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C O N CI LIU M

Revista internacional de Teología

149
MODELOS DE SANTIDAD

EDICIONES CRISTIANDAD
Madrid 1979
CONCILIUM
Revista internacional de Teología

Año XV
Diez números al año, dedicados cada uno de ellos a
un tema teológico estudiado en forma interdisciplinar.
Aparece mensualmente, excepto en julio-agosto y
septiembre-octubre, en los que el número será doble.

CONTENIDO DE ESTE NUMERO

J. Rovira Belloso: ¿Cuál es la santidad de Je-


sús de Nazaret? 326
P. Delooz: La canonización de los santos y su
significación social 340
B. Plongeron: Variaciones hagiograficas en tor-
no a la madre Inés de jesús (1665-1963). 353
E. Hoornaert: Modelos de santidad a partir del
pueblo 366
C. Leonardi: De la santidad «monástica» a la
santidad «política» 378
R. Laurentin: Santa María 390
Ch. Duquoc: Santidad de Jesús y santidad del
Espíritu 401

BOLETINES

J. Spae: Modelos budistas de santidad 413


F Urbina: Modelos de santidad sacerdotal. Una
reseña bibliográfica 422
Secciones de «Concilium»
COMITÉ DE DIRECCIÓN DE CONCILIUM

1. SOCIOLOGÍA DE LA RELIGIÓN Enero Giuseppe Alberigo Bolonia-Italia


2. LITURGIA Febrero Gregory Baum Toronto/Ont .-Canadá
Leonardo Boff Petrópolis-Brasil
3. DOGMA Marzo Antoine van den Boogaard Nimega-Holanda
4. TEOLOGÍA PRÁCTICA Abril Paul Brand Ankeveen-Holanda
Marie-Dominique Chenu París-Francia
5. TEOLOGÍA FUNDAMENTAL Mayo Yves Congar París-Francia
6. CUESTIONES FRONTERIZAS Junio Mariasusai Dhavamony Roma-Italia
7. INSTITUCIONES ECLESIALES Julio-Agosto Christian Duquoc Lyon-Francia
Virgilio Elizondo Texas-EE. UU.
8. ECUMENISMO Septiembre-Octubre Casiano Floristán Madrid-España
9. ESPIRITUALIDAD Noviembre Claude Geffré París-Francia
10. MORAL Diciembre Andrew Greeley Chicago-EE. UU.
Norbert Greinacher Tubinga-Alemania Occ.
Gustavo Gutiérrez Lima-Perú
Peter Huizing Nimega-Holanda
Bas van Iersel Nimega-Holanda
Jean-Pierre Jossua París-Francia
No se podrá reproducir ningún artículo de Hans Küng Tubinga-Alemania Occ.
Rene Laurentin París-Francia
esta revista, o extracto del mismo, en nin- Luis Maldonado Madrid-España
Johannes Baptist Metz Miinster-Alemania Occ.
gún procedimiento de impresión (fotocopia, Dietmar Mieth Düdingen-Suiza
microfilm, etc.), sin previa autorización de Jürgen Moltmann Tubinga-Alemania Occ.
Alois Müller Lucerna-Suiza
la fundación Concilium, Nimega, Holanda, Roland Murphy Durham-EE. UU.
Jacques Pohier París-Francia
y de Ediciones Cristiandad, S. L., Madrid. David Power Washington-EE. UU.
Karl Rahner Munich-Alemania Occ.
Luigi Sartori Padua-Italia
Jean Remy Lovaina-Bélgica
Edward Schillebeeckx Nimega-Holanda
Elisabeth Schüssier Fiorenza South'Bend/Ind.-EE. UU.
Tema del próximo número David Tracy Chicago-EE. UU.
Knut Walf Nimega-Holanda
LA DIGNIDAD DE LOS MARGINADOS Antón Weiler Nimega-Holanda
John Zizioulas Glasgow-Gran Bretaña

CONSEJO CIENTÍFICO

José Luis Aranguren Madrid-España


Luciano Caglioti Roma-Italia
August Wilhelm von Eiff Bonn-Alemania Occ.
Paulo Freiré Ginebra-Suiza
Barbara Ward Jackson Londres-Inglaterra
Harald Weinrich Colonia-Alemania Occ.

SECRETARIA GENERAL
Depósito legal: M. 1.399.—1965 Hadewych Snijdewind Nimega-Holanda
COMITÉ DE REDACCIÓN DE ESTE NUMERO

Directores:
Christian Duquoc OP Lyon-Francia
Casiano Floristán Madrid-España
PRESENTACIÓN
Miembros:
Maurice Bellet París-Francia
Enzo Bianchi Magnano-Italia La Iglesia católica no sólo configura las formas temporales del
Ladislaus Boros Cham-Suiza reino de Dios, sino que también canoniza, es decir, promueve a la
Bernard Bro OP París-Francia
Pietro Brugnoli sj Roma-Italia gloria eterna a quienes trabajaron por él en la tierra. La forma de
Cario Carozzo Genova-Italia la declaración oficial de santidad ha experimentado grandes cam-
José Castillo sj Granada-España bios a lo largo de la historia. Durante mucho tiempo, la aclama-
Michel de Certeau sj París-Francia
Hugo Echegaray Galup Lima-Perú ción espontánea del pueblo cristiano fue el factor decisivo, y nadie
Antonin van Galen o. CARM Aalsmeer-Holanda buscó criterios legales ni procesos canónicos. La mayoría de los
Michel de Goedt OCD Jerusalén-Israel santos que están en el calendario no han pasado por las instancias
Gustavo Gutiérrez Merino Lima-Perú
Henricus Hendrikx OSA Nimega-Holanda romanas. Cuando la Iglesia adquirió una organización social más
Hoáng-sy-Quy sj Ville Ho chi Minh-Vietnam perfecta y adoptó unas leyes, creyó que debía legislar también res-
Patrick Jacquemont OP París-Francia pecto a la entrada oficial en el más allá. De este modo preconizó
Eugene Kennedy Chicago/IU.-EE. UU.
Ernest Larkin o. CARM Phoenix/Ariz.-EE. UU. unos modelos de santidad porque, si bien todos son llamados al
Jean Leclercq OSB Clervaux-Luxemburgo reino de Dios, no todos tienen el honor de entrar oficialmente en
Marcel Légaut Luc-en-Diois-Francia él. Entrar oficialmente en el reino en virtud de lo que se ha hecho
Pierre de Locht Bruselas-Bélgica durante la vida en el seno de la Iglesia (a nadie se le ha ocurrido
Edward Malatesta sj Roma-Italia
María Martinelí Barcelona-España hasta ahora canonizar a un creyente no católico, aunque nadie
Jan Peters OCD Geysteren-Holanda limite el reino de Dios a los creyentes católicos) es haber respondi-
Samuel Rayan sj Dehlí-India do a una determinada idea de la santidad imperante en el pueblo
Jean-Claude Sagne OP Lyon-Francia
Charles Schleck esc Roma-Italia católico o en las instancias romanas. La Iglesia promueve al reino
Theodor Schneider Hochheim-Alemania Occ. de Dios a quienes la sirven, pero habría que preguntarse si servir
Josef Südbrack sj Munich-Alemania Occ. a la Iglesia es siempre promover el reino de Dios en este mundo.
Pedro Trigo Caracas-Venezuela
Fernando Urbina Madrid-España Este número está dedicado a los modelos de santidad. Pero
Friedrich Wulf sj Munich-Alemania Occ. no se limita a los «modelos» basados en los procesos de canoniza-
ción, si bien tales modelos tienen indudablemente una importancia
especial en razón de la implicación de la comunidad eclesial y la
autoridad romana. Los métodos de espiritualidad, las tradiciones
de las órdenes religiosas y monásticas y las exigencias del servicio
individual o político al prójimo proponen a los católicos otros
modelos de santidad. Los artículos del presente número de «Con-
cilium» estudian esos diversos aspectos. Sin embargo, era necesario
examinar con exactitud el proceso de la determinación oficial de la
318 Presentación
Presentación 319
santidad y de los modelos creados por dicha determinación. Aquí
herejía. Olvida que la Inquisición fue una institución odiosa, in-
no se trata de la santidad en su dimensión espiritual y subjetiva,
moral, que utilizó procedimientos errados y no temió recurrir a la
sino en su forma social. Algunos concluirán que se trata de un
tortura... cosas que no parecen muy evangélicas. Puede extrañar
aspecto formal. Sea como fuere, el tema da unidad a este número
e incluso escandalizar el hecho de que casi ningún santo canoni-
y nos permite mostrar unos criterios prácticos, históricos y teóri-
zado protestase contra los métodos de la Inquisición, que tanto
cos de la santidad. El cielo no escapa a la relatividad de nuestras
daño han causado a la Iglesia en Europa y cuyo lastre sigue pe-
percepciones sociales.
sando hoy sobre la misma Iglesia. Un reciente debate en la televi-
sión francesa a propósito de un filme italiano sobre el dominico
La problemática del tema es bastante compleja. La tensión Giordano Bruno, quemado por orden de la Inquisición romana,
entre el ideal o el imperativo y lo social eclesiástico plantea serias ha puesto de manifiesto que muchos desconfían de las exhorta-
cuestiones teológicas. Las he resumido antes en una frase: ¿pro- ciones de la Iglesia católica en favor de los derechos humanos.
mueve la Iglesia a la santidad oficial a quienes han trabajado por Uno de los participantes en el debate hizo notar que Himmler y
ella o más bien a los que han trabajado por la venida del reino? Lenin industrializaron los procedimientos descritos en el manual
Más adelante veremos que no es una finalidad idéntica, dado que de los inquisidores. Por tanto, no es seguro que quienes defen-
la Iglesia católica es una realidad social que no siempre actúa úni- dieron los intereses inmediatos de la Iglesia en la Inquisición y
camente por motivos evangélicos. fueron canonizados por la Iglesia trabajaran efectivamente por los
«Sed santos porque yo soy santo», dice el Señor en el Antiguo intereses del evangelio.
Testamento, y este imperativo impregna la ley moral de la primera El caso de la Inquisición no es el único que plantea interro-
parte de la Biblia. «Sed perfectos como el Padre celestial es per- gantes. La historia de los modelos de santidad propuestos encierra
fecto», dice Jesús en el Sermón de la Montaña, y este ideal estruc- otras causas de extrañeza: ¿por qué son tantos los monjes, vírge-
tura todo el estilo de vida evangélica. Estos imperativos son evi- nes, viudas, obispos... que pueblan el cielo oficial, en tanto que
dentes en el plano de una teoría general de la imitación de la escasean los laicos, mujeres casadas, curas de segundo orden? Las
acción divina; pero pierden algo de su pertinencia cuando se trata representaciones del cielo en el arte medieval o en el del Renaci-
de una regla de acción cotidiana. A Dios nadie lo ha visto nunca, miento reproducen las jerarquías sociales existentes en la Iglesia:
y más vale que nadie se ponga de su lugar para definir los cami- el patán no aparece al lado del Pontífice; las vírgenes están juntas,
nos concretos de santidad en el mundo. Los modelos nacen de la no entre personas de otras clases. Sólo las representaciones del
distancia existente entre el imperativo y la acción concreta. Para infierno violan el orden jerárquico: el obispo está al lado del sal-
hacer efectivos los imperativos mencionados son necesarias ciertas teador de caminos. Una sospecha viene a la mente: ¿es posible
mediaciones. El modelo se imita, excita la imaginación, fascina la que los procedimientos de canonización, en virtud de modelos de
afectividad; ante la transposición concreta de un imperativo o de santidad en cierto modo preestablecidos, reflejen el ideal de una
una exigencia, uno se queda indeciso. El modelo fue un medio época más que las exigencias evangélicas?
de actualizar, de hacer atractivos o heroicos los imperativos vetero-
testamentarios o las exigencias evangélicas. Poner de manifiesto el sustrato social de los modelos de santi-
Pero el modelo no depende únicamente de los imperativos o dad propuestos no significa condenar a los creyentes al escepticis-
de las exigencias evangélicas; está influido también por los intere- mo: la santidad evangélica no es una quimera, y las canonizaciones
ses, las opciones sociales y los prejuicios de la Iglesia de una no han poblado el cielo de personajes útiles a los poderosos de
época. Así, la Iglesia ha canonizado como mártires a inquisidores este mundo o a las Iglesias. Pero hay que acabar con la convic-
(san Pedro de Verona, etc.) asesinados por personas acusadas de ción, muy común, de que la santidad es una forma absoluta que
320 Presentación Presentación 321

puede evaluarse con criterios sociales. Los modelos son relativos; lo mismo con María. La vuelta al Jesús histórico ha sido siempre
no agotan las modalidades de la santidad cristiana. Es necesario re- una fuente de crítica y rechazo de los criterios establecidos. ¿Puede
distribuirla entre el conjunto de los miembros de la Iglesia toman- decirse que ocurre lo mismo con María? El evangelio dice muy
do como punto de referencia no tanto las normas oficiales cuanto poco de ella: que fue creyente, justa, madre de Jesús. Como Abra-
a aquel que está por encima de todo criterio: Jesús de Nazaret, hán, puso toda su confianza en Dios. Por desgracia no ha sido
cuya santidad confesamos. ése el aspecto que se ha destacado, sobre todo en la piedad popu-
Jesús niega a los tribunales religiosos la facultad de establecer lar. María ha atraído la atención por sus funciones sociales más
normas y criterios en materia de santidad. Su experiencia atesti- que por su fe: virgen y madre. Madre: este título permite exaltar
gua el peligro que entraña constituirse juez de la fidelidad a Dios. la función de la mujer como madre y mostrar que asumir plena-
Los judíos cultos de su época no carecían de criterios de santidad: mente esa función, con máxima abnegación y renunciando a todo
era posible descubrirlos socialmente a la luz de la ley. Nadie era poder social, representa para las mujeres la forma de emprender
tan necio como para pensar que la fidelidad material a la ley equi- un camino divino. Virgen: este rasgo permite eliminar el carácter
valía a cumplir la voluntad de Dios. Sin embargo, la ley constituía originariamente sexual de la «maternidad», vinculado a la relación
el criterio supremo. Jesús ciertamente no se ajustó a esos criterios conyugal, pero conservando la dimensión familiar y social que
religiosos y sociales, puesto que no resistió el examen de quienes evoca el otro título. De este modo, la Sagrada Familia —única
conocían y aplicaban la ley. El, a quien la tradición cristiana ha llamada así— permite enaltecer una institución necesaria para el
reconocido semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado, equilibrio de la sociedad y prescindir del aspecto de armonía afec-
no fue considerado por los especialistas de la religión como un tiva y gozo matrimonial, que podría contrarrestar el ideal ascético
hombre de Dios, sino como un blasfemo. Sería injusto acusar a sus de la felicidad.
adversarios de vileza o de hipocresía. Yo los considero más bien Para el pueblo y, a veces, para las instancias oficiales, las fun-
rectos, aunque limitados; virtuosos, pero rígidos; observantes, ciones sociales de María, contradictorias entre sí, hacen de ella una
pero tristes; incapaces de imaginar normas de comportarse diferen- mujer singular, inaccesible, pero sumamente atractiva porque rea-
tes de las que respondían a su ideal. La estrechez de espíritu, uni- liza en sí misma lo que ninguna mujer cristiana puede realizar
da a una virtud sincera e intransigente, es una de las principales simultáneamente. María es un modelo porque dignifica ciertas
causas de los crímenes del mundo. La historia está repleta de funciones femeninas, pero sólo es modelo imitable mediante la
hombres virtuosos que constituyeron un peligro para sus semejan- renuncia a la maternidad. De ese modo contribuye a mantener al
tes. Jesús fue condenado por hombres virtuosos, no por libertinos cristiano ordinario en una situación de segundo plano. La super-
e infames. Los hombres virtuosos crearon la Inquisición. Este valoración de estas dos funciones, maternidad y virginidad, redun-
trágico error de los comienzos de la historia cristiana y esta inca- da en una falta de interés por lo que hace a María santa: su fe,
pacidad de armonizar la virtud severa con la santidad procedente modelo efectivo para todos los cristianos, por más que las impli-
de Dios se dan también en las comunidades cristianas. Buscando caciones estén por encima de cualquier comparación concreta. Pero
fomentar la santidad evangélica, dichas comunidades han hecho le fe no permitía sacralizar una doble función femenina, sino que
demasiadas veces que la virtud resultara violenta, y el mundo triste. relativizaba ambas obligando a concebirlas y vivirlas de forma
Imaginar la vida conforme a ciertos modelos extraídos de las ins- humana y no divina. Lo que importa no es que María sea virgen,
trucciones espirituales es privarla del sabor, del gusto, de la creati- ni que sea madre, sino que sea creyente, como lo fue Abrahán.
vidad. Nietzsche quiere un Dios que dance, muy distinto de los Las otras dos cualidades adquieren significación cristiana en la
promotores de la santidad virtuosa. órbita de su obediencia fiel a la palabra de Dios.
Si Jesús no encajaba en los marcos preestablecidos, no sucedió Jesús y María son modelos inimitables, pero por motivos di-
322 Presentación Presentación 323

versos: Jesús, porque no obedeció a un criterio de santidad prede- juriados mañana. Los santos del cielo sólo están expuestos a los
terminado, sino que fue totalmente original en este sentido. No es cambios de popularidad y a las modificaciones de tipo litúrgico.
un modelo canonizable. Desde este punto de vista sería interesante Con el tiempo corren el riesgo de perder importancia para la pie-
estudiar la santidad de Jesús comparándola con otras formas histó- dad eclesial y popular; también están expuestos a la secularización.
ricas existentes en la Iglesia. Nietzsche captó bien la extraordinaria Nada de esto debe escandalizar. Los personajes reales o los méto-
originalidad del Nazareno. María es inimitable porque asume dos dos son caminos; a veces, también obstáculos para comprender
funciones femeninas contradictorias. Hacerla imitable es definirla correctamente la santidad evangélica. En primer lugar son unos
como creyente y, por tanto, relativizar el papel ambiguo que se le caminos: favorecen la identificación con héroes religiosos o facili-
ha hecho desempeñar como sacralización del estatuto femenino. tan decisiones concretas. Mueven más que los imperativos morales,
Así, pues, Jesús es la imagen de la santidad por excelencia porque las teorías e incluso las exigencias. Actúan sobre la afectividad.
dista mucho de todos los modelos y por eso es el único Santo. Su poder persuasivo proviene de su valor concreto. Esto explica
María es inimitable en la medida en que no se examinan a la luz que la lectura de la vida de los santos haya sido una práctica muy
del evangelio sus dos funciones de virgen y madre. Como hija del estimada en la tradición cristiana. Antes los sacerdotes leían en
creyente Abrahán es imitable, pero entonces deja de ser un modelo el breviario la vida del santo celebrado en la liturgia del día.
sagrado cuya función social consiste únicamente en justificar un Eran unas vidas estereotipadas, informaban poco de la realidad,
estatuto femenino eterno. Las mujeres, en efecto, sólo entran en instruían sobre los modelos de santidad que circulaban entre el
el cielo oficial y romano como vírgenes o viudas. «Viudas» es el pueblo y que fomentaban las autoridades. El breviario era un
único medio de significar que son madres, prescindiendo de la im- medio sencillo de familiarizarse con un ejército de héroes religio-
portancia del vínculo conyugal para el acceso al cielo oficial. Esta sos; invitaba al sacerdote a formar parte de él imitando las obras
fascinación ejercida por el estatuto de María, humanamente contra- maravillosas de sus predecesores. Seguir a san Francisco de Asís
dictorio, es tanto más extraño cuanto que las frases evangélicas es más atractivo que persuadirse de la necesidad de la pobreza
referentes a ella no exaltan la institución familiar ni la materni- para descubrir las riquezas de reino de Dios.
dad, sino sólo la fe. Pero ésta, como el estilo de vida de Jesús, no
Los modelos no son sólo unos caminos: a menudo se transfor-
podía encontrar fácilmente una forma social; por eso ha quedado
man en obstáculos. Al predeterminar las imágenes de la santidad
en la sombra.
ligan indebidamente al pasado y no impulsan con la fuerza renova-
En resumen: la importancia de Jesús y de María en la valora- dora del evangelio. Todo religioso ha podido comprobar que algu-
ción de la santidad cristiana oficial justifica que se le dediquen dos nos individuos virtuosos según las constituciones de una orden han
artículos en un número que trata de los modelos de santidad. trabajado por su ruina efectiva. La terquedad en mantener unas
Si tratándose de Jesús y de María se encuentran tales dificulta- reglas desfasadas y en reproducir modelos antiguos, lejos de favo-
des, es natural que se hallen también en los creyentes católicos, recer la vitalidad evangélica, apostólica o contemplativa, la ha dete-
aunque difieran en grado o en género. Los artículos sobre la «ca- nido muchas veces. Recordemos las discusiones de 1954 en torno
nonización de los santos y su significado social», sobre «variacio- al asunto de los sacerdotes obreros en Francia y las razones aduci-
nes hagiográfícas en torno a la madre Inés de Jesús», sobre «mo- das por Roma contra esta iniciativa. Roma alegaba la imposibilidad
delos de santidad popular» y «modelos de santidad sacerdotal» de rezar el breviario en esas condiciones, temía que no fuese posi-
convencerán al lector de que la agitada historia de nuestro mundo ble meditar; en una palabra: no veía cómo conciliar el estilo del
y de nuestra Iglesia tienen su reflejo en la paz de la eternidad sacerdote formado en San Sulpicio y el del obrero de una fábrica
feliz. Es cierto que los santos canonizados no han llegado a sufrir moderna. Hubiera sido preferible preguntarse por qué razón evan-
igual suerte que los héroes de algunos países, exaltados hoy e in- gélica y apostólica se hacía necesario romper con un determinado
324 Presentación Presentación 325

estilo de clero. Nada impide pensar que la crispacíón de las auto- Iglesia. Dirigida por responsables, jurídicos o espirituales, célibes,
ridades eclesiásticas occidentales ante el problema del celibato sacer- es natural que semejante Iglesia exalte el celibato de quienes tie-
dotal sea de la misma naturaleza. El argumento en favor del celi- nen responsabilidad en ella y, por tanto, encomie oficialmente sus
bato es ya esencialmente tradicional, no se ha revisado a la luz de efectos eternos. En resumen: el cielo oficial refleja los intereses de
los desafíos actuales; de ahí que esa adhesión al pasado se haya la Iglesia terrena. Esto obliga a reflexionar, pero no da pie para
convertido en obstáculo que dificulta la búsqueda de caminos escandalizarse. Obliga a reflexionar, porque esa población celestial
nuevos para el ministerio. Como ya existe el modelo, estamos muestra cuáles son los rasgos dominantes en la Iglesia terrena;
dispensados de descubrir otros caminos. La santidad, que debería varían según las épocas y no son absolutamente determinantes
ser esencialmente invención, crea imágenes estereotipadas, no se como relectura autorizada del evangelio. Es posible que ciertos
sustrae a la moda. olvidos en esta presentación oficial de la santidad revelen olvidos
Aunque esto parezca escandaloso, es perfectamente compren- u omisiones en el testimonio evangélico de la Iglesia de una época.
sible. Los modelos estereotipados de santidad se configuran de Su modo especial de poblar el cielo manifiesta cómo concibe su
acuerdo a las exigencias de supervivencia e identificación de un relación con el mundo de aquí abajo.
grupo. Sólo la Iglesia católica posee un sistema de canonización
La problemática que tratamos es limitada; no intenta abordar
oficial y riguroso; los expertos en la declaración de pertenencia al
todo lo que podría decirse sobre la santidad porque eso constitui-
reino celestial de Dios no hacen abstracción de la organización de
ría una falta de pudor; no pretende juzgar porque sería imperti-
la Iglesia y de los problemas que plantea. La Iglesia católica es
nente; pone de relieve algunos elementos sociales o ideales que
tma sociedad jerárquica, en la que el poder está en manos de cléri-
relativizan las formas oficiales de la santidad y obliga a meditar
gos masculinos célibes. Esos mismos clérigos están encargados de
de nuevo el camino inimitable de Jesús de Nazaret. Jesús inaugura
predicar el evangelio y de velar por la coexistencia de los cristianos
el reino de Dios acercándose a los que carecen ya de esperanza; se
en una unanimidad doctrinal deseable. Los intereses personales de
le ve comiendo y tratando con hombres de mala fama y con pros-
estos hombres, que tienen poder y ciencia, se confunden práctica-
titutas, escandaliza a los justos, conturba a los especialistas en los
mente con los de la Iglesia: son ellos quienes aseguran su super-
caminos de Dios. Miremos luego la iconografía que desde el Rena-
vivencia. Dudar de su modo de gobierno y de su doctrina, sospe-
cimiento domina en la presentación de los lugares celestiales y sus
char del modelo de Iglesia que quieren promover y que perpetúan
pobladores. No hay más que personas honradas y una organización
con su trabajo y su dirección, es pecar contra el evangelio.
social semejante a la imperante en el mundo. En el cielo se entra
Esta preocupación por valorar a los responsables de la Iglesia
bien vestido. Los hagiógrafos han tratado de «arreglar» a los per-
explica, según parece, el gran número de obispos canonizados o de
sonajes originales o populares. Pero el evangelio rompe las conve-
religiosos beatificados. Como se afirma en uno de los artículos de
niencias y manifiesta su fuerza para los sin esperanza: no es casual
este número, las razones económicas influyeron en el acceso a los
que una de las figuras más cercanas a Jesús fuera también una de
honores supremos de quienes tenían fiadores en la Iglesia. Pero
las más populares y de las que más interrogantes han planteado
las razones económicas se enraizan en razones políticas: la super-
en la Iglesia: Francisco de Asís. Incluso en la leyenda hagiográ-
vivencia y la vitalidad actual de un grupo jerárquico no estarían
fica aparece en él algo que no es el interés de un grupo: una fuer-
aseguradas si se sospechase que los jerarcas o los responsables no
za que viene del Espíritu y rompe todos los criterios demasiado
trabajan con todas sus fuerzas por la finalidad santa del grupo.
humanos de la designación oficial del acceso al reino. El vuelve
Observaciones parecidas podrían hacerse sobre el gran predo-
a ser una esperanza para quienes no son héroes.
minio de los célibes en la población del cielo oficial: las razones
no se hallan en el reino de Dios, sino en la organización de. la [Traducción: M. T. SCHIAFFINO] '
La santidad de Jesús 327

—de cara a los creyentes y seguidores— que tuvo la santidad del


Maestro?
La inquietante pregunta señala, por fin, un último punto más
rico en contenido teológico: ¿cuál es, precisamente, la santidad de
Jesús de Nazaret? Esta segunda pregunta, de la que se ha des-
¿CUAL ES LA SANTIDAD
prendido ya la carga polémica hacia los modelos de santidad que
DE JESÚS DE NAZARET?
ofrecen ciertas canonizaciones recientes, tiene mucha más relación
con la historia real de Jesús. El problema es éste: fueron los jus-
1. Una pregunta impertinente encubre un tema serio tos —los «santos»— de su época quienes le condenaron; no los
pecadores reconocidos. Si ello es así, hay que preguntarse cuál era
Con muy poco tiempo de diferencia he visto cómo se plantea- la calidad de esa santidad que tanto desconcertó a quienes toma-
ban en serio la religión: a las legítimas autoridades del judaismo
ba en círculos teológicos y, más indirectamente, en una revista de
y a los virtuosos de su tiempo.
diálogo sacerdotal la siguiente pregunta sorprendente: ¿sería cano-
nizado hoy día Jesús de Nazaret? ¿Fue tan sólo la cerrada mala voluntad de esos hombres que
Esta pregunta, tomada al pie de la letra, puede ser rápidamen- se tenían por justos la que motivó su actitud de incomprensión
te despachada como impertinente e incluso como absurda. En efec- ante aquel Jesús desconcertante que irrumpía en su mundo religio-
to, la existencia santa de Jesús funda todo criterio de santidad, so con el halo de una pretensión mesiánica? ¿O era, acaso, la san-
y no viceversa: ningún criterio preestablecido acerca de la santi- tidad peculiar de Jesús la que tenía en sí misma ese poder de
dad puede discernir si Jesús fue santo o no lo fue. desconcertar?
Ahora bien, ya es un mérito de esa agresiva pregunta el que La verdadera cuestión que debemos abordar es, por tanto, la
nos obligue a subrayar, con el máximo relieve, el hecho de que siguiente: ¿qué característica específica posee la santidad de Jesús,
la figura insólita e irreductible a fórmulas de Jesús de Nazaret que no solamente vulneró los modelos de santidad que poseían sus
sea la imagen y el criterio supremo de la santidad. contemporáneos —hasta el punto de provocar su hostilidad y con-
La pregunta ofrece, por otra parte, una carga crítica digna de dena—, sino que, aún hoy día, se nos presenta como desconcer-
consideración: suscita implícitamente la comparación entre la «san- tante?
tidad genial y arrebatada» * de Jesús y los modelos y criterios más Este es el tema serio de nuestro trabajo.
o menos convencionales de santidad que a veces expresamos me-
diante fórmulas un tanto simplificadas, tales como «se limitó a
cumplir su regla con la ayuda de la gracia de Dios» o «simple- 2. Jesús desconcierta a sus contemporáneos
mente supo sufrir con paciencia», etc. En esta perspectiva, la pre-
gunta acerca de las posibilidades de canonización que tendría hoy La santidad de Jesús puede presentarse como algo armónico.
Jesús adquiere este nuevo matiz crítico: ¿por qué la existencia Pero no como una armonía que excluya las disonancias. Al contra-
santa del Mesías desborda todos los moldes establecidos de santi- rio: tal como ocurre con el célebre cuarteto de Mozart, la existen-
dad, incluso la de algunos santos canonizados de la época moder- cia santa de Jesús aparece como una armonía superior que ha
na y actual, que distan mucho de tener la significación antropoló- integrado «le disonanze».
gica —de cara a todos los hombres— y la significación evangélica Si se quiere poner otra imagen procedente del campo científi-
co, se podría comparar la santidad de Jesús a las fórmulas de la
1
Véase «Correspondencia de Dialeg Eclesial», 176 (febrero 1979) 4. relatividad, en las que, además de las tres dimensiones del espacio,
328 J. M. Rovira Belloso La santidad de Jesús 329

juega la velocidad-tiempo. Y no solamente del objeto que se mue- todo esto, entonces Jesús no habría desbordado ni los límites de la
ve, sino del continente que lo envuelve. Con esta comparación se santidad tal como era entendida por el judaismo observante ni los
quiere indicar que, en Jesús, no solamente juega el abanico de límites del buen sentido.
sus dimensiones humanas, sino la irrupción de la dimensión tras- ¿Podría deducirse de esta primera aproximación que el propó-
cendente o divina, esa cuarta dimensión que constituye el secreto sito de Jesús consiste en contradecir paradójicamente el buen sen-
de la existencia de Jesús, sobre la que gravita el empuje dinámico tido religioso o en transgredir, de modo fáustico o prometeico, las
de ese «envolvente» que es el amor del Padre. El elemento des- observancias religiosas y legales?
concertante aparecerá en grado sumo cuando se vea que esta cuarta Es verdad que hay «para-doxa» (opinión al margen de la opi-
dimensión trascendente tiene una relación muy inesperada con la nión más común). Es verdad que hay transgresión de la «devoción
historia de los hombres. legal». Pero creo que no es éste todavía el contenido de la santi-
Todo esto lo podemos apreciar en concreto al comienzo del dad del Mesías.
Evangelio de Marcos, cuyo capítulo primero señala con énfasis la
irrupción de la doctrina y del «poder» del Mesías y cuyo fragmen-
to subsiguiente (Me 2,1-3,6) presenta, en cinco escenas, unos «di- 3. En qué consiste el elemento desconcertante
chos» (logia) y unas acciones de Jesús que realmente descon- de la santidad de Jesús
ciertan.
Son las cinco escenas en las que Jesús perdona los pecados El contenido esencial y específico de la actitud de Jesús en
al paralítico, come con los pecadores, da la razón a los que no estas narraciones del segundo Evangelio, y en otras parecidas, creo
ayunan mientras elogia el vino nuevo en los odres nuevos, afirma que se encuentra —en primer lugar— en que Cristo, más que
su señorío sobre el sábado y, finalmente, «quebranta» el sábado
proponerse la realización de una obra legal o piadosa para compla-
llevando su salvación al hombre de la mano paralizada.
cer a Dios, se constituye él mismo en centro de la vida divina y
Decir que el desconcierto de los contemporáneos de Jesús pro- de la salvación de Dios para los hombres. Y, en segundo lugar, en
viene de que su palabra y su acción están marcados por la para- que estos hombres son los pecadores, los pobres, los arrebatados
doja me parece que no ilumina todavía el centro de la cuestión, a por espíritus malignos, los marginados, en una palabra, los hom-
menos que se pueda señalar en qué consiste esta paradoja. A me-
bres faltos de plenitud.
nos que se señale cuál es el contenido, paradójico si se quiere, de
la palabra y de la acción de Jesús que provoca el desconcierto de a) El hecho de que Cristo se constituya como centro expan-
quienes le escucharon y fueron sus testigos oculares. ¿De qué con- sivo de la vida y salvación de Dios supone la irrupción en este
tenido se trata? mundo de algo nuevo que lo trasciende.
Si Jesús se hubiera limitado a invocar el perdón de Dios en Supone la irrupción del amor de Dios que perdona; supone
vez de ser él mismo quien perdonaba, si hubiera alabado la tradi- que Jesús es el centro de una comunidad que atrae, acoge y reúne
ción en vez de alabar lo nuevo, si hubiera discriminado a los pe- a los pecadores; supone que él se constituye como esposo que ale-
cadores como ingratos a Dios y hubiera evitado su compañía, limi- gra a sus amigos en la fiesta de sus bodas; supone que él es el
tándose a comer con los «justos» como gesto inequívoco de que Señor del sábado y que de él emana la salvación para todo el
iba a formar la comunidad de los santos, si hubiera dicho que hombre.
nada había más sagrado que el sábado porque era el día del des- Esta cualidad central de Jesús podría expresarse, en un grado
canso de Dios y se hubiera limitado a observarlo en vez de mos- teológico más elevado, mediante las famosas frases del tipo «Yo
trarse Señor del mismo con palabras y con obras, si hubiera hecho soy», propias de san Juan: yo soy el perdón; yo soy el centro de

