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DOSTOIEVSKI
JOSEPH FRANK
DOSTOIEVSKI
La secuela de la liberación, 1860-1865
Título original:
Dostoevsky. The Stír of Liberation 1860-1865
© 1986, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey
ISBN 0-691-06652-3
ISBN 968-16-3531-0
Impreso en México
Este libro está dedicado a
FRANCIS F'ERGUSSON,
querido amigo y mentor,
cuyas propias obras son modelos
de iluminación crítica
ABREVIATURAS
11
12 PREFACIO
J OSEPH FRANK
Princeton, N. J., abril de 1985
TRANSLITERACIÓN Y TEXTOS
I:immortalité de !'ame est une chose qui nous importe si fort, qui nous touche si profondé-
ment, qu'il faut avoir perdu tout sentiment pour étre dans l'indifference de savoir ce qui en
est. Toutes nos actions et nos pensées doivent prendre des routes si différentes, selon qu'il
y aura des biens éternels a espérer ou non, qu'il est impossible de faire une démarche avec
sens et jugement, qu'en la réglant par la vue de ce point, qui doit étre notre dernier objet.
Ainsi notre premier intérét et notre premier devoir est de nous éclaircir sur ce sujet, d'ou
dépend toute notre conduite.
(La inmortalidad del alma es cosa que nos importa tanto, que nos toca tan profundamente,
que hay que haber perdido todo sentimiento para caer en la indiferencia de saber lo que es.
Todas nuestras acciones y nuestros pensamientos deben tomar caminos tan diferentes, según
que haya bienes eternos que esperar, o no, que es imposible dar un paso con sentido y juicio
más que rigiéndola por la visión de este punto, que debe ser nuestro objetivo último.
Así, nuestro primer interés y nuestro primer deber es ilustrarnos sobre ese tema, del que
depende toda nuestra conducta.)
BLAISE p ASCAL, Pensées
INTRODUCCIÓN
1
Literammoe Nasledtsvo (citado en adelante comoLN ), 83 (Moscú, 197í), p. 310.
19
20 INTRODUCCIÓN
ficar la sociedad humana. De este modo, la cultura rusa entró en una fase
de aguda crisis; y el siguiente choque de vaXores, dramati.zado en la lite-
ratura rusa de la época, forma el marco indispensable dentro del cual de-
ben interpretarse las obras .de Dostoievski.
La iniciativa de Alejandro H fue redbida con sincera alegría por Dosto-
ievski, cuya propia malhadada actividad política había si.do inspirada por
su indignación contra las injusticias de la servidumbre; y en la inminente
liberación creyó que se realizaban Jos sueños de su juver.tud: el triunfo de
la causa que éi había pagado tan caro. Como la gran mayoría de la intelec-
tualidad rusa durante el periodo de "luna de miel" que precedió a la libera-
ción de los siervos en • 861, Dostoievski se volvió ferviente partidario del
zar liberador. Esta unanimidad aún prevalecía en gran medida cuando vol-
vió a la Rusia europea; y aunque se modificó drásticamente en los años
que veremos en este volumen, obstinadamente sigl!ió sosteniendo su anti~
gua lealtad; y así lo hizo durante el resto dle su vida.
Aunque la intelectualidad rusa se encontró tempornJmente unida en
apoyo del zar en este momento en favor de la liberación, algunas de las
fuentes de conflictos ulteriores ya se habían hecho visibles en las disputas
que surgieron por cuestiones filosóficas, estéticas y otras más abstractas
(todas ellas; desde luego, con implicaciones sociopolíticas) entre los viejos
literatos de la generación de 1840 y los "hombres nuevos" de los sesenta,
que surgieron a mediados de los cincuenta. A este grupo posterior, cuyos
priI¡icipales representantes fueron Nikolai Chemishevski y Nikolai Dobro-
lyubQ_v, la cultura rusa lo ha llamado el de losraznochintsy: los que no tenían
categoría o rango (chin) fijo en el sistema ruso de castas. Frecuentemente
hijos de familias de sacerdotes, como las dos figuras que acabamos de men-
cionar, la generación de los sesenta atac6 los elementos de idealismo ro-
mántico que aún subsistían en la cultura patricia-liberal de sus predeceso-
res inmediatos y remplazó tal idealismo por un materialismo general, una
ética de egoísmo utilitario y una ingenua fe en la ciencia y la racionalidad,
consideradas suficientes para desenmarañar las complejidades de la condi-
ción humana. Por la época en que Dostoievski reapareció en la escena lite-
raria, estos "hombres nuevos" habían ocupado ya un puesto de mando y
se habían ganado el favor de una devota cohorte de lectores jóvenes. Como
todos los demás escritores rusos ya establecidos, Dostoievski fue obligado
por ellos a definir sus propias ideas y valores: en su caso, más particular-
mente, a determinar la significación de todo lo que le había ocurrido en
los diez años anteriores.
Aun cuando las nuevas doctrinas que por entonces se proponían iban
24 INTRODUCCIÓN
UN TIEMPO DE ESPERAt~ZA
l. EL REGRESO DEL EXILIADO
1
E M. Dostoevsky v Vospominaniyakh, Sovremennikov, ed. A Dolinin, 2 vols. (Moscú, 1961), 1,
p. 195. Citado en adelante como VDS.
29
30 UN TIEMPO DE ESPERANZA
casado con él. 2 Después, solicitó autorización para retirarse del ejército
por motivos de mala salud; y aunque deseoso de retomar a San Petersbur-
go para reanudar su carrera literaria, también deseaba consultar a especia-
listas competentes de la capital para combatir la inquietante enfermedad
que tan a menudo lo menoscababa física y moralmente.
p. 579; 9 de marzo de 1857. Citado en adelante como Pisma. Para más detalles, véaseDostoevsky: The
Years of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983), pp. 215·216.
32 UN TIEMPO DE ESPERANZA
3
R. B. Zaborova, "F. M. Dostoevskii i Literaturnii Fond", en Russkaya Literatura, 3 (1975),
pp. 158-170.
EL REGRESO DEL EXILIADO 33
"don Q uijotes'', en cambio, eran los que habían muerto en las barricadas
europeas en 1848 (como el protagonista del propio Rudin, de Turguénev,
un Hamlet que se convirtió en un Quijote) y aquellos miembros de la gene-
ración más jóven de Rusia, dispuestos una vez más a sacrificarse por la cau-
sa del pueblo. Para que no quedara ninguna duda de las implicaciones de
sus categorías, Turguénev menciona, a la vez, al socialista utópico C. Fou-
rier y, en buena medida, a Jesucristo, como ejemplos del tipo quijotesco.
Semejante identificación, con la evaluación moral que implica, llevó a
Turguénev a una incómoda e inesperada alianza con jóvenes publicistas
radicales como Nikolai Chernishevski y Nikolai Dobrolyubov que, por su
cuenta, habían estado atacando al tipo de Hamlet a finales de los cincuen-
ta. Y en su opinión, iel propio Turguénev había sido demasiado indulgente
hacia las flaquezas y debilidades de sus personajes patricios liberales! Tal
vez con la intención de aplacar su hostilidad, Turguénev ahora estaba de
acuerdo con muchas de sus acusaciones a los Hamlets rusos; pero el an-
tagonismo de aquellos hacia su obra estaba demasiado arraigado en la
situación sociocultural para poder superarlo fácilmente.* En cuanto a
Dostoievski, precisamente un año después añadiría su voz al coro de con-
denaciones: la actual situación social, declararía entonces, ya no tiene un
lugar para los Hamlets de la cultura rusa. Ya era hora, dijo firmemente, de
superar el egoísmo, la preocupación por sí mismo, y de dedicarse al servicio
del pueblo. ·
Si Dostoievski y Turguénev estaban casi enteramente de acuerdo en esta
cuestión, hubo otros aspectos del ensayo que estimularon a Dostoievski a
elaborar un diferente punto de vista, pues aunque Turguénev había iden-
tificado a don Quijote como una figura digna de Cristo que, en imitación
del sublime original, representa "el exaltado principio del sacrificio pro-
pio", este principio, añade, sólo es captado "desde el lado cómico" en el
retrato pintado por Cervantes. 4 Ocho años después, cuando Dostoievski
llegó a delinear su propia imagen del abnegado tipo quijotesco en el prín-
• Los radicales, que se negaron a apreciar el cumplido de ser comparados con don Quijote, no
atacaron abiertamente el ensayo de Turguénev, pero Dobrolyubov aprovechó la publicación de la si-
guiente novela de Turguénev,En vísperas, para expresar su disgusto. En el curso de su artículo" lCuán-
do llegará el verdadero día?" incluye una extensa disgresión sobre don Quijote, a quien identifica con
los reformadores liberales sorprendidos por la tentadora aparición de un cambio radical, pero renuen-
tes a enfrentarse a la perspectiva de revolución. "Muchos han empezado a atacar minucias'', escribe,
"imaginando que en ellas está contenido todo el asunto, o a luchar con sombras y, de este modo, mues-
tran que son unos Quijotes patéticamente rid!culos, pese a toda la nobleza de sus anhelos". Véase r.
S. Turguénev, Polnoe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968), 8, pp. 563-564.
4
l. S. Turguénev, Po/noe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968), 8, p. 174.
34 UN TIEMPO De t:.SPERANZA
5 Pisma,
2, p. 71, 1/13 de enero de 1868.
6 Dostoevsky,Materiali i Jssledovaniya, ed. G. M. Fridlender, 5 voll1menes hasta la fecha (Lenin-
grado, 1971-1983), 4, p. 243.
EL REGRESO DEL EXILIADO 35
Dostoievski, a quien el público de San Petersburgo conoció mucho después como desta-
cado lector en público -<:scribe Wein,berg- también mostró excelentes dotes para el
escenario. No creo que nadie que conociera bien a Feodor Mijáilovich e~ los últimos
años de su vida pudiese imaginarlo como cómico, y menos aún como cómico sutil, capaz
de producir una auténtica risa gogoliana, pero así fue, y Dostoievski-Shpekin -con unas
cuantas excepciones sin importancia- fue verdaderamente impecable ...8
7
L. F. Panteleev, Vospominaniya ed. S. A Reiser (Leningrado, 1958), p. 231.
8 Dostoevsky, Materiali , ed. Fridlender, 4, p. 243. ·
36 UN TIEMPO DE ESPER¡\_NZA
Creo yo -dice la diarista- que este estruendo incontrolable no iba dedicado tanto en
lo personal a Shevchenko, sino que era, en realidad, una demo.stración. Pretendía honrar
a un mártir que había sufrido por la verdad. (Shevchenko había sido enviado al exilio por
su nacionalismo ukraniano.) Pero Dostoievski es un mártir más grande aún. (Ciertamen-
te, consideraremos que fue cierto todo aquello por lo que padeció, aunque no sé muy
bien por qué sufrió. Basta que haya sufrido.) Shevchenko era sólo un soldado, Do.stoiev-
ski había estado en Siberia, cumpliendo una sentencia de trabajo.s forzado.s. Y sin embar-
go, Shevchenko recibe una ensordecedora ovación y Dostoievski uno.s cuanto.s aplausos.
Entienda esto quien pueda. 9
Fuese cual fuese la razón, uno o dos años después casi ningún escritor ruso
(tal vez sólo Turguénev) sería recibido en público con tan grandes aclama-
ciones como Dostoievski.
9
E. A Shtakenschneider,Dnevnik i Zapiski, 1854-1886, ed. l. N. Rozanova (Moscti-Leningrado,
1934), p. 269.
EL REGRESO DEL EXILIADO 37
ría una prolongada residencia en tal lugar-, ella aceptó, pese a la oposi-
ción del doctor. Dostoievski, que la había conocido poco después de llegar
a San Petersburgo, obviamente encontró mucho que admirar en esta per-
sonalidad equilibrada, independiente y muy artística, amiga de muchos co-
nocidos escritores, y la mujer más talentosa que él hubiese conocido de
cerca. (Debe recordarse que había concebido una breve pasión por otra
actriz, Avdotya Panaeva -cuyo salón literario frecuentó en 1845-1846-,
que poco después sería la amante de Nekrásov y el gran amor de la vida
de este poeta.) 1ºTres cartas a Alexandra Shubert en la primavera de 1860,
escritas en tono insólitamente insinuante de galantería y coquetería, reve-
lan la respetuosa pasión de Dostoievski y su intervención en los asuntos
íntimos de la pareja Yanovski.
La primera epístola, llena de expresiones de tristeza por su ausencia,
fue enviada poco después de que la actriz había salido de San Petersburgo,
en marzo de 1860. Antes de su partida, Mijaíl Dostoievski había ofrecido
un banquete en su honor, y Dostoievski recuerda que a Mme. Shubert él
le pareció distraído y melancólico. Podemos sospechar que ambos com-
prendieron que aquella tristeza se debía a la inminente ausencia de ella, y
las palabras del escritor parecen confirmar esta conjetura: "iY cómo se rió
usted de mi aspecto! Recuerdo eso, y [ahora] desearía tanto verla, hablar
con usted, besar su manecita." 11 Por otros pasajes nos enteramos de que
Mme. Shubert había confiado algo personal a Dostoievski quien, por des-
cuido, lo reveló a los Maikov. Llegó así a oídos del doctor Yanovski, quien
bruscamente interrogó a Dostoievski acerca del incidente, sorprendido sin
duda de que su esposa hubiese rebelado un secreto de familia a su amigo.
Otro pasaje parece indicar que Ja actriz y el escritor eran íntimos (al me-
nos en conversación) y que Dostoievski había confiado algunas de las mise-
rias de su propio matrimonio a la encantadora Mme. Shubert. '~quí con
nosotros", escribe Dostoievski, "las cosas son tristes, y hasta muy tristes.
El tiempo es horrible. Pequeñas molestias, y sin embargo, desearíamos
escribir; en general, molestias tan cansadoras que resultan imposibles de
describir, al menos para mí." 12 Es difícil creer que esta última observación
se refiera tan sólo al mal tiempo; y fue escrita para alguien que, podemos
suponer, sabía lo que Dostoievski quería decír al hablar de "molestias can-
sadoras". En tono más brillante, asegura a su amiga: "Si yo tuviese, así fuera
lO Véase Dostoevsky: The Seeds ofRevolt, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 162-164.
11 Pisma , 1, p. 292, 14 de marzo de 1860.
12 /bid.
EL REGRESO DEL EXILIADO 39
el menor talento para escribir una pequeña comedia, aun de un acto, la es-
cribiría para usted. Me gustaría intentarlo. Si lo logro (otros decidirán), la
ofreceré a usted como muestra de mi profundo respeto." 13
La siguiente carta, dos meses después, sigue a un viaje a Moscú, donde
Dostoievski había visto 3ctuar a Alexandra Shubert, y pasó algún tiempo
en su cClutivadora compañía: "Toda la excursión a Moscú me parece como
si hubiese sido un sueño", se lamenta; "aquí estoy de regreso, entre la hu-
medad y el cieno del lago Ladoga, en el tedio, etc., etc. "14 Dostoievski llevó
al doctor Yanovski noticias del triunfo de su esposa-lo que no habrá com-
placido mucho al marido abandonado- y de las amistades que ella había
hecho en Moscú, en parte con ayuda de Dostoievski. Su viejo amigo de los
días del Círculo de Petrashevski, el poeta y publicista Alexei Pleshcheev,
recientemente había ingresado en el grupo editorial de una nueva revista
semanal, el Mensajero de Moscú (Moskovsldi Vestnik), y había presentado
a la señora Shubert a la sociedad moscovita. La carta también contiene no-
ticias de Apollon Maikov, Pisemski y de un joven escritor cuyo talento
apreció Dostoievski, V. V. Krestovsky, indicando así el activo interés que
Alexandra Shubert sentía por el culto medio literario y social que consti-
tuía el mundo propio de Dostoievski.
Una tercera carta, del 12 de junio, es la más reveladora de todas. Para
entonces el doctor Yanovski estaba pensando en abandonar su puesto del
gobierno en San Petersburgo y aceptar otro en Moscú, o bien en insistir
en que su esposa volviese al seno de la familia y limitara sus actividades a
funciones teatrales privadas. En caso de negativa, amenazaba con exigir
sus derechos legales de esposo. "Le contesté", informa Dostoievski a Ale-
xandra Shubert, "que yo no habría esperado que en tales cuestiones él fue-
se capaz de recurrir a la ley. Entonces, le dije, ¿qué pasa con sus principios
y sus convicciones en la práctica; no fueron más que palabras?" Al parecer,
Yanovski retrocedió en este punto, insistiendo en que las cosas nunca lle-
garían hasta allí; pero el doctor, normalmente tranquilo, conocido por su
placidez, estaba tan nervioso e irascible, que Dostoievski sospechó que su
irritabilidad tenía otros motivos: "Tal vez esté celoso, y tal vez su amor pro-
pio desempeñara un gran papel en nuestra conversación. Al parecer está
convencido de que todo el tiempo hemos mantenido correspondencia, y
que está usted siguiendo todos mis consejos."15
13 /bid.
14 /bid., 3 de mayo de 1860.
15 /bid., 1, p. 296, 12 de junio de 1860.
40 UN TIEMPO DE ESPERANZA
iCuán feliz estoy de que pueda usted confiar en mí tan sincera y tiernamente! iEso es
una amiga! Le digo con toda franqueza: yo la amo tanto y tan apasionadamente, que he
llegado a decirme a mí mismo que no estoy enamorado de usted porque supe evaluar la
justa opinión que tiene usted de míy, iDios mío!, iqué triste estuve cuando me pareció
que me había privado de su confianza! Me culpé a mf mismo. 17
16
!bid., p. 298.
17
!bid.
EL REGRESO DEL EXILIADO 41
muy apegado a mí", y no dice más. 18 Tal vez no hubiera nada más que decir.
De todos modos, el abortado amor de Dostoievski indica la búsqueda de
cierto alivio a sus pesares conyugales en compañía de una mujer culta que
pudiese compartir sus intereses artísticos y sus ambiciones. Dos años des-
pués creería, durante breve tiempo, que por fin había encontrado lo que
buscaba en la atractiva persona de una joven escritora, feminista y militan-
te, Apolinaria Súslova, cuya primera obra le pareció tan prometedora, que
la publicó en su revista.
18
A I. Shubert, Moya Zhizn, ed. A Dennana (Leningrado, 1929), p. 201.
42 UN TIEMPO DE ESPERANZA
Estoy convencido ... de que tú y yo somos personas mucho más sagaces, y con más capa-
cidad y conocimiento de los negocios que Kraevski y Nekrásov (directores de dos publica-
ciones mensuales de éxito). Vaya, solamente son como campesinos (muzhiki.) que hablan
de literatura. Y sin embargo, ellos se enriquecen y nosotros estamos escasos de cons-
tante.19
19
Pisma, l, p. 286, 12 de noviembre de 1859.
EL REGRESO DEL EXILIADO 43
1
Para más información sobre estos cfrculos, véase Dostoevsky: The Seeds of Revolt, 1821-1849
(Princeton, 1976), caps. 12, 15 y 17.
44
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 45
2 Orest Miller y Nikolai Strájov, Biografiya, Pisma i Zametld iz Zapisnoi Knizhki R M. Dostoevskogo
(San Petersburgo, 1883), pp. 170-171. Citado en adelante como Biografiya.
46 UN TIEMPO DE ESPERANZA
El lugar de honor de este círculo fue ocupado, desde luego, por Feoclor Mijáilovich. To-
dos lo consideraban el escritor más importante, y destacaba no sólo por su reputación,
sino también por la abundancia de sus ideas y la pasión r.on que las expresaba. El círculo
era muy pequefio, y sus miembros eran íntimos unos de otros por lo que no había huellas
de esa cortedad tan habitual en las reuniones sociales rusas. 3
Tras esta delicada alusión a la amenaza que pesaba sobre la libre discu-
sión de ideas en Rusia, continúa Strájov: '
3 /bid., p. 171.
4 /bid.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 47
5 Un análisis más extenso puede encontrarse en Dostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Prin-
ceton, 1983), pp. ól-62.
6 G. M. Fridlender, "U Istokov 'Pochvennichestvo' ", en Jzvestiya Akademii N auk SS SR, Seriya lite-
7
DVS, 1, p. 196.
8 Citado en Fridlender, " U Istokov", p. 402.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 49
9 Para la posición y la importancia de Herzen durante el decenio de 1850, véase Dostoevsky: The
~ars of Ordeal, pp. 227-233.
50 UN TIEMPO DE E~!'c~"-NZA
suponer que los habían discutido antes con Feodor, y que este, más dinámi-
co, bien pudo influir sobre su formulación. Cualesquiera que sean las par-
tes que correspondan a cada uno, Mijaíl enuncia definitivamente una po-
sición que Feodor después harfa l;debre, primero en Rusia y luego en el
mundo entero. Pues Mijaíl proclama, sin ambages, que "el hombre ruso
tiene la capacidad de ir directamente a la verdad y de comprenderla por
todos lados". A esta capacidad une la de la reconciliación universal, es de-
cir, "la capacidad de perdonar hasta una actitud maligna y hostil si inclu-
ye algo de verdad". Este atributo, según Mijaíl, es "endémico en el pueblo
ruso" y confirmado por toda su historia, no solamente desde Pedro el Gran-
de sino discernible desde bastante tiempo antes. También es, afirma, "una
posesión de la raza eslava" y particularmente del "hombre ruso", el cual
es "el representante más importante de la raza eslava". 10
El artículo de Mijaíl también contiene una interpretación de Katerina,
la figura femenina principal de La tempestad, que va en contra de la opi-
nión que el muy influyente Dobrolyubov expresó sobre la obra de Ostrov-
ski. El crítico radical había escrito, el año anterior, un extenso artículo (casi
un librito) en que examinaba toda la producción de Ostrovski; había llama-
do "ambito de tinieblas" a todo el viejo mundo ruso que Ostrovski retrata,
el mundo de la clase mercantil moscovita. Había insistido en que toda chis-
pa de humanidad y de decencia que existiera entre sus habitantes era inevi-
tablemente apagada por el intolerante fanatismo religioso que alimentaba
su prevaleciente tiranía y brutalidad. 11 En cambio, Mijaíl se niega a atribuir
el suicidio de Ka terina a la presión de tales circunstancias; antes bien, busca
la causa en su propia sicología que, empero, no es interpretada en términos
puramente personales, sino como reveladora de rasgos nacionales signifi-
cativos.
Lo que Mijaíl dice acerca de Katerina la convierte en un personaje muy
similar al protagonista varón de Un amargo destino, de Pisemski, otra obra
producida al mismo tiempo, y que Feodor admiró mucho. En ella, un cam-
pesino rico, engañado por una mujer que, voluntariamente, se ha vuelto
la manceba de su terrateniente en ausencia del marido, mata a su hijo ilegí-
timo, en un acceso de ciega rabia. Pero, aunque perfectamente capaz de
escapar si hubiese deseado hacerlo, al final se entrega a las autoridades
porque su conciencia no le da paz y desea expiar el haberse vengado en el
niño inocente. También la adúltera Katerina es considerada por Mijaíl
U na vez más, motivos rusos. Evoca con una especie de sensualidad, una especie de auda-
cia, el momento en que todos se enterarán de su caída, y suefia con la dulzura de castigar-
se a sí misma, públicamente, por su falta . .. Cuanto mayor la desgracia y mayor la ver-
güenza, más ligera se sentirá su alma. Nos gustó particularmente el que esta escena (en
que Katerina confiesa su adulterio) se desarrollara en la plaza pública, en presencia de
desconocidos ... En una palabra, que ocurriera en las circunstancias más hostiles y peno-
sas para ella. 13
12
Citado en Fridlender,"U Istokov'', p. 407.
13
Citado en V. S. Nechaeva, Zhumal M. M. i F. M. Dostoevskikh, "Vremya", 1861-1863 (Moscú,
1973), p. 29.
52 UN TIEMPO DE ESPERf~~ZA
14
A P. Mogilyanskii, "K Istorii pervoi publikatsi 'Zapisok iz Mertvogo doma' ", enRusskaya Litera-
tura, 3 (1969), pp. 179-181.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' S3
rna ... pero no del tipo que Dostoievski había previsto. No fue, corno él
había temido, que su descripción de las condiciones de la cárcel fuese con-
siderada demasiado severa; por lo contrario, se le acusó de pintarlas de co-
lor de rosa, por lo que algunos detalles tentadores pudiesen resultar una
incitación al delito. "Los individuos que no están moralmente desarrolla-
dos", declaró el presidente del Comité de Censura de San Petersburgo,
preocupado, "y a quienes solamente el rigor del castigo contiene ante el
delito ... puede concluir, gracias a la humanidad de las acciones del gobier-
no, que los delitos graves sólo son castigados por la ley en forma muy poco
enérgica". 15 Tan extravagante opinión puede parecer otra de las inconta-
bles necedades que a menudo convierten la historia de la censura zarista
en una comedia de humor negro, pero una breve ojeada a las páginas de
Dostoievski nos mostrará que, en este caso, sí tuvo alguna justificación la
respuesta. Por ejemplo, a comienzos del segundo capítulo encontramos el
siguiente pasaje:
Mi primera impresión al entrar en la cárcel fue de gran repugnancia; y sin embargo, por
extraño que parezca, me pareció que la vida en prisión era mucho más fácil de lo que yo,
durante el viaje, había creído que fuera. Aunque los presos llevaban grilletes, caminaban
libremente por la prisión, juraban, cantaban, trabajaban por su cuenta, fumaban y hasta
bebían vodka (aunque muy pocos de ellos) y por la noche algunos de ellos jugaban a las
cartas. Por ejemplo, el trabajo no me pareció tan arduo, tan penal y necesité mucho tiem-
po para comprender que la dureza, el carácter penal del trabajo no se debía tanto a que
fuera difícil e ininterrumpido, sino a que era forzado, obligatorio, impuesto. El campesino
en libertad trabaja, me atrevo a decir, incomparablemente más. . . (4, pp. 19-20).
cipalmente a las clases más o menos educadas y no a las masas ... " (El barón
había dicho que la obra de Dostoievski sobre la prisión podría ser más apro-
piada para una publicación mensual, menos fácilmente accesible.) Empe-
ro, Dostoievski no se contentó con garantías tan generales; decidió escribir
un suplemento que pudiese insertarse en el capítulo, para hacer frente a
tales dudas:
Como resultaron las cosas, las dudas del Comité de Censura de San Pe-
tersburgo no eran compartidas por la Autoridad Central de la Censura, y
dos meses después el capítulo de Dostoievski fue aprobado en su forma
original. Nada volvió a decirse del propuesto suplemento, que fue debi-
damente depositado en los espaciosos archivos de la administración de la
censura, y allí se quedó, intacto, durante más de sesenta años, hasta ser de-
senterrado por A S. Dolinin en 1922. Dostoievski nunca lo utilizó en edi-
ciones ulteriores de su libro, por razones que sólo podemos suponer. El
fragmento tal vez fuese una verdadera intrusión del autor, capaz de romper
el tono impersonal que él deseaba mantener; pero esto lo hace tanto más
valioso como clave de lo que ahora se había convertido en uno de los princi-
pales temas de Dostoievski, tema que pronto ocuparía lugar central en sus
creaciones de comienzos del decenio de 1860.
"Pero, iDios mío! -dice- no hay más que mirarlo, hay algunos (lquién no lo sabe?)
que nunca habían comido pan !Jlanco, y que ni siquiera sabían qué tan delicioso pan exis-
tía en el mundo. Y ahora, miren con qué pan se les alimenta ia él, a un indigno canalla,
a un ladrón! Mírenlo: iCómo mira a su alrededor, cómo camina! iSí, no haría nada por
nadie, aunque esté en cadenas! iQué les parece! iEstá fumando pipa! Y, lqué es eso?
iiiN:::ipes!!! iBah, un borracho! Así pues, lpueden beber licores fuertes en prisión?
iiiVayu un castigo!!!" Esto es lo que, a primera vista, podría decir alguien que llegará de
fuera, tal vez una persona bondadosa y bien intencionada ... (4, p. 250).
lQué es el pan? Ellos [los presidiarios] comen pan para vivir, ipero no tienen vida! Falta
la auténtica, la real, la más importante, y el reo sabe que nunca la tendrá; o la tendrá, si
queréis, pero, lcuándo? . .. Es como si la promesa se hubiese hecho en broma ... Haga-
mos un experimento y construyamos un palacio. Llenémoslo de marmol, con pinturas,
oro, aves del paraíso, jardines colgantes, todo tipo de cosas . . . Entremos. Bueno, acaso
no quisierais volver a salir. Tul vez, en realidad, nunca saldréis. iA!lí hay de todo! "iDejád-
nos en paz!" Pero de pronto ... iuna bagatela! Vuestro castillo está rodeado de muros y
se os dice: "iTodo es vuestro! iDisfrutad! iSólo que no deis nunca un paso fuera!" Y
creedme, en ese instante desearéis abandonar vuestro paraíso y salir de los muros. iMás
aún! Todo este lujo, toda esta plenitud intensificarán vuestro sufrimiento. Hasta os senti-
réis insultados por todo este lujo ... Sí, sólo una cosa faltaba: iun poco de libertad! Un
poco de libertad y un poco de independencia (4, p. 250).
Este notable pasaje revela, en primer lugar, un rasgo cada vez más im-
portante de la imaginación literaria de Dostoievski: su tendencia a inven-
tar una situación extrema, un conjunto de circunstancias finales, donde co-
loca a un personaje para presentar la apropiada reacción sicológico-moral
que desea ejemplificar. Claramente, asimismo, nos encontramos aquí en
el meollo de lo que, pocos años después, se convertirá en la defensa histé-
rica, hecha por el hombre del subterráneo, de la necesidad irreprimible e
indestructible del espíritu humano de mantener el sentido de su propia
libertad: su preferencia por el sufrimiento, si es necesario, por encima de
una vida de plenitud en una utopía socialista en que tal libertad, por prin-
56 UN TIEMPO DE ESPERANZA
cipio, sería eliminada. Poco después de salir del campo penitenciario, Dos-
toievski había comparado sus años pasados allí con una vida en un mundo
de "comunismo obligatorio", 17 y tales palabras indican cuán espontánea-
mente había identificado las condiciones del campamento de prisión con
las que podrían resultar si algunos de los mundos sociales utópicos soñados
por los radicales se realizaran algún día. Además, como intencionab;:nente,
la última mutación del pensamiento radical ruso había adoptado una forma
que irrefutablemente confirmaba la instintiva asociación hecha por Dosto-
ievski entre la intolerable falta de libertad personal en el campamento pe-
nitenciario y las ideas "científicas" de los socialistas rusos.
Pocos meses antes, El Contemporáneo había impreso El principio antro-
pológi,co en la filosofía, de Chernishevski, obra destinada a llegar a ser la
biblia filosófica de la generación radical de los sesenta; y su aparición había
desencadenado una verdadera tormenta periodística. La prensa rusa pron-
to estuvo llena de ataques a las provocativas ideas de Chernishevski, y po-
demos suponer que Dostoievski leyó el texto de Chernishevski casi en el
momento mismo de su aparición. Ya fuese que sus ideas ejercieran o no
algún efecto inmediato sobre su suplemento, una cosa es indiscutible: difí-
cil sería imaginar a dos hombres más opuestos en su visión de la vida huma-
na y su concepto de la personalidad. Para Dostoievski, la necesidad síquica
de sentirse libre es tan elemental y poderosa en el hombre que no es posible
suprimirla, ni aun rodeándolo de la más ilimitada opulencia. En cambio,
Chernishevski propone un ingenuo materialismo que considera al hombre
como totalmente sometido a las leyes de la naturaleza (definidas en los
términos de las ciencias del día, particularmente Ja química y la fisiología),
un materialismo que (como hasta un reciente comentarista, favorable a la
tendencia general de su posición, se vió obligado a reconocerlo)
17 /bid.
18 E. Lampert, Sons Against Fathers (Oxford, 1965), p. 151.
"UN POCO DE LIBERTAD, UN POCO DE INDEPENDENCIA'.' 57
pudiera llamarse libre albedrío, y que no podría existir como dato objetivo.
La noción de albedrío o "anhelo", escribe, "es sólo la impresión subjetiva
que acompaña en nuestro espíritu al brote de pensamientos y acciones a
partir de pensamientos, acciones o hechos externos anteriores". 19 En
cuanto a la ética y la moral, Chernishevski adoptó una forma de utilitarismo
benthamista que rechazaba todos los llamados a algún tipo de valores mo-
rales tradicionales (cristianos). El bien y el mal son definidos por la "utili-
dad", y el hombre busca ante todo lo que le produce placer y satisface su
interés egoísta; pero, siendo un ser racional, el hombre acaba por aprender
por medio de la ilustración que la "utilidad" más prolongada y duradera se
encuentra en identificar su propio interés con el de la vasta mayoría de sus
congéneres. Una vez llegado a esta percatación, el individuo ilustrado al-
canza el nivel de un "egoísmo racional" utilitariamente abnegado que, se-
gún Chernishevski, es la forma más alta del desarrollo humano.
Tales concepciones, que se difundieron con gran presteza entre la ge-
neración joven, aportaron el fundamento filosófico de una nueva moral
predicada por la ideología radical de los sesenta; y ningunas ideas habrían
podido enfurecer más a Dostoievski, pues si él había adquirido alguna con-
vicción nueva con las duras experiencias de sus diez años anteriores, si los
golpes que había recibido de manos del destino le habían enseñado alguna
lección, esta lo había convencido profundamente de dos verdades ineluc-
tables. Una era que nunca la sique humana, en ningunas condiciones, ren-
diría su deseo de afirmar su libertad; la otra era que una moral cristiana de
amor y abnegación era una necesidad suprema, a la vez para el individuo
y para la sociedad en general. El único rayo de luz que brillara en las tinie-
blas del campamento penitenciario había sido encendido, para él, por el
cristianismo instintivo de los campesinos presidiarios. Sin estos valores
morales heredados, la vida entre ellos habría sido literalmente un infierno
para Dostoievski, quien se estremecía al pensar que eran precisamente
aquellos valores los que los radicales se habían propuesto ahora socavar y
destruir. Por ello era inevitable que Dostoievski, que había escrito el suple-
mento de la Casa de los muertos, tarde o temprano 1.;hocara con Cherni-
shevski y sus partidarios entre la generación de 1860. Sin embargo, este
momento decisivo no llegó hasta varios años después, cuando una gran
turbulencia social había puesto fin a toda esperanza de acomodo.
Mientras tanto, otras dificultades con la censura retrasaron la publica-
ción de posteriores entregas de la Casa de los muertos hasta el año nuevo.
• Wayne Dowler, que ha escrito una excelente obra en inglés sobre el movimiento (no hay ninguna
otra que yo conozca, en ningún idioma), prefiere traducir el término como "tierra natal". Wayne
Dowler, Dostoevsky, Grigorev and Native Soil Conservatism (Toronto, 1982).
59
60 UN TIEMPO DE ESPERANZA
1 Herzen reiteró esta idea en varios ensayos importantes. "En Rusia no habido una posteridad de
conquistadores'', escribió en uno de ellos, "y por ello no puede haber una aristocracia auténtica". Para
otros ejemplos, véase PSS, 18, p. 236.
2 Véase Dostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983), p. 38.
62 UN TIEMPO DE ESPERANZA
(18, p. 36), sin embargo los raskolniki representan un intento por crear una
cultura rusa indígena e independiente de la influencia europea. E insinúa
que los valores positivos de la vida rusa que los pochvenniki buscaban tan
ávidamente podrían encontrarse, tal vez, entre las sectas disidentes.
Mientras tanto, con igual extremismo, la clase superior había estado asi-
milando la cultura europea por todos los poros y avanzando exactamente
en la dirección opuesta; tan omnipresente era este afán, que "a veces nos
reprochamos nuestra incapacidad de ser europeos". Pero en realidad, por
mucho que se esforzaran los rusos por volverse europeos, semejante me-
tamorfosis había resultado finalmente imposible: "Hoy sabemos que no
podemos ser europeos, que no estamos en condición de meternos en una
de las formas vividas y elaboradas por los europeos sobre la base de sus
propios principios nacionales, pero que para nosotros son ajenos y opues-
tos ... "(18, p. 36). Sin embargo, esto no significa que al retornar, por últi-
mo, a la vida rusa y tratar de crear una cultura verdaderamente nacional,
la clase superior simplemente renunciará a todo lo que ha adquirido. En
realidad, tales adquisiciones han echado los fundamentos del gran papel
histórico que Rusia deberá desempeñar en el futuro.
Prevemos, y prevemos con reverencia, que el carácter de nuestra actividad futura deberá
ser, en grado supremo, panhumano, que la idea rusa tal vez será la síntesis de todas esas
ideas que Europa ha desarrollado, con tanta persistencia y valor, en cada una de sus na-
cionalidades; que tal vez todo lo antagónico que hay en esas ideas encontrará su reconci-
liación y su ulterior desarrollo en la nacionalidad (narodnost) rusa (18, p. 37).
rusa", continúa diciendo: "No en vano hablamos todos los idiomas, com-
prendemos todas las civilizaciones, simpatizamos con los intereses de cada
pueblo europeo, comprendemos el significado y la razón de acontecimien-
tos enteramente ajenos a nosotros." Pero Dostoievski añade una impor-
tante variación típicamente suya cuando incluye entre las características
de la nacionalidad rusa su capacidad de la más implacable autocrítica: "No
en vano hemos mostrado un poder de autocondenación que asombra a
todos los extranjeros" (18, p.37). Mas Dostoievski, al intercalar esta con-
dición, logra mantener que hasta aquellos, entre los occidentalistas rusos,
que parecen más totalmente apartados de su patria, están mostrando en
realidad un rango nacional típicamente ruso; y así los evalúa positivamen-
te; no, cual solían hacerlo los eslavófilos, los rechaza como irremediable-
mente corrompidos por la influencia europea. Tan comprensiva actitud ha-
cia aquellos a quienes Dostoievski llamaría después los "europeos rusos"
continuará separándolo siempre de los puros eslavófilos.
Los lineamientos precisos de la cultura rusa del futuro que Dostoievski
ve ya en el horizonte, y que supuestamente surgirán de la fusión de ambos
grupos en una nueva unidad, permanecen tentadoramente oscuros; tam-
poco recibirán mucha mayor claridad en sus declaraciones posteriores. Se
hace el mayor hincapié en la necesidad de la fusión, que Dostoievski pide
con acentos que manifiestamente vibran con el dolor de las cicatrices de
sus años en prisión, que aún le dolían. Y en sus palabras podemos oír los
tormentos del hombre que había escrito a su hermano en su primera carta
después de cuatro años de campamento penitenciario:
El odio a la clase superior entre ellos [los presos-campesinos] no tiene límite, y nos reciben
a nosotros, los caballeros, con hostilidad y con alegría maligna al ver nuestro infortunio.
Nos habrían devorado si se los hubieran permitido..."Vosotros, caballeros, picos de ace-
ro, nos devorasteis. Cuando erais los amos, torturasteis al pueblo y ahora estáis aquf, más
bajos que el más bajo, como cualquiera de nosotros" . .. Ciento cincuenta enemigos nun-
ca se cansaran de perseguirnos, tal era su placer, su distracción, su ocupación ...4
4
Pisma, l, pp. 135-136, 22 de febrero de 1854.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 65
Aún recuerdo -escribe- los sentimientos casi amistosos que por entonces imperaban
entre los escritores. .. Tudas suponían que la literatura estaba desempefiando alguna ta-
rea común y que las diferencias de opinión debían pasar al trasfondo. En realidad, todos
estaban unidos en favor de la ilustración, la libertad de expresión, la supresión de todas
las cadenas y limitaciones, etc., en una palabra, en favor de los habituales principios libe-
rales interpretados en forma absolutamente abstracta, de modo que, por debajo, corrían
las tendencias más diversas y opuestas.5
• Como ilustración, podemos citar el siguiente pasaje de una obra posterior de Strájov intitulada
De las verdades eternas (O Vechnij lstinaj, 1877).
La ciencia no incluye lo que para nosotros es lo más importante, lo más esencial: no incluye la
vida. La mayor parte de nuestra existencia se encuentra fuera de la ciencia: la parte que constituye
nuestro destino, la parte que llamamos Dios, conciencia, nuestra felicidad y nuestro méritos...
Poi> esta razón no sólo la contemplación de tales temas en la actualidad, no sólo su elevada expre-
sión por los grandes pensadores y artistas, sino hasta por cualquier novela de segunda fila, cual-
quier cuento burdamente imaginado, puede contener un interé:s más grande y accesible que el me-
jor curso de ffsica y de química. Cada uno de nosotros no es un engranaje de alguna gran máquina;
cada quien es principalmente el héroe de lo que llamamos vida. (Citado por AS. Doiinin, "F. M .
. Dostoevsky i N. N. Strakhov", en Shestidesyatye Gody, ed. N. K. Piksanov y O. V. Tuekhnovitser
(Moscú, 1940), p. 246.)
Pese a su importancia en la cultura rusa de mediados del siglo XIX, la literatura rusa sobre Strájov
es sumamente escasa. Puede encontrarse una bien informada íntroducción a su carrera en Linda Gers-
tein, Nikolai Strakhov (Cambridge, Mass., 1971 ).
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 67
6
Para mayores detalles sobre Carus y Psyche, véase Dostoevsky: The ~an of Ordeal, pp. 170-174.
7
Citado en A S. Dolinin, "F. M. Dostoevski i N. N. Strakhov", en Shestidesiatye Gody, ed. N. K.
Piksanov y O. V. Tuejnovitser (Moscú, 1940), p. 240.
68 UN TIEMPO DE ESPERANZA
su espfritu insólito, la rapidez con que captaba cada idea tras una simple palabra o alu-
sión ... Los principales temas de [nuestras conversaciones) eran, desde luego, asuntos
periodísticos, pero tocaban toda clase de temas, muy a menudo las cuestiones más abs-
tractas. A Feodor Mijáilovich le encantaban tales cuestiones acerca de la esencia de la
materia y los límites del conocimiento, y recuerdo lo mucho que se divirtió cuando yo
clasifiqué sus opiniones según las varias teorías de los filósofos que conocíamos por la
historia de la filosofía. Resultó que era difícil imaginar algo nuevo, y él se consoló, en bro-
ma, con la observación de que al menos sus ideas concidfan con las de uno y otro de los
grandes pensadores.
8
Strájov,BÍografiya, 225, p. 195.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 69
12 Andrzej Walicki, T'he Slavophile Controversy, trad. Hilda Andrews·Rusiecka (Oxford, 1975),
p.510.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 71
13
Apollon Grigoryev, Sochineniya, ed. N. N. Strakhov (San Petersburgo, 1876), p. 247.
72 UN TIEMPO DE ESPERANZA
de una timidez y una compulsión moral que brotan de una conciencia abru-
mada. Uno de sus cuentos cortos se intituló "Un corazón débil (Slaboe)",
lo que significa "manso" en el sentido de demasiado escrupuloso; y más
recientemente había pintado un personaje más parecido a la concepción
de Grigoryev: el coronel Rostanev en La aldea de Stepanchik.ovo, como
encarnación ligeramente ridícula pero auténtica de la generosidad y la
magnanimidad. 14 Gran parte de la obra posterior de Dostoievski puede
considerarse como una dramatización del conflicto entre los tipos "depre-
dador" occidental (o influido por el Occidente) y "manso" auténticamente
ruso: conflicto cuyo choque de valores, presentado como duelo entre abso-
lutos moral-espirituales, lograría él, en el futuro, elevar al nivel de la alta
tragedia.
& en los ensayos literarios de Grigoryev donde encontramos el nexo
más directo y obvio con Dostoievski, pero también hay otros puntos de
contacto que no debemos pasar por alto. Como Dostoievski en su juven-
tud, Grigoryev había sido vigorosamente influido por Schelling, y compar-
tía con el novelista una visión del arte como medio de cognición metafísi-
ca: el vehículo elegido por el cual los secretos del Absoluto se revelan en
el tiempo y en la historia. Tan exaltada concepción del arte ya era muy anti-
cuada en el decenio de 1860; y Dostoievski veía en Grigoryev a un aliado
sumamente valioso que podía aplicar convincentemente esa visión a la si-
tuación cultural inmediata. Ambos defendían así la condición del arte con-
tra el burlón ataque de los utilitarios radicales, y sostenían su derecho a
ser reconocido como una necesidad y una función autónoma del espíritu
humano.
Dostoievski también veía con profunda simpatía el irracionalismo de
Grigoryev, que había quedado fortalecido y afirmado por sus propias entu-
siastas lecturas de Schelling en su último periodo. También Kierkegaard
había sido poderosamente influido por estas últimas obras de Schelling,
reconocidas hoy como una de las fuentes del existencialismo moderno, y
Grigoryev sacó la misma conclusión que su predecesor dinamarqués de
que la vida no podía ser contenida dentro de categorías racionales de nin-
guna especie.
Para mí, la ''vida" es, en verdad, algo misterioso -escribe, dirigiéndose directamente a
Dostoievski-, es decir, es misteriosa porque es algo inagotable, "un abismo que devora
toda la razón finita", para emplear una expresión de un viejo libro de música, un espacio
14
Para la controversia sobre este punto de Chernishevski·Annenkovy la respuesta de Dostoievski
a ella, véase Dostoevsky: The lfors of Ordeal, pp. 250-255.
UN MOVIMIENTO NUEVO: "POCHVENNICHESTVO" 73
interminable en que las conclusiones lógicas del espíritu más sagaz a menudo se perderán,
como una ola en el oceano; ~la vida es] algo hasta irónico, pero al mismo tiempo lleno de
amor a pesar de esta ironía. 5
Los más sorprendente de todo tal vez sea la afinidad temperamental re-
velada por la referencia de Grigoryev, en un verso de su poesía, a "la loca
felicidad del sufrimiento", y por su reiteración, en una carta, de que "hay
sufrimientos del alma capaces de transformarse en una sensación de bea-
titud" lCómo no pensar en Dostoievski, pregunta con pertinencia el esla-
vista italiano Wolf Giusti, después de leer estas frases? 16 Y esta afinidad
queda ilustrada, más aún, por su devoción común a la fe cristiana tal como
se había desarrollado en su patria. Así como Dostoievski había declarado
una vez, refiriéndose a las cruzadas cristianas, que "Europa y su tarea serán
completadas por Rusia", 17 así también Grigoryev creía que la vida histórica
de Europa se había "agotado y otra está comenzando: brotará de la orto-
doxia, un nuevo mundo se encuentra en esta fuerza". 18 Pero también, como
Dostoievski, él era, en grado excesivo, producto del romanticismo, y era a
la vez demasiado moderno para aceptar sin lucha su fe cristiana o su or-
todoxia. "Desde donde yo comience", reconoce, "siempre llego al mismo
punto; a esta profunda y dolorosa necesidad de creer en el ideal y en el
jenseits [lo sobrenatural]". 19 Ningún ruso contemporáneo de Dostoievski
se acerca más que Grigoryev a compartir la misma enmarañada compleji-
dad de impulsos y de actitudes; y todavía está por escribirse un estudio sa-
tisfactorio de la relación entre esas dos figuras fascinantes.*
Con tales camaradas en armas, Dostoievski partió para participar en las
guerras periodísticas del decenio de los sesenta, y sus campañas merecen
York,1953),1,p.405.
19
!bid, p. 403.
•Un pasaje de una carta de Grigoryev a Apollon Maikov (9/21 de enero de 1858), escrita mientras
Dostoievski aún se encontraba en Siberia y, por tanto, antes de que ambos pudiesen intercambiar
ideas, ilustrará esta similitud de su visión fundamental:
No sé que me parece más repulsivo: el progreso petersburgués.. . el dilettantismo de la ortodoxia
o finalmente el cínico ateísmo de Herzen. Todos equivalen a lo mismo y tienen el mismo valor, y
estos tres proceden igualmente de una causa: de una falta de fe en la vida, el ideal y el arte. Todo
esto resulta de la utopía utilitaria de la felicidad sensual o la esclavitud espiritual yel estancamiento
74 UN TIEMPO DE ESPERANZA
chino, bajo la presión de una unidad externa en ausencia de una unidad interna, es decir, Cristo,
es decir, el Ideal, la Medida, la Belleza, tínica en que la verdad está contenida, y tínica que puede
llevar la verdad al alma del hombre.
La identificación de Cristo en este pasaje con el Ideal y con la Belleza no podría se más dosto-
ievskiano. Apollon Grigoryev,Materiali dlya biografii, ed. Vlad. Knyazhnin (Petrogrado, 1917), p. 217.
IV. EN LA PELEA
Era habitual en aquellos días que cad.~ revista hablara de todas las demás, de modo que
la impresión causada por cada artículo podía verse muy prontamente. Dostoievski, Apol-
lon Grigoryev y yo podíamos estar seg1 uos de que en cada nuevo número de una revista
encontraríamos invariablemente nuestros nombres. La rivalidad entre varias publicacio-
nes, la intensa atención prestada a sus tendencias, las polémicas: todo esto convertía la
labor del periodismo en un juego tan ir.1teresante que, habiéndolo conocido, era inevita-
ble un gran deseo de volver a participar· en él. 4
3 /bid.
4 Jbid.
5 /bid., p. 173.
EN LA PELEA 77
vorado a los intereses puramente artísticos. Según esta visión, el artista debía investigar
la evolución de la sociedad y sacar a la luz de la conciencia el bien y el mal que surgían
en sus medios. Como resultado, debía ser maestro, ·denunciador y guía. Por tanto, de ello
se seguía casi directamente que los intereses eternm; y generales habían de quedar subor-
dinados a las cuestiones transitorias y políticas. Feodor Mijáilovich estaba totalmente im-
buido de esa tendencia de publicista, y permaneció fiel a ella hasta el fin de su vida. 6
que Feodor Mijáilovich amara el periodismo y celosamente lo sirviera, aun cuando tuvie-
ra perfecta conciencia, podemos su poner, de lo que estaba haciendo y de hasta qué punto
estaba traicionando las formas estrictas del pensamiento y el arte [las cursivas son mías].
Desde su juventud se había dedicado al periodismo, y le fue fiel hasta el fin de su vida.
Cabal e indiscutiblemente pertenecía a la literatura que estaba en fermento a su alrede-
dor, y nunca buscó un puesto alejado de ella. De ordinario, lo que lefa eran revistas y pe-
riódicos rusos... Aquí estaban sus intereses intelectuales y también aquí estaba su interes
material.8
6 /bid., p. 172.
7
/bid., p. 220.
8 /bid., pp. 218-219.
78 UN TIEMPO DE ESPERANZA
tal vez nunca más en su vida tuvo Dostoievski la misma oportunidad de estar en contac-
to con jóvenes de tan diversos antecedentes y situaciones, pero unidos todos ellos por un
interés en las cuestiones sociales y literarias, como cuando estuvo a la cabeza de El Tíem-
JJO y de La ÉJJOca. Ciertamente, hay que tomar en cuenta esta circunstancia al analizar
las novelas de Dostoievski, y el cuadro que contienen de diversos representantes de la
generación jóven.9
9
V. S. Nechaeva, Zhuma/ M. M. i E M Dostoevskikh "Vremya", 1861-1863 (Moscú, 1973), p. 65.
ENLAPELEA 79
13
Apollon A Grigoryev, Materiali dlya biografii, ed. Vlad. Knyazhnina (Petrogrado, 1917), p. 278.
14
Strájov, Biograjiya, p. 220.
15
Semejante idea es la planteada enérgicamente por S. Borshchevskii, Shchedrin i Dostoevskii
(Mosctí, 1956), pp. 27-28 y passim. Pero véase la observación de un erudito soviético más joven, uno
de los editores de la nueva edición de la Academia de Ciencias de la obra de Dostoievski, en el sentido
de que "hoy, nadie escribe de ese modo, acerca de Dostoievski ni depochvennichestvo ni de Shchedrin
(particularmente del Shchedrin del decenio de 1860)". V. A Tunimanov, Tvorchestvo Dostoevskogo,
1854-1862 (Leningrado, 1980), p. 226.
EN LA PELEA 81
19 !bid.
20
Pisma, 1, p. 33, 8(1JJ de septiembre de 1863.
