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CONCILIUM

Revista internacional de Teología


CONCILIUM
Diez números al año, dedicados cada uno de ellos Revista internacional de Teología
a una disciplina teológica: Dogma, Liturgia, Pastoral,
Ecumenismo, Moral, Cuestiones Fronterizas, Histo-
ria de la Iglesia, Derecho Canónico, Espiritualidad
y Sagrada Escritura.

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CONTENIDO DE ESTE NUMERO
ESPIRITUALIDAD
J.-C. Sagne: La oración, invocación de la pre-
sencia invisible y silenciosa del Padre 319
M. de Goedt: La intercesión del Espíritu en
LA ORACIÓN
la oración cristiana 330
P. Jacquemont: ¿Es la acción una oración? ... 343
L. Boros: Presupuestos de la oración cristiana. 357
B. Besrct: La oración: polifonía de expresiones. 369
J. Bommer: ¿Tienen todavía sentido la ora-
ción de súplica y de intercesión? 379

noi.r.TiNus
J. M. Ford: Catolicismo pentecosial 392
A.-M. Besnard: Influencia de los métodos de
meditación asiáticos 398
J. Beaude: Mística y poesía en el siglo XVII. 404
B. Borchert: El «Movimiento de Jesús» 410
G. Bessiére: ¿Oran los revolucionarios? Testi-
monios de América del Sur 415

DOCUMENTACIÓN CONCILIUM

P.-R. Cren: La flauta de Krishna 420

MADRID
1972
Director y editor de la edición española:
P. JOSÉ MUÑOZ SENDINO
/
No podrá reproducirse ningún artículo de
esta revista, o extracto del mismo, en nin- COMITÉ DE DIRECCIÓN
gún procedimiento de impresión (fotocopia,
microfilm, etc.), sin previa autorización de Giuseppe Alberigo Bolonia-Italia
la Fundación Concilium, Nimega, Holanda. William Bassett Washington D. C.-EE. UU.
Theo Beemer Nimega-Holanda
Franz Bockle Róttgen/Bonn-Alemania Occ.
Werner Brbker Bonn-Alemania Occ.
Christian Duquoc OP Lyon-Francia
Claude Geffré OP París-Francia
Norbert Greinacher Tubinga-Alemania Occ.
Helmut Hucke Neu-I senburg-Alemania
Peter Huizing sj Nimega-Holanda
Bas van Iersel Nimega-Holanda
Walter Kasper Tubinga-Alemania Occ.
Hans Küng Tubinga-Alemania Occ.
Johannes-Baptist Metz Münster-Alemania Occ.
Aloís Müller Friburgo-Suiza
Roland Murphy o. CARM. Durham/N. C.-EE. UU.
Willi Oelmüller Münster-Alemania Occ.
David Power o MI Roma-Italia
Edward Schillebeeckx OP Nimega-Holanda
Hermán Schmidt sj Roma-Italia
Antón Weiler Nimega-Holanda

CONSEJEROS

Juan Alfaro sj Roma-Italia


Marie-Dominique Chenu OP París-Francia
Yves Congar OP Le Saulchoir/Etiolles-Francia
Andrew Greeley Chicago-EE. UU.
Rene Laurentin París-Francia
Karl Rahner sj Münster-Alemania Occ.
Roberto Tucci sj Roma-Italia

SECRETARIADO GENERAL

Arksteestraat, 3-5, Nimega (Holanda)

Depósito legal: M. 1.399.—1965


COMITÉ DE REDACCIÓN DE ESTE NUMERO PRESENTACIÓN

Directores: Orar no es una actividad común. La oración ya no se cuenta


Christian Duquoc op Lyon-Francia entre las actitudes sociales reconocidas y aceptadas por la gran
Claude Geffré OP París-Francia mayoría. Orar es hoy una acción original que engendra una dife-
rencia. Los mismos creyentes encuentran difícil captar la razón de
Miembros: este acto: les repugna ser diferentes. Sus prácticas de culto evolu-
cionan bajo la presión de la opinión pública.
Hans Urs von Balthasar Basilea-Suiza
Maurice Bellet París-Francia Antes el culto católico incluía ciertas manifestaciones popula-
Albert-Marie Besnard OP París-Francia res. Los creyentes suplicaban a Dios que les librara de las tempes-
Ladislaus Boros sj Zurich-Suiza tades y que bendijera las cosechas. Estas formas de oración están
Johannes Bours Münster-Alemania Occ.
Bernard Bro OP París-Francia a punto de desaparecer. Unos las acusan de empañar la pureza de
Pietro Brugnoli OP Roma-Italia la fe, sospechando que son una concesión a la magia. Otros las tie-
Cario Carozzo Genova-Italia nen por ineficaces para mover al hombre de nuestro tiempo, pues
Michel de Certeau sj París-Francia
Paul Duployé OP Estrasburgo-Francia resultan incomprensibles para nuestra mentalidad. Nadie se imagi-
Juan Esquerda Bifet Lérida-España na ya a Dios interviniendo en el curso de las cosas.
Antonin van Galen o. CARM. Aalsmeer-Holanda
Michel de Goedt OCD Jerusalén-Israel Este retroceso de la plegaria de petición no es general, se po-
Gustavo Gutiérrez Merino Lima-Perú dría objetar. La liturgia oficial prevé una plegaria litánica en la
Henricus Hendrikx OSA Nimega-Holanda celebración eucarística: la plegaria universal cuyo objeto es formu-
Marcel Henry OP París-Francia
Hoáng-sy-Quy sj Saigón-Vietnam lar ciertas peticiones. La comunidad presenta a Dios sus deseos o
Patrick Jacquemont OP Le Saulchoir/Etiolles-Francia sus preocupaciones, enumera las necesidades y las miserias de nues-
Eugene Kennedy Glenn Ellyn/IU.-EE. UU. tra época. La guerra del Vietnam, el subdesarrollo, la amenaza del
Ernest Larkin o. CARM. Barrington-EE. UU.
Jean Leclercq OSB Clervaux-Luxemburgo paro van a la par con las peticiones espirituales. El creciente nú-
José Moran OSA Valladolid-España mero de nuestras angustias, de las injusticias, crímenes y conflagra-
Jan Peters OCD Smakt/Venray-Holanda
Federico Ruiz Salvador OCD Roma-Italia
ciones se escalona en las plegarias oficiales. La plegaria de petición,
Charles Schleck esc Roma-Italia por consiguiente, está muy difundida. Sin embargo, la forma que
Jean-Francois Six París-Francia se le ha dado, por no decir nada de su misma existencia, irrita a
Josef Südbrack sj Munich-Alemania Occ.
Frits Tillmans OCD Anistcrdam-Holanda muchos cristianos. Esta plegaria les parece hipócrita si no va aso-
James Walsh sy Oíd Windsor-Tnglaterra ciada a una lucha política o sindical para hacer efectivas las peti-
Friedrich Wulf sj Munich-Alemania Occ. ciones expresadas. Otros la juzgan infantil, pues se presta a imagi-
nar a Dios como el reparador de nuestras deficiencias sociales. Hay
una crisis que se expresa en preguntas abruptas, como «¿para qué
sirve la oración?». Pero lo curioso es que esta crisis no impulsa
314 Presentación Presentación 315

hacia la indiferencia con respecto a la oración, sino a prestarle ma- ción es el grito lanzado al cielo, grito que arrancan en la presencia
yor atención. de Dios nuestros conflictos, nuestras contradicciones, nuestras de-
Esta crisis, al parecer, está provocada por el dominio científico bilidades, nuestros sufrimientos para que se realice finalmente la
y técnico de la naturaleza. Ciencia y técnica disponen a otra mane- promesa. Este grito no quedará sin respuesta. Juan nos asegura:
ra de entender la oración. Ya no se recurre a Dios para obtener de «Oí una voz clamar desde el trono: he aquí la morada de Dios
él un aumento de nuestras capacidades o buscando protección con- con los hombres; él tendrá su morada entre ellos; ellos serán su
tra las amenazas de la naturaleza. Dios no es el sustitutivo de pueblo, y Dios estará con ellos, será su Dios. El enjugará toda lá-
nuestra incuria política o social, no es el reparador de nuestras grima de sus ojos, y ya no habrá muerte; ni llanto ni grito ni do-
negligencias. El creyente apenas se atreve a exigir ser escuchado lor habrá ya, porque el mundo viejo ha pasado» (Ap 21,3-4).
en sus demandas de bienes materiales. La oración, incluso cuando Aún no habitamos en el reino, y de ello da fe nuestra petición.
incluye una petición concreta, es algo más que esta petición. Equi- Pero tenemos que hacernos hijos de Dios. La plegaria de petición
vale al reconocimiento de que no somos espontáneamente ciuda- no sólo da fe de que vivimos todavía lejos del reino, sino de que
danos del reino prometido por Jesús, de que aún no somos verda- aún no somos plenamente hijos. Oigamos de nuevo la plegaria de
deros hijos de Dios. La plegaria de petición, por consiguiente, no Jesús en Getsemaní: «Padre, si tú quieres, ¡aleja de mí este cáliz!
significa necesariamente que el creyente se imagine a Dios como Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Le 22,42). Jesús
el dador generoso que enjuga sus deudas contraídas por torpeza lanza su clamor al Padre; sabe lo que cuesta que aún no vivamos
o la energía que suple nuestra debilidad. Lo que expresa, a veces en el reino, pero su clamor es una invocación filial dirigida al Padre.
con poca habilidad, las más de ellas ingenuamente, con ocasión de Ora como hijo: no mi voluntad, sino la tuya.
dificultades concretas provocadas por el alejamiento del ser ama- No resulta fácil hacer comprender bien esta plegaria. Hacer la
do, los riesgos económicos, la escasez de las cosechas, la inseguri- voluntad de Dios es una expresión muy deteriorada, cuya función
dad de los caminos, las guerras siempre renovadas, los sentimientos represiva resulta demasiado evidente como para que no nos irrite.
dolorosos, la soledad, la muerte de seres queridos..., es que no En el lenguaje de la piedad común suena especialmente ambigua.
vivimos aún en el reino en que la protección y el amor de Dios son Se imagina en seguida un dictado de Dios al que habría de some-
cosas evidentes. Se nos prometieron en Jesús, pero permanecen terse; hace pensar en una prohibición, en un plan preestablecido,
ocultos. La plegaria de petición es el grito que arranca a los creyen- en un proyecto fijo. Por otra parte, no se sabe dónde leer esta ley,
tes la tardanza de los efectos de la promesa y lo largo de la espera. cómo seguir este plan, dónde discernir este proyecto. Se han pro-
Así, el grito que acompaña a toda petición está provocado por la puesto algunos medios: hace poco fueron los signos de los tiempos;
conciencia de que el mal no cesa de actuar y que el último enemigo antes, más ingenuamente, era la autoridad eclesiástica. Haciendo
por vencer, la muerte, todavía cuenta con todo su vigor. voto de obediencia en una congregación religiosa quedaba asegu-
Los profetas del Antiguo Testamento gritaron de impaciencia rada una clave sencilla para conocer la voluntad divina. Posturas
por ver cumplida la promesa. Los creyentes de la antigua alianza todas ellas más o menos desdichadas desde el punto de vista de la
expresaron sus esperanzas o su cansancio, su rebeldía o su confor- expresión. Hacen jugar a la voluntad de Dios un cometido que
midad. Jesús gritó a Dios en su prueba: «Padre, si tú lo quieres, oculta su significado original. Dios quiere nuestra liberación, y esta
¡aleja de mí este cáliz!» (Le 22,42). No exigió un milagro ni ace- voluntad no puede separarse de su designio de hacernos hijos suyos.
leró por impaciencia la venida del reino. Deseó con gran deseo En el episodio de Getsemaní, Jesús pide a Dios que aparte la
esta venida, y el Nuevo Testamento atestigua que la comunidad angustia que le acomete, pero añade: «No se haga mi voluntad,
primitiva hizo lo mismo: «¡Sí, ven, Señor Jesús!» (Ap 22,20). sino la tuya». El reino aún no ha llegado, y es justo que Jesús cla-
Nosotros no somos aún habitantes del reino; la plegaria de peti- me ante Dios. Pero es igualmente justo que el reino no venga a la
LA ORACIÓN,
INVOCACIÓN DE LA PRESENCIA INVISIBLE
Y SILENCIOSA DEL PADRE

La oración, por el hecho de ser el acto de fe como búsqueda de


Dios, tiene un significado humano emparentado con el de la rela-
ción intersubjetiva de la palabra. Dos características, sin embargo,
la distinguen del diálogo interhumano común. En primer lugar, la
oración revela al creyente la paternidad de Dios e instaura un lazo
original, puesto que el hombre se reconoce dependiente de aquel
que es puro don de sí y origen absoluto de todo. Entre el hombre
y Dios no se dan semejanzas de situación ni reciprocidad total. Por
otra parte, el diálogo de la oración se desenvuelve aparentemente
en el silencio de la noche o en la soledad del desierto. El destinata-
rio de la palabra permanece invisible y silencioso. Estas dos carac-
terísticas se explican mutuamente: precisamente porque Dios es
Padre, se revela en el silencio y en la noche.
La oración encierra en esta originalidad un sentido humano es-
pecífico. Nos muestra que el hombre descubre su identidad perso-
nal en la medida en que reconoce la alteridad del otro, lo cual se
realiza ante todo en la relación con el padre para quien se acepta
como hijo. Esta relación de revelación recíproca posee una diná-
mica que lleva del conocimiento de sí mismo a la aceptación de sí
y al reconocimiento del otro. Trataremos de reflexionar sobre este
proceso comparándolo a la cura psicoanalítica, en la que el paciente
tiende a la búsqueda de la verdadera imagen de su padre y de su
identidad de hijo, con el único instrumento de la palabra dirigida
a un psicoanalista silencioso retirado de su campo visual.

I. EL CONOCIMIENTO DE SI

La segmentación de la vida social hace más urgente la necesi-


dad de reunificar la vida personal mediante el recogimiento en sí,
320 J.-C. Sagne
"La oración, invocación del Padre 321
concentración de todo el ser, que pone provisionalmente fin a una
o imaginario, la palabra no puede ser reconciliadora; se limitará a
dispersión en la multiplicidad de relaciones y funciones.
ser una meditación sobre sí que afina la imagen consciente de sí
Esta reunificación de sí no puede llevarse a cabo ni en la acción
mismo sin modificar lo más mínimo el conflicto latente. La unifi-
ni en el discurso meramente intelectual. Propio de toda acción en-
cación de sí exige un distanciamiento y una libertad frente al deseo
caminada al cumplimiento de una función exterior es la inclusión
que no pueden conseguirse sin una total y confiada entrega de sí
de un aspecto defensivo: actuando evitamos un encuentro más in-
al otro, entrega que se realiza plenamente en el acto de la palabra
mediato con el otro y nos protegemos contra nuestro deseo me-
a otro como en la promesa de fidelidad indefectible en el sacramen-
diante la huida hacia adelante. Por tanto, nos resulta imposible
to del matrimonio o en la profesión religiosa.
rehacer la unidad de nuestra personalidad medíante el trabajo.
Tampoco podríamos lograrlo mediante la búsqueda de nosotros Esta perspectiva parece ser el horizonte natural del diálogo en
mismos sobre una base teórica y abstracta que consista en la pura el amor humano. Pero ¿qué decir de la palabra pronunciada en la
confrontación racional con escritos o doctrinas. Este conocimiento oración, cuando el otro permanece silencioso e invisible en vez de
intelectual de sí no nos permite superar la diversidad de nuestros proporcionar signos tangibles de reciprocidad? En este punto se
deseos contradictorios ni solucionar nuestro conflicto inconsciente. inserta nuestro razonamiento partiendo del caso relativamente com-
parable de la cura analítica.
La reunificación sólo puede realizarse mediante un esfuerzo
El silencio y el apartamiento del analista fuera del campo vi-
sobre sí en el plano del deseo y del amor. La fuente más profunda
sual es lo que requiere del paciente y le dispone a asociar libre-
de nuestra dispersión brota de nuestro deseo. Por ello, un esfuerzo
mente. La situación de la cura analítica es una posibilidad absolu-
sobre nuestro deseo es capaz de reunificarnos. No bastan el descu-
tamente única sin comparación con ninguna otra relación social.
brimiento y la exégesis de nuestros deseos mediante la conciencia.
Desde el momento en que el otro me responde con gestos o pala-
Hay que admitir afectivamente la existencia de nuestros deseos y
bras, o leo sus reacciones en la cara, me es imposible asociar libre-
dejarlos aflorar a la conciencia clara. Es necesario, además, descu-
mente las imágenes o pensamientos sin interrumpirlos o desviarlos;
brir y establecer un compromiso psíquico mejor. De este modo, la
se me impone obligatoriamente la selección de lo que podría
síntesis de la personalidad se enriquece con un conocimiento prác-
venirme a la mente, puesto que me dejo guiar por el deseo que
tico a modo de consentimiento y de presencia afectiva a sí mismo.
adivino en el otro a través de lo que él me muestra. El simple he-
Esta tarea espiritual reconciliadora no se produce más que en cho de ver al otro en una charla cara a cara es ya una molestia,
el acto de la palabra. La palabra posee de por sí poder de reconci- puesto que no podré decir todo lo que pienso por temor a su mi-
liación. Naturalmente para esto es necesaria una palabra donde el rada, que reforzará la autoacusación de mi super-yo. El analista
sujeto se revele enteramente en la entrega de sí al otro. facilita la más completa expresión verbal posible creando la ausen-
La palabra, cuando es verdadera y plena, es reconciliadora. En cia mediante su neutralidad, apartamiento y silencio. Rehusando
sí misma es ya afectividad e inteligencia, presencia a sí y significa- el premio de amor que yo exijo de él, dejándome desvalido sin la
ción dada. Pero no se contenta con utilizar estos diferentes regis- afirmación de su estima o la comunicación de informaciones obje-
tros: los unifica todos. Más que simple expresión, es presencia a sí tivas, el analista me impulsa a seguir adelante y a descubrir mejor
mediante la presencia a los otros. La palabra dirigida a otro es lo mi deseo. La ausencia de lo «realizado», que cumpliría y encubriría
que nos concede existir de modo coherente y unificado. Para ello el deseo, lleva a expresarlo verbalmente. De este modo, se elabora
se requiere evidentemente que la palabra tenga realmente como psíquicamente el deseo permitiendo exhumar gradualmente los
destino al otro cuya presencia es, por lo menos, una hipótesis im- detalles de proyectos imaginarios e inconscientes en los que se agi-
plícita o una eventualidad esperada. ta como prisionero.
Si falta la orientación real hacia este otro, presente, esperado
La palabra a este otro desconcertante y poco locuaz que es el
322 J.-C. Sagne La oración, invocación del Padre 323

analista procura un conocimiento de sí que, a pesar de ser muy paciente para que éste la escuche y entienda mejor. Su única auto-
lento y parcial, constituye la única posibilidad de descifrar nuestro ridad y ambición es escuchar el discurso del paciente mediante un
inconsciente con seriedad. discernimiento adquirido y un deseo más elaborado. Mediante las
Podríamos forzar hasta el límite la situación de la cura. Dado interpretaciones dadas, el paciente, escuchando su palabra procla-
que el analista facilita el conocimiento de sí mediante su silencio mada en alta voz y con claridad por sí mismo o por el analista,
y ausencia, aunque relativos, su simple y completa desaparición, descubre lo que «quiere decir» y, por tanto, lo que quiere ser:
¿no procuraría al paciente la libertad total? Caemos en el absur- vuelve a sí mismo por la palabra del otro, que le devuelve su
do, y esto ilumina retrospectivamente los mecanismos de la tera- palabra de modo más inteligible y liberado.
pia. Hablarse a sí mismo, solo, en una habitación vacía, sería un Pasando ahora de esta experiencia analítica al diálogo de la
monólogo puramente repetitivo, inevolutivo y alienante. La palabra oración encontramos en él, entre los elementos positivos, la libertad
encierra al sujeto en el círculo de su imaginación si falta la referen- de asociar pensamientos y la libertad de expresar el deseo. El silen-
cia real al otro. La imagen del otro, en este caso, es sólo el reflejo cio total y la ausencia completa del otro, a nivel de apariencias,
proyectivo del deseo y de la agresividad impreso en un ángulo de parece garantizar incluso mejor esta libertad. Pero esto es lo que
la estructura psíquica del sujeto, que cree hablar al otro, cuando lo constituye el reverso de la situación de la oración. Hablar a este
único que hace es hablar de sí a sí mismo solo. ausente sin escuchar su respuesta y sin ni siquiera esperarla puede
No es la ausencia del otro lo que libera la expresión y hace ser un refugio narcisista para evitar el enfrentamiento con la reali-
dinámica la palabra, sino la presencia del otro cuando asume la dad y con otro creando la ilusión de tratar con alguien, cuando en
fuerza de una llamada gracias a su apartamiento y silencio. El dis- realidad se está creando en todos los aspectos un compañero ima-
tanciamiento frente a mí de lo que en realidad tengo muy presente ginario que no es sino el doble idealizado de sí mismo. Para no
adquiere valor de estímulo para el deseo. No se trata de jugar al rebelarse en esta misma línea contra los trucos de nuestras imáge-
escondite de la seducción, sino de suprimir un punto de apoyo nes y palabras, Dios se convierte para nosotros en el producto de
para liberar en el otro su capacidad de marchar solo y de cargar nuestro deseo, que hace que le proyectemos identificándole con
con su vida con plena responsabilidad. La distancia se presenta en nuestro ideal del yo, o con el producto de nuestra agresividad, que
este caso como un espacio que hay que explorar y conquistar. le identifica con nuestro super-yo.
La presencia del analista es necesaria y dinámica; las ambigüe- Así, el ejercicio mismo de la oración como palabra de Dios
dades y trucos del paciente nos dan la prueba a contrario porque corre paradójicamente el riesgo de convertirse en obstáculo para
proceden precisamente de su tendencia a deshacerse de la presencia el encuentro con el Dios vivo y verdadero y para la acogida de su
de este otro, que no ve y al que no quiere escuchar, para reducirle palabra activa. El orante puede desarrollar, sin saberlo, una especie
prácticamente a pura ausencia. De este modo, el analista remite al de ateísmo espiritual en el que las representaciones de Dios y los
paciente a la confrontación con su narcisismo, ilustrado por los modos de oración, demasiado penetrados por lo imaginario, se eri-
mecanismos de prevención contra otro. El paciente se vale de todo jan en barreras contra la presencia de Dios y en impedimentos de
para poner pantalla entre él y el analista, incluso la palabra misma su libre intervención. Incluso la palabra de la oración, rebajada a
que le dirige para ocultarse y enredar la palabra del otro. simple ruido, entorpece la palabra de Dios, que se percibe única-
La presencia insuprimible del analista aporta precisamente los mente en el silencio. El hecho de creerse en comunicación íntima
correctivos para esta desviación demasiado fácil, pues, en realidad, y privilegiada con un ser perfecto que nos ofrece su amor y su es-
siempre se le habla aun cuando no se le hable más que de sí. Aún tima puede llegar incluso a encubrir nuestras imperfecciones y defi-
más que mera presencia, el analista vuelve a la realidad con pocas ciencias, convirtiéndose en seguridad narcisista. Nos privamos de la
palabras, en las que se limita a repetir a su modo la palabra del comprobación de nuestra debilidad y fracasos, que nos permitiría
324 J.-C. Sagne La oración, invocación del Padre 325

abrir la puerta de nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo. norma más específica. Cuanto más hablo al otro divino, mejor me
El conocimiento de sí se convierte entonces en un avispero de ilu- doy cuenta de que verdaderamente no le hablo a él ni le cono2co.
siones y oculta una integración meramente parcial de la persona- Teniendo una conciencia más afinada de mi deseo, de mi verdadera
lidad, basada en el desconocimiento o la mutilación de los impulsos condición, de mis vivencias espirituales, y aceptando con la fe el
que el yo teme. designio de Dios, adquiero un conocimiento negativo de Dios que
me le hace más transparente. Presiento progresivamente que es
El mero ejercicio de la oración no puede superar completamen-
diferente de mi deseo y que no le agotan ni circunscriben mis ideas,
te estas ambigüedades espirituales. De nada serviría tomar pretexto
mis imágenes o mi comportamiento. El sentimiento de la distancia
de ello para dejar de rezar, esperando que se restablezca, como por
que pone a Dios más allá de mis representaciones y afectos, aumen-
ensalmo, la comunicación auténtica con Dios. Esto sería ocultar
tado constantemente por la maduración en la oración, impulsa a
bajo racionalizaciones el deseo de abandonar la oración. El enun-
desear y a buscar con mayor empeño la presencia de Dios, que
ciado de nuestra crítica pretende sencillamente mostrar la necesi-
trasciende la palabra. Llego a amarle como es, por lo que es, no
dad y el valor de esfuerzo de reinvención espiritual. La verdad de
con un deseo inquieto y devorador de su objeto, sino con una es-
una relación intersubjetiva no es nunca un dato inicial y ya com-
pera confiante y humilde en su libre llegada a su hora.
pleto, sino el término hacia el que tiende el esfuerzo de autentifi-
cación, como hacia su horizonte alcanzado y, por esto mismo, di- Ya no considero indiferencia la no respuesta de Dios a mi pe-
namizante. tición, sino signo de su libertad y de su gratuidad. Su no interven-
ción no revela debilidad ni complicidad, sino paciencia y pedagogía.
La relación del hombre con Dios en la oración no constituye
Su silencio no es un mutismo hueco, sino ofrecimiento discreto de
una excepción a la necesidad de este esfuerzo para producir y per-
una palabra única y plena a la que Dios no debe añadir nada para
feccionar constantemente la verdad del diálogo. Este esfuerzo debe
nuestro personal uso, habiéndose dicho en ella completamente de
realizarse normalmente entre dos, e incluso con la ayuda de un tes-
una vez para siempre. Me corresponde a mí abrir el libro que con-
tigo ajeno que represente el papel de revelador y presente la rea-
tiene esta palabra y recibir el testimonio vivo de la Iglesia, que
lidad. Es evidente que en este esfuerzo concreto de autentificación
descubre su impacto salvador en los acontecimientos. Mi deber es
la ruptura con el otro dificulte gravemente la reconquista de la
escuchar esta palabra en el hoy de Dios, apropiármela mediante una
verdad, lejos de facilitarla, porque la permanencia del conflicto con
interiorización e insertar en ella mi palabra personal para anclarla
el otro mediante la ausencia mantiene los efectos de la agresividad
en la realidad más existencial de todas.
y de lo imaginario. Si el lenguaje es fuente de malentendidos, po-
demos considerar que la zorra habría acertado manifestando al El ejercicio perseverante de la oración nos revela cada vez con
principito los equívocos del silencio, más graves aún, puesto que mayor claridad la alteridad de Dios, que irrumpe especialmente
nada sirve de ayuda en la interioridad del silencio. Por el contrario, durante las crisis y los conflictos que enfrentan nuestro deseo de
la búsqueda paciente del diálogo verbal capacita para superar pro- felicidad y de vida con el deseo de Dios. Dios no necesita en este
gresivamente los espejismos seductores e inquietantes de lo imagi- caso decirnos una palabra diversa del misterio de Jesús para devol-
nario mediante una confrontación liberadora con la realidad. vernos la imagen de nuestro deseo en los acontecimientos y encuen-
tros. La santidad de Dios, como perfección de su amor y plenitud
De todos modos, la oración no dispensa de vivir y trabajar con
irrevocable de su misericordia sin arrepentimientos, es espejo para
el fin de encontrar en las obras y en los lazos electivos la materia
nosotros. Dios no nos mira desde el exterior para premiarnos o
o el tema de una ofrenda verdadera, lo mismo que el psicoanálisis
condenarnos. Le basta con ser lo que es e indicarnos su amor para
necesita otras relaciones vividas sin las cuales no hay nada que ana-
revelarnos lo que deseamos y lo que somos.
lizar. Pero si recibe una autentificación por el ejercicio del amor
fraterno en la vida, la oración en sí misma dispone además de una La presencia de Dios, descubierta a través del mensaje revelado
21
326 J.-C. Sagne
La oración, invocación del Padre 327
y los acontecimientos vividos, convierte la oración en el lugar del
conocimiento de nosotros mismos por la manifestación de nuestro y cuando no se niega el derecho a la existencia a los propíos im-
deseo. La cura analítica nos ha proporcionado una comparación pulsos, puede lograrse la integración completa de la personalidad
cuyos límites hemos de determinar. El analista no es el testigo mediante una orientación positiva y purificadora. Se sigue una po-
autorizado de ninguna exigencia ética ni de ninguna verdad espi- sibilidad de identificación superior con otro y, en primer lugar,
ritual. No tiene por qué hablar en nombre propio. Su función es con las imágenes parentales, lo cual estabiliza una legítima satis-
escuchar, repetir la palabra del otro, del paciente, lo cual es el facción de sí. El sujeto se siente más seguro y autónomo, más apto
mejor medio para llevar al paciente a purificar su deseo de las di- para tomar decisiones y para soportar la dependencia que compor-
vagaciones de lo imaginario, pero no prejuzga el modo con que el tan las relaciones afectivas con otro. Cuanto más completa es la
paciente tratará en lo sucesivo su deseo para satisfacerlo o subli- aceptación de sí, menos se teme como una amenaza la presencia
marlo. La palabra de Dios posee un contenido original positivo que del otro. Esto supone la aceptación de la propia pobreza y finitud,
descubre la realidad más auténtica y constituye la ley más íntima las limitaciones y la muerte. Esa es la condición para la libertad
de nuestro desarrollo. No sólo presenta una exigencia ante nuestro afectiva. Apegarse a la identidad real propia sin engaños y, por
deseo, sino que actúa en lo íntimo de nuestro deseo para criticarlo tanto, sin angustia dispone a la acogida del otro.
desde el interior y abrirlo internamente a esta exigencia. El psico- La aceptación de sí se consigue sólo por la palabra al otro y la
terapeuta no es un extraño mientras se limita a devolver al pacien- palabra del otro. En la cura analítica esta aceptación exige que se
te a su propio deseo sin introducir elementos externos de cualquier diga todo, incluso los sentimientos negativos y agresivos. Uno se
orden que sean. El Espíritu Santo no nos santifica desde fuera de acepta en la medida en que consigue expresar aun lo más penoso
nosotros mismos, puesto que es la fuente de nuestra identidad. para sí y, por tanto, lo más recóndito. Insistir demasiado en este
Sencillamente prosigue su acción creadora educando nuestro cora- aspecto podría suponer el peligro de complacerse en un exhibicio-
zón en la oración para revelarnos mejor nuestro fin y enderezarnos nismo perverso o en una autodepreciación depresiva. Pero la in-
mejor hacia él. sistencia electiva sobre los aspectos desvalorizantes o inmaduros
de la personalidad ocultan una agresividad violenta contra el tera-
peuta, tendiendo a desafiarlo o a anonadarse ante él. Son estrategias
II. LA ACEPTACIÓN DE SI
diversas para seducirle y encadenarle en nuestro juego. La toma de
Y EL RECONOCIMIENTO DEL OTRO conciencia de esta ambigüedad debe dirigir la aceptación de sí hacia
la verdad y la alegría.
1. La aceptación de sí
La oración lleva a la aceptación de sí al permitir la expresión
y la exploración del propio deseo. Prueba de ello es el sentimiento
El reconocimiento de sí que proporciona la oración no consti-
de paz que a menudo produce la oración. Pero el crecimiento de las
tuye un inventario estático, sino que es más bien un factor de
exigencias del ideal del yo o de las prohibiciones del super-yo, por
cambio. Acompaña una reunificación espiritual mediante la cual
la caución que se exige a Dios, puede acentuar con exceso la crítica
admitimos la existencia de todo lo que hay en nosotros. El conoci-
de sí. El escrúpulo y la duda son fuentes abundantes de narcisismo
miento de sí exige y permite la aceptación. No se trata de aprobar
y agresividad y reducen el aprecio del amor de Dios al hombre. La
todo lo que somos ni de resignarnos a ello. Aceptarse es buscar
meditación de la misericordia divina parece contraponerse de por
más lucidez, tener una prudente estima de sí mismo y conformarse.
sí a la tentación de rebajarse a sí mismo. El valor original de la
Precisamente esta forma de aceptación de sí mismo se revela como
oración, desde el punto de vista del análisis, reside en esta afirma-
el factor más decisivo de cambio de la personalidad. En verdad, en
ción positiva del amor de Dios, que, proporcionando una seguridad
la medida en que no se tiene miedo a sí mismo o al inconsciente,
real, facilita la aceptación de sí mismo.
La oración, invocación del Padre 329

otro como en el vacío y en negativo. Por eso el otro se revela como


2. El reconocimiento del otro diferente del deseo en su primera inclinación. Confrontado con un
personaje que le trasciende, el deseo se ve empujado a abandonar
La aceptación de sí tiene un correlativo: el reconocimiento del la problemática materna, que ofrece la satisfacción inmediata de la
otro. La aceptación de sí es a la vez causa y consecuencia del reco- necesidad de seguridad y amor, para acceder a un nuevo modo de
nocimiento del otro. Entre ambos existe una causalidad circular. funcionamiento basado en la distancia del objeto y en la necesidad
Reconocer al otro es admitirlo e incluso considerarlo activamente de las mediaciones sociales para obtenerla. La función del padre es
como diverso de sí, como un sujeto de libertad y de deseo que llevar el deseo a este cambio de disposición, aunque se le considere
existe por sí mismo y elige su futuro. Es querer al otro y dejar momentáneamente como un tirano que prohibe con brutalidad y
existir en su más íntima identidad y su más personal diferencia produce frustración. Pero el padre, separando al niño del objeto de
aquello por lo que se distingue tanto de otro como de mi propio su amor, la madre, y después de los sucedáneos de ésta, revela al
deseo. Reconocer al otro es hacerle activamente el don de sí mismo deseo la alteridad de lo real y la diferencia, y actúa para liberar
y revelarle su vocación original. Esto supone decirle todo lo que se el deseo del niño proponiéndole que se estructure por identificación
espera de él y, al mismo tiempo, renunciar a todo lo que de él se con él.
desea. En la perspectiva de esta función simbólica que el padre asume
El reconocimiento del otro llega hasta hacerle completamente comprenderemos el modo de la presencia ausente propio del ana-
libre de nosotros en la medida en que nosotros nos entregamos lista o de Dios. El analista, haciendo revivir en el paciente el con-
completamente a él con una entrega absoluta y confiada de nos- flicto con su padre, le ofrece la ocasión de reconciliarse con él y de
otros mismos, sin exigir ni reclamar nada. Este don de sí al otro, encontrar su identidad interiorizando la palabra paterna. Dios, sin
bajo el signo de la dependencia y del amor, agota la exigencia im- conceder más revelaciones que la dada una vez para siempre, mani-
periosa del deseo espontáneo y prepara una acogida humilde, apa- fiesta el exceso de su amor en medio de la discreción y el carácter
cible y desinteresada que tiende a convertirse en pura presencia totalizante de su presencia en su aparente ausencia. Es invisible
para la presencia del otro. porque es la fuente de toda luz, y permanece silencioso porque es
Una vez más, el terreno de la palabra es el lugar de este reco- el origen de la palabra plena en Jesús. Acogiendo esta palabra, por
nocimiento del otro, que encierra un anhelo de reciprocidad. Pero imperativo de su desarrollo, el hombre encuentra su identidad re-
el diálogo analítico como el de la oración parecen distinguirse no- conociendo al Padre y aceptándose como hijo. Para ello debe hacerse
tablemente de la forma más típica del reconocimiento mutuo, la realmente presente a la presencia invisible y silenciosa del Padre.
relación humana de amor. Si existe una reciprocidad entre el que Esta es la eficacia propia del diálogo de la oración cuando el orante
habla y el destinatario en el análisis y en la oración, esta recipro- acepta modelar su palabra sobre la palabra misma de Jesús, que miis
cidad, por muy real que sea, no aparece claramente expresada como que petición es invocación y confesión del nombre del I'adir
tal. El otro no responde a la petición de gratificación según la exi- «¡Abbá, Padre!».
gencia del deseo en la relación de amor. Se niega a repetir que sien- J.-C. SA<;NI',
te estima y aprecio y no ofrece la foto o el balance a quien se lo [Traducción: JULIO ALONSO ASENJO]
pide.
Estos dos diálogos, que se distinguen por la diferencia de con-
diciones de los interlocutores, culminan en el reconocimiento del
otro, pero según una modalidad original que se debe precisamente
a las huellas dejadas por el silencio y la ausencia. Se percibe al
La intercesión del Espíritu 331

para que podamos orar «como es debido»; otros afirman que aquí
se trata de una oratio infusa cristiana, semejante a la oración que
descubren los historiadores de las religiones como fenómeno en el
campo de sus estudios. Estas interpretaciones tienen en común
una ausencia total de fundamento en el texto. Nos parece que el
LA INTERCESIÓN DEL ESPÍRITU nuevo deseo de orar que se manifiesta hoy día entre los cristianos,
EN LA ORACIÓN CRISTIANA y que algunos califican de «vuelta del Espíritu», nos invita a exa-
minar el pasaje en cuestión. Tal vez la palabra de Dios que atesta
«Y de igual manera el Espíritu viene en ayuda de este pasaje nos proporcionará una luz decisiva para discernir los
nuestra debilidad; pues no sabemos lo que hemos de pe- espíritus en medio de la proliferación actual de experiencias y as-
dir según la exigencia (propia de la oración); pero el Es-
píritu mismo intercede con gemidos sin palabras, y aquel
piraciones. Un texto cuyo tenor desconcierta o que parece, a prime-
que penetra los corazones sabe cuál es la aspiración del ra vista, no marchar en la línea de nuestras orientaciones presentes
Espíritu, pues intercede por los santos conforme a (el puede resultar más oportuno que este o aquel otro acomodado a
designio de) Dios» (Rom 8,26-27). nuestros gustos.

