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Es considerado
uno de los más importantes poetas y dramaturgos del llamado “Siglo de Oro” español, así
como uno de los más prolíficos autores de la literatura universal.
Junto a Tirso de Molina y Calderón de la Barca, la obra de Lope de Vega encarna una de las
mayores representaciones del teatro barroco. Actualmente, sus trabajos siguen
representándose y constituyen una de las más altas cotas alcanzadas en la literatura y las
artes españolas.
Lope de Vega fue también uno de los grandes líricos de la lengua castellana y autor de muchas
novelas y su obra renovó las fórmulas del teatro español en un momento en el que comenzaba
a ser un fenómeno cultural de masas. Fue llamado “el Fénix de los ingenios y Monstruo de la
Naturaleza” por Miguel de Cervantes.
Se le atribuyen unos 3 mil sonetos, 3 novelas, 4 novelas cortas, 9 epopeyas, 3 poemas
didácticos, y varios centenares de comedias. Lope de Vega murió el 27 de agosto de 1635.
San Agustín nació en Tagaste (Argelia actual) el 13 de noviembre del 354 y murió en Hipona
el 28 de agosto del 430. Su padre, Patricio, un pagano de posición social acomodada, que
luego de una larga resistencia a la fe, hacia el final de su vida se convierte al cristianismo.
Mónica, su madre, era una devota cristiana. Al enviudar, se consagró totalmente a la
conversión de su hijo Agustín. Lo primero que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego
de verle gozar de esas santas lecciones, sufrió al ver como iba apartándose de la Verdad hasta
que su espíritu se infectó con los errores maniqueos y, su corazón, con las costumbres de la
disoluta Roma. Mónica confiando en las palabras de un Santo Obispo que le dijo: “el hijo de
tantas lágrimas no puede perderse”, no cesó de tratar de convertirle por la oración y la
persuasión hasta lograrlo.
A los 32 años San Agustín entrega su persona a Dios, luego de una permanente búsqueda
convirtiéndose a la fe católica. Aunque Agustín no pensaba en el sacerdocio, fue ordenado en
el 391 por el Obispo de Hipona, Valero, quien le tomó por asistente. San Agustín es uno de
los ejemplos fundamentales de la búsqueda constante de Dios, de la verdad, del conocimiento.
Esta búsqueda no la hizo en soledad sino en estrecha relación con los otros, en especial su
madre Santa Mónica y sus amigos. San Agustín dice: “Necesitamos de los otros para ser
nosotros”. Esta es otra enseñanza de Agustín, la importancia de la comunidad para la vida
personal y para la búsqueda de la verdad en la reflexión y el diálogo con los otros.
Pocos hombres han poseído un corazón tan afectuoso y fraternal como el de San Agustín. Se
mostraba amable con los infieles y hasta los invitaba a comer con él, en cambio, se rehusaba a
comer con los cristianos de conducta públicamente escandalosa y les imponía las penitencias
canónicas.
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) fue una religiosa y escritora mexicana. Es autora de una
literatura barroca de altísima factura, que le dio prestigio y reconocimiento tanto en la alta
sociedad novohispana como española. Se le considera una de las máximas exponentes del
siglo de oro español.
Dice Octavio Paz que en los tiempos de la colonia, la corte y el locutorio del claustro eran los
únicos espacios en que una mujer podía codearse intelectualmente con los hombres. Y sor
Juana, que evadió el matrimonio para poder dedicarse a las letras, supo aprovechar esos
espacios muy bien.
Su obra abarca una diversidad de géneros literarios, entre los cuales destacan el teatro, el auto
sacramental y la lírica. Dentro del contexto de su obra lírica, sor Juana escribió sonetos,
redondillas, décimas, romances y muchas otras formas literarias.
Pero no por ser una religiosa, sor Juana se dedicó solamente a los temas cristianos. Por el
contrario, buena parte de su obra también habla sobre el amor, los valores, la mujer, el mundo
clásico y la virtud, entre otros.
En este artículo encontrarás una selección de algunos de sus poemas más emblemáticos, cuyas
características formales y temas abordados nos siguen fascinando.
A Cristo Sacramentado, día de comunión
Se habla de romance lírico para referir una serie indefinida de versos, casi siempre de ocho
sílabas. Estos versos tienen rima asonante en los pares, mientras que los impares son
independientes.
En este romance, una vez más se hace presente el amor divino, esta vez en Cristo, materializado
en la eucaristía. La presencia de Dios vivo en la eucaristía es así la presencia del amor que
completa, dignifica y justifica la existencia.