• Con la referencia al "Padre Teodoro'', Grigoryev se refiere a Alexei M. Bujarev (1822-1871),
quien adoptó el nombre de Teodoro al meterse a la vida monástica. Bujarev era una figura extraña y
beata, poseída por la idea de que todos los aspectos de la vida humana debían ser santificados por
Cristo, y descubrió señales de la verdadera fe cristiana, aunque deformadas, entre doctÍinas modernas
que eran abiertamente seculares y anticristianas. Enconadamente atacado por sus extrañas ideas, re-
nunció a sus votos monásticos, se casó y vivió en una terrible pobreza hasta su muerte, ocurrida pocos
años después.
Si Dostoievski lo leyó es algo que no se ha establecido, pero es indudable que existen notables
puntos de similitud. Como escribe Nadejda Gorodetsky a propósito de Bujarev: "Dos aspectos del
mensaje cristiano io impresionaron: la redención del mundo en general y la humillación de Cristo."
Casi lo mismo podía decirse de Dostoievski; y también Bujarev creyó que la Rusia ortodoxa tenía la
obligación especial de llevar este "mensaje cristiano" al mundo. Véase Nadejda Gorodetsky, The Hu-
miliates Christ inModem Russian Thought (Nueva York, 1938), pp. 116-126; también V. V. Zenkovsky,
A History ofRussian Philosophy, trad. George L. Kline, 2 vols (Nueva York, 1953), 1, pp. 315-319.
21 Grigoryev, Materiali, p. 266.
EN LA PELEA 83
peas, "la idea de una humanidad global es cada vez más débil. .. el nexo
del cristianismo que hasta hoy los unió pierde fuerza a cada día que pasa"
(18, p. 54).
Rusia es todo lo opuesto, ya que
no se encuentra en el hombre ruso esa terca calidad cerrada y agresiva del europeo...
él [el ruso] simpatiza con todo lo que es humano, al margen de todas las diferencias de
nacionalidad, de sangre y de tierra. Encuentra e instantáneamente reconoce todo lo ra-
zonable en toda cosa que, desde cualquier punto de vista, sea universalmente humana.
Tiene el instinto de lo universalmente humano.
• Mijaíl M. Jeraskov fue, a finales del siglo XVIII, un discípulo del clasicismo ruso, aquel estilo que
servilmente imitaba los modelos franceses, y fue célebre, sobre todo, por sus pomposos poemas épicos
EN LA PELEA 85
jero francés, que a veces llega, tras una inaudita duración de "28 días ... ,
en cuyo tiempo pudo efectuar y describir un viaje alrededor del mundo".
Dostoievski es sumamente gracioso al hablar de uno de tales viajes fran-
ceses, en Moscú (inconfundiblemente, el marqués de Custine ), quien
la manera de exponer una idea (de Dostoievski] es la misma por doquier: la desarrolla
dialógicamente, no en un diálogo seco y lógico, sino en la confrontación de voces globales
y profundamente individualistas. Ni siquiera en sus artículos de polémica arguye, sino
que organiza voces, coloca una actitud interpretativa ante otra, las más de las veces en
forma un de diálogo imaginario.23
Con gran frecuencia, esta "voz" argumentativa del lector implícito reci-
be expresión explícita en el texto de Dostoievski; pero aun cuando esto no
que glorificaban el heroico pasado de Rusia. Su Rossiada (1779), con base en la Henriade de Voltaire,
contenía una celebración de la conquista de Kazán por Iván el Terrible.
23 Mijaíl Bajtfn, Problems ofDostoevsky's Poetics, ed. y trad. Caryl Emerson (Minneapolis, 1984),
p. 93. [Problemas de la poética de Dostoievsld, edición en español del FCE].
86 UN TIEMPO DE ESPERANZA
• Los histo1i adores disputan sobre si los Bocetos provincianos fueron en realidad rechazados por
El Contemporáneo, pero sí sabemos que Turguénev, cuando se le mostraron algunos de los primeros
esbozos, sintió un profundo disgusto y probablemente contagió a Nekrásov. Esto bien pudo hacer que
Saltykov-Shchedrin, desalentado, no presentara formalmente el manuscrito para un dictamen. Otros
miembros del ala patricia liberal de E/ Contemporáneo, como A V. Druzhinin, I. l. Panaev y V. P. Bot-
kin, también consideraron que la obra de Saltykov-Shchedrin era periodismo de "escándalo" y no lite-
ratura en realidad; se le consideró como una inadmisible concesión a la demanda de radicales como
Chernishevski, de un arte utilitario totalmente dedicado a servir a la causa del progreso social. Véanse
los comentarios en M. E. Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochinenni, 22 vols. (MosclÍ, 1965-1977), 2,
pp. 483-487.
88 UN TIEMPO DE ESPERANZA
24 Para más información, véase Dostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983),
pp. 243-247.
EN LA PELEA 89
• El artículo de Herzen, intitulado "i i iMuy peligroso!!!" (en inglés), fue publicado en La Campana
en junio de 1859. Lo:¡ editores de El Contemporáneo se preocuparon mucho, y Nekrásov convenció a
Chemishevsk.i de que hiciera un viaje secreto a Londres y tratara de obtener una retractación pública.
La entrevista entre los dos dirigentes radicales no tuvo éxito; en una carta a Dobrolyubov, Chemishev-
90 UN TIEMPO DE ESPERANZA
ski escribió diciendo que su viaje había sido "una colosal estupidez". Herzen pronto incluyó parte de
su conversación en Los superfluos y los biliosos, que analizaremos en el capítulo XI.
Una narración sumaria de estos acontecimientos y sus resultados aparece en William F. Woehrlin,
Chemyshevsky, The Man and The Joumalist (Cambridge, Mass., 1971 ), pp. 250·255; para más detalles,
véase V. Evgenyev Maksimcv, Sovremennik pri Chemyshevskom i Dobrolyubove (Leningrado, 1936),
pp. 371-395, y A l. Gertsen, Sobranie Sochinenn~ 30 vols. (Moscú, 1954-1961 ), 14, pp. 492-499.
ENLAPELEA 91
25
N.A Dobrolyubov, Selected Philosophical Essays;trad. J. Fineberg (MosclÍ, 1956), p. 199.
26 Alexander Herzen, My Past and 1houghts, trad. Constance Gamett, rev. Humphrey Higgins, 4
vols. (Nueva York, 1968), 4, p. 154.
EN LA PELEA 93
lEs esta actividad para gente como nosotros?, decfs con una amarga sonrisa, inosotros
que llevamos poderes titánicos en nuestros pechos! Deseamos y podemos mover monta-
t'las, de nuestros corazones corre la más pura fuente de amor a la humanidad ... iEs impo-
sible dar un paso de cinco pulgadas cuando deseamos avanzar con botas de siete leguas!
lPuede un gigante enset'lar a leer a un nifio?
iEso es! Sacrificad todo vuestro titanismo al bien general: dad un paso de cinco pulgadas
en lugar de otro de siete leguas; aceptad de corazón la idea de que si sois incapaces de
avanzar más, cinco pulgadas valen más que nada. Sacrificadlo todo, hasta vuestra gran-
deza y vuestras ideas, al bien general; inclinaos, agachaos, hasta llegar al nivel de un nit'lo
(18, p. 68).
ERA raro que un número de El Tiempo apareciera sin uno de los artículos
de Dostoievskí o una entrega de una de las obras que tenía en progreso; y
su presencia también se dejaba sentir constantemente en forma de intro-
ducciones a las traducciones, así como en notas editoriales anexadas a los
artículos de sus colaboradores. Comprensiblemente preocupado por la im-
presión que creara el primer número de la revista, Dostoievskí rescribió
casi por entero un artículo originalmente asignado a D. D. Mináev. El re-
sultado fue el folletón Visiones petersburguesas en verso y en prosa, mezcla
incomparable del texto en prosa de Dostoievskí con los versos de Mináev.
No incluido en ninguna de las ediciones de la obra de Dostoievskí publi-
cada durante su vida, este artículo permaneció enterrado en las páginas de
El Tiempo hasta el decenio de 1920. Sin embargo, desde entonces se le ha
reconocido como obra de raro valor autobiográfico; escrito bajo la inspi-
ración del momento, tal vez, y ciertamente en un tono de casual desenvol-
tura, contiene sin embargo un precioso relato de cómo Dostoievski consi-
deraba el proceso de su propia maduración literaria durante el decenio de
1840. Un objetivo inmediato del folletón, tal como Dostoievski lo retomó,
ciertamente era volver a presentarse al público lector ruso mediante este
evocativo resumen de su pasado literario. Pero sus páginas no se limitan a
una obra de recolección; y cuando vuelve a la actualidad, tenemos un pri-
mer atisbo de los cambios que ya son tenuemente discernibles en su visión
artística. Otras colaboraciones a estos primeros números de El Tiempo
también contienen sugestiones e insinuaciones de nuevas posibilidades
creadoras que pronto se realizarían.
tas, con o sin alguna tendencia, trataron un mismo tema: la Ristori" (19,
p. 67). iAy del pobre folletonista, que ha de exprimirse los sesos para decir
algo nuevo acerca del talento de la Ristori! Pero allí lo tenemos, sentado
en alguna húmeda buhardilla de un cuarto piso, mordisqueando su pluma
y aguardando a que le llegue la inspiración, mientras que en la habitación
de al lado, arrastrando una existencia miserable, se apiña toda una familia
cuyos niños, que sienten frío y hambre, lloran incesantemente. Mientras
tanto, como la inspiración acerca de la Ristori no llega, o se apaga por com-
pleto, icuántos "dramas" similares al de sus vecinos están ocurriendo en
la vecindad!
Y sin embargo, el folletonista persiste en tratar de escribir a la manera
del "poeta nuevo" que dedica sus columnas de El Contemporáneo al gran
mundo de San Petersburgo y que se explaya sobre las "camelias (mujeres
mantenidas) y las ostras y las camarillas" de los bons vivants (19, p. 67). El
"poeta nuevo" era I. l. Panaev quien, aunque siguiera apareciendo en las
páginas de esa progresista publicación, incongruentemente prefería escri-
bir acerca de los salones elegantes de la vida nocturna de San Petersburgo,
en lugar de hablar de las tribulaciones de la gente más humilde. Los versos
de Mináev también se burlan de Panaev, cuyos artículos habían sido recién
recogidos y publicados, y su texto original acaso se dedicara por entero a
satirizar este nuevo libro. Como conocido editor y periodista, Panaev tenía
cierto poder en el mundo literario; y cualesquiera que fuesen los senti-
mientos personales de Dostoievski hacia él-que difícilmente habrán sido
muy amistosos-* tal vez rechazara la obra de Mináev considerándola de-
masiado abiertamente hostil a un importante publicista radical. En cambio,
el primer golpe de Dostoievski a Panaev establece el motivo básico de su
propio folletón, que consiste en una serie de esbozos alternados que pre-
sentan gráficamente los crudos constrastes sociales de la existencia peters-
burguesa.
Tras este comienzo; Dostoievski inserta una obvia alusión a Humillados
y ofendidos, o al menos identifica sus orígenes literarios, en beneficio del
lector:
Esto es lo que yo mismo me digo: si fuera folletonista, no sólo ocasionalmente sino en
forma definitiva, creo que me gustaría convertirme en Eugene Sue para describir los mis-
terios de San Petersburgo. Me encantan los misterios. Soy un sallador, un místico, y con-
• Dostoievski había conocido bastante bien a Panaev durante el decenio de 1840, como miembro
del Circulo de Belinski, y el periodista había publicado un insultante artículo satírico acerca del nove-
lista en 1855, sin mencionar su nombre. Para más de talles, véaseDostoevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-
96 UN TIEMPO DE ESPERANZA
tieso a todos que San Petersburgo, no sé por qué, siempre me ha parecido que es cierto
tipo de misterio. Desde la nifiez, casi perdido, arrojado a San Petersburgo, por alguna
razón le tengo miedo. Recuerdo un acontecimiento en que casi no hay nada especial,
pero que me llena de terror. Lo contaré con todos sus detalles; y sin embargo, difícil es
pedir que sea un acontecimiento: simplemente es una impresión; pero, mirad, isoy un
sofiador y un místico! (19, pp. 68-69).
Los misterios de San Petersburgo bien podrían servir como título de Hu~
millados y ofendidos, y cada lector ruso avispado habrá establecido instan-
táneamente la conexión con Les mysteres de Paris, de E ugene Sue. Belinski
había escrito en 1842, un celebre articulito acerca de este libro de enorme
venta, y había sostenido que los melodramáticos y truculentos cuadros de
la vida en los bajos fondos de París, pintada por Sue, se salvaban de toda
acusación de mercenarismo por su pathos "humanitario" y "filantrópico". 1
Dostoievski vincula de esta manera en línea recta su última obra con las
preocupaciones sociales de su pasado, así como con la técnica de novela-
folletón que estaba probando por primera vez. Inmediatamente después
de esta referencia a Eugene Sue, Dostoievski incluye el pasaje revelador,
tomado (con algunos ligeros cambios) de su cuento corto "Un corazón dé-
bil [slaboe]" (1848), que ha llegado a ser conocido como la "visión sobre
el Neva".
El escritor recuerda cómo, al principio de su carrera, una vez iba cruzan-
do un puente sobre el río en un gélido día de invierno, contemplando la
helada expansión que brillaba bajo los rayos del sol poniente, y mirando
cómo el humo se elevaba perezosamente de las chimeneas situadas en am-
bas orillas, "entrelazándose al subir, de modo que parecía como si nuevos
edificios fuesen levantándose sobre los viejos, como si una ciudad nueva
estuviera cobrando forma en el aire":
Parecía como si todo ese mundo, con todos sus habitantes, débiles y fuertes, con todas
sus habitaciones, los refugios de los pobres, los dorados palacios para comodidad de los
poderosos de este mundo, en esa hora del crepúsculo fueran una visión fantástica de un
cuento de hadas, como un sueño que se desvanecería como vapor en el cielo azul oscuro.
De pronto, surgió en mí algún extraño pensamiento. Me estremecí, y sentí que mi cora-
zón se inundaba con una ola de sangre caliente que de pronto hirvió, al brote de una sen-
sación poderosa pero hasta entonces desconocida. Me pareció que en aquel momento
había yo comprendido algo que hasta entonces sólo se había removido en mí, pero que
1859 (Princeton, 1983), pp. 236-238. Para la especulación acerca de las razones de Dostoievski para
rechazar el artículo de Mináev, véase el comentario en PSS, 19, p. 264.
1 V.G. Belinski, Selected Philosophica/ Works (Moscú, 1948), pp. 323-324.
"VISIONES PETERSBURGUESAS " 97
aún no estaba interpretado ... Supongo que mi existencia comenzó precisamente en ese
minuto . .. (19, p. 69).2
2 Para una discusión más extensa de la "visión sobre el Neva", véaseDostoevsky: The SeedsofRevolt,
1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 133-136.
98 UN TIEMPO DE ESPERANZA
precisamente ante mí, en la multitud ... algún tipo de figura, no real, sino fantástica. Yo,
lsabéis?, no puedo librarme de un estado de ánimo dispuesto a lo fantástico. Ya en los
cuarenta me llamaron fantasioso, y por ello me ridiculizaron. Desde entonces, de todos
modos, no me metí en un agujero. Hoy, huelga decirlo: cabeza cana, la experi!!ncia de la
vida, etc., etc., y de todos modos, sigo siendo un fantasioso (19, p. 73).
Lo que resulta asombroso en estas dos figuras. a primera vista -en oposi-
ción al hincapié de Dostoievski-, no es canto su novedad cuanto su muy
pronunciada similitud con sus personajes del decenio de 1840. ¿por qué
los habría considerado como "otras caras" en relación con su obra ante-
rior? Podemos aventurar cierta respuesta a esta pregunta si volvemos a
analizar el primer uso dado a la "visión sobre el Neva", que aparece en un
cuento en que se narra la extraña historia de un pobre copista joven que
se hunde en la locura en el momento en que es aceptado por la doncella
que ama -precisamente cuando, por fin, parecía tener a su alcance un
poco de auténtica felicidad personal. El misterio de este anormal colapso
desconcierta a su íntimo amigo Arkady, y es "la visión" la que lo ilumina
mientras medita sobre el colapso de su pobre amigo: "Sólo ahora [tras la
visión] parecía comprender todas las dificultades... " (2, p. 48).
Es la visión la que, por vez primera, transmite a Arkady un sentido de
toda la grandeza, del terror y de las desigualdades sociales simbólicamente
enfocadas en la ciudad de Pedro el Grande, que se eleva sobre sus minúscu-
los habitantes (como en El jinete de bronce, de Pushkin) y aplasta su espí-
ritu con el peso de todo ese poder que encarna. Dostoievski sólo puede
sugerir de este modo, aunque lo haga inconfundiblemente, lo que Arkady
de pronto comprendió acerca del colapso des.u amigo; se da cuenta de que
Vasya, con su tierno corazón, no pudo soportar: la perspectiva de la "feli-
cidad'', porque llevaba en sus mismos huesos un sentido tan poderoso de
su propia indignidad y su inferioridad. En las primeras obras de Dostoiev-
ski, pues, lo "fantástico" había sido motivado por la presión abrumadora e
irresistible del orden social encarnado en el majestuoso esplendor de San
Petersburgo. La menor desviación del sendero de la perfecta sumisión y la
obediencia absoluta bastaba para hundir a sus personajes en la perturba-
ción síquica. Nada podría haber estado más lejos de sus ideas que alguna
veleidad de insubordinación caprichosa.
Si ahora contemplamos más minuciosamente las "otras caras" mencio-
nadas en el folletón, podemos ver que ha ocurrido cierto cambio. Aunque
el humildísimo empleado de Dostoievski se asemeja en todos sus rasgos
extraños a sus personajes anteriores, la obsesión de ser Garibaldi nos reve-
la algo nuevo: a saber, un oscuro reconocimiento de que en su pecho está
albergando unos deseos de auténtica rebelión. Poprishchin, al creerse el
rey u~ España, tan sólo afirma su ambición de elevarse en las filas de un
mundo al que acepta con servil devoción; lo mismo puede decirse del señor
"VISIONES PETERSBURGUESAS" 101
pequeña fortuna y cuya avaricia fue resultado de haber tenido "un atisbo
de algo, y ese algo lo atemorizó". 3 Pero también aquí empieza a concebir
Dostoievski tal figura análoga a El caballero avariento, de Pushkin, y a pre-
sentar su avaricia como otra manifestación de una pervertida voluntad de
poder, no muy distinta de la del empleadillo en cuyos sueños aparece Gari-
baldi.
Aunque esta sicología sea rechazada de momento, Dostoievski está
avanzando claramente hacia la técnica de considerar a sus anteriores per-
sonajes no sólo como las sentimentales y grotescas miniaturas del pasado.
Ahora se han elevado al mismo nivel de dignidad, y están dotados con algo
de la elevación de pensamiento y sentimiento que tienen las grandes crea-
ciones románticas de Pushkin. Después de haber rechazado el romanticis-
mo y condenado sus temas y motivos al nivel de "lo prosaico" durante los
cuarenta, Dostoievski ahora cambia de dirección para amplificar su "natu-
ralismo sentimental" con parte de la grandeza que antes había inflamado
su imaginación literaria juvenil. Más precisamente, está empezando a
avanzar a tientas hacia la síntesis de sus grandes novelas, donde una escru-
pulosa descripción de "lo prosaico" quedará combinada con "lo fantástico"
del extremismo sicológico, la consumidora ambición y el raciocinio ideoló-
gico más complejo
3
Para un análisis de E/ señor Projarchin, véase ibid., pp. 316-318.
"VISIONES PETERSBURGUESAS" 103
tos kopeks para comprar algo que comer en el regreso a casa. Este encuen-
tro lleva a Dostoievski a hacer ciertas reflexiones sobre los efectos des-
moralizadores de la pobreza sobre un alma joven, y hac."! un comentario
irónico sobre todos los que ven la pobreza con indiferencia, o la explican
tranquilamente para no tener cargos de conciencia. "La pobreza desarrolla
a una persona, le enseña la virtud... lo no? Si todo el mundo estuviese
perfumado, no apreciaríamos los perfumes" (19, p. 78). Es claro que Dos-
toievski considera con supremo desdén esta encallecida expresión de la
"sabiduría de las épocas".
Mucho de esta última parte del folletón, que finalmente llega a incluir
los versos de Mináev, está dedicada a hacer mofa de ciertas luminarias li-
terarias, particularmente el "nuevo poeta" y exdirector de Dostoievski, A
A Kraevski. La devoción de Panaev a las "camelias" y a la elegante vida
nocturna de San Petersburgo, especialmente después de la pobreza evoca-
da en el párrafo anterior, surge en un relieve todavía más condenatorio,
aunque Dostoievski no rebasa los límites de las bromas satíricas permisi-
bles. Además, es pacía tanto sus pullas, que los directores de El Contempo-
ráneo difícilmente habrán sentido que estaba apuntando específicamente
a ellos. Sin embargo, una observación aparte dirigida a Dobrolyubov sí con-
tiene cierto sabor de las cosas que después vendrían: "Se puede no estar
de acuerdo con el señor ... bov'', escribe Dostoievski, "pero creo que yo
moriría de aburrimiento leyendo sus artículos si él cambiara, así fuese ape-
nas el carácter de las órdenes que emite a la literatura rusa" (19, pp. 78-79).
Este cumplido a la inversa allana el camino a la polémica con Dobrolyubov,
en el segundo número de El Tiempo, donde las ukases del crítico radical
serán sometidas a un prolongado escrutinio.
el espíritu de la PERVERSIÓN. La filosofía no toma en cuenta este espíritu [las cursivas son
mías]. Y sin embargo, tan seguro como de que mi alma vive, lo estoy de que la perversión
es uno de los impulsos primitivos del corazón humano, una de las facultades o sentimien-
tos primarios, indivisibles, que dan dirección al carácter del Hombre. lQuién no se ha
sorprendido a sí mismo muchas veces cometiendo una acción vil o estúpida, sin más razón
que porque sabe que no debía hacerla? lNo tenemos una inclinación perpetua, contra
nuestro mejor juicio, a violar aquello que es Ley, simplemente porque comprendemos
que lo es? 7
Sin duda, este pasaje debe considerarse como una de las fuentes que con-
dujeron a la dialéctica sicológica-filosófica de la primera parte de Notas
desde el subterráneo.
Y sin embargo, pese a toda su admiración al talento de Poe, Dostoievski
no lo considera como el igual de otro "fantasista", E. T. A Hoffmann, cuya
7
E. A. Poe, "The Black Cat'', en Complete Works, ed. James A. Harrison, 17 vols. (Nueva York,
1902; reimp. 1965), 4, p. 146.
108 UN TIEMPO DE ESPERANZA
obra había ejercido una poderosa influencia sobre la literatura rusa duran-
te el decenio de 1830 y a quien Dostoievski, siendo adolescente, había leído
con reverente atención. Lo que le da superioridad a Hoffmann, sostiene,
es que lo sobrenatural y lo extraterreno se combinan y funden en su obra
con lo común y lo verosímil, a veces Hoffmann "hasta busca su ideal fuera
de lo terreno, en cierto tipo de mundo extraordinario que acepta como su-
perior, como si él mismo creyera en la existencia de este misterioso mun-
do encantado ... " Poe es inferior a Hoffmann no tanto como escritor sino
como "poeta", ya que el romántico alemán constantemente infunde a su
obra una aspiración hacia "un ideal" y en esa aspiración ve Dostoievski "la
pureza y lo real, la auténtica belleza inherente al hombre" (19, pp. 88-89).
Podríamos decir que las mejores creaciones del propio Dostoievski des-
pués de Siberia intentan lograr un equilibrio entre los dos escritores, rivali-
zando con Poe en viveza y verosimilitud, pero sin perder de vista nunca el
sentido de Hoffmann de lo extraterreno y lo trascendente como fuerza que
controla la vida humana.
Así, Dostoievski trató, a la vez, de ser un escritor como Poe y un poeta
como Hoffmann; para él, estos dos aspectos de la literatura no podían, o
al menos no debían, separarse nunca. De hecho, la necesidad de mantener
unidos ambos fue cuestión que lo ocupó mucho precisamente en este mo-
mento, y siguió formando parte de sus ideas acerca del arte y la vida. Pues
la función más importante del arte, creía Dostoievski, era -y siempre ha-
bía sido-- inspirar al hombre ofreciéndole un ideal de trascendencia al cual
pudiese aspirar eternamente. Esta fue la posición misma que afirmó cuan-
do, en el segundo número de El Tiempo, lanzó su primer ataque abierto
contra el bando radical.
VI. UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA
1 Para más detalles sobre la recepción de El Tiempo , véasePSS, 18, pp. 229-236.
2 /bid.
109
110 UN TIEMPO DE ESPERANZA
3 /bid.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 111
dos páginas de Belinski (una edición de cuyas obras está hoy completán-
dose), se dice más acerca del aspecto histórico de la literatura rusa que en
todas las páginas de las Noticias de la Patria, desde 1848 hasta la actua-
lidad" (18, p. 71). No se da cuartel al crítico de esta publicación, S. S.
Dudyshkin, quien habría podido considerarse corno uno de sus aliados en
contra de Dobrolyubov; así Dostoievski se alinea públicamente con los ra-
dicales, para quienes Belinski era un maestro insuperable, y a la vez esta-
blece sus credenciales corno comentador no partidarista, que aun si entabla
una querella con Dobrolyubov, no puede considerarse que pertenezca al
bando enemigo.
Para empezar, Dostoievski establece en confrontación mutua las dos
posiciones extremas, y demuestra que ambas son contradictorias. Los par-
tidarios de la libertad del arte, que insisten en que el "el arte es un fin en
sí mismo" y que por tanto no toleran coacciones ni directivas, al mismo
tiempo objetan la literatura "acusatoria" y sus ternas. Como resultado, vio-
lan ese mismo principio de libertad del arte que, supuestamente, quieren
defender. Los utilitarios radicales exigen que el arte sea útil, pero dado
que son indiferentes a la calidad artística, también ellos se encuentran en
contradicción con su propio principio guía: "Una obra sin valor artístico
nunca podrá de ninguna manera alcanzar su meta; además, hace más mal
que bien a su causa; por tanto, los utilitarios, al descuidar el valor artístico,
son los primeros en dañar su propia causa... ya que buscan beneficio, y no
daño" (18, p. 79).
Aunque ambos polos son así rechazados corno internamente incon-
gruentes, es obvio que Dostoievski cree que el error de los partidarios del
arte no pasa de ser un pecado venial, mientras que el de los utilitarios im-
plica una negativa del derec~o mismo del arte a existir. Es cierto, reconoce
Dostoievski, que Dobrolyubov no llega explícitamente a tales extremos;
pero Chernishevski, después de todo, sí había comparado el arte con los
textos de escuela cuyo "propósito es preparar al estudiante para leer las
fuentes originales y después para servir de libros de referencia, de cuan-
do en cuando". 6 Y aun si los utilitarios no rechazan abiertamente el arte,
no sólo lo tienen en muy baja estima, sino que parecen albergar un irritable
resentimiento contra la calidad artística corno tal; de no ser así, ¿por qué
"detestan a Pushkin y dicen que toda su inspiración no pasa de ser afecta-
ciones, muecas, galimatías y notas insignificantes, mientras sus poemas son
considerados corno bagatelas, buenas tan sólo para antologías?" (18, p. 79)
6
N. B. Chernishevski, Selected Philosophical Essays (Moscú, 1953), p. 376.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 113
Como prueba del desdén último de los utilitarios hacia el arte, Dosto-
ievski escoge el elogio hecho por Dobrolyubov a Marco Vovchok, cuyos
cuentos habían sido traducidos del ukraniano al ruso nada menos que por
Turguénev. * Dostoievski concentra su fuego contra uno de sus cuentos,
"Masha" --0bra que Dobrolyubov había citado extensamente, con apro-
bación- que muestra la resistencia interna de una muchacha sierva a su
condición de esclava. Apática y descuidada como sierva, su carácter cambia
y empieza a mostrar la energía más resuelta y feroz una vez que su hermano
le ha comprado la libertad. Según Dobrolyubov, este cuento mostraba la
profundidad del anhelo de libertad del pueblo ruso común; era una lección
para todos aquellos que, en algún oscuro rincón del espíritu, seguían cre-
yendo que el campesino ruso estaba demasiado subdesarrollado como per-
sona para albergar tal deseo de emancipación. Indignado ante este menos-
precio del pueblo ruso, Dobrolyubov arguyó que en realidad estaba lleno
de iniciativa, valor y energía, y presentó estadísticas de delitos para mostrar
su punto. En palabras que se anticipan asombrosamente a las que Dosto-
ievski pronto utilizará en la Casa de los muertos, escribe: "La fuerza que
se encuentra en él [el pueblo común ruso] al no encontrar un canal libre
y apropiado, se ve obligada a abrirse una vía no convencional por sí mis-
ma ... a menudo en forma fatal para él."7
Un autorizado comerciante soviético ha argüido que Dostoievski atacó
a Dobrolyubov porque los reformistas pochvennik se negaban a aceptar
semejante imagen "revolucionaria" del pueblo ruso. Pero la verdad es
exactamente opuesta. Dostoievski afirma categóricamente que, lejos de
disputar la opinión de Dobrolyubov acerca del pueblo ruso, la aprueba de
todo corazón, y hasta muestra su sorpresa ante la convicción de Dobrolyu-
bov de que tales ideas no son generalmente aceptadas.** La tendencia de
la obra de Marco Vovchok, declara firmemente Dostoievski, es digna del
• En vista de los esfuerzos de Turguénev en favor de Marco Vovchok, las críticas de Dostoievski a
esta también pueden reflejarse indirectamente sobre su protector. Probablemente, por esto, Dostoiev-
ski se aparta de su línea en el texto para rendir un homenaje personal a Turguénev. Entre el testimonio
que aduce para probar el desdén de Dobrolyubov al arte, dice que "El Señor-bov ha empezado a ex-
presarse con cierto tipo de disgusto especial acerca del señor Turguénev, el más artista de todos los
novelistas rusos contemporáneos'', PPS (18, pp. 79-80).
7
N.A Dobrolyubov, Selected Phí/osophica/ Essays, trad. J. Fineberg (Moscú, 1956), p. 542.
••"Los cuentos de Marko Vovchok", escribe G. M. Fridlender, "eran, según Dobrolyubov, un sín-
toma importante en la literatura rusa del importante giro hacia arriba que podía notarse en la vida del
pueblo. Elpochvennik Dostoievski no compartía la posición política de Dobrolyubov, esta fue la causa
de la caldeada controversia con Dobrolyubov... "Véase el articulo, por lo demás válido, sobre la esté-
tica de Dostoievski, en G. M. Fridlender, Dostoevsky i Mirovaya Literatura (Moscú, 1979),.pp. 62-100;
la cita es de la p. 93.
114 UN TIEMPO DE ESPERANZA
entonces podría sofiar con unos jardines mágicos, con árboles preternaturales con ramas
de coral, hojas de esmeraldas y frutas de rubí, pero al transferir su residencia, digamos,
a la provincia de Kursk, y poder pasearse a su gusto en un huerto modesto pero tolerable,
con manzanas, cerezos y perales. . . El sofiador se olvidará no sólo de Las mil y una noches,
sino también de los naranjales de Espafia.8
el arte es para el hombre una necesidad, tanto como lo es comer o beber. La necesidad
de belleza y de las creaciones que la encarnan es inseparable del hombre, y sin ellas el
hombre tal vez no tendría deseos de vivir. El hombre tiene sed [de belleza] ... y tal vez
sea en esto donde se encuentra el más grande misterio de la creación artística, en que la
imagen de su belleza que brota de sus manos se convierte inmediatamente en un ídolo
incondicionalmente (18, p. 94).
es como si la vida se hiciera más lenta, y hemos visto ejemplos de cómo el hombre, habien-
do alcanzado el ideal de sus deseos y no sabiendo ya por qué esforzarse más, satisfecho
y ahíto, cae en una especie de melancolía, y hasta provoca tal melancolía en sí mismo
como buscó otro ideal en su vida y, saciado luego, no sólo no supo valuar aquello de que
disfrutaba sino que, concientemente, llegó a diverger de su propio camino, estimulando
en sí mismo gustos que eran excéntricos, malsanos, ardientes, discordantes, algo mons-
truoso, habiendo perdido el anhelo del sentido estético, de la belleza saludable, y exigien-
do en cambio lo excepcional.
pasada, y una interna nostalgia oculta por la misma perfección que el alma
está buscando, pero que deberá seguir buscando largamente, mientras si-
gue atormentada por dolores de parto, desde antes de encontrarla" (18,
p. 97). La "oculta nostalgia interna" que Dostoievski discierne en este tex-
to es, sin duda, el anhelo de una nueva teogonía, una nueva aparición de
lo sagrado que bajará a remplazar al ídolo pagano, hermoso pero ya sin
vida; es el anhelo del nacimiento de Cristo, del hombre-Dios que, en rea-
lidad, un día caminaría por la Tierra, suplantando a la inmóvil y distante
diosa romana. Y como Dostoievski ha descrito su propio tiempo diciendo
que es de "anhelo, lucha, incertidumbre y fe (porque nuestro tiempo es
un tiempo de fe)", interpreta el poema de Fet diciendo que expresa el más
urgente de los temas contemporáneos.*
Estas reflexiones sobre el arte concluyen con una sola frase que, según
cree Dostoievski, resuelve el conflicto entre los dos ya viejos equívocos, y
que imprime como párrafo independiente, en cursivas: "El arte siempre es
actual y real, nunca ha existido de otra Ínanera y, lo de más importancia, no
puede existir de ninguna otra manera" (18, p. 98). Esta idea fue expresada
por vez primera en la crítica rusa por Valerian Maikov, íntimo amigo de
Dostoievski durante los cuarenta (cuya prematura muerte se menciona
brevemente y con gran tristeza al comienzo de su artículo); y Dostoievski
ahora la reitera como piedra angular de su propia doctrina. Si a veces pare-
ce que el arte se desvía de la realidad y no es "útil", esto sólo es porque no
conocemos todos los medios por los que el arte sirve a la humanidad y por-
• La imaginativa interpretación dada por Dostoievski a este poema, que a primera vista puede
parecer un tanto forzada, recibe cierta confirmación indirecta de las observaciones de Roman Jakob-
son acerca del significado simbólico atribuido a la escultura en la tradición rusa.
que, aún por las más loables razones, enfocamos atendiendo demasiado
estrechamente al bien inmediato y común. Desde luego, los propios artis-
tas a veces se desvían del camino recto, y en tales casos son perfectamente
legítimos los esfuerzos de Dobrolyubov y de sus compañeros por llamar-
los al orden. Pero Dostoievski establece una clara distinción entre crítica,
amonestación, exhortación, persuasíón y la emisión de lo que en realidad
son órdenes y ukases sobre cómo deben crear los artistas.
Todos estos esfuerzos por reglamentar el arte están condenados, de to-
dos modos, a la inutilidad; ningún verdadero artista los obedecerá, y el arte
seguirá su propio camino, desentendiéndose de los intentos de poner un
yugo a sus caprichos creadores. Tales intentos se basan en una interpreta-
ción totalmente errónea de la naturaleza del arte, que siempre ha respon-
dido a las necesidades y los intereses de la humanidad, y nunca se ha se-
parado de ellos. Así defiende Dostoievski la libertad del arte, no porque
rechace la norma de la "utilidad", sino "precisamente con la certidumbre
de que cuanto más libre sea el arte en su desarrollo, más útil será a los inte-
reses de la humanidad" (18, p. 102). Una vez más, adopta una posición to-
talmente original, defendiendo a la vez la libertad y la utilidad del arte,
pero -lo de más importancia- definiendo tal "utilidad" en función del
eterno anhelo del hombre por incorporar a su vida la inspiración de un
ideal religioso sobrenatural.
Este aspecto decisivo del argumento de Dostoievski ha sido relativa-
mente olvidado, pero es de importancia fundamental para la compren-
sión de su propia idea de la vida, que iba evolucionando gradualmente; por
ejemplo, resulta significativo que los ejemplos de "belleza" sana y saluda-
ble a los que se refiere-la !liada, elApolo de Belvedere, el poema de Fet-
todos ellos tengan connotaciones religiosas, si bien paganas, y hasta se des-
vía de su argumento para subrayar este punto en una observación. "Este
mármol es un dios", dice, hablando delApolo, "y aunque podáis escupirlo,
no le quitaréis su divinidad ... Desde luego, hay miles de impresiones en
el mundo, pero seguramente no es casual que este tipo de impresión sea
especial, la impresión de un Dios" (18, p. 78). * Aun cuando Dostoievski
se limite aquí a ejemplos tomados de la antigüedad clásica, esta línea de
razonamiento podría fácilmente culminar en una afirmación de la impor-
tancia del "cristianismo en el arte". Poco después de salir de la prisión en
• Dostoievski está parafraseando aquí un célebre poema de Pushkin, "El poeta y la muchedum-
bre", en que el poeta dice desdeñosamente al gentío embrutecido: "El Apolo de Belvedere es para vo-
sotros un ídolo./ En él no discernís ninguna utilidad ... utilidad." Para el texto ruso, PSS (18, p. 289).
120 UN TIEMPO DE ESPERANZA
1854, Dostoievski había escrito que nada en el mundo era "más hermoso"
que la figura de Cristo;9 y era esta belleza la que daba inspiración moral al
mundo moderno, así como los dioses de la mitología griega y romana inspi-
raron la antigüedad. 1º Probablemente por razones de estrategia ideológi-
ca, deliberadamente modera este aspecto cristiano de su argumento y se
refugia en el pasado grecorromano; pero no era de la religión de los griegos
y de los romanos de donde Dostoievski esperaba una respuesta a las angus-
tiosas preguntas a las que se enfrentaban a la vez la Rusia moderna y el
hombre moderno.
Lo que Dostoievski dice sólo por implicación en este artículo está expresa-
do abiertamente en otro ensayo escrito varios meses después. En este pun-
to, ya no está polemizando con Dobrolyubov y con los radicales, sino con
un sólido pilar del régimen, el director de El Mensajero Ruso, M. N. Kát-
kov, y de lo que se trata no es de estética, sino de la liberación de las muje-
res. En el próximo capítulo diremos más acerca de esta disputa; aquí nos
limitaremos a enfocar un sorprendente análisis del poema de Pushkin,
"Noches egipcias" (incluido en un cuento del mismo título), que Dostoiev-
ski ofreció en apoyo de sus opiniones.
El poema, uno de sus viejos favoritos, describe a Cleopatra, quien se
ofrece a pasar una noche con cualquier miembro de su séquito que esté
dispuesto a perder la vida al amanecer, a cambio de disfrutar el supremo
privilegio de sus favores. Pushkin presenta el desafío con voluptuoso deta-
lle mientras Cleopatra se explaya sobre los deleites que aguardan al hom-
bre (o a los hombres) lo bastante intrépido para aceptar su fatal invitación;
y Kátkov, con voz de censura, dijo que la obra, inadmisiblemente, prestaba
voz a "las expresiones últimas de la pasión", revelando desvergonzadamen-
te un secreto que "nunca debía ver la luz del día" (19, p.134). Sin embargo
para Dostoievski, semejante interpretación era asombrosamente miope e
indicaba una total incapacidad de apreciar la poesía. Habiendo decidido
ilustrar a Kátkov sobre el significado real del poema, vuelve a algunas de
las cuestiones planteadas en su debate con Dobrolyubov; y nos queda la
clara impresión de que esta interpretación es otro fragmento de su tratado
(hoy perdido) sobre el papel del cristianismo en el arte.
11 "I grustnyi vsor ostanovila / Tuarita gordaya na nem ", A. S. Pushkin, Sobranie Sochinenü, 1Ovols.
•Estos dos ensayos no fueron incluidos por N. N. Strájov en la lista de anfculos no firmados de
Dostoievski que entregó a Mme. Dostoievskaya tras la muene de su marido. Desde entonces, ha existi-
do una controversia continua sobre si deben incluirse entre sus obras.
nas cuidadosa consideración de los argumentos adversos, el estudioso más reciente del tema, G.
M. Fridlender, concluye que el peso de la evidencia está en favor de que se les asigne, en todo o en
gran pane, a Dostoievski. Véase la extensa discusión que se encuentra en PSS (19, pp. 314-321).
124 UN TIEMPO DE ESPERANZA
7
El artículo sobre los cuentos de Uspensky también toca la cuestión del
realismo y el grado en que el verdadero arte difiere de un simple intento
de mimesis literal. Chernishevski había producido un escrito entusiasta
acerca de Uspensky, intitulado" lNo ha empezado ya el cambio?": el cam-
bio era de actitud de la literatura rusa hacia los campesinos, como antes se
había reflejado en la obras de escritores patricios como D. V. Grigorovich,
Turguénev, Saltykov-Schedrin, y otros. Estos autores habían tendido a
idealizar a los campesinos, o al menos a reducir y endulzar algunos de los
aspectos más repelentes de su atraso cultural. Como hijo de un pobre cura
de pueblo, Uspensky no hizo ningún esfuerzo, en sus esbozos de la vida
campesina, por disimular la ignorancia y rudeza del pueblo. "El público
considera que las pequeñas piezas del señor Uspensky son dignas de to-
marlas en cuenta", escribió Chernishevski. "lPor qué? Nos parece que la
razón no sólo es su indiscutible talento... El señor Uspensky posee otra
cualidad que agrada mucho a la mejor parte del público. Escribe la verdad
acerca del pueblo, sin adornos." 12
12
Chemishevski, Polnoe Sobranie Sochineni~ 15 vols. (Moscú, 1939-1953), 7, p. 856.
UNA ESTÉTICA DE LA TRASCENDENCIA 127
13 La opinión que Dostoievski tenfa de Uspensky resultó de mucho más amplio criterio que la de
los izquierdistas que antes fueran partidarios del escritor. '!res años después, tras la detención de Cher-
nishevski, El Contempordneo adoptó una lfnea mucho más rígidamente populista; y cuando se publicó
una segunda edición de los cuentos de Uspensky, el critico de la publicación escribió: "En sus relacio-
nes (del autor] con el pueblo no vimos indiferencia ni imparcialidad, sino una mezcla de altanería y de
desprecio que recuerda la de un viejo y próspero administrador de una finca." (El trabajo de Uspensky
rápidamente perdió el favor del peíblico y, en sus años posteriores, "se volvió un bufón de las calles,
cuentista y alcohólico, y por Cíltimo puso fin a su vida mediante el suicidio". Véase B. P. Kozmin, Iz Is-
toria Revolyutsionoi Misli v Rossü (Moscó, 1961 ), p. 38; yA. Handbook ofRussian Literature, ed. Victor
Terras (New Haven, 1985), p. 496.
VII. ESCARA11UZAS POLÉMICAS
1
Citado en PSS, 18, p. 281.
2 Siempre que sea posible, las referencias a los cuadernos de notas de Dostoievski se remitirán a
los textos incluidos en la edición de sus obras hecha por la Academia de Ciencias. Las traducciones
al inglés deben mucho a las de The Unpublished Doswevsky, ed. Car! Proffer, trad. por varios, tres vo-
lúmenes (Ann Arbor, Mich., 1973-1976). Sin embargo, no se harán referencias a páginas del texto en
inglés.
3
Véase la cita de Chemishevski, y otras de la misma índole, en PSS, 20, p. 347.
129
130 UN TIEMPO DE ESPERAt'!ZA
4
Para más información al respecto, véase V. S. Nechaeva, Zhumal M M. i F. M. Dostoeskikh, "Vrem-
ya", 1861-1863 (Mosct1, 1973), pp. 155-210, esp., pp. 183, 188.
•Entre las otras indicaciones del progresismo deEl Tiempo, y en vista de las ulteriores expresiones
antisemitas de Dostoievski, vale la pena notar la defensa de los judfos, contenida en el nt1mero de su
revista de febrero de 1862. Una nueva ley que estipulaba que los judfos que tuvieran diplomas uni-
versitarios eran elegibles para ocupar cargos en todas las ramas del servicio civil movió al eslavófilo
El Dfa a protestar contra el hecho de abrir los puestos administrativos a "un puñado de individuos
que niegan rotundamente las enseñanzas cristianas, los ideales y la ética cristiana .. . y que profesan
una doctrina adverni y antagónica .. . "
El Tiempo respondió al punto diciendo que quienes defendían a los cristianos atacando a los jud(os
eran "amigos lamentables que dañaban más al cristianismo que sus propios enemigos". El escritor
pasa entonces a decir que "si dentro del juda(smo hay algo inherentemente dañino al cristianismo,
entonces la preservación de la sociedad cristiana contra este mal sólo puede encontrarse dentro de
su fe", peroEIDfa desea proteger al cristianismo con salvaguardias jurídicas; "y antes de que os ente-
réis, iestaréis buscándolas con la espada y con el fuego!" Concluye el autor: "No es este espíritu, en
nuestra opinión, el que inspiró las enseñanzas de Aquel en cuyo nombre pretende hablar El Dfa. Las
enseñanzas de paz, amor y concordia debieron haber producido otras ideas y otras palabras".
Nunca se ha establecido si Dostoievski escribió este artículo. Varios estudiosos lo han atribuido a
Strájov y, más recientemente, a un colaborador más joven, M. I. Vladislavlev, quien después se casó
con la sobrina de Dostoievski y siguió una distinguida cam:ra académica de filósofo; pero ciertamente
Dostoievski le dio su aprobación, como director en jefe. David Goldstein, que ha escrito ia mejor obra
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 131
sobre la cuestión de Dostoievski y los judíos, cree que lo hizo tan sólo para ganarse el favor de los lec-
tores radicales.
Semejante "escéptica y dnica interpretación de la utilización de la cuestión judía por El Tiempo,
para sus propios fines" (estas son palabras del propio Goldstein) debe aceptarse, desde luego, como
posibilidad. Pero esto no excluye la posibilidad opuesta de que E/ Tiempo realmente hablara en serio.
Después de todo, Dostoievski si creía que el cristianismo, particularmente en su variedad ortodoxa
oriental, era una religión de libertad espiritual que excluía toda persecución -aunque, con el paso
del tiempo, encontró esta convicción cada vez más difícil de reconciliar con su creciente antipatfa a
los judíos. Esta cuestión me parece a mí menos de negro y blanco de lo que Goldstein quiere pre-
sentarla; no hay razón para suponer que Dostoievski, cuyos sentimientos mnstantemente cambiaban
acerca de tantas otras cosas, fuera siempre un convencido antisemita. Cualquiera que fuese el motivo,
queda en pie el hecho de que, en la crónica de asuntos internos de El Tiempo, los judíos fueron cons-
tantemente defendidos contra los ataques que se lanzaban contra ellos. Véase V. S. Nechaeva, Zhumal
M. M. í. E M. Dostoevskikh, "Vremya", 1861-1863 (Moscú, 1972), pp. 272-273; David l. Goldstein,
Dosioevski and the lews (Austin, Tex., 1981), cap. 3, también mis propias observaciones en el prólogo
de tal libro, ix-xv.
132 UN TIEMPO DE ESPERANZA
por una furiosa disputa entre los dos por la situación actual de la cultura
rusa.
Esta disputa surgió porque El Contemporáneo, incapaz de manifestar
directamente su radicalismo cada vez más intransigente, recurrió a la tác-
tica esópica de expresar su supremo desdén a aquellos representantes del
liberalismo europeo que Kátkov más admiraba. Tales artículos lo pusieron
frenético y expresó entonces su supremo desdén y hostilidad a una cultura
rusa en que las estupideces de El Contemporám:o pudieran tener tantos
lectores. lQué podía estar en las raíces del mal si no todo el lamentable
pasado de la propia Rusia? Como resultado, Kátkov se puso a expresar
unas reflexiones desengañadas acerca de las llamadas realizaciones de la
cultura rusa y de las maravillas de la nacionalidad rusa, que despertaron
en Dostoievski una combativa furia.
Lo que disputaron tiene hoy un interés principalmente de antigüedad;
pero una o dos observaciones de Dostoievski valen la pena, sin duda, de
repetirse. En una respuesta a Kátkov, subraya la fuente experiencia! de
sus propias convicciones acerca de la "nacionalidad rusa", que no se deriva-
ban de la teoría, sino de su obligatorio contacto con el pueblo ruso en Sibe-
ria y el descubrimiento que entonces hizo de su verdadera naturaleza. Para
saber lo que significa "nacionalidad rusa", dice a su adversario, "las circuns-
tancias deben haberlo obligado a usted a vivir con el pueblo, a compartir
sus ideas e intereses, al menos temporalmente, en forma práctica e inme-
diata, y no sólo desde una posición de superioridad". Sólo entonces, "cuan-
do se ha vivido con él [el pueblo], su carácter se impone al alma tan podero-
sa, tan palpablemente, que ya no es posible perder la fe en él" (19, p. 113).
En el curso de esta refutación, Dostoievski también defiende a El Contem-
poráneo (con su satírico complemento, El Silbato) contra las imprecacio-
nes de Kátkov, aunque lo haga indirectamente, negándose a reconocer
que toda la cultura rusa había culminado en las doctrinas de los radicales.
En otro artículo también se ve que Dostoievski ha tomado el bando de
El Contemporáneo contra los escritos de Kátkov, Sin embargo, una vez
más, es demasiado cauteloso para indicar su rechazo de las "ideas" de los
radicales, mientras defiende el derecho que tenían de hablar, pese a las
obvias contradicciones en las que caen. Aquí, las palabras de Dostoievski
merecen especial atención, porque se adelantan claramente a la dialéctica
de la primera parte de Notas desde el subterráneo. Kátkov había argüido,
con buena lógica, que en vista de las doctrinas propuestas en el Principio
antropológi.co en la filosofía, de Chemishevski, los radicales eran absoluta-
mente incongruentes cuando apelaban a principios e ideas morales como
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 135
Cualquiera que sean sus convicciones -escribe Dostoievski-, los hombres deben, sin
embargo, seguir siendo hombres, y no son capares de destruir su propia naturaleza; el
instinto de conservación debe permanecer intacto en ellos y, además, el hombre, siendo
hombre, sentiría la necesidad de amar a su prójimo, la necesidad de sacrificarse por él,
porque el amor es inimaginable sin el sacrificio propio, y el amor, repetimos, no se puede
destruir. El hombre tendría entonces que odiar su propia naturaleza. lPuede usted creer
esto? (19, pp. 131-132).
que las Noches egi,pcias no eran "inmorales", ahora, en otro rato de inspi-
ración, se propuso refutar la afirmación de Dudyshkin de que el héroe de
Pushkin no era "un tipo histórico'''.
Las furiosas palabras de Dostoievski casi parecen saltar de la página.
iNada, sostiene, podría ser más '"nacional", nada más "histórico" que el
personaje de Oneguin! Pues
resume, con cegadora claridad, todos Jos rasgos que sólo un ruso pudo mostrar en cierto
momento de Ja vida rusa: a saber, e:l momento en que sintió Ja civilización como la vida
misma, no como un caprichoso trm;plante extranjero, mientras que al mismo tiempo to-
das las sorpresas, todas las preguntas extrafias -a las que no se podía responder en los
términos de tal periodo- empezaban, por vez primera brotando por doquier, a asaltar
la sociedad rusa y a abrir las puertas de su conciencia.
Dostoievski cree que "Ja burlona máscara die Gógol" revela el mismo
dilema, e implica que Gógol "se permitió morir, incapaz de crear y de deter-
minar precisamente un id.eal del que no pudiera ireírse". La etapa final del
proceso se encuentra en el Rudin de Turguénev y en el Hamlet del Distrito
Shchigrovsky (personaje de un cuento del mismo nombre), que "ya no se
ríen de su propia actividad y de sus propias convicciones: creen, y son sal-
vados por esta fe". En otras palabras, ambas figura\S son inspiradas por los
ideales humanitarios del decenio de 1840, particutlarmente por una pro-
funda compasión al pueblo, y así, son rescatadas de la desesperación: "Casi
no son ya egoístas" (19, p. 12). En este apasionad'° esbozo de la historia
del "hombre superfluo'" en la literatura rusa, las complicaciones de la sico-
logía dostoievskiana empiezan a mezclarse con el curso del desarrollo so-
ciocultural ruso, y la conquista del egoísmo y la búsqueda de la fe y de un
ideal se identifican con un rediescubrimiento de los valores del pueblo ruso
común.
6
Matthew Arnold, Poems (Londres y· Nueva York, 1888), p. 214.
