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John

Donne

Poesía

1
Al romper el día
Es cierto, es ya de día, ¿y a nosotros
qué nos importa? ¿Piensas levantarte
de nuestra cama? ¿Por qué, porque hay luz?
¿Nos acostamos porque anochecía?
Amor, que aquí nos trajo a pesar de la noche,
debiera mantenernos juntos pese al día.
La luz no tiene lengua, es toda ojo;
si hablar pudiera como puede espiar,
lo peor de que podría ser testigo
es de que, estando bien, querría quedarme
y de que tanto amé a mi corazón y honor
que no acepté alejarme de su dueño.
¿Te debe alejar tu trabajo de mí?
Oh, ése es el más cruel mal del amor:
el pobre, el falso, el flojo aceptan
amar con calma, no el hombre ocupado.
Quien tiene trabajo y seduce a una dama perjura
igual que un hombre casado que corteja a otra.

Alquimia de amor
Algunos que más hondo que yo en la mina del amor han excavado
dicen dónde se halla su céntrica felicidad.
Yo he amado, y poseído, y relatado,
mas, aunque hasta la ancianidad amara, poseyera y refiriera,
ese misterio escondido no habría de encontrarlo.
Todo, ¡ay!, es impostura.
Y como ningún alquimista obtuvo aún el elixir,
mas su marmita repleta glorifica
si por casualidad
algo odorífero o medicinal le sobreviene,
así un deleite pleno y prolongado sueñan los enamorados,
para obtener una noche de estío, de apariencia invernal.

Por esta vana sombra de burbuja ¿habremos de entregar


nuestro bienestar, esfuerzo, honor y vida?
¿En esto amor termina? ¿puede cualquiera
tan feliz ser como yo si soportar puede
la burla breve de una representación de novio?
Ese infeliz amante que asegura,
no es la médula del cuerpo; es de la mente,
lo que él en ella angelical encuentra,
igual jurar podría que escucha en el rudo,
crudo, griterío de ese día, las esferas.
No esperes hallar inteligencia en la mujer: a lo sumo,
dulzura e ingenio; momias , sólo, poseídas.

Versión de Purificación Ribes

2
Amanecer
¡Amanecer, oh dulce, y que no te levantas!
La luz que brilla viene de ojos delgados;
El día no se rompe: es mi corazón,
Porque tú y yo debemos ser parte.
¡Quédate! o bien mis alegrías morirán
y fallecerán en su infancia

Amor negativo
Nunca tanto me abatí como aquellos
que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa;
Rara vez hasta aquellos que más no se remontan
que para admirar virtud o mente:
pues sentido e inteligencia pueden
conocer aquello que su fuego aviva.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz.
Fracase yo cuando suspire,
si he de saber qué desearé.

Si es simplemente lo perfecto
lo que expresarse no se puede
sino con negativos, así es mi amor.
Al todo que todos aman digo no.

Si quien descifrar puede


aquello que desconocemos, a nosotros, conocer puede,
enséñeme él esa nada. Ëste, por ahora,
mi alivio es y mi consuelo:
aun cuando no progreso, fallar no puedo.

Versión de Purificación Ribes

Canción
Ve y coge una estrella fugaz;
fecunda a la raíz de mandrágora;
dime dónde está el pasado,
o quién hendió la pezuña del diablo;
enséñame a oír cómo canta la sirena,
a apartar el aguijón de la envidia,
y descubre
cual es el viento
que impulsa a una mente honesta.

Si para extrañas visiones naciste,


vete a mirar lo invisible;
diez mil días cabalga, con sus noches,
hasta que los años nieven cabellos blancos sobre ti.
A tu regreso tú me contarás
los extraños prodigios que te acontecieron.
Y jurarás
que en ningún lugar
vive mujer hermosa y verdadera.

Si la encuentras, dímelo,

3
¡dulce peregrinación sería!
Pero no, porque no iría,
aunque fuera justo al lado;
aunque fiel, al encontrarla,
y hasta al escribir la carta,
sin embargo,
antes que fuera,
infiel con dos, o tres, fuera.

Versión de Purificación Ribes

Constancia de mujer
Un día entero me has amado.
Mañana, al marchar, ¿qué me dirás?
¿Adelantarás la fecha de algún voto recién hecho?
¿O dirás que ya
no somos los mismos que antes éramos?
¿O que de promesas hechas por temor reverente
del amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
¿O que, como por la muerte se disuelven matrimonios verdaderos,
así los contratos de amantes, a imagen de los primeros,
atan sólo hasta que el sueño, imagen de la muerte, los desata?
¿O es que para justificar tus propios fines
por haber procurado falsedad y mudanza, tú
no conoces sino falsedad para llegar a la verdad?
Lunática vana, contra estos subterfugios podría yo
argumentar, ganando, si lo hiciera.
Pero me abstengo,
porque mañana puede que yo así también piense.

Versión de Purificación Ribes

El corazón roto
Loco de remate está quien dice
haber estado una hora enamorado,
mas no es que amor así de pronto mengüe, sino que
puede a diez en menos plazo devorar.
¿Quién me creerá si juro
haber sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo.dijera
que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?

¡Ay, qué insignificante el corazón,


si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
a otros pesares, y para sí reclama sólo parte.
Vienen hasta nosotros, pero a nosotros el Amor arrastra,
y, sin masticar, engulle.
Por él, como por bala encadenada, tropas enteras mueren.
El es el esturión tirano; nuestros corazones, la morralla.

Si así no fue, ¿qué le pasó


a mi corazón cuando te vi?
Al aposento traje un corazón,
pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé
que a tu corazón el mío habría enseñado a mostrar

4
por mí más compasión. Pero, ¡ay!, Amor,
de un fuerte golpe lo quebró cual vidrio.

