razones que per-
manecen oscuras, no aceptaron su publicación. En cambio, la polémica
con La Época fue encargada a Antónovich, quien empezó confundiendo
al enemigo, afirmando ser el autor de "Las golondrinas". Procedió enton-
ces a redactar una serie de artículos que, según opinión unánime, consti-
tuyen el colmo de la vulgaridad y del vituperio personal aun en medio de
las disputas periodísticas, nada amables, de mediados de los sesenta. Uno
de esos artículos, que en gran parte parodiaba uno anterior de Dostoievski
aparecido en El Tiempo, le pintaba víctima de un ataque de nervios y fue
interpretado comúnmente como una burla a su epilepsia. Los comentado-
res soviéticos han hecho todo lo posible por defender a Antónovich quien,
después de todo, había sido un favorito de Chernishevski y contaba con su
confianza y aprobación. El concien~udo historiador de El Contemporáneo,
Evgenyev-Maksimov, se toma grandes trabajos para mostrar que algunos
de los peores pasajes de Antónovich son trasportaciones de los propios
textos de Dostoievski y simplemente vuelven sus tácticas satíricas en contra
de él. Pero hasta semejante defensor se ve obligado a reconocer "la dife-
rencia", de que, si Dostoievski se refiere a una "enfermedad" de Saltykov-
Shchedrin, este fue "un invento artístico y polémico, mientras que la en-
fermedad de Dostoievski era un hecho real". 2º Los cuadernos de notas de
Dostoievski contienen numerosos pasajes llenos de indignación, provoca-

20 V. E. Evgenyev-Maksimov, Poslednie Godi Sovremennikov, 1863-1866 (Leningrado, 1939),


p. 285.
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 451

dos por Antónovich, y en particular le enfureció Ja acusación de estar "fe-


liz" por la muerte de Dobrolyubov y el encarcelamiento de Chernishevski.
"Yo lamento Ja prematura muerte de Dobrolyubov y de otros, personal-
mente como escritores", anotó. "Pero no puedo decir, por esta conmise-
ración, que no hubieran dicho cosas absurdas" (20, p. 200).
En público, Dostoievski sólo replicó a Antónovich con dos comentarios
editoriales, breves y dignos. Sin tratar de llevar la polémica más lejos, se li-
mitó a observar que el escritor de El Contemporáneo, quien indicaba que
conocía personalmente al novelista, sin duda sabía dónde y cuándo había
enfermado Dostoievski (por supuesto, cumpliendo su condena de preso
político en Siberia ). El duelo entre La Época y El Contemporáneo terminó
en este punto, para gran alivio de casi todos los demás órganos de la prensa
rusa, que se habían escandalizado ante Ja inaudita grosería y el carácter .
ofensivo de Jos artículos de Antónovich. Estos ciertamente dejaron huellas
en Dostoievski, haciendo más profundas sus sospechas de que la ideología
radical de los sesenta se proponía destruir todas la normas de existencia
civilizada, adquiridas con tanto esfuerzo y (en Rusia) tan recientemente.

En el último número de La Época, Dostoievski publicó la primera parte


de un cuento nunca completado, al que habitualmente se conoce con el
nombre "El cocodrilo" (su título original, abandonado en reimpresiones
ulteriores, era "Un hecho extraordinario o un incidente en la Arcada, he-
cho verdadero ... de que informa Semión Golondrina"). Por el nombre del
supuesto autor, podemos observar que la obra tomó forma como conti-
nuación directa de la polémica entablada por La Época con Jos radicales;
y aun cuando aparezca como "cuento", "El cocodrilo" está más cerca de
una farsa satírica, como Shchedrodarov, que de "Un asunto enojoso". No
se hace ningún intento por dar verosimilitud sicológica; las relaciones en-
tre los personajes son completamentes superficiales; y la idea principal del
cuento se encuentra en las estereotipadas reacciones de las figuras al "he-
cho extraordinario" que ocurre en la Arcada, pasaje cubierto que servía
para exposiciones y muestras, así como para conferencias de conocidos re-
presentantes de la intelectualidad progresista (como P. A. Lávrov, mencio-
nado en el texto por su nombre). En un prólogo, que después fue omitido
junto con el título original, Dostoievski compara su cuento con "La nariz"
de Gógol, que muestra el incidente -no menos fantástico- de un fun-
452 LA PRISIÓN DE UTCPÍA

cionario que al despertar una mañana encuentra que su nariz ha desapa-


recido, pero "El cocodrilo" no tiene el humorismo chispeante y la energía
de Gógol, ni juega la misma clase de bromas cn!! la técnica narrativa.
El "incidente extraordinario" concierne a un alto burócrata, bastante
solemne y presumido, y a su esposa, voluble y coqueta, que acuden a ver a
un cocodrilo que se exhibe el la Arcada. El caballero, lván Matvéich de
nombre, permitiendo que su curiosidad sea mayor que su cautela, se acerca
demasiado al reptil, y es devorado vivo. Para inmenso asombro del narrador
(un amigo que le tenía envidia), de la esposa y de un alemán propietario
del cocodrilo, lván Matvéich logra sobrevivir, y hasta se instala conforta-
blemente en la barriga de la bestia. Se puede oír con toda claridad su voz,
que expresa gran satisfacción por todo lo que ha ocurrido: despertará la
atención, y tendrá tiempo libre para desarrollar sus altos ideales encamina-
dos al mejoramiento de la humanidad. Asegura a quienes le escuchan que
"lo refutará todo y llegará a ser un nuevo Fourier". Mientras tanto, su en-
cantadora esposa, a quien todos los demás hombres consideran "un bom-
boncito", se pregunta si deberá pedir el divorcio, en vista de que la ausencia
de su marido será inevitablemente prolongada. Después de rechazar una
invitación de unirse con él dentro del cocodrilo (al parecer, no falta es-
pacio), se muestra muy sensible a las atenciones de "cierto moreno caballe-
ro con un bigotito, que tiene algo que ver con la arquitectura" (5, pp. 194,
201y202).
Poco después de publicar este texto, Dostoievski fue acusado, abierta-
mente, en La Voz (Galos) , de haber escrito una "alegoría" mofándose de
Chemishevski, que había sido públicamente degradado y enviado a Sibe-
ria menos de un año antes. Dado gue este había escrito y publicado lQué
hacer? estando en prisión, era bastante fácil interpretar el cuento de Dos-
toievski como una malévola alusión a ese notorio acontecimiento; y tam-
bién pudo sospecharse que algunos de los rasgos de la esposa se referían
a Mme. Chernishevskaya, cuya coquetería era bien conocida y que ofrecía
un marcado carácter con el de su austero marido. Ocho años después, en
su Diario de un escritor, Dostoievski negó vigorosamente toda intención
alegórica y protestó contra la imputación de que "yo, que también fui exi-
liado y preso, me regocijara en el exilio de otro 'infortunado' " (21, p. 29).
Como hemos visto, Dostoievski expresó en sus cuadernos de notas su cons-
ternación por el destino de Chenishevski, y nada de lo que sabemos de él,
entonces o después, debe hacemos dudar de la sinceridad de estas afirma-
ciones. Nunca estuvo en favor de la supresión de las ideas, por mucho que
fuese su desacuerdo con ellas, y siempre consideró un error obstaculizar
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 453

la libertad de expresión. No hay en los cuadernos de notas nada que confir-


me una interpretación de la obra como ataque personal a Chernishevski;
todo lo contrario, indica que el blanco de Dostoievski eran los radicales de
La Palabra Rusa. El que ciertos detalles puedan parecer crueles referen-
cias al triste destino de Chernishevski fue, probablemente, una lamentable
coincidencia; y los más recientes comentadores soviéticos, en contraste
con muchos de sus predecesores, aceptan hoy la negativa de Dostoievski. 21
Desde luego, todo intento de ridiculizar por entonces a los radicales ine-
vitablemente corría el riesgo de ser considerado como ataque a Cherni~
shevski, cuyas ideas habían establecido el marco conceptual de la ideología
radical de los sesenta. La disputa entre El Contemporáneo y La Palabra
Rusa era, esencialmente, sobre cómo interpretar su herencia; los "nihilis-
tas inmoderados" de La Palabra Rusa simplemente creían que estaban sa-
cando todas las implicaciones de su pensa¡:niento, mientras que sus adver-
sarios los acusaban de falsificar y de deformar las verdaderas doctrinas del
maestro. Por ello, no es difícil ver por doquier alusiones a Chernishevski
en cualquier sátira de la posición radical (y, como hemos visto, sí había en
Shchedrodarov ciertas pullas específicas contra él). Pero en el caso de "El
cocodrilo" y·pese a la referencia a Fourier, no puede considerarse que la
sátira ideológica fuese contra Chernishevski.
El tema de "El cocodrilo" -si en realidad hay uno- se centra en la to-
tal falta de humanidad que hay en todas las respuestas a lo gue es, después
de todo, un acontecimiento lamentable: el hecho de que un ser humano
fuese devorado por un cocodrilo. N adíe, salvo el narrador, se conduele de
la pobre víctima, y.pronto se entera de que su propia reacción instintiva a
la desgracia de un prójimo está totalmente fuera de lugar. El alemán pro-
pietario del cocodrilo y su Mutter se niegan a considerar siquiera la idea de
"excavar" a la bestia para salvar a la víctima, pues ahora que está allí dentro
atraerá a un público todavía más numeroso a su exhibición. Y tampoco es
diferente la respuesta del propio Iván Matvéich. "Tienen razón", dice fría-
mente, "los principios de economía" -representados primero por la pri-
mitiva rapacidad del alemán, y luego por el elevado sometimiento de Iván
Matvéich a una alta ley económica- toman precedencia sobre cualquier
reacción espontánea de condolerse por la situación.
La sátira continúa cuando el narrador del cuento va a buscar el consejo
de un amigo común, el viejo y pedante burócrata Timofey Semyónovich.
Este último apoya la posición del alemán, por el motivo de que "un coco-

21 Véase PSS, 5, pp. 393-394.


454 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

drilo es propiedad privada y por ello es imposible abrirlo sin pagar una
compensación". Timofey Semyónovich también repite ciertas observacio-
nes que había oído la noche anterior a un importante capitalista, Ignaty
Prokófich, quien le dejó una gran impresión. El perspicaz hombre de nego-
cios había señalado que Rusia tiene urgente necesidad de más capital ex-
tranjero para estimular el desarollo industrial, y sugirió que se vendieran
tierras comunales a inversionistas extranjeros: "Cuando ... toda la tierra
esté en manos de compañías extranjeras, podrán fijar el alquiler que quie-
ran. Y así, el campesino trabajará el triple por su pan cotidiano y se le podrá
desahuciar a capricho ... Pero como están las cosas con la comuna, lqué
le preocupa? Sabe que no morirá de hambre, por lo que es perezoso y se
embriaga" (5, pp. 189-190). Por esta razón,Timofey Semyónovich ve muy
pocas probabilidades de que lván Matvéich sea rescatado. "Aquí estamos,
ansiosos por atraer capital extranjero al país, y consideramos: en cuanto el
capital extranjero, que fue atraído a San Petersburgo, se ha duplicado gra-
cias a Iván Matvéich, en lugar de proteger al capitalista extranjero estamos
proponiendo abrir la barriga de su capital original, el cocodrilo" (5, p. 190).
Ello haría que, sin duda, dejara de entrar capital extranjero, lo que iría con-
tra los intereses de la madre patria. Timofey Semyónovich hasta duda de
que Iván Matvéich pueda obtener autorización para faltar a su trabajo sin
perder su paga: en el reglamento no se dice media palabra acerca de em-
pleados del gobierno que establezcan su residencia en la barriga de coco-
drilos.
El narrador, quien continúa manteniéndo el punto de vista humano e
ingenuo, queda muy perturbado por este encuentro, pero no así el propio
Iván Matvéich." 'El viejo til.:ne razón', dijo Iván Matvéich, tan rudamente
como siempre en su conversación conmigo. 'iMe gusta la gente práctica,
y no puedo soportar a los llorones y sentimentales!'." Pasa entonces a esbo-
zar un encantador cuadro de sí mismo mostrándose, desde el estómago del
cocodrilo, ante los dirigentes de la humanidad y los más altos círculos del
beau monde, que se reunirán en su sala después que él sea trasportado allí
en una piscina.Una conversación brillante reinará bajo el estímulo de sus
palabras, "y para estar preparados para todo, que (mi esposa) compre ma-
ñana la Enciclopedia editada por Andrei Kraevski, para que eíla pueda
conversar sobre cualquier tema". Mientras tanto, explica lván Matvéich:
"Yo estoy construyendo ahora un sistema completo, íntegramente mío, iy
no me creerían lo fácil que es! Sólo hay que meterse en un rincón privado
o en un cocodrilo, cerrar los ojos, e inmediatamente acude a nuestro espíri-
tu un milenio perfecto para la humanidad" (5, pp. 195 y 197). El resto del
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 455

cuent1.\ es ocupado por un relato solemnemente ridículo de las observa-


cione:-. "científicas" que está haciendo en el vientre del cocodrilo y una pa-
rodia hábil y divertida del modo en que todo el incidente apareció (defor-
mado) en varios órganos de la prensa rusa.
Por los borradores de Dostoievski, es claro que se proponía continuar
el cuento, y sus notas contienen material para más parodias que fustigan
la derecha y la izquierda de la gama sociocultural rusa. De hecho, a un lec-
tor ordinario le parecería que Dostoievski estuviese ridiculizando princi-
palmente a los partidarios de una desenfrenada explotación capitalista en
Rusia, y estos, bien podemos imaginar, no habrían sido los radicales. No
obstante, en realidad, y como ya anotamos antes, el principal publicista de
La Palabra Rusa, D. l. Pisárev, mientras seguía siendo radical en materia
política, sin embargo, era partidario precisamente de ese rápido desarrollo
capitalista y esa industrialización en gran escala; solamente de esa manera,
pensaba, cundiría la ilustración por Rusia, conduciendo al crecimiento de
una clase de "gente pensante", capaz de producir los deseados cambios
sociales. B. P. Kozmin, uno de los mejores historiadores soviéticos en pen-
samiento social, ha notado que "desde sus primeros escritos, Pisárev se
destacó como consumado y constante occidentalista, que no buscaba la sal-
vación en fortalecer el principio originario de la obshchina (el cual podía-
mos suponer que era innato a la vida rusa), sino en avanzar por el camino
seguido por Europa occidental, es decir, por el capitalismo hacia e! socia-
lismo". 22 Pisárev y sus amigos estaban poniendo, pues, sus impías manos
en lo que era para Dostoievski el sancta sanctorum y ya empieza a imaginar
las posibles consecuencias humanas de semejante profanación.*
De esta manera "El cocodrilo" inicia, en mi opinión, una nueva fase de
las relaciones de Dostoievski con la ideología radical, fase en que su aten-
ción se desvía de Chemishevski y sus partidarios (después de las Notas

