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Causa N/ 12.

216 -Sala I-
Quiroz, Ernesto
s/recurso de casación.

Cámara Nacional de Casación Penal


Reg. nº 15.893

//la ciudad de Buenos Aires, Capital Federal de la República

Argentina, a los 26 días del mes de mayo de 2010, se reúne la

Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal, integrada por

el doctor Juan E. Fégoli como Presidente, y los doctores Juan

C. Rodríguez Basavilbaso y Raúl R. Madueño como Vocales, a los

efectos de resolver el recurso de casación interpuesto por la

defensa en esta causa N/ 12.216, caratulada: “Quiroz, Ernesto

s/recurso de casación”, de cuyas constancias RESULTA:

1/) Que el Tribunal Oral en lo Criminal N/ 4

resolvió -en lo que aquí interesa- condenar a Ernesto Quiroz a

la pena de siete años de prisión, accesorias legales y costas,

por considerarlo coautor penalmente responsable del delito de

robo agravado por haberse cometido con armas, reiterado -dos

hechos- en concurso real con resistencia a la autoridad -este

último en calidad de autor-. (art. 166 inciso 2/ primer párrafo

y 239 del C.P.).

Contra dicha sentencia interpuso recurso de

casación la defensa del nombrado; concedido, fue mantenido en

esta instancia (fs. 296/311; 312/vta. y 321).

2/) Que la defensa fincó sus agravios en ambos

incisos del art. 456 del C.P.P.N.

Señaló en primer término -respecto del hecho

acontecido el 16 de enero de 2009- que no existe certeza acerca

de la capacidad de su ahijado procesal para comprender sus

actos y dirigir sus acciones, razón por la cual debió aplicarse

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el principio “in dubio pro reo” absolviéndolo del atraco que se

le reprocha.

Al respecto, indicó que según lo declarado por

su asistido y en función de los dichos de testigos el nombrado

padecía un cuadro de intoxicación alcohólica al momento del

hecho que impide tener por comprobada su capacidad de

culpabilidad.

Objetó también la forma en que el tribunal

valoró la prueba rendida en el debate en la cual hizo reposar

la coautoría responsable de su pupilo, tachándola de

arbitraria.

Agregó que en todo caso el delito de robo que se

le imputa debió considerarse en grado de conato, en tanto el

plan delictivo resultó frustrado merced a la inmediata

detención del justiciable y a la carencia de prueba sobre la

preexistencia del dinero.

Agregó que tampoco se acreditó con el grado de

certeza que requiere un pronunciamiento de condena, la

utilización de un elemento punzante como arma impropia, siendo

que la víctima fue contundente al señalar que no reconocía el

elemento secuestrado.

En punto al delito de resistencia a la autoridad

que también le fue atribuido, resaltó que no encuadra en dicha

figura legal la acción desplegada por su pupilo en tanto se

limitó a contrarrestar la agresión que le propinaran los

agentes del orden al abordarlo para apresarlo, por cuanto nadie

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Quiroz, Ernesto
s/recurso de casación.

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está obligado a dejarse llevar detenido y no resulta ilícito

oponerse a ello.

En relación con la condena recaída respecto del

hecho acontecido el 18 de noviembre de 2008, destacó que no se

han arrimado pruebas al debate que permitan afirmar que los

hechos se sucedieron tal como los relató el damnificado,

configurándose al respecto un estado de duda insuperable que

debe ser resuelta de la manera más favorable al procesado.

En definitiva postuló la libre absolución de su

pupilo y, en subsidio, la recalificación de la conducta que se

le imputa.

Finalmente, hizo reserva del caso federal.

3/) Que, durante el término de oficina (art. 465

del C.P.P.N.) el Fiscal General ante esta instancia presentó el

escrito glosado a fs. 323/326 postulando el rechazo del remedio

articulado por la defensa y la consecuente confirmación del

veredicto condenatorio.

4/) Que, superado el trámite previsto por el art.

468 del C.P.P.N., las actuaciones quedaron en condiciones de

ser resueltas. Efectuado el sorteo de ley para que los señores

jueces emitan su voto, resultó el siguiente orden sucesivo de

votación: doctores Juan E. Fégoli, Raúl R. Madueño y Juan C.