El pasaje de Rom 8,18-30 presenta muchas dificultades; no son CONTEXTO


las menores las que ofrecen a la exégesis los vv. 26-27. En aparente
contradicción con sus invitaciones y exhortaciones a la oración y Rom 7,7-25 es la respuesta a la segunda objeción que provoca
con el testimonio de su oración personal, san Pablo parece afirmar la teología de la justicia de Dios, la justicia manifestada en el Evan-
en estos versículos que no somos capaces de rezar a Dios «como es gelio para la salvación de todos, judíos y griegos. Después de mos-
debido»' y que el Espíritu suple, por decirlo así, nuestra incapa- trar que, estando muertos al pecado, no podemos permanecer en
cidad intercediendo por nosotros. Incapacidad de rezar «como es él para que aumente la gracia (6,1-7,6), san Pablo pasa a tratar
debido», intercesión del Espíritu son ideas que no se encuentran formalmente de la Ley que la argumentación de esta respuesta a la
en otros lugares de las cartas paulinas ni siquiera en el resto del primera objeción ha sacado a relucir. ¿Qué relación existe entre el
Nuevo Testamento. Es tal la singularidad de estas ideas, que mu- pecado y la Ley? El Apóstol responde que cierta ley de pecado se
chos autores tratan de limitarla o de negar su fundamento: la inca- ha servido de la «Ley de Dios» para manifestarse y matar a quien
pacidad de orar no es radical, sino parcial y temporal, y correspon- sedujo. Esta respuesta, que se aplica a los que no están en Cristo
dería a lo que los manuales llamaban antes «dificultades de la vida Jesús, pide el desarrollo de Rom 8, como la presentación de una
de oración» o «aridez en la vida de oración»; se nos da el Espíritu oposición exige que se proponga y demuestre la resolución de ésta:
la ley del espíritu de la vida nos ha liberado de la condena de la
1
La expresión «como es debido» puede originar una comprensión equivo- ley del pecado y de la muerte. Este largo desarrollo se divide en
cada del texto. Este no presenta alusión alguna al problema de saber cómo tres partes: 8,1-11: el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre
hay que rezar. Se trata de que la oración de petición corresponda a las «exi-
gencias» de su objetivo, que es la voluntad de Dios y, con precisión" aún ma-
los muertos habita en nosotros; realizamos nuestras acciones, o de-
yor, el designio de Dios (prothesis) expuesto en los vv. 28-30. En griego, la bemos realizarlas, bajo la égida de este Espíritu, que aspira a la
expresión «conforme a Dios» sugiere y precisa la expresión que traducimos vida y a la paz; 8,12-17: debemos hacer morir por el Espíritu las
por «como es debido» (literalmente, conforme a lo debido) y se explica en los obras del cuerpo si queremos recibir nuestra herencia de hijos de
versículos siguientes. Por brevedad, empleamos casi siempre la expresión Dios, coherederos de Cristo; 8,18-30: la gloria a que estamos pre-
«como es debido». Limitamos a lo indispensable las indicaciones bibliográ-
ficas.
destinados es absolutamente cierta y supera sin comparación los
332 M. de Goedt La intercesión del Espíritu 331

sufrimientos de este tiempo, entre los que gemimos en espera de la el Espíritu reza no solamente por nosotros, sino también, en cierto
redención de nuestro cuerpo. A estas consideraciones sobre la vida sentido, en nuestro lugar. «Materialmente» se presenta así la gra-
y la esperanza de quienes poseen el Espíritu de Cristo sigue una dación: gemidos de la creación, sin referencia al Espíritu; gemidos
peroración que presenta una serie de cuestiones urgentes cuyo fin de quienes ya poseen el Espíritu; gemidos, en éstos, del Espíritu
es apoyar la afirmación múltiple de que nada puede limitar la cer- solo. Por consiguiente, el adverbio que traducimos en el v. 26 por
teza de esta esperanza; Pablo termina proclamando con solemnidad «de igual manera», asume un sentido de probabilidad. Es verdad
que nada puede separarnos del amor de Dios manifestado en Cris- que hosautos2 puede en rigor significar «además»; pero este sen-
to Jesús nuestro Señor. tido es aquí poco probable. Es extraño que los exegetas se mues-
El párrafo que contiene los vv. 26-27, objeto de nuestro estu- tren poco preocupados por precisar la estructura de la comparación
dio, está mejor estructurado que los otros con los que forma el implicada en el uso de hosautos. ¿Viene el Espíritu en nuestra
cuerpo del capítulo: el v. 18, más que enunciar un tema para des- ayuda como lo hacen otros con el sentido debilitado de que viene
arrollo, presenta un teologúmeno que el resto del pasaje probará también él en nuestra ayuda? El contexto no ofrece base alguna
y justificará; w . 19-22: toda la creación gime y sufre esperando para esta interpretación. Opinamos que la expresión adverbial «de
la revelación de los hijos de Dios; vv. 23-25: también nosotros igual manera», que corresponde al adverbio griego hosautos, se
gemimos aguardando la redención de nuestro cuerpo; w . 26-27: apoya sobre el «no sólo..., sino también» del v. 23. En cuanto al
el espíritu intercede por nosotros; los vv. 28-30 constituyen la con- contenido, la relación de semejanza es como sigue: «Nosotros ge-
clusión del párrafo. mimos... Y, de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra
Las tres pequeñas unidades que hemos distinguido están unidas debilidad: gimiendo». El contraste que caracteriza la relación entre
entre sí por una gradación que se marca no sólo por la creciente las dos primeras unidades indica quizá que la segunda unidad
importancia de los sujetos (la creación, «nosotros mismos», el contiene una tensión que sólo se resuelve en la tercera. En efecto,
Espíritu), de quienes se afirma el mismo predicado o cuya acción el comienzo del v. 23 puede interpretarse en sentido explicativo,
se especifica sirviéndose del mismo predicado (gemir, gemido), sino de acuerdo, sin duda alguna, con la teología paulina: «puesto que
también por las expresiones que introducen la segunda y tercera poseemos las primicias del Espíritu (las primicias que es el Espí-
unidades. El crescendo aparece más claro entre las unidades primera ritu), gemimos aguardando la plenitud»; pero el movimiento del
y segunda: «no sólo (la creación gime), sino también nosotros, que texto sugiere más bien un sentido concesivo: «nosotros, aun pose-
tenemos las primicias del Espíritu, gemimos...». No sólo gime la yendo ya el Espíritu, gemimos todavía». El culmen del climax
creación, que fue sometida a la vanidad, no queriendo, sino por adquiere de este modo un relieve más pronunciado, y la relación
el que la sometió, sino también nosotros, que tenemos las primicias entre las unidades segunda y tercera sería también de contraste, lo
del Espíritu, que somos ya criatura nueva en Cristo, gemimos... De mismo que la relación entre la primera y la segunda: el Espíritu,
la creación, alienada, que gime «hasta el presente», al cristiano que cuya presencia en nosotros no impide nuestros gemidos, gime
con el Espíritu ha recibido la prenda de la libertad futura, la repe- también.
tición del gemido va adquiriendo más relieve por el contraste que No debe verse en la gradación que acabamos de analizar la ex-
por la intensificación. presión de una inferencia basada en el conocimiento experimental
En la gradación, la segunda unidad hace de bisagra y permite de lo que constituye el objeto de los grados primero y segundo.
apreciar el valor del adverbio que introduce la tercera unidad. Nues- La redención de nuestro cuerpo es objeto de esperanza. La espera
tros gemidos son incapaces de producir una oración «conforme a
Dios» (v. 27); es el Espíritu quien intercede por nosotros con ge- 2
Para ser rigurosamente exactos habría que analizar la locución completa
midos sin palabras. No se fuerza el texto cuando se entiende que hosautos de kai.
334 M. de Goedt La intercesión del Espíritu 335

angustiada de la creación es un motivo apocalíptico cuya función si se admite que «de igual manera», al principio del v. 26, pone
en el contexto paulino ha de sopesarse con prudencia antes de atri- en relación a «nosotros» (v. 23) y al Espíritu desde el punto de
buirle toda una escatología cósmica. San Pablo pone probablemente vista del tertium comparationis que son los gemidos, el término
la raíz de su texto en la certeza del don escatológico del Espíritu, «debilidad» concentra sobre sí la atención. Una sencilla paráfrasis
poder de salvación que Dios mantiene todavía escondido en sí nos muestra la consistencia que toma este término en nuestra hipó-
mismo con Cristo; pero este poder actúa ya en el «corazón» del tesis: y de igual manera, con gemidos, el Espíritu viene en ayuda
cristiano. Partiendo de la certeza de la esperanza de que el Espíri- de nuestra debilidad; en efecto, en la oración, donde no sabemos
tu es el «medio» de que Dios se servirá para vivificar nuestros pedir «como es debido», el Espíritu intercede por nosotros, preci-
cuerpos mortales, puede san Pablo hablar de los gemidos de los samente con gemidos. En otras palabras: si la segunda parte del
salvados con vistas a la esperanza (en el sentido objetivo de la versículo sirve de explicación a «de la misma manera», la palabra
palabra). Y, partiendo de esta misma certeza, Pablo puede emplear, «debilidad» debe recibir del contexto precedente la determinación
y lo hace con libertad soberana, el motivo apocalíptico de los dolo- exacta de su sentido.
res de parto que afligen al mundo ante la llegada de los tiempos «Debilidad» designa la situación existencial de los que están
mesiánicos o tiempos de la consumación final. La esperanza de la sometidos a los sufrimientos del tiempo presente (v. 18) y todavía
redención de nuestro cuerpo nos hace ver en qué medida este cuer- esperan que Dios «libere» sus cuerpos mortales de la «corrupción».
po mortal nos hace solidarios todavía con este mundo sometido a San Pablo emplea el término en plural o dos términos semejantes
la «vanidad» y a la «corrupción». Esta «medida» que se nos ofrece para describir los sufrimientos de la actividad apostólica. Por enci-
del estado en que todavía nos encontramos emplea imágenes cuyo ma de la situación existencial, «debilidad» designa, incluso en los
sentido no es psicológico ni cosmológico. De este modo, la matriz bautizados, la vulnerabilidad ante el pecado, el escándalo y cierta
de la gradación que estructura Rom 8,19-27 «se transparenta» en limitación interior que viene a ser una presencia anticipada de la
lo que constituye la cumbre de ésta. muerte. Para los bautizados, sin embargo, la debilidad cambia de
signo, convirtiéndose en el punto de engarce —elección escanda-
losa para los judíos y locura para los griegos— del poder de salva-
«NUESTRA DEBILIDAD» (V. 2 6 ) ción que es el Espíritu de Dios. Para el que espera, la debilidad
entendida de esta manera es el dolor que anuncia el alumbramiento
Casi todos los comentadores refieren esta expresión a nuestra de la gloria.
incapacidad de rezar a Dios «como es debido». Una construcción de Creemos que el Espíritu viene en ayuda de esta debilidad, y
tipo quiástico parece apoyar esta interpretación: a) el Espíritu viene no directa y formalmente en ayuda de la incapacidad que pesa so-
en ayuda; b) de nuestra debilidad; b') pues no sabemos lo que bre nuestro deseo de orar. Dado que esta debilidad afecta a la ora-
hemos de pedir según la exigencia (propia de la oración); a') pero ción, en la que querríamos expresar a Dios la aspiración3 a ser
el Espíritu mismo intercede con gemidos sin palabras. La segunda liberados de ella —pues también ella se encuentra sometida a la
parte del versículo explicaría la primera, invirtiendo el orden de «corrupción»—, es en la oración donde el Espíritu presta su soco-
los términos. Esta interpretación nos parece menos probable o, al rro. La reducción de esta incapacidad a una incapacidad transitoria
menos, no nos parece más probable que otra que querríamos pro- —aun precisando que todos los bautizados la experimentan- - o
poner. El quiasmo es demasiado formal en su articulación para que
3
establezca una correspondencia estricta entre los términos simétri- Phronéma designa a la vez un comportamiento y una intención, lín I'li-
cos, es decir, en el v. 26, entre definido y definición. «El Espíritu» bio (cuatro veces en Rom), el término designa el objeto de la mentr de iu|iiol
que está orientado hacia un fin preciso y que aspira a alcanzarlo. Poi lurvo-
aparece en a y en a', pero la «debilidad» aparece sólo en b. Además, dad, traducimos «aspiración».
336 M. de Goedt 337
La intercesión del Espíritu
la referencia —opuesta a cualquier verosimilitud filológica— de nones, como tal ciencia, según el testimonio de las Escrituras y del
«como es debido» a «no sabemos» desvirtúan el texto. En un pa- judaismo, es incomunicable e intraducibie. Aún más: 1 Cor 14,28
saje en que Pablo exalta la certe2a de la esperanza cristiana en me- deja poco espacio a la hipótesis de que el carisma de la glosolalia
dio de los sufrimientos del tiempo presente, la afirmación de una permite a la asamblea confesar su incapacidad de orar «conforme
incapacidad ilimitada y desligada de las condiciones o circunstancias a Dios» y, al mismo tiempo, dar gracias por la intercesión del Es-
particulares tiene un valor universal y fundamental: no somos píritu manifestada con sonidos ininteligibles. Nada hace suponer
capaces de rezar «conforme a (el designio de) Dios». Estamos ante que el hablar en lenguas revele a la asamblea una intercesión del
una incapacidad tan irreducible como permanente: es la urgencia Espíritu por los santos. Por fin, si Rom 8,27 evoca efectivamente
de la oración. Nada sugiere, además, que el Espíritu infunda en el marco comunitario del pensamiento paulino, habría que forzarlo
nosotros la oración en que Dios se complace. La debilidad alcanza excesivamente para sacar de él una referencia a la asamblea litúrgi-
aquí unos límites que van más allá del dominio en que el cristiano ca. En resumen: demostrar que el v. 26 habla de la glosolalia
puede apropiarse la exclamación de Pablo: «Cuando soy débil, en- equivale a afirmar gratuitamente, y aun en contra del tenor de
tonces soy fuerte» (2 Cor 12,10). En la oración el cristiano debe 1 Cor 14,14, que la única clave de su interpretación es ¡la gloso-
confesar: soy débil, pero el Espíritu suple mi debilidad no median- lalia!... Es interesante notar que en caso de semejantes «hallazgos»
te su fuerza, sino con gemidos. los exegetas sienten el deseo de afirmar que «los otros» no han
entendido nada del texto...
Los gemidos del Espíritu reciben la calificación de un adjetivo
LA INTERCESIÓN 0EL ESPÍRITU que puede traducirse por «sin palabras» o por «que la palabra no
puede expresar», inefable. Los exegetas que ven una referencia a
Al parecer, la interpretación que mejor une el respeto al texto la glosolalia en el v. 26 reivindican ambos sentidos: «sin palabras»
con la necesidad de explicarlo por otros textos de Pablo es la siem- podría entenderse como sonidos inarticulados, incomprensibles para
pre actual que identifica los gemidos del Espíritu con el carisma el profano, al igual que los que profieren los glosólalos, y no como
de la glosolalia. Hace algunos años, E. KásemannA volvió a dar un gemidos sin acompañamiento de palabras; «que la palabra no pue-
brillante lustre a esta interpretación, que H. R. Baltz 5 ha pro- de expresar» habría que entenderlo de un hablar en lenguas intra-
puesto recentísimamente. Sin embargo, 1 Cor 14 no sugiere esta ducibie «por exceso» —lo que no dejaría de dar que hacer a quien
identificación. El que habla en lenguas causa la impresión ante los ambicionara el puesto de carismático intérprete—, y no de algo
demás miembros de la asamblea de ser un bárbaro y no les ofrece que, aun provocando gemidos, supera la capacidad de articularlo
edificación alguna (v. 11). El carisma de intérprete, concedido al en conceptos o en palabras. Habiendo excluido el recurso a la glo-
glosólalo o a otro carismático, sí que permite a la asamblea edifi- solalia nos quedan dos sentidos posibles. Bauer prefiere el primer
carse mediante la glosolalia. Pero, si la oración del glosólalo es tra- sentido, «sin palabras», e indica que esta definición puede npoynr
ducible, se distingue necesariamente de los gemidos, de los que se en las versiones siríaca y armenia. La elección del segundo NCII
Pablo afirma que aquel que penetra los corazones sabe qué aspi- tido, para el que habría de esperarse más bien arrheta, puede npeliu
raciones manifiestan; porque la ciencia del que penetra los cora- al v. 27, que parece oponer la ciencia de Dios a la impoienc ¡u de
la palabra y del espíritu humanos, y a los textos paulinos, que luí
4
Der gottesdienstliche Schrei nach der Freiheit, artículo publicado en blan de la trascendencia de los bienes escatológicos que mnstlluypu
Apophoreta (Hom. E. Haenchen) en 1964 y recogido en FauUnhche Perspek- el objeto mismo de la aspiración del Espíritu. Sin embarco, rl v ?/
tiven (Tubinga, 1969), 211-236.
5
Heilsvertrauen und Welterfahrung - Strukturen der paulinischen Escha-
puede indicar también que Dios escucha los gemidos de! Kspfíiiu,
tologie nach Rómer 8,18-39 (Beitr. zur ev. Th. 59; Munich, 1971). que nuestra mente no puede captar precisamente poique lumun
338 M. de Goedt ha intercesión del Espíritu 339

sin palabras. Puesto que estos gemidos del Espíritu vienen no a Jeremías y de Ezequiel sobre la renovación del corazón del hombre
curar nuestra incapacidad de pedir «conforme a Dios» los bienes (Jr 31,31-34; Ez 11,14-21).
que Dios nos ofrece, sino para suplir, el adjetivo «sin palabras» Por consiguiente, la intercesión del Espíritu se presenta como
indica sin duda que la intercesión del Espíritu es completamente la ayuda de un enviado que está con nosotros y en nosotros. Sólo
distinta de nuestra oración: el Espíritu no tiene necesidad de nues- esta «condición» del Espíritu que habita en nosotros crea, para él,
tras palabras para que Dios le escuche. la posibilidad de los gemidos. Se nos ha dado el Espíritu como
arras de nuestra herencia; como tal, aspira en nosotros, es en nos-
San Pablo atribuye al Espíritu una intercesión a favor de los
otros aspiración hacía la plenitud de la gloria que Dios tiene reser-
santos. Como en el v. 34 de nuestro capítulo se dice que Cristo
vada para los que él ama. Sólo él puede interceder «conforme a
«está a la derecha de Dios, intercediendo por nosotros», asoma la
Dios», según el designio que Dios tiene de hacer semejantes a su
tentación de recurrir a la figura del Paráclito cuyos rasgos se aplican Hijo muchos hermanos. «Sabemos» que, para los que aman a Dios,
en los escritos joánicos lo mismo a Cristo que al Espíritu. La tradi- todas las cosas y, sobre todo, los sufrimientos de este tiempo «pro-
ción del Paráclito que ayuda, representa, intercede —hay que eli- ducen» un peso incomparable de gloria (2 Cor 4,17). Lo sabemos,
minar del Nuevo Testamento el sentido de consolador y defensor, lo creemos, y esta «sabiduría» y esta fe animan nuestra esperanza.
a excepción quizá de esta última significación en 1 Jn 2 , 1 — estaría Pero ¿cómo la oración de un ser todavía «débil» puede compararse
presente en el pasaje que nos ocupa. Hay que notar, sin embargo, con la gloria que ha de eliminar toda debilidad? El poder de salva-
que este pasaje, en el estado actual de nuestras fuentes, es el único ción actúa en nuestra debilidad y por ella; pero no puede producir
lugar que trata de los gemidos del Paráclito, en caso de que pudie- en ella, sin sacarla del tiempo presente, una aspiración proporcio-
ran identificarse Espíritu y Paráclito en estos versículos. Dado que nada a la salvación. El Espíritu gime en nosotros no porque desee
el intercesor es una figura celeste (Rom 8,34; cf. Heb 7,25), hay vernos liberados de los sufrimientos del tiempo presente, sino por-
exegetas que piensan que la intercesión de los vv. 26-27 constituye que éstos prueban que la gloria está ya cercana y le proporcionan
un «acontecimiento» celeste, apocalíptico (O. Michel 6 ), de media- el medio para introducirnos en los dolores que preceden el alum-
ción sacerdotal (J. Schneider 7 ). Nos parece, sin embargo, que estos bramiento de la gloria, para convertirse él mismo en nosotros en
exegetas descuidan un dato importante de nuestro texto: Dios, que dolor anunciador de la gloria.
sabe cuál es la aspiración del Espíritu, recibe el apelativo de escu- Añadimos, para concluir estas notas exegéticas, que el Espíritu
driñador de corazones. Se trata, sin duda, de un apelativo; pero no intercede por «los santos», es decir, la comunidad cristiana, con-
es tan fijo como para que sus elementos hayan perdido el valor gregada o no para las celebraciones litúrgicas. La oración cristiana,
semántico propio. Disponemos, pues, de una base para afirmar que sobre todo cuando es aspiración a la salvación —y en el fondo lo
Dios penetra y sondea la aspiración del Espíritu en el corazón de es siempre—, es una oración que brota del corazón de la comuni-
los bautizados. Recordemos que nuestros «corazones» han recibido dad, la atañe y expresa y estrecha la unidad de su esperanza. Esta
el don del Espíritu (Rom 5,5) y el don del Espíritu como arras oración es confesión de incapacidad para orar conforme al agrado
(2 Cor 1,22), y que el Espíritu ha sido enviado a nuestros «cora- de Dios y seguridad de que el Espíritu, que nos ha sido dado, in-
zones» (Gal 4,6). El origen de esta concepción del corazón como tercede por nosotros personificando nuestra aspiración a la gloria,
lugar de la acción divina se encuentra en las grandes profecías de donde entraremos en posesión de la misma herencia.

6
Der Brief an die Romer (Krit.-exeg. Komm. über das NT 4; Gotinga,
4
1966), 208.
' Stenazó..., en Theol. Wórt. zum NT, 7, 602, n. 12.
La intercesión del Espíritu 341

este Espíritu «reclama» el don en plenitud: Dios sabe cuál es la


IMPORTANCIA DE ROM 8,26-27 aspiración del Espíritu.
PARA LA TEOLOGÍA DE LA ORACIÓN A la luz de esta proposición teológica queremos proponer al-
gunas observaciones sobre diversas cuestiones relacionadas con la
No creemos que exista contradicción entre la oración personal forma y práctica de la oración. Si es exacta esta interpretación de
de san Pablo y las exhortaciones que dirige a los destinatarios de Rom 8,26-27, ¿cuál es su contribución a la práctica de la oración?
sus cartas a orar sin cesar, a presentar ante Dios peticiones y sú- ¿Justifica cierta mística; por ejemplo, la mística de la oración si-
plicas, por una parte, y la singular afirmación del v. 26: no sabemos lenciosa? Precisemos, para empezar, que la intercesión del Espíritu
lo que hemos de pedir conforme al designio de salvación de Dios, no es «localizable»; no canoniza ninguna oración particular. Querer
por otra. Se trata de dos planos distintos: el plano de las peticiones experimentar la intercesión del Espíritu, querer tomar conciencia
múltiples, que, en último término, no pueden ser otra cosa que el de ella, como se dice empleando términos muy discutibles, es que-
deseo multiforme de que se cumpla la voluntad de Dios, que en rer trascender la debilidad de la carne y anticipar la revelación de
todas las cosas el hombre sea conducido por la gracia a creer firme- los hijos de Dios. Sin embargo, no se excluye que pueda fundarse
mente que sus actos están henchidos de gloria futura. En realidad, una oración mística en la intercesión del Espíritu, que, aunque in-
no pedimos nada: sabiendo que sin el más allá de la muerte fun- comunicable al bautizado, es la fuente secreta de su oración. Re-
dado en la resurrección de Cristo, sin el Espíritu que nos viene cogiendo libremente una sugerencia de K. Niederwimmer 8 , pode-
de este más allá la vida carece de sentido y valor, confesamos nues- mos preguntarnos si la oración del glosólalo no era un eco de la
tra debilidad radical mediante confesiones múltiples de nuestras intercesión del Espíritu; esta oración no expresaba ni revelaba tal
diversas y repetidas debilidades y de nuestras necesidades y deseos; intercesión, pero traslucía la resonancia que las arras de la vida
pregonamos nuestra esperanza. No pedimos la liberación de los eterna despertaban en la intimidad de la esperanza. El Espíritu
sufrimientos del tiempo presente; pedimos fe y luz para ver en puede suscitar hoy en la Iglesia carismas semejantes u otros dife-
ellos la cercanía e incluso la presencia ya activa del reino. Existe rentes y probar, de este modo, que su intercesión socorre nuestra
el plano fundamental de la petición de la salvación o, más bien, debilidad.
el de la petición de que se nos conceda el don pleno de la salvación Pero la verdadera mística, si todavía es conveniente emplear
presente ya en Cristo. Como acabamos de sugerirlo, esta petición este término, es una determinada espiritualidad inmanente a toda
abarca todas las demás, las penetra y anima. Conocemos la meta oración: espiritualidad humilde y pobre con la confesión de nuestra
de su aspiración; pero no somos capaces de presentarla a quien incapacidad radical de formular una oración digna de Dios y de lo
tiene preparados los bienes del reino para los suyos. Pretender esta que prepara para los suyos; espiritualidad totalmente confiada, cuya
capacidad, aunque fuera por gracia de Dios, sería querer declarar fuente es la certeza de la habitación en nosotros de un intercesor
a Dios su propio designio, del cual habla Rom 8,28-30. La debi- que Dios escucha y que constituye las arras de nuestra herencia
lidad del v. 26 caracteriza la condición presente, mientras el cristia- como hijos de Dios; espiritualidad que, lejos de desalentar la peti-
no está todavía en la carne. A esta debilidad corresponde no una ción, la libra de la angustia, de la duda, del deseo de poseer, y la
incapacidad general de orar, sino la capacidad de formular lo que convierte en el camino que, incluso a través de los sufrimientos del
podría llamarse oración primordial. La ayuda que el Espíritu con- tiempo presente, conduce a la seguridad de que nadie puede sepa-
cede a nuestra debilidad consiste en llenar esta incapacidad, sin rarnos del amor de Dios en Jesucristo nuestro Señor.
suprimirla, con su intercesión secreta, pero cierta. Esta certeza cons-
tituye la raíz de nuestra oración y de nuestra esperanza: Dios no ha 8
Das Gebet des Geistes, Rom 8,26f.: «Theologische Zeitschrift» 20
puesto su Espíritu en nosotros como prenda para no entender que (1964), 263.
22
342 M. de Goedt