22 B. P. Kozmin, Iz Istorii Revolutsionnoi Mislfr Rosii (Moscú, 1961 ), p. 46.


• En un estudio muy informativo del "Desarrollo económico en la historia intelectual rusa del si-
glo XIX'', Alexander Gerschenkron, historiador de la economía, observa la gran discrepancia entre el
verdadero curso del desarrollo económico ruso y lo que los líderes del pensamiento radical considera-
ban probable o deseable para su patria.
Sin embargo, una excepción notable es D. l. Pisárev, quien recibe grandes elogios por su originali-
dad pese a las "espantosas incongruencias" de sus ideas, que le permiten ser citado en ambos bandos
del asunto en cuestión. "Baste decir aquí", escribe Gerschenkron, "para que conste. . . esta breve des-
viación (de Pisárevl de la rutina del pensamiento establecido (de la izquierda] y la anuencia de parte
de un importante representativo de la historia intelectual rusa a aceptar el desarrollo industrial y la
filosofía del individualismo económico". Véase Alexander Gerschenkron, Economic Backwardness in
Historical Perspective (Cambridge, Mass., 1962), p. 177.
456 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

desde el subterráneo) hacia la "inhumanidad" de las doctrinas propuestas


por La Palabra Rusa. Este giro, aunque parece haber pasado inadvertido,
es bastante claro con sólo una lectura directa del cuento y ha quedado,
hoy, ampliamente confirmado por la publicación del material de los cua-
dernos de notas. Estos escritos demuestran que las pullas de Dostoievski
van dirigidas principalmente contra el giro particular dado a la ideología
radical por Pisárevy Záitsev, giro que empezó con la interpretación de Ba-
zárov por Pisárev como una especie de superhombre de izquierda, cuya
conciencia no reconocía ningún "regulador moral" y que, por tanto, existía
fuera ·d e los límites del bien y del mal.
Esta glorificación del individuo heroico fue reforzada, aunque durante
breve tiempo, por el darwinismo social que Záitsev invocó para defender
la esclavización de las razas de color por causa de su inferioridad natural;
y Dostoievski parodia específicamente esta opinión en una de las notas
para la planeada continuación de su sátira. El color de la piel de Iván Mat-
véich se oscurece dentro del cocodrilo, y esto es presentado como razón
adicional de que no tenga derecho a pedir que sus intereses sean puestos
por encima de los del alemán propietario del cocodrilo, miembro de la raza
blanca dominante (5, p. 389). * En armonía con este hincapié, La Palabra
Rusa también abandonó esa corriente populista del radicalismo ruso que
incluía una profunda participación emocional en los valores del pueblo y
creía en su inmenso potencial. Por ejemplo, Záitsev no mide sus palabras
al expresar su falta de respeto al pueblo, al que llama "vulgar, estúpido y,
como resultado, pasivo; desde luego, esta no es su culpa; pero así es y sería

• En un artículo dedicado a un libro sobre La unidad de la raza humana, del naturalista francés
Jean Louis Quatrefages, Záitsev arguyó que, dada la inferioridad biológica de las razas de color, su
única esperanza de sobrevivir en competencia con Jos blancos superiores era quedarse en una posición
de subordinación, en que estarían salvaguardados sus intereses. La competencia abierta significaría
su extinción. El tono de sus observaciones era agudo y burlón: "Los enemigos sentimentales de Ja falta
de libertad", escribe, "sólo pueden citartextos y cantar salmos, pero no pueden mostrar un solo hecho
capaz de demostrar que la educación y la libertad puedan trasformar a los negros en blancos, en lo
referente a capacidad mental. .. Tun sólo damas de corazón sem;ib!e como Mme. Beecher-Stowe pue-
den insistir en la hermandad entre las razas."
Pisárev acudió en defensa de Záitsev, cuando esto armó un escándalo. "Záitsev expresó el pensa-
miento, nada excéntrico", escribió, "de que la ley de Darwin también se aplica a las razas humanas".
Después arguyó que la ley de Darwin no debía ser un obstáculo en la lucha contra la esclavitud. Pero
siguió creyendo que la desigualdad social estaba arraigada, a la postre, en diferencias biológicas. Véase
el capítulo sobre Záitsev en V.Ya. Kirpotin, Publitsisty i Kritiki (Leningrado, 1932), p. 158.
Esta influencia tangencial del darwinismo social sobre el comportamiento radical ruso tuvo con-
siderable importancia para Dostoievski, quien la consideró sintomática de la abierta inhumanidad que
Jos radicales (o al menos algunos de sus últimos portavoces) estaban dispuestos a aceptar como legí-
tima.
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 457

raro esperar de él algún tipo de iniciativa". 23 Por muchos que fuesen sus
desacuerdos con Chernishevski, Dostoievski había compartido con los de-
mócratas radicales una visión mucho más favorable del pueblo; y esto había
creado nexos subliminales de simpatía.
Ahora, en cambio, Dostoievski ve la inhumanidad derivada de las, "leyes
de la economía" como endémica en la derecha y en la izquierda, e implí-
citamente identifica a ambas en "El cocodrilo'', mostrando al "progresista"
Iván Matvéich aceptando la misma doctrina que el "capitalista" Ignaty Pro-
kófich. Al hacerlo, Dostoievski se adelanta a una de las cruciales discusio-
nes ideológicas de Crimen y castigo, donde el nihilista Raskólnikov reco-
noce la similitud de sus propias ideas utilitarias, que le han conducido al
asesinato, con las del defensor del capitalismo, Luzhin. Así pues, pese a su
insignificancia artística, "El cocodrilo" constituye un importante paso ini-
cial en la cristalización de la actitud de Dostoievski hacia las implicaciones
morales (o amorales) de esta nueva mutación de la ideología radical: pro-
ceso que pronto conduciría a la creación de la primera de sus grandes nove-
las-tragedias.

23 /bid., p. 58.
XXII. "LA VITALIDAD DE UN GATO"

CON EL fracaso de La Época, precedido por la muerte de su primera espo-


sa, y luego por la de su hermano, se acerca a su fin otro periodo de la vida
de Dostoievski. Habían desaparecido las dos personas con quienes más
cerca estuviese en el mundo; él quedaba desconsolado y sólo, y se habían
desvanecido sus esperanzas de establecerse como editor de revistas que
pudiera contar con el ingr~so regular de una publicación mensual. Dosto-
ievski comprendió que había llegado a un punto de división en su vida; y
una vez más, como lo hiciera al salir del campamento penitenciario, marcó
la ocasión con una extensa carta en que resumía todo su pasado. Escribien-
do a su viejo amigo el barón Wrangel, ante quien podía abrir su corazón
con muy pocas inhibiciones, Dostoievski revela sus sentimientos más pro-
fundos con insólita franqueza.
2
Poco después de la muerte de Mijaíl, Wrangel había enviado sus condolen-
cias a Feodor por aquella pérdida. Al no recibir una respuesta inmediata,
escribió de nuevo; y a esta segunda epístola responde entonces Dostoiev-
ski, a finales de marzo. "Mi querido y buen amigo Alexander Yegórovich'',
empieza diciendo, "comprendo bien que te sintieras sorprendido y, desde
luego, dados tus sentimientos hacia mí, irritado par mi silencio después de
tus dos tan cordiales y cariñosas cartas. No te sorprendas, no te irrites. Qui-
se contestarte inmediatamente, pero no fui capaz de hacerlo". Dostoievski
promete explicar por qué dentro de un momento, pero antes asegura a
Wrangel que ambos están unidos por demasiados nexos del pasado para
que pueda olvidar ni por un momento lo que son uno para el otro:" lPodría
yo olvidarte, al amigo de una época en que yo no tenía amigos, al testigo
de mi infinita felicidad y mis terribles sufrimientos? ( lrecuerdas aquella
noche en el bosque, cerca de Semipalatinsk, cuando los acompañamos?):*
al amigo que, después en San Petersburgo, trabajó tanto para mí. .. lpodría
yo olvidarte?" 1
• Esta es una referencia a la partida de la primera esposa de Dostoievski y del que entonces era
su esposo, Alexander Isaev, de Semipalatinsk, en un momento en que Dostoievski ya tenía amores
con ella. Wrangel y Dostoievski acompañaron a los viajeros, como era la costumbre rusa, en la primera
parte de su viaje; y Wrangel ofreció abundante champaña a Isaev, notorio borrachín, para permitir
que los amantes fuesen téte-a- tete en un carruaje, antes de que se separaran uno del otro. VéaseDosto-
evski: The Years of Ordeal, 1850-1859 (Princeton, 1983), cap. 15.
1Pisma,1, p. 396, 31 de marzo de 1865.

458
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 459

Tras esas reafirmaciones, Dostoievski pasa a esbozar su vida de inagota-


ble trabajo literario en los años anteriores, y atribuye el restablecimiento
de su reputación literaria a la Casa de los muertos. Detalla los problemas
financieros de El Tiempo y el momento en que el éxito pareció estar a su
alcance; pero cayó entonces el aplastante golpe de la prohibición, causado
por el artículo de Strájov. "Es cierto que el escriior fue pa,rcialmente culpa-
ble (uno de nuestros íntimos colaboradores), complicó demasiado las cosas
y fue interpretado en el sentido opuesto." Cualquiera que fuese la amistad
que entre ellos reinaba superficialmente, Dostoievski no podía contener
el resentimiento que seguía sintiendo contra Strájov -y que se deslizaba
aquí- por aquella catastrófica falta de claridad. Tanto más cuanto que la
prohibición de El Tiempo fue el principio del fin para Mijaíl: "Comenzó a
apilar deudas; eso minó su salud"2
Como Wrangel parece no estar enterado de la muerte de María Dimi-
trievna, Dostoievski lo informa de esta pérdida, igualmente dolorosa: "Te
condueles de mí por mi fatal pérdida, la muerte de mi ángel guardián, mi
hermano Misha, ipero no sabes hasta qué punto me ha aplastado el desti-
no! Otra persona que me amó, y a quien yo amé inconmensurablemente,
mi esposa, falleció de tuberculosis en Moscú, donde se había ido a vivir el
año pasado." Dostoievski manda entonces a Wrangel los adioses de María
Dimitrievna (tal vez inventados p~ra esta ocasión), y evoca una imagen de
su vida conyugal que revela las complejas fibras emocionales que habían
unido a estos dos seres en medio de sus mutuos tormentos.

Falleció el 16 de abril del año pasado, en plena posesión de sus facultades, y al decir adiós,
recordando a todos los que había deseado saludar por última vez, también se acordó de
ti . .. iüh!, amigo mío, ella me amó inconmensurablemente, y yo también la quise del
mismo modo, pero no fuimos felices. Te lo contaré todo cuando nos veamos; de momento
sólo puedo decirte que, pese a que juntos fuimos positivamente desdichados (por causa
de su carácter extraño, desconfiado y enfermizamente fantasioso) , no dejamos de amar-
nos uno al otro; cuando más infelices éramos, más unidos estábamos. Por extraño que
parezca, así fue . Ella fue la mujer más honorable, más noble y más magnánima que he
conocido en mi vida. 3

Ante la muerte de su esposa y de su hermano, continúa Dostoievski, de


pronto se dio cuenta de que la vida que había estado tratando de formar
en lo personal y lo profesional había llegado a su fin.