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 139
Estos artículos forman parte de la batalla que Dostoievski entabló con los
representantes del occidentalismo ruso, incapaces de comprender los teso-
ros de su propia cultura por estar obsesionados por las ideas europeas del
decoro y de unas normas literarias ya caducas. En un tono más conciliador
y moderado, también entabló la misma batalla en otro artículo dedicado a
uno de los muchos proyectos que por entonces se proponían para una an-
tología de lecturas destinadas a favorecer la educación del pueblo. Este
problema flotaba en el aire, y Tolstoi, tras escribir sobre el tema en 1861,
pasó a la acción un año después, fundando su escuela para niños campesi-
nos en Yasnaya Polyana. El Tiempo, incidentalmente, siguió muy de cerca
los experimentos de Tolstoi y los comentó con considerable simpatía. Cher-
nishevski sin dejar de rendir homenaje a los nobles propósitos del conde
Tolstoi y a sus benéficos objetivos, no por ello dejó de burlarse despectiva-
mente de sus teorías sobre la educación.
El proyecto que Dostoievski examina extensamente se publicó en Noti-
cias de la Patria, pero como Dostoievski respetaba al autor y simpatizaba
con su propósito, su tono es mucho menos combativo que al enfrentarse
a Dudyshkin o a Kátkov; sin embargo, en esencia, sus críticas -alimenta-
das por su incomparable contacto con la vida del campesino ruso en Sibe-
ria- casi equivalen a la misma acusación. El occidentalismo de la clase
educada rusa, aun entre los que tuvieran la mejor voluntad del mundo, los
había incapacitado para teda comprensión de cómo en realidad sienten y
se comportan los campesinos rusos; sobre todo, son incapaces de acercarse
a sus conciudadanos considerándolos como seres humanos absolutamente
sensibles. Por ejemplo, el autor del proyecto loablemente sostiene que es
esencial atraer al pueblo, hasta donde sea posible, desde su propio punto
de vista y no desde el de sus superiores. Y sin embargo, explica muy minu-
ciosamente que su antología fue organizada para impartir gradualmente
todo tipo de conocimiento útil, y cuya difusión pretende erradicar la igno-
rancia y el prejuicio entre los moradores, lamentablemente atrasados, de
los campos rusos. Tan noble propósito, objeta Dostoievski, simplemente
condena al proyecto a abortar; el pueblo inmediatamente comprendería
esta intención, la consideraría insultante y ofensiva, y evitaría el libro como
una peste, cualesquiera que fuesen sus méritos. "No hay nada", insiste
Dostoievski, "de que un hombre se dé cuenta tan pronto como del tono
que se adopta al hablarle, de la actitud hacia él" (19, p. 28).
140 UN TIEMPO DE ESPERANZA
Yo personalmente, en los cuarteles, escuché una lectura pública (un soldado leía y los
demás escuchaban) s:obre las aventuras de un tal Chevalier de Chevarny y la duquesa de
La Vergondiere... Cuando la acción llegó al momento en que la duquesa renuncia a sus
riquezas y entrega los varios millones de su ingreso anual a Rose, humilde grisette, para
que pueda casarse con el Chevalier, y cuando eiia misma se vuelve grisette para casar con
Olivier Durand, simple soldado pero de buena familia, que se niega a ascender a oficial
para no tener unos prntectores deshonrosos, la impresión que ello produjo sobre quienes
escuchaban fue extraordinaria.
Dostoievski añade 1:¡ue, habiendo leído a menudo este material en voz alta
ante públicos simil21res, "siempre produjo un efecto con mis lecturas, y esto
me causó gran placer y deleite" (19, p. 53). La impresión eufórica creada
por tales ocasiones bien pudo dejar en Dostoievski un deseo de cautivar a
su invisible público de lectores mediante similares recursos literarios.
Un aspecto de t;al proyecto que en particular horrorizó a Dostoievski
fue la sugestión de que el libro se distribuyera con ayuda de las autoridades
locales, en las reuniones anuales de la comuna y fuera entregado como re-
galo por el más anciano de cada aldea a todos los campesinos que hubiesen
aprendido a leer. Dostoievski no puede contener su sarcasmo ante esta
idea "patriarcal", tomada de los cuentos sentimentales de Karamzin acerca
de unos campesinm; rusos de rococó, pintados en porcelana. Y elabora un
pequeño boceto cáustico en que muestra el asombro de un auténtico cam-
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 141
8 Para más información, véase Dostoevsky: The Seeds of Revol~ 1821-1849 (Princeton, 1976),
pp. 252-257.
9 Andrzej Walicki, The Slavophile Controversy, trad. Hilda Andrews-Rusiecka (Oxford, 1975),
p.256.
1
º
Citado en ibid., pp. 256-257.
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 143
A estas alturas debe ser claro por qué El Tiempo, durante su primer año
de vida, adquirió la reputación de pertenecer al mismo bando de El Con-
temporáneo, y por qué se impacientaban Strájov y Grigoryev. Haciendo lo
que podían por establecer el equilibrio, Strájov mantuvo un continuo fue-
go contra los radicales, en forma de artículos escritos como cartas dirigidas
al editor. Sin tener el temperamento combativo del verdadero polemista,
ESCARAMUZAS POLÉMICAS 145
11 Strájov, Jz lstorü Lileratumago NigUzma (San Petersburgo, 1890, reimp,, La Haya, 1968), p. 34,
12 !bid,,
pp, 39-65,
13 La irritación de Strájov por este incidente todavía es visible 20 años después, en Biografiya,
p,235,
146 UN TIEMPO DE E:sPERANZA
Era una historia terrible. Era la historia de una mujer abandonada que vivía del naufragio
de su felícidad, enferma, exhausta y abandonada por todos, rechazada por el último a
quien pudiese dirigirse: su padre, en una ocasión ofendido por ella y enloquecido por in-
tolerables sufrimientos y humillaciones. Fue la historia de una mujer impulsada a la de-
sesperación, que vagaba por las heladas y sucias calles de San Petersburgo, pidiendq li-
mosna con la nifia a la que consideraba como un bebé. . . era una historia sombría, uno
de esos dramas deprimentes y turbios que tan a menudo pasan inadvertidos, casi miste-
riosos, bajo el encapotado cielo de San Petersburgo, en los sombríos rincones de la gran
ciudad, en medio del vertiginoso fermento de la vida, del craso egoísmo, del choque de
intereses, de horrible vicio y crímenes secretos, en el más bajo infierno de una vida absur-
da y anormal. .. (3, pp. 299-300).
Aquí, Dostoievski espesa la atmósfera con una mano tan pesada y una pale-
ta tan lóbrega como la de Eugene Sue o Frédéric Soulié, y el reb~squ;lo
sentimentalismo de su tono transmite mucho de lo que provocó las despec-
tivas referencias de su primer crítico a la falta de calidad artística del libro.
blillas. Hoy, estos acontecimientos son mucho mejor conocidos por las re-
miniscencias que Dostoievslci después confiart.a a su Diario de un escritor,
pe~Q ~ntonces tenían el sabor de la novedad, y daban al lector la sensación
qe ser in.traducido tras las bambalinas de la 'Vida literaria rusa. El empleo
dado por Dostoievslci a ese material autobinglfáfico, así como en el caso de
sus "Visiones peterburguesas" una vez má~. s:irvió p:ara refrescar la memo-
ria literaria de sus lectores, y colmar la brecha creada por su larga ausencia.
Además, se ha notado ya un deliberado "aUttobio:grafismo" como nuevo
rasgo de la prosa rusa del decenio de 1850, que también puede verse en
Infancia, adolecencia y juventud y Relatos de Sebastopol, de Tolstoi, así co-
mo en la Crónica de familia, de S. T. Ak:>ákov. lDostoievski había leído estas
nuevas publicaciones poco después de salir del campo penitenciario y así,
en su propia obra, estaba. siguiendo la corriente die! momento.
Humillados y ofendidos también tient: una considerable pertinencia
socioculturn\i y fue leído, en parte, como un escrit;o sobre los tiempos, de-
dicadq ªla candente cuestión de la liberación femenina. Su heroína, Na-
lasha, de cuyas cualidades morales nunca se dud:a, abandona abierta y vo-
luntariamente a su respetable familia para convertirse en amante de un
hombre, y aunque sufre como resultado de su descarrío, ni una sombra cae
sobre su carácter por su deliberado desafío a la moral convencional. De
hecho, lván Petróvich la defiende, indignado, contra todo intento de man-
char s.lJ. reputación. Además, la acción está 01cganizada de tal modo que
ponga en relieve la importancia de haber sido perdonada incondicional-
mente por su indignado padre, es decir, de ser perdonada sin exigírsele que
renuncie a su pasado o reniegue de él. De e~.te modo, el libro puede ser
considerado corno un modesto alegato en pro de la liberación sexual, par-
ticularmente por la eliminación de una dobb norma moral.
Además, aun cuando Dostoievski asigna su propio pasado literario del
decenio de 1840 a su personaje lván Petróvich , en realidad la novela se de-
s.arrolla 20 años después, y el libro está lleno de alusiones que le dan una
actualidad casi periodística. Una escena en particular incluye una conver-
sación en que se habla de la liberación de los siervos y de otras reformas
que por entonces se iniciaban; el pasaje ilustra a la vez el empleo que Dos-
toievski sabe dar a las cuestiones del mmm~nto para dar vida a su texto,
además de revelar algunas de sus propias angustias.
El lugar es un salón elegante, y el que habla es un "diplomático" que
malignamente se complace en la creciente inquietud creada por la política
del nuevo régimen:
154 UN TIEMPO DE ESPERANZA
El lema de la gente por la que habla el diplomático, dice, es: "ipire fª va,
mieux fª est!" ("icua1nto peor, mejor!"). Naturalmente, el satánico villano
de Dostoievski, el príncipe Valkovsky, sonríe "con repugnante simpatía"
ante el contenido reaccionario de estas palabras (3, p. 345).
4
Véanse las observaciones que hace B. Eichenbaum, Lev Tolsltoy, vol. 1 (Leningrado, 1928),
pp. 81-82; también G. M. Fridlender, et al., Istoriya Russlwgo Romana, 2 vols. (Moscli-Leningrado,
1962), l, p. 426.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 155
rusa había entrado en una nueva fase en que la literatura debía presentar
protagonistas con mayor fuerza de voluntad.5
Esta impresión de continuidad con la temprana obra de Dostoievski fue
particularmente intensificada por la repetida evocación de Pobres gentes,
a lo largo de todo el texto nuevo. En una escena conmovedora, semicó-
mica, Dostoievski describe al joven y orgulloso autor de Iván Petróvich le-
yendo en voz alta a su admirada familia adoptiva su primera novela, recién
salida de las prensas. El anticuado provinciano Nikolai Sergeevich sólo
puede concebir la literatura como algo sumamente bombástico e intensa-
mente patriota, algo al estilo de los panegíricos oficiales e "infinitamente
elevados". Francamente desconcertado por el breve relato sin pretensio-
nes de un pobre empleado y una muchacha deshonrada, instintivamente
responde, de todos modos, al llamado emocional, a la solicitud de simpatía,
a los que sufren y a los humillados: '~lí está, simplemente es un cuenteci-
llo, pero nos desgarra el corazón... y aprendemos que el hombre más hu-
milde, más pisoteado, también es un hombre, un hermano." Asimismo, Na-
tasha se conmueve hasta las lágrimas: "De pronto, me tomó la mano, la
besó y salió corriendo de Ja habitación" (3, pp. 188-189). Poco después,
ella e Iván Petróvich quedan comprometidos.
Pobres gentes es utilizado, de esta manera, a Jo largo de toda la obra,
como piedra de toque de Ja sensibilidad moral; todos Jos personajes "bue-
nos" responden a ella de manera apropiadamente compasiva, y hasta el
desprestigiado borrachín Masloboev confiesa que "cuando lo leí, casi volví
a ser un hombre respetable" (3, p. 265). El canallesco príncipe Valkovsky
reacciona en forma totalmente distinta: no como un despertar de la con-
ciencia sino, antes bien, como una explosión de burla ante la moda literaria
de la que era producto, y cuya inspiración había sido intensificada y rea-
nudada en la más reciente literatura "acusatoria"."La pobreza es de Jo úni-
co que saben ustedes hablar hoy", dice desdeñosamente a Iván Petróvich,
"abrigos perdidos, inspectores del gobierno, funcionarios provocadores,
burócratas, gentes de otros tiempos, disidentes, ya sé, ya sé" (estas alu-
siones empiezan con Gógol y siguen con escritores más recientes, como
Saltykov-Shchedrin y Melnikov-Pechersky, conocido este último por sus
cuentos acerca de las sectas religiosas disidentes). Recomienda a Iván Pe-
tróvich, para beneficio de su carrera, que se mueva en círculos "más altos",
"aunque sólo sea para conocer aquello qe lo que está escribiendo, y en las
novelas tenemos condes y príncipes y boudoirs.. ." (3, p. 355). Aunque este
iüh, Dios mío! iTh doy las gracias por todo lo que has hecho, por tu ira y por tu clemen-
cia! . .. iPor tu sol que brilla sobre nosotros después de la tempestad!. .. iQue nos hu-
millen, que nos ofentdan! iYa estamos otra vez reunidos! iQue triunfen los orgullosos,
los arrogantes que ntJS han ofendido, que nos han humillado! iQue nos tiren piedras, no
temas, Natasha mía! ... Iremos de la mano y yo les diré: "Es mi hija, mi amada hija, a la
que vosotros habéis ofendido y humillado, pero a la que yo adoro y bendigo para siem-
pre . .. " (3, p. 422).
6
Dostoevsk:y v Russkoi, r<ritike, ed. Belkin, pp. 94-95.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 157
la trama y las causas más profundas de sus situaciones, que están arraigadas
en sí mismas y en sus valores personales. El excesivo sentimentalismo de
ciertos pasajes probablemente sea un intento de compensar esta discre-
pancia y provocar emociones de fácil piedad que no se justifican por el
texto.
Desde luego, también podemos atribuir esta disonancia a descuido (y el
reconocimiento del propio Dostoievski de que escribió con demasiada pri-
sa el libro parece confirmar semejante opinión), pero también se le puede
diagnosticar como parte de una evolución interna que aún no completaba
su curso. Pues hoy es obvio que, dentro del marco de la trama barata, Dos-
toievski empezaba, perceptiblemente, a avanzar a tientas hacia su pos-
terior novela-tragedia de ideas. Lo que podemos atisbar en Humillados y
ofendidos, a través de los intersticios de los clichés, es una novela prema-
tura acerca de un joven escritor que representa la ideología "filantrópica"
del decenio de 1840, cuya vida y cuyo mundo son quebrantados porque sus
convicciones resultan inadecuadas para enfrentarse a las fuerzas más pro-
fundas de la pasión humana y el egoísmo, que abruma su bien intencionada
inocencia. Todos los personajes que inicialmente comparten sus opiniones
sufren la misma experiencia; pero sólo él recibe un golpe mortal. Sus con-
vicciones habían sido la base de su vida y de su obra de escritor y, una vez
destruidas, no le queda ninguna razón para vivir.
Este tema de la inocencia y de los autoengaños es abordado muy pronto
por algunas observaciones semiirónicas acerca de Ijmenyev, cuya relación
con Valkovsky se deriva de un autoengaño bien intencionado, análogo al
del desinteresado coronel Rostanev en su relación con el malévolo Fomá
Fómich en La aldea de Stepanchikovo. Nos enteramos de que Ijmenyev
era "uno de esos hombres de corazón muy simple, ingenuamente románti-
cos que, aunque podamos decir muchas otras cosas de ellos, son tan encan-
tadores, entre nosotros en Rusia, y que, si entregan su afecto a alguien (a
veces, sólo Dios sabrá por qué), se entregan en cuerpo y alma, llevando
a veces su apego hasta grados ridículos" (3, p. 181 ). Se niega a creer ningu-
no de los deshonrosos rumores que circulan acerca del príncipe y declara
que "él [el príncipe] era incapaz de una mala acción" (3, p. 182; las cursivas
son mías). Por ello, Ijmenyev prefiere vivir en un mundo en que no existe
la imperfección moral; y una actitud muy similar adopta hacia su hija Nata-
sha, a la que continúa considerando como un ángel, aunque ella haya alcan-
zado la edad de casarse. Otro ejemplo de ese "romanticismo ingenuo", me-
nos instintivo y de carácter más literario, lo encontramos en la madre de
Nelly, quien se fugó con Valkovsky porque
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 159
desde el principio mismo sofió con algo como un cielo sobre !a tierra, con ángeles; su
amor era ilimitado, su fe inagotable y, estoy convencido, se volvi6 loca no porque él dejara
de amarla y la abandonara, sino porque había sido engaliada por él. Él era capaz de enga-
ñar y la había abandonado, porque su ángel se había convertido en cieno, la habfa escu-
pido y humillado (3, p. 437).
Cuando románticos de este tipo son traicionados por la vida, como inva-
riablemente ocurre, su respuesta es caer en un orgullo ofendido, sin pensar
en los sufrimientos que esto pueda causar a quienes, supuestamente, más
aman ellos. Así como Ijmenyev execra a su amada hija cuando ella pública-
mente ha deshonrado su nombre, volviéndose amante del hijo de Valkov-
sky, así la madre de Nelly condena a su hija a una vida de terrible miseria
y dolor porque "en su horror y, ante todo, en su orgullo, se retiró de él
[Valkovsky] con infinito desprecio" (3, p. 438) y se negó a utilizar los docu-
mentos que tenía en su posesión, que probaban su matrimonio. La reac-
ción orgullosa y, por tanto, egoísta, de esos románticos frustrados, los lleva
a una masoquista intensificación de su propio dolor y a un cierto sadismo
con respecto a los demás (Natasha, Nelly). En el caso de Ijmenyev, este
conflicto interno por fin es superado por un movimiento de amor que ven-
ce al orgullo y al enconado resentimiento creados por la traición. También
implica la aceptación de un mundo en que el bien y el mal están inextrica-
blemente entrelazados, y donde "que se disipe el idealismo" (para emplear
la certera frase de K Mochulski) 8 es un requisito inevitable y hasta saluda-
ble para el perdón y la reconciliación.
8 K. Mochulski,Dostoevsky; His Life and Work, trad. Michael A Minihan (Princeton, 1967), p. 210.
160 UN TIEMPO DE ESPERANZA
Sí, lágrimas por la pobre Nelly, aunque al mismo tiempo, sentí una gran indignación; ella
no estaba mendigando por necesidad, no había sido desamparada, abandonada por al-
guien al capricho del destino. No estaba escapando de unos crueles opresores, sino de
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 161
sus amigos que la querían y la cuidaban ... había sido maltratada; no se podía cerrar su
herida, y ella parecía estar agravando, de propósito, su herida con esta conducta misterio-
sa, esta desconfianza de todos nosotros; como si gozara con su propio dolor, por este
egoísmo del sufrimiento, si así puede decirse. Esta agravación del sufrimiento y su goce
en él fueron algo que pude comprender. Es el placer de muchos de los humillados y ofen-
didos, de los oprimidos por el destino y que se rebelan contra una sensación de injusticia
(3, pp. 385-386).
Es un estado sumamente opresivo, de terror a algo que no sé como definir y que está
más allá de todo entendimiento y fuera del orden natural de las cosas, y que sin embargo
puede cobrar forma en este mismo momento, como una burla a todas las conclusiones
de la razón, y que me invade y aparece ante mf como un hecho innegable, repugnante,
horrible e implacable. Este temor se vuelve habitualmente más y más agudo, pese a las
protestas de la razón, de modo que aunque la mente a veces tenga una claridad excep-
cional en tales momentos, pierde todo poder de resistencia (3, p. 208).
9
Para más detalles, véaseDosUJevsky: The ~ars of Ordea~ 1850-1859 (Princeton, 1983), cap. 19.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 163
• Lo que Dostoievski está describiendo aquí embona muy bien con el análisis :1echo por Rudolf
Otto de las rafees primitivas de todo sentimiento religioso. La fuente afectiva del nacimiento de lo
numinoso es lo que Otto llama el sentido del Mysteriwn tremendum, una de cuyas formas elementales
es el "temor demoniaco" (cf. el horror de Pan), con su extraña perversión, una especie de retoño abor-
tado, el miedo a los fantasmas. Empieza a agitarse en la sensación de "algo misterioso", "macabro'',
o "sobrenatural". Este es el sentimiento que, surgiendo en la mente del hombre primigenio, forma el
punto de partida de todo el desarrollo religioso en la historia. Rudolf Otto, Ihe Idea ofthe Holy (Lon-
dres, 1952), p. 14.
••El prfncipe habla de una vieja conocida suya, "una belleza de primera fila", de la que "decfase
que era tan frfa como la nieve, y que atemorizaba a todos con su inmaculada y amenazante virtud".
Sin embargo, la verdad es que "la sensualidad de mi dama era tal que hasta el Marqués de Sade habrfa
podido recibir lecciones de ella". Lo que más le agradaba era "burlarse as( (en privado) de todo lo
164 UN TIEMPO DE ESP:::::RA.""IZA
que en público la condesa predicaba como elevado, trascendente e inviolable... En eso, ante todo, se
hallaba lo profundo de su placer" (3, p. 364). Valkovsky estaba bien informado de tales cosas porque,
durante un año, habfa participado en los placeres de aquella mujer.
Aquí, Dostoievski está aludiendo indudablemente al personaje de la marquesa de Merteuil en la
novela de Lacios. Esta relación con Lacios ya ha sido notada en la crítica soviética, pero no se le ha
visto como parte del ataque al egoísmo subyacente en la concepción dostoievskiana. R. G. Nazirov,
"Tragediinoe Nachalo v Romane F. M. Dostoevskogo 'Unizhennye i Oskorblennye' '',en Filologiches-
kie Nauki , 4 (1965), pp. 35-37.
• La elección de los términos de Dostoievski relaciona inconfundiblemente los términos de Val-
kovsky con su propio pasado. Quince años después, en su Diario de un escritor, utilizará exactamente
las mismas expresiones para caracterizar su juvenil radicalismo.
En un viaje que hizo de Moscú a San Petersburgo, a los 16 años, Dostoievski presenció los ya ruti-
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 165
yo ... hace mucho tiempo que me he liberado de todas las cadenas, y hasta de las obli-
gaciones morales. Sólo reconozco obligaciones cuando veo que tengo algo que ganar en
ellas ... Usted anhela el ideal, la virtud; bueno, querido amigo, estoy dispuesto a reco-
nocer todo lo que usted me diga, pero lqué puedo hacer si sé, de cierto, que en la raíz
de toda virtud humana se encuentra el más completo egoísmo? Y cuando más virtuoso
es algo, más egoísmo hay en él. Ámate a ti mismo, tal es la única regla que reconozco (3,
p. 365).
narios latigazos que un correo del gobierno daba a un cochero campesino. "Esta repugn m1te visión",
escribió,
se ha quedado desde entonces en mi memoria. Nunca pude olvidarla, ni a aquel correo . . . Esta
pequeña escena me pareció, por decirlo as{, un emblema, algo que muy gráficamente demostraba
el nexo entre causa y efecto [está refiriendose a la crueldad de la vida rusa]. Poco antes de cumplir
los 50 años, durante el periodo de mis sueños más libres y fervientes, de pro:ito se me ocurrió que
si yo algtín dfa ftmdara una sociedad filantrópica , me esforzaría por gravar la troika de este correo
en el sello de la sociedad, como emblema de advertencia (22, p. 29; las cursivas son mfas).
Para más detalles, véase Dostoevsky: The Seeds ofRevolt, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 69-73.
166 UN TIEMPO DE ESPERANZA
Aunque, al descubrir las opiniones de Valkovsky, no es visible ninguna asociación directa con el
materialismo de [la generación de] los sesenta, de todos modos podemos suponer que contienen,
desde luego en forma encubierta, un ataque contra El principio antropológico en la filosof?a, de
Chemishevski, la obra en que se exponen los principios éticos de los demócratas radicales. El prin-
cipio antropológico fue publicado un año antes que Humillados y ofendidos.
El comentario a la novela en la nueva edición académica de las obras completas de Dostoievski,
aunque llama especial atención al prólogo de Rosenblyum, en una nota a pie de página, cautelosamen-
te evade la cuestión y relaciona directamente las ideas de Valkovsky sólo con Max Stimer. Véase F. M.
Dostoievski, Unizhennye i Oskorblennye, ed. L. M. Rosenblyum (Moscú, 1955), p. 25; PSS, 3, pp. 527-
528.
• • Turguénev, en dos cartas escritas poco después de la muerte de Dostoievski, se refiere a él lla-
mándolo el Marqués de Sade ruso ("nuestro"). Lo hizo en una referencia aprobatoria a un celebre e
influyente artículo de N. K. Mijailovsky, "Un talento cruel", que enfocaba el empleo del sadismo por
Dostoievski en sus novelas y sugiere que fue atraído a ese material por sus propias inclinaciones enfer-
mizas. Muchos años después, Mario Praz, en su clásica obra, La agonía romántica, incluyó a Dosto-
ievski entre Jos escritores que pueden considerarse como seguidores y discípulos de Sade.
Las referencias del propio Dostoievski a Sade indican su familiaridad con la obra de tal escritor,
aunque nunca menciona sus títulos. La única novela propiamente libertina a la que se refiere es Thér~e
Philosophe, cuyo autor es desconocido (por lo general se Je atribuye al Marqués d'Argens). Aunque
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 167
Como sus prototipos del siglo XVIII, cuando Valkovsky cede a las tenta-
ciones de la sensualidad y a los sádicos placeres de la profanación y el domi-
nio, le resulta muy conveniente tener a mano una doctrina de interés egoís-
ta que dé una razón filosófica a sus peores instintos. Dado que cada quien
posee tales instintos, hasta los personajes "buenos'', que creen firmemente
en una moral de amor y de abnegación, fácilmente pueden ser presa de las
pasiones de "egoísmo", y el príncipe Valkovsky ilustra lo que podría ocurrir
si se tomara en serio el "egoísmo" como norma prevaleciente de conducta.
Valkovsky, como desde hace largo tiempo ha sido aceptado, es la prefigu-
ración de personajes posteriores como Svidrigailov y Stavroguin; menos
se sabe que también es el primer intento de Dostoievski, inspirado por la
ideología radical de los sesenta, por mostrar la incapacidad de la "razón"
para controlar toda la gama de posibilidades contenidas en la sique hu-
mana.
lván Petróvich no desempeña tampoco un papel muy eficaz en la escena
de la confrontación, como tampoco en la novela en conjunto; pero dado
que logra lanzar unos cuantos insultos al príncipe, puede suponerse que
esto basta para establecer su autoridad moral. Sin embargo, Dostoievski
lamentablemente no aprovecha las potencialidades que ofrecía tal esce-
na, en la manera que después lograría perfeccionar. Tales intercambios de
frase en el futuro revelarán, mutuamente, aspectos ocultos del carácter, y
conducirán a peripecias decisivas de la acción; pero nada semejante ocurre
aquí: ni lván Petróvich ni el príncipe es fundamentalmente alterado por
• Hay cierto testimonio de que Dostoievski sintió que la falta de reacción de Iván Petróvich cons-
tituía una flaqueza. En ciertas notas para la novela, garabateadas en el dorso de un ensayo de El ins-
pector general, de Gógol, escribió: "Menos indulgencia y amor a Alyosha de parte del poeta (Iván Pe-
tróvich)". Asimismo: "Poeta más independiente hacia Alyosha-(odio)". Dostoievski, evidentemente,
empezó a tener ciertas dudas acerca de la total ausencia de resentimiento de Iván Petróvich ante la
pérdida de Natasha; pero nunca logró incorporar estas sugestiones en el texto. Véase PSS, 3, p. 448.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 169
• Es bien conocida la admiración de Nietzsche a tales obras de Dostoievski como la Casa de los
muertos, Notas desde el subterrdneo y Crimen y castigo; menos bien se sabe que también habia leido
170 UN TIEMPO DE ESPERANZA
Humülados y ofendidos, con gran apreciación. En realidad, según informa una amiga suya, Nietszche
le habfa dicho que lo habfa leído "con los ojos llenos " de lágrimas.
Semejante reacción indica que el formidable Nietzsche era perfectamente capaz de ceder a emo-
ciones fáciles y que se rindió por completo a los esfuerzos, demasiado evidentes, de Dostoievski, por
llegar a las cuerdas del corazón de sus lectores. Como lo ha sugerido Wolfgang Gesemann, el filósofo
alemán acaso se sintiera intrigado por lo ataques de Dostoievski contra el idealismo sentimental de
la "schone Seele", as{ como "la excitación del encuentro con el refinamiento genialmente creador del
stimerismo" en el príncipe Valkovsky. Véase Wolgang Gesemann, "Nietzsche's Verhiiltnis zu Dosto-
ievskij auf dem europiiischen Hintergrund der 8oer Jabre", en Die Welt der Slaven, 6 (julio, 1961),135,
pp. 147-150.
"HUMILLADOS Y OFENDIDOS" 171
Pensé que, devolviéndole [su] dinero tal vez la haría yo infeliz. Estaría privándola del
goce de ser miserable enteramente por mi culpa, y di"'. m2ldecirme durante el resto de su
vida ... Este éxtasis de sufrimiento puede encontrarse en las naturalezas schillerianas; tal
vez no tendrá nada qué comer, pero estoy convencido de que será feliz. No quise privarla
de esa felicidad y, por ello, no le devolví su dinero (3, p. 367).
derivado de la novela gótica por vías de Scott, Dickens y Balzac (el "gótico
urbano", como lo ha llamado George Steiner), 10 dependiendo de sus efec-
tos de suspenso y de sorpresa dramática para conservar la atención de su
lector. Pero la remodelará por completo para eliminar su motivación ha-
bitual o, mejor aún, para subordinar firmemente tal motivación a sus pro-
pias y creadoras exploraciones de las consecuencias morales últimas de las
creencias radicales.
lPuede alguien no convenir en que, aun en nuestra pasada existencia, por muy anticuada
que fuera, había muchos fenómenos que nosotros medimos con una vara demasiado
corta? . .. Hasta en muchos acontecimientos que hemos remitido directamente al ámbito
de las tinieblas no hemos notado la fuerza que brotaba de la tierra, las leyes de la evo-
lución, del amor (19, p. 148).
rradura, una de las proclamas más notables entre todas las que habían esta-
do .apareciendo por entonces, y había habido no pocas de ellas"(21, p. 25).
Otras personas tuvieron experiencias similares: no sólo en las manijas de
las puertas y en los buzones aparecían volantes incendiarios, sino que tam-
bién se les encontraba tirados por las principales avenidas, como la Pers-
pectiva Nevsky. Antes de analizar el contenido de estos documentos de-
bemos notar, como acontecimiento muy significativo y sin precedente, el
simple hecho de su aparición, para no mencionar la audacia de quienes los
escribían y los distribuían, exponiéndose a castigos extremadamente seve-
ros. El súbito brote de esta campaña de propagand~ revela el descontento
de la intelectualidad radical contra el zar, a quien pocos años antes había
saludado en los términos más aduladores por su intención de poner fin a
la servidumbre.
Desde antes que se emitiera el decreto de liberación, los progresistas
radicales se habían convencido de que las condiciones económicas pro-
puestas resultarían desventajosas para el campesinado y que, a la larga,
conducirían a su mayor empobrecimiento. Los propios campesinos simple-
mente se quedaron perplejos ante los complicados términos del manifiesto
que, desde luego, casi todos ellos no podían leer; y por los campos corrieron
rumores de que la "auténtica liberación" supuestamente proclamada por
el zar estaba siendo ocultada por los rapaces terratenientes. Esta "auténti-
ca liberación" había sido anhelada durante largo tiempo en la imaginación
apocalíptica de los campesinos rusos, quienes soñaban que sin ningún pago
se les concedería todas las tierras que ellos consideraban como suyas pro-
pias. Salvo en unos cuantos ejemplos, tales pretensiones no incluían la tie-
rra considerada, de ordinario, como propiedad de los terratenientes. "Lo
que los campesinos querían decir con sus sueños de 'auténtica libertad'",
ha escrito Franco Venturi, "era, principalmente, la separación completa
de su comunidad y del terrateniente, la ruptura de todos los nexos entre
ellos y, por tanto, que la obshchina se cerraría sobre sí misma. 1
Varios campesinos que sabían leer, o bien otras personas de origen cam-
pesino y que se presentaron como "intérpretes" del decreto de liberación,
ambiguo y muy floridamente escrito, en el sen~ido deseado por el pueblo,
consiguieron muchos partidarios entre gentes crédulas, dispuestas a creer
en la traición y mendicidad de los señores. En varios distritos se negaron
a obedecer a las autoridades locales, y el desorden más generalizado de
esta índole ocurrió en la pequeña aldea de Bezdna, en la provincia de Ka-
1
Franco Venturi, The Roots ofRevolutwn, trad. Frances Haskell (Nueva York, 1966), p. 218.
180 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
2 !bid., p. 199; para más detalles sobre el levantamiento en Bezdna y sobre Anton Pétrov, véanse
pp. 215-219.
• Dostoievski se refiere al "caso de Anton Pétrov" en Los endemoniados y ridiculiza al liberal ar-
quetfpico, Stepan 'Il"ofimovich Verkhovensky, por haber sido víctima del pánico cuando ocurrieron
acontecimientos similares cerca de su propia provincia. "En el Club, gritó que se necesitaban más tro-
pas, que habla que avisarles por telégrafo desde otra provincia .. . por fortuna, todo ello pasó bastante
pronto sin llevar a nada pero, por entonces, me sorprendió Stepan 'Il"ofimovich" (10, p. 32).
Por esta obseivación, tal vez podemos suponer que Dostoievski creyó que el gobierno habla em-
pleado innecesariamente la fuerza para enfrentarse a un problema que habrfa podido resolverse pacf-
ficamente.
LOS PRIMEROS VOLANTES 181
A la Generaci6n Joven sólo era una serie de volantes escritos por Mijai-
lov, Shelgúnov y tal vez Chernishevski (los demás, dirigidos a campesinos
y soldados, nunca se imprimieron), y adoptaba una línea mucho más dura
que el moderado El Gran Ruso. Ahora no cabía duda de que se tendía a
un cambio político, y que los autores habían roto de una vez por todas con
el zarismo: "No necesitamos un poder que nos oprima, no necesitamos un
poder que impida el desarrollo mental, cívico y económico del país, no ne-
cesitamos un poder que levante la corrupción y el egoísmo como su ban-
dera." Lo que Rusia necesita es "un jefe elegido que reciba un salario por
sus servicios", y debía decirse a Alejandro II que la mayor realización de
su reinado -la liberación de los siervos- había creado un nuevo orden
en que él mismo se había vuelto superfluo: "Si Alejandro no comprende
esto y no desea ceder el paso voluntariamente al pueblo... tanto peor para
él." La insatisfacción general aún podrá contenerse dentro de sus límites
si el zar renuncia al trono; pero, "si para alcanzar nuestros fines, dividiendo
la tierra entre el pueblo, tenemos que matar a cien mil terratenientes, ni
siquiera eso nos detendrá". 6
En A la Generaci6nloven puede notarse la poderosa influencia del "so-
cialismo ruso" de Herzen con su visión mesiánica de un futuro sociopolí-
tico para Rusia, sin precedentes en la historia de Europa. El fracaso de la
Revolución de 1848, declara el escrito, "es un fracaso sólo para Europa.
No nos dice nada de la posibilidad de otros cambios aquí en Rusia." Euro-
pa está oprimida por el peso de su herencia, pero el atraso mismo de Rusia,
la ausencia de tradiciones y de un auténtico "pasado político" propio cons-
tituye su oportunidad para el futuro: "Por ello, en contraste con la Europa
occidental, no tememos al futuro .. . creemos en las fuerzas de Rusia por-
que creemos que estamos destinados a traer un nuevo principio a la his-
toria, a entregar nuestro propio mensaje y a no merodear por los viejos
jardines de Europa." 7 Se planeaba una democracia completa; toda la tierra
perteneciente a la nación sería dividida en obshchinas: cada quien sería
miembro de una comuna administrada por sí misma, y no se dice con toda
claridad si seguirán existiendo posesiones de alguna índole.
Dostoievski menciona por su nombre A la Generación Joven, y cierta-
mente estaba familiarizado con su contenido, cuya disposición a considerar
la perspectiva de una matanza en masa probablemente le habría hecho es-
tremecer (aunque él mismo no había vacilado ante la misma perspectiva
doce años antes). Pero sin duda habría respondido con cierta simpatía a la
declaración de que Rusia introduciría un principio totalmente nuevo en
los destinos históricos de la humanidad. De hecho, algunos pasajes del tex-
to muestran una notable semejanza con la insistencia de Dostoievski, en
El Tiempo, de la necesidad de que los rusos crearan su propia cultura indí-
gena. Por ejemplo, el volante ataca a los "constitucionalistas" y a los "eco-
nomistas" que desean
8
!bid., p. 336.
LOS PRIMEROS VOLANTES 185
jailov". 1º Ningún escritor era entonces más célebre que Dostoievski, cuyo
nombre fue rodeado por el aura de sus antiguos sufrimientos y cuyos bo-
cetos sólo sirvieron para intensificar su prestigio, como precursor en el ca-
mino del martirio político, que muchos miembros de la generación joven
habían empezado a sospechar que se verían obligados a recorrer ellos mis-
mos. Como resultado, a menudo se le pidió que leyera de sus obras ante
grupos estudiantiles y para beneficio de causas nobles, como el Fondo Lite-
rario y el movimiento de los Domingos &colares. Después recordaría el
novelista P. D. Boborykin que, en el autor de Humillados y ofendidos, los
jóvenes radicales veían "a un luchador por la justicia social y a un hombre
capaz de desenmascarar a todo los que, en Rusia, aplastaban toda libertad
y extinguían todo rayo de luz".11
Dostoievski aceptaba invariablemente tales invitaciones, entonces y
después, porque consideraba de la mayor importancia mantenerse en con-
tacto con sus lectores potenciales. Al aumentar su fama, también esperó
que fuera posible ejercer cierta influencia sobre la opinión pública por me-
dio de sus intervenciones personales. Además, consideraba con bastante
simpatía la iniciativa del movimiento de los colegios dominicales, que hábía
cundido como reguero de pólvora desde su fundación. El profesor Pávlov
había ido de Kiev a San Petersburgo en 1861 y ahora guiaba a sus seguido-
res, desde su nuevo cargo en la capital. El gobierno, con desarmante ino-
cencia, al principio reaccionó favorablemente a esta muestra de iniciativa
y de espíritu emprendedor de la intelectualidad, y se ofrecieron aulas para
ponerlas a disposición del movimiento, con la aprobación oficial. Dos años
después, una investigación mostró que el lema favorito de Pávlov, "la ré-
volution par l'école" había sido interpretado literalmente y que algunos
maestros habían utilizado el aula para adoctrinar a sus alumnos en favor
del ateísmo y la subversión. Tal vez pasara por la mente de Dostoievski la
idea de que la instrucción en tales escuelas, dado el cariz sociopolítico de
la mayoría de los maestros, acaso no se limitara al arte de escribir, a la arit-
mética sencilla y a los rudimentos de la geografía. Pero era un ardiente par-
tidario de educar al pueblo lo antes posible, y tal vez lo consideró inmune
a las ideas "peligrosas", con sabor occidental, y expresadas en términos oc-
cidentales. Ciertamente, desde su punto de vista, las masas tenían mucha
mayor necesidad de instrucción de cualquier clase, que de ser protegidas
de todo contacto con posibles mentores sediciosos.
levantó el pun.o, lo blandió furiosamente sobre la cabeza y lo hizo bajar con un fuerte
golpe, como para pulverizar a algún adversario. Gritos frenéticos brotaron por doquier;
la mitad de la sala aplaudió con todas sus fuerzas. Los más tímidos se dejaron arrastrar
por la corriente: Rusia estaba siendo cubierta de lodo; ¿cómo podía alguien dejar de gri-
tar con todo entusiasmo? (10, p. 374).
16
Krasnov, "Vystuplenie Chernyshevkogo", p. 148.
LOS PRIMEROS VOLANTES 191
Tras esta escandalosa demostración, pasa a explicar Strájov, fue claro que
"cada medida liberal provocaba un movimiento en la sociedad que utiliza-
ba tal medida para sus propios fines, que no tenían nada de liberales, sino
que eran enteramente radicales". 18 Con toda probabilidad, esta también
fue la conclusión que Dostoievski empezó a sacar de la misma desordenada
secuencia de los acontecimientos; pero no cambió sus opiniones para com-
partir la implacable hostilidad de Strájov, los radicales y toda su gente. En
cambio, en lugar de participar en las críticas y los gritos contra ellos, que
pronto siguieron, urgentemente trató de advertirles de las consecuencias
de su propia insensatez.
17
Strájov, Biografiya, pp. 232-233.
18 /bid., pp. 233-234.
X. "LA JOVEN RUSIA''
Una viva sensación de las primeras reacciones causadas por La Joven Rusia
aparece en palabras del propio Dostoievski, escritas once años después de
que encontró un ejemplar introducido junto a la perilla de la puerta de su
departamento:
Nadie podía imaginar algo más aberrante y estúpido. Su contenido era escandaloso, y
expresado en la forma más ridícula; de tal modo que sólo un canalla podía haberla inven-
tado para escribir eso. Yo quedé muy irritado, y durante todo el día estuve inquieto. Todo
esto aún era nuevo y tan cercano, que hasta obtener una clara perspectiva de aquellos
hombres era aún difícil.
Lo que invadió a Dostoievski, ante todo, a pesar de sí mismo, fue una ex-
traíia exasperación: "Y allí yo, que no estaba de acuerdo con aquellos, en
cuerpo y alma, ni con el sentido de su movimiento, de pronto me sentí
ofendido y casi avergonzado, por decirlo así, de su incompetencia: 'lpor
qué todo lo de ellos es tan estúpido e ignorante?' "Se descubrió a sí mismo
grandemente preocupado ,
por el nivel educativo, mental y por la falta de una comprensión mínima de la realidad;
esto, para mf, era terriblemente opresivo. Aunque yo llevaba unos tres afias viviendo en
San Petersburgo y había observado ciertos acontecimientos, aquella mai'lana la proclama
me dejó estupefacto, por decirlo así,
y me pareció una revelación nueva e inesperada.
iNunca, antes de tal día, había yo ~sto tanta nulidad! (21, p. 25). •
• En su articulo, Dostoievski cita erróneamente el título de la proclama que leyó como A la Gene·
ración Joven. Pero por otros detalles, y una comparación de los testimonios, es claro que sólo podfa
estar hablando de La Joven Rusia. No hay disputa al respecto entre los especialistas. Véase PSS, 21,
pp. 393·394.
194 LA ÉPOCA D:D LAS PROCLAMAS
1 Citado en Franco Venturi, The Roots of Revolution, trad. Frances Haskell (Nueva York, 1966),
p.292.
2 lbid.
3 B. P. Kozmin, /z Jstorii Revolyutsionnoi Misli v Rossii (Moscú, 1961 ), p. 252.
4 Venturi, Roots ofRevolution, p. 293.
"LA JOVEN RUSIA'.' 195
gritaremos "iA las hachas!" y luego... los destrozaremos en las plazas, si ese hato de co-
bardes se atreve a salir allí. Los destruiremos en sus casas, en las estrechas calles de las
ciudades., en las vastas avenidas de la capital, y en las aldeas. Recordad que, cuando esto
ocurra, todo el que no esté con nosotros será un enemigo, y que recurriremos a todos
los métodos para destruir al enemigo. 5
Pasajes tan horripilantes como los que hemos citado del texto de La Joven
Rusia constituyen buenos motivos para la sospecha de que sus autores y
sus amigos (la proclama hablaba en nombre de un "Comité Central Revo-
lucionario") tuvieron alguna relación y fueron responsables de la serie de
incendios que se desencadenaron por San Petersburgo casi simultánea-
mente con la circulación del volante. Los incendios, que duraron dos se-
manas, estallaron en varios lugares a la vez, como de acuerdo con un plan
prestablecido. Zonas enteras de la ciudad quedaron devastadas, incluyen-
do muchos de los distritos más pobres; miles de víctimas quedaron sin ho-
gar, necesitadas de alimento y albergue. Desde luego, en Rusia eran ocu-
rrencia muy común los incendios incontenibles, ya que la mayor parte de
las construcciones eran de madera; "es bien sabido que todas nuestras ciu-
dades provincianas arden hasta los cimientos cada cinco años", nota Tur-
guénev lacónicamente en Padres e hijos. 6 Pero los incendios de San Peters-
6
I. S. Turguénev, Polwe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968), 8, p. 258.
"LA JOVEN RUSIA'.' 197
Desde el barco de vapor pudimos ver densas nubes de humo que surgfan de tres o cuatro
lugares... fuimos a una especie de jardín donde se tocaba música, y unos gitanos canta-
ban. Pero por mucho que tratáramos de distraernos, nuestra tristeza no nos abandonaba,
y pronto quise irme a casa; es difícil creer que los incendios no fueran obra de incendia-
rios, pero este asunto, como tantos otros terribles males de la época, por alguna razón
quedó en la más total oscuridad.7
En las calles vecinas había una terrible confusión. Ante la amenaza de las llamas que se
acercaban, los habitantes sacaban sus muebles, sus cosas; pero como no se decidían a
abandonar sus hogares, se instalaban en las calles, sobre los muebles y colchones, cada
uno bajo su ventana. Los hombres se ocupaban en una tarea agotadora; implacablemen-
te arrancaban todas las cercas de madera y hasta los cobertizos cuando estaban al alcance
de las llamas y el viento soplaba en esa dirección. Los niños pequeños, a los que habían
despertado, lloraban; las mujeres, que ya habían reunido todas sus cosas, se lamentaban
a voces, pero otras evacuaban sus casas en silencio. Chispas y tizones ardientes volaban
a los lejos, y de algún modo se apagaban.
El pueblo, desde luego, no entiende la proclama [La Joven Rusia], pero sólo capta que
predica la impiedad, la falta de re~peto a "nuestro padre y nuestra madre", desprecia el
matrimonio y desea cortar las gargantas de toda la familia real. .. Turguénev me dijo (se
encontró ante el incendio del mercado de Shchukin) que había escuchado con sus propios
oídos al más ordinario muzhik gritar: "iLos profesores ~uemaron esto!" "Profesores, es-
tudiantes: estas palabras ya son conocidas del pueblo!"
Vemos así que La Joven Rusia provocó una oleada de resentimiento con-
tra la clase educada y todo lo que representaba en el país; la cultura y la
ilustración misma quedaron en peligro, por causa de la situación amenaza-
dora y, al parecer, incontenible. Más que ningún otro de sus contemporá-
neos, Dostoievski había sufrido, en lo personal, por la escisión entre la
mentalidad del pueblo y la de la clase culta, y había dedicado su revista a
la tarea de crear una cultura rusa unificada que, por fin, la liberación había
hecho posible. Nada podría parecerle más ominoso para el futuro, un re-
chazo más grande de todo lo que él había deseado avanzar, que la intensi-
ficada enemistad que veía crecer en tomo suyo entre los dos grupos. Y
puesto que, como durante los años cuarenta, por temperamento era inca-
paz de permanecer como simple espectador, decidió ver qué podía hacer
personalmente para evitar el inminente desastre. En algún momento de
aquellos días (la fecha exacta es incierta, pero fue a finales de mayo o co-
mienzos de junio), inesperadamente hizo una visita a Chemishevski para
hablar con él acerca de los calamitosos acontecimientos que amenazaban
con desgarrar la urdimbre de la sociedad rusa.
• Aquf la memoria de Dostoievski ha vuelto a fallarle, as( como el título de la proclama. La Joven
Rusia era más larga de diez renglones; tal vez quisiera decir que la naturaleza de su contenido podfa
comprenderse después de leer diez renglones. Una copia ha aparecido como apéndice en B. P. Kozmin,
P. G. Zaichnevsky i "Molodaya Rossiya" (Moscú, 1932), pp. 157-170.
"LA JOVEN RUSIA'.' 201
11 Véase el análisis de este problema en .William Woehrlin, Chemyshevskii, The Man and the louma-
list (Cambdrige, Mass., 1971), pp. 306-311 .
202 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
12
Véase las citas en sus diarios, en V. A Tunimanov, Tvorchestvo Dostoevskogo, 1854-1862 (Lenin-
grado, 1980), pp. 247-248.
13 E>dste otra breve descripción de esta reunión. V. N. Shagánov, que estuvo exiliado con Chemi-
shevsk.i en Siberia, habla de un fragmento de conversación acerca de ellos, que ocurrió mucho antes
del artículo de Chemishevsk.i, probablemente entre 1867 y 1871. Tul como recuerda Shagánov, en
mayo de 1862, porla época de los incendios de San Petersburgo, una mañana, tero prano, F. Dostoievsk.i
entró impetuosamente en el departamento de Chemishevsk.i y se dirigió a él, de súbito, con las siguien-
tes palabras: "Nikolai Gavrilovich, en nombre de Dios, iordene que cesen los incendios!. .. "Entonces
requirió gran esfuerzo, dijo Chemishevsk.i, aclarar las cosas a F. Dostoievsk.i. Este se negó a creer
"LA JOVEN RUSIA" 203
nada y, al parecer, finalmente se fue con absoluta incredulidad y con la desesperación en el alma. Véa-
se V. N. Shagánov, "N. G. Chemyshevskii na katorge i v ssilke", en N. G. Chemyshevskii Vospomina-
niyakh Sovremennikov, ed. Yu. G. Qksman, 2 vols. (Saratov, 1959), 2, p. 121.
' 14
DVS, I, pp. 319-321.
15 N. G. Rosenblyum, "Petersburgskie Pozhary", p. 39.
204 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
o para imaginar que los estudiantes, en conjunto, simpatizaban con las bár-
baras ideas presentadas en la proclama. Cuando este primer artículo fue
rechazado por la censura, los Dostoievski escribieron otro, sin mejor éxito.
Ninguno de sus artículos pudo ser publicado; pero las pruebas de imprenta
(que contienen una anotación de puño y letra del zar) fueron extraídas
hace varios años de los cavernosos (y milagrosamente intactos) archivos
del Ministerio de }~untos Internos, y se pudo disponer de ellas para estu-
diarlas. Si suponernos que Dostoievski estaba presentando su honrada opi-
nión (y sabemos por Vladislavlev que esto creían quienes lo rodeaban),
entonces resulta difícil creer en la versión que da Chemishevski de las pala-
bras de Dostoievski
La primera pieza suprimida se inicia con una descripción de los incen-
dios y estudia la suposición popular, considerada perfectamente creíble,
de que no todos pudieron ser accidentales. Como resultado, habían empe-
zado a circular los rnmores más fantásticos; y El Tiempo hace la sugestión,
extremadamente provocativa, de que tales habladurías en lugar de origi-
narse en el propio pueblo, "probablemente le llegaron de fuera". 16 lPor
qué habría de sospe;char el pueblo que los estudiantes habían causado los
incendios? "Se dice que los que imprimieron La Joven Rusia son capaces
de todo, que se valddn de cualquier medio, y que los incendios son los pri-
meros síntomas de SHl actividad." Tal vez sea así, aunque resulta difícil com-
prender qué esperarían ganar con semejante táctica, que es comparada
con dar unas palmad1itas a un amigo (el pueblo) con un guantelete de hierro
erizado de clavos. "Pero, lse ha establecido, para empezar, que quienes
causaron los incendios están relacionados con La Joven Rusia . . . y se ha
establecido -esto es: lo principal, la circunstancia más importante de to-
das- que la joven ge:neración existente, en particular los estudiantes son
partidarios de La Joven Rusia?" No se han ofrecido hechos que confirmen
semejante relación, y el artículo acusa a todos los que la sugieren (referen-
cia a la Gaceta de San Petersburgo y a laAbeja del Norte) de haber cometido,
ellos mismos, los delitos. "lOs dais cuenta del delito terrible que es pro-
vocar la enemistad de un grupo de la sociedad contra otro?" Semejante
crimen es tanto más tierrible porque incita al pueblo -"que pese a sus ex-
celentes y auténticas cualidades, perpetuamente es mantenido en las tinie-
blas o en la ignorada"- contra un pequeño puñado de estudiantes, que
perpetuamente han s:ido insultados y ahora son atacados casi por cual-
quiera. "Tres escolares. escrofulosos, el mayor de los cuales no tiene más
16
Jbid., p. 49.
"LA JOVEN RUSIA'' 205
17 /bid. , pp.
49-54.
18 /bid.,
p. 33.
19 Leonid Grossman, Zhizn u Trudy Dostoevskogo (Moscl1-Leningrado, 1935), p. 114.
206 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
22
!bid.