Mas nada en nada puede convertirse,


ni lugar alguno puede del todo vaciarse,
así, pues, pienso que aún posee mi pecho todos
esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
cientos de rostros más menudos, así
los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
deseo, adoración,
pero después de tal amor, de nuevo amar no pueden.

Versión de Purificación Ribes

El Dios del amor


Desearía hablar con el espíritu
De algún antiguo amante, muerto
Antes de que el dios del Amor naciera;
Imposible creer que quien más amara entonces,
Se rebajara a amar a quien lo despreciaba.
Pero desde aquella época, el dios
Ha inventado un destino, y esa doble naturaleza,
La costumbre, lo permite:
Que yo deba amar a quien no me ama.

Es evidente que quienes lo hicieron dios


No tenían esa intención,
Ni él en su juventud la habrá practicado.
Cuando una llama similar inflamaba dos corazones,
Su oficio era reunir, piadosamente, dos razones.
La correspondencia era su único dominio;
Ya no es amor,
Cuando no amo a quien me ama.

Pero todos los dioses modernos


Buscan extender sus vastas pretensiones
Y compararse con Júpiter.
Furias, licencias, epístolas, elogios,
Aquel es el séquito del dios del amor.
Oh, si esta tiranía nos despertara
Y priváramos a este niño de su divinidad,
Ya no podría amar a quien no me ama.

Rebelde y ateo, ¿por qué susurro


Cómo si ya sufriera los castigos del amor?
Él podría condenarme a no amar,
O ensayar un castigo peor;
Que ella a su vez me amara,
Sería del todo insoportable
Porque la falsedad es peor que el odio,
Y falsedad sería si la que yo amo me amara.

Versión de Aelfwine

El éxtasis

5
En una preñada colina que se ondula
como una almohada sobre un lecho,
para que las violetas reclinen sus cabezas,
nos sentamos tu y yo, cada cual lo mejor del /otro.
Nuestras manos, estrechamente ligadas
por un fuerte bálsamo que de ellas provenía,
y nuestras miradas, entrelazadas,
ensartando nuestros ojos en una doble /cuerda;
Entretejer así nuestras manos era, por el /momento,
el único medio de hacer de ambos, uno,
y nuestra única propagación,
las imágenes de nuestros ojos.
Como en dos ejércitos iguales, el destino
aplaza la incierta victoria,
nuestras almas (que para engrandecer su /condición
salieron del cuerpo), estaban suspendidas /entre ella y yo.

El mensaje
Devuélveme mis ojos largamente descarriados,
pues es ya mucho el tiempo que han estado sobre ti;
mas ya que tales males allí han aprendido,
tales conductas forzadas
y apasionamiento falso,
que por ti
nada bueno
pueden ver, quédatelos para siempre.

Devuélveme mi corazón inofensivo,


que pensamiento indigno no podría mancillarlo,
pero si el tuyo le enseñara
a burlarse
del amor;
a quebrantar
palabra y juramento,
quédatelo, porque mío no será.

Pero devuélveme mi corazón, mis ojos,


que pueda ver y conocer tu falsedad;
que pueda reírme y gozar
cuando te angusties,
cuando languidezcas
por aquel
que no querrá,
o, como tú ahora, falso sea.

Versión de Purificación Ribes

El sueño
Amor, debido a nada excepto tú
habría roto este sueño feliz, una imagen
a la razón destinada, en exceso
potente para ser sólo un fantasma,
es sabio de tu parte despertarme,
por tanto, mas mi sueño no interrumpes
sino que sigues: eres tan verdad
que el pensamiento de ti es suficiente
para volver verdad sueños, ficciones, historias;

6
entra a estos brazos, ya que decidiste
que no soñara mi sueño completo, actuemos el resto.
Como un relámpago, o luz de una vela
me despertaron tus ojos, no el ruido que hiciste;
al principio creí
(pues amas la verdad), que eras un ángel,
hasta que vi que veías por dentro
mi corazón y mi mente, mejor que los Ángeles pueden hacerlo,
y que sabías qué estaba soñando, y sabías
en qué momento me despertaría el exceso
de gozo, y viniste, confieso que entonces
habría sido herejía creer
que tú fueras otra que tú.
Venir y quedarte conmigo te reveló tú,
mas levantarnos me hace preguntarme
si tú eres aún tú.
Es débil el amor si enfrenta al miedo,
ya no es espíritu puro, valiente,
si en él se mezclan miedo, vergüenza y honor.
Tal vez como antorcha que debe estar lista
para apagar y encender si hace falta,
así me tratas tú, pues viniste a encenderme,
te vas para venir.
Entonces yo soñaré esa esperanza
Una vez más, o si no moriré.

El testamento
Antes que exhale mi último suspiro, deja, Amor,
que revele mi legado. Es mi voluntad legar
a Argos mis ojos, si mis ojos pueden ver.
Si están ciegos, Amor, a ti te los entrego;
A la Fama doy mi lengua; a embajadores, mis oídos;
a mujeres, o a la mar, mis lágrimas.
Tú, Amor, me has enseñado
al hacerme amar a aquella que a veinte más tenía,
que a nadie debía dar, sino a quien tenía demasiado.

Mi constancia entrego a los planetas;


mi verdad, a quienes viven en la Corte;
mi ingenuidad y franqueza
a los jesuitas; a los bufones, mi ensimismamiento;
mi silencio, a quien haya estado fuera;
mi dinero, al capuchino.
Tú, Amor, me has enseñado, al instarme a amar
allí donde amor no es recibido,
a dar sólo a quienes tienen incapacidad probada.