2 /bid., p. 397.
3 /bid., pp. 397-398.
460 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

Cuando ella murió-aunque yo me sen tí torturado (todo el año) presenciando su agonía,


y aunque plenamente comprendí y dolorosamente sentí todo lo que yo estaba enterrando
con ella-, sin embargo no pude haber imaginado hasta qué punto mi vida quedaría vacía
y desolada cuando echaron tierra sobre su tumba. Y ahora ha trascurrido un año, y mi
sentimiento es el mismo, y el dolor no ha cesado... Después de enterrarla, corrí a San
Petersburgo, a ver a mi hermano: sólo él me quedaba, y en tres meses también él murió,
· habiendo estado ligeramente enfermo durante un mes, por lo que la crisis que lo llevó a
la muerte ocurrió casi inesperadamente en tres días. Y así, de pronto, me encontré solo
y simplemente aterrorizado. De un solo golpe, mi vida se partió en dos. En una parte, la
que yo había vivido, estaba todo aquello por lo que había vivido, y en la otra, la mitad
aún desconocida, todo era extraño y nuevo para mí, y no había un solo corazón que
pudiese remplazar a aquellos dos.
Literalmente, no me quedaba nada porqué vivir. iEntablar nuevas relaciones, hacer
planes para una nueva vida! La idea misma de hacerlo me repugnaba. Yo, por primera
vez, sentí hasta la médula que nadie podría remplazar a ellos, que sólo a ellos había yo
amado en el mundo y que no sólo no podría adquirir un nuevo amor, sino que tampoco
debía. Todo a mi alrededor se: '.'0!vió frío y vano. Y así, cuando recibí tu cordial y bondado-
sa carta hace tres meses, llena de recuerdos anteriores, caí en tal depresión que no puedo
decirte lo que sentí. Pero escúchame mientras continúo. 4

La primera parte de la misiva se interrumpe en este punto, y Dostoievski


vuelve a ella una semana después; "Han transcurrido más de nueve días
desde que empecé esta carta'', explica, "y en estos nueve días no tuve lite-
ralmente un momento para terminarla". 5 Continuando su relato de los
problemas de La Época, Dostoievski entra en toda clase de detalles finan-
cieros que no debemos precisar aquí. Pero vuelve a detenerse después de
dos párrafos, y sólo regresa a la carta cinco días después (14 de abril). Una
vez más, cuenta toda la triste historia del fin de La Época, exponiendo al-
gunas de las esperanzas en que había basado sus cálculos para el futuro (y
el hecho de que sí hiciera cálculos está ampliamente demostrado por las
muchas páginas de sus cuadernos de notas cubiertas por columnas de nú-
meros).
Como resultado de haber intentado mantener a flote a La Época, Dos-
toievski se encuentra ahora en una situación económica desesperada: "De-
bo diez mil rublos en contratos firmados y cinco mil sobre mi palabra; debo
pagar tres mil inmediatamente, sea como sea. Además, necesito dos mil

4
!bid., p. 398.
5 !bid., 9 de abril de 1865.
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 461

para comprar el derecho de publicar mis obras (derecho que hoy tienen
en garantía sobre un préstamo) para poder editarme a mí mismo." El plan
de Dostoievski era escribir una nueva novela y publicarla por entregas se-
paradas, "como hacen en Inglaterra". También deseaba editar y publicar
la Casa de los muertos, "con ilustraciones, en una edición de lujo", y luego,
al año siguiente, una edición de sus obras completas. Pero la perspectiva
de escribir bajo tan desesperada presión, exclusivamente para pagar sus
deudas, lo llena de angustia: ·~ora empezaré a escribir una novela bajo
el látigo, es decir, por pura necesidad. Producirá efecto, pero les eso lo
que necesito? Trabajar por pura necesidad, exclusivamente por dinero, es
algo que me aplasta y me destruye." 6
Retornando a la situación inmediata y a la sombría perspectiva que le
aguarda, Dostoievski considera prácticamente desesperada su posición:

Mas, para empezar, necesito inmediatamente al menos tres mil rublos. Estoy buscando
por donde puedo . . . De otra manera, estaré liquidado. Siento que sólo un accidente po-
drá salvarme. Lo que me queda de toda la reserva de fuerza y energía que había en mi
alma está perturbado, confuso, muy cerca de la desesperación. Preocupación, amargura,
una laboriosidad completamente fría , el estado más anormal para míy, además, la sole-
dad . .. De todos mis cuarenta aiíos pasados, nada me queda. Y sin embargo, me parece
que estoy, ahora, preparándome a vivir. Curioso, lverdad? La vitalidad de un gato.7

Nada podría ser más inesperado que esta última observación, y sin em-
bargo, nada es más característico del hombre que no había permitido que
lo aplastara la casa de los muertos y que, por muy desesperada que fuese
su situación, nunca había caído en un desaliento paralizador. Después de
todo, Dostoievski creía en el libre albedrío, y en su caso, como en el de Wi-
lliam James, esta convicción brotaba de los recursos más profundos de su
personalidad. No hay un solo momento en la vida de Dostoievski en que
le veamos rendirse por completo, nunca hay un momento en que --en el
naufragio de cualesquiera esperanzas que tuviese, en cualquier desastre
que cayera sobre él- no esté haciendo planes para el futuro y sintiendo
el mismo brote de energía y esperanza al que aquí, tan sorprendentemente,
da expresión.

6 /bid., p. 401, 14 de abril de 1865.


7
/bid. , pp. 401-402.
462 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

O tal vez la cosa no sea tan sorprendente si consideramos con un poco más
de cuidado la cronología de la vida de Dostoievski. Su carta a Wrangel cu-
bre marzo y abril de 1865, y al escribirla Dostoievski había vuelto emocio-
nalmente al pasado. Dostoievski estaba reviviendo en favor de Wrangel
todo lo que le había ocurrido desde que se separaran; y al hablar de su sen-
tido de inutilidad ante la idea de establecer nuevos nexos emocionales, sin
duda estaba transmitiendo lo que sinceramente había sentido al lado de la
tumba de María Dimitrievna. Y sus lacerantes experiencias con Súslova
seguramente no hacían más atractiva la idea de establecer nuevos nexos.
Pero el tiempo ya había procedido a cerrar las heridas y uno o dos meses
antes de su carta a Wrangel, Dostoievski,probablemente ya había estable-
cido una relación -es difícil saber por cuánto tiempo- con una mujer,
mundana y experimentada, de nombre Martha Brown (su nombre de solte-
ra había sido Panina, y había adquirido el "Brown" en el curso de sus viajes
por Europa, de un marino que tai vez fuese estadunidense ). Las cartas que
ella enviaba a Dostoievski desde el hospital en que estaba recuperándose
de una enfermedad en enero-febrero de 1864-1865 indican una intimidad
cada vez mayor, y tal vez los principios de unos amores de los que nada
más se sabe.
También en ese mismo mes de abril y cuando estaba completando su
carta a Wrangel, Dostoievski propuso matrimonio a la bella y rebelde hija
de una familia rica e influyente, Anna Korvin-Krukovskaya, cuyos cuentos
había él publicado en La Época, y cuyo talento había alentado. El súbito
cambio, tan notable en la carta -la brusca transición del pasado al presen-
te- puede atribuirse a tales acontecimientos, cuando un resurgimiento
de fe en el futuro apareció de pronto entre el melancólico pasado que esta-
ba recordando. En realidad, en poco más de un año empezaría una nueva
vida para Dostoievski, cuando se casaría con otra joven y luego huiría a
Europa, a un exilio prolongado, para escapar de sus acreedores. Reserva-
remos para el siguiente volumen un relato más detallado de estas tempra-
nas relaciones románticas, que forman un preludio a su siguiente matri-
momo.

Mientras tanto, por mucha que fuese la tristeza de Dostoievski ante el fra-
caso de La Época, sin embargo el fin de sus agotadores e inútiles esfuerzos
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 463

debió de ser un alivio para él. Sabía que su auténtica vocación era la de
novelista; y aun cuando siguiera creyendo que La Época habría podido
triunfar, había estado esperando el momento en que pudiera volver a su
labor esencialmente creadora. Ahora se veía obligado a hacerlo, y para no-
sotros es evidente que su fracaso como director de publicaciones y perio-
dista fue su salvación como artista. Durante los cinco años siguientes, bajo
la presión de la necesidad, pero nunca al costo de su integridad artística,
pudo escribir tres de sus más grandes novelas -Crimen y castigo, El idiota
y Los endemoniados- y establecer su reputación de una vez por todas en
la primerísima fila de la literatura rusa. Como lo demostraría en estas obras,
sus años de participación en la inquietud sociocultural de los sesenta no
había sido en vano. Pues fue en el feroz toma y daca de la discusión y la
polémica donde gradualmente se había forjado su posición, y descubierto
el gran tema que le ocuparía incesantemente durante el resto de la década
y de su vida. Fue entonces cuando empezó a explorar, ante el trasfondo de
su propia confrontación con la muerte y sus años en la casa de los muertos,
los peligros síquico-morales que había en el deseo de la intelectualidad
radical rusa por establecer la vida humana sobre nuevos fundamentos "ra-
cionales" que remplazarían al orden dado por Dios, que seguía vivo en la
sensibilidad moral rusa.
Notas desde el subte!Táneo fue la primera obra en que Dostoievski trató
de pintar las consecuencias, para la personalidad humana, del _intento de
poner en práctica -pero con plena conciencia de todas sus implicacio-
nes- las ideas de ideologías progresistas y radicales de los cuarenta y de
los sesenta: y podemos observarle intentando constantemente definir su
propia posición en relación con tales doctrinas. Algunas notas dejadas,
para un proyectado artículo intitulado "Socialismo y cristianismo", que
nunca se escribió, muestran a Dostoievski volviendo a cuestiones por las
que ya se había enfrentado antes, en privado y en público, y colocándolas
ahora en la vasta perspectiva histórica de la grandeza y la decadencia de
las civilizaciones.
En las etapas primitivas de la sociedad, escribe, "Dios es la idea colectiva
de la humanidad, de las masas, de cada quien. Cuando el hombre vive en
masas (en las comunidades patriarcales primitivas, acerca de las cuales han
quedado leyendas), entonces el hombre vive espontáneamente." Pero "lue-
go llega el periodo de transición, es decir, mayor desarrollo, es decir, civi-
lización. (La civilización es un periodo de transición.) En este mayor
desarrollo surge un fenómeno, un hecho nuevo, del que nadie puede es-
capar; es el desarrollo de la conciencia personal y la negación de las ideas
464 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

y leyes espontáneas (leyes autoritarias, patriarcales de las masas)." Como


resultado de semejante individualismo, que niega la antigua ley de las
masas, el hombre "siempre perdió también su fe en Dios". Todas las civi-
lizaciones terminan en esta fase de ateísmo, y Dostoievski creía que Euro-
pa había llegado ahora a semejante etapa de decadencia. "La desintegra-
ción de las masas en personalidades, o civilización, es un estado enfermo"
y conduce al individuo a "la pérdida de una idea viva acerca de Dios" y a
un estado en que "el hombre... se siente mal, triste, pierde la fuente de la
vida, no conoce sensaciones espontáneas y está muy conciente de todo"
(20, pp. 189-190).
Puede suponerse (perfectamente en armonía con la habitual idea de
Dostoievski sobre el periodo de la decadencia greco-romana) que este era
el estado del mundo por la época de las encarnación de Cristo. Fue él quien
ofreció un nuevo ideal a la humanidad, ideal que ha conservado desde en-
tonces su validez: "Nota. Ningún ateo que haya disputado el origen divino
de Cristo ha negado el hecho de que Él es el ideal de la humanidad. El úl-
timo en hablar sobre esto: Renan. Esto es muy notable."* Y la ley de este
nuevo ideal, según Dostoievski, consiste en "el retorno a la espontaneidad,
a las masas, pero libremente ... no por la fuerza sino, al contrario, volunta-
ria y concientemente en el más alto grado. Es claro que esta anuencia supe-
rior es, al mismo tiempo, una renuncia superior de voluntad" (20, p . .192).
Después de postular esta paradoja, Dostoievski continúa contrastando
el ideal de Cristo, que declara ser "algo irresistiblemente bello, dulce, inevi-
table y hasta inexplicable" con el de los socialistas, repitiendo ideas ya fami-
liarizadas en su época de periodista. "Los socialistas", escribe, "no van más
allá de la barriga. Y todo lo que nuestra 'Joven Rusia' ha estado haciendo
durante varios años es esforzarse con todas sus ganas por demostrar que
no hay nada más allá que el contenido de la barriga." Para los socialistas,
el ideal del autosacrificio total solamente se presenta en términos materia-
les: "Significaría que no habría pobres, y que cada quien sería terriblemen-

•La vie de Jésus, de Ernest Renan, se publicó en 1863, y Dostoievski la leyó casi inmediatamente.
Esta afirmación puede ser ilustrada con muchos pasajes del libro de Renan, donde continuamente
habla de Jesús -aun cuando le trate como a un mortal, y no como al Hijo de Dios- como el ideal
incomparable de la humanidad.