208 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
aunque fallido, no había sido otro que impedir que los acontecimientos
llegaran a ser irreversibles, para contener al extremismo, cada vez más te-
merario y desafiante, por una parte, y a la reacción, cada vez más ciega e
indiscriminada, por la otra. Tal era la meta que nunca abandonaría total-
mente, y a la que siempre volvería en cuanto viese un rayo de esperanza.
l. F M. Dostoicvski , !Sú l
8. San Pctershurgo en llarn~1s , 'lümaclo de t'Jlt1s1ra1ion , vol. -+U (París, l862), p.-+
9. N. G. Chi.:rnishcvski, rn. l tl5')
Un joven poeta, Platón Kúskov, difirió de los demás y sostuvo sus argumen-
tos contra A E. Razin, autoridad política de El Tiempo, y "el condescen-
diente y jovial Strájov, quien sostenía un indefinido terreno medio". Por
último
el inflamable Feodor Mijáilovich, que había estado paseándose por la habitación des-
de hacía rato sin participar en la conversación, de pronto empezó a hablar sin tomar alien-
to ... Y todos los demás guardaron silencio. Obviamente, él era el profeta del círculo,
209
210 LA ÉPOCA DE U.S ~RO CLAMAS
ante el cual todos doblaban las rodillas. Y este profeta habló de humildad, del papel puri-
ficador del sufrimiento, del panhumanismo del pueblo ruso, de la imposibilidad en que
estaban de emprender una acción voluntaria en n~:nbre de su propio bienestar, de su
aversión a toda violencia, de lo aüti!"laturn! .:!;.; todo tipo de unidad entre el pueblo y esos
autodesignados benefactores que habían tomado sus ideas revolucionarias de los libros
o directamente de una vida occidental que es lo opuesto de la vida rusa y no puede servirle
2
de modelo.
Dado que Bunákov escribió sus memorias al fin del siglo, los términos
en que presenta las observaciones de Dostoievski bien pudieron ser co-
loreados por su conocimiento ulterior de las opiniones del escritor. Pero,
cualesquiera que fuesen las razones que Dostoievski ofreciera para expli-
car sus convicciones, svs años en Siberia le habían convencido de que el
campesinado ruso no era "revolucionario" en el sentido occidental de de-
sear una nueva forma de gobierno que remplazara al zarismo; y bien sabía,
hasta en la médula de los huesos, que no era posible ninguna "unidad"
entre los campesinos y la intelectualidad, que pudiese tratar de explotar
sus quejas, con fines revolucion.arios. Tal como resultaron las cosas, las pre-
dicciones de Dostoievski y las del círculo de El Tiempo llegaron a ser
mucho más atinadas que las exces.ivas esperanzas de los jóvenes radicales:
no ocurrió ninguna revolución o, al menos, nada que en realidad pudiera
considerarse como amenaza revolucionaria. El descontento de los campe-
sinos con las condiciones de la libernción, en Bezdna y por doquier, fue
notablemente pacífico, no violento, snlvo en unos cuantos casos aislados,
e inspirados todos ellos por una inquebrantable lealtad al zar; la violencia
procedió por completo del gobierno.* La opinión de Dostoievski sobre
cómo se comportaron las autoridades en esta coyuntura crítica tal vez pue-
2 !bid., p. 292.
• Hasta qué punto era "revolucionario" el campesino ruso por entonces continúa siendo tema de
enconadas disputas aun entre historiadores soviéticos. Pero uno de los más respetados de ellos, que
también goza de igual estima entre sus colegas occidentales, parece estar de acuerdo con Dostoievski
y el círculo deEl Tiempo. 'Iras un análisis de los movimientos más i1 mportantes de la protesta campesina
inmediatamente después del decreto de liberación, él escribe:
Pese al alcance y al vigor del movimiento campesino, siguió siendo espontáneo, desorganizado,
leal al zar y carente de un programa polftico. Los campe:>inos se negaron a reconocer la autentici-
dad de los "Estatutos del 19 de febrero", suponiendo que los patricios y los funcionarios habían
"sustituido" la "auténtica libertad" concedida por el zar por los Estatutos ... Este nuevo mito ilus-
tra el poder de las ingenuas ilusiones monárquicas de los campesinos y condenó la protesta campe-
sina principalmente a formas de resistencia positiva.
Peter A Zaionchkovsky, TheAbolition ofSerfdomin Russia, ed. y trad. Susan Wosbt (GulfBreeze,
Fla., 1973), p. 118.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 211
3
Citado enlstoriyaRusskoiLiteratury )(J)(V., ed. D.N. Ovsyaniko-Kulikovsky, 5 vals. (Moscú, 1915),
3,p.45.
212 LA ÉPOCA DE LAS PROC!..Aiv!AS
mente aceptada como versosímil imagen literaria del nuevo tipo social de
los sesenta.
No me explayaré sobre la impresión que creó esta noveia -escribió Turguénev, siete
afios después--. Simplemente diré que cuando volví a San Petersburgo, el mismo día de
los incendios del Mercado de Apraksin, la palabra "nihilista" había sido ac.eptada por mi-
les de personas, y la primera exclamación que se escapó d<?. los labios del primer conocido
mío al que encontré en la Perspectiva Nevsky fue: "iMin:n lo que sus nihilistas están ha-
ciendo! iHan prendido fuego en San Petersburgo!". 5
5 l. S. Turguénev, Literary Reminiscences, trad. David Magarshack (Nueva York, 1958), p. 194.
214 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
diendo: "iVaya un héroe y vaya un tiempo, dirás ... ! Pero así es como están
las cosas. "8
Los anteriores escritor de Turguénev a menudo habían sido blanco de
los ataques contra los "hombre superfluos", y tales ataques habían sido
tanto más hirientes cuanto que aparecían en la misma publicación, El Con-
temporáneo, que había sido principal canal de sus propias creaciones. Tur-
guénev, normalmente amable y benévolo, también se sintió personalmente
ofendido por la forma nada ceremoniosa en que fue tratqdo por los miem-
bros de lo que llegó a llamarse "el consistorio" (por referencia a los oríge-
nes clericales de muchos miembros del nuevo personal de El Contempo-
ráneo), y Dobrolyubov en particular no ocultaba su repugnancia. Las cosas
llegaron a una confrontación en la primavera de 1860 cuando el artículo
de Dobrolyubov sobre En vísperas fue impreso pasando por encima de las
protestas de Turguénev, quien encontró una observación insultante e n
otro artículo, pocos meses después, diciendo que su descripción de Rudin
(personaje parcialmente basado en Bakunin) había sido convertida, inten-
cionalmente, en una caricatura para satisfacer "a sus amigos ricos". 9 Por
entonces, Turguénev decidió romper todas sus relaciones con El Contem-
poráneo, y en este sentido notificó a Nekrázov en octubre de ese año. Fue
durante el verano de 1860 cuando empezó a esbozar su plan para Padres
e hijos.
Turguénev negaría después que su novela hubiese sido inspirada por un
deseo de atacar a la nueva generación en general y a Dobrolyubov en par-
ticular, y si afirma que no deseaba caer en la sátira o ridiculizar a nadie,
bien podemos creer en su palabra. Su sentido de la vida era demasiado iíri-
ca, demasiado melancólico ·para contentarse con una simple burla aunque,
como también es posible, tal vez iniciara el libro sintiéndose profundamen-
te ultrajado. Hay sobradas pruebas de que en las primeras etapas de la com-
posición, sus sentimientos hacia los raznochintsy estaban lejos de ser ama-
bles. Los artículos de Dobrolyubov, declaró Turguénev a un conocido, en
París, en aquel invierno, son "una cocción de bilis que sólo puede gustarles
a quienes no tienen gusto ni buen sentido, o cuyo gusto está depravado,
como el de una chica anémica que devora yeso y tiza y que ha perdido la
razón". 10 Dijo que quienes guiaban El Contemporáneo eran "hunos y ván-
dalos que odian todo tipo de civilización. Cierto, no tienen la fuerza mate-
8 I. S. Turguénev, Pisma, 13 vals. (Moscú-Leningrado, 1961 ), 4, p. 303.
9 !bid., p. 137.
10 Henri Granjard, !van Turguénev et les courants poli1iques el sociaux de son temps (París, 1954),
p. 298. Esta obra clásica es indispensable para cualquier estudio serio de Turguénev.
216 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
11
/bid.
12
Turguénev, Pisma, 4, p. 316.
13
Turguénev, Literary Reminiscenses, p. 195.
14 Citado en Granjard, /van Tourgumev, p. 301.
•El pago en renta (obrok, en ruso) significa que el campesino podía cumplir con su obligación
para con el terrateniente en especie o en dinero, y no era responsable de prestar servicios laborales
(barshchina) en finca del terrateniente.
218 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
• Las referencias a las páginas, en esta sección y en la siguiente, se refieren a Padres e hijos, en I.
S. Turguénev, Polnoe Sobranie Sochinenii, 28 vols. (Moscú-Leningrado, 1960-1968).
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 219
les . . . ini siquiera eso sabéis hoy! '', dice Bazárov a Arkady, con cierta sor-
presa. "Hay sensaciones. lPor qué me gusta la química? lPor qué te gustan
a ti las manzanas? También porvirtud de nuestras sensaciones." Las "sen-
saciones" aquí referidas por Bazárov son sensaciones puramente físicas,
no síquicas y emotivas, y Bazárov insiste en que "los hombres nunca pene-
trarán más profundamente" (8, p. 325). El cientismo de Chernishevski ter-
mina así como empirismo solipsista o sensacionalista, en que se disuelven
tocios los valores o propósitos generales (casi como en Max Stirner) en
cuestión de gusto o preferencia individual.
Es este ataque a todos los principios generales el que forma la base de
lo que Turguénev llama el "nihilismo" de Bazárov, término que acababa
de entrar en uso en relación con los radicales y que estaba destinado, como
resultado de la novela de Turguénev, a tener gran aceptación.* Un nihi-
lista, se apresura Arkady a explicar, "es un hombre que no se inclina ante
ninguna autoridad, que no adopta ningún principio por simple fe, por mu-
cha reverencia que se muestre a este principio" (8, p. 216). En el pasaje
más célebre del libro, Bazárov explica el alcance universal de este rechazo ·
a los incrédulos viejos Kirsánov:
Desde luego, Arkady se apresura a decir que "el estado actual del pueblo
lo exige", relacionando así esta negación con el objetivo de una trasforma-
ción social revolucionaria. Pero este lejano objetivo, por lo que se refiere
a Bazárov, sigue claramente subordinado a la obra de negación y de des-
trucción, a una emancipación personal ante todos los elevados principios
y prejuicios, y al fomento de tal emancipación entre los demás. Así, Turgué-
nev invierte el orden auténtico de prioridades entre los partidarios de El
Contemporáneo, cuyos objetivos eran mucho más sociopolíticos que per-
sonales. Sin embargo, es muy probable que tuviese conocimiento de otras
corrientes radicales, que se manifestaban en los ensayos de Pisárev y de
otros colaboradores de La Palabra Rusa y que, como lo había notado Strá-
jov, hacían mucho mayor hincapié en la autoafirmación y la autoliberación,
y cuyas preferencias filosóficas en realidad estaban muy cerca del empi-
rismo "sensacionalista" de Bazárov.
También la actitud de Bazárov hacia "el pueblo" es una mezcla de ideas
conflictivas que, sin representar ningún punto de vista prevaleciente en
particular, finalmente acaba por hacer hincapié en un individualismo soli-
tario. Por otra parte, está orgulloso de su origen plebeyo, y cuando Pável
Petróvich lo acusa de no ser "ruso", Bazárov replica: "Mi abueio araba la
tierra", y señala-lo que es cierto-que los campesinos se sienten mucho
más a sus anchas con él que con los patricios. Pero también es un inflexible
occidentalista, que se niega a idealizar en ninguna forma a los campesinos
y que se burla·de su atraso y de su superstición: "El pueblo se imagina que
cuando hay truenos es que el profeta Elías va de un lado hacia otro del cie-
lo en su carro de ruedas. lQué tal? lPodría estar yo de acuerdo?" (8, p.
244). Ni siquiera esta sancta sanctorum ", la obshchina de aldeas, se libra
de ser fustigada por el iconoclasta Bazárov; y en esto refleja básicamente
la opinión de su propio creador, el liberal occidentalista Turguénev, pero
tal era, asimismo, un punto de vista que empezaba a aparecer en La Pala-
bra Rusa.17
Ninguna escena de Padres e Hijos es más profética que aquella en que
Turguénev dramatiza brillantemente todas las ambigüedades de la relación
de amor-odio de Bazárov con el pueblo, el choque interno entre sus ideas
afirmativas, que expresan una dolorosa necesidad de realización personal,
y la obligación impuesta por la historia a su generación de dedicar sus vidas
a mejorar el destino de los campesinos ignorantes. Bazárov recuerda que
(1861) de que "el campesino ruso tal vez no ha alcanzado aún estatura suficiente para comprender
su propia personalidad y elevarse a un razonable ego!smo y respeto a su propia individualidad" (o,
más literalmente, su propio Yo). Dimitri Pisárev, Selected Philosophical, Social and Política/ Essays
(t.-loscú, 1958),p. 77.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 223
da reacción de Kátkov) 19 o como una condena y denuncia del tipo que en-
carnaba. Esta segunda opinión fue la de la mayoría de los lectores, y de
ello es eco un informe de la policía secreta que analiza el escenario cultural
en el año de 1862 con bastante perspicacia: "Con esta obra... Turguénev
marcó a nuestros revolucionarios adolescentes con el cáustico nombre de
'nihilistas' y fustigó la doctrina del materialismo junto con sus representan-
tes."20 Para asegurarse de que Turguénev recibiera el justo castigo por su
audacia, Chernishevski confió la crítica de la novela a M. A Antónovich,
de veintidós años, protegido de Dobrolyubov, que era conocido por su beli-
gerancia.
El ensayo de Antónovich, "El Asmodeo de nuestro tiempo" no es tanto
un artículo acerca de la novela de Turguénev cuanto un ataque en toda
forma, planeado para destruir el crédito que pudiera darse a la pintura de
los objetivos y los ideales de la generación jóven. Negando todo valor artís-
tico a la obra e interpretando grotescamente algunas de sus escenas (Antó-
novich piensa que Bazárov, en su lecho de muerte, quiere volver a ver a
Mme. Odíntsova para recibir un último placer sensual) declara que el libro
no es "nada más que una crítica implacable y hasta destructiva de la joven
generación". 21 Bazárov, en su opinión, es pintado "no como un ser huma-
no, sino como una especie de ser aterrador, simplemente un demonio o,
para decirlo más poéticamente, un Asmodeo". 22 Utiliza este nombre por-
que Antónovich desea colocar Padres e hijos en la misma despreciable cate-
goría de una novela publicada en 1858, Un Asmodeo de nuestro tiempo,
cuyo autor era el tristemente célebre V. l. Askochensky. El nombre de este
caballero, que también publicaba una revista dedicada a defender la causa
de la fe ortodoxa rusa, se había vuelto "sinónimo de oscurantismo" en la
cultura rusa de mediados del siglo. 23
La mayor parte del artículo de Antónovich se dedica a difamar a Tur-
guénev por todos los medios posibles. Hasta una alusión, que pocos habrán
pasado por alto, a su conocida pasión amorosa con la prima donna franco-
española Pauline García Viardot. Como Bazárov es considerado tan sólo
como la grotesca caricatura de un radical, Antónovich no dedica mucho
espacio a sus frases y declaraciones en particular. De todos modos, sí indica
que el desprecio de Bazárov al arte va demasiado lejos: "Sólo negamos
19
P. V. Annenkov, Literatumye Vospominaniya (San Petersburgo, 1909), pp. 549-550.
20 Evgenyev-Maksimov, Sovremennik, p. 548.
21
M. A Antónovich,Literatumo-Kriticheskie Stati (Mosc6-Leningrado, 1961), p. 45.
22
!bid., p. 42.
23 Charles Moser,Anti-Nihilism in the Russian Novel of the 1860's (La Haya, 1964), p. 64.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 225
4
2 Antónovich, Stati, p. 41
25 !bid., p. 81. .
26
N. N. Strájov, Iz Istorii Literatumago Nigüizma, 1861-1865 (San Petersburgo, 1890; rpt. La Haya,
1967), pp. 102-103.
226 LA ÉPOCA DE LA~ !'RQCLAMAS
perse; lo que resiste el golpe es digno de conservarse, lo que se hace pedazos es basura;
en todo caso, demos golpes a izquierda y derecha, esto no puede hacer dafio ni hará
dafio. 27
27
D. l. Pisárev, Sochi.neniya, 4 vols. (Mosctí, 1955), 1, p. 135.
ZS Jbid., pp. 8-9 y 10-11.
'l9 !bid., pp. 11, 10.
EL RElRATO DE UN NIHILISTA 227
Vemos así que Pisárev traza una clara línea entre la gente ordinaria y la
extraordinaria, entre la masa y aquellos individuos concientes que se ase-
mejan a Bazárov en su solitaria altivez. Nada similar puede encontrarse en
El Contemporáneo, donde la intelectualidad y el pueblo invariablemente
eran considerados como unidos en la busca de un común objetivo sociopo-
lítico (por muy "atrasados" que pudieran estar los campesinos, y por mucha
necesidad que tuvieran de ilustración). Esta imagen del trascendente hé-
roe del rasnochinets, que actúa por sí sólo y que no puede dejar de sentir
desprecio hacia el pueblo, cuya vida trata de mejorar y de elevar, era algo
totalmente nuevo en el escenario sociocultural ruso. Y casi no puede du-
darse de que encendió la imaginación de Dostoievski, poniéndola a traba-
30
/bid., p. 15.
228 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
31 !bid., p. 50.
Usted ha captado tan plena y sensiblemente lo que yo quise expresar en Bazárov, que
levanto las manos con asombro .. . y satisfacción. Es como si usted se hubiese deslizado
dentro de mi alma e intuido hasta lo que no creí necesario expresar. Espero en Dios que
lo que ha dicho usted no sólo sea la aguda penetración de. un maestro, sino también la
directa comprensión de un lector; es decir, espero en Dios que todos vean al menos una
parte de lo que usted ha visto.34
33 /bid., 4, p. 320.
34 /bid. , pp. 358-359.
•El pasaje en cuestión, que Turguénev dice a Dostoievski que lamenta haber cortado, es del capítu-
lo xxv: "Sf, querido amigo, comentó (Bazárov], ya vez lo que pasa por vivir con gente fe udal. Uno mis-
mo se vuelve feudal , y se encuentra tomando parte en justas de caballeros. Bueno .. ." La referencia
es al hecho de que Bazárov se había batido en duelo, en toda forma, con Pável Petróvich. l. S. Tur-
guénev, Polnoe Sobranie Sochinenii, 8, p. 587.
230 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
35 _/bid., p. 381.
36 /bid., p. 385.
EL RETRATO DE UN NIHILISTA 231
por la mayoría de los radicales, elogiado por Pisárev por haber glorificado
el nihilismo, Turguénev se propuso buscar la compañía de los directores
de El Tiempo a la primera oportunidad, pues era sólo entre ellos, y en nin-
guna otra parte de Rusia, donde había encontrado una simpatía bien infor-
mada, con una plena comprensión de la novela más grande de su carrera
literaria.
XII. "LA TIERRA DE LAS SAGRADAS
MAilAVILLAS"
fue la actitud de los extranjeros ante el modo de vida ruso en Europa. Narró con artística
vivacidad los trucos sagaces y sutiles que los extranjeros empleaban para esquilmar a los
rusos, para apoderarse de sus bienes, hacer testamentos en su favor, etc. A menudo he
recordado después esta conversación y lamenté que estas sutiles observaciones, y desde
luego, muchas más como ellas, reunidas en el curso de una extensa residencia en el ex-
tranjero, nunca las pusiese en letra de imprenta. 1
iHombre feliz! i Cuántas veces, desde los días de mi infancia, he soñado con estar en Ita-
lia! Desde las novelas de Anne Radcliffe, que leí cuando tenía ocho años, toda clase de
Catarinas, Alfonsos y Lucías han rondado por mi cabeza. En cuanto a Don Pedros y Do-
ñas Claras, aún hoy me fascinan. Luego tocó el turno de Shakespeare. Verona, Romeo
1 Strájov,Biografiya, p. 237.
233
234 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
y Julieta, isólo el diablo sabe qué magia había allí! iltalia! iltalia! iPero en lugar de Italia,
fui a dar a Semipalatinsk, y antes, a la Casa de los Muertos! lN unca lograré llegar a Euro-
pa mientras aún tenga en mí la fuerza, la pasión y la poesía? lEs posible que sólo pueda
ir dentro de otros diez afias, a calentar mis huesos viejos contra el reumatismo y a sentir
e! sol del sur en mi cabeza calva?2
Y así, por fin veré Europa, yo, que tan vanamente he soñado con ella durante casi cuaren-
ta afias, yo, que cuando apenas tenía dieciséis, muy seriamente "quise huir a Suiza" como
el Belopyatkin de Nekrásov, pero no huí; y ahora por fin estoy a punto de entrar en "la
tierra de los misterios sagrados", la tierra que tan a menudo he anhelado, y por la que
he languidecido, ien la que he puesto una fe tan firme! (5, p. 51).
de cabello rojo, con un corte de pelo inglés, intensamente serio. Durante todo el viaje no
nos dirigió ni la menor palabra en ningún idioma; durante el día leía sin cesar, alguna es-
pecie de libro, impreso en el minúsculo tipo inglés que sólo los ingleses pueden tolerar y
aun elogiar por su comodidad; y exactamente a la diez de la noche, se apresuraba a qui-
tarse los zapatos y ponerse unas pantuflas. Probablemente tal habría sido el hábito de
toda su vida, y no deseaba modificarlo ni siquiera en un vagón de ferrocarril (5, p. 53).
iEra claro que los europeos no eran gente cuyo modo de vida pudiese alte-
rarse fácilmente!
Por desgracia, Dostoievski no nos dice sus reacciones al hecho de cruzar
la frontera, pero sabemos que su viaje desde allí a Berlín estuvo lejos de
ser un placer. Llegó a la metrópoli alemana "enfermo, sufriendo un dolor
de hígado, vapuleado durante dos días enteros por el movimiento del tren
a través de niebla y lluvia... no habiendo dormido, amarillento, acosado,
exhausto". Su primera observación, en tan lamentable estado de cuerpo y
alma, fue que "Berlín tenía un increíble parecido con San Petersburgo. Las
236 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
mismas calles, todas en hilera, los mismos olores, el mismo ... (en realidad,
no acabaría de enumerar todas esas similitudes)." lHabían valido la pena
los dos días y noches de tormenta en el vagón del ferrocarril, sólo para en-
contrar en Berlín aquello de que había escapado de su patria? Hasta los
famosos tilos de Unter den Linden --comentados con aprobación por Ka-
ramzin en sus célebres Cartas de un viajero ruso, libro bien conocido por
Dostoievski desde su niñez- "no lograron agradarme y, sin embargo, por
cuidarlos debidamente, los berlineses sacrificarían todo lo que aman, tal
vez hasta su Constitución; y lqué podría ser más precioso para un berlinés
que su Constitución?" ( 5, p. 47). Por entonces estaban en su apogeo ciertos
debates por la Constitución prusiana, y Dostoievski alude a la acusación
constantemente reiterada de que la Constitución estaba siendo violada por
la corona prusiana.
Para e,m peorar las cosas, de pronto se le ocurrió que todos los habitantes
de Berlín tenían un aspecto terriblemente germánico; esto le alarmó hasta
tal punto que decidió seguir inmediatamente a Dresde, sin detenerse ni
tan siquiera a admirar los célebres frescos de Kaulbach (que aún estaban
pintando) que adornaban la escalera del nuevo Museo de Arte de Berlín.
''Alimento la profunda convicción", reconoce, "de que hay que irse acos-
tumbrando a los alemanes, y que sin esa práctica es difícil tolerarlos en
grandes dosis". En Dresde, Dostoievski descubrió que no eran tanto los
alemanes en general cuanto las hembras de 12 especie las que lo desconcer-
taban: '~penas había yo salido a la calle cuando de pronto me di cuenta
de que nada podía ser menos atractivo que las mujeres de Dresde y que
hasta el cantor del amor, Vsevolod Krestovsky, el más dedicado y gozoso
de nuestros poetas rusos, se sentiría totalmente perdido aquí y hasta, tal
vez, tendría sus dudas acerca de su vocación" (5, p. 47).
Ante tal desalentadoras vistas, puso el resto de sus esperanzas de un re-
sultado más feliz en la catedral de Colonia. Desde sus días de estudiante
de ingeniería, cuando había esbozado aquel venerable edificio de su clase
de arquitectura, le había inspirado cierto temor reverencial. Pero ni siquie-
ra aquel viejo atractivo logró despertar en él la respuesta adecuada: "Me
pareció que era encaje, encaje y nada más que encaje, una chuchería, más
o menos por el estilo de un pisapapeles para escritorio, pero de ciento cua-
renta metros de alto" (5, p. 48). Al pasar por Colonia de regreso, un mes
después, volvió a contemplar la capital y cambió de opinión, y hasta deseó
pedir perdón al monumento "de rodillas", como lo había hecho Karamzin
con aquella cascada del Rin, cuyo esplendor no había apreciado debida-
mente en el primer encuentro.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 237
3 Strájov, Biografiya,
p. 259.
4 F.M. Dostoievski, Materia/y i Jsledovaniya, ed. A S. Dolinin (Leningrado, 1935), p. 536. Citado
en adelante como DMJ.
238 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
París era entonces la Meca de todos los turistas rusos, fuesen los que, como
Herzen y Bakunin, llegaban a orar en el santuario consagrado de las revo-
luciones, o aquellos, mucho más numerosos, que corrían al Bal Mabille y
perseguían grisettes en el Barrio Latino. También había los que, desde lue-
go, no estaban dispuestos a permitir que uno de estos intereses excluyera
al otro. Lo que Dostoievski tiene que decir acerca de Francia enfoca natu-
ralmente París; pero desde antes de poner pie en la capital, tuvo un pertur-
bador atisbo de cuál era el clima político prevaleciente en el segundo Impe-
rio. Él y un caballero suizo iban en grata conversación en un vagón vacío
al cruzar el tren la frontera cuando, en una parada local, cuatro franceses
subieron al tren y se sentaron en su compartimiento. El muy charlatán ami-
go suizo de Dostoievski guardó súbito silencio y se negó a reanudar la con-
versación. Los recién llegados, observó Dostoievski, no llevaban equipaje
e iban vestidos con afectada elegancia y ropas llamativas; pero esas ropas
indudablemente habían conocido días mejores, y sus camisas eran de una
limpieza dudosa. Los cuatro pasajeros, que ostentosamente no prestaban
atención a los otros dos ocupantes del vagón, no intercambiaron una sola
palabra y descendieron en la siguiente parada. El caballero suizo recuperó
al punto su anterior animación, y explicó a Dostoievski que aquellos cuatro
sospechosos franceses eran espías de la polícia que patrullaban la frontera;
estaban encargados de inspeccionar a todos los extranjeros que entraran,
y de telegrafiar sus descripciones a las autoridades. Como el propio Dos-
toievski bien sabía que era mantenido bajo vigilancia por la policía secreta
rusa, su sorpresa ante esta afirmación no nos parece muy sincera.
A mediados de junio llegó a París, y allí se quedó dos semanas, lo bastan-
te para empaparse en la atmósfera que pinta en su cuadro del gentío en el
Palais Royal que apaciblemente pasa un atardecer de verano. "Incontables
maridos dan un paseo con incontables esposas, del brazo, mientras sus ni-
ños, encantadores y bien educados, juguetean alrededor, entre el rumor de
las fuentes, y su monótono goteo evoca algo tranquilo, apacible, perma-
nente, eterno, heidelberguesco" (5, pp. 57-76). Lo que especialmente lla-
mó la atención de Dostoievski en París fue su sentido de orden y de propie-
dad, y llama a la ciudad -en broma, desde luego- "la ciudad más moral
y virtuosa que hay sobre la faz de la tierra" (5, p. 68). En realidad, afirma,
lo que los franceses admiran ante todo es el dinero, aunque difícilmente
reconocerán algo tan vergonzoso, ni por un momento:·~ parisiense le
encanta hacer negocio, pero parece que aun al hacer negocio y al deso-
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 239
Resultó, por el caso en cuestión, que los buenos padres, mediante una presión prolonga-
da, prudente y bien estudiada (han convertido esto en una ciencia) se habían aduetlado
del alma de una dama muy hermosa y rica, a quien convencieron de que se fuera a vivir
con ellos en su monasterio, y a la que aterrorizaron hasta el punto de llevarla a Ja enferme-
dad y la histeria: todo esto con un propósito calculado y en cuidadosa progresión.
iAh! Nikolai Nikolaevich --escribe- París es una ciudad muy aburrida, y si no fuese por
algunas cosas verdaderamente notables, nos moriríamos de hastío. iPor Dios! Los fran-
ceses son una gente nauseabunda. Usted me había hablado de esas caras que parecen
pagadas de sí mismas, complacientes y untuosas, que florecen entre nosotros en el ma-
nantial de aguas minerales [fuera de San Petersburgo]. Pero le juro que aquí las caras
no están mejor. Los nuestros son simplemente canallas carnívoros, y casi siempre losa-
ben, pero aquí están completamente convencidos de que así es como hay que ser. El fran-
cés es agradable, honrado y cortés, pero falso, y el dinero lo es todo para él. No hay ni
huella de algún ideal.5
tarde sus viajes con propósitos literarios en los Apuntes de invierno y muy
probablemente garabateó algunas primeras impresiones; pero, por el mo-
mento, no fue más lejos.
Aun en lo exierior, iqué contraste con París! Esta ciudad que noche y día va a sus nego-
cios, enorme como el oceano, con el rugir y el rumor de las máquinas, el ferrocarril cons-
truido por encima de las casas (y pronto, debajo de las casas), esa audacia de las empresas,
ese aparente desorden que es, en esencia, un orden burgués en el más alto grado, este
contaminado 11ímesis, este aire lleno de polvo de carbón; estos magníficos parques y pla-
zas y esas aterradoras calles de una sección como Whitechapel, con su población semi-
desnuda, bárbara y muriendo de hambre. La City con sus millones y el comercio del uni-
verso, el Palacio de Cristal, la Feria Mundial. .. (5, p. 69).
8
E. Dryzhakova, "Dostoevsky i Gertsen", en ShomikDostoevsky·Nckrasov (Leningrado, 1974),
p. 64; A l. Gertsen,Polnoc Sobranic Sochincnii, 30vols. (Moscú, 1954-1961), 22, p. 259.
9
Strájov, Biografiya, p. 240.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 245
nes de Elena Dryzhakova, y yo esencialmente digo su versión de los hechos. Sin embargo, mi propia
interpretación difiere en algunos detalles. Véase Elena Dryzhakova, "Dostoievsky i Gertsen, London-
skoe Svidanie 1862 Goda", en Canadian-American Slavic Studies, 3 (1983), pp. 325-348.
246 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
nervios femeninos, para hacer que corráis a ocultaros tras los faldones del
gendarme del lugar... ! Haciendo eco al comentario de Dostoievski en el
sentido de que los jóvenes autores de La Joven Rusia era incapaces de
comprender plenamente las fuentes revolucionarias occidentales que tan
apresuradamente había ingerido, Herzen también pregunta, en tono di-
vertido: "lExiste, pues, alguna posibilidad de que el pueblo ruso se levante
en nombre del socialismo de Blanqui, dando el grito ['iViva la República
Social y Demócrata Rusa!'], cuando tres de las palabras más largas le serán
incomprensibles?" 11
Lo más notable de todo es un párrafo en que, pareciéndose, en opinión
de todos, Herzen atribuye a un pochvennik los excesos de La Joven Rusia
a la separación de la clase culta y del pueblo.
Habiendo dicho todo eso -escribe, refiriéndose a su crítica del volante-, afiadiremos
que la temeraria lógica [de los autores) es uno de los rasgos más característicos del genio
ruso enajenado del pueblo. Nuestra historia no nos ha dejado nada sagrado, no poseemos
esas honradas reliquias del pasado que limitan al hombre europeo, pero que le son caras.
Como resultado de la esclavitud en que vivimos, la enajenación de nosotros mismos,
nuestra ruptura con el pueblo, nuestra impotencia de actuar, no nos quedó más que un
triste consuelo, pero al fin y al cabo consuelo: lo escueto de nuestra negación, nuestra ló-
gica implacabilidad, y con una especie de alegría pronunciamos aquellas palabras finales,
extremas que los labios de nuestros maestros apenas habían susurrado, poniéndose blan-
cos mientras lo hacían y mirando, con desconfianza, a su alrededor [cursivas en el texto).
Pero, concluye Herzen -casi como Dostoievski-, ahora "los tiempos han
cambiado" y "hablar en frases extranjeras, repetir lemas extranjeros: eso
es interpretar mal la cosa de que se trata, así como el pueblo, y mostrar
falta de respeto a ambos". 12 Ciertamente, Dostoievski había leído tales pa-
labras con gran aprobación, aunque acaso no compartiera la tolerante opi-
nión de Herzen, en el sentido de que las exageraciones de aquellos mucha-
chos exaltados no podían causar ningún daño.
Sólo otro tema de su conversación es definitivamente conocido, por la
versión posterior de Dostoievski. Era gran admir::idor de la brillante obra
de Herzen, Desde la otra orilla, mitad ensayo, mitad diálogo, y la puso por
la nubes cuando tuvo oportunidad de hablar de ella con su autor. En rea-
lidad, pocos escritos de Herzen habrán llegado al corazón de Dostoievski
como esta enronada acusación a las ilusiones del socialismo utópico, esta
denuncia de la civilización europea como atada a las formas sociopolíticas
11 Gertsen, Sobranie Sochinenii, 26, pp. 202, 200 y 204.
12 /bid., pp. 203-204.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 247
del pasado e incapaz de ir más allá de sus límites, este torrente de desprecio
arrojado sobre la intelectualidad radical europea por imaginar que las ma-
sas realmente prestarían atención a sus floridas lucubraciones. Todos estos
aspectos de la obra habían encontrado un vibrante eco en las "sensaciones-
ideas" de Dostoievski después de sus años en Siberia, y ayudaron a crista-
lizadas en posiciones políticas concientes. Sin embargo, otros rasgos de la
obra, en que varios aspectos del multifacético espíritu de Herzen entran
en debate entre sí, no gustaron tanto a Dostoievski. Aunque parece impo-
nerse un pesimismo total acerca del futuro de la humanidad, y por lo ge-
neral se considera que por entonces representa la opinión de Herzen, otras
voces en el texto elocuentemente rechazan tan sombrías conclusiones; y
Dostoievski se alinea con estos augures más esperanzados. Como dijo a
Herzen, "su adversario también es muy sagaz. Reconozca que, en muchos
casos, puso a usted de espaldas contra la pared." Herzen rió, y recordé una
ocasión anterior en que Belinski le había leído un similar diálogo-artículo.
Pero Belinski, imprudentemente, se había dado a sí mismo todos los mejo-
res argumentos, y cuando se pidió a Herzen su opinión, replicó, en broma,
que la pieza era "muy, muy buena, y todos pueden ver que usted es muy
listo. Pero, lrealmente desea perder su tiempo con semejante necio?" (21,
p. 8).*
Por desgracia no tenemos más información acerca de este intercambio
de ideas, pero la referencia de Dostoievski a la agudeza de los adversarios
de Herzen, cuya posición en Desde la otra orilla obviamente prefiere, tal
vez pueda ofrecernos una clave y justificar ciertas suposiciones. Después
de escribir esta obra, Herzen se había puesto a desarrollar su teoría del
"socialismo ruso", en que su decepción de la clase obrera europea y de sus
líderes cedió ante una esperanza para el futuro, fundada en el tradicional
socialismo igualitario del campesino ruso y su natal obshchina. lNo habría
indicado Dostoievski su acuerdo con Herzen sobre este punto, y hasta tal
• Hay cierto conflicto entre las autoridades sobre Herzen, exactamente cuándo habló con Dosto-
ievski acerca deDesde la otra orilla. El comentador de la edición de la Academia de Ciencias cree que
ocurrió durante el encuentro en Londres. Los editores del tercer volumen de una crónica de la vida
de Herzen asignan la conversación al 13 de octubre/l de noviembre de 1863, cuando los dos se encon-
traron, accidentalmente, en un barco que iba de Nápoles a Livomo (véase capitulo XVII). No se cita
ninguna prueba concluyente que diera el triunfo a una de las dos tesis.
En vista de esta incertidumbre, sólo podemos apelar al sentido común y a la verosimilitud; parece
más probable que la conversación se desarrollara en una visita formal en Londres, en la primera opor-
tunidad que Dostoievski tuvo de expresar personalmente su admiración a la obra de Herzen, y no des-
pués, en un barco, cuando Dostoievski estaba distrafdo y preocupado por otras razones. V~se PSS,
21, p. 374; Letopis Zhizni i Tvorchestva A. L Gertsena, 1859-Iyun 1864 (Moscú, 1983), p. 566.
248 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
Estas últimas palabras nos recuerdan los términos que el propio Herzen
había aplicado a los autores de La Joven Rusia, y todo el pasaje, en su mez-
cla de admiración y de rechazo, revela parte de la ulterior ambigüedad de
la relación de Dostoievski con el hombre cuyas ideas y valores en un tiempo
estimara tanto. Esta imagen de Herzen fue esbozada en 1873, por la época
en que Dostoievski empezaba a anotar ideas en su libro de notas para Un
joven inculto; y pronto pondría todos esos recuerdos en el personaje de
Versílov, un joven ruso-europeo cuya sicologLt es muy similar a la aquí pin-
tada, y que también posee algo del encanto y la brillantez invariablemente
atribuidos a la personalidad de Herzen.
Dostoievski sin duda se daba cuenta de que al visitar a Herzen estaba
dando un paso que podría ponerle en peligro, más aún que su precipitada
visita a Chernishevski en San Petersburgo. La Tercera Sección mantenía
ojo avizor ante las actividades de la familia Herzen, y Chernishevski había
13 !bid., 27, p. 247.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 249
sido detenido después que unos espías informaron que Herzen, impruden-
temente, había enviado una carta a Nikolai Serno-Solovievich ofreciendo-
le imprimir El Contemporáneo en Londres. La presencia de Dostoievski
no pasó inadvertida a quienes mantenían bajo vigilancia a Herzen, y a Ru-
sia llegó información de que en Londres, Dostoievski "había trabado amis-
tad con los exiliados Herzen y Bakunin". 14 El extravagante Bakunin, que
por e:ntonces vivía también en Londres, había escapado recientemente de
su exilio en Siberia, pasando por Estados Unidos.
Mucha tinta ha corrido por la cuestión de si Dostoievski se encontró
con Bakunin o no, y a esto se le ha dado cierta importancia porque L. P.
Grossman afirmó que Bakunin fue el prototipo directo de Stavroguin en
Los Endemoniados.15 Sin embargo, la imaginación de Dostoievski, aunque
ciertamente se basara en prototipos, invariablemente fundía toda clase de
sugestiones en una imagen representativa; nunca tomó un solo personaje
como fuente exclusiva de inspiración. Si ambos se encontraron alguna vez
se vuelve cuestión menor, en lo referente al artista Dostoievski, aunque
bien pudo ocurrir, porque Bakunin asistía asiduamente a las recepciones
de los domingos por la tarde en casa de Herzen. Sea como fuere, el nombre
de Dostoievski quedó en la lista de las personas que visitaban a Herzen no
sólo por curiosidad, sino porque simpatizaban "más o menos con sus inten-
ciones criminales." 16 Fue emitida una orden especial de escudriñar muy
minuciosamente su equipaje cuando volviera; por fortuna, no se tomaron
medidas más severas.
Strájov, quien también hizo su primer viaje a Europa durante este verano,
esperaba encontrarse con Dostoievski a mediados de julio. Mijaíl había te-
nido particular interés en que su hermano tuviese un compañero de viaje
porque temía que una crisis epiléptica pudiese causarle algún accidente o
lesión. Dostoievski se quejó de su soledad en cartas a su hermano y a Strá-
jov ("no puedes creer", escribe a este último, "hasta qué grado el alma se
siente aquí presa de la soledad. iUna sensación de tristeza y de opresión!"
14
G. F. Kogan, "Razyskania o Dostoevskom", en LN, 86 (1973), p. 596.
15 L. P. Grossman y Vyacheslav Polonsky, Spor o Bakunine i Dostoevslwm (Mosctí, 1926). Para un
ingenioso resumen de los argumentos opuestos, que concluye que la tesis de Grossman es un mito,
véase Jacques Catteau, "Bakounine et Dostoievski", en Bakounine, Combats et J)¿bats (Parls, 1979),
pp. 97-105.
16 Kogan, "Razyskania", p. 596
250 L<\ ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
Este relato está más o menos de acuerdo con las propias observaciones de
Dostoievski en Apuntes de invierno, pero podemos preguntarnos si en rea-
17
Pisma, 1, p. 311, 26 de junio/8 de julio de 1862.
• Esta es una alusión al cuento Diario de un loco, de Gógol, en que un pobre empleado de oficina
se imagina que la hija de su superior está enamorada de él y de esta manera se recomienda a sf mismo
guardar el secreto.
18
Strájov, Biograjiya, p. 244.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 251
lidad se mostró tan poco interesado en las Uffizi como dice Strájov (que
se pone a sí mismo, desde luego, en el papel del civilizado amante del arte).
En viajes posteriores de Dostoievski, como bien sabemos por el diario de
su segunda esposa, fue un interesado y asiduo asistente a los museos. Am-
bos leyeron Les misérables (que acababa de salir de imprenta) de Hugo;
Dostoievski se apresuraba a comprar volumen tras volumen, y luego los
pasaba a Strájov. Sobre todo, ambos pasearon y charlaron, y Strájov pinta
una imagen idílica de aquella-; desenvueltas conversaciones: "Lo más agra-
dable de todo eran nuestras charlas al atardecer, cuando el sol estaba po-
niéndose, ante un vaso de vino tinto", en cualquier café. 19
Hasta hace pocos años, este retrato de un cordial intercambio de ideas
entre dos amigos, encantados en su mutua compañía, fue aceptado como
revelador de la calidad de sus relaciones. Sin embargo, un documento re-
cién publicado arroja una luz enteramente nueva sobre sus conversaciones
y descubre algunas de las tensiones que a la postre llevaron a Strájov, poco
después de la muerte de Dostoievski, a denunciar a su antiguo amigo en
una injuriosa carta a Tolstoi. Este documento, el borrador sin fecha de un
artículo inconcluso intitulado "Observaciones", está dedicado a Dostoiev-
ski y fue compuesto en la forma favorita de Strájov, la de carta abierta.
Descubierto en los archivos de Strájov, parece haber sido compuesto en
Florencia o poco después, y empieza recordando uno de aquellos diálogos
que su autor después presentaría con tales acentos de nostalgia. "En uno
de nuestros paseos por Florencia", escribe, "cuando llegamos a la Piazza
della Signoria y nos detuvimos por un momento, pues ibamos en direccio-
nes opuestas, tú (Dostoievski) me dijiste muy acaloradamente que había
en las tendencias de mi pensamiento un defecto que tú odiabas, desprecia-
bas y perseguirías hasta tu último día. Luego, nos dimos la mano firmemen-
te y nos separamos."20 iAdiós al cuadro tan minuciosamente cuidado de
una perfecta concordia, que Strájov después ofrecería a un mundo cré-
dulo!
lCuál fue la causa de la disputa? lPor qué habría reaccionado Dosto-
ievski tan acaloradamente y, hay que reconocer, en forma tan insultante?
Aunque el texto de Strájov permanece, por lo general, al nivel de las vagas
generalidades, no es difícil inferir lo que estaba en juego si recordamos el
trasfondo de la época en Rusia, y que Dostoievski y Strájov no estaban de
acuerdo sobre cómo había que tratar a los radicales. Strájov siempre ha-
bía estado en favor de una "línea dura'', y sus observaciones parecen refe-
rirse a esta posición. Nadie, afirmaba, debía librarse de las consecuencias
lógicas de sus convicciones y de sus actos; no debían aceptarse excusas por
motivo de que la gente no comprendía todas las implicaciones de sus pro-
pias ideas.
De esta manera, Strájov estaba insistiendo en que se hiciera que los radi-
cales asumieran toda la responsabilidad de sus creencias y no se les conce-
diera el beneficio de ninguna duda. Dostoievski, en cambio, no deseaba
aún ponerlos de espaldas contra la pared, y arguyó que su aparente incon-
gruencia debía ser interpretada en forma más benévola.Nadie, había repli-
cado a Strájov, realmente deseaba afirmar que "dos y dos son tres, o que
dos y dos son cinco, y que . . . si se dice algo así, entonces es extraño de mi
parte [de Strájov] tomar esto con completa seriedad, pues obviamente
quien dice que dos y dos no son cuatro no se propone, en realidad, decir
esto, sino que, indiscutiblemente, piensa y quiere expresar otra cosa." Para
Dostoievski, lo ilógico no es prueba de error, sino indicación de un conflic-
to entre lo que se dice y lo que en realidad se piensa; el error es una clave
de algo oculto bajo la idea, que se debe interpretar en su verdadero signi-
ficado. Con bastante razón, Strájov arguye que semejante postulado le co-
loca en desventaja ante cualquiera, porque "digan lo que digan y como lo
digan, yo estoy obligado, en tu opinión y sin falla, a comprender lo que
quieren decir y si este significado deseado tiene o no algún tipo de funda-
mento oculto". 22 Estas palabras revelan la base sobre la que, hasta enton-
ces, Dostoievski se había negado a condenar in tato a los radicales; por
muy hostil que fuese él a las ideas que expresaban, bajo estas sentía él un
deseo de hacer el bien, deseo que había que reconocer.
Otro pasaje del texto alusivo de Strájov llega cerca de revelar la dimen-
sión sociocultural de su desacuerdo. "lLe importa a nadie más nuestra
disputa en Florencia? Pero yo no soy el único que odia la estupidez, y no
eres tú el único en perdonarla condescendientemente, por lo que supones
21 !bid.
22 !bid., pp. 560-561.
"LA TIERRA DE LAS SAGRADAS MARAVILLAS" 253
que hay bajo ella." De ello, prosigue Strájov, estas actitudes se han conver-
tido en bandos opuestos en la literatura rusa: "Tenían que formarse, y el
choque entre los dos bandos era inevitable, e inevitablemente recurrirá."
Curiosamente, Strájov caracteriza a ambos bandos en forma muy poco
halagüeña para aquel al que él pertenece. Por una parte (la de Dostoiev-
ski) a menudo "hay juventud, siempre ardor, una pasión por predicar, un
descuido de la forma y de todo tipo de precisión, pero en cambio pensa-
miento y sentimiento vivos, no pocas veces talento, a veces chispazos de
genio ... "Por la otra parte (la suya propia) hay "cierta frialdad, el hábito
del pensamiento estricto y preciso, la ausencia de una gran pasión de pre-
dicar, el silencio de casi todas las cuerdas vivas". Aun cuando capaz de sim-
patizar con el primer bando, como lo muestran los términos que escoge,
Strájov declara sin embargo que "de mala gana, yo apoyaré al segundo. Tal
es mi triste sino .. ."23
Al llegar a este punto, el texto da un súbito salto, de la esfera de la políti-
ca social a la de la base última de la moral. "lEs realmente bueno el hom-
bre? '', pregunta súbitamente Strájov. "lPodemos en realidad negar audaz-
mente su podredumbre?" Su respuesta a esta pregunta es categóricamente
negativa; y apoya su conclusión apelando al testimonio de la fe cristiana:
"El ideal del hombre perfecto, que nos muestra el cristianismo, no ha
muerto ni puede morir en nuestras almas; ha crecido con ellas para siem-
pre. Y así, cuando se desenvuelve ante nuestros ojos al cuadro de la huma-
nidad contemporánea y se nos pregunta les bueno el hombre?, inmedia-
tamente encontramos en nosotros la respuesta decisiva: ' ino, está podrido
hasta la médula!' ;, 24 El fragmento se interrumpe en este punto, pero con-
tiene lo suficiente para que comprendamos por qué Dostoievski sintió tan-
ta ira y hostilidad.
Pese a una muy difundida y errónea idea en sentido contrario, Dosto-
ievski no compartía en absoluto la opinión "cristiana" de Strájov, de que
el hombre está "podrido hasta la médula" (que representa la opinión tan
sólo de un cristiano agustiniano o reformado). Por lo contrario, Dostoiev-
ski creía que dado que el hombre, y el hombre ruso en particular, era capaz
de tener remordimiento y de arrepentimiento, nunca debía abandonar la
esperanza de redención: no cabe duda de que Strájov comprendió que esta
era la causa fundamental de que Dostoievski se negara a retirar toda su
benevolencia a los radicales, de una vez por todas. Y si Strájov expresó su
propia opinión del hombre ante Dostoievski, tan francamente como la ex-
pone en el artículo, podemos ver por qué su amigo se mostró tan indig-
nado, y por qué respondió con la furiosa declaración de que "detestaría,
despreciaría y perseguiría" semejante mentalidad durante el resto de sus
días. En realidad, Strájov estaba atacando aquí las convicciones más ínti-
mas de Dostoievski, las verdades que él creía haber entrevisto entre sus
sufrimientos en la casa de los muertos, y la revelación que le había sido
concedida en el recuerdo sagrado del muzhik Marey, que una vez, siendo
niño, lo había consolado y reconfortado. 25 Estaba atacando la fe funda-
mental de Dostoievski en los tesoros del amor cristiano, ocultos en el alma
del pueblo ruso ignorante y atrasado; y Dostoievski no podía perdonar se-
mejante sacrilegio.
Después de su semana en Florencia, los dos se separaron; Strájov se fue
a París, y Dostoievski se proponía ir al sur, hasta Roma y N ápoles. Porrazo-
nes desconocidas cambió de opinión, y a comienzos de septiembre estaba
de regreso en San Petersburgo, dispuesto a ocupar su puesto de director
de facto y principal wlaborador de El Tiempo.
25
Para más información, véase Do~1oevsky: The ~ars of Ordea~ 185().1859 (Princeton, 1983),
cap. 9.
XIII. "El TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES
1
Strájov, Biografiya, p. 245.
255
256 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
es el pensamiento fundamental de todo el arte del siglo XIX, es un pensamiento del que
Víctor Hugo como artista probablemente fue el primer heraldo. Este pensamiento es
cristiano y sumamente moral: su fórmula consiste en levantar al ser humano caído, aplas-
tado por la presión injusta de las circunstancias, un estancamiento que dura ya un siglo
y de los prejuicios sociales (20, p. 28).
Pero, lquién puede evitar la idea de que Quasimodo es una personificación del pueblo
francés de la Edad Media, oprimido y despreciado, sordo y deforme, dotado tan sólo de
una aterradora fuerza física, pero en quien finalmente despiertan un amor y una sed de
justicia, simultáneamente con una conciencia de su derecho legítimo y de sus poderes
infinitos, aún no desarrollados?
mente de no aportar nada que pudiera compararse con las grandes obras
literarias del pasado". Y tal vez, profetiza, "al fin del siglo quedará encarna-
do, completa, clara y poderosamente en alguna gran obra de arte que ex-
presará el carácter profundo del tiempo, tan completa y duraderamente
como, por ejemplo, La Divina Comedia expresó su época de creencias e
ideales católicos medievales" (20, pp. 28-29). Los hermanos Karamázov,
del propio Dostoievski, aunque el "levantar a los caídos" sólo es uno de
sus muchos ternas, se acerca más que ninguna obra del fin del siglo a cum-
plir esta profecía de una gran obra maestra de arte cristiano.
En realidad, Dostoievski estaba dando a este tema su más poderosa ex-
presión en la obra que por entonces tenía en proceso, la Casa de los muer-
tos. Nunca más directamente que aquí se dedicó a "levantar al caído", a
enseñar a sus lectores rusos a ve¡: con nuevos ojos a los "desdichados" que
se hallaban confinados tras las empalizadas de los campamentos peni-
tenciarios en las inmensidades de Siberia. Sin embargo, para llegar a esta
nueva visión, antes era necesario que la clase educada rusa superara la ena-
jenación, el total alejamiento que la separaba del campesino ruso, enaje-
nación que el propio Dostoievski había considerado como la mayor tortura
que hubiese tenido que soportar durante sus años de prisión. Como hemos
visto, observaciones sobre este tema surgían continuamente en sus artícu-
los, y Dostoievski se muestra particularmente sensible a las dificultades de
superar la desconfianza, profundamente arraigada en el pecho del campe-
sino.