Mi fe entrego a los católicos;


mis buenas obras, todas, a los cismáticos
de Amsterdam; mis mejores modales,
mi cortesía, a la universidad;
mi modestia doy al soldado raso.
Compartan los jugadores mi paciencia.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme amar
a aquella que dispar mi amor entiende,
a dar sólo a quienes tienen por indignos mis regalos.

Sea mi reputación para aquellos que fueron


mis amigos; mi industria, para mis enemigos.

7
A los escolásticos hago entrega de mis dudas;
de mi enfermedad, a los médicos, o al exceso;
a la naturaleza de todo lo que en rima tengo escrito,
y para mi acompañante sea mi ingenio.
Tú, Amor, cuando adorar me hiciste a aquella
que antes este amor en mí engendrara,
a hacer como si diera, me enseñaste, cuando restituyo sólo.

A aquel por quien tocan las campanas,


mi libro doy de medicina; mis pergaminos
de consejos morales sean para el manicomio;
mis medallas de bronce, para quienes tienen
escasez de pan; a quienes viajan entre
todo tipo de extranjeros doy mi lengua inglesa.
Tú, Amor, al hacer que amara a quien
considera su amistad justa porción
para jóvenes amantes, haces mis dones desproporcionados.

Así, pues, no daré más, sino que el mundo


destruiré al morir, pues el amor muere también.
Tu hermosura, toda, menos entonces valdrá
de lo que el oro en la mina, sin que haya quien lo extraiga
y de menos tus encantos, todos, te servirán,
de lo que puede un reloj de sol dentro de una tumba.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme
amar a aquella que a ti y a mí desdeña,
a ingeniar esta manera de aniquilar a los tres.

Versión de Purificación Ribes

Elegía XIX: antes de acostarse


Ven, ven, todo reposo mi fuerza desafía.
Reposar es mi fuerza pues tendido me esfuerzo:
No es enemigo el enemigo
Hasta que no lo ciñe nuestro mortal abrazo.
Tu ceñidor desciñe, meridiano
Que un mundo más hermoso que el del cielo
Aprisiona en su luz; desprende
El prendedor de estrellas que llevas en el pecho
Por detener ojos entrometidos;
Desenlaza tu ser, campanas armoniosas
Nos dicen, sin decirlo, que es hora de acostarse.
Ese feliz corpiño que yo envidio,
Pegado a ti como si fuese vivo:
¡Fuera! Fuera el vestido, surjan valles salvajes
Entre las sombras de tus montes, fuera el tocado,
Caiga tu pelo, tu diadema,
Descálzate y camina sin miedo hasta la cama.
También de blancas ropas revestidos los ángeles
El cielo al hombre muestran, mas tú, blanca, contigo
A un cielo mahometano me conduces.
Verdad que los espectros van de blanco
Pero por ti distingo al buen del mal espíritu:
Uno hiela la sangre, tú la enciendes.
Deja correr mis manos vagabundas
Atrás, arriba, enfrente, abajo y entre,
Mi América encontrada: Terranova,
Reino sólo por mí poblado,
Mi venero precioso, mi dominio.

8
Goces, descubrimientos,
Mi libertad alcanzo entre tus lazos;
Lo que toco, mis manos lo han sellado.
La plena desnudez es goce entero:
Para gozar la gloria las almas desencarnan,
Los cuerpos se desvisten.
Las joyas que te cubren
Son como las pelotas de Atalanta:
Brillan, roban la vista de los tontos.
La mujer es secreta:
Apariencia pintada,
Como libro de estampas para indoctos
Que esconde un texto místico, tan sólo
Revelado a los ojos que traspasan
Adornos y atavíos.
Quiero saber quién eres tú: descúbrete,

Sé natural como en el parto,


Más allá de la pena y la inocencia
Deja caer esa camisa blanca,
Mírame, ven, ¿qué mejor manta
Para tu desnudez, que yo, desnudo?

En el sacramento
El era la palabra que hablaba;
él tomó el pan y lo partio;
y eso que la palabra hizo realizable
lo creo y tomo.

Epístola heroica: Safo a Filenis


¿Dónde está el fuego sagrado que dicen
que tiene el verso? ¿Ha decaído acaso
su fuerza encantadora? El verso, que
naturaleza retrata, de acuerdo
a la de la naturaleza ley, no puede
a ti, su mejor obra, retratarte.
¿Han apagado mis lágrimas el fuego
que ardía en mis poemas, por qué entonces
no han apagado también el deseo?
Mis pensamientos, hijos de mi mente,
suelen estar conmigo, pero yo,
su creador, quisiera liberarlos.
Sólo tu imagen habita mi pecho,
pero es de cera, y fuego la rodea.
Arrebatada por mis fuegos, por
los tuyos atraída, quedo sin
retrato, sin corazón ni sentido:
me queda sólo la odiosa memoria,
que por igual se aflige al mantener
o al extraviar, sin cesar repitiéndote
cuán alta es tu hermosura. Tan hermosa
que si a los dioses te comparo, honro
más a los dioses que a ti, y para hacer
que vean los hombres ciegos el aspecto
que tiene un dios, diría que se te asemeja.
Pues si decimos que es cada hombre un mundo
en miniatura, ¿qué de ti diremos?