Pero, cualesquiera que puedan ser los fenómenos inesperados del poivenir--escribe Renan en su
discurso final-, Jesús no será sobrepasado; su culto rejuvenecerá sin ct.'Sar; su leyenda provocará
lágrimas sin fin; sus sufrimientos enternecerán los mejores corazones; todos los siglos proclamarán
que entre los hijos de los hombres, ninguno nació más grande que Jesús. (Ernest Renan, Ouvres
completes, 10 vols. (París, 1949), 4, p. 371.]
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 465

te rico". Dispuesto a reconocer que tal podría ser el resultado, Dostoievski


ataca con la objeción de que "los socialistas se detienen en este punto":
para él, la riqueza sólo es un subproducto del ideal que proclama, y no su
objetivo final; pues "la infinidad del cristianismo sobre el socialismo consis-
te en el hecho de que el (ideal) cristiano es darlo todo, sin exigir nada [a
cambio)" (20, pp. 192-193).
Hasta ahora, Dostoievski ha estado pensando en oposición a la genera-
ción utilitaria de los sesenta y a su concepción del socialismo; pero en un
pasaje bastante oscuro, aunque sumamente sugestivo, se enfrenta al socia-
lismo cristiano de los cuarenta, que en otro tiempo admirara grandemente.
Y aunque reconociendo que los socialistas cristianos bien pueden ser "hos-
tiles a la idea de recompensas, de honorarios", afirma que no comprenden
en realidad todo lo que implica semejante hostilidad, pues continúan, de
todos modos, pidiendo recompensas, "sólo por amor al donador o sólo por-
que él [el socialismo cristiano] considera que el donador será todavía más
marcadamente amado (la nueva Jerusalén, los abrazos, las ramas ver-
des)". Semejantes recompensas serán, evidentemente, espiritual-morales,
no materiales, y fortalecerán los nexos del amor en la comunidad; pero,
dado que se conserva la idea de cierta esperada reciprocidad, el autosacri-
ficio del socialista cristiano no es enteramente puro.
Sea como fuere, "el socialismo no ha llegado racionalmente ni siquiera
hasta allí en su explicación del cristianismo; sólo unos cuantos de sus repre-
sentantes han llegado hasta ahí, y esos fueron poetas" (20, p. 193). Puede
suponerse que lo que Dostoievski quiere decir es que sólo unos cuantos
socialistas cristianos han logrado entrever la auténtica naturaleza del ideal
cristiano, siquiera hasta este nivel; y no han ejercido efecto sobre los de-
más. Por último, Dostoievski resume sus pensamientos: "El patriarcado
fue la condición primitiva. La civilización es la intermedia, la de transición.
El cristianismo es el tercer y último grado del hombre, pero en este punto
cesa el desarrollo, pues se ha alcanz~do el ideal." Como sabemos por la
entrada de su cuaderno de notas escrita casi ante la tumba de María Dimi-
trievna, es imposible alcanzar plenamente este ideal en la Tierra; y así,
Dostoievski afirma de pronto que "hay una vida futura", aunque sin incluir
ninguna de sus razones anteriores para sacar semejante conclusión (20, p.
194). '
Estas notas contienen la versión dostoievskiana del gran mito cultural
que, como tan magistralmente lo ha demostrado M. H. Abrams, dominó
gran parte del movimiento romántico de la primera parte del siglo XIX,
tanto en Inglaterra como en Alemania, y que desde luego llegó a Rusia bá-
466 LA PRISIÓN DE 1 ITOPÍA

sicamente por la influencia de la literatura y la filosofía alemanas. Este


mito, versión secularizada del Apocalipsis judea-cristiano, empieza con un
estado paradisiaco de la unidad primigenia entrt el hombre y el Universo,
que luego es fracturada por el resurgi1ülento de la conciencia y de la razón.
La adquisición del poder de pensar precipita a la humanidad "de su inocen-
te ignorancia al conocimiento, y de la feliz obediencia al instinto hasta la
miseria de enfrentarse a múltiples opciones morales"; 8 la llegada del cono-
cimiento es el equivalente metafísico de la caída teológica del hombre a
un estado de aislamiento, división de sí mismo y confusión moral. "Por
consiguiente, la reflexión pura", como escribió Schelling en palabras que
se anticipan al hombre del subterráneo, "es una enfermedad espiritual. ..
es un mal". 9 El mito solía culminar en una reconciliación apocalíptica, en
un nivel superior, entre el hombre y el perdido estado de armonía del que
antes formara parte: una reconciliación cuyas formas diferían, dependien-
do de escritores y pensadores en particular. A veces, como en el caso de
Fichte o de Schiller, tal reconciliación sólo era señalada como un objetivo
infinito e inalcanzable, más allá de la esfera de la posibilidad terrena.
La apropiación de este mito por Dostoievski queda marcada por un ca-
rácter manifiestamente cristocéntrico, que le devuelve parte de su signifi-
cación religiosa original; y obviamente está con aquellos que como Schiller
--cuyas obras, como dijo una vez, se sabía de memoria- no podían imagi-
nar ninguna trasformación realmente apocalíptica de la humanidad dentro
de la esfera de la vida terrena. De todos modos, sí considera la posibilidad
de lo que llama un "retorno a las masas", una cura para la enfermedad del
individualismo y la civilización, siguiendo el ejemplo de Cristo y aceptando
el ideal que Él dio a la humt.nidad. Esto conduciría a la restauración de la
unidad que aún sea realizable en la Tierra; y esa nueva unidad, de acuerdo
con el mito, también estaría en un nivel superior: ya no sería una unidad
de instinto, sino otra lograda libremente por medio del conciente rendi-
miento de la voluntad.
El hincapié que Dostoievski hace en la "libertad" que deberá alcanzarse
en esta nueva unidad por medio de Cristo, ya prefigura uno de los motivos
centrales de la Leyenda del Gran Inquisidor. Y estas reflexiones también
ayudan a iluminar algunas de las imágenes, por lo demás herméticas, de las
novelas posteriores: Raskólnikov contemplando con nostálgica envidia a
través de las maderas de la empalizada de la prisión a los nómadas de la

8 M. H . Abrams, Natural Supematuralism (Nueva York, 1971), p. 219.


9 !bid.
"LAVITALIDADDEUNGATO " . 467

estepa siberiana; el empleo deAcis y Galatea, de Claude Lorrain, con su


representación clásica de una legendaria Edad de Oro de Grecia, en el ca-
pítulo suprimido de Los endemoniados, y luego en Un joven inculto: elidí-
lico mundo de espontánea inocencia existente en otro planeta, El sueño
de un hombre ridículo. Tales mundos están inevitablemente condenaoos a
la destrucción, y dentro de la vida terrena sólo existe la esperanza de su
parcial restauración por medio del sufrimiento y de la lucha interna,.con
ayuda del ideal proclamado por Cristo.

Otras entradas en el cuaderno de notas tratan de las cuestiones (más limi-


tadas) de lo que las ideas radicales en re~lidad podrían significar en la prác-
tica , y de las formas autodestructivas en que trasformarían a la humanidad
si fueran seriamente aceptadas como nuevos paradigmas de la conducta y
el comportamiento humanos. En algún momento, hacia finales de 1864,
por ejemplo, Dostoievski anotó los pensamientos siguientes:

Los socialistas desean que el hombre renazca, para liberarlo, para imaginarlo sin Dios y
sin familia. Concluye que, habiendo modificado por la fuerza su vida económica cotidia-
na, alcanzarán su objetivo. Pero si se va a modificar al hombre, no deberá ser por razones
externas, y no de otra manera que por una trasformación moral. No abandonaréis a Dios
hasta que estéis convencidos por matemáticas, y a la familia hasta que las madres no de-
seen ser madres y el hombre desee convertir el amor en puro sexo. lPodéis lograr esto
sin armas? ¿Y podemos atrevernos a decir, de antemano, antes de hacer la experiencia,
que aquí está la salvación? ¿y con esto, arriesgar a toda la humanidad? iBasura occi-
dental! (20, pp.178-179).

La trasformación del hombre era una tarea mucho más difícil de la que los
"socialistas" estaban dispuestos a reconocer; necesario sería cambiar su
naturaleza moral para alcanzar sus metas; e intentarlo era arriesgar el des-
tino de toda la humanidad en un temerario juego con lo desconocido.
Los posibles resultados de semejante juego están descritos en una de
las notas que Dostoievski hizo para su revisión de El doble, que no habían
dejado de preocuparle, aun en la última parte de 1864. Describe allí el en-
sanchamiento del horizonte mental del señor Golyadkin cuando asimila
los últimos descubrimientos de la ciencia moderna:

Novedades que hacen girar la cabeza, en primer lugar, acerca de Garibaldi y, en segundo
lugar, acerca qel oxígeno y el hidrógeno. El oxigeno y el hidrógeno hacen que le dé vueltas
468 LA PRISIÓN DE UTOPÍA

la cabeza. Ya no hay un Ser Supremo. lQué ocurrirá al ministerio y a las autoridades?


Sueño. Todo queda cancelado, la gente queda libre. Cada quien apalea a todos los demás
en la calle, a plena luz del día. Están cuidando de sí mismos (están ahorrando sus kópeks)
(1, pp. 435).

La falta de fe en un Ser Supremo podría resultar, así, en una explosión de


egoísmo y en el imperio del caos moral universal. El mismo sueño, adapta-
do más de cerca al simbolismo temático del libro, en un año o dos conduci-
ría a la conversión de Raskólnikov en Crimen y castigo.
De esta forma, las grandes novelas de Dostoievski empezaban a agitarse
en el crisol de su imaginación, y los años siguientes presenciarían su flore-
cimiento en un prodigioso brote de energía creadora, mientras él observa-
ba, con horror y consternación, el drástico empeoramiento de la situación
sociopolítica, pues durante el resto de los sesenta los radicales quedaron
cada vez más aislados, más enajenados, más amargados, violentos y aban-
donados, más dispuestos a lanzarse a las aventuras más inconcebibles y
temerarias. En respuesta, el régimen zarista se volvió más ciegamente in-
sensato en su supresión y persecución y atacó bárbaramente en todas direc-
ciones. Contra el trasfondo de este embrollo verdaderamente trágico de
la vida rusa cuyas manifestaciones presenciaba él con fascinada y temerosa
aprensión, Dostoievski dramatizaría sus pesadillas y sus temores persona-
les para el futuro, así como las fuerzas salvadoras y curativas que, como se-
guía creyendo, estaban contenidas en la tierra rusa y en un carácter nacio-
nal ruso imbuido del ideal de Cristo.
ÍNDICE ANALÍTICO

Abeja del norte, La (publicación), 204 Beethoven, Ludwig von, "Las ruinas de Atenas",
Abrams, M. H., 465 187, 190
Academia de Arte de San Petersburgo, exposición Beguny (secta), 181. 334
anual para 1860- 1861 , 123 Bekétov, Círculo de, 44
Advertencia (volante), 207 Belinski, Pléyade de, '44, 9511, 302
Aksákov, Jván, 144-198, 319 Belinski, Vissarion G., 19, 20, 21, 44. 63, 6311,
Aksákov. Konstantin , 142-143 67, 81, 9611. 98. 110, 111-112. 141 . 152, 177,
Aksákov, S.T., 153, 278 211, 212. 21211, 247. 261. 346, 375, 377
A la generación joven (volante), véase Shel- Bélov, S. A .. 32611
gúnov, N. V. Bélgica, 234
Alejandro JI . 22-23, 42, 147. 178-183 passim, Benz, Ernst. 38511
i92, 204-205, 273, 359 Béranger. Pierre-Jea n, 190
Alejo, San. 12211 Berberova. Mina, 13
Al~mania , 234, 262, 301, 465; Baden-Baden. Biblia, La. 243; Antiguo Testamento, 305, Nuc:vo
339-340, 342-343, 353, 365; Berlín, 235-236. Testamento. 385
319 (Museo de arte, 236); Colonia, 236-237. Biblioteca de Lectura, La (publicación). 327
301; Dresde, 236; Eydkühnen. 235; Hambur- Blanc, Louis, 302
go, 353; Heidelberg. 229; Wiesbad e n. 237. Blanqui , Louis-August e, 246
327-329. 331-332 Blok. Alexander. 70, 11811
Annenkov, P. V., 71, 228. 365, 418 Boborykin . P. D.. 186
Antigüedad greco-romana , 122-123 , 346-34711, boceto fisiok)gico (moda literaria), 279
364, 464 bocetos de experiencias personales (moda lite-
Antónovich. M. A., 178, 225, 22511, 230-231, raria), 278-279. 283 , 286
262-263. 264n, 268, 382. 445, 450. 451; "El Booth. Wayne. 39711
Asmodeo de nuestro tiempo", 224-225 Botkin, V. P., 8711, 230
A11torcha, La (publicación), 45-51 passim. 66 Borshchevskii. S .. 8011
Apocalipsis de San Juan, 305-306, 382 Boyesen, Hjalnrnr. 216
ApolodeBelvedere, 119, ll9n Brornbert, Víctor. 14
Aquino, Santo Tomás de, 383n, 444 Brown, Edward J., 13
Arnold, Matthew, "Estrofas de la gran cartuja", Brown, Martha. 462
138 Büchner. Ludwig. F1w1za y materia, 192, 220
Askochensky, V. !.. Un Asmodea de nuestro tiem- Buckle. Henry TI1ornas, 407
po, 224 Bujarev, Al exis , véase Teodoro, Padre
Augier, É mile, 239 Bunákov, N. F.. 209-210
Auden, W.H. , 17 Byron, George Gordon, lord, 19
Austerlitz, 425. 425n
Austria, 98, 233 Cabet, Etienne, 31111, 312; Voyage en /carie, 311 ,
autobiografismo, 153 42511
autosacrificio, 22, 33, 57, 93, 223, 309-311, 362, Campana, La (publicaci6n), 8911, 194, 245, 271 ,
377, 432, 444, 465; véase también Cristo: 278
ideal de campesinado, 21-22, 90-91, 113, 140-142, 22211;
condiciones materiales, 21-22, 60-61, 262-
Bajtín, Mijaíl, 85, 43411-43511 265, 276; emancipación de los siervos, 23 , 62,
Bakmún, Mijaíl, 215, 238, 249, 271 127, 131.148, 154, 178-180, 209, 210, 35l;su
Ballanche, Pierre-Simon, 363 distancianúento de la da.•e rusa educada. 140,
Ballod, P. D., 206 199. 210, 222-223, 227, 230, 246. 257, 262,
Balzac, 24, 75 . fo Comklie H11111aine, 286; Pere 28 7-288, 295; obshchi11a , 48, 49, 144, 183-
Gorio/, 429 184, 194, 222. 309, 352, 387. 455; opirúones
Baudelaire, Charles, 106, 406 occidentalistas acerca del, 143- 144. 222, 310,
469
470 ÍNDICE ANALÍTICO

