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La música decimonónica y

la influencia femenina

Nombres: Anais Burgos y Esteban Vergara


Profesor: Carmen Peña
Carrera: Licenciatura en Música mención interpretación en Violín
Curso: Música en Chile y América
Fecha: 17 de septiembre de 2019
Tema 1: El salón burgués: espacio de sociabilidad y práctica femenina del siglo XIX.
La estructura de la sociedad chilena durante el siglo XIX se componía por una estricta
jerarquización de sus estamentos, según su poderío económico y su situación cultural. Estos
parámetros que regían las divisiones sociales eran una herencia de la época colonial que
antecedió a este período. Desde mediados de este siglo existió una nueva idea de
sociabilidad en la que se buscaba, mediante la imitación del modelo social europeo, la
modernización de la vida de las personas que pertenecían, principalmente, a la aristocracia,
de esta forma se podía estar más cerca del progreso y las vanguardias europeas. Es debido a
esto que comenzaron a volverse habituales las prácticas sociales que giran en torno al
entretenimiento y la intelectualidad, en las cuales la actividad musical —como veremos—
cumplió un rol fundamental. 

De esta manera se constituye el salón burgués como el lugar principal para realizar bailes,
tertulias, reuniones sociales y políticas, además de otras formas de entretención de la época.
Este espacio, de carácter privado y urbano, es donde se ejecutan los primeros instrumentos
y estilos musicales traídos desde el extranjero, surgen los primeros compositores e
intérpretes y, lo más importante para este análisis, es el lugar en el cual las mujeres de la
sociedad decimonónica comienzan a abrirse camino como partícipes fundamentales en la
construcción de las prácticas musicales del período, pese a las restricciones que presentaba
la sociedad hacia la actividad pública femenina.

Las prácticas musicales formaron parte importante de las actividades propias de las clases
más pudientes de Latinoamérica en este siglo, fueron una forma de acercarse a la tradición
y elegancia de la burguesía europea y significaron también una fuente de inspiración y
conocimiento que dio paso al desarrollo de prácticas de origen similar en nuestro
continente. El objetivo de este ensayo, es dar a conocer la importancia del salón burgués en
el desarrollo musical de nuestro país e intentar comprender cómo la integración de la
actividad femenina en los espacios de entretención y sociabilidad ayudaron a este
desarrollo. Para lograr esto, analizaremos las principales características y los cambios que
sufrió el salón burgués antes de comenzar a convertirse en la cuna para el surgimiento de
las salas de concierto.
Como mencionamos anteriormente, la herencia colonial hispana presente en el territorio
chileno del siglo XIX se caracterizaba por su estructuración jerárquica de las clases
sociales; la clase predominante se componía de las familias que poseían poder económico
debido a sus empresas y negocios, quienes también solían, generalmente, ser los principales
actores del poder político y cultural. Es en este contexto sociocultural en el cual se inserta
el desarrollo del salón burgués como un espacio donde se realizan reuniones de carácter
familiar, político e intelectual; en este espacio se tratan desde temas de contingencia
nacional, en un ambiente formal, hasta celebraciones amistosas, permitiendo, pese a la
estructura de división de clases de la que hablamos previamente, cierta permeabilidad entre
los estamentos de los participantes. 

La ejecución de piezas musicales y la práctica del baile eran elementos fundamentales en