Rodríguez Basavilbaso.

El doctor Juan E. Fégoli dijo:

A) Hecho del 16 de enero de 2009.

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En trance de abordar los planteos traídos a estudio

por la defensa respecto de este hecho, es menester -en primer

término- reproducir los extremos que constituyen el núcleo

fáctico que el tribunal de juicio tuvo por acreditado en el

pronunciamiento puesto en crisis.

Así, a fs. 278 y ss., el sentenciante consideró

demostrado que el 16 de enero de 2009 alrededor de las 13.00

hs., en la intersección de las avenidas Amancio Alcorta y

Perito Moreno de esta ciudad, Ernesto Quiroz en compañía de una

mujer y un travesti -cuyas identidades se desconocen- se

apoderaron mediante el empleo de un cuchillo de la cantidad de

cien pesos propiedad de Adolfo Ismael Franco cuanto todos ellos

se encontraban a bordo del vehículo -taxi- que conducía el

damnificado.

Los extremos fácticos descriptos se tuvieron por

demostrados -en lo substancial- a partir del relato de la

víctima quien atestiguó que los tres sujetos abordaron su

vehículo de alquiler en las cercanías de Alcorta y Carrillo, y

luego de efectuar un trayecto, cuando la mujer le indicó que

ingresara al Barrio Espora, el damnificado se negó, ante lo

cual Quiroz lo tomó del cuello y le apoyó sobre su cintura un

cuchillo al tiempo que la mujer revisaba los compartimientos

del vehículo y le sustraía la cantidad de cien pesos.

Continúo relatando la víctima que tras ello la mujer

y el travesti huyeron del lugar mientras Quiroz mantenía un

forcejeo con el declarante dentro del vehículo, hasta que

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finalmente arribó al lugar personal policial que luego de un

intenso forcejeo logró reducir y esposar al prevenido quien se

resistía propinando golpes y patadas, momento en el cual a

Quiroz se le cayó de su cintura un cuchillo “Tramontina”.

Completan el cuadro probatorio los coincidentes

relatos de los preventores que intervinieron en el

procedimiento de detención de Quiroz en el interior del taxi

conducido por Franco e incautaron el cuchillo tramontina que

portaba el justiciable, así como los dichos de los testigos de

actuación.

Ahora bien, compulsado el razonamiento desarrollado

por el juzgador meritando el plexo cargoso, tengo para mí que

el juicio de reproche formulado respecto de Quiroz reposa en un

cuadro probatorio prudentemente valorado, con estricto apego a

las reglas de la sana crítica.

Así, de la lectura de la argumentación desarrollada

a fs. 283 vta./286., se advierte que el tribunal analizó

pormenorizadamente el descargo formulado por el procesado

descartando su versión exculpatoria tras contrastarla con el

resto de las probanzas.

Por lo demás, se advierte que los agravios

introducidos en esta instancia por la defensa reeditan

cuestiones ya planteadas por esa parte al momento de formular

su alegato en el debate, las cuales recibieran por parte del

tribunal de mérito completa y razonada respuesta conforme surge

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del pormenorizado análisis desarrollado en el veredicto, y en

la medida que el recurrente no ha aportado en esta instancia

nuevos argumentos que permitan conmover los sólidos fundamentos

en los cuales el a quo sustentó el veredicto de condena, su

embate casatorio no puede tener favorable acogida.

En efecto, el sentenciante descartó con

razonable criterio la causal de inimputabilidad que -con

sustento en el artículo 34 inciso 1/ del ordenamiento

sustantivo- alegó la defensa, quien señaló que al momento del

hecho su pupilo -según sus propios dichos vertidos en ocasión

de ser indagado- se encontraba totalmente ebrio.

Para dar respuesta al planteo -y ante la

falta de un análisis de sangre debido a la oposición del

incuso- el tribunal evaluó los testimonios rendidos en el

debate, concluyendo que el olor a alcohol percibido por el

damnificado y el ánimo exaltado apuntado por los testigos en

modo alguno permitían aseverar válidamente que la ingesta

realizada por el imputado fuera de tal entidad como para causar

la falta de comprensión de la criminalidad del acto o la

imposibilidad de dirigir sus acciones.