9
Tú no eres suave, clara, esbelta, hermosa
como lo son plumas, estrellas, cedros
y lirios, pero tu mano derecha
y tu mejilla derecha y tu ojo
derecho se asemejan a tu otra
mano y a tu mejilla y a tu ojo;
tal como fue mi Fao por un tiempo
y nunca más, como tú eres, fuiste
y acaso para siempre sigas siendo.
Juran aquí los mejores amantes
que soy así, palidezco de pena,
pero no tanto, no sea que la pena
me vuelva menos hermosa, y por tanto
indigna de tu amor. Cuando tú juegas
con un amable muchacho, algo falta:
que un sentimiento recíproco endulce
su disparejo y espinoso rostro.
Un natural paraíso es tu cuerpo
donde se da todo placer, sin que haga
falta cultivo alguno, o se requiera
perfeccionar alguna cosa, ¿para
qué permitir, por tanto, que algún torpe
y rudo hombre te are, si, como ladrones
que roban cuando hay nieve, por sus huellas
se los atrapa, por lo que ellos dejan
tras sí al pasar se nota su pecado,
mientras que nuestro retozo no deja
más rastro que los peces en el agua
o que los pájaros surcando el aire,
y entre nosotras hay cuanta dulzura
pueda desearse, cuanto proporciona
naturaleza, o cuanto añade el arte?
Mis labios, ojos, caderas, difieren
tan sólo de los tuyos, cuanto ellos
difieren unos de otros, tanta es
la semejanza ¿por qué no tocarse
recíprocos entonces unos a otros?
Mano con mano ajena, labio a labio,
sin nada ya negarse, por qué no
pecho contra otro pecho, muslo a muslo
juntado, tan extraña autoindulgencia
la semejanza genera, que creo,
cuando te toco, tocarme a mí misma.
Beso mis propias manos, y me abrazo
y me agradezco a mí misma por ello.
Me llamo tú a mí misma en el espejo
pero ay, si quiero besarte se nublan
mis ojos, y el espejo. Esta locura
enamorada cura, nuevamente
regrésame a mí misma, te lo pido,
tú mi mitad, mi todo y mi aún más.
Supere el escarlata la rojez
de tus mejillas, venza su blancura
a la de la galaxia, y tu hermosura
impresionante en todas las mujeres
produzca envidia, y amor en los hombres,
y estén de ti la enfermedad y el cambio
tan lejos como están de mí contigo.

10
La aparición
Cuando por tu despecho, ¡oh inmoladora!, esté muerto,
y libre te creas ya
de todos mis asedios,
vendrá entonces mi espectro hasta tu lecho
y a ti, vestal farsante, en peores brazos hallará.
Parpadeará entonces tu enfermiza llama,
y aquel, tu entonces dueño, fatigado ya,
si te mueves, o intentas despertarlo con pellizcos, pensará
que pides más,
y en sueño simulado te rehuirá,
y entonces, álamo tembloroso, menospreciada, abandonada,
te bañarás en gélido sudor de azogue,
espectro más real que el mío propio.
Lo que diré no he de decirlo ahora,
no vaya eso a protegerte. Desvanecido ya mi amor,
antes quisiera verte con dolor arrepentida
que, por mis amenazas, inocente.

Versión de Purificación Ribes

La miasma
Cuando esté muerto y no sepan los doctores el porqué
y la curiosidad de mis amigos haga
que me seccionen y estudien cada parte,
cuando en mi corazón encuentren tu retrato,
piensa que un súbito efluvio de amor
discurrirá por todos sus sentidos,
que, como sobre mí, sobre ellos actuará, y así elevará
tu asesinato al nombre de masacre.
Pobres victorias. Pero, si osas ser valiente
y obtienes placer en tu conquista,
mata primero a ese enorme gigante, tu Desdén,
y sea luego asesinado Honor, el encantador,
y, cual vándalo o godo, álzate;
de tus propias artes y triunfos sobre hombres
borra el recuerdo, y las historias,
y, sin esa ventaja, dame entonces muerte.

La prohibición
Guárdate de quererme.
Recuerda, al menos, que te lo prohibí.
No he de ir a reparar mi pródigo derroche
de aliento y sangre en tus llantos y suspiros,
siendo entonces para ti lo que tú has sido para mí.
Pues goce tan intenso consume al punto nuestra vida.
Así, a fin de que tu amor frustrarse no pueda por mi muerte,
si tú me amas, guárdate de quererme.

Guárdate de odiarme,
o de excesivo triunfo en la victoria.
No es que yo a mí mismo haga justicia,
y me resarza del odio con más odio,
pues tú el título perderás de conquistador
si yo, tu conquista, perezco por tu odio.

11
Así, a fin de que mi ser a ti en nada perjudique,
si tú me odias, guárdate de odiarme.

Mas ama y ódiame también.


Así ambos extremos la función de ninguno cumplirán.
Ámame para que pueda morir del modo placentero.
Ódiame, porque tu amor es excesivo para mí,
o deja que los dos mutuamente, y no a mí, se destruyan.
viviré entonces para apoyo y triunfo tuyo.
Así, para que tú a mí, a tu amor y odio no destruyas,
déjame vivir, pero ama y ódiame también.

Versión de Purificación Ribes

La pulga
Mira esta pulga, y mira cuán pequeño
es el favor que tú, cruel, me rehúsas;
me picó a mí primero; luego, a ti.
Y en esta pulga tu sangre y la mía
se han confundido; ¿puede declararse
que hay en tal hecho pecado, vergüenza,
o pérdida de la virginidad?
Pero este insecto disfruta,
sin matrimonio, y el muy consentido
con nuestras sangres se atiborra. En cambio
tal cosa no se nos es permitida a nosotros.
Detente, no la mates salva nuestras
tres vidas perdonando a este insectillo,
en quien nosotros casi nos casamos:
sirva esta pulga de lecho nupcial, sea templo
de nuestras bodas, por mucho que gruñan
tus padres y tú, ya ha sido consumado
adentro de este insecto nuestra unión.
Por más que matarme, mi amor, acostumbres,
no añadas suicidio a ese crimen,
ni sacrilegio, tres faltas en una.
Cruel, despiadada, ¿has manchado tus manos
con sangre inocente? ¿Qué culpa
puede esta pulga haber tenido, excepto
la gota que sustrajo de tus venas?
Pero sobreviviste al robo, y me señalas
que tú ni yo menos vivos estamos;
ello es verdad: ¿no te parece entonces
que falsos son tus miedos?, si te entregas
a mí tanto honor perderás como vida
con la picada de pulga perdiste.

