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SER PERSONAL

El hombre vive en el mundo, pero con su conducta específicamente humana se


distancia de todo lo demás. No vive en la inmediatez, sino en la mediación de la
libertad, que define su ser y configura su mundo humano. Por metido que viva en el
mundo y en los acontecimientos mundanos, el hombre está definitivamente afincado
sólo en sí mismo, arrojado a su “yo personal“. En su decisión y responsabilidad el
hombre se encuentra solo. Nadie, ni la persona más íntima y querida, puede
sustituirnos, representarnos o relevarnos, “soy yo” quien tengo que cargar a solas
con mi existencia. Se trata única y exclusivamente de mí mismo.

El propio lenguaje cotidiano revela que hablamos del yo en un doble sentido,


entendiendo tanto el “yo centro“ como el “yo totalidad“. Entre el yo centro y yo
totalidad no existe oposición alguna, sino sólo una relación de condicionamiento
recíproco. Y es así únicamente como el todo resulta una unidad a través de la cual
apunta a un centro,desde el cual a su vez se realiza como tal totalidad; solo porque
es el centro de la totalidad concreta que, vivificada y regida por él, se cumple y
experimenta como “ un todo

De este modo, todo acontecer de la conciencia está condicionado, soportado y


penetrado por la “conciencia del yo“ que siempre y necesariamente viene dada en
cada realización consciente. El yo no se disuelve en cada realización, sino que
subyace siempre a la misma y se corraliza en todos los actos particulares como su
fundamento inmutable y en esa misma medida se co experimenta aunque de una
forma asistemática. La distinción kantiana entre el yo empírico y el yo trascendental.
El “ yo empírico “ equivale al yo sujeto en cuanto que se expresa y experimenta en
la realización de sus actos conscientes; es la totalidad concreta de mi auto
experiencia consciente. El “yo trascendental“ por el contrario, es el supremo punto
unificador, que también precede a cualquier experiencia, incluso a la personal; pero
la condición para que esto sea posible es que todos los contenidos experimentales
se conviertan en datos en la unidad de mi conciencia.
EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL

El conocimiento precede a cualesquiera otras relaciones con la realidad, a las que


condiciona, rige y dirige. Está trenzado con todas las formas prácticas de relación,
enlas que adoptamos una postura, tomamos unas decisiones y desarrollamos una
actividad. El conocimiento es un elemento integrante de la conducta general
humana. Pero al propio tiempo es el elemento primero y básico en cuanto que
precede a todas las formas de la autorrealización humana, haciéndolas posibles y
dándoles una dirección.

El conocimiento sensitivo del hombre se experimenta y entiende siempre en la


conciencia, se capta y reelabora con el pensamiento. Lo propio del conocimiento
humano y aquello que la caracteriza es “ el pensamiento “. Entra en nuestra propia
esencia. No podemos dejar de pensar; el pensamiento responde a una necesidad
de nuestro ser.

Pensar es un conocer “ conceptual “. Con la misma constancia y necesidad con que


pensamos, formamos también conceptos. Palabra y concepto no son la misma
cosa. Algo que pensamos podemos expresarlo con distintas palabras; y a menudo
buscamos también la palabra exacta para decir lo que pensamos. Lo pensado es el
concepto, por lo general todavía impreciso, en un lenguaje natural, y por tanto con
un pensar precientífico; no se trata de un concepto rígidamente definido, pero sí con
un contenido determinado que es lo que pensamos. El concepto pertenece a la
esencia del pensamiento en general.

El hombre no está fijado en el dato del aquí y del ahora, sino que se destaca del
mismo, gana distancia y con ella un horizonte más vasto, desde el cual únicamente
puede captar las cosas de forma objetiva en su contenido esencial. Constituye un
fenómeno antropológico muy importante, y demuestra que incluso el pensamiento
soloes posible desde la libertad por la que el hombre se libera de la vinculación a la
naturaleza y actúa libremente en su autorrealización específicamente humana. Las
cosas son concretas y singulares, mientras que el concepto es abstracto y general.
Lo cual significa a su vez que el concepto es esencialmente algo distinto de un
objeto material y concreto.