"Debernos decir la verdad: no sabemos cómo ir al pueblo", había escrito
Dostoievski un mes o dos antes de publicar su prólogo a la novela de Hugo.
''A este respecto, no conocemos un camino medio atinado. O bien mostra-
mos una rudeza increíble, o bien los modales melosos y de conmiseración
de un Manílov (personaje de Las almas muertas)." En otra parte del mismo
artículo, Dostoievski observa que "hemos de trasformamos moralmente,
hasta cierto grado. Hemos de renunciar a nuestros prejuicios de clase y a
nuestros puntos de vista egoístas." Así como el pueblo detesta el puño que
antes le hizo caer en la sumisión, así también "no tolerará una cortesía a
la franfaise, que toma como un insulto. Hemos de amar al pueblo, pero no
con un amor sentimental adquirido en el estudio" (20, pp. 16, 20).
258 LA ÉPOCA DS LAS PROCLAMAS
*En la traducción de Constance Gamett, la historia es llamada " Ur. predicamento desagradable"
y es mejor conocido en inglés bajo este tftulo tan decoroso.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 259
había bebido vodka", y la fuerte bebida popular acaba de rematarlo (5, pp.
24, 27 y 28). Empieza a ponerse más sentimental; la baba escurre de su
boca, trata de pronunciar un discursa a~ersu ..iel "humanitarismo" para sal-
var la situación, pero sólo encuentra abucheos y risas de burla.
El clímax ideológico ocurre durante una confrotación entre un joven
periodista radical, que sombríamente había tildado de "retrógrado" a Pra-
linsky en el momento mismo en que lo vio, y el general, ahora ya en estado
de ebriedad. Llevado por la desesperación, este último pregunta a todos
si "se rebajó grandemente a ojos (de todos) o no" por haber asistido a la
boda. A lo que el joven radical, que había estado sirviéndose vodka gene-
rosamente, contesta con furia:
iSf, vino usted a hacer alarde de su humanitarismo! Ha acabado con la alegría de todos.
Ha usted estado bebiendo champaña [comprada apresuradamente para el gene::al] sin
pensar que está fuera del alcance de un empleado que gana diez rublos al mes, y yo sos-
pecho que usted es uno de esos burócratas a los que les gustan las esposas de sus subor-
dinados... iSf, sí, sf! (5, pp. 33-34).
de las escenas cruciales de una de sus novelas, Pobres gentes --escena que
había impresionado m:..i cho a Belinski-, un general, no menos ilustrado y
filantrópico, por pura bondad de corazón regala cien rublos a uno de sus
más míseros subordinados. Como Dostoievski habfa pintado ese gesto ge-
neroso con no disimulada simpatía, "Un asunto enojoso" puede conside-
rarse como una burla de madurez, de tan juvenil ingenuidad. Al poner en
boca de Pralinsky los clichés acerca del humanitarismo, que habían sido
tan populares entre los círculos progresistas de los cuarenta, y que acaba-
ban de cobrar nueva vida a comienzos de los sesenta, Dostoievski desen-
mascara la condescendiente sicología de clase que demasiado a menudo
se encontraba detrás de tan nobles protestas de benevolencia.
Escritas con un estilo chusco de considerable vigor cómico, las escenas
de fiesta y baile se adelantan a episodios similares, como el despertar de
Marmeladov en Crimen y castigo, y la magistral escena de la fiesta de Los
endemoniados. Pero el tono festivo es bastante insólito en Dostoievski, a~f
como su tolerante y divertida descripción de la vivaracha e irreverente ju-
ventud petersburguesa, a la que muestra considerable simpatía. Sin duda,
prefiere su abierta iconoclastia a la fatuidad autocomplaciente de gente
como Pralinsky. Es el choque ideológico el que eleva el cuento por encima
del nivel de un simple esbozo de farsa, y debemos notar que Dostoievski
no vaciló en emplear a un protagonista cuyas ideas ciertamente le desa-
gradaban -el joven periodista radical- como su portavoz en un contexto
artístico particular, para desacreditar a otro personaje cuyas actitudes le
repugnaban más aún. U no de los aspectos más asombros del genio de Dos-
toievski es su disposición a reconocer la relativa validez humana, en situa-
ciones concretas, de puntos de vista con los que no estaba de acuerdo en
otros contextos, y darles la más plena y.animada vida artística.
tuyó el comienzo de una polémica cada vez más agria entre los radicales y
El Tiempo, en la que acabó por participar el propio Dostoievski; y en la
segunda mitad de 1862, condujo a un total deterioro de las relaciones, an-
tes amistosas, entre El Tiempo y aquellos de sus colaboradores y lectores
que pertenecían a la intelectualidad radical.
Antónovich tal vez fuese un crítico literario torpe y obtuso, pero Chemi-
shevski no se había equivo·cado al considerarlo un buen combatiente en
materia sociocultural. Elegido para la tarea de contestar a Strájov, su ata-
que a El Tiempo da en el blanco, dentro de los límites permitidos por la
censura. Hay algo indiscutiblemente nebuloso en la idea depochvenniches-
tvo, afirma, y los colaboradores de El Tiempo se encontrarían en gran difi-
cultad si se les prohibiera repetir interminablemente sus habituales frases
acerca depochva: "no les quedaría nada que decir". Sumamente preocu-
pados por la laguna que existe entre las clases educadas de Rusia y los cam-
pesinos, atribuyen esta laguna a las reformas de Pedro el Grande. Pero An-
tónovich señala, sagazmente, que "aun dejando aparte esta [causa], ellas
[las clases] se habrían apartado por sí solas como resultado de causas socia-
les generales, no sólo históricas, que por doquier y no sólo entre nosotros
han producido y producirán semejante escisión".2 La verdadera causa de
la ruptura es, por ende, socioeconómica y no básicamente cultural; y la di-
visión entre los que tienen y los que no tienen tampoco es un fenómeno
peculiarmente ruso.
Además, Antónovich se muestra irónico ante las exaltadas ideas que
sostienen los pochvenniki (básicamente Dostoievski, aunque no lo men-
cione por su nombre) con respecto a la misión histórica universal del pue-
blo ruso. Si tales ideas tienen sentido o no, en todo caso sólo podrán remi-
tirse a un remoto futuro; si alguien pregunta qué es lo que proponen los
pochvenniki en el presente, resulta que sólo significa una cosa muy sencilla:
alfabetización. Sin embargo, la alfabetización no ha resuelto los problemas
sociales de países más avanzados como Inglaterra y Alemania, y no hay
razón para creer que tendrá resultados más felices en Rusia. "Pues, mire
usted", escribe Antónovich, con provocativa vulgaridad, "por doquier, en
primer lugar, está el estómago. Ante todo es necesario obtener un men-
. drugo de pan y comer, y luego se puede uno ocupar en cualquier otra cosa
que uno quiera: alfabetización, ciencia, arte, etc. lQué hacer?, por desgra-
cia, esto es lo que exige la naturaleza humana." 3
2
A A Antónovich,Literatumo-Kriticheskie Stati (Moscú-Leningrado, 1961), 16, pp. 19-20.
3 /bid., p. 31.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 263
Strájov replicó, al mes siguiente, con otra de sus llamadas cartas al edi-
tor. No deseando volver a los mismos lemas que Antónovich había ridiculi-
zado, hace algunas débiles acusaciones durante varias páginas antes de ir
al grano. lConstituye la satisfacción de las necesidades materiales la máxi-
ma prioridad del hombre? Strájov objeta vigorosamente semejante idea
en nombre del idealismo, y al hacerlo se anticipa al que llegará a ser un
crucial tema dostoievskiano. Si la humanidad aún no ha edificado una so-
ciedad en que se haya eliminado el hambre, arguye, no es por su incapaci-
dad de hacerlo; la verdadera razón es que "la humanidad siempre ha de-
seado más; ha sido eternamente atraída por otros bienes, otros deseos ...
más importantes y satisfactorios que la simple ausencia del sufrimiento"
(cursivas en el texto). 4 La causa de la privación material es, por tanto, el
insaciable idealismo de la humanidad, su deseo de un objetivo y de una
meta de vida más alta que el simple bienestar material; y no es posible su-
primir semejante deseo, por muchos esfuerzos que se hagan por arrancarlo
del carácter humano.
De hecho, no sólo es imposible sino también absolutamente indeseable
eliminar el idealismo innato de la humanidad; la verdadera tarea no consis-
te en reducir al hombre al nivel de sus necesidades materiales sino, antes
bien, en asegurarse de que su imperecedero anhelo de ideal sea guiado de
la manera adecuada. Y esta dirección, como lo indica Strájov, ha quedado
establecida de tiempo atrás por el mensaje de Cristo:
4
Strájov, Iz Istorii Literatumago Nigilizma (San Petersburgo, 1890; reimp. La Haya, 1967),
pp. 122-123.
5 !bid., p. 122.
264 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
No tenemos que decidir aquí hasta qué punto tenía razón Dostoievski al
evaluar la situación económica; pero tales palabras revelan que no se de-
sentendía tan fácilmente de las necesidades materiales del pueblo, como
Strájov, en cambio, sí se inclinaba a hacerlo.
Más aún: aunque Dostoievski pueda coincidir con Strájov en el nivel de
6
Reinhold Niebuhr,An lntopretation of Christian Ethics (Nueva York, 1956), p. 146.
• Dostoievski anexó una extensa nota editorial al articulo de Strájov, declarando que "esta carta
nos parece totalmente insatisfactoria, y nos sorprende la frivolidad y parcialidad de nuestro colabora-
dor". Resulta dificil saber hasta qué punto debemos tomar literalmente esta afirmación; pero Strájov
s{ se queja de las notas editoriales de Dostoievski, puestas a sus artkulos durante el primer año de la
revista.
Otro pasaje de esta nota es digno de cita porque arroja cierta luz sobre el propio Dostoievski. An-
tónovich babia preguntado qué entendía por idealismo El Tien·.:•.:;, )' Dostoievski, en respuesta, cita
un pasaje del texto de Strájov, con el que obviamente está de acuerdo: "lNo surge todo mal", habfa
escrito Strájov, "porque honramos demasiado a los que no habría que honrar, porque consideramos
importante lo que no tiene importancia? lPor qué tan fácilmente aceptamos una verdad cuando no
hay verdad, porque tan fácilmente nos sacrificamos, tan fácilmente creamos para nosotros, por do-
quier, {dolos falsos y dioses falsos?"
As{, el idealismo es la necesidad inherente a la personalidad humana, de creer en la verdad y en
Dios que, inevitablemente, incluye la capacidad de dejarse desencaminar. Esto ayuda a explicar por
qué hasta los héroes más negativos de Dostoievski son "idealistas" a su modo y, al fin, se sacrifican a
una u otra versión de un falso Dios. PSS, 20, p. 225.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 265
5
Tras la discusión entre Antónovich y Strájov cesó, por el momento, toda
polémica directa entre El Tiempo y los radicales. En julio de 1862, El Con-
temporáneo fue prohibido, durante un periodo de ocho meses. Este acon-
tecimiento junto con la simultánea detención de Che.rnishevski, causó un
marcado giro en el clima sociocultural, que colocó a El Tiempo en una si-
tuación sumamente difícil. Ya no era posible seguir criticando las ideas ra-
dicales -aunque se hiciera con respeto, o con muchos reparos- sin pa-
recer que se estaban apoyando las medidas represivas 1del gobierno. Y dejar
de discutir con los radicales habría significado abandonar la mismísima ra-
zón de ser de El Tiempo; pero seguir con la misma política editorial era in-
vitar al desastre, y hasta a la execración. Las traicioneras corrientes creadas
por esta nueva situación dejaban muy poco espacio para maniobrar, y Dos-
toievski -tal vez creyendo aún que su propio historiial y el espíritu de sus
266 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
Difícil habría sido poner en palabras más claras su acuerdo con los lemas
básicos del "socialismo ruso" de Herzen.
Además, Dostoievski hizo todo lo que pudo por contrarrestar el clamor
de los periódicos -encabezado en gran parte por Kátkov, que ahora se
arrepentía de sus anteriores coqueteos con el liberalismo inglés- que exi-
gían la supresión de todas las nuevas fuerzas que favorecían el progreso
en la sociedad rusa. Es inútil, respondió Dostoievski, buscar chivos expia-
torios tratando de explicar los acontecimientos de la desastrosa primavera
de 1862 porque, en realidad, no hay culpable a quien podamos señalar con
índice acusador: "No menos culpable son, a este respecto, Pushkin, Fonvi-
zin, Kantemir y Lornonósov. Iremos más lejos: tan culpables, si no es que
más aún, son Laplace, Galileo y Copérnico" (20, p. 34). Evidentemente,
nada menos que toda la historia de la Ilustración rusa y de la ciencia occi-
dental debía ser considerada responsable, y por ello era absurdo culpar a
la siniestra influencia de uno y otro individuo o grupo. Corno cualquier lec-
tor ruso lo comprendería, Dostoievski estaba insistiendo en que el progre-
so de la Ilustración no podía invertirse; y sugería que para remediar la ame-
nazante situación se permitiera a la sociedad educada rusa más libertad (y
no menos) de iniciativa y de expresión.
268 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
¿cuál es el pensamiento guía de vuestro periódico? Ninguno. ¿Qué habéis dicho? Nada.
Os habéis esforzado continuamente por expresar algún tipo de verdad de la clase de botas
blandas (expresión rusa por sin sentido), siempre os habéis sentado entre dos bancos y
vuestra ingenuidad llega tan lejos que no habéis querido notar siquiera que ya habéis caí-
do al suelo. 10
10
M. E. Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochinenii, 20 vols. (Moscl1, 1965-1977), 6, p. 46.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 269
ante todo un temperamento artístico, y haga usted lo que haga en literatura nunca será
otra cosa que arte por el arte . .. Cuando escribió usted sus palabras acusatorias, no lo
hizo movido por la indignación o por convicción, sino simplemente porque la literatura
acusatoria era, en cierta forma, la tendencia de moda. Thmbién hace una maliciosa alu-
sión a la súbita metamorfosis política de Saltykov-Shchedrin: "del liberal completamente
ordinario que usted era ha surgido un recién horneado nihilista" (20, p. 92).
11 !bid.
270 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
números, no tanto por su valor sino porque nos ayudaran a integrar el tras-
fondo ideológico ante el cual Dostoievski crearía Crimen y castigo. Dos de
estos artículos tratan la cuestión de la caridad personal, virtud que La Chis-
pa, invocando la autoridad de Adam Smith y de Malthus, había atacado
como algo caduco y hasta dañino, arguyendo que todas esas iniciativas indi-
viduales debían ser remplazadas por instituciones públicas que prestaran
ayuda a los necesitados. Strájov ridiculizó la ignorancia de los colaborado-
res de La Chispa, que parecían no saber que la economía inglesa, basada
en el principio de llevar al máximo el interés egoísta individual, no podía
estar en favor de ningún tipo de caridad; esta concepción moral se deriva
de una visión totalmente distinta de las relaciones humanas y de las nece-
sidades de una comunidad humana. 12 Raskólnikov invocaría después tales
teorías de la economía inglesa, según la interpretación de Strájov, como
excusa para tratar de suprimir sus propios impulsos caritativos.
La competencia científica y la cultura filosófica de Strájov le daban una
especial posición aventajada desde la cual escribir acerca de El origen de
las especies, de Darwin, y fue él quien hizo el primer comentario ruso bien
informado sobre el libro, para las páginas de El Tiempo. En un escrito inti-
tulado "Malos augurios", saluda la obra como "un gran paso adelante en
la evolución de la ciencia natural". Pero objeta enérgicamente el prólogo
del traductor francés, que se había apresurado a aceptar la idea darwiniana
de la lucha por la vida como una teoría social y había afirmado que una vez
reconocida la existencia de razas "superiores" e "inferiores", toda simpatía
al débil, al doliente y al inferior estaba fuera de lugar y era indeseable. Re-
plica Strájov: "El secreto de la vida humana está contenido en sí misma, y
perdernos de vista su significado en cuanto nos separarnos de la naturaleza
al hombre, en cuanto lo colocamos al mismo nivel que las creaciones [de
la naturaleza] y comenzamos a juzgarlo desde el mismo punto de vista que
los animales y las plantas." 13
El darwinismo social, cuyo peligro moral vio instantáneamente Strájov,
nunca llegaría a ser parte integral de la ideología rusa a mediados de los
sesenta; pero, dos años después, fue momentáneamente defendido en La
Palabra Rusa por V. A Záitsev (con cierto apoyo de Pisárev), y muy fácil-
mente se mezcló con parte del individualismo arrogante ya expresado en
la defensa de Bazárov hecha por Pisárev. Este esfuerzo transitorio si no
incongruente del nihilismo ruso por el darwinismo social no pasó inadverti-
12 Strájov, Jz Jstorü,
pp. 165-182.
13 Citado en Nechaeva, ZJuunal "Vremya", p. 180.
"EL TIEMPO": LOS ÚLTIMOS MESES 271
La idea del artículo (Strájov lo escribió) era la siguiente: que los polacos nos desprecien
por bárbaros hasta tal grado, se jactan tanto ante nosotros de su civilización europea que
dfficil sería prever durante cierto tiempo alguna paz moral (la única de tipo duradero)
con nosotros. Pero, como no fue comprendida la exposición del artículo, fue interpretada
de este modo: que decíamos de nosotros, que los polacos tienen una civilización tan su pe-
rior a la nuestra, y que somos tan inferiores que obviamente ellos tienen razón y nosotros
no.14
• Los primeros capítulos de la Casa de los muertos fueron impresos por El Mundo Ruso y escritos
simultáneamente con las primeras etapas del trabajo de Humillados y ofendidos. Cuando El Tiempo
empezó a publicarse en enero de 1861, todas las energía de Dosnoievski fueron absorbidas por sus ar-
tículos y su novela. Sin embargo, en abril de 1861, los capítulo:s del libro sobre la prisión, que antes
habían aparecido en El Mundo Ruso, fueron reproducidos en El Tiempo, prometiendo a los lectores
una continuación en cuanto estuviese terminada la novela. Una nueva entrega apareció en el número
de septiembre de 1861, y otros capítulos aparecieron en forma intermitente hasta el fin de 1862.
274
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 275
Las memorias de prisión se han vuelto tan familiares para nosotros (y hoy
la literatura rusa abunda tanto en ellas) que solemos olvidar que fue Dos-
toievski quien dio a su patria la primera obra maestra de este género. Pero
así fue: su Casa de los muertos creó el género en Rusia, respondiendo así
a una inmensa y aprensiva curiosidad sobre las condiciones de vida de
aquellos "infortunados" (como eran invariablemente llamados por la gen-
te común que habían caído en desgracia a ojos del Estado, especialmente .
los que habían ido a prisión por sus convicciones políticas y no por delitos
de derecho común. Por lo general, eran gente culta, y cualquier alusión
pública a su destino -por ejemplo, en el cuadro de Yakobi que hemos
mencionado- invariablemente provocaba el más vivo interés. Muchos
años después, el crítico populista A M. Skabichevsky, que había sido estu-
diante a comienzos de los sesenta, recordaría "la sensación causada por la
Casa de los muertos cuando apareció por primera vez en las páginas de El
Tiempo, durante 1861-1862". 1
Dostoievski había pensado escribir un libro así desde que fue aprisiona-
do, y esbozó unas versiones preliminares, a lo largo de los años, de acuerdo
con la idea que se había fijado en octubre de 1859.
Estas Notas de la casa de los muenos --escribió a Mijaíl-- ahora han cobrado forma en
mi espíritu, de acuerdo r.on un plan ya completo y rematado. . . Mi figura desaparecerá.
Estas son las notas de un desconocido; pero yo garantizo que interesarán. Deberán tener
el mayor interés. Habrá algo serio, algo sombrío y algo humorístico, y las conversaciones
entre campesinos con un particular colorido penitenciario (ya te he leído varias expresio-
nes anotadas por mf en el lugar), y la pintura de personajes desconocidos de la literatura
anterior, y algo conmovedor y, finalmente, lo más importante, mi nombre... Estoy con-
vencido de que el público lo leerá con avidez. 2
Por ejemplo, dos hombres pueden cometer asesinato; y en ambos casos, se les asigna el
mismo castigo. Y sin embargo, miremos la diferencia de los crímenes. Uno pudo haber
cometido el asesinato por nada, por una cebolla. .. Otro asesina a un lujurioso tirano en
defensa del honor de su prometida, de su hermana, de su hija. Otro es un fugitivo [un
siervo que ha huido), acosado por un regimiento de perseguidores, que comete un ase-
sinato en defensa de su libertad, a menudo de su vida,-muriendo de hambre; y otro asesina
a nifios pequefios por el placer de matar, de sentir la sangre caliente en sus manos, de
disfrutar de su terror, y de sentir el vello de la piel bajo su cuchillo. Y sin embargo, tcxlos
estos son enviados a purgar la misma sentencia penal (4, pp. 42-43).
El lector sabe-escribi~ qué clase de mundo es este (es decir, el campo penitenciario).
Pero veamos cómo lo ve el autor. Ha sabido cómo iluminarlo con una luz humana tan
radiante, darle calor con un sentimiento tan bondadoso. . . en cada criminal busca al ser
humano, y cada uno de sus retratos es una cálida y sincera pregunta dirigida a la sociedad,
en nombre de la verdad y el amor a la humanidad. 3 *
3
V. A Zelinskii,Kriticheskie Kommimtarii k Sochineniyam F. M. Dostoevskogo (MosclÍ, 1901 ), p. 42.
• A veces se ha dudado de la sinceridad del "humanismo" de Dostoievski·, llamando la atención a
la forma despectiva en que presenta al reo jud!o Isay Fomich Bumshtein. Hay dificultades relacionadas
con el trato de este personaje, entre ellas el hecho de que el lÍnico reo de origen jud{o entre los presos
compañeros de Dostoievski, Isay Bumshtein, aparece en los registros de la prisión como convertido
a la fe ortodoxa cristiana y, sin embargo, Dostoievski lo presenta como jud{o practicante, que cumple
fielmente con sus oraciones, causando las burlas de los otros presidiarios. Además, hay varias incon-
gruencias y exageraciones en la descripción qt•'.': l:ace Dostoievski de esta observancia ritual; algunas
pueden ser simples errores, pero otras tienen evidentemente el fin de intensificar el aspecto ridículo
de la conducta de Isay, a ojos de sus lectores.
El retrato supuestamente cómico que hace Dostoievski de lsay, cualquiera que fuese su relación
con lo que en realidad vio, no puede decirse que trasciende al desdeñoso tratamiento dado al judío
en la literatura rusa durante la mayor parte del siglo XIX; y aparece en marcado contraste con la luz
favorable bajo la cual presenta a los otros reos. Sin embargo, la actitud del narrador hacia Isay Fomich
no es enteramente hostíl e indiferente. Hasta llega a decir que eran "grandes amigos" y, como ha escri-
to David Goldstein, a propósito de la escena del baño, "es con simpat!a, si no afecto, como evoca 'la
expr~ión beatffica de mi camarada de prisión y de barraca, el inolvidable Jsay Fomich · ".Tules toques,
que para nosotros no alcanza a compesar el mal gusto de la imagen general, probablemente fueron
suficientes garantfas de "humanismo" para los primeros lectores de Dostoievski, acostumbrados a ver
tratar a los jud!os exclusivamente de una manera que exclu!a todo sentido de identificación personal
con ellos como seres humanos individuales. VéasePSS, 4, pp. 283-284; Joshua Kunitz,RussianLiterci··
ture and the Jew (Nueva York, 1929), esp. cap. 2; David l. Goldstein,Dostoevsky and the Jews (Austin,
Thxas, 1981), p. 21ycap.14.
278 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
4
l. l. Zamotin, Dostoevsky v Russkoi Kritilre, 1846-1881(Varsovia, 1913), p. 74.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 279
5 Para más información, véase/)ostoevsky: The Yearsof Ordea41850-1859 (Princeton, 1983), caps.
6-11.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 281
7
Citado en V. A Tunimanov, TvorchestvoDostoevslwgo, 1854-1862 (Leningrado, 1980), p. 75.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 283
8 R. L. Jackson, "The Narrator in Dostoevsky's Notes from the Housc of the Dead", en Studies in
Rus.sían and Polish Lituature, in Honor of Waclaw Lednicki (La Haya, 1962), p. 197.
284 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
9
K. Mochulski, Dostoevsky, His Life ami Work, trad. Michael Minihan (Princeton, 1967), p. 186.
Catteau, "De la Structure de la Maison des Morts de F. M. Dostoevskij", en Revue des
lO Jacques
Études Slaves, 54 (1982), pp. 63-72.
LA "CASA DELOS MUERTOS" 285
se acelera gradualmente hasta que, al final, nos resulta difícil creer que ha-
yan transcurrido diez años.* Gran parte del libro también está estructurada
en torno del ciclo de las estaciones (esencialmente el ciclo del primer año
en prisión, aunque Dostoievski juega libremente con la secuencia literal
de los hechos),** y también esto imparte una unidad y una continuidad
que faltan en la habitual colección de esbozos.
Probablemente sea este mayor sentido de unidad logrado por Dostoiev-
ski el que ha producido tanta especulación con respecto al género al que
debe asignarse la Casa de los muertos. lEs una serie de bocetos, una me-
moria personal o, como ha insistido Victor Shklosvky, "una novela de un
tipo especial", 11 una novela documental acerca de una colectividad, y no
acerca de un sólo individuo o una familia? El intento de responder a esta
pregunta ha producido mucho ingenioso análisis sin que de él surja victo-
riosa ninguna respuesta clara. La conclusión razonable es que se trata de
una forma mixta que combina aspectos de los tres tipos, y que es menos
importante clasificarla adecuadamente que comprender la combinación
• A este respecto, podemos comparar la Casa de los Muertos con La montaña mágica, de Thomas
Mano, construida a lo largo de líneas muy similares.
12 B. M. Eichenbaum, 1he Young Tolstoy, trad. Gary Kem (Ann Arbor, Mich., 1972), p. 77.
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 287
Mas, lpara qué describir este manicomio? El día opresivo llegó a su fin. Los reos cayeron
dormidos en sus literas. En suefios, hablaban y murmuraban aquella noche, aún más que
de costumbre. Aqufy allá, todavía se veía a algunos jugando a las cartas. El dfa libre tan
anhelado había llegado a su fin. Al día siguiente, la diaria rutina, al dfa siguiente, de nuevo
al trabajo (4, p. 116).
Después de todo, hay que decir toda la verdad; estos hombres eran hombres excepciona-
les; tal vez fuesen los mejor dotados, los más fuertes de nuestro pueblo. Pero sus pode-
rosas energías fueron vanamente gastadas, aprovechadas anormalmente, injustamente,
sin esperanza. Y, la quién había que culpar, de quién era la culpa? Eso es justamente, la
quién habría que culpar? (4, p. 231).
No había en el suelo un espacio libre que midiera un palmo. Los presos, en cuclillas, cha-
poteaban con el agua de la cubeta ... Las aceras por las que se subía a las pilas estaban
ocupadas por otros presos que, encogidos y recogidos sobre sí mismos, se asperjaban y
flotaban como podían. Pero se lavaban poco: el hombre del pueblo no abusa ni del agua
caliente ni del jabón; se ingeniaban para sudar copiosamente y, después, se inundaban
de agua fría, y esto representaba para ellos tomar un baño a su manera. U na cincuentena
de forzados se estregaban y azotaban unos a otros hasta el agotamiento . . . Sobre las es-
paldas ablandadas por el vapor, las cicatrices causadas por los golpes de la vara resaltaban
con tal nitidez que se hubiera creído que eran cardenales recientes. iAbominables cica-
trices! iA mí se me ponía la carne de gallina sólo de verlas! Sin embargo, aún aumentó
el calor y un vapor espeso llenó como una nube ardiente toda la estufa. Todos hablaban
y gritaban clamorosamente. Aparecían entre las nubes de vapor carnes cicatrizadas, ca-
bezas afeitadas, escorzos de manos ganchudas y piernas zambas... Acudió a mi espíritu
la idea de que, si debíamos un día coincidir juntos en el infierno, este se parecería mucho
al lugar donde nos encontrábamos (4, p. 98).
14
l. S. Turguénev, Pisma, 13 vols. (Moscú-Leningrado, 1961 ), 6, p. 66.
15
Citado en PSS, 4, p. 286.
16
Citado en PSS, 2, p. 297.
290 LA ÉPOCA DE LAS PP.')CLAMAS
Lanzó [un reo] al águila por encima del talud, hacia la estepa. Era un día de fin de otofio,
frfoy gris. El viento silbaba sobre la estepa desnuda y gemía a través de la sabana de hier-
ba seca. El águila voló derechamente sacudiendo su ala enferma, como si tuviera prisa
por huir tan lejos como alcanzara la vista. Los presos seguían curiosamente los mo\oimien-
tos de su cabeza que emergía por encima de la hierba.
- iEh! lVéis? -dijo uno, muy pensativo.
- iNo vuelve! -afiadió otro-. iNi una sola vez, muchachos, ha mirado hacia atrás,
tal es la prisa que tiene por huir!
- lCrefais que iba a volver a darnos las gracias? -observó un tercero.
- iAh, siente la libertad, y Ja olfatea!
- iYa no se Ja ve... !
-lQué esperáis ahí vosotros? iEn marcha!-gritaron los guardias, y todos !os forza-
dos volvieron silenciosos al trabajo (4, p. 194).
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 291
En presidio traté a los mismos hombres durante varios años; los desprecié al principio,
no viendo en ellos más que bestias feroces. Y de pronto, en el momento menos pensado,
su alma se expansionaba involuntariamente y aparecía desnuda. Revelaba entonces tal
riqueza de sentimientos, de cordialidad, de comprensión tan clara del sufrimiento propio
y del ajeno, que en el primer instante no creía lo que veían mis ojos ni lo que entraba por
mis oídos (4, pp. 197-198).
De un salto bajó del carruaje, se fue derechamente a ella, se prosternó en tierra, y dijo
"iHermosa mfa... yo te he amado durante dos afias, y hoy me llevan con música al cuar-
tel! Perdóname", dijo, "perdóname, muchacha honesta, hija de un hombre honrado, por-
que pequé al juzgarte. Tienes delante de ti a un canalla, y yo SO'f la causa de todo". Thm-
bién Akulka se inclinó ante él, y en el mismo acento formal de la poesía popular contestó:
"Perdóname también, buen muchacho, pues nada tengo contra ti" (4, pp. 171-172).
Interrogada por el curioso marido, ella le dijo: "Sí, le amo más que a na-
die en el mundo." Esto es más de lo que el resentido esposo puede sopor-
LA "CASA DE LOS MUERTOS" 293
•En la melancólica y poderosa ópera que basó en la Casa de los muertos y que completó en 1927,
el compositor checo Le~ Janácek dio un uso muy eficaz al episodio del águila y al relato del marido
de Akulka. De hecho, en su libreto, Goryanchikov y el águila coja llegan al campamento al mismo
tiempo, y sus historias se funden en una sola. Ambas son presentadas en el clímax y, en contraste con
el libro, el ala del águila ha curado; el ave (.J, presumiblemente, Goryanchikov) se van del campamento
no para morir, sino para iniciar una nueva vida.
El relato del marido de Akulka también está embellecido con algunos detalles nuevos. nas el re-
lato, que es perfectamente fiel al original, otro preso (Mijailov) fallece en el hospital y es reconocido
como Filka Morózov. Esta coincidencia es precisamente del tipo del efecto novelfstico que Dostoiev-
ski deseaba evitar. Pero en el marco operático, funciona bien. Esta sombrfa escena, el punto más negro
de la obra, inmediatamente es seguida por la noticia de la liberación de Goryanchikov, que es total-
mente inesperada. No ha purgado su sentencia, como en el libro, sino que, como le ocurrió a otro reo,
es liberado por orden especial del zar. La ópera concluye con un coro de presos, sumamente conmo-
vedor, que entona una palabra de libertad, la misma en checo que en ruso (svoboda). Nos gustaría
saber si esta obra maestra es presentada, en estos días, en su patria de origen.
294 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
Dido que la Casa de los muertos hay varias alusiones a recientes cambios
que mejoraban las condiciones del campamento penitenciario, cada lector
debía comprender, aunque no se fijan fechas, que la obra trata de aconteci-
mientos ocurridos durante el reinado de Nicolas l. El primer narrador es-
cribe como alguien que, a comienzos de los sesenta, está recordando un
pasado reciente, pero ya casi legendario. Además de tales referencias a re-
formas penitenciarias, otros pasajes también introducen el punto de vista
del presente. El más dramático de ellos es el episodio que incluye al "parri-
cida Ilinski", cuya historia es narrada en el primer capítulo. Ilinski, joven
oficial alegre y frívolo, ha sido acusado de asesinar a sangre fría a su padre,
hombre rico, con objeto de conseguir dinero para sus francachelas; des-
pués, su historia será el núcleo del caso en que se ve envuelto Dimitri Kara-
mázov en Los hermanos Karamázov. Pese a las pruebas supuestamente
irrefutables acumuladas contra Ilinski, Dostoievski nunca creyó que en
realidad fuese culpable, porque en su desenvuelta y libre personalidad hay
algo que da la impresión de que pueden ser justificadas sus protestas de
inocencia.
Ilinski casi se pierde de vista hasta el séptimo capítulo de la segunda par-
te, cuando el primer narrador interviene, súbitamente, para hacer una de-
claración:
Hace unos días, el editor de Notas de Za casa de los muertos ha recibido de Siberia la no-
ticia de que el acusado era inocente y que habfa pasado diez afias en presidio injustamen-
te. Su inocencia acaba de ser demostrada por la justicia de modo oficial; los verdaderos
asesinos han sido descubiertos y confesado su crimen; el desgraciado fue puesto inme-
diatamente en libertad. El editor no duda de la autenticidad de estas noticias. Inútil afiadir
nada más. iPara qué lamentar esta vida rota en plena juventud por una acusación abomi-
nable! iPara qué extenderse sobre la trágica hondura del hecho! Por sf mismo, dice dema-
siado para que tengamos que insistir en ello (4, p. 195).
tualidad, y recordarle que muchos de los presos acerca de los que había
leído, seguían purgando sus sentencias. Lo que es más importante, el inci-
dente dramatiza las insuficiencias de los "hechos" como índicios de las pro-
fundidades del carácter humano y confirma que Dostoievski dependía de
la verdad de sus propias percepciones, de preferencia sobre las llamadas
pruebas reunidas en las investigaciones judiciales. Esta oposición entre los
datos externos y las claves derivadas de la observación intuitiva llegarían
después a ser motivo importante en Crimen y castigo y en Los hermanos
Ka.ramázov. En la primera novela, Razumijin alega acaloradamente que
el pintor sospechoso del asesinato no puede ser culpable, simplemente por
la forma en que se había comportado poco después de que se supo que ha-
bía ocurrido el crimen; todas las pruebas acumuladas contra Dimitri Kara-
mázov no conducen a la verdad sino a un error judicial, que habría podido
evitarse si se hubiese tomado en consideración la rectitud de su impetuoso
carácter.
Otras indicaciones de la época de esta redacción, si bien menos sensa-
cionales, también reflejan con toda claridad la respuesta de Dostoievski a
la situación sociocultural de comienzos de los sesenta. En realidad, bien
puede argüirse que todo el libro fue escrito como respuesta a esta situa-
ción, y que el retrato que pinta Dostoievski del cristianismo instintivo de
los reos campesinos, así como de su hostil enajenación de la clase culta,
pretende revelar la patente inutilidad de las esperanzas revolucionarias
inspiradas por una ideología radical que los campesinos habrían rechazado
con horror si pudieran entenderla. El capítulo intitulado "Quejas'', en que
los presos campesinos no permiten que el narrador se una a su protesta
contra la calidad cada vez peor de los alimentos, habla por sí sólo como ad-
vertencia contra los engaños de la intel~ctualidad radical, de que podrían
encabezar una revolución campesina. Y los líderes naturales del pueblo,
salidos de sus filas eran demasiado obcecados, impetuosos e ignorantes
para lograr nada, salvo llevar a sus seguidores al desastre. Tales aspectos
del libro se destacan mucho más claramente para nosotros, a la luz de la
ulterior evolución de Dostoievski, de lo que se destacaron para sus con-
temporáneos.
Y sin embargo, unos cuantos pasajes difícilmente pueden interpretarse
si no como verdades manifiestas contra algunas de las ideas tan laboriosa-
mente propagadas por Chernishevski, que había alcanzado ya la categoría
de verdades irrefutables entre la generación joven. Por ejemplo, había una
firme confianza en el poder abrumador del medio para determinar la con-
ducta humana, teoría que Dostoievski rechaza cuando, después de hablar
296 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
1
A S. Dolinin, Poslednie Romani Dostoevskogo (Mosceí·Leningrado, 1963), pp. 215-230.
298
''.APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 299
Me has hablado -dice a Strájov- acerca de los rostros desagradables, insolentes y com-
placientes que florecen entre nosotros en el balneario de aguas minerales [fuera de San
Petersburgo]. Pero yo te juro que los que veo aquí no son mejores. Los nuestros son sim-
plemente carnívoros pillos y, las más de las veces, lo saben, pero aquí están completamente
convencidos de que así es como deben ser [las cursivas son mías]. El francés es agradable,
decente, cortés, pero falso, y para él, el dinero lo es todo. No hay la menor huella de un
ideal.3
qué tan poco halagüeña suposición? Porque él sabe que sus amigos ten-
drán una actitud predeterminada hacia Europa -de admiración y respe-
to-- que él no encuentra de acuerdo con lo que aparece en sus propias
reacciones. Sus primeros contactos con la vida europea en Alemania, como
hemos visto, habían sido sumamente desagradables y perturbadores, vio-
lando todas las reglas y regulaciones de las "autoridades renombradas".
iNada -ni Unter den Linden, ni las alemanas, ni la catedral de Colonia-
habían provocado el habitual deseo de arrodillarse! Todo eso era terrible-
mente perturbador, y hasta inexplicable, hasta que un día volvió a su ha-
bitación de hotel sintiéndose enfermo, y examinó sus síntomas: "Tenía la
lengua amarilla y de mal aspecto... pensé, 'lpuede ser, puede realmente
ser que el hombre, este señor de toda la creación, dependa hasta ese grado
de su hígado? iQué bajeza!'" (5, p. 48).
Aunque sólo fuera por esta razón, esta referencia al hígado inevitable-
mente recuerda las primeras frases de Notas desde el subterráneo; y aunque
la alusión anatómica a primera vista pueda parecer tan sólo una coinciden-
cia casual, un escrutinio más minucioso revelará una relación profunda.
De hecho, la estrategia retórica utilizada aquí es una anticipación de la
otra, tan magistralmente desplegada en la obra de ficción, donde el autor,
escribiendo una vez más en primera persona, también dramatiza una esci-
sión de su conciencia entre una pauta de conducta que puede ser conside-
rada normal y razonable, y una reacción emotiva inesperada que brota de
algún nivel instintivo y visceral de la personalidad. Además, ambas obras
mantienen la misma relación "dialógica" extremadamente íntima con el
lector ("mis amigos"), que así se vuelve una presencia implícita e invocada
dentro del texto, a la que constantemente se dirige como a un interlocutor.
En este primer capítulo de los Apuntes de invierno existe precisamente
la misma situación entre Dostoievski y sus lectores, que después recreará
para el hombre del subterráneo. Estos lectores ya prevén una actitud de
reverencia ante las glorias de Europa; y el autor comparte esta expectativa,
lo bastante para que, cuando sus propias respuestas involuntarias no co-
rrespondan, sólo pueda reírse de sí mismo por su incapacidad.
Pero al mismo tiempo siente que su irreverencia es una reacción más
genuina y auténtica que la admiración automática que sus lectores esperan.
Por ello, su ironía va en dos direcciones, dirigida a la vez contra sí mismo
(por no haber estado, de alguna manera, a la altura de Europa) y contra
el lector (por ser incapaz de tolerar todo punto de vista que no sea el con-
vencional y trillado). Semejante "ironía invertida", que se vuelve contra el
escritor como medio de volverse contra un imaginario juez y crítico en la
302 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
persona del lector, es precisamente la que será utilizada en las Notas desde
el subterráneo.
No sólo eran nombres como los de George Sand, Proudhon, etc., los que idolatrábamos,
u otros como Ledru-Rollin y Louis Blanc, etc., los que honrábamos. No, simplemente,
cualesquiera tipos insignificantes, los de menor importancia, que inmediatamente se
echaban la culpa cuando las cosas los eludían [es decir, que renunciaban a su radicalismo]:
aun a ellos teníamos en alta estima (5 , p. 50).
Por una parte, entonces, los rusos se sienten llenos de la más servil y acrítica
veneración a Europa; pero Dostoievski también descubrió que una frase
de Fonvizin le pasaba constantemente por la cabeza. Había escrito Fonvi-
zin: "Los franceses carecen de buen sentido, y si lo adquirieran, considera-
rían esto como la peor desgracia que pudiera ocurrirles." Además, la frase
misma que le había venido a la cabeza -"la tierra de los milagros sagra-
dos"- era de un poema escrito en 1834 por el eslavófilo Aleksey Jomyá-
kov como epitafio para una civilización moribunda: " iCuán triste, triste es-
toy! /Una espesa negrura cae/ Sobre el remoto Occidente,/ Tierra de los
"APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 303
4
El poema se intitula "Mechta" ("Sueño"). El 6ltimo verso llama al "Oriente dormido" a "desper-
tar" y remplazar al agónico Occidente. PSS, 5, p. 361.
304 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
bre inteligente no encontrara nada qué hacer aquí? Ninguno de ellos en-
contró nada que hacer, durante un periodo de dos o tres generaciones" ( 5,
p. 62).
El último tipo ruso, el progresista y radical, ni actúa una farsa como la
del cortesano de Catalina ni se ve abrumado por la duda de sí mismo; se
ha vuelto completa y orgullosamente europeo.
Pues, icuán seguros estamos ahora de nuestra misión civilizadora, cuán altivamente re-
solvemos ldS problemas! lPor qué hablar siquiera de problemas? No existe algo que pue-
da llamarse patria natal, pueblo. lNacionalidad? iSólo cierto sistema de pagar impuestos!
lEl alma? Una tabula rasa, un poco de cera, con la cual se puede hacer en el mismo lugar
a un verdadero hombre, un hombre general universal, un homúnculo: ieso es todo lo ne-
cesario para aplicar los frutos de la civilización europea, y leer dos o tres libros! (5, p. 59).
Hasta podemos oír la voz burlona y provocativa del hombre del subterrá-
neo en estas frases, que contienen exactamente las inflexiones de su tono:
una identificación parcial ("nosotros") con ideas que en realidad aborrece
y que implícitamente rechaza, con el sarcasmo mismo con que las afirma.
Visiblemente, las meditaciones de Dostoievski sobre· la forma en que Eu-
ropa ha sido asimilada por la sique rusa, y su intento de dramatizar esta
simbiosis por medio de sus propias reacciones como figura representativa,
le han llevado estilísticamente al umbral mismo de su siguiente creación.
lPuede ser este en realidad el ideal realizado?, pensará usted. lNo es este el fin? lNo es
este, en realidad, el "rebaño"? lNo tendremos que aceptar esto realmente como toda la
306 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
verdad, y guardar silencio de una vez por todas? Thdo esto es tan majestuoso, triunfal y
orgulloso que quita el aliento. Se observan estos cientos de miles, estos millones de perso-
nas, que obedientemente acuden allf desde todos los lugares del mundo, gente que acude
con un solo pensamiento, pacffica, ince~ntc y silenciosamente, atestando este palacio
colosal; y se siente que algo por fin ha quedado completo y terminado. F.sto es una especie
de ilustración bíblica, alguna profecía del Apocalipsis que se cumple ante nuestros ojos.
Sentimos que hay que tener una perpetua resistencia espiritual y poder de negación para
no rendirse, para no someterse a la impresión, para no inclinarse ante el hecho y deificar
a Baal, es decir, no aceptar lo existente como nuestro ideal. .. (5, pp. 69-70).•
la misma terca, sorda y profunda lucha, la lucha a muerte entre el principio general de
Occidente, de individualidad, y la necesidad de vivir de algún modo en unión, de esta-
blecer de algún modo una sociedad y organizar un hormiguero. Hasta convertirlo en un
hormiguero, sólo para organizar algo, sólo para no devorarse unos a otros; de otra ma-
nera, iel hombre se convierte en caníbal! (5, p. 69).••
• Dostoievski estuvo lejos de ser el único escritor que empleó imágenes religiosas al hablar del Pa-
lacio de Cristal. Walter Houghton observa que la Feria Mundial de 1851 fue generalmente saludada
por "la identificación del progreso con el espíritu de Dios'', y cita un pasaje de Charles Kingsley, quien
escribió que "se sintió conmovido hasta las lágrimas; para él [entrar en el Palacio de Cristal] fue como
entrar en un Jugar sagrado". Pocos días después Kingsley predicó un sennón en que vio todo lo que
el Palacio simbolizaba como "pruebas del reino de Dios, realizaciones de Jos dones que Cristo recibió
de los hombres, mucho más vastas que nada de lo que ellos [nuestros antepasados) pudieron soñar".
Walter E. Houghton, The Victorian Frame ofMind, 1830-1870 (Nueva Hew y Londres, 1957), p. 43.
•• Es asombroso observar Ja similitud de las observaciones de Dostoievski sobre Londres con las
de Friedrich Engels en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra:
Estos cientos de miles de personas de todas clases y condiciones sociales que se aglomeran [en las
calles] ... Pero a nadie se le ocurre ni siquiera posar su mirada sobre el que pasa a su lado. Cuando
de un modo más triste y más irritante aprecia uno la brutal indiferencia, el insensible aislamiento
con que cada cual piensa sólo en lo suyo es cuando estos individuos se aglomeran en un espacio
relativamente pequeño; y aunque sepamos que este aislamiento del individuo y este mezquino
'~UNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO" 307
egofsmo son siempre y dondequiera el principio fundamental por el que se rige nuestra actual so-
ciedad, en ninguna parte se acusan tan descaradamente y con tanta conciencia des{ mismos como
aquí, en el tráfago de la gran ciudad... De ahf que, en estas grandes ciudades, se haya declarado
abiertamente la guerra social, la guerra de todos contra todos. Comulgando con el amigo Stimer,
estas gentes se miran unas a otras solamente como sujetos ütiles para sus propios fines.
Citado en Steven Marcus, Engels, Manchester and the Working Class (Nueva York, 1975), p. 147.
Como ya se mencionó, uno de los primeros análisis rusos del libro de Engels apareció en El Tiempo
en 1861. Geoffrey C. Kabat establece una detallada comparación entre esta obra de Engels y las Notas
de invierno en su obra ldeology and Imaginations (Nueva York, 1978), pp. 74-91.
5
Herzen, My Past and Thoughts, trad. Constance Gamett, rev. Humphrey Higgins, 4 vols. (Nueva
York, 1968), 4, pp. 1688-1689. Mi traducción difiere ligeramente de la que aparece en el texto.
308 LA ÉPOCA DE LAS PROCLA..V_'\S
6
Pisma, 1, p. 78, 4 de mayo de 1845.
"APUNTES DE INVIERNO SOBRE IMPRESIONES DE VERANO " 309
7 Para los argumentos occidentalistas contra la eslavofilia en este punto, véase Andrzej Walicki,
que se dé todo y hasta se desee no poder obtener nada a cambio, para que
nadie se prive de nada por nosotros". De lo que se sigue que no es posible
establecer o crear artificialmente la verdadera fraternidad:
Debe vivir inconcientemente en la naturaleza de toda la raza; en una palabra: para tener
el principio fraternal del amor.. . hay que amar. Hay que ser instintivamente atraído a la
fraternidad ... pese a los antiquísimos sufrimientos de una nación, pese a la bárbara cru-
deza e ignorancia que ahí han echado raíces, pese a la antiquísima esclavitud y a la inva-
sión de razas extranjeras. . . en una palabra, la necesidad de una comunión fraternal debe
estar en la naturaleza de un pueblo, debe nacer con él o ser asimilada como modo de
vida desde un tiempo inmemorial (5, p. 80).
Por ello, sólo el pueblo ruso es capaz de fraternidad ; todos los intentos
de establecer este principio en Occidente, como alternativa a los horrores
de la guerra de todos contra todos, están condenados al fracaso.
•Véase la observación de Herzen en sus Fines y principios, 1862-1863, de que "es más fácil imagi-
narse una Europa que volviera al catolicismo de la época de Gregorio Hildebrand a invitación de Do-
noso Conés y del conde Montalemben, que una repl1blica socialista segl1n la pauta de Fourier o de
Cabet. Pero, hoy en dfa, lquién habla en serio de socialismo? El mundo europeo puede estar tranquilo
a ese respecto, se han puesto las contraventanas, no hay relámpagos en el horizonte, el trueno está
muy lejos. . ." Alexander Herzen,My Ihoughts ami Past, trad. Constance Gamett, rev. Humphrey Hig-
gins (Nueva York, 1968), 4, p. 1736.
312 LA ÉPOCA DE LAS PROCLAMAS
Lo escupirán y le dirán [a todo el que se niegue a ingresar] que es un loco, un nifio, que
aún no ha crecido y que no comprende su propio interés; que una hormiga, una insig-
nificante, incapaz de hablar, es más inteligente, porque después de todo, en el hormigue-
ro todo está muy bien, muy controlado, todos reciben alimento, son felices, cada cual co-
noce su empleo, en una palabra: iel hombre aún no ha llegado a la altura del hormiguero!
mort!; pero la burguesía, que hasta ahora ha contado con la artillería más
pesada, obtendrá una victoria tan fácil como la de 1848. Dostoievski con-
cluye por ello que "si el socialismo es posible en algún lugar, sólo será posi-
ble en un lugar que no sea Francia" (5, p. 81).
Claramente, pues, este "algún lugar" es Rusia, el país en que existe el
principio de comunalidad como antiquísima herencia de la sique rusa co-
mún. Pero este principio está arraigado en la ética cristiana del autosacrifi-
cio y no en una doctrina utilitaria del interés egoísta, y el efecto de propagar
la segunda sólo puede consistir en destruir la primera; y así, paradójica-
mente, destruir la base misma de la posibilidad de un socialismo triunfante
en Rusia y en el mundo. Así pues, desde el punto de vista de Dostoievski,
pensemos lo que pensemos de su verosimilitud, su oposición a la filosofía
del "egoísmo racional" era una defensa de la comuna rusa; y esta comuna
era el fundamento destinado, elegido por la mano de la providencia, en
que se edificaría la sociedad cristiano-socialista del futuro. Estaba conven-
cido de que, una vez realizada en Rusia, florecería hasta ser una nueva y
gloriosa fase de la historia universal.
POLINA
XVI. UNA MUJER EMANCIPADA
1
Pisma, 1, p. 319, 19 de junio de 1862.
319
320 POLINA
mis ataques", escribe, con desesperanza, "y que a veces duran semanas en-
teras!"2 No hay razón para dudar de la sinceridad de tales declaraciones;
pero Dostoievski también estaba impaciente por volver al exterior por otro
motivo que no podía confesar en público. Aguardándolo cuando llegara a
París estaría su nueva compañera de viaje que, como Strájov, tainbién co-
laborara con El Tiempo, pero que, en este caso, era del sexo femenino, y
sumamente atractiva, Apolinaria Súslova, de veintitrés años, el segundo
gran amor de la vida de Dostoievski.
Personas que eran sumamente sensibles en relaciones morales, que alimentaban el tipo
más exaltado de pensamientos -escribe- y que, en su mayoría, estaban muy lejos de
toda clase de desenfreno físico, sin embargo consideraban sin parpadear todo tipo de de-
sórdenes de esta índole y hablaban de ellos como de bagatelas divertidas, perfectamente
permisibles para entregarse a ellos en momentos de ocio.3
3
Strájov, Biografiya, p. 173.
4
Pisma, I, pp. 216-217, 19 de marzo de 1857.