454; principios cristianos del , 57, 88. 254, 295, pio a111ropolágico de la fi/osofia, 56, 67, 135,
376; su representación en la lil eral ura ru sa, 16711. 369, 402. 408; ¿Qué hacer?, 323, 358-
126-129, 287-288; servidumbre. 23. 145. 288 365, 36011, 368-370, 36911, 393-394, 418, 423,
Can ción de lgor, 140 428, 449. 452; la relaciá11 estética del arte y
Candide, 434 la realidad, 110-112; Sobre las razo11es de la
Carlyle, llwma.<, 17, 71 caída de Roma, 123; véame tambié11 egoísmo
Camé, Marce!, "Les Enfanls du paradise", (filme), racional. hombre de la década de 1860, Palacio
105n de Crislal. utililarismo
Carus, Car! Guslav. Psi~¡ue, 66, 67, 67n, Chispa, la (publicación), 187, 258, 266, 270, 343
Casanova de Seingalt. Juan Jacobo, 104
Cassirer, Ernesl, 382 Da!, V.!.. 90
Catalina II. la Grande, 303 , 304 Dante, 229. 289; la divina comedia, 257
catolicismo romano , véase Dostoi evski : pre jui- d' Argens. marqués , 165-1 6611,
cios ant i-católicos Darwin. Charle.<. El origen de las especies, 270
Catteau , Jacques . 284 darwinismo social. 270-271, 456, 45611
Cervantes, El Quijote, 32, 33. 390, decembristas 47. l 79
círculos lil erarios. 44; véanse lambié11 por sus Defoe. Daniel. The Shortest Way With Disse11ters,
11ombres 306-39711
clases, conflictos de, 60-61 , 64. 83 , 105 delerm.inismo. 391 -39211. 399. 402-406, 413, 416
Cleopatra. 120-122. 132, 165. 410 Día, El (publicación) 13011, 141 , 144, 272
Considéraut. Viclor, la Desti11ée socia/e, 409. Dickens. Charles, 24. 35, 173 . 305. 43511, The Old
409-41011 Curiosily Shop. 150
Conslanl, V. D., 328, 332 Diderot. Denis. 391 -3 9211, 40911-41011, le Neveu
Co11te111porá11eo, El (publicación). 56, 80, 81, 87, de Ramem1, 39 l
8711, 88-89, 8911, 95. 103, 109-110. 124. 129, Dionisio el Areopagila, 38311
12911, i30-135 passim , 141 , 144 , 146-147 . Dobrolyuhov. N. /\ .. 23. 33, 3311, 50, 74, 79-80, 88,
178 , 182, 201. 207, 215, 217, 22111. 222. 225, 8<111, 103 . 109. 110-114, 11311, 119-125 passim,
227, 245 . 249. 261, 265, 268-269. 27 l. 323. 130-131. 146. 149. 190. 194, 213 , 215-216,
343, 36011. 360-361 , 368. 443. 44411, 445-448. 223-224. 22311. 361. 380, 448, 451; crítica a
450-45 l. 453; Humillados y ofmdidos, 115; "¿Cuándo llegará
Cook, James , capilán. 140 el verdad ero día ?", 3311; ''Gente pisoteada" ,
Copérnico. Nicolá.<, 267 149; "¿Qué es el oblomovismo?", 91-92
Corneille. Pierre. 117 Dolinin. A. S., 2911. 3111, 5311. 54. 24111, 298, 32311
Cristo, 33 . 8211, 118, 120. 371. 379. 380-381. 385. Domingos Escolares (movimiento), 186-187 ,
387. 389 ; id eal <le, 73-7411, 30611. 31 l. 374- 322-323
377. 381-382, 38311, 384. 38411, 385. 386, 387. Don Quijote. 32. 33. 3311, 390
413-414, 444. véase ta111bié11 Paraíso de Crislo Donoso Cortés. 31 l 11
cueslión femenina, 34. 35-36. 89-90. 120. 132- "2 más 2 igual a 5", 252
133 , 154, 194, 322.336, 353 Dostoievski. /\ndrei , 330, 437
cultura europea en Rusia. 63. 64, 76- 77, 87. 138. Dostoievski. Anna Grigoryevna (segunda esposa
140. 210. 266-267. 299-301. 303-304, 395 . de FMD). 12011, 32011
398. 419, 431. 434 Dosloievsk.i. Feodor M.ijáilovich:
Chernishevski, N. G., 23. 33. 56-57. 5711, 67. 74, actitud hacia los judíos. 131 - 13211, 27711; adm.ira-
80, 8711, 8911, 91, 104. 109-111, 114- 116, 121 , ción por Herzen. 48-49, 244, 246-249; aventu-
128-129. 12911, 130 134-147 pmsim, 154, 166. ra con Súslova. 322-327. 333-344, 352-353 ,
182-183. 187, 190, 194, 199, 200-204, 20311, 372; carácttr supersticioso, 331; creencias reli-
206-208, 211-212, 213. 214, 220-221, 213, giosa.<, 21. 8211. 373-389; encuentro con Her-
214, 220-221, 223-224, 22311, 225, 245. 248, zen (Italia). 350-353; encuentro con Herzen,
265-266, 295-297, 358, 359-360, 364. 380, (Londres). 244-248, 24511; fama literaria, 41,
392-3 93. 396, 404, 406-407, 445. 449, 450- 65, 133. 186. 244. 274 , 278; francés , cono-
451, 452-453 , 455-457; hisloria de sus publi- cimiento del. 308; juego, 237, 327-333, 342-
caciones. 359-361; y el idealismo sentimental 243 . 353; lecturas públicas, 35-36, 186, 188-
de la década de 1840, 370; su influencia. 359- 189; opiniones políticas, 11 , 22, 142-143 , 170,
360, 36011; una respuesta de Padres e /1ijos, 178. 185-186. 191. 196. 167-168, 390, 417;
361 ; suefio sobre el futuro. 363-365; ¿No ha prejuicios anti-católicos. 240, 243-244, 340,
empez.ado ya el cambio ?, 126-129; El pri11ci- 346, 347; viaje a Europa e n 1862. 1 l. 233-244;
ÍNDICE ANALÍTICO 471

viaje a Europa en 1863. 319. 327-354 passim; 295; Dimitri. 69. 294. 295. 381; Feodor Kara-
vida en prisión, 21-23 , 53. 57. 64; opiniones mázov , 122; Grigori , 90; lván , 38411, Leyenda
sobre el arte, 72, 108. 110-122. 123-132; sobre del Gran Inquisidor, 326, 466
los europws y la cultura europea. 83-85. 103. H11111illados y ofe11didos. 24, 43. 83. 95,
238-240. 298-309. 311-312. 467; sobre la 148-174, 207. 274, 27411, 394. 434, 439; alu-
familia y el matrimonio. 380-381; sobre la siones tópicas. 153-154, 155, 156. 170-171;
irracionalidad humana. 21. 24. 107 . 108. 164. egoísmo, tema del, 159. 160, 161-163, 164,
165. 167. 297. 313-315. 332. 333. 391. 396; 16511, 166; eslructura narrativa, 151-153. 159,
sobre el significado de la vida humana, 373- 162. 173; perdón, tema del, 154, 160; reacción
374, J/8-380, 381-382, 414 ; sobre la psique en su época. 153- 154; romanticismo ingenuo,
humana . 21-22. 55-57. 107-108 , 136. 168. 158-160, 162. 165. 169, 173; social-h umani-
313. 40'.l tarismo, 155 . 158 , 163 , 164, 166; Alyosha,
OBRA (en general): 150. 160-162 , 169-170, 171-172; ljmenyev ,
dialéctica de la vanidad, 302. 420-421. 422- 151-152. 157-158. 159-160 , 162; lván
424, 425. 432; escatología ideológica . 55. 315. Petróvich. 150-154. 156-158. 161 - 166. 168-
377. 394-395. 433-434; forma skaz. 293; 169. 16911 . 170. 172-173; Ma.<loboev. 152.
humanismo, 92-93. 158. 276. 376, 396; ironía 156. 162, 169; conde Nainsky. 152 ; Narasha.
invertida, 301 , 303. 314. 406. 433; lec1or/in1er- 150-152; 154. 156. 157, 159-162, 168 . 16811.
locutor imaginario. 55, 83. 85-87. 141. 301. 172-173; Neily. 151 -153. 161-162, 16'!. 171;
434-435n; rea lismo fan1ás1ico , 96-102. 128; Nikolai Serg eev ich. 151. 156; prín cipe Val -
sadismo. 167-1 68n; véanse ta111hién eslavófi- kovsky. 122. 151 -164 passim. 1651111. 165-170.
los. hombre de la década de 1840. hombre de 17111, 173 . 315. 410. 432
la década de 1860. occidenlalisla.< El idiota. 99. 104. 124. 374. 387. 436. 463;
OBRA (individualmente): lppolit. 126; Mishkin. 34. 171-1 72. 239; Nas-
La aldea de Stepm1chikovo. 41. 46. 158 . lasya Filippovna. 170-1 72
162. 394. 41 8; corond Rostanev. 72. 158; Fo- l/11 jol'en i11rnlto. 99. 104. 124. 247-24X,
má Fómich. 158; Vicloplyasol'. 91 467
Apuntes de invierno so/ne i111¡1resimll'S de El jugador. 328. 338-349 passim
vermw, 24 . 230. 234-235. 242. 244. 250. 255. Netochka Ne:.v1101't1, 20. 36
298-315. 361. 363. 368-369. 369n. 387. 395. Notas de la casa de los muertos, 24. 35. 41.
406. 414-415; paralelismos co11 Notas desde e/ 51-58 . 90. 11 3. 186. 188. 201-202. 22S. 245 .
subterrál!eo,298-304 ¡)(lssim. 313. 314-315; 255. 257. 261. 274-297. 27411. 293n, 363. 375.
véase también Palacio de Crislal 379. 439. 445-446. 459. 461; su censur;i, 52-
Un asu1110 e11ojoso, 258-261. 451 54; estructura narrnriva. 279-2 87 , ~; énero.
"Carta.< sobre el arre". 111 2741!, 275. 278. 285; historia de su publi-
El cocodrilo, 439. 441. 451-457 cación , 51-52. 57. 27411; su ri gor h1stórico,
"ll11a confesión" '. 369 275-276; "Suplemenro". 54-55, 57. ú 1. 315; d
"lln corazón débil". 72. 96. 98. 100 águila herida. 290. 29311; Akim Aki11 ,ich. 281;
Una criatura be11igna, 47. 373 editor-narrador. 279-280. 294; esce11.1 del ha-
Crimen y castigo. 47. 65. 106. 10611. 170- iio . 289; espo.<o de Akulka. 291 -2' ":i . 29311;
171n, 261 , 270. 288. 29). 333, 345, 359. 463; Fil ka Morozov. 292-293. 29311: Gnr:-.mchikov,
Katerina lvanovna. 320; Luzhin. 457; Raskól- 280-281. 282-283. 29311; llinsky. ~ <) 4 ; Mijai-
nikov, 51 . 227-228. 270- 271. 333. 363. 432. lov, 182. 28111. 293; Nastasya lvan » vna. 296;
457 , 467. 468; Razumijin. 295; Sonia. 51 . 432 ; Suslúlov. 291
Svidrigailov. 105. 122. 134. 168 Notas desde ,,¡ subterráneo. 12. 24. 88 ,
Diario de u11 escritor. 124. 154. 165n. 196. 106. 107. 122. 134-136. 148. 16911 269. 297.
35 l, 452; muzhik Marcy. 254 323. 348. 370-372. 375. 382, 38'! . 3'!0-435.
El doble, 19. 98. 101. 348. 369. 467; Gol- 391-392n, 39711, 398n, 409-41 011. 438. 440,
yadkin. 19. 72. 1Ol. 348. 369. 468 442 . 444. 44411. 447. 456, 46 3; .ou ce nsura,
Los e11demmiiados. 47. 124 . 130. l 80n. 368, 371; esrruclura narrativa. 390, 399-400;
187 , 189 197-198 . 211. 261. 371. 463. 467 ; su gestación. 365-370. 3691m; polémica contra
Kiríllov. 137; Lembke. 211. Shatov. 137. 336: el egoísmo racional. 393-394, 39'!-4 13; reac-
Stavroguin. 86. 105. 122. 137. 168. 249. 336; ción en su época, 391. 435; sátira del social-
Pedro Verjov cnski. 359. 433 ; Stepan V er- humanitarismo. 417, 41 9-420; Apolonio. 429,
jovenski, 131 , 18011. 4 33 430; el gallinero. 414-415; ei·hombre del sub-
Los her111anos Kara1111i2ov. 106. 12211. 257. terráneo, 55. 87. 101. 136. 173. 304. 313. 314.
472 ÍNDICE ANALÍTICO

