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― No sabes lo que dices.
― Sí lo sé. Lo he pensado mucho y ya no quiero seguir con esto.
― Si me dejas, serás culpable de lo que pueda sucederme.
― Tú serás responsable de lo que hagas. No quieras chantajearme.
Falacia de apelación a los sentimientos de temor o apelación a la fuerza.
Se comete esta falacia cuando para defender una conclusión, en lugar de ofrecer razones
pertinentes para persuadir, se aducen las consecuencias desfavorables que se seguirían en caso de
no aceptar dicha conclusión.
Te digo que Dios no existe. Si existiera, tendríamos pruebas de que así es.
― Pero tampoco hay pruebas de que no existe. Y tú das por hecho que no existe. ¿En qué te respaldas?
― En que nadie ha probado que sí existe. Eso es suficiente para mí.
― Eso no prueba nada.
Se incurre en esta falacia cuando para refutar la tesis que sostiene una persona,
en lugar de apelar a razones pertinentes, lo que se argumenta es que es falsa
porque dicha persona se ve beneficiada o favorecida al defender dicha tesis.
― A los escritores alemanes no hay que creerles cuando hablan de ética. Todo mundo sabe lo que ocurrió
durante el Holocausto. Sería absurdo creerles.
― No hay que creerle a nadie sobre nada. Lo mejor es formarse uno mismo su criterio y su propia ética.
― Eso suena imposible. Falacia de apelación a la autoridad colectiva
Ya que apela a la opinión de una mayoría, para la aceptación de una conclusión.
― Esa cadena televisiva posee mucho presupuesto, así que sus programas deben ser muy buenos
― No necesariamente. Hay televisoras millonarias que sólo producen programas de baja calidad.
― Eso es verdad.
Se incurre en esta falacia cuando para refutar la conclusión que defiende una
persona, en lugar de ofrecer razones adecuadas, atacamos a la persona que la
sostiene, en lugar de refutar sus afirmaciones.