22
330 J. M. Rovira Belloso
La santidad de Jesús 331
la comunidad de los pecadores; yo soy el Esposo; yo soy el Señor
del sábado; yo soy la salvación y la vida.
sedición. «Sólo aquellos que han caído de rango y a los que se
Esta calidad de la existencia de Jesús permite hablar de la
persigue, el centinela perdido o el soldado al que se entierra...,
irrupción de la santidad de Dios mismo en la humanidad. Y hace
los que son menos libres, esos son los que encarnan la libertad»,
de Jesús, más que el hombre que se esfuerza por cumplir la ley
dice Adorno 3 . En el fondo de estas palabras parece resonar la pa-
en su letra o que sitúa la observancia religiosa como valor supre-
radoja que Pablo atribuye a Jesús: «Se hizo maldición para libe-
mo, el hombre que manifiesta y expresa en su persona, palabra y
rarnos de la maldición de la ley». Jesús aparece simplemente «el
acción, el amor gratuito y salvador de Dios hacia el hombre falto
último» 4 , y sus palabras aparecen también como las «últimas pala-
de plenitud.
bras»: como las de quien es apartado de la vida.
No puede olvidarse que esta cualidad «ontológica» —de super- c) Pero el hecho de que Jesús actúe desde abajo, desde la
plenitud— propia de la santidad de Jesús constituye un primer base de los humillados y en el sentido de la liberación que pro-
elemento de choque —la irrupción de lo divino en tal hombre— cede del amor (ver Sal 18,20), da lugar al tercer elemento descon-
que aparece como paradójica y desconcertante: buena prueba de certante, después de la superplenitud y del anonadamiento: es el
ello son los capítulos 6 a 8 de san Juan. elemento de la transgresión5.
b) Pero esta irrupción de lo divino va acompañada de un Desde arriba pueden cambiarse las leyes cuando no consiguen
segundo elemento desconcertante, en tanto que la plenitud y el ya la finalidad para la que fueron promulgadas. Pero ¿qué ocurre
«poder» de Jesús buscan prioritariamente el levantamiento del «no- cuando la ampliación o la sublimación de la finalidad de la ley se
hombre» 2 que se realiza a partir del anonadamiento de Jesús, el realiza desde abajo? Se manifiesta entonces, a los ojos del obser-
Cristo. vador, como transgresión de lo establecido.
Desconcertante es, en efecto, la dinámica descendente que con- ¿Por qué aparece «transgredido» el sábado? Porque, para Je-
duce al «anonadamiento del poder» en Jesús. No predica en Atenas sús, la ley es ciertamente importante, pero aún lo es más la nueva
ni en Roma, sino «junto al Lago». En una tierra sin prestigio finalidad de la ley que él mismo establece al constituirse como me-
(«Galilea de los paganos») y sin cultura. No predica desde arriba, dida del hombre nuevo.
sino desde abajo. En solidaridad con los que no cuentan ni tienen De la ley puede decirse que es el intento de delimitar en ge-
poder. neral y en abstracto las exigencias que emanan de la realidad que
Nos damos cuenta de que lo verdaderamente desconcertante está pidiendo ser respetada6. La ley es como una aproximación
no es tan sólo la irrupción de lo divino en Jesús, sino la presencia objetiva a esa realidad e indica genéricamente la respuesta que
de Jesús en compañía de los que no cuentan. Jesús no se coloca debemos dar si queremos reconocer, respetar o apoyar esa realidad.
junto al César, sino en el lugar de las víctimas de la sociedad. Pero la ley ni puede captar toda la riqueza de lo real, ni puede
El movimiento y el relieve de la sociedad se acusan en Jesús señalar en plenitud las supremas finalidades del derecho, ni puede
en negativo, porque él ocupa el lugar del hambriento y del sedien-
to, de quien no tiene casa y del que está enfermo o preso. Jesús, 3
en definitiva, ocupa en la escala social el lugar del condenado a T. W. Adorno, Mahler (París 1976) 244.
4
En mi artículo Jesucristo único y universal, publicado en Jesucristo en
muerte por el delito religioso de blasfemia o por el delito civil de la historia y en la fe (Madrid 1977) 303-315, quise decir que hay dos ma-
neras muy significativas de hablar de Jesús: como Palabra de Dios y como
2
«el último».
Con esta expresión, que procede de Leonard Boff y que ha empleado 5
Ch. Duquoc ha estudiado ese elemento de «transgresión que libera»,
también el novelista catalán Manuel de Pedrolo, quiero señalar lo que Ro- en Dieu différent (París 1977) 43-60 y en El Dios de Jesús y la crisis de
ben Musil llamará «el hombre sin atributos». Dios en nuestro tiempo, op. cit. en la nota anterior, pp. 39-50.
6
Schillebeeckx, Dieu et l'homme (Bruselas 1965) 233ss.
332 J. M. Rovira Belloso

dibujar en concreto la respuesta más adecuada que esta realidad 4. Jesús desconcierta porque asume la historia
pide. de los hombres y, en esta historia, a partir de la situación
En cambio, cuando Jesús dice que él es el Señor del sábado de las personas y de los grupos,
está señalando la finalidad suprema de la ley. El no entroniza el lucha contra el mal que los amenaza
subjetivismo ni la anomía (la ausencia de toda ley). Pero está afir-
mando que él mismo es la medida última del hombre y, por tanto, La referencia de Jesús a su mundo concreto y a la historia de
también la medida de la observancia de la ley del sábado. Lo que su tiempo nos orienta hacia tres formulaciones que intentan captar
interesa no es que el hombre cumpla materialmente el reposo sa- lo específico de la santidad del Mesías. En el fondo apuntan a lo
bático, sino que llegue a la medida de la nueva creación que es mismo que ya hemos dicho, pero intentan mostrarlo en relación
Jesús, el hombre nuevo. Por eso, para Cristo, la ley es importante, con la historia real de los hombres, vivida también por Jesús.
pero el valor supremo no es su cumplimiento material, sino la sal- 1.a La santidad de Jesús no se realiza al margen de la histo-
vación concreta de las personas. ria, sino que asume la vida real de su tiempo.
Y, precisamente, en vista de este valor supremo —salvar al Precisamente en esta historia abre él un nuevo camino de jus-
hombre de su pecado, de su enfermedad o soledad, de su hambre ticia, una nueva forma de vida, que conduce al Padre a través de
y su sed—, aparece «transgredido» el sábado. la relación positiva con la gente.
Es una transgresión por «desbordamiento»: por desbordamiento Jesús asume la historia: los encuadres históricos —tan precisos
del Espíritu en Jesús que se sitúa en el lugar del «no-hombre». y significativos— de Lucas 3,1-2 y de Juan 1,14 ilustran esta cues-
No es una simple transgresión legal: esto explicaría el famoso tión. Jesús es la palabra de Dios que vive, desde una posición
logion que el Códice del siglo vi (Beza-Cantabrigensís) consigna desprovista de los atributos de poder mundano, en tal historia
en Le 6,5: «El mismo día, habiendo visto a uno que trabajaba en concreta.
sábado, le dijo: 'Hombre, si sabes lo que haces, eres bienaventu- Jesús no rehuye los problemas derivados de la historicidad del
rado; pero si no lo sabes, eres pecador y transgresor de la ley'». hombre, sino que los afronta desde su «santa» libertad: Jesús se
La transgresión prometeica o la irresponsable no entran en los santifica siendo libre ante Herodes (Le 13,32), afrontando el pro-
propósitos de Jesús. blema político más importante de su época, que consistía en aclarar
Pero la irrupción del amor del Padre en Jesús, la unción del la relación (¿distinción?, ¿fusión?, ¿incompatibilidad?) entre el
Espíritu con que el Padre ha sellado o ungido al Pobre crucifica- reino de Dios y el reino del César romano. En este sentido debe
do, produce en Jesús esa plenitud ontológica: ese exceso o desbor- leerse el pasaje del tributo del César (Mt 22,21) primariamente
damiento que supera el marco legal y religioso de su época y aun no como un tratado de derecho público, sino como la puesta en
de la nuestra y que, al dar lugar a la categoría de la «transgresión relieve de la decisión propia del «santo de Dios» en la que se
por desbordamiento de lo divino por encima del marco legal», vul- expresa su libertad santa.
nera todos los modelos «oficiales» de santidad de ayer y de hoy. Jesús posee un «sentido de la historia»; pero no porque tenga
¿Podríamos explicar esto mismo con más concreción y por re- un «concepto» o una «teoría» de ella, sino porque, en primer lu-
ferencia a la historia? gar, tiene en cuenta que la temporalidad es una dimensión inheren-
te a la existencia humana («Llegará un tiempo...», dice en Me 2,
19 y en Le 17,22) y, sobre todo, porque —aun sin elucidar cuál
es la «sustancia» de la historia y su «motor», pues Jesús no es ni
un san Agustín, ni un Hegel o un Marx, avant la lettre— él tiene
muy claro que la existencia humana puede vivirse como «trascen-
334 J. M. Rovira Belloso La santidad de Jesús 335

dencia en la historia» o como historia fronteriza a la trascendencia, como de quien recibe los efectos de este amor verdadero y eficaz.
y esto es importantísimo, porque de esta manera el evangelio apa- Jesús parte del hombre concreto, falto de tal o cual atributo
rece como la oferta hecha al hombre para que éste pueda encontrar que ciertamente pertenece a su humanidad. Y, desde el amor de
a Dios a partir de los hechos que vive, pueda desplegar su libertad Dios, rehace al hombre a partir de aquella mengua o déficit que lo
a partir de tal y tal situación y pueda amar con amor verdadero desfigura.
que llega a su destinatario aun en situaciones críticas (lo cual, na- Esto nos lleva a la tercera afirmación.
turalmente, va unido con las posibilidades anteriores de relacio- 3. a Jesús asume la situación concreta de los hombres, se rela-
narse con Dios por la oración y de desplegar una libertad libe- ciona con ellos y crea en ellos la figura del hombre nuevo llamado
rada). a la plenitud, la cual consiste en la semejanza con la imagen de ese
Y todo ello porque Jesús, expresión de la verdad, del amor hombre nuevo que es Cristo Jesús.
y de la libertad de Dios, ha entrado en la realidad de nuestra his- Aquí encontramos algo muy propio de la santidad de Jesús,
toria y es el horizonte de todas las situaciones que podemos vivir que yo llamaría la «capacidad de llegar al hombre». Jesús huye de
y que adquieren, por referencia a él, sentido y relieve plenamente toda ideologización: no construye un sistema coherente basado en
humanos. unos principios y desarrollado en unas consecuencias que tal vez
2.a La santidad de Jesús asume el mal de la historia y afron- se van apartando de la experiencia humana.
ta, profética y realmente, los agentes del mal del mundo. La san- Jesús experimenta que puede llegar con su palabra al corazón
tidad de Jesús no se desarrolla al margen del mal que esclaviza a del hombre (Jn 2,25). Y con su acción —con su acción por la que
los hombres, sino en una peculiar antítesis militante y liberadora el reino de Dios se hace presente 7 — se acerca allí donde el hom-
que pasa por la entrega de la cruz. bre está falto de pan (la escena en el desierto), de claridad (Nico-
Una santidad que no tuviera ninguna relación con los males y demo o la adúltera), de conversión (Zaqueo), de misión y sentido
miserias que afligen a la gente (en el Alto Egipto, en Ñapóles o en de la vida (los Apóstoles), de personalidad (los endemoniados), de
cualquier lugar de la tierra) no sería posible. Por eso experimenta- libertad (los fariseos), creando en ellos un sentido nuevo en sus
mos un recelo crítico ante las formulaciones de santidad del tipo vidas, es decir, cambiando la situación de tales hombres 8 .
«se limitó a cumplir su regla con la gracia de Dios». Cualquier Allí donde la ideología es laberinto, el evangelio es atajo hasta
santo cristiano, si analizáramos correctamente su vida, mostraría su el centro del hombre para crear en él la salvación como contenido
semejanza con el Cordero de Dios que «lleva y quita» el pecado y horizonte nuevos de la existencia.
del mundo, puesto que la santidad de Jesús entraña este elemento Y si en la reflexión anterior surgía el elemento de la transgre-
de respuesta al mal y al dolor que de él deriva. sión, aunque como algo que no era buscado en sí mismo, sino
Los tres primeros capítulos de Marcos quieren, premeditada- como efecto del exceso de lo divino y de la libertad de lo divino
mente, producir en nosotros esta impresión de que la «fuerza» del en Jesús, ahora nos hallamos con una nueva categoría que califica
amor de Dios ha irrumpido en el mundo como un episodio deci- la santidad de Jesús: la «ruptura» que proviene de su lucha contra
sivo en la lucha contra el mal. Lo demoníaco del hombre, la enfer- el mal e, incluso, de su actitud, desarmada pero inequívoca, frente
medad, la ignorancia, ceden y se retiran afrentados por el «Santo a los agentes del mismo.
de Dios». Jesús se destaca de la inercia del mundo y, no por conflictívi-
Jesús no se limita a hacer el elogio del hombre ni a poner las 7
bases de una antropología idealista deseosa de hallar la fórmula de R. Schnackenburg, Gottes Herrschaft und Reicb (Friburgo Br. 41965);
El Evangelio de san Marcos (Barcelona 1972) 38.
la «esencia» del hombre. Esta esencia surge y se dibuja con vigor 8
Jesús personaliza y hace actuar como personas. Cf. J. M. Rovira, Una
tanto a partir del hombre entregado por la fuerza del amor fiel promesa de vida, en La set de viure (Barcelona 1979) 32.
336 J. M. Rovira Belloso La santidad de Jesús 337
dad personal, sino en virtud de la dinámica de la fe, crea una rup- la gloria! Sólo a través de este camino podría, finalmente, compar-
tura con el fariseísmo, con la religiosidad del templo y con los tir esa gloria con todos los sufrimientos del mundo.
poderes establecidos que habían de llevarlo a la cruz.
La santidad de Jesús aparece así, finalmente, como el misterio
La cruz constituye, precisamente, la ruptura por excelencia de la bendición de Dios Padre sobre el Crucificado y como la «in-
respecto del «curso del mundo». Ella sintetiza, además, todos los vención» de un camino nuevo y eficaz para que el hombre recu-
elementos de desconcierto que aparecen en la santidad del Mesías. pere su libertad, su dignidad humana y su destino de hijo de Dios.
La cruz resume la santidad de Jesús porque es la plasmación
más radical del último lugar ocupado por «el Santo y el Justo»:
5. Síntesis: la cruz por el «Autor de la vida» (Hch 3,14-15); expresa con el mayor
realismo la maldición que la ley transgredida hace recaer sobre el
En definitiva, la síntesis del triple desconcierto creado por Je- Justo. Pero es también el resumen de la santidad de Jesús porque
sús se resume y agudiza en algo mayor aún que el desbordamiento sugiere, en la «última palabra» del Crucificado, el acogimiento y la
de lo divino, el anonadamiento y la transgresión que llevan a rup- respuesta de vida con la cual el Padre responde al amor fiel y en-
turas concretas con el mundo y sus poderes. Es el escándalo de la tregado hasta el fin de su Hijo elegido.
cruz. «Dichosos los que no se escandalizan de mí», exclama Jesús Bienaventurado el que no se escandalice y acepte como salva-
después de evocar la actitud liberadora del Mesías tal como la pre- ción de Dios el hecho de que Jesús —precisamente por ser el
dice Isaías (Mt 11,6; Le 7,23). Ungido, el Hijo de Dios— ni quiera ni «pueda» bajar de ese lugar
En la cruz vemos, evidentemente, el abajamiento del Señor, de obediencia al Padre y a los hombres.
vemos, igualmente, las consecuencias de la ruptura de Jesús con Porque Jesús —liberal y piadoso a un tiempo— se ha hecho
los poderes establecidos y con la letra de la ley; pero tan sólo po- obediente al querer del Padre no sólo en la oración, sino en la
demor creer y amar la irrupción de lo divino en ese momento de cruz.
suprema contradicción e impotencia. En la oración ha contemplado que la voluntad del Padre es un
No seríamos consecuentes con lo dicho acerca de la relación deseo infinito de vida que no tolera que nadie se pierda (cf. Jn
de la santidad de Jesús con la historia si viéramos la cruz tan sólo 6,39), sino que tengan vida abundante por la entrega personal de
como un estado de sufrimiento. Sería idealismo ahistórico estable- un amor verdadero y fiel (cf. Jn 10,10 y 1,14.17b).
cer una pura igualdad entre cruz y sufrimiento. La cruz es el su- En la cruz, Jesús ha aceptado la realización paradójica —sin
frimiento causado por el «mundo y la carne» sobre los hombros poder y sin gloria— de esa voluntad que, por ser divina, podrá
del justo que comparte con los «no-hombres» el último lugar para realizarse en desarme total, sin poder mundano alguno 9 .
sacarlos de ese último lugar (cf. Gaudium et spes, n. 38, § 1). Es Jesús, y con él ya cada hombre, no sólo ha aceptado pasiva-
el sufrimiento del justo Jesús en cuanto comparte la suerte de los mente el querer de Dios, sino que lo ha realizado activa, libre y
sin suerte, para lo cual debe salir extramuros de la ciudad, sin res- responsablemente por el escándalo de la cruz, entendida como en-
petabilidad y sin dinero: marginado como un condenado a muerte. trega sin medida.
Esto es, en sí mismo, escandaloso. Pero el escándalo se con- La acción (poiein) de Jesús ha sido, en la cruz, tan desarmada
vierte en misterio, en misterio de bienaventuranza, cuando creemos como la de Dios mismo. Jesús muestra su divinidad, y en la cruz
que la complacencia del Padre se realiza en la cruz. ¡Era necesario del modo más desconcertante, en el hecho de que nunca ha em-
que el Mesías padeciera —compartiendo la pobreza de los pobres pleado los «poderes» del mundo en su misión y en que ha recha-
para enriquecerlos con su vida (cf. 2 Cor 8,9)— y así entrara en
' J. I. González-Faus, El acceso a Jesús (Salamanca 1979), 168.
338 J. M. Rovira Belloso La santidad de jesús 339

zado consecuentemente toda tentación de utilizarlos. En la cruz de anonadamiento es aquella Iglesia por la que pedimos en el Ca-
Jesús brilla tan sólo el amor, en toda su «fuerza inerme»: en la non II que «llegue a su perfección por la caridad».
respuesta de vida que el Padre da a Jesús; en la donación del Es- c) La institución de Jesús no es tan sólo la conciencia crítica
píritu del Resucitado a los hombres, pues esta donación preludia de la sociedad, sino la profecía en acción de la libertad para los
también para nosotros la respuesta de salvación decisiva de Dios, que carecen de ella. La institución de Jesús halla su propia identi-
que es la resurrección, ya comenzada en la vida de fe. dad en contacto y relación con los «no hombres», a los que devuel-
No reducimos, con ello, la resurrección a la cruz: reconocemos ve «curados» a la presencia de Dios y de los hermanos. La Iglesia
con «estupor creyente» que el anonadamiento del Hijo es la única que instituyó Jesús, hombre libre y obediente al Padre, es el sa-
base de partida para que la humanidad pueda resucitar y vivir en cramento de salvación del hombre. La acción decisiva de Dios, de
la «otra orilla» del Padre. Camino de esa orilla, tan sólo el amor la cual la Iglesia es mediadora en el mundo como instrumento del
que libera (Sal 18,20) es digno de fe. reino, subvierte en flagrante «transgresión» el curso de ese mundo
y su inercia de opresión, división y muerte, para crear la corriente
de comunión de los hombres con Dios y entre sí.
6. Nota final: consecuencias pastorales
J. M. ROVIRA BELLOSO
El carácter paradigmático que, para la Iglesia y para los cris-
tianos, tiene la santidad de Jesús, permitiría un amplio desarrollo
de las consecuencias pastorales que están implícitas en el tema.
Bastará explicitar lo siguiente: la institución de Jesús no puede
ser la institucionalización del buen sentido, ni siquiera del buen
sentido religioso. No puede presentar la santidad o la vida cristia-
na como el simple cumplimiento de una regla establecida a priori,
prescindiendo de la lucha contra el mal que aflige a las personas
y prescindiendo de la historia, de luces y sombras, en la que están
situadas dichas personas. Esa historia es la que la santidad del cris-
tiano traspasa con el hilo conductor de la trascendencia, esto es,
con la señal del paso de Dios.
Podemos desglosar esta idea central en tres afirmaciones:
a) La institución de Jesús no es otra cosa sino la institución
del Espíritu, derramado sin medida, según la sobreabundancia que
brota de la cruz. Lo que Cristo instituyó con su plenitud mesiáni-
ca, con la donación del Espíritu, es la Ecclesia orans.
b) La institución de Jesús no puede compartir más el lugar
del César y los primeros puestos del imperio de cada época. El
constantinismo, como tentación perenne, consiste en querer sacar
la Iglesia del último lugar: de la compañía de los sencillos, faltos
de atributos, a los que debe acompañar hasta la medida del hom-
bre nuevo creado en Cristo Jesús. Lo que Jesús instituyó con su
La canonización de los santos 341

distinta la autoridad competente, sino que también ha cambiado la


idea que podemos hacernos de culto obligatorio y han evolucio-
nado los términos aceptables en materia de santidad. Un obispo
LA CANONIZACIÓN DE LOS SANTOS del Imperio romano difícilmente se hubiera imaginado que él pu-
Y SU SIGNIFICACIÓN SOCIAL diera no ser la autoridad competente, y que un día hubiera una
diferencia entre culto público permitido y culto público obligato-
rio, y que se llegara a venerar a un personaje muerto apacible-
No es obvio hablar de la canonización en un conjunto de estu- mente en su cama. Una de las razones que explican tal cambio es,
dios dedicados a la espiritualidad, ni siquiera cuando esos estudios precisamente, que se ha modificado el significado social de la
abordan el tema de la santidad. La relación entre canonización y canonización. Puesto que tal es el objeto de este artículo, nos va-
santidad puede parecer evidente, pero conviene discutir ese tipo mos a ceñir a algunos aspectos de esta cuestión, sin ignorar que
de evidencia. podrían tratarse otros. Abordar la canonización desde el ángulo de
Unas pocas páginas no dan de sí para analizar esa relación a su significado social es preguntarse para qué sirve, es decir, sobre
lo largo de los dos milenios de historia de la Iglesia. Sólo es po- sus funciones; funciones que, como todos saben, pueden ser mani-
sible ofrecer una idea de algunas de las cuestiones suscitadas, lo fiestas o en parte latentes, más o menos ocultas a las personas
cual no carece de interés. afectadas. Pero ¿quiénes son esas personas? ¿Quién sirve la cano-
nización? Ciertamente no el mismo canonizado, pues sólo se ca-
noniza a los muertos. Ya sobre esto habría mucho que decir, pero
I. EL CONCEPTO DE CANONIZACIÓN EN LA HISTORIA sigamos. Sirve, en todo caso, para afirmar la autoridad del que
canoniza. A este respecto, no hace falta insistir en lo que significa
En primer lugar, ¿cómo definir la canonización? Es la decisión el paso progresivo de la canonización hecha por el obispo a la
proclamada por la autoridad eclesiástica competente de otorgar a canonización hecha por el papa. Tal transición no se realizó sin
alguien un culto público obligatorio. Nótese que en esta defini- dificultades. Los obispos reunidos en el Concilio de Letrán en 993
ción no se menciona directamente la santidad. Esta va incluida en bajo la presidencia de Juan XV no se imaginaron que, al asociar
el procedimiento de naturaleza jurídica por la práctica de la auto- el papa a la canonización de Ulrico de Augsburgo, contribuían a la
ridad de no conceder ese culto público más que a personas cuya
pérdida por su parte de un derecho milenario. Sin embargo, es lo
santidad considera dentro de unos términos aceptables por ella.
que pasó. La codificación del derecho canónico publicada en 1234
A partir de esta definición podemos preguntarnos quién es la
y conocida con el nombre de Decretales de Gregorio IX reservó
autoridad competente, qué entiende por culto público obligatorio
el derecho de canonización al papa. Sin duda los obispos apenas
y cuáles son los términos aceptables en materia de santidad. La
tomaron en consideración esta reserva. Hará falta esperar hasta
respuesta no es sencilla. Como hemos dicho, conviene tener en
Urbano VIII, en 1634, para que esta prerrogativa pontificia sea
cuenta dos milenios de historia en Iglesias con situaciones muy
(casi) totalmente reconocida.
distintas. Ejemplo: el obispo que, en un contexto cultural greco-
romano, procede a la elevación de las reliquias de un mártir en Repetimos que en el marco de un estudio tan breve no es po-
una lejana aldea del Imperio efectúa sin duda una canonización, sible dar una idea de las múltiples vicisitudes que aparecieron du-
pero se adivina que no hace un acto totalmente idéntico al del rante el largo período de canonizaciones hechas por los obispos, ni
papa Pío XII cuando canoniza a su predecesor Pío X. No sólo es de las diversas formas de colegialidad que tuvieron ahí su expre-
sión. Nos limitaremos a las canonizaciones hechas por el papa. Su
función manifiesta fue sin duda afirmar la autoridad papal. For-
342 P. Delooz

man parte de la secular estrategia romana encaminada a reforzar II. CRITERIOS DE SANTIDAD
el centro jerárquico de la Iglesia; estrategia que, como se sabe, ha
tomado innumerables formas desde Gregorio VII hasta nuestros Por más de una razón es interesante este control de la piedad
días. Sin embargo, las canonizaciones pontificias raramente se pro- popular. Detengámonos en los criterios jurídicos que se han perfi-
pusieron la afirmación directa y sin paliativos de la autoridad del lado progresivamente para asegurarse de la santidad de un perso-
papa, como sucedió, por ejemplo, cuando Alejandro III canonizó naje señalado por una percepción y una presión social.
a Tomás Beckett en oposición al rey de Inglaterra, o cuando Be- a) El criterio más antiguo y más tradicional es el martirio.
nedicto XIII canonizó a su predecesor Gregorio VII para decir La muerte por Cristo bajo los golpes de los perseguidores se en-
lo que pensaba a los soberanos del siglo de las luces, los cuales le cuentra en el origen de ese culto particular de los muertos de que
entendieron perfectamente. En general las canonizaciones pontifi- fueron objeto los mártires. Este criterio no es tan simple como
cias se proponían, negativamente, impedir que los obispos decidie- parece, pues hay que determinar qué es un verdadero martirio
ran por sí mismos quién podía ser venerado públicamente y sobre y qué no lo es. Un hereje, por ejemplo, no puede morir por Cris-
todo, en sentido positivo, controlar la piedad popular. Ya hemos to. En el siglo xvm un hombre tan sabio como el papa Benedic-
aludido al primer aspecto de la cuestión. Fijémonos ahora en ese to XIV pensaba que ese seudo-martirio era el signo del poder del
actor colectivo que es el pueblo cristiano. demonio sobre el corazón del hombre. Verdadero mártir es aquel
Desde siempre el origen de las canonizaciones no hay que bus- que da su vida no solamente por Cristo, sino también por su
carlo en la autoridad, sino en el pueblo creyente. Para que alguien iglesia auténtica, o al menos en el marco de esta Iglesia. La mira-
sea canonizado es necesario que una parte del pueblo de Dios lo da de la autoridad distingue aquí incluso quién puede ser venerado
perciba como santo. Esta percepción social es absolutamente deter- como santo sin peligro para ella. Por otra parte, la determinación
minante. Sin ella no emprenden nada las autoridades. Pero esta de lo que es o no es un contexto religioso apropiado para asegurar
percepción es insuficiente. Ha de ir acompañada de una presión el martirio depende también de la manera cómo entiende las cosas
ejercida sobre la autoridad para asociarla a un culto espontáneo y la autoridad eclesiástica del momento. Muy generalmente la muerte
darle así el carácter de culto público, es decir, rendido oficialmen- que constituye el martirio se produce también por motivos políti-
te en nombre de la Iglesia. Durante quince siglos los obispos, y cos. Discernir la preponderancia de lo religioso sobre lo político
posteriormente el papa, fueron impulsados por el pueblo de Dios es en adelante una prerrogativa de la autoridad pontificia. Sobre
a ratificar una iniciativa popular. La canonización era eso: la rati- este punto parece claro que las situaciones cambiantes han origi-
ficación de una percepción social después de una presión social. Lo nado cambios en las decisiones. ¿Se canonizaría hoy a Pedro Ar-
es todavía hoy, pero con una diferencia notable, ya que desde bués, un inquisidor muerto por los partidarios de sus víctimas?
Urbano VIII el culto que debía estar asegurado antes de la cano- En China mataron a cientos de extranjeros y de cristianos en las
nización no se permite más que después y, en consecuencia, lo que operaciones de xenofobia llevadas a cabo por los boxers. ¿Quién
era requisito (un culto previo) queda prohibido (es motivo para de ellos es mártir? Ciertamente los protestantes no, peto ¿y los
negar la canonización). No hace falta volver a insistir sobre el católicos? María Goretti, muerta por un joven cuyas insinuaciones
progreso del intervencionismo pontificio en la materia. Desde el amorosas rechazaba, ¿es una mártir? Pío XII, que quería reforzar
siglo xvn la autoridad ya no se contenta con autentificar una así una enseñanza moral, dirá que sí. Se es siempre mártir para
percepción popular que se manifestaba en un culto; pone como quien te perciba como tal; pero es preciso controlar esta percep-
condición para el ejercicio del culto una decisión suya explícita, sin ción, porque la piedad popular podría estar mal inspirada.
permitir que se la prevenga o se la presuma. b) El martirio, sin que llegara a desaparecer, fue sustituido
por otro criterio de selección: la heroicidad de las virtudes. Con-
344 P. Delooz
La canonización de los santos 345
cepto evidentemente relativo, que no podía dejarse al juicio exclu-
sivo del pueblo cristiano. Todo depende de lo que la autoridad de los inferiores, lo controlan los superiores. La experiencia mues-
eclesiástica en un momento dado quiera considerar como virtuoso tra que estos superiores se vuelven cada vez más estrictos en la
en un grado que supere la medida común. Esta apreciación, aún materia. ¿Es ésta la razón de que los inferiores los consigan cada
dirigida por una jurisprudencia, da lugar inevitablemente a utiliza- vez menos? Hubo un tiempo en que se presentaban decenas y
ciones —pastorales u otras—, a usos sociales cuyos jueces únicos hasta centenares de milagros para una canonización. Hoy cuesta
siguen siendo, en definitiva, los que tienen la autoridad. A propó- trabajo presentar los dos exigidos. Así, cuando se quiso canonizar
sito de esto puede recordarse la noción de modelo. Esta, en reali- a Juan Ogilvio, Roma comunicó que se contentaría con uno solo.
dad, aparece poco explícitamente. El catecismo de Pedro Canisio, Hay, como se ve, una especie de negociación entre la curia romana
por ejemplo, acorde con toda la tradición, considera que el santo y los postuladores sobre el número de milagros necesarios. Es lo
es sobre todo un intercesor ante Dios. Sólo incidentalmente se que sucede normalmente cuando se trata de canonizaciones en
señala que podría ser imitado. Imitación, por otra parte, distinta grupo. Los cuarenta mártires ingleses fueron canonizados en razón
de la que encubre la noción moderna de modelo. El santo es imi- de dos milagros atribuidos al grupo. También por este camino
table porque permite a Dios actuar. Las acta sanctorum son gesta indirecto aparece el control del poder central. Es de notar además
Dei per sanctos. Volveremos sobre esta cuestión. que ha cambiado la naturaleza de los milagros. Su diversidad se
ha reducido a curaciones inexplicables por la ciencia médica.
c) Otro criterio que aparece con claridad desde el siglo xvn Se llama a algunos médicos para que den su parecer, pero sólo de-
en el proceso de canonización es la ortodoxia de los escritos, ám- cide la autoridad pontificia. Sin embargo, el papa no hace santos
bito en el cual, como es fácil deducir, la autoridad se ejerce sobe- según su capricho, aunque está provisto de criterios que dependen
ranamente. Sin embargo, esta ortodoxia es siempre relativa, ya que en este punto de su poder discrecional. Antes de tomar iniciativas
depende de las convicciones del que decide. Así, Sixto V puso en espera, como dijimos, una percepción y presión de la base.
el índice a Roberto Belarmino, a quien después Pío XI canonizó
y proclamó doctor de la Iglesia. Entre las dos decisiones los escri-
tos reprobados llegaron a ser recomendables porque la doctrina
pontifica había cambiado. III. PROCESO DE CANONIZACIÓN
d) El último criterio mantenido, el milagro, debería ser ob- Y MODELOS DE SANTIDAD
jeto de un estudio detallado que aquí no es posible siquiera esbo-
zar. Digamos, sin embargo, que durante mucho tiempo se le con-
También en este campo se podrían resaltar bastantes aspectos
sideró determinante y que tiende a perder importancia, hasta el
interesantes. Nos limitaremos a indicar que el poder pontificio
punto de haber desaparecido en ciertos casos. Así, Juan XXIII
concreto a quien hay que persuadir no es el papa, sino el organis-
canonizó a Gregorio Barbarigo sin milagros. Esto es un gran cam- mo de la curia responsable de las canonizaciones: durante siglos
bio con respecto a la Edad Media. En esta época ser santo era fue la Congregación de Ritos, desde 1969 es la Congregación para
hacer milagros en abundancia. También los milagros eran gesta las Causas de los Santos. No se trata de un detalle. Entre el caso
Dei per sanctos. Sin embargo, el poder pontificio se reservaba el ya mencionado de Juan XV, que aprueba el culto dado a un santo
juzgar esos milagros. Se había visto a rebeldes como Simón de después de escuchar en el concilio el relato de su vida, y el proce-
Montfort hacerlos por decenas y todo el mundo sabe que el mismo dimiento sumamente formalista dirigido por una burocracia perma-
demonio los puede hacer para engañar al género humano. En con- nente hay un mundo de diferencias que aparece, entre otros ocasio-
secuencia, el milagro está sometido también al control de la jerar- nes, cuando se observa el papel de la base. Durante más de mil
quía pontificia. Fruto de la piedad popular, de la oración confiada años era directamente determinante. El pueblo cristiano veneraba