322 P0LINA
cha había enviado una declaración de amor a su autor admirado. 5 Más pro-
bablemente, si se intercambiaron cartas, al principio habrán tratado de co-
sas menos románticas. Un cuento de S·.;:;ruva fue publicado en el décimo
número de El Tiempo (octubre de 1861 ), y no es probable que ella desapro-
vechara la oportunidad de visitar la oficina editorial de la revista: la intré-
pida Súslova, por entonces de veintiún años, no era el tipo de mujer que
vacilara en dar un paso entonces considerablemente audaz para una se-
ñorita respetable. Su obra"úe Momento'', presenta a una joven que re-
sueltamente huye de un marido, al que no ama, para librarse del hastío de
la depresión, y se gana la vida, difícilmente, dando lecciones. No tarda en
agonizar de tuberculosis, causada por las estrecheces de su vida, pero no
lamenta nada y se enorgullece de haber sido fiel a sí misma. El cuento, ni
mejor ni peor que muchos otros, es un producto característico .del movi-
miento ruso por la emancipación femenina, durante el decenio de 1860; y
Súslova intentaba que su propia vida fuese una encamación viva de tal pro-
testa.
siolek (Chicago, 1972), p. 365. La fuente rusa para el diario de Súslova y sus cartas es A S. Dolinin,
Gody blizosti s Dostoevskim (Moscú, 1928).
7 The Gambler, p. 284.
324 POLINA
Todos mis amigos son gente bondadosa -anota en su Diario- pero débiles y pobres de
espíritu; abundan en palabras, pero escasean en hechos. No he podido encontrar uno
sólo entre ellos que no tuviera miedo a la verdad, o que no retrocediera ante las conven-
ciones de la vida... No puedo respetar a tal gente. Considero un crimen hablar de un modo
y actuar de otro [las cursivas son mfas]. 8
8 Jbid., p. 208.
UNA MUJER EMANCIPADA 325
9 /bid., p. 364.
326 POLINA
dijo una vez, de que era necesario embriagarse cada mes." Tales palabras
sin duda sugieren un malestar, pero que se deriva de la sensación de ocupar
un segundo plano en la vida de Dostoievski o, simplemente, haberse con-
vertido en parte de una rutina que incluía el desahogo físico que podía
ofrecer un amorío secreto. Lo que inspira el sarcasmo de Súslova es una
sospecha de estar siendo "aprovechada" para conveniencia de Dostoiev-
ski, el hecho de que él no corresponda a aquellos sentimientos "bellos" y
"grandiosos" de manera apropiada. La misma actitud aparece expresada
en uno de sus cuentos (inéditos), obviamente basado en sus amores con
Dostoievski. Así, la heroína dice a su examante: "Las condiciones en que
se desarrollaron nuestras relaciones, debidas a las circunstancias, eran in-
tolerables para mí por causa de su ambigüedad y, sin embargo, tampoco
podía yo renunciar a ti. "10
Veinte años después, el segundo marido de Súslova, el conocido autor
de ensayos filosóficos V V Rozánov (cuyo primer libro importante fue un
estudio clásico de Dostoievski, La leyenda del Gran Inquisidor) , le pregun-
tó una vez por qué, a la postre, ella y Dostoievski se habían distanciado.
Anota su conversación en una carta, escrita a una tercera persona:
Para empeorar las cosas, cuando empezaron a estallar disputas entre ellos,
Dostoievski casi no podía hacer más que retorcerse las manos de angustia
y sentido de culpa; resultó incapaz de comportarse de acuerdo con la con-
cepción de Súslova de lo que significaba ser un hombre. En una entrada
en su Diario, un año después, aunque reflexionand1, ~ "bre sus anteriores
relaciones con su examante Salvador (lo había visto casualmente, en la ca-
lle), escribe Súslova: "lY qué deseo de él, hoy? lQue confiese su culpa,
que muestre remordimientos, es decir, que sea un Feodor Mijáilovich?" 12
lO !bid., p. 318.
11 L. P. Grossman, Put Dostoevskogo
(Leningrado, 1929), p. 154. Estoy agradecido a S. A Bélov,
de Leningrado, por haber encontrado, para mí, esta referencia.
12 The Gambler, p. 257.
UNA MUJER EMANCIPADA 327
15
!bid., p. 330, 8/20 de septiembre 1863.
16
Haivey R. Greenberg, "Psychology of Gambling", en Comprehensive Textbook, ofPsychiauy, ed.
Harold l. Kaplan, Alfred M. Freedman y Benjamín J. Sadock, vol.3 (Baltimore y Londres, 1980).
p. 3279.
17
Otto Fenichel, The Psychoanalytic Theory of the Neuroses (Nueva York, 1945), pp. 372-373.
330 POLINA
18 /bid.
19
Pisma, 1, p. 308, 6 de junio de 1862.
20
/bid., p. 311, 26 de junio /8 de julio de 1862.
UNA MUJER EMANCIPADA 331
Fuesen cuales fuesen los orígenes síquicos de la manía del juego de Dos-
toievski, su rango más interesante fue la teoría que creó acerca de ella, teo-
ría que la une firmemente a los temas de sus grandes novelas; pues lo que
Dostoievski llama su "sistema" en la carta ya citada a Mijaíl, no es en reali-
dad un sistema. Es simplemente la convicción de que, si lograra dominar
completamente sus emociones, y pudiera poner un control de hierro a sus
sentimientos -en otras palabras, si pudiera suprimir toda la parte irracio-
nal de su sique- entonces, ciertamente, podría ganar: "No creas que me
estoy jactando cuando te digo que conozco el secreto de ganar en mi alegría
por no haber perdido", dice a V. D. Constant. "Este secreto, yo lo conozco;
es terriblemente estúpido y sencillo, y consiste en dominarse en cada mo-
mento y en no dejarse excitar, cualquiera que sea el juego. Y eso es todo;
entonces es absolutamente imposible perder, y se puede estar seguro de
ganar."
Como Dostoievski, sin embargo, estaba en posición de saber, ante todo,
que los seres humanos no son exclusivamente criaturas de razón y control
de sí mismas, dominarse hasta el grado exigido es tarea casi imposible. Ha-
bía personas ante las mesas de juego (menciona a "una francesa y a un lord
inglés" en Wiesbaden) que habían dominado el arte, y también él eviden-
temente pudo hacerlo, durante periodos demasiado breves. Pero, sigue di-
ciendo la carta a Constant, "por muy listo que sea uno, con voluntad de
hierro, de todos modos sucumbirá. Hasta el filósofo Strájov habría sucum-
bido. Así pues, felices aquellos que no apuestan y ven la ruleta con la mayor
repugnancia y como una gran estupidez." 23 Vemos que para Dostoievski,
el juego implicaba un intento de elevarse por encima del nivel de lo huma-
no; y en estas observaciones humildes, en tono de disculpa, Dostoievski en
realidad está tocando uno de los grandes temas de la literatura occidental,
tema que pronto abordaría él mismo. Pues aquí no podemos dejar de pen-
sar en el Doctor Fausto, de Marlowe, así como en los maquiavélicos villanos
de la tragedia isabelina, que enfrentan una razón fría y calculadora contra
todos los dictados morales de la conciencia que obstaculizan el camino de
una búsqueda desenfrenada del interés egoísta. En la tradición de la lite-
ratura europea, tales intentos de poner en práctica estos sueños del helado
dominio de la razón invariablemente se han presentado como una causa
de sacrilegio y un monstruoso desorden moral, pues significan el intento
de la humanidad de levantarse como rival y remplazo de la voluntad del
Dios cristiano, que doto a la especie humana con una gama intermedia y
23
!bid., p. 324, 1 de septiembre (nuevo estilo) de 1863.
UNA MUJER EMANCIPADA 333
una posición ambigua en esa gran cadena del ser que durante tantos siglos
gobernó la imaginación del hombre occidental. Algo de esta visión tradi-
cional persiste aún en Dostoievski, y en Crimen y Castigo pronto mostrará
las consecuencias de una creencia similar en la supremacía de la capaci-
dad de la pura razón humana para suplantar el funcionamiento de la con-
ciencia.
Así, también podemos considerar el juego como un intento de Dosto-
ievski de poner continuamente a prueba su convicción general del poder
de lo irracional en la existencia humana; no sólo estaba tratando de disipar
sus sentimientos de culpa, sino que también, al mismo tiempo, quería ver
si eran justificadas sus creencias más profundas acerca de la vida humana.
Como resultado, no pudo ganar sin perder (ya que su triunfo negaba sus
propios más altos valores), ni perder sin ganar (ya que su derrota confirma-
ba las raíces últimas de su visión del hombre y de la vida humana). Esta con-
. tradicción interna nos ayuda a comprender por qué, a la larga, estaba
' condenado a perder todo lo que hubiese ganado, con una incontrolable
excitación; pues al hacerlo, estaba afirmando paradójicamente su acep-
tación del orden apropiado del universo tal como él lo concebía, y apren-
diendo la misma lección que el hombre del subterráneo y de todos sus
grandes héroes negativos, empezando con Raskólnikov, quien errónea-
mente creyó que podía dominar y suprimir los intentos irracionales de la
conciencia cristiana. Sea como fuere, después de cada uno de esos episó-
dios, Dostoievski volvió siempre a su escritorio con renovado vigor y una
sensación de liberación.
Llegas demasiado tarde. . .Muy recientemente estaba yo sofiando con que iba a Italia
contigo, y hasta empecé a aprender italiano: todo ha cambiado en unos cuantos días. Me
dijiste un día que yo nunca rendiría fácilmente mi corazón. Lo he rendido en una semana,
a la primera llamada, sin lucha, sin garantía, casi sin esperanza de que me amaran. Tunfa
yo razón en estar furiosa contigo, cuando empezaste a cantar mis alabanzas. No creas
que te estoy culpando, pero quiero decirte que no me conociste ni yo me conocí a mí mis-
ma. iAdiós, querido!
Quisiera verte, pero ladónde nos llevaría eso? Me gustaría mucho hablar contigo
acerca de Rusia.
Oh, Polina, lpor qué debes sufrir? -respondió Dostoievslci-. Tunfa que ocurrir que te
enamoraras de otro.Yo lo sabía. iVaya! Tu enamoraste de mf por error, porque tienes un
corazón generoso, aguardaste hasta tener veintitrés afias, y eras la única mujer que no
pide a un hombre que se comprometa de algún modo, ~ro ia qué precio! Un hombre
y una mujer no son una misma persona, él toma, ella da. 27
26 !bid., p. 206.
27 !bid., pp. 206-207.
336 POLINA
?.8 !bid.
29
Para más información, véase Dostoevsk:;: The léars of Ordeal, 1850-1859 (Princeton, 1983),
cap.15.
30
The Gambler, p. 207.
UNA MUJER EMANCIPADA 337
31 lbid.,p. 209.
32
/bid., p. 210
338
33
Jbid., p. 211.
34 !bid., pp. 211 -212.
XVII. UN AMANTE ATORMENTADO
339
340 POLJNA
4
!bid., p. 213.
5 /bid. , p. 214.
UN AMAN1E ATORMENTADO 341
tras le negaba satisfacción. No puede caber duda de que ella estaba jugan-
do deliberadamente con sus emociones: pero es probable que fuera menos
fría y calculadora de lo que quisiera hacernos creer en su diario. De hecho,
obtuvo cierto consuelo por el ardor de Dostoievski y tuvo ocasionales mo-
mentos de ternura, como el que ella describe cuando, tendida en su cama,
pidió a Dostoievski que se sentara a su lado y le tomara la mano. "Me sentí
bien", escribe. "Yo le tomé la mano y la sostuve durante un largo tiempo
en la mía ... Le dije que había sido injusta y mala para con él en París, que
podía parecer que yo sólo había estado pensando en mí misma, y sin embar-
go también había pensado en él, pero no se lo había dicho, para no lasti-
marlo. "6
No es de sorprender que de pronto Dostoievski se pusiera en pie de un
salto, luego saliera y explicara que deseaba cerrar la ventana, pero luego
reconoció "con una extraña expresión" en el rostro, que había estado a
punto de inclinarse para besarle el pie. Súslova, deseando ya desvertirse e
irse a la cama, lo insinuó indirectamente, pero Dostoievski inventó varias
excusas para no salir inmediatamente de la habitación, y luego volvió va-
rias veces con un pretexto u otro. Cuando fue claro que Súslova se manten-
dría inflexible, Dostoievski finalmente cerró la puerta (tenían habitaciones
contiguas). Al día siguiente ofreció disculpas por su conducta "y dijo que
había estado borracho (en realidad, sólo había estado bebiendo té). Luego
dijo que probablemente me fastidiara la forma en que había estado acosán-
dome. Yo respondí que no me importaba, y me negué a caer en una discu-
sión sobre el tema, para que no alimentara esperanzas, ni se quedara sin
ellas por completo" (las cursivas son mías). 7 Súslova después tomo de su
cuaderno de notas esta escena particular y la aprovechó, con diálogos y
todo, en un cuento corto, aunque sin im:!uir su comentario privado acerca
de la acción.
En la noche que siguió a este incidente, Súslova reflexiona sobre su con-
ducta y ve el cambio que ha ocurrido en su carácter. Su conducta hacia
Dostoievski ciertamente no se conformaba a sus viejos ideales, y la encar-
nación pura de estos ideales aparece ahora ante sus ojos: "Recordé a mi
hermana, ella me habría censurado por mi viaje a Italia, pero yo no pienso
así." Súslova se consuela en el pensamiento de que, después de todo, ella
"tiene una pasión por los viajes" y por aprender. lPor qué no había de ver
el mundo mientras tuviera una oportunidad? Pero esta débil justificación
6
/bid.
7 /bid .. o. 215.
342 POLiNA
12
Pisma, 1, p. 331; 8/20 de septiembre de 1863.
13
Henri Grajart, /van Tourguénev et les courants politiques er sociaux de son remps (Parfs, 1954),
p. 325.
344 POLINA
bía llegado a la idea de que las cosas sólo existen en el concepto. Como el
pensamiento eslavófilo estaba empapado de idealismo alemán, es proba-
ble que ella hubiese encontrado esta distinción en alguna de sus obras.
Otra entrada del Diario de Súslova revela una vez más aquellas erráticas
oscilaciones de sus sentimientos que hacían tan confusa y desesperada la
situación emocional de Dostoievski.
Una vez más, sentí ternura hacia F. M. ---<:0nfiesa-. Sucedió que yo estaba regaiíándolo,
y después sentí que no había yo tenido razón, por lo que quise compénsarlo y me mostré
tierna con él. Él respondió con tal alegría que yo me conmoví, y me puse doblemen-
te tierna. Estando sentada a su lado, contemplándolo con mirada acariciante, dijo él: ':J\.llf
esta esa mirada familiar, hace mucho tiempo desde que la vi por última vez." Yo apoyé
mi: cabeza en su pecho y empecé a llorar.
Después de un tormentoso viaje por mar, desde Génova, con una parada
en Livorno, Dostoievski y Súslova llegaron a Roma para pasar algún tiem-
po en la Ciudad Eterna. Dostoievski escribió buen número de cartas desde
Roma, pero todas ellas tratan de cuestiones prácticas y carecen singular-
mente de toda reacción personal al grandioso espectáculo desplegado ante
él por las ruinas de la antigua capital y la majestad de la moderna sede de
la autoridad papal. "Es extraño: escribo desde Roma, y ni una palabra acer-
ca de Roma", no deja de observar a Strájov en una posdata. De todos mo-
dos, hace un breve comentario: "iAyer por la mañana, visité San Pedro!
La impresión es muy poderosa, Nikolai Nikolaevich, y hace correr un estre-
mecimiento por la espalda." 19
18 !bid.
19 Pisma, l. p. 335, 18130 de septiembre de 1863.
346 POLINA
20 /bid.
• En un artículo que ha tenido una influencia importante sobre la historia del pensamiento ruso,
Iván Kireevsky declaró que "el mundo clásico del paganismo antiguo, del que Rusia careció en su he-
rencia, representaba, esencialmente, un triunfo de la razón humana formal sobre todo Jo que se en-
cuentre dentrc y fuera de ella". Este triunfo de la razón humana formal condujo, entre otros desas-
tres, a que
el Papa [se volviera] cabeza de la Iglesia, en lugar de Jesucristo, luego soberano temporal y por úl-
timo infalible; la existencia de Dios estaba siendo probada por un silogismo por toda la cristiandad;
la totalidad de la fe era apoyada por el escolasticismo silogista; la Inquisición, los jesuitas, en una
palabra, todas las peculiaridades del catolicismo se desarrollaron a través del poder del mismo
proceso formal de razonamiento, de modo que hasta el protestantismo, al que los católicos repro-
chan su racionalismo, se desarrolló directamente a partir del racionalismo del catolicismo. Un es-
pfritu perspicaz hal:>rfa podido ver por adelantado, en este triunfo final de la razón formal sobre
la fe y la tradición, todo el actual destino de Europa, como resultado de un principio falaz: Strauss
y Ja nueva filosofía en todos sus aspectos, el industrialismo como fuente de la vida social; la filan·
tro pía basada en el propio interés calculado; el sistema de educación acelerado por el poder de
UN AMANTE ATORMENTADO 347
unos celos despertados; Goethe, corona de la poesfa alemana, el Thlleyrand literario que cambia
su belleza, así como el otro cambia sus gobiernos; Napoleón, el héroe de nuestro tiempo, el ideal
del cálculo sin corazón; la mayoría numérica, fruto de la política racionalista, y Luis Felipe, último
resultado de tales esperanzas y de tan costosos experimentos.
Estas palabras ilustran algo del poder de sugestión del pensamiento eslavófilo, que coincide con
las ideas de Dostoievski en muchos aspectos. Véase para la cita anterior y para más información Ni-
cholas V. Riasanovsl..-y, Russia and the West in the Teachingof the Slavophiles (rpt. Gloucester, Mass.,
1965), p. 96.
348 POLINA
El héroe de este cuento es el siguiente: un tipo de hombre ruso que vive en el extranjero.
Simplemente recuérdalo: los periódicos de este verano han planteado a menudo la cues-
tión de los rusos en el extranjero. Todo esto se reflejará en mi cuento. Se ve en el espejo
de la realidlad nacional en lo posible, desde luego. Imagino un carácter impulsivo pero,
no obstante, un hombre sumamente culto, incompleto en todo, que ha perdido su fe
pero que 11!0 se atreve a no creer, en rebelión contra las autoridades y temeroso de ellas.
Se consuela diciendo que no tiene nada que hacer en Rusia; en este punto, una severa
crítica de la gente de Rusia que se asemeja a nuestros rusos en el extranjero. Pero es im-
posible dlecirles todo. Lo esencial es que todos sus poderes vitales, sus violencias y sus
audacias están concentradas en la ruleta. Es un jugador, pero no un jugador ordinario,
así comci e11 Caballero avariento de Pushkin no es un simple mercader. . . a su manera es
un poetH, pero se avergüenza de esa poesía porqu ~ sie'.'", te profundamente su bajeza, aun-
que la rn~cesidad del riesgo le ennoblezca a sus propios ojos. El cuento relata cómo, du-
rante tres afias, se arrastra por los casinos y juega a la ruleta. 22
21
The Gambler, P.P· 218-220.
22
Pisma, 1, p. 3:13.
UN AMANTE ATORMENTADO 349
25
The Gambler, p. 222.
26 lbid.
UN AMANTE ATORMENTADO 351
27 !bid.
352 POLINA
su pasión por ella no había cesado, y le era penoso pensar siquiera en re-
nunciar a ella por completo. Ambos se separaron, pues, con una última
nota de reconciliación; y la imagen de la tentadora Apolinaria, que nunca
había excluido por completo la posibilidad de reanudar su relación amo-
rosa --que siempre parecía estar casi a su alcance, pero no por completo--
continuó obsesionando a Dostoievski durante varios años.
Una tarea difícil me espera en San Petersburgo. Aunque mi salud ha mejorado infinita-
mente, dentro de dos o tres meses sin duda quedará enteramente destruida. No se puede
hacer nada. Hay que rehacer la revista de punto a cabo. Debe ser más actual, más inte-
resante, y al mismo tiempo debe respetar la literatura: objetivos incompatibles, según
buen número de pensadores petersburgueses. Pero tenemos la intención de luchar fie-
ramente contra este desprecio con que se trata a la literatura. Esperamos no ~uedarnos
atrás. Apóyenos, se lo ruego [enviándonos Los fantasmas], únase a nosotros. 0
32
Pisma, 1, p. 339,10 de noviembre de 1863.
33 !bid. , p. 342, 19 de noviembre de 1863.
CUARTA PARTE
LA PRISIÓN DE UTOPÍA
XVIII. "LA ÉPOCA"
No obstante, Dostoievski sí tomó la parte más activa que pudo en los pre-
parativos, y hubo una continua correspondencia entre las dos ciudades. El
primer problema era el del nombre, y el primero propuesto por Mijaíl fue
Pravda (La Verdad). A Dostoievski le gustó la impresión que producía y
se mostró entusiasta: "Por lo que toca al título La Verdad en mi opinión es
perfecto, asombroso, y haber dado con él es cosa que nos honra ... Incluye
nuestra idea más exacta, conviene a las circunstancias, y especiálmente hay
una especie de ingenuidad, de fe en él, que corresponde exactamente a
nuestro espíritu y a nuestra orientación, porque nuestra revista (El Tiem-
po) siempre fue extremadamente ingenua, y lquién sabe? tal vez tuvo éxito
precisamente por su ingenuidad y su fe. "Dostoievski sugirió que ambos
títulos fuesen relacionados en el anuncio por algún lema como "El Tiempo
357
358 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
exige La Verdad", de modo que pudiese verse al segundo título como brote
natural del primero. También sugiere que el anuncio sea original y llama-
tivo, hasta excéntrico si es necesario, para atraer la atención; nada podría
ser peor que las habituales fanfarronadas que, si acaso, se leen bostezando.
Debe ser, afirma, "lacónico, súbito, orgulloso", y "no debe hacer alusiones
[podemos suponer que al triste pasado]; en una palabras dar pruebas del
más completo aplomo". 2
Por desgracia, el título que a Dostoievski le pareció tan perfecto no fue
aceptado por las autoridades, y también pusieron objeciones al título Po-
chva (La Tierra), considerándolo como más apropiado para una publica-
ción sobre agricultura. Por fin, alguien propuso Epojha (La Época) y La
Época se quedó; el primer anuncio en demanda de suscripciones fue colo-
cado en la Gaceta de San Petersburgo a finales de enero de 1864. Dado que
los anuncios para suscripciones solían ponerse a comienzos del otoño, este
retraso en obtener la autorización de publicar hizo que La Época tuviese
un muy mal comienzo financiero; la mayoría de los potenciales suscriptores
ya habían enviado su dinero a la competencia. Allí mismo, la esperanza de
publicar inmediatamente en febrero resultó imposible, yel primer número
(doble), que salió de las prensas apenas en abril, creó una lamentable im-
presión de desorganización editorial y falta de orden. Strájov, sin piedad,
crítica a Mijaíl Dostoievski, diciendo que le faltaron energías en aquel mo-
mento crucial, olvidándosele mencionar que la hija menor de Mijaíl, Varya,
falleció de escarlatina en febrero, y que el pobre padre se hallaba abruma-
do de dolor.
En la misma carta en que con tanta elocuencia elogia el título de La Ver-
dad, Dostoievski también menciona tres posibles colaboraciones que él
podría hacer al primer número, aunque añadiendo que "los asuntos [re-
lacionados con su reubicación en Moscú] no me dejan un momento para
escribir". Para empeorar todavía más las cosas, sus ataques de epilepsia ha-
bían vuelto, y "ya he tenido dos ataques, uno de los cuales (el último) fue
muy fuerte". Sin embargo, Dostoievski creía que podría escribir el artículo
editorial estableciendo la posición de la revista y menciona también otros
dos: "Una crítica de la novela de Chemishevski y la de Pisemski crearía
considerable efecto, y especialmente convendría a nuestra situación. Dos
ideas opuestas, demolidas ambas. Y como resultado, la verdad." 3
Los mares tonnentosos (1863), de Pisemski, que había sido publicado
nishevski fue ilimitada, y que fue para él una fuente de inspiración per-
sonal.*
lQué hacer? llegó a las páginas deEI Contemporáneo por un camino sinuo-
so, frecuentamente risible, no todos cuyos giros y vueltas han sido ya traza-
dos. Su viaje empezó cuando Chernishevski envió la primera entrega de
la novela al príncipe Golitsyn, que era jefe de una comisión nombrada para
investigar las acusaciones en su contra. Al no encontrar nada "político" en
lo que leyó (pues, en efecto, no hay nada abiertamente político en la novela
en conjunto), el príncipe consideró terminadas sus obligaciones y minucio-
samente envió el manuscrito a la censura, para una inspección más detalla-
da. El censor, impresionado por el "sello y las armas" de la comisión, que
vio sobre el manuscrito, supuso que ya habría sido aprobado y, sin perder
tiempo, lo pasó a la revista. Entonces Nekrásov, en un acceso de distrac-
ción, dejó el manuscrito de la primera entrega en un coche de punto, y
puso un anuncio, pidiendo su devolución, en el periódico de la policía de
San Petersburgo. Cuando fue encontrado, la policía, mansamente, entregó
uno de los textos más subversivos de la historia de Rusia al preocupado
editor. Estos hechos explican cómo se publicó la primera entrega; pero
será siempre un misterio cómo el resto logró pasar la red de la censura,
aun cuando todos pudieran ver el cariz revolucionario de la obra.
La obra, impresa en tres números de E/ Contemporáneo, a partir de mar-
4
N. G. Chernishevski, Chto Delat? (Moscú, 1955), pp. 129y135.
"LA ÉPOCA" 363
Lopújov acalla sus temores de que pueda estar infligiendo los milagrosos
lemas del egoísmo racional.
La más consumada ilustración de este dominio de la voluntad por la ra-
zón es el superhombre revolucionario Rajmétov, cuya actividad clandesti-
na de organizador es muy hábilmente disimulada por eufemismos. Rajmé-
tov es un monstruo de eficencia y dominio de sí mismo, que lleva la vida
de un absoluto asceta mientras está en favor del goce más completo y hasta
de la liberación de los sentidos. Para endurecerse a sí mismo, duerme en
una cama de clavos, y subordina toda preocupación por los demás a su gran
propósito no mencionado: la revolución. Rajmétov es un Bazárov absolu-
tamente absorbido por una causa, inconmovible e inconquistable en su
fuerza, y privado hasta de los pocos rasgos restantes de duda y sensibilidad
emocional que habían hecho humanamente simpático a su predecesor. Es-
te ideal del racionalista-revolucionario con nervios de acero, que destruye
todo vestigio de simpatías e inclinaciones personales para apegarse a la
helada lógica de la utilidad social, forma un eslabón intermedio en la línea
que conduce de Bazárov a Raskólnikov.
espacio a la libertad del individuo. 5 Catorce años después -iy qué años
para Dostoievski y para Rusia!-, el resurgimiento de tales fantasías sólo
habrá podido parecerle el colmo del absurdo. Una vez más, se enfrentaba
a esta imagen soñada de un futuro en que el hombre había conquistado
completamente a la naturaleza y establecido un modo de vida que permi-
tiese satisfacer libre y completamente todos los deseos. En este mundo no
existe ninguna brecha entre cada apetito y su satisfacción; todo conflicto,
toda infelicidad, todo afán interno y toda agitación espiritual se han desva-
necido por completo. Esto es, literalmente, el fin de la historia, cuyo alcan-
ce constituye el éxtasis final de la humanidad, en una ronda interminable
de placer y gratificación. Para Dostoievski, el ideal de semejante mundo in-
mediatamente evocó imágenes de la decadencia greco-romana y el inevi-
table desarrollo de las pasiones más perversas, en un esfuerzo por escapar
del simple hastío del hombre totalmente saciado.
Para empeorar las cosas, Chemishevski había seleccionado como ima-
gen de este glorioso mundo de realizaciones el Palacio de Cristal de la Feria
Mundial de Londres: precisamente el mismo edificio que Dostoievski ha-
bía visto como la monstruosa encamación del materialismo moderno, la
versión contemporánea del dios de la carne, Baal. Pero, a los deslumbrados
ojos de Chemishevski, esta estructura representaba el primer atisbo de lo
que sería la esplendente encamación visual de la Utopía Socialista del fu-
turo, el objetivo manifiesto de todas las aspiraciones humanas:
Un edificio, un edificio enorme, enorme, como los que hay ahora en unas pocas capitales
y aun allí, los más grandes... io no, no existe hoy uno sólo como él! Se levanta en medio
de campos y praderas, jardines y bosques... Y ese edificio, ese tipo de arquitectura ya
es barruntado en el palacio que se levanta en Sydenham Hill. Cristal y acero, acero y
cristal, y eso es todo. No, eso no es todo. Eso es sólo la cáscara del edificio; esas son sus
paredes exteriores. Pero allí, dentro, está una verdadera casa, una casa enorme. Está cu-
bierta por este edificio de cristal y acero como por una cáscara. Está rodeada por vastas
galerías en cada piso... Pero icuán rico es todo esto! Aluminio por doquier, iy en todos
los espacios entre ventanas cuelgan espejos! iY qué alfombras en el suelo!. .. Y por do-
quier hay árboles y flores tropicales. Tuda la casa es un enorme jardín de invierno. 6
5
Dostoievsky: The Seeds of Revolt, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 252-256.
6
Chernishevski, Chto Delat?, p. 390.
"LA ÉPOCA" 365
que, en todo caso, había escrito sin haberlo visto en 1864. Así pues, en las
páginas de Chernishevski, Dostoievski volvió a encontrar todos los viejos
sueños utópicos de los cuarenta, que le eran tan familiares, aliados ahora
con la nueva fe en la razón utilitaria que iba tan directamente en contra
del sentido de la vida humana que él tan penosamente había adquirido.
Bien podemos ver por qué, cuando fue necesario aportar un texto artístico
para La Época, su intención inicial de escribir un artículo parcialmente de-
dicado a la novela de Chernishevski fue convirtiéndose en la idea de apor-
tar una respuesta más imaginativa y artística.
las mediocridades que llevan ya seis at'los imitando a los maestros han bajado tanto el ni-
vel que una obra puramente poética (eminentemente poética) hasta será causa de satis-
facción. En cuanto a los que no comprenden nada, ¿por qué preocuparse por ellos? . . . ·
Un estrecho utilitarismo, eso es todo lo que piden. Escribid para ellos la obra más poética:
la dejarán de lado y tomarán la que describe a alguien a quien están azotando. La verdad
poética es considerada un absurdo. 7
En mi opinión .. . [la música] es el mismo lenguaje [que la literatura] pero expresa lo que
la conciencia aún no ha captado eno el razonamiento, sino toda la gama de la conciencia;
así, este lenguaje aporta un positivo beneficio, pero nuestros utilitarios no lo compren-
den); aquellos, entre nosotros, que aman la música, en cambio, no la abandonan y conti-
nuan tocándola. 9
7
Pisma, 1, pp. 343, 23 de diciembre de 1863.
8
lbid.
9 /bid.
"LA ÉPOCA" '367
a su filosofía, revela una vez más que Dostoievski estaba avanzando, a tien-
tas, hacia su siguiente obra literaria importante.
1
º/bid. , p. 347, 9 de febrero de 1864.
11 fbid., p. 345, 10 de enero de 1864.
12
/bid. , p. 344.
13 L. P. Lanski, "Dostoevski v Neizdanoi Perepiske Sovremennikov (1837-1881 )", enLN, 86 (Mos-
14
Pisma, 1, p. 347, 9 de febrero de 1864.
15 /bid., p. 349, 29 de febrero de 1864.
"LA ÉPOCA" 369
16
En la revista, una nota a pie de página, junto al título de la obra, anunciaba que la primera entrega
"debía contar como introducción a todo el libro, casi como un prólogo". Esta frase fue eliminada en
futuras ediciones. Véanse el comentario y las variantes textuales en PSS, 5, pp. 375, 342.
• Cierta confusión pudo ser causada por la observación del comentador de la edición de la Acade-
mia de la obra de Dostoievski, de que
por decirlo así, he tenido que vivir yo mismo ... La concebí en ka torga , ten-
dido en el camastro de tablas, en momentos dolorosos de pena y autocrí-
tica. "17
A juzgar por esta última frase, la confesión habría contenido, por lo me-
nos, una decepcionada contemplación del pasado ideológico de Dostoiev-
ski durante los cuarenta. Dado que esto es precisamente lo que encontra-
mos en la segunda parte, bien podemos suponer que este esquema también
estaba ya encarnado en las Notas desde el subterráneo; y tampoco habrá
sido totalmente fortuita semejante amalgamación. A pesar de toda su ter-
minología de egoísmo y de utilitarismo, fríamente calculada, la novela de
Chernishevski había hecho renacer gran parte de la atmósfera sentimental
e idealista de los cuarenta, y compartido sus ensueños filantrópicos de una
humanidad redimida y purificada. Así, Dostoievski fácilmente pudo in-
tegrar semejante material tomado de su propio pasado, tanto ideológico
como personal, en su nueva creación; y sin duda no es coincidencia el que
el hombre del subterráneo en la segunda parte sea exactamente de la
misma edad que Dostoíevski por la época de su triunfo con Pobres gentes,
en 1845. Sin embargo, cualesquiera que sean los elementos autobiográfi-
cos contenidos en esta segunda parte, todo están, asimilados e integrados,
en la abrumadora verdad artística del texto en conjunto.
17
Pisma, 2, p. 608, 9 de octubre de 1859. Véase también Dosroevsky: The Yearsof Ordea~ 1850-1859
(Princeto11, 1983), p. 298.
"LA ÉPOCA" 371
Mejor habría sido -dice- no haber publicado el penúltimo capítulo (donde está expre-
sado lo esencial, la idea misma de la obra) que publicarla así, es decir, con frases que es-
tán amañadas y que se contradicen unas a otras [las cursivas son mías]. iAy! lQué hacer?
Esos malditos censores: en pasajes en que yo me burlaba de todo y a veces blasfemaba,
por las simples apariencias, eso lo dejan pasar, y cuando concluyó con Ja necesidad de fe
y de Cristo... eso lo censuran. lQué están haciendo los censores? lEstán conspirando
contra el gobierno, o qué? 2 º
Esos comentarios son de gran importancia para la interpretación de la pri-
mera parte, y volveremos a los problemas ellos plantean.
Mientras tanto, Dostoievski estaba trabajando valerosamente en la se-
gunda parte, pero le resultaba cada vez más difícil sobreponerse a la carga
aplastante de unas circunstancias casi intolerables. ''l\rnigo mío", escribe a
Mijaíl a comienzos de abril,
he estado enfermo una buena parte del mes (marzo], luego convaleciente y ni aún hoy
estoy enteramente bien. Tungo los nervios de punta y no he logrado recuperar mi fuer-
za. Estoy tan atormentado por tantas cosas que ni siquiera deseo hablar de ellas. Mi espo-
sa está literalmente muriéndose. No hay día en que, en tal o cual momento, no creamos
que se nos va. Sus padecimientos son terribles y esto !lle afecta porque ...
21
!bid., p. 355, 2 de abril de 1864.
22 !bid., p. 362, 9 de abril de 1864.
23 !bid., p. 365, 13 de abril de 1864.
XIX. "lVOLVERÉA VERAMASHA
ALGÚN DÍA?"
• Pese a la riqueza del comentario de la nueva edición de la Academia de las obras de Dostoievski
-por la cual tenemos que estar agradecidos a los eruditos soviéticos, cualquiera que puedan ser nues-
373
374 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
tras diferencias sobre puntos de interpretación- aparece muy poca información sobre este documen-
to decisivo. No es mejor la situación en el volumen de Literatumoe Nasledstvo en que el texto fue im·
preso oficialmente por primera vez en la Unión Soviética. VéasePSS, 20, pp. 362-364; LN, 83 (Mos-
cti, 1971), pp. 190-191.
Aunque este documento ha estado al alcance de los estudiosos occidentales, en alemán desde 1926
y el original ruso desde 1932 (cuando fue impreso en una revista de emigrados rusos), hasta donde yo
sé, nunca ha despertado mucha atención. VéafoDer U11beka11111e Dostojewski, ed. René Fulop-Miller
y Friedrich Eckstein (Munich, 1926); y B. Visheslavtsev, "Dostoevsky o fl¡;;.-¡smertii'', en Sovremennye
Zapiski, 50 (1932), pp. 288-304.
1
Las referencias del texto son a la edición de la obra de Dostoievski, de la Academia de Ciencias,
PSS. Puede encontrarse una traducción inglesa de este cuaderno de notas en The Unpublished Dosto·
evsk:y, trad. por varias personas, 3vols. ( Ann Arbor, Mich., 1973 ), 1, pp. 39-41. Sin embargo, hay que
emplear esta traducción con gran cautela. El segundo párrafo de la p. 40 está mutilado por lo quepa·
rece un descuido tipográfico, y hay un grave error de traducción del sexto párrafo de la misma página,
empezando "NB".
2 Para más información al respecto, v!'.:ase Doswevsk:y: The lfors of Ordeal, 1850-1859 (Princeton,
1983), pp. 55-59.
"lVOLVERÉAVERAMASHAALGÚNDÍA?" 375
Sólo Cristo pudo amar al hombre como a sí mismo, pero Cristo fue un perpetuo ideal
eterno hacia el cual el hombre se tiende y, según la ley de la naturaleza, debe tenderse.
Mientras tanto, desde la aparición de Cristo como el ideal del hombre encarnado, es claro
como el día que el más alto desarrollo final de la personalidad debe llegar a esto (al fin
mismo del desarrollo, al alcance final de su objetivo): que el hombre encuentra, sabe y
está convencido con toda la fuerza des u naturaleza que el más elevado uso que el hombre
pueda dar a su personalidad, a todo el desarrollo de su ego es, por decirlo así, aniquilar
ese ego, entregarlo totalmente a todos, sin división ni egoísmo. De este modo, la ley del
ego se funde con la ley del humanismo y, en esta fusión, tanto el ego como el todo (aparen-
temente, dos extremos opuestos) se aniquilan mutuamente uno por el otro, y al mismo
tiempo cada cual alcanza separadamente, y en el más alto grado, su propio desarrollo in·
dividual (20, p. 172).
crímenes para morir, tal vez, pero liberado de tal degradación, vergüenza
y tormento" (4, p. 20). Sería un insulto intolerable a la dignidad humana
que el hombre viviera en un mundo totalmente privado de sentido; y seme-
jante mundo, desde el punto de vista de Dostoievski, sería aquel en que la
muerte simplemente significara la extinción, un mundo en que los afanes
de la vida humana no recibiesen explicación o justificación satisfactoria.
Penetramos aquí en el meollo de esa íntima conexión entre sicología y me-
tafísica religiosa, tan característica de Dostoievski; y esta relación explica
el carácter un tanto inesperado de su argumento en favor de la inmorta-
lidad.
El matrimonio y el dar a una mujer en matrimonio es, por decirlo así, la más grande des-
viación del humanismo, el aislamiento completo de la pareja11nte todos los demás (queda
poco para todo lo demás). La familia, es decir, la ley de la naturaleza, pero [es] de todos
modos anormal, egoísta, en el pleno sentido de [ser] una condición de apartarse de la hu-
manidad. La familia es la más sagrada posesión del hombre en la Tierra, pues por me-
dio de esta ley de la naturaleza el hombre alcanza la meta (es decir, la sucesión de las ge-
neraciones). Pero al mismo tiempo la humanidad, también de acuerdo con la ley de la
naturaleza, en nombre de la idea final de su meta, debe incesantemente negarla (Duali-
dad) (20, p. 173).
ateos al negar a Dios y a la vida futura, se inclinan terriblemente a imaginar todo esto en
forma humana, y en ello pecan. La naturaleza de Dios es exactamente lo opuesto de la
naturaleza del hombre. El hombre, según los grandes descubrimientos de la ciencia, pasa
de la multiplicidad a la Síntesis, de los hechos a su generalización y comprensión. Pero la
naturaleza de Dios es distinta. Es la síntesis cabal de todo ser que se escudriña a sí mismo
en la multiplicidad, en el Análisis (20, p. 174).
Por "ciencia" Dostoievski quiere decir filosofía en el sentido que pasó del
pensamiento alemán al ruso y parece estar reformulando Ja distinción kan-
tiana entre el entendimiento analítico y sintético. El primero depende de
datos aportados por los sentidos; el segundo es idéntico al intellectus arche-
typus, "el intelecto, divino que'', como ha escrito Ernest Cassirer, "no ab-
sorbe algo fuera de sí mismo, sino que crea los objetos de su conocimien-
"lVOLVERÉ A VER A MASHA ALGÚN DÍA?" 383
to". 5 La concepción dos toievskiana de Dios, que hemos de juzgar por estas
observaciones, es notablemente abstracta y filosófica, derivada más en esta
etapa de su vida del idealismo alemán que de la teología mística de la Iglesia
oriental. Bien puede ser que, al responder a los "anticristos", Dostoievski
se confine deliberadamente a argumentos que no :apelen a la experiencia
religiosa; o quizá simplemente no conocía tan bien esta teología como han
supuesto algunos de sus comentadores. 6 Dentro de un momento volvere-
mos a verle expresar sus ideas en términos que tienen muy poco que ver
con la ortodoxia oriental.
5 Ernest Cassirer, Kant's Leben und lehre (Berlin, 1921), p. 299. (Hay traducción en español del
FCE2
En uno de los pocos estudios no partidistas de la cristología de Dostoievski, Ryszard Przybylsk.i
vincula sus ideas con las de Máximo el Confesor, teólogo del siglo XVII, quien ejerció una influencia
importante sobre la Teología Ortodoxa Oriental y Ortodoxa Rusa, y que, a su vez, fue dfscipulo de
Dionisio e/Aeropagita. Máximo fue un decidido defensor de la doctrina de que Cristo tuvo dos natura-
lezas, una divina y la otra humana, lo que significa que poseía una voluntad humana as! como divina.
Por tanto, era posible que la humanidad siguiera el ejemplo de Cristo, y asimilándose a su naturaleza,
enfocar el estado de "deificación" que es el destino último de la humanidad en la ortodoxia oriental.
Máximo también consideraba que la razón se oponfa a la fe de la Revelación, e insistió en que no
había manera de reconciliar ambas; la razón ei:a "la enemiga 'del instinto moral del hombre' ",los es-
lavófilos pese a su oposición al catolicismo romano, compartían la convicción de Santo Tomás de Aqui-
no, de que se podfan armonizar la razón y la fe, e Iván Kireevsk.i defendió la idea de una "razón cre-
yente". Sin embargo, Dostoievsk.i estaba más cerca de la corriente del pensamiento ortodoxo oriental
que cone desde Máximo.
Si Dostoievski estaba familiarisado penmnalmente con tales sutilezas teológicas es pregunta a la
que no podemos dar respuesta, pero las analogfas sin duda son sugestivas. Sin embargo, como dice
Przybylski, adoptó las ideas cristológicas de esta fndole "para oponerse al antropomorfismo de Feuer-
bach y al socialismo del siglo XIX". Véase Ryszard Przybylski, Dostojewski i "Przeklete Problemy" (Var-
sovia, 1964), pp. 219-246 . .
384 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
• "Dios es estupidez y cobardía; Dios es hipocresía y falsedad; Dios es tiranía y miseria; Dios es
el mal." P. J. Proudhon, Systeme des contradictions économiques, 2 vals., ed. C. Bouglé y H. Moysset
(París, 1923), 1, p. 384.
• • Pese a las palabras citadas en la nota anterior, Proudhon también escribe, en el mismo capftulo,
que la ley del amor promulgada por Jesucristo es en realidad la solución a todos los problemas sociales
("tout est lá"); sólo es el egoísmo humano el que impide que esta ley sea puesta en práctica.
Muchos otros pasajes del mismo texto también revelan sentimientos que habrían encontrado un
eco positivo en la sensibilidad de Dostoievski. Por ejemplo, Proudhon afirma que aun cuando
Sin embargo, pocas páginas más adelante, Proudhon lanza un furioso ataque contra Dios por haber
creado tan imperfectamente al hombre. Anticipándose a Iván Karamázov, Proudhon igualmente re-
chaza a Dios, como injusto y despiadado hacia su propia creación, cita a Job como ejemplo de la capri-
chosa tiranía de Dios. Las posibles relaciones de Proudhon con Dostoievski ciertamente merecerían
un estudio más minucioso del que hasta ahora han recibido. P. J. Proudhon. Systeme des contradic-
tions économiques, I, pp. 354, 372 y 379-380.
"lVOLVERÉA VERAMASHAALGÚNDÍA?" 385
• Aq uf, Dostoievski no está adhiriéndose rígidamente a las doctrinas de la ortodoxia oriental. Orí-
genes, en el siglo m d.C., creó una teoría de la salvación universal que habría incluido, asimismo, a Sa-
tanás y a los ángeles caídos; pero fue oficialmente desautorizada. Sin embargo, como observa Ernst
Benz, "persistió un anhelo de ella en el pensamiento religioso ortodoxo oriental, y teólogos orientales
a menudo la han resucitado". Dostoievski parece darla por sentada. Véase Ernst Benz, Ihe Eastem
Orthodox Church (Nueva York, 1963), p. 52.
386 LAPRISIÚN DE lJTOPÍA
sino la fusión del ego individual con la comunidad en una simbiosis de amor;
y el único pecado que Dostoievski parece reconocer es el de no cumplir
con esta ley del amor. El sufrimiento brota de la conciencia de tal falla; y
las palabras de Dostoievski nos ayudan a comprender no sólo por qué el
sufrimiento desempeña un papel tan importante en sus obras, sino también
por qué es totalmente engañoso inferir que cree que cualquier tipo de su-
frimiento es necesariamente bueno. Sólo es válido aquel sufrimiento que,
atestiguado de una conciencia de insuficiencia para responder al ejemplo
de Cristo, también proclama la autonomía moral de la personalidad huma-
na; y puesto que el egoísmo humano siempre impedirá que el ideal de Cris-
to sea plenamente realizado en la Tierra, este tipo de sufrimiento no cesará
(ni podrá cesar) antes del fin de los tiempos.
Tampoco puede pasar inadvertido que la definición de Dostoievski de
"el paraíso de Cristo", si se trasfiere de! nivel teológico al social, es asom-
brosamente análoga a la relación que en losApuntes de invierno habíamos-
trado que existía entre el ego y la comunidad en la obshchina. Evidente-
mente, Dostoievski no veía ninguna contradicción entre sostener que la
realización perfecta del ideal cristiano es imposible en la Tierra y, al mismo
tiempo, afirmar que la naturaleza rusa se acerca más a realizarla que esa
cultura occidental que había hecho surgir el feroz individualismo y robus-
tecido la nociva hegemonía de la ley de la personalidad. Si Dostoievski sin-
tió una necesidad imperativa de entrar en mortal combate con las ideas oc-
cidentales, fue porque la intelectualidad radical estaba intentando sustituir
aquellos sentimientos cristianos tan profundamente arraigados (como
bien lo creía) en el alma y el corazón del pueblo ruso por ellas. Esta apa-
sionada defensa a veces le lleva, especialmente en sus escritos periodísti-
cos, al pantano del nacionalismo más tendencioso y vengativo; pero en sus
obras artísticas siente mucho más impersonalmente los grilletes de la ley
de la personalidad, casi siempre como elemento inevitable de la condición
humana.
Estas notas también nos ayudan a aclarar un aspecto de las creaciones
de Dostoievski que a menudo han provocado dudas con relación a la auten-
ticidad de su cristianismo; pues Dostoievski nunca retrata el ideal cristiano
como una fuerza positivamente benéfica en la vida humana, y lo presenta,
antes bien, como algo que a veces tiene el efecto contrario. Por ejemplo,
la aparición de una figura como la de Cristo en El idiota sólo causa un em-
peoramiento de los conflictos, en lugar de ayudar a que se aplaquen o re-
suelvan; pero como hemos visto, la gran significación que Dostoievski atri-
buye a la Encamación consistió precisamente en ejercer esa función de
388 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
despertar y acelerar: Cristo fue enviado por Dios no para dar a la huma-
nidad la paz de la absolución, sino para lanzarla a la lucha contra la ley de
la personalidad. Para Dostoievski la vida e:z., 1.:omo lo fuera para Keats, un
"valle de formación del alma", al que Cristo había venido para llamar a la
humanidad a la batalla contra la muerte de la inmersión en la materia, y a
inspirar la lucha hacia la victoria final sobre el egoísmo.
El teólogo John Hick, en una iluminadora discusión del problema de la
teodicea, ha utilizado esta célebre frase de Keats para aclarar la angustiosa
cuestión planteada por la existencia del mal en el mundo supuestamente
creado por un Dios de amor.* Y a pesar de que Dostoievski no es mencio-
nado, difícilmente puede ser coincidencia el que Hick crea que la frase
keatsiana, que tan perfectamente define la actitud expresada en las notas
de Dostoievski, representa una típica respuesta ortodoxa griega a este an-
tiquísimo dilema. La ortodoxia oriental, en contraste con la tradición agus-
tiniana de Occidente, siempre ha considerado que el hombre no cayó a un
pecado irredimible desde un estado de perfección anterior a la Caída, sino
que, antes bien, surgió a la vida terrenal aun imperfecto y no acabado de
formar; el hombre contiene la "imagen" de Dios, pero no su "semejanza",
que Juan de Damasco definió como la "asimilación a Dios por medio de
la virtud". 7 San Ireneo compara al hombre en la Tierra con un niño que
tiene que crecer y desarrollarse, y Hick indica que cualquier "teodicea que
empiece de esta manera debe ser escatológica en sus consecuencias últi-
mas... en lugar de buscar en el pasado su clave al misterio del mal, mira
al futuro, yde hecho, a ese último futuro al que sólo la fe puedever". 8 Tam-
bién para Dostoievski, la vida humana era el yunque en que las almas se
estaban forjando por los golpes del destino, y sólo en la eternidad llegaría
a un alto este proceso infinito. Sólo en la eternidad sería finalmente supe-
lNo veis cuán necesario es un mundo de dolores y agonías, para enseñar a una inteligencia y con-
vertirla en un alma? -escribe-. iUn lugar en que el corazón debe sentir y sufrir de mil maneras
diversas! El corazón no sólo es una cartilla. Es la Biblia del Esp!ritu, es la experiencia del Esp!ritu,
es el seno del que el Espíritu o la Inteligencia chupa su identidad. Tun diversas como son las vidas
de los hombres, no menos diversas se vuelven sus almas, y así crea Dios seres individuales. Almas,
almas idénticas de las chispas de su propia esencia. Esto me parece a m! un débil bosquejo de un
sistema de Salvación que no afronta nuestra razón y nuestra humanidad.
Sin duda, Dostoievski habría aprobado la visión de Keats de la relación entre la inteligencia y el
corazón. Citado en Walter Jackson Bate, John Keats (Cambridge, Mass., 1978), p. 483.
7 Timothy Ware, The Ortodox Church (Baltimore, 1963), pp. 224-225.
8 JohnHick, Evi/ andthe Godo/ Love(Londres, 1975), p. 245. Estoy en deuda con mi exdisc!pula,
la profesora Shira Wolosky, por haberme llamado la atención hacia el libro de Hick.
"lVOLVERÉA VERAMASHAALGÚNDlA?" 389
rada la ley de la personalidad; y sin duda por ello Dostoievski nunca pudo
imaginar realmente tal triunfo dentro de las convicciones realistas de la
novela del siglo XIX, a las que siguió siendo fiel.
En adelante, todas las grandes obras de Dostoievski serán controladas
por el marco de valores expresado en esta entrada de su cuaderno de notas,
y dramatizarán, de una u otra manera, la definitiva oposición entre la ley
de Cristo y la ley de la personalidad, tal como Dostoievski la comprendía.
Y sin embargo, decir esto nos revela muy poco que no fuese igualmente
cierto en cada gran autor de la tradición de la literatura europea, comen-
zando con Dante, Shakespeare y Milton. Para comprender a Dostoievski,
debemos tratar de captar su interpretación particular de este gran tema,
que él llena, le da carne y lo dramatiza en función de las cuestiones y los
conflictos socioculturales de su propia época. Estos conflictos le ofrecen
la sustancia viva de sus obras; a través de ellos se eleva a las alturas de la
gran discusión que se había apoderado de su espíritu e inflamado su ima-
ginación creadora; y su genio consiste precisamente en la capacidad de unir
estos dos niveles tan disímbolos (a primera vista). Pero ha llegado el mo-
mento de ilustrar cómo lo hizo en las Notas desde el subterráneo, cuya se-
gunda parte, completada en algún momento de mayo de 1864, fue publi-
cada dos meses después de la muerte de María Dimitrievna.