La salida del sol


Viejo necio afanoso, ingobernable sol,
¿por qué de esta manera,
a través de ventanas y visillos, nos llamas?
¿Acaso han de seguir tu paso los amantes?
Ve, lumbrera insolente, y reprende más bien
a tardos colegiales y huraños aprendices,
anuncia al cortesano que el rey saldrá de caza,
ordena a las hormigas que guarden la cosecha;

12
Amor, que nunca cambia, no sabe de estaciones,
de horas, días o meses, los harapos del tiempo.

¿Por qué tus rayos juzgas


tan fuertes y esplendentes?
Yo podría eclipsarlos de un solo parpadeo,
que más no puedo estarme sin mirarla.
Si sus ojos aún no te han cegado,
fíjate bien y dime, mañana a tu regreso,
si las Indias del oro y las especias
prosiguen en su sitio, o aquí conmigo yacen.
Pregunta por los reyes a los que ayer veías
y sabrás que aquí yacen Todos, en este lecho.

Ella es todos los reinos y yo, todos los príncipes,


y fuera de nosotros nada existe;
nos imitan los príncipes. Comparado con esto,
todo honor es remedio, toda riqueza, alquimia.
Tú eres, sol, la mitad de feliz que nosotros,
luego que a tal extremo se ha contraído el mundo.
Tu edad pide reposo, y pues que tu deber
es calentar el mundo, con calentarnos baste.
Brilla para nosotros, que en todo habrás de estar,
este lecho tu centro, tu órbita estas paredes.

Versión de Jordi Doce

Los buenos días


¿Qué hicimos, a fe mía, hasta el instante de amarnos?
¿No nos habían todavía destetado?
¿Absorbíamos puerilmente los placeres encendidos del campo?
¿O roncábamos en la cueva de los siete durmientes?
Así fue; pero eran fantasías todos esos placeres.
Siempre que descubría alguna belleza
y la deseaba, eras tú a la que anhelaba en mis sueños.
Y ahora buenos días a nuestras almas que despiertan,
Que se observan una a otra no sin miedo;
Por amor todo amor sobre otras miradas prevalece,
Y construye un pequeño refugio en cualquier parte.
Que los descubridores de mares visiten nuevos mundos,
Que mundos sobre mundos a otros los mapas les enseñen,
Déjennos conquistar un mundo;
cada uno posee el suyo, y es sólo uno.
Mi rostro en tus ojos, en los míos el tuyo,
En los rostros descansan los fieles corazones;
¿ Dónde podríamos encontrar dos hemisferios tan perfectos
Sin el Norte glacial, sin el agonizante Ocaso?
Aquello que muere no está debidamente amalgamado;
Si son nuestros amores uno, o si nos amamos
sin desmayo, de ningún modo moriremos.

Mal de ojo por un retrato


Clavo mis ojos en los tuyos
y me apiado de mi imagen que arde en ellos;
cuando bajo la vista,
veo en mi diáfana lágrima
mi imagen ahogada.

13
Si poseyeras el arte maléfico
de mutilar retratos,
¿de cuántos medios podrías valerte?
Pero tus dulces lágrimas saladas ya he bebido
y aunque derrames otras, como quiera me iré.
Si se borra mi imagen, también mis aprensiones
de poder ser tocado por tu hechizo.
Y aunque otra imagen mía tú conserves,
estará bien a salvo de malicia
porque es tu corazón el que la alberga.

Muerte
Lenguaje, eres demasiado estrecho
y demasiado débil para consolarnos;
la aflicción extrema no puede hablar.
¡Si pudiéramos suspirar acentos y llorar palabras!

La angustia que otorgan respiro a las lágrimas,


se consume y desgasta.
Los espíritus tristes, cuando menos lo parecen,
más tristes están.

No porque no sientan su estado,


sino porque el sentimiento los ha desesperado.
Dolor, a quien debemos todo lo que somos;
tirano, en la quinta y máxima Monarquía:

¿La mataste porque ella poseía todos los corazones,


para hacer así más opulento tu imperio?
¿Sabías que hasta quién no la conocía se lamentaría,
como cuando en un diluvio perecen todos los inocentes?

¿No te bastaba ganar ese palacio?


¿Debías arrasarlo, después de vencido?
Si te hubieras quedado, si hubieras considerado sus ojos,
todos los que hoy te huyen te habrían adorado.

Porque aquellos ojos daban luz sin quitarla,


y veían el alma porque la producían.
Ella era Zafirina, y clara ante ti;
la arcilla es ahora tu recinto sagrado.

Ah, ella era demasiado pura, pero no demasiado débil;


¿quién contempló una artillería de cristal que no se quebrara?
Y si nosotros somos tu conquista, con su caída has perdido,
pues con ella perecemos todos.

Si vivimos, sólo lo hacemos para rebelarnos;


la conocen mejor quienes la trataron bien.
Si debiéramos evaporarnos, y languidecer, y morir,
ya no sufriríamos, pues íbamos tras ella.

Ella cambió nuestro mundo por el suyo,


ahora que partió; la alegría y la fortuna son opresiones,
pues suyas eran todas las virtudes
que la ética llama cardinales.

Su alma era el paraíso;

14
la Gracia era el querubín que la custodiaba, y alejaba del pecado;
sólo debía dejar entrar a la Muerte,
pues la destrucción se cosecha siempre del mismo árbol.

