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RAZÓN Y FE
Introducción
El hombre y el logos
En búsqueda de sentido
Dios y el Hombre
Conclusión
Bibliografía
Introducción
Decidí realizar este trabajo desde esta disciplina de la filosofía, porque para mí es
primordial y necesario entender cómo el hombre es capaz de conocer, cómo utiliza la
inteligencia y cómo muchas veces nuestros procesos racionales nos engañan.
También propuse el tema de la fe como algo inseparable de la vida del ser humano, ya
que todos somos seres religiosos, todos tenemos dentro este impulso hacia algo mayor que
nosotros, creador y ordenador de la naturaleza y la humanidad.¿Cómo es posible
comprender sino la estructura física e intelectual del ser humano? ¿Cómo se entiende la
belleza y el orden de la naturaleza?
Mi deseo para este trabajo es comprender la relación entre la fe, la verdad y la razón, los
roces y concordancias; las mutuas ayudas y la convivencia de las tres en la vida del
hombre. Claro que no pretendo encontrar grandes respuestas, pero si una mejor
comprensión y asimilación.
El hombre y el logos
1
SAN JUAN PABLO II. Fides et Ratio. Conferencia Episcopal Argentina. Buenos aires. 1998. p. 3
En este primer capítulo intentaré reflexionar sobre el ser humano y su relación con la
razón comenzando desde los inicios de la filosofía.
La filosofía nace como el paso del mito al logos, es decir: en la Antigua Grecia se
explicaban todos los fenómenos físicos, climáticos, etc… a través de la mitología; pero no
conformes con estas explicaciones, comenzaron a investigar y reflexionar sobre la physis a
través de procedimientos racionales. El primer filósofo griego es considerado Thales de la
colonia de Mileto, quien comenzó este estudio lógico-racional de la naturaleza. Pero ¿Por
qué surgió este interrogante? ¿De dónde nace la necesidad de hacer filosofía?
“Los conocimientos fundamentales derivan del asombro suscitado en el hombre por la contemplación de
la creación: el ser humano se sorprende al descubrirse inmerso en el mundo, en relación con sus semejantes
con los cuales comparte el destino. De aquí arranca el camino que lo llevara al descubrimiento de horizontes
de conocimientos siempre nuevos. Sin el asombro el hombre caería en la repetitividad y, poco a poco, sería
incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal.” 2
2
SAN JUAN PABLO II. Fides et Ratio. Conferencia Episcopal Argentina. Buenos aires. 1998. p. 7
3
Ídem p. 32
Para cerrar este primer capítulo quisiera advertir que el hombre puede encontrarse frente
a este deseo de conocer en la postura de “necio”. El necio se engaña pensando que conoce
muchas cosas, pero en realidad no es capaz de fijar la mirada sobre las esenciales. Ello le
impide poner orden en su mente y asumir una actitud adecuada para consigo mismo y para
con el ambiente que le rodea.
Con esto quiero decir que estos temas tratados sobre el asombro como origen del
filosofar y sobre el deseo de verdad, son importantísimos para la vida del hombre, nuestra
vida está atravesada permanentemente por estos interrogantes, y muchas veces nos
esforzamos por apagarlos, censuramos este tipo de pensamientos por dos cosas: primero,
porque realmente el temor de no encontrar la respuesta nos aflige al extremo y provoca el
sin sentido; segundo, porque no tenemos “tiempo” para pensar, y es verdad lo que subraya
Aristóteles, que el hombre para poder pensar necesita del “ocio”, buscarse ese tiempo para
responder a las preguntas que definen la forma de vivir y el nexo entre el ser humano y el
logos es la filosofía.
En búsqueda de sentido
En este capítulo me dedicaré a hacer fructífero este “ocio” reflexionando sobre cuál es
el origen del conocimiento, cual es la chispa que enciende en el hombre el verdadero
conocimiento. Es necesario recordar cómo en la Edad Antigua había una concepción
“dual” del hombre: espíritu y doxa – razón y sentidos (opinión).
De allí, Descartes4, dice que la experiencia no le demuestra ser confiable con varios
ejemplos que todos podemos llegar a conocer; y esto que dice es verdad, los sentidos tantas
veces nos engañan: como el querer meter un palillo dentro de un vaso de vidrio lleno de
agua, vamos a percibir al palillo quebrado, pero en realidad no lo está. Frente a este
acontecimiento tan natural de la vida del hombre, comienza a dudar de todo, incluso de su
propia existencia; y llega a la premisa que revolucionará todo el pensamiento filosófico de
allí en adelante. Dice que puede dudar de todo, excepto de que está dudando, y si está
dudando, está pensando, entonces, existe. Este cogito ergo sum es el pensamiento que ha
cambiado el centro de estudio de la filosofía, ahora el centro ya no es ni la naturaleza, ni la
física, ni dios, ahora el centro es el Hombre.
Por lo tanto, para esta corriente filosófica llamada racionalismo, el verdadero saber se
alcanza a través de la razón, no hay que precipitarse a declarar que algo es verdadero si no
se presenta como claro y distinto. Descartes no anula el conocimiento sensible, sino, como
este conocimiento nos engaña, es necesario utilizar la razón para distinguir el conocimiento
como algo universal y necesario.
Quien llega a conciliar estas dos corrientes es Emmanuel Kant, que dice que el
conocimiento nace en el encuentro de la experiencia con la razón. Él mismo se declara
enamorado de la metafísica, en un comienzo su postura era racionalista, pero luego de leer
a los grandes empiristas despertó, y manifestó su postura del origen del conocimiento
mencionado anteriormente.