91
346 P. Delooz La canonización de los santos 347
una tumba y alcanzaba milagros. La autoridad eclesiástica no inter-
no conforme. Esto no tiene nada de extraño; toda autoridad esta-
venía más que para evitar o reprimir abusos y para hacerse cargo
blecida actúa así irremediablemente. Sin embargo, el dominio de
de lo ya adquirido. Al burocratizar la canonizción —incluso sin
la autoridad sobre la percepción social no es total, como dijimos.
dar a esta expresión un sentido peyorativo— se reduce fuertemen-
Hay cambios en la estructura social de la Iglesia que con toda se-
te el carácter popular de la selección de los santos. En adelante
guridad modifican la percepción de los fieles y también, por retro-
funcionarios especializados se encargan de verificar al detalle los
elementos aportados por la percepción de la base. Esos elementos acción, la práctica y la doctrina de la autoridad. Vamos a ofrecer
se someterán a reglas necesariamente impersonales y se confron- algunos ejemplos.
tarán con criterios jurídicos. Lo que este procedimiento gana en Durante casi diez siglos fue tradición pontificia canonizar lo
seriedad, lo pierde al menos en agilidad, en rapidez, en economía, más frecuentemente hombres y raramente mujeres. Entre los si-
hasta el punto de que desde hace siglos no es imaginable una glos x y xix Roma canonizó un 87 por 100 de hombres y un
canonización sin la ayuda de un grupo de presión que disponga 13 por 100 de mujeres. Aquí se revela un modelo masculino am-
de especialistas, de tiempo y de fondos adecuados. La experiencia pliamente predominante, que correspnde fielmente a la tradicional
ha revelado que el grupo de presión ideal es la congregación reli- inferioridad de la mujer en la Iglesia. Sin que el procedimiento se
giosa, la cual puede permitirse movilizar los servicios de un buen haya modificado para favorecer a las mujeres, en el siglo xx la pro-
postulador, correr el riesgo de una perseverancia que a veces se porción pasa a 76 por 100 de hombres y 24 por 100 de mujeres.
prolonga más de un siglo y recoger las sumas necesarias para sufra- Se ha producido, pues, un cambio en la percepción y la presión
gar directa e indirectamente un proceso minucioso. Es casi imposi- social, lo cual hace pensar que las mujeres, sin llegar a la igualdad,
ble que un laico pueda satisfacer estas condiciones, a no ser que han adquirido más importancia en la Iglesia. Así, a cambios en la
encuentre una congregación religiosa que tenga interés en hacerse estructura social corresponden cambios en la percepción social no
cargo. Tal fue, por ejemplo, el caso de los mártires de Uganda, provocados por los que tienen la autoridad. El mismo fenómeno
que habían hecho célebre una misión de los padres blancos. Se se ha producido respecto a las beatificaciones, paso previo a la
comprende sin esfuerzo que, por el contrario, un fundador o una canonización desde el siglo xvn. El cuadro I permite evaluar esta
fundadora de congregación religiosa que reúna las condiciones tendencia.
ideales de promoción tenga especiales posibilidades de triunfar. Un cambio en la estructura social ha modificado igualmente,
Esta extrema dificultad de canonizar a un laico por las vías aunque en menor escala, la percepción social de la santidad en
burocráticas ha de influir necesariamente en la percepción misma otro campo: el de la relación clero-laicado.
de la santidad. Las listas de espera publicadas por la Congregación Es evidente que la Iglesia católica, durante el período que es-
competente lo atestigua: los clérigos y en particular los fundadores tudiamos, ha estado dominada por los clérigos (aplicado aquí el
y fundadoras constituyen una mayoría aplastante, incluso antes de término, en sentido amplio, a todo aquel que no es considerado
la investigación burocrática de las causas. Utilizando categorías como laico). La práctica de las canonizaciones esclarece esta evi-
actuales, podemos afirmar que se da aquí un fenómeno típicamente dencia. Ya hemos dicho que el procedimiento favorece a los clé-
ideológico en la medida en que la autoridad es capaz de dirigir la rigos de todo tipo, que pueden disponer del grupo de presión
atención de los fieles en el sentido que asegura no sólo la integra- necesario para llevar adelante su causa. Sin que este procedimiento
ción social como ella la concibe, sino también su propia legitima- haya cambiado, se observa ahora un proporción ligeramente mayor
ción. No se canoniza a cualquier siervo de Dios, sino aquel cuya de laicos entre los santos, porque grupos eclesiásticos de presión
aceptabilidad ha sido establecida de antemano por la autoridad se hacen cargo de su causa. De hecho, la mayor parte de esos
romana, hasta el punto de impedir si fuera posible toda percepción laicos son mártires promovidos en grupo gracias a la acción perse-
verante de congregaciones misiones que, legítimamente, desean
CUADRO I

Canonizaciones y beatificaciones distribuidas según la época de su promulgación y el sexo


de las personas promovidas

CANONIZACIONES BEATIFICACIONES

Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total

N.° °fo N.° % N.° % N.° % N.° % N.° %


Siglos x-xvi 101 89 12 11 113 100
Siglos xvn-xix 123 85 21 15 144 100 371 90 42 10 413 100
SI
S1Q x x
127 75 42 25 169 100 629 74 218 26 847 100

ToTAL
351 82 75 18 426 100 1.000 79 ~260 ~2\ L260~ ~lo7

1
Hasta final del pontificado de Pablo VI.

CUADRO II

Canonizaciones y beatificaciones distribuidas según la época de su promulgación y el estado


de las personas promovidas

CANONIZACIONES BEATIFICACIONES

Clérigos Laicos Total Clérigos Laicos Total

~K° %~ N.° % N.° % N.° % N.° % N.° %

Siglos x-xvi 88 82 19 18 107 100


Siglos XVII-XIX 111 81 26 19 137 100 197 60 134 40 331 100
Siglo xx 133 79 36 21 169 100 621 67 307 33 928 100

TOTAL T3T "¡T 81 19 413 100 818 65 441 35 1.259 100

N. B—Los totales son menos elevados que en el cuadro I porque hay personas cuyo estado de vida se desconoce.
350 P. Delooz La canonización de los santos 357
ver la gloria de los padres ensalzada por la gloria de sus hijos e ceso, un cambio en la percepción y en la presión social no podrían
hijas. El cuadro II da una idea de este fenómeno. manifestarse más que consiguiendo de la burocracia competente
Lo que no refleja el cuadro es la escasez de laicos casados. cambiar el orden de los dossiers, acelerando así el procedimiento
Es una categoría casi ausente. Hay personas casadas entre los laicos en favor de los laicos y de laicos casados. El futuro dirá si esto,
beatificados gracias a las congregaciones misioneras, pero pocos sucede. Los deseos en este sentido expresados por el cardenal
y —detalle significativo— en los procesos a veces no aparece su Suenens en el último Concilio no han tenido eco. No es mala
condición de casados. Para muchos no se puede mencionar. Entre voluntad por parte de los funcionarios de turno. Ellos sólo dan
los santos canonizados hay algunos laicos casados, como Tomás prioridad a un dossier sobre otro si hay una presión aceptable para
Moro que incluso se casó dos veces, pero su condición de casado hacerlo. El postulador no sólo debe ser hábil y experimentado-
es completamente accidental. No hay apenas más que un caso en debe, sobre todo, proporcionar constantemente las informaciones
todo el espectro en el que hubo de tenerse en cuenta el matrimo- pedidas, responder de forma concluyente a las objeciones formula-
nio, aunque por el camino indirecto de la maternidad: el caso de das, presentar milagros que resistan la crítica de la medicina, pro-
Ana María Tai'gi, que tuvo la suerte de ser terciaria trinitaria y a bar que abunda esa fama sanctitatis a la que nos hemos referido
quien las trinitarias lograron beatificar. Incluso hoy da la impre- en varias ocasiones hablando de la percepción y de la presión
sión de que la percepción de la santidad apenas preste atención social. Como se ve, el postulador solamente puede responder a
a las virtudes conyugales. El celibato, consagrado o no, es con estas exigencias burocráticas si una parte del pueblo de Dios se
mucho el salvoconducto más común de las canonizaciones. compromete en este sentido movilizando la atención, el interés y el
Lo anterior nos lleva a detenernos un momento todavía en la dinero indispensables. Eso no excluye que altos dignatarios ecle-
noción de modelo. Habría que tener mucho cuidado antes de afir- siásticos, y en particular el papa, puedan sugerir estudiar un
mar que el santo canonizado es un modelo. ¿En qué sentido lo dossier antes que otro, como ha sucedido. Pero eso no cambia
sería? Tal como es el procedimiento, el vedetismo del celibato si- apenas la fisonomía del conjunto. El que un papa como Clemen-
glo tras siglo —el último laico beatificado por Pablo VI, G. Mos- te X, para complacer a sus antiguos diocesanos de Camerino,
cati, era célibe— se explica perfectamente por la extrema dificul- canonizara a su héroe (epónimo) Venancio, dejando a los historia-
tad para disponer de un grupo de presión apto para promover dores futuros el trabajo de investigar quién era ése, es un hecho
otras personas no célibes; esta misma dificultad es significativa. excepcional. Sin embargo, ciertas causas que responden más a
El poder pontificio no pretende proponer como modelo la vida preocupaciones pastorales o políticas del momento pueden llamar
cristiana del laico que vive la condición común conyugal y familiar. la atención de la autoridad y beneficiarse de una prioridad consi-
Si esto crea problemas hoy, es sin duda porque ha cambiado la derada entonces normal. Así, canonizar africanos ha podido ser
idea que nuestros contemporáneos se hacen de la santidad. Pero un gesto apropiado para disipar la sospecha de racismo. Incluso se
habrá que asegurarse de que esto crea problemas; no es tan seguro. pueden hacer pronósticos. Entre los dossiers está, por ejemplo, el
Las listas de espera de las que hemos hablado, publicadas por la de Juana Molla Beretta, madre de familia, muerta siete días des-
Congregación para las causas de los santos bajo el título Index ac pués del nacimiento de su cuarto hijo, al parecer por haber recha-
status causarum Beatificationis Servorum Dei et Canonizationis zado el aborto cuando propablemente estaba todavía a tiempo de
Beatorum (la última edición data de 1975), muestran en todo caso salvar su vida. Como tenía un hermano capuchino, los capuchinos
que las canonizaciones futuras serán del mismo tipo que las del se han encargado de promover su causa aportando así el grupo
pasado. La mayor parte de los que esperan la glorificación oficial de presión indispensable. Se puede conjeturar que un papa se inte-
son célibes. ¿Sucedería esto si hubiera cambiado fundamentalmente rese por esta causa en el contexto de una política reprobatoria del
la percepción social? Tal como se desarrolla actualmente el pro- aborto. Es de suponer, sin embargo, que la curia verificará cuida-
352 P. Delooz

dosamente las cosas sin renunciar, suponemos, a lo que es com-


petencia suya y que al final, si la percepción y la presión de la
base no acompañan, la causa podría caer en el silencio (por utili-
zar el estilo de la curia).
En consecuencia, la canonización se presenta como un acto
situado en la confluencia de dos poderes, el que emana del pueblo VARIACIONES HAGIOGRAFICAS EN TORNO
de Dios y el que ejercen las diversas autoridades eclesiásticas. A LA MADRE INÉS DE JESÚS (1665-1963)
El predominio del segundo sobre el primero es indiscutible, tanto
más cuanto que el segundo, como ya indicamos, tiene la posibili-
Si no hubiera fallado dos veces su beatificación —en 1749
dad de dirigir en gran medida las decisiones del primero, especial- y en 1808—, Inés Galand, dominica del convento de Santa Cata-
mente mediante su acción de tipo ideológico sobre la fantasía co- lina de Langeac en la diócesis del Puy, probablemente no hubiera
lectiva. Queda por saber si el centro se verá obligado a conceder gozado de una suerte hagiográfica que, a lo largo de tres siglos,
más autonomía en la materia a las instancias periféricas, siguiendo hace su caso paradigmático a los ojos del historiador. Y esto por
la línea del Vaticano II; pero harían falta razones poderosas para tres razones principales. La primera porque a la madre Inés la re-
llevarlo a desprenderse de una prerrogativa que le ha costado claman como suya dos familias religiosas de espiritualidad dife-
siglos asegurarse. Haría falta otro modelo de poder. Si ese otro rente: la Orden de Predicadores y la Compañía de San Sulpicio.
modelo de poder apareciera, aparecería sin duda también otro ¿Es una santa dominica o una santa sulpiciana? Esta ambivalencia
modelo de santo. afecta a la construcción del modelo de santidad de Inés tanto más
P. DELOOZ cuanto que una tercera familia religiosa, la Compañía de Jesús, le
[Traducción: A. PASCUAL] dejó también su impronta en la dirección espiritual. Compleja ya
en su origen, la vita de Inés de Jesús es retocada continuamente
en el transcurso de los siglos. Es un segundo motivo de interés
para la historia de la espiritualidad y de las mentalidades religiosas.
Desde el siglo xvn hasta nuestros días se ha tratado de llevar a
feliz término la causa de la Venerable y para esto se ha modificado
su hagiografía en función de criterios capaces de suscitar el fervor
popular y de persuadir a los jueces romanos. Constituye, pues,
un caso excelente para apreciar cómo se conjuga el modelo de san-
tidad con la mentalidad de la época. Finalmente, porque las ten-
dencias para el proceso en Roma, frecuentemente recomenzadas,
dieron lugar a numerosos documentos conservados en los archivos
de San Sulpicio, sobre todo los referentes al proceso de 1808.
Estos documentos revelan aspectos insospechados sobre el entra-
mado de un proceso ante la Congregación de Ritos a principios
del siglo xix y habría que tenerlos en cuenta en una historia de
las canonizaciones... que está por escribir y respecto a la cual sub-
sisten muchos puntos oscuros.
Variaciones hagiográficas en torno a Inés de Jesús 355
I. LA MADRE INÉS DE JESÚS ( 1 6 0 2 - 1 6 3 4 ) : que vivía aún y comenzó a indagar con ahínco para saber en qué
SU VIDA Y LA PRIMERA CONSTRUCCIÓN HAGIOGRAFICA monasterio se encontraba». Por su parte, la madre Inés, tres años
antes, estaba llorando durante su oración por los pecados que se
Procediendo igual que la mayoría de los quince biógrafos ' que cometían en el mundo, y especialmente en Auvernia, cuando tuvo
desde hace tres siglos estudian a la madre Inés, vamos a resumir una visión: «Ruega a mi Hijo —le oyó decir— por el cura de
su vida sin detenernos de momento en los prodigios y milagros Pébrac». No sabía que la abadía de Pébrac, a catorce kilómetros
que la envuelven. al sur de Langeac, estaba a cargo de Jean-Jacques Olier. Estando
Inés Galand nace en Puy-en-Velay el 17 de noviembre de 1602 éste misionando Velay oyó hablar de la fama de santidad de una
en una familia de pequeños burgueses: su padre era «maestro religiosa. Se encontraron en la enfermería de Langeac donde la
cuchillero». Los jesuítas del colegio del Puy se encargaron de su madre Inés se encontraba enferma. Al verla el cura de Pébrac
educación religiosa. Se habla de una adolescente muy dada a la exclamó: «Yo la he visto a usted en otro sitio madre». Inés le
meditación, formada en una piedad cristocéntrica y en una intensa respondió que, en efecto, se le había aparecido dos veces en París
devoción mariana. Contrariada en su vocación religiosa por su y le reveló que estaba destinado a la fundación de seminarios en
padre, permanece en su casa, pero en 1621 obtiene de sus nuevos Francia. De este modo iba a nacer la Compañía de San Sulpicio
directores dominicos el hábito de terciaria dominica y secretamen- a la que la madre Inés dio ánimos e impulso durante varios en-
te hace voto de virginidad. Crecen sus tribulaciones: falta de sa- cuentros ulteriores con el fundador M. Olier.
lud, sufrimientos espirituales (demoníacos) y la incomprensión La unión espiritual de ambos fue tan estrecha que al morir la
burlona de los que le rodean cuando anuncia su deseo de participar madre Inés el 19 de octubre de 1634 después de una dolorosa
en la fundación del convento de monjas en Langeac. agonía, M. Olier fue advertido misteriosamente. La noticia oficial
Admitida primero como conversa —por su origen humilde que no le llegó hasta el día de Todos los Santos mientras se encon-
ella recordará a menudo— pasa luego á ser hermana de coro. traba en el confesionario y a duras penas pudo contener su emo-
Poco tiempo después de su profesión solemne será elegida priora ción. En 1655 se ocupó personalmente de traspasar el cuerpo a un
en 1630, pero envidias y complicaciones administrativas consiguen féretro más decoroso que el antiguo, en espera de su traslado defi-
anular esta elección. Catorce meses más tarde, la madre Inés es nitivo, en 1841, al monasterio de Langeac reconstruido después
nombrada maestra de novicias, subpriora y luego priora. En esta de la Revolución. Desde entonces pudieron venerarla los fieles en
época acaece un hecho extraordinario que el proceso de beatifica- una urna regalada por la vizcondesa de Ussel, biógrafa de Inés,
ción señalará y discutirá. Jean-Jacques Olier (1608-1657), joven recubierta con un edículo de madera tallada regalado por los sul-
sacerdote mundano, acaba en San Lázaro su conversión sacerdotal picianos del Canadá.
bajo la dirección de Vicente Paúl. Durante sus Ejercicios Espiri- Desde 1698 estuvo abierto el proceso de beatificación de la
tuales en marzo de 1631 se le apareció una mujer que llevaba en mística dominica, pero en realidad, a través de ella, se hacía el
una mano un crucifijo y en la otra un rosario. Le dio a entender proceso a la mística (teología y espiritualidad). Se partía para esto
que lloraba por su conversión. Volvió a aparecérsele otra vez: de una Vida de la Venerable madre Inés de Jesús por un sacerdote
M. Olier creyó al principio que era la Virgen, pero luego com- secular, que será la mater lectionis de todas las futuras variaciones
prendió «que esta maravillosa aparición debía ser alguna religiosa hagiográficas. Este «sacerdote secular», que comenzó ocultando su
nombre por modestia, era M. de Lantages, superior del seminario
1
Las fuentes impresas y los manuscritos referentes a la vida de Inés de sulpiciano del Puy. Menos de veinte años después de morir la
Jesús están detallados en A. Müller, Une mystique dominicaine du XVII' madre Inés, reúne los materiales más importantes: una Vida (ma-
siécle: la Venerable Mire Agnés de Langeac (Langeac 1963) 27-29. nuscrita) de sor Inés Galand redactada por el padre Esprit Panas-
356 B. Plongeron
Variaciones hagiográficas en torno a Inés de Jesús 357
siére OP, director espiritual de la religiosa; una larga Memoria
1675 se desencadenan las batallas del jansenismo y del quietismo.
(anónima) del padre Boyer sj, director también de Inés; testimo-
Los dominicos y los jesuítas de los Países Bajos introducen gusto-
nios directos recogidos en la región del Puy, donde se tenía a Inés
samente en la querella la ortodoxia de Inés, garantizada desde el
por «madre de los pobres», y las memorias sobre la infancia y la
punto de vista histórico por el jesuíta Papebroch y su equipo de
juventud de Inés, escritas por Gabrielle Jacques, antigua amiga
Amberes —los bolandistas— que la insertan en la colección de
suya, hija de un comerciante del Puy y más tarde monja dominica
las Acta sanctorum. Que Inés favorece la causa de los antijanse-
en Viviers; finalmente, una Admirable vida de sor Inés (2 vols.,
nistas con el aval de San Sulpicio lo expresará ingenuamente
1647), escrita por un benedictino de Saint Germain-des-Prés a
Marie-Emma Lachaud, una de sus biógrafas del siglo xx, diciendo:
petición de M. Olier.
«Quizás le debemos a ella el que nuestra patria (la Francia cris-
Esta Vida fue publicada en 1665 (Puy, 1 vol. en 4.°, 666 pp.)
tiana) no haya caído del todo en la herejía jansenista»2. La edi-
por M. de Lantages, cuya erudición, honradez histórica y pruden-
ción de 1718 retocará algunos pasajes de M. de Lantages sobre
cia religiosa fueron elogiadas durante largo tiempo. Tres cualidades
la gracia y la predestinación para que estén perfectamente de
maestras que dominan en la división tripartita de la obra: 1) los
acuerdo con la bula Unigenitus de 1713.
testimonios y su crítica; 2) el relato biográfico; 3) las gracias, las
Será preciso trabajar más y mejor a lo largo de las tribulacio-
visiones y los milagros de la heroína, para los cuales sigue libre-
nes que acarrean los diversos procesos para la causa de Inés, de
mente el esquema de la Admirable vida del anónimo benedictino.
los cuales no podemos aquí más que indicar las etapas.
Este distinguía las visiones intelectuales, las reales, las representa-
tivas según la teoría ordinaria de los especialistas de la mística de
la época. En cuanto al título de Venerable empleado por M. de
II. VARIACIONES DE UNA SUERTE HAGIOGRAFICA
Lantages, no hacía más que consagrar una práctica corriente y lo
(SIGLOS XVII-XX)
justificaba en su largo e interesante prefacio: «Por lo demás, me
he abstenido de llamarla santa o beata. Y cuando al hablar de ella
empleo vocablos que indican santidad, sólo lo hago para expresar 1. 1697-1794: Consenso de un pueblo
su asombrosa piedad que la ha hecho venerable a todos los que la frente al nuevo procedimiento de Roma
conocen...». «Vocablos que indican santidad...». Puede advertirse
Es difícil determinar con exactitud en qué fecha se quitó a los
el vocabulario impreciso de M. de Lantages evidentemente poco
obispos la facultad de decretar canonizaciones particulares en su
informado de los criterios y del «modelo» a seguir para hacer
diócesis, reservándola al soberano pontífice. Sin embargo, la cues-
triunfar la causa de Inés. A lo largo de su relato mezclará con
tión parece resuelta con el decreto de Urbano VIII Caelestis
frecuencia fenómenos de visiones y milagros designándolos con el
Hyerusalem cives del 5 de julio de 1634 3, o sea, unos meses antes
calificativo de «extraordinario», que solamente ya en el prefacio
de la muerte de Inés. Este decreto prescribía, entre otras cosas,
se encuentra ocho veces.
un intervalo de cincuenta años entre la muerte y la instrucción de
La Vida de la Venerable... tal como la escribió M. de Lanta-
la causa. Cuando monseñor D'Estaing de Saillans, obispo de Saint-
ges —a parte los resúmenes— adquirió inmediatamente una repu-
Flour, instruía el proceso diocesano en 1697 según las normas de
tación, que explica la difusión apologética por las tres familias
religiosas interesadas: dominicos, sulpicianos y jesuítas. M. Faillon,
biógrafo de M. de Lantages, indica varías traducciones: la latina 2
Marie-Emma Lachaud, Vie merveilleuse de la Venerable Mere Agnés
en 1670, la alemana y la italiana en 1672 y la flamenca en 1675 de Jésus (París 1894) Prefacio.
3
cuando apareció la segundo edición francesa. Observemos que en Respecto a esta larga controversia cf. Canonhation dans l'Église Ro-
maine, en Dict. Théol. Cathol., col. 1633-36.
358 B. Plongeron Variaciones hagiográficas en torno a Inés de Jesús 359

Urbano VIII, ¿no estaba seguro de conseguir la adhesión de la vida de Inés y la carencia de los fondos necesarios para finan-
Roma? En 1700 se ha verificado el examen de los escritos, la in- ciar otro nuevo proceso.
vestigación sobre la fama de santidad, la ausencia de culto público,
y el 16 de junio de 1714 la Congregación de Ritos ha presentado 2. 1804-1808: El proceso a la mística y el decreto de 1808
las Actas al Papa, que las aprueba el 23 de junio. No se ha omi-
tido nada para demostrar claramente el consenso del pueblo de M. Emery, superior general de San Sulpicio, al final de la re-
Francia a la beatificación de Inés: súplicas de diversas Ordenes volución francesa que lo había confirmado en su papel de director
religiosas, de varias asambleas del clero, del mismo Luis XIV de conciencia del clero francés, escribió a M. Vernet, superior del
(1702), de la duquesa de Borgoña (1703), del cardenal de Noail- seminario de Viviers, enviado por él a Langeac: «Me he propuesto
les, más tarde de Luis XV, que encarga a su embajador, el carde- hacer continuar el proceso de beatificación de la madre Inés.
nal de Polignac, apresurar el término de la causa en Roma. Todas El postulador de las causas para la Orden de Santo Domingo ha
las instancias exaltan el mismo modelo: esta virgen dominica «ha dicho que para seguirlo se necesitan 1.600 libras. Las he reunido
ilustrado la Iglesia de Francia... engendrando para la vida perfecta y ya ha ido a Roma esa suma... Pongo la restauración de San
a M. Olier, que ha puesto las bases del seminario de San Sulpi- Sulpicio bajo la protección de la santa...» 4 . Estamos en los co-
cio..., manantial purísimo (en el que) muchos grandes obispos mienzos de septiembre de 1804 y, aunque M. Emery cree ingenua-
y una multitud de sacerdotes han bebido una piedad sincera, una mente que ya ha solucionado la cuestión financiera, sabe que hay
doctrina sana, una veneración profunda y una obediencia exacta que presentar una vida nueva de su heroína de acuerdo con los
a la Sede Apostólica...». Son claras las alusiones de fidelidad ultra- gustos del siglo de las luces. Este es también el parecer del padre
montana de un pueblo sospechoso por su galicanismo tanto en su José Faitot, antiguo prior de los dominicos de Saint-Jacques en
clero como en sus fieles. La razón de estado apoya en «estos tris- París, una de las cabezas del clero refractario parisiense junto con
tes tiempos en los que se ha enfriado la fe» la excelencia espiritual M. Emery. En dos cartas de 1805 aprueba la refundición de Lan-
de la causa: ¿Va a tardar Roma en comprender las razones de una tages, «tan alejado de lo que se necesita hoy que las tres ediciones,
devoción popular, incontenible ya en la diócesis de Saint-Flour más que agradarme, me apenan. Esa multitud inaudita de cosas
y «en otras muchas partes del reino de Francia»? insignificantes consideradas de importancia y citadas como milagro-
Parece que el promotor de la fe, Próspero Lambertini, se sas; unos hechos verdaderamente inexcusables presentados como
mostró particularmente exigente en esta causa. El futuro Benedic- santos excesos al lado de otros que manifiestan la mano de Dios
to XIV, que iba a regular definitivamente el procedimiento de y son verdaderamente dignos del respeto que engendra admiración;
canonización de los santos, ¿quiso oponer su resistencia de cano- una multitud de confidencias que demuestran el celo y la buena fe,
nista a la presión de una iglesia particular, la francesa en esta pero no atestiguan el discernimiento. No es eso lo que se necesita
ocasión? El, a quien se ha denominado a veces el «Papa de las en un siglo malicioso y pervertido... (No se trata) de poner a la
luces», ¿no manifestó una especial prevención contra los fenóme- madre Inés al lado de santa Teresa, sino (de escribir) teniendo en
nos «extraordinarios» que entretejían la vida mística de Inés? Al- cuenta la verdad y la edificación... ¿Quién mejor que usted...?».
gunas objeciones que se hicieron en el proceso tenderían a confir- En otra carta el padre Failot critica la edición de 1665 casi
mar esta hipótesis. En todo caso, el proceso quedó detenido en página por página y traza el nuevo plan: «Lo que constituiría un
1749... por falta de dinero, que no podían aportar ni los Sulpi- gran mérito para esta nueva obra es la hermosa exposición de la
cianos por su pobreza, ni los dominicos por motivos de jurisdic- teología moral y mística referente a las virtudes cristianas y las
ción del convento de Langeac. Este es el doble escollo que va a
caracterizar a la etapa siguiente: «el exceso de lo sobrenatural» en 4
Archivos de San Sulpicio, Documentos Emery VIII, 8674.
360 B. Plongeron Variaciones hagiográficas en torno a Inés de Jesús 361
comunicaciones divinas del alma privilegiada. A este libro no se le y lámparas, cosas de que carecen por el bloqueo continental. Y los
podría reprochar el ser un sermón o un tratado teológico más bien archivos conservan otra factura de gastos: 66 libras suplementa-
que una historia, porque este aspecto no quedaría olvidado...» 5 . rias para una distribución de chocolate que «encanta a estos reve-
Esta lección la comprende perfectamente M. Emery, que poda rendos Padres» 6 .
«el exceso de lo sobrenatural» para «retornar a lo histórico»: es Toda esta solicitud se vio coronada por un éxito a medias: el
el capítulo que rehace para la edición de 1808 —que sigue atribu- 19 de marzo de 1808, «Su Santidad el Papa, según los ritos, ha
yéndose a M. de Lantages— poniendo el acento en la nota popu- declarado y juzgado: se decreta que la venerable sierva de Dios
lar: Inés Galand ya no figura como hija de un «maestro cuchille- Inés de Jesús practicó las virtudes en grado tan heroico que puede
ro», sino de un sencillo «cuchillero». El modelo se hace además procederse a la discusión de cuatro milagros». Pero —precisa el
francamente apologético de acuerdo con los consejos del promotor decreto— «no hay testigos oculares sino solamente auriculares y,
de la causa, el padre Molineri OP, que indica a M. Emery en por consiguiente, de acuerdo con las normas adoptadas por la
1805 que «convendría se hablara de la utilidad que resultaría para Santa Sede, se necesitan más milagros que en las otras causas
la religión católica si se diese a Francia esta nueva patrona...». antes de proceder a la beatificación»7.
Pero al mismo tiempo el postulador vuelve a unas consideraciones ¡Realmente merecía la pena que el cura-periodista de Boulog-
más materiales: acusa recibo de los 293 escudos romanos: «Espero ne, promovido a la sede episcopal de Troyes aquel mismo año,
que bastarán para celebrar la primera congregación el 3 de octu- felicitase «al editor que no podemos nombrar» porque en la edi-
bre. Si faltase algo, por causa del encarecimiento del chocolate ción de 1808 «había suprimido la mayor parte de los milagros
ocasionado por la guerra, el eminentísimo cardenal Fesch me ha relatados (por M. de Lantages), no por dudar de su veracidad,
declarado que él suplicará...». sino porque preferían limitarse a hechos que instruyen y edi-
El tío de Napoleón, a quien M. Emery ha vuelto a enseñar fican!» 8 .
a decir Misa después de la Revolución, es el agente más activo en
Roma en su calidad de embajador. En su súplica latina del 3 de
diciembre de 1805 insiste ante los consultores no tanto en el hechc 3. 1863-1963: reafirmación de lo maravilloso
de que «la madre Inés engendró a M. Olier para la vida perfec- y teología ascética y mística
ta» —como se había hecho en el siglo XVIII— cuanto en la repu- Debido a la sensibilidad de una época que alia el romanticismo
tación de la Compañía que aquél fundó. ¿Quieren honrar en Roma y lo maravilloso popular con una gran fidelidad ultramontana, y
a San Sulpicio, compañía inviolata cathedra Petri obedientia, es de- juntamente por el deseo de conseguir una beatificación para la que
cir, la única congregación de sacerdotes que no prestó juramento faltaban milagros, la tercera generación de los hagiógrafos de Inés
cismático y fue plantel de mártires durante la Revolución? procura afanosamente recuperar «el exceso de lo sobrenatural»
El argumento político tiene su importancia: M. Emery atenúa cercenado por el prudente y piadoso M. Emery. El padre Lucot
los rasgos dominicos de la madre Inés y la edición de 1808 la lo explica detalladamente en la nueva edición de 1863 de la
presenta como una heroína francamente sulpiciana para la «edifi- Vida... por M. de Lantages (París, 2 vol., 555 pp. y 724 pp.).
cación del clero». Por lo demás, le escribe también Fesch, esta Esta edición revisada y considerablemente aumentada con todos
edición es inútil porque se ha encontrado en Roma la edición ita- los documentos de los diversos procesos será en adelante la edición
liana de 1672 «y eso no se sabía». En cambio sería preciso pro-
6
veer a los diecisiete consultores de especias, azúcar, chocolate lbíd. Cartas de Fesch a Emery, XI, 163; 217; 223; 431.
7
Decreto del prefecto de la Congregación de Ritos, Della Somaglia, en
5 «Journal des Cures» 72 (20 de mayo de 1808).
Ib'td. XI, 212-213; 239-240. 8
Mélanges de Philosophie..., t. 6 (1809), 357-363.
94
362 B. Plongeron Variaciones hagiográficas en torno a Inés de Jesús 363
de referencia con el nombre de Lantages-Lucot. Este último justi- de repente hacia la de Germaine Cousin, la santa de Pébrac del
fica las amputaciones de la edición de 1808: hoy «a muchas almas siglo xvi, canonizada en 1867. Metamorfosis extraña a primera
fieles, cada vez más hastiadas de la vida terrena... les gusta mul- vista, puesto que santa Germana era una pastora... Pero se re-
tiplicar sus relaciones con los ángeles y los escogidos... estamos cuerda que la hija del «cuchillero» del Puy se había puesto a tra-
lejos de aquellos tiempos en que la crítica atribuía con gran parsi- bajar en la panadería y que se burlaban de ella como de santa
monia a los santos los dones de la infinita bondad» (p. XV). Germana por su «mojigatería» y su excesiva generosidad con los
De ahí la importancia concedida a las visiones y profecías y al pobres. Marie-Emma Lachaud el mismo año añade el aspecto ma-
papel de los ángeles en la vida de Inés. En cuanto a sus milagros, ravilloso popular en su Vida maravillosa de la Venerable... (Pa-
el padre Lucot, por una parte, se apoya en los documentos de los rís 1894). «Era humilde, ingenua, obediente... y como las plantas
diversos procesos de beatificación —y tiene conciencia de que aquí medicinales de montaña que devuelven la salud y las fuerzas a los
actúa como historiador—; por otra parte, se ponen de relieve los cuerpos agotados por los excesos es llamada humilde flor de Dios»,
milagros de carácter social: fin de la peste de 1630 en Francia, que cerró el camino ayer al jansenismo, hoy a la francmasonería:
fin de una inundación del convento, fin de una gran sequía en «Inés de Jesús es francesa y su santidad ha conservado el sello
Velay; el poder milagroso de Inés —muy discreto en M. de Lan- de las cualidades generosas y nobles que caracterizan a nuestra
tages—: numerosas curaciones desde 1856 según el informe del patria, pero sobrenaturalizándolas».
General de los dominicos (cap. XX y XXI del tomo 2.°). Por lo
La cuarta generación de los hagiógrafos de Inés cambia una
demás, la vida de Inés «era un continuo milagro» (p. 448).
vez más la perspectiva: atenuando el aspecto «católico y francés»
No se ha olvidado, sin embargo, el fracaso de 1808 y, aunque del siglo xix, los autores del xx vuelven a la vía especulativa par-
respetando la ambivalencia dominica y sulpiciana de su heroína, tiendo de los conceptos tomistas de la teología ascética y mística.
el padre Lucot quiere conferirle la dimensión nacional que le fal- Según el sulpiciano R. Jeuné y el R. P. Mortier 9 , Inés debe ser
taba hasta ahora. Inés es y debe ser considerada como una santa considerada como una religiosa contemplativa y mística al estilo
de Francia. Es preciso, pues, hacerla «popular». Tal es el objetivo de santa Teresa de Avila y santa Catalina de Siena y según la
que se propone la obra La Venerable madre Inés de Jesús, de la doctrina tomista expuesta principalmente en los trabajos del padre
vizcondesa de Ussel (París 1889). Notemos la insólita sobriedad Garrigou-Lagrange. Y R. Jeuné justifica de este modo los «hechos
del título que prescinde de los habituales calificativos: «admira- extraordinarios que se contienen en este relato». Otros más sor-
ble» o «maravillosa» vida. La autora, que había regalado la urna prendentes todavía se citarán. Antes de proseguir, recuerde el lec-
para la veneración de la religiosa en Langeac, se propone hacer tor las enseñanzas de la fe: la gracia santificante está muy por
a través de una narración puramente histórica el retrato de una encima de los carismás. Pero según Perfection chrétienne et con-
mujer por una mujer dirigida a... todas las mujeres de Francia. templation del padre Garrigou, aunque en el alma de los cristianos
En Inés hay dos mujeres, subraya por primera vez la autora «ordinarios» la vida sobrenatural está como anémica, «en el alma
(p. 324): «si, al lado de la extática y la taumaturga, hemos mos- de los santos, por el contrario, esta vida sobrenatural aparece con
trado suficientemente a la mujer que habla, ríe, llora, actúa como toda su fuerza y es lo que ante todo debemos considerar en ellos,
nosotros, vive nuestra vida...». mucho más que los dones extraordinarios milagrosos e inimitables
Imitable por ser mujer entre las mujeres, Inés tiene aún que mediante los cuales su santidad se manifiesta al exterior» (pági-
conquistar su fama nacional haciéndose «popular»; de ahí la Vida nas 30-31).
popular de la venerable madre Inés (Le Puy, 1894), escrita por
el padre Césaire Sire. Rompiendo con sus «modelos» habituales,
' M. R. Jeuné, Une mystique dominicaine, la Venerable Agites de Lan-
Teresa de Avila y Catalina de Siena, la vida de Inés se orienta
geac (París 1924); D. A. Mortier, La Venerable Mere Agnes (París 1925).
364 B. Plongeron Variaciones hagiográficas en torno a Inés de Jesús 365