333. 349. 366. 369-370. 375. 390. 39111, 392, emancipación de los siervos: Féase campesinado:
391-39211, 393-433 ¡>assi111. 442-444, 466; el emancipación de los siervos
hormiguero. 301. 313. 411-412. 415; lec- Emerson, Ralph Waldo. 298
tor/interlocutor imaginario. 404. 406. 433; Engels. Friedrich. f .a situación de la clase obrera
Liza. 173, 393. 417, 419. 423. 428 -432; el mal en Inglaterra. 131. 306n-30711
del hígado, 301. 314; la ni eve derretida, 417; Época. La (publicación). 59, 78, 292, 344, 357-
Setochkin. 369; l'éase ra111hié11 Palacio de 358. 365. 367-368. 371-372, 395, 436-443,
Cristal 44411, 448-451. 458, 460-462, 463
U11 pequetlo héroe, 41 E.<cuela Nacional. 21, 141
Pobres gentes, 19, 97. 141. 149- 151, 154, e.<lavófilos: .<u ideología. 48, 49 , 60-62, 63-64,
155. 164. 244. 261, 274. 370. 394; su uso en 70. 138. 346-347; y Dostoievski, 81-82, 142-
Hu111illados y ofe11didos, 155-156. 160. 169; 145, 177-178. 344-345 . 346-347, 34711, 38311,
De vushkin, 72 440-441
Pobmkov, 406n, E.<paña. 99. 115
"El sefior -bov y la cue.,tión del arte". 11 (\ Estados Unidos. 249. 408
··EJ sefior Projarchin". 101 Europa, 48. 61. 63. 73. 105, 123, 130, 145, 183 ,
" El señor Schedrin o un cisma e ntre los 201. 207. 233-235. 250. 298-304, 306-309 ,
nihilista., ... 442, 447-448. 450-451 311. 31111. 334. 345-34711. 349. 352, 422, 440,
"Sobre el crimen". 228 455.462,465
"Socialismo y cristianismo". 463-465 Evgenyev-Mak,imov, V .. Sovreml'miik pri Cher-
El sueíio dl'i río. 41. 394. 425 11yshevskom i Dohry11/ml'e, 8911. 450
El .<111'!10 d" un /um1bre ridículo. 467 Estrella Polar. !11 (publicaci ón). 125
Utilidad v 111oml. 129 existe.nciali smo. 72. 390
"Vida de un gran pecador". 377 ex1m'!s ionismn. 390
Visiones ¡Jefershurguesas en verso y e11
prosa, 83. 94- 103. 154 Fagles. Robert. 14
Dostoievski. María Dim.itriev na (primera esposa Farina . .lean-Maria. 237
de FMD). 37. 46. 76. 198. 234. 320. 32011. Fausto. 390
321. 324, 328. 331, 336. 343. 354, 367. 370. Favre, .Tules, 240
372.373.389.436,458.45811. 45<).462.465 Fenichel. Otto. 329-330. 331
Dostoievski. Mijafl Mijáilovich. 20. 29, 30. 37, Ferguswn , Franci.,. 7. 13
38, 42-43, 46. 59-60. 69-70. 75. 82. 149 . Fet. A. A., 288; "Diana". 117-119, 122
185, 203 . 205. 206. 231. 237. 250. 266. 273, Fwerbach. Ludwig . 114. 378; La esencia del
324, 328-33:. 342-344. 357. 358. 365. 367- cristianismo, 192
372. 436-437 . 438 -439. 442-443. 458-460; Fichte . .lohann Gottlieb. 466
obras periodísticas, 46. 47; sobre Ostrovski. Fondo Literario. 31-32. 34. 132. 186-187, 327,
49-51 436; veladas literario-musicales, 187-192, 200
Dostoievski. Nicolai , 438 Fonvizin, Denis. 267. 302; Carlas des(ie Fmncia,
Dowler, Wayne. 5911 298.303
Druzhinin, A. V .. 34. 87n Fonvizina, Natalia. 377
Dryzhakova, El ena . 245n Fourier. Charles . 33. 31 ln, 363, 409-41011, 442,
Dudyshkin. S. S .. 112. 137-138 447. 542-543
Dumas, Alexamkr (hijo). 239 fourierismo. véase socialismo utópico
Dumas. Akxander (p~dre). 126. 140 Francia, 104. 195. 234. 238. 241. 271 , 299, 302,
Durov, Sergei. 32; l'éase también Palm-Durov, 304. 308. 3 14. 327. 391-392n; París, 215, 234,
Círculo de 23¡ :1s. 241-242. 254. 256, 300. 304, 3os,
Edad de Oro de Grecia. 467 319-320. 323. 327-328. 330, 333, 335, 339-
egoísmo. 21. 23. 91, 138, 167 . 169-173. 257. 296. 341. 350. 353-354.435
30711, 312. 314. 315. 331. 375-378. 384n. 385- Freud, Sigmund. 329. 390
395 passi111. 419, 420. 422. 428 Friulender. G. M.. 34n. 35n, 47. 4711. 4811, Sin,
egoísmo racional. 213. 313-314. 332. 340-341. 113n. 113-11411. 12411
361-363. 392; l'éase ra111bié11 Dostoievski:
Notas dcsdl' l'i .wbrerrá11eo Gaceta de Moscú (publi cación). 272
Eichenbaum. 13 ori.,, 286 Gacela de Sa 11 Pererslmrgo. La (publicación). 94.
e mancipaci ó n 1le la muj er. véase cues tión fe- 205. 358
menina Gadamer. H. G .. 39811
ÍNDICE ANALÍTICO 473

Galileo, 267 Herzen, Alexander, .Tr .. 350-351, 41211


Garibaldi, Giuseppe, 98, 468 Herzen, Oiga, 351
Garnett, Constance, 15, 258n Hick, John, 388, 388n
Gaskell, Elizabeth, 105. 106. 106n Hildehrand, Bruno. 130
Gautier, lhéophik. !05n Hildebran<l, Gregorio, 31 In
Ge, N. N,, 443 Hirsch, E. D., 398n
Gerschenkrov. Alexan<ler, 45511 Hoffrnan, E. T. A., 97, 107-108, 151, 330
Gesernann, Wolfgang, 17 ln Holhein, Hans, el Joven 124
Gieroglifov, A., 52. 58 Hollander, Robert, 14
Giusti, Wolf, 73 Hornero, 377; La Jlíada, 117, 119
Gleason, Abbott. 181, l8ln hornbre de la década de 1840, 22. 32, 79, 91-93,
Glinka, "Kamarinskaya". l 88, 190 131, 194-195. 213-214, 217, 401-402, 412,
Godwin, Williarn, 359 418-419. 424. 432; véanse también eslavófi-
Goethe, 76- 77. 225. 34711; Wilhelm Mei.He1"s los, occidentalistas
La/11jahre, 150 hombre de la década de 1860, 22-24, 33n, 57,
Gógol, Nikolai, 70, 87. 97, 111, 118n, 125. 138. 112, 130, 147-148, 178-179, 199-208 passim,
155, 434-435n; El abrigo, 394, 423; Las almas 227. 401-402. 406-407, 412. 433, 45611; su
muertas, 257; Diario de un loco, 250n. El ideología, 24, 56, 146, 455, 455n, 456-457,
Inspector gmeral, 34-36; ú1 nariz, 451-452; 463; opiniones de Dostoievski acerca del, 23-
Perspectiva Nevsky, La, 243 25. 59. 78-81, 87-90. l 17, 136-137. 147-148,
Golitsyn, príncipe, 360 178, 251-253, 366, 440, 451. 456, 456n, 457,
Goldstein, David, 13 ln, 277n 464-465
Gorodetsky, Nadejda. 82n Houghton, Walter, 306n
Gran Ruso, El (volante), 182, 183, 194 humanitarismo, 97, 105, 139, 155, 256-258, 378,
Granjard , Henri, 215n 392, 417, 419-420. 433; véase también Dos-
Granovski, T. N .. 212 toievski: Notas desde el subterráneo
Greenberg, Harvey R., 329
Griboyevod, La razón datla , 303 idealismo (movimiento filosófico), 23, 160, 263-
Grigorovich , D. V .. 127; "la escuela <le la hospi- 265, 309, 345, 383,412
talidad", 213-214 individualismo, 146, 227, 271, 306-312. 387, 422
Grigoryev, A., 391-392 Inglaterra, 184, 244, 262, 263 , 271, 461, 466;
Grigoryev, Apollo, 59, 62, 65, 68-73, 73mz, 76-83 Londres, 48, 8911, 125. 182, 214, 235, 240,
passim, 144, 148, 177, 181. 209, 255, 435. 242, 244, 247, 305-306, 306n, 307, 334, 364-
442, 443; El desarrollo de la idea de naciona- 365; Manchester, 105; río Tárnesis, 242
lidad en la literatura rusa, 138; Divagaciones lreneo, San, 388
literarias y espirituales, 69, 441; Dos egoís- irracionalismo, 72
mos 70; "Las paradojas de la crítica orgáni- Isaev, P. A. (Pasha). 234, 331. 349, 352, 367,
ca", 69 436.458n
Grossrnan. L. P .. 10611, 18 ln, 249. 24'.in Italia, 130, 233, 234, 250, 327. 334, 336, 338,
339. 341; Florencia, 250-251, 253 , 256; Géno-
Harnlet. 32. 33. 91, 390. 401-402. 442 va, 250. 345; Livorno, 247-24811, 345. 350-
Hawthorne, Nathan.iel, 298 352; Nápoles, 246-248n, 250, 254, 349-352;
Hegel, G. W. F.. 66, 67, 76. 345; Historia <le la Roma, 122-12311, 250, 254. 339, 343, 345 ,
filosofía. 67 347-350; Turín. 250, 331, 343-345 , 350, 353;
Herzen, Alexander, 48, 49n, 61. 61n, 65. 67. 68. Verana, 234
73n, 75, 81-82, 88, 91-93 , 123. 131-132. 143, lván el Terrible>, 8511
144, 182-183. 192, 194. 211. 212n, 214. 238, lvker, Barry, 167-16811
239. 241, 24ln, 242, 244-249. 247n, 271. 279,
307, 308, 334. 343, 346. 350, 351-352, 365, .Tack•on, R.L., 13, 168-168n, 282
375, 412n; Cartas a 1111 adversario, 35 l; Car- Jakobson, Roman, 118-11911, 298
tas de Francia e Italia, 241, 298; Desde la James, Henry. 298
otra milla, 247, 247n, 412; Fines y principios, James , William. 22, 461
307, 31ln, "¡¡¡Muy peligroso!!!", 89n; Mi pa- Janácek, Leos. "Casa de los muertos" (ópera),
sado y mis ideas, 278; Los supe1jluos y los bi- 29311
liosos, 89n, 214, 245; véanse también Cam- .leraskov, Mijaíl M., 85n, Rossiada, 84-85, 85n
pana, La, Prensa Rusa Libre. Estrella polar, La Jesucristo. véanse Cristo, Paraíso de Cristo
474 ÍNDICE ANALÍTICO