Lo que estas corrientes filosóficas tratan son necesarias en la vida del hombre, porque
de allí nosotros decidiremos nuestra forma de vivir, de actuar, de relacionarnos. Es cierto
que nosotros conocemos necesariamente en nuestro lenguaje, y nuestro lenguaje es
sensitivo, sensible, experimental; por esto es imposible separar el conocimiento de lo
4
CARPIO, Adolfo P. Principios de la Filosofía. Una introducción a su problemática. Glauco. Buenos
Aires.1987. p.171
5
Ídem. P.185
sensible. Pero también vemos que lo sensible tantas veces engaña nuestra razón, por lo cual
es necesario un proceso racional para lograr aquello claro y distinto de lo que hablaba
Descartes. Es cierto que la razón es ordenadora, pero también es elemental a la hora de
hablar del origen del conocimiento. Lo tratado por Kant, tiene un sentido profundo,
nosotros generamos el conocimiento en el encuentro de lo sensible con lo inteligible, de la
experiencia y la razón.
Fe y Razón
Para comenzar este último capítulo me parece importante resaltar que durante la época
donde comenzó con más fuerza el hablar de la fe y la razón, es decir en la época medieval,
muchos estudiosos de la historia de la filosofía consideran que no existió la filosofía. Pero
realmente la filosofía fue quien ayudó mucho en el deseo de comprender y conocer al
hombre como ser religioso, y sobre todo, un hombre en búsqueda constante de la verdad.
Como hablamos anteriormente, en el hombre existe esta intuición, que le hace pensar
que la verdad existe y que debe encontrarla, solo allí descansará su espíritu; esta duda, este
asombro, cuando no se pueden satisfacer, llevan al ser humano a una profunda frustración,
a una situación límite en la que no sabe cómo vivir su vida y allí es donde se vuelve a
encontrar con esta intuición. El hombre se da cuenta que la razón no es herramienta
suficiente para llegar a la verdad, por mucho que estudie, por mucho que se prepare, no
está en la razón por si misma llegar a la verdad, el ser humano se encuentra con su
limitación, con su ser finito, que solo puede comprender a través de las experiencias, tanto
físicas, como emotivas.
En este punto vemos la teoría del conocimiento de San Agustín, como la razón debe ser
iluminada por la fe, necesariamente fe y razón no se pueden separar sin que reduzca la
posibilidad del hombre de conocer de modo adecuado a sí mismo y al mundo.6
Para San Agustín, tanto en su libro “Confesiones”, como en “Ciudad de Dios”, Dios es
la fuente primaria del Ser y de la Verdad, imprime la verdad en nuestra alma, Él es la luz
ilumina todas las inteligencias, es el Maestro
Interior que responde a todas las preguntas del alma. Allí es donde descansa el alma
“errante” del hombre, incapaz de comprender y disfrutar la existencia, hasta el encuentro
del reposo tan deseado y anhelado, en el mismo Dios.
“Luego es verdad, Dios mío, que yo no existiría ni tendría ser alguno si Vos no estuvieras en mi. ¿O sería
mejor decir que no existiría ni tendría ser si yo mismo no estuviera en Vos, de quien, por quien y en quien
tienen ser todas las cosas? Así es también, Señor; también así es verdad.” 7
“Dios y el Hombre, cada uno en su respectivo mundo, se encuentran así en una relación única. En Dios
está el origen de cada cosa, en Él se encuentra la plenitud del misterio, y ésta es su gloria; el hombre le
corresponde la misión de investigar con su razón la verdad, y en esto consiste su grandeza” 8
6
SAN JUAN PABLO II. Fides et Ratio. Conferencia Episcopal Argentina. Buenos aires. 1998. p. 31
7
SAN AGUSTÍN. Confesiones. Ediciones Tutor S.A. Madrid. España. 1996. P.22
8
Ídem4.p. 31-32
Esto que dice esta pequeña frase abre un mundo nuevo al ser humano, ¿Dónde está la
grandeza del hombre? Justamente en aquello que le produce frustración e insatisfacción, la
esencia del hombre está en la búsqueda, y poder encontrar en ella la felicidad y la plenitud
requiere de algo más que la razón, ya que a simple vista está fuera de nuestro alcance.
Santo Tomás de Aquino en su escrito “La Suma Teológica” 9avala todo lo tratado de esta
manera:
“El hombre esta ordenado a Dios como a un fin que excede la capacidad de comprensión de nuestro
entendimiento. Ahora bien, los hombres que han de ordenar sus actos e intensiones a un fin deben conocerlo.
Por lo tanto, para salvarse necesitó el hombre que se le diesen a conocer por revelación divina algunas
verdades que exceden la capacidad de la razón humana.”10
Es el mismo Dios quien desea que el hombre se encuentre con Él y quien pone en el
corazón del hombre esta inclinación a buscarlo, entre estos impulsos del corazón del
hombre es donde la razón adquiere su papel esencial, ya que sin ella tampoco podríamos
conocer a Dios. Lo que me llama mucho la atención es que la grandeza del hombre radica
en la búsqueda de esta verdad; cómo tantas veces nos frustramos y creemos que nuestra
vida no tiene sentido por no poder responder a las preguntas sustanciales, cuando en
realidad lo que da sentido a la vida es esta hermosa inquietud. Pero es cierto que esta
sabiduría debe tener la guía tanto de la razón como de la fe.
Conclusión
9
SANTO TOMAS DE AQUINO. Suma Theologiae
10
SANTO TOMAS DE AQUINO. Suma Theologiae 1 q.2 a.2 ad 1
Bibliografía
SAN JUAN PABLO II. Fides et Ratio. Conferencia Episcopal Argentina. Buenos
aires. 1998.