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No es de extrañar que los acontecimientos de estos últimos días denoten una fuerte
falta de solidaridad entre los países de la unión europea, en la que se cancelan vuelos
y no se provee la ayuda necesaria en materia médica a los países más afectados,
como Italia por ejemplo. No es la primera, y tampoco será la última crisis en la que,
como consecuencia de un actuar lento, egoísta y desorganizado (a día de hoy los
líderes de los países de la unión europea solo han hablado todos mediante
videoconferencias en una sola oportunidad) la gente común y corriente sufra, mientras
que los capitales más poderosos utilizan toda su influencia para evitar pérdidas
monetarias. Esto no solo genera que las decisiones se tomen pesando más en
aquellos sectores más influyentes dentro de la unión europea, sino que también tarden
más de lo necesario en llegar a conclusiones e implementarlas, en momentos donde la
rapidez de acción es clave para garantizar una correcta ayuda y como consecuencia,
menos pérdidas de vidas humanas. Mientras esta situación no cambie, en estos
momentos de crisis cada vez mas complicadas, los ciudadanos europeos seguirán
sufriendo las decisiones de una unión europea que continua obedeciendo por sobre
todas las cosas a los capitales.