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Decálogo de la Persona Competitiva

Por Carlos Nava Condarco

La persona competitiva es producto de la suma delicada de conocimiento,


racionalidad e inteligencia emocional.

Cada uno de estos elementos (y los innumerables factores que los componen),
definen su comportamiento. Y lo sitúan en determinada posición en relación a
otras personas y profesionales que compiten por los mismos objetivos o
resultados.

La competitividad tiene más de verso que de prosa. Más de poesía que de


ensayo. De inteligencia emocional que de esfuerzo y conocimiento.

Este es el decálogo:

1.- La persona competitiva nunca se orienta por lo que representan o


consiguen otros. Se enfoca siempre en superar su propio estado.

La persona competitiva considera el resultado como producto de SU


desempeño, nunca del desempeño de los demás.
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2.- ¡El hombre “ganador” por antonomasia no existe!, puesto que nadie
gana siempre. Lo que corresponde es sostener una condición
permanente. Una que pueda conducir con frecuencia a la victoria.

3.- No hay estado óptimo o condición idónea. El objetivo es solo


construir un estado mejor que el anterior, permanentemente.

No hay “corona o laurel”, solo el premio por la victoria interna, y la satisfacción


íntima de sentir el crecimiento en cada célula.

La persona competitiva corre por la vida con una zanahoria atada a la frente.
Nunca la alcanza, pero disfruta de un proceso que en sí mismo es genuina
victoria. Esto es algo que pocos conocen: la realidad del proceso como victoria
y no solo como evento.

4.- Perdedor será siempre quién se considere un “producto


terminado”. En tanto quién se entiende perfectible crece con cada
victoria que alcanza sobre su condición.

Considerarse un ser perfectible es muy diferente a ser “perfeccionista”. Existe


distancia entre quien se sabe honestamente imperfecto y aquel que cree que
todo debe hacerse a la perfección.

5.- La competencia es más grande que la victoria e infinitamente


mayor que la derrota.

La persona competitiva entiende que la competencia no le está privada a


nadie, ¡todos pueden competir! Esto genera una visión del mundo llena de
posibilidades. Y pocas cosas producen más energía positiva. Si es un hecho
que TODOS ganarán o perderán alguna vez, entonces no son importantes la
victoria o la derrota, lo significativo radica en la posibilidad de competir.

6.- La persona competitiva conoce la victoria antes de ganar, y de ésta


manera nunca pierde. Esto es lo que consigue el mero hecho de amar
la competencia, y aquello que ignoran las mentes mediocres.

Ganar o perder son eventualidades que suceden en la ruta, pero acontecen


estrictamente a quien ha emprendido viaje.
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7.- La “mejor versión de uno mismo” NO tiene competencia.

La persona competitiva sabe que todo ser humano llega a éste mundo con
dones y cualidades incomparables. ¡No existen dos modelos de hombres
iguales! En esto no hay comparación y no puede haber, por supuesto,
competencia. Cada quién es un ganador desde que nace.

8.- La persona competitiva sostiene que el éxito está asociado a la


competencia, no a la victoria o la derrota.

La obligación es competir. Y quién lo hace con ahínco, gusto y acudiendo a las


virtudes de la “mejor versión que tenga”, es una persona que alcanzó el éxito.

9.- En una cultura que mistifica la victoria, la persona competitiva


afirma: Únicamente pierde aquél que quiere ganar. Sólo gana aquel
que compite. Compite con ventaja quién se supera a sí mismo. Quién
se supera a sí mismo no ha sido derrotado.

Si no existiera la derrota no tendría sentido la competencia. Sin la existencia


del fracaso, la vida privaría del mayor maestro que existe. Si no existiera la
derrota ¿en términos de qué se mediría la grandeza? Sin la existencia del
fracaso, el hombre nunca podría alcanzar la humildad

Y sin humildad el hombre perdería su futuro…

10.- No importa qué tan bueno seas, sino qué tan bien hagas las cosas.
E importa menos lo bien que las hagas en tanto no sean realizadas
mejor que los demás.

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