Esta espiritualidad implica ciertas exigencias. La oración debe


ser sobria. Ciertas oraciones modernas dan la impresión de dictar
a Dios no sólo lo que debe hacer, sino aun el modo de actuar para
hacer la voluntad que nosotros le atribuimos. Otras oraciones, en
vez de peticiones, son una exaltación del hombre y de su actividad
o ánimos que uno se da a sí mismo para cambiar el mundo. Sin ¿ES LA ACCIÓN UNA ORACIÓN?
embargo, para la fe, nuestros actos no tienen como «contrapeso»
definitivo o «clave» absoluta de significación más que una gloria El título que se nos ha propuesto para este artículo refleja, a
todavía oculta: que el pueblo de Dios está llamado a participar un nuestro juicio, el problema real a que los cristianos se enfrentan
día, no la gloria de transformar el mundo para convertirlo en el y, al mismo tiempo, la perspectiva con que lo abordan.
ámbito digno y definitivo del reino de Dios. Si el cristiano reza es Es un hecho que el cristiano que toma en serio su presencia en
porque cree que sus actos reciben su sentido definitivo del más allá el mundo y la participación en las luchas y actividades humanas se
de la muerte. En la oración se desprende de su pretensión de poseer pregunta sobre el puesto que corresponde a la oración en su vida.
la vida, de encuadrarla completamente en un proyecto adecuado, La pregunta no es nueva; brotó de labios de Marta en relación con
de determinar su sentido definitivo. Rezar es alabar a Dios por la su hermana María (Le 9,38-48). Pero la pregunta se ha agudizado
absoluta benignidad con que nos llama a convertirnos en criatura mucho en los últimos veinte años. Los movimientos juveniles, los
nueva en Cristo y confesar nuestra incapacidad radical de desear militantes de Acción Católica, que descubren la urgencia del com-
«como es debido» la realización del designio de Dios. Nuestras promiso político, se sienten impulsados a consagrarle lo mejor de
múltiples peticiones proporcionan a esta oración el cuerpo que la vitalidad de su fe y de su esperanza y con frecuencia no llegan
precisa para hacer real la propia entrega a Dios. a captar con claridad el valor de la oración. Muchos la desechan
En la oración así entendida, la invocación de Dios por su nom- deliberadamente o con mala conciencia. Algunos tratan de salvar
bre de Padre adquiere su sentido exacto. Cuando decimos: ¡Abbá, la oración convirtiéndola en fuente del dinamismo de su acción o
Padre!, confesamos, en forma de invocación, que, insertos en Cris- identificando oración con acción. Quizá ni unos ni otros consiguen
to por la misericordia de Dios, tenemos acceso al Padre de aquel su propósito. Lo mismo sucede cuando, de modo paradójico, apa-
que ha sido establecido Hijo de Dios con poder. Reconocer a Dios rece un retorno a la oración, reivindicado en nombre de la tradición
como Padre es creer que nuestro destino no es la muerte, sino que, o redescubierto en una efervescencia más carismática: no puede
perdonados y salvos, nuestro destino es ser vivificados plenamente nunca eludirse la cuestión del compromiso humano o de la opción
algún día en y por el Hijo. Pero, paradójicamente, la oración pri- política. En Francia, Taizé abre sus puertas a los problemas del
mordial de hijos nos resulta inaccesible. Habiendo recibido las Tercer Mundo; otros movimientos y comunidades se sienten inter-
arras del Espíritu, sabemos que somos incapaces de insertar, por pelados por su comportamiento o sus opciones implícitas referentes
decirlo así, nuestra oración entre estas arras y el bien sumo que a la situación social y política. No es posible esquivar el problema
garantizan. Entre la invocación a Dios como Padre y la intercesión de la oración y la acción.
del Espíritu en lo íntimo de nuestra debilidad se encuentra la ten-
Pero plantear este problema en términos de oración y acción
sión de una esperanza que ansia su cumplimiento y la paradoja de
ya es colocarlo en una perspectiva concreta. Presupone que la ora-
una oración libre y confiada porque sabe que su incapacidad está
ción y la acción se distinguen netamente, incluso reconociendo que
penetrada por aquel cuyos gemidos entiende Dios.
existen actividades de oración o que la acción puede proseguirse en
M. DE GOEDT la oración. ¿Bastará con decir que «la oración está presente en el
[Traducción: JULIO ALONSO ASENJO] corazón de la acción» y que «la acción terrena es el cuerpo de la
P. Jacquemont

ui linón» 1 pura resolver en la unidad lo planteado en términos


iliuilJNtfls? O, por el contrario, ¿habrá que reconocer y reivindicar 1. De la visión a la vida
In nulonomía y lo específico de la oración frente a las demás acti-
vidades humanas? Podemos preguntarnos si no sería preferible tra- Antes de adentrarnos en el análisis crítico del vocabulario de la
iiir de replantear el problema en términos diferentes. Quizá haya contemplación aplicado a la oración cristiana queremos afirmar con
<|tic negarse a encerrar la oración cristiana en el dilema acción- claridad que no ponemos en duda la profunda vivencia de los «con-
orución, que oculta en realidad la oposición acción-contemplación. templativos» de los monasterios o de los que están en el mundo.
Quizá también debamos admitir no tanto lo específico de la activi- La realidad misma de la vida contemplativa empuja a descubrir el
dad orante cuanto la originalidad de la oración cristiana. A partir complemento y las correcciones necesarias de lo que no sería más
de este momento, sin duda, podría apreciarse la diversidad de las que «contemplación» en sentido estricto. La vida y la acción del
actividades de la vida cristiana sin oponerlas. Colocadas a nivel de Espíritu rompen constantemente concepciones y moldes. Pero, para
medios, las actividades necesarias para una vida de oración no ocu- nosotros, denunciar las ambigüedades de la presentación de la ora-
parían el puesto de la vida misma, que podría penetrar con su espí- ción cristiana como contemplación es sólo una razón suplementaria.
liiu la existencia entera. No podemos tratar de exponer aquí la historia de esta confisca-
ción de la oración cristiana por la contemplación. Se nos ofrece un
ejemplo excelente en el importante artículo que el Dictionnaire de
I. ORACIÓN Y VIDA
Spiritualité consagra a esta palabra 2. Es normal que nos extrañe-
mos al ver que bajo el título de «contemplación» se trate lo que
Cuando se habla de los problemas de la oración y de la acción la Biblia nos dice de la búsqueda de Dios y de la oración. Tratando
hay que reconocer, tras los términos empleados, otro binomio que del Antiguo Testamento, la contradicción es chocante, pues en él
condiciona de hecho toda la problemática de la cuestión. Si acción se repite constantemente que «nadie puede ver a Dios y quedar
y oración se presentan inevitablemente en términos conflictivos es con vida» (Ex 33,20), y se insiste mucho más en la escucha de
porque en realidad se piensa en la oposición acción-contemplación. Dios que en la visión de Dios. Tratando del Nuevo Testamento,
No puede darse un progreso en el debate sobre las relaciones entre parece olvidar que éste emplea sólo una vez el término de contem-
la acción y la oración sin levantar la barrera que separa a la oración plación, y en sentido profano 3 . ¿Y qué decir de la problemática
de la contemplación. Hay que preguntarse por el totalitarismo de acción-contemplación impuesta incluso a la vida de Jesús? Lejos
la contemplación, a la que se atribuyen principalmente los valores de nosotros negar la importancia de la búsqueda de la visión de
de la oración. Esto nos parece aún más necesario, ya que esta acti- Dios en la Escritura o el uso que hace especialmente san Juan del
tud provoca como reacción un contratotalitarismo de la acción, que verbo contemplar (theorein) refiriéndose al conocimiento de la fe
tampoco permite comprender los lazos que unen a la oración con
la acción. 2
Dictionnaire de Spiritualité, II/2 (París, 1953), 1643-2193. No es nece-
sario declarar que las 550 columnas de este artículo son una mina preciosa e
' Tomamos estas expresiones del libro de P.-Y. Emery La priére au coeur indispensable para el estudio de la contemplación y de la oración cristiana.
de la vie, cap. 2, 39-85. Es el estudio reciente más interesante sobre nuestro Nuestro análisis crítico pretende simplemente poner de manifiesto una pers-
tema juntamente con el de J.-P. Jossua La fot comme dépassement de la ten- pectiva determinada de los autores. Estudios más limitados de la relación
sión entre l'action et la priére: «Rev. Se. Ph. Th.» 56 (1972), 241-251. Se acción-contemplación: P. Th. Camelot, Action et contemplación dans la tradi-
puede consultar también Priére et action: «Lumen Vitae» 24 (1969). Propu- tion chrétienne: «La Vie Spirituelle» 78 (1948), 272-301, e Initiation tbéolo-
simos un primer esbozo de este tema en un capítulo de nuestro libro Oser gique, III (París, 1952), 1110-1146.
prier (París, 1969), 55-64. Cf. también los testimonios y ensayos recogidos en 3
La palabra contemplación (theoria) se encuentra sólo una vez en el Nue-
Priére de profanes, por F. Bertrand y G. Bessiére (París, 1968). vo Testamento, en Le 23,48, con el sentido trivial de espectáculo que se mira.
346 P. Jacquemont ¿Es la acción una oración? 347

(por ejemplo, Jn 6,40). Pero ¿puede hablarse de una actividad vida humana real, pero su definitiva desaparición nos invita a rela-
específica de conocimiento y hasta de un estado de vida, como se tivizarlos uno tras otro. Por tanto, no podemos reducir la oración
habla de vida contemplativa y de vida activa para distinguir la vida al acto particular de la visión, de la contemplación, cuando vemos
de oración de la vida de acción? que une la vida misma del hombre a Dios con mayor amplitud y
Esta distinción, que no se da en la Escritura, es común entre profundidad.
los griegos, de quienes se ha tomado. Estos oponen vida activa
(bios praktikos), es decir, la vida del hombre en medio de los ne-
gocios de este mundo, a la vida contemplativa, teórica (bios theo- 2. De la praxis a la vida
rétikos), del sabio liberado de todas las molestias de esta vida.
Filón y después los Padres de la Iglesia, en primer lugar los de Si nos parece que la contemplación no debe ser la base privile-
Alejandría, introdujeron esta distinción en la tradición y en la teo- giada de la oración cristiana, no pensamos tampoco que se le pueda
logía cristiana; Agustín y Máximo el Confesor fueron sus doctores. exigir esta función a la acción. En una civilización que exalta la
Sería ridículo descuidar este inmenso caudal espiritual de la vida acción, la oración no debe convertirse en culto a Prometeo 6 . Esta
de la Iglesia. Pero convendría mostrar cómo los teólogos han tra- ha sido y es una gran tentación para los cristianos, que descubren
tado de encontrar un justo equilibrio cristiano en este dualismo al mismo tiempo la dificultad de la oración y la descalificación de
característico del pensamiento griego de Platón a Plotino. Pero sus modalidades «contemplativas». Cuando un pueblo proclama:
también se puede preguntar si no sería un esfuerzo más útil superar «En el principio existía la Palabra», se le invita a escuchar. Cuando
esta distinción dualista, puesto que implica el riesgo constante de una cultura afirma: «En el principio existía la luz», todos quieren
separar la oración de la vida y reservar la oración para algunas per- conocer, saber. El mundo moderno ha escogido como encabeza-
sonas u horas privilegiadas *. miento de su testamento las palabras de Goethe: «En el principio
Ireneo de Lyon parece haber realizado una superación de esta existía la acción». ¿Deberemos definir la oración como «acción»
clase. No minimiza el deseo de ver a Dios. Si para él «la gloria de para que sea reconocida como una actividad digna del hombre tec-
Dios es el hombre vivo», añade que «la vida del hombre es ver nócrata?
a Dios». Pero hay que comprender bien lo que entiende Ireneo No nos detengamos en la demasiado fácil reducción que quiere
por visión de Dios. Es la comunicación de la vida misma de Dios. identificar la oración con la acción: «Trabajar es orar». El trabajo,
«Si la revelación misma de Dios por la creación da la vida a todos como cualquier realidad humana, puede ser informado por la ora-
los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del ción. Pero para poder decir que una acción es oración tenemos que
Padre por el Verbo dará la vida a los que ven a Dios» 5 . De este precisar en qué sentido estamos hablando de la oración cristiana.
modo nos traslada de la visión a la vida. La visión de Dios elimina Debemos igualmente denunciar otra reducción de la oración que la
lo que puede haber de demasiado limitado, la metáfora de la «vi- convertiría en una actividad medida en términos de eficacia y pro-
sión» misma. Aquí alcanzamos lo más esencial de la revelación gramada como proceso de producción de un resultado querido.
cristiana sobre la unión con Dios y la oración. El mismo a quien Hay que desconfiar de una cierta vuelta a la oración por parte del
nosotros queremos encontrar o alcanzar suprime los medios que
habíamos escogido para lograrlos. Hay que dar, sin duda, el valor 6
Tomamos aquí a «Prometeo» como personificación del mito ampliamen-
correspondiente a estos medios, sin los cuales no puede existir una te conocido que expresa el proyecto del hombre moderno occidental, ávido en
aplicar su técnica y su razón para organizar su existencia en un contexto de
secularización. No pretendemos justificar la legitimidad de esta interpretación
• Op. cit., 1681-1683. de la figura mitológica (cf. las investigaciones de Knrl Reinhardt, Escbyle
5 Euripide [París, 1972]).
Contra las herejías, IV, 20, 7.
348 P. ]acquemont ¿Es la acción una oración? 349

hombre de acción, que espera sólo de ella un impulso para su traba- texto polémico de oposición entre vida activa y contemplativa. Jesús
jo o una higiene para su equilibrio. Es quizá ambiguo hablar de la no reprocha a Marta la preocupación por la preparación de la comi-
gratuidad de la oración, pues, si por parte de Dios la oración es un da, que exige siempre trabajo. Pero Marta se ha ensimismado con
don, una gracia gratuita, ¿no existe siempre por parte del hombre su servicio. Esta preocupación la acapara totalmente, encerrándola
necesidad, deseo o gusto? Sin embargo, podemos negarnos a hablar en sí misma, cuando lo que quiere es ofrecer algo a su huésped.
de la oración en términos de utilidad, de eficacia, de rentabilidad, La actitud de María nos revela que la acción no es autosuficiente
como debemos negarnos a hablar en definitiva de la vida del hom- si quiere tener sentido. La acción de servir a otro recibe su sentido
bre en estos términos. de este otro, el acogido, que proporciona a Marta el poder servir.
Nos parece que la oración que suprime las limitaciones de la La fuente y el sentido de nuestra acción radican en el otro, y el
contemplación pone también en entredicho el totalitarismo de la totalitarismo de la acción nos le hace olvidar o quiere ignorarle.
acción. No se trata sólo de criticar la caricatura de la acción que No se trata de oponer Marta a María ni de preferir a María, sino
es el activismo, enfermedad de la actividad que se devora a sí mis- de darse cuenta de que lo que las hace vivir no se reduce a la ac-
ma o de una angustia que cree de este modo librarse de sí misma. ción ni a la contemplación.
Si se da un desprecio de Prometeo en el mundo de los sabios y de Aun aquí encontramos que la vida es la experiencia más amplia
los filósofos, puede darse una idolatría de Prometeo en el mundo y fundamental para servir de apoyo a la oración y a todo lo que
actual. El hombre contemporáneo cree ser dueño de su destino y de ella puede decirse. Se le puede achacar a esta referencia una
de realizarse por la acción. «La categoría de la praxis no ha cesado exagerada indeterminación. Pero precisamente en función de esta
de ascender a una posición cada vez más brillante hasta llegar a apertura es como la noción de vida nos hace posible expresar lo
ejercer una tiranía en todas las facetas de la experiencia humana» 7. que es la oración, particularmente la oración cristiana.
Ni el ámbito religioso se libra de ella («práctica» religiosa, «acción»
católica), ni el de la estética («producción» literaria), ni siquiera
el del pensamiento (entendido como «práctica» teórica o «produc-
II. LA ORACIÓN DE LA VIDA
ción» de conceptos)8.
Resulta, sin duda, difícil denunciar este «pan-praxismo» cuan- No es suficiente buscar a partir de qué experiencia humana se
do está muy claro quién se puede aprovechar de esta denuncia para puede hablar de la oración. Es necesario, además, conocer lo que
arrancar al hombre de sus responsabilidades personales y políticas. de la oración nos dice la tradición cristiana. ¿Qué nos revela el
Sin embargo, no se puede esperar que la acción nos revele todo Nuevo Testamento de la oración de Jesús y de la oración de los
lo que es el hombre. Por muy suficiente que sea la acción en su cristianos?
orden, en el campo de la técnica, de la moral y de la política, una
reflexión sana sobre el hombre nos prohibe entender la totalidad
1. La oración de Jesús es su vida
de la experiencia humana a partir de la categoría de la acción. A su
modo, el evangelio nos pone también en esta dirección con el epi- Cuando se trata de recoger el testimonio de los evangelios so-
sodio de Marta y María recibiendo a Jesús si se le saca de su con- bre la oración de Jesús se corre el riesgo de no fijarse más que en
7
lo que se nos dice de las actividades de oración de Jesús. Jesús
B. Quelquejeu, La lassitude de Prométbée- «Parole et Mission» 55 toma parte en la oración de su pueblo y en ella fue, sin duda, ini-
(1971), 117. Nos inspiramos ampliamente en el conjunto de este artículo.
8
Se reconocerá aquí la alusión a la obra de Louis Althusser Pour Maix ciado por José y María, en la sinagoga y en el templo mismo 9 . No
(París, 1966); Ltre le Capital, t. I-II —en colaboración— (París, 1966); Lé-
mne et la philosophie (París, 1969). ' Cf. Aron, Ainsi priait Jésus enfant (París, 1968).
350 P. Jacquemont ¿Es la acción una oración? 351
hay que perder de vista este aspecto comunitario de la oración de hora de la prueba, el temor al abandono se convierte en oración
Jesús, aunque los evangelistas hayan conservado sobre todo las crí- dirigida al Padre (Mt 27,46); o aparece la confianza filial de la
ticas de Jesús a la oración de los fariseos (Le 18,9-14), a los lugares oración en el momento mismo de la tentación: «No como quiero
de culto (Jn 4,21) y al mismo templo (Jn 2,13-21). Lucas se com- yo, sino como quieras tú» (Mt 26,40).
place en poner de relieve la oración personal de Jesús. Jesús se re- Ahí se encuentra, en efecto, el sello de la oración de Jesús y el
tira solo para rezar (Le 5,16; 6,12) cuando se ve desbordado por secreto de lo que le hace vivir. «Mi alimento es hacer la voluntad
la afluencia de muchedumbres o en vísperas de la elección de los del que me envió» (Jn 4,34). El teólogo de la epístola a los He-
apóstoles. El marco de esta oración es la soledad, el silencio de la breos ha sabido expresar con elocuencia lo que era la oración de
noche, la montaña. Es tentador encontrar en esto la justificación Jesús, indisolublemente unida a su misma vida (Heb 10,5-7): «Por
de una «vida contemplativa» siguiendo las huellas de Cristo, que eso, al entrar en el mundo, dice Cristo: No has querido sacrificio
se retira para orar. Indudablemente, los evangelistas han querido
ni ofrenda, sino que me has hecho un cuerpo. No te han compla-
resaltar los momentos de oración de Cristo para mostrar que era
cido los holocaustos por los pecados. Entonces dije: Aquí estoy
un hombre de oración.
—como de mí está escrito en el rollo del libro— para hacer tu
Pero para comprender la insistencia de Lucas y el sentido que voluntad, Dios». La oración agradable a Dios es la de Cristo, por-
da a la oración de Jesús hay que fijarse en cómo anota que Jesús que es la ofrenda de toda una vida que cumple la voluntad del
estaba en oración al tiempo de su bautismo (Le 3,21-22) y de la Padre en la confianza y comunión. No se deben aislar las experien-
transfiguración en el monte, adonde había subido con Pedro, San- cias parciales de la oración de Jesús, aun cuando permitan insistir
tiago y Juan «para rezar» (Le 9,28). Estos dos episodios nos reve- en el puesto que la oración ocupa en su vida y manifestarla. La
lan lo que es la oración de Jesús. En el Jordán, Jesús, en oración, oración de Jesús es su vida.
contempla al Espíritu bajando sobre él y se oye una voz que dice:
«Tú eres mi hijo querido». Notemos la función del Espíritu, pero
fijémonos sobre todo en la voz que manifiesta la escucha filial de 2. La vida del cristiano es su oración
Jesús: la oración de Jesús es la escucha confiada y amorosa del Pa-
La oración de Jesús es la ofrenda de su vida; esto nos invita
dre. Lo mismo vale de la transfiguración. Otros textos de Juan
a buscar el sentido de la oración de los cristianos en la misma di-
muestran que Jesús se encuentra en diálogo con su Padre en cada
rección. El apóstol Pablo nos ayuda y, al mismo tiempo, nos invita
instante de su vida, y no sólo en los momentos excepcionales, cuan-
a hacerlo. No podría exhortarnos a una oración constante (1 Tes
do se levanta el velo, como en el bautismo o la transfiguración.
5,17) si no nos dijese que el sacrificio espiritual del cristiano es la
Todo lo que Jesús vive, lo vive en relación con el Padre: «El Hijo
ofrenda de su vida: «Os exhorto entonces, hermanos por las mise-
no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que vea que hace el
ricordias de Dios, a presentar vuestras personas como sacrificio
Padre» (Jn 5,19); «Como me envió el Padre, que vive, yo vivo por
vivo, santo, grato a Dios: éste será vuestro culto espiritual» (Rom
el Padre» (Jn 6,57). Así, en cualquier momento, esta comunión
12,1).
profunda del Padre y del Hijo puede expresarse en oración explí-
cita. Esto puede suceder en un estremecimiento de alegría que se La oración del cristiano es una oración «en espíritu y en ver-
hace bendición en medio de la multitud (Mt 11,25-27) o de los dad», como anunciaba Jesús a la samaritana (Jn 4,24). Por lanío,
discípulos (Le 10,21-22). Puede ser también una meditación com- no hay que presentarla determinando en primer lugar los luanes,
partida, como en la noche de la Cena: «Yo estoy en el Padre y el las formas, sino ante todo reconocer que es el Espíritu quien ¡iniími
Padre está en mí» (Jn 14,11). «Como tú, Padre, estás en mí y yo la oración del cristiano. Para hacer suya la oración que Jesús diiindi
en ti, que ellos también sean uno en nosotros» (Jn 17,21). En la al Padre, el cristiano necesita la ayuda del Espíritu. «El líspfrilu
toma a su cargo nuestra debilidad, pues no sabemos qué es lo que
)52 P. jacquemont

hemos de pedir justamente» (Rom 8,26). Hemos recibido un espí-


ritu de adopción como hijos que nos hace clamar «Abbá, Padre» III. LA VIDA DE ORACIÓN
(Rom 8,15). La oración del cristiano, como la de Cristo, es un
diálogo filial confiado y constante con el Padre si el Espíritu lo La oración cristiana es el culto de la vida entera, pero hay acti-
anima. vidades propias de esta oración que la preparan, que la hacen pre-
Pablo nos hace, además, comprender que el don del Espíritu sente o que la continúan. Estas actividades no son primarias, pues
penetra toda nuestra vida y no sólo algunos momentos o partes la base de la oración cristiana es la acción del Espíritu. Son, sin
de ella. Tratando de la fornicación, recuerda a los cristianos que su embargo, medios indispensables para el hombre. En efecto, propio
mismo cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,19). Por con- de la dignidad del hombre creado por Dios es el poder disponerse
siguiente, el cristiano ha de rezar con su cuerpo, lo cual no quiere libremente a la oración, tratar de tomar conciencia, querer mani-
sólo decir que debe asociar el cuerpo a la expresión de la oración, festarla y calibrar su valor. Estas son las condiciones para la ora-
sino que la vida del cuerpo puede dar gloria a Dios. «Tanto si ción cristiana.
coméis como si bebéis o hacéis cualquier cosa, hacedlo a gloria de
Dios» (1 Cor 10,31). «Todo lo que hagáis, en palabra y en obra,
sea en nombre del Señor Jesús, dando gracias mediante él a Dios 1. Preparación
Padre» (Col 3,17). Aquí encontramos la auténtica constitución del Cuando se habla de los preparativos para la oración, se insiste
culto cristiano, culto espiritual que anima toda la vida cuando el frecuentemente sólo en ciertas actividades de disciplina del cuerpo
Espíritu penetra esta vida (1 Cor 3,16), cuando la vida del cris- y del espíritu. Para orar, se invita al hombre a recogerse interior-
tiano es la vida de Jesús, que vive en él (Gal 2,20). En este senti- mente, a someter el cuerpo y sujetar la imaginación. Necesita, por
do se puede responder positivamente a la pregunta que plantea este tanto, sosiego y concentración. Ninguna sabiduría humana digna
artículo. Sí, la acción puede ser oración si la acción se deja animar de este nombre puede descuidar estos elementos indispensables para
por el Espíritu, que la convierte en ofrenda viva al Padre. una meditación profunda, y la oración cristiana ha sacado gran
En estas condiciones se da todo su valor a la exhortación de provecho de esta actitud para acoger el soplo del Espíritu y recibir
san Pablo a orar sin cesar. El cristiano sabe que no sólo puede re- la palabra. Cuanto pueda ayudar al cristiano a conseguir esta aten-
currir a la oración «en cualquier necesidad» (Flp 4,6). Dios no es ción y asimilación de la palabra inspirada le capacitará para ofrecer
ajeno a ninguna de las realidades que viven los hombres, porque un terreno favorable a la acción del Espíritu, que transforma la
él los ha creado. Pero «en cualquier situación» (1 Tes 5,17) el meditación del sabio en oración cristiana.
cristiano puede entregarse a la acción de gracias, porque el Hijo Pero el espíritu encontrará también una preparación favorable
asumió nuestra condición humana para transfigurarla. Incluso en una vida comprometida, solidaría con las luchas por la justicia,
«siempre y por todo» (Ef 5,20) el cristiano deberá orar en el Espí- la liberación, la paz. En la militancia se da una ascesis diferente
ritu, porque el aliento de Dios actúa constantemente cuando quiere de la que se encuentra en la meditación, pero se trata también de
y donde quiere. «Rezad en toda ocasión en el Espíritu» (Ef 6,18). una movilización de energías, de una concentración de esfuerzos
La vida del cristiano, animada por el Espíritu de Jesús, puede ser que disponen a una acción que puede ser servicio, amor de los
oración siempre e íntegramente. otros, terreno propicio para la animación orante del Espíritu. Se
puede afirmar lo mismo de la función creadora del artista, de su
ascesis propia, de su predisposición a transfigurar el acto creador
en oración. El hombre no es sólo más hombre en su interioridad,
sino también en su exteriorización. Puede cerrarse tanto en aquélla
354 V. ]acquemont ¿Es la acción una oración? 355

como disolverse en ésta. Pero el Espíritu puede penetrar tanto la festar su vivencia, expresar su testimonio. La oración cristiana
una como la otra, haciendo de lo que era preparación una oración precisa de la celebración litúrgica de la comunidad para descubrir
ofrecida al Padre en auténtica adoración. su sentido u .

2. Toma de conciencia 3. Prolongaciones

No sólo las actividades humanas de meditación, militancia y Si la oración se prepara mediante actividades particulares y
profesión preparan la oración cristiana. Esta puede tomar concien- toma conciencia de sí en las actuaciones propias de la vida del cris-
cia de sí en una actividad característica, revelarse a sí misma y ma- tiano, se prolonga en la misma vida que abre o introduce al calor
nifestarse a los demás. La oración cristiana es toma de conciencia y fuerza del Espíritu.
y acogida de una palabra. Cuando se considera la oración como una actividad especiali-
zada, separada de la vida normal del cristiano, se habla necesaria-
Cuando se habla de toma de conciencia de la oración por sí
mente de una vuelta o un retorno a la vida cotidiana. Pero la pro-
misma, se piensa normalmente en la actitud de recogimiento. Cier-
longación de una oración que es oración de la vida no puede ser
tamente se trata de acoger el don del Espíritu en secreto y en si-
eso. El hombre para quien entrar en oración es recoger su vida
lencio. «Tú, en cambio, cuando reces, entra en tu cuarto, y cerrando
entera para ofrecerla a la transfiguración por el fuego del Espíritu
la puerta, reza a tu Padre, que está en lo escondido» (Mt 6,6). La
no tiene por qué volver a la vida. Es más bien su vida la que se le
vida de oración necesita esta experiencia de remanso y sosiego.
presenta renovada. Si el cristiano toma conciencia de que el Espí-
Pero no tenemos que olvidar que, si se dice de la oración cristiana
ritu inunda de oración su vida, contempla su vida con nuevos ojos,
que es secreta, no se debe tanto a que sea silenciosa y solitaria, sino ve lo que el Espíritu hace con esta vida y aun recoge los frutos de
a que es callada, discreta para los hombres y aun imperceptible esta acción del Espíritu en su vida. No se habla suficientemente
para el mismo orante, puesto que es una oración que se ignora y de estos frutos del Espíritu como de un florecimiento de la vida,
que permanece en el secreto de Dios, su único conocedor 10. que es canto, alabanza, oración. Cuando Pablo invita a una oración
Nos parece mejor buscar la toma de conciencia de la oración constante en la acción de gracias, lo hace después de haber recor-
por ella misma en la expresión comunitaria de esta oración: la cele- dado qué frutos produce la vida del cristiano: la paz, la alegría
bración de la comunidad. En ella se encuentra Jesucristo presente, (1 Tes 5,13.16.17), la bondad (Flp 4,4.5.6), la plenitud del Espí-
porque nos reunimos en su nombre. El Espíritu de Jesucristo, in- ritu (Ef 5,18.20). Los frutos del Espíritu son oración de acción de
vocado en la epiclesis, transforma la oración de los fieles que ofre- gracias. Esto es lo que da a la oración su verdadero sabor y hiui-
cen su vida, y el pueblo de Dios proclama su fe en oración, pues posible el gusto de la oración. Este gusto no es propiedad cxclu
la doxología es siempre la auténtica expresión de la fe. La oración siva de personas piadosas o de períodos de exaltación colectivn. I'.s
del cristiano toma cuerpo dentro de la comunidad, y en medio de el fruto de Espíritu, que ha hecho brotar una vida de paz, nlc^i fu
sus hermanos que celebran el mismo culto puede tomar conciencia y dicha.
de lo que es la oración cristiana. En ella se le entrega y transmite
Esta consideración no debe parecer demasiado entusiiiNln, por-
el espíritu, el sentido; en ella también puede él, a su vez, mani-
que ante la mirada del que busca la oración en lo que vive «|inrece

10 " Véase nuestro artículo Friere chrétienne et commutuiut, < liililt»