XX. "NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO"
S0REN KlERKEGAARD,
Temor y Temblor.
POCAS OBRAS de la literatura moderna son más leídas que las Notas desde
el subterráneo, de Dostoievski, o citadas más a menudo como texto clave,
revelador de las ocultas profundidades de la sensibilidad de nuestro tiem-
po. El término "hombre del subterráneo" ha pasado a formar parte del vo-
cabulario de la cultura contemporánea, y este personaje ha adquirido hoy
--como Hamlet, don Quijote, Don Juan y Fausto- la estatura de una de
las grandes creaciones literarias arquetípicas. Ningún libro o ensayo que
tratara de la precaria situación del hombre moderno estaría completo sin
alguna alusión a la explosiva figura creada por Dostoievski. Los desarrollos
culturales más importantes del presente siglo -nitzscheanismo, freudis-
mo, expresionismo, surrealismo, teología de crisis, existencialismo- han
tratado de arrogarse como propio al hombre subterráneo, o han sido vincu-
lados con él por entusiastas intérpretes, y cuando el hombre del subterrá-
neo no ha sido aclamado como profética anticipación, ha sido exhibido
como repulsiva advertencia.
El hombre del subterráneo ha entrado, pues, en la urdimbre misma de
la época moderna, de una manera que atestigua de la sugestividad filosófi-
ca y el poder hipnótico de la primera gran creación de Dostoievski después
de sus años en Siberia. Sin embargo, al mismo tiempo, esta difundida noto-
riedad ha producido no pocos equívocos. Ha llevado a críticos y comenta-
dores a poner al hombre del subterráneo al servicio de uno u otro punto
de vista contemporáneos, y luego a proclamar que su hincapié particular
es idéntico al del propio Dostoievski (aunque, aún más recientemente, se
ha puesto de moda profesar una total despreocupación ante la necesidad
de establecer alguna de tales identificaciones). Sea como fuere, casi todas
las interpretaciones muestran una tendencia a exagerar uno u otro de los
dos principales aspectos de la obra: ya sea que el nivel conceptual se consi-
dere como predominante (la primera parte hasta ha sido impresa por sepa-
rado, en una antología de textos filosóficos) o bien se ha hecho mayor hin-
390
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 391
la franca reafirmación de que el hombre del subterráneo e3 un tipo sicológico universal, sin ninguna
coloración social o local, vease Wolf Schmid, Der Textaufbau in den Erzaiihlungen Dostoevskijs (Mu-
nich, 1973), p. 260.
2 N. K. Mijailovsky, "Zhestokii Tulant", en F. M. Dostoevsky v Russkoi Kritike, ed. A A Belkin
fue la propuesta por Lev Shéstov, quien las leyó en el contexto del nietz-
scheanismo ruso. El hombre del subterráneo domina y tiraniza a todo aquel
con quien entra en contacto; Shéstov interpreta esto como el rechazo per-
sonal de Dostoievski a los ideales sentimentales y humanitarios de sus
obras anteriores, que han sido remplazados ahora por un reconocimiento
de la terrible realidad del egoísmo humano. El egoísmo acaba por triunfar
en Notas desde el subterráneo, expresando así la aceptación, por Dostoiev-
ski, de un universo de crueldad, dolor y sufrimiento que ninguna perspecti-
va moral última puede racionalizar o justificar. Según Shéstov, la esencia
de la obra está contenida en la declaración del hombre del subterráneo:
"Que se estrelle el mundo, mientras yo pueda tomar mi té cada día" (5, p.
174), profesión de sublime egoísmo en que, según dice Shéstov, Dostoiev-
ski proclama su renuente pero valerosa aceptación de una filosofía de amo-
ralismo "más allá del bien y del mal". El análisis de Shéstov señala, de
manera irrefutable, un aspecto importante del carácter del hombre del
subterráneo; pero, simplemente, lo presenta como portavoz de Dostoiev-
ski, sin comprender cómo la figura ha sido empleada para realizar un pro-
pósito artístico más complejo. 4
Fue evidente desde el día de su publicación que Notas desde el subterrá-
neo, de Dostoievski, era un ataque, particularmente en la primera parte,
a la filosofía del "egoísmo racional" de Chernishevski; pero durante el cam-
bio de siglo, los intérpretes prestaron muy poca atención a esta antigua
querella, que fue considerada como totalmente incidental y sin importan-
seau, Lacios, y el Marqués de Sade. Sea como fuere, ambas obras brotan de un dilema filosófico-moral
sumamente similar y emplean la misma estrategia artística.
Diderot, como lo ha mostrado Daniel Mornet en un excelente análisis, era partidario del materia-
lismo y del determinismo, pero encontró que tal filosofía era imposible de reconciliar con sus propios
impulsos y valores morales. El personaje del sobrino de Rameau, como el hombre del subterráneo,
acepta el materialismo y lleva sus enseñanzas, en el plano de la conducta personal, a sus inevitables
resultados finales; y Diderot lo creó para exhibir las nefandas consecuencias de tales creencias.
Si materialismo y escepticismo son sistemas aceptables para la razón -imagina Mornet a Diderot,
diciéndose a sf mismo-, lson aceptables como modo de vida? .. . l No conducirán al abandono de
la propia personalidad, al cinismo, al desenfreno, al feroz despertar de los apetitos, a la ruina de
todo y de cada quien? Tul vez. Y Le neveau de Rameau es la demostración de todo esto. Es el estu-
dio vivo de las consecuencias de la doctrina y, por causa del horror de las consecuencias, es un in-
tento de refutar la doctrina.
Exactamente el mismo sistema es utilizado, y exactamente por el mismo propósito, por Dostoievski
en Notas desde el subterrdneo. Daniel Mornet, Le neveau de Rameau (Parls, 1964), p. 65.
4
Lev Shéstov, "Dostoevsky and Nietzsche: The Philosophy of 'Iragedy", en Essays in Russian Lite-
raturi, The Conservative View: Leontiev, Rozanov, Shesrov, ed. y trad. Spencer E. Roberts (Atenas, Ga.,
1968), pp. 3-183.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 393
cia artística. Hasta comienzos del decenio de 1920, la opinión habitual so-
bre las Notas desde el subterráneo suponía que Dostoievski había sido esti-
mulado por su oposición a Chernishevski, pero que había presentado ideas
radicales tan sólo como contrap·~so. Chernishevskí había creído que el
hombre era innatamente bueno y reductible a la razón y que, una vez ilus-
trado sobre cuáles eran sus auténticos intereses, con ayuda de la razón y
de la ciencia lograría construir una sociedad perfecta. También Dostoievski
acaso creyera que el hombre es capaz de ser bueno, pero lo consideró igual-
mente lleno de inclinaciones malignas, irracionales, caprichosas y destruc-
tivas; y fue esta perturbadora verdad la que brillantemente presentó por
medio del hombre del subterráneo, como respuesta al ingenuo optimismo
de Chernishevski.
Aunque semejante opinión pueda parecer perfectamente plausible en
una primera lectura, es difícil sostenerla tras reflexionar un poco, pues exi-
giría que consideráramos a Dostoievski casi como el peor polemista en
toda la historia de la literatura. Después de todo, supuestamente estaba
escribiendo para disuadir a sus lectores de aceptar las ideas de Chernihev-
ski. lPudo realmente haber imaginado que alguien que estuviera en su
sano juicio preferida la vida del hombre del subterráneo a la radiante feli-
cidad de los moradores de la utopía chemishevskiana? Obviamente, no; y
dado que Dostoievski era todo menos un necio, puede suponerse que su
invención del hombre del subterráneo no fue inspirada por tan contrapro-
ducente noción. En realidad, como pronto empezó a ponerlo en claro otra
línea de interpretación, su ataque a Chernishevski y a los radicales es mu-
cho más intrincado y sagaz de lo que antes se había sospechado.
6
Originalmente publicado en un periódico checo, el ensayo ha sido reproducido en A Skaftymov,
Nravstvennie Jskaniya Russkikh Pisatelei (Moscú, 1972), 70, p. 96.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 395
El autor de las Notas, y las Notas mismas-escribe-son ficticios, desde luego. No obs-
tante, personas como el autor de tales memorias no sólo pueden sino que deben existir
en nuestra sociedad, si tomamos en consideración las circunstancias que condujeron a
la formación de nuestra sociedad. Fue mi intención presentar a nuestro público lector,
más conspicuamente de lo que suele hacerse, uno de los personajes de nuestro pasado-
más reciente. Es uno de los representantes de una generación que aún está con nosotros
(5, p. 99; las cursivas son mías).
• Wayne Booth, en su revelador análisis del error de interpretación acerca de Defoe, establece un
punto muy similar. C'..omparando The Shonest Way with Dissenters, con A Mo<kst Proposa~ de Swift,
hace observar que Defoe es en realidad superior "sólo en su consistencia realista", y que, si la pieza
de Defoe es inferior a la de Swift como sátira, "ciertamente es más significativa como precursora de
la ficción moderna". Thmbién cita a otro crítico, Robert G. Rathburn, quien observó que "el escrito
llevó a Defoe a la picota, pero también mostró su capacidad de escribir a partir de un punto de vista
supuesto". Thmbién podemos decir que en las Notas <ksde el subterráneo, el novelista Dostoievski ten-
dió a superar al satírico Dostoievski. Véase Wayne C. Booth, The Rhetoric of Fiction (Chicago y Lon-
dres, 1961), p. 321.
398 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
bles potencialidades ... y sería facil continuar la lista. Todas estas interpre-
taciones, y muchas más, p:ueden ser apoyadas si seleccionan algunos rasgos
del texto y se colocan en primer plano, mientras otros, simplemente, son
pasados por alto u olvidados. Pero si nos interesa comprender el punto de
vista del propio Dostoievski, hasta el punto en que se puede reconstruir,
entonces debemos tomarlo por lo que inicialmente pretendió ser: una sáti-
ra brillantemente swiftiana, notable por la finura de su concepción y el brío
de su ejecución, que dramatiza los dilemas de un personaje ruso represen-
tativo que trata de vivir de acuerdo con los dos códigos europeos cuyos la-
mentables efectos explora Dostoievski. 7 Y aunque las secciones tienen un
suelto vínculo narrativo, la novela es, ante todo, un díptico que presenta
dos episodios de un historia simbólica de la intelectualidad rusa.
7 En estos áías de tanta conciencia metodológica, y para evitar !a acusación de ingenuidad herme-
néutica, puede ser recomendable dar mi propia concepción de mi tarea interpretativa. Básicamente
lo que me interesa es el "significado" de Notas desde el subten·áneo, utilizando esta palabra en el sen-
tido que ie dio E. H. Hirsch. "El Significado", escribe, "es aquello que queda representado por un tex-
to; e:; lo que el autor quiso decir por el uso de una particular secuencia de signos; es lo que los signos
representan''. Hirsch distingue el significado de esta índole de lo que llama la "significancia", a la que
define como " una relación entre un significado y una persona, o una concepción, o una situación, o
en realidad cualquier cosa imaginable... La significancia siempre implica una relación y un polo cons-
tante, inmutable, de esta relación es lo que el texto significa". En mi opinión, la gran mayoría de los
comentadores de Notas desde el subterráneo siempre se han preocupado por su significancia y, como
resultado, su significado se ha perdido en la melée. Estoy claramente conciente óe que las ideas de
Hirsch han tropezado con gran oposición, y yo convendría en que en la práctica, significado y signifi-
cancia no pueden separarse tan limpiamente como parecerían implicarlo sus definiciones. De hecho,
en relación con cualquier obra del pasado, la significancia entra inevitablemente junto con la brecha
de tiempo entre pasado y presente. Y sin embargo, me atreveré a argüir que es empíricamente posible
para un crítico dirigir sus energías, sea hacia el significado o hacia ia significancia, y subrayar uno u
otro con plena conciencia de estar haciendo dicha elección .. . que es precisamente lo que yo he deci-
dido hacer.
Una de las principales objeciones a Hirsch, hecha por ios seguidores de H. G. Gadamer, es que el
establecimiento del significado en el sentido de Hirsch es un ideal quimérico; es una falsa aplicación
de la norma de objetividad científica, que es imposible de lograr por causa de la historicidad del enten-
dimiento humano. Pero mi propia interpretación de Gadamer no me convence de que esté en favor
del error y la ilusión históricos, o de que positivamente combata el tratar de obtener un conocimiento
del pasado tan preciso como sea posible. De ser así, la "fusión de horizonte" que él recomienda no
sería más que una serie de invenciones míticas y la reconstrucción más delirante tendría el mismo va-
lor que la obra del erudito más justamente célebre.
Por ello me parece a mí que el establecimiento del significado es una parte indispensable del pro-
ceso hermenéutico y esto basta para justificar mi propio intento. La obra de Dostoievski ya ha sido
sometida a tanta "fusión" que un sereno esfuerzo por establecer un significado puede tener una fun-
ción sumamente útil. Véase E. D. Hirsch, Validity In lnterpretation (New Haven y Londres, 1967), p. 8;
asimismo, para un relato suscinto de los actuales debates por la hermenéutica, M. H . Abrams,A Glo-
ssary of Literary Terms (Nueva York, 1981), pp. 84-87.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 399
PRIMERA PARTE
Llegué al punto de sentir una especie de goce secreto, anormal y despreciable en volver
al hogar, a mi rincón en alguna horrible noche petersburguesa, con la aguda conciencia
de que yo había realizado ese día algo repugnante, que lo hecho nunca podría ya ser des-
hecho, y secretamente, internamente, me carcomía, me censuraba y consumía a mí mis-
mo, hasta que, por último, ia amargura se convertía en una especie de vergonzosa y mal-
dita dulzura y, finalmente, en un verdadero y positivo goce (5, p. 102).
esperada de las doctrinas planteadas por aquellos mismos que más violen-
tamente habían atacado a los "Hamlets": los propios radicales de los sesen-
ta. Y es que los términos seudocientífi~~" Je la declaración del hombre del
subterráneo acerca de la "hiperconciencia" son una parodia de Cherni-
shevski, y su confesión es una paráfrasis de la aserción de Chernishevski,
en El principio antrcpol6gico en la filosofía, de que no existe ni puede existir
algo como el libre albedrío, ya que todas las acciones que el hombre atribu-
ye a su propia iniciativa son, en realidad, resultado de las "leyes de la natu-
raleza". El hombre del subterráneo revela los efectos, sobre su carácter,
de esta "hiperconciencia" derivada de un conocimiento de tales "leyes", y
así ejemplifica burlonamente lo que tal doctrina en realidad significa en la
práctica.
Esa ''hiperconciencia" basada en la convicción de que el libre albedrío
es un engaño, conduce a una desconcertada desmoralización dramatizada
por Dostoievski con consumado ingenio dialéctico. Por ejemplo, el hom-
bre del subterráneo imagina que desea perdonar magnánimamente a al-
guien por haberle dado una bofetada; pero cuanto más piensa en ello, más
imposible le resulta semejante intención. "Después de todo, yo probable-
menie nunca habría logrado hacer algo con mi magnanimidad; ni perdonar,
pues mi atacante acaso me abofeteara por las leyes de la naturaleza, y no
es posible perdonar las leyes de la naturaleza; ni olvidar pues, aun sin son
las leyes de la naturaleza, de todos modos eso resulta insultante" (las cur-
sivas son mías). O supongamos que desea actuar en sentido contrario: no
perdonar magnánimamente, sino buscar venganza. lCómo es posible ven-
garse cuando no hay nadie a quien culpar de nada? "Contemplamos lasco-
sas, el objeto se aleja volando por el aire, nuestra razón se evapora, no hay
manera de encontrar al criminal; el insulto se convierte en destino, dejando
de ser insulto, algo como el dolor de muelas por el que no se puede acusar
a nadie." Por esto, como afirma el hombre del subterráneo, "el fruto direc-
to, legítimo, inmediato de la conciencia es ia inercia: es decir, sentarse con-
cientemente, cruzado de brazos". O si alguien no desea cruzarse de brazos,
sino que actúa-digamos, en la cuestión de la venganza- entonces "sería
por simple despecho" (5, pp. 103y108-109). El despecho no es causa váli-
da para ningún tipo de acción y por lo tanto es lo único que queda cuando
las leyes de la naturaleza hacen imposible cualquier respuesta justificada.
En semejantes pasajes, el vacío moral creado por la absoluta aceptación
del determinismo es pintado con magistral profundidad sicológica. Como
experimentado miembro de la intelligentsia, el hombre del subterráneo
acepta intelectualmente ese determinismo: pero le resulta imposible vivir,
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 403
2. El hombre de acción
tanto, los hombres de acción aceptan las doctrinas de la ciencia natural con
una complacida concie ncia de mantenerse al ritmo del progreso europeo,
mientras siguen profesando la misma indignación moral que la gente del
pasado "anticientífico".
El hiperconciente hombre del subterráneo, que carece de esta salvadora
gracia de estupidez, sabe demasiado bien que la parf;d de piedra de la cien-
cia y del determinismo retira el piso a todo tipo de reacción moral. Por con-
siguiente, cuando él se siente agraviado, sólo puede alimentar un des-
preciable resentimiento que, como demasiado bien lo sabe, no es posible
descargar contra nadie más. Y sin embargo, no puede dejar de comportarse
como si aún fuera posible y significativa alguna clase de respuesta humana
libre; "por consiguiente, sólo queda la misma salida, es decir, chocar contra
la pared con toda la fuerza que podamos". Y este gesto de desesperación
tiene al menos el consuelo a la lucidez y de no haberse dejado engañ:1r:
lNo es mucho mejor comprenderlo todo, estar conciente de todo, de todas las imposibili-
dades y las paredes de piedra? lNo resignarse a una sola de estas imposibilidades y pare-
des de piedra si nos disgusta resignarnos, llegar, por medio de las más inevitables combi-
naciones lógicas, a las más repugnantes conclusiones sobre el e terno tema de que, por
alguna razón, nosotros mismos somos los culpables hasta de la pared de piedra, aunque,
una vez más, sea tan claro como la luz del día que no tenemos la menor culpa y, por ende,
silenciosos e impotentes rechinamos los dienles, nos hundimos sensualmente en la iner-
cia, meditando en el hecho de que no existe siquiera alguien contra quien desear vengar-
nos? (5, pp. 109, 106).
Aquí, podríamos pensar, las paradojas del hombre del subterráneo lle-
gan a un paroxismo de autoacusación sicópata. Pero la sicología por sí sola
no nos lleva muy lejos tratando de comprender la lógica artística de Dosto-
ievski. Pues una vez que comprendemos las complejas inversiones de su
creación, queda perfectamente en claro que nadie en el mundo puede ser
culpable de nada, salvo el hombre del subterráneo. El sabe que la idea de
culpa, junto con todas las demás ideas morales, ha sido borrado por las
leyes de la naturaleza; y sin embargo, irracionalmente persiste en encon-
trar respuestas morales. Y como no tiene a quien asignar la responsabilidad
moral, por el más irrefutable proceso de deducción él y sólo él será culpable
de todo. Pero, al mismo tiempo, sabe muy bien que no es culpable y desea
que fuera posible olvidar las leyes de la naturaleza, el tiempo suficiente
para convencerse de que libremente podría elegir convertirse en algo: un
holgazán, un glotón o una persona que se pasa la vida haciendo brindis a
la salud de todo lo "sublime y lo hermoso".
406 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
• Esta técnica de reflejar, por así decirlo, por medio de una lente deformada, por la que un perso-
naje se encuentra ante una imagen degradada de sí mismo, que él se niega a recor.ocer, ya había sido
empleada por Dostoievski, y volverla a emplearla con mayor maestría en el futuro. Una situación es-
tructuralmente similar a la que estamos analizando puede encontrarse en el temprano cuento corto
Polzunkov. Véase Dostoevsk:y: Ihe Seeds ofRevols, 1821-1849 (Princeton, 1976), pp. 322-325.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 407
Oh, dci:idme -pregunta, incrédulo, el hombre del subterráneo-, quién fue el primero
en declarar, quién fue el primero en proclamar que el hombre hace mal las cosas porque
no conoce sus verdaderos intereses; y que si fuera ilustrado, si sus ojos se abrieran ante
sus intereses verdaderos y normales, al punto dejaría de hacer cosas malas ... vería su
propia ventaja en el bien y nada más, y como todos sabemos que nadie puede actuar a
sabiendas de su propia desventaja, por consiguiente, por decirlo así, empe.zarfa a hacer
el bien por mera necesidad (5, p. 110).
luego el actual. Tomemos América del Norte: la unión eterna [por enton-
ces desgarrada por la Guerra Civil]" (5, pp. 111, 116 y 112).
Estos ejemplos muestran hasta qué grado racionalistas y lógicos son ca-
paces de cerrar los ojos ante los hechos más obvios, en favor de sus pro-
pios sistemas; y todos estos sistemas, por alguna razón, siempre definen las
"ventajas humanas" exclusivamente "a partir del promedio de las cifras
estadísticas y las fórmulas científico-económicas. Ahora bien, vuestras
ventajas son prosperidad, riqueza, libertad, paz, etc., etc. De modo que un
hombre que, abiertamente y a sabiendas, se opusiera a toda la lista sería,
según vosotros, y desde luego, según yo, un oscurantista o un absoluto de-
mente, lno?" (5, p. 110; las cursivas son mías). Pero aunque el hombre del
subterráneo ha sido considerado a menudo como este tipo de "absoluto
demente", esta interpretación constituye un juicio arbitrario de las pala-
bras de Dostoievski. El hombre del subterráneo no rechaza la prosperidad,
la riqueza, la libertad y la paz en sí mismas; rechaza la idea de que la única
manera de alcanzarlas es sacrificar la independencia y la personalidad del
hombre.
Allí está, caballerns --dice, lleno de conmiseración-, lno parece como si en realidad
existiera algo que es más claro para casi cada hombre que su mayor ventaja, o (para no
violar la lógica) que hay una ventaja más ventajosa (precisamente la que fue omitida,
acerca de la que hablábamos hace poco), por la cual, de ser necesario, el hombre estará
dispuesto a ir contra todas las leyes, es decir, contra la razón, el honor y la paz, la prosperi-
dad .. . en suma, contra todas esas cosas útiles y maravillosas, con sólo que pueda alcanzar
esta ventaja fundamental más ventajosa que es más cara para él que todo lo demás? (5,
p. 111).
4. El Palacio de Cristal
entonces voluntariamente se contenga de errar y, por decirlo así, por necesidad no querrá
poner su voluntad contra sus intereses normales. Más aún: entonces, me decís, la ciencia
misma habrá enseñado al hombre (aunque esto, me parece a mf, es un lujo) que en rea-
lidad no tiene voluntad ni capricho y que nunca los ha tenido, y que él mismo no es más
que una especie de tecla de piano o clavija de órgano; ·y que, más aún, en este mundo
hay leyes de la naturaleza, por lo que todo lo que hace no es hecho por su voluntad sino
por sí sólo, ele acuerdo con las leyes de la naturaleza (5, p. 112).
* El pasaje en cuestión es buen ejemplo de los juegos esópicos a los que Chernishevski estaba ju-
gando con sus lectores que tuvieran vista de águila ... y con la censura. Dos de sus personajes hablan
acerca de los libros que está leyendo la heroína, Vera Pavlovna:
- Mira, Mijaíl Ivanych, este, en francés. Ya casi lo he comprendido. "Gostinaya". Eso significa,
un manual de etiqueta. Y aquí hay uno en alemán; no puedo leerlo.
- No, María Alexevna, no es "Gostinaya"; es "Destinée". -Dijo Ja palabra en ruso.
- Entonces, lqué es este destino? lEs una novela, o un oráculo para damas, o un libro de
sueños?
-Veamos.
Mijaíl lvanych hojeó unas cuántas páginas.
-Trata de series; es un libro para un savant.
- lSeries? Ah, comprendo, trata de trasferencias de dinero.
La palabra "series" es un término fourierista clave, que se refiere a la organización del trabajo en
el falansterio de acuerdo con las pasiones dominantes de varios tipos de personalidades. El libro ale-
mán - De la religión, por Ludwig Feuerbach- es considerado, con igual aplomo, como una obra de
piedad escrita por el rey Luis [Ludwig] XIV de Francia. N. G. Chernishevski, Chto Delat? (Moscú,
1955), p. 85.
Por alguna razón, el comentador de las Notas desde el subterráneo en la edición de la Academia in-
terpreta las imágenes de Dostoievski como una referencia a Diderot, quien, en uno de sus textos menos
conocidos, habló de los sen·.s humanos como instrumentos .musicales y de la sensibilidad humana
410 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
ta que en el Palacio de Cristal "todas las acciones humanas ... serán tabula-
das de acuerdo con estas leyes [de la naturaleza], matemáticamente, como
tablas de logaritmos, hasta 108 000 y colocadas en un cuadro" (5, p. 113).
no está exagerando. Fourier había hecho, en realidad, el esfuerzo de ela-
borar un cuadro exhaustivo de las pasiones que, en su opinión, eran las le-
yes inmutables de la naturaleza (humana), y cuyas necesidades habrían po-
dido quedar satisfechas en cualquier orden social modelo. Vemos así que
Dostoievski combina el cuadro de las pasiones de Fourier con el determi-
nismo material de Chemishevski en su ataque al ideal del Palacio de Cris-
tal, considerando que constituye la eliminación total de la personalidad.
Pues la manifestación empírica de la personalidad es el derecho de elegir
un curso de acción, sea el que fuere; y no hay elección cuando alguien es
bueno, razonable, satisfecho y feliz por su conformidad a las leyes de la na-
turaleza, que excluyen la posibilidad misma de su negación.
Incluso si fuéramos a imaginar que se alcanzara este estado de perfec-
ción, el hombre del subterráneo nos advierte que todavía podría resultar
terriblemente tedioso. Una vez que el hombre no tenga ya nada por qué
esforzarse, nada que esperar, caerá víctima del ennui; y en este punto, Dos-
toievski vuelve a algunos motivos que le eran familiares. El ennui inmedia-
tamente nos recuerda el mundo del príncipe Valkovsky y de Cleopatra, y
no nos sorprende ver a la reina egipcia de Pushkin clavando alfileres de
oro en los pechos de sus esclavas para divertirse. Sin embargo, por fortuna,
el hombre del subterráneo nos asegura, el Palacio de Cristal no es posible
porque
el hombre es tan fenomenalmente ingrato que ... dejad caer sobre él hasta la última ben-
dición terrenal, hundido en felicidad para que nada más que burbujas bailen en la super-
ficie de la dicha, como en agua; dadle tal prosperidad económica que no tenga que hacer
nada más que dormir, comer pasteles y ocuparse en asegurarse la continuación de la his-
toria universal-y aun entonces el hombre, por pura ingratitud, pura calumnia, os jugará
alguna mala pasada.
como un teclado que la naturaleza utilizó como su instrumento. En esta conexión, no se menciona
para nada a Fourier. El objetivo de esta referencia y del comentario en general parece que trata de
reducir lo enconado del ataque de Dostoievski a Chernishevski e identificar su blanco, mucho más
vagamente, con el materialismo del siglo xvm. Si se acepta tal opinión, desde luego, haría la obra más
fácilmente asimilable en un marco soviético.
Es posible, aunque sumamente especul2tivo, que la imagen de Diderot fuese conocido de Fourier.
Pero casi no parece haber justificación para creer que las imágenes musicales del propio Dostoievski
debieran remitirse directamente a Diderot y no a Fouriery a sus discípulos, como Considérant. Véase,
PSS, 5, p. 384.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO " 411
¿No podría ser que tanto le gusten el caos y la destrucción (esto es, din duda, indiscutible,
a veces, simplemente !e gustan mucho, y asf es), porque instintivamente teme alcanzar
412 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
su meta y rematar así el edificio en construcción? lCómo saberlo? Tal vez sólo le gusta
ese edificio visto desde lejos, y no en primer plano; tal vez sólo le guste construirlo, y no
vivir en él, dejándolo aux animaux domestiques, como hormigas, ovejas, etcétera, etcéte-
ra. Ahora bien, el gusto de las hormigas es totalmente distinto. Tienen un asombroso edi-
ficio de esta clase, eternamente indestructible: el hormiguero (5, p. 118).
Esta comparación del ideal socialista con el hormiguero era ya lugar co-
mún en el periodismo ruso del periodo, pero Dostoievski acaso emplea-
ra esta imagen en relación con el el fin de la historia como alusión a Her-
zen. "Si la humanidad fuera derecho hacia alguna meta'', había escrito
Herzen en Desde la otra orilla , "no habría historia, sólo lógica; la humani-
dad cesaría, en cierta forma terminada, en un espontáneo status qua como
los animales ... además, si existiera un libreto, la historia perdería todo in-
terés, se volvería inútil, aburrida, ridícula". 8 La obvia similitud de estos tex-
tos muestra hasta qué punto había Dostoievski absorbido ideas de la obra
que tanto admiraba. También revela con qué precisión estaba tematizan-
do un profundo contraste ideológico entre su propia generación y la de
los sesenta, pues la fisonomía intelectual e ideológica de la generación de
los cuarenta, alimentada con literatura romántica y con filosofía idealista
alemana, formaba un agudo contraste con la de los sesenta; y Herzen, como
Dostoievski, siempre se negó resueltamente a aceptar el determinismo ma~
terial de Chernishevski y su negativa del libre albedrío.* Por tanto, es apro-
piado que el hombre del subterráneo atribuya después su oposición al ideal
del Palacio de Cristal, al menos parcialmení.e, al hecho de haber llegado a
la mayorfa de edad en su época.
En todos Jos periodos, el hombre busca su autonomía, su libertad y, aunque arrastrado por la nece-
sidad, no desea actuar salvo de acuerdo con su propia voluntad; no desea ser un pasivo enterrador
del pasado o un inconciente cartero del futuro; considera la historia como su obra libre e indispen-
sable. Cree en su libertad como cree en la existencia del mundo externo tal como se le presenta a
él, porque confía en sus ojos, y porque, sin tal confianza, no podrla dar un paso. Por ello, la libertad
moral es una realidad sicológica o, si se quiere, antropológica.
No podría hacerse afirmación más expresiva de la propia concepción existencial de Dostoievski sobre
Ja libertad y la independencia moral. Véase A. l. Gertsen, lzbrannye Filosofskie Proizlledenia, 2 vals.
(Moscú, 1946), 2, p. 283.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 413
5. El Gallinero-Palacio
y decidió que había sido un error darle antes otro clímax. 9 Pero, a mi pare-
cer, ni siquiera esta sugestión estructural ofrece una razón interna conclu-
yente para la decisión de Dostoievski de dejar las cosas en paz.
Por el momento, examinemos este capítulo "amañado" para ver qué po-
demos encontrar que nos ayude a acercarnos a la "idea esencial" de Dos-
toievski. En primer lugar, el capítulo X revela explícitamente cuán inso-
portable se ha vuelto la situación del hombre dei subterráneo. Hasta que
punto, se había valido de su desdicha principalmente como arma irónica;
pero ahora nos percatamos de que la rebelión clandestina de la personali-
dad -por muy importante y necesaria que sea- no puede ser tomada
como fin en sí misma. Desgarrado entre las convicciones de la "razón" y la
revuelta de su conciencia y sus sentimientos, el hombre del subterráneo
grita: "lPude ser creado simplemente para llegar a la conclusión de que
todo el modo en que estoy hecho fue un engaño? lPuede ser éste el único
propósito? No lo creo." Cierto, rechaza el Palacio de Cristal porque es im-
posible ser irreverente acerca de él y sacarle la lengua, pero "no dije todo
[esto] porque me guste tanto sacar la lengua ... Por lo contrario, me dejaría
cortar la lengua por simple gratitud si las cosas se pudieran arreglar de tal
modo que yo perdiera todo deseo de sacarla" (5, pp. 120-121).
De este modo, Dostoievski indica que el hombre del subterráneo, lejos
de rechazar todos los ideales morales en favor de un egoísmo ilimitable,
está buscando desesperadamente uno que realmente satisfaga a su espíri-
tu. Semejante ideal sería aquel que, en lugar de espolear a la personalidad
a la rebelión en furioso frenesí, en cambio condujera a rendirse voluntaria-
mente en su favor. Este otro ideal se necesitaría, pues, para reconocer la
autonomía de la voluntad y la libertad de la personalidad, y apelaría a la
naturaleza moral del hombre y no a su razón y a su interés egoísta, concebi-
do como si funcionara en armonía con las leyes de la naturaleza. Para Dos-
toievski, este otro ideal puede encontrarse en las enseñanzas de Cristo; y
por una confusión que aún existe en el texto, podemos tener un atisbo de
cómo habría tratado de integrar esta alternativa en el marco de sus imá-
genes.
Esta confusión surge en ei curso de una comparación entre el Palacio
de Cristal y un gallinero.
9
Tzvetan Todorov, "Notes d'un souterrain'', en Les grnres du discours (Parls, 1978), p. 158.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 415
modos no por ello tomaría el gallinero por un palacio, por simple gratitud, por haberme
cobijado de la lluvia. Reís, y hasta decís que, en tales circunstancias, un gallinero y una
mansión son Jo mismo. Sí, respondo yo, si hay que vivir simplemente para no mojarse.
Ya sé, de todos modos, que no me aplacaré por un compromiso, con un cero intermina-
blemente recurrente, tan sólo porque existe, de acuerdo con las leyes de la naturaleza y,
en realidad, existe. No tomaré como corona de todos mis deseos a una manzana de edifi-
cios con departamentos para los pobres, alquilados durante mil años y, para cualquier
contingencia como la mía, con el letrero de un dentista colgado de uno de ellos (5, p.
120).
Aunque he dicho que envidio al hombre normal hasta con la última gota de mi bilis, en
las condiciones en que hoy lo veo no quisiera ser él (aunque, de todos modos, no dejaré
de envidiarlo. iNo, no, en todo caso, el subterráneo es más ventajoso!) Allí, por lo menos,
se puede . . . iBah!, iy ahora, aquí estoy mintiendo! Estoy mintiendo porque yo mismo
sé, como que dos y dos son cuatro, que el subterráneo no es mejor, sino que es otra cosa,
algo distinto, algo que anhelo, pero que no puedo encontrar. iAJ demonio el subterráneo!
(5, p. 121).
Lo que es esa otra cosa y por qué no puede descubrirla el hombre del
subterráneo constituye la sustancia de la segunda parte de la novela de
Dostoievski.
SEGUNDA PARTE
2. La dialéctica de la vanidad
mientras trata de provocar una riña para llamar la atención de todos, du-
rante un momento le preocupa la sórdida trivialidad de todo aquello: "el
diablo sabe lo que yo habría dado por una verdadera pelea, en toda forma,
una más decente, más literaria, por así decirlo". Y después de insultar sin
ninguna causa a un grupo de sus excondiscípulos, les dice, casi silenciosa-
mente: "iOh, si supierais de qué pensamientos, de qué sentimientos soy
capaz, si supierais lo culto que soy!" (5, pp. 125, 124, 128y147). Como re-
sultado de haber inhibido la cultura europea popular en Rusia durante los
cuarenta, queda en claro que el hombre del subterráneo ha perdido toda
capacidad de sentimiento humano directo y sencillo en su relación con los
demás. En cambio, su vanidad y sentido de importancia se han inflado hasta
tal punto que pierde de vista por completo su actual situación social; y los
conflictos engendrados por esta discrepancia ofrecen una analogía cómica
con la fraticida guerra de todos contra todos que surgió en la sociedad de
la Europa occidental desde que se implantó el principio del individualismo
egoísta.
Dostoievski es un maestro presentando la sicología del orgullo y la hu-
millación, y cuando la humillación brota de alguna auténtica opresión o
sufrimiento, sabe hacerla intensamente conmovedora; pero sería un fla-
grante error considerar como semejante víctima al hombre del subterra-
neo, pues vive en un mundo puramente imaginario y deforma y exagera
todo aquello con lo que entra en contacto. ·~ora, veo con claridad'', dice,
que "debido a mi ilimitada vanidad y probablemente a las altas normas que
me había fijado, me miraba a mí mismo con furioso descontento, que raya-
ba en el odio, y as~ en mi interior atribuí la misma opinión a los demás" (las
cursivas son mías). Previendo el desprecio que encontrará entre sus viejos
camaradas, a quienes les ha impuesto su compañía, comenta: "Yo también
sabía perfectamente bien desde entonces que yo estaba exagerando mons-
truosamente los hechos." Y, confiesa: "Yo siempre reconocí que la [exage-
ración] era uno de mis puntos débiles, y a veces le tenía mucho miedo. 'Lo
exagero todo, eso es lo que está mal', me repetía yo, hora tras hora" (5, pp.
124, 141y166).
Vemos así que existe muy poca base objetiva para las "humillaciones"
del hombre del subterráneo, mejor dicho, que son causadas por los excesos
de su vanidad; pero aun si sus humillaciones fuesen causadas todas por él
mismo, su efecto no por eso resulta menos deprimente. Su incapacidad de
establecer un contacto humano con los demás lo hunde en un total aisla-
miento, y sólo mediante el "vicio mezquino" logra salir a veces de su conti-
nua preocupación y ensimismamiento. Sin embargo, al mismo tiempo, tie-
"NOTAS DESDE EL SUBT1 ERRÁNEO" 423
un verdadero suplicio, una humillación continua, por la conciencia clara de que no era
yo más que una mosca a los ojos de toda aquella gente distinguida, una mosca sucia y re-
pugnante. . . superior, desde luego, a toda esa gente en inteligencia, en nobleza, pero de
todos modos una mosca, que continuamente habría de ceder el paso a todos, insultada
y humillada por todos... Ya entonces sentía yo esa crisis de voluptuosidad de que he ha-
blado al principio [de la primera parte] (5, p. 130).
Sin embargo, una vez más debemos tener cuidado de no considerar como
explicativa esta caracterización sicológica. El masoquismo del hombre del
subterráneo forma parte de la dialéctica de la vanidad, y tiene una función
más compleja que simplemente ilustrar un afán de autohumillación. En
realidad, como vemos, el exponerse voluntariamente a la humillación for-
talece el sentido de superioridad interna del hombre del subterráneo sobre
todos los que lo miran con tal desprecio. Al mismo tiempo que le da una
dolorosa conciencia de su propia ridiculez e ignominia, también le sostie-
ne, reforzando la convicción de su preminencia cultural.
Vemos así que al masoquismo se le asigna una función muy similar en
ambas partes de la obra: así como había conducido al sufrimiento en la pri-
mera parte, manteniendo viva la facultad de conciencia, también en la se-
gunda parte adquiere una significación positiva. El cultivo aparentemente
patológico del "goce" masoquista por el hombre del subterráneo acaba por
fortalecer su ego, que se niega a someterse dócilmente al juicio del mundo.
Así, el ego afirma su independencia y su autonomía, a cualquier precio que
deba pagar en su dignidad y pese a toda la presión externa por hacerle cur-
varse ante una autoridad ajena. Esa afirmación J e sí mismo es precisamen-
te la que permite al hombre del subterráneo, veinte años después, resistir
las tentaciones de un Palacio de Cristal en que las leyes de la naturaleza
simplemente han abolido por completo la personalidad humana. Por tanto,
en ambas partes de la obra, Dostoievski asigna un valor relativo --el valor
de proteger la autonomía de la personalidad- a la ideología del decenio
de 1840, cualesquiera que sean sus flaquezas e insuficiencias en otros as-
pectos.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 425
• La referencia a Austerlitz parece vincular algunos de los detalles de este párrafo con Napoleón
1, pero también contiene una referencia al Voyage en /carie de Cabet. El personaje de esta novela utó-
pica, un filántropo reformador, también vence a una coalición de coronados reaccionarios en Auster·
litz. Dostoievski ya está sugiriendo aquí la tendencia de los reformadores sociales radicales a identifi·
carse ellos mismos con Napoleón. VéasePSS, 5, p. 386.
426 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
y sobre todo prefabricada (no tenía yo ninguna idea de qué tipo de acti-
vidad, pero lo grande era que estaría ya prefabricada para mí)- se levanta-
ría ante mis ojos y yo saldría a la luz (era difícil resistir la tentación de estar
montado en un caballo blanco y coronado de laurel)". Desde luego, estos
sueños remplazan todo auténtico esfuerzo moral de su parte. Más aún, so-
focan toda conciencia de que tal esfuerzo podría existir no en formas trivia-
les y "prefabricadas". En tales momentos, el hombre del subterráneo sentía
un incontenible amor a la humanidad y "aunque nunca lo aplicara a algo
humano, en realidad, sin embargo, sentía tanto amor que después ni siquie-
ra sentía el impulso de aplicarlo a la realidad; eso habría sido un lujo super-
fluo". Asimismo, estas nobles visiones de magnanimidad sirven, felizmen-
te, para acallar su conciencia, pues "el hombre ordinario tiene prohibido
hundirse en el cieno... [pero] el héroe está situado tan alto que nunca se
manchará por completo; así pues, bien puede revolcarse en el lodo". El
hombre del subterráneo, como él mismo lo observa, "tiene una noble esca-
patoria para todo" (5, p. 133).
Y sin embargo, no puede permanecer contento durante largo tiempo
con estas delectaciones de su soledad; inevitablemente siente necesidad
de mostrarlas (mostrarse a sí mismo) ante los ojos admirados de la humani-
dad. Después de tres meses de soñar, sus sueños "me habían llevado a tal
grado de exaltación que urgentemente necesitaba yo abrazar a la humani-
dad entera; para eso hacía falta por lo menos un hombre real, un hombre
de carne y hueso" (5, p. 134). Esas palabras anuncian ya el episodio extenso
y grotescamente divertido (capítulos III y IV) que relata el encuentro del
hombre del subterráneo con sus excondiscípulos. Desde luego, en el mo-
mento en que ve a gente de carne y hueso, las exhorbitantes demandas de
reconocimiento que hace el hombre del subterráneo conducen invariable-
mente a un rechazo. Ansioso de abrazar a la humanidad entera, descubre
que la humanidad preferiría darle la mano y mantenerse a una distancia
cortés; y este rechazo desencadena la vanidad, con su acompañante obse-
sión de dominio.
Diríase que así ocurrió al hombre del subterráneo desde sus primeros
años.
Una vez, en realidad, tuve un amigo (en la escuela), pero yo era ya un tirano de corazón;
desee ejercer sobre él un poder ilimitado; traté de instalar en él un desprecio a lo que lo
rodeaba; pero cuando se sometió por completo a mí, empecé inmediatamente a odiarlo
y lo rechazé... como si todo lo que yo necesitara fuese obtener una victoria sobre él, sub-
yugarlo a él y nada más. Pero yo no podía subyugarlos a todos (5, p. 140).
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 427
Era claro que todos lo querían [al invitado de honor]. "Pero, lpor qué? lPor qué?", me
pregunté. De cuando en cuando se dejaban llevar por un entusiasmo de ebrios, y se be-
saban. Hablaban del C..áucaso, del carácter de la pasión auténtica, de naipes, de buenos
empleos en el servicio; de los ingresos de un húsar llamado Podjarzevsky, a quien ninguno
de ellos conocía personalmente, y todos se alegraron de que tuviese tan buenos ingresos;
de la extraordinaria gracia y belleza de una tal princesa D. a quien tampoco habían visto
nunca; y por fin llegaron al punto de declarar que Shakespeare era inmortal (5, pp. 146-
147).
Los viejos amigos del hombre del subterráneo, como Dostoievski lo indica
en este pasaje, forman un grupo tan obtuso y pedestre como él los conside-
ra; no obstante, representan una norma de sociabilidad que para él es im-
posible de alcanzar o hasta de comprender.
Todo el grupo finalmente se encamina a un prostíbulo para terminar la
velada, dejando al hombre del subterráneo en solitaria posesión de los res-
tos del banquete. Pero, para entonces, se le ha metido en la cabeza que
sólo un duelo podría reparar su honor, injuriado... y además, iun duelo
puede ser la ocasión para todo tipo de nobles reconciliaciones! "O bien
caen todos de rodillas ante mí o le daré una bofetada a Zvérkov" (5, p.
148). La mención de un duelo desencadena, al punto, un diluvio de refe-
rencias literarias (la literatura rusa está llena de duelos célebres) y el hom-
bre del subterráneo persigue a sus compañeros de un modo que tal vez sea
una parodia del cuento El disparo, de Pushkin.
Imaginando lo que ocurrirá si lleva a cabo su plan de insultar a Zvérkov,
el invitado de honor, reflexiona el hombre del subterráneo:
4. Liza
11
!bid., 1, p. 353, 26 de marzo de 1864.
"NOTAS DESDE EL SUBTERRÁNEO" 429
no me he atrevido a hablar primero porque tenía cierto ascendiente sobre ti y temía que
tú, por gratitud, te obligaras a corresponderme, te obligaras a despertar en ti un senti-
miento que acaso no existiera. Yo no deseaba eso porque habría sido un despotismo de
mi parte. Habría sido poco delicado (aquí, me perdía yo en sutilezas, en sentimientos ex-
traordinariamente nobles, verdaderamente europeos, a la manera de George Sand);
pero ahora ieres mía, eres mi creación, eres pura, eres bella, eres mi esposa! (5, pp. 166-
167).
lNo es mejor que Liza se haya llevado para siempre la ofensa consigo?-piensa-. iUna
ofensa! Eso purifica, es el sentimiento más amargo, más doloroso. Mafiana mismo yo
habría manchado su alma, abrumado su corazón; en cambio, ahora conservará siempre
vivo el recuerdo de su ofensa. Por terrible que sea el fango que le espera, mi ofensa la
elevará y la purificará .. . por medio del odio .. . ihum!. . . Y quizá también ... por medio
del perdón ... Pero, lle hará todo esto más fácil la vida? . . . y en realidad, me permitiré
ahora plantear una pregunta ociosa: lQué es preferible, una dicha vulgar o unos sufri-
mientos elevados? Bueno, lqué es preferible? (5, pp. 177-178).
mente dónde está la fuente del mal: "Si nos abandonan y nos quitan los li-
bros, nos sentiremos perdidos, no sabremos adónde ir, a qué aferrarnos,
qué amar y qué odiar, qué respetar y qué despreciar. Hasta nos oprime ser
hombres, verdaderos hombres ele carne y hueso; nos da vergüenza, lo con-
sideramos una desgracia, y nos esforzamos por ser una especie abstrac-
ta de hombre generalizado" (5, p. 178-179). Debemos inferir, pues, que la
única esperanza consiste en rechazar todas estas artificiales ideologías oc-
cidentaies, librescas, ajenas, y no volver a la "tierra" rusa con su espontá-
nea incorporación del ideal cristiano del amor desinteresado.
Así termina esta notable obrita, ciertamente la más poderosa y con-
centrada expresión que Dostoievski dio jamás a su genio de satirista. A
menudo se ha dicho (y con toda razón) que Notas desde el subten·áneo es
el preludio al gran periodo en que el talento de Dostoievski llegó por fin
a su madurez; y nadie puede dudar de que con ella alcanzó un nuevo nivel
artístico. Por primera vez, motiva una acción enteramente en función de
una sicología forjada por la ideología radical; cada rasgo del texto sirve
para mostrar las consecuencias de ciertas ideas en la conducta personal; y
el mundo que Dostoievski crea está enteramente concebido como función
de este propósito. La sicología ha quedado ahora estrictamente subordina-
da a la ideología; ya no hay una perturbadora tensión, como en Humillados
y ofendidos, entre los elementos sicológico-morales y los elementos ideo-
lógicos de la estructura.
Asimismo, Dostoievski por fin ha encontrado el gran tema de sus nove-
las ulteriores, todas las cuales serán inspiradas por la misma ambición de
contrarrestar la autoridad mora.l-espirítual de la ideología de la intelectua-
lidad radical rusa (dependiendo de que matiz de tal ideología predominaba
en el momento en que él escribía). A este respecto, el núcleo de las novelas
de Dostoievski puede compararse con el del cante philosophü¡ue del siglo
XVIII cuyos personajes eran, en gran parte, encamaciones de ideas; pero
en lugar de seguir siendo abstracciones sin cuerpo como Candide o Zadig,
encarnarán con toda la verosimilitud y densidad sicológica de la novela de
realismo social del siglo XIX y todas las tensiones dramáticas del roman-
feuilleton gótico-urbano. Es el genio de Dostoievski para fundir estos esti-
los narrativos, aparentemente antitéticos, el que constituye la originalidad
de su arte como novelista.*
436
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 437
Tuve que elegir dos caminos: abandonar la revista, entregarla a los acreedores (pues una
revista es, después de todo, una propiedad, y atgo vale) junto con todo el mobiliario y sus
pertenencias, y encargarme de la familia . Luego ponerme a trabajar, proseguir mi carrera
literaria, escribir novelas y satisfacer las necesidades de la viuda y de los huérfanos. Otra
posibilidad: encontrar dinero y llevar adelante la publicación a toda costa. iQué lástima
que no elegí el primer camino! -en cambio, continúa la carta-, preferí la segunda solu-
ción. Además, no soy el único. Todos mis amigos y los viejos colaboradores eran de la
misma opinión. 3
Era innecesario hacer frente a las cosas con energía -explica a Wrangel-. Yo imprimía
en tres prensas al mismo tiempo sin pensar en mi salud y mis fuerzas; yo me hice cargo
del trabajo de director en jefe y de la lectura de las pruebas: sólo yo negocié con autores
y censores, corregí artículos, reuní dinero, estuve despierto hasta las seis de la mafiana,
dormí cinco horas por noche y puse en pie la revista; pero ya era demasiado tarde. 4
El bando revolucionario está mal porque hace más ruido de lo que valen -sus resultados,
derrama más sangre de la que valen todas las ganancias obtenidas. (Por cierto, para estos
amigos, la sangre es barata.) Cada sociedad sólo puede adoptar el grado de progreso que
ha desarrollado y que comienza a comprender. lPor qué aspirar más alto, por qué aspirar
a las estrellas del cielo? Esto puede destruirlo todo, porque atemoriza a cada uno. En el
48, hasta la burguesía aceptó exigir sus derechos, pero cuando fue impulsada más allá,
cuando ya no pudo comprender nada (cuando, en realidad, las cosas eran estúpidas), en-
tonces empezó a defenderse a sí misma y prevaleció. En la actualidad, en Europa todo
lo que se necesita es más autogobierne y libertad de prensa. Pero no las conseguiréis
aquí. La sociedad esta desconfiada, y no puede tolerar la libertad. Toda esa sangre por
la que deliran los revolucionarios, todo el escándalo y la labor clandestina no conducirán
a nada, y sólo caerán sobre sus cabezas (20, p. 175).
7
Nechaeva, Zhumal "Epokha", pp. 198-203.
8 Pisma, 1,p. 401, 14 de abril de 1864.
442 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
9 N. N. Strájov, Jz Jstorii Literatumago Nigilizma (San Petersburgo, 1890; rpt. La Haya, 1967),
pp. 258-270.
10 "Las golondrinas" se puede encontrar en inglés, junto a la traducción de Feodor Dostoievski,
Notes from Underground and The Grand Jnquisitor, trad. Raiph E. Matlaw (Nueva York, 1960),
pp. 201-209. Se hará referencia a esta versión inglesa. El texto ruso se encuentra en M. E. Saltykov-
Shchedrin, Sobranie Sochinenii, 20 vols. (MosclÍ, 1965-1977), 6, pp. 488-495.
444 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
La nueva obra que acabo de terminar se titula Notas sobre la inmortalidad del aúna. Esta
es cuestión de la más grave importancia para las golondrinas, y debemos mostrar ante
todo que nuestra revista es un órgano de golondrinas, publicado por golondrinas, y para
golondrinas, por lo que es enteramente natural que tome esto en cuenta en mi elección
del tema. Las notas fueron escritas por una golondrina enferma y amargada. Al principio,
habla acerca de toda clase de absurdos: que se siente enferma y amargada, que todo está
de cabeza en el mundo, que le duelen las entrañas, que nadie puede predecir si habrá
abundantes hongos el verano próximo y, finalmente, que todos son basura y, en conclu-
sión, pasa al verdadero tema de sus meditaciones. Saca de Tomás de Aquino, la mayor
parte de sus pruebas, pero como no menciona el hecho, el lector pensará que las ideas
pertenecen al propio narrador. Luego, aparece el marco del cuento. No hay luz ni oscu-
ridad, sino cierto color gris, y no se oyen voces humanas, tan sólo cuchicheos; no se ven
figuras humanas, pero es como si unos murciélagos se deslizaran por la penumbra. No
es un mundo fantástico, ni tampoco uno real sino, por decirlo asf, una Tierra de Cucaña.