Al respecto, el sentenciante precisó que

conforme los dichos del damnificado, el imputado no se

encontraba ebrio, y si bien su aliento olía a cerveza, lo

escuchó hablar durante el trayecto de manera coherente en

especial con el travesti que iba sentado a su lado, a lo que se

adunó la rápida reacción de Quiroz cuando -tras negarse el

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damnificado a ingresar al Barrio Espora- aquél lo tomó del

cuello. A ello adunó el a quo la firme oposición del encartado

a su arresto, actitud que denota un cabal conocimiento de lo

que estaba ocurriendo y de las consecuencias que se avecinaban

para el caso en que fuera efectivamente aprehendido.

Dicha conducta, resulta reveladora de un

grado de lucidez incompatible con la anulación de la conciencia

propia del estado de embriaguez completa, lo cual evidencia la

improcedencia de aplicar la causal de inimputabilidad invocada

por el recurrente.

Sobre el particular, lleva dicho esta Sala

que la mera alegación de una ingesta de alcohol no alcanza para

hacer aplicable la norma exculpatoria, sino que es menester que

la acción de elementos químicos incorporados al organismo

produzcan la falta de comprensión de la criminalidad del acto

o la dirección de sus acciones, circunstancia que debe

probarse concretamente y no presumirse. Aún en el caso de que

se hubiese acreditado que el procesado se encontraba

alcoholizado, habría que haber determinado si esa supuesta

ingesta de alcohol era voluntaria o involuntaria, y verificar

el grado de alcoholización, aspectos que resultan determinantes

a los fines que se examinan, en tanto debe tratarse de una

ebriedad completa e involuntaria de modo tal que impida

comprender la criminalidad del acto o dirigir sus

acciones.(confr causa “Amaro, Julián Hernán s/recurso de

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casación”, causa n/ 7998, reg. N/ 11.150 rta. el 17/10/07)

Ahora bien, ante la ausencia del aludido peritaje, el

sentenciante ponderò si alguno de los elementos de convicción

colectados permitían arribar a aquella conclusión; examinados

esos fundamentos por este Tribunal, con arreglo al sistema de

la sana crítica racional (art. 398, 2/ párrafo del C.P.P.N.),

tampoco se advierten en este punto fisuras de razonamiento que

permitan avizorar vicios lógicos que invaliden la conclusión

a la que arribó el órgano sentenciante referente a que pese al

supuesto consumo de alcohol, Quiroz estaba consciente, con

comprensión de la criminalidad del acto y la dirección de sus

acciones al momento del hecho.

Para concluir con el examen de este embate, es dable

precisar que la defensa se limitò a invocar la inimputabilidad

de su ahijado procesal pero no introdujo argumentos que

permitieran mutar la sólida incriminación a la que arribó el

sentenciante (conf. esta Sala, in re: “Carballo, Diego

Sebastián s/recurso de casación”, causa n/ 8211, Reg. 10.933,

rta. el 30 de agosto de 2007).

Por lo demás, tampoco advierto fisuras en el

razonamiento por vía del cual se tuvo por demostrado el empleo

de un arma en el contexto del robo, extremo que queda

indubitablemente comprobado a través del testimonio del taxista

quien relató pormenorizadamente la forma en que el imputado

-que se hallaba sentado en el asiento trasero- lo tomó del

cuello desde atrás y al mismo tiempo le “hincó”, lo “pinchó”

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con algo punzante en su cintura -ver fs. 284-, testimonio que

encuentra corroboración en el secuestro del cuchillo tipo

Tramontina que se le cayó a Quiroz cuando forcejeaba con los

policías que intentaban reducirlo.

Por tal virtud, considero que la aplicación del

agravante preceptuado en el artículo 166 inciso 2/ del catálogo

sustantivo se encuentra ajustada a derecho.

Tampoco puede tener favorable acogida el planteo

por vía del cual considera que el delito de robo debió quedar

en grado de conato.

Al respecto, una vez más se advierte que el

tribunal ponderó con razonable criterio la prueba colectada

considerando demostrado que al darse a la fuga los compañeros

de Quiroz se llevaron obviamente el dinero sustraído -ver fs.