Cf. nuestro artículo La Friere qui s'ignore: «Christus» 68 (1970),
445-449. Saint-Dominique» 124 (1971-1972), 198-204.
356 P. Jacquemont

también cómo el Espíritu reza esta vida a través de los gemidos


de una creación que espera la salvación (Rom 8,22.26). La toma de
conciencia en la oración de la actuación del Espíritu en el mundo
une aún más estrechamente el hombre que ora a las actividades PRESUPUESTOS DE LA ORACIÓN CRISTIANA
humanas de transformación del universo donde se vive la oración
dolorida del Espíritu. Cuando la oración de la vida no puede ser Dios se ha vuelto más silencioso. No me refiero aquí a la falta
acción de gracias, puede convertirse en petición activa de partici- de una palabra decisiva de Dios ante la confusión que reina en
pación en la acción creadora de Dios. La oración no aparta al cris- nuestro tiempo. No sería sensato esperar una intervención autori-
tiano de la vida, sino que le asocia a la liberación de la vida, que taria de Dios. Sin embargo, hay un hecho que todos conocemos y
es el plan salvífico de Dios. que nos preocupa con frecuencia hasta el extremo: Dios ve todo,
oye todo, sabe todo y... calla. ¡Con qué agrado aquellos hombres
silenciosos, que en su entrega y en su vida monótona realizan in-
Por tanto, en sus mismas actividades características, la oración numerables obras buenas, desearían escuchar siquiera una vez la
cristiana no se aparta de la vida. Naturalmente, la actividad propia voz divina en una palabra de reconocimiento o de consuelo! Pero
de la meditación silenciosa o de la celebración comunitaria se dis- Dios calla. Existencias rotas están pidiendo a gritos auxilio en su
tingue de otras actividades humanas particulares, como el trabajo agobiante soledad. Con frecuencia, Dios no les da ninguna señal de
o el juego. Pero son actividades del mismo viviente y pueden estar su presencia, sino que permanece mudo. En el Antiguo Testamento
animadas por el mismo aliento de vida, el Espíritu. Es el Espíritu encontramos constantemente la queja de los probados: «A ti, Se-
quien transmite su aliento al hombre y convierte su respiración en ñor, te invoco, Roca mía, no seas sordo a mi voz; que si no me
oración. escuchas, seré igual que los que bajan a la fosa» (Sal 28,1). O tam-
P. JACQUEMONT bién: «Señor, tú lo has visto, no te calles; Señor, no te quedes a
[Traducción: JULIO ALONSO ASENJO] distancia» (Sal 35,22). Los ejemplos podrían multiplicarse. Después,
el Hijo de Dios apareció un día delante de sus enemigos. Estos lo
acusaron, lo condenaron y se mofaron de él. Y Dios calló también
entonces. En la cruz Cristo suplicó en alta voz. Su grito desgarrador
era señal clara de angustia: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Me 15,34). Incluso allí, Dios calló.
El hecho del silencio de Dios no es nuevo. Hoy nos parece, sin
embargo, más agobiante, pues la situación se ha agravado hasta el
extremo. El hombre tiene que enfrentarse con este misterio hoy
más que nunca. Consciente de su incapacidad, se pregunta con in-
quietud: ¿Qué sentido tiene hablar y suplicar a un Dios que no
contesta? \
Sin embargo, la angustia que nos invade ante la supuesta
«ausencia de Dios» o la incomprensibilidad de su silencio nos hacen
1
Como complemento de este breve informe de la situación, véase el artícu-
lo de Fr. Wulf sj Vom Verlust und der Neuentdeckung des Gebetes in unsercr
Zeií: «Geist und Leben» 41 (1968), 407-413.
23
358 L. Boros Presupuestos de la oración cristiana 359
sentir lo que siempre hemos sabido, pero tal vez no hemos tomado le resulta insólito, extraño y nuevo, y cuyo sentido y origen des-
suficientemente en serio: que Dios es infinitamente superior a todo conoce por completo. En la vida cristiana se da el asombro de modo
lo que existe y puede pensarse fuera de él 2 . permanente. La existencia cristiana no se libera nunca del asombro,
Considero que sería arriesgado pretender dar ya una respuesta incluso éste aumenta a medida que el cristiano descubre su propia
a la pregunta anterior. Pero espero que ésta se vaya aclarando pau- realidad. Si un cristiano pretendiera a toda costa liberar su existen-
latinamente a lo largo de este estudio. Además, en nuestra situación cia del asombro, tendría que dejar de ser cristiano. Los milagros
oracional hay que tener presente otro aspecto: el cristiano, a pesar en la Biblia están puestos como «signos», como «señales de alar-
del silencio estremecedor de Dios, no puede prescindir de la ora- ma»: lo que nos espera no es una prolongación de lo que sucedió
ción. La vida cristiana, si no está abierta a Dios —por más que con anterioridad, sino un acontecimiento totalmente nuevo. El cris-
esté abierta a la Iglesia y al mundo, haga el bien aquí y allá, alivie tiano debe, pues, sentir en su existencia este «estado de alarma».
dolores sin cuento y por más que su compromiso terreno sea abso- Pero los milagros son al mismo tiempo sucesos tranquilizadores y
lutamente desinteresado—, carece de algo decisivo. Si el cristiano provechosos: siempre se trata de mutaciones del curso del mundo
no se abre a Dios, por más que se afane en la vida y abra sus ven- encaminadas radicalmente a salvar al hombre del peligro que le
tanas en todas las direcciones, sus obras no llegan nunca a ser luz amenaza. Los milagros son también promesas y signos de un mun-
verdadera, no adquieren contorno ni fijeza, no pueden transparentar do redimido, en el que el dolor, el llanto y la muerte no tendrán
claramente su belleza y luminosidad. Todo esto sólo puede venirle ya lugar. En verdad, lo propiamente nuevo, el milagro de los mila-
por la «luz de arriba», por la entrega a un poder y gloria de orden gros, es Cristo mismo, con quien el cristiano tiene que confrontarse
sobrenatural. La razón de tal fallo está en que el cristiano, a pesar exigentemente una y otra vez.
de todo su esfuerzo, se apoya sólo en sí y se afana en un ámbito El hombre que, ante Cristo, es digno de «poder» y «tener que»
que está cerrado herméticamente hacia arriba y, por tanto, no recibe asombrarse se vuelve desconocido, es otro, se hace un extraño.
de allí ninguna luz ni goza de ninguna perspectiva en esa dirección. Ante ese poder y necesidad de asombro, ¿cómo va a parecerle fácil
En una palabra: no se sabe con certeza de quién quiere dar testi- y clara su existencia? Por tanto, ser cristiano es algo siempre nuevo
monio ni hacia quién dirige en última instancia su existencia. y totalmente sobrecogedor, algo ante lo que el cristiano debe in-
Hecha referencia de estas des experiencias fundamentales —el clinarse con asombro 3 .
silencio de Dios y la necesidad de oración del cristiano—, volve-
mos ahora a la pregunta en cuestión: ¿Qué es la oración, a la que SORPRESA
Dios contesta la mayor parte de las veces con su silencio y de la que
el cristiano no puede prescindir? No pretendo aquí más que indicar
La existencia cristiana no puede, sin embargo, descansar en un
los «presupuestos» de la oración cristiana.
puro asombro o admiración. Dios, al mismo tiempo que suscita
asombro en la forma descrita y hace del cristiano un hombre asom-
brado, lo solicita y lo convierte en un «sorprendido». En el asom-
ASOMBRO
bro, el cristiano se ha «metido» en Dios. Ahora Dios cae sobre él,
El «asombro» se produce cuando uno se encuentra con un fe- lo «sorprende», lo aprisiona. Ya no hay ninguna vuelta atrás. Yo,
nómeno que hasta entonces no se le había «presentado» nunca, que como este hombre concreto, con este carácter, con estas peculiari-
dades, con este corazón terco y aprensivo, estoy reclamado perso-
2
«Super omnia, quae ptaetet ipsum sunt et concipi possunt, ineffabiliter
excelsus» (Conc. Vaticano I, Constitutio dogmática «Dei Filius» de fide catho- 3
En otro contexto, Karl Barth enumera también estas propiedades.
lica, cap. I: «De Deo rerum omnium creatore». D[S] 3002).
Cf. K. Barth, Einführung in die evangelische Theologie (Zurich, 1962).
360 L. Boros Presupuestos de la oración cristiana 361

nalmente en mi situación histórica por ese mismo Dios. Existencia maravilloso, pero al mismo tiempo es una obligación rígida y ver-
cristiana es, ante todo, el ser personal y concreto de cada cristiano, daderamente estremecedora. Ya dijimos que el asombro invade al
es decir, su vocación, su elección y santificación, su alegría y su hombre entero. También la «sorpresa» coge toda su existencia.
dolor, la oportunidad única de su corta vida y de su muerte. Ser Bien es verdad que en la revelación también hay verdades «peri-
cristiano se refiere al hombre entero y, por tanto, también a su vida féricas» que no suponen para el cristiano semejante obligación, lo
privada más íntima. cual no quiere decir que no tengan su propia dignidad. Pero lo que
La «sorpresa» divina obliga al cristiano no sólo en su vida a un cristiano le «atañe incondicionalmente» es la «plenitud de
privada, sino también en la comunidad cristiana. Todo lo que tiene Dios» y su exigencia. El cristiano debe hacer girar su existencia
lugar en esta vida común convocada por Dios se convierte inexo- en torno al «centro de la fe» y juzgar todo desde dicho centro. Por
rablemente en asunto propio. A él le atañe el juicio que Dios dé tanto, ni le está permitido despreciar ningún punto de la «perife-
sobre la comunidad de los cristianos o la Iglesia, y a él le enaltece ria» ni tampoco construir desde sí un «segundo centro» y dirigir
también la promesa hecha a esta comunidad. Todo lo que ocurre su afán de piedad hacia los detalles. Sólo Cristo es el centro de
unión de nuestra fe, y quien no recoge con él, desparrama. Ser
o deja de ocurrir en el pueblo de Dios, de este modo o del otro,
cristiano, en el sentido fundamental y más religioso de la palabra,
bueno o malo, todo le atañe inmediatamente y es cosa también suya.
consiste en realizar ambas cosas en una vida humana: estimar todo
Finalmente, todavía más: la historia actual del mundo entero es
debidamente, incluso aquello que parece secundario, y, al mismo
un tiempo de gracia de nuestro Dios. Por eso, aun cuando los demás
tiempo, sentirse obligado en última instancia sólo con el centro,
hombres hicieran caso omiso del destino de la humanidad actual
con Cristo. Todo lo demás es a lo sumo beatería (tal vez, de sana
—de esta humanidad que hoy existe: europeos y africanos, ame-
intención), pero no tiene que ver nada con el núcleo o fondo de la
ricanos y asiáticos, comunistas cerrados y anticomunistas quizá to-
existencia cristiana.
davía más cerrados, creyentes y ateos—, el cristiano no puede ha-
cerlo. A él le ha correspondido «poder» y «tener que» presentarse En este equilibrio sereno, que proporciona la fe vivida con sin-
con todo su ser ante Dios. Y este Dios dice sí a todo el género ceridad y frecuentemente con dolor, es donde el cristiano puede,
humano. El cristiano existe en el mundo de hoy, está interpelado debe, más aún, tiene que ser un hombre feliz. Podríamos decir que
por él y, hasta en el corazón, siente su aguijón: «Al oír esto (el se encuentra «satisfecho»: ha encontrado lo que necesitaba. Sabe
pueblo), se sintieron compungidos de corazón y dijeron a Pedro y de qué se trata en último término. La fe y la consumación de la
a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos?» (Act vida tienen para él un sentido. Sabe que goza del favor y de la
2,37) 4 . misericordia de Dios. Sabe que ha sido elegido por Dios para ala-
barle eternamente en una dicha sin fin. Con esta convicción y en
virtud de ella, el cristiano es un hombre feliz —no ya superficial-
OBLIGACIÓN
mente, sino en lo más profundo del ser— y, al mismo tiempo,
propagador de felicidad en el mundo 5.
La actitud interna del cristiano que resulta del asombro y de
la sorpresa crea a su vez una esfera existencial de «provocación».
Este modo de ser «tomados en servicio» por Dios es algo bello y

4 5
R. Guardini ha expuesto detalladamente las cualidades de la sorpresa en Ideas parecidas se encuentran manifiestamente en K. Rulmer, Solnr todo
dos breves capítulos: «Vom Sinn der Schwermut» y «Der Ausgangspunkt der en dos estudios: Tertulia sobre el sueño, la oración y otras vo\a\ y %
. <'/< ctdotr
Denkbewegung Soren Kierkegaards». Ambos capítulos en R. Guardini, Un- y poeta. Ambos estudios en K. Rahner, Escritos de Tcolonlii, III (Mmliiil,
terscheidung des Christlichen (Maguncia, 1963), 502-533 y 473-501. 1961), 251-267 y 331-354.
Presupuestos de la oración cristiana 363

tiano —joven o viejo, creyente o menos creyente, probado o


SOLEDAD todavía sin probar— debiera tener idea clara de que él, en algún
aspecto o de algún modo, es víctima de la duda y que por más que
El cristiano vive en el mundo como un aislado, no sólo «condi- se debata contra su situación hesitante nunca se aclarará o acabará
cionado por la situación», sino esencialmente. Soportar y conservar del todo con la duda. Podría incluso poner en duda su condición
este aislamiento no siempre es fácil hacerlo con dignidad y alegría. de pobre pecador o, en el mejor de los casos, de liberado del fuego.
Ser cristiano no es, claro está, un asunto misantrópico, sino un Sin embargo, el cristiano, ante su duda, y por más radical que
asunto esencialmente crítico; más aún, revolucionario. Quien se ésta sea, no debe desesperar. No debe hacerlo, sobre todo, porque
aventura en su ser cristiano tiene que contar con que se encuentra su duda, en la presente situación salvífica, pertenece esencialmente
dentro de una minoría. Esta soledad únicamente puede soportarse a la fe, es condición de posibilidad de la fe misma. Su oración debe-
en estado de gran paz, sin dar lugar al desaliento ni a la ironía. Es rá ir acompañada siempre de aquel espíritu de humildad del «¡Creo!
probable que un cristiano —precisamente por vivir del núcleo de Ayuda a mi incredulidad» (Me 9,24). La fe auténtica no existe
su ser cristiano— apenas nunca pueda llegar a ser popular (por más que como duda superada 7 . Por eso el cristiano no debe asus-
supuesto que no se contará entre los llamados «mundanos» ni tam- tarse ante sus dudas de fe y, sobre todo, no debe interpretarlas
poco entre los «piadosos»). Quien se aventura en esta empresa y como «ateísmo» o «tentación». Pertenecen esencialmente al pro-
toma verdaderamente en serio su ser cristiano tiene que soportar ceso de maduración de la existencia cristiana 8 .
la soledad con una paz comprensiva. Pablo, el verdadero heraldo
de la existencia cristiana, se ha referido ampliamente a esto. En el
capítulo segundo de la primera fiaría a los Corintios examina lo que
TENTACIÓN
significa tener el «pensamiento de Cristo» y haber recibido el Es-
píritu de Dios. Este «hombre espiritual», el cristiano, es un mis-
Toda existencia cristiana es probada constantemente para ver
terio. El mundo no lo entiende. Sin embargo, él comprende al mun-
si está edificada de oro, plata, piedras preciosas o maderas, heno
do. Con esto no quiere decirse que es más inteligente, más sabio
y paja (1 Cor 3,12). Lo peor que puede ocurrirle al cristiano es ig-
o de carácter más independiente. No, él puede juzgar al mundo,
norar que su existencia es una empresa terriblemente amenazada.
porque se apoya en la libertad de Cristo. De este modo guarda una
Karl Barth, comentando el texto famoso del libro de Amos, hace
distancia del mundo, que en el mundo nadie, ni siquiera el más
para los teólogos la siguiente variante: «Odio y aborrezco vuestras
sabio, puede alcanzar. Precisamente en este arraigamiento en Cris-
lecciones y seminarios, vuestras prédicas, conferencias e investiga-
to, el cristiano es y sigue siendo un solitario 6 .
ciones bíblicas; detesto vuestros coloquios, asambleas y descansos.
Y cuando exponéis ante vosotros y ante mí vuestra ciencia her-
menéutica, dogmática, moral y pastoral, no me complazco en esas
DUDA ofrendas ni pongo mis ojos en la inmolación de vuestras cebadas
víctimas. Lejos de mí la gritería que preparáis vosotros, ancianos,
con vuestros gordos libros, y vosotros, jóvenes, con vuestras diser-
Esta quinta condición de la oración cristiana es muy inquie-
tante, pues no se trata de un fenómeno exterior, sino de un acon- 7
Véase O. A. Rabut, La vérification religieuse. Recherche d'une spiritua-
tecimiento que tiene lugar dentro del cristiano orante. Todo cris- lité pour le temps de l'incertitude (París, 1964).
8
6
Diversos datos bibliográficos sobre el tema en general en L. Boros, Ich
Sobre la soledad en la fe, y la oración desde la soledad, se puede leer glaube, hilf meinem Unglauben: «Der grosse Entschluss» 16 (1961), 444-449
todavía con fruto P. Lippert, Der Mensch Job redet mit Gott (Munich, 1934). y 500-503.
364 L. Boros Presupuestos de la oración cristiana 365

taciones. Y el juego de las recensiones en vuestras revistas teológi- tar de soledad, duda y tentación, bajo el «signo» de la esperanza
cas, de cultura general y particular, en vuestros periódicos religio- sabrá sufrirlo y soportarlo no sólo con «un poco más de valentía»,
sos y literarios, no quiero oírlo» 9 . Pero esta variante, hechos los sino con la alegría del Espíritu Santo y en una actitud capaz de
cambios correspondientes, se puede aplicar a todos los cristianos. hacer saltar definitivamente aquella envoltura inicial. En la teología
Lo más terrible sería que el cristiano siguiera obrando alegremente medieval, alacritas, hilaritas y laetitia spiritualis eran condiciones
y no pensara nunca o no sospechara siquiera que su existencia en- esenciales de la existencia cristiana. Con todo, el cristiano debe ser
tera está cuestionada y amenazada por Dios. El cristiano sólo puede consciente siempre de que su alegría interior es el misterio de la
tener a Dios a su favor si al mismo tiempo lo tiene, en toda la línea, gracia divina realizada en el Gólgota y que salvó al hombre de su
«en contra de» sí. Tal vez la tentación más difícil del cristiano esté desgracia: nueva creación de un hombre liberado y destinado a
en el campo del segundo y tercer mandamientos. Evidentemente, corresponder fielmente a la fidelidad divina, a vivir en paz con Dios
en el culto son necesarios los símbolos y cierta profanación del nom- y a darle gloria. Así, y sólo así, en dirección a Cristo, el cristiano
bre de Dios. ¿Dónde y cuándo se libraría el cristiano de la fantás- puede levantar también su cabeza. «Si hemos muerto con Cristo,
tica tentación de alzar hasta el trono de Dios sus conceptos, ideas, creemos que también viviremos en él» (Rom 6,8). En Cristo y por
locuciones y fórmulas y después adorarlos? En semejante confu- Cristo se realizó el juicio, cuando él venció el peligro de la soledad,
sión se pone de manifiesto necesariamente la gran desprooprción de la duda y de la tentación. Las tres hicieron presa en él con más
entre el Dios vivo y lo que los cristianos pretenden expresar de él. fuerza que en ningún otro, antes y después de él. El lo ha trans-
Dios no puede tolerar semejante desproporción, y en ese sentido formado todo en gracia, que siempre es promesa y revelación de
no puede menos de estar contra el presunto «ser cristiano» del esperanza ".
cristiano.
SILENCIO EN CALMA
Una segunda y muy sublime tentación, que parece afectar pre-
cisamente a los más grandes cristianos, es la seducción. ¿No es con- Todos tenemos alguna rigidez. Nadie es totalmente dúctil y
movedor ver cómo los grandes y famosos teólogos, Atanasio, Agus- flexible en las manos de Dios. Por eso debemos invocarle todos:
tín, Tomás de Aquino, Lutero, Zwinglio y Calvino, han dejado tras ¡Señor, no pases de largo sin que yo haya caído en cuenta de tu
sí, junto a sus logros, auténticas huellas de dolor? La seducción es venida! ¡Señor, no dejes de golpear en mi puerta, de percutir y
la amenaza constante del cristiano. No hay ningún cristiano que empujar contra mí hasta que te haya abierto! Este es el silencio
pueda vivir de otra cosa que de la misericordia de Dios 10. ) de los hombres de buena voluntad. Todo su ser es un sí constante
a Dios. Los hombres más eficaces y más admirables son siempre
ESPERANZA los más silenciosos, aquellos que aprendieron a escuchar a Dios.
No se llega al núcleo de la existencia cristiana en la convet su-
No quisiera aquí atenuar ni quitar nada de las palabras prece- dón, sino en el silencio. En el recogimiento se abre el ámbito inte-
dentes. Todo lo contrario. Las repito cuando digo que el funda- rior y en él se manifiesta la presencia santa de Dios. El nilendo
mento de una existencia orante es el «no obstante» de la esperanza. hay que aprenderlo. Hay que defenderse de tanta palabrcfítt y bu-
Toda existencia cristiana se desarrolla hacia un futuro que se llama rahúnda que corre por el mundo. Pero el ruido exterior no en nu1>i
sin más «cielo». Todo lo que el cristiano tiene que sufrir y sopor- que la mitad y, tal vez, la parte no más difícil de superar. I.n nlin

' Loe. cit., 148-149. " Para este punto puede ser de gran interés un libro i|in\ niinijiir un
10
Puede verse un estudio más detenido sobre esta compleja cuestión en siempre es muy seguro en algunos detalles, trata muy bien el HN|«'' i" Imlityi
L. Botos, In der Versuchung (Olten, 31968). co: J. Moltmann, Teología de la esperanza (Salamanca, 1969).
366 L. Boros Presupuestos de la oración cristiana 367

es el desasosiego interior, el bullicio de los pensamientos, el deva- Sobre el silencio como «acto» especial de la oración habría
neo de las pasiones, la angustia del corazón, el muro de la apatía... todavía algunas cosas importantes que decir. Pero aquí se trata
Ese es el espectáculo de nuestro interior, similar al de una fuente únicamente de la situación fundamental o de la actitud interna que
agitada por cantos rodeados. posibilita radicalmente toda oración estricta.
Si se quiere conseguir en la vida una actitud auténticamente Así está formado el fundamento de la existencia cristiana, del
flexible, hay que ejercitarse en el silencio. Para ello hay que co- que surge la oración. El orar cristiano se apoya en el asombro y la
menzar por mantenerse bien callado siempre que lo requiere la sorpresa. Implica obligación y soledad. Hay que superarlo en la
confianza de otro, el deber de la profesión o el respeto a la vida duda y en la tentación. Sin embargo, en él brillan la esperanza y
de los demás. Esto debe ser evidente para un cristiano. Pero no es la paz. Repito una vez más que las llamadas «condiciones de posi-
más que el comienzo. Tendríamos que acostumbrarnos a callar tam- bilidad» de la oración cristiana «existen» en toda oración que se
bién cuando pudiéramos hablar, esforzarnos sin más por superar realiza cristianamente. Otra cosa es que en la oración propiamente
el prurito de hablar y de existir hablando. ¡Cuántas cosas super- dicha se manifieste o aflore más a la conciencia un aspecto u otro.
fluas decimos en el transcurso de un día! ¡Cuántas necedades! Te- Tal vez una cosa ha quedado suficientemente clara: que la es-
nemos que aprender que callar debidamente no es ningún vacío, tructura de nuestra existencia está anegada y envuelta de misterio.
sino vida auténtica y plena. Pero esto no es todo: no basta el No por la oscuridad, sino por una luz cuya luminosidad deslumhra
silencio exterior. Tenemos que aprender también el silencio inte- nuestros ojos y enmudece nuestra lengua. En este sentido podrían
rior, a pararnos tranquilamente ante un problema serio, una tarea interpretarse en su significación más honda dos sentencias de santo
importante, el recuerdo de una persona allegada a nosotros, etc. Tomás de Aquino, que añado como final, no para discutirlas, sino
Así tendríamos la experiencia de que el hombre tiene un mundo para meditarlas en silencio: «El último fin de la generación de todo
interior, cuyo fondo es inalcanzable. Por fin, el silencio ante Dios. es el alma humana, y a ella tiende la materia como a su última
Ante él, el Todopoderoso, trascendente a toda capacidad del pen- forma. El hombre es el fin de toda generación» B ; «A Dios se le
samiento y de la experiencia, fallan todos los símbolos e imágenes, honra con el silencio. No porque no digamos o no indaguemos, sino
por más sugestivos y significativos que sean. «Yahvé mora en su porque sabemos que no podemos comprenderle» M.
santo recinto. Calla ante él, ¡oh tierra toda!», nos exhorta el pro-
feta Habacuc (Hab 2,20). «Silencio en la presencia del Señor, Yah- L. BOROS
vé, porque se acerca el día de Yahvé» (Sof 1,7). «Enmudeced, [Traducción: TOMÁS ROMERA]
islas, ante mí, y renueven los pueblos su fuerza» (Is 41,1). «Calle
toda carne ante Yahvé, que se ha despertado de su santa morada»
(Zac 2,17). Así anunciaron los profetas la venida del Redentor.
Y él, Cristo nuestro Señor, apareció «en medio de la noche», en
gran silencio, mientras pastores y reyes le adoraban. La misma
eternidad prometida hay que llenarla con un descanso eterno
(cf. Heb 3,7-4,11) que, evidentemente, no hay que malentender
como «inactividad», sino tratar de entenderlo como «posesión de
la plenitud y gozo en silencio» 12.

12 13
Cf. L. Boros, Aus der Hoffnung leben (Olten, 31968), 77-89, e ln der Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, 3, 22.
Versuchung (Olten, 31968), 97-119. 14
Tomás de Aquino, ln Trinitate, 2,1 ad 6.
La oración: polifonía de expresiones 369

otros para que pueda brotar la oración. Bajo pretexto de crítica a


las instituciones o de crítica del lenguaje, crítica legítima en ambos
casos y necesaria especialmente hoy día, corremos el peligro de
dejar la vida entre paréntesis, y, como consecuencia, la oración,
expresión de esta vida, no tiene ya nada que expresar y acaba por
LA ORACIÓN: secarse.
POLIFONÍA DE EXPRESIONES
2. Una expresión liberada
INTRODUCCIÓN:
LAS COORDENADAS DE UNA VIDA DE ORACIÓN La segunda coordenada es la de una expresión liberada. El
hombre, especialmente en la civilización occidental, se encuentra
Hablar de la oración como de una «polifonía de expresiones» muchas veces paralizado por múltiples inhibiciones; la vida en él
supone que más allá del desierto en que toda oración parece algo tropieza con muchos elementos de bloqueo que le impiden expre-
irrisorio e imposible hayamos descubierto nosotros en nuestra vida sarse y, por consiguiente, crecer y desarrollarse. Víctima con mu-
un área donde la oración vuelva a encontrar un sentido y pueda cha frecuencia de los esquemas antropológicos de un dualismo sim-
surgir de nuevo. Actualmente, muchos hombres, incluso impulsa- plista, el hombre no reconoce en el cuerpo que él es el lugar de
dos por el Evangelio, se encuentran todavía en pleno desierto so- expresión y realización de su vida, y a fortiori de su vida espiritual.
bre este punto, y las reflexiones que vamos a exponer en torno a La primera revolución que debería llevar a cabo es, sin duda, la
la expresión multiforme de la oración pueden parecerles un sueño liberación de su propio cuerpo, para que éste llegara a ser la expre-
extraño a la experiencia que tienen ellos de la vida cristiana. sión y el instrumento o, más brevemente y para emplear la termi-
nología clásica, el «signo eficaz» de toda su vida.
No pretendo resolver aquí esta cuestión previa, esencial para
toda vida de oración'; pero conviene, a mi modo de ver, intentar
situar rápidamente el espacio y las coordenadas en que puede brotar 3. Una vida de comunión
una oración multiforme para un hombre o una comunidad deseosos Finalmente, la tercera coordenada, en economía cristiana, es la
de vivir bajo el soplo del Espíritu. pertenencia a una o varias comuniones de Iglesia. Una de las di-
mensiones esenciales de la fe cristiana es, en efecto, que las rela-
1. Una fe viva ciones de cada uno de nosotros con Dios no son un asunto pura-
La primera coordenada, a mi parecer, es la de una fe viva. Con mente individual, sino que pasan por la mediación de nuestras
esta expresión no quiero significar una fe que tenga respuesta para relaciones con los demás hombres. Nuestra comunión con Dios está
todas las cuestiones y que haya resuelto todos los problemas. Tam- indisolublemente vinculada a nuestra comunión con los hombres.
poco me estoy refiriendo a una fe que tenga a su disposición un Las diversas células de Iglesia a que pertenecemos deberían ser el
lenguaje para expresarse fácilmente y sin ambigüedad. Por otra lugar de aprendizaje y, al mismo tiempo, el signo luminoso de esta
parte, la fe la vivimos todos de manera muy distinta unos de otros. doble comunión.
Pero aunque la fe no fuera más que un tormento, una fisura, un * * *
interrogante enroscado en nuestra carne, debe ser algo vivo en nos-
La primera coordenada presupone una verdadera pedagogía
1
Cf. B. Besret, Est-il encoré possible de prier?: «Chronique de Boquen» de la fe que no pertenece directamente al ámbito de la oración
5 (marzo 1972), 5-6. (aunque toda oración, por la dimensión eficaz de los signos que
370 B. Besret

pone, comporte necesariamente un valor pedagógico). La segunda


coordenada supone un auténtico arte de vivir, una sabiduría del I. PRIMERA APROXIMACIÓN: LA ORACIÓN DEL CUERPO
hombre y del cuerpo que afecta plenamente a la vida cotidiana, in-
mediata, de cada uno; pero que, llevada hasta el extremo, comporta 1. Tomar conciencia de que somos cuerpo
unas exigencias políticas en la ordenación de la vida comunitaria
de los hombres. Esta ascesis tampoco pertenece, para nuestro tiem- Para orar no tenemos necesidad de hablar. La palabra que no
po, al campo inmediato de la oración (aun cuando, también en este brota bajo la exigencia de la presión interior corre el peligro mu-
caso, toda oración por la dimensión eficaz de los signos que pone, chas veces de no ser otra cosa que una pantalla, una forma menos
conduce al hombre a vivir una cierta ascesis). Finalmente, la tercera penosa de pasar el tiempo y de evitar el enfrentamiento con la vida,
coordenada supone un tejido vivo de células de Iglesia en comunión con el Espíritu. Son muchas las oraciones que se hunden en las
las unas con las otras en el mismo espíritu, la misma esperanza, el arenas de un verbo que no es más que palabrería, simulacro de
mismo amor. Esta tarea eclesial, a su vez, deshorda con mucho lo oración...
que puede realizar la oración. No es menos verdad, también en este Lo primero que hace falta para orar es estar ahí, estar presente.
caso, que la oración comunitaria, por la dimensión eficaz de los Ser una conciencia despierta, aquí, ahora, en este cuerpo que yo
signos que pone, constituye un tiempo fuerte (quizá uno de los más soy y que siento. Pararse a tomar conciencia de esta existencia del
fuertes) de la vida de comunión. mundo que somos, aquí encarnada, constituye una primera forma
Sin embargo, la comunión por sí sola no puede reemplazar ni la fundamental de oración. Recibirse tal y como uno es para poder
pedagogía, que debe ayudar constantemente a avivar y profundizar darse, abandonarse. Pero he aquí que esta simple toma de concien-
la fe tanto en la vida del hombre individual como en comunidad, ni cia, este alejamiento con relación a la agitación y a la dispersión de
la ascesis, por la que el hombre y la comunidad deben liberarse de mi actividad, me conduce a cambiar imperceptiblemente de postura.
todas sus aberraciones interiores y exteriores, ni la vida eclesial, Mi cuerpo entra en juego. Mis piernas se distienden. Mi pecho se
que debe servir de impulso a los fieles de Jesús en el mundo. Estas yergue. Las clavículas (esas «llaves» de nuestra actitud, como su
tareas son, tanto unas como otras, necesarias para el desarrollo de nombre lo indica) buscan la horizontal. Instintivamente, algunas
una vida regenerada por el Espíritu. La oración no será sino la ex- de las actitudes que caracterizan nuestras crispaciones, nuestra ten-
plosión, a nivel de la expresión, de esta vida. Por tanto, a nivel de sión en el desempeño de una función en la sociedad, se desatan y
la expresión, no existen «recetas» que puedan asegurar la autentici- restablecen los múltiples circuitos de la respiración, de la circula-
dad de una oración independientemente de la vida que esta oración ción sanguínea y de esa energía vital misteriosa de la que no leí
exprese y, de rechazo, desarrolle. Cuando los signos quieren reem- gusta oír hablar a los médicos occidentales, pero que se encuentra
plazar a la vida, nos hundimos en la hipocresía y el fariseísmo. Pero, en el corazón de la sabiduría oriental (y también de su medieinn).
inversamente, no hay vida (de una persona o de una comunidad) Estos cambios de postura que se desencadenan ¡iistintivuincntc
que pueda desarrollarse sin expresarse a través de todos los registros puedo seguirlos, por supuesto, con mi conciencia. Enlomen nc CN-
de que el hombre dispone. Entonces es cuando surge la oración. tablece un auténtico movimiento entre la conciencia que yo |nmn»
Sería presuntuoso pretender inventariar aquí todos los tonos de estar ahí y mi modo de estar ahí: se da una ciiusnlidiiil inulmt.
que la oración puede adoptar en esta vasta polifonía de expresiones. Cualquier mejora de la primera lleva consigo una iiiodillttu'lott de
Me limitaré a presentar tres aproximaciones en relación con tres lo segundo.
tipos de experiencia. Yo estoy aquí, ahora, presente. Y este hecho, NÍII pnlnhitiM, I'OIIN
tituye mi primera forma de dar gracias: prestar tilcm iñn ul iranio
que Dios me hace de vivir. ¿Cómo podremoN dm niiiihw «I mlu
372 B. Besret La oración: polifonía de expresiones 373

mos perpetuamente distraídos, sin prestar atención a la vida que sutilmente en toda la superficie de mi cuerpo 3 , subrayando aún
nos penetra? Pues bien, sería un error pensar que se puede perma- más la conciencia que tengo de existir, aquí, presente, pero aban-
necer atento a la vida sin que el cuerpo viva esta atención y se donado a esta vibración que me expresa y me expande más allá de
sienta transformado por ella, y a la inversa. De aquí, la sabiduría mí mismo.
de las posturas en la oración que no son puro folklore o simple Aún podría seguir desarrollando este punto: mostrar cómo la
superstición. Existe una eficacia de esas posturas, que, por lo de- vibración puede llegar a ser modulación, la modulación canto y
más, son susceptibles de crítica, y de esta manera es posible rela- palabra, la comunidad orante convertirse en comunión de amor.
tivizar el carácter absoluto que tiende a asumir cuando las postu- Pero me temo que entonces restringiría demasiado mi exposición
ras se convierten en «rito» y revisten un valor directamente sacral a un solo tipo de experiencia o me inclinaría excesivamente a favor
que no poseen ipso fado. de un camino que no tiene nada de específicamente evangélico y
daría a las formas de oración un encadenamiento que no parece
necesario si no es en mi propio discurso. Son posibles otros cami-
2. Espirar para inspirar
nos, otras cronologías, otros dinamismos, sin que por ello exista
El hecho de encontrar una postura favorable a una toma de contradicción entre unos y otros.
conciencia más viva de la vida que nos habita puede ser ya una
oración. Don recibido y ofrecido prontamente. Gran ritmo de la
creación aceptada y de la acción de gracias, que es también un II. SEGUNDA APROXIMACIÓN: LA ORACIÓN DEL CORAZÓN
abandono. Pero en esta actitud de acogida y de ofrenda siento que
mi respiración me incorpora a su ritmo. Y su ritmo, formado de 1. Rumiar la palabra
inspiraciones y espiraciones, es también un ritmo de acogida y de
abandono. Mi respiración se convierte en oración. Mi oración se Como reacción contra una oración de palabrería, nuestro primer
torna respiración. No es un puro azar el que en hebreo el aliento, acercamiento a la oración se ha fundado completamente en el silen-
la vida, el alma, el espíritu, el viento estén vinculados etimológica- cio o en la emisión de sonidos no verbales. Sin embargo, el evan-
mente a una misma raíz. Al espirar, me doy, me abandono, aumen- gelio es palabra, anuncio de una buena noticia, y la vida de un
to en mí la capacidad de recibir todavía más vida. Luego, al hombre o de una comunidad que apelan al espíritu de Jesús con-
inspirar, me vuelvo a encontrar: al tomar el aire, acojo la vida, siste en asimilar esta palabra, en darle vida, en hacer posible que
el espíritu, el don de Dios 2 . esa palabra se haga carne y pueda habitar entre los hombres.
Esta consideración puede ser el punto de partida de otra moda-
3. Entrar en vibración lidad de oración. No se trata de que multipliquemos las palabras
para desarrollar un discurso conceptual. Existen otros lugares y
Mi oración también puede desarrollarse: silencio sometido a
otros tiempos de la vida cristiana para hacer esto. Se trata más
ritmo por la inspiración, la espiración y nuevamente la inspiración.
bien de contemplar intuitivamente el misterio que todas estas pa-
Pero también puede llegar a convertirse en sonido. Mi espiración,
labras desplegadas se esfuerzan por traducir y de no formar más
por tener su origen en lo más profundo de mis entrañas, se hace
que una realidad con él, de percibir la unidad profuiulii entre la
estremecimiento que me conmueve en lo interior, transformándose
vida que nos anima y la que se transparenta a través de l¡i historia
a continuación en vibraciones sonoras que, a su vez, se reflejan
que nos manifiesta la Sagrada Escritura. Una pnlnbru puede ser
2
Cf. K. von Dürckheim, Pralique de la vote interieure (París, 1968), 77-81 3
(Del Altag ais VSbung [Berna, 1966]). Cf. A. Tomatis, L'oreille et le langage (París, 1963), 73.
24
374 B. Besret La oración: polifonía de expresiones 375
suficiente en este caso. Una frase quizá. Los monjes de la antigüe- mor de llamada o de rebeldía de quien no puede ya más o está sin
dad hablaban de «rumiar». Rumiaban los salmos y los versículos fuerzas.
del evangelio. Así, la palabra se hacía pan. «No sólo de pan vive
El hombre que gime o clama se preocupa muy poco del voca-
el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt
bulario de la sintaxis. Mucho menos de la melodía. Clama y su
4,4). Ha habido hombres que han vivido solamente del nombre
vida transcurre en su clamor. Cualquier esfuerzo por codificar el
de Jesús, que quiere decir «Dios salva».
gemido o programar ese clamor adolece de artificiosidad. Cuando
el clamor y el gemido quedan registrados en una liturgia no pueden
2. Gemidos indecibles y clamor de reconocimiento producir más que ridículo o caer en el esteticismo. No son autén-
ticos sino cuando brotan bajo la presión de la vida.
Habrá momentos en que esta palabra incluso falte. El misterio
percibido se presentará como lo indecible. El hombre ya no tendrá
palabras. Sólo gemidos inefables. O quizá tenga la experiencia de
lo que Pablo dice a los gálatas o a los romanos: «Y la prueba de
III. TERCERA APROXIMACIÓN: LA ORACIÓN COMUNITARIA
que sois hijos está en que Dios envió a nuestros corazones el Espí-
ritu de su Hijo, que clama: Abbá, Padre» (Gal 4,6).
Sería inútil esperar que este clamor partiera de él mismo, como Tras la oración cadenciada por el ritmo de nuestra vida más
si el Espíritu pudiera imponérnoslo desde el exterior. En realidad, inmediatamente humana, tras la oración madurada por una larga
no puede ser otra cosa que el fruto de una profunda asimilación confrontación del evangelio y de los acontecimientos de nuestra
de la buena noticia del evangelio, de una meditación asidua del existencia, conviene evocar ahora la oración comunitaria. Ocupa
«misterio» que debe transformar nuestras relaciones con Dios y un lugar importante en la experiencia cristiana en la medida en que
con los hombres. Aquel cuya fe permanezca constantemente des- ésta une indisolublemente la comunión con Dios a la comunión de
pierta y le haga percibir el mundo con la mirada misma de Jesús los hombres entre sí. Cuando los cristianos se reúnen para orar en
podrá efectivamente clamar «Abbá, es decir, Padre» y modular común, buscan manifestar y hacer emerger a nivel de su conciencia
toda su oración sobre este clamor. Clamor surgido no bajo la con- el misterio que viven, y que es al mismo tiempo comunión entre
moción de un acontecimiento, sino por la presión de una fe madu- hermanos, comunión en el mismo espíritu y, en última instancia,
rada por largo tiempo. comunión con Dios.