Job. l'éase Biblia: Antiguo Testamento Luis Felipe. 346-34711


Jomyakov. A. S .. 82. 302-303. 30311, 351 -3 52 Lvov. F. N .. Recuerdos de Siberia, 282
Juan de Damasco. 388
Juan. San. 382 Macaulay. 111oma.,, Historia de Inglaterra, 49
Maikov. Apollon. 30. 34. 36, 38. 39. 45. 7311, 79,
Kabat, Geoffrey C.. 30711 367
Kant. Emnrnnuel, 345. 379. 382 Maikov. familia, 38
Kante mir. A. D .. 267 Maikov, Valerian. 119. 364
Karámzin , N. M .. 141. 144: Cartas de 1111 viajero Malthus , 111oma.,, 270
ruso, 236-237. 240. 298 Ma11fredo, 425
Kátkov, Mijaíl. 120- 121. 140. 212. 214 . 221- Mann . Thomas. La 111011/aña mágica, 28511
22211, 224. 267 , 272. 319, 443; polémica con Marcos, San (evangelista). véase Biblia: Nuevo
Dostoievs ki . 133-137; l'éase ramhié11 Me11- Testamento
sajem Ruso, El Marlowe, 332
Kaulbach . Guillermo de, 236 materialismo. 23. 56, 67. 262-265. 304-307. 386.
Keats, John. 388, 38811 391-392
Kierkegaard . Soren. 72; Temor y temhlor. 390 Mayakovs ky. V. V .. 11811
Kingsley, Charles. 30611 Máximo,.¡ Confesor. 38311
Kireevsky. lván , 82, 34611, -34711. 38311 Mazade, Charl es Je. 273
Komaróvich. V. L. 393-395 Medem. barón. 53-54
Konstantin Nikolaevich . Gran Príncipe. 35 Melnikov-Pechersky. P. L. 156
Korvin-Krukovskaya, Anua. 462 Memajero de Libros, El (publicación), 288
Kostomarov, Vsevolod, 182 Memajero de MosclÍ, El (publicación). 39
Kovalevsky. E. P., 189 Mensajero Ruso, El (publicación). 120. 133-134,
Kozmin . B. P .. 20011, 455 137. 142. 212. 228, 268. 359. 445-446
Kraevski , A.A .. 34, 42. 103 . 454; i·éase raml>ié11 Miguel Ángel. 289
Noticias de la Patria Mijailov (estudiante revolucionario), 187-189
Krasnov, G. V .. 18811 Mijailov, M. L. 133. 182-183
Krestovs ky . V. V .. 39, 45. 236 Mijailovsky. N. K .. 21 l; "Un talento cruel". 167-
Krupskaya. Nadezlina. 36011 16811, 391
Kuróchkin . V. S .. 187. 190 Mil y ww noches. Las. 115
Kushel ev. conde. 69 Milton . John. 389
Kúskov, Platón. 20') Mili. J. S .. 133
Miller. Orest. 4511
Lacen aire. Pierre-Fran9ois. 104- 105. 10511 Milyukov. A. P., 29. 30. 43-49 passim. 79. 277
Lacios . Cho<l~rlos de . 151. 167. 391-39211; Les Milyukov. Círculo de , 44-46. 76. 321
Lia.wms da11gereuses , 164- 16511. 167 Mináev. D. D.. 45-46, 83 . 94. 95. 95-9611, 103
laissez-faire económico, 131. 134 Mochulski . Kon,,tantin. 160, 284
Lammenais . F. Robert de . 363 ; Palahms de un Mogilyanskii , A. P .. 5211
creyente, 44 Montalambert. conde. 31111
Lampert, E .. 5611 Monnier. Henri. 308
Laplace. Pierre-Simon. 267 Mornel. Dani el. 391-39211
Lavrov, P. L. 66-67 Mundo Ruso (publicación). 51-52. 53, 58, 27411,
Ledru-Rollin. A. A .. 302 28511
Lenin. V. L. 360. 36011 Muraviev. Nicolás. 30
Lermontov. M. Yu .. 87 . 336. 340; El d1'11umio . Napoleón. 85. 101. 271. 345. 346-347. 407. 42511
340; Mascarada, 427; véase también Pechorin Napoleón III. 308. 408
Léskov, fody Macberh de Mtsensk, 291-292. 441 Nazirov. R. G .. 16511
libertad , l'éase psique: ne.ce., idad de sentirse libre Nechaeva. V. S .. 11. 5111, 78. 7911, 13211
literatura "acu.,atoria". 87-88 Nekrásov. N. A .. 19. 38 . 4!. 42. 8711, 8911, 109,
Lituania, 271 187. 189, 190. 212. 215. 235. 266-267. 328,
Lomonósov. M. V .. 267 · 360.418. 428. 430.445
Longfellow, H. W .. Poemas .whre la <'.« ·lal'itud, Nicolás, l. 29. 42. 11311. 294, 374
182 Niebuhr. Reinhold. 263
Lorrain. Claude. "Acis y Galat ea". 124. 467 Nietzsche. Friedrich. 170-17111, 228, 390, 392,
Luis XVI. 101 397
ÍNDICE ANALÍTICO 475

nihilistas, 74. 80, 213, 221-223. 271, 359, 366 perdón. 147, 152. 160. 431; véase• también Dos-
Nikitenko, A. V., 319 toievski: H11111illados y ofcwlidos
Noticias de la Patria (publicación). 109. 111-112, Peri eles, 1O1
137, 140, 142.255 per.•onalidad. véanse egoísmo, egoí.•mo racional,
novela anti-nihilista. 359 psique
novela-fo/letón, 24. 96. 141. 150-153. 155, 158. Petrashevski, Círculo de, 29. 32. 39, 44. 47, 69,
162-163. 173.27~434 70, 170,202, 244, 282,417
novela gótica. 24. 151. 174. 434 Petrashevski, Mijaíl, 45, 110
novela libertina francesa. 167 Pétrov, Anton. 90. 180, 18011, véa.w• también Ru-
sia: Bezdna, masacre de
Oblomov. 92 Pirógov, N. l., 147
Obrúchev. V. A., 182. 187 Pisárev. Dimitri, 146, 222, 225-228. 230-231 ,
occidentalistas (grupo ideológico ruso), 30, 48, 271 , 441 , 445, 455. 455n. 456. 456n; "Esco-
49, 60. 63. 67, 68 , 133 . 151. 155, 167. 171. lasticismo en el siglo XIX" , 222n; "Flores de
172, 188, 221. 284, 290. 291. 293, 29311, 296. humorismo inocente", 447
297, 327, 343 , 352; y Dostoievski, 67. 92-93. Pisemski, A. F.. 12. 34. 36. 39. 71, 127, 358; Un
134. 141-144, 210, 278 amargo desti110, 50; Lo.~ mares tormentosos,
Ogárev, Nicolai, 192, 211, 248; "El cuento de un 12. 358-359
oficial de estación", 125 Plejánov. G. V .. 36011
Oneguin, 91, 139 Pleshcheev. Alexei, 32. 39, 41, 79, 130, 182
Opi11ión Nacio11al, ÚI (periódico francés). 339 Pochven11ichestvo, 59-60, 62-63, 74, 81, 110,
Orígenes. 385n 177-178.262. 268. 319,439, 442.450
ortodoxa orien tal, fe. 73, 8211, 118-11911, 347. Poe. E. A .. 106-108; The Black Cat, 107; The
352, 376. 383, 38311, 385n, 388. 391; Raskol. Devil i11 rhe Rl'lf1y, 106; Th e Tell-Ta/e Heart,
62-63, 267; raskol11iki, 63. 90. 180 107
Ostrovski, A. N., 49. 70, 88. 127; La telll/l<!stad, Pogodin. M. P.. 79. 81
47,50 polaco. levanl amiento. 270-271 , 347, 451
Otelo, 292 Polonsky. Ya. P.. 36. 69. 233
Otto, Rudolf, The Idea ofthe Holy, 142. 16411 Pomyalovsky. N. G.. Esbozos del semiluirio, 266
Poretsky, A.. 439
Pablo, San, 381 Praz. Mario, 168
Palacio de Cristal (Londres). 305. 364; en A¡m11- Prensa Libre Londinense, 49
tes de invit~1no sobn' imprt'SÍ01ws de verano. Prensa Rusa Libre, 49. 182
305. 30611, 314; en Notas desde el .rnbterrá- Proffer. Carl. The Unpublished Dostoievski, 13011,
11eo, 382, 409-412. 414. 415; en ¡Qué hacer?. 27411
364, 382. 408-409. 409. 41011, 446-447 Prondhon, P. J .. I '.\ 1, 302. 38411; Systeme eles co11-
Palabra Rusa. ú1 (publicación), 146, 207. 222. 1radictio11s économique.~. 383-384
225. 271. 441 , 445-446, 447. 450. 453 . 455. Przybylki. Rys7.ml. 38311
456 psique: impulsos irracionales, 21 , 24, 72. 107. 167,
Palm-Durov, Círculo de. 44. 48. 142 301, 312-313. 396; nece.•idad de sentirse libre,
Panaev. l. l., 8711, 95, 9511, 103. 109. 244 22. 24. 53-57. 67, 104, 136. 302. 313-314. 363,
Panaeva. Avdotya, 38 369. 402, 408. 410-411, 41211, 433. 461
Panteleev. L. F .. 35, 3511, 189 Pushkin. A. S .. 70. 84. 111. 113. 137-138. 217,
Paraíso de Cristo. 378, 387 220. 267. 449; El caballero avariento. 99. 102,
Pascal, Blaise, 17, 379 348; El disparo. 427; Eugime Onegin. 137-
Pa5cal. Pierre. 28511 138. 139 ; La hija del capitán , 70-71; RI jinete
patricio-liberales, véase hombre de la década de de bronce, 100. 11811, 418; "Noches egipcias",
1840 120. 122. 123. 132· 133 , 134, 137. 410; "El
Pávlov, l. (L. Optukin), "Oriente y Occidente en poeta y la muchedumbre.", 120n
la literatura rusa". 49 Putyata. coronel. 20 l. 203
Pávlov, Platón. 35. 186-188. 189-191
Paxton, sir .lo.•eph. 139 Quatrefages, Jean-Louis. The U11ity of the l/u11ui11
Pedro, San, 346 Race, 45611
Pedro 1, el Gra11de, 50. 62, 70, 85. 180, 299. 395;
sus reformas , 62. 145, 262 Racine. Jean, 117
pena capital. 47 Radcliffo. Ann. 233. 302
476 ÍNDICE ANALÍTICO