288 vta.-, conclusión que -examinada a la luz de las reglas de

la sana crítica- se encuentra a salvo de la tacha que le dirige

la empeñosa defensa y permite ubicar la conducta del

justiciable en el estadio de la consumación, tal como

correctamente lo señaló el tribunal al tipificar su accionar.

Finalmente, y en punto al embate que dirige

contra el reproche que se le formula en punto al delito de

resistencia a la autoridad, es dable poner de resalto que -de

adverso a lo argumentado por la defensa- y con estricto ajuste

a la plataforma fáctica razonablemente fijada por el juzgador

en la anterior instancia, la conducta de Quiroz no se limitó a

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un mero forcejeo sino que el justiciable intentó resistirse al

arresto propinando golpes y patadas, lo cual requirió la

convocatoria al lugar de un móvil de apoyo para poder esposarlo

(confr. testimonios reseñados a fs. 280/281).

En tales condiciones, es dable concluir -como

correctamente lo hizo el Tribunal- que se trata de un hecho

independiente del robo agravado que damnificó a Franco,

“...toda vez que después de que sus compañeros se dieron a la

fuga, llevándose obviamente el dinero sustraído, el imputado

permaneció dentro del vehículo...fue en esa situación cuando a

raíz de la gente que cercaba al taxista, la policía se hizo

presente, esto es, cuando el robo ya se había consumado.

Concretamente a partir de allí se inicia la resistencia que

opone el imputado frente a la orden de los oficiales quienes al

no lograr que Quiroz descienda voluntariamente del vehículo

tuvieron que sacarlo a la fuerza necesitando asimismo la

colaboración del Subinspector Aquino cuando ya fuera del rodado

no conseguían esposarlo...” -ver fs. 288/vta.-

En tales condiciones, la calificación del hecho

como incurso en la figura de resistencia a la autoridad resulta

acertada, en tanto constituyó una actividad posterior y

claramente independiente del robo que la precedió, y tal como

se demostró en la etapa anterior, se configuró mediante el

despliegue de un accionar violento que excede -a no dudarlo- la

mera y justificable oposición al arresto invocada por la

asistencia técnica. (en igual sentido confr. esta Sala in re

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Reg. nº 15.893

“Pereyra, Rumildo s/recurso de casación”, registro nro. 5154

del 4/7/02 y más recientemente “Duhalde Farina, Ernesto Matías

s/recurso de casación”, registro nro. 14.245 del 31/7/09).

Con arreglo a lo expuesto, los agravios que

dirige la defensa contra la condena recaída respecto del hecho

I habrán de ser rechazados.

B) Hecho del 18 de noviembre de 2008

En relación con este hecho, el tribunal de mérito

tuvo por demostrado que 18 de noviembre de 2008, alrededor de

las 2.45 horas en la intersección de las calles Alcorta y

Baigorria de esta ciudad, Ernesto Quiroz y Ana María Lencinas

se apoderaron ilegítimamente mediante el ejercicio de

violencia, de la billetera perteneciente a Rafael Claudio

Pizarro con la suma de $112 perteneciente al nombrado, quien

conducía su taxi transportando en él a los imputados, y al

llegar a la intersección de las calles mencionadas Quiroz le

apoyó un elemento contundente a la altura de la cintura y le

exigió que le hiciera entrega del dinero “porque sino le iba a

cortar el cogote”; tras tomar la mujer su billetera que se

encontraba apoyada en el asiento de al lado del conductor,

ambos imputados escaparon hacia el interior de la Plaza España,

siendo reconocidos momentos después por el damnificado quien

acudió al lugar en compañía de personal policial, el cual

detuvo a ambos imputados y secuestro del interior de la cartera

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de la imputada Lencinas dos destornilladores.-ver fs. 279-.

La plataforma fáctica descripta se tuvo por

acreditada en lo sustancial a través de los dichos del

damnificado Pizarro, el relato del preventor Subinspector Luis

Marcelo Cardozo, quien intervino en el procedimiento de

detención y secuestro, los croquis y fotografías del lugar así

como las pericias realizadas respecto de los destornilladores

incautados.