Ha correspondido al biógrafo más reciente, el canónigo A. Mül- La amalgama efectuada entre lo natural y lo sobrenatural nos
ler, pasar por la criba este tratado de la contemplación, en el que induce a pensar que se ha verificado un verdadero desplazamiento
Inés es sólo el pretexto. Sirviéndose de la semántica y de los tra- en los criterios de santidad: los siglos xvn y xx prefieren la santi-
bajos del profesor Lhermitte, el autor plantea claramente el pro- dad interna, en la que lo «sobrenatural» no constituye ninguna di-
blema de la mística y del vocabulario místico, del peligro de con- ficultad. El siglo xix, por el contrario, nos ha mostrado una santi-
fundir alucinación, aparición y visión. Sin llegar, como cierta crítica dad externa manifestada en los milagros. Para ser «edificante»,
contemporánea, a suscitar el espinoso problema del histerismo, es- Inés tiene que ser «milagrosa», «francesa» y «popular»; y, en este
tudiado, sin embargo, por Lhermitte, concluye: «La madre Inés caso, es más sulpiciana que dominica. El milagro sanciona una apo-
nunca confundió con la santidad los privilegios de que gozó; su logética al uso de «nuestro siglo que se muere de incredulidad;
única preocupación fue siempre 'buscar el reino de Dios y su justi- necesita milagros para volverse a Dios, a quien abandonó y que es
cia', cumplir con la mayor perfección posible las obligaciones de su el único que puede sanarlo», escribía Marie Lachaud en su hagio-
vida religiosa. De ahí procede su irradiación» (p. 19). grafía de 1894. Estas palabras reproducen casi a la letra la defini-
Esto quizá equivalga a suscitar otra cuestión: la conciencia que ción de la apologética por el milagro según el cardenal Deschamps,
los santos tienen de sí mismos... y no el modo de considerarlos cuya doctrina triunfa en el Vaticano I. Pero ¿qué queda de la ver-
tales la sociedad en que vivían. dadera personalidad de Inés?
B. PLONGERON
[Traducción: M. T. SCHIAFFINO]
III. UNA SANTA PARA TODOS LOS TIEMPOS

Al cerrar, de momento, el dossier de la madre Inés, cuyos


devotos no pierden la esperanza de verla beatificada, se imponen
tres breves observaciones. La primera se inspira en la plasticidad
del «modelo» a través de cuatro siglos. Estas variaciones hagiográ-
ficas se explican sin duda por la personalidad en fin de cuentas
poco conocida y bastante difuminada de Inés de Langeac. Resulta
fácil describirla con rasgos diferentes según las necesidades de su
causa y los gustos de una época, inspirándose en las grandes refe-
rencias aún invocadas en la «súplica autorizada por monseñor el
obispo del Puy para pedir la beatificación de la madre Inés» (Lan-
geac, 17 de noviembre de 1907): concretamente las santas Inés,
Cecilia, Catalina de Siena, Teresa, Rosa de Lima 10.
Sin embargo, y es nuestra segunda observación, el cambio de
modelo se encuentra con uno de los problemas más difíciles de la
santidad católica: el de la mística. En la explicación del fenómeno,
en la fluctuación del vocabulario, en el malestar periódico de los
hagiógrafos se ve claramente que el problema de la mística choca
con el de una crítica histórica.
Citado por M. R. Jeuné, op. cit., 240-241.
TRES SANTOS POPULARES DE LA REALIDAD BRASILEÑA

Sao Sepe es una pequeña ciudad del estado de Río Grande del
Sur, a orillas del río que lleva el mismo nombre y cerca de Santa
MODELOS DE SANTIDAD María, ciudad de mayores proporciones. El nombre de Sao Sepe
A PARTIR DEL PUEBLO fue dado por el pueblo al lugar en que el indio misionero José
Tiaraju cayó en 1756 ante las tropas de demarcación que acudie-
ron a ejecutar el Tratado de Madrid (1750) y, en consecuencia, a
Hace muchos siglos, pero en especial desde Trento, las instan- expulsar a los indios cristianos de la orilla oriental del río Para-
cias romanas programaron un modelo de santidad que es normativo guay '. La «beatificación popular» fue inmediata y perdura ya más
en casos de beatificación. Existen además normas o «cánones» que de doscientos años, si bien en un plano muy local.
regulan el procedimiento de la Curia romana. De ahí viene el tér- En un contexto totalmente distinto hay que situar la vida del
mino «canonización». Por otra parte, es sabido que el pueblo cris- padre Cicero Romáo Batista, el santo de Juazeiro, en el estado de
tiano siempre veneró a sus santos independientemente de Roma. Ceará, al nordeste de Brasil. El padre Cicero llegó en 1872, recién
Las «beatificaciones a partir del pueblo» son tan antiguas como la ordenado sacerdote, a la aldea de Juazeiro, dependiente de la pa-
misma Iglesia. Los santos populares presentan a veces un carácter rroquia de Crato. Allí permaneció durante sesenta y dos años,
local y provisional; a veces tienen una dimensión más universal hasta su muerte, acaecida en 1934. Aunque la capilla del lugar
y duradera. Así, ciertos sectores del pueblo católico estaban con- estaba áeákada a Nuestra Señora de Jos DoJores, el joven capellán
vencidos de que el papa Juan XXIII era un santo; por su parte, rezaba diariamente ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario
el papa Juan Pablo I conquistó entre muchos, dudante su breve junto con los esclavos que había heredado como patrimonio ecle-
ministerio pontificio, fama de hombre santo. siástico del lugar. Su fama se extendió en breve entre los esclavos
¿Se trata en esos casos de una simple impresióri, de un senti- y pobres de las haciendas de Ceará y de todo el Nordeste. De
miento del pueblo, de una expresión de «religiosidad popular», o todas partes acudían peregrinos a Juazeiro, que en 1911 se separó
hay en ello algo de tipo estructural? ¿Se trata simplemente de una de la ciudad madre Crato y vino a ser una de las mayores locali-
sonrisa, de un gesto, de una manera de ser que emociona a las dades del interior en el Nordeste. A los ojos de los innumerables
masas, de una forma de populismo, o será que la «beatificación «peregrinos del padre Cicero», Juazeiro es una ciudad santa 2 .
a partir del pueblo» obedece también a normas, estructuras y cri- Nuestro tercer santo popular es el capuchino italiano Damiáo
terios? La pregunta es importante porque implica uh juicio de va- de Bozzano, quien desde 1931 cruza incansablemente el interior
lor sobre el pueblo cristiano, sobre lo que llamamos la «masa». del Nordeste brasileño predicando misiones populares. Práctica-
Los organizadores de la religión suelen definirla c 0 n tonos más mente es el único misionero popular que se mantiene en la tradi-
bien negativos; sin embargo, puede custodiar proyectos para el fu-
turo y promover estrategias que impulsen la historia.
1
Permítasenos ilustrar esta cuestión tomando corrió base la his- A. Porto, Historia das Missóes Orientáis do Uruguay (Porto Alegre
1954). Cf. también E. Pacheco, O povo condenado (Río de Janeiro 1977),
toria de la Iglesia en Brasil. Presentaremos a tres santos no cano- donde aparece más bibliografía en torno al tema.
nizados para formular luego una serie de consideraciones en torno 2
R. della Cava, Miracle at Joaseiro (Nueva York 1970), introduce en la
al tema. complicada problemática relativa al padre Cicero y ofrece una buena biblio-
grafía. Sin embargo, conviene consultar los estudios que plantean el proble-
ma en general, como el de J. Groenen, Schisma ztvischen Kirche und Volk,
Diss. (Nimega 1978).
368 E. Hoornaert Modelos de santidad a partir del pueblo 369

ción de las misiones capuchinas características del Nordeste desde llevar a cabo sus proyectos en América Latina sino por medio de
comienzos del siglo xvm. La mayoría de los misioneros europeos un trabajo claramente forzado, impuesto a la población originaria
o europeizados nunca han tenido un verdadero contacto con el pue- o a las fuerzas laborales importadas de África. El mecanismo del
blo, especialmente a causa del carácter secularizante de su compor- trabajo forzado puede ser impulsado desde fuera, por medio de
tamiento. Fray Damiao, en cambio, es umversalmente reconocido torturas, prisiones o esclavitud, pero también —de manera más
por la gente pobre como un santo. Los sermones que repite casi sutil y efectiva— puede ser introducido en la propia relación eco-
literalmente desde 1931 son piezas dogmáticas o morales en las nómica mediante un sistema salarial sumamente bajo. Según esto,
que se refleja la teología católica enseñada en la Universidad Gre- en América Latina se suele afirmar que ciertas formas particular-
goriana de Roma, donde él mismo estudió en los años de 1925 a mente perversas de esclavismo colonial subsisten todavía hoy en el
1930. Fray Damiao es muy combatido por el ala progresista de la continente.
Iglesia católica de Brasil, que lo acusa, no sin razón, de dejarse No nos es posible profundizar así esta importante cuestión.
manipular por ciertos políticos. Con todo, su actuación está mar- Tan sólo queremos indicar que los santos populares brasileños han
cada por un elemento indiscutible: su presencia en cualquier ciudad tomado postura, de una u otra forma, ante el esclavismo colonial:
o pueblo transforma el lugar en un punto de encuentro, amistad San Sepe luchó hasta la muerte, como lo hicieron muchos líderes
y amor entre las personas3. indígenas cristianizados o no cristianizados, contra la esclavitud,
que era el destino inevitable de los indios capturados en Brasil; el
padre Cicero actuó en el sentido de una agricultura alternativa no
SANTIDAD POPULAR, ESCLAVISMO COLONIAL Y FANATISMO colonial5; por último, fray Damiao se distingue de los demás mi-
sioneros por su paciencia ante los descendientes de la esclavitud y
De estas tres biografías emergen dos elementos comunes: en herederos del esclavismo. Volveremos sobre el tema.
primer lugar, el santo popular tiene en Brasil algo que ver con el En segundo lugar, los santos populares suscitan fanatismo. El
esclavismo colonial; en segundo lugar, suscita lo que se ha dado término aparece reiteradamente en las descripciones procedentes de
en llamar fanatismo religioso. los organizadores oficiales de la religión. La devoción a San Sepe
El santo popular se distingue de los demás ante todo porque se considera tendenciosa, pues en los ambientes eclesiásticos se ve-
rechaza, de manera a veces no muy evidente, el esclavismo colo- nera a los misioneros muertos por los indios, no a los indios muer-
nial. Pero no hay que confundir esta noción de «esclavismo» con tos por los europeos compañeros de los misioneros. También la
la de «esclavitud»4. La esclavitud es un concepto jurídico, indica devoción al padre Cicero suele ser considerada por el clero como
una forma peculiar de propiedad en virtud de la cual el esclavo señal evidente de ignorancia, atraso cultural y fanatismo. Las mi-
deja de tener personalidad jurídica ante una determinada sociedad siones de fray Damiao son rechazadas en algunas diócesis y mani-
y pasa a «pertenecer» (como mano de obra principalmente) a su puladas en otras. Algunos encuentran en la presencia de este fraile
amo. En 1888 América Latina abolió la esclavitud, pero ésta no oportunidad para realizar ciertos intentos pastorales. Pero son po-
era sino una expresión contemporánea de un concepto económico cos los que ven en ella un valor en sí.
más fundamental designado con el término de «esclavismo». A par- Analizando el término «fanatismo», observamos que el pueblo
tir del siglo xvi, los europeos y otros colonizadores no consiguieron no se declara fanático a sí mismo, sino que es definido como tal
3
por otros. El término revela una determinada relación con el lugar
A. de Moura, Frei Damiao e os impasses da religiao popular (Petró- social, con la estructura de la sociedad en que vivimos. Hablar de
polis 1977).
* J. Gorender, O escravismo colonial (Sao Paulo 1978). Este estudio
5
marca un importante progreso sobre los estudios anteriores. S. Rabello, Os artesaos do Padre Cicero (Recife 1967).
370 E. Hoornaert Modelos de santidad a partir del pueblo 371

fanatismo no define propiamente el objeto de que se pretende nial y se hicieron ermitaños entre los pobres 7 . El capuchino Bre-
decir algo, sino más bien al sujeto que habla. Es un discurso que táo Martinho de Nantes y el famoso jesuíta Antonio Vieira, en el
sitúa al que habla. Los grupos dominantes se esfuerzan por reducir Marañón, defendieron la libertad de los indígenas frente a estan-
el fenómeno popular y la llamada «religiosidad popular» a la esfe- cieros y residentes 8 . En la medida en que estas personas se distan-
ra emocional y psicológica, sin tener en cuenta ningún elemento ciaron del patrón cultural colonialista, se hicieron capaces de testi-
político. Es un discurso que despolitiza, como todo discurso de ficar la santidad del pueblo. En otras palabras: la santidad tiene
quien se halla en la esfera del poder. El discurso sobre el fanatis- que situarse en relación con un sacrilegio concreto, histórico. El
mo, por principio, priva de la palabra al interlocutor: ¿qué podrá sacrilegio es contexto de santidad. Y el mayor sacrilegio cometido
decirnos un fanático que no sean discursos fanáticos? Sin embargo, desde el siglo xvi, principalmente por europeos y norteamericanos,
el fanático se comunica, se expresa, aunque de manera no verbal. consiste en la implantación del esclavismo colonial en amplias
¿Cómo entender lo que nos dice? extensiones del planeta. El pueblo, santificado por el Espíritu de
Dios, se ve afectado en lo íntimo de su ser por este sacrilegio, que
causa una degradación peor que la muerte.
MODELO DE SANTIDAD DEL PUEBLO BRASILEÑO El esclavismo colonial no sólo se apodera de los hombres, sino
también de los espacios y los tiempos. Actualmente está devorando
En el horizonte latinoamericano, la presencia europea o norte- el inmenso espacio amazónico, destruyendo una antigua y delicada
americana —desde el siglo xvi hasta hoy— sólo puede entenderse armonía ecológica9. En cuanto al tiempo, es particularmente im-
de manera alternativa: como amenaza o como promesa. Los extran- presionante ver cómo el sistema colonial devoró y devora el tiem-
jeros que desembarcaron aquí, en la medida en que se identificaron po y la vida de los africanos y de sus descendientes en Brasil10.
con los más variados proyectos coloniales o neocoloniales, se cons- Estos espacios y tiempos son restituidos a la anterior santidad
tituyeron en amenaza permanente para los grupos que consiguieron mediante la acción del santo popular. El padre Cicero transforma
dominar. Tal amenaza fue fatal en el caso de las poblaciones ame- Juazeiro, donde sólo vivían esclavos, en «ciudad santa» e instaura
ricanas originarias, de modo que la historia de los indígenas brasi- una dialéctica con la ciudad madre de Crato, fundada sobre el es-
leños, por ejemplo, es, a partir del siglo xvi, la historia de su clavismo ". La nueva relación Juazeiro-Crato devolvió virtualmente
exterminio. La tierra fue «liberada» de indios y quedó abierta para a los hombres el espacio brasileño, que en lo sucesivo no sólo sirve
los europeos a fin de producir una acumulación mundial de rique- para perpetuar la relación amo-esclavo, sino que es recorrido por
zas en el centro del mundo mediante el mecanismo del esclavismo peregrinos que anuncian un nuevo modo de utilizar el espacio. El
colonial. Al mismo tiempo, la religión católica se convirtió en la mundo no es ya un espacio cerrado: se anuncia un uso alternativo
amenaza más eficaz para los indígenas subyugados y los africanos de los lugares.
importados 6 . Lo mismo sucedió en Río Grande del Sur gracias a la actua-
Pero no todos los extranjeros se identificaron con el proyecto ción de San Sepe. Ese espacio es para las potencias coloniales de
colonial. Entre los que se mostraron disconformes con el colonia- España y Portugal un espacio esencialmente comercial. Para Espa-
lismo figuran sobre todo los «ermitaños» y misioneros populares
7
del período portugués en Brasil. Hombres como Feliciano Mendes Historia da Igreja no Brasil. "Primeva época (Petrópolis 1977) 104ss.
8
o Lourenco de Nossa Senhora, en Minas Gerais, vendieron sus es- Ibíd., 115-118.
' B. Meggers, Amazonia: a ilusao de um paraíso (Río de Janeiro 1978).
clavos, renunciaron a los privilegios otorgados por el Estado colo- 10
A. do Nascimento, O genocidio do negro brasileiro (Río de Janeiro
1978).
6 11
E. Hoornaert, Formado do catolicismo brasileiro (Petrópolis 1978). A. Xavier, Juazeiro do Padre Cicero (Fortaleza 1960).
372 E. Hoornaert Modelos de santidad a partir del pueblo 373
ña se trata de abrir el Río de la Plata a la navegación colonial;
Aquí es donde se inserta el papel del santo popular. El es,
para Portugal, el Río Grande tiene importancia en relación con el
ante todo, alguien que revela la santidad del Espíritu de Dios pre-
comercio de esclavos que parte de Sao Paulo. De esta forma se
sente en el pueblo, la santidad de la lucha del pueblo por la liber-
establece el Tratado de Madrid (1750), que entrega a Portugal
tad frente al esclavismo. El pueblo tiene necesidad de sus santos
siete «pueblos» indígenas cristianizados de la margen oriental del
para identificarse y superar luego los sacrilegios de que ha sido
río Paraguay a cambio del núcleo de contrabando llamado Colonia
víctima. El esclavismo ha destruido naciones y produce individuos
del Sacramento, que estaba en manos de los portugueses y entor-
atomizados, una masa anónima en manos de empresas todopodero-
pecía la navegación por el Río de la Plata en dirección a España 12.
sas. El santo popular restablece las naciones y las fraternidades
Esta transacción comercial desconoce el espacio dado «por Dios y
mediante una lenta y penosa reconstrucción a partir de elementos
san Miguel» a los indígenas misioneros u . En el uso alternativo
de la tradición. Pero su acción es pasajera y relativa. El santo po-
del espacio riograndense, sugerido por las palabras de Sepe Tiara-
pular no es un héroe que se destaca de la masa por sus virtudes
ju, aparece la vocación histórica de Río Grande del Sur y de Brasil
individuales, sino más bien una persona que ha optado por sus
en general: Brasil es un espacio sagrado concedido a los hombres
semejantes. Es la expresión provisional de un pueblo que se san-
para vivir en libertad, paz y fraternidad.
tifica.
El santo popular revela también los tiempos sagrados. La visita
Así podemos comprender por qué el pueblo del Nordeste bra-
de fray Damiáo a los municipios del interior del Nordeste crea,
sileño creó un nexo de continuidad entre el padre Cicero y fray
por así decirlo, un nuevo modo de utilizar el tiempo, un modo
Damiáo. Cuando el padre Cicero murió en 1934, fray Damiao
«festivo», que contrasta con el cotidiano. Se crea una alternancia
llevaba tres años actuando. El pueblo «transfirió» la misión del
con el tiempo «sacrilego», en el cual los cuerpos de los pobres son
primero al segundo, lo cual significa que lo más importante no es
explotados a manos de los ricos. La visita de fray Damiáo resta-
el individuo carismático, sino la misión perpetuada. Fray Damiao
blece los cuerpos mediante el restablecimiento del tiempo. La sim-
creó espacios, abrió brechas para la estrategia popular: he ahí su
ple observación de las expresiones corporales de descanso, alegría
misión. Esta no queda invalidada por los evidentes desvíos de su
o encuentro demuestra ya dónde se halla el beneficio de las misio-
acción, sobre todo en lo que se refiere a la manipulación por polí-
nes populares.
ticos poco escrupulosos y populistas. Tal manipulación muestra el
No podemos abordar aquí la importante cuestión del grado de
carácter provisional de la acción del santo popular, pero no la in-
eficacia de estos restablecimientos de tiempo y espacio. Baste indi-
valida. El santo es portador de la vocación de un pueblo.
car que, aunque provisionales y pasajeros, existen de hecho y —lo
Concluyendo: un determinado modelo de santidad debe situar-
que es más importante— reflejan una estrategia popular de resis-
se en el contexto de un determinado sacrilegio que afecta al pue-
tencia, reorganización e identificación que está muy lejos de haber
blo de Dios. El santo popular revela la santidad del pueblo ani-
alcanzado sus objetivos. El documento de la tercera Conferencia
mado por el Espíritu de Dios.
General de los obispos latinoamericanos en Puebla reconoce esa
estrategia hecha de confianza y astucia: «El pueblo ... aguarda con-
fiadamente y con astucia (la cursiva es nuestra) los momentos
¿UN MODELO DE SANTIDAD EXCLUSIVO
oportunos para caminar rumbo a la deseada liberación» (n.° 325).
DE AMERICA LATINA?

" E. Pacheco, op. cit. Los tres santos populares aquí presentados pueden haber pro-
13
Estas fueron las palabras de San Sepe ante las tropas de demarcación ducido una impresión un tanto exótica. Sería difícil encontrar hoy
de límites entre España y Portugal.
en América del Norte o en Europa misioneros itinerantes parecí-
374 E. Hoornaert

dos a fray Damiáo. Este hombre nos da una impresión del pasado, SANTIDAD POPULAR Y RELIGIÓN POPULAR
de nuestro propio pasado. Sin embargo, se trata de una impresión
producida por el mundo simbólico en que se mueve fray Damiáo, A lo largo de la historia de la Iglesia nunca han sido armo-
y debemos hacer la oportuna distinción entre el mundo simbólico niosas las relaciones intraeclesiales, siempre ha habido una «cues-
(procesiones, romerías, novenas, fiestas patronales) y el significado tión social» en el seno de la misma Iglesia. Desde muy pronto, un
de ese mundo simbólico. Ahora bien, este significado no está supe- grupo de organizadores del «altar» consiguió organizar también la
rado ni es tan exótico como parece a primera vista. palabra y todo lo que la palabra encierra en términos de poder.
El mundo en que vivimos se ha unificado de hecho a partir Ellos forjaron la cultura central o clerical. Así se constituyó un
del siglo xvi debido a la acción de un centro europeo que se forjó polo de ese campo de fuerzas que se llama catolicismo frente a
un imperio atlántico: primero, por obra de España y Portugal; otro polo, considerado periférico o popular, que se llama religión
después, de Inglaterra, Holanda y Francia; recientemente, de Amé- o religiosidad popular. No obstante, esta religión católica popular
rica del Norte. En las sucesivas mudanzas coyunturales de orden se procuró sus propios medios de comunicación e interpretación,
político el catolicismo ha sido la fuerza modeladora del colonialis- expresiones corporales no verbales, con miras a hacer posible su
mo en América Latina. El esclavismo colonial, interpretado en identificación, resistencia y estrategia. Por parte de la cultura ecle-
estas páginas desde la santidad popular, es un asunto universal- siástica central se articula una continua acción de represión y ma-
mente católico, no un tema exclusivo de América Latina. El mo- nipulación, intentando reorganizar dentro del sistema jerárquico
delo de santidad que brota de la realidad latinoamericana es, en los elementos atomizados procedentes del catolicismo popular. Así
primer lugar, una protesta contra la política colonial del Estado de se comprende por qué este catolicismo nunca aparece en forma
la Europa occidental que manipuló la religión católica con vistas «pura»: hay que situarlo en un campo de fuerzas más amplio. Di-
a procurarse una mano de obra barata y disciplinada. El catolicis- cho de otro modo: el catolicismo popular implica una interioriza-
mo trasplantado de Europa fue el gran instrumento en manos del ción del catolicismo oficial o clerical que lo hace aparecer a los
Estado colonial, una religión que en África facilitaba el tráfico ojos del observador superficial como un dato ambiguo.
negrero y en América el trabajo esclavo, una religión sacrilega al Los elementos del catolicismo popular no se pueden entender
servicio de la acumulación de ganancias en los centros del sistema correctamente si se prescinde de su relación con el polo jerárquico
que domina el mundo. del sistema católico, y viceversa. Desde el polo jerárquico, la reli-
El modelo de santidad que surge del pueblo latinoamericano giosidad popular parece destituida de estructuración interna y sólo
revela a los cristianos de Europa y Norteamérica el «reverso de la dependiente de los órganos centrales. En realidad hay relación,
historia»: la historia que se llama lucro, acumulación de riquezas, pero no siempre dependencia. La relación es de orden dialéctico,
consumo y lujo en un lado, se llama esclavismo (con su secuela de y es típico de la estrategia popular el cuidado de no explicitarla
pobreza) en el otro. El problema existe también, oculto y escon- claramente, de mantener cierta ambigüedad aparente. Sin embargo,
dido, tras las fronteras del mundo rico. El exotismo de los mode- en el catolicismo popular existe también una ambigüedad no estra-
los populares de santidad se da dentro de un catolicismo que pre- tégica, una interiorización del modelo jerárquico. Con frecuencia,
tende ser ortodoxo, auténtico y «verdadero» frente a las formas estos elementos se encuentran mezclados en una misma persona;
más sincretistas, confusas y finalmente periféricas del catolicismo hay regiones diversas, y nada es simple en este mundo cultural de
latinoamericano. El discurso acerca del sincretismo, la ignorancia símbolos y mensajes.
religiosa, la superstición y el fanatismo religioso oculta una tensión A nuestro modo de ver, el modelo popular de santidad, que
que existe en toda la configuración histórica del catolicismo. ¿De dista mucho del modelo canónico, es un indicio en el sentido de
qué manera? que la religión popular no debe entenderse como una «religiosi-
376 E. Hoomaert Modelos de santidad a partir del pueblo 377

dad» amorfa, sino como una realidad estructurada. Estas estructu- el poder; no existe un modelo de santidad puro, libre del yugo
ras nacieron de la participación en una misma historia, en un mis- de poderes inherentes a la sociedad humana. Ninguna instancia
mo destino histórico. Por eso mismo es muy difícil comprender al puede dispensarnos de la necesidad de pensar críticamente, sobre
santo popular sin convivir la historia popular. Quien nunca ha ex- todo cuando se trata de modelos de santidad.
perimentado el esclavismo tendrá dificultad para comprender el
entusiasmo que un padre Cicero o un fray Damiao son capaces de E. HOORNAERT
suscitar entre los pobres herederos del esclavismo. Y no sólo el [Traducción: A. DE LA FUENTE]
esclavismo, sino también otros sacrilegios presentes en la historia
suscitan al mismo tiempo la santidad y el fanatismo. Cada situa-
ción histórica contiene esa tensión entre sacrilegio y santidad de
que da testimonio el santo popular. Este no es marginal en la Igle-
sia. Su posición es central, puesto que él indica los caminos por
donde debe ir la Iglesia si quiere convertir al pobre y evitar el
constante peligro de fariseísmo, de seguridad fundada en la religión
oficial.
Todo esto no quiere ser una idealización de la religión popu-
lar. Así como muchos cristianos populares han interiorizado la cul-
tura clerical reinante, así también muchos miembros del clero optan
sinceramente por el pueblo y colaboran para superar la polariza-
ción de la Iglesia en dos grupos. En la práctica no es fácil distin-
guir entre valores y contravalores de la religión popular. Sólo un
análisis de la sociedad en su conjunto nos permitirá un discerni-
miento más seguro y eficaz.
Veamos un ejemplo concreto de ese discernimiento en torno a
los modelos de santidad. La estrategia de la cultura central tiende
a presentar al santo como un héroe que sobresale del común de
los mortales. De este modo, la imagen del santo queda particula-
rizada y deja de ser expresión de un pueblo de Dios que se libera.
Ahora bien, ese modelo de santidad, producto de la cultura cen-
tral, ha sido interiorizado en la cultura popular. Ello nos ofrece
un caso típico de recuperación de la cultura popular o periférica
por la cultura central. Los políticos de Juazeiro se apresuraron a
erigir en una colina cercana a la ciudad una enorme estatua del
padre Cicero, no para exaltar la santidad nacida del pueblo, sino
exactamente para exaltar al padre por encima del pueblo, para pro-
vocar una separación entre el «santo» de la estatua y el pueblo de
la ciudad. Toda imagen histórica de un santo es susceptible de ese
tipo de manipulación y recuperación por parte de los que tienen