3. Gemidos de dolor y clamor de llamada 1. Vínculo con la vida


Esta comunidad tiene una historia. El tiempo fuerte de la ora-
Pero el hombre no sólo tiene la experiencia de la vida que reci-
ción no parte de un punto cero, sino que está en continuidad con
be y que da, del amor de Dios percibido en el amor de los hombres.
la vida. Si cambia de registro, se trata solamente de un registro de
También tiene la experiencia de sus propios fracasos, de sus pasi-
expresión. No se trata de vivir esencialmente otra cosa, sino tic
vidades, de sus rupturas, del sufrimiento y de la muerte.
vivir de distinta manera, a un nivel diferente de conciencia y tic ex-
La oración puede entonces llegar a ser gemido del hombre opri- presión. Ni la oración en común ni la celebración tic la cuoinstíl
mido que aspira a su liberación. En este caso es el dolor quien le harán germinar milagrosamente el amor en una lit-na pedregón
deja sin palabras, incapaz de coordinar frases. El Espíritu acude en y hostil. También en este caso se da un movimiento de Unjo y re-
ayuda de su debilidad e intercede por él con gemidos inefables. flujo, de causalidad mutua, entre la vida y su expresión.
O de nuevo brota el clamor provocado por la conmoción. Cla-
La oración: polifonía de expresiones 377

Las maneras de acogerse unos a otros son múltiples. Las más


2. El lugar manifiestas no son necesariamente las más significativas. La discre-
ción del gesto suele ir muchas veces a la par con su calidad. Pero
Supongamos un grupo de hombres y mujeres reunidos. Son por- discreción no quiere decir reserva temerosa, que ya es la manifesta-
ción de un pueblo más amplio. El lugar de su reunión no carece de ción de una actitud hostil, de una negativa a recibir y a dar. El
importancia. Hay lugares que dispersan; otros, en cambio, reagru- contacto de los cuerpos constituye un primer signo de comunión
pan. Lugares que le aprisionan a uno en una conducta determinada y un medio frecuentemente eficaz para medir los fosos que nos se-
(por su estilo, por sus muebles); otros, al contrarío, liberan, y uno paran y el trabajo que queda todavía por realizar en nosotros mis-
se encuentra a gusto en ellos. No es cuestión de dinero, sino de mos para amar de verdad.
espíritu. Muchas de nuestras iglesias, con su estructura fija, los
bancos alineados rígidamente, matan toda esperanza de creatividad.
Haría falta una vitalidad excepcional para conseguir romper el 5. Silencio y despertar
molde.
Para que una palabra pueda resonar en la asamblea e interpe-
larla, provocarla al despertar de la conciencia evangélica, hacerle
3. El vestido sentir la urgencia de una conversión del mundo viejo en que vivi-
Lo mismo sucede con los vestidos. Algunas prendas le obligan mos habitualmente al mundo nuevo que el espíritu de Jesús debe
a uno a representar un personaje; otras, al contrario, tienen la vir- instaurar en la tierra, es necesario primeramente taladrar el am-
tud de borrar los trazos superficiales y alienadores de nuestro yo. biente con una atención que pueda acogerla. Una palabra pronun-
Si debemos criticar el vestuario litúrgico es en la medida en que ciada en medio de una distracción general es una palabra perdida
se ha convertido en privilegio de una casta sacralizada y porque, (excepto, quizá, para quien la pronuncia). Para crear un ambiente
a su vez, obliga a los que lo llevan a representar un papel artificial de atención no basta, sin embargo, con que haya silencio. El silen-
en la asamblea. Pero llegará un día quizá en que toda la asamblea cio puede ser plenitud, pero también puede ser simple ausencia,
elegirá constituirse y manifestarse como tal, dejando en el umbral estar tan vacío de comunicación y de misterio como el de una sala
de la reunión los despojos del hombre para revestirse con las ar- de espera de dentista. Para ser plenitud, el silencio debe ser pre-
mas de la luz. «Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis sencia activa de cada uno a todos los demás y de todos a esta rea-
revestido de Cristo. No hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, lidad misteriosa que llamamos Dios.
no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno solo en Un fondo sonoro, con la condición de que no se convierta en el
Cristo» (Gal 3,27-28). El vestido se convierte entonces en llamada objeto mismo de la atención ni transforme la asamblea en sala de
a la conversión, esperanza de salvación. Se torna oración. conciertos donde cada uno desempeña un papel atomizado de audi-
tor pasivo, puede ser un medio eficaz para crear un estado de alerta
4. La acogida recíproca y reunir la atención de todos en la unidad.
Un canto también puede desempeñar esta misma función. No
El tránsito de la «oración en lo secreto» a la oración comuni- obstante, si los componentes de la asamblea están acostumbrados
taria no significa ruptura. La búsqueda de interioridad y de estar a encontrar su vibración personal y a emitirla en la serenidad, la
presente a sí mismo, lejos de resultar algo inútil, se torna más improvisación colectiva resultante de todos estos murmullos es
urgente para transformarse en capacidad de acoger a los demás, de quizá también uno de los medios más eficaces de hacer presente
recibir y dar. Para comulgar los unos con los otros se necesita que cada uno a todos. No existe un remedio milagroso, porque la expe-
todos estén presentes. riencia demuestra que semejante murmullo colectivo no es posible
378 B. Besret

más que si cada uno de los participantes está suficientemente re-


conciliado consigo mismo y con los otros miembros del grupo. Si
no, el murmullo queda bloqueado en el fondo de la garganta y se
niega a salir. En estado de tensión y de no comunión es posible
escuchar música e incluso cantar, pero prácticamente es imposible
entrar en vibración de verdad con los otros. ¿TIENEN TODAVÍA SENTIDO
LA ORACIÓN DE SUPLICA Y DE INTERCESIÓN?
6. El estallido de la palabra
En el seno de este silencio cargado de atención, y, por tanto, I. CRISIS
de espera, puede resonar una palabra. Puede ser leída, proclamada,
murmurada o gritada. Puede salir de un libro o puede también ser La oración personal está en crisis. Esta crisis afecta de modo
recreada por la asamblea, poema colectivo en el que cada uno apor- especial a la oración de súplica, que, por otra parte, parece ocupar
ta su palabra en la invención de la palabra. Ser cristiano no consiste un puesto central, sobre todo en el Nuevo Testamento y en la en-
solamente en recibir la palabra desde lo alto de un pulpito, sino señanza de Jesús sobre la oración. Sin embargo, nuestra actitud
que también lo es saber inventarla. Si el espíritu que anima a la frente a la oración de súplica ha cambiado tan radicalmente, que
asamblea es el que animaba a los profetas o a los evangelistas, ins- la crisis actual de la oración adquiere el carácter más agudo preci-
pirará a sus componentes la misma palabra, aunque ésta se exprese samente en la oración de súplica y en la de intercesión.
con otros términos. En la literatura sobre el tema, esta crisis de la oración de sú-
La liturgia llega a ser entonces acontecimiento, que no puede plica se compara con una escena famosa de la obra de Bertolt
tener lugar más que una sola vez, aquí, ahora, para esta comunidad Brecht Madre Courage y sus hijos. Un grupo de campesinos tiene
en concreto, en este momento preciso de su historia, y no para que que considerar cómo debe ser asaltada de noche la ciudad vecina.
la asamblea se contente con hablarse a sí misma y complacerse de Sobrecogidos por el terror a los soldados, se entregan a su suerte,
manera narcisista en la contemplación de la imagen que se hace de y el hijo de un campesino se encarga de enseñarles el camino que
sí: cualquiera de sus miembros se encargará con gusto de recor- va a la ciudad. Tan pronto como los soldados abandonan a los cam-
darle el proyecto de Dios, las exigencias de su amor, las implica- pesinos y se dirigen al asalto, éstos comienzan a preocuparse por la
ciones prácticas, políticas de su Evangelio. Puede fiarse del Es- ciudad amenazada, pero siempre llegan a la misma conclusión: «En
píritu. fin, nosotros no podemos hacer nada». Después se saca la conclu-
Entonces, la asamblea toda entera es celebrante. sión de esa situación: «Quien no puede hacer nada, al menos pue-
de rezar». Cuando todos están rezando, en medio de la escena, se
B. BESRET levanta la chica muda, Kattrin, busca un tambor, se sube al tejado
[Traducción: JUAN JOSÉ DEL MORAL] de un establo y bate el tambor frenéticamente hasta que consigue
despertar a los habitantes de la ciudad vecina. Kattrin cae muerta
a tiros, pero la ciudad es alertada y se salva 1.
Los reparos que se hacen a la oración de súplica proceden de

1
D. Solle, Atheistisch an Gott glauben (Olten, 21969), 111; G. Otto,
Über das Gebet (Pádagogische Forschungen. Veroffentlichungen des Come-
nius-Instituts; Heidelberg, 1971), 42.
380 J. Bommer La oración de súplica e intercesión 381

diversos campos. El reparo de las ciencias de la naturaleza es el o de las ciencias de la naturaleza. Se rechazan de plano los presu-
siguiente: las leyes de la naturaleza constituyen un sistema cerrado puestos tradicionales de la oración de súplica, sobre todo allí donde
en sí mismo, frente al cual la oración no es más que una ilusión. los golpes del destino sacuden al hombre de forma violenta y sú-
Este reproche va asimismo contra aquella convicción, según la cual bita y éste vive y siente al mundo como un todo cerrado en sí y en
el gobierno divino del mundo tiene carácter personal e histórico; un proceso causal circular. El mundo se ha secularizado por com-
es decir, va contra la fe tradicional en la providencia. pleto y el hombre lo ha tomado en sus manos con responsabilidad
Viene después la objeción de la psicología, que presenta la ora- exclusiva y plena. Examinémonos a nosotros mismos: ¿quién cree
ción como un egoísmo craso, puesto que presupone que Dios está ya en serio que Dios, a pesar de nuestras frecuentes peticiones en
dispuesto a hacer depender el gobierno del mundo de los propios las preces litúrgicas, va a poner término al hambre en la India, a
deseos del que ora. Además, en la oración de súplica el hombre la guerra en Vietnam, a la catástrofe de las inundaciones en el Pa-
trata de conseguir y ejercer influjo sobre Dios. Orar, se arguye, kistán y de los terremotos en Anatolia? Un enfermo de cáncer
significó originariamente «ejercer fuerza» 2 y era un concepto muy desahuciado no se cura con oraciones y un manco no recobra el
próximo al de magia. Después la oración se convierte en una obra brazo perdido por más que vaya en peregrinación a Lourdes. Estas
meritoria y en vía de apelación a Dios. cosas hay que afrontarlas con otros medios. La súplica y la inter-
Finalmente, hay un tercer reproche, que nosotros denominamos cesión como remedios inmediatos se muestran inútiles.
ético-social, y que se presenta del modo siguiente: la oración hace Tal vez ninguna otra cosa como la oración de súplica necesita
que los cristianos olviden su responsabilidad social. En nuestra si- con más urgencia una revisión a fondo de toda su problemática.
tuación, se afirma, orar es obrar. La oración de súplica se convierte Para ello hay que tener presente desde el principio que las mismas
así en un problema moral. afirmaciones bíblicas sólo pueden prestar una ayuda relativa, pues
Detrás de todos estos reproches —de ignorancia científica, de suponen en el fondo una concepción del mundo inadmisible para
egoísmo y de irresponsabilidad— hay, sin embargo, problemas teo- el hombre moderno. Aquí no se puede eludir una labor seria de
lógicos más hondos. Están en juego, sobre todo, la idea de Dios y la hermenéutica. Una crítica de la oración de súplica y de las preces
actitud del hombre actual frente al mundo. en uso, incluidas también —y no en último lugar— las de la misa,
La crisis de la idea de Dios tradicional y, sobre todo, el pro- es inevitable si es que éstas han de tomarse todavía en serio y ser
blema de un Dios personal condicionan hondamente la crisis de la algo más que una simple rutina. En los escritores actuales que tra-
oración. Ante la inestabilidad de la idea de Dios, se preguntan tan el tema, especialmente en los de lengua alemana, encontramos
muchos si la vieja costumbre de interceder y suplicar a Dios puede tres grupos de respuestas, que resumimos aquí brevemente.
justificarse todavía desde el Evangelio o si, al menos, el hombre
moderno puede seguir practicando esa oración realmente en serio.
El ataque a la personalidad de Dios, tal como lo presentan hoy
muchos teólogos, afecta asimismo al carácter personal de la ora- II. DIVERSAS SOLUCIONES
ción, especialmente la de súplica, que, según la forma tradicional,
vive y se alimenta de la relación yo-tú. 1. Solución teológica tradicional
A esto hay que añadir la nueva relación con el mundo y la nue-
va concepción de la realidad. Ya no se necesita a Dios como tapa- Parte de dos presupuestos, y es la que determina la conciencia
huecos o hipótesis de trabajo en el campo de la moral, de la política piadosa más corriente, sobre todo dentro del campo católico. Nos
referimos aquí a la doctrina tradicional de la oración, tal como la
2
G. van der Leeuw, Ph'ánomenologie der Religión (Tubinga, 1946), 480s. presentan nuestros manuales de teología dogmática. En el campo
382 J. Bommer La oración de súplica e intercesión 383

protestante ha cristalizado, sobre todo en la teología dialéctica. Cristo el que ora en nosotros, «porque nosotros no sabemos pedir
Unos y otros cuentan todavía con una tradición firme e intacta de lo que nos conviene» (Rom 8,26).
la oración. Se trata principalmente de gente que todavía ora y cree Esta oración comienza con una petición muy real, el pan; crece
saber qué significa orar: orar es hablar, conversar con Dios. al abrigo de una confianza absoluta y una fe inquebrantable en
Los dos presupuestos de toda oración y, por tanto, también de Dios, y se consuma en la entrega incondicional a la voluntad divi-
la de súplica son el carácter personal de la relación entre Dios y el na. Aquí se cuenta con la cercanía y la presencia inmediatas de
hombre y la subsiguiente inmediatez primaria. El ser personal de Dios. El poder de Dios ha aparecido en Jesucristo. La oración tiene
Dios se revela en Jesucristo, y de este modo «se ha hecho posible lugar dentro de la revelación y de la Iglesia, es palabra de fe y de
para el hombre duro de corazón, terco y descreído» invocarle en su confianza. Los contenidos pueden cambiar, pero la situación del
nombre 3 . Esta reflexión toma como punto de partida el ser perso- creyente respecto de Dios es fundamentalmente siempre la misma.
nal completo de Dios y, por tanto, sólo puede hablar de la oración El hecho de que Dios en el ejemplo del amigo inoportuno (Le 11,
como relación personal. Tenemos aquí la solución personalista. Dios 5-8) se convierta literalmente en tapahuecos de modo incondicio-
es persona y, como tal, inmediatamente accesible a nosotros. Po- nal y para todos pertenece, según esta opinión, a la condescendencia
demos dirigirnos a él en la seguridad de que nos prestará siempre divina. Mas la intercesión, tal como nos la presenta san Pablo, gran
atención y podemos presentarle nuestras preocupaciones y nece- teólogo de la misma, supone que hay una solidaridad entre los cre-
sidades con la misma confianza que lo hace un hijo a su padre. yentes. No estamos delante de Dios únicamente como individuos.
Reina una atmósfera de confianza, de íntima y «vieja» (Marie El creyente está siempre en un espacio vital y en una comunidad,
Louise Kaschnitz) familiaridad. Si Dios es Padre y el hombre es de la cual es corresponsable (Col 1,24; 1 Cor 12,12). Interceder
hijo, ¿cómo podría vuestro Padre celestial no daros lo que pedís, significa «decirse en su mundo», lo cual equivale a asumir respon-
si lo hacen los padres de la tierra? (Le 11,9-13). Aquí reinan la sabilidad. La intercesión se entiende como un «ofrecimiento que
sencillez y confianza del «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; el cristiano no puede rehusar a causa de las múltiples necesidades
llamad, y se os abrirá» (Mt 7,7). Reina también el simple conoci- e indigencias que le incumben y le rebasan» 4 . En la oración de
miento de que «bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso súplica, el hombre descubre y reconoce su necesidad y la del mun-
tenéis necesidad» (Mt 6,32). Se vive en la seguridad de que la do, las presenta delante de Dios y espera el favor divino para sí y
mano divina del Padre guía a sus hijos y se cuenta de antemano para los demás. En ella aparecen en primer término rasgos perso-
con que sobrevendrán cosas incomprensibles. Se somete la propia nales. Se espera que Dios toque los corazones, dirija los pensamien-
voluntad a la voluntad de Dios y se adquiere certeza absoluta de tos, aumente el sentimiento de responsabilidad, despierte el ánimo
ser escuchados en toda petición que se hace en el «nombre de para el bien. Rogar para que el tiempo sea propicio, bendecir un
Jesús» y es, por tanto, conforme a la voluntad de Dios. Para corre- puente nuevo o incluso una locomotora parece poco sensato, mas
gir los propios deseos y peticiones, se intercala siempre una palabra cuando esto ocurre se acude a ingeniosas explicaciones. Sin em-
extraordinaria y confiada: «si». Si mi ruego es conforme a la volun- bargo, como el hombre espera ayuda auténtica del tú interpelado
tad de Dios, si mi punto de vista coincide con la visión de Dios...
y no quiere que su intercesión sea mera expresión de sí mismo o
En esto se contrasta la verdadera actitud cristiana y se adquiere la
mera sensibilización de esta realidad o aquel problema, va dejando
certeza de que ninguna súplica cae en el vacío, sino que de un modo
a un lado en su oración de súplica y de intercesión todo aquello que,
o de otro es siempre atendida por Dios. Es entonces el Espíritu de
de acuerdo con la idea actual del mundo y de la realidad, se consi-

3 4
E. Brunner, Dogmatik, III: Die christliche Lehrc von der Kirche, vom S. Hausammann, Atheistisch zu Gott belén?: «Evangelische Theologie»
Glauben und von der Vollendung (Zurich, 21964), 369. 8 (1971), 414.
384 J. Bommer La oración de súplica e intercesión 385

dera pura retribución natural. Por eso ya no se pide protección toda 'palabra sobre Dios' es una 'pregunta por Dios' y, en cuanto
contra el rayo, sino que se monta sobre el tejado un pararrayos; no tal, está libre de las categorías personales y soteriológicas corrientes
se pide agua, sino que se hacen instalaciones de riego artificial, se en la teología. Esto no significa, sin embargo, que debamos guar-
construyen pantanos, se fertilizan los campos con abonos químicos, darnos de hablar de Dios: no me opongo a que se hable a Dios en
y en todos estos asuntos se cuenta más con la iniciativa propia que la oración ni al uso de la palabra 'tú'. Pero creo que la teología
con la ayuda de Dios. Sin embargo, este modo de entender la ora- necesita, por el bien de la experiencia, superar la personalidad y la
ción de súplica y de intercesión resulta todavía muy primitivo y se soteriología como categorías y para hacer un lugar en el pensa-
impone necesaria e inevitablemente una transformación de esa miento a la pregunta sobre Dios» 7.
mentalidad. Según Bernet, el orar está íntimamente unido a la experiencia.
Como síntesis de tal concepción digamos que esta interpreta- Orar es pensar desde el horizonte de la reflexión y de la experien-
ción ontológica del lenguaje personal y antropomórfico de la Biblia cia. Aquí entra en juego también la categoría de lo absoluto. Sin
implica claramente una visión idealizada de la oración. El hijo embargo, lo absoluto se presenta como interrogante, como misterio.
ruega al Padre y siente al mismo tiempo la proximidad de Dios. Por tanto, orar es un acto del pensamiento, en el que se reflexiona
Yo hablo y Dios escucha. La duda no tiene cabida, supondría necia sobre la experiencia y se narra la experiencia reflexionada8. De
incredulidad. este modo llega Bernet a una triple función de la oración, que, por
consiguiente, es aplicable también a la oración de súplica y de
2. Solución antropológica intercesión: partiendo de la palabra clave de los modernos, de la
experiencia, la primera función es reflexionar; la segunda, narrar,
En este intento de solución se discute la personalidad de Dios. y la tercera, situar.
Se reprocha al personalismo teológico que de la relación de Dios al
Por tanto, en la oración no se llega a un Dios personal, ya que
hombre, descrita en la Biblia como diálogo y acción de Dios, ha
este Dios no puede pensarse como algo objetivo frente a nosotros.
pasado a afirmar ontológicamente el ser personal de Dios y ha cali-
La oración on es un diálogo ni una conversación con Dios. En la
ficado esta afirmación como propia del cristianismo. «Cuando ha-
oración tiene lugar más bien una realización fundamental del ser
blamos de un Dios personal, no trasladamos a Dios una categoría
humano. En la oración me digo yo mismo, me pongo yo mismo en
inteligible para nosotros, sino que relacionamos nuestra presencia
juego. D. Sblle escribe: «Orar-se (sich-beten) significa decirse uno
ante él con nuestra experiencia radical de personalidad: cuando
mismo... En el padrenuestro nos decimos nosotros mismos; nos-
decimos simplemente Dios, esto no puede significar sino que tra-
otros, cuyo Padre está muy lejos, en los cielos; nosotros, que te-
tamos con él con el mismo sentido de cercanía y de historicidad
nemos necesidad del nombre, del reino y de la voluntad de Dios
que con nuestros semejantes (aunque a la vez de modo totalmente
y carecemos de ellos; nosotros, los hambrientos, pecadores, deu-
distinto: de ahí la doctrina de un Dios en tres personas)» 5. Aquí
dores, tentados... El contenido de nuestra oración somos, pues,
cualquier pregunta hermenéutica sobre si una categoría antropo-
nosotros mismos. En el padrenuestro intentamos decir«OJ... I''I
lógica fundamental se ha convertido en interpretación de la reali-
hombre real es el que se dice... La experiencia vital que nos em-
dad de Dios se rechaza expresamente como ilegítima.
barga es la que es dicha» 9 . Aquí no se debate, por tanto, si ln
La postura más extrema en la dirección de una teología aperso-
nalista de la oración la encontramos en Walter Bernet, en su libro 7
W. Bernet, op. cit., 166.
Gebet6. Bernet escribe: «Desde mi punto de vista sobre la oración, • W. Bernet, op. cit., 165.
• D. Solle, Die Wabrheit ist konkret (Olten, 51969), 109-111. En lii |>nlill
5
H. Ott, Wirklichkeit und Glaube, 1 (Zurich, 1966), 317. cación conjunta —donde colabora la misma autora— Politisches N¡i< hlffhí-l
6
W. Bernet, Gebet (Themen der Theologie 6; Stuttgart, 1970). in Kóln (Stuttgart-Maguncia, 31969), 24-25, se lee: Tesis 2: «La oraciún pir
386 J. Bommer La oración de súplica e intercesión 387

oración es escuchada o no, sino que se afirma que en la oración dispuestos al servicio y contribuye así a que el mundo sea mejor.
es el hombre quien está en juego, se expresa y se encuentra a sí Por eso en las preces se requiere moderación. El que ora pide por
mismo. Así, pues, en la oración de súplica no tiene lugar el deseo aquel sector del mundo en el que él tiene también un influjo y una
de mover a Dios. Eso sería ciertamente magia. En la petición se responsabilidad. Orar, por tanto, no es disculpa de una acción de-
expresa el hombre como un necesitado, como uno que todavía no ficiente.
se ha resignado, como alguien que todavía tiene en sí esperanza. En este sentido, se habla seguidamente de una oración no reli-
La oración de súplica es un fenómeno profundamente humano y giosa, de una oración comprometida con el mundo 10. Según esto,
por eso desempeña el papel principal en la vida de Jesús, en el la oración, sobre todo la de súplica y de intercesión, se realiza
signo de la humanidad de Dios; no son el agradecimiento y la ala- siempre en dirección al prójimo. «Quien se confía con amor y sin
banza los que desempeñan ese papel. reservas a otro hombre, ya está con él en la presencia de Dios; y
Donde hay necesidad e impotencia, pobreza, esperanza y deseo, esto constituye el núcleo esencial de la intercesión. Orar por otro
allí tiene su lugar la oración de súplica, porque el hombre se dice es abandonarse uno mismo y al otro en el fundamento común de
a sí mismo como hombre, es decir, con toda su indigencia; pero, nuestro ser... No necesitamos hablar a Dios de él como a una ter-
evidentemente, no en el sentido de estar asediando a un Dios que cera persona. El tú a quien hablamos puede ser el tú del otro y,
estuviera «frente a» nosotros, escuchara directamente nuestras sú- sin embargo, podemos hablarle y contestarle tan profundamente
plicas, nos fuera imprescindible y esperáramos todo de él como de que bien se puede decir que hemos reconocido al otro en Dios y a
un «Deus ex machina». Ahora bien, la intercesión no puede ser Dios en el otro... En la oración nos entregamos a otros hombres
una compensación. El hombre se acoge en ella a palabras piadosas, con todo lo que somos...» 11 . La oración es entonces una plena
cuando harían falta hechos. Hay que prevenir contra las preces realización de la relación interpersonal yo-tú y se identifica con el
excesivamente vulgares y triviales, como ocurre de ordinario en amor al prójimo.
nuestra renovada liturgia de la misa, donde una odiosa e inadmisi- Herbert Braun tiene un punto de vista algo distinto de éste.
ble costumbre moralizadora, que afortunadamente parece haber Para él, la oración es ante todo un autoconvencimiento, una medi-
desaparecido de nuestra predicación, celebra de nuevo tiempos tación, por la cual el que ora cae en la cuenta de que el fundamento
pasados. La intercesión tiene como fin presentar a Dios la situación, de su ser está en el «origen de su obligación y de su libertad». «La
examinarla detenidamente y despertar la conciencia de los partici- oración no contribuye a ser reputado como más piadoso ante los
pantes, reflexionar sobre ella y sensibilizar a los demás en algún hombres... No se hace con la vista puesta en los demás. ¿Se hace,
punto determinado. En la intercesión se pone de manifiesto la so- pues, por Dios?... En una palabra, tampoco se hace por Dios. ¿Por
lidaridad, se da testimonio de comunidad. Pero la intercesión sólo quién, pues? No es Dios quien tiene que ser informado o movido
puede ayudar a aquel por quien se pide de modo indirecto, es decir, a la acción por mi oración. Soy yo quien tiene que ser ayudado» 12.
en cuanto que hace a los propios suplicantes más humanos y más Gert Otto ha intentado confrontar estos puntos de vista sobre
la oración —todos excluyen una relación directa y personal con
para al hombre para asumir la responsabilidad en su mundo. No se sustituye, Dios— con la doctrina neotestamentaria sobre la oración 13.
por tanto, la actividad humana por la actividad divina». Después, tesis 6: «En
la oración formal se expresa el hombre delante de Dios, con su dolor por la Otto estima que la oración en el Nuevo Testamento tiene diver-
ausencia todavía del reino, con su responsabilidad por la edificación del mis- sos sentidos. Por un lado, alternan dos concepciones, que para la
mo. En la súplica, el hombre hace suya la causa divina». Y, finalmente, tesis 7: 10
«También cuando el hombre no puede ser ayudado por el hombre y no tiene J. A. T. Robinson, Gott ist anders (Munich, 61964), 103ss.
11
ninguna posibilidad de acción, la oración mantiene viva el hambre humana J. A. T. Robinson, op. cit., 103s.
12
del reino de Dios, humaniza al hombre en su desconcierto y no le permite H. Braun, Góttinger Vredigtmeditationen (Berlín, 1964-65), 168.
13
que desespere del sentido de la vida». G. Otto, op. cit., 31-38.
388 J. Bommer La oración de súplica e intercesión 389
religiosidad primitiva resultaban evidentes, pero hoy resultan in- Antes de terminar con este grupo debemos decir que también
servibles: la idea de que Dios interviene directamente en el curso aquí se ofrece un amplio panorama de posibilidades, cuyas conse-
del mundo y la idea de un Dios-hombre, a quien se puede invocar cuencias no siempre se sacaron y midieron rectamente. Es común
y que nos ofrece su ayuda mediadora. «Frente a estos dos modos a todas el paso de una oración en la que Dios aparece como algo
de interpretar la doctrina neotestamentaria y frente a la reproduc- personal y objetivo frente a nosotros a una oración que es ante
ción de los mismos en la presente práctica oracional hay que pre- todo una autocomprensión del hombre que reflexiona sobre sí
guntar si hoy, con toda la información histórica que poseemos, mismo.
podemos nosotros hacer nuestra semejante concepción de Dios y
del mundo. Personalmente, opino que no» 14.
3. Oración de inmediatez secundaria16
Mas junto a estas concepciones, G. Otto encuentra en el Nuevo
Testamento, sobre todo en san Pablo, una serie de afirmaciones y Un grupo de teólogos intenta ganar una posición intermedia
puntos de vista que contrastan poderosamente con la herencia his- entre las dos concepciones precedentes. Considera extremosas a
tórico-religiosa de la antigüedad y hacen pensar en contextos «no ambas: la solución teológica tradicional, por exceso, y la segunda,
religiosos». Culminan en la expresión «orad sin cesar» (1 Tes 5, por defecto. Cree que no se puede admitir hoy sin más y considerar
17). Aquí se separa la oración del nexo cultual y deja de ser un incuestionable e invulnerable la presunta relación ontológica yo-tú
acto de hablar para convertirse en algo vital. «Orad sin cesar» y el subsiguiente candor ingenuo de la oración. Se estima que no
quiere decir vivid vuestra vida entera en una actitud que corres- se ha tenido debidamente en cuenta la experiencia actual de la vida
ponda a la de la oración. La oración como acto pierde importancia. y la situación real del hombre moderno frente a la oración. A la
Las normas y tiempos de oración se relativizan, la oración se con- segunda concepción se le reprocha haber considerado únicamente
vierte en actitud de vida. A esto se añade otra observación: el la dimensión horizontal y haber olvidado otros aspectos esenciales.
Nuevo Testamento habla de oraciones no sólo en la forma de tú, También se le reprocha falta de rigor crítico y proceder frecuente-
es decir, de locución directa y personal, sino también en la forma mente con frases hechas y sin ningún valor probativo (la muerte de
de él, y estas formas de oración hacen referencia a una actitud. Se Dios, época posreligiosa, etc.). La fundamentación bíblica se con-
borra la frontera entre la oración a Dios y la reflexión sobre Dios. sidera asimismo deficiente.
Un ejemplo típico se encuentra en Rom ll,34ss: «¿Quién conoció La oración es también oración en la tentación y la duda. «Nues-
el pensamiento del Señor? O ¿quién fue su consejero?... Porque tra oración es obra de la fe en el transcurso de nuestra condición
de él, por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los histórica» 1T, y por eso no sabemos qué debemos pedir (Rom 8,26).
siglos. Amén». En esta «oración», el misterio, tal como se mani- La fe tentada y la oscuridad propia de toda situación humana hacen
fiesta en nuestra reflexión, se remite a Dios. que la oración corra parejas con la duda. «Toda oración tiene lugar
La oración no se refiere en primer lugar a un acto piadoso, sino en el transcurso de dificultades de apreciación (cf. Me 14,36) y no
a una actitud que abarca toda la vida; los actos individuales son puede prescindir, por tanto, del servicio auxiliar del Espíritu y de
expresión de dicha actitud. «La oración no es ni punto de partida la intercesión de Cristo glorificado» 18. De esta ansiedad e insegu-
de la piedad ni prueba o testimonio de la misma, como se ve ahora ridad de nuestra fe habla san Pablo en la segunda carta a los Co-
claramente. Más bien es el lugar del recogimiento, donde se consi- rintios (2 Cor 12,7-9). Nuestra debilidad y tribulación marcan
dera la forma y manera de vivir responsablemente» 15.
16
Encuentro la expresión en H. Schultze, Gebet zwischcn Zweifcl muí
14 Vertrauen: «Evangelische Theologie» 3 (1970), 133-149.
G. Otto, op. cit., 34. " H. Schultze, loe. at., 141.
15
G. Otto, op. cit., 40. " H. Schultze, loe. at, 142.
25
390 J. Bommer La oración de súplica e intercesión 391