Ahora bien, examinado el razonamiento en el cual

se sustentó el juicio de reproche, es menester señalar que

tampoco respecto de este hecho se advierten quiebres en la

argumentación desarrollada por el juzgador que autoricen la

descalificación de lo resuelto tal como lo postula el

recurrente.

En tal dirección, es menester precisar que del

examen de su presentación casatoria surge que la queja de la

defensa respecto de este evento se centra en cuestionar el

grado de credibilidad que el tribunal le asignó a los dichos de

Rafael Pizarro, víctima y único testigo presencial del hecho,

en desmedro de la versión presentada por el justiciable quien

al efectuar su descargo se encerró en una firme negativa

respecto a la comisión del ilícito que se le imputa.

Sobre el particular, es dable señalar que

examinado el razonamiento obrante a fs. 286/287 vta., se

advierte que el tribunal brindó suficientes razones en punto a

la credibilidad y contundencia que le otorgó a los dichos de la

víctima.

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En orden al mérito convictivo de estos elementos

de juicio, he de reiterar que “la especial fuerza probatoria

del testimonio en el régimen de la oralidad, donde los testigos

son oídos directamente por los jueces encargados de juzgar, se

extrae no sólo del contenido sino también del modo en que

responden al interrogatorio, y demás circunstancias que son

especialmente apreciables por el tribunal de mérito en tanto no

se demuestre que el juzgador ha caído en absurdo o en

infracción a las reglas de la sana crítica” (confr. Sala II in

re “Solís, Juan Carlos s/ recurso de casación”, causa n/ 490,

reg. n/ 542, rta. el 5/9/95).

Por lo demás, también me he expedido en anterior

ocasión acerca de la cuestión referida a la valoración que debe

hacer el juzgador de las manifestaciones de un único testigo,

otorgándole plena credibilidad a sus dichos de acuerdo al

sistema de valoración de la prueba que rige en nuestro

ordenamiento procesal: la sana crítica racional (cfr. causa

Reguera, Pedro Nicolás s/recurso de casación, registro

nro.10.563 de la Sala II del 13/9/07: y esta Sala in re

Panópulos, Jorge s/recurso de queja, registro nro. 5494 del

20/11/02).

De tal guisa, no se advierte -ni la defensa

logra demostrarlo- la configuración de un estado de duda que -

por imperio del principio consagrado en el artículo 3/ del

ordenamiento adjetivo- importe la absolución del encartado.

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Al respecto cabe recordar, como tantas veces lo

ha hecho la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que la duda

no puede reposar en una pura subjetividad, sino que ese

especial estado de ánimo debe derivarse de la racional y

objetiva evaluación de las constancias del proceso. (Cfr. en

igual sentido C.S.J.N. Fallos: 312:2507; 313:559; 314:83; 346

y 833; 315:495, entre muchos otros).

En definitiva, es dable concluir que el tribunal de

mérito ha valorado el material probatorio recreado en el debate

observando las reglas de la lógica y la experiencia común, no

advirtiéndose fisuras en su argumentación que permitan

descalificar el pronunciamiento, ni defectos en la aplicación

de la ley sustantiva, quedando pues el veredicto a resguardo

del embate casatorio que le dirige la defensa.

Por las consideraciones expuestas, propongo al

acuerdo rechazar el remedio deducido por la defensa de Ernesto

Quiroz, con costas. Tal es mi voto.

Los doctores Raúl R. Madueño y Juan C. Rodríguez Basavilbaso

dijeron:

Que adhieren al voto del Dr. Fégoli y emiten el suyo

en igual sentido.

Por ello, y en mérito al acuerdo que antecede el Tribunal

RESUELVE: Rechazar el remedio deducido por la defensa de

Ernesto Quiroz, con costas (arts. 470 y 471 a contrario sensu,

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Causa N/ 12.216 -Sala I-
Quiroz, Ernesto
s/recurso de casación.

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Reg. nº 15.893

530 y 531 del C.P.P.N.).

Regístrese, notifíquese y oportunamente devuélvase a su

procedencia.

Fdo.: Juan E. Fégoli, Raúl Madueño y Juan C. Rodríguez

Basavilbaso. Ante mí: Javier E. Reyna de Allende, Secretario.

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