Dios la arrebató, para que ningún mortal la amara más que a Él,
y mientras vertíamos lágrimas,
Él vertía su merced al llevársela,
para que nuestras mentes se eleven al firmamento, donde ella ahora descansa.

Versión de Aelfwine

Por quien doblan las campanas


¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es en sí
Equiparable a una isla;
Todo hombre es un pedazo del continente,
Una parte de tierra firme;
Si el mar llevara lejos un terrón,
Europa perdería
Como si fuera un promontorio.
Como si se llevara una casa solariega
De tus amigos o la tuya propia.
La muerte de cualquier hombre me disminuye,
Porque soy una parte de la humanidad.
Por eso no preguntes nunca
Por quien doblan las campanas,
Están doblando por ti.

Seducción
Ven a vivir conmigo, y sé mi amor,
y nuevos placeres probaremos
de doradas arenas, y arroyos cristalinos;
con sedales de seda, con anzuelos de plata.

Discurrirá entonces el río susurrante


más que por el sol, por tus ojos calentado,
y allí se quedarán los peces enamorados,
suplicando que a sí puedan revelarse.

Cuando tú en ese baño de vida nades,


los peces todos de todos los canales
hacia ti amorosamente nadarán,
más felices de alcanzarte, que tú a ellos.

Versión de Purificación Ribes

Si los venenosos minerales, y si este árbol


Si los venenosos minerales, y si este árbol,
cuyo fruto trajo la muerte a los inmortales,
si las cabras lascivas, si las serpientes envidiosas
no pueden ser condenadas, ay, ¿por qué lo seré yo?

15
¿Por qué la voluntad o la razón, que son parte de mí,
harán que un mismo pecado sea en mí más abyecto?
Y si es fácil la gloria y la piedad para Dios,
¿por qué su cólera severa me querrá amenazar?
Pero, ¿quién soy yo, Dios mío, para discutir
contigo? Haz de tu sangre, la única elevada,
y de mis lágrimas, un celestial Leteo
y ahoga en él la negra memoria de mi culpa.
Otros claman y piden que también los recuerdes.
Yo preferiría la misericordia que supone tu olvido.

Soy un mundo en pequeño…


Soy un mundo en pequeño hábilmente tejido
de materia y de espíritu que es de origen angélico,
pero el negro pecado hunde en la noche eterna
de mi mundo ambas partes, y ambas deben morir.
Los que habéis encontrado más allá de altos cielos
nuevos orbes, pudiendo describir nuevas tierras,
derramad nuevos mares en mis ojos, y así
que se ahogue mi mundo con mi llanto, o lo lave
si no está destinado a sufrir un naufragio.
¡Pero no, que ha de arder! Hasta ahora las llamas
de lujuria y de envidia lo han quemado y lo han hecho
aún más ruin. Haz, Señor, que este fuego se apague,
y que yo arda por Ti y tu casa con celo
encendido que sana y consume a la vez.

Versión de Carlos Pujol

Un barco incendiándose
Fuera de un barco incendiado,
que por ninguna manera
sólo ahogándose,
podrían salvarse de la llama,
algunos hombres saltan desesperados,
cada un a como puede.
Cerca están los barcos enemigos,
que con sus tiros los hacen caer;
Todo lo que en el barco se encontraba,
así que se perdió
ellos en el mar fueron incendiado,
y ellos en el barco quemado se ahogaron.

Un mendigo cojo
Si allá un mendigo llora,
soy incapaz,
de pararme,
o moverme;
si él dice verdades,
él miente.

Una Conferencia sobre la Sombra

16
Detente, Amor, y os daré una conferencia
sobre la filosofía de la Pasión.
Durante las tres horas de este paseo,
dos sombras, que nosotros mismos producíamos,
custodiaban nuestros pasos.
Pero ahora el sol se alza sobre nuestras cabezas.
Ya pisamos nuestras sombras,
y todas las cosas están bañadas en intrépida luz.
Así, mientras nuestro primer amor crecía,
surgían de nosotros, y de nuestra tribulación;
sombras y disfraces. Pero ya no.
El Amor no ha alcanzado su máximo esplendor
cuando aún debe cuidar de ocultarse.
A menos que nuestros amores permanezcan
en este mediodía, proyectaremos
nuevas sombras hacia el lado opuesto.
Como las primeras, que fueron para cegar a los demás,
estas sombras obrarán sobre nosotros,
y cegarán nuestros ojos.
Si nuestros amores disminuyen,
y declinan hacia el oeste,
fálsamente me ocultarás tus actos,
y yo cobijaré los míos.
Las sombras de la mañana desaparecen,
pero estas se alargan con el día,
y ¡Ay, corto es el Día del Amor, si el amor decae!
El Amor es una luz creciente,
o en plenitud constante;
su primer instante después del mediodía es la Noche.

Versión de Aelfwine

Usura de amor
Por cada hora que ahora me concedas,
te entregaré,
Dios usurero del Amor, a ti, veinte,
cuando a mis cabellos negros los grises sean iguales.
Hasta entonces, Amor, deja que mi cuerpo reine, y deja
que viaje, me quede, aproveche, intrigue, posea, olvide;
la del año anterior retorne, y piense que aún
no nos conocíamos.

Deja que imagine mía la misiva de cualquier rival,


y nueve horas después cumpla la promesa
de la media noche. En el camino tome
a doncella por señora, y a ésta le hable del retraso.
Deja que a ninguna ame, ni a la diversión siquiera.
Desde la hierba del campo hasta las confituras de la Corte
o fruslería de la urbe, deja que informes
a mi mente la transporten.