">*
Santidad «monástica» y santidad «política» 379

zación. Al realizarse, la experiencia teándrica aparece en la historia


y encuentra su expresión en ella: así como la divinidad es cognos-
cible cuando se revela, así la teandría es cognoscible cuando se
realiza. Y es fácil suponer que el tiempo de la Iglesia, entre la
DE LA SANTIDAD «MONÁSTICA» primera y la segunda venida de Cristo, es el tiempo en que la auto-
A LA SANTIDAD «POLÍTICA» conciencia de la divinización se manifiesta en términos cada vez
más elevados, revela un concepto cada vez más alto y una expe-
riencia cada vez más profunda de Dios.
Durante muchos siglos la santidad tuvo por modelo la figura Se puede hablar de historia de la santidad como historia del
del monje. Por más que hoy esta figura pueda considerarse agota- lenguaje cristiano sobre la santidad. A este respecto, los escritos
da, del siglo iv al xx la autoconciencia cristiana del perfecto segui- de los santos, sus acciones, sus biografías, la figura que representan
miento de Cristo se expresó únicamente por medio de la santidad y los modelos hagiográficos que provocan se hallan en el centro
monástica. de las posibilidades de construir esa historia.
Su aparición y su agotamiento pueden explicarse en la medida El lenguaje monástico fue precedido por el martirial. Este es el
en que se considere posible entender históricamente el fenómeno primer lenguaje que se impuso como figura de la perfección teán-
santidad. La santidad es el proceso de incorporación del hombre drica.
en Cristo por el Espíritu al Padre. Un proceso y un logro, es de- La Carta a Diogneto refleja la condición del cristiano antes
cir, una transformación ontológica que afecta a la persona, pero del siglo iv *. Lo que sorprende al pagano es el distanciamiento de
se sitúa en la historia. los cristianos con respecto al mundo, su despreocupación ante la
No puede haber una autoconciencia material de la divinización, muerte (1,1). Esto es posible porque el Verbo de verdad infundido
puesto que el cuerpo está unido a lo divino, pero al mismo tiem- en ellos ha venido a ser su vida (12,7). Esta nueva vida es distinta
po es distinto; es ya divino, pero no lo es todavía. El proceso por de la natural, tiene sus leyes y normas (5,10) que los hacen vivir
el que el hombre se hace Dios no es cognoscible teológicamente, como extraños en la tierra (5,5). Pero los cristianos no se distin-
en el sentido de que no se conocen homogéneament los dos térmi- guen de los demás hombres por ninguna condición exterior: no
nos en que tiene lugar ese proceso: la historia y el Espíritu. No viven en ciudades distintas, ni utilizan idiomas distintos o distintos
obstante, es posible la historia del lenguaje empleado para expresar vestidos, ni sigue una particular doctrina humana (5,1-2).
la divinización. No se da autoconciencia material, sino autocon-
Esta vida toma conciencia de su historicidad en la prueba del
ciencia «figural».
martirio: ante el poder político —que expresa la cumbre de la
Se habla de modelos de santidad, pero este término debe en- historia— el cristiano muestra su diversidad. Así se forma el mo-
tenderse con cuidado. En primer lugar, porque el único modelo de delo martirial. La perfección se representa en él como victoria
santidad es Cristo (desdoblado en el de la Virgen María), con lo
sobre la muerte: el cristiano sufre dolor y muerte, pero en la
cual los demás no son modelos, sino más bien submodelos. En se-
muerte descubre plenamente la vida.
gundo lugar, porque no se da un esquema abstracto de perfección,
Felicitas se halla en la cárcel, está a punto de dar a luz, no
cognoscible y determinable de antemano: la santidad no consiste
disimula el dolor. El guardián le dice: «Si ahora sufres tanto, ¿qué
en un «entrar en posesión» de Dios, sino en «ser poseído»; quien
conduce en Cristo al Padre es el Espíritu, y el Espíritu actúa libre- harás ante las fieras?» Felicitas responde: «Ahora soy yo quien
mente.
1
Más que de modelos, conviene hablar de lenguaje de la divini- Cf. A Diognéte, ed. H. I. Marrou (Sources Chrétiennes 33 bis: París
1965).
380 C. Leonardi Santidad «monástica» y santidad «política» 381

sufre, pero allí habrá otro en mí que sufrirá conmigo, porque yo cambiado de culto, pero no de vida. El poder político sigue siendo
sufriré por él» 2. El lenguaje martirial es ése: la sustitución de una la cumbre de la humanidad, un absoluto que ahora se apropia de
persona por otra, la transformación de persona humana en persona signos cristianos. Para Eusebio de Cesárea, la presencia histórica
humano-divina, en Cristo, tiene lugar en el momento del sacrificio. de Cristo, su exousía, está encomendada al emperador. Se inicia la
El mártir renuncia a la vida y recibe a cambio la vida divina, en cristiandad, la época en que las estructuras civiles se constituyen
él aparece la Trinidad 3 . En el mártir es infundido el poder divino en relación con los valores cristianos y el poder se justifica ideo-
que se manifiesta como victoria sobre la muerte, como paso del lógicamente en Cristo.
dolor humano al gozo divino. En esta situación, el martirio resulta imposible y el modelo
Pese a su grandeza espiritual, el lenguaje de esta transforma- hagiográfico busca nuevas modalidades. El monacato tiene el mé-
ción ontológica es todavía bastante tosco, porque la divinización rito de haber creado una posibilidad histórica de perfección en el
es considerada como algo que se materializa en el cuerpo. El len- campo de la cristiandad, mostrando cómo se podía perseguir una
guaje martirial corresponde al bautismal y designa sólo el comienzo vida distinta de la natural e histórica, una vida a la vez histórica
de la vida cristiana: el bautismo no expresa todavía el problema y divina. El monacato inventó un lenguaje que expresa una figura
de una vida en el mundo que, en su riqueza posbautismal, se viva de Cristo más elevada que el lenguaje martirial. Concibe tosca-
desde fuera del mundo. mente la muerte al mundo como abandono material de la historia,
Esta es la pregunta originaria a que responde el modelo mo- pero afirma que no basta la repulsa del culto pagano para hacer
nástico. En torno a ella se forma el nuevo lenguaje: cómo se vence aparecer en la historia la caridad divina; se requiere un testimonio
no ya a la muerte, sino al mundo; cómo se construye, en la natu- más intenso y estable, una nueva moralidad: nuevas relaciones con
raleza y en la historia, la divino-humanidad; cómo el bautismo se Dios, con el prójimo, consimo mismo.
continúa durante toda la vida. El monje es el perfeco seguidor de Esta conquista monástica se realiza a costa de abandonar la
Cristo porque vence al mundo muriendo al mundo. historia al poder cristiano. Pero así el monacato renuncia a la
El modelo monástico es una prolongación del martirial en cuan- perfección para todo el pueblo feudal: la perfección es cosa de po-
to que pone la transformación ontológica en el paso de la cruz a cos, escuela reservada que crea en el cuerpo eclesial una división
la resurrección, pero expresa un nuevo problema capital: la posi- entre perfectos e imperfectos marcada por la separación material.
bilidad de la teandría en relación con la historia. En este sentido, La figura monástica, con sus méritos y sus límites, es la única
el lenguaje monástico es superior al martirial 4 . figura de santidad capaz de expresar la divinización en la época
El monacato cristiano llega a ser un acontecimiento histórico constantiniana. De hecho, dominó necesariamente la historia de la
en el siglo iv, en el marco de la era constantiniana. Con Constan- perfección hasta nuestros días, cuando caduca la era de la cris-
tino y Teodosio, el mundo antiguo se hace cristiano, pero no por tiandad.
una conversión general de los corazones, sino por un cambio de La cristiandad constantiniana tiene su historia sobre todo en
culto. Esto origina una crisis gravísima para la Iglesia. La perfec- las Iglesias orientales, donde la institución imperial ha conservado
ción es una meta que no se puede proponer a un pueblo que ha su hegemonía. Aquí se conserva fielmente el lenguaje monástico de
la divinización, pero también se ha mantenido rigurosamente la
2
Cf. The Acts of the Christian Martyrs, ed. H. Musurillo (Oxford separación entre el perfecto y la historia. Por eso en Oriente apa-
1972) 122, 124. recen con mayor facilidad los elementos plotínicos y gnósticos que
3
Ibíd., 180. influyeron en la aparición y conservación del monacato: la huida
4
C. Leonardi, I modelli dell'agio grafía latina dall'epoca antica al Me-
dioevo, en Passaggio dal mondo antico al Medioevo: da Teodosio a Grego- del mundo para encaminarse hacia el Uno, el mundo estigmatizado
rio Magno (Accademia dei Lincei, Roma; en prensa). por la imperfección. La antropología de Orígenes es la del mona-
382 C. Leonardi Santidad «monástica» y santidad «política» 383

cato: el cuerpo es detrimento para el alma; la antropología de la y vi, la figura monástica adquiere en Occidente una modalidad
carne (el cuerpo en cuanto capaz de divinización, según la doctrina más alta. El santo sigue siendo quien abandona el mundo (el mon-
de Ireneo) permanece en la sombra 5 . je), pero el monje ya no tiene como tarea solamente la ascesis
Por otra parte, Atanasio y Jerónimo —en las biografías de An- cenobítica, sino también la conversión del pueblo. Si Salviano de
tonio, Hilarión y Paula— limitan el elemento gnóstico del mona- Marsella denuncia proféticamente que la cristiandad constantiniana
cato copto y sirio. Con la transposición de la figura monástica a no es cristiana, con Agustín se forma una figura de perfección en
Occidente, como es el caso a comienzos del siglo v por obra de la que el obispo, que vive como un cenobita, es apóstol, predica y
Casiano, se consuma una neta delimitación. Casiano atenúa el ori- edifica en la historia una portio Christi, la Iglesia. Poco después,
genismo con una instancia pelagiana. Así se inicia la primacía del Hilario de Arles muestra la convicción de que el perfecto monje
cenobio sobre el yermo. El monje vive de acuerdo con una regla recibe místicamente la plenitud del sacerdocio; toda su vida es
común. Su tarea es la ascesis; la contemplación es puro don, pero apostólica antes de asumir jurídicamente el oficio episcopal.
requiere el esfuerzo ascético. La ascesis es la escuela en que se es- El modelo monástico se abraza así con la historia: el monje
pecializa el perfecto: quien no es monje es como un pagano. Para para la misión, no sólo para el cenobio. De este modo, la Iglesia
justificar esta drástica opción, Casiano debe aceptar el mito del occidental no fue una Iglesia sólo de monjes, sino una Iglesia del
origen apostólico del monacato 6. pueblo. Roma hace suya la herencia africana y arela tense. Gregorio
Tal justificación ideológica, potencialmente herética, no es óbi- Magno, en su persona y en su obra, expresa el modelo hagiográ-
ce para que el monacato oriental y occidental exprese un modelo fico del monje que sigue siendo monje aun cuando se mezcle en la
hagiográfico que mantiene la plena ortodoxia y refleja una altísima historia. Pero la historia pasa a ser el espacio que el monje debe
experiencia de Dios, como lo acreditan Simeón el Nuevo Teólogo convertir; el santo es quien experimenta el absoluto de lo divino
y Guillermo de Saint-Thierry. El santo es quien renuncia al mun- en la historia y anuncia la Iglesia como lugar histórico de lo di-
do para tener a Dios y demostrar al mundo que es posible vivir vino. Para Gregorio, el obispo es el continuador del profeta vete-
una realidad más grande que el mundo. En estas figuras está pre- rotestamentario 7 .
sente la plenitud teándrica que se alcanza por medio del Espíritu La historia, en el medievo occidental, ya no es simplemente el
Santo. espacio que ocupa el poder cristiano. En Occidente no puede man-
La dimensión estática ante la historia, inherente al modelo mo- tenerse el esquema constantiniano a pesar del tardío intento de
nástico, no tarda en saltar a la vista. En Occidente, el Imperio Carlomagno. La perfección se expresa de hecho en la figura del
romano cede a la presión de los germanos. Ante este apocalipsis santo que ocupa la historia; su lenguaje es a la vez místico y pro-
real, los cristianos revisan su postura frente a la historia: no pue- fético, una profecía que mide la historia por la metahistoria. Co-
den huir sin más; tienen que ocuparse del mundo, tratar de con- lumbano y Bonifacio son los evangelizadores-profetas del mundo
vertirlo. La perfección se ve envuelta en la historia. germánico; Beda introduce la historia anglosajona en la visión
Ya Ambrosio se había opuesto al emperador Teodosio. Agustín bíblica8.
asiste en África a la destrucción de su Iglesia por los vándalos, El Occidente medieval no es una época constantiniana, sino
pero manda a los suyos que no huyan. Así, a partir de los siglos v
7
C. Leonardi, Alie origini della cristianita medievale: Cassiano e Sal-
5 viano di Marsiglia: «Studi Medievali» 18 (1977) 1057-1174.
A. Orbe, Antropología de san Ireneo (Madrid 1969); G. Baget-Bozzo, 8
Chiesa e utopia (Bolonia 1971). Cf. en especial H. Lowe, Pirmin Willibrord und Bonifatius. Ihre
6 Bedeutung für die Missionsgescbichte ihrer Zeit, en La conversione al
A. de Vogüé, Monachisme et église dans la pensée de Cassien, en
Théologie de la vie monastique (París 1961) 213-240; C. Leonardi, La co- cristianesimo nell'Europa dell'Alto Medioevo (Settimana di Studio XIV,
noscenza di Dio in Giovanni Cassiano: «Renovatio» 11 (1976) 53-72. Spoleto 1967) 217-261.
384 C. Leonardi Santidad «monástica» y santidad «política» 385

gelasiana. Occidente conoce una cristiandad de otro tipo: el poder (constantiniana o gelasiana) y fe. Bernardo de Claraval realiza un
histórico de Cristo no está vinculado al poder del emperador, del intento extremo por restaurar la figura del monje-misionero, pero
rey y del partido cristiano, sino que se manifiesta mediante el po- sin éxito. La figura monástica, para sobrevivir, debe adoptar otra
der eclesiástico del papado, de los obispos o de los laicos9. La pri- dimensión: no se trata ya de que el monje huya del mundo ni de
mera y más clara aparición de esta exousta crística se da no tanto que lo ocupe convirtiéndolo, sino de que lo ame.
en la hagiografía merovingia cuanto en el episcopado carolingio, Francisco de Asís personifica esta nueva dimensión. Abandona
que se opone al poder regio e imperial y lo disuelve 10. el ideal de la conquista cristiana y se despoja de todo medio que
En la historia del lenguaje cristiano, Gregorio VII representa no sea la palabra y la cruz. El monacato descubre con él la total
el momento en que el poder escatológico se contrapone al poder renuncia al mundo. Ha desaparecido todo elemento gnóstico. Fran-
sacral. Gregorio advierte que la contraposición histórica entre am- cisco no sólo es totalmente apostólico y misionero, sino que tam-
bos poderes es esencial para construir una imagen de perfección bién, junto con los hombres, ama la naturaleza y la historia. Esta
que no se reduzca a la huida del mundo, pero al mismo tiempo novedad se debe a que Francisco ha comprendido lo que significa
conoce la derrota, no puede condicionar la historia con el poder la plenitud escatológica; ve la naturaleza y la historia en su consu-
eclesiástico. Por eso, además del poder pontificio, invoca la realeza mación final". Así culmina el modelo monástico de inspiración
escatológica de Cristo. agustiniana: el abandono del mundo es a la vez amor al mundo;
El siglo xi, tras un primer milenio de experiencia cristiana, pero, al llegar a su culmen, el modelo monástico inicia su agota-
constituye un cambio de dirección: la contraposición de los dos po- miento.
deres consolida la cristiandad gelasiana, pero también desencadena El monacato le sobrevive, porque Francisco termina por dar a
una lucha que lleva al debilitamiento estable de ambos poderes, los hermanos menores una regla que los distingue dentro de la so-
iniciando su declive. ciedad eclesiástica. Y sobrevive la cristiandad, porque Francisco
La cristiandad, es decir, la justificación del poder civil o ecle- ama la naturaleza y la historia, pero no afronta el problema de la
siástico por medio de Cristo, sigue siendo la condición en que se historia. Afirma la primacía del Espíritu y de la cruz (los estig-
manifiesta la perfección. Dado que sólo se concibe la figura monás- mas), la primacía de la persona y de la víctima inocente, pero no
tica, la separación de la naturaleza y del mundo sigue siendo posi- ve la confrontación histórica que tal primacía supone.
ble en cuanto que supone una separación física. Pero a partir del Francisco aparece como una poderosa figura crística: asume en
año 1000 los cristianos van descubriendo los fallos del gran inten- sí una tradición monástica e inaugura otra. Su legado pasa a la
to altomedieval de construir la historia bajo el signo de la meta- época moderna. En su órbita se mueven los grandes místicos car-
historia. melitas: desarrollan la conciencia de lo divino en el hombre y de
Esta conciencia se va agudizando entre los siglos xi y xvi. El la guía directa del hombre por lo divino. En Teresa de Lisieux,
deseo de perfección ya no puede situarse en la ocupación del mun- que es la cumbre de la tradición carmelitana, la renuncia de Fran-
do. La herencia agustiniana, en virtud de la cual se edifica la cisco al mundo se hace absoluta. Teresa renuncia no sólo a la
Iglesia, se halla ahora ante la constatación de que el cristianismo acción política, sino también a la palabra como instrumento de
es una revolución fallida: es evidente la distancia entre cristiandad relación con el mundo; en ella la perfección no se manifiesta en
ninguna acción histórica. Pero no se trata sólo de renunciar al
9
G. Baget-Bozzo, Cristianesimo e política, en II partito cristiano al mundo: su conciencia de estar consumada en el amor por el Espí-
potere (Florencia 1978). ritu a Dios se une en el deseo absoluto de ver al mundo consu-
10
F. Graus, Volk, Herrscher und Heiliger im Reich der Merowinger
(Praga 1965); Mbnchtum und Gesellschaft im Frühmittelalter, ed. F. Prinz
11
(Darmstadt 1976). G. K. Chesterton, St. Francis of Assisi (Londres 1932).
386 C. Leonardi Santidad «monástica» y santidad «-política» 387

mado en la misma unión. En cambio, el deseo de renuncia es el Desde que concluyó la época apostólica hasta hoy, la Iglesia
instrumento de relación entre el santo y la historia n. ha tenido que afrontar al paganismo. El pueblo judío, que ha vivi-
Así se cierra la herencia de Francisco y también toda una his- do esperando al Mesías, no lo reconoce. Así se inaugura, según
toria de la figura hagiográfica. Parece imposible una más alta ex- la enseñanza de Pablo, el tiempo de los gentiles y de su incorpo-
presión del amor de Dios hacia el hombre que el anonadarse como ración a Cristo, un tiempo que no abarca toda la historia de la
el Verbo: la divinización del hombre coincide en Teresa con su Iglesia, puesto que, al cumplirse, abre el tiempo de la recuperación
plena crucifixión; los estigmas que Francisco vive en el cuerpo los de Israel.
vive Teresa en el alma, como lo demuestra su experiencia sin Dios. La confrontación de la Iglesia con la gentilidad se desarrolla
Y cuando la identificación con Cristo llega a ser tan total en el en relación con el valor supremo de la misma, el de la naturaleza.
plano psicológico, resulta superfluo todo signo externo de separa- La renuncia a la vida (mártir) y a la historia (monje) caracteriza
ción del mundo. Con Teresa de Lisieux el modelo monástico cierra así unitariamente la santidad del tiempo gentil; ésta significa la
su parábola. necesidad de confrontación con una historia en la que la naturaleza
De este modo concluye toda una época en la historia de la se conoce como un dato cierto y seguro. Sólo la fuerza del Espíritu
Iglesia. La necesidad de la figura monástica para la perfección cris- libera de la naturaleza, un ámbito en que el hombre está encerra-
tiana nació en presencia de un poder secular que, según la tradi- do. Entonces es cuando se comprende la necesidad de privilegiar
ción pagana, se situaba como cumbre de la historia y aceptaba los a Orígenes frente a Ireneo y la doctrina constantiniana o gelasiana
principios de la fe como norma para las instituciones políticas. frente a Agustín. Espiritualismo y temporalismo son las dos caras
Dado que la figura del perfecto no podía coincidir con semejante de una misma medalla.
dimensión, se impuso la separación monástica. Pero en nuestro La conciencia —infundida por el Espíritu Santo— de la propia
tiempo el estado de cosas es muy distinto: los grandes imperios humanidad como teándrica, la conciencia de un autogobierno que
que hoy se reparten el poder no necesitan aquella justificación y no necesita las mediaciones sacrales del poder y la conciencia de
prescinden de los principios cristianos; la cristiandad ha concluido, la comunidad espiritual como guía histórica son los frutos de la
se abre una época poscristiana B . larga etapa en que la tradición gentil desempeñó un papel de nece-
Ahora la figura martirial aparece solidaria con la figura monás- saria confrontación. Por eso la Iglesia ha afirmado continuamente
tica. En cuanto separación del mundo en la muerte, también ella que la perfección teándrica es posible mediante la primacía de la
adopta una postura ante la naturaleza, la cosidera como un valor. persona, primacía del Espíritu. La persona como valor absoluto es
Ese es el sentido del paganismo. El concepto de cristiandad Cbl la conquista medieval y moderna.
esquema constantiniano y gelasiano) es insuficiente para explicar En el plano espiritual, esto significa la primacía de la mística;
el desarrollo del lenguaje hagiográfico, a menos que se entienda en el plano histórico, la conciencia de la historia como antagonista
dentro del concepto más amplio de kairós eclesial. Mártir y monje de la persona, la imposibilidad de aceptar la naturaleza como un
constituyen el tipo de santo en el kairós de la Iglesia caracterizado dato cierto, de estar encerrados en ella, de depender de cualquier
por la confrontación con la gentilidad. poder, sea cual fuere su justificación. De ahí que nuestro tiempo,
a fines del segundo milenio, haya agotado la confrontación Iglesia-
12
C. Leonardi, Storia del Cristo, storia del mondo: «Renovatio» 7 gentilidad u.
(1972) 187-216.
13
G. Baget-Bozzo y C. Leonardi, II tempo dell'Apocalisse (Roma 1968; Ha terminado una época. Ya no se puede perseguir el ideal
pro manuscripto); G. Baget-Bozzo, La fine della cristianita e il comunismo, monástico ni proponer la relación con la historia en términos de
en II partito cristiano, il comunismo e la societa radicale (Florencia 1976)
55-107. 14
II tempo dell'Apocalisse, cf. nota 12.
388 C. Leonardi Santidad «monástica» y santidad «política» 389

cristiandad. Dado que hoy la naturaleza ya no se presenta ante la la «nueva tierra» de la profecía, el anuncio de que el hombre y el
conciencia como un valor, no satisface en ningún punto a la per- cosmos están ya presentes en la escatología de la Virgen Asunta.
sona: ningún poder, cultura o hegemonía significan plenitud para El nuevo modelo de santidad no podrá renunciar al fruto del
el hombre. La figura de la santidad ya no puede formarse en rela- modelo martirial-monástico, la mística. No podrá ser simplemente
ción con el valor de la persona y, por tanto, en oposición con la político. Será escatológico: la escatología abre el silencio de la mís-
naturaleza y la historia. Supuesta esa oposición, el místico no esta- tica a la palabra de la profecía.
ba contra la historia, pero tenía que renunciar a ella de varias El nuevo modelo no exige la separación del mundo ni tampoco
maneras. lo conquista del poder mundano; exige la presencia en el mundo
La consumación de la naturaleza elimina toda mediación entre para desvelarle la plenitud teándrica de la segunda venida. Las pa-
el hombre y Dios, que pasan a ser los únicos términos de confron- labras de vida eterna de la mística se unen a las que reconocen la
tación. El hombre posmoderno se halla así de nuevo ante el signi- distancia entre la historia y la plenitud escatológica. La palabra
ficado de Israel. El nuevo kairós de la Iglesia se plantea en rela- «política» del viejo modelo se expresaba últimamente en el deseo
ción con el cumplimiento de la naturaleza y de la historia en Dios, de Teresa d Lisieux, era «no política», y cualquier otra palabra
sin mediación, lo típico de la tradición de Israel. habría sido mundana. La palabra «política» del nuevo modelo es
La figura de la Virgen Asunta, solemnizada por el dogma a profética; no como la profecía monástica, que indicaba a la histo-
mediados del siglo xx, es la figura dominante del nuevo tiempo ria la metahistoria, al presente el futuro, a lo social lo individual,
de la Iglesia: la naturaleza humana contiene el cuerpo de Cristo sino en el sentido más adecuado de profecía que confronta el lími-
y, por tanto, la creación en su cumplimiento escatológico. La in- te histórico con la fuerza de la utopía, que pone en el bien de la
tuición de Francisco no se manifiesta como crucifixión, sino como persona el bien de la comunidad, que ve ya la historia en el cum-
resurrección. La consumación de la naturaleza significa así el auto- plimiento escatológico.
gobierno de la naturaleza en cuanto divinizada. La separación frente a la historia fue necesaria: se da en la
Es imposible esbozar el nuevo modelo que se configura positi- figura de la cruz. Ahora emerge la presencia de la historia: como
vamente en relación con la Virgen Asunta y negativamente en rela- fruto de la cruz aparece la resurrección. Todo va de la primera
ción con el Israel carnal. Sólo el Espíritu Santo lo configura, no a la segunda venida, cuando la historia se cierra y todo lenguaje
es posible prefigurarlo. El modelo monástico incluía la repulsa de se desvanece en la unidad consumada.
la política para dejarla a la mediación sacral o incorporársela ideo- C. LEONARDI
lógicamente. Los martirios de Juana de Arco, Jerónimo Savonarola [Traducción: A. DE LA FUENTE]
y Tomás Moro indican la primacía de la persona en su valor divi-
no frente a toda autoridad civil y eclesiástica I5. Pero su testimo-
nio contiene un elemento profético del nuevo kairós, como la mís-
tica escatológica de Francisco: el anuncio de una ciudad (Floren-
cia), de una nación (Francia), de la humanidad entera (en la figura
de la Utopía), donde la historia es concebida como «nueva tierra».
A los «nuevos cielos» de la mística, el santo del nuevo kairós une

15
G. Baget-Bozzo, Chiesa e utopia, cf. supra nota 5; C. Leonardi, Tom-
maso Moro e la figura del vero cristiano: «Renovatio» 9 (1974) 69-75;
O. Bucci, Tommaso Moro: profezia e política: ibíd., 220-225.
Santa María 391

«la hora» y como disponibilidad lógica para acoger la palabra del


que dispone de ella desde lo alto de la cruz para una dolorosa
traslación de filiación: la Madre de Jesús se convierte en la Madre
del discípulo-modelo.
SANTA MARÍA El evangelio de la infancia según Mateo atribuye la concepción
virginal a la acción del Espíritu Santo, pero sólo considera a María
como objeto de dicha acción y no alude a su santidad personal ni
María es en la Iglesia, la Santa, la enteramente santa: panagia, a su libre participación. En este evangelio de la infancia sólo es
según la expresión de la liturgia oriental, aparecida poco después activo José, el personaje masculino. Es también el único al que
del Concilio de Efeso. se aplica un calificativo elogioso en el plano de la santidad: «un
¿De qué santidad se trata? ¿Cuál es su fundamento bíblico? hombre justo» (Mt 1,9).
¿Cómo ha sido entendida en la Iglesia?

2. ASPECTOS DE LA SANTIDAD DE MARÍA SEGÚN LC 1-2


1. CIERTO SILENCIO BÍBLICO
Le 1-2 representa el único texto del Nuevo Testamento que
En el siglo xvi, católicos y protestantes coincidían en hablar habla de la santidad de la Madre del Señor'. Al comienzo de la
del «silencio de la Escritura» sobre María. Esta expresión puede anunciación, Gabriel la saluda como kecharitotnene. Este apelativo
parecer justificada de alguna manera en lo que concierne a la san- está en aliteración (tanto en griego como en el probable sustrato
tidad de María. hebreo) con la invitación a la alegría mesiánica chaire, alégrate
El Antiguo Testamento no profetiza la santidad de «la que (1,28). La noción significada no es realmente la de santidad, sino
debía dar a luz» al Mesías, según Miqueas 5,1-5 (texto dependiente la de gracia. María es objeto del favor gratuito (charis) de Dios.
de Isaías 7,14 y entroncado con Gn 3,15, que es un texto dinás- Ha encontrado gracia (charis), precisa la segunda palabra de Ga-
tico). briel en el relato de la anunciación (1,30).
En el Nuevo Testamento, María no es calificada formalmente En dicho relato de vocación, tal apelativo tiene la misma fun-
de santa. Los evangelios de la vida pública no abordan esa cues- ción que los nombres nuevos dados a los héroes para significar
tión. Hay dos pasajes en que Jesús habla de su Madre: el uno es su misión: un nombre proveniente de lo alto, impuesto por Dios.
común a los tres sinópticos —«¿Quién es mi madre?» (Mt 12,46- Así, Gedeón es saludado como «valiente guerrero» por el ángel en
50; Me 3,31-35 y Le 8,19-21)— y el otro propio de Lucas —«Di-
1
choso el vientre que te llevó» (Le 11,27-28)—; pero ambos se Un empleo artificialmente sistemático del método histórico-crítico ha
limitan a referir la santidad a la palabra de Dios guardada y «he- llevado a veces a considerar los evangelios de la infancia como una creación
tardía y artificial. La valoración metódica del texto, repetida muchas veces
cha», según el sentido fuerte del verbo poiein, que las versiones desde 1956 (R. Laurentin, Structure et théologie de Luc 1-2, París), confir-
suelen desvirtuar traduciéndolo por «cumplir» o «poner en prác- ma, a nuestro parecer, que estos dos capítulos son la expresión, en muchos
tica». El mismo Juan (2,1-12), que atribuye a María (junto a aspectos arcaica, de la comunidad judeo-cristiana en que María vivió y se
otras mujeres, pero no en primer plano) una función positiva y di- manifestó. ¿Cómo explicar si no la vitalidad y la coherencia extraordinaria
námica en la inauguración del ministerio de Jesús y en «la hora» de estos textos, que nos revelan constantemente nuevas luces, a medida que
se aplican a su estudio nuevos métodos, si se hace sin espíritu reductor?
de su muerte no alude a la santidad de María más que indirecta- Esto no proviene de la construcción literaria tal corno la conciben algunos
mente, como intercesión que parece adelantar la manifestación de exegetas que no son escritores ni inspirados.
392 Santa María 393
R. Laurentin
anunciaciones. El sacerdote Zacarías aparece como santo: «justo e
Jue 6,12, y el propio Jesús llama «Piedra» (Pedro) a Simón en
irreprochable», pero según «las leyes y las observancias» (Le 1,6).
Mt 16,16, etc. Aquí se trata de una heroína, y su nombre significa
radicalmente lo que Lutero llamaba la gratia sola: la iniciativa pre- En cambio, el evangelista no cualifica la santidad de María y la
veniente de Dios, su irrupción con anterioridad a cualquier mérito. presenta como una simple mujer (condición entonces inferior), más
Kecharitomene es el participio perfecto del verbo charitoo. aún, como una joven pobre de una región despreciada: «¿Es que
Este tiempo gramatical connota un favor estable: «Tú que has sido el Mesías va a venir de Galilea?», decía la gente (Jn 7,41), y de
y sigues siendo objeto del favor», parafrasea Osty. En María todo una aldea poco estimada: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
es gracia, y esto desde el primer instante, según explícita el dogma (Jn 1,46). El contraste inicial entre hombre y mujer, sacerdote y
católico. En cambio, Le 1,28 no significa formalmente la plenitud laico, sagrado y profano, favorecía enteramente a Zacarías. La glo-
que Jn 1,13 atribuye únicamente a Cristo (pleres chantos). ria estaba de su parte, la humildad del lado de María. Pero este
En este relato de vocación, que es también un relato de naci- contraste queda eclipsado por otro: el de la ley (1,6) y la gracia
miento, la santidad es algo importante. No nos encontramos ante (charis, 1,28 y 30); de ahí el audaz cambio que Lucas hace del
el reproche que caracteriza la vocación del profeta Oseas, a quien adagio paulino aplicado a las mujeres: que el sacerdote guarde
se invita a engendrar hijos de una prostituta como signo de las silencio en la Iglesia (Zacarías en el sancta sanctorum) y la mujer
infidelidades de Israel, si bien ha de profetizar que se olvidarán tome la palabra y sea glorificada por Dios mismo. Tal es la sor-
las prostituciones y la esposa volverá a ser novia. Lucas sitúa a prendente lección del contraste entre las dos anunciaciones.
María, Hija de Sión, en el estadio del Cántico en que el Esposo El Magníficat explícita el sentido fundamental de esa revolución en
puede decir a esta novia: Eres toda hermosa, y en ti no hay que la gracia aventaja a la ley, los pobres a los ricos y poderosos.
mancha. Pero no anticipemos.
La santidad de María es completamente gratuita, pero no ente- La respuesta dada a María se encuentra formalmente bajo el
ramente hecha ni recibida pasivamente. La anunciación es una pro- signo de la santidad. La palabra santo (hagios) aparece dos veces
puesta hecha a una libertad que reflexiona y delibera, pues la li- en Le 1,35: «El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Al-
bertad es el lugar de la santidad. Ante las primeras palabras de tísimo te cubrirá con su sombra; por eso al que va a nacer lo
Gabriel, María, turbada, se interroga, y Le 1,29 designa esta refle- llamarán Santo, Hijo de Dios».
xión con el verbo dialogizeto, de la misma raíz que dialéctica y Esta santidad debe tomarse en sentido estricto. Lucas atribuye
diálogo. el nacimiento del Hijo de Dios no sólo al Espíritu Santo, sino
Luego se llega al diálogo: María formula una pregunta (1,34). también al poder (dynamis) de Dios y a la sombra de la shekina
Y cuenta lo suficiente delante de Dios para que su objeción —su que cubría antiguamente el arca de la alianza y era manifestación
condición de virgen— sea considerada como justificada, mientras de la presencia del mismo Dios. Tal es el significado del verbo
la objeción paralela de Zacarías (1,18) es censurada como falta de episkiazein, tomado de Ex 40,35 (la toma de posesión del arca
fe. En este punto de la narración se rompe paradójicamente el pa-
por parte de Yahvé): la nube cubrió con su sombra el tabernáculo,
ralelismo entre los dos anuncios. El sacerdote en el ejercicio de la
y la gloria de Yahvé llenó la morada. Le 1,35 recoge este versículo
función suprema no tiene derecho a la palabra. Se le castiga en
y lo explícita. Tanto uno como otro aluden primero a la presencia
aquello con que ha pecado: «Te vas a quedar mudo por no haber
dado fe a mis palabras» (1,20). María, en cambio, recibe una res- de Dios sobre el arca y sobre María, nueva arca de la alianza, y
puesta que la colma y manifiesta la trascendencia de su misión. luego a la presencia divina dentro del arca y de María: la gloria de
Será proclamada «dichosa por haber creído» (1,45). Este contraste Dios llena la morada, y María recibe «en su seno» (cf. Le 1,31),
se opone a otro, menos evidente, situado al comienzo de las dos para alumbrarlo, «al Ser Santo» que es calificado de «Hijo de
Dios».
394 R. Laurentin
Santa María 395
El epíteto «santo» no se aplica directamente a María, pero cali-
fica a la vez al Espíritu que desciende sobre ella 2 y al Ser Santo como la que escucha la palabra de Dios, la guarda y la realiza en
que va a nacer de ella. Aquí no aparece como un medio o un ins- sí, según el ideal esencial expresado en los textos sinópticos citados
trumento indiferente (como en Mt 1), sino que ocupa el primer anteriormente (Le 8,19-21 y paralelos; 11,27-28).
plano de la respuesta: «El Espíritu Santo bajará sobre //' y la La anunciación armoniza, pues, las dos bienaventuranzas queí.._
fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra». Los pronombres aparecen opuestas en estos textos, especialmente en Le 11,27-28:
«ti» y «te», que refieren el don de Dios a la persona de María, ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!
parecen una acusación contra el cristocentrismo. Aun subrayando —Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la
que el Espíritu Santo suscita el nacimiento del Hijo de Dios, cumplen!
Lucas quiere recalcar que se trata también de un don hecho a La conciliación de las dos binaventuranzas —fe y maternidad—
María, como más tarde a Isabel, «llena del Espíritu Santo» (1,41). es más clara todavía en el relato de la visitación (Le 1,39-56),
Estas dos mujeres entran en la órbita y el dinamismo de la santi- cuya analogía terminológica y estructural ha sido subrayada por
dad de Dios para participar en la realización del misterio. R. E. Brown. Isabel, «llena del Espíritu Santo», comienza ensal-
María no es, pues, una mujer objeto, un simple instrumento, zando a María por ser «la Madre del Señor» (1,43): «¡Bendita tú
ni un cuerpo extraño. Las alusiones convergentes al Antiguo Tes- entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!» (1,42). María
tamento la identifican con la Hija de Sión (el pueblo santo) y con es bendita (declarada buena: eulogemene). Ella misma se hace eco
el arca de la alianza (el lugar santo por excelencia3): Es su realiza- de esta bendición cuando dice en el Magníficat: «Todas las genera-
ción escatológica. Se convierte así, como explicarán los Padres ciones me llamarán bienaventurada» (makariousin me: Le 1,48).
griegos, en un «arca viva» 4 , libre y participante. La actual preocupación teocéntrica puede extrañarse de que Lucas
enuncie la bienaventuranza de María antes que la de Cristo. ¿No
De este modo, el relato de la anunciación termina con un con- hubiera debido decir «bendito es el, fruto de tu vientre y por eso
sentimiento explícito y son restricciones: «Aquí está la esclava del eres tú bendita»? Pero estos modernos escrúpulos son ajenos a
Señor, cúmplase en mí lo que has dicho» (Le 1,38). Lucas y a su fuente literaria, que en este caso es Jdt 13,10: «Tú
La santidad de María es la de una sierva concebida según la eres bendita entre las mujeres, y bendito es el Señor».
tradición bíblica procedente de Isaías II, la cual se realizará en
La bendición de María como Madre desemboca en la bienaven-
el siervo Cristo. La propia María se atribuye el título de «escla-
turanza según la fe: «Y dichosa tú porque has creído, porque lo
va» (1,38).
que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Le 1,45).
En esta aquiescencia (1,38), la Madre del Hijo de Dios aparece
En el Magníficat, María atribuye su bendición y su dicha úni-
2
camente a la gracia de Dios, el cual ha mirado la tapeinosis (po-
Nos referimos aquí a la doctrina sustancial del Antiguo Testamento
breza, humildad, bajeza) de su sierva (1,49). Ella ve en su exalta-
sobre la santidad de Dios y su espíritu de santidad, que es espíritu de san-
tificación. Uno de los puntos culminantes es Ezequiel 36-38. ción y en su exultación en aquel cuyo nombre es Santo (Le 1,43;
3
R. Laurentin, Structure et théologie de Luc 1-2 {París 1956). La obra cf. 1,35) el modelo de la de los pobres, por la revolución divina
estudia metódicamente las alusiones de Le 1-2 al Antiguo Testamento. Estas que es lo esencial del Magníficat. Este canto, en el que se ha que-
alusiones y expresiones bíblicas convergentes tienden a identificar al Hijo rido ver un bloque errático, es, pues, una expresión lírica bien inte-
de María no sólo con el Mesías, sino también con el mismo Señor Dios,
y a María con la Hija de Sión escatológica (Sof 3) y con el arca de la grada tanto en Le 1 (sentido y términos) como en el Antiguo Tes-
alianza (Le 1,35 y 40,35; Le 1,39-56 y 2 Sm 6). tamento sin anacronismo.
4
Sobre este calificativo, frecuente en los Padres griegos, cf. R. Lauren- En términos más discretos se alude a la santidad de María en
tin, Marie, l'Église et le sacerdoce (París 1952) 78, nota 18, nota 10 y p. 82. el relato del nacimiento (Le 2,1-19), donde aparece como uno de
396 R. Laurentin Santa María 397