las reuniones sociales del salón burgués. Debido a la gran presencia de europeos en el
territorio, los viajes de las mismas familias aristocráticas y la creciente actividad comercial
de carácter internacional, durante el siglo XIX se cuenta en el territorio nacional con piezas
de compositores extranjeros, las cuales eran interpretadas de manera cotidiana.
Generalmente estas piezas se tocaban en el piano y eran acompañadas por el canto y otros
instrumentos de raigambre europea como la guitarra o el arpa. Respecto al repertorio
pianístico (Rondón, 2000) plantea: “...en primera instancia, piezas para bailar y cantar entre
las cuales encontramos danzas de salón de origen europeo y criollo, además de marchas e
himnos patrióticos. Luego surge el repertorio operístico italiano, constituido por arias con
acompañamiento de piano…”  Dentro del repertorio de danza se interpretaban polkas,
mazurcas, cuadrillas, entre otros. Sin embargo, estas no siempre eran bailadas, sobre todo
porque con el tiempo el baile comenzó a ser relegado a instancias de carácter más festivo y
popular como las chinganas y tertulias. Otro repertorio que fue interpretado en el salón
burgués, aunque posteriormente, fue la música para pequeños ensambles de cámara,
interpretada por tríos, cuartetos o dúos de instrumentos. 

Antes de continuar con el desarrollo del salón burgués, nos parece importante detenernos
para analizar el rol que tuvo la participación femenina en el ámbito social y musical de las
prácticas culturales aristocráticas. El papel de la mujer en este período estaba relegado a
contextos familiares, íntimos y alejados de la vida pública: “Esta construcción de género,
común con el resto de naciones latinoamericanas y eco de un movimiento europeo-
occidental, mantuvo a la mujer de alta sociedad en un espacio de acción claramente
delimitado al ámbito doméstico y familiar.” (Vera, 2014, pag. 318). Sin embargo, en la
práctica esta situación no era tan estricta y con el tiempo fue cambiando: las mujeres, si
bien no podían participar de manera abierta y oficial en actividades políticas y sociales, sí
tenían la posibilidad de expresar sus opiniones y pensamientos en el ámbito privado del
salón burgués, convirtiéndose este espacio en parte del impulso para la educación femenina
de la clase alta. Así lo expresa, nuevamente, Fernanda Vera: “A través de los títulos que
ellas asignaron a estas partituras existe una evidente toma de posición política y social
frente a diversos sucesos de la actualidad” (Vera, 2014, pag. 324).

La educación femenina también estaba relacionada con la formación que recibían las
mujeres de parte de la iglesia católica, aún muy presente en la construcción de la sociedad
de la época, y los conocimientos y habilidades que adoptaban estas para complacer a su
contexto familiar: se les enseñaban oficios y prácticas musicales como el canto y la
interpretación de instrumentos para animar los encuentros sociales en contextos
domésticos. Gran parte de la educación musical recibida por el ambiente femenino
proviene, en sus inicios, de músicos extranjeros y luego por maestros de origen nacional.
Posteriormente, se sistematizan las prácticas educativas y se crean algunas instituciones de
enseñanza musical como es el caso de La sociedad filarmónica y la creación del
Conservatorio Nacional de Música en 1849, el cual “vino a materializar el estatus del piano
en la sociedad chilena… En el primer cuarto de siglo de esta institución de los 91 alumnos
inscritos en el período, 85 fueron mujeres y sólo 6 varones.” (Rondón, 2000). Según lo
mencionado por este autor, la participación era —por gran mayoría— predominantemente
femenina.

Debido a lo mencionado en el párrafo anterior, nos parece fundamental mencionar a Isidora


Zegers: mujer de origen español, quien realizó sus estudios musicales en Europa hasta
llegar a Chile durante el siglo XIX. En diversos aspectos, puede considerarse como un
elemento de carácter ejemplar para la creación musical femenina; ella se dedicó a
componer sus propias creaciones  e interpretó, en los salones nacionales, obras de
compositores europeos como Rossini, Donizetti o Verdi, impulsando la difusión de algunos
tipos de música europea en nuestro país. Junto a la Sociedad Filarmónica de Santiago
organizaron una serie de programas de concierto en los cuales pudo verse, nuevamente, la
predominancia de la participación femenina.