Esta oferta es buena. Si, cuando viejo, por ti


soy inflamado;
si tu honor, mi pudor o mi dolor
codicias, más a esa edad podrás ganar.
Haz tu voluntad entonces; entonces objeto y grado,
y frutos del amor. Amor, a ti someto.
Déjame hasta entonces. Lo acataré, aunque se trate
de una que me ame.

17
Versión de Purificación Ribes

La canonización
Por Dios, callaos, y dejadme amar; o si queréis, murmurad de mi perlesía, de mi gota, de mis
cinco cabellos grises, y burlaos de mi fortuna perdida; mejorad con riquezas vuestra condición,
con las artes vuestra mente; abrazad un partido, conseguíos un empleo, admirad a Su Honor, o a
Su Gracia, o la realeza del Rey, y contemplad su rostro acuñado; aprobad lo que queráis, pero
dejadme amar.
Ay de mí, ¿a quién daña mi amor? ¿Qué barcos hirvieron naufragar mis suspiros? ¿Quién dice
que mis lágrimas inundaron sus campos? ¿Cuándo mis hielos suspendieron una primavera?
¿Cuándo las fiebres que colman mis venas agregaron un nombre a las listas de la peste? Batallas
encontrarán siempre los soldados, y litigantes en pleito los abogados, aunque ella y yo nos
amemos.
Llamadnos lo que queráis: así nos ha hecho el amor; decid que ella es una mosca, y yo otra:
también somos bujías, y a costa nuestra nos consumimos, y en nosotros hallamos el Águila y la
Paloma. El misterio del Fénix se resuelve con nosotros; puesto que ambos somos uno solo,
somos el Fénix. Agregad ambos sexos a una cosa neutra: morimos y resurgimos inmutables, y
gracias a este amor demostramos ser misteriosos.
Si no podemos vivir de amor, de él podemos morir; si sepulcros y ataúdes rechazan nuestra
leyenda, la poesía la aceptará, y si no servimos para las Crónicas, nos haremos hermosas
moradas con sonetos; tanto acomodan las ornadas urnas a las cenizas máximas, como un
pedazo de tierra; y todos nos aceptarán en esos himnos, canonizados por el Amor.
Y así nos invocarán: "Vosotros, que el reverendo amor convirtió a cada uno en ermita del otro;
vosotros, para quien el amor fue reposo, aunque para los demás es furia; vosotros, que
contrajisteis el alma entera del mundo, y llevasteis en el cristal de los ojos (de tal manera
transformados en espejos y en espías, que todo en vos se compendiaba) países, ciudades, cortes;
rogad que la altura nos conceda otro ejemplo de nuestro amor"

Un himno a Cristo
Cualquiera sea el barco náufrago en que me embarque, ése será mi emblema de Tu arca;
cualquiera sea el mar donde me abisme, ése será para mí el emblema de Tu sangre; aunque
enmascares Tu rostro con nubes de ira, a través de esa máscara reconozco Tus ojos; a veces
desvían su mirada, pero nunca desprecian.
Yo te ofrezco esta Isla, y todos los que en ella he amado, y que en ella me amaron; cuando haya
puesto nuestros mares entre ellos y yo, pon Tu mar entre mis pecados y Tú; como la savia del
árbol que busca en invierno la raíz inferior, yo voy en mi invierno hacia donde a nadie sino Tú,
eterna raíz del verdadero amor, podré encontrar.
Ni Tú ni Tu religión controlan el amor de un alma armoniosa, pero Tú quisieras todo ese amor
para Tí mismo; como eres celoso, Señor, así estaré yo celoso porque no me amas, hasta que no
liberes a mi alma de amar otra cosa; quien da libertad, la quita. ¡Oh, si no te importa a quién
amo, ya no me amas!
Sella entonces este contrato de n¡mi divorcio con todos los que recibieron esos rayos más débiles
de amor; aprópiate esos amores, que la juventud disemina en Famas, Ingenios, Esperanzas
(falsas amantes). Las mejores iglesias para la plegaria son las menos iluminadas; para ver
solamente a Dios, desaparezco; y para evitar los días tormentosos, escojo una eterna noche.

Una despedida: prohibido el duelo


Si ellas son dos, son dos como
los rígidos pies gemelos de un compás lo son;
tu alma de pie fijo, no da muestras
de moverse, pero lo hace si el otro se mueve.
Y aunque en el centro se asienta,
sin embargo, cuando el otro lejos discurre,

18
se inclina y se afana por él,
y se yergue erecto cuando aquel retorna.
Tal serás tú para mí, que debo
como el otro pie correr oblicuamente;
tu firmeza hace mi círculo exacto,
y me hace terminar donde empecé.

POEMAS DIVINOS

I
Tú me has hecho, ¿y tendrá tu obra que decaer?
Repárame ahora, pues ahora mi fin se apresura.
Corro hacia la muerte y la muerte me encuentra con igual premura,
y todos mis placeres son como el ayer.
No oso mis débiles ojos en dirección alguna mover,
la desesperación detrás y la muerte delante producen
tal terror, y mis débiles carnes se consumen
por el pecado en ellas, que hacia el averno las hace caer.
Sólo Tú estás arriba y cuando hacia Ti
con tu licencia puedo mirar, otra vez puedo levantarme;
pero nuestro sutil enemigo tanto me tienta a mí
que ni una hora puedo sustentarme.
Tu Gracia puede darme alas para evitar su arte
y Tú, cual imán, puedes mi corazón de hierro llevarte.