los signos de la venida del Señor (2,11) en forma de niño: el pese- (Le 2,49 y 23,46) 5 . Esto exige a María una nueva etapa de medi-
bre y los pañales con los que la propia María ha envuelto al niño tación en la oscuridad inherente a la fe (Le 1,45 y 2,50).
(2,7.12.16: tres versículos, porque Le insiste en este punto). Pero
no omite la actividad interior en que se sitúa la santidad según el
evangelio. La perícopa concluye con estas palabras: «María, por 3. UNA OJEADA A LA TRADICIÓN
su parte, conservaba el recuerdo de todo esto (remata), meditán-
dolo en su interior» (2,19). La santidad de María, en la que tanto énfasis pone Lucas, ha
Remata significa literalmente palabra, pero en el sentido del sido objeto de diversas explicitaciones, acordes con las diferentes
término hebreo dabar, que designa no sólo las palabras, sino épocas y culturas.
también los acontecimientos significados por ellas. María lo guarda A mediados del siglo n, el Protoevangelio de Santiago refleja
no pasivamente, sino de forma activa. Confronta estos remata, los la necesidad de decir más sobre la santidad de María. Y lo hace
acontecimientos y las Escrituras que los profetizan, según el pro- bajo la presión de un fervor popular vivo, ingenuo y creador; pero
ceso constante de Le 1-2. Lucas expresa la meditación activa de lo hace según los esquemas judeo-cristianos de la santidad ritual,
María mediante el participio symballousa, que significa comparar referidos a la pureza y a la impureza legales. Según este relato,
y confrontar estas palabras-acontecimientos. Es significativo que el María es concebida mientras que su padre Joaquín se halla en ora-
término symballousa tenga la misma raíz que símbolo. Se trata de ción, lejos de su esposa. Esta, sin embargo, no se considera sufi-
una meditación simbólica. Versa sobre signos e intenta averiguar cientemente pura y no dará el pecho a su hija hasta después de
su sentido. Lucas volverá sobre esta meditación de María al final cuarenta días de purificación ritual. Cuida de que los pies de la
del evangelio de la infancia, sin emplear ya la palabra symballousa, joven María no toquen el suelo hasta el momento en que sea co-
pero universalizando el alcance de dicha meditación: «María con- locada sobre las gradas sagradas de la escalinata del templo. María
servaba el recuerdo de todo esto (remata), meditándolo en su in- mora en el sancta sanctorum y los ángeles le sirven el alimento 6 .
terior». Los demás textos de los primeros siglos de la Iglesia represen-
La santidad de María revela aspectos en los dos últimos episo- tan también un retroceso respecto a Lucas. Se limitan a una consi-
dios del evangelio de la infancia: deración externa y objetiva de la santidad de María en la línea de
1. Está inscrita en la observancia de la «ley de Moisés», cita- Mateo; la Virgen es signo del misterio. No se tiene en cuenta su
da tres veces en Le 2,22-24. Aunque la santidad de María haya santidad personal, activa, interior. Los Padres de la Iglesia, desde
sido caracterizada por la gracia (en contraste con la de Zacarías Orígenes a Crisóstomo y a Cirilo de Alejandría, se dejan arrebatar
y Ana, que sólo es según la ley), no es extraña a la ley, que la por la generosidad de la palabra y de la invención parenética
gracia no excluye sino completa. hasta encontrar en María movimientos de vanagloria (en Cana:
2. Esta santidad está prof éticamente inscrita en el dolor del Jn 2) o de duda (en la cruz, Jn 19,25-27). La espada de Simeón,
Mesías erigido en signo de contradicción (2,35): un sufrimiento reveladora de los (malos) pensamientos que anidan en los corazo-
misterioso, incomprensible, que María «no entenderá» (Le 2,50)
en un primer momento. Esta profecía halla una primera realiza-
5
ción, a su vez profética y simbólica, durante la misma infancia de R. Laurentin, Jésus et le Temple (París 1966), establece las referencias
Cristo. Con gran angustia de su madre (2,48), Jesús desaparece ilc Le 2,40-52 a la Pasión: el episodio del reencuentro, conclusión muy
en Jerusalén tres días durante la Pascua; las condiciones de tal hicana del evangelio de la infancia, anticipa intencionadamente los temas
que constituirán la conclusión de todo el Evangelio.
desaparición son signos que anuncian su muerte en la misma ciu- * E. de Strycker, La forme la plus ancienne du Protévangile de ]acques
dad y durante la misma fiesta, cuando vuelva a la casa del Padre (Bruselas 1961) 81-101 (4,2 a 8,1).
398 R. Laurentin Santa María 399

nes (Le 2,35) sería el símbolo de ello 7 . Estas explicaciones para- santidad de la Theotokos descuidando los textos sinópticos en que
dójicas e irreflexivas podrían tener su origen en la preocupación el Señor rechaza el elogio fundado únicamente en la maternidad de
oratoria de llamar la atención tocando un aspecto muy sensible María (Le 11,28). Al final de la evolución, la mariología estableció
dentro de la tradición cristiana, donde ya existe una alta idea de la tesis (contraria a los llamados textos «antimariológicos» del
María. Estos temas negativos desaparecen en Occidente con Am- evangelio) de que la maternidad de María es superior a su pleni-
brosio y Agustín, y un poco más tarde en Oriente; pero reapare- tud de gracia y a su vida teologal.
cen sorprendentemente en un texto aislado del siglo xn, estudiado El Pseudo-Alberto (mediados del siglo x m ) expone detallada-
recientemente por G. Jouassard 8 . mente todos los aspectos del problema. Concibe la plenitud de
El desarrollo de la vida ascética y especialmente de los colegios gracia como una omnicontinencia en la que se pueden descubrir
de vírgenes polarizó la atención sobre la santidad de María. Ata- todas las virtudes, dones y carismas posibles hasta hablar lenguas
nasio 9 y Ambrosio ,0, que lo comenta, presentan a María a las e interpretar. Habla de todo esto en cerca de 200 capítulos n.
vírgenes consagradas como un modelo cuyas virtudes ensalzan: En la época moderna se registran movimientos contrapuestos.
modesta, discreta, desconocedora de los lugares públicos (p. 60), La mariología de los siglos xvn-xx hasta Pío XII ha exaltado la
pero sin alcanzar la fuerza de Lucas. María aparece como un mode- santidad de María con un afán de asimilación global a Cristo,
lo de vida oculta, pero no emergen el dinamismo de la anunciación según la ley de la «homonimia», aplicada ya por los homiletas grie-
ni, sobre todo, la inspiración revolucionaria del Magníficat. gos. Así se llegó a construcciones a menudo artificiales. Pero ya
A partir del siglo v, los griegos comienzan a ensalzar la plena Teresa de Lixieux I3 reaccionó contra estos artificios para revalori-
santidad y la absoluta pureza de la Theotokos, más excelsa que zar el humilde y dinámico impulso de María, simple pero imitable,
los ángeles, los querubines y los serafines. Las homilías la identi- con referencia a Le 1. Tras Pío XII ha proseguido la depuración,
fican simbólicamente con todos los objetos sagrados del templo ". a veces de modo radical y no sin empobrecimientos. En la catc-
Pero es una consideración global, objetiva. Rara vez expresan la quesis de hoy, la figura de María queda a menudo desdibujada.
libertad interior, tan fuertemente resaltada por Lucas. Exaltan la Aparece como «la mamá de Jesús» y «la esposa de José». Parece
conveniente silenciar su virginidad. Jesús tiene un papá y una
7
G. Jouassard, Le probléme de la sainteté de Marie chez les Peres mamá, igual que los niños y las niñas del catecismo, ni más ni
depuis les origines de la patristique jusqu'au Concile d'Ephese: «Études menos. María es una silueta común, sin rostro espiritual. En la
Mariales» 5 (1947) 13-31; cf. diversos estudios posteriores, principalmente
en H. du Manoir, María I, etc.
8 12
G. Jouassard, Un témoignage inattendu du XII' siécle sur la doctrine Mariale, editado entre las obras de Alberto Magno, Ed. Borgnet,
mariale: «Revue d'études augustiniennes» 21 (1975) 197-201. Este texto tomo 37. Sobre la perspectiva de omnicontinencia que hay en el desarrollo
anónimo del siglo xu parece no aceptar la máxima, unánimemente admitida del Pseudo-Alberto, cf. R. Laurentin, Marie, l'Église et le sacerdoce (París
desde san Agustín, «no se puede hablar de pecado cuando se trata de Ma- 1952) 185-186. El autor describe sucesivamente todas las virtudes (cuestio-
ría» (De natura et gratia, PL 44, 267; CSEL 60, 263-264). De hecho hace nes 44-61), los dones (62-69), las bienaventuranzas (70-77), las aureolas
esta restricción: licet ante conceptionem, Verbi quolibet veníale forsitan (79-80), los frutos (81-94), las gracias «gratis datae» (95-122), las gracias
habuisset (serm. 13 del ms. Lincoln 201, publicado en «Sacris Erudiri» 15 particulares y singulares (124-150), las propiedades de los nueve coros de
(1964) 70. ángeles (150-161) y las bendiciones de los doce patriarcas (170-193).
9 13
El texto de Atanasio descubierto en versión copta ha sido editado por Teresa de Lixieux reaccionó sobre todo en su canto: Por qué amo a
L. T. Lefort, Atbanase... sur la virginité: «Le Museon» 48 (1935) 55-73. María (mayo de 1897). El tema es éste: el motivo de amar a María no son
10
Ambrosio, De virginibus ad Marcellinam, liber 2, c 2-3, n.°s 6-19, falsas grandezas o privilegios excepcionales que la alejarían de la condición
PL 16, 208B-211C; ed. O. Faller, Plorilegium patristicum, p. 47-52. ordinaria: «arrobamientos, milagros, éxtasis» (estrofa 17), sino su sufrimiento
11
R. Laurentin, Marie, l'Église et le sacerdoce (París 1952) 57-61 y y su vida sencilla, como la nuestra, «en la noche de la fe» (Laurentin,
76-85. Thérése de Lixieux, París 1973, 172-174).
400 R. Laurentin

catequesis moderna, apenas se expone el dogma de su santidad.


En el curso de la historia, la santidad de María se ha contemplado
según legítimas diversidades culturales, pero con lamentables osci-
laciones entre la redundancia y la reducción. El punto común entre
estos dos abusos, por exceso y por defecto, es el olvido de lo
esencial. Así la evaluación de diecinueve siglos de historia, por SANTIDAD DE JESÚS
muy hermosas que sean a veces las expresiones, nos invita a volver Y
de nuevo a la densidad inigualable de Le 1-2. Según este Evange- SANTIDAD DEL ESPÍRITU
lio, María es no sólo la Madre del Señor, del Hijo de Dios, su
santuario escatológico, la nueva arca de la alianza santificada por «¿Quién de vosotros me convencerá de pecado?» (Jn 8,46),
el Espíritu Santo, sino también el prototipo de una santidad libre, replica Cristo a sus adversarios. No poder ser acusado de pecado
activa y desbordante de carismas: en primer plano, la profecía que equivale a ser reconocido santo. Jesús vive en armonía con Dios,
resplandece en el Magníficat y la generosa efusión de Pentecostés su Padre, cumple su voluntad. Reconozcamos, sin embargo, que
(Hch 1,14 y 2,1-12). Su vocación para formar el cuerpo de Cristo estas fórmulas sacadas del movimiento narrativo que las originó
y ser su primer santuario es ejemplar para todos los que constitu- conducen a ilusiones. La historia cristiana de la santidad, tal como
yen un cuerpo con él. consta en los procesos de canonización, atestigua la variabilidad de
R. LAURENTIN este concepto. Confesar la santidad de Jesús es correr el riesgo
[Traducción: A. NEIRA] de atribuirle las imágenes tendenciosas que nos forjamos de ella.
Al mandato evangélico: «sed perfectos como vuestro Padre celes-
tial es perfecto» (Mt 5,48), se responde con prácticas de perfec-
ción que a veces tienen muy poco de evangélicas. Los retratos de
Jesús no están exentos de esta variabilidad de los modelos de san-
tidad. La tradición espiritual o popular descubre una gran flexibili-
dad en la noción de santidad. Seguramente esto es debido a la ten-
dencia mayoritaria a eliminar la figura histórica de Jesús. La ima-
ginación queda así libre para construirse un modelo de acuerdo
con los deseos individuales o colectivos. Hablar de la santidad de
Jesús es necesariamente volver a su historia.
Jesús de Nazaret está lejos en el tiempo. El texto que nos
habla de su acción y de su predicación es objeto de múltiples inter-
pretaciones y está sometido a selecciones temibles, las cuales tienen
su raíz en los debates que constituyen la vida de los grupos huma-
nos lectores de los escritos neotestamentarios. Actualizar el Evange-
lio es escoger en el texto aquello que la comunidad cristiana juzga
conveniente para su época; por tanto, equivale a excluir. Imaginar
la santidad de Jesús en función de los efectos sociales que hoy se
esperan de ella, es juzgar su autenticidad de antes teniendo en
cuenta los imperativos contemporáneos. Sólo se considera santa a
402 Ch. Duquoc
Santidad de Jesús y santidad del Espíritu 403
una persona cuando su acción tiene un efecto social considerado
santo. La figura de Jesús de Nazaret no escapa del todo a este la muerte. Jesús nunca se atribuyó unos enemigos, pero al obrar
modo de juzgar. Sin embargo, por hipótesis supondremos que así, se creó enemigos. El por su parte no entra en la lógica de
nuestras construcciones transmiten cierta energía de su santidad ellos. Cuando lo matan, no los maldice, sino que los perdona. Jesús
original. La actualización no ha sido dejada al capricho de la ima- podrá exigir a sus discípulos el perdón sin medida («hasta setenta
ginación o de la razón: el Espíritu, que nos recuerda a Jesús, nos veces siete», Mt 18,22), pues él lo practicó así. Pienso que esa
lo hace contemporáneo. Así, pues, existen dos datos que nos ayu- actitud de perdón sin límites ofrece un criterio objetivo de su
dan a evocar la santidad de Jesús: su acción histórica narrada en santidad.
los Evangelios y el testimonio siempre contemporáneo del Espí-
* * *
ritu.

* * * Jesús no designa a un enemigo ni a un chivo expiatorio para


explicar la situación desdichada de su pueblo o, más universalmente,
Jesús no es un mito de inocencia y de santidad; es el sujeto la distorsión de las relaciones de los hombres con su Dios. Rehusa
de una acción que lo condujo a la muerte. No necesito describir hacer suya la violencia mesiánica dominante en su época, que lleva-
aquí esa acción; la supongo conocida. El profeta de Nazaret tomó ba a gozar imaginariamente con la próxima destrucción de los pa-
ganos y de los judíos infieles. No excluye del Reino a los que el
posición dentro de la religión judía de tal manera que suscitó una
juicio de los hombres considera indignos. Se atreve a afirmar que
reacción de defensa. Los protagonistas de esta religión creyeron
no ha venido para los justos. Estos, como el fariseo de la pará-
descubrir en su acción una doctrina que se oponía inflexiblemente
bola (Le 18,9-15), se afanan más por distinguirse de los pecadores
a la tradición que ellos veneraban como procedente de Moisés.
que por practicar la justicia que agrada a Dios. No son como el
Jesús no fue santo tal como lo pensaban sus oyentes más apasio-
pecador, pertenecen al pueblo escogido, están naturalmente del
nados desde el punto de vista religioso.
lado del bien. Como éste es propiedad suya, practican la autode-
Los evangelios sinópticos o el de Juan, en cuanto documen- fensa contra todo lo que podría menguar su privilegio. Identifican
tos escritos por creyentes, se rebelan contra esta interpretación su causa con la del bien; Dios está con ellos porque ellos están
de la obra y de la predicación de Jesús. No era ni un blasfe- con Dios.
mo ni un impostor como le acusaban. Su santidad queda ates-
tiguada en Pascua cuando Dios lo justifica. Dios al resucitarlo Jesús, en cambio, no se aparta de nadie: comparte la mesa
hace suyo el camino que él siguió. Esta confesión de fe es objeti- con los pecadores y con los fariseos. Pero no por ello deja de
denunciar los efectos destructores del patriotismo religioso. Este
va: no dice casi nada de la manera con que Jesús vive subjetiva-
patriotismo condena a la desesperación a aquellos que no han
mente su misión o su relación con Dios. Es sobria respecto a los
tenido la suerte ni la fuerza para hacer suyo ese privilegio. No han
combates espirituales que pudo tener. Ciertamente disponemos del
tenido la suerte los paganos, que quedan excluidos porque no han
himno jubiloso de Jesús sobre la revelación del misterio divino a
sido elegidos; su nacimiento los condena a vivir fuera del Reino.
los pequeños (Mt 11,25-28). Y pienso que las palabras recogidas
No han tenido la fuerza los judíos infieles, que no han sabido
en el Sermón de la Montaña están impregnadas por las opciones
estudiar ni practicar la Ley. A Jesús no le importa ni la suerte ni
concretas de Jesús, son expresión de su acción real y no de meras
la fuerza: ve a las muchedumbres de Oriente y de Occidente en-
consideraciones teóricas. Cuando Jesús pone el amor a los enemi- trar en el festín del Reino. Describe la entrada presurosa de pobres
gos como una característica de sus discípulos (Mt 5,38-48) no y lisiados en la sala de fiestas del Reino y el desdén de los invi-
construye una utopía, describe lo que él practica y practicará hasta tados. Los justos no se mezclan con esa multitud tan poco digna;
404 Ch. Duquoc Santidad de ]esús y santidad del Espíritu 405

prefieren dejar vacío su puesto. Al excluir a los pecadores, ellos transgresión de la ley, a no ser que con ella se pretenda hacer
mismos se excluyen de la fiesta. brotar de nuevo la esperanza o manifestar el perdón. Echa por
tierra una vez más la problemática de sus interrogadores. Se han
constituido en acusadores, atacan a una hija de Israel en nombre
* * * de su celo por la ley. Que su agresividad sea lógica hasta el final:
si ellos no tienen ninguna deuda respecto a la ley pueden ser acu-
La orientación y la calidad de la santidad de Jesús se mani- sadores y jueces. Jesús prescinde de la objetividad de la ley: para
fiestan a través de tales opciones. Es perfecto como lo es su Padre ser acusador hay que estar libre de poder ser acusado. La agresi-
celestial, que hace salir el sol para los buenos y para los malos. vidad que despliega contra el otro no debe poder emplearse en
Paradójicamente Jesús no empieza por luchar contra el malo o el ningún caso contra él mismo. Sólo el inocente es juez. Jesús, al
que es tenido por tal; lucha contra el bueno, que acorrala al malo dirigir la agresividad de cada uno contra sí mismo, se queda sólo
en su maldad y lo condena a la desesperación. con la mujer. Siendo él inocente, no la condena. La santidad de
Esta orientación explica la distancia que toma respecto a la Jesús se revela en esta actitud: rehusa el escepticismo que conduce
ley y la nueva forma de exclusión producida por su santidad. Jesús a una permisividad sin nobleza, rechaza la condenación que favo-
no es un defensor celoso de la ley: el episodio de la mujer adúl- rece el sectarismo y la falsa buena conciencia. La ley se desvía de
tera revela su actitud. Poco importa aquí que se trate de una narra- su finalidad si empuja a la desesperación, es decir, si condena a la
ción histórica o no. Incluso suponiendo que se trate de una crea- exclusión.
ción de la comunidad primitiva, este episodio atestiguaría la altísi-
ma idea que tenían los cristianos antiguos de la libertad de Jesús
•k * *
y de su santidad. Cuenta la narración que la mujer ha quebranta-
do gravemente la ley. Ha lesionado la estima que la comunidad se
debe a sí misma, puesto que no ha mostrado en su conducta las Este rasgo de la santidad de Jesús, consistente en no apropiar-
exigencias de la Alianza. Esta mujer merece, pues, una sanción: se el Reino como si fuese un bien familiar, se manifiesta en la lla-
la exclusión de la comunidad mediante la pena de muerte. Los mada parábola del hijo pródigo (Le 15,11-32). Se suele interpretar
acusadores, celosos defensores de la ley, colocan a Jesús ante un esta parábola como una descripción de la bondad del Padre. Nos
dilema comprometedor: oponerse al cumplimiento de la ley es in- quedamos atónitos al ver la misericordia con que trata al hijo que
troducir una permisividad que a largo plazo rompe la identidad huyó de la casa paterna después de exigir la herencia que le co-
de la comunidad; mitigar el rigor de la Ley es en definitiva borrar rrespondía en justicia. La parábola admite esta interpretación y
las diferencias entre el pueblo de Israel y los paganos. Pero si también la que se centra en la actitud humilde del hijo pródigo.
Jesús se pone de parte de la ley se desdice, va en contra de la Sin embargo, a mi juicio, no es ahí donde reside su originalidad.
conducta que siempre ha observado con los pecadores y los margi- El punto crítico se encuentra en la relación conflictiva entre el
nados: publícanos, prostitutas... Su rigor en este caso reduce el hijo mayor, justo y fiel, y el menor que desertó del hogar. El Pa-
alcance de su mensaje sobre la llegada misericordiosa del Reino dre propone al hijo fiel y justo que actúe como hermano del otro.
de Dios. El anuncia un tiempo de gracia y no el tiempo del juicio Ruega al hijo justo y fiel que no tome su justicia y su fidelidad
o de la condenación. como motivo para oponerse a la fraternidad. El padre pide al hijo
Jesús se sale del dilema. No adopta la postura del defensor justo que se alegre de tener un hermano, cualquiera que haya sido
celoso de la ley. Esto se opondría a la orientación de su mensaje: su conducta. Por su natural impulso, la justicia del hijo mayor es
no juzgar, acercarse a los que están lejos. No defiende tampoco la excluyente. Ciertamente, nadie le niega su mérito; pero hay que
406 Ch. Duquoc Santidad de Jesús y santidad del Espíritu 407

reconocer que no es el hijo menor, el pecador, quien se opone a la enemigo. Esta actitud da una base práctica al Sermón de la Mon-
fraternidad, sino el justo. taña y sobre todo a la bienaventuranza concerniente a los «man-
Jesús es el hijo justo y fiel, pero lejos de atenerse a la lógica sos» y al «mandato» del amor a los enemigos.
interna aplicada aquí al hijo mayor, se hace hermano de los mis- Las descripciones de la santidad de Jesús en las teologías clá-
mos que se alejan. No se ufana de su inocencia, no considera su sicas no carecen de interés; son, sin embargo, demasiado abstrac-
inocencia, no considera su derecho de primogenitura como una tas, aunque es cierto que transmiten una imagen preestablecida de
propiedad exclusiva, comparte sin segundas intenciones la felicidad la santidad de Dios. Por eso conducen con excesiva frecuencia a
que le corresponde por derecho. Su justicia y su fidelidad son de ignorar el modo concreto e interpelante con que vivió Jesús. En
otra índole. el eje de esta actitud santa, que comunica esperanza a los que care-
cen de ella, es donde se inscribe también la acción del Espíritu al
* * * que la Tradición califica de santo.

El espacio original de la santidad de Jesús me parece indicado


por esa voluntad que tuvo y que se manifiesta objetivamente en * * *
su acción y en su predicación: no considerar a nadie enemigo. Je-
sús no se casa con la lógica de la ley social, según la cual la cohe- La función del Espíritu en el cristianismo es inseparable de la
sión de un grupo es más fuerte cuando se designa un enemigo acción y de la palabra de Jesús. Esto no impide que el Espíritu
o un chivo expiatorio. Puede pensarse que este sentimiento es actúe también fuera del área de influjo de las Iglesias. Significa
irrealista y que la historia cristiana no ha cesado de desmentirlo. que en el espacio cristiano su función de recordar a Jesús es el
Puede pensarse con igual verdad que este punto de vista es suma- punto al que debe atenerse toda interpretación. El Espíritu es la
mente realista y que el cristianismo ha atravesado los siglos porque memoria de Jesús en el tiempo transitorio de la Iglesia porque él
constantemente ha tenido que revisar su comportamiento instintivo fue el origen de su acción y de su predicación. Jesús mismo afirma
de grupo que se crea un enemigo para definir su identidad y ase- que actúa en el Espíritu, puesto que quien sospecha de su actua-
gurar su cohesión. Me inclino a pensar que la Iglesia primitiva, a ción hasta ver en ella una astucia del demonio blasfema contra el
imitación de Jesús, ha atribuido la enemistad a unas potencias es- Espíritu (Me 3,29). Existe, por tanto, una continuidad entre la
pirituales, sobre todo a Satanás, con una finalidad terapéutica: acción, la palabra y la función del Espíritu y las de Jesús. El don
los cristianos no se crean enemigos en este mundo, el suyo no es del Espíritu como santificador, que Cristo resucitado hace a los
terreno. La fraternidad puede ser vivida hasta el extremo porque suyos, tiene que actuar en un sentido análogo a la acción santa de
Jesús no ha designado como enemigo a ninguna zona humana, a Jesús. Una imagen de la Escritura aclara esta orientación: «de la
ninguna raza. boca del Hijo del hombre sale una espada afilada de doble filo»
Paradójicamente, precisamente por obrar así, Jesús se granjea (Ap 1,16). La palabra profética de Jesús es comparable a una es-
enemigos, pero a esos mismos que le persiguen con su odio él los pada: separa. La imagen sugiere un juicio o una decisión, se apro-
perdona. Espera que renunciarán así a una identidad o a una origi- xima al proceso de la exclusión, parece contradecir lo que dijimos
nalidad basadas en la exclusión del que es diferente. antes respecto a la actitud de Jesús.
Si el análisis aquí propuesto no es desacertado, se comprobaría Sería erróneo, a mi juicio, juzgar el efecto de la palabra profé-
que la santidad de Jesús no es del orden de la pureza en el sen- tica apoyándonos en la imagen de separación o de exclusión. La
tido de una separación de lo que podría herir a nuestra imagen palabra separa, es cierto, pero separa porque es creadora. Todo
preferida, pertenece al orden del perdón a los que lo tienen por nacimiento es una separación: venir al mundo es romper con el
408 Ch. Duquoc Santidad de Jesús y santidad del Espíritu 409

determinismo anterior. Salir del seno materno, caliente y cerrad 0 ' Dicho relato fue compuesto sobre la base de la experiencia pas-
es entrar en un espacio abierto. El acto por el cual un ser huma!*'3 cual. Se sitúa en la confluencia de una esperanza típica, el mesia-
inaugura una vida autónoma es un acto de separación. La imageí* nismo davídico, y de una experiencia cruel, el fracaso de Jesús el
popular lo expresa claramente cuando quiere dar a entender qüe viernes santo. El relato está construido sobre esta oposición. Aquel
alguien no goza de libertad todavía. Dice: «no ha cortado el coi' que en adelante es proclamado Señor, Mesías e Hijo, no lo es en
don umbilical». La palabra profética de Jesús abre un espací0 el sentido de una continuidad con las esperanzas antecedentes aquí
nuevo, corta el cordón umbilical, arranca de la religión materní' recordadas, lo es sobre la base de una ruptura o de una separa-
zante de la elección; es la acción del Espíritu cuya función e s
ción, puesto que tomó la forma de la muerte. La esperanza antigua
separar.
queda modificada con esta experiencia. El Espíritu es creador, se-
El Espíritu es santo porque separa. La proposición es ambi- para del mesianismo davídico, introduce en otra esfera: la del Re-
gua: los fariseos se declaraban los separados. Los esenios en sucitado, el Hijo. Se le puede confesar únicamente partiendo de su
Qumrán aspiraban a conseguir la pureza mediante la separación de futuro y no de su pasado. En adelante no puede ser identificado
todo lo que juzgaban impuro. Muchos en Israel entendían así el como hijo de David. Las seguridades anteriores ya no valen desde
principio del Levítico: «sed santos porque santo soy yo, Yahvé,
el momento en que no constituyen una apertura a un futuro indes-
vuestro Dios» (Lv 19,2). Por consiguiente, se exiliaban, si no exte-
criptible.
riormente, como los esenios, al menos en el interior con una con-
Este proceso, que ya se advierte en el relato de la anunciación,
ducta tan singular que los alejaba de la masa del pueblo. Consti-
estructura también el de la tentación (Le 4,1-14). El Espíritu em-
tuirse en una organización legal que separaba de los paganos, de los
puja a Jesús al desierto. Allí sufre la tentación, que consiste en no
pecadores y de los impuros, creaba un espacio santo en el que
dejarse seducir por la inmediatez de la satisfacción: la abundancia,
vivían sin peligro, con la conciencia de su privilegio, los que ha-
bían optado por el rigor de la ley. La separación así establecida el prestigio y el poder. Aquí ciertamente no se trata de trabajar
solía presentar un aspecto obsesivo. Era preciso que nada mancha- en provecho propio. Lo que está en juego es el futuro del pueblo
do estuviese en contacto con el que estaba «separado» de manera tal como lo describían los mesianismos contemporáneos de Jesús.
que pudiese permanecer en la pureza garantizada por la observan- Esas satisfacciones, por tanto, en sí mismas no tenían nada de per-
cia de la ley. La palabra legal margina una multitud; en este sen- versas. Sin embargo, presentadas como frutos mesiánicos, en defi-
tido, separa poniendo en guardia contra el otro y contra toda no- nitiva como efectos divinos, constituían a Dios en servidor de
vedad, encierra en un campo, que se espera siga cerrado. El Espí, nuestros deseos, lo aprisionaban en ellos hasta el punto de cerrar
ritu separa en forma diferente. Su separación pertenecería más el espacio. El Espíritu no encierra en la satisfacción inmediata,
bien al orden de la transgresión. El Espíritu interroga, insinúa l a conduce al desierto. En este espacio abierto brotará la palabra
duda. En la representación neotestamentaria de los adversarios de profética.
Jesús, la figura correspondiente al rol del Espíritu sería la de Bel, La predicación y los milagros de Jesús se mueven también en
zebú. Esta figura sugiere que la separación con vistas a la purez 9 este espacio. Ofrezco como ejemplo la curación de una mujer en-
se opone a la voluntad de Dios. Tal forma de separación no es ferma desde hacía dieciocho años (Le 13,10-18). Jesús la cura un
creadora, no se articula conforme a la imagen del Éxodo, no sg sábado, día consagrado al honor de Dios. El jefe de la sinagoga
abre a un futuro. advierte al pueblo que si Dios no trabaja ese día, es incongruente
exigir a un profeta que actúe en su nombre. Los seis días labora-
El Espíritu en su relación con Jesús, tal como es descrito en
bles bastan ampliamente para realizar las curaciones necesarias. Je-
el Nuevo Testamento, se inscribe en esta apertura hacia el futuro.
sús no lo entiende así: si el sábado es el día consagrado a Dios,
Escojo como ejemplo el relato de la anunciación (Le 1,26-39)
debe favorecer la libertad de los hombres. Allí se encuentra una
410 Ch. Duquoc
Santidad de Jesús y santidad del Espíritu 411
mujer encadenada por la enfermedad desde hace dieciocho años,
que ve en Jesús a un profeta capaz de poner fin a su desgracia. La santidad no es una idea ni un concepto cuyas condiciones
Sería disparatado que la despidiese, aconsejándole tener paciencia puedan determinarse a priori. No consiste en la coformidad con
hasta el día siguiente. No se molesta a Dios el día del sábado; él una ley ni en la práctica indefectible de una regla de vida. La san-
se ocupa de su gloria, pero no va a preocuparse por una enferma. tidad de Jesús, actualizada como principio dinámico por el don
Sin embargo, para Jesús la gloria de Dios está en que esta mujer contemporáneo del Espíritu, no pertenece al orden del modelo.
quede libre. Ni el sábado ni la ley tienen sentido si acaban enca- Nadie puede reproducirla en sus formas, nadie puede traducirla en
denando. El Dios a quien se honra así no es Dios. Dios se ríe de una regla universal, nadie puede hallar los términos exactos para
su descanso y de su gloria si van a provocar un efecto destructor. describirla. A pesar de la ambigüedad de la imagen, he insistido en
El acto de Jesús está en armonía con la acción del Espíritu: separa la función separadora de la santidad. Está claro que no se trata de
de los deterninismos impuestos a Dios en nombre del llamado su una separación del mundo o de una ascesis elitista: Jesús no siguió
honor. Dios, como el Espíritu, es imprevisible, no se le puede el camino de Juan el Bautista. Está claro también que esta imagen
encerrar en los imperativos de un sistema religioso. no significa la constitución de una secta: Jesús llama a todos los
hombres al banquete del Reino, sin imponer una regla de vida.
La semejanza entre la santidad del Espíritu y la acción de Je-
Entra en el Reino el que perdona hasta setenta veces siete, el que
sús se manifiesta quizá aún más en la Resurrección. Existe hoy un
no toma la iniciativa de separarse de sus hermanos, el que no con-
fuerte recelo respecto a esta idea de resurrección, se plantea el
sidera enemigo a nadie. No hay reglas para estos puntos en cierta
interrogante sobre el deseo que la produce. ¿No será el deseo de
medida límites. El discípulo es un creador. Es en este sentido
escapar a la finitud o a la muerte? En definitiva, ¿no será el deseo
como la santidad de Jesús se sitúa en la perspectiva abierta por la
de vivir la muerte como descanso o regreso al seno materno? La
acción del Espíritu: función creadora y separadora que permite
resurrección revelará nuestra incapacidad para vivir aquí y ahora
invocar con verdad a Dios nuestro Padre y hacer su voluntad.
y la necesidad de soñar con una vida que no es otra cosa que lo
indeterminado y la muerte. Sería inútil negar que ese deseo actúa Cumplir la voluntad de Dios parece haber sido el motor de la
realmente en muchos. Pero también sería una ligereza no recono- acción de Jesús. De él se dirá que se hizo obediente hasta la muer-
cer en el cristianismo una lógica simbólica. La resurrección no es te. Esta obediencia fue el signo de su libertad; sería, en efecto,
una idea aislada del conjunto de la dinámica cristiana. En ese con- entender mal la voluntad a la que alude al decir «sed perfectos
junto se presenta basada en una separación: Jesús arriesga su vida como el Padre celestial es perfecto», interpretarla como un decreto
antes que ceder demagógicamente a los deseos que le hubieran antecedente del que Jesús sería ejecutor. La voluntad del Padre
conducido al éxito. Ha sabido discernir lo que era portador de que hace salir el sol para los buenos y para los malos es lo que
futuro bajo la amenaza de la muerte. Las otras figuras mesiánícas podríamos llamar el antinarcisismo. No quiere decirse que el ser
han caído en el olvido; el camino que él abrió ha continuado. humano no deba tener estima y amor a sí mismo; éstos son la
Afrontó la muerte no con la esperanza de un regreso al paraíso, medida del amor a los prójimos. El antinarcisismo significa no
sino con la de una nueva creación. No cedió a la nostalgia del cerrar la posibilidad que la libertad amorosa de Dios abre al hom-
pasado, excesivamente visible en las esperanzas inmediatas de las bre. Dios conjura la fascinación del pasado para hacernos entrar
multitudes que le seguían. Se constituyó en dador del Espíritu en un futuro insospechado. Para Jesús, hacer la voluntad de Dios
porque supo, puesta su esperanza en Dios, recorrer su camino has- es, por tanto, tener plena libertad para discernir las situaciones en
ta morir. su objetividad. Jesús no tiene miedo, no está angustiado. Quizá
esa libertad frente al miedo y a la angustia sea lo que hace apare-
cer a Jesús como un ser santo: plenamente consciente de la in-
* * * fluencia de su acción en la condenación que corre el riesgo de
412 Ch. Duquoc