asimismo nuestra oración. Oramos y pedimos también como peca- que suceder una y otra vez; en último término, es obra de Dios,
dores. Fe e incredulidad anidan juntas en el corazón humano (simul que en la justificación convierte la fe en fiducia y certitudo—, el
iustus et peccator). En este sentido, la oración tampoco es prueba hombre que ora adquiere una nueva inmediatez20.
clara de una fe inquebrantable (Me 9,24). Aunque teóricamente El concepto de una inmediatez secundaria procede de la psico-
pueda admitirse que la oración es el lenguaje de la fe con Dios, en logía de la conciencia. La entrega y la confianza se dan no sólo en
la realidad las cosas presentan un cariz muy distinto. No es preci- el nivel de ingenuidad (inmediatez primaria), sino también, aunque
samente una fe teórica la que habla en la oración, sino el yo con- de una manera nueva, en medio de la problemática del nivel de
creto de un cristiano que se debate en tentación. reflexión o de madurez21. En este sentido, puede hablarse de un
A la tentación se añade la duda, sobre todo aquella duda que proceso de maduración, a través del cual la oración del niño se con-
se refiere a Dios y pone en tela de juicio el carácter personal y vierte en oración de hijo mayor y presenta una inmediatez nueva,
concreto de su obrar. Para muchos cristianos de hoy —recen toda- secundaria. Una inmediatez que ha integrado en sí la duda y la ten-
vía o hayan dejado de rezar hace tiempo— hay un hecho que se tación, la incredulidad y el pecado, la lucha y la fatiga o, al menos,
convierte en auténtica prueba: «Hemos orado, y Dios no ha con- ha pasado por todos esos estados. Se llega a una oración que es
testado. Hemos gritado, y él ha permanecido mudo... ¡Y hubiera una gracia nueva y que, a su vez, sólo puede describirse adecuada-
sido fácil demostrar que nuestras pretensiones eran humildes y mente como oración personal.
atendibles, sobre todo teniendo en cuenta que él es el Todopode- «Meditación y acción humana (Braun y Robinson) tienen un
roso...!». Después se hace recuento de las situaciones en que Dios límite en sus posibilidades de expresión. La contraposición extrema
ha permanecido mudo: «La oración desoída ante el llanto de niños de ambas expresa más bien una aporía o vano intento de sustituir
que mueren de hambre..., el lamento de muchachas deshonradas, debidamente la oración personal por alguna cosa equivalente. De
de niños mortalmente golpeados, de esclavos del trabajo explota- hecho, parece como si la realidad de la fe no pudiera encontrar
dos, de esposas engañadas, de tantas existencias rotas por la injus- mejor forma de contestación a la acción salvífica de Dios que la
ticia, de todos aquellos a quienes se les arrebató la vida injusta- forma tradicional de oración personal. En su nuevo lugar, la fe no
mente, de los inválidos...» 19. ¿Dónde está aquella mano caritativa podrá ya referirse a una ontología de la personalidad divina. Los
de vuestro loado y buen Dios? ¿Qué podemos hacer? ¿Desechar problemas gnoseológicos siguen ahí. Pero la fe tendrá que hablar
la duda como incredulidad y ponerla así lejos de la oración o inte- a Dios, para darle gracias, para contarle sus penas y para pedirle
grar la duda en la situación oracional moderna, contar con ella en ayuda. Esto no es un 'como si', sino tan real como la entrega autén-
el fenómeno de la misma oración y considerarla como su perma- tica del amor consciente. Por el contrario, en la oración es donde
nente compañera de diálogo? La segunda hipótesis parece la única podemos —en la medida en que el Espíritu Santo inhabite en nos-
posible, si se quiere que muchos hombres de hoy puedan orar, sin
otros— gustar ya algo de la palabra de Dios y de los prodigios del
condenarles, por otra parte, a una falsa ingenuidad mientras cruzan
nuevo eón» n.
sus manos en oración. Jeremías y Job nos dan claro testimonio de
J. BOMMER
esta mezcla de tentación, duda, incredulidad y queja; en una pala- [Traducción: TOMÁS ROMERA]
bra: de rebelión y de oración. Así, y con frecuencia sólo así, es
como el hombre de hoy podrá todavía orar.
Si se superan la tentación y la duda en la oración —y esto tiene
a
H. Schultze, loe. cit., 147.
19 21
K. Rahner, Von der Not und vom Segen des Gebetes (Friburgo, P. Lersch, La estructura de la personalidad (Barcelona, 1966).
3 22
1960), 77. H. Schultze, loe. cit., 149.
Catolicismo pentecostal 393

nes sobrenaturales y especialmente paz, alegría y amor hacia sus corre-


ligionarios: muchos parecen gozar de cierto sentido de la presencia de
Dios. Aun cuando algunos demuestran preocupaciones de carácter social,
éstas no constituyen, al parecer, la característica del movimiento en sí
mismo.
Las reuniones organizadas por los pentecostales para orar se parecen
Boletines a las descritas en 1 Cor 14,26-33. Estas asambleas se componen de un
himno musical, atestación profética (consistente no en una predicción
del futuro, sino generalmente en una declaración profética, comentada
CATOLICISMO PENTECOSTAL según la Biblia e inspirada por el Espíritu Santo, pero también mezclada
con las cualidades humanas de la persona); lectura de la Sagrada Escri-
tura y reflexión sobre la misma, oración espontánea, silencio, hablar en
I. DEFINICIÓN
lenguas con interpretación y, a veces, una charla preparada. Dichas asam-
bleas van seguidas de una sesión dedicada al servicio personal, es decir,
El neopentecostalismo católico es un movimiento de oración, surgido imposición de manos y plegaria por distintas intenciones. Las reuniones
en la Iglesia católica, que se caracteriza por el uso de dones preternatu- se desenvuelven en una atmósfera de alegría, amor, paz y fe viva. En
rales, tales como el don de lenguas, de curación, de profecía, etc. Sus ellas se usan guitarras u otros instrumentos de música y a veces se pal-
miembros pasan con frecuencia por una experiencia de conversión ini- motea, pero las asambleas pentecostales católicas tienden a ser más tran-
cial, que les arranca de una vida de pecado o de incredulidad o, si ya son quilas y menos exuberantes que las del pentecostalismo en su rama
cristianos practicantes, los impulsa a una entrega más profunda (siguien- principal.
do el lenguaje de la espirtualidad tradicional, podríamos llamarla quizá La espiritualidad pentecostal ha puesto en práctica la mayoría de
«segunda conversión»). Al parecer, esta experiencia suele ir acompañada los ministerios del Espíritu enumerados en 1 Cor 12,4-11; sin embargo,
de un toque (no estado) de contemplación infusa que puede durar varios por lo que parece, aún le queda por desarrollar estos mismos dones en
minutos e incluso varios días: en muchos casos esta experiencia va se- una perspectiva más amplia que la meramente preternatural. Así, por
guida de una devoción sensible análoga al «fervor de los conversos». ejemplo, la profecía cultual debe madurar en una acción profética a ni-
Esta experiencia de conversión recibe de los pentecostales el nombre de vel eclesial, social y político; y la expresión o lenguaje sapiencial debe
«bautismo del Espíritu», pero el término más apropiado sería «desapri- ir acompañado de una mayor competencia intelectual.
sionamiento del Espíritu». No es raro que el don de lenguas, es decir,
la facilidad para hablar un idioma no aprendido por los medios norma-
les, acompañe a esta conversión. La experiencia tiene, sin duda alguna,
II. HISTORIA
una dimensión psicológica. En algunos casos, las «lenguas» parecen ser
efecto de una inducción psicológica. A pesar de todo, los pentecostales
El movimiento pentecostal tuvo su primera manifestación «pública»
dan la impresión de ser tan normales psicológicamente como la demás
en la Universidad Duquesne de Pittsburgh, Pennsylvania, el año 1967,
gente. De hecho, la experiencia pentecostal viene a ofrecer un remedio
cuando un grupo de profesores y estudiantes en retiro espiritual tuvieron
de tipo temporal a los problemas psicológicos, y no raras veces ha unido
la experiencia descrita anteriormente. Tres de los miembros que enea
en matrimonio a algunos de sus miembros y ha restablecido otras rela-
bezaban el movimiento fueron más allá de aquella experiencia para cm
ciones humanas; sin embargo, parece aconsejable que las personas afec-
prender una tarea sumamente fecunda en la renovación de la Iglesia y
tadas de tales problemas psicológicos continúen recibiendo ayuda pro-
en su esfera profesional, pero no pertenecen formalmente al movimiento.
fesional, porque el Espíritu puede iniciar una curación, pero espera que
De la Universidad Duquesne el movimiento se extendió a Notre Dainc-
nuestra cooperación humana la continúe.
South Bend, Indiana, y posteriormente se difundió por Estados Unidos
Los pentecostales manifiestan un vivo interés por la oración, una y Canadá; poco a poco han ido surgiendo pequeños grupos en las Indias
gran sed de la Sagrada Escritura, una devoción constante hacia los sacra- occidentales, América latina, Inglaterra, Irlanda, España, Líbano, Aus-
mentos, también a veces amor a la Virgen María, fe en las intervencio-
394 J. M. Ford Catolicismo pentecostal 395

tralia, Filipinas, Corea, Taiwan, Nueva Zelanda y Tailandia. En agosto La inscripción como miembro de la comunidad está limitada a quienes
de 1971, el Directorio de los Grupos Católicos Carismáticos de Oración reciben el bautismo del Espíritu Santo según el rito del pentecostalis-
tenía registrados 305 grupos de oración. Durante los cinco últimos años mo, si bien queda abierto el ingreso a los no católicos; de hecho, un ter-
ha tenido lugar una conferencia internacional, celebrada en Notre Dame- cio aproximadamente de la comunidad de Ann Arbor es no católico.
St. Mary's, Indiana, en el mes de junio; el año pasado asistieron 4.500 Estas comunidades son algo más que meras asociaciones religiosas, como
personas, y este año se espera que alcancen los 10.000. Todos los años, lo demuestra el hecho de la aparición en su seno de unas estructuras
en el mes de enero, se celebra una asamblea de jefes en Ann Arbor, totalmente paraeclesiales. Los oficios y cargos están calcados sobre los
Michigan, si bien actualmente se la va a dividir en asambleas regionales. que encontramos en las epístolas pastorales, aunque las denominaciones
La organización y la mayor parte de las ponencias y conversaciones en difieren: coordinador general = obispo, coordinador — anciano o pres-
todas las conferencias corre a cargo de los jefes de Ann Arbor y Notre bítero, servidor = diácono, asistenta = diaconisa. En Ann Arbor los
Dame-South Bend, aunque el año pasado se formó ya un comité con- coordinadores son investidos de su cargo con una ceremonia durante una
sultivo más representativo. El pentecostalismo llena sus filas con gentes reunión de la comunidad. Se les considera «como un cuerpo a través
de todas las edades y posiciones sociales, pero hasta ahora se ha nutrido del cual el Señor puede realmente hablar»; exigen a sus subordinados
especialmente de elementos universitarios. Es análogo al «Jesús Freak obediencia casi absoluta y tienen autoridad para expulsar a los miem-
Movement», aunque no se identifica con él. Los obispos de Estados bros de la comunidad y para imponer la excomunión apoyados en Mt 18
Unidos apoyaron el movimiento en 1969, pero no se han pronunciado y 1 Cor 5, respectivamente. En Ann Arbor y Notre Dame-South Bend
todavía de manera definitiva sobre el mismo. son los mismos laicos quienes han permanecido en sus cargos desde el
principio, mientras que en San Francisco los cargos son de un año de
duración y un sacerdote es uno de los coordinadores generales 1. Por
III. TEOLOGÍA eso la autora de este artículo, .sin dudar de la sinceridad y del compro-
miso de las personas en concreto o del éxito de su misión con respecto
Aún no se ha hecho una crítica de la teología del movimiento, y se a los miembros que componen su comunidad o los convertidos a una
ha producido cierta confusión por el hecho de que los representantes de vida mejor, pondría en tela de juicio la suficiencia de su teología. Cabe
la espiritualidad pentecostal tienen cierta tendencia a apropiarse de tér- esperar que los responsables de este movimiento tendrán el buen cri-
minos y a veces de prácticas pertenecientes al tronco del pentecostalis- terio de buscar ayuda profesional de los teólogos, psicólogos y soció-
mo. Por lo que nosotros hemos podido discernir, existen en el seno del logos para poder incrementar los beneficios procedentes de sus comu-
pentecostalismo católico americano dos tendencias. Una proviene de los nidades cristianas: con toda seguridad son conscientes de que la fe y la
centros de más influencia, Ann Arbor, en Michigan, y Notre Dame jun- experiencia religiosa auténticas pueden tolerar la investigación de los
tamente con los simpatizantes de ambos, y podemos considerarla como especialistas.
una corriente pentecostal estructurada. La segunda tendencia constituye Por otra parte, muchos otros grupos de oración esparcidos por el
un pentecostalismo libre y está más integrada con otros movimientos del país no reciben, al parecer, influjo de la espiritualidad de Ann Arbor-
Espíritu Santo. Un estudio de los libros, folletos, material sin publicar Notre Dame. La que suscribe envió un cuestionario a todos los grupos
y cintas magnetofónicas de las charlas dadas en las conferencias nos re- de oración registrados en el directorio: fueron enviados unos 290 cues-
vela un hecho: el aspecto comunitario del pentecostalismo ha tomado tionarios, y nos llegaron 130 respuestas. Los resultados son en gran
una forma precisa durante los últimos ocho meses. El ingreso en la co- manera alentadores. A pesar de que unos 90 grupos aproximadamente
munidad de la alianza se lleva a cabo de la manera siguiente: Hay un parecen haber adoptado el catecumenado de Ann Arbor, son muy pocos
catecumenado de seis semanas de duración, que culmina en la imposi- los que han adoptado la estructura paraeclesial. Solamente diez grupos
ción de manos y en la oración para pedir el «bautismo del Espíritu». han establecido entre sí acuerdos de alianza; no más de 19 tienen jefes
Se da una importancia especial al don de lenguas. Transcurrida esta ini-
ciación, el candidato asiste a una serie de seminarios y consigue su admi- 1
Más detalles sobre el particular pueden encontrarse en el trabajo de la
sión en los grupos de la alianza mediante una declaración pública en la autora Catholic Neo-Pentecostalism, the Radical Reformation and Sensitivity
que se compromete a aceptar la alianza y la disciplina de la comunidad. Groups, presentado en «Theological Studies».
396 ]. M. Ford Catolicismo pentecostal 397

en el sentido formal de la palabra, y sólo 27 aceptan el empleo de los El pentecostalismo parece constituir, por tanto, una experiencia de
textos citados anteriormente sobre la expulsión de los miembros de! la que cabe sacar un gran provecho, aunque no hay razones para pre-
movimiento: muchos se oponían enérgicamente a esta práctica. Los gru- tender pararse necesariamente en ella. Si el «bautismo del Espíritu» es
pos ponen de manifiesto una gran gama de variedades. En los grupos de un toque de contemplación infusa, tendrá ciertamente unos momentos
tipo «secular» (a diferencia de los religiosos) el número de miembros en que se produzca y otros en que desaparezca, y no podrá conseguirse
comprende desde 3 a 500; 90 grupos no alcanzaban la cifra de 100 ni mantenerse a base de esfuerzos puramente humanos. La formación de
miembros; 15 oscilaban entre 100 y 200 componentes; 5 entre 200 y comunidades estrechamente unidas, pero compuestas exclusivamente por
300, y 3 entre los 300 y 500. El porcentaje de católicos era interesante: quienes han recibido el bautismo del Espíritu, puede llegar a ser fácil-
64 grupos tenían más del 90 por 100; 29 grupos entre el 70 y el 90 mente un obstáculo que impida la comunicación de los dones divinos
por 100; 16 grupos entre el 40 y el 65 por 100, y 3 por debajo del recibidos con el resto de la Iglesia. Es digno de notar que los grupos
40 por 100. El porcentaje más bajo era el 5 por 100. En los grupos asociados con casas religiosas o personal preparado, como, por ejemplo,
predomina la raza blanca: en 53 grupos todos sus miembros eran blan- los benedictinos o dominicos, están floreciendo y prosperando de mane-
cos; 43 tenían más del 90 por 100 de blancos; 3 con más del 60 por 100, ra notable. Siempre existirá entre «los entusiastas» la tendencia a vivir
y 3 con más del 50 por 100. Un grupo albergaba más del 70 por 100 de en un plano irreal, a apartarse de la vida y a desarrollar los rasgos típi-
indios, y otro grupo tenía el 80 por 100 de chícanos. Según la encuesta, cos de una secta. Para salir al paso de este peligro parece necesario tener
el tiempo dedicado en las reuniones de oración iba de hora y media a en cuenta varias cosas: los grupos deben estar bajo la dirección de gente
cinco o seis horas; la reunión comprendía la oración propiamente tal, no exaltada; deben manifestar una profunda preocupación social; es
doctrina-formación y «ministerio corporativo». Los grupos que combi- necesario que mantengan muchos contactos con grupos de cristianos no
naban las funciones litúrgicas con la reunión de oración eran 62. Aun- pentecostales; debe practicarse una amplia rotación en las funciones de
que los libros leídos por los distintos grupos son casi totalmente sobre dirección; hay que evitar las comunidades excesivamente grandes por la
temas pentecostales, no parece que los intereses de la gente estén limi- gran organización y numerosas normas que ocasionan; abordar estudios
tados al pentecostalismo, sino que muchos toman parte activa en las de cierta altura intelectual y huir del montaje de estructuras paraecle-
actividades de las parroquias no pentecostales y, como personas indivi- siales. También es necesario que otros cristianos no pentecostales pue-
duales, están comprometidos en acciones de tipo social. Hemos podido dan asistir a las asambleas de oración contribuyendo con sus palabras
apreciar a través de los cuestionarios que no existe antiintelectualismo y con su oración. Finalmente, el «entusiasmo» y la fe de los pentecos-
o anticlericalismo alguno: 27 respuestas (incluidas las mujeres) mostra- tales constituye un desafío a la Iglesia, pero ese mismo entusiasmo tam-
ban interés por la preparación para el diaconado. Algunos tenían voca- bién lanza un guante a los profesionales, como los teólogos, psicólogos,
ción religiosa o sacerdotal. Otros manifestaban un profundo amor a la sociólogos y obispos. ¿Podrán éstos, mediante un entendimiento com-
eucaristía y a la Virgen María. prensivo y paciente del pentecostalismo, evitar que el movimiento vaya
Quizá el descubrimiento más alentador fue la respuesta a la pregunta por «los caminos de toda carne carismática» e integrarlo en la Iglesia
planteada a los destinatarios sobre cómo explicarían ellos el «bautismo del siglo xx? 2.
del Espíritu» a una persona no pentecostal. Ninguna respuesta a los J. MASSINGBERD FORD
cuestionarios confundió el «bautismo del Espíritu» con el sacramento
del bautismo ni aludió al don de lenguas, sino que la mayoría lo consi- [Traducción: JUAN JOSÉ DEL MORAL]
deraba como un desaprisionamiento del Espíritu ya recibido en los sa-
cramentos del bautismo y confirmación, como una vida más estrecha con
Jesús y como el desarrollo de los frutos del Espíritu. No aparecía ninguna
señal de elitismo. Esta articulista tiene el deseo de investigar en estos
2
resultados de un modo más crítico con la ayuda de algún sociólogo, pero Libros más importantes sobre el tema: K. D. Ranaghan, Catholic Pente-
se encuentra con la dificultad de que muchos grupos no invitan ni se costés (1969); J. Massingberd Ford, The Pentecostal Experience (1970);
E. D. O'Connor, The Pentecostal Movement in the Catholic Church (1971);
prestan a la investigación de los especialistas, y gran parte de los mismos J. Massingberd Ford, Baptism of the Spirit (1971); Kilian McDonnell, Catholic
no contestó al cuestionario. Pentecostalism, Problems in Evaluation (Pecos, Nuevo Méjico).
Influencia de métodos asiáticos 399

mientos que hacen los aceptos del yoga y del zen: la postura que se
adopta (con lo que ella implica de rigor mantenido y de perfección
tranquila, de regulación respiratoria, etc.), revela y enraiza una actitud
de todo el ser con respecto a la realidad, a la propia vida y al mismo
Dios que se busca. La postura compromete una vía espiritual de una
forma mucho más decisiva de lo que se imaginan los que no ven en ella
INFLUENCIA DE LOS MÉTODOS sino una forma mucho más armoniosa (o más confortable) de estar en
DE MEDITACIÓN ASIÁTICOS la oración. Por esa razón tampoco se recomienda a nadie adentrarse en
ella sin guía.
Hay dos razones fundamentales que explican el creciente interés que La segunda exigencia es el silencio o la concentración. Es la necesi-
desde hace algunos años numerosos cristianos, incluso dentro de la vida dad específica de un tiempo en el que demasiadas voces hablan por de-
religiosa, dedican a los métodos asiáticos de meditación, esencialmente masiados canales entrecruzados, en el que el control mental de este flujo
al yoga y al zen'. La primera razón es la necesidad, sentida cada vez de discursos resulta aleatorio y cuesta trabajo percibir el soplo de la
más, de una ascesis reeducadora y constructora de la personalidad, que propia existencia profunda, que le asegura la conciencia de su identidad.
se practique en la vida cotidiana y sin la cual las exigencias del evange- También existe una reacción contra el verbalismo, que hace estragos en
lio no llegan a traducirse en la existencia concreta. La segunda razón, la Iglesia como en otras partes: los que quieren orar saben oscuramente
que nos interesa aquí más en particular, es la necesidad de dar a la ora- que ni las palabras ni las ideas van a abrirles el misterio y que cierto
ción una consistencia, una seriedad, un espacio renovados. silencio de Dios, que les es doloroso, tal vez daría paso a su palabra
Se puede resumir de la manera siguiente lo que los cristianos espe- perceptible si encontraran también ellos la claridad de ese silencio. Para
ran del yoga y del zen desde este último punto de vista. Buscan la inte- más de uno la búsqueda de tal silencio todavía es el fruto de una duda
gración del cuerpo a la oración. Existe un evidente fracaso de las formas profunda sobre lo bien fundado de ciertas creencias o sobre la cualidad
rutinarias de oración, tanto personales como colectivas. Estas prácticas, de su propia fe. Quieren que se haga el silencio para tener la oportuni-
que no se fundaban en absoluto en el hombre integral, se han mostrado dad de nacer a una mejor verdad de sí mismos y de sus relaciones con
incapaces de resistir a las difíciles condiciones con que hoy día se en- Dios. Sin embargo, también en ese terreno, aunque las disciplinas asiá-
cuentra la oración: envejecimiento de numerosas fórmulas tradicionales, ticas aportan una insospechada experiencia de silencio para quienes las
suspicacia para con los impulsos afectivos, desconfianza de las represen- ignoran, llevan mucho más lejos: introducen en la experiencia de la no
taciones mentales a través de las cuales se había convenido pensar en dualidad (advaita), abren los abismos tal vez terribles de una «vacuidad»
Dios, dificultad de recoger los sentidos y concentrar el espíritu. Esos cuya profundidad y sentido ni siquiera sospechaba el adepto occidental.
cristianos comprenden que hay que empezar una reeducación y rehacer la Por medio de la integración del cuerpo y la búsqueda del silencio,
unidad rota. Se dan cuenta de que lo esencial se juega ya en la forma en lo que en última instancia se afronta es una transformación de la perso-
que ellos habitan sus cuerpos, en que están presentes al mundo y a los nalidad, que consigue que aquí y ahora las nuevas dimensiones de la
otros a través de su cuerpo y, por tanto, en la forma en que están presen- existencia propuestas por el evangelio se vuelvan verdaderas. Igual que
tes a Dios por su cuerpo. De hecho, la cuestión no se reduce a asociar un el hindú progresa hacia el éxtasis del samadhi o el budista hacia la ilu-
poco mejor el cuerpo a la oración, y ése es uno de los primeros descubri- minación del satori, que son experiencias intuitivas de la realidad esen-
cial, así también el cristiano que practica el yoga o el zen se mueve por
1
Se sabe que el yoga o, mejor, los yogas son disciplinas practicadas en el el deseo de realizar algo de lo que su fe le anuncia acerca de la expe-
hinduismo, mientras que el zen está vinculado a una forma de budismo que, riencia cristiana: volver a encontrar a Dios en verdad, permitir que el
después de haber florecido en China, conquistó el Japón a fines de los si-
glos XII y XIII. Estas disciplinas difieren notablemente aunque exista un pa- Espíritu le transforme en hombre de la justicia actuante y de la frater-
rentesco entre ambas: el zen economiza los diversos asánas para vincularse a nidad universal, vivir de la vida propia de la Trinidad. El catolicismo
una única postura sentada (zazen) y al caminar meditativo (kin-hin); sus tendía a reducir el lenguaje de la experiencia cristiana a un conjunto de
prácticas de respiración y de concentración son también más simples que en maneras de hablar cuyo significado escapaba a la mayoría. Desconfiaba
el yoga. No hablamos aquí de otros métodos, como la «meditación trascen-
dental». de toda experiencia personal, la cual, debido a una ignorancia cada vez
400 A.-M. Besnard
Influencia de métodos asiáticos 401
más espesa de los diferentes niveles de la conciencia y de las leyes que
los rigen, era concebida como un subjetivismo unívoco y evidentemente confianzas. Sin oponerse de una manera absoluta, se afirma una incom-
sospechoso. El resultado es que muchos se apartan de una fe en la que patibilidad fundamental entre los principios de la mística cristiana, in-
no ven más que un sistema muy humano de creencias, de principios cluso apofática, y la mística oriental, ya que la primera se apoya en el
morales y de organización social fuera de uso. Pero hay quienes pre- hecho positivo de la encarnación y el éxtasis objetivo del amor, no en
sienten que el «conocimiento del Padre y de su enviado Jesucristo», la el énstasis de la meditación 7 . En esta última forma de meditar, ¿no
vida según el Espíritu, la reconciliación entre Dios y el hombre, en una parece borrarse peligrosamente la relación yo-tú, que caracteriza la ori-
palabra: todo el evangelio, son experiencias que hay que vivir y procla- ginalidad de la relación con Dios en la revelación? El monoideísmo, el
maciones que hay que testimoniar. Por ello se encuentran bruscamente ir más allá de toda forma, el silencio del vacío, ¿no implican el olvido
ante una exigencia doble: la del «discernimiento de espíritus», del esta- de la palabra, de los acontecimientos salvíficos, de los dogmas? A la
blecimiento de criterios de autenticidad de la experiencia y la de la re- autoridad de los que justifican la adaptación cristiana de tales disciplinas
lación dinámica entre tal experiencia interiorizada y la manera actuante se objeta la autoridad de los que ponen grandes reservas, como un
y responsable de vivir en el mundo. J. Monchanin, que, sin excluir todo recurso a estas prácticas, teme entre
Se admitirá fácilmente que tal empresa se haría extremadamente otras cosas que «habitúen a prescindir de la gracia» 8 y de Dios mismo,
difícil sin iniciadores cualificados tanto por su práctica de las disciplinas que debiliten el sentido del pecado, que conduzcan a un quietismo na-
asiáticas sacadas de las mejores fuentes como por MI experiencia refleja turalista.
de la relación con Dios según el Evangelio. Pero ya comienza efectiva- Nosotros propondríamos como posibles puntos de acuerdo los si-
mente a surgir un grupo de hombres que verifican estas condiciones. guientes:
Citemos a los principales entre los que empiezan a tener autoridad por 1. Una constatación: el interés creciente por los métodos asiáticos
su experiencia y por sus escritos: para el yoga, los benedictinos J. De- de meditación denota que los cristianos toman conciencia de unas nece-
chanet 2 y H. Le Saux 3 ; para el zen, los jesuítas H. M. Lenomiya-Las- sidades legítimas (ascesis equilibrante, oración, contemplación) para cuya
salle 4 y W. Johnston 5 . También es muy sugestiva la manera como el satisfacción la Iglesia actual se encuentra sin elementos apropiados.
célebre cisterciense Thomas Merton, desaparecido demasiado pronto, 2. Si se consideran suficientes los «ejercicios gímnicos, las posturas
comenzaba a interesarse por estas cuestiones 6. y las respiraciones que constituyen los pasos elementales del yoga» para
Este desarrollo asombra e inquieta a muchos. Hay resistencias y des- «adquirir el equilibrio fisiológico y psicológico indispensable en la ver-
dadera oración», no se plantea ningún problema, pero «todo ello no
2 tiene nada que ver en realidad con el yoga» 9 .
La voie du silence (París, 1956); Yoga chrétien en dix lecons (París,
1964); Les Cabiers du Val (trimestral). 3. Por el contrario, si se penetra en la lógica propia del yoga y del
1 zen, en la vía del vacío mental y la experiencia de la no dualidad, enton-
Sagesse hindoue, mystique ehrétienne (París, 1965); Éveil a soi, éveil a
Dieu (París, 1971). ces se plantea la cuestión fundamental: ¿puede un cristiano aceptar esta
4
Le Zen (París, 1965; Zen, Weg zur V.rleuchtung | Viena, 1960]); Zen vía? Quienes tienen alguna autoridad para hablar de ello porque se
Budbismus (Colonia, 1966); Zen Mcditation ¡iir Christcn (Weilheim, 1969).
En 1969, el padre Lassalle fundó un centro católico de meditación zen no le- apoyan en un conocimiento tanto experimental como teológico (Lassalle,
jos de Tokio (cf. Informations Cathoüqucs Inlcrnatkmales [París, 15 de mayo Le Saux) responden que sí, con ciertas condiciones. Al escuchar las ob-
de 1971], 4-5). jeciones que se les hacen, les parece hallar algunos elementos de res-
5
The Still Point (Nueva York, 1970); Chrhtian Zen (Nueva York, 1971). puesta ya en la tradición cristiana, es decir, en los místicos, a quienes
En Japón citamos además al dominico N. Oshita y al carmelita A. Okumura
(de este último cf. Le zen: dépassemenl, présence et liberté- «Carmel» [di- ellos interrogan cuidadosamente.
ciembre 1970], 262-275). Parece como si se advirtiera, por una parte, que algo de la llamada
6
Zen, Tao et Nirvana (París, 1970; Zen and the Birds of Appetite [Abbey experiencia «mística» debe llegar a ser patrimonio de un número más
of Gethsemani, 1968]); Mystique et Zen (París, 1972). No podemos citar aquí considerable de bautizados, para que la sal del evangelio no pierda su
a todos los que han estudiado estos problemas desde un punto de vista prefe-
rentemente especulativo. Por lo menos señalemos a O. Lacombe, Sarvastivadtn 7
(París, 1956); A. Dumoulin, Ostliche Mcditation und Christliche Mystike Así, J. Sudbrack sj, Fascination aus dem Osten: «Geist und Leben»
(Friburgo de Br., 1966); J. A. Cuttat, Expérience ehrétienne et spiritualité (diciembre 1971), 424-479.
8
oriéntale (París, 1967). Cf. Problémes du yoga chrétien: «Axes» (octubre-noviembre 1969), 19-31.
* H. Le Saux, Sagesse hindoue, mystique ehrétienne, op. cit., 32.
402 A.-M. Besnard Influencia de métodos asiáticos 403

sabor, y por otra, que esta experiencia, tal y como se ha vivido hasta el varios años numerosas sesiones de meditación (al estilo zen) que hacen
momento por algunos aislados, la mayor parte de las veces ha sido sos- escuela rápidamente. Se constata que tales sesiones provocan un crecien-
pechosa, desconocida o demasiado groseramente estudiada. Por tal razón te interés en los religiosos contemplativos (benedictinos especialmente)
importa que se intensifiquen los intercambios con los que han comen- o activos, lo mismo que en los responsables de la formación sacerdotal 13 .
zado a practicar el yoga y el zen y que se elabore una reflexión original En Bélgica, en la Abadía de Orval y en varios sitios de Francia, K. von
donde se confronte simultáneamente la experiencia inmediata, una revi- Dürckheim y sus asistentes han dirigido sesiones análogas que agrupan
sión de las experiencias espirituales de la tradición cristiana y una teo- a laicos (médicos, profesores de yoga o de expresión corporal, psicólo-
logía de la experiencia cristiana en general que integre las aportaciones gos), a sacerdotes diocesanos, a religiosos y religiosas 14. Taisen Deshi-
de los nuevos conocimientos del hombre que nuestra época puede maru, monje japonés de la escuela Soto Zen, instalado en París desde
ofrecer. 1967, multiplica sus contactos con medios católicos y en particular con
Hay que añadir que, aunque la mayor parte de los adeptos cristianos los religiosos 15. Con relación al yoga, cuya difusión es más antigua,
a los métodos asiáticos de meditación no lo pretenden directamente, uno existe un esfuerzo por agrupar en un centro de investigaciones a todos
de los frutos de tales prácticas será probablemente una nueva apertura los que se ponen de acuerdo en buscar el objetivo siguiente: «encontrar
al diálogo entre el cristianismo por una parte y el hinduismo y el bu- las normas de un yoga sano, respetuoso de la esencia (humana y espiri-
dismo por otra I0. tual) de esta antigua disciplina, adaptado a nuestras vidas y sobre todo
Queda abierta la pregunta de si el Occidente llegará a elaborar su a nuestro sentido de la vida» 16. En Suecia, ante el éxito de los primeros
propio yoga y su propio zen (suponiendo que esto tenga sentido). J. De- intentos, un carmelita y un profesor de universidad abren en Rattvick
chanet así lo espera: «De nada sirve sacar las prácticas del yoga de su un «centro de meditación».
ganga vedántica o hinduista; hay que asimilarlas, hacer que pasen a En los Estados Unidos se han intentado experiencias originales: re-
nuestras costumbres y, sin apropiarnos de un arte de vivir que no nos tiros de yoga, encuentros ecuménicos bajo el signo de estas disciplinas,
pertenece por su sabiduría, adoptar de ella elementos para nuestro pro- constitución de casas de oración (sobre todo en la región de Detroit),
pio comportamiento, para nuestras ideas, para nuestra fe, vincular su etcétera 17 .
esencia a nuestra existencia» n. A.-M. BESNARD
[Traducción: M. ALVAREZ DE TOLEDO]