Al hombre le corresponde un “ conocimiento espiritual “, es un ser espiritual y no


exclusivamente material. Sólo desde el espíritu se puede entender de lleno lo que
significa ser hombre y lo que nosotros experimentamos como ser humano

Espíritu humano. Su esencia sólo puede entenderse desde la infinitud que le es


propia.Sólo desde ahí resultan comprensibles la hondura y riqueza, la diversidad y
fuerza configurante de la vida espiritual. Sólo así se explica la increí
ble “dinámica del espíritu“, que nunca descansa plenamente en el conocimiento de
una cosa finita, sino que busca e investiga hasta las fronteras del mundo y hasta la
últimas profundidades de lo cognoscible; pero sin que en ningún conocimiento
intramundano, es decir, en ninguna verdad finita, pueda encontrar su plenitud, sino
que se sigue preguntando por el fundamento y sentido últimos de la propia
existencia y del mundo en general, por el fundamento supremo, absoluto e infinito
del ser, que está al fondo de todos los seres finitos, sosteniéndose y dándoles
sentido.

No nos interesa la lógica formal, que pretende analizar las formas y leyes del
pensamiento lógico y especialmente del deductivo. Lo que aquí nos interesa es lo
que precede a cualquier lógica y cuanto que ahí se nos revela acerca de la esencia
del espíritu humano.

El pensamiento lógico - deductivo no es un conocimiento directo sino mediado. Algo


no perceptible ni cognoscible en forma directa se nos manifiesta a través de algo
conocido ya de antemano. El ser en general está fundamentalmente abierto al
“espíritu humano“ por el hecho de ser espíritu, aunque finito. Ser espíritu equivale a
estar en la “ apertura del ser “, en el horizonte abierto del ser en general, en trance
de realizarse en la salida hacia la totalidad limitada del ser.
LIBRE ALBEDRÍO

El hombre es un ser que conoce, un espíritu que piensa. El conocimiento no es más


que una parte integrante, ciertamente esencial y básica, pero sólo parcial, de la
autorrealización humana completa. Incluso el conocimiento no es, por su propia
esencia, una realidad última que descanse en sí y se dé sentido a sí misma. En el
conjunto del ser humano tiene más bien una función esencialmente mediadora y
está ordenada a algo distinto: el querer y la acción.

El conocimiento nos muestra las posibilidades de decidirnos y desarrollarnos de


acuerdo con nuestro propio ser o de renegar. El conocimiento nos brinda la
orientación en medio de nuestro mundo y en el conjunto del ser. Nos señala valores
y desvalores, las posibilidades auténticas e inadecuadas, verdaderas y faltas de
nuestro ser personal. Somos nosotros quienes hemos de elegir y decidirnos. En
nuestra autorrealización somos libres. Y precisamente porque lo somos,
necesitamos del conocimiento como orientación; y desde luego un conocimiento
espiritual e intelectual que, en el horizonte infinito del ser, permite alcanzar la verdad
y distinguir lo verdadero de lo falso.

El conocimiento espiritual exige como correlato esencial el “libre albedrío“. Debido a


esto, aparece la cuestión del cuál superior; si la inteligencia o la voluntad, cuestión
que, sin embargo, motivó durante siglos una polémica entre filósofos y teólogos. La
autorrealización espiritual-personal humana sólo se cumple en: el querer y actuar
libres. Lo cual demuestra que a ambas realidades, el conocer y el querer, le
corresponde un cierto primado bajo un aspecto específico. Ontológicamente, sin
embargo, ambas forman parte por igual esencial y original de la existencia
espiritual-personal del hombre. Una y otra están, por lo mismo, ontológicamente, en
el mismo plano del ser espiritual-personal, son dos funciones correlativas y
complementarias del mismo hombre, que esencialmente te relacionan y coordinan
una con otra, pero que sólo en su unidad constituyen la totalidad de la
autorrealización humana.
De ahí que la libertad no signifique sólo la capacidad de elegir objetivamente entre
esto o aquello, sino una decisión sobre mí mismo y las posibilidades de mi propia
existencia,la disposición y definición de mí mismo. Ambas cosas se relacionan en
una unidad dialéctica: la decisión sobre mí mismo en la decisión frente al otro; la
definición de mí mismo en la captación y realización del otro. Pero la realización de
la unidad de ambos elementos se cumple en “ la libertad“. La “libertad de elección“
se expone a menudo como una libertad de especificación (libertas specificationis);
es decir, como la facultad de actuar de ésta o de la otra forma, de elegir ésta o
aquella posibilidad y de determinar por sí mismo el acto. También se denomina
libertad de ejecución (libertas excercitii), osea, la facultad de poner o no poner un
acto determinado.

La libertad de especificación se apoya en la libertad de ejecución en cuanto que sólo


puedo elegir libremente entre varias posibilidades de actuación, cuando no estoy
determinado necesariamente para abrazar una de ellas, sino que soy libre para
ponerlo o no ponerlo en práctica. La libertad de elección en cuanto libertad de
especificación ode ejecución, es el orientarse hacia cualquier posibilidad concreta,
decidir entre todas ellas. Pero anterior a este proceso y como condición
indispensable del mismo, está
la “libertad radical “.