Respecto a lo anterior, podemos considerar la creación de un nuevo espacio  para que las
mujeres de la sociedad chilena aristócrata avancen hacia la posibilidad de mostrar sus
conocimientos en el área musical, sea esta composición o interpretación. Esto, de igual
forma, fue impulsado por algunos maestros que enseñaban en estas instituciones musicales,
debido a que estos también organizaban presentaciones y conciertos públicos donde las
alumnas tenían la posibilidad de ejecutar la música que se encontraban estudiando y así
mostrar el resultado de sus progresos. “Este poderoso y sistemático desarrollo de la
educación musical femenina, tanto en lo que respecta a la formación escolar como al
estudio más especializado, permitió que un número significativo de mujeres se adentrará en
la creación musical y diera a conocer su obra en un ámbito público”. (Merino, 2010,
pág.58) 

Uno de las herramientas que facilitaron la publicación y difusión de obras femeninas, fue la
masificación de la imprenta musical y las editoriales de partituras, esto ayudó a difundir en
nuestro país tanto las obras de creación internacional como nacional. La masividad de
circulación musical trajo consigo la creación álbumes de partituras que estaban dirigidos
hacia las mujeres, es así como lo explica Luis Merino: “Junto a la calidad técnica, se
destaca en el caso de Eustaquio Guzmán su imaginación para idear colecciones que
pudieran ser atractivas para el público comprador, especialmente el femenino. Tal es el
caso del Álbum Musical de Señoritas que inició sus actividades en 1856” (Merino, 2010,
pág. 61) 

A modo de conclusión y según todo lo planteado en este trabajo, nos parece importante
mencionar la relación que —creemos— se establece entre las prácticas musicales del salón,
la participación femenina y la posterior evolución que tuvo la actividad musical de nuestro
país. 

El paulatino desarrollo femenino en el ámbito social aristocrático del siglo XIX, se


relacionó de manera directa con la llegada de las prácticas y costumbres musicales de
origen europeo a nuestro territorio nacional. Creemos, sin duda alguna, que la llegada de
estas costumbres, géneros y elementos musicales fue de gran beneficio para todo el proceso
de desarrollo musical que vino posteriormente y que ha continuado desarrollándose con el
paso del tiempo; gran parte de los estilos musicales ejecutados en ese período son parte de
nuestra historia musical hasta el día de hoy e influyeron en la creación de música nacional.
El rol de las mujeres en este período fue, también sin duda alguna, primordial, debido a que
su participación activa en las instituciones y ambientes musicales de la época dejó un
legado de tradiciones interpretativas y de música que vale la pena rescatar y no dejar en el
olvido.
Por otro lado, creemos que es importante considerar que, si bien, el objeto de estudio del
presente ensayo es la participación femenina en el salón burgués, no significa que no haya
existido una fuerte actividad musical de mujeres en otros estamentos de la sociedad
decimonónica. También hemos podido reflexionar y darnos cuenta que —quizás— la
actividad musical de las mujeres aristócratas se presenta como una suerte de resistencia y
rechazo hacia la larga trayectoria de prohibiciones y límites a las que estuvieron sometidas:
su predominancia en la activa participación musical no sería más que la respuesta ante la
sociedad de la época y el intento de esta por silenciar y ocultar las intenciones creativas y
artísticas que son propias de todos los seres humanos sin distinción de raza, género o clase
social.
Bibliografía 

Martínez Ulloa, Jorge. 2010. “Los espacios musicales no institucionales en el Chile del
siglo XIX”, Mapocho, No 67, pp. 387.

Merino Montero, Luis. 2010. Los inicios de la circulación pública de la creación musical
escrita por mujeres en Chile, Revista Musical Chilena, LXIV/2013, (enero-Junio), pp. 53-
76. 
Disponible en: https://revistamusicalchilena.uchile.cl/index.php/RMCH/article/view/1716

Rondón, V. (2000). En Los inicios del piano. Recuperado de


https://www.musicadechile.com/Articulos/Leer/titulos/L/19.

Vera, Fernanda. 2014. “Reflexiones en torno a la creación y praxis femenina en el Chile


decimonónico (1850-1920)”, en La instancia de la música (Olga Grau y otros, ed.),
Santiago: Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, pp. 318.

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