APÉNDICE

Para dar una idea de las realizaciones colectivas que comienzan a te-
ner lugar en diversos países y en las que los cristianos se comprometen
como tales, citaremos las siguientes iniciativas. En Alemania, el padre
Enomiya-Lassalle y el conde K. von Dürckheim n dirigen desde hace
13
Cf. la relación de dicha sesión en Christ in der Gegenwart (Friburgo
10
C. M. Dumoulin, Diálogo con el budismo zen: «Concilium» 29 (1967), de Br., 1971), 411-412. Entre las abadías abiertas a tales sesiones se pueden
512-528; W. Johnston, Diálogo con el budismo zen: «Concilium» 49 (1969), citar Kbnigsmünster y Münsterschwarzach.
14
448-455; Vaticano II, Decreto sobre las religiones no cristianas, párr. 2. Cf. las relaciones de tales sesiones en A. Delaye, Une session de Mí'di-
11
Les Cahiers du Val, núm. cit., 103. tation: «Carmel» (junio 1971), 153-154; O. de Valence, Zen et friere chri-twn-
12
Director del Centro de Psicoterapia y de Reencuentro, en Todmoos- ne: «La Maison-Dieu» 109 (primer trimestre 1972).
15
Rütte (Selva Negra). Autor de numerosas obras, entre otras: Le zen et l'Oc- Cf. J. M. Petit, Dialogue entre boudhistes zen et le carmel: «Cuinicl»
cident (Bruselas, 1962; Zen und Wir [Weilheim, 1961]); Pratique de la vote (marzo 1970), 74-77.
16
intérieure (París, 1968; Der Alltag ais Übung [Berna-Stuttgart, 1961]). Se Les Cahiers du Val, 17 (octubre-diciembre 1971), 103.
17
puede encontrar un ensayo de reflexión teológica a partir de la obra de K. von G. A. Maloney, And Now the Yoga Retreat: «America» (5 junio 1971),
Dürckheim bajo la pluma de J. Lortz, Auf dem Wege zum Personalen Trans- 591-593; B. Háring, A Contemplative House: «Rev. for Rcl.» (septiembre
zendenten. Transzendenz ais Erfahrung (escrito conmemorativo del 70 aniver- 1967); sir Ann Chester IHM, Report on Hope 1970: «Sistcrs Today» (diciem-
sario del conde Dürckheim; Weilheim, 1966), 237-250. bre 1970).
Mística y poesía en el siglo XVII 405

sivamente una poesía de devoción, es decir, hacen del lenguaje poético


un instrumento de su meditación y de su plegaria.
La poesía devota se desarrolló a lo largo de la segunda mitad del si-
glo xvi. Pero fue evolucionando en sus temas. Los poetas de la genera-
ción de Jean de Sponde, muerto en 1595 y de quien se conocen las ad-
MÍSTICA Y POESÍA EN EL SIGLO XVII mirables obras de sus Méditations sur les Psaumes y Poémes Chrétiens,
centran su meditación en la muerte y nos hablan sobre la penitencia. En
los comienzos del siglo xvn amplía sus perspectivas. Si bien es verdad
Es de todo punto imposible trazar en unas pocas páginas el pano- que el tema de la muerte está todavía muy presente, ya no lo está tanto
rama de la poesía mística en Francia durante el siglo xvir. Constituye bajo la forma de meditación íntima sobre la fugacidad de la vida y el
un género literario que ha florecido con profusión desde Claude Hopil deseo de la vida futura, como ocurría en Sponde, cuanto bajo la forma
a madame Guyon y que exigiría un amplio estudio. Es verdad que haría de un espectáculo cruel y sangriento, capaz de excitar sentimientos vivos
falta, sin duda, especificar estrictamente qué es la mística, definirla den- e impetuosos. La pasión de Cristo se convierte entonces en uno de los
tro de unos límites bastante precisos y, por tanto, restringir considera- temas favoritos. Se describen sus escenas con gran colorido y realismo.
blemente la poesía mística propiamente dicha. Pero esta reducción de El poeta hace suyo el misterio, une su dolor con los sufrimientos del
la poesía mística a un puñado de obras ejemplares exigiría una justifi- crucificado, sufrimientos cuya causa es el autor en cuanto pecador y de
cación teórica que nos llevaría demasiado lejos y desbordaría los límites los que se beneficia en cuanto redimido. Este es el movimiento interno
de un breve artículo. Aceptemos, pues, de antemano, y a pesar de la que encontramos en los Théoremes sur le sacre Mystére de notre Ré-
referencia a una multitud de textos que esto lleva consigo, la compren- demption, cuyo primer volumen apareció en 1613; el segundo, dedicado
sión del término «mística» en un sentido bastante corriente y amplio a los misterios gloriosos, en 1622. Los Théoremes son, según el sentido
y la posibilidad de confundir de alguna manera la especie con el género: etimológico de la palabra, visiones, contemplaciones. Jean Rousset l ha
la «poesía mística» con la «poesía espiritual». Conviene, pues, esclare- puesto de relieve el influjo ignaciano en los Théoremes: realmente po-
cer en primer lugar la abundancia y variedad de los poemas espirituales. demos descubrir en ellos una «composición de lugar», una presentación
A esta finalidad responderá una breve presentación de las distintas for- del misterio a la imaginación. Los sonetos de La Ceppéde, que el poeta
mas y de los diversos temas poéticos, ciñéndonos principalmente al pri- llama muchas veces «meditaciones», son verdaderamente unos «ejerci-
mer tercio del siglo xvn. A continuación seguirá una reflexión concreta cios espirituales». Por su parte, La Ceppéde, que incluye en sus poemas
sobre la vinculación de los poetas a la figura de María Magdalena, lo numerosas notas de referencia, cita con frecuencia, además de los Padres
cual nos permitirá abrir al pensamiento algunas perspectivas del lirismo de la Iglesia, a Ludolfo el Cartujo y a continuación una serie de autores
místico de la época. más recientes, tales como Guevara, Luis de Granada o Diego de Estella.
En la literatura poética francesa del siglo xvn la poesía religiosa Estos vienen a ser los representantes de una espiritualidad concreta y
ocupa un lugar de primera importancia. Los poetas más leídos en este llena de imágenes. Los autores de las «Vidas de Cristo» o de los «Libros
tiempo, aquellos cuyos nombres, por ejemplo, aparecen con más fre- del Calvario» constituyen unas fuentes documentales excepcionales. La
cuencia en las antologías colectivas, son Desportes, Bertaut y Du Perron. poesía devota se centra principalmente en las escenas y cuadros de la
El primero de éstos, ya próximo a la vejez, se dedica a traducir en verso vida de Cristo. La palabra «misterio» se emplea en este caso en el senti-
los 150 Salmos; los otros dos, convertidos a la Contrarreforma y habien- do de «representación», del mismo modo que cuando hablamos de los
do alcanzado el honor de príncipes de la Iglesia, abandonan la poesía «misterios del rosario». Los misterios gloriosos no están ausentes; el de
amorosa para escribir comentarios bíblicos, cánticos espirituales y ora- la Natividad también ocupa su lugar, pero predomina principalmente la
ciones. No obstante, la poesía de estos autores cuasi oficiales es más contemplación de los misterios dolorosos.
«instrumento de una política que de una mística». Muy distinta, y en
cualquier caso menos política, más espontánea y más sincera, es la poesía 1
de muchos poetas, hombres y mujeres, hugonotes y católicos, que no Jean Rousset, L'intérieur et l'extérieur. Essais sur la poésie et sur le
théátre au XVII' siécle (París, 1968), 30, que recoge el prefacio de Rousset
alcanzan renombre literario en ese tiempo. Se dedican a escribir exclu- a una edición de los Théoremes de La Ceppéde.
26
406 J. Beaude Mística y poesía en el siglo XVII 407

Las meditaciones poéticas de La Ceppéde miran a la «compasión», De hecho, apenas si ha quedado algo de esta literatura para la pos-
a la participación en el misterio redentor. Las obras de sus contempo- teridad. Sin embargo, la presencia en la cultura de aquellos tiempos de
ráneos o sucesores no tienen todas el mismo vigor espiritual y teológico la pecadora convertida, la que tanto amó a Cristo, la solitaria de la Santa
que sus escritos. En muchos de los escritores de esta época lo «senti- Gruta (éstos son los títulos que la hacen gozar del favor de los poetas),
mental» ocupa el lugar más importante, sus obras son el exponente de debe tener algún sentido. Podemos intentar desentrañar alguno de los
una poesía de ternura, de lágrimas. César de Notredame, hijo del cé- significados de la atención prestada a este personaje evangélico.
lebre Nostradamus, compatriota y amigo de La Ceppéde, evoca no ya Uno de los temas esenciales evocados por la figura de la Magdalena
a Cristo doliente, sino a los grandes «lloradores»: la Virgen dolorosa, es el de la ausencia. La ausencia de Cristo es el motivo por el que sufre
María Magdalena, el buen ladrón; y Auvray, en su Pourmenade de al pie de la cruz, junto al sepulcro vacío, en el desierto de Provenza. Sin
l'áme dévote, que viene a ser un «viacrucis», describe con un expresio- embargo, esta ausencia es precisamente una gracia. Es la condición del
nismo exacerbado las torturas y la muerte de Cristo para provocar en el deseo, del crecimiento del amor:
alma del lector sentimientos intensos y piedad. Muy significativo a este
respecto es el hecho de que uno de los cánticos litúrgicos puesto en ver- Huís de ella un poco para reavivar su brasa:
so con más frecuencia sea el Stabat Mater. Porque lo mismo que un poco de agua fría enciende la hoguera,
Era conveniente subrayar la importancia dada por los poetas a los Así una breve ausencia inflama la amistad.
misterios dolorosos, pero la poesía espiritual no queda reducida a una La Ceppéde
«mística» de la Pasión. Un género muy en boga es la paráfrasis de textos
bíblicos, y principalmente de los Salmos. Existen numerosas traduccio- El acrecentamiento del amor por causa de la ausencia es ciertamente
nes del Salterio en verso francés. Finalmente, es necesario destacar el un tema constante en la literatura, la filosofía y la teología espiritual.
advenimiento de un género de poesía, que en este caso sí que debemos Pero cabría preguntarse si el hecho de dar tanta importancia a este tema
denominar «mística» en el sentido más riguroso del término. En este en los comienzos del siglo x n no se debe a que muchos padecen cierta
género brilla el genio de Claude Hopil con su obra Les Divins eslance- ausencia. Cristo ya no habla. Queremos decir con ello que, a pesar de
ments d'amour exprimez en cent cantiques faits en l'honneur de la las apariencias, a pesar de las declaraciones del humanismo devoto, del
Trés-Saincte Trinité (1629). Esta clase de poesía ya no es imaginación que participa en buena parte la poesía religiosa, pesa cierta inseguridad
y visión de los misterios, sino contemplación del misterio. En ella se sobre el lenguaje cristiano. La Magdalena viene a dar ejemplo de fe en
expresa una mística de la noche, de la santa y docta ignorancia. Con- la inseguridad, del don de amor de Jesús en su lejanía, de la posesión
templar el misterio es, dice Hopil, «ver sin ver». El alma está ante la de Dios en la distancia infranqueable. En pocas palabras: la presenta-
incomprensibilidad del ser divino y se une a él en el no conocimiento, ción de la Magdalena por parte de los monjes místicos, poetas al mismo
a través de una «muerte soberana», una «muerte mística». Es una poe- tiempo, está en relación con una especie de divulgación de temas mís-
sía de la luz y de la oscuridad, de una oscuridad que es luz. ticos, a los que acuden como para salvar por encima de todo la fidelidad
Este cuadro tan sucinto no puede dar sino una idea muy imperfecta en medio del derrumbamiento de muchas certidumbres. El fideísmo es
de la poesía espiritual de los comienzos del siglo xvn. Para dejar a un un fenómeno frecuente en esos tiempos. La Magdalena viene a ser de
lado el terreno de las generalizaciones, hagamos algunas reflexiones en algún modo su fiadora, el arquetipo de la fe conservada, del amor en-
torno a María Magdalena, personaje cantado y celebrado como ninguno tregado en medio del sufrimiento por la ausencia. Fideísmo y misticismo
en aquellos tiempos. tienen posiblemente cierto parentesco debido a que el primero es el es-
La literatura en torno a la Magdalena es, en efecto, muy abundante bozo incompleto y abortado del segundo.
en el siglo xvn, tanto en prosa como en poesía. En los versos no siem- Por otra parte, el lenguaje de los poetas sobre la Magdalena es am-
pre brilla la poesía, como muy bien dice Goujet, en su Bibliothéque biguo. Con frecuencia es trivial, según hemos hecho notar antes; pero,
Frangoise (1740), a propósito de las interminables epopeyas sobre la incluso en los poetas espirituales más elevados, los cantos sobre el amol-
Magdalena, muchas veces extravagantes y triviales, como es el caso de de esta amante de Jesús convertida al amante divino, ¿no son equívo-
La Magdeleine (1617) de Remy de Beauvais y de La Magdeliade de cos? La Magdalena pecadora fascina tanto como la Magdalena santa. La
F. M. Durant (1622). mujer pública es indisociable de la seguidora de Jesús. En esto el per-
408 J. Beaude Mística y poesía en el siglo XVII 409

sonaje está muy en consonancia con los temas barrocos de la máscara, tiempo dichosa, estremecida y confiada, encarnada y sublime. Podría-
de la ambigüedad y de la metamorfosis. Constituye también un perso- mos decir que el misterio de la encarnación, que concilia paradójica-
naje típico de una literatura poética, y no deja de producir cierta extra- mente al hombre con Dios, goza de las preferencias de esta época barro-
ñeza el fenómeno de encontrar yuxtapuestas, incluso en la obra de un ca de alianzas antinómicas: en la carne pulposa del verbo poético se
mismo poeta, las evocaciones más desenvueltas y las plegarias más fer- expresa la palabra de Dios.
vientes. J. BEAUDE
[Traducción: JUAN JOSÉ DEL MORAL]
¿Se trata de un doble juego en una época en que la religión ejerce
una influencia tan fuerte? La cuestión no es, sin duda, tan simple ni
quizá se plantea en estos términos. El libertino se mofa de la moral,
pero el místico, a su manera, también. Uní fe p u r t m a es hipócrita o
desencarnada, sospechosa de angelismo. Distinguir Eros y Agapé no
equivale a separarlos. El fervor por la Magdalena en el siglo xvii daría
que pensar a los psicoanalistas. También ofrece gran materia de refle-
xión al historiador de las ideas. La época fue, por lo que parece, una de
esas épocas en que la tensión entre los «dos amores» fue, por decirlo
de algún modo, al mismo tiempo una de las más violentas y de las más
fraternales. La Magdalena es la figura del deseo salvaje y divino. Se nos
presenta como el personaje en quien la fiebre se torna fervor, la insa-
tisfacción en desposeimiento redentor, la pérdida en salvación. Ella es
la única que podía llegar a ser esta amante doliente, pero apaciguada
en el desierto de la Santa Gruta, porque «había amado mucho». Ella
es quien vive el misterio de Dios no mediante los ojos de su inteligen-
cia, sino, como dice Hopil, con los ojos del amor y de un amor cruci-
ficante:
Una cruz había puesto en la caverna austera
el arcángel san Miguel: contemplad el misterio
del paraíso de Dios en ese hermoso espejo.

Pocas veces ha existido en la historia del cristianismo tanta abun-


dancia de poetas espirituales como a finales del siglo xvi y comienzos
del xvn. Es posible ofrecer muchas explicaciones de este recurso fre-
cuente a la poesía para expresar la fe. Las razones apologéticas dadas
muchas veces por los autores de la época, de querer rivalizar con los
autores profanos, no son suficientes. Uno de los factores que debió de
desempeñar un papel importante fue el predominio de cierto pensamien-
to de tipo simbólico en la cultura precartesiana. Este tiempo es un pe-
ríodo en el que los contrastes, las oposiciones no sólo no llegan a ser
reducidas, sino que se las acentúa y se las busca. La misma fe cristiana
está formada de sombras y luces. Y, precisamente, el lenguaje poético
es el más apto para expresar las tensiones sin resolverlas. En efecto,
una de las características esenciales de esta poesía es, al parecer, que el
alma cristiana se expresa y se canta en ella como apenada y al mismo
El «Movimiento de Jesús» 411

El Jesús socialmente comprometido descubierto de esta manera ha cau-


tivado a grandes grupos, también entre la juventud.
De la «revolución» sólo quedan los llamados «Jesús freaks» (locos
de Jesús), a los que Time caracteriza diciendo que proceden de la sub-
cultura y la han mezclado con el cristianismo más conservador. Ven en
Jesús a un Dios vivo que es al mismo tiempo salvador y juez y que
EL «MOVIMIENTO DE JESÚS» comparte su suerte. Toda acción es dirigida por él. El resuelve todos
los problemas. Por tanto, es preciso que toda la vida esté dominada por
El «Movimiento de Jesús» puede considerarse como uno de los acon- una relación intensamente personal con él. Frecuentemente, estos
tecimientos más importantes del último año dentro del ámbito de la «freaks» viven en comunas que evocan los monasterios más estrictos del
cultura espiritual. ¿Qué significa exactamente? Al repasar este fenó- pasado.
meno a la luz de una documentación bastante completa he llegado a la El reverendo Edward E. Plowman, «historiador del 'Movimiento de
siguiente conclusión: Jesús'» (Time), sitúa sus orígenes en el movimiento del amor nacido en
el verano de 1967 en el barrio de Haight-Ashbury, en San Francisco.
De importancia decisiva en la aparición de este acontecimiento mun- El párroco de la localidad, padre Harris, dijo por aquel entonces a pro-
dial fue un reportaje de Time (21 de junio de 1971). Con anterioridad pósito del mismo: «En el mundo de hoy probablemente sea la cultura
existía, ciertamente, una amplia información acerca del mismo en la hippy lo que está más cerca del cristianismo primitivo. Los auténticos
prensa mundial; pero fue a partir de este reportaje cuando se desenca- hippies, no los de plástico, practican el verdadero amor, es decir, agapé,
denó un verdadero alud de publicidad en torno a Jesús, principalmente amor desinteresado en el sentido que da Pablo a esta palabra. Su pro-
en el mundo anglosajón. testa se dirige contra el egoísmo; contra los mayores, que se jactan de
Time recoge movimientos de todo tipo y presenta éste como el único su monogamia al tiempo que practican una poligamia en serie gracias a
movimiento susceptible de ser caracterizado con el término de «revo- los sucesivos divorcios; contra la contradicción de las normas morales
lución». En su opinión, vendría a significar un cambio revolucionario con la práctica de hecho; contra la idea de que el favor de Dios se re-
en la subcultura juvenil: la juventud se aparta del sexo y de las drogas, vela en el éxito económico. Por ello se apartan de lo que, según creen,
no busca ya sus caminos en el Oriente, sino que encuentra nuevamente es la Iglesia, incluso de su 'mística' —término, por otra parte, popular
la vía tradicional de la cultura occidental y cristiana: Jesús, the One entre ellos—. En mi opinión, los auténticos hippies tienen una expe-
Way. riencia directa de Dios, con drogas o sin ellas. Su experiencia puede so-
La revolución de Jesús, tal y como Time la presentaba, es, no obstan- meterse a la piedra de toque habitual para la experiencia mística, a
te, en su mayor parte, una reactualización del movimiento pentecostal saber: si conduce a una vida mejor, si acrecienta el amor y la compren-
no sólo en los márgenes del protestantismo, sino también en los círculos sión».
subterráneos del catolicismo. Estos movimientos de despertar religioso Este «movimiento del amor» ganó terreno rápidamente, pero fue
no son nuevos. Su periódica reaparición forma parte de la tradición aún más rápidamente desbordado por jóvenes desplazados de toda Ñor
norteamericana. teamérica y por el comercio y la publicidad, que le proporcionaron fnimi
Tampoco tiene nada de revolucionario el interés que se dedica a mundial y un estilo propio adecuado para el consumo de masas. Yn ru
Jesús de Nazaret. Este interés existe y va en aumento desde hace varias octubre de aquel mismo año enterraban los «auténticos h//i/>tc\*> mi
décadas en todo tipo de ambientes del mundo occidental: entre teólogos ideal.
y exegetas, pero también entre artistas y en el «hombre de la calle», Al igual que el movimiento pentecostal subterráneo ck-nim drl i uto
entre individuos situados al margen de las Iglesias, ateos y judíos; acaso licismo, surgido por la misma época, el movimiento de JI-M'W luí ncftititl<>
se encuentre menos entre los miembros ortodoxos y conservadores de desarrollándose en silencio, pero resulta difícil idcntificmlo ion lo I|IIP
las Iglesias. Este interés por Jesús de Nazaret se relaciona sobre todo Time compendia bajo un único denominador (Jc\u\ l'rt>i>!r) «ICMIN
con las cuestiones siguientes: ¿quién fue en realidad este hombre de People» parece abarcar grupos bastante contrapuestos. I.ON MUÍK pinium
Nazaret?, ¿cómo vivía?, ¿qué quería?, ¿por qué tuvo tanta influencia? ciados son: Children of God, fundamentalistas, sccturioN liuniu rl MÍNIM
412 B. Borchert El «Movimiento de Jesús» 413

miento estricto, apocalípticamente ajenos al mundo, con reminiscencias tradición de la devoción popular, que hacía blandengues a los santos
de los Hechos de los Apóstoles; The Process, que enlazan a Jesús con porque de lo contrario resultarían demasiado chocantes. Las religiones-
Satán; The Way, que considera la prosperidad y la abundancia como opio siempre se han orientado a este tipo de devoción: toda figura sus-
signos de la buena fe en Jesús. ceptible de perturbar la religión establecida y la tranquilidad del pueblo
Son muchos, por tanto, los movimientos de Jesús. Como caracterís- era declarada hereje o elevada a la gloria de los altares y convertida en
tica común a todos apenas si cabe señalar que no son Iglesia ni quieren inocua mediante un esfumado devocional. El mundo de los negocios ha
en su mayoría saber nada de ella; que son movimientos caprichosos, comprendido demasiado bien que tras todas las desilusiones del compro-
difíciles de describir, diferentes entre sí, que siguen desarrollos distintos miso queda un vacío fácil de llenar: el anhelo de un entretenimiento
y que, de una u otra forma, confiesan a Jesús. descomprometido, etéreo, suavemente religioso, apropiado para jóvenes
Lo que queda en nuestra opinión de la «revolución de Jesús» en la y también para adultos.
versión de Time es que las formas de expresión de la «subcultura» han Lo que corre el peligro de quedar oculto tras la cortina de humo de
sido alteradas en la misma medida en que han hecho uso de los medios la publicidad es que en la llamada subcultura juvenil, desde los heatniks
de comunicación de masas y han sido a su vez manipuladas por éstos. hasta ahora, el deseo de experiencia religiosa, de mística en particular,
La indumentaria, los símbolos, los slogans, la prensa subterránea, la es un factor constante. Y también que no sólo la sociedad establecida,
música, los efectos de espectáculo, los festivales, los posiers, colores, etc. sino las Iglesias, se han negado a darle cauce. En especial, la Iglesia
Lo psicodélico se ha convertido en un «Jesus-kick». «Jesús is the best católica, que, tras un breve aleteo de esperanza en la dirección de
trip. Jesús makes me high!». Un nuevo estilo para que los jóvenes pue- Juan XXIII, está recayendo definitivamente en su vieja tradición: optar
dan desplegar en él su religiosidad sin los riesgos inherentes a las drogas por la devoción popular, tranquilizante y exenta de peligros, y oponerse
y al sexo. Es difícil determinar en qué medida este estilo es obra del a todo lo que tiene que ver con la experiencia de la realidad y con la
comercio y de la publicidad manipuladora y, por consiguiente, creado mística.
por los adultos y en qué medida nace de la propia juventud. No hay El futuro nos dirá en qué medida el movimiento de Jesús de la pu-
duda de que la manipulación es grande y de que el comercio se benefi- blicidad es capaz de echar verdaderas raíces. En Norteamérica será dis-
cia en gran escala. «Jesús Christ Superstar» no es más que un ejemplo tinto de otras partes. En Europa, ha sido en Alemania sobre todo donde
entre muchos. El estreno en Broadway estuvo en manos de magnates ha arraigado el movimiento de Jesús por influjo de la publicidad ame-
no precisamente religiosos, mientras que precisamente los «Jesús freaks» ricana. Una de sus figuras más destacadas es el reverendo Volkhard
protestaban; y el éxito hay que atribuirlo en no pequeña medida a los
Spitzer, de Berlín. En su opinión, la diferencia con el movimiento ame-
avispados «superpromotores»: Robert Stigwood, de Londres, promotor
ricano es que «aquí no somos tan entusiastas ni emocionales como el
de «Oh Calcutta», y Tom O'Horgan, promotor de «Hair», en Broadway.
Jesus-people en los Estados Unidos». Spitzer pertenece a la comunidad
La manipulación comercial del movimiento de Jesús fue revelada por
pentecostal, pero quiere que el movimiento del Pueblo de Jesús brote
extenso en Der Spiegel (reportaje del 14 de febrero de 1972). No carece
independientemente y se oriente a los adictos de las drogas y del sexo.
de fundamento la sospecha de que todo este asunto de sacralidad sin
Entre tanto, también en Alemania el comercio ha sido un factor deter-
crítica de la sociedad ha sido ideado y está sostenido por hombres del
estabüshment. minante en la formación de la imagen de este movimiento. También
en los Países Bajos ha echado raíces la revolución de Jesús; como siem-
Esto no quita que, gracias a dicha publicidad, un determinado movi- pre, lo que pasa en Norteamérica pasa indefectiblemente aquí. Es dudo-
miento de Jesús haya disfrutado de oportunidades nunca vistas para so que en este país la publicidad revista el mismo carácter que en Nor-
desarrollarse. Y no precisamente aquel que había sido seducido por la teamérica y, hasta cierto punto, en Alemania. El fenómeno ocupa a los
pregunta acerca de la identidad propia de Jesús de Nazaret, sino el que espíritus. Pero, por lo que se ve, más como información e impulso que
escoge al Jesús dulzón, ahistórico, cursi, de larga cabellera. Este movi- como exhortación a afiliarse al movimiento. También despliega aquí sus
miento de Jesús no carece de posibilidades. Se adapta extraordinaria- actividades el movimiento pentecostal, que desde 1967 intenta apartar
mente a la tradición típicamente norteamericana del pop-art: hacer a los jóvenes del sexo y las drogas por medio de Jesús. Esta labor tiene
pop(ular) el arte a base de elaborarlo en un sentido fácilmente recono- mayores posibilidades. Por lo demás, el movimiento de Jesús puede
cible, preferentemente cursi y blandengue. Encaja también en la larga compararse aquí con un nuevo ingrediente en el caldero que han sido
414 B. Borchert

los Países Bajos toda la vida, pero en especial durante el último decenio.
Amsterdam no es sólo la capital de este país, sino el lugar donde se
cuece la mejor sopa. Allí convergen todas las influencias internacionales
y se mezclan con la aportación propia, de la cual son los más conocidos
los provos y los kabouter. El ingrediente más fuerte de esta sopa es, a
nuestro entender, la meditación, cada vez más intensa, que no se ve
desplazada por los demás movimientos, sino que más bien los asume ¿ORAN LOS REVOLUCIONARIOS?
en sí. El centro de meditación más conocido donde esto ocurre es Cos- TESTIMONIOS DE AMERICA DEL SUR
mos, pero por todo el país se pueden descubrir manifestaciones idénti-
cas. Se encuentra a Jesús mejor que el LSD, pero no se le vende el alma.
Vista a distancia, aún palidece más la importancia mundial de la Los testimonios que presentamos en este artículo provienen de los
revolución de Jesús. El satanismo es un acontecimiento mucho más ex- países siguientes: Colombia, Bolivia, Brasil, Uruguay y Chile. Constitu-
tendido. El ocultismo, la magia blanca, la religión astral, en suma, el yen respuestas individuales o colectivas a la pregunta planteada por
florecimiento multicolor de religiosidad es algo que viene alcanzando CONCILIUM. Este artículo se propone realizar un montaje con estas res-
desde hace años cimas insospechadas en la sociedad industrializada, en puestas: no hay posibilidad de mencionar a sus autores; por otra parte,
tanto las Iglesias van quedando vacías. sería prolijo estar citando constantemente los países de origen. El con-
junto de estos testimonios, aunque no constituyan un muestrario satis-
Si hay que hablar de un fenómeno universal, sería mejor referirse
factorio y exhaustivo, tiene un valor representativo y permite entrever
al hecho —cada vez más evidente en los últimos años— de que la reli-
la realidad que se busca con la pregunta «¿oran los revolucionarios?».
giosidad del «hombre moderno», es decir, del hombre que vive el des-
arrollo tecnológico, crece al margen de la religiosidad eclesiástica y busca Ante todo, ¿qué significan las palabras «.revolucionario» y «orar»?
vías propias. El «Movimiento de Jesús» no sería más que un aspecto de «Sería preciso determinar de qué 'revolución' se trata y, si la oración
este fenómeno *. guarda alguna relación con Dios, de qué 'Dios' hablamos».
La palabra revolución ha adquirido tal «prestigio», que todo el mun-
B. BORCHERT do desea ser considerado como «revolucionario», y todo cambio, toda
[Traducción: GILBERTO-A, GUTIÉRREZ]
actitud no conformista son calificados de «revolucionarios».
( Por lo que se refiere a la palabra «Dios», su contenido depende de
la «imagen ideal que se tenga de la vida personal propia y de la vida en
sociedad»: el concepto que tengamos sobre la «oración» estará en estre-
cha dependencia de la idea que uno se haya hecho de Dios. El mismo
condicionamiento social comprobaremos por lo que respecta a los «sím-
bolos teológicos». La Iglesia «oficial» y su teología —incluso la del Va-
ticano I I — están «vinculadas a la sociedad capitalista».
Será considerada como revolucionaria «toda persona comprometida
en el proceso de transformación de la sociedad actual». Pero la IIIÍNIIUI
respuesta —resultado de una reunión para estudiar el tema propuesto
subraya que «es difícil definir lo que es un cristiano comprometido»
Un antiguo responsable de Acción Católica universitaria, muy irprriwn
tativo, precisa: «Existen dos niveles de cristianos revolin'ioimfloN: t-l
primero lo forman aquellos que tienen un compromiso rrvolurloimiio
* Hemos utilizado la documentación del Instituto Titus Brandsma, de Ni-
mega. Razones más detalladas de lo aquí expuesto podrán encontrarse en el profundo y actúan en grupo; este hecho les hace vivir de nmiirtit IIIIIH
número 1 de Speling, correspondiente a 1972 y dedicado al éxtasis. En él se intensa su diálogo con el Señor. Un segundo grupo de crhlInnuN, muy
citan fuentes sobre la subcultura juvenil y el florecimiento de la religiosidad comprometidos también, viven su cristianismo de maneen UINIIUIH ron
en general.
su impulso personal; son más bien 'cristianos a su modo'; mi mllu-xión
416 G. Bessiére 417
¿Oran los revolucionarios?

