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El franciscano contribuye con su mejor esfuerzo para que el culto divino sea siempre celebrado
dignamente. Participa plenamente de todas las celebraciones litúrgicas.
El grupo de los hermanos de Francisco estaba abierto a todos los que querían acercarse. Pero
cuando alguno quería pasar a pertenecer al grupo, tenía que decidirse en serio. Era necesario
comprometerse a comportarse siempre como un verdadero hermano. En esa promesa de ser
siempre hermano está el núcleo de la obediencia evangélica. Por eso, para Francisco, ingresar
a la Fraternidad era equivalente a prometer Obediencia. Obedecer no es simplemente hacer lo
que se nos manda. Es mucho más que eso: es sentirse responsable del otro y estar pendiente
de sus necesidades. Como una madre está pendiente de sus hijos. O como el mismo Dios está
pendiente de nosotros y hasta lleva la cuenta de los cabellos de nuestra cabeza. Desobedecer
es desentenderse, desinteresarse. Por eso se puede decir que uno sólo puede considerarse
“hermano” de aquél a quien obedece. Si no le importa lo que el otro siente, lo que le pasa, lo
que piensa, lo que necesita, ¿qué sentido tiene llamarlo “hermano”? El hermano obediente no
obra inconsultamente. Sabe que su vida no le pertenece en exclusividad. Por eso cuando va a
hacer algo se fija muy bien si no va contra de los ideales comunes, o contra el sentir de la
Fraternidad. El franciscano está siempre pendiente de sus hermanos. No considera humillante
depender de los demás. El franciscano no quiere obrar inconsultamente. Trata de ser servicial
sin ser obsecuente. Procura ser comunitario sin ser gregario.
Para reflexionar:
♦ ¿En qué momentos, situaciones o rostros durante este tiempo crees que viste a Jesús?
♦ ¿Qué genera en vos este significado de Obediencia que nos propone el itinerario?