Todos chillan, no por alguna razón, sino simplemente porque les duelen las entrañas (es-
tornudan de emoción y guardan silencio ). 11
11
"Las golondrinas", p. 207.
•El título de la parodia de Saltykov-Shchedrin ha producido, recientemente, una interesante espe-
culación con respecto al censurado capítulo x de la primera parte de las Notas desde el subterráneo.
L. M. Rosenblyum, en su valioso estudio de los cuadernos de notas de Dostoievski, sugiere que Salty-
kov-Shchedrin tal vez supiese, por los censores mismos, que del texto de Dostoievski se había suprimi-
do un material que aludía a la inmortalidad. Tanto El Contempordneo como La Época tenían tratos
con la misma oficina de la censura, y no era insólito este tipo de hablillas entre editores y censores. Si
como cree Rosenblyum, Dostoievski se refirió explícitamente a la inmortalidad en el material censu-
rado es algo que tiene que quedar como pregunta pendiente. Pero como sabemos por sus cuadernos
de notas, por entonces estaba pensando constantemente en la inmortalidad. L. M. Rosenblyum, Tvor-
cheskie Dnevniki Dostoevskogo (Moscú, 1981), pp. 246-247.
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 445
Por ejemplo, cuando recuerdo que con el tiempo, los hijos engendrarán a sus padres y el
huevo engendrará a la gallina, que con el tiempo, la Zaitsevskyish jlisto'vshchina será uni-
versalmente afirmada [los jlisty formaban una secta religiosa disidente, de flagelantes
orgiásticos] que con el tiempo, unas lindas nifiitas nihilistas destazarán cadáveres huma-
nos sin que les tiemble la mano mientras bailen y canten "acerca de nada, Dunya, me la-
mento" (pues con El Tiempo, como es bien sabido, ninguna acción humana se podrá
efectuar sin cantar y bailar), entonces mi corazón se llena de paz, y me dedico a mantener
pura mi conciencia hasta entonces.16
14
Citado en F. Kuznétsov, Zhurnal "Russkoe Slovo" (Moscú, 1965), p. 294.
15 Saltykov-Shchedrin, Sobranie Sochínenii, 6, p. 642.
16 !bid., p. 232.
17
Strájov, Iz /storii Literatumago Nigilizma , p. 512.
EL FiN DE "LA ÉPOCA" 447
cuyo autor había sido arrestado y pronto iría a Siberia, era perfectamente
clara para todos. Dado que Vera Pavlovna sigue sus estudios de medicina
en las últimas etapas de su carrera, habría tenido que practicar autopsias
con mano que no vacilara; y puesto que la vida en el futuro Palacio de Cris-
tal, como Chernishevski la describe, imagina la característica unión fourie-
rista de trabajo y placer, el canto y la danza son, en realidad, el alegre acom-
pañamiento de un trabajo que hasta entonces había sido oneroso. Nadie
podía dejar de ver la puñalada por la espalda; no hay nada en Notas desde
el subterráneo que sea la mitad de insultante que estas frases que apare-
cieron en la propia revista de Chernishevski, en la cual, el año anterior,
había aparecido el mismo texto que ahora estaba siendo ridiculizado.
Naturalmente, este pasaje provocó una furibunda respuesta de La Pala-
bra Rusa, y su número de febrero contuvo dos artículos dirigidos contra
Saltykov-Shchedrin. Así como Dostoievski lo había hecho antes, las mor-
daces "Flores de humorismo inocente" de Pisárev acusaban al inconstante
satirista de practicar "el arte por el arte" y de ser completamente irrespon-
sable en la elección de sus víctimas; infinitamente más útil sería para la so-
ciedad, se sugería, que Saltykov-Shchedrin aplicara su ágil pluma a po-
pularizar los nuevos descubrimientos de la ciencia en lugar de perder su
tiempo intentando (sin éxito) crear "literatura". Záitsevse lanzó a la pelea
lamentando que El Contemporáneo estuviese traicionando tan obvia-
mente sus viejos principios. 18 Replicando en marzo, Saltykov-Shchedrin
llamó a sus adversarios "orejas gachas" (cachorritos inmaduros) y dijo que
se comportaban como yurodivye (locos santos, que según la tradición eran
débiles mentales). Como Dostoievski, los acusó de rebajar y de degradar
los nobles ideales en cuyo nombre supuestamente hablaban; 19 y fue en este
punto donde el propio Dostoievski intervino en la contienda, aprovechan-
do el ,h echo de que sus propios argumentos estaban siendo empleados por
ambos bandos.
Asimismo, si alguien le dijera a usted: "Quiero pensar, me atormentan las eternas cues-
tiones no resueltas, quiero amar, agonizo por las cuestiones de fe, busco el ideal moral,
amo el arte", o algo por esos mismos lineamientos, respóndale de inmediato, decisiva y
valientemente, que todo eso es sinsentido, metafísica, que todo eso es lujo, suefios pue-
riles, cosas innecesarias (20, pp. 110-111 ).
450 LA PRISIÓN DE L:'TUPÍi\
Pero Shchedrodarov, "obligado a tener que leer el material del que debía
burlarse... involuntariamente quedó ilustrado, e involuntariamente em-
pezó a brillar una nueva luz por encima de ff'.
La última sección lo muestra sienúo atacado por otros directores de El
Oportunista, que lo acusan de plagiar a El Tiempo (La Palabra Rusa había
dicho exactamente lo mismo acerca del ataque de Saltykov-Shchedrin con-
tra ella). Shchedrodarov confiesa, con toda desvergüenza, que ha plagiado
a El Tiempo, "como también lo hacen muchos otros, porque es una buena
revista"; y en lo más caldeado de la disputa es claro que se ha convertido
al pochvennichestvo ("no comprer.do cómo alguien puede permanecer en
el aire, sin sentir el suelo bajo sus pies"). Al final, la tensión de la indepen-
dencia es excesiva; se desploma y solloza como un niño (20, pp. 112, 114 y
115).
Saltykov-Shchedrin escribió un buen número de respuestas apropiada-
mente cáusticas a este escrito que, con buena puntería, le había llegado a
lo vivo; pero los otros editores de El Contemporáneo, por razones que per-
manecen oscuras, no aceptaron su publicación. En cambio, la polémica
con La Época fue encargada a Antónovich, quien empezó confundiendo
al enemigo, afirmando ser el autor de "Las golondrinas". Procedió enton-
ces a redactar una serie de artículos que, según opinión unánime, consti-
tuyen el colmo de la vulgaridad y del vituperio personal aun en medio de
las disputas periodísticas, nada amables, de mediados de los sesenta. Uno
de esos artículos, que en gran parte parodiaba uno anterior de Dostoievski
aparecido en El Tiempo, le pintaba víctima de un ataque de nervios y fue
interpretado comúnmente como una burla a su epilepsia. Los comentado-
res soviéticos han hecho todo lo posible por defender a Antónovich quien,
después de todo, había sido un favorito de Chernishevski y contaba con su
confianza y aprobación. El concien~udo historiador de El Contemporáneo,
Evgenyev-Maksimov, se toma grandes trabajos para mostrar que algunos
de los peores pasajes de Antónovich son trasportaciones de los propios
textos de Dostoievski y simplemente vuelven sus tácticas satíricas en contra
de él. Pero hasta semejante defensor se ve obligado a reconocer "la dife-
rencia", de que, si Dostoievski se refiere a una "enfermedad" de Saltykov-
Shchedrin, este fue "un invento artístico y polémico, mientras que la en-
fermedad de Dostoievski era un hecho real". 2º Los cuadernos de notas de
Dostoievski contienen numerosos pasajes llenos de indignación, provoca-
drilo es propiedad privada y por ello es imposible abrirlo sin pagar una
compensación". Timofey Semyónovich también repite ciertas observacio-
nes que había oído la noche anterior a un importante capitalista, Ignaty
Prokófich, quien le dejó una gran impresión. El perspicaz hombre de nego-
cios había señalado que Rusia tiene urgente necesidad de más capital ex-
tranjero para estimular el desarollo industrial, y sugirió que se vendieran
tierras comunales a inversionistas extranjeros: "Cuando ... toda la tierra
esté en manos de compañías extranjeras, podrán fijar el alquiler que quie-
ran. Y así, el campesino trabajará el triple por su pan cotidiano y se le podrá
desahuciar a capricho ... Pero como están las cosas con la comuna, lqué
le preocupa? Sabe que no morirá de hambre, por lo que es perezoso y se
embriaga" (5, pp. 189-190). Por esta razón,Timofey Semyónovich ve muy
pocas probabilidades de que lván Matvéich sea rescatado. "Aquí estamos,
ansiosos por atraer capital extranjero al país, y consideramos: en cuanto el
capital extranjero, que fue atraído a San Petersburgo, se ha duplicado gra-
cias a Iván Matvéich, en lugar de proteger al capitalista extranjero estamos
proponiendo abrir la barriga de su capital original, el cocodrilo" (5, p. 190).
Ello haría que, sin duda, dejara de entrar capital extranjero, lo que iría con-
tra los intereses de la madre patria. Timofey Semyónovich hasta duda de
que Iván Matvéich pueda obtener autorización para faltar a su trabajo sin
perder su paga: en el reglamento no se dice media palabra acerca de em-
pleados del gobierno que establezcan su residencia en la barriga de coco-
drilos.
El narrador, quien continúa manteniéndo el punto de vista humano e
ingenuo, queda muy perturbado por este encuentro, pero no así el propio
Iván Matvéich." 'El viejo til.:ne razón', dijo Iván Matvéich, tan rudamente
como siempre en su conversación conmigo. 'iMe gusta la gente práctica,
y no puedo soportar a los llorones y sentimentales!'." Pasa entonces a esbo-
zar un encantador cuadro de sí mismo mostrándose, desde el estómago del
cocodrilo, ante los dirigentes de la humanidad y los más altos círculos del
beau monde, que se reunirán en su sala después que él sea trasportado allí
en una piscina.Una conversación brillante reinará bajo el estímulo de sus
palabras, "y para estar preparados para todo, que (mi esposa) compre ma-
ñana la Enciclopedia editada por Andrei Kraevski, para que eíla pueda
conversar sobre cualquier tema". Mientras tanto, explica lván Matvéich:
"Yo estoy construyendo ahora un sistema completo, íntegramente mío, iy
no me creerían lo fácil que es! Sólo hay que meterse en un rincón privado
o en un cocodrilo, cerrar los ojos, e inmediatamente acude a nuestro espíri-
tu un milenio perfecto para la humanidad" (5, pp. 195 y 197). El resto del
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 455
• En un artículo dedicado a un libro sobre La unidad de la raza humana, del naturalista francés
Jean Louis Quatrefages, Záitsev arguyó que, dada la inferioridad biológica de las razas de color, su
única esperanza de sobrevivir en competencia con Jos blancos superiores era quedarse en una posición
de subordinación, en que estarían salvaguardados sus intereses. La competencia abierta significaría
su extinción. El tono de sus observaciones era agudo y burlón: "Los enemigos sentimentales de Ja falta
de libertad", escribe, "sólo pueden citartextos y cantar salmos, pero no pueden mostrar un solo hecho
capaz de demostrar que la educación y la libertad puedan trasformar a los negros en blancos, en lo
referente a capacidad mental. .. Tun sólo damas de corazón sem;ib!e como Mme. Beecher-Stowe pue-
den insistir en la hermandad entre las razas."
Pisárev acudió en defensa de Záitsev, cuando esto armó un escándalo. "Záitsev expresó el pensa-
miento, nada excéntrico", escribió, "de que la ley de Darwin también se aplica a las razas humanas".
Después arguyó que la ley de Darwin no debía ser un obstáculo en la lucha contra la esclavitud. Pero
siguió creyendo que la desigualdad social estaba arraigada, a la postre, en diferencias biológicas. Véase
el capítulo sobre Záitsev en V.Ya. Kirpotin, Publitsisty i Kritiki (Leningrado, 1932), p. 158.
Esta influencia tangencial del darwinismo social sobre el comportamiento radical ruso tuvo con-
siderable importancia para Dostoievski, quien la consideró sintomática de la abierta inhumanidad que
Jos radicales (o al menos algunos de sus últimos portavoces) estaban dispuestos a aceptar como legí-
tima.
EL FIN DE "LA ÉPOCA" 457
raro esperar de él algún tipo de iniciativa". 23 Por muchos que fuesen sus
desacuerdos con Chernishevski, Dostoievski había compartido con los de-
mócratas radicales una visión mucho más favorable del pueblo; y esto había
creado nexos subliminales de simpatía.
Ahora, en cambio, Dostoievski ve la inhumanidad derivada de las, "leyes
de la economía" como endémica en la derecha y en la izquierda, e implí-
citamente identifica a ambas en "El cocodrilo'', mostrando al "progresista"
Iván Matvéich aceptando la misma doctrina que el "capitalista" Ignaty Pro-
kófich. Al hacerlo, Dostoievski se adelanta a una de las cruciales discusio-
nes ideológicas de Crimen y castigo, donde el nihilista Raskólnikov reco-
noce la similitud de sus propias ideas utilitarias, que le han conducido al
asesinato, con las del defensor del capitalismo, Luzhin. Así pues, pese a su
insignificancia artística, "El cocodrilo" constituye un importante paso ini-
cial en la cristalización de la actitud de Dostoievski hacia las implicaciones
morales (o amorales) de esta nueva mutación de la ideología radical: pro-
ceso que pronto conduciría a la creación de la primera de sus grandes nove-
las-tragedias.
23 /bid., p. 58.
XXII. "LA VITALIDAD DE UN GATO"
458
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 459
Falleció el 16 de abril del año pasado, en plena posesión de sus facultades, y al decir adiós,
recordando a todos los que había deseado saludar por última vez, también se acordó de
ti . .. iüh!, amigo mío, ella me amó inconmensurablemente, y yo también la quise del
mismo modo, pero no fuimos felices. Te lo contaré todo cuando nos veamos; de momento
sólo puedo decirte que, pese a que juntos fuimos positivamente desdichados (por causa
de su carácter extraño, desconfiado y enfermizamente fantasioso) , no dejamos de amar-
nos uno al otro; cuando más infelices éramos, más unidos estábamos. Por extraño que
parezca, así fue . Ella fue la mujer más honorable, más noble y más magnánima que he
conocido en mi vida. 3
2 /bid., p. 397.
3 /bid., pp. 397-398.
460 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
4
!bid., p. 398.
5 !bid., 9 de abril de 1865.
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 461
para comprar el derecho de publicar mis obras (derecho que hoy tienen
en garantía sobre un préstamo) para poder editarme a mí mismo." El plan
de Dostoievski era escribir una nueva novela y publicarla por entregas se-
paradas, "como hacen en Inglaterra". También deseaba editar y publicar
la Casa de los muertos, "con ilustraciones, en una edición de lujo", y luego,
al año siguiente, una edición de sus obras completas. Pero la perspectiva
de escribir bajo tan desesperada presión, exclusivamente para pagar sus
deudas, lo llena de angustia: ·~ora empezaré a escribir una novela bajo
el látigo, es decir, por pura necesidad. Producirá efecto, pero les eso lo
que necesito? Trabajar por pura necesidad, exclusivamente por dinero, es
algo que me aplasta y me destruye." 6
Retornando a la situación inmediata y a la sombría perspectiva que le
aguarda, Dostoievski considera prácticamente desesperada su posición:
Mas, para empezar, necesito inmediatamente al menos tres mil rublos. Estoy buscando
por donde puedo . . . De otra manera, estaré liquidado. Siento que sólo un accidente po-
drá salvarme. Lo que me queda de toda la reserva de fuerza y energía que había en mi
alma está perturbado, confuso, muy cerca de la desesperación. Preocupación, amargura,
una laboriosidad completamente fría , el estado más anormal para míy, además, la sole-
dad . .. De todos mis cuarenta aiíos pasados, nada me queda. Y sin embargo, me parece
que estoy, ahora, preparándome a vivir. Curioso, lverdad? La vitalidad de un gato.7
Nada podría ser más inesperado que esta última observación, y sin em-
bargo, nada es más característico del hombre que no había permitido que
lo aplastara la casa de los muertos y que, por muy desesperada que fuese
su situación, nunca había caído en un desaliento paralizador. Después de
todo, Dostoievski creía en el libre albedrío, y en su caso, como en el de Wi-
lliam James, esta convicción brotaba de los recursos más profundos de su
personalidad. No hay un solo momento en la vida de Dostoievski en que
le veamos rendirse por completo, nunca hay un momento en que --en el
naufragio de cualesquiera esperanzas que tuviese, en cualquier desastre
que cayera sobre él- no esté haciendo planes para el futuro y sintiendo
el mismo brote de energía y esperanza al que aquí, tan sorprendentemente,
da expresión.
O tal vez la cosa no sea tan sorprendente si consideramos con un poco más
de cuidado la cronología de la vida de Dostoievski. Su carta a Wrangel cu-
bre marzo y abril de 1865, y al escribirla Dostoievski había vuelto emocio-
nalmente al pasado. Dostoievski estaba reviviendo en favor de Wrangel
todo lo que le había ocurrido desde que se separaran; y al hablar de su sen-
tido de inutilidad ante la idea de establecer nuevos nexos emocionales, sin
duda estaba transmitiendo lo que sinceramente había sentido al lado de la
tumba de María Dimitrievna. Y sus lacerantes experiencias con Súslova
seguramente no hacían más atractiva la idea de establecer nuevos nexos.
Pero el tiempo ya había procedido a cerrar las heridas y uno o dos meses
antes de su carta a Wrangel, Dostoievski,probablemente ya había estable-
cido una relación -es difícil saber por cuánto tiempo- con una mujer,
mundana y experimentada, de nombre Martha Brown (su nombre de solte-
ra había sido Panina, y había adquirido el "Brown" en el curso de sus viajes
por Europa, de un marino que tai vez fuese estadunidense ). Las cartas que
ella enviaba a Dostoievski desde el hospital en que estaba recuperándose
de una enfermedad en enero-febrero de 1864-1865 indican una intimidad
cada vez mayor, y tal vez los principios de unos amores de los que nada
más se sabe.
También en ese mismo mes de abril y cuando estaba completando su
carta a Wrangel, Dostoievski propuso matrimonio a la bella y rebelde hija
de una familia rica e influyente, Anna Korvin-Krukovskaya, cuyos cuentos
había él publicado en La Época, y cuyo talento había alentado. El súbito
cambio, tan notable en la carta -la brusca transición del pasado al presen-
te- puede atribuirse a tales acontecimientos, cuando un resurgimiento
de fe en el futuro apareció de pronto entre el melancólico pasado que esta-
ba recordando. En realidad, en poco más de un año empezaría una nueva
vida para Dostoievski, cuando se casaría con otra joven y luego huiría a
Europa, a un exilio prolongado, para escapar de sus acreedores. Reserva-
remos para el siguiente volumen un relato más detallado de estas tempra-
nas relaciones románticas, que forman un preludio a su siguiente matri-
momo.
Mientras tanto, por mucha que fuese la tristeza de Dostoievski ante el fra-
caso de La Época, sin embargo el fin de sus agotadores e inútiles esfuerzos
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 463
debió de ser un alivio para él. Sabía que su auténtica vocación era la de
novelista; y aun cuando siguiera creyendo que La Época habría podido
triunfar, había estado esperando el momento en que pudiera volver a su
labor esencialmente creadora. Ahora se veía obligado a hacerlo, y para no-
sotros es evidente que su fracaso como director de publicaciones y perio-
dista fue su salvación como artista. Durante los cinco años siguientes, bajo
la presión de la necesidad, pero nunca al costo de su integridad artística,
pudo escribir tres de sus más grandes novelas -Crimen y castigo, El idiota
y Los endemoniados- y establecer su reputación de una vez por todas en
la primerísima fila de la literatura rusa. Como lo demostraría en estas obras,
sus años de participación en la inquietud sociocultural de los sesenta no
había sido en vano. Pues fue en el feroz toma y daca de la discusión y la
polémica donde gradualmente se había forjado su posición, y descubierto
el gran tema que le ocuparía incesantemente durante el resto de la década
y de su vida. Fue entonces cuando empezó a explorar, ante el trasfondo de
su propia confrontación con la muerte y sus años en la casa de los muertos,
los peligros síquico-morales que había en el deseo de la intelectualidad
radical rusa por establecer la vida humana sobre nuevos fundamentos "ra-
cionales" que remplazarían al orden dado por Dios, que seguía vivo en la
sensibilidad moral rusa.
Notas desde el subte!Táneo fue la primera obra en que Dostoievski trató
de pintar las consecuencias, para la personalidad humana, del _intento de
poner en práctica -pero con plena conciencia de todas sus implicacio-
nes- las ideas de ideologías progresistas y radicales de los cuarenta y de
los sesenta: y podemos observarle intentando constantemente definir su
propia posición en relación con tales doctrinas. Algunas notas dejadas,
para un proyectado artículo intitulado "Socialismo y cristianismo", que
nunca se escribió, muestran a Dostoievski volviendo a cuestiones por las
que ya se había enfrentado antes, en privado y en público, y colocándolas
ahora en la vasta perspectiva histórica de la grandeza y la decadencia de
las civilizaciones.
En las etapas primitivas de la sociedad, escribe, "Dios es la idea colectiva
de la humanidad, de las masas, de cada quien. Cuando el hombre vive en
masas (en las comunidades patriarcales primitivas, acerca de las cuales han
quedado leyendas), entonces el hombre vive espontáneamente." Pero "lue-
go llega el periodo de transición, es decir, mayor desarrollo, es decir, civi-
lización. (La civilización es un periodo de transición.) En este mayor
desarrollo surge un fenómeno, un hecho nuevo, del que nadie puede es-
capar; es el desarrollo de la conciencia personal y la negación de las ideas
464 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
•La vie de Jésus, de Ernest Renan, se publicó en 1863, y Dostoievski la leyó casi inmediatamente.
Esta afirmación puede ser ilustrada con muchos pasajes del libro de Renan, donde continuamente
habla de Jesús -aun cuando le trate como a un mortal, y no como al Hijo de Dios- como el ideal
incomparable de la humanidad.
Pero, cualesquiera que puedan ser los fenómenos inesperados del poivenir--escribe Renan en su
discurso final-, Jesús no será sobrepasado; su culto rejuvenecerá sin ct.'Sar; su leyenda provocará
lágrimas sin fin; sus sufrimientos enternecerán los mejores corazones; todos los siglos proclamarán
que entre los hijos de los hombres, ninguno nació más grande que Jesús. (Ernest Renan, Ouvres
completes, 10 vols. (París, 1949), 4, p. 371.]
"LA VITALIDAD DE UN GATO" 465
Los socialistas desean que el hombre renazca, para liberarlo, para imaginarlo sin Dios y
sin familia. Concluye que, habiendo modificado por la fuerza su vida económica cotidia-
na, alcanzarán su objetivo. Pero si se va a modificar al hombre, no deberá ser por razones
externas, y no de otra manera que por una trasformación moral. No abandonaréis a Dios
hasta que estéis convencidos por matemáticas, y a la familia hasta que las madres no de-
seen ser madres y el hombre desee convertir el amor en puro sexo. lPodéis lograr esto
sin armas? ¿Y podemos atrevernos a decir, de antemano, antes de hacer la experiencia,
que aquí está la salvación? ¿y con esto, arriesgar a toda la humanidad? iBasura occi-
dental! (20, pp.178-179).
La trasformación del hombre era una tarea mucho más difícil de la que los
"socialistas" estaban dispuestos a reconocer; necesario sería cambiar su
naturaleza moral para alcanzar sus metas; e intentarlo era arriesgar el des-
tino de toda la humanidad en un temerario juego con lo desconocido.
Los posibles resultados de semejante juego están descritos en una de
las notas que Dostoievski hizo para su revisión de El doble, que no habían
dejado de preocuparle, aun en la última parte de 1864. Describe allí el en-
sanchamiento del horizonte mental del señor Golyadkin cuando asimila
los últimos descubrimientos de la ciencia moderna:
Novedades que hacen girar la cabeza, en primer lugar, acerca de Garibaldi y, en segundo
lugar, acerca qel oxígeno y el hidrógeno. El oxigeno y el hidrógeno hacen que le dé vueltas
468 LA PRISIÓN DE UTOPÍA
Abeja del norte, La (publicación), 204 Beethoven, Ludwig von, "Las ruinas de Atenas",
Abrams, M. H., 465 187, 190
Academia de Arte de San Petersburgo, exposición Beguny (secta), 181. 334
anual para 1860- 1861 , 123 Bekétov, Círculo de, 44
Advertencia (volante), 207 Belinski, Pléyade de, '44, 9511, 302
Aksákov, Jván, 144-198, 319 Belinski, Vissarion G., 19, 20, 21, 44. 63, 6311,
Aksákov. Konstantin , 142-143 67, 81, 9611. 98. 110, 111-112. 141 . 152, 177,
Aksákov, S.T., 153, 278 211, 212. 21211, 247. 261. 346, 375, 377
A la generación joven (volante), véase Shel- Bélov, S. A .. 32611
gúnov, N. V. Bélgica, 234
Alejandro JI . 22-23, 42, 147. 178-183 passim, Benz, Ernst. 38511
i92, 204-205, 273, 359 Béranger. Pierre-Jea n, 190
Alejo, San. 12211 Berberova. Mina, 13
Al~mania , 234, 262, 301, 465; Baden-Baden. Biblia, La. 243; Antiguo Testamento, 305, Nuc:vo
339-340, 342-343, 353, 365; Berlín, 235-236. Testamento. 385
319 (Museo de arte, 236); Colonia, 236-237. Biblioteca de Lectura, La (publicación). 327
301; Dresde, 236; Eydkühnen. 235; Hambur- Blanc, Louis, 302
go, 353; Heidelberg. 229; Wiesbad e n. 237. Blanqui , Louis-August e, 246
327-329. 331-332 Blok. Alexander. 70, 11811
Annenkov, P. V., 71, 228. 365, 418 Boborykin . P. D.. 186
Antigüedad greco-romana , 122-123 , 346-34711, boceto fisiok)gico (moda literaria), 279
364, 464 bocetos de experiencias personales (moda lite-
Antónovich. M. A., 178, 225, 22511, 230-231, raria), 278-279. 283 , 286
262-263. 264n, 268, 382. 445, 450. 451; "El Booth. Wayne. 39711
Asmodeo de nuestro tiempo", 224-225 Botkin, V. P., 8711, 230
A11torcha, La (publicación), 45-51 passim. 66 Borshchevskii. S .. 8011
Apocalipsis de San Juan, 305-306, 382 Boyesen, Hjalnrnr. 216
ApolodeBelvedere, 119, ll9n Brornbert, Víctor. 14
Aquino, Santo Tomás de, 383n, 444 Brown, Edward J., 13
Arnold, Matthew, "Estrofas de la gran cartuja", Brown, Martha. 462
138 Büchner. Ludwig. F1w1za y materia, 192, 220
Askochensky, V. !.. Un Asmodea de nuestro tiem- Buckle. Henry TI1ornas, 407
po, 224 Bujarev, Al exis , véase Teodoro, Padre
Augier, É mile, 239 Bunákov, N. F.. 209-210
Auden, W.H. , 17 Byron, George Gordon, lord, 19
Austerlitz, 425. 425n
Austria, 98, 233 Cabet, Etienne, 31111, 312; Voyage en /carie, 311 ,
autobiografismo, 153 42511
autosacrificio, 22, 33, 57, 93, 223, 309-311, 362, Campana, La (publicaci6n), 8911, 194, 245, 271 ,
377, 432, 444, 465; véase también Cristo: 278
ideal de campesinado, 21-22, 90-91, 113, 140-142, 22211;
condiciones materiales, 21-22, 60-61, 262-
Bajtín, Mijaíl, 85, 43411-43511 265, 276; emancipación de los siervos, 23 , 62,
Bakmún, Mijaíl, 215, 238, 249, 271 127, 131.148, 154, 178-180, 209, 210, 35l;su
Ballanche, Pierre-Simon, 363 distancianúento de la da.•e rusa educada. 140,
Ballod, P. D., 206 199. 210, 222-223, 227, 230, 246. 257, 262,
Balzac, 24, 75 . fo Comklie H11111aine, 286; Pere 28 7-288, 295; obshchi11a , 48, 49, 144, 183-
Gorio/, 429 184, 194, 222. 309, 352, 387. 455; opirúones
Baudelaire, Charles, 106, 406 occidentalistas acerca del, 143- 144. 222, 310,
469
470 ÍNDICE ANALÍTICO
454; principios cristianos del , 57, 88. 254, 295, pio a111ropolágico de la fi/osofia, 56, 67, 135,
376; su representación en la lil eral ura ru sa, 16711. 369, 402. 408; ¿Qué hacer?, 323, 358-
126-129, 287-288; servidumbre. 23. 145. 288 365, 36011, 368-370, 36911, 393-394, 418, 423,
Can ción de lgor, 140 428, 449. 452; la relaciá11 estética del arte y
Candide, 434 la realidad, 110-112; Sobre las razo11es de la
Carlyle, llwma.<, 17, 71 caída de Roma, 123; véame tambié11 egoísmo
Camé, Marce!, "Les Enfanls du paradise", (filme), racional. hombre de la década de 1860, Palacio
105n de Crislal. utililarismo
Carus, Car! Guslav. Psi~¡ue, 66, 67, 67n, Chispa, la (publicación), 187, 258, 266, 270, 343
Casanova de Seingalt. Juan Jacobo, 104
Cassirer, Ernesl, 382 Da!, V.!.. 90
Catalina II. la Grande, 303 , 304 Dante, 229. 289; la divina comedia, 257
catolicismo romano , véase Dostoi evski : pre jui- d' Argens. marqués , 165-1 6611,
cios ant i-católicos Darwin. Charle.<. El origen de las especies, 270
Catteau , Jacques . 284 darwinismo social. 270-271, 456, 45611
Cervantes, El Quijote, 32, 33. 390, decembristas 47. l 79
círculos lil erarios. 44; véanse lambié11 por sus Defoe. Daniel. The Shortest Way With Disse11ters,
11ombres 306-39711
clases, conflictos de, 60-61 , 64. 83 , 105 delerm.inismo. 391 -39211. 399. 402-406, 413, 416
Cleopatra. 120-122. 132, 165. 410 Día, El (publicación) 13011, 141 , 144, 272
Considéraut. Viclor, la Desti11ée socia/e, 409. Dickens. Charles, 24. 35, 173 . 305. 43511, The Old
409-41011 Curiosily Shop. 150
Conslanl, V. D., 328, 332 Diderot. Denis. 391 -3 9211, 40911-41011, le Neveu
Co11te111porá11eo, El (publicación). 56, 80, 81, 87, de Ramem1, 39 l
8711, 88-89, 8911, 95. 103, 109-110. 124. 129, Dionisio el Areopagila, 38311
12911, i30-135 passim , 141 , 144 , 146-147 . Dobrolyuhov. N. /\ .. 23. 33, 3311, 50, 74, 79-80, 88,
178 , 182, 201. 207, 215, 217, 22111. 222. 225, 8<111, 103 . 109. 110-114, 11311, 119-125 passim,
227, 245 . 249. 261, 265, 268-269. 27 l. 323. 130-131. 146. 149. 190. 194, 213 , 215-216,
343, 36011. 360-361 , 368. 443. 44411, 445-448. 223-224. 22311. 361. 380, 448, 451; crítica a
450-45 l. 453; Humillados y ofmdidos, 115; "¿Cuándo llegará
Cook, James , capilán. 140 el verdad ero día ?", 3311; ''Gente pisoteada" ,
Copérnico. Nicolá.<, 267 149; "¿Qué es el oblomovismo?", 91-92
Corneille. Pierre. 117 Dolinin. A. S., 2911. 3111, 5311. 54. 24111, 298, 32311
Cristo, 33 . 8211, 118, 120. 371. 379. 380-381. 385. Domingos Escolares (movimiento), 186-187 ,
387. 389 ; id eal <le, 73-7411, 30611. 31 l. 374- 322-323
377. 381-382, 38311, 384. 38411, 385. 386, 387. Don Quijote. 32. 33. 3311, 390
413-414, 444. véase ta111bié11 Paraíso de Crislo Donoso Cortés. 31 l 11
cueslión femenina, 34. 35-36. 89-90. 120. 132- "2 más 2 igual a 5", 252
133 , 154, 194, 322.336, 353 Dostoievski. /\ndrei , 330, 437
cultura europea en Rusia. 63. 64, 76- 77, 87. 138. Dostoievski. Anna Grigoryevna (segunda esposa
140. 210. 266-267. 299-301. 303-304, 395 . de FMD). 12011, 32011
398. 419, 431. 434 Dosloievsk.i. Feodor M.ijáilovich:
Chernishevski, N. G., 23. 33. 56-57. 5711, 67. 74, actitud hacia los judíos. 131 - 13211, 27711; adm.ira-
80, 8711, 8911, 91, 104. 109-111, 114- 116, 121 , ción por Herzen. 48-49, 244, 246-249; aventu-
128-129. 12911, 130 134-147 pmsim, 154, 166. ra con Súslova. 322-327. 333-344, 352-353 ,
182-183. 187, 190, 194, 199, 200-204, 20311, 372; carácttr supersticioso, 331; creencias reli-
206-208, 211-212, 213. 214, 220-221, 213, giosa.<, 21. 8211. 373-389; encuentro con Her-
214, 220-221, 223-224, 22311, 225, 245. 248, zen (Italia). 350-353; encuentro con Herzen,
265-266, 295-297, 358, 359-360, 364. 380, (Londres). 244-248, 24511; fama literaria, 41,
392-3 93. 396, 404, 406-407, 445. 449, 450- 65, 133. 186. 244. 274 , 278; francés , cono-
451, 452-453 , 455-457; hisloria de sus publi- cimiento del. 308; juego, 237, 327-333, 342-
caciones. 359-361; y el idealismo sentimental 243 . 353; lecturas públicas, 35-36, 186, 188-
de la década de 1840, 370; su influencia. 359- 189; opiniones políticas, 11 , 22, 142-143 , 170,
360, 36011; una respuesta de Padres e /1ijos, 178. 185-186. 191. 196. 167-168, 390, 417;
361 ; suefio sobre el futuro. 363-365; ¿No ha prejuicios anti-católicos. 240, 243-244, 340,
empez.ado ya el cambio ?, 126-129; El pri11ci- 346, 347; viaje a Europa e n 1862. 1 l. 233-244;
ÍNDICE ANALÍTICO 471
viaje a Europa en 1863. 319. 327-354 passim; 295; Dimitri. 69. 294. 295. 381; Feodor Kara-
vida en prisión, 21-23 , 53. 57. 64; opiniones mázov , 122; Grigori , 90; lván , 38411, Leyenda
sobre el arte, 72, 108. 110-122. 123-132; sobre del Gran Inquisidor, 326, 466
los europws y la cultura europea. 83-85. 103. H11111illados y ofe11didos. 24, 43. 83. 95,
238-240. 298-309. 311-312. 467; sobre la 148-174, 207. 274, 27411, 394. 434, 439; alu-
familia y el matrimonio. 380-381; sobre la siones tópicas. 153-154, 155, 156. 170-171;
irracionalidad humana. 21. 24. 107 . 108. 164. egoísmo, tema del, 159. 160, 161-163, 164,
165. 167. 297. 313-315. 332. 333. 391. 396; 16511, 166; eslructura narrativa, 151-153. 159,
sobre el significado de la vida humana, 373- 162. 173; perdón, tema del, 154, 160; reacción
374, J/8-380, 381-382, 414 ; sobre la psique en su época. 153- 154; romanticismo ingenuo,
humana . 21-22. 55-57. 107-108 , 136. 168. 158-160, 162. 165. 169, 173; social-h umani-
313. 40'.l tarismo, 155 . 158 , 163 , 164, 166; Alyosha,
OBRA (en general): 150. 160-162 , 169-170, 171-172; ljmenyev ,
dialéctica de la vanidad, 302. 420-421. 422- 151-152. 157-158. 159-160 , 162; lván
424, 425. 432; escatología ideológica . 55. 315. Petróvich. 150-154. 156-158. 161 - 166. 168-
377. 394-395. 433-434; forma skaz. 293; 169. 16911 . 170. 172-173; Ma.<loboev. 152.
humanismo, 92-93. 158. 276. 376, 396; ironía 156. 162, 169; conde Nainsky. 152 ; Narasha.
invertida, 301 , 303. 314. 406. 433; lec1or/in1er- 150-152; 154. 156. 157, 159-162, 168 . 16811.
locutor imaginario. 55, 83. 85-87. 141. 301. 172-173; Neily. 151 -153. 161-162, 16'!. 171;
434-435n; rea lismo fan1ás1ico , 96-102. 128; Nikolai Serg eev ich. 151. 156; prín cipe Val -
sadismo. 167-1 68n; véanse ta111hién eslavófi- kovsky. 122. 151 -164 passim. 1651111. 165-170.
los. hombre de la década de 1840. hombre de 17111, 173 . 315. 410. 432
la década de 1860. occidenlalisla.< El idiota. 99. 104. 124. 374. 387. 436. 463;
OBRA (individualmente): lppolit. 126; Mishkin. 34. 171-1 72. 239; Nas-
La aldea de Stepm1chikovo. 41. 46. 158 . lasya Filippovna. 170-1 72
162. 394. 41 8; corond Rostanev. 72. 158; Fo- l/11 jol'en i11rnlto. 99. 104. 124. 247-24X,
má Fómich. 158; Vicloplyasol'. 91 467
Apuntes de invierno so/ne i111¡1resimll'S de El jugador. 328. 338-349 passim
vermw, 24 . 230. 234-235. 242. 244. 250. 255. Netochka Ne:.v1101't1, 20. 36
298-315. 361. 363. 368-369. 369n. 387. 395. Notas de la casa de los muertos, 24. 35. 41.
406. 414-415; paralelismos co11 Notas desde e/ 51-58 . 90. 11 3. 186. 188. 201-202. 22S. 245 .
subterrál!eo,298-304 ¡)(lssim. 313. 314-315; 255. 257. 261. 274-297. 27411. 293n, 363. 375.
véase también Palacio de Crislal 379. 439. 445-446. 459. 461; su censur;i, 52-
Un asu1110 e11ojoso, 258-261. 451 54; estructura narrnriva. 279-2 87 , ~; énero.
"Carta.< sobre el arre". 111 2741!, 275. 278. 285; historia de su publi-
El cocodrilo, 439. 441. 451-457 cación , 51-52. 57. 27411; su ri gor h1stórico,
"ll11a confesión" '. 369 275-276; "Suplemenro". 54-55, 57. ú 1. 315; d
"lln corazón débil". 72. 96. 98. 100 águila herida. 290. 29311; Akim Aki11 ,ich. 281;
Una criatura be11igna, 47. 373 editor-narrador. 279-280. 294; esce11.1 del ha-
Crimen y castigo. 47. 65. 106. 10611. 170- iio . 289; espo.<o de Akulka. 291 -2' ":i . 29311;
171n, 261 , 270. 288. 29). 333, 345, 359. 463; Fil ka Morozov. 292-293. 29311: Gnr:-.mchikov,
Katerina lvanovna. 320; Luzhin. 457; Raskól- 280-281. 282-283. 29311; llinsky. ~ <) 4 ; Mijai-
nikov, 51 . 227-228. 270- 271. 333. 363. 432. lov, 182. 28111. 293; Nastasya lvan » vna. 296;
457 , 467. 468; Razumijin. 295; Sonia. 51 . 432 ; Suslúlov. 291
Svidrigailov. 105. 122. 134. 168 Notas desde ,,¡ subterráneo. 12. 24. 88 ,
Diario de u11 escritor. 124. 154. 165n. 196. 106. 107. 122. 134-136. 148. 16911 269. 297.
35 l, 452; muzhik Marcy. 254 323. 348. 370-372. 375. 382, 38'! . 3'!0-435.
El doble, 19. 98. 101. 348. 369. 467; Gol- 391-392n, 39711, 398n, 409-41 011. 438. 440,
yadkin. 19. 72. 1Ol. 348. 369. 468 442 . 444. 44411. 447. 456, 46 3; .ou ce nsura,
Los e11demmiiados. 47. 124 . 130. l 80n. 368, 371; esrruclura narrativa. 390, 399-400;
187 , 189 197-198 . 211. 261. 371. 463. 467 ; su gestación. 365-370. 3691m; polémica contra
Kiríllov. 137; Lembke. 211. Shatov. 137. 336: el egoísmo racional. 393-394, 39'!-4 13; reac-
Stavroguin. 86. 105. 122. 137. 168. 249. 336; ción en su época, 391. 435; sátira del social-
Pedro Verjov cnski. 359. 433 ; Stepan V er- humanitarismo. 417, 41 9-420; Apolonio. 429,
jovenski, 131 , 18011. 4 33 430; el gallinero. 414-415; ei·hombre del sub-
Los her111anos Kara1111i2ov. 106. 12211. 257. terráneo, 55. 87. 101. 136. 173. 304. 313. 314.
472 ÍNDICE ANALÍTICO
333. 349. 366. 369-370. 375. 390. 39111, 392, emancipación de los siervos: Féase campesinado:
391-39211, 393-433 ¡>assi111. 442-444, 466; el emancipación de los siervos
hormiguero. 301. 313. 411-412. 415; lec- Emerson, Ralph Waldo. 298
tor/interlocutor imaginario. 404. 406. 433; Engels. Friedrich. f .a situación de la clase obrera
Liza. 173, 393. 417, 419. 423. 428 -432; el mal en Inglaterra. 131. 306n-30711
del hígado, 301. 314; la ni eve derretida, 417; Época. La (publicación). 59, 78, 292, 344, 357-
Setochkin. 369; l'éase ra111hié11 Palacio de 358. 365. 367-368. 371-372, 395, 436-443,
Cristal 44411, 448-451. 458, 460-462, 463
U11 pequetlo héroe, 41 E.<cuela Nacional. 21, 141
Pobres gentes, 19, 97. 141. 149- 151, 154, e.<lavófilos: .<u ideología. 48, 49 , 60-62, 63-64,
155. 164. 244. 261, 274. 370. 394; su uso en 70. 138. 346-347; y Dostoievski, 81-82, 142-
Hu111illados y ofe11didos, 155-156. 160. 169; 145, 177-178. 344-345 . 346-347, 34711, 38311,
De vushkin, 72 440-441
Pobmkov, 406n, E.<paña. 99. 115
"El sefior -bov y la cue.,tión del arte". 11 (\ Estados Unidos. 249. 408
··EJ sefior Projarchin". 101 Europa, 48. 61. 63. 73. 105, 123, 130, 145, 183 ,
" El señor Schedrin o un cisma e ntre los 201. 207. 233-235. 250. 298-304, 306-309 ,
nihilista., ... 442, 447-448. 450-451 311. 31111. 334. 345-34711. 349. 352, 422, 440,
"Sobre el crimen". 228 455.462,465
"Socialismo y cristianismo". 463-465 Evgenyev-Mak,imov, V .. Sovreml'miik pri Cher-
El sueíio dl'i río. 41. 394. 425 11yshevskom i Dohry11/ml'e, 8911. 450
El .<111'!10 d" un /um1bre ridículo. 467 Estrella Polar. !11 (publicaci ón). 125
Utilidad v 111oml. 129 existe.nciali smo. 72. 390
"Vida de un gran pecador". 377 ex1m'!s ionismn. 390
Visiones ¡Jefershurguesas en verso y e11
prosa, 83. 94- 103. 154 Fagles. Robert. 14
Dostoievski. María Dim.itriev na (primera esposa Farina . .lean-Maria. 237
de FMD). 37. 46. 76. 198. 234. 320. 32011. Fausto. 390
321. 324, 328. 331, 336. 343. 354, 367. 370. Favre, .Tules, 240
372.373.389.436,458.45811. 45<).462.465 Fenichel. Otto. 329-330. 331
Dostoievski. Mijafl Mijáilovich. 20. 29, 30. 37, Ferguswn , Franci.,. 7. 13
38, 42-43, 46. 59-60. 69-70. 75. 82. 149 . Fet. A. A., 288; "Diana". 117-119, 122
185, 203 . 205. 206. 231. 237. 250. 266. 273, Fwerbach. Ludwig . 114. 378; La esencia del
324, 328-33:. 342-344. 357. 358. 365. 367- cristianismo, 192
372. 436-437 . 438 -439. 442-443. 458-460; Fichte . .lohann Gottlieb. 466
obras periodísticas, 46. 47; sobre Ostrovski. Fondo Literario. 31-32. 34. 132. 186-187, 327,
49-51 436; veladas literario-musicales, 187-192, 200
Dostoievski. Nicolai , 438 Fonvizin, Denis. 267. 302; Carlas des(ie Fmncia,
Dowler, Wayne. 5911 298.303
Druzhinin, A. V .. 34. 87n Fonvizina, Natalia. 377
Dryzhakova, El ena . 245n Fourier. Charles . 33. 31 ln, 363, 409-41011, 442,
Dudyshkin. S. S .. 112. 137-138 447. 542-543
Dumas, Alexamkr (hijo). 239 fourierismo. véase socialismo utópico
Dumas. Akxander (p~dre). 126. 140 Francia, 104. 195. 234. 238. 241. 271 , 299, 302,
Durov, Sergei. 32; l'éase también Palm-Durov, 304. 308. 3 14. 327. 391-392n; París, 215, 234,
Círculo de 23¡ :1s. 241-242. 254. 256, 300. 304, 3os,
Edad de Oro de Grecia. 467 319-320. 323. 327-328. 330, 333, 335, 339-
egoísmo. 21. 23. 91, 138, 167 . 169-173. 257. 296. 341. 350. 353-354.435
30711, 312. 314. 315. 331. 375-378. 384n. 385- Freud, Sigmund. 329. 390
395 passi111. 419, 420. 422. 428 Friulender. G. M.. 34n. 35n, 47. 4711. 4811, Sin,
egoísmo racional. 213. 313-314. 332. 340-341. 113n. 113-11411. 12411
361-363. 392; l'éase ra111bié11 Dostoievski:
Notas dcsdl' l'i .wbrerrá11eo Gaceta de Moscú (publi cación). 272
Eichenbaum. 13 ori.,, 286 Gacela de Sa 11 Pererslmrgo. La (publicación). 94.
e mancipaci ó n 1le la muj er. véase cues tión fe- 205. 358
menina Gadamer. H. G .. 39811
ÍNDICE ANALÍTICO 473
nihilistas, 74. 80, 213, 221-223. 271, 359, 366 perdón. 147, 152. 160. 431; véase• también Dos-
Nikitenko, A. V., 319 toievski: H11111illados y ofcwlidos
Noticias de la Patria (publicación). 109. 111-112, Peri eles, 1O1
137, 140, 142.255 per.•onalidad. véanse egoísmo, egoí.•mo racional,
novela anti-nihilista. 359 psique
novela-fo/letón, 24. 96. 141. 150-153. 155, 158. Petrashevski, Círculo de, 29. 32. 39, 44. 47, 69,
162-163. 173.27~434 70, 170,202, 244, 282,417
novela gótica. 24. 151. 174. 434 Petrashevski, Mijaíl, 45, 110
novela libertina francesa. 167 Pétrov, Anton. 90. 180, 18011, véa.w• también Ru-
sia: Bezdna, masacre de
Oblomov. 92 Pirógov, N. l., 147
Obrúchev. V. A., 182. 187 Pisárev. Dimitri, 146, 222, 225-228. 230-231 ,
occidentalistas (grupo ideológico ruso), 30, 48, 271 , 441 , 445, 455. 455n. 456. 456n; "Esco-
49, 60. 63. 67, 68 , 133 . 151. 155, 167. 171. lasticismo en el siglo XIX" , 222n; "Flores de
172, 188, 221. 284, 290. 291. 293, 29311, 296. humorismo inocente", 447
297, 327, 343 , 352; y Dostoievski, 67. 92-93. Pisemski, A. F.. 12. 34. 36. 39. 71, 127, 358; Un
134. 141-144, 210, 278 amargo desti110, 50; Lo.~ mares tormentosos,
Ogárev, Nicolai, 192, 211, 248; "El cuento de un 12. 358-359
oficial de estación", 125 Plejánov. G. V .. 36011
Oneguin, 91, 139 Pleshcheev. Alexei, 32. 39, 41, 79, 130, 182
Opi11ión Nacio11al, ÚI (periódico francés). 339 Pochven11ichestvo, 59-60, 62-63, 74, 81, 110,
Orígenes. 385n 177-178.262. 268. 319,439, 442.450
ortodoxa orien tal, fe. 73, 8211, 118-11911, 347. Poe. E. A .. 106-108; The Black Cat, 107; The
352, 376. 383, 38311, 385n, 388. 391; Raskol. Devil i11 rhe Rl'lf1y, 106; Th e Tell-Ta/e Heart,
62-63, 267; raskol11iki, 63. 90. 180 107
Ostrovski, A. N., 49. 70, 88. 127; La telll/l<!stad, Pogodin. M. P.. 79. 81
47,50 polaco. levanl amiento. 270-271 , 347, 451
Otelo, 292 Polonsky. Ya. P.. 36. 69. 233
Otto, Rudolf, The Idea ofthe Holy, 142. 16411 Pomyalovsky. N. G.. Esbozos del semiluirio, 266
Poretsky, A.. 439
Pablo, San, 381 Praz. Mario, 168
Palacio de Cristal (Londres). 305. 364; en A¡m11- Prensa Libre Londinense, 49
tes de invit~1no sobn' imprt'SÍ01ws de verano. Prensa Rusa Libre, 49. 182
305. 30611, 314; en Notas desde el .rnbterrá- Proffer. Carl. The Unpublished Dostoievski, 13011,
11eo, 382, 409-412. 414. 415; en ¡Qué hacer?. 27411
364, 382. 408-409. 409. 41011, 446-447 Prondhon, P. J .. I '.\ 1, 302. 38411; Systeme eles co11-
Palabra Rusa. ú1 (publicación), 146, 207. 222. 1radictio11s économique.~. 383-384
225. 271. 441 , 445-446, 447. 450. 453 . 455. Przybylki. Rys7.ml. 38311
456 psique: impulsos irracionales, 21 , 24, 72. 107. 167,
Palm-Durov, Círculo de. 44. 48. 142 301, 312-313. 396; nece.•idad de sentirse libre,
Panaev. l. l., 8711, 95, 9511, 103. 109. 244 22. 24. 53-57. 67, 104, 136. 302. 313-314. 363,
Panaeva. Avdotya, 38 369. 402, 408. 410-411, 41211, 433. 461
Panteleev. L. F .. 35, 3511, 189 Pushkin. A. S .. 70. 84. 111. 113. 137-138. 217,
Paraíso de Cristo. 378, 387 220. 267. 449; El caballero avariento. 99. 102,
Pascal, Blaise, 17, 379 348; El disparo. 427; Eugime Onegin. 137-
Pa5cal. Pierre. 28511 138. 139 ; La hija del capitán , 70-71; RI jinete
patricio-liberales, véase hombre de la década de de bronce, 100. 11811, 418; "Noches egipcias",
1840 120. 122. 123. 132· 133 , 134, 137. 410; "El
Pávlov, l. (L. Optukin), "Oriente y Occidente en poeta y la muchedumbre.", 120n
la literatura rusa". 49 Putyata. coronel. 20 l. 203
Pávlov, Platón. 35. 186-188. 189-191
Paxton, sir .lo.•eph. 139 Quatrefages, Jean-Louis. The U11ity of the l/u11ui11
Pedro, San, 346 Race, 45611
Pedro 1, el Gra11de, 50. 62, 70, 85. 180, 299. 395;
sus reformas , 62. 145, 262 Racine. Jean, 117
pena capital. 47 Radcliffo. Ann. 233. 302
476 ÍNDICE ANALÍTICO
Abreviaturas. . ....... . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Prefacio . . . . . ....... . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Transliteració11 y textos. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Introducción. . ....... . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
PRIMERA PARTE
U11 tiempo de esperanza
SEGUNDA PARTE
La époco de las proclamas
TERCERA PARTE
Poli11a
CUARTA PARTE
La prisión de utopía