radicales, véase hombre de la <lécada de 1860 Semipalatinsk, 234. 458. 45811


Rathburn. Robert G., 39711 Siberia. 11. 20. 29-37 passi111. 55. 7311, 88,
Razin. A. E .. 79. 81 , 209 98. 105. 108. 110. 115, 124, 135 , 140, 150,
raz11ochi11tsy, véase hombre de la década de 1860 182-183 . 186. 20311. 210, 223. 245. 247, 249,
razón, la , y sus límites. 66. 73 . 163-164, 167. 301. 257. 279. 282. 294. 296, 321. 390, 425, 427,
312.396.403-406,424 446. 451-452
Renan. Ernest. 464; La Vie dt• Jésus, 46411 Tver. 46. 198
revoluciones de 1848. 61. 183 . 188, 194. 440 Ucrania. 271
Revolución francesa. 117. 195, 240. 309 Vologda. 209
Revue des Deux Mo11des (publicación). 273 Vladimir. 328. 354
Riasanovsky, Nicholas V., 34711
Rin, río, 237 Sade, marqués e.le. 121. 151. 164-16511, 167 167-
Ristori. Adelai<le (actriz), 94-95 16811. 391-39211. Justi11e 167-16811,
romanticismo ingenuo. 97. 364, 424-425; véase Sadoul. Georg es. 10511
tambié11 Dostoievski: H11111illt1dos y ofe11didos Saltykov-Shcheclrin. M . E .. 8011, 88. 127. 156,
Rose nblyum. L. M .. 167. 19911. 20711. 44411 260. 268-270. 435. 442. 44411. 445-448, 450;
Rousseau. J. J.. 151. 240. 391-39211. C111ifi.'s.<io11s. Bosquejos provi11ciales , 87 . 8711. 268. 445;
165.240 "Como gustéi.<''. 443; "Feclya-Satisfecho de sí
Rozanov, V. V .. 326-391 mismo" . 269 ; "Las golondrinas. ". 443 . 448.
Rubinstein. A111on. 187-188. 190 450
Rumania: Kronstadt. 185 Samarin. Yuri. 198. 351
Rusia . ¡wssi111; carácter nacional. 22-23. 46. 48. Sand. George. 87. 302. 418. 430
49, 50-51. 61 -64. 69-70. 83-84. 137-139. 209. Sardou. Victori cn. 239
210. 291-293. 299-300. 387. 468; cultura. 22. sátira me nipea. 434-43511
so. 60. 70-71. 78-88. 117. 135. 140. 145. 177. Scott. sir Walt er. 61
183- 184; papel histórico 111undial. 12, 56. 63- Scribe. Euge.ne. 239. 24111
64, 73, 8211. 86. 134, 183- 184. 245. 262. 300. Schelling. Friedrich. 67. 72. 466
307. 308 . 314. 346. 347; véanse ta111bié11 es- Schevchenko. Taras. 36
lavófilos. hombre de la uécaua de 1840. hombre. Schiller . .l. C. F .. 46. 97. 165. 466; Die Goller
de la década de 1860 Grieche11la11d<. 46; Kabale 1111d lieve, 151
Bezdna . 180. 181 . 182. 184. 187. 210; "scltillerismo' ', véase roman1icis1no ingenuo
masacre ue, 180. 187 Schmid. Wolf. 39111
el Cáucaso. 427 SC:iopenhau er. Arthur. 343
Kazán , 144. 180-181 Schui><:rt. Franz. 188
Kiev. 35. 144. 186 Serno-Solovievich. Nikolai , 207. 249
lago Ladoga , 39 servidumbre. véase campesinado: servidumbre
MoscÍI. 37. 39. 41. 70. 85. 144. 165-16611, Shakespeare. William. 130. 233 . 389, 427
179, 182. 207. 207n, 271. 279. 351. 354. 358. Shaw. J. Thomas, 15
367-368. 372.436-438.459 Shchápov. A. F .. 180-181. 18111, 334; Ú1 rierm y
Nikolaevski. 29 el cisma, 181
Ode.<a, 32 Shelg(mov . N. V .. A la generación joven, 183-
01mk. 276 184. 187-189 passim. 19311, 194, 209
Orenburgo. 79. 255 Sheremetev. conde. 322
Pem. 132 Shéstov. Lev. 392. 394
Pa vlovsk. 436-437 Shevchenko. Taras. 35, 36
Rusia Blanca, 271 Shidlovski . l. N .. 69
San Petersburgo. 20-43 passi111, 44. 67, 79. Shklovsky. Yictor. 281. 285-286
88. 94. 95. 98. 100. 103. 151-153. 165-16611. Shtaken.<cheider. Elena. 36. 3611
179. 182. 186. 191. 192-207 passim. 209. 212- Shubert, Alexanc.lra. 37-41 passi111. 43. 52. 320
213. 217. 234. 236. 241. 245. 249. 254-255. Shubert. Mijaíl. 37
258. 266. 271. 279. 299-300. 320. 322. 327. Siglo, El (publicación). 133
343. 349. 353. 36~ 365. 368. 37~ 435-436; Silbato. El (publicación). 109. 135. 146. 269
439. 358. 460; en la lit eratura rusa. 418; incen- Skabichevsky. A.M .. 275
dios d~ (1862), 196-199. 202-206. 20311, 245; Skaftimov. A .. 394-395
Universidad de. 19 l. 322 S le ptsov. 20711
Sebastopol. 283. 286-287 Sluchevsky. K. K .. 229
ÍNDICE ANALÍTICO 477
Smith. Adam. 270 79. 80. 131. 131-13211. 133-134, 145-146. 265-
socialismo ruso. 48. 183- 184. 247. 267. 311 267, 272.
socialismo utópico, 44. 48-49 . .'i.'i-.'i6. 70. 87. l .'i.'i . Ti.:.rra y Libertad (grupo revolucionario). 201.
2.'i6. 309-31.'i. 3.'i9. 363-364. 377. 421. 46.'i- 207.209
467 tipos-caract eres en la literatura rusa. 19-20. 71-
Sociedad para la ayuda de bcritores y Sabios Ne- 72. 86-89. n. 121-123. 137-139. 155-156,
ce8itados. vcdsc Fondo Lirerario 363
Solovyev. N. l.. 441 Tkachev, P. N .. 78
Sou li é. Frédéric. l .'i3 Tocqueville. i\lexis de. 134
Speshnev. Nicolai. 21 , 30. 374 To<lleben. E. l.. 417
Speshnev ..'lx:iedad ,,ecrela de. 30. 44. 196 Todorov, Tzve1an . 413. 416
Steiner. Genrge. 174 Tolmáchev. Mme .. 133-134
Stendhal, 327 Tolstoi. León. 59. 71. 127. 140. 212. 251. 279,
Stirner, Max. 166-167. 167n, 221. 30711, El único 286, 291. 328; Infancia, juventud. 154; ¿Qué
y s11 pro¡Jiedad, 375 es el arte ! , 289; Relatos de Sebastopol, 154,
Stnwe, HaITiet Beecher, 359. 45611 278. 283. 28ú; Re.mrrecciá11, 418
Strájnv, N. N., 45-46 . .'i9. 60. 62. 65n. 6.'i-69. 75- Lragedia i8ahclina. ~32
82. 124/1, 131. 131/1. 14.'i-146. 14611. 185 . 19 1. Tunimanov. V. i\ .. 294
197. 203. 209. 222. 225 . 225n. 230. 231. 233- Tur. Evgenia. 14'). 15 7. 435
234. 237-244 /)(ISSilll, 2.'il-2)4, 255. 263-265. Turguénev. lváu. 32-33. 3311. 34-36. 41 . 49. 61.
26411. 270-273. 299. 3 19-320. 321. 327. 33 1- 71. 87n. 91. 113. 11311, 127 . 130. 155, 16711,
332. 344-346. 348. 358. 376. 382. 439-446 199. 211. 213. 214-215. 21511, 221-22211,
¡mssim. 4.'i9; Cartas acerca dl' la vida. 66; D<' 22311, 225. 233. 272-273. 279. 286. 288-289,
fas 1·erdades ell'mas, 66n, "Malos augurios". 307. 319. 343-344. 34~ 353. 359, 365, 439;
270-271; ''El .<ignificadn de la filosofía de He- Asy11. 91; Diario de 1111 hombre .rnpe1j7110, 401;
gel en nul'!stro tiempo". 45 E11 vísperas. 3311. 215; Losfm1t11s111as, 343-353
Strauss. David F.. 346-347n passi111. 365-3(17. 37 1. 441; H11111/et del distrito
Sue, Eugene, 9.'i-96. 153 . 418 ; Les Mysthes de de Shrhigrovsky, 139. 401: " Hamlet y Don
Pmú, 96. 151 , 155 Quijote''. '.12-34. 9 1; U11111t•s e11 el campo, 217;
sufrimiento, 51 , 55. 73. 162. 171-173. 209. 262- Padres e hijos. 197. 212-230 passim, 22311,
265.313. 386-387. 392.412-413.432 22911, 343. 344. 359. 361, 445 (Bazárov, 212-
Suiza. 235. 250. 344; lago 1le los Cuatro Can- 213. 216-231. 271. 323. 36 1. 363, 399, 441 ,
tones. 2.'iO; Gindxa. 2.'iü. 3.'iO; Lucerna. 250 456); Rl'l11tos de 1111 cazador, 278. 283. 286;
surrealismo, 390 R11di11. 3'.l. ')l. 139. 215
Súslova. Apolinaria. 41. 320. 32 1- 327. 32311. 331.
341. 343. 350. 352-353. 372. 43'.i. 436. 462; llspensky. J\i . V .. 123. 124 . 126-128. 12911 ;
Dl' 111m111<11to, 322; Diario. 322-324. 326. 333 - Grushk11. 127
349 ¡w.uim utilitarismo. 23 . 57. 310. 363-364, 366, 394
Súslova. Nadezhda. 322-323. 341 utopía racionalista, 56, 120-121. 363-365. 411;
Swift. .Tonathan. Gul!iver's Travcls. 396. 398; A doctrinas estéticas, 72. 111-1 20. 130, 220
Modest Pro¡){)sal. 397n
Valentinov. Nikolai. 36011
teodicea , 388 Vaticano. d . 339
Teodoro. Padre. 82. 82n Venturi. Franco. 11 ; Roots of Revo/11ti011, 11 , 179
teología de cri.<is, 390 Vergúnov. Nikolai. 336
Térese philosophe, 167- l 68n Vetrovskaya. V. E.. 12211
ThieITy, Augustin, 61 Viardot. Paulinc. 224. 343
Tiempo el (Vremya) (publicación), 42. 48. 49. 51. Vladislavlev. M. l., 13111. 198. 204, 320
58, .'i9-61 , 65, 69. 75-83 passim. 90. 94. 98 . vodevil franc és. 323
103. 113 passim, 123 , 145-146. 148-149. 177- Voilairé. 146. 240; f-Ie11ri11de, 8511
178 , 181 - 182, 184-185, 203-213 passim. 21011, Vovchok. Marco (María Markovich ). 110-115
225, 228. 234. 2.'i5-2.'i6. 261 -262. 264. 265- passim. 11 31111; Masha. 113 , 114
267, 268-270, 271-273. 274. 274n. 298, 300. Voz. La (publi cación). 452
307/1, 319-320, 322-323. 329-331, 334. 344,
357. 369. 395 . 419. 438. 439. 442-443 . 445. Walicki. i\ndr7ej. 143. 36011
450. 459; orientación id eológica. 58. 65. 78- Weinberg. Peter. 34-35. 133
478 ÍNDICE ANALÍTICO

Welleck, René. 434-435n Yakul:>óvich, F. N., 21011


Wienawski, Henrik, 187 Yanovski , S. D., 37, 38-40, 46
Williams, Raymon<l, 105
Woehrlin, William, 8911, 20In 7A1horova, R. B .. 32n
Wolosky, Shira, 388n Z1tlig. 434
Wrangler, A. Ye .. 279, 331 , 437-441passim,458- Zaichnevsky, P. G., La Joven Rusia (volante),
459, 458n. 462 192-207 passim. 193n. 200n, 207n, 245-246
7.1ionchkovsky, P. A. , 21011
Yakobi, V. !.. "A Hall of the Convicts" (pintura), Zaitsev, V. A., 271, 445-446, 447-448, 456, 45611
124-125. 275 Z1mnn1ín. l. !.. 278
ÍNDICE GENERAL

Abreviaturas. . ....... . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Prefacio . . . . . ....... . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Transliteració11 y textos. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Introducción. . ....... . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

PRIMERA PARTE
U11 tiempo de esperanza

I. El regreso del exiliado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29


11. "Un poco de libertad, un poco de independencia" .. . . . . .. 44
III . Un movimiento nuevo: pochvennichestvo. . . . . . .. . . . . .. 59
IV. En la pelea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. 75
V. Visiones petersburguesos. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. 94
VI. Una estética de la trascendencia. . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. 109
VII. Escaramuzas polémicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. 129
VIII. Humillados y ofendidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. 148

SEGUNDA PARTE
La époco de las proclamas

IX. Los primeros volantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 177


X. La Joven Rusia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 192
XI. Retrato de un nihilista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 209
XII. "La tierra de las sagradas maravillas" . . . . . . . . . . . . . . ... 233
XIII. El Tiempo: los últimos meses. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 255
XIV. Lo Casa de los muertos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 274
XV. Apuntes de invierno sobre impresiones de verano . . . . . ... 298

TERCERA PARTE
Poli11a

XVI. Una mujer emancipada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319


XVII. Un amante atormentado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
479
480 ÍNDICE GENERAL

CUARTA PARTE
La prisión de utopía

XVIII. La época .. .. ............. . . . 357


XIX. "¿Volveré a ver a Masha algún día?". 373
XX. Notas desde el subterráneo ...... . 390

Primera p<u-te, 399: Segunda parte, 417

XXI. El fin de Lo Época . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 436


XXII . "La vitalidad de un gato" . .. . . ... .. .. . ..... . 458

Este libro se terminó de imprimir en el mes de enero de


1993, en los talleres de Impresiones Especiales,
S. A. de C. V. Tierra Colorada 507 Col. Tierra Nueva,
México, D. F. 02130. Se tiraron 2000 ejemplares.
Monumento de la biografía moderna, sólo com-
parable a los trabajos de Painter sobre Proust y Edel
sobre James, la obra de Joseph Frank es considera-
da la más penetrante mirada sobre la vida de
Dostoievski. Si los primeros volúmenes de la serie
- Las semillas de la rebelión y Los años de prueba-
abarcan la formación literaria del novelista y las
consecuencias vitales de su actitud política, esta ter-
cera entrega retrata el afianzamiento definitivo d el
gran escritor ruso.
En diciembre de 1859 Dostoievski regresa a San
Petersburgo tras una década de prisión y exilio, con
un prestigio literario titubeante y una firme volun-
tad de redención. Entre 1860 y 1865 publicará La
casa de los muertos, Humillados y ofendidos y las Notas
desde el subterráneo, novelas clave que serán defini-
tivas en la concepción d e las obras maestras d el si-
guiente periodo. Pero el retorno a la fama y a la le-
galidad son para Dostoievski la ocasión de un severo
ajuste de cuentas. Desde El Tiempo, su tribuna perio-
dística petersburguesa, el novelista rechaza pública-
mente sus ideas radicales de los años cuarenta y
enfrenta a la brillante generación de 1860, acau-
dillada por el belicoso Chernishevski. En la hora
culminante del nihilismo ruso, Dostoievski combate
a diestra y siniestra y compite con el liberal Turgué-
nev que publica Padres e hijos en esos días, obra a la
que responderá años después con Los endemoniados.
Tiempo después vivirá su trance espiritual definitivo:
se enamora de su segunda mujer y confronta Occi-
dente por vez primera, viajando a París y Londres,
periplo del que resultan las Impresiones de invierno,
un capítulo particularmente rico en su vida.
El FCE, en su colección Breviarios, publicó de Mijaíl
Bajtín, Problemas de la poética de Dostoievski.

LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS


FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
"I .1' 1d,1 <''>l.í poi doquic1, 1,\ ' ida e.,1,í c11 110..,c>t10'> mi'>-
mm, no r11 <·I t''\lt'I ior", e-.n ihi<í Dmw1e,.,f...i a '>tt her m,1-
110, 11111H:cf1,11,rnwnte dr-.pué-. de c-.c,1p.11 ele l,1 tumba .
~u 1cg1(''><> c1 ,111 Petcr-,bu rgo en 1 59, trn'> die1 ai1o
de p11.,1611 \ exil io, representó un ca mbio d ra mático en
-.u \l<;rón -.oc1opolítica' un aflantamicnto clcn niti\'O del
C'> trlo que lo caracteri1.aría en u gra nde<; n o, e l a~.

l:.ntrc 1860 ' 1865 Do toicv~k i publicó l,a ca a de los


l lwn1Llados y ofrndidos MP111oria del ub ur/,o, obra
11111r1/01,

fu nclamc11 ta les en u novelí tica, puc retratan ·I rccha1.o


propio de MI'> a ntigua ideas rad ica les, Mt confront ación
con la brillame generación de 1 60 y ~u combate conLra
el ni h ifümo ru o. En la página~ de /)osloirvsl<i. /,a secur-
la dr la libemrión, I 60-1865 pre -enciamo el primer en-
cuentro con Occidente del e critor ru o ( u viaje a Pa rí
' Lonclrc ), a í como lo complejo acontecimientos que
desemboca rían en la drá tica reforma de u percepción
exi~tc nci a l.

J m 1· Pll FR' Ke profesor emérito el literatura comparada


en lfl niversidad de Princeton profe or emérito de lite-
ral ura omparada )' de lengua e lava en la Univer idad
de Stanford .

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