causar, Jesús no cesa de abrir un espacio de esperanza, sin apelar


a una irrupción del poder divino. Su serenidad y su lucidez se
transparentan todavía a través de los textos antiguos.
Jesús es santo porque deja obrar en él al Espíritu creador que
separa de normas impuestas por el pasado: entra vivientemente en Boletines
una creación nueva cuya forma es insospechable y cuyo camino es
mortal. MODELOS BUDISTAS DE SANTIDAD
CH. DUQUOC
[Traducción: M. T. SCHIAFFINO] La primera impresión que da el budismo a los ojos de un cristiano es
que se trata de un haz de contradicciones. En efecto, desde el punto de
vista doctrinal niega la existencia de un Dios personal, pero al mismo tiem-
po, en el plano existencial, afirma la capacidad del hombre para ponerse a
la altura de los santos y los salvadores sobrehumanos e imitarlos. Niega la
existencia del alma inmortal, pero acepta la continuidad personal del hom-
bre en una multitud de reencarnaciones hasta el momento en que alcanza
la liberación o iluminación. Estas contradicciones, a los ojos de los budistas,
son sólo aparentes y marginales.
Los budistas, con toda la variedad de sus sectas y doctrinas, afirman
que fue el Siddharta Gotama histórico, Buda, el que proclamó el fin supre-
mo y definitivo de la santidad durante los cuarenta y cinco años que duró
su ministerio terreno, iniciado el año 530 a. C. con su célebre primer ser-
món cerca de Benarés. Este sermón iba dirigido al individuo, invitándole a
aceptar una vida de perfección. Lo cierto es que la santidad constituye el
núcleo esencial del budismo y se manifiesta en varios niveles. Doctrinalmen-
te, Buda la describió mediante las Cuatro Santas Verdades: la vida está
llena de dolor; la fuente de todo dolor es el deseo de los placeres sensi-
bles, de la vida del más allá o de la aniquilación; hay un modo de escapar
de ese dolor mediante la cesación del deseo; finalmente, hay un estado
último de bienaventuranza y perfección que es el nirvana. Las distintas mo-
dalidades de la vida santa se ponen en práctica conforme al Óctuple Camino
Santo, un sendero intermedio entre la vulgar búsqueda del placer y la asee-
sis inútil. Este estilo de vida, capaz de conducir con seguridad a la ilumi-
nación, consiste en lo siguiente: opiniones e intenciones santas, que son
cuestión de fe y dependen del carisma de la sabiduría; habla, acción y me-
dios de vida santos, que se sitúan en el ámbito de la moral; esfuerzos, aten-
ción y concentración santos, que constituyen el dominio de la meditación y
coronan la vida espiritual.
La percepción de las Cuatro Santas Verdades y la práctica del Óctuple
Camino Santo no son de por sí estrategias distintas del desarrollo espiritual.
La santidad budista es total, sincrónica, afectiva e intuitiva. Podríamos
decir, en términos teológicos, que se trata a la vez de una gracia y un es-
fuerzo, de una tarea y una responsabilidad. Hay un texto clásico en que
Buda describe este nuevo mundo de la totalidad espiritual: «Grande es la
ventaja de la meditación empapada de moral y grande es la ventaja de la
414 J. Spae Modelos budistas de santidad 415
sabiduría empapada de meditación»'. Los budistas conocen una serie de váda: 1) el vencedor de la corriente, sotápanná, que no renacerá ya en el
héroes de la santidad, se sienten cerca de ellos y los toman como modelos, infierno como un animal o en un estado de sufrimiento, pues ha destruido
guías y salvadores. los primeros tres de los diez obstáculos que se oponen a la santidad, desde
la confianza en las buenas obras a la ignorancia acerca del yo; 2) el que
I. BUDA, MODELO DE SANTIDAD retorna una sola vez, sakadagámin, que ha vencido también el deseo y el
odio, que renacerá una sola vez; 3) el que ya no retorna, anagamin, que
Buda (ca. 560-480 a. C.) experimentó el despertar total, y de ahí su renacerá en los cielos superiores y desde allí alcanzará el nirvana; 4) final-
nombre. Era hombre dotado de enorme atractivo personal y caridad. Su mente, el arhat o «digno», que completa el curso de la salvación al final de
figura fue embellecida sin duda por sus seguidores a lo largo de los siglos, su vida.
pero es seguro que poseía la capacidad de atraerse por millones a las perso- Se ha señalado muchas veces que el arhat es el santo ideal del Theravá-
nas. La santidad que predicó es una llamada interior a la felicidad. Enseñó da, mientras que el Maháyána tiene como ideal el bodhisattva. De hecho,
que no hay oposición alguna entre el hombre y el resto del mundo sensible, ambos tipos de santidad se conjugan. A los ojos de un occidental, el arhat
pues todos los seres se unen en la espiritualización de todo cuanto existe es el asceta, el santo que vive fuera del mundo, mientras que el bodhisattva
a través de la conciencia de la realidad última. La perfección budista, dicho es el santo comprometido, que vive inmerso en este mundo, atento a aliviar
también en términos occidentales, es a la vez teísta, atea y panteísta, mo- los dolores de su prójimo hasta el punto de que hace el voto de posponer
nista y dualista, personal e impersonal, esotérica y exotérica. La perfección la bienaventuranza final hasta que todos se hayan salvado. Hay un número
se relaciona con una perspectiva en que el hombre es considerado como una infinito de bodhisattvas míticos; quizá sea Avalokitesvara el mejor conocido,
de las muchas etapas perfectibles de la vida. el que libera a los hombres de sus malas pasiones, del naufragio y de los
El Buda histórico nunca pretendió ser la fuente definitiva de la santi- demonios, el que otorga hijos a los estériles, padre-madre santo, glorificado
dad, como lo es Dios para los cristianos. No es el camino, sino que lo como Kannon, la diosa de la piedad. Todos ellos son los santos patronos
indica. De ahí que el santo budista no «participa» en la vida de Buda, sino celestiales de los santos terrenos.
que se autorrealiza a través de la práctica de la virtud. La compasión intra- Los santos son celebrados por su bondad y compasión, su alegría y buen
mundana de Buda es la norma de perfección para el santo; consiste en un humor, su amor caritativo, sus poderes espirituales y su indiferencia ante
alejamiento del mundo para asegurar la salvación de ese mismo mundo. La las condiciones mundanas, su castidad y un sinfín de virtudes.
santidad consiste en la liberación total con respecto a los ciclos inacabables
de la vida y la muerte, el karma, de las cadenas del yo; significa esa feli-
cidad inacabable que es el nirvana.
Tienen gran importancia los preceptos y exhortaciones de Buda, que se III. SANTIDAD SECULAR Y MONÁSTICA
observan aún en nuestros días. Los budistas, monjes y laicos por igual, se
comprometen a observar cinco preceptos: no matar, no usar lo que no se Para el budismo, la santidad es el fin de todos los seres, por lo que
ha recibido, no practicar actividades sexuales ilícitas, no mentir y no beber ninguno de ellos se perderá eternamente, aunque no alcance la santidad que
licores. Para los monjes y monjas el código es más detallado y contiene cen- le corresponde en esta vida. Pero no todos los seres están igualmente cerca
tenares de preceptos cuya observancia marca el sendero de la vida espiritual. de ese fin, ya que están diversamente dispuestos a causa de su karma. Este
El progreso exige la aplicación de ciertas técnicas, especialmente en la me- hecho puede ilustrarse adecuadamente a través de una comparación entre
ditación. Con todo ello queda ilustrada la unidad de la vida espiritual y la la santidad del laico y la del monje.
necesidad de una interiorización capaz de llevar al individuo a la liberación
de los deseos sensuales, que son la causa del pecado. Quien llegue a domi- 1. Los laicos y la santidad del hogar
nar esas causas o, dicho de otro modo, quien crea en un yo distinto que
es la razón de ser de la reencarnación y el dolor, ya está preparado para Las posibilidades que tienen los laicos de alcanzar la santidad son más
hacerse santo. bien escasas. En muchos textos se dice que la vida de familia está llena de
impedimentos para la santidad y que el laico nunca alcanzara la sabiduría
II. TIPOLOGÍA DE LA SANTIDAD BUDISTA suprema mientras lleve la vida detestable de la familia, gozando de los pla-
ceres de los sentidos que le obligan a estar siempre dedicado a la mujer y
El budismo establece una serie de etapas en el camino de la santidad. a los hijos. A pesar de todo, estamos bien documentados acerca de los ele-
De abajo arriba hay cuatro categorías de santos, según los textos del Thera- mentos de la vida santa que corresponde a los laicos. Muy a semejanza del
confucianismo, el budismo insiste en las buenas relaciones interpersonales
1
Mahaparinlbbanasutra, 1,12. como cosa esencial para el desarrollo del espíritu: entre padres e hijos, dis-
416 ]. Spae Modelos budistas de santidad 417
cípulos y maestros, esposo y esposa, amigo y amigo, amo y sirviente, laicos Hay cuatro faltas que son penalizadas con la expulsión de la orden: la
y monjes. fornicación, el hurto, el asesinato y las falsas pretensiones espirituales.
El laico budista expresa, muchas veces en el curso de una iniciación, su Hemos de decir una palabra acerca del celibato. En el budismo primi-
fe en las Tres Joyas: el Buda, la Ley y su Comunidad. Promete también tivo el celibato era obligatorio estrictamente para los monjes y las monjas.
fidelidad a los Cinco Preceptos ya mencionados, cuya observancia varía con- Todavía se observa en general, con la excepción antigua del Japón, donde
siderablemente conforme a las circunstancias de tiempo y lugar. Se dan son muy raros los monjes célibes, si bien las monjas lo son siempre. Se ha
consejos especiales a las jóvenes y las esposas. La esposa ideal, dice Buda, venido observando la tajante advertencia de Buda: «¡Oh monjes! No debéis
«respeta a su marido, no tiene deseos propios ni malos sentimientos ni es mirar a las mujeres. Y si tenéis que verlas, absteneos de hablarles. Y si
resentida, sino que trata siempre de hacerle feliz» 2 . tenéis que hablarles, reflexionad: yo soy ahora un mendicante sin hogar. En
En el budismo se han dado siempre un gran número de santos que no un mundo lleno de pecado he de vivir como la flor de loto, cuya pureza
encajan en las categorías habituales, como los arhats de la India y los hijiris no es mancillada por el lodo» 4 . Obviamente, la práctica del celibato tiene
del Japón. En el Maháyána hay otro tipo de santo popular, que frecuente- que enfrentarse con todas las dificultades que le oponen la naturaleza hu-
mente es laico, cuya figura atrae hoy mucho la atención incluso en las uni- mana y la sociedad. Pero el ideal ha permanecido siempre vivo; incluso en
versidades. Me refiero a los myókdnin, las «buenas personas maravillosas» el Japón se da actualmente un interés renovado hacia una forma de vida
{como los llama D. T. Suzuki), cuya «alegría de vivir» da la medida de su que hace algunos siglos Buda identificó prácticamente como esencial a la
libertad interior y su confianza extática en Amida, su Salvador. Los myd- salvación.
kbnin son personas admirablemente integradas cuyos rasgos espirituales nos La orden de las monjas nunca tuvo un gran desarrollo. Al menos en el
recuerdan los frutos del Espíritu del cristianismo. Son tolerantes, compasi- Japón, las monjas (y los monjes) parecen tener escaso sentido de la vocación
vos, generosos y amables; están llenos de admiración, alegría y temor ante y hasta se suele decir que ingresan en la orden por razones de conve-
la maravillosa bondad de Amida. La popularidad de que hoy gozan, en mi niencia.
opinión, se debe en parte a la necesidad de modelos, de una espiritualidad
llena de soltura y falta de pretensiones en que se refleje un budismo de
IV. PERFILES DE LOS SANTOS BUDISTAS
rostro humano. Su espiritualidad se remonta al budismo primitivo, que afir-
maba la posibilidad de que todos los seres alcancen el grado de bodhisat-
Los santos despiertan algo del temor y la fascinación que infunde la
tvas, con tal, en palabras agudas de Suzuki, de que «no filosofen acerca de
divinidad. El santo o la santa históricos pueden ser reconocidos como tales
las tribulaciones del mundo desde un refugio celeste».
incluso en vida, hasta el extremo de convertirse en objeto de culto. Los
budistas, a semejanza de los cristianos, tienen su peculiar «sensus fidei»,
2. Monjes y monjas: la santidad de los hermanos una intuición certera y misteriosa de las cualidades extraordinarias que mar-
y hermanas sin hogar propio can la vida de los santos. Pero un santo es ante todo un individuo que ha
de ser considerado sobre el trasfondo abigarrado de su época. A continua-
Buda tuvo un acierto genial cuando plasmó su ideal de santidad en la
ción se presentan seis ejemplos de santidad que ayudarán al lector a for-
cuádruple comunidad de monjes y monjas mendicantes, hermanos y herma-
marse una imagen compuesta de lo que es el santo budista.
nas laicos, todos ellos dedicados profesionalmente a la búsqueda de la salva-
ción. No mucho después de su muerte, sin embargo, este ideal de perfección
1. Tu-shun (557-640). Según muchos autores, es el fundador nominal de
quedó restringido a los monjes y monjas. Su vida está regida aún en la
la importante secta china Hua-yen, que aún florece en Corea y el Japón.
actualidad por normas muy estrictas. Desde los primeros tiempos se les
Se hizo monje a la edad de dieciséis años. Ya en edad temprana destacó
prescribió santificar cada uno de sus actos por muy trivial que pudiera pa-
en la oración y la meditación; dio de comer a cien personas cuando sólo se
recer: «Al mirar adelante o atrás; al extender o encoger su brazo; al comer,
disponía de alimentos suficientes para la mitad. Limpió una montaña de los
beber, masticar o tragar; al dormir o caminar; al obedecer las exigencias de
insectos que la infestaban y que se retiraron inmediatamente cuando él se
la naturaleza; al marchar, estar de pie, sentarse, hablar o guardar silencio,
lo ordenó. Curó a los mudos y a los sordos, así como a un hombre poseído
el monje permanece consciente de lo que todo esto significa, está atento
de un dragón maligno, que dijo por boca del hombre: «Ha llegado el gran
y guarda el dominio de sí mismo» 3. Las normas de disciplina son recitadas
maestro Ch'an; ya no puedo quedarme». Ejerció los poderes propios de los
en común. Se confiesan las faltas y se aplican penitencias proporcionadas.
chamanes tanto masculinos como femeninos. Fue una personalidad llena de
compasión que trataba con amor a todos sin distinción. De ahí que se ga-
2
Anguttaranikaya, 4,197.
3 4
Dighanikaya, 2,65. Suira de las cuarenta y dos secciones.
418 J. Spae Modelos budistas de santidad 419

nara el respeto de todos, monjes y laicos, nobles y humildes. A imitación demás, retornaré a mi paraíso». Genshin se convirtió en padre de muchos
de Buda, permanecía imperturbable ante el elogio y la censura. En cierta aspirantes a la santidad y de centenares de comunidades de base cuya in-
ocasión tuvo que cruzar un río; al recoger la orla de su vestido cayó en la fluencia sobre la religiosidad japonesa es aún el don más importante de
corriente, pero el agua dejó de fluir repentinamente y le permitió alcanzar Genshin a la nación.
la orilla opuesta a pie enjuto para correr de nuevo una vez que el santo
se vio al salvo en tierra. Cuando había ya cumplido los ochenta y cuatro 5. Hóíien (1133-1212). Fue discípulo de Genshin y se le conoce afec-
años, se sentó un día a meditar y su vida se extinguió sin enfermedad algu- tuosamente en el mundo occidental como «el santo budista». Fue un refor-
na. Fue enterrado en una fosa en la misma posición en que murió. El lugar mador consecuente que proclamó el «sendero fácil de la salvación». Chocó
se llenó de fragancias. El pueblo edificó un santuario sobre la tumba ! . con la envidia y la persecución que contra él levantaron las sectas tradicio-
nales. Fue despojado de su rango monástico y desterrado de Kyoto. Su
2. Gyógi (670-749). Poseía una personalidad carismática que atrajo a «sendero sencillo» puso la salvación al alcance inmediato del hombre común
millares de personas que reconocían sus poderes divinos y le dieron el título y se convirtió en nueva fuente de cohesión social frente a la opresión ecle-
de bodhisattva, confirmado después de su muerte por el emperador por vez siástica. En torno a su lecho de muerte aparecieron nubes purpúreas, mien-
primera en el Japón. Gyogi fue un taumaturgo, el hijiri ideal, hombre santo tras que la estancia se llenaba de músicas y perfumes variados.
y chamán auténtico, poseedor de poderes como médium al servicio de los
demás. Fundó hospitales benéficos, horfanatos y asilos de ancianos; abrió 6. Shinran (1173-1262). Es uno de los más notables reformadores que
canales y construyó puentes. Sus numerosas obras benéficas estaban regidas haya conocido el Japón. Según cuenta una tradición, su madre, estando en
por sus discípulos, monjes y monjas, así como laicos que vivían en peque- el lecho de muerte, le pidió que se hiciera monje. Mientras permaneció en
ñas comunidades cercanas. El emperador, deseoso de contar con su ayuda, el monte Hiei, Shinran se sintió tan profundamente unido a Honen que
elevó a Gyogi al rango de arzobispo a pesar de no poseer estudios eclesiás- escribió: «Nada tengo que hacer sino creer a Hónen. Aunque tuviera
ticos. Murió a la edad de ochenta años, dejando más de tres mil discípulos. que ir al infierno por haberme engañado él, no lo lamentaría». Shinran
completó el proceso de desclericalización iniciado por Honen, insistien-
3. Kükai (774-835). Llamado también Kób5 Daishi. Nació en una fami- do en que la alabanza a Amida, nembutsu, es suficiente para salvarse.
lia aristocrática, según cuenta la leyenda, después que su madre hubo soñado Cuando tenía veintiún años Shinran se sintió obsesionado por sus culpas y
que un monje indio penetraba en su seno, y al cabo de un embarazo de sus pasiones. Durante un retiro tuvo una visión del santo Príncipe Regente,
doce meses. Kükai marchó a China. Hui-kuo, el maestro que lo acogió, Shótoku Taishi, que se le apareció en forma de Kannon Bosatsu y le pro-
exclamó: «Sabía por anticipado que ibas a venir; nos hemos estado espe- metió transformarse en una mujer a la que Shinran podría abrazar. Eshinni,
rando el uno al otro mucho tiempo». El año 824 se produjo una cruel que más tarde sería esposa de Shinran, confirma esta tradición que sugiere
sequía. El emperador ordenó a Kükai que acudiera a la corte y rezara en las dificultades del celibato.
demanda de la lluvia. Ofició los ritos adecuados, liberó al dragón de la Mientras permaneció en el exilio, siendo laico, Shinran se encontró en
lluvia, que su oponente había encerrado en una botella, y obtuvo abundan- medio de una sociedad nueva dispuesta a recibir su doctrina de la pura
tes lluvias. Profetizó el momento de su propia muerte, rechazó el néctar gracia para todos, clérigos y laicos, hombres y mujeres, sobre la base, igual
que le presentaba un cocinero celeste y exhaló su último aliento. Durante para todos, de la piedad de Amida. Su espiritualidad no era una concesión
los noventa y nueve días que duraron los ritos funerarios, su cabello siguió a la carne, sino el grito de su desfallecimiento. El hombre, totalmente mali-
creciendo y su cuerpo permaneció caliente. La leyenda afirma que no murió ciado, tiene una necesidad total de los poderes salvadores de Otro. Esto
realmente. Su tumba, situada en el monte Kóya, es un lugar de peregrina- exigía un estilo revolucionario de vida, muy distinto del que correspondía
ciones populares. Se levantará un día del sepulcro para salvar a todos los al monje tradicional. Shinran describía su nuevo estilo de vida con estas pa-
que sufren. labras: «Soy un mortal ordinario, lleno de pasiones y deseos, que vivo en
este mundo efímero como quien se halla en una casa incendiada».
4. Genshin (942-1017). Es uno de los venerados fundadores de la tra- La contrapartida del pecado total es la redención total. Según Shinran,
dición japonesa del País Puro. Al igual que Kükai, Genshin fue un gran la naturaleza búdica y la naturaleza humana son una misma cosa; uno son
artista y escritor. Tenía conciencia profunda de su vocación de bodhisattva el salvador y el salvado; no hay ni santo ni pecador. Esta es la famosa doc-
y dijo de sí mismo: «Anteriormente fui un Buda y me manifesté en este trina de kiho-ittai, según la cual el voto salvífico de Amida transporta al
mundo. Ahora que se han cumplido las condiciones para la salvación de los pecador confiado a un estado irreversible de santidad. De este modo, al divi-
nizarse los vínculos mundanos, lo trascendente se hace inmanente: «Todos
5
Edición Taisho del Trípitaka budista, vol. 50, 653-54. los seres sensibles en cualquier nacimiento o vida han sido mis padres o
420 J. Spae
Modelos budistas de santidad 421
mis hermanos. Podemos salvarles cuando nos hacemos Budas en la vida
futura». La muerte de Shinran a la edad de ochenta y nueve años fue in-
trascendente pero clásica. Recostado sobre el lado derecho con la cabeza ción y puede que ni siquiera en la salvación, al menos según el budismo
hacia el norte y el rostro hacia el oeste, cuando los circunstantes dejaron de primitivo. Pero son los que inspiran al pueblo anhelos de perfección. A tra-
escuchar de sus labios el nombre de Amida fue porque ya estaba muerto, vés de una experiencia vicaria los santos budistas enriquecen nuestro cono-
porque había nacido a la Realidad. cimiento de nosotros mismos y de nuestro mundo. Muchos de ellos, como
Shinran, ilustran dramáticamente los aspectos trágicos de la vida humana y
también su nobleza. Gracias a ellos cobra vida en medio de nosotros una
axiología religiosa tangible. El budismo es inconcebible sin Buda y sus san-
V. ¿QUIEN ES SANTO? ¿QUE SIGNIFICAN LOS SANTOS BUDISTAS?
tos; la seriedad con que buscaron la santidad como interpenetración de la
realidad trascendente da la medida de su éxito como religión en el pleno
La santidad muestra ante el mundo la dimensión numinosa de la religión
sentido de la palabra.
como dice la Escritura: «No llaméis al Tathágata por su nombre ni os diri-
jáis a él con el título de 'amigo', porque él es el Buda, el Santo»6. Los Cierto que las figuras de los santos budistas aparecen arropadas por la
santos budistas no son obra de un Dios, si bien Buda es su ideal creador leyenda y la mitología. Cuando se suprimen todos esos adornos aún se man-
de perfección. En el budismo y el hinduismo se ha desdibujado la línea tienen como símbolos elocuentes y a veces eficaces de las más elevadas po-
divisoria entre los dioses y los santos. Los santos históricos son mitologiza- tencialidades del hombre. Lo mismo que Pascal, saben que en el hombre
dos; los santos mitológicos son historizados: fenómeno religioso común. La hay algo más que el hombre. El término «santo» es un adjetivo, no un sus-
devoción popular, sin embargo, reclama el privilegio de humanizar a tpdos tantivo. El santo no es un dios, sino un hombre que se asemeja a Dios,
los santos antes de divinizarlos. En ello se refleja el carácter antropomórfico divino y deificado. Pero ello no le exime de comparecer ante el juicio en
de toda santidad y se expresa la creencia de la Edad de Oro en que hay nombre del bien de la humanidad, ya que el budismo centra todos sus es-
un misterioso poder redentor que penetra las profundidades de este mundo fuerzos en disciplinar las pasiones humanas y en canalizar los sentimientos
efímero. Cuando esta penetración se convierte en compenetración, como en del hombre por el camino de la perfección. El santo budista comparte con
el caso del Maháyána, «puede decirse —escribe H. von Glasenapp— que el nosotros un humanismo interior que pone en el mismo hombre el valor
budismo, a pesar de todas las divergencias doctrinales, se basa en los mis- último del hombre. Por ello actúa como un correctivo al humanismo exte-
mos presupuestos, sentimientos y esperanzas que las religiones teístas»'. rior de Occidente, que se preocupa ante todo del mundo exterior al hombre.
He descrito la polivalencia de la santidad budista: nuestros santos son Los santos budistas nos invitan a perfeccionar nuestra vida interior, a lle-
sacerdotes y profetas, sanadores y magos. Son identificables no tanto por la narla de compasión y a conferirle dimensiones universales.
similitud de su objetivo común cuanto por la diversidad de sus servicios a Los santos budistas, por consiguiente, no resultan extraños en la casa de
un mundo doliente. Los santos son arquetipos que impresionan, influyen nuestro Padre. No pertenecen a una categoría inferior; no son personajes
y fascinan. Responden a una profunda necesidad socio-psicológica y religiosa, marginales o carentes de importancia desde el punto de vista cristiano.
y «son responsables del antropomorfismo de todas las imágenes de Dios» 8. A los ojos de millones de hombres los santos budistas poseen unos poderes
La actitud budista ante la santidad muestra notables semejanzas con lo terribles y beatificantes que, como prueba la historia, repelen y atraen a la
que se observa en otras religiones. La última palabra sobre la santidad no vez. Nunca han sido meros teóricos o esteticistas. Aunque nieguen la exis-
se pronuncia en el curso normal de una vida sino después de la muerte, tencia del yo, toman mucho más en serio la existencia del Verdadero Yo.
cuando este fenómeno puede captarse ya en su totalidad. Los santos lo son, Los santos budistas, en mi opinión, estarían de acuerdo con estas palabras:
hasta cierto punto, por aclamación popular, que es una reacción intuitiva «Cuando coinciden la seria preocupación por el yo y un desasimiento sin-
de la comunidad de los creyentes, que suele requerir el paso del tiempo. cero del propio yo queda abierto el acceso a la santidad.. Pero ello no fuer-
La postura oficial, como hemos visto, puede ser tanto una ayuda como un za la aparición de lo santo. La santidad se da como un don gratuito»9 de
estorbo para el desarrollo de esa reacción. Pero la última palabra pertenece Amida.
al pueblo que proyecta sus propias aspiraciones espirituales sobre los héroes Nosotros, tan preocupados de la exactitud y la objetividad histórica,
que elige. El aspecto fenomenológico de la santidad budista, por consi- aplaudimos la majestuosa sentencia de san Ambrosio: «Todo cuanto es ama-
guiente, es la popularidad. ble y bueno, sin tener en cuenta quien lo haya dicho, procede del Espíritu
¿Son en absoluto necesarios los monjes budistas? No lo son en la crea- Santo». Y creemos firmemente que «fuera de la Iglesia cristiana se da tam-
bién la santidad eminente» 10.
6 J. SPAE
7
Mahavagga, 1,6.
8
H. von Glasenapp, Buddhism, A Non-theistic Religión (Londres 1970) 125. [Traducción: J. VALIENTE MALLA]
C. G. Jung, Collected Works X (Londres 1964) 449. 9
K. Rahner, Sacramentum Mundi III (Nueva York 1969) 52.
10
Vaticano II, Lumen gentlum, 15.
I

PRIMER MODELO DE SANTIDAD SACERDOTAL:


RESTAURACIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD POSTRIDENTINA

MODELOS DE SANTIDAD SACERDOTAL Nos referimos a la restauración de una espiritualidad que podríamos
UNA RESEÑA BIBLIOGRÁFICA llamar clásica o, mejor, barroca, ya que se plasmó en la época del Barroco.
Aunque la «restauración de la espiritualidad católica» se inicia en la época
de la restauración posrevolucionaria y se identifica ideológicamente con
La finalidad de este artículo es apuntar algunos «modelos de santidad ella, metodológicamente nos limitamos al siglo xx (con alguna referencia a
sacerdotal» propios del catolicismo en el siglo xx, con una atención espe- literatura anterior). Desde principio de siglo hay una búsqueda de un mode-
cial a una selección de textos literarios en que la espiritualidad se expresó lo espiritual con una mayor fundamentación teológica y valoración de la con-
en este período. El concepto de «modelo» se emplea de una forma apro- templación, incluso mística. El foco principal de irradiación se encuentra en
ximada, sin ninguna pretensión de exacta definición epistemológica. Es si- Francia y en Alemania. Señalemos esquemáticamente algunos aspectos.
nónimo de «forma», «tipo», «ideal». 1. Restauración popularizada de la tradición contemplativa. Poulain, Des
Desde el principio de nuestra reflexión indicamos sus inevitables limita- graces d'oraison (París 1908); J. Tissot. La vida interior (Barcelona 1935);
ciones metodológicas: 1) Como apunta Gabriel le Bras', el catolicismo, den- Sauvé, La intimidad con Dios (Barcelona 1933); D. Vital Lehodey, El santo
tro de su tendencia a la homogeneidad, revela importantes diferencias loca- abandono (Barcelona 1926); D. J. B. Chautard, El alma de todo apostolado
les. De una manera un poco general se podría hablar de una corriente «lati- (Buenos Aires 1935). Más dirigido a los jóvenes: Arami, Vivre (Averbo-
na»: Bélgica de lengua francesa, Suiza romanda, Francia, Italia, Portugal, de 1937). La edición es muy curiosa: con grabados simbólicos a medio
Iberoamérica, España...; de una corriente «anglosajona»: Inglaterra, Irlanda camino entre los «cromos de la vida de Jesús» y el simbolismo «fin de
(con su influencia peculiar en EE. UU.), Estados Unidos, Canadá —donde siglo» y los «ideales de buen scout». Es una valoración de la «vida de la
se mezcla con la corriente latina— y otros países de esta cultura; de una gracia» en el contexto vitalista y de movimientos de juventud (algunas veces
corriente «germánica» que irradia en los países escandinavos. Y hoy adquiere parafascistas) de los años treinta. Como telón de fondo de toda esta litera-
especial relieve el catolicismo de los países del Este, el de África, la India, tura subsiste la profunda escisión entre la vida sobrenatural y vida natural,
Filipinas, Japón, etc. Una limitación metodológica de la que somos crítica- con una radical desvaloración de ésta. Esta escisión no se podrá superar
mente conscientes es que el proceso de «modelos» aquí expuesto está visto hasta la nueva impostación de unidad histórico existencial de la historia de
desde el interior del espacio latino. En los otros lugares la evolución marca-
la salvación en la teología posterior al Concilio Vaticano II.
da puede tener matices diferenciales. 2) Pero esta limitación se ve de alguna
manera compensada por la amplitud del esquema de base que sirve de «hi- 2. Espiritualidad cristocéntrica. Fundada en la teología paulina del «vi-
pótesis de trabajo» a la presente reflexión: son tres grandes situaciones, vir en Cristo», supera las formas pietistas y devocionalistas del «Sagrado
etapas o ritmos de un proceso que parece afectar a toda la Iglesia, aunque Corazón» y de las «vidas de Jesús». Podemos seleccionar algunas de las más
con modulaciones cualitativas y temporales diferentes en los distintos espa- leídas: D. Columba Marmion, Jesucristo vida del alma (Barcelona 1936).
cios citados. No vamos a justificar este «marco de referencia» escogido, lo Las obras más sencillas del P. Plus. Con mayor vigor teológico: Karl Adam,
hemos hecho en otros lugares 2, pero se refiere a una realidad bastante obvia Jesús Christus (Buenos Aires 1940). Romano Guardini, El Señor (Madrid
al observador que de alguna forma esté interesado en el problema. 1953).
3. Espiritualidad litúrgica. Tuvo su primera reactivación en los libros
de D. Guéranger, Institutions liturgiques (1840-1851) y L'année liturgique
(1841-1866). Posteriormente, ya en pleno siglo xx se difunde desde Alema-
nia el movimiento de María Laach. En los años 20-30 se populariza el uso
del misal Lefebvre en una élite laica católica. En los años 40 en los semi-
narios se empieza a sustituir las meditaciones de esquema ignaciano por las
1 de base bíblica y litúrgica: Baur, Sed Luz (Friburgo 1936).
2
G. Le Bras, Études de sociologie religieuse II (París 1954). 4. Elementos ascéticos. Abundan los elementos ascéticos en una línea
Secularización y vida sacerdotal: «Iglesia Viva» 21 (1969) 229-256; Formas vita-
les de realizar el ministerio sacerdotal: «Vocaciones» 47/48 (mayo-sept. 1970); Signi- excesivamente voluntarista (que se encuentra compensada en algunos lugares
ficación histórico-teológica de la figura histórica del ministerio del Barroco, en Sacer- por el redescubrimiento de la contemplación y de la liturgia). En general,
dotes: crisis y construcción (Madrid 1971). este voluntarismo está profundamente impregnado por una actitud negativa
424 F. Urbina
Modelos de santidad sacerdotal 425
ante el mundo, el cuerpo, la sexualidad. Libros típicos de esta tendencia:
Hoornaert, El combate de la pureza (Santander 1938); Tihamer Toth, "Ener- Eudes, que se enriquece con algunos elementos de la tradición italiana
gía y Pureza (Madrid 1942). Este último libro tuvo en el ambiente cerrado (Borromeo) y Española (Ignacio). Este modelo se ofrecía en los seminarios
y represivo de la España franquista de los años 40 extraordinaria expansión plasmado en la imagen modélica del «cura de aldea»3: Trochu, Vida del
en colegios religiosos, seminarios, noviciados. Con la perspectiva de muchos Cura de Ars (Barcelona 1942).
procesos vitales traumatizados, hoy podemos decir que produjo verdaderos Resumamos en un modelo esquemático algunos caracteres que componen
estragos con su concepción mezclada de un idealismo angeloide, un volun- y fundamentan el ideal de santidad de aquella época, alimentado en la li-
tarismo fascista y un horror patológico a la realidad sexual del hombre. teratura citada y fundada en una tradición que se constituye en el si-
5. Insistencia en la noción de «sacrificio». Un análisis descubre en ella glo XVII: en la plenitud del Barroco:
una complejidad de elementos, algunos muy ambiguos: a) Una componente — afirmación de la primacía de los valores religiosos, sacrales (herencia
evangélica de generosidad y don de sí mismo, b) En los ambientes de espi- del teocentrismo beruliano, pasando por S. Sulpicio);
ritualidad específicamente sacerdotal, una reducción de la identidad del —• valoración y exigencia de una vida contemplativa: «la oración alma de
sacerdocio a la noción de «sacrificio», siguiendo la tradición de la Escuela todo apostolado», pero la fórmula monacal medieval contemplata aliis tradere
Francesa, c) Una corriente «victimalista» que surge ya a mediados del si- no se encuentra suficientemente compensada por el anuncio, mucho más rico
glo xix, cuando el mundo occidental entra irreversiblemente en las vías de y dialéctico, de tradición ignaciana: contemplativi in actione;
la modernidad laica y la Iglesia de Pío IX rechaza este mundo y se coloca — valores de sacrificio y generosidad: pero no se sabe bien dónde ter-
«en estado de sitio». Se multiplican entonces las órdenes dedicadas a la mina la frontera, a veces delicada, entre el sacrificio evangélico de amor y la
«expiación y reparación» y las corrientes «victimalistas». Max Schmidt, Le ani- autodestrucción masoquista, dada la concepción del mundo tan negativa que
me vittime (Roma 1931; la edición original alemana es de 1881): hay que enmarca esta actitud;
reparar por un mundo absolutamente dominado por el mal. d) La presenta- — ascetismo formador de caracteres recios, que a veces tiende a un vo-
ción a los adolescentes de las figuras angeloides de «santos adolescentes luntarismo acompañado por la rigidez mental de adolescentes formados en
muertos en la flor de la edad» —Teresa de Lisieux, Juan Berchmans, Esta- una filosofía esquemática: la neoescolástica. Este estrecho dogmatismo men-
nislao de Kostka, Luis Gonzaga, etc.— va a producir una fascinación psico- tal, que ignora olímpicamente la inmensa transformación del pensamiento
analíticamente muy ambigua en esa edad tan frágil de la adolescencia, donde moderno, en lugar de educar en la «pregunta y la escucha para el diálogo»
el sentimiento del valor de la vida, sobre todo en los espacios cerrados de crea mentes sacerdotales que se saben de antemano todas las respuestas;
seminarios y noviciados, no ha tenido todavía mucho tiempo de cuajarse. — falta básica de una fundamentación teológica que sea verdaderamente
En muchos casos este «idealismo victimal y angelical» termina literalmente coherente con los fundamentos («norma normans») del Nuevo Testamento.
con una muerte ciertamente prematura. El axioma de base deduce la «elevada santidad» del sacerdote, de su «ele-
vada dignidad» mediante una argumentación lógica lineal que comienza con
6. Un modelo específico de santidad sacerdotal. Sobre estas corrientes la suprema dignidad de la función sacerdotal entre los antiguos (paganos y
de espiritualidad se va dibujando un modelo específico de santidad sacer- judíos), para concluir, por un razonamiento a fortiori, la superior dignidad
dotal fomentado por la lectura de algunas obras, en general bastante pobres de aquellos que tienen «poder» sobre «el cuerpo físico» y el «cuerpo mís-
de contenido teológico, que parten como axioma de base de la «santidad tico», aplicando con frecuencia, para definir el ministerio eclesial, sin nin-
exigida por la dignidad» del sacerdocio, seguido de consejos ascéticos que guna exégesis crítica el texto de Hebreos con el cual su autor designa al
suelen tener una cierta negatividad de visión del mundo: Bouchage, Vie sumo sacerdote del régimen sacral abolido por Cristo4. Hay ya aquí un
sacerdotale (París 1897); Cardenal Manning, The Eternal Priesthood (Lon-
dres s. a., debe de ser de hacia 1885); Dubois, El sacerdote santo (Madrid
1951); Schuster, Ministerio Parroquial (Buenos Aires 1941), etc. 3
Es curiosa la significación de la propuesta del Cura de Ars como patrono del
Desde Bélgica se difunde la obra de gran valor teológico y espiritual del clero secular: con sus apariciones demoníacas y su obsesión contra los bailes popu-
cardenal Mercier, La Vida Interior. Llamamiento a las almas sacerdotales lares, su extraña psicología traumatizada por la persecución religiosa de la Revolu-
ción, y sobre todo su ubicación en un medio rural arcaico que hoy ha dejado de
(Barcelona 1940; la ed. Malinas 1918). Sobre la vocación sacerdotal tuvieron existir.
especial repercusión (por muy diferentes motivos): Mercier, A mes sémina- 4
Heb 5,1. La exégesis ve hoy en ese texto una referencia literal al sumo sacer-
ristes (Lovaina 1932; 1.a ed. 1913), y Lahitton, La vocation sacerdotale (Pa- dote del sistema judío del AT, que no tiene conexión teológica con el ministerio
rís 1908). La gran obra de Mercier ha de ser vista, con cierta amplitud, en eclesial. La argumentación de la «dignidad sacerdotal» (por comparación lineal con
el sacerdocio del AT) se encuentra en el clásico libro del P. Molina (1608), que
la corriente espiritual que llegó a formular, en la época postridentina, un tuvo amplia repercusión en el Barroco. El uso del texto de Heb y esta argumenta-
«modelo de santidad sacerdotal» más coherente: la llamada, desde Brémond, ción se vuelve a encontrar en Pío XI, Ad catholici sacerdotii (20 de diciembre de
Escuela Francesa, cuyo origen está en Bérulle, Condren, Olier, S. Juan * 1935), en el epígrafe «Dignidad excelsa». Esta teoría aparece claramente opuesta al
sentido del texto de LG citado en la nota 12.

98
426 F. Urbina
Modelos de santidad sacerdotal 427
error teológico de base que se investigará seriamente en lo que llamamos
«tercera época» del proceso en estudio. y la Escuela Francesa': su influencia, restaurada ya fuera de su contexto
Jesucristo, en efecto, no se sitúa en una continuidad lineal (únicamente histórico, se va a prolongar en el modelo de la restauración católica de los
superior en grado) respecto al sacerdocio levítico (y pagano). En el sistema Niglos xix-xx, hasta el cambio decisivo del «segundo modelo», cristalizado
de relaciones del hombre con Dios, el acontecimiento evangélico es una rup- cu Vaticano I I .
tura esencial. Ya no está el ejercicio del sacerdocio ligado con un poder Este modelo va a restaurar la dicotomía levítica sagrado-profano, supera-
sacral conectado con un espacio de separación del pueblo y de relación con da definitivamente por la trascendentalización escatológica de la presencia
el poder social. El cambio ontológico-existencial-social es decisivo: la palabra divina en la totalidad del espacio del universo humano 10. Como consecuen-
iereus ya no es usada en el Nuevo Testamento, que la sustituye por el tér- cia se supersacraliza la figura del ministerio eclesial, separándolo de la
mino diakonía. Por debajo hay una transformación radical de concepto: del existencia «profana» del pueblo y sus ámbitos reales de vida: afectiva, labo-
poder como fuerza de dominación se pasa al ministerico como servicio. El ral, social, cultural, universal...
logion del servicio es el fundamento institucional de la Iglesia, definido en Desde Pío IX este sistema ideológico-existencial tendrá un encuadra-
la Ultima Cena 5 . Un trágico malentendido ha llevado al traducir la exousia miento institucional: el contexto natural de este «modelo de santidad sacer-
del Espíritu por el concepto de autoritas y potestas, del derecho imperial dotal» es la Iglesia en estado de sitio que intenta prolongar en un «espacio
romano. Las consecuencias de este malentendido para el «modelo de santi- paralelo y cerrado en sí mismo» el espacio ya anacrónico de la cristiandad
dad» del Barroco (que prolonga la idealización de la estructura sociohistó- barroca, liquidada históricamente en la moderna sociedad secular. En este
rica del ministerio en la Edad Media) han sido inmensas, sobre todo en el ghetto histórico se rechazan los lenguajes teórico-práxicos de la modernidad
orden práctico, existencial y social. No podemos aquí extendernos sobre y se instituye para el misterio el lenguaje anacrónico del neotomismo, inca-
este hondo problema, basta con indicarlo. paz de asumir el espesor real de la vida moderna en su ciencia y en su exis-
La causa de este malentenido teológico-espiritual hay que verla en una tencia. Al romperse la comunicación se quiebra el diálogo de misión. Se po-
drá misionar a pueblos arcaico-agrarios de África, pero no se podrá evange-
(quizá inevitable) contaminación sociohistórica cuando se pasó de la «Iglesia
lizar al obrero de Clichy o de Vallecas. Esta «separación dominante de la
como sacramento» a la «Iglesia como imperio» 6. El Ministerio pasa a ser
figura sacral del sacerdote» va a crear graves dificultades a la hora de la
el poder director del corpus christianorum que identificó históricamente la
integración del laicado en la vida activa y en la responsabilidad eclesial.
Iglesia con el cuerpo social de la cristiandad. La ideología correspondiente
a esta situación sociohistórica fue expresada, con éxito histórico decisivo, Una interpretación reductiva de las declaraciones conciliares de la se-
por el filosofo neoplatónico del siglo v Dionisio Areopagita. Su concepción sión X X I I I de Trento, que tienen una causa histórica muy concreta ", lleva-
del sacerdocio expresa perfectamente la ideología verticalista de la sociedad rá a los maestros espirituales a reducir la esencia definitoria del ministerio
medieval arcaico-agraria de «órdenes» 7 , mediante el isomorfismo jerarquía a la identidad sacerdocio = sacrificio, que constituye la articulación funda-
angélica (jerarquía cósmica de las esferas celestes) = jerarquía social verti- mental de la «espiritualidad sacerdotal francesa» con las consecuencias ya
cal = jerarquía eclesial, igualmente vertical: sacerdotes «sagrados» por enci- apuntadas.
ma, luego monjes, por último laicos. El sacerdote, ontológicamente superior Resumiendo: la ultima ratio subyacente a la construcción de este sistema
en el orden sacral, influye «de arriba abajo» sobre el pueblo, purificando, ideológico es la idea de la «separación sacral del sacerdote», que tiene un.
iluminando, santificando. Este esquema ideológico de base, presente en la origen extracristiano. Jesús de Nazaret no hizo la elección de «separación
síntesis tomista 8 , se reactivará en la gran espiritualidad barroca de Berulle frente a los impuros y marginados», propia de los monjes de Qumrán.
Comió y bebió con publícanos y pecadores. El modelo de santidad evangé-
' Le 22,24-27. lica no es de separación, sino de comunión universal. No existe diferencia
6
H. Fries, Cambios en la imagen de la Iglesia y desarrollo histérico-dogmático, o superioridad ontológica entre el «estado de los ministros» y el «estado
en Mysterium Salutis IV/1 (Cristiandad, Madrid 1973) 244-259: «La Igleisa como del común de los creyentes» en la comunidad del pueblo de Dios 12 . Por eso
imperio».
7
Le Goff, La société des trois orares (Clerum, Nobilitas, laboratores...), en La
civilisation de l'Occident medieval (París 1967) 319. El Barroco supone una «reac- 5
ción señorial» frente a la naciente burguesía. J. Tapies, Le Baroque (París 1968); P. Cochois, Le Cardinal Bérulle Jerarche Dyonisien: «Revue d'Ascétique e t
F. Braudel, La traición de la burguesía, en El Mediterráneo... en tiempo de Feli- Mystique» (1961) 323ss; Bérulle et le Pseudo-Denis: «Revue de l'Histoire des Rel¡.
pe ¡l (Madrid) II, p. 99. Frente a ese mundo arcaizante surge la revolución de la lilons» (1961) 75ss; Dupuy, Bérulle, une spiritualité de l'adoration; J. Galgy, ¿ e
modernidad. Kuhn, The Copernícan Revolution (Harvard 1957); Gusdorf, La révolu- sacrijice dans l'école francaise de spiritualité (París 1951).
,0
tlon galiléene (París 1966); A. Koyré, From the Closed World to the Infinite Univ- 11
Jesús liquida el sistema del templo: [n 4,21-24; Mt 27,51.
erse (Baltimore 1957). El misterio de Bérulle es que al mismo tiempo que cristaliza Por reacción contra el protestantismo no se introdujo el ministerio de la pal a ,
un modelo sacerdotal arcaizante es el «padre espiritual» de ese gigante de la mo- brn en la «definición» (en sentido semántico) del sacerdocio (lo que no se har^
dernidad: Descartes... hasta Vat. II (LG 24-27; PO 4-6: el esquema de los tres ministerios frente a i^
8
S. T. Suppl. q 37 a 2 ad 4. Concepción cosmológica en SCG III, 78-87. única relación: sacerdocio-sacrificio).
12
Lumen gentium, n.° 32, párrafo 2.
Modelos de santidad sacerdotal 429
428 F. Urbina
4. La Iglesia en estado de misión. Pero el eje fundamental del profundo
«« mejor definición del ministro eclesial cristiano es la dada por el P. Fou- cambio de modelo fue el poderoso movimiento que transformó el concepto
cauld: es el hermano universal. y la práctica de la vida de la Iglesia. Se liquidó la nostalgia de una Iglesia
de cristiandad (Mounier, Fea la Chretienté) y se pasó a una «Iglesia en
estado de misión». El foco central de esta transformación histórica está en
II Francia, en la Segunda Guerra Mundial. L. Rétif, J'ai vu naitre l'Église de
demain (París 1971). La Iglesia del Vaticano II, obra colectiva dirigida por
SEGUNDO MODELO DE SANTIDAD SACERDOTAL: Baraúna (Barcelona 1966).
UN SACERDOTE PARA UNA IGLESIA EN ESTADO DE MISIÓN Se podría esquematizar algunas líneas de este nuevo modelo: frente a la
afirmación de la dignidad y superioridad cuasi ontológica del «sacerdote»
Destacaremos esquemáticamente algunos aspectos de la espiritualidad de en la cascada jerárquica de origen neoplatónico, frente a la «consagración»
est
e «modelo», con una selección de la bibliografía en que se expresó. como «separación» se redescubre la estructura esencial que subyace a la
1. descubrimiento de los «valores humanos». Sellmair, El sacerdote en nueva relación humana instaurada en el mundo por la Iglesia, sacramento
e
' mundo (Madrid 1942). Sobre todo tuvo un gran impacto liberador en de comunión universal: esta estructura es la fraternidad: «No llaméis a
Se
tninarios y noviciados la obra, mucho más profunda, de Ch. Moeller, Lite-
ra
tura del siglo XX y cristianismo (Madrid 1960). Era una nueva mirada de nadie padre ni maestro: uno solo es vuestro Padre, uno solo es vuestro
amor y comprensión a una producción literaria en que se reflejaban las bús- Maestro: todos sois hermanos: (Mt 23,8-10).
quedas, los conflictos, las luces y sombras reales del mundo moderno. Se Frente a la actitud negativa ante el hombre real, que es «hoy» el hom-
rompía el telón de acero que había separado al sacerdote de la creación espi- bre moderno (y no el hombre de la Escolástica, que fue el habitante del si-
rit;
ual de su época. Otro hito fundamental fue la «revolución copernicana» glo XIII ), surge (Gaudim etaspes) la radical apertura a esta humanidad,
aperadora de la escisión entre sobrenatural/natural y redescubridora de la con sus alegrías y sus dolores, sus dramas, esperanzas, conflictos y límites.
unidad fundamental del plan del Dios creador, que es el Dios redentor. Surge entonces la noción práxica, estrictamente evangélica, de encarnación,
ue la obra de Theílard de Chardin, publicada a su muerte, Le phénomene compromiso, misión.
humain (París 1955; trad. española, Madrid); El medio divino (Madrid Frente al monopolio exclusivo de la actividad eclesial se redescubre la
1962). . verdad tradicional (silenciada en el Barroco) del sacerdocio real del pueblo
2. Descubrimiento de la Iglesia como comunidad. Se efectúa a través de de Dios, que es el «sacerdocio principial», y el otro es el «ministerial»: es
la experiencia del «equipo». En los países latinos meridionales (Italia, Espa- decir el sacerdocio ministerial está al servicio (= ministerio) del sacerdocio
ña y Portugal, Iberoamérica) tuvo este efecto el Movimiento por un Mun- principal de los creyentes.
oo Mejor del P. Lombardi. Cf. Lombardi, Esercitazioni per un mondo mi-
more *(Roma 1952). El movimiento de Cursillos de Cristiandad, Cursilhos.
'¿ocumentos básicos (Sao Paulo 1974). Los movimientos familiares cristianos, III
"ero la causa más honda de este descubrimiento hay que verla en los
rno
yl n ?' e n t o s de Acción Católica, sobre todo la JOC con su metodología de CRISIS Y PROFUNDIZACION DEL MODELO DE MINISTERIO
revisión de vida. Marechal, La revisión de vida (Barcelona 1966). El sacer- PARA UNA IGLESIA EN ESTADO DE MISIÓN
dote, trascendiendo su separación, entra como creyente en el diálogo de fe
de
la comunidad. El paso es decisivo. Rétif, El equipo sacerdotal (Salaman-
ca 1967). Desde aproximadamente 1968, coincidiendo con la «crisis de civilización»,
parece crecer en el grupo sacerdotal una situación de desconcierto. Se mani-
3. Hacia una nueva espiritualidad Poco a poco se va forjando una espi- fiesta lo que se ha llamado «crisis de identidad del sacerdote». Se multiplica
ritualidad que supera las categorías de «dignidad», «separación dominante»,
etcétera, y redescubre las categorías evangélicas de la sencillez, encarnación una literatura que intenta hacer un diagnóstico de la situación y buscar
y presencia en medio del mundo de los pobres... Profunda influncia de la una fundamentación más honda teológico-espiritual. Algunos títulos: Maurice
espiritualidad de los Hermanitos de Jesús. Libro fundamental para esta Hcllct, Crisis del sacerdote (Barcelona 1969; el título original es más expre-
época: Voillaume, En el corazón de las masas. Se proponen otras figuras sivo: La peur ou la fot, París 1967); H. Küng, Prétre: pour quoi ¡aire? (Pa-
sacerdotales como modelo: J. F. Six, Carlos de Faucald. Itinerario espiritual HN 1971); Duculot-Lethielleux, Le prétre: foi et contestation; O. González de
(Barcelona 1962). Se intenta un primer replanteo teológico-espiritual del (liirdcdal, ¿Crisis de seminarios o crisis de sacerdotes? (Madrid 1967); A. An-
sacerdocio. G. Thils, Naturaleza y espiritualidad del clero diocesano (Bue- diru, ¿Qué es ser cura hoy? (Alcoy 1968). J. Castillo, El sacerdocio minis-
nos Aires 1947). terial (Granada 1971); Salaün et Marcus, Qu'est-ce qu'un prétre (París 1965).
Conferencia Episcopal Alemana, El ministerio sacerdotal (Salamanca 1970);
430 F. XJrbina Modelos de santidad sacerdotal 431

Schillebeeckx, Síntesis teológica del sacerdocio (Salamanca 1967); R. Prat, esperanza y que comprendan que el «modelo segundo, encarnado, compro-
El sacerdot avuí: vida y missió (Barcelona 1969); J. Colson, Ministre de ]e- metido, evangélico y misionero» es el que corresponde a una «Iglesia en
sus-Christ ou le sacerdoce de l'évangile (París 1966); P. Grelot, Le minis- estado de misión» y que la crisis se puede superar con un enriquecimiento
tére de la nouvelle alliance (París 1967); Equipo dirigido por J. Delorme, espiritual, cuyos signos de creciente vitalidad están presentes en todo el es-
El ministerio y los ministerios según el Nuevo Testamento (Ed. Cristiandad, pacio universal. Señalemos algunas publicaciones que apuntan a estos signos
Madrid 1975). de vitalidad. Sobre el fecundo movimiento de las comunidades de base:
Posibles causas de la crisis. Hay que superar toda explicación superficial bibliografía en «Concilium» 104 (abril 1975). Sobre los «movimientos de
de tipo espiritualista (falta de ascética, devoción a la Virgen, etc.). En reali- despertar religioso»: «Concilium» 89 (noviembre 1973). Podemos decir que
dad un mínimo sentido histórico no nos permite idealizar ningún pasado. de algún modo en esta última etapa el foco de creatividad espiritual ha sali-
El conocimiento empírico o por testimonios directos de la situación dramá- do del viejo continente y se encuentra en los jóvenes países de América.
tica de muchos sacerdotes de la época del «modelo barroco», la ambigüedad Se difunden los escritos espirituales de Th. Merton, en su última época de
de tantas vidas sacerdotales con puertas cerradas a situaciones psicológicas descubrimiento ecuménico de las espiritualidades orientales: El Zen y los
desgarrantes, a causa de una ley inhumana y contradictoria con una sociedad Pájaros del Deseo (Barcelona 1973); Por el camino de Anway Tzu (Madrid
que pretende defender la dignidad y los derechos del hombre, la clarifica- 1978). Pero sobre todo la magnífica síntesis entre una espiritualidad con-
ción que actualmente se ha producido al abrir humanamente esas puertas templativa y el compromiso real con el mundo de los pobres en obras lati-
cerradas de situaciones sin salida... nos hace pensar que la cota de auten- noamericanas como: Arturo Paoli, La persona, el mundo y Dios (Buenos
ticidad y honestidad espiritual es hoy tan alta, e incluso superior, como en Aires 1970); Diálogo de la liberación (Buenos Aires 1967); El grito de la
cualquier pasado idealizado. Las causas de la crisis hay que buscarlas a otros liberación (Salamanca 1977); Segundo Galilea, Espiritualidad de la libera-
niveles más profundos, históricos y teológicos. ción (Málaga 1974); Hacia una espiritualidad de la liberación: «Christus»
El «estado de sitio» de la Iglesia de los siglos xix y xx hasta el Vatica- (México) 488 (1976). Toda la obra de la «teología de la liberación» de Gus-
no II, lugar donde se formó el modelo de la «restauración espiritual del tavo Gutiérrez está impregnada en un profundo sentido de espiritualidad.
Barroco», pudo defender artificialmente la seguridad existencial del sacer- Ernesto Cardenal, Vida en el amor (Buenos Aires 1970); Salmos (Salaman-
dote, creando unos muros frente al espacio real de la vida y el pensamiento ca 1975); El Evangelio en Solentiname (Salamanca 1975). Como «modelo
moderno. Pero esta situación era incompatible con la esencial vocación mi- de sacerdote santo» surge algo completamente nuevo e impresionantemente
sionera de la Iglesia. Había que optar porque la Iglesia se convirtiera en cercano a la vivencia y al drama de Jesús de Nazaret. Es la historia del
una secta marginal o volver a abrir el diálogo con la historia en marcha. joven sacerdote-obrero, el hispano-chileno Joan Alsina, que vivió compagi-
Esta fue la opción del Vaticano II. «Se abrió la ventana y entró un hura- nando su trabajo obrero, su compromiso social con el mundo de los pobres
cán». ¿De quién es la culpa? Cuatro siglos de desfase y de empeñarse en y el ejercicio de su ministerio sacerdotal. Murió trágicamente con la muerte
mantener lenguajes dogmáticos, éticos, teológicos, espirituales... desfasados de los parias de la tierra, aplastado por los príncipes de este mundo. Va-
y sin vigencia para el hombre real que vive a la altura del tiempo. Y cuan- rios, Joan Alsina. Chile en el corazón (Salamanca 1978).
do el Espíritu «pidió la palabra» era ya muy difícil encontrársela. Hacía La víspera de su muerte dejó en su cuarto un breve escrito, comentado
falta un gran coraje para saltar por encima del abismo abierto entre la en el libro citado. Es uno de los textos espirituales más impresionantes de
Iglesia y la historia... los tiempos modernos. En un estilo de densidad poética y simbólica, que
La alternativa ante esta crisis de fondo la ha señalado con agudeza recuerda a Dostoievski, Simone Weil y San Juan de la Cruz, deja entrever
Maurice Bellet en el título de su obra: El miedo o la esperanza. Los parti- la opción suprema que realiza en ese instante. Como Jesús en Getsemaní,
darios del miedo quieren «volver atrás», al anacrónico «modelo barroco» temblando de angustia pero empujado por el Espíritu, en lugar de refugiarse
(incluidos el rosario y la sotana, el «traje talar» de los cortesanos señoriales, en el obispado, como podía hacerlo todavía, decidió marchar donde sabía
mientras que el campesinado llevaba el «traje corto»). que le esperaba la detención, la tortura, la muerte.
Es curioso que, dada la situación de crisis histórica general y de insegu-
ridad existencial, los «clientes» de esta alternativa son naturalmente las F. URBINA
gentes que tienen más «miedo» ante la crisis: los dueños del poder y del
dinero. Esta alternativa de re-restauración tendría el mismo signo social que
la restauración del xix: un nuevo pacto de la Iglesia y las clases dominan-
tes y conservadoras, repitiéndose el mismo rechazo del mundo de los pobres
y de aquellos que luchan por el futuro del hombre y su liberación integral.
Esperemos que predomine en los responsables la valentía de la fe y de la
Colaboradores de este número 433

les en una barriada popular de Recife y es profesor de historia de la Iglesia


en el Instituto Teológico de dicha ciudad. Además es colaborador de la Co-
misión de Estudios de Historia de la Iglesia Latinoamericana. Entre sus pu-
blicaciones destancan Verdadeira e falsa religiao no Nordeste (Salvador 1972);
Formacao do catolicismo brasileiro 1500-1800 (Petrópolis 21978); Historia da
COLABORADORES DE ESTE NUMERO Igreja no Brasil (Petrópolis 21979).
(Dirección: Alto do Deodato 761, Agua Fria, 50.000 Recife, PE Brasil).
JOSEP M. ROVIRA BELLOSO

Nació en Barcelona (España) en 1926. Es licenciado en derecho y doctor CLAUDIO LEONARDI


en teología. Actualmente es profesor de teología sistemática en la Facultad
de Teología de Barcelona (Sección San Paciano). Su actividad pastoral se Nació en Sacco de Rovereto (Italia) en 1926. Estudió en Milán, Friburgo
desenvuelve en el marco del grupo responsable de la parroquia de Santa de Suiza y Roma. Enseña en la Universidad de Florencia, dirige «Studi me-
María de Gomal, Hospitalet. dievali» y preside la comisión italiana del «Corpus philosophorum Medii
(Dirección: Bruch, 136, 3.°, Barcelona-37, España). Aevi». Es coeditor de Conciliorum oecumenicorum decreta (Friburgo 1962,
Bolonia 1973). Entre sus publicaciones mencionaremos Storia del Cristo,
storia del mondo (1972); Christentum und Islam in der postmodernen
PIERRE DELOOZ Kultur (1978).
(Dirección: Via Lorenzo il Magnifico 53, 1-50129 Firenze, Italia).
Nació en Namur (Bélgica) en 1921. Es doctor en ciencias sociales y pro-
fesor de la Facultad Católica de Mons. Es consultor de Pro Mundi Vita,
Centro Internacional de Estudio e Información (Bruselas). Sobre el tema de RENE LAURENTIN
su colaboración ha publicado Sociologie et canonisation (Lieja 1969), así
como varios artículos en diferentes revistas. Nació en Tours (Francia) en 1917 y se ordenó sacerdote en 1946. Es
(Dirección: Pro Mundi Vita, 6, rué de la Lmite, B-1030 Bruxelles, Bél- doctor en letras por la Sorbona y en teología por el Instituto Católico de
gica). París. Profesor de teología en las Facultades del Oeste (Angers), ha enseñado
en numerosas universidades extranjeras. Fue consultor de la Comisión Teo-
BERNARD PLONGERON lógica Preparatoria del Vaticano II y perito oficial del Concilio. Es miembro
de la Academia Mariológica de Roma y vicepresidente de la Sociedad Fran-
Se ordenó sacerdote en 1964. Hizo sus estudios en el Instituto de Estu- cesa de Estudios Marianos, y ejerce el ministerio pastoral en los alrededores
dios Políticos de París, en la Sorbona y en la Facultad de Teología de París, de París. Entre sus numerosas publicaciones mencionaremos Lourdes. Do-
habiendo obtenido varios doctorados, entre ellos el doctorado de Estado en cuments authentiques, 6 vols.; Lourdes. Histoire authentique, 6 vols.; La
historia. Ha enseñado en las Universidades de Estrasburgo y Lovaina. En la Vierge au Concile; Structure et théologie de Luc 1-2; Jésus et le temple;
actualidad es profesor adjunto en el Instituto Católico de París y miembro Thérése de Lisieux. Mythe et réalité; Pentecótisme chez les catholiques.
del Comité Nacional del Centro Nacional de Investigaciones Científicas. (Dirección: B. P. 101, Grand-Bourg, F-91001 Evry Cedex, Francia).
Entre sus publicaciones destacan Théologie et politique au siecle des Lu-
miéres 1770-1820 (Ginebra 1973); La vie quotidienne du clergé francais
au XVIII" siecle (París 1974); en colaboración, Le christianisme populaire. CHRISTIAN DUQUOC OP
Dossiers de Vhistoire (París 1976), y la Religión populaire (París 1976).
(Dirección: 74, rué de Sévres F-75007 París, Francia). Nació en Nantes (Francia) en 1926 y se ordenó sacerdote en 1953. Estu-
dió en Leysse (Francia), en la Universidad de Friburgo (Suiza), en las Facul-
tades de Le Soulchoir y en la Escuela Bíblica de Jerusalén. Diplomado por
EDUARDO HOORNAERT la Escuela Bíblica y doctor en teología, enseña teología sistemática en la Fa-
cultad de Teología de Lyon y pertenece al comité de dirección de «Lumiére
Nació en Brujas (Bélgica) en 1930 y es sacerdote de la diócesis de Bru- et Vie». Entre sus publicaciones sobresalen L'Église et le progrés y Christo-
jas. Desde 1958 trabaja en Brasil. En la actualidad desarrolla tareas pastora- logie, 2 vols. (París 1972).
(Dirección: 2 Place Gailleton, F-69 Lyon 2, Francia).
JOSEPH J. SPAE

Nació en Lochristi (Bélgica) en 1913. Hizo estudios orientales en Lovaina,


Pekin, Kyoto y Nueva York, donde se doctoró en filosofía y lenguas orien-
tales. En 1961 fundó en Tokio el Instituto Oriens de Estudios Religiosos.
En la actualidad es consultor del Secretariado para los no Cristianos y co-
director del Instituto de Teología y Cultura de Chicago. Entre sus publica-
ciones destacan Itb Jinsai (Peking 1948, Nueva York 1968); Christian
Corridors to Japan (Tokio 1968); Japanese Religiosity (Tokio 1971); Shinto
Man (Tokio 1972).
(Dirección: Geldmuntstraat 32, B-8000 Brugge, Bélgica).

FERNANDO URBINA

Nació en Murcia (España) en 1923 y se ordenó sacerdote en 1950. Es-


tudió en el Seminario de Madrid y en la Facultad de Teología de Granada.
Fue superior del Seminario Hispanoamericano de Madrid y consiliario de
Acción Católica. Ha dirigido numerosas tandas de ejercicios en España, Por-
tugal, Francia y Latinoamérica. Tras haber enseñado teología espiritual y pas-
toral en la Facultad de Teología de Granada y en la Universidad de Comillas,
en la actualidad es profesor de teología fundamental en el Seminario de
Madrid y director de la revista «Pastoral Misionera». Entre sus publicacio-
nes mencionaremos ha Persona humana en san Juan de la Cruz; Violencia
en el mundo y violencia en la Iglesia; Sacerdotes: crisis y construcción; con
un equipo de investigadores ha publicado Iglesia y sociedad civil en España:
1936-1975.
(Dirección: Ortega y Gasset, 6, Madrid-6, España).

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