Para el materialismo sólo existen los seres y acontecimientos materiales. La vida


total del hombre y de su conciencia está sujeta a la misma determinación causal que
es propia de los procesos materiales de la naturaleza.

Para el idealismo el hombre, único ser espiritual finito, es absorbido en un espíritu


infinito universal, que se desarrolla en todas las cosas y cobra conciencia en el
espíritu humano haciéndose espíritu en sentido pleno. De esta forma el hombre
individual no esmás que un elemento del proceso absoluto del Espíritu. Para el
existencialismo establece la libertad del hombre de un modo absoluto,defendiendo
por consiguiente un indeterminismo también absoluto, que no reconoce vinculación
o limitación alguna de la libertad. El hombre es existencia; es decir, sólo aquello que
él mismo se hace con su libre autorrealización.

Para Tomás de Aquino la libertad no equivale al capricho insensato, sino que


significa un autodesarrollo razonable en la afirmación y realización del bien ( en la
persecución del bonum ) y como tal está vinculada al bien, a lo que debe ser. Sólo
entonces alcanza la libertad humana su sentido.

La libertad es un dato fundamental originario de nuestra existencia humana que no


puede remitirse a ningún otro, y que por lo mismo no es posible ni eliminar ni
contradecir. Reflexionamos, sopesamos los motivos, procuramos conocer la
conducta más sensata, y en todo ello sabemos de manera incontrovertible que
tenemos que decidirnos nosotros mismos. La libertad se trata de un saber originario
inevitable que, si bien está presente de modo implícito y asistemático, condiciona y
acompaña la realización de nuestros deseos y actuaciones.

La voluntad no es más que una capacidad de aspiración subordinada al


conocimiento reflexivo, transmitida por éste y acorde con su esencia. La inteligencia
en su impulso cognoscitivo supera todo objeto concreto y finito, y aspira siempre a
alcanzar otros contenidos de ser y de sentido, estratos siempre más profundos de la
realidad, y sólo descansa plena y definitivamente cuando, por encima de todo ente,
consigue la verdad del ser en la infinitud de su riqueza y plenitud, lo que en esta
vida jamás es posible. La voluntad trasciende en la dinámica de su impulso
cualquier bien concreto y finito buscando siempre otros bienes y valores. Sin que,
desde luego, encuentre jamás su satisfacción definitiva. Esa sólo puede encontrarla
y descansar plenamente cuando consigue atrapar un bien que encierra en sí la
plenitud ilimitada de posibilidades de bondad y valor; es decir, un bien infinito, un
valor infinito.

Parejas corren las cosas cuando el ser y operar infrahumanos, la materia


inanimada, la vida vegetativa y la sensitiva de la naturaleza aparente de libertad,
penetran en la unidad viva de la existencia humana, son asumidas por ella,
transformadas y dirigidas en su acción por la voluntad libre. Lo cual demuestra que
cualquier forma ontológica inferior está esencialmente abierta para ser asumida por
otra forma superior que la abraza y transfigura. De este modo, todo el ser
infrahumano está ciertamente sometido en su actuación necesaria a la determinada
causalidad natural; pero al propio tiempo está
abierto de tal forma que la “ acción libre del hombre “ penetra en el acontecer
natural, pone las fuerzas de la naturaleza a su servicio y las dirige a los objetivos
que él se propone.

La libertad es el elemento esencial de la existencia humana. Si la decisión, aislada


se realiza en la libre elección, esto supone ya la libertad como condición
indispensable a través de la cual nuestra existencia nos viene dada radical y
esencialmente de un modo libre. La libertad de elección supone como elemento
determinante la libertad radical.

La libertad radical está mediada precisamente por el conocimiento espiritual de los


valores y posibilidades, en la decisión explícita de cada elección concreta. Cuanta
mayor auto disposición y autodeterminación consciente represente esa elección,
tanto más se realiza desde el centro de nuestra mismidad con plena aportación y
auténtica responsabilidad, y tanto mejor alcanza la libertad humana su realización y
despliegue.

Toda decisión por un bien es al mismo tiempo una renuncia a otros bienes y a otras
posibilidades de nuestra propia existencia. El hombre para experimentar su
libertad,requiere de un espacio libre que lo lleve a su autodefinición y desarrollo.
Somos nosotros mismo quienes hemos de decidirnos, quienes debemos elegir
libremente entre las distintas posibilidades de autorrealización con que cuenta
nuestra propia existencia. Nosotros mismos ponemos con la decisión de nuestro
querer y actuación personales, ahí precisamente está la esencia de la libertad.

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