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Gén 32:26 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si
no me bendices.
La historia.
Jacob estaba pasando un momento de serios aprietos en su vida, era el miedo a
encontrarse con su hermano Esaú, a quién años antes le había quitado una bendición
especial llamada primogenitura. Jacob en su desesperación y temo que Esaú no solo
le mate a él, sino a toda su familia oró más de miedo que por buscar a Dios, hasta que
una de esas noches mientras dormía en el campo se le apareció un ser cual un
humano que luchó con él.
La Biblia cuenta que Jacob luchó toda la noche y al amanecer cuándo ya no
podía seguir más, hizo una oración breve pero especial, “No te soltaré hasta que no
me bendigas”
Ahora bien Jacob siempre se caracterizó por anhelar y desear bendición, ya lo
había obtenido de su papá ahora le estaba pidiendo a Dios en esa lucha.
Ante la insistencia de Jacob, Dios le otorgó su petición, en primer lugar le
cambió el nombre de Jacob que significaba usurpador a Israel que significaba príncipe
de Dios, además que le dio los consejos de cómo debería proceder para apaciguar
la ira de su hermano Esaú.
En ese lugar, Dios se reveló a sí mismo ante Jacob de una manera que cambió
su vida. Dios tocó su cadera y cambió su manera de andar para el resto de sus días.
Y más importante aún, Dios tocó su corazón y cambió su manera de vivir para el resto
de su vida.
En el caso del encuentro con su hermano, gracias al obrar de Dios, todo se
realizó con emociones muy especiales, pues lloraron juntos, se abrazaron, se
perdonaron y fueron borrados años de amargura y culpabilidad.