al Señor en la oración es más espaciada, menos sistematizada. En este una hora de oración un día que había permanecido solo tras la defección
segundo nivel la oración puede ser más o menos rica». de sus compañeros de lucha. «En la acción concreta con los otros uno
El compromiso es un cambio de mundo. «Al optar por el compro- descubre sus propias limitaciones, sus fallos, y la oración se orienta ha-
miso, uno se desprende de todo lo que era tradicional, institucional, todo cia la búsqueda de apoyo y fuerzas para superar esas limitaciones». «La'
lo que se refiere al mundo confortable. Se pierden los puntos de refe- oración es necesaria para comunicarse con alguien que puede liberarnos •
rencia con la oración». de una serie de tensiones. Esta necesidad de orar se refleja tanto en los
. La ruptura con la Iglesia es masiva: «muchos de los que se enrolan momentos difíciles como en los momentos de alegría».
en los movimientos de oposición política son jóvenes formados en las Se subraya con frecuencia la relación entre la oración y la acción.
filas de la Acción Católica, y casi todos, ni clnr este paso, hacia la acción «La oración me proporciona una confianza más grande en lo que hago, ,
política concreta, han roto con la Iglesia. Muchos prisioneros políticos en la vida de cada día». «Mi oración es muy sencilla: dar gracias, re-
de la ciudad de Recife son de estos jóvenes y hoy se declaran no cris- flexionar a veces o permanecer simplemente tranquilo...». «Antes tenía-
tianos». Y los jóvenes que se comprometen políik uniente no abandonan mos una oración de petición, ahora tenemos una oración más entregada
solamente la Iglesia institucional o ti adicional, sino también sus mismas a la acción de gracias; es una oración más animosa, más optimista».
comunidades cristianas. ¿Por qué? «Ahora la oración es más una fuente de energía para la acción. Antes
¿Afecta esta ruptura también a la oración?: «Al cambiar uno su la oración tenía como finalidad evitar las caídas, pedir perdón; hoy tiene
manera de actuar en el mundo, cambia también la forma de vivir la un carácter más positivo: permanecer firmes en el compromiso con-
propia espiritualidad. La oración tradicional so deja a un lado (padre- creto».
nuestro, etc.); se buscan otras formas de comunicación con Dios. La Oración y grupo aparecen relacionados con frecuencia. «La partici-
oración ya no puede seguir siendo algo inslilucionalii-ado. Se ora mucho pación en un grupo ayuda a orar. Compartir la oración con los miem-
más a través del acontecimiento, de la acción. Se ora individualmente bros del grupo permite a éstos vivir unas relaciones más profundas». La
en medio del empleo del tiempo de todos los días, antes de una re- lectura del evangelio con los habitantes del barrio lleva a «descubrir
unión, etc. Es difícil orar a solas, sin un guipo. Mucha gente, según la el valor de la oración», apunta un militante de extrema izquierda de
medida de su compromiso, reemplaza la oración por la mística revolu- Chile que vive con dos compañeros en medio de una población obrera.
cionaria, que no consiste solamente en la acción concreta, sino también «El compromiso lleva a los cristianos a buscar nuevas formas de vida
en un compromiso vivido muy profundamente». (vida en común, nuevos módulos de relación entre sí), que acarrean
, La oración que se rechaza es la que aleja de las realidades tempo- nuevas formas de oración».
rales. «Algunos marxistas —antiguos cristianos— nos acusan de nuestra Un sacerdote, consiliario de estudiantes, declara: «Yo soy el que
oración, porque la consideran como una dependencia de 'Dios' y un des- está menos comprometido, pero quizá el que reza más, y mi oración
conocimiento de las posibilidades propias del hombre. Para ellos, la sirve a los demás, a los militantes revolucionarios. Constantemente veo
oración es alienación, evasión». Por lo que estos antiguos cristianos gente que viene para que ore con ellos. Buscan y saben dónde encontrar
dicen: «Ayer rezábamos, hoy lo que se impone es la acción». Otros la eucaristía. Con frecuencia vienen aquellos que menos esperas».
precisan: «Ya hablaremos de la oración cuando hayamos dado una so- La oración se fundamenta a menudo en la Biblia: «La lectura de la
lución a las necesidades urgentes». Biblia es algo esencial en la oración. En la Biblia se encuentra una pala-
Muchos afirman que buscan una nueva oración, nuevas formas de bra de actualidad permanente. Esta lectura permite ensamblar mejor la
oración, de confrontar conjuntamente el evangelio y las situaciones acción con un sentido más profundo de esa misma acción». Entre los
urgentes que los reclaman. Afirman que «el compromiso activo en favor prisioneros políticos jóvenes de Brasil, muchos de los cuales son anti-
de los otros, bajo el impulso del amor, ya es oración». Buscan «la ora-" guos miembros de Acción Católica y que confiesan no ser ya cristianos,
ción que lleva al compromiso, que fortifica, que da coraje y valor». 'v" «muchos piden que se les lleve una Biblia».
Muchas respuestas insisten en la eficacia de la oración en el peligro, La oración es un «diálogo mucho más directo con Cristo: la Virgen
en la soledad de la acción, en el descubrimiento de las limitaciones per- y los santos parecen haber perdido terreno». Esta relación directa con
sonales. «¿Se trata de un proceso psicológico o de una acción del Espí- Cristo viene a reconstruir la actitud interior: «Integrar la presencia de
ritu Santo en mí?», concluye alguien que encontró fuerzas después de otra persona, del Señor, frente a todos tus actos. El Señor, que te acom-
418 G. Bessiére ¿Oran los revolucionarios? 419

. paña durante todo el día. Este hecho impone o permite un cambio de ha vencido su miedo: «He tenido miedo, pero entonces he pensado en
actitud, conduce a estar dispuesto a dar para recibir, para aceptar puntos ti, Cristo pobre, que has sido despreciado, perseguido y crucificado por
de vista diferentes. Yo integro en mi acción a otra persona, hago hom- los poderosos de este tiempo porque vivías con los pobres, liberabas
bre a Cristo. El Cristo 'etéreo' se convierte en una persona que com- a los oprimidos, anunciabas a todos la buena nueva». Expone también
, parte mi vida como un amigo. La oración deja de ser estática, encerrada sus pensamientos sobre su pueblo condicionado por la propaganda, so-
j en unas fórmulas y horarios para pasar a ser dinámica: ésta es la oración bre los jóvenes sin porvenir, sobre los militantes de todas clases que
! que anima la acción» (un militante de extrema izquierda). «Yo tengo quieren construir el hombre nuevo. Y la joven termina: «Padre, tu Hijo
I una imagen nueva de Jesús. Dirijo mi plegaria a un Jesús diferente del nos ha dado la libertad para que vivamos libres; no nos someterán ni
f
de antes. En mi vida anterior veía más a Jesús como a un ser cargado los hombres, ni los dictadores, ni los imperios. Por eso te ofrezco mi
de poderes sobrenaturales; ahora, en cambio, tengo una idea más hu- vida de cada día; que se haga tu voluntad».
,. mana de Jesús. Le respeto y amo más» (un periodista militante de ex- La respuesta de un obispo brasileño presenta las dos opciones que
i trema izquierda de Chile). se abren ante el cristiano que se compromete: «Hay dos formas distin-
Néstor Paz, muerto en el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, tas. El cristiano que arrostra el desafío revolucionario con su formación
nos proporciona en sus cartas un testimonio especialmente conmovedor personal, con la imagen que tiene de la Iglesia y la oración, con sus
de esta fe en Cristo: «Amado Señor: Voy a escribirte después de mucho formas de relación con Dios: estos cristianos se ven obligados a una
tiempo. Hoy siento verdaderamente necesidad de ti y de tu presencia. opción; o bien profundizar en su situación y encontrar una nueva ex-
Quizá sea debido a la proximidad de la muerte o al fracaso relativo de presión para su fe y su comunión con Dios, o bien renunciar a todo
la lucha. Tú sabes que siempre he buscado, y por todos los medios, serte esto, y, a mi parecer, esto suele ser lo que sucede». Se trata de vivir sin
fiel. Totalmente consecuente conmigo mismo. Por eso estoy aquí. Para una fe explícita o de volver a definir lo que es el hombre ante Dios,
mí, el amor consiste en una urgencia por solucionar el problema del ante Cristo, ante la Iglesia, en una fe concreta. He oído decir a un joven
otro, en cuyo interior vives tú, tú mismo. H e dejado todo lo que tenía revolucionario que vive ante Dios constantemente porque percibe sus
y me he venido. Quizá sea hoy mi Jueves Santo, y la próxima noche llamadas en el compromiso político.
mi Viernes Santo. Pongo completamente en tus manos lo que soy, con
una confianza sin límites, porque te amo. Lo que más me duele es dejar
lo que más amo, Ceci (su mujer) y mi familia, y no poder tocar con las ESCUCHA MI PROTESTA
manos el triunfo del pueblo, su liberación. Formamos un grupo lleno de
plenitud humana, cristiana. Ceci me reconforta. Te amo y te entrego lo Salmo 5
que soy y lo que somos, sin medida, porque tú eres mi padre. Ninguna
muerte es inútil si la vida ha estado cargada de significado, y esto es Escucha mis palabras, ¡Señor!;
verdad, yo creo, aquí, con nosotros. oye mis gemidos.
«Ciao», Señor; hasta tu cielo, esa nueva tierra hacia la que tendemos Escucha mi protesta,
tan ardientemente. Francisco». porque tú no eres un Dios amigo de dictadores,
¿Es posible sacar conclusiones? Si hay «revolucionarios» que aban- no eres partidario de su política,
donan ciertas formas de oración o renuncian a orar, también hay otros la propaganda no te influye.
que inventan, individualmente o en grupo, una oración nueva, en inti-
midad con su compromiso, palpitante de vida. E. Cardenal, Cri. Psaumes politiques
Una joven obrera cristiana, cuando por poco la detienen en una (París, 1970), 11.
calle de Montevideo mientras estaba pegando una serie de carteles por
G. BESSIÉRE
la noche, escribe a Dios, después de volver a su casa: «Padre, mientras
[Traducción: JUAN JOSÉ DEL MORAL]
llega el día, quiero hablar contigo de los momentos que acabo de vivir
y darte las gracias porque todo ha terminado bien...». La muchacha
cuenta su actuación, la llegada de la Policía, la huida. Describe cómo
La flauta de Krishna 421

encantaba a las pastoras, las gopis, con el sonido de su flauta y jugaba


con ellas el juego del amor. Pero, para el devoto, Vrindaban no es úni-
camente el escenario que evoca aquel pasado desaparecido; es el lugar,
carnal y místico a la vez, de un misterio por encima del tiempo que no
cesa de desarrollarse allí para gozo de los que aman a Dios. Vrindaban
es como la tierra «sacramental» en que Krishna y Rádhá, la bienamada
Documentación Concilium *
entre las gopis, están siempre presentes como manifestación jubilosa
y a la vez íntima del amor divino.
La pequeña ciudad estaba tranquila; no era la época de las grandes
LA FLAUTA DE KRISHNA fiestas. Pero en Vrindaban nunca cesa la recitación rítmica de los nom-
bres de Dios y de los cantos místicos. Nuestro viajero fue invitado a
Pata expresar la experiencia ingenua, es decir, original, de que nos asistir un día a una Krishnalilá, en el patio interior de una vivienda
vamos a ocupar aquí es indudable que sólo resultaría adecuado un privada; de este modo, durante muchos días fue cada tarde espectador
tipo de lenguaje: el poema. Pero nos contentaremos con escribir una atento del «juego de Krishna», durante el cual varios niños cuidado-
especie de relato prosaico, provisional, al margen de ese poema aún no samente elegidos y preparados representan escenas de la leyenda de
formulado. Quienes crean haber completado ya, de una vez por siempre, Krishna y evocan, mediante el poema, la danza y una escenificación
el cuadro teórico y normativo del encuentro del cristianismo con las teatral, diversas facetas del mismo misterio de amor. Hay Krishnalilás
religiones «no cristianas» en una enunciación cuidadosamente perfilada exuberantes y populares. Aquélla tenía un carácter más íntimo, más
absténganse de seguir leyendo estas líneas, a menos que ellos presientan contemplativo. Por lo demás, allí no se trataba de un puro espectáculo,
que también en este terreno la aventura espiritual, irrumpiendo cual- sino de una celebración. Durante las varias horas que duraba el «juego»
quier día como un don tan inesperado como irrebatible, pueda abrir los niños se encarnaban a Krishna y a Rádhá no eran tan sólo intér-
unas puertas que habían sido declaradas cerradas. «Como tú no sabes pretes de una historia sagrada; eran como una especie de presencia real
cuál es el camino del viento...» (Ecl 11,5). del joven dios de la flauta y de su compañera, que no es otra cosa que
Hace pocos meses, un cristiano occidental recorría la India, como su propia belleza manifestada. Así lo indicaba hasta la evidencia el
tantos otros. Teólogo por su formación, lo que ante todo le interesaba culto que al principio y al final del «juego» se tributaba a los niños
era comprender el significado de las religiones, del hinduismo en con- que, por un momento, eran la encarnación simbólica de Krishna y de
creto, en los planes de Dios. Para él, la India no era el lugar de una Rádhá. Así lo manifestaba también la atmósfera singular de devoción
búsqueda mística, informe y ambigua, a partir de un conocimiento vago amorosa que envolvía este «espectáculo».
o esotérico de las religiones indias, sino más bien el campo de verifica- Es difícil explicar lo que en su interior sentía el extranjero al asis-
ción experimental de un saber previamente asimilado a través de la tir asiduamente al juego sagrado. Lo cierto es que poco a poco, sin
lectura de los textos antiguos y el estudio de los trabajos del orienta- desearlo explícitamente, quizá como simple consecuencia de una dis-
lismo occidental. ponibilidad sin a priori y sin reservas, cesó de ser un puro espectador
Un día, sin embargo, llegó a Vrindaban, uno de los más célebres para entrar precisamente «en el juego». Ya no acudía a la lila como
lugares de peregrinación del norte de la India '. La tradición de la a una representación teatral exótica capaz de proporcionarle cierto co-
devoción krishnaíta, el Bhágavata Purána en particular, sitúa allí los nocimiento más directo de «lo otro». Acudía como a una fiesta religio-
episodios de la juventud del dios Krishna, cuando el joven vaquero sa que le importaba personalmente, vivida por él como un auténtico
momento de gracia y en el seno de la cual Dios le indicaba algo. Por
muy sorprendente que esto le hubiese podido parecer antes, el amor
* Bajo la responsabilidad del Secretariado General. de Dios manifestado en Jesucristo brillaba para él en el rostro de
1
Para mejor conocer el marco y el ambiente de Vrindaban será de prove- Krishna y de Rádhá. Su juego venía a ser como una especie de parábola
cho leer la obra de K. Klostermaier Hindú and Cbristian in Vrindaban, Lon-
dres, 1969. cuya clave guardaba el viajero en su fe cristiana. Pero lo más impor-

27
422 P.-R. Cren La flauta de Krishna 423

tante no residía en este reconocimiento de orden intelectual. La expe- bajo su mirada, pues nada tiene con qué defenderse contra las sospe-
riencia se situaba en otro registro: era un encuentro con carácter de chas de todo tipo —sincretismo, confusión mental, ilusión emocional—
acontecimiento, indudable para el que lo estaba viviendo, con la gracia sino su propia certeza irrebatible, corroborada además por el testimo-
divina por mediación de aquella Krishnalilá. Sobre todo una tarde en nio de algunos hermanos cristianos que, perdidos en la India, viven
que, al final del «espectáculo», Rádhá le ofreció, en presencia de la unas aventuras análogas. Pero no carece de fuerza de disuasión, pues
asamblea, la guirnalda de flores blancas que adornaba su diadema, se al menos aquellos a quienes ha sido otorgada o que, desde fuera, pre-
sintió arrebatado por la evidencia turbadora de que este gesto, que sienten su autenticidad, ven cómo vienen a estrellarse contra ella las
pudo considerar como una simple actitud de cortesía para con el hués- delimitaciones demasiado simples que el discurso teológico elabora para
ped amigo —cosa que también era—, tenía una dimensión muy distin- reivindicar, con razón desde luego, la soberanía única de Cristo. ¿Será
ta, que se situaba hic et nunc en un proceso sacramental que, cierta- porque la experiencia espiritual desborda de por sí el discurrir del teó-
mente, no se confundía con la sacramentalidad cristiana en sentido logo? Pero semejante discurrir, si se negase a reasumir en su propio
estricto ni podría sustituirla, pero que a pesar de todo no le resultaba plano las lecciones de la experiencia espiritual viva, ¿sería algo más
totalmente ajeno. Como si la misma historia sobrenatural de la salva- que un parloteo mundano acerca de unos conceptos religiosos particu-
ción, centrada y realizada en su más alto grado en Jesucristo, pudiera lares? Lo que en la actual coyuntura parece más desolador es probable-
tener otros signos conexos, inferiores sin duda o armónicos, pero no mente que unas experiencias como ésta que acabamos de evocar se
menos reales, que traspasaban los límites doctrinalmente convenidos... hayan vuelto, en cierto modo y en el sentido más preciso del término,
«inconfesables», no sólo —ello sería comprensible— a causa de su ca-
Ciertamente, no dejaba de ser insólito el que un cristiano, no sólo
rácter íntimo, sino también por causa de una represión teórica previa.
sin renegar en nada de su reconocimiento de Cristo como Señor, sino
Que un cristiano se reconozca devoto de Krishna causa escándalo, que-
desde el fondo mismo de esta aceptación, se convirtiera en devoto de
branta los fundamentos más oficialmente garantizados, constituye un
Krishna, que para él pasaba a ser una especie de mediación de la mis-
error-tipo, es decir, la confusión de unos límites reconocidos y fijados
ma realidad cristiana. Siendo un extraño, le había sido dado de esta
en los mapas de un saber normativo. También es posible encontrarse
forma escuchar, como las- gopis de la tradición, el sonido de la flauta
en la India con cristianos que deben silenciar su más profunda contem-
de Krishna y sentirse seducido por esta música silenciosa. Recordaba
plación, a través de los signos religiosos de este país, del misterio uni-
los poemas de Toukaram: «El que está en pie, las manos en las cade-
versal de Cristo, so pena de caer inmediatamente bajo sospechas en
ras, el cuerpo brillante con luz difusa, es el que todo lo penetra, aun-
cuanto a la sinceridad de su fe. Indudablemente, siempre ha ocurrido
que permanece distante y lejano... Se ha hecho sensible a nosotros,
así, poco más o menos, con todos los místicos a lo largo de la historia
gozo para los suyos el poderle amar, dice Touka». Y luego: «De un
de la Iglesia. Ciertamente, hay precauciones que no se deben omitir,
niño grácil y desnudo, mi Dios sombrío («sombrío», el significado de
sobre todo en el contexto indio, en el que la tolerancia sincretista siem-
la palabra Krishna) tomó el aspecto... Las manos quietas sobre las
pre ha sido un rasgo definidor. El lenguaje de la experiencia espiritual
caderas, ingenuo y silencioso, en pie, espera nuestro amor... Habitante
particular no es en principio universalizable, sobre todo cuando esta
del paraíso, dice Touka, se queda también entre los suyos». Para él,
experiencia se produce en un marco insólito. Como posee la plasticidad
sin embargo, estos poemas no eran simplemente el testimonio admira-
ambigua de la poesía, necesita explicarse, o al menos defenderse, en
ble de una devoción poco frecuente. Entraban a formar parte ya de su
un diálogo pleno de confianza.
propia alabanza al «Hijo, heredero de todas las cosas, resplandor de
la gloria e imagen de la sustancia de Dios» (Heb 1,2-3). Pertenecían, en Alguien podría entender, por ejemplo, que en el presente relato
su lugar correspondiente y sin confusión, al júbilo litánico de los nom-
bres de Dios y de sus manifestaciones. «Regio y de gracia infantil, ima- 3
Esta idea de un (múltiple) «descendimiento» de un Dios para la salvación
gen viva de amor...», cantaba él también con el peregrino maratha 2 . de la humanidad se expresa, como es sabido, mediante la noción de avatar.
Quede esta experiencia para el comentario del teólogo. Inerme está Pero se trata de una noción compleja; varía considerablemente según la fun-
ción que se asigne al avatar en la literatura puráníca, en los diversos cultos po-
pulares, en la bbakti krishnaíta, etc. No puede intentarse una eventual aplica-
2
Cf. Tourkaram, Psaumes du Pélerin (Col. «Connaissance de l'Orient»; ción de esta idea al caso de Cristo sino teniendo en cuenta estas diversidades
París, 1956), 58-60, 146. de sentido.
424 P.-R. Cren La flauta de Krishna 425

nuestro devoto cristiano de Krishna identifica a éste con Cristo; que, tiende al conjunto de la humanidad de distintas formas y en grados
en consecuencia, ambos son manifestaciones divinas intercambiables; diferentes dentro de la única economía divina» (n. 14). Y todavía más:
que, en definitiva, Cristo no tiene utilidad alguna para el devoto de «Puesto que los hombres que se salvan obtienen su salvación en el con-
Krishna y que, en sentido más general, ser cristiano y ser krishnaíta texto de su tradición religiosa, las diversas escrituras sagradas y los
supone una situación idéntica en orden a la salvación, con la sola dife- diferentes ritos de las tradiciones religiosas del mundo pueden ser, en
rencia de los respectivos ambientes, etc. Pero no es ésa la experiencia grados diversos, expresiones de una manifestación divina y capaces de
que hemos evocado, en la que alguien vio brillar la luz de Cristo sobre llevar a la salvación. Esto no va en menoscabo alguno del carácter úni-
el rostro de Krishna precisamente porque antes había reconocido en co de la economía cristiana, a la que han sido confiados la palabra
su propia fe a Cristo como único Señor, y vio en el juego de amor de decisiva proclamada al mundo por Cristo y los medios de salvación
Krishna y Rádhá una parábola y un cuasi sacramento de la alianza de que él ha iniciado» (n. 16) 4.
Dios con los hombres porque antes había recibido de Cristo la reve- Pero las declaraciones de este tipo, por muy abiertas que sean, re-
lación de esta misma alianza. El Krishna de esta experiencia, el de la sultarán abstractas e indecisas hasta cierto punto mientras los cristianos
bhakti contemplativa que dio origen al «juego» que le había sido dado no acepten o se vean impedidos de exponerse, con la libertad de los
presenciar como espectador (en la tradición india, empezando por el hijos de Dios, a la aventura de unos encuentros espirituales análogos
Bhagavad Gita, hay otras muchas imágenes de Krishna que le dejaban al que acabamos de sugerir. Todo el que vive por Cristo y se deja con-
indiferente y algunas que hasta le repugnaban), no era Cristo, aunque ducir por el Espíritu, una vez superados los primeros desconciertos
se presentara como un Dios de amor encarnado entre los hombres para incidentales debidos a la ruptura del marco habitual de sus actitudes
salvarlos por gracia 3, sin aceptar de ellos otra cosa que su alianza de y conceptos, nada tendrá que temer en definitiva de estos encuentros
amor. Pero era, a la vez imperfectamente y con una fuerza misteriosa, contemplativos. Escuchará, quizá asombrado, para gloria de Cristo, de
una figura anunciadora y mediadora de Cristo. Figura todavía velada un Cristo cada vez más grande, más esencial, cómo el único Señor hace
para el devoto hindú. Figura ya desvelada para el devoto cristiano del sonar su música en la flauta de Krishna. Después vendrán los teólogos,
mismo Krishna. que tratarán de comprender esta dilatación de fronteras. Pero también
El encuentro más profundo del cristianismo con las demás religio- a ellos se les invita a escuchar primero en silencio este poema.
nes se sitúa indudablemente en experiencias de este género, dentro o
fuera del ambiente krishnaíta. Probablemente no será en otros terrenos P.-R. CREN
ni de otro modo como se aclararán progresivamente las preguntas que [Traducción: J. VALIENTE MALLA]
todavía deja en suspenso la impropiamente llamada teología «cristiana»
de las religiones «no cristianas»; preguntas, por ejemplo, como la refe-
rente a un valor auténticamente sacramental que debería reconocerse
a determinados signos sagrados situados fuera del marco judeo-cristiano,
o también a la parte —imperfecta— de revelación sobrenatural reco-
nocible en las tradiciones religiosas situadas fuera de este contexto.
Es verdad que ciertas declaraciones manifiestan a este respecto un avan-
ce muy notable en cuanto a apertura de espíritu. Así, podemos leer en
la declaración de la Conferencia teológica internacional celebrada en
Nagpur (India) en el otoño de 1971, entre otras cosas, que «el inefable
misterio» definitivamente revelado y comunicado en Jesucristo, «en di-
versas formas y de distintas maneras, actúa en todos los pueblos del
mundo, para dar a la existencia y a las aspiraciones humanas su sentido
último» (n. 13). «La comunicación que hace Dios de sí mismo —añade 4
Evangelization and Dialogue in India (Informe de la Conferencia teológi-
el texto— no se limita a la tradición judeo-cristiana, sino que se ex- ca internacional celebrada en Nagpur, India, del 6 al 12 de octubre de 1971;
Nagpur, 1971), 7-8.
Colaboradores de este número 427

Francia, así como en la Universidad de Munich, donde obtuvo el docto-


rado en filosofía (1954). Es encargado de cursos de filosofía de la reli-
gión en la Universidad de Innsbruck. Entre sus publicaciones podemos
citar Mysterium mortis - Der Mensch in der letzten Entscheidung (El
misterio de la muerte - El hombre en su opción última), Olten, 9 1971;
COLABORADORES DE ESTE NUMERO Der anwesende Gott (El Dios presente), Olten, 8 1972; In der Versu-
chung. Meditationen über den Weg der Vollendung (En la tentación.
Meditaciones sobre el camino de la perfección), Olten, 5 1972; Aus der
JEAN-CLAUDE SAGNE OP Hoffnung leben (Vivir de esperanza), Olten, 4 1972; Der gute Mensch
und sein Gott (El hombre bueno y su Dios), Olten, 2 1971; Erlostes
Nació el 16 de mayo de 1936 en Tours (Francia) y fue ordenado Dasein (Existencia redimida), Maguncia, 101968; Im Menschen Gott
sacerdote en 1963. Hizo sus estudios de teología en el Estudio domini- begegnen (Hallar a Dios en el hombre), Maguncia, 4 1969; Wir sind
cano de Arbresle. Licenciado en letras y en teología y doctor de tercer Zukunft (Nosotros somos el futuro), Maguncia, 1969; Der nahe Gott
ciclo en psicología religiosa, explica psicología en las Facultades Católi- (El Dios cercano), Maguncia, 2 1971.
cas de Lyon y en la Universidad de Lyon I I . Es autor de Peché, culpa-
bilité, pénitence, París, 1971.
BERNARD BESRET

MICHEL DE GOEDT OCD Nació el 16 de marzo de 1935 en Bretaña (Francia). En 1953 ingresó
en el monasterio cisterciense de Boquen. Estudió filosofía y teología en
Nació el año 1924 en Francia y fue ordenado sacerdote en 1949. Roma. En 1962 obtuvo el doctorado en teología con la tesis Incarnation
Estudió en Roma, París y Lovaina. Ha publicado varios artículos de ou eschatologie? Contribution a l'histoire du vocabulaire religieux con-
exégesis y Foi au Christ et dialogues du chrétien, París, 1967. Actual- temporain, 1935-1955, París, 1964. Desde 1970 es animador pastoral del
mente está dedicado al estudio de diversas cuestiones teológicas sobre grupo «Communion de Boquen». Es autor de Liberation de l'homme.
el judaismo y el pueblo judío. Essai sur le renouveau des valeurs monastiques, París, 1969 (traducido
al español: Liberación del hombre, Bilbao); Clefs por une nouvelle Égli-
se, París, 1971; Boquen hier, aujourd'hui et demain, París, 1969; tro-
PATRICK JACQUEMONT OP
pos sur la liturgie, París, 1970. Ha colaborado en la obra colectiva Les
religieux aujourd'hui et demain, París, 1964 (en español: Los religiosos
Nació en 1932. Tras estudiar letras en París, en 1954 ingresó en la
hoy y mañana, Barcelona).
orden dominicana e hizo sus estudios de filosofía y teología en Le Saul-
choir, donde es profesor desde 1966. Especializado en teología patrís-
tica, ha trabajado también especialmente en las cuestiones de la vida JOSEF BOMMER
religiosa, la oración, el sacramento de la penitencia y la salvación. Ha
publicado trabajos en numerosas revistas y en obras colectivas. Su libro Nació el 26 de marzo de 1923 en Zurich (Suiza) y fue ordenado
Oser prier data de 1962. Es colaborador y consejero teológico de varios sacerdote en 1946. Estudió en el Seminario Mayor de Coire y en el
grupos y movimientos seglares en Francia. Angelicum de Roma. Doctor en teología, fue párroco en Zurich y es ac-
tualmente profesor de teología pastoral en la Facultad de Teología de
Lucerna. Ha publicado Beichtprobleme heute (Problemas actuales de la
LADISLAUS BOROS SJ confesión), Zurich, 1968; Pladoyer für die Freiheit (Defensa de la liber-
tad), Zurich, 1971; Einübung ins Christliche (Introducción a lo cristia-
Nació el 2 de octubre de 1927 en Budapest y fue ordenado sacerdote no), Friburgo, 1970; Vom Beten des Christen (Sobre la oración del
en 1957. Estudió en las casas de su orden en Hungría, Austria, Italia y cristiano), Lucerna-Munich, 1963.
BRUNO BORCHERT O. CARM.
JOSEPHINE MASSINGBERD FORD

Nació el 4 de febrero de 1923 en Hengelo (Holanda). Estudió en


Es profesora adjunta de Sagrada Escritura en la Universidad de el Studium carmelitano de Merkelbeek (Holanda) y en la Universidad
Notre Dame (Indiana, Estados Unidos). Obtuvo el bachillerato en letras Gregoriana. Es doctor en teología. Después de enseñar teología en el
y en teología, así como el doctorado en filosofía, en distintas universi- Theologicum carmelitano holandés y estar al cargo de los archivos y
dades inglesas. Es autora de cuatro libros y de numerosos artículos. colecciones iconográficas, pasó a ser redactor jefe de la revista «Spell-
Desde 1967 se halla en estrecha relación con el Movimiento Neopente- ing» y redactor de «Kruispunt», puestos que desempeña en la actua-
costal de Notre Dame. lidad. Además de diversos artículos sobre iconografía y espiritualidad,
ha publicado importantes informes sobre la droga, el horizontalismo,
el celibato, Jesús de Nazaret, la sexualidad y la mística.
ALBERT-MARIE BESNARD OP

Nació el 27 de marzo de Toulouse (Francia) y fue ordenado sacer- GÉRARD BESSIÉRE


dote en 1954. Ingeniero por la Escuela Politécnica y licenciado en
teología por Le Saulchoir, es director de «La vie spirituelle» desde Nació el 27 de enero de 1928 y fue ordenado sacerdote en 1951.
1969 y predicador habitual de las misas radiadas de France-Culture. Estudió en el Instituto Católico de París y en la Sorbona. Es licencia-
Entre sus publicaciones destacan Le pélerinage chrétien, París, 1959; do en teología y filosofía. Después de trabajar al servicio de los sacer-
Saint Augustin: prier Dieu, les Psaumes, París, 1964; Visage spirituel dotes y los maestros en su diócesis (Cahors, Lot) de 1953 a 1963, pasó
des temps nouveaux (traducción española: Una nueva espiritualidad, a ser consiliario nacional de los profesores de enseñanza elemental.
Barcelona, 1966); Le Mystére du Nom (Quiconque invoquera le nom Desde 1969 prepara una tesis doctoral de tercer ciclo sobre Jésus dans
du Seigneur sera sauvé), París, 1962; Vie et combats de la foi (traduc- l'oeuvre de Vroudhon, mientras sigue colaborando en Éditions du
ción española: Vida y combates de la fe, Madrid, 1967); Ces chrétiens Cerf, donde dirige la colección «Terre de Feu». Es autor de L'incógnito
que nous devenons, París, 1967; Un certain Jésus (traducción española: de Dieu, París, 1970, y Des chrétiens et des mots, París, 1971.
Un tal Jesús, Barcelona, 1970); Propos intempestifs sur la priére, París,
1969; Chemins et demeures, París, 1972. Colabora regularmente en
los cuadernos litúrgicos Asambleas del Señor. PIERRE-REGINALD CREN OP

Nació el 6 de enero de 1923 en Lamballe (Francia). Fue ordenado


JOSEPH BEAUDE sacerdote en 1958. Estudió en el Estudio dominicano de Arbresle
(Lyon), en las Facultades de Le Saulchoir y en la Escuela Práctica de
Nació en 1933 y es sacerdote oratoriano. Licenciado en letras y Estudios Superiores (París). Especializado en orientalismo en el Insti-
doctor en filosofía, es encargado de investigación en el Centre National tuto de civilización india de París, colabora en el Centro Tomás Moro
de la Recherche Scientifique de Francia. Ha publicado la Histoire de y es profesor auxiliar en la Facultad de teología de Lyon. Ha publicado
l'idée de nature de Robert Lenoble, París, 1969, y ha trabajado en la numerosos artículos, especialmente en la revista «Lumiére et Vie».
reedición de las obras de Descartes. Actualmente prepara una tesis
doctoral en letras sobre La crise culturelle au debut du XVIIe siécle et
le probléme de Dieu.

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