VII
Si las almas fieles son glorificadas igual que los ángeles, entonces el alma de mi padre ve, y ello
se agrega a su completa felicidad, cuán valientemente cruzo de un salto la ancha puerta del
Hades. Pero si esas almas divisan a nuestros espíritus no inmediatamente sino por sus
circunstancias y a través de signos evidentes en nosotros, ¿cómo probaran la blanca verdad de
mi espíritu? Ellos ven al amante idólatra llorar y lamentarse, y al vil, blasfemo hechicero invocar
el nombre de Jesús, y al fariseo hipócrita fingir devoción. Vuélvete pues, alma meditabunda,
hacia Dios, por que él conoce tu verdadero pesar, puesto que él lo puso en mi pecho.

X
Muerte no seas soberbia porque tú no eres así,
aunque algunos te han llamado temible y poderosa,
puesto que, aquellos a quienes tú piensas has derrocado,
no mueren, pobre muerte, ni siquiera puedes tú matarme.
Del descanso y del sueño, que solo tus imágenes son
—gran placer— entonces de ti, mucho más debe fluir,
y tarde o temprano nuestros mejores hombres van contigo,
los restos de sus huesos, y la salvación de sus almas.
Tú eres esclava del Destino, Azar, reyes y hombres desesperados,
y con veneno, crueldad y enfermedad moras,
y fetiches o encantos también pueden hacernos dormir,
y mejor aun tu caricia; ¿por qué presumes, entonces?
Pasado un corto sueño, despertamos a la eternidad,
y la muerte ya nunca será; muerte, tú morirás.

19
XIV
Golpea mi corazón, Dios de las tres personas; porque tú
Hasta ahora sólo tocas, respiras, iluminas, y tratas de enmendarme;
para que yo pueda levantarme y resistir, derríbame, y dobla
tu fuerza para quebrarme, aventarme, quemarme y hacerme de nuevo.
Yo, cual una ciudad usurpada, a otro debida,
me esfuerzo por admitirte, pero, oh, inútilmente,
la Razón, tu virrey en mí, debería defenderme,
pero está cautiva, y resulta débil o falsa.
Mas yo mucho te amo, y con gozo querría ser amado por ti,
pero estoy prometido a tu enemigo.
Divórciame, desátame, o rompe de nuevo ese nudo,
llévame a tí, encarcélame, porque yo,
a menos que me cautives, nunca seré libre,
ni jamás seré casto, a menos que tú me violes.

XV
¿Amarás a Dios como él te ama? Asimila entonces, alma mía, esta sana meditación: Cómo el
Espíritu, servido por los ángeles en el cielo, hace su templo en tu pecho; el Padre, que ha
engendrado un Hijo, el más bendito, y que aún lo engendra (para que jamás se vaya), se ha
dignado elegirte a ti en adopción, coheredero de su gloria y del descanso infinito del Sabbath; e
igual que un hombre al que han robado, que al buscar descubre que sus bienes fueron vendidos
y debe perderlos o comprarlos de nuevo, el Hijo glorioso descendió hasta nosotros, a quienes
había hacho y Satán robó, y por nosotros fue muerto, para salvarnos. Ya era mucho que el
hombre fuese hecho como Dios en un principio; pero que Dios se haya hecho hombre, mucho
más.

XVI
Padre, tu Hijo me da una parte de su doble interés en tu reino; conserva su nudo en la trabada
Trinidad y me da la victoria de su muerte. Este Cordero, cuya muerte bendijo con vida al mundo,
fue muerto desde el principio del mundo, e hizo dos estamentos, que con la Herencia suya y con
tu reino a tus hijos invisten. Pero son tales las leyes, que los hombre todavía discuten si un
hombre es capaz de cumplirlas. Nadie lo hace, pero la todo-curativa gracia y el espíritu vuelven a
la vida lo que la ley y la letra matan. El resumen de tu ley, tu último mandamiento, es tan sólo
amar. Deja que esta última voluntad perdure.

20
Al romper el día …………………………………………………………………………….. 2
Alquimia de amor ………………………………………………………………………….. 2
Amanecer ……………………………………………………………………………………… 2
Amor negativo ………………………………………………………………………………. 3
Canción ………………………………………………………………………………………… 3
Constancia de mujer ……………………………………………………………………… 4
El corazón roto ……………………………………………………………………………… 4
El Dios del amor ……………………………………………………………………………. 5
El éxtasis ………………………………………………………………………………………. 5
El mensaje …………………………………………………………………………………….. 6
El sueño ………………………………………………………………………………………… 6
El testamento ………………………………………………………………………………… 7
Elegía XIX: antes de acostarse ……………………………………………………….. 8
En el sacramento …………………………………………………………………………… 9
Epístola heroica: Safo a Filenis ………………………………………………………. 9
La aparición ………………………………………………………………………………… 10
La miasma …………………………………………………………………………………… 11
La prohibición ………………………………………………………………………………. 11
La pulga ………………………………………………………………………………………. 12
La salida del sol ……………………………………………………………………………. 12
Los buenos días …………………………………………………………………………….. 13
Mal de ojo por un retrato ………………………………………………………………. 13
Muerte …………………………………………………………………………………………. 14
Por quien doblan las campanas …………………………………………………….. 15
Seducción …………………………………………………………………………………….. 15
Si los venenosos minerales, y si este árbol ………………………………………. 15
Soy un mundo en pequeño… ………………………………………………………….. 16
Un barco incendiándose ……………………………………………………………….. 16
Un mendigo cojo ………………………………………………………………………….. 16
Una Conferencia sobre la Sombra …………………………………………………. 16
Usura de amor …………………………………………………………………………….. 17
La canonización …………………………………………………………………………… 17
Un himno a Cristo ………………………………………………………………………… 18
Una despedida: prohibido el duelo ………………………………………………… 18

POEMAS DIVINOS
I …………………………………………………....................................................... 19
VII ............................................................................................................ 19
X ............................................................................................................... 19
XIV ........................................................................................................... 19
XV ............................................................................................................ 20
XVI .......